El PADRE HURTADO FRENTE A 1A MUERTE

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IGLESIA
El PADRE HURTADO
FRENTE
A 1A MUERTE
MARTHA HOLLEY DE BENAVENTE
He vislo morir a muchas personas: he sabida, como esposa
de médico, de muchas muertes, y siempre se siente la timidez,
el miedo a lo desconocido, la pena honda do ver ncr;ir a un ser
querido. ¡Qué distinto fue presenciar la muerte ds nuestro q-ierido
Padre Alberto Hurtado! Habría que rememorar tantas cosas, pero
mejor es recordar lo que dijo en muchas ocasiones, con ese
fuego, con ese ardor que le era peculiar, y ver cómo la vivió,
con alegría y con fe, en su dolorosa enfermedad
En los retiros, siguiendo el plan de los Ejercicios
de Sun Ignacio, no faltaba el tema de la muerte,
pero la visión que de ella daba era reconfortante.
"Cómo deberíamos, mientras caminamos en carne
mortal, aprender a apreciar el verdadero valor do
la muerte. Esta vida no es más que un corto estado
de prueba, cuya única razón de ser es responder
si queremos servir a Dios, o no".
"El cielo ahora está fuera de nuestra vista, pero
a su tiempo, así como la nieve se derrite y muestra lo que oculta, así la creación visible se desliará
ante los grandes resplandores que la dominan".
"Estos pensamientos nos deben hacer decir ardientemente: 'Ven Señor Jesús, ven a terminar el
tiempo de espera, de oscuridad, de turbulencia, de
disputa, de tristeza y de pesar. Estos pensamientos
nos deben mover a alegrarnos, que cada día y
hora que pasa sea un acercamiento al tiempo de
su aparición y al término del pecado y de la miseria'".
Pero hubo una prédica sobre la muerte que dio
a las señoras que trabajaban en su obra, el Hogar
de Cristo, ya al final de su vida, que se recuerda
ton particular nitidez. Fue en la capilla deí Apostolado Popular, a metros del Colegio San Ignacio.
Veo la pequeña mesa que se le puso delante con
una carpeta azul.y el padre poniendo sus libros y
papeles en ella. La introducción no variaba mucho,
el concepto humano de la muerte, y la visión cristiana de ella; pero la madurez del padre iba con460
formando trazos, luces, alegrías que realmente la
dejaban a una perpleja, a tal punto que una persona que asistió dijo: "Qué lindo, pero ya lo quiero
ver yo ante su propia muerte".
Lo que nos dijo el P. Hurtado
"La muerte para el cristiano es el momento de
hallar a Dios, a Dios que ha buscado toda su vida,
como al Dios de cuyo amor va a guzar durante
toda la eternidad. La muerte para el cristiano es
el encuentro del hijo con su Padre, es la inteligencia que halla la suprema verdad".
"Lo veremos a El cara a cara, a El nuestro Dios
que hoy esta escondido".
"Veremos a su Madre, nuestra dulce Madre la
Virgen María, Veremos a sus santos, sus amigos
que serán también los nuestros, hallaremos a nuestros padres y parientes y a aquellos seres cuya
partida nos precedió. Pero por encima de todo,
el gran don del cielo es estar presente ante Dios".
"Los dolores pasaron; esto es lo que tanto esperé, aquello por lo cual me sacrifiqué, ayuné y me
sobrepuse a tantas dificultades, qué precio tan barato para la gloria eterna! Algunos años difíciles,
enfermedades, desolaciones, luchas y temores; qué
pequeños fueron!".
"Dolores sí, en esta vida tendremos dolores, pero
los dolores no son puro castigo, como morir también no es rmro castigo. Es belleza poder sufrir
por Cristo. El, primero, sufrió por nosotros. Bajó
del cielo a la tierra a buscar lu único que en el
cielo no encontraba: el dolor, el sufrimiento, y lo
turnó sin medida por amor al hombre. Lo tomó
en su alma, lo tomó en su imaginación, en su
corazón, en su cuerpo y en su espíritu, poique me
amó a mí, y se entregó a la muerte por mí".
"El gran privilegio del hombre es poder sufrir,
ser degollado, padecer hambre y cansancio, pode;
"Como les decía en los retiros: La vida
se ha hecho para buscar a Dios. La muerte
para encontrarlo. La eternidad para poseerlo".
sufrir por quien nos dio la vida... Tenemos el
privilegio que tienen las flores, exhalar la fragancia y cuando no queda más que entregar, deja
caer uno a uno los pétalos en supremo homenaje
a Aquel que nos lo dio todo".
"La vida ha sido dada al hombre para cooperar
con Dios, para realizar su plan, la muerte es el
complemento de esa colaboración, pues es la en
trega total de nuestros poderes en manos de Dios".
En su lecho de muerte el Padre Hurtado repetiría casi las mismas palabras: "Como les decía
cu los reí i tos: 1.a vichi se ha hecho para buscar a
Dios. La muerte para encontrarlo. La eternidad
para poseerlo".
Y el padre seguía meditando en voz alta en el
retiro: "Oue cada día sea como la preparación de
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la certeza que lo tendríamos por muy paco tiempo
más. El también pensaba lo mismo. En marzo
de 1952 dijo: "Arreglo las cosas para que no haya
dificultades después; me sentí anoche tan mal,
quL' creí que era el fin". Y mientras conversaba
en su oficina de cosas del Hogar de Cristo, arreglaba cajones, Firmaba papeles y cheques.
En julio, ya el padre muy enfermo, nos invitó a La Misa que se le rezaba todos los días en el
Hospital Clínico de la Universidad Católica y luesjo
entramos a su pieza. Qué pálido y débil estaba.
Ya no era el padre que habíamos conocido, pero
siempre la misma sonrisa y su mirada penetrante.
Con voz temblorosa nos agradeció nuestra asistencia, mientras rezaba por nosotros.
En el retiro, el padre había dicho: "Es belleza
sufrir por Cristo". Ahora lo vivía. El cáncer enseñoreado en su organismo le producía vómitos, diarreas, flebitis en las dos piernas. Luego tuvo otro
infarto pulmonar. Su abdomen estaba lleno de
líquido, la boca seca. A la religiosa a quien le pregunté por su estado me dijo: "Es un atadito en
su cama, debe sufrir mucho, pero no se queja.
Está muy pálido".
Ya se le ponía calmantes para que pudiera
descansar durante la noche, pero con el día comenzaban todos sus dolores. La boca llena de
aftas y musgos, el esófago rígido como si fuera de
cartón lo que le impedía alimentarse, el infarto
en el pulmón derecho con un dolor tan agudo que
el roce del pijama le resultaba intolerable, el
mi muerte, entregándome minuto a minuto a la
obra de cooperación que Dios me pide. Cumpliendo mi misión, la que Dios espera de mí, la que
no puedo hacer sino yo.. . Que nuestra muerte
cotidiana sea la que ilumine nuestras grandes determinaciones; a su luz, a su antorcha resplandeciente, qué claras aparecerán las resoluciones
que hemos de tomar, los sacrificios que hemos de
aceptar, la perfección que hemos de alcanzar".
"Si comprendemos así la muerte entenderemos
perfectamente que para el cristiano es una fuente
de alegría... Por eso escribía Santa Teresa: 'Vive
sin vivir en mi —y tan alta vida espero—, que
muero porque no muero'". Y era tanta la exaltación del Padre Hurtado mientras recitaba entera
la poesía, que se le corría el mantel de la mesa,
sujetaba sus papeles, un libro. Vivía lo que estaba diciendo.
Y continuaba el padre: "Y esta mujer extraordinaria que tan dulces poesías escribía pensando
en su muerte, no tuvo sino esta palabra cuando
le anunciaron su próximo fin: 'Ya era tiempo,
Señor, ya era tiempo de verte'".
Su propia muerte
Tuvimos el privilegio de estar con el padre
Hurtado al morir. Sé ahora cómo mueren los
santos. Seguimos paso a paso su enfermedad con
MENSAJE N? 271 AGOSTO 1978
"¡Cómo no estar agradecido con Dios!
¡Cómo no estar contento! ¡Qué fino es! Todas mis obras han prosperado, en lugar de
una muerte violenta me manda una larga enfermedad para que pueda prepararme; no me
da dolores, me mantiene mi cabeza para arreglar tantos asuntos; me da el gusto de ver a
tantos amigos. Verdaderamente Dios ha sido
para mí un Padre cariñoso, el mejor de los
padres".
vientre hinchado y lleno de líquido, los brazos según su expresión "como un colador con las inyecciones". "Estoy, decía, como un neumático lleno
de rajaduras y Armas ( el doctor) no se da por
vencido y quiere seguir batallando. Pero estoy en
las manos de Dios, que se haga Su Voluntad".
El 25 de julio se le comunicó que no tenía remedio. Quiso despedirse. Me avisaron que fuese.
"¡Cómo no estar agradecido con Dios! ¡Cómo no
estar contento! ¡Qué fino es! Todas mis obras han
prosperado, en lugar de una muerte violenta me
manda una larga enfermedad para que pueda prepararme; no me da dolores (sic), me mantiene mi
cabeza para arreglar tantos asuntos; me da el
gusto de ver a tantos amigos. Verdaderamente
Dios ha sido para mí un Padre cariñoso, el mejor
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de los padres". "Estarnos en las manos de Dios.
Esa es la gran ciencia, estar a fondo en las manos
de Dios..., pero somos tan tontos que no aprendemos nunca a entregarnos completamente. Ahora
estoy enteramente en sus manos y por eso estoy
tan feliz... Bendito sea Dios, alabado sea Dios.
Mi alma salta de gozo porque voy a El. El es mi
Padre, ¿qué puedo temer?...".
Llegó el día de Santa Ana, día de la madre del
padre Hurtado. De nuevo estuvimos todos reunidos a las seis y media de la mañana junto al
aposento del padre en la Clínica de la Universidad
Católica. Misa profundamente vivida. Después de
la Acción de gracias el padre nos llamó. A una
por una nos tendió la mano como si esto fuera
una gran cosa para él. La pieza estaba llena. El
padre lloraba en silencio mientras nos contemplaba. "Quería agradecerles a todos Uds. lo que
han hecho por Dios, por el Hogar, por mí en estos
años que hemos trabajado juntos. Hemos vislo
muchos milagros en el Hogar de Cristo. El Hogar
se ha desarrollado por la Providencia de Dios,
pero el milagro más grande es la unión, el lazo
de candad que ha existido entre Uds.. Que Cristo
crezca en cada uno de Uds. y estén atentas, se
lo decía ayer al padre Balmaceda, que las construcciones, los proyectos que tengan para mejorar
la suerte de los pobres, no aminoren lo que hay
que hacer hoy; que los detalles para dignificar al
pobre sea lo más importante. Que Cristo tenga
menos sed, que esté más cubierto gracias a Uds.
Sí, que Cristo ande menos pililo, puesto que el
pobre es Cristo. Que Dios las bendiga... Deben
perdonarme..., estoy tan Uoricón, pero me emociono cuando veo a las personas que quiero y Uds.
están muy cerquita de mi. No tengo cómo agradecerles todo el cariño que me han manifestado,
Dios se los pague. Voy a darles una bendición con
toda mi alma, no sólo para Uds., sino también
para todos los seres queridos. Benedicüu Dei
Otnnipotcntis...". No terminaba nunca de hacer
el signo de la cruz sobre nosotros.
El 15 de agosto al saludarle me dice: "La Santísima Virgen vendrá a buscarme quizás más tarde. La espero". Dos días más tarde me recibe con
esta frase: "Qué bueno es vivir". "Padre, le digo,
la verdadera vida va a comenzar ahora". "No, me
responde, la vida comienza aquí abajo. Esta es
la vida eterna, el conocerte a Ti, oh Padre, y al
que Tú enviaste, Jesucristo". Pensaba yo en la vida
material, en la vida eterna, pero ahora creo que
lo que el padre quería decir era la vida divina que
palpitaba en él, uno con Cristo... Es el sentido de
"¡Qué bueno es vivir!".
Luego le trajeron el desayuno. Con qué esfuerzo se las arregló. La taza era demasiado pesada
para él. "Tengo fuerzas de guagua" dijo. Miré a lo
lejos la cordillera, el día se anunciaba bello, el
cielo se abriría para recibir un santo.
La religiosa del piso, Madre Leonor, entró para
darle los buenos días y preguntarle cómo se sen462
tía: "Todavía vivo, madrecita, todavía vivo". Sí,
todavía vivo y con fuerza para hacer sonreír a
costa suya.
Llegó el 18 de agosto. Al amanece) sonó el telé
fono, el padre estaba muy mal. Dos cafeínas, dos
suprarrenales, dos adrenalinas, fue la orden. Había que hacer posible su última Comunión. Llegamos al Hospital. La Misa a la puerta de la pieza
del padre había comenzado. El pequeño pedazo
de hostia le fue difícil tragarlo. El padre Tascón
O. P. estaba también allí. Le ayudé en su Misa.
Así el padre Hurtado tuvo dos Misas el último día
de su vida. Pero las inyecciones habían ya dejado
de hacer su efecto y volvió el padre a caer en
los vómitos y asfixia. Cuando volví a las II hrs.,
"Que Cristo tenga menos sed, que esté
más cubierto gracias a Uds. Sí, que Cristo
ande menos pililo, puesto que el pobre es
Cristo. Que Dios las bendiga... Deben perdonarme. ..., estoy tan Uoricón, pero me emociono cuando veo a las personas que quiero
y Uds. están muy cerquita de mí".
ya el padre había entrado en agonía. Sus manos
estaban moradas y se estaban enfriando... En el
umbral lo vi semi-sentado con los ojos cerrados y
llenos de lágrimas. Respiraba con un ronquido
que daba pena. Los médicos entraban y salían de
su pieza, sacerdotes, amigos íntimos.
Era medio día. Salimos a comer algo. Cuando
volvimos ya se habían dicho las oraciones para
los agonizantes. Nos fuimos a la capilla. Recuerdo
el sol tibio de agosto, hermanos que subían y
bajaban trayendo noticias. Se le puso una nueva
inyección. Se está apagando lentamente. 5 horas.
Apúrense es el fin. Cinco y dos minutos, llegamos
a su puerta. Se nos empuja para que podamos entrar; el corredor, la pieza, todo está lleno, pero
nos hacen hueco. El padre Balmaceda sostiene su
mandíbula con un pañuelo. Una última lágrima
brilla en el rincón del ojo izquierdo. El silencio
es impresionante. De repente sollozos contenidos
salen de muchas gargantas. ¡Dios mío! es el momento de entonar el "Magníficat", y mientras lo
recito con toda el alma, me parece oír la voz del
padre que dice: "Qué bueno. No estaré sólo para
entonarlo en el momento del encuentro".
Alberto Hurtado: testigo de Cristo
Muchas cosas se podrían contar de esos funerales sobrecogedores, de las 43 cuadras a pie recorridas por personas de toda condición social, sin
ninguna jerarquía: el gran señor al lado del mendigo, el joven al lado del viejo, la mujercita con
su niño en brazos al lado de altos dignatarios de
la Nación. La caridad y la santidad del padre haMENSAJE N? 271 AGOSTO 1973
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bían borrado todas las diferencias sociales y echado
abajo todas los barreras y codo a codo lloraban a
un padre muy querido que con su sonrisa y su
trabajo de apóstol había ayudado a muchos porque Cristo estaba con él,
A la muerte del Cura de Ars un peregrino declaró: "En Ars vi a Dios en un hombre". Nosotros
todos también vimos a Dios a través del padre
Hurlado y corno estaba lleno de El lo irradiaba
"a chorros" según su expresión y hablaba de "la
oLra vida como su hubiera vuelto de allá", según
la frase de San Hilario de Poitiers.
Para tus fieles, Señor, dice el Prefacio de difuntos, la vida no se acaba, se cambia y después
de esta humana morada, se prepara una mansión
cierna en los Cielos. El Padre vivió lo que había
predicado; estábamos en paz y alegría al saberlo
en los brazos de su Dios y Señor, pero la parte
humana sufría y un nudo en la garganta nos impedía hablar. ¡Bendito sea Dios! Y al correr los
años se agiganta este beneficio que nos dio Cristo
de una manera tan gratuita, y no sabemos cómo
dar las gracias.
"COMO EN LA VIDA TODA, ASI TAMBIÉN
EN LA MUERTE, Y MUCHO MAS, DEBE CADA UNO DE LA COMPAÑÍA ESFORZARSE Y
PROCURAR QUE DIOS NUESTRO SEÑOR SEA
EN EL GLORIFICADO Y SERVIDO, Y LOS PRÓXIMOS EDIFICADOS ".
[Constituciones de la Compañía de
Jesús, parte VI, 595)
MENSAJE N° 271 AGOSTO 1978
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