Los jóvenes ante el trabajo: Cobayas de un nuevo modelo social

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Los jóvenes ante el trabajo:
Cobayas de un nuevo
modelo social
Colectivo IOE
Académicos, políticos, trabajadores sociales y un amplio etcétera
de adultos con responsabilidades sociales cualificadas suelen preocuparse cada tanto por la problemática de «la juventud», erigida en
ente social homogéneo precisamente p o r contraposición a las formas de vida establecidas por aquéllos. Desde esta perspectiva tiende
aprimarse, casi inevitablemente, un enfoque de «choque generacional», es decir, a dividir a la sociedad según grupos de edad (niños,
jóvenes, adultos, ancianos), diluyendo o subordinando tras esta
taxonomía otras formas de identidad social. Desde nuestra posición,
en cambio, el interés en analizar las situaciones y valores juveniles
(en este caso ante el trabajo y el empleo) radica en captar las nuevas
tendencias del desarrollo social que en ellos se reflejan, y que ellos
reproducen, de forma privilegiada.
En otras palabras, refiriéndonos a las condiciones laborales de
los jóvenes no buscamos elementos que caractericen a una etapa de la
vida de los españoles actuales, más bien queremos indagar acerca del
futuro laboral que se prefigura para el conjunto de la sociedad.
A la hora de referirnos al trabajo de la juventud nos encontramos
con dos dificultades iniciales: por un lado, definir qué entendemos
or juventud; por otro, qué instrumentos teóricos y estadísticos utizarpara estudiar las situaciones laborales. En otro lugar hemos discutido con detalle ambas cuestiones (1), aquí nos limitaremos a
(1)
Ver Colectivo IOE, Condiciones de trabajo de los jóvenes, Cuadernos de
Juventud, número 6, Dirección General de Juventud/Consejo de la Juventud de
"España, Madrid, 1989.
192
dejar sentadas dos afirmaciones. En primer lugar, parece más adecuado adoptar un enfoque «estructural» (referido a los procesos del
mercado del trabajo) que otros de corte «culturista» o «psicologista»
(referidos a características de la personalidad o de los valores «generacionales») para captar el sentido de la realidad laboral de los jóvenes. Este tipo de enfoque no presupone la existencia de una
problemática laboral juvenil, más o menos homogénea en sí y diferenciada claramente del conjunto del mundo laboral de los adultos;
más bien permite percibir las fragmentaciones que afectan a todos
los grupos de edad, definiendo situaciones e identidades comunes a
trabajadores jóvenes y adultos. D e acuerdo con esto, al referirnos a
«jóvenes» recurrimos a un criterio puramente descriptivo (y arbitrario) : la edad, sin presuponer con eüo la existencia de un sujeto social
real. Convencionalmente se ha considerado jóvenes a las personas
comprendidas entre dieciséis y veinticuatro años, aunque los últimos cambios sociales han elevado la cota hasta los veintinueve años.
A ese conjunto de la población española (entre dieciséis y veintinueve años) nos referimos aquí.
En segundo lugar, los instrumentos estadísticos disponibles
ara conocer las situaciones laborales no captan adecuadamente una
uena parte de las situaciones laborales actuales, en concreto los
empleos y profesiones menos estables y tradicionales. Los indicadores corrientemente utilizados son los de la Encuesta de Población
Activa (EPA), a cuyas categorías escapan la mayor parte de trabajos
esporádicos y marginales y el creciente mundo de la «economía irredar» (2). En un trabajo realizado para el Consejo de la Juventud de
spaña en 1987 sosteníamos al respecto que:
• las estadísticas oficiales excluyen de su cómputo segmentos
importantes del mercado real de trabajo;
• el contenido y diseño de las mismas resulta rígido y excesivamente homogeneizador de la realidad plural del mercado de trabajo;
• el tratamiento estadístico de los datos, así como su desglose
por categorías, es con frecuencia insuficiente para poder conocer,
aunque sea aproximadamente, la situación de colectivos específicos
como los definidos por las diferencias de sexo y edad ( 3 ) .
f
(2) Dos estudios encargados por la administración central ponen en evidencia
tales limitaciones; ambos coinciden en señalar que existen más jóvenes activos, más
empleo irregular y algo menos de paro absoluto que los que señala Ja EPA. Ver AA.W.,
Condiciones de vida y trabajo en España, Secretaría de Estado de Economía, Madrid, 1988
y el Informe Juventud en España 1988, Instituto de la Juventud, Madrid, 1989.
(3) Ver Colectivo IOE, Condiciones de trabajo ae los jóvenes, op. cit., p. 34.
193
Por tanto, parece más indicado recurrir a fuentes estadísticas
diseñadas específicamente para analizar las carectirísticas de la «economía irregular» o de la actividad de los jóvenes; en ese plano se
encuentran las citadas Encuesta de Condiciones de Vida y Trabajo
( E C V T ) y la Encuesta de Juventud 1988 (EJ88).
1.
SITUACIONES DE LOS J Ó V E N E S E N EL
MERCADO DE TRABAJO
La dinámica de las sociedades capitalistas ha logrado reducir
—en el plano ideológico— el concepto de trabajo al de empleo remunerado (sea por cuenta propia o ajena), desvalorizando y ocultando,
entre otros, el papel del trabajo doméstico (4) o el comunitario (voluntariado social, auto-ayuda, etc.). D e esta manera se oculta su importante contribución, en forma de recursos gratuitos, a la economía
monetaria, además de su incidencia en la definición de los papeles
económicos de ciertos sectores (el rol familiar tiende a constituir
como «ciudadanos de segunda» en el mercado de trabajo a jóvenes y
mujeres, precisamente aquellos que nutren mayoritariamente las
filas del voluntariado social). En lo que sigue nos Umitaremos al
ámbito de la economía monetaria, pero queremos destacar que sólo
considerando todas las dimensiones del trabajo será posible elaborar una
crítica superadora de las situaciones de exclusión, alienación y explotación generadas por la actual organización social de la economía.
Situándonos, pues, en el terreno del trabajo económicamente
valorado, ¿con qué situaciones nos encontramos? Comparando la
EJ88 (indicador ele la dinámica real (5) con los datos del último trimestre de 1988 de la EPA (indicador «oficial») parece que hay más
jóvenes económicamente activos y ocupados —y, por ende, menos
desocupados— que lo que habitualmente se afirma:
(4) La subestimación de su importancia hace que parezcan asombrosas estas
afirmaciones: «...más de la mitad de las horas de trabajo productivas en la nación
son consumidas en el hogar o en actividades que se refieren a él. Si este trabajo
hubiese de ser pagado, equivaldría a un 40 por 100 de la economía formal».
H A N D Y , Ch., El futuro del trabajo humano, Barcelona, Ariel, 1986.
(5) No se trata de valorar la calidad técnica de las estadísticas, sino la pertinencia de las categorías utilizadas para estudiar el trabajo juvenil. Por ejemplo, la
EJ88 indaga pormenorizadamente sobre el empleo del tiempo durante el día y la
semana anterior a la encuesta, y clasifica como «activos» a quienes trabajan en el
negocio familiar, aun sin recibir sueldo. Estas y otras cuestiones permiten reflejar
mas matizadamente la realidad laboral de los jóvenes.
194
Ocupados
Parados
Inactivos
EPA
EJ88
39,7%
21,4%
38,9%
50,9%
17,5%
31,6%
( + 11,2%)
í - 3,9%)
( - 7,3%)
Según estos datos casi un 4 por 100 de los oficialmente parados y
más de un 7 por 100 de los inactivos estarían ocupados. Por tanto,
parecería que el drama del paro juvenil es menos importante de lo
que tendemos a creer. Sin embargo, reducir todo el problema al
binomio empleo/paro puede ocultarnos la importancia de lo que
está ocurriendo, esto es ¿qué clases de empleo encuentran los
jóvenes?
En primer lugar, se trata de trabajos poco duraderos. Casi el 80 por
100 de los jóvenes entre dieciséis y veintinueve años tienen experiencia laboral, pero un 22 por 100 actualmente ya no trabaja; además, antes de ios veinte años un 25 por 100-30 por 100 de los
parados ha pasado por una —breve—experiencia laboral ( 6 ) . El
propio Instituto Nacional de Empleo detectaba en 1985 que un
veinticinco por ciento de los jóvenes parados había estado ya en esa
situación tres o más veces (7). Esta situación genera desánimo y falta
de expectativas laborales: la mitad de quienes tienen experiencia
laboral y no trabajan han desistido de buscar empleo.
En segundo lugar, hay un importante volumen de empleos poco
atractivos, hecho que queda señalado al constatar que de los jóvenes
que buscan trabajo la mitad cuenta actualmente con un empleo. Se
trata de casi un 30 por 100 ciento de los ocupados que no está conforme con las condiciones actuales de trabajo.
Estos apuntes tienden a dibujar una situación laboral negativa,
pero no puede afirmarse que refleje la realidad laboral de todos los
jóvenes. ¿Cuál es, entonces, la situación del conjunto? Limitándonos
sólo a los ocupados, podemos clasificarlos según la continuidad y estabilidad en el empleo, de acuerdo con los datos de la EJ88:
(6)
Datos de la EJ88, capítulo «La actividad económica».
(7)
Ver estudio Los parados. Condiciones de Vida y actitudes políticas, C.LS.,
Madrid, 1985.
195
I
Fijo
30%
N o fijo ... 32%
Empleo ocasional
23%
Empleo de temporada ... 15%
(Fuente: elaboración propia en base a la EJ88)
Las cifras tienden a dibujar, en una primera aproximación, una
realidad subdividida en tres grupos bastante diferenciados. Uno
conformado por quienes trabajan sin ninguna continuidad (38 por
100 de ocasionales y temporeros); otro por los que tienen empleo
fijo y estable (30 por 100) y un tercero con trabajo continuo pero de
tipo temporal, es decir, sin garantías de futuro para conservar su
actual empleo (30 por 100).
Parece, por tanto, que estamos ante realidades diferenciadas que
apuntan a una fragmentación del mercado laboral, aunque no necesariamente limitada a estos tres grandes bloques, ya que al interior de
cada uno de ellos han de registrarse diferencias notables. N o obstante, estas cifras no desvelan el significado último de los procesos
que describen, ya que caben dos lecturas contrapuestas de los mismos: ¿estamos ante una flexibilización que implica precariedad y
subempleo para los jóvenes?, ¿o nos encontramos con un «uso alternativo» del empleo por parte de los jóvenes, que entran y salen del
mismo debido a que tienen otros intereses y preocupaciones vitales?
Probablemente ambas interpretaciones dan cuenta de una parte de
la realidad, la cuestión es determinar a qué segmentos de la misma se
refieren y cuál es la importancia de cada uno de ellos. Veamos si la
información disponible nos permite responder a tales cuestiones.
Circunscribiéndonos al grupo entre dieciséis y diecinueve años
podemos detectar cuáles son los primeros empleos de la mayoría de los
jóvenes: la hostelería ^varones), el servicio doméstico y el comercio
(mujeres) y la agricultura (ambos sexos). En general se trata de
puestos no cualificados, en los que no están garantizados los derechos laborales ni existen expectativas de promoción. Por ello, no
resulta extraño que muchos prefieran pasar al paro o a la situación
de «inactivo» antes que conservar tales empleos.
Un somero vistazo por las diferentes categorías de jóvenes
económicamente activos, ayuda a completar el cuadro de situación.
Los ayudas familiares (trabajan en la empresa de algún familiar con el
que conviven, sin percioir un sueldo garantizado), aparecen
196
en la literatura especializada como un resto precapitalista propio de
las economías campesinas. Hoy abarcan al 11 por 100 de los jóvenes
(casi un 25 por 100 de los activos), principalemente a los que viven
en habitats menores de 10.000 habitantes aunque ya no se dediquen
mayoritariamente a actividades agrícolas. Es llamativo el hecho de
que este sector, «no moderno» por definición, haya aumentado entre
1976y 1988, en pleno proceso de modernización y europeización de
la sociedad española (8).
Algo menor es el número de quienes trabajan por cuenta propia
(15 por 100 de los ocupados). Este sector es el que tratan de impulsar las propuestas de autoempleo, cooperativas o jóvenes emprendedores, como alternativa al desempleo. Pues bien, hay que señalar que
este sector no ha crecido significativamente en los últimos años (9), lo que
reduce de momento a meras campañas propagandísticas los esfuerzos mencionados. Pero, además, bajo este rubro se agrupan formas
encubiertas de trabajo discontinuo por cuenta ajena: la descentralización
productiva y la subcontratación generalizada de servicios reducen las
plantillas de las empresas, hinchando artificialmente el número de
cuentapropistas. Ello se ve analizando las tareas más habituales entre
los jóvenes de este sector: clases particulares, cuidar niños por horas,
reparto de propaganda, encuestas o mensajeros; las actividades de
«enseñanza» y «otros servicios» agrupan al 34 por 100 de jóvenes
«autónomos», en tanto en el conjunto de población activa sólo un 9
por 100 se dedica al área de servicios por cuenta propia. Por lo
demás, casi la tercera parte de los jóvenes desempeña estas actividades de forma ocasional o estacional. En síntesis, en buena parte de
los casos estamos ante una alternativa secundaria, y obligada, al
empleo asalariado por cuenta ajena; se trata del «sucedáneo degradado de un empleo frustrado» (10). Los jóvenes se polarizan como
«autónomos del sector servicios», precisamente en los puestos
menos cualificados; se trata de un cuentapropismo eventual, con escasas
posibilidades de consolidarse como actividad estable.
Los jóvenes que trabajan por cuenta ajena no parecen gozar de
beneficios y derechos garantizados en mayor medida que los demás.
(8) Los datos provienen de la citada EJ88.
(9) Como indica la propia EJ88, para la EPA las cifras pasaron de un 6 por
100 (1979) a un 8,6 por 100 (1988). Aunque la EPA subestime el volumen total de
trabajadores por cuenta propia, el incremento relativo parece insuficiente para
compensar las cifras de desempleo.
(10)
Encuesta a la Juventud española 1988, op. cit., p. 224.
197
Por una parte, la inmensa mayoría ocupa puestos que no requieren
ninguna cualificación (11). Por otra, un 35 por 100 trabaja como
ocasional o temporero; entre el resto (trabajadores continuos) se
distinguen dos bloques: los menores de veinticuatro años se desempeñan mayoritariamente sin contrato de trabajo o con contratos
temporales, mientras los del grupo entre veinticuatro y veintinueve
años se caracterizan por contar mayoritariamente con contrato
(sumando fijos y temporales). La distribución del conjunto de
empleos por cuenta ajena entre los jóvenes de dieciséis a veintinueve
años, según el tipo de contratos, es la siguiente:
Tipo de contrato
Fijo (indefinido)
Temporal
Eventual
Especiales
Otros tipos
Sin contrato
%
31,8
29,9
3,7
5,1
2,1
27,0
Nuevamente encontramos tres bloques diferenciados: en un
extremo los que tienen empleo fijo y garantías legales (32 por 100),
en el otro los que carecen ele tales garantías (27 por 100), y en situación intermedia los acogidos a las modalidades «flexibilizadas» de
contratación (41 por 100). Además, en todos los casos destaca la
escasez de empleos de alta cualificación-, los más frecuentes son mecanografía y dependiente de comercio (ambos sexos), camarero, peón
albañil y servicios poco cualificados (varones), industria textil, servicio doméstico, cuidado de niños y limpieza de oficinas (mujeres).
Y a hemos señalado que al detectarse las diversas formas
de empleo irregular y precario aparece un menor número de
parados. Con todo, éste sigue siendo un segmento importante
entre los jóvenes (una tasa de paro del 24,9 por 100, lo que equivale a un 17 por 100 de la población juvenil), y afecta
(11)
La mencionada ECVT señalaba la cifra del 7 0 por 100. Ver A A . W . ,
Condiciones de vida y trabajo en España, op. cit.
198
en mayor medida a los jóvenes urbanos, a las mujeres y a los sectores
sociales menos favorecidos ( 1 2 ) .
Por su parte, la economía sumergida abarca el 62 por 100 de los
jóvenes ocupados entre dieciséis y diecinueve años, y al 38 por 100
del grupo de veinte a veinticuatro años (la absoluta mayoría de los
casos son trabajadores no dados de alta en la Seguridad Social ( 1 3 ) .
A esto habría que sumar a todos los menores de edad que trabajan,
ya que por definición carecen de toda protección legal; una muestra
de la importancia del sector la de la ET88 al señalar que un 45 por 100
de los jóvenes de quince años tiene alguna experiencia laboral (el 20
por 100 en empleos remunerados y el 25 por 100 como ayuda
familiar).
2.
LA F R A G M E N T A C I Ó N SOCIAL Y LOS J Ó V E N E S :
EL «ÉXITO» PARA A L G U N O S ,
LA PRECARIEDAD PARA M U C H O S
Todo lo reseñado hasta aquí permite señalar algunas tendencias
del mercado de trabajo y del modelo de desarrollo de la sociedad
española, reflejados sobre la población joven. Los datos conocidos y
la evolución reciente no permiten adivinar exactamente cómo será
esta sociedad a finales de siglo de mantenerse la dinámica actual,
pero sí indican aquello que no promete ser. una sociedad de pleno
empleo, crecientemente igualitaria y no excluyente.
El modelo de crecimiento inaugurado en los últimos años,
enmarcado en la nueva institucionalidad democrática, ha partido de
una «tendencia lenta pero continua hacia la erosión de la seguridad de
empleo» ( 1 4 ) , expresada en los siguientes hechos: ampliación de las
posibilidades de despido justificado, flexibilización del empleo a través de los contratos temporales, deterioro general de las condiciones de trabajo y fuerte aumento de la economía subterránea. Un
estudio encargado por el Gabinete de la Presidencia de Gobierno se
(12) Dividiendo a los jóvenes en cinco estratos, la EJ88 encuentra una tasa de
paro del 30 por 100 entre el segmento inferior, que se reduce al 17 por 100 en el
superior. Ver Encuesta a la Juventudo.
c, p. 239.
(13) Ver AA.W., Condiciones de vida y trabajo en España, op. cit.
(14) TOHARIA, L., «Un fordismo inacabado, entre la transición política y la
crisis económica», en BOYER, R. (dir.), La flexibilidad del trabajo en Europa, Ministerio de Trabajo, Madrid, 1987, pp. 161-184.
199
refiere al período 1975-84 como década de «reajuste económicoestructural de grandes dimensiones (...en la que) la principal política
de reajuste se opera sobre la variable empleo» (15). El eje conductor
de las políticas económicas de los años 80 se basa en «favorecer al
máximo cualquier tipo de empleo, pues es mejor, se opina, emplear
temporalmente que no emplear en absoluto. Las segmentaciones que
pueden desprenderse de estas medidas pueden agravar las diferencias
existentes en una sociedad donde la economía sumergida (...) es ya
muy importante» ( 1 6 ) .
Por tanto, tras una primera fase de destrucción neta de empleo,
se produce la salida de la «crisis» relanzando el crecimiento y el
empleo, pero inaugurando una nueva realidad del mercado de trabajo.
Se consolidan ahora lafragmentación de la estructura ocupacional y la
polarización ocupacional: crecen simultáneamente las ocupaciones
más cualificadas (profesionales y técnicos superiores) y las menos
cualificadas (personal doméstico, «otros servicios no especificados»,
etc.), aunque con una evolución «fuertemente sesgada hacia el polo
inferior» (17). Se va consolidando así la fractura del mercado de trabajo en grandes bloques excluyentes entre sí: el mercado de trabajo primario ofrece puestos estables, buenas condiciones laborales,
posibilidades de promoción, salarios y cualificación relativamente
altos, garantías jurídicas e implantación de las organizaciones sindicales; en su seno cabe distinguir un segmento superior (técnicos y
directivos, gozan de autonomía en el trabajo y grandes posibilidades
de «hacer carrera») y otro subordinado (trabajadores semicualificados,
sujetos a supervisión y con reducidas expectativas de promoción y
movilidad). El mercado de trabajo secundario se define por contraposición a las características del mercado primario; la frontera entre
ambos se construye alrededor de las posibilidades de acceder a puestos de trabajo estables, con buenas condiciones laborales y perspectivas depromoción. Este esquema, seguramente simplificador respecto a
la dinámica social real, dibuja un modelo de Apartheid laboral», en el
que conviven —alejados de los sectores sociales dominantes— trabajadores asalariados estables (tradicionales) junto a sectores que
viven en la inestabilidad laboral, alternando subempleo y paro
prolongado.
(15) CASTELLS, M. y otros, Nuevas tecnologías, economía y sociedad en España,
Alianza, Madrid, 1986, p. 531 (vol. 2).
(16)
TOHARIA, L., op. cit., p. 181 (los subrayados son nuestros).
(17)
CASTELLS,
M. y otros, op. cit., p. 563.
200
Si bien los trabajadores más jóvenes, y muy especialmente las
mujeres jóvenes, tienen un peso mayoritario en el mercado laboral
secundario no conviene avanzar conclusiones excesivamente generalizadoras. N o es correcto afirmar que «la juventud» está abocada al
empleo precario o al paro, ya que la fragmentación social y laboral atraviesa a los propios jóvenes, definiendo clases y segmentos sociales diferenciados: hay jóvenes en la economía sumergida, con trabajos temporales,
en el paro, con empleo fijo y tamoién jóvenes empresarios y
profesionales.
3.
INDIVIDUALISMO Y UTILITARISMO...
T A M B I É N FRAGMENTADOS
Analizando las ideologías y valores juveniles respecto al trabajo
encontramos reproducida esta fragmentación, aunque podemos
señalar algunas características comunes a la mayoría de los jóvenes:
1) vigencia omnipresente de una visión instrumental del trabajo,
vivido como puro medio (no fin en sí mismo, forma de realización)
que permite el acceso a otros fines (establecidos en el mundo del
consumo); 2) generalización de modelos y actitudes individualistas,
centrados en la procura de recompensas personales, al margen de
iniciativas colectivas. En este marco general, los débiles atisbos de
valores «nuevos» referidos al mundo ael trabajo (solidaridad, trabajo
creativo, no competitividad...) no se ven favorecidos por la realidad
laboral ni encuentran asidero en las ideologías «juveniles» dominantes.
Con todo, esta caracterización general puede ocultar las diferencias efectivamente existentes entre los propios jóvenes. En grandes
líneas podemos encontrar, analizando ideologías y valores, una fragmentación similar a la propiciada por la estructura ocupacional. Por
una parte, existe una minoría «lanzada» que expresa los valores de los
sectores dominantes en la estructura social, aquéllos que si bien
reclaman protección y ayudas institucionales adoptan un individualismo combativo, asumen la lógica de la competitividad y la exclusión
social, y aspiran a formar parte de (o integran ya) las élites sociales
«modemizadoras». Veamos cómo lo expresa un grupo de jóvenes
empresarios y profesionales (18):
(18) Las citas <jue siguen están tomadas de varios grupos de discusión realizados para el estudio sobre Condiciones de trabajo de los jóvenes, op. cit.
201
«Aquí el mayor problema que tienen los jóvenes es la falta de iniciativa (...) Cuando la gente joven tenga más iniciativa, pues, se irá mejorando
la situación. Pero es el joven el que tiene que tomar conciencia de ello
y no estancarse.»
«...una persona que no se sepa expresar y no se sepa vender (...) no tiene
nada que hacer».
—«Mira, nosotros, pues, prácticamente podemos valemos por nuestros medios, por nuestras empresitas y tal. Pero, ¿y aquél que no tenga
estudios qué hace?
—Siempre tienen que haber, oye. el típico barrendero, el típico que tiene
que estar lavando platos, y toda esa gente, ¿no?
—Pues claro, tú decías antes: «a medida que falta trabajo hay gente que
se va quedando descolgada». Esto es un fenómeno que creo que ocurre en
la sociedad capitalista: hay gente que no consigue seguir en ese tren —la
sociedad es un tren que va en marcha—, esa gente se va cayendo y se quedan descolgados. Me parecen sectores de la sociedad que están marginados
y que, bueno, están ahí.»
Por otra parte existe una mayoría sin perspectivas que refleja las
actitudes de un individualismo resignado que no cree en el progreso,
debido a que su principal nexo de unión es «saberse sin futuro» ( 1 9 ) . La situación laboral, la falta de expectativas de promoción
familiar y la quiebra de los proyectos de cambio social radical han
convertido a estos jóvenes en una «generación sabia» Í20), plenamente consciente de vivir en un período de crisis global, sin salidas
visibles; por ello, impotentes para generar alternativas propias permanentes sumidos en la perplejidad, en el consumismo o en el cotidiano «buscarse la vida».
«—Esa es la cosa, que no hay ná pá ver ¿no?, porque hay una incertidumbre...
—¡Es que no hay futuro!... Yo voy tirando con lo que sale..., viviendo el
tiempo conforme te venga, porque no hay una expectativa de futuro, no ya
el lejano sino el próximo de dos años, qué iré a hacer en estos dos años... Es
que no hay ninguna perspectiva, es lo que vaya saliendo, ¿no?»
[Jóvenes en la economía sumergida]
(19) Ver CARRIÓN, A., Ideologías, normas y valores de la juventud, Madrid,
1984 (estudio no publicado, realizado para el Instituto de la Juventud).
(20) Ver Equipo de Estudios, Cambios en las relaciones sociales y en las formas de
vida de la población trabajadora madrileña durante la crisis (1975-85), Consejería de
Ordenación del Territorio, Madrid, 1985.
202
En este bloque mayoritario se distinguen dos subsectores. D e
un lado los impotentes de las capas medias, que se mantienen dentro del
sistema escolar pero sin posibilidades darás de ascenso social; sin
embargo, mantienen un resto de esperanza cifrado no en sus propias
potencialidades sino en la ayuda institucional, único medio para eludir la precariedad absoluta:
«—Yo creo que estamos completamente de acuerdo en que desde arriba
algo se podría hacer.
—Falta que los de arriba estén de acuerdo en que lo pueden hacer.
—Y bajen.
—Sí, que bajen un poquito de las nubes y que se atrevan a mirar la
tierra (...).
—Son mucosas que no dependen de nosotros, además que sabemos que nosotros digamos: «bien» o «mal» les va a dar lo mismo...» ( 2 1 )
En cambio, los resignados de clases sumergidas no esperan realmente nada, se dedican a «buscarse la vida» sin más horizonte que el
de la supervivencia, en un medio hostil e injusto; saben que la situación no es igual para todos pero no esperan nada de las instituciones
(administración, partidos o sindicatos):
«—Va por clases, vamos, que hay jóvenes que no están trabajando pero
les están manteniendo sus padres, ¿no? (...) y otra gente que tiene que ponerse
a buscar la vida en lo que sea.
—...el paro desde luego es la frustración más grande que tenemos cualquier persona.
—En el verano ya hay trabajo y ya pillas un trabajo estable de tres o cuatro
meses, ¿no?»
[Jóvenes en la economía sumergida]
«—No sé, se aprovechan, tienes que hacer horas extras sin tener que
hacerlas, ¿no?, y si quieres sí y si no... te echan, y encima te las pagan
cuando quieren.
—Yo a este hombre le podía haber denunciado, sí, pero hace falta mucho
dinero para decir: «esto es mío» (...)
—Que no, que no. El que tiene dinero siempre gana, aunque no sea
verdad.»
[Jóvenes trabajadoras no cualificadas]
( 2 1 ) Grupo de discusión con jóvenes de capas medias, entre dieciocho y
veintitrés años, pertenecientes a asociaciones culturales y de servicios.
203
«—(El futuro lo vemos) malo.
—Si sigue así..., recogiendo cartones.
— Y a la chatarra.»
[Jóvenes en paro]
«—Se tiene que buscar uno la vida. Lo que no se puede se fiar de ellos...
—¡Claro!
—De los altos cargos...
—Sí, sí, de buscarla tienes que ser tú porque no puedes esperar que nadie te la arre-
gle, eso está muy claro {...)La sociedad se sabe que no te va a dama. Si le buscas algo es porque tú te lo rebuscas. Pero que no te va a venir ná.»
[Jóvenes en la economía sumergida]
Este somero recorrido sobre datos y opiniones referidas a la realidad laboral de los jóvenes muestra la heterogeneidad que recorre al
colectivo, aunque dentro de un marco dominante caracterizado por
la precariedad laboral y la inseguridad repecto al futuro. Desde una
actitud optimista acerca del desenvolvimiento del modelo socioeconómico vigente, cabría esperar que estas situaciones estuvieran limitadas sólo a los primeros años de vida laboral. En otras palabras: el
paro y el subempleo «juveniles» serían males que se superarían con el
mero paso de los años. La única vía para confirmar o desestimar tal
hipótesis sería estudiar el conjunto del mercado laboral español,
dejando de lado los enfoques segmentados que parcelan inadecuadamente la realidad social. Con tal cambio de perspectiva podríamos,
muy probablemente, «descubrir» cómo las desigualdades sociales tienden a reproducirse a través del tiempo, por lo que el joven subempleado o desocupado de hoy se ve abocado a convertirse en un
adulto que no conozca más realidad que la del paro, la economía
sumergida o el empleo precario.
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