LA HISTORIA TRAGICÓMICA DE DON HENRIQUE DE CASTRO: LA PRIMERA NOVELA HISTÓRICA HISPANOAMERICANA by Fresia Inés Sánchez M.A., The University of Calgary, 1987 A THESIS SUBMITTED IN PARTIAL FULFILLMENT OF THE REQUIREMENTS FOR THE DEGREE OF DOCTOR OF PHILOSOPHY in THE COLLEGE OF GRADUATE STUDIES (Interdisciplinary Studies – Spanish) THE UNIVERSITY OF BRITISH COLUMBIA (Okanagan) November 2012 © Fresia Inés Sánchez, 2012 Abstract In 1617, Francisco Loubayssin de la Marca published his Historia tragicómica de don Henrique de Castro, a novel that narrates the adventures of several characters, their relationships with one another, and their travels throughout the world. The work has been categorized within the scope of several different literary genres, such as the Byzantine, the sentimental, and the picaresque, to name a few. Though the text has received some historical criticism by George Ticknor, José Toribio Medina, Cedomil Goiĉ and Arsenio PachecoRanzans, it has not been studied in depth, nor has it been published as a modern critical edition. The purpose of this thesis is twofold. It presents a modernized and annotated edition of the Historia tragicómica de don Henrique de Castro and an overall study of Loubayssin de la Marca’s principal works. Engaños deste siglo y historia sucedida en nuestros tiempos, Historia tragicómica de don Henrique de Castro and the Panegírico al gran Cardenal Duque de Richelieu are discussed within the framework of the Spanish novel in the sixteenth and seventeenth centuries. Chapter 1 identifies Fernando de Rojas, Lope de Vega, Miguel de Cervantes and Alonso de Ercilla’s influence in Loubayssin’s works. It analyzes Loubayssin’s use of different narrative models which were popular at that time. Chapter 2 provides a comprehensive study of the historical, political, social-economic, religious and cultural situation in Spain and France from the sixteenth to the seventeenth centuries. The modernized and annotated edition of the Historia tragicómica de don Henrique de Castro is presented in Chapter 3. This thesis demonstrates that this novel is an innovative historical narrative, the first of many that will incorporate elements of the “discovery” and conquest of the New World. As such, it should be considered for a more accurate configuration of the Early Modern Spanish novel. We hope that this study will contribute to this process. ii Table of Contents Abstract ii Table of Contents iii Acknowledgements iv Dedication v Introducción 1 Capítulo 1 – Francisco Loubayssin de la Marca y la novela en el siglo XVI y XVII en España………………………………………………………………………….4 La obra de Loubayssin en la novela del siglo XVI y XVII …………………………..4 Bosquejo sobre la vida y obra de Francisco Loubayssin de la Marca ........................... 14 La novela histórica ........................................................................................................ 23 Aportes de Loubayssin a la novela española ................................................................. 30 Elementos Celestinescos ............................................................................................... 47 Capítulo 2 – El imaginario histórico de la España de los siglos XVI y XVII en la obra de Francisco Loubayssin de laMarca………………………………...56 Engaños deste siglo (1615) ........................................................................................... 69 Historia tragicómica de don Henrique de Castro (1617)............................................... 75 Panegírico al gran Cardenal Duque de Richelieu (1639) ............................................. 90 Capítulo 3 – História tragicómica de don Henrique de Castro ………………….............101 Conclusión ………………………………………………………………………………...471 Bibliografía ………………………………………………………………………………480 iii Acknowledgements I would like to thank the following people who gave me their support and warm encouragement to complete this journey, my thesis committee members, Dr. Mercedes Durán–Cogan, Dr. Bernard Schulz–Cruz and Dr. Patricia Tomic. To them I give my deep appreciation for their comments and professional proofreading of the text. I would also like to thank Dr. Marvin Krank, the former Dean of Graduate Studies of the University of British Columbia, Okanagan, who opened the doors for this project to exist. This project owes its greatest debt to Dr. Derek Carr and the late Dr. Arsenio Pacheco–Ransanz of the University of British Columbia, Vancouver, who first suggested it and convinced me of the importance of the text. A special acknowledgement must go to my friends and colleagues from the Department of French, Italian and Spanish at the University of Calgary, Dr. Elizabeth Montes –Garcés, Dr. Eileen Lohka, Dr. Luis Torres, Dr. Rachel Schmidt, Prof. Michael Dabrowski and Prof. Matthew Prochenka. I am grateful for their kind words and friendship. Finally, I would like to thank Ms. Jennifer Cook, Dean’s Assistant, College of Graduate Studies, at the University of British Columbia, Okanagan, for her timely assistance throughout this process. iv Dedication To my family. v Introducción En la novelística1 del siglo XVII, el escritor gascón2 Francisco Loubayssin de la Marca presenta una compleja figura. Por su origen es un escritor francés; sin embargo, sus dos novelas escritas en español, Engaños deste siglo y historia sucedida en nuestros tiempos, (1615) y la Historia tragicómica de don Henrique de Castro, en cuyos estraños sucessos se veen los varios y prodigiosos efectos del amor y la guerra3 (1617) le sitúan como un autor de la novela española. Es más, esta última novela hace que se le considere como un autor de la época colonial. El análisis de ambas obras ayuda a calibrar la contribución de Loubayssin a la novela del siglo XVII en España y a la novela colonial hispanoamericana. El objetivo de esta disertación es presentar, por una parte, la edición comentada y modernizada de la Historia tragicómica además de ofrecer un análisis general de las dos novelas de Loubayssin y del Panfleto dedicado a Richelieu dentro del contexto de la novela española de los siglos 16 y 17. En el capítulo I situamos las novelas de Francisco Loubayssin en la tradición literaria de la época del autor y analizamos distintos aspectos de Los engaños deste siglo y la Historia tragicómica. Luego se presenta la vida y la obra de Loubayssin. También se discute el marco metodológico, el estudio y el análisis del concepto de la novela histórica. A continuación se analiza la contribución de Loubayssin a la novela. Además se estudian distintos elementos en los textos del autor, por ejemplo: la manipulación de la trama y de los géneros narrativos en función del tema. Vemos que en sus dos novelas, Loubayssin se apoya en modelos novelísticos conocidos para buscar 1 Novelística, tratado histórico de la novela. Natural de Gascuña, región al suroeste de Francia. 3 De ahora en adelante Historia tragicómica. 2 1 nuevas formas y estructuras de escritura. Finalmente se discute la influencia de La Celestina en las dos novelas. En el capítulo II se analiza el imaginario histórico en las dos novelas y en el Panegírico al gran Cardenal Duque de Richelieu 4 (1639). Aquí, el primer objetivo es plantear las bases teóricas e históricas que nos permiten explicar la importancia de Loubayssin. El segundo, es la contextualización de su obra en relación a los distintos aspectos políticos, económicos y sociales del Imperio Español en la época. Se enfatiza la importancia de las obras de Loubayssin en la formación de una interpretación más completa de los siglos XVI y XVII y de su relación con el Nuevo Mundo. Este enfoque nos permite ver el imaginario histórico como un proceso dinámico y global que se inicia antes del ‘descubrimiento’ y la conquista de las tierras americanas. Luego este capítulo se enfoca en el análisis de las obras de Loubayssin: Los engaños deste siglo, Historia tragicómica y finalmente en El panegírico donde se examina la política del Cardenal y el efecto de la guerra de 1634 en el Imperio Español. El capítulo III comprende la versión anotada y modernizada de la Historia tragicómica de la edición publicada en París en1617. El interés de trabajar la Historia tragicómica emerge de haber leído la obra de Pablo Neruda Para nacer he nacido (1977). En ella Neruda menciona este texto como “el olvidado novelón que siempre lo atrajo y conmovió” (198). Esta lectura nos motivó a iniciar la búsqueda de la novela. Es así como se consulta los ejemplares de la Biblioteca Nacional de Chile y La Biblioteca Nacional de Madrid. Finalmente se consiguió la copia en microfilm de la Biblioteca de la Universidad de Brown. En esta investigación son de enorme importancia las publicaciones de Arsenio Pacheco-Ransanz, “Francisco 4 De ahora en adelante Panegírico 2 Loubayssin de la Marca, notas para la historia de la novela española del Siglo de Oro” y “Francisco Loubayssin de la Marca. El personaje y su obra”. El texto base de nuestra edición modernizada es la primera y única edición, conocida hasta ahora, de la Historia tragicómica publicada en 1617 en París. En nuestra edición se ha procurado extremar el respeto a las copias consultadas. Se señalan con corchetes las intervenciones cuando parece faltar un elemento morfológico o gramatical, explicando en la nota el motivo de la intervención. En cuanto a la anotación se ha intentado la máxima sencillez y brevedad, procurando por regla, aclarar el sentido literal. Las notas textuales tratan asuntos léxicos y literarios, e identifican instituciones, costumbres, lugares, leyes, monedas, etc., comunes en tiempos de Loubayssin, pero tal vez poco familiares al lector de hoy. Varias razones hacían obligada una edición de este texto. La más importante es que esta novela es precursora en el ámbito de la novela histórica hispanoamericana. Además, posee el valor de ser un ejemplo de la incorporación de nuevas formas narrativas. Asimismo, la crítica que se ha hecho hasta ahora de la Historia tragicómica no se ha referido a las posibilidades del texto en cuanto al género de la novela y que las innovaciones de Loubayssin se reflejan en cómo él elige estructuras propias de un género dado para tratar temas propios de otro. Estos análisis pueden haber influenciado en el hecho de que no se haya producido una edición anteriormente. Finalmente, por su importancia histórica esta obra merece ser rescatada del olvido, y ser leída por futuras generaciones, pues por su contenido forma parte del patrimonio cultural del Nuevo Mundo. 3 Capítulo 1 – Francisco Loubayssin de la Marca y la novela en el siglo XVI y XVII en España. Tengo un libro apergaminado y amarillo que siempre me atrajo por su locura y su verdad. Harto me ha conmovido encontrar a través de las 800 páginas del olvidado novelón el paisaje y los nombres fragantes del sur de Chile. Pablo Neruda5 La obra de Loubayssin en la novela del siglo XVI y XVII En la novelística del siglo XVII, el escritor gascón Francisco Loubayssin de la Marca presenta una compleja figura. Por su origen es un escritor francés; sin embargo, sus dos obras escritas en español lo sitúan dentro de la novela española. Es más, una de sus novelas, la Historia tragicómica de don Henrique de Castro hace que se le considere como un autor de la época colonial.6 La Historia tragicómica ha recibido variadas críticas en cuanto a su valor dentro de la novelística española e hispanoamericana del siglo XVII. La novela ha sido calificada por León Pinelo7 como “libro fabuloso de caballerías” (358). Es posible que Pinelo base su opinión en la primera parte de la novela cuando se menciona al Amadís de Gaula, y las expediciones de los conquistadores en México, Perú y Chile donde se 5 Pablo Neruda. Para nacer he nacido. 198. Ver Goiĉ, “La novela hispanoamericana.” 396-406. 7 Ver Antonio. 6 4 incluyen algunos episodios fabulosos, como por ejemplo, encuentros con fantasmas y demonios. Esta opinión es compartida por el crítico chileno José Toribio Medina: Este apartado país de Chile, que tan pocos europeos visitaron en aquellos remotos tiempos, se prestaba maravillosamente a la fábula y todo lo que la imaginación podía inventar de más extravagante y aún de absurdo, hasta en el orden material, se suponía que aquí tenía su cuna. Por eso no nos parecerá extraño […] que otro vizcaíno de nacimiento, llamado Francisco Loubayssin de la Marca publicó su Historia tragicómica de don Henrique de Castro. (291) Otros son menos elogiosos en su crítica. Por ejemplo, George Ticknor considera la novela como “una amalgama confusa y extraña de sucesos ciertos con aventuras imaginarias. Como novela histórica es cansadora y malísima” (91). Cuando el crítico califica el texto como “una amalgama” de sucesos, en cierto sentido tiene razón pues la novela de Loubayssin es, como dice el mismo autor, “un compendio” de los hechos históricos más importantes desde la muerte de los reyes católicos hasta la conquista de México y Perú. Ticknor seguramente se refiere en particular a los largos discursos del ermitaño8, en que habla de la fortuna, y de los malos amigos, con un lenguaje moralizador que lleva la paciencia del lector hasta el límite. Por otro lado, la opinión de Arsenio Pacheco difiere de las anteriores al considerar la novela un caso de interés dentro de la novela española, por la integración del elemento histórico del Nuevo Mundo, y el uso de los distintos géneros narrativos: 8 Ermitaño, persona que vive en una ermita, un santuario o una capilla pequeña, y cuida del lugar. 5 [L]a obra no merece el tono casual con que ha sido tratada por la crítica, y aunque haya perdido su frescura y atractivo para el lector moderno, es un caso de sumo interés en la historia de la literatura española (Francisco Loubayssin de Lamarca: Notas 554) Más específicamente, Cedomil Goiĉ incluye la Historia tragicómica dentro de la serie de novelas de la época colonial, resaltando su valor por ser la primera novela indianista y comentando sobre la particularidad del método utilizado en la narración. El investigador opina que el texto es: [u]na singularísima obra dentro de la novelística hispanoamericana del siglo XVII. La ambigüedad es el método de esta novela, la primera novela histórica e indianista, que saca partido de casi todos los géneros novelísticos existentes, desde la novela bizantina y el frenesí del acontecer hasta la parálisis eglológica de la novela pastoril; desde la visión ascética hasta el nudismo provocativo. (371) Goiĉ no solo resalta la combinación de múltiples géneros narrativos utilizados por Loubayssin sino también su interés en encontrar nuevos modos novelísticos. Sin duda Loubayssin incorpora en sus novelas distintos géneros novelísticos en boga en su tiempo siguiendo una tradición iniciada en el siglo anterior. Por ejemplo, la Cuarta parte del Florisel de Niquea de Feliciano de Silva (1551), muestra antecedentes de la novela pastoril en las novelas de caballería; Los amores de Clareo y Florisea de Alonso Núñez de Reinoso (1552), exhibe la influencia de lo sentimental con lo pastoril; en Menina e moça de Bernardim Ribeiro (1554), confluyen lo sentimental, lo caballeresco y lo bucólico. El mismo Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1559-1604), ha sido 6 calificado como un híbrido entre una novela de entretenimiento de género picaresco y una caracterizada por sus rasgos de sermón moralizador. En ella se presenta la diferencia entre el protagonista cuando es un joven pícaro de cuando es ya maduro, momento en que reflexiona críticamente sobre su vida anterior. Finalmente en Los siete libros de la Diana de Montemayor (1559), se nota la disminución del aspecto caballeresco, y la preponderancia de lo lírico y lo narrativo. La obra combina el verso y la prosa. Como afirma Asunción Rallo Gruss, estas narraciones: son propuestas de nuevas formas, surgidas en el común interés de crear libros (<romances>) nuevos. Y entienden estas innovaciones como inclusión y aprovechamiento de elementos de formas narrativas ya probadas, propiciando para el remozamiento el hibidrismo. (130-31) Asimismo la novela de Montemayor pone en práctica el recurso de que la narración es una agrupación, si se puede llamar así, de varias historias: Los siete libros de la Diana implican la modernidad de utilizar el nombre del personaje no protagonista como lugar de la colectividad, como agrupación de historias que, en su interferencia, se remiten entre sí aun manteniéndose independientes, se coordinan en la misma problemática del amor de que brindan diversos aspectos y realizaciones. Es ésta confluencia un nuevo espacio narrativo y el hallazgo de una nueva concepción del ámbito novelesco. (157) 7 Volviendo a la Historia tragicómica, podemos decir que en ella el joven don Henrique no es el protagonista principal de la historia,9 pero el personaje permite la “confluencia” de las historias de los demás protagonistas. Don Henrique es uno de los narradores. Hay a su vez un narrador intradiegético10 que también narra e interviene en las distintas aventuras de los personajes, por ejemplo, en la historia de Juan Serrano, el sobreviviente de la expedición de Magallanes, quien se convierte en rey de Subo y Borna. Este segundo narrador interviene para defender la condición de la mujer “bárbara” que no necesita aprender los artificios y deslealtades de las mujeres “civilizadas”. En otros casos, por ejemplo, cuando empieza la extensa narración del ermitaño, don Henrique se convierte en narratorio, es decir, en el destinatario de la narración de su abuelo y también de la de Sicandro/Elisaura. El narrador intradiegético también interviene para hacer la acción más dinámica, dar más detalles a la narración de los protagonistas, o para interrumpir la narración del ermitaño. La búsqueda de nuevos modelos de narración de Lope de Vega también tiene influencia en Loubayssin, en 1604 Lope de Vega publicó El peregrino en su patria, una complicada novela de aventuras, llena de complejos y enredados incidentes. Se trata de una narración extremadamente artificiosa. Los protagonistas, Pánfilo de Luján y la hermosa Nise pasan por graves dificultades para lograr su amor. Entre los muchos episodios de la novela, hay naufragios, piratas, disfraces, equivocaciones, duelos, condenas a muerte. Toda la acción se desarrolla en España. El peregrino en su patria, es 9 James Fogelquist: “De hecho, durante la Edad Media todos los cultivadores castellanos del género del libro de caballerías siempre se refieren a sus obras como “historias”. Evidentemente, durante aquella época el término “historia” se aplicaba, con frecuencia, sin distinción alguna, tanto a narraciones totalmente fabulosas como a obras estrictamente históricas, o sea, verdaderas.” (6) 10 Es narrador que está dentro del texto, comunica con los demás personajes, y da su opinion. 8 una comedia, escrita en prosa, en la que los personajes no son tratados como héroes de una narración, sino de una comedia de intriga. El héroe sufre distintos cambios de fortuna, es cortesano, soldado, cautivo, peregrino, preso, loco, pastor, etc. La novela tiene un desenlace feliz a través de situaciones verdaderamente asombrosas. El peregrino en su patria es una novela que requiere bastante atención del lector. La acción es muy lenta, y los personajes parecen ser más de una obra de teatro. Sin embargo, es importante destacar el hecho de que Lope de Vega también integra otros géneros en la narración, por ejemplo la égloga Serrana hermosa, que de nieve helada y cuatro autos sacramentales: El viaje del alma, Las bodas del alma y el amor divino, La maya y El hijo pródigo. La influencia de este texto de Lope de Vega sobre la Historia tragicómica es evidente especialmente los cambios de fortuna que sufre Pánfilo de Luján. Loubayssin, saca partido de las narraciones e historias de los ataques de los piratas turcos en el Mediterráneo y las integra en la historia. En poder de los piratas turcos, don Esteban es trasladado a Constantinopla, en donde después de un tiempo por otro revés de la fortuna le encontramos en la batalla de Diu. Los asaltos de los piratas turcos aparecen en El peregrino en su patria, la diferencia es que en este caso, los piratas no son tales si no que es Filandro quien ayudado por sus amigos logra raptar al objeto de su amor cuando ella estaba a punto de contraer matrimonio. Lope de Vega relata el episodio así: Allí tomó traje de turco, y con la chusma necesaria esperó a Florinda [….] Abordaron finalmente, y saltando dos amigos con ábito turquesco en la 9 barca, arrebataron la nueva Elena, que trasladando della al vergantín enriquezieron los brazos de Filandro…. (142) La influencia de Miguel de Cervantes en las novelas de Loubayssin también es indudable. Las innovaciones narrativas de Cervantes en sus novelas Don Quijote (16051615) y Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617) siguen esta tradición de encontrar formas nuevas de narrar. Las obras de otros autores le sirven de modelos en sus novelas, y logra crear una obra híbrida, y un nuevo modo de narrar.11 Según Rachel Schmidt, en el tiempo de Cervantes existe una confluencia de diferentes narrativas; por lo cual, no es difícil imaginar que uno de los resultados es el de la experimentación: When one also takes into account the many texts of sentimental and pastoral fiction as well as chivalric romance produced in sixteenth-century Spain, it becomes apparent that Cervantes was writing in a time of much fertile experimentation with prose. (16-17) Cervantes anticipa la publicación del Persiles en el prólogo de las Novelas ejemplares (1613) y afirma que es un «libro que se atreve a competir con Heliodoro», es decir, con el modelo de la ficción bizantina según la sensibilidad estética del siglo XVI. El Persiles es, pues, una novela y una idea de la novela.12 Juan Bautista Avalle Arce considera que es ‘la gran epopeya cristiana en prosa, propósito que ha desorientado a muchos lectores y 11 Don Quijote, according to Bakhtin is a text “ which realizes in itself, in extraordinary depth and breadth, all the artistic posibilities of heteroglot and internally dialogized novelistic discourse.” (The Dialogic 324). 12 Historia etiópica atribuida a Heliodoro de Emesa, escritor del período helenístico. El texto se publicó en Basilea el año de 1534. La figura del «peregrino» protagonista de este género de novelas —entendido como símbolo del hombre cristiano que hace su itinerario físico y moral en la tierra— personifica el ideal del protagonista más característico de la «novela de la Contrarreforma. También se les llama novelas de aventuras peregrinas. 10 provocado no menos desaciertos críticos’ (Cervantes y el Quijote 601). Alban Forcione afirma que la peripecia de los héroes desde los confines de la tierra hasta llegar a Roma, ciudad celestial, es un itinerario que representa la salvación del alma humana, y que tanto en el Quijote como en Los Trabajos de Persiles y Segismunda: […] we observe a process which we could describe as the birth struggle of the modern novel, a drama of disengagement as the new literary form breaks free form the strictures which had created. Cervantes applies his familiar methods of dealing with experiential phenomena and reductive systems, confronting the classical dogma with both experience and rational argument. (344) Julio Baena opina que en el Persiles, Cervantes crea una utopía barroca. El hecho de que la obra tenga en el título la palabra “trabajos” la diferencia de las obras que se tratan de aventuras o de las hazañas de algún héroe. Los ‘trabajos’ conllevan la connotación de una acción constante: Si el Persiles es utopía, no es ciertamente utopía renacentista, sino utopía barroca [….] Este trabajo, este dinamismo puro, es la clave del Persiles, y su diferencia con la hazaña o la aventura, lo que puede distinguirle de los tipos de romance más dinámicos y acercarle —si no incluirle— dentro de la novela. (129-30) La importancia del Persiles radica en que es una novela más teórica, y un concepto de novela ideal. Se podría decir que busca entretener y también deleitar, pero si se toma en consideración el concepto de “utopía renacentista”, el Persiles pierde algo de la energía y autonomía del Quijote. Sin embargo esta novela póstuma de Cervantes puede 11 competir con la de Heliodoro en cuanto puede superar el modelo de la novela bizantina. Diana de Armas, señala que: All the hybrid forms present in Cervantes’s earlier work may be retrospectively understood through the Persiles, which rises from the same kind of “polyglot energies” found in the ancient novel to position itself on the border between multiple culture and languages. (103) Las novelas de Cervantes, y en especial Don Quijote son una prueba contundente de esta búsqueda y experimentación de nuevas formas narrativas. El resultado es la creación de una nueva forma de narrar, la novela moderna. En Don Quijote13 se suman todas las partes de los distintos modos de narración. Es producto de la imaginación y de la razón: The new synthesis can be seen clearly in a writer like Cervantes, whose great work is an attempt to reconcile powerful empirical and fictional impulses. From the synthesis he affected, the novel emerges as a literary form. The novel […] is a product of the reunion of the empirical and fictional elements in narrative literature. (Scholes, Phelan and Kellog 15) En efecto, es importante señalar que los cambios experimentados por el género de la narración durante los siglos XVI y XVII culminan en la creación de la novela 13 Rachel Schmidt: para “Friedrich Schlegel, the Sancho arabesque gives shape to a form of critique based as much on imaginative representation as on analytical insight. As such, it serves as a model for the modern novel conceived of as a form of social and philosophical critique. Cervantes’ Don Quixote provides him with a model for dialogue capable of interweaving difference into a whole. It also provides him with a means to dignify parody and to privilege comic reversal and descent. (81) Según la investigadora, “Hermann Cohen notes that, in Cervantes’ Don Quixote, “poetry becomes the prose of the novel” (152) In this sense, Don Quixote serves as the beginning point for the modern novel, setting forth the genre’s rule and direction in a way that is neither purely prescriptive nor descriptive, but rather productive.” (154) 12 moderna.14 Podríamos decir que este es el legado literario que sirve de punto de partida a Loubayssin para escribir sus dos novelas en español. 14 Michael McKeon: “Of course the very capacity of seventeenth –century narrative to model itself so selfconsciously on established categories bespeaks a detachment sufficient to imagine them as categories, to parody and thense to supersede them [….] An the genre of the novel can be understood comprehensively as an early modern cultural instrument designed to confront, on the level of narrative form ad content, both intellectual and social crisis simultaneously. The novel emerges into consciousness when this conflation can be made with complete confidence.” (396-97) 13 Bosquejo sobre la vida y obra de Francisco Loubayssin de la Marca Los datos que tenemos de la vida personal y profesional, viajes, trabajos y conexiones religiosas, políticas o literarias, de Francisco Loubayssin de la Marca son muy escasos. Tampoco sabemos el lugar y fecha de su muerte. Trataremos en lo posible de ordenar ese escaso material para esbozar su biografía. Como sabemos por el grabado que aparece en la Historia tragicómica, Loubayssin podría haber nacido en 1588. Era gascón o vizcaíno, como lo declara un amigo en un soneto en la Historia tragicómica: Más si tienes el nombre, con la Marca, De la lengua española en que has escrito Quién ha de ser bastante a censurarte? Sino es aquel que con rigor de parca Quisiere con su lengua condenarte, Sin saber que es Gascuña tu distrito. Sin pág. El mismo Loubayssin declara ser de la región de Gascuña en el Prefacio de su última novela, Les adventures héroϊques et amoreuses du Comte Raymond de Tolouse et de Dom Roderique de Vivar (1619), citado por Madeleine Lorch en su artículo acerca del Cid y Raymond de Toulouse: S’il faut que j’avoue à la suite de cecy, que j’écris mieux en espagnol qu’ en ma prope langue; je te prie d’ en attribuer plustost la cause au grand séjour que j’ ai fait à Madrid qu’ à nulle afecction que j’ aye pour le castillan. Je suis Gascon, et par conséquent trop vain pour céder par inclination à la France. Les gascons n’ ont jamais été bons amis des Espagnols, pour te donner sujet d’ avoir soupçon de moi. (471) 14 El autor deja en claro sus orígenes y también que no tiene simpatías por España, a pesar de haber vivido allí por algunos años. Loubayssin nace al principio de la llamada guerra de los tres Enriques15. El asesinato del duque de Guisa y del Cardenal de Guisa por orden del Rey, el 23 de diciembre de 1588, es prueba de la violencia que ha invadido la vida cotidiana en Francia. El afán de poder de la nobleza es una fuerza que el Rey debe doblegar16. El primero de enero 1589, Enrique III de Francia realiza importantes cambios en su administración. Se crea un departamento de estado dedicado a los asuntos exteriores. Una de las razones de estos cambios es que el monarca sospecha que sus secretarios de estado, Villeroy, Billièvre, Brûlart et Pinart no parecen preocupados por la situación española, en especial el señor Villeroy, buen amigo del embajador español, don Bernardo de Mendoza de quien aun el mismo rey dice que es “un bon Espagnol” (Baillou 57). El cambio entre las relaciones de España y Francia se refleja en la vida cotidiana. La vida familiar de Loubayssin se ve afectada por los cambios sociales y religiosos. En 1603 se publica un edicto para que, con la protección del rey Enrique III, los jesuitas puedan establecerse en Francia y tener colegios. Famosos entre ellos fueron los de La Flèche y de París, a los que las familias ricas mandaban sus hijos, mientras otros los consideraban una invasión extranjera. Según Fernando García de Cortázar, “[e]n el siglo XVII los jesuitas monopolizan la educación y se adueñan del confesionario real” (275). Por sus escritos y afiliación parece ser que Loubayssin se educó en un colegio jesuita, en que la educación daba mucha importancia a los autores clásicos. Sus vínculos 15 Guerra de los tres Enriques sucedió entre 1585 y 1598. La protagonizaron el duque Enrique de Guisa (1550-1588), Enrique III de Francia (1551-1589), y Enrique de Navarra (1553-1610. El conflicto fue parte de las Guerras de Religión francesas. 16 Históricamente, los reyes europeos siempre luchaban con la nobleza para mantener control, ya que los nobles solían considerar al rey como uno de ellos. 15 a la iglesia y a sus emisarios están patentes en su vida y obra. En la Historia tragicómica son frecuentes las alusiones a la devoción a la virgen sobre todo cuando habla el ermitaño.17 Algunos datos biográficos de Loubayssin aparecen en el tomo xxxv de la revista la Revue de Gascogne (442). Sus padres Gerard Loubayssin y Nadine Lamarque tuvieron ocho hijos. El testamento de la madre refleja algunas diferencias familiares. Nadine Lamarque deja a su hijo Dominique heredero universal, y deshereda a Jean su hijo primogénito pues dice no haberlo visto por catorce años desde que reside en Salamanca, donde puede ser que haya contraído matrimonio. A Francisco le deja ciento cincuenta libras y un poco más al resto de sus hijos. El señorío de La Marque correspondería a Dominique y podemos asumir que después de su muerte, el título le corresponde a Francisco. Jean continúa en España el oficio de su padre, el de mercader.18 En algunas regiones de España como Valencia, Barcelona, Sevilla y Cádiz, los comerciantes franceses tuvieron éxito y llegaron a gozar de cierto prestigio social, a diferencia de sus compatriotas jornaleros o dedicados a oficios manuales. Muchos de los comerciantes contraían matrimonio con españolas a fin de tener raíces más sólidas en su país adoptivo. Tal parece ser el caso de Jean de Loubayssin. Según Miguel Herrero García, en Ideas de los españoles del siglo XVII, entre los oficios que los franceses ejercieron en España figuran principalmente los de afiladores y cerrajeros, aguadores, castradores, titiriteros, 17 En su presentación a la edición de Elisa Rosales de Engaños deste siglo, Howard Mancing comentando el tema del honor y el papel de la Inquisición en la sociedad española dice que el autor, Loubayssin de la Marca, podía ver esto desde un punto de vista distinto por cuanto “ It is impossible not to relate these concerns to the author’s marginalized position as an exile and a Protestant and to read them as a serious indictment of Spanish culture” (viii) Dados los datos que tenemos de la vida de Loubayssin y de su familia parece un poco difícil verles como una familia perteneciente al bando hugonote. No poseemos otros datos que demuestren que la familia estaba dividida por cuestiones religiosas. Mancing puede referirse a otra de las cinco ramas de la familia Marca. 18 Arsenio Pacheco-Ransanz:: “Francisco Loubayssin de la Marca, notas para la historia de la novela española del siglo de oro” (553-57) 16 buhoneros, y pordioseros (385). La niña de los embustes, de Carlos Solórzano habla de un personaje de la siguiente manera: Este era natural de Gascuña, en Francia, a quien en nuestra España llamamos “gabachos”. Había sido ocupado en el oficio de buhonero, trayendo caja y vendiendo por la corte; proveíale su casa un francés rico, que tenía tienda de por junto, con el cual había ganado tanto crédito que le fió más de lo que fuera bien. (26) Por cuanto sabemos, el “francés rico” definiría mejor la figura de Jean de Loubayssin. Por el testamento de su madre, se deduce que el hijo mayor tiene una buena situación económica en España, y no necesita la herencia de su abuelo materno. Francisco Loubayssin demuestra tener conocimiento de las telas y bordados de la época. También puede deducir su valor. De los escritos de Francisco Loubayssin se deduce que viajaba frecuentemente a España a visitar a su hermano Jean, lo que explica su dominio del idioma y su amplio conocimiento de la historia y literatura española de los siglos XV y XVI. Parece que la estancia de Francisco Loubayssin en España fue bastante prolongada, y es lícito asumir que la dedicara a empresas comerciales y a viajar a distintas partes del país para negociar con otros comerciantes franceses. Como muchos otros franceses de ese tiempo, Loubayssin hace buen uso de la fortuna adquirida en España al regresar a su país de origen. En Los engaños deste siglo, Loubayssin implica que su estadía en España fue de varios años: “No hay que espantarse porque los reyes de España se hazen tan de veras obedecer a sus súbditos, y la justicia tiene tanta autoridad sobre los grandes: que yo me acuerdo, que en los primeros años que yo estuve en España, sucedió en Madrid un caso 17 harto notable” (239-40). Loubayssin se refiere a los casos en que el rey puede hacer justicia y castigar a los nobles por abusar de su poder. Aunque la siguiente información sobre los franceses que trabajan en España se refiere a unos años más tarde, creemos que la situación descrita en Avisos de Jerónimo Barrionuevo no debió ser muy diferente en los tiempos de Loubayssin: Desde el lunes está todo el Consejo pleno cerrado, y dada orden a los Relatores que no vengan esta semana. Dícese es por diversas cosas, y entre ellas, para echar de España todos los franceses solteros que desustancian a España, y se dice haber más de 20.000 de ellos, que no hay año que no se lleven a 1.000 reales de a ocho uno con otro a Francia, que es una gran suma. Aunque el inconveniente de hacerse soldados y dar más gente al enemigo no sé si lo miran bien. Fuera de los que los más son tan ladinos, que pasan como españoles o como loreneses, esguízaros y otras naciones de que se sirve el Rey. De los casados acá con españolas no se habla, que antes son necesarios para la multiplicación de España, de que hay grande falta. Los que de allá han venido con toda su familia, se cree los han de mandar salir como a los solteros. (11 de septiembre, 1655) Ya establecido de vuelta en Francia, Loubayssin publicó dos novelas en español y una en francés: Los engaños de este siglo en 1615, La historia tragicómica de don Henrique de Castro en 1617, y Les aventures héroïques et amoreuses du Comte Raymond de Tolouse et de Dom Roderique de Vivar en 1619. La dedicatoria de la Historia tragicómica dirigida al Ilustrísimo y Excelentísimo príncipe don Luis de Lorena Cardenal de Guisa, nos dice que en 1617 el autor era un gentilhombre ordinario de la casa de dicho 18 señor. Es muy posible que después de la publicación de su última novela, Les aventures héroïques et amoreuses du Comte Raymond de Tolouse et de Dom Roderique de Vivar, Loubayssin regresara a España para seguir trabajando y aumentar su capital. Desconocemos en qué se ocupó durante su estadía en España, pero es de creer que sus labores debieron ser bien remuneradas y sabemos que llegó a gozar de una desahogada posición económica pues podía disponer sin apuros de 300 doblones de oro, pistoles, para hacer un préstamo a su hermana Françoise, casada con un médico, trescientos doblones era una cantidad respetable. El doblón era una moneda de circulación frecuente en España y Francia.19 Loubayssin, al parecer, habría prestado sus servicios de escritor a Richelieu quien empleaba diversos métodos para ganar la opinión pública. Uno de ellos consistía en mantener un buen grupo de escritores a su servicio. Ellos estaban a cargo de escribir obras favorables al régimen del primer ministro, como por ejemplo, su obra incansable, su vida dedicada al servicio del rey y a la grandeza de Francia. También en ese período se escriben panfletos y pasquines, criticando o ridiculizando a los enemigos de Francia y de Richelieu; aparecen en francés y en español. Uno de esos autores bien pudiera haber sido Loubayssin. Nuestro autor es un hombre educado, conoce la vida de la corte y se desenvuelve bien en ella, posee la experiencia de haber vivido en España por varios años. Además ha publicado dos novelas en español. En sus escritos, Loubayssin aparece como un hombre 19 Bartolomé Bennassar: “Dos monedas españolas alcanzaron un renombre internacional totalmente excepcional: el doble escudo de oro llamado frecuentemente doblón y en Francia pistole, y la pieza de ocho reales de plata conocida universalmente bajo el nombre de piastra acuñada a partir de 1566. El imperio de la moneda fuerte de oro y de plata permaneció incólume durante todo el reinado de Felipe II. España había recurrido a trabajadores inmigrantes, sobre todo franceses, muchos de los cuales regresaban un día a su país con un peculio, fruto de sus ahorros: algunos cartuchos de hermosas piezas amarillas o blancas (107-09). 19 de su tiempo, dispuesto a subir en la escala social, pasar de ser hijo de mercader a ser miembro de la nobleza menor, un segneur, o en España, tal vez, un hidalgo. Se sitúa dentro del círculo de partidarios del cardenal Richelieu y del rey de Francia. Su compromiso con ellos y con la política del Cardenal le hace escribir sobre su total adhesión a la causa: Es verdad, príncipe dichoso, que como al pintor no se le da nada de ver que el rústico pastor se burla del quadro que el sabio cortesano admira, ni al mantenedor de un torneo, de ser condenado del pueblo ignorante quando los juezes le apremian la gloria, como al mejor justador. Assí Vuessa Eminencia no reparará en los graznidos de tales cuervos, elevado en oyr los conciertos divinos, de tantos cisnes, que hazen los impossibles para cantar algo que quadre a la perfeción de los grandes y célebres hechos que la providencia de Dios a tomado mesmo a cargo de remunerar. (Deffy de la langue françoise et de l’ Espagnole 49) Loubayssin se ve como uno de estos “cisnes,” unas de las aves más bellas, elegantes y graciosas, asociadas a la realeza, pero que no cantan, según la tradición, excepto cuando mueren. Loubayssin está dispuesto a morir, si eso supone el poder cantar las alabanzas a los grandes hechos del primer ministro. Loubayssin critica a la sociedad española en su Panegírico dedicado a Richelieu: Que si ces esprits bizarres dont l’austérité ridicule fait trouver des défauts en la lune et des obscuritez au soleil continuent encor d’infecter l’air et la terre contre la conduite de vostre governement admirable, parce que le Roy a ruyné l’hérésie, vaincu l’Angleterre, asseuré l’Italie, triomphé de l’ 20 Espagne, humilié l’Empire et replanté nos vieilles colonies sur le bord du Rhin. (11) Loubayssin goza de una buena posición en la corte francesa y entre los círculos literarios de la época. Cuenta asimismo con un buen círculo de amigos en la clase influyente. La guerra y los conflictos con España son una fuente para algunas obras satíricas contra el régimen de Madrid: En 1640 des poètes qui se vantent des exploits de leur épée aussi volontiers que des succès de leur plume, comme Scudéry ou Loubayssin de la Marque, sont des bizarres qui font rire. (Adam 592) La situación política y social en Francia no es muy estable. Tanto los nobles como el pueblo se quejan de la política del primer ministro. El descontento popular se ve en el siguiente poema anónimo: Quoy, nous deffendre est-il trop tard? Nous sommes trop dans la détresse; Les armées et le cardinal On tous noz biens et noz richesses Après n’ avoir plus rien de tout, Pourrions-nous bien venir à bout D’ un sy grand nombre de merveilles? Ouy, le proverbe de nos vieilles, Dict qu’ il vault mieux tard que jamais. (Kearney 72) Esto demuestra la importancia del trabajo de Loubayssin. Sus escritos al servicio de Richelieu sirven para contrarrestar los sentimientos negativos del pueblo. En 1639 21 Loubayssin firma el Panegírico a Richelieu como señor de La Marque. Su fortuna, en parte importante adquirida en España, le permite disponer de respetables cantidades de dinero y de llevar una vida en la corte. En 1647 adquirió el señorío de Tilladet avaluado en 18.000 francos. Por esas fechas contrae matrimonio con Angélique de la Rivière, una joven que pertenece a una familia importante de la vieja aristocracia muy vinculada a la iglesia. El matrimonio tuvo dos hijos: Jean Marie (1650-1717) y Claire (1651-1725). Según A. Lavergne, Jean Marie de la Marque de Tilladet es religioso académico y hombre de letras. En 1679 debe vender Tilladet a la familia Maniban. El dinero de la venta sirve para pagar las deudas de la familia y la dote de su hermana Claire quien entra a la Orden de las Ursulinas (83), llegando a ser superiora de la Orden de las Ursulinas de Gondrin. (Moreri 149) Loubayssin es uno de los muchos personajes que, en cierto modo, supieron adecuarse a los tiempos turbulentos en que les tocó vivir. Como hemos visto, supo sacar partido de la situación. Encuentra en la Iglesia y en la aristocracia su base social. Por medio de sus escritos obtiene el favor regio, servicios, acercamiento a la fuente de poder. Esto no quiere decir que sus servicios estén limitados a la escritura. No se descarta la posibilidad de que haya vuelto a España para recoger información para Richelieu. El dinero le sirve para cumplir sus aspiraciones, de pasar de la clase comerciante, como lo habían sido su padre, y su hermano Jean a miembro de la nobleza menor. Loubayssin se convierte en señor de la Marca y propietario de Tilladet; como tal, parece haber tenido éxito. No hemos encontrado documentos que establezcan la fecha precisa de su muerte, sólo podemos decir con seguridad que ocurrió antes de 1663, año del segundo matrimonio de su viuda Angélique de la Rivière con Jean de Beón, sieur de Verduzon y 22 de Bière. Hasta aquí llegan los datosque hemos podido compilar sobre la vida de Loubayssin. Quedan muchas interrogantes para una futura investigación. La novela histórica Los diferentes juicios sobre la Historia tragicómica, conllevan en sí diferentes nociones acerca del concepto de novela histórica.20 El título de la novela incluye el término “tragicómica” que siempre se relaciona más con la obra dramática. El mismo autor escribe sobre su obra: [….] me oso prometer que no faltará quien perdone mi yerro (si yerro se puede llamar) y reciba gusto, de ver un compendio de las cosas más notables que sucedieron al fin del pasado siglo y al principio del presente. (713) El compendio es una forma de intertextualidad, discursos provenientes de otro texto. En el caso de Loubayssin esta intertextualidad supone el punto de partida de la novela histórica que incluye el Nuevo Mundo en su narrativa. La Historia tragicómica es una novela en la que el elemento histórico está integrado en la acción de los personajes: “porque quiero que mis libros en decir verdades, que las digan de manera que sean de creer y no representar en ellas tántalos voluntarios”. (448) Loubayssin también expresa el propósito de escribir una historia diferente a las que aparecen en los libros de caballería. El autor establece la diferencia entre el relato de hechos imaginarios y el de hechos verdaderos, historia y ficción. En suma, se trata de la 20 Según algunos estudiosos la novela histórica actual empieza como género en el siglo XIX con Sir Walter Scott (1771-1832). 23 diferencia entre el género de la novela como la plantea Cervantes y la distinción con el género de la historia fingida21. El género de la novela histórica ha sido considerado de acuerdo a distintas expectativas. En primer lugar, están las que consideran que la novela histórica debe ser un ‘fiel” relato del pasado. En segundo lugar, está la opinión de que es un género de difícil sobrevivencia al tratar de relatar hechos de un pasado que tal vez nunca existió. Según Herbert Butterfield, “[t]he historical novel is a ‘form’ of fiction as well as of history. It is a tale, a piece of invention; only, it claims to be true to the life of the past” (4). Robin Collingwood, encuentra similitudes entre el novelista y el historiador: The novelist and the historian; each of them makes it his business to construct a picture which is partly a narrative of events, partly a description of situations, exhibition of motives, analysis of characters. Each aims at making his picture a coherent whole, where every character and every situation is so bound up with the rest that this character in this situation cannot but act in this way, and we cannot imagine him as acting otherwise. (243) Collingwood, por lo tanto enfatiza que tanto el novelista y el historiador deben buscar la coherencia en la historia, en los personajes; los hechos deben estar relacionados de tal manera que la narración parezca que no podría ser de otro modo. Esta noción también conlleva el problema de que se le exige a la novela histórica “recrear’ los hechos y 21 En Don Quijote, el canónigo dice que “las historias fingidas tanto tienen de buenas y deleitables cuanto se llegan a la verdad o la semejanza de ella, y las verdaderas tanto son mejores cuanto son más verdaderas.” Don Quijote. Cap LXVII, pág. 1137. 24 personajes de una época de una manera análoga a un pasado que ya no existe.22 Laszlo Passuth (1967), afirma que “una novela histórica, ha de ser un recuerdo vivo: una evocación-fiel y auténtica- de un período pasado transformándose en una partícula inalienable de nuestro mundo interior” (18-19) Por otro lado, Alessandro Manzoni (1981), considera que “The historical novel is hardly unique in the inherent contradiction of its premises and in its resulting inability to take on a convincing and stable form” (80). Como autor y crítico de la novela histórica, Manzoni también hace la distinción entre historia y poesía, “The historical novel does not draw its principal subject from history in order to transform it with poetic intent, but invents it, like the work from which it has taken its name and of which it is a new form.” (124). Amado Alonso señala otro problema, “en la novela histórica el escritor adopta una actitud informativa, de orden intelectual, que sin remedio desaloja o estorba a la acción creadora (79). Georg Lukács considera el aspecto del origen y desarrollo de la novela histórica, “ The historical novel in its origin, development, rise and decline follows inevitably upon the great social transformations of modern times; to demonstrate that its different problems of form are but artistic reflections of these social-historical transformations.” (17) Agrega otras consideraciones importantes en cuanto a la creación de la narrativa: What matters therefore in the historical novel is not the re-telling of great historical events, but the poetic awakening of the people who figured in those events […]. That in order to bring out these social and human 22 Penadés destaca que más grave que un anacronismo de detalle, es el desarrollar ideas o actitudes impensables en la época donde se ubican, es decir, llevar a tiempos pasados ideas actuales o planteamientos ideológicos completamente contemporáneos o al menos extemporáneos (11). 25 motives of behavior, the outwardly insignificant events, the smaller (from without) relationships are better suited than the great monumental dramas of world history […] The historical novel therefore has to demonstrate by artistic means that historical circumstances and characters existed in precisely such and such a way. (42-43) Según Lukács, estos elementos son los más problemáticos para las novelas del siglo XVII, por cuanto: The so-called historical novels of the seventeenth century (Scudéry, Calpranède, etc) are historical only as regards their purely external choice of theme and costume. Not only the psychology of the characters, but the manners depicted are entirely those of the writers’ own day. And in the most famous “historical novel” of the eighteenth century, Walpole’s Castle of Otranto, history is likewise treated as a mere costumery: it is only the curiosities and oddities of the milieu that matter, not an artistically faithful image of a concrete historical epoch. What is lacking in the so-called historical novel before Sir Walter Scott is precisely the specifically historical, that is, derivation of the individuality of characters from the historical peculiarity of their age. (19) Sin embargo, Schmidt difiere de algunos de los postulados de Lukács: Lukács downplays Cervantes’s capacity for active reflection on his era in favor of his supposed passivity as a voice of history […] Cervantes’s novel, by giving form to its historical moment, leads us to a critique of modernity. And yet the speaking voice of this greatly critical novel is 26 history itself. (106) For Lukács, Cervantes is a mere scribbler who naively envisions the problems of modernity (116) In Lukács, the misreading is even more egregious, for he erases from the novel none other than Sancho Panza. (119) En efecto, el debate sobre el asunto de la novela histórica y la verosimilitud de los hechos históricos que narra han sido considerados de distinta manera por escritores y estudiosos. Umberto Eco, por su parte, opina que: The historical novel for me is not so much a fictionalized version of real events as a fiction that will actually enable us to better understand the real history. I also like to combine the historical novel with elements of the bildungsroman. In all my novels, there is always a young character who grows up and learns and suffers through a series of experiences. (17) Según Eco, la novela histórica no es tanto una verdad histórica, sino que un medio que nos puede ayudar a comprenderla mejor. En sus novelas, siempre hay un joven que se convierte en adulto y aprende y sufre muchas experiencias. Podríamos decir que es el mismo recurso que intenta llevar a cabo Loubayssin con el personaje de don Henrique. Por muchos años la novela Xicontencalt publicada en Philadelphia en 1826 ha sido considerada la primera novela histórica publicada en castellano en América.23 La obra trata sobre la conquista de Tlaxcala por Hernán Cortés, el héroe de la novela es un joven héroe tlaxcalteca. José Rojas Garcidueñas cita el juicio de Pedro Henríquez Ureña sobre esta novela en que dice que “la obrita mencionada tiene el interés de ser la primera histórica en lengua castellana” (101). Esta opinión también es compartida por el crítico 23 Anónima, pero tal vez del escritor cubano José María Heredia. 27 Luis Leal en su artículo, “Jicoténcal. Primera novela histórica en castellano.” Rojas Garcidueñas también analiza otra novela, Xicotencal Príncipe Americano. Novela Histórica del siglo XV (1831), del autor español Salvador García Baamonde. En esta novela el nombre del protagonista es el mismo, pero en este caso, es un joven guerrero aliado de Cortés. El joven está enamorado de la bella Xicomui y debe luchar con su padre que no está dispuesto a que su hija sea esposa de un “republicano”. El tratamiento de los hechos históricos en esta novela es bastante particular. Por ejemplo, cuando narra la feliz llegada de las naves de Cortés a México, los conquistadores reciben la bienvenida de los criados de Moctezuma: “Cortés los obsequió con vinos de Málaga y Jerez, con lo que pareció a los indios remontarse a la mansión de la alegría, superior a cuanto hasta entonces habían visto” (109). En contraste, La Historia tragicómica (1617) presenta una coexistencia de lo histórico y lo inventado. La narración se construye en base a datos y personajes ya documentados históricamente; por ejemplo, los descubrimientos, batallas, lugares, etc. Algunos textos de los que Loubayssin saca el contexto histórico en que se mueven sus personajes son: La Araucana de Alonso de Ercilla (1589); El Arauco domado de Pedro de Oña (1602); la primera y segunda parte de Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes (1605-1615 ); El peregrino en su patria de Lope de Vega ( 1604); Los comentarios reales de los incas del Inca Garcilaso de la Vega (1609); La conquista de las islas Malucas de Bartolomé Leonardo de Argensola (1609). Sobre este trasfondo histórico la novela relata las aventuras de los personajes. Estos componentes proponen una lectura híbrida, ambigua, que se presenta al lector como un relato auténtico de los 28 hechos históricos. El mecanismo de verosimilitud se enfatiza mediante la dicotomía historias ficticias/historia verdadera. La perspectiva omnisciente del narrador ofrece una versión e interpretación de los hechos históricos que trata de ser convincente. En la novela, las descripciones de los lugares y habitantes del Nuevo Mundo son dadas desde el punto de vista del autor, sus presupuestos culturales e ideológicos. Es así como en la Historia tragicómica es posible encontrar algunos anacronismos verbales, la actualidad del habla de los personajes de la novela, y el habla del escritor. En algunas instancias los personajes se refieren a otro que habla la lengua persa, o el discurso e invocaciones de los “araucanos”24, y pueden comprender e interpretarlos aunque según la narración lleven poco tiempo en Chile. También se da el hecho de vocablos en francés. En estos casos, el mundo ficcional de la novela aparece desconectado a la vida de los personajes, los hechos históricos parecen cumplir la función de un simple escenario. El mundo novelístico queda reducido a un espacio en que el autor presenta las ideas y creencias de su época. La novela Xicontencalt (1826) se publica bastante después de la Historia Tragicómica de don Henrique de Castro (1617). En cuanto al concepto de novela histórica, en ambas novelas los eventos históricos sirven de telón de fondo para las aventuras de los personajes. Los eventos históricos25 incluidos en la narración marcan el fin y el comienzo de una era: “descubrimiento”, conquista, etc. Según Georg Lukács: The historical novel in its origin, development, rise and decline follows inevitably upon the great social transformations of modern times; to 24 Término peyorativo usado por los españoles durante la conquista. Actualmente está casi en desuso, y se usan los nombres ancestrales. 25 Linda Hutcheon: Literatura histórica es aquella “ motivated and made operative by a notion of history as a shaping force (in the narrative and in human destiny).” (113) 29 demonstrate that its different problems of form are but artistic reflections of these social-historical transformations. (Foreword 17) La novela histórica como género no está exenta de dificultades, como demuestran los postulados de Manzoni, quien, como ya dijimos, considera que la novela histórica posee una contradicción inherente que le impide tomar una forma estable y convincente. También tomamos en consideración los argumentos de Amado Alonso, quien ve como uno de los peligros de la novela histórica el que se convierta en una acumulación de datos, que informe y deje de lado el aspecto artístico. Por su lado, Ortega y Gasset arguye que la novela histórica mantiene un choque permanente entre el cosmos imaginado y la autenticidad histórica. A pesar de todos estos obstáculos la novela histórica o de ficción histórica, como se la denomina actualmente, ha experimentado un resurgimiento notable en las últimas décadas. Aportes de Loubayssin a la novela española Como hemos planteado, Loubayssin se nutre de modelos novelísticos conocidos para buscar nuevas formas y estructuras narrativas. Uno de los aspectos novedosos de las novelas de Loubayssin es el tratamiento de la temática amorosa. El análisis de esa temática nos ayudará a calibrar la contribución de Loubayssin a la novela del siglo XVII en España. Algunas obras de las cuales podemos encontrar ecos en la novela del autor gascón son: La Celestina de Fernando de Rojas de 1499; Los siete libros de la Diana de Jorge de Montemayor de 1557; la tercera parte de La Araucana de Alonso de Ercilla de 1589; El Arauco domado de Pedro de Oña de 1602; la segunda parte del Guzmán de Alfarache de 30 Mateo Alemán de 1604; El arte nuevo de hacer comedias en este tiempo de Lope de Vega de 1609; Las novelas ejemplares de Miguel de Cervantes de 1613; la primera y segunda parte de Don Quijote de la Mancha de 1605-1615; El peregrino en su patria de Lope de Vega de 1604. Se puede decir que estas obras sirven de modelos literarios para la narrativa de Loubayssin. Sin embargo el carácter innovador de Loubayssin se refleja en cómo él elige estructuras propias de un género dado para tratar temas propios de otro. El autor usa por ejemplo, la estructura y tramas propias de la novela sentimental, picaresca, bizantina, pastoril y cortesana, para tratar temas que, estrictamente hablando, no son los habituales de dichos géneros. Se puede decir que en cierto modo, el autor desafía el conocimiento literario del lector que le permite leer un texto comparándolo con las convenciones del género. Las coincidencias textuales o de ideas no son una imitación, sino que el autor aprovecha los temas y recursos en la búsqueda de un nuevo arte de narrar. A ello se refiere en el prólogo de los Engaños deste siglo: De lo que me puedo alabar - digo, si en algo he acertado- es que no he hecho como pobre mendigo, el cual de mil piezas de paño que toma en partes tan diferentes y varias cuanto los colores lo son, hace una capa, de la cual se sirve como si fuera de fino paño de Londres. Helo sacado todo, señor, de la oficina de mi entendimiento, al cual debo las gracias, y a Dios que me le quiso dar por empezar y acabar mi historia. (5) Según Alicia Yllera, la novela: “[a] pesar de la importancia creciente que cobra en el XVII francés es, en general, un género poco estimado” (127). No es de extrañar 31 entonces, que Loubayssin tomara sus modelos literarios de la literatura española.26 Se advierte una fuerte influencia de las Novelas ejemplares de Cervantes cuya traducción al francés apareció en 1615. Pero con seguridad, Loubayssin leyó la obra en el original español. Tanto es así, que en el mismo prólogo de Los engaños deste siglo señala que: […] me ha parecido y, según mi opinión, a todos parecerá bien, de dar a mi libro no solamente el cuerpo y alma española, sino también el modo y traje de su tierra. (5) Loubayssin trata que la forma no traicione la verisimilitud, por cuanto el objetivo de sus relatos es hacer creíble la ficción, como lo dice en la Historia tragicómica: […] porque de decir que semejantes beldades puedan ir de venta en monte caminando con hombres mozos, por mar y por tierra, sin incitar el gusto, no lo permitan los hados - que esto pertenece solamente a la sencillez de aquellos tiempos que el autor de Amadís de Gaula dice que volvían doncellas a las casa de sus padres después de haber paseado veinte años por el mundo en compañía de una caterva de caballeros andantes, sin haber dormido debajo de tejado - porque quiero que mis libros en dezir verdades, quelas digan de manera que sean de creer y no representar en ellas tántalos voluntarios. (448) También señala que la poca credibilidad correspondía a los tiempos de Amadís de Gaula,27 en que los relatos interminables estaban llenos de anacronismos en los hechos 26 La influencia de la literatura española en Francia se refleja en varios autores como por ejemplo Corneille, Gedoun, Lesage, Scarron, entre otros. El carácter distintivo de Loubayssin es que escribe sus obras en español.Ver Reynier, Le roman réaliste..384-90. Hainsworth, 32-35. 27 Amadís de Gaula (1508) uno de los libros favoritos de los cortesanos del siglo XV, por su enaltecimiento del amor ideal, la cortesía y la elegancia artificiosa de su estilo. El amor de Amadís por Oriana se considera el prototipo de la fidelidad y el sacrificio amoroso. 32 históricos y los personajes. Loubayssin considera que los tiempos deben cambiar, y que la verosimilitud28 debe guardarse en las obras. Lo recalca nuevamente en la misma Historia tragicómica: que de creer, como dice donosamente el pícaro Guzmán de Alfarache, si viese a un religioso entrar a la media noche por una ventana, en parte sospechosa, la espada en la mano, y el broquel en el cinto. Qué va a dar los sacramentos! Es locura. Que no quiere Dios, ni su Iglesia permite, que yo sea tonto, y de lo tal, evidentemente malo sienta bien.( 486) Es claro que Loubayssin escribe sus obras para entretener y deleitar manipulando las convenciones literarias de su época, y creando personajes con vida propia. Las innovaciones del autor gascón se dan en la búsqueda de nuevas formas dentro de las estructuras tradicionales. Es en este sentido, que se puede considerar un precursor en el desarrollo de la novela moderna. Según Javier González Rovira: El problema central de los novelistas del siglo XVI es, pues, el de encontrar o potenciar formas de narración entretenida que se acerquen al horizonte de expectativas de un lector cuya sensibilidad e ideología ha cambiado desde la Edad Media hasta la contrarreforma y que puedan eludir las críticas y censuras. (16) En su búsqueda de estilos de narración más de acuerdo con el gusto del lector, Loubayssin manipula la trama y los géneros narrativos en el tratamiento del tema del 28 William Nelson: “typically, therefore, verosimilitude was offered as a quality of good fiction, that differentiated it from the wild dreams of medieval romances on the one hand and made it comparable or even superior in value to veritable history on the other.” 50 33 amor. Al mismo tiempo, está consciente que esto puede acarrearle dificultades. Para anteponerse a las críticas y censuras, se excusa en el prólogo de los Engaños deste siglo: Quiero decir, que sé distinguir lo bueno de lo malo, y que jamás me ha parecido este mi libro digno de grande alabanza, ni tampoco de grande vituperio. […] Sólo tengo miedo de que gloses mi libre estilo, principalmente los lugares adonde hago que amor se muestre favorable a los amantes. Todo puede pasar el día de hoy, porque las cosas están en su punto, y el vicio ha llegado a tanto, que el niño de ocho años no ignora nada de cuanto se puede decir sobre esta materia, y apenas la memoria de la muerte lo puede borrar del entendimiento del caduco viejo. En sus novelas, Loubayssin logra poner en práctica los principios que Lope de Vega expresa en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo: […] lo trágico y lo cómico mezclado. Y Terencio con Séneca, aunque sea como otro Minotauro de Pasife hagan grave una parte, otra ridícula, que aquesta variedad deleita mucho. (V.v. 174-78). En un soneto, dedicado al autor gascón, un hidalgo portugués en alabanza de la Historia tragicómica, escribe lo siguiente: Es Marca de un ingenio levantado la que mostráis en obra tan subida. Pues que por invención no conocida, 34 el dulce, con lo amargo, habeis mezclado. Por otra parte en los Engaños deste siglo no es el amor sino la inconstancia amorosa el tema central de la novela. La acción es una mezcla de intriga y engaño. El viaje de Ubeda a Toledo de los protagonista es el marco perfecto para que las circunstancias admitan el elemento de sorpresa. En esta novela el placer sensual es la recompensa de la pasión y del engaño. Loubayssin no da un tono didáctico ni moralista a su novela, más bien se dedica a contar la historia de acuerdo a la experiencia y observación manteniendo siempre una actitud no condenatoria. Según González Rovira (1996) en su análisis de la novela bizantina: “las mentiras, engaños y apariencias son características de una ética basada en la experiencia y la observación de la conducta humana donde el fin justifica la utilización de toda clase de recursos, aun cuando puedan entrar en contradicción con los dogmas cristianos”. (17) Pero mientras en el modelo bizantino, mentiras, engaños y apariencias suelen estar al servicio de la fidelidad amorosa, aquí sucede todo lo contrario. Arsenio Pacheco (1982) opina que Loubayssin: Hombre del barroco a fin de cuentas, sin negar una naturaleza esencial en el hombre, prefiere concebirlo como un ser en proceso de formación, cuya psicología y características van perfilándose poco a poco en función de las mil peripecias en que, por el simple hecho de vivir, se ven envueltos. (Francisco Loubayssin de la Marca. El personaje y su obra. 274) En la novela, todos los personajes engañan, don Juan a su mujer, doña María a su marido, a Hipólito y a don Francisco, éste como doña Isabel engaña a don Juan, y también se ha burlado de doña Laura, la señora de las estrellas. Todos estos engaños y 35 peripecias tienen los elementos propios de la comedia de enredo de acción rápida, cambios de personajes, y situaciones equívocas. Es así como Elisa Rosales opina que: Gran parte de la novela encaja dentro de la novela cortesana: la ciudad populosa, en este caso Toledo, que sirve de escenario a gran parte de la obra; el personaje de don Juan, caballero galán, noble, rico y ocioso; el viaje a la Corte, punto de arranque de la narración; y el asunto principal., el amor, real, humano, pecador las más veces y no desentendido del concepto del honor de la época. Pero también en esta novela hay bien definidas intromisiones de los géneros picaresco y pastoril. (120) Aunque Rosales dice que casi toda la novela tiene por escenario la ciudad de Toledo, esto no es realmente cierto, pues la acción en dicha ciudad sólo transcurre en el tramo final del viaje. En Los engaños deste siglo están presentes los elementos fundamentales que definen la novela cortesana: narrador omnisciente en tercera persona; origen noble de los protagonistas; ambiente refinado; costumbrismo; narración cerrada y un final feliz. En esta novela, el autor maneja los hilos de la trama, las idas y venidas de los personajes usando distintos estilos narrativos de una manera experta. El pastoril para hablar de la primavera y la belleza de la mujer, en la descripción de la dama de las estrellas. El picaresco cuando se refiere a Estefanía, a su marido, y a Hipólito. El cortesano con las aventuras del matrimonio y las de don Francisco y don Fernando. Todo ello da gran dinamismo a la historia. Con una prosa nítida y rica en imágenes, Loubayssin convierte al lector en cómplice de la historia: 36 Ya sabes otro tanto como yo en este negocio, pues te he dicho la causa más principal que te tenía y te hubiera aún más tenido suspenso e imaginativo, a no habértelo declarado. Oye ahora en el siguiente capítulo, lo que sucedió acerca de esto, que no es sujeto de menos gusto que el pasado. (105) El autor también juega con los distintos elementos de la novela, ya sean pastoriles, cortesanos, o picarescos. Comienza el relato con una presentación lírica de la primavera: “Ya los blancos alhelíes, jazmines y olorosas rosas, convidaban [….] a las holguras, regalos y pasatiempos de la primavera” (3). La descripción deja al lector predispuesto a leer la historia del viaje del joven matrimonio como algo liviano, lírico y primaveral. Pero muy pronto el viaje del matrimonio y sus acompañantes se convierte en un peregrinaje en que en cada una de las estaciones don Juan intentará satisfacer sus deseos. El tono de la obra se define pronto. Especialmente cuando se refiere a la primera salida del protagonista: “que queriendo hurtar de noche una casa, dejó la suya abierta; por donde le hurtaron a él: así se fue don Juan, dejando la suya de par en par.” (16) Las aventuras de Hipólito con doña María son las que hacen que el autor reitere sus falsas disculpas, por mostrarse demasiado favorable al amor: […] no bien estuvo en [la cama], cuando doña María, despertando a las vueltas que el paje había dado para componerse, le asió estrechamente con sus brazos creyendo que fuese su marido, diciéndole: “Jesús mío, mi alma, ¿Cómo estás tan frío?” (60) 37 La frustrada aventura de don Juan con Estefanía, por la que él dejó su puerta abierta, fue un desastre. Estefanía aprovecha la primera ocasión para engañar nuevamente a su marido, esta vez para que el fracasado amante pueda escapar: Vista por Estefanía la ocasión, se levantó para aprovecharse de ella, y hizo salir a don Juan de debajo de la cama, helado como un besugo, aunque con más contento que se pueda imaginar por haber salido de aquella estrecha y mal compuesta cárcel. (49) El incidente es puesto en su justa perspectiva con fina ironía por el autor: “Y esto no era nada, porque lo podía remediar un poco de regalo, en comparación con el accidente pajeril, que era irremediable” (50). Al fin, doña María también: “Antes determinó de hacerse boba y darle a entender que no había despertado desde que se acostó hasta las seis de la mañana” (60). Don Francisco es un joven aristócrata que, para satisfacer sus deseos, no duda en convertirse en doña Isabel. La fealdad de su conducta queda expuesta después de la muerte de don Juan, cuando es confrontado por el Corregidor, don Alonso: Que el hijo de un duque, de quien los principios del valor deberían prometer las victorias de un Alexandro, figa vestido de un traje tan vil, como es aquel de una hembra, el rabo de una mujer. (237) Como podemos ver en el texto, las victorias de don Francisco son de otra naturaleza, aunque algunas no las ha ganado en buena lid; su aventura con doña Laura ha sido una violación. Al fin se decide a contraer matrimonio con la dama de las estrellas después de que ésta se niega a reanudar sus relaciones y doña María, como viuda, debe guardar luto y apariencias por algún tiempo. 38 La capacidad persuasiva del autor se manifiesta en su dominio de la prosa que hace que el lector, olvidando sus propias convicciones, acepte el desenlace de acuerdo al marco de referencias que ha dado el novelista. En la novela, los elementos pastoriles y cortesanos ceden ante el elemento picaresco en cuanto los personajes siguen al instinto más que a los ideales. Los elementos de la novela pastoril hacen que el lector espere un final de acuerdo al género. El entorno primaveral sugerido por Loubayssin es engañador, pues los amantes, como ya hemos visto, difieren bastante de los modelos, por ejemplo los de Los siete libros de la Diana de Montemayor. Ninguno de los amantes, a excepción de doña Laura, ha tenido que superar obstáculos para probar la constancia de su amor; ha sido todo lo contrario, es la inconstancia del amor la que es premiada. A diferencia de la novela picaresca arquetípica en que el hambre es la fuerza motora, aquí es el placer sensual el fin perseguido. La pérdida de la inocencia y la actitud cínica de los personajes, es más bien un juego descarado. Después de la muerte de don Juan, la unión de las dos parejas es el único fin posible. Todo acaba bien con una doble boda. Entonces vemos que ni Doña María, ni don Francisco, ni Hipólito son castigados por sus engaños. El matrimonio del paje Hipólito con doña María es descrito con un buen sentido del humor por el autor: Pajes españoles, los que no sois de casa más señaladas que éste, que era hijo de un sastre, ¿cuál de vosotros no tendría a buena dicha de tomar por mujer a otra doña María, aunque peores accidentes que aquéllos de la Zarzuela hubieran pasado por ella? ¿Y cuál, reparando en puntillas de honra, querría antes comer una libra de vaca, dos libras de pan [….] Ninguno, por cierto, porque os conozco por tales, que a trueque de poder 39 hacer los señores, y poder romper las galas que habéis visto traer a vuestros amos, echárades como Deucalión y Pirra, su mujer, las piedras, la honra por detrás de la espalda. (270) Las únicas muertes en la obra son las de don Juan, y la de Estefanía. Quizás su castigo, si podemos llamarle así, no lo es de su engaño sino porque se dejaron llevar por sus deseos fuera de su esfera social. Lo mismo podría decirse de doña María, cuyo matrimonio con el paje, supone el castigo de un descenso en la escala social. Ello no quiere decir que la dama no esté conforme con la unión, lo cual remacha el triunfo de lo sensorial sobre los ideales. Para Hipólito, el matrimonio nos hace recordar el matrimonio de Lázaro de Tormes, que se casa con la criada del arcipreste de San Salvador, sin hacer caso a las malas lenguas, y de esta forma puede vivir contento y en paz.29 En el tramo final de la novela los elementos picarescos ceden paso a lo cortesano en que la novela aprovecha deleitando sin un propósito moralista, ya que el objetivo es entretener al lector. Dentro del modelo bizantino, el tema amoroso es entendido en un sentido neoplatónico, visto bajo la influencia de Heliodoro, en quien la pureza de los sentimientos, lo espiritual y la belleza física de los protagonistas son un reflejo de la divinidad. Son frecuentes las separaciones prolongadas de los amantes, quienes deben superar toda clase de obstáculos: naufragios, cautiverios, muertes aparentes, piratas; para al fin reunirse y ver que el amor ha sido constante. También el viaje puede ser un peregrinaje que los protagonistas emprenden juntos. La defensa de la castidad es un motivo que está presente en todo el género, pues supone la victoria sobre los deseos 29 El sentido de la justicia y del honor se diferencia totalmente con el tratamiento de Calderón en sus dramas de honor, El médico de su honra; A secreto agravio, secreta venganza; y El pintor de su deshonra, en que las mujeres mueren por el honor familiar. 40 carnales. En la mayoría de los casos, es la mujer quien impone un voto de castidad, aunque en muchas ocasiones la pareja ya ha sellado su unión en un matrimonio verbal o secreto. En sus dos novelas, la Historia tragicómica y los Engaños deste siglo, Lobayssin da importancia fundamental a la temática amorosa. Trata el tema de una manera original, dando nuevos giros al tratamiento del amor en la novela bizantina. En estas novelas el amor refleja la época en que se mueven los personajes y el autor. Es así como la manipulación de la trama y de los géneros narrativos en función del tema nos hace considerar a Loubayssin como innovador y precursor de la novela. Sin embargo, aunque el amor es la fuerza principal de la acción de las dos novelas, el autor aprovecha el tema en forma muy distinta en ambos textos. En más detalle en la Historia tragicómica, Loubayssin usa los temas y episodios característicos de la novela bizantina,30 pero los manipula y transforma significativamente. Los personajes no son copia del modelo sino individuos propios del siglo en que obran. Otro aporte importante en esta novela es la incorporación de los hechos de las crónicas e historias sobre el Nuevo Mundo a la trama. Siguiendo el modelo de la novela bizantina, el autor sitúa la acción en un lugar exótico, pero en este caso, ese lugar es Arauco, una región nada ficticia en el sur de Chile.31 El extenso relato da una descripción detallada del lugar: 30 Otras novelas bizantinas en español: Alonso Núñez de Reinoso, La historia de los amores Clareo y Florisea (1552); Jerónimo de Contreras, Selva de Aventuras (1565); Cervantes también incorpora elementos de la novela bizantina en La Galatea (1585); en Don Quijote, Las novelas ejemplares y en su novela póstuma Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617). 31 En La Araucana, Ercilla lo describe así: “Chile fértil provincia y señalada/ en la región antártica famosa [….] a la banda del este va una sierra que el mismo rumbo mil leguas camina;”(pág. 3). Lo similar de las dos descripciones muestra la preocupación de Loubayssin con la verosimilitud; también nos revela sus lecturas de algunas obras sobre el Nuevo Mundo. 41 En la antártica región, hay una provincia llamada Chile, cuyos límites confinan de la parte oeste con el mar océano, y de la banda del este, con una grande y muy alta sierra. (2) Además en esta novela el tratamiento del amor no sigue el modelo de modo riguroso. Como en la novela bizantina se subraya la belleza de los protagonistas. Cuando Andalio se entrevista con la reina Tidora y su hija la princesa Elisaura, Andalio queda cegado por el resplandor de la belleza de las damas. Don Luis, el otro pretendiente de Leonora, describe a la dama en términos tales que es imposible no pensar en la tradición petrarquista. De acuerdo con el modelo, la separación de las dos parejas de enamorados ( Elisaura y Andalio; don Henrique y Leonora) forma parte del eje de la acción. Sin embargo, uno de los mayores aciertos de Loubayssin consiste en revelar el lado humano de sus personajes. A diferencia de lo que sucede en la novela bizantina, los amantes, en vez de reunirse con su pareja, al final de todas sus peripecias cambian el objeto de su amor. Elisaura persigue a don Henrique y Eleonora a Sicandro. Loubayssin cumple su palabra cuando dice que no va a representar “tántalos voluntarios”, y es el personaje de Elisaura quien manipula, engaña y finge para lograr a don Henrique. Al fin, no es la constancia en el amor lo que está presente en la Historia tragicómica, sino el trueque de los sentimientos. A medida que los personajes encuentran nuevas dimensiones en sus vidas el amor, como fuerza generadora, también cambia de objeto. Es esta dinámica la que permite a Loubayssin superar el modelo de la novela bizantina. La acción está centrada en Chile y comienza, in medias res, con la muerte del conquistador don Pedro de Valdivia en la batalla de Tucapel. Los “araucanos” dirigidos 42 por el caudillo Lautaro logran vencer a los españoles. Uno de los soldados que logra escapar es don Henrique de Castro, quien alcanza a huir en su caballo, y llega a un monte en donde escucha los lamentos de un soldado herido de muerte; es su padre, don Lorenzo de Castro, que muere poco después de las puñaladas que le dió un falso amigo, no sin antes haberle dado a su hijo todos los consejos necesarios para que fuera un buen cristiano. Después de este dolor, que hace llorar abundantemente a don Francisco, el joven es visitado por un ánima que le dirige a una ermita donde encuentra al joven Sicandro, quien es en realidad la princesa Elisaura, hija de los reyes de Subo y de Borna, que se ha fugado con el joven Andalio, embajador de España e hijo del marqués de Cañete. Al poco tiempo llega el ermitaño, un hombre mayor de barba blanca. Como el tiempo no es problema, los jóvenes le ruegan al ermitaño que cuente las campañas de la guerra en Italia, a lo cual él accede de buena gana. Al comienzo de su narración confiesa haber dado muerte a su primera esposa, doña Aldonza de la Cueva, por celos infundados. Entonces se descubre que el ermitaño es en realidad el abuelo de don Henrique, don Esteban de Castro. De esta manera, la historia se va enriqueciendo a medida que los personajes van contando su historia. La princesa Elisaura, disfrazada de Sicandro cuenta la historia del naufragio que la hizo caer en manos de los piratas, de los que logra escapar fingiendo ser su hermano mellizo. El relato de Elisaura es selectivo. El personaje no narra toda la verdad de los hechos, y manipula la historia para lograr sus fines. Al final, Elisaura cobra vida propia y se libera del arquetipo de las protagonistas de este tipo de novelas; incluso llega a besar a Eleonora, disfrazada como Sicandro, para dar celos a don Henrique. Para el pobre don Henrique, quien lucha con sentimientos conflictivos, todo se aclara cuando 43 descubre el retrato de Elisaura; en ese momento se da cuenta que ya no es Leonora el objeto de su amor. La trama amorosa se complica más y más. Leonora32 se enamora de SicandroElisaura, y ésta persigue a don Henrique. Elisaura, dispuesta a todo, planea un encuentro nocturno de las diversas parejas, de tal modo que ella tomará el lugar de Leonora, y así podrá tener a don Henrique. Elisaura espera en la cama la llegada de su amado cuando unos ladrones asaltan la casa. Se roban los tesoros, y también secuestran a Leonora y a Elisaura. Al escribir sus obras, Loubayssin no tiene una intención moralizante, sino más bien la de entretener. Cuenta sus historias y episodios con un fino humor, manteniendo de vez en cuando un aparte con el lector. Su estilo es simple, más dinámico en Los engaños deste siglo. Haciendo alarde de su dominio del idioma usa expresiones castizas, y dichos que también hemos visto en otras obras clásicas de la literatura española. Podemos decir que Loubayssin sabe aprovechar la herencia histórica y literaria española en estas dos novelas escritas en español. Como decíamos en las dos novelas, la Historia tragicómica y los Engaños deste siglo, la importancia de la temática amorosa es vital. Loubayssin se separa de la novela bizantina en su tratamientotrata del amor. La manipulación de la trama y de los géneros narrativos en función del tema nos hace considerar a Loubayssin como innovador y precursor de la novela. Las significativas e importantes innovaciones de Loubayssin con respecto a la novela se reflejan en su tratamiento de los temas y técnicas narrativas, los que intenta 32 Podemos encontrar un antecedente del episodio en Los siete libros de la Diana de J. De Montemayor, en el Libro II, el episodio de Felismena, quien viaja a la corte disfrazada de hombre. Para seguir a Don Félix, entra de criado en su casa, y Celia, la nueva amante de su antiguo enamorado se enamora del nuevo sirviente, pero muere al no ser correspondida. 44 transformar y enriquecer con nuevos aportes en sus relatos. Es así que, tanto en la Historia tragicómica como en los Engaños deste siglo, es posible distinguir la influencia de la novela picaresca, sentimental, bizantina, de aventuras, relatos pastoriles, caballerescos y de las crónicas; pero es asimismo posible ver el modo en que Loubayssin manipula los modelos para imprimir en ellos una nueva intención y significados. En la Historia tragicómica, el autor gascón compara su novela a los edificios en los que se mezclan distintos estilos, añade: No dejan por eso de ser alegres, hermosos y muy admirables […] No sin razón me reprehenderá el discreto lector por aver hecho gastar tanta flema a mi Hermitaño en contar su historia, porque dirá que la mayor parte de las cosas contenidas en ella no son esenciales a mi obra. Confiésolo, pero […] me oso prometer que no faltará quien perdone mi yerro (si yerro se puede llamar) y reciba gusto, de ver un compendio de las cosas más notables que sucedieron al fin del pasado siglo y al principio del presente; que se ha puesto sin que la prolijidad de la prosa desencuaderne mi designio, porque hasta agora no sé aver dicho cosa que no pueda ser tolerada, y sé que si alguno la tiene por enfadosa, que se hallarán otros muchos que juzgarán ser buena y digna de ser leyda. Con todo esto, olvídese lo pasado (hablo con los impacientes) que si hasta aquí la materia que he tratado les á causado enfado, pienso enmendarme de aquí adelante, y trocar el estilo heróyco en otro más suave y gustoso. (713) El estudio de la temática amorosa en las dos novelas en español de Loubayssin es fundamental para evaluar la contribución del autor a la novela en la España del siglo 45 XVII. Un indicio de la originalidad de Loubayssin en el marco literario e intelectual de su época queda sugerido si comparamos el tono de estas obras con los ideales y principios mantenidos en la literatura tradicional de la época, por ejemplo, en las obras de Tirso de Molina, los dramas de honor de Calderón, o El castigo sin venganza de Lope. 46 Elementos Celestinescos La influencia de La Celestina está patente en las novelas de Loubayssin, tanto en la caracterización de los personajes, como en el dejar la iniciativa de la solución al problema amoroso a los criados o servidores y en el tratamiento de la amada como señora y Dios. También aparece en el amor de los jóvenes enamorados, que se expresa en la descripción física del objeto de su deseo. Antonio Cortijo Ocaña opina que: La Celestina parte de los presupuestos de la novela sentimental y ataca los presupuestos del amor cortés de estas obras (aunque ya desde la Triste deleytaςión se veía con críticas e ironía). En este sentido es una culminación del género sentimental, a la vez que la destrucción del mismo (214). En algunos episodios de las dos novelas de Loubayssin es posible encontrar influencias de la ficción sentimental. Por ejemplo, en la Historia tragicómica los amores de don Henrique y Leonora, y luego de Elisaura y de Andalio reflejan influencias de este tipo de narración. Algunos elementos que aparecen en estas historias son: el amor furioso, la escisión de la personalidad de los protagonistas: las lágrimas, el sufrimiento, las cartas y finalmente la pasión exaltada. En Los engaños deste siglo, Don Juan y su esposa, doña María, durante su viaje a Toledo se encuentran en una de las posadas con la bella Isabel y su tío don Fernando. En realidad la bella Isabel es don Francisco, el primer amor de doña María, y don Fernando es su celestino y confidente. Al volver de su misión en Flandes, don Francisco se ha enterado que doña María se ha casado, y que no podrá verla pues su marido la lleva a Toledo en dos días. El joven don Francisco: 47 Se afligió de suerte que sus criados entendían que se había de morir; que fue, causa que uno de sus gentiles hombres, llamado don Fernando matriculado en todas las ciencias, y pláticas que se pueden descubrir, en los remedios de amor; le aconsejó de vestirse en hábito de mujer, y hacerse encontradizo con ellos en el camino. (103) Don Francisco reacciona de manera similar a Calisto. Se desespera porque aunque ya no puede casarse con doña María, espera tenerla como amiga. Don Francisco manifiesta su dolor de una manera física, con fiebres y lamentos. Tanto es así que los criados que viven en su casa creen que su muerte está cercana. El criado con más experiencia es don Fernando quien asume el papel de celestino y confidente. Es la persona indicada para el trabajo por cuanto que, al igual que Celestina, es reconocida su experiencia y conocimiento en las artes del amor. A medida que avanza la historia don Fernando ayuda a su joven amo y a doña María a gozar de su amor. Don Fernando entretiene al marido burlado con diferentes historias, con juegos de cartas y también con la promesa de arreglar un encuentro clandestino entre la bella Isabel y don Juan. En Los engaños deste siglo Don Fernando es el personaje que hace de celestino y comparte con Celestina el que ambos no pueden gozar del placer sexual como los amantes, pero sí, como le dice Celestina a Pármeno: El deleite es con los amigos en las cosas sensuales y especial en recontar las cosas de amores y comunicarlas: “Esto hice, esto otro me dijo, tal donaire pasamos, de tal manera la tomé, así la besé, así me mordió, así la abracé, así se allegó. ¡Oh, qué habla! ¡Oh, que gracia! ¡Oh que juegos! ¡Oh, que besos! (107) 48 Para Celestina y don Fernando una de sus recompensas es el deleite de escuchar e imaginar el placer de los amantes. Tanto para Celestina como para don Fernando además de esperar galardón, sus servicios les dan la oportunidad de observar más de cerca a sus señores, por ejemplo,verles como activos protagonistas en el juego del amor y en cierta manera ser partícipes de la dicha de sus amores. Los servicios de don Fernando tienen éxito porque el joven duque puede pasar varias noches con su amada doña María. La actitud de Don Fernando difiere por cuanto él es un criado de la casa de su señor y quiere concluir el engaño y que el joven don Francisco de por terminada su aventura: Vea vuesa excelencia cómo sin peligro ni trabajo podrá venir al cabo del segundo enredo, y poseer otra vez lo que tanto desea. Después soy de parecer de concluir la farsa con un tercero para que nos podamos despedir y volver a casa, porque mi señora y madre de vuesa excelencia estará con cuidado por no saber de sus nuevas (135). El mayor temor de don Fernando es que alguien descubra que la bella Isabel es en realidad su amo, el joven duque don Francisco. A pesar de las recompensas que le promete el joven, es la opinión de don Fernando que la aventura debe concluir. El asesinato de Don Juan, el marido de doña María, precipita el desenlace. En su investigación el corregidor interroga a don Fernando y éste confiesa la verdadera identidad de su amo. A su vez, el corregidor culpa a don Fernando del asesinato del marido engañado. De ser culpable el celestino de don Francisco será ajusticiado, pero sólo se confiesa culpable de haber ayudado a su amo en sus enredos amorosos. El joven duque se defiende diciendo que no le importa haberse vestido de mujer si haciéndolo 49 pudo lograr sus deseos, arguye que incluso Júpiter debió cambiar de forma para gozar de Calisto y de Europa. Concluye diciendo: He querido decir esto para probar que los yerros que se hacen amando deben ser más tolerables que los otros. Y que tal que repta y reprehende vidas ajenas como se ve en vuestra merced, en lugar de ser más correcto, es alguna vez más dañado y merecer ser antes censurado que aquél de quien quiere enmendar la vida. (150) Loubayssin logra que sus personajes sean seres de carne y hueso, jóvenes en busca el amor y del placer. Los pensamientos y acciones de don Francisco, de doña María, de Estefanía, de la señora de las estrellas y del propio don Fernando nos muestra a hombres y mujeres de su época que muestran sus pasiones y deseos. Para Loubayssin, estas pasiones deben estar presente en sus novelas porque retratan mejor a los personajes, y además no puede negar el mundo en que vive. En la Historia tragicómica las influencias celestinescas están presentes en todo el texto. El episodio que mejor representa esta influencia es el de los amores de don Henrique con Leonora. Don Henrique natural de Sevilla, de sangre noble y esclarecida cuenta sus amores con la joven Leonora, quien a la muerte de sus padres se ha convertido en una rica heredera. La joven queda al cuidado de su tío, quien decide darla en matrimonio a don Diego, de mayor fortuna y posición social. El joven don Henrique vive solo en casa con sus criados. El presagio de su mala fortuna despierta a don Henrique en medio de la noche: 50 Desperté con sobresalto dando unas tan crecidas, y apresuradas voces, que dos pajes que dormían en un aposento pegado al mío, despertaron al ruido y vinieron a mí pensando que algún accidente me había sucedido. (99) La transformación de don Henrique es total, de un hombre cuerdo ahora parece dominado por la locura. Su cuerpo, las acciones de su cara , de sus manos y sus gritos hacen que los fieles criados corran en busca de un amigo de don Henrique, don Pedro Gudiel quien le promete a su joven amigo hacer de intermediario para que los dos amantes puedan comunicarse. Sin embargo, Don Pedro es un mal amigo porque en realidad él también quiere casarse con la bella Leonora. Es aquí entonces, en que Loubayssin hace que la novela tenga algunos elementos novedosos. Don Pedro juega el papel de celestino para don Henrique, pero a su vez él contrata a una mujer y le promete “darle dos mil doblas, si por su medio podía venir al cabo de su intento. Esta vieja vencida del interés desta promesa, y deseosa del bien y fortuna de su primo, le prometió, de darle la mano; y de emplear en ello un particular cuidado” (120). Esta medianera le aconseja a don Pedro que para entrar en la casa del tío de Leonora lo más sencillo es que finja estar enamorado de la prima de Leonora, Ercila. La historia se complica porque entonces son ya tres los pretendientes a la mano y la fortuna de la bella Leonora. Don Henrique parece ser el más sincero y más vehemente. Además el amor de don Henrique es correspondido por la joven. Don Henrique ve a don Pedro como su fiel amigo y celestino. A su vez, don Pedro también es el pretendiente de Ercila y de Leonora. Don Pedro sigue su propósito hasta el fin del episodio. Si don Henrique actúa y reacciona como Calisto cuando sufre por no tener a Melibea, don Pedro sufre porque Leonora es algo que 51 no puede alcanzar. Para don Pedro los “días le eran noches, y las noches verdaderos infiernos” su tormento es que debe escuchar las quejas de los enamorados, leer sus cartas, y ser cómplice de sus mensajes amorosos. Don Pedro debe ser discreto para no descubrir su pasión, esto le mantiene en “perpetuo tormento”. El falso amigo, al escuchar todas las confidencias, no participa del deleite de recontar las cosas sensuales y comunicarlas, como le dice Celestina a Pármeno. Al contrario, esto se transforma en un verdadero tormento para don Pedro. El otro pretendiente de Leonora, don Luis, es un joven noble y de mayor fortuna. Su amor por Leonora, a quien acaba de conocer, es fulminante. Ve a la joven como la dama de sus sueños. La descripción de Leonora se asemeja a la que hace Calisto de Melibea: Esos cabellos que afrentan a las madejas de oro que los montes Arabia crían: la frente lisa y sin arrugas: los ojos resplandecientes; y las rosadas mejillas, semejantes al rocicler color que suele traer el alba, en los días más claros del verano, hechas en forma de arco: esa boca odorífera, adonde los dientes de perlas se cubren. (91) Don Luis ve a Leonora como su cruel enemiga: su amor es un tormento y confiesa que su pasión no es guiada por el apetito carnal sino el pensamiento de tener a la joven por esposa. En la novela, vemos que los personajes se retratan a sí mismos, pero también el lector recibe el bosquejo de un personaje hecho por los otros protagonistas de la historia. De este modo vemos a Leonora retratada por sí misma, por sus tres pretendientes y también por su prima. Al fin de este episodio, los jóvenes amantes, don Henrique y Leonora, deciden fugarse y casarse en secreto para burlar la vigilancia del tío. En el día 52 señalado a las doce de la noche, Leonora bajará del balcón de su habitación por una escalera de seda. Sin embargo, será don Pedro quien estará esperando a Leonora. Todos los planes se frustran porque don Luis cree que están raptando a su amada, llama a los alguaciles, se produce un tiroteo y mueren dos personas. Don Henrique debe escapar a las Indias en un barco que está a punto de zarpar. En La Celestina, Melibea se queja de las limitaciones que tienen las mujeres de expresar sus deseos, sentimientos y vivir su amor libremente: Mas ¡ay de mí ¿Quién me dará fuerzas para resistir a mi pasión, después que habré perdido las mías? Que de pensar, poderme defender, de los dulces asaltos que la hermosura de mi enemigo me da, no es posible sino que alguna divinidad me socorra, porque la ayuda de los hombres no me puede servir [más] que de viento, para encender la fragua que en mi corazón arde. (519) En los Engaños deste siglo y en la Historia tragicómica, vemos que las heroínas son personajes activos, que muestran su pasión. El narrador expresa esta atracción dando al personaje femenino el poder de expresar este deseo sensual ya sobreentendido en el amor cortés. En este sentido, las novelas de Loubayssin no tratan a la mujer como una dama inalcanzable. En contraste, hace que sus heroínas sean mujeres capaces de tener una parte activa en su vida amorosa, sea a causa de una casualidad, en el caso de doña María, o por luchar contra un matrimonio forzado, como en el caso de Leonora. Doña Laura viaja de Flandes a España para encontrar al amante infiel que le prometió matrimonio. Más adelante en la Historia tragicómica vemos que Leonora se embarca a las Indias para encontrar a don Henrique. 53 En Los engaños deste siglo el personaje que hace de celestino es masculino, don Fernando. El también tiene éxito en su empresa y recibe su galardón. A diferencia de Celestina, no es un personaje que vive al margen de la escala social. Su oficio es exclusivo para su señor. Como Celestina, don Fernando es un intermediario, tiene una parte activa en la acción y además aparece como el tío de don Francisco. En la Historia Tragicómica, el personaje que hace de celestino también es masculino, don Pedro. A diferencia de don Fernando y de Celestina, don Pedro no espera dinero, ni joyas. Su recompensa sería la joven doña Leonora. En este sentido, don Pedro realmente no aparece como celestino sino como un amante despechado que usa el subterfugio de aparecer como celestino para lograr el objeto de su pasión. Sin embargo, don Henrique y Leonora creen que es su intermediario y un amigo fiel. Un personaje más acorde con Celestina es la mujer que contrata don Pedro, quien a cambio del pago de dos mil doblas consigue que don Pedro pueda entrar a la casa del tío de Leonora. El oficio de esta prima es visitar a las mujeres que padecen de alguna enfermedad. Cortijo nos recuerda sobre la novela sentimental que: [E]l género mismo es un híbrido, producto de varias tradiciones e influencias, a la vez que un terreno apto para la experimentación literaria. Sus autores son conscientes de que participan de un algo no definido terminológicamente y la nomenclatura que cada uno usa liga al género a otras modalidades. A la vez, la intertextualidad intergenérica ayuda a ver en la ficción sentimental un todo coherente y unitario. (293) La Celestina de Rojas logra superar el modelo de la novela sentimental, que colocaba a la protagonista femenina en un papel pasivo, en un pedestal inalcanzable, 54 altiva y distante. En el texto de Rojas hay un aumento en el diálogo de los personajes, las mujeres pueden expresar sus deseos y pasiones. Este dinamismo se traduce en que los jóvenes protagonistas rompen los marcos sociales y las convenciones de clase. En efecto, es la superación de los postulados del amor cortés. En sus novelas, Loubayssin manipula los códigos del amor cortés en cuanto a la relación entre los sexos. Las acciones de los jóvenes protagonistas tienen más en común con los de La Celestina, pero el autor aprovecha esta superación del modelo de la novela sentimental que se encuentra en La Celestina para incorporar estos elementos en la novela bizantina, cortesana, pastoril y picaresca. Es así como logra crear una narración híbrida que pone en práctica la experimentación genérica. 55 Capítulo 2 – El imaginario histórico de la España de los siglos XVI y XVII en la obra de Francisco Loubayssin de la Marca Sancho, pues vos queréis que se os crea Lo que habéis visto en el cielo, yo quiero Que me creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos. Y no os digo más. Don Quijote II, Capítulo XLI Francisco Loubayssin de la Marca refleja distintos aspectos del imaginario histórico de la España de los siglos XVI y XVII en tres de sus obras: Engaños deste siglo (1615) , Historia tragicómica de don Henrique de Castro (1617) y el Panegírico dedicado al cardenal Richelieu33 (1639). Aunque esta edición se centra en la Historia tragicómica de 1617, en este capítulo se analiza la visión del imaginario histórico de la España de los siglos XVI y XVII en las tres obras mencionadas de Loubayssin. El primer objetivo es plantear las bases teóricas e históricas que nos permitan explicar la importancia de Loubayssin.34 El segundo, relacionado con el anterior, es la 33 Este último texto, bastante posterior, está dividido en dos partes. La primera fue escrita en francés: Deffy de la langue françoise et de l’espagnole, pour sçavoir quelle des deux et plus eloquente et plus capable d’ecrire les actions ilustres des grand roys et de grands ministres d’estat. La segunda fue escrita en español: Repto entre la lengua española y francesa, para ver cuál de las dos es más elegante en escribir hazañas de reyes y hechos de varones ilustres. 34 En este trabajo se usan las siguientes ediciones: Engaños deste siglo, copia de la Biblioteca Nacional de Madrid; La historia tragicómica, copia de la Biblioteca Nacional de Madrid cotejada con las copias existentes en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile, y en la Biblioteca de Brown University. En 1648 se publicó en París, Don Henrique de Castro ou la Conqueste des Indes, una traducción resumida del texto.También existe una traducción en inglés, Don Henriquez de Castro or, the Conquest of the Indies, 56 contextualización de su obra en relación a los distintos aspectos políticos, económicos y sociales del Imperio Español. Así se destacará la importancia de los escritos de Loubayssin en la formación de una idea más completa de la España de esos siglos y de su relación con el Nuevo Mundo.35 También se observará una visión general de la preponderancia política y ecónomica del Imperio Español en los siglos XVI y XVII. Asimismo se enfatiza que este imaginario histórico del Imperio español no corresponde sólo al territorio de la Península, sino también a los grupos sociales, económicos y étnicos que en las colonias le proveen su estructura y funcionamiento. (Kamen 2008,118) Las crónicas y los libros de viaje, de la época moderna, son algunos de los primeros textos que nos entregan las impresiones del imaginario histórico que se encuentra presente en las obras de Loubayssin. Las cartas de Cristóbal Colón y Hernán Cortés fueron escritas de acuerdo con las ideas existentes sobre este Nuevo Mundo. Según Erwin Walter Pabst, la atmósfera en la metrópoli europea hace que la grandiosa empresa del descubrimiento se presente, en un primer momento, como una extensión del mundo medieval (113). La nueva realidad se trataba de explicar bajo la óptica de la Baja Edad Media. Umberto Eco, escribió al respecto: […] medieval journeys were imaginary. The Middle Ages produced encyclopedias, called Imagines Mundi, that tried more to satisfy the taste for marvels, telling of distant and inaccessible countries, and these were publicada en Londres en 1685. Panegírico dedicado al Cardenal Richelieu, copia de la Biblioteca Nacional de París. 35 Edmundo O’Gorman: “But if man conceives of himself not as a ready-made being but as one that possesses the possibility of changing, the universe will no longer be for him an impassible barrier of alien reality, but rather an infinite field for conquest.” (140) 57 all from books written by people who had never seen the places they wrote about, since the force of tradition counted more than actual experience. (281) En efecto, la llegada de los primeros conquistadores al Nuevo Mundo les planteó el problema de no poder describirlo de una manera fidedigna, dado que los modelos del imaginario europeo no correspondían a esta nueva realidad. Observamos esta limitación en la Segunda carta de Relación (30 de octubre, 1520) de Hernán Cortés al Emperador, cuando trata de describir la gran ciudad de Tenochtitlan: Es tan grande la ciudad como Sevilla y Córdoba. Son las calles de ella, digo las principales, muy anchas y muy derechas […]. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la de la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil ánimas comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros de mercaderías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimientos como de vituallas, joyas de oro y de plata, de plomo, de latón, de cobre, de estaño, de piedras, de huesos, de conchas, de caracoles y de plumas. (66-7) Así, para describir el tamaño de la ciudad y sus plazas y mercados, utiliza elementos geográficos familiares para poder ubicar al rey en el contexto de las tierras americanas. Además, le interesa todo lo que se compra, se vende y la variedad de las mercancías allí expuestas. Es un tema que continua en su Quinta carta (3 de septiembre, 1526) donde le comunica al rey que si es necesario, irá a la China para abrir nuevas vías para el comercio del Imperio: 58 Yo me ofrezco a descubrir por aquí toda la especiería y otras islas, si hubiere cerca de Maluco y Malaca y la China y aun de dar tal orden, que vuestra majestad no haya la especiería por vía de rescate, como ha el Rey de Portugal, sino que la tenga por cosa propia y los naturales de aquellas islas le reconozcan y sirvan como a rey y señor natural. (478) Alvar Nuñez Cabeza de Vaca expresa lo mismo en el Proemio de los Naufragios. Su obra contiene “cosas muy nuevas y difíciles de creer” (76). En el relato hay elementos fabulosos que acercan la narración a otras presentes en los libros de caballería. Al mismo tiempo, no se puede negar el valor de la obra en describir nuevos territorios y culturas. Las novelas de caballería populares entre los españoles de la época sirven de modelo para relatar esta nueva realidad (Maura 26).36 Tanto los cronistas como los conquistadores tratan de incorporar este Nuevo Mundo a las nociones y categorías del continente europeo. Se trata de ubicar un espacio en el “mapamundi” del siglo XV para estos nuevos territorios y sus habitantes. En realidad, se trata de incorporar este nuevo continente al imaginario del Viejo Mundo. Según José Carlos González Boixo: Para un europeo del siglo XVI resultaba difícilmente admisible la existencia de un mundo desconocido […] se intentó que América formase parte del concepto de Ecumene, de otorgar al Nuevo Mundo, una identidad que le vinculase con el Viejo Mundo. (4) Los nuevos descubrimientos se ubican en este proceso de cambio de fines de la Edad Media y comienzos del Renacimiento. Uno de los cambios señalados por Costa Lima (5) es la importancia de la subjetividad encargada de descubrir una nueva lógica 36 El elemento fabuloso o “difícil de creer” no es por lo tanto patrimonio único de las novelas de caballería sino que se atiene perfectamente a las primeras descripciones y características de las culturas descubiertas. 59 ante las limitaciones del orden tradicional fundamentado teológicamente. El cosmos conocido es insuficiente para responder a las nuevas interrogantes. El humanismo trata de conciliar estas contradicciones. Los historiadores y cronistas debaten el problema de lo que se considera “historia” y cómo se debe escribir esta “historia” (Boruchoff 276). La llegada del Humanismo a España coincidió con la llegada a América y la expansión imperial de Carlos V. La ciencia y la retórica clásicas que trajo el humanismo proveyeron el modelo epistemológico para conceptualizar esta nueva realidad (Clavero). No cabe duda de que para los humanistas este imaginario se transforma en una contradicción. Escritores como Juan Luis Vives, De natione dicendi. In opera ommia (1523); Luis Cabrera de Córdoba, De historia: Para entenderla y escribirla (1611), y Sebastián Fox Morcillo, De historiae institutione dialogus (1557) trataron de conciliar el concepto de historia humanista con los nuevos descubrimientos. Por un lado, la mayoría de los historiadores debe escribir sobre algo que han leído en otras obras, o relatos que han escuchado de soldados y sobrevivientes de algunas de las expediciones. Por otro lado, deben tratar de conciliar el duro aspecto de la conquista con los ideales del humanismo. Según Clavero, “este modelo resultó a la larga insuficiente e inadecuado para tal tarea.” (29). Sin embargo, es evidente que las narrativas de los humanistas fueron una fuente de información y configuraron el imaginario europeo del Nuevo Mundo. Beckjord indica que: The intellectual challenges posed by the crisis in humanistic thinking on the writing of history, the pressures of representing New World cultures and events according to Old World standards, and the moral controversies 60 spawned by Spain’s imperial expansion brought new exigencies as well as insights into old debates. (164) En efecto, los humanistas deben tratar de responder a nuevas preguntas y desafíos que traen consigo la exploración y la conquista tales como: el tratamiento de las poblaciones indígenas, la explotación de los recursos mineros y el bienestar espiritual de los nuevos súbditos de la Corona. Es así como Cabrera de Córdoba difiere del concepto de historia que aporta Vives, al postular que a fin de cuentas la historia no representa una imagen fiel del pasado. Más bien la historia se interpreta desde el punto de vista del propio historiador (Beckjord 168). No es necesariamente una verdad absoluta. Según Michel de Certeau: In history everything begins with the gesture of setting aside, of putting together, of transforming certain classified objects into ‘documents.’ This new cultural distribution is the first task. In reality it consists in producing such documents by dint of copying, transcribing, or photographing these objects, simultaneously changing their locus and status. (72) En el caso de una narrativa histórica, están presentes diversos factores textuales: el género historiográfico (un informe, un diario de viaje, una crónica, etc.) el destinatario ( el rey, el Papa, o un funcionario real), el objetivo, escribe para conseguir dinero, soldados, haberes, negocios, etc. También se escribe para justificar ciertas empresas y guerras. En este caso, el documento sirve para legitimar ciertos hechos de los conquistadores. Es así, como los acontecimientos que no se juzgan pertinentes para relatar en una historia particular generalmente no van formar parte de la historia documentada. 61 Loubayssin en sus obras, como los narradores de la conquista, presenta unos acontecimientos de acuerdo a lo que como autor, considera más representativo de estos siglos. Al mismo tiempo, da su opinión sobre muchos de estos acontecimientos. Construye su literatura de acuerdo a los elementos que desea destacar y poner en relieve. Para ello elige las novelas, comedias y crónicas que le pueden proporcionar los datos y las técnicas literarias necesarios para dar un contexto y organizar su narrativa. Por ejemplo, en la Historia Tragicómica el autor sigue fielmente La Araucana de Alonso de Ercilla, cuando describe el sur de Chile y a los araucanos; La conquista de las Islas Malucas de Bartolomé Leonardo de Argensola, cuando escribe sobre la historia de don Juan Serrano en la islas Molucas; y Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, cuando el ermitaño intercala su historia con largos sermones sobre sus creencias religiosas. Podemos decir que el autor construye un pasado de acuerdo al presente en que él mismo vive. Robin Collingwood plantea que: Historical thinking is that activity of the imagination by which we endeavor to provide this idea of the past with detailed content. And this we do by using the present as evidence for its own past. Every present has a past of its own, and any imaginative reconstruction of the past aims at reconstructing the past of this present, the present in which the act of imagination is going on, as here and now perceived. (247) Es así como Loubayssin elige los momentos históricos que desea destacar. En la Historia tragicómica, sobresalen las navegaciones de los portugueses, las guerras de Italia, las batallas navales en el Mediterráneo, en los océanos ĺndico, Atlántico, y Pacífico. En la novela Engaños deste siglo se pone de relieve la política de los matrimonios reales, 62 resultado de los cuales serían los acuerdos de paz que firman España y Francia en 1615. La novela da una visión de la vida de la corte, de los albergues de viajeros, de la justicia y de los distintos estratos sociales. El Panegírico puede considerarse como parte de los escritos dedicados a denigrar la imagen de España durante la Guerra de los Treinta Años. Los hechos que relata Loubayssin, nos remiten al momento o episodio que decide resaltar, para construir un imaginario histórico. Walter Benjamin afirmó que: Historicism contents itself with establishing a causal connection between various moments in history. But no fact that is a cause is for that very reason historical. It became historical posthumously, as it were, though events that may be separated from it by thousands of years. A historian who takes this as his point of departure stops telling the sequence of events like the beads of a rosary. Instead, he grasps the constellation which his own era has formed with a definite earlier one. Thus he establishes a conception of the present as the ‘time of the now.’ (264) En este “aquí y ahora” el autor escribe sobre momentos especiales de peligro, llenos de tensión: la etapa de los descubrimientos, la conquista, las distintas guerras en las que se ve envuelto el Imperio Español. En la Historia tragicómica el autor trata de colocar los acontecimientos en un orden cronológico. Benjamin critica este tipo de “método aditivo” que acumula hechos y fechas, como las cuentas de un rosario. Se descuida la parte de las ideas y pensamientos de la época. En cierta manera es lo que sucede en la Historia tragicómica. 63 En las obras de Loubayssin uno de los elementos que sobresale en su metahistoria es la visión favorable de los europeos. Para las élites imperiales estas narraciones corresponden a la necesidad de construir una imagen del pasado que sea consecuente con el mantenimiento del Imperio. El imaginario histórico que construye Loubayssin se basa en los conocimientos que se tenían de los descubrimientos y la conquista. Sus novelas reconstruyen un tiempo pasado de acuerdo al tiempo presente del autor. Los acontecimientos transcurren en lugares lejanos y exóticos, los cuales Loubayssin y la mayoría de sus contemporáneos nunca han visitado. El hecho de incorporar los descubrimientos y la conquista en la narrativa enriquece la trama y ayuda al lector a formar un imaginario con los personajes que forman parte de la acción. Las aventuras de don Esteban de Castro, de su hijo y de sus nietos revelan otros aspectos del Imperio (organización de las expediciones, manejo de las finanzas, nombramiento de funcionarios, etc) que nos ayudan a entender su funcionamiento en distintos puntos del globo. En este caso, la narración histórica nos obliga a reconsiderar ciertos aspectos de los episodios de los siglos XV y XVI, por ejemplo la conquista de México y Perú, las exploraciones portuguesas españolas. En el imaginario histórico que construye Loubayssin, los hechos son narrados desde el punto de vista de un francés de más o menos veintiocho años. En su interpretación queda patente la intención de narrar todos los procesos más notables de esos siglos, es decir la grandeza de España y Portugal al emprender las exploraciones y la conquista, las proezas de los soldados y navegantes llegando a los lugares más recónditos de nuevos continentes. En la Historia tragicómica, el autor describe el encuentro de diferentes culturas, aunque lo que realmente le interesa es el hecho de entretener al lector 64 y mostrar que está de parte del mundo civilizado. De este modo, la novela reafirma la representación de las culturas las americanas en los siglos XV y XVI, enfatizándose el exotismo de los habitantes y las tierras americanas. En los escritos de Loubayssin el Nuevo Mundo se encontraba en esta encrucijada en la que debía descubrir su subjetividad en relación al Imperio Español. TzvetanTodorov analiza el encuentro de dos imaginarios, vale decir, el imaginario de los europeos, los españoles que llegaron al Nuevo Mundo, y el de los nativos que allí residen. Comenzó con la llegada de Colón y continuó con la Conquista: First of all, the discovery of America, or of the Americans, is certainly the most astonishing encounter of our history […] At the beginning of the sixteenth century, the Indians of America are certainly present, but nothing is known about them, even if, as we might expect, certain images and ideas concerning other remote populations were projected upon these newly discovery beings. (4-5) En el siglo XVI Francisco López de Gómara ya había propuesto una idea similar en su “Dedicatoria al Emperador Carlos V” de la Historia General de las Indias: “La mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la Encarnación y muerte del que lo crió, es el descubrimiento de Indias.” Las aseveraciones de Todorov reflejan la relativa “presencia” de los habitantes del Nuevo Mundo. Aparecen en muchos escritos de la época, en las comedias, novelas, poesía. Se pone énfasis en lo salvaje, exótico y bárbaro. Es claro que se busca conformar a los indígenas a unas ideas preconcebidas de seres bárbaros, sin creencias y que viven en pecado. En estos escritos no podemos encontrar la presencia de este Nuevo Mundo desde 65 el propio punto de vista de los nativos americanos. Sin embargo, desde el descubrimiento y la conquista, el Nuevo Mundo se convierte en un elemento esencial del imaginario histórico de España y de Europa. (Fernando Cervantes, The Hispanic World: 5) El Imperio Español se define e identifica en relación a este “otro”. En esta nueva empresa, el Imperio Español se mira y se reconoce a sí mismo. Al mismo tiempo, el Nuevo Mundo se ve en la mirada del otro. El imaginario de España empieza a construir imágenes de las tierras americanas basándose en las crónicas y los relatos de viajeros, que trata de comprender y asimilar. Al no poseer un discurso escrito similar al de los europeos, los indígenas carecen de un poder semejante (Certeau 25)37. El Nuevo Mundo logra situarse en este imaginario haciendo uso de lo excepcional, en cuanto al lugar, al espacio, a las nuevas prácticas. Asimismo, Certeau se refiere a la escritura como un instrumento de conquista y colonización y describe el proceso de cómo se empieza a construir este imaginario: This is writing that conquers. It will use the New World as it were a blank, ‘savage’ page in which Western desire will be written. It will transform the space of the other into a field of expansion for a system of production. From the moment of rupture between a subject and an object of the operation between a will to write and a written body (or a body to be written), this writing fabricates Western History. (xxv-xxvı) De hecho, el discurso de los habitantes del Nuevo Mundo aparece de manera fragmentada en la Historia tragicómica. En realidad, el lector debe buscarlo en las 37 “They metaphorized the dominant order: they made it function in another register. They remained other within the system which they assimilated and which assimilated them externally. They diverted it without leaving it. Procedures of consumption maintained their difference in the very space that the occupier was organizing.” (32) 66 “fisuras” de la narrativa. Loubayssin escribe sobre los indios, los bárbaros, sus costumbres y ritos sangrientos. Una excepción a este exotismo negativo se encuentra en la Historia tragicómica, cuando describe al joven Lautaro, el bárbaro muchacho, miembro de una nación “de alma noble y generosa” (23). Es evidente que el autor sigue muy de cerca La Araucana de Ercilla, cuando describe la muerte de Valdivia. En este complejo proceso de crear un espacio para el Nuevo Mundo en el imaginario histórico español y europeo, España, como escribió Gilles Deleuze, trata de duplicarse en su Imperio en ultramar, crear reinos que sean una imagen casi exacta del original. Se utilizan nombres propios que ya existen en la Península: Nueva España, Nueva Granada, Cartagena de Indias, Santiago de Chile, etc. Se introduce un sistema de administración colonial, centralizado en la Casa de Contratación en Sevilla. Alejandro Cañeque estudia la importancia de la representación de las autoridades coloniales: los virreyes, oidores, regidores, para mantener viva la imagen del Imperio: In the same way as the faithful were expected to venerate the sacred images of Christ, the Virgin or the saints, because in so doing they were venerating the king himself, the inhabitants of the New World were expected to revere colonial authorities because, as images of the king, in so doing they would be venerating the king himself. (61) Estos procesos corresponden al presente en que vive Loubayssin. Podemos agregar que el proceso histórico es un fenómeno constante en la historia de España. Según Henry Kamen: “Myth-making about the early modern history of Spain will persist because it is a direct consequence of the failure to create a homogeneous national identity and a 67 coherent, commonly shared historical memory” (Imagining Spain: Historical Myth and National Identity, 210). En la etapa final de este proceso, al que Edmundo O’Gorman, denomina ‘el proceso histórico de la invención de América’: We now have America before our eyes and we know how this entity appeared. It did not suddenly emerge full-blown as the result of the chance discovery by Columbus of a small island on October 12, 1492; it developed from a complex, living process of exploration and interpretation which ended by endowing the newly-found lands with a proper and peculiar meaning of their own, the meaning of being the ‘fourth part’ of the world. (124) El imaginario histórico de la España de los siglos XVI y XVII es un imaginario en el que, según O’Gorman, América “was invented in the image of its inventor” (1961,140). Es así como esta “cuarta parte del mundo”, América, logra crear nuevos espacios. Se redefinen los espacios del mundo conocido al ubicar un nuevo continente a la par de Europa, Asia y África. En sus obras Francisco Loubayssin contribuyó a este imaginario histórico. La presencia de las nuevas tierras americanas y sus habitantes en la Historia tragicómica indican la incorporación de América al nuevo imaginario histórico europeo. 68 Engaños deste siglo (1615) En esta novela el autor presenta la vida de la corte española, las diferencias entre los distintos estratos sociales, las alianzas matrimoniales entre España y Francia y también la guerra en los Países Bajos. La acción transcurre durante el reinado de Felipe III (1598-1621). Durante los siglos XV y XVI se dió un aumento del interés por el estudio del español en Francia, especialmente durante el reinado de Enrique IV y la regencia de María de Médici. Debido a los matrimonios reales de Luis XIII de Francia con la infanta española doña Ana de Austria y el del futuro Felipe IV de España con Isabel de Borbón (1615) . En la corte y en la sociedad en general se experimenta un interés por el conocimiento de la lengua castellana y por la cultura española que se muestra en el número de manuales para el aprendizaje de la gramática castellana. Entre los autores más conocidos se pueden mencionar a Ambrosio de Salazar, intérprete español de Luis XIII, quien publicó en 1614 Las clavelinas de recreación, una colección de cuentos y anécdotas para la enseñanza del castellano. El mismo año publicó Espexo general de la Gramática, en francés y en español, y en 1636 El tesoro de diversa lición. Pueden citarse junto a él Lorenzo de Robles, Advertencias y breve método (1615) y Juan de Luna, Arte breve y compendiosa (1616). La favorable recepción del Quijote y de las Novelas ejemplares de Cervantes en su traducción francesa es otra muestra del interés de la corte de Luis XIII por la literatura española. Por eso, no es extraño percibir la influencia de Cervantes en autores franceses como Jean Pallet, Nicolas Baudouyn, Louis de Gedou, Jean Rotrou, e incluso el mismo Loubayssin. 69 Las alianzas matrimoniales entre Francia y España dieron pie a otras muchas referencias en la literatura de la época. Dos años después de la publicación de Los engaños deste siglo, Carlos García aprovecha, como Loubayssin, la augusta ocasión para publicar su obra La oposición y conjunción de los dos grandes Luminares de la tierra o La antipatía de los Franceses y Españoles. Carlos García, un español que forma parte de la casa de la reina madre, María de Médici. El objeto de su obra es mostrar las razones por la enemistad entre las dos potencias o luminarias, Francia y España, e insistir en que se debe buscar la paz y la unión. En el prólogo de Los engaños deste siglo, Loubayssin da a conocer el propósito de escribir sus obras en español; quiere que su obra sea española en su totalidad, no sólo en la forma sino también en el alma, y el vestir, “porque me ha parecido y, según mi opinión, a todos parecerá bien de dar a mi libro no solamente el cuerpo y alma española, sino también el vestido, al modo y traje de su tierra.”38 El autor dice que sus personajes hablan la “verdadera lengua de Castilla” y que por ello no merece vituperio sino “grande alabanza” porque al escribir en esta lengua extranjera demuestra conocer la lengua castellana, y de la historia y cultura del pueblo español. La novela trata del viaje de un joven matrimonio, don Juan y doña María, de Ubeda a Toledo, donde el marido va a recibir la Orden de Santiago. Don Juan es un aristócrata dispuesto a disfrutar del viaje. Haciendo honor a su nombre, “avant la lettre”, siempre está en busca de una aventura amorosa. Pero al fin será el burlador burlado. 38 En la versión original de Engaños deste siglo, las páginas anteriores al mismo texto del autor desafortunadamente no llevan números. La cita que usamos se encuentra en la página seis de la sección ‘Al discreto lector.’ 70 La primera noche, en el mesón El Viso, don Juan se prepara para un encuentro con la sobrina del mesonero, Estefanía, pero la llegada del marido de ésta hace que el frustrado galán tenga que refugiarse debajo de la cama para burlar al sospechoso marido. Mientras tanto, doña María le espera a oscuras en el dormitorio. Uno de los pajes, Hipólito, se equivoca de puerta y se acuesta al lado de su ama. Doña María le confunde con su esposo, y al fin es ella quien tiene la aventura amorosa. El pobre don Juan, descalabrado después de su fallido intento, decide quedarse otra noche en la venta para recuperarse. Así, los alcanzan la bella Isabel y don Fernando. En realidad, la bella Isabel es don Francisco, el primer amor de doña María y don Fernando, su celestino y confidente. Don Francisco acaba de regresar de Flandes, donde le había mandado su padre después de hacerle terminar su relación con doña María. Al continuar el viaje, don Juan hace planes para gozar de la bella Isabel. Deben pasar la noche en la venta de la Zarzuela, y sólo hay un lecho disponible. Se decide que sean las damas las que lo compartan. Grande es la sorpresa de doña María cuando doña Isabel se transforma en su antiguo enamorado. Mientras los amantes celebran su reencuentro, don Juan y don Fernando juegan a las cartas. A la mañana siguiente, las dos damas se ayudan a vestir. En la siguiente etapa del viaje y ya cerca de Toledo encuentran a una mujer de extraordinaria belleza, la dama de las estrellas, doña Laura, quien viaja desde Flandes con una carta de la hermana del Rey para pedir justicia en contra del hombre que la sedujo. Todos coinciden en la misma posada, don Juan con la esperanza de alcanzar por fin a la hermosa y esquiva doña Isabel, y los dos amantes con el deseo de repetir los hechos de la noche anterior. La situación es de riesgo, por lo tanto, don Fernando hace creer a don 71 Juan que podrá ver realizados sus deseos esa noche, pero en realidad ha organizado las cosas de tal modo que el encuentro de don Juan será con una criada. Estos últimos planes de don Juan no se llevan a cabo porque se le aparece el fantasma de su difunto padre, quien le revela su próxima muerte. Don Juan se arrepiente y va a la iglesia a pedir perdón pos sus pecados pero es apuñalado a la salida del santuario por el marido de Estefanía, que ya había matado a su mujer con el mismo puñal. En vista de todos estos hechos, interviene el Corregidor y se descubre que doña Isabel es don Francisco y que ha sido él quien ha seducido a doña Laura. El Rey dispone que se casen. También doña María accede a casarse con el paje Hipólito y así servir en la casa del joven matrimonio. En esta primera novela, Loubayssin se sitúa como partidario de la Iglesia Católica y de su política. Es una afiliación que será constante en su vida, aparte del servicio a la aristocracia. El autor también escribe sobre una sociedad que está en un proceso de cambio económico, político y social. La expansión territorial y marítima del Imperio exige cambios en la administración y gobierno de estos nuevos territorios. Para este efecto Felipe II trasladó la capital del Imperio de Toledo a Madrid en el año 1560. Esto ayudó a centralizar el aparato del gobierno. En Los engaños deste siglo doña Laura se refiere a la infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y hermana de Felipe III: El mismo año de mi nacimiento mi padre fue por capitán de una compañía de caballos ligeros a Flandes, con el gran duque de Alba don Fernando de Toledo […] [M]e llevó con él a Flandes y me presentó a la Serenísima Infanta, hermana de nuestro rey y mujer del Archiduque Alberto.(222-5) En esta novela las referencias a la guerra de Flandes también aparecen en la historia de don Francisco, pero en estos casos el autor no se refiere a episodios bélicos o a 72 la guerra en sí, más bien las referencias sirven para dar el marco histórico a una novela de estilo cortesano. Loubayssin también se refiere a otros aspectos del Imperio Español, entre ellos el poder y la justicia en la península: Porque los reyes de España se hacen tan de veras obedecer de sus súbditos, y la justicia tiene tanta autoridad sobre los grandes, que me acuerdo que en los primeros años que yo estuve en España, sucedió en Madrid un caso harto notable. Y fue que por haber querido dar un duque de los más poderosos de palos a un alguacil, fue condenado por el presidente de Castilla a graves penas. (240) La administración de la justicia también se ve en la muerte del marido de Estefanía, González García, a quien colocan en el potro para que confiese el asesinato de su mujer y el de don Juan: [….] estando sobre el potro, a la primera vuelta que le dieron, empezó a gritar que le aflojaran los cordeles y que diría la verdad en todo cuanto le preguntasen […] Esto fue lo que dijo sin que todos los tormentos (aunque fueron tan crueles, por el mismo corregidor presente, que apenas le sacaron vivo del potro) le pudiesen hacer decir otra cosa más de lo que había dicho (262-3) En el último tramo del viaje, los viajeros se hospedan en una posada. Allí Doraliza, una de las doncellas, canta una canción popular para entretener a los presentes. La canción trata de un portugués enamorado, “más valiente que Roldán y más galante que Macías” que pretende a una mujer casada en Castilla: En sus promesas 73 Prometiéndole, en efecto Las especies de las Indias Los olores de Lisboa Y los barros de la China (158). El galán portugués ofrece regalos que vienen de todas partes del Imperio Portugués, las especies de la Indias, en especial canela de Ceilán, clavo de olor de las Malucas y jengibre de la India. La porcelana china era muy apreciada en Europa y los barcos de Imperio Portugués comerciaban con China, India, Japón y las Islas de las Especias. En Los engaños deste siglo el autor también describe una sociedad que está en un proceso de cambios económicos, políticos y sociales. Nuevas ideas empiezan a aflorar en algunos estratos de la sociedad, que vemos, por ejemplo, en el matrimonio de doña María con el paje Ipólito, una mujer principal que se casa con un hombre de diferente situación social. Es verdad que doña María es una mujer viuda y como tal, pareciera tener más libertad en la elección de su segundo marido. Cuenta, eso sí, con el beneplácito del Rey y del corregidor. En lo económico, los gastos de los matrimonios son un indicio, de la riqueza de los desposados y sus amistades. “los trajes y los vestidos (de doña Laura y de don Francisco) que solo los bordados costaron más de quinientos escudos” (273). Como regalo de matrimonio, la pareja de doña María y el paje Ipólito recibe diez mil ducados de presente. Los cambios económicos que ha traído la conquista han beneficiado a la clase alta, y a los comerciantes. 74 Historia tragicómica de don Henrique de Castro (1617) Escrita durante el reinado de Felipe III, la Historia tragicómica de don Henrique de Castro narra los hechos más importantes de la historia de España de los siglos XV y XVI. El período corresponde a los reinados de Carlos V (1517-1555), y Felipe II (15551598). En la novela, el Imperio Español aparece como una entidad presente en las Américas, Asia y Europa.39 Las obras de Kamen, Empire: How Spain Became a world Power (2003) e Imagining Spain: Historical Myth and National Identity (2008), presentan al Imperio Español como una empresa multiétnica y multicultural que abarca distintos continentes de gran alcance social, económico y cultural en los territorios ocupados y en la Península. En el imaginario histórico de la España de los siglos XVI y XVII, los cambios mencionados, y la transformación del país bajo el gobierno de los Habsburgo fueron un punto de inicio en que se forjaron nuevos parámetros y valores. Los elementos históricos que aparecen en la Historia tragicómica entregan un importante testimonio de la época. La obra de Loubayssin da una visión compleja del imaginario histórico, social, político y económico de la España de los siglos XVI y XVII y de su relación con el Nuevo Mundo. La búsqueda de nuevos mercados, de materias primas y de nuevas vías para llevar a cabo todas estas empresas aparece en las tres obras mencionadas. En la Historia tragicómica, el descubrimiento del Estrecho de Magallanes y la conquista de México y Perú, tanto como la lucha por el dominio del Mediterráneo y del Índico, y la guerra de Arauco, son algunos de los hechos que transforman el 39 Los dominios incluían el Rosellón, Nápoles, Sicilia, Milán, Cerdeña, los Países Bajos, el Franco Condado, las Islas Canarias, algunas ciudades en el norte de África, el Cabo Verde, las Islas Filipinas y parte de las Molucas. En el Nuevo Mundo el imperio incluía las tierras desde México hasta Paraguay y el río de la Plata. 75 imaginario de la España medieval. Los acontecimientos y descubrimientos avanzan a un paso más acelerado que los españoles contemporáneos de Colón y de los conquistadores. Se trata de una época en que se descubren nuevos océanos, continentes, culturas y pueblos y se da la vuelta al mundo por primera vez. El Nuevo Mundo al que llega Colón ya no es un lugar fantástico, como el de los libros de caballerías, sino un lugar real. Es esta nueva realidad en la que el Nuevo Mundo adquiere una importancia económica de primer orden para el Imperio. La explotación de los recursos mineros, la asignación de las encomiendas, y los recursos humanos son fundamentales a la empresa imperial. Es así como en 1575, Felipe II ordenó en Castilla la Nueva la encuesta llamada Relaciones Topográficas. Otro cuestionario de cincuenta preguntas se mandó a todas las colonias que tenía España en el Nuevo Mundo, con el propósito de averiguar el tipo de habitantes, número de pobladores, ubicación de los pueblos, economía, historia, y recursos naturales de la región. La encuesta fue redactada por el cartógrafo oficial don Juan López de Velasco. Los resultados de la encuesta debían permitir al rey y al Consejo de Estado determinar la política a seguir, ver cómo funcionan los virreinatos, y decidir el número de españoles que podían viajar a un determinado lugar. Ayudaron también a ver cómo se pueden explotar los recursos naturales. De esta manera, el Imperio Español logró tener mayores recursos financieros que Francia porque España ejerció el oficio de intermediario del tráfico de oro y de plata cuyos dividendos se invirtieron en el mantenimiento de su hegemonía mundial. En las novelas de Loubayssin los protagonistas aparecen en distintos puntos del Imperio Español, ya sea explorando nuevas tierras, luchando contra el Imperio Turco, los 76 piratas, o tomando posesión de nuevos reinos. En todas estas empresas se mantienen en comunicación con España dando cuenta de sus hallazgos y de las riquezas encontradas. En la obra de Loubayssin los acontecimientos históricos se incorporan a las vidas de los personajes. De esta manera, el autor cumple su propósito de escribir una obra en la cual se incluyan hechos importantes de los siglos XV y XVI, proveyendo al lector de un contexto conocido que contribuye a la verosimilitud de la narración. La Historia tragicómica comienza en media(s) res con la guerra de Arauco después de la muerte de Valdivia (1553). El narrador se explaya sobre: los problemas que ha traído la conquista, los peligros del vicio de la codicia, y cómo éste ha transformado a los soldados, en especial al conquistador Pedro de Valdivia.40 Además, los araucanos destruyen el fuerte de Tucapel y muere don Lorenzo de Castro. Su hijo, don Henrique, logra escapar del desastre y llega a una ermita, donde vive un ermitaño. Es así, como los hechos históricos se incorporan a la novela. Por medio de las vicisitudes de don Esteban de Castro, don Lorenzo, don Henrique y don Antonio se muestran el funcionamiento del Imperio en Europa, de las guerras entre Francia y España, las exploraciones de los portugueses, la conquista de las Islas Malucas, la conquista de México y Perú, la guerra de Arauco y el peligro de los piratas holandeses que asaltaban los navíos cargados de metales preciosos. Todos estos episodios sirven de telón de fondo a la construcción imaginaria de España que presenta el autor en la novela. En la novela también encontramos las opiniones y juicios de Loubayssin sobre distintos aspectos del Imperio. En la novela hay un narrador intradiegético, cuando en los siguientes capítulos el ermitaño empieza a 40 En la obra de Pérez de Oliva, Historia de la invención de las Indias, la actitud de los españoles hacia el oro es un “poderoso símbolo de corrupción moral.” (Clavero 31) 77 narrar la historia de su vida, don Henrique se convierte en narratario, destinatario, de las historias que narra su abuelo. En el libro I, después de relatar la derrota y muerte de Valdivia, dice que ‘la peste de la codicia’ (4) le ha hecho cometer muchos errores en su gobierno. El juicio de Loubayssin no es aislado. Fray Toribio de Benavente, Motolinía, comparte la visión de don Henrique cuando escribe sobre los abusos que se cometen en México. “Hase visto por experiencia- en muchos y muchas veces, los españoles que con estos indios han sido crueles, morir malas muertes y arrebatadas, tanto que se trae por refrán: “el que con los indios es cruel, Dios lo será con él,” y no quiero contar crueldades, aunque sé muchas, de ellas vistas y de ellas oídas.” (140) Asimismo, Guamán Poma de Ayala, en su obra Primer nueva corónica y buen gobierno, describió el comportamiento de los conquistadores en Perú: “Estaban como un hombre desesperado, tonto, loco: perdido el juicio con la codicia de oro y plata. A veces no comían con el pensamiento de oro y plata. A veces tenían gran fiesta, pareciendo que todo el oro y la plata tenían entre las manos.” (374) Contrasta el comportamiento de los conquistadores con los nativos. Así, Loubayssin escribió sobre los araucanos siguiendo a Ercilla al describir y elogiar su valor. En especial a Lautaro, el paje de Valdivia: ¿De qué hombre se puede leer prueba de valor tan grande? Ni en qué libro antiguo o moderno se ha hallado, que estando uno de la parte victoriosa se pase a la contraria del vencido? Y que solo el valor de un bárbaro muchacho, haya podido arrebatar, por fuerza, a una nación tan belicosa como la española, una tan grande e insigne victoria de las manos? ( 26) 78 El ‘bárbaro muchacho’ posee cualidades de líder guerrero que le hacen comparable con famosos generales romanos, tales como Marcelo, Fulvio, y Cincinato. Al final, es Lautaro quien se lleva las palmas en este desigual combate, porque según el autor ha sido capaz de imaginar que la victoria es posible: Me parece que éste hizo más, en solo imaginar lo que emprendió, que los otros en hacer cuanto hicieron. También fue tan grande el servicio que hizo a su patria, con este animoso y generoso hecho, que merece, que a pesar del tiempo, su nombre esté esculpido en mármoles y bronces, para que su gloria quede inmortal entre los hombres.(27) El autor enfatiza el derecho de los araucanos de defender su patria. El joven Lautaro al ver que los españoles van a ganar la batalla, decide poner en práctica los conocimientos de la guerra que había aprendido como paje de Valdivia, y se convierte en líder de los guerreros araucanos. Con respecto al poder económico del Imperio, Loubayssin describe en particular el papel de la ciudad de Sevilla. En el libro II don Henrique habla de su vida en España, sus amores con Leonora, de su casa y familia en Sevilla. El autor nos presenta una visión de Sevilla donde muestra su familiaridad con las calles, el comercio, los conventos, y la gente semejantes a las descripciones de la ciudad de Sevilla en El celoso extremeño de las Novelas ejemplares de Cervantes. La población de la ciudad en los inicios del siglo XVII llegó a los 150.000 habitantes y atrajo a toda una gama de gente, comerciantes, marginados, extranjeros y aventureros (García de Cortázar 251). También, en el libro III don Henrique relata su viaje al Nuevo Mundo y las razones por las que se encuentra en este apartado lugar, peleando contra los araucanos. 79 Otra vez Loubayssin muestra su conocimiento de la ciudad de Sevilla; vemos su importancia en el comercio de las Indias y su papel primordial como foco económico de España. Cervantes lo menciona en Don Quijote, en la historia del cautivo, donde el capitán Ruy Pérez de Viedna y su hermano, el licenciado Juan Pérez de Viedma, se encuentran por casualidad en un mesón, yendo camino para Sevilla. El licenciado va a viajar a México por esas fechas, ya que la flota parte una vez al año. Allí Cervantes menciona las riquezas que se encuentran en el Nuevo Mundo, por medio del diálogo de los dos hermanos Pérez de Viedma acerca de un tercer hermano: Mi hermano menor está en el Pirú, tan rico, que con lo que ha enviado a mi padre y a mí ha satisfecho bien la parte que él se llevó, y aun dado a las manos de mi padre con que poder hartar su liberalidad natural. (Don Quijote, 527) Los envíos de oro y plata de las colonias sirvieron para sustentar a España por muchos años. Sin embargo, ya a principios del siglo XVI, de los 10 millones de ducados que se estima llegaron a España de América, seis millones salieron de la nación casi inmediatamente; parte de ellos para suplir las necesidades de las colonias, pero la mayor parte destinada a pagar a los banqueros y financiar las guerras imperiales en Europa. En Inglaterra, en 1624, Sir Benjamín Rudyard expone así la situación del monarca español: They are not his great territories which make him so powerful for it is very well known that Spain itself is but weak in men, and barren of natural commodities. No, sir, they are his mines in the West Indies, which minister fuel to feed his vast ambitious desire of universal monarchy. (Elliott ,Spain and its World, 22) 80 La plata del Nuevo Mundo ayudó a financiar estas empresas insertando a España en la economía global del período. Hasta 1610, los intercambios entre las colonias y la Península crecieron. Se suministraban a las colonias aceite, armas, herramientas, vino, recibiendo a cambio grandes envíos de oro y plata. Las colonias empezaron a abastecerse por sí mismas, teniendo esto graves consecuencias para la economía de la Península. A comienzos del siglo XVII las colonias podían abastecer muchas de sus propias necesidades. México tenía una industria de paños y Perú producía grano, vino y aceite. El efecto económico de la conquista en la economía del Imperio también conllevó un resultado psicológico. Martín González de Cellorigo, en su Memorial de la política necesaria y útil restauración a la república de España, señala el efecto del descubrimiento de las Indias. El oro y la plata provenientes de las colonias crearon una falsa seguridad de riqueza económica. No era necesario trabajar para tener dinero; en el caso de las familias más adineradas e influyentes de España, era suficiente invertir grandes cantidades de dinero en las colonias, que se les devolvían con la vuelta de los galeones de las Indias, cargados de oro, plata, y otros materiales como la seda, maderas, y especias. Para la administración imperial no era necesario tratar de desarrollar nuevas empresas, ni fuentes de trabajo. El estudioso flamenco, Justus Lipsius escribió en 1603 a un amigo español, “Conquered by you, the New World has conquered you in turn, and has weakened and exhausted your ancient vigor” (Elliott, Spain and It’s World 250). En el libro III don Henrique descubre que el ermitaño es su abuelo, don Esteban de Castro. El abuelo comienza a contar la larga historia de su vida y aventuras antes de llegar al sur de Chile. En los libros IV y V el ermitaño nos remite a las campañas en Italia; las muertes del Gran Capitán y del rey Fernando el Católico; la llegada de su nieto, 81 Carlos a España; las guerras civiles de las Comunidades; las guerras entre el emperador Carlos V y el rey Francisco I de Francia; la batalla de Pavía; la prisión del rey francés y el saco de Roma. El juicio de Loubayssin sobre las guerras aparece en el Libro IV, capítulo II, cuando se refiere a la captura de Nápoles por las tropas francesas, el 21 de febrero, 1495. En las guerras, por mucho que sean justas, siempre están presentes la crueldad y el sufrimiento. Según Marcos de Isaba en Cuerpo enfermo de la milicia española, “In the past Spaniards were well loved by all peoples, but for the last ninety years we are hated and detested and all because of the wars.” (509) Según Loubayssin, la victoria de las tropas francesa se ve opacada por los abusos que se cometen en el combate, la crueldad de los vencedores para con los vencidos. Es entonces cuando las alabanzas se confunden con los insultos de la población. Aunque el ejército celebre su victoria, no se pueden ignorar las vidas que se han perdido, ni el sufrimiento de los sobrevivientes: Así triunfaron en menos de tres meses las armas francesas, de aquellas de Italia, labrando en la inmortalidad una alabanza para esta invencible nación, que durará mientras el mundo fuese mundo. Si no es que oponiendo a los rayos de esta gloria, la crueldad que usamos en nuestras victorias vengamos a ser tan vituperados de los hombres de bien, como alabados de los hombres de guerra. (259) En el mismo capítulo, el ermitaño relata las invasiones de los piratas turcos y berberiscos en distintas partes del Imperio y de las batallas navales en el mediterráneo. Loubayssin incluye en la narración la importancia de los renegados y de los moriscos que fueron expulsados de la Península. Algunos de ellos están a las órdenes de Barbarroja. 82 Durante el reinado de Felipe II el mayor peligro era de los piratas turcos y berberiscos. Sus ataques, y los de los mercenarios que trabajaban para ellos, son uno de los tópicos de la literatura del siglo XVI y XVII. Miguel de Cervantes lo trata especialmente en Don Quijote, y en Los baños de Argel. Mientras tanto, Loubayssin lo presenta en la Historia tragicómica, en el relato de la princesa Elisaura. En los libros siguientes, la acción pasa del Mediterráneo al Pacífico y al Atlántico. En estas costas el peligro son los piratas franceses, ingleses y holandeses. Por ejemplo, Jean Fleury un pirata francés, asaltó la nave en que Cortés mandaba parte del tesoro de Moctezuma al emperador Carlos V. Sir Francis Drake asaltó Santo Domingo y Cartagena de Indias, y también recorrió las costas del Pacífico y del Atlántico. Henry Morgan asaltó Panamá, Haití y Venezuela. El holandés Pieter Van der Does atacó Las Palmas de Gran Canaria San Sebastián de La Gomera y Santa Cruz de La Palma en 1599. En el libro V, Sicandro narra la historia de su vida, ella es en realidad la princesa Elisaura, y sus amores con Andalio, el embajador español, hijo del Marqués de Cañete. El navío en que se escapan los enamorados es asaltado por una flota de corsarios holandeses cerca de Lima, “[l]os cuales están acostumbrados de correr este mar, para robar las naves que se vuelven cargadas de plata y de mercancías a España” (403). En el libro VI, la novela continúa con los viajes de Magallanes, sus aventuras en las islas de Subo y Borna. También se incluye la historia de Juan Serrano, marinero español y sobreviviente de la expedición de Magallanes. El rey de Subo le pide a Serrano que sea el tutor de la reina Tidora: Quiere no solamente que le enseñe la lengua, más aún que la entretenga, hablando de los usos, trajes y costumbres que los españoles y españolas 83 tienen; en fin, que tuerza de manera las inclinaciones indianas. Que no tenga otra cosa más del cuerpo indio, porque quiere que todo lo demás sea español. ¡Oh, pobre rey! Conténtate de los servicios que Serrano te hace con la espada, y no lo emplees a enseñar filosofías a tu mujer. Harta discreción tiene, basta lo que sabe, que más vale que sea india fiel, que española ingrata. (480) El rey de Subo quiere que la reina actúe como una mujer española, que hable y se comporte como las mujeres de la sociedad de su época. En suma, el rey quiere que sea una mujer sofisticada y ‘civilizada’, en vez de una ‘bárbara’ india nativa. El autor interviene para resaltar los rasgos positivos de la reina india. El hecho que los dos pasen una gran cantidad de tiempo, mientras él la instruye en los modos de las mujeres españolas hace que Juan Serrano se enamore de ella. El conflicto amoroso termina en una batalla de la que Serrano es vencedor. Se convierte así en rey de las islas de Subo y Borna: Viendo venido a la noticia del rey católico la fortuna de Serrano, por cartas que él mismo le había escrito, y suplicadole por ellas, de enviarle algunos frailes y clérigos a aquellas partes, para instruir a los indios en la religión cristiana. Como también persona que pudiese cobrar de él las parias que como a su rey y señor estaba obligado darle. Fue su majestad servido, de enviarle por embajador, al hijo menor del marqués de Cañete , llamado Andalio, con cuatro navíos cargados de lo que mandaba a pedir, y de otras cosas que supo serle necesarias. (507) 84 En este capítulo el ermitaño también se refiere a la nación española y su misión evangelizadora y defensora de la fe. “Alabanzas solas debidas a esta nación, pues ella y no otra, enarbolando las banderas de Cristo Nuestro Redentor, adonde su nombre estaba apenas conocido” (502). Por medio de los abundantes discursos del ermitaño, sus numerosas plegarias y alusiones a la virgen y los santos, Loubayssin deja claro que el objetivo de los descubrimientos y la conquista fue la propagación de la religión católica. En el libro VII, don Esteban de Castro cuenta su captura por Barbarroja, llegada a Túnez, las muertes de su esposa y su hija. En el libro VIII, continúan las aventuras de don Esteban hasta después del cerco de Diu (1558) cuando decide navegar al Nuevo Mundo, pues recibe noticias que su hijo, don Lorenzo de Castro, está en Chile. El libro relata la guerra con el Gran Turco en1548, la conquista de México por Hernán Cortés y la de Perú por Francisco Pizarro. El libro VIII, el más extenso de la novela, incluye también la historia de las navegaciones y conquistas de los portugueses. Los soldados portugueses capturaron Ceuta en 1415. A lo largo del siglo XV, los barcos portugueses organizados por Enrique el Navegante exploraron la costa oeste de África, haciendo mapas del territorio y comerciando en especias, oro y esclavos. La exploración hacia el sur no fue un hecho fácil, dadas las preocupaciones de los viajeros, quienes todavía no se habían atrevido explorar el hemisferio del sur. Además, cuando rodearon el futuro Cabo de Buena Esperanza, sus propósitos de explorar y dominar los territorios asiáticos fueron impedidos por las flotas de marineros/piratas árabes. De todas maneras, el descubrimiento de la ruta marítima alrededor de África hacia la India y el resto de Asia abrió enormes oportunidades económicas, y Portugal establecer puestos de comercio y bases fortificadas para controlar le comercio con Asia. Con la conquista de 85 Ormuz pudo controlar el Golfo Pérsico. Un intento de conquistar Adén en 1510 falló y obligó a los portugueses a retirarse. Sin embargo el segundo intento en 1516 fue un éxito, y durante veintidós años los portugueses dominaron la ciudad. Esta conquista les permitió dominar el Mar Rojo y controlar la Ruta de las Especias. En la Historia tragicómica, Loubayssin ubica al lector en una época cuando Portugal lucha por mantener el dominio de sus territorios asiáticos, frente a enemigos turcos, y arábigos. La victoria naval portuguesa en la batalla de Diu le abrió paso a la hegemonía marítima absoluta en el Oriente. Según el autor “Esta insigne victoria fue afamada por todas las naciones y voló por la mayor parte de Asia, África, y casi por toda la Europa, con nuevas alabanzas del nombre portugués, y del famoso Silveira.” (674) El Imperio Portugués en el Este estableció puertos comerciales en puntos lejanos como Goa, Malaca, las islas Malucas, Macao, y Nagasaki. Portugal no sólo ejerció un importante papel en el comercio entre Asia y Europa, sino también participó del comercio entre las diferentes regiones de Asia, tales como India, Ceilán, Indonesia, China , y Japón. Brasil fue descubierto en 1500 por Pedro Álvares Cabral, y se convirtió en la colonia más importante del Imperio, desde la cual Portugal exportó recursos como oro, piedras preciosas, azúcar, y café. Aunque los holandeses perdieron sus colonias en Brasil en el siglo XVII, lograron ocupar Ceilán, el Cabo de Buena Esperanza, las Indias Orientales y dominaron el comercio con Nagasaki, Japón. Los territorios del Pacífico que pertenecían a Portugal fueron reducidos a las bases en Macao y Timor Oriental. Es así como después de participar en el cerco de Diu, don Esteban de Castro decide navegar al Nuevo Mundo para buscar a su hijo, don Lorenzo de Castro, quien está 86 en el sur de Chile peleando contra los araucanos. La historia de don Lorenzo la relata su hijo, don Alonso. La historia de don Alonso de Castro, tiene bastantes elementos comunes con la vida del Inca Garcilaso de la Vega y los conflictos entre Diego de Almagro y los Pizarro. El matrimonio de don Lorenzo de Castro con una mujer española también tiene elementos comunes con las nupcias del padre de Garcilaso. De este modo sabemos de las aventuras de don Lorenzo en la conquista de México por Hernán Cortés y la de Perú por Francisco Pizarro, “[t]ierra sin comparación más rica, por las infinitas minas de oro que tenía, que aquella de la Nueva España” (682). En la Historia tragicómica, el conquistador Francisco Pizarro le comenta a don Lorenzo de Castro acerca de su expedición al Perú y le habla de las ricas minas de Cuzco. “Dezir del oro y plata que allí se halló era cosa de espanto, aunque fue aquello que ellos no tenían en mucho, según después entendí, porque lo mejor escondieron.” (170) El ermitaño repite la narración de su nieto, don Alonso sobre la campaña de los conquistadores contra los incas: Athahualpa fue vencido y preso con muchos caciques, y de los mayores de su reino. Y fueron tan grandes los despojos que se hallaron en su ejército, que quieren decir que de sólo el oro y la plata se halló más de dos millones. Y como el rey hubiese prometido de dar otros muchos por su rescate, y pedido algunos meses de término para que los pudiesen juntar, habiéndose verificado que quería hacer matar a traición a todos los españoles con gente que había hecho juntar para este efecto, fue condenado a muerte por don Francisco Pizarro, la cual ejecución se hizo al instante. (686) 87 En este punto de la narración Loubayssin altera los hechos. El Inca Athahualpa nunca planeó la muerte de los conquistadores, el autor trata de justificar su asesinato a manos de Pizarro y los suyos. El Inca Garcilaso de la Vega en Los comentarios reales de los Incas, (Tomo III, cap. XXXVI) ofreció la versión de los hechos desde el punto de vista de los incas. En el Libro IX y final, el autor trata de justificar lo largo y aburrido de algunas partes de su obra: No sin razón me reprenderá el discreto lector, por haber hecho gastar tanta flema a mi ermitaño en contar su historia, porque dirá que la mayor parte de las cosas contenidas en ella no son esenciales a mi obra. (713) Promete a los lectores “impacientes” cambiar el estilo de la novela y concluir las aventuras de los personajes que se encuentran en este apartado lugar de Chile. En este punto de la narración, Loubayssin pone en tela de juicio la autoridad del ermitaño, y cuestiona la pertinencia de su relato. En efecto, la intriga amorosa se convierte en el motivo principal del último capítulo del libro IX. También se incluye una descripción de los ritos sangrientos de los “bárbaros araucanos” cuando don Henrique y sus compañeros rescatan a los prisioneros que van a ser sacrificados al dios Eponamón. Este episodio añade elementos de antropología y etnografía avant la letre a la narración. Los sacrificios humanos aparecen en algunas crónicas y relatos de viajeros, por ejemplo los de Cabeza de Vaca, Bernardino de Sahagún, y Pedro Cieza de León, quien escribió al respecto en Crónica del Perú, “Y delante de sus altares, donde se hacían los sacrificios, mataban algunos animales y algunas aves, y aún también mataban, a lo que se dice, indios esclavos o tomados en 88 tiempo de la guerra en otras tierras, y ofrecían la sangre dellos a su maldito diablo” (Primera Parte capt LIV). Entre los prisioneros se encuentra Leonora, quien había llegado a Chile en busca de don Henrique. La joven relata el episodio: El sacerdote acompañado de todos los caciques del estado, nos hicieron entrar dentro del templo a veinticinco españoles y españolas que éramos, y nos presentó delante del ídolo, preguntándole cuáles de nosotros le eran más agradables para el sacrifico. El ídolo respondió, o el demonio por él, que Leonora, doña Elvira, don Diego, y Velásquez y que los demás fuesen degollados en la pila de plata que estaba delante de él, para que con ellos se pudiesen hacer las fiestas y banquetes de carne humana que estaban acostumbrados hacer antes de un tan solemne sacrificio. Al instante fue ejecutada la sentencia del demonio y derramada la sangre de estos pobres inocentes dentro de la pila; el reflujo de la cual fue corriendo, por un agujero que la pila tenía, dentro del arroyo que pasaba por debajo. Y tomando después las cabezas, con aquella de Valdivia y de los otros españoles e indios aliados que habían muerto en la batalla (las cuales habían traído en unas grandes talegas) las llevaron a colgar, a lo que se entendió en alguna parte y enviaron los cuerpos al lugar donde se había de hacer el banquete, para que se guisasen y los pudiesen ir a comer después. Esto hecho, nos desnudaron a todos cuatro, y nos ataron a las columnas donde nos hallasteis. (755-756) 89 Después de ser rescatados, los jóvenes vuelven con el tesoro del dios Eponamón a la ciudad fuerte de La Concepción. La cuestión amorosa se complica y al final de la historia don Henrique se siente atraído por Sicandro/Elisaura, al mismo tiempo que Leonora se enamora del hermoso joven Sicandro. Mientras duermen unos ladrones asaltan la casa para robar el tesoro. En medio de toda la confusión, raptan a Leonora y a Elisaura. En los últimos capítulos el autor hace un recuento de las aventuras de los principales protagonistas de la historia, como don Esteban, el ermitaño, quien salió de su pequeño pueblo en España, viajó a Francia, participó en la guerra de Flandes, en las guerras en Italia y en las campañas contra el Gran Turco. Llegó al Nuevo Mundo en busca de su hijo, don Lorenzo. Al fin del cerco de Diu conoció a su nieto don Alonso, quien le relató las campañas en que había participado su padre, don Lorenzo, las conquistas de México y de Perú. Don Alonso participó en la batalla de Diu y la guerra contra los araucanos. Don Henrique viajó de Sevilla al sur de Chile, Arauco, para buscar a su padre. La princesa Elisaura/Sicandro, viajó de las islas Malucas a Chile. La acción de la novela concluye con el incendio de la ciudad de Concepción (1554). Panegírico al gran Cardenal Duque de Richelieu (1639) Deffy de la langue françoise et de l’espagnole, pour sçavoir quelle des deux et plus eloquente et plus capable d’ecrire les actions ilustres des grand roys et de grands ministres d’estat. (1639) Repto de la lengua española y francesa, para ver cuál de las dos es más elegante en escribir hazañas de reyes y hechos de varones ilustres. (1639) 90 En la primera parte en francés el autor escribe sobre el trabajo incansable y sacrificios del Cardenal a favor del Rey de Francia, Luis XIII. Las alabanzas al Cardenal se complementan con los ataques a sus enemigos y detractores de su política y de las guerras en que ha envuelto al país. También celebra la victoria de Brisac (1638) contra las tropas españolas. Esta victoria confirma la figura del Cardenal como: Monseigneur, que vous viures le plus grand & le plus glorieux prince qui se vid jamais dans l’Eglise, & que ceste félicité se perpétuera si hautement dedans vostre maison qu’on n’y verra désormais qu’un triomphe éternel de bien & de gloire. (25) Como ya se ha mencionado, la guerra de 1635 entre España y Francia es de gran importancia en la vida de Loubayssin. Sus años de estadía en España le dieron un conocimiento del ser español porque le permitieron observar de cerca la vida social y política del país vecino. En sus obras reconoce tener buenos amigos españoles, pero su lealtad está con su propio país natal. Además, su posición cerca de la corte y de Richelieu da un indicio de su servicio sin reservas a la fuente de poder. En estas circunstancias Loubayssin publica su Panegírico al gran Cardenal Duque de Richelieu en 1639. Esta obra sirve un doble propósito: reafirmar la lealtad del autor a Richelieu y al Rey, y demostrar que Loubayssin todavía puede escribir en español a pesar del tiempo que ha pasado entre la publicación de su novela, Historia tragicómica (1617) y el Panegírico. El autor publica esta obra en circunstancias políticas muy diferentes a las de sus dos novelas en español. Ya no se trata de aprovechar la ocasión de los matrimonios reales y la buena disposición hacia el estudio del español. Ahora, los dos países se encuentran envueltos en una guerra cuyos inicios no han sido favorables a Francia. Es el momento en 91 que nuestro autor decide reiterar su apoyo al Cardenal Richelieu y a su patria. Seguramente quiere contrarrestar los ataques que éste recibe de parte de los nobles, de algunos miembros de la familia real, y de las clases bajas por los numerosos impuestos. En la Advertencia al lector expresa: L’ extreme affection que j’ai pour ma patrie, & le secret particulier que l’Espagne a fait avoir à ma plume (comme vous avez peu voir par les livres castillans que je ai donnez au public ) de rebaisser aussi justement nos enemis par leur prope langue, que nous les avons battus courageusement par nos seules armes (4) El Panegírico es el arma elegida por Loubayssin para luchar contra España, también para declarar que el hecho de haber escrito dos novelas en español le ayuda ahora para vencer a este país en su propio idioma. El autor coloca sus aptitudes al servicio del Cardenal, quien posee el poder y las habilidades para convertir a Francia en la principal potencia europea. La administración de Armand Jean du Plessis, Cardenal Duque de Richelieu comenzó en 1624, cuando María de Médici y el consejo lo nombraron miembro. En febrero de 1627 Richelieu fue nombrado Superintendente General del comercio y de Navegación y en 1628 Primer Ministro. Su política interna sentó las bases para el absolutismo que vemos después durante el reinado de Luis XIV (1643-1715). El Cardenal elabora planes a largo plazo para conseguir sus objetivos, es así como el 5 de agosto 1625, el Rey recibió un memorial sobre la necesidad de prepararse para la guerra, cómo los secretarios de estado debían tomar medidas a tal efecto, y de las responsabilidades que tendrían (Les affaires 58). En 1627, con el apoyo total del real 92 consejo, Luis XIII decidió eliminar las garantías militares y políticas de los protestantes porque constituían ‘un estado dentro del estado.’ Además, no dejaban que los católicos pudieran practicar su religión en sus ciudades o pueblos. El lugar donde se concentraba la mayor oposición al Rey y al Primer Ministro era La Rochelle. El Rey intervino personalmente en el sitio de la ciudad que fue tomada en octubre de 1628. Desde 1629 a 1634, Francia pasaba por una situación crítica. La administración de Richelieu aspiraba a un poder central, por lo que el Cardenal necesitaba debilitar el poder de la aristocracia. Las clases pobres sufrieron bajo el peso de los múltiples impuestos que debían pagar y Richelieu, por su parte, todavía no encontraba su posición totalmente segura. Su primer nombramiento lo recibió durante la regencia de la Reina Madre, pero luego el Primer Ministro se colocó bajo la protección del Rey. Loubayssin se refiere a Louis XIII como “du plus juste & du plus victorieux prince qui ait jamais porté coronne” (6). Además, la posición obstinada de Richelieu de acabar con el predominio de los Habsburgo en Europa encontró fuerte oposición en la Iglesia, y en el gobierno y dentro de la familia real, en las personas de la Reina Madre y de Gastón d’Orléans. Richelieu trabajó de forma incansable para lograr sus objetivos internacionales, de manera que en 1631 firmó un tratado con el rey Gustavo Adolfo de Suecia, a quien le prometió ayuda contra España. Francia participó en la guerra de Los Treinta Años entre 1635-1648. En la segunda parte del Panegírico, Loubayssin continúa sus alabanzas a Richelieu y al Rey en español. Las primeras páginas son un recuento de algunos de los hechos de la dinastía de los Habsburgo, más que nada la intervención de España en los asuntos de Francia: “que tres reyes de España, el uno su hijo y los otros dos sus nietos, 93 han consumido seis veces otro tanto en querer llevar a razón a los Estados de Holanda sin haberlo podido hacer?” (47) Las razones del autor tratan de justificar la política del Cardenal que ha firmado alianzas con Inglaterra y Suecia para romper el cerco español en sus fronteras. Se refiere a los descendientes de Felipe II, su hijo Felipe III, sus nietos Felipe IV, y el Cardenal Infante don Fernando de Austria, gobernador del Estado de Milán y los Países Bajos españoles, y comandante de las fuerzas españolas durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Según Loubayssin las guerras de España son una muestra de su ambición de tener un “imperio de todo el mundo” (47). Este afán de poder desmedido se opone a la política y al trabajo del Cardenal. El Panegírico tiene por objeto alabar y ensalzar la figura de Richelieu. Para lograr este efecto, Lobayssin, antepone la figura del Conde – Duque de Olivares a la brillante estrella del cardenal, dos hombres a la cabeza de un Imperio, que luchan por la gloria de su rey. Durante el mismo período, las riendas del gobierno español están en manos del Conde-Duque Olivares, don Gaspar de Guzmán, quien pronto se convirtió en el enemigo mortal del Cardenal y una de las figuras políticas más interesantes y controvertidas del siglo XVII europeo. Según Elliot: The critical problem confronting Olivares, and also Richelieu, was how to maximize power. Greater international power could only come from the more effective mobilization of economic and social resources to meet the demands of war; but war- or at least victorious war-was in turn one of the most effective devices for enhancing the domestic power of the state. (Spain and its World 172) 94 El Conde–Duque de Olivares tenía grandes ambiciones para España. Sus objetivos eran múltiples: mantener todas las posesiones del Imperio en los Países Bajos, Italia y las Colonias por lo cual necesitaba detener los avances de Francia y de Inglaterra. Sin embargo, la situación económica empeoró. Deseaba establecer la unidad política de España con un solo gobierno central. Aunque los Reyes Católicos lograron unificar la Península con el final de la Reconquista en 1492, ni ellos ni sus sucesores de la Casa de Habsburgo habían podido traducir este hecho a la unidad del gobierno. Los diversos reinos que existían, mantuvieron sus propias Cortes, leyes, y administración, bajo el régimen del mismo monarca. En suma, Olivares trató de establecer una administración central. A lo que aspiraba y logró, Richelieu. En su famoso Memorial de 1624, Olivares le escribió al monarca: Tenga V.M por el negocio más importante de su Monarquía, Señor, que no se contente V.M con ser rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, conde de Barcelona, sino que trabaje y piense con consejo maduro y secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla, sin ninguna diferencia.41 El 26 de mayo de 1635 Francia declaró la guerra a España. Los preparativos habían tomado tiempo ya que los dos países estaban envueltos en otras guerras y conflictos. Según Luis XIII, las razones para ir a la guerra eran las siguientes: España aspira a tener una Monarquía Universal, ha atacado a los aliados de Francia, y ha fomentado y ayudado a la división dentro de la familia real. Existía un tratado secreto entre miembros de la familia real (Gastón y la Reina Madre) y el gobierno de España. La 41 Ver John Elliot, y José de la Peña, Memoriales y cartas del Conde duque de Olivares, vol.1 (Madrid: Alfaguara, 1978) 96. 95 última acusación es que España siempre estaba en guerra. Para España la situación era complicada porque es cierto que Olivares y sus agentes, especialmente el embajador español en París, Don Antonio de Zúñiga y Dávila, habían tratado de precipitar algunos hechos. La situación en Francia era tal que no fue muy difícil para España lograr apoyo dentro de la aristocracia y de la familia real.42 En el Panegírico, Loubayssin mantiene un buen equilibrio entre las alabanzas al Rey y al Primer Ministro. Destaca el hecho de que Luis XIII anima y combate junto a su ejército, cosa que no hace Felipe IV: Le [Roy] préférera tousiours le bien de visiter son royaume et le contentement de reigler son peuple à l’ honneur de gaigner des batailles et au profit d’acquérir des empires. (10) Bien que l’esprit de Sa Majesté soit divin et que son jugement soit aussi grand que son corps est fort et vigoureux, il ne fait rien que par le conseil et par l’aduis de ses plus fidelles ministres. (14) No parece extraño entonces que Luis XIII, en su “Manifiesto del Rey de Francia, sobre el rompimiento de la guerra con España” dijera que los embajadores de España servían para “sembrar división hasta dentro de la familia real: el intento de armar la Francia contra ella misma por un tratado cuyo original firmado de ellos cayó dichosamente en mis manos” (Citado en Jover 471). En 1636 ya existía en España una corriente de opinión a favor del abandono del conflicto europeo para concentrarse en la reconstrucción económica interna del país. También se pedía terminar con los validos y volver a un tipo de gobierno real más 42 Veáse J. Elliot. Spain and its World,130. 96 directo, como el de Fernando el Católico. Otras causas de preocupación eran la ineficacia administrativa, el crecimiento de la propiedad eclesiástica, el elevado número de religiosos, los aumentos de los impuestos, la adulteración de la moneda, y la excesiva y desigual distribución de las mercedes reales. Según Loubayssin el reconocimiento del fracaso de la política de Olivares pone de relieve la buena administración de Richelieu. A partir de 1640, comenzaron los grandes cambios y pérdidas. Las causas son numerosas, entre ellas: la rebelión de Cataluña, la independencia de Portugal, los problemas en la guerra de Flandes, las guerras con Francia, y los disturbios en las colonias. En Francia, el cardenal de Richelieu continuó el gobierno de la política exterior del país por un largo período que va desde 1624 a 1643. Es de notar que Loubayssin menciona la confianza del Rey en su Primer Ministro y sus capacidades como amigo y político. En resumen, la persona más idónea en quien confiar los delicados asuntos del país y de su vida personal: Su majestad, que es juez soberano en estos reinos y príncipe a quien Dios ha dado absolutamente esta autoridad y fuerza que a otro rey que nunca se haya visto, lo puede comunicar a Vuessa Eminencia, Gran Cardenal, como al criado más aficionado, al amigo más fiel, al varón más fuerte, el ingenio más divino y el alma más pura y bella que su gran juicio le ha hecho creer de poder hallar entre sus súbditos, para confiar en él sin peligro, su honra, sus fuerzas, sus secretos y su felicidad, como los efectos de sus buenos y fieles servicios lo han probado más claro que el solo podía hacer. (49) 97 Tras la muerte del Cardenal, su sucesor continuó la política de su maestro y mentor. Siguieron las hostilidades con España hasta firmar un acuerdo favorable a Francia. Mazzarino fue Primer Ministro de 1642 a 1661. Luis XII murió al año siguiente de Richelieu. La caída de Olivares en 1643, y su muerte dos años más tarde, no lograron dar un optimismo duradero. El mismo año, España sufrió la derrota de Rocroi en 1643, considerada el mayor desastre de la historia militar española. A los pocos meses, el sobrino del Conde–Duque, don Luis de Haro, llegó a ser el último privado del Rey. Se distinguió por ser una persona trabajadora, circunspecta y modesta. En pasquines de la época se escribió “dos hombres perdieron a España: el uno por ser malo para todos, y el otro por no ser bueno para nadie” (Deleito y Piñuela. El declinar de la Monarquía Española 157). Finalmente, en 1648 se firmó la Paz de Westfalia, reconociendo la independencia de las Provincias Unidas y la posesión de las colonias de Asia que habían ganado de los portugueses. España firmó el Tratado de los Pirineos en 1659, cediendo a Francia el Rosellón, la Cerdaña, el Artois, Luxemburgo y varias plazas de Flandes. La cordillera pirenaica quedó como línea fronteriza. Don Luis de Haro negoció los términos del tratado con el enviado francés, el mariscal Grammont. Francia se convirtió en la primera potencia europea y también se acordó el matrimonio de la hija de Felipe IV y de Isabel de Borbón, María Teresa, con Luis XIV. Loubayssin concluye el Panegírico al gran Cardenal Duque de Richelieu con un juicio favorable a los diez años de su gobierno. Confía en que en sus manos Francia podrá lograr el lugar de liderazgo que le corresponde en la política europea y que esto que 98 ha escrito de las dos lenguas servirá para decir eternamente sus alabanzas al primer ministro: Pues que un entendimiento harto común como el mío, se adelgaza de manera, en sólo considerar cuán adorables son las maravillas, que en menos de diez años, su dichosos gobierno ha derramado sobre el teatro universal de toda la Europa, que con humo extraño, echando con ostentación de ingenio un repto entre la lengua española y francesa, para cuál de las dos será más elocuente en decirlas, pretende ganar una gloria inmortal, alcanzando de Vuessa Eminencia la aprobación de todas las dos. (51)43 En esta obra el autor presenta su visión particular de los hechos de la guerra de 1635. Los años en que transcurrió la vida de Loubayssin fueron decisivos para los dos países en los que vivió. Los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII fueron de grandes cambios sociales, políticos y religiosos en España y Francia. Los dos países se encontraban en los principios del nuevo siglo dedicados a la difícil empresa de consolidar sus territorios, gobierno, religión y lengua. En Francia, Loubayssin participaba activamente en la política y formaba parte de la esfera que había rodeado a los personajes importantes de su época. Esa relación, particularmente con Guisa y Richelieu alude a una posible participación del autor en la política francesa.44 Loubayssin comenta sobre las causas dinásticas y religiosas del conflicto en sus escritos. Un aspecto importante del marco político de la época son los inicios del nacionalismo en España y en Francia, y su 43 En la parte en francés se despide así:” Si vous me faites l’ honneur de croire que Je suis, de Vostre Eminence, Monsieur, Le trés-humble, trés-fidelle, & trés- obeyssant serviteur.” (26) 44 Arsenio Pacheco sugiere que debido a su participación en la políca francesa Loubayssin de la Marca puede haber sido un agente de Richelieu en España. 99 manifestación en la importancia que ambos países dan al predominio de sus respectivas lenguas. 100 Capítulo 3 – História tragicómica de don Henrique de Castro Criterios de edición La presente edición se basa en la copia del texto que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. R-8694. Se ha cotejado la versión conservada en la Biblioteca Nacional, Santiago, Chile. F HA. 219.1 También hemos consultado la obra en el microfilm de la biblioteca de Brown University, EE.UU. HA-M219-1 Con la excepción de los “Sonetos” que figuran al comienzo de la novela, y que se reproducen aquí tal como aparecen, se ha modernizado la ortografía, siempre que no afecte a rasgos fonéticos o morfológicos de interés histórico. También se han actualizado la acentuación, la puntuación y el uso de las mayúsculas. Finalmente, se han resuelto las abreviaciones y eliminado las erratas. Las notas textuales tratan sobre asuntos léxicos y literarios, e identifican instituciones, costumbres, lugares, leyes, monedas, etc., comunes en tiempos de Loubayssin, pero tal vez poco familiares al lector de hoy. 101 Historia tragicómica de don Henrique de Castro, en cuyos extraños sucesos se ven los varios y prodigiosos efectos del amor y de la guerra Dirigida al ilustrísimo y excelentísimo príncipe don Luis de Lorena, cardenal de Guisa Compuesta por Francisco Loubayssin de la Marca, gentilhombre ordinario de la casa del dicho señor En París véndese en la galería de los prisioneros del palacio, en la tienda de la viuda de Matías Guillemont, 1617. 102 Al ilustrísimo, y excelentísimo Príncipe, Don Luis de Lorena, mi Señor, Cardenal de Guisa. Arzobispo y Duque de Reims. Primer par de Francia. Legado, nacido, de la Sede Apostólica. Protector de la Iglesia Galicana. Abad, y General de la Orden de San Benito, &c. Pues es verdad (Excelentísimo Señor) que cuanto más grande y más generoso es el Príncipe, que recibe con tanta mayor voluntad, el presente que se le da. Creo que Vuestra Excelencia recibirá éste, con tanta afición y gusto, como algún Príncipe, en la edad pasada, ni presente, haya hecho otro a él semejante. porque los iguala Vuestra Excelencia a todos; en grandeza, valor, virtud, y entendimiento. Y pues que la satisfacción que de esto tengo, me da lo uno y lo otro por averiguado; quedaré muy quieto y sosegado en lo seguro de mis trincheras, sin temer a ninguno de mis enemigos, por poderoso que sea. Porque de la misma manera, que el viento más tempestuoso, no puede hacer ningún daño, al navío que está puesto en seguro puerto. Así, todas las envidias, todas las murmuraciones, ni todas las censuras que los Zoilos y maldicientes podrán concebir contra mi, no serán bastantes (si mi libro se ve una vez abrigado de las alas de Vuestra Excelencia) de darme un solo enojo. Esta confianza, capaz de ensoberbecer a un ánimo que se dejara ir tras la corriente de sus antojos; no me desvanecerá la cabeza, porque sabiendo que no procederá de mi ese bien , sino de Vuestra Excelencia a cuyo acatamiento se debe este respeto, no seré tan osado de alzarme, contra quien me habrá dado el ser y las mismas fuerzas. Las cuales, con el bien que me podrá resultar de ellas; cuando no fuera por otra cosa mas que por la alabanza que pienso tener , de haber dirigido un libro, a uno de los mas perfectos y más cumplidos Príncipes del Universo. 103 Quiero que la posteridad sepa que sólo la consideración de sus incomparables virtudes y de su antigua genealogía, de lo cual no se podía hablar en él, sin ilustrarlo, me lo habrá dado, y hecho que mi libro merezca por este sujeto, de estamparse en la inmortalidad de la memoria. Que si se hace tanto caso, de una medalla de oro, y de plata, con no ser más de una figura muda, que representa el rostro de algún Emperador, o Matrona Romana, que no se halla Príncipe que no se precie de ponerla al lugar más eminente y rico de su retrete. Estoy cierto, que mi libro teniendo en su principio, los afamados y esclarecidos nombres de Lorena, y Guisa; (el atavío de los pasados siglos, y el ornato del que estamos,) que será preferido, a todas las más lindas, y más acabadas medallas, que se hayan hallado en las ruinas de Atenas, ni en las de Roma. Y que no se hallará persona, por calificada que sea, que no se huelgue de tenerle entre sus más ricas y preciosas joyas. Recíbale pues Vuestra Excelencia debajo su protección (gran Príncipe) y téngale por suyo, pues lo es el Autor. Que cuando me sea forzoso confesar, que no tiene en si cosa, que sea digna de su grandeza; diré; Que si la voluntad es parte del efecto, y esta parte se puede perfeccionar y convertir en el todo, añadiendo a ella mi vida, digo que puede tener Vuestra Excelencia este servicio por cumplido y perfecto, porque la sacrificaré por su bien y contento, cuando el tiempo y la ocasión me harán juzgar ser menester hacerlo. Guarde Dios a Vuestra Excelencia, y prospere largos años en su santo servicio, como este su menor criado se lo suplica. De París a 4. De Febrero, de 1617. Loubayssin de la Marca. 104 PROLOGO AL LECTOR. Amigo Lector, confiado en la merced que sueles hacer, a todos los que con deseo de servirte , te ofrecen sus obras , me he atrevido a ofrecerte esta ; con protestación de que estimaré en mucho tus glosas , si como discreto amigo quieres enmendar las faltas, que por no saberlas conocer , habré dejado pasar , en esta primera impresión. Que si Dios me da la gracia para ver la segunda, ahorraré papel adonde la superfluidad de la prosa, te habrá hecho pasar la pluma. para emplearle después, adonde habrás señalado las palabras, que se me habrán pasado entre renglones. Usa pues conmigo de esta caridad, que por discreto que seas, has de confesar que algún día deseaste, que se usase contigo de la misma cortesía. Que ya se sabe que no nacimos perfectos, sino para aprender todos los días, por mucho que sepamos. Pues que Sócrates con ser tan sabio, dijo estando al artículo de la muerte que le pesaba de morir, sólo por ver que moría, cuando empezaba a aprender. Vale. 105 AU SIEUR LOUBAYSSIN DE LA MARQUE, SUR son Livre. SONNET. Les Espagnols jadis aimaient de passion, La valeur des français, et ont cet avantage Que si l’on sait encore leurs faits et leur courage, La France en doit la gloire à cette nation. Mais en te revanchant45 de cette affection, Tu les veux surmonter, et faire davantage; Car tu contes leurs faits en leur male langage, Sans que nous leur ayons cette obligation. La Marque aussi tu sait, que les esprits d’Espagne, N’ont rendus immortels les Pairs de Charlemagne, En leur langue autrefois que pour mieux allumer, L’amour de la vaillance au cœur de la Noblesse, Et puis que les français n’ont que trop de prouesse, L’Espagnole valeur ne les peut animer. B.I. 45 Uso antiguo de revanche. 106 AD EVMDEM. EPIGRAMMA. Qvid Mauors, Musæque velin t colis ense gradiuum, Thespiadas calamo. Bina Minerua fauet, Exponis Cypriæ curas, & gesta cruenti Martis, habes casus quos ab vtroq; refers. Fallor, amor pepigit fœd, grassatur amœnã Post lucem, Odrysius sole nitente furit; Dicere nẽpe ducũ qui sunt ea castra sequuti Fortia bellator debuit aƈta ferox. 107 A LUI-MÊME. SONNET. Le sage Promethé par un caut artifice, De l’enfumé Volcan ravit les sacrez feux. Et la noble vertu de Minerve Tutrice, Afin d’en faire part à l’image des Dieux. Le bien-disant la Marque instruit à l’exercice De ce maître vainqueur de la terre et des cieux, Et du superbe Mars, grand Dieu de la milice, Nous en donne un patron docte et laborieux. Enrichi du plus beau que tout le monde admire Soit qu’il parle de France, ou de l’Ibere Empire Tout est plein de merveille et de discours parfaits. Un autre comme lui n’oserait entreprendre Un chant si mesuré. Mais il est le Terpãdre Le grave Porcien et en dits et en faits. Par P. Marie Parisien. 108 Vn Amigo del Autor en su alabanza. SONETO. Eternamente viva en la memoria, Francisco Loubayssin, siglos infinitos, El premio que merecen tus escritos, Por lo que tienen de amorosa historia. También porque en la guerra haces notoria, La fama que se debe a sus editos, No dejará la envidia a sus malditos De hacerles, que les pese de tu gloria, Más, si tienes el nombre, con la Marca, De la lengua Española en que has escrito, Quien ha de ser bastante a censurarte? Sino es aquel que con rigor de parca Quisiere con su lengua condenarte, Sin saber que es Gascuña tu distrito. 109 VN HIDALGO PORTVGUES AL SEÑOR Loubayssin de la Marca, en alabanza de su Libro. SONETO. Es Marca de un ingenio levantado La que mostráis en obra tan subida, Pues que por invención no conocida, El dulce, con lo amargo, habéis mezclado; De tal suerte lo habéis todo trazado, Con tanta proporción, y tal medida, Que aunque en ella envidia halle guarida, Jamás, la detracción la habrá hallado. Y porque fuese en todo reservada De malas lenguas que todo lo desdoran, La quisisteis mezclar de lo divino. Y la marcasteis con terla dedicada Al Astro en quien virtudes se atesoran; Por ser en todo raro, y peregrino. 110 Del mismo , al Autor. DECIMAS. Tan soberana invención Y elocuencia en toda rara, Muy bien nos muestra a la clara Que sois divino Gascón. Ni podrá la detracción Monstruo que a todo se atreve, Negar lo mucho que debe El buen ingenio a tal obra, Pues tiene de bienes sobra, Y a ser Loada nos mueve. Que como en ella mezcláis El agrio con el sabroso, Todo el mundo está goloso Del manjar que aquí le dais; Id seguro, no temáis Al malvado detractor, Que en obra de tal sabor Terna el gusto perdido, El juicio, y el sentido, Si os negare su Loor. 111 Libro Primero ARGUMENTO Los araucanos derriban el fuerte de Tucapel, y degollado que hubieron a todos los españoles, que estaban en el presidio,46 sabiendo que Valdivia viene contra ellos, le salen al camino y le dan batalla. Y como don Henrique de Castro viese a Valdivia, y a todos los suyos muertos o presos, saliendo con el favor de la noche del estrago, corrió hasta que su caballo (que estaba herido) murió, entre sus piernas cerca de un monte. Cuéntase la extraña y piadosa aventura que le sucedió entrado que hubo en él, y como se fue al amanecer a la cumbre de una sierra, así como una visión que le había aparecido, le había dicho adonde llegado, halló una ermita y en ella otra aventura, no menos extraña que la primera. Capítulo I En la Antártica región, hay una provincia llamada Chile, cuyos límites confinan de la parte del oeste, con el mar Océano, y de la banda del este, con una grande y muy alta sierra. Don Diego de Almagro, español, fue el primero que la descubrió, después que el famoso Colón le hubo señalado el camino, con el dichoso viaje que hizo al Nuevo Mundo, el cual don Diego empezó, con altos y heroicos hechos su conquista, haciendo en ella todo cuanto pudo hacer un grande y experimentado capitán. Pero como la vida del hombre no puede ir a parejas con el tiempo, por ser él tan largo y ella tan corta, le fue 46 Presidio. La guarnición de soldados que se pone en las plazas, castillos y fortalezas, para su guarda y custodia. Se toma también por la misma ciudad o fortaleza que se puede guarnecer de soldados. 112 forzoso a don Diego dejar la gloria de esta empresa a su lugarteniente Valdivia, el cual tomando a pechos esta guerra, la remató con una grande y sangrienta batalla que dio a los indios en el valle de Tucapel, quedando la provincia por el Rey Católico,47 la pérdida por los bárbaros, y la gloria para él y sus soldados. Fue tan grande la fama que Valdivia48 cobró con esta grande y célebre victoria, que sin contradicción ninguna le fue dado por el rey el cargo de virrey en toda aquella tierra. Y cómo la demasiada fortuna ciega ordinariamente a los entendimientos de aquéllos que de pobres y bajos se levantan a alguna dignidad grande, Valdivia, viéndose en aquel supremo grado de alteza, en lugar de estudiar algún remedio para poderse conservar en ella y captar la benevolencia de los bárbaros, comenzó a inventar tantos subsidios e imposiciones que al fin el cielo, no pudiéndolas sufrir, permitió su total destrucción y ruina. ¡Oh, incurable mal! ¡Vicio común y voluntad sin razón desenfrenada! ¡Maldita e insaciable codicia de mortales! ¿A cuántas injusticias y temerarios excesos nos provocas? ¿A cuántas desgracias abres las puertas? ¿Y a cuántas claras y resplandecientes famas manchas y maltratas? Porque no corta tantas flores el rústico labrador con su corvo arado, ni tantos cañones de trigo con su hoz el segador, como tú haces honras y virtudes, con tu perverso y detestable vicio. Esto se ve en el ejemplo del capitán Valdivia, el cual de pobre infante que era había adquirido, por medio de infinitas virtudes que tenía, un cargo que podía hacer tener envidia a muchos y grandes señores, y en un momento, esta inexorable peste de avaricia, borrándoselas de la 47 Fernando, rey de Aragón y de Castilla (1452-1516). Ver, Delgado, Jaime. Pedro de Valdivia. Historia 16. Madrid: Quorum, 1987; Villalobos Sergio, Osvaldo Silva, Fernando Silva, Patricio Estellé. Historia de Chile. Vols 1-2. Ed. 22 Santiago: Universitaria, 2000. 48 113 memoria, le hizo cometer tantas fealdades, que vino a ser aborrecido por ellas, otro tanto de sus propios amigos, como su valor le había hecho temer de sus enemigos. Los indios, llevando de mala gana el dominio español, y peor las extorsiones de Valdivia, determinan entre todos volver a cobrar la libertad perdida y matar a todos los españoles. Para este efecto, júntanse los araucanos (que eran los más fuertes en aquella tierra, como aquéllos que de todo tiempo habían oprimido casi todos los valles que tiene la provincia de Chile), y después de haber elegido un general hacen reseña de toda la gente que tenían, la cual numerada y bien considerada, hallan ser poderosísima y más que bastante para emprender lo que habían resuelto. Sobre esto, hicieron marchar al ejército derecho a Tucapel, adonde llegados, después de haber gritado muchas veces “libertad, libertad” y acabado las imprecaciones y ceremonias diabólicas, que suelen hacer desde su antigüedad, acometieron con mucho ímpetu la fortaleza de los españoles, los cuales no pudiendo resistir a la grande innumerabilidad de los bárbaros, que daban el asalto, fueron todos muertos, o presos, y los muros del castillo derribados. Valdivia, advertido por un indio amigo de lo que pasaba en Tucapel, hizo armar al instante a su gente, para ir al socorro de los cercados, creyendo poder llegar antes que el castillo fuera preso, lo que no podía ser porque los indios se habían apoderado ya de él (como hemos dicho), y no contentos de haber degollado todo cuanto habían hallado dentro, advertidos de la venida de Valdivia, arrogantes, e hinchados de la victoria que habían alcanzado, le salían aun al camino para darle batalla. 114 Valdivia, ignorante de esto, siguiendo siempre su propósito, había ya llegado a tres leguas de Tucapel, cuando un indio amigo49 llegó atravesado el pecho de un asta. Lleváronle los de la avanguardia al general, el cual, después de haberle preguntado de adónde venía y quién le había así herido, oyó la respuesta del indio de esta manera: “Vengo, Señor, de ver el más sangriento y terrible combate entre españoles y araucanos que nunca se haya visto, porque los tuyos, viéndose acometidos de toda potencia del indómito estado de Arauco, se han defendido con tanto valor y porfia que en seis asaltos que en diferentes veces dieron a la fortaleza murieron más de treinta mil indios. Mas al fin, como la fuerza vence a la flaqueza, fue tan grande el número de los enemigos que acudieron al séptimo, que a costa de casi otros tantos que bárbaramente murieron al acometer, forzaron el castillo, derribando después sus muros y sacrificando a sus ídolos a los pocos españoles e indios aliados que quedaban, esto es en suma, oh, Valdivia, lo que ha acontecido en Tucapel. Quédame sólo por decir que si quieres salvar tu vida, aquélla de tus soldados, y las tierras que a tu rey has conquistado, que te vuelvas, cree este pobre indio, que aunque casi privado del vital aliento, no carece de juicio para que porfiado eches a burla el consejo que te da. Cincuenta mil indios vienen sobre ti para combatirte, si pierdes, te pierdes, y aunque ellos se pierdan, has de lidiar otra vez con otros tantos, que en Tucapel esperan para ver lo que sucedará a sus compañeros, determinados a morir, o de cobrar, en matarte a ti y a toda tu gente, la libertad perdida”. En acabando de decir esto, cayó el indio muerto a los pies del general, el cual, como discreto y prudente capitán que era, habló después a todos los soldados (que ya le estaban mirando en el rostro por ver lo que diría) de esta manera: 49 Ver La Araucana I, canto 3, 17. “En esto a caso llega un indio amigo/ y a los pies en voz alta arrodillado, / le dice: ¡Oh capitán! Mira que digo/ que no pases el término vedado.” (178) 115 “Cuando no fuera, sino sólo por la consideración de la muerte de nuestros buenos y caros amigos, el alma de los cuales me parece que oigo ya venir tras nosotros, gimiendo y pidiendo venganza del injusto martirio que esa bárbara canalla les ha hecho padecer. Esto debiera, mis amigos y hermanos queridos, animarnos para ir a acometer, no solamente a un ejército de soldados, sin arte, ni milicia, como son nuestros enemigos, más aun a un ejército de griegos o romanos, aunque guardasen la misma disciplina que tenían en el tiempo de César, porque la justa cólera que tenemos contra ellos nos haría menospreciar lo que otras veces no osáramos acometer. Mas también, si miramos quiénes somos, lo que estamos obligados a hacer, y las leyes que debemos de guardar, hallaremos que un mal no puede guarecer con otro mal, y que tal con la cólera se arroja a emprender cosa tan difícil de hacer, considerada de muy cerca por un juicio desapasionado, como la ira se lo representó a él fácil, estando como estaba airado. He querido decir estas razones para que veais lo que debemos hacer, y no lo que yo os puedo mandar, que si mi conciencia, y la fe que debo a mi rey, no me apremiara a hacer lo que digo, para evitar el grande peligro que nos amenaza, si esperamos más al enemigo y no seguimos el consejo que el indio nos ha dado, mi muerte, perdiéndome con los míos, o aquella de nuestros enemigos, perdiéndolos a ellos, sería ahora mismo, mi sepulcro, o la trompeta de mi fama. Mas pues que lo más cierto y provechoso es de volvernos al lugar de donde venimos, soy de parecer hacer una vez, lo que hemos hecho hacer a nuestros enemigos ciento, que más vale asegurar con huir nuestras vidas, y las tierras de nuestro rey, que esperando más morir y poner el estado que tiene en esta tierra, en contingencia de perderse”. 116 Quien ha oído jamás el sordo murmullo que hacen la abejas, al salir de la colmena, cuando el sol las convida a ir a gozar del calor, que sus ardientes rayos traen sobre la tierra, o al dilatado arroyo, cuando de trecho en trecho adelanta el curso de su líquida agua, formando entre blancos guijarros una confusión de sones, puede fácilmente concebir el ruido que entre los soldados se formó en oyendo las palabras del general, principalmente entre los más mozos, los cuales ambiciosos de honra, decían los unos a los otros que no era justo ni lícito huir, el que había pasado tantos mares y andado tantas tierras, como ellos habían hecho sólo para verse en el término que estaban entonces. “Porque si huimos así vergonzosamente”, decían, “volviendo las espaldas a nuestros enemigos, perdemos no solamente la victoria, que es nuestra si peleamos, más aun la fama que hemos adquirido con ellos (de nunca volver el rostro, sino para pelear) quedará sepultada con nuestra honra”. Esta y otras semejantes palabras decían los mozos, y los viejos, hechizados de ellas, o por mejor decir, guiados de la fuerza del destino (que quería que murieran allí todos miserablemente) decían las mismas razones, que fue causa que Valdivia, a imitación de Pompeyo, haciendo el oficio de soldado, y no de capitán, dejó su parecer por seguir el ajeno, mandando a toda su caballería e infantería marchar para ir en busca del enemigo, el cual apareció a poco trecho, con tanta pujanza que los españoles, por muy diestros y animosos que eran, echaron de ver la falta que habían hecho, en no haber seguido el bueno y sano consejo de su capitán. Pero viendo que el arrepentimiento venía tarde, y que era lance forzoso el pelear, pusieron sus esperanzas en Dios, y con ánimo increíble, puestos en orden de pelea, fueron a dar con grande ímpetu sobre los enemigos. 117 El primero que salió fue Bobadilla con su compañía de hombres de armas, los cuales enristrando las lanzas contra el más vecino escuadrón de los enemigos, hicieron portillo50 en él, a pesar de los hierros de las duras picas que los indios blandían poco antes con grande fuerza y destreza contra ellos, y fue tan grande la pujanza conque los caballos fueron a dar, que los hombres de armas, no reparando en el grande camino que hacían, se vieron al fin en el medio de los enemigos, porque los astutos indios no hicieron casi ninguna defensa, viendo la poca discreción que los españoles tenían en meterse tan adentro del escuadrón. Mas, así como el hambriento Cayman,51 que sintiendo venir a él un grande escuadrón de peces, abre cautamente la boca, y los recoge con malicia en ella, para darles después la muerte y satisfacer con ellos su insaciable vientre, de la misma manera el escuadrón de los indios, abierto adrede (aunque a costa de más de quinientos hombres) en viendo a los españoles al medio, se volvió a cerrar, quedando los pobres miserables cercados por todos partes y al fin consumidos. El escuadrón indio ensoberbecido por ver que la estratagema les había salido, así como se habían prometido, venía ya, con tenido y atrevido paso para acometer. Valdivia, viéndole adelantar, sin escarmentar en lo que había sucedido a Bobadilla, mandó a su sargento, que escogiendo la gente más granada, le envistiera, pero sólo veinte, menospreciando la muerte se fueron a rienda suelta sobre ellos, donde quedaron (después de haber cubierto la tierra de muertos) hechos pedazos. En esto hizo el trompeta la postrera señal de arremeter, lo cual oído por los españoles, salen con tal furia, apretando los dientes y las lanzas de pura rabia, que de 50 Portillo. la mella o hueco que queda en alguna cosa quebrada: como plato, escudilla, &c. Ver La Araucana I, canto 3, 24. “Como el caimán hambriento, cuando siente/ el escuadrón de peces que cortando/ viene con gran bullicio la corriente/ el agua clara en torno alborotando,/ que, abriendo la gran boca, cautamente/ recoge allí el pescado y apretando / las cóncavas quijadas lo deshace/ y al insaciable vientre satisface.” Loubayssin sigue de cerca el texto de Ercilla. 51 118 cuatro escuadrones, que los enemigos tenían, los dos fueron al momento desechos, y los otros dos llevados a tal trance, que los españoles tenían ya casi la victoria por ellos. Mas los indios, viéndose apretados de los españoles, que con demasiado atrevimiento seguían el alcance, por haber ya los indios vuelto las espaldas, vuelven el rostro, por no morir tan vergonzosamente, y con un ánimo empedernido, golpean con tal fuerza con sus pesadas mazas sobre los cristianos, que los vecinos montes retemblaban52 con el ruido que hacían, y el parlero Eco llevaba hasta lo más secreto y oculto de los hondos valles, los lastimosos acentos que los heridos daban. Los españoles ardiendo en viva saña, por verse fuera del campo de batalla, que poco antes tenían por suyo, cercenan, rompen, despedazan cabezas, brazos, piernas, astas y picas, con tal destreza y ánimo que el campo se veía cubierto de cuerpos y cabezas, como en el mes de mayo un prado de flores. “¿Qué es esto? ¡Dioses inmortales!”, dice el general de Arauco53 (viendo que su gente volvía otra vez las espaldas), “¿será dicho que cuatro cristianos (si así se puede decir) hayan resistido al más poderoso ejército que la provincia de Chile haya puesto jamás en campaña? ¿Que una nación, pegada a un estrecho tan remoto y apartado de nosotros, como es aquel donde el gran Hércules puso sus columnas,54 venga con unos débiles y flacos maderos,55 por medio de tan grandes e inmensos mares, hasta dentro de nuestras casas, para sacarnos de ellas, sin que nuestros dioses, o nuestro valor, pueda, ni sepa defender nuestros derechos, nuestra patria, y nuestras honras? ¡Oh, impiedad 52 Retemblar. Temblar con movimiento repetido. Caupolicán. En La Araucana I, canto 3, 87. “Noble mozo de alto hecho,/ varón de autoridad, grave y severo,/ amigo de guardar todo derecho, áspero y riguroso, justiciero;/ de cuerpo grande y relevado pecho,/ hábil, diestro, fortísimo y ligero,/ sabio, astuto, sagaz, determinado,/ y en casos de repente reportado". 54 Columnas de Hércules, nombre que los antiguos griegos daban a las dos altas rocas que flanquean la entrada oriental del estrecho de Gibraltar. Eran el límite del mundo, la última frontera para los antiguos navegantes del Mediterráneo. 55 Naves. 53 119 celestial, en qué grande e inexorbitante confusión has puesto con tu perverso proceder al más valeroso y esclarecido estado que la tierra tiene en el círculo de su grande y extendido globo! ¡Permita el tiempo, falsos, e inexorables dioses, que tus altos y levantados templos se derriben! ¡Tus sacrificios acaben y tus leyes se pierdan! ¡Hundan tus estatuas los cristianos y hagan de tus dorados bultos56 monedas! ¡Que aquel que te ama te aborrezca! ¡El que te desea te pierda! Y al fin vivas desamparado de todos, como el que no merece tener la gloria, que injustamente hasta aquí te hemos dado”. Así detestaba, diciendo injurias a sus dioses, el general de los araucanos, por ver que los oráculos, que diabólicamente habían pronunciado, delante de todo el ayuntamiento, prometiéndoles la victoria, que no tenía apariencia de verdad. Porque en lugar de pelear, el que poco antes amenazaba con un pino entero a las mismas furias infernales, huía por el campo, más ligero que un gamo, y los españoles, siguiendo la segunda vez el alcance, los mataban sin ninguna resistencia. Ya habían perdido de todo punto el ánimo los bárbaros, y el temor de la cruda muerte mataba casi otros tantos de ellos, como la espada del enemigo. La tierra, que estaba seca poco antes, se veía entonces empapada en la pagana sangre, y que vertía mil purpúreos arroyos en los vecinos valles, y los caballos, detenidos por los gruesos bultos, que los cuerpos muertos hacían, no podían pasar ya más adelante para seguir la victoria, ora fuese por eso o por los grandes y espantables alaridos que los heridos muriendo daban.Y al fin la pérdida se veía tan clara de la parte del bando enemigo, que los españoles tenían por cierto el fin de la victoria. Mas la fortuna, volviendo la suerte al revés de sus pensamientos, trocó en un momento 56 Imagen, icono. (Dic. Autoridades). 120 esas palmas de esperanza, en una corona de martirio, como se verá en el capítulo siguiente. 121 Capítulo II Tenía por paje Valdivia a un hijo de un cacique, al cual quería y amaba como a uno de sus hijos. Viendo pues este paje la huida de los araucanos, movido del amor que tenía a su patria, viendo la pérdida de aquéllos de su nación, comienza con grandes voces a animarlos, diciendo: “¿Adónde volvéis los temerosos pechos, oh, nobles y valerosos soldados de Arauco? pues sabéis que la fama, adquirida de mil años a esta parte, por el valor de vuestros generosos abuelos, si perdéis esta jornada, perecen, con todos vuestros hechos, leyes, fueros y derechos. ¿Y de señores que sois, quedáis para siempre siervos y sujetos de una nación extranjera? Mirad que mancháis la clara estirpe y descendencia que tenéis e ingerís en el generoso tronco de vuestra genealogía una llaga y una dolencia que causará en vosotros, y en vuestros hijos, un deshonor y vergonzosa infamia. Mirad que los contrarios os siguen porque huís, que si estáis quedos, esgrimiendo contra ellos vuestras duras y pesadas mazas, os volverán,57 con las vidas, el campo que huyendo les habéis dejado. Sus caballos han perdido ya el aliento, y cansados de correr no hacen caso del acicate. De modo que si volvéis el rostro para ellos, cercándolos por todas partes, siendo pocos como son, acabarán en vuestras manos miserablemente. Fijad esto que digo en la memoria y volved en vuestro acuerdo, porque vuestro mayor enemigo y aquél que hace mayor estrago en vosotros es el temor que tenéis, que si bien miráis en ello, los cristianos son tan pocos que apenas llegan al número de trescientos. Ea pues, amigos, 57 Devolverán. 122 póngase cada uno en su deber, representando en su entendimiento, que combate por su libertad y por su patria, de la cual injustamente le quieren echar”. En acabando de decir esto, parte como un rayo contra su propio señor, y con una fuerte lanza que tenía, le dio un golpe tan pesado que echó hombre y caballo por el suelo. Pasa más adelante, y adonde ve el combate más trabado,58 se arroja como hambriento león, haciendo con su espada, después de haber quebrado la lanza, una tan cruda carnicería, que los españoles, viendo el grande daño que resultaría de la vida de este hombre (si proseguía más a hacer el oficio que había empezado) dejan el alcance de los indios, y vuelven contra él las cortadoras espadas. Mas Lautaro,59 que así se llamaba el rebelde mozo, apartaba y desviaba el cuerpo con tanta destreza que apenas ningún golpe le acertaba, y casi todos los que daba herían o mataban. ¿De qué hombre se puede leer prueba de valor tan grande? ¿Ni en qué libro antiguo o moderno se ha hallado que estando uno de la parte victoriosa se pase a la contraria del vencido? ¿Y que sólo el valor de un bárbaro muchacho haya podido arrebatar, por fuerza, a una nación tan belicosa como la española, una tan grande e insigne victoria de las manos? ¡Qué los historiadores den mil alabanzas a los dos Publios Decios, que sacrificaron la vida por la amada patria! ¡A Furio, Marcelo, Fulcio, Cevola y Cincinato!60 Que a mi parecer, considerada la poca edad y la poca experiencia que éste tenía del ejercicio de las armas, el poco de lugar que tuvo, estando como estaban los dos ejércitos encarnizados para determinarse, me parece que éste hizo más, en sólo imaginar 58 Trabar. Porfiar, disputar, o altercar. También reñir, batallar, o contender. Trabado. Se llama también el hombre robusto, y fuerte de nervios. 59 En La Araucana I, canto 3, 87. “Fue Lautaro industrioso, sabio, presto/ de gran consejo, término y cordura,/ manso de condición y hermoso gesto,/ ni grande ni pequeño de estatura;/ el ánimo en las cosas grandes puesto,/ de fuerte trabazón y compostura,/ duros los miembros, recios y nerviosos,/ anchas espaldas, pechos espaciosos.” 60 Famosos generales y políticos romanos citados por Ercilla en la I parte de La Araucana, canto 3, 43. 123 lo que emprendió que los otros en hacer todo cuanto hicieron. También fue tan grande el servicio que hizo a su patria, con este animoso y generoso hecho, que merece que, a pesar del tiempo, su nombre esté esculpido en mármoles y bronces para que su gloria quede inmortal entre los hombres. El general de los araucanos, oído que hubo las animosas palabras de Lautaro, reparó a su gente, vergonzoso de ver que un solo mozo resistía, a lo que no podía tanta gente. Y así como suele suceder a los que tienen el alma, noble y generosa después de haber cometido alguna falta, corridos y avergonzados los araucanos de haber así huido, vuelven furiosos sobre los españoles, dando unas voces y alaridos tan roncos y espantables, que el solo estruendo del grande y prodigioso son que por las campañas resonaba, amedrentaba los corazones de los más atrevidos. Estos truenos reventaron con un granizo de pesadas mazas que los fuertes indios descargaban con tal pujanza sobre los cristianos que caballos y hombres, por no esperar el segundo golpe, se dejaban caer del primero. “¡Qué mudanza es ésta, Señor!”, decía Valdivia, viendo la total destrucción de su gente. “¿A qué golpe de miserias permitís que vuestros siervos caigan (en lugar de ayudarnos a castigar la insolencia de estos atrevidos paganos), habiendo dejado por vos la amada patria, sólo para plantar vuestra fe en estas antárticas regiones, donde vuestro nombre es apenas conocido? Los bárbaros enemigos de vuestra Iglesia combaten contra nosotros como leones, y nosotros, que somos vuestros siervos, apenas podemos levantar los brazos para defendernos. ¿Mas qué es lo que digo, Señor, si sé que vuestra bondad 124 nos da, sin pedir lo que merecemos y no lo que deseamos? ¡Conozco mi inmérito,61 y confieso vuestra justicia! Todo el mundo alaba vuestra liberalidad y la virtud, ¡reprehende mis vicios! ¡Ellos son, Señor, la causa de mi ruina, como aquéllos que me han hecho perder los bienes que me habéis dado y descaminar del camino de mi salvación! ¡Mas si una contrición puede tanto con Vos, mi Dios! ¡Viniendo de un bueno y santo celo, que os hace perdonar al pecador, más indigno de vuestra gracia, perdonad a esta pobre alma, que con lágrimas de arrepentimiento viene delante de vuestro divino acatamiento para pedírosle!” En acabando estos postreros acentos, cayó Valdivia62 muerto entre los pies de los caballos, sin que ninguno de los suyos se hallara presente para poderle ayudar en aquel trance; tan grande es la miseria del hombre, la muerte cierta, y la hora que ha de venir, incierta. ¡Oh, enemiga cruel del género humano! Parca inexorable y sanguinolenta fiera. ¿Quién es aquél que cubierto de finas y lucidas armas, acompañado de grande ánimo y rodeado de poderosos ejércitos que pueda resistir a la fuerza y destreza de tu invencible guadaña? ¿A quién perdona tu tijera y a quién favorece tu mano? A nadie. Porque eres de condición tan extraña que nunca das sino para quitar. Si te llaman, huyes y cuando más te aborrecen, vienes. Testigo es este pobre capitán Valdivia, que mil veces te ha llamado, cuando sudado del peso de las armas y atormentado del hambre iba caminando, como pobre soldado (sin dinero, sin vestido, y alguna vez herido) debajo de una bandera, y ahora que la potestad que la riqueza, y que el contento, le tenían puesto en la cumbre de toda felicidad, le pronuncias tu rigurosa sentencia. 61 Inmérito. Lo que no se merece o que se atribuye o aplica sin razón. También usado como adverbio vale sin razón o sin merito. 62 Ercilla describe la muerte de Valdivia en La Araucana, Parte I, canto 3, 65 “Y apuntando a Valdivia en el celebro,/descarga un gran bastón de duro nebro.” 125 Estas son, señores, las tretas y pestíferas63 mañas que esta maldita y detestable fiera usa con los hombres, sin tener respeto a ninguno, por grande y poderoso que sea. Antes es tan amiga de mostrar el poder y dominación que tiene en la corte de los príncipes y grandes monarcas, que sin que portero la impida, entra adonde le parece, para hacer después lo que se le antoja. Dejemos los ejemplos que se pudieran decir para tocar el corazón de aquéllos que dan a entender con sus malas vidas, que ignoran su poder, pues duermen tan a sueño suelto sepultados en sus propios vicios, y volvamos a tomar el hilo de nuestro discurso64 para sacar de la pérdida de esta batalla los fundamentos de nuestra historia. Iban las cosas tan al disfavor de los españoles, que los indios menospreciando sus fuerzas, por ver que apenas se podían sustentar sobre los caballos, los conservaban sin consentir que nadie los ofendiera, pensando sacrificarlos después a sus dioses. Porque el general, arrepentido de las licenciosas palabras que había dicho en contra de ellos, los quería aplacar con un gran sacrificio que pensaba hacer de sangre cristiana, o si no estaban enojados (por ver que la cólera le había hecho decir estas blasfemias) hacerlo sólo para darles gracias de la grande victoria que le habían hecho ganar y para que de hoy adelante continuaran a proseguir en ayudándose de él a esa gente extranjera. Con todo eso se salvaron algunos españoles, los cuales ayudados de la oscuridad de la noche y de la bondad de sus caballos, se alejaron a pesar de los indios que los habían seguido mucho tiempo. Entre éstos que digo, venía un mancebo de lindo talle y de grandes prendas, llamado don Henrique de Castro, el cual por no poder correr tanto como los otros, a causa 63 64 La muerte se considera una peste. Pestilencia. Covarrubias. Loubayssin interviene como autor y toma el hilo de la narración. 126 de una grande llaga que su caballo tenía en la ijada, quedó atrás, y al fin a pie, porque el caballo se le murió entre las piernas. La tristeza y aflicción que tuvo, por verse así solo y tan cerca de los enemigos, imagínelo cada cual, con todo eso sacando fuerzas de flaqueza, empezó a correr lo mejor que pudo tras los otros, mas viendo que sus fuerzas empezaban a faltar por perder cantidad de sangre (con el gran movimiento que hacía) de tres o cuatro llagas no peligrosas que los indios le habían dado peleando, se fue caminando poco a poco hasta que a buen rato de la noche vino a entrar en un espeso monte. Parecióle que sería mejor de esperar allí escondido entre las encinas el día, que de ir sin mesura ni tiento caminando toda la noche sin saber adónde. Hízole así, y recostado que fue en el suelo, la mano sobre la mejilla y la espada a un lado, así como quería cerrar los ojos para dar un poco de reposo a sus laxos y cansados miembros. Oyó un poco de ruido, no muy lejos de él, y un ay acompañado de un suspiro muy lastimoso. La oscuridad de la noche, el lugar solitario, la pobre sazón65 que corría, y después una cosa tan extraña como la que oía, causó en don Henrique un grande espanto y desmayo. Encomiéndase a Dios de todo corazón, y asegurado a sí mismo con buenas y santas plegarias, oyó otra vez otro suspiro, y al cabo de él, estas quejas: “¡Oh, miserable! ¡Cruel, y el más pérfido hombre que nunca se haya visto en el mundo! ¿Cómo es posible que tu alma sea de tan mala naturaleza, siendo cristiano y engendrado de tan nobles y virtuosos padres? ¿Qué ofensa te había hecho? ¿Qué ocasión te había dado? ¿Y qué ingratitud había usado contigo, el que siempre te fue bueno y leal amigo para que mancharas en su inocente sangre tus perversas y desleales manos? 65 Sazón. Significa ocasión, tiempo oportuno, o coyuntura. 127 ¡Poderoso Dios! Tú que ves allá de lo alto mi inocencia, haz que mi sangre se detenga aun en sus abiertas venas para que viviendo pueda olvidar la venganza, que los dolores de la muerte me hacen desear de mi enemigo. ¡Ay, fortuna cruel! ¡En qué miserable estado me has puesto! ¿Qué accidente me has ido a buscar y por medios tan extravagantes? ¡Ojalá me hubiera pasado el pecho peleando hoy una pica india, que si eso fuera, dos consolaciones me quedaran en el alma, la una, que moría por mi ley,66 y la otra, que mis viejos años se acababan con las fortunas de la guerra! Pero no lo han querido mis hados, pues vengo a dar el postrer suspiro de mi vida, entre las mudas soledades, de estos agrestes montes, herido alevosamente, de cuatro mortales heridas”. Estas palabras pusieron en don Henrique un deseo muy grande de saber quién era el español que tan lastimosamente se quejaba, y quién era aquél que le había puesto en el miserable estado, que la flaqueza de su voz y las razones que decía daban a entender. Porque una piedad natural, y un sentimiento aun mayor de aquél que solemos tener de nuestro prójimo cuando le vemos en alguna miseria, le salteó el corazón, de manera que estuvo buen rato sin sentido, bregando con la imaginación con ansias más sensibles que suele tener el que tiene la pesadilla, mas así como su espíritu volvía en sus funciones las potencias del alma, la misma voz que por un rato había estado callando, empezó otra vez a decir: “¡Oh, hijo muy querido, el dulce depósito de mis esperanzas! ¿Dónde te has quedado? ¿Qué lugar, enemigo de mi descanso y envidioso de la salud de tu alma, te ha guardado de venir a despedirte de mí, y recibir por la postrera vez las amonestaciones y consejos que como padre tenía obligación de darte, antes de mi muerte? ¡Mas, ay, 66 Religión. 128 cuitado! ¿Qué es lo que digo? Quizá tu mala suerte, como una desgracia, no viene nunca sola, te tiene en tal estado que tienes más ayna67 menester de una mortaja, que de un consejo. ¿Si esto es verdad? Suplícote, piadoso cielo, de apresurar el curso de mi triste vida. Mas, si vive aun perdido entre las peñas de ese solitario desierto, haz que la parca detenga por un poco el movimiento de su homicida tijera, que quizá el eco de mis tristes quejas, apiadándose de mí, me le trajera aquí”. Estas segundas quejas pudieron tanto con aquél que las escuchaba, y principalmente aquel reclamo de hijo, que con la misma facilidad que el viento de una bala de cañón derriba a un hombre pasando junto a él, así don Henrique, de levantado que estaba ya, conociendo que aquél que se quejaba tan lastimosamente era su padre, volvió a caer en el suelo. Vuelve a levantarse, y fuera de sí, hace dos pasos delante, y otros tantos atrás, sin poder ganar un solo palmo de tierra que al momento no la vuelva a perder. Prueba a pasar, no solamente una vez, mas diez, veinte y aun treinta, hasta que sus inconstantes piernas, temblando como hojas sacudidas de los vientos, le derriban por no poder sustentar su pesado cuerpo. Al fin tantas veces vuelve a probar la suerte, que a pesar del desmayo y de la mucha sangre que perdido había, llegó al lugar adonde su cruel fortuna, acababa de jugar casi el postrero auto de la triste vida de su querido padre. ¡Ay, Dios mío! ¿Quién pudiera decir las ternezas, los lloros, y las más que piadosas palabras, que padre e hijo se dijeron, cuando se conocieron? ¿No a lo menos vos pluma mía, porque ni vuestro estilo ni la rudeza de vuestros groseros acentos os da lugar para ello? Dejémoslo así bosquejado, para que un pincel más diestro que el mío emplee 67 Ayna. “Vale lo mismo que presto.” Covarrubias. 129 en esta materia lo que no supo el famoso Timantes,68 cuando se le ofreció de representar debajo de líneas y colores mudas, el sentimiento que padre e hijo tienen, llegando a este trance. Don Lorenzo de Castro (que así se llamaba el padre de don Henrique69) conociendo lo poco que le quedaba de vida, y viendo que las lágrimas, los sollozos y los suspiros interrumpían a cada paso las preguntas que su hijo le quería hacer, sacó de sus casi difuntas y postreras fuerzas estas palabras: “No para que vengues mi muerte, sino para que tomes ejemplo en mi desgracia, te quiero contar en breves palabras la más notable y pérfida traición que corazón de hombre desalmado haya podido imaginar. Visto por uno de los nuestros la total ruina y perdición de Valdivia, y que casi todos los españoles estaban muertos o presos, me dijo que sería notable error y un aborrecimiento de vida muy grande si porfiados en pelear, estábamos aguardando tan despacio la muerte, pudiendo conservar la vida con una facilidad tan grande como era el huir. Estas razones me tocaron al corazón, haciéndome conocer lo que poco antes ignoraba, que fue la victoria de los enemigos y mi pérdida, si no seguía el consejo que se me daba. Que fue causa que queriendo volver la cara a mi desdicha, comenzamos a picar los dos por medio de estos desiertos, por donde decía que te había visto ir también a ti70 con otros. Los indios viéndonos así huir, vinieron tras nosotros con mucha ligereza, pensándonos dar alcance. Pero era tan grande la velocidad conque nuestros caballos corrían, que en poco rato pusimos una gran distancia entre nosotros y 68 Timantes. Famoso pintor de la antiguedad griega. Aparece mencionado en El Quijote II, Cap. XXXII en la aventura con los duques. La duquesa ruega a don Quijote que “le delinease y describiese, pues parecía tener tener felice memoria, la hermosura y facciones de la señora Dulcinea del Toboso.”Don Quijote responde que esa empresa le corresponde a los pinceles de Parrasio, Timantes y Apeles. (El Quijote 2004) 69 En el original: Don Francisco. Obviamente se trata de un lapsus memoriea por parte del autor. 70 En el original: a tu. 130 ellos, porque se quedaron atrás sin querernos más seguir, lo que viendo mi compañero, me suplicó de tener un poco mi caballo, porque el suyo no podía correr, por estar muy mal herido en la ijada, hícelo así, pero era tan grande la copia de sangre que vertía por las llagas, que a poco trecho se le cayó muerto entre las piernas. Viéndose así a pie me volvió a suplicar, las lágrimas en los ojos, de no desampararle lo que le prometí, y volviendo la rienda, arrimé mi caballo a una peña que estaba cerca de él para que subiera tras mí a las ancas. Pero el caballo que no las sufría, viéndose así cargado, vino a hacer tantos corcovos y a tirar tanta muchedumbre de coces que con un tropiezo que dio en un montón de piedras, dio con nosotros en el suelo, aunque muy diferentemente, porque él se halló sobre sus pies derechos, y yo tan empeñado en los estribos que me pensé romper una pierna. Con todo eso me desembaracé lo mejor que pude con su ayuda, haciendo después levantar el caballo, al cual no hallamos, levantado que fue, al tiento de las manos, ninguna herida. En esto pasaron no muy lejos de nosotros, algunos hombres de a caballo que se acogían. Llamado que los hubimos cuatro o cinco veces, nos respondieron que no nos podían socorrer de nada, porque los indios venían tras ellos. Esta respuesta puso un miedo tan grande a mi compañero, (que digo compañero, no compañero, mas cruel enemigo), que sin más regatear con su conciencia se acercó a mí, y con una daga que tenía al lado, me dio (el traidor) cuatro puñaladas, diciendo: “Si hemos de morir los dos a manos de nuestros enemigos, ¿más vale que muriendo el uno, y el más viejo, que quede el mozo salvo?” Hecho esto, subió el desalmado sobre mi caballo picando adelante con grande ímpetu para alcanzar a los otros. Plegué a Dios, que haya acertado el camino, y que venga a reconocer su pecado, que de mi parte se lo perdono, y suplico a su divina Majestad que 131 le dé lugar y tiempo para hacer penitencia, no solamente de él, más aun de todos los que ha cometido y cometerá de aquí adelante. Esta es (hijo mío) la triste tragedia de mi desventura, la cual aunque grande y sensible, parece que tu sola vista la mitiga y reduce a menos sentimiento, porque muero contento, muriendo delante de aquél que después de mi muerte ha de ser otro yo. Y porque espero que has de ser, no solamente en nombre y conforme la regla de naturaleza, mi verdadero retrato, más aun en la vida y en las costumbres, paso en silencio los muchos consejos y santas amonestaciones que como padre estaba obligado de hacerte, no porque yo piense y crea que teniéndolas tú, tengas las virtudes que cada uno está obligado de tener para venir a merecer con ellas la bienaventuranza, sabiendo que yo soy el mayor pecador del mundo. Mas por verme imposibilitado de hacerte ese buen oficio de padre, por estar tan cerca de la muerte, con todo eso sacaré de lo más hondo de mis entrañas, tres cosas, las cuales te conjuro de la parte de Dios, por el poder que naturaleza me ha dado sobre ti, y en memoria de este postrer abrazo que te doy, de guardarlas inviolablemente, y son éstas. No jures con mentira, sé fiel a tu Señor, oye todos los días misa. ¡Oh, buenas y santas palabras! ¡Oh, prudente y virtuoso padre! ¡Oh, dichoso hijo! Palabras digo dignas de estar escritas en letras de oro. Virtud que trae consigo un mundo de alabanzas y dicha que cifra en sí todos los bienes que la fortuna posee!” Acabado que hubo este virtuoso varón estas palabras que hemos dicho, dejó la compañía de las criaturas para ir con su creador, quedando entre los brazos de su querido hijo, difunto. 132 Capítulo III Cuanto más noble es el hombre, es tanto más capaz de resistir a los accidentes de fortuna, porque así como es el cuerpo bien dispuesto y fuerte, sufre el frío, el calor y otras incomodidades, así el alma generosa y dotada de virtuosas costumbres sufre los disgustos, los pensamientos, y la fortuna adversa. Este caballero armado de estas armas, resistió a la furiosa violencia de su accidente, ganando sobre su desdicha lo que su desdicha había ganado sobre él. Quiero decir, que así como el soldado, a quien su enemigo pensaba haber ya reducido a su devoción, y al contrario cobrando nuevas fuerzas, le pone a él en otro aprieto más peligroso que a aquél en el cual su enemigo estaba antes. Así don Henrique vuelto que fue de su paroxismo, se descabulló de entre los lazos de su desgracia, con llevar en paciencia su accidente, representándose en la memoria lo que dice el poeta: Que me suba o baje el mundo, O que me ponga fortuna Sobre el cuerno de la Luna, O me hunda hasta el profundo. La razón en que me fundo Para que todo lo abrace, Es pensar que Dios lo hace.71 71 En el texto original no aparece el nombre del autor de este poema. 133 Este es el verdadero remedio para venir a hacer espaldas72 a nuestras miserias, y aun para menospreciarlas, y tenerlas en poco, tomando a burlas todas las desgracias que no pueden suceder, como hacía Bias, príncipe de Pryeno, y no sentirlas con tantas veras, como hacía Perseo, el sucesor de Alejandro, el cual viéndose vencido de Paulo Emilio fue de tan bajo y vil ánimo que vino a pedirle perdón, llorando como simple mujercilla a sus pies. Este caballero, compuesto del natural que hemos dicho y determinado de llevar con paciencia todo cuanto le podía suceder, empezó a encomendar el alma de su padre a Dios, conociendo por el silencio que había dejado la compañía del cuerpo, y estando en aquel santo ejercicio, oyó una voz que le llamó por su nombre tres veces. Volvió la cabeza hacia donde venía la voz sin dejar la continuación de sus oraciones, más admirado que espantado de oírse llamar, sin ver otro que el cuerpo difunto de su padre, que a los rayos de la Luna veía tendido cerca de él. Creyó que la flaqueza de su espíritu, por estar tan debilitado como estaba, le hacía desvariar, o que el alma de su padre queriéndole aun decir algo, antes de irse en el perpetuo descanso, le llamaba para decírselo. Este postrer pensamiento le hizo despabilar los oídos, esforzándose de sosegar por un rato la inquietud que la memoria de sus desdichas le daban, que por más constancia que tenga un alma puedo decir sin contradecirme en lo que he dicho, que no es posible que deje de sentir, si fuera de bronce, en semejante ocasión, el rigor de su estrella. Desembarazado que hubo sus pensamientos, y puesto las orejas en grande atención para escuchar, oyó otra vez estas palabras: “¡Don Henrique! ¡Don Henrique! ¡Ah, don Henrique!” Levantóse en pie, y con palabra resuelta y no alterada, respondió: 72 Olvidar. 134 “¿Quién eres tú que me llamas?”73 “No te puedo decir mi nombre”, respondió la voz, “porque no es la voluntad de Dios que te lo diga. Sólo te mando de su parte, te vayas mañana tan presto que la aurora empiece a descubrirte el camino, en una grande y levantada sierra que verás a mano izquierda en volviendo la cara hacia el occidente, donde llegado subirás a la mano derecha, por la falda menos áspera, para evitar el encuentro de unas muy grandes y crecidas piedras, que suelen rodar desde lo alto de la sierra, hasta el pie de la falda más cuesta arriba que te mando huir. Y para señalarte aun mejor el camino, sigue a la mano derecha unas venas de cristal, a quienes con hermandad inseparable acompañan, una hilera de altos robustos alcornoques hasta descubrir el origen de donde salen, que es de una clara y espejada fuente, engastada entre verdes y hermosos olivos. Allí puedes refrescarte probando de su clara y líquida agua, que es de no menos virtud que el bálsamo que la provincia de Egipto cría, porque al instante que habrás bebido en ella, serás sano de todas tus llagas y gozarás de no menos fuerza que el día que entraste en la batalla.74 Continúa después tu viaje rodeando un peñazco levantado en alto hecho en forma de pirámide cuyo extremo se pierde entre las nubes, y acabado que habrás de ceñirle75 casi, con tus pasos, irás hasta lo más alto de la sierra, que aunque te parecerá al principio demasiadamente áspera, y el camino casi inexpugnable, no dejarás por eso de medir a gusto su distancia. Y si el calor procedido del grande ejercicio que habrás hecho te aprieta, guárdate bien de endilgar tus pasos a una isleta amena y recreativa, que al hondo de un grande y espacioso valle puesto entre dos peñas, parece, porque son tan diversos y 73 Según la doctrina es la forma correcta de interpelar a los espíritus. Se hace referencia a los bálsamos en Don Quijote I, 10 “Todo eso fuera bien escuchado – respondió Don Quijote – si a mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás, que con una sola gota se ahorraran tiempo y medicinas” (1998, 178). 75 Rodearlo. 74 135 varios los efectos, que en el corazón del hombre hacen, algunos frutos que unos árboles silvestres producen, en comiéndolos, que a no hacer mención de ello algunos historiadores en sus historias, y experimentarlo casi todos los días los de esta tierra, sería casi increíble. Llegado que habrás a poco menos de lo más alto de la sierra, toparás la forma de aquel sacro madero (donde nuestro Redentor padeció por la redención del género humano, muerte ignominiosa) encajado en una peña de mediana altura, y de allí a obra de trecientos pasos, una ermita donde vive un ermitaño, de buena y santa vida. Y porque es la voluntad del Cielo que vivas algún tiempo con él, cumple sin discrepar un punto los preceptos y avisos que por mí te ha enviado a dar, que a más del sumo bien, que misteriosamente vendrá por tu alma, echarás también, la primera piedra del edificio de tu fortuna. ¡Por tu padre no te de cuidado su sepultura, que Dios proveerá en ello, y mira que no haya falta en hacer lo que te he dicho, a Dios!” Con esto acabó la voz sus razones, quedando don Henrique tan absorto y espantado de haberlas oído, que de buen rato no pudo salir del embelesamiento en que estaba. Al fin volvió en sí, y a discurrir en su pensamiento las varias y extrañas cosas que le habían sucedido en tan poco tiempo, empezando desde que se comenzó de dar la batalla, hasta aquella hora en que estaba, y hallando materia harta para entretener sus imaginaciones, estuvo así buen rato arguyendo, porfiando y deslindando en su entendimiento lo que debía de hacer, concluyendo al fin de seguir lo que la voz le había mandado, con la cual conclusión se apoderó el sueño de sus potencias, haciendo descansar con la privación de sus males, en durmiendo, sus lacios y cansados miembros. Al punto que el alba acababa de barrer las estrellas del cielo, despertó don Henrique, y con él sus pesares. Con todo eso sacando fuerzas de flaqueza, se levantó, 136 espantando con la fuerza de su generoso ánimo los propios males que tenía. Y cubierto que hubo el cuerpo de su padre con algunos ramos que cortó de los vecinos árboles, y puesto señal al lugar donde quedaba, para poderle hallar en caso de necesidad, se partió (después de haber derramado muchas lágrimas sobre él, y rezado algunas devotas oraciones por su alma) siguiendo el camino que la voz le había dicho. Tanta prisa se dio a caminar, aunque impedido de sus llagas, que en menos de tres horas atravesó un grande y espacioso llano que dividía la floresta (donde quedaba su padre) de la sierra, siguiendo hallado que hubo las venas de agua que colgaban desde lo alto, la hilera de los alcornoques, hasta topar la fresca y cristalina fuente, que has oído, del agua de la cual, bebido que hubo, se sintió tan sano de sus heridas y robusto de fuerzas, que no le quedó otra cosa más que la memoria de haberlas recibido, que por la salud la tenía tan en su punto, que en días de su vida la hubiera tenido.76 Rodeó la peña piramidal y columbrando77 desde lejos el camino que había de hacer, aunque le pareció casi inaccesible (estando como estaba cansado) deseando de cumplir puntualmente lo que la voz le había dicho, sin regatear con el trabajo, ni querer volver la cabeza a otra parte, que hacia donde se endilgaba su viaje, dejando a mano izquierda la isleta tan celebrada de los historiadores coló (aunque con un trabajo increíble) hasta la cruz. 76 “Por la salud” entiéndase “en cuanto a la salud”; “Que en días” entiéndase “como en ningún día de mi vida.” Estas construcciones reflejan la influencia de construcciones latinas. 77 Columbrar. Divisar, ver desde lejos alguna cosa sin distinguirla bien. También rastrear o conjeturar por indicios alguna cosa. 137 Capítulo IV Por estar tan cerca de la ermita, no tardó mucho de llegar a ella, aunque estaba tan escondida y cubierta de las peñas que estuvo buen rato rodeando hacia una parte y otra sin poderla descubrir. Pero al fin con las vueltas que dio, andando y volviendo arriba, abajo, y de todos lados, acertó a topar la boca de una cueva muy oscura. Estuvo al principio un poco suspenso, temiendo que lo que veía fuera antes morada de algunas fieras que de un hombre razonable, pero los indicios de muchas cruces y otras cosas santas, que colgaban de las vecinas peñas, le desengañaron de todo punto y le hicieron entrar por la puerta de la dicha cueva, determinado de no parar hasta ver a aquel santo varón que menospreciando las vanidades del mundo había venido a vivir en un lugar tan desierto e inhabitable. Y así como estuvo al medio de la cueva, se paró a mirar con la luz que daba una escasa quiebra que a la peña estaba, un bulto que parecía al medio del camino, pero no fue posible por más que clavó la vista en él de poder distinguir su figura, que fue causa que acercándose pasito de más cerca, le vino a tentar con la mano. “¡Oh, poder divino!”, dijo más muerto que vivo, tocado que hubo una montaña de pelos pegada a un grande y espantable cuerpo de fiera. “¿Qué monstruo es este? ¡Qué desgracia es la mía, Dios mío! ¿En qué estrecheza me ponen los hados? ¡Señor, ayudadme! ¡Vos sois mi norte, vos sois mi protector, y de vos cuelga todo mi bien, y toda mi esperanza!” Arrimóse dicho que hubo esto, entre sí, a la pared, determinado de volverse a ir, si los dientes de este animal no le detenían, y queriéndolo así hacer, oyó tañer (así como acababa de asentar el pie para tomar su camino) un arpa, con tal suavidad y destreza, que 138 haciéndole volver la cabeza hacia atrás para escuchar, estuvo buen rato hecho tornillo78 sin poderse volver, a una parte ni a otra, tan grande fue el embelesamiento que tuvo. Continuó la armonía hasta que aquel que la hacía con sus dedos, queriéndola acompañar con la boca, la comenzó de ajustar con su voz, entonando después que la hubo templado con ella estos versos: El aire fresco del favor humano, Que ahora os da de cara, y os recrea Por bien que aspire y favorable os sea, Que os sirva, y os adore el mundo vano, La fortuna se os ría, y pare ufano, Que en vos toda se emplee, y en vos crea, Su rueda os suba, cuanto se desea, Y así la tenga queda vuestra mano, Tendréis la vida, el tiempo, y la memoria, ¿Qué no pase? Ay, que no, que pasa presto, Que el tiempo vence, y sigue la victoria, Si todo torna en breve de otro gesto, Buscad la celestial, y eterna gloria, Y en sola aquesta empresa echad el resto.79 Este soneto volvió a asegurar el inconstante ánimo de don Henrique, haciéndole creer que el ermitaño, que habitaba en aquella cueva, le había cantado para que se le representase la 78 79 Hecho tornillo. Es decir, con el cuerpo girando sobre sí mismo. En el texto original no aparece el nombre del autor de este poema. 139 mudanza que tienen todas las cosas de este mundo, (sobre las cuales el hombre cuerdo no debe de fundar sus esperanzas porque son tan transitorias y caducas confianzas, que lo que tenemos por más cierto y seguro se nos suele despintar más presto) que fue causa que volviendo la cara para el lugar, del que poco antes huía, continuó su camino, apartándose lo más lejos que pudo de lo que poco antes había atentado. Hallóse a poco trecho que hubo andado a la salida de la cueva, y al opuesto de una grande y proporcionada peña, que aunque contrahecha por fuera tenía un hueco por dentro tan liso y cuadrado, como si un cantero le hubiera medido con la regla y un entallador pulido con cepillo. Causó admiración en don Henrique el ver con qué primor naturaleza había observado las medidas que se suelen guardar, al labrar un edificio, porque las ventanas y las puertas que esta grande tracista80 había dado a este peñasco venían tan a propósito, que no parecía sino que un arquitecto famoso, le hubiera dado traza. Llamó a la puerta (aunque abierta) tres, o cuatro veces, sin que nadie le respondiera, de lo cual espantado, entró de rondón81 por ella, temiendo que al ruido de los golpes despertara al monstruo que (a su parecer) había dejado al medio de la cueva dormido, y así como hubo entrado, vio a un mancebo ricamente vestido y puesto de rodillas delante de una imagen de nuestra Señora, teniendo un grande y espantable león82 dormido a sus pies, un arpa entre sus brazos, y la voz otra vez al aire, cantando en alabanza de la Virgen estos versos: Los ojos de honestísima paloma, O del octavo cielo las estrellas Relumbrantes, 80 La naturaleza. Rondón. Voz que sólo tiene uso en el modo adverbial de rondón, que vale intrépidamente y sin reparo. 82 Puma. También llamado león chileno. Habita en la zona cordillerana, especialmente la cordillera de Nahuelbuta. 81 140 La frente de la Aurora cuando asoma, A las granadas las mejillas bellas Semejantes, Los labios cual carmín deshecho en goma, Palabras y manos de doncella No arrogantes, El pecho cual confeccionada poma,83 Los pies cuales rubíes que dan centellas, O diamantes, La estatua, cual de una hermosa palma, Y de marfil el blanco cuello, y manos, Son dotes de este cuerpo sacrosanto De María, Porque los interiores, y del alma, Venid, oh querubines soberanos, A los cantar, que ya no puede tanto Mi Talía.84 No menos admiración causó esta nueva aventura en don Henrique que las pasadas, porque en lugar de ver a un caduco y arrugado viejo, como pensaba, vio un rostro dotado de tantas maravillas en aquél que cantado había que se faltó bien poco no se pusiera de 83 Poma. Lo mismo que manzana, particularmente por una especie de manzana pequeña y chata, de un color verdoso. 84 En el texto original no aparece el nombre del autor de este poema. 141 rodillas para adorarle, creyendo que fuera alguna deidad, que en forma humana estaba en aquel lugar, para cantar las alabanzas de la Madre de Dios, pero el soneto, que antes había cantado le quitó al fin este pensamiento, poniéndole en una confusión de dudas, tan extrañas, que estuvo un gran rato tan ajeno y fuera de sí, que no sabía cómo, ni de qué manera hacer, al fin se determinó de probar su buena o mala suerte. Y como a corazón resuelto, no hay cosa difícil, comenzó a caminar pasito hacia el mancebo sin que él le sintiera ni oyera venir, tan grande era el éxtasis y embelesamiento que le había dado, después de haber acabado su canción. Y así como estuvo, a cinco o seis pasos de él, le dio un miedo tan grande, viendo las horrendas y espantables uñas del león, que dormido estaba a sus pies, que no fue posible, por más que bregó con su temor, de poder pasar más adelante, considerando que si esta bestia feroz despertaba, que se vería antes muerto que socorrido, que fue causa que subiendo por unas toscas gradas que a la mano izquierda estaban, vino a dar en un pasadizo, que miraba a la misma sala, cerrado después con poco ruido, la puerta que defendía su entrada, y habiéndose puesto de esta manera en cobro y seguridad, se asomó en él, hablando después al mancebo, de esta manera: “No puedo negar (hermoso mancebo) que mi atrevimiento no llegue a ser tanto, o más grande, que esta aventura me parece extraña, y que la curiosidad no haya podido, de esta vez más, sobre mi corazón, que la nobleza de mi ánimo, sobre la cortesía, falta verdaderamente tan ajena de mi natural inclinación, que siento más, en confesarla, que no he tenido contento en hacerla. Mas pues que la fortuna lo ha querido así, trasplantándome de un ser cortés, en un monte de hierro. Dese la culpa a la suerte y al tiempo, el cual me ha traído aquí, por medio de accidentes tan varios, que cada vez que los considero, me hallo tan ocupado en admirarlos, como apesarado en sentirlos.” 142 Este músico que poco ha, que hemos dejado, arrebatado en la meditación de aquellas sagradas alabanzas, que de la Virgen nuestra Señora había cantado poco antes, oyendo estas palabras, como el que las había dicho, asombrado y maravillado de ver en él una hermosura tan peregrina. Estado que hubo así un gran rato el mancebo, sin menear ojos ni pestañas, sacó aunque con mucha pena, tan grande era el miedo que había cobrado con la vista de don Henrique (temiendo no fuera alguna visión) estas palabras de la boca: “Si el rostro, traje, palabra y ademanes no me desengañaran de que sin duda Vuestra Merced es otro hombre como yo, el lugar, la hora, y el desasosiego que mi corazón ha comenzado de tener en oyéndole hablar, me habría persuadido a lo contrario. ¡Verdadero Dios! ¿Cómo es posible que una criatura humana haya podido acertar, sin ser alumbrado de vuestro divino favor, este lugar tan escondido y apartado del trato y bullicio del mundo? Créame Vuestra Merced señor caballero, que lo hallo tan extraño y dificultoso, si este verdadero norte que digo, no le ha servido de estrella, que lo tengo casi por imposible, y por la consiguiente ilusión y antojo, todo cuanto veo y oigo. ¿Y si mi pensamiento es verdadero? Mándole de la parte de aquél que ha dado el ser a todas las cosas, y sin el cual, no se puede desear ni hacer cosa buena, me diga lo que quiere, y ¿qué es lo que pide, sin enmascarar, ni encubrir debajo de otra especie, que de la legítima, sus pensamientos, sino decírmelos con toda la llaneza y simplicidad, que todos aquellos que vienen de la parte de Dios, suelen? Oh, si la fortuna, es así como dice, la que le ha traído aquí, por medios muy extraños. Hágaseme esa merced por vida de cuanto más quiere, y así Dios le deje ver el fin de lo que más desea de abajarse aquí y de contarme su fortuna, que más me holgaré de oírle hablar de esta materia, que de verle hacer todos los cumplimientos del mundo.” 143 “Así como yo deseo de obedecer a todo cuanto me mandare”, replicó don Henrique, “pudiera tener certidumbre de que esta bestia que tiene a sus pies, no me hará ningún agravio, satisficiera bien presto su curiosidad, consolándome a mí mismo con contar mis males, que este es el mayor remedio que un corazón afligido puede tener hallándose apretado de un disgusto. Porque así como las lágrimas, los suspiros y las quejas purifican el cerebro, descargando todos los vapores y humores gruesos de la cabeza, así desecha y deshace parte de sus tormentos y disgustos, el alma, contando sus desgracias a otro, principalmente acertando de hallarle discreto y de buen consejo. La misma fe y seguridad, que yo quisiera, que se me diera a mí, si estuviera en su lugar (de que el león no me hiciese mal) se la doy, porque es tan manso, que pongo en duda si con un simple cordero se pudiera vivir con menos peligro, que con él, mas para cerrar de todo punto la puerta al inconveniente, que por su medio pudiera suceder, y dar antes crédito a la imposibilidad, que a la inconstante naturaleza de una bestia, yo le pondré en parte, que a ser tan bravo como es manso, tendría más pena de daros un sólo enojo que vos facilidad para ofenderle si se quería desmandar.” Acabando de decir esto, tomó una llave que colgaba de un clavo puesto a la pared y al león por el collar que tenía en el pescuezo, le llevó dentro de un camaranchón85 que a un lado de la sala estaba, tirando la puerta para sí. 85 Camaranchón. Desván de la casa o lo más alto de ella donde se suelen guardar trastos viejos. 144 Libro Segundo ARGUMENTO Don Henrique de Castro, obligado por los ruegos de Sicandro (que así se llamaba el mancebo de la ermita) de contar su vida, empieza por la historia de sus amores, y despertando con mentar la muerte de su señora, aquella de su padre, se le cubre el corazón, y cae en el suelo como muerto. Sicandro acude a su socorro, y así como procura de hacerle volver en sí, oye venir hacia él la voz de un canto muy lastimoso. Don Henrique cobra el sentido, y en alzando la cabeza, ofreciéndosele delante de sus ojos el cuerpo de su padre, se vuelve a desmayar. Cuéntase quién le había traído allí el muerto, y quiénes eran, los que con voz tan dolorida, habían entrado cantando dentro de la cueva. Capítulo I Bajó con esto don Henrique del pasadizo y fue a abrazar muy estrechamente y con muestras de grande amor al mancebo, dándole mil gracias, de la cortesía que con él había usado, y ofreciéndole, con todos los encarecimientos que pudo y supo, en pago del favor que de él había recibido, y pensaba recibir, no solamente su espada y sus servicios, más aun su honra, y su vida, de lo cual el mancebo le daba mil gracias, procurando de no quedar corto en nada, más de señalar que si naturaleza se había mostrado pródiga con él, en sus prendas exteriores que le había dado, no se había mostrado menos liberal en aquéllas del alma. En estos cumplimientos estuvieron buen rato, sin hablar de otra cosa, más que de darle el uno al otro, mil atributos dignos de sus perfecciones. Pero como todas las cosas tienen su fin, acabáronse las cortesías y empezaron las preguntas. Don Henrique 145 fue el primero que habló sobre esta materia, preguntando a Sicandro (que así se llamaba el mancebo) si habitaba otro más de él en aquella ermita, a lo cual respondió [Sicandro] diciendo que había más de veinte años, que un anciano y santo varón, vivía en ella, y que aquella mañana, al amanecer, se había ido, con otros tres o cuatro hombres, a quienes una fortuna de mar, había echado poco tiempo había con él (que hablaba) entre unas peñas, que estaban al pie de la sierra, donde el mar batía, y que creía que no vendría hasta la tarde porque se lo había dicho así. De manera que tendría no solamente lugar de comer algunas frutas muy sabrosas y de gran sustancia que estaban en la ermita (si tenía hambre) más aun de contarle quién era y de dónde venía, prometiéndole de hacer con él otro tanto después. Estas razones, oídas por don Henrique, queriendo satisfacer con las suyas a la curiosidad de Sicandro, comido que hubo unas niéspolas,1 comenzó a hablar de esta manera: “Pues2 que el tiempo, y la ocasión, me convidan a contar mis fortunas, delante de quien tiene tanta voluntad de saberlas, comenzaré desde mi tierna edad, produciendo todos los papeles de mis desdichas, para que vea, que esperanza de contento, puede tener quien tiene un proceso de tanto peso a cuestas. Mi nombre es don Henrique de Castro,3 mi tierra la Andalucía, y el lugar de mi nacimiento Sevilla. Si naturaleza se ha mostrado escasa conmigo en las prendas del cuerpo, me ha dado a conocer su liberalidad en aquella de la sangre, dándomela tan noble, y esclarecida, que lo que vengo a perder por la falta de lo uno, lo gano por lo que 1 Niéspola. Níspero, árbol espinoso cuyo tronco casi siempre es torcido y sus ramas duras y difíciles de quebrar. 2 Aquí empieza el diálogo de don Henrique y acaba casi al final del libro. 3 La descripción de don Henrique es muy semejante a la que hace Cardenio en El Quijote I, Cap XXIIII: “Mi nombre es Cardenio; mi patria, una ciudad de las mejores de esta Andalucía; mi linaje, noble: mis padres, ricos; mi desventura, tanta, que la deben llorado mis padres, y sentido mi linaje, sin poderla aliviar con su riqueza, que para remediar desdichas del cielo poco suelen valer los bienes de fortuna.” (1998, 310). 146 me sobra de lo otro. Antes he conocido mis desdichas, que me supe conocer a mí mismo, porque apenas tenía dieciocho años cumplidos, que amor había puesto en mí mil pesares, imprimiéndome en el corazón una beldad cuya perfección hizo nacer en mí un amor más que perfecto. Si yo amaba, era amado, cuando lloraba, hacía llorar, y por el consiguiente corría entre mi dulce objeto y yo, una correspondencia tal, que aunque éramos dos, mirado el sujeto no éramos más de uno, mirada la voluntad. Mas como los placeres del amor vienen siempre con tasa, y sus disfavores sin medida, que todos los contentos del mundo son aguados de algún pesar, y que difícilmente se puede tener una cosa mucho tiempo en su mismo ser. Pasó la primavera, y llegó el invierno. Oscurecióse mi contento, con las nubes, que el rigor de mi estrella, opusieron delante de él. Y cayó la torre que mis vanas esperanzas habían labrado sobre blanda arena, despintándome4 con un desengaño (tan ajeno de mi pensamiento, como mi desdicha era indudable) todo el bien que hasta allí había recibido, y aun todo cuanto esperaba recibir. Estaba debajo del poder de su tío Leonora, que así se llamaba la que me tenía a mí en el suyo, el cual considerando la hermosura de su sobrina, y los muchos bienes que su padre le había dejado (como aquélla que por ser única, y sola, había heredado más de diez mil ducados5 de renta ) vio que estas dos cosas despertarían el ánimo de muchos, y aun les haría echar todas las redes, que el artificio tiene en sí, para ganar su amistad, y traerla a la devoción del amor, que fue causa que este viejo, sin más regatear con su cortesía, creyendo que el bien de su sobrina consistía en aquel desmando, me defendió6 la entrada de su casa, que poco antes tenía libre, por la mucha amistad, que de todo tiempo, su casa 4 Malograr, frustrar una cosa. Ducado. Moneda que mandaron acuñar los Reyes Católicos. 6 Prohibió. 5 147 y la mía tenían juntas. Porque al momento que esta consideración que hemos dicho entró en él la sospecha, le declaró lo que el descuido le había tenido hasta allí secreto, haciéndole ver más claramente, de lo que yo y mi Leonora, hubiéramos querido, todo cuánto pasaba entre nosotros. Duró este eclipse, casi dos meses, sin que toda la astucia del mundo, me pudiera abrir medio, para ver a aquélla que padecía, no menos tormento por mi ausencia, que yo padecía por la suya. Porque este nuevo lince estaba tan enojado contra su sobrina que a trueque de vengarse de ella, por ver que sin su voluntad me había dado palabra de casamiento, no consentía que saliera ni aun a oír misa los domingos, no porque me creyera indigno de tenerla por mujer, mas por ver que mis riquezas no correspondían a los grandes bienes que ella tenía, y pensar de casarla con algún titulado que trajera a su casa, el nombre de señoría. Continuó el cielo en mí esos tormentos muchos días, sin que ninguna esperanza de bonanza pudiera aplacar la tormenta, que los vientos rigurosos de ausencia me daban, que era causa que padecía en un solo día una pena mucho mayor que los condenados sufren en un siglo entero. Un día que este furioso amor ejercitaba en mí sus mayores crueldades, con representarme en la idea la hermosura de mi Leonora, y averiguarme los imposibles que por adularme a mí mismo, mis pensamientos no querían creer, me sentí tan acosado de mis tormentos, que viéndome casi al postrer trance de mi vida, me fui a echar encima de un lecho, pensando que mi cansancio me dejaría al fin dormir entre los brazos de mis miserias. Mas viendo que esta esperanza se venía a reducir, en mil y mil vueltas que inconstantemente daba sobre la cama, me pareció que sería mejor irme a pasear a algún lugar solitario que buscar un nuevo tormento, pues aquéllos del alma bastaban a 148 acabarme, sin añadir a ellos los del cuerpo. Hícelo así, y pasado que hube con un barco el río Guadalquivir, fui siguiendo la verde ribera que sus plateadas aguas bañan, y habiendo andado obra de quinientos pasos, entré dentro de una hermosa y frondosa arboleda. Asentéme en medio de ella y sacando de mi faldriquera7 un manojo de cartas que mi Leonora me había escrito otras veces, comencé a leer en ellas, pareciéndome que sola la memoria del contento que en recibiéndolas había tenido, tendría aquella virtud de alegrarme y de mitigar el encendido fuego, que la privación de su vista causaba en mis entrañas. Leí una, dos, tres, cuatro, y aun cinco cartas, pero así como quise leer la sexta, oí un grande y profundo suspiro, no muy lejos de mí y, después, estas palabras8: “¿Es posible, oh amor, que la más perfecta beldad que hay en el mundo, sea más cruel que la misma discordia? ¿Y que un aspecto tan agradable y apacible como es aquél de mi señora, pueda hallar en sí materia para formar una respuesta tan libre y desenfadada como es aquélla que me ha dado? ¿Dónde está esa fuerza de amor, con la cual (según dicen algunos filósofos) se vence y sobrepuja al cielo y a la tierra, y por el consiguiente con más facilidad el corazón más fuerte e invencible, pues que habiéndome a mí vencido, de su dorada flecha no puede vencer aquélla por quien mi alma padece mil tormentos? ¡Ay, desdichado don Diego! ¡Cuán cruel fue la estrella que te influyó cuando naciste en el mundo! ¡Y cuán infeliz fue aquel espacio y punto en el cual abriste los ojos para contemplar una hermosura, la más nociva y venenosa que nunca se haya visto en el mundo! La cabeza de Medusa, que privaba de sentido a quien la miraba, no lo era tanto 7 8 Faldriquera. Bolsillo de las prendas de vestir. Aquí empieza a hablar don Diego, el otro pretendiente de Leonora. 149 como son los ojos de mi enemiga9, porque en un momento acababa la vida y el tormento, y al contrario la mía me hace vivir, para hacerme morir después con la mayor crueldad.” En esto acabó el que hablaba sus quejas10, dejándome medio consolado por ver la diferencia grande que había de su amor al mío, porque yo me podía quejar solamente de ausencia y él se quejaba del rigor de su dama. ¡Tormento que no tiene igual! Estando pues sobre esta materia, mi carta aun en la mano, y el oído muy atento por escuchar si acaso volvía a sus quejas, oí otra vez qué decía11: “¿En qué pensaba el Arquitecto de este grande universo, cuando puso en un cuerpo tan cumplido, un alma tan rigurosa, y un corazón tan sin piedad? ¿Es posible que aquélla que mi alma adora sea mujer teniendo el humor tan contrario a la blandura y benignidad de este sexo? Esos cabellos que afrentan a las madejas de oro que los montes de Arabia crían, la frente lisa y sin arrugas, los ojos resplandecientes, y las rosadas mejillas, semejantes al rosicler12 color, que suele traer el alba, en los días más claros de verano. Esas cejas de ébano, hechas en forma de arco, esa boca odorífera, adonde los dientes de perlas se cubren debajo del más hermoso coral que el mar Mediterráneo produce, y en fin, la disposición, las facciones, aire y ademanes de este cuerpo (milagro de naturaleza) me asegura y hace conocer que sí, que es mujer. Pero, ¿débolo creer? Si es tal, ¿cómo es posible que cosa tan linda y hermosa sea tan melindrosa y cruel? ¡Ay, corazón mío! ¿Eres tú sólo el que siente la experiencia de tan grande fiereza, en esta belleza la más rara que tiene el universo? ¿Es a ti sólo que la fortuna se muestra contraria, 9 Tratamiento de la dama de acuerdo al amor cortés. Concepto medieval del amor que idealiza a la dama, convirtiéndola en una diosa, en una enemiga, por quien el caballero hace sacrificios y hazañas a fin de demostrar su devoción. 10 Aquí retoma la historia don Henrique. 11 Habla otra vez don Diego. 12 Color rosado, claro y suave de la aurora. Galicismo. 150 y que el amor ha puesto tus esperanzas en un lugar tan ajeno de compasión para el aumento de tus penas? ¡Ay, cruel enemiga! ¿En qué te he ofendido? ¿Es acaso por amar la virtud que pienso está escondida debajo del resplandor de tu rostro? ¿Es por haber deseado de participar en tu modestia, con mi vergüenza y al precio de tu castidad, con el efecto de mi continencia? No es el apetito carnal el que guía mis pasiones ni tampoco otro deseo que ofenda tu honra, sino un bueno y santo pensamiento de tenerte por esposa. ¡Ay, Leonora! ¿Por qué aborreces a aquél que te ama sobre todo lo criado? ¡Ay, desdichado e infeliz, don Diego!13 ¿Por qué amas a quien te aborrece?” Oído que hube este nombre de Leonora14, se faltó bien poco que mi alma no siguiera la respiración de aquél que la había mentado porque empecé a temblar con movimiento más pronto que si todas las partes de mi cuerpo fueran cubiertas de azogue,15 creyendo que aquél que continuaba aun más que antes, en sus quejas, endilgaba sus palabras y exageraciones de amor a aquélla que mi alma adoraba. Estuve escuchando otras muchas locuras y disparates que en la vehemencia de su mal le hacían salir de lo más profundo de sus entrañas, con grande afecto y sentimiento, averiguando mis celos, y enterándome cuanto más hablaba de lo que mi corazón había sospechado. Y como vi que continuaba sin hacer ninguna pausa, deseoso de ver quién era aquél que con tanta pasión quería a aquélla que yo pensaba ser sólo digno de su amor, pues me había escogido entre todos por tal, me levanté del suelo lo más paso que pude, para ver si le podía columbrar desde allí. Vile, puesto que hube los ojos entre las ramas de los árboles, que ante mí estaban, asentado a la orilla de un arroyo cristalino, que con espacioso y prolijo curso 13 Aquí don Diego concluye sus quejas por el sufrimiento que le ha causado Leonora. Aquí retoma la historia don Henrique. 15 Azogue. Mercurio. Don Quijote I, XXI. “Y ¡Cómo si llevaba azoque!- dijo don Quijote-, y aun una legión de demonios, que es gente que camina y hace caminar sin cansarse toso aquello que ese les antoja.” (1998, 400). 14 151 vertía su corriente debajo las entretejidas ramas, que a su clara y limpia agua cubrían. Y aunque naturalmente soy compasivo y piadoso, hubiera querido (si voy a decir verdad) que cada ojeada que daba sobre él, hubiera sido un balazo de cañón, tan grande es el aborrecimiento que un hombre tiene a otro que pretende de inquietarle, un tan sabroso y dulce contento como es aquél del amor. Por más que consideré su rostro, traza y talle, no fue posible que me pudiera acordar haberle visto en mi vida, lo que me hizo creer que pudiera ser otra Leonora y no la mía, aquélla por quien ese caballero había dicho tantas cosas, porque no me podía persuadir, que tanto amor como había significado por sus quejas, me hubiera podido ser tan oculto, ni aquél que lo padecía tan incógnito a mis ojos como estaba, si su mal procedía de la misma aljaba16 que había salido el mío, que fue causa que volviéndome a sentar, estuve así buen rato combatido de mil pensamientos y diversas imaginaciones, sin osar ahondar demasiadamente lo verosímil que la primera duda me había puesto en el alma de miedo de que no resultara de esta curiosidad algún dolor que trajera de todo punto con su agror17 y amargura, mi muerte con la conclusión de los celos. Aunque todo hombre de entendimiento no puede tomar sujeto de tenerlos cuando otro que él amara, lo que él ama, si la cosa amada en lugar de amar a otro más del que aborrece. Acabado que hube de desterrar de todo punto, estas fantásticas quimeras de la imaginación, el sol con la privación de sus rayos me hizo entender que la hora de recogerse se llegaba, que fue causa que volviendo a tomar la misma orilla, que poco antes pisado había, me fui con un paso algo tanto lento y tardo (por no pagar al cansancio, el censo de mi contento si en mí podía caber) hasta llegar al barco. 16 Aljaba. Es el contenedor de las flechas del soldado o cazador, y en este caso de las flechas del amor que han tenido ambos amantes. 17 Agror. Lo mismo que agrura o agrio. 152 Pasé de la otra banda,18 y salido que hube del barco me fui sin detenerme en ninguna parte a mi casa, adonde llegado me acosté tan presto en mi lecho, deseoso que el sueño se apoderara de mis sentidos, para privar mi corazón, del peso que tantos trabajos causaban en él todos los días. Pasé parte de la noche lo mejor que pude una vez durmiendo y otras veces soñando. La vez que dormía descansaba, y la vez que soñaba trabajaba mis espíritus, con no menos violencia que si real y verdaderamente hubiera tenido el remo en las manos, y el comitre19 a las espaldas. ¡Oh, fuerza incontrastable de amor! ¡Qué absoluto que es tu imperio! Los reyes y grandes monarcas dominan sobre los hombres, y tú sobre todo lo criado. Ellos obedecen a Dios, y los mismos dioses te han obedecido porque los más doctos y excelentes ingenios que la antigüedad celebra, conociendo tu poder, le representan (aunque debajo de fábulas) tan absoluto, que sin hacer escrúpulo de la divinidad de sus dioses, los hacen marchar debajo de tus banderas. Este pues señor, dándome entre sueño mil arrebatos y mil asaltos, me representó a mi Leonora que estaba acabando de dar los postreros suspiros de su vida, sobre un cuerpo difunto, y el caballero que había visto en la arboleda, no muy lejos del lugar donde estaban los cuerpos muertos con un pistolete en la mano, diciendo: “Ya no tengo competidor.” Desperté con sobresalto dando unas tan crecidas y apresuradas voces, que dos pajes que dormían en un aposento pegado al mío, despertaron al ruido y vinieron a mí, pensando que algún accidente me había sucedido. Halláronme tan fuera de mí que todas las facciones de mi rostro y acciones de mis manos parecían antes los gestos de un loco 18 Lado, parte. Comitre. Cierto ministro que había en las galeras a cuyo cargo estaba el castigo y rigor usado con remeros y forzados. 19 153 que de hombre cuerdo. Viendo que mi accidente continuaba, no atreviéndose como criados de llegarse a mí, de miedo de enfadarme, fueron a buscar a un amigo mío que vivía frente a frente de mi casa, al cual de ventura hallaron ya levantado y con botas para ir de camino. Trajéronle, pero a tiempo que mi entendimiento estaba un poco más sosegado, que fue causa que sin mostrarse demasiadamente importuno, se fue a su viaje y me dejó a mi con la soledad, merced que estimé más que si me hubiera dado un reino, porque mandando a mis criados salir del aposento, despedí de mis ojos un Nilo de lágrimas, y desatando mi lengua, formé un millón de quejas, como si real y verdaderamente fuera verdad lo que soñado había.20” 20 Estas comillas acompañan las de la página 144 (Pues que el tiempo […]) para acabar el diálogo de don Henrique en este capítulo. La conversación continúa en el siguiente capítulo. 154 Capítulo II “En esto acababa de descubrir el alba su rosado rostro21, y la agorera22 corneja, a acompañar con su melancólico canto, mis tristes y fúnebres endechas,23 pronosticándome con sus espantables graznidos, el futuro rigor que el cielo había de usar conmigo en el cuerpo de mi querida prenda. No me pude levantar aunque el sol por estar ya muy alto reprendía mi pereza, porque faltándome las fuerzas, me faltaba el ánimo para ello, que fue causa que estuve todo aquel día en la cama. Al anochecer me vino a ver uno de mis íntimos amigos24, el cual apiadándose (a lo que decía) de mí, por verme tan flaco y tan deshecho, me conjuró con todos los encarecimientos que pudo y supo, de declarle lo que tenía porque no podía creer que esa inquietud y continuo llanto que a costa de mi salud hacía todos los días, procediera de otra cosa que del amor que tenía a alguna mujer. Quíseme excusar de descubrirle la verdad de mi mal llevando las palabras por el mejor camino que pude. Mas él que venía armado de malicia y picado de la misma espina que me había herido, me volvió a suplicar y a apretar con tanto ahínco y afición que se lo dijera, que yo viéndome desapercibido de palabras y de razones bastantes para hacerle desviar de aquella opinión, se lo confesé, contándole, después de haberle hecho jurar, que lo tendría secreto todo cuanto pasaba con Leonora. 21 Aquí continúa el relato de don Henrique. Agorero. El que pronostica, conjetura, y vaticina los sucesos futuros, prósperos, o adversos, por medios que no tienen conexión alguna con ellos. 23 Endecha. Canción triste y lamentable que se dice sobre los difuntos y en los funerales, en alabanza de los muertos. Loubayssin habla de las costumbres de los entierros en su novela Los engaños deste siglo en la parte V, Cap. II. “Quien ha visto jamás alternar endechas alrededor de un difunto por la viuda, mujer, hijos, parientes y amigos entre la gente rústica de Gascuña, cuando le quieren dar sepulcro, puede muy fácilmente colegir por este ejemplo las exclamaciones que cada amigo del herido hacía.” (140) 24 Don Pedro, un amigo que luego traiciona a don Henrique y Leonora. 22 155 Aprobó mi pasión, y me alabó el sujeto, diciendo que tenía por imposible de haberle podido escoger más digno de ser amado, no solamente en Sevilla, más aun en todo el reino, y que pues le aseguraba de la buena correspondencia que entre Leonora y yo corría, le dejara a él hacer, que a pesar de todos los imposibles que le había representado, me prometía de descubrirme un remedio capaz de atropellarlos. Si estas palabras me alegraron, imagínelo a aquél que herido de la flecha de amor ha oído resonar a sus oídos otros semejantes, porque aquél que no se ha visto atado debajo del mismo yugo no lo puede saber ni lo puede sentir. Fue de manera que lo tengo por tan imposible de poderlo decir, como otros pondrían dificultad de quererlo creer. Enlacé su cuello con mil abrazos, dándole más gracias, que su promesa no tenía de letras, rogándole con mil encarecimientos, me declarara la manera conque podría venir al cabo de lo que me prometía, el cual después de habérmelo asegurado, con juramentos y otras promesas, tales que la ocasión y casi mi incredulidad le convidaban, me habló de esta manera: “Estando25 los días pasados en casa de un pariente mío, vino un caballero de muy buena traza a visitarle, acabados que hubieron los cumplimientos, la mujer de mi pariente le dijo a este caballero, que venido había: “Contento estará señor, don Diego, por verse tan cerca de la víspera de sus bodas, y no sin razón, porque le ha Dios favorecido mucho en darle una mujer, que no solamente en hermosura, pero en todas las más partes que debe tener una señora principal, sobrepuja a todas las mujeres que tiene hoy España.” Abrí el ojo y presté atención a la respuesta26 (deseando de saber el nombre de esa señora, a quien mi prima daba tantas alabanzas) y fue de esta manera: 25 26 Aquí habla don Diego. Aquí habla don Pedro, el amigo de don Henrique. 156 “Más gracias debo a su pensamiento27, señora, que a mi fortuna, por haberse mostrado conmigo tan ingrata como sus pensamientos favorables. Porque la señora Leonora, conociendo tener en sí todas las gracias que se le han dado, las quiere guardar para otro caballero de más merecimientos que yo, dando por respuesta a su tío cuando le habló de mí, que antes esposaría a la muerte, que no al marido que le quería dar. Miren un poco qué desvergüenza de doncella, hablando con un hombre a quien se puede dar antes título de padre que no de tío.” “Mi prima espantada de esto28, como aquélla que sabía la voluntad del tío, por ser hermana de su mujer, le hizo muchas preguntas, para ahondar el negocio y saber en qué estado quedaba, la repuesta de las cuales iba con esta sustancia. Que el tío, oído que hubo estas razones, vencido de la grande cólera que tomó por ellas le dio un bofetón, jurando al nombre de Dios y por el alma de su hermano, que antes de un mes la había de casar con él, o venir a la extremidad que le había dicho. Después he sabido cómo este don Diego es mayorazgo y de más de doce mil escudos de renta, y tan enamorado de tres, o cuatro días a esta parte, de Leonora, que no puede vivir hora ni momento sin ella, que ha sido causa que vencido de su pasión, se ha ido a poner esta noche de rodillas a los pies del tío, rogándole, las lágrimas en los ojos, que por amor de Dios tomara toda su hacienda e hiciera de ella lo que fuera servido, con condición que le diera a Leonora por mujer, o si no lo quería así hacer que le matara con su propia espada. Esto es, en suma, lo que pasa, de saberte decir la respuesta que su tío le ha dado, no puede ser hasta después de comer que me iré a su casa. Porque has de saber, si no ha venido a ti noticia que trató casamiento con otra sobrina que tiene el viejo, que aunque no es tan rica, ni tan hermosa 27 28 Aquí habla don Diego, y expresa su deseo de casarse con Leonora. Don Pedro retoma la historia y le cuenta a don Henrique quién es el nuevo pretendiente de Leonora. 157 como Leonora, ha tenido virtud de darme un tan perfecto amor, que a pesar de otros muchos competidores que he tenido, he forzado con él, el rigor de mi estrella, atropellando con mis diligencias y buenos servicios, todos los desdenes y términos crueles que al principio de mi amor usaba conmigo. Mañana se ha de publicar en la iglesia el casamiento y el domingo que viene ha de ser, mediante Dios, el desposorio. Y porque quisiera que la amistad que desde nuestra tierna edad hemos profesado los dos, se fortificase aun más, con una tan dichosa alianza como sería la nuestra, si tu venías a casarte con Leonora, he venido aquí adrede para ofrecerte mi ayuda, que aunque fingía de no saber tu amor, estaba muy enterado de él, por habérmelo descubierto muy secretamente aquélla que ha de ser mi esposa y ver la triste vida que Leonora y tú hacían.” No había bien acabado mi amigo de decir estas razones29, cuando un paje me vino a decir al oído, que a la puerta de casa quedaba un mozo, harto mal vestido, que me traía una carta, que un tío mío le había dado en Toledo, hícele subir, y tomando la carta de su mano, hallé escrito en ella, abierto que la hube, estas palabras: Si la pena que un alma padece, por verse apartada de la cosa amada podría tan presto matar, como atormentar, mucho ha que la muerte hubiera cobrado de mí el tributo que las criaturas le dan. Mas por grande que sea la pena, fáltale otra tanta fuerza para acabar mi vida como le sobra el rigor para atormentarme. Con todo eso, por grandes que sean mis ansias, son aun mayores mis desdichas, porque te aseguro, bien mío, que llegan a tanto extremo, que si en medio de mis tribulaciones el amor que sé que me tienes, no me consolara, me muriera muy presto. ¿Y qué mayor desgracia podría el 29 Aquí habla otra vez don Henrique. 158 cielo enviar sobre mí, que de ponerme en contingencia de perder esta consolación, por medio de un tío, que tiránicamente y a toda fuerza me quiere casar con otro? Si su impertinencia continúa más, yo te avisaré, aunque temo que el remedio venga tarde porque le hallo tan obstinado en su opinión, que creo que otro que Dios, o la invención que el amor nos podrá dar, evitará nuestra ruina. Si me amas, como yo te amo, busca el remedio para atajar el curso de nuestra desgracia y sacarme presto de este golfo de miserias, que a no hacerlo así no te quejes después de mí, si por no haber sabido gozar de la coyuntura, pierdes aquella que te estaba guardando, el título y nombre de tu cara amiga y de leal esposa. No pude, por más que quise, disimular la alteración que mi alma sintió, viendo que la carta que mi Leonora me escribía, confirmaba lo que mi amigo me había dicho, y viendo ser lance forzoso el enseñársela pues le había descubierto mi secreto y había podido reparar30 mientras la leía, mi turbación, se la puse en las manos para que la leyese, pidiéndole después que la hubo leído, consejo sobre lo que había de hacer, por no perder aquélla sin la cual mi alma no podía vivir sino en perpetuas tinieblas. Díjome que se holgaba mucho de haber sido el primero, que me había dado aviso de lo que pasaba entre el tío de mi Leonora, y ella, y que si el solo pensamiento de creer, que yo le tendría por verdadero amigo (por haberme descubierto el peligro, en el cual mi casamiento estaba) me daba tanto contento que podía asegurarme que lo tendría mucho mayor, si por su medio y ayuda yo venía a evitar ese peligro y casarme con mi dulce querida. Porque esperaba que hecho que me habría este servicio, no dudaría otra vez de su amistad, y le 30 Reparar. Atender, considerar o reflexionar. 159 descubriría más presto que no había hecho mis secretos para poner en ellos el remedio que pensaba dar a éste. No me detuve mucho en darle gracias de los ofrecimientos que me hacía, porque tenía mi corazón puesto en otra parte, contentéme de decirle en cuatro palabras que era tan agradecido de la merced que me hacía que en todos los días de mi vida la tendría escrita delante de los ojos y que procuraría de renconocerla al precio de mi sangre, por no quedar ingrato a las inmortales obligaciones que le tendría, si por su orden, pues tenía tan libre la entrada en aquella casa, podía sacar de ella a mi Leonora. Porque me parecía ser del todo imposible de poderla alcanzar por esposa de otra manera. Respondióme a esto que lo creía así y que no pusiera duda en que a costa de su vida y de su honra, escalaría por mi servicio, no solamente esa casa que decía, más aun como otro Nembrot,31 el cielo si supiera que por temeridad viniera algún bien de mi contento. Saltéle de puro agradecimiento, oído que hube estas palabras, al cuello, dándole mil gracias del celo que mostraba tener a mis cosas, mas él, queriéndome mostrar que no se deben dar las gracias de un bien prometido hasta que los efectos señalen las obligaciones, interrumpiendo mi discurso, me dijo: “Por no gastar muchas palabras, se ha de negociar de esta manera. Responderéis a la carta que Leonora os ha escrito, y le diréis en vuestra carta, que si se quiere determinar de salir el viernes a la media noche por la ventana de su aposento que sale a la calle, que os lo envíe a decir por mí, a quien diréis haber declarado vuestro secreto por conocerme por uno de vuestros más antiguos y perfectos amigos, y que tan presto que habréis recibido la respuesta apercibiréis todo lo necesario. Pero esto que digo ha de ser adornado 31 Nembrot. Descendiente de Noé. Excelente guerrero y cazador. Llegó a ser el primer poderoso en la tierra. Génesis 10:8,9. Se menciona en El Quijote II, Cap. LXIX, en la aventura de Altisidora. 160 de los encarecimientos y dulzuras de amor que se suelen escribir entre amantes, que lo demás yo lo tomo a mi cargo, prometiéndoslo so pena de mi vida, de encaminar el negocio a tan buen fin, que a pesar de don Diego y del avariento viejo, que vengáis a gozar, en paz y quietud, de vuestra Leonora y aun de toda su hacienda.” Parecióme bien lo que don Pedro me había dicho (que así se llamaba mi ingrato amigo) y sin gastar más tiempo en consultar otra cosa, mas que aquélla que mi alma tenía por la mejor, y más corta, tomando tinta y papel escribí en mi carta, entre mil ternezas, quejas de amor, de la fortuna y de ausencia, lo que don Pedro me había dicho, dándosela después de haberla cerrado para que la diera a Leonora, con la cual, y con mil ruegos y otros tantos abrazos se fue, dejándome aliviado en vano de los trabajos de la pasada noche”. 161 Capítulo III “Creo que no solamente yo32, que tengo el pecho sencillo, y sin malicia, mas el hombre más cauto y sospechoso del mundo hubiera creído, conocido que hubiese el buen natural de don Pedro, sus virtuosas costumbres, la amistad que me tenía y visto con qué afecto me había hablado, que sólo una voluntad llevada de un ardiente deseo de servirme, le había hecho decir las palabras que él propio y sin la persuasión de nadie me había tenido. Y cierto todas las veces que vengo a considerar cuán diferente era lo que pensaba de lo que decía, como se ha visto por los efectos, me parece que su culpa ha sido más grave que el castigo no fue riguroso. Porque así como la maliciosa serpiente engañó a nuestro primer padre con sus blandas y fingidas palabras, así este traidor de mi amigo, me embelesó con las suyas, degollándome con mis propias armas y labrando con su maldad la cuerda con la cual su miserable fortuna le dio después garrote, como se verá muy presto en la continuación de mi discurso. Haz de saber, señor, que el interés, verdugo de la conciencia, y piedra imán de la voluntad de los hombres, había tocado el corazón de este mi desleal amigo, representándole con qué gusto podría pasar esta vida, si su dicha le podía dar por mujer a Leonora, y con ella los grandes bienes que su padre le había dejado. Y como nuestro entendimiento se inclina fácilmente a las cosas mundanas, desvanecióse tanto con este pensamiento, que el solo deseo que insensiblemente había tenido de verse en aquel contento, le dio atrevimiento para venir a emprender de veras lo que el pensamiento, y el deseo le había representado de burlas, que fue causa que así como el pintor que quiere dar 32 Don Henrique continúa su narración. 162 el resto de su ciencia a la perfección de un cuadro, así este nuevo tracista, dibuja, borra, quita, y añade, probando en su entendimiento cómo y de qué manera podía entablar el principio de su pretensión, sabiendo que sin azar del tío, y encuentro dichoso de su fortuna, no le sería posible de llegar al puerto, donde sus esperanzas habían puesto la proa. Al fin viendo que todo el toque de este negocio consistía en tener libre la entrada de la casa del tío de Leonora, descubrió a esa su prima hermana de la mujer del tío, su pensamiento, prometiendo darle dos mil doblas,33 si por su medio podía venir al cabo de su intento. Esta vieja vencida del interés de esta promesa, y deseosa del bien y fortuna de su primo, le prometió de darle la mano, y de emplear en ello un particular cuidado. Entraron, por no perder tiempo, en consulta, por ver entre los dos, lo que se había de hacer, para poner la primera piedra en el edificio que su antojo le había labrado en el pensamiento, determinando después de haberlo bien considerado, que don Pedro fingiendo de estar enamorado de Ercila, la haría pedir por mujer a su tío, la cual sabía no le habría de rehusar, tanto por la igualdad, que en todo y por todo, había entre ellos, que por algunos achaques, que la dicha Ercila tenía. Y de esta manera podría con la conversación que vendría a tener con Leonora, enamorarse de ella, siendo como era hermosa, y que por lo demás, lo dejara hacer al amor que el procuraría dominando una vez en su corazón, de apoderarse de aquél de Leonora, y de descubrirle entonces, los remedios que en aquella hora ignoraban ambos. Con la presteza que se había dado esta traza, se apresuró la obra, porque la prima de don Pedro se dio tan buena maña, que en menos de ocho días quedaron Ercila y él 33 Otros ejemplos en obras anteriores aparecen en: Primer Acto; Libro de Buen Amor. “Madre, señora -le dije-, no dejaré de pagar; toda mi hacienda y mi casa están a vuestro mandar. Tomad, por lo pronto, un manto; partid, no hay que demorar” (v.719) La Celestina, Calisto: Duda traigo, madre, según mis infortunios, de hallarte viva. Pero más es maravilla, según el deseo, de cómo llego vivo. Recibe la dádiva pobre de aquel, que con ella la vida te ofrece.” (1985, 111) 163 apalabrados, ganando este nuevo Ulises con esta fingida ceremonia libre entrada en casa de mi Leonora. Viéndose pues a la vista de la fortaleza que tanto deseaba apercibió sus tiros y dispuso sus pensamientos al asalto, creyendo hacer portillo34 en el corazón de mi amada, al primer tiro, pero los efectos vinieron a ser tan contrarios a sus pensamientos, que el tiempo le vino a mostrar, que muchas veces lo que se piensa alcanzar en un día, no se alcanza nunca. Y que un desbocado gusto arroja las más veces el deseo del hombre a emprender cosas, que en lugar de venir a tener por ellas, el contento que sus vanas esperanzas le habían figurado, venirle un arrepentimiento de haberlas emprendido, por hallarse más cargado de pesadumbres y enfados, que no le podía resultar del contento, cuando real y verdaderamente le hubiera sucedido, el bien que se le había prometido, y si nunca nadie tuvo ocasión de arrepentirse, por haber emprendido algo, fue éste, porque al instante que hubo visto la incomparable beldad de Leonora, su alma imitando los ojos de aquél que ve tañer a un diestro músico un laúd, que si ve que el canto de boca va al mismo grado de perfección que la armonía del instrumento, se queda mucho más absorto y embelesado, que si hubiera solamente visto puntear solas las cuerdas del instrumento. Así este fingido amante de Ercila, considerando esa peregrina35 beldad, acompañada de tantos bienes temporales, tuvo mayor arrebatamiento, y se dejó ir con más consideración a la contemplación de las prendas naturales que Leonora tenía, que si no tuviera otro objeto delante los ojos, que la sola hermosura, o la sola riqueza. En fin todas estas cosas fueron parte para que sin pensar que se empeñara tan de veras en su amor, que los días le eran noches, y las noches verdaderos infiernos. Porque si padecía, no se osaba quejar, o si 34 Portillo. La abertura que hay en las murallas, paredes o tapias. También por semejanza se dice de otra cualquiera cosa que abre entrada y paso. 35 Peregrino. Se toma algunas veces por extraño, raro, especial en su línea, o pocas veces visto. 164 se quejaba había de ser con tanta discreción, que el solo cuidado y recato que estaba obligado de guardar, por no descubrir tan fácilmente su pasión, le tenía en perpetuo tormento. Mas los ojos, que no son tan sufridos como el alma, enviaban como mensajeros los recaudos,36 descubriendo los más secretos pensamientos del corazón a Leonora, con tanta destreza que Ercila no lo podía conocer, por más que el amor (que ya tenía a su amante) le abriera los suyos. Pero no hay mayor ciego que aquél que no quiere ver, ni mayor sordo que aquél que no quiere oír, porque si Leonora veía el fuego que don Pedro echaba por los ojos, no se daba por entendida, o quizá no caía en ello, como suele suceder ordinariamente al que no ama, que con tener el amante los ojos casi siempre sobre él, no repara, ni cae en la cuenta de mucho tiempo. Y esto es lo más cierto de creer que Leonora no cayó en ello, porque si conociera que don Pedro la amaba, no se fiara, como lo hizo, (muy a costa suya y mía) de él por ninguna vía. Continuó don Pedro muchos días, su enredo, mostrándose apasionadísimo de Ercila, dándole amor materia bastante para hacerla creer ser amada de él, con mil ternezas que le hacía decir, con representarle la hermosura de Leonora. También lo creía con tantas veras la pobre cuitada, que se imaginaba, que si su don Pedro daba en gentil, le levantaría en el altar de su gusto su estatua, para adorarla, como hicieron los hijos de Israel al becerro de oro. Este pensamiento que tenía de ser así amada, sirvió de mucho al engaño porque pareciéndole a ella que sería ingratitud muy grande si no le pagaba con buena correspondencia la afición, que como hemos dicho creía que le tenía, puso en él un perfecto amor, y tan perfecto, que le declaró todos sus pensamientos, y aun aquéllos de Leonora su prima, hasta descubrir el amor que me tenía, como me había dado palabra de casamiento, la 36 Recaudo. Lo mismo que recado. 165 defensa que su tío me había hecho de no entrar más en su casa, a ella de no hablarme más en su vida, y el tormento que los dos padecíamos por una tan cruel ausencia. Todo esto pasaba en aquella casa, y don Pedro estaba ya al cabo de su paciencia, por los muchos y grandes tormentos que su amor le daba, cuando el tío de Leonora, viendo que su sobrina estaba ya de edad para ser casada, le quiso dar por marido al mismo don Diego que don Pedro me había dicho, y aquél que en la orilla del Guadalquivir, puesto en medio de aquella frondosa arboleda, que hemos dicho, había oído quejarse, lo que viendo este pobre desdichado, temiendo que si las cosas iban tan a la larga, se quedase sin aquello que tanto amaba. Forjó la más infame traición, que en pecho villano haya podido caber. Que fue de venirme a persuadir con los medios y astucias que tengo dichas, de sacar de casa de su tío a Leonora, y a mostrarse con sus fingidas palabras tan amigo de mi bien y de mi contentamiento, que no pudiese dudar por ninguna vía de su fidelidad, determinado si su dicha se mostraba tan favorable a sus deseos, como su pensamiento se lo hacía creer, que una hora antes del plazo que entre Leonora y yo habíamos tomado para sacarla de casa, de hacer tomar por doce hombres muy bien armados todas las entradas y salidas de las calles, que venían a dar en aquélla donde ella vivía para que yo no pudiese pasar, ni hallarme a la hora del concierto al lugar aplazado. Y que entonces él se allegaría a él, y haría las señas que entre nosotros habríamos ordenado de hacer, asegurándose que la oscuridad de la noche, el silencio y el cuidado que pondría, de imitarme en todo, le tendría encubierto y secreto, hasta haber dado con ella en una casa que tenía en un rincón de la ciudad, muy remoto y apartado de su barrio, y que estando allí se prometía de hacerle tantos regalos y caricias37, que al fin 37 Caricia. Halago, agasajo, demostración amorosa. 166 vendría a ablandar su corazón, y la traería a su voluntad, aunque fuese más dura que un mármol. Ésta fue la ocasión que le trajo a mi casa, esa mañana, cuando con ruegos y porfías me hizo declarar, mal de mi grado, los más secretos pensamientos que tenía. Y cuando mi desgracia, para más facilitar su maldad y descubrirle mejor la senda de mi desdicha, quiso que en su presencia se me trajera esa carta que me escribió Leonora. Porque tan presto que hubo tomado de mí la respuesta, como hemos dicho, y tornamos a decir, para volver a tomar el hilo de nuestro discurso, se fue a su casa, persuadiendo, llegado que fue en ella con sus halagos ordinarios a Ercila, de emprestarle la mano en este negocio, y de hacer con Leonora, que tuviera por bien, que él le diera de su propia mano mi carta, y de decirle que deseaba con grande ahínco y afición, ser el instrumento para que lo que venía en ella se ejecutara, lo más brevemente que ser pudiese. Porque pensaba pagar con un servicio tan agradable, como sería aquél que haría a su amigo, si ella gustaba de poner en efecto lo que le escribía por la carta, lo mucho que le debía, y estaba obligado de hacer, por leyes tan inviolables como eran aquéllas que corrían entre ambos. Todas estas razones fueron representadas a Leonora, por Ercila, con tanto efecto y exageración de la amistad que don Pedro me tenía, que Leonora tuvo por bien, oído que las hubo y leído mi carta de hacer todo cuanto ellos quisieron y yo le mandaba. Dilatóse aun algunos días la conclusión de esta maldad, los cuales don Pedro quiso dejar pasar para asegurarnos más de su fidelidad, y enterarnos con mil indicios y objetos de hombre de bien, que sola una grande voluntad, nacida de la buena amistad que me tenía, le había hecho tomar a pechos mi negocio. Y así como vio la ocasión propia, para ejecutar su 167 maldito deseo, me hizo escribir otra vez a Leonora una carta por la cual le decía en pocos reglones lo que se sigue. Que por no dejar pasar la ocasión, la suplicaba con todos los encarecimientos que podía, que el viernes a las once en punto echase la escalera de seda, que le había enviado por don Pedro, por la ventana, que caía a la calle, y que yo me hallaría bien apercibido al puesto, y la llevaría a lugar secreto, y a donde podríamos vivir ocultamente, hasta haber apaciguado el enojo de todos sus parientes, y principalmente el de su tío. Visto que hubo Leonora mi carta, dando fe, y crédito al mensajero, y más a mi amor, se determinó, por no vivir entre la muerte y la esperanza, combatida de tantas dudas, de seguir lo más acertado, que era de hacer lo que yo decía, dando la respuesta de boca a don Pedro, y con la pluma unos reglones, por los cuales me prometía y aseguraba de estar al lugar propuesto, puntualmente, al mismo día y hora que le había escrito. Si mi alma debía de estar contenta esotro38 día por la mañana, cuando don Pedro me trajo la respuesta, imagínelo cada cual, aunque si va a decir la verdad, no lo fue tanto como merecía el sujeto, porque la sombra de aquella grande desgracia que me sucedió, poco tiempo después me hizo sentir al mismo tiempo que leí la carta, lo mismo que siente el cuartanario39 cuando el frío, en medio de su más alegre rato, le anuncia los ardientes excesos de su calentura. Pero echando a lo barato este agüero y dando del codo40 a otros mil que me daban a entender el infeliz suceso, que de mis amores había de resultar, me fui tras la corriente de mis desdichas, dejando mis esperanzas a la suerte de mi buena, o mala estrella.” 38 Esotro. Compuesto de las voces Eso y Otro, con el cual se señala, no la primera cosa, o persona, sino la segunda, tercera, cuarta, u otra cualquiera. 39 Cuartanario. El que padece la enfermedad de cuartanas, una fiebre que dura cuatro días. 40 Dar del codo. Vale despreciar a alguno y apartarlo. 168 Capítulo IV “Llegó la noche y casi la hora en la cual yo y don Pedro nos habíamos de juntar, para ir al lugar que teníamos aplazado, cuando un grande y medroso espanto se esparció por mis venas, por ver que don Pedro tardaba tanto a venir, y estando en esto, oí llamar a mi puerta. Abajé a abrir, pensando que fuera don Pedro, el que llamaba, mas abierto que hube, no vi alma viviente alrededor de la puerta, ni me respondió nadie, por más que preguntase, que quién era el que había llamado. Volvíme a subir espantado del caso, y abriendo una muestra que tenía en mi faltriquera, vi que se faltaba bien poco que la mano del reloj no señalara las once. Alborotéme todo, por ver que se me hacía tarde y llamando a uno de mis pajes, le envié a casa de don Pedro, para decirle de mi parte, que se diera prisa, porque se pasaba la hora. No había bien acabado de salir el criado, cuando oí llamar otra vez a la puerta. Asoméme a la ventana, por ver quién pudiera ser, pero no fue posible, por más que hablé y pregunté, de ver, ni oí responder a nadie, que no causó poca admiración a mí, y a dos, o tres criados que conmigo estaban, que habían oído también, como yo, los mismos golpes que se habían dado con el aldaba41 de la puerta. No habíamos aun bien salido de nuestro embelesamiento, cuando el paje llamó, el cual, abierto que se le hubo la puerta, me dijo, que los criados de don Pedro le habían dicho que había más de dos horas que su señor había salido de casa, y que así como se volvía, había hallado un hombre que le había dicho estas mismas palabras: “Paje di a tu señor, que aquél que acaba ahora de llamar a su puerta te ha dicho que no salga esta noche fuera de su casa porque si sale corre riesgo de acabar la vida entre las manos de diez o doce 41 Aldaba. La pieza de hierro, o bronce que se pone a las puertas para llamar, y para asirse de ella para cerrarlas. 169 hombres, que don Pedro le ha apostado, adrede, para defenderle el paso, que por más priesa que se dé, y buena fortuna que tenga, no puede llegar a tiempo para evitar lo que el cielo tiene muchos días ordenado.” Oído que hube estas razones del paje, más difunto que vivo, revolví en mi pensamiento mil cosas, para ver si podría dar alcance, al secreto que se escondía debajo de estas palabras y la tardanza de don Pedro, mas viendo que mi entendimiento se desvanecía en balde, al escrutinio y examen de tantos y diversos sentidos, que les daba, lo eché todo a burla, persuadiéndome a mí mismo, con las leyes y buenos preceptos, que debe tener un buen y verdadero amigo como don Pedro, no quisiera por todo cuanto vale un imperio usar conmigo de traición en nada. Y que si no había venido a la hora que me había prometido, y que me importaba tanto, era por hallarse imposibilitado de hacerlo, por medio de tantos accidentes que de repente, y cuando más descuidados estamos suelen llegar. Tomé de presto mi espada y mi rodela,42 mandando hacer lo mismo a dos criados, con los cuales salí de casa, y tomé el camino derecho de los barrios donde mi Leonora vivía, y no hube bien andado doscientos pasos, que vi a un hombre, a quien cinco, o seis le acosaban con grandes estocadas. Mandé a los que venían conmigo que diesen tras ellos, y yo propio, no pudiendo consentir que tal maldad se cometiera con un hombre que daba tantas pruebas de su valor, me puse a su lado, lo cual viendo aquéllos a quienes mi espada iba a maltratar alzaron las voces diciendo: “Como señores, será dicho, que tan hombres de bien, como vuestras mercedes parecen en sus talles, vengan a socorrer al más pérfido y enorme traidor, que se puede hallar en toda la redondez del orbe. Aquél por quien vuestras mercedes emplean sus 42 Rodela. Escudo redondo y delgado que embrazado en el brazo izquierdo, cubre el pecho al que pelea con espada. 170 espadas acaba de dar la muerte con un pistoletazo al más noble y cabal caballero de esta ciudad, y ha sido causa, que la más noble y virtuosa dama de toda la Andalucía, le haya seguido con el mismo accidente”. “Señor”, decía el acometido, “no me desamparen por amor de Dios, porque si he hecho lo que estos dicen, ha sido por no haber podido resistir a una celosa pasión, que insensiblemente me ha privado de juicio y hecho cometer lo que mis enemigos dicen”. Aunque estas palabras, dichas, de una parte y de otra me ponían en la mayor confusión del mundo, no fueron bastantes de hacerme arrepentir de lo que había emprendido, antes arremetiendo al número más crecido, con toda la fuerza y furor que pude, les hice, en breve rato, dejar la calle, sin que ninguno de ellos se atreviera a porfiar más delante de nosotros. Vínome a dar gracias de la vida, que confesaba haber recibido de mí, el caballero que socorrido había, al cual no pude responder de buena pieza,43 una sola palabra, tan grande era la aprehensión que tenía de mi desdicha, al fin, temiendo de perder la ocasión si me entretenía mucho con él, me contenté de decirle que se pusiera en cobro,44 de miedo que la justicia no le cogiera, y que otra vez mirara bien lo que hacía, antes de acometer un delito tan abominable, delante el acatamiento de Dios, como era aquél del homicidio. Despedido que me hube de él seguí mi camino hasta llegar a la calle, adonde estaba la casa de Leonora, y llegado, oí un gran ruido, y vi cuatro o cinco hachas45 que unos hombres traían encendidas en las manos, y gran copia de gente, que con paso apresurado venían tras ellos. Mandé a mis criados, que se arrimasen a la pared, y yo propio lo hice así pensando que la bulla que visto había, pasase por una calle que iba 43 Buena pieza. ¡Buena o gentil pieza! Frase irónica que se aplica y dice del que es muy astuto, bellaco y de malas propiedades. 44 Cobro. Significa seguro o seguridad y resguardo en fuerza de lo cual comúnmente se dice poner alguna cosa en cobro, ponerse uno en cobro, esto es, asegurarla, o asegurarse y resguardarse. 45 Hachas. En este caso significa “antorcha de cera con que se alumbran.” Covarrubias. 171 a la mano izquierda, mas viendo que entraba por la misma calle, donde estábamos, metímonos en una casa que se labraba de nuevo allí cerca, para que pasasen sin podernos ver. No fuimos bien entrados en ella, cuando oímos otra mucha gente, que venía de esa otra parte de la calle, a lo cual teniendo mucho cuidado, vimos que se juntó con la otra. Empezó entre ellos después un sordo ruido, el cual continuando por una larga pieza, vino a acrecentarse y trocar su forma en otra más clara, con la cual pudimos oír (con ser más lejos de lo que convenía para oír bien distintamente las palabras) estas u otras semejantes razones. Que el caso era el más extraño del mundo, la lástima grande y el espectáculo horrendo. Y que se había de dar luego aviso al dueño de casa de aquella triste tragedia, para saber quién podía ser el autor de ella. Éstas u otras que traían con ellas el propio sentido oí, sin poder colegir46 la ocasión porque se decían, hasta que se me representó el sueño que pocos días atrás había soñado, y el encuentro que acababa de hacer de aquel hombre a quien había guardado la vida. ¡Oh, Dios! ¡Y qué palabras serían menester para decir el dolor que mi alma sintió cuando la memoria de este triste sueño me representó el cuerpo de mi amada Leonora en el miserable estado que hemos dicho! Sueño fue, pero entonces cosa muy verdadera, pues los hados la tenían en el mismo estado, que el sueño me había representado. ¡Ay, muerte inexorable! ¡Y cuán aparejada está tu corba guadaña, para atormentarme! Aquella noche, me llevaste aquélla que había de ser mi esposa, y ésta pasada aquél que me había puesto en el mundo.” 46 Colegir. Vale inferir, deducir, hacer argumento y consecuencia de una cosa a otra, por lo que se ha visto, leído, u oído. 172 A estas palabras calló47, sin poder pasar más adelante, porque le dio un tan profundo desmayo, que Sicandro, entendió que había dado el alma tras la exclamación que había hecho, porque por más que le llamó y roció su rostro, con agua que tomó de una fresquísima fuente que en la misma ermita estaba, no fue posible de volverle el pulso, que como muerto tenía ya perdido. Ocasión de que se faltó bien poco que el afligido mancebo no le acompañara, y principalmente cuando poco rato después, oyó resonar dentro del hueco de la peña unas voces que con triste y lamentable son entonaban el Libera me Domine, versos que se suelen cantar al entierro de los muertos. Más como el miedo se despinta del corazón, cuando la cosa que teníamos por fantasma se convierte en un sujeto, del cual esperamos tener antes contento que disgusto. Así ese temor procedido del canto que Sicandro había oído, se convirtió en gozo y alegría, por ver que aquél que cantaba era el ermitaño. Pero con la misma presteza que se había despedido de su corazón el miedo, se volvió a apoderar de él otra vez, el asombro, viendo que la gente que venía con él traía encima de unos palos muy largos un cuerpo difunto. Creyera si no hubiera visto el desengaño que las preguntas del ermitaño le dieron, que era ilusión y quimera todo cuanto veía, pero esto y el mismo embelesamiento que vio que ellos tenían, también como él, le desengañó de todo punto y le hicieron creer ser cosa verdadera. Satisfecho que hubo a las preguntas del ermitaño, con contarle en pocas palabras la venida de don Henrique, y el discurso que de sus amores le había hecho, hasta que le había dado este accidente, en el cual estaba aun. Quiso el ermitaño, viendo que todas las diligencias que habían hecho, para volver en sí a don Henrique eran inútiles, dar a Sicandro la misma satisfacción de su viaje, y decirle adónde, cómo, y de qué manera 47 Narrador omnisciente. 173 había hallado el muerto que con él había traído, mas apenas había comenzado su cuento que el cuerpo de don Henrique comenzó a bullir,48 que fue causa que interrumpiendo su discurso, fue a tomarle el pulso, a los golpes del cual viendo que había ya de todo punto vuelto en sí le preguntó que cómo estaba. “Oh, padre mío”, respondió don Henrique, “y que gran contento es aquél que mi alma siente, por verme en la postrimera hora de mi vida, entre las manos de un tan gran siervo de Dios, como es vuestra paternidad. Mas ¿qué es lo que veo cielo santo?”, dijo bajando sus ojos sobre el difunto. “¿No es aquél que veo ante mí, el cuerpo de mi amado padre?” En acabando de decir esto le dio otro recio desmayo, lo que viendo los circunstantes sacaron el difunto del lugar adonde estaba y le pusieron en otra parte, de miedo que su vista causara en don Henrique otro accidente, porque imaginaron tan presto que hubieron oído el discurso que Sicandro les había hecho, y las palabras que don Henrique acababa de decir, que sin duda ninguna se encerraba, en lo que se había dicho algún misterio. 48 Bullir. Metafóricamente vale moverse con inquietud. 174 Libro Tercero ARGUMENTO El ermitaño vuelve con la virtud de una hierba los espíritus de don Henrique, y le consuela después con sus palabras. Sicandro, deseoso de saber el fin de la historia empezada, ruega al autor de acabarla, el cual, dado que hubo sepultura a su padre, queriendo satisfacer a su curiosidad, sale la mañana al levantar el sol de la ermita, con todos los que estaban en ella, y subido que hubo sobre la más alta peña de la tierra, y de donde se descubrían las llanuras del mar, continúa allí su triste y piadosa historia, rematándola, con declarar los extraños accidentes que le habían traído al lugar donde estaba entonces. Capítulo I Más de un cuarto de hora había ya pasado don Henrique en su desmayo, sin que ninguna parte de sus miembros hubiese dado esperanza con bullirse, de la vuelta que los sentidos debían de hacer en su cuerpo, que fue causa que los circunstantes tuvieron lugar de dar entre todos en muchas idas y venidas sus pareceres, tocante a lo que habían visto y oído, sin quedar enterados todavía del fin que había de tener una aventura tan extraña, mayormente el ermitaño, a quien la muestra de ella hacía esperar un suceso lleno de divinos misterios. Y acudiendo a su memoria el secreto de una hierba que naturaleza había hecho nacer entre otras muchas, que alrededor de la ermita estaban, cuya virtud era de hacer volver en sí a una persona desmayada, y aun de fortalecer las fuerzas debilitadas del cuerpo, con sólo acercarla a las narices, salió fuera de la ermita, volviendo cogido que la hubo, a don Henrique, en su acuerdo. Y después de haberle hecho levantar para que 175 mudase de lugar y recostase su cabeza encima de dos almohadas que se le pusieron debajo, comenzó a consolarle de esta manera: “Con razón me ha enternecido tu llanto (hijo) porque según la presencia de tu persona, pues sientes tanto tu desgracia, debe ser de grande momento tu mal, pero no pienses, que por dejarte ir más fuertemente al sentimiento de ella, la remedies más presto, antes la acrecentarás con despertar lo que el tiempo y tu constante ánimo1 te había hecho olvidar. Los pensamientos tristes engendran la melancolía, y al contrario los alegres el gozo y el contento. Porque de la propia manera, que los buenos criados muestran en sus rostros la propia melancolía que su señor tiene en el alma, así todas las partes del cuerpo sienten interior y exteriormente todos los tormentos y trabajos que el alma padece, por ser ella la que sustenta y da el ser a todos los miembros. Que así como de una sola centella de fuego se levantan muchas llamas, y de estas llamas otras muchas centellas, así de una tristeza, por pequeña que sea, en sintiéndola el alma demasiadamente se siguen de ellas infinitas. Y si es verdad, que siendo afligida el alma, lo es también el brazo, claro está que abrirá la herida ya añeja que el brazo había recibido muchos días antes y consecutivamente aquéllas de las otras más partes del cuerpo. He querido decirte esto (hijo mío) para darte a entender que es menester dejar siempre el mal para seguir el bien. Y pues sabes que el dolor demasiado es capaz de enviarte cargado de culpas a una muerte eterna, y su templanza al contrario, con hacer penitencia, a la vida perdurable. ¿Por qué no sigues el camino de la vida? Para que el tiempo dé lugar de poderte arrepentir de tus pecados, y no entregarte tan a carga cerrada, a la muerte que a rienda suelta vas tú mismo 1 Sobre las teorías de los humores y estados de ánimo, ver Galen’s System of Physiology and Medicine, págs. 216-25; Juan Huarte de San Juan, Examen de ingenios para las ciencias. Ed. Guillermo Serés. Madrid: Cátedra, 1989, págs. 99-107. 176 a buscar con representarte cosas pasadas, y de quien el poderlas remediar no depende del poder humano.” Don Henrique, a quien un increíble contento de oír palabras tan santas había hecho estar en silencio, oyendo parar las razones del padre, le habló de esta manera: “Padre mío, yo confieso que la flaqueza ha podido esta vez en mí más que la razón, pues ha tenido esa virtud de taparme los ojos del alma. Es el accidente alguna vez tan violento que así como por diestro que sea el caballero, no deja de topar un caballo que le haga perder un estribo, así el furor de una pasión, fuerza muchas veces el ánimo más constante de salir fuera del quicio de la razón.” “Así es, hijo mío”, replicó el ermitaño, “pero de la propia manera que aquél que ha perdido el estribo hace para cobrarle, y aquél que se ha apartado del camino de la razón, para volver a él. ¿No deseas tú de volver en ti, y olvidar los accidentes ya pasados, considerando que por grandes y muchas que sean las desgracias que Dios te haya enviado, te puede dar, sin comparación, muchos mayores bienes y favores?” “Bien sé, padre mío”, respondió don Henrique, “que la misericordia de Dios es tan crecida que, viendo que el hombre lleva con paciencia las aflicciones que por castigar su culpa le ha enviado, y que en lugar de perseverar en las ofensas, hace penitencia para ablandar su ira, que por un mal le envía cien mil bienes. Este conocimiento que tengo de su bondad me hace volver la proa de mis deseos derecho al puerto de su santa morada esperando que apiadándose de mi sufrimiento hará elección de mi alma, para que estando recogida allá con aquéllas que han merecido de ir en su santo y sacro colegio, no sienta más los tormentos que esta mísera vida me da todos los días, o a lo menos me dará fuerzas para poder resistir a las celadas y lazos que el demonio, enemigo de nuestro 177 descanso, nos suele hacer, a fin que mi alma participe del bien que resultó al género humano, cuando para rescatarle del pecado que nuestro primer padre había cometido en el paraíso terrenal vino acá al suelo para padecer muerte ignominiosa entre dos ladrones.” “Todos esos pensamientos son muy buenos, y dignos de un pecho cristiano”, volvió a responder el ermitaño, “y cualquiera que con alma pura, y voluntad sincera los abrazara muy estrechamente debe esperar el fruto prometido que, si bien miramos, son las cosas de Dios tan ciertas, cuando sus criaturas viven conforme a sus mandamientos. Que de la propia manera que el sol no puede faltar un solo día de alumbrarnos, ni la oscuridad de extender su ancho y oscuro velo sobre la tierra todas las noches, así no puede faltar al que tiene puesta su esperanza en Dios, de tener consuelo por más afligido que esté. En el golfo de miserias, ¿se vieron el santo Job, Judit, Jonás, y otros mil? ¿Qué de ricos y de poderosos que eran se hallaron en un volver de manos, en un abismo de confusión, del cual salieron con sólo volver los ojos al cielo, y reconocer que aquél que de nada les había ilustrado de tan varias y ricas medallas, los podía sacar de la pena en que estaban? Afligido estaba el pueblo de Dios, cuando esperaba, orilla del mar Bermejo, la crueldad de Faraón, que con grande y poderoso ejército venía tras él para degollarle. Mas así como esos hambrientos lobos querían embestir en los tristes corderos, oyó Dios la oración de Moisés e hizo apartar de cada lado las aguas, con la cual reparación se descubrió un camino muy ancho en el medio del mar, por el cual se salvaron los judíos, y los enemigos, queriéndolos seguir, quedaron anegados y sumergidos. ¿En qué mayor pena se podía hallar el pequeño José, que en aquélla que tuvo cuando sus propios hermanos le echaron dentro de un pozo, y después de verse ocupado en el más vil y bajo oficio de una cárcel, cargado de hierros y de desdichas por la injusta persecución de la 178 mujer de Potifar? Su padre Jacob, cuando su suegro le seguía para matarle a él y a su propia hija, por haberle robado los ídolos, y a David cuando se salvó para huir de la furia de Saúl a una cueva, dentro de la cual fue poco después el mismo Saúl para matarle habiéndole visto entrar dentro. A todos estos sacó Dios de tan grandes y manifiestos peligros y persecuciones porque las llevaban con paciencia, y en lugar de desear de tomar venganza de sus enemigos, le rogaban que les perdonase y les hiciese la gracia de arrepentirse. Esto has de hacer tú ahora, hijo mío, si quieres que Dios te dé fuerzas para llevar tu pena con paciencia. Perdona pues a tus enemigos, no solamente de palabra, sino también de corazón, porque a no hacerlo así, sería querer engañar a Dios, y añadir a los trabajos limitados del cuerpo los eternos del alma. Que si me quieres decir que estos eran santos, y por el consiguiente, no sujetos a las pasiones corporales, como los otros hombres, te diré, a más de las razones que te pudiera decir para hacerte creer que depende de ti y de tu voluntad el serlo también como ellos, que los gentiles con ser privados de la luz que nosotros tenemos, se ayudaron de la paciencia, para menoscabar y reducir a menos los accidentes de la fortuna, como se lee de un Bias, de un Cipión, de un Valeriano, y de otros muchos grandes y poderosos, que caídos de sus estados, hasta la más ínfima bajeza de la tierra, acabaron dichosamente sus vidas, los unos cobrando la grandeza que habían perdido, y los otros contentándose de morir pobremente.” Continuara aun mucho más en sus ejemplos el ermitaño, si Sicandro no le interrumpiera diciendo: “Padre mío, aunque nunca me cansara de oír semejantes palabras, como son las que he oído, le quisiera suplicar de permitir que don Henrique acabe su historia, porque la ha dejado en un paso tan confuso que no es posible que mi entendimiento pueda concebir, 179 con ser la muestra larga, y muy inteligible, el fin que tuvieron sus amores, ni cómo se puede hacer, que este caballero difunto, que acaban de traer, sea su padre. Y si va a decir verdad, me hallo tan asombrado de la novedad del caso, que a no hacerlo así, como se lo tengo de rogar, si vuestra paternidad me da licencia quedaré en la mayor perplejidad del mundo.” “No es menester rogar, sino mandar, a quien tiene tanta voluntad de servirle como yo tengo”, respondió don Henrique, “aunque me atreveré de preguntar antes al padre, que se sirva de decirme ¿adónde, cómo, y de qué manera ha podido hallar el difunto que estaba aquí poco ha?” “Esto no podrá ser”, respondió el padre, “hasta que le hayamos dado sepultura, y que sepa yo de tu boca el suceso de su muerte, que bien veo que acabado que habrás tu historia, me será forzoso de empezar otra, con la cual acabarán mis días (a lo que creo) si la voluntad de aquél que me los ha alargado hasta aquí es tal.” Acabada la plática, se dio luego orden al entierro, el cual después de hecho, con todo el primor que el lugar y la ocasión permitían, se empleó lo que quedaba del día a alternar las endechas y oraciones, que el sujeto y el sentimiento de él convidaba a cada uno con el cual ejercicio y un grande discurso, que el ermitaño hizo sobre las miserias de este mundo, se remató el entierro, y se empezó a dar orden a la cena, que aunque no fue muy espléndida, fue mucho mejor que aquéllas que el santo ermitaño había acostumbrado de hacer estando solo porque, sin los regalos de algunas carnes frescas, que la leona que don Henrique había hallado durmiendo, al medio de la cueva, había traído de algunas bestias que habían muerto en la sierra, hubo lindos y sabrosos frutos. Acabada que fue la cena, se dio gracias a Dios, y se apercibieron las toscas esteras para tomar en ellas el 180 descanso, sin el cual no es posible que el hombre pueda pasar, y tan presto que el alba descubrió su risueño rostro, se levantaron todos, y saliendo de la ermita, se fueron a sentar encima de la más alta peña, volviendo el rostro hacia el levante y así como el sol empezaba de asomar su refulgente rostro a los balcones del oriente, don Henrique, queriendo cumplir con la promesa, que el día antes había hecho, continuó su historia, diciendo lo que hallaréis en el capítulo siguiente. 181 Capítulo II “En extraña contienda estaban mis pensamientos, después que mis oídos hubieron entendido las palabras que este concurso2 de gente había dicho, y mi entendimiento, cotejado con el sueño, los efectos que la ocasión me ofrecía entonces. Mas como hasta en los casos más averiguados suele haber dudas y contradicciones, principalmente cuando el efecto de lo verosímil es contrario a lo que el alma desea, la mía formando entonces, contra mi sentimiento muchas quejas, se prometió salir con un fin dichoso, de la empresa, y porque las diferentes voces que se oían, guardaban que las palabras y sentido de ellas viniesen distintos a mis oídos, por ser medio partidas y revueltas las frases, los unos con los otros. Mandé entonces a uno de mis criados salir fuera de la obra y que se acercase a ellos, para que prestando el oído a una sola voz de las muchas que hablaban que pudiese oír, y contarme después lo que pasaba. Llevaba este criado, por ser muy travieso y tener enemigos, un pistolete de ordinario en la faldriquera, y oyendo el mandato que yo le hacía, le sacó, abajó el can,3 y le volvió después adonde le había sacado, para servirse de él en ocasión forzosa, y así como quiso pasar por encima de una tabla (el foso que se había hecho para poner los cimientos de la muralla delantera) puso el pie sobre una tejuela, la cual resbalando al asentar del pie, le hizo caer en el foso, disparando con el golpe que dio abajo el pistolete, tan desastradamente, que la bala que tenía, le dio por lo más bajo de la barriga y le fue a salir por el lado del corazón. El estruendo del tiro, el grito del herido y mi desdicha, se juntaron tan a una que apenas el asombro del caso, me había dado lugar de acudir al socorro de mi pobre criado, 2 3 Concurso. Copia y número grande de gente junta que concurre en un mismo lugar. Gatillo (del arma de fuego). Moliner. 182 que al reclamo del espectáculo, vino todo el número de gente que hemos dicho sobre nosotros. El rigor con que usaron al acometer, nos hizo conocer que era la justicia, a la cual obedeciendo, más por fuerza que de grado, por habernos sobrecogido y hallado en ocasión que nuestras armas no nos pudieron defender, nos dejamos llevar a la cárcel pareciéndoles a ellos, que sin duda éramos aquellos que habían hecho el mal recaudo,4 que poco antes pregonaban a voces. Aquél que en semejante caso ha caído entre las manos de tal gente, como fue aquélla que me llevó, puede imaginar en qué estado debía estar mi alma, hallándose atenaceada,5 sin saber la causa, que cuando la quería preguntar y decir mi nombre a voces, no me querían oír, y si me oían me respondían por ciertas destiladeras,6 tan ajenas de mi entendimiento, cuanto la injusticia que se me hacía estaba cierta. Pasó la noche, y con ella en mí un mapa de confusiones, todo era discurrir, sin que el entendimiento pudiese parar en una sola razón, que al instante otro pensamiento no la deshiciera. Todo era añadir a mis males un nuevo martirio, con la invención que mis inconstantes pensamientos sacaban, y al fin cansado como gozquejo7 escapado de los dientes de rabiosos perros, me adormí hasta la mañana, que un tío mío vino a verme. Supliquéle, antes de dejarle hablar una sola palabra, casi las lágrimas en los ojos, y con todos los encarecimientos que pude, que me dijese la causa de mi prisión, y que después me diría las reprehensiones que como tío estaba obligado de hacerme, si después de haberle respondido a lo que diría me hallaba culpado.” 4 Recaudo. En este caso, la mala acción. Atenacear. Sacar pedazos de carne con tenazas ardiendo. 6 Destiladera. Metafóricamente se toma por el medio sutil ingenioso para dirigir y enderezar alguna pretensión o negocio. 7 Gozque. Perro pequeño originario de la isla de Gotland, en Suecia. 5 183 “Quisiera yo que me costara todo cuanto tengo”, respondió mi tío, “verte tan inocente de lo que te acusan, como tu yerro te hace culpado, que si eso fuera, perdidos los bienes me quedaba la honra entera, instrumento con el cual podía adquirir un imperio, y todo el bien que hoy poseo no me puede servir, teniéndola perdida por tu causa, sino de substancia, para conservar el pabilo de mi infamia. ¡Oh, don Henrique! Y que mal representado tenías en el alma, tu nobleza, y aquélla de los tuyos, cuando con un proceder tan indigno de un pecho hidalgo, fabricabas la invención de poder ejecutar una traición tan infame, como es aquélla, por la cual quieren los hados, que vengas a llevar tu cabeza sobre un cadalso, deshonra y perpetua infamia de todo un linaje!”8 Tocáronme tan al vivo estas palabras, que olvidando casi el respeto que a mi tío debía, respondí de esta manera: “Si la razón no me forzara de sufrir de él lo que no sufriera de otro, que de aquél que me ha engendrado, la respuesta que en este punto le hiciera sobre lo que me acaba de decir, fuera antes capaz de enviar mi cabeza sobre un cadalso, que la culpa que temerariamente me da, porque juro por el Dios que nos sustenta que mi prisión es injusta y todos aquellos que me acusaran de cosas que son contra la honra de un caballero, son traidores y falsos testigos.” De esta manera respondió mi tío, escuche lo que se dice, y veamos cuál ha de ser la respuesta: 8 Encontramos ecos de este discurso en la otra novela de Loubayssin de la Marca, Los engaños deste siglo. en el capítulo III, de la V parte. Cuando descubierto el engaño de don Francisco, el Corregidor dice lo siguiente: “¿Que un hijo de un duque, de quien los principios de su valor deberían prometer las victorias de un Alejandro, siga vestido de un traje tan vil como es el de una hembra, el rabo de una mujer?” 184 “El teniente9 de esta ciudad, por ser muy amigo mío, me ha enviado a llamar esta mañana, y después de haberme dado el pésame de tu desgracia, y jurado que no había caído en la cuenta de que tú eres mi sobrino, hasta que se lo dijeron, después que fue de vuelta de la cárcel en casa, me ha dicho que ayer, pasando a las once y media de la noche, por la calle de la Sierpe, que unos de los suyos tropezó en un bulto, que por ser la noche muy oscura, no había podido descubrir desde lejos, y que tentando con las manos lo que podía ser halló un cuerpo de hombre tendido a la larga. Dio voces, significando por ellas su asombro, y la causa de él, a las cuales acudiendo el teniente, con una linterna, conoció ser el muerto don Pedro Gudiel, teniendo cerca de sí a una doncella, que por mostrar en su rostro, aunque difunto, una peregrina hermosura, verse una escalera de seda tendida delante las ventanas de don Tomás de Gamboa, en frente de las cuales los difuntos yacían, se aclaró ser Leonora, la sobrina del dicho don Tomás.” A estas palabras me caí redondo en el suelo como muerto. Causó en mi tío este sentimiento que vio que mi corazón hacía en oyendo la muerte de Leonora y de don Pedro, algún consuelo, imaginando que si mi mano hubiera hecho el golpe, no lo sintiera el alma con tanto extremo como la mía sentía, que por más arrepentimiento que una persona pueda tener de haber hecho alguna cosa, no es posible que en oyéndola mentar, se le cubra el corazón con tanta presteza como hizo a mí entonces. Hizo toda la diligencia que pudo para volverme en mi acuerdo, una vez llamándome por mi nombre, y otra vez, volviéndome de una parte a otra. Pero esto, ni todo el artificio que la piedad que tenía de mí, le pudo dar, no fue bastante de hacerme despertar del profundo desmayo en que estaba. Turbóse de tal manera viéndose sin virtud de poderme ayudar, y sólo (porque me habían puesto 9 Teniente. El que ocupa y ejerce el cargo o ministerio de otro y es como sustituto suyo. 185 adrede en aquel aposento sin compañía, para que nadie me inquietara) que pensando que había dado el alma, empezó a soltar la voz pidiendo socorro. Alborotóse la cárcel, y el alcaide acudiendo con gran diligencia al aposento, hizo salir la mucha gente que había ya entrado en él, a las voces que mi tío había dado, el cual hecho que hubo la relación de mi accidente, se hizo tantos y tales remedios que al fin volví en mí, pero tan privado de juicio, que por maravilla salía de mi boca una palabra concertada, antes esgrimiendo con los brazos, y sacudiendo a todos los que podía alcanzar, y a mí mismo decía y hacía los más extraños disparates que se pueden imaginar. Causó la novedad del caso muchos y diversos pareceres en la cárcel. Cual decía que la vergüenza de mi pecado me había trastornado el juicio, viendo en un espejo tan claro, como era la virtud de mi tío la fealdad de mi culpa. Cual lo atribuía a la violencia del amor, diciendo que la cólera precedida de la furia de los celos, me había hecho matar ayer una persona por cuya sola vista daría hoy mi vida. Y cual guiado de una endemoniada malicia, decía, que mi tío me había dado algo, para que desvariando en mis dichos, no me pudiesen dar tormento, temiendo que confesando mi delito con su rigor, viniese a acabar mi vida a manos de un verdugo, cuya infamia manchase para siempre su honra, y aquélla de las más principales familias de toda la Andalucía, cuyas casas y nuestra eran deudos o aliados. Como la naturaleza del hombre está dispuesta a creer más presto las impresiones malas que las buenas, y ser gente ignorante y baja, el ser sospechoso, y la postrer razón, cuadrando más a la imaginación del alcaide por ser más maliciosa y ser el compuesto del mismo natural que aquéllos que la habían dado, se quedó tan enterado en ella, que sin más miramiento ni cortesía, se atrevió de dar en los ojos a mi tío con esta acusación, que 186 hemos dicho, sustentándolo como si real y verdaderamente lo hubiera visto, que me había dado hechizos, y que su cuerpo había de quedar en prendas del entendimiento que me había quitado, para que padeciera los mismos tormentos que yo merecía. Estas palabras dichas, con demasiada presunción y arrogancia, fueron de tan dura digestión para el corazón de mi tío, que faltándole en el cuerpo el calor natural, para poderlas digerir, entró en él el artificial, traído con tanta violencia de rabia y cólera, que reduciendo en polvo todas las consideraciones que debía de tener, le hizo arremeter contra el alcaide, llevándole de un repelón casi todas las barbas que tenía. Éste a quien los demasiados respetos que los presos tenían hacía creer su persona ser sagrada y no sujeta a semejantes accidentes, viendo su barba a tan mal traer entre las manos de un tan pesado barbero, soltó todas sus fuerzas, y con ellas aquéllas de la lengua, haciendo y diciendo tantas locuras, que le fue forzoso a mi tío para evitar su muerte de dársela a él, con una puñalada que le dio, porque se había arrojado sobre él, y le tenía en tan mal estado, por ser sus fuerzas mayores que las suyas, que a no hacerlo así, le hubiera ahogado con sus manos. Los circunstantes que durante la vida del alcaide se mostraban en efectos y en palabras, mas contrarios a mi tío, que no a él, viéndole al fin muerto, a mí hacer maravillas (todo alocado como estaba) en defenderle, y a otros tres o cuatro presos de los más acreditados seguir nuestro partido (por haber servido en otros tiempos a mis padres y a algunos de mis deudos), comenzaron a volver la hoja, y a soñar antes a cobrar la libertad, por medio de esta confusión, que de vengar la muerte de un hombre que les había dado muchos malos ratos. Como la voluntad de muchas personas discretas, con ser conformes, si no se halla entre ellos un temerario, no sea más de una montaña de estopa, incapaz de poder quemar 187 sin lumbre, resuelto que fue entre todos de coger la ocasión, se fue a buscar el fuego para encenderla. 188 Capítulo III Estaba en la capilla un preso por la mala vida de la cual sus culpas le habían traído a la víspera de su muerte, cuya sentencia se había dado el día antes para que se ejecutara aquella mañana. A éste pues se le fue a decir muy secretamente, la buena razón que había, y el buen juego que en aquella hora la ocasión le ofrecía, que no la dejase pasar, que considerase que su vida era una vela de un cuarto que ardía, y que con ser verdad que todo hombre debe de estar cierto, que ha de morir, no se puede saber en qué hora como él, que sabía que la suya se había de acabar en acabándose la vela. Estas palabras, con otras, que el temor de esta pálida muerte, que veía tan cerca de él le representó, le hicieron tomar tan a pechos el declararse cabeza de aquel alboroto, que cada efecto de los que hizo después traía consigo el retrato del premio que esperaba por él. Lo primero que hizo, salido que hubo de la capilla, fue tomar una hacha que un mozo del alcaide había olvidado en un rincón del patio, después de haber partido algún madero, romper los hierros, y cadenas de los galeotes con ella, y otros instrumentos, que para este efecto entre semejante gente nunca falta, y pregonar a voces que quien quisiese salvar su vida, conservar su honra, pagar sus deudas, y cobrar su libertad, que le siguiese. Fue tan grande la vigilancia y maña que esta gente, que eran más de ochenta, se dio en romper puertas y grillos,10 que al instante se juntaron criminales, y otros, más de ochocientos, que si algunos, por estar presos por cosas leves y de poco momento no querían hacer así como ellos hacían, los mataban o los forzaban de hacerlo con grandes y excesivos palos. 10 Grillos. Son dos arcos de hierro en que se meten las piernas, con que se aseguran los reos en la cárcel. 189 Nosotros viendo la llama que se había levantado de tan poco fuego, lo quisimos apaciguar al principio, pero viendo que el exceso sobrepasaba al remedio, y que como a banderas de rey obedecía, no solamente a la gente baja, mas también la gente más granada, nos dejamos llevar de la corriente, mezclándonos con ellos. Decir con qué ímpetu fueron las cosas, al paradero del designio que los promovedores de ellas lo habían trazado, no bastaría la más elocuente lengua del mundo a decirlo porque nunca rayo desbarató con su intrépido furor los soberbios edificios de un castillo con tanta presteza, como las puertas de la cárcel lo fueron de esta gente, saliendo por ellas con tanto denuedo y arrogancia después, que sin correr más de un paso tenido y grave, se fueron a sagrado los unos a San Francisco, los otros a San Salvador, y los otros a otros conventos. No fue menester dar aviso al señor asistente de lo que se pasaba en la cárcel, porque de casa en casa y de boca en boca, vino a sus oídos todo cuanto pasaba en ella, al cual inconveniente queriendo acudir, hizo juntar toda cuanta gente pudo, llegando para amortecer11 el fuego, después que la vehemencia del incendio hubo acabado de volver en ceniza todo cuanto se había querido oponer delante, los ejemplos de otros grandes sucesos que en paz y en guerra había visto, por haber servido a su Majestad Católica, en lo uno con su espada, y en lo otro con su prudencia, le sirvieron entonces de arancel,12 para que siguiendo los propios artículos que vio en él escritos, no vendiera a más ni a menos de lo que se hallaba en ellos, el fruto de semejantes efectos. Distribuyó a su gente, que era mucha en capitanías, mandando a cada una de ellas a las iglesias y conventos, donde sabía que los presos se habían recogido, y los volviesen a la cárcel, y él con lo más escogido se vino a San Francisco, a donde por ser más cerca de la cárcel, y de mayores fuerzas para 11 12 Amortecer. Apagar. Loubayssin usa aranzel, antigua forma alenzel, de origen árabe. Corominas. 190 defenderse, la mayor parte de los presos, y nosotros con ellos, se habían retirado. Estábamos entonces, mi tío y yo, dentro de una celda de un fraile, trazando la manera de podernos salvar, la cual fue concluida por la más cierta, después de haber buscado todos los remedios que supimos imaginar, de vestirnos como frailes y salir por una puerta falsa, por detrás del jardín, antes que el asistente cercara el convento, pero mi tío cuando vino a tomar el vestido, viendo que era necesidad forzosa el raparse, si no quería ser conocido, trocó de opinión. Entonces entró en la misma celda donde estábamos otro fraile camarada de aquél que nos favorecía, trayendo de la mano a otro, de hermoso y lindo talle, aunque de rostro muy descolorido, por parecer que había estado enfermo, dijo entrado que fue, a su camarada si tenía algún conocido, de los muchos presos que habían entrado, que se quisiese salvar con el mismo hábito que aquel caballero que traía, había tomado. A esto respondió mi tío por el fraile, diciendo: Que sí, señalándome a mí. Y aunque yo hice grandísimas dificultades de irme sin él, por no dejarle solo, porfió tanto en ello diciendo que convenía hacerlo así para que el uno o el otro se salvara, que me fue forzoso de hacer lo que quiso. Salimos así vestidos yo y mi nuevo camarada, por detrás del convento, imitando con nuestros pasos, composición de rostro, y humildad de ojos, toda la honestidad y modestia que debe tener un religioso. Y aunque las calles estaban embarazadas13 de la mucha gente que acudía a ver la novedad del caso que había sucedido en la cárcel, atravesamos por las calles de Tintores y de los Vizcaínos hasta la Santa Iglesia Mayor, y de allí fuimos hasta la puerta de Jérez, sin ser conocidos de nadie. 13 Embarazadas. Llenas. 191 Tomando después por “Las dos hermanas” el camino derecho a Sanlúcar de Barrameda,14 con intento de quedar allí, si Dios nos daba gracia de llegar allá, en casa de un amigo mío, hasta saber nuevas de mi tío, y cómo se habían encaminado los negocios. Hecho esto nos desviamos del camino, y enviamos a un mozo, que el religioso nos había dado, a una pequeña aldea para que nos fuera a comprar con qué podernos sustentar dos días, para pasar con toda seguridad. Después fuimos a dar en un bosque muy espeso, escogiendo lo más frondoso y encubierto, para que nadie pudiera hallarnos, sino fuese nuestro mozo, a quien mostramos desde lejos antes de partir el lugar donde nos toparía después de haber comprado el recaudo. Hacía grandísima calor, por ser dos horas después de mediodía cuando entramos dentro del bosque, pero asentados que fuimos en lo más espeso, gozamos de una frescura, no menos agradable que aquélla que se toma con los rayos de la luna, las noches del verano. Hallado que cada uno hubo la postura de su asiento, a la manera que su gusto deseaba, mi camarada sacando de su faldriquera una caja de ungüentos, me dijo: “Creo que vuestra merced no recibirá disgusto, si apiadándose de mí mismo, me atrevo de curarme dos o tres llagas que tengo, que aunque no son peligrosas, me causan grande dolor por haberlas atormentado un poco más de lo que sería menester, con el movimiento que he hecho caminando.” Y acabando de decir esto, comenzó a arremangarse el brazo y a descubrir una de ellas. Quejéme muchísimo de él, por usar conmigo de semejantes cumplimientos, rogándole con todos los encarecimientos que pude de permitir que se las curara, que aunque era de poca experiencia en el arte de la 14 En los siglos XV y XVI Sanlúcar fue punto de partida para muchas expediciones de gran importancia hacia el continente americano; por ejemplo, el tercer viaje de Colón (1498), y el viaje de Magallanes de circunnavegación de la Tierra que completó Juan Sebastián Elcano (1519-1522). 192 cirugía, prometía que la buena voluntad que mi alma tenía de servirle en aquel menester, y en toda otra cosa que dependiera de mí, me haría acertar. Agradecióme la merced, con mil gentiles y cortesanas palabras que me dijo, sin querer consentir, en ninguna manera, que mis manos se ocupasen en cosas que las suyas podían hacer con tanta facilidad. Acabado que hubo de curar todas las llagas que tenía, volvió a poner su recaudo con mucha curiosidad en las mismas partes de donde las había sacado, quedando después con un rostro un poco más vivo que antes porque le tenía como difunto. Atrevíme a preguntarle, que tanto había que se le habían dado esas llagas, por parecerme que eran muy frescas, a la cual pregunta me respondió estas palabras: “Señor, la confidencia y comunes respectos que debemos tenernos, por la compañía que entre los dos hemos hecho, me hará decir, sin escrúpulo, ni temor, de que se siga más presto el castigo de mi culpa, la ocasión de mis llagas, y porque fue Dios servido que esta noche muy tarde, mis yerros me trajesen a una cárcel, después de haber escapado con vida de entre las manos de siete u ocho hombres que me querían matar, por medio de un hombre o un ángel, que milagrosamente vino en mi socorro.” Yo amaba, con perfecto amor a una señora doncella de esta ciudad, cuya belleza podía competir con aquélla que tiene el sol cuando está en su más alto grado, la cual con tener más de diez mil ducados de renta, por ser heredera de uno de los más principales caballeros de esta ciudad, me fue prometida por mujer por un tío suyo, bajo cuyo poder su padre la había puesto, con todos sus bienes. Había dado esta mi enemiga su alma y su fe de casamiento a un caballero, que aunque de prendas aventajadas a las mías, el tío le despidió de su casa, por parecerle pobre y muy inferior a las grandes riquezas que Dios me ha dado, defendiendo, so graves penas a su sobrina, de no hablarle más, y a él de no 193 pasar por los umbrales de su puerta si no quería recibir de él o de sus parientes una afrenta muy notable. O fuese que este caballero se sintiese muy agraviado de estas palabras, o fuese que por no dar ocasión al tío de maltratar a su Leonora (que así se llamaba esta doncella) quisiese cumplir su destierro, discontinuó de verla largos y prolijos días. Los desdenes y grande esquivez que Leonora usaba conmigo cuando la iba a ver me hicieron descubrir (hace hoy ocho días) lo que hasta entonces me había sido encubierto por ser yo forastero y no muy cursado al conocimiento del trato de esta tierra por hacer pocos días que estoy en ella. No fue posible que mi alma pudiese tener una sola hora ni momento de contento, sabido que hube el recíproco amor que corría entre estos dos amantes, antes con más inconstancia que no hace el enfermo, a quien el exceso de su calentura, cuando está en su mayor creciente, le fuerza de buscar los rincones más fríos de la cama, así iba yo de una parte a otra a contar mis males, una vez a las mudas peñas, otras veces a los árboles y otras veces a las rejadas de su casa, porque se encendió con tanta violencia el fuego que en mi corazón ardía, en oyendo que tenía competidor, que mi corazón era un perpetuo Etna, o Montgibelo, que a puras llamas convertía en polvo todas la resoluciones que en mi alma hacía. Por más diligencia que hice, no fue posible que mi desdicha me dejase ver aquello por quien iba tan desasosegado, porque estaba llorando su desgracia en su aposento, como yo lloraba a la mía en el mío, y donde las memorias tristes de mis cortos hados me acometían. Que fue causa que desesperado de verle de día, me prometí que la noche me sería más favorable, teniendo por imposible que dos voluntades tan conformes, como son aquéllas de dos enamorados, cuando se quieren bien pudiesen pasar sin comunicarse, al favor de las tinieblas de la noche. Comencé pues a rondar de noche, muy 194 bien armado y con un pistolete a punto, para hacer golpe la puerta de mi dama, determinado de probar los aceros de la espada de mi enemigo, si le topase ocupando el puesto. Y como yo continuase en esto cinco o seis noches arreo,15 sin hallar a nadie que viniese a interrumpir la felicidad que mi alma tenía, en sólo verme señor de la vista de la casa, adonde estaban los dulces ojos de aquélla por quien mi alma padecía tantos tormentos, sucedió que sintiéndome cansado ayer, que es el séptimo día de mis negras estaciones, por haberme paseado más de dos horas delante de su puerta, me fui a asentar debajo de unos soportales, que delante de su casa están. No me hube bien acabado de asentar, cuando vi dos hombres, que con poco ruido vinieron a pararse, frente a frente de las ventanas16 de mi dama, y uno de ellos, adelantándose un poco más que el otro a tirar dos pedrecillas, y al cabo de un rato otras dos, y de allí a poco otras tantas como la primera vez, con la seña de los cuales tiros y cecear17 otras tantas veces, como se habían tirado piedras, y con el mismo compás y tiempo que se habían echado, se abrió una ventana y se echó una escalera de seda, tomando el cabo de abajo los dos caído que hubo, y diciendo el que había tirado las piedras: “Abaja presto, mi Leonora, que aquí está tu don Henrique para recibirte en sus brazos.18 Encendióseme de modo la cólera, viendo la injuria que a mi honra se hacía en robarme aquélla que había de ser mi esposa, que sin considerar que Leonora estaba ya en medio de la escalera. Disparé el pistolete derecho a aquél que había hablado, con un golpe tan favorable que le pasé por medio de la cabeza 15 Arreo. Sucesivamente, sin interrupción ni intermisión. En el original ventas, pero unas líneas más adelante dice ventanas. Obviamente se trata de un lapsus memoriae por parte del autor. 17 Cecear. Silbidos. 18 Ver la muerte de Calisto en Celestina, II, Aucto Decimonono. “Tristán: ¡Lloro mi gran mal, lloro mis muchos dolores! Cayó mi señor Calisto del escala e es muerto. Su cabeza está en tres partes” (1972,185); en la obra de Miguel de Castro. Vida del soldado español Miguel de Castro (1593-1611). “Salí pues solo, como digo, a la hora dicha con mi capa y espada, y fui al puesto señalado, donde ya las hallé que estaban esperando con los cordeles colados, hechos tres dobleces; pero sin nudos ni cosa alguna, sino lisos…Bajó primero la doncella, y salían por una ventanilla de una celosía” (Buenos Aires: Espasa Calpe, 1949, 92-3). 16 195 una bala que tenía, dando con su cuerpo muerto en el suelo, sin tener lugar de decir Dios me valga, apoderándose de manera el miedo de la pobre Leonora, y del otro traidor que tenía la escalera, oído que hubieron el ruido, que el uno, soltando la escalera, empezó a correr como un galgo, y la otra, privada de sus fuerzas, dejándose caer, la cabeza primero, dio la vida al mismo tiempo que su amante acabó de espirar, porque, así como yo llegué para ayudarla, pensando que el mal que se había hecho no fuera tan grande como era, la hallé sin pulso y la cabeza partida en tres o cuatro partes. Si mi alma se halló afligida viendo el triste espectáculo de mi amada señora, considérenlo los que han amado, que yo por amar no pude más de sentirlo. Repréndanme de mi poca paciencia, llamándome traidor de mí mismo e ingrato al bien que cada uno se desea. Mas así como buscaba entre mis arrepentimientos uno sólo que me acabara, oí muchísima gente que de una parte y de otra venía en mi busca. Como sea cosa tan natural de querer conservar la vida, principalmente cuando la honra de un hombre depende del bien, o mal defenderla, tomé mis armas y levantándome muy a prisa del lugar, donde estaba llorando la muerte de mi amada, me volví, caminando que hube treinta o cuarenta pasos, por una callejuela que iba a la mano derecha, por la cual esta gente vino tras mí para cogerme y vengar aquella muerte, por haberles dado aviso el que había huido de ella, y darme alcance, lo que habiendo hecho, al entrar de una grande calle me rodearon todos para darme muerte, y así lo hubieran hecho, indudablemente, si un caballero que acudió al ruido, no me hubiera socorrido con dos o tres criados que venían con él, porque al momento que esta gente se puso a mi lado, se fueron los cobardes corriendo como lebrones19, y yo dando mil gracias al caballero de la vida que me había dado, me despedí de él, y a poco trecho encontré con 19 Lebrón. Se aplica al que es tímido y cobarde, aludiendo a la timidez y recelo que tiene la liebre. 196 la justicia, que viéndome así herido y con un pistolete en la faldriquera, me llevó a la cárcel, de la cual hemos salido, por el mayor y más extraño acaecimiento que se puede imaginar, como vuestra merced sabe. Esta es, señor caballero, la causa de mis ansias, de mis tormentos y de mis desdichas, y creo que será bien presto la causa de mi muerte, siéndome del todo imposible que viva después de la muerte de aquélla que mi corazón adora aun muerta como está. Si mi alma se halló, oído que hube la cláusula de mi desdicha, de mi total ruina y aun de mi muerte (porque no pensaba vivir dos horas después) rodeada de mortales tormentos, ¡vosotras los sabéis, oh, desdichadas almas, que habéis amado y padecido muerte por vuestro amor! Porque otras que aquellas que lo han sentido con ella, no pueden concebir el excesivo dolor que mi alma sintió por haberme declarado este mi compañero, con este discurso, tres cosas tan de sentir, como eran la traición de don Pedro, la muerte de mi Leonora, y decir el propio delante de mí, ser el homicida de mí y de ella, sin que mis manos pudiesen tomar legítimamente venganza. No pude disimular mi alteración, porque no puede el alma por más que quiera encubrir debajo de una serena templanza una grande inquietud, sin mezclar en ella algunos nublados. Estos al fin vinieron a abrirse con tanto ímpetu que así como una anguila, que cuanto más la aprietan, más se desliza, así cuanto más quise detener mis lágrimas, el viento de mis suspiros, las hacían caer más a prisa, lo que viendo mi compañero, me dijo que si enternecido de su mal quería llorar con él. “No son tus males sólos los que yo lloro, oh, amigo don Diego, dije yo entonces, sino los míos y los tuyos, y descubriéndole quién era, y cómo en recompensa de la muerte que me pensaba haber dado, y de haber muerto lo que yo más amaba en este mundo, le había dado aquella noche la vida. Porque han de saber, señores, que este era éste, mi 197 competidor don Diego, de quien he hablado al principio de mi historia, el cual de pura vergüenza y arrepentimiento, que tuvo, declarado que hubo todo lo que pasaba, pensé que había dado la vida entre mis brazos, cuyos lazos tuvo agarrados sin hablar ni menearse20 más de medio cuarto de hora.” Al fin volviendo en sí, me dijo, las lágrimas en los ojos, estas palabras: “Si un perdón que te pido, oh, don Henrique, postrado a tus pies, con la mayor bajeza y humildad, que hombre ha hecho nunca, puede ablandar la ira que justamente debes tener contra mí, yo te lo pido y te conjuro, por la misma vergüenza que como discreto puedes imaginar que tu presencia me ha dado, de olvidar la injuria que te he hecho, en pensar que mi mano hubiera podido tener sobre tu vida lo que la tuya tiene sobre la mía, y que aquel afecto, aunque vano, por haber traído consigo una consecuencia tan rigurosa como es aquélla de la muerte de Leonora, la luz común de nuestros ojos y el pasto21 de nuestras almas, me sea también perdonada, cuando no fuera por otra cosa más, que por haberte vengado del más perverso y desleal amigo que se haya visto entre los hombres, y verme en el más lastimoso estado, que enemigo se haya jamás hallado delante de otro. Que si mi pecado es irremisible,22 y crees que el temor de la muerte me hace decir esto, acábame luego la vida antes de consentir que aquél que te ha ofendido tanto y tan cruelmente alargue su vida, con palabras fingidas e indignas de un pecho hidalgo.” Estas y otras semejantes palabras me decía, tendido a la larga delante de mis pies, don Diego, con tanta humildad que me fue forzoso de hacer lo propio con él, porque son semejantes palabras, tiros que derribaran los más firmes propósitos del mundo, cuanto 20 Menearse. Hacer con prontitud y diligencia alguna cosa o andar de prisa. Pasto. alimento o sustento. 22 Irremisible. Incapaz de perdón o cosa que no se debe perdonar. 21 198 más los míos, que a la primera palabra que me dijo se señorearon al instante de mi corazón, tomándole por compañero eterno en todos mis trabajos y contentos, sobre el cual pensamiento comunicado que se lo hube, se fundaron los cimientos de una amistad rara y tan perfecta, que las revoluciones de los astros y la fortuna, ni todas cuantas cosas se pueden hallar, debajo de lo criado, no sería bastante de desconcertarla ni romperla sobre la conclusión de la cual oímos silbar, no muy lejos de nosotros, a los cuales silbos, levantándonos, vimos que era nuestro criado, que venía cargado de pan, vino y de otras cosas, con la vista del cual y la memoria de nuestra amistad, se mitigaron algún tanto nuestras aflicciones. 199 Capítulo IV Comimos, cenamos y pasamos en aquel puesto, dos o tres días, entreteniéndonos con los más alegres ratos que la ocasión del tiempo y las tristes memorias de nuestras desgracias nos podían dar. Con los cuales y con el deseo de ir al lugar que habíamos concertado, nos partimos, hallándonos a cada hora más fuertes para resistir a la violencia de nuestro mal, el cual bien que acompañado de aquél que esperábamos de recibir, con la consolación de tres o cuatro amigos muy fieles que teníamos en Sanlúcar, nos hizo dar tanta prisa a caminar, que ese otro día entramos a las diez de la noche, yendo a parar a casa de uno de ellos, cuya fidelidad y secreto había probado en muchas ocasiones, que por ser de momento y de grande importancia me dejaron a mí y a mi compañero dormir la noche con grande sosiego y descanso. Quedamos gozando de aquel reposo cuatro o cinco días, al cabo de los cuales supimos de cierto que el señor asistente, con haber hecho de su parte, todo lo que podía hacer un juez resuelto y prudente, no había podido sacar de los presos que se habían retraído23 en San Francisco y en las otras iglesias o conventos, sino a aquéllos a quien la necesidad y demasiada hambre había forzado de salir sagrado, porque los religiosos y gente clerical, viendo que la justicia quería forzar los conventos e iglesias, los defendían cuales bravos y valerosos ciudadanos, en defensa de los muros de sus ciudades, cuando el enemigo quiere entrarlas, y que como se hubiesen muerto algunos sobre la violencia de esta porfía, se había amotinado el pueblo. Lo que viendo el asistente había hecho retirar la gente para evitar un alboroto público, contentándose de haber hecho lo que había podido y despachado a su majestad correo, para que se viera en 23 Retraerse. Refugiarse, ponerse en custodia y resguardo. 200 el consejo lo que se había de hacer, o que su misma majestad lo ordenase, para que siguiendo su voluntad no se hiciese en ello más de lo que fuese justo. Que todos los bienes de mi tío habían sido secuestrados y su figura y la mía degolladas, por la mano de un verdugo, sobre un cadalso público, por la muerte de don Pedro y de Leonora, por haberse descubierto el mismo engaño que don Pedro me había hecho y creer que topándole con el hurto en las manos le había así muerto, y a mi tío por la muerte del alcaide y ser causa de todos los accidentes y alborotos que habían sucedido en aquellos días. Estas nuevas, aunque muy malas para mí y mi tío, no aumentaron mis aflicciones, no porque no me pesase y lo sintiese mucho más por tener otras tan a carga cerrada en mí, que así como la esponja empapada en agua que no puede recibir más de la que tiene, por más que le echen encima, así no hallaban ya las tristezas lugar vacío para entrar en mi corazón, por tenerle ya lleno e incapaz de recibir otra ninguna. Y como todo hombre, a quien Dios ha dado honra y discreción, debe huir la infamia, que la justicia que se hace de un cuerpo, en el medio de los muros de su ciudad, da todo un linaje, mi nacimiento noble, y la fortuna que mis tiernos años me hacían esperar me pusieron en el alma de evitar con venirme por acá donde tenía a mis padres,24 la vergonzosa muerte que aunque inocente hubiera padecido, si la justicia me cogiera el cuerpo. Resuelto que lo hube así, lo comuniqué con mi camarada don Diego, el cual sintiéndose cargado de culpas y ligero de años también como yo, e imposibilitado de vivir sin mí, tan grande era la amistad que mi buen término le había dado, quiso ser a toda fuerza de la partida. Apercibido que se hubo 24 Los padres de don Henrique están en el Nuevo Mundo. 201 todo lo necesario y mi compañero cobrado de un mercader que le conocía mil pistolas,25 que fueron con otras mil y quinientas que tenía cinco mil, y seiscientos ducados, o poco menos, partimos con mucho contento (después de haber dejado bastantes recaudos a nuestros parientes) de Sanlúcar, la misma noche que había de partir de Cádiz la flota para las Indias26 y llegado que hubimos allá, fuimos derechos a la posada de un primo mío, que era capitán de un galeón27 de dicha flota. Al cual, comunicado que hubimos, en pocas palabras, nuestra desgracia, y declarado la voluntad que teníamos de irnos con él, nos abrazó mil veces, alabando nuestra resolución y la traza que habíamos dado para escapar de un peligro tan grande como era aquél, en el cual nos habíamos visto. Mandó al instante a su lugarteniente dar orden de todo lo necesario, para que su galeón no quedara al surgir y levantar anclas el postrero, y tomándonos después por las manos nos llevó a un aposento adonde le contamos más por extenso todo lo que había pasado y la falta que mi tío había hecho, en no haberse querido salvar como nosotros. A lo cual respondió que no importaba, pues estaba en San Francisco, con tanta seguridad como si estuviera en México por los buenos amigos que tenía allí, y saber que le pondrían en lugar tan secreto y oculto, que cuando derribasen todo el convento, estaba en parte, que todo el poder humano, no le podría hallar. Y que desde allí podría mostrar la prueba de nuestra inocencia, y pleitear contra lo que el difunto alcaide había hecho, tan sin propósito con él que Dios que ve allá, desde lo alto, la verdad, la haría al fin conocer a pesar de tantos enredos, que el demonio, amigo de toda confusión, había puesto de por medio. Estas palabras dichas, con ademanes de hombre prudente y sabio, me consolaron mucho, y así 25 Pistole. Moneda francesa. También zarpó de Cádiz el 12 de junio de 1608 la nave en que viajaba a México Mateo Alemán, autor de Guzmán de Alfarache. La flota estaba compuesta por 62 naves. 27 Galeón. Bajel grande de alto bordo que no se mueve sino con velas y viento. Hay unos de guerra y otros de carga. 26 202 como la plática se empezaba a trocar en cosas particulares y a tratar del viaje, vino la huéspeda a llamarnos para darnos de cenar, habiéndolo así mandado mi primo (sin que nosotros lo hubiéramos oído) que así lo hiciera. No rehusamos la merced por venir muy a propósito el ofrecimiento que se nos hizo de ella, mas tomándola como cosa que nos venía de molde, salimos por nuestros cabales, así en el comer como en el hablar, el cual duró hasta que un cabo de escuadra del galeón vino a decir que todo estaba a punto de partir y que nuestro bajel,28 sería el primero al arrancar del puerto. Fue el tono de estas palabras tan agradable a mis oídos que no pude dejar de dar por albricias de ellas, a quien las había dicho un doblón29 de a cuatro. Despidióse pues mi primo de sus huéspedes, y después de haber asomado la cabeza a una ventana que miraba al mar, nos aseguró que el viento estaba muy favorable y que tendríamos buena navegación, con la cual esperanza salimos de la posada, dando después con nuestros cuerpos en el esquife,30 y de él en el galeón. Zarpó la flota al despuntar del alba, y así como el sol comenzaba a mostrarnos sus dorados rayos, a perderse la vista de la tierra y a descubrirse los grandes y espaciosos llanos del mar océano, en cuyas crespas olas empezaron los galeones a surcar con grande velocidad después que los marineros hubieron alzado las velas. Porque el viento envolviéndose en ellas, comenzó a azotarlas con un aliento tan favorable, que lo que no se suele hacer en muchos meses, hicimos en pocos días. Mas como no hay cosa más sujeta a mudanza que el tiempo y ser cosa fácil de trocarse el viento cuando su aliento blando y suave nos tenía más encandilados los ojos a prosperidad, y que el cielo, puro y 28 Bajel. Nombre genérico de cualquiera embarcación que puede navegar en alta mar. Doblón. Moneda de oro de España, mandada a acuñar por los Reyes Católicos en 1497. 30 Esquife. Barco pequeño que se lleva dentro de los navíos grandes, para saltar en tierra. Vemos un ejemplo en Don Quijote II, cap. LXIII. “Arrojaron luego el esquife, al agua cubierto de ricos tapetes y de almohadas de terciopelo carmesí, y en poniendo que puso los pies en él Don Quijote disparó la capitana el cañón de crujía y las otras galeras hicieron lo mismo” (2004, 1035). 29 203 sereno, nos prometía el fin de un dichoso viaje. Vino el cielo a mancharse, así como el sol se quería poner de unas nubes mal cuajadas, tras las cuales corriendo otras para juntarse todas, hicieron mucho lo que poco antes teníamos en poco. Porque de claro y espejado que el cielo se había mostrado hasta entonces, se empañó en un momento de gruesas y espesas nubes con cuyas lóbregas tinieblas, le perdimos de vista, y los vientos saliendo de sus cavernas, se lanzaron en el ancho piélago31 del mar, convirtiéndole con herirle con su intrépido furor de liso y raso, que estaba poco había, en cordilleras y collados.32 En esto se escondió el sol y la noche oscura vino batiendo el mar sus negras alas, con un torbellino armado de granizo y de piedras. Los gritos, el alboroto, la turbación y el pasmo, comenzaron entonces a hacer su efecto en nosotros,33 viendo que los galeones, forzados de las soberbias olas, subían hasta los elementos, y al momento volvían a caer hasta lo más profundo. ¡Quién invoca el favor divino! ¡Quién devoto de la Virgen, reza su rosario! ¡Cuál mira atento el rostro del piloto por ver si su tristeza es poca o mucha! ¡Y cuál escondido debajo de cubierta para morir sin ver por donde viene la muerte, oye allí las voces y lamentos! Los golpes, los turbiones,34 las grupadas,35 que reforzadas del Vulturnio36 y Cierzo37 confunden los distintos elementos. En vano suenan los alaridos, las 31 Piélago. “Lo profundo del mar.” Covarrubias. Ver La Araucana I, Canto XV, en que se cuenta la navegación de las naves del Perú a Chile, la gran tormenta que pasaron entre el río Maule y el puerto de la Concepción: “y súbito en el mar tranquilo y llano/se alzaron grandes montes y collados.” La descripción de Loubayssin de la Marca sigue muy de cerca a la de Ercilla. 33 Ver El Arauco domado, Canto Tercero, la navegación de Coquimbo a Concepción de don García de Mendoza. Pedro de Oña describe la tormenta en los últimos versos del canto, “El claro sol se fue, y la noche escura/Batiendo al mar sus negras alas vino/Con un desaforado torbellino,/Armado de granizo y piedra dura;/La grita, el alboroto, la presura, /La turbación, el pasmo, el desatino, /La amarillez del rostro ya difunto/Se apoderó de todos en un punto.” 34 Turbión. Golpe grande y fuerte de agua que cae muy recio, llevándose tras si la tierra o arena, con lo que queda enturbiada. 35 Grupada. Golpe de aire o agua impetuoso y violento. 36 Vulturnio. Viento cálido. Moliner. 37 Cierzo. Viento septentrional. 32 204 calomas, algaradas ni lúgubres acentos, porque el mar ensordecido, en lugar de amansarse, se embravece, y aumenta su furia. Ya el piloto y marineros no saben adónde irán, ni adónde acuden porque en lugar de ayudarse, se desayudan, y no hacen más que atropellar pasajeros y tocar cuerdas. Parece desgarrarse el cielo, abrirse entre las olas el profundo, y del orbe la compuesta máquina desecha derramarse por él. La blanca espuma del mar, con la oscuridad de la noche, echa más centellas que una fragua. Vense sobre las olas ir nadando, con este resplandor, las galas, los sombreros y las mercancías, de manera que no parece el mar sino una tienda. Ya cruje el mástil roto, el viento silva, las jarcias38 con las gúmenas39 rechinan, y las gavias40 hechas en arco vienen a saludar con la cabeza al mar. Disparan truenos y los relámpagos relucen. En fin, todo el orbe estaba al parecer en guerra y nosotros de rodillas, pidiendo a Dios misericordia de nuestros pecados. Porque el rebato, el tráfago, el ruido, la prisa, la confusión y gritería, la congoja y la pena de este daño, acompañado todo del mar furioso, de la violencia de los vientos y la privación del cielo, que no se podía ver con la grande oscuridad que hacía, era el verdadero retrato del infierno. Estando en esto un cerro de agua que de tan alto que era amenazaba al cielo, embistió nuestro galeón, cubriéndole del uno al otro lado, de manera que sumergido y anegado, apenas se podía descubrir la punta de la gavia. Pasó al fin el golpe y así como nos sacudíamos, nos encaró otro más impetuoso, el cual cubriéndonos otra vez, rompió con la fuerza que llevaba, la escota41 del trinquete,42 con otro grueso cable de la mura. Cual anda la pelota sacudida, saltando con furioso devaneo de una parte 38 Jarcia. Los aparejos y cabos del navío. Gumena. “La maroma gruesa que sirve en los navíos y embarcaciones, para atar las áncoras y otros usos.” Covarrubias. 40 Gavias. Las velas del mastelero mayor y de proa. 41 Escota. Cuerda o maroma con que se templa la vela de la nave, alargándola o acortándola. 42 Trinquete. El tercer árbol hacia la parte de proa en las naves mayores, y en las menores es el segundo. 39 205 a otra, y cual águila a quien los Azores dan el asalto, que ligera da una punta y otra punta, así el galeón, se junta una vez con las estrellas, y baja después hasta el reino de Plutón, tratándole los vientos como si fuera paja. Ya no esperábamos más de la pálida muerte, creyendo ser del todo imposible salvarnos, cuando Dios quiso al rayar del alba, que poco a poco los vientos aplacasen su ira y que se descubriese a los ojos la isla de Santo Domingo, y que nuestro galeón fuese (así mal tratado como estaba) a dar fondo en su puerto de donde (llegado que los otros hubieron al cabo de cuatro días, porque se habían alejado con la tormenta) y vuelto que hubimos a renovar nuestros bajeles del estrago que el viento había hecho en ellos, alzamos otra vez las velas, navegando hasta Lima, con toda la fortuna y bonanza que podíamos esperar. Entrado que hubimos en ella, y descansado quince días del trabajo del mar, nos partimos de ella, despedido que nos hubimos de mi primo y de los amigos que teníamos de nuestra navegación para ir a Penco43 adonde estaba entonces mi padre (que es ese caballero muerto que estaba poco a aquí) con el virrey Valdivia.44 Llegados que hubimos allá, y hecha relación a mi padre, así como yo estaba obligado, de todo lo que nos había sucedido, y él reprehendiéndome de mis mocedades, comenzamos a gozar de los deleites de la tierra y de la privanza del virrey, cuyo corazón y voluntad mi padre mandaba absolutamente que no era poco siendo 43 Penco es el nombre dado por los indígenas al lugar. Más tarde pasa a llamarse Concepción del Nuevo Extremo. Ercilla menciona por primera vez la ciudad de Penco en la primera parte de La Araucana, Canto I en los sonetos 61, y en especial el 66 en que se refiere a las ciudades que fundaron los españoles: “y reduciendo a su opinión gran gente,/siete ciudades prósperas fundaron:/Coquimbo, Penco, Angol y Santiago,/la Imperial, Villa-Rica, y la del Lago; Fray Diego de Ocaña en su “Relación del viaje a Chile”en la Crónica de viaje A través de la América del Sur, 1600. Se refiere a la ciudad de Concepción: Hay todos conventos, Mercedarios, Dominicos y Franciscos. Cógese mucho vino y todo lo demás que es menester para el substento, en particular es abundantísimo de pescado que suele pasar detrimento la salud por lo mucho que da en la costa y se corrompen. Aquí asiste de ordinario el Gobernador por ser puerto de mar y por ser frontera de la guerra de los indios del valle de Arauco que son los que sustentan la guerra (35). 44 El Virrey era nombrado por el rey de España y residía en la capital del virreinato, Lima. El primer virrey, Blasco Núñez de Vela fue nombrado por la corona en 1543. Ver Álvaro Vargas Llosa, 137-138. Valdivia fue nombrado por el cabildo de Santiago como Gobernador del Reino en 1541, Historia de Chile, T1, 97. 206 Valdivia poderosísimo, y sobre manera rico, como lo era. Mas así como aquél que sueña poseer un reino como príncipe absoluto, y que el mismo sueño le hace ir a pasear a una montaña, de la cual viniendo a caer de repente, se halla en despertando tan pobre como se estaba de antes. Así Valdivia, mi padre y yo hemos caído del monte de nuestro yerro, conociendo que todo lo pasado no era más de un sueño y nuestra miseria verdadera. Porque la furia del infierno dando aldabadas45 dentro del corazón impío de esta bárbara canalla de Arauco,46 les hizo, los días pasados, degollar a todos los españoles que estaban en la fortaleza de Tucapel, lo que sabido por Valdivia, ignorando la muchedumbre de los enemigos que se habían conjurado contra él, antes de ayer en Penco, [fue] con sólo quinientos españoles para ir a castigar a los que hallase culpados de la rebelión. Mas los bárbaros sin querer aguardar su venida, sabiendo la poca gente que traía consigo, nos salieron al camino y nos dieron batalla, la cual perdimos por la traición de Lautaro, un mancebo que a Valdivia servía de paje, el cual por ser de esta tierra, y ver la pérdida de aquéllos de su nación, porque los habíamos ya desbaratado, comenzó a animarlos con una notable arenga, que lo hizo en lengua india, y después con efectos, que hizo de su mano en socorrerlos, que fueron tales, que sólo su valor nos arrebató la victoria de las manos. Y como yo viese a Valdivia y a todos los demás muertos o presos, salí del estrago con otros, poniendo toda mi esperanza en la oscuridad de la noche y en la ligereza de mi caballo, el cual corrido que hubo casi dos leguas, a través de estos grandes desiertos,47 que se ven desde aquí, me dejó al fin a pie en llegando cerca de un monte. Entrado que fui en él, oí 45 Aldabada. Metafóricamente se dice del temor o susto repentino que sobreviene al ánimo de algún mal o riesgo que amenaza. 46 Contrasta con la opinión de Ercilla sobre los araucanos, ver en especial en La Araucana I parte, Canto I, 45 y 46. 47 La opinión de Fray Diego de Ocaña, en su Relación del viaje a Chile es diferente: “Son estos valles fertilísimos de mantenimientos de la tierra como maíz, papas, trigo y cebada y ganado ovejuno de castilla” (37). 207 unas quejas muy lastimosas. Las voces a las cuales encaminándome al lugar de donde salían. Hallé, llegado que fui a él, que el que se quejaba era mi padre, a quien un traidor que le había acompañado hasta allí huyendo, después de la pérdida de la batalla, le había dado cuatro puñaladas para tomarle su caballo, por habérsele muerto el suyo corriendo. Después de haberme encomendado y conjurado en memoria del postrer abrazo que me dio, que fuese fiel a mi rey y señor, que no jurara nunca con mentira y que oyera todos los días misa, dio el alma a Dios. Y así como estaba rogando por ella, oí una voz que me llamó por mi nombre tres veces, a la cual habiendo respondido, me mandó de la parte de Dios que viniese a esta ermita y no cuidase del entierro de mi padre, porque el Señor proveería en ello. Diome las señas para acertar el camino, las cuales habiendo guardado puntualmente y puesto en ejecución, tan presto que el aurora comenzó a reír, todo lo que la voz me había dicho, caminé tanto, que al fin vine a parar en este yermo, dentro del cual habiendo entrado hallé a este hermoso mancebo que está aquí presente, ocupado en cantar las alabanzas de la Virgen Nuestra Señora. Este es señores el fin de mi lamentable historia, el rigor de la cual hará cesar (a lo que creo) el espanto que antes de saberla tenían de ver cuán grande era el sentimiento que hacía de mis males, pues son tan grandes que si Dios no me da fuerzas para resistirlos, tendréis bien presto ocasión para hacerme a mí el mismo beneficio que habéis hecho a mi padre.”48 Con esto calló, convirtiendo sus palabras en dos fuentes de lágrimas, que dieron al instante origen a dos grandes y copiosos arroyos que se esparcieron por el rostro. 48 Aquí concluye el discurso de don Henrique que empezó en el capítulo II de este libro. 208 Libro Cuarto ARGUMENTO El ermitaño acaba de enterarse de que don Henrique es su nieto, y el muerto que había enterrado el día antes su hijo182. La extrañeza del caso hace que Sicandro ruegue al ermitaño de contar su vida y de empezar por lo más alegre. El ermitaño que no había hablado mucho tiempo y de otra parte compuesto del humor de los viejos de este siglo, que no se cansan nunca de hablar, hallando ocasión para él, empieza su discurso sobre las guerras de Italia contando todos los asaltos, cercos y batallas, que se dieron desde el año 1494, que fue cuando Carlos VIII, rey de Francia, pasó los Alpes para ir a la conquista de Nápoles, hasta a 20 de febrero, día de San Matías, del año 1525, que fue cuando se dio la memorable batalla de Pavía. En el espacio de cuyo tiempo le sucedieron en paz y en guerra cosas muy extrañas y admirables, como el curioso lector podrá ver en el discurso de esta presente historia. Capítulo I Causó tanta lástima a todos los que habían oído el trágico fin, que la historia que don Henrique había contado, tenido había que pocos o ninguno de ellos pudo dejar de mostrar el sentimiento que de ello tenían, con verter infinidad de lágrimas y despedir de lo más hondo del corazón muchos suspiros, mayormente el ermitaño y Sicandro, el uno porque estos rigurosos accidentes le hacían acordar de los suyos, y el otro por creer que aquél que acababa 182 La narración entonces sigue el modelo en que cada personaje cuenta una historia. Algunos antecedentes son el Decamerón de Bocaccio (1545), Historias Trágicas de Bandello (1559), Heptamerón de Margarita de Navarra (1559). El autor continúa la narración donde se insertan los hechos históricos en la trama principal. 209 de contarlos, era su nieto, y el muerto, su hijo. Quisiera engañar a su pensamiento con persuadirse lo contrario, por no recibir todo de una vez la pena, mas su corazón palpitando y los indicios que ve tan claros y manifiestos, se lo hacen ver y tragar todo de un golpe. Tomándolo así, vuelve sus ojos para don Henrique, que de puras lágrimas que vertían, parecían dos fuentes que dividen su corriente sobre una montaña de nieve, y de un rostro tan piadoso como sus obras eran santas, le preguntó la edad que podía tener su padre, el nombre de sus abuelos, dónde y cuándo se habían muerto, y en fin todo lo que le pareció más fuerte para descubrir si su pensamiento le había engañado. A lo cual don Henrique le respondió, diciendo que su padre se llamaba don Lorenzo de Castro y su abuelo don Esteban de Castro, y su abuela doña Aldonsa, hija de don Francisco de la Cueva y de doña Ana de Ávalos, a la cual su abuelo, por ciertas falsas sospechas que tuvo de ella, la mató, y se fue después a las guerras de Italia183: teniendo su padre en aquel tiempo sólo seis meses de edad, y que después de haberse hallado casi en todas las batallas, cercos y asaltos que se hicieron en aquella guerra, y haberse casado en Nápoles, con una señora muy rica y principal, y tenido de ella una hija muy hermosa, fue preso con su mujer y familia en un lugar que Barbarroja,184 rey de Argel, saqueó una noche, corriendo la costa del mar de Nápoles, y llevados cautivos a Turquía. Y que después no se había sabido de otras nuevas, sino que tenía gran crédito entre la gente de aquellas tierras, aunque no había podido recabar con el gran Turco,185 por ninguna vía, con ser amado de él de poderse volver a tierra de cristianos. “El homicida de vuestra abuela, y aquél que dices que fue preso con su mujer y familia en la costa de Nápoles, soy yo,” dijo llorando amargamente el ermitaño, acabado que 183 Las guerras de Italia 1494 -1524. Barbarroja. Khair ed – Din. Pirata nacido en Mitilini, Grecia. Capturó Argelia en 1529. Derrotó al Emperador Carlos V en 1538. 185 Solimán, el Magnífico (1494-1566). 184 210 don Henrique hubo de decir las palabras que habéis oído, “y por el consiguiente vuestra abuela, y aquél que sepulté ayer, mi hijo.186 Quedó tan asombrado don Henrique, oyendo decir al ermitaño estas palabras que estuvo un buen rato sin poder abrir la boca para hablar, descubriendo entre tanto en aquél que miraba, el vivo traslado del rostro, cuerpo y talle, que su padre tenía, y de la propia manera su abuelo en él, parte de las facciones que poseía cuando era de su edad, parte de aquélla cuya vida había acabado, a manos de sus ligeras sospechas. Mas como no hay plazo que no llegue, acabáronse al fin los pasmos, las lágrimas y los suspiros que semejantes encuentros suelen traer, y empezaron las preguntas por saber las razones que había causado esto. El primero que se dejó vencer de aquella curiosidad fue Sicandro, como aquel a quien el sentimiento de sus desdichas pasadas, por ser ya añejas, no podían privarle de ella como a los otros, que las tenían frescas y recientes, y por el consiguiente los pensamientos amargos y apartados del deseo de saber cosas nuevas. Esta curiosidad, queriendo buscar el remedio propio a su satisfacción, hizo que Sicandro volviendo el rostro para don Esteban (que así se llamaba el ermitaño, y abuelo de don Henrique) le pidiese con grande afición le contara la ocasión que le había movido a dejar el mundo, para venir a vivir en un lugar tan inhabitable y apartado de su patria, como era aquél adonde estaban, quejándose de que con habérselo suplicado muchas veces no había querido obligarle de contárselo particularmente, sino a todo bulto. Y que pues la tristeza los tenía, a todos los que estaban allí en tal estado que no sabían cómo deshacerse de ella, que le suplicaba que de lo mucho que había visto durante las guerras de Italia, les contara algo que les alegrase y echase de ellos el humor melancólico que una desgracia ya pasada e irremediable les daba. Y que haciéndolo así haría tres buenas obras, la primera enseñarles la 186 Momento en que Loubayssin revela uno de los misterios de la historia. Una estrategia para capturar la atención del lector. 211 historia, la segunda avezarlos e instruirlos para la guerra, y la tercera animarlos a ellos para llevar con paciencia sus aflicciones, con los ejemplos que semejantes discursos suelen traer. Y así mismo, con disminuir la pesadumbre que la muerte de su hijo le había dado y la que vendría a tener, sino que se desenfadaba con hablar antes de contar su cautiverio de cosas marciales y alegres. “Requiere tanto espacio lo que pedís”, respondió entonces don Esteban, oído que hubo las palabras de Sicandro, que contenían éstas u otras razones, semejantes a las que acabamos de decir, “que temo si una vez me embarco a ello de acabaros la paciencia, porque hay tanto que decir en las cosas que pasaron en treinta años, que tantos fueron los que yo traje las armas en Italia, que pongo en duda si a quererlas contar como se debe, acabara en ocho días. Mas pues que tenemos el tiempo favorable y que nadie nos aprieta y que las cosas buenas no pueden enfadar, más que la triaca187 de la melancolía son así como acabáis de decir las cosas alegres, y que en haciéndolo así no haré más de obedecer a lo que mandáis. Contaré refiriendo mi vida, para hacer con una piedra dos golpes, todo lo que pasó en Italia después del año de 1494 hasta 1524 que fue cuando se dio aquella memorable batalla de Pavía adonde fue preso el rey de Francia. Pero antes de empezar me daréis licencia de dar al Señor lo que todas las criaturas le deben, por lo cual cumplid vosotros también pues estáis obligados a hacer otro tanto”. En acabando de decir esto, tomó, entrado que hubo dentro de la ermita con los dos mancebos, el arpa con la cual Sicandro había cantado (como hemos dicho) y tirando una cortina de tafetán nacarado que estaba en un altar, descubrió un cuadro adonde estaba representado con todo el primor que se podía el nacimiento de Jesús, en cuya alabanza 187 Triaca. “Remedio contra el veneno de los animales.” Corominas. 212 comenzó a cantar con su voz (que la tenía muy buena, aunque viejo) mezclando de cuando en cuando aquélla del arpa, esta canción: Amado Redentor, y dulce Esposo, Mansísimo Cordero, Señor, y Compañero, De mí, que no merezco aun ser criado, Pues en servicio vuestro no me esmero Decidme, Niño hermoso, ¿A qué tan presuroso, En esta pobre choza habéis entrado? Sin duda ha derribado, Esa divina alteza, Amor de mi bajeza, Pues de ella habéis cortado hoy el pellico, Y a fuer de pastorcico, Queréis disimular vuestra grandeza, Porque mi alma pobre no se espante, Si viere que la busca un tierno Infante. En acabando esta canción, puso a un lado el arpa y empezó a meditar sobre este sagrado misterio, volviéndola a tomar, acabado que hubo su meditación, y a cantar después sobre aquél de la Circuncisión este soneto: 213 ¿Jesús circuncidado? ¿Dios herido? ¿La vida con pronuncios de la muerte? ¿De sangre el soberano sol, teñido? ¿Sangrado el sano, esflaquecido el fuerte? ¿Sujeto el libre? ¿el vencedor rendido? ¿Con suma dignidad tan baja suerte? ¿Herrado el rey? ¿el siervo esclarecido? ¡Oh Dios! ¿Por qué quieres así deshacerte? Sin duda humana fuerza, no bastara, Juntar en uno extremo tan distantes Mas estas tan heroicas hazañas, Descubren el ardor de tus entrañas, Que para amar mil mundos son bastantes, Y aun de ellas infinito amor sobrara. Acabado que hubo, hizo sobre este paso lo mismo que había hecho sobre el otro, volviendo después a cantar en alabanzas, del nombre de Jesús otro soneto que decía: Sagrado Redentor, y dulce Esposo, Peregrino, y supremo Rey del Cielo, Camino celestial, firme consuelo, Amado Salvador, Jesús gracioso 214 Prado ameno, apacible, deleitoso, Fino Rubí engastado, fuego en hielo, Divino amor, paciente, y santo celo Dechado perfectísimo, y glorioso. Muestra de amor, y caridad subida, Diste señor al mundo, haciéndonos hombre, Tierra pobre y humilde a vos juntando Viniste hombre y Dios, amparo y vidas, Nuestra vida y miseria mejorando. Encierra tal grandeza, tal renombre. Así continuó de cantar sobre todos los misterios que tiene la vida de Nuestro Redentor, hasta aquél de su sagrada pasión, fuera un soneto, octava o redondilla, los cuales versos, como otros muchos que en alabanza de la Virgen y de otros santos y santas, sus abogados, solía cantar todos los días, los cuales el propio había compuesto, que aunque admirables y llenos de amor divino, no me he atrevido a escribirlos, de miedo de enfadar al lector.188 Con todo eso me atreveré de poner aquí los postreros que cantó después de haber acabado todas sus devotas y acostumbradas oraciones que fue un soneto que había hecho sobre la miseria del hombre, que por ser excelente me ha parecido, daría contento al curioso lector el leerle y dice: Ceniza espiritada, vil mixtura 188 El narrador, el autor implícito, se hace presente nuevamente. Continúa de esta manera su relación con el lector. 215 Hombre de polvo y lágrimas formado, Por ley divina, a muerte condenado. ¿Por qué no pones frenos a tu locura? Comienza ya a llorar con amargura, Lo mucho que a Dios tienes enojado La mala vida, el tiempo mal gastado, Si no te quieres ver en apretura. Llamándote está, ya la sepultura, Lugar estrecho, do serás enterrado. Deleite, honra, mando y hermosura, Y cuanto en esta vida es estimado El alma es inmortal, y siempre dura, En sola ella emplea tu cuidado. Acabado que le hubo, volviendo a cubrir de la cortina el altar, se fue para Sicandro y don Henrique, a los cuales (después de haberlos hecho comer con él de las comidas ordinarias que solía tomar para su sustento) llevó a un lugar no muy lejos de la ermita, de donde se podía ver sin que el sol los pudiese ofender el mar que batía el grande y macizo sitio, do la sierra donde ellos estaban, estaba engastada, comenzando después que cada uno se hubo asentado y situado el oído a su voz, de contar su vida y todas las guerras en las cuales se había hallado, que fue de esta manera: “Después que mi edad juvenil se hubo entregado del poder de la adolescencia y tan presto que el pelo empezó a apuntar en mi barba, me casaron mis padres con una doncella, 216 salida de la más ilustre familia que en aquel tiempo tuviese Córdoba. Sus virtudes eran tales que la excelencia de ellas sobrepujaba a aquella de la antigüedad de su casa, porque nunca otra causa que la que me dio su desdicha y un furor de celos, que la demasiada hermosura que poseía me había dado, me la hicieron matar y hacer que hiciese ausencia de mi patria. Decir como fue, no permita Dios que sus curiosidades me importunen de hacerlo, porque a más de que sería buscarme a mí mismo la muerte, os obligaría a vosotros de dármela, si como justos jueces, quisiérais ejecutar la ley que Dios y el mundo han hecho contra los que matan tan sin culpa, como yo hice entonces a sus mujeres. Asegurado que me hube con poner en medio de mí y los parientes de mi esposa, la tierra que hay desde Sevilla hasta Zaragoza, donde estaban entonces los reyes, don Fernando y doña Isabel, oí decir que el rey de Francia189 quería pasar con un poderoso ejército a Italia para echar del reino de Nápoles al rey Fernando, que reinaba en él, diciendo que los abuelos de este rey se lo habían quitado a la casa de Anjou, de la cual él era heredero. Esta nueva hizo volver mis pensamientos a la guerra creyendo que los reyes de España, como parientes de Alfonso (que vino a heredar pocos meses en él, por la muerte de su padre Fernando) le enviara algún socorro, y que yo tomaría entonces la ocasión para ir con él, cuando no fuera para más de recibir el sueldo que se da a un soldado, hallándome entonces muy pobre de dineros por haber salido de Sevilla, con la presteza que está obligado a poner aquél que sabe que con ella compra la vida, que veía entre los brazos de la muerte. Mas como las cosas salen siempre al desdichado, muy al revés del juicio que ha hecho de ellas, el rey de Francia, antes de emprender la guerra contra Alfonso, concertó con los reyes. Que volviéndole el condado de Rosellón, que Juan, rey de España, había empeñado al rey Luis XI, su padre, quedarían neutros y sin socorrer a ninguna 189 Carlos VIII (1483-1498). 217 de las dos partes. Este desengaño me hizo tomar el camino de Francia por verme casi en ella y haber oído decir maravillas sobre la liberalidad de los reyes de aquella tierra. Y como Dios no desampara nunca a aquél que tiene puestas en él sus esperanzas, hallé quien me prestara dineros para hacer mi viaje, con los cuales fui a París, llegando a él al tiempo que el ejército, que estaba compuesto de cincuenta mil hombres, se quería partir. Seguí la común inclinación de los más generosos ánimos de aquella tierra, que es de combatir a caballo, hallando, tomado que hube así la resolución, capitán que me dio caballo, armas y dinero. Acabadas de hacer las provisiones que a un ejército (que emprendía un viaje tan largo y una guerra tan peligrosa) eran necesarias, partió el rey Carlos de París, acompañado de toda su caballería e infantería, con la cual habiendo llegado al monte de Ginebra, que es más fácil de pasar que el monte Cenis, y por donde pasó antiguamente Aníbal de Cartago (pero con una dificultad increíble) le atravesamos y fuimos a dar a la ciudad de Asti. La vanguardia de la cual era capitán Gilbert de Montpensier, de la casa de Borbón, y príncipe de la sangre, siguiéndole el rey con lo que quedaba del ejército, pasó después a Pontremoli, ciudad del ducado de Milán, fundada al pie de los Apeninos, orilla del río de Magra, el cual divide la tierra de Génova (llamada antiguamente Liguria) de la Toscana, y de Pontremoli, tomando el camino de Pisa, se fue a grandes jornadas dado que hubo libertad a sus moradores derecho a Florencia, dentro de la cual, habiendo entrado como victorioso, armado él y su caballo, y su ejército en orden de pelea. Alcanzado de Pedro de Médicis y de su ciudad todo lo que quiso, puesto en el corazón de los más atrevidos ciudadanos un miedo extraño y hecho de su propia mano, casi todos franceses, los jueces que debían presidir en todos los negocios de la ciudad, se partió derecho a Roma, adonde le esperaban con grandísimo contento todos aquéllos que tenían su partido. Mas el Papa, que se había mostrado siempre más aficionado al partido aragonés que 218 al de Francia, temiendo la venida del rey, no sabía si le debía esperar o si saldría fuera de Roma. Al fin se determinó de quedar en ella y de ponerse a la misericordia del rey, el cual entrado que fue con la mayor pompa y majestad que nunca monarca haya hecho en otra ciudad, viendo que el Papa190 no le quería entregar el castillo de Sant’Angelo, persuadido de los cardenales Ascanio, Colona, y Savelino191, junto con otros muchos que aborrecían al Papa (por tener mal concepto de él, y creer que a causa de muchos vicios particulares que tenía, no hacía la vida que un verdadero sucesor de San Pedro estaba obligado de hacer) hizo salir del palacio de San Marcos, adonde estaba alojado, la artillería, para ponerla alrededor del castillo. Mas al fin como católico y no inclinado a hacer ningún agravio al Papa, arrepintiéndose de lo que quería hacer, no quiso consentir que se disparara contra él una sola pieza. Antes empeñándole su palabra real de que no le ofendería en nada, le hizo salir debajo de ella para que se volviese al Vaticano, adonde el rey le besó muy humildemente los pies, después de haber capitulado con él, y prometiéndose los dos, recíprocamente, amistad y confederación perpetua por la defensa común. Empleado que hubo el rey en Roma un mes en hacer estas cosas, salió de ella para comenzar la guerra porque hasta aquí había pasado (como tengo dicho) sin hallar nadie que se opusiera a su camino. El rey Alfonso, que estaba entonces en Nápoles, sabiendo que el rey había salido de Roma para venir contra él, se halló tan apretado de temor, oyendo decir las grandes fuerzas que traía consigo que salió de Nápoles con solas cuatro galeras cargadas de los más ricos y suntuosos muebles que tenía, con los cuales se fue a una villa de Sicilia, llamada Mazara192, que don Fernando, rey de España, le había dado, donde se hizo después fraile. Venidas las nuevas de la huida de 190 Alejandro VI. Cardenal Rodrigo de Borgia. Papa (1492-1503). Los cardenales Ascanio Sforza (1455-1505), Giovanni Colonna (1456-1508), y Gian Battista Savellino (1422-1498). 192 Mazara del Vallo. 191 219 Alfonso al rey Carlos, fuimos a poner tan presto el cerco delante del monte de San Juan193, que está situado en los confines del reino, en el cual, por haberse defendido los de dentro con demasiada porfía, los degollamos a todos, tomado que le hubimos, habiendo hecho lo mismo antes a Monfortín194 y a otros lugares. La fama de estas crueldades, ejecutadas contra la gente y soldados que se habían puesto en defensa, puso un miedo tan grande en el corazón de los que estaban resueltos de no entregarse que haciéndoles trocar de opinión, rendían casi todas las villas y lugares a la sola vista de nuestras banderas. Fernando, hijo de Alfonso, y a quien el dicho Alfonso había dejado el reino para ir a vivir como hombre libre y particular en Mazara, sintiéndonos cerca de Nápoles, fue con las mayores fuerzas que pudo a ponerse dentro de San Germán195, que es una llave del reino de Nápoles para defender el paso. Mas viendo que sus soldados dejaban caer las armas en oír mentar solamente el nombre de Carlos y que habían perdido de todo punto el ánimo, le fue forzoso dejar a San Germán y de recogerse a Capua,196 de la cual habiendo salido también para ir a dar orden en los negocios de Nápoles, Juan Jacobo de Trivulzio197 con otros caballeros de Capua, se fue a dar al rey, y por el consiguiente le entregó la ciudad, de lo cual Fernando (que estaba a dos leguas de Capua, para volver a ella, así como lo había prometido a su salida) advertido, que así mismo sus propios soldados le habían saqueado su casa, y que Virginio Ursino y el Conde de Petellana198, que eran de su partido, habían sido presos, se volvió a Nápoles, creyendo que las demás villas y ciudades del reino se entregarían al victorioso. Llegado que fue a Nápoles, 193 Monte San Giovanni Campano. Loubayssin describe el saco de la villa de Monte San Giovanni Campano por las tropas francesas en febrero de 1495. Aunque los defensores italianos tenían artillería nueva, los franceses lograron entrar en el castillo. Su castigo fue muy severo, ya que los franceses ejecutaron a cientos de hombres, mujeres y niños. 194 Montefortino. 195 Piedimonte San Germano. 196 Capua, ciudad muy cerca de Nápoles. 197 Gian Giacomo Trivulzio (1440-1518), militar y aristócrata italiano en el servicio del rey francé,s Carlos VIII, durante la Guerras Italianas. 198 Virginio Orsini y el conde de Pitigliano. Se alió con el rey Carlos VIII en contra de la Liga de Venecia. 220 mandó llamar a la plaza del castillo nuevo a toda la nobleza y al pueblo, a los cuales ajuntados que fueron, encomendó, las lágrimas en los ojos y con las más piadosas palabras que pudo para conmoverlos a compasión, la ciudad. Y después para asegurar su vida y que los alemanes, que estaban en el castillo, no le prendiesen, habiendo sido avisado que lo querían así hacer, salió de Nápoles y entró en unas galeras ligeras que le estaban esperando en el puerto, entrando en ellas con él don Fadrique199, su tío, y la vieja reina, que había sido mujer de su padre, con Juana, su hija, y con otros aun bien pocos caballeros, con los cuales navegó, para la isla de Iscla200, que los antiguos llamaban Enaria201, que está a treinta millas de Nápoles. Hanme dicho algunos, que dicen haberlo oído decir a un caballero que hizo el viaje con él, que todo el tiempo que tuvo a Nápoles delante de los ojos, que pronunció muchas veces, y con voz alta cierto verso del Salmo del profeta202 que dice: Que en vano velan aquéllos que guardan la ciudad que no es guardada de Dios. Y que llegado que fue en Iscla, el capitán de la fortaleza no le quiso dejar entrar, sino con sólo un hombre. Mas que como Fernando fuese dentro, se echó sobre él con tanto ímpetu que con la furia y con la memoria de la majestad real espantó de manera a los otros, que redujo al instante en su poder al capitán y a la fortaleza. Mas para volver a mi cuento,203 tan presto que los napolitanos hubieron visto arrancar las galeras de Fernando del puerto enviaron al rey, que estaba en Averso204, sus embajadores y con ellos las llaves de la ciudad para suplicarle las recibiese e hiciese de ellos lo que su majestad fuese servido. El rey las tomó con muestra de grande afición y después de haberles concedido con grande liberalidad, muchos privilegios y 199 Federico IV, rey de Napoles después de la muerte de su sobrino Fernando II. Ischia. 201 Aenaria, antiguo nombre romano de la isla. 202 Salomón. Salmo 127. 203 Loubayssin de la Marca distingue entre cuento e historia. En este caso cuento se refiere a los hechos históricos que relata el ermitaño. 204 Aversa. 200 221 franquezas entró el día después en Nápoles, que era a veinte y uno de febrero de 1495. Donde fue recibido con tanto gozo y contento de cada uno que no es posible que mi lengua lo pueda decir. Porque no se halló persona de ningún sexo, de ninguna edad, de ninguna condición, de ninguna calidad o mérito que fuese, que no viniese delante de él, como si real y verdaderamente hubiera sido el padre y primer fundador de aquella ciudad. Así triunfaron en menos de tres meses las armas francesas de aquellas de Italia, labrando en la inmortalidad, una alabanza para esta invencible nación, que durará mientras el mundo fuere mundo, sino es que oponiendo a los rayos de esta gloria, la crueldad que usamos en nuestras victorias, vengamos a ser tan vituperados de los hombres de bien, como alabados de los hombres de guerra”. 222 Capítulo II “Esta conquista del reino de Nápoles y de tantas villas y ciudades vecinas de los estados de los príncipes italianos, que los franceses habían tomado en tan poco tiempo: comenzó a amedrentar no solamente a los que con razón podían argüir de tanta prosperidad, un siniestro suceso para toda Italia, mas el Gran Turco, con estar en lugar tan remoto y apartado de los victoriosos, acordándose de los laureles inmortales que otras veces esta invencible nación había adquirido en sus tierras y contra sus antepasados, temía que la ambición de Carlos (que se alababa alguna vez, estando con sus más privados amigos, de volver a su patria el imperio de la cristiandad, que los herederos de Carlomagno habían perdido) no le hiciese cubrir el mar de bajeles y la tierra de soldados para irle a cercar por mar y por tierra a su grande ciudad de Constantinopla. Y de otra parte, Ludovico Sforza, duque de Milán, cansado de favorecer a Carlos, como aquél que creía ser causa (como era verdad) de la desdicha de toda Italia por haberle aconsejado de pasar a ella y hecho pasar su ejército por sus tierras, buscaba todas las invenciones del mundo para arruinarle, creyendo que su estado no podría durar mucho tiempo, teniendo un tan poderoso rey, como era aquél de Francia por vecino. Y el Papa, el emperador, los venecianos, los florentinos, con otros muchos príncipes y repúblicas de Italia, combatidos aún de estas sospechas vinieron al fin a hacer una Liga,205 y poner un ejército en campaña contra el rey. El cual después de haberse hecho coronar rey de Nápoles, en la iglesia mayor de la misma ciudad, criado un virrey y dado orden en todos los demás negocios del reino, tomó el camino de Roma, enviando a 205 La Liga Santa, o la Liga de Venecia, fue creada en 1495, donde se juntaron los Estados Papales, el Sacro Imperio Germánico, España, Milán, y Venecia, bajo el mando de Francisco II Gonzága, el marqués de Mantua. El propósito de la liga fue el de defender la Cristiandad contra Francia y el Gran Turco. 223 decir al Papa, que iba a ella para hacerle el acatamiento debido. Mas el Papa, después de haber despachado algunos embajadores y hecho otros negocios que le importaban, desamparó a Roma y se fue con toda su gente a Ciudad Vecchia206, en la cual no sintiéndose muy seguro, se fue a Perosa con intento de pasar aún, si se veía forzado a Ancona, y embarcarse allá para irse a Venecia, tan grande era el miedo que tenía de nosotros. El rey partió de Roma para volverse a Francia, aunque sabía que un ejército de venecianos, con la gente del duque de Milán, estaba en Lombardía para combatirle. Y llegados que fuimos cerca de Parma, y a punto de pasar el río Taro, le hallamos y poderosísimo, porque había en el más de treinta mil hombres de los cuales era general Francisco de Gonzaga, marqués de Mantua. El rey Carlos, viéndose con pocas fuerzas para resistir a aquellas del marqués si le venía a embestir207 en pasando el río, porque apenas llegaba al número de seis mil soldados, fuese gente de a pie o de a caballo, los que traía consigo, envió a pedir pasaje por un trompeta al marqués, diciendo que su intento no era otro que de pasar (para volverse a Francia) sin ofender a nadie y de pagar todo lo que tomaría para el sustento de su ejército. El marqués por tener la victoria cierta y pensar enriquecerse él y sus soldados de todos los despojos del reino de Nápoles que el rey traía consigo, y pensar aun de prender al mismo rey, se lo rehusó. Lo que visto por el rey, ardiendo en viva saña, se dispuso a la batalla, la cual dada al paso del río Taro, con ánimo casi invencible de todas las dos partes. Vino a quedarnos al fin la victoria. Porque a pesar del ejército veneciano y ser los enemigos casi ocho contra uno, pasamos por el camino que nos habían negado, matando a más de cinco mil de ellos, sin que de los nuestros quedasen sobre el campo muertos más que tres o cuatrocientos. Yo hasta entonces 206 Civitavecchia. Embestir. En el original envestir. Loubayssin usa la forma usada en el siglo XIV que viene del latín, investire. La forma moderna se usa en 1554. Corominas. 207 224 no había tenido en toda aquella guerra ninguna fortuna. Mas como oyese decir, que se debía dar batalla, determiné entre mí de pelear de manera que viniese a ser conocido por un bravo y animoso soldado del mariscal de Gier208, que conducía la vanguardia, a quien un caballero que se me había dado por amigo, me había hecho saludar había días. Lo que hice con esto y con una fortuna tan favorable que acudiendo a él al mayor trance209 de la batalla, y cuando por hallarse a pie y solo rodeado de tres o cuatro soldados que le querían matar, desesperado de poder conservar su vida, se la di con matar a los dos, prender al tercero y hacerle subir después sobre mi caballo, matando al instante a un caballero para tomar el suyo, sobre el cual, habiendo subido, le seguí todo cuanto duró la batalla, haciendo en ella todo cuanto podía hacer un hombre de bien, y añadiendo a este hecho primero otros que me vinieron a dar al fin de la batalla, tres caballos y dos presos, por los cuales tuve de rescate cuatro mil escudos. Esta es la mayor fortuna que tuve en todas estas guerras, y aunque era de poco momento, en comparación de otras muchas que se hacen en semejantes ocasiones, vino a ser tan envidiada de mis camaradas y aun de otros de mayor calidad que me pensó costar la vida. Y fue que un primo hermano del Mariscal, celoso de la amistad que su pariente me hacía, y apesarado de las grandes alabanzas que todos los días me daba cuando hablaba de mí, cobró por ello tan grande envidia que me vino a acusar, con falsos testigos, que yo había conspirado contra la vida del Mariscal. De lo cual no me habiendo podido justificar tan a mi gusto como yo quisiera, aunque el Mariscal no pudo nunca creer eso de mí, le envié a desafiar por uno de mis amigos, enviándole a decir que le tendría por un traidor, indigno de traer espada, si con ella no me venía a hacer razón, al lugar donde mi amigo le llevaría del crimen que falsamente 208 El mismo personaje aparece en Storia d’Italia de Francesco Guicciardini (1540) con el nombre del mariscal de Gies. 209 Trance. El punto riguroso u ocasión peligrosa de algún caso o acontecimiento. 225 me había acusado. Sobre el cual desafío, habiendo venido con uno de sus amigos al lugar donde yo le estaba aguardando, le maté con dos estocadas que mi inocencia le hizo dar por medio del cuerpo, y queriendo ir después al socorro de mi compañero hallé que tenía ya a tal trance a su enemigo, que sin querer consentir que yo le ayudase, le pidió al instante la vida. Este duelo, aunque hecho con armas iguales, y para defender mi honra, de una maldad tan enorme, como era aquélla que el muerto me acusaba injustamente, fue causa que no siguiese más al rey, el cual, pasando sin son de trompeta, a la media noche el río con todo su ejército, fue a dar cerca de Alejandría210, tomando después el camino más alto hacia la sierra, donde el río de Taro tiene menos agua. Y de esta manera fue a dar, sin perder ninguno de los suyos, al camino de Asti, donde llegado se volvió al fin del mes de octubre a Francia. Como es cosa muy difícil de poder escoger lo que más bien le está al hombre, principalmente en cosas tan importantes, como son aquéllas de la guerra, estuve algunos días (sucedido que me hubo lo que he dicho) sin poderme determinar si debía continuar de seguir el partido francés o bien trocar de amo, para asegurar mi vida de las sospechas que me daba la amistad grande que el Mariscal tenía a este su primo y dos hermanos que el muerto tenía. Al fin me pareció que sería mejor de alzarme con la ganancia y de ir a servir a aquél, a quien la fortuna comenzaba de seguir, y no a ese otro, que por haberle tenido demasiadamente grande no podía esperar, según los indicios que se ven cada día, sino una grande mudanza. Porque no había bien acabado de llegar el rey Carlos a Francia, que casi todas la ciudades del reino, y la misma Nápoles, cabeza de él, con el castillo, se volvieron a dar a Fernando, y no parando aún en esto su desgracia, quiso que después de haber hecho nuevos aparatos para volver de nuevo a conquistarle, se dejase de hacer el viaje por la repentina muerte que le dio 210 Alessandria, ciudad en el norte de Italia. 226 en la ciudad de Amboise211. Sucediéndole en la corona a falta de herederos Luis XII, duque de Orleans, que poco antes había estado dos años preso en la torre de Brujas por su mandado, el cual tan presto que tuvo la corona, continuando el designio de su antecesor con el cual había hecho el primer viaje, se hizo llamar duque de Milán, rey de Nápoles, de Sicilia y de Jerusalén, apoderándose al instante de él. Y aunque Ludovico Sforza le hubiese vuelto a cobrar, entonces cuando el pobre miserable pensaba tener la fortuna más favorable, saliendo de Novara212 para dar batalla al enemigo, que él venía a cercar, fue entregado por los esguízaros213 a los franceses, los cuales le enviaron preso a Francia adonde acabó miserablemente su vida. El rey Luis, alcanzado que hubo esta victoria, volvió todos sus pensamientos a la conquista del reino de Nápoles, y temiendo que el rey de España se opusiese a ella con los venecianos, concertó con él que juntando los dos sus fuerzas, o acometiéndole cada uno por partes diferentes, le conquistasen a medias. Y la razón porque el rey don Fernando emprendió esta guerra contra el rey de Nápoles era que decía que Alfonso, rey de Aragón, habiendo conquistado el reino de Nápoles con el dinero del reino de Aragón, no se lo pudo quitar a Juan, su hermano, y su abuelo de él, que le heredó después de su muerte, para dárselo a Fernando, su hijo bastardo. El concierto así hecho entre los dos reyes, se siguió tan presto la ejecución de él, y por el consiguiente la conquista del reino, en la división del cual, no pudiendo bien concertarse los dos virreyes, se declaró por este sujeto entre ellos la guerra. En esta sazón, Felipe, archiduque de Austria y príncipe de Flandes, queriendo volverse de 211 Pueblo en el noroeste de Francia. La batalla de Novara (1500) entre Francia y el ducado de Milán. A consecuencia de la victoria francesa, Ludovico Sforza fue capturado y Milán quedó en las manos de Francia. 213 Los esguizaros fueron mercenarios suizos que participaron activamente durante las guerras italianas. 212 227 España para Flandes quiso venirse por tierra, habiendo alcanzado de sus suegros supremo poder de hacer la paz con el rey de Francia. Decir con qué honra y magnificencia fue recibido por mandado del rey en todas las partes donde pasó, no hay lengua humana que lo pueda. Porque nunca rey ni príncipe fue recibido en reino extranjero con tanta pompa y grandeza como lo fue (a lo que dicen) éste en Francia. Y para que el príncipe Felipe pudiese gozar de todas estas fiestas sin tener ninguna sospecha de la fidelidad del rey, quiso el mismo rey, a más de la fe que le había dado (de que podía pasar con mucha seguridad por sus tierras) enviar aun los mayores de su reino en rehenes a Flandes. Lo que habiendo hecho, el príncipe Felipe, queriendo corresponder con la misma grandeza, mandó decir al rey (para darle a entender que se fiaba de él) tan a presto que hubo entrado en Francia, que si no hacía volver a los mismos señores (mandando decir a su gente que consintiese en ello) que se volvería a ir y no pasaría más adelante. En fin, juntos que fueron los dos en Blois, después de haberlo muy bien digerido, se concluyó la paz concertando en ella que el reino de Nápoles quedaría dividido, como estaba antes, y que las tierras por las cuales la guerra se había empezado, por pretender cada uno de los reyes deberles pertenecer, que quedarían en depósito al príncipe Felipe, y que el príncipe Carlos, su hijo, se casaría con madama Claudia, hija del rey, los cuales desde aquel día tomaron el nombre de reyes de Nápoles y de duques de Pulla y de Calabria.214 Estos conciertos así hechos se despacharon correos a los dos virreyes para suspender la guerra y avisarlos de este tratado. Al cual obedeciendo el duque de Nemours215, por el rey de Francia, Gonzalo 214 El príncipe Carlos se convertirá en el emperador Carlos V; el matrimonio con madama Claudia no se realiza. Carlos se casa con su prima Isabel de Portugal. 215 Louis d’Armagnac, duque de Nemours entre 1500-1503. Murió durante la batalla de Ceriñola. 228 Fernández de Córdoba, a quien llamaron después el Gran Capitán,216 que era de la parte del rey de España, no quiso, antes continuando de hacer siempre la guerra, deshizo y prendió, casi en el mismo tiempo, al duque de Montpensier, y al señor D’Aubigny, uno de los más excelentes capitanes que el rey Carlos había traído consigo cuando pasó a Italia. Y poco tiempo después alcanzó otra grandísima victoria contra el duque de Nemours, donde murió el mismo duque de un arcabuzazo, con otros muchos caballeros. Todas estas victorias dieron tanto ánimo al ejército español y desmayaron en tanta manera al francés, que en pocos días el Gran Capitán se apoderó del reino de Nápoles, echando a todos los franceses que en él estaban fuera de él y de todos sus confines, como oiréis ahora en el siguiente capítulo”. 216 Cervantes se refiere al Gran Capitán en Don Quijote I, cap. XXXII. El cura mira el libro Historia del Gran Capitán Gonzalo Hernández de Córdova, con la vida de Diego García de Paredes. “El cual por sus muchas y grandes hazañas mereció ser llamado de todo el mundo Gran Capitán, renombre famoso y claro, y de él sólo merecido” (2004, 323). 229 Capítulo III “Durante la conquista hecha entre mi rey y el de Francia, yo estuve muy malo en Capua, mas así como el Gran Capitán vino a las manos con el virrey por las causas ya dichas, fue Dios servido de que me levantase de la cama, y que cinco o seis días antes que el Gran Capitán diese la batalla al duque de Nemours, hubiese estado tan fuerte y gallardo al ejército español, como lo estuve en mi vida. Llegado pues el día de la pelea, sucedió que como una compañía de la de los enemigos hubiese desbaratado aquélla del capitán Zapata, habiéndole muerto su alférez, ganado su bandera y muerto a la mayor parte de sus soldados que yo hallándome no muy lejos de allí acudí, aunque tarde, al socorro. Y reprehendiendo con palabras atrevidas a los que huían la pérdida de la bandera y la muerte del alférez, me volví con tanto ímpetu con cuatro o cinco amigos que me siguieron a cargar sobre el enemigo, que así como el Gran Capitán (que sabida la desecha217 de Zapata, venía a todo correr de su caballo en su socorro) acababa de llegar, yo había vuelto a cobrar la bandera, preso a aquél que la tenía y muerto de mi propia mano a cuatro o cinco que se habían puesto para defenderla porque los que me habían seguido, me habían dejado solo por dar alcance a los otros. El Gran Capitán, que me había visto pelear desde lejos, hallándome apoderado de la bandera y de aquél que le había ganado me arrojó de lejos una banda que traía a su cuello y volviendo la rienda a su caballo, empezó a correr tras el enemigo, diciéndome: “A ellos, a ellos, alférez, porque la victoria es nuestra”. A estas palabras, dado que hube a uno de mis camaradas mi prisionero, fui siguiendo a mi capitán hasta adonde lo más crecido del ejército 217 Desecha. “Y desecha vale despedida cortés. Desecha, disimulación de lo mal hecho.” Covarrubias. 230 peleaba. Los nuestros viendo el socorro que les venía (porque los que antes huían avergonzados de la vista del Capitán, queriendo cobrar la fama perdida, nos habían seguido) cobraron ánimo y resistieron al ímpetu de los franceses, que con ánimo, casi invencible, peleaban. Mas en este mismo tiempo, y así como los dos ejércitos estaban más encarnizados, y que el duque de Nemours animaba con palabras a sus soldados para hacerlos pasar un foso, quiso la fortuna que un soldado le matase de un arcabuzazo y que esa muerte, con la prudencia y valor de nuestro capitán y soldados, que habían peleado aquel día todo lo que se puede encarecer, nos diese la victoria. Y aunque pasamos el foso para seguir a los enemigos que se iban huyendo no fue grande el daño que se les hizo por ser ya noche oscura. Esta victoria se ganó ocho días después de la presa del señor D’Aubigny, y la una y la otra se alcanzaron viernes, día que los españoles hemos tenido siempre por dichoso. Los franceses habiéndose retirado, con el favor de la noche, con toda la artillería, de la cual no habían perdido una sola pieza, fueron combatidos de muchos pensamientos, ahora de juntarse con lo demás del ejército que estaba cerca de allí para irse a poner después en algún lugar cómodo para guardar que el victorioso no tomase el camino de Nápoles, y ahora de quedarse para defender a Nápoles. Con todo eso, como el temor se aumenta siempre en la adversidad y las dificultades a quien ha sido vencido, no ejecutaron al fin ninguno de estos pensamientos, porque el señor D’ Allegre, el príncipe de Salerno y muchos otros varones y capitanes se recogieron entre Gaeta y Taranto, adonde se juntó después la mayor parte del ejército. El Gran Capitán tomó el camino con toda su gente derecho a Nápoles, y pasando a Melfi ofreció al príncipe, que seguía el partido del rey de Francia, que si se quería pasar de la parte de los españoles, que le dejaría su estado. Mas el príncipe, queriendo antes conservar la amistad del rey que su hacienda, rehusó este partido y tomó aquél de salir de Melfi con su mujer y sus 231 hijos, yéndose después a juntarse con Luis de Armagnac, duque de Nemours, que estaba dentro de Venosa218. Y nosotros, apoderados que nos hubimos de Melfi seguimos nuestro camino derecho a Nápoles, lo cual venido a la noticia de los franceses que estaban dentro, dejaron la ciudad y se recogieron dentro del castillo nuevo, y los napolitanos viéndose sin esperanza de socorro, se dieron, aunque de mala gana, a nosotros, como hicieron también Aversi y Capua219, y pocos días después el mismo castillo nuevo. De esta manera, la fortuna que poco tiempo antes se había mostrado tan favorable a los franceses, los dejó para volverse de la parte de los españoles y empezar por la ruina de los negocios que tenían en Italia, el principio de su imperio que ha ido, va e irá en aumento con el favor de Dios todos los días. He querido hacer este grande y prolijo discurso sólo para mostrar cuán inconstantes y mudables son las cosas de este mundo y deciros, si acaso no sabíais, la causa porque se empezó la guerra y se rompieron las paces, que por tantos y tan largos siglos habían durado entre estos dos reinos. La cual guerra se encendió con tanta violencia que todo el imperio de la cristiandad se pensó abrasar con ella, sin que ningún rey de estas dos naciones quisiese dejar, aunque veía que el enemigo de la Iglesia extendía todos los días sus confines en Europa, el designio que tenía, que era de arruinar a su vecino antes de dejar las armas. Y porque sería engolfarme220 en un discurso demasiadamente prolijo y largo, si refiriendo mi vida os quisiese contar particularmente los cercos, batallas y asaltos en los cuales me hallé durante tres años que duró esta guerra, me será forzoso de contarlos de tijera, contentándome de decir sólo los puntos más principales. Y esto ha de ser después de haber tomado el 218 Melfi y Venosa, pueblos en el sur de Italia, hoy en día en la región italiana de Basilicata. Aversa, ciudad muy cerca de Nápoles. 220 Engolfarse. Meterse en negocios arduos y dificultosos, en los cuales suele haber muchos embarazos, y tales que a veces (como se suele decir comúnmente) no se les halla fondo, ni pie. 219 232 descanso que mi vejez por haber hablado tan largo rato os pide, para que volviendo a cobrar aliento pueda tomar de mi memoria, haciendo para pagar mi deuda”. Así como el bueno de don Esteban acababa de decir estas palabras, el león que dijimos, estar a los pies de Sicandro, la primera vez que don Henrique entró en la ermita, se acercó a ellos, lo cual visto por don Henrique, preguntó a su abuelo si se podía asegurar de que no le haría mal el león. A lo cual el ermitaño, respondiendo que sí, le hizo venir con llamarle. Y venido que fue comenzó a revolcarse delante de ellos y a hacer al ermitaño, a Sicandro y a los demás las mismas caricias que suele hacer un perro de falda a aquéllos que le dan de comer. Pasado que se hubo un rato el tiempo con admiración de sus fuertes miembros y agudas uñas, alabando el grande y casi humano instinto que semejantes animales tienen y que don Henrique hubo contado aquella historia que la antigüedad dice haber sucedido a un esclavo romano con uno de ellos, el ermitaño, rompiendo el silencio, comenzó a decir: “Si no fuese que sería poner la carreta delante de los bueyes, yo contara ahora mismo de este animal algunos casos tan extraño, como admirables, y si no los digo ahora se dirán a su tiempo y lugar. Lo que hizo el rey de Francia, sabido que hubo el triste acaecimiento que habían tenido sus cosas en el reino de Nápoles, quisiéramos saber con lo demás de la historia”. Dijeron todos entonces: “Y después nos contará vuestra paternidad cuando fuere servido lo demás”. “Así lo tengo de hacer”, respondió Don Esteban, y continuando su cuento comenzó a decir: “Fue tan grande el sentimiento que tuvo de verse así burlado del Gran Capitán, y de haber perdido un tan esclarecido reino, que envió al duque de Trimouille221, con un poderoso ejército a Italia para sacar razón del engaño que decía se le había hecho. Y no contento aun 221 Louis II de la Trémoille, general francés en el servicio de varios reyes de Francia. Murió en la batalla de Pavía en 1525. 233 de hacer la guerra al reino de Nápoles, envió una armada por mar y otra por tierra al condado de Rosellón para entrar en Cataluña, y otra que era la cuarta a Fuenterrabía. Mas porque mi intento es de hablar solamente de la guerra adonde yo me hallé, dejaré aquéllas que se hicieron en las fronteras de España para decir las de Italia. Durante el tiempo que el ejército francés caminaba para venir a Italia, el Gran Capitán fue a poner el cerco delante de Gaeta, y me mandó a mí que quedase por ciertos negocios en Nápoles. Entonces empecé yo de olvidar mis desgracias porque aquel hecho que hice (como tengo dicho) en la jornada adonde murió el duque de Nemours, había ilustrado mi nombre entre los más excelentes capitanes de aquel tiempo, y sin la fama que había alcanzado, lo que no suele suceder siempre, me hallaba con una bandera en las manos, cuatro caballos en la caballeriza, y tres o cuatro mil ducados en la bolsa y con un preso que me había prometido dar cuatro mil ducados de ración o de rescate, al cual, por haberle hallado verdadero en muchas cosas, dotado de grandes virtudes y muy hombre honrado, había dejado ir con una sola cédula222 que me había dado de su mano, por la cual se obligaba de enviarme a Nápoles o al lugar donde yo estaría, los cuatro mil ducados dentro de seis meses. Acabado que hube los negocios de Nápoles, dado libertad a mi preso, y puesto en orden mis negocios particulares, llegué a Gaeta el mismo día que se entregó. En este tiempo se hicieron treguas entre nosotros y los franceses, en el tiempo de las cuales murió la reina doña Isabel.223 Venidas la nuevas de su muerte a la noticia del príncipe Felipe,224 su yerno, pasó a España para hacerse jurar por rey de Castilla y después de haberse concertado con su suegro, el rey don Fernando, murió en Burgos, dejando a Carlos, su hijo que fue después 222 Cédula. Pedazo de papel o pergamino escrito, para escribir en él alguna cosa. Isabel de Castilla murió en 1504. 224 Felipe de Habsburgo (1478-1506), esposo de Juana heredera de los Reyes Católicos. 223 234 emperador V de este nombre, heredero de todos sus estados. Antes de la muerte del rey Felipe, el rey don Fernando se casó con Germana, hija de una hermana del rey de Francia, mediante el cual casamiento se hizo la paz entre ellos. El rey don Fernando, teniendo ciertas sospechas del Gran Capitán, vino a hallarle al reino de Nápoles, en el cual fue recibido con la pompa y majestad que a tan grande rey convenía. Hecho que hubo al Gran Capitán, condestable del dicho reino, y prometídole con una cédula escrita y firmada de su propia mano de darle el maestrazgo de Santiago, y confirmada la merced, que don Federico después de haber heredado a Fernando le había hecho, del ducado de Sant’Angelo225, con otras tierras que le valían de renta veinte mil ducados, advertido de la muerte del rey Felipe, su yerno, se volvió para España. Duraron tres años estas paces, aunque no faltó en todo aquel tiempo la guerra en Italia, ora fuera contra el Papa, ora contra los florentinos, ora contra los venecianos, y ora contra los pisanos, u otras repúblicas, en la mayor parte de las cuales me hallé, haciendo en ellas todo cuanto podía por valer sin poder hacer con todo eso cosa que merezca ser contada. Al fin, la paz vino en rompimiento entre los reyes de Francia y España, y don Gastón de Foix, de la casa de Navarra y príncipe de los más valerosos que nuestros siglos hayan visto, habiendo alcanzado tres o cuatro victorias contra los españoles vino delante de Rávena en socorro de la cual fuimos nosotros, con toda la gente que el Papa y los venecianos nos habían enviado, lo que visto por el valeroso Gastón, vino a presentarnos la batalla, la cual otorgada se dio, y vino a ser la más furiosa y sangrienta que ninguna que en toda esta guerra se hubiese dado porque duró más de cuatro horas, sin saber cuáles habían de ser los victoriosos. Mas al fin se vino a declarar la victoria por los franceses, aunque fue a costa de 225 El ducado de Santángelo fue creado por los Reyes Católicos el 10 de marzo de 1497 para el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, por su liderazgo en la conquista del reino de Nápoles. 235 la vida del pobre Gastón que murió, si se puede decir, al mayor creciente de su fama, y habiendo ganado una victoria de la cual se hablará mientras el mundo fuere mundo. Murieron de los enemigos cuatro mil, y de los nuestros ocho mil, el bagaje preso, banderas, y artillería, y juntamente el legado del Papa, con Fabricio Colona. Pedro de Navarra226, el marqués de Paludo, el de Bitonto, el marqués de Pescara y muchos otros varones y capitanes, así del reino de Nápoles como españoles, entre los cuales fui yo, y fue tan grande mi desgracia que vine a caer en las manos de un hermano del pariente del Mariscal, a quien yo había muerto en desafío como tengo dicho casi al principio de mi discurso, el cual conociéndome, aunque todo cubierto de sangre, como aquél que tenía sobre su cuerpo dieciséis heridas, vino para acabarme de matar. Al cual espectáculo, hallándose de buena fortuna el francés (a quien yo había dado libertad con una cédula que me había hecho dentro de Nápoles del rescate que me había prometido) y queriendo guardar a toda fuerza que mi enemigo no me matase, el traidor volvió contra él su furia, dándole una estocada por la boca que tenía descubierta, por tener alzada la visera, la cual muerte no quedó sin venganza porque dos de sus camaradas, hallándose presentes, mataron al homicida y me guardaron a mí la vida. Esta victoria, aunque grande, sirvió de harto poco a los franceses, porque habiendo salido de Rávena para ir a Milán, siendo general del ejército el señor de la Palice227, el Papa Julio volvió a cobrar al instante a Rávena y a Bolonia. Dada que fue esta batalla, el Papa acrecentó su ejército y escribió a los reyes y a los príncipes para animarlos a la guerra, despachando después un cardenal al emperador, el cual sintiéndose ofendido del rey de 226 Pedro Navarro (1460-1528) fue militar noble y militar en el servicio de los Reyes Católicos. Bajo el mando del Gran Capitán, participó en la guerra de Nápoles. Posteriormente, fue hecho prisionero por los franceses y cuando el rey rehusó pagar su rescate, Navarro pasó al servicio del rey francés, Francisco I. 227 Jacques II de Chabannes de la Palice (1470-1525) fue un noble y militar francés que participó en la primera guerra italiana y en las batallas de Valenza, Tortona, Alessandria y Fornovo. En 1503 fue hecho prisionero en la batalla de Ruvo por el Gran Capitán. Murió en 1525 durante la batalla de Pavía. 236 Francia, por ciertas cosas que entre el rey y él habían pasado, envió tan presto a Italia de la parte de Verona un ejército de esguízaros y alemanes y a Maximiliano Sforza, hijo de Ludovico, para volver a cobrar el ducado de Milán, que le habían quitado a su padre. Habiendo pues Maximiliano llegado con este ejército cerca de Verona, introducido que hubo en él a los españoles, y aun a todos los que eran de la Liga del Papa, dio un temor tan grande al señor de la Palice, general de los franceses, que después de haber puesto en la fortaleza de Milán, de Brescia y de otros lugares, las fuerzas que a su opinión le parecieron bastantes para resistir a Maximiliano, se fue a Pavía, dentro la cual ciudad los enemigos habiéndole cercado, se fue después a Francia. De manera que en pocos días, Maximiliano Sforza volvió con la ayuda del emperador y del Papa a cobrar el estado de su padre. Los genoveses le enviaron tan presto embajadores para darle el parabién de su victoria porque habiéndose vuelto contra los franceses y elegido un duque, habían cercado y tomado el castillo de Linterna,228 que los franceses tenían. En el tiempo que esta guerra se hacía, sucedió que el rey de Navarra, siendo del partido del rey de Francia, contra el Papa, el emperador y el rey de España, fue excomulgado por el Papa y sus bienes dados a quien los pudiese ganar, que fue causa que el rey don Fernando, hallándose entonces con mucha gente en las fronteras de aquel reino, se amparó de él y le posee aun hoy, a lo que creo.229 Mas para volver a lo más importante de mi cuento y abreviar de aquí adelante la historia. Libertado que yo me hube de mi prisión, con dar mil escudos de rescate, estuve siempre en un lugarcillo cerca de Ravena, curándome de mis llagas (que eran peligrosas) y procurando de olvidar el tormento que mi alma sentía por la muerte de aquél que había sido 228 229 La torre della Lanterna. En tiempos de Loubayssin, Navarra ya pertenece a España. 237 mi prisionero, no por los cuatro mil escudos que había perdido con su muerte, sino por ver que por mi ocasión había acabado su vida, pasaba el tiempo lo mejor que podía. Pero fuese, o por el demasiado sentimiento que hice de ello o por el castigo que merecían mis pecados, quiso Dios que el propio día que pensé subir a caballo para volver a la guerra, que una gran calentura que me dio me detuviese, con la cual quedé detenido en la cama mucho tiempo sin poder hacer otra cosa mas de gastar mi dinero en mi enfermedad. Y porque no me he sabido ir a la mano, así como había prometido cuando he vuelto a empezar mi cuento para evitar prolijidad, diré, si me dais licencia, lo que sucedió durante mi enfermedad en Italia, a fin que la paciencia que hasta aquí habéis tenido para escucharme os acabe de dar en continuando de hacerme la misma merced, la inteligencia del fin que tuvieron estas guerras, como la tenéis de su nacimiento. Acabadas que fueron todas estas cosas, al principio del año 1513 sucedió la muerte del Papa Julio, nombrando en el pontificado a Juan, cardenal de Médecis, que fue preso como yo en la batalla de Rávena y después libertado, el cual se hizo llamar después León XII230. A la muerte del Papa Julio, se siguió bien presto la de Luis, rey de Francia, al cual sucedió Francisco, conde de Angulema, como su más cercano pariente y primer heredero de la corona.” 230 En realidad en cardinal Giovanni de Médici tomó el nombre León X, siendo Papa 1512-1521. 238 Capítulo IV “El rey Francisco, después de su coronación, habiendo hecho la paz con los venecianos, pasó los Alpes con un poderoso ejército de franceses y de alemanes para ir a tomar el ducado de Milán. Y habiendo llegado a Novara, que se rindió al momento sin desenvainar ninguna espada, y pasando siempre adelante, encontró al duque con un grande y poderoso ejército de esguízaros, al cual combatió entre Milán y Marignan231 en un lugar llamado Brigida. La batalla fue tan sangrienta y furiosa que Trivulzio,232 que se había hallado en dieciocho batallas, decía después de dada que todas las batallas que antes se habían dado en Italia eran entre enanos y sola aquélla entre gigantes, porque duró desde las cuatro de la tarde hasta las nueve de la mañana, combatiendo los esguízaros todo ese tiempo con tanta porfía que quedando la victoria por los franceses, murieron de treinta mil que eran, veinte mil, y solos dos mil franceses, pero la mayor parte, gente de mucha consideración, entre los cuales se halló vivo Carlos, duque de Guisa233, aunque con muchísimas heridas que los enemigos le habían dado peleando, porque había hecho de su mano actos tan heroicos en aquella jornada que sólo su valor dio aquel día (a lo que se dijo después por toda Italia) la más insigne victoria a Francia que los franceses hayan nunca tenido contra sus enemigos. Habiendo el rey Francisco alcanzado esta victoria, el duque de Milán, sin atreverse a defender la ciudad, se retiró dentro del castillo. Mas viéndose imposibilitado de resistir a los furiosos asaltos, que cada día los franceses le daban, aunque el emperador hubiese prometido enviarle socorro, se concertó con el rey, y prometiéndole, mediante cierta suma de dineros 231 Hoy en día Melegnano. Gorialano Tribulcio. La descripción de la batalla aparece en Mariana, Pág, 240. 233 Carlos de Rohan-Gié, duque de Guisa (1504-1520). 232 239 (que el rey le aseguró de dar todos los años) de renunciar al título y al ducado de Milán, se puso en su poder y se fue a Francia, adonde murió después. El rey fue recibido en Milán y en todas las otras ciudades de su estado sin ninguna resistencia. De lo cual tuvo el emperador grande pesadumbre, y comenzó a hacer gente para pasar a Italia, que fue causa que el rey hizo liga con el Papa León, que por verle victorioso se holgó mucho de tenerle en su amistad, y concertando entre los dos de verse en Bolonia, se conluyó en ella la liga. Acabada esta guerra (como tengo dicho) se volvió el rey a Francia y dejó al duque de Borbón con un ejército en el ducado de Milán, porque tenía aviso que el emperador disponía sus negocios para pasar a Italia, como lo hizo. En este año, y el primer día que yo me levanté de mi enfermedad, supe la muerte del valeroso rey don Fernando,234el cual murió en Madrigal dejando a Carlos, que entonces no era más que príncipe de España, de edad de dieciséis años. Éste fue un rey de los más excelentes que nunca Europa haya tenido, porque en prudencia, virtud y valor no se halló en aquel tiempo a otro príncipe que le igualara, y lo que es aun más de admirar es, que estas perfecciones fueron siempre acompañadas de una felicidad perpetua. Porque habiendo conquistado (aunque le pertenecía derechamente, por causa de la reina doña Isabel) a fuerza de armas, el reino de Castilla, que el rey de Portugal le quería usurpar con un grande y poderoso ejército. Añadió a él las Indias Occidentales, que se descubrieron en su tiempo, el reino de Granada, que los enemigos de nuestra fe habían tenido cerca de ochocientos años, el reino de Nápoles, el de Navarra, Orán y otros lugares muy importantes de la costa de África, siendo siempre dueño y vencedor de sus enemigos.235 234 Fernando, el Católico, rey de Aragón y regente de Castilla, muere el 23 de enero, 1516. Según Mariana, “La empresa más memorable, de mayor honra y provecho que jamás sucedió en España, fue el descubrimiento de las Islas Occidentales, las cuales con razón por su grandeza llaman el Nuevo Mundo.” 235 240 Un mes antes de su muerte, murió el Gran Capitán,236 ausente de la Corte, y descontento de él, y con todo eso, el rey quiso, en memoria de su virtud, y valerosos hechos, que así en su Corte como por todo el reino se le hiciesen honras después de su muerte, las cuales no se han acostumbrado hacer en España, si no es en muerte de rey, lo cual fue aprobado y muy bien recibido por todas las ciudades, villas y lugares de España, las cuales tenían al nombre del Gran Capitán gran reverencia por su grande liberalidad y por la opinión que habían tenido de su prudencia, y porque había sobrepujado en el arte militar a todos los capitanes de su tiempo. Mas para volver a mi propósito, el que me trajo estas nuevas fue un hijo de un hidalgo, que al tiempo que yo maté a mi mujer vivía con su padre, pared en medio de mi casa, el cual oyendo hablar de las guerras de Italia, y que yo estaba en ellas, y muy conocido, había venido a Nápoles, pensando hallarme en él, mas como no me hallase y a las preguntas que hiciese de mí le dijesen adónde yo estaba, me vino a hallar a la sazón que yo trataba de ir a buscar mi fortuna, porque estaba ya bueno. Dios sabe el sentimiento que mi alma tuvo, cuando en viéndole me vino a la memoria la causa que me había desterrado de mi cara patria, y las miserias que en pago de mis pecados había padecido en veintidós años que había que la fortuna me traía acosado, entre la muerte y la esperanza, sin haber podido gozar en todo aquel tiempo de un solo momento de reposo. Al fin, después que las lágrimas y los suspiros hubieron acabado su curso, y que los cumplimientos que se suelen hacer en semejantes ocasiones dieron lugar a la curiosidad de preguntarle que de dónde venía. Me satisfizo con breves palabras de todo lo que había pasado en Sevilla, después que yo había hecho ausencia (422) La llegada de Colón al Nuevo Mundo aumenta el poder de Castilla. Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, entran en Granada el primero de enero de 1492. Termina así el período de la Reconquista. 236 Don Gonzalo Hernández de Córdova, el Gran Capitán muere el 2 de diciembre de 1515 en Granada. 241 de ella, y entre otras cosas me dijo de cómo un hijo llamado don Lorenzo, que yo había dejado, de edad de seis meses, llegado que había a la edad de quince años, se había ido con una flota que había partido de Sevilla para venir a la conquista de esta tierra, que en aquel tiempo se comenzaba a ganar, y que sin duda haría alguna cosa buena porque daba grandes esperanzas de sí en todas sus cosas, y que con237 los bienes de su madre gozaba también de todos los míos, por haberlo así ordenado la justicia. Estas nuevas, como cada uno puede creer, me dieron un grandísimo contento, porque había siempre creído que este mi pobre hijo se hubiera muerto o que la justicia se apoderara de toda mi hacienda, por ocasión de lo cual, no pudiese, aunque viviera (hallándose pobre) criarse con el cuidado que un caballero debe. Entretenido que me hube algunos días sobre estas cosas y otras muchas que me contó, Reinoso, que así se llamaba el hijo de mi vecino, nos fuimos después ambos a Nápoles, y dejando aparte el buen tratamiento que en llegando recibí de todos los soldados y capitanes, de quienes era muy amado, volveré a lo que pasó en el ducado de Milán. El cual conquistado que fue de la manera que hemos dicho, pocos días después, entró en Italia el emperador Maximiliano con un poderoso ejército para combatir al duque de Borbón, que estaba en Lombardía, el cual no sintiéndose con hartas fuerzas para resistir a aquéllas del emperador, se recogió a Milán, donde el emperador le cercó. Pero así por hallarse muy pobre de dineros, como porque los alemanes le enviaron a llamar, le fue forzoso de dejar el cerco. Y la causa porque obedeció tan presto a los ruegos de los alemanes fue porque Ladislao, rey de Hungría, estaba muy malo (de la cual enfermedad murió) dejando con su muerte todo el reino lleno de alborotos, y tan ocupado el emperador en 237 Sin, en el texto original. 242 aquellas partes, que por más que quiso no fue posible de volver a Italia, que fue causa que el rey de Francia quedó señor por entonces del ducado de Milán. Apaciguado que hubo el emperador, lo mejor que pudo, los alborotos de Alemania y de Hungría, le fue forzoso de dar orden, a la partida de Carlos, rey de España, para que fuese a sus reinos. Para lo cual, poner en efecto, hizo la paz con el rey de Francia y se concertó en ella, que Carlos tomaría por mujer a la hija del rey Francisco, Luisa238 (aunque antes se había determinado que fuese con madama Renea, su prima) lo que habiéndose concertado, aunque no se efectuó, después el rey Carlos, tomado que hubo del emperador, su abuelo, la bendición, se embarcó y llegó a España a diecinueve de septiembre de 1517. Reinoso y yo estábamos aun en Nápoles (cuando las nuevas de la llegada del rey, a España, vinieron a nosotros) bien divertidos de todos los negocios que en aquella sazón había en Italia. Porque el amor, engendrado del ocio (que desde la batalla de Ravena me había acompañado hasta aquel día) se había apoderado de mi corazón, para dárselo a una doncella llamada Fabia, cuya hermosura y casa eran de las mayores y más excelentes de Nápoles. Reinoso me ayudaba con sus trazas y consejos, que los tenía capaces para aliviar a un mal, que no hubiera sido tan incurable, como era el mío. Mas como no hay cosa imposible para el hombre, y principalmente cuando esta pasión de amor, guía sus deseos, tanto me desvelé en buscar invenciones, y Reinoso empleó tantos trabajos para ejecutarlos, que al fin la victoria quedó por nuestra, y Fabia tuvo por bien de darme, contra la voluntad de todos sus parientes, palabra de esposa. 238 En el original “la hija del rey Luis”. Ver Mariana: “Que Francisco de a Carlos por esposa su hija Luisa, de edad de un año” (252). 243 Alcanzado que hube de ella lo que deseaba, no se ofreció solamente, el empacho239 que los parientes querían poner a nuestros deseos, mas aun dos hermanos italianos de casa no menos ilustre que la suya, se opusieron a ellos, y lo que peor era, que los parientes de Fabia la habían prometido al mayor por mujer, aunque el segundo tenía también la misma pretensión. Andábamos pues los tres, así como digo, apuntando nuestros deseos a un mismo blanco, sin dejar perder una sola ocasión, en la cual nos pareciese poder mostrar a nuestra amada, el desasosiego que por ella tenían nuestras almas. Todo Nápoles estaba a la mira, creyendo siempre que sucedería de estos amores algún triste espectáculo, por vernos tan ciegos, tras nuestros antojos, que apenas Fabia podía dar un paso sin hallarnos cargados de armas y de importunaciones a cuestas. Sucedió pues una noche, que estando hablando con ella en una ventana, que el mayor de estos dos hermanos, rabiando de celos, por ver que tenía ocupado el puesto, que a su opinión, el solo creía merecer, se acercó al lugar adonde yo estaba, llamándome cobarde, e indigno de traer espada, si al momento no iba a matarme con él. Estas palabras, pronunciadas con un tono soberbio y arrogante, cegaron de tal modo mi entendimiento, que sin reparar al respeto que a Fabia debía, me fui con cólera tan extraña contra mi enemigo, que de sólo dos estocadas que le tiré le tendí muerto a mis pies. Fabia, más muerta que viva, viéndole caer a los rayos de la luna, que entonces daba con su resplandor una claridad casi tan grande como aquélla del día, se recogió, y yo echando de ver con la oscuridad que me dio la privación de su vista, la falta que me había hecho, me fui a mi casa. 239 Empacho. “Estorbar, impedir.” Corominas. 244 La mañana venida, y con ella el conocimiento de la muerte de Cardenio240 (que así se llamaba mi competidor) se alborotó la ciudad, por ser como tengo dicho, el muerto, uno de los más principales de ella. El virrey, a quien tocaba el hacer buena y recta justicia, principalmente contra los españoles, de miedo de algún motín, por haber tan poco tiempo que Nápoles era del rey de España, informado bien de todo, me envió a buscar, sospechando luego que yo era el autor de esta muerte, así por los indicios que veía de ello, como por decirlo así un criado del muerto, que estaba presente cuando yo había muerto a Cardenio, el cual por ser muy poltrón,241 en viendo desenvainar a su amo, se había acogido. Y olvidándose de los buenos servicios que le había hecho, y a mi rey, en vertiendo por él y por el bien de mi patria tanta sangre, me entregó, hablando que me hubo a la justicia de la ciudad para que se hiciera de mí lo que la ley de Dios y del mundo mandaban. Los soldados españoles, de quien yo era amado tanto o más que otro cualquier soldado, viéndome sacar del castillo por la gente de la ciudad, quisieron quitarme de sus manos, más el virrey mandando, so pena de la vida, que nadie se menease,242 haciendo acompañarme con cuatro o cinco capitanes hasta que me hubiesen llevado a la cárcel, guardó que los soldados no ejecutasen sus intentos. A tanto llegó mi desgracia, por la continua solicitación de Julio, que así se llamaba el hermano menor, lo cual hacía no tanto por vengar la muerte de su hermano sino de miedo que tenía de que si yo quedase libre que le quitase a Fabia, cuya hermosura idolatraba, que ni el virrey con todos sus amigos, ni cosa que fuese debajo la capa del cielo, fue capaz de guardar que la justicia no me condenara a tener la cabeza cortada. 240 El nombre Cardenio se refiere a la noble familia andaluza de los Cárdenas. Aparece un personaje de este nombre en Don Quijote I, cap.XXIV. 241 Poltrón. Flojo, perezoso, haragán, enemigo del trabajo. 242 Menease. Se moviese. 245 Los capitanes, y soldados y aun los más hombres de bien de la ciudad, conociéndome todos por muy hombre honrado, y sabiendo que si había muerto a Cardenio, que había sido porque su insolencia me había forzado a hacerlo, iban todos los días a casa de Fabia, para suplicarla hiciese con el hermano que me perdonase. Fabia, a quien mi desdicha pesaba más que a todos por amarme con un perfecto amor, por verme tan querido y estimado de todos, se determinó de hacer las mayores caricias que pudo a Julio y decirle que si hacía que perdonándome la sentencia de muerte y la trocase la justicia en destierro perpetuo del reino de Nápoles, que le tomaría por esposo, o que de otra manera no pensase tenerla nunca por suya porque moriría antes de consentir en ello. Julio persuadido de estas razones, y juzgando que dando este contento a su señora, y teniendo su competidor tan apartado de ella, que podría fácilmente conseguir su deseo, se puso a solicitar con más diligencia mi libertad, que no había hecho antes mi muerte. Mas como después de dada una sentencia, no es posible de poderla revocar, sin defraudar la ley, los jueces, dando en la cara a Julio con esta razón, le volvieron a enviar a Fabia, con esta triste respuesta. Y como Fabia persistiese aun en sus ruegos y dijese que a no hacer lo que le mandaba, creía que no procedía de otra cosa sino de no quererle dar ese contento, por verse vengado de la muerte de su hermano. El pobre Julio queriéndosele dar, y a mí la vida, se partió de la presencia de Fabia, protestándole de nuevo, que le daría gusto en lo que pedía, aunque le costase la vida. Para este efecto habló con diez o doce de los más nobles y atrevidos mancebos de la ciudad, de cuya amistad tenía grande satisfacción, y descubriéndoles su intento se vino a concertar al fin entre ellos, que juntando cincuenta o sesenta caballos, con otros tantos a pie, me habían de quitar de entre las manos de la justicia cuando me llevasen al suplicio, esperando que el mismo pueblo, conociéndolos a ellos, 246 vendría en su socorro y les ayudaría a ejecutar sus intentos, porque ignorando la causa ignorarían también el remedio. Tomada así la resolución, y venida la hora que se debía ejecutar la sentencia, el virrey, para obligar a la justicia y contentar al pueblo, envió una escuadra de soldados para dar a entender a los ciudadanos que quería que si algunos amigos del delincuente quisiesen salvarle, que estos soldados ayudasen a la justicia para defenderle. Sacáronme pues de la cárcel, y así como llegábamos donde estaba puesto el cadalso, vinieron a cargar con tanto ímpetu Julio y sus compañeros sobre la justicia que casi toda la gente que venía en mi acompañamiento, vino a acogerse si no fueron diez o doce arcabuceros, que disparando al acometer sus arcabuces contra los primeros, dieron con el pobre Julio y dos de sus mayores amigos en el suelo. Los de a pie, limpiado que hubo la caballería el camino de la gente, vinieron por mí, y rompiéndome los hierros que tenía en los pies y desatándome las manos me subieron sobre un fuerte y poderoso caballo, con el cual me salvé, corriendo tras los otros, que habiendo visto la muerte de Julio se acogían. El alboroto no fue tan grande como se podría imaginar porque el pueblo, viendo que los que habían acometido eran conocidos y amigos de aquél en venganza de cuya muerte se hacía la justicia, y al contrario los defensores, aunque pocos, aquéllos de quien se sospechaba pocos días antes, que se pondrían en deber de librarme, como habían querido hacer al sacarme del castillo, el pueblo no sabía qué hacer, ni qué decir, sino mirar a los muertos, con la mayor admiración del mundo. El virrey advertido de esto y no sabiendo lo que sería, no se atrevió de enviar a saber lo que podía ser, sino con dos o tres capitanes, temeroso de que si enviaba mucha gente, viniese a encenderse llama, donde no se podía hallar por su ocasión una sola centella de 247 fuego. Entretanto, yo habiendo salido de Nápoles, me fui a todo correr derecho a Capua, el gobernador de la cual me amaba como hermano, adonde llegado me di otros tantos días de regalo, como la prisión y la aprehensión de la muerte me los había dado de enfado”. 248 Capítulo V “Sabido que hubo el virrey la verdad del negocio se holgó en el alma de ello, hasta dar albricias a aquél que le dijo primero que yo estaba en Capua, como hicieron también todos los soldados y capitanes españoles, que estaban en aquella sazón en Italia, los cuales, o parte de ellos, me dieron el parabién, con cartas que me escribieron, sobre todo mi Fabia, llamándose dichosa de haber podido conservar la vida de la cosa que más amaba en el mundo, por la muerte de lo que más aborrecía. Pero si se va a decir la verdad, dejando aparte el contento que recibí de escapar de una muerte ignominiosa, de la cual no podía huir, que con la temeridad de Julio me pesó grandísimamente su muerte, así por la obligación de la vida que le debía, como por hallarme cargado de la muerte de su hermano, cuyo pecado, como también todos aquellos que hasta aquí he cometido, ruego al cielo me perdone. Escrito que hube a Fabia por Reinoso muchas veces, y ella a mí, vine a ganar de modo su amistad, que sin querer esperar a más, me envió a decir que si quería sacarla de un tormento peor que mil muertes la quitase del poder de sus parientes una noche, y la que yo quisiese, porque la querían casar con otro, o sino que en perdiéndola, perdería la cosa que más me amaba en este mundo. Recibido que hube estas nuevas, salí de Capua con Reinoso y un criado, y entrando en Nápoles una noche, le avisé de mi venida, y ella dando orden en sus negocios, y haciendo montón de lo más precioso que pudo, se dispuso a salir por detrás de un jardín, que estaba enfrente de una ventana de su retrete,243 enviándomelo a decir y la hora en la cual me debía de hallar al puesto, dentro de una iglesia, por una de sus doncellas, a la cual se había 243 Retrete. Cuarto pequeño en la casa o habitación. 249 descubierto por haberla hallado siempre muy fiel y aficionada a su servicio. Venida la hora me fui con Reinoso y mi criado al lugar aplazado,244 donde hallé a mi Fabia, la cual después de haberme hecho jurar de que no intentaría nada contra su honestidad, sin que primero me hubiese casado con ella, como lo manda nuestra Santa Madre Iglesia, bajó, y se puso entre mis brazos. Con los cuales, habiéndola sacado fuera del jardín, y hecho tomar lo que había echado antes de bajar por la ventana, a mi criado, la subí sobre un caballo y la llevé a una casa, que para este efecto había buscado, adonde la tuve cinco o seis días con mucho recato. Cuando vi que el ruido de su pérdida se había ya pasado, salí una noche un poco tarde, con mi compañía acostumbrada y mi amada Fabia, y caminando toda la noche vine a parar al levantar del sol, en una pequeña aldea, do habiendo reposado, me fui después con toda seguridad a Capua, donde se hicieron las bodas. El casamiento cumplido, comenzamos a hacer entre los dos una vida tan conforme a aquélla que nuestro amor nos había figurado, que todo el tiempo que vivimos juntos, nos podíamos alabar de haber resucitado y puesto en nuestra casa el siglo de oro, a quien los poetas dan tantas alabanzas, que era causa, que en lugar de hacer verdadero aquel refrán que dice “tan presto arrepentido, como casado” dábamos por bien empleados los disgustos que habíamos tenido al principio de nuestros amores, viendo que el bien que gozábamos en un solo momento, sobrepujaba a todos los males que habíamos padecido en todos ellos. Los parientes de mi esposa llegaron con grande impaciencia cuando vinieron a echar menos su pérdida, creyendo que su casamiento, que imaginaron tan presto ser conmigo, no desdijese de una parte a su calidad, y que de la otra mi vida no tuviese resabio245 de la del soldado. Mas al fin, cuando vieron que lo hecho imposibilitaba el remedio, y que los rayos de 244 245 Aplazado. Citado, convenido. Resabio. Vicio o mala costumbre, que se toma o adquiere. 250 mi fama deshacían los nublados, que sin conocerme particularmente, sus opiniones hacían nacer contra toda razón delante las acciones de mi vida, dieron por bien empleado que el ladrón hubiera hecho el hurto. Espere todo hombre que emprende alguna cosa si es buena y agradable a Dios, de venir al cabo de sus pensamientos, si persevera debajo de este presupuesto, porque la fuerza de la razón es tan inevitable, si una vez se emplea por alguien que tome alguna cosa a pecho, que sólo quien se la ha dado puede triunfar de ella, porque todo lo demás le cala la vela y la tiene por superior, como hicieron entonces mis parientes, conociendo, examinado que hubieron bien todas las cosas que nuestras voluntades habían tomado este rayo de la divinidad por protectora, y que nuestro casamiento era de Dios. La fortuna que nunca da un bien solo quiso acompañar esta aprobación que nuestros parientes hicieron de nuestro casamiento con una hija, a la cual Fabia vino a parir dos años después del matrimonio, a quien dimos el nombre de Amilia. Querer decir los dones de hermosura, con los cuales Naturaleza la hizo nacer, todas las más elocuentes lenguas del mundo no podrían, cuanto menos la mía que no tiene nada de eso, sólo diré que fue tan grande el contento que su madre y yo tuvimos, en viéndola nacer tan hermosa, que al momento nos arrepentimos del deseo que antes habíamos tenido de que fuese un niño, prometiéndonos que cosa tan divina no nos podía traer cosa que no sintiese a la divinidad. A un tío de mi esposa y a otra prima hermana suya la dimos, para que la sacase de pila, lo que habiendo hecho, y venidos ellos a Capua, para hacer el bautismo nos llevaron a toda fuerza después a Nápoles, adonde llegados me entregaron toda la hacienda de Fabia, que era mucha, y no contento aun de hacerme su albacea que era del tío de mi Fabia, ese bien, ahijó por no tener quién le heredase a mi 251 pequeña Amilia, dejándola pocos meses después que vino a morir, cincuenta mil ducados que valía su hacienda. Así como los bienes crecían en mi casa, crecía en mí la voluntad de adquirir fama, representándome continuamente ante de los ojos, que todos los tesoros del mundo se acaban con la vida, y que sola ella es la que queda para volver a darla después de la muerte. Y como si siguiese tras este pensamiento, el cansancio que el descanso demasiado suele traer a aquél que está acostumbrado de vivir con la libertad de la guerra, me vine al fin a determinar de volver a tomar posesión de ella, y de ir por este camino, en seguimiento de mi primer intento. Tomada así la resolución se siguió tan presto el efecto, sin que las lágrimas de mi esposa ni la amistad de mi Amilia, que era ya de edad de cinco años, me pudiesen hacer trocar de propósito. La competencia que en el Imperio tuvieron, el rey Francisco de Francia, y Carlos, rey de España, después de la muerte del emperador Maximiliano (aunque al fin el rey Carlos fue electo) el derecho que Carlos decía tener al ducado de Milán, y de otra parte la ambición del Papa, que creía que si se moría sin haber hecho alguna cosa grande que la memoria de su pontificado sería poca y sin ninguna fama, fueron causa que las paces que había entre los reyes de Francia y de España se rompiesen, y que entre el Papa y el emperador se hiciese una liga, para tomar de los franceses el ducado de Milán por volvérselo después a Francisco Sforza,246 que estaba en Taranto.247 Esto así concertado, y campo hecho para este efecto se había ya sitiado Parma,248 y aun levantado el cerco, por no haberla podido tomar, cuando yo llegué al ejército de los confederados, en el cual se me dio tan presto el cargo de capitán. 246 Francesco II Sforza, último duque de Milan (1521-1535). Taranto, ciudad en la zona costera de Puglia, en el sur de Italia. 248 Parma, ciudad del norte de Italia, en la región de Emilia-Romaña. 247 252 Monsieur de Lautrec,249 que gobernaba entonces por el rey de Francia en Milán, hallándose sin dineros para pagar a los esguízaros y demás soldados que se iban todos los días, por falta de paga, dejando guarnición en Cremona y Piscotón, se redujo con lo que le quedaba del ejército a Cassano, prometiéndose de guardarnos de pasar el río Addo.250 Lo que no habiendo podido hacer a causa de un ardid que Próspero Colona251 hizo, le fue forzoso volverse a Milán, de donde le hicimos salir, mal de su grado, por haberle sobrecogido cuando más descuidado estaba y haber defendido con la mayor flojedad del mundo los esguízaros y venecianos, un bastión hecho para la defensa de un foso, que está entre dos puertas, y de otra parte el marqués de Pescara habiéndose acercado a la puerta de Roma, algunos de los más principales del bando de los gibelinos, que la habían tomado, le habían hecho entrar por ella, así nos apoderamos de la ciudad,252 y Monsieur de Lautrec se fue aquella misma noche con su ejército a Como, adonde habiendo dejado cincuenta hombres de armas y seiscientos de a pie, tomó después el camino de Montano Lucino, y pasado que hubo el río Addo a Lecco, se fue a la tierra de Bergamo,253 dejando el castillo de Milán muy bien proveído, y con buena guardia. Lodi y Pavía siguieron el ejemplo de Milán, y al mismo tiempo el obispo de Pistoia y de Viteli, fueron recibidos en Plasencia254 y en Cremona, adonde habiendo llegado la nueva de la presa de Milán, el pueblo tomando las armas empezó a dar voces, repitiendo muchas veces el nombre del emperador y del duque de Milán, lo que entendido por Monsieur de Lautrec que había ya llegado a la tierra de Bergamo fue allá con su ejército. 249 Odet de Foix, viscount de Lautrec (1485-1528). Cremona, Pizzighettone, y Cassano d’Adda son ciudades del norte de Italia, en la región de Lombardía. El río Adda discurre de los Alpes y es el principal afluente del río Po. 251 Próspero Colonna (1452-1523), fue condotiero italiano en el servicio sucesivo de Francia, los Estados Pontificios, España, y el Sacro Imperio Romano durante las Guerras italianas. 252 Batalla de Bicoca, 27 de abril, 1522. 253 Como, Montano Lucino, Lecco, y Bergamo son ciudades del norte de Italia, en la región de Lombardía. 254 Piacenza, ciudad del norte de Italia, en la región de Emilia-Romaña. 250 253 En esta sazón, murió el Papa León, y le sucedió en el pontificado Adriano,255 que había sido preceptor del emperador Carlos. Esta elección, fortificando el ánimo de los victoriosos y, al contrario, desmayando aquél de los enemigos, nos vino a dar con otros encuentros favorables que tuvimos (do el enemigo fue siempre vencido) todo el estado de Milán. Porque pocos días después que Monsieur de Lautrec hubo pasado en Francia, se entregó a los nuestros el Castillo nuevo por haberles faltado las vituallas.256 Tomado que hubo el emperador, de la manera que tengo dicho, el ducado de Milán, apiadándose de Francisco Sforza, y queriendo mostrar a todos los príncipes italianos su mucha cristiandad, se lo devolvió con general aplauso de toda Italia, y sobre todo de los milaneses que se morían por tener un príncipe que tuviese su corte en Milán. Antes que esta guerra hubiera sido de todo punto acabada, le había sido forzoso al emperador, pasar a España para amortiguar con su presencia las guerras civiles,257 (llamadas por otro nombre, Comunidades) que algunas ciudades habían comenzado, por verse cargadas en demasía de los muchos subsidios que los gobernadores que el emperador había dejado en el reino en su ausencia habían puesto, a lo cual dado que hubo orden y apaciguado, como príncipe prudente, todos estos alborotos, con castigar muy severamente a los que habían sido causa de ellos y perdonar a los otros. Sabido que hubo la conquista de la Lombardía, hizo paces con los venecianos, y por lo consiguiente, liga con ellos, como también con todos los príncipes de Italia, para defender el ducado de Milán y el reino de Nápoles, si acaso el rey de Francia pasaba otra vez a Italia para conquistarlos. 255 Mariana T2, Libro Segundo, Capítulo I. Describe al nuevo Papa de sesenta y un años: “sin sospecha de ambición, ni que lo hubiese solicitado, sino sólo por su esclarecida virtud.” 256 Vitualla. Las cosas necesarias para la comida, especialmente en los ejércitos. 257 La sublevación de Castilla, se llamó la guerra de las Comunidades. Tuvo como una de sus causa principales el que consideraban al rey un extranjero. También le exigían que permaneciera en España. La guerra terminó en 1521. 254 En este estado estaban las cosas de Italia, el año de 1522. Tiempo dichoso, por los negocios particulares del emperador y de Francisco Sforza que había vuelto a cobrar su estado, mas desdichado por toda la cristiandad, y aun si va a decir verdad, para los príncipes, cuyas guerras dieron ocasión al enemigo de Cristo de enarbolar sus banderas en la fortaleza que los caballeros de San Juan habían guardado tanto tiempo, a honra de Dios y de su Iglesia contra los infieles para que cuando los príncipes cristianos, a imitación de aquel gran príncipe de Lorena, Godofredo de Bouillón,258 quisiesen ir a conquistar la Tierra Santa, pudiesen abrir con esta llave, las puertas de Asia a sus ejércitos. Pero no permitió Dios por nuestros pecados que la tuviesen más, porque el Gran Turco, viendo las grandes disensiones que tenían los cristianos entre ellos, queriendo gozar de la ocasión, vino el mismo en persona, con un ejército de cien mil soldados a la isla de Rodas, donde se quedó muchos meses, sin perder un solo minuto de tiempo, antes atormentándolos continuamente, ahora con grandes y continuos asaltos, ahora haciéndoles hacer minas y trancheas,259 y ahora extrañas y maravillosas plataformas de tierra y de madera que sobrepujaban los muros de la ciudad. Por las cuales obras, que se acabaron con una grande matanza de su gente, y el número de los de adentro habiendo también grandemente disminuido, y tanto que cansados de los continuos asaltos y faltándoles la pólvora y no pudiendo resistir más a tantos enfados, después que la artillería hubo puesto por el suelo una gran parte de los muros, y que las minas hubieron pasado por muchos lugares de la ciudad, por lo cual se hallaban continuamente reducidos a grande estrechura, por el temor que tenían de desamparar los primeros lugares. Reducidos 258 Godofredo de Bouillón, duque de la Baja Lorena (1060-1100), fue uno de los líderes de la Primera Cruzada (1096-1099). Después del sitio de Jerusalén (1099), fue el primer regente del nuevo Reino de Jerusalén, pero no fue rey ya que no quería ser coronado en la Ciudad Santa. Murió en Jerusalén tras sufrir de una enfermedad prolongada en 1100. 259 Loubayssin usa en el original trancheas, del francés trenchier (moderno trancher). Según Corominas esta palabra está en uso en el año 1570. La palabra moderna Trinchera está en uso en el año 1607. 255 finalmente a la postrera necesidad, concertaron con el Turco, que el Gran Maestre Felipe de Villiers, francés de nación, le dejaría la ciudad, y que así él como los caballeros y rodanos saldrían con libertad, pudiendo llevar con ellos todos los bienes que pudieran, para seguridad de lo cual, que el Turco haría salir de aquellas partes su armada de mar, y haría alejar de Rodas de cinco millas a aquella de tierra. En virtud de la cual capitulación, Rodas quedó para el Turco, y habiéndoseles guardado la fe a los cristianos, pasaron a Sicilia, y después a Italia. Este vergonzoso fin para el nombre cristiano tuvo el año 1522, y este fruto nos quedó de las disensiones de los príncipes de Europa, algún tanto a sufrir, si el ejemplo del daño pasado los hubiese hecho ser cuerdos para lo venidero. Mas el rey de Francia, que deseaba cobrar el estado de Milán, hacía todos los días grandísimos aparatos para ir a su conquista. Y aunque Próspero Colona, que salía de una grande enfermedad, no acabase de creer que el rey de Francia perseverase en su propósito, por saber la liga que el emperador había hecho con los venecianos y el rey de Inglaterra, y ver que el duque de Borbón, condestable de Francia, se había ido a ofrecer al emperador por ciertas quejas que tenía del rey y de la reina regente, se halló perplejo cuando vio que el almirante de Bonnivet260 había ya pasado los Alpes y venía a acometer muy lozano a todo el estado de Milán y el reino de Nápoles con un ejército de treinta mil hombres. Y juntado que hubo toda su gente, viendo el daño que resultaría de su tardanza si no iba a detenerle para guardar que no pasase más adelante con su ejército, se fue contra él pensando tener la misma fortuna que tuvo la otra vez en el pasaje del río Addo con Monsieur de Lautrec, pero no le sucedió así como creía porque no pudo guardar que los franceses no pasasen y fuesen hasta delante de Milán, adonde llegados Monsieur de Bonnivet 260 Guillaume Gouffier, señor de Bonnivet (1488-1525), general francés que participó en las guerras Italianas. Falleció en la batalla de Pavía. 256 viendo serle imposible tomarle por fuerza, despachó el capitán Bayardo,261 para que fuese a tomar Lodi, y entretanto él no esperando a tomar Milán por fuerza, como hemos dicho, esperaba o que nuestros soldados vendrían a amotinarse por falta de dineros o que serían forzados de desamparar la ciudad y castillo por falta de bastimentos.262 El capitán Bayardo, después de haber tomado a Lodi, se fue a poner entre el camino de Lodi y de Pavía para que no nos viniese bastimentos del monte de Brianzo. Pero ni la estrechez en que se veía Milán, por eso que digo, ni tampoco la muerte de Próspero Colona, que fue en aquella sazón, trajo ninguna mudanza en los corazones de los soldados que estaban en la ciudad ni en los del ejército, por ocasión de lo cual, le fue forzoso al almirante desamparar el sitio de la ciudad, así porque el virrey de Nápoles llegó bien presto con socorro que trajo a nuestro ejército, después de la muerte de Colona, y tomó los pasos,263 por donde les venían a ellos los bastimentos, como también porque el almirante no tenía dineros para pagar a los esguízaros ni a otros soldados, que empezaron a amotinarse. En este tiempo, fue puesto por la muerte de Adriano en el pontificado el cardenal de Médicis, a quien llamaron Clemente VII,264 el cual aunque se había mostrado antes de su pontificado contrario del rey de Francia, no quiso siendo Papa favorecer más al emperador, sino procurar el bien común con ponerse en deber de hacerlos amigos. Mas el emperador sintiéndose muy poderoso (sin su ayuda) con la liga, que había hecho con el rey de Inglaterra y los venecianos, y con la inteligencia que tenía con el duque de Borbón, cobrado que hubo a fuerza de armas Fuenterrabía del poder de los franceses, que la habían tomado en el tiempo de las Comunidades. Persuadido del rey de Inglaterra que le apretaba todos los días de hacer 261 Pierre Terrail, señor de Bayardo (1476-1524). Participó también en la batalla de Fornovo, donde capturó un estandarte. 262 Bastimiento. Provisiones. 263 Paso. El acto de pasar o el tránsito de una parte a otra. 264 Julio de Médicis (1478-1534), conocido como el Papa Clemente VII (1523-1534). 257 la guerra a Francia, vino a poner el cerco delante de Marsella, la cual no habiendo podido tomar, le fue forzoso de levantar el cerco al cabo de cuarenta días que había estado delante de ella, para evitar el grande inconveniente que le podía suceder si el rey de Francia, que venía al socorro de Marsella con un poderoso ejército que estaba ya en Avigñón, llegara antes que ellos hubiesen salido de Francia. Dejado que los nuestros hubieron el cerco de Marsella, volvieron tan presto las espaldas a Francia, tomando el camino de Italia, y con grandísima diligencia, por echar de ver en qué peligro se hallaban si todo, o parte del ejército francés, los venía a embestir en tierra enemiga, y de otra parte el rey juzgando que la ocasión se ofrecía de volver a cobrar a Milán, por mucha gente que tenía, y saber que sus enemigos estaban en aquella parte con pocas fuerzas, y por la esperanza que tenía, que tomando el camino derecho, llegaría antes con su ejército a Italia que el emperador, determinó seguir el beneficio, que la fortuna le ofrecía. Así el uno y el otro ejército yendo hacia Italia llegaron en un mismo día, el rey de Francia a Verceli, y el marqués de Pescara,265 siguiéndole el duque de Borbón con los tudescos a una jornada cerca. El marqués, que no se daba lugar de resollar, se fue el día después de Alba a Voghera, do hay por lo menos cuarenta millas, para llegar el día después a Pavía, y allí se juntó con el virrey de Nápoles, con el cual yo estaba entonces, con cargo de maestre de campo. Porque la fortuna me había sido tan favorable después de mi casamiento, que de grado en grado había venido a valer hasta tener este cargo. Todas las invenciones, ardides y prudentes consejos del marqués de Pescara, del virrey, o de todos los demás capitanes, que hacían maravillas en todas las ocasiones que se 265 Fernando de Ávalos (1489-1525), marqués de Pescara. Al fallecer sin descendientes, heredó el titulo del marquesado su primo Alfonso de Ávalos. 258 hallaban, no fueron bastantes de defender a Milán, porque fue tan grande el valor del rey y de la gente de su ejército que sin que nosotros le pudiéramos defender el paso, le acometió después con tanto ímpetu, que al fin le rindió, yendo a poner (tomado que le hubo) cerco delante de Pavía. En el tiempo que todo esto pasaba en Italia, el arzobispo de Capua, que el Papa había despachado al rey de Francia, cuando estaba con su ejército en Avigñón, para procurar entre él y el emperador la paz (al cual el rey había enviado a decir, que no pasase adelante porque no quería oír en ella), alcanzó licencia de la reina regente, para pasar de León a España, adonde llegado, después de haber satisfecho al Papa, por no haber querido renovar la Liga, como el emperador, sabido que el rey pasaba a Italia, le había suplicado, le amonestó y aconsejó de su parte que dejase las armas e hiciese paz y tregua con el rey de Francia. La causa que hacía que el emperador se inclinase a este concierto eran las grandes dificultades en las cuales se veía reducido el poco remedio que veía que tenía de hacer dineros en España, para suplir a los negocios de Italia, la prosperidad del rey de Francia en todas sus cosas, y la sospecha que tenía que el rey de Inglaterra no se hubiese concertado secretamente con su enemigo, porque el mismo rey le rehusaba, no solamente de dar el dinero, que conforme al concierto que entre ellos se había hecho estaba obligado de dar, mas le pedía aun los dineros que le había emprestado, y hallarse el emperador en grande aflicción de espíritu, y aun indispuesto de su persona, porque la pesadumbre que había tenido de no haber podido tomar a Marsella había sido causa de darle un accidente de cuartana.266 Mas fuese, o que su entendimiento mal dispuesto a dejarse torcer el brazo al enemigo, no se dejase nunca ir por ninguna dificultad, o que se prometiese que por lo venidero la fortuna vendría a favorecerle 266 Fiebre. Calentura, casi siempre de origen palúdico, que entra con frío, de cuatro en cuatro días. 259 otro tanto, como había hecho en lo pasado, respondió que no era conveniente a su dignidad hacer algún concierto mientras el rey de Francia atormentaba con sus armas el ducado de Milán. Mas para volver a mi cuento, el rey de Francia había determinado embestir contra el reino de Nápoles, por la esperanza que tenía de que el virrey, conociendo el peligro (porque no había quedado en él ninguna fuerza) desampararía el estado de Milán, e iría a defenderle, o a lo menos la necesidad le vendría a forzar a dejar las armas con vergonzosa condición. Concluyóse pues que Juan Stuardo, duque de Albania,267 de la sangre real de Escocia, iría al reino de Nápoles con parte del ejército, lo cual habiendo hecho, el Papa, que no quería en ninguna manera que el rey de Francia tomase el reino de Nápoles de miedo que tenía, que poseyéndole una vez con el ducado de Milán, no se viniese después a apoderar de los estados que él y los demás príncipes y repúblicas de Italia tenían, halló invención para guardar que el duque de Albania no ejecutase en el reino de Nápoles cosa que fuese de momento, y lo hizo con tanta discreción, que el rey no se apercibió de ello. Entre tanto que esto pasaba, el rey de Francia proseguía siempre el cerco de la ciudad de Pavía, determinado contra la buena y sana opinión de sus capitanes de no dejarle sin haberla tomado, y para guardar que nosotros no entrásemos en ella, quiso mudar de alojamiento, porque estaba antes alojado al lado de Burgeto, en la abadía de San Lanfranco, fundada a una milla y media, poco más o menos de Pavía, pasado el camino, por el cual se va de Pavía a Milán y sobre el río Ticino. 267 John Stuart, duke of Albany (1481/84-1536). 260 Monsieur de la Palice, con la vanguardia y con los esguízaros fue a las Ronzas, dentro del burgo, cerca de la puerta de Santa Justina, habiéndose fortificado en las iglesias de San Pedro, de Santa Apolina y de San Gerónimo. Y Juan de Médicis268 con su gente de a caballo y de a pie, estaba alojado en la iglesia de San Salvador. Pero cuando el rey entendió que nosotros habíamos partido de Lodi, se fue a alojar dentro del Parque269 en la magnífica casa de Mirabel, fundada más acá de Pavía, y dejó la gente de a pie, los grisones270, en San Lanfranco, sin trocar el alojamiento de la vanguardia. Finalmente, el rey se fue a alojar a los monasterios de San Pablo y de Santiago, lugares cómodos y eminentes que estaban muy cerca de Pavía. Y Monsieur de Alanzón,271 se fue a alojar a Mirabel con la retaguardia, y para poderse socorrer el uno al otro, rompieron de aquel lado la muralla del Parque, y tenían todo aquel espacio que está hasta el camino de Milán, del lado de arriba. De manera que teniendo cercado a Pavía por todas partes, y el Gravelona, el Ticino y la Torretta272 que está frente a frente de Darsina, estando entre las manos del rey, no podíamos entrar dentro de Pavía si no pasábamos el Ticino o entrábamos por el Parque. El rey fiaba el cuerpo del ejército al almirante,273 y consumía la mayor parte del tiempo (a lo que decían) en ociosidades o en vanos placeres sin querer entremeterse o pensar en negocios y cosas de mayor importancia. Y si alguna vez quería tomar consejo sobre lo que 268 Giovanni de Medici (1498-1526), fue condotiero italiano. El Parque se refiere al sitio de la batalla de Pavía (24 de febrero de 1525), en las afueras de la ciudad del mismo nombre, rodeado de cerco. 270 Los grisones son naturales del cantón suizo de Graubünden. 271 Carlos IV de Valois, duque de Alençon, cuñado del Francisco I de Francia. Acompañó al rey en las campañas italianas. Después del desastre francés en la batalla de Pavía, fue acusado de haber abandonado al rey y el campo de batalla. 272 Hoy en día Mirabel (Mirabello), Gravellona, Ticino, y Torretta forman parte de la municipalidad de Pavía. 273 Guillaume Gouffier, señor de Bonnivet. 269 261 había de hacer, se contentaba de tenerle sólo del almirante sin hacer caso del parecer de los otros capitanes, porque tomaba ordinariamente consejo y seguía la opinión de Anne de Montmorency274 y de Felipe de Chabol, señor de Brion, personas que le eran agradables, pero de poca experiencia en las cosas de la guerra. De otra parte, el número de la gente de su ejército no era tan grande, como la fama corría y el mismo rey creía, porque un pedazo de él se había ido con el duque de Albania y otro quedado con Teodoro de Trivulzio275 en defensa de Milán, y siendo esparcidos y alojados en las villas de la comarca otros, no se hallaban en el ejército más de ochocientas lanzas ordinarias y en cuanto a la gente de a pie, mucho menos de lo que se creía, así por la negligencia de los ministros del rey, como por el engaño y poco cuidado de los capitanes, de los cuales, aquellos que le embelesaban más eran los italianos. Porque aunque recibían la paga de mucha gente de a pie, tenían bien poco número de ellos, y después dos mil valesinos276 que alojaban en San Salvador, entre San Lanfranco y Pavía, acometidos de repente por los de adentro habían sido desbaratados. En este tiempo, el caballero de Casalo, que el rey de Inglaterra enviaba con grandes promesas, llegó a nuestro ejército. Porque este rey, comenzando a tener envidia a la prosperidad del rey Francisco, amenazaba de hacerle guerra en Francia, en cuyo reino decía tener grande derecho277 y deseaba que nuestro ejército se conservara, por ocasión de lo cual mandó a Pacceo, que estaba en Taranto, que fuese a protestar a Venecia en su nombre la observancia de la Liga, e hizo rogar al Papa por su embajador de ayudar en aquella guerra al 274 Anne de Montmorency, duque de Montmorency (1493-1567). Teodoro Trivulzio (1458-1531). 276 Los valesinos eran mercenarios que provenían del actual cantón suizo de Valais. 277 Enrique VIII. Su bisabuela era Catherine de Valois, reina de Inglaterra y esposa de Enrique V. 275 262 emperador, de lo cual el Papa se excusó, por la capitulación hecha con el rey, para su seguridad y sin ofensa a nadie. Mas los tratados de los príncipes, y la diligencia de los embajadores, no servían entonces de mucho, porque acercándose los ejércitos, la suma de toda la guerra y todas las dificultades y peligros, sustentados en muchos meses, se reducían a la fortuna y riesgo de bien pocas horas. Porque nuestro ejército, tomado que hubo el castillo de Sant’Angelo, pasando más adelante, vino a alojarse Olona a Vistarino, y el segundo día a Lardirago, y a San Alesso del pequeño río del Olona, el cual alojamiento estaba a cuatro leguas de Pavía, y el tercero día fuimos a alojar dentro de Prati, cerca de la puerta de Santa Justina, y nos extendimos entre Prati, Trelevero, y la Motta, y en un bosque al lado de San Lázaro, que eran unas casas a dos leguas y media de Pavía y a una milla de la vanguardia francesa. Antes de salir de Lodi, junto que fue nuestro ejército, habíamos hecho alarde,278 por saber la gente que había en él, y hallamos que la gente de a caballo llegaba al número de mil y cuatrocientos, es a saber setecientos hombres de armas y otros tantos caballos ligeros, mil hombres de a pie italianos, y más de dieciséis mil españoles y tudescos. Llegados que fuimos con toda esta gente, tan cerca de la vanguardia francesa, que como tengo dicho, no había de distancia entre los dos, más de una milla, no se pasaba día sin tener con los enemigos alguna escaramuza, y los unos y los otros nos lastimábamos grandisímamente con la artillería. Nosotros ocupábamos Belgioioso y todas las villas y tierras que los enemigos tenían a las espaldas, si no era San Colombano adonde había guarnición de franceses, pero cercada de manera que nadie podía salir. 278 Alarde. La muestra o reseña que se hace de los soldados, la cual ejecuta el Comisario destinado para este efecto, a fin de reconocer si está completo el número que cada Compañía debe tener, y si tienen las armas limpias y bien acondicionadas y todo lo demás de su uso en buena disposición. 263 Habíamos hallado dentro de Sant’Angelo y Belgioioso muchos bastimentos, y hacíamos todo lo que podíamos para ganar el río Ticino como habíamos hecho el Po, para tener de ellos aun mayor abundancia y guardar, con tomarlo todo para nosotros, que los franceses se quedasen sin nada. También teníamos a Santa Cruz, y aunque el rey había dejado la Cartuja cuando fue a Mirabel, no quisimos ir a tomarla por pensar que se nos guardase el paso de los bastimentos. Los franceses tenían San Lázaro, pero no se atrevieron de quedarse allí por miedo de nuestra artillería. Entre los dos campos había un pequeño arroyo de agua corriente llamado Vernículo, que toma su origen dentro del Parque y de allí pasando por medio de San Lázaro y San Pedro en Verge, se va a poner en el Ticino. Nuestro ejército, para adelantarse con menos dificultad, hizo, para pasarle, siendo de grande importancia el hacerlo, mas los franceses lo defendieron valerosamente, ayudados del agua, que era muy honda, y las orillas del arroyo muy altas. De manera que no se podía pasar sino con muy grande dificultad, y cada uno fortificaba con mucho cuidado su alojamiento. El del rey279 tenía en frente a las espaldas y al lado siniestro grandes pertrechos, que estaban cercados de fosos, fortificados con bastiones,280 y al lado derecho el muro del Parque de Pavía. De modo que se tenía por muy fuerte. El nuestro estaba fortificado de la propia manera y entre los pertrechos del uno y otro alojamiento, no había más de cuarenta pasos de distancia, y los bastiones estaban tan vecinos que nos tirábamos los unos a los otros arcabuzazos. Estos dos ejércitos estaban así alojados a ocho de febrero del año de 1525 y se escaramuzaban a cada momento, pero todos estaban dentro de sus trincheras, sin querer hacer 279 280 Francisco I. Bastión. Termino de fortificación, lo mismo que baluarte. 264 cosa que fuese juzgada a temeridad, y nos parecía a los capitanes que hasta aquel día habíamos ganado mucho, pues habíamos llegado tan cerca de Pavía, que y si veníamos a pelear, podíamos ser ayudados de la gente que estaba dentro. Y porque los de Pavía tenían falta de pólvora, cincuenta de a caballo de los nuestros se fueron de noche, con una valija llena de ella (puesta cada una a las ancas de su caballo) sobre el camino de Milán, y entendiendo que hubieron la alarma falsa que nosotros habíamos dado a los franceses, así como se había concertado, se pusieron, sin hallar ningún encuentro que les detuviera en Pavía, de donde Antonio de Leyva281 hacía muy a menudo salidas muy dañosas a los enemigos, porque un día habiendo acometido aquéllos que estaban guardando el Burgeto y a San Lanfranco, los había desbaratado y quitado tres piezas de artillería y tres carretas cargadas de municiones”. 281 Antonio de Leyva, duque de Terranova, príncipe de Ascoli, era general español durante las guerras de Italia y comandante en el ejercito de Carlos V en la batalla de Pavía. 265 Capítulo VI “Es casi imposible de creer la vigilancia, la industria y el trabajo, así del cuerpo, como del entendimiento, que el marqués de Pescara ponía en todo lo que era necesario para ofender al enemigo, porque no cesaba de día ni de noche de atormentarlos con escaramuzas, rebatos282 y otros tártagos283 que les daba a cada momento. Los capitanes del rey y el Papa con sus nuncios le aconsejaban de dejar el cerco de Pavía, diciéndole que faltándonos el dinero (como era verdad, que nos faltaba) se podía asegurar de alcanzar contra nosotros la victoria sin verter una sola gota de sangre. Mas el rey, siendo de opinión diferente, tan grande era la obstinación que tenía en el cerco, no quiso seguir lo que la pasión de su entendimiento y de aquéllos que le aconsejaban, le retrataban delante de los ojos. A 17 de febrero de 1525 los de Pavía hicieron una salida y fueron a embestir en la compañía de Juan de Médicis, el cual se defendió valerosísimamente y los forzó de volverse a entrar dentro de la ciudad. Y yendo después a mostrar al almirante el lugar, y cómo las cosas habían pasado, algunos soldados que se habían escondido en una casa. Le dieron con un arcabuzazo en el talón, del cual golpe tuvo quebrantado el hueso, y le fue forzoso de hacerse llevar a Palencia, del cual accidente el rey recibió grande pesadumbre, y toda la furia del campo francés comenzó a enfriarse en las escaramuzas y asaltos y los de Pavía, saliendo cada día fuera con mayor atrevimiento, y habiéndoles quemado la abadía de San Lanfranco, peleaban siempre con encuentros dichosos contra los enemigos, los cuales parecían ya cansados y faltos de ánimo, que fue causa que el marqués de Pescara, juzgando ser muy fácil 282 283 Rebatos. “Dedicarse con celo a un asunto, amenazar las fronteras enemigas.” Siglo XIII. Corominas. Tártagos. “angustias y congojas”. 266 de sobrecogerlos, me mandó una noche tomar tres mil hombres de a pie españoles y acometer los bastiones, lo que habiendo hecho, y subido encima por los pertrechos, maté más de quinientos hombres de a pie y gané tres piezas de artillería. Poco tiempo antes de todo esto, Juan de Médicis284 de Milán, capitán del castillo de Musso, donde el duque de Milán le había enviado por el homicidio que había hecho contra la persona de monsignor visconde, habiendo hecho un día una emboscada al lado de la roca de Chiavenna, que está fundada sobre un collado, a la cabeza del lago, y distante de las casas del Burgo, tomó el capitán que había salido fuera para pasearse, el cual llevó tan presto delante la puerta de la roca. Y amenazándole de matarle si no le volvía la roca, hizo tanto que su mujer se la volvió, y esto hecho salió otra emboscada de trescientos hombres de a pie, y entró por el castillo en la ciudad, la cual tomó. Y de esto sucedió que las ligas de los grisones, que entraron en sospecha por este accidente, volvieron a llamar un poco antes que se diera la batalla los seis mil grisones que estaban en el ejército del rey. Esto, las afortunadas salidas de los de adentro, las dichosas escaramuzas que nosotros habíamos tenido y el gran desorden que en el ejército francés había, animó de tal manera el corazón de nuestros soldados, que siéndonos imposible de poderlos ir a la mano, tanto porque no teníamos dineros para pagarlos, como por la gana que tenían de pelear, la noche antes de 25 de febrero, día dedicado por los cristianos al apóstol San Matías, y el mismo día del nacimiento del emperador, determinamos de ir a Mirabel, adonde se alojaban algunas compañías de gente de a caballo y de a pie, con intención, que si los franceses no se movían, de libertar Pavía del cerco, y si se movían, de dar batalla. Y partiendo de allí, después de haber cansado con rebatos a la entrada de la noche a los franceses, y haber hecho como quien 284 Gian Giacomo de’ Medici (1495-1555). No confundir con Giovanni de’ Medici, también condottiero italiano, que murió en Mantua en 1526. 267 les quería acometer del lado de hacia al Po, el Ticino y San Lázaro. Tomamos todos a media noche una camisas blancas, encima de las armas, para bien conocernos, e hicimos dos escuadrones de gente de a caballo y cuatro de gente de a pie. El primero estaba igualmente compuesto de tudescos, españoles e italianos, debajo el conducto del marqués de Gast285 y mío. El segundo era solamente de gente a pie española, debajo del conducto del marqués de Pescara. El tercero y cuarto de tudescos, conductos por el virrey y el duque de Borbón, y llegamos con este orden a las murallas del Parque algunas horas antes del día, y pusimos por el suelo sesenta brazas de muro con los canteros y la ayuda de los soldados y cuando hubimos entrado en el Parque, nuestro escuadrón fue derecho a Mirabel, y lo demás del ejército hacia el enemigo. Mas el rey, después de haber entendido como nosotros habíamos entrado dentro del Parque, pensando que todo nuestro ejército caminase derecho a Mirabel, salió de su alojamiento para combatirnos en descubierto, y llena campaña, queriendo que el encuentro se hiciese antes allí que en otra parte, por la mejoría que la gente de a caballo tenía y ordenó al mismo tiempo que se tornase la artillería hacia nosotros, la cual batiendo al lado, hizo mucho daño a la retaguardia. Entre tanto el marqués de Pescara fue a embestir al escuadrón del rey, el cual combatiendo valerosísimamente, sustentó la impetuosidad del asalto con grande y generoso ánimo. Pero la arcabucería que llovía sobre él como granizo, le hizo casi perder la esperanza de poderse defender. Mas los esguízaros acudiendo al socorro, y la caballería viniendo a cargarlo por el lado, les fue forzoso de retirarse por más que hicieron. Lo que visto por el marqués de Pescara, llamó con mucha instancia al virrey y al duque de Borbón, los cuales llegando con los tudescos, desbarataron con mucha facilidad a los esguízaros, los 285 Alfonso de Ávalos (1502-1546), marqués de Gast (o Vasto), fue un militar italiano al servicio de Carlos V durante las Guerras Italianas. 268 cuales no correspondieron en ninguna manera aquel día al valor que solían mostrar en las batallas. Y estando el rey con gran copia286 de hombres de armas al medio de la batalla, haciendo todo lo que podía para detener su gente después que hubo peleado mucho tiempo con grande esfuerzo y ánimo, faltándole las fuerzas, y perdiendo mucha sangre de tres o cuatro heridas que tenía, su caballo habiéndosele muerto y viéndose solo y sin esperanza de socorro, le fue forzoso de darse a cinco o seis soldados que le tenían cercado de todas partes, los cuales no le conocían. Mas llegando en esto el virrey, se dio el rey a conocer, y el virrey besándole las manos y haciéndole grande acatamiento,287 le hizo prisionero por parte del emperador. Al mismo tiempo, nuestro escuadrón había desbaratado la gente de a caballo que estaba en Mirabel. Y Antonio de Leyva habiendo derribado un pedazo del muro por donde cien caballos podían pasar juntos por la brecha, había salido y embestido por las espaldas a los enemigos, de manera que viéndose acometidos por todas partes e imposibilitados de poderse defender, comenzaron a volver las espaldas, los cuales seguidos con vehemencia militar por los nuestros, fueron todos muertos o presos, si no fue la retaguardia de la gente de a caballo, la cual conducida por Mos de Alanzón, se había acogido desde el principio de la batalla toda entera. Túvose por cierto que en esta jornada murieron más de ocho mil hombres del campo enemigo, contando los que se ahogaron en el Ticino por quererse salvar, y entre ellos veinte de los más principales caballeros de Francia, de los cuales los más señalados fueron: el almirante monsignor de Chabot los señores de la Palice y de la Tremouille, el caballerizo mayor monsignor d’Aubigny y monsignor de Bussi. Y los prisoneros fueron el 286 Copia. Abundancia y muchedumbre de alguna cosa. Acatamiento. Reverente y respetuosa demostración con que se manifiesta la veneración y obsequio que se hace al Superior. 287 269 rey de Navarra, el bastardo de Saboya, los señores de Monmorency, de San Pablo, de Brion, de Laval, monsignor de Chandion, monsignor de Imbercourte, Galeas Visconde, Federico de Roscolo, y monsignor de Lescun, hermano de monsieur de Lautrec, el cual siendo mi prisionero y uno de los más cumplidos caballeros del mundo, murió poco tiempo después de la heridas que se le habían dado peleando. De los nuestros murieron mil quinientos, y entre ellos un solo capitán, que fue Fernando Castrioto,288 marqués de Sant’Angelo, y los despojos fueron tan grandes que nunca en Italia se habían visto más ricos soldados. El marqués de Pescara fue herido de un arcabuzazo, Antonio de Leyva un poco en la pierna y yo en el brazo. De un ejército tan grande no se salvaron sino la retaguardia, conducida (así como tengo dicho) por monsignor de Alanzón, en la cual había cuatrocientas lanzas, la cual sin pelear ni ser acometida, o seguida, mas dejando el bagaje, se recogió entera y con gran diligencia en el Piamonte y tan presto que la fama de la victoria hubo llegado a Milán, Teodoro de Trivulzio, que había quedado en él con cuatrocientas lanzas, se fue y tomó el camino de Musocco289, siguiéndole todos los soldados lo mejor que pudieron. El rey fue llevado el día después de la victoria a la roca de Pizzighettone, porque el duque de Milán, por su propia seguridad, consentía de mala gana que fuese llevado al castillo de Milán, y allí, fuera de la libertad, porque era guardado con mucho cuidado, era tratado y honrado en todas las demás cosas como rey”.290 288 Aparece en la Historia general de España de Juan de Mariana, vol. 12, de 1819, donde se describe su muerte de la siguiente manera: “Descuidóse de llevar cadenas en las riendas que le cortaron y el caballo le metió entre los enemigos sin poderse reparar.” (137) 289 Musocco es un distrito de Milán, anteriormente un pueblo aparte. 290 Para más detalle ver Mariana II, Libro primero, capt. VI-VIII. 270 Libro Quinto ARGUMENTO El ermitaño remata las guerras de Italia, con mostrar con qué discreción el emperador usó de su fortuna, después de la batalla de Pavía. Y tanto por ser cansado de hablar, que por hallarse desmayado con la memoria de sus desdichas, remite el fin de su historia a otra vez, rogando a Sicandro de contar la suya entretanto que él se va a descansar. Sicandro, queriendo obedecerle y pagar la deuda que a don Henrique debía, le cuenta sus fortunas y la extraña aventura que le había traído allí con sus criados. Capítulo I “La nueva de esta célebre victoria, llegada a Roma, y en las cortes de los potentados de Italia, el Papa, las repúblicas y todos los príncipes se hallaron muy espantados, los cuales por hallarse casi todos desarmados y sin ningunas fuerzas, tenían tan grande miedo (viendo que las del emperador habían quedado tan poderosas en la campaña, sin ningún empacho de los enemigos) que creían ser todos perdidos, imaginándose que el emperador procuraría de hacerse con ellas señor universal de toda Italia. Mas los que tenían los principales cargos del ejército español, cayendo en ello, queriendo sacar a toda Italia de esta sospecha, capitularon con el Papa, en la cual capitulación los artículos más principales eran éstos, que entre el Papa y el emperador quedaría una amistad, perpetua confederación, por la cual conservar el uno y el otro quedarían obligados, de defender con cierto número de gente el ducado de Milán, poseído entonces, debajo la 271 sombra del emperador, por Francisco Sforza, que fue nombrado como principal en este concierto. Que el emperador tomaría a su protección todo el estado que tenía la Iglesia, aquél que poseían los florentinos, y particularmente la casa de Médicis, con la autoridad y preeminencia que tenían en aquella ciudad. Que los florentinos pagarían al instante cien mil ducados, en pago de lo que debían contribuir en la pasada guerra, en virtud de la liga hecha con el Papa Adriano,291 la cual el emperador pretendía no haberse acabado con su muerte, porque estaba dicho en las capitulaciones que se habían hecho que duraría un año después de la muerte de cada uno de los confederados. Y que los capitanes que teníamos cargo en el ejército harían salir las compañías fuera del estado de la Iglesia, y que no enviarían a alojar después ninguna de ellas a él sin la voluntad del Papa. Dejóse lugar a los venecianos para entrar en esta confederación, dentro del término de veinte días, con honestas condiciones, las cuales debían ser declaradas por el Papa y por el emperador. Y quedó en el concierto que el virrey quedaría obligado de hacer venir dentro de cuatro meses la ratificación del emperador de todos los artículos contenidos en las capitulaciones. Este concierto así hecho, todo el mundo se puso a mirar de qué manera el emperador recibiría la nueva de la presa del rey cristianísimo,292 y donde se endilgarían sus pensamientos, y por lo que se puede comprender en la muestra al exterior, se vio en él grandes indicios (a lo que dicen) de un entendimiento muy prudente y muy moderado, y 291 292 Adriano VI, Papa (1522-1523). Francisco I, rey de Francia (1515-1547). 272 propio para resistir fácilmente a las prosperidades de la fortuna, y aun tales que no eran creíbles en un tan mozo y tan poderoso príncipe, y que nunca había sentido qué cosa eran desdichas. Porque tan presto que supo esta victoria, de la cual recibió las nuevas a diez días del mes de marzo de 1525 con cartas escritas de la propia mano del rey, se fue luego a la iglesia a dar gracias a Dios de un tan dichoso suceso, con muchas solemnidades. Y la mañana después, comulgó con demostración de grandísima devoción, yendo en procesión a la iglesia de nuestra Señora, fuera de Madrid, donde estaba entonces con toda su corte. Y no permitió que como los demás han acostumbrado de hacer, se hiciese demostración de alegría con las campanas, ni con fuegos o de otra manera, diciendo que convenía hacer fiestas y regocijarse de las victorias ganadas contra los infieles, y no de las que se ganan contra los cristianos, sin mostrar en los ademanes ni en las palabras ninguna señal de contento demasiado o de entendimiento ensoberbecido. Y después que hubo continuado algunos días en sus devociones llenas de gran cordura y bondad, hizo llamar un día a todo su consejo para que (como había acostumbrado) no hiciese cosa que no fuese bien considerada, y su proposición fue que le aconsejase en qué manera se debía de gobernar con el rey de Francia, ya que sin su victoria se debía de endilgar, mandando a cada uno de decir libremente su parecer. El obispo de Osma,293 su confesor y uno de los más insignes varones que florecían en aquel tiempo en España, después de haber hecho un docto y admirable discurso, lleno de notables ejemplos, le aconsejó (aclarando sus palabras con buenas razones y pruebas verdaderas) de enviarle libre, y sin ningún rescate a Francia. Mas el duque de Alba y otros grandes que estaban presentes, viendo que el emperador le había escuchado con grande aplauso, fueron de opinión diferente, que fue causa que el emperador dejó de hacer aquella 293 Juan García de Loaysa y Mendoza (1478-1546), nombrado obispo de Osma, Soria, en 1525. 273 buena obra a costa de muchas desgracias que sucedieron después, e hizo traer a España al rey de Francia, donde estuvo hasta que, dando al cabo del año un millón y medio de ranzón,294 se volvió a Francia. Después de la memorable batalla de Pavía, mi esposa a quien me había obligado con cartas expresas que le había enviado, de irme a acabar con ella mi vida, y de dejar de todo punto la guerra (si Dios me dejaba escapar de la batalla) me envió a buscar tan presto que supo su dichoso fin, conjurándome de cumplir mi promesa. El deseo que tenía de verla a ella y a mi Amilia, a las cuales no había visto en los cuatro años que duró esta postrera guerra, sino que fue tres veces que me hizo dar la vuelta a Nápoles, con intento de reposarme de los trabajos que en los treinta años que duraba esta guerra había padecido. Pues que la fortuna había querido que pasando por todos los grados más honrados que tiene la guerra, fuera aquél de general, a los cincuenta años de mi edad viniese a tener ganada mucha honra, hijos, mujer y hacienda para acabar lo que me quedaba de vida sirviendo a Dios. Llegado que fui a mi casa, después de haber acompañado los ocho primeros días, con el contento y regocijo que suele dar la vista de cosas tan amables, como son mujer, hijos, parientes y amigos, después de una larga ausencia empecé de volver mis pensamientos a Dios, pidiéndole perdón todos los días de las muchas muertes que en servicio de mi rey y para conservar mi honra había cometido, procurando con rezos, ayunos y grandes limosnas que hacía todos los días, de otorgar el perdón de mis pecados y la gracia de no volver más a caer en ellos. 294 Ranzón. Dinero con que se rescata o que se pide para ello. 274 De otra parte, mi esposa, dando a su hija virtuosos preceptos, que una buena madre está obligada a dar, no perdía un solo minuto de tiempo sin emplearle en sus honestos ejercicios. Así pasábamos el tiempo, queridos de nuestros vecinos y amados de nuestros parientes. El deseo de adquirir nueva hacienda no nos inquietaba el espíritu, porque nos contentábamos con lo que teníamos, pues lo veíamos bastante para que nuestra casa y nuestra honra se sustentasen como convenía a nuestra calidad. Cuando era menester gastar con nuestros amigos nos mostrábamos liberales, y cuando la ocasión se ofrecía de no gastar, guardábamos, en fin, ni pródigos ni avaros, mas siguiendo un buen medio. En efecto, buscábamos, después de haber servido a Dios, cómo poder contentarnos a nosotros mismos. Nuestra hija era el puerto de todas nuestras esperanzas, y nuestras esperanzas, el Jordán,295 a do mis años se renovaban. Su hermosura crecía todos los días, y a medida que la belleza iba en aumento, su entendimiento se acendraba.296 ¡Ay, memoria triste! ¡En qué abismo de confusión pones mis afligidos pensamientos, ahora que la representación de las desdichas, que poco tiempo después me sucedieron, me ha hecho eclipsar el bien que de otra parte me dabas!” En diciendo esto, convirtiendo en un momento sus ojos en dos fuentes de lágrimas, quedó sin poder decir una sola palabra. Mas al fin, estado que hubo así un rato, dando un profundo suspiro, y enjugando sus lágrimas, volvió otra vez a cobrar la palabra, diciendo: “Señores, hanme de perdonar si no acabo ahora mi historia. La mudanza de mi fortuna viene a ser tan grande, penetrado que habré un poco más en ella, que la sola memoria de la 295 296 Don Esteban se refiere a que ha concluido una etapa de su vida, y empieza a gozar de su vida en familia. Esclarecía. 275 desgracia que me sucedió estando al mayor creciente de mi fortuna, me solía derribar en el suelo, de puro sentimiento, todas las veces que lo contaba, habrá quince años. Consideren ahora lo que me pudiera suceder, si siendo ya viejo y cansado de hablar, no hacía pausa a fin de tomar aliento y cobrar nuevas fuerzas para acabar de contar mi vida, después de un poco de descanso. Y porque creo que vos hijo Sicandro, no habéis contado a mi hijo don Henrique (por no haber tenido lugar) vuestras fortunas, os ruego de entretenerle con ellas, tenerle con ellas, entretanto que yo vuelvo, descansado que habré un poco a solas”. En acabando de decir esto, se levantó el ermitaño y se fue a su ermita, y Sicandro queriendo obedecer al ruego que le había hecho, y cumplir con la obligación que a don Henrique tenía. Después de haber pasado entre ellos algunos coloquios sobre los encuentros, que de repente (como había sido aquél) han acostumbrado de llegar a los hombres, Sicandro comenzó a hablar de la manera que oiréis en el capítulo siguiente. 276 Capítulo II “Mi nombre de pila es Sicandro,297 el de mi apellido Fonseca, la tierra de donde soy la Andalucía, y el lugar de mi nacimiento Granada. Mi madre, que se llama Florania, después de haber padecido los mayores dolores del mundo, parió de un parto a una niña y a mí. Y aunque el rigor de su mal la llevaba al postrer trance de su vida, el contento que tuvo en vernos en los brazos de nuestras amas en naciendo, tan lindos y tan parecidos, fue causa de volverle a dar al momento la perfección de su salud y que saliese de aquel peligro. La mucha hacienda que mi padre tenía, como aquel que poseía veinte mil ducados de renta con título de marqués, nos hizo criar con el cuidado y con la puntualidad que a hijos de tales padres convenía. Que fue causa que las partes que el arte nos vino a dar, juntas que fueron con las que naturaleza nos había dado, vinieron a hacer aun tan perfecta armonía, que absortábamos con ella a nuestros padres, y hacíamos morir de celos a los hijos de los otros caballeros del reino. Quien miraba a Elisaura (que así se llamaba mi hermana) veía el retrato de Sicandro, y quien veía a Sicandro miraba el retrato de Elisaura, porque el soberano pintor se había tanto aventajado en dibujar las líneas, facciones y perfiles del rostro del uno y del otro, que no se hallaba otra diferencia en nosotros que aquella del vestido, porque en las demás partes exteriores éramos una misma cosa, dividida en dos. Pero llegados que hubimos a la edad de la adolescencia, que es cuando la hermosura descubre sus más atractivas gracias, la tez y color del rostro de Elisaura, mostrándose más viva y delicada que la mía, comenzó a declarar 297 El personaje narra una historia familiar que no es la suya. La princesa Elisaura asume un rol masculino que va a llevar hasta casi el final de la Historia tragicómica. Esta doble identidad del personaje le permite a Loubayssin agregar más detalles a la novela y al mismo tiempo usar un recurso, el travestismo, presente en muchas obras de ese tiempo. También lo usa en su novela Los engaños deste siglo, en que el joven don Francisco se viste de mujer. 277 su sexo, y la mía el mío. Y porque no entienda, señor caballero, que la fraterna afición me ciega cuando diga que la hermosura de mi hermana iguala a todo lo que se puede hallar en este siglo más hermoso y raro, le suplico considerar un poco antes de blasonar mi juicio este retrato, que estimo más que a un reino”. En diciendo esto, sacó de la faldriquera una cajuela de oro, sembrada de diamantes, la cual habiendo abierto, descubrió un retrato que a no ser de aquélla de quien había encarecido tanto su hermosura, no era posible ser de otra sino de la diosa Venus. Quien ha visto los gestos que hace el que despierta de un sueño en levantando la cabeza hacia los rayos del sol puede fácilmente concebir la cara que don Henrique hizo, viendo en el hondo de la cajuela otro sol de no menos resplandor que el verdadero. Porque si nunca Apeles298 o Zeus acertaron a hacer un retrato capaz de mover los deseos de los que le mirasen. Y si nunca objeto dio materia al pincel para enriquecer el arte de la pintura, Elisaura la había dado al pintor que había hecho su retrato, y el pintor, que había hecho su retrato, habían dado ocasión a los hombres que mirasen su obra de perderse por la pintura. “¿Qué respondéis a esto, don Henrique?”, dijo Sicandro, viendo su embelesamiento. “Que no he visto,” respondió don Henrique, “cosa en mi vida que me haya causado mayor admiración que la grande hermosura que Elisaura tiene, si es verdad que la posee así como el pintor lo muestra en su retrato”. “Antes ha sido corto, que liberal en su obra”, tornó a decir Sicandro, como lo podréis ver algún día, si Dios nos da vida para ello y siguiendo su cuento, prosiguió diciendo: “A la sazón que todo lo más granado de Andalucía volvía los ojos para mirar el curso de este nuevo sol, que iba de grado en grado a ponerse en el cenit de su mayor resplandor, y 298 Apeles, famoso pintor de la antigüedad, mencionado en Don Quijote II, cap. XXXII en donde don Quijote trata de describir la belleza de Dulcinea a los duques. 278 que yo comenzaba a gustar de los deleites que los mancebos de mi edad suelen gozar con sus semejantes, mi padre estando en la corte, fue proveído, por su majestad católica, por virrey del Perú. Porque el rey, cansado del mal gobierno de Valdivia y de otros capitanes, quiso a toda fuerza que mi padre fuese allá para poner algún remedio en ello.299 Dado orden para dejar su casa, mi madre viendo que su ausencia la privaría de todo su contento, no quiso quedarse sola en Granada, ni consentir que hablase de dar orden en cosa de su viaje, sin que primero le hubiese dado a ella palabra de llevarla con sus hijos. Fue tan grande el contento que mi padre tuvo, oyendo la resolución de mi madre, por haber deseado lo mismo, aunque no se lo había dicho, temiendo que ella no gustase de ir, que antes que la luna, que entonces se había despedido, volviese a mostrar sus cuernos plateados en nuestro horizonte, habíamos arrancado del puerto de Sanlúcar, y engolfados en el océano, íbamos navegando, viento en popa, para las Indias. Mostróse la fortuna tan amiga por algún tiempo que pasado que hubimos las islas Canarias, y tomando el camino hacia el occidente, descubrimos al cabo de dos meses la ciudad de Lima. Mas esta inconstante diosa, el cielo y todos los elementos, uniéndose una tarde contra nosotros, vinieron a embestir, con tanto ímpetu, al medio de esas llanas e inmensas campañas, a nuestro pobre navío, que al fin no pudiendo resistir al combate, que el furor de los vientos nos daba, le fue forzoso al piloto dejar el timón para tomar el rosario, y a los marineros y grumetes las cuerdas para tender los brazos al cielo, y suplicar a la majestad divina nos mirase con sus ojos de misericordia. En esto se acabó el día y con él nuestras esperanzas, porque aguardábamos a cada momento la muerte, tan grande era la tormenta, los remedios pocos, y las sospechas muchas. 299 El mal gobierno de los territorios de Arauco era un tema común en muchas crónicas e historias de la época. Ver, Cautiverio Feliz y razón individual de las guerras dilatadas del Reino de Chile, de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán; Desengaño y reparo de la Guerra de Chile de Alonso González de Nájera. 279 Mas Dios queriéndonos salvar aquella noche del peligro del océano, para probar, si los hombres serían después tan misericordiosos con nosotros como las olas del mar lo habían sido, aplacó la furia de los vientos y permitió que la aurora nos mostrase bien cerca de donde estábamos, cinco o seis navíos, a quien el temporal había hecho correr la misma fortuna que a nosotros. Conocimos luego ser corsarios holandeses, los cuales están acostumbrados de correr este mar para robar las naves que se vuelven cargadas de plata y de mercancías a España. Este peligro manifiesto, dispuso el corazón del marqués, mi padre, a morir antes que poner su honra a la discreción de estos salteadores. También era esto, todo el fruto que su determinación le podía dar, trayendo los enemigos cinco navíos de guerra, y nosotros solo dos, y mal artillados, porque los otros se habían perdido con la tormenta, o a lo menos se habían tan alejado de los nuestros, que mirando desde lo más alto del mastil, no se había podido descubrir ninguno en todo el llano que los ojos de un grumete había podido señorear con la vista. Los enemigos conociendo por el ruido y diligencia que hacíamos, para ponernos en defensa, que los despojos de nuestras naves no podrían ir a las suyas sin que primero la victoria de una batalla naval atase las manos de los dueños, a quienes pertenecían, se acercaron a nosotros, hasta que se vieron en lugar de donde podían ofendernos con sus tiros, los cuales dispararon a un mismo tiempo. La respuesta que les hicimos no fue de menos estruendo y efecto que la salva que se nos había hecho, mas los unos de ellos, acercándose de una parte, entretanto que nos defendíamos de la otra y aferrando a nuestros navíos con unos grandes garfios que tenían, los juntaron con los suyos, a pesar de la artillería que llovía siempre sobre ellos, un espeso granizo de hierro. Entonces fue que los más atrevidos de los 280 enemigos dieron a entender a los nuestros su mucho valor y grande voluntad que tenían de sobrepujarnos, y el marqués, mi padre, con los suyos, aquélla de defenderse. Porque como hubiesen saltado dentro de nuestro navío les fue forzoso de volverse a ir, y con tanta confusión que parte de ellos, por volver a saltar dentro de sus naves saltaron dentro del agua y se ahogaron. Una hora o más había que la capitana combatía con los tres mejores navíos de los holandeses300 y que el marqués, mi padre, peleaba, como buen soldado, sobre la tilla301 del navío, cortando y hendiendo todo lo que el corte de su espada hallaba delante. Pero no fue posible, hallándose herido en cinco o seis partes, de resistir a la pujanza del enemigo, porque habiendo perdido muchísima sangre por las llagas que tenía, le fue forzoso de dejarse caer al fin entre los muertos. Los enemigos teniendo la victoria por cierta, por ver que aquél que la había entretenido hasta entonces muy dudosa, había caído y sin remedio de volverse a levantar, volvieron a cargar de nuevo con tanta furia sobre la poca gente que quedaba que rindieron el navío y a toda la gente que estaba en él. Querer decir los gritos, los clamores y las quejas que mi madre y mi hermana Elisaura hacían y decían, oído que hubieron el suceso de mi padre, y como los enemigos eran vencedores, no es posible que lengua humana lo pueda decir. Porque los gritos fueron tan grandes, las quejas tan lastimosas y los clamores tan confusos que los mismos piratas, con ser naturalmente crueles e impíos, informados que se hubieron de la ocasión porque se atormentaban tanto, enternecidos de ver con qué rigor mi madre y mi hermana se arrancaban 300 Los piratas ingleses, franceses y holandeses esperaban las flotas del comercio de las Indias. También asaltaron algunas colonias. Francis Drake (1540-1596) asaltó colonias en Chile y Perú; en julio de 1615 el almirante holandés Joris Van Speilberg derrotó en el Callao a la flota española del almirante Rodrigo de Mendoza. Entre los años 1623 y 1626 la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales mandó al caribe 800 naves con 6.000 marinos y así pudieron apresar más de 500 barcos españoles. 301 Tilla. “Entablado que cubre una parte de las embarcaciones menores.” Corominas. 281 los cabellos y maltrataban sus caras, nombraron a dos capitanes, que hablaban muy bien la lengua española para tenerlas compañía, guardar que no se les hiciese ningún agravio y para consolarlas, diciendo que mi padre estaba vivo y que ni ellas ni él recibirían de ellos ningún maltratamiento. Estas palabras, aunque dichas por personas que no tenían otra ley más de aquélla de sus antojos detuvieron algún tanto las lágrimas de mi madre y de mi hermana, esperando que curando con mucho cuidado las heridas que mi padre tenía, sanaría presto por no tener entre ellas más de solo una que fuese mortal. Así como mi madre, yo y Elisaura, con todas sus mujeres, comenzábamos a enjugar nuestras lágrimas, confiados en las promesas que aquellos bárbaros nos habían hecho de no agraviarnos en nada, entró donde estábamos un soldado de los nuestros que hablaba muy bien la lengua holandesa, el cual creyendo que los dos capitanes que presentes estaban, no entendiesen español, nos dijo como había oído decir a Agradan, que era el que venía por capitán general de la flota enemiga, que estimaba más los navíos que había ganado, por las dos mujeres que venían en ellos, que si hubiese tomado otros llenos de doblones, y que no quería tomar cosa de todos cuantos despojos se hallasen dentro, sino la doncella. Álvarez y Velázquez, que así se llamaban los dos capitanes de quienes hemos hablado, entendido que hubieron lo que el soldado había dicho, se acercaron a nosotros, y Velázquez adelantándose un poco más que su hermano, vino a decir muy paso al oído de mi madre, sin que nadie lo pudiese oír más ella, estas palabras: “Señora, este hidalgo que está aquí conmigo es mi hermano, y los dos somos hijos de la ciudad de Córdoba de España. Un delito que hicimos en ella fue causa que la justicia confiscó todos nuestros bienes y nos desterró para siempre del reino. De manera que 282 hallándonos en tierras extrañas, pobres y sin remedio, nos ha sido forzoso tomar con esta gente este modo de vivir. Si el señor marqués, vuestro esposo, quiere asegurarme de hacer con el rey que yo pueda volver a España, y torne a cobrar mi hacienda yo les serviré de manera en esta prisión en que están, que vengan a escapar, sanos y salvos con sus hijos y criados de las manos de Agradan.” Estos ofrecimientos aceptados, con recíproco juramento, de cumplir cada uno lo que prometía. Velázquez volvió a su discurso, diciendo: “De esta manera se ha de hacer todo lo que yo diré, sin que nadie me contradiga, en lo que yo mande”. Y como se le hubiese prometido que sí, mandó al momento que yo tomase los vestidos de mi hermana, y ella los míos, lo cual se pudo hacer muy fácilmente, entretanto que el general visitaba las naves. No por alabarme de hermoso porque sé que la hermosura en los hombres es fealdad, mas si va a decir verdad, diré que tomado que hube los vestidos de Elisaura, que no parecía sino que toda su belleza, se había pasado en mí, porque la vergüenza que tenía de verme así vestido me daba, y el color y la honestidad para ello, que por blancura y proporciones del rostro, las tenía al mismo grado de perfección que ella tenía las suyas. Y ella vestida que fue como hombre, cortado que le hubieron los cabellos, que así fue forzoso de hacerlo, y tiznado con un poco de hollín la cara, representaba con tanta perfección su figura, como yo podía hacer la mía.” 283 Capítulo III “Este trueque se había ya hecho de la manera que habéis oído cuando Agradan, dado que hubo orden, como buen general, a todas las cosas, vino a vernos. La insolencia de su proceder nos hizo al instante conocer la buena traza que Velázquez había dado para conservar la honestidad de mi hermana, porque al momento que este bárbaro hubo entrado al lugar adonde estábamos, se vino derecho a mí para besarme. Mas yo defendiéndome de sus brazos, y llamando a mi madre en mi socorro, me descabullí lo mejor que pude de entre ellos, diciéndole después con mucho enojo que era un tirano y sementido, de quebrar así la promesa que se nos había hecho. Agradan, dejando su ferocidad ordinaria, en lugar de responder a lo que yo le había dicho con palabras soberbias y arrogantes, como yo creía, esperando de alcanzar más presto lo que pretendía de mí, por amor que no por fuerza me pidió perdón de su atrevimiento con las más humildes y amorosas palabras que pudo, mandando después a Velázquez y a Álvarez que nos llevasen a la capitana para que recibiésemos allá todo el regalo que se pudiese imaginar. Siendo el amor de la naturaleza de la calentura, que se aumenta cuando le niegan al remedio. El que Agradan me tenía, viendo la dilación del suyo, encendió dentro de su corazón un fuego tan violento que el tormento, procedido del exceso de sus continuos pensamientos, habiéndole quitado parte de su salud, no sabía cómo hacerse para volverla a cobrar, viendo que aquélla que se la podía dar le entretenía todos los días entre la muerte y la esperanza. Porque nuestro consejero Velázquez, para mejor encandilarle los ojos del entendimiento, me había aconsejado de acariciarle con mi amor y de fingir que le amaba. Al fin su mal, habiendo llegado a tal trance que escudriñado bien todos los remedios que son 284 propios al amor, que no se halllaban entre ellos otros, sino aquéllos de gozar de la cosa amada o de morir, se determinó de decírmelo, lo cual habiendo hecho, y con protestación de que no podía hacer menos de escoger de los dos, el que vendría a serle más favorable, lo comunicamos mi madre y yo (un día después que Agradan nos hubo hablado) delante de mi padre que empezaba ya a estar bueno con Velázquez, el cual con rostro alegre y palabra grave, acabado que mi madre hubo sus razones, comenzó las suyas, de esta manera: “Llegado ha el día de nuestra libertad (señores) si la fortuna se muestra tan favorable a vuestros deseos como los míos lo son para vuestro contento. Hiciera mil juramentos para aseguraros de mi fidelidad, si no supiera que un solo efecto es más agradable que un mundo de promesas, porque ellos son los que os han de traer todos los frutos de las primeras que os hice los días pasados, y ellas no son poderosas de daros sin la voluntad uno solo. Mas porque en todas las cosas que se emprenden se debe considerar, antes de empezarlas, con las apariencias que se pueden hacer, oigan las que quiero intentar. Yo soy capitán de uno de estos navíos y mi hermano de otro, y estamos seguros que podemos hacer de nuestros soldados lo que los padres hacen de sus hijos. Y así soy de parecer (que Sicandro, que es ahora Elisaura) dé palabra a Agradan, de darle contento en lo que pide. Y que llegado que habremos mañana, cerca de esta grande y levantada sierra, que vemos (y era donde ahora estamos) que le responda cuando venga a pedirle el cumplimiento de su palabra que le suplica pues no podía rehusar, lo que le había prometido, que no sea en el navío sino que haga poner en uno de los mayores esquifes una cama y que ellos dos, llevándome a mí con otros cinco o seis, vayan a pasar la noche entre los árboles que están en la falda de la sierra. Porque no parecería bien, aunque sus padres consintiesen en ello, que triunfase en presencia de ellos, si así se podía decir de los despojos de su virginidad. Llegado 285 que habremos al lugar dicho, o señalado, porque estoy cierto que Agradan hará todo lo que Elisaura querrá, le daremos a cenar lo más regaladamente que podremos, haciéndole servir por uno de mis criados de un vino dentro el cual yo habré puesto unos polvos, los cuales privándole media hora después (con la virtud que tienen) del sentido, harán entrar al instante en él un grande y profundo sueño, y matarle hemos luego en verle en el estado que digo. Que si sus criados quieren defenderle, los mataremos también a ellos. Que para este efecto, yo y los míos vendremos muy bien apercibidos y armados de buenos y fuertes jacos,302 que tendremos puestos debajo de los vestidos, para que de una manera o de otra estemos seguros de ejecutar nuestros deseos. Hecho esto, se hará la seña que habremos concertado con Álvarez, el cual con mi lugarteniente, tan presto que la habrá visto, hará disparar la artillería contra los enemigos. Y entonces Cardelio, lugarteniente de Agradan, que es de los nuestros y su enemigo secreto, con una escuadra de los más valientes soldados, desatando a todos los presos y dándoles armas para pelear, declarará la muerte del general, y alzándose con la capitana, matará a todos los que serán rebeldes a su voluntad. Este Cardelio y yo con mi hermano, concertamos entre los tres, sabido que hubimos después de la presa (que el dueño de estos navíos era el virrey del Perú) de matar a Agradan, que es grandísimo enemigo de la nación española, y de irnos con él a servir con nuestros navíos y soldados al rey católico en estas partes de las Indias. Que si sus señorías quieren que sea así, no hay más de seguir la proposición que les he hecho, porque nosotros estamos determinados de morir o de darles libertad si quieren.” A mi padre, a mi madre y a otros dos de sus más favorecidos les pareció muy bien lo que Velázquez había dicho, y sin más detenerse concluyeron todos con él el sí, prometiendo 302 Jaco. “Hoy día vale lo mismo que cota, salvo que en el uno y otro nombre añadimos malla diciendo, jaco de malla y cota de malla.” Covarrubias. 286 el marqués, mi padre, a los dos hermanos de hacer que el rey les perdonase. Y que a más de eso les haría volver a todos sus bienes sin que les faltase un maravedí. Que les haría hacer, o él mismo se las haría en nombre de su rey muchísimas mercedes, como haría también a Cardelio, con el cual habiendo hablado muy secretamente y hallándole con voluntad de poner por obra todo lo que Velázquez había dicho. Se concertó entre todos ellos de ejecutar lo que se había determinado a las seis después de comer. No faltó Agradan de conjurarme de cumplir la promesa que le había hecho por mandado de mi padre dos horas después del concierto. Y como yo le dijese que sí lo haría, con condición que nos fuésemos con un esquife (acompañados de Velázquez y de otros cinco o seis) a pasar la noche en la falda de la sierra, me lo otorgó con grandísimo regocijo. Pasado que hubimos en ella, no se atrevió de hablarme de nada de miedo de enfadarme, remitiendo la partida para después de cenar. Púsose la mesa sobre la yerba y entre unos árboles que daban de sí un olor muy suave. Cuando se vino a beber, Velázquez, que no había traído los polvos ni el vino que había dicho, por habérsele olvidado, considerando su grande falta, y el peligro en que se había puesto si no ejecutaba de una manera o de otra el hecho que había urdido, se levantó como si quisiera él mismo ir a tomar vino de una bota, del cual decía que su criado, por no entenderle, dejaba de darle. Y levantado que fue, en lugar de ir a tomar la bota, saltó sobre su espada, con la cual dio (sacada que la hubo de la vaina) un tan poderoso revés al mejor y más fiel soldado que Agradan tenía, que estaba en pie mirándonos cenar, que acertándole al pescuezo se lo cortó con tanta violencia que la cabeza vino a dar zumbando a los hocicos de Agradan, el cual más difunto que vivo queriendo levantarse no pudo porque otro revés, acertándole en el medio del camino, como había hecho al otro, le guardó de poder hacer el 287 viaje cumplido quitándole la vida. Yo levantándome entonces con sobresalto, porque esperaba la ejecución de nuestro designio, hacerse de otra manera, acudí con una espada que tomé al socorro de Velázquez, el cual había muerto a otros dos casi antes que se hubiesen apercibido de la muerte de los otros, con el cual socorro y el que nos dieron dos de nuestros criados, acabamos de despachar a los que quedaban. Ejecutado que hubimos, con la prosperidad que habéis oido, este hecho, quitado que me hube la ropa y la basquiña de encima de mi vestido de hombre que traía debajo. Subimos sobre una alta peña y asomándonos hacia el mar para descubrir mejor hicimos la señal prometida. No sale tan presto de la emboscada el veloz jinete en oyendo el son de la trompeta como el preñado cañón envió sus pelotas rodeadas de fuego contra los enemigos, visto que hubieron los nuestros blanquear los pañuelos que el viento nos arrancaba casi de las manos, tan grande era la fuerza con que soplaba. Porque de tranquilo y quieto que estaba, se había poco embravecido, y el cielo que habíamos visto casi nada claro y sereno, comenzó a oscurecerse de manera que perdimos en un momento de vista los navíos y el estruendo de los grandes y tremendos truenos que la región del aire comenzó a disparar, guardó que no pudimos oír más aquellos de la artillería. Vino a ser al fin tan turbulento el exceso con que el furor que los vientos cargaban sobre las olas del mar, que viéndola tan soberbia temíamos que las gruesas montañas que en ella se levantaban cubriesen aquélla donde estábamos, así pasó toda la tarde. Pero cuando la noche se vino a acabar de cerrar, entonces fue cuando el mar bramando, los vientos 288 arrancando, los truenos gruñendo, los relámpagos relumbrando y los rayos partiendo, nos hicieron creer haber llegado el día tremendo.303 No digo el miedo, el erizo y el temblor que salteó a mi alma aquella noche, sabiendo que todas las lenguas del mundo no podrían, cuanto menos la mía. Básteme decir que Velázquez, con ser muy atrevido, acordándose de la muerte que había dado a Agradan y a sus criados, y creyendo que Dios había enviado aquella tempestad para que un rayo le acabase, pidiéndole mil veces perdón de su ofensa, hizo aquella noche mil votos y mil promesas. Un criado de los míos, oyéndome apellidar a Dios y a los santos en mi ayuda y en la de mis padres, apiadándose de mí me tomó por las manos y llevándome al hueco de una peña me libró de la inclemencia del cielo que despedía de sí un mundo de piedras de hielo, y con tanta violencia que a quedar un poco más sin defensa muriera apedreado. Puestos que nos hubimos en seguro, me adormí todo cubierto de lágrimas hasta la mañana, que me desperté a las exclamaciones que Velázquez hacía por ver nuestro esquife y tres navíos, que llevados, a lo que se puede colegir, a la discreción de los vientos, se habían hecho pedazos contra unas peñas que estaban a un lado de la sierra dentro del mar aunque descubiertas. Imagine, señor caballero, el sentimiento que mi alma debió de tener, viendo levantado que fui este triste naufragio y la orilla del mar cubierta de los miserables cuerpos que se habían ahogado, fue de manera que cubriéndoseme el corazón, caí redondo en el suelo sin poder pronunciar una sola palabra. Velázquez y mi criado, viendo este nuevo espectáculo, acudieron a mí y me volvieron el sentido a fuerza de remedios, prometiendo y diciéndome que no habían hallado entre los 303 En La Araucana I, Canto XV, 71, Ercilla describe la tormenta cuando los españoles navegan por el río Maule y el puerto de la Concepción a comienzos del invierno. “La braveza del mar, el recio viento,/ el clamor, alboroto, las promesas/ el cerrarse la noche en un momento/ de negras nubes, lóbregas y espesas; / los truenos, los relámpagos sin cuento, / las voces de pilotos y las priesas/ hacen un son tan triste y armonía, / que parece que el mundo perecía.” Loubayssin describe la tormenta de manera muy similar. 289 muertos ni uno solo de los nuestros. Y que las reliquias de aquellos navíos eran de los que habían querido seguir el partido de Agradan, los pilotos de los cuales, con la confusión y el pasmo, se habrían turbado, y los navíos hallándose libres, acosados del furor de los vientos, venidos a parar a aquellas peñas donde habían hecho naufragio, y que en lo que decían no había ninguna duda porque ellos conocían a los soldados. Que si los nuestros no parecían por el mar, era porque nuestros pilotos, más diestros y más experimentados que los suyos, se habían apartado del peligro en alejándose de él. Y que en quietarse el mar y estar un poco más manso de lo que estaba (porque la tormenta duraba aún) no haría falta de volver al mismo lugar que estaban antes para recibirnos, y que yo tendría entonces ese bien de verme entre los brazos de mis padres, dueño y señor de mi libertad, y que tuviera paciencia y no desesperara de un bien que tenía seguro y cierto como vería luego por los efectos de la verdad. Todas estas palabras de consolación me hicieron volver en mí algún tanto, tomando lo que Velázquez me decía como dinero de contado. Mas ¡ay, cuitado! Pasó aquel día y con él los que caben en tres meses, sin que haya podido oír una sola nueva de mis queridos padres ni de persona que fuese dentro de los otros navíos.” En esto dio a Sicandro una tan grande congoja por haber querido guardarse de llorar, que su lengua pegada al paladar no pudo continuar de buen rato su cuento, mas al fin, vuelto que hubo en sí, y enjugado las lágrimas que salían de sus ojos, que por más que quiso disimular, no pudo dejar de verter abundancia de ellas, prosiguió su discurso diciendo: “Ahora podrá decir, señor caballero, que no es él sólo el desdichado, pues tiene en mí a un compañero, el cual, si el proverbio es verdadero, le puede servir de consuelo. Mas para volver a mi cuento”, dijo, hecho que hubo una grande pausa, “y desterrar de mis 290 pensamientos la memoria que causa en mí tantos tormentos, pues estoy cierto que si vertiera más lágrimas que no tiene el profundo mar, no pudiera poner remedio a mis infortunios, diré que pasado que hubimos a la orilla de esta sierra, tres días sin poder descubrir en el mar los navíos que esperábamos, faltándonos la comida (porque hasta entonces nos habíamos sustentado con la poca que habíamos traído con nosotros) nos determinamos de desamparar el lugar por no dejarnos morir de hambre, y probar si escalando la sierra hasta la cumbre podíamos desde allí descubrir alguna tierra. Tomado que hubimos así la resolución, y dejado a uno de nuestros criados en el mismo lugar para que si algún navío pasase le hiciese alguna seña, con esperanza de que sabría nuevas de nosotros, el día siguiente, por lo más tarde, empezamos a tomar el camino por donde nos pareció la subida de la sierra más fácil. Mas a poco trecho que hubimos andado, hallamos el camino tan áspero, que nos fue forzoso volver al mismo lugar adonde habíamos dejado a nuestro criado, el cual en viéndonos se regocijó mucho, pero cuando supo la causa por qué nos habíamos vuelto, le pesó harto viendo que había de morir de hambre con nosotros. Dos días se habían ya pasado sin que la fortuna nos hubiese enviado ningún consuelo, que era causa que la tristeza de una parte, por pensar que nuestra gente había perecido en el mar, y de hambre la otra, nos atormentaban de manera que sola la esperanza que nos quedaba para salir de la miseria en que estábamos, era de acabar la vida bien presto. Llegada que fue la tarde del sexto día, confesados que nos hubimos los unos a los otros de los pecados que habíamos cometido, y pedido con mucha humildad perdón a Dios de ellos, teniendo sólo de todos los regalos que el Señor ha dado al hombre para sustentar su flaca naturaleza, el sueño, aunque no muy libre, porque difícilmente pueden dormir los que tienen los estómagos tan 291 vacíos como nosotros teníamos los nuestros. Con todo eso, fue nuestro Señor servido, que el sueño se apoderase de nuestros sentidos hasta la mañana, cuando el sol estaba ya muy alto. El primero que despertó fui yo, y queriendo volver los ojos hacia el mar para ver si podía descubrir algún navío, se ofreció a mi vista un grande y espantable león, el cual clavando la vista en mí me estuvo mirando un buen rato, acercándose después al lugar adonde yo estaba. Fue tan grande el miedo que me causó su vista y venida, que dando un extraño y espantable grito me dejé caer como muerto sobre Velázquez, el cual despertando con sobresalto al ruido de la voz, y con el grande golpe que le di cayendo, se levantó con presteza, preguntándome lo que tenía, y como yo le mostrase el león, se dejó caer, visto que le hubo con el mismo espanto y grito, invocando el socorro de Dios en su ayuda, porque la nuestra, siendo hambrientos y desmayados como estábamos, no nos podía servir de nada con una fiera tan cruel y fuerte como era aquélla que teníamos ya sobre nosotros. El león, conociendo con su natural instinto304 el miedo que teníamos de él, dejó caer una cabra montesa que tenía atravesada en la boca, y acercándose más, en llegar junto a nuestros pies, se vino a revolcar con mucha mansedumbre delante de ellos, halagándonos con sus patas y haciéndonos caricias que pudiera hacer un perro de falda. Velázquez, tomándolo a buen agüero se atrevió, no sin temblar de miedo, a pasarle la mano sobre la cabeza, lo que sintiendo el león, mostraba con aumentar sus caricias que se holgaba de ello, que fue causa que Velázquez, perdiendo poco a poco el miedo comenzó a cobrar ánimo hasta menearle las uñas y ponerle los dedos en la boca. Y al cabo de un rato, el león levantándose, se fue por el mismo camino do había venido sin tomar el corzo. 304 En el original: distinto. Obviamente se trata de un lapsus memoriae por parte del autor o más probablemente, del cajista. 292 Pasada que hubimos la admiración que una tan extraña aventura, como la que nos había sucedido, nos había dado, tomamos la cabra montés y la desollamos y encendiendo después lumbre con un eslabón,305 que por dicha uno de nuestros criados tenía, y con algunas ramas que cortamos de los árboles que allí estaban, la hicimos asar para satisfacer con ella nuestra hambre, habiendo ya tres días que no nos habíamos desayunado con otra cosa más de con lágrimas y suspiros que habían salido de nuestros afligidos corazones, sustentándonos de lo que el león nos traía, creyendo que Dios nos le había enviado, porque su voluntad era por entonces de que no muriéramos de una muerte tan cruel como es la del hambre. La curiosidad, siendo una gracia natural a todos los hombres de buen entendimiento, los cuales al momento que ven una cosa que les parece extraña, no paran hasta saber el origen y causa de su efecto. Velázquez, que la tenía admirable, determinó de seguir la primera vez que el león viniese sus pisadas, o, porque no se podían estampar en todas las partes que pasaba, por amor de las piedras, irle columbrando y siguiéndole de lejos para ver el lugar donde se recogía. Porque no podía dejar de creer, sino que en los viajes que este animal hacía, y con el grande instinto que mostraba en todas sus cosas, que no se encubriese algún misterio en ello. La resolución así tomada, y venido el león por la mañana no hizo falta Velázquez de seguirle, así como la noche antes lo había determinado, tomando un arcabuz al hombro y su espada ceñida al lado. Anduvo tras él un grandísimo rato, haciendo muchos caracoles, y subiendo de cuando en cuando algunos pedazos de sierra muy derechos, ofreciéndosele siempre a la vista la misma imposibilidad de poder pasar más adelante que se nos había ofrecido la primera vez que habíamos querido subirla. Mas como la cierta esperanza de 305 Eslabón. “El hierro con que sacan fuego del pedernal que enciende la yesca, por la forma que tiene de sortijón, con dos vueltas de donde se hace, metiendo por ellas los dedos.” Covarrubias. 293 alcanzar lo que se pretende aumenta las fuerzas y el ánimo, Velázquez teniendo la suya por infalible, vino a dar tantas vueltas, subiendo y bajando y tomando alguna vez a diestra y otras veces a siniestra, que al fin descubrió la principal sierra, porque todo lo que había andado no era más de atravesar de un lado para llegar al sitio do este segundo Olimpo está engastado. Así como Velázquez estaba ya casi rendido del trabajo, y que sus piernas cansadas de haberle hecho pasar el león por caminos tan dificultosos, no le podían casi sustentar, le vio partir con grande ímpetu tras un venado, al cual habiéndole dado alcance, volvió después sus pasos hacia la más alta montaña. Velázquez viendo que si no le seguía perdería el trabajo que había puesto hasta entonces en seguirle, y que difícilmente volvería después a hallarnos, comenzó a sacar fuerzas de flaqueza, apresurando sus pasos tras el león, al cual por caminar muy poco a poco por hallarse cargado del venado, le alcanzó muy presto. Llegado había ya Velázquez, aunque tan laso que apenas se podía sustentar, al lugar do estamos ahora, cuando la hermosura de esta grande y hermosa campaña del océano que se ve desde aquí, le hizo volver los ojos para contemplarla, mas como el temor que tenía de perder entre estos peñascos el león, le hiciese tornar los ojos a su camino, halló que su imaginación le había representado la verdad por la sospecha, porque el león se había entrado dentro de esta ermita y como quisiese correr con presteza para ver donde podría haber pasado, vino a caer, tropezando en una piedra, y el arcabuz se disparó con tanto estruendo y estallido, que el ermitaño, que estaba a aquella hora orando, saliendo para ver lo que podía ser halló a Velázquez delante de la puerta, por donde hemos venido aquí, que se acababa de levantar sin haberse hecho mal. Decir ahora quién fue aquél de los dos que quedó más espantado, después que se hubieron visto, con dificultad se puede decir. Lo que sé es que Velázquez recibió tanto 294 contento viendo al ermitaño, principalmetne cuando le habló español, que faltó harto poco que no diera el alma tras él. Hecho que le hubo relación de su fortuna de lo que le había sucedido con el león, y dicho adónde quedábamos, se partieron al instante para irnos a buscar, y como el ermitaño tomase diferente camino de aquel por donde Velázquez había venido, y Velázquez se lo dijese, respondió que no tuviese cuidado de aquello porque yendo por el camino que él decía llegarían, sin comparación más presto, al lugar que le había dicho. Y que si el león le había traído por el otro, era porque en aquel no se hallaba ninguna caza (y era la verdad) porque de este lado,” dijo entonces Sicandro, “se puede ir a la orilla del mar donde el ermitaño tiene una barquilla, para ir cuando se le antoja a pasearse. Allá iremos a desenfadarnos cuando vuestra merced fuere servido, y verá una de las más hermosas y agradables playas que se puede ver en todos los mares del Occidente. Mas para volver a mi propósito digo, que llegados que fueron al lugar adonde estaba el barco, entraron en él y pasando hacia la mano izquierda las peñas que alindan con el monte, donde yo estaba, vinieron a toparme casi muerto, cansado de esperar la venida de Velázquez. El contento que yo tuve en ver cuán dichoso había sido su viaje, el consuelo que recibí de don Esteban, el regocijo que me dieron sus palabras cuando me dijo que aquella tierra se llamaba Chile fue tan grande que a añadirse la venida de mis queridos padres, creo que el gozo me acabara la vida, antes de llegar a la ermita. Esta es, señor caballero, mi piadosa y lamentable historia, piadosa porque después que me ha sucedido esta desdicha, no he gozado un día de salud, como se puede ver en mi rostro, y lamentable por la muerte de mis amados padres, los cuales creo que se anegaron la noche que pasó aquella gran tempestad, que habéis oído, porque con haber hecho estar casi 295 siempre este hombre que veis aquí delante de vos, en el lugar adonde hemos tomado tierra, y enviado a Penco y a Lima, habrá cosa de un mes a Velázquez, para saber algunas nuevas de él, porque si acaso su navío se ha anegado (lo que Dios no quiera) o ha llegado a buen puerto, no puede ser menos sino que se tendrá noticia de ellos, en aquellas partes. Con esta incertidumbre estoy esperando de día en día a Velázquez, cuya tardanza, con el temor que tengo de que me traiga malas nuevas, me hubiera sin duda acabado la vida, a no haberme animado con los consejos y santas amonestaciones que este nuestro buen padre me ha hecho, y hace todos los días.” Acabando de decir esto, comenzó a suspirar y llorar tan amargamente que don Henrique, en lugar de consolarle, teniéndole lástima, y sus desdichas haciéndole acordar de las suyas, no pudo dejar de tenerle compañía en aquel acto. Oído habéis la piadosa historia, que la agudeza de Sicandro nos ha hecho contar para escapar del peligro que su honestidad corría, diciendo ser, como era, el verdadero original del retrato que al principio de su cuento había mostrado a don Henrique. Porque de decir que semejantes beldades pueden ir de venta en monte, caminando con hombres mozos por mar y por tierra, sin incitar el gusto, ¡no le permitan los hados! Que esto pertenece solamente a la sencillez de aquellos tiempos, que el autor de Amadís de Gaula dice que volvían doncellas a las casas de sus padres las hembras, después de haber paseado veinte años por el mundo en compañía de una caterva306 de caballeros andantes, sin haber dormido debajo de tejado, 306 Caterva. Multitud de personas que concurren juntas en algún paraje, sin orden ni concierto. Suele también decirse de los animales y otros vivientes. RAE. 296 porque quiero que mis libros en decir verdades, que las digan de manera que sean de creer, y no representar en ellos Tántalos307 voluntarios. Vuelvo a mi cuento. Elisaura, que hemos representado debajo del nombre de Sicandro, era aquella por quien el retrato que don Henrique había hallado tan admirable se había hecho. Por esto había alabado tanto su hermosura, habiéndola casi puesto en parejas con la de su fingida hermana, en la semejanza que decía que tenían los dos, como habéis oído. Dijo ser de Granada, porque su padre había nacido en ella, e hija de un marqués, porque el hijo del marqués de Cañete, que fue pocos días después virrey del Perú,308 la había sacado muy secretamente, con su consentimiento de ella (por amarse recíprocamente los dos) de la corte del rey de las Islas de Subo309 y de Borna, que era su padre, el cual de pobre caballero, había subido en aquella dignidad por la más extraña aventura del mundo, como veréis en el libro siguiente, si la curiosidad de saberlo (como también de ver cuán bien Elisaura había contado sus fortunas, aunque debajo de otros nombres) os da la voluntad de pagarme, con leer cosas muy curiosas y agradables, lo que mis trabajos merecen. 307 Tántalos. Alusión a Tántalo personaje mítico, condenado a estar sumergido en agua hasta la barba, pero sin poder beber. El nivel de agua cambia en cuanto trata de hacerlo. Se entiende por el sufrimiento de tratar de obtener algo que siempre se está casi por alcanzar, pero nunca se logra. 308 Don García Hurtado de Mendoza (1535-1609). Su padre Don Andrés Hurtado de Mendoza marqués de Cañete y virrey del Perú, lo nombra gobernador de Chile en 1557. Don García reconstruyó Concepción y fundó las ciudades de Osorno y Cañete. Su gobierno terminó en 1561, y se considera tradicionalmente el fin de la conquista. Vuelve a España y más tarde es nombrado Virrey del Perú (1588-1593). Sus hazañas las alabó el poeta Pedro de Oña en el poema épico Arauco domado (1596). 309 Cebú. Nombre moderno de unas de las islas en el archipiélago filipino. 297 Libro Sexto ARGUMENTO El autor desenreda la historia de Sicandro, empezando por la famosa y admirable navegación que Magallanes310hizo, cuando descubrió el estrecho que guarda hoy en día el famoso nombre de su inventor. Y continuando el mismo discurso cuenta las extrañas aventuras que sucedieron al capitán don Juan de Serrano, heredado que hubo el cargo de Magallanes después que los indios le hubieron muerto. Verá en ellas el discreto lector cuán sujetas a mudanzas son las cosas de este mundo y que un hombre echado a la media noche por sus enemigos dentro del mar, viene a ser rey, y después siendo rey y muy poderoso, perder en un momento por la traición de un hombre desalmado, reino, hija, mujer, honra y hacienda. Enciérrase también en el mismo suceso, los amores de Andalio, embajador español, con la princesa Elisaura hija del rey de las islas de Subo y de Borna. Capítulo I De todos los mayores pilotos, y excelentes capitanes, que heredaron en la conquista de las Indias, después de la muerte del famoso Colón, el que con más atrevimiento ha surcado las compañas del océano, y hecho que su nombre quede inmortal entre los hombres por haber bautizado con él al más célebre estrecho que el mar tenga en su inmenso grandor, 310 Hernando de Magallanes (1480-1521). En su viaje hacia las Islas Molucas descubre el estrecho que une el océano Atlántico con el Pacífico. Realiza la primera circunnavegación de la tierra (1519-1522). Después de su muerte queda a cargo de la expedición Juan Sebastián Elcano. Ver Antonio de Herrera, Historia general de los hechos de los castellanos. Madrid, 1601, Bartolomé Leonardo de Argensola, Conquista de las Islas Malucas, Libro primero y Libro segundo. 298 es Magallanes. Y se cree, que si la muerte no hubiera atajado sus pensamientos, que su espada no hubiera dado menos materia para escribir que su navegación ha hecho. Este insigne varón, enfadado de ver cuán mal, sus servicios habían sido agradecidos de Emanuel, rey de Portugal, a quien había servido como valeroso soldado, y prudente capitán que era, bajo el mando de Albuquerque, general que fue mucho tiempo en las Indias Orientales, se fue a la corte del poderoso monarca Carlos, invicto César rey de España. Y habiendo comunicado pocos días después de su llegada en la dicha corte sus designios con algunos astrónomos, abrasado de un implacable odio que tenía contra don Emanuel, sustentó al rey y a todo su consejo, que las Molucas (las riquezas de las cuales los portugueses gozaban) eran contenidas, sin duda, dentro del distrito y límite, de la conquista, que conforme la división que entre los dos reyes se había hecho, pertenecía al rey de Castilla.311 Y que si algunos hombres de ánimo, diestros y sabios en la navegación, probaban el camino del occidente, se podría penetrar, sin mucho trabajo, de la tierra de Perú hasta aquellas islas. Para la ejecución de esto, ofreció al rey, su trabajo e industria, y se declaró presto de emplear en cumplimiento de ello su vida, con condición que se le diesen las cosas necesarias para su viaje. Esta promesa, por ser grande, y la autoridad de Magallanes muy conocida, movieron al rey para que le diese lo que pedía. Hecho que hubo de armar en Sevilla, cinco muy buenas y fuertes naves, con buen número de soldados y marineros, hizo general de ellas a 311 La grandes empresas ultramarinas de España y Portugal generaron grandes disputas territoriales. A fin de solucionar los conflictos se firman varios acuerdos y tratados con el auspicio de diferentes Papas. Algunos de los más importantes son: El tratado de Alcáçobas del 4 de septiembre de 1479, ratificado por el Papa Sixto IV, repartió entre Castilla y Portugal el Nuevo mar trazando una línea horizontal por el paralelo de Bojador. Corresponden a Portugal la Guinea, todas las islas y el mar adyacente, salvo las Canarias. Bajo el auspicio del Papa Alejandro VI el 7 de junio de 1494 se firmó el acuerdo de Tordesillas, para dividir el Nuevo Mundo. El hemisferio occidental pertenecería a Castilla y el oriental a Portugal. Ver Diego Luis Molinari. Descubrimiento y Conquista de América. Buenos Aires: EUDEBA, 1964. (104). 299 Magallanes, el cual partiendo el año de 1525 del puerto de Sanlúcar, engolfado que se hubo en el mar, alzado las velas y pasado las Islas Canarias, fue derecho al Brasil, y de allí habiendo dado otra vez las velas, al viento de Mediodía, después de haber costeado riberas incógnitas, llegó a la boca de un grande río que el vulgo llama de San Julián. Este lugar está apartado del círculo equinoccial, cincuenta grados y no muy lejos de allí se levantan hacia el cielo algunas cumbres de sierras, cubiertas de nieve y de hielo.312 Esta tierra es habitada de hombres grandes, como gigantes, porque tienen más de doce pies de largo, gente cruel y salvaje, y que come las carnes crudas. Dos de los cuales (halagados por Magallanes con grandes caricias y dádivas que les hizo) habiendo ido en la armada del mar, murieron poco tiempo después, por causa de la mudanza y no acostumbradas comidas.313 Para ver y descubrir muy bien esta región, fue enviado un navío, del cual era capitán un mancebo muy valiente y de lindo talle, llamado don Juan Serrano,314 el cual navío se hizo pedazos contra unos escollos,315 los hombres de los cuales no obstante se salvaron con el capitán. Los demás soldados y capitanes espantados de esto y muriéndose de frío, y otras incomodidades que padecían, inciertos de conservar la vida, y de ir adonde habían tenido intención de llegar, quisieron persuadir a Magallanes que dejara su empresa y se volviesen y 312 Según la graduación de todos los puertos marítimos la expedición ya ha pasado la entrada del estrecho, y se encuentra entre la isla de Santa Inés y la isla Nevada. 313 Las bandas que vivían más allá del golfo de Penas, eran los indios chonos, alacalufes, y yaghanes. Más al sur vivían los indios onas, y en la Patagonia los tehuelches. Ver Historia de Chile I. “Hernando de Magallanes, al cruzar el estrecho que une los océanos Atlántico y Pacífico, fue el verdadero descubridor de estas bandas cuyo único vestigio eran las fogatas que jalonaban la costa de la angosta ruta. Denominada Tierra del Fuego, sus habitantes fueron denominados fueguinos.” (65) 314 Es el capitán al mando de la nave La Santiago, la carabela menor de la escuadrilla. Descubre el río Santa Cruz. Después queda al mando de La Concepción. Muere el 1 de mayo de 1521 en un ataque de los indígenas de Cebú. Loubayssin incorpora a este personaje en la novela. 315 Escollo. Peñasco que está debajo del agua o a las orillas del mar. 300 aun algunos a pedírselo con fieros316 y amenazas. Magallanes que se había determinado antes de partir de Sevilla de sufrir con paciencia todo lo que le podría suceder, les hizo (para ablandar sus corazones y entretenerlos) todas las caricias que pudo, más habiendo descubierto que se habían conjurado contra él, castigó a los unos con destierro, y a los otros con privarlos de la vida. Los ánimos de los más atrevidos que quedaban, espantados de ver el castigo que se había hecho con los culpados, no se atrevieron de allí en adelante de urdir otra ninguna traición. Magallanes, continuando siempre su camino pasó cincuenta leguas más adentro, al cabo de las cuales halló un pequeño brazo de mar, que de un rápido curso, junta el uno y el otro océano, conociéndolo así por la violencia del flujo y reflujo del agua, como por los huesos de ballenas que se veían echados en la ribera. Lo cual visto por Magallanes, mostró tener de ello muchísimo contento, como si su viaje fuera ya acabado, y a este estrecho fue dado el perpetuo y famoso nombre de su inventor.317 Habiendo venido otra vez a sus oídos las quejas que sus soldados hacían de él, por no tener cosa que comer porque se les habían acabado las vituallas,318 mandó so pena de la vida, que nadie hablase de volver a España, sin primero haber descubierto lo que habían tanto tiempo deseado. Y habiendo enviado otro navío para buscar la salida del estrecho, se volvió atrás con el favor de la noche, y se fue para Sevilla, adonde llegó ocho meses después de su embarcación. Enviado que le hubo a buscar por ver que tardaba tanto a venir, y viendo que la gente había dado la vuelta, sin traer ningunas nuevas de él, pasó con los otros tres, más adelante y volviendo siempre las velas por muchos desvíos e inciertos rodeos, llegó a la otra parte enfrente de la cual, hallando un grande y espacioso mar, se engolfó otra vez en él. Y porque sabía que las Molucas estaban 316 Proferir baladronadas y amenazas. Magallanes descubrió el estrecho el 21 de octubre de 1521 y lo llamó, Todos los Santos. El mes siguiente la flota salió al mar abierto que Magallanes llamó, Pacífico. 318 Vitualla. Las cosas necesarias para la comida, especialmente en los ejércitos. 317 301 situadas debajo del mismo Ecuador, mandó a los pilotos volver las proas hacia aquella parte. Y habiendo navegado mil y quinientas leguas, sin ver un solo palmo de tierra, vino a dar al fin en unas ínsulas desiertas, que dicen ser directamente opuestas a Italia. Y continuando desde allí su camino hacia el Septentrión, llegó a la ínsula de Subo, la cual aun que no muy grande, es la más rica y más poblada que se halla en todos aquellos mares, así por su mucha fertilidad, como por la grande y casi increíble cantidad de oro que se halla en ella. Allí se acabó la gloriosa y admirable navegación de Magallanes, por la repentina y no pensada desgracia que le sucedió. Porque el rey de aquella isla, teniendo en aquel tiempo guerra con el rey de Mactán su vecino, y ofreciéndosele la esperanza de un nuevo socorro, no recibió solamente a estos extranjeros con grande cortesía en su tierra, más aun para darles mayor contento, se volvió cristiano con su mujer y todos sus súbditos, tomando (para ganar más la amistad de Magallanes) en el santo bautismo, el nombre de Fernando, que tal era su nombre de pila. Este portugués, hallándose apretado con las cuendas319 de esta afinidad, no pudo rehusar de dar su ayuda a aquel que se la pedía, siendo cristiano, y él huésped. Habiendo pues saltado en tierra, con los más atrevidos de su compañía, y desbaratado muchas veces a los enemigos, fue muerto en la postrera escaramuza, por una emboscada que los bárbaros le hicieron, adonde acabaron miserablemente con él, la mayor parte de los que le habían acompañado, y los otros salvándose con grande dificultad fueron a dar a las naves estas tristes y lamentables nuevas.320 319 Cuenda. Cierto cordoncillo de hilos que recoge y divide la madeja para que no se enmarañe y confunda. Hernando de Magallanes murió el 27 de abril de 1521. Asumió el mando de la flota Juan Sebastián Elcano quien completó la primera vuelta al mundo. Llegó de vuelta a Sevilla el 8 de septiembre de 1522. La navegación demostró la redondez de la tierra y la existencia de un paso entre el Atlántico y Asia. 320 302 No se acabaron con esto aun sus miserias. El rey de Subo, el cual apenas catequizado y reconocido con arrepentimiento los pecados de su pasada vida, habiendo por sólo el favor y la ocasión que el tiempo le había dado, tomado una religión extranjera, con la misma prontitud que había tomado la fe de Cristo, con la misma también, poco tiempo después la dejó, y con ella el derecho de confederación, la humanidad y la fe y no rehusó la paz ofrecida a su enemigo, con condición de hacer morir a estos pobres extranjeros, olvidando como bárbaro los bienes y amistad que de ellos había recibido y la fe que se habían dado poco había. Y como se viese imposibilitado de hacer públicamente una maldad tan enorme, convidó a veinte de los más principales de la armada, so color de amistad y buena querencia, a un funesto banquete, en el cual, cuando los pobres miserables estaban más descuidados, los hizo matar a todos, excepto a don Juan Serrano321 (que era el que había heredado el cargo y dignidad que Magallanes tenía) habiéndole guardado adrede, pensado de haber cantidad de pólvora y algunas piezas de artillería por su rescate, porque no habían nunca visto en aquella región cosa semejante. Esta sola esperanza de salvarse quedaba a este pobre caballero aunque lo que sucedió después engañó a los unos y a los otros. Porque puesto que fue Serrano, en parte de adonde pudo declarar a los suyos su nueva desventura, movió al principio a sus compañeros a piedad, y les hizo verter muchas lágrimas, y siendo él mismo el faraute,322 comenzaron por señas ya acostumbradas a tratar de su rescate. Y habiendo concertado, que mediante dos piezas de artillería, y algunas libras de pólvora que se había de dar a los bárbaros, que el capitán don Juan debía de cobrar libertad y venir a ellos. Así como los marineros lo hubieron 321 Por medio del personaje de Juan Serrano, el autor agrega otro episodio a la Historia tragicómica. Faraute. El que lleva y trae mensajes de una parte a otra entre personas que están ausentes o distantes, fiándose entre ambas partes de él, siendo intérprete. 322 303 traído todo con barcos al puerto, los bárbaros pidiendo más de lo que se había concertado y buscando mil invenciones para romper el concierto, no quisieron entregar al preso. Este engaño haciendo sospechar a los capitanes, habérseles urdido una segunda traición, por ver que acudía de todas partes gente queriendo evitar el peligro que veían manifiesto se recogieron, lo más mansamente que pudieron en los navíos, sin haber hecho nada y habiendo levantado las áncoras,323 dejaron al pobre don Juan Serrano, entre las manos de esta gente isleña, habiéndolos conjurado en vano con una piadosa voz por las leyes de la religión, por las de la amistad y por aquella de la patria, que no le desamparasen. Pasado que hubieron diez leguas más adelante, hicieron reseña324 de la gente que quedaba, que era bien poca, por haberse disminuido mucho, con los extraños accidentes que les habían sucedido, y se hallaron con todo, ciento ochenta hombres, y no más. Y como los marineros, el cordaje y las velas no bastasen para tres navíos, habiendo quemado el peor y más viejo, pusieron toda la gente, armas, municiones y mercaderías que estaban en él en los otros dos. Y habiendo vuelto sus proas hacia el occidente, después de haber navegado mucho tiempo llegaron al fin a las Islas Molucas325 adonde hicieron, con mucha facilidad, amistad con el rey de Tidore,326 y habiendo tomado con ayuda de este rey lo más que pudieron, de las mercaderías de aquella tierra, llevaron una muestra de los bienes de ella, buscados con tantas calamidades y peligros. Y de allí, por la vía ordinaria, ambos navíos se recogieron primeramente, y después, temiendo las armas navales de Portugal, dieron las velas al viento. 323 Áncora. Instrumento de hierro como arpón, sirve para asegurar las embarcaciones y asegurarlas de la fuerza de los vientos. 324 Reseña. La muestra que se hace de la gente de guerra. 325 Ver, Leonardo Argensola La conquista de las Islas Malucas (1609). Las islas Molucas aparecen en Histoire memorable de Dias Espagnol, et de Quixaire princese des Moluques. Tirée des Memoires des Indes, composée par le Sieur de Bellan (1614). Aparece publicada en el mismo ejemplar de Six nouvelles de Michel Cervantes, trad. par le sieur D’ Audiguier, París, 1614. Otro de los personajes en la narración de Bellan es Mole, rey de Tidore y hermano de Quixaire. En realidad, el texto de Bellan parece ser la traducción del libro cuarto de la obra de Argensola. 326 Una de las islas en el archipiélago de las Malucas. 304 La una nave quebrada por las olas, haciendo agua por las junturas, se volvió a las Molucas, y llegada allá, después que los hombres hubieron saltado en tierra, se hizo pedazos contra una peñas. La otra habiendo dejado la India, a la mano derecha, determinó con un temerario atrevimiento, de pasar en llena mar, y tirar derecho al Cabo de Buena Esperanza. Y habiéndole pasado, después de haber atravesado hasta las Islas Hespéridas327, de un curso nunca oído en la memoria de todos los siglos, habiendo pasado toda la redondez de la tierra, y evitado hasta aquel lugar las armadas navales enemigas, fue al fin detenida al puerto por los portugueses, y la poca gente que había quedado dentro siendo medio muerta fue presa. De la cual, con todo eso, algunos habiendo tornado a cobrar el navío, volvieron a España, y aun el uno natural de Vicencia,328 con espanto de todo el mundo, por la novedad del caso, volvió a Italia.329 A esta nave, con justa razón se había dado nombre, la Vitoria, y el piloto se llamaba Sebastián Elcano, del pueblo de Guetaria de los Vardules,330 en los montes Pireneos, hombre que por la grandeza de su ánimo y por la grande ciencia que tenía de la navegación e increíble felicidad que tuvo, ha merecido que su nombre y aquel de su patria quede célebre y admirable en la memoria de los hombres contra todo accidente e inclemencia de este ingrato y desconocido tiempo. 327 Dicho de un lugar mítico y lejano que según los antiguos se ubicaba en el occidente del mundo, sea en el Norte de África o al sur de la península Ibérica. Refiere al mitológico jardín de la diosa griega Hera que tenía una arboleda de manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad. 328 Vicenza, pueblo en el noreste de Italia. 329 Sobre la narración del viaje de Magallanes, ver: Francisco Antonio de Pigafetta. Relación de Viaje (1550 ); González Fernández de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, Cap. I, libro XXI, 1547; Francisco López de Gómara, Historia General de las Indias, Capt XCVII, fol 130 ; Antonio de Torquemada, Jardín de flores curiosas. Medina del Campo, 1599. Folio 266; Antonio de Herrera y Tordesillas, Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas tierra firme del mar océano que llaman Islas Occidentales, Lib. II, Capt XIX, Madrid, 1601, 66. 330 Pueblo en el País Vasco. 305 Llevado me ha del puerto de Subo el deseo que tenía de volver a Guetaria, al excelente piloto, Sebastián Elcano, y a Gerónimo Piguajeta,331 a Vicencia. Allá volveremos a dar fondo con el favor de Dios, al principio del siguiente capítulo, cuando no fuera que para consolar al desgraciado don Juan Serrano, que hemos dejado cautivo de una nación bárbara, y en la más remota y apartada isla del océano.332 331 Antonio Pigafetta (1480-1534), explorador y marinero veneciano que participó en la expedición de Magallanes. Escribió una relación del viaje de Magallanes, Primer viaje alrededor del globo, partes del que se publicaron en 1525. El texto enteró se logró publicar a fines del siglo XVIII. 332 Loubaysin de la Marca mantiene la atención del lector señalando la situación desesperada en que se encuentra el protagonista de este episodio. Presenta varios de los accidentes que sufren los personajes de este tipo de novela: naufragios, caer en manos de los bárbaros, abandono del resto de sus compañeros, prisionero o náufrago en un lugar remoto. Ver Geoffrey Atkinson, The Extraordinary Voyage in French Literature before 1700; Gilbert Chinard, L’Amerique et le rêve exotique dans la littérature française au XVII et au XVIII siècle; Javier González Rovira, La novela bizantina de la Edad de Oro. 306 Capítulo II Si por un rato, que solemos pasar alguna vez a la sombra de nuestros tejados con personas que no son de gusto recibimos tanto enfado, que por no sufrirlos quisiéramos estar más aína333 con calentura en la cama, que con salud en sus compañías. Qué género de tormento podemos comparar al que don Juan Serrano debía sentir, hallándose atado entre innumerable compañía de bárbaros, la lengua de los cuales es sola capaz de matar a un hombre, cuanto más si añadimos a ella, sus insolentes leyes y crueles costumbres. Desee quien quisiere que este incomparable mal acontezca a su enemigo para que quede vengado del mal talento que le tiene, que de mi parte rogaré a los hados que la fiera Parca envíe antes mi vida con las almas bien aventuradas del otro mundo, que de querer que la cruel fortuna reduzca a tal género de pena a mi mayor enemigo. También este pobre caballero, viendo que las amigas velas desaparecían del puerto, y que él quedaba en él, rodeado de esta gente tan sin piedad, no hay duda que su alma sentiría una grandísima aflicción, cuando no hubiera sido, por otra cosa más que por ver la ingratitud que sus camaradas y amigos usaban con él. Mas como Dios da fuerzas divinas para resistir al mal que las humanas no pueden. Así don Juan, sintiendo aumentar las suyas, cuando creía que le debían de todo punto faltar, se dispuso a padecer con paciencia la más cruel muerte del mundo cuando esa gente enemiga se la viniera a dar. Esta resolución le quitó de delante los ojos las ocasiones de donde salen las tinieblas que el temor suele poner delante del entendimiento, cuando el hombre se ve a la víspera de 333 Aína. Casi. 307 un manifiesto peligro, de manera que teniéndose ya por muerto y viendo que vivía, le parecía conforme la definición de sus pensamientos, que triunfaba de sus enemigos, imaginándose que no se atrevían de matarle. Pero, ¿qué es lo que digo de matar? No era esta la resolución de los bárbaros, porque la razón que les había movido de guardarle, cuando dieron muerte a los otros era que el rey de aquella isla, habiendo visto el orden y manera que los cristianos tenían de pelear, se quería servir de la prudencia de Serrano, para que los suyos aprendiesen de su milicia, que si había hecho despachar a sus compañeros, así como está dicho, era sólo a fin que los demás, atemorizados de esta crueldad, diesen las velas al viento y se fuesen de su puerto. Porque no quería que número de gente, de quien el saber y destreza era tan grande, como se había visto por la experiencia de estos que quedase mucho tiempo en su isla, de miedo que no se hiciesen (como la ambición de reinar en los hombres es una violenta pasión) señores de ella y que teniendo el capitán de ellos, que creían ser (pues los mandaba) el que más sabía en aquel arte. Quería que toda su nobleza se ejercitase y aprendiese de él, el mismo orden y manera de milicia, que los españoles guardaban en la guerra, a fin que hecha una vez a ella, pudiese resistir después al rey de Mactán, su enemigo, y que Serrano llevándola como general de ella y de todos los demás soldados, debajo de las banderas reales de Subo, pudiese ir a conquistar su reino como él había querido hacer el suyo. Pareciéndole que por valiente y bravo que Serrano fuese, estando solo e imposibilitado de hacer contra ellos cosa que les pudiese traer algún daño, podían vivir con él sin sospecha. Que esto era a todo romper, y a ser el ingrato a los regalos y mercedes que pensaban hacerle. Porque estaban determinados de hacérselas tan grandes, que creían que Serrano, por no perderlas les guardaría fidelidad, y no buscaría otra cosa más que de reconocérselas con sus servicios. Que claro estaba que pues había pasado tantos mares y se había puesto en tantos peligros, sólo para venir a gozar de los 308 deleites de aquella tierra, que no sería tan necio, viéndose en medio de ellos, amado de un rey y con autoridad casi suprema de dejarlos para volverse a tierra que producía tan crueles amigos, como se vio en el ejemplo que de los suyos habían visto. Estas no bárbaras, sino muy discretas razones, manifestadas que fueron por los indios a Serrano por señas de él muy bien entendidas, y con efectos de humanidad, comenzaron a hacerle perder el miedo que tenía de morir y de labrar sobre el buen tratamiento que el rey de Subo y sus vasallos le hacían al principio de su fortuna. Y como el tiempo y la costumbre facilita todas las cosas, pues hace domésticos a los hombres, como se ve por los ejemplos con los más fieros animales. Serrano que creía al principio que el viento que había dado fuerza a las velas y hecho partir los navíos de sus ingratos amigos del puerto, había llevado con él su vida y su libertad, halló al contrario, que la había cobrado y salido de las prisiones del mar y cadenas del hambre. Porque aprendido que hubo la lengua de aquella tierra, mostrado al rey, a la reina y a algunos grandes de su corte, la de su patria, vio pasar por él todo cuanto hemos dicho. Principalmente después que hubo dado dos o tres batallas contra el rey de Mactán,334 y siempre victorioso vuelto a cobrar de entre sus manos, dos o tres de las mejores villas de la isla de Subo, que este rey le había tomado muchos días había, y que forzándole en su ciudad de Carpi le había apremiado con furor bélico, a dar al de Subo por parias,335 mil marcos de oro en cada año. Entonces fue que sus gloriosos triunfos, queriéndole dar lo que su virtud merecía, le habían puesto en tal estado con los bárbaros, que todo era mandar, todo era absortarse el mismo en su fortuna y poner las leyes en toda la isla al gusto de sus antojos. Y pareciéndole aun a la inconstante Dea,336 que esta grandeza no era nada conforme a sus 334 Isla en el archipiélago filipino, al lado de la isla de Cebú. Parias. El tributo que paga un príncipe a otro en reconocimiento de superioridad. 336 Dea. Divinidad romana de la tierra, del crecimiento, también se asociaba a Ceres y a Demeter. 335 309 méritos, le quiso aun levantar, más de lo que hasta aquí lo estaba, como se verá en el discurso siguiente, sólo porque sepan bien de raíz quiénes fueron los padres de Elisaura, así como saben cuáles fueron los de don Henrique. La reina de Subo, sujeta a una enfermedad peligrosa que tenía, hallándose un día sin socorro de nadie, dio el espíritu que fue causa que el rey viéndose aún mozo y sin herederos, quiso volverse a casar. Y como sea cosa difícil, guardar que una gran belleza no se publique, en las provincias vecinas, aquella de la hija del rey de Borna, le había ya cautivado el corazón, con sola la fama de la suya, y hecho enviar embajadores al rey su padre para pedírsela por mujer. Vuelven los embajadores, y por la certidumbre de la voluntad que el rey de Borna tiene de hacer alianza con él, se la traen. ¡Oh, qué excelente beldad es la que Tidora tiene (que así se llamaba la bárbara), cielo santo! Su morenico color, el marfil de sus dientes, el ébano de sus cejas, el azabache de sus ojos, el carmín de sus labios, la circunferencia de su cara, y todas las demás partes que mi alma siente y la boca calla me la representan tal, como el propio amor la escogiera, si dejando por algún tiempo el oficio de hacer amar a los otros, quisiera amar el mismo. El rey, viéndose poseedor de esta rica prenda, quiere añadir a las gracias del cuerpo, aquellas del alma. Para este efecto habla con Serrano y le manda que haga hablar a esta pintura con su ingenio, porque esperaba que el tosco entendimiento de la bárbara, amolándose337 en la agudeza del suyo, se haría más capaz de darle el mayor contento, porque con el continuo cuidado que el rey había puesto en aprender la lengua española, había hecho en ella un tal fruto, que la hablaba casi como si fuese natural español. Quiere no solamente que le enseñe la lengua, más aun que la entretenga, hablando de los usos, trajes y costumbres 337 Amolar. Afilar, aguzar, sacar el filo a cualquier arma o instrumento cortante. RAE. 310 que los españoles y españolas tienen, en fin que tuerza de manera las inclinaciones indianas, que no tenga otra cosa más del cuerpo indio, porque quiere que todo lo demás sea español.338 ¡Oh, pobre rey! Conténtate de los servicios que Serrano te hace con la espada, y no le emplees a enseñar filosofías a tu mujer. Harta discreción tiene, basta lo que sabe, que más vale que sea india fiel, que española ingrata. ¡Oh, qué gentil aya339 que le das para enseñarla! ¡Y qué sabia dueña para aconsejarla! Ya te oigo decir que don Juan de Serrano es discreto, prudente y hombre de bien. ¡Oh, bárbara necia, y sencillez ignorancia! ¿No ves que la discreción sirve de instrumento para persuadir, la prudencia para ejecutar y la bondad de capa para hurtar? Dichoso tú, si tomando sólo la fe y religión cristiana, no hicieses caso de las curiosidades que hay en la Europa, antes menospreciándolas, hiciera de ellas lo que debe hacer el discreto caballero de la corte de los grandes. Este pobre rey, pensando que sólo ellos eran los que apetecían la hermosura, entregó la cordera al lobo. Y cierto que Serrano anduvo mal en dejarse vencer tan fácilmente de la infidelidad, pues veía la llaneza con que una persona a quien debía tanto, le entregaba una prenda tan cara. Mas quien hubiera sido aquel que no se abrasara, teniendo tan cerca de sí una beldad rodeada de tantas llamas como el rostro de Tidora se mostraba a los ojos de Serrano, todas las veces que la miraba estando junto a ella ni el mismo mármol paro con no estar sujeto al fuego, hubiera podido evitar derretirse, cuanto más el corazón del hombre, que es naturalmente sujeto a estos incendios.340 Serrano, perdido otra vez por volverse a su patria, 338 La novela de Françoise de Graffigny, Lettres d’une Péruvienne (1747). Narra la historia de una princesa inca, Zilia, raptada por los españoles y llevada a España. La flota es asaltada por los franceses y la princesa queda a cargo del capitán, quien le enseña francés y las costumbres de la sociedad francesa. Más tarde la princesa descubre que su protector, Déterville, se ha enamorado de ella. 339 Aya. Mujer que en las casas acomodadas está encargada de custodiar niños y cuidar de su crianza. 340 El amor como un fuego aparece en Petrarca. Ver Petrarch’s Remedies for Fortune Fair and Foul. Trans. And Commentary by Conrad H. Rawski .Vol 1. Remedies for Prosperity. Indiana: UP, 1991. “Reason: You say 311 quisiera ahora morir antes de andar un solo paso para irla a ver, porque lo que ve todos los días le da mayor contento que todo lo que pudiera ver en cien años en la Europa. ¡Oh, pasión amable, aunque cruel! ¡Dichosa tú! pues eres sola la que puedes dar al hombre un perfecto contento y cuando se le das le haces conocer, aunque sólo, cien veces más agradable, que todos los descontentos del mundo no son enfadosos. Si alguno contradice mi opinión; haz sentir en mí, ¡oh, amor un efecto de tu bondad! para que embelesado en mi contento pueda sacar de él las pruebas de tu alabanza! Mas para volver a mi propósito, digo, que Tidora, viendo cada vez que vuelve sus dos soles para Serrano, dos estrellas opuestas a sus divinos rayos, admirada de ver que se admiran, corre con ellos su rostro, y hallando en el objeto para detenerlos, para contemplarle y sino por la vergüenza que se los hace pasar más adelante, se estuviera mirándole un siglo. Mas ¿por qué me detengo? Las veces que Tidora y Serrano están juntos, se ven dos fuegos, que aunque puestos en lugares diferentes, las llamas los hace iguales, sin que se pueda distinguir, si los dos cuerpos son dos o uno cuando el amor los enlaza. Pero también es este todo el favor que la honestidad de Tidora permitía dar a su amante, porque aunque bárbara y enamorada, muriera antes que ofender a la honra del rey, su marido. Más amor que fuerza la voluntad y rompe las leyes de la razón cegando, en las cosas que las mujeres deben tener más recato, su entendimiento le hacía manifestar por otra parte con apariencias, aunque falsas, lo que no hubiera querido cometer. Son relámpagos los favores que la mujer casada hace al hombre, los cuales con sus resplandores anuncian el estruendo que la honra del marido hará, perdiéndose. Porque, si Pedro sabe que naturaleza correctly aflame, because love is an invisible fire, a welcome wound, a savory poison, sweet bitternes, delectable affliction, delighful torment, alluring death” (197). 312 nos ha hecho tan débiles y flacos, que el menor objeto nos puede abrasar el corazón con tanta facilidad, como el fuego hace las secas estopas, ¿qué dirá el mismo Pedro, viendo a Juan que tiene a su mujer (que es remirada de todos) a las puertas del suyo, sino que el fuego le quema la casa? Que de creer, como dice donosamente el pícaro Guzmán de Alfarache, si viese a un religioso entrar a la media noche por una ventana, en parte sosopechosa, la espada en la mano y el broquel341 en el cinto. ¡Qué va a dar los sacramentos! Es locura. Que no quiere Dios, ni su Iglesia permite, que yo sea tonto, y de lo tal, evidentemente malo, sienta bien.342 El rey pues, hallando a estos dos enamorados, abrazados un día, con lazos más estrechos, que la vid al olmo, pensando que su mujer le ofendía actualmente con Serrano sintió de ello un tormento tan grande, que dejándose llevar de la vehemente pasión de la venganza, y vencido de rabiosos celos, mandó al instante, a diez o doce de sus criados atar a los dos de los pies y manos y llevarlos después a echar en el mar. Los criados queriendo obedecer a su señor, después de haberlos maniatado, los llevaron de noche, por no alborotar la corte, sobre una peña, y de allí los arrojaron con crueldad bárbara dentro del mar. De adonde fue Dios servido que saliesen, por la más extraña y admirable aventura del mundo, como oiréis en el capítulo siguiente. 341 Broquel. Arma defensiva, especie de rodela, o escudo redondo, hecho de madera, cubierto de antes encerado con su guarnición de hierro al canto y en medio una cazoleta de hierro que está hueca, para que la mano pueda empuñar el asa o manija que tiene por la parte interior. 342 Mateo Alemán escribe la novela picaresca El Guzmán de Alfarache. La primera parte se publicó en 1599 y la segunda en 1604. Narrada en forma de autobiografía la narración es interrumpida por frecuentes meditaciones y dichos moralizantes. Loubayssin conoce la obra e incorpora algunos de sus elementos en la Historia tragicómica. 313 Capítulo III No por verse el hombre bajo y abatido debe desesperar de la inmensa liberalidad de Dios porque se ven levantar casi todos los días del polvo de la tierra, hombres que suben de un vuelo hasta la cumbre de la felicidad. Piense pues el cristiano, cuando se halla en este extremo, que quien hizo de nada esta gran máquina del universo, puede trocar en un momento, su estado miserable, en un ser dichoso. Porque todo lo que los hombres hacen en este mundo no es más de una comedia. Tal es hoy señor que se halla mañana pícaro, y tal fue el otro día pícaro, que se halla hoy señor. Dígolo, porque veo que Tidora, siendo ayer mujer de un poderoso rey, y Serrano el mayor de sus favorecidos, se ven hoy los dos reducidos a tal trance, que no tienen casi otra esperanza que vencer las implacables olas del mar, que furiosas forcejean para ahogarlos, o de quedar sepultados en ellas, y que Dios apiadándose de ellos quiere que se salven, cuando más desahuciados estaban de remedio, como veréis ahora. Un capitán portugués, disgustado del general que mandaba en la armada que el rey de Portugal tenía en las Molucas, levantó una noche las velas de su navío para ir a buscar su fortuna. Y navegado que hubo seis o siete días343, su gente queriéndose volver contra su voluntad a la armada, se quiso poner a castigar algunos. Los culpados queriendo antes morir por la espada que por la cuerda, tomaron las armas para defenderse, y como otros les imitasen, por tener la misma voluntad que ellos tenían de volverse, las partes viniendo a igualarse con esta división, se vino después a dar entre el capitán y ellos, una tan reñida batalla, que aunque Méndez (que así se llamaba el capitán) fuese victorioso, no quedaron vivos con él sino cincuenta, y casi todos heridos porque todos los demás murieron en la 343 La característica de repetir la cantidad de días y no dar un número exacto por parte del narrador es muy común en el estilo de la época. 314 refriega. Y no parando aún ahí la desgracia, se levantó después una gran tormenta, la cual echó el navío (rotas las velas y las entenas344) aquella tarde que sucedió a nuestros enamorados, lo que habéis oído, a cinco o seis leguas de la isla de Subo. Y acercándose a ella, apaciguada que fue la tormenta, llegados a una legua cerca, entraron dentro de un esquife, (porque el navío, estaba medio cascado) para tomar tierra, y así como forcejeaban para llegar a la orilla, oyeron caer del alto de una peña que estaba delante de ellos a nuestros pobres amantes Tidora y Serrano, que los criados del rey habían arrojado. Y como los oyesen gemir y quejar (así en el aire, como dentro del agua) en lengua española, acudieron luego en su socorro y los sacaron del mar, aunque tan tarde, que desatados que los hubieron y colgado las cabezas hacia abajo para hacerles vomitar el agua que habían bebido, no pudieron sacar de ellos palabra hasta la mañana. La cual se les mostró venida que fue en tan buen estado, que las perdidas esperanzas que tenían de sus vidas, se convirtieron en seguridades ciertas de que no morirían de aquel mal y daño. Mas cuando vinieron a considerar la hermosura de Tidora, el buen talle de Serrano, y la extrañeza del caso, estaban tan absortos y embelesados, que a no contarles Serrano toda su historia, y aquella de Tidora, se hallaron atormentados de un perpetuo espanto. Considerando después entre todos, lo que se había de hacer, quedó determinado que se alejarían de aquel puerto, y que después de haber calafeteado345 el navío irían a la isla de Borna, para pedir venganza al rey de ella, de la crueldad que el rey de Subo había usado con su hija. Asegurándose según los padres quieren a sus hijos de alcanzar socorro de él para arruinar eso otro. 344 Entena: Vara o palo encorvado y muy largo al cual está asegurada la vela latina. Calafetear. Cerrar las junturas de las tablas y maderas da las naves con estopa y brea para que no entre el agua en ellas. 345 315 Hecho que lo hubieron así y llegados a hablar al rey, fue tan grande la saña que cobró contra el marido de su hija, ido que hubo su lastimoso trance, que después de haberla besado mil veces, las lágrimas en los ojos, hecho a Serrano todas las caricias que se puede imaginar, por los grandes méritos que sabía que estaban en él (conociéndole por la grande fama que tenía en toda aquella tierra) le hizo declarar en presencia de los mayores señores de su isla, rey de la isla de Subo, protestándole que si quería tomar alianza con él de darle en aquella misma hora a su hija por mujer. Estas palabras oídas por Serrano con la mayor felicidad que se puede imaginar, por la grande amistad que a Tidora tenía, respondió al rey, después que hubo acabado la plática. Que besaba muy humildemente las manos de su majestad por la merced que le ofrecía, y que la ley de los cristianos prohibía de casarse a cualquier hombre con mujer que tuviese marido. Mas que si su majestad estaba determinado de hacérsela, que le suplicaba de darle socorro, y que con sólo quinientos hombres que le diese estaba seguro que tomando al rey de Subo descuidado, como creía que indudablemente le hallaría así (por dudar su buena fortuna) se haría señor de toda la isla en menos de quince días. Porque no había soldado en ella a quien él no hubiese mandado durante las guerras que se habían hecho contra el rey de Mactán, al cual él sabía muy bien que había echado de toda la isla de Subo que tenía casi ocupada, y apremiado de pagar al rey de ella parias. Que si su majestad le hallaba digno de su hija, que le conserve en aquella buena voluntad, la cual le promete, que efectuada le traería mucho contento y bien. Y que pues que la venganza es tan natural en los hombres que hasta los animales más viles y bajos se muestran valerosos cuando se viene a emprender la resolución de tomarla contra el que ofende. Que se prometía que siendo el rey, y por el consiguiente más sensible, por el agravio que se hacía a la majestad real, en atreverse directamente contra ella, 316 que no dejaría, por cuanto valía su corona, de tomarla contra su enemigo, o de morir en la demanda. Y que pues hallaba un capitán, a quien la ofensa tocaba tanto, que le despachara al momento. “Porque esta espada te asegura rey de Borna (dijo poniendo la mano sobre la cruz de la suya) que si me das la gente que pido y palabra de cumplir lo que de tu propia voluntad me has ofrecido, de traerte la cabeza del rey de Subo antes que pasen tres meses.” Todas estas razones, dijo el capitán don Juan Serrano en lengua india, al rey, con tal gracia y brío, como aquel que la hablaba tan bien como los naturales, que los más principales señores de la isla, movidos de sus palabras, se le ofrecieron y le quisieron acompañar aunque lo rehusó mucho. Puestas que fueron las cosas en orden para partir, porque el rey había mandado al instante que se armase gente. Partió Serrano del puerto de Borna, después de haberse despedido del rey y de su cara Tidora, con dar al uno mil abrazos y a la otra un millón de besos, y llegado que fue al puerto de Beloro, con el capitán Méndez y sus amigos indios, los que estaban en el puerto viendo tanta gente comenzaron a alborotarse. Pero visto que hubieron a Serrano, en lugar de huir de él como de enemigo, vinieron para él con mucho regocijo, dando palmadas con las manos de puro contento, porque el rey sabiendo el grande amor que todos le tenían, les había dado a entender, que había enviado a Serrano a Mactán, para recibir del rey las parias que le daba todos los años. El rey de Subo, que en aquella sazón estaba gimiendo la muerte de su mujer, arrepentido de la crueldad que con ella había usado, oyendo la venida de Serrano (el cual creía ser muerto346) se puso en orden para hacer armar su gente y defenderse. Mas los indios y, principalmente, los que habían militado las armas con Serrano, al cual querían mil veces 346 Loubayssin usa el verbo ser, ser muerto, en uso en el siglo XVI. 317 más que al rey, rehusando todos sus mandamientos vinieron con danzas y regocijos al puerto para recibirle, lo que visto por el rey, salió de su palacio lo más secretamente que pudo y se fue a esconder en casa de uno de sus domésticos, de aquellos que habían llevado a Serrano y a Tidora al despeñadero. Este indio, que era rico, viendo que los enemigos y casi todos los subanos, iban corriendo por las calles de la ciudad de Beloro, repitiendo muchas veces y con grandes voces el nombre de Serrano, temiendo que la cólera del ofendido, apoderado que se hubiese de la isla, no descargase sobre él su rabia, a no satisfacerle con un servicio que igualase con su delito, olvidando como traidor la fe y lealtad que a su rey y legítimo señor debía, le mató, y con bárbaro atrevimiento tomó después su cabeza y se la llevó a Serrano, el cual con humano y cristiano ejemplo, dejando caer de sus ojos muchas lágrimas viendo la cabeza de su enemigo, mandó al instante a ahorcar al homicida. No le sirvió de poco fruto esto, porque generalmente todos los bárbaros, y aun sus mayores enemigos fueron forzados, viendo su nombre proceder y generoso ánimo, de confesar su gloria, y de venirle a ofrecer la corona del reino. Lo que habiendo admitido, con grandísima humildad, aunque casi por fuerza, perdonado a todos los que le habían ofendido, hecho hacer con mucha pompa, las ceremonias que en aquella tierra se acostumbran hacer, en la coronación de sus reyes, y dado al capitán Méndez, el primero y más honroso cargo del reino, despachó sus embajadores al rey de Borna, para pedirle por mujer aquella, sin la cual todas las grandezas y potestades del mundo no le eran nada. El rey de Borna, sabido que hubo, por los embajadores, nuevas tan deseadas, no hizo falta de enviar su hija aquel que esperaba su venida, con más deseo de que llegase, que no hace el cautivo, que espera al hermano o al pariente que le debe traer su rescate. Y como no 318 hay plazo que no llegue, al fin, llegó Tidora a Beloro, al fin digo se acabó la noche y llegó el día, y la región Antártica, madrastra de sus naturales hijos y madre de los extranjeros, comenzó a resplandecer en la ley de Cristo con el dominio español, con otra tanta claridad que hacen hoy las provincias de la Europa. Aunque muchos años antes y del mismo reino del valeroso Carlos V, las palmas de la fe habían empezado a extender su dulce y sabroso fruto, en la mayor parte de los puertos y orillas de todos los mares del Levante y del océano. Alabanzas solas debidas a esta nación, pues ella y no otra, ha enarbolado las banderas de Cristo Nuestro Redentor, adonde su nombre estaba apenas conocido, tan grandes fueron las confusiones y calamidades que los pecados de nuestros primeros padres pusieron en aquellas partes.347 Mas porque una nueva corriente no nos lleve fuera de nuestro propósito, y que cansándome a mí mismo no vaya en lugar de sacar algún fruto de mi trabajo a cansar a los que leerán esta historia, volveré a las bodas de Serrano y de Tidora. Y después de haber dicho en cuatro palabras que fueron magníficas y soberbias en todo género de costa y artificio, que los indios han acostumbrado hacer, representado el contento que los dos amantes tuvieron, la noche que vinieron a tomar posesión (con la licencia que da la Santa Madre Iglesia) de los frutos tan deseados, y dándoles diez años de deleites, que gozaron, sin tener un solo día que les pareciese enojo. Comenzaremos a decir la tristeza que cada uno que los dos tenía, por no poder tener hijos, por más votos y ayunos que para ello hiciesen casi todos los días. Eran de manera grandes los tormentos que sus almas padecían ordinariamente 347 Loubayssin elogia la política de los reyes de España. Comienza con Isabel y Fernando, continúa con Carlos V, y en los tiempos de Loubayssin con Felipe II, Felipe III y Felipe IV. Algunos de los objetivos de esta política son la expansión del Imperio y de la fe católica. 319 por este sujeto, que casi la vida les era enfadosa, tan grande es la pasión que los casados tienen de verse padres. Al tiempo que los deseos se habían ya cansado de esperar y que Tidora estaba más descuidada de parir, fue Dios servido que se sintiese preñada, y viniese a parir una niña, que un mes después de su nacimiento descubrió una beldad tan sobrenatural, que no parecía sino que naturaleza había escogido cada facción de por sí, entre las más raras y peregrinas hermosas que aquel siglo tenía, por dárselas después a ella, para que los hombres no pudiendo hallar en su rostro una sola falta, le diesen de una común voz, la palma sobre todas ellas, y confesasen que la tierra no había producido jamás una belleza tan admirable. Vosotras y vosotros, que con ser apretados y miserables, gastáis parte de vuestros haberes, para tener hijos, y siendo indevotos e impíos, hacéis muy a menudo novena a la Virgen, y oís casi todos los días misa. ¡Qué contento tuvierais si Dios os alumbrara con uno, o con una que fuese dotada de tantas maravillas! ¿No me respondéis? Porque los gestos que Tidora hace estando sola y las palabras que dice a su marido, viéndose con él satisfacen mi pregunta. ¡Oh Elisaura, Elisaura! Y que desconocida estarás, cuando atrevida, olvidando el ser que tus amados padres te han dado, y los regalos que ahora te hacen, saldrás del dulce abrigo de sus amistades, para ponerte a la voluntad de los vientos e inclemencia del cielo. ¡Oh, pobres reyes de Subo! Hartaos de reír ahora con vuestra hija, mientras el estado de la inocencia os da materia para ello, que tiempo vendrá que los pagaréis con usura, y con lágrimas de sangre. Esta Elisaura es la que hemos dejado (con el nombre de Sicandro) llorando con don Henrique, acabado que hubo el cuento que habéis oído, y aquella por quien yo he empezado esta historia, para poder declarar después la suya mejor. Si queréis saber lo que queda de ella, tomad aliento para leerlo después, en el cuarto capítulo de este siguiente libro. 320 Capítulo IV Viendo venido a la noticia del rey católico la fortuna de Serrano, por cartas que él mismo le había escrito, y suplicándole por ellas de enviarle algunos frailes y clérigos a aquellas partes para instruir a los indios en la religión cristiana, como también persona para que pudiese cobrar de él las parias que como a su rey y señor estaba obligado darle. Fue su majestad servido de enviarle por embajador al hijo menor del marqués de Cañete (llamado Andalio) con cuatro navíos cargados de lo que le enviaba a pedir y de otras cosas que supo serle necesarias. Llegó pues Andalio al puerto de Beloro, tres meses después de su embarcación, sin haber tenido en todo su viaje ningún contraste de fortuna. Entregado que hubo las cartas de su majestad a Serrano (que estaba casi a la víspera del casamiento que hacía de su hija Elisaura, con el hijo del rey de Mactán, llamado Brindajas) cumplido con él, todo lo que su rey le había mandado, y descansado de los trabajos que en el mar había padecido, se comenzaron después las fiestas y los regocijos, los cuales fueron tan abundantes en todo género de pasatiempos y regalos, que Andalio quedó admirado de ver la puntualidad con que las cosas iban. Porque le parecía que los banquetes que había visto en España, eran en comparación de aquellos que se le hacían allí, simples comidas. Un domingo después de comer, Serrano tomando por la mano a Andalio, le llevó al cuarto de la reina y de la infanta Elisuara, su hija, a las cuales Andalio no había aún visto, porque Serrano, queriéndole sobrecoger al descuido, a fin que viendo sus incomparables beldades así de repente quedase más admirado, habían fingido estar indispuestas y malas. 321 Entrado que hubieron en una sala, do las paredes, suelo y entablamiento de arriba, (que estaba todo dorado de oro puro) servían de transparentes espejos348 a los que entraban en ella. El rey envió a decir, por uno de sus gentiles hombres, a la reina, que estaba en su retrete, estaba con349 Andalio allí con él sólo para besarle las manos. Dado que hubo el gentilhombre el recaudo, volvió al rey con la respuesta, diciendo, que la reina venía. Muy bien se podía excusar esta respuesta, porque estando el sol tan cerca de ellos, no podían ser sus ojos humanamente privados de la aurora, y por el consiguiente estaban seguros de la venida del astro, sin que se diera otro aviso. Salió la reina la primera, deslumbrando con su divina belleza los ojos de Andalio, al parecer para que se cegase mejor, con aquella de Elisaura, la cual pareció poco rato después en saliendo, levantado que una dama de la reina hubo la antepuerta, como hace el sol cuando halla al medio de una grande y oscura nube, un pedazo de cielo transparente y claro, o cuando sale los días más claros del verano. ¡Oh, qué grande admiración fue la que Andalio tuvo clavado que hubo sus ojos en aquellos que a faltar los del universo, podían alumbrar el día y aclarar la noche! Fue de manera, que titubeando a las preguntas que Serrano le hacía, dividía las palabras (cuando le respondía) en más partes que no suele hacer el muchacho cuando empieza a aprender a leer, y el fuego procedido de la alteración que su alma había tenido, con la vista de una cosa tan perfecta, le hizo trocar el rostro de blanco que era antes en color de grana. Confesando a los que le miraban con las inconstantes posturas, gestos y acciones que en todas sus cosas 348 El uso de los espejos es una influencia del arquitecto italiano Sebastinao Serbio, cuya obra Tratado de Arquitectura, libro IV (1530) alcanzó gran popularidad en Francia y España. En este último país, el arquitecto Alonso de Covarrubias (1488-1570) usa los espejos de piedra pulida en las enjutas de los arcos en su diseño del Claustro de los Domínicos de Ocaña en Toledo. En el Palacio de Versailles, Charles Le Brun, diseñó la Sala de los Espejos, fue construida entre 1648 y 1684. En Madrid, el Palacio Real o Palacio de Oriente, el salón de los espejos fue diseñado por Thomière en 1788. 349 Original, como. 322 exteriores mostraba, que sola la vergüenza le tenía en pie y que a no ser en parte tan grave y considerable esta agradable visión le derribara. Elisaura quedó también abobada,350 de ver un rostro de quien la hermosura varonil sobrepujaba a todo lo que había visto y con más ventajas que no hacen estos lindos y hermosos Adonis que vemos pintados, a los cíclopes y sátiros, representados en los mismos lienzos. Y no pudiendo dejar de contemplar, ahora las líneas de su rostro, guardadas con la puntualidad, que un hombre hermoso y marcial debe tener351 para estarse perfecto en aquella parte, ahora sus anchas y bien proporcionadas espaldas, ahora su lindo y airoso talle, en el cual las gracias habían puesto, todo cuanto tenían por más admirable, a sus lindas y bien hechas pantorrillas, a su mirar severo aunque agradable y, en fin, a todas las demás facciones que la naturaleza había dado a Andalio que eran casi incomprensibles. Iba sorbiendo la infanta, en haciendo estas estaciones, sin apercibirse de ello, el dulce hechizo que después le dio, tantos tormentos. Porque su alma engolosinada del contento que había recibido en tan poco tiempo, imaginándose que le tendría mayor si la contemplación duraba más, dejaba lo más discretamente que podía todos los otros objetos que delante tenía para hartarse de mirar a aquel que le daba mayor deleite, en un sólo momento que todo lo que hasta allí había visto. Mas la vergüenza con sus honestas consideraciones acudiendo en su socorro cuando estaba casi rendida, enfriaba su voluntad para abrasar con el fuego que salía de sus hermosas mejillas, el alma de Andalio, que ya no podía más disimular los portillos352 que los dulces rayos de sus ojos le habían hecho en el corazón, que fue causa, que volviendo los ojos, hacia el rey, para confesar con gracia su 350 Abobado. Embelesado y lo mismo que embobado. Loubayssin da al joven Andalio los atributos del ideal masculino de la época. 352 Portillo. Abertura que hay en las murallas, paredes o tapias. 351 323 turbación, como deben hacer los vergonzosos discretos cuando se hallan en semejantes aprietos, le dijo con rostro risueño estas palabras: “Señor, si los libros de los hombres de buena y santa vida son verdaderos, hallamos en sus escritos que al hombre más animoso, es capaz un solo rasgo de la divinidad en apareciéndosele delante, de aturdirle, enajenarle y asombrarle. Yo he creído, viendo a estas mis señoras, que eran no solamente un rasgo de la divinidad mas la divinidad misma. Espántese vuestra merced ahora de ver cuán grande ha sido mi ánimo, pues que el mayor asombro que hombre ha podido tener en su vida, aunque me haya sacudido con grande ímpetu, no me ha podido derribar.” El rey se puso a reír, oyendo este grande encarecimiento, al cual no hubo falta de respuesta, porque la reina y la infanta Elisaura tomaron tan presto la palabra, matizando sus razones, con tantas y tales perfecciones, que Andalio estuvo gran rato dudoso, por ver si debía creer que las que hablaban eran mujeres o diosas,353 así como lo había dicho al rey. Hablaron los tres más de una hora sobre este sujeto, y acabado que hubieron de emplear el día y parte de la noche, en diversos y graciosos pasatiempos, se fue después, cada uno a su aposento para descansar allí lo que quedaba de la noche. La infanta Elisaura la acabó en su cama con las mayores inquietudes del mundo, porque sus delicados pensamientos (por no estar acostumbrados de lidiar con tanta máquina de quimeras, como eran las que el amor comenzaba a imprimir en su tierno corazón) no podían resistir al gracioso ímpetu que le daban, que era causa que volviéndose inconstantemente de una parte a otra dentro de su lecho, formaba quejas contra el mar y los 353 Loubayssin presenta a la mujer como un personaje idealizado. En La Celestina, Calisto dice que adora a Melibea, pero el desenlace de la obra es distinto a la Historia tragicómica. La obra de Loubayssin muestra una actitud más del Renacimiento en cuanto la mujer toma un papel más activo en el desarrollo de la trama. 324 vientos que habían traído a Andalio a aquella tierra, hablando con ellos de esta manera: “¡Vientos enemigos que habéis traído con vuestro aliento, las velas españolas que están en el puerto! ¡Qué crueles que habéis sido conmigo para mostraros piadosos con otros! Mares inmensos, que con ser tan grandes habéis consentido que unos débiles maderos os pasasen? ¡Ay! Y qué contrarios os mostrasteis a mi contento, cuando abristeis vuestro seno, para traerme aquí a un bien acompañado de tantos males”. Y después de haber hecho una grande pausa, volvía otra vez a decir: “¿De quién me quejo? ¿De los vientos? ¿De quién más? ¿De los mares? ¡Ay, que no son ellos la causa de mis tormentos sino la flaqueza de mi naturaleza, por no haber podido resistir a la fuerza de los hados, que quieren que ame a Andalio! Que le ame”, respondía, “si que le amaré mientras viviere. Pero, ¿qué es lo que digo? ¡Cuitada!”, tornaba a decir, “¿amar a un caballero extranjero sin conocerle y sin estar segura de su amor, y menospreciar a un príncipe, que ha de ser después de la muerte de su padre, rey, y a quien el mío me ha prometido por esposa? No, no, no lo permita el cielo, o si su voluntad es tal, ruego a Dios de sacarme del poder de su tiranía, con enviarme a la otra vida, porque no ha de estar sujeta Elisaura a las estrechas cuerdas del amor, sin tener satisfacción, de que Andalio la ama. Mas ¡ay de mí! ¿Quién me dará fuerzas para resistir a mi pasión, después que habré perdido las mías? ¿Qué de pensar, poderme defender de los dulces asaltos que la hermosura de mi enemigo me da? ¿No es posible sino que alguna divinidad me socorra? Porque la ayuda de los hombres no me puede servir [más] que de viento, para encender la fragua que en mi corazón arde. ¡Ay, Andalio, Andalio! Y qué amarga ha sido, para mi alma tu vista. ¡Qué desgracia para mi sosiego fue la hora que te miré! Y qué rigurosos que me fueron entonces tus ojos, pues que con ellos me 325 quitaste la libertad, el reposo, el entendimiento y aun la vida, que como miserable tengo de ofrecer presto al altar de tus merecimientos.” Acabando de decir esto, los preñados ojos, que hasta entonces habían estado quietos, reventaron vertiendo sobre sus hermosas mejillas dos copiosas fuentes de lágrimas, las cuales acompañadas de mil sollozos y de infinidad de suspiros que de su lastimado corazón salían, hicieron levantar a su aya, la cual había escuchado todo cuanto había dicho, y llegado que hubo a la cabecera de la cama, haciendo como que no había oído nada, le preguntó con muestras de grande amor, besándola, qué cosa era la que tenía. “Ay, cara Elisia”354, respondió la princesa, “un mal que a hablar claramente no se puede curar sino con morir o tener por esposo a Andalio, aquel extranjero que, a costa de los tormentos que ahora sufro, me ha hechizado con su celestial belleza y amorosas palabras.” “¿Qué es lo que dice, señora?”, respondió Elisia, “¿dícelo de veras, o burlando?” “Ay, amada Elisia”, dijo la princesa, “no traen nunca las burlas, accidentes tales como los que ves en mí: ¡muérome de amor!” De esa manera, pensó Elisia,355 debe de haber perdido el juicio porque no puedo creer que en tan poco tiempo, el amor de Andalio, la haya puesto en la extremidad que veo, teniendo por amante al príncipe Brindajas, que no es menos gallardo y galán que él. Y cuando fuera que su vista hubiese causado en su alma alguna alteración, parece mal que una princesa tan moza y de su calidad, se deje vencer de una cosa tan leve y que declare su flaqueza a aquella de quien debería tener mayor vergüenza, porque haciéndolo así, declara con su atrevimiento el poco caso que hace de su honra, y del respeto que me debe, si el poder 354 En Celestina, Elicia es la enamorada de Sempronio, el criado de Calisto. El parlamento aparece confuso. En la primera parte, Elisia piensa sobre Elisaura y sus acciones y en la segunda parte responde a la princesa. Se cambió del original replicó por pensó. 355 326 que sus padres me han dado sobre ella permite que hable de esta manera. ¿Qué dirá el hijo del rey de Mactán, viéndola tan ingrata al grande amor que le tiene, si viene a saber los disparates que su locura le hace decir? Oh, Elisaura y qué desgraciada, que ha de ser tu hermosura si la discreción no viste tu corazón de acero, para resistir a las agudas flechas del amor, pues le tienes de naturaleza tan tierno. Que una doncella haga morir de amor a todo el mundo pase. Pero que ella ame, y a un hombre, sin estar cierta que tal hombre la quiera. No puede ser peor su desgracia, porque no la hay mayor que aquella de verse una mujer aborrecida. “Mitiga pues tu mal con asegurarte que si me quieres creer, no le tendrás amor. Que si te entretienes más en tus vanas fantasías, temo que se levante de tu fuego una llama que venga a quemar tu honra, la mía y aquella de tus padres.” “¿De qué me servirán fingidas hipocresías”, volvió a decir la princesa, “sino de acrecentar mi mal con la vergüenza que tendría después de confesarle? Amar tengo a Andalio, y aborrecer a Brindajas, si mi honra y toda aquella de mi linaje se debiera de abrasar por mi amor. Que si su voluntad se quiere oponer a mis deseos, no me faltará una rabiosa cólera para acabarme, porque otro que Dios, suceda lo que sucediere, no me puede guardar de acabar mi vida, a la menor palabra que me dirá, si es contraria, a la resolución que he tomado, que es de morir amando a mi Andalio, el cual ha de ser mi esposo, y no el príncipe Brindajas.” Apenas pudo acabar estas palabras, porque le dio un tal accidente, que Elisia, creyendo que había dado el alma, tras el postrer suspiro, comenzó a dar gritos, arañándose la cara y arrancándose los cabellos con tanta crueldad, que las doncellas que dormían en un aposento pegado al de la infanta, acudido que hubieron a sus voces, creyeron, viéndola así maltratarse a sí misma, que se había vuelto loca. Mas cuando vieron a la princesa Elisaura 327 privada casi de la vida y el rostro más blanco que un papel, comenzaron a imitar con tanto rigor a Elisia, que en poco rato el aposento se vio sembrado de las doradas hebras que arrancaban de sus hermosos cabellos.356 Pero el ama que la había criado, mostrándose más animosa que las otras, acudió a su remedio y la hizo volver en sí. Lo que viendo Elisia se arrojó sobre ella, dándole infinitos besos en el alabastro de su nevado rostro, consolándola lo mejor que podía con palabras, que aunque arrebozadas (a fin que las doncellas no cayesen en la cuenta) le prometían el remedio que su afligido corazón pedía. Inventado que hubieron otro, casi aparente achaque, procedido a lo que decían de un dolor de estómago, se dio licencia a las doncellas para que se volviesen a sus camas, y el aya y ama quedaron hablando con ella de la traza que se había de dar para que Andalio viniese a entender su amor. Dejémoslas ocupadas en este ejercicio, que harto tienen en qué entender para consolarla, y digamos lo que Andalio hizo, despedido que se hubo del rey y de las princesas. 356 Las acciones, quejas y desmayo de la princesa Elisaura se asemejan a las de Melibea en Celestina. Ver Celestina Comentada, décimo acto, “Señora mía Melibea, ángel mío que has sentido? Qué es de tu graciosa habla? Qué es de tu color alegre? Abre tus (ojos) claros ojos, Lucrecia, Lucrecia entra presto aca, veras amortecida a tu señora entre mis manos baxa presto un jarro de agua.” (356-57). 328 Capítulo V En llegando a su posada, la primera cosa que hizo fue mandar a sus criados, sin sacar de ellos ningún servicio, que se vayan a acostar y le dejen solo. Cierra después su aposento por detrás, y con pasos de loco y ademanes de insensato, dice hablando contra el amor, “¡Oh, implacable violencia, fuerza incontrastable y verdugo cruel! ¡Déjame, no me atormentes! Qué hartas gracias tiene Elisaura para matarme, sin añadir a mi mal los imposibles que me das cuando te la pido. No aniquiles, oh, tirano, de todo punto las fuerzas de mi naturaleza, porque si me quitas la esperanza de poderla alcanzar por mía, te digo que no sacarás de mi victoria, otra gloria más de haber vencido a un hombre, que no podía ser vencedor, por haberle tú encantado, antes de venir a las manos con él, con las sutiles tretas de tus supercherias. ¡Ay, infeliz Andalio de qué te sirve el haber guardado hasta hoy tu libertad, si la vienes a perder ahora, sin que te queden esperanzas de verte nunca más dueño de ella! Yo he hecho como el avariento pródigo, el cual suele parar sobre un naipe lo que miserable ha ahorrado en diez años, o como el que entrega a la llama un soberbio edificio, después de haber empleado largos y prolijos años en labrarle. ¡Oh, Elisaura, dechado357 y depósito de todo lo que se puede ver de más raro en este mundo! ¿A qué golfo de miserias me ha de traer tu amor si mi desdicha me hace persistir de querer consagrar al templo de tu beldad, las aras que mi alma te quiere ofrecer en holocausto? ¿Y que las fuertes coyundas358 del matrimonio, que esperas, te guarden de recibirlas con el agradecimiento, que la sincera voluntad que aquel que te las ofrece merece?” 357 Dechado. Ejemplar, regla a que se atiende para imitar cualquier cosa parecida o semejante a lo que se tiene presente. 358 Coyunda. Metafóricamente se llama la unión o ligazón de dos personas por el matrimonio. 329 Estos y otros semejantes disparates le hacían decir las insufribles penas que su corazón padecía, acordándose del poco remedio que sentía que su mal podría tener. Porque pocos días antes de su llegada, el príncipe Brindajas había venido para casarse con ella, que así se había concertado muchos días había entre el rey de Mactán y de Subo, con condición que el dicho rey y el príncipe Brindajas, se volverían cristianos, como también todos sus vasallos, que para este efecto, había más de seis años, que se instruían así en la fe, como en las demás cosas que debe saber un príncipe cristiano.359 Qué era causa, que este pobre caballero, estaba desahuciado del remedio de tenerla por esposa, que por estas consideraciones, y por otras muchas que se le ofrecían, maldecía la hora y el día que había dejado la Europa, para venir a morir de un mal tan furioso, como es aquel de la desesperación, en una región tan remota y apartada de la suya, porque no esperaba otro menor castigo del atrevimiento, que había tenido por haber puesto sus ojos en la princesa Elisaura, que la muerte que creía que su rigor le había de traer. Mirad cuán ciegos son los que aman. Porque las más veces dan, con el juicio que hacen, si en un hombre enamorado se puede hallar, muy lejos de los verdaderos pensamientos que sus amadas tienen, porque tal creerá ser amado, que será aborrecido, y al contrario, tal creerá ser aborrecido, que será amado, como los extremos que hemos dicho, que la princesa Elisaura hacía por el amor de Andalio, nos dan manifiestas pruebas. Estos corazones, aunque unidos en la voluntad, padecían grandes tormentos, por no tener buena inteligencia de la perfecta correspondencia que entre ellos corría, principalmente con el justo sujeto que tenían, por ver que el príncipe Brindajas, perdido por el amor de Elisaura, apresuraba todos los días más su casamiento. Porque si nunca cosa fue aborrecida 359 Sobre este hecho ver Argensola, Libro primero “El rey de Sebú se bautizó, más por valerse de las armas españolas, que por celo ni conocimiento de la fe que recibía.” (27). 330 de criatura, lo era Brindajas de la infanta, y sobre todo cuando vio las grandes y conocidas ventajas, que hacían en todo las gracias y virtudes de Andalio a las suyas, como aquel que se había criado en la corte de un rey cristiano y del mayor emperador del mundo, y el otro en aquella de un reyezuelo bárbaro, aunque en riquezas muy poderoso. Tan presto que Serrano hubo dado el sí, y nombrado el día del desposorio, no hizo falta el príncipe de avisar al rey, su padre, el cual vino con mucho triunfo y acompañamiento a Beloro, donde fue recibido con la puntualidad que la dignidad real convenía. El pasmo y casi increíble disgusto que Andalio recibió de aquella venida, por saber la causa de ella fue tan grande, que faltó bien poco no diese por albricias a aquel que le trajo las nuevas, la muerte, tan grande fue la rabia que le dio, por ver que con ella perdería la vida, siéndole imposible vivir, perdiendo lo que tanto amaba. Pero disimulando lo mejor que pudo la violencia de su mal, y fingiendo haberle dado un dolor de estómago, se despidió lo más discretamente que pudo de la compañía en la cual estaba. Y llegado que fue a su posada, y cerrando la puerta tras sí, comenzó a despedir de su corazón un mundo de suspiros, acompañándolos de cuando en cuando con estas y otras semejantes palabras: “¡Oh muerte! Otra vez tan aborrecida de mí, y ahora tan deseada, apresura tus pasos. Corre, llega, ven luego a quitar la vida al más desventurado caballero que viva. ¡Desventurado! ¿Y cuál lo puede ser más que yo? Pues, que me veo reducido a tal trance, que no hallo amigo que me quiera dar la vida, mi enemigo que me la quiera quitar. La calentura acaba o disminuye el exceso al enfermo, en pasar los nueve días, y el fuego que me abrasa aumenta todos los días mi mal, sin tener ningún límite que me pueda dar alguna esperanza de remedio. ¡Ay, cara libertad! ¡Qué mal que te supe guardar aquel momento que, por fiarte de mí, te descuidaste de las armas de mi bella enemiga! Mas que es lo que digo de descuido si sé que con sólo los 331 rayos de sus divinos ojos, puede ablandar el más fiero y empedernido corazón del mundo, cuando más aquel que es más blando que cera. Y si añadimos a ellos esos arcos medio tendidos, en medio de los cuales abaja con tanta gracia la afilada nariz sobre las dos medias granadas de su hermosa boca, los dientes más lisos y blancos que la más cándida porcelana que la provincia de la China cría, los claveles puestos al medio de sus rosadas mejillas, su llana y extendida frente, sus cabellos más dorados que el vaso mas bruñido y del oro más fino que esta provincia produce,360 con esos dos nevados Alpes, adonde amor ha escondido sus mayores maravillas. ¿Quién será aquel que en viéndolos no los desee, y en deseándolos no venga a morir si no los puede venir a alcanzar? ¡Oh, tú mil veces dichoso, bárbaro príncipe! Pues vienes a gozar con tanto desenfado como es aquel del matrimonio de todas estas prendas, y yo un millón de veces desdichado, por morir sin poder acabar mi vida en sólo contemplarlas.” A esta razón calló, sin pasar más adelante, porque oyó llamar a la puerta de su aposento, y abierta que hubo para ver quién podría ser aquél que llamaba, vio que era uno de sus pajes, el cual, después de haberle preguntado qué era lo que pedía. Respondió que una dueña de muy buen parecer había entrado en casa y le había dicho que deseaba hablarle con secreto y en cosas de importancia. Andalio, espantado, por no poder acordarse quién podía ser, mandó a su paje, enjugado que hubo sus lágrimas, que la hiciese subir a su aposento. Subido que hubo, después de haberle saludado con mucha humildad, y suplicádole que hiciese salir sus criados, que la habían seguido por ver si su señor habría menester de algo, 360 La descripción que Andalio hace de Elisaura sigue muy de cerca la que hace Calisto de Melibea en La Celestina, acto primero: “Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas del oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplanden menos; su longura hasta el postrero asiento de sus pies.” Ver Fernando de Rojas. La Celestina. I. Undécima edición. Introducción y notas Julio Cejador y Frauca. Madrid: Espasa Calpe, 1985. (54). 332 sin mirarle a los ojos, mas teniéndolos siempre pegados al suelo, como si tuviera vergüenza de lo que iba a decir, comenzó a hablar a Andalio de esta manera: “Si todos los que han hablado contra el amor confiesan, aunque enemigos de su tiranía, su poder ser tan grande que no se halla cosa criada en toda la redondez de la tierra, que no sea sujeta a sus leyes. No serán menester palabras artificiosas ¡Oh, Andalio! para excusar la flaqueza de aquella, que vencida de su amorosa pasión, me envía aquí, para declarártela. Que si el juez, reparando, con ser grande el delito del delincuente, que amor se lo hizo cometer le absuelve alguna vez sin castigo. ¿Qué debes tú hacer ahora, oyendo relatar un proceso en el cual puedes ver que solo tu amor es causa, que la virtud acuse a mi señora de demasiada liviandad? ¡Ay, Andalio, perdonadla! ¿Qué mal puede sufrir un generoso ánimo, que su enemigo llore a sus pies, sin abrazarle? Cuanto menos, del amigo, que no le hizo nunca otro menor servicio que de adorarle. La infanta Elisaura te ama, tus gracias la han vencido, y tu amor puesto en tal trance, que el menor accidente que le puede suceder, si no te compadeces de ella es la muerte”. A esto calló, sin poder pasar más adelante porque la vergüenza sobrepujando a su atrevimiento, la detuvo, sin dejarla decir más una palabra, y Andalio privado del sentido, con el gozo que las razones no esperadas de la dueña le trajeron, estuvo un buen rato mirándola, con más embelesamiento, que aquel que poco había, estado lidiando con las olas del mar, se ve fuera de ellas, rodeado de sus mayores amigos, sano y sin peligro. Mas viendo la falta que hacía en no responder a cosa que lo merecía tanto, se acercó a la dueña, y con gestos alocados, que significaban su demasiado contento, en lugar de responderle, le tomó la mano y se la besó más de mil veces. 333 “Ay, favorable San Telmo,”361 decía después de habérsela bañado con infinitas lágrimas, “y que grandes obligaciones son las que os tengo por haber apaciguado los vientos de mis dolores cuanto tenía el naufragio más cierto”. La dueña, tomando ánimo, viendo y oyendo que las acciones del caballero le prometían el fin de su viaje, más dichoso de lo que esperaba, le dijo riendo: “Quién le viera y oyera hacer y decir tantas cosas, como las que hace y dice, creyera que fuese enamorado del mismo sujeto que padece todos los momentos por él mil tormentos, pues que con sólo mentarlo, se ha puesto de manera que no parece sino que ha perdido el juicio.” “Perdido el juicio”, dijo Andalio, respondiendo a lo que la dueña decía,” y de manera que si no me asegura con mil juramentos, que lo que dice de la princesa, es verdad, me mataré ahora mismo con esta espada que ciño a mi lado.” “Señor Andalio”, replicó la dueña, tomándole por la mano, y haciéndole asentar sobre la cama, “repórtese que si su pasión es tan natural como lo que yo digo es verdadero y no fingido le doy desde hoy a la princesa por esposa.” Y como Andalio lo afirmase, con todos los juramentos que la afición de su amor le ofrecía, contándole las penas y tormentos que había padecido, después de aquel día, que la había visto en la sala dorada, estando con el rey en la compañía de la reina, tan hermosa, que fue causa que la dueña continuando su plática, le dijo también los desasosiegos que la princesa había tenido desde entonces, y cómo su voluntad era de morir antes que casarse con el príncipe Brindajas. Porque otra pena sino fuese aquella de la muerte no la podía guardar de tomarle por marido si él la quería por mujer, y que para este efecto habían tratado con cuatro mujeres, que tantas eran las que había 361 San Telmo es el santo que salva a los náufragos. 334 de llevar con ella, de salir con su ayuda por una galería que miraba sobre un huerto del palacio la víspera de las bodas, que su padre quería solemnizar con Brindajas. Y que creía que habían de ser dentro de ocho días, durante los cuales Andalio debía apercibir un navío, para llevarla a España, o adonde se le antojara, porque ella pensaba tomar tanta pedrería y oro, que aunque fuese a la más remota y extraña tierra del mundo tendrían hartas riquezas para acabar la vida con mucho contento. Cuanto más que tuviese por cierto que el rey, su padre, por no tener otra heredera más que ella, tendría siempre los brazos abiertos para volverla a recibir, y por el consiguiente a él, que sería entonces su marido y su señor. Todas estas razones, y otras muchas que por no ser prolijo pasaré silencio, dijo la dueña a Andalio, el cual dando gracias a Dios, de ver cuán diferente de lo que esperaba vendrían a concluírse sus amores, no cesaba de dar mil besos a la dueña, la cual enternecida de ver cuán grande era la fuerza del amor, vertía de sus ojos infinitas lágrimas de contento. Y después de haber concertado que los dos amantes se viesen aquella noche por el jardín, aunque con toda la honestidad y limpieza que la honra de la infanta pedía, se despidió dejando hora precisa, para que Andalio acudiese al puesto.362 362 Los recados de la dueña revelan una Elisaura dispuesta a tomar acción para conseguir el objeto de su deseo. A diferencia de La Celestina, en este caso, es Elisaura quien toma la iniciativa y hace todos los arreglos necesarios para su encuentro y posible huida con Andalio. 335 Libro Séptimo ARGUMENTO Andalio roba de noche a la princesa Elisaura, y toma después con su navío la vía del occidente. Serrano hallándola menos se va tras el ladrón determinado de no volver a Subo hasta haberle alcanzado. Méndez persuade a Tidora que Serrano cansado de su amor ha hecho robar a Elisaura por tener después achaque de irse y de dejarla. La reina vencida de amor y de rabia, toma todos sus tesoros y se embarca con Méndez para ir tras su marido pero el piloto hecho a la traición se aparta lo más lejos que puede de su camino y sigue aquel que Méndez quiere. Entretanto que los unos y los otros navegan, el autor aprovechándose de la ocasión, vuelve al ermitaño, al cual hace continuar su historia. Capítulo I La melancólica noche había ya tendido su velo oscuro sobre la faz de la media esfera, y el sol cansado de la vista de la región América, y va a ver muy lozano aquella de la fértil y famosa Europa. Ya las cabrillas del cielo, daban la seña al despierto labrador para ir a apacentar sus aradores bueyes, y la hora dada por la dueña a Andalio llegada, cuando nuestro dichoso amante salió muy bien armado y apercibido de ternezas para ir al puesto adonde la princesa Elisaura estaba despidiendo de su divina belleza más rayos, que el Etna echa centellas. ¡Oh, péndola363 mía! ¿Quién te dará palabras para poder relatar el contento que estos dos amantes tuvieron, cuando juntos que fueron los dos, en faltarles las palabras para poderse hablar hacían que los suspiros y besos les sirviesen de fieles farauates. ¿Quién, 363 Péndola. “Vale pluma con que se escribe.” Covarrubias. 336 ejemplos para declarar el deleite que sus almas tenían cuando en fallecerles las fuerzas para poder desasir los brazos y apartar los rostros, se sorbían los dos las lágrimas que de puro contento sus ojos derramaban? ¿Y quién, conceptos a mi entendimiento, para poder escribir la suavidad con que sus lenguas hablaban en sus sabrosos requiebros, los apacibles nombres y alabanzas que se daban, y el artificio que amor usaba para hacerlos declarar recíprocamente sus amorosas pasiones? No, no, corramos la cortina pues que las palabras y el ingenio nos falta, y dejémoslo al juicio del discreto lector. Pasado que hubieron estos y todos los demás deleites que el amor honesto de dos libres amantes que se quieren casar permite, se despidieron, después de haber concertado de irse, la víspera del casamiento, que Serrano pensaba hacer de ella y del príncipe Brindajas, de la manera que la dueña había dicho a Andalio. Después de la venida del rey de Mactán, no se hablaba de otra cosa, sino de saraos, bailes, banquetes y regocijos, los cuales como mensajeros de la grande fiesta que se había de hacer el día de las bodas, embebecían al príncipe Brindajas, acordándosele del contento que su alma tendría, viéndose poseedor de la más cumplida belleza del mundo. Ya había llegado la víspera, los aparatos de la fiesta hechos, de parte de los dos reyes con todo el fausto y grandeza que las infinitas riquezas que tenían requería, todo el mundo bullía de contento esperando la venida del alba para ir al palacio y tomar buen puesto a fin de ver pasar a los desposados. Cuando nuestro nuevo París364, puesto que hubo a punto el mejor de su navíos y mandado a sus más fieles amigos entrar en él y de esperarle a media legua del palacio, que está fundado a la orilla del mar se fue con un esquife hasta debajo de una galería que miraba a él y estaba en el cuarto de la princesa, la cual habiendo recibido en sus brazos, 364 París. Príncipe de Troya. Rapta a Elena, esposa de Menelao rey de Esparta. 337 abajado que hubo (y no sin gran peligro) por una escalera de seda: la llevó en el esquife, y sus criados hicieron lo mismo a su aya, y a otras dos mujeres que con ella venían.365 Considerad lo que hace el amor. Una doncella hija de un rey y la más bella criatura del universo, deja un reino, padre, madre y todos los regalos del mundo, y se va debajo de la palabra de un extranjero que no conoce, sin que la terneza materna, los bramidos del mar, ni la infidelidad de los hombres de la cual ha oído tantas veces hablar, la detengan. Llegado que Andalio366 hubo al navío, hizo tan presto alzar las velas, las cuales azotadas de los vientos que favorables soplaban, le hicieron engolfar al instante en llena mar con la cual prosperidad, habiendo navegado cuarenta días hacia el occidente, llegó pasado que hubo el estrecho de Magallanes, a la vista de Chile, en cuya costa habiéndose revuelto el mar y corrido una noche una gran tormenta, se hallaron a la mañana rodeados de los cinco navíos holandeses, de los cuales venía, como habéis oído en la historia, que Elisaura ha contado a don Henrique por general, Agradan. El cual rendido que hubo el navío, después que Andalio, a quien Elisaura ha representado por padre, hubo caído sobre la tilla367 como muerto por las muchas heridas que había recibido peleando, vino a conocer a Elisaura por hembra, aunque Andalio la había hecho vestir en hábito de mancebo para llevarla con más seguridad. De la cual habiéndose enamorado, Velázquez y Álvarez, capitanes de Agradan, viniendo a conocer a Andalio, por hijo del marqués de Cañete, a quien habían servido muchos años, y queriendo obligar al hijo a fin que el padre, que había de ir bien presto por 365 El episodio se asemeja al rapto de Florinda por Filandro en la novela de Lope de Vega, El Peregrino en su patria (1608). Libro primero, 142: “Abordaron finalmente, y saltando dos amigos con ábito turquesco en la barca, arrebataron la nueva Elena, que trasladando de ella al vergantín enriquezieron los brazos de Filandro.” 366 Andalio, como hijo del marqués de Cañete se dirige a Chile, uno de los territorios a cargo de su padre. De acuerdo a la historia, el personaje sigue los pasos de don García Hurtado de Mendoza y Manrique, tercer marqués de Cañete, quien en 1552 se fuga de su casa para ir en una expedición a Córcega. Su padre, Andrés Hurtado de Mendoza es designado virrey del Perú, entonces el joven vuelve a España y le pide a su progenitor que lo lleve al Nuevo Mundo. 367 Tilla. “Entablado que cubre una parte de las embarcaciones menores.” Corominas. 338 virrey del Perú, les hiciese alzar el destierro y volver las haciendas que la justicia les había quitado por ciertos delitos que habían cometido, conspiraron contra Agradan y le mataron, de la manera que habéis oído. Porque convirtiendo el marqués, a quien Elisaura llama padre, en Andalio, a la marquesa Florania en Elisa, su aya, la provincia de Andalucía en Subo, Granada en Beloro, Sicandro en Elisaura, mudando el nombre de hermano, que había inventado sólo para encubrir su sexo, y añadiendo en ello los amores que ahora acabo de escribir, queda la historia que Elisaura ha contado a don Henrique por verdadera y perfecta.368 No hay plazo que no llegue, dígolo porque con haberme visto tan embarazado369 en la historia de Sicandro, sólo la memoria de este refrán me ha hecho alcanzar de mi trabajo, constancia para persistir hasta el fin de su declaración, la cual he puesto en tal orden, que nadie podrá ignorar, a lo que creo, el sentido de ella. Quédame por decir ahora, lo que hicieron los padres de Elisaura cuando vieron por la mañana la esperada fiesta haberse trocado en un tan cruel y desdichado suceso, como era aquel de la pérdida de su hija y de sus mujeres. Y puesto que hemos en buen estado las diligencias que hicieron para ir tras ella, volveremos después a nuestro ermitaño, para hacerle acabar su historia, tanto detener las lágrimas de don Henrique, que hemos dejado llorando como para desenfadar al lector, con la variedad del discurso, porque sé que todo lo nuevo place. 368 Loubayssin dice que la historia de Elisaura/Sicandro no pierde su verosimilitud aunque algunos aspectos no sean verdaderos. En el capítulo V, el personaje ha dicho que es de la “Tierra de Andalucía, y el lugar de mi nacimiento Granada.” La historia es verdadera en cuanto los hechos que narra el personaje son posibles y no contradicen el hilo total de la historia, es así como el autor introduce nuevos elementos en la creación del género de la novela ya vistos por Cervantes en Don Quijote (1605) y más tarde en Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617). 369 Embarazar. “Vale impedir. Embarazo, la cosa que impide y retarda. Embarazarse, ocuparse, empacharse y detenerse en alguna cosa.” Corominas. 339 Y por no detenerme en contar el grande sentimiento que el desposado, el padre, la madre, y generalmente todos los que estaban en la ciudad de Beloro, hicieron por Elisaura (que fue tal que desde la destrucción de Troya, hasta aquel día, no se había visto tanta desolación en ciudad del mundo) diré, que no se puso mucho tiempo en adivinar, cuál había sido el salteador, porque la ausencia de Andalio declaró bien presto ser él, el que la había robado. Serrano a quien el negocio tocaba de más cerca, rabiando de viva cólera contra Andalio y su hija, y determinado de seguirlos en persona hasta España, cuyo camino creía que habían tomado, hizo apercibir dos navíos. Y tomado que hubo muchísimas riquezas para volverse cargado de diversas cosas que quería traer de la Europa y algunas curiosidades de la India, y muy costosas para presentar al rey católico y a sus amigos, se dispuso a partir dado que hubo orden como dejar su reino. Consideren por este ejemplo, lo mucho que puede, sobre un generoso ánimo, la fuerza de la venganza y aquella de la amistad paterna, pues hacen que un rey, menospreciando los peligros del mar, se disponga a salir de las partes más remotas de la América, a Europa sólo para cobrar su hija y sacar razón de la ofensa que su enemigo le había hecho. Despídese pues de su amada Tidora la cual no pudiendo resistir a esta segunda desdicha, se desmaya dos o tres veces entre sus brazos, pero Serrano dejándose llevar del deseo que tenía de vengarse de su enemigo, al cual creía podría alcanzar sobre el mar antes de llegar a España, dejó por esta vez de mostrarse piadoso para con su mujer, por hacerse conocer más animoso con los hombres. Porque dejándola casi muerta sobre la cama, se fue con su gente al puerto, donde habiendo llegado y visto partir al rey de Mactán, que se volvía a su isla, se embarcó con quinientos soldados, y con el príncipe Brindajas, que a toda fuerza 340 le quiso acompañar diciendo que quería tomar él mismo la venganza, matando con sus manos a aquel que le había robado a su esposa. Engolfados que fueron en el mar, empezaron a navegar, alzado que hubieron las velas, derecho el camino que creían que el navío de Andalio tenía, y surcando muchísimos días el océano, sin que le pudiesen dar alcance, porque sin un día y una noche que Andalio le llevaba de ventaja, tomó el camino de Chile en llegar al estrecho de Magallanes, como habéis oído, y Serrano fue siguiendo el camino de España. Dejémosle así navegando hasta que hallemos ocasión de hablar de él y volvamos a la reina Tidora, la cual vuelta que fue en sí, viendo que Serrano se había ido, hizo tantos extremos, que al fin su cuerpo delicado no pudiéndolo sufrir, se dejó caer en la cama muy mala. Pero como no hay en el mundo dolor que no se venga a curar con el tiempo, al fin el consuelo que vino a tomar por medio de algunos buenos religiosos y mujeres españolas, que habían venido en los navíos que el rey católico había enviado a Serrano, fueron capaces de volverla a dar salud. Y como todas las cosas de este mundo están sujetas a mudanza, y que así como los vasos de la anoria,370 que mientras los unos se vacían, los otros se hinchan. Así casi en el mismo tiempo que esos buenos religiosos y mujeres que digo, daban esperanzas a la reina de que Dios le haría la gracia de dejar volver presto a su marido y a su querida Elisaura, Méndez, aquel capitán portugués que le había sacado a ella y a Serrano del mar, le quitó de todo punto las esperanzas, dándola a entender que Serrano había salido de Subo por no venir más, y apoyando sus palabras, con razones tan patentes y claras, que el más sutil ingenio del mundo se hubiera engañado y hubiera creído lo que decía ser verdad. Con el cual 370 Anoria. “La máquina de ciertas ruedas con que se saca agua de lo baxo a lo alto de los alcaduzes enxeridos en la corona de mimbres. Dize un proverbio: Alcaduzes de anoria, el que lleno viene vacío torna; Ay otro moral que dize: Unos hinchen, y otros vacían; y es assí, que para que enriquezcan unos han de empobrecer otros.” Covarrubias. 341 embeleso vino a cometer contra Serrano la más infame traición del mundo, como oiréis en el siguiente capítulo. 342 Capítulo II Si quisiésemos ir a buscar de raíz el origen de la envidia y la causa de sus efectos, sería menester escribir un volumen entero, y cuando lo hiciéramos con menos palabras, quedábamos después obligados a hacer otro tanto del amor, por ser también parte en esto interesada, y causa que Méndez, capitán portugués, viene a cometer una enorme traición contra Serrano. Estas consideraciones con el deseo que tenga de no mostrarme prolijo en mis discursos, me harán pasar en silencio las ponderaciones de la violencia de estas dos pasiones, pues que el ejemplo que se ofrece en mi historia, y que voy ahora a contar, es capaz de hacerlas conocer, por dueñas y señoras de todo lo que hay mas fuerte acá abajo. Este Méndez, llevando desde el principio, la dominación de Serrano de mala gana, y de otra parte atormentado de un excesivo amor que a Tidora tenía, había buscado secretamente todas las invenciones del mundo para matarle. Mas fuese, o que la prudencia del rey le hubiera prevenido, las grandes mercedes que le hacía todos los días tocado al alma, o que viese que no podía ejecutar su maldad, sin arruinarse a sí mismo, había vivido con Serrano (hasta el día que partió de Subo para ir tras Andalio) con tanta discreción, con estar abrasado, como hemos dicho del amor de Tidora, que Serrano, ni ninguno de los suyos, se había podido apercibir de su maldito intento. Mas viendo en ausencia de Serrano, la buena sazón que corría para ejecutar lo que hasta entonces había dilatado por falta de ocasión, se fue a confesar con un padre capuchino, y acabado que hubo de acusarse de lo que se le antojó, así como el buen padre le quiso dar la absolución, echó un profundo suspiro, y comenzó de llorar amargamente y como el padre le hubiese preguntado dos o tres veces qué 343 causa era la que tenía. Méndez le respondió de esta manera: “Padre tengo una cosa en el alma que me causa mucho trabajo”. “¿Y es cosa contra la conciencia?”, dijo el padre. “Esto en tanta manera”, respondió Méndez, “que sólo la memoria del mal que veo que vendrá a resultar de ella me quebranta el corazón y hace salir de lo más hondo de mis entrañas estos suspiros que oyes”. “De esa manera no os podéis excusar de decírmelo en confesión”, replicó entonces el padre, “que de otra suerte no os puedo dar la absolución, porque lo manda así la Iglesia y os digo, que todo hombre que confesándose guarda adrede un pecado por temor, o vergüenza que tiene de confesarlo, se vuelve con más pecados a su casa que no tenía cuando salió de ella para irse a confesar, y la confesión es sacrílega”. “No permitirá el Señor”, tornó a decir Méndez, “que mi viaje venga a ser tan desdichado para mi alma. No volveré a ella sin haber pedido perdón a mi Dios de mi yerro, y haberle confesado”. “Decid pues hijo, que ya os escucho”, replicó otra vez el padre. “Es pues”, empezó a decir Méndez, “que Serrano cansado de su mujer y de vivir tanto tiempo en tierra bárbara, me ha encargado de matarla, y que tomando después todos los tesoros y cosas más preciosas que están en el palacio y haciendo embarcar en los dos navíos que quedan en el puerto la gente que me pareciere, que tome el camino de Portugal, prometiéndome en pago del servicio que dijo que le haría haciendo esto de darme sin el oro y plata que yo tengo mío, una sobrina que tiene con quinientos mil ducados de casamiento. 344 El buen religioso, más muerto que vivo, oído que hubo estas palabras, pidiéndole el por qué, fue al momento satisfecho, por las razones que le dio Méndez, que fueron hablando de esta manera: “Andalio y el marqués de Cañete, su padre, descontentos del rey de España, quieren dejar su servicio para ir a vivir en Portugal que ha sido causa de llevarse Andalio, con acuerdo de Serrano, a Elisaura. Porque le ha prometido de darle una de sus hermanas por mujer, cuya hermosura es admirable, como se ha visto por un retrato que traía de ella, y esto ha sido con condición que Serrano le daría a él a Elisaura, y porque teme que el rey católico le haga dar el castigo que su maldad merece, se va a entregar al rey de Portugal con los presentes que le piensa hacer de los grandes tesoros que lleva consigo. Lleva engañado el pobre príncipe Brindajas para entregarle, a fin que el dicho rey venga a cobrar por su medio, el reino de Mactán. Que por esta isla no pasarán quince días, sin que se vean en poder del virrey de la Malucas, porque teniendo aviso de la voluntad de Serrano, se ha puesto en el mar con una flota de navíos para venir a su conquista. Y para mejor descubriros la causa porque Serrano deja esta isla, es porque Andalio enamorado de su hija, le ha descubierto la voluntad del rey católico, que era de quitársela y de hacerle declarar a él por traidor por haber osado tomar nombre de rey siendo su vasallo, y enviado en su nombre a la conquista de esta tierra con Magallanes. De manera que Serrano enojado contra el rey, se ha querido vengar de la manera que tengo dicho. Y porque no ha tenido ánimo de matar a su mujer, me ha encargado a mí de hacerlo, porque en sólo ver el retrato de la hermana de Andalio ha quedado tan enamorado de ella que olvidando la ley de naturaleza y la piedad cristiana, se ha dispuesto a ejecutar con aquella, que le ha dado el ser y el nombre de rey, la crueldad que habéis oído. El odio que yo tengo al virrey de las Malucas (como todo el mundo sabe), la lástima que me da 345 Tidora, y de otra parte la amistad que tengo a Serrano, me tienen en tal estado, que si vuestra paternidad (dijo mirando al padre las lágrimas en los ojos) no hace oración a Dios, para que nos ilumine y nos abra camino a fin que acertemos a hacer lo que será mejor para nuestras almas, temo de no poder salir con vida del medio de tantas tribulaciones que mis diversos pensamientos me dan sobre esto.” Este buen padre, entendido que hubo las razones que habéis oído, y por la boca de una persona que pensaba conocer como a sí mismo, por hacer ya muchos días que se confesaba con él, quedó helado como un mármol, creyendo que todo lo que Méndez le había dicho era verdad, y queriendo enterarse aun más en ello con pedirle otras muchísimas cosas. El traidor respondió a ellas con tal agudeza y disimulación, como aquel que había estudiado en ello, que el buen padre lo vino a creer todo como si fuera artículo de fe, y tomando dos días para tratar de poner en ello algún remedio, se fue cada uno a hacer sus negocios. La hora del concierto llegada, no hizo falta Méndez de ir a ver al padre en una casa particular adonde vivía, porque no estaba aún acabado un convento que Serrano había empezado de labrar. Pasado que hubieron entre los dos muchos dares y tomares, sobre lo que se debía hacer, quedó al fin concertado, que el padre con uno de sus compañeros, varón de santa vida, y grande predicador irían a ver a la reina, y le dirían el caso, y la aconsejarían de irse con ellos y con todos los tesoros y pedrerías que estaban en su poder a España para pedir justicia al emperador,371 de la grande maldad y alevosía que Serrano había usado con ella, y lo más presto que ser pudiese, de miedo que los enemigos no viniesen, y la matasen con todos sus criados para quitarle sus riquezas. Y que no dudase del derecho y equidad, que el emperador, que era el más poderoso y caritativo monarca del mundo le haría, porque le 371 Cambia de rey de España a emperador. 346 tocaba a él, tanto como a ella, la traición de Serrano, ocasión de que haría tanto con el rey de Portugal, que vendría a sacar de su reino, por amistad o por fuerza, a su marido y a su hija, y que entonces ella podría sacar del uno venganza, teniéndole en su poder, y de la otra el contento que se puede esperar de una princesa dotada de tantas gracias, como era Elisaura. Pero que la ida se había de hacer lo más secretamente que ser pudiese de miedo que sus intentos no se manifestasen a todo el mundo. Porque casi todos los españoles, sino eran cuarenta o cincuenta, que creían que tendrían su partido, después que se hubiesen declarado, seguirían la voluntad de Serrano y del virrey, y no la suya de ellos. Tomada que fue así la resolución, los dos padres pensando que era del servicio de Dios, persuadir a la reina lo que se había concertado con Méndez, se armaron de razones y de elocuencia, que estudiaron con tanto cuidado, como si hubieran querido ir a convertir a un hereje, yendo después a topar a la reina, a la cual después de haber hecho el acatamiento debido, y pedido audiencia secreta, le dijeron con las mejores palabras que pudieron lo que habéis oído. Las quejas, los lloros y las lágrimas que la reina comenzó de verter eran tan abundantes, si los capuchinos no se las hubieran detenido (con decir que si una sola persona entendiera el sujeto de su melancolía, que ellos y ella eran perdidos, e imposibilitados de hacer su hecho) que un corazón de bronce hubiera reventado de lástima. Mas al fin cobrando fuerzas, con las consolaciones y palabras ejemplares que los capuchinos le decían para animarla envió a buscar a Méndez, el cual llegado que fue ante su presencia, y confesado lo que los padres habían dicho, no sin verter algunas lágrimas de puro contento de ver cuán bien 347 su maldad se entablaba,372 se concluyó entre los cuatro de salir de Subo la noche siguiente para tomar el camino de España, con todos los tesoros y muebles más preciosos que en el palacio real estaban, yendo cada uno a advertir, lo más secretamente que podía, a los que debían de hacer con ellos el viaje, para que diesen orden a todas las cosas necesarias. Y a fin que nadie sospechara ninguna cosa, se dio fama de que la reina enviaba un navío a las Malucas, para ver si se pudiera saber nuevas de su hija, si acaso Andalio había tomado ese camino. Prevenido pues todo lo necesario. Méndez y sus secuaces, con los padres (después de haber embarcado, la misma noche que habían de partir, todo lo que pudieron y hallaron más rico y suntuoso) fueron a buscar a la desventurada reina, la cual creyéndose más de ligero de lo que era menester, pues conocía la fidelidad de Serrano, se entregó en los pérfidos brazos de Méndez y de otros dos de sus amigos, con los cuales fue llevada más muerta que viva, dentro del navío, como también las más de sus criadas por otros. Y alejado que se hubieron del puerto de Beloro, cosa de dos millas, alzando las velas con mucha alegría, empezaron a navegar derecho al lugar que el piloto (que estaba instruido de Méndez) quiso. Ruego a Dios que la fortuna nos ofrezca ocasión de poder declarar al lector el fin que tuvo esta navegación, y en que vino a parar la fortuna de la pobre Tidora, porque por ahora me es forzoso de volver a don Henrique y a Sicandro, a fin que no se quejen de mí y no me llamen hombre de poca cortesía de haberlos así dejado llorar tan largo tiempo. 372 Entablar, “Vale entablar un negocio, disponerle y prevenirle para que fácilmente y con suavidad corra, sin que haya dificultades.” Covarrubias. 348 Capítulo III Tomado que el ermitaño hubo del tiempo lo que convenía a su descanso, volvió al lugar donde había dejado la compañía, adonde llegó, así como los ríos que de los ojos de Elisaura y Sicandro salían se mostraron más caudalosos. Sus palabras acompañadas de un flujo de elocuencia se los hicieron agotar al momento, despintando373 con contar otras cosas donosas y comunes a todos los viejos, el carácter melancólico que la historia de Elisaura había impreso en el corazón de todos los circunstantes. Y porque la vista del grande camino que el sol había ya hecho les hizo conocer que era ya tarde, y hora de comer, enviaron a buscar de los rústicos frutos que la liberalidad de la tierra producía. Y después de haber satisfecho a sus estómagos acabaron de pasar la fiesta con contar algunos cuentos graciosos a la sombra de una peña. Y así como el sol empezaba a inclinar su cabeza hacia el occidente y que sus rayos no podían causar enfado por herir al soslayo, abajaron a la orilla del mar y donde estaba el barco, determinados de pasar allí la noche para emplear después el venidero día en tomar peces. Llegaron así como se acababa de poner, al lugar propuesto, y contemplado que hubieron con la luz que quedaba del día, la guerra que las olas del mar se hacían las unas con las otras, vinieron a escoger el lugar que hallaron más cómodo para pasar la noche. Y tan presto como la ausencia de Febo, dio lugar a Diana, de mostrar su claridad a los mortales, don Esteban, vencido de los ruegos que toda la compañía le hizo, continuó su historia hablando de esta manera: “Muchas personas hay en este mundo que han llegado a la engañosa alteza de esta vida, y a quien fortuna se ha mostrado favorable, hasta darles la mano, para después de 373 Despintar, “Salir en vano la suerte de lo que se esperaba; engañar los sentidos” (Covarrubias). 349 haberlos levantado muy alto hacerles dar mayor caída. Y creo que de todos los que han gozado de los bienes de su liberalidad, no se hallará uno solo, que no haya sentido, temprano o tarde, cuán caros vienen a salir sus favores, que si el cuerpo no padece la pena en este mundo, el alma la sufre en el otro. Considere pues el hombre, que todo lo que hay de prosperidad en este mundo es prestado, y que se ha de pagar, y de esta manera no sentirá tanto como siente sus accidentes, pues que lo que llama pérdida, no será más del pago que se debe dar a los acreedores. Oído habéis, mis queridos hijos, con cuanta dicha la fortuna374 me había acompañado hasta la batalla de Pavía, y la firmeza que hubo aun muchos días después en favorecerme, pues que a más de los regalos que tenía en mi casa y honra que había ganado, no se hallaba entre tantas heridas, como eran las que había recibido en mi cuerpo, una que impidiese el uso y oficio de ninguno de mis miembros. Todo era prestado, llegó el plazo. Pagué, y no me quedó otra cosa, más de la memoria de haber gozado cosa que no era mía. Y para que veáis esto que digo ser así, escuchad con atención el rigor con que la fortuna me vino a pedir lo que me había dado. Mi esposa era señora de un lugar, llamado San Plácido, que está fundado sobre un cerro, que mira al golfo de Bivona, y a la orilla del mar de Calabria, al cual lugar yo había ido con toda mi casa, por ser ameno y deleitoso, a pasar el verano el año de 1534. No habíamos bien estado un mes en él, cuando la fama de la hermosura de mi Amilia, habiendo llegado en pocos días, al oído de un caballero muy principal, hijo del gobernador de la ciudad de la Sperlonga que está en la misma costa, llamado Pompeyo, hizo que este mancebo quisiese ver con sus ojos si en efecto la beldad que había oído tanto alabar, correspondía a la fama que tenía y habiéndola hallado, visto que la 374 Un antecedente a la mudanza de la fortuna lo encontramos en El laberinto de Fortuna o Las trescientas de Juan de Mena (1446) “¿Pues cómo, Fortuna, regir todas cosas/ con ley absoluta, sin orden te plaze?/¿Tú non farías lo que el çielo faze, / e fazen los tiempos, las plantas e rosas?/ O muestra tus obras ser siempre dañosas,/ o prósperas, buenas, durables, eternas;/ non nos fatigues con vezes alternas,/ alegres agora, agora enojosas.” Edición, prólogo y notas por José Manuel Blecua. Madrid: Espasa Calpe, 1960. 8. 350 hubo, ser aun mucho más admirable, vino a enamorarse de manera de Amilia, que la vehemencia de su pasión fue bastante de abrirle medios con que nos pudiese ganar a todos las voluntades, y lo hizo con remedios tan indubitables, que a cuatro o cinco visitas que hizo a nuestra casa, se apoderó de ellas, sin dejarnos voluntad que no atendiese darle contento. Lo que sabido por sus padres, que eran de los más principales de aquella tierra, vinieron un día a vernos para agradecernos la merced que decían que hacíamos a su hijo, todas las veces que nos venía a ver, a la cual cortesía, nosotros queriendo corresponder, hicimos lo mismo con ellos, y por el consiguiente una grande amistad. Y juzgando cada uno de nosotros cuán bien estaría la alianza de nuestras casas, venimos a tratar y concluir casamiento, entre Pompeyo y Amilia, que se amaban cuanto se puede encarecer. Llegada que fue la víspera del desposorio y fuimos nosotros dos con nuestra hija y amigos, a Sperlonga, para celebrarle, sucedió a la mañana después. Que acabados que fueron los bailes y regocijos, que se suelen hacer en días de bodas que así como los convidados querían llevar a acostar a los desposados, se oyó de repente un estruendo y bullicio de armas por toda la ciudad, como si real y verdaderamente el enemigo estuviera ya dentro. Y para que sepáis de adónde procedía este rebato y confusión, os lo voy a decir. Barbarroja,375 corsario famoso, habiéndole otorgado el Gran Turco, por medio de Abrim Baja, un cargo de Baja, y de aquellos que están honrados de soberana dignidad, y dándole la mayor autoridad del mar, con poder absoluto de que se hiciese obedecer de todas las islas, puertos y lugares marítimos, salió después fuera del Esponto, con ochenta galeras, para ir contra Muley Hassan, rey de Túnez, su enemigo. Y a fin de sobrecogerle, dio fama 375 En 1534 partió con 80 galeras de Estambul, en el mes de abril saqueó las islas de Capri, Procida, Ponza, Sicilia y Sardinia. También recuperó Túnez en agosto del mismo año, desembarca en Capri donde construyó un fuerte. En 1538, el Papa Pablo III, formó la Liga Santa, Barbarroja derrotó la flota en la batalla de Preveza, con esta victoria aseguró el dominio turco en el Mediterráneo hasta la batalla de Lepanto en 1571. 351 que se iba a talar y gastar a Italia, y principalmente la Liguria, y a España, en venganza de la injusticia que Andrea Doria había hecho a los de Coron y de Patras, tomando al instante para mejor disimular su intento la vía de Italia. En la cual pasado que hubo el faro de Mesina empezó a quemar y abrasar de tal manera la costa de Nápoles que parecía evidente que quería arruinar a toda la Liguria, y por el consiguiente las otras tierras que había dicho. Porque habiendo pasado el golfo de Bivona, saqueó la misma noche de nuestro desposorio a San Lucidio, del cual tomado que hubo todo lo que halló dentro fue a Cetraro, que quemó, con siete galeras que se acababan de hacer en el puerto. Continuó después su camino, abrasando todos los lugares por donde pasaba, y llegado que hubo a la Sperlonga, y al tiempo que estaba ocupada en los pasatiempos y regocijos de nuestro casamiento, la entró y sobrecogió, sin que los vecinos de ella pudiesen soñar en defenderse, de manera que el ruido que hemos dicho, que se oía del castillo, así como los desposados se iban a acostar, eran los gritos y clamores que los del lugar daban, viendo quemar la ciudad, saquear las casas, y forzar a sus hijos y mujeres. Si la fiesta se convirtió en tristeza, el reír en lloros y las danzas en temblores, no hay de qué espantarse, porque Barbarroja, no contento por haber tomado lo que había hallado en la ciudad, informado de lo que se hacía en el castillo y de la excelente beldad de la desposada, y de las otras damas que estaban con ella, le hizo al momento cercar de dos mil hombres para prenderlas, y escoger de ellas lo que le pareciese más digna de ser presentada al gran señor, y antes de acometerle, envió uno de sus capitanes para que hablase con el Gobernador, y le dijese que si quería darse, que le empeñaba su palabra de dejarle después ir, a él, a su mujer, y su hijo, con toda libertad, pero que todos los demás, y su nuera, que estaba determinado de llevárselos con él. El Gobernador viéndose imposibilitado para defenderse de 352 la rabia de este tirano hizo al instante abrir las puertas del castillo, dándonos a entender, que había concertado con Barbarroja, que entregándole la fortaleza con cincuenta mil escudos, que daría libertad a todos los que estaban dentro de ella. El castillo abierto, entraron cien turcos dentro, y tomando veinte de ellos, por las manos a otras tantas mujeres que había muy hermosas se las llevaron a Barbarroja, y los demás, a nosotros tras ellas. Fue tan grande el contento que Barbarroja tuvo en ver la grande hermosura de Amilia que como el sol hace a las estrellas sobrepujaba, a todas las otras que iban con ella, y tomándola por la mano, le dijo en lengua italiana que si la llevaba de entre los brazos de un caballero, que la pondría en los del mayor monarca del mundo: “Y a vos mi bien”, dijo, tomando a mi esposa por la suya, “os hago dueña de mi corazón porque quiero que seáis de aquí adelante mi amiga y señora”. La rabia y cólera que yo tomé entonces, en oír decir estas palabras, y viendo que madre e hija, mirándome a mí, se deshacían en lágrimas, no lo puede saber otro sino aquel que ha pasado por la misma pena. Pero considerando que si al mismo Hércules le hubiera sucedido otro tanto, que todas sus fuerzas no le hubieran podido servir de nada en aquella ocasión, me consolé con creer, que tan presto que Barbarroja supiera que yo era marido de aquella que él había escogido por suya, me haría matar. Y queriendo ahorrar la pena que se me podía seguir, si tardaba mucho en saberlo, me adelanté, y con atrevimiento de desesperado, le dije que me matara si no quería que por venganza de la injuria que me quería hacer, le viniese a matar a él, cuando más descuidado estaría de la muerte. Mi mujer y mi hija arrojándose a sus pies le rogaron, todas cubiertas de lágrimas, que me perdonara, por ver que la rabia que tenía, de perder lo que más amaba en este mundo, me había desesperado, y hecho decir las locuras que decía. Barbarroja movido de estos ruegos mandó que no se me hiciese ningún agravio. “Y hace vuestra alteza muy bien”, dijo en lengua italiana un renegado que 353 estaba presente, “porque haciéndole así, guarda vuestra alteza la vida del más valeroso cristiano, que el reino de España haya nunca tenido. Y digo esto, porque le he visto en casi todas las guerras de Italia, tener muchos cargos en los ejércitos españoles, con los cuales ha hecho en todas las ocasiones que se le han ofrecido en tiempo de treinta años que han durado todo lo que podía hacer un grande y experimentado capitán”. Yo oyéndome alabar, y por una persona de ley y traje tan diferente, queriendo alzar los ojos para mirarle en la cara, conocí ser un Maestre de Campo, de mis camaradas, llamado Andrada, el cual después de la batalla de Pavía, supe que desesperado de poder alcanzar perdón de un grave delito que había cometido en Nápoles se había ido a renegar a Constantinopla. Barbarroja, oído que hubo las palabras de Andrada, se allegó a él, y le habló al oído, y mirándome después muy atentamente, me preguntó que cuanto daría por el rescate de mi mujer e hija y como yo le respondiese que cien mil ducados. Me tornó a decir riendo que no las daría por un millón. Pero que si yo quería llevar con paciencia mi fortuna, que hallaría en él, un buen y fiel amigo. En esto se vino a poner de rodillas delante de él, el gobernador de Sperlonga con su mujer e hijos, rogándole, las lágrimas en los ojos, de tomar el rescate que se le ofrecía, y que nos diese a todos libertad, y que él daría aun cincuenta mil ducados de su dinero. Barbarroja, habiendo oído las palabras del Gobernador, se enojó de manera contra él, que faltó harto poco que no quebrase su palabra y los llevase a él y a toda su casa cautivos, como a nosotros. Pero quitándosele presto el enojo, le dio libertad, y hecho que hubo entrar a mi mujer, en la Capitana, y a mí con ella, que a puros ruegos lo otorgaron que fuese así, cuando queríamos arrancar del puerto, oímos un grande ruido, y preguntando la causa de él, nos dijeron que el pobre Pompeyo no habiendo podido alcanzar de su padre por ninguna vía 354 de irse con nosotros, que desesperado de no ver más a su mujer, se había arrojado dentro del mar.” 355 Capítulo IV “Habiendo pues las galeras a fuerza de remos, pasado dos leguas mas allá de Sperlonga, se partieron de la costa de Italia cargadas de despojos, porque sin las muchas riquezas que habían robado, llevaban tres mil esclavos y hecho que hubieron agua en la isla de Ponza, pasaron después a África, habiendo hecho esta navegación con tanta velocidad, que Barbarroja aportó en ella, antes que Muley Hassan376 supiese de su partida de la costa del mar de Italia. Llegado que fue a la vista de Túnez con Rocet, hermano del rey Muley Hassan, que había venido a hallarle para favorecerse de él, contra su hermano. Fue tan grande el miedo que los tunecinos cobraron, con la vista de su armada, que al momento desampararon a Muley Hassan, que había salido del castillo para animarlos. Lo que viendo el rey, se fue huyendo de Túnez. Los tunecinos, sabiendo que Barbarroja estaba muy cerca de la ciudad, vinieron todos a recibirle con grande regocijo y le ofrecieron las llaves, las cuales Barbarroja recibió, y entró después dentro de ella, con grandísima pompa y magnificencia. Muley Hassan, teniendo inteligencia con los vecinos de Túnez, le vino a cercar pocos días después en la fortaleza, mas al fin Barbarroja quedó con la victoria, y a sus armas victoriosas se rindió al instante todo el reino de Túnez, adonde quedó hasta que el emperador Carlos V fue en persona, a echarle de él, volviéndosele después al rey Muley Hassan con ciertas parias que le había de pagar en cada un año.377 376 Gobernante de Túnez. Barbarroja tomó el puerto en 1534. Muley Hassan pidió ayuda a Carlos V para recuperarlo. 377 El emperador recuperó Túnez en 1535. 356 Y como Barbarroja se viese imposibilitado de volverse a cobrar, se recogió a Hispona, y de allí a Argel, y habiendo salido después de allí, para ir a esperar en el estrecho del golfo de Larta, a Doria (que venía por general de la armada de la Liga Cristiana) confiado, por estar alojado en parte muy favorable de desbaratarle, quedó muy espantado cuando vino a saber que Doria había salido del puerto de Gomunizza con doscientas y cincuenta velas, y venía hacia él para combatirle, y como un eunuco, a quien Solimán le había dado a Barbarroja por compañero, le reprehendiese temerariamente y con palabras soberbias y arrogantes, por qué no salía al instante del golfo para ir a embestir a la armada cristiana. Barbarroja, volviendo el rostro hacia Salec, gran capitán de corsarios, le dijo: “A lo que veo bravo y excelente capitán, es menester que probemos, aunque inferiores en poder, a los enemigos la fortuna de una batalla, a fin que no vengamos a morir, por la falsa relación que podría hacer de nosotros este medio hombre”. Y acabando de decir esto, salió del golfo y se fue para enfrentar a Doria. Pero no hubo bien alzado los trinquetes de sus galeras, cuando las nubes despidiendo de sí un diluvio de agua, acompañado de truenos y de relámpagos, espantaron de tal manera a la gente de Doria, que en lugar de querer hacer el medio camino que los valerosos soldados están obligados a hacer en una acción tan generosa, empezaron a volver las espaldas a Barbarroja, el cual habiéndolos seguido algún tiempo con sus galeras, las hizo al fin parar por no ver qué camino Doria iba, porque había hecho matar las luces que cada galera suele tener en los fanales que traen en la popa. De manera que Barbarroja viendo el mar libre de los enemigos, se volvió al golfo, y después de haber vuelto a cobrar la fortaleza de Castelnovo, que está en el golfo de Cataro, que Doria había tomado antes de volverse a Italia, tomó la vuelta de Constantinopla, llevándonos a nosotros con él. 357 No por estar este bárbaro ocupado en los negocios de la guerra, dejaba de estar enamorado. Porque había puesto su amor tan de veras en Fabia, que ningún empacho ni ocasión por forzosa que fuese, no le podía guardar de verla dos o tres veces cada día, con toda la honestidad del mundo. Y la causa porque Barbrroja tenía este respeto a mi mujer, y que no se hubiese enamorado más ayna378 de la hija de la madre, era que el Gran Señor le había encomendado muy encarecidamente cuando salió de Constantinopla, que si en su viaje acertaba a hallar alguna doncella italiana de singular belleza, que se la guardara con mucho cuidado, de modo que así como Barbarroja hubo visto a mi hija pareciéndole ser digna del Gran Señor, la entregó al eunuco, su compañero, para que la diese a guardar a otro de sus domésticos. Y aunque estaba alojada con su madre, no por eso Barbarroja la veía, porque temiendo que los rayos de su hermosura no penetrasen dentro de su corazón, si la veía, se contentaba de ver a la madre. Y cuando Fabia se veía apretada demasiadamente de Barbarroja, se lo decía a Amilia, la cual mostrándose melancólica y triste, enviaba a decir a Barbarroja que si no cesaba de atormentar a su madre, que se mataría ella misma, o se dejaría morir de hambre, y que de esta manera se vengaría de él (escogiendo lo que venía más a propósito para su honra) porque en muriendo le quitaría el medio de poder sacrificar al Gran Señor una víctima que atormentaba todos los días con las persecuciones que daba a aquellos que le habían puesto en el mundo. Esto, y después de las vanas esperanzas que Fabia le daba, que era de darle lo que le negaba entonces en llegando a Constantinopla, hizo que Barbarroja no la atormentara más. Llegado que fue a Constantinopla, y hecho que hubo el acatamiento al Gran Señor, le presentó a Amilia. Fue tan grande el regocijo que Solimán tuvo viendo delante de sí, y a su 378 Ayna. “Vale lo mismo que presto.” Covarrubias. 358 devoción, una beldad llena de tantas maravillas, que dejando aparte la gravedad otomana, vino a abrazar con muestras de grande amor a Barbarroja, diciéndole que de todos los servicios que le había hecho tenía aquél por el mayor y que se le agradecía con más veras que si le hubiera traído preso al emperador Carlos V. Barbarroja poniendo las rodillas en el suelo oído que hubo estas razones, le dijo que si tal servicio merecía recompensa le suplicaba le otorgase licencia de pedírsela. Solimán haciéndole alzar, se la dio para que pidiese todo cuanto quisiese. “Sólo te ruego, oh, invencible monarca”, dijo entonces Barbarroja, “que me des la madre de esta doncella cuyo amor ha sido capaz de hacerme menospreciar, como ves, la merced que de un tan poderoso monarca como tú se podía esperar, si el interés me hubiera hecho pedir cosa que hubiera sido digna de tu liberalidad.” Así como el Gran Señor quería abrir la boca para darle lo que pedía, Amilia arrojándose luego a sus pies, le dijo que si pensaba sacar de ella algún contento le suplicaba de no apartar a su madre ni a su padre de ella, porque de hacerlo así no podía darle tosigo379 más propio para matarla, que aquel que le darían sus ausencias. Solimán compadeciéndose de ella y de nosotros (que nos derretíamos en lágrimas, de temor que teníamos de que otorgase380 a Barbarroja el don que le había pedido) le respondió, diciendo que le perdonase, sino le daba lo que pedía, pero que en trueque de Fabia, le daría la más hermosa mujer que tenía en el serrallo,381 con treinta mil cequíes.382 Barbarroja, aunque lo sintió grandísimamente, hallándose muy honrado del premio y merced que el Gran Señor le hacía, 379 Tosigo, “Veneno.” Corominas. En el original que no otorgase. 381 Serallo, “Harén” Aparece en El Quijote II, en el capítulo LXIII: “De lo mal que le avino a Sancho Panza con la visita de las galeras, y de las nuevas aventuras de la hermosa morisca.” La historia que cuenta Ana Félix.”Y por huir del peligro que en el Serrallo de sus mujeres podía tener, y temer de sí mismo, la mandó poner en casa de unas principales moras que la guardassen y la sirviessen, adonde la llevaron luego.” (2004, 1041). 382 Cequí, “Moneda de oro que usaron los árabes en España.” Covarrubias. 380 359 tuvo por bueno el disimularlo, y queriendo contentar antes a Solimán, que a sí mismo, se allegó a él, y cruzando los brazos e inclinando cuerpo y cabeza hacia la tierra, como es costumbre entre los turcos, fingió tener de ello un grande contento y darle con esta salutación las gracias. Entonces empecé yo a tomar ánimo, por haber salido de las manos de un corsario, y caído en aquellas de un monarca, esperando que hallaría antes piedad en un pecho real, que en aquel de un renegado, que estaba hecho a cometer crueldades, viendo tan presto los efectos de mis pensamientos, en los regalos y caricias que Solimán empezó a hacerme. Porque habiéndome preguntado que si le quería servir y yo respondido que sí, con condición que me dejara vivir en mi religión, me lo otorgó y me hizo dar al instante un cargo de olofagibaja, por haberse muerto de dos que solía tener el uno, había cosa de ocho días. Y para que sepáis qué cargo es este, es, que estos dos Olofagibajas son capitanes de dos mil soldados, y andan cuando el Gran Turco va por la ciudad, o a la guerra, con él, y va el uno a su mano derecha y el otro a la izquierda, y se les da a cada uno de gages383 buena suma de dineros, y tienen en su servicio un checaya384, un escribano y protegero, con muchos esclavos y caballos, los cuales son pagados conforme el mérito y calidad de cada uno. De manera, que dejando aparte el descontento que tenía de estar con gente de diferente religión, y la prohibición que tenía de no poder ver a mi hija, y cara esposa, las veces que quería, tenía en lo demás, la fortuna en popa. Duró esta dicha casi seis meses, sin que Solimán con amar de un amor excesivo a Amilia, se quisiese mostrar disoluto con ella, porque quería obligarla a amarle con buscar 383 Gages, “El acostamiento que el príncipe da a los que son de su casa y están en su servicio. Es nombre francés.” Covarrubias. 384 Título otomano para designar a un teniente o administrador. 360 todos los remedios más apacibles, y que echaba de ver, ser más poderosos para ablandar su corazón. Mas viendo que este artificio no le servía de nada, vino poco a poco a perder el respeto al decoro que hasta entonces le había guardado, porque habiéndolas hecho alojar en un cuarto no muy lejos del suyo y con buena guardia, se fue una tarde a verla, y como la hallase tanto o más esquiva que nunca, se fue muy enojado diciendo a mi mujer que si a las diez de la noche, no hallaba dispuesta a su hija para querer dormir con él, y entregarse de buena gana en sus brazos, que me haría matar a mí, y después de haber hecho dar a ella muchos géneros de tormento, la enviaría también a la otra vida, que mirase bien lo que hacía, porque juraba por su grande profeta, de cumplir lo que decía. Mi mujer, determinada de morir antes con su hija que hacer una cosa tan sacrílega y tan nefanda, como era aconsejar a Amilia de dar contento a aquel tirano en lo que su desenfrenado gusto pedía, y temiendo de otra parte los tormentos, de los cuales la había amenazado, dio un diamante y otras joyas de mucho valor, a una esclava italiana (llamada Isabel) que la servía, para que le trajese la misma tarde una onza de Solimán, para atosigarse con su hija. Y así como la maldita Isabel se le hubo traído, Fabia le tomó en su mano, y escrito que hubo una carta y pedido perdón a Dios, la una, si se mataba por no servir de instrumento a su hija para que le ofendiese, y su hija perdiese su honra, y la otra si por conservar su virginidad, se acostaron las dos sobre la cama, y partido que hubieron el tósigo,385 tomó cada una su parte, con la fuerza del cual perdieron al instante las vidas y quedaron difuntas. El Turco, llevado con las alas de su maldito deseo, al aposento de estas desventuradas, y a la otra que había dicho, visto que hubo este triste espectáculo, y no 385 Veneno. 361 hallando con quién vengar su cólera (porque todas las mujeres que guardaban a Fabia y a mi Amilia las habían dejado solas, por haberlo ellas así mandado, para ejecutar sin impedimento de nadie lo que habían intentado) arrancaba sus barbas, y se maldecía mil veces a él y otras tantas a Mahoma. A sus gritos acudieron dos o tres mujeres, a las cuales de una rabia endemoniada hizo pedazos con la cimitarra que traía al lado, creyendo ser ellas, las que habían traído ponzoña, y por mandado de la sultana, su mujer, que andaba muy celosa de Amilia. Y así como Solimán teniendo las lágrimas a los ojos, volvía los dos cuerpos de una parte a otra para ver si habían de todo punto espirado, y apercibiendo la carta que Fabia había escrito antes de morir, la tomó en sus manos, y viendo que se endilgaba a mí, me envió a buscar, defendiendo so graves penas al mensajero, de no decirme otra cosa, mas de que el Gran Señor quería hablarme. Oído que hube su mandado, no hice falta en obedecerle, sintiendo no se qué dentro de mi corazón, que me anunciaba algún siniestro suceso. Llegado que fui al aposento, Solimán tomándome por la mano me dijo llorando, corriendo la cortina de lecho: “Mira cristiano con qué crueldad, estas criaturas han querido atormentarte a ti y a mí con privarse ellas mismas de las vidas”. Oído que hube estas palabras, y visto al instante en volver los ojos sobre el lecho la declaración de ellas tan a mi daño me caí en el suelo privado de sentido. Lo cual visto por Solimán, mandó a mi compañero el olofagibaja que me llevara a mi casa, y que vuelto que hubiese en mí que me diese la carta que Fabia había escrito para que viese por ella, como él estaba inocente de su muerte. Vuelto que fui en mí, a fuerza de remedios que se me hicieron, después de haberme puesto en llegando a mi casa sobre un lecho, me dieron la carta así como Solimán había mandado. Por la cual habiendo visto el suceso de lo que acabo de contar y el postrer a Dios 362 que mi esposa me había dado, me sentí tan acongojado, que todos entendían que había de dar el alma a Dios. Mas fuese, o que mi hora no había llegado, aun lo que los hados me quisiesen guardar para que viese otras muchas cosas, salí mejor de lo que todos esperaban de mi trabajo porque consolándome a mí mismo con representarme que era cristiano y hombre, volví mis pensamientos a Dios, rogándole perdonase los pecados de mi mujer e hija, cuyas muertes merecían otra tanta alabanza, entre los gentiles, como vituperio entre cristianos.386 Fuime a ver a la mañana a Solimán, para suplicarle que me diese los cuerpos difuntos, para que les pudiese dar sepultura, lo cual Solimán me rehusó, diciendo que quería hacer un sepulcro de mucha costa, y que porque no lo podía hacer por entonces, por amor de las guerras que se le ofrecían, que los había hecho ya embalsamar, y poner adonde las sultanas se solían enterrar hasta que la ocasión se ofreciese de hacer un sepulcro de no menos costa que aquel del antiguo mausoleo. Y preguntándome cómo me hallaba, y qué era lo que quería hacer, le respondí, que todo lo que su majestad fuese servido. Solimán mostrándose muy alegre de esta respuesta, me tomó por la mano, y alejándose un poco de la compañía, me protestó con todos los encarecimientos, que pudo y supo que si quería volverme turco, que me daría a Xalisa por mujer (que era una dama hermosísima, y a quien él había querido sobre manera) y además de esto, me haría uno de su bajás, luego que hubiese dado la vuelta de las Indias Orientales, adonde me pensaba enviar, con título de general, contra los portugueses, a querer tomar la ley de Mahoma y dejar aquella de Cristo. Al tiempo que Solimán me decía estas palabras, me vino al pensamiento engañarle, y de vengar la muerte de mi hija y esposa y hacer servicio a Dios, y a mi religión. Para hacer lo 386 El tema de la mujer virtuosa podemos verlo en Cárcel de Amor (1523) de Diego de San Pedro, cuando Lerinao en el capítulo 45 “Prueba por exemplos la bondad de las mujeres, ” enumera ejemplos de la antigua Grecia, Roma, del Antiguo Testamento y de la sociedad de su tiempo. Fabia y Amilia también pueden estar en este grupo de mujeres virtuosas. 363 cual, me puse de rodillas delante de él, y con palabras que procedían, al parecer, de una buena y sana intención, mostré otorgar con grandísimo contento, el partido que Solimán me ofrecía. Solimán a quien Barbarroja había dicho las alabanzas que Andrada me había dado en la Sperlonga, y el mismo Andrada se lo había asegurado después a él, estuvo muy alegre y contento, oyendo mi voluntad, así por haberme cobrado grande amistad, como por creer que la experiencia que yo tenía de las cosas de la guerra, le podrían hacer venir al cabo de sus pensamientos, esperando por premio de mis servicios, una mujer tan hermosa como era aquella que me quería dar y un cargo tan honroso. Y porque importa para declarar mejor el fin de mi historia, decir la causa porque Solimán quería hacer la guerra contra los portugueses que estaban en las Indias Orientales, haré, si me dais licencia, un discurso sobre ello”. Así como don Esteban quiso continuar su plática, fue interrumpido por un ruido de muchas voces, que llegaron con ser ellos muy lejos y apartados a sus oídos, muy roncas y sordas. Causó a todos los circunstantes un asombro muy grande la novedad del caso porque con ser débiles y flacas las voces que resonaban, se conocía claramente ser palabras, que salidas con violencia de la boca de muchedumbre de personas, significaban el regocijo y contento que sus almas tenían. Estuvieron así escuchando buen rato, sin perder un momento que no se emplease (con poner en mil maneras de posturas los oídos) a poder atinar el lugar de donde venían estas voces. Pero a causa que el viento soplaba un poco más demasiado de lo que era menester, y las olas del mar alborotadas se hacían perpetua guerra, no fue posible poder juzgar cuál era. Este empacho y la pausa que poco rato después las voces hicieron fueron causa que Elisaura y Sicandro, rogasen a don Esteban de continuar su historia, y como a buen pagador que cansado de deber le tarda verse en paz con sus acreedores, don Esteban 364 queriendo salir de su deuda, tornó a proseguir su historia. Declarando en pocas palabras, quién fue el primero que descubrió las Indias Orientales y la causa porque el Gran Turco quería tanto mal a los portugueses, que fue hablando de la manera que en el libro siguiente se podrá ver. 365 Libro Octavo ARGUMENTO Don Esteban prosigue su historia, y cuenta la navegación que los portugueses hicieron en Oriente el año de 1410. Y declarado que ha en pocas palabras, las mayores conquistas que hicieron en aquella región, deduce las razones porque el Gran Turco envió el año de 1558 a él y al eunuco Solimán con ochenta bajeles contra ellos. Cuenta el fin que tuvo esta guerra, la historia que de su hijo don Lorenzo le contó un mancebo después del cerco de Diu cómo partió de allí para irle a ver adonde estaba, lo que le sucedió en aquel viaje, quién era el mancebo que le había contado las fortunas de su hijo, y todas las demás aventuras que le sucedieron hasta que se puso ermitaño en el lugar adonde estaba. Capítulo I387 “No es menester mentar delante de quien sabrá mejor que yo el nombre de aquel que (menospreciando el temor que todos los pilotos tenían antiguamente de las peligrosas sirtes388) comenzó a dar el año de 1410, las velas al viento, pasado que hubo el Cabo, que está cerca del monte Atlante, los que entre las gentes occidentales, han inventado el uso marítimo del astrolabio, ni aquel de quien el saber en la geografía, sobrepujando toda la ciencia que los antiguos tuvieron en las matemáticas, fue el primero que descubrió las Indias 387 Los capítulos cuatro y ocho son los más largos de la novela. Son abundantes los detalles de las navegaciones de los portugueses y sus conflictos con los turcos sobre el control de las islas orientales. 388 Sirte “banco de arena”. En el original, “sirtas.” 366 Orientales. Bástame decir que la gloria de ello se debe sola a la nación portuguesa, por ser ella la que ha puesto la navegación en su perfección. Reinando pues en este tiempo que digo en Portugal, Eduardo, hijo de Juan, primero de este nombre, el Infante don Enrique (como pueden saber) fue el primero que armó para ir a la conquista de las Indias Orientales, el cual después de haberse engolfado en el mar Océano,389 y llegado con su flota hasta el monte de la Leona,390 que está trescientas sesenta leguas más allá de las Islas Canarias, descubrió hacia los más remotos límites de la Mauritania algunas tierras que se extendían más adelante de la línea del Ecuador. Y así como este valeroso príncipe hacía edificar, tomado que hubo tierra, iglesia y fortalezas en estas partes, para poder ir ganando más adentro con la fuerza de sus armas y sembrar en aquella región el Santo Evangelio, fue Dios servido de llevarle para el cielo. Alfonso su heredero de generoso ánimo, así como se vio en posesión del reino, por la muerte de su padre Eduardo, aunque se hallaba harto ocupado con las vecinas y domésticas guerras que tenía, puso el trofeo de la cruz y las armas de Portugal, hasta Alfinario, que los modernos llaman Cabo Verde, y de allí hasta el Cabo de Santa Catalina, que está dos leguas más allá del Ecuador. Desde allí fue descubriendo y conquistando tierra hasta Guinea, que está casi debajo de la zona del medio, y por consiguiente se extendía la fe de Jesucristo casi por todas las partes por donde los portugueses pasaban. Pero, aunque todo esto se hizo con grande 389 Loubayssin menciona algunos de los principales logros del imperio marítimo portugués. Se inician en el siglo XV bajo el reinado de Juan I (1385-1433). Portugal captura Ceuta en 1415. El príncipe Enrique el Navegante (1394-1460) funda una escuela de navegación en Sagres y organiza las expediciones a la costa oeste de África. Se descubren Madeira, Cabo Verde, Angola y la Guinea. Vasco de Gama descubre el Océano Indico y expande el imperio portugués hasta la India. La victoria naval portuguesa en la batalla de Diu (1509) le da al imperio el dominio marítimo del Oriente. Conquista Adén (Yemen) en 1516, y con ello puede dominar el Mar Rojo y controlar la ruta de las especias hasta 1538. Otro navegante portugués, Pedro Alvares Cabral, descubre Brasil en 1500. El poeta Luis de Camoes en su obra Os Luisadas, dedica el Canto Noveno a la expedición de Vasco de Gama a la India (1497-1499). 390 El actual país de Sierra Leona. El navegante portugués Álvaro Fernández es el primer europeo que llega en 1447, cuando trata de circunnavegar África. 367 diligencia, parece que Emmanuel, heredero de Alfonso, viéndose señor de aquel reino (después de su muerte) queriendo ilustrar y eternizar aun más, en los siglos venideros el nombre portugués, y sobrepujar con sus conquistas los heroicos hechos de sus pasados, envió el año de 1497 a Vasco da Gama,391 caballero portugués, por general de cuatro naves ligeras que le dio, a fin de apresurar con más cuidado y diligencia, que no se había hecho hasta allí el descubrimiento y conquista, de toda aquella tierra. Vasco de Gama, embarcado que se hubo con toda su gente, después de haber perdido la vista de Lisboa, hizo levantar las ancoras y dar las velas al viento, en las cuales envolviéndose aquel que viene del norte, que soplaba con grande vehemencia, le hizo pasar en pocos meses el Cabo de Buena Esperanza, yendo a hacer agua a un lugar llamado San Blas. Y continuando después su navegación, fue a aportar a la región de Zanguebar,392 de cuyo puerto, habiendo alzado las velas, pasado que hubo la comarca de Sofala, se fue surcando después hasta el reino de Quiloa.393 Al fin, descubriendo, conquistando y haciendo abrazar y creer la fe de Jesucristo, hizo de manera, que tomó tierra en el reino de Calicud, donde vivía el rey de los malabaros, el zamorín394, uno de los más grandes y poderosos príncipes, de todas las Indias.395 Sería nunca acabar decir las batallas que se dieron contra este rey, los actos heroicos que después hicieron en esas partes, Albuquerque, Almeyda, Pacheco, y otros capitanes.396 391 En noviembre de 1497, Vasco de Gama bordea el Cabo de Buena Esperanza y después recorre la costa oriental de África del Norte y el Océano Indico. En abril de 1498, llega al puerto de Calicut (Kozhikode), convirtiéndose en el descubridor de la ruta marítima directa a la India. Vuelve a Lisboa en septiembre de 1499. Durante su vida, realiza tres viajes y muere en Goa en 1524. 392 Hoy en día, la isla de Zanzibar. 393 Actualmente, Sofala se encuentra en Mozambique. Quiloa (Kilwa) es una isla y pertenece a Tanzania. 394 Zamorín es el título de los reyes del antiguo estado hindú de Calicut, actualmente el estado de Kerala al sur de India. 395 En este caso se refiere a las Indias orientales. 396 Alfonso de Albuquerque (1453-1515), célebre almirante conquistador portugués. Toma posesión de Goa en 1510 y la convierte en la capital de las Indias portuguesas. Francisco de Almeyda (1450-1510), primer virrey de 368 Porque echaron casi de todos los puertos del golfo Arábigo, a los turcos, persas y árabes que trataban en ellos y llevaban las especias, los olores y todas las maneras de mercaderías de la India, al Cairo y a Alejandría, y de allá a Europa. De manera que Solimán enojado de esto, y aun encendido del deseo que tenía de conquistar nuevas tierras, había comenzado muchos días antes a hacer grandes aparatos para enviar allá. Y lo que hacía que persistiese siempre en su propósito era el representarse, que Campson, Sultán del Cairo397, el cual en el mismo tiempo que Selim, su padre, le acometía, había puesto una grande y poderosa armada naval sobre el Mar Rojo, para que con ella pudiese echar de la India a los portugueses (que se habían atrevido a entrar dentro del golfo y estrecho Erithreo)398 no solamente fuera del mar Arábigo, más aun de la ulterior India donde habían ya hecho algunas fortalezas muy fuertes. Y les hubiera dado harto en que entender, si la disensión y deslealtad de sus capitanes Almyrasses y Raysalamon, no hubiesen dado desdichado fin a la prevenciones de una flota tan costosa. Pareciéndole pues a Solimán, que mi persona por ser yo español, le sería muy necesaria, y que si venía una vez a dejar la ley cristiana y declararme, por la esperanza de la fortuna que me ofrecería, enemigo de mi propia nación, vendría sin duda por mi ayuda a echar los portugueses de la India, quiso ofrecerme lo que habéis oído, cuando fui por la mañana, después de la muerte de mi mujer e hija, a pedir sus cuerpos, y tomando al pie de la letra mi respuesta, quiso al instante que me hiciese turco, a lo cual habiendo obedecido de las Indias portuguesas. Participa en la batalla naval de Diu en 1509. Duarte Pacheco Pereira (1460-1533), capitán, soldado, y cartógrafo portugués. Explora la costa oeste de África. 397 Al-Ashraf Qansuh al-Ghawri (1501-1516), el último sultán mameluco de Egipto. En 1516 participa en la Batalla de Marj Dabiq donde muere y a resultado de ello los turcos otomanos logran conquistar Egipto. 398 Golfo y estrecho de Zula, en la Eritrea moderna. 369 apariencia, pero no de corazón, me declaró a mí y a un eunuco, llamado Solimán, que era gobernador de Egipto, generales de la armada que quería enviar a las Indias. Este eunuco era albanés de nación,399 y había venido a la dignidad de bajá, por causa de la agudeza y sutilidad que tenía, de los negocios de la guerra, de manera que el Gran Señor, ponía mucho crédito en él y le empleaba en los negocios de mayor importancia. Así como este eunuco supo el intento de su amo, hizo llevar desde el golfo de Stalia y de Caramania,400 muchos materiales traídos con gran trabajo, subiendo por el Nilo hasta Damieta donde había hecho venir, tan grande número de oficiales, para hacer bajeles, que en pocos meses hicieron muchas galeras las cuales eran llevadas en piezas y con camellos por la arena de esta seca región, hasta Suez, puerto del Mar Rojo, llamado antiguamente Arsinoe. Y de allí habiéndolas vuelto a juntar, y puesto los mástes401 y otras cosas necesarias, las hizo llevar y poner en el mar. Este camino del Cairo a Suez contiene ochenta millas de distancia, y es cierto que en los más antiguos siglos y en el tiempo que los reyes de Egipto se empleaban a hacer cosas extrañas y monstruosas para publicar por la redondez de la tierra sus nombres, se había hecho un foso navegable, desde Menfis hasta Arsinoe con grandísima pena y costa,402 el cual después, aunque no se pudo navegar, por causa de las arenas, de las cuales con el tiempo se vino a henchir, traía con todo eso agua del Nilo, hasta los algibes de Arsinoe, conforme las inundaciones de aquel río. La industria y casi increíble diligencia de este eunuco, fue causa que se vino a hacer una armada de ochenta bajeles, es a saber, veinte galeras muy bien artilladas y guarnecidas, cuatro galeazas403, y veintisiete navíos, y siete 399 Suleiman Pasha fue virrey otomano y gobernador de Egipto. Dirige la conquista de Diu y de Adén (1538). Golfo de Stalia, actualmente el distrito de Staglieno en la provincia de Génova. Caramania, actualmente la provincia de Karaman, en el sur de Turquía. 401 Mástiles. 402 Trabajo. 403 Embarcación, la mayor de las que se usaban remos y velas. 400 370 grandísimas naves, hechas para traer las municiones y pertrechos de guerra. Dentro de las cuales el eunuco hizo embarcar, por fuerza, muchos venecianos, franceses, alemanes, y de otras naciones que habían ido a tratar a aquellas partes. Dado que me [había entregado]404 el Turco los despachos del general, y enviado por mensajeros expresos al eunuco que me admitiese a aquella guerra por compañero, partí de Constantinopla con grande acompañamiento, y me fui a juntar con el eunuco, el cual obedeciendo al Gran Señor, me hizo tomar la mitad de la armada. Y habiendo salido del golfo Arábigo,405 y pasado más adelante de aquel de Persia. El eunuco viendo que parte de los pilotos y marineros rehusaban de obedecerle, hizo ahorcar en una vez doscientos de ellos, con el cual ejemplo de crueldad, habiendo cesado el motín, pasamos a la ciudad de Gidda,406 a la cual sus vecinos habían desamparado porque el gobernador, conociendo la codicia e inhumanidad del eunuco, se había ido con ellos en lugares desiertos y apartados. De Gidda pasamos a Camaran, y de allí, a Zebit,407 donde el eunuco hizo degollar a Nocomada Hamed, turco de nación, con habernos recibido de paz y muy suntuosamente. Yo sufría, aunque los capitanes y soldados de la armada me rogaban casi todos los días, que le fuese a la mano, que cometiese estas crueldades para hacerle aun más aborrecer de lo que era y poder alzarme con parte de la armada, cuando la ocasión se ofreciese a fin de ir sobre él al primer motín que se levantase, e irme a poner, con los venecianos, y demás cristianos que estaban en la armada, de la parte de los portugueses, en llegando a Diu.408 De 404 En el original “Dado que me hubo el Turco […].” Khalij el-Arab, ubicado cerca de Alejandría en Egipto. 406 La ciudad de Jeddah, ubicada en la costa occidental de la Arabia Saudita. 407 La isla Kamaran, ubicada en el Mar Rojo y actualmente pertenece a Yemen. Zabid o Zebit, ciudad ubicada al oeste de Yemen es una de las más antiguas de la región. 408 La ciudad de Diu está ubicada en una isla, en la costa occidental de la India. En 1535, el sultán Bahadur Shah permitió a sus aliados portugueses construir la fortaleza de Diu contra los ataques del Gran Mogol de Delhi, Humayun. Después, la alianza se rompió y el sultán intentó recuperar la fortaleza, lo que llevó a una guerra de 405 371 Zebit, ganado que hubimos el estrecho, llegamos con toda la armada a Adén409 y habiendo enviado primero embajadores, para pedir al rey un poco de refresco y posadas dentro de la ciudad para curar a los enfermos. El rey consintió lo uno y lo otro. Porque envió mucha vitualla a los navíos y ofreció posadas a los enfermos. Los soldados más dispuestos, fingiendo estar malos, se hacían llevar cada uno por cuatro hombres muy robustos, que habían escondido las armas debajo de los colchones sobre los cuales los llevaban. Con este engaño fueron puestos poco a poco quinientos de ellos dentro de la ciudad, enviando después el eunuco a decir adrede al rey que viniese a verle a sus navíos. El rey enojado de ver el menosprecio que el eunuco hacía de la dignidad real, respondió que no convenía a su grandeza, hacer lo que le había mandado, que fue causa que el eunuco, haciendo la seña que había concertado con los suyos, hizo embestir a la ciudad. Los vecinos de ella viéndose así cogidos y engañados no se atrevieron a defender al rey, por los quinientos soldados que estaban dentro, que fue causa que el miserable rey fue preso y llevado al eunuco, el cual como le preguntase con palabras soberbias que por qué no había querido venir a verle así como le había mandado. El rey respondió con más libertad, que las orejas del tirano quisiesen oír. El tirano le hizo al instante prender y ahorcar ignominiosamente al rey, en la antena de su capitana, en presencia de toda su gente.410 1537 a 1546. Este segundo cerco de la fortaleza de Diu hace que se reconstruya la fortaleza en 1545 bajo las órdenes de don Juan de Castro. La fortaleza fue ocupada por la India en 1961. Algunas obras dedicadas a este suceso: el poeta lírico Francisco de Paiva de Andrade (1535-1614) publica en 1589 el poema O primeiro cerco de Diu, dedicado a la valiente defensa dirigida por Antonio de Silveira en 1583. El poeta Jerónimo Corte-Real dedica un poema épico de 21 cantos al segundo cerco de Diu en 1574. Se publica en Alcalá en 1597. Ver Antonio Cirugiāo, Novas Leituras de clásicos portugueses. 409 Adén es un puerto en el sur de Yemen. 410 Durante el asedio de Diu en 1538, Suleiman Pasha invita al sultán de Adén, Sheik Amir bin Dawud, a su nave, donde lo mata con todo su séquito. Las tropas otomanas entonces logran conquistar la ciudad. 372 Este hecho de bárbaro, y el haber tomado para él casi todas las riquezas que se habían hallado en el saco de la ciudad, sin haber querido dar cosa a los soldados, le engendraron tantos enemigos que quince o veinte de los más hombres de bien de la armada se conjugaron para darle muerte. Pero no se pudo hacer tan secretamente que el eunuco no viniese a tener noticia de la intención de sus enemigos. Para evitarlo los mandó prender y ahorcar al instante lo que visto por los capitanes y soldados acudieron todos a mí, las espadas desenvainadas, diciéndome a voces que si no vengaba la afrentosa muerte de sus compañeros, que me matarían. Yo queriéndome ayudar entonces de la ocasión y de mi industria fui derecho a él, con todos los que seguían mi partido para matarle. Para evitarlo, hizo cesar el auto de la justicia, y se acogió con parte de los jenízaros411 dentro de la ciudad, haciendo cerrar con mucha prontitud las puertas de ella, y yo mandando embarcar a todos los que me quisieron seguir, que fueron casi todos, hice volver las proas de mis bajeles, derecho a la ciudad de Diu, dando fama que iba allá para sitiarla, a fin que después de haberla tomado, hiciese ver con mis heroicos hechos el valor de mi compañero ser muy inferior al mío. Llegado que hubimos al río de Indo412, con seis galeras, y las cuatro galeazas, que venían en nuestra compañía, como tengo dicho, llenas de venecianos o de otras naciones, estando de concierto conmigo de que debíamos dejar el partido del Turco para irnos con los portugueses. Habían ya enviado, a dar aviso a Diu de nuestro intento, con una galeota413 que había partido la noche antes. Y ganado que hubimos a los demás bajeles que venían con nosotros media legua de ventaja, hicimos menear los remos con tanta velocidad y 411 Los jenízaros fueron tropas de élite de infantería en el antiguo imperio otomano. Tenían a su cargo la protección del sultán. Este ejército fue disuelto por órdenes del sultán Mahmut II, y gran cantidad de sus miembros mascarados el 16 de junio de 1826. 412 El río Indo es uno de los más grandes en Asia y en el subcontinente indio. Es el río principal en Pakistán. 413 Galera menor que tenía 16 o 20 remos por banda, y solo un hombre a cada remo. Llevaba dos palos y algunos cañones pequeños. 373 desenvoltura que entramos al puerto de Diu antes que los que nos seguían pudiesen sospechar nuestra ida. Cuando lo vinieron a conocer a vista de ojos algunos de ellos, no atreviéndose de volverse por el miedo que tenían del castigo que imaginaban que el eunuco les había de dar, por haberme seguido, se vinieron todos con nosotros, y los demás por ser más aficionados al partido turquesco que al de los cristianos se volvieron a Adén. Si Silveira, que así se llamaba el gobernador portugués, que estaba en la fortaleza de Diu, se holgó y nos hizo muchas caricias, viendo el grande socorro que le traíamos no hay que maravillarse. Porque tenía nuevas de que Mamudio, rey de Cambaya,414 y señor de aquella isla, le venía a cercar con un poderoso ejército. Pero volviendo al eunuco, visto que se hubo así desamparado de la mayor parte de la armada estaba casi desesperado. Mas sabido que hubo por las galeras y navíos turcos, que habían dado la vuelta a Adén, como yo me había pasado con los portugueses y llevado conmigo seis galeras, y las cuatro galeazas, sin otros navíos que me habían seguido. Le dio una cólera tan extraña, que sin más detenerse después de haber hecho matar de todos los que se habían amotinado, de diez a uno, y hecho entrar por fuerza en sus lugares de los habitantes de Aden, se partió de allí con cincuenta y cinco navíos que le quedaban, determinado de no partir nunca de las Indias, hasta haberse apoderado de mí, para hacerme (a lo que decía) empalar. Y lo que le hacía creer, poderlo hacer sin dificultad, era que Mamudio, sobrino de Badurio, sultán de Cambaya,415 a quien Nuño, general del rey de Portugal, había hecho matar, venía con un grande ejército a cercar, así como tengo dicho, a Diu. Y le había enviado a él embajadores suplicándole por ellos de venir a juntarse con grande diligencia con él para 414 Nasir-ud-Din Mahmud Shah III, rey de Khambhat, ciudad antiguamente conocida como Cambay. Mahmud Shah III, sobrino del sultán Bahadur Shah. El sultán muere durante negociaciones de paz con Nuño da Cunha cuando visita el galeón San Mateo. 415 374 que fuesen después contra los portugueses, y el traidor renegado, que así me llamaba, que en burla y escarnio de la secta de Mahoma, y del nombre turquesco, había fingido renegar de Cristo, para afrentar después, con una fingida hipocresía, a Mahoma, y al Rey de los Reyes, el grande e invencible otomano. De los cuales saldrían vencedores indubitablemente, así por las grandes fuerzas que tendrían, estando las armadas juntas, como por la buena inteligencia que él tenía en la ciudad, de la cual Dios y el mundo sabían, los portugueses haberse aseñorado y hecho matar injustamente y a traición a su tío, que era de su misma religión, y el más poderoso rey de las Indias.416 Estas eran las razones que Mamudio había enviado a decir al eunuco por sus embajadores, sobre las cuales este renegado albanés fundaba su rabiosa venganza. Para declararme con más facilidad, y entreteneros después en cosas que os darán mucho gusto, quiero contaros la muerte de este sultán, llamado Badurio, poderoso rey de Cambaya, y la causa porque había consentido antes de su muerte, que los portugueses hiciesen en Diu una fortaleza. El rey de Mogor en Seytia, el de Bazayno, Crementina reina de Citor, y otros grandes y poderosos príncipes vecinos de Cambaya, habían jurado arruinar a este sultán. Y entrando por este efecto con grandísimas fuerzas en sus tierras, le habían apretado de manera con ser tan poderoso, que hacía alguna vez campo de ciento cincuenta mil hombres de a caballo, que después de haber ganado contra él dos batallas, la una cerca de la villa de Docer, y la otra a Mandoo,417 adonde perdió toda su gente. Desesperado de [no]418 poderse más defender, habiéndose hecho rapar la barba, por no ser conocido, se fue vestido en hábito de soldado y con poca compañía a Diu, con intento de dejar el reino y de irse con 416 Bahadur Shah, sultán de Gujarat (1526-1537). Las villas de Dhar y Mandu, en el estado Madhya Pradesh, India. 418 Desesperado de poderse más defender […].” 417 375 sus tesoros a Meca, ciudad de las más excelentes de toda Arabia, y adonde está el sepulcro de aquel falso profeta Mahoma. Más los suyos no dándole lugar de hacerlo así, con representarle la imprudencia de los enemigos, y que en lugar de seguir la victoria se había contentado de los despojos del ejército y de llevarse a sus tierras las riquezas de los lugares que habían saqueado, alrededor de las batallas se habían dado, trocó de opinión y despachó a sus embajadores con presentes que valían quinientos mil ducados al Gran Señor, para pedirle socorro contra sus enemigos. Enviándole a más de los presentes dineros para pagar la costa de los bajeles y sueldo para los soldados que enviaría. Pero el sultán, temiendo que este socorro no viniese a tiempo, porque supo como los enemigos trataban de venirle a cercar a Diu, envió a Sofar,419 uno de sus más excelentes capitanes a Goa420 para que dijese de su parte a Núñez421 que era general de los portugueses, que si quería ayudarle en aquella guerra que consentiría que labrase, así como el mismo Núñez le había rogado muchas veces, una fortaleza en Diu, para que los cristianos que iban a tratar en su puerto, se pudiesen recoger en ella con mucha seguridad. Nuño tomando con muchísimo contento esta ocasión por el copete, despachó a Sofar con el sí y haciendo armar su flota se fue luego a Diu por no perder tiempo, adonde llegado que hubo se concertó con el sultán, y con artículos públicos y auténticos, firmados de cada una de las dos partes, en las cuales se trataba de los límites que había de tener la fortaleza que se había de hacer al remate de la pequeña isla de Betele. Acabado que fue el concierto, se puso al instante así por los canteros como por los soldados, la mano a la obra, labrando una fortaleza en forma triangular, que se remataba sobre el cabo de la isla, tomando sus cimientos desde el mar abierto hasta el cerro interior, 419 Khwja Safar Salmani, soldado en el ejército de Bahadur Shah, que llega a ejercer el cargo de gobernador de Surat con el nombre Khudawand Khan. Muere en 1546 durante un ataque a la fortaleza de Diu, y le sucede en el cargo su hijo Ramazan Rumi Khan. En el original Loubayssin dice Sofar. 420 Territorio en la costa de Mumbai en India que conquistaron los portugueses en 1530. 421 Nuno da Cunha (1487-1539), gobernador de los territorios portugueses en India entre 1528 y 1538. 376 que está frente a frente de la ciudad. Hízose un muro de diecisiete pies de ancho, teniendo de alto hasta la toquilla, veinte pies, y siete y medio de diámetro dándole por nombre Tomea, porque fue empezada a labrar el día y fiesta del bendito apóstol santo Tomás. Desde allí fueron prosiguiendo los muros por la otra orilla de la isleta, del lado adonde unas grandes y excesivas peñas vienen a ocupar la distancia que hay hasta el puerto donde fue labrada otra grande y muy fortísima torre, hecha con cinco pies de diámetro, a la cual se dio nombre de Santiago Patrón de las Españas. Los muros fueron acompañados de fosos, hasta que las peñas y los despeñaderos no permitieron de pasar más adelante. Entre las dos torres se hizo una puerta muy bien pertrechada, por la cual se entraba en la ciudad adonde también fueron labradas casas para el gobernador y soldados hechas al uso militar. Con esto se concluyó la obra, y se acabó dentro de cuarenta y nueve días, que no fue de poca maravilla para el sultán, de ver con qué diligencia se había hecho. Esto así acabado, el sultán queriendo empezar la guerra contra los enemigos, rogó a Núñez de enviar a cobrar por su gente la ciudad de Variuena, fundada en los confines de Cambaya, y una fortaleza labrada sobre el río Indo, que los enemigos habían tomado. Lo que Núñez hizo, así como estaba obligado, enviando a Vásquez Petreyo de San Pelagio con cuatrocientos portugueses, y Sofar con él, que llevaba trescientos turcos. Petreyo, habiendo llegado a Variuena, y venido a las manos con los mogores, que estaban en ella de guarnición peleó él y sus soldados tan animosamente, que volvió a poner la ciudad, y después la fortaleza, en las manos del sultán en muy poco tiempo. Lo que sabido por el rey de los mogores, y asimismo, que algunas compañías portuguesas, habían sido enviadas de guarnición en las fronteras de Cambaya, dejó entrar con poderoso ejército que tenía ya en pie en las tierras del sultán, y despidió a sus capitanes y soldados, tan grande era la fama que el 377 nombre portugués había cobrado en aquella región, que hacía que los más poderosos reyes de las Indias,422 en solo oír mentar sus nombres, perdiesen al instante el ánimo y las fuerzas. Después que Sosa hubo limpiado las vecinas comarcas del río de Indo, y cobrado la ciudad de Variuena de los mogores, dio la vuelta a Diu. Núñez que había también detenido el ímpetu del rey de Mogor con los soldados portugueses que había enviado a Cambaya, queriendo ir a pasar el invierno a Goa, se partió de allí dejando a Sosa por gobernador de la fortaleza, con ochocientos portugueses muy bien abastecidos de municiones, armas y artillería. El sultán Badurio, fuese, o por la liviandad de su entendimiento, o porque el general Núñez no le había enviado tanta gente, como él se había prometido, para hacer guerra al rey de Mogor, empezó a arrepentirse de haber puesto en su reino, una nación invencible, y mandó a Ninarao, gobernador de Diu, que al instante con achaque de cercar de todos lados la ciudad y de querer encerrar en ella las caballerizas del rey, hiciese la muralla delante de la fortaleza que los portugueses dijesen que no los sufrirían, porque la fortaleza quedaba después con mucho peligro, el sultán dejándose llevar de la cólera, comenzó a amenazarlos, y a decirles mil injurias deshonestas y soberbias. Y habiéndose después reconciliado con ellos, para mejor engañarlos después, había determinado de convidar a Núñez la primera vez que viniese a Diu y de hacerle matar, con todos los que le acompañasen estando en la mesa y para que no pudiese venir a Sosa después ningún socorro, se había unido con Zamorín, rey de Calicud, y con otros reyes y gobernadores de aquella región, los cuales debían acometer, al mismo tiempo que él embistiese la fortaleza, a los portugueses que estaban en Goa y en las otras partes de las Indias, prometiéndoles, que después de haberse apoderado de la fortaleza, de irlos a topar con un poderoso ejército, para ayudarlos a echar de toda la India. 422 Las Indias orientales. 378 Núñez, habiendo descubierto esta bellaquería, por muchos y evidentes indicios, al principio del año de 1537, queriendo evitar el daño que podría resultar, si tardaba más en poner remedio en ello, partió al instante de Goa con treinta navíos, dentro de los cuales había quinientos portugueses, y se fue derecho a Diu, mandando a Martín Alonso423 que le siguiese a la costa de los Malabaros. Este remedio vino más presto de lo que se pensaba porque tan presto como el general hubo echado las ancoras en el puerto de Diu, fingiendo estar indispuesto, envió a besar las manos al sultán y a suplicarle le perdonase, si estando malo no había podido ir él mismo en persona a hacerle el acatamiento debido. El sultán para encubrir mejor su traición entró dentro de una pequeña galera de dos remos para ir a visitar a Núñez en su capitana, estaba vestido de verde y en hábito de cazador con una diadema negra sobre la cabeza y una espada dorada al lado, trayendo consigo, en la misma galera, sin Sosa, que aun hecho venir con color de amistad del fuerte, trece de sus sátrapas o amigos, dos pajes que traían, así como habían acostumbrado, el uno la daga del sultán, y el otro su arco y aljaba, y se seguían cuatro bajeles cargados de los demás de sus criados. Aportado que hubo a la capitana y subido en ella, el general Núñez fue, la cabeza descubierta hasta las escaleras para recibirle, con grande demostración de honra y respeto, y después de haberle hecho con mucha humildad el acatamiento, le hizo entrar dentro de la popa, que estaba compuesta y aseada como un aposento real. Y los portugueses dejaron entrar solamente con él, el faraute, un paje, y tres de los más principales sátrapas. Había dentro de la capitana doscientos soldados, y entre ellos algunos que debían en entrando el sultán, y los que fuesen con él, matarle, de manera que los que estaban escogidos para ejecutar esta muerte, no esperaban otra cosa más que la seña del general, la cual Núñez no quiso hacer, mientras que el sultán 423 Martín Alonso de Sousa (1490-1571), soldado portugués y gobernador de la India portuguesa entre 15421545). 379 quedó dentro de su nave. Dícese que quedaron los dos mudos y confusos algún tiempo, el uno por la grandeza del caso que intentaba, y el otro considerando el gran peligro en el cual se había puesto. Finalmente el sultán, habiendo preguntado a los suyos en lengua persa, que si habían visto alguna gente armada, escondida en la galería que está cerca del timón, le fue respondido que no habían visto a nadie. En fin despidiéndose de Núñez, el cual le quiso siempre acompañar para honrarle más, se volvió a las escaleras, y se arrojó de un salto, llegado que fue a ellas, dentro de su galera, creyendo haber escapado de un grandísimo peligro. Pero Núñez, viéndole así ir, hizo entonces la seña, diciendo a los conjurados que si le dejaban escapar, que los tendría por los más poltrones y cobardes soldados del mundo. Ellos oyendo estas palabras, saltaron con mucha velocidad dentro de algunos bajeles ligeros, y a fuerza de remos alcanzaron al sultán entre la guarnición de los portugueses y la armada naval. Sosa con los más atrevidos de su navío saltó en su galera y los otros se arrojaron por los lados, trabando al instante un furioso combate alrededor del rey, que se defendió, de manera que de una parte y de otra caían muchos muertos y entre ellos Sosa, a quien el yerno de Sofar, que se llamaba por causa de su gran valentía el tigre del mundo, mató con un golpe de cimitarra. El paje que traía el arco y aljaba del sultán, siendo famoso arquero, mató con dieciocho flechas que tenía, dieciocho portugueses. Pero acertado al fin de un arcabuzazo, cayó con los demás. A esta sazón, tres naves ligeras del rey, y llenas de turcos que venían de Mangalor, gente de baja suerte, aunque bien armada, viendo al rey cercado de enemigos y en grande peligro de perder la vida, vinieron con grande presteza en su socorro y sin mostrar un solo punto de cobardía, dicen que pelearon con tanta porfía, que acrecentándose cada momento el número de los portugueses, y ellos diminuyendo, murieron todos sin que quedase uno solo vivo. Ya se hallaba la galera del rey vacía de gente, y aunque él estaba muy 380 mal herido, persistía siempre en animar, a sus marineros, y su galera estaba ya muy cerca de la orilla, cuando una pelota de cañón le llevó cuatro, o cinco de sus remeros. Y porque su galera no podía pasar más adelante, por hallarse en vacío y casi pegada a la tierra por falta de agua, se arrojó dentro del mar para salvarse. Todo esto no era más de alargar un poco más la vida, siendo la voluntad del cielo que muriese aquel día. Porque habiendo ido nadando un poco de tiempo entre las olas, así herido como estaba, fue echado por la violencia del agua, junto a la galera de Tristan Paiua Scalabitano. Y allí entre la esperanza y el temor, pidiendo la vida con grandes promesas y voces lamentables, y gritando el pobre miserable a cada momento que era el rey, y otras veces el sultán, entretanto que Paiua le ofrecía un remo para que agarrase de él y se salvase, fue muerto descuidadamente de un picazo, o astada,424 que un marinero, hombre de baja suerte, le dio. Dicen que su cuerpo, habiendo combatido gran rato con las olas coló después a lo hondo, sin que se viese más.425 He querido contar muy por extenso, y de la misma manera que Silveira me lo contó a mí, el miserable fin que tuvo este rey, para que nos consolemos con representarnos en la memoria este revés de fortuna, que si el más rico y más poderoso rey de todas las Indias, y que poco antes había henchido las tierras y los mares de asombro, vino a morir por manos enemigas, y de un género de muerte tan cruel y a la vista de todos los suyos. No hay para que maravillarse si la fortuna se ha mostrado rigurosa con nosotros, pues se atreve, como vemos todos los días, contra las coronas y tiaras de los mayores monarcas del mundo, que si este rey, y el de Adén, a quien una persona, privada del nombre, cumplido de hombre, hizo 424 Lanza o pica alta. Las circunstancias de la muerte del Sultan Bahadur de Gujarat son inconsistentes en los relatos de autores portugueses y musulmanes. Aunque no se disputa la fecha de su muerte (el 13 de febrero, 1537), ambos culpan al otro de los acontecimientos. También, muere el capitán de la fortaleza de Diu, Manuel Caetano de Sousa. Ver Asia portuguesa de Manuel de Faria e Soussa, vol. 1, parte IV, capítulo 8, pág. 328-330. 425 381 padecer una muerte tan ignominiosa, como tengo dicho, no nos daban hartas pruebas de las miserias en que están sujetas todas las grandezas humanas, pudiéramos buscar otros ejemplos aun mucho más extraños y prodigiosos, sucedidos en la antigüedad, para enterarnos de todo punto, de que no hay cosa en este mundo, que no sea transitoria y mudable. Mas para volver a mi propósito, digo que Núñez apoderándose, después de la muerte del sultán, de la ciudad de Diu y de toda la isla, hizo poner muy buena guarnición de soldados, en el fuerte de Rumepolis,426 que no está muy lejos de la ciudad, y con presteza increíble hecho que hubo cercar a la fortaleza de muy fuertes murallas, dio orden a todas las cosas que conoció ser necesarias, así a los ciudadanos y extranjeros que venían a tratar a Diu, como a todo lo que era menester para la conservación de la ciudad. Y después de haber puesto por gobernador de ella y de la fortaleza, a Antonio Silveira,427 se fue a pasar el invierno, así como había acostumbrado, a Goa. Esta desdicha del sultán, publicada por todas sus tierras, los mayores sátrapas de Cambaya declararon por rey en todos sus estados al príncipe Mamudio,428 hijo de su hermana, el cual persuadido de Sofar grande enemigo del nombre cristiano, y sobre todo de los portugueses, determinó de vengar la muerte de su tío, y de volver a cobrar la ciudad de Diu. Puso en pie para este efecto con la ayuda de Sofar, un grande y poderoso ejército, con el cual fue a poner el cerco, entrado que hubo en la isla, delante del fuerte Rumepolis, con intento de juntarse después de haberle tomado, con el eunuco Solimán, para ir a sitiar a Diu. En este estado estaban los negocios que los portugueses tenían en las Indias Orientales, cuando mi buena suerte, y aquella del rey de Portugal, quisieron que yo llegase 426 Villa dos Rumes. Ver Newton, Arthur P. Cambridge History of the British Empire, vol. 2, pag. 15-17. Antonio da Silveira, es defensor de la fortaleza de Diu durante el sitio en 1538. 428 Mahmud Khan, elegido shah por los nobles después de la muerte de Bahadur. 427 382 con el eunuco Solimán a Aden. Porque a decir verdad, no estaba en el poder de Silveira, ni en aquel de Núñez resistir, sin el socorro que yo les traje, a un tan poderoso ejército de tierra y armada de mar, como hubieran hecho las fuerzas de Mamudio y nuestras, si yo no hubiese dejado al eunuco con parte del ejército como hice. Porque en haciéndolo así, había cortado las alas a la armada turquesca, y al contrario aleado y hecho nacer esperanzas, con mi socorro, a quien las tenía ya casi perdidas con solas las nuevas que tenían de la tempestad que les venía a cargar. Entre tanto que Mamudio y Solimán, que se habían ya juntado, batían a Rumepolis, tuvimos lugar Silveira y yo de fortificarnos y de dar orden con nuestra armada de mar, a que la enemiga no pudiese entrar en el puerto. Y porque supimos que los habitantes de Diu no estaban muy contentos de la dominación portuguesa, y que había dentro de la ciudad gente de guerra extranjera vestidos en hábito de mercaderes, castigamos a los unos con privarlos de la vida, quitamos a los otros las armas, e hicimos traer a la fortaleza, cuatro de los más ricos mercaderes para que nos quedasen en rehenes. Al fin, Silveira, viendo que a querer defender Rumepolis era perder casi toda su gente, mandó a los soldados que quedaban de guarnición que dejasen el fuerte, y que viniesen a Diu. Sería nunca acabar decir con qué ímpetu y violencia el enemigo vino a acometernos de todas partes, tomando que hubo el fuerte de Rumepolis, y con qué valor y porfía los nuestros se defendieron. Porque en siete u ocho diferentes asaltos que dieron a la ciudad, y otros tantos a la fortaleza, matamos más de veinte mil de ellos, sin que de los nuestros muriesen más de cincuenta o sesenta. 383 Solimán ardiendo en viva saña, de ver cuán grande era el estrago y matanza que en su gente se hacía en cada asalto, se arrancaba los cabellos de pura rabia, y hubiera hecho otro tanto de las barbas, si las hubiera tenido. Sofar Alucan, y los demás capitanes de Mamudio, viniendo a conocer con muchos indicios la perfidia y maldad de los turcos y que si una vez los portugueses eran vencidos, y ellos vencedores, que el eunuco haría con ellos, lo que Bernardo del Carpio429 hizo con los moros, después de la batalla de Roncesvalles, cuando dijo “de los enemigos los menos”. Dejaron con licencia del rey Mamudio, que consintió en ello, el cerco de Diu, y se recogieron a los lugares marítimos. Lo que visto por Solimán, bramaba como un toro, y porfiado en su primer intento, no quiso por eso levantar el sitio, jurando por su profeta Mahoma que había de tomar la fortaleza y la ciudad, si debiera de estar delante de ellas, otro tanto con sus turcos, como hizo Agamenón con sus griegos delante de Troya. Para este efecto, queriendo probar si la fortuna le sería más favorable por mar que por tierra, hizo entrar la mayor parte de sus soldados dentro de los navíos, y después poner dentro de una muy grande nave, que tenía para llevar cargas, y no le podía servir más de vieja que estaba, un grandísimo montón de materias secas, es a saber, pez, azufre, trementina, y otras cosas, que echasen de sí quemando, grande hediondez y humareda. Y el pensamiento que tenía, era de enviar entonces cuando la marea llegara contra la fortaleza, esta hoguera encendida, para que la llama y mal olor hiciera perder el aliento a los que estaban dentro, o que entretanto que nos ocupásemos de apagar el fuego, que los turcos pasando con los navíos de la otra parte con grande presteza, y a la oscuridad de la noche, escalasen después las murallas. Pero para que una máquina de tanto peso pudiese ser llevada por las olas y aplicarse contra el muro, era 429 Bernardo del Carpio, héroe mítico del antiguo reino de Asturias. Participa en la famosa batalla de Roncesvalles (siglo VIII), donde los castellanos logran derrotar a los francos. 384 menester esperar forzosamente que la luna estuviese llena, a fin que la nave empujada con la gran creciente del mar, que los marineros llaman vulgarmente las aguas vivas, viniese a hacer más efecto. Yo habiéndome apercibido de ello, dado orden que Silveira hubo a la fortaleza y a la ciudad, para que pudiesen resistir a los turcos, si venían a embestirla por tierra, determiné de ir acompañado de sólo seis navíos a pegar el fuego a la nao, y de quitar de una manera, o de otra esta invención, perniciosa, o vana y ridícula. Y habiendo hecho entrar quinientos soldados muy bien armados dentro, por si acaso era menester de venir a las manos con los turcos, y concertado que las demás naves puestas en orden de pelea, vendrían en nuestro socorro, si veían que la armada enemiga se moviese, y que Silveira en viendo la batalla trabada vendría a cargar por detrás con las galeazas que se habían alejado una legua dentro del río, que tiene delante de la ciudad más de seis leguas de ancho, para este efecto partimos pues a la noche, puesto que fuimos así las cosas en orden, y no pudo ser con tanto silencio que las centinelas de los enemigos no lo sintiesen que fue causa que la armada turquesca alborotándose, empezó a disparar contra mí la artillería. Los nuestros, oyendo el estruendo de los cañones, vinieron al instante, con todos los bajeles a mi socorro. Y yo, haciendo entretanto, que los cinco navíos detuviesen a cañonazos al eunuco, que venía él mismo en persona con diez o doce bajeles para defender la nao, pasé a través de las pelotas que pasaban zumbando cerca de mis orejas, y fui a pegar fuego a la nao. Después que la llama se hubo apoderado de esta máquina, y de manera que no se podía apagar, viendo que las naves enemigas venían hacia nosotros volvimos las proas de las nuestras para ellas, disparando nuestra artillería, con un estruendo tan espantable, que no parecía sino que el mundo se hundía y que todo el fuego de la región del aire estaba sobre el río. Al fin, cansados de tirar cañonazos, nos acercamos de común consentimiento, y aferrando los navíos, se comenzó a 385 trabar una furiosa batalla, y el agua del río a teñirse en color purpúreo con la sangre de los muertos. Solimán, que no hubiera nunca creído que nos hubiéramos atrevido a irle a embestir de esta suerte, viéndose a pique de perderse, y oyendo mi voz que animaba a los soldados contra él a quien llamaba marica, y a su gente perros, rabiaba de pura cólera, y fue tres o cuatro veces, a lo que dijeron después algunos turcos que prendimos para arrojarse dentro del agua. Silveira, conociendo por el silencio de la artillería que habíamos llegado a las manos, vino por detrás del enemigo, y disparando las grandes y espantables piezas, que esas grandes máquinas de guerra suelen traer, contra los bajeles turcos, echó a hondo cuatro o cinco galeras y otros tantos navíos. Y mi capitana, habiéndose aferrado con la del eunuco, y saltando yo, con treinta o cuarenta de los más atrevidos soldados dentro, hicimos una grande matanza en ellos, aunque los turcos se defendieron con tan valeroso ánimo al principio, que de los míos cayeron, catorce o quince muertos sobre la tilla del navío. Mas Solimán, desesperado de salvarse, si tardaba más a acogerse, se puso en cobro dentro de un esquife, con tres o cuatro de sus amigos, desamparando con mucha cobardía su capitana, su gente, y toda la riqueza que había robado en Adén, y en las demás ciudades que había saqueado. Y oyendo los gritos y alaridos que sus soldados daban ahogándose, porque las galeazas no dejaban un solo punto de tirar, y echar navíos y galeras a fondo, mandó recoger su gente, la cual indubitablemente hubiera acabado en nuestras manos. Porque les hubiéramos dado caza hasta haberlos de todo punto deshecho, si peleando así como tengo dicho para rendir la capitana del eunuco, que nunca se quiso dar de grado, no acertara a darme un turco con su cimitarra un golpe tan terrible en la cabeza, que con tener puesta en ella la celada, y no dar el 386 golpe descubierto, me hizo echar la sangre, por narices y boca, tendiéndome sobre la tilla como muerto. Los que habían saltado conmigo dentro del navío, viéndome caer, y a lo que creían muerto, en lugar de desmayarse encendió en ellos un deseo de venganza tan grande, que cobrando nuevas fuerzas vinieron a pelear de nuevo con tanto esfuerzo, que rindieron el navío. Pero el acaecimiento de mi desgracia, habiendo llegado a los oídos de Silveira, y de los demás capitanes, hizo que no siguiesen más al eunuco, que subido en otra nao, se huyó con su gente. Después que hubo hecho embarcar dentro de veinticinco bajeles que le quedaban de toda la grande y poderosa flota que había sacado de Suezza,430 el ejército de tierra, y mandado a fin que la embarcación se hiciese más presto que se dejasen los enfermos, el bagaje y toda la artillería, tomó el camino de Adén, y de allí envió su armada a Suezza y él se fue a visitar el sepulcro del falso profeta Mahoma a Meca. Mas para volver a mi propósito. Vuelto que Silveira hubo con toda la armada a Diu, queriendo visitarme, todo muerto, como creía, que estaba, me vino a ver así como volvía del desmayo que me había dado con el desaforado golpe que el turco había descargado sobre mi celada, sin haberme hecho otro mal, mas de haberme aturdido. Fue tan grande el contento que se esparció por toda la armada. Teniéndome como resucitado, conforme el pensamiento que todos habían tenido de mi muerte que con ser la victoria que habíamos alcanzado, con grandísima pérdida de los enemigos, y poca o casi ninguna de los nuestros, no se había conocido hasta entonces, por causa de mi pensada muerte. Pero cuando esta buena nueva, aun mejor para mí que para ellos, hubo llegado a sus oídos, y que hubieron sacado con mi vista pruebas de que era verdadera, se averiguó que Solimán había escapado, con los pocos bajeles que tengo dicho, porque sin los que habíamos 430 Suez, Egipto. 387 colado a hondo, teníamos ganado, a más de la capitana, cinco galeras, y diez otros bajeles, sin que de nuestra gente hubiese muerto más que sesenta soldados, y un solo navío, que se perdió, y fue antes, por desgracia, que por el valor de los enemigos. Esto sucedió la víspera de la fiesta de Todos los Santos, día que amaneció lleno de contento por los portugueses, viéndose contra la esperanza de todo el mundo libertados de perder la vida y lo que habían adquirido. Porque llegadas que fueron las nuevas de la desecha431 de los turcos a Mamudio, rey de Cambaya, se recogió en los lugares más apartados, y los portugueses volvieron a cobrar al instante toda la isla. Esta insigne victoria fue afamada por todas las naciones y voló por la mayor parte de Asia, de África y casi por toda la Europa, con nuevas alabanzas del nombre portugués y del famoso Silveira. Puesto que se hubieron casi dos meses, en las fiestas y regocijos que hicimos, por esta célebre victoria, me vino a la memoria de informarme de algunos españoles que decían haber militado las armas, con don Francisco Pizarro,432 en las Indias Occidentales, de mi hijo Lorenzo, que Reinoso me había dicho haber pasado en aquellas partes. Su nombre, y la razón que di de su edad, hicieron que dos capitanes viniesen a caer en la cuenta, y que me asegurasen que estaba en las Malucas con el virrey portugués que las gobernaba. Y como yo les preguntase la causa porque había dejado el servicio del emperador, para ir a aquella tierra. El uno de ellos que era un mancebo de dieciocho años, que decía haber vivido casi toda su vida con él, me preguntó que si el caballero por quién hablaba, me era pariente, o amigo. Y como yo respondiese que era lo uno y lo otro, y que por no haber sabido de él ningunas nuevas, después que había pasado a las Indias, a causa de la ausencia que yo había hecho de las tierra del rey de España, que me holgaría en el alma, de saber el suceso de su fortuna. Y 431 432 Disimulo con que se pretende ocultar una cosa o desvanecer una sospecha. Francisco Pizarro (1476-1541), conquistador del Imperio Inca. 388 que pues que decía haber profesado con él tanta amistad, le suplicaba lo más encarecidamente que podía de contarme lo que sabía de sus negocios. Don Antonio, que así se llamaba el mancebo, con quien yo hablaba, queriéndome dar gusto a lo que le pedía, comenzó a hablarme de esta manera: “Habéis de saber señor, si no lo habéis oído decir que Hernán Cortés,433 natural de Medellín en Extremadura, descubrió el año de 1519 la tierra que ahora llaman Nueva España.434 Y fue el primer capitán español que se armó para ir a su conquista. Don Lorenzo de Castro hallándose en aquel tiempo con él, quiso acompañarle en aquella guerra donde se mostró, aunque de muy verdes años, tan valeroso, que Cortés le solía llamar, espada de los españoles, guardándose para él la prudencia, aunque don Lorenzo la tenía muy grande, como se vio después, en las batallas que ganó, siendo su lugarteniente, que fueron tales, que se le debe la alabanza de haber puesto en el poder del emperador la mayor parte del reino de México. Querer contar cómo Cortés y él prendieron al rey Moctezuma, y las civiles guerras que entre los mismos españoles se trabaron, a las cuales los dos dieron pronto remedio, sería nunca acabar. Solo diré, que en bien pocos meses, tomaron la grande ciudad de Tenochtitlán poniendo con sus armas debajo del yugo español, tierras, que tenían más de ochocientas leguas de largo y ciento y cincuenta de ancho. Mas como la fortuna suele volver la cara al hombre cuando él piensa que le mira con más amor, así le sucedió a don Lorenzo. Porque algunos envidiosos, celosos de la honra que Cortés le hacía, le vinieron a 433 Fernando Cortés en el original. Hernán Cortés (1485-1547). Ver Hernán Cortés, Cartas de relación sobre el descubrimiento y la conquista de la Nueva España (15191526); Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552), Historia general de las Indias (1821); Francisco López de Gómara, Historia de las Indias y conquista de México (1552); Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1632); Fray Bernardino de Sahagún, Historia de las Cosas de la Nueva España, terminada en 1569, revisada en 1585. La encuentra Muñoz en el siglo XVIII; Juan de Mariana, Historia General de España, Tomo II, Libro segundo, Capítulos IV, V, XI, y XVI; Fernando de Alva Ixlilxochitl, Horribles crueldades de los conquistadores de México y de los indios que los auxiliaron (1829); Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios (1542). 434 389 acusar, de que tenía amistad secreta con una amiga muy hermosa, que Cortés tenía, y a quien amaba más que a sí mismo. Y urdieron con tanta industria esta traición, que no fue posible que don Lorenzo, ni la mujer, con estar inocentes, se pudiesen disculpar de la acusación, que fue causa que Cortés dejándose llevar de la cólera, los hizo poner con grande abundancia de comidas, dentro de un barco, diciendo que quería que se hartasen de gozarse allí los dos, dentro de aquella barquilla, pues se amaban tanto. El barco fue nadando quince días entre las olas del mar, cosa que parece ser increíble. Y así como los pobres inocentes estaban esperando por momentos que el mar los tragase, aparecieron una mañana algunos navíos que venían hacia ellos. Don Lorenzo cobrando entonces ánimo y llamando una vez a unos hombres que veía estar en pie sobre las tillas de los navíos, y otra vez haciéndoles señas con un pañuelo, se atormentó tanto a hacer lo uno y lo otro, que al fin estos hombres por estar ya los navíos muy cerca, le oyeron y columbraron el esquife entre las olas, y con grande admiración de ver una cosa tan extraña, usando de la destreza que era necesaria para sacarlos del barco, los hicieron entrar dentro de uno de sus navíos. Grande fue el contento, que don Lorenzo, y doña Inés, que así se llamaba la amiga de Cortés, tuvieron viéndose fuera de un peligro tan manifiesto. Principalmente cuando vieron los navíos, y la gente que venía con ellos ser españoles, a quienes una tormenta había hecho desviar del camino que llevaban de muchísimas leguas, viniendo por general de ellos don Francisco Pizarro, el cual deseando saber el origen de esta nueva aventura, los hizo llevar a la capitana.435 Contado que don Lorenzo se la hubo, don Francisco conociendo por su nombre el personaje y su valor, empezó a abrazarle con increíble contento que mostraba tener de verle y 435 En Historia verdadera, Francisco Pizarro encuentra a don Lorenzo de Castro cuando vuelve a Panamá de su segunda expedición al Perú. 390 afeado que hubo con mucha discreción la ingratitud de Cortés, cuando el crimen del cual le habían acusado hubiera sido verdadero, le dijo que perdiese cuidado de su fortuna, porque había caído en manos de una persona que sabría poner su valor, en más alto grado, que Cortés no había hecho. Y que si Cortés había tenido ocasión de emplearle, en la conquista que había hecho del reino de México, que la que se le ofrecía a él entonces, no era menor, pues iba por mandado de su rey, a aquella del Perú, tierra sin comparación más rica, por las infinitas minas de oro que tenía, que aquella de la Nueva España.436 Y para que echase de ver, que sólo una buena voluntad de servirle, que le tenía, y lo mucho que estimaba sus méritos, le hacían hablar de esa manera, que le daba desde aquella hora el cargo de lugarteniente de su armada, el cual había venido vacante el día antes, por la repentina muerte de aquel que le tenía, esperando que lo mucho que sabía en las cosas del mar, y la experiencia que tenía en aquellas de la tierra, serían dos buenos instrumentos para que sus designios que eran grandes, viniesen más presto al cabo de sus pensamientos. Don Lorenzo oído que hubo las razones de don Francisco, le mostró, con las mejores y más humildes palabras que pudo conque veras deseaba de verse en ocasión de poderle agradecer con sus servicios, las mercedes, que sin haberlas merecido, le ofrecía. Y admitiéndolas con general aplauso, de todos los capitanes y soldados, que iban en la armada, entró al instante en posesión de su cargo. Y Pizarro continuando su viaje, navegó tanto, que al fin se tornó a poner en la vía que la tormenta le había hecho dejar. Volvió después las velas hacia el mar de 436 Ver Pedro Cieza de León, Crónica del Perú (1553); Agustín de Zárate, Historia del descubrimiento y conquista del Perú (1555); Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales de los Incas (1609); Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva Crónica y buen gobierno (1936); Francisco de Jerez, Verdadera relación de la conquista del Perú ; Juan de Matienzo, Gobierno del Perú (1567); Juan de Mariana, Historia General de España, Tomo II, capítulo XVI. 391 sur,437 do entrado, hizo tanto, que en pocos días llegó a Panamá, adonde halló un caballero llamado don Diego de Almagro,438 que había sido su camarada en el descubrimiento del Perú, el cual viéndole venir de España, proveído por virrey, y sin traerle a él ninguna merced, tuvo de ello tanto enojo que se declaró por su enemigo, la cual enemistad no duró por entonces mucho tiempo, porque dado que don Francisco hubo su disculpa, se hicieron amigos. Partió pues don Francisco a la conquista del Perú con sólo doce navíos, llevando consigo a su lugarteniente don Lorenzo y a don Diego, que quiso fuese aun su compañero, y haciendo alzar las velas, empezó a navegar por el mar del sur, derecho a la línea equinoccial, la cual habiendo pasado, y tomado hacía medio día, llegó a una isla llamada Puma,439 la cual habiendo conquistado, con la tierra de Tumbez440, y de Cajamarca441 aunque con grandes e infinitos trabajos, pasó hasta Motupe.442 Atahualpa, rey del Perú, que no estaba muy lejos de allí, sabiendo la venida de Pizarro y las conquistas que en su tierra había hecho, le salió al camino con un ejército de más de cien mil indios, y aunque Pizarro no tenía más de setecientos u ochocientos hombres de caballo, o de a pie fue tan grande su valor y aquel de su lugarteniente y soldados, que venidos a dar batalla contra el enemigo, Atahualpa fue vencido 437 Aquí Loubayssin describe los acontecimientos del tercer viaje de Pizarro hacia el Perú. Tanto el primer viaje (1524), como el segundo (1526) fueron un fracaso y Pizarro se vio obligado a volver a Panamá. Cuando el nuevo gobernador, Pedro de los Ríos, le niega el permiso de un tercer viaje, el conquistador vuelve a España y tras entrevistarse con el Emperador, obtiene la Capitulación de Toledo (1529), que le autoriza la exploración y conquista del Perú, con el título y prerrogativas de gobernador, capitán general y adelantado de las tierras por descubrir a lo largo de la costa. 438 Diego de Almagro (1475-1538) fundó la ciudad de Trujillo en 1533, en 1534 fundó Quito. A instancias de Pizarro, decide organizar una expedición a Chile en 1535, llegó hasta el río Itata. Decidió volver por el desierto de Atacama. La expedición no encontró la gloria ni las riquezas que le habían prometido. Almagro es derrotado por las fuerzas de los Pizarro en la batalla de Las Salinas en 1538. Es decapitado por orden de Hernando Pizarro. 439 Isla Puná, situada en el Golfo de Guayaquil, en Ecuador. En la batalla de Puná (1531) Pizarro vence a los indígenas de la isla. 440 Hoy en día la ciudad de Tumbes, al norte del Perú. Es el punto de desembarco de los españoles y luego sirve como puerto de aprovisionamiento. 441 Sitio de la famosa batalla de Cajamarca (1532), donde los españoles capturan al Inca Atahualpa. 442 Territorio al norte del Perú que cruza Pizarro en su camino hacia Cajamarca. 392 y preso con muchos caciques, y de los mayores de su reino. Y fueron tan grandes los despojos que se hallaron en su ejército, que quieren decir que de sólo el oro y plata se halló más de dos millones. Y como el rey hubiese prometido de dar otros muchos por su rescate, y pedido algunos meses de término para que los pudiese juntar, habiéndose verificado que quería hacer matar a traición a todos los españoles con gente que había hecho juntar para este efecto, fue condenado a muerte por don Francisco Pizarro, la cual ejecución se hizo al instante.443 Después de la muerte de Atahualpa, Ruminaguy,444 su lugarteniente, habiéndose alzado en la tierra de Quito, Pizarro envió contra él a don Lorenzo, el cual venido a darle batalla, quedó victorioso. De manera que el virrey de una parte, su lugarteniente de otra, y don Diego de Almagro por otra, apresuraron de suerte la conquista del Perú, que en menos de seis meses tomaron la grande ciudad de Cusco, las provincias de Pachama, Xaura, y Chaparra,445 y en fin todo lo que se contiene desde la Castilla de Oro446 donde está el estrecho de tierra que aparta el mar de Septentrión,447 de aquel de medio día, hasta el río de la Plata, tierras que tendrán más de setecientas leguas de largo, y de donde se sacan hoy448 infinitos millones de oro. Acabada que fue esta guerra, la discordia sembró al instante su cizaña, entre don Diego y don Francisco, a quien el emperador había ya dado título de 443 El narrador obviamente miente a favor de los españoles. Ver Garcilaso de la Vega, Los comentarios reales de los Incas, Tomo III, cap. XXXVI. 444 Rumiñahui, general del ejército de Atahualpa. Organiza la resistencia contra los españoles en Quito. Muere en 1535. 445 Corresponden a las regiones de Pachama (en el norte de lo que hoy es Chile), Jauja o Xauxa (en el centro del Perú), y Chaparra (en el sur del Perú). 446 Distrito administrativo que comprende los territorios de los países actuales de Nicaragua, Costa Rica, Panamá, y partes de Colombia. Tras varios cambios territoriales, y pleitos entre la Corona y la familia Colón, los territorios restantes pasan a formar parte de Panamá, y luego se agregan a la nueva provincia panameña de Veragua (1560). 447 El océano Atlántico. 448 Ver, Earl J. Hamilton, El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650; Eufemio Lorenzo, Comercio de España con América en la época de Felipe II. 393 marqués, con una provincia en el Perú, llamada los Atabillos.449 La causa de esta enemistad fue el odio que don Diego tenía a don Fernando y a don Gonzalo, hermanos del marqués. Venidos pues a las manos y dadas muchas batallas entre ellos, se vino al fin a rematar la guerra, con una grandísima y cruel que se dio cerca de la ciudad de Cusco, la cual don Diego habiendo perdido, fue preso y mandado degollar por don Fernando, que había sido aquella vez en ausencia del marqués su hermano, general del ejército. Un hijo bastardo que don Diego tenía, queriendo vengar la muerte de su padre, hizo de manera que habiendo movido un motín en la ciudad de los reyes en Chile, entrando con quince o veinte hombres muy bien armados dentro de la casa del marqués, le mató a él y a todos los de su casa, salvo a don Lorenzo de Castro, que posando en la misma casa escapó de sus manos, por el mayor milagro del mundo. El bastardo de don Diego, ejecutado que hubo este hecho, se hizo declarar gobernador de la tierra, y dado por traidores a todos los que habían seguido el partido del marqués Pizarro, informando con falsos testigos de esto y de otras cosas, envió después estas informaciones a España. Don Lorenzo habiendo escapado de este peligro de la manera que habéis oído, viéndose imposibilitado de poder vivir en todas las Indias y asimismo en las tierras del emperador, hasta saber cómo su majestad tomaría estas nuevas, se embarcó al instante en un navío, y se fue a las Malucas, adonde le habremos dejado, con el virrey portugués, que es su pariente. Esto es señor en sustancia, su vida y su fortuna. Y para que no dudéis, lo que digo ser verdad, sabed que yo soy su hijo de él y de doña Inés, la amiga que había sido de Cortés, a quien don Lorenzo ha amado grandísimamente, después que escaparon los dos del peligro del mar hasta su muerte que fue en parirme a mí. Y porque se ha casado, con una señora muy 449 Hoy en día, los distritos de Atavillos Alto y Bajo, en la provincia de Huaral, en la costa de Perú. 394 principal y muy hermosa, que por mi desdicha se halló con la mujer del virrey. Fue tan grande la cólera y enojo que recibí de ello, por ver que a tener hijos de ella, yo vendría a quedar bastardo y pobre, que sin despedirme de él, me embarqué dentro de un navío, y alzando las velas me vine para Goa, donde llegado que hube, sabiendo que el sultán Mamudio armaba para venir a sitiar a esta ciudad, me volví otra vez a embarcar para venir a socorrerla.” Con esto acabó don Antonio su relación, dejándome tan absorto de lo que había dicho, que estuve un buen rato sin poderle hablar una sola palabra. Mas al fin volviendo en mi acuerdo, me fui derecho a él, diciéndole, las lágrimas en los ojos, en dándole mil abrazos, como yo era padre de don Lorenzo, contándole en pocas palabras lo que os tengo dicho de mi vida. Esparciéronse tan presto las nuevas de esta aventura entre los soldados y capitanes, los cuales viniéndonos a dar a los dos los parabienes de este dichoso encuentro, añadieron a los regocijos pasados otros muchos. Acabáronse al fin las fiestas y el deseo que yo tenía de ver a mi hijo, se aumentó de manera que después de haberme puesto bien con Dios, hecho una confesión de todos mis pecados y declarado en público lo que para cobrar mi libertad y poder engañar al emperador de los turcos, había exteriormente hecho, en Constantinopla, determiné de dejar a Diu y de embarcarme para las Malucas. Tomado que hube esta resolución, dejé a don Antonio por capitán de la mayor parte de mis bajeles, salvo dos galeazas, y la capitana del eunuco Solimán, que se me había dado con la mayor parte de las riquezas que estaban dentro, tanto en agradecimiento del socorro que había traído como por ser yo el que la había rendido y ser causa de la victoria que habíamos alcanzado. 395 Repartido que hube a todos los soldados, a más del sueldo y despojos que Silveira les había dado cincuenta mil escudos, tomado los recaudos que eran menester para hacerme conocer al virrey de las Malucas, y despedido de mi nieto y de todos los capitanes, que me querían acompañar a toda fuerza, me partí del puerto de Diu, sin querer consentir que nadie saliese, salvo las dos galeazas que llevaba conmigo. Alcé pues todas las velas, entrado que fui en llena mar, las cuales empujadas de los vientos que se mostraron siempre favorables, y las galeazas meneadas de los remos y velas hicieron apresurar de manera mi viaje que en poco tiempo me pusieron en las Malucas. Descansado que hube algunos días en mi posada del trabajo del mar, fui a ver al virrey, el cual leído que hubo las cartas de Silveira, me hizo todas las caricias que se pudo imaginar. Mas yo que hasta entonces no le había pedido nuevas de don Lorenzo, quedé perplejo cuando me dijo que había cosa de un mes que el nuevo virrey del Perú, después de haber hecho degollar al hijo bastardo de don Diego de Almagro y a todos sus secuaces en castigo de la muerte que habían dado al marqués Pizarro, y por haberse hecho de su autoridad virrey de aquella tierra, le había enviado a buscar por mandado del emperador con promesas de que volvería en todos sus cargos y dignidades, y que don Lorenzo queriendo obedecer al mandado de su rey, se había vuelto a la ciudad de los reyes y porque quería ir después de haber dado orden a los negocios que tenía en las Indias, a España, donde no había estado después que había pasado a esas partes. Había enviado a su mujer que estaba preñada de un mes acompañada de dos navíos a Sevilla. Aunque la pesadumbre que yo tuve de verme engañado de la certidumbre que tenía poco antes de hallarle allí fue muy grande, la seguridad que tuve de hallarle aún en la ciudad de los reyes, por haber tan poco que había partido, me consoló y me hizo salir del puerto, despedido que me hube del virrey, navegando después 396 con tanta velocidad y fortuna que llegué dentro de cuarenta días a la ciudad de los reyes, de la cual mi hijo había salido tres días antes con el gobernador de Chile, Valdivia, para ir a Penco. Volvíme pues a embarcar, y llegado que hube a la vista de esta sierra, se revolvió un temporal, acompañado de una tan furiosa tempestad, que los marineros perdiendo de todo punto el tino, dejaron el timón a la voluntad de los vientos, los cuales a pesar de los forzados que estaban dentro de las galeazas, que hacían todo cuanto podían para refrenar el ímpetu que tenían, hicieron que las galeazas escapando de sus brazos, viniesen a dar con tanta fuerza, contra los escollos de esta sierra, que como si fueran de vidrio, así se hicieron trescientos mil pedazos, sin que una sola persona, de los que venían dentro se pudiese salvar. Y mi capitana haciendo poco rato después otro tanto, puso los que estaban dentro en tan piadoso estado, que todos se ahogaron, salvo yo, que milagrosamente me salvé en una tabla, en la cual se tenía este esquife, que veis aquí, dijo, mostrándoles el barco donde solía pescar, la cual vino a aportar no muy lejos de donde estamos. Y así como yo me acongojaba, y me quejaba de la muerte, llamándola cruel y sin piedad, de haberme sacado del mar vivo para hacerme morir después con mil géneros de tomentos de los cuales el menor me sería más riguroso, que no hubiera sido entonces la muerte. Vi la hembra del león que veis estar conmigo, la cual acercándose a mí, empezó a hacerme las mismas caricias que Velásquez y Sicandro me han dicho, que el león les había hecho. Yo que creía que la muerte enojada de la ingratitud que usaba con ella, en llamarla cruel, después de haberme salvado la vida, me enviaba este verdugo para quitármela, volvía a contradecirme, rogándola de apartar esa fiera de mí, y que me dejara vivir hasta haber hecho penitencia de mis pecados. Mas viendo que cuanto más esquivo me mostraba a sus caricias, que ella se mostraba conmigo más humilde y más mansa, me atreví al fin de halagarla, comenzando poco a poco de perderle el miedo. 397 Estuve así un gran rato mirándola y ella a mí, haciéndome algunas veces señas con los ojos, si el admirable instinto que estos animales suelen tener permite que hable así, como que le siguiese. Dejé la orilla del mar y me puse a ir tras ella hasta llegar a la ermita, adonde yo vivo ahora. Halléme atónito y espantado de ver muchas cruces colgadas en las peñas que alindaban con ella. Mas la consideración me llevó al instante a la memoria, que en aquella tierra debía de haber cristianos y que sin duda el lugar que veía era morada de algún santo varón que había dejado el mundo para vivir en aquel desierto. Este pensamiento me hizo seguir a la leona que estaba a la puerta del yermo, sin querer entrar, al parecer por ver que yo me había parado, porque tan presto que me vio junto a ella, pasó el umbral de la puerta. Entrado que fui vi un venerable y anciano ermitaño, tendido a la larga y de espaldas, al pie de un altar, que tenía un león a sus pies, el cual aunque me vio a mí y a la leona, mostrándose triste y melancólico, no se meneó de donde estaba. Tenía, este hombre que digo, puestas las manos juntas y derechas sobre el estómago, y entre los dedos un crucifijo. Por estos indicios juzgué que estaba muerto, aunque a la vista parecía que estaba durmiendo, porque tenía el rostro tan alegre y hermoso, que no he visto en días de mi vida cara de viejo más agradable ni un olor tan odorífero y suave como su cuerpo echaba de sí. Acerquéme a él y con mano atrevida hice todo lo que pude para despertarle, mas viendo que no volvía en sí, por más que hiciese, quedé enterado de que estaba muerto. Enriscáronseme los cabellos, si voy a decir la verdad, tanto por el desengaño que la curiosidad de mis manos me había dado, como por ver que la noche venía apresurando su vuelo. Entre tantas congojas, la que tenía presente, hallándose más poderosa, me hizo olvidar las otras, de manera que todas las potencias de mi voluntad no atendían a otra cosa 398 que de hacer para salir del aprieto en que la vista del difunto me había puesto. Y habiendo vuelto las espaldas para este efecto, me sentí agarrar por detrás, oyendo una voz que decía: “¿Adónde vas? Detente don Esteban, que no es la voluntad del cielo que te vayas.” Y queriendo volver el rostro, para ver quién podría ser aquel que me detenía, y llamaba por mi nombre, vi que era el viejo que había visto al pie del altar.450 En lugar de desmayar, las fuerzas que sentí aumentar en mí, oído que hube estas palabras, me dieron ánimo para preguntarle que si era criatura, o fantasma. Respondióme que había sido hombre como yo, y el primer español que había pasado en esta tierra, donde había vivido ermitaño hasta que había sido la voluntad de Dios llamarle para otra vida hacía solo cuatro días, y que su divina majestad me mandaba a decir que estuviese haciendo penitencia de mis pecados en aquel yermo, hasta que me volviese a hablar de su parte, y que si lo hacía así vendría a tener, además de la salud que haría para el alma, la más dichosa vejez que nunca hombre de mi calidad hubiese tenido, porque llegaría a ver cosas tan difíciles de creer en aquella hora presente, como los efectos se las harían entonces ver ciertas e indubitables. Y que en recompensa de la buena esperanza que me daba, que me pedía tres cosas, y como yo se las hubiese prometido, y preguntado me dijese cuáles eran, me dijo que la primera era, rezar todos los días un Paternóster y un Ave María, por su alma; la segunda, que enterrase su cuerpo, y la postrera que no abriese un cofrecillo que hallaría en la ermita hasta que topase la llave puesta en la cerradura, que aunque estaba muy escondida se vendría a hallar misteriosamente algún día en ella. Con esto, y con un ¡ay! lamentable se desapareció de delante de mí, y yo caí en el suelo como muerto, adonde quedé sin poderme menear hasta que volví en mí así como la noche se cerraba. Decir los sobresaltos e inquietudes que mi 450 Elemento sobrenatural, el autor introduce la figura del primer ermitaño para captar la atención del lector y a su vez para adelantar la acción de la narración. 399 alma tuvo todo el tiempo que duró su oscuridad no es posible que mi lengua lo pueda decir, porque fueron tantos y tan diversos, que pensaba no poder llegar a ver la claridad del venidero día. Al fin me dormí, y con un sueño tan profundo, que no amaneció para mí hasta que los rayos del sol que entraban por uno de los agujeros que sirven de ventana a la ermita me vinieron a despertar, con herirme directamente a los ojos. Levantéme después, y consultado que hube entre mí, las palabras que la visión me había dicho, animado de la gracia del Señor, y de su amada Madre, determiné de cumplir puntualmente lo que me había mandado decir por su siervo. Y después de haberme encomendado a Dios y rezado por el alma del ermitaño, que estaba en el mismo lugar, y en la misma postura que le había visto el día de antes, hice un hoyo en la tierra y le enterré en él lo mejor que pude y como se lo había prometido. Podría hacerse una historia larga, a querer decir la pena que el león y la leona mostraron tener todo el tiempo que tuvieron delante el cuerpo muerto, y aun después que le hube enterrado, porque estuvieron echados sobre el sepulcro más de tres días sin querer comer. Diecinueve años he pasado viviendo así como veis, en la compañía de estos animales, procurando imitar en todo lo que he podido, la vida que un buen ermitaño debe hacer. No me han faltado entretenimientos. Porque además de que no los hay más gustosos, que los que el alma tiene con los requiebros que suele decir a su Creador en estos desiertos, tengo aquí muy buenos libros, y tinta y papel para escribir, que no ha sido de poco espanto para mí, considerar de dónde el difunto ermitaño había sacado esto, y las demás cosas que están en el yermo. Mas para volver a mi propósito, digo que en todo este tiempo no había visto ni oído alma viviente, hasta que acudiendo un día al ruido de un arcabuzazo que oí, hallé a 400 Velásquez casi al umbral de mi puerta. Y que después de haber ido con él a buscar a Sicandro, se apareció a mí una noche, así como yo estaba en oración, el mismo ermitaño. El cual me dijo que fuese a amanecer, con los criados de Sicandro, a un monte que hallaría en el llano que se descubría desde aquí, y que llegado que habría a él siguiendo las señas, que me dio evidentes y claras, toparía un cuerpo difunto cubierto de algunos ramos, el cual había de hacer traer a mi ermita para darle sepultura, y que a la vuelta hallaría persona, que me diría quién era el muerto. No pude saber otra cosa más de él, porque se hundió tan presto delante de mis ojos, dejándome combatido de mil pensamientos, los cuales se vinieron a resumir con determinarme de hacer puntualmente lo que se me había dicho. Levantéme a la mañana con la aurora, y llevando conmigo a los criados de Sicandro, fui siguiendo el camino que la visión me había dicho hasta que los indicios me trajeron adonde estaba el cuerpo muerto. Hallado que le hube, sentí en mí un dolor tan extraño que me parecía que el corazón me quería arrepentir, y lo hubiera hecho si los preñados ojos no hubieran dado salida a un diluvio de agua. Al fin volviendo en mí, a sin saber de dónde podía proceder la congoja tan extraña, que la lástima del muerto me había dado sin conocerle, le hice traer aquí poco a poco, llegando a la hora, que a mi hijo don Henrique, que está aquí, le había dado aquel recio desmayo. Estas son hijos míos, mis fortunas y la vida que he hecho, después que el crimen cometido en la persona de mi primera mujer me hizo pasar a Francia y de allí a las guerras de Italia.” Abierto había ya la boca don Henrique, para informarse con su abuelo, del talle, proceder, y capacidad de su hermano, que no había nunca visto, y de otras muchas cosas, cuanto las voces que poco antes habían oído, le interrumpieron las palabras e hicieron estar 401 suspenso, para escuchar con los otros el espantable ruido, que cuanto más entraba la noche, se aumentaba. Diga cada uno su opinión, para ver si puede adivinar qué cosa es la que nuestra gente oye, que entretanto yo buscaré materia, para que puedan ver en este postrer libro cuál de ellos habrá echado el mejor juicio. 402 Libro Noveno ARGUMENTO Don Henrique halla que las voces que habían oído salen del hueco de una peña, y queriendo entrar dentro es detenido por don Esteban y Sicandro, que no quieren probar la aventura hasta la mañana. Descripción del lugar, extraña hechura de la entrada de la cueva, admirable encuentro que hacen dentro, manera, forma y modo, de los ritos y ceremonias que los araucanos tienen en sus sacrificios. Quienes eran las personas que se hallaron en la cueva, y de los pesados enredos que el amor hizo después con ellos, con los cuales se remata el fin del noveno libro de este primer volumen. Capítulo I No sin razón me reprenderá el discreto lector, por haber hecho gastar tanta flema a mi ermitaño en contar su historia, porque dirá que la mayor parte de las cosas contenidas en ella no son esenciales a mi obra. Confiéselo, y digo que a querer guardar religiosamente las leyes de la perfecta historia se me puede argüir de pecado. Pero si es verdad que la confusión es alguna vez agradable, como se ve en muchos edificios que con no ser labrados, conforme el orden y manera que el arte de la arquitectura requiere, no dejan de ser por eso alegres, hermosos y muy admirables. Responderé pues a mis confesores que un desconcierto me ha traído a muchos conciertos, y un mal a muchos bienes. Que si aquel que contempla una columna, un obelisco, o una portada, se huelga de ver estas piezas fuera de su natural quicio 403 y las mira mejor y con más contento que si fueran puestas en su lugar, me oso prometer, que no faltará quién perdone mi yerro (si yerro se puede llamar) y reciba gusto de ver un compendio de las cosas más notables que sucedieron al fin del pasado siglo y al principio del presente, que se ha puesto sin que la prolijidad de la prosa desencuaderne mi designio, porque hasta ahora no sé haber dicho cosa que no pueda ser tolerada. Y sé que si algunos la tienen por enfadosa, que se hallarán otros muchos que juzgarán ser buena y digna de ser leída. Con todo esto, olvídese lo pasado (habló con los impacientes) que si hasta aquí la materia que he tratado, les ha causado enfado, pienso enmendarme de aquí en adelante, y trocar el estilo heroico, en otro más suave y gustoso, que si me dicen que lo hago cuando mi libro está con la candela en la mano. Responderé a esto, que más vale tarde que nunca. Mas para volver a mi propósito, digo que la barahúnda y los gritos espantables, que se oyeron más distintamente en amansarse el viento y quietarse el mar, hicieron que don Henrique se levantase, y fuese con los dos criados de Sicandro, hacia donde su entendimiento le hizo juzgar que venía el ruido que oían aumentar cuanto más se adelantaban. Y andado que hubo por la orilla del mar buen rato, llegó a unas peñas, que porque se extendían muy adentro del agua, guardaron que no pudiese pasar más adelante, que fue causa, que metiéndose entre ellas, y siguiendo con mucha atención la misma vía que guiaba a sus oídos el son de la voz, anduvo más de media hora, yendo y revolviendo así entre las peñas porque le parecía que la algazara salía sin duda ninguna de alguna de ellas. Y después de haberse engañado muchísimas veces, con tomar la una por la otra, sintió parar todo de un golpe las voces. Y viendo que con haber estado esperando a que volviesen a gritar, más de una hora, que no las había vuelto a oír cogió el camino, para tornarse adonde había dejado a don Esteban y a Sicandro, que así llamaremos aun a Elisaura. 404 Rodeado que hubo algunas peñas, después de haber pasado con grande dificultad unos zarzales, y llegado con los dos hombres que siempre le seguían, al hueco de una que con soberbia frente presidía sobre todas las otras, oyeron salir de dentro de ella las mismas voces y con un son tan extraño y horrendo, que cogiendo descuidadamente, por venir así de repente, a los dos hombres que con él estaban, los derribó por el suelo, con el grande sobresalto que tomaron sin que por eso don Henrique enarcase sólo la ceja, ni hiciese ademán que un punto disminuyese la fama de su generoso pecho. Puesto que hubo [dado]451 ánimo a los dos criados, con la burla que hizo de la caída que habían dado, envió él uno de ellos (así como había prometido antes de partir) a decir al ermitaño lo que había visto y que le rogaba que viniese caminando con Sicandro, por la orilla del mar, y trajesen el león y la leona, que habían quedado con ellos, a fin que pudiesen tratar después de lo que se había de hacer para saber quiénes podrían ser los que gritaban tanto dentro de aquella peña. Llegado que don Esteban y Sicandro hubieron con los criados y leones al lugar adonde don Henrique estaba, y entrado todos juntos, veinte o treinta pasos dentro de la cueva, se conoció por las palabras y gritos que oyeron, ser los que voceaban tan recio, gente de la tierra que sin duda hacía en aquella cueva algún sacrificio diabólico a sus falsos dioses. Porque, así como por la cerbatana se oye todo lo que un hombre dice por un cabo al que tiene puesto su oído en el otro, así con estar los indios sepultados más de una legua dentro de la cueva, se oía a la entrada confusamente todo cuanto decían, porque las voces recogidas dentro de ella y guiadas por el cañón del hueco venían a retumbar a los oídos de los que 451 En el original: “Puesto que hubo ánimo.” 405 entraban, y si no fuera por las diferentes voces que por ser muchas se confundían, se hubieran podido entender distintamente las razones que decían. Por más que don Henrique hizo, no pudo alcanzar de su abuelo ni de Sicandro licencia para poder pasar más adelante, hasta la mañana, la cual esperaron escondidos entre unos mirtos, que cerca de la misma peña estaban puestos en hilera por cada lado. Y porque habían pasado gran parte de la noche, con la historia que don Esteban había acabado de contar, y con el tiempo que se había gastado en buscar aquel lugar, no tardó mucho en mostrar la aurora su alegre rostro con la claridad de la cual volvieron al hueco de la misma peña, adonde habían oído las voces, las cuales no se habían sentido desde las dos, después de media noche, hasta aquella hora. Y mirando con mucha atención la naturaleza del lugar vieron que era de esta manera. Estaba el hueco de esta peña, hacia la orilla del mar, y tenía dos hileras de hermosos mirtos que empezaban desde cada remate de la boca, y llegaban hasta bien cerca del agua, de manera que al salir de la cueva se veía un andamio que tenía más de quinientos pasos de largo y más de quince de ancho. El suelo estaba esmaltado de varias y diversas flores, cuyos colores causaban un grande contento a la vista, y la suavidad de sus olores un grandísimo deleite al olfato. Dividía este andamio en dos caminos un arroyuelo, que con agradable murmullo iba a meter su cristalina corriente, atropellando mosquetas y violetas, en el mar. Pero a aquella hora, su color plateado, trocado en purpúreo, rebosaba por las orillas una creciente de sangre humana. 406 Echábase de ver por los paredones y encasamientos452, que se veían arruinados de cada lado, que aquel lugar había sido otras veces habitado y que sin duda los indios le querían volver a labrar, y poner en su ser primero, porque se veían de todas partes muchos materiales y herramientas. Y porque la soledad y selvatiquez del lugar, por no ser habitado, había engendrado muchas espinas, abrojos y cantidad de árboles salvajes, se veía como se habían empezado a cortar para asearle y limpiarle. Lo que causó más admiración a nuestra gente fue ver con cuáles baluartes [la]453 naturaleza había fortificado aquel lugar, porque estaba cercado de grandes e inmensas peñas, las cuales puestas a manera de un laberinto, dejaban unas callejuelas, entretejidas de caminos diferentes, que acompañaban el andamio de todos lados hasta la orilla, y pasaban aun muy dentro del mar, pero la entrada de ellas era tan difícil de acertar, por causa de los zarzales y árboles, que embarazaban el camino, que era casi imposible de llegar a la superiora peña, si no era viniendo por el mar, o por la parte que milagrosamente don Henrique había atinado. Era cosa admirable de ver la hechura de la portalada de la cueva y con qué vuelo su grandor se levantaba hacia el cielo. Pero ni la extrañeza del lugar, ni la prodigalidad con que la naturaleza la había adornado de árboles, hierbas y flores, ni otras muchas cosas que se veían sobre manera admirables, no absortaron tanto a los entendimientos de los circunstantes como el ver sobre el pórtico, y hasta todo cuanto los ojos pudieron alcanzar por encima unas hileras de cabezas de hombres muertos hechas en forma de pirámides, que por no haber mucho tiempo que los habían muerto, se podía conocer en las que estaban más abajo, haber entre ellas las de algunos españoles y la primera de todas ser la de Valdivia la cual don Henrique conoció al instante. 452 453 Encasamiento. Adorno de fajas y molduras en una pared o bóveda. En el original: “cuáles baluartes naturaleza.” 407 Decir el sobresalto que tuvieron algunos de ellos, viendo este triste espectáculo no hay lengua humana que pueda. Sólo don Henrique y don Esteban, como personas en quien no podía caber sólo punto de temor, dando en la cuenta de lo que era, y deseando emplear las vidas por el servicio de Dios y de la patria, determinaron de entrar dentro de la cueva con los dos leones y de sobrecoger a aquellos que con diabólica ceremonia vertían con tanta crueldad la sangre humana.454 Sicandro con estar más muerto que vivo, sacando fuerzas de flaqueza, por no descubrir su sexo, se ofreció a hacer lo mismo, como hicieron también sus dos criados, aunque fue más de fuerza que de grado. Anduvieron pues, desenvainado que hubieron sus espadas y dagas, siguiendo el camino de la cueva el cual hecho que les causó perder la luz del día, les hizo ver de trecho en trecho aquellas de unas lámparas que colgaban por los lados de la cueva, y continuado que hubieron de caminar así, más de hora y media, oyeron en lengua española, el fin de una razón, que con voz delicada decía: “¡Pues que la fortuna no quiso que pudiese gozar de su compañía en este mundo, haz Señor que la vaya a gozar, bien presto en el otro!” Estas palabras acabadas, no oyeron de muy buen rato otras algunas, que fue causa que tornaron a proseguir el camino. Pero, no hubieron andado dos docenas de pasos, que volvieron otra vez a oír la misma voz que decía: “¡Dios mío! Pues que mi hora postrimera se ha allegado, y que vuestro amor debe ser preferido a aquel de los hombres, sacad de mi memoria, ¡oh, benigno Jesús!, el nombre de mi 454 Según los historiadores, como R.E. Latcham, el canibalismo no formaba parte regular de la dieta de los araucanos. Solo comían la carne humana de los enemigos después de una batalla en una celebración guerrera. “Ethnology of the Araucanos”, The Journal of the Royal Anthropological Institute of Great Britain and Ireland. Vol. 39 (Jul-Dec 1909). 334-370. En La Araucana, (parte I, canto X, versos 28 al 34), Ercilla escribe que los araucanos comen carne humana durante tiempos de hambruna. También se menciona en La crónica del reino de Chile de Pedro Mariño de Lobera, en el capítulo LI (De la batalla que hubo a la Imperial entre Pedro de Villagran y el capitán Lautaro; y cómo los indios se comieron unos a otros.) 176 408 difunto y futuro esposo, a fin que hallándome libre de su amor, pueda ocupar lo poco que me queda de mi vida, en sólo adoraros y contemplaros. ¡Ay, Señor! Haced que así como yo he padecido con paciencia (con ser una flaca455 mujer) tantos trabajos, en dos mil leguas que he navegado, para ir a buscar a un hombre que amaba, que sufra ahora con gusto la muerte, que por vos, y por vuestra Iglesia, vengo a padecer. ¡Y qué poco juicio que tuve en la elección del esposo que hice en mis verdes años, cuitada! Hice como el inocente niño, que toma antes un vidrio quebradizo, que un diamante perdurable porque he preferido a un hombre mortal, a vos, que sois Dios inmortal, y el autor de todas las cosas.” Acabado que la voz hubo estas razones, calló, convirtiendo sus palabras en suspiros y sollozos. Esto que habían oído, los hizo juzgar, la que se quejaba ser mujer española. Y porque temieron estuviese muriéndose, apresuraron un poco más sus pasos pisando lo más paso456 que pudieron, por ver si podrían llegar a tiempo de darle algún socorro. Y caminado que hubieron cosa de trescientos pasos, se hallaron dentro de una sala grande y cuadrada, en la cual vieron lo que voy a decir. Un ídolo de oro, asentado en una silla que estaba puesta en lugar alto y eminente, y tenía debajo de ella siete u ocho gradas labradas de plata, en la postrera de las cuales tenía el ídolo puesto debajo de los pies, una almohada labrada con admirable artificio de oro y perlas preciosas, y sobre su cabeza un dosel de no menos costo que la almohada. Veíanse colgadas alrededor y al medio de toda la sala muchas lámparas encendidas y a los lados del ídolo, dos de extraña grandeza. Estaban las gradas y casi todas las paredes de la sala llenas de vasos, candeleros, jarras, cántaras y otras muchas vasijas de oro, la mayor parte de las cuales estaban colgadas, y las otras, sobre los altares, y otros simulacros que 455 456 Flaca. Endeble, sin fuerzas. Pisar lo más paso. Lo más rápido, apresuradamente. 409 alrededor de la sala estaban. Veíase una grande pila de plata, levantada en alto hasta la cintura y puesta delante del ídolo, y a cada lado dos columnas del mismo metal. A las dos de la mano siniestra, estaban atadas dos mujeres desnudas, y a las de la diestra, dos hombres. Y con haber cantidad de bárbaros tendidos a la larga, los unos al pie de los altares, los otros cerca de la pila y otros arrimados a las paredes, estaba todo en silencio, porque estaban durmiendo, y no se oía otro ruido, sino era el murmullo del arroyuelo que pasaba por debajo de las gradas, do estaba el ídolo, y los sollozos y suspiros que los cuatro que estaban atados a las columnas daban. Sicandro y don Esteban, visto que hubieron todo lo que hemos dicho, quedaron asombrados en ver la extrañeza del caso, principalmente cuando vinieron a ver, llegado que hubieron al lugar donde estaban las columnas, la perfecta beldad de las dos mujeres, que por estar sepultadas en los profundos pensamientos, que el temor de la muerte les daba, y haber venido nuestra gente con mucho tiento, no les habían apercibido. Si no escribo la perfección de las admirables prendas que mostraban, perdóneme el lector457 y conténtese en saber, que eran tan hermosas, que no las pudo ver tales, el troyano París, en la griega Helena, Perseo, en Andrómeda, cuando la guardó que no sirviese de pasto al monstruo marino, ni Astolfo a Olimpo, ni cuando añadiremos aun el ermitaño, que en el desierto habiendo alzado las faldas de la bella Angélica, veía lo que podéis imaginar. Don Henrique recibió tanto contento, viendo las perfecciones de la una, que en blancura y proporciones sobrepujaba mucho a la otra, que si no hubiera creído ser encantamiento, y obra diabólica todo lo que veía por habérsele representado a los ojos esa beldad que digo, ser el 457 Loubayssin continúa el diálogo con el lector. 410 verdadero retrato de su Leonora, que creía ser difunta, hubiera estado mirándola un siglo entero. Este pensamiento, habiéndole hecho hacer mil cruces, y llamar a cada momento el nombre de Dios, en su ayuda, pusieron al ermitaño en grande admiración, principalmente cuando entendió de su hijo la razón por la cual hacía estos extremos. Y como todos le asegurasen que no era ilusión, ni quimera lo que veía, sino cosa verdadera, entró en él una tal cólera y rabia, que dando con mucho ímpetu sobre los enemigos, mató tres o cuatro de ellos antes que los otros despertasen. Don Esteban, los criados de Sicandro, y el mismo Sicandro, con la ayuda de los leones, comenzaron a imitarle, con tanto esfuerzo y ánimo, que con haber despertado, con sobresalto, los indios, y ver el estrago que se hacía en ellos, creyendo que su dios Eponamón458 (que así se llamaba el ídolo) enojado contra ellos, había hecho venir todas las furias del infierno para matarlos. Porque al instante se oyeron unas voces espantables, y comenzaron a disparar truenos, y centellear relámpagos, con tanta presteza y estrépito, que ídolo, pila, vasijas y altares, cayeron y comenzó a temblar, con tal vehemencia toda la peña, que los nuestros entendieron quedar sepultados debajo de ella. Con todo eso esgrimiendo a diestra y a siniestra, contra infinitos bultos que se ofrecían delante de ellos, hicieron de manera, ora fuera por las armas, o por las oraciones que hacían, que a pesar de los demonios que en saliendo del cuerpo del ídolo, que estaba asentado, hicieron este estruendo, salieron con la victoria y vieron los miserables cuerpos de los indios, los unos abrasados por los demonios, los otros despedazados de los leones, y los otros pasados o heridos de las espadas. 458 Según Ercilla en la Declaración de algunas dudas que se pueden ofrecer en esta obra, en el segundo tomo de La Araucana, “es nombre que dan al demonio por el cual juran cuando quieren obligarse infaliblemente a cumplir lo que prometen.” (412) En este episodio el autor incorpora algunos elementos fantásticos, los demonios, a la narración. 411 Y las cuatro criaturas que habían visto desnudas, atadas aun en los pilares, las cabezas inclinadas sobre el hombro, como si hubieran dado el espíritu. Don Henrique, que creía, por haber visto que la una de las dos mujeres tenía el mismo rostro y talle (así como hemos dicho, que su señora Leonora tenía cuando vivía) que el demonio, por saber que había amado sobre manera a aquella doncella, se la ofreciese fabulosamente, para engañarle, se apartaba de ella lo más que podía. Pero viendo que uno de los hombres que estaba atado a una de las columnas, que hemos dicho que estaban puestas a la mano diestra, le llamaba por su nombre diciéndole que ¿por qué huía de la cosa que tanto había amado? y que ¿por qué no le iba a abrazarle a él, que era su amigo don Diego? Se faltó poco que no cayese en el suelo, de puro asombro, porque creía también que don Diego hubiese muerto en la batalla, donde murió Valdivia, y que el demonio le había urdido este lazo para mejor embelecarle.459 Pero viendo a Sicandro, acudir a las voces que el otro hombre que había vuelto en sí daba, y le conocía por Velázquez, como también el ermitaño, se acercó a aquel que dijo ser don Diego conjurándole de la parte de Dios que le dijese, si era el mismo don Diego que había ido a las Indias con él. Y como el mismo don Diego se lo asegurase, y que la una de las dos mujeres que veía era la misma Leonora, que los dos habían creído ser muerta, como podría ver después por el desengaño que ella misma le daría, si Dios la sacaba con vida de aquel aprieto. Fue tan grande el contento que don Henrique tuvo, que dejando a don Diego la palabra en la boca, acudió a Leonora, y después de haberla desatado, y puesto así desmayada como estaba sobre sus vestidos, que estaban a sus pies, le daba mil amorosos besos, sin acordarse de don Diego, el cual fue al fin desatado con la otra mujer. 459 Embelecar. Embaucar, engañar. 412 Desatado que los hubieron a todos, y vestidos con la mayor prisa que pudieron, Velázquez y don Diego, dijeron a don Henrique, y a don Esteban que si querían escapar del mayor peligro en que nunca personas se hubiesen visto, que tomasen lo más presto que se pudiese a las dos mujeres (que no habían vuelto aún del desmayo) y se salvasen porque a no hacerlo así, vendría sobre ellos todo el estado del Arauco, que había de venir antes de media hora para hacer el sacrificio que habían concertado la noche antes, y que aunque fueran demonios, como eran hombres, que no podrían salvarse de las manos de tanto número de gente y que estando en lugar seguro se podrían contar después, los unos a los otros, las aventuras que los había hecho encontrar y hallarse. Así como querían tomar, entre cuatro, a las dos mujeres, vieron que habían vuelto en sí, y que espantadas de verse en traje tan diferente del que se habían visto poco había, no sabían si era sueño, o cosa verdad lo que veían. Mas habiéndolas asegurado, con pocas palabras, de la verdad y Leonora dado a don Henrique mil besos, tomaron del oro y pedrerías lo que les pareció más rico y costoso, con lo cual después de haber hecho cargar tres o cuatro indios (que habían quedado vivos) del oro que pudieron llevar, se volvieron, no por el mismo camino que don Henrique y su compañía habían venido, sino por otro, que en menos de cincuenta pasos los hizo salir fuera de la peña y llegar adonde estaba de ordinario un grandísimo barco, del que los indios habían poco tiempo antes tomado a algunos españoles, y sacrificado en el mismo lugar a sus dioses a todas las personas que venían dentro. Entrados que hubieron en él, y puesto dentro, las riquezas que traían, se fueron costeando hasta haber llegado adonde estaba el barco de la ermita. Y puesto que los hubieron a los dos, al abrigo de unas peñas, y adonde era casi imposible poderlos hallar otros sino quien sabía de ellos, tomaron todo el oro que habían sacado de la cueva y vuelto que 413 hubieron a cargar a los indios, y tomado lo que cada uno de ellos traía para sí, se volvieron con la mayor diligencia que pudieron a la ermita, adonde los dejaremos descansar por un rato. A fin que Leonora que hemos tenido hasta ahora por muerta, desenrede por su propia boca en el capítulo siguiente lo que parece casi imposible de creer, y por lo consiguiente, sepamos quién era la otra mujer y qué aventura las había hecho juntar con Velázquez y con don Diego. 414 Capítulo II Tomado que hubo nuestra gente el tiempo y horas de descanso, que los grandes trabajos que habían padecido, pedían. Don Henrique, acordándose de su pasada historia y viendo por el acaecimiento de la nueva aventura que le había sucedido cuán diferentes venían a ser sus efectos, de lo que había creído hasta allí y contado pocos días había a Sicandro y a su abuelo, quedaba absorto y perplejo, y si Leonora, la cual conociendo en su cara lo que le daba tanta pena y cuidado, no le desengañara, con declararle el secreto que su entendimiento no podía atinar se quedara en su embelesamiento, hecho un mármol frío, como hubieran hecho también don Esteban y Sicandro. Y para que el lector quede satisfecho de la verdad de la historia y que no halle esta aventura demasiadamente extraña, he querido escribir las mismas razones que Leonora dijo, descansado que hubo, estando presente toda la compañía, que fueron éstas: “Para que no tengas por tan extraño amigo caro”, dijo, “en ver viva a aquélla que has tenido hasta ahora por muerta, te quiero decir la verdad de la lastimosa tragedia que sucedió, la noche que te dijeron haberme yo muerto, con la caída que había dado, queriendo bajar de la ventana a la calle, por la escalera de seda que sabes, que pasó todo de esta manera. Dos horas antes del plazo que habíamos concertado para que tú me sacases de casa de mi tío, un criado de don Pedro, que amaba en extremo a una doncella que mi prima Ercila tenía, dio aviso a su señora de la traición de su amo, la cual doncella no hizo falta, como buena criada que era de advertir al instante a su ama diciéndole que don Pedro había fingido quererse casar con ella sólo para engañarte a ti y a mí, que amaba sobre manera, y que había entablado, de suerte su traición, con sus enredos que si le dejábamos hacer, saldría indubitablemente con su 415 intento, y ella, yo y tú quedaríamos burlados porque don Pedro, habiendo sido el medianero del concierto que entre tú y yo habíamos hecho, y sabiendo todas las señas, debía de hacer tomar todas las entradas y salidas de las calles, que iban y venían a mi casa, por doce hombres muy bien armados, una hora antes del plazo, para que tú no pudieses pasar y él me pudiese engañar a mí, fingiendo ser tú. Ercila, aunque abrasada de cólera, de amor y de celos no lo quiso llevar a voces, sino con la mayor prudencia y discreción que pudo y supo imaginar, porque sin alborotarse ni quererme describir la verdad de lo que pasaba, vino a mi aposento, y me dijo que don Pedro había enviado a decir de tu parte, para que ella me lo dijese a mí, que te había dado un accidente de calentura, y que no podrías venir aquella noche al lugar aplazado460 pero, que esperabas en Dios, que no sería nada, si la pesadumbre que tenías de no poderme ver aquella noche, no te acababa, que a quedar vivo, me sacarías la siguiente, indubitablemente. Estas nuevas me apretaron de manera el corazón, que me caí desmayada sobre la cama temiendo que la enfermedad fuese peligrosa, o larga, y sin los remedios que Ercila me dio, creo que me hubiera muerto aquella noche. Consolada que me hubo con sus palabras, salió fuera de mi aposento en verme acostada, diciendo que me quería dejar dormir para que descansase. Y entrada que hubo en su cámara, sacando de un cofre, donde estaban mis vestidos (del cual ella tenía la llave) uno de los más galanes, y que don Pedro había visto puesto sobre mí muchas veces, se lo puso con una de mis valonas,461 tocándose después a mi modo sin olvidar un rodete y apretador, que tenía todo cuajado de diamantes, y otras joyas muy señaladas que solía llevar los buenos días de fiesta. 460 Acordado. Valonas. Cuello grande y vuelto sobre la espalda, hombros y pecho, que se usó especialmente en los siglos XVI y XVII. En el texto original, Balonas (745). 461 416 Llegada que fue la hora del concierto, se fue a la ventana por la cual yo debía salir, de la cual oído que hubo las señas que don Pedro hacía, tendió las escaleras de seda, que el día de antes me habías enviado con él. Don Pedro creyendo que Ercila fuese yo, tomó con otro de sus amigos que iba con él, el cabo de la escalera y mi prima comenzó a bajar por ella. Don Diego, que está aquí presente, y a quien los celos hacían acechar en aquella sazón, de unos soportales,462 lo que se hacía, viendo un espectáculo tan horrendo para sus ojos dejándose cegar de la cólera disparó (a lo que me ha contado después) un pistolete que traía, dando a don Pedro por medio de la cabeza, con un balazo que le derribó por el suelo muerto, que fue causa que aquél que tenía con don Pedro el cabo de la escalera, espantado de oír el ruido, y de ver caer a su compañero, soltó lo que tenía, y se acogió,463 y la pobre Ercila cayendo del medio de la escalera, la cabeza primera en el suelo, se la hizo pedazos. Y cómo la justicia acertase a pasar poco rato después por allí. El teniente de Sevilla que me había visto muchas veces vestida de la manera que Ercila estaba, publicó por toda la ciudad mi muerte, y fue tan grande el pasmo, la confusión y el alboroto, que mi tío y sus criados y criadas tuvieron, oído y visto que hubieron este espectáculo, que no cayeron en la cuenta de que la muerta era Ercila en toda la noche. La mañana después, me vinieron a decir tu prisión y el suceso de la cárcel, y porque supe que había muchos presos retraídos464 en San Francisco, envié allá una persona de quien fiaba mucho para que se informase de ti. Y como aquella persona hallase fortuitamente a tu tío, y le dijese como yo estaba viva, y le había enviado allí para saber de tus nuevas, tu tío le respondió que habías salido del convento con otro caballero, vestidos los dos en hábito de 462 Soportal. Pórtico, a manera de claustro, que tienen algunos edificios o manzanas de casas en sus fachadas y delante de las puertas y tiendas que hay en ellas. 463 Acogerse. Refugiarse, retirarse, tomar amparo. 464 Retraído. Se decía de la persona refugiada en lugar sagrado o de asilo. 417 frailes, y que en saber de tus nuevas, me daría aviso de tu salud, y me enviaría a decir el lugar adonde estarías y te escribiría como yo estaba viva. Pero aunque envié otras muchas veces a hablar con él a la misma persona, no pudo nunca sacar de él dónde estabas hasta que hubiste pasado a las Indias, ni menos te quiso enviar a decir ninguna cosa de mí, de miedo a lo que me ha dicho después, que mi amor no fuese causa, de que atreviéndote de venirme a ver, la justicia no te prendiese. Pero salido que hubo con su pleito, me envió por uno de sus pajes una carta por la cual me decía como tú estabas en las Indias. Y que si la amistad que te solía tener reinaba aún en mi corazón que a quererme atrever a pasar allá con él, con la primera flota que partiese que me prometía de acompañarme con mucha fidelidad, y que nos embarcaríamos en un galeón, del cual era capitán uno de sus sobrinos, con el cual tú habías también pasado. Yo que no había enviado a informarme de ti, por otro efecto que para irte a buscar, al lugar donde estabas, hallando esa buena ocasión, no la quise perder, por evitar la muerte que indubitablemente me hubiera sucedido, con el casamiento que de mí, y de un caballero portugués, que aborrecía cuanto se puede encarecer, mis parientes querían hacer. Y apercibido que hube todo lo que era necesario para hacer un viaje tan largo, salí de noche, de casa de mi tío, y me fui a aquella del tuyo, de la cual salimos él y yo una noche, con dos criados, y nos fuimos a Cádiz, adonde habiéndonos embarcado para las Indias, llegamos en cuarenta y cinco días a Penco. Adonde habiendo preguntado por ti nos dijeron que habías ido con tu padre a veinte leguas de allí, y que no darías la vuelta a Penco de un mes, que fue causa de irnos para poderlo pasar sin enfado, y sin ser conocidos de nadie, a la fortaleza de Tucapel, con esta hermosa señora que veis aquí, que es hija del gobernador, que era entonces 418 de ella, y que había venido con su madre y hermano de España en el mismo navío que nosotros. No habíamos bien estado en la casa de Tucapel veinticuatro días, que supimos cómo habíais dado los dos la vuelta a Penco. Por la cual ocasión comenzamos a ponernos en orden, para iros a ver, así descuidados como estabais de nosotros, porque nuestra venida había sido tan secreta, que ninguno, si no eran nuestros criados, sabía que el uno fuese pariente de los Castro, ni la otra enamorada tuya. Pero así como nos queríamos despedir de nuestros huéspedes, tuvimos aviso como todo el estado de Arauco venía sobre la fortaleza. De las cuales amenazas, no tardamos mucho tiempo en ver los sangrientos efectos. Porque llegados que fueron los bárbaros delante de la casa y dado en cuatro o cinco días, siete u ocho asaltos a la fortaleza, la rindieron al fin y degollaron a todos los hombres y mujeres que hallaron dentro de ella, si no fueron a esta señora, a tu tío, y a mí, que guardaron para sacrificarnos a sus dioses, aunque después tu tío desapareció, y no se ha podido saber de ninguna manera lo que los indios han hecho de él. Tomónos a cargo un cacique de los más ancianos de Arauco, llamado Colocolo,465 el cual nos hizo llevar a su casa donde hemos estado hasta que los bárbaros, después de haber muerto a Valdivia, trajeron a la misma casa donde estábamos a don Diego y a Velázquez, con otros muchos españoles que habían preso en la batalla, y juntado que nos hubieron con ellos, nos llevaron a todos con muchas fiestas y regocijos, a 465 Colocolo fue un cacique araucano, a fines del siglo XV y a principios del siglo XVI, y protagonista de los comienzos de la Guerra de Arauco. Según Ercilla, era un anciano sabio que abogaba por el uso de la fuerza militar contra los invasores españoles, en vez de dirigirla contra los mismos araucanos. Ver su discurso en la primera parte de La Araucana, canto II (156): Volved las armas y ánimo furioso a los pechos de aquellos que os han puesto en dura sujeción con afrentoso partido a todo el mundo manifiesto: lanzad de vos el yugo vergonzoso; mostrad vuestro valor y fuerza en esto: no derraméis la sangre del Estado que para redimir nos ha quedado. 419 aquella cueva, de donde nos habéis sacado, do habíamos estado cuando llegasteis dos días y dos noches atados a aquellas columnas, y visto cometer en los cuerpos de nuestros pobres compañeros las mayores crueldades del mundo, como don Diego y Velázquez podrán decirte, porque me falta el ánimo y las fuerzas para pasar más adelante en mi discurso.” Don Diego, tomando al instante la palabra de Leonora, dijo: “Bien se pudiera excusar, el hablar yo de mi aventura pues que Leonora la ha declarado contando la suya y diciendo que los araucanos entregaron a todos los españoles que quedaron vivos de la batalla al cacique que tenía cargo de ella, y de la señora doña Elvira, que así se llamaba la hija del gobernador de Tucapel. Pero, pues que su merced quiere que otro diga lo que los bárbaros hicieron en la cueva, haré relación de ello lo más brevemente que me sea posible. La primera cosa fue, dar gracias a su dios Eponamón de la victoria que decían haber alcanzado por el esfuerzo de Lautaro, a quien creían este ídolo haber dado las fuerzas y el entendimiento para hacer lo que hizo por el servicio de su patria. Y después de haber hecho las oraciones acostumbradas, queriendo hacer los sacrificios que después de la victoria, Caupolicán había prometido hacer, se comenzaron las ceremonias de ellos de esta manera. El sacerdote acompañado de todos los caciques del estado, nos hicieron entrar dentro del templo a veinticinco españoles y españolas que éramos, y nos presentó delante del ídolo, preguntándole cuáles de nosotros le eran más agradables para el sacrifico. El ídolo respondió, o el demonio por él, que Leonora, doña Elvira, don Diego, y Velázquez, y que los demás fuesen degollados en la pila de plata que estaba delante de él, para que con ellos se pudiesen hacer las fiestas y banquetes de carne humana que estaban acostumbrados hacer antes de un tan solemne sacrificio. 420 Al instante fue ejecutada la sentencia del demonio y derramada la sangre de estos pobres inocentes dentro de la pila, el reflujo de la cual fue corriendo por un agujero que la pila tenía dentro del arroyo que pasaba por debajo. Y tomando después las cabezas, con aquella de Valdivia y de los otros españoles e indios aliados que habían muerto en la batalla (las cuales habían traído en unas grandes talegas) las llevaron a colgar, a lo que se entendió en alguna parte y enviaron los cuerpos al lugar donde se había de hacer el banquete, para que se guisasen y los pudiesen ir a comer después. Esto hecho, nos desnudaron a todos cuatro, y nos ataron a las columnas donde nos hallasteis. Salieron después todos del templo, salvo el sacerdote, que quedó, adorando el ídolo. Y acabado que hubo su rito y ceremonia, dio tres golpes con la palma de la mano derecha en el suelo, con la cual seña entraron todos los caciques, llevando en las manos, los unos unas vasijas, los otros unos jarros, y los otros unos cántaros, u otras cosas semejantes, siendo todo de oro o plata. Caupolicán, como general de todo el estado, fue el primero que vino a hacer la reverencia al ídolo y después me vino a hablar a mí al oído, diciéndome que cuando estuviera en el otro mundo me acordase de él, y no olvidase de dar sus encomiendas al demonio, que éste es el dios que esta maldita canalla adora y que en recompensa de la merced que en haciendo lo que me rogaba, le haría, me ofrecía en don aquella vasija que tenía en sus manos, y la puso sobre las gradas. Y por el consiguiente Lautaro y los demás caciques hicieron otro tanto, con Leonora, doña Elvira, y con Velázquez. Acabado que los caciques hubieron de dar sus encomiendas y ofrendas, salieron del templo, después de haber bailado y danzado, gritando como locos más de una hora alrededor de nosotros. Y entrando después la gente común, hicieron lo mismo que los caciques, y de esta manera continuaron hasta las dos de la media noche, que se acabaron las ceremonias y 421 los gritos, guardando después un grandísimo silencio. Y tan presto que vieron reír el alba, se fueron a un vallezuelo (que está a la mano izquierda, y a media legua de la cueva) dedicado a los regocijos que esta bárbara canalla ha acostumbrado de hacer, después de haber alcanzado sobre el enemigo alguna victoria, y donde estaba apercibiéndose el banquete, quedando sólo cincuenta indios dentro del templo en nuestra guardia. Los cuales cansados de haber gritado tanto la noche pasada, habían empezado a dormirse una hora antes que ellos entrasen, porque sabían que el sacerdote que había ido a la fiesta con los demás, no vendría a hacer el sacrificio de nosotros hasta que el sol cansado de caminar, comenzase a inclinar su cabeza al horizonte, ocasión de la grande borrachera que debían hacer. Esto es, señores, todo lo que yo puedo decir, tocante a este negocio. Si Velázquez sabe alguna cosa más, me hará merced de decirla.” “Habéoslo contado tan bien, señor”, respondió Velázquez, “que no se os ha olvidado cosa, y si no fuera, que veo que Sicandro y don Esteban me están mirando espantados de haberme hallado con vosotros, no abriera la boca para hablar una sola palabra. Pero es me forzoso de dar razón a Sicandro de lo que he hecho después que me envió de aquí a la ciudad de los reyes y a Penco, para saber nuevas del marqués, su padre, para lo cual hacer les suplico me den licencia.” “Estoy esperando la respuesta con el mayor deseo del mundo”, dijo entonces Sicandro, las lágrimas en los ojos, “y ruego a Dios que sea buena.” “Escuchad pues, señor Sicandro”, torno a decir Velázquez, “que yo os lo voy a decir. Yo salí de esta sierra con la mayor dificultad del mundo, e hice después tan buena diligencia, que llegué a Penco en pocos días, donde habiéndome informado del marqués, vuestro padre, me dijeron, que le estaban aguardando todos los días. De allí me fui a la ciudad de los reyes, 422 y me dijeron lo mismo. Volvíme otra vez a Penco, adonde llegué el mismo día que Valdivia partió de ella, para ir al socorro de la casa de Tucapel. La curiosidad que tuve de ver cómo los bárbaros peleaban y de emplear mi espada por el servicio de la Iglesia y de mi rey, hizo que fuese con Valdivia. Deciros cómo perdimos la batalla, no hay para qué, porque (a lo que creo) don Henrique os lo habrá contado, y Leonora, y don Diego, dicho como el cacique Colocolo, habiéndonos prendido los araucanos, nos tomó a su cargo y nos juntó con Leonora, y doña Elvira.” “Ahora que nosotros os hemos contado nuestras fortunas”, dijo Leonora a don Henrique, viendo que Velázquez había acabado de hablar, “estamos esperando nos digáis cómo os salvasteis de la batalla, porque don Diego me ha dicho que fuisteis vuestro padre, vos y él, con Valdivia. Y qué aventura es la que os ha traído a este yermo, con tan buena compañía, y por el consiguiente todo lo que nos puede causar admiración.” Entonces don Henrique tomando la palabra, le hizo un discurso de los puntos más principales que habéis oído en el discurso de esta historia, diciéndole, quiénes eran el ermitaño y Sicandro, con la cual declaración acabaremos este capítulo, para escribir después en el otro, cuán varios y diversos son los efectos que el amor produce, y mostrar que todas sus cosas no son menos sujetas a mudanza que aquellas de la fortuna. 423 Capítulo III ¿Quién me dará palabras para poder contar las maravillas que voy a decir? ¿Y quién arte para poderlas reducir en el poco papel que me queda? ¡Cómo el amor de una doncella, criado desde la cuna, hasta la edad de la adolescencia y puesto con la satisfacción que tiene de la cosa amada en tal grado que no se puede ver en el mundo cosa más perfecta y rara, puede perderse! Una mujer deja parientes, casa y amigos para venir a buscar a un hombre, de cerca donde están las columnas de Hércules, hasta la región Antártica, sólo para casarse con él, y cuando le ha de dar la mano de esposa, puede huir y mostrarse esquiva. Sí, Leonora es la que ha de hacer esto. ¡Oh, inconstantes efectos de amor! ¡Oh, débil y flaca naturaleza de las mujeres! ¡Oh, miserable estado de aquel que las ama, pues que su ser le hace olvidar al criador, para adorar a la criatura! Vémoslo todos los días y aún, lo sentimos en nuestras conciencias y estamos tan inclinados al mal, que lo sufrimos, sin escarmentar en las desgracias que nos suceden a cada momento, por amarlas demasiado, como se podrá ver en el ejemplo que os voy a contar. Como vemos que el carbón encendido por la segunda vez tiene su fuego más áspero y violento que la primera, así don Henrique siente en sus entrañas, viendo la hermosura de Leonora, un incendio mucho más impetuoso que aquel que solía. Al principio aquel de Leonora sobrepujaba al suyo, pero así como una hoguera, que cuando está más cerca de su fin, muestra entonces su llama ser mayor y más clara, así el amor que Leonora tenía a don Henrique, debiendo acabarse presto, anunciaba por estos excesos su fin. Y la causa porque este fuego se apagó tan presto en su corazón, fue el haberse encendido otro, con la vista de la incomparable Elisaura, que creía ser Sicandro, y el más gallardo y hermoso mancebo, que en 424 días de su vida pensase haber visto. La primera vez que le miró no sintió otra cosa que fuese más de una complacencia de haberle visto, pero floreando demasiado, con la consideración de la perdición del objeto, su contento se halló, sin pensar, presa de los lazos que el amor había rendido, en las divinas facciones de Sicandro. En vano se riñe a sí misma, y se representa la infidelidad que hace a don Henrique, en amar otro más que a él porque cada palabra que Sicandro dice, es un tiro de artillería que derriba la mayor parte de sus consideraciones, cada lágrima (que echa, a lo que dice, por las tristes nuevas que Velázquez le trae) un fuego que abrasa su honestidad, y cada suspiro un furioso viento, que el incendio aumenta y de tal fuerte, que acaba de consumir la fidelidad que hasta entonces había tenido al amor de don Henrique. De otra parte, Elisaura, creyendo que Andalio se hubiese ahogado en el mar, o porque los hados lo quisieron así, se había enamorado de don Henrique desde el día que le había contado, con tanta terneza la historia de sus amores, y sentía por su amor una pena tan grande que las peñas de la sierra donde estaba, a las cuales iba a contar alguna vez sus tormentos, mostraban tener de su mal sentimiento. Con todo eso lo disimulaba lo mejor que podía, y no había querido descubrir quién era, queriendo antes cumplir con el recato que a su honestidad debía, que con los deleitosos placeres que sus amorosos pensamientos le prometían descubriéndose. Porque esperaba hacerse conocer algún día de él en parte que su honra no pudiese correr ningún riesgo, y que entonces tomándole por marido, sacarle de lo que causaba en su corazón tanto mal, ungüento para curar la herida, que su amor le había dado. Pero cuando vio sus esperanzas perdidas por la venida de Leonora, maldecía la hora y el momento que había encubierto su nombre y sexo. Y se sentía combatida de tan insufribles penas que los celos la daban, todas las veces que veía a su don Henrique requebrar a 425 Leonora, que si sus ojos (tomando por achaque de llorar la pérdida de su padre y de su madre) no hubiesen reventado y hecho nacer en el suelo, con la lluvia que caía de ellos, dos fuentes de lágrimas, hubiera perdido con ellas la vida. Pero viniendo a conocer que Leonora estaba enamorada de él por los continuos suspiros que estando sola daba, todas las veces que le miraba, pensó que si fingía de amarle, podría (sacando del corazón de Leonora el amor que tenía don Henrique) mezclar entre ellos alguna cizaña, para que se viniesen a aborrecer. Esta resolución tomada, y con la ejecución de ella, Leonora enajenada de todo punto del amor de don Henrique, se vio en pocos días la sierra de Chile, con más llamas que el Etna, o Montgibelo no tiene si el encarecimiento no es demasiado.466 Porque don Diego, no pudiendo más encubrir las suyas las descubrió por Leonora, no menos resplandecientes, Velázquez por doña Elvira, y doña Elvira por don Diego. De manera que don Henrique se moría por Leonora, Leonora por Sicandro, Sicandro por don Henrique, doña Elvira por don Diego, y Velázquez por doña Elvira. El cual Velázquez era entre todos el desdichado porque no era amado de ninguna. Miren qué lindo humor gasta el hijo de Citera, cuando se le antoja, y cuán miserable estado es (como hemos ya dicho) aquel de los enamorados, de estar sujetos a las inconstantes voluntades de un rapaz, que contradiciéndose a sí mismo, quiere lo que no quiere, y deshace (como hacía Penélope) [por] la noche, lo que ha hecho [por] el día. Así traía Cupido al retortero467 a nuestros pobres amantes, consumiéndoles el corazón y entendimiento con sus propias fantasías. Don Henrique con ver que Sicandro le miraba, con más atención de lo que los hombres suelen mirarse, y conocer en la reverberación que su divina belleza daba a sus ojos, cada vez que la consideraba que aquel resplandor de rostro 466 Aquí Loubayssin, mediante una metáfora, compara la enajenación de Leonora con la geografía de las montañas de Chile y los volcanes de Italia, subrayando la pasión de Leonora por don Henrique. 467 Retortero. Andar sin sosiego de acá para allá. 426 pertenecía antes a un ángel que a un hombre mortal, no podía caer, ni a que fuese mujer ni a que sus ojos le mirasen tan a menudo, por el sujeto que le miraban.468 Pensando que cómo difícilmente se puede hallar un hombre que no tenga alguna falta, que Sicandro tenía aquella de mirar así a las personas, como se ve todos los días en muchos hombres que tienen la misma falta, que creía serle tan favorable para con las mujeres, como era fea para con los hombres. Y porque creía ser del todo imposible, que ninguna le mirase, sin morirse por su amor, comenzó a mostrarse celoso de él. Lo que visto por Sicandro, empezó a añadir (para desengañarle de los celos que tenía) a las caricias que le hacía con los ojos, aquellas de las palabras, mostrándosele tan aficionado que la pasión de su amor, fue harto poderosa, para venirle a ganar en breves días, la amistad, con la cual le quitó de todo punto los celos que le había dado, y vino a ser alguien donde don Henrique depositó de allí adelante, todos sus secretos, contándole los celos que de él había tenido y los que tenía de don Diego. Así pasaban el tiempo nuestros enamorados, sin que la ausencia de la cosa amada los hiciera desvelar en buscar invenciones, para acechar la hora que debía salir para ir a oír misa, o asomarse a la ventana, porque se veían a cada momento. Pero en las cosas de amor, cuando lo uno sobra suele faltar lo otro. ¿De qué me sirve estar cercado de árboles, y que sus sabrosos frutos colgados de sus ramos, me lleguen hasta la boca, si abriéndola para comer y satisfacer mi hambre, que es mucha, veo que se suben hasta las estrellas, y no los puedo alcanzar? Sean mis pensamientos testigos que las penas de estos amantes debían de ser muy grandes. Mas para que veamos lo que pasaba particularmente entre ellos digamos alguna cosa de ello. 468 Don Henrique se siente atraído por la belleza física de Sicandro-Elisaura, y a su vez se siente objeto de la atención de Sicandro. 427 Don Henrique viendo un día, que Leonora se había ido sola a desenfadar, entre unas peñezuelas, que estaban no muy desviadas de la ermita, dejó la compañía, que estaba ocupada en graciosos pasatiempos, y se fue siguiéndola lo más paso que pudo pero no pudo medir sus pasos con tanto tiento, que Leonora que estaba ya asentada no le sintiese venir. Causó la vista de don Henrique en su corazón un grande descontento, tanto por ver cosa que empezaba a aborrecer como porque su venida la privaba del contento que empezaba a tomar, en sólo considerar cuán dichoso sería, si venía a ser amada de un tan hermoso mancebo, como era Sicandro. Mas disimulado lo mejor que pudo su enojo se levantó para saludar a don Henrique, el cual en llegando a ella, le volvió la cortesía, con un amoroso beso que le dio en su rosada boca asentándose después junto a ella. Y platicado que hubieron un rato, en cosas de amor queriendo desmandarse con un poco de más libertad de lo que convenía con sus hermosas prendas siente el rigor de su nevada mano que le detiene. “¡Cómo mis amores”, dice don Henrique sintiéndose atajado, “vos esquiva conmigo! El marido no podrá holgarse con la mujer! Y mi amor recibirá esta afrenta.” “Amigo”, responde Leonora, “no os espantéis de ello, porque haciéndolo así, hago lo que estoy obligada hacer para conservar mi honra. Si vuestro ánimo tiene en sí la perfección que mi amor pide, estaréis quedo y guardaréis estas caricias para cuando estemos casados, que por ahora no las tengo menester y no podéis poneros en deber de hacérmelas, sin ofenderme.” Don Henrique oyendo estas razones, se muestra enojado, creyendo que su señora le ha de halagar, mas viendo que está muy mesurada y sin decir nada quiebra de sí por esta vez, y con palabras risueñas y humildes, le dice, besándole la mano: 428 “Si por amaros demasiado, prenda cara, merezco de sufrir la pena que vuestro enojo me da, confieso que he de veros toda mi vida airada. Pero si otra consideración que la que decís es la que os ha dado sujeto de enojaros, creed, reina mía, que mis caricias mueran469 antes conmigo que vuestra honra no se sienta agraviada por ellas. Que si las leyes de vuestro rigor quieren alargar tanto la cura del mal que me atormenta, no hay para qué darme esperanzas, pues estoy cierto de que serán tardías, y que por acabarse presto mi vida no llegará nunca a ver tantos efectos de vuestra bondad como los que veo ahora de vuestro rigor.” “Si yo supiera”, respondió Leonora, “que las palabras que tengo dicho, por la conservación de mi honra pudiesen privar a mis ojos de la vista de la cosa que más amo en este mundo, las convirtiera en maldiciones contra ella si estuviera cierta que por ellas pudiese conservar la vida de una cosa, sin la cual no puedo vivir. Pero sabiendo que una ley justa y equitable,470 no puede poner por el mismo sujeto a una persona de entendimiento en la extremidad que dice, hallo que debo observarla, que si tú me amas tanto como dices, don Henrique, debes preferir mi contento al tuyo, un acto noble, virtuoso y cortesano, a otro feo, sucio e indigno de un caballero.” La plática pasara más adelante, porque don Henrique iba a responder a lo que Leonora acababa de decir, si don Diego que estaba siempre a las escuchas, allegándose a ellos, no detuviera las palabras que iba a decir, con hablar después de haberlos saludado de esta manera. 469 470 Original, murian (778). Equitable. Del francés, justo, equitativo. 429 “La confianza que tengo, de que no se podrán quejar de mí, que no se quejen de toda la compañía que estará aquí presto, hace que les suplique me hagan merced de admitirme en la conversación, si no hablan en cosas de amor o de secreto.” “No corre entre nosotros tan buena correspondencia”, respondió don Henrique, “para que [no] hablemos de lo uno ni de lo otro. Y cuando fuese así, lo que no puede ser no lo fuera para vos, que aunque sois rival favorecido, sois amigo.” “Decidlo de veras o burlando”, respondió don Diego. “Preguntadlo a Leonora”, replicó don Henrique, “que a querer decir la verdad, apostaré que no he dado muy lejos del blanco.” “Gran paciencia ha de tener la doncella, que es amada de dos hombres”, respondió a esto Leonora, “principalmente cuando alguno de ellos le pide celos y satisfacciones. Confieso que quisiera antes no ser amada que ser atormentada de esas impertinencias, y perdonen las dos mil leguas que he andado, por uno que me da tan mal pago del amor que le tengo, dudando después de una prueba tan grande, como es la que le he dado de mi afición, si mi amor es verdadero o fingido, pues me pide celos, culpándome por estas sospechas de liviana o por doncella de muy grosero471 entendimiento, de no saber mostrar evidentemente la fuerza de mi pasión.” “A lo menos estoy cierto que aquel viaje no se ha hecho por mí”, dijo don Diego. “Si no se ha hecho por vos”, tornó a decir Leonora, “se habrá hecho por vuestro compañero.” “Doy al diablo tales favores, y aun vuestros pensamientos, don Henrique”, volvió a decir don Diego todo alborotado, oído que hubo la respuesta de Leonora, “si creéis que mi 471 Grosero. Rústico, ignorante. 430 amor ha de hacer nunca molestia al vuestro, porque a lo que oís, apostaré que la señora Leonora me aborrece otro tanto a mí, como os ama a vos, y que me quisiera saber en la más oscura mazmorra, de Fez o de Marruecos.” “Eso de aborrecer”, volvió a decir Leonora, “no lo creáis, basta que seáis amigo de la persona que más amo en este mundo para que os desee todo bien, el cual quisiera que os sucediera no en ninguna mazmorra de los lugares que decís, sino en vuestra casa, prometiéndoos, que si se os antojara de obedecerme y yo tuviera el apócrifo de Astolfo, que os suplicara tomarle, a trueque de os ver ir con más diligencia de delante mis ojos.” Don Henrique oyendo decir a Leonora estas palabras, medio enojada, y viendo a don Diego en tal estado, que no sabía si debía reír, o renegar de la madre que le parió, disparó en una grande risa, la cual sirvió de aguijón a toda la compañía que venía para que apresurara sus pasos. No hubo bien llegado adonde estaban los tres, cuando don Henrique tomando a doña Elvira por la mano, la llevó a don Diego (porque sabía que ella le amaba) diciendo: “Señora, interceded por nosotros, pues que nuestros ruegos no han podido.” Doña Elvira aumentando más su hermosura, con el color que le salió al rostro, por no entender lo que don Henrique quería decir respondió, diciendo: “Si me decís, señor, la oración que he de rezar, os mostraré lo poco que se me da de ser burlada de la compañía, con condición que creáis que lo que habré hecho habrá sido, solo para daros contento, y no por pensar alcanzar lo que la señora Leonora y vos no habrán podido.” Y como doña Elvira apretase a don Henrique, para que le dijese qué cosa era, sacó de él por respuesta que don Diego se quería ir y dejarlos. A las cuales palabras doña Elvira respondiendo con rostro risueño, que aunque de poco crédito con él, que se atrevía a hacer desviar su pensamiento de aquella intención, fue a tomar a don Diego por la mano y 431 apartándose los dos de la compañía empezaron a trabar plática, asentado que se hubieron en el suelo, como hicieron también don Esteban, Leonora, y don Henrique, porque Sicandro queriendo hablar con Velázquez, de negocios particulares le había tirado aparte. Y después de haber escogido lugar propio a su designio, viéndose en parte que sin temor de ser oídos de nadie le podía hablar, le dijo las razones que se dirán en el capítulo siguiente. 432 Capítulo IV “Si no supiera, amigo caro, que tuvieras satisfacción del agradecimiento, que mi alma tiene del bien y merced que me has hecho, y no creyeras estarte cierta (si Dios me da vida) la recompensa que en remuneración y reconocimiento de ella pienso darte, buscara con grandísimo cuidado palabras para podértelo persuadir, y no me faltaran efectos, si en la vida de una desdichada princesa, se pudiera hallar parte para poderte obligar a creerlo, la cual vida ofreciera a tu servicio, con no menos voluntad, que tú has hecho la tuya, en muchas ocasiones por el mío”. Velázquez, a no temer que alguien le viera, se hubiera arrojado a los pies de Elisaura para besárselos, tan grande fue el embelesamiento que tuvo, oyendo las humildes palabras que una grande princesa le dio, y la más excelente beldad del universo le decía. Elisaura conociendo su turbación, le tornó a decir, para obligarle aun más de tenerle la mano en lo que le quería pedir, estas palabras: “Si creer esto que digo de mí, oh, Velázquez, y me quieres fiar la ejecución de mis promesas hasta que Dios me dé el con qué poderlas efectuar, prométote darte por las esperas, otro tanto como suma el principal, y que a verme un día reina de Subo, te verás dueño y posesor472 de las riquezas de un reino y de la voluntad de una reina.” Velázquez, oyendo otra vez esta segunda carga, no pudo estar sin dejarse caer con ella a los pies de la princesa, besándoselos muchas veces a pura y fuerza y rogándola casi las lágrimas a los ojos, de no tratarle de aquella manera, si quería que las flechas de sus palabras no le traspasasen el corazón y quitasen la vida de aquel que no había nacido que para 472 Posesor. Dicho de una persona que posee, poseedor. 433 obedecerla. Que tenía razón de quejarse de él, porque parecía que dudaba de su voluntad, pues se abajaba a decirle a él que no era más que un soldado, palabras indecentes a su grandeza, pensándole obligar artificiosamente, a lo que imaginaba que Velázquez no haría, de su voluntad la cual estaba dispuesta, para sacrificar al instante su vida por su servicio si supiese que con ella pudiese cumplir más presto la cosa que le quisiese mandar. “Dejemos pues los cumplimientos”, replicó otra vez Elisaura, “y escuche con atención lo que voy a decir. El amor de Andalio, que creo haberse anegado indubitablemente en el mar, fue causa, como sabes, que dejé la corte del rey, mi padre, para venirme con él a estas partes. Y aquélla de don Henrique, a lo menos, si me quiere tomar por esposa, me ha de hacer volver a ella.” “De manera que amas a don Henrique, señora”, dijo a esto Velázquez. “Y de tal manera”, respondió Elisaura, “que cuando Andalio estuviera con vida, sería fuera del poder de mi voluntad de poderlo amar porque la gentileza, la discreción, y la bondad de éste junto con la perfección que tiene en amar, (como yo juzgué por el afecto y pasión que mostró, cuando me contó la historia de sus amores de él y de Leonora ) se han apoderado de suerte, de mis potencias que no hay trabajo, ni tormento tan fuerte que sea, que sea capaz de poder borrar la perpetua afición, que en el consistorio de mis pensamientos, se ha concertado tenerle mientras viviere. Este mal, con ser tan grande, se ha empeorado, y enconado aun más, después [de] la venida de Leonora, porque los celos que tengo ahora mismo en verlos los dos juntos, atenacean de manera mi alma y apocan de suerte las fuerzas de mi entendimiento, que estoy más para loca que para cuerda, y si no fuera por la satisfacción que tengo de que el amor que Leonora tiene a don Henrique se va enfriando, me muriera en menos de dos días.” 434 “No sé cómo esto puede ser”, replicó a esto Velázquez, “si su amor ha sido poderoso, para hacerla venir de España, a tierras tan remotas y apartadas como son estas, y veo todas las veces que los miro, sus bocas estar siempre coladas, y decirse el uno al otro requiebros, bastantes a hacer morir mil mundos.” “No sabes tú lo que yo sé”, tornó a decir Elisaura, “y pues que lo ignoras, escucha, que yo te lo voy a decir. Haz de saber que Leonora, creyendo que yo soy varón, e hijo del marqués de Cañete, que así lo he dado a entender, para encubrir quién era, como te dije ayer, ha puesto en mí su amor de la propia manera, como yo he puesto el mío en don Henrique, y está tan ciega tras mí, que no lo ha podido tener tan secreto, que yo no lo haya conocido evidentemente en su mirar de hito en hito, y suspiros que da estando sola conmigo. Don Diego, como sabes, la ama a ella, más que a sí mismo, siendo de ella aborrecido, otro tanto como amado de doña Elvira.” A esto, de amado don Diego de doña Elvira, se puso Velázquez más descolorido que un papel porque él la adoraba, como tengo dicho. Elisaura conociendo su turbación le tomó la mano, diciéndole: “Ea pues amigo, no se alborote, que ya le entiendo, paciencia y barajar, que también espero que su suerte vendrá como la mía, que sólo por esto se ha empezado la plática.” Y volviendo a su discurso, tornó a decir, “yo quiero pues empezar por Leonora, porque a no hablarle de amor, la veo reducida a tal trance, que no pasarán dos días sin que ella me hable. Concertado que habremos entre los dos mi casamiento, con condición que ella dirá a don Henrique que no se puede casar con él, por ocasión de un voto de virginidad que hizo a la virgen estando para ser sacrificada a los ídolos, si Dios la libraba de aquel peligro. Y que si no se lo había dicho hasta entonces, que la causa había sido pensando que Dios le haría merced y gracia de quitarle a él poco a poco su amor, viéndola a ella enajenada del suyo, mas 435 pues que ella veía, que en lugar de quitársele, se le aumentaba con la conversación que con ella tenía que le suplicaba de que no se usase más entre los dos tanta familiaridad, y la tuviera desde aquella hora que le desengañaba por esposa de Jesucristo. Al instante que Leonora le habrá dicho esto, estoy cierta que don Henrique me lo vendrá a decir a mí, y me pedirá consejo de lo que ha de hacer. Yo entonces, mostrándome muy apesarada de esto le diré que Leonora me había encargado ya muchas veces de decirlo y que yo, por saber cuán mal recibiría aquellas nuevas, no se las había querido traer. Mas pues que la misma Leonora se lo había ya dicho, que le aconsejaba hiciese, pues no había otro remedio, para olvidarla. Y porque sabía, que así como un clavo saca otro, que el mejor remedio que una persona que ama sin ser amado tiene para curar su mal, era poner su afición en otro objeto. Que si él lo quería así hacer, que no le faltaría otro de no menos mérito que aquel de Leonora. Y que porque él era mi amigo, y yo le había conocido por caballero de prendas muy aventajadas a otros, le daría si me quería honrar de su alianza, mi hermana en casamiento cuya hermosura era tanto o más rara que otra que se pudiese hallar en el mundo, como había visto en el retrato que le había mostrado (y es el mío). Y que no dudase de la voluntad de mi padre, porque le daría la cabeza, si el original de aquel retrato, no venía a ser su esposa, si él le hallaba digno de él. No puedo creer, que cuando don Henrique estuviese hecho de mármol, que viendo la hermosura del retrato, y la resolución que Leonora habrá tomado de ser religiosa, que enternecido de la una, y corrido de la otra, no tome a ojos cerrados el partido que le habré ofrecido. Que si le veo dispuesto de la primera vez a hacerlo así, me declararé entonces ser yo Elisaura, e hija del rey de Subo. Casado que me habré con él, espero que Leonora, viéndose desengañada, no hará falta de tomar a don Diego por esposo, y doña Elvira a ti y de 436 esta manera quedaremos después todos contentos. Esta es mi determinación, la cual ha de ser ejecutada, que a no salir así al pie de la letra, no me faltarán invenciones y enredos para poder forzar las más porfiadas voluntades, y poder salir con mi intento, que se ha de efectuar o yo he de perder en ello la vida, mi crédito y mi honra.” Oído que Velázquez hubo la conclusión del discurso, se faltó poco que no se le saliese el alma del cuerpo, tras la respiración de la postrer palabra, tan grande fue el contento que sintió en su corazón, no pudiendo cesar de dar atributos de alabanza, y mil corteses gracias, a Elisaura, por el orden que su entendimiento había descubierto debía de tener, para venir al cabo de cosa, que a no saber los secretos que ella tenía era del todo imposible poderse hacer, vista la grande contrariedad de las voluntades, que concurrían en aquel intricado negocio. Mas después que había oído las razones y apariencias de lo que le había dicho, que lo daba por hecho, pero que para facilitarlo aun mejor, le parecía que debían de buscar un expediente para que pudiesen salir de la sierra para irse todos a la ciudad de la Concepción, que estaba en el valle de Penco, o a la ciudad de los reyes adonde las fiestas y casamientos se podrían hacer. Y viniéndole a Velázquez a la memoria el grande barco que habían traído de la orilla de la cueva, se prometió que con el arte que tenía en la cosas de marear, podría ponerlos a todos una vez embarcados, en la ciudad de la Concepción. Y habiéndole comunicado a Sicandro, oyeron la voz de don Henrique que le llamaba, así como acababan de concluir entre los dos lo que se había de proponer a la compañía. Levantáronse del lugar adonde estaban asentados, y se fueron derecho a él, y como don Henrique les preguntase en qué negocios se habían entretenido, Sicandro le dijo, que había tratado de irse en el barco que habían tomado a los indios, a la ciudad de la Concepción, y que si toda la compañía estaba con aquella opinión, que su parecer era que la ida no se debía dilatar hasta 437 más de la mañana del venidero día, porque a más de las incomodidades que allí tenían por la comida, y por dormir que estaban en riesgo y peligro de que los indios, que correrían sin duda todas las sierras, valles y montañas de la provincia, para matar a todos los cristianos, no los acertasen a topar allí. Pareció muy bien a don Henrique el parecer de Sicandro, y lo fue a comunicar al instante a don Esteban, a Leonora y a los demás, los cuales fueron de aquella misma opinión. Y porque don Esteban porfiaba en quererse quedar para acabar en aquel yermo su vida solitaria, fueron todos a él y representado que le hubieron el peligro en el cual quedaría su vida si quedaba obstinado en su propósito, añadieron a estas razones tantos ruegos y suplicaciones que don Esteban, vencido de ellas y licenciado por las palabras que Dios le había enviado a decir por la visión, lo cual había tenido encubierto, tuvo por bien de irse con ellos. Venida la mañana, se sacó de la ermita lo que el día antes se había escogido para llevar con ellos. No olvidó don Esteban de poner entre lo más rico y raro, el cofrecillo que había hallado en la ermita, el cual guardaba como los ojos de la cara, acordándose de la encomienda que la visión le había hecho, de no abrirlo hasta que la llave se hallase en la cerradura. Y después de haber hecho tomar a los dos indios y criados de don Henrique sus cargas, tapado antes de partir con piedras las entradas de la ermita y cueva, se partieron todos de allí con muchísimo contento, siguiéndoles el león y la leona. Y llegados que hubieron donde estaba el barco, entraron dentro y puesto que Velázquez hubo las pocas velas que tenía, en el orden que el arte de marear473 pedía, las alzó. 473 Marear. Navegar. 438 Así como hubieron entrado cosa de media legua dentro del mar, oyeron las voces de muchísimas personas que con violento furor, arrojaban los gritos y alaridos que daban hasta el cielo. Al cual estruendo los nuestros volviendo la cabeza vieron la playa que habían dejado poco había cubierta de infinitos indios, que con soberbia arrogancia los amenazaban diciéndoles mil injurias. Por el cual espectáculo, echaron de ver aquella gente ser los del sacrificio, que vueltos a la cueva, y no hallando dentro del templo otra cosa más que los miserables cuerpos de los indios (que estaban muertos) con los ídolos que estaban en el suelo, no se habían aún cansado de buscar (con haber tres días que no hacían otra cosa) los autores de aquel daño, que creían estar escondidos en la sierra. Pero nuestra gente puesta en lugar seguro (porque los indios no tenían bajeles para seguirlos, y cuando los hubieran tenido, les faltaba industria para poderlos alcanzar) se burlaban de todos los fieros y bravatas que los bárbaros les hacían y dando mil gracias a Dios de haberlos sacado de un tan manifiesto peligro, navegaban ya en llena mar, y teniendo el viento favorable no cuidaban de otra cosa más que de gozar del deleite, que la vista del objeto de la cosa amada les daba, conociendo a vista de ojos, que el barco se acercaba siempre al valle de Penco, y por el consiguiente a la ciudad de la Concepción. 439 Capítulo V Ya el batel de nuestros amantes surcaba las aguas que bañan la playa de la ciudad de la Concepción.474 Y ya en el puerto estaban esperando su llegada con grande impaciencia algunos españoles que se estaban paseando en él para poder ver quiénes podrían ser los que venían dentro. Llegado al borde, y saltado que nuestra gente hubo en tierra, llegaron a ella, levantándose en viéndola un rumor de palabras, formado en las alabanzas que cada uno daba a la hermosura de las dos damas, y a la de Sicandro que creían ser antes un ángel que criatura humana. Y hubieron quedado con aquel pensamiento, si dos o tres de ellos, conociendo a don Henrique, y a don Diego, no los hubieran desengañado con los abrazos que les vinieron a dar, rogándoles decirles cómo se habían salvado de la batalla y qué nueva aventura era la que los traía a aquel puerto, tan bien acompañados. Don Henrique, de una parte, y don Diego de otra, satisficieron a sus curiosidades, apuntando los puntos más principales de los sucesos que habían tenido, callando los nombres de las mujeres, y aquel de Sicandro, que así lo habían concertado entre ellos, hasta que se supiesen nuevas ciertas del marqués de Cañete, que Sicandro había dicho ser su padre. Las nuevas de la venida de don Henrique, y de don Diego, y la hermosura de Sicandro, de Leonora, y de doña Elvira, se esparcieron tan presto por toda la ciudad, cuyos principales moradores vinieron a recibirlos con la mayor fiesta y regocijo que el poco tiempo 474 En aquella época, la ciudad de Concepción estaba ubicada más cerca del mar, hecho que describe Ercilla en el canto XVI de la segunda parte de La Araucana: En este canto se acaba la tormenta. Contiénese la entrada de los españoles en el puerto de la Concepción e isla de Talcahuano; el Consejo General que los indios en el valle de Ongolmo tuvieron; la diferencia que entre Petegulen y Tucapel hubo, así mismo el acuerdo que sobre ella se tomó. (11) En 1751, después de varios terremotos y maremotos, los habitantes de Concepción pidieron al entonces gobernador, Domingo Ortiz de Rosas, el traslado de la ciudad a un lugar más seguro, lo que fue aprobado por el Cabildo. La ciudad se trasladó definitivamente en 1765. El sitio antiguo era Penco, al que se refiere Loubayssin en esta novela. 440 que tuvieron para hacerlo pudo permitir, y buscado que se les hubo una casa de las más hermosas y principales que había en la ciudad, los acompañaron a ella. Y la noche venida, se hizo traer el oro y plata, con las demás cosas que habían sacado del templo del ídolo Eponamón y de la ermita. Pasáronse más de quince días sin que por la ciudad se viese otra cosa más que corrillos de gente, que estaba entretenida con la admiración que hacían de las hermosas prendas y perfecciones que cada uno de los que habían venido en el barco tenía. Y se preciaban tanto los habitantes de la Concepción de tener en sus muros personas cuyas virtudes creían ser poderosas de domar los más furiosos animales, como se veía con el ejemplo de los leones, cuyas naturalezas feroces (decían) haber amansado, mas aún con la gracia sobrenatural que tenían que por humano artificio que esta fabulosa opinión que la gente grosera tenía de nuestra gente, hizo menospreciar por algunos días la pujanza con que decían que el famoso Lautaro debía de venir presto sobre ellos. Nuestros amantes, sintiendo entretanto aumentar con los regalos el fuego que el exceso de sus amorosos pensamientos hacía nacer en sus corazones, no dejaban perder un solo momento sin emplearle a buscar los medios y artificios, que conocían más poderosos, para convertir a la inclinación de sus amadas, las cuales obstinadas en sus contentos negaban a los unos, lo que los otros les negaban a ellas, con la cual porfía y contrariedad, todos seis huían de aquello que los amaba, y amaban a aquello que los aborrecía. Sicandro, queriendo hablar con don Henrique, que sabía querer apretar su desposorio con Leonora por verla un poco fría en sus amores y temer no viniese si le alargaba a arrepentirse, se ofreció un día muy a propósito a él (que se quejaba de ella) para hablarla y saber de ella, como si venía de su intento. Y como don Henrique le rogase muy encarecidamente que lo hiciese así, significándole con sus afectos y palabras cuán grande era 441 el martirio que le daba el temor que tenía que Leonora estuviera enajenada de su amor. Sicandro mostrándose apasionado y muy pronto para su servicio, se encargó de hablarla el mismo día y de darle con fidelidad la respuesta de todo lo que se pasaría. Ofrecióse con tanta dicha la ocasión a Sicandro de efectuar esta promesa, que no hubiera podido desear viniese más a propósito. Porque Leonora, atormentada de los continuos pensamientos que sus cuidados le daban, se había ido a holgar a un jardín (que en la misma casa estaba) con la soledad tan deseada por las personas que están tocadas del mismo mal que ella estaba. Sicandro que a la misma sazón asechaba a esta coyuntura, viéndola venir de molde no hizo falta de tomarla, porque se fue tras Leonora lo más paso que pudo. Mas ella que así como si adivinara su venida, o su amor se lo hiciera imaginar, volvió la cabeza hacia atrás, en llegando al medio de un hermoso andamio, y le vio. Que fue causa de trocar con el alboroto que tuvo, con el repentino contento, que la vista de una visión tan agradable él había dado, el color de rosas, que tenía en sus hermosas mejillas, de color de grana. Aunque Sicandro conoció su turbación, fingió no haber dado en ello pero acercándose a ella, la saludó con mucha cortesía, diciéndole después estas palabras: “Señora, si mi venida puede divertir tu alma del contento que echo de ver, que estando sola tenías, suplícote me des licencia para que me torne a ir.” “Si todas las veces que mi corazón está atormentado del mal de ausencia, me saliera al camino un objeto tan agradable a mis ojos como el tuyo, don Henrique”, respondió Leonora, “tuviérame por la más dichosa doncella del mundo, y pusiera en duda, si otra cosa que esté debajo de la capa del cielo fuera capaz de aumentar ni disminuir mi contento, porque estando en su grado más perfecto, quedaría inmóvil, y sin otro deseo que aquel de saber si tendrías en mi compañía la misma gloria que yo tengo en la tuya.” 442 “Si mi rostro pudiera representar aquel de don Henrique de que lo creyera”, replicó riendo Sicandro, “no hay ninguna duda.” “De manera que si fueras enamorado de mí”, tornó a decir Leonora, “y pudieras trocar tus prendas con las de don Henrique, ¿lo hicieras?” “Y con tanta voluntad”, volvió a decir Sicandro, “que si tuviera en mí la virtud de poderlo hacer con la misma facilidad, como los poetas fingen que Júpiter lo hacía, te prometo señora, que vieras luego injerto a Sicandro, en don Henrique, no sólo por un momento, ni por una noche, como aquel falso dios hacía, sino para siempre. Mas pues que este deseo no me puede traer otro fruto que un desvelo inútil y vano, dejaré las cosas así como están, pues ha sido la voluntad de Dios de hacerme nacer Sicandro, y no don Henrique, y te diré, si me das licencia, dos palabras de la parte de la persona de quien hemos hablado.” “Cansado te ha la plática que habíamos empezado, don Henrique, bien se echa de ver”, tornó otra vez a decir Leonora, “pues la has dado tan presto del codo.”475 “Engañaste mucho, señora”, respondió por la postrera vez don Henrique, “porque en solo imaginar cuán dichoso vendría a ser, si el milagro que hemos dicho se pudiera hacer, se me ha alterado de manera el corazón, que se ha faltado poco que la fuerza del pensamiento no me haya hecho creer ser don Henrique, y por el consiguiente hecho decir de mi parte lo que te quiero decir de la suya.” “¡Ay, Sicandro!”, dijo entonces suspirando Leonora (oído que hubo estas razones), “bien se echa de ver que las palabras que dices son fingidas pues que no conoces tener cien mil veces en mí más parte siendo Sicandro, que no tuvieras si fueras don Henrique.” Esto decía Leonora con voz baja, la vista llorando y clavada en el suelo de vergüenza. 475 Dar el codo. Despreciar o rechazar a personas o cosas. 443 Lo que viendo Sicandro movido de lástima, y del bien que sabía le vendría a resultar, si podía persuadir a Leonora de que la amaba con otra tanta pasión como ella hacia él,476 se acercó, y juntando su rostro con el suyo, empezó a darle mil amorosos besos quedando así abrazados los dos un grandísimo rato. Concluyeron después de estas caricias de que se habían de casar juntos, y que para que don Henrique viniese a perder la amistad que a Leonora tenía, se la había de decir que Leonora había hecho el voto de virginidad que tengo dicho. Pero la vista de una persona, que vieron que los acechaba y había mirado desde lejos todo lo que habían hecho, fue causa que buscasen otra nueva traza, como oiréis ahora, como también quién era aquel que los había registrado. Don Henrique, a quien los recelos que tenía de Leonora hacían que no se fiase de nadie, sabiendo que Sicandro la estaba hablando así como le había prometido, porque le habían dicho que estaba con ella en el jardín, bajó en él para que escondido en parte, desde la cual los pudiese ver y oír, tuviese el contento de entender las palabras de Sicandro y respuesta de Leonora. Y asomado que se hubo a una puerta del laurel, que estaba al medio del andamio, adonde ellos estaban, los vio abrazados, y que se besaban y decían mil requiebros amorosos. La rabia y saña que tuvo en ver este extraño espectáculo fue tan grande que se faltó bien poco que no les fuese a dar de puñaladas con una daga que tenía. Mas fuese o porque la hora de sus muertes no había aún llegado o que la prudencia de don Henrique fuese mayor que su cólera, quedaron salvos y sin recibir de él aquella vez ningún daño. Estuvo así mirándolos buen rato para ver en lo que venían a parar tantas caricias. Sicandro, teniendo la vista puesta al lugar adonde estaba don Henrique, no dejó de columbrar,477 con tener la boca 476 La princesa Elisaura, en su papel de Sicandro, besa a Leonora. El lector moderno lo podría interpretar como una escena de lesbianismo. 477 Columbrar. Divisar, ver desde lejos algo, sin distinguirlo bien. 444 pegada con aquella de Leonora, a don Henrique. Y como se lo dijese a Leonora, y Leonora se alborotase creyendo que esto se hubiese maquinado entre los dos contra ella, Sicandro, desengañándola de aquel pensamiento con mil protestaciones, tomó a su cargo la pena diciendo que disimulase e hiciese como si no le hubiesen descubierto. Y que por lo demás le dejase hacer, porque pondría el negocio en tal estado, si continuaba a amarle con las vías que le había mostrado que en menos de tres días estarían todos contentos, como le vería por los efectos. Con esto, y con haber concertado lo que hemos dicho, salieron del andamio, de la parte que vieron poder salir, sin encontrar a don Henrique, y besándose a cada paso, volvieron a subir adonde estaban don Esteban, doña Elvira, y don Diego que se estaban entreteniendo con gente de la tierra del indómito Araucano, que venía a cercar a aquella ciudad a lo que decían. Y preguntado que hubieron para mejor disimular adonde estaba don Henrique, entraron después en la conversación, y aumentaron las razones que los circunstantes decían con añadir a ellas las suyas. Entre tanto, don Henrique amenazaba el cielo y la tierra porque permitían que un tan falso amigo, como le era Sicandro, hubiese usado con él de tanta ingratitud, jurando por la misma deidad que había impreso en su corazón, los caracteres de la amistad, de aquella que le trataba con tanto rigor de hacerle pedazos con sus manos delante de ella, sino dejaba de amarla, y gastado que hubo, diciendo contra su nuevo rival estas y otras semejantes palabras, casi toda la humedad que tenía en su cerebro, con las lágrimas que había vertido de sus ojos, se vino adonde estaba la compañía, disimulando lo mejor que podía, su pasión, para ver la respuesta de don Henrique, que creía no supiese nada de que él le hubiera descubierto. Con todo eso, no dejaba de mirar, de cuando en cuando a Leonora y a Sicandro, espantado de ver que en un rostro, dotado de tantas maravillas, se pudiese esconder tanta 445 ingratitud, y en un mancebo tan virtuoso, tanta perfidia y traición. Y de otra parte Leonora, no atreviéndose de mirar de vergüenza que tenía a don Henrique, le daba a entender que sólo el pensamiento que tenía de serle así ingrata le atormentaba la conciencia. Pero Sicandro, con ser el más sentido de esto, por saber ser él la causa de la gran pena que su caro amante tenía, por su ocasión, disimulaba, como aquel que pensaba sacar de su disimulación, el ungüento propio para la cura, que su alma deseaba. Y porque Sicandro echaba de ver que el creciente de su mal empezaba ya a penetrar hasta dentro las más nobles y puras venas del corazón, y que su cerebro no tenía más humedad para resistir al incendio que en sus entrañas sentía, habiéndolo gastado con las lágrimas y continuos llantos que de sus lastimosos ojos salían, determinó de dar al traste con todo, o de venir al fin, que para alcanzar la salud convenía, y esto con las sutiles tretas que el amor le descubría todos los días. Y para que el lector sepa cuáles eran sus designios, y con qué enredo quería, contentándose a sí mismo, agradar a Velázquez y a don Diego de los cuales se quería ayudar, oigan lo que se sigue, y lo sabrán. Su intento era de fingir estar de manera perdido por el amor de Leonora, que la hiciese creer que la adoraba y que por esta vía, prometiéndole por una cédula escrita de su mano, que se casaría con ella, podría tomar de ella hora para ir de noche a consumir el matrimonio. Y que descubriendo antes o después a don Henrique (pues lo sabía) cómo Leonora le amaba, y el concierto que entre los dos se había hecho, para que don Henrique fuese con ella, que había decir estar dentro de una cama, donde él debía estar acostado. Y que de esta manera don Henrique, pensado holgar con Leonora, se holgase con él. Y que Don Diego, que fingía estar enamorado de doña Elvira (pensando que aquella ficción le sirviese de algo, para que Leonora le viniese a amar) le debía de dar también palabra de casamiento, y tomar de ella, lugar para consumirlo en la misma hora y noche, que él habría concertado con Leonora. Y 446 que de la misma manera Velázquez, que estaba perdido por doña Elvira, se fuese, en lugar de don Diego a acostar con ella, por el consiguiente don Diego con Leonora, en lugar de Sicandro. Y que para este efecto se había de hacer relación a don Diego, de quién ella era, y que el grande amor que había cobrado a don Henrique le había hecho buscar aquella invención porque echaba de ver que de otra manera no podría apartar de su corazón el grande amor que tenía a Leonora, prometiéndose que don Henrique, viéndose a la mañana después del engaño imposibilitado de casarse con Leonora, pues estaría ya casada y el matrimonio consumado con don Diego, no haría dificultad de hacer vida con ella y daría por dichoso el engaño que se le había hecho por una princesa, y que había de venir a ser reina. Que si Leonora y doña Elvira venían a ser descontentas, que no faltarían razones y palabras a sus amados para amansarlas. Y que pues que don Diego era caballero tan principal, pensaba obligarle antes de hacer nada a que jurase de favorecerla y de ampararla contra don Henrique, si caso era que la quisiese ofender, o no tener su casamiento por válido, para constreñirlo a hacer por fuerza lo que no habría querido hacer de grado. Bosquejado que lo hubo así en su entendimiento, dispuso sus pensamientos para dar la postrera mano a la obra, y puesto que hubo cada cosa a punto, tomó ocasión el mismo día de hablar a don Henrique, al cual llevado que hubo en parte, donde le podía hablar, sin sospecha de ser oída de nadie, habló de esta manera:478 “Cuando una persona desea con pasión alguna cosa y la viene a alcanzar por un camino u otro son quejas vanas, si se querella de la fortuna. Digo esto, don Henrique, porque te traigo con la respuesta del cargo que me habías dado una purga,479 la cual si quieres tomar 478 479 La princesa Elisaura-Sicandro coloca en acción su plan para obtener a don Henrique. Dar una purga. Para aludir a una causa a la cual se atribuyen efectos anticipados o desmedidos. 447 a ojos cerrados, como suelen hacer los enfermos que quieren convalecer, estarás con victoria, de la guerra que el alado Dios ha puesto en tu corazón.” Don Henrique quedando suspenso con estas palabras, no sabía lo que había de responder, que fue causa que Sicandro, viéndole así embelezado, prosiguiese su plática, diciendo: “Es que Leonora, vencida del poder que los hados me han dado sobre ella, hablándole de ti, me ha respondido, diciendo que si no te amaba, así como solía, era porque el amor le había forzado de adorarme a mí. Y que si mi voluntad no era dispuesta a quererla, que sólo un cuchillo, o una calentura mortal, podrían remediar la pasión y tormento que el deseo de gozarme y tenerme por esposo, le daban. Estas palabras, llenas de admiración, hicieron que asombrado de la novedad del caso, quedase buena pieza en aquel estado, sin saber si me debía determinar de creer lo que Leonora decía, o echarle a burla. Mas viendo que procuraba, con palabras, ademanes, y afectos aun más significativos que las razones primeras a imprimirme esta verdad en el alma, quise probar con la piedra de toque si la pieza era buena o falsa. Porque acercándome de ella y teniendo la mano sobre sus nevados pechos y poniendo mi boca sobre la suya, se faltó poco que ella no cayese desmayada en mis brazos, callando a todas las travesuras que a mis manos se les antojaba de hacer. Esto con la palabra que me dio de casarse conmigo, se ha pasado hoy en el jardín con ella. De manera que sólo las leyes de la amistad, las cuales tengo de guardar contigo hasta la muerte, serán causa que entre ella y yo no pase esta noche o la que vendrá un casamiento clandestino. Y que Sicandro no goce de la más rara y excelente belleza, que pienso haya ni habrá jamás en el mundo. Te he querido decir esto, don Henrique, para que, gozando de la 448 ocasión presente, vayas a entrar en posesión esta noche, fingiendo ser yo, de la fortaleza de cuya toma depende el bien de tu fortuna y de tu contento.” 449 Capítulo VI En la mayor perplejidad del mundo se halló don Henrique, oído que hubo lo que Sicandro le decía. Principalmente, cuando se le acordaba, no ser imaginación vana y quimérica lo que sus oídos oían sino la propia imagen de la verdad cuyo resplandor le había pensado cegar, por haberle herido muy de llano sobre sus ojos, había poco. Mas al instante la memoria del indubitable contento que veía que entre las espinas de sus desdichas, la fidelidad de Sicandro le ofrecía, le hacía perder el seso de alegría y no hallaba otra cosa en el mundo que pudiese aguar su deleite de algún pesar que el creerse incapaz, de poder reconocer en su vida, la amistad que pensaba que su amigo le hacía en preferir su amistad a aquella de Leonora, la perla de las gracias, y la única belleza de todas las damas del universo. Y queriéndole dar con caricias el pago que por entonces no podía por servicios le fue a abrazar con el mayor sentimiento de amistad, que entre amigos se podía hacer. ¿Si Sicandro le recibió con contento, si le apretó con sus brazos y si tendió el cuello para poder alcanzar con su boca, a alguna parte de su rostro? La que ha sido herida de un semejante sujeto, y se ha hallado en la misma ocasión, lo puede saber, lo que sé decir, es que Sicandro, sintiendo cuán grande vendría a ser el contento que el fruto de sus designios vendrían a parir le pesaba que el sol no se escondiera, para que con la noche, capa común, de los humanos pecadores, pudiese probar los gustosos placeres, que no había nunca sentido, sino por imaginación. Al fin, las gracias y ofrecimientos de los recíprocos servicios, que don Henrique prometía hacer a Sicandro, ofreciéndosele ocasión, se vinieron a acabar. Porque don Esteban y don Diego los vinieron a buscar para que fuesen a ver ciertos juegos que algunos indios amigos les habían traído para regocijarlos. Fueron galanes, alegres y muy con gusto, aunque vinieron a ser 450 aguados por un gran pesar. Porque así como se acababan las fiestas, el gobernador de la ciudad les fue a pedir consejo sobre lo que había de hacer en un negocio que se ofrecía a todos los estantes y habitantes de la Concepción.480 Y era que sabiéndose de cierto que Lautaro venía a cercarla, con un poderoso ejército de enemigos, el ánimo de la mayor parte de los moradores había desmayado de suerte con la sola oída de estas nuevas, que no los podía tener dentro los muros porque se querían ir a Mapocho481 a toda fuerza. Y con haber hecho castigar a algunos, que se habían puesto en deber de hacerlo así, no dejaban por eso de irse algunos todos los días. Después de muchos dares y tomares, quedó concertado de que se procedería aún con mayor rigor contra aquellos que se acogerían porque hallaron que sería una grandísima afrenta para el nombre español, de dejar una ciudad tan rica y abundante por miedo de los bárbaros, los cuales creían no se atreverían a llegar a la ciudad de diez leguas. Esta resolución así tomada, el gobernador se fue a dar orden en las cosas que eran necesarias a la ciudad, si acaso los enemigos viniesen, y nuestra gente quedó hablando aún sobre ello. Pero divertidos de aquel negocio, con los continuos cuidados que sus amorosos pensamientos les daban, no soñaban en otra cosa mas en buscar la senda más corta para llegar al sumo bien que aguardaban. Principalmente Leonora, la cual acordándose del deleite que había tomado con los amorosos besos de Sicandro, no veía la ora de verse otra vez con él, en parte adonde los pudiese renovar y multiplicar por ellos los infinitos que le pensaba dar la primera vez que la ocasión se ofreciese. 480 En la primera parte de La Araucana, canto VII, verso 11, Ercilla escribe sobre este suceso: Levántase un rumor de retirarse y la triste ciudad desamparalla, diciendo que no pueden sustentarse contra los enemigos en batalla; corrillos comenzaban a formarse, la voz común aprueba el desploballa: algunos con razones importantes reprobaban las causas no bastantes. 481 El Mapocho es el río que atraviesa la actual ciudad de Santiago. 451 Sicandro de otra parte, deseando de tomar presto letra de cambio de Leonora, para dar otros tantos a don Henrique, la tomó por la mano, y llevándola (así como los demás se estaban entreteniendo) en su aposento de ella, le dio diez besos para recibir de ella ciento. “¡Ay, dulce ánima mía!”, dijo Leonora, clavando los labios sobre los suyos. “¿Hasta cuándo durarán mis cuidados? ¿Hasta cuándo mis ansias? ¿Y hasta cuándo mis tormentos? ¿Cuándo me veré en tus brazos con libertad de esposa para que, sin miedo de pecado, mis prendas te puedan dar el deleite que mi corazón desea?” Sicandro oyendo decir estas palabras a Leonora, empieza a llamarla su alma, su corazón, su alegría y otras veces su señora, su bien y su amiga. Y como fingiese de querer meter la mano debajo del faldellín, se halló muy bien contento cuando oyó la resolución de Leonora, que desviándosela a toda fuerza le dijo que si le amara mil veces más de lo que le amaba que moriría antes de sufrir que llegase solo a la basquiña,482 hasta que estuviese cierta de que la había de tomar por esposa. Lo cual fue causa que Sicandro protestándole entonces con todos los juramentos que supo y pudo, que no tendría nunca otra más que ella, y que tomaba por testigo de la promesa que le hacía, a un crucifijo que estaba puesto en la cabecera de su cama, y a un cuadro de la Virgen, que estaba colgado en la pared, se concluyó con esto, y con una cédula que le hizo de casamiento de que a las once de la noche le consumarían entre los dos. Esto así concertado y autorizado con infinidad de besos, Leonora quedó muy ufana en su aposento, y Sicandro se fue a decir a Velázquez el concierto que había hecho y después los dos a descubrir todo el negocio y otras cosas que hacían al caso, a don Diego el cual oído que hubo la fortuna que sin pensar le venía se faltó bien poco, que no perdiese el juicio, de 482 (Del vasco). f. Saya que usaban las mujeres sobre la ropa para salir a la calle, y que actualmente se utiliza como complemento de algunos trajes regionales. 452 contento, porque saltó al cuello de Sicandro, y sin mirar que era hija de rey, como ella y Velázquez le acababan de decir, le dio más de cien besos, y otros tantos abrazos, le hubiera dado aún otros tantos, porque estaba tan fuera de sí, por el demasiado contento que había cobrado, con lo que se le había dicho, que pensó hacer después otro tanto con Velázquez. Tornáronle aún a decir lo que se había de hacer, y como no debía dilatar de ir a hablar con ella las mismas ceremonias de casamiento, que Sicandro había hecho con Leonora, pues era cosa que doña Elvira deseaba más que la conservación de su vida. Estaba ya puesto todo al punto que habéis oído, y una mujer que servía en casa (a quien Sicandro había dado buena suma de dineros) adoctrinada para llevar a nuestros enamorados, en llegando la hora y el día (que no pudo ser aquel, ni de dos días después porque no las quisieron apretar demasiado a fin que no sospechasen algo) en los aposentos, de manera que los unos no se pudiesen apercibir de los otros. La región Antártica estaba ya sin la luz del sol, la noche había tendido su velo oscuro sobre la faz de la tierra, la hora del concierto llegada, y Elisaura puesta en estado tal que Venus hizo la primera vez que su Adonis la vino a ver, cuando la reverenda matrona (que debía de ser sin duda de tocas largas) que sabía el secreto de todos estos amores, oyendo dar las once no hizo falta de ir a buscar a don Henrique, el cual oído que hubo la seña salió más oloroso que unos guantes de ámbar y se fue derecho a su Paraíso de Amor, y entrado que hubo en él, cerrando la puerta tras sí se fue a poner entre los brazos de la más peregrina belleza de la tierra, que creía ser Leonora, y fingiendo ser Sicandro, lo que Sicandro, no hubiera podido hacer a Leonora. Más la bella, queriendo buscar sus deleites por otros deleites le ruega con palabras bajas, por miedo de ser conocida, de contentarse de besar y de tocar, entretanto que él le volviese a renovar las promesas y juramentos, que ella decía que le tenía 453 hechos. La cauta dueña había ya puesto a don Diego (la poca barba que tenía rapada) con Leonora, y ella abobada con su amor, le había admitido entre sus brazos, teniéndole por Sicandro. Y de la misma manera Velázquez entrado que fue en el aposento de doña Elvira, se cuelga en los suyos, y le engaña con el nombre de don Diego. Así los dejaremos retozar, y decirle los unos a los otros mil requiebros, que estos son todos los favores que alcanzarán de sus damas. Porque el cuidado que la soberana misericordia tiene de la honra de estas dos doncellas, (a quien la más violenta pasión, de todas las cuales los mortales están combatidos, ha hecho caer en la flaqueza que veis) hace con palabras blandas y amorosas detengan las voluntades de sus amantes. Y que entretanto les suceda un castigo muy atroz de sus faltas, con el cual vengan a conservar la virginidad, ahorrar el pecado, y a conocer en qué abismo de confusión y de yerro se iban a despeñar sin la particular gracia de Dios, que apiadándose de ellas, detuvo el curso de sus miserables infortunios porque no los pueden tener peores las doncellas, que aquellos que tendrán, después de haber perdido, ofendiendo a su creador, lo que no pueden cobrar en días de su vida. 454 Capítulo VII A muchas personas ha ofrecido el tiempo, ventura, ocasión y lugar, y bien pocos son los que han sabido gozar de la coyuntura. Encandílanos los ojos el resplandor de la demasiada prosperidad. Hayámonos aturdidos con ella, y quedamos como porteros al umbral de la puerta, sin poder entrar, por más que las dulzainas y los ministriles de nuestros contentos provoquen el gusto. Deseos tenía Aníbal de tomar a la ciudad de Roma, pero nunca el son de sus trompetas, ni la gloria de los trofeos que había ganado a Canas, le pudieron hacer entrar dentro. Si la vista de un ciervo, que hubiera escapado de entre los dientes de los perros y que con estar orilla de una clara fuente, cansado y sediento, no quisiese beber, me diera pena. Cuanto mayor me la podrá dar, el ver tres amartelados amantes que con estar tan cerca de sus amadas, que parecía que querían volver sus dos cuerpos en la armonía antigua, que dice un filósofo483 que solían tener, al principio del mundo, se detenían cuales cuitados soldados, a robar los barrios entretanto que la fortuna volvía a fortificar los baluartes de la ciudad de sus damas. Si a fortificar porque los hados permitieron que así como los tres amantes estaban para corromperla, que don Esteban habiendo oído a unos ladrones, que introducidos por la falsa dueña, y de un criado de casa robaban los tesoros que tenían, y estaban en un aposento junto al suyo, que se levantase y acudiese gritando: ¡al ladrón, al ladrón¡ al aposento de don Henrique. En cuya cama no hallándole, se fue a las otras y acertando, por dicha, a dar un golpe a la puerta de aquel de Leonora, la cual no estaba más de empujada, le abrió y entró dentro. Don Diego, creyendo que aquel que había entrado fuese 483 En referencia a Platón. Ver El banquete. 455 don Henrique, y que le viniese a matar por haber conocido el engaño, saltó de la cama para tomar su espada y defenderse, y Leonora pensando lo mismo, se fue tras él. Don Esteban, viendo este espectáculo, y aquella que había de ser su nuera, salir de la cama de don Diego, se quedó absorto y sin color en el rostro. Y Leonora de otra parte, viendo la cosa que más amaba en el mundo, haberse trocado en la cosa que más aborrecía, se quedó sin sentido, y con no menos embelesamiento que aquella diosa,484 que creyendo estar con la hermana de Febo, se halló entre los brazos de Júpiter. Don Henrique, que a las voces y ruido que don Esteban había dado contra los ladrones, y daba entonces contra don Diego y Leonora, se había levantado, entrando en el aposento donde estaban los tres, y viendo el prodigioso efecto de sus infortunios, faltó poco que no cayera en el suelo muerto. Don Esteban conociendo su saña y furia y que se abalanzaba para arremeter contra don Diego con la espada desnuda que tenía en la mano, le detiene. Mas sus añejas fuerzas a las verdes y pujantes de su hijo485 que hacía para escaparle, cae con grande ímpetu sobre un cofre que estaba en el aposento y se descalabra. La piedad paterna, venciendo la cólera hace que don Henrique acuda a su padre,486 y deje salvar a don Diego que con hacer todo lo que pudo para sacar a Leonora del aposento no le fue posible poderlo hacer, [quien] antes arrancándose los cabellos, y llamándole pérfido y traidor, le dijo que quería antes morir de la mano de don Henrique que cobrar de él la vida, que fue causa que don Diego se fuese corriendo al patio de casa donde se oía un alboroto tan grande, como si se diera en él, una reñida batalla. Y era que Velázquez, habiéndose levantado desde el primer ruido, había ido con los criados de casa tras 484 La ninfa Calisto es engañada por Júpiter y queda embarazada. La diosa Diana expulsa a Calisto, y Juno, irritada por la infidelidad de su marido, convierte a la ninfa en osa. Júpiter se apiadó de la pobre Calisto y de su hijo y los convirtió en estrellas, siendo éste el origen de las constelaciones llamadas Osa Mayor y Menor. La metamorfosis. Ovidio. 485 Nieto. 486 Abuelo. 456 los ladrones, de los cuales habían cogido dos, que por no hallarse con el hurto en las manos negaban el crimen. Entre tanto Sicandro, habiéndose vestido y oído la pendencia de don Henrique con don Diego, temeroso de que don Henrique no le viniese a matar, cerró la puerta del aposento por detrás y abriendo una ventana que caía en el jardín, abajó en él por una grandísima parra que llegaba hasta ella. Abajando que fue, no hubo bien caminado veinte pasos cuando vio una mujer que abajaba de una ventana, no como él había hecho, porque la ventana no tenía parra, sino con unas sábanas que había atado en ella. Paróse a escuchar las palabras que en suspirando murmuraba, en viniendo derecho a él (que no podía ser visto) lo más paso que podía, con las cuales palabras conociendo que era Leonora, la cual para escapar así como él de la furia de don Henrique, se había salvado. Se vino derecho a ella, haciéndose conocer con sus palabras y abrazos, para que el asombro de su venida no la hiciese gritar. Y como Leonora le llamase traidor e ingrato por haberle así engañado, Sicandro se disculpó, diciendo que don Diego los había escuchado cuando hicieron el concierto y que habiéndole aguardado cerca de su aposento, y cogido con otro hombre así como salía, le había jurado por el nombre de Dios que si Sicandro voceaba y no le decía lo que debía de hacer y decir, estando acostado con Leonora, que le daría de puñaladas. De manera que el temor de la muerte se lo había hecho decir todo. Pero que así como don Diego hubo salido de su aposento para irse a acostar con Leonora en su lugar, que había dado un diamante que traía en el dedo, al hombre que le guardaba, para que le desatara y le dejase ir. Lo que habiendo hecho que cegado de la pasión de celos queriendo ir a dar aviso a don Henrique, había hallado a don Esteban levantado y que gritaba tras algunos ladrones que robaban la casa. Y que habiéndole dicho como don Diego estaba acostado con Leonora, se lo fue a decir, a lo que creía, a don Henrique, yéndose el primero para ver si lo que Sicandro decía era verdad. 457 “Y yo temiendo”, decía, “que Don Diego no me hiciese algún agravio, oyendo el alboroto y gritería, que entre ellos pasaba, me he abajado aquí, determinado de escalar de una manera o de otra las murallas del jardín para ponerme en lugar seguro hasta que se haya apaciguado todo. Si tú quieres venir conmigo, prométote de no ver más a ninguno de ellos en mi vida, y de ponerte en parte adonde pasarás el tiempo como una reina, porque te he de tomar por esposa, no obstante lo que ha pasado.” Leonora muy contenta de esto, le contó también cómo don Henrique había querido matar a don Diego y cómo la caída de su padre había sido causa de escaparle. Y que don Diego, queriéndola llevar consigo, ella no había querido, antes se había puesto debajo de la cama, porque no la llevase por fuerza. Y que don Henrique saliendo del aposento, donde ella estaba a fin de llevar a su padre en el suyo, para que le pudiese curar la herida que se había hecho cayendo, la había cerrado con llave. Pero que ella temiendo la matase, había bajado así como había visto por la ventana, con las sábanas de la cama. Esto contaban Sicandro y Leonora caminando siempre. Y así como hubieron llegado a la parte por donde la muralla estaba más baja, en queriendo salir del andamio, por el cual venían, se sintieron agarrar por los mismos ladrones que habían hurtado el oro y la plata. Estos ladrones inducidos, como hemos dicho, por la dueña que había hecho hacer a nuestros amantes las estaciones que habéis oído, habían hecho un portillo en la muralla, no muy lejos del lugar donde estaban entonces, por el cual habiendo entrado, y los ladrones domésticos abierto la puerta de casa (por donde se iba al jardín) se pusieron después en ella y entraron en el aposento, do estaba el oro y plata. Y para que pudiesen hurtar seguramente y no perdiesen tiempo, habían concertado entre ellos hacer el hurto de esta manera. 458 Los ladrones eran diez sin los domésticos, los cuales domésticos no tenían otro cargo mas de hacerlos entrar dentro de casa y enseñarles adonde estaba la plata y el oro. De los cuales diez, los seis habían de quedar al portillo, que habían hecho a la muralla del jardín, y los otros cuatro subir arriba. De estos cuatro había dos, que no tenían otro oficio sino de abrir con ganzúas los cofres y las arcas, y limar con limas sordas487 los cerrojos, las rejas y otras cosas, que debían hacer los fardeles y los otros dos llevarlos a los seis que estaban en el jardín. Y tomado que los del jardín habían el hurto, cuatro de ellos le iban a llevar a sus casas que eran vecinas, y los otros dos quedaban para guardar el puesto. Este orden habían de observar para robar todo lo que estaba en el aposento, o a lo menos lo más granado y precioso, lo cual habían ya hecho, y no quedaba más del postrer fardel que los que quedaban en el aposento hacían, cuando don Esteban oyó un grandísimo ruido que hizo una grande vasija que un ladrón dándole al otro dejó caer impensadamente, que fue causa de levantarse y de gritar, como tengo dicho, ¡al ladrón, al ladrón! Los dos que iban y venían, y que por dicha habiendo entregado a los seis los fardeles, volvían, oyendo las voces, y no acordándose de los dos compañeros que estaban en el aposento, tiraron la puerta del jardín hacia ellos para que se pudiesen salvar y no fuesen seguidos, la cual puerta por estar con cerradura de golpe,488 se puso con llave, y hecho esto se acogieron con los otros dos que estaban en centinela porque los otros cuatro habían ido a llevar las cargas a sus casas. Los que estaban en el aposento, queriéndose salvar por la puerta del jardín, la hallaron cerrada que fue causa que habiéndose escondido mal, fueron hallados en una caballeriza. Y porque los nuestros no habían oído el ruido que la puerta del jardín había hecho cuando los ladrones la habían tirado, por amor del vocerío que se daba en casa, no se pudieron imaginar 487 488 Lima sorda. La que está embotada con plomo y hace poco o ningún ruido cuando lima. Cerradura de golpe. La que, por tener pestillo de muelle, se cierra automáticamente y sin llave. 459 que el daño hubiera venido por allí. De manera que los cuatro ladrones que habían ido a llevar a casa el hurto, ignorantes de lo que pasaba, habían vuelto (sin encontrar a los otros que se huían) al tiempo que Sicandro y Leonora salían del andamio, para buscar por dónde podrían salir, y conociendo en sus hablas que no eran los compañeros, saltaron con las dagas en las manos, como hemos dicho, sobre ellos, amenazándolos de matar si decían palabra, y no les descubrían quiénes eran y lo que venían a hacer allí. Estas dos pobres criaturas, conociendo en qué manos habían venido a dar, se quedaron desmayadas entre los brazos de los salteadores, sin poder decir una sola palabra. Y ellos sospechando lo que debía de haber sucedido a sus compañeros, no quisieron esperar más allí de miedo no fuesen presos. Volviéronse pues, llevando con ellos, en lugar del poco oro y plata que quedaba en casa, las más raras y celestiales bellezas del universo, y que a ser idólatras podían creer ser el uno Apolo y la otra Diana. 460 Capítulo VIII Entre las manos de estos salteadores, dejaremos a Sicandro y a Leonora, y volveremos a doña Elvira, la cual habiendo oído por la confesión de la dueña, (que acusada de los dos ladrones que se habían cogido, declaró los engaños de Sicandro) como aquél a quien ella había dado abrazos tan estrechos, no era don Diego, sino Velázquez, pensó reventar de pesadumbre, y no se atrevía de mirar a nadie en la cara de vergüenza que tenía. Después que don Henrique hubo curado a su abuelo la herida que se había hecho en la cabeza, le dejó acostado en su cama (oído que hubo la declaración de la dueña) y se fue después a su aposento, y cerrando la puerta tras sí, empezó a herirse la cara y a maltratarse el cuerpo, por ver que el más caro amigo que tenía en el mundo le había dado una tan notable ocasión de aborrecerle y que la fidelidad de una doncella, de quien creía que la firmeza de su fe, venciera a aquélla de los más finos diamantes, hubiera dado en el suelo con el edificio de su honra para favorecer a una persona de quien el aborrecimiento que ella le había tenido, había sido mayor que aquel que Aretusa tenía a Alfeo. Pero cuando consideraba otra vez el engaño de Sicandro, disculpaba algún tanto a Leonora, y se quejaba de Sicandro, llamándole desalmado y hombre sin Dios por haberse enamorado de él, siendo de su mismo sexo, vicio que el mismo demonio, autor de todo mal, aborrece por ser la más enorme, vil, y monstruosa imperfección que la brutalidad de los paganos e idólatras ha podido sacar de lo más hondo de los infiernos.489 “Pero ¿qué es lo que me dan a entender, estos inventores de malas nuevas, con sus embustes?”, decía entre sí, paseándose por el aposento. “La belleza que he tenido esta noche entre mis brazos no era mancebo si bien me acuerdo. Y que no sea así. ¿Qué 489 Don Henrique cree haberse enamorado de Sicandro. Loubayssin escribe sobre la atracción sexual por un miembro del mismo sexo. Eso agrega tonos lesbianos y homosexuales a la narración. 461 Adonis dotado de todas las prendas corporales, que naturaleza pueda dar a un varón perfecto, pudiera tener en el pecho, los nevados Apeninos que mis manos han tocado, en la criatura que estos inocentes, me quieran dar por Sicandro? No, no tienen los hombres el valle que los divide tan hondo, las carnes tan suaves y delicadas, ni el purpúreo rubí que tenemos en el medio, tan redondo, pulido, ni tan descubierto. ¿Por qué lo dudo pues? ¿Por qué no me satisfago? ¿Y por qué ignoro lo que sé de cierto, y está fuera de mis pensamientos, de poder creer otra cosa, sino que es mujer, y sé que si las juguetonas manos tuvieran ojos, así como tienen tacto, lo hubieran visto? ¿Qué mujer era pues ésta que dices?”, tornaba a decir. “¿No es verdad que mi abuelo ha hallado a Leonora acostada con don Diego? Sí, no lo creo, no puede ser. ¿Y qué mujer era pues la que tú has visto en camisa con don Diego? Leonora ¡Ay, enemiga fortuna!”, decía, echándose sobre la cama con grande ímpetu, “yo estoy perdido pues que es verdad que Leonora me ha ofendido con don Diego. ¿Sería acaso doña Elvira – replicaba otra vez tornándose a levantar – la que ha estado contigo? Sí, doña Elvira era sin duda. Sí, doña Elvira, no podía ser otra. Y aquélla que estaba con Velázquez, ¿cuál era? Doña Elvira”. De esta manera tornaba a decir, “debe haber dos doñas Elviras. Eres un tonto, porque no hay más de una, y esta es la que Velázquez ha tenido en sus brazos y es la pura verdad, porque la traidora dueña lo dice así, y Velázquez lo concede. De suerte y en conclusión – volvía a decir por la postrera vez, arrojando el sombrero por el aposento, e hiriéndose las manos contra las paredes – que doña Elvira con Velázquez, Leonora con don Diego, y Sicandro conmigo. ¡Qué es esto amor! Será dicho que los dos hayan gozado de sus amadas, y que yo solo haya sido el desdichado? Y que en lugar de haber tenido a mi Leonora entre mis brazos, como creía, haya tenido en ellos una fantasma. Si fantasma era, o Sicandro es mujer, o yo he perdido el juicio y el entendimiento, y esto es lo más cierto.” De esta 462 manera, hablaba don Henrique, haciéndose a sí mismo preguntas y respuestas, una vez con la imaginación, y otras veces con palabras formadas. Y hubiera proseguido más, si paseándose no hubiera visto al pie de la cama, una bolsa de terciopelo carmesí bordada de oro y perlas. Levantóla, y abierto que la hubo, vio estar dentro, la cajuela de diamantes adonde estaba el retrato que Sicandro había fingido, ser de su hermana Elisaura (y era el suyo) cuando tomó el nombre Sicandro y le contó sus fortunas. Don Henrique con haberle visto muchas veces queriéndole aun ver le abrió. Pero en lugar de descubrir el suyo descubrió el aquel de Andalio que estaba de la otra parte. Estos retratos de Andalio y de Elisaura, había hecho un excelente pintor que Andalio había traído de España con él. Y había hecho aquél de Elisaura dentro del navío, después que Andalio la hubo sacado de la corte del rey, su padre. Estaba hecha la cajuela en ovado, y a manera de una muestra, y tenía las tapaderas que cubrían los retratos, ajuntadas con tanto primor que si Sicandro no las hubiera dejado adrede abiertas, acertara don Henrique difícilmente a abrirlas. Causóle grande admiración ver el aire, la hermosura y disposición que el retrato de Andalio mostraba y aquél de Elisaura, el cual le pareció mucho más hermoso, que nunca notando en él las facciones y perfiles del rostro de Sicandro tan al vivo, que otra cosa, les diferenciaba ser una misma cosa, que la palabra y el traje porque aquél del retrato era de mujer, y aquél de Sicandro de hombre. Y en mirando y remirando la hechura de la caja, vio que en medio de los dos retratos había otra juntura para la cual abrir puso tanto cuidado e industria con las manos, que al fin la abrió y vio los mismos retratos enteros, y pintados en campo azul y aunque pequeños, eran muy parecidos. Estaban puestos a lo largo de cada lado del ovado, señalando con los dedos un corazón, de donde salían muchas llamas al cual 463 Cupido, bajando del cielo, había pasado de parte a parte con una flecha que había tirado y tenía [en] el corazón puesto por mote, No tengo más que os dar. Queriendo decir, que entre amantes, no hay más que dar, dado una vez el corazón. Y porque vio que alrededor del ovado había dos renglones, escritos de muy pequeña letra, que servían de cenefa a la obra, queriéndolos leer, halló grabado en ellos estas palabras. Estos son los retratos de los leales amantes, Andalio de Mendoza, hijo del marqués de Cañete, y de la princesa Elisaura, hija del rey de las islas de Subo, y de la reina Tidora, hija del rey de Mathan. Estas novedades dejaron a don Henrique tan absorto, porque Sicandro no le había mostrado más de su retrato, que decía ser de su hermana, que estuvo buen rato sin poder adivinar si era verdad lo que veía o cosa soñada. Y así como estaba muy metido en esto, le vino a la imaginación que Sicandro debía de ser sin duda Elisaura, y que enamorada de él no se había atrevido descubrirse por verle tan loco tras Leonora. Y que por esto le mostraba tantas veces el retrato, y le decía que a quererla olvidar que le daría a su hermana por esposa. Esta imaginación, la memoria de las ojeadas que le daba, las gracias singulares de las cuales su entendimiento estaba adornado y de otra parte aquel nombre de princesa, capaz de encender fuego dentro de la nieve, con la satisfacción que tenía de las incomparables prendas de su cuerpo, y el soberano deleite que en sus tiernos besos y amorosos abrazos había recibido, fueron capaces de encender en su corazón un tan vivo fuego, que en menos de un pensamiento consumió, derritió y puso en polvo toda la dureza que hasta allí había tenido sin pensar con ella. Sale de su aposento, y como si el son de su voz hubiera podido traer a sus manos, a su cara prenda, la llama y la busca por todos los rincones de casa, llamándola una vez Sicandro y otras veces Elisaura. Déjala don Henrique, no la llames490, calla, déjala por 490 El narrador interpela al personaje. 464 ahora y no la atormentes más de lo que está. ¿Piensas acaso, que cuando te oyera, que te pudiera responder? No, no, don Henrique, no pudiera, porque la pobre está, no haciendo en el jardín manojillos de flores, como solía con Leonora y doña Elvira, sino entre las manos de unos salteadores, los cuales para encubrir el hurto que han hecho, las irán a echar quizá en el mar, porque son tan bárbaros y brutos que no sabrán conocer el valor inestimable que tiene la carga que traen a cuestas. Y que vanos que son tus voces y reclamos. Ahora la llamas cuando no te puede oír, y cuando la tenías cerca de ti y te hablaba con los ojos no la querías entender, y la vez que te mostraba su retrato, le menospreciabas diciendo que aquél de Leonora era mil veces más hermoso. ¡Oh furia, rabia, y tormento común de todos los hombres! ¡Amor tirano! ¿Cuál es aquél que te entiende, ni que pueda resistir a las sutiles tretas de tus supercherías, por más cursado y matriculado que esté en tus leyes y fueros? Si Venus tu madre, con ser diosa y haberte parido y criado en su regazo, no supo, ni pudo, ¿cómo podremos nosotros, que somos mortales, frágiles, y pecadores? No puedo irme a la mano y tener el respeto debido a aquél que ha sido mi amo. El daño que he recibido de él491 en siete años, o más, que su dominio ha tenido mis voluntades debajo la esclavitud de sus leyes, hace que en mis escritos le trate de esta manera. Principalmente cuando estos ejemplos que voy contando me hacen acordar de mis escarmientos, y sobre todo aquel de don Henrique, que va, e irá mucho tiempo, (como yo he hecho otras veces) tras un sujeto que ha tenido poca [afición]492 a su devoción y por haber dejado perder la ocasión padecerá en seguimiento de él, un mundo de trabajos, de los cuales no tardará mucho a empezar de sentir los efectos. Porque queriendo irse a informar de 491 El narrador escribe sobre el daño que ha recibido de parte del Amor. En la versión original consultada falta una palabra; por lo cual se ha agregado al texto la palabra afición para ayudar a la comprensión. 492 465 Velázquez, por ver si sabía adónde estaba Sicandro, no halló nadie en su aposento. Y creyendo que estaba en el de doña Elvira le halló de la propia manera vacío y sin alma. Espantado de esto y pensando que estuviese en otra parte de casa, o en el jardín. Pone una vez la cabeza en una ventana que miraba a él, y viendo que no respondían, con haberlos llamado muchas veces hace otro tanto por casa y oye el mismo silencio, que fue causa que creyendo que estuviesen con don Diego y los criados, que pensaba fuesen con la gente que estaba delante de la puerta y patio, bajó, y no viendo de todos los que estaban en él, sino uno, que al instante que le vio, vino para él mostrando en el rostro que se espantaba de verle. Don Henrique le preguntó que ¿adónde había ido la gente de casa? El criado respondió que habían salido los unos después de los otros, y que hasta que le había visto bajar a él, había creído que también hubiese salido con ellos. Don Henrique, espantado de aquella respuesta, le tornó a preguntar “¿cómo habían salido?” Entonces el criado volvió a responder que había oído decir que don Diego, queriendo entrar en el aposento de Leonora por una ventana que miraba al jardín, que había hallado que ella se había ido por allí con Sicandro, el cual debía de haber bajado con alguna otra invención. Porque habiendo entrado en su aposento por una ventana que miraba así como la de Leonora al jardín, no le habían hallado dentro, con estar su aposento cerrado por detrás y que don Diego había ido tras ellos, lo que visto por doña Elvira, le había seguido. Y que Velázquez advertido de esto, había dejado atados a los presos, con la dueña y criados (que estaban consientes al hurto) en su poder, y se había ido tras doña Elvira y don Diego. Y que la gente que había venido a los gritos que los ladrones daban, negando todo lo que habían 466 dicho se los habían sacado de las manos y les habían suelto, creyendo ser inocentes de lo que él los acusaba, y decía que habían confesado. Don Henrique, a quien la sola esperanza de gozar de Leonora, había hecho llevar con paciencia hasta entonces el riguroso accidente de su fortuna, viéndose imposibilitado de vengarse de ella, y de don Diego, a quien había determinado de poner los cuernos, con alcanzar de Leonora (que creía ser ya su mujer) de fuerza, o de grado, el fruto de las penas y tormentos que por ella había padecido, se sintió tan angustiado, que sin responder palabra al criado se volvió a subir y visto que hubo las manifiestas pruebas de lo que el criado le había dicho, se fue a contar a don Esteban todo lo que pasaba, y cómo había perdido mujer, amigos, y los ladrones forasteros o privados, llevado todo lo que estaba en casa. Con cuyas nuevas don Esteban, mostrando un rostro airado y severo, saltó de la cama, y hecho que se hubo apretar la venda que tenía la herida, que se le había aflojado, tomó sus vestidos muy aprisa, jurando que los dos habían de ir tras ellos, con las armas y leones (que por estar atados, y oír el ruido que se había hecho, daban grandes y espantables aullidos) y darles alcance a poder saber qué camino era el que habían tomado, o morir en la demanda. No se habían bien acabado de vestir los dos, porque don Henrique estaba aun casi desnudo, cuando se levantó todo de un golpe un alboroto, unos gritos, un tráfago493 y bullicio tan grande por toda la calle, que no parecía sino que la compuesta máquina del orbe quería volver en su antiguo caos. Porque acudido que padre e hijo hubieron a una galería, y asomándose en ella, vieron la ciudad de la Concepción, en más piadoso estado, que los 493 Tráfico. 467 romanos no vieron la suya en tiempo de Nerón,494 ni cuando nuestros antiguos padres dieron ocasión a Camilo de volverla a labrar de nuevo. Aumentábase siempre la confusión y el incendio con el son de unas roncas cajas, que mezclado con aquél de las impetuosas llamas que escalaban las nubes hacían un tan prodigioso y horrible estruendo, que parecía que la baja región del aire paría a cada momento ejércitos, y que la ciudad debía de hundirse con los millares de soldados que estaban dentro. Nuestro viejo y nuevo Martes, don Esteban, y don Henrique, queriendo antes buscar un sepulcro honroso en medio de este incendio que esperar allí el furor de las llamas, que con tendido vuelo, iban de casa en casa [hacia] ellos, y salieron de la galería tomando con las armas lo que de más precioso había quedado. Y los dos leones que aunque animales brutos, sintiendo el mal que les debía de suceder, echaban espumarajos por la boca, dando a entender por sus espantables aullidos, cuán caro habían de comprar sus vidas aquéllos que quisiesen quitárselas a ellos y a sus amos. Dejémoslos495 ir a hacer los más heroicos hechos que la fama haya jamás pregonado, del más célebre héroe de la antigüedad, que si deseas de saber, oh amigo lector, quién había puesto el fuego en la ciudad, lo que los salteadores hicieron de Sicandro y de Leonora, las aventuras que sucedieron a don Diego buscándola, a doña Elvira yendo tras don Diego y a Velázquez, siguiendo a doña Elvira, con los otros sucesos y extrañas aventuras de Andalio, de Tidora, y de Serrano, que hemos dejado en el mar, y sobre todo de don Henrique, el cual ha de representar siempre el mejor papel de nuestra historia, 494 El incendio de Concepción aparece en la primera parte de La Araucana, canto VII, verso 62: Nunca fue de Nerón el gozo tanto de ver en la gran Roma poderosa prendido el fuego ya por cada canto, vista sola a tal hombre deleitosa; ni aquel tan grande gusto le dio cuanto gusta la gente bárbara dañosa de ver cómo la llama se extendía, y la triste ciudad se consumía. 495 Loubayssin vuelve a retomar el diálogo con el lector. 468 como es razón, te suplico me des término y plazo para que pueda descansar antes de contártelo, del increíble trabajo que me ha dado esta prolija prosa, que si sé que has recibido con ella algún contento, te prometo (lector amantísimo) de convidarte, poco tiempo después de esta buena nueva, con una segunda parte, de otros tantos pliegos que esta primera, y con menos faltas. A Dios. FIN Acabado de imprimir en París, en la Imprenta de Adrian Tisseno, a costa de la viuda de Guillemot, a 19 de enero de 1617. 469 Conclusión La Historia tragicómica de don Henrique de Castro (1617) se inserta en el actual debate acerca de la compleja naturaleza de la novela, y la emergencia del género de la novela histórica. Ésta ha demostrado ser una forma literaria que siempre está en una continua evolución que le permite incluir una variedad de tópicos y temas. El debate acerca de las narraciones que deberían ser consideradas como una novela comienza en los siglos XVI y XVII, y continúa con los esfuerzos más recientes de teorizar la novela como un género y como un fenómeno híbrido. En lo que concierne a la teoría de la novela, la definición canónica de “épica en prosa” fue aceptada y repetida por la mayoría de los críticos hasta hace tres generacaciones, cuando Hermann Cohen, Georg Lukács, y otros críticos empezaron a cuestionar el concepto, culminando en el énfasis de Bakhtin de plantearla como una construcción formada de una multiplicidad de voces. Bakhtin usa el término “novelización” para referirse al proceso mediante el cual los géneros literarios llegan a ser abiertos y flexibles. Como resultado, los géneros son “dialogized, permeated with laughter, irony, humor, and element of self-parody and finally this is the most essential element - the novels insert into these other genres indeterminacy, a certain semantic open-endedness, a living contact with unfinished, still-evolving contemporary reality (the open-ended present)" (The Dialogic Imagination: 7). La teoría de la novela de Bakhtin demuestra la importancia de Cervantes en la creación de nuevos modelos de narración. Miguel de Cervantes como dramaturgo, poeta y novelista admiró y cultivó una variedad de géneros literarios. Leyó romances desde los de Heliodorus hasta el Amadís de Gaula.También experimentó en nuevos géneros literarios, como la novella italiana. Escribió 470 que su última novela, Persiles y Segismunda, pretendía competir con Heliodorus. Se podría señalar que en Don Quijote, Cervantes crea un texto que combina distintos géneros, ya conocidos en los siglos XVI y XVII. Cervantes reúne en su narrativa libros de caballerías, la novella italiana, el romance morisco, la novela pastoril, picaresca y sentimental. Al mismo tiempo apropió y perfeccionó estas técnicas narrativas para crear sus novelas. Sus innovaciones en el género de la narración, así como la incorporación de la forma y el habla del romance y de la épica tuvieron como resultado la creación de un nuevo género híbrido. En efecto, Don Quijote se considera como la primera novela moderna. Bruce Wardropper opina que Cervantes: […] prefers to call his book an "historia," by which, as we shall see, he means not a story, but a history. We know, of course, that he is fooling us: Don Quixote may be a romance, or a novel, or a story, but it is certainly not a history. We have to deal with, then, with a story masquerading as history, with a work claiming to be historically true within its external framework of fiction. The study of Don Quixote, it seems to me, must begin with this paradox.” (1) El escritor francés Francisco Loubayssin de la Marca publicó dos novelas en español, Engaños deste siglo y historia sucedida en nuestros tiempos, (1615) y la Historia tragicómica de don Henrique de Castro, en cuyos estraños sucessos se veen los varios y prodigiosos efectos del amor y la guerra (1617). Sus dos obras son una importante contribución a la novela española del siglo XVII. La Historia tragicómica de don Henrique de Castro es una novela de sumo interés en el estudio de la literatura Peninsular e Hispanoamericana, tanto por su contenido como por su técnica narrativa. El texto es 471 representativo del desarrollo de la novela histórica en siglo XVII en España y Francia. La crítica de la Historia tragicómica se ha basado en distintas expectativas. Al considerar esta novela, dos tendencias críticas son recurrentes: una, que se enfoca en lo extraordinario, original e interesante del texto y la segunda, que lo considera un libro de caballerías, una confusa amalgama o una novela histórica larguísima y aburrida. Aunque los trabajos de Loubayssin finalmente están recibiendo la crítica que se merecen en Hispanoamérica y España, todavía no hay un estudio analítico, tampoco existe una edición moderna o una revisión del texto. La novela es mencionada por George Hainsworth, George Ticknor, José Toribio Medina, y Cedomil Goiĉ, entre otros, y este último investigador incluye la novela por primera vez en las del periodo colonial. Por su parte, en su ensayo “Francisco Loubayssin de la Marca: el personaje y su obra” Pacheco afirma que la novela es “un caso de sumo interés en la historia de la literatura hispanoamericana del siglo XVII”, y explica: […] la Historia tragicómica de don Henrique de Castro no merece el tono casual con que ha sido tratada por la crítica, y aunque haya perdido su frescura y atractivos para el lector moderno, es un caso de sumo interés en la Historia de la literatura española. Al igual que Goiĉ, Pacheco opina que la novela es de gran importancia en la historia de la literatura de Hispanoamérica del siglo XVII y que debería ser tomada en consideración. Los años en que transcurrió la vida de Francisco Loubayssin de la Marca fueron decisivos para los dos países en los que vivió. Los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII fueron de grandes cambios sociales, políticos, económicos y religiosos en España y Francia. Los dos países se encontraban en los principios del nuevo siglo dedicados a la difícil empresa de consolidar sus territorios, gobierno, religión y lengua. En Francia, Loubayssin de 472 la Marca participaba activamente en la política y formaba parte de la esfera que había rodeado a los personajes importantes de su época. Esas relaciones personales, particularmente con Guisa y Richelieu, aluden a la participación del autor en la política francesa. Loubayssin de la Marca comenta sobre las causas dinásticas y religiosas del conflicto en sus escritos. La Historia tragicómica es un extraordinario intento de seguir las innovaciones de Cervantes. Este nuevo enfoque a la novela sigue la obra maestra de Cervantes en el uso de diferentes modos narrativos y además incorpora una variedad de diversos modelos narrativos que estaban en uso en ese tiempo. Estos incluyen la novela bizantina, pastoral, picaresca y las de caballería, entre otros. Con el uso de estos diferentes modelos y estilos, el autor logra escribir un texto atrevido e innovador. Aunque el autor saca partido de otros textos como: Celestina de Rojas, La Araucana de Alonso de Ercilla de 1589; la primera y segunda parte de Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes 1605-1615; El peregrino en su patria de Lope de Vega de 1604, entre otros textos, Loubayssin demuestra que puede escribir una novela histórica única, original y creíble. Su contribución más importante es la habilidad de integrar los acontecimientos históricos más significativos del Nuevo Mundo de finales del siglo XVI y principios del XVII, que incluyen la conquista de Perú y de México, las guerras con los indígenas en Chile, y la expedición de Hernando de Magallanes. Dicho de otro modo, la novela de Loubayssin es una novela histórica innovadora. La Historia tragicómica comienza en media res con la guerra de Arauco después de la muerte de Valdivia (1553). En el Libro I el narrador relata los problemas que ha traído la conquista y los peligros del vicio de la codicia y cómo ha transformado a los soldados, en 473 especial al conquistador Pedro de Valdivia. Los “araucanos” destruyen el fuerte de Tucapel. Muere don Lorenzo de Castro. Su hijo, don Henrique de Castro logra escapar del desastre y llega a una ermita, donde vive un ermitaño. En el Libro II don Henrique habla de su vida en España, de su casa y familia en Sevilla y de sus amores con Leonora. En el libro III, don Henrique relata su viaje al Nuevo Mundo y descubre que el ermitaño es su abuelo, don Esteban de Castro. En los Libros IV y V el ermitaño nos remite a las campañas en Italia, a las guerras entre el emperador Carlos V y el rey Francisco I de Francia. La batalla de Pavía, la prisión del rey francés y el saqueo de Roma (1527). En el Libro V, seguimos la historia de Sicandro, la princesa Elisaura, y sus amores con Andalio, el embajador español, hijo del Marqués de Cañete. En el Libro VI, el narrador omnisciente relata los viajes de Magallanes y la historia de Juan Serrano, padre de Elisaura/Sicandro, el marinero español sobreviviente de la expedición de Magallanes, quien se convierte en el rey de las islas de Subo y Borna. En el Libro VII, don Esteban de Castro, cuenta su captura por Barbarroja y llegada a Túnez. En el Libro VIII, continúan sus aventuras hasta después de la batalla de Diu cuando decide navegar al Nuevo Mundo. Ha recibido noticias que su hijo, don Lorenzo de Castro, está en Chile. El libro relata las navegaciones de los portugueses en el Oriente (1410-1525) y la guerra con el Gran Turco (1548), la conquista de México por Hernán Cortés (1519-1526) y la de Perú por Francisco Pizarro (1531-1534). En el Libro IX, don Henrique y sus compañeros rescatan a los prisioneros de los araucanos. Las víctimas van a ser sacrificadas al dios Eponamón. Entre los prisioneros se encuentra Leonora, quien había llegado a Chile en busca de don Henrique. Los jóvenes vuelven con el tesoro del dios Eponamón a la ciudad/ fuerte de La Concepción. La cuestión amorosa se complica y al final de la historia don Henrique se siente atraído por Sicandro/Elisaura, mientras que Leonora también se enamora del hermoso joven Sicandro. 474 Mientras duermen, unos ladrones asaltan la casa para robar el tesoro. En medio de toda la confusión, raptan a Leonora y a Elisaura. La historia termina con el incendio de la ciudad de La Concepción (1554). Es así como los hechos históricos se incorporan a la narrativa de la novela. Por medio de las vicisitudes de don Esteban de Castro, don Lorenzo de Castrro, don Henrique de Castro y don Antonio de Castro podemos ver el funcionamiento del Imperio español en algunos de estos acontecimientos: en Europa, las guerras entre Francia y España; en el Oriente, las exploraciones de los portugueses, las batallas de Diú y la conquista de las Islas Malucas; en las Américas, la conquista de México y Perú, la guerra de Arauco y el peligro de los piratas holandeses que asaltaban los navíos cargados de la plata y el oro de las colonias. Todos estos episodios sirven de telón de fondo al imaginario de la España que presenta el autor en la novela. El Imperio español de los siglos XVI y XVII aparece como una entidad dinámica en un proceso de cambio que opera en muchos frentes. Lo vemos en los diferentes escenarios en que se mueven los personajes. La Historia tragicómica presenta una coexistencia de lo histórico y lo inventado. La historia se construye en base a datos y personajes ya documentados históricamente, por ejemplo los descubrimientos, batallas, lugares, etc. Estos componentes proponen una lectura híbrida y ambigua, que se presenta al lector como un relato auténtico de los hechos históricos. La perspectiva omnisciente del narrador ofrece una versión e interpretación de los hechos históricos que trata de ser convincente. En la novela, las descripciones de los lugares y habitantes del Nuevo Mundo son dadas desde el punto de vista del autor, sus presupuestos culturales e ideológicos. En estos casos, el mundo ficcional de la novela aparece desconectado de la vida de los personajes y los hechos históricos parecen cumplir la función 475 de un simple escenario. El mundo novelístico queda reducido a un espacio en que el autor presenta las ideas y creencias etnocéntricas de su época. Loubayssin de la Marca escribe sus obras para entretener y deleitar, al igual que el autor del Amadís, pero lo hace manipulando las convenciones literarias de su época, y creando personajes con vida propia. Del mismo modo que Cervantes, las innovaciones del autor gascón se dan en la búsqueda de nuevas formas dentro de las estructuras tradicionales. Es en este sentido se le puede considerar un precursor en el desarrollo de la novela moderna. En su búsqueda de estilos de narración más de acuerdo con el gusto del lector y en el tratamiento del tema del amor Loubayssin manipula la trama y los géneros narrativos. En la Historia tragicómica, el tratamiento del amor no sigue el modelo de modo riguroso. Como en la novela bizantina se subraya la belleza de los protagonistas. Por ejemplo, cuando Andalio se entrevista con la reina Tidora y su hija, la princesa Elisaura, se queda cegado por el resplandor de la belleza de las damas. Don Luis, el otro pretendiente de Leonora, describe a la dama en términos tales que es imposible no pensar en la tradición petrarquista. Sin embargo, uno de los mayores aciertos de Loubayssin consiste en revelar el lado humano de sus personajes. A diferencia de lo que sucede en la novela bizantina, los amantes, en vez de reunirse con su pareja, al final de todas sus peripecias cambian el objeto de su amor. Es así como Elisaura persigue a don Henrique y Eleonora a Sicandro. Loubayssin de la Marca cumple su palabra cuando dice que no va a representar “tántalos voluntarios”, y es el personaje de Elisaura quien manipula, engaña, y finge para lograr conquistar a don Henrique. Al fin, no es la constancia en el amor lo que está presente en la Historia tragicómica, sino el trueque de los sentimientos. A medida que los personajes encuentran nuevas dimensiones en sus vidas, el amor como fuerza generadora también 476 cambia de objeto. Es esta dinámica la que permite a Loubayssin superar el modelo de la novela bizantina. Las indudables y significativas innovaciones de Loubayssin de la Marca, con respecto a la novela, se reflejan en su tratamiento de los temas y técnicas narrativas, los que intenta transformar y enriquecer con nuevos aportes en sus relatos. Es así que, tanto en la Historia tragicómica como en los Engaños deste siglo, es posible distinguir la influencia de la novela picaresca, sentimental, bizantina, de aventuras, relatos pastoriles, caballerescos y de las crónicas; pero es asimismo posible ver el modo en el que Loubayssin manipula los modelos para imprimir en ellos una nueva intención y significados. La visión histórica que presenta el autor en sus novelas, y en particular en la Historia tragicómica, se basa en la información y las creencias que existían en el contexto europeo del Nuevo Mundo. Es decir, las obras ofrecen una visión del Nuevo Mundo según la imaginación del mismo Loubayssin. La trama ocurre en sitios fabulosos y fantásticos, a los que nunca había viajado. El discurso de los indígenas aparece de manera esporádica y fragmentada en la narración ya que su voz estaba prácticamente eliminada. El lector debe tratar de encontrarla en lo que Certeau llama ‘las fisuras del texto’ (25). Es así, como muchas veces, este discurso se ubica dentro de los aspectos exóticos y fantásticos del territorio. Esta edición crítica, la primera en casi 400 años, hace accesible la Historia tragicómica a un mayor número de lectores y abre la puerta para nuevas investigaciones en el campo de la novela colonial. Estamos conscientes que realizar una edición crítica de un texto de 880 páginas es un proceso extremadamente difícil y complejo. Primero, se han consultado todas las copias de la novela en la Biblioteca Nacional de Madrid, la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile y el microfilme de la Universidad de Brown. Todas estas copias tienen 477 1617 como año de publicación. A continuación el texto fue transcrito del microfilme al castellano del siglo XVII. Finalmente, esta versión fue editada al castellano moderno, lo que incluyó cambios en la gramática, vocabulario, puntuación, etc. Además, esta versión contemporánea incluye notas de información geográfica e histórica para ayudar al lector a entender aspectos que pueden ser difíciles en el contexto actual. También se incluyen referencias sobre la literatura de los siglos XVI y XVII. Dada la complejidad de todos los factores involucrados en la novela de Loubayssin, y además tomando en cuenta que el objetivo principal de esta edición es presentar su novela a una mayor audiencia, anticipamos que este trabajo será valioso porque introduce más áreas de investigación y desarrollo. Algunas son: el análisis de la composición y estructura del texto, la interacción de los sujetos y la influencia de la literatura francesa e italiana de los siglos XV y XVI en la novela española. Creemos que esta edición abre las puertas para nuevas investigaciones y nuevas ediciones que pueden tratar estos y otros temas. Es así como muchos elementos llenos de potencial para más desarrollo han sido hechos accesibles en esta disertación. Además de poner esta novela al alcance de una extensa audiencia, este trabajo proporciona antecedentes históricos, comerciales, políticos y literarios de los temas presentados en la novela. También formula nuevas preguntas en cuanto a incluir el “descubrimiento” y la conquista en la novela de los siglos XVI y XVII en España y Francia y participa de una manera diferente en el debate actual sobre la novela histórica en Hispanoamérica y la crítica cultural de la colonia. Las palabras de Neruda acerca del texto son enormemente inspiradoras. El famoso poeta y ganador del premio Nobel considera el texto un artefacto literario bastante antiguo, sus páginas llenas de hechos históricos enlazados con una historia de amor apasionado capaz de cautivar y confundir hasta el lector más 478 experimentado. Es de esperar que la fascinación de Neruda con la novela pueda ser compartida por futuras generaciones, que logren reconocer en sus páginas su patrimonio cultural. 479 Bibliografía Abellán, José Luis. Historia crítica del pensamiento español. Vol. 1. Madrid: Espasa Calpe, 1979. Print Adam, Antoine. Histoire de la littérature francaise au XVII siècle. Vol. 1. Paris: DomatMontchrestien, 1948. Print. ---. Romanciers du XVII siècle. Paris: Gallimard, 1958. Print. Alemán, Mateo. Guzmán de Alfarache. Edición y notas de Samuel Gili y Gaya. Madrid: Espasa-Calpe, 1962. 4 vols. Print. Alcalá-Zamora, José. España, Flandes y el mar del Norte (1618-1639). Barcelona: Planeta, 1975. Print. Allard, Yvon. Le roman historique à travers les siècles. 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