1 Resúmenes del seminario "Imaginarios urbanos: de ida y vuelta

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Resúmenes del seminario "Imaginarios urbanos: de ida y vuelta":
Presentaciones de “Ciudades Imaginadas: Caracas, Ciudad de México,
Buenos Aires, Bogotá, A Coruña”
Date: 29 Mar 2006
http://www.unia.es/artpen/index.htm
http://www.uia.es/arteypensamiento
Información de UNIA arteypensamiento
CIUDADES IMAGINADAS. SEVILLA. IMAGINARIOS URBANOS: DE IDA Y
VUELTA
Tulio Hernández: Caracas imaginada
En toda ciudad hay tres ciudades. Una ciudad de piedra, hecha de edificios,
calles, plazas, parques, puentes... "Sería la ciudad que quedaría", explicó
Tulio Hernández en el inicio de su intervención en el seminario Imaginarios
urbanos: de ida y vuelta, "si la gente desapareciera". También existe una
ciudad de relaciones, que designa aquello que ocurre dentro de la ciudad
de piedra, esto es, lo que la gente hace: comprar, vender, casarse,
divorciarse, enamorarse, pasear... Y, por último, está la ciudad del hombre,
que haría referencia al modo en que cada sujeto vive -se imagina- las otras
dos ciudades. "Es en esta última", aclaró Tulio Hernández, "donde están los
imaginarios".
Pero, ¿cómo detectar y analizar esas percepciones ciudadanas? La teoría de
los imaginarios urbanos propone un acercamiento teórico y metodológico
multidisciplinar que incluye, entre otras cosas, la obtención y el
procesamiento de datos estadísticos a través de una serie de formularios,
el análisis de documentos gráficos y audiovisuales pre-existentes (desde
postales hasta imágenes aparecidas en prensa y televisión) o la
investigación de textos escritos por cronistas contemporáneos de la ciudad
estudiada.
Antes de explicar más detalladamente los resultados de la aplicación de
estos principios metodológicos al estudio de los imaginarios urbanos de
Caracas, Tulio Hernández, sociólogo especializado en temas de cultura y
comunicación, hizo referencia a cuatro rasgos que hay que tener en cuenta
para comprender la complejidad simbólica, política, étnica y social de la
capital de Venezuela.
- Caracas es una ciudad que no conserva ninguna huella arquitectónica
previa al siglo XIX, a pesar de que su fundación se remonta al siglo XVI.
"Como una dama entrada en años que se ha sometido a sucesivas
operaciones de cirugía estética", aseguró Tulio Hernández, "Caracas intenta
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eliminar de su cuerpo cualquier vestigio de su pasado". Sólo se mantienen
en pie algunas (muy pocas) edificaciones decimonónicas. El resto de las
construcciones son de este siglo. En este sentido, Tulio Hernández recordó
una cita del dramaturgo venezolano José Ignacio Cabrujas: "así como hay
personas que proclaman con orgullo pertenecer a un pueblo de grandes
constructores, me atrevo a exhibir con cierta jactancia que provengo de un
pueblo de grandes derrumbadores. Un pueblo demolicionista que hizo del
escombro un emblema".
Desde finales del siglo XIX hasta los años treinta del siglo XX, la población
de Caracas se mantuvo prácticamente estancada, pero con el inicio de las
extracciones petroleras y la llegada de cientos de miles de inmigrantes
(muchos de los cuales se alojaron en viviendas informales, los llamados
"ranchos", el equivalente a las favelas de Brasil o a las villas miserias de
Buenos Aires), en poco más de tres décadas, se construyó una ciudad
gigantesca, llena de rascacielos, autopistas, túneles, puentes y viaductos.
- Caracas ha sido siempre una ciudad abierta, mestiza, cosmopolita y
multicultural, sobre todo en comparación con su "ciudad melliza": Bogotá
(mucho más endogámica y cerrada sobre sí misma). En gran medida, este
carácter se debe a la diversidad de orígenes de sus habitantes. No hay que
olvidar que en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, su población
(casi) se duplicó, incorporando a gente que procedía de sitios muy
diferentes, tanto inmigrantes que huían de la guerra -españoles, italianos,
portugueses, sirios, libaneses...- como ciudadanos venezolanos y de otros
países de América Latina que llegaban desde zonas rurales empobrecidas.
- Caracas es percibida por sus habitantes, cronistas y estudiosos como una
"ciudad amnésica", que nunca mira al pasado y que está en continuo
proceso de demolición-renovación (aunque, paradójicamente, tiene una
especie de memoria selectiva sobre ciertos acontecimientos y personajes
políticos). En este sentido, Juan Nuño, un filósofo venezolano de origen
español, asegura que en el mundo hay dos pueblos que sufren una grave
enfermedad de la memoria: los judíos que no saben olvidar y los
caraqueños (y, por extensión, los venezolanos) que son incapaces de
recordar.
- En la actualidad, Caracas es una ciudad dividida, que está
experimentando un profundo proceso de deterioro y autodestrucción.
Existe una ciudad formal, opulenta y moderna (donde habitan las clases
medias y altas) que se repliega sobre sí misma y se rodea de murallas
defensivas; a su alrededor crece la Caracas de los pobres, una ciudad
informal que se extiende de modo incontrolado y caótico y que, con
frecuencia, ni siquiera aparece en los mapas. "La ciudad en su conjunto",
explicó Tulio Hernández, "es vivida como un entramado discontinuo de
espacios fortalezas que ofrecen seguridad endogámica a sus habitantes al
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precio de reducir el uso global de la propia ciudad". Es una urbe
contradictoria y conflictiva, ruidosa y congestionada, donde coexisten
edificios modernos y sofisticados (dotados, en muchos casos, de las
últimas tecnologías de televigilancia) junto a cientos de miles de infraviviendas construidas con materiales de desecho.
Siguiendo la metodología de la teoría de los imaginarios urbanos
desarrollada por Armando Silva, para el proyecto Caracas imaginada se
realizó una encuesta a más de 200 personas en la que se mezclaban
preguntas genéricas (que son comunes para todas las ciudades analizadas)
con otras concebidas específicamente para esta localidad. Posteriormente,
se llevó a cabo un extenso trabajo de recopilación y producción de
materiales visuales en torno a los referentes simbólicos que citaban con
más frecuencia los encuestados. "Y si hay una imagen tótem de Caracas",
subrayó Tulio Hernández, "es El Ávila, una montaña de 2.700 metros de
altitud que la mayor parte de los entrevistados califican como el lugar más
generoso, querido, fragante y hermoso de la ciudad". En la cima de esta
montaña se encuentra también uno de los símbolos arquitectónicos más
apreciados por los caraqueños: el Hotel Humboldt, edificio de los años
cincuenta del siglo pasado al que se accede por un teleférico.
El trabajo de recopilación y producción de materiales visuales ha incluido
desde el análisis de postales de Caracas ("que nos permite observar",
precisó Tulio Hernández, "cómo la ciudad se ha representado a sí misma
en cada momento histórico") a la creación de un archivo con imágenes de
fotógrafos contemporáneos que han retratado distintos aspectos de esta
localidad venezolana: Sara Maneiro, Isidro Núñez (que ha realizado una
serie fotográfica sobre medios de transportes en Caracas, una ciudad que
es imposible recorrer a pie), Andreína Mújica (con sus imágenes sobre
graffitis y pintadas callejeras o su serie en torno a basuras y residuos
urbanos)...
Además, Caracas imaginada ha producido un dvd con imágenes a vista de
pájaro de la capital venezolana. Fotografías aéreas que muestran de forma
muy clara las contradicciones de una ciudad profundamente dividida y en
la que siempre hay una amenaza latente de invasión, de inseguridad, de
violencia. Una amenaza que ha llevado a los caraqueños a tener una
fijación obsesiva por la seguridad y la autodefensa. "Por ejemplo", recordó
Tulio Hernández, "en el año 2002, cuando la relación entre el gobierno de
Hugo Chávez y la oposición pasó por uno de sus momentos más tensos, se
extendió el rumor de que los círculos bolivarianos iban a invadir las
viviendas de clase media y alta de Caracas y muchos ciudadanos
organizaron grupos de autodefensa que recurrieron a estrategias
medievales para proteger sus propiedades".
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Como en todas las localidades analizadas hasta el momento en el marco
del proyecto Culturas urbanas desde sus imaginarios sociales, los
habitantes de Caracas imaginan su ciudad de manera plural, diversa y
contradictoria, influidos por numerosos factores: la edad, el género, los
lugares en los que viven, la clase social a la que pertenecen... Pero más allá
de esa diversidad existen, según Tulio Hernández, "algunos tópicos
coincidentes que dominan sobre los demás", una serie de imaginarios
compartidos por la mayor parte de los caraqueños.
En general, consideran El Sambil, un centro comercial gigantesco (con
cuarenta salas de cine, doscientos puestos de restauración, trescientas
escaleras mecánicas, un acuario de 150.000 litros...), como su espacio de
ocio favorito. "El Sambil", subrayó Tulio Hernández, "es una ciudad dentro
de la ciudad, donde los caraqueños pueden disfrutar de la ilusión de un
espacio público del que carecen".
A diferencia de ciudades como Buenos Aires, en Caracas se valora mucho
más el entorno paisajístico en el que se integra la ciudad (su herencia
natural) que las construcciones que ha realizado el hombre (su legado
arquitectónico y patrimonial). En este sentido, la mayor parte de los
encuestados identificaban el cerro de El Ávila como el lugar más
representativo y con mejor olor de Caracas (seguido de otros espacios
naturales, como el Parque del Este o las playas). A su vez, gracias a la
presencia majestuosa de esta montaña, la mayor parte de los entrevistados
piensan que el color que mejor define la ciudad es el verde.
Cuando se pregunta por sus figuras más emblemáticas, el personaje más
valorado es Simón Bolívar. Una admiración que, a juicio de Tulio
Hernández, alcanza niveles casi patológicos. "Así", ironizó, "si uno llega en
avión, aterriza en el aeropuerto Simón Bolívar, se traslada a la ciudad por la
autopista Simón Bolívar, desde donde podrá coger un taxi de la línea
Bolívar que le conduzca a las torres del Centro Simón Bolívar de la ciudad
universitaria pasando muy cerca de los sedes centrales de algunas de las
numerosas empresas -desde aseguradoras a grandes almacenes- que
utilizan el nombre de este héroe de la emancipación de los pueblos
sudamericanos. Curiosamente, a Simón Bolívar se le conoce con el apodo
de el Libertador, que es el segundo término más utilizado en el callejero
venezolano". No por casualidad, Hugo Chávez (que en las encuestas
aparece como el segundo personaje más importante de la historia de
Caracas) se autodenomina bolivariano.
La única figura que puede competir con las dos anteriores es Billo Frómeta,
un músico de origen dominicano que ha desarrollado una adaptación del
merengue muy popular en Venezuela. "No hay que olvidar", matizó Tulio
Hernández, "que Caracas es una ciudad eminentemente musical, amante de
la salsa, el merengue y la guaracha y en la que hasta no hace demasiado
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tiempo, a los muertos se les enterraba bailando". De hecho, los caraqueños
relacionan la mayoría de las capitales latinoamericanas con referentes
musicales -San Pablo con la samba, Buenos Aires con el tango, México D.F.
con rancheras y mariachis...-, exceptuando a La Habana (que identifican
con Fidel Castro), a Santiago de Chile (que asocian a Pinochet) y a
Montevideo (de la que no hay muchas referencias, sólo lejanamente el
fútbol).
A su vez, la mayoría de los entrevistados declararon que las capitales
latinoamericanas con las que Caracas tiene más puntos en común son
México (por la contaminación, el ruido, la sobrepoblación...), Quito y
Bogotá ("una ciudad", advirtió Tulio Hernández, "ligada históricamente a
Caracas pero con la que, en realidad, tiene muy pocas semejanzas"). Por el
contrario, las ciudades con las que, según los encuestados, Caracas guarda
menos similitudes son Buenos Aires, São Paulo y, curiosamente, La Habana
("que cultural y étnicamente sí se parece, aunque quizás no desde un
punto de vista arquitectónico y patrimonial", precisó Tulio Hernández).
La inseguridad y la violencia se consideran como los principales problemas
de la ciudad, algo que no ocurría hace veinte o treinta años. No hay que
olvidar que, en la actualidad, Caracas es, tras Medellín y São Paulo, la urbe
latinoamericana con mayor índice de homicidios por cada cien mil
habitantes. Después de la inseguridad y la violencia, los caraqueños
manifiestan que lo que menos les gusta de su ciudad es el tráfico, la
suciedad, los ranchos, la pobreza y la miseria. Hay que tener en cuenta que
la sociedad caraqueña es muy clasista, una actitud que incluso se refleja en
las expresiones que se utilizan para describir las distintas realidades
urbanas que conviven en la capital de Venezuela. Por ejemplo, si en la
ladera de un monte se edifican viviendas populares, a ese enclave se le
llamará "cerro"; pero si lo que se construyen son casas para gente de clase
media y alta, se le denominará "colina". Igualmente, a los asentamientos de
pobres se les llama "barrios" y a los de ricos, "urbanizaciones". "De hecho",
insistió Tulio Hernández, "en la mayoría de los planos de la ciudad, los
barrios son invisibles o aparecen definidos como zonas verdes y/o sin
poblar".
Los dos sitios que los entrevistados identificaron como los más peligrosos
son Petare (un barrio en el que vive casi un tercio de la población de
Caracas) y 23 de enero (zona obrera en la que los índices de "delincuencia
común" son parecidos a los del resto de la ciudad, pero que históricamente
ha estado vinculada a conflictos de carácter político y a grupos de guerrilla
urbana). A su vez, a la inversa de lo que en los últimos años está
ocurriendo en Europa y en algunas capitales latinoamericanas, los
caraqueños siguen percibiendo el casco histórico como uno de los espacios
más degradados y tristes de su ciudad.
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"Pero a pesar de estar políticamente rota", aseguró Tulio Hernández en la
fase final de su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad
Internacional de Andalucía, "socialmente confrontada, administrativamente
colapsada, con una urbanidad vigilante que dificulta la convivencia y una
ciudadanía que desconfía profundamente de sus gobernantes, Caracas es
una ciudad alegre y musical, cuyos habitantes se sienten seres
privilegiados que saben disfrutar de los placeres de la vida y piensan que
son percibidos por los demás como personas divertidas, simpáticas,
agradables, amables, receptivas y desordenadas". Una ciudad marcada por
la velocidad y la provisionalidad que vive como si estuviese a la orilla del
mar (aunque se encuentra situada a más de 800 metros de altura), una
"babel comprensiva" donde se mezclan referentes culturales muy
diferentes y en la que siempre hay espacio para la alegría, la sensualidad,
el disfrute de la naturaleza y el culto al cuerpo y a la apariencia física.
Miguel Ángel Aguilar: Ciudad de México imaginada
En el inicio de su intervención en el seminario Imaginarios urbanos: de ida
y vuelta, Miguel Ángel Aguilar, profesor e investigador en la Licenciatura de
Psicología Social en la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa
(UAM), aseguró que "toda ciudad se puede decir en imágenes y metáforas",
la cuestión es saber cuál de ellas se relaciona por igual con las experiencias
y los deseos de sus habitantes. A su juicio, la ciudad contemporánea, como
el aleph borgiano, es un espacio de lugares múltiples que puede evocarse
en su proyección a ras del suelo (en los monumentos, calles y edificios que
nos hablan de su pasado), pero también en su búsqueda de una expansión
vertical y virtual, en su huida hacia arriba y su sacralización de la velocidad
y la tecnología.
En cualquier caso, la cartografía imaginaria de Ciudad de México (y de gran
parte de las urbes históricas de América Latina y Europa) no se puede
entender sin partir de su centro (de su casco antiguo), pues es allí donde
sus habitantes comienzan a imaginarse la ciudad. El centro -el lugar del
rito y de la memoria- es el tronco vivo de México D.F. del que han partido
sus múltiples y variadas ramificaciones, dando lugar a una copa cada vez
más frondosa y enrevesada. Es en los recorridos (personales y colectivos,
poéticos y políticos, físicos y simbólicos) que realizan sus habitantes y sus
visitantes del centro a la periferia y de la periferia al centro, donde se van
gestando los imaginarios compartidos de esta ciudad latinoamericana.
"Una urbe", subrayó Miguel Ángel Aguilar, "que se nos ha revelado en esta
investigación como una suerte de ciudad matriuska, pues en ella, un lugar
contiene a otro que, a su vez, alberga a otro que, a su vez, contiene a otro
... Y así, sucesivamente".
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Más que su historia o su patrimonio arquitectónico, lo que llama la
atención de Ciudad de México es su número de habitantes. Desde luego, la
ciudad ha crecido de forma espectacular durante el siglo XX. Si en 1900, la
población de toda su área urbana no superaba los 350.000 habitantes,
treinta años después se había triplicado y en 1960 ya pasaba de los cinco
millones. En la actualidad, se calcula que tendrá en torno a dieciocho
millones de habitantes. Por ejemplo, sólo en el distrito de Iztapalapa viven
1.750.000 personas, más que en todo el área metropolitana de la ciudad
de Sevilla. Otro dato significativo es que en 1990, casi el 20% de la
población total del país residía en México D.F. (que ocupa menos del 0,25%
del territorio nacional).
"Se trata de una ciudad", indicó Miguel Ángel Aguilar, "que tiene vocación
de país (pues, de algún modo, es autosuficiente) y que en su expansión ha
ido fagocitando a muchas localidades que había a su alrededor". Sus
límites son siempre provisionales y difusos, y es imposible tener una
imagen global de la misma, pues continuamente se amplía y diversifica.
"Esto", precisó Aguilar, "es muy interesante desde el punto de vista de la
teoría de los imaginarios urbanos, ya que determina muchas experiencias
cotidianas de sus ciudadanos". Por ejemplo, es habitual que los taxistas no
sepan localizar ciertas direcciones, lo que obliga a sus clientes a adoptar
una posición activa si quieren llegar a su destino. Además, ante la
imposibilidad de representarse en su cabeza el plano de la ciudad, muchos
habitantes de México D.F. reconocen "que no saber es para ellos mejor que
saber", pues de ese modo pueden seguir usando la ciudad sin tener la
responsabilidad del anfitrión.
Para tratar de comprender los imaginarios urbanos de una ciudad tan
marcada, física y simbólicamente, por su tamaño y número de habitantes,
hay que analizar la manera en que los ciudadanos la recorren. En este
sentido, Miguel Ángel Aguilar cree que un acercamiento a su red viaria y de
transportes públicos nos puede proporcionar datos muy esclarecedores del
modo en que los mexicanos perciben su urbe "y van relacionando espacios
y actividades para crear referencias cotidianas".
Inaugurado en 1969, el "metro" de México cuenta en la actualidad con 175
estaciones (once de ellas ubicadas en municipios contiguos) y tiene un
promedio de 4,4 millones de desplazamientos diarios. "El metro", aseguró
Miguel Ángel Aguilar, "ha creado una ciudad fugaz bajo la ciudad visible,
pues no es sólo un sistema de transporte, sino también un punto de
referencia fundamental para la mayoría de sus habitantes, un lugar de
citas, de contacto entre extraños, de encuentros y ligues; fuente de empleo
para vendedores ambulantes y limosneros y centro de aprovisionamiento
de artículos de todo tipo (discos compactos, dulces, carteras, publicaciones
periodísticas...)". A su juicio, lo interesante desde el punto de vista de la
teoría de los imaginarios urbanos es que en este espacio invisible y
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subterráneo transcurre una parte muy significativa de la vida cotidiana de
la ciudad. "Incluso se podría decir", añadió, "que la ciudad que se ve (la
ciudad a ras del suelo) no es más que el techo del metro".
Además, a esa ciudad visible le ha crecido una especie de "segundo piso":
su red viaria, por la que circulan diariamente millones de vehículos
privados y públicos (taxis, autobuses...). Según la mayoría de los
encuestados en el marco del proyecto Ciudad de México imaginada, la
situación del tráfico es uno de los principales problemas de esta localidad,
pues impide que se materialice una de las principales aspiraciones de
cualquier urbe moderna: la velocidad y la fluidez de sus comunicaciones.
En este sentido, una de las iniciativas más importantes del ex-alcalde de
México, Andrés Manuel López Obrador (que recientemente ha dejado su
puesto al frente del consistorio municipal para presentarse como candidato
a la Presidencia de la República en las elecciones que se celebrarán en julio
de 2006), ha sido la puesta en marcha de un ambicioso plan para mejorar y
modernizar la infraestructura vial de la ciudad.
Junto a la situación del tráfico, los principales "estigmas urbanos" de
México D.F. son, según la mayoría de los entrevistados, la inseguridad
ciudadana y la contaminación. "Una valoración", subrayó Miguel Ángel
Aguilar, "muy parecida a la que han realizado los habitantes de otras
ciudades analizadas (Caracas, São Paulo...) en el marco del proyecto
Culturas urbanas desde sus imaginarios sociales". Por el contrario, lo que
más aprecian de su ciudad es la belleza del centro histórico y la amplitud y
variedad de su oferta cultural y de entretenimiento.
Desde una lógica racional no dejan de ser datos paradójicos y
contradictorios, pues ¿cómo se puede disfrutar de actividades recreativas
en un lugar inseguro y congestionado?, ¿cómo puede haber belleza en un
espacio tan caótico, contaminado y ruidoso? En este sentido, Miguel Ángel
Aguilar quiso recordar que los imaginarios urbanos nunca se basan en
criterios cartesianos y racionales y es absurdo tratar de encontrar en ellos
una coherencia lógica. "La experiencia urbana", añadió, "es siempre
contradictoria, por ello es muy habitual que los habitantes de las grandes
metrópolis latinoamericanas aseguren que su ciudad les disgusta, pero que
no podrían vivir en otro sitio".
Un dato llamativo que se puede extraer del resultado de estas encuestas es
que para evaluar los aspectos que menos les gustan de la ciudad, los
entrevistados han utilizado doce opciones, de las cuales, tres -inseguridad,
contaminación y tráfico- han acaparado casi el 55% de las respuestas. Sin
embargo, a la hora de indicar las cosas que valoran de forma más positiva,
se han mencionado dieciséis aspectos, sin que ninguno de ellos destaque
demasiado sobre los demás. "Curiosamente", subrayó Miguel Ángel
Aguilar, "lo que los encuestados declararon que no les gustaba coincide
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con la visión que se ofrece de Ciudad de México en los medios de
comunicación; mientras que lo que más les satisface tiene que ver con
experiencias personales e íntimas. Es decir, nuestras insatisfacciones son
públicas y nuestras satisfacciones privadas".
El proyecto Ciudad de México imaginada ha incluido la producción de una
guía fotográfica (que contiene cerca de 350 imágenes) que, en un ejercicio
de interpretación analítica, trata de mostrar los lugares y las percepciones
más mencionadas por las personas que realizaron los formularios. Por
ejemplo, el 70% de los encuestados consideran que el color que más
caracteriza a esta ciudad es el gris, seguido del rojo y del verde. En esta
guía fotográfica se intenta mostrar dónde está ese gris, pero partiendo de
la premisa de que no es un gris uniforme sino de diferentes tonalidades,
cada una de las cuales se puede identificar con distintas realidades y
experiencias urbanas. "Hay, por ejemplo, un gris horizonte", explicó Miguel
Ángel Aguilar, "que es el de las vistas panorámicas de la ciudad, con la
nebulosa que provoca la contaminación; pero también un gris a ras del
suelo que es el efecto de la mezcla entre el asfalto, los edificios en
construcción y las viviendas de ladrillo visto (muy habituales en ciertas
áreas de los barrios periféricos): el gris de la ciudad dura que crece
continuamente sobre sus propios límites". Operando al modo de una
metonimia, ambos grises sirven para representar la percepción cromática
global de esta urbe tumultuosa y frenética.
Un apartado fundamental de este proyecto ha sido el análisis de los
imaginarios urbanos que existen en torno al centro histórico de Ciudad de
México. "Un espacio", señaló Aguilar, "que concentra muchas de las
cualidades -positivas y negativas- de esta ciudad, donde se depositan sus
miedos, sus fantasías y sus anhelos colectivos y que acoge sus principales
referentes iconográficos y sus rituales -políticos y festivos- más
emblemáticos". Con la idea de investigar las dimensiones cognitivas y
afectivas asociadas al casco antiguo de esta ciudad, se llevaron a cabo una
serie de entrevistas grupales en las que participaron 35 personas que
oscilaban entre los 18 y los 40 años. Entre las cosas que más valoraron de
dicho casco antiguo estaba su "autenticidad" y su "diversidad", frente a la
artificialidad arquitectónica y la homogeneidad socio-cultural que suele
caracterizar otros espacios metropolitanos. A su vez, muchos de los
participantes en esta investigación destacaron el hecho de que es un lugar
que tiene valores simbólicos y referenciales específicos para grupos
sociales muy diferentes.
Ya en la fase final de su intervención en la sede de La Cartuja de la
Universidad Internacional de Andalucía, Miguel Ángel Aguilar aseguró que,
durante los últimos años, en Ciudad de México la calle se ha convertido en
un espacio de refugio para aquellos que no tienen hueco en la economía
formal. De este modo, han emergido en distintos puntos de la ciudad
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(incluyendo a su centro histórico) una serie de zonas ocupadas por
abigarrados mercadillos informales que crean una especie de gran "túnel
comercial" bajo el cual fluye una multitud siempre en movimiento. "Y ese
túnel", subrayó Miguel Ángel Aguilar, "se funde con el otro gran túnel que
recorre la ciudad: el metro". Ambos espacios aparecen en las entrevistas
que se han realizado para el proyecto Ciudad de México imaginada como
lugares amenazantes, en los que se materializa unos de los temores que
sienten de forma más intensa los habitantes de las grandes urbes
contemporáneas: "el miedo al otro, a extraviarse en la multitud y ser
engullido por ella".
Verónica Pallini: Buenos Aires imaginado
Verónica Pallini, licenciada en Ciencias Antropológicas por la Universidad
de Buenos Aires, cree que una de las posibilidades más interesantes del
enfoque metodológico que propone la teoría de los imaginarios urbanos es
que, a partir del análisis multidisciplinar de los deseos y experiencias de
los ciudadanos contemporáneos (concebidos como sujetos activos),
permite desarrollar una lectura prospectiva del fenómeno urbano. De este
modo, tiene la potencialidad de constituirse en una herramienta política
que ayude a profundizar en la configuración de un nuevo modelo de
ciudad, propiciando la emergencia de un urbanismo que, en palabras del
propio Armando Silva, "no excluya al ciudadano de la ciudad". "Y además
de proporcionarnos instrumentos analíticos multidisciplinares que nos
permiten entender mejor la experiencia urbana contemporánea", explicó
Verónica Pallini en el inicio de su intervención en la sede de La Cartuja de
la Universidad Internacional de Andalucía, "esta teoría también nos puede
servir para abordar problemáticas urbanas concretas y/o locales".
En este sentido, a Verónica Pallini le interesa especialmente el modo en el
que el proyecto Culturas urbanas desde sus imaginarios sociales ha
trabajado el espacio iberoamericano desde la perspectiva de lo local. "Una
perspectiva", señaló, "que, con demasiada frecuencia, se deja de lado".
Según Pallini, gracias a la relación entre lo global y lo local que plantea la
teoría de los imaginarios urbanos (con su enfoque metodológico
transnacional e interdisciplinar), se pueden establecer puentes de
comunicación y cooperación entre las distintas localidades que participan
en este proyecto.
No hay que olvidar que actualmente existen muy pocas iniciativas que
propicien la puesta en marcha de procesos de relación (a nivel
administrativo, cultural, comercial...) entre las ciudades latinoamericanas.
"Esa falta de comunicación", recordó Verónica Pallini, "fue muy visible en el
primer encuentro de Interlocal (una red de colaboración entre ciudades
iberoamericanas para el desarrollo de proyectos culturales), pues la
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mayoría de las personas que asistieron (concejales y responsables de
cultura de numerosos municipios de América Latina) no conocían al resto
de los participantes; ni siquiera, en muchos casos, a los que procedían de
su propio país".
Ese desconocimiento del "otro" también se refleja en los distintos
cuestionarios que se han realizado para el proyecto Culturas urbanas
desde sus imaginarios sociales. Por ejemplo, muchos encuestados en
Buenos Aires no tenían (casi) ninguna referencia de ciudades como Quito,
mientras que la mayoría de los caraqueños entrevistados sólo asociaron
lejanamente Montevideo con el fútbol o Santiago de Chile con Pinochet.
Además, la escasa información que los ciudadanos tienen de las otras
ciudades suele estar muy influida por la imagen que de ellas dan los
medios de comunicación que, por lo general, sólo se ocupan de las mismas
cuando están relacionadas con algún hecho trágico, polémico o, en el
mejor de los casos, pintoresco.
El acercamiento analítico transversal e interdisciplinar al fenómeno urbano
que propone esta teoría de los imaginarios nos permite investigar los
"intangibles" que condicionan la vida de las ciudades. "Intangibles", preciso
Verónica Pallini, "a los que, a menudo, se hace referencia para explicar
determinados comportamientos ciudadanos, pero que en muy pocas
ocasiones se tienen en cuenta a la hora de elaborar políticas culturales
(sobre todo de ámbito local)". Recurriendo tanto a procedimientos
metodológicos cuantitativos como cualitativos, la teoría de los imaginarios
urbanos también posibilita explorar las diferencias que existen entre
prácticas y representaciones. "Esto es", precisó Pallini, "las diferencias que
hay entre lo que los ciudadanos dicen que hacen, temen y desean y lo que
realmente hacen, temen y desean".
En la investigación de los imaginarios urbanos de Buenos Aires uno de los
primeros problemas que se planteó fue determinar el género de la ciudad.
"Parece un chiste", advirtió Verónica Pallini, "pero no lo es. En general, se
piensa Buenos Aires en femenino, sin embargo se trata de una ciudad
cuyos hitos simbólicos y referenciales más representativos tienen claras
connotaciones masculinas: el Obelisco, el tango...". Para la elaboración de
la investigación -"que nunca supimos bien si titular Buenos aires
imaginada o Buenos Aires imaginado", precisó Pallini-, se decidió realizar
una serie de entrevistas en profundidad que permitiera ir más allá de los
clichés y tópicos que los bonaerenses tienen sobre sí mismos y su ciudad.
La finalización del trabajo de campo coincidió con la insurrección popular
del 19 y 20 de diciembre de 2001 (que logró expulsar al presidente
Fernando de la Rúa y poner en evidencia a las élites políticas y económicas
del país). Un acontecimiento que, según Verónica Pallini, "provocó un
profundo cambio identitario del porteño (quebrantando la imagen
autocomplaciente y orgullosa que tenía de sí mismo)", lo que les obligó a
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re-pensar el proyecto y a revisar todo el trabajo que habían hecho hasta
entonces.
Tres frases-lemas describen algunos de los rasgos fundamentales del
imaginario bonaerense: "Buenos Aires sos Gardel", "Buenos Aires no
duerme" y "Buenos Aires me mata". A modo de metonimia, el primero de
estos lemas identifica la ciudad con su personaje más emblemático: Carlos
Gardel, un hombre de origen humilde que, curiosamente, no se sabe muy
bien donde nació. Gardel murió joven, tras alcanzar la gloria en París, la
ciudad que representa el modelo de referencia cultural, educativo y
urbanístico del Buenos Aires moderno (el que comenzó a construirse a
finales del siglo XIX y principios del siglo XX). Gardel encarna el paradigma
del ascenso social, del triunfador con un punto canalla y melancólico, "el
espejo idealizado en el que se miran todos los porteños".
"Buenos Aires no duerme" fue el título de un evento cultural de 24 horas de
duración que se celebró hace unos años en la capital de Argentina y que,
aún hoy, muchos habitantes de la ciudad recuerdan con nostalgia. Pero en
la actualidad, si Buenos Aires no duerme, no es tanto por su oferta cultural
como por el miedo que tienen los porteños a perder su trabajo, a ser
desplazados del mercado laboral por falta de productividad. De hecho, este
miedo es mucho más fuerte que el temor a la inseguridad ciudadana y a la
delincuencia (un problema que ha sido, en gran medida, amplificado por
los medios de comunicación). Por último, "Buenos Aires me mata" es el
título de una tira cómica de un periódico muy leído en Argentina, pero ese
lema paradójico también alude a la incomodidad del clima porteño (donde
la humedad no baja nunca del 50%), algo que está muy presente en la
percepción -corporal y metafórica- de su ciudad que tienen los
bonaerenses.
Buenos Aires ha sido y es la ciudad más europea de América Latina,
aunque según Verónica Pallini, en los últimos años se está
"latinoamericanizando" a gran velocidad. Con una extensión de 200
kilómetros cuadrados y una población censada de unos tres millones de
habitantes, Buenos Aires es una ciudad grande, pero no descomunal. Sin
embargo, hoy día no se puede entender esta urbe sin tener en cuenta su
área metropolitana, donde viven más de ocho millones de personas que
pasan gran parte de su vida cotidiana en el centro de la ciudad. Entre la
capital federal y su conurbación, la región de Buenos Aires concentra
prácticamente el 30% de la población total del país. Pero hay un dato muy
significativo que no se puede obviar: de un tiempo a esta parte
(especialmente desde el año 2001) ha disminuido de forma muy notable el
número de habitantes de sus barrios céntricos, sobre todo por el
desplazamiento de muchas familias de clase media y alta a zonas
periféricas más vigiladas y seguras.
13
A juicio de Verónica Pallini, en Buenos Aires hay un "set de emblemas
ciudadanos" que, en menor o mayor medida, comparten (casi) todos sus
habitantes (con independencia de la edad, el género o la clase social a la
que pertenezcan). A pesar de los profundos cambios identitarios que
generó la crisis de diciembre de 2001, esos emblemas siguen siendo
percibidos de forma positiva por la mayoría de los bonaerenses. Uno de los
principales hitos simbólicos de la ciudad es el Obelisco, un monumento
con claras connotaciones fálicas (lo que encaja perfectamente con el
carácter machista del porteño) que se suele asociar con momentos de
fiesta y celebración. Por el contrario, la Plaza de Mayo se identifica como el
lugar de la protesta y la reclamación política, función que cumple desde
octubre de 1945 (cuando fue ocupada por decenas de miles de personas
para exigir la liberación de Juan Domingo Perón). Otros espacios muy
representativos de la ciudad serían la calle Florida y las galerías Pacíficos
(que se conciben como el corazón comercial de Buenos Aires), los cafés de
la calle Tortoni, el barrio de San Telmo (asociado al tango y a la vida
bohemia) o el Palacio de Aguas Argentinas (un edificio del finales del siglo
XIX que se identifica con la modernidad y el inicio de la edad de oro de la
ciudad).
Marcada por la dualidad (bella y agresiva, encantadora y odiosa,
latinoamericana y europea...), otra característica fundamental de Buenos
Aires es la fuerte identidad de sus barrios. De hecho, para la mayoría de los
bonaerenses el barrio es una referencia cultural deseada y evocada (el
lugar de pertenencia, donde han construido su identidad), mientras el
centro es percibido como un espacio inseguro, frío y hostil. Según revelan
los datos de las encuestas que se realizaron para el proyecto Buenos Aires
imaginado, lo que más gusta a los porteños de su ciudad es la gente, la
arquitectura y los espacios públicos. Por el contrario, lo que valoraron de
forma más negativa fue el ruido, la inseguridad ciudadana y el tráfico en
superficie (no así el metro que, por lo general, se considera que funciona
bastante bien).
El 38,6% de los entrevistados señalaron que Buenos Aires es una ciudad
gris. "Pero igual que ocurría en el caso de Ciudad de México", precisó
Verónica Pallini en la fase final de su intervención en el seminario
Imaginarios urbanos: de ida y vuelta, "se trata de un gris con diferentes
tonalidades". Un gris que, por un lado, se puede identificar con la
melancolía del tango y de las ciudades portuarias y, por otro, con la
contaminación, la inseguridad ciudadana y el empeoramiento progresivo
de la calidad de vida de los bonaerenses. "En cualquier caso", concluyó
Verónica Pallini, "Buenos Aires se resiste a ser una ciudad temerosa, triste y
aburrida". Y a pesar de que las diferentes crisis que ha sufrido Argentina
durante los últimos años han dejado huella tanto en el imaginario como en
la vida cotidiana de los porteños, éstos siguen pensando que Buenos Aires
14
es una "ciudad viva, brillante y luminosa, una ciudad que tiene la mejor
noche del mundo y en la que siempre hay algo que hacer".
Armando Silva: Bogotá imaginada
A juicio de Armando Silva, escritor con PhD en Filosofía y Literatura
Comparada de la Universidad de California y coordinador del proyecto
Culturas urbanas desde sus imaginarios sociales, hay tres marcas que
condicionan la percepción que tienen los propios bogotanos de su ciudad.
En primer lugar, el entorno natural en el que se ubica Bogotá, una localidad
que está situada a más de 2.600 metros sobre el nivel del mar y que se
encuentra flanqueada por una cadena extensa de cerros cuyos picos más
elevados superan los tres mil metros de altura. En segundo lugar, las
construcciones a base de ladrillo (un sistema que trajeron los españoles
cuando fundaron la ciudad en 1538) que se extienden por todo su trazado
urbano, tanto en el casco histórico como en la periferia, tanto en los
distritos más pobres como en los barrios de clase media y alta. Esa
"democratización" del ladrillo la diferencia de otras ciudades
latinoamericanas como Caracas, en las que este material se asocia sólo con
los sectores sociales más desfavorecidos.
Por último, la percepción que los bogotanos tienen de su ciudad está
también condicionada por la muerte violenta de una serie de personajes
locales famosos que estaban luchando por propiciar una mayor
democratización de la sociedad colombiana: J. Eliecer Gaitán (1948), Luis
Carlos Galán (1989) y el periodista y humorista Jaime Garzón (1999).
Curiosamente, los tres tenían un apellido que empezaba por "ga".
"La configuración del imaginario de Bogotá", subrayó Armando Silva en el
inicio de su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad
Internacional de Andalucía, "no se puede entender sin tener en cuenta
estas tres marcas". Dos de ellas vinculadas a percepciones sensibles -el
color del ladrillo y el profundo verde de sus montes orientales- y otra a un
sentimiento inaprensible que se relaciona con uno de los imaginarios que
articulan la experiencia urbana contemporánea: el imaginario del miedo
(que ya no es sólo un instrumento que utiliza el poder de forma
excepcional para encauzar situaciones conflictivas, sino que, en palabras
de Silva, "encarna el rostro cotidiano del poder contemporáneo").
Además de realizar tareas de investigación y documentación, Ciudades
imaginadas se ha concebido en todo momento como un proyecto
propositivo que incluye la elaboración de producciones culturales
específicas. Denominadas "representaciones urbanas paralelas", estas
producciones abarcan desde pequeñas películas en vídeo que deconstruyen
los códigos publicitarios para reflexionar sobre los imaginarios urbanos
15
contemporáneos (y que se distribuyen por diferentes circuitos: cadenas de
televisión, universidades, escuelas...) a la grabación de una serie de cds en
los que se recopilan diferentes voces y sonidos característicos de las
ciudades analizadas.
Durante su intervención en el seminario Imaginarios urbanos: de ida y
vuelta, Armando Silva reprodujo algunos fragmentos sonoros del cd que se
realizó para el proyecto Bogotá imaginada. Un cd en el que aparecen, entre
otras cosas, sonidos de uno de los episodios más violentos y dramáticos
que ha sufrido recientemente la capital de Colombia -la toma del Palacio
de Justicia de Bogotá en 1985 por el grupo guerrillero M-19 (que fue
reprimida brutalmente por el Ejército)- o una selección de los diferentes
acentos de los grupos étnicos más representativos que hay en la ciudad.
A su vez, también incluye distintas grabaciones de agua cayendo por las
calles, un sonido que se escucha muy a menudo en Bogotá, ya que se trata
de una ciudad andina extremadamente húmeda en la que llueve una media
de 185 días al año (es decir, más del 50% de los días) y que, según ciertas
hipótesis, está edificada sobre un antiguo lago. Además de húmedo, el
clima de Bogotá es bastante frío (muy raramente supera los 22/23 grados
de máxima, incluso durante el verano; mientras las mínimas casi siempre
bajan de los diez grados), aunque muchas personas de América Latina y,
sobre todo, de Europa piensan que es una ciudad calurosa típica del
Caribe. "Curiosamente", aseguró Armando Silva, "ese imaginario caribeño
ha sido asumido por los propios bogotanos que suelen ir poco abrigados,
en muy pocas ocasiones se acuerdan de coger el paraguas y los domingos,
cuando salen a pasear, se protegen la piel con crema solar (como si
estuvieran en las playas de Cartagena de Indias)".
Otra idea muy extendida sobre Bogotá es que es un lugar caótico, violento
y peligroso. De hecho, muchos de los encuestados en el marco del
proyecto Culturas urbanas desde sus imaginarios sociales la identificaron
con la guerrilla, la delincuencia y el narcotráfico. Sin embargo, a día de hoy
es una de las capitales más seguras y con mayor calidad de vida de todo el
continente sudamericano. Una ciudad en la que ha descendido de forma
notable el índice de criminalidad (ha pasado de tener 82 muertes violentas
por cada cien mil habitantes a registrar sólo quince), se ha potenciado el
uso del espacio público (actualmente dispone de 7,8 metros cuadrados de
zona verde por cada ciudadano) y se ha construido un sistema de
transporte público que funciona razonablemente bien (es decir, que es
rápido, efectivo y seguro). Pero los propios bogotanos (y aún más los
foráneos) la siguen percibiendo como una urbe peligrosa e incómoda, "lo
que demuestra", subrayó Armando Silva, "la fuerza de los imaginarios
urbanos, su capacidad de producir realidad y de influir en la relación que
establecemos con las ciudades que habitamos y/o visitamos".
16
El color con el que los bogotanos identifican su ciudad depende de la
franja de edad. Para los más mayores, Bogotá es gris, mientras que los
consultados de mediana edad la asocian con el amarillo y los más jóvenes
con el verde. "Esto quiere decir", subrayó Silva, "que el color de una ciudad
se produce culturalmente y puede cambiar a lo largo del tiempo". A juicio
del autor del libro Álbum de familia, con el que obtuvo el premio a la mejor
tesis doctoral de las universidades de California, los colores del futuro de
Bogotá son el verde y el amarillo, pues es una localidad que está intentado
romper con su pasado trágico y melancólico (marcado por tres
magnicidios) para asumir un carácter "caribeño", alegre, bullicioso y
confiado. De hecho, hoy en día, los bogotanos son los ciudadanos más
optimistas de todas las capitales de América Latina y están muy
esperanzados con el futuro a medio y largo plazo de su ciudad.
La mayoría de los encuestados señalaron que la capital latinoamericana con
la que Bogotá tiene más semejanzas es Caracas. "Pero en realidad",
subrayó Armando Silva, "son dos ciudades muy diferentes, tanto desde un
punto de vista climático como cultural y urbanístico (aunque sí tienen
fuertes lazos históricos)". Tras Caracas, las capitales más parecidas a juicio
de los entrevistados son Ciudad de México y Quito. Con esta última, según
Silva, sí hay bastantes similitudes, pues ambas son andinas, tienen un
clima y un trazado urbano semejante y han vivido históricamente
condicionadas por una amenaza latente (los magnicidios en Bogotá y el
volcán Pichincha en la capital de Ecuador) que ha marcado de forma muy
significativa sus imaginarios.
En el marco del proyecto Bogotá imaginada también se ha estudiado cómo
se ha construido el imaginario de lo popular a través del análisis de una
serie de producciones de ficción (películas, telenovelas, obras literarias...)
ambientadas en la capital colombiana y en su área de influencia. Así, por
ejemplo, en los años veinte del pasado siglo, en Bogotá, el carácter popular
lo representaban las personas que manejaban los caballos, mientras que
en los cincuenta se identificaba con los "conductores de carros" (los
taxistas) y, en la actualidad, se asocia con los obreros de la construcción.
Ya en la fase final de su intervención en la sede de La Cartuja de la
Universidad Internacional de Andalucía, Armando Silva presentó algunas
imágenes que muestran distintas realidades urbanas relacionadas con el
imaginario de Bogotá. Desde fotografías de puestos callejeros de fritangas
(que muchos encuestados han considerado como el olor más característico
de la ciudad) hasta imágenes panorámicas de casonas del casco histórico
(con sus tejados y aleros de herencia colonial), pasando por postales de
principios de siglo XX (cuando Bogotá apenas superaba los 200.000
habitantes; en la actualidad tiene unos siete millones), imágenes del arco
iris (un fenómeno meteorológico muy habitual en la capital de Colombia) o
instantáneas que muestran la vitalidad y diversidad de esta ciudad (donde,
17
por ejemplo, los colectivos de gays y lesbianas han logrado una gran
visibilidad).
MESA REDONDA POTENCIAS DEL IMAGINARIO EN EUROPA Y EN EL
MEDITERRÁNEO. PARTICIPANTES: JOSÉ MARÍA PAZ GAGO, JUDE BLOOMFIELD
Y FRANCO BIANCHINI
José María Paz Gago: A Coruña imaginada
José María Paz Gago, autor de libros como Semiótica del Quijote. Teoría y
práctica de la ficción narrativa o La recepción del poema. Pragmática del
texto lírico, señaló en el inicio de su intervención en la sede de La Cartuja
de la Universidad Internacional de Andalucía que su imaginario urbano se
ha configurado a partir de su experiencia en ciudades muy diferentes y
alejadas entre sí, pero que tienen una cosa en común: "su alma marítima y
su cuerpo híbrido de sirenas habitables, a medio camino entre la isla, el
istmo o la península, todas esas estrategias geográficas del hombre para
conquistar y reconfigurar como espacios habitables los territorios de
Poseidón".
Son ciudades de tres continentes distintos -África, Europa y América- que
José María Paz Gago confiesa haber sufrido, pero también gozado con
apasionamiento. Ciudades volcadas al mar o a la navegación fluvial, como
A Coruña y Vigo en la Europa más occidental; San Petersburgo y Kil en el
Báltico; Venecia, Bari, Valencia o Barcelona en la costa mediterránea; Miami,
Caracas y Buenos Aires en la América atlántica; o un enclave urbano
bastante más desconocido, Abidjan, capital económica de Costa de Marfil.
Kil, Bari y A Coruña, por ejemplo, son tres localidades con una
configuración urbana muy parecida -están integradas en un entorno
natural de gran belleza y cuentan con numerosos atractivos patrimonialescuyos imaginarios han estado históricamente condicionados por la
amenaza de la inseguridad.
Esta dimensión plural de la noción de imaginario urbano conecta con el
concepto de "imaginario de las lenguas" que propone el escritor Edouard
Glissant, quien asegura que cualquier persona cuando habla y, sobre todo,
cuando escribe, tiene presente, de forma consciente o inconsciente, todos
los idiomas del planeta. "Del mismo modo", indicó José María Paz Gago, "yo
creo que siempre pulsamos el imaginario urbano de las ciudades en las
que hemos vivido y que nos han colonizado interiormente en presencia de
todas las demás ciudades del mundo".
A su juicio, no se puede olvidar que la noción de "imaginario urbano" tiene
su origen en la psicología postfreudiana, especialmente en las teorías
lacanianas. Es decir, los imaginarios urbanos no aluden a la "ciudad real"
18
sino a la "ciudad imaginada", no se basan en datos estadísticos y verdades
empíricas, sino en creencias compartidas y percepciones intangibles, en
una proyección de los miedos y deseos de sus habitantes. Esa raíz
simbólica y psicológica de los imaginarios (que según Jacques Lacan
evocan el paraíso de la primera infancia, "los años en los que fuimos
tremendamente felices en contacto directo con la Madre") explicaría
actitudes aparentemente paradójicas como que los bogotanos, a pesar de
que su ciudad tiene un clima muy húmedo y frío, salgan a la calle en
mangas de camisa y se protejan con crema solar.
"Todo esto se pone de manifiesto de forma muy evidente cuando
analizamos el imaginario de A Coruña", señaló José María Paz Gago, "que
no se puede entender sin la relación dialéctica que establece con el de
otras dos localidades gallegas: Santiago de Compostela (centro de
peregrinación religiosa y sede de unas de las universidades más antiguas
de España) y Vigo (cuya expansión demográfica y económica ha estado
directamente vinculada al desarrollo industrial)". De hecho, hay un dicho
muy conocido en Galicia que hace referencia a esa relación dialéctica: "Vigo
trabaja, Santiago reza y A Coruña se divierte".
El coruñés, según Paz Gago, tiene una percepción muy positiva de sí
mismo y de su ciudad que concibe como un lugar alegre, colorido y
luminoso. Un lugar para disfrutar de la vida, pues como dice la letra de una
canción tradicional que popularizó el baladista gallego Pucho Boedo, "vivir
en A Coruña, ¡qué bonito es!, se vive de juerga y se duerme de pie". Hay
que tener en cuenta que la propia configuración urbana de A Coruña -una
ciudad relativamente pequeña que, por su condición peninsular, no puede
crecer- invita al paseo, a salir a la calle y usar el espacio público. Su
fachada marítima sur tiene unas aceras muy anchas (conocidas como
"cantones") que siempre están llenas de gente paseando.
Igual que los porteños, los coruñeses perciben su ciudad como la octava
maravilla del mundo, a pesar de que su realidad arquitectónica y
urbanística está bastante lejos de esa imagen paradisiaca. En las últimas
décadas A Coruña ha sufrido dos catástrofes urbanísticas de gran
envergadura. Por un lado, en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo,
el desarrollismo franquista derribó numerosos edificios históricos
(destruyendo, entre otras cosas, casi toda la arquitectura modernista que
había en la ciudad) para sustituirlos, en palabras de Paz Gago, "por
construcciones impersonales de cemento y cristal realizadas con un
pésimo gusto estético". A su vez, la fachada marítima norte de la ciudad,
que da a una gran ensenada en la que hay dos playas (Riazor y Orzán),
también está plagada de arquitectura desarrollista, con multitud de
edificios oficiales de los años sesenta que tienen una "estética neofascista"
tan pomposa como tosca.
19
La otra gran catástrofe urbanística que ha sufrido A Coruña se produjo a
finales de los años noventa, cuando se extendió por diversas ciudades
españolas el "efecto Guggenheim", esto es, la moda de recurrir a
arquitectos de renombre (Jean Nouvel, Peter Eisenman, Santiago
Calatrava...) para crear nuevos iconos urbanos que transformaran la faz de
la ciudad y le dieran un nuevo impulso a su imaginario. En casi todos los
casos, han sido proyectos fracasados que sólo han servido para agrandar la
deuda de los municipios que los llevaron a cabo. En A Coruña, en el marco
del proyecto de reubicación y remodelación de la zona portuaria -que
estaba muy cerca del casco histórico ("lo que cada cierto tiempo hacía que
viéramos cómo explotaba un petrolero en nuestras narices" ironizó José
María Paz Gago)- se le encargó a Ricardo Bofill la construcción de un
Palacio de Congresos (cuyo coste superó los 45 millones de euros). El
arquitecto catalán diseñó un edificio llamado "alas de gaviota" (aunque las
"malas lenguas" lo han rebautizado como "cagada de gaviota") que impide
el contacto, físico y visual, de la ciudad con el mar.
Pero los coruñeses parecen obviar todo estos despropósitos urbanísticos y
siguen percibiendo su ciudad como un lugar alegre, luminoso y lleno de
encantos. "La razón de ese imaginario optimista", aseguró José María Paz
Gago, "no sólo se debe a que evoca el paraíso de la primera infancia, sino
también al privilegiado enclave natural (de una belleza sobrecogedora) en
el que se integra la ciudad".
En relación al casco histórico de A Coruña, Paz Gago señaló que hasta hace
muy poco tiempo ha estado completamente olvidado (de hecho, se le
llamaba en tono algo despectivo la "ciudad vieja"). Sin embargo, en los
últimos años, algunas personas vinculadas a la ciudad que se han
enriquecido por el enorme éxito económico de Inditex (una multinacional
de la industria textil -poseedora de las marcas Zara, Pull & Bear, Bershka,
Massimo Dutti y Stradivarius- que tiene su sede central en A Coruña) han
comenzado a restaurar muchos edificios de la zona, propiciando una gran
revalorización de todo el casco antiguo.
Ya en la fase final de su intervención en el seminario Imaginarios urbanos:
de ida y vuelta, José María Paz Gago señaló que la identidad histórica de
esta ciudad gallega es sumamente contradictoria y confusa, pues se
construye a partir de una relación de amor-odio con Inglaterra. Por un
lado, su personaje más emblemático es María Pita, heroína mítica local
(ligada al mundo de la prostitución) que luchó contra los corsarios ingleses
comandados por Francis Drake. Por otro lado, la ciudad es bastante
anglófila. De hecho, siempre ha mantenido una intensa relación comercial
con el Reino Unido, incluso su último alcalde, Francisco Vázquez (que
recientemente ha dejado su cargo al frente del consistorio municipal para
ocupar el puesto de Embajador de España en el Vaticano) tiene el título de
"Sir" que otorga la Corona británica. Además, en 1809, A Coruña fue
20
escenario de una batalla en la que españoles e ingleses lucharon juntos
contra las tropas napoleónicas. En esa batalla (llamada de "Elviña" por los
españoles; de "Corunna", por los ingleses; y de "la Corogne", por los
franceses) murió el general británico John Moore, cuya tumba se encuentra
en uno de los espacios más bellos de la ciudad: los jardines románticos de
San Carlos.
El seminario Imaginarios urbanos: de ida y vuelta ha representado el punto
de partida para la extensión del proyecto Culturas Urbanas desde sus
imaginarios sociales (dirigido por el colombiano Armando Silva y
desarrollado inicialmente en doce metrópolis de América Latina más
Barcelona) a ciudades españolas, mediterráneas y del norte de Europa. Para
reflexionar sobre esa posible extensión, se celebró esta mesa redonda que
contó con la presencia de dos investigadores procedentes del Reino Unido
-Jude Bloomfield y Franco Bianchini- que abordaron diferentes aspectos
teóricos y metodológicos relacionados con la teoría de los imaginarios
urbanos.
Jude Bloomfield y Franco Bianchini: Imaginarios urbanos en ciudades
europeas
En el inicio de su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad
Internacional de Andalucía, Jude Bloomfield -traductora, poetisa e
historiadora centrada en el estudio de culturas urbanas y en políticas de
planificación cultural y ciudadanía- señaló que es necesario seguir
teniendo en cuenta la dimensión espacial a la hora de analizar la
experiencia urbana contemporánea. A su juicio, el proceso de
homogeneización cultural y de desterritorialización que ha propiciado la
globalización, no debe hacernos olvidar que la ciudad física (ligada al
territorio y a la arquitectura) sigue siendo un lugar para el encuentro y la
disensión, el espacio en el que surgen y se representan muchos de los
conflictos que determinan el día a día de los ciudadanos contemporáneos.
Sin duda, los efectos de la globalización han hecho que las diferencias
culturales entre el norte y el sur de Europa se difuminen, pero no que
desaparezcan por completo. "Históricamente", recordó Bloomfield, "en las
ciudades mediterráneas y del sur de Europa se ha realizado mucha vida en
la calle (en los paseos, en las plazas, en los cafés, en los cines de
verano...), mientras que en el centro y norte del viejo continente la gente
vivía más hacia dentro". Esta manera distinta de concebir y usar el espacio
público ha dado lugar a prácticas sociales y soluciones arquitectónicas muy
diferentes, condicionando tanto el envoltorio físico como la proyección
simbólica de sus principales ciudades.
21
En los últimos años, con la expansión de las nuevas tecnologías digitales y
la emergencia de una especie de ciudad global (la red de redes) que
conecta a todas las ciudades, han ido apareciendo nuevas formas de
socialización que trascienden las fronteras geográficas y territoriales. En
este contexto, la construcción y evolución de los rasgos identitarios de los
individuos ya no depende tanto del entorno físico concreto en el que viven
como del complejo e impreciso entramado de relaciones "virtuales" que
establecen. A su vez, la generalización de los procesos migratorios ha
permitido que en un mismo espacio urbano convivan personas de
comunidades muy diferentes, lo que ha generado frecuentes choques y
conflictos, pero también un enriquecimiento de las culturas locales.
Todo esto ha contribuido a que en muchas ciudades del norte de Europa
hayan surgido manifestaciones festivas de apropiación del espacio público
propias de otras "latitudes" geográficas y/o culturales. Estas
manifestaciones -que, en algunos casos (el Festival de Edimburgo, el
carnaval de Notting Hill en Londres, la Love Parade de Berlín...), han
logrado tener bastante repercusión internacional- están influyendo
poderosamente en la configuración de los imaginarios de estas localidades.
"Y no hay que olvidar", subrayó Jude Bloomfield, "que a pesar de su
naturaleza simbólica, los imaginarios no sólo tienen efectos intangibles,
sino también materiales, esto es, influyen en la morfología y geografía de
las ciudades, en su apariencia física".
A juicio de Bloomfield, una de las principales potencialidades políticas de la
teoría de los imaginarios urbanos es que, partiendo de un enfoque
metodológico flexible y multidisciplinar, propicia un abordaje analítico
"cosmopolita y multicultural" de la experiencia urbana contemporánea. Un
abordaje en el que siempre está presente la conciencia del "otro" y que,
según la autora de Crossing the Rainbow, nos permite detectar la
influencia de elementos procedentes de otras culturas (tanto a lo largo de
la historia como en el presente) en las ciudades analizadas. En este
sentido, Jude Bloomfield piensa que es necesario potenciar iniciativas
locales que ayuden a desarrollar "formas vernáculas de lo cosmopolita",
como la que ha puesto en marcha recientemente el Museo Marítimo de
Liverpool, que ha creado una sección específica dedicada a las ex-colonias
británicas en África en la que se muestran las aportaciones de los esclavos
al progreso y la prosperidad de esta ciudad inglesa.
Otra potencialidad política de esta teoría radica, según Bloomfield, en su
capacidad de favorecer la emergencia de un nuevo "urbanismo ciudadano",
planteado por Armando Silva, que asuma los imaginarios que los
habitantes de una ciudad tienen y comparten de ella. Es decir, esta teoría
no sólo posibilita re-significar simbólicamente una urbe, sino que también
proporciona instrumentos teóricos y metodológicos muy útiles para pensar
políticas culturales (tanto de ámbito local como regional e internacional)
22
que permitan profundizar en la configuración de nuevos modelos de
ciudad.
En cualquier caso, Jude Bloomfield, investigadora asociada al International
Cultural Planning and Policy Unit de Montfort University (Leicester), cree
que esta teoría debe prestarle más atención al papel que las instituciones
educativas, mediáticas y culturales -museos, centros de arte, escuelas,
universidades, centros cívicos...- desempeñan en la configuración final de
los imaginarios urbanos, sin que ello implique dejar de lado los puntos de
vista de los "ciudadanos de a pie". "Por ejemplo", señaló, "tendría que
analizar cuál es la influencia que estas instituciones ejercen en la
construcción de la memoria histórica de una ciudad, un capital simbólico
que no es fijo e inmutable, sino susceptible de ser modificado e
instrumentalizado para beneficiar determinados intereses ideológicos y/o
económicos".
A su juicio, tanto los rituales festivos como los monumentos
conmemorativos pueden ser utilizados por el poder para orientar la
interpretación de esa memoria histórica. Pero al mismo tiempo, pueden
convertirse en espacios de conflictos que den visibilidad a realidades
urbanas silenciadas o pongan en evidencia los mecanismos a los que
recurren las instituciones para magnificar sus logros y/o para borrar (o
minimizar) su responsabilidad en determinados hechos históricos.
En Berlín, por ejemplo, diversos colectivos han conseguido hacer visibles
las trampas ideológicas y morales que había detrás de la decisión de
construir un monumento conmemorativo cerca de la Puerta de
Brandemburgo para "perpetuar la memoria sobre el holocausto de los
judíos bajo el régimen nazi". Según estos colectivos, este monumento
representa un paso más en el proceso de desplazamiento y exclusión que
ha sufrido históricamente la comunidad judía en esta ciudad.
Curiosamente, la construcción de esta obra también ha generado las
protestas de algunas organizaciones romaníes que han sentido que, una
vez más, han sido completamente excluídas del proceso "oficial" de reconstrucción de la memoria histórica de la ciudad. Por otra parte, varios
colectivos ciudadanos han denunciado que la operación de remodelación
urbanística de la Plaza Postdam (flanqueada hoy por varios rascacielos de
cristal, acero y cemento) y de otras zonas de Berlín donde la división que
sufrió la ciudad durante la Guerra Fría había dejado sus huellas más
profundas, es fruto de una estrategia del poder para intentar borrar
recuerdos pocos edificantes de la historia reciente de Alemania.
Ya en la fase final de su intervención en el seminario Imaginarios urbanos:
de ida y vuelta, Jude Bloomfield hizo un par de recomendaciones
metodológicas que, a su juicio, podrían ser de utilidad para seguir
profundizando en este proyecto de investigación de las percepciones
23
ciudadanas. En primer lugar cree que en la realización de los formularios
habría que reservar una cuota para personas que, con independencia de su
edad, género o clase social, estén relacionados con colectivos activistas
que trabajan distintas problemáticas de las urbes contemporáneas (tráfico,
inmigración, vivienda...), así como para representantes de grupos sociales
que tienen una serie de conocimientos "secretos" de la ciudad: desde
prostitutas a taxistas... En segundo lugar considera que sería necesario
ahondar en los procesos de colaboración con colectivos artísticos que
están investigando diversos aspectos relacionados con los imaginarios
urbanos, "pues sus propuestas", subrayó, "pueden contribuir a re-significar
y re-dimensionar las ciudades analizadas".
Franco Bianchini, director del International Cultural Planning and Policy Unit
y del Master European Cultural Planning en De Monfort University
(Leicester, Reino Unido), considera que una de las grandes virtudes de la
teoría de los imaginarios urbanos es que analiza los modos de ser urbano
desde una óptica abierta y multidisciplinar que trabaja con valores
culturales. "De este modo", señaló Bianchini en el inicio de su intervención
en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía, "el
proyecto Culturas urbanas desde sus imaginarios sociales no sólo es de
gran utilidad para comprender la experiencia urbana contemporánea, sino
también para pensar políticas públicas específicas y para animar el debate
político en las ciudades en las que se desarrolla".
Por todo ello, el autor de publicaciones como Bournes Green o Culture and
Neightbourhoods: A Comparative Report (esta última escrita junto a L.
Ghilardi) cree que sería muy interesante extender este proyecto (haciendo
algunas pequeñas adaptaciones metodológicas ) a ciudades europeas y del
Mediterráneo, donde, subrayó, "no ha habido, hasta la fecha, ninguna
iniciativa que haya abordado con tanta complejidad y rigurosidad el
fenómeno urbano contemporáneo".
A su juicio, el urbanismo actual restringe la capacidad de imaginar de los
ciudadanos, algo que se hace especialmente evidente en los países
europeos donde las ciudades se parecen cada vez más unas a otras. Por
ejemplo, la mayor parte de las cafeterías o salas de cine de nueva
construcción siguen el mismo patrón estético y resulta muy difícil
encontrar en ellas elementos decorativos y arquitectónicos singulares o
propios de la cultura local. A su vez, cuando en la puesta en escena de
estos establecimientos se recurre a una tematización se reproducen
miméticamente modelos importados, desaprovechando por completo la
potencialidad creativa de este recurso (como, según Franco Bianchini, sí se
hace en otras partes del planeta, por ejemplo en Tokio). "En la mayoría de
las ocasiones", se lamentó Franco Bianchini, "esta tematización sólo ha
contribuido a profundizar en la banalización de la imaginación urbana,
imponiendo una especie de horror vacui tan tosco como aparatoso".
24
Europa también está importando el modelo de movilidad urbana
estadounidense en el que todo está diseñado para el coche, lo que implica
que cada vez sea más difícil el uso del transporte público y la posibilidad
de hacer ejercicio físico en los desplazamientos cotidianos. Un modelo que
conduce a la desaparición de la ciudad de límites precisos y estructurada
en torno a un centro histórico y comercial (es decir, a la desaparición de la
idea de ciudad que ha imperado en Europa durante la era moderna),
diluyéndose las diferencias entre lo urbano y lo rural (pues como dijo
Armando Silva en la presentación de este seminario, "hoy en día, los
ciudadanos se urbanizan sin necesidad de vivir en ciudades"). "Y no hay
que olvidar", advirtió Bianchini, "que el imaginario tradicional europeo se
ha construido a partir del contraste entre el campo y la ciudad, concebidos
como dos espacios claramente diferenciados y separados y entre los que se
establece una relación dialéctica de complementariedad e
interdependencia".
Todas estas cuestiones, según Franco Bianchini, deben ser tenidas en
cuenta a la hora de elaborar los formularios con los que, siguiendo la
metodología desarrollada en el proyecto Culturas urbanas desde sus
imaginarios sociales (que lidera el proyecto de Sevilla imaginada cono
ciudad bisagra), se intenten detectar y analizar los imaginarios urbanos de
las ciudades europeas. A su juicio, los resultados de estas investigaciones
sobre los imaginarios urbanos (que define como recursos culturales y
políticos) pueden tener una aplicación a muchos niveles, no sólo en
campos "afines" como la cultura o la educación, sino también en ámbitos
aparentemente más alejados como la vivienda, la salud o el medio
ambiente.
"Y desde luego", aseguró Bianchini, "pueden ser muy útiles para configurar
las políticas de marketing turístico de una ciudad". Estas políticas, si
quieren ser realmente efectivas, deben asumir los principales atributos del
pensamiento creativo y de las producciones culturales. Esto es, su carácter
holístico e interdisciplinar, de modo que en el diseño de las estrategias de
marketing de una urbe intervengan profesionales de diversas disciplinas
(desde arquitectos a antropólogos, pasando por historiadores urbanos,
artistas, semiólogos o científicos sociales); su tendencia a la innovación y a
la experimentación, evitando la reproducción mimética de modelos
anteriores y/o importados y la utilización de clichés vacíos y
autocomplacientes (por ejemplo, definir a los habitantes de una ciudad
como "gente hospitalaria y cordial"); su apuesta por una interpretación
crítica e inconformista de la realidad, pues sólo asumiendo los aspectos
conflictivos que hay en una localidad, se pueden encontrar formas de
solucionar sus problemas; y su búsqueda de una dimensión humanista y
no determinista (el marketing urbano tiene que ocuparse de los miedos y
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deseos de los ciudadanos, y no limitarse a "vender" los museos y edificios
más emblemáticos que haya en una ciudad).
Asumiendo esos atributos, se puede re-definir la imagen de una ciudad
como Leicester (donde vive y trabaja Franco Bianchini) que, por lo general,
se percibe como un lugar feo, aburrido y sin demasiados atractivos
turísticos. A juicio de Bianchini, esa percepción responde más al desinterés
que las instituciones locales han tenido por la imagen de la ciudad que a la
realidad urbana de esta localidad situada a unos 170 kilómetros al
noroeste de Londres. "En Leicester", subrayó, "hay muchas cosas
interesantes pero que no son visibles. Y no porque estén ocultas, sino
porque hasta ahora nadie se ha preocupado por buscarlas y/o mostrarlas".
De hecho, a través de la historia local de la capital del condado de
Leicestershire se puede conocer gran parte de la historia global de Gran
Bretaña, desde los tiempos del Imperio romano hasta la época actual,
pasando por la invasión de los vikingos, la era Tudor, la revolución
industrial o la época victoriana.
Entre otros hechos históricos relevantes se puede decir que en Leicester se
inventó el inglés moderno (como una simplificación del dialecto anglosajón
para facilitar el intercambio comercial) y que ha sido escenario de
importantes procesos de innovación social y tecnológica (acogiendo, entre
otras cosas, la primera estación local de radio de la BBC, el primer sistema
electrónico para controlar el tráfico vial o una de las primeras oficinas de
información turística de toda Inglaterra). A su vez, ha vivido varios hitos
históricos de insurgencia y rebeldía, como algunas de las primeras
manifestaciones del movimiento luddita (una revuelta popular que se
produjo entre 1810 y 1816 contra la incorporación de nuevas máquinas a
las fábricas textiles de Inglaterra) o ciertas iniciativas proto-feministas que
llevaron a cabo trabajadoras textiles a mediados y finales del siglo XIX.
Además, la ciudad de Leicester está vinculada a personajes legendarios y
literarios (desde el Rey Lear al Hombre Elefante) y ha sido retratada por
algunas producciones de ficción recientes como la película The Girl with
Brains in Her Feet (Roberto Bangura), el libro y serie televisiva The Queen
and I (de Sue Townsend) o las novelas The Crew, (Un)arranged Marriage
(ambas de Bali Rai) y Backlash (Rod Duncan).
Hoy día, es una ciudad multicultural -casi el 40% de su población puede
definirse como "no blanca"- que en las tres últimas décadas ha
experimentado una enorme transformación (tanto urbanística como
sociológica) y se ha granjeado una gran reputación internacional por su
política de integración cultural (cuyos resultados han sido elogiados por la
UNESCO) y de respeto a la sostenibilidad ambiental urbana (en 1990 fue
seleccionada por la Royal Society for Nature Conservation como la primera
"Ciudad del Medio Ambiente" del Reino Unido).
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En la fase final de su intervención en el seminario Imaginarios urbanos: de
ida y vuelta, Franco Bianchini explicó un proyecto en el que está
actualmente trabajando que explora los imaginarios de varias ciudades
europeas cuya proyección simbólica es tan fascinante como problemática.
El proyecto -que está relacionado con el nombramiento de Liverpool como
capital europea de la cultura para el año 2008- relaciona a esta ciudad
portuaria británica con Nápoles (Italia), Marsella (Francia), Gdansk (Polonia)
y Estambul (Turquía). "Aunque la inclusión de estas dos ultimas", advirtió
Bianchini, "obedece más a razones estratégicas de carácter político que a
una lógica teórica y metodológica".
Son ciudades con un gran poder icónico y referencial que, por un lado,
concentran los principales elementos identitarios de sus países (esto es,
definen lo inglés, lo francés, lo italiano...), pero, por otro lado, están
asociadas a imágenes negativas: suciedad, inseguridad, fanatismo,
decadencia, subdesarrollo... Así, Liverpool ha producido dos de los iconos
más emblemáticos de la Inglaterra contemporánea (los Beatles y el
Liverpool F.C.); de Marsella procede, entre otras cosas, el himno de Francia;
y Nápoles se asocia con muchos de los tópicos con los que se identifica
Italia (desde el O Sole Mio a la Mafia, pasando por los espaguetis o
personajes como Totó o el "italianizado" Maradona). Son tres ciudades
difíciles, incómodas, llenas de aristas y recovecos. Ciudades caóticas que
están al borde (geográfico, pero también simbólico) de sus respectivos
países y con las que sus habitantes mantienen una relación de amor-odio
con connotaciones casi esquizofrénicas. "Pero si queremos intentar
entender y explicar la complejidad y pluralidad de la experiencia urbana
contemporánea", concluyó Franco Bianchini, "tenemos que asumir la
necesidad de trabajar con realidades difíciles y ambivalentes".
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