LA EJECUCIÓN DE LA PENA DE LAS MUJERES PRIVADAS DE LIBERTAD: UNA DEUDA SUBSISTENTE María de los Ángeles Chaves Villalobos Abogada y Notaria Pública Directora Centro Institucional Buen Pastor INTRODUCCIÓN “Las mujeres somos violentadas cuando nuestro ordenamiento jurídico desconoce la cruda y desigual situación en que vivimos las mujeres en Costa Rica y en el mundo.”Esta frase que verdaderamente impacta,revela enfáticamente uno de las mayores causas de violencia contra la mujer. Esta frase fue mencionada en un Foro acerca de la violencia contra la mujer que se realizó aquí en Costa Rica. “El concepto de género no equivale a mujer, ni tampoco a hombre, sino a las relaciones de desigualdad entre los ámbitos masculinos y femeninos, entorno a la distribución de los recursos, las responsabilidades y el poder.”1 El servicio público de administración de justicia debe ser accesible, y debeplasmarse en acciones concretasque garanticen una respuesta eficaz y eficiente a las necesidades de todas las personas que acudan a ella. Toda reforma judicial, e inclusive toda reforma legislativa, debe procurar el cumplimiento de este propósito. El derecho al acceso a la justicia se reconoce a todas las personas, lo cual implica que deben considerarse las diferencias entre los distintos grupos que componen la sociedad. Debe tenerse presente que no todos tienen las mismas necesidades con relación al acceso a la Administración de la Justicia, y que los servicios no pueden ser accesibles en las mismas condiciones a todas las personas, sean éstas hombres o mujeres; en este caso, específicamente cuando se trata de la ejecución de la pena de la mujer privada de libertad. La justicia como servicio público, debe ser democratizada. Deberesponder a las necesidades de todas las personas; estar en función y amoldarse al administrado y no lo contrario. Es deber del Estado que el acceso a la justicia sea reconocido en forma efectiva en la legislación interna de cada país, así como formular y ejecutar las políticas necesarias para que todas las personas, sin distinción alguna, hagan uso efectivo de tal derecho y encuentren una respuesta equitativa en la justicia. El artículo 51 de nuestra Constitución Política establece: “La familia como elemento natural y fundamento de la sociedad tiene derecho a la protección del Estado, igualmente tendrán derecho a esa protección la madre y el niño…”2 1 Elena García- Vega, “Acerca del Género y la Salud”, Revista Papeles del Psicólogo, Vol 32 (3), 2011, p. 282. Desde hace dos décadas aproximadamente, Costa Rica inició un proceso de transformación de nuestra estructura jurídica e institucional mediante la aprobación de diferentes leyes como la Ley de Igualdad Real aprobada en 1990 que marcó un hito en la historia costarricense. A ella le siguieron la Ley contra el Hostigamiento Sexual en el Empleo y la Docencia, la Ley de Penalización contra la Violencia Doméstica, las reformas al Código de Familia, el Código de Trabajo y el Código Electoral,la Ley que regula la Unión de Hecho, la Ley de Atención a las Mujeres en condición de Pobreza, la Ley General de Protección a la Madre Adolescente, la Ley de Paternidad Responsable, la Ley de Creación del Instituto Nacional de la Mujer (INAMU), entre otras. También, el país ha suscrito Convenios Internacionales que han sido incorporados al derecho interno, como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer en 1984 y de su Protocolo Facultativo, así como la Convención Interamericana para Prevenir, sancionar y Erradicar la violencia contra la Mujer, Convención do Pará en 1994.Así como normativa de la Organización de Naciones Unidas: Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos, Reglas de Brasilia, Reglas de Tokio, Reglas de Bangkok, entre otras. Sin embargo, la realidad del Sistema Penitenciario Costarricense es que la mujer privada de libertad no se encuentra totalmente protegida en todos sus derechos como mujer, ya que una parte de la política penitenciaria no contempla estrictamente las diferencias en las condiciones y necesidades de las personas femeninas privadas de libertad. El Ministerio de Justicia y Paz es el órgano rector en materia de administración penitenciaria en Costa Rica. Es así, que la Dirección General de Adaptación Social cuenta a nivel institucional con un centro nacional de reclusión para la poblaciónfemenina privada de libertad denominado Centro de Atención Institucional Buen Pastor. Este Centro alberga población adulta: sentenciada, indiciada, por pensión alimentaria, adulta joven,adultas mayores y contraventoras; además tiene a su cargo a niños de 0 a 3 años que conviven con sus madres en el Ámbito de la llamada Casa Cuna. Asimismo cuenta con un módulo a nivel regionalpara 28 mujeres en el Centro Calle Real en Liberia, Guanacaste. A nivel semi-institucional cuenta con el Centro para la Mujer y otros centros que albergan varones distribuidos en el país donde éstas pernoctan o se presentan a firmar, en días que éstos no pernoctan. A diferencia de la privación de libertad de los varones, la situación de la mujer privada de libertadviene a acentuar e incrementar las secuelas de la traslación de la pena al grupo familiar de la privada de libertad, lo cual se asocia a los roles socialmente establecidos tales como el cuido, atención, protección de los miembros dependientes de ésta (niños, niñas…, entre otros grupos vulnerables). Estos aspectos, generalmente noson considerados por el Juez cuando se impone la pena de prisión, sin embargo, 2 Constitución de la República de Costa Rica: texto oficial.- 2da edición. San José: Poder Judicial, CONAMAJ, 2001. desde una perspectiva de género, viene a integrar los elementos del “costo social” que implica la prisión en un grupo familiar donde la figura materna es separada del mismo. La mujer privada de libertad continua ejerciendo su rol (reproductivo, comunitario, proveedora) desde la prisión; condición que demanda al personal penitenciario una atención especializada y compleja, de mayor volumen y con más frecuencia, que la de otros grupos recluidos. RESEÑA DE LA PENA PRIVATIVA DE LIBERTAD DE LA MUJER EN COSTA RICA La siguiente reseña se fundamenta en diferentes documentos e informes elaborados por funcionarios y funcionarias del Centro Penitenciario Buen Pastor como parte del ejercicio de su función en la atención de esta población. En Costa Rica, al igual que en todas las naciones del mundo, la criminalidad no ha sido ni es competencia exclusiva de los hombres. Desde el siglo XVIII, existen los primeros reportes policíacos referentes a delitos cometidos por mujeres en el país, que, por lo inusual, alcanzaron trascendencia en el orden social. En 1727 se condena a Juana Josefa Bonilla a pena perpetua por infanticidio, sentencia que descontó sirviendo en el Hospital San Juan de Dios, pues no había cárcel para mujeres. En esa época, a las mujeres se les involucraba en delitos de hurto de ganado y hechicería. Lo que se llamó “adulterio imputable” no podría ser tolerado por la moral machista-patriarcal y el repudio social, por lo que se hizo sentir con el establecimiento de la primera cárcel para mujeres, que se ubicó en la Congregación de Los Ángeles en la Ciudad de Cartago en 1823. Se consideró necesario “corregir”, es decir, enseñar a las mujeres “vagabundas” y “prostitutas” los deberes y responsabilidades que tenían para con la sociedad, entendiéndose ésta como aquella que estaba conformada principalmente por los patronos hacendados, dueños de las plantaciones de café. Las expectativas depositadas en la Casa de Corrección (Cárcel para mujeres) no fructificaron. Por Decreto Ejecutivo fechado 2º de diciembre de 1837, se elimina la Casa de Corrección y al mismo tiempo se ordena la creación de una cárcel en cada cabecera de partido, dividida en dos secciones, una para las mujeres y otra para los hombres. En esta cárcel, a las mujeres se les asignaba trabajos como cocinar y lavar. Para las que no tenían tanta suerte, el Decreto establecía una forma muy sofisticada para eliminar de la sociedad a las mujeres indeseables, se les desterraba a Matina, en la provincia de Limón, tierra insalubre llena de enfermedad y muerte. En el año de 1853, se cambió la práctica de desterrar a las mujeres infractoras y se ordenó por parte del Ejecutivo establecer en la ciudad de San José, provincia de Costa Rica, una casa de reclusión para mujeres: esto gracias a una donación del arzobispo Llorente y Lafuente. Adoctrinar, moralizar, amonestar, corregir y castigar era la tónica del tratamiento, además, se les estigmatizaba uniformándolas con telas de diferentes colores, según el tipo de delito y eran frecuentes los grilletes, los postes y los encierros sin derecho a visitas. La ubicación de las infractoras seguía siendo un problema. A principios del siglo XX, las reclusas fueron reubicadas en el edificio llamado “La Algodonera”, ubicado en San Sebastián, centro de la capital, pero a los pocos años éste era un foco de “corrupción moral y material”, porque algunos miembros del personal vivían en público concubinato con las reclusas. Lo anterior, justificó que en 1921, el presidente Don Julio Acosta, solicitara a las religiosas de la Congregación El Buen Pastor hacerse cargo de la administración de la cárcel de mujeres. En 1948, Don José Figueres Ferrer, otorgó amplios permisos a las religiosas para la construcción de una nueva cárcel y en el año de 1950 se coloca la primera piedra de la edificación en San Rafael Arriba de Desamparados. El 18 de junio de 1952 Don Otilio Ulate Blanco procede a la inauguración de las nuevas instalaciones; lugar en donde se ubicaría a las reclusas en forma definitiva. El modelo de tratamiento aplicado por las religiosas buscaba la salvación del alma por medio del arrepentimiento, la sujeción a la autoridad y la adecuada aceptación de “su condición de mujer”. En 1976, como respuesta a la corriente positivista que inunda con sus ideas al Sistema Penitenciario y sus reformas, se producen cambios en la administración del centro: se incorporan dos médicos, un dentista, un psicólogo y cuatro maestros. Se pretendía variar el modelo de tratamiento. En 1984, la población seguía estando caracterizada en su mayoría por las conductas (delitos) de “prostitución y alcoholismo”. El Lic. Hugo Alfonso Muñoz, Ministro de Justicia de ese entonces, propone rehabilitar a la mujer por medio del trabajo y la educación. En resumen, las religiosas de la Congregación El Buen Pastor, estuvieron a cargo de los establecimientos carcelarios desde 1921 hasta el año 1985. Durante todo este período, el modelo de intervención estuvo basado en concepciones judeocristianas, que ubicaban dentro del pecado, todo aquello por lo que las mujeres ingresaban a la prisión y lo que hacían incorrecto dentro del penal. Posteriormente y aún durante los últimos años de estadía de las religiosas, se intentó introducir el Modelo Penitenciario Progresivo, tal y como se había hecho con los hombres en la década del 70. En este modelo, las internas pasaban de ser “pecadoras” a ser “anormales” (enfermas), desde el punto de vista científico dentro del modelo progresivo (modelo clínico), debiendo someterse a un tratamiento que las curara de la desviación social. Agotado el modelo progresivo y luego de una fuerte crisis en el Sistema Penitenciario, se aprueba en 1993 el Plan de Desarrollo Institucional, que contiene la filosofía actual para la atención de potencialidades y capacidades de la población con los recursos institucionales y el apoyo básico de las disciplinas científicas. Una debilidad es que se ha partido de un enfoque patriarcal donde predominan los criterios y decisiones desde lo masculino, quizá por predominar población de este género. Es en el año 2004 que el Instituto Nacional de Criminología, órgano técnico superior de la Dirección General de Adaptación Social, luego de haber definido como marco filosófico de referencia los Derechos Humanos y la equidad de género, además, de los contenidos conceptuales de la corriente de género como paradigma, integra una Comisión Técnica a efectos de elaborar una propuesta para el Programa Nacional para la Atención de la Mujer en el Sistema Penitenciario, propuesta que es conocida por el Instituto Nacional de Criminología en el año 2006 pero a la fecha no ha sido ejecutada. No obstante, posteriormente se han dado algunas iniciativas con la finalidad de desarrollar procesos y acciones para la creación de una política y programa para la atención de la población femenina y en la actualidad, en coordinación con el Instituto de la Mujer y la Defensoría de los Habitantes, específicamente, con la Defensoría de la Mujer. CARACTERÍSTICAS DE LA POBLACIÓN FEMENINA ATENDIDA EN EL SISTEMA PENITENCIARIO En el mes de julio del dos mil doce los datos emitidos por el Departamento de Investigación y Estadística de la Dirección General de Adaptación Social indican que a nivel nacional se encuentran un total de 1927 mujeres adscritas al Sistema Penitenciario Costarricense, las cuales se encuentran ubicadas en los diferentes niveles de ejecución penal, distribuidos así: en el Nivel Institucional (mayor contención) 827 mujeres, en el Nivel Semiinstitucional 219, en el Centro adulta joven 38 y en el Nivel de Atención en Comunidad 843 mujeres. En este último nivel se encuentran las mujeres que se acogieron al Proceso de Suspensión de Prueba y las que se encuentran bajo un beneficio judicial como la libertad Condicional o se les ha otorgado un Incidente de Enfermedad.Lamentablemente, no se cuenta con estadísticas detalladas sobre las características de la población atendida en ese nivel. El total de la población femenina representa el 9% de la población recluida en el Sistema Penitenciario Nacional. El total de población femenina atendida por el Sistema Penitenciario según su condición jurídica está distribuida de la siguiente manera: indiciadas 266, sentenciadas 1659, distribuidas así: 562 en el nivel Institucional, 219 Semi- institucional y 9 en el Centro Juvenil Zurquí y 843 en el Nivel de Comunidad y por Pensión Alimentaria 2 mujeres. Según los datos de dicho Departamento la población sentenciada en los niveles Institucional y Semi institucional por categoría de delito se distribuye en un 66% por delitos por infracción a la Ley de Psicotrópicos (posesión, tráfico, tenencia, introducción a centro penal etc), en segundo lugar se ubican los delitos contra la propiedad (12%), en el tercero delitos contra la Vida y las restantes clases de delitos muestran porcentajes menores como los delitos sexuales y contra la fe pública. Es importante señalar que dentro del 66% de la población recluida en el Nivel Institucional por delitos por Infracción a La Ley de Psicotrópicos el 24% aproximadamente se encuentran por introducción de droga a un centro penal, lo que nos permite tener una visión diferente de la criminalidad femenina, específicamente de un “delito feminizado” en el tanto, son las mujeres las que presentan mayor vulnerabilidad a participar en este tipo de delincuencia. Del total de la población femenina ubicadas en los niveles Institucional, Semi institucional y adulta jovenun86% aproximadamente se ubica entre 18 y 47 años de edad, de este porcentaje el 32% se encuentra en edades que van de los 28 a 37 años. Además, el nivel académico de éstas en un 5%aproximadamente son analfabetas, el 19% tiene la primaria inconclusa y el 37% terminaronla educación primaria. Con lo expuesto anteriormente, se evidencia que la mujer delinque, en un alto porcentaje, con el fin de “garantizar” su sobrevivencia y la de su familia dada sus condiciones de vulnerabilidad. (Reglas de Brasilia). Las mujeres privadas de libertad tienen el derecho de tener a sus hijos junto a ellas los primeros años de vida del menor, a amamantarlos en condiciones higiénicas, a brindarles una buena nutrición y recibir una atención antes y después del parto, por lo que se cuenta con un ámbito en el Centro Buen Pastor denominado Casa Cuna donde las mujeres embarazadas y las madres con sus hijos de 0 a 3 años permanecen en ese Ámbito, hasta el cumplimiento de la edad de los 3 años del menor.Espacio donde los menores tienen la posibilidad de recibir el cariño directo de sus madres. ¡Cuan importante es esta cercanía¡ ese afecto, que es permitido en nuestro sistema penitenciario, gracias la visión de género que se ha dado a este modelo. Sobre la conveniencia o no de la permanencia de menores en prisión se continúa discutiendo y analizando el tema. Además, derequerirse de una regulación y normativa específica por estar involucrado el Interés Superior de Niño y diferentes instituciones del Estado. Con la población adulta joven femenina, su atención está regulada por una legislación específica, la que exige la separación de la población adulta y una atención especializada. SE ADEUDA La creación de normativa institucional o penitenciaria con enfoque de género. Lo anterior, porque se cuenta únicamente con una circular emitida por el Instituto Nacional de Criminología con esta perspectiva, referente a la regulación de objetos permitidos en prisión por la población privada de libertad. Políticas y programas integrales de las instituciones del Estado para la atención especifica de grupos vulnerables -Reglas de Brasilia- (INAMU, IMAS, PANI, MEP,…), que permita generar oportunidades y aumentar las capacidades de las mujeres (Articulo 51 de la Constitución Política). Una política de género que responda a las especificidades y necesidades de la mujer en prisión, a nivel de contención física y custodia, salud, educación, capacitación y trabajo, así como lo relacionado a su arraigo geográfico y familiar, en cuanto a dar continuidad a los roles tradicionalmente encomendados por su condición de mujer, madre y/o jefa de hogar, garantizando el acceso a derechos de forma equitativa e igualitaria. Lo anterior, no significa que el acontecer técnico del Centro Buen Pastor y del nivel Semiinstitucional ignore la perspectiva de género, siendo este un eje transversal a todas las acciones, actividades y procesos que realizan las diferentes disciplinas técnicas. Una política de regionalización que garantice el contacto de la mujer privada de libertad con su entorno socio familiar y comunal, de forma, que se facilite el contacto frecuente con estas redes externas. Esto es de suma importancia para poblaciones de mayor vulnerabilidad como mujeres indígenas y afro descendientes. En este aspecto, a su vez, se requieren planteamientos en el ámbito de la visita general, a efecto que el mismo responda a lo señalado en las diferentes normativas nacionales o internacionales en materia de niñez, personas con discapacidad, personas embarazadas y personas adultas mayores. La política debe contribuir a la participación de los hombres en prisión en lo relacionado a la vida familiar, validando la importancia de su rol en dicho contexto e iniciar un proceso de cambio en las practicas tradicionalmente establecidas en la distribución de roles. Esto por cuanto, la prisión, viene a acentuar las condiciones de subordinación y pobreza de las mujeres y de su grupo de procreación, generalmente dependientes de esta miembro, mismos (as) que enfrentan la expulsión del sistema educativo, el estigma social, pobreza, institucionalización y otras condiciones que exponen a estas personas a situaciones de riesgo social como consumo de drogas y alianzas a grupos con comportamientos delictivos. Convenios del sistema penitenciario, la sociedad civil e instituciones de bienestar social, para la atención integral de hijos e hijas de mujeres privadas de libertad para coadyuvar a la disminución de las consecuencias económicas, psicosociales y familiares que afectan a los miembros del grupo familiar. En el caso de la presencia de personas menores de edad en el ámbito carcelario (Casa Cuna) se requiere un programa especializado que fomente el ejercicio de la maternidad apegada a los derechos de sus hijos e hijas, contribuyéndose a relaciones afectivas y de crecimiento personal. Esto para disminuir los eventos que violentan la integridad de las personas menores de edad y el estigma que según expertos, experimentan las madres cuando son separadas de sus hijos (as) al considerarse “malas madres”. Una política que fomente la capacitación sistemática al personal de custodia, administrativo y profesional responsable de la atención de las mujeres en prisión. La instrumentalización laboral de estas mujeres que les permitan la formación de microempresas y otras actividades que las capaciten, y dejar de lado tareas tradicionales adjudicadas a las mujeres pero que perpetuán su condición de subordinadas, brindándoles oportunidades en otras modalidades de custodia (nivel semi-institucional) y más allá del cumplimiento de la pena. La planificación estratégica en infraestructura carcelaria que refleje una mayor comprensión de las necesidades de las mujeres y de la teoría de género en particular. Sería mucho menos costoso institucionalmente que las actividades en zonas verdes, (el espacio físico, la educación, la atención técnica y la formación laboral) fueran las características espaciales por excelencia en la prisión para mujeres y que el aislamiento físico o las condiciones de mayores restricciones o “módulos especializados” (ya sea de Protección o Disciplinarios) fueran pocos pero efectivos. “El encierro” debería consistir en poner frontera entre el espacio colectivo y el de quienes tienen dificultades calificadas para respetarlo, pero nunca en reducir sus posibilidadesde movimiento corporal al punto de atentar contra su salud física y mental y contra la seguridad de quienes las custodian y la atienden. La utilización de otras formas de sanción que sería factible aplicar en algunos delitos (medidas alternativas a la prisión) que evitaría la traslación dela pena en especial a los hijos y abuelas como: formación y capacitación laboral, la formación en valores, género y administración de emociones (incluyendo tratamiento para adictas) sería menos costoso para el Estado y tendría un impacto beneficioso para las familias de las infractoras. Pese a los esfuerzos del personal penitenciario por dar un acompañamiento a las drogadictas, la cárcel no es un centro de desintoxicación ni de tratamiento para ellas y sí un mercado meta para el narcotráfico. El alto volumen de demanda, la dinámica acelerada y la complejidad de la atención a la población femenina privada de libertad no permite al personal penitenciario sistematizar, investigar y plasmar las experiencias de los procesos de atención que se desarrollan en el sistema penitenciario nacional, siendo muy rica la producción pragmática y adeudando en el aporte de lo teórico en la criminología femenina. En la historia de vida de las mujeres en prisión, muchas de ellas son o han sido victima de todo tipo de violencia y luego como corolario se les suma una conducta ilícita, la que es castigada por la sociedad, lo que eleva su condición de vulnerabilidad y discriminación, sin embargo, también dentro de prisión tienen oportunidades de seguir adelante, de estudiar, de superarse, levantarse, cambiar el silencio por la palabra, buscar apoyos o solidaridad en la sociedad, puertas que se abren con diferentes grupos organizados, voluntariado y con el personal penitenciario. “El fin y la justificación de las penas y medidas privativas de libertad son, en definitiva, proteger a la sociedad contra el crimen. Sólo se alcanzará este fin si se aprovecha el periodo de privación de libertad para lograr, en lo posible, que el delincuente una vez liberado no solamente quiera respetar la ley y proveer sus necesidades, sino también que sea capaz de hacerlo”3. 3 Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el tratamiento de los reclusos. Regla N 58.Organizacion de las Naciones Unidas, 1950