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LA HISTORIA TRAGICÓMICA DE DON HENRIQUE DE CASTRO: LA PRIMERA
NOVELA HISTÓRICA HISPANOAMERICANA
by
Fresia Inés Sánchez
M.A., The University of Calgary, 1987
A THESIS SUBMITTED IN PARTIAL FULFILLMENT OF
THE REQUIREMENTS FOR THE DEGREE OF
DOCTOR OF PHILOSOPHY
in
THE COLLEGE OF GRADUATE STUDIES
(Interdisciplinary Studies – Spanish)
THE UNIVERSITY OF BRITISH COLUMBIA
(Okanagan)
November 2012
© Fresia Inés Sánchez, 2012
Abstract
In 1617, Francisco Loubayssin de la Marca published his Historia tragicómica de don
Henrique de Castro, a novel that narrates the adventures of several characters, their
relationships with one another, and their travels throughout the world. The work has been
categorized within the scope of several different literary genres, such as the Byzantine, the
sentimental, and the picaresque, to name a few. Though the text has received some historical
criticism by George Ticknor, José Toribio Medina, Cedomil Goiĉ and Arsenio PachecoRanzans, it has not been studied in depth, nor has it been published as a modern critical
edition. The purpose of this thesis is twofold. It presents a modernized and annotated edition
of the Historia tragicómica de don Henrique de Castro and an overall study of Loubayssin
de la Marca’s principal works. Engaños deste siglo y historia sucedida en nuestros tiempos,
Historia tragicómica de don Henrique de Castro and the Panegírico al gran Cardenal
Duque de Richelieu are discussed within the framework of the Spanish novel in the sixteenth
and seventeenth centuries. Chapter 1 identifies Fernando de Rojas, Lope de Vega, Miguel de
Cervantes and Alonso de Ercilla’s influence in Loubayssin’s works. It analyzes Loubayssin’s
use of different narrative models which were popular at that time. Chapter 2 provides a
comprehensive study of the historical, political, social-economic, religious and cultural
situation in Spain and France from the sixteenth to the seventeenth centuries. The
modernized and annotated edition of the Historia tragicómica de don Henrique de Castro is
presented in Chapter 3. This thesis demonstrates that this novel is an innovative historical
narrative, the first of many that will incorporate elements of the “discovery” and conquest of
the New World. As such, it should be considered for a more accurate configuration of the
Early Modern Spanish novel. We hope that this study will contribute to this process.
ii
Table of Contents
Abstract
ii
Table of Contents
iii
Acknowledgements
iv
Dedication v
Introducción 1
Capítulo 1 – Francisco Loubayssin de la Marca y la novela en el siglo XVI y XVII en
España………………………………………………………………………….4
La obra de Loubayssin en la novela del siglo XVI y XVII …………………………..4
Bosquejo sobre la vida y obra de Francisco Loubayssin de la Marca ........................... 14
La novela histórica ........................................................................................................ 23
Aportes de Loubayssin a la novela española ................................................................. 30
Elementos Celestinescos ............................................................................................... 47
Capítulo 2 – El imaginario histórico de la España de los siglos XVI y XVII en la
obra de Francisco Loubayssin de laMarca………………………………...56
Engaños deste siglo (1615) ........................................................................................... 69
Historia tragicómica de don Henrique de Castro (1617)............................................... 75
Panegírico al gran Cardenal Duque de Richelieu (1639) ............................................. 90
Capítulo 3 – História tragicómica de don Henrique de Castro ………………….............101
Conclusión ………………………………………………………………………………...471
Bibliografía ………………………………………………………………………………480
iii
Acknowledgements
I would like to thank the following people who gave me their support and warm
encouragement to complete this journey, my thesis committee members, Dr. Mercedes
Durán–Cogan, Dr. Bernard Schulz–Cruz and Dr. Patricia Tomic. To them I give my deep
appreciation for their comments and professional proofreading of the text. I would also like
to thank Dr. Marvin Krank, the former Dean of Graduate Studies of the University of British
Columbia, Okanagan, who opened the doors for this project to exist. This project owes its
greatest debt to Dr. Derek Carr and the late Dr. Arsenio Pacheco–Ransanz of the University
of British Columbia, Vancouver, who first suggested it and convinced me of the importance
of the text. A special acknowledgement must go to my friends and colleagues from the
Department of French, Italian and Spanish at the University of Calgary, Dr. Elizabeth
Montes –Garcés, Dr. Eileen Lohka, Dr. Luis Torres, Dr. Rachel Schmidt, Prof. Michael
Dabrowski and Prof. Matthew Prochenka. I am grateful for their kind words and friendship.
Finally, I would like to thank Ms. Jennifer Cook, Dean’s Assistant, College of Graduate
Studies, at the University of British Columbia, Okanagan, for her timely assistance
throughout this process.
iv
Dedication
To my family.
v
Introducción
En la novelística1 del siglo XVII, el escritor gascón2 Francisco Loubayssin de la
Marca presenta una compleja figura. Por su origen es un escritor francés; sin embargo,
sus dos novelas escritas en español, Engaños deste siglo y historia sucedida en nuestros
tiempos, (1615) y la Historia tragicómica de don Henrique de Castro, en cuyos estraños
sucessos se veen los varios y prodigiosos efectos del amor y la guerra3 (1617) le sitúan
como un autor de la novela española. Es más, esta última novela hace que se le considere
como un autor de la época colonial. El análisis de ambas obras ayuda a calibrar la
contribución de Loubayssin a la novela del siglo XVII en España y a la novela colonial
hispanoamericana.
El objetivo de esta disertación es presentar, por una parte, la edición comentada y
modernizada de la Historia tragicómica además de ofrecer un análisis general de las dos
novelas de Loubayssin y del Panfleto dedicado a Richelieu dentro del contexto de la
novela española de los siglos 16 y 17. En el capítulo I situamos las novelas de Francisco
Loubayssin en la tradición literaria de la época del autor y analizamos distintos aspectos
de Los engaños deste siglo y la Historia tragicómica. Luego se presenta la vida y la obra
de Loubayssin. También se discute el marco metodológico, el estudio y el análisis del
concepto de la novela histórica. A continuación se analiza la contribución de Loubayssin
a la novela. Además se estudian distintos elementos en los textos del autor, por ejemplo:
la manipulación de la trama y de los géneros narrativos en función del tema. Vemos que
en sus dos novelas, Loubayssin se apoya en modelos novelísticos conocidos para buscar
1
Novelística, tratado histórico de la novela.
Natural de Gascuña, región al suroeste de Francia.
3
De ahora en adelante Historia tragicómica.
2
1
nuevas formas y estructuras de escritura. Finalmente se discute la influencia de La
Celestina en las dos novelas. En el capítulo II se analiza el imaginario histórico en las dos
novelas y en el Panegírico al gran Cardenal Duque de Richelieu 4 (1639). Aquí, el
primer objetivo es plantear las bases teóricas e históricas que nos permiten explicar la
importancia de Loubayssin. El segundo, es la contextualización de su obra en relación a
los distintos aspectos políticos, económicos y sociales del Imperio Español en la época.
Se enfatiza la importancia de las obras de Loubayssin en la formación de una
interpretación más completa de los siglos XVI y XVII y de su relación con el Nuevo
Mundo. Este enfoque nos permite ver el imaginario histórico como un proceso dinámico
y global que se inicia antes del ‘descubrimiento’ y la conquista de las tierras americanas.
Luego este capítulo se enfoca en el análisis de las obras de Loubayssin: Los engaños
deste siglo, Historia tragicómica y finalmente en El panegírico donde se examina la
política del Cardenal y el efecto de la guerra de 1634 en el Imperio Español. El capítulo
III comprende la versión anotada y modernizada de la Historia tragicómica de la edición
publicada en París en1617.
El interés de trabajar la Historia tragicómica emerge de haber leído la obra de
Pablo Neruda Para nacer he nacido (1977). En ella Neruda menciona este texto como
“el olvidado novelón que siempre lo atrajo y conmovió” (198). Esta lectura nos motivó a
iniciar la búsqueda de la novela. Es así como se consulta los ejemplares de la Biblioteca
Nacional de Chile y La Biblioteca Nacional de Madrid. Finalmente se consiguió la copia
en microfilm de la Biblioteca de la Universidad de Brown. En esta investigación son de
enorme importancia las publicaciones de Arsenio Pacheco-Ransanz, “Francisco
4
De ahora en adelante Panegírico
2
Loubayssin de la Marca, notas para la historia de la novela española del Siglo de Oro” y
“Francisco Loubayssin de la Marca. El personaje y su obra”.
El texto base de nuestra edición modernizada es la primera y única edición,
conocida hasta ahora, de la Historia tragicómica publicada en 1617 en París. En nuestra
edición se ha procurado extremar el respeto a las copias consultadas. Se señalan con
corchetes las intervenciones cuando parece faltar un elemento morfológico o gramatical,
explicando en la nota el motivo de la intervención. En cuanto a la anotación se ha
intentado la máxima sencillez y brevedad, procurando por regla, aclarar el sentido literal.
Las notas textuales tratan asuntos léxicos y literarios, e identifican instituciones,
costumbres, lugares, leyes, monedas, etc., comunes en tiempos de Loubayssin, pero tal
vez poco familiares al lector de hoy.
Varias razones hacían obligada una edición de este texto. La más importante es
que esta novela es precursora en el ámbito de la novela histórica hispanoamericana.
Además, posee el valor de ser un ejemplo de la incorporación de nuevas formas
narrativas. Asimismo, la crítica que se ha hecho hasta ahora de la Historia tragicómica no
se ha referido a las posibilidades del texto en cuanto al género de la novela y que las
innovaciones de Loubayssin se reflejan en cómo él elige estructuras propias de un género
dado para tratar temas propios de otro. Estos análisis pueden haber influenciado en el
hecho de que no se haya producido una edición anteriormente. Finalmente, por su
importancia histórica esta obra merece ser rescatada del olvido, y ser leída por futuras
generaciones, pues por su contenido forma parte del patrimonio cultural del Nuevo
Mundo.
3
Capítulo 1 – Francisco Loubayssin de la Marca y la novela en el siglo
XVI y XVII en España.
Tengo un libro apergaminado y amarillo
que siempre me atrajo por su locura y su verdad.
Harto me ha conmovido encontrar a través
de las 800 páginas del olvidado novelón
el paisaje y los nombres fragantes del sur de Chile.
Pablo Neruda5
La obra de Loubayssin en la novela del siglo XVI y XVII
En la novelística del siglo XVII, el escritor gascón Francisco Loubayssin de la
Marca presenta una compleja figura. Por su origen es un escritor francés; sin embargo,
sus dos obras escritas en español lo sitúan dentro de la novela española. Es más, una de
sus novelas, la Historia tragicómica de don Henrique de Castro hace que se le considere
como un autor de la época colonial.6
La Historia tragicómica ha recibido variadas críticas en cuanto a su valor dentro
de la novelística española e hispanoamericana del siglo XVII. La novela ha sido
calificada por León Pinelo7 como “libro fabuloso de caballerías” (358). Es posible que
Pinelo base su opinión en la primera parte de la novela cuando se menciona al Amadís de
Gaula, y las expediciones de los conquistadores en México, Perú y Chile donde se
5
Pablo Neruda. Para nacer he nacido. 198.
Ver Goiĉ, “La novela hispanoamericana.” 396-406.
7
Ver Antonio.
6
4
incluyen algunos episodios fabulosos, como por ejemplo, encuentros con fantasmas y
demonios. Esta opinión es compartida por el crítico chileno José Toribio Medina:
Este apartado país de Chile, que tan pocos europeos visitaron en aquellos
remotos tiempos, se prestaba maravillosamente a la fábula y todo lo que la
imaginación podía inventar de más extravagante y aún de absurdo, hasta
en el orden material, se suponía que aquí tenía su cuna. Por eso no nos
parecerá extraño […] que otro vizcaíno de nacimiento, llamado Francisco
Loubayssin de la Marca publicó su Historia tragicómica de don Henrique
de Castro. (291)
Otros son menos elogiosos en su crítica. Por ejemplo, George Ticknor considera la
novela como “una amalgama confusa y extraña de sucesos ciertos con aventuras
imaginarias. Como novela histórica es cansadora y malísima” (91). Cuando el crítico
califica el texto como “una amalgama” de sucesos, en cierto sentido tiene razón pues la
novela de Loubayssin es, como dice el mismo autor, “un compendio” de los hechos
históricos más importantes desde la muerte de los reyes católicos hasta la conquista de
México y Perú. Ticknor seguramente se refiere en particular a los largos discursos del
ermitaño8, en que habla de la fortuna, y de los malos amigos, con un lenguaje
moralizador que lleva la paciencia del lector hasta el límite. Por otro lado, la opinión de
Arsenio Pacheco difiere de las anteriores al considerar la novela un caso de interés dentro
de la novela española, por la integración del elemento histórico del Nuevo Mundo, y el
uso de los distintos géneros narrativos:
8
Ermitaño, persona que vive en una ermita, un santuario o una capilla pequeña, y cuida del lugar.
5
[L]a obra no merece el tono casual con que ha sido tratada por la crítica, y
aunque haya perdido su frescura y atractivo para el lector moderno, es un
caso de sumo interés en la historia de la literatura española (Francisco
Loubayssin de Lamarca: Notas 554)
Más específicamente, Cedomil Goiĉ incluye la Historia tragicómica dentro de la serie de
novelas de la época colonial, resaltando su valor por ser la primera novela indianista y
comentando sobre la particularidad del método utilizado en la narración. El investigador
opina que el texto es:
[u]na singularísima obra dentro de la novelística hispanoamericana del
siglo XVII. La ambigüedad es el método de esta novela, la primera novela
histórica e indianista, que saca partido de casi todos los géneros
novelísticos existentes, desde la novela bizantina y el frenesí del acontecer
hasta la parálisis eglológica de la novela pastoril; desde la visión ascética
hasta el nudismo provocativo. (371)
Goiĉ no solo resalta la combinación de múltiples géneros narrativos utilizados por
Loubayssin sino también su interés en encontrar nuevos modos novelísticos.
Sin duda Loubayssin incorpora en sus novelas distintos géneros novelísticos en boga en
su tiempo siguiendo una tradición iniciada en el siglo anterior. Por ejemplo, la Cuarta
parte del Florisel de Niquea de Feliciano de Silva (1551), muestra antecedentes de la
novela pastoril en las novelas de caballería; Los amores de Clareo y Florisea de Alonso
Núñez de Reinoso (1552), exhibe la influencia de lo sentimental con lo pastoril; en
Menina e moça de Bernardim Ribeiro (1554), confluyen lo sentimental, lo caballeresco y
lo bucólico. El mismo Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1559-1604), ha sido
6
calificado como un híbrido entre una novela de entretenimiento de género picaresco y
una caracterizada por sus rasgos de sermón moralizador. En ella se presenta la diferencia
entre el protagonista cuando es un joven pícaro de cuando es ya maduro, momento en que
reflexiona críticamente sobre su vida anterior. Finalmente en Los siete libros de la Diana
de Montemayor (1559), se nota la disminución del aspecto caballeresco, y la
preponderancia de lo lírico y lo narrativo. La obra combina el verso y la prosa. Como
afirma Asunción Rallo Gruss, estas narraciones:
son propuestas de nuevas formas, surgidas en el común interés de crear
libros (<romances>) nuevos. Y entienden estas innovaciones como
inclusión y aprovechamiento de elementos de formas narrativas ya
probadas, propiciando para el remozamiento el hibidrismo. (130-31)
Asimismo la novela de Montemayor pone en práctica el recurso de que la narración es
una agrupación, si se puede llamar así, de varias historias:
Los siete libros de la Diana implican la modernidad de utilizar el nombre
del personaje no protagonista como lugar de la colectividad, como
agrupación de historias que, en su interferencia, se remiten entre sí aun
manteniéndose independientes, se coordinan en la misma problemática del
amor de que brindan diversos aspectos y realizaciones. Es ésta confluencia
un nuevo espacio narrativo y el hallazgo de una nueva concepción del
ámbito novelesco. (157)
7
Volviendo a la Historia tragicómica, podemos decir que en ella el joven don
Henrique no es el protagonista principal de la historia,9 pero el personaje permite la
“confluencia” de las historias de los demás protagonistas.
Don Henrique es uno de los narradores. Hay a su vez un narrador intradiegético10 que
también narra e interviene en las distintas aventuras de los personajes, por ejemplo, en la
historia de Juan Serrano, el sobreviviente de la expedición de Magallanes, quien se
convierte en rey de Subo y Borna. Este segundo narrador interviene para defender la
condición de la mujer “bárbara” que no necesita aprender los artificios y deslealtades de
las mujeres “civilizadas”. En otros casos, por ejemplo, cuando empieza la extensa
narración del ermitaño, don Henrique se convierte en narratorio, es decir, en el
destinatario de la narración de su abuelo y también de la de Sicandro/Elisaura. El
narrador intradiegético también interviene para hacer la acción más dinámica, dar más
detalles a la narración de los protagonistas, o para interrumpir la narración del ermitaño.
La búsqueda de nuevos modelos de narración de Lope de Vega también tiene
influencia en Loubayssin, en 1604 Lope de Vega publicó El peregrino en su patria, una
complicada novela de aventuras, llena de complejos y enredados incidentes. Se trata de
una narración extremadamente artificiosa. Los protagonistas, Pánfilo de Luján y la
hermosa Nise pasan por graves dificultades para lograr su amor. Entre los muchos
episodios de la novela, hay naufragios, piratas, disfraces, equivocaciones, duelos,
condenas a muerte. Toda la acción se desarrolla en España. El peregrino en su patria, es
9
James Fogelquist: “De hecho, durante la Edad Media todos los cultivadores castellanos del género del
libro de caballerías siempre se refieren a sus obras como “historias”. Evidentemente, durante aquella época
el término “historia” se aplicaba, con frecuencia, sin distinción alguna, tanto a narraciones totalmente
fabulosas como a obras estrictamente históricas, o sea, verdaderas.” (6)
10
Es narrador que está dentro del texto, comunica con los demás personajes, y da su opinion.
8
una comedia, escrita en prosa, en la que los personajes no son tratados como héroes de
una narración, sino de una comedia de intriga. El héroe sufre distintos cambios de
fortuna, es cortesano, soldado, cautivo, peregrino, preso, loco, pastor, etc. La novela tiene
un desenlace feliz a través de situaciones verdaderamente asombrosas. El peregrino en su
patria es una novela que requiere bastante atención del lector. La acción es muy lenta, y
los personajes parecen ser más de una obra de teatro. Sin embargo, es importante destacar
el hecho de que Lope de Vega también integra otros géneros en la narración, por ejemplo
la égloga Serrana hermosa, que de nieve helada y cuatro autos sacramentales: El viaje
del alma, Las bodas del alma y el amor divino, La maya y El hijo pródigo.
La influencia de este texto de Lope de Vega sobre la Historia tragicómica es
evidente especialmente los cambios de fortuna que sufre Pánfilo de Luján.
Loubayssin, saca partido de las narraciones e historias de los ataques de los
piratas turcos en el Mediterráneo y las integra en la historia. En poder de los piratas
turcos, don Esteban es trasladado a Constantinopla, en donde después de un tiempo por
otro revés de la fortuna le encontramos en la batalla de Diu. Los asaltos de los piratas
turcos aparecen en El peregrino en su patria, la diferencia es que en este caso, los piratas
no son tales si no que es Filandro quien ayudado por sus amigos logra raptar al objeto de
su amor cuando ella estaba a punto de contraer matrimonio.
Lope de Vega relata el episodio así:
Allí tomó traje de turco, y con la chusma necesaria esperó a Florinda [….]
Abordaron finalmente, y saltando dos amigos con ábito turquesco en la
9
barca, arrebataron la nueva Elena, que trasladando della al vergantín
enriquezieron los brazos de Filandro…. (142)
La influencia de Miguel de Cervantes en las novelas de Loubayssin también es
indudable. Las innovaciones narrativas de Cervantes en sus novelas Don Quijote (16051615) y Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617) siguen esta tradición de encontrar
formas nuevas de narrar. Las obras de otros autores le sirven de modelos en sus novelas,
y logra crear una obra híbrida, y un nuevo modo de narrar.11
Según Rachel Schmidt, en el tiempo de Cervantes existe una confluencia de
diferentes narrativas; por lo cual, no es difícil imaginar que uno de los resultados es el de
la experimentación:
When one also takes into account the many texts of sentimental and
pastoral fiction as well as chivalric romance produced in sixteenth-century
Spain, it becomes apparent that Cervantes was writing in a time of much
fertile experimentation with prose. (16-17)
Cervantes anticipa la publicación del Persiles en el prólogo de las Novelas ejemplares
(1613) y afirma que es un «libro que se atreve a competir con Heliodoro», es decir, con el
modelo de la ficción bizantina según la sensibilidad estética del siglo XVI. El Persiles es,
pues, una novela y una idea de la novela.12 Juan Bautista Avalle Arce considera que es
‘la gran epopeya cristiana en prosa, propósito que ha desorientado a muchos lectores y
11
Don Quijote, according to Bakhtin is a text “
which realizes in itself, in extraordinary depth and breadth, all the artistic posibilities of heteroglot and
internally dialogized novelistic discourse.” (The Dialogic 324).
12
Historia etiópica atribuida a Heliodoro de Emesa, escritor del período helenístico. El texto se publicó en
Basilea el año de 1534. La figura del «peregrino» protagonista de este género de novelas —entendido como
símbolo del hombre cristiano que hace su itinerario físico y moral en la tierra— personifica el ideal del
protagonista más característico de la «novela de la Contrarreforma. También se les llama novelas de
aventuras peregrinas.
10
provocado no menos desaciertos críticos’ (Cervantes y el Quijote 601). Alban Forcione
afirma que la peripecia de los héroes desde los confines de la tierra hasta llegar a Roma,
ciudad celestial, es un itinerario que representa la salvación del alma humana, y que tanto
en el Quijote como en Los Trabajos de Persiles y Segismunda:
[…] we observe a process which we could describe as the birth struggle of
the modern novel, a drama of disengagement as the new literary form
breaks free form the strictures which had created. Cervantes applies his
familiar methods of dealing with experiential phenomena and reductive
systems, confronting the classical dogma with both experience and
rational argument. (344)
Julio Baena opina que en el Persiles, Cervantes crea una utopía barroca. El hecho de que
la obra tenga en el título la palabra “trabajos” la diferencia de las obras que se tratan de
aventuras o de las hazañas de algún héroe. Los ‘trabajos’ conllevan la connotación de una
acción constante:
Si el Persiles es utopía, no es ciertamente utopía renacentista, sino utopía
barroca [….] Este trabajo, este dinamismo puro, es la clave del Persiles, y
su diferencia con la hazaña o la aventura, lo que puede distinguirle de los
tipos de romance más dinámicos y acercarle —si no incluirle— dentro de
la novela. (129-30)
La importancia del Persiles radica en que es una novela más teórica, y un
concepto de novela ideal. Se podría decir que busca entretener y también deleitar, pero si
se toma en consideración el concepto de “utopía renacentista”, el Persiles pierde algo de
la energía y autonomía del Quijote. Sin embargo esta novela póstuma de Cervantes puede
11
competir con la de Heliodoro en cuanto puede superar el modelo de la novela bizantina.
Diana de Armas, señala que:
All the hybrid forms present in Cervantes’s earlier work may be
retrospectively understood through the Persiles, which rises from the same
kind of “polyglot energies” found in the ancient novel to position itself on
the border between multiple culture and languages. (103)
Las novelas de Cervantes, y en especial Don Quijote son una prueba contundente
de esta búsqueda y experimentación de nuevas formas narrativas. El resultado es la
creación de una nueva forma de narrar, la novela moderna. En Don Quijote13 se suman
todas las partes de los distintos modos de narración. Es producto de la imaginación y de
la razón:
The new synthesis can be seen clearly in a writer like Cervantes, whose
great work is an attempt to reconcile powerful empirical and fictional
impulses. From the synthesis he affected, the novel emerges as a literary
form. The novel […] is a product of the reunion of the empirical and
fictional elements in narrative literature. (Scholes, Phelan and Kellog 15)
En efecto, es importante señalar que los cambios experimentados por el género de
la narración durante los siglos XVI y XVII culminan en la creación de la novela
13
Rachel Schmidt: para “Friedrich Schlegel, the Sancho arabesque gives shape to a form of critique based
as much on imaginative representation as on analytical insight. As such, it serves as a model for the modern
novel conceived of as a form of social and philosophical critique. Cervantes’ Don Quixote provides him
with a model for dialogue capable of interweaving difference into a whole. It also provides him with a
means to dignify parody and to privilege comic reversal and descent. (81) Según la investigadora,
“Hermann Cohen notes that, in Cervantes’ Don Quixote, “poetry becomes the prose of the novel” (152) In
this sense, Don Quixote serves as the beginning point for the modern novel, setting forth the genre’s rule
and direction in a way that is neither purely prescriptive nor descriptive, but rather productive.” (154)
12
moderna.14 Podríamos decir que este es el legado literario que sirve de punto de partida a
Loubayssin para escribir sus dos novelas en español.
14
Michael McKeon: “Of course the very capacity of seventeenth –century narrative to model itself so selfconsciously on established categories bespeaks a detachment sufficient to imagine them as categories, to
parody and thense to supersede them [….] An the genre of the novel can be understood comprehensively as
an early modern cultural instrument designed to confront, on the level of narrative form ad content, both
intellectual and social crisis simultaneously. The novel emerges into consciousness when this conflation
can be made with complete confidence.” (396-97)
13
Bosquejo sobre la vida y obra de Francisco Loubayssin de la Marca
Los datos que tenemos de la vida personal y profesional, viajes, trabajos y
conexiones religiosas, políticas o literarias, de Francisco Loubayssin de la Marca son
muy escasos. Tampoco sabemos el lugar y fecha de su muerte. Trataremos en lo posible
de ordenar ese escaso material para esbozar su biografía. Como sabemos por el grabado
que aparece en la Historia tragicómica, Loubayssin podría haber nacido en 1588. Era
gascón o vizcaíno, como lo declara un amigo en un soneto en la Historia tragicómica:
Más si tienes el nombre, con la Marca,
De la lengua española en que has escrito
Quién ha de ser bastante a censurarte?
Sino es aquel que con rigor de parca
Quisiere con su lengua condenarte,
Sin saber que es Gascuña tu distrito. Sin pág.
El mismo Loubayssin declara ser de la región de Gascuña en el Prefacio de su
última novela, Les adventures héroϊques et amoreuses du Comte Raymond de Tolouse et
de Dom Roderique de Vivar (1619), citado por Madeleine Lorch en su artículo acerca del
Cid y Raymond de Toulouse:
S’il faut que j’avoue à la suite de cecy, que j’écris mieux en espagnol qu’
en ma prope langue; je te prie d’ en attribuer plustost la cause au grand
séjour que j’ ai fait à Madrid qu’ à nulle afecction que j’ aye pour le
castillan. Je suis Gascon, et par conséquent trop vain pour céder par
inclination à la France. Les gascons n’ ont jamais été bons amis des
Espagnols, pour te donner sujet d’ avoir soupçon de moi. (471)
14
El autor deja en claro sus orígenes y también que no tiene simpatías por España, a
pesar de haber vivido allí por algunos años. Loubayssin nace al principio de la llamada
guerra de los tres Enriques15. El asesinato del duque de Guisa y del Cardenal de Guisa
por orden del Rey, el 23 de diciembre de 1588, es prueba de la violencia que ha invadido
la vida cotidiana en Francia. El afán de poder de la nobleza es una fuerza que el Rey debe
doblegar16.
El primero de enero 1589, Enrique III de Francia realiza importantes cambios en
su administración. Se crea un departamento de estado dedicado a los asuntos exteriores.
Una de las razones de estos cambios es que el monarca sospecha que sus secretarios de
estado, Villeroy, Billièvre, Brûlart et Pinart no parecen preocupados por la situación
española, en especial el señor Villeroy, buen amigo del embajador español, don Bernardo
de Mendoza de quien aun el mismo rey dice que es “un bon Espagnol” (Baillou 57). El
cambio entre las relaciones de España y Francia se refleja en la vida cotidiana. La vida
familiar de Loubayssin se ve afectada por los cambios sociales y religiosos.
En 1603 se publica un edicto para que, con la protección del rey Enrique III, los
jesuitas puedan establecerse en Francia y tener colegios. Famosos entre ellos fueron los
de La Flèche y de París, a los que las familias ricas mandaban sus hijos, mientras otros
los consideraban una invasión extranjera. Según Fernando García de Cortázar, “[e]n el
siglo XVII los jesuitas monopolizan la educación y se adueñan del confesionario real”
(275). Por sus escritos y afiliación parece ser que Loubayssin se educó en un colegio
jesuita, en que la educación daba mucha importancia a los autores clásicos. Sus vínculos
15
Guerra de los tres Enriques sucedió entre 1585 y 1598. La protagonizaron el duque Enrique de Guisa
(1550-1588), Enrique III de Francia (1551-1589), y Enrique de Navarra (1553-1610. El conflicto fue parte
de las Guerras de Religión francesas.
16
Históricamente, los reyes europeos siempre luchaban con la nobleza para mantener control, ya que los
nobles solían considerar al rey como uno de ellos.
15
a la iglesia y a sus emisarios están patentes en su vida y obra. En la Historia tragicómica
son frecuentes las alusiones a la devoción a la virgen sobre todo cuando habla el
ermitaño.17
Algunos datos biográficos de Loubayssin aparecen en el tomo xxxv de la revista
la Revue de Gascogne (442). Sus padres Gerard Loubayssin y Nadine Lamarque tuvieron
ocho hijos. El testamento de la madre refleja algunas diferencias familiares. Nadine
Lamarque deja a su hijo Dominique heredero universal, y deshereda a Jean su hijo
primogénito pues dice no haberlo visto por catorce años desde que reside en Salamanca,
donde puede ser que haya contraído matrimonio. A Francisco le deja ciento cincuenta
libras y un poco más al resto de sus hijos. El señorío de La Marque correspondería a
Dominique y podemos asumir que después de su muerte, el título le corresponde a
Francisco. Jean continúa en España el oficio de su padre, el de mercader.18 En algunas
regiones de España como Valencia, Barcelona, Sevilla y Cádiz, los comerciantes
franceses tuvieron éxito y llegaron a gozar de cierto prestigio social, a diferencia de sus
compatriotas jornaleros o dedicados a oficios manuales. Muchos de los comerciantes
contraían matrimonio con españolas a fin de tener raíces más sólidas en su país adoptivo.
Tal parece ser el caso de Jean de Loubayssin. Según Miguel Herrero García, en Ideas de
los españoles del siglo XVII, entre los oficios que los franceses ejercieron en España
figuran principalmente los de afiladores y cerrajeros, aguadores, castradores, titiriteros,
17
En su presentación a la edición de Elisa Rosales de Engaños deste siglo, Howard Mancing comentando el
tema del honor y el papel de la Inquisición en la sociedad española dice que el autor, Loubayssin de la
Marca, podía ver esto desde un punto de vista distinto por cuanto “ It is impossible not to relate these
concerns to the author’s marginalized position as an exile and a Protestant and to read them as a serious
indictment of Spanish culture” (viii) Dados los datos que tenemos de la vida de Loubayssin y de su familia
parece un poco difícil verles como una familia perteneciente al bando hugonote. No poseemos otros datos
que demuestren que la familia estaba dividida por cuestiones religiosas. Mancing puede referirse a otra de
las cinco ramas de la familia Marca.
18
Arsenio Pacheco-Ransanz:: “Francisco Loubayssin de la Marca, notas para la historia de la novela
española del siglo de oro” (553-57)
16
buhoneros, y pordioseros (385). La niña de los embustes, de Carlos Solórzano habla de
un personaje de la siguiente manera:
Este era natural de Gascuña, en Francia, a quien en nuestra España
llamamos “gabachos”. Había sido ocupado en el oficio de buhonero,
trayendo caja y vendiendo por la corte; proveíale su casa un francés rico,
que tenía tienda de por junto, con el cual había ganado tanto crédito que le
fió más de lo que fuera bien. (26)
Por cuanto sabemos, el “francés rico” definiría mejor la figura de Jean de
Loubayssin. Por el testamento de su madre, se deduce que el hijo mayor tiene una buena
situación económica en España, y no necesita la herencia de su abuelo materno.
Francisco Loubayssin demuestra tener conocimiento de las telas y bordados de la época.
También puede deducir su valor.
De los escritos de Francisco Loubayssin se deduce que viajaba frecuentemente a
España a visitar a su hermano Jean, lo que explica su dominio del idioma y su amplio
conocimiento de la historia y literatura española de los siglos XV y XVI. Parece que la
estancia de Francisco Loubayssin en España fue bastante prolongada, y es lícito asumir
que la dedicara a empresas comerciales y a viajar a distintas partes del país para negociar
con otros comerciantes franceses. Como muchos otros franceses de ese tiempo,
Loubayssin hace buen uso de la fortuna adquirida en España al regresar a su país de
origen. En Los engaños deste siglo, Loubayssin implica que su estadía en España fue de
varios años: “No hay que espantarse porque los reyes de España se hazen tan de veras
obedecer a sus súbditos, y la justicia tiene tanta autoridad sobre los grandes: que yo me
acuerdo, que en los primeros años que yo estuve en España, sucedió en Madrid un caso
17
harto notable” (239-40). Loubayssin se refiere a los casos en que el rey puede hacer
justicia y castigar a los nobles por abusar de su poder. Aunque la siguiente información
sobre los franceses que trabajan en España se refiere a unos años más tarde, creemos que
la situación descrita en Avisos de Jerónimo Barrionuevo no debió ser muy diferente en los
tiempos de Loubayssin:
Desde el lunes está todo el Consejo pleno cerrado, y dada orden a los
Relatores que no vengan esta semana. Dícese es por diversas cosas, y entre
ellas, para echar de España todos los franceses solteros que desustancian a
España, y se dice haber más de 20.000 de ellos, que no hay año que no se
lleven a 1.000 reales de a ocho uno con otro a Francia, que es una gran
suma. Aunque el inconveniente de hacerse soldados y dar más gente al
enemigo no sé si lo miran bien. Fuera de los que los más son tan ladinos,
que pasan como españoles o como loreneses, esguízaros y otras naciones
de que se sirve el Rey. De los casados acá con españolas no se habla, que
antes son necesarios para la multiplicación de España, de que hay grande
falta. Los que de allá han venido con toda su familia, se cree los han de
mandar salir como a los solteros. (11 de septiembre, 1655)
Ya establecido de vuelta en Francia, Loubayssin publicó dos novelas en español y
una en francés: Los engaños de este siglo en 1615, La historia tragicómica de don
Henrique de Castro en 1617, y Les aventures héroïques et amoreuses du Comte Raymond
de Tolouse et de Dom Roderique de Vivar en 1619. La dedicatoria de la Historia
tragicómica dirigida al Ilustrísimo y Excelentísimo príncipe don Luis de Lorena Cardenal
de Guisa, nos dice que en 1617 el autor era un gentilhombre ordinario de la casa de dicho
18
señor. Es muy posible que después de la publicación de su última novela, Les aventures
héroïques et amoreuses du Comte Raymond de Tolouse et de Dom Roderique de Vivar,
Loubayssin regresara a España para seguir trabajando y aumentar su capital.
Desconocemos en qué se ocupó durante su estadía en España, pero es de creer que sus
labores debieron ser bien remuneradas y sabemos que llegó a gozar de una desahogada
posición económica pues podía disponer sin apuros de 300 doblones de oro, pistoles, para
hacer un préstamo a su hermana Françoise, casada con un médico, trescientos doblones
era una cantidad respetable. El doblón era una moneda de circulación frecuente en
España y Francia.19
Loubayssin, al parecer, habría prestado sus servicios de escritor a Richelieu quien
empleaba diversos métodos para ganar la opinión pública. Uno de ellos consistía en
mantener un buen grupo de escritores a su servicio. Ellos estaban a cargo de escribir
obras favorables al régimen del primer ministro, como por ejemplo, su obra incansable,
su vida dedicada al servicio del rey y a la grandeza de Francia. También en ese período se
escriben panfletos y pasquines, criticando o ridiculizando a los enemigos de Francia y de
Richelieu; aparecen en francés y en español. Uno de esos autores bien pudiera haber sido
Loubayssin.
Nuestro autor es un hombre educado, conoce la vida de la corte y se desenvuelve
bien en ella, posee la experiencia de haber vivido en España por varios años. Además ha
publicado dos novelas en español. En sus escritos, Loubayssin aparece como un hombre
19
Bartolomé Bennassar: “Dos monedas españolas alcanzaron un renombre internacional totalmente
excepcional: el doble escudo de oro llamado frecuentemente doblón y en Francia pistole, y la pieza de ocho
reales de plata conocida universalmente bajo el nombre de piastra acuñada a partir de 1566. El imperio de
la moneda fuerte de oro y de plata permaneció incólume durante todo el reinado de Felipe II. España había
recurrido a trabajadores inmigrantes, sobre todo franceses, muchos de los cuales regresaban un día a su país
con un peculio, fruto de sus ahorros: algunos cartuchos de hermosas piezas amarillas o blancas (107-09).
19
de su tiempo, dispuesto a subir en la escala social, pasar de ser hijo de mercader a ser
miembro de la nobleza menor, un segneur, o en España, tal vez, un hidalgo. Se sitúa
dentro del círculo de partidarios del cardenal Richelieu y del rey de Francia. Su
compromiso con ellos y con la política del Cardenal le hace escribir sobre su total
adhesión a la causa:
Es verdad, príncipe dichoso, que como al pintor no se le da nada de ver
que el rústico pastor se burla del quadro que el sabio cortesano admira, ni
al mantenedor de un torneo, de ser condenado del pueblo ignorante
quando los juezes le apremian la gloria, como al mejor justador. Assí
Vuessa Eminencia no reparará en los graznidos de tales cuervos, elevado
en oyr los conciertos divinos, de tantos cisnes, que hazen los impossibles
para cantar algo que quadre a la perfeción de los grandes y célebres
hechos que la providencia de Dios a tomado mesmo a cargo de remunerar.
(Deffy de la langue françoise et de l’ Espagnole 49)
Loubayssin se ve como uno de estos “cisnes,” unas de las aves más bellas, elegantes y
graciosas, asociadas a la realeza, pero que no cantan, según la tradición, excepto cuando
mueren. Loubayssin está dispuesto a morir, si eso supone el poder cantar las alabanzas a
los grandes hechos del primer ministro. Loubayssin critica a la sociedad española en su
Panegírico dedicado a Richelieu:
Que si ces esprits bizarres dont l’austérité ridicule fait trouver des défauts
en la lune et des obscuritez au soleil continuent encor d’infecter l’air et la
terre contre la conduite de vostre governement admirable, parce que le
Roy a ruyné l’hérésie, vaincu l’Angleterre, asseuré l’Italie, triomphé de l’
20
Espagne, humilié l’Empire et replanté nos vieilles colonies sur le bord du
Rhin. (11)
Loubayssin goza de una buena posición en la corte francesa y entre los círculos
literarios de la época. Cuenta asimismo con un buen círculo de amigos en la clase
influyente. La guerra y los conflictos con España son una fuente para algunas obras
satíricas contra el régimen de Madrid:
En 1640 des poètes qui se vantent des exploits de leur épée aussi
volontiers que des succès de leur plume, comme Scudéry ou Loubayssin
de la Marque, sont des bizarres qui font rire. (Adam 592)
La situación política y social en Francia no es muy estable. Tanto los nobles como
el pueblo se quejan de la política del primer ministro. El descontento popular se ve en el
siguiente poema anónimo:
Quoy, nous deffendre est-il trop tard?
Nous sommes trop dans la détresse;
Les armées et le cardinal
On tous noz biens et noz richesses
Après n’ avoir plus rien de tout,
Pourrions-nous bien venir à bout
D’ un sy grand nombre de merveilles?
Ouy, le proverbe de nos vieilles,
Dict qu’ il vault mieux tard que jamais. (Kearney 72)
Esto demuestra la importancia del trabajo de Loubayssin. Sus escritos al servicio
de Richelieu sirven para contrarrestar los sentimientos negativos del pueblo. En 1639
21
Loubayssin firma el Panegírico a Richelieu como señor de La Marque. Su fortuna, en
parte importante adquirida en España, le permite disponer de respetables cantidades de
dinero y de llevar una vida en la corte. En 1647 adquirió el señorío de Tilladet avaluado
en 18.000 francos. Por esas fechas contrae matrimonio con Angélique de la Rivière, una
joven que pertenece a una familia importante de la vieja aristocracia muy vinculada a la
iglesia. El matrimonio tuvo dos hijos: Jean Marie (1650-1717) y Claire (1651-1725).
Según A. Lavergne, Jean Marie de la Marque de Tilladet es religioso académico y
hombre de letras. En 1679 debe vender Tilladet a la familia Maniban. El dinero de la
venta sirve para pagar las deudas de la familia y la dote de su hermana Claire quien entra
a la Orden de las Ursulinas (83), llegando a ser superiora de la Orden de las Ursulinas de
Gondrin. (Moreri 149)
Loubayssin es uno de los muchos personajes que, en cierto modo, supieron
adecuarse a los tiempos turbulentos en que les tocó vivir. Como hemos visto, supo sacar
partido de la situación. Encuentra en la Iglesia y en la aristocracia su base social. Por
medio de sus escritos obtiene el favor regio, servicios, acercamiento a la fuente de poder.
Esto no quiere decir que sus servicios estén limitados a la escritura. No se descarta la
posibilidad de que haya vuelto a España para recoger información para Richelieu. El
dinero le sirve para cumplir sus aspiraciones, de pasar de la clase comerciante, como lo
habían sido su padre, y su hermano Jean a miembro de la nobleza menor. Loubayssin se
convierte en señor de la Marca y propietario de Tilladet; como tal, parece haber tenido
éxito. No hemos encontrado documentos que establezcan la fecha precisa de su muerte,
sólo podemos decir con seguridad que ocurrió antes de 1663, año del segundo
matrimonio de su viuda Angélique de la Rivière con Jean de Beón, sieur de Verduzon y
22
de Bière. Hasta aquí llegan los datosque hemos podido compilar sobre la vida de
Loubayssin. Quedan muchas interrogantes para una futura investigación.
La novela histórica
Los diferentes juicios sobre la Historia tragicómica, conllevan en sí diferentes
nociones acerca del concepto de novela histórica.20 El título de la novela incluye el
término “tragicómica” que siempre se relaciona más con la obra dramática. El mismo
autor escribe sobre su obra:
[….] me oso prometer que no faltará quien perdone mi yerro (si yerro se
puede llamar) y reciba gusto, de ver un compendio de las cosas más
notables que sucedieron al fin del pasado siglo y al principio del presente.
(713)
El compendio es una forma de intertextualidad, discursos provenientes de otro
texto. En el caso de Loubayssin esta intertextualidad supone el punto de partida de la
novela histórica que incluye el Nuevo Mundo en su narrativa. La Historia tragicómica es
una novela en la que el elemento histórico está integrado en la acción de los personajes:
“porque quiero que mis libros en decir verdades, que las digan de manera que sean de
creer y no representar en ellas tántalos voluntarios”. (448)
Loubayssin también expresa el propósito de escribir una historia diferente a las
que aparecen en los libros de caballería. El autor establece la diferencia entre el relato de
hechos imaginarios y el de hechos verdaderos, historia y ficción. En suma, se trata de la
20
Según algunos estudiosos la novela histórica actual empieza como género en el siglo XIX con Sir Walter
Scott (1771-1832).
23
diferencia entre el género de la novela como la plantea Cervantes y la distinción con el
género de la historia fingida21.
El género de la novela histórica ha sido considerado de acuerdo a distintas
expectativas. En primer lugar, están las que consideran que la novela histórica debe ser
un ‘fiel” relato del pasado. En segundo lugar, está la opinión de que es un género de
difícil sobrevivencia al tratar de relatar hechos de un pasado que tal vez nunca existió.
Según Herbert Butterfield, “[t]he historical novel is a ‘form’ of fiction as well as of
history. It is a tale, a piece of invention; only, it claims to be true to the life of the past”
(4). Robin Collingwood, encuentra similitudes entre el novelista y el historiador:
The novelist and the historian; each of them makes it his business to
construct a picture which is partly a narrative of events, partly a
description of situations, exhibition of motives, analysis of characters.
Each aims at making his picture a coherent whole, where every character
and every situation is so bound up with the rest that this character in this
situation cannot but act in this way, and we cannot imagine him as acting
otherwise. (243)
Collingwood, por lo tanto enfatiza que tanto el novelista y el historiador deben buscar la
coherencia en la historia, en los personajes; los hechos deben estar relacionados de tal
manera que la narración parezca que no podría ser de otro modo. Esta noción también
conlleva el problema de que se le exige a la novela histórica “recrear’ los hechos y
21
En Don Quijote, el canónigo dice que “las historias fingidas tanto tienen de buenas y deleitables cuanto
se llegan a la verdad o la semejanza de ella, y las verdaderas tanto son mejores cuanto son más verdaderas.”
Don Quijote. Cap LXVII, pág. 1137.
24
personajes de una época de una manera análoga a un pasado que ya no existe.22 Laszlo
Passuth (1967), afirma que “una novela histórica, ha de ser un recuerdo vivo: una
evocación-fiel y auténtica- de un período pasado transformándose en una partícula
inalienable de nuestro mundo interior” (18-19)
Por otro lado, Alessandro Manzoni (1981), considera que “The historical novel is
hardly unique in the inherent contradiction of its premises and in its resulting inability to
take on a convincing and stable form” (80). Como autor y crítico de la novela histórica,
Manzoni también hace la distinción entre historia y poesía, “The historical novel does not
draw its principal subject from history in order to transform it with poetic intent, but
invents it, like the work from which it has taken its name and of which it is a new form.”
(124). Amado Alonso señala otro problema, “en la novela histórica el escritor adopta una
actitud informativa, de orden intelectual, que sin remedio desaloja o estorba a la acción
creadora (79). Georg Lukács considera el aspecto del origen y desarrollo de la novela
histórica, “ The historical novel in its origin, development, rise and decline follows
inevitably upon the great social transformations of modern times; to demonstrate that its
different problems of form are but artistic reflections of these social-historical
transformations.” (17) Agrega otras consideraciones importantes en cuanto a la creación
de la narrativa:
What matters therefore in the historical novel is not the re-telling of great
historical events, but the poetic awakening of the people who figured in
those events […]. That in order to bring out these social and human
22
Penadés destaca que más grave que un anacronismo de detalle, es el desarrollar ideas o actitudes
impensables en la época donde se ubican, es decir, llevar a tiempos pasados ideas actuales o planteamientos
ideológicos completamente contemporáneos o al menos extemporáneos (11).
25
motives of behavior, the outwardly insignificant events, the smaller (from
without) relationships are better suited than the great monumental dramas
of world history […] The historical novel therefore has to demonstrate by
artistic means that historical circumstances and characters existed in
precisely such and such a way. (42-43)
Según Lukács, estos elementos son los más problemáticos para las novelas del
siglo XVII, por cuanto:
The so-called historical novels of the seventeenth century (Scudéry,
Calpranède, etc) are historical only as regards their purely external choice
of theme and costume. Not only the psychology of the characters, but the
manners depicted are entirely those of the writers’ own day. And in the
most famous “historical novel” of the eighteenth century, Walpole’s
Castle of Otranto, history is likewise treated as a mere costumery: it is
only the curiosities and oddities of the milieu that matter, not an
artistically faithful image of a concrete historical epoch. What is lacking in
the so-called historical novel before Sir Walter Scott is precisely the
specifically historical, that is, derivation of the individuality of characters
from the historical peculiarity of their age. (19)
Sin embargo, Schmidt difiere de algunos de los postulados de Lukács:
Lukács downplays Cervantes’s capacity for active reflection on his era in
favor of his supposed passivity as a voice of history […] Cervantes’s
novel, by giving form to its historical moment, leads us to a critique of
modernity. And yet the speaking voice of this greatly critical novel is
26
history itself. (106) For Lukács, Cervantes is a mere scribbler who naively
envisions the problems of modernity (116) In Lukács, the misreading is
even more egregious, for he erases from the novel none other than Sancho
Panza. (119)
En efecto, el debate sobre el asunto de la novela histórica y la verosimilitud de los
hechos históricos que narra han sido considerados de distinta manera por escritores y
estudiosos. Umberto Eco, por su parte, opina que:
The historical novel for me is not so much a fictionalized version of real
events as a fiction that will actually enable us to better understand the real
history. I also like to combine the historical novel with elements of the
bildungsroman. In all my novels, there is always a young character who
grows up and learns and suffers through a series of experiences. (17)
Según Eco, la novela histórica no es tanto una verdad histórica, sino que un medio
que nos puede ayudar a comprenderla mejor. En sus novelas, siempre hay un joven que
se convierte en adulto y aprende y sufre muchas experiencias. Podríamos decir que es el
mismo recurso que intenta llevar a cabo Loubayssin con el personaje de don Henrique.
Por muchos años la novela Xicontencalt publicada en Philadelphia en 1826 ha
sido considerada la primera novela histórica publicada en castellano en América.23 La
obra trata sobre la conquista de Tlaxcala por Hernán Cortés, el héroe de la novela es un
joven héroe tlaxcalteca. José Rojas Garcidueñas cita el juicio de Pedro Henríquez Ureña
sobre esta novela en que dice que “la obrita mencionada tiene el interés de ser la primera
histórica en lengua castellana” (101). Esta opinión también es compartida por el crítico
23
Anónima, pero tal vez del escritor cubano José María Heredia.
27
Luis Leal en su artículo, “Jicoténcal. Primera novela histórica en castellano.” Rojas
Garcidueñas también analiza otra novela, Xicotencal Príncipe Americano. Novela
Histórica del siglo XV (1831), del autor español Salvador García Baamonde. En esta
novela el nombre del protagonista es el mismo, pero en este caso, es un joven guerrero
aliado de Cortés. El joven está enamorado de la bella Xicomui y debe luchar con su padre
que no está dispuesto a que su hija sea esposa de un “republicano”. El tratamiento de los
hechos históricos en esta novela es bastante particular. Por ejemplo, cuando narra la feliz
llegada de las naves de Cortés a México, los conquistadores reciben la bienvenida de los
criados de Moctezuma: “Cortés los obsequió con vinos de Málaga y Jerez, con lo que
pareció a los indios remontarse a la mansión de la alegría, superior a cuanto hasta
entonces habían visto” (109).
En contraste, La Historia tragicómica (1617) presenta una coexistencia de lo
histórico y lo inventado. La narración se construye en base a datos y personajes ya
documentados históricamente; por ejemplo, los descubrimientos, batallas, lugares, etc.
Algunos textos de los que Loubayssin saca el contexto histórico en que se mueven sus
personajes son: La Araucana de Alonso de Ercilla (1589); El Arauco domado de Pedro
de Oña (1602); la primera y segunda parte de Don Quijote de la Mancha de Miguel de
Cervantes (1605-1615 ); El peregrino en su patria de Lope de Vega ( 1604); Los
comentarios reales de los incas del Inca Garcilaso de la Vega (1609); La conquista de las
islas Malucas de Bartolomé Leonardo de Argensola (1609). Sobre este trasfondo
histórico la novela relata las aventuras de los personajes. Estos componentes proponen
una lectura híbrida, ambigua, que se presenta al lector como un relato auténtico de los
28
hechos históricos. El mecanismo de verosimilitud se enfatiza mediante la dicotomía
historias ficticias/historia verdadera.
La perspectiva omnisciente del narrador ofrece una versión e interpretación de los
hechos históricos que trata de ser convincente. En la novela, las descripciones de los
lugares y habitantes del Nuevo Mundo son dadas desde el punto de vista del autor, sus
presupuestos culturales e ideológicos. Es así como en la Historia tragicómica es posible
encontrar algunos anacronismos verbales, la actualidad del habla de los personajes de la
novela, y el habla del escritor. En algunas instancias los personajes se refieren a otro que
habla la lengua persa, o el discurso e invocaciones de los “araucanos”24, y pueden
comprender e interpretarlos aunque según la narración lleven poco tiempo en Chile.
También se da el hecho de vocablos en francés. En estos casos, el mundo ficcional de la
novela aparece desconectado a la vida de los personajes, los hechos históricos parecen
cumplir la función de un simple escenario. El mundo novelístico queda reducido a un
espacio en que el autor presenta las ideas y creencias de su época.
La novela Xicontencalt (1826) se publica bastante después de la Historia
Tragicómica de don Henrique de Castro (1617). En cuanto al concepto de novela
histórica, en ambas novelas los eventos históricos sirven de telón de fondo para las
aventuras de los personajes. Los eventos históricos25 incluidos en la narración marcan el
fin y el comienzo de una era: “descubrimiento”, conquista, etc. Según Georg Lukács:
The historical novel in its origin, development, rise and decline follows
inevitably upon the great social transformations of modern times; to
24
Término peyorativo usado por los españoles durante la conquista. Actualmente está casi en desuso, y se
usan los nombres ancestrales.
25
Linda Hutcheon: Literatura histórica es aquella “ motivated and made operative by a notion of history as
a shaping force (in the narrative and in human destiny).” (113)
29
demonstrate that its different problems of form are but artistic reflections
of these social-historical transformations. (Foreword 17)
La novela histórica como género no está exenta de dificultades, como demuestran los
postulados de Manzoni, quien, como ya dijimos, considera que la novela histórica posee
una contradicción inherente que le impide tomar una forma estable y convincente.
También tomamos en consideración los argumentos de Amado Alonso, quien ve como
uno de los peligros de la novela histórica el que se convierta en una acumulación de
datos, que informe y deje de lado el aspecto artístico. Por su lado, Ortega y Gasset arguye
que la novela histórica mantiene un choque permanente entre el cosmos imaginado y la
autenticidad histórica. A pesar de todos estos obstáculos la novela histórica o de ficción
histórica, como se la denomina actualmente, ha experimentado un resurgimiento notable
en las últimas décadas.
Aportes de Loubayssin a la novela española
Como hemos planteado, Loubayssin se nutre de modelos novelísticos conocidos
para buscar nuevas formas y estructuras narrativas. Uno de los aspectos novedosos de las
novelas de Loubayssin es el tratamiento de la temática amorosa. El análisis de esa
temática nos ayudará a calibrar la contribución de Loubayssin a la novela del siglo XVII
en España.
Algunas obras de las cuales podemos encontrar ecos en la novela del autor gascón
son: La Celestina de Fernando de Rojas de 1499; Los siete libros de la Diana de Jorge de
Montemayor de 1557; la tercera parte de La Araucana de Alonso de Ercilla de 1589; El
Arauco domado de Pedro de Oña de 1602; la segunda parte del Guzmán de Alfarache de
30
Mateo Alemán de 1604; El arte nuevo de hacer comedias en este tiempo de Lope de
Vega de 1609; Las novelas ejemplares de Miguel de Cervantes de 1613; la primera y
segunda parte de Don Quijote de la Mancha de 1605-1615; El peregrino en su patria de
Lope de Vega de 1604.
Se puede decir que estas obras sirven de modelos literarios para la narrativa de
Loubayssin. Sin embargo el carácter innovador de Loubayssin se refleja en cómo él elige
estructuras propias de un género dado para tratar temas propios de otro. El autor usa por
ejemplo, la estructura y tramas propias de la novela sentimental, picaresca, bizantina,
pastoril y cortesana, para tratar temas que, estrictamente hablando, no son los habituales
de dichos géneros. Se puede decir que en cierto modo, el autor desafía el conocimiento
literario del lector que le permite leer un texto comparándolo con las convenciones del
género. Las coincidencias textuales o de ideas no son una imitación, sino que el autor
aprovecha los temas y recursos en la búsqueda de un nuevo arte de narrar. A ello se
refiere en el prólogo de los Engaños deste siglo:
De lo que me puedo alabar - digo, si en algo he acertado- es que no he
hecho como pobre mendigo, el cual de mil piezas de paño que toma en
partes tan diferentes y varias cuanto los colores lo son, hace una capa, de
la cual se sirve como si fuera de fino paño de Londres. Helo sacado todo,
señor, de la oficina de mi entendimiento, al cual debo las gracias, y a Dios
que me le quiso dar por empezar y acabar mi historia. (5)
Según Alicia Yllera, la novela: “[a] pesar de la importancia creciente que cobra en
el XVII francés es, en general, un género poco estimado” (127). No es de extrañar
31
entonces, que Loubayssin tomara sus modelos literarios de la literatura española.26 Se
advierte una fuerte influencia de las Novelas ejemplares de Cervantes cuya traducción al
francés apareció en 1615. Pero con seguridad, Loubayssin leyó la obra en el original
español. Tanto es así, que en el mismo prólogo de Los engaños deste siglo señala que:
[…] me ha parecido y, según mi opinión, a todos parecerá bien, de
dar a mi libro no solamente el cuerpo y alma española, sino también el
modo y traje de su tierra. (5)
Loubayssin trata que la forma no traicione la verisimilitud, por cuanto el objetivo de sus
relatos es hacer creíble la ficción, como lo dice en la Historia tragicómica:
[…] porque de decir que semejantes beldades puedan ir de venta en monte
caminando con hombres mozos, por mar y por tierra, sin incitar el gusto,
no lo permitan los hados - que esto pertenece solamente a la sencillez de
aquellos tiempos que el autor de Amadís de Gaula dice que volvían
doncellas a las casa de sus padres después de haber paseado veinte años
por el mundo en compañía de una caterva de caballeros andantes, sin
haber dormido debajo de tejado - porque quiero que mis libros en dezir
verdades, quelas digan de manera que sean de creer y no representar en
ellas tántalos voluntarios. (448)
También señala que la poca credibilidad correspondía a los tiempos de Amadís de
Gaula,27 en que los relatos interminables estaban llenos de anacronismos en los hechos
26
La influencia de la literatura española en Francia se refleja en varios autores como por ejemplo Corneille,
Gedoun, Lesage, Scarron, entre otros. El carácter distintivo de Loubayssin es que escribe sus obras en
español.Ver Reynier, Le roman réaliste..384-90. Hainsworth, 32-35.
27
Amadís de Gaula (1508) uno de los libros favoritos de los cortesanos del siglo XV, por su enaltecimiento
del amor ideal, la cortesía y la elegancia artificiosa de su estilo. El amor de Amadís por Oriana se considera
el prototipo de la fidelidad y el sacrificio amoroso.
32
históricos y los personajes. Loubayssin considera que los tiempos deben cambiar, y que
la verosimilitud28 debe guardarse en las obras. Lo recalca nuevamente en la misma
Historia tragicómica:
que de creer, como dice donosamente el pícaro Guzmán de Alfarache, si
viese a un religioso entrar a la media noche por una ventana, en parte
sospechosa, la espada en la mano, y el broquel en el cinto. Qué va a dar
los sacramentos! Es locura. Que no quiere Dios, ni su Iglesia permite, que
yo sea tonto, y de lo tal, evidentemente malo sienta bien.( 486)
Es claro que Loubayssin escribe sus obras para entretener y deleitar manipulando
las convenciones literarias de su época, y creando personajes con vida propia. Las
innovaciones del autor gascón se dan en la búsqueda de nuevas formas dentro de las
estructuras tradicionales. Es en este sentido, que se puede considerar un precursor en el
desarrollo de la novela moderna. Según Javier González Rovira:
El problema central de los novelistas del siglo XVI es, pues, el de
encontrar o potenciar formas de narración entretenida que se acerquen al
horizonte de expectativas de un lector cuya sensibilidad e ideología ha
cambiado desde la Edad Media hasta la contrarreforma y que puedan
eludir las críticas y censuras. (16)
En su búsqueda de estilos de narración más de acuerdo con el gusto del lector,
Loubayssin manipula la trama y los géneros narrativos en el tratamiento del tema del
28
William Nelson: “typically, therefore, verosimilitude was offered as a quality of good fiction, that
differentiated it from the wild dreams of medieval romances on the one hand and made it comparable or
even superior in value to veritable history on the other.” 50
33
amor. Al mismo tiempo, está consciente que esto puede acarrearle dificultades. Para
anteponerse a las críticas y censuras, se excusa en el prólogo de los Engaños deste siglo:
Quiero decir, que sé distinguir lo bueno de lo malo, y que jamás me ha
parecido este mi libro digno de grande alabanza, ni tampoco de grande
vituperio. […] Sólo tengo miedo de que gloses mi libre estilo,
principalmente los lugares adonde hago que amor se muestre favorable a
los amantes. Todo puede pasar el día de hoy, porque las cosas están en su
punto, y el vicio ha llegado a tanto, que el niño de ocho años no ignora
nada de cuanto se puede decir sobre esta materia, y apenas la memoria de
la muerte lo puede borrar del entendimiento del caduco viejo.
En sus novelas, Loubayssin logra poner en práctica los principios que Lope de Vega
expresa en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo:
[…] lo trágico y lo cómico mezclado.
Y Terencio con Séneca, aunque sea
como otro Minotauro de Pasife
hagan grave una parte, otra ridícula,
que aquesta variedad deleita mucho.
(V.v. 174-78).
En un soneto, dedicado al autor gascón, un hidalgo portugués en alabanza de la
Historia tragicómica, escribe lo siguiente:
Es Marca de un ingenio levantado
la que mostráis en obra tan subida.
Pues que por invención no conocida,
34
el dulce, con lo amargo, habeis mezclado.
Por otra parte en los Engaños deste siglo no es el amor sino la inconstancia
amorosa el tema central de la novela. La acción es una mezcla de intriga y engaño. El
viaje de Ubeda a Toledo de los protagonista es el marco perfecto para que las
circunstancias admitan el elemento de sorpresa. En esta novela el placer sensual es la
recompensa de la pasión y del engaño. Loubayssin no da un tono didáctico ni moralista a
su novela, más bien se dedica a contar la historia de acuerdo a la experiencia y
observación manteniendo siempre una actitud no condenatoria. Según González Rovira
(1996) en su análisis de la novela bizantina: “las mentiras, engaños y apariencias son
características de una ética basada en la experiencia y la observación de la conducta
humana donde el fin justifica la utilización de toda clase de recursos, aun cuando puedan
entrar en contradicción con los dogmas cristianos”. (17) Pero mientras en el modelo
bizantino, mentiras, engaños y apariencias suelen estar al servicio de la fidelidad
amorosa, aquí sucede todo lo contrario. Arsenio Pacheco (1982) opina que Loubayssin:
Hombre del barroco a fin de cuentas, sin negar una naturaleza esencial en
el hombre, prefiere concebirlo como un ser en proceso de formación, cuya
psicología y características van perfilándose poco a poco en función de las
mil peripecias en que, por el simple hecho de vivir, se ven envueltos.
(Francisco Loubayssin de la Marca. El personaje y su obra. 274)
En la novela, todos los personajes engañan, don Juan a su mujer, doña María a su
marido, a Hipólito y a don Francisco, éste como doña Isabel engaña a don Juan, y
también se ha burlado de doña Laura, la señora de las estrellas. Todos estos engaños y
35
peripecias tienen los elementos propios de la comedia de enredo de acción rápida,
cambios de personajes, y situaciones equívocas.
Es así como Elisa Rosales opina que:
Gran parte de la novela encaja dentro de la novela cortesana: la ciudad
populosa, en este caso Toledo, que sirve de escenario a gran parte de la
obra; el personaje de don Juan, caballero galán, noble, rico y ocioso; el
viaje a la Corte, punto de arranque de la narración; y el asunto principal.,
el amor, real, humano, pecador las más veces y no desentendido del
concepto del honor de la época. Pero también en esta novela hay bien
definidas intromisiones de los géneros picaresco y pastoril. (120)
Aunque Rosales dice que casi toda la novela tiene por escenario la ciudad de
Toledo, esto no es realmente cierto, pues la acción en dicha ciudad sólo transcurre en el
tramo final del viaje. En Los engaños deste siglo están presentes los elementos
fundamentales que definen la novela cortesana: narrador omnisciente en tercera persona;
origen noble de los protagonistas; ambiente refinado; costumbrismo; narración cerrada y
un final feliz.
En esta novela, el autor maneja los hilos de la trama, las idas y venidas de los
personajes usando distintos estilos narrativos de una manera experta. El pastoril para
hablar de la primavera y la belleza de la mujer, en la descripción de la dama de las
estrellas. El picaresco cuando se refiere a Estefanía, a su marido, y a Hipólito. El
cortesano con las aventuras del matrimonio y las de don Francisco y don Fernando. Todo
ello da gran dinamismo a la historia. Con una prosa nítida y rica en imágenes, Loubayssin
convierte al lector en cómplice de la historia:
36
Ya sabes otro tanto como yo en este negocio, pues te he dicho la causa
más principal que te tenía y te hubiera aún más tenido suspenso e
imaginativo, a no habértelo declarado. Oye ahora en el siguiente capítulo,
lo que sucedió acerca de esto, que no es sujeto de menos gusto que el
pasado. (105)
El autor también juega con los distintos elementos de la novela, ya sean
pastoriles, cortesanos, o picarescos. Comienza el relato con una presentación lírica de la
primavera: “Ya los blancos alhelíes, jazmines y olorosas rosas, convidaban [….] a las
holguras, regalos y pasatiempos de la primavera” (3). La descripción deja al lector
predispuesto a leer la historia del viaje del joven matrimonio como algo liviano, lírico y
primaveral. Pero muy pronto el viaje del matrimonio y sus acompañantes se convierte en
un peregrinaje en que en cada una de las estaciones don Juan intentará satisfacer sus
deseos. El tono de la obra se define pronto. Especialmente cuando se refiere a la primera
salida del protagonista: “que queriendo hurtar de noche una casa, dejó la suya abierta; por
donde le hurtaron a él: así se fue don Juan, dejando la suya de par en par.” (16) Las
aventuras de Hipólito con doña María son las que hacen que el autor reitere sus falsas
disculpas, por mostrarse demasiado favorable al amor:
[…] no bien estuvo en [la cama], cuando doña María, despertando a las
vueltas que el paje había dado para componerse, le asió estrechamente con
sus brazos creyendo que fuese su marido, diciéndole: “Jesús mío, mi alma,
¿Cómo estás tan frío?” (60)
37
La frustrada aventura de don Juan con Estefanía, por la que él dejó su puerta abierta, fue
un desastre. Estefanía aprovecha la primera ocasión para engañar nuevamente a su
marido, esta vez para que el fracasado amante pueda escapar:
Vista por Estefanía la ocasión, se levantó para aprovecharse de ella, y hizo
salir a don Juan de debajo de la cama, helado como un besugo, aunque con
más contento que se pueda imaginar por haber salido de aquella estrecha y
mal compuesta cárcel. (49)
El incidente es puesto en su justa perspectiva con fina ironía por el autor: “Y esto no era
nada, porque lo podía remediar un poco de regalo, en comparación con el accidente
pajeril, que era irremediable” (50). Al fin, doña María también: “Antes determinó de
hacerse boba y darle a entender que no había despertado desde que se acostó hasta las
seis de la mañana” (60). Don Francisco es un joven aristócrata que, para satisfacer sus
deseos, no duda en convertirse en doña Isabel. La fealdad de su conducta queda expuesta
después de la muerte de don Juan, cuando es confrontado por el Corregidor, don Alonso:
Que el hijo de un duque, de quien los principios del valor deberían
prometer las victorias de un Alexandro, figa vestido de un traje tan vil,
como es aquel de una hembra, el rabo de una mujer. (237)
Como podemos ver en el texto, las victorias de don Francisco son de otra naturaleza,
aunque algunas no las ha ganado en buena lid; su aventura con doña Laura ha sido una
violación. Al fin se decide a contraer matrimonio con la dama de las estrellas después de
que ésta se niega a reanudar sus relaciones y doña María, como viuda, debe guardar luto
y apariencias por algún tiempo.
38
La capacidad persuasiva del autor se manifiesta en su dominio de la prosa que
hace que el lector, olvidando sus propias convicciones, acepte el desenlace de acuerdo al
marco de referencias que ha dado el novelista. En la novela, los elementos pastoriles y
cortesanos ceden ante el elemento picaresco en cuanto los personajes siguen al instinto
más que a los ideales. Los elementos de la novela pastoril hacen que el lector espere un
final de acuerdo al género. El entorno primaveral sugerido por Loubayssin es engañador,
pues los amantes, como ya hemos visto, difieren bastante de los modelos, por ejemplo los
de Los siete libros de la Diana de Montemayor. Ninguno de los amantes, a excepción de
doña Laura, ha tenido que superar obstáculos para probar la constancia de su amor; ha
sido todo lo contrario, es la inconstancia del amor la que es premiada.
A diferencia de la novela picaresca arquetípica en que el hambre es la fuerza
motora, aquí es el placer sensual el fin perseguido. La pérdida de la inocencia y la actitud
cínica de los personajes, es más bien un juego descarado. Después de la muerte de don
Juan, la unión de las dos parejas es el único fin posible. Todo acaba bien con una doble
boda. Entonces vemos que ni Doña María, ni don Francisco, ni Hipólito son castigados
por sus engaños. El matrimonio del paje Hipólito con doña María es descrito con un buen
sentido del humor por el autor:
Pajes españoles, los que no sois de casa más señaladas que éste, que era
hijo de un sastre, ¿cuál de vosotros no tendría a buena dicha de tomar por
mujer a otra doña María, aunque peores accidentes que aquéllos de la
Zarzuela hubieran pasado por ella? ¿Y cuál, reparando en puntillas de
honra, querría antes comer una libra de vaca, dos libras de pan [….]
Ninguno, por cierto, porque os conozco por tales, que a trueque de poder
39
hacer los señores, y poder romper las galas que habéis visto traer a
vuestros amos, echárades como Deucalión y Pirra, su mujer, las piedras, la
honra por detrás de la espalda. (270)
Las únicas muertes en la obra son las de don Juan, y la de Estefanía. Quizás su
castigo, si podemos llamarle así, no lo es de su engaño sino porque se dejaron llevar por
sus deseos fuera de su esfera social. Lo mismo podría decirse de doña María, cuyo
matrimonio con el paje, supone el castigo de un descenso en la escala social. Ello no
quiere decir que la dama no esté conforme con la unión, lo cual remacha el triunfo de lo
sensorial sobre los ideales. Para Hipólito, el matrimonio nos hace recordar el matrimonio
de Lázaro de Tormes, que se casa con la criada del arcipreste de San Salvador, sin hacer
caso a las malas lenguas, y de esta forma puede vivir contento y en paz.29 En el tramo
final de la novela los elementos picarescos ceden paso a lo cortesano en que la novela
aprovecha deleitando sin un propósito moralista, ya que el objetivo es entretener al lector.
Dentro del modelo bizantino, el tema amoroso es entendido en un sentido
neoplatónico, visto bajo la influencia de Heliodoro, en quien la pureza de los
sentimientos, lo espiritual y la belleza física de los protagonistas son un reflejo de la
divinidad. Son frecuentes las separaciones prolongadas de los amantes, quienes deben
superar toda clase de obstáculos: naufragios, cautiverios, muertes aparentes, piratas; para
al fin reunirse y ver que el amor ha sido constante. También el viaje puede ser un
peregrinaje que los protagonistas emprenden juntos. La defensa de la castidad es un
motivo que está presente en todo el género, pues supone la victoria sobre los deseos
29
El sentido de la justicia y del honor se diferencia totalmente con el tratamiento de Calderón en sus dramas
de honor, El médico de su honra; A secreto agravio, secreta venganza; y El pintor de su deshonra, en que
las mujeres mueren por el honor familiar.
40
carnales. En la mayoría de los casos, es la mujer quien impone un voto de castidad,
aunque en muchas ocasiones la pareja ya ha sellado su unión en un matrimonio verbal o
secreto.
En sus dos novelas, la Historia tragicómica y los Engaños deste siglo, Lobayssin
da importancia fundamental a la temática amorosa. Trata el tema de una manera original,
dando nuevos giros al tratamiento del amor en la novela bizantina. En estas novelas el
amor refleja la época en que se mueven los personajes y el autor. Es así como la
manipulación de la trama y de los géneros narrativos en función del tema nos hace
considerar a Loubayssin como innovador y precursor de la novela. Sin embargo, aunque
el amor es la fuerza principal de la acción de las dos novelas, el autor aprovecha el tema
en forma muy distinta en ambos textos. En más detalle en la Historia tragicómica,
Loubayssin usa los temas y episodios característicos de la novela bizantina,30 pero los
manipula y transforma significativamente. Los personajes no son copia del modelo sino
individuos propios del siglo en que obran. Otro aporte importante en esta novela es la
incorporación de los hechos de las crónicas e historias sobre el Nuevo Mundo a la trama.
Siguiendo el modelo de la novela bizantina, el autor sitúa la acción en un lugar exótico,
pero en este caso, ese lugar es Arauco, una región nada ficticia en el sur de Chile.31 El
extenso relato da una descripción detallada del lugar:
30
Otras novelas bizantinas en español: Alonso Núñez de Reinoso, La historia de los amores Clareo y
Florisea (1552); Jerónimo de Contreras, Selva de Aventuras (1565); Cervantes también incorpora
elementos de la novela bizantina en La Galatea (1585); en Don Quijote, Las novelas ejemplares y en su
novela póstuma Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617).
31
En La Araucana, Ercilla lo describe así: “Chile fértil provincia y señalada/ en la región antártica famosa
[….] a la banda del este va una sierra que el mismo rumbo mil leguas camina;”(pág. 3). Lo similar de las
dos descripciones muestra la preocupación de Loubayssin con la verosimilitud; también nos revela sus
lecturas de algunas obras sobre el Nuevo Mundo.
41
En la antártica región, hay una provincia llamada Chile, cuyos límites
confinan de la parte oeste con el mar océano, y de la banda del este, con
una grande y muy alta sierra. (2)
Además en esta novela el tratamiento del amor no sigue el modelo de modo
riguroso. Como en la novela bizantina se subraya la belleza de los protagonistas. Cuando
Andalio se entrevista con la reina Tidora y su hija la princesa Elisaura, Andalio queda
cegado por el resplandor de la belleza de las damas. Don Luis, el otro pretendiente de
Leonora, describe a la dama en términos tales que es imposible no pensar en la tradición
petrarquista. De acuerdo con el modelo, la separación de las dos parejas de enamorados (
Elisaura y Andalio; don Henrique y Leonora) forma parte del eje de la acción. Sin
embargo, uno de los mayores aciertos de Loubayssin consiste en revelar el lado humano
de sus personajes. A diferencia de lo que sucede en la novela bizantina, los amantes, en
vez de reunirse con su pareja, al final de todas sus peripecias cambian el objeto de su
amor. Elisaura persigue a don Henrique y Eleonora a Sicandro.
Loubayssin cumple su palabra cuando dice que no va a representar “tántalos
voluntarios”, y es el personaje de Elisaura quien manipula, engaña y finge para lograr a
don Henrique. Al fin, no es la constancia en el amor lo que está presente en la Historia
tragicómica, sino el trueque de los sentimientos. A medida que los personajes encuentran
nuevas dimensiones en sus vidas el amor, como fuerza generadora, también cambia de
objeto. Es esta dinámica la que permite a Loubayssin superar el modelo de la novela
bizantina.
La acción está centrada en Chile y comienza, in medias res, con la muerte del
conquistador don Pedro de Valdivia en la batalla de Tucapel. Los “araucanos” dirigidos
42
por el caudillo Lautaro logran vencer a los españoles. Uno de los soldados que logra
escapar es don Henrique de Castro, quien alcanza a huir en su caballo, y llega a un monte
en donde escucha los lamentos de un soldado herido de muerte; es su padre, don Lorenzo
de Castro, que muere poco después de las puñaladas que le dió un falso amigo, no sin
antes haberle dado a su hijo todos los consejos necesarios para que fuera un buen
cristiano. Después de este dolor, que hace llorar abundantemente a don Francisco, el
joven es visitado por un ánima que le dirige a una ermita donde encuentra al joven
Sicandro, quien es en realidad la princesa Elisaura, hija de los reyes de Subo y de Borna,
que se ha fugado con el joven Andalio, embajador de España e hijo del marqués de
Cañete. Al poco tiempo llega el ermitaño, un hombre mayor de barba blanca. Como el
tiempo no es problema, los jóvenes le ruegan al ermitaño que cuente las campañas de la
guerra en Italia, a lo cual él accede de buena gana. Al comienzo de su narración confiesa
haber dado muerte a su primera esposa, doña Aldonza de la Cueva, por celos infundados.
Entonces se descubre que el ermitaño es en realidad el abuelo de don Henrique, don
Esteban de Castro.
De esta manera, la historia se va enriqueciendo a medida que los personajes van
contando su historia. La princesa Elisaura, disfrazada de Sicandro cuenta la historia del
naufragio que la hizo caer en manos de los piratas, de los que logra escapar fingiendo ser
su hermano mellizo. El relato de Elisaura es selectivo. El personaje no narra toda la
verdad de los hechos, y manipula la historia para lograr sus fines. Al final, Elisaura cobra
vida propia y se libera del arquetipo de las protagonistas de este tipo de novelas; incluso
llega a besar a Eleonora, disfrazada como Sicandro, para dar celos a don Henrique. Para
el pobre don Henrique, quien lucha con sentimientos conflictivos, todo se aclara cuando
43
descubre el retrato de Elisaura; en ese momento se da cuenta que ya no es Leonora el
objeto de su amor.
La trama amorosa se complica más y más. Leonora32 se enamora de SicandroElisaura, y ésta persigue a don Henrique. Elisaura, dispuesta a todo, planea un encuentro
nocturno de las diversas parejas, de tal modo que ella tomará el lugar de Leonora, y así
podrá tener a don Henrique. Elisaura espera en la cama la llegada de su amado cuando
unos ladrones asaltan la casa. Se roban los tesoros, y también secuestran a Leonora y a
Elisaura.
Al escribir sus obras, Loubayssin no tiene una intención moralizante, sino más
bien la de entretener. Cuenta sus historias y episodios con un fino humor, manteniendo de
vez en cuando un aparte con el lector. Su estilo es simple, más dinámico en Los engaños
deste siglo. Haciendo alarde de su dominio del idioma usa expresiones castizas, y dichos
que también hemos visto en otras obras clásicas de la literatura española. Podemos decir
que Loubayssin sabe aprovechar la herencia histórica y literaria española en estas dos
novelas escritas en español. Como decíamos en las dos novelas, la Historia tragicómica y
los Engaños deste siglo, la importancia de la temática amorosa es vital. Loubayssin se
separa de la novela bizantina en su tratamientotrata del amor. La manipulación de la
trama y de los géneros narrativos en función del tema nos hace considerar a Loubayssin
como innovador y precursor de la novela.
Las significativas e importantes innovaciones de Loubayssin con respecto a la
novela se reflejan en su tratamiento de los temas y técnicas narrativas, los que intenta
32
Podemos encontrar un antecedente del episodio en Los siete libros de la Diana de J. De Montemayor, en
el Libro II, el episodio de Felismena, quien viaja a la corte disfrazada de hombre. Para seguir a Don Félix,
entra de criado en su casa, y Celia, la nueva amante de su antiguo enamorado se enamora del nuevo
sirviente, pero muere al no ser correspondida.
44
transformar y enriquecer con nuevos aportes en sus relatos. Es así que, tanto en la
Historia tragicómica como en los Engaños deste siglo, es posible distinguir la influencia
de la novela picaresca, sentimental, bizantina, de aventuras, relatos pastoriles,
caballerescos y de las crónicas; pero es asimismo posible ver el modo en que Loubayssin
manipula los modelos para imprimir en ellos una nueva intención y significados.
En la Historia tragicómica, el autor gascón compara su novela a los edificios en
los que se mezclan distintos estilos, añade:
No dejan por eso de ser alegres, hermosos y muy admirables […]
No sin razón me reprehenderá el discreto lector por aver hecho gastar tanta
flema a mi Hermitaño en contar su historia, porque dirá que la mayor parte
de las cosas contenidas en ella no son esenciales a mi obra. Confiésolo,
pero […] me oso prometer que no faltará quien perdone mi yerro (si yerro
se puede llamar) y reciba gusto, de ver un compendio de las cosas más
notables que sucedieron al fin del pasado siglo y al principio del presente;
que se ha puesto sin que la prolijidad de la prosa desencuaderne mi
designio, porque hasta agora no sé aver dicho cosa que no pueda ser
tolerada, y sé que si alguno la tiene por enfadosa, que se hallarán otros
muchos que juzgarán ser buena y digna de ser leyda. Con todo esto,
olvídese lo pasado (hablo con los impacientes) que si hasta aquí la materia
que he tratado les á causado enfado, pienso enmendarme de aquí adelante,
y trocar el estilo heróyco en otro más suave y gustoso. (713)
El estudio de la temática amorosa en las dos novelas en español de Loubayssin es
fundamental para evaluar la contribución del autor a la novela en la España del siglo
45
XVII. Un indicio de la originalidad de Loubayssin en el marco literario e intelectual de su
época queda sugerido si comparamos el tono de estas obras con los ideales y principios
mantenidos en la literatura tradicional de la época, por ejemplo, en las obras de Tirso de
Molina, los dramas de honor de Calderón, o El castigo sin venganza de Lope.
46
Elementos Celestinescos
La influencia de La Celestina está patente en las novelas de Loubayssin, tanto en
la caracterización de los personajes, como en el dejar la iniciativa de la solución al
problema amoroso a los criados o servidores y en el tratamiento de la amada como señora
y Dios. También aparece en el amor de los jóvenes enamorados, que se expresa en la
descripción física del objeto de su deseo. Antonio Cortijo Ocaña opina que:
La Celestina parte de los presupuestos de la novela sentimental y ataca los
presupuestos del amor cortés de estas obras (aunque ya desde la Triste
deleytaςión se veía con críticas e ironía). En este sentido es una
culminación del género sentimental, a la vez que la destrucción del mismo
(214).
En algunos episodios de las dos novelas de Loubayssin es posible encontrar influencias
de la ficción sentimental. Por ejemplo, en la Historia tragicómica los amores de don
Henrique y Leonora, y luego de Elisaura y de Andalio reflejan influencias de este tipo de
narración. Algunos elementos que aparecen en estas historias son: el amor furioso, la
escisión de la personalidad de los protagonistas: las lágrimas, el sufrimiento, las cartas y
finalmente la pasión exaltada.
En Los engaños deste siglo, Don Juan y su esposa, doña María, durante su viaje a
Toledo se encuentran en una de las posadas con la bella Isabel y su tío don Fernando. En
realidad la bella Isabel es don Francisco, el primer amor de doña María, y don Fernando
es su celestino y confidente. Al volver de su misión en Flandes, don Francisco se ha
enterado que doña María se ha casado, y que no podrá verla pues su marido la lleva a
Toledo en dos días. El joven don Francisco:
47
Se afligió de suerte que sus criados entendían que se había de morir; que
fue, causa que uno de sus gentiles hombres, llamado don Fernando
matriculado en todas las ciencias, y pláticas que se pueden descubrir, en
los remedios de amor; le aconsejó de vestirse en hábito de mujer, y
hacerse encontradizo con ellos en el camino. (103)
Don Francisco reacciona de manera similar a Calisto. Se desespera porque aunque
ya no puede casarse con doña María, espera tenerla como amiga. Don Francisco
manifiesta su dolor de una manera física, con fiebres y lamentos. Tanto es así que los
criados que viven en su casa creen que su muerte está cercana. El criado con más
experiencia es don Fernando quien asume el papel de celestino y confidente. Es la
persona indicada para el trabajo por cuanto que, al igual que Celestina, es reconocida su
experiencia y conocimiento en las artes del amor. A medida que avanza la historia don
Fernando ayuda a su joven amo y a doña María a gozar de su amor. Don Fernando
entretiene al marido burlado con diferentes historias, con juegos de cartas y también con
la promesa de arreglar un encuentro clandestino entre la bella Isabel y don Juan.
En Los engaños deste siglo Don Fernando es el personaje que hace de celestino y
comparte con Celestina el que ambos no pueden gozar del placer sexual como los
amantes, pero sí, como le dice Celestina a Pármeno:
El deleite es con los amigos en las cosas sensuales y especial en recontar
las cosas de amores y comunicarlas: “Esto hice, esto otro me dijo, tal
donaire pasamos, de tal manera la tomé, así la besé, así me mordió, así la
abracé, así se allegó. ¡Oh, qué habla! ¡Oh, que gracia! ¡Oh que juegos!
¡Oh, que besos! (107)
48
Para Celestina y don Fernando una de sus recompensas es el deleite de escuchar e
imaginar el placer de los amantes. Tanto para Celestina como para don Fernando además
de esperar galardón, sus servicios les dan la oportunidad de observar más de cerca a sus
señores, por ejemplo,verles como activos protagonistas en el juego del amor y en cierta
manera ser partícipes de la dicha de sus amores. Los servicios de don Fernando tienen
éxito porque el joven duque puede pasar varias noches con su amada doña María. La
actitud de Don Fernando difiere por cuanto él es un criado de la casa de su señor y quiere
concluir el engaño y que el joven don Francisco de por terminada su aventura:
Vea vuesa excelencia cómo sin peligro ni trabajo podrá venir al cabo del
segundo enredo, y poseer otra vez lo que tanto desea. Después soy de
parecer de concluir la farsa con un tercero para que nos podamos despedir
y volver a casa, porque mi señora y madre de vuesa excelencia estará con
cuidado por no saber de sus nuevas (135).
El mayor temor de don Fernando es que alguien descubra que la bella Isabel es en
realidad su amo, el joven duque don Francisco. A pesar de las recompensas que le
promete el joven, es la opinión de don Fernando que la aventura debe concluir. El
asesinato de Don Juan, el marido de doña María, precipita el desenlace. En su
investigación el corregidor interroga a don Fernando y éste confiesa la verdadera
identidad de su amo. A su vez, el corregidor culpa a don Fernando del asesinato del
marido engañado. De ser culpable el celestino de don Francisco será ajusticiado, pero
sólo se confiesa culpable de haber ayudado a su amo en sus enredos amorosos. El joven
duque se defiende diciendo que no le importa haberse vestido de mujer si haciéndolo
49
pudo lograr sus deseos, arguye que incluso Júpiter debió cambiar de forma para gozar de
Calisto y de Europa. Concluye diciendo:
He querido decir esto para probar que los yerros que se hacen amando
deben ser más tolerables que los otros. Y que tal que repta y reprehende
vidas ajenas como se ve en vuestra merced, en lugar de ser más correcto,
es alguna vez más dañado y merecer ser antes censurado que aquél de
quien quiere enmendar la vida. (150)
Loubayssin logra que sus personajes sean seres de carne y hueso, jóvenes en
busca el amor y del placer. Los pensamientos y acciones de don Francisco, de doña
María, de Estefanía, de la señora de las estrellas y del propio don Fernando nos muestra a
hombres y mujeres de su época que muestran sus pasiones y deseos. Para Loubayssin,
estas pasiones deben estar presente en sus novelas porque retratan mejor a los personajes,
y además no puede negar el mundo en que vive.
En la Historia tragicómica las influencias celestinescas están presentes en todo el
texto. El episodio que mejor representa esta influencia es el de los amores de don
Henrique con Leonora. Don Henrique natural de Sevilla, de sangre noble y esclarecida
cuenta sus amores con la joven Leonora, quien a la muerte de sus padres se ha convertido
en una rica heredera. La joven queda al cuidado de su tío, quien decide darla en
matrimonio a don Diego, de mayor fortuna y posición social. El joven don Henrique vive
solo en casa con sus criados. El presagio de su mala fortuna despierta a don Henrique en
medio de la noche:
50
Desperté con sobresalto dando unas tan crecidas, y apresuradas voces, que
dos pajes que dormían en un aposento pegado al mío, despertaron al ruido
y vinieron a mí pensando que algún accidente me había sucedido. (99)
La transformación de don Henrique es total, de un hombre cuerdo ahora parece
dominado por la locura. Su cuerpo, las acciones de su cara , de sus manos y sus gritos
hacen que los fieles criados corran en busca de un amigo de don Henrique, don Pedro
Gudiel quien le promete a su joven amigo hacer de intermediario para que los dos
amantes puedan comunicarse. Sin embargo, Don Pedro es un mal amigo porque en
realidad él también quiere casarse con la bella Leonora. Es aquí entonces, en que
Loubayssin hace que la novela tenga algunos elementos novedosos. Don Pedro juega el
papel de celestino para don Henrique, pero a su vez él contrata a una mujer y le promete
“darle dos mil doblas, si por su medio podía venir al cabo de su intento. Esta vieja
vencida del interés desta promesa, y deseosa del bien y fortuna de su primo, le prometió,
de darle la mano; y de emplear en ello un particular cuidado” (120). Esta medianera le
aconseja a don Pedro que para entrar en la casa del tío de Leonora lo más sencillo es que
finja estar enamorado de la prima de Leonora, Ercila. La historia se complica porque
entonces son ya tres los pretendientes a la mano y la fortuna de la bella Leonora. Don
Henrique parece ser el más sincero y más vehemente. Además el amor de don Henrique
es correspondido por la joven. Don Henrique ve a don Pedro como su fiel amigo y
celestino.
A su vez, don Pedro también es el pretendiente de Ercila y de Leonora. Don Pedro
sigue su propósito hasta el fin del episodio. Si don Henrique actúa y reacciona como
Calisto cuando sufre por no tener a Melibea, don Pedro sufre porque Leonora es algo que
51
no puede alcanzar. Para don Pedro los “días le eran noches, y las noches verdaderos
infiernos” su tormento es que debe escuchar las quejas de los enamorados, leer sus cartas,
y ser cómplice de sus mensajes amorosos. Don Pedro debe ser discreto para no descubrir
su pasión, esto le mantiene en “perpetuo tormento”. El falso amigo, al escuchar todas las
confidencias, no participa del deleite de recontar las cosas sensuales y comunicarlas,
como le dice Celestina a Pármeno. Al contrario, esto se transforma en un verdadero
tormento para don Pedro.
El otro pretendiente de Leonora, don Luis, es un joven noble y de mayor fortuna.
Su amor por Leonora, a quien acaba de conocer, es fulminante. Ve a la joven como la
dama de sus sueños. La descripción de Leonora se asemeja a la que hace Calisto de
Melibea:
Esos cabellos que afrentan a las madejas de oro que los montes Arabia
crían: la frente lisa y sin arrugas: los ojos resplandecientes; y las rosadas
mejillas, semejantes al rocicler color que suele traer el alba, en los días
más claros del verano, hechas en forma de arco: esa boca odorífera,
adonde los dientes de perlas se cubren. (91)
Don Luis ve a Leonora como su cruel enemiga: su amor es un tormento y confiesa que su
pasión no es guiada por el apetito carnal sino el pensamiento de tener a la joven por
esposa. En la novela, vemos que los personajes se retratan a sí mismos, pero también el
lector recibe el bosquejo de un personaje hecho por los otros protagonistas de la historia.
De este modo vemos a Leonora retratada por sí misma, por sus tres pretendientes y
también por su prima. Al fin de este episodio, los jóvenes amantes, don Henrique y
Leonora, deciden fugarse y casarse en secreto para burlar la vigilancia del tío. En el día
52
señalado a las doce de la noche, Leonora bajará del balcón de su habitación por una
escalera de seda. Sin embargo, será don Pedro quien estará esperando a Leonora. Todos
los planes se frustran porque don Luis cree que están raptando a su amada, llama a los
alguaciles, se produce un tiroteo y mueren dos personas. Don Henrique debe escapar a las
Indias en un barco que está a punto de zarpar. En La Celestina, Melibea se queja de las
limitaciones que tienen las mujeres de expresar sus deseos, sentimientos y vivir su amor
libremente:
Mas ¡ay de mí ¿Quién me dará fuerzas para resistir a mi pasión, después que
habré perdido las mías? Que de pensar, poderme defender, de los dulces asaltos
que la hermosura de mi enemigo me da, no es posible sino que alguna divinidad
me socorra, porque la ayuda de los hombres no me puede servir [más] que de
viento, para encender la fragua que en mi corazón arde. (519)
En los Engaños deste siglo y en la Historia tragicómica, vemos que las heroínas son
personajes activos, que muestran su pasión. El narrador expresa esta atracción dando al
personaje femenino el poder de expresar este deseo sensual ya sobreentendido en el amor
cortés. En este sentido, las novelas de Loubayssin no tratan a la mujer como una dama
inalcanzable. En contraste, hace que sus heroínas sean mujeres capaces de tener una parte
activa en su vida amorosa, sea a causa de una casualidad, en el caso de doña María, o por
luchar contra un matrimonio forzado, como en el caso de Leonora. Doña Laura viaja de
Flandes a España para encontrar al amante infiel que le prometió matrimonio. Más
adelante en la Historia tragicómica vemos que Leonora se embarca a las Indias para
encontrar a don Henrique.
53
En Los engaños deste siglo el personaje que hace de celestino es masculino, don
Fernando. El también tiene éxito en su empresa y recibe su galardón. A diferencia de
Celestina, no es un personaje que vive al margen de la escala social. Su oficio es
exclusivo para su señor. Como Celestina, don Fernando es un intermediario, tiene una
parte activa en la acción y además aparece como el tío de don Francisco.
En la Historia Tragicómica, el personaje que hace de celestino también es
masculino, don Pedro. A diferencia de don Fernando y de Celestina, don Pedro no espera
dinero, ni joyas. Su recompensa sería la joven doña Leonora. En este sentido, don Pedro
realmente no aparece como celestino sino como un amante despechado que usa el
subterfugio de aparecer como celestino para lograr el objeto de su pasión. Sin embargo,
don Henrique y Leonora creen que es su intermediario y un amigo fiel. Un personaje más
acorde con Celestina es la mujer que contrata don Pedro, quien a cambio del pago de dos
mil doblas consigue que don Pedro pueda entrar a la casa del tío de Leonora. El oficio de
esta prima es visitar a las mujeres que padecen de alguna enfermedad.
Cortijo nos recuerda sobre la novela sentimental que:
[E]l género mismo es un híbrido, producto de varias tradiciones e
influencias, a la vez que un terreno apto para la experimentación literaria.
Sus autores son conscientes de que participan de un algo no definido
terminológicamente y la nomenclatura que cada uno usa liga al género a
otras modalidades. A la vez, la intertextualidad intergenérica ayuda a ver
en la ficción sentimental un todo coherente y unitario. (293)
La Celestina de Rojas logra superar el modelo de la novela sentimental, que
colocaba a la protagonista femenina en un papel pasivo, en un pedestal inalcanzable,
54
altiva y distante. En el texto de Rojas hay un aumento en el diálogo de los personajes, las
mujeres pueden expresar sus deseos y pasiones. Este dinamismo se traduce en que los
jóvenes protagonistas rompen los marcos sociales y las convenciones de clase. En efecto,
es la superación de los postulados del amor cortés.
En sus novelas, Loubayssin manipula los códigos del amor cortés en cuanto a la
relación entre los sexos. Las acciones de los jóvenes protagonistas tienen más en común
con los de La Celestina, pero el autor aprovecha esta superación del modelo de la novela
sentimental que se encuentra en La Celestina para incorporar estos elementos en la
novela bizantina, cortesana, pastoril y picaresca. Es así como logra crear una narración
híbrida que pone en práctica la experimentación genérica.
55
Capítulo 2 – El imaginario histórico de la España de los siglos XVI y
XVII en la obra de Francisco Loubayssin de la Marca
Sancho, pues vos queréis que se os crea
Lo que habéis visto en el cielo, yo quiero
Que me creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos.
Y no os digo más.
Don Quijote II, Capítulo XLI
Francisco Loubayssin de la Marca refleja distintos aspectos del imaginario
histórico de la España de los siglos XVI y XVII en tres de sus obras: Engaños deste siglo
(1615) , Historia tragicómica de don Henrique de Castro (1617) y el Panegírico
dedicado al cardenal Richelieu33 (1639). Aunque esta edición se centra en la Historia
tragicómica de 1617, en este capítulo se analiza la visión del imaginario histórico de la
España de los siglos XVI y XVII en las tres obras mencionadas de Loubayssin. El primer
objetivo es plantear las bases teóricas e históricas que nos permitan explicar la
importancia de Loubayssin.34 El segundo, relacionado con el anterior, es la
33
Este último texto, bastante posterior, está dividido en dos partes. La primera fue escrita en francés: Deffy
de la langue françoise et de l’espagnole, pour sçavoir quelle des deux et plus eloquente et plus capable
d’ecrire les actions ilustres des grand roys et de grands ministres d’estat. La segunda fue escrita en
español: Repto entre la lengua española y francesa, para ver cuál de las dos es más elegante en escribir
hazañas de reyes y hechos de varones ilustres.
34
En este trabajo se usan las siguientes ediciones: Engaños deste siglo, copia de la Biblioteca Nacional de
Madrid; La historia tragicómica, copia de la Biblioteca Nacional de Madrid cotejada con las copias
existentes en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile, y en la Biblioteca de Brown University. En 1648
se publicó en París, Don Henrique de Castro ou la Conqueste des Indes, una traducción resumida del
texto.También existe una traducción en inglés, Don Henriquez de Castro or, the Conquest of the Indies,
56
contextualización de su obra en relación a los distintos aspectos políticos, económicos y
sociales del Imperio Español. Así se destacará la importancia de los escritos de
Loubayssin en la formación de una idea más completa de la España de esos siglos y de su
relación con el Nuevo Mundo.35 También se observará una visión general de la
preponderancia política y ecónomica del Imperio Español en los siglos XVI y XVII.
Asimismo se enfatiza que este imaginario histórico del Imperio español no corresponde
sólo al territorio de la Península, sino también a los grupos sociales, económicos y étnicos
que en las colonias le proveen su estructura y funcionamiento. (Kamen 2008,118)
Las crónicas y los libros de viaje, de la época moderna, son algunos de los
primeros textos que nos entregan las impresiones del imaginario histórico que se
encuentra presente en las obras de Loubayssin. Las cartas de Cristóbal Colón y Hernán
Cortés fueron escritas de acuerdo con las ideas existentes sobre este Nuevo Mundo.
Según Erwin Walter Pabst, la atmósfera en la metrópoli europea hace que la grandiosa
empresa del descubrimiento se presente, en un primer momento, como una extensión del
mundo medieval (113). La nueva realidad se trataba de explicar bajo la óptica de la Baja
Edad Media.
Umberto Eco, escribió al respecto:
[…] medieval journeys were imaginary. The Middle Ages produced
encyclopedias, called Imagines Mundi, that tried more to satisfy the taste
for marvels, telling of distant and inaccessible countries, and these were
publicada en Londres en 1685. Panegírico dedicado al Cardenal Richelieu, copia de la Biblioteca Nacional
de París.
35
Edmundo O’Gorman: “But if man conceives of himself not as a ready-made being but as one that
possesses the possibility of changing, the universe will no longer be for him an impassible barrier of alien
reality, but rather an infinite field for conquest.” (140)
57
all from books written by people who had never seen the places they wrote
about, since the force of tradition counted more than actual experience.
(281)
En efecto, la llegada de los primeros conquistadores al Nuevo Mundo les planteó
el problema de no poder describirlo de una manera fidedigna, dado que los modelos del
imaginario europeo no correspondían a esta nueva realidad. Observamos esta limitación
en la Segunda carta de Relación (30 de octubre, 1520) de Hernán Cortés al Emperador,
cuando trata de describir la gran ciudad de Tenochtitlan:
Es tan grande la ciudad como Sevilla y Córdoba. Son las calles de ella,
digo las principales, muy anchas y muy derechas […]. Tiene otra plaza tan
grande como dos veces la de la ciudad de Salamanca, toda cercada de
portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil ánimas
comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros de mercaderías que
en todas las tierras se hallan, así de mantenimientos como de vituallas,
joyas de oro y de plata, de plomo, de latón, de cobre, de estaño, de piedras,
de huesos, de conchas, de caracoles y de plumas. (66-7)
Así, para describir el tamaño de la ciudad y sus plazas y mercados, utiliza
elementos geográficos familiares para poder ubicar al rey en el contexto de las tierras
americanas. Además, le interesa todo lo que se compra, se vende y la variedad de las
mercancías allí expuestas. Es un tema que continua en su Quinta carta (3 de septiembre,
1526) donde le comunica al rey que si es necesario, irá a la China para abrir nuevas vías
para el comercio del Imperio:
58
Yo me ofrezco a descubrir por aquí toda la especiería y otras islas, si
hubiere cerca de Maluco y Malaca y la China y aun de dar tal orden, que
vuestra majestad no haya la especiería por vía de rescate, como ha el Rey
de Portugal, sino que la tenga por cosa propia y los naturales de aquellas
islas le reconozcan y sirvan como a rey y señor natural. (478)
Alvar Nuñez Cabeza de Vaca expresa lo mismo en el Proemio de los Naufragios.
Su obra contiene “cosas muy nuevas y difíciles de creer” (76). En el relato hay elementos
fabulosos que acercan la narración a otras presentes en los libros de caballería. Al mismo
tiempo, no se puede negar el valor de la obra en describir nuevos territorios y culturas.
Las novelas de caballería populares entre los españoles de la época sirven de modelo para
relatar esta nueva realidad (Maura 26).36 Tanto los cronistas como los conquistadores
tratan de incorporar este Nuevo Mundo a las nociones y categorías del continente
europeo. Se trata de ubicar un espacio en el “mapamundi” del siglo XV para estos nuevos
territorios y sus habitantes. En realidad, se trata de incorporar este nuevo continente al
imaginario del Viejo Mundo. Según José Carlos González Boixo:
Para un europeo del siglo XVI resultaba difícilmente admisible la
existencia de un mundo desconocido […] se intentó que América formase
parte del concepto de Ecumene, de otorgar al Nuevo Mundo, una
identidad que le vinculase con el Viejo Mundo. (4)
Los nuevos descubrimientos se ubican en este proceso de cambio de fines de la
Edad Media y comienzos del Renacimiento. Uno de los cambios señalados por Costa
Lima (5) es la importancia de la subjetividad encargada de descubrir una nueva lógica
36
El elemento fabuloso o “difícil de creer” no es por lo tanto patrimonio único de las novelas de caballería
sino que se atiene perfectamente a las primeras descripciones y características de las culturas descubiertas.
59
ante las limitaciones del orden tradicional fundamentado teológicamente. El cosmos
conocido es insuficiente para responder a las nuevas interrogantes. El humanismo trata de
conciliar estas contradicciones. Los historiadores y cronistas debaten el problema de lo
que se considera “historia” y cómo se debe escribir esta “historia” (Boruchoff 276). La
llegada del Humanismo a España coincidió con la llegada a América y la expansión
imperial de Carlos V. La ciencia y la retórica clásicas que trajo el humanismo proveyeron
el modelo epistemológico para conceptualizar esta nueva realidad (Clavero). No cabe
duda de que para los humanistas este imaginario se transforma en una contradicción.
Escritores como Juan Luis Vives, De natione dicendi. In opera ommia (1523); Luis
Cabrera de Córdoba, De historia: Para entenderla y escribirla (1611), y Sebastián Fox
Morcillo, De historiae institutione dialogus (1557) trataron de conciliar el concepto de
historia humanista con los nuevos descubrimientos.
Por un lado, la mayoría de los historiadores debe escribir sobre algo que han leído
en otras obras, o relatos que han escuchado de soldados y sobrevivientes de algunas de
las expediciones. Por otro lado, deben tratar de conciliar el duro aspecto de la conquista
con los ideales del humanismo. Según Clavero, “este modelo resultó a la larga
insuficiente e inadecuado para tal tarea.” (29). Sin embargo, es evidente que las narrativas
de los humanistas fueron una fuente de información y configuraron el imaginario europeo
del Nuevo Mundo. Beckjord indica que:
The intellectual challenges posed by the crisis in humanistic thinking on
the writing of history, the pressures of representing New World cultures
and events according to Old World standards, and the moral controversies
60
spawned by Spain’s imperial expansion brought new exigencies as well as
insights into old debates. (164)
En efecto, los humanistas deben tratar de responder a nuevas preguntas y desafíos que
traen consigo la exploración y la conquista tales como: el tratamiento de las poblaciones
indígenas, la explotación de los recursos mineros y el bienestar espiritual de los nuevos
súbditos de la Corona.
Es así como Cabrera de Córdoba difiere del concepto de historia que aporta
Vives, al postular que a fin de cuentas la historia no representa una imagen fiel del
pasado. Más bien la historia se interpreta desde el punto de vista del propio historiador
(Beckjord 168). No es necesariamente una verdad absoluta. Según Michel de Certeau:
In history everything begins with the gesture of setting aside, of putting
together, of transforming certain classified objects into ‘documents.’ This
new cultural distribution is the first task. In reality it consists in producing
such documents by dint of copying, transcribing, or photographing these
objects, simultaneously changing their locus and status. (72)
En el caso de una narrativa histórica, están presentes diversos factores textuales:
el género historiográfico (un informe, un diario de viaje, una crónica, etc.) el destinatario
( el rey, el Papa, o un funcionario real), el objetivo, escribe para conseguir dinero,
soldados, haberes, negocios, etc. También se escribe para justificar ciertas empresas y
guerras. En este caso, el documento sirve para legitimar ciertos hechos de los
conquistadores. Es así, como los acontecimientos que no se juzgan pertinentes para
relatar en una historia particular generalmente no van formar parte de la historia
documentada.
61
Loubayssin en sus obras, como los narradores de la conquista, presenta unos
acontecimientos de acuerdo a lo que como autor, considera más representativo de estos
siglos. Al mismo tiempo, da su opinión sobre muchos de estos acontecimientos.
Construye su literatura de acuerdo a los elementos que desea destacar y poner en relieve.
Para ello elige las novelas, comedias y crónicas que le pueden proporcionar los datos y
las técnicas literarias necesarios para dar un contexto y organizar su narrativa. Por
ejemplo, en la Historia Tragicómica el autor sigue fielmente La Araucana de Alonso de
Ercilla, cuando describe el sur de Chile y a los araucanos; La conquista de las Islas
Malucas de Bartolomé Leonardo de Argensola, cuando escribe sobre la historia de don
Juan Serrano en la islas Molucas; y Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, cuando el
ermitaño intercala su historia con largos sermones sobre sus creencias religiosas.
Podemos decir que el autor construye un pasado de acuerdo al presente en que él
mismo vive. Robin Collingwood plantea que:
Historical thinking is that activity of the imagination by which we
endeavor to provide this idea of the past with detailed content. And this we
do by using the present as evidence for its own past. Every present has a
past of its own, and any imaginative reconstruction of the past aims at
reconstructing the past of this present, the present in which the act of
imagination is going on, as here and now perceived. (247)
Es así como Loubayssin elige los momentos históricos que desea destacar. En la Historia
tragicómica, sobresalen las navegaciones de los portugueses, las guerras de Italia, las
batallas navales en el Mediterráneo, en los océanos ĺndico, Atlántico, y Pacífico. En la
novela Engaños deste siglo se pone de relieve la política de los matrimonios reales,
62
resultado de los cuales serían los acuerdos de paz que firman España y Francia en 1615.
La novela da una visión de la vida de la corte, de los albergues de viajeros, de la justicia y
de los distintos estratos sociales. El Panegírico puede considerarse como parte de los
escritos dedicados a denigrar la imagen de España durante la Guerra de los Treinta Años.
Los hechos que relata Loubayssin, nos remiten al momento o episodio que decide
resaltar, para construir un imaginario histórico.
Walter Benjamin afirmó que:
Historicism contents itself with establishing a causal connection between
various moments in history. But no fact that is a cause is for that very
reason historical. It became historical posthumously, as it were, though
events that may be separated from it by thousands of years. A historian
who takes this as his point of departure stops telling the sequence of
events like the beads of a rosary. Instead, he grasps the constellation which
his own era has formed with a definite earlier one. Thus he establishes a
conception of the present as the ‘time of the now.’ (264)
En este “aquí y ahora” el autor escribe sobre momentos especiales de peligro, llenos de
tensión: la etapa de los descubrimientos, la conquista, las distintas guerras en las que se
ve envuelto el Imperio Español. En la Historia tragicómica el autor trata de colocar los
acontecimientos en un orden cronológico. Benjamin critica este tipo de “método aditivo”
que acumula hechos y fechas, como las cuentas de un rosario. Se descuida la parte de las
ideas y pensamientos de la época. En cierta manera es lo que sucede en la Historia
tragicómica.
63
En las obras de Loubayssin uno de los elementos que sobresale en su metahistoria
es la visión favorable de los europeos. Para las élites imperiales estas narraciones
corresponden a la necesidad de construir una imagen del pasado que sea consecuente con
el mantenimiento del Imperio.
El imaginario histórico que construye Loubayssin se basa en los conocimientos
que se tenían de los descubrimientos y la conquista. Sus novelas reconstruyen un tiempo
pasado de acuerdo al tiempo presente del autor. Los acontecimientos transcurren en
lugares lejanos y exóticos, los cuales Loubayssin y la mayoría de sus contemporáneos
nunca han visitado. El hecho de incorporar los descubrimientos y la conquista en la
narrativa enriquece la trama y ayuda al lector a formar un imaginario con los personajes
que forman parte de la acción. Las aventuras de don Esteban de Castro, de su hijo y de
sus nietos revelan otros aspectos del Imperio (organización de las expediciones, manejo
de las finanzas, nombramiento de funcionarios, etc) que nos ayudan a entender su
funcionamiento en distintos puntos del globo. En este caso, la narración histórica nos
obliga a reconsiderar ciertos aspectos de los episodios de los siglos XV y XVI, por
ejemplo la conquista de México y Perú, las exploraciones portuguesas españolas.
En el imaginario histórico que construye Loubayssin, los hechos son narrados
desde el punto de vista de un francés de más o menos veintiocho años. En su
interpretación queda patente la intención de narrar todos los procesos más notables de
esos siglos, es decir la grandeza de España y Portugal al emprender las exploraciones y la
conquista, las proezas de los soldados y navegantes llegando a los lugares más recónditos
de nuevos continentes. En la Historia tragicómica, el autor describe el encuentro de
diferentes culturas, aunque lo que realmente le interesa es el hecho de entretener al lector
64
y mostrar que está de parte del mundo civilizado. De este modo, la novela reafirma la
representación de las culturas las americanas en los siglos XV y XVI, enfatizándose el
exotismo de los habitantes y las tierras americanas. En los escritos de Loubayssin el
Nuevo Mundo se encontraba en esta encrucijada en la que debía descubrir su subjetividad
en relación al Imperio Español. TzvetanTodorov analiza el encuentro de dos imaginarios,
vale decir, el imaginario de los europeos, los españoles que llegaron al Nuevo Mundo, y
el de los nativos que allí residen. Comenzó con la llegada de Colón y continuó con la
Conquista:
First of all, the discovery of America, or of the Americans, is certainly the
most astonishing encounter of our history […] At the beginning of the
sixteenth century, the Indians of America are certainly present, but nothing
is known about them, even if, as we might expect, certain images and
ideas concerning other remote populations were projected upon these
newly discovery beings. (4-5)
En el siglo XVI Francisco López de Gómara ya había propuesto una idea similar
en su “Dedicatoria al Emperador Carlos V” de la Historia General de las Indias: “La
mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la Encarnación y muerte del que
lo crió, es el descubrimiento de Indias.”
Las aseveraciones de Todorov reflejan la relativa “presencia” de los habitantes del
Nuevo Mundo. Aparecen en muchos escritos de la época, en las comedias, novelas,
poesía. Se pone énfasis en lo salvaje, exótico y bárbaro. Es claro que se busca conformar
a los indígenas a unas ideas preconcebidas de seres bárbaros, sin creencias y que viven en
pecado. En estos escritos no podemos encontrar la presencia de este Nuevo Mundo desde
65
el propio punto de vista de los nativos americanos. Sin embargo, desde el descubrimiento
y la conquista, el Nuevo Mundo se convierte en un elemento esencial del imaginario
histórico de España y de Europa. (Fernando Cervantes, The Hispanic World: 5) El
Imperio Español se define e identifica en relación a este “otro”.
En esta nueva empresa, el Imperio Español se mira y se reconoce a sí mismo. Al
mismo tiempo, el Nuevo Mundo se ve en la mirada del otro. El imaginario de España
empieza a construir imágenes de las tierras americanas basándose en las crónicas y los
relatos de viajeros, que trata de comprender y asimilar. Al no poseer un discurso escrito
similar al de los europeos, los indígenas carecen de un poder semejante (Certeau 25)37. El
Nuevo Mundo logra situarse en este imaginario haciendo uso de lo excepcional, en
cuanto al lugar, al espacio, a las nuevas prácticas. Asimismo, Certeau se refiere a la
escritura como un instrumento de conquista y colonización y describe el proceso de cómo
se empieza a construir este imaginario:
This is writing that conquers. It will use the New World as it were a blank,
‘savage’ page in which Western desire will be written. It will transform
the space of the other into a field of expansion for a system of production.
From the moment of rupture between a subject and an object of the
operation between a will to write and a written body (or a body to be
written), this writing fabricates Western History. (xxv-xxvı)
De hecho, el discurso de los habitantes del Nuevo Mundo aparece de manera
fragmentada en la Historia tragicómica. En realidad, el lector debe buscarlo en las
37
“They metaphorized the dominant order: they made it function in another register. They remained other
within the system which they assimilated and which assimilated them externally. They diverted it without
leaving it. Procedures of consumption maintained their difference in the very space that the occupier was
organizing.” (32)
66
“fisuras” de la narrativa. Loubayssin escribe sobre los indios, los bárbaros, sus
costumbres y ritos sangrientos. Una excepción a este exotismo negativo se encuentra en
la Historia tragicómica, cuando describe al joven Lautaro, el bárbaro muchacho,
miembro de una nación “de alma noble y generosa” (23). Es evidente que el autor sigue
muy de cerca La Araucana de Ercilla, cuando describe la muerte de Valdivia.
En este complejo proceso de crear un espacio para el Nuevo Mundo en el
imaginario histórico español y europeo, España, como escribió Gilles Deleuze, trata de
duplicarse en su Imperio en ultramar, crear reinos que sean una imagen casi exacta del
original. Se utilizan nombres propios que ya existen en la Península: Nueva España,
Nueva Granada, Cartagena de Indias, Santiago de Chile, etc. Se introduce un sistema de
administración colonial, centralizado en la Casa de Contratación en Sevilla. Alejandro
Cañeque estudia la importancia de la representación de las autoridades coloniales: los
virreyes, oidores, regidores, para mantener viva la imagen del Imperio:
In the same way as the faithful were expected to venerate the sacred
images of Christ, the Virgin or the saints, because in so doing they were
venerating the king himself, the inhabitants of the New World were
expected to revere colonial authorities because, as images of the king, in
so doing they would be venerating the king himself. (61)
Estos procesos corresponden al presente en que vive Loubayssin. Podemos agregar que el
proceso histórico es un fenómeno constante en la historia de España. Según Henry
Kamen: “Myth-making about the early modern history of Spain will persist because it is a
direct consequence of the failure to create a homogeneous national identity and a
67
coherent, commonly shared historical memory” (Imagining Spain: Historical Myth and
National Identity, 210).
En la etapa final de este proceso, al que Edmundo O’Gorman, denomina ‘el
proceso histórico de la invención de América’:
We now have America before our eyes and we know how this entity
appeared. It did not suddenly emerge full-blown as the result of the chance
discovery by Columbus of a small island on October 12, 1492; it
developed from a complex, living process of exploration and interpretation
which ended by endowing the newly-found lands with a proper and
peculiar meaning of their own, the meaning of being the ‘fourth part’ of
the world. (124)
El imaginario histórico de la España de los siglos XVI y XVII es un imaginario en
el que, según O’Gorman, América “was invented in the image of its inventor”
(1961,140). Es así como esta “cuarta parte del mundo”, América, logra crear nuevos
espacios. Se redefinen los espacios del mundo conocido al ubicar un nuevo continente a
la par de Europa, Asia y África.
En sus obras Francisco Loubayssin contribuyó a este imaginario histórico. La
presencia de las nuevas tierras americanas y sus habitantes en la Historia tragicómica
indican la incorporación de América al nuevo imaginario histórico europeo.
68
Engaños deste siglo (1615)
En esta novela el autor presenta la vida de la corte española, las diferencias entre
los distintos estratos sociales, las alianzas matrimoniales entre España y Francia y
también la guerra en los Países Bajos. La acción transcurre durante el reinado de Felipe
III (1598-1621).
Durante los siglos XV y XVI se dió un aumento del interés por el estudio del
español en Francia, especialmente durante el reinado de Enrique IV y la regencia de
María de Médici. Debido a los matrimonios reales de Luis XIII de Francia con la infanta
española doña Ana de Austria y el del futuro Felipe IV de España con Isabel de Borbón
(1615) . En la corte y en la sociedad en general se experimenta un interés por el
conocimiento de la lengua castellana y por la cultura española que se muestra en el
número de manuales para el aprendizaje de la gramática castellana. Entre los autores más
conocidos se pueden mencionar a Ambrosio de Salazar, intérprete español de Luis XIII,
quien publicó en 1614 Las clavelinas de recreación, una colección de cuentos y
anécdotas para la enseñanza del castellano. El mismo año publicó Espexo general de la
Gramática, en francés y en español, y en 1636 El tesoro de diversa lición. Pueden citarse
junto a él Lorenzo de Robles, Advertencias y breve método (1615) y Juan de Luna, Arte
breve y compendiosa (1616). La favorable recepción del Quijote y de las Novelas
ejemplares de Cervantes en su traducción francesa es otra muestra del interés de la corte
de Luis XIII por la literatura española. Por eso, no es extraño percibir la influencia de
Cervantes en autores franceses como Jean Pallet, Nicolas Baudouyn, Louis de Gedou,
Jean Rotrou, e incluso el mismo Loubayssin.
69
Las alianzas matrimoniales entre Francia y España dieron pie a otras muchas
referencias en la literatura de la época. Dos años después de la publicación de Los
engaños deste siglo, Carlos García aprovecha, como Loubayssin, la augusta ocasión para
publicar su obra La oposición y conjunción de los dos grandes Luminares de la tierra o
La antipatía de los Franceses y Españoles. Carlos García, un español que forma parte de
la casa de la reina madre, María de Médici. El objeto de su obra es mostrar las razones
por la enemistad entre las dos potencias o luminarias, Francia y España, e insistir en que
se debe buscar la paz y la unión.
En el prólogo de Los engaños deste siglo, Loubayssin da a conocer el propósito
de escribir sus obras en español; quiere que su obra sea española en su totalidad, no sólo
en la forma sino también en el alma, y el vestir, “porque me ha parecido y, según mi
opinión, a todos parecerá bien de dar a mi libro no solamente el cuerpo y alma española,
sino también el vestido, al modo y traje de su tierra.”38 El autor dice que sus personajes
hablan la “verdadera lengua de Castilla” y que por ello no merece vituperio sino “grande
alabanza” porque al escribir en esta lengua extranjera demuestra conocer la lengua
castellana, y de la historia y cultura del pueblo español.
La novela trata del viaje de un joven matrimonio, don Juan y doña María, de
Ubeda a Toledo, donde el marido va a recibir la Orden de Santiago. Don Juan es un
aristócrata dispuesto a disfrutar del viaje. Haciendo honor a su nombre, “avant la lettre”,
siempre está en busca de una aventura amorosa. Pero al fin será el burlador burlado.
38
En la versión original de Engaños deste siglo, las páginas anteriores al mismo texto del autor
desafortunadamente no llevan números. La cita que usamos se encuentra en la página seis de la sección ‘Al
discreto lector.’
70
La primera noche, en el mesón El Viso, don Juan se prepara para un encuentro
con la sobrina del mesonero, Estefanía, pero la llegada del marido de ésta hace que el
frustrado galán tenga que refugiarse debajo de la cama para burlar al sospechoso marido.
Mientras tanto, doña María le espera a oscuras en el dormitorio. Uno de los pajes,
Hipólito, se equivoca de puerta y se acuesta al lado de su ama. Doña María le confunde
con su esposo, y al fin es ella quien tiene la aventura amorosa. El pobre don Juan,
descalabrado después de su fallido intento, decide quedarse otra noche en la venta para
recuperarse. Así, los alcanzan la bella Isabel y don Fernando. En realidad, la bella Isabel
es don Francisco, el primer amor de doña María y don Fernando, su celestino y
confidente. Don Francisco acaba de regresar de Flandes, donde le había mandado su
padre después de hacerle terminar su relación con doña María.
Al continuar el viaje, don Juan hace planes para gozar de la bella Isabel. Deben
pasar la noche en la venta de la Zarzuela, y sólo hay un lecho disponible. Se decide que
sean las damas las que lo compartan. Grande es la sorpresa de doña María cuando doña
Isabel se transforma en su antiguo enamorado. Mientras los amantes celebran su
reencuentro, don Juan y don Fernando juegan a las cartas. A la mañana siguiente, las dos
damas se ayudan a vestir.
En la siguiente etapa del viaje y ya cerca de Toledo encuentran a una mujer de
extraordinaria belleza, la dama de las estrellas, doña Laura, quien viaja desde Flandes con
una carta de la hermana del Rey para pedir justicia en contra del hombre que la sedujo.
Todos coinciden en la misma posada, don Juan con la esperanza de alcanzar por fin a la
hermosa y esquiva doña Isabel, y los dos amantes con el deseo de repetir los hechos de la
noche anterior. La situación es de riesgo, por lo tanto, don Fernando hace creer a don
71
Juan que podrá ver realizados sus deseos esa noche, pero en realidad ha organizado las
cosas de tal modo que el encuentro de don Juan será con una criada. Estos últimos planes
de don Juan no se llevan a cabo porque se le aparece el fantasma de su difunto padre,
quien le revela su próxima muerte. Don Juan se arrepiente y va a la iglesia a pedir perdón
pos sus pecados pero es apuñalado a la salida del santuario por el marido de Estefanía,
que ya había matado a su mujer con el mismo puñal. En vista de todos estos hechos,
interviene el Corregidor y se descubre que doña Isabel es don Francisco y que ha sido él
quien ha seducido a doña Laura. El Rey dispone que se casen. También doña María
accede a casarse con el paje Hipólito y así servir en la casa del joven matrimonio.
En esta primera novela, Loubayssin se sitúa como partidario de la Iglesia Católica
y de su política. Es una afiliación que será constante en su vida, aparte del servicio a la
aristocracia. El autor también escribe sobre una sociedad que está en un proceso de
cambio económico, político y social. La expansión territorial y marítima del Imperio
exige cambios en la administración y gobierno de estos nuevos territorios. Para este
efecto Felipe II trasladó la capital del Imperio de Toledo a Madrid en el año 1560. Esto
ayudó a centralizar el aparato del gobierno. En Los engaños deste siglo doña Laura se
refiere a la infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y hermana de Felipe III:
El mismo año de mi nacimiento mi padre fue por capitán de una compañía
de caballos ligeros a Flandes, con el gran duque de Alba don Fernando de
Toledo […] [M]e llevó con él a Flandes y me presentó a la Serenísima
Infanta, hermana de nuestro rey y mujer del Archiduque Alberto.(222-5)
En esta novela las referencias a la guerra de Flandes también aparecen en la
historia de don Francisco, pero en estos casos el autor no se refiere a episodios bélicos o a
72
la guerra en sí, más bien las referencias sirven para dar el marco histórico a una novela de
estilo cortesano. Loubayssin también se refiere a otros aspectos del Imperio Español,
entre ellos el poder y la justicia en la península:
Porque los reyes de España se hacen tan de veras obedecer de sus
súbditos, y la justicia tiene tanta autoridad sobre los grandes, que me
acuerdo que en los primeros años que yo estuve en España, sucedió en
Madrid un caso harto notable. Y fue que por haber querido dar un duque
de los más poderosos de palos a un alguacil, fue condenado por el
presidente de Castilla a graves penas. (240)
La administración de la justicia también se ve en la muerte del marido de Estefanía,
González García, a quien colocan en el potro para que confiese el asesinato de su mujer y
el de don Juan:
[….] estando sobre el potro, a la primera vuelta que le dieron, empezó a
gritar que le aflojaran los cordeles y que diría la verdad en todo cuanto le
preguntasen […] Esto fue lo que dijo sin que todos los tormentos (aunque
fueron tan crueles, por el mismo corregidor presente, que apenas le
sacaron vivo del potro) le pudiesen hacer decir otra cosa más de lo que
había dicho (262-3)
En el último tramo del viaje, los viajeros se hospedan en una posada. Allí
Doraliza, una de las doncellas, canta una canción popular para entretener a los presentes.
La canción trata de un portugués enamorado, “más valiente que Roldán y más galante
que Macías” que pretende a una mujer casada en Castilla:
En sus promesas
73
Prometiéndole, en efecto
Las especies de las Indias
Los olores de Lisboa
Y los barros de la China (158).
El galán portugués ofrece regalos que vienen de todas partes del Imperio
Portugués, las especies de la Indias, en especial canela de Ceilán, clavo de olor de las
Malucas y jengibre de la India. La porcelana china era muy apreciada en Europa y los
barcos de Imperio Portugués comerciaban con China, India, Japón y las Islas de las
Especias.
En Los engaños deste siglo el autor también describe una sociedad que está en un
proceso de cambios económicos, políticos y sociales. Nuevas ideas empiezan a aflorar en
algunos estratos de la sociedad, que vemos, por ejemplo, en el matrimonio de doña María
con el paje Ipólito, una mujer principal que se casa con un hombre de diferente situación
social. Es verdad que doña María es una mujer viuda y como tal, pareciera tener más
libertad en la elección de su segundo marido. Cuenta, eso sí, con el beneplácito del Rey y
del corregidor. En lo económico, los gastos de los matrimonios son un indicio, de la
riqueza de los desposados y sus amistades. “los trajes y los vestidos (de doña Laura y de
don Francisco) que solo los bordados costaron más de quinientos escudos” (273). Como
regalo de matrimonio, la pareja de doña María y el paje Ipólito recibe diez mil ducados
de presente. Los cambios económicos que ha traído la conquista han beneficiado a la
clase alta, y a los comerciantes.
74
Historia tragicómica de don Henrique de Castro (1617)
Escrita durante el reinado de Felipe III, la Historia tragicómica de don Henrique
de Castro narra los hechos más importantes de la historia de España de los siglos XV y
XVI. El período corresponde a los reinados de Carlos V (1517-1555), y Felipe II (15551598). En la novela, el Imperio Español aparece como una entidad presente en las
Américas, Asia y Europa.39
Las obras de Kamen, Empire: How Spain Became a world Power (2003) e
Imagining Spain: Historical Myth and National Identity (2008), presentan al Imperio
Español como una empresa multiétnica y multicultural que abarca distintos continentes
de gran alcance social, económico y cultural en los territorios ocupados y en la Península.
En el imaginario histórico de la España de los siglos XVI y XVII, los cambios
mencionados, y la transformación del país bajo el gobierno de los Habsburgo fueron un
punto de inicio en que se forjaron nuevos parámetros y valores.
Los elementos históricos que aparecen en la Historia tragicómica entregan un
importante testimonio de la época. La obra de Loubayssin da una visión compleja del
imaginario histórico, social, político y económico de la España de los siglos XVI y XVII
y de su relación con el Nuevo Mundo. La búsqueda de nuevos mercados, de materias
primas y de nuevas vías para llevar a cabo todas estas empresas aparece en las tres obras
mencionadas. En la Historia tragicómica, el descubrimiento del Estrecho de Magallanes
y la conquista de México y Perú, tanto como la lucha por el dominio del Mediterráneo y
del Índico, y la guerra de Arauco, son algunos de los hechos que transforman el
39
Los dominios incluían el Rosellón, Nápoles, Sicilia, Milán, Cerdeña, los Países Bajos, el Franco
Condado, las Islas Canarias, algunas ciudades en el norte de África, el Cabo Verde, las Islas Filipinas y
parte de las Molucas. En el Nuevo Mundo el imperio incluía las tierras desde México hasta Paraguay y el
río de la Plata.
75
imaginario de la España medieval. Los acontecimientos y descubrimientos avanzan a un
paso más acelerado que los españoles contemporáneos de Colón y de los conquistadores.
Se trata de una época en que se descubren nuevos océanos, continentes, culturas y
pueblos y se da la vuelta al mundo por primera vez. El Nuevo Mundo al que llega Colón
ya no es un lugar fantástico, como el de los libros de caballerías, sino un lugar real.
Es esta nueva realidad en la que el Nuevo Mundo adquiere una importancia
económica de primer orden para el Imperio. La explotación de los recursos mineros, la
asignación de las encomiendas, y los recursos humanos son fundamentales a la empresa
imperial. Es así como en 1575, Felipe II ordenó en Castilla la Nueva la encuesta llamada
Relaciones Topográficas. Otro cuestionario de cincuenta preguntas se mandó a todas las
colonias que tenía España en el Nuevo Mundo, con el propósito de averiguar el tipo de
habitantes, número de pobladores, ubicación de los pueblos, economía, historia, y
recursos naturales de la región. La encuesta fue redactada por el cartógrafo oficial don
Juan López de Velasco. Los resultados de la encuesta debían permitir al rey y al Consejo
de Estado determinar la política a seguir, ver cómo funcionan los virreinatos, y decidir el
número de españoles que podían viajar a un determinado lugar. Ayudaron también a ver
cómo se pueden explotar los recursos naturales. De esta manera, el Imperio Español logró
tener mayores recursos financieros que Francia porque España ejerció el oficio de
intermediario del tráfico de oro y de plata cuyos dividendos se invirtieron en el
mantenimiento de su hegemonía mundial.
En las novelas de Loubayssin los protagonistas aparecen en distintos puntos del
Imperio Español, ya sea explorando nuevas tierras, luchando contra el Imperio Turco, los
76
piratas, o tomando posesión de nuevos reinos. En todas estas empresas se mantienen en
comunicación con España dando cuenta de sus hallazgos y de las riquezas encontradas.
En la obra de Loubayssin los acontecimientos históricos se incorporan a las vidas
de los personajes. De esta manera, el autor cumple su propósito de escribir una obra en la
cual se incluyan hechos importantes de los siglos XV y XVI, proveyendo al lector de un
contexto conocido que contribuye a la verosimilitud de la narración.
La Historia tragicómica comienza en media(s) res con la guerra de Arauco
después de la muerte de Valdivia (1553). El narrador se explaya sobre: los problemas que
ha traído la conquista, los peligros del vicio de la codicia, y cómo éste ha transformado a
los soldados, en especial al conquistador Pedro de Valdivia.40 Además, los araucanos
destruyen el fuerte de Tucapel y muere don Lorenzo de Castro. Su hijo, don Henrique,
logra escapar del desastre y llega a una ermita, donde vive un ermitaño. Es así, como los
hechos históricos se incorporan a la novela. Por medio de las vicisitudes de don Esteban
de Castro, don Lorenzo, don Henrique y don Antonio se muestran el funcionamiento del
Imperio en Europa, de las guerras entre Francia y España, las exploraciones de los
portugueses, la conquista de las Islas Malucas, la conquista de México y Perú, la guerra
de Arauco y el peligro de los piratas holandeses que asaltaban los navíos cargados de
metales preciosos.
Todos estos episodios sirven de telón de fondo a la construcción imaginaria de
España que presenta el autor en la novela. En la novela también encontramos las
opiniones y juicios de Loubayssin sobre distintos aspectos del Imperio. En la novela hay
un narrador intradiegético, cuando en los siguientes capítulos el ermitaño empieza a
40
En la obra de Pérez de Oliva, Historia de la invención de las Indias, la actitud de los españoles hacia el
oro es un “poderoso símbolo de corrupción moral.” (Clavero 31)
77
narrar la historia de su vida, don Henrique se convierte en narratario, destinatario, de las
historias que narra su abuelo. En el libro I, después de relatar la derrota y muerte de
Valdivia, dice que ‘la peste de la codicia’ (4) le ha hecho cometer muchos errores en su
gobierno. El juicio de Loubayssin no es aislado. Fray Toribio de Benavente, Motolinía,
comparte la visión de don Henrique cuando escribe sobre los abusos que se cometen en
México. “Hase visto por experiencia- en muchos y muchas veces, los españoles que con
estos indios han sido crueles, morir malas muertes y arrebatadas, tanto que se trae por
refrán: “el que con los indios es cruel, Dios lo será con él,” y no quiero contar crueldades,
aunque sé muchas, de ellas vistas y de ellas oídas.” (140)
Asimismo, Guamán Poma de Ayala, en su obra Primer nueva corónica y buen
gobierno, describió el comportamiento de los conquistadores en Perú: “Estaban como un
hombre desesperado, tonto, loco: perdido el juicio con la codicia de oro y plata. A veces
no comían con el pensamiento de oro y plata. A veces tenían gran fiesta, pareciendo que
todo el oro y la plata tenían entre las manos.” (374)
Contrasta el comportamiento de los conquistadores con los nativos. Así,
Loubayssin escribió sobre los araucanos siguiendo a Ercilla al describir y elogiar su
valor. En especial a Lautaro, el paje de Valdivia:
¿De qué hombre se puede leer prueba de valor tan grande? Ni en qué libro
antiguo o moderno se ha hallado, que estando uno de la parte victoriosa se
pase a la contraria del vencido? Y que solo el valor de un bárbaro
muchacho, haya podido arrebatar, por fuerza, a una nación tan belicosa
como la española, una tan grande e insigne victoria de las manos? ( 26)
78
El ‘bárbaro muchacho’ posee cualidades de líder guerrero que le hacen comparable con
famosos generales romanos, tales como Marcelo, Fulvio, y Cincinato. Al final, es Lautaro
quien se lleva las palmas en este desigual combate, porque según el autor ha sido capaz
de imaginar que la victoria es posible:
Me parece que éste hizo más, en solo imaginar lo que emprendió, que los
otros en hacer cuanto hicieron. También fue tan grande el servicio que
hizo a su patria, con este animoso y generoso hecho, que merece, que a
pesar del tiempo, su nombre esté esculpido en mármoles y bronces, para
que su gloria quede inmortal entre los hombres.(27)
El autor enfatiza el derecho de los araucanos de defender su patria. El joven Lautaro al
ver que los españoles van a ganar la batalla, decide poner en práctica los conocimientos
de la guerra que había aprendido como paje de Valdivia, y se convierte en líder de los
guerreros araucanos.
Con respecto al poder económico del Imperio, Loubayssin describe en particular
el papel de la ciudad de Sevilla. En el libro II don Henrique habla de su vida en España,
sus amores con Leonora, de su casa y familia en Sevilla. El autor nos presenta una visión
de Sevilla donde muestra su familiaridad con las calles, el comercio, los conventos, y la
gente semejantes a las descripciones de la ciudad de Sevilla en El celoso extremeño de las
Novelas ejemplares de Cervantes. La población de la ciudad en los inicios del siglo XVII
llegó a los 150.000 habitantes y atrajo a toda una gama de gente, comerciantes,
marginados, extranjeros y aventureros (García de Cortázar 251).
También, en el libro III don Henrique relata su viaje al Nuevo Mundo y las
razones por las que se encuentra en este apartado lugar, peleando contra los araucanos.
79
Otra vez Loubayssin muestra su conocimiento de la ciudad de Sevilla; vemos su
importancia en el comercio de las Indias y su papel primordial como foco económico de
España. Cervantes lo menciona en Don Quijote, en la historia del cautivo, donde el
capitán Ruy Pérez de Viedna y su hermano, el licenciado Juan Pérez de Viedma, se
encuentran por casualidad en un mesón, yendo camino para Sevilla. El licenciado va a
viajar a México por esas fechas, ya que la flota parte una vez al año. Allí Cervantes
menciona las riquezas que se encuentran en el Nuevo Mundo, por medio del diálogo de
los dos hermanos Pérez de Viedma acerca de un tercer hermano:
Mi hermano menor está en el Pirú, tan rico, que con lo que ha enviado a
mi padre y a mí ha satisfecho bien la parte que él se llevó, y aun dado a las
manos de mi padre con que poder hartar su liberalidad natural. (Don
Quijote, 527)
Los envíos de oro y plata de las colonias sirvieron para sustentar a España por
muchos años. Sin embargo, ya a principios del siglo XVI, de los 10 millones de ducados
que se estima llegaron a España de América, seis millones salieron de la nación casi
inmediatamente; parte de ellos para suplir las necesidades de las colonias, pero la mayor
parte destinada a pagar a los banqueros y financiar las guerras imperiales en Europa. En
Inglaterra, en 1624, Sir Benjamín Rudyard expone así la situación del monarca español:
They are not his great territories which make him so powerful for it is very
well known that Spain itself is but weak in men, and barren of natural
commodities. No, sir, they are his mines in the West Indies, which
minister fuel to feed his vast ambitious desire of universal monarchy.
(Elliott ,Spain and its World, 22)
80
La plata del Nuevo Mundo ayudó a financiar estas empresas insertando a España
en la economía global del período. Hasta 1610, los intercambios entre las colonias y la
Península crecieron. Se suministraban a las colonias aceite, armas, herramientas, vino,
recibiendo a cambio grandes envíos de oro y plata. Las colonias empezaron a abastecerse
por sí mismas, teniendo esto graves consecuencias para la economía de la Península. A
comienzos del siglo XVII las colonias podían abastecer muchas de sus propias
necesidades. México tenía una industria de paños y Perú producía grano, vino y aceite.
El efecto económico de la conquista en la economía del Imperio también conllevó
un resultado psicológico. Martín González de Cellorigo, en su Memorial de la política
necesaria y útil restauración a la república de España, señala el efecto del
descubrimiento de las Indias. El oro y la plata provenientes de las colonias crearon una
falsa seguridad de riqueza económica. No era necesario trabajar para tener dinero; en el
caso de las familias más adineradas e influyentes de España, era suficiente invertir
grandes cantidades de dinero en las colonias, que se les devolvían con la vuelta de los
galeones de las Indias, cargados de oro, plata, y otros materiales como la seda, maderas, y
especias. Para la administración imperial no era necesario tratar de desarrollar nuevas
empresas, ni fuentes de trabajo. El estudioso flamenco, Justus Lipsius escribió en 1603 a
un amigo español, “Conquered by you, the New World has conquered you in turn, and
has weakened and exhausted your ancient vigor” (Elliott, Spain and It’s World 250).
En el libro III don Henrique descubre que el ermitaño es su abuelo, don Esteban
de Castro. El abuelo comienza a contar la larga historia de su vida y aventuras antes de
llegar al sur de Chile. En los libros IV y V el ermitaño nos remite a las campañas en
Italia; las muertes del Gran Capitán y del rey Fernando el Católico; la llegada de su nieto,
81
Carlos a España; las guerras civiles de las Comunidades; las guerras entre el emperador
Carlos V y el rey Francisco I de Francia; la batalla de Pavía; la prisión del rey francés y el
saco de Roma.
El juicio de Loubayssin sobre las guerras aparece en el Libro IV, capítulo II,
cuando se refiere a la captura de Nápoles por las tropas francesas, el 21 de febrero, 1495.
En las guerras, por mucho que sean justas, siempre están presentes la crueldad y el
sufrimiento. Según Marcos de Isaba en Cuerpo enfermo de la milicia española, “In the
past Spaniards were well loved by all peoples, but for the last ninety years we are hated
and detested and all because of the wars.” (509) Según Loubayssin, la victoria de las
tropas francesa se ve opacada por los abusos que se cometen en el combate, la crueldad
de los vencedores para con los vencidos. Es entonces cuando las alabanzas se confunden
con los insultos de la población. Aunque el ejército celebre su victoria, no se pueden
ignorar las vidas que se han perdido, ni el sufrimiento de los sobrevivientes:
Así triunfaron en menos de tres meses las armas francesas, de aquellas de
Italia, labrando en la inmortalidad una alabanza para esta invencible
nación, que durará mientras el mundo fuese mundo. Si no es que
oponiendo a los rayos de esta gloria, la crueldad que usamos en nuestras
victorias vengamos a ser tan vituperados de los hombres de bien, como
alabados de los hombres de guerra. (259)
En el mismo capítulo, el ermitaño relata las invasiones de los piratas turcos y
berberiscos en distintas partes del Imperio y de las batallas navales en el mediterráneo.
Loubayssin incluye en la narración la importancia de los renegados y de los moriscos que
fueron expulsados de la Península. Algunos de ellos están a las órdenes de Barbarroja.
82
Durante el reinado de Felipe II el mayor peligro era de los piratas turcos y
berberiscos. Sus ataques, y los de los mercenarios que trabajaban para ellos, son uno de
los tópicos de la literatura del siglo XVI y XVII. Miguel de Cervantes lo trata
especialmente en Don Quijote, y en Los baños de Argel. Mientras tanto, Loubayssin lo
presenta en la Historia tragicómica, en el relato de la princesa Elisaura. En los libros
siguientes, la acción pasa del Mediterráneo al Pacífico y al Atlántico. En estas costas el
peligro son los piratas franceses, ingleses y holandeses. Por ejemplo, Jean Fleury un
pirata francés, asaltó la nave en que Cortés mandaba parte del tesoro de Moctezuma al
emperador Carlos V. Sir Francis Drake asaltó Santo Domingo y Cartagena de Indias, y
también recorrió las costas del Pacífico y del Atlántico. Henry Morgan asaltó Panamá,
Haití y Venezuela. El holandés Pieter Van der Does atacó Las Palmas de Gran Canaria
San Sebastián de La Gomera y Santa Cruz de La Palma en 1599.
En el libro V, Sicandro narra la historia de su vida, ella es en realidad la princesa
Elisaura, y sus amores con Andalio, el embajador español, hijo del Marqués de Cañete. El
navío en que se escapan los enamorados es asaltado por una flota de corsarios holandeses
cerca de Lima, “[l]os cuales están acostumbrados de correr este mar, para robar las naves
que se vuelven cargadas de plata y de mercancías a España” (403).
En el libro VI, la novela continúa con los viajes de Magallanes, sus aventuras en las
islas de Subo y Borna. También se incluye la historia de Juan Serrano, marinero español y
sobreviviente de la expedición de Magallanes. El rey de Subo le pide a Serrano que sea el
tutor de la reina Tidora:
Quiere no solamente que le enseñe la lengua, más aún que la entretenga,
hablando de los usos, trajes y costumbres que los españoles y españolas
83
tienen; en fin, que tuerza de manera las inclinaciones indianas. Que no
tenga otra cosa más del cuerpo indio, porque quiere que todo lo demás sea
español. ¡Oh, pobre rey! Conténtate de los servicios que Serrano te hace
con la espada, y no lo emplees a enseñar filosofías a tu mujer. Harta
discreción tiene, basta lo que sabe, que más vale que sea india fiel, que
española ingrata. (480)
El rey de Subo quiere que la reina actúe como una mujer española, que hable y se
comporte como las mujeres de la sociedad de su época. En suma, el rey quiere que sea
una mujer sofisticada y ‘civilizada’, en vez de una ‘bárbara’ india nativa. El autor
interviene para resaltar los rasgos positivos de la reina india. El hecho que los dos pasen
una gran cantidad de tiempo, mientras él la instruye en los modos de las mujeres
españolas hace que Juan Serrano se enamore de ella. El conflicto amoroso termina en una
batalla de la que Serrano es vencedor. Se convierte así en rey de las islas de Subo y
Borna:
Viendo venido a la noticia del rey católico la fortuna de Serrano, por
cartas que él mismo le había escrito, y suplicadole por ellas, de enviarle
algunos frailes y clérigos a aquellas partes, para instruir a los indios en la
religión cristiana. Como también persona que pudiese cobrar de él las
parias que como a su rey y señor estaba obligado darle. Fue su majestad
servido, de enviarle por embajador, al hijo menor del marqués de Cañete ,
llamado Andalio, con cuatro navíos cargados de lo que mandaba a pedir, y
de otras cosas que supo serle necesarias. (507)
84
En este capítulo el ermitaño también se refiere a la nación española y su misión
evangelizadora y defensora de la fe. “Alabanzas solas debidas a esta nación, pues ella y
no otra, enarbolando las banderas de Cristo Nuestro Redentor, adonde su nombre estaba
apenas conocido” (502). Por medio de los abundantes discursos del ermitaño, sus
numerosas plegarias y alusiones a la virgen y los santos, Loubayssin deja claro que el
objetivo de los descubrimientos y la conquista fue la propagación de la religión católica.
En el libro VII, don Esteban de Castro cuenta su captura por Barbarroja, llegada a
Túnez, las muertes de su esposa y su hija. En el libro VIII, continúan las aventuras de don
Esteban hasta después del cerco de Diu (1558) cuando decide navegar al Nuevo Mundo, pues
recibe noticias que su hijo, don Lorenzo de Castro, está en Chile. El libro relata la guerra con
el Gran Turco en1548, la conquista de México por Hernán Cortés y la de Perú por Francisco
Pizarro. El libro VIII, el más extenso de la novela, incluye también la historia de las
navegaciones y conquistas de los portugueses.
Los soldados portugueses capturaron Ceuta en 1415. A lo largo del siglo XV, los
barcos portugueses organizados por Enrique el Navegante exploraron la costa oeste de
África, haciendo mapas del territorio y comerciando en especias, oro y esclavos. La
exploración hacia el sur no fue un hecho fácil, dadas las preocupaciones de los viajeros,
quienes todavía no se habían atrevido explorar el hemisferio del sur. Además, cuando
rodearon el futuro Cabo de Buena Esperanza, sus propósitos de explorar y dominar los
territorios asiáticos fueron impedidos por las flotas de marineros/piratas árabes. De todas
maneras, el descubrimiento de la ruta marítima alrededor de África hacia la India y el
resto de Asia abrió enormes oportunidades económicas, y Portugal establecer puestos de
comercio y bases fortificadas para controlar le comercio con Asia. Con la conquista de
85
Ormuz pudo controlar el Golfo Pérsico. Un intento de conquistar Adén en 1510 falló y
obligó a los portugueses a retirarse.
Sin embargo el segundo intento en 1516 fue un éxito, y durante veintidós años los
portugueses dominaron la ciudad. Esta conquista les permitió dominar el Mar Rojo y
controlar la Ruta de las Especias. En la Historia tragicómica, Loubayssin ubica al lector
en una época cuando Portugal lucha por mantener el dominio de sus territorios asiáticos,
frente a enemigos turcos, y arábigos. La victoria naval portuguesa en la batalla de Diu le
abrió paso a la hegemonía marítima absoluta en el Oriente. Según el autor “Esta insigne
victoria fue afamada por todas las naciones y voló por la mayor parte de Asia, África, y
casi por toda la Europa, con nuevas alabanzas del nombre portugués, y del famoso
Silveira.” (674)
El Imperio Portugués en el Este estableció puertos comerciales en puntos lejanos
como Goa, Malaca, las islas Malucas, Macao, y Nagasaki. Portugal no sólo ejerció un
importante papel en el comercio entre Asia y Europa, sino también participó del comercio
entre las diferentes regiones de Asia, tales como India, Ceilán, Indonesia, China , y
Japón. Brasil fue descubierto en 1500 por Pedro Álvares Cabral, y se convirtió en la
colonia más importante del Imperio, desde la cual Portugal exportó recursos como oro,
piedras preciosas, azúcar, y café. Aunque los holandeses perdieron sus colonias en Brasil
en el siglo XVII, lograron ocupar Ceilán, el Cabo de Buena Esperanza, las Indias
Orientales y dominaron el comercio con Nagasaki, Japón. Los territorios del Pacífico que
pertenecían a Portugal fueron reducidos a las bases en Macao y Timor Oriental.
Es así como después de participar en el cerco de Diu, don Esteban de Castro
decide navegar al Nuevo Mundo para buscar a su hijo, don Lorenzo de Castro, quien está
86
en el sur de Chile peleando contra los araucanos. La historia de don Lorenzo la relata su
hijo, don Alonso. La historia de don Alonso de Castro, tiene bastantes elementos
comunes con la vida del Inca Garcilaso de la Vega y los conflictos entre Diego de
Almagro y los Pizarro. El matrimonio de don Lorenzo de Castro con una mujer española
también tiene elementos comunes con las nupcias del padre de Garcilaso. De este modo
sabemos de las aventuras de don Lorenzo en la conquista de México por Hernán Cortés y
la de Perú por Francisco Pizarro, “[t]ierra sin comparación más rica, por las infinitas
minas de oro que tenía, que aquella de la Nueva España” (682). En la Historia
tragicómica, el conquistador Francisco Pizarro le comenta a don Lorenzo de Castro
acerca de su expedición al Perú y le habla de las ricas minas de Cuzco. “Dezir del oro y
plata que allí se halló era cosa de espanto, aunque fue aquello que ellos no tenían en
mucho, según después entendí, porque lo mejor escondieron.” (170)
El ermitaño repite la narración de su nieto, don Alonso sobre la campaña de los
conquistadores contra los incas:
Athahualpa fue vencido y preso con muchos caciques, y de los mayores de
su reino. Y fueron tan grandes los despojos que se hallaron en su ejército,
que quieren decir que de sólo el oro y la plata se halló más de dos
millones. Y como el rey hubiese prometido de dar otros muchos por su
rescate, y pedido algunos meses de término para que los pudiesen juntar,
habiéndose verificado que quería hacer matar a traición a todos los
españoles con gente que había hecho juntar para este efecto, fue
condenado a muerte por don Francisco Pizarro, la cual ejecución se hizo al
instante. (686)
87
En este punto de la narración Loubayssin altera los hechos. El Inca Athahualpa
nunca planeó la muerte de los conquistadores, el autor trata de justificar su asesinato a
manos de Pizarro y los suyos. El Inca Garcilaso de la Vega en Los comentarios reales de
los Incas, (Tomo III, cap. XXXVI) ofreció la versión de los hechos desde el punto de
vista de los incas. En el Libro IX y final, el autor trata de justificar lo largo y aburrido de
algunas partes de su obra:
No sin razón me reprenderá el discreto lector, por haber hecho gastar tanta
flema a mi ermitaño en contar su historia, porque dirá que la mayor parte
de las cosas contenidas en ella no son esenciales a mi obra. (713)
Promete a los lectores “impacientes” cambiar el estilo de la novela y concluir las
aventuras de los personajes que se encuentran en este apartado lugar de Chile. En este
punto de la narración, Loubayssin pone en tela de juicio la autoridad del ermitaño, y
cuestiona la pertinencia de su relato.
En efecto, la intriga amorosa se convierte en el motivo principal del último
capítulo del libro IX. También se incluye una descripción de los ritos sangrientos de los
“bárbaros araucanos” cuando don Henrique y sus compañeros rescatan a los prisioneros
que van a ser sacrificados al dios Eponamón. Este episodio añade elementos de
antropología y etnografía avant la letre a la narración. Los sacrificios humanos aparecen
en algunas crónicas y relatos de viajeros, por ejemplo los de Cabeza de Vaca, Bernardino
de Sahagún, y Pedro Cieza de León, quien escribió al respecto en Crónica del Perú, “Y
delante de sus altares, donde se hacían los sacrificios, mataban algunos animales y
algunas aves, y aún también mataban, a lo que se dice, indios esclavos o tomados en
88
tiempo de la guerra en otras tierras, y ofrecían la sangre dellos a su maldito diablo”
(Primera Parte capt LIV).
Entre los prisioneros se encuentra Leonora, quien había llegado a Chile en busca
de don Henrique. La joven relata el episodio:
El sacerdote acompañado de todos los caciques del estado, nos hicieron
entrar dentro del templo a veinticinco españoles y españolas que éramos, y
nos presentó delante del ídolo, preguntándole cuáles de nosotros le eran
más agradables para el sacrifico. El ídolo respondió, o el demonio por él,
que Leonora, doña Elvira, don Diego, y Velásquez y que los demás fuesen
degollados en la pila de plata que estaba delante de él, para que con ellos
se pudiesen hacer las fiestas y banquetes de carne humana que estaban
acostumbrados hacer antes de un tan solemne sacrificio. Al instante fue
ejecutada la sentencia del demonio y derramada la sangre de estos pobres
inocentes dentro de la pila; el reflujo de la cual fue corriendo, por un
agujero que la pila tenía, dentro del arroyo que pasaba por debajo. Y
tomando después las cabezas, con aquella de Valdivia y de los otros
españoles e indios aliados que habían muerto en la batalla (las cuales
habían traído en unas grandes talegas) las llevaron a colgar, a lo que se
entendió en alguna parte y enviaron los cuerpos al lugar donde se había de
hacer el banquete, para que se guisasen y los pudiesen ir a comer después.
Esto hecho, nos desnudaron a todos cuatro, y nos ataron a las columnas
donde nos hallasteis. (755-756)
89
Después de ser rescatados, los jóvenes vuelven con el tesoro del dios Eponamón a la
ciudad fuerte de La Concepción. La cuestión amorosa se complica y al final de la historia
don Henrique se siente atraído por Sicandro/Elisaura, al mismo tiempo que Leonora se
enamora del hermoso joven Sicandro. Mientras duermen unos ladrones asaltan la casa
para robar el tesoro. En medio de toda la confusión, raptan a Leonora y a Elisaura.
En los últimos capítulos el autor hace un recuento de las aventuras de los
principales protagonistas de la historia, como don Esteban, el ermitaño, quien salió de su
pequeño pueblo en España, viajó a Francia, participó en la guerra de Flandes, en las
guerras en Italia y en las campañas contra el Gran Turco. Llegó al Nuevo Mundo en
busca de su hijo, don Lorenzo. Al fin del cerco de Diu conoció a su nieto don Alonso,
quien le relató las campañas en que había participado su padre, don Lorenzo, las
conquistas de México y de Perú. Don Alonso participó en la batalla de Diu y la guerra
contra los araucanos. Don Henrique viajó de Sevilla al sur de Chile, Arauco, para buscar
a su padre. La princesa Elisaura/Sicandro, viajó de las islas Malucas a Chile. La acción de
la novela concluye con el incendio de la ciudad de Concepción (1554).
Panegírico al gran Cardenal Duque de Richelieu (1639)
Deffy de la langue françoise et de l’espagnole, pour sçavoir quelle des deux et plus
eloquente et plus capable d’ecrire les actions ilustres des grand roys et de grands
ministres d’estat. (1639)
Repto de la lengua española y francesa, para ver cuál de las dos es más elegante en
escribir hazañas de reyes y hechos de varones ilustres. (1639)
90
En la primera parte en francés el autor escribe sobre el trabajo incansable y
sacrificios del Cardenal a favor del Rey de Francia, Luis XIII. Las alabanzas al Cardenal
se complementan con los ataques a sus enemigos y detractores de su política y de las
guerras en que ha envuelto al país. También celebra la victoria de Brisac (1638) contra
las tropas españolas. Esta victoria confirma la figura del Cardenal como:
Monseigneur, que vous viures le plus grand & le plus glorieux prince qui
se vid jamais dans l’Eglise, & que ceste félicité se perpétuera si hautement
dedans vostre maison qu’on n’y verra désormais qu’un triomphe éternel de
bien & de gloire. (25)
Como ya se ha mencionado, la guerra de 1635 entre España y Francia es de gran
importancia en la vida de Loubayssin. Sus años de estadía en España le dieron un
conocimiento del ser español porque le permitieron observar de cerca la vida social y
política del país vecino. En sus obras reconoce tener buenos amigos españoles, pero su
lealtad está con su propio país natal. Además, su posición cerca de la corte y de Richelieu
da un indicio de su servicio sin reservas a la fuente de poder. En estas circunstancias
Loubayssin publica su Panegírico al gran Cardenal Duque de Richelieu en 1639. Esta
obra sirve un doble propósito: reafirmar la lealtad del autor a Richelieu y al Rey, y
demostrar que Loubayssin todavía puede escribir en español a pesar del tiempo que ha
pasado entre la publicación de su novela, Historia tragicómica (1617) y el Panegírico.
El autor publica esta obra en circunstancias políticas muy diferentes a las de sus
dos novelas en español. Ya no se trata de aprovechar la ocasión de los matrimonios reales
y la buena disposición hacia el estudio del español. Ahora, los dos países se encuentran
envueltos en una guerra cuyos inicios no han sido favorables a Francia. Es el momento en
91
que nuestro autor decide reiterar su apoyo al Cardenal Richelieu y a su patria.
Seguramente quiere contrarrestar los ataques que éste recibe de parte de los nobles, de
algunos miembros de la familia real, y de las clases bajas por los numerosos impuestos.
En la Advertencia al lector expresa:
L’ extreme affection que j’ai pour ma patrie, & le secret particulier que
l’Espagne a fait avoir à ma plume (comme vous avez peu voir par les
livres castillans que je ai donnez au public ) de rebaisser aussi justement
nos enemis par leur prope langue, que nous les avons battus
courageusement par nos seules armes (4)
El Panegírico es el arma elegida por Loubayssin para luchar contra España, también para
declarar que el hecho de haber escrito dos novelas en español le ayuda ahora para vencer
a este país en su propio idioma. El autor coloca sus aptitudes al servicio del Cardenal,
quien posee el poder y las habilidades para convertir a Francia en la principal potencia
europea.
La administración de Armand Jean du Plessis, Cardenal Duque de Richelieu
comenzó en 1624, cuando María de Médici y el consejo lo nombraron miembro. En
febrero de 1627 Richelieu fue nombrado Superintendente General del comercio y de
Navegación y en 1628 Primer Ministro. Su política interna sentó las bases para el
absolutismo que vemos después durante el reinado de Luis XIV (1643-1715).
El Cardenal elabora planes a largo plazo para conseguir sus objetivos, es así como
el 5 de agosto 1625, el Rey recibió un memorial sobre la necesidad de prepararse para la
guerra, cómo los secretarios de estado debían tomar medidas a tal efecto, y de las
responsabilidades que tendrían (Les affaires 58). En 1627, con el apoyo total del real
92
consejo, Luis XIII decidió eliminar las garantías militares y políticas de los protestantes
porque constituían ‘un estado dentro del estado.’ Además, no dejaban que los católicos
pudieran practicar su religión en sus ciudades o pueblos. El lugar donde se concentraba la
mayor oposición al Rey y al Primer Ministro era La Rochelle. El Rey intervino
personalmente en el sitio de la ciudad que fue tomada en octubre de 1628.
Desde 1629 a 1634, Francia pasaba por una situación crítica. La administración de
Richelieu aspiraba a un poder central, por lo que el Cardenal necesitaba debilitar el poder
de la aristocracia. Las clases pobres sufrieron bajo el peso de los múltiples impuestos que
debían pagar y Richelieu, por su parte, todavía no encontraba su posición totalmente
segura. Su primer nombramiento lo recibió durante la regencia de la Reina Madre, pero
luego el Primer Ministro se colocó bajo la protección del Rey. Loubayssin se refiere a
Louis XIII como “du plus juste & du plus victorieux prince qui ait jamais porté coronne”
(6).
Además, la posición obstinada de Richelieu de acabar con el predominio de los
Habsburgo en Europa encontró fuerte oposición en la Iglesia, y en el gobierno y dentro de
la familia real, en las personas de la Reina Madre y de Gastón d’Orléans. Richelieu
trabajó de forma incansable para lograr sus objetivos internacionales, de manera que en
1631 firmó un tratado con el rey Gustavo Adolfo de Suecia, a quien le prometió ayuda
contra España. Francia participó en la guerra de Los Treinta Años entre 1635-1648.
En la segunda parte del Panegírico, Loubayssin continúa sus alabanzas a
Richelieu y al Rey en español. Las primeras páginas son un recuento de algunos de los
hechos de la dinastía de los Habsburgo, más que nada la intervención de España en los
asuntos de Francia: “que tres reyes de España, el uno su hijo y los otros dos sus nietos,
93
han consumido seis veces otro tanto en querer llevar a razón a los Estados de Holanda sin
haberlo podido hacer?” (47)
Las razones del autor tratan de justificar la política del Cardenal que ha firmado
alianzas con Inglaterra y Suecia para romper el cerco español en sus fronteras. Se refiere
a los descendientes de Felipe II, su hijo Felipe III, sus nietos Felipe IV, y el Cardenal
Infante don Fernando de Austria, gobernador del Estado de Milán y los Países Bajos
españoles, y comandante de las fuerzas españolas durante la Guerra de los Treinta Años
(1618-1648). Según Loubayssin las guerras de España son una muestra de su ambición de
tener un “imperio de todo el mundo” (47). Este afán de poder desmedido se opone a la
política y al trabajo del Cardenal. El Panegírico tiene por objeto alabar y ensalzar la
figura de Richelieu. Para lograr este efecto, Lobayssin, antepone la figura del Conde –
Duque de Olivares a la brillante estrella del cardenal, dos hombres a la cabeza de un
Imperio, que luchan por la gloria de su rey.
Durante el mismo período, las riendas del gobierno español están en manos del
Conde-Duque Olivares, don Gaspar de Guzmán, quien pronto se convirtió en el enemigo
mortal del Cardenal y una de las figuras políticas más interesantes y controvertidas del
siglo XVII europeo. Según Elliot:
The critical problem confronting Olivares, and also Richelieu, was how to
maximize power. Greater international power could only come from the
more effective mobilization of economic and social resources to meet the
demands of war; but war- or at least victorious war-was in turn one of the
most effective devices for enhancing the domestic power of the state.
(Spain and its World 172)
94
El Conde–Duque de Olivares tenía grandes ambiciones para España. Sus objetivos eran
múltiples: mantener todas las posesiones del Imperio en los Países Bajos, Italia y las
Colonias por lo cual necesitaba detener los avances de Francia y de Inglaterra. Sin
embargo, la situación económica empeoró. Deseaba establecer la unidad política de
España con un solo gobierno central. Aunque los Reyes Católicos lograron unificar la
Península con el final de la Reconquista en 1492, ni ellos ni sus sucesores de la Casa de
Habsburgo habían podido traducir este hecho a la unidad del gobierno. Los diversos
reinos que existían, mantuvieron sus propias Cortes, leyes, y administración, bajo el
régimen del mismo monarca. En suma, Olivares trató de establecer una administración
central. A lo que aspiraba y logró, Richelieu. En su famoso Memorial de 1624, Olivares
le escribió al monarca:
Tenga V.M por el negocio más importante de su Monarquía, Señor, que
no se contente V.M con ser rey de Portugal, de Aragón, de Valencia,
conde de Barcelona, sino que trabaje y piense con consejo maduro y
secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y leyes
de Castilla, sin ninguna diferencia.41
El 26 de mayo de 1635 Francia declaró la guerra a España. Los preparativos
habían tomado tiempo ya que los dos países estaban envueltos en otras guerras y
conflictos. Según Luis XIII, las razones para ir a la guerra eran las siguientes: España
aspira a tener una Monarquía Universal, ha atacado a los aliados de Francia, y ha
fomentado y ayudado a la división dentro de la familia real. Existía un tratado secreto
entre miembros de la familia real (Gastón y la Reina Madre) y el gobierno de España. La
41
Ver John Elliot, y José de la Peña, Memoriales y cartas del Conde duque de Olivares, vol.1 (Madrid:
Alfaguara, 1978) 96.
95
última acusación es que España siempre estaba en guerra. Para España la situación era
complicada porque es cierto que Olivares y sus agentes, especialmente el embajador
español en París, Don Antonio de Zúñiga y Dávila, habían tratado de precipitar algunos
hechos. La situación en Francia era tal que no fue muy difícil para España lograr apoyo
dentro de la aristocracia y de la familia real.42
En el Panegírico, Loubayssin mantiene un buen equilibrio entre las alabanzas al
Rey y al Primer Ministro. Destaca el hecho de que Luis XIII anima y combate junto a su
ejército, cosa que no hace Felipe IV:
Le [Roy] préférera tousiours le bien de visiter son royaume et le
contentement de reigler son peuple à l’ honneur de gaigner des batailles et
au profit d’acquérir des empires. (10)
Bien que l’esprit de Sa Majesté soit divin et que son jugement soit aussi
grand que son corps est fort et vigoureux, il ne fait rien que par le conseil
et par l’aduis de ses plus fidelles ministres. (14)
No parece extraño entonces que Luis XIII, en su “Manifiesto del Rey de Francia,
sobre el rompimiento de la guerra con España” dijera que los embajadores de España
servían para “sembrar división hasta dentro de la familia real: el intento de armar la
Francia contra ella misma por un tratado cuyo original firmado de ellos cayó
dichosamente en mis manos” (Citado en Jover 471).
En 1636 ya existía en España una corriente de opinión a favor del abandono del
conflicto europeo para concentrarse en la reconstrucción económica interna del país.
También se pedía terminar con los validos y volver a un tipo de gobierno real más
42
Veáse J. Elliot. Spain and its World,130.
96
directo, como el de Fernando el Católico. Otras causas de preocupación eran la ineficacia
administrativa, el crecimiento de la propiedad eclesiástica, el elevado número de
religiosos, los aumentos de los impuestos, la adulteración de la moneda, y la excesiva y
desigual distribución de las mercedes reales. Según Loubayssin el reconocimiento del
fracaso de la política de Olivares pone de relieve la buena administración de Richelieu.
A partir de 1640, comenzaron los grandes cambios y pérdidas. Las causas son
numerosas, entre ellas: la rebelión de Cataluña, la independencia de Portugal, los
problemas en la guerra de Flandes, las guerras con Francia, y los disturbios en las
colonias.
En Francia, el cardenal de Richelieu continuó el gobierno de la política exterior
del país por un largo período que va desde 1624 a 1643. Es de notar que Loubayssin
menciona la confianza del Rey en su Primer Ministro y sus capacidades como amigo y
político. En resumen, la persona más idónea en quien confiar los delicados asuntos del
país y de su vida personal:
Su majestad, que es juez soberano en estos reinos y príncipe a quien Dios
ha dado absolutamente esta autoridad y fuerza que a otro rey que nunca se
haya visto, lo puede comunicar a Vuessa Eminencia, Gran Cardenal, como
al criado más aficionado, al amigo más fiel, al varón más fuerte, el ingenio
más divino y el alma más pura y bella que su gran juicio le ha hecho creer
de poder hallar entre sus súbditos, para confiar en él sin peligro, su honra,
sus fuerzas, sus secretos y su felicidad, como los efectos de sus buenos y
fieles servicios lo han probado más claro que el solo podía hacer. (49)
97
Tras la muerte del Cardenal, su sucesor continuó la política de su maestro y
mentor. Siguieron las hostilidades con España hasta firmar un acuerdo favorable a
Francia. Mazzarino fue Primer Ministro de 1642 a 1661. Luis XII murió al año siguiente
de Richelieu.
La caída de Olivares en 1643, y su muerte dos años más tarde, no lograron dar un
optimismo duradero. El mismo año, España sufrió la derrota de Rocroi en 1643,
considerada el mayor desastre de la historia militar española. A los pocos meses, el
sobrino del Conde–Duque, don Luis de Haro, llegó a ser el último privado del Rey. Se
distinguió por ser una persona trabajadora, circunspecta y modesta. En pasquines de la
época se escribió “dos hombres perdieron a España: el uno por ser malo para todos, y el
otro por no ser bueno para nadie” (Deleito y Piñuela. El declinar de la Monarquía
Española 157).
Finalmente, en 1648 se firmó la Paz de Westfalia, reconociendo la independencia
de las Provincias Unidas y la posesión de las colonias de Asia que habían ganado de los
portugueses. España firmó el Tratado de los Pirineos en 1659, cediendo a Francia el
Rosellón, la Cerdaña, el Artois, Luxemburgo y varias plazas de Flandes. La cordillera
pirenaica quedó como línea fronteriza. Don Luis de Haro negoció los términos del tratado
con el enviado francés, el mariscal Grammont. Francia se convirtió en la primera
potencia europea y también se acordó el matrimonio de la hija de Felipe IV y de Isabel de
Borbón, María Teresa, con Luis XIV.
Loubayssin concluye el Panegírico al gran Cardenal Duque de Richelieu con un
juicio favorable a los diez años de su gobierno. Confía en que en sus manos Francia
podrá lograr el lugar de liderazgo que le corresponde en la política europea y que esto que
98
ha escrito de las dos lenguas servirá para decir eternamente sus alabanzas al primer
ministro:
Pues que un entendimiento harto común como el mío, se adelgaza de
manera, en sólo considerar cuán adorables son las maravillas, que en
menos de diez años, su dichosos gobierno ha derramado sobre el teatro
universal de toda la Europa, que con humo extraño, echando con
ostentación de ingenio un repto entre la lengua española y francesa, para
cuál de las dos será más elocuente en decirlas, pretende ganar una gloria
inmortal, alcanzando de Vuessa Eminencia la aprobación de todas las dos.
(51)43
En esta obra el autor presenta su visión particular de los hechos de la guerra de
1635. Los años en que transcurrió la vida de Loubayssin fueron decisivos para los dos
países en los que vivió. Los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII fueron de
grandes cambios sociales, políticos y religiosos en España y Francia. Los dos países se
encontraban en los principios del nuevo siglo dedicados a la difícil empresa de consolidar
sus territorios, gobierno, religión y lengua. En Francia, Loubayssin participaba
activamente en la política y formaba parte de la esfera que había rodeado a los personajes
importantes de su época. Esa relación, particularmente con Guisa y Richelieu alude a una
posible participación del autor en la política francesa.44 Loubayssin comenta sobre las
causas dinásticas y religiosas del conflicto en sus escritos. Un aspecto importante del
marco político de la época son los inicios del nacionalismo en España y en Francia, y su
43
En la parte en francés se despide así:” Si vous me faites l’ honneur de croire que Je suis, de Vostre
Eminence, Monsieur, Le trés-humble, trés-fidelle, & trés- obeyssant serviteur.” (26)
44
Arsenio Pacheco sugiere que debido a su participación en la políca francesa Loubayssin de la Marca
puede haber sido un agente de Richelieu en España.
99
manifestación en la importancia que ambos países dan al predominio de sus respectivas
lenguas.
100
Capítulo 3 – História tragicómica de don Henrique de Castro
Criterios de edición
La presente edición se basa en la copia del texto que se conserva en la Biblioteca
Nacional de Madrid. R-8694. Se ha cotejado la versión conservada en la Biblioteca
Nacional, Santiago, Chile. F HA. 219.1 También hemos consultado la obra en el
microfilm de la biblioteca de Brown University, EE.UU. HA-M219-1
Con la excepción de los “Sonetos” que figuran al comienzo de la novela, y que se
reproducen aquí tal como aparecen, se ha modernizado la ortografía, siempre que no
afecte a rasgos fonéticos o morfológicos de interés histórico. También se han actualizado
la acentuación, la puntuación y el uso de las mayúsculas. Finalmente, se han resuelto las
abreviaciones y eliminado las erratas.
Las notas textuales tratan sobre asuntos léxicos y literarios, e identifican
instituciones, costumbres, lugares, leyes, monedas, etc., comunes en tiempos de
Loubayssin, pero tal vez poco familiares al lector de hoy.
101
Historia tragicómica de don Henrique de Castro, en cuyos extraños sucesos se ven
los varios y prodigiosos efectos del amor y de la guerra
Dirigida al ilustrísimo y excelentísimo príncipe don Luis de Lorena, cardenal de Guisa
Compuesta por Francisco Loubayssin de la Marca, gentilhombre ordinario de la casa del
dicho señor
En París véndese en la galería de los prisioneros del palacio, en la tienda de la viuda de
Matías Guillemont, 1617.
102
Al ilustrísimo, y excelentísimo Príncipe, Don Luis de Lorena, mi Señor, Cardenal de
Guisa. Arzobispo y Duque de Reims. Primer par de Francia. Legado, nacido, de la Sede
Apostólica. Protector de la Iglesia Galicana. Abad, y General de la Orden de San Benito,
&c.
Pues es verdad (Excelentísimo Señor) que cuanto más grande y más generoso es el
Príncipe, que recibe con tanta mayor voluntad, el presente que se le da. Creo que Vuestra
Excelencia recibirá éste, con tanta afición y gusto, como algún Príncipe, en la edad
pasada, ni presente, haya hecho otro a él semejante. porque los iguala Vuestra Excelencia
a todos; en grandeza, valor, virtud, y entendimiento. Y pues que la satisfacción que de
esto tengo, me da lo uno y lo otro por averiguado; quedaré muy quieto y sosegado en lo
seguro de mis trincheras, sin temer a ninguno de mis enemigos, por poderoso que sea.
Porque de la misma manera, que el viento más tempestuoso, no puede hacer ningún daño,
al navío que está puesto en seguro puerto. Así, todas las envidias, todas las
murmuraciones, ni todas las censuras que los Zoilos y maldicientes podrán concebir
contra mi, no serán bastantes (si mi libro se ve una vez abrigado de las alas de Vuestra
Excelencia) de darme un solo enojo. Esta confianza, capaz de ensoberbecer a un ánimo
que se dejara ir tras la corriente de sus antojos; no me desvanecerá la cabeza, porque
sabiendo que no procederá de mi ese bien , sino de Vuestra Excelencia a cuyo
acatamiento se debe este respeto, no seré tan osado de alzarme, contra quien me habrá
dado el ser y las mismas fuerzas. Las cuales, con el bien que me podrá resultar de ellas;
cuando no fuera por otra cosa mas que por la alabanza que pienso tener , de haber
dirigido un libro, a uno de los mas perfectos y más cumplidos Príncipes del Universo.
103
Quiero que la posteridad sepa que sólo la consideración de sus incomparables virtudes y
de su antigua genealogía, de lo cual no se podía hablar en él, sin ilustrarlo, me lo habrá
dado, y hecho que mi libro merezca por este sujeto, de estamparse en la inmortalidad de
la memoria. Que si se hace tanto caso, de una medalla de oro, y de plata, con no ser más
de una figura muda, que representa el rostro de algún Emperador, o Matrona Romana,
que no se halla Príncipe que no se precie de ponerla al lugar más eminente y rico de su
retrete. Estoy cierto, que mi libro teniendo en su principio, los afamados y esclarecidos
nombres de Lorena, y Guisa; (el atavío de los pasados siglos, y el ornato del que
estamos,) que será preferido, a todas las más lindas, y más acabadas medallas, que se
hayan hallado en las ruinas de Atenas, ni en las de Roma. Y que no se hallará persona,
por calificada que sea, que no se huelgue de tenerle entre sus más ricas y preciosas joyas.
Recíbale pues Vuestra Excelencia debajo su protección (gran Príncipe) y téngale por
suyo, pues lo es el Autor. Que cuando me sea forzoso confesar, que no tiene en si cosa,
que sea digna de su grandeza; diré; Que si la voluntad es parte del efecto, y esta parte se
puede perfeccionar y convertir en el todo, añadiendo a ella mi vida, digo que puede tener
Vuestra Excelencia este servicio por cumplido y perfecto, porque la sacrificaré por su
bien y contento, cuando el tiempo y la ocasión me harán juzgar ser menester hacerlo.
Guarde Dios a Vuestra Excelencia, y prospere largos años en su santo servicio, como este
su menor criado se lo suplica.
De París a 4. De Febrero, de 1617.
Loubayssin de la Marca.
104
PROLOGO AL LECTOR.
Amigo Lector, confiado en la merced que sueles hacer, a todos los que con deseo de
servirte , te ofrecen sus obras , me he atrevido a ofrecerte esta ; con protestación de que
estimaré en mucho tus glosas , si como discreto amigo quieres enmendar las faltas, que
por no saberlas conocer , habré dejado pasar , en esta primera impresión. Que si Dios me
da la gracia para ver la segunda, ahorraré papel adonde la superfluidad de la prosa, te
habrá hecho pasar la pluma. para emplearle después, adonde habrás señalado las palabras,
que se me habrán pasado entre renglones. Usa pues conmigo de esta caridad, que por
discreto que seas, has de confesar que algún día deseaste, que se usase contigo de la
misma cortesía. Que ya se sabe que no nacimos perfectos, sino para aprender todos los
días, por mucho que sepamos. Pues que Sócrates con ser tan sabio, dijo estando al
artículo de la muerte que le pesaba de morir, sólo por ver que moría, cuando empezaba a
aprender. Vale.
105
AU SIEUR LOUBAYSSIN
DE LA MARQUE, SUR
son Livre.
SONNET.
Les Espagnols jadis aimaient de passion,
La valeur des français, et ont cet avantage
Que si l’on sait encore leurs faits et leur courage,
La France en doit la gloire à cette nation.
Mais en te revanchant45 de cette affection,
Tu les veux surmonter, et faire davantage;
Car tu contes leurs faits en leur male langage,
Sans que nous leur ayons cette obligation.
La Marque aussi tu sait, que les esprits d’Espagne,
N’ont rendus immortels les Pairs de Charlemagne,
En leur langue autrefois que pour mieux allumer,
L’amour de la vaillance au cœur de la Noblesse,
Et puis que les français n’ont que trop de prouesse,
L’Espagnole valeur ne les peut animer.
B.I.
45
Uso antiguo de revanche.
106
AD EVMDEM.
EPIGRAMMA.
Qvid Mauors, Musæque velin t colis ense gradiuum,
Thespiadas calamo. Bina Minerua fauet,
Exponis Cypriæ curas, & gesta cruenti
Martis, habes casus quos ab vtroq; refers.
Fallor, amor pepigit fœd, grassatur amœnã
Post lucem, Odrysius sole nitente furit;
Dicere nẽpe ducũ qui sunt ea castra sequuti
Fortia bellator debuit aƈta ferox.
107
A LUI-MÊME.
SONNET.
Le sage Promethé par un caut artifice,
De l’enfumé Volcan ravit les sacrez feux.
Et la noble vertu de Minerve Tutrice,
Afin d’en faire part à l’image des Dieux.
Le bien-disant la Marque instruit à l’exercice
De ce maître vainqueur de la terre et des cieux,
Et du superbe Mars, grand Dieu de la milice,
Nous en donne un patron docte et laborieux.
Enrichi du plus beau que tout le monde admire
Soit qu’il parle de France, ou de l’Ibere Empire
Tout est plein de merveille et de discours parfaits.
Un autre comme lui n’oserait entreprendre
Un chant si mesuré. Mais il est le Terpãdre
Le grave Porcien et en dits et en faits.
Par P. Marie Parisien.
108
Vn Amigo del Autor en su alabanza.
SONETO.
Eternamente viva en la memoria,
Francisco Loubayssin, siglos infinitos,
El premio que merecen tus escritos,
Por lo que tienen de amorosa historia.
También porque en la guerra haces notoria,
La fama que se debe a sus editos,
No dejará la envidia a sus malditos
De hacerles, que les pese de tu gloria,
Más, si tienes el nombre, con la Marca,
De la lengua Española en que has escrito,
Quien ha de ser bastante a censurarte?
Sino es aquel que con rigor de parca
Quisiere con su lengua condenarte,
Sin saber que es Gascuña tu distrito.
109
VN HIDALGO PORTVGUES AL SEÑOR
Loubayssin de la Marca, en alabanza de su Libro.
SONETO.
Es Marca de un ingenio levantado
La que mostráis en obra tan subida,
Pues que por invención no conocida,
El dulce, con lo amargo, habéis mezclado;
De tal suerte lo habéis todo trazado,
Con tanta proporción, y tal medida,
Que aunque en ella envidia halle guarida,
Jamás, la detracción la habrá hallado.
Y porque fuese en todo reservada
De malas lenguas que todo lo desdoran,
La quisisteis mezclar de lo divino.
Y la marcasteis con terla dedicada
Al Astro en quien virtudes se atesoran;
Por ser en todo raro, y peregrino.
110
Del mismo , al Autor.
DECIMAS.
Tan soberana invención
Y elocuencia en toda rara,
Muy bien nos muestra a la clara
Que sois divino Gascón.
Ni podrá la detracción
Monstruo que a todo se atreve,
Negar lo mucho que debe
El buen ingenio a tal obra,
Pues tiene de bienes sobra,
Y a ser Loada nos mueve.
Que como en ella mezcláis
El agrio con el sabroso,
Todo el mundo está goloso
Del manjar que aquí le dais;
Id seguro, no temáis
Al malvado detractor,
Que en obra de tal sabor
Terna el gusto perdido,
El juicio, y el sentido,
Si os negare su Loor.
111
Libro Primero
ARGUMENTO
Los araucanos derriban el fuerte de Tucapel, y degollado que hubieron a todos los
españoles, que estaban en el presidio,46 sabiendo que Valdivia viene contra ellos, le salen
al camino y le dan batalla. Y como don Henrique de Castro viese a Valdivia, y a todos
los suyos muertos o presos, saliendo con el favor de la noche del estrago, corrió hasta
que su caballo (que estaba herido) murió, entre sus piernas cerca de un monte. Cuéntase
la extraña y piadosa aventura que le sucedió entrado que hubo en él, y como se fue al
amanecer a la cumbre de una sierra, así como una visión que le había aparecido, le
había dicho adonde llegado, halló una ermita y en ella otra aventura, no menos extraña
que la primera.
Capítulo I
En la Antártica región, hay una provincia llamada Chile, cuyos límites confinan
de la parte del oeste, con el mar Océano, y de la banda del este, con una grande y muy
alta sierra. Don Diego de Almagro, español, fue el primero que la descubrió, después que
el famoso Colón le hubo señalado el camino, con el dichoso viaje que hizo al Nuevo
Mundo, el cual don Diego empezó, con altos y heroicos hechos su conquista, haciendo en
ella todo cuanto pudo hacer un grande y experimentado capitán. Pero como la vida del
hombre no puede ir a parejas con el tiempo, por ser él tan largo y ella tan corta, le fue
46
Presidio. La guarnición de soldados que se pone en las plazas, castillos y fortalezas, para su guarda y
custodia. Se toma también por la misma ciudad o fortaleza que se puede guarnecer de soldados.
112
forzoso a don Diego dejar la gloria de esta empresa a su lugarteniente Valdivia, el cual
tomando a pechos esta guerra, la remató con una grande y sangrienta batalla que dio a los
indios en el valle de Tucapel, quedando la provincia por el Rey Católico,47 la pérdida por
los bárbaros, y la gloria para él y sus soldados.
Fue tan grande la fama que Valdivia48 cobró con esta grande y célebre victoria,
que sin contradicción ninguna le fue dado por el rey el cargo de virrey en toda aquella
tierra. Y cómo la demasiada fortuna ciega ordinariamente a los entendimientos de
aquéllos que de pobres y bajos se levantan a alguna dignidad grande, Valdivia, viéndose
en aquel supremo grado de alteza, en lugar de estudiar algún remedio para poderse
conservar en ella y captar la benevolencia de los bárbaros, comenzó a inventar tantos
subsidios e imposiciones que al fin el cielo, no pudiéndolas sufrir, permitió su total
destrucción y ruina. ¡Oh, incurable mal! ¡Vicio común y voluntad sin razón
desenfrenada! ¡Maldita e insaciable codicia de mortales! ¿A cuántas injusticias y
temerarios excesos nos provocas? ¿A cuántas desgracias abres las puertas? ¿Y a cuántas
claras y resplandecientes famas manchas y maltratas? Porque no corta tantas flores el
rústico labrador con su corvo arado, ni tantos cañones de trigo con su hoz el segador,
como tú haces honras y virtudes, con tu perverso y detestable vicio. Esto se ve en el
ejemplo del capitán Valdivia, el cual de pobre infante que era había adquirido, por medio
de infinitas virtudes que tenía, un cargo que podía hacer tener envidia a muchos y grandes
señores, y en un momento, esta inexorable peste de avaricia, borrándoselas de la
47
Fernando, rey de Aragón y de Castilla (1452-1516).
Ver, Delgado, Jaime. Pedro de Valdivia. Historia 16. Madrid: Quorum, 1987; Villalobos Sergio, Osvaldo
Silva, Fernando Silva, Patricio Estellé. Historia de Chile. Vols 1-2. Ed. 22 Santiago: Universitaria, 2000.
48
113
memoria, le hizo cometer tantas fealdades, que vino a ser aborrecido por ellas, otro tanto
de sus propios amigos, como su valor le había hecho temer de sus enemigos.
Los indios, llevando de mala gana el dominio español, y peor las extorsiones de
Valdivia, determinan entre todos volver a cobrar la libertad perdida y matar a todos los
españoles. Para este efecto, júntanse los araucanos (que eran los más fuertes en aquella
tierra, como aquéllos que de todo tiempo habían oprimido casi todos los valles que tiene
la provincia de Chile), y después de haber elegido un general hacen reseña de toda la
gente que tenían, la cual numerada y bien considerada, hallan ser poderosísima y más que
bastante para emprender lo que habían resuelto. Sobre esto, hicieron marchar al ejército
derecho a Tucapel, adonde llegados, después de haber gritado muchas veces “libertad,
libertad” y acabado las imprecaciones y ceremonias diabólicas, que suelen hacer desde su
antigüedad, acometieron con mucho ímpetu la fortaleza de los españoles, los cuales no
pudiendo resistir a la grande innumerabilidad de los bárbaros, que daban el asalto, fueron
todos muertos, o presos, y los muros del castillo derribados. Valdivia, advertido por un
indio amigo de lo que pasaba en Tucapel, hizo armar al instante a su gente, para ir al
socorro de los cercados, creyendo poder llegar antes que el castillo fuera preso, lo que no
podía ser porque los indios se habían apoderado ya de él (como hemos dicho), y no
contentos de haber degollado todo cuanto habían hallado dentro, advertidos de la venida
de Valdivia, arrogantes, e hinchados de la victoria que habían alcanzado, le salían aun al
camino para darle batalla.
114
Valdivia, ignorante de esto, siguiendo siempre su propósito, había ya llegado a
tres leguas de Tucapel, cuando un indio amigo49 llegó atravesado el pecho de un asta.
Lleváronle los de la avanguardia al general, el cual, después de haberle preguntado de
adónde venía y quién le había así herido, oyó la respuesta del indio de esta manera:
“Vengo, Señor, de ver el más sangriento y terrible combate entre españoles y
araucanos que nunca se haya visto, porque los tuyos, viéndose acometidos de toda
potencia del indómito estado de Arauco, se han defendido con tanto valor y porfia que en
seis asaltos que en diferentes veces dieron a la fortaleza murieron más de treinta mil
indios. Mas al fin, como la fuerza vence a la flaqueza, fue tan grande el número de los
enemigos que acudieron al séptimo, que a costa de casi otros tantos que bárbaramente
murieron al acometer, forzaron el castillo, derribando después sus muros y sacrificando a
sus ídolos a los pocos españoles e indios aliados que quedaban, esto es en suma, oh,
Valdivia, lo que ha acontecido en Tucapel. Quédame sólo por decir que si quieres salvar
tu vida, aquélla de tus soldados, y las tierras que a tu rey has conquistado, que te vuelvas,
cree este pobre indio, que aunque casi privado del vital aliento, no carece de juicio para
que porfiado eches a burla el consejo que te da. Cincuenta mil indios vienen sobre ti para
combatirte, si pierdes, te pierdes, y aunque ellos se pierdan, has de lidiar otra vez con
otros tantos, que en Tucapel esperan para ver lo que sucedará a sus compañeros,
determinados a morir, o de cobrar, en matarte a ti y a toda tu gente, la libertad perdida”.
En acabando de decir esto, cayó el indio muerto a los pies del general, el cual,
como discreto y prudente capitán que era, habló después a todos los soldados (que ya le
estaban mirando en el rostro por ver lo que diría) de esta manera:
49
Ver La Araucana I, canto 3, 17. “En esto a caso llega un indio amigo/ y a los pies en voz alta arrodillado,
/ le dice: ¡Oh capitán! Mira que digo/ que no pases el término vedado.” (178)
115
“Cuando no fuera, sino sólo por la consideración de la muerte de nuestros buenos
y caros amigos, el alma de los cuales me parece que oigo ya venir tras nosotros, gimiendo
y pidiendo venganza del injusto martirio que esa bárbara canalla les ha hecho padecer.
Esto debiera, mis amigos y hermanos queridos, animarnos para ir a acometer, no
solamente a un ejército de soldados, sin arte, ni milicia, como son nuestros enemigos,
más aun a un ejército de griegos o romanos, aunque guardasen la misma disciplina que
tenían en el tiempo de César, porque la justa cólera que tenemos contra ellos nos haría
menospreciar lo que otras veces no osáramos acometer. Mas también, si miramos quiénes
somos, lo que estamos obligados a hacer, y las leyes que debemos de guardar, hallaremos
que un mal no puede guarecer con otro mal, y que tal con la cólera se arroja a emprender
cosa tan difícil de hacer, considerada de muy cerca por un juicio desapasionado, como la
ira se lo representó a él fácil, estando como estaba airado. He querido decir estas razones
para que veais lo que debemos hacer, y no lo que yo os puedo mandar, que si mi
conciencia, y la fe que debo a mi rey, no me apremiara a hacer lo que digo, para evitar el
grande peligro que nos amenaza, si esperamos más al enemigo y no seguimos el consejo
que el indio nos ha dado, mi muerte, perdiéndome con los míos, o aquella de nuestros
enemigos, perdiéndolos a ellos, sería ahora mismo, mi sepulcro, o la trompeta de mi
fama. Mas pues que lo más cierto y provechoso es de volvernos al lugar de donde
venimos, soy de parecer hacer una vez, lo que hemos hecho hacer a nuestros enemigos
ciento, que más vale asegurar con huir nuestras vidas, y las tierras de nuestro rey, que
esperando más morir y poner el estado que tiene en esta tierra, en contingencia de
perderse”.
116
Quien ha oído jamás el sordo murmullo que hacen la abejas, al salir de la
colmena, cuando el sol las convida a ir a gozar del calor, que sus ardientes rayos traen
sobre la tierra, o al dilatado arroyo, cuando de trecho en trecho adelanta el curso de su
líquida agua, formando entre blancos guijarros una confusión de sones, puede fácilmente
concebir el ruido que entre los soldados se formó en oyendo las palabras del general,
principalmente entre los más mozos, los cuales ambiciosos de honra, decían los unos a
los otros que no era justo ni lícito huir, el que había pasado tantos mares y andado tantas
tierras, como ellos habían hecho sólo para verse en el término que estaban entonces.
“Porque si huimos así vergonzosamente”, decían, “volviendo las espaldas a nuestros
enemigos, perdemos no solamente la victoria, que es nuestra si peleamos, más aun la
fama que hemos adquirido con ellos (de nunca volver el rostro, sino para pelear) quedará
sepultada con nuestra honra”.
Esta y otras semejantes palabras decían los mozos, y los viejos, hechizados de
ellas, o por mejor decir, guiados de la fuerza del destino (que quería que murieran allí
todos miserablemente) decían las mismas razones, que fue causa que Valdivia, a
imitación de Pompeyo, haciendo el oficio de soldado, y no de capitán, dejó su parecer por
seguir el ajeno, mandando a toda su caballería e infantería marchar para ir en busca del
enemigo, el cual apareció a poco trecho, con tanta pujanza que los españoles, por muy
diestros y animosos que eran, echaron de ver la falta que habían hecho, en no haber
seguido el bueno y sano consejo de su capitán. Pero viendo que el arrepentimiento venía
tarde, y que era lance forzoso el pelear, pusieron sus esperanzas en Dios, y con ánimo
increíble, puestos en orden de pelea, fueron a dar con grande ímpetu sobre los enemigos.
117
El primero que salió fue Bobadilla con su compañía de hombres de armas, los
cuales enristrando las lanzas contra el más vecino escuadrón de los enemigos, hicieron
portillo50 en él, a pesar de los hierros de las duras picas que los indios blandían poco antes
con grande fuerza y destreza contra ellos, y fue tan grande la pujanza conque los caballos
fueron a dar, que los hombres de armas, no reparando en el grande camino que hacían, se
vieron al fin en el medio de los enemigos, porque los astutos indios no hicieron casi
ninguna defensa, viendo la poca discreción que los españoles tenían en meterse tan
adentro del escuadrón. Mas, así como el hambriento Cayman,51 que sintiendo venir a él
un grande escuadrón de peces, abre cautamente la boca, y los recoge con malicia en ella,
para darles después la muerte y satisfacer con ellos su insaciable vientre, de la misma
manera el escuadrón de los indios, abierto adrede (aunque a costa de más de quinientos
hombres) en viendo a los españoles al medio, se volvió a cerrar, quedando los pobres
miserables cercados por todos partes y al fin consumidos.
El escuadrón indio ensoberbecido por ver que la estratagema les había salido, así
como se habían prometido, venía ya, con tenido y atrevido paso para acometer. Valdivia,
viéndole adelantar, sin escarmentar en lo que había sucedido a Bobadilla, mandó a su
sargento, que escogiendo la gente más granada, le envistiera, pero sólo veinte,
menospreciando la muerte se fueron a rienda suelta sobre ellos, donde quedaron (después
de haber cubierto la tierra de muertos) hechos pedazos.
En esto hizo el trompeta la postrera señal de arremeter, lo cual oído por los
españoles, salen con tal furia, apretando los dientes y las lanzas de pura rabia, que de
50
Portillo. la mella o hueco que queda en alguna cosa quebrada: como plato, escudilla, &c.
Ver La Araucana I, canto 3, 24. “Como el caimán hambriento, cuando siente/ el escuadrón de peces que
cortando/ viene con gran bullicio la corriente/ el agua clara en torno alborotando,/ que, abriendo la gran
boca, cautamente/ recoge allí el pescado y apretando / las cóncavas quijadas lo deshace/ y al insaciable
vientre satisface.” Loubayssin sigue de cerca el texto de Ercilla.
51
118
cuatro escuadrones, que los enemigos tenían, los dos fueron al momento desechos, y los
otros dos llevados a tal trance, que los españoles tenían ya casi la victoria por ellos. Mas
los indios, viéndose apretados de los españoles, que con demasiado atrevimiento seguían
el alcance, por haber ya los indios vuelto las espaldas, vuelven el rostro, por no morir tan
vergonzosamente, y con un ánimo empedernido, golpean con tal fuerza con sus pesadas
mazas sobre los cristianos, que los vecinos montes retemblaban52 con el ruido que hacían,
y el parlero Eco llevaba hasta lo más secreto y oculto de los hondos valles, los lastimosos
acentos que los heridos daban. Los españoles ardiendo en viva saña, por verse fuera del
campo de batalla, que poco antes tenían por suyo, cercenan, rompen, despedazan cabezas,
brazos, piernas, astas y picas, con tal destreza y ánimo que el campo se veía cubierto de
cuerpos y cabezas, como en el mes de mayo un prado de flores.
“¿Qué es esto? ¡Dioses inmortales!”, dice el general de Arauco53 (viendo que su
gente volvía otra vez las espaldas), “¿será dicho que cuatro cristianos (si así se puede
decir) hayan resistido al más poderoso ejército que la provincia de Chile haya puesto
jamás en campaña? ¿Que una nación, pegada a un estrecho tan remoto y apartado de
nosotros, como es aquel donde el gran Hércules puso sus columnas,54 venga con unos
débiles y flacos maderos,55 por medio de tan grandes e inmensos mares, hasta dentro de
nuestras casas, para sacarnos de ellas, sin que nuestros dioses, o nuestro valor, pueda, ni
sepa defender nuestros derechos, nuestra patria, y nuestras honras? ¡Oh, impiedad
52
Retemblar. Temblar con movimiento repetido.
Caupolicán. En La Araucana I, canto 3, 87. “Noble mozo de alto hecho,/ varón de autoridad, grave y
severo,/ amigo de guardar todo derecho, áspero y riguroso, justiciero;/ de cuerpo grande y relevado pecho,/
hábil, diestro, fortísimo y ligero,/ sabio, astuto, sagaz, determinado,/ y en casos de repente reportado".
54
Columnas de Hércules, nombre que los antiguos griegos daban a las dos altas rocas que flanquean la
entrada oriental del estrecho de Gibraltar. Eran el límite del mundo, la última frontera para los antiguos
navegantes del Mediterráneo.
55
Naves.
53
119
celestial, en qué grande e inexorbitante confusión has puesto con tu perverso proceder al
más valeroso y esclarecido estado que la tierra tiene en el círculo de su grande y
extendido globo! ¡Permita el tiempo, falsos, e inexorables dioses, que tus altos y
levantados templos se derriben! ¡Tus sacrificios acaben y tus leyes se pierdan! ¡Hundan
tus estatuas los cristianos y hagan de tus dorados bultos56 monedas! ¡Que aquel que te
ama te aborrezca! ¡El que te desea te pierda! Y al fin vivas desamparado de todos, como
el que no merece tener la gloria, que injustamente hasta aquí te hemos dado”.
Así detestaba, diciendo injurias a sus dioses, el general de los araucanos, por ver
que los oráculos, que diabólicamente habían pronunciado, delante de todo el
ayuntamiento, prometiéndoles la victoria, que no tenía apariencia de verdad. Porque en
lugar de pelear, el que poco antes amenazaba con un pino entero a las mismas furias
infernales, huía por el campo, más ligero que un gamo, y los españoles, siguiendo la
segunda vez el alcance, los mataban sin ninguna resistencia. Ya habían perdido de todo
punto el ánimo los bárbaros, y el temor de la cruda muerte mataba casi otros tantos de
ellos, como la espada del enemigo. La tierra, que estaba seca poco antes, se veía entonces
empapada en la pagana sangre, y que vertía mil purpúreos arroyos en los vecinos valles, y
los caballos, detenidos por los gruesos bultos, que los cuerpos muertos hacían, no podían
pasar ya más adelante para seguir la victoria, ora fuese por eso o por los grandes y
espantables alaridos que los heridos muriendo daban.Y al fin la pérdida se veía tan clara
de la parte del bando enemigo, que los españoles tenían por cierto el fin de la victoria.
Mas la fortuna, volviendo la suerte al revés de sus pensamientos, trocó en un momento
56
Imagen, icono. (Dic. Autoridades).
120
esas palmas de esperanza, en una corona de martirio, como se verá en el capítulo
siguiente.
121
Capítulo II
Tenía por paje Valdivia a un hijo de un cacique, al cual quería y amaba como a
uno de sus hijos. Viendo pues este paje la huida de los araucanos, movido del amor que
tenía a su patria, viendo la pérdida de aquéllos de su nación, comienza con grandes voces
a animarlos, diciendo:
“¿Adónde volvéis los temerosos pechos, oh, nobles y valerosos soldados de
Arauco? pues sabéis que la fama, adquirida de mil años a esta parte, por el valor de
vuestros generosos abuelos, si perdéis esta jornada, perecen, con todos vuestros hechos,
leyes, fueros y derechos. ¿Y de señores que sois, quedáis para siempre siervos y sujetos
de una nación extranjera? Mirad que mancháis la clara estirpe y descendencia que tenéis
e ingerís en el generoso tronco de vuestra genealogía una llaga y una dolencia que
causará en vosotros, y en vuestros hijos, un deshonor y vergonzosa infamia. Mirad que
los contrarios os siguen porque huís, que si estáis quedos, esgrimiendo contra ellos
vuestras duras y pesadas mazas, os volverán,57 con las vidas, el campo que huyendo les
habéis dejado. Sus caballos han perdido ya el aliento, y cansados de correr no hacen caso
del acicate. De modo que si volvéis el rostro para ellos, cercándolos por todas partes,
siendo pocos como son, acabarán en vuestras manos miserablemente. Fijad esto que digo
en la memoria y volved en vuestro acuerdo, porque vuestro mayor enemigo y aquél que
hace mayor estrago en vosotros es el temor que tenéis, que si bien miráis en ello, los
cristianos son tan pocos que apenas llegan al número de trescientos. Ea pues, amigos,
57
Devolverán.
122
póngase cada uno en su deber, representando en su entendimiento, que combate por su
libertad y por su patria, de la cual injustamente le quieren echar”.
En acabando de decir esto, parte como un rayo contra su propio señor, y con una
fuerte lanza que tenía, le dio un golpe tan pesado que echó hombre y caballo por el suelo.
Pasa más adelante, y adonde ve el combate más trabado,58 se arroja como hambriento
león, haciendo con su espada, después de haber quebrado la lanza, una tan cruda
carnicería, que los españoles, viendo el grande daño que resultaría de la vida de este
hombre (si proseguía más a hacer el oficio que había empezado) dejan el alcance de los
indios, y vuelven contra él las cortadoras espadas. Mas Lautaro,59 que así se llamaba el
rebelde mozo, apartaba y desviaba el cuerpo con tanta destreza que apenas ningún golpe
le acertaba, y casi todos los que daba herían o mataban.
¿De qué hombre se puede leer prueba de valor tan grande? ¿Ni en qué libro
antiguo o moderno se ha hallado que estando uno de la parte victoriosa se pase a la
contraria del vencido? ¿Y que sólo el valor de un bárbaro muchacho haya podido
arrebatar, por fuerza, a una nación tan belicosa como la española, una tan grande e
insigne victoria de las manos? ¡Qué los historiadores den mil alabanzas a los dos Publios
Decios, que sacrificaron la vida por la amada patria! ¡A Furio, Marcelo, Fulcio, Cevola y
Cincinato!60 Que a mi parecer, considerada la poca edad y la poca experiencia que éste
tenía del ejercicio de las armas, el poco de lugar que tuvo, estando como estaban los dos
ejércitos encarnizados para determinarse, me parece que éste hizo más, en sólo imaginar
58
Trabar. Porfiar, disputar, o altercar. También reñir, batallar, o contender. Trabado. Se llama también el
hombre robusto, y fuerte de nervios.
59
En La Araucana I, canto 3, 87. “Fue Lautaro industrioso, sabio, presto/ de gran consejo, término y
cordura,/ manso de condición y hermoso gesto,/ ni grande ni pequeño de estatura;/ el ánimo en las cosas
grandes puesto,/ de fuerte trabazón y compostura,/ duros los miembros, recios y nerviosos,/ anchas
espaldas, pechos espaciosos.”
60
Famosos generales y políticos romanos citados por Ercilla en la I parte de La Araucana, canto 3, 43.
123
lo que emprendió que los otros en hacer todo cuanto hicieron. También fue tan grande el
servicio que hizo a su patria, con este animoso y generoso hecho, que merece que, a pesar
del tiempo, su nombre esté esculpido en mármoles y bronces para que su gloria quede
inmortal entre los hombres.
El general de los araucanos, oído que hubo las animosas palabras de Lautaro,
reparó a su gente, vergonzoso de ver que un solo mozo resistía, a lo que no podía tanta
gente. Y así como suele suceder a los que tienen el alma, noble y generosa después de
haber cometido alguna falta, corridos y avergonzados los araucanos de haber así huido,
vuelven furiosos sobre los españoles, dando unas voces y alaridos tan roncos y
espantables, que el solo estruendo del grande y prodigioso son que por las campañas
resonaba, amedrentaba los corazones de los más atrevidos. Estos truenos reventaron con
un granizo de pesadas mazas que los fuertes indios descargaban con tal pujanza sobre los
cristianos que caballos y hombres, por no esperar el segundo golpe, se dejaban caer del
primero.
“¡Qué mudanza es ésta, Señor!”, decía Valdivia, viendo la total destrucción de su
gente. “¿A qué golpe de miserias permitís que vuestros siervos caigan (en lugar de
ayudarnos a castigar la insolencia de estos atrevidos paganos), habiendo dejado por vos la
amada patria, sólo para plantar vuestra fe en estas antárticas regiones, donde vuestro
nombre es apenas conocido? Los bárbaros enemigos de vuestra Iglesia combaten contra
nosotros como leones, y nosotros, que somos vuestros siervos, apenas podemos levantar
los brazos para defendernos. ¿Mas qué es lo que digo, Señor, si sé que vuestra bondad
124
nos da, sin pedir lo que merecemos y no lo que deseamos? ¡Conozco mi inmérito,61 y
confieso vuestra justicia! Todo el mundo alaba vuestra liberalidad y la virtud,
¡reprehende mis vicios! ¡Ellos son, Señor, la causa de mi ruina, como aquéllos que me
han hecho perder los bienes que me habéis dado y descaminar del camino de mi
salvación! ¡Mas si una contrición puede tanto con Vos, mi Dios! ¡Viniendo de un bueno y
santo celo, que os hace perdonar al pecador, más indigno de vuestra gracia, perdonad a
esta pobre alma, que con lágrimas de arrepentimiento viene delante de vuestro divino
acatamiento para pedírosle!”
En acabando estos postreros acentos, cayó Valdivia62 muerto entre los pies de los
caballos, sin que ninguno de los suyos se hallara presente para poderle ayudar en aquel
trance; tan grande es la miseria del hombre, la muerte cierta, y la hora que ha de venir,
incierta. ¡Oh, enemiga cruel del género humano! Parca inexorable y sanguinolenta fiera.
¿Quién es aquél que cubierto de finas y lucidas armas, acompañado de grande ánimo y
rodeado de poderosos ejércitos que pueda resistir a la fuerza y destreza de tu invencible
guadaña? ¿A quién perdona tu tijera y a quién favorece tu mano? A nadie. Porque eres de
condición tan extraña que nunca das sino para quitar. Si te llaman, huyes y cuando más te
aborrecen, vienes. Testigo es este pobre capitán Valdivia, que mil veces te ha llamado,
cuando sudado del peso de las armas y atormentado del hambre iba caminando, como
pobre soldado (sin dinero, sin vestido, y alguna vez herido) debajo de una bandera, y
ahora que la potestad que la riqueza, y que el contento, le tenían puesto en la cumbre de
toda felicidad, le pronuncias tu rigurosa sentencia.
61
Inmérito. Lo que no se merece o que se atribuye o aplica sin razón. También usado como adverbio vale
sin razón o sin merito.
62
Ercilla describe la muerte de Valdivia en La Araucana, Parte I, canto 3, 65 “Y apuntando a Valdivia en el
celebro,/descarga un gran bastón de duro nebro.”
125
Estas son, señores, las tretas y pestíferas63 mañas que esta maldita y detestable
fiera usa con los hombres, sin tener respeto a ninguno, por grande y poderoso que sea.
Antes es tan amiga de mostrar el poder y dominación que tiene en la corte de los
príncipes y grandes monarcas, que sin que portero la impida, entra adonde le parece, para
hacer después lo que se le antoja. Dejemos los ejemplos que se pudieran decir para tocar
el corazón de aquéllos que dan a entender con sus malas vidas, que ignoran su poder,
pues duermen tan a sueño suelto sepultados en sus propios vicios, y volvamos a tomar el
hilo de nuestro discurso64 para sacar de la pérdida de esta batalla los fundamentos de
nuestra historia.
Iban las cosas tan al disfavor de los españoles, que los indios menospreciando sus
fuerzas, por ver que apenas se podían sustentar sobre los caballos, los conservaban sin
consentir que nadie los ofendiera, pensando sacrificarlos después a sus dioses. Porque el
general, arrepentido de las licenciosas palabras que había dicho en contra de ellos, los
quería aplacar con un gran sacrificio que pensaba hacer de sangre cristiana, o si no
estaban enojados (por ver que la cólera le había hecho decir estas blasfemias) hacerlo
sólo para darles gracias de la grande victoria que le habían hecho ganar y para que de hoy
adelante continuaran a proseguir en ayudándose de él a esa gente extranjera. Con todo
eso se salvaron algunos españoles, los cuales ayudados de la oscuridad de la noche y de
la bondad de sus caballos, se alejaron a pesar de los indios que los habían seguido mucho
tiempo.
Entre éstos que digo, venía un mancebo de lindo talle y de grandes prendas,
llamado don Henrique de Castro, el cual por no poder correr tanto como los otros, a causa
63
64
La muerte se considera una peste. Pestilencia. Covarrubias.
Loubayssin interviene como autor y toma el hilo de la narración.
126
de una grande llaga que su caballo tenía en la ijada, quedó atrás, y al fin a pie, porque el
caballo se le murió entre las piernas.
La tristeza y aflicción que tuvo, por verse así solo y tan cerca de los enemigos,
imagínelo cada cual, con todo eso sacando fuerzas de flaqueza, empezó a correr lo mejor
que pudo tras los otros, mas viendo que sus fuerzas empezaban a faltar por perder
cantidad de sangre (con el gran movimiento que hacía) de tres o cuatro llagas no
peligrosas que los indios le habían dado peleando, se fue caminando poco a poco hasta
que a buen rato de la noche vino a entrar en un espeso monte. Parecióle que sería mejor
de esperar allí escondido entre las encinas el día, que de ir sin mesura ni tiento caminando
toda la noche sin saber adónde. Hízole así, y recostado que fue en el suelo, la mano sobre
la mejilla y la espada a un lado, así como quería cerrar los ojos para dar un poco de
reposo a sus laxos y cansados miembros. Oyó un poco de ruido, no muy lejos de él, y un
ay acompañado de un suspiro muy lastimoso.
La oscuridad de la noche, el lugar solitario, la pobre sazón65 que corría, y después
una cosa tan extraña como la que oía, causó en don Henrique un grande espanto y
desmayo. Encomiéndase a Dios de todo corazón, y asegurado a sí mismo con buenas y
santas plegarias, oyó otra vez otro suspiro, y al cabo de él, estas quejas:
“¡Oh, miserable! ¡Cruel, y el más pérfido hombre que nunca se haya visto en el
mundo! ¿Cómo es posible que tu alma sea de tan mala naturaleza, siendo cristiano y
engendrado de tan nobles y virtuosos padres? ¿Qué ofensa te había hecho? ¿Qué ocasión
te había dado? ¿Y qué ingratitud había usado contigo, el que siempre te fue bueno y leal
amigo para que mancharas en su inocente sangre tus perversas y desleales manos?
65
Sazón. Significa ocasión, tiempo oportuno, o coyuntura.
127
¡Poderoso Dios! Tú que ves allá de lo alto mi inocencia, haz que mi sangre se detenga
aun en sus abiertas venas para que viviendo pueda olvidar la venganza, que los dolores de
la muerte me hacen desear de mi enemigo. ¡Ay, fortuna cruel! ¡En qué miserable estado
me has puesto! ¿Qué accidente me has ido a buscar y por medios tan extravagantes?
¡Ojalá me hubiera pasado el pecho peleando hoy una pica india, que si eso fuera, dos
consolaciones me quedaran en el alma, la una, que moría por mi ley,66 y la otra, que mis
viejos años se acababan con las fortunas de la guerra! Pero no lo han querido mis hados,
pues vengo a dar el postrer suspiro de mi vida, entre las mudas soledades, de estos
agrestes montes, herido alevosamente, de cuatro mortales heridas”.
Estas palabras pusieron en don Henrique un deseo muy grande de saber quién era
el español que tan lastimosamente se quejaba, y quién era aquél que le había puesto en el
miserable estado, que la flaqueza de su voz y las razones que decía daban a entender.
Porque una piedad natural, y un sentimiento aun mayor de aquél que solemos tener de
nuestro prójimo cuando le vemos en alguna miseria, le salteó el corazón, de manera que
estuvo buen rato sin sentido, bregando con la imaginación con ansias más sensibles que
suele tener el que tiene la pesadilla, mas así como su espíritu volvía en sus funciones las
potencias del alma, la misma voz que por un rato había estado callando, empezó otra vez
a decir:
“¡Oh, hijo muy querido, el dulce depósito de mis esperanzas! ¿Dónde te has
quedado? ¿Qué lugar, enemigo de mi descanso y envidioso de la salud de tu alma, te ha
guardado de venir a despedirte de mí, y recibir por la postrera vez las amonestaciones y
consejos que como padre tenía obligación de darte, antes de mi muerte? ¡Mas, ay,
66
Religión.
128
cuitado! ¿Qué es lo que digo? Quizá tu mala suerte, como una desgracia, no viene nunca
sola, te tiene en tal estado que tienes más ayna67 menester de una mortaja, que de un
consejo. ¿Si esto es verdad? Suplícote, piadoso cielo, de apresurar el curso de mi triste
vida. Mas, si vive aun perdido entre las peñas de ese solitario desierto, haz que la parca
detenga por un poco el movimiento de su homicida tijera, que quizá el eco de mis tristes
quejas, apiadándose de mí, me le trajera aquí”.
Estas segundas quejas pudieron tanto con aquél que las escuchaba, y
principalmente aquel reclamo de hijo, que con la misma facilidad que el viento de una
bala de cañón derriba a un hombre pasando junto a él, así don Henrique, de levantado que
estaba ya, conociendo que aquél que se quejaba tan lastimosamente era su padre, volvió a
caer en el suelo. Vuelve a levantarse, y fuera de sí, hace dos pasos delante, y otros tantos
atrás, sin poder ganar un solo palmo de tierra que al momento no la vuelva a perder.
Prueba a pasar, no solamente una vez, mas diez, veinte y aun treinta, hasta que sus
inconstantes piernas, temblando como hojas sacudidas de los vientos, le derriban por no
poder sustentar su pesado cuerpo. Al fin tantas veces vuelve a probar la suerte, que a
pesar del desmayo y de la mucha sangre que perdido había, llegó al lugar adonde su cruel
fortuna, acababa de jugar casi el postrero auto de la triste vida de su querido padre.
¡Ay, Dios mío! ¿Quién pudiera decir las ternezas, los lloros, y las más que
piadosas palabras, que padre e hijo se dijeron, cuando se conocieron? ¿No a lo menos vos
pluma mía, porque ni vuestro estilo ni la rudeza de vuestros groseros acentos os da lugar
para ello? Dejémoslo así bosquejado, para que un pincel más diestro que el mío emplee
67
Ayna. “Vale lo mismo que presto.” Covarrubias.
129
en esta materia lo que no supo el famoso Timantes,68 cuando se le ofreció de representar
debajo de líneas y colores mudas, el sentimiento que padre e hijo tienen, llegando a este
trance.
Don Lorenzo de Castro (que así se llamaba el padre de don Henrique69)
conociendo lo poco que le quedaba de vida, y viendo que las lágrimas, los sollozos y los
suspiros interrumpían a cada paso las preguntas que su hijo le quería hacer, sacó de sus
casi difuntas y postreras fuerzas estas palabras:
“No para que vengues mi muerte, sino para que tomes ejemplo en mi desgracia, te
quiero contar en breves palabras la más notable y pérfida traición que corazón de hombre
desalmado haya podido imaginar. Visto por uno de los nuestros la total ruina y perdición
de Valdivia, y que casi todos los españoles estaban muertos o presos, me dijo que sería
notable error y un aborrecimiento de vida muy grande si porfiados en pelear, estábamos
aguardando tan despacio la muerte, pudiendo conservar la vida con una facilidad tan
grande como era el huir. Estas razones me tocaron al corazón, haciéndome conocer lo que
poco antes ignoraba, que fue la victoria de los enemigos y mi pérdida, si no seguía el
consejo que se me daba. Que fue causa que queriendo volver la cara a mi desdicha,
comenzamos a picar los dos por medio de estos desiertos, por donde decía que te había
visto ir también a ti70 con otros. Los indios viéndonos así huir, vinieron tras nosotros con
mucha ligereza, pensándonos dar alcance. Pero era tan grande la velocidad conque
nuestros caballos corrían, que en poco rato pusimos una gran distancia entre nosotros y
68
Timantes. Famoso pintor de la antiguedad griega. Aparece mencionado en El Quijote II, Cap. XXXII en
la aventura con los duques. La duquesa ruega a don Quijote que “le delinease y describiese, pues parecía
tener tener felice memoria, la hermosura y facciones de la señora Dulcinea del Toboso.”Don Quijote
responde que esa empresa le corresponde a los pinceles de Parrasio, Timantes y Apeles. (El Quijote 2004)
69
En el original: Don Francisco. Obviamente se trata de un lapsus memoriea por parte del autor.
70
En el original: a tu.
130
ellos, porque se quedaron atrás sin querernos más seguir, lo que viendo mi compañero,
me suplicó de tener un poco mi caballo, porque el suyo no podía correr, por estar muy
mal herido en la ijada, hícelo así, pero era tan grande la copia de sangre que vertía por las
llagas, que a poco trecho se le cayó muerto entre las piernas. Viéndose así a pie me
volvió a suplicar, las lágrimas en los ojos, de no desampararle lo que le prometí, y
volviendo la rienda, arrimé mi caballo a una peña que estaba cerca de él para que subiera
tras mí a las ancas. Pero el caballo que no las sufría, viéndose así cargado, vino a hacer
tantos corcovos y a tirar tanta muchedumbre de coces que con un tropiezo que dio en un
montón de piedras, dio con nosotros en el suelo, aunque muy diferentemente, porque él
se halló sobre sus pies derechos, y yo tan empeñado en los estribos que me pensé romper
una pierna. Con todo eso me desembaracé lo mejor que pude con su ayuda, haciendo
después levantar el caballo, al cual no hallamos, levantado que fue, al tiento de las
manos, ninguna herida. En esto pasaron no muy lejos de nosotros, algunos hombres de a
caballo que se acogían. Llamado que los hubimos cuatro o cinco veces, nos respondieron
que no nos podían socorrer de nada, porque los indios venían tras ellos. Esta respuesta
puso un miedo tan grande a mi compañero, (que digo compañero, no compañero, mas
cruel enemigo), que sin más regatear con su conciencia se acercó a mí, y con una daga
que tenía al lado, me dio (el traidor) cuatro puñaladas, diciendo:
“Si hemos de morir los dos a manos de nuestros enemigos, ¿más vale que
muriendo el uno, y el más viejo, que quede el mozo salvo?”
Hecho esto, subió el desalmado sobre mi caballo picando adelante con grande
ímpetu para alcanzar a los otros. Plegué a Dios, que haya acertado el camino, y que venga
a reconocer su pecado, que de mi parte se lo perdono, y suplico a su divina Majestad que
131
le dé lugar y tiempo para hacer penitencia, no solamente de él, más aun de todos los que
ha cometido y cometerá de aquí adelante. Esta es (hijo mío) la triste tragedia de mi
desventura, la cual aunque grande y sensible, parece que tu sola vista la mitiga y reduce a
menos sentimiento, porque muero contento, muriendo delante de aquél que después de mi
muerte ha de ser otro yo. Y porque espero que has de ser, no solamente en nombre y
conforme la regla de naturaleza, mi verdadero retrato, más aun en la vida y en las
costumbres, paso en silencio los muchos consejos y santas amonestaciones que como
padre estaba obligado de hacerte, no porque yo piense y crea que teniéndolas tú, tengas
las virtudes que cada uno está obligado de tener para venir a merecer con ellas la
bienaventuranza, sabiendo que yo soy el mayor pecador del mundo. Mas por verme
imposibilitado de hacerte ese buen oficio de padre, por estar tan cerca de la muerte, con
todo eso sacaré de lo más hondo de mis entrañas, tres cosas, las cuales te conjuro de la
parte de Dios, por el poder que naturaleza me ha dado sobre ti, y en memoria de este
postrer abrazo que te doy, de guardarlas inviolablemente, y son éstas. No jures con
mentira, sé fiel a tu Señor, oye todos los días misa. ¡Oh, buenas y santas palabras! ¡Oh,
prudente y virtuoso padre! ¡Oh, dichoso hijo! Palabras digo dignas de estar escritas en
letras de oro. Virtud que trae consigo un mundo de alabanzas y dicha que cifra en sí todos
los bienes que la fortuna posee!” Acabado que hubo este virtuoso varón estas palabras
que hemos dicho, dejó la compañía de las criaturas para ir con su creador, quedando entre
los brazos de su querido hijo, difunto.
132
Capítulo III
Cuanto más noble es el hombre, es tanto más capaz de resistir a los accidentes de fortuna,
porque así como es el cuerpo bien dispuesto y fuerte, sufre el frío, el calor y otras
incomodidades, así el alma generosa y dotada de virtuosas costumbres sufre los
disgustos, los pensamientos, y la fortuna adversa. Este caballero armado de estas armas,
resistió a la furiosa violencia de su accidente, ganando sobre su desdicha lo que su
desdicha había ganado sobre él. Quiero decir, que así como el soldado, a quien su
enemigo pensaba haber ya reducido a su devoción, y al contrario cobrando nuevas
fuerzas, le pone a él en otro aprieto más peligroso que a aquél en el cual su enemigo
estaba antes. Así don Henrique vuelto que fue de su paroxismo, se descabulló de entre los
lazos de su desgracia, con llevar en paciencia su accidente, representándose en la
memoria lo que dice el poeta:
Que me suba o baje el mundo,
O que me ponga fortuna
Sobre el cuerno de la Luna,
O me hunda hasta el profundo.
La razón en que me fundo
Para que todo lo abrace,
Es pensar que Dios lo hace.71
71
En el texto original no aparece el nombre del autor de este poema.
133
Este es el verdadero remedio para venir a hacer espaldas72 a nuestras miserias, y aun para
menospreciarlas, y tenerlas en poco, tomando a burlas todas las desgracias que no pueden
suceder, como hacía Bias, príncipe de Pryeno, y no sentirlas con tantas veras, como hacía
Perseo, el sucesor de Alejandro, el cual viéndose vencido de Paulo Emilio fue de tan bajo
y vil ánimo que vino a pedirle perdón, llorando como simple mujercilla a sus pies. Este
caballero, compuesto del natural que hemos dicho y determinado de llevar con paciencia
todo cuanto le podía suceder, empezó a encomendar el alma de su padre a Dios,
conociendo por el silencio que había dejado la compañía del cuerpo, y estando en aquel
santo ejercicio, oyó una voz que le llamó por su nombre tres veces. Volvió la cabeza
hacia donde venía la voz sin dejar la continuación de sus oraciones, más admirado que
espantado de oírse llamar, sin ver otro que el cuerpo difunto de su padre, que a los rayos
de la Luna veía tendido cerca de él. Creyó que la flaqueza de su espíritu, por estar tan
debilitado como estaba, le hacía desvariar, o que el alma de su padre queriéndole aun
decir algo, antes de irse en el perpetuo descanso, le llamaba para decírselo. Este postrer
pensamiento le hizo despabilar los oídos, esforzándose de sosegar por un rato la inquietud
que la memoria de sus desdichas le daban, que por más constancia que tenga un alma
puedo decir sin contradecirme en lo que he dicho, que no es posible que deje de sentir, si
fuera de bronce, en semejante ocasión, el rigor de su estrella. Desembarazado que hubo
sus pensamientos, y puesto las orejas en grande atención para escuchar, oyó otra vez estas
palabras: “¡Don Henrique! ¡Don Henrique! ¡Ah, don Henrique!” Levantóse en pie, y con
palabra resuelta y no alterada, respondió:
72
Olvidar.
134
“¿Quién eres tú que me llamas?”73
“No te puedo decir mi nombre”, respondió la voz, “porque no es la voluntad de
Dios que te lo diga. Sólo te mando de su parte, te vayas mañana tan presto que la aurora
empiece a descubrirte el camino, en una grande y levantada sierra que verás a mano
izquierda en volviendo la cara hacia el occidente, donde llegado subirás a la mano
derecha, por la falda menos áspera, para evitar el encuentro de unas muy grandes y
crecidas piedras, que suelen rodar desde lo alto de la sierra, hasta el pie de la falda más
cuesta arriba que te mando huir. Y para señalarte aun mejor el camino, sigue a la mano
derecha unas venas de cristal, a quienes con hermandad inseparable acompañan, una
hilera de altos robustos alcornoques hasta descubrir el origen de donde salen, que es de
una clara y espejada fuente, engastada entre verdes y hermosos olivos. Allí puedes
refrescarte probando de su clara y líquida agua, que es de no menos virtud que el bálsamo
que la provincia de Egipto cría, porque al instante que habrás bebido en ella, serás sano
de todas tus llagas y gozarás de no menos fuerza que el día que entraste en la batalla.74
Continúa después tu viaje rodeando un peñazco levantado en alto hecho en forma de
pirámide cuyo extremo se pierde entre las nubes, y acabado que habrás de ceñirle75 casi,
con tus pasos, irás hasta lo más alto de la sierra, que aunque te parecerá al principio
demasiadamente áspera, y el camino casi inexpugnable, no dejarás por eso de medir a
gusto su distancia. Y si el calor procedido del grande ejercicio que habrás hecho te
aprieta, guárdate bien de endilgar tus pasos a una isleta amena y recreativa, que al hondo
de un grande y espacioso valle puesto entre dos peñas, parece, porque son tan diversos y
73
Según la doctrina es la forma correcta de interpelar a los espíritus.
Se hace referencia a los bálsamos en Don Quijote I, 10 “Todo eso fuera bien escuchado – respondió Don
Quijote – si a mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás, que con una sola gota se
ahorraran tiempo y medicinas” (1998, 178).
75
Rodearlo.
74
135
varios los efectos, que en el corazón del hombre hacen, algunos frutos que unos árboles
silvestres producen, en comiéndolos, que a no hacer mención de ello algunos
historiadores en sus historias, y experimentarlo casi todos los días los de esta tierra, sería
casi increíble. Llegado que habrás a poco menos de lo más alto de la sierra, toparás la
forma de aquel sacro madero (donde nuestro Redentor padeció por la redención del
género humano, muerte ignominiosa) encajado en una peña de mediana altura, y de allí a
obra de trecientos pasos, una ermita donde vive un ermitaño, de buena y santa vida. Y
porque es la voluntad del Cielo que vivas algún tiempo con él, cumple sin discrepar un
punto los preceptos y avisos que por mí te ha enviado a dar, que a más del sumo bien, que
misteriosamente vendrá por tu alma, echarás también, la primera piedra del edificio de tu
fortuna. ¡Por tu padre no te de cuidado su sepultura, que Dios proveerá en ello, y mira
que no haya falta en hacer lo que te he dicho, a Dios!”
Con esto acabó la voz sus razones, quedando don Henrique tan absorto y
espantado de haberlas oído, que de buen rato no pudo salir del embelesamiento en que
estaba. Al fin volvió en sí, y a discurrir en su pensamiento las varias y extrañas cosas que
le habían sucedido en tan poco tiempo, empezando desde que se comenzó de dar la
batalla, hasta aquella hora en que estaba, y hallando materia harta para entretener sus
imaginaciones, estuvo así buen rato arguyendo, porfiando y deslindando en su
entendimiento lo que debía de hacer, concluyendo al fin de seguir lo que la voz le había
mandado, con la cual conclusión se apoderó el sueño de sus potencias, haciendo
descansar con la privación de sus males, en durmiendo, sus lacios y cansados miembros.
Al punto que el alba acababa de barrer las estrellas del cielo, despertó don
Henrique, y con él sus pesares. Con todo eso sacando fuerzas de flaqueza, se levantó,
136
espantando con la fuerza de su generoso ánimo los propios males que tenía. Y cubierto
que hubo el cuerpo de su padre con algunos ramos que cortó de los vecinos árboles, y
puesto señal al lugar donde quedaba, para poderle hallar en caso de necesidad, se partió
(después de haber derramado muchas lágrimas sobre él, y rezado algunas devotas
oraciones por su alma) siguiendo el camino que la voz le había dicho.
Tanta prisa se dio a caminar, aunque impedido de sus llagas, que en menos de tres
horas atravesó un grande y espacioso llano que dividía la floresta (donde quedaba su
padre) de la sierra, siguiendo hallado que hubo las venas de agua que colgaban desde lo
alto, la hilera de los alcornoques, hasta topar la fresca y cristalina fuente, que has oído,
del agua de la cual, bebido que hubo, se sintió tan sano de sus heridas y robusto de
fuerzas, que no le quedó otra cosa más que la memoria de haberlas recibido, que por la
salud la tenía tan en su punto, que en días de su vida la hubiera tenido.76 Rodeó la peña
piramidal y columbrando77 desde lejos el camino que había de hacer, aunque le pareció
casi inaccesible (estando como estaba cansado) deseando de cumplir puntualmente lo que
la voz le había dicho, sin regatear con el trabajo, ni querer volver la cabeza a otra parte,
que hacia donde se endilgaba su viaje, dejando a mano izquierda la isleta tan celebrada de
los historiadores coló (aunque con un trabajo increíble) hasta la cruz.
76
“Por la salud” entiéndase “en cuanto a la salud”; “Que en días” entiéndase “como en ningún día de mi
vida.” Estas construcciones reflejan la influencia de construcciones latinas.
77
Columbrar. Divisar, ver desde lejos alguna cosa sin distinguirla bien. También rastrear o conjeturar por
indicios alguna cosa.
137
Capítulo IV
Por estar tan cerca de la ermita, no tardó mucho de llegar a ella, aunque estaba tan
escondida y cubierta de las peñas que estuvo buen rato rodeando hacia una parte y otra
sin poderla descubrir. Pero al fin con las vueltas que dio, andando y volviendo arriba,
abajo, y de todos lados, acertó a topar la boca de una cueva muy oscura. Estuvo al
principio un poco suspenso, temiendo que lo que veía fuera antes morada de algunas
fieras que de un hombre razonable, pero los indicios de muchas cruces y otras cosas
santas, que colgaban de las vecinas peñas, le desengañaron de todo punto y le hicieron
entrar por la puerta de la dicha cueva, determinado de no parar hasta ver a aquel santo
varón que menospreciando las vanidades del mundo había venido a vivir en un lugar tan
desierto e inhabitable. Y así como estuvo al medio de la cueva, se paró a mirar con la luz
que daba una escasa quiebra que a la peña estaba, un bulto que parecía al medio del
camino, pero no fue posible por más que clavó la vista en él de poder distinguir su figura,
que fue causa que acercándose pasito de más cerca, le vino a tentar con la mano. “¡Oh,
poder divino!”, dijo más muerto que vivo, tocado que hubo una montaña de pelos pegada
a un grande y espantable cuerpo de fiera. “¿Qué monstruo es este? ¡Qué desgracia es la
mía, Dios mío! ¿En qué estrecheza me ponen los hados? ¡Señor, ayudadme! ¡Vos sois mi
norte, vos sois mi protector, y de vos cuelga todo mi bien, y toda mi esperanza!”
Arrimóse dicho que hubo esto, entre sí, a la pared, determinado de volverse a ir, si los
dientes de este animal no le detenían, y queriéndolo así hacer, oyó tañer (así como
acababa de asentar el pie para tomar su camino) un arpa, con tal suavidad y destreza, que
138
haciéndole volver la cabeza hacia atrás para escuchar, estuvo buen rato hecho tornillo78
sin poderse volver, a una parte ni a otra, tan grande fue el embelesamiento que tuvo.
Continuó la armonía hasta que aquel que la hacía con sus dedos, queriéndola acompañar
con la boca, la comenzó de ajustar con su voz, entonando después que la hubo templado
con ella estos versos:
El aire fresco del favor humano,
Que ahora os da de cara, y os recrea
Por bien que aspire y favorable os sea,
Que os sirva, y os adore el mundo vano,
La fortuna se os ría, y pare ufano,
Que en vos toda se emplee, y en vos crea,
Su rueda os suba, cuanto se desea,
Y así la tenga queda vuestra mano,
Tendréis la vida, el tiempo, y la memoria,
¿Qué no pase? Ay, que no, que pasa presto,
Que el tiempo vence, y sigue la victoria,
Si todo torna en breve de otro gesto,
Buscad la celestial, y eterna gloria,
Y en sola aquesta empresa echad el resto.79
Este soneto volvió a asegurar el inconstante ánimo de don Henrique, haciéndole creer que
el ermitaño, que habitaba en aquella cueva, le había cantado para que se le representase la
78
79
Hecho tornillo. Es decir, con el cuerpo girando sobre sí mismo.
En el texto original no aparece el nombre del autor de este poema.
139
mudanza que tienen todas las cosas de este mundo, (sobre las cuales el hombre cuerdo no
debe de fundar sus esperanzas porque son tan transitorias y caducas confianzas, que lo
que tenemos por más cierto y seguro se nos suele despintar más presto) que fue causa que
volviendo la cara para el lugar, del que poco antes huía, continuó su camino, apartándose
lo más lejos que pudo de lo que poco antes había atentado. Hallóse a poco trecho que
hubo andado a la salida de la cueva, y al opuesto de una grande y proporcionada peña,
que aunque contrahecha por fuera tenía un hueco por dentro tan liso y cuadrado, como si
un cantero le hubiera medido con la regla y un entallador pulido con cepillo. Causó
admiración en don Henrique el ver con qué primor naturaleza había observado las
medidas que se suelen guardar, al labrar un edificio, porque las ventanas y las puertas que
esta grande tracista80 había dado a este peñasco venían tan a propósito, que no parecía
sino que un arquitecto famoso, le hubiera dado traza. Llamó a la puerta (aunque abierta)
tres, o cuatro veces, sin que nadie le respondiera, de lo cual espantado, entró de rondón81
por ella, temiendo que al ruido de los golpes despertara al monstruo que (a su parecer)
había dejado al medio de la cueva dormido, y así como hubo entrado, vio a un mancebo
ricamente vestido y puesto de rodillas delante de una imagen de nuestra Señora, teniendo
un grande y espantable león82 dormido a sus pies, un arpa entre sus brazos, y la voz otra
vez al aire, cantando en alabanza de la Virgen estos versos:
Los ojos de honestísima paloma,
O del octavo cielo las estrellas
Relumbrantes,
80
La naturaleza.
Rondón. Voz que sólo tiene uso en el modo adverbial de rondón, que vale intrépidamente y sin reparo.
82
Puma. También llamado león chileno. Habita en la zona cordillerana, especialmente la cordillera de
Nahuelbuta.
81
140
La frente de la Aurora cuando asoma,
A las granadas las mejillas bellas
Semejantes,
Los labios cual carmín deshecho en goma,
Palabras y manos de doncella
No arrogantes,
El pecho cual confeccionada poma,83
Los pies cuales rubíes que dan centellas,
O diamantes,
La estatua, cual de una hermosa palma,
Y de marfil el blanco cuello, y manos,
Son dotes de este cuerpo sacrosanto
De María,
Porque los interiores, y del alma,
Venid, oh querubines soberanos,
A los cantar, que ya no puede tanto
Mi Talía.84
No menos admiración causó esta nueva aventura en don Henrique que las pasadas,
porque en lugar de ver a un caduco y arrugado viejo, como pensaba, vio un rostro dotado
de tantas maravillas en aquél que cantado había que se faltó bien poco no se pusiera de
83
Poma. Lo mismo que manzana, particularmente por una especie de manzana pequeña y chata, de un
color verdoso.
84
En el texto original no aparece el nombre del autor de este poema.
141
rodillas para adorarle, creyendo que fuera alguna deidad, que en forma humana estaba en
aquel lugar, para cantar las alabanzas de la Madre de Dios, pero el soneto, que antes
había cantado le quitó al fin este pensamiento, poniéndole en una confusión de dudas, tan
extrañas, que estuvo un gran rato tan ajeno y fuera de sí, que no sabía cómo, ni de qué
manera hacer, al fin se determinó de probar su buena o mala suerte. Y como a corazón
resuelto, no hay cosa difícil, comenzó a caminar pasito hacia el mancebo sin que él le
sintiera ni oyera venir, tan grande era el éxtasis y embelesamiento que le había dado,
después de haber acabado su canción. Y así como estuvo, a cinco o seis pasos de él, le
dio un miedo tan grande, viendo las horrendas y espantables uñas del león, que dormido
estaba a sus pies, que no fue posible, por más que bregó con su temor, de poder pasar más
adelante, considerando que si esta bestia feroz despertaba, que se vería antes muerto que
socorrido, que fue causa que subiendo por unas toscas gradas que a la mano izquierda
estaban, vino a dar en un pasadizo, que miraba a la misma sala, cerrado después con poco
ruido, la puerta que defendía su entrada, y habiéndose puesto de esta manera en cobro y
seguridad, se asomó en él, hablando después al mancebo, de esta manera:
“No puedo negar (hermoso mancebo) que mi atrevimiento no llegue a ser tanto, o
más grande, que esta aventura me parece extraña, y que la curiosidad no haya podido, de
esta vez más, sobre mi corazón, que la nobleza de mi ánimo, sobre la cortesía, falta
verdaderamente tan ajena de mi natural inclinación, que siento más, en confesarla, que no
he tenido contento en hacerla. Mas pues que la fortuna lo ha querido así, trasplantándome
de un ser cortés, en un monte de hierro. Dese la culpa a la suerte y al tiempo, el cual me
ha traído aquí, por medio de accidentes tan varios, que cada vez que los considero, me
hallo tan ocupado en admirarlos, como apesarado en sentirlos.”
142
Este músico que poco ha, que hemos dejado, arrebatado en la meditación de
aquellas sagradas alabanzas, que de la Virgen nuestra Señora había cantado poco antes,
oyendo estas palabras, como el que las había dicho, asombrado y maravillado de ver en él
una hermosura tan peregrina. Estado que hubo así un gran rato el mancebo, sin menear
ojos ni pestañas, sacó aunque con mucha pena, tan grande era el miedo que había cobrado
con la vista de don Henrique (temiendo no fuera alguna visión) estas palabras de la boca:
“Si el rostro, traje, palabra y ademanes no me desengañaran de que sin duda
Vuestra Merced es otro hombre como yo, el lugar, la hora, y el desasosiego que mi
corazón ha comenzado de tener en oyéndole hablar, me habría persuadido a lo contrario.
¡Verdadero Dios! ¿Cómo es posible que una criatura humana haya podido acertar, sin ser
alumbrado de vuestro divino favor, este lugar tan escondido y apartado del trato y
bullicio del mundo? Créame Vuestra Merced señor caballero, que lo hallo tan extraño y
dificultoso, si este verdadero norte que digo, no le ha servido de estrella, que lo tengo casi
por imposible, y por la consiguiente ilusión y antojo, todo cuanto veo y oigo. ¿Y si mi
pensamiento es verdadero? Mándole de la parte de aquél que ha dado el ser a todas las
cosas, y sin el cual, no se puede desear ni hacer cosa buena, me diga lo que quiere, y ¿qué
es lo que pide, sin enmascarar, ni encubrir debajo de otra especie, que de la legítima, sus
pensamientos, sino decírmelos con toda la llaneza y simplicidad, que todos aquellos que
vienen de la parte de Dios, suelen? Oh, si la fortuna, es así como dice, la que le ha traído
aquí, por medios muy extraños. Hágaseme esa merced por vida de cuanto más quiere, y
así Dios le deje ver el fin de lo que más desea de abajarse aquí y de contarme su fortuna,
que más me holgaré de oírle hablar de esta materia, que de verle hacer todos los
cumplimientos del mundo.”
143
“Así como yo deseo de obedecer a todo cuanto me mandare”, replicó don
Henrique, “pudiera tener certidumbre de que esta bestia que tiene a sus pies, no me hará
ningún agravio, satisficiera bien presto su curiosidad, consolándome a mí mismo con
contar mis males, que este es el mayor remedio que un corazón afligido puede tener
hallándose apretado de un disgusto. Porque así como las lágrimas, los suspiros y las
quejas purifican el cerebro, descargando todos los vapores y humores gruesos de la
cabeza, así desecha y deshace parte de sus tormentos y disgustos, el alma, contando sus
desgracias a otro, principalmente acertando de hallarle discreto y de buen consejo.
La misma fe y seguridad, que yo quisiera, que se me diera a mí, si estuviera en su
lugar (de que el león no me hiciese mal) se la doy, porque es tan manso, que pongo en
duda si con un simple cordero se pudiera vivir con menos peligro, que con él, mas para
cerrar de todo punto la puerta al inconveniente, que por su medio pudiera suceder, y dar
antes crédito a la imposibilidad, que a la inconstante naturaleza de una bestia, yo le
pondré en parte, que a ser tan bravo como es manso, tendría más pena de daros un sólo
enojo que vos facilidad para ofenderle si se quería desmandar.” Acabando de decir esto,
tomó una llave que colgaba de un clavo puesto a la pared y al león por el collar que tenía
en el pescuezo, le llevó dentro de un camaranchón85 que a un lado de la sala estaba,
tirando la puerta para sí.
85
Camaranchón. Desván de la casa o lo más alto de ella donde se suelen guardar trastos viejos.
144
Libro Segundo
ARGUMENTO
Don Henrique de Castro, obligado por los ruegos de Sicandro (que así se llamaba el
mancebo de la ermita) de contar su vida, empieza por la historia de sus amores, y
despertando con mentar la muerte de su señora, aquella de su padre, se le cubre el corazón,
y cae en el suelo como muerto. Sicandro acude a su socorro, y así como procura de hacerle
volver en sí, oye venir hacia él la voz de un canto muy lastimoso. Don Henrique cobra el
sentido, y en alzando la cabeza, ofreciéndosele delante de sus ojos el cuerpo de su padre, se
vuelve a desmayar. Cuéntase quién le había traído allí el muerto, y quiénes eran, los que con
voz tan dolorida, habían entrado cantando dentro de la cueva.
Capítulo I
Bajó con esto don Henrique del pasadizo y fue a abrazar muy estrechamente y con
muestras de grande amor al mancebo, dándole mil gracias, de la cortesía que con él había
usado, y ofreciéndole, con todos los encarecimientos que pudo y supo, en pago del favor
que de él había recibido, y pensaba recibir, no solamente su espada y sus servicios, más
aun su honra, y su vida, de lo cual el mancebo le daba mil gracias, procurando de no
quedar corto en nada, más de señalar que si naturaleza se había mostrado pródiga con él,
en sus prendas exteriores que le había dado, no se había mostrado menos liberal en
aquéllas del alma. En estos cumplimientos estuvieron buen rato, sin hablar de otra cosa,
más que de darle el uno al otro, mil atributos dignos de sus perfecciones. Pero como todas
las cosas tienen su fin, acabáronse las cortesías y empezaron las preguntas. Don Henrique
145
fue el primero que habló sobre esta materia, preguntando a Sicandro (que así se llamaba
el mancebo) si habitaba otro más de él en aquella ermita, a lo cual respondió [Sicandro]
diciendo que había más de veinte años, que un anciano y santo varón, vivía en ella, y que
aquella mañana, al amanecer, se había ido, con otros tres o cuatro hombres, a quienes una
fortuna de mar, había echado poco tiempo había con él (que hablaba) entre unas peñas,
que estaban al pie de la sierra, donde el mar batía, y que creía que no vendría hasta la
tarde porque se lo había dicho así. De manera que tendría no solamente lugar de comer
algunas frutas muy sabrosas y de gran sustancia que estaban en la ermita (si tenía
hambre) más aun de contarle quién era y de dónde venía, prometiéndole de hacer con él
otro tanto después. Estas razones, oídas por don Henrique, queriendo satisfacer con las
suyas a la curiosidad de Sicandro, comido que hubo unas niéspolas,1 comenzó a hablar de
esta manera:
“Pues2 que el tiempo, y la ocasión, me convidan a contar mis fortunas, delante de
quien tiene tanta voluntad de saberlas, comenzaré desde mi tierna edad, produciendo
todos los papeles de mis desdichas, para que vea, que esperanza de contento, puede tener
quien tiene un proceso de tanto peso a cuestas.
Mi nombre es don Henrique de Castro,3 mi tierra la Andalucía, y el lugar de mi
nacimiento Sevilla. Si naturaleza se ha mostrado escasa conmigo en las prendas del
cuerpo, me ha dado a conocer su liberalidad en aquella de la sangre, dándomela tan
noble, y esclarecida, que lo que vengo a perder por la falta de lo uno, lo gano por lo que
1
Niéspola. Níspero, árbol espinoso cuyo tronco casi siempre es torcido y sus ramas duras y difíciles de
quebrar.
2
Aquí empieza el diálogo de don Henrique y acaba casi al final del libro.
3
La descripción de don Henrique es muy semejante a la que hace Cardenio en El Quijote I, Cap XXIIII:
“Mi nombre es Cardenio; mi patria, una ciudad de las mejores de esta Andalucía; mi linaje, noble: mis
padres, ricos; mi desventura, tanta, que la deben llorado mis padres, y sentido mi linaje, sin poderla aliviar
con su riqueza, que para remediar desdichas del cielo poco suelen valer los bienes de fortuna.” (1998, 310).
146
me sobra de lo otro. Antes he conocido mis desdichas, que me supe conocer a mí mismo,
porque apenas tenía dieciocho años cumplidos, que amor había puesto en mí mil pesares,
imprimiéndome en el corazón una beldad cuya perfección hizo nacer en mí un amor más
que perfecto. Si yo amaba, era amado, cuando lloraba, hacía llorar, y por el consiguiente
corría entre mi dulce objeto y yo, una correspondencia tal, que aunque éramos dos,
mirado el sujeto no éramos más de uno, mirada la voluntad. Mas como los placeres del
amor vienen siempre con tasa, y sus disfavores sin medida, que todos los contentos del
mundo son aguados de algún pesar, y que difícilmente se puede tener una cosa mucho
tiempo en su mismo ser. Pasó la primavera, y llegó el invierno. Oscurecióse mi contento,
con las nubes, que el rigor de mi estrella, opusieron delante de él. Y cayó la torre que mis
vanas esperanzas habían labrado sobre blanda arena, despintándome4 con un desengaño
(tan ajeno de mi pensamiento, como mi desdicha era indudable) todo el bien que hasta
allí había recibido, y aun todo cuanto esperaba recibir.
Estaba debajo del poder de su tío Leonora, que así se llamaba la que me tenía a mí
en el suyo, el cual considerando la hermosura de su sobrina, y los muchos bienes que su
padre le había dejado (como aquélla que por ser única, y sola, había heredado más de diez
mil ducados5 de renta ) vio que estas dos cosas despertarían el ánimo de muchos, y aun
les haría echar todas las redes, que el artificio tiene en sí, para ganar su amistad, y traerla
a la devoción del amor, que fue causa que este viejo, sin más regatear con su cortesía,
creyendo que el bien de su sobrina consistía en aquel desmando, me defendió6 la entrada
de su casa, que poco antes tenía libre, por la mucha amistad, que de todo tiempo, su casa
4
Malograr, frustrar una cosa.
Ducado. Moneda que mandaron acuñar los Reyes Católicos.
6
Prohibió.
5
147
y la mía tenían juntas. Porque al momento que esta consideración que hemos dicho entró
en él la sospecha, le declaró lo que el descuido le había tenido hasta allí secreto,
haciéndole ver más claramente, de lo que yo y mi Leonora, hubiéramos querido, todo
cuánto pasaba entre nosotros.
Duró este eclipse, casi dos meses, sin que toda la astucia del mundo, me pudiera
abrir medio, para ver a aquélla que padecía, no menos tormento por mi ausencia, que yo
padecía por la suya. Porque este nuevo lince estaba tan enojado contra su sobrina que a
trueque de vengarse de ella, por ver que sin su voluntad me había dado palabra de
casamiento, no consentía que saliera ni aun a oír misa los domingos, no porque me
creyera indigno de tenerla por mujer, mas por ver que mis riquezas no correspondían a
los grandes bienes que ella tenía, y pensar de casarla con algún titulado que trajera a su
casa, el nombre de señoría. Continuó el cielo en mí esos tormentos muchos días, sin que
ninguna esperanza de bonanza pudiera aplacar la tormenta, que los vientos rigurosos de
ausencia me daban, que era causa que padecía en un solo día una pena mucho mayor que
los condenados sufren en un siglo entero.
Un día que este furioso amor ejercitaba en mí sus mayores crueldades, con
representarme en la idea la hermosura de mi Leonora, y averiguarme los imposibles que
por adularme a mí mismo, mis pensamientos no querían creer, me sentí tan acosado de
mis tormentos, que viéndome casi al postrer trance de mi vida, me fui a echar encima de
un lecho, pensando que mi cansancio me dejaría al fin dormir entre los brazos de mis
miserias. Mas viendo que esta esperanza se venía a reducir, en mil y mil vueltas que
inconstantemente daba sobre la cama, me pareció que sería mejor irme a pasear a algún
lugar solitario que buscar un nuevo tormento, pues aquéllos del alma bastaban a
148
acabarme, sin añadir a ellos los del cuerpo. Hícelo así, y pasado que hube con un barco el
río Guadalquivir, fui siguiendo la verde ribera que sus plateadas aguas bañan, y habiendo
andado obra de quinientos pasos, entré dentro de una hermosa y frondosa arboleda.
Asentéme en medio de ella y sacando de mi faldriquera7 un manojo de cartas que mi
Leonora me había escrito otras veces, comencé a leer en ellas, pareciéndome que sola la
memoria del contento que en recibiéndolas había tenido, tendría aquella virtud de
alegrarme y de mitigar el encendido fuego, que la privación de su vista causaba en mis
entrañas. Leí una, dos, tres, cuatro, y aun cinco cartas, pero así como quise leer la sexta,
oí un grande y profundo suspiro, no muy lejos de mí y, después, estas palabras8:
“¿Es posible, oh amor, que la más perfecta beldad que hay en el mundo, sea más
cruel que la misma discordia? ¿Y que un aspecto tan agradable y apacible como es aquél
de mi señora, pueda hallar en sí materia para formar una respuesta tan libre y desenfadada
como es aquélla que me ha dado? ¿Dónde está esa fuerza de amor, con la cual (según
dicen algunos filósofos) se vence y sobrepuja al cielo y a la tierra, y por el consiguiente
con más facilidad el corazón más fuerte e invencible, pues que habiéndome a mí vencido,
de su dorada flecha no puede vencer aquélla por quien mi alma padece mil tormentos?
¡Ay, desdichado don Diego! ¡Cuán cruel fue la estrella que te influyó cuando naciste en
el mundo! ¡Y cuán infeliz fue aquel espacio y punto en el cual abriste los ojos para
contemplar una hermosura, la más nociva y venenosa que nunca se haya visto en el
mundo! La cabeza de Medusa, que privaba de sentido a quien la miraba, no lo era tanto
7
8
Faldriquera. Bolsillo de las prendas de vestir.
Aquí empieza a hablar don Diego, el otro pretendiente de Leonora.
149
como son los ojos de mi enemiga9, porque en un momento acababa la vida y el tormento,
y al contrario la mía me hace vivir, para hacerme morir después con la mayor crueldad.”
En esto acabó el que hablaba sus quejas10, dejándome medio consolado por ver la
diferencia grande que había de su amor al mío, porque yo me podía quejar solamente de
ausencia y él se quejaba del rigor de su dama. ¡Tormento que no tiene igual!
Estando pues sobre esta materia, mi carta aun en la mano, y el oído muy atento
por escuchar si acaso volvía a sus quejas, oí otra vez qué decía11:
“¿En qué pensaba el Arquitecto de este grande universo, cuando puso en un
cuerpo tan cumplido, un alma tan rigurosa, y un corazón tan sin piedad? ¿Es posible que
aquélla que mi alma adora sea mujer teniendo el humor tan contrario a la blandura y
benignidad de este sexo? Esos cabellos que afrentan a las madejas de oro que los montes
de Arabia crían, la frente lisa y sin arrugas, los ojos resplandecientes, y las rosadas
mejillas, semejantes al rosicler12 color, que suele traer el alba, en los días más claros de
verano. Esas cejas de ébano, hechas en forma de arco, esa boca odorífera, adonde los
dientes de perlas se cubren debajo del más hermoso coral que el mar Mediterráneo
produce, y en fin, la disposición, las facciones, aire y ademanes de este cuerpo (milagro
de naturaleza) me asegura y hace conocer que sí, que es mujer. Pero, ¿débolo creer? Si es
tal, ¿cómo es posible que cosa tan linda y hermosa sea tan melindrosa y cruel? ¡Ay,
corazón mío! ¿Eres tú sólo el que siente la experiencia de tan grande fiereza, en esta
belleza la más rara que tiene el universo? ¿Es a ti sólo que la fortuna se muestra contraria,
9
Tratamiento de la dama de acuerdo al amor cortés. Concepto medieval del amor que idealiza a la dama,
convirtiéndola en una diosa, en una enemiga, por quien el caballero hace sacrificios y hazañas a fin de
demostrar su devoción.
10
Aquí retoma la historia don Henrique.
11
Habla otra vez don Diego.
12
Color rosado, claro y suave de la aurora. Galicismo.
150
y que el amor ha puesto tus esperanzas en un lugar tan ajeno de compasión para el
aumento de tus penas? ¡Ay, cruel enemiga! ¿En qué te he ofendido? ¿Es acaso por amar
la virtud que pienso está escondida debajo del resplandor de tu rostro? ¿Es por haber
deseado de participar en tu modestia, con mi vergüenza y al precio de tu castidad, con el
efecto de mi continencia? No es el apetito carnal el que guía mis pasiones ni tampoco
otro deseo que ofenda tu honra, sino un bueno y santo pensamiento de tenerte por esposa.
¡Ay, Leonora! ¿Por qué aborreces a aquél que te ama sobre todo lo criado? ¡Ay,
desdichado e infeliz, don Diego!13 ¿Por qué amas a quien te aborrece?”
Oído que hube este nombre de Leonora14, se faltó bien poco que mi alma no
siguiera la respiración de aquél que la había mentado porque empecé a temblar con
movimiento más pronto que si todas las partes de mi cuerpo fueran cubiertas de azogue,15
creyendo que aquél que continuaba aun más que antes, en sus quejas, endilgaba sus
palabras y exageraciones de amor a aquélla que mi alma adoraba. Estuve escuchando
otras muchas locuras y disparates que en la vehemencia de su mal le hacían salir de lo
más profundo de sus entrañas, con grande afecto y sentimiento, averiguando mis celos, y
enterándome cuanto más hablaba de lo que mi corazón había sospechado. Y como vi que
continuaba sin hacer ninguna pausa, deseoso de ver quién era aquél que con tanta pasión
quería a aquélla que yo pensaba ser sólo digno de su amor, pues me había escogido entre
todos por tal, me levanté del suelo lo más paso que pude, para ver si le podía columbrar
desde allí. Vile, puesto que hube los ojos entre las ramas de los árboles, que ante mí
estaban, asentado a la orilla de un arroyo cristalino, que con espacioso y prolijo curso
13
Aquí don Diego concluye sus quejas por el sufrimiento que le ha causado Leonora.
Aquí retoma la historia don Henrique.
15
Azogue. Mercurio. Don Quijote I, XXI. “Y ¡Cómo si llevaba azoque!- dijo don Quijote-, y aun una legión
de demonios, que es gente que camina y hace caminar sin cansarse toso aquello que ese les antoja.” (1998,
400).
14
151
vertía su corriente debajo las entretejidas ramas, que a su clara y limpia agua cubrían. Y
aunque naturalmente soy compasivo y piadoso, hubiera querido (si voy a decir verdad)
que cada ojeada que daba sobre él, hubiera sido un balazo de cañón, tan grande es el
aborrecimiento que un hombre tiene a otro que pretende de inquietarle, un tan sabroso y
dulce contento como es aquél del amor. Por más que consideré su rostro, traza y talle, no
fue posible que me pudiera acordar haberle visto en mi vida, lo que me hizo creer que
pudiera ser otra Leonora y no la mía, aquélla por quien ese caballero había dicho tantas
cosas, porque no me podía persuadir, que tanto amor como había significado por sus
quejas, me hubiera podido ser tan oculto, ni aquél que lo padecía tan incógnito a mis ojos
como estaba, si su mal procedía de la misma aljaba16 que había salido el mío, que fue
causa que volviéndome a sentar, estuve así buen rato combatido de mil pensamientos y
diversas imaginaciones, sin osar ahondar demasiadamente lo verosímil que la primera
duda me había puesto en el alma de miedo de que no resultara de esta curiosidad algún
dolor que trajera de todo punto con su agror17 y amargura, mi muerte con la conclusión
de los celos. Aunque todo hombre de entendimiento no puede tomar sujeto de tenerlos
cuando otro que él amara, lo que él ama, si la cosa amada en lugar de amar a otro más del
que aborrece. Acabado que hube de desterrar de todo punto, estas fantásticas quimeras de
la imaginación, el sol con la privación de sus rayos me hizo entender que la hora de
recogerse se llegaba, que fue causa que volviendo a tomar la misma orilla, que poco antes
pisado había, me fui con un paso algo tanto lento y tardo (por no pagar al cansancio, el
censo de mi contento si en mí podía caber) hasta llegar al barco.
16
Aljaba. Es el contenedor de las flechas del soldado o cazador, y en este caso de las flechas del amor que
han tenido ambos amantes.
17
Agror. Lo mismo que agrura o agrio.
152
Pasé de la otra banda,18 y salido que hube del barco me fui sin detenerme en
ninguna parte a mi casa, adonde llegado me acosté tan presto en mi lecho, deseoso que el
sueño se apoderara de mis sentidos, para privar mi corazón, del peso que tantos trabajos
causaban en él todos los días. Pasé parte de la noche lo mejor que pude una vez
durmiendo y otras veces soñando. La vez que dormía descansaba, y la vez que soñaba
trabajaba mis espíritus, con no menos violencia que si real y verdaderamente hubiera
tenido el remo en las manos, y el comitre19 a las espaldas. ¡Oh, fuerza incontrastable de
amor! ¡Qué absoluto que es tu imperio! Los reyes y grandes monarcas dominan sobre los
hombres, y tú sobre todo lo criado. Ellos obedecen a Dios, y los mismos dioses te han
obedecido porque los más doctos y excelentes ingenios que la antigüedad celebra,
conociendo tu poder, le representan (aunque debajo de fábulas) tan absoluto, que sin
hacer escrúpulo de la divinidad de sus dioses, los hacen marchar debajo de tus banderas.
Este pues señor, dándome entre sueño mil arrebatos y mil asaltos, me representó a mi
Leonora que estaba acabando de dar los postreros suspiros de su vida, sobre un cuerpo
difunto, y el caballero que había visto en la arboleda, no muy lejos del lugar donde
estaban los cuerpos muertos con un pistolete en la mano, diciendo: “Ya no tengo
competidor.”
Desperté con sobresalto dando unas tan crecidas y apresuradas voces, que dos
pajes que dormían en un aposento pegado al mío, despertaron al ruido y vinieron a mí,
pensando que algún accidente me había sucedido. Halláronme tan fuera de mí que todas
las facciones de mi rostro y acciones de mis manos parecían antes los gestos de un loco
18
Lado, parte.
Comitre. Cierto ministro que había en las galeras a cuyo cargo estaba el castigo y rigor usado con
remeros y forzados.
19
153
que de hombre cuerdo. Viendo que mi accidente continuaba, no atreviéndose como
criados de llegarse a mí, de miedo de enfadarme, fueron a buscar a un amigo mío que
vivía frente a frente de mi casa, al cual de ventura hallaron ya levantado y con botas para
ir de camino. Trajéronle, pero a tiempo que mi entendimiento estaba un poco más
sosegado, que fue causa que sin mostrarse demasiadamente importuno, se fue a su viaje y
me dejó a mi con la soledad, merced que estimé más que si me hubiera dado un reino,
porque mandando a mis criados salir del aposento, despedí de mis ojos un Nilo de
lágrimas, y desatando mi lengua, formé un millón de quejas, como si real y
verdaderamente fuera verdad lo que soñado había.20”
20
Estas comillas acompañan las de la página 144 (Pues que el tiempo […]) para acabar el diálogo de don
Henrique en este capítulo. La conversación continúa en el siguiente capítulo.
154
Capítulo II
“En esto acababa de descubrir el alba su rosado rostro21, y la agorera22 corneja, a
acompañar con su melancólico canto, mis tristes y fúnebres endechas,23 pronosticándome
con sus espantables graznidos, el futuro rigor que el cielo había de usar conmigo en el
cuerpo de mi querida prenda. No me pude levantar aunque el sol por estar ya muy alto
reprendía mi pereza, porque faltándome las fuerzas, me faltaba el ánimo para ello, que
fue causa que estuve todo aquel día en la cama.
Al anochecer me vino a ver uno de mis íntimos amigos24, el cual apiadándose (a
lo que decía) de mí, por verme tan flaco y tan deshecho, me conjuró con todos los
encarecimientos que pudo y supo, de declarle lo que tenía porque no podía creer que esa
inquietud y continuo llanto que a costa de mi salud hacía todos los días, procediera de
otra cosa que del amor que tenía a alguna mujer. Quíseme excusar de descubrirle la
verdad de mi mal llevando las palabras por el mejor camino que pude. Mas él que venía
armado de malicia y picado de la misma espina que me había herido, me volvió a suplicar
y a apretar con tanto ahínco y afición que se lo dijera, que yo viéndome desapercibido de
palabras y de razones bastantes para hacerle desviar de aquella opinión, se lo confesé,
contándole, después de haberle hecho jurar, que lo tendría secreto todo cuanto pasaba con
Leonora.
21
Aquí continúa el relato de don Henrique.
Agorero. El que pronostica, conjetura, y vaticina los sucesos futuros, prósperos, o adversos, por medios
que no tienen conexión alguna con ellos.
23
Endecha. Canción triste y lamentable que se dice sobre los difuntos y en los funerales, en alabanza de los
muertos. Loubayssin habla de las costumbres de los entierros en su novela Los engaños deste siglo en la
parte V, Cap. II. “Quien ha visto jamás alternar endechas alrededor de un difunto por la viuda, mujer, hijos,
parientes y amigos entre la gente rústica de Gascuña, cuando le quieren dar sepulcro, puede muy fácilmente
colegir por este ejemplo las exclamaciones que cada amigo del herido hacía.” (140)
24
Don Pedro, un amigo que luego traiciona a don Henrique y Leonora.
22
155
Aprobó mi pasión, y me alabó el sujeto, diciendo que tenía por imposible de
haberle podido escoger más digno de ser amado, no solamente en Sevilla, más aun en
todo el reino, y que pues le aseguraba de la buena correspondencia que entre Leonora y
yo corría, le dejara a él hacer, que a pesar de todos los imposibles que le había
representado, me prometía de descubrirme un remedio capaz de atropellarlos. Si estas
palabras me alegraron, imagínelo a aquél que herido de la flecha de amor ha oído resonar
a sus oídos otros semejantes, porque aquél que no se ha visto atado debajo del mismo
yugo no lo puede saber ni lo puede sentir. Fue de manera que lo tengo por tan imposible
de poderlo decir, como otros pondrían dificultad de quererlo creer. Enlacé su cuello con
mil abrazos, dándole más gracias, que su promesa no tenía de letras, rogándole con mil
encarecimientos, me declarara la manera conque podría venir al cabo de lo que me
prometía, el cual después de habérmelo asegurado, con juramentos y otras promesas,
tales que la ocasión y casi mi incredulidad le convidaban, me habló de esta manera:
“Estando25 los días pasados en casa de un pariente mío, vino un caballero de muy
buena traza a visitarle, acabados que hubieron los cumplimientos, la mujer de mi pariente
le dijo a este caballero, que venido había:
“Contento estará señor, don Diego, por verse tan cerca de la víspera de sus bodas,
y no sin razón, porque le ha Dios favorecido mucho en darle una mujer, que no solamente
en hermosura, pero en todas las más partes que debe tener una señora principal, sobrepuja
a todas las mujeres que tiene hoy España.” Abrí el ojo y presté atención a la respuesta26
(deseando de saber el nombre de esa señora, a quien mi prima daba tantas alabanzas) y
fue de esta manera:
25
26
Aquí habla don Diego.
Aquí habla don Pedro, el amigo de don Henrique.
156
“Más gracias debo a su pensamiento27, señora, que a mi fortuna, por haberse
mostrado conmigo tan ingrata como sus pensamientos favorables. Porque la señora
Leonora, conociendo tener en sí todas las gracias que se le han dado, las quiere guardar
para otro caballero de más merecimientos que yo, dando por respuesta a su tío cuando le
habló de mí, que antes esposaría a la muerte, que no al marido que le quería dar. Miren
un poco qué desvergüenza de doncella, hablando con un hombre a quien se puede dar
antes título de padre que no de tío.”
“Mi prima espantada de esto28, como aquélla que sabía la voluntad del tío, por ser
hermana de su mujer, le hizo muchas preguntas, para ahondar el negocio y saber en qué
estado quedaba, la repuesta de las cuales iba con esta sustancia. Que el tío, oído que hubo
estas razones, vencido de la grande cólera que tomó por ellas le dio un bofetón, jurando al
nombre de Dios y por el alma de su hermano, que antes de un mes la había de casar con
él, o venir a la extremidad que le había dicho. Después he sabido cómo este don Diego es
mayorazgo y de más de doce mil escudos de renta, y tan enamorado de tres, o cuatro días
a esta parte, de Leonora, que no puede vivir hora ni momento sin ella, que ha sido causa
que vencido de su pasión, se ha ido a poner esta noche de rodillas a los pies del tío,
rogándole, las lágrimas en los ojos, que por amor de Dios tomara toda su hacienda e
hiciera de ella lo que fuera servido, con condición que le diera a Leonora por mujer, o si
no lo quería así hacer que le matara con su propia espada. Esto es, en suma, lo que pasa,
de saberte decir la respuesta que su tío le ha dado, no puede ser hasta después de comer
que me iré a su casa. Porque has de saber, si no ha venido a ti noticia que trató
casamiento con otra sobrina que tiene el viejo, que aunque no es tan rica, ni tan hermosa
27
28
Aquí habla don Diego, y expresa su deseo de casarse con Leonora.
Don Pedro retoma la historia y le cuenta a don Henrique quién es el nuevo pretendiente de Leonora.
157
como Leonora, ha tenido virtud de darme un tan perfecto amor, que a pesar de otros
muchos competidores que he tenido, he forzado con él, el rigor de mi estrella,
atropellando con mis diligencias y buenos servicios, todos los desdenes y términos
crueles que al principio de mi amor usaba conmigo. Mañana se ha de publicar en la
iglesia el casamiento y el domingo que viene ha de ser, mediante Dios, el desposorio. Y
porque quisiera que la amistad que desde nuestra tierna edad hemos profesado los dos, se
fortificase aun más, con una tan dichosa alianza como sería la nuestra, si tu venías a
casarte con Leonora, he venido aquí adrede para ofrecerte mi ayuda, que aunque fingía de
no saber tu amor, estaba muy enterado de él, por habérmelo descubierto muy
secretamente aquélla que ha de ser mi esposa y ver la triste vida que Leonora y tú
hacían.”
No había bien acabado mi amigo de decir estas razones29, cuando un paje me vino
a decir al oído, que a la puerta de casa quedaba un mozo, harto mal vestido, que me traía
una carta, que un tío mío le había dado en Toledo, hícele subir, y tomando la carta de su
mano, hallé escrito en ella, abierto que la hube, estas palabras:
Si la pena que un alma padece, por verse apartada de la cosa amada podría tan
presto matar, como atormentar, mucho ha que la muerte hubiera cobrado de mí el
tributo que las criaturas le dan. Mas por grande que sea la pena, fáltale otra tanta fuerza
para acabar mi vida como le sobra el rigor para atormentarme. Con todo eso, por
grandes que sean mis ansias, son aun mayores mis desdichas, porque te aseguro, bien
mío, que llegan a tanto extremo, que si en medio de mis tribulaciones el amor que sé que
me tienes, no me consolara, me muriera muy presto. ¿Y qué mayor desgracia podría el
29
Aquí habla otra vez don Henrique.
158
cielo enviar sobre mí, que de ponerme en contingencia de perder esta consolación, por
medio de un tío, que tiránicamente y a toda fuerza me quiere casar con otro? Si su
impertinencia continúa más, yo te avisaré, aunque temo que el remedio venga tarde
porque le hallo tan obstinado en su opinión, que creo que otro que Dios, o la invención
que el amor nos podrá dar, evitará nuestra ruina. Si me amas, como yo te amo, busca el
remedio para atajar el curso de nuestra desgracia y sacarme presto de este golfo de
miserias, que a no hacerlo así no te quejes después de mí, si por no haber sabido gozar
de la coyuntura, pierdes aquella que te estaba guardando, el título y nombre de tu cara
amiga y de leal esposa.
No pude, por más que quise, disimular la alteración que mi alma sintió, viendo
que la carta que mi Leonora me escribía, confirmaba lo que mi amigo me había dicho, y
viendo ser lance forzoso el enseñársela pues le había descubierto mi secreto y había
podido reparar30 mientras la leía, mi turbación, se la puse en las manos para que la leyese,
pidiéndole después que la hubo leído, consejo sobre lo que había de hacer, por no perder
aquélla sin la cual mi alma no podía vivir sino en perpetuas tinieblas. Díjome que se
holgaba mucho de haber sido el primero, que me había dado aviso de lo que pasaba entre
el tío de mi Leonora, y ella, y que si el solo pensamiento de creer, que yo le tendría por
verdadero amigo (por haberme descubierto el peligro, en el cual mi casamiento estaba)
me daba tanto contento que podía asegurarme que lo tendría mucho mayor, si por su
medio y ayuda yo venía a evitar ese peligro y casarme con mi dulce querida. Porque
esperaba que hecho que me habría este servicio, no dudaría otra vez de su amistad, y le
30
Reparar. Atender, considerar o reflexionar.
159
descubriría más presto que no había hecho mis secretos para poner en ellos el remedio
que pensaba dar a éste.
No me detuve mucho en darle gracias de los ofrecimientos que me hacía, porque
tenía mi corazón puesto en otra parte, contentéme de decirle en cuatro palabras que era
tan agradecido de la merced que me hacía que en todos los días de mi vida la tendría
escrita delante de los ojos y que procuraría de renconocerla al precio de mi sangre, por no
quedar ingrato a las inmortales obligaciones que le tendría, si por su orden, pues tenía tan
libre la entrada en aquella casa, podía sacar de ella a mi Leonora. Porque me parecía ser
del todo imposible de poderla alcanzar por esposa de otra manera. Respondióme a esto
que lo creía así y que no pusiera duda en que a costa de su vida y de su honra, escalaría
por mi servicio, no solamente esa casa que decía, más aun como otro Nembrot,31 el cielo
si supiera que por temeridad viniera algún bien de mi contento. Saltéle de puro
agradecimiento, oído que hube estas palabras, al cuello, dándole mil gracias del celo que
mostraba tener a mis cosas, mas él, queriéndome mostrar que no se deben dar las gracias
de un bien prometido hasta que los efectos señalen las obligaciones, interrumpiendo mi
discurso, me dijo:
“Por no gastar muchas palabras, se ha de negociar de esta manera. Responderéis a
la carta que Leonora os ha escrito, y le diréis en vuestra carta, que si se quiere determinar
de salir el viernes a la media noche por la ventana de su aposento que sale a la calle, que
os lo envíe a decir por mí, a quien diréis haber declarado vuestro secreto por conocerme
por uno de vuestros más antiguos y perfectos amigos, y que tan presto que habréis
recibido la respuesta apercibiréis todo lo necesario. Pero esto que digo ha de ser adornado
31
Nembrot. Descendiente de Noé. Excelente guerrero y cazador. Llegó a ser el primer poderoso en la tierra.
Génesis 10:8,9. Se menciona en El Quijote II, Cap. LXIX, en la aventura de Altisidora.
160
de los encarecimientos y dulzuras de amor que se suelen escribir entre amantes, que lo
demás yo lo tomo a mi cargo, prometiéndoslo so pena de mi vida, de encaminar el
negocio a tan buen fin, que a pesar de don Diego y del avariento viejo, que vengáis a
gozar, en paz y quietud, de vuestra Leonora y aun de toda su hacienda.”
Parecióme bien lo que don Pedro me había dicho (que así se llamaba mi ingrato
amigo) y sin gastar más tiempo en consultar otra cosa, mas que aquélla que mi alma tenía
por la mejor, y más corta, tomando tinta y papel escribí en mi carta, entre mil ternezas,
quejas de amor, de la fortuna y de ausencia, lo que don Pedro me había dicho, dándosela
después de haberla cerrado para que la diera a Leonora, con la cual, y con mil ruegos y
otros tantos abrazos se fue, dejándome aliviado en vano de los trabajos de la pasada
noche”.
161
Capítulo III
“Creo que no solamente yo32, que tengo el pecho sencillo, y sin malicia, mas el
hombre más cauto y sospechoso del mundo hubiera creído, conocido que hubiese el buen
natural de don Pedro, sus virtuosas costumbres, la amistad que me tenía y visto con qué
afecto me había hablado, que sólo una voluntad llevada de un ardiente deseo de servirme,
le había hecho decir las palabras que él propio y sin la persuasión de nadie me había
tenido. Y cierto todas las veces que vengo a considerar cuán diferente era lo que pensaba
de lo que decía, como se ha visto por los efectos, me parece que su culpa ha sido más
grave que el castigo no fue riguroso. Porque así como la maliciosa serpiente engañó a
nuestro primer padre con sus blandas y fingidas palabras, así este traidor de mi amigo, me
embelesó con las suyas, degollándome con mis propias armas y labrando con su maldad
la cuerda con la cual su miserable fortuna le dio después garrote, como se verá muy
presto en la continuación de mi discurso.
Haz de saber, señor, que el interés, verdugo de la conciencia, y piedra imán de la
voluntad de los hombres, había tocado el corazón de este mi desleal amigo,
representándole con qué gusto podría pasar esta vida, si su dicha le podía dar por mujer a
Leonora, y con ella los grandes bienes que su padre le había dejado. Y como nuestro
entendimiento se inclina fácilmente a las cosas mundanas, desvanecióse tanto con este
pensamiento, que el solo deseo que insensiblemente había tenido de verse en aquel
contento, le dio atrevimiento para venir a emprender de veras lo que el pensamiento, y el
deseo le había representado de burlas, que fue causa que así como el pintor que quiere dar
32
Don Henrique continúa su narración.
162
el resto de su ciencia a la perfección de un cuadro, así este nuevo tracista, dibuja, borra,
quita, y añade, probando en su entendimiento cómo y de qué manera podía entablar el
principio de su pretensión, sabiendo que sin azar del tío, y encuentro dichoso de su
fortuna, no le sería posible de llegar al puerto, donde sus esperanzas habían puesto la
proa. Al fin viendo que todo el toque de este negocio consistía en tener libre la entrada de
la casa del tío de Leonora, descubrió a esa su prima hermana de la mujer del tío, su
pensamiento, prometiendo darle dos mil doblas,33 si por su medio podía venir al cabo de
su intento. Esta vieja vencida del interés de esta promesa, y deseosa del bien y fortuna de
su primo, le prometió de darle la mano, y de emplear en ello un particular cuidado.
Entraron, por no perder tiempo, en consulta, por ver entre los dos, lo que se había de
hacer, para poner la primera piedra en el edificio que su antojo le había labrado en el
pensamiento, determinando después de haberlo bien considerado, que don Pedro
fingiendo de estar enamorado de Ercila, la haría pedir por mujer a su tío, la cual sabía no
le habría de rehusar, tanto por la igualdad, que en todo y por todo, había entre ellos, que
por algunos achaques, que la dicha Ercila tenía. Y de esta manera podría con la
conversación que vendría a tener con Leonora, enamorarse de ella, siendo como era
hermosa, y que por lo demás, lo dejara hacer al amor que el procuraría dominando una
vez en su corazón, de apoderarse de aquél de Leonora, y de descubrirle entonces, los
remedios que en aquella hora ignoraban ambos.
Con la presteza que se había dado esta traza, se apresuró la obra, porque la prima
de don Pedro se dio tan buena maña, que en menos de ocho días quedaron Ercila y él
33
Otros ejemplos en obras anteriores aparecen en: Primer Acto; Libro de Buen Amor. “Madre, señora -le
dije-, no dejaré de pagar; toda mi hacienda y mi casa están a vuestro mandar. Tomad, por lo pronto, un
manto; partid, no hay que demorar” (v.719) La Celestina, Calisto: Duda traigo, madre, según mis
infortunios, de hallarte viva. Pero más es maravilla, según el deseo, de cómo llego vivo. Recibe la dádiva
pobre de aquel, que con ella la vida te ofrece.” (1985, 111)
163
apalabrados, ganando este nuevo Ulises con esta fingida ceremonia libre entrada en casa
de mi Leonora. Viéndose pues a la vista de la fortaleza que tanto deseaba apercibió sus
tiros y dispuso sus pensamientos al asalto, creyendo hacer portillo34 en el corazón de mi
amada, al primer tiro, pero los efectos vinieron a ser tan contrarios a sus pensamientos,
que el tiempo le vino a mostrar, que muchas veces lo que se piensa alcanzar en un día, no
se alcanza nunca. Y que un desbocado gusto arroja las más veces el deseo del hombre a
emprender cosas, que en lugar de venir a tener por ellas, el contento que sus vanas
esperanzas le habían figurado, venirle un arrepentimiento de haberlas emprendido, por
hallarse más cargado de pesadumbres y enfados, que no le podía resultar del contento,
cuando real y verdaderamente le hubiera sucedido, el bien que se le había prometido, y si
nunca nadie tuvo ocasión de arrepentirse, por haber emprendido algo, fue éste, porque al
instante que hubo visto la incomparable beldad de Leonora, su alma imitando los ojos de
aquél que ve tañer a un diestro músico un laúd, que si ve que el canto de boca va al
mismo grado de perfección que la armonía del instrumento, se queda mucho más absorto
y embelesado, que si hubiera solamente visto puntear solas las cuerdas del instrumento.
Así este fingido amante de Ercila, considerando esa peregrina35 beldad, acompañada de
tantos bienes temporales, tuvo mayor arrebatamiento, y se dejó ir con más consideración
a la contemplación de las prendas naturales que Leonora tenía, que si no tuviera otro
objeto delante los ojos, que la sola hermosura, o la sola riqueza. En fin todas estas cosas
fueron parte para que sin pensar que se empeñara tan de veras en su amor, que los días le
eran noches, y las noches verdaderos infiernos. Porque si padecía, no se osaba quejar, o si
34
Portillo. La abertura que hay en las murallas, paredes o tapias. También por semejanza se dice de otra
cualquiera cosa que abre entrada y paso.
35
Peregrino. Se toma algunas veces por extraño, raro, especial en su línea, o pocas veces visto.
164
se quejaba había de ser con tanta discreción, que el solo cuidado y recato que estaba
obligado de guardar, por no descubrir tan fácilmente su pasión, le tenía en perpetuo
tormento. Mas los ojos, que no son tan sufridos como el alma, enviaban como mensajeros
los recaudos,36 descubriendo los más secretos pensamientos del corazón a Leonora, con
tanta destreza que Ercila no lo podía conocer, por más que el amor (que ya tenía a su
amante) le abriera los suyos. Pero no hay mayor ciego que aquél que no quiere ver, ni
mayor sordo que aquél que no quiere oír, porque si Leonora veía el fuego que don Pedro
echaba por los ojos, no se daba por entendida, o quizá no caía en ello, como suele suceder
ordinariamente al que no ama, que con tener el amante los ojos casi siempre sobre él, no
repara, ni cae en la cuenta de mucho tiempo. Y esto es lo más cierto de creer que Leonora
no cayó en ello, porque si conociera que don Pedro la amaba, no se fiara, como lo hizo,
(muy a costa suya y mía) de él por ninguna vía. Continuó don Pedro muchos días, su
enredo, mostrándose apasionadísimo de Ercila, dándole amor materia bastante para
hacerla creer ser amada de él, con mil ternezas que le hacía decir, con representarle la
hermosura de Leonora. También lo creía con tantas veras la pobre cuitada, que se
imaginaba, que si su don Pedro daba en gentil, le levantaría en el altar de su gusto su
estatua, para adorarla, como hicieron los hijos de Israel al becerro de oro. Este
pensamiento que tenía de ser así amada, sirvió de mucho al engaño porque pareciéndole a
ella que sería ingratitud muy grande si no le pagaba con buena correspondencia la
afición, que como hemos dicho creía que le tenía, puso en él un perfecto amor, y tan
perfecto, que le declaró todos sus pensamientos, y aun aquéllos de Leonora su prima,
hasta descubrir el amor que me tenía, como me había dado palabra de casamiento, la
36
Recaudo. Lo mismo que recado.
165
defensa que su tío me había hecho de no entrar más en su casa, a ella de no hablarme más
en su vida, y el tormento que los dos padecíamos por una tan cruel ausencia.
Todo esto pasaba en aquella casa, y don Pedro estaba ya al cabo de su paciencia,
por los muchos y grandes tormentos que su amor le daba, cuando el tío de Leonora,
viendo que su sobrina estaba ya de edad para ser casada, le quiso dar por marido al
mismo don Diego que don Pedro me había dicho, y aquél que en la orilla del
Guadalquivir, puesto en medio de aquella frondosa arboleda, que hemos dicho, había
oído quejarse, lo que viendo este pobre desdichado, temiendo que si las cosas iban tan a
la larga, se quedase sin aquello que tanto amaba. Forjó la más infame traición, que en
pecho villano haya podido caber. Que fue de venirme a persuadir con los medios y
astucias que tengo dichas, de sacar de casa de su tío a Leonora, y a mostrarse con sus
fingidas palabras tan amigo de mi bien y de mi contentamiento, que no pudiese dudar por
ninguna vía de su fidelidad, determinado si su dicha se mostraba tan favorable a sus
deseos, como su pensamiento se lo hacía creer, que una hora antes del plazo que entre
Leonora y yo habíamos tomado para sacarla de casa, de hacer tomar por doce hombres
muy bien armados todas las entradas y salidas de las calles, que venían a dar en aquélla
donde ella vivía para que yo no pudiese pasar, ni hallarme a la hora del concierto al lugar
aplazado. Y que entonces él se allegaría a él, y haría las señas que entre nosotros
habríamos ordenado de hacer, asegurándose que la oscuridad de la noche, el silencio y el
cuidado que pondría, de imitarme en todo, le tendría encubierto y secreto, hasta haber
dado con ella en una casa que tenía en un rincón de la ciudad, muy remoto y apartado de
su barrio, y que estando allí se prometía de hacerle tantos regalos y caricias37, que al fin
37
Caricia. Halago, agasajo, demostración amorosa.
166
vendría a ablandar su corazón, y la traería a su voluntad, aunque fuese más dura que un
mármol.
Ésta fue la ocasión que le trajo a mi casa, esa mañana, cuando con ruegos y
porfías me hizo declarar, mal de mi grado, los más secretos pensamientos que tenía. Y
cuando mi desgracia, para más facilitar su maldad y descubrirle mejor la senda de mi
desdicha, quiso que en su presencia se me trajera esa carta que me escribió Leonora.
Porque tan presto que hubo tomado de mí la respuesta, como hemos dicho, y tornamos a
decir, para volver a tomar el hilo de nuestro discurso, se fue a su casa, persuadiendo,
llegado que fue en ella con sus halagos ordinarios a Ercila, de emprestarle la mano en
este negocio, y de hacer con Leonora, que tuviera por bien, que él le diera de su propia
mano mi carta, y de decirle que deseaba con grande ahínco y afición, ser el instrumento
para que lo que venía en ella se ejecutara, lo más brevemente que ser pudiese. Porque
pensaba pagar con un servicio tan agradable, como sería aquél que haría a su amigo, si
ella gustaba de poner en efecto lo que le escribía por la carta, lo mucho que le debía, y
estaba obligado de hacer, por leyes tan inviolables como eran aquéllas que corrían entre
ambos.
Todas estas razones fueron representadas a Leonora, por Ercila, con tanto efecto y
exageración de la amistad que don Pedro me tenía, que Leonora tuvo por bien, oído que
las hubo y leído mi carta de hacer todo cuanto ellos quisieron y yo le mandaba. Dilatóse
aun algunos días la conclusión de esta maldad, los cuales don Pedro quiso dejar pasar
para asegurarnos más de su fidelidad, y enterarnos con mil indicios y objetos de hombre
de bien, que sola una grande voluntad, nacida de la buena amistad que me tenía, le había
hecho tomar a pechos mi negocio. Y así como vio la ocasión propia, para ejecutar su
167
maldito deseo, me hizo escribir otra vez a Leonora una carta por la cual le decía en pocos
reglones lo que se sigue. Que por no dejar pasar la ocasión, la suplicaba con todos los
encarecimientos que podía, que el viernes a las once en punto echase la escalera de seda,
que le había enviado por don Pedro, por la ventana, que caía a la calle, y que yo me
hallaría bien apercibido al puesto, y la llevaría a lugar secreto, y a donde podríamos vivir
ocultamente, hasta haber apaciguado el enojo de todos sus parientes, y principalmente el
de su tío.
Visto que hubo Leonora mi carta, dando fe, y crédito al mensajero, y más a mi
amor, se determinó, por no vivir entre la muerte y la esperanza, combatida de tantas
dudas, de seguir lo más acertado, que era de hacer lo que yo decía, dando la respuesta de
boca a don Pedro, y con la pluma unos reglones, por los cuales me prometía y aseguraba
de estar al lugar propuesto, puntualmente, al mismo día y hora que le había escrito.
Si mi alma debía de estar contenta esotro38 día por la mañana, cuando don Pedro
me trajo la respuesta, imagínelo cada cual, aunque si va a decir la verdad, no lo fue tanto
como merecía el sujeto, porque la sombra de aquella grande desgracia que me sucedió,
poco tiempo después me hizo sentir al mismo tiempo que leí la carta, lo mismo que siente
el cuartanario39 cuando el frío, en medio de su más alegre rato, le anuncia los ardientes
excesos de su calentura. Pero echando a lo barato este agüero y dando del codo40 a otros
mil que me daban a entender el infeliz suceso, que de mis amores había de resultar, me
fui tras la corriente de mis desdichas, dejando mis esperanzas a la suerte de mi buena, o
mala estrella.”
38
Esotro. Compuesto de las voces Eso y Otro, con el cual se señala, no la primera cosa, o persona, sino la
segunda, tercera, cuarta, u otra cualquiera.
39
Cuartanario. El que padece la enfermedad de cuartanas, una fiebre que dura cuatro días.
40
Dar del codo. Vale despreciar a alguno y apartarlo.
168
Capítulo IV
“Llegó la noche y casi la hora en la cual yo y don Pedro nos habíamos de juntar,
para ir al lugar que teníamos aplazado, cuando un grande y medroso espanto se esparció
por mis venas, por ver que don Pedro tardaba tanto a venir, y estando en esto, oí llamar a
mi puerta. Abajé a abrir, pensando que fuera don Pedro, el que llamaba, mas abierto que
hube, no vi alma viviente alrededor de la puerta, ni me respondió nadie, por más que
preguntase, que quién era el que había llamado. Volvíme a subir espantado del caso, y
abriendo una muestra que tenía en mi faltriquera, vi que se faltaba bien poco que la mano
del reloj no señalara las once. Alborotéme todo, por ver que se me hacía tarde y llamando
a uno de mis pajes, le envié a casa de don Pedro, para decirle de mi parte, que se diera
prisa, porque se pasaba la hora. No había bien acabado de salir el criado, cuando oí
llamar otra vez a la puerta. Asoméme a la ventana, por ver quién pudiera ser, pero no fue
posible, por más que hablé y pregunté, de ver, ni oí responder a nadie, que no causó poca
admiración a mí, y a dos, o tres criados que conmigo estaban, que habían oído también,
como yo, los mismos golpes que se habían dado con el aldaba41 de la puerta. No
habíamos aun bien salido de nuestro embelesamiento, cuando el paje llamó, el cual,
abierto que se le hubo la puerta, me dijo, que los criados de don Pedro le habían dicho
que había más de dos horas que su señor había salido de casa, y que así como se volvía,
había hallado un hombre que le había dicho estas mismas palabras: “Paje di a tu señor,
que aquél que acaba ahora de llamar a su puerta te ha dicho que no salga esta noche fuera
de su casa porque si sale corre riesgo de acabar la vida entre las manos de diez o doce
41
Aldaba. La pieza de hierro, o bronce que se pone a las puertas para llamar, y para asirse de ella para
cerrarlas.
169
hombres, que don Pedro le ha apostado, adrede, para defenderle el paso, que por más
priesa que se dé, y buena fortuna que tenga, no puede llegar a tiempo para evitar lo que el
cielo tiene muchos días ordenado.”
Oído que hube estas razones del paje, más difunto que vivo, revolví en mi
pensamiento mil cosas, para ver si podría dar alcance, al secreto que se escondía debajo
de estas palabras y la tardanza de don Pedro, mas viendo que mi entendimiento se
desvanecía en balde, al escrutinio y examen de tantos y diversos sentidos, que les daba, lo
eché todo a burla, persuadiéndome a mí mismo, con las leyes y buenos preceptos, que
debe tener un buen y verdadero amigo como don Pedro, no quisiera por todo cuanto vale
un imperio usar conmigo de traición en nada. Y que si no había venido a la hora que me
había prometido, y que me importaba tanto, era por hallarse imposibilitado de hacerlo,
por medio de tantos accidentes que de repente, y cuando más descuidados estamos suelen
llegar. Tomé de presto mi espada y mi rodela,42 mandando hacer lo mismo a dos criados,
con los cuales salí de casa, y tomé el camino derecho de los barrios donde mi Leonora
vivía, y no hube bien andado doscientos pasos, que vi a un hombre, a quien cinco, o seis
le acosaban con grandes estocadas. Mandé a los que venían conmigo que diesen tras
ellos, y yo propio, no pudiendo consentir que tal maldad se cometiera con un hombre que
daba tantas pruebas de su valor, me puse a su lado, lo cual viendo aquéllos a quienes mi
espada iba a maltratar alzaron las voces diciendo:
“Como señores, será dicho, que tan hombres de bien, como vuestras mercedes
parecen en sus talles, vengan a socorrer al más pérfido y enorme traidor, que se puede
hallar en toda la redondez del orbe. Aquél por quien vuestras mercedes emplean sus
42
Rodela. Escudo redondo y delgado que embrazado en el brazo izquierdo, cubre el pecho al que pelea con
espada.
170
espadas acaba de dar la muerte con un pistoletazo al más noble y cabal caballero de esta
ciudad, y ha sido causa, que la más noble y virtuosa dama de toda la Andalucía, le haya
seguido con el mismo accidente”.
“Señor”, decía el acometido, “no me desamparen por amor de Dios, porque si he
hecho lo que estos dicen, ha sido por no haber podido resistir a una celosa pasión, que
insensiblemente me ha privado de juicio y hecho cometer lo que mis enemigos dicen”.
Aunque estas palabras, dichas, de una parte y de otra me ponían en la mayor
confusión del mundo, no fueron bastantes de hacerme arrepentir de lo que había
emprendido, antes arremetiendo al número más crecido, con toda la fuerza y furor que
pude, les hice, en breve rato, dejar la calle, sin que ninguno de ellos se atreviera a porfiar
más delante de nosotros. Vínome a dar gracias de la vida, que confesaba haber recibido
de mí, el caballero que socorrido había, al cual no pude responder de buena pieza,43 una
sola palabra, tan grande era la aprehensión que tenía de mi desdicha, al fin, temiendo de
perder la ocasión si me entretenía mucho con él, me contenté de decirle que se pusiera en
cobro,44 de miedo que la justicia no le cogiera, y que otra vez mirara bien lo que hacía,
antes de acometer un delito tan abominable, delante el acatamiento de Dios, como era
aquél del homicidio. Despedido que me hube de él seguí mi camino hasta llegar a la calle,
adonde estaba la casa de Leonora, y llegado, oí un gran ruido, y vi cuatro o cinco
hachas45 que unos hombres traían encendidas en las manos, y gran copia de gente, que
con paso apresurado venían tras ellos. Mandé a mis criados, que se arrimasen a la pared,
y yo propio lo hice así pensando que la bulla que visto había, pasase por una calle que iba
43
Buena pieza. ¡Buena o gentil pieza! Frase irónica que se aplica y dice del que es muy astuto, bellaco y de
malas propiedades.
44
Cobro. Significa seguro o seguridad y resguardo en fuerza de lo cual comúnmente se dice poner alguna
cosa en cobro, ponerse uno en cobro, esto es, asegurarla, o asegurarse y resguardarse.
45
Hachas. En este caso significa “antorcha de cera con que se alumbran.” Covarrubias.
171
a la mano izquierda, mas viendo que entraba por la misma calle, donde estábamos,
metímonos en una casa que se labraba de nuevo allí cerca, para que pasasen sin podernos
ver.
No fuimos bien entrados en ella, cuando oímos otra mucha gente, que venía de
esa otra parte de la calle, a lo cual teniendo mucho cuidado, vimos que se juntó con la
otra. Empezó entre ellos después un sordo ruido, el cual continuando por una larga pieza,
vino a acrecentarse y trocar su forma en otra más clara, con la cual pudimos oír (con ser
más lejos de lo que convenía para oír bien distintamente las palabras) estas u otras
semejantes razones. Que el caso era el más extraño del mundo, la lástima grande y el
espectáculo horrendo. Y que se había de dar luego aviso al dueño de casa de aquella triste
tragedia, para saber quién podía ser el autor de ella. Éstas u otras que traían con ellas el
propio sentido oí, sin poder colegir46 la ocasión porque se decían, hasta que se me
representó el sueño que pocos días atrás había soñado, y el encuentro que acababa de
hacer de aquel hombre a quien había guardado la vida. ¡Oh, Dios! ¡Y qué palabras serían
menester para decir el dolor que mi alma sintió cuando la memoria de este triste sueño
me representó el cuerpo de mi amada Leonora en el miserable estado que hemos dicho!
Sueño fue, pero entonces cosa muy verdadera, pues los hados la tenían en el mismo
estado, que el sueño me había representado. ¡Ay, muerte inexorable! ¡Y cuán aparejada
está tu corba guadaña, para atormentarme! Aquella noche, me llevaste aquélla que había
de ser mi esposa, y ésta pasada aquél que me había puesto en el mundo.”
46
Colegir. Vale inferir, deducir, hacer argumento y consecuencia de una cosa a otra, por lo que se ha visto,
leído, u oído.
172
A estas palabras calló47, sin poder pasar más adelante, porque le dio un tan
profundo desmayo, que Sicandro, entendió que había dado el alma tras la exclamación
que había hecho, porque por más que le llamó y roció su rostro, con agua que tomó de
una fresquísima fuente que en la misma ermita estaba, no fue posible de volverle el pulso,
que como muerto tenía ya perdido. Ocasión de que se faltó bien poco que el afligido
mancebo no le acompañara, y principalmente cuando poco rato después, oyó resonar
dentro del hueco de la peña unas voces que con triste y lamentable son entonaban el
Libera me Domine, versos que se suelen cantar al entierro de los muertos. Más como el
miedo se despinta del corazón, cuando la cosa que teníamos por fantasma se convierte en
un sujeto, del cual esperamos tener antes contento que disgusto. Así ese temor procedido
del canto que Sicandro había oído, se convirtió en gozo y alegría, por ver que aquél que
cantaba era el ermitaño. Pero con la misma presteza que se había despedido de su corazón
el miedo, se volvió a apoderar de él otra vez, el asombro, viendo que la gente que venía
con él traía encima de unos palos muy largos un cuerpo difunto. Creyera si no hubiera
visto el desengaño que las preguntas del ermitaño le dieron, que era ilusión y quimera
todo cuanto veía, pero esto y el mismo embelesamiento que vio que ellos tenían, también
como él, le desengañó de todo punto y le hicieron creer ser cosa verdadera.
Satisfecho que hubo a las preguntas del ermitaño, con contarle en pocas palabras
la venida de don Henrique, y el discurso que de sus amores le había hecho, hasta que le
había dado este accidente, en el cual estaba aun. Quiso el ermitaño, viendo que todas las
diligencias que habían hecho, para volver en sí a don Henrique eran inútiles, dar a
Sicandro la misma satisfacción de su viaje, y decirle adónde, cómo, y de qué manera
47
Narrador omnisciente.
173
había hallado el muerto que con él había traído, mas apenas había comenzado su cuento
que el cuerpo de don Henrique comenzó a bullir,48 que fue causa que interrumpiendo su
discurso, fue a tomarle el pulso, a los golpes del cual viendo que había ya de todo punto
vuelto en sí le preguntó que cómo estaba.
“Oh, padre mío”, respondió don Henrique, “y que gran contento es aquél que mi
alma siente, por verme en la postrimera hora de mi vida, entre las manos de un tan gran
siervo de Dios, como es vuestra paternidad. Mas ¿qué es lo que veo cielo santo?”, dijo
bajando sus ojos sobre el difunto. “¿No es aquél que veo ante mí, el cuerpo de mi amado
padre?” En acabando de decir esto le dio otro recio desmayo, lo que viendo los
circunstantes sacaron el difunto del lugar adonde estaba y le pusieron en otra parte, de
miedo que su vista causara en don Henrique otro accidente, porque imaginaron tan presto
que hubieron oído el discurso que Sicandro les había hecho, y las palabras que don
Henrique acababa de decir, que sin duda ninguna se encerraba, en lo que se había dicho
algún misterio.
48
Bullir. Metafóricamente vale moverse con inquietud.
174
Libro Tercero
ARGUMENTO
El ermitaño vuelve con la virtud de una hierba los espíritus de don Henrique, y le
consuela después con sus palabras. Sicandro, deseoso de saber el fin de la historia
empezada, ruega al autor de acabarla, el cual, dado que hubo sepultura a su padre,
queriendo satisfacer a su curiosidad, sale la mañana al levantar el sol de la ermita, con
todos los que estaban en ella, y subido que hubo sobre la más alta peña de la tierra, y de
donde se descubrían las llanuras del mar, continúa allí su triste y piadosa historia,
rematándola, con declarar los extraños accidentes que le habían traído al lugar donde
estaba entonces.
Capítulo I
Más de un cuarto de hora había ya pasado don Henrique en su desmayo, sin que
ninguna parte de sus miembros hubiese dado esperanza con bullirse, de la vuelta que los
sentidos debían de hacer en su cuerpo, que fue causa que los circunstantes tuvieron lugar
de dar entre todos en muchas idas y venidas sus pareceres, tocante a lo que habían visto y
oído, sin quedar enterados todavía del fin que había de tener una aventura tan extraña,
mayormente el ermitaño, a quien la muestra de ella hacía esperar un suceso lleno de
divinos misterios. Y acudiendo a su memoria el secreto de una hierba que naturaleza
había hecho nacer entre otras muchas, que alrededor de la ermita estaban, cuya virtud era
de hacer volver en sí a una persona desmayada, y aun de fortalecer las fuerzas debilitadas
del cuerpo, con sólo acercarla a las narices, salió fuera de la ermita, volviendo cogido que
la hubo, a don Henrique, en su acuerdo. Y después de haberle hecho levantar para que
175
mudase de lugar y recostase su cabeza encima de dos almohadas que se le pusieron
debajo, comenzó a consolarle de esta manera:
“Con razón me ha enternecido tu llanto (hijo) porque según la presencia de tu
persona, pues sientes tanto tu desgracia, debe ser de grande momento tu mal, pero no
pienses, que por dejarte ir más fuertemente al sentimiento de ella, la remedies más presto,
antes la acrecentarás con despertar lo que el tiempo y tu constante ánimo1 te había hecho
olvidar. Los pensamientos tristes engendran la melancolía, y al contrario los alegres el
gozo y el contento. Porque de la propia manera, que los buenos criados muestran en sus
rostros la propia melancolía que su señor tiene en el alma, así todas las partes del cuerpo
sienten interior y exteriormente todos los tormentos y trabajos que el alma padece, por ser
ella la que sustenta y da el ser a todos los miembros. Que así como de una sola centella de
fuego se levantan muchas llamas, y de estas llamas otras muchas centellas, así de una
tristeza, por pequeña que sea, en sintiéndola el alma demasiadamente se siguen de ellas
infinitas. Y si es verdad, que siendo afligida el alma, lo es también el brazo, claro está
que abrirá la herida ya añeja que el brazo había recibido muchos días antes y
consecutivamente aquéllas de las otras más partes del cuerpo. He querido decirte esto
(hijo mío) para darte a entender que es menester dejar siempre el mal para seguir el bien.
Y pues sabes que el dolor demasiado es capaz de enviarte cargado de culpas a una muerte
eterna, y su templanza al contrario, con hacer penitencia, a la vida perdurable. ¿Por qué
no sigues el camino de la vida? Para que el tiempo dé lugar de poderte arrepentir de tus
pecados, y no entregarte tan a carga cerrada, a la muerte que a rienda suelta vas tú mismo
1
Sobre las teorías de los humores y estados de ánimo, ver Galen’s System of Physiology and Medicine,
págs. 216-25; Juan Huarte de San Juan, Examen de ingenios para las ciencias. Ed. Guillermo Serés.
Madrid: Cátedra, 1989, págs. 99-107.
176
a buscar con representarte cosas pasadas, y de quien el poderlas remediar no depende del
poder humano.”
Don Henrique, a quien un increíble contento de oír palabras tan santas había
hecho estar en silencio, oyendo parar las razones del padre, le habló de esta manera:
“Padre mío, yo confieso que la flaqueza ha podido esta vez en mí más que la
razón, pues ha tenido esa virtud de taparme los ojos del alma. Es el accidente alguna vez
tan violento que así como por diestro que sea el caballero, no deja de topar un caballo que
le haga perder un estribo, así el furor de una pasión, fuerza muchas veces el ánimo más
constante de salir fuera del quicio de la razón.”
“Así es, hijo mío”, replicó el ermitaño, “pero de la propia manera que aquél que
ha perdido el estribo hace para cobrarle, y aquél que se ha apartado del camino de la
razón, para volver a él. ¿No deseas tú de volver en ti, y olvidar los accidentes ya pasados,
considerando que por grandes y muchas que sean las desgracias que Dios te haya
enviado, te puede dar, sin comparación, muchos mayores bienes y favores?”
“Bien sé, padre mío”, respondió don Henrique, “que la misericordia de Dios es
tan crecida que, viendo que el hombre lleva con paciencia las aflicciones que por castigar
su culpa le ha enviado, y que en lugar de perseverar en las ofensas, hace penitencia para
ablandar su ira, que por un mal le envía cien mil bienes. Este conocimiento que tengo de
su bondad me hace volver la proa de mis deseos derecho al puerto de su santa morada
esperando que apiadándose de mi sufrimiento hará elección de mi alma, para que estando
recogida allá con aquéllas que han merecido de ir en su santo y sacro colegio, no sienta
más los tormentos que esta mísera vida me da todos los días, o a lo menos me dará
fuerzas para poder resistir a las celadas y lazos que el demonio, enemigo de nuestro
177
descanso, nos suele hacer, a fin que mi alma participe del bien que resultó al género
humano, cuando para rescatarle del pecado que nuestro primer padre había cometido en
el paraíso terrenal vino acá al suelo para padecer muerte ignominiosa entre dos ladrones.”
“Todos esos pensamientos son muy buenos, y dignos de un pecho cristiano”,
volvió a responder el ermitaño, “y cualquiera que con alma pura, y voluntad sincera los
abrazara muy estrechamente debe esperar el fruto prometido que, si bien miramos, son
las cosas de Dios tan ciertas, cuando sus criaturas viven conforme a sus mandamientos.
Que de la propia manera que el sol no puede faltar un solo día de alumbrarnos, ni la
oscuridad de extender su ancho y oscuro velo sobre la tierra todas las noches, así no
puede faltar al que tiene puesta su esperanza en Dios, de tener consuelo por más afligido
que esté. En el golfo de miserias, ¿se vieron el santo Job, Judit, Jonás, y otros mil? ¿Qué
de ricos y de poderosos que eran se hallaron en un volver de manos, en un abismo de
confusión, del cual salieron con sólo volver los ojos al cielo, y reconocer que aquél que
de nada les había ilustrado de tan varias y ricas medallas, los podía sacar de la pena en
que estaban? Afligido estaba el pueblo de Dios, cuando esperaba, orilla del mar Bermejo,
la crueldad de Faraón, que con grande y poderoso ejército venía tras él para degollarle.
Mas así como esos hambrientos lobos querían embestir en los tristes corderos, oyó Dios
la oración de Moisés e hizo apartar de cada lado las aguas, con la cual reparación se
descubrió un camino muy ancho en el medio del mar, por el cual se salvaron los judíos, y
los enemigos, queriéndolos seguir, quedaron anegados y sumergidos. ¿En qué mayor
pena se podía hallar el pequeño José, que en aquélla que tuvo cuando sus propios
hermanos le echaron dentro de un pozo, y después de verse ocupado en el más vil y bajo
oficio de una cárcel, cargado de hierros y de desdichas por la injusta persecución de la
178
mujer de Potifar? Su padre Jacob, cuando su suegro le seguía para matarle a él y a su
propia hija, por haberle robado los ídolos, y a David cuando se salvó para huir de la furia
de Saúl a una cueva, dentro de la cual fue poco después el mismo Saúl para matarle
habiéndole visto entrar dentro. A todos estos sacó Dios de tan grandes y manifiestos
peligros y persecuciones porque las llevaban con paciencia, y en lugar de desear de tomar
venganza de sus enemigos, le rogaban que les perdonase y les hiciese la gracia de
arrepentirse. Esto has de hacer tú ahora, hijo mío, si quieres que Dios te dé fuerzas para
llevar tu pena con paciencia. Perdona pues a tus enemigos, no solamente de palabra, sino
también de corazón, porque a no hacerlo así, sería querer engañar a Dios, y añadir a los
trabajos limitados del cuerpo los eternos del alma. Que si me quieres decir que estos eran
santos, y por el consiguiente, no sujetos a las pasiones corporales, como los otros
hombres, te diré, a más de las razones que te pudiera decir para hacerte creer que depende
de ti y de tu voluntad el serlo también como ellos, que los gentiles con ser privados de la
luz que nosotros tenemos, se ayudaron de la paciencia, para menoscabar y reducir a
menos los accidentes de la fortuna, como se lee de un Bias, de un Cipión, de un
Valeriano, y de otros muchos grandes y poderosos, que caídos de sus estados, hasta la
más ínfima bajeza de la tierra, acabaron dichosamente sus vidas, los unos cobrando la
grandeza que habían perdido, y los otros contentándose de morir pobremente.”
Continuara aun mucho más en sus ejemplos el ermitaño, si Sicandro no le interrumpiera
diciendo:
“Padre mío, aunque nunca me cansara de oír semejantes palabras, como son las
que he oído, le quisiera suplicar de permitir que don Henrique acabe su historia, porque la
ha dejado en un paso tan confuso que no es posible que mi entendimiento pueda concebir,
179
con ser la muestra larga, y muy inteligible, el fin que tuvieron sus amores, ni cómo se
puede hacer, que este caballero difunto, que acaban de traer, sea su padre. Y si va a decir
verdad, me hallo tan asombrado de la novedad del caso, que a no hacerlo así, como se lo
tengo de rogar, si vuestra paternidad me da licencia quedaré en la mayor perplejidad del
mundo.”
“No es menester rogar, sino mandar, a quien tiene tanta voluntad de servirle como
yo tengo”, respondió don Henrique, “aunque me atreveré de preguntar antes al padre, que
se sirva de decirme ¿adónde, cómo, y de qué manera ha podido hallar el difunto que
estaba aquí poco ha?”
“Esto no podrá ser”, respondió el padre, “hasta que le hayamos dado sepultura, y
que sepa yo de tu boca el suceso de su muerte, que bien veo que acabado que habrás tu
historia, me será forzoso de empezar otra, con la cual acabarán mis días (a lo que creo) si
la voluntad de aquél que me los ha alargado hasta aquí es tal.”
Acabada la plática, se dio luego orden al entierro, el cual después de hecho, con
todo el primor que el lugar y la ocasión permitían, se empleó lo que quedaba del día a
alternar las endechas y oraciones, que el sujeto y el sentimiento de él convidaba a cada
uno con el cual ejercicio y un grande discurso, que el ermitaño hizo sobre las miserias de
este mundo, se remató el entierro, y se empezó a dar orden a la cena, que aunque no fue
muy espléndida, fue mucho mejor que aquéllas que el santo ermitaño había acostumbrado
de hacer estando solo porque, sin los regalos de algunas carnes frescas, que la leona que
don Henrique había hallado durmiendo, al medio de la cueva, había traído de algunas
bestias que habían muerto en la sierra, hubo lindos y sabrosos frutos. Acabada que fue la
cena, se dio gracias a Dios, y se apercibieron las toscas esteras para tomar en ellas el
180
descanso, sin el cual no es posible que el hombre pueda pasar, y tan presto que el alba
descubrió su risueño rostro, se levantaron todos, y saliendo de la ermita, se fueron a
sentar encima de la más alta peña, volviendo el rostro hacia el levante y así como el sol
empezaba de asomar su refulgente rostro a los balcones del oriente, don Henrique,
queriendo cumplir con la promesa, que el día antes había hecho, continuó su historia,
diciendo lo que hallaréis en el capítulo siguiente.
181
Capítulo II
“En extraña contienda estaban mis pensamientos, después que mis oídos hubieron
entendido las palabras que este concurso2 de gente había dicho, y mi entendimiento,
cotejado con el sueño, los efectos que la ocasión me ofrecía entonces. Mas como hasta en
los casos más averiguados suele haber dudas y contradicciones, principalmente cuando el
efecto de lo verosímil es contrario a lo que el alma desea, la mía formando entonces,
contra mi sentimiento muchas quejas, se prometió salir con un fin dichoso, de la empresa,
y porque las diferentes voces que se oían, guardaban que las palabras y sentido de ellas
viniesen distintos a mis oídos, por ser medio partidas y revueltas las frases, los unos con
los otros. Mandé entonces a uno de mis criados salir fuera de la obra y que se acercase a
ellos, para que prestando el oído a una sola voz de las muchas que hablaban que pudiese
oír, y contarme después lo que pasaba. Llevaba este criado, por ser muy travieso y tener
enemigos, un pistolete de ordinario en la faldriquera, y oyendo el mandato que yo le
hacía, le sacó, abajó el can,3 y le volvió después adonde le había sacado, para servirse de
él en ocasión forzosa, y así como quiso pasar por encima de una tabla (el foso que se
había hecho para poner los cimientos de la muralla delantera) puso el pie sobre una
tejuela, la cual resbalando al asentar del pie, le hizo caer en el foso, disparando con el
golpe que dio abajo el pistolete, tan desastradamente, que la bala que tenía, le dio por lo
más bajo de la barriga y le fue a salir por el lado del corazón.
El estruendo del tiro, el grito del herido y mi desdicha, se juntaron tan a una que
apenas el asombro del caso, me había dado lugar de acudir al socorro de mi pobre criado,
2
3
Concurso. Copia y número grande de gente junta que concurre en un mismo lugar.
Gatillo (del arma de fuego). Moliner.
182
que al reclamo del espectáculo, vino todo el número de gente que hemos dicho sobre
nosotros. El rigor con que usaron al acometer, nos hizo conocer que era la justicia, a la
cual obedeciendo, más por fuerza que de grado, por habernos sobrecogido y hallado en
ocasión que nuestras armas no nos pudieron defender, nos dejamos llevar a la cárcel
pareciéndoles a ellos, que sin duda éramos aquellos que habían hecho el mal recaudo,4
que poco antes pregonaban a voces.
Aquél que en semejante caso ha caído entre las manos de tal gente, como fue
aquélla que me llevó, puede imaginar en qué estado debía estar mi alma, hallándose
atenaceada,5 sin saber la causa, que cuando la quería preguntar y decir mi nombre a
voces, no me querían oír, y si me oían me respondían por ciertas destiladeras,6 tan ajenas
de mi entendimiento, cuanto la injusticia que se me hacía estaba cierta. Pasó la noche, y
con ella en mí un mapa de confusiones, todo era discurrir, sin que el entendimiento
pudiese parar en una sola razón, que al instante otro pensamiento no la deshiciera. Todo
era añadir a mis males un nuevo martirio, con la invención que mis inconstantes
pensamientos sacaban, y al fin cansado como gozquejo7 escapado de los dientes de
rabiosos perros, me adormí hasta la mañana, que un tío mío vino a verme. Supliquéle,
antes de dejarle hablar una sola palabra, casi las lágrimas en los ojos, y con todos los
encarecimientos que pude, que me dijese la causa de mi prisión, y que después me diría
las reprehensiones que como tío estaba obligado de hacerme, si después de haberle
respondido a lo que diría me hallaba culpado.”
4
Recaudo. En este caso, la mala acción.
Atenacear. Sacar pedazos de carne con tenazas ardiendo.
6
Destiladera. Metafóricamente se toma por el medio sutil ingenioso para dirigir y enderezar alguna
pretensión o negocio.
7
Gozque. Perro pequeño originario de la isla de Gotland, en Suecia.
5
183
“Quisiera yo que me costara todo cuanto tengo”, respondió mi tío, “verte tan
inocente de lo que te acusan, como tu yerro te hace culpado, que si eso fuera, perdidos los
bienes me quedaba la honra entera, instrumento con el cual podía adquirir un imperio, y
todo el bien que hoy poseo no me puede servir, teniéndola perdida por tu causa, sino de
substancia, para conservar el pabilo de mi infamia. ¡Oh, don Henrique! Y que mal
representado tenías en el alma, tu nobleza, y aquélla de los tuyos, cuando con un proceder
tan indigno de un pecho hidalgo, fabricabas la invención de poder ejecutar una traición
tan infame, como es aquélla, por la cual quieren los hados, que vengas a llevar tu cabeza
sobre un cadalso, deshonra y perpetua infamia de todo un linaje!”8
Tocáronme tan al vivo estas palabras, que olvidando casi el respeto que a mi tío
debía, respondí de esta manera:
“Si la razón no me forzara de sufrir de él lo que no sufriera de otro, que de aquél
que me ha engendrado, la respuesta que en este punto le hiciera sobre lo que me acaba de
decir, fuera antes capaz de enviar mi cabeza sobre un cadalso, que la culpa que
temerariamente me da, porque juro por el Dios que nos sustenta que mi prisión es injusta
y todos aquellos que me acusaran de cosas que son contra la honra de un caballero, son
traidores y falsos testigos.”
De esta manera respondió mi tío, escuche lo que se dice, y veamos cuál ha de ser
la respuesta:
8
Encontramos ecos de este discurso en la otra novela de Loubayssin de la Marca, Los engaños deste siglo.
en el capítulo III, de la V parte. Cuando descubierto el engaño de don Francisco, el Corregidor dice lo
siguiente: “¿Que un hijo de un duque, de quien los principios de su valor deberían prometer las victorias de
un Alejandro, siga vestido de un traje tan vil como es el de una hembra, el rabo de una mujer?”
184
“El teniente9 de esta ciudad, por ser muy amigo mío, me ha enviado a llamar esta
mañana, y después de haberme dado el pésame de tu desgracia, y jurado que no había
caído en la cuenta de que tú eres mi sobrino, hasta que se lo dijeron, después que fue de
vuelta de la cárcel en casa, me ha dicho que ayer, pasando a las once y media de la noche,
por la calle de la Sierpe, que unos de los suyos tropezó en un bulto, que por ser la noche
muy oscura, no había podido descubrir desde lejos, y que tentando con las manos lo que
podía ser halló un cuerpo de hombre tendido a la larga. Dio voces, significando por ellas
su asombro, y la causa de él, a las cuales acudiendo el teniente, con una linterna, conoció
ser el muerto don Pedro Gudiel, teniendo cerca de sí a una doncella, que por mostrar en
su rostro, aunque difunto, una peregrina hermosura, verse una escalera de seda tendida
delante las ventanas de don Tomás de Gamboa, en frente de las cuales los difuntos
yacían, se aclaró ser Leonora, la sobrina del dicho don Tomás.” A estas palabras me caí
redondo en el suelo como muerto. Causó en mi tío este sentimiento que vio que mi
corazón hacía en oyendo la muerte de Leonora y de don Pedro, algún consuelo,
imaginando que si mi mano hubiera hecho el golpe, no lo sintiera el alma con tanto
extremo como la mía sentía, que por más arrepentimiento que una persona pueda tener de
haber hecho alguna cosa, no es posible que en oyéndola mentar, se le cubra el corazón
con tanta presteza como hizo a mí entonces. Hizo toda la diligencia que pudo para
volverme en mi acuerdo, una vez llamándome por mi nombre, y otra vez, volviéndome
de una parte a otra. Pero esto, ni todo el artificio que la piedad que tenía de mí, le pudo
dar, no fue bastante de hacerme despertar del profundo desmayo en que estaba. Turbóse
de tal manera viéndose sin virtud de poderme ayudar, y sólo (porque me habían puesto
9
Teniente. El que ocupa y ejerce el cargo o ministerio de otro y es como sustituto suyo.
185
adrede en aquel aposento sin compañía, para que nadie me inquietara) que pensando que
había dado el alma, empezó a soltar la voz pidiendo socorro. Alborotóse la cárcel, y el
alcaide acudiendo con gran diligencia al aposento, hizo salir la mucha gente que había ya
entrado en él, a las voces que mi tío había dado, el cual hecho que hubo la relación de mi
accidente, se hizo tantos y tales remedios que al fin volví en mí, pero tan privado de
juicio, que por maravilla salía de mi boca una palabra concertada, antes esgrimiendo con
los brazos, y sacudiendo a todos los que podía alcanzar, y a mí mismo decía y hacía los
más extraños disparates que se pueden imaginar.
Causó la novedad del caso muchos y diversos pareceres en la cárcel. Cual decía
que la vergüenza de mi pecado me había trastornado el juicio, viendo en un espejo tan
claro, como era la virtud de mi tío la fealdad de mi culpa. Cual lo atribuía a la violencia
del amor, diciendo que la cólera precedida de la furia de los celos, me había hecho matar
ayer una persona por cuya sola vista daría hoy mi vida. Y cual guiado de una
endemoniada malicia, decía, que mi tío me había dado algo, para que desvariando en mis
dichos, no me pudiesen dar tormento, temiendo que confesando mi delito con su rigor,
viniese a acabar mi vida a manos de un verdugo, cuya infamia manchase para siempre su
honra, y aquélla de las más principales familias de toda la Andalucía, cuyas casas y
nuestra eran deudos o aliados.
Como la naturaleza del hombre está dispuesta a creer más presto las impresiones
malas que las buenas, y ser gente ignorante y baja, el ser sospechoso, y la postrer razón,
cuadrando más a la imaginación del alcaide por ser más maliciosa y ser el compuesto del
mismo natural que aquéllos que la habían dado, se quedó tan enterado en ella, que sin
más miramiento ni cortesía, se atrevió de dar en los ojos a mi tío con esta acusación, que
186
hemos dicho, sustentándolo como si real y verdaderamente lo hubiera visto, que me había
dado hechizos, y que su cuerpo había de quedar en prendas del entendimiento que me
había quitado, para que padeciera los mismos tormentos que yo merecía. Estas palabras
dichas, con demasiada presunción y arrogancia, fueron de tan dura digestión para el
corazón de mi tío, que faltándole en el cuerpo el calor natural, para poderlas digerir, entró
en él el artificial, traído con tanta violencia de rabia y cólera, que reduciendo en polvo
todas las consideraciones que debía de tener, le hizo arremeter contra el alcaide,
llevándole de un repelón casi todas las barbas que tenía.
Éste a quien los demasiados respetos que los presos tenían hacía creer su persona
ser sagrada y no sujeta a semejantes accidentes, viendo su barba a tan mal traer entre las
manos de un tan pesado barbero, soltó todas sus fuerzas, y con ellas aquéllas de la lengua,
haciendo y diciendo tantas locuras, que le fue forzoso a mi tío para evitar su muerte de
dársela a él, con una puñalada que le dio, porque se había arrojado sobre él, y le tenía en
tan mal estado, por ser sus fuerzas mayores que las suyas, que a no hacerlo así, le hubiera
ahogado con sus manos. Los circunstantes que durante la vida del alcaide se mostraban
en efectos y en palabras, mas contrarios a mi tío, que no a él, viéndole al fin muerto, a mí
hacer maravillas (todo alocado como estaba) en defenderle, y a otros tres o cuatro presos
de los más acreditados seguir nuestro partido (por haber servido en otros tiempos a mis
padres y a algunos de mis deudos), comenzaron a volver la hoja, y a soñar antes a cobrar
la libertad, por medio de esta confusión, que de vengar la muerte de un hombre que les
había dado muchos malos ratos.
Como la voluntad de muchas personas discretas, con ser conformes, si no se halla
entre ellos un temerario, no sea más de una montaña de estopa, incapaz de poder quemar
187
sin lumbre, resuelto que fue entre todos de coger la ocasión, se fue a buscar el fuego para
encenderla.
188
Capítulo III
Estaba en la capilla un preso por la mala vida de la cual sus culpas le habían
traído a la víspera de su muerte, cuya sentencia se había dado el día antes para que se
ejecutara aquella mañana. A éste pues se le fue a decir muy secretamente, la buena razón
que había, y el buen juego que en aquella hora la ocasión le ofrecía, que no la dejase
pasar, que considerase que su vida era una vela de un cuarto que ardía, y que con ser
verdad que todo hombre debe de estar cierto, que ha de morir, no se puede saber en qué
hora como él, que sabía que la suya se había de acabar en acabándose la vela. Estas
palabras, con otras, que el temor de esta pálida muerte, que veía tan cerca de él le
representó, le hicieron tomar tan a pechos el declararse cabeza de aquel alboroto, que
cada efecto de los que hizo después traía consigo el retrato del premio que esperaba por
él. Lo primero que hizo, salido que hubo de la capilla, fue tomar una hacha que un mozo
del alcaide había olvidado en un rincón del patio, después de haber partido algún madero,
romper los hierros, y cadenas de los galeotes con ella, y otros instrumentos, que para este
efecto entre semejante gente nunca falta, y pregonar a voces que quien quisiese salvar su
vida, conservar su honra, pagar sus deudas, y cobrar su libertad, que le siguiese. Fue tan
grande la vigilancia y maña que esta gente, que eran más de ochenta, se dio en romper
puertas y grillos,10 que al instante se juntaron criminales, y otros, más de ochocientos, que
si algunos, por estar presos por cosas leves y de poco momento no querían hacer así
como ellos hacían, los mataban o los forzaban de hacerlo con grandes y excesivos palos.
10
Grillos. Son dos arcos de hierro en que se meten las piernas, con que se aseguran los reos en la cárcel.
189
Nosotros viendo la llama que se había levantado de tan poco fuego, lo quisimos
apaciguar al principio, pero viendo que el exceso sobrepasaba al remedio, y que como a
banderas de rey obedecía, no solamente a la gente baja, mas también la gente más
granada, nos dejamos llevar de la corriente, mezclándonos con ellos. Decir con qué
ímpetu fueron las cosas, al paradero del designio que los promovedores de ellas lo habían
trazado, no bastaría la más elocuente lengua del mundo a decirlo porque nunca rayo
desbarató con su intrépido furor los soberbios edificios de un castillo con tanta presteza,
como las puertas de la cárcel lo fueron de esta gente, saliendo por ellas con tanto denuedo
y arrogancia después, que sin correr más de un paso tenido y grave, se fueron a sagrado
los unos a San Francisco, los otros a San Salvador, y los otros a otros conventos. No fue
menester dar aviso al señor asistente de lo que se pasaba en la cárcel, porque de casa en
casa y de boca en boca, vino a sus oídos todo cuanto pasaba en ella, al cual inconveniente
queriendo acudir, hizo juntar toda cuanta gente pudo, llegando para amortecer11 el fuego,
después que la vehemencia del incendio hubo acabado de volver en ceniza todo cuanto se
había querido oponer delante, los ejemplos de otros grandes sucesos que en paz y en
guerra había visto, por haber servido a su Majestad Católica, en lo uno con su espada, y
en lo otro con su prudencia, le sirvieron entonces de arancel,12 para que siguiendo los
propios artículos que vio en él escritos, no vendiera a más ni a menos de lo que se hallaba
en ellos, el fruto de semejantes efectos. Distribuyó a su gente, que era mucha en
capitanías, mandando a cada una de ellas a las iglesias y conventos, donde sabía que los
presos se habían recogido, y los volviesen a la cárcel, y él con lo más escogido se vino a
San Francisco, a donde por ser más cerca de la cárcel, y de mayores fuerzas para
11
12
Amortecer. Apagar.
Loubayssin usa aranzel, antigua forma alenzel, de origen árabe. Corominas.
190
defenderse, la mayor parte de los presos, y nosotros con ellos, se habían retirado.
Estábamos entonces, mi tío y yo, dentro de una celda de un fraile, trazando la manera de
podernos salvar, la cual fue concluida por la más cierta, después de haber buscado todos
los remedios que supimos imaginar, de vestirnos como frailes y salir por una puerta falsa,
por detrás del jardín, antes que el asistente cercara el convento, pero mi tío cuando vino a
tomar el vestido, viendo que era necesidad forzosa el raparse, si no quería ser conocido,
trocó de opinión. Entonces entró en la misma celda donde estábamos otro fraile camarada
de aquél que nos favorecía, trayendo de la mano a otro, de hermoso y lindo talle, aunque
de rostro muy descolorido, por parecer que había estado enfermo, dijo entrado que fue, a
su camarada si tenía algún conocido, de los muchos presos que habían entrado, que se
quisiese salvar con el mismo hábito que aquel caballero que traía, había tomado. A esto
respondió mi tío por el fraile, diciendo: Que sí, señalándome a mí. Y aunque yo hice
grandísimas dificultades de irme sin él, por no dejarle solo, porfió tanto en ello diciendo
que convenía hacerlo así para que el uno o el otro se salvara, que me fue forzoso de hacer
lo que quiso. Salimos así vestidos yo y mi nuevo camarada, por detrás del convento,
imitando con nuestros pasos, composición de rostro, y humildad de ojos, toda la
honestidad y modestia que debe tener un religioso. Y aunque las calles estaban
embarazadas13 de la mucha gente que acudía a ver la novedad del caso que había
sucedido en la cárcel, atravesamos por las calles de Tintores y de los Vizcaínos hasta la
Santa Iglesia Mayor, y de allí fuimos hasta la puerta de Jérez, sin ser conocidos de nadie.
13
Embarazadas. Llenas.
191
Tomando después por “Las dos hermanas” el camino derecho a Sanlúcar de
Barrameda,14 con intento de quedar allí, si Dios nos daba gracia de llegar allá, en casa de
un amigo mío, hasta saber nuevas de mi tío, y cómo se habían encaminado los negocios.
Hecho esto nos desviamos del camino, y enviamos a un mozo, que el religioso nos había
dado, a una pequeña aldea para que nos fuera a comprar con qué podernos sustentar dos
días, para pasar con toda seguridad. Después fuimos a dar en un bosque muy espeso,
escogiendo lo más frondoso y encubierto, para que nadie pudiera hallarnos, sino fuese
nuestro mozo, a quien mostramos desde lejos antes de partir el lugar donde nos toparía
después de haber comprado el recaudo. Hacía grandísima calor, por ser dos horas después
de mediodía cuando entramos dentro del bosque, pero asentados que fuimos en lo más
espeso, gozamos de una frescura, no menos agradable que aquélla que se toma con los
rayos de la luna, las noches del verano. Hallado que cada uno hubo la postura de su
asiento, a la manera que su gusto deseaba, mi camarada sacando de su faldriquera una
caja de ungüentos, me dijo:
“Creo que vuestra merced no recibirá disgusto, si apiadándose de mí mismo, me
atrevo de curarme dos o tres llagas que tengo, que aunque no son peligrosas, me causan
grande dolor por haberlas atormentado un poco más de lo que sería menester, con el
movimiento que he hecho caminando.” Y acabando de decir esto, comenzó a
arremangarse el brazo y a descubrir una de ellas. Quejéme muchísimo de él, por usar
conmigo de semejantes cumplimientos, rogándole con todos los encarecimientos que
pude de permitir que se las curara, que aunque era de poca experiencia en el arte de la
14
En los siglos XV y XVI Sanlúcar fue punto de partida para muchas expediciones de gran importancia
hacia el continente americano; por ejemplo, el tercer viaje de Colón (1498), y el viaje de Magallanes de
circunnavegación de la Tierra que completó Juan Sebastián Elcano (1519-1522).
192
cirugía, prometía que la buena voluntad que mi alma tenía de servirle en aquel menester,
y en toda otra cosa que dependiera de mí, me haría acertar. Agradecióme la merced, con
mil gentiles y cortesanas palabras que me dijo, sin querer consentir, en ninguna manera,
que mis manos se ocupasen en cosas que las suyas podían hacer con tanta facilidad.
Acabado que hubo de curar todas las llagas que tenía, volvió a poner su recaudo con
mucha curiosidad en las mismas partes de donde las había sacado, quedando después con
un rostro un poco más vivo que antes porque le tenía como difunto. Atrevíme a
preguntarle, que tanto había que se le habían dado esas llagas, por parecerme que eran
muy frescas, a la cual pregunta me respondió estas palabras:
“Señor, la confidencia y comunes respectos que debemos tenernos, por la
compañía que entre los dos hemos hecho, me hará decir, sin escrúpulo, ni temor, de que
se siga más presto el castigo de mi culpa, la ocasión de mis llagas, y porque fue Dios
servido que esta noche muy tarde, mis yerros me trajesen a una cárcel, después de haber
escapado con vida de entre las manos de siete u ocho hombres que me querían matar, por
medio de un hombre o un ángel, que milagrosamente vino en mi socorro.”
Yo amaba, con perfecto amor a una señora doncella de esta ciudad, cuya belleza
podía competir con aquélla que tiene el sol cuando está en su más alto grado, la cual con
tener más de diez mil ducados de renta, por ser heredera de uno de los más principales
caballeros de esta ciudad, me fue prometida por mujer por un tío suyo, bajo cuyo poder
su padre la había puesto, con todos sus bienes. Había dado esta mi enemiga su alma y su
fe de casamiento a un caballero, que aunque de prendas aventajadas a las mías, el tío le
despidió de su casa, por parecerle pobre y muy inferior a las grandes riquezas que Dios
me ha dado, defendiendo, so graves penas a su sobrina, de no hablarle más, y a él de no
193
pasar por los umbrales de su puerta si no quería recibir de él o de sus parientes una
afrenta muy notable. O fuese que este caballero se sintiese muy agraviado de estas
palabras, o fuese que por no dar ocasión al tío de maltratar a su Leonora (que así se
llamaba esta doncella) quisiese cumplir su destierro, discontinuó de verla largos y
prolijos días. Los desdenes y grande esquivez que Leonora usaba conmigo cuando la iba
a ver me hicieron descubrir (hace hoy ocho días) lo que hasta entonces me había sido
encubierto por ser yo forastero y no muy cursado al conocimiento del trato de esta tierra
por hacer pocos días que estoy en ella.
No fue posible que mi alma pudiese tener una sola hora ni momento de contento,
sabido que hube el recíproco amor que corría entre estos dos amantes, antes con más
inconstancia que no hace el enfermo, a quien el exceso de su calentura, cuando está en su
mayor creciente, le fuerza de buscar los rincones más fríos de la cama, así iba yo de una
parte a otra a contar mis males, una vez a las mudas peñas, otras veces a los árboles y
otras veces a las rejadas de su casa, porque se encendió con tanta violencia el fuego que
en mi corazón ardía, en oyendo que tenía competidor, que mi corazón era un perpetuo
Etna, o Montgibelo, que a puras llamas convertía en polvo todas la resoluciones que en
mi alma hacía. Por más diligencia que hice, no fue posible que mi desdicha me dejase ver
aquello por quien iba tan desasosegado, porque estaba llorando su desgracia en su
aposento, como yo lloraba a la mía en el mío, y donde las memorias tristes de mis cortos
hados me acometían. Que fue causa que desesperado de verle de día, me prometí que la
noche me sería más favorable, teniendo por imposible que dos voluntades tan conformes,
como son aquéllas de dos enamorados, cuando se quieren bien pudiesen pasar sin
comunicarse, al favor de las tinieblas de la noche. Comencé pues a rondar de noche, muy
194
bien armado y con un pistolete a punto, para hacer golpe la puerta de mi dama,
determinado de probar los aceros de la espada de mi enemigo, si le topase ocupando el
puesto. Y como yo continuase en esto cinco o seis noches arreo,15 sin hallar a nadie que
viniese a interrumpir la felicidad que mi alma tenía, en sólo verme señor de la vista de la
casa, adonde estaban los dulces ojos de aquélla por quien mi alma padecía tantos
tormentos, sucedió que sintiéndome cansado ayer, que es el séptimo día de mis negras
estaciones, por haberme paseado más de dos horas delante de su puerta, me fui a asentar
debajo de unos soportales, que delante de su casa están. No me hube bien acabado de
asentar, cuando vi dos hombres, que con poco ruido vinieron a pararse, frente a frente de
las ventanas16 de mi dama, y uno de ellos, adelantándose un poco más que el otro a tirar
dos pedrecillas, y al cabo de un rato otras dos, y de allí a poco otras tantas como la
primera vez, con la seña de los cuales tiros y cecear17 otras tantas veces, como se habían
tirado piedras, y con el mismo compás y tiempo que se habían echado, se abrió una
ventana y se echó una escalera de seda, tomando el cabo de abajo los dos caído que hubo,
y diciendo el que había tirado las piedras: “Abaja presto, mi Leonora, que aquí está tu
don Henrique para recibirte en sus brazos.18 Encendióseme de modo la cólera, viendo la
injuria que a mi honra se hacía en robarme aquélla que había de ser mi esposa, que sin
considerar que Leonora estaba ya en medio de la escalera. Disparé el pistolete derecho a
aquél que había hablado, con un golpe tan favorable que le pasé por medio de la cabeza
15
Arreo. Sucesivamente, sin interrupción ni intermisión.
En el original ventas, pero unas líneas más adelante dice ventanas. Obviamente se trata de un lapsus
memoriae por parte del autor.
17
Cecear. Silbidos.
18
Ver la muerte de Calisto en Celestina, II, Aucto Decimonono. “Tristán: ¡Lloro mi gran mal, lloro mis
muchos dolores! Cayó mi señor Calisto del escala e es muerto. Su cabeza está en tres partes” (1972,185);
en la obra de Miguel de Castro. Vida del soldado español Miguel de Castro (1593-1611). “Salí pues solo,
como digo, a la hora dicha con mi capa y espada, y fui al puesto señalado, donde ya las hallé que estaban
esperando con los cordeles colados, hechos tres dobleces; pero sin nudos ni cosa alguna, sino lisos…Bajó
primero la doncella, y salían por una ventanilla de una celosía” (Buenos Aires: Espasa Calpe, 1949, 92-3).
16
195
una bala que tenía, dando con su cuerpo muerto en el suelo, sin tener lugar de decir Dios
me valga, apoderándose de manera el miedo de la pobre Leonora, y del otro traidor que
tenía la escalera, oído que hubieron el ruido, que el uno, soltando la escalera, empezó a
correr como un galgo, y la otra, privada de sus fuerzas, dejándose caer, la cabeza primero,
dio la vida al mismo tiempo que su amante acabó de espirar, porque, así como yo llegué
para ayudarla, pensando que el mal que se había hecho no fuera tan grande como era, la
hallé sin pulso y la cabeza partida en tres o cuatro partes. Si mi alma se halló afligida
viendo el triste espectáculo de mi amada señora, considérenlo los que han amado, que yo
por amar no pude más de sentirlo. Repréndanme de mi poca paciencia, llamándome
traidor de mí mismo e ingrato al bien que cada uno se desea. Mas así como buscaba entre
mis arrepentimientos uno sólo que me acabara, oí muchísima gente que de una parte y de
otra venía en mi busca. Como sea cosa tan natural de querer conservar la vida,
principalmente cuando la honra de un hombre depende del bien, o mal defenderla, tomé
mis armas y levantándome muy a prisa del lugar, donde estaba llorando la muerte de mi
amada, me volví, caminando que hube treinta o cuarenta pasos, por una callejuela que iba
a la mano derecha, por la cual esta gente vino tras mí para cogerme y vengar aquella
muerte, por haberles dado aviso el que había huido de ella, y darme alcance, lo que
habiendo hecho, al entrar de una grande calle me rodearon todos para darme muerte, y así
lo hubieran hecho, indudablemente, si un caballero que acudió al ruido, no me hubiera
socorrido con dos o tres criados que venían con él, porque al momento que esta gente se
puso a mi lado, se fueron los cobardes corriendo como lebrones19, y yo dando mil gracias
al caballero de la vida que me había dado, me despedí de él, y a poco trecho encontré con
19
Lebrón. Se aplica al que es tímido y cobarde, aludiendo a la timidez y recelo que tiene la liebre.
196
la justicia, que viéndome así herido y con un pistolete en la faldriquera, me llevó a la
cárcel, de la cual hemos salido, por el mayor y más extraño acaecimiento que se puede
imaginar, como vuestra merced sabe. Esta es, señor caballero, la causa de mis ansias, de
mis tormentos y de mis desdichas, y creo que será bien presto la causa de mi muerte,
siéndome del todo imposible que viva después de la muerte de aquélla que mi corazón
adora aun muerta como está. Si mi alma se halló, oído que hube la cláusula de mi
desdicha, de mi total ruina y aun de mi muerte (porque no pensaba vivir dos horas
después) rodeada de mortales tormentos, ¡vosotras los sabéis, oh, desdichadas almas, que
habéis amado y padecido muerte por vuestro amor! Porque otras que aquellas que lo han
sentido con ella, no pueden concebir el excesivo dolor que mi alma sintió por haberme
declarado este mi compañero, con este discurso, tres cosas tan de sentir, como eran la
traición de don Pedro, la muerte de mi Leonora, y decir el propio delante de mí, ser el
homicida de mí y de ella, sin que mis manos pudiesen tomar legítimamente venganza. No
pude disimular mi alteración, porque no puede el alma por más que quiera encubrir
debajo de una serena templanza una grande inquietud, sin mezclar en ella algunos
nublados. Estos al fin vinieron a abrirse con tanto ímpetu que así como una anguila, que
cuanto más la aprietan, más se desliza, así cuanto más quise detener mis lágrimas, el
viento de mis suspiros, las hacían caer más a prisa, lo que viendo mi compañero, me dijo
que si enternecido de su mal quería llorar con él.
“No son tus males sólos los que yo lloro, oh, amigo don Diego, dije yo entonces,
sino los míos y los tuyos, y descubriéndole quién era, y cómo en recompensa de la muerte
que me pensaba haber dado, y de haber muerto lo que yo más amaba en este mundo, le
había dado aquella noche la vida. Porque han de saber, señores, que este era éste, mi
197
competidor don Diego, de quien he hablado al principio de mi historia, el cual de pura
vergüenza y arrepentimiento, que tuvo, declarado que hubo todo lo que pasaba, pensé que
había dado la vida entre mis brazos, cuyos lazos tuvo agarrados sin hablar ni menearse20
más de medio cuarto de hora.” Al fin volviendo en sí, me dijo, las lágrimas en los ojos,
estas palabras:
“Si un perdón que te pido, oh, don Henrique, postrado a tus pies, con la mayor
bajeza y humildad, que hombre ha hecho nunca, puede ablandar la ira que justamente
debes tener contra mí, yo te lo pido y te conjuro, por la misma vergüenza que como
discreto puedes imaginar que tu presencia me ha dado, de olvidar la injuria que te he
hecho, en pensar que mi mano hubiera podido tener sobre tu vida lo que la tuya tiene
sobre la mía, y que aquel afecto, aunque vano, por haber traído consigo una consecuencia
tan rigurosa como es aquélla de la muerte de Leonora, la luz común de nuestros ojos y el
pasto21 de nuestras almas, me sea también perdonada, cuando no fuera por otra cosa más,
que por haberte vengado del más perverso y desleal amigo que se haya visto entre los
hombres, y verme en el más lastimoso estado, que enemigo se haya jamás hallado delante
de otro. Que si mi pecado es irremisible,22 y crees que el temor de la muerte me hace
decir esto, acábame luego la vida antes de consentir que aquél que te ha ofendido tanto y
tan cruelmente alargue su vida, con palabras fingidas e indignas de un pecho hidalgo.”
Estas y otras semejantes palabras me decía, tendido a la larga delante de mis pies,
don Diego, con tanta humildad que me fue forzoso de hacer lo propio con él, porque son
semejantes palabras, tiros que derribaran los más firmes propósitos del mundo, cuanto
20
Menearse. Hacer con prontitud y diligencia alguna cosa o andar de prisa.
Pasto. alimento o sustento.
22
Irremisible. Incapaz de perdón o cosa que no se debe perdonar.
21
198
más los míos, que a la primera palabra que me dijo se señorearon al instante de mi
corazón, tomándole por compañero eterno en todos mis trabajos y contentos, sobre el
cual pensamiento comunicado que se lo hube, se fundaron los cimientos de una amistad
rara y tan perfecta, que las revoluciones de los astros y la fortuna, ni todas cuantas cosas
se pueden hallar, debajo de lo criado, no sería bastante de desconcertarla ni romperla
sobre la conclusión de la cual oímos silbar, no muy lejos de nosotros, a los cuales silbos,
levantándonos, vimos que era nuestro criado, que venía cargado de pan, vino y de otras
cosas, con la vista del cual y la memoria de nuestra amistad, se mitigaron algún tanto
nuestras aflicciones.
199
Capítulo IV
Comimos, cenamos y pasamos en aquel puesto, dos o tres días, entreteniéndonos
con los más alegres ratos que la ocasión del tiempo y las tristes memorias de nuestras
desgracias nos podían dar. Con los cuales y con el deseo de ir al lugar que habíamos
concertado, nos partimos, hallándonos a cada hora más fuertes para resistir a la violencia
de nuestro mal, el cual bien que acompañado de aquél que esperábamos de recibir, con la
consolación de tres o cuatro amigos muy fieles que teníamos en Sanlúcar, nos hizo dar
tanta prisa a caminar, que ese otro día entramos a las diez de la noche, yendo a parar a
casa de uno de ellos, cuya fidelidad y secreto había probado en muchas ocasiones, que
por ser de momento y de grande importancia me dejaron a mí y a mi compañero dormir
la noche con grande sosiego y descanso. Quedamos gozando de aquel reposo cuatro o
cinco días, al cabo de los cuales supimos de cierto que el señor asistente, con haber hecho
de su parte, todo lo que podía hacer un juez resuelto y prudente, no había podido sacar de
los presos que se habían retraído23 en San Francisco y en las otras iglesias o conventos,
sino a aquéllos a quien la necesidad y demasiada hambre había forzado de salir sagrado,
porque los religiosos y gente clerical, viendo que la justicia quería forzar los conventos e
iglesias, los defendían cuales bravos y valerosos ciudadanos, en defensa de los muros de
sus ciudades, cuando el enemigo quiere entrarlas, y que como se hubiesen muerto
algunos sobre la violencia de esta porfía, se había amotinado el pueblo. Lo que viendo el
asistente había hecho retirar la gente para evitar un alboroto público, contentándose de
haber hecho lo que había podido y despachado a su majestad correo, para que se viera en
23
Retraerse. Refugiarse, ponerse en custodia y resguardo.
200
el consejo lo que se había de hacer, o que su misma majestad lo ordenase, para que
siguiendo su voluntad no se hiciese en ello más de lo que fuese justo. Que todos los
bienes de mi tío habían sido secuestrados y su figura y la mía degolladas, por la mano de
un verdugo, sobre un cadalso público, por la muerte de don Pedro y de Leonora, por
haberse descubierto el mismo engaño que don Pedro me había hecho y creer que
topándole con el hurto en las manos le había así muerto, y a mi tío por la muerte del
alcaide y ser causa de todos los accidentes y alborotos que habían sucedido en aquellos
días.
Estas nuevas, aunque muy malas para mí y mi tío, no aumentaron mis aflicciones,
no porque no me pesase y lo sintiese mucho más por tener otras tan a carga cerrada en
mí, que así como la esponja empapada en agua que no puede recibir más de la que tiene,
por más que le echen encima, así no hallaban ya las tristezas lugar vacío para entrar en mi
corazón, por tenerle ya lleno e incapaz de recibir otra ninguna. Y como todo hombre, a
quien Dios ha dado honra y discreción, debe huir la infamia, que la justicia que se hace
de un cuerpo, en el medio de los muros de su ciudad, da todo un linaje, mi nacimiento
noble, y la fortuna que mis tiernos años me hacían esperar me pusieron en el alma de
evitar con venirme por acá donde tenía a mis padres,24 la vergonzosa muerte que aunque
inocente hubiera padecido, si la justicia me cogiera el cuerpo. Resuelto que lo hube así, lo
comuniqué con mi camarada don Diego, el cual sintiéndose cargado de culpas y ligero de
años también como yo, e imposibilitado de vivir sin mí, tan grande era la amistad que mi
buen término le había dado, quiso ser a toda fuerza de la partida. Apercibido que se hubo
24
Los padres de don Henrique están en el Nuevo Mundo.
201
todo lo necesario y mi compañero cobrado de un mercader que le conocía mil pistolas,25
que fueron con otras mil y quinientas que tenía cinco mil, y seiscientos ducados, o poco
menos, partimos con mucho contento (después de haber dejado bastantes recaudos a
nuestros parientes) de Sanlúcar, la misma noche que había de partir de Cádiz la flota para
las Indias26 y llegado que hubimos allá, fuimos derechos a la posada de un primo mío,
que era capitán de un galeón27 de dicha flota. Al cual, comunicado que hubimos, en pocas
palabras, nuestra desgracia, y declarado la voluntad que teníamos de irnos con él, nos
abrazó mil veces, alabando nuestra resolución y la traza que habíamos dado para escapar
de un peligro tan grande como era aquél, en el cual nos habíamos visto. Mandó al instante
a su lugarteniente dar orden de todo lo necesario, para que su galeón no quedara al surgir
y levantar anclas el postrero, y tomándonos después por las manos nos llevó a un
aposento adonde le contamos más por extenso todo lo que había pasado y la falta que mi
tío había hecho, en no haberse querido salvar como nosotros. A lo cual respondió que no
importaba, pues estaba en San Francisco, con tanta seguridad como si estuviera en
México por los buenos amigos que tenía allí, y saber que le pondrían en lugar tan secreto
y oculto, que cuando derribasen todo el convento, estaba en parte, que todo el poder
humano, no le podría hallar. Y que desde allí podría mostrar la prueba de nuestra
inocencia, y pleitear contra lo que el difunto alcaide había hecho, tan sin propósito con él
que Dios que ve allá, desde lo alto, la verdad, la haría al fin conocer a pesar de tantos
enredos, que el demonio, amigo de toda confusión, había puesto de por medio. Estas
palabras dichas, con ademanes de hombre prudente y sabio, me consolaron mucho, y así
25
Pistole. Moneda francesa.
También zarpó de Cádiz el 12 de junio de 1608 la nave en que viajaba a México Mateo Alemán, autor de
Guzmán de Alfarache. La flota estaba compuesta por 62 naves.
27
Galeón. Bajel grande de alto bordo que no se mueve sino con velas y viento. Hay unos de guerra y otros
de carga.
26
202
como la plática se empezaba a trocar en cosas particulares y a tratar del viaje, vino la
huéspeda a llamarnos para darnos de cenar, habiéndolo así mandado mi primo (sin que
nosotros lo hubiéramos oído) que así lo hiciera. No rehusamos la merced por venir muy a
propósito el ofrecimiento que se nos hizo de ella, mas tomándola como cosa que nos
venía de molde, salimos por nuestros cabales, así en el comer como en el hablar, el cual
duró hasta que un cabo de escuadra del galeón vino a decir que todo estaba a punto de
partir y que nuestro bajel,28 sería el primero al arrancar del puerto. Fue el tono de estas
palabras tan agradable a mis oídos que no pude dejar de dar por albricias de ellas, a quien
las había dicho un doblón29 de a cuatro. Despidióse pues mi primo de sus huéspedes, y
después de haber asomado la cabeza a una ventana que miraba al mar, nos aseguró que el
viento estaba muy favorable y que tendríamos buena navegación, con la cual esperanza
salimos de la posada, dando después con nuestros cuerpos en el esquife,30 y de él en el
galeón. Zarpó la flota al despuntar del alba, y así como el sol comenzaba a mostrarnos sus
dorados rayos, a perderse la vista de la tierra y a descubrirse los grandes y espaciosos
llanos del mar océano, en cuyas crespas olas empezaron los galeones a surcar con grande
velocidad después que los marineros hubieron alzado las velas. Porque el viento
envolviéndose en ellas, comenzó a azotarlas con un aliento tan favorable, que lo que no
se suele hacer en muchos meses, hicimos en pocos días. Mas como no hay cosa más
sujeta a mudanza que el tiempo y ser cosa fácil de trocarse el viento cuando su aliento
blando y suave nos tenía más encandilados los ojos a prosperidad, y que el cielo, puro y
28
Bajel. Nombre genérico de cualquiera embarcación que puede navegar en alta mar.
Doblón. Moneda de oro de España, mandada a acuñar por los Reyes Católicos en 1497.
30
Esquife. Barco pequeño que se lleva dentro de los navíos grandes, para saltar en tierra. Vemos un
ejemplo en Don Quijote II, cap. LXIII. “Arrojaron luego el esquife, al agua cubierto de ricos tapetes y de
almohadas de terciopelo carmesí, y en poniendo que puso los pies en él Don Quijote disparó la capitana el
cañón de crujía y las otras galeras hicieron lo mismo” (2004, 1035).
29
203
sereno, nos prometía el fin de un dichoso viaje. Vino el cielo a mancharse, así como el sol
se quería poner de unas nubes mal cuajadas, tras las cuales corriendo otras para juntarse
todas, hicieron mucho lo que poco antes teníamos en poco. Porque de claro y espejado
que el cielo se había mostrado hasta entonces, se empañó en un momento de gruesas y
espesas nubes con cuyas lóbregas tinieblas, le perdimos de vista, y los vientos saliendo de
sus cavernas, se lanzaron en el ancho piélago31 del mar, convirtiéndole con herirle con su
intrépido furor de liso y raso, que estaba poco había, en cordilleras y collados.32
En esto se escondió el sol y la noche oscura vino batiendo el mar sus negras alas,
con un torbellino armado de granizo y de piedras. Los gritos, el alboroto, la turbación y el
pasmo, comenzaron entonces a hacer su efecto en nosotros,33 viendo que los galeones,
forzados de las soberbias olas, subían hasta los elementos, y al momento volvían a caer
hasta lo más profundo. ¡Quién invoca el favor divino! ¡Quién devoto de la Virgen, reza
su rosario! ¡Cuál mira atento el rostro del piloto por ver si su tristeza es poca o mucha! ¡Y
cuál escondido debajo de cubierta para morir sin ver por donde viene la muerte, oye allí
las voces y lamentos! Los golpes, los turbiones,34 las grupadas,35 que reforzadas del
Vulturnio36 y Cierzo37 confunden los distintos elementos. En vano suenan los alaridos, las
31
Piélago. “Lo profundo del mar.” Covarrubias.
Ver La Araucana I, Canto XV, en que se cuenta la navegación de las naves del Perú a Chile, la gran
tormenta que pasaron entre el río Maule y el puerto de la Concepción: “y súbito en el mar tranquilo y
llano/se alzaron grandes montes y collados.” La descripción de Loubayssin de la Marca sigue muy de cerca
a la de Ercilla.
33
Ver El Arauco domado, Canto Tercero, la navegación de Coquimbo a Concepción de don García de
Mendoza. Pedro de Oña describe la tormenta en los últimos versos del canto, “El claro sol se fue, y la
noche escura/Batiendo al mar sus negras alas vino/Con un desaforado torbellino,/Armado de granizo y
piedra dura;/La grita, el alboroto, la presura, /La turbación, el pasmo, el desatino, /La amarillez del rostro
ya difunto/Se apoderó de todos en un punto.”
34
Turbión. Golpe grande y fuerte de agua que cae muy recio, llevándose tras si la tierra o arena, con lo que
queda enturbiada.
35
Grupada. Golpe de aire o agua impetuoso y violento.
36
Vulturnio. Viento cálido. Moliner.
37
Cierzo. Viento septentrional.
32
204
calomas, algaradas ni lúgubres acentos, porque el mar ensordecido, en lugar de
amansarse, se embravece, y aumenta su furia. Ya el piloto y marineros no saben adónde
irán, ni adónde acuden porque en lugar de ayudarse, se desayudan, y no hacen más que
atropellar pasajeros y tocar cuerdas. Parece desgarrarse el cielo, abrirse entre las olas el
profundo, y del orbe la compuesta máquina desecha derramarse por él. La blanca espuma
del mar, con la oscuridad de la noche, echa más centellas que una fragua. Vense sobre las
olas ir nadando, con este resplandor, las galas, los sombreros y las mercancías, de manera
que no parece el mar sino una tienda. Ya cruje el mástil roto, el viento silva, las jarcias38
con las gúmenas39 rechinan, y las gavias40 hechas en arco vienen a saludar con la cabeza
al mar. Disparan truenos y los relámpagos relucen. En fin, todo el orbe estaba al parecer
en guerra y nosotros de rodillas, pidiendo a Dios misericordia de nuestros pecados.
Porque el rebato, el tráfago, el ruido, la prisa, la confusión y gritería, la congoja y la pena
de este daño, acompañado todo del mar furioso, de la violencia de los vientos y la
privación del cielo, que no se podía ver con la grande oscuridad que hacía, era el
verdadero retrato del infierno. Estando en esto un cerro de agua que de tan alto que era
amenazaba al cielo, embistió nuestro galeón, cubriéndole del uno al otro lado, de manera
que sumergido y anegado, apenas se podía descubrir la punta de la gavia. Pasó al fin el
golpe y así como nos sacudíamos, nos encaró otro más impetuoso, el cual cubriéndonos
otra vez, rompió con la fuerza que llevaba, la escota41 del trinquete,42 con otro grueso
cable de la mura. Cual anda la pelota sacudida, saltando con furioso devaneo de una parte
38
Jarcia. Los aparejos y cabos del navío.
Gumena. “La maroma gruesa que sirve en los navíos y embarcaciones, para atar las áncoras y otros
usos.” Covarrubias.
40
Gavias. Las velas del mastelero mayor y de proa.
41
Escota. Cuerda o maroma con que se templa la vela de la nave, alargándola o acortándola.
42
Trinquete. El tercer árbol hacia la parte de proa en las naves mayores, y en las menores es el segundo.
39
205
a otra, y cual águila a quien los Azores dan el asalto, que ligera da una punta y otra punta,
así el galeón, se junta una vez con las estrellas, y baja después hasta el reino de Plutón,
tratándole los vientos como si fuera paja. Ya no esperábamos más de la pálida muerte,
creyendo ser del todo imposible salvarnos, cuando Dios quiso al rayar del alba, que poco
a poco los vientos aplacasen su ira y que se descubriese a los ojos la isla de Santo
Domingo, y que nuestro galeón fuese (así mal tratado como estaba) a dar fondo en su
puerto de donde (llegado que los otros hubieron al cabo de cuatro días, porque se habían
alejado con la tormenta) y vuelto que hubimos a renovar nuestros bajeles del estrago que
el viento había hecho en ellos, alzamos otra vez las velas, navegando hasta Lima, con
toda la fortuna y bonanza que podíamos esperar. Entrado que hubimos en ella, y
descansado quince días del trabajo del mar, nos partimos de ella, despedido que nos
hubimos de mi primo y de los amigos que teníamos de nuestra navegación para ir a
Penco43 adonde estaba entonces mi padre (que es ese caballero muerto que estaba poco a
aquí) con el virrey Valdivia.44 Llegados que hubimos allá, y hecha relación a mi padre,
así como yo estaba obligado, de todo lo que nos había sucedido, y él reprehendiéndome
de mis mocedades, comenzamos a gozar de los deleites de la tierra y de la privanza del
virrey, cuyo corazón y voluntad mi padre mandaba absolutamente que no era poco siendo
43
Penco es el nombre dado por los indígenas al lugar. Más tarde pasa a llamarse Concepción del Nuevo
Extremo. Ercilla menciona por primera vez la ciudad de Penco en la primera parte de La Araucana, Canto I
en los sonetos 61, y en especial el 66 en que se refiere a las ciudades que fundaron los españoles: “y
reduciendo a su opinión gran gente,/siete ciudades prósperas fundaron:/Coquimbo, Penco, Angol y
Santiago,/la Imperial, Villa-Rica, y la del Lago; Fray Diego de Ocaña en su “Relación del viaje a Chile”en
la Crónica de viaje A través de la América del Sur, 1600. Se refiere a la ciudad de Concepción: Hay todos
conventos, Mercedarios, Dominicos y Franciscos. Cógese mucho vino y todo lo demás que es menester
para el substento, en particular es abundantísimo de pescado que suele pasar detrimento la salud por lo
mucho que da en la costa y se corrompen. Aquí asiste de ordinario el Gobernador por ser puerto de mar y
por ser frontera de la guerra de los indios del valle de Arauco que son los que sustentan la guerra (35).
44
El Virrey era nombrado por el rey de España y residía en la capital del virreinato, Lima. El primer virrey,
Blasco Núñez de Vela fue nombrado por la corona en 1543. Ver Álvaro Vargas Llosa, 137-138. Valdivia
fue nombrado por el cabildo de Santiago como Gobernador del Reino en 1541, Historia de Chile, T1, 97.
206
Valdivia poderosísimo, y sobre manera rico, como lo era. Mas así como aquél que sueña
poseer un reino como príncipe absoluto, y que el mismo sueño le hace ir a pasear a una
montaña, de la cual viniendo a caer de repente, se halla en despertando tan pobre como se
estaba de antes. Así Valdivia, mi padre y yo hemos caído del monte de nuestro yerro,
conociendo que todo lo pasado no era más de un sueño y nuestra miseria verdadera.
Porque la furia del infierno dando aldabadas45 dentro del corazón impío de esta bárbara
canalla de Arauco,46 les hizo, los días pasados, degollar a todos los españoles que estaban
en la fortaleza de Tucapel, lo que sabido por Valdivia, ignorando la muchedumbre de los
enemigos que se habían conjurado contra él, antes de ayer en Penco, [fue] con sólo
quinientos españoles para ir a castigar a los que hallase culpados de la rebelión. Mas los
bárbaros sin querer aguardar su venida, sabiendo la poca gente que traía consigo, nos
salieron al camino y nos dieron batalla, la cual perdimos por la traición de Lautaro, un
mancebo que a Valdivia servía de paje, el cual por ser de esta tierra, y ver la pérdida de
aquéllos de su nación, porque los habíamos ya desbaratado, comenzó a animarlos con una
notable arenga, que lo hizo en lengua india, y después con efectos, que hizo de su mano
en socorrerlos, que fueron tales, que sólo su valor nos arrebató la victoria de las manos. Y
como yo viese a Valdivia y a todos los demás muertos o presos, salí del estrago con otros,
poniendo toda mi esperanza en la oscuridad de la noche y en la ligereza de mi caballo, el
cual corrido que hubo casi dos leguas, a través de estos grandes desiertos,47 que se ven
desde aquí, me dejó al fin a pie en llegando cerca de un monte. Entrado que fui en él, oí
45
Aldabada. Metafóricamente se dice del temor o susto repentino que sobreviene al ánimo de algún mal o
riesgo que amenaza.
46
Contrasta con la opinión de Ercilla sobre los araucanos, ver en especial en La Araucana I parte, Canto I,
45 y 46.
47
La opinión de Fray Diego de Ocaña, en su Relación del viaje a Chile es diferente: “Son estos valles
fertilísimos de mantenimientos de la tierra como maíz, papas, trigo y cebada y ganado ovejuno de castilla”
(37).
207
unas quejas muy lastimosas. Las voces a las cuales encaminándome al lugar de donde
salían. Hallé, llegado que fui a él, que el que se quejaba era mi padre, a quien un traidor
que le había acompañado hasta allí huyendo, después de la pérdida de la batalla, le había
dado cuatro puñaladas para tomarle su caballo, por habérsele muerto el suyo corriendo.
Después de haberme encomendado y conjurado en memoria del postrer abrazo que me
dio, que fuese fiel a mi rey y señor, que no jurara nunca con mentira y que oyera todos
los días misa, dio el alma a Dios. Y así como estaba rogando por ella, oí una voz que me
llamó por mi nombre tres veces, a la cual habiendo respondido, me mandó de la parte de
Dios que viniese a esta ermita y no cuidase del entierro de mi padre, porque el Señor
proveería en ello. Diome las señas para acertar el camino, las cuales habiendo guardado
puntualmente y puesto en ejecución, tan presto que el aurora comenzó a reír, todo lo que
la voz me había dicho, caminé tanto, que al fin vine a parar en este yermo, dentro del cual
habiendo entrado hallé a este hermoso mancebo que está aquí presente, ocupado en cantar
las alabanzas de la Virgen Nuestra Señora. Este es señores el fin de mi lamentable
historia, el rigor de la cual hará cesar (a lo que creo) el espanto que antes de saberla
tenían de ver cuán grande era el sentimiento que hacía de mis males, pues son tan grandes
que si Dios no me da fuerzas para resistirlos, tendréis bien presto ocasión para hacerme a
mí el mismo beneficio que habéis hecho a mi padre.”48 Con esto calló, convirtiendo sus
palabras en dos fuentes de lágrimas, que dieron al instante origen a dos grandes y
copiosos arroyos que se esparcieron por el rostro.
48
Aquí concluye el discurso de don Henrique que empezó en el capítulo II de este libro.
208
Libro Cuarto
ARGUMENTO
El ermitaño acaba de enterarse de que don Henrique es su nieto, y el muerto que había
enterrado el día antes su hijo182. La extrañeza del caso hace que Sicandro ruegue al
ermitaño de contar su vida y de empezar por lo más alegre. El ermitaño que no había
hablado mucho tiempo y de otra parte compuesto del humor de los viejos de este siglo, que
no se cansan nunca de hablar, hallando ocasión para él, empieza su discurso sobre las
guerras de Italia contando todos los asaltos, cercos y batallas, que se dieron desde el año
1494, que fue cuando Carlos VIII, rey de Francia, pasó los Alpes para ir a la conquista de
Nápoles, hasta a 20 de febrero, día de San Matías, del año 1525, que fue cuando se dio la
memorable batalla de Pavía. En el espacio de cuyo tiempo le sucedieron en paz y en guerra
cosas muy extrañas y admirables, como el curioso lector podrá ver en el discurso de esta
presente historia.
Capítulo I
Causó tanta lástima a todos los que habían oído el trágico fin, que la historia que don
Henrique había contado, tenido había que pocos o ninguno de ellos pudo dejar de mostrar el
sentimiento que de ello tenían, con verter infinidad de lágrimas y despedir de lo más hondo
del corazón muchos suspiros, mayormente el ermitaño y Sicandro, el uno porque estos
rigurosos accidentes le hacían acordar de los suyos, y el otro por creer que aquél que acababa
182
La narración entonces sigue el modelo en que cada personaje cuenta una historia. Algunos antecedentes son
el Decamerón de Bocaccio (1545), Historias Trágicas de Bandello (1559), Heptamerón de Margarita de
Navarra (1559). El autor continúa la narración donde se insertan los hechos históricos en la trama principal.
209
de contarlos, era su nieto, y el muerto, su hijo. Quisiera engañar a su pensamiento con
persuadirse lo contrario, por no recibir todo de una vez la pena, mas su corazón palpitando y
los indicios que ve tan claros y manifiestos, se lo hacen ver y tragar todo de un golpe.
Tomándolo así, vuelve sus ojos para don Henrique, que de puras lágrimas que vertían,
parecían dos fuentes que dividen su corriente sobre una montaña de nieve, y de un rostro tan
piadoso como sus obras eran santas, le preguntó la edad que podía tener su padre, el nombre
de sus abuelos, dónde y cuándo se habían muerto, y en fin todo lo que le pareció más fuerte
para descubrir si su pensamiento le había engañado. A lo cual don Henrique le respondió,
diciendo que su padre se llamaba don Lorenzo de Castro y su abuelo don Esteban de Castro,
y su abuela doña Aldonsa, hija de don Francisco de la Cueva y de doña Ana de Ávalos, a la
cual su abuelo, por ciertas falsas sospechas que tuvo de ella, la mató, y se fue después a las
guerras de Italia183: teniendo su padre en aquel tiempo sólo seis meses de edad, y que después
de haberse hallado casi en todas las batallas, cercos y asaltos que se hicieron en aquella
guerra, y haberse casado en Nápoles, con una señora muy rica y principal, y tenido de ella
una hija muy hermosa, fue preso con su mujer y familia en un lugar que Barbarroja,184 rey de
Argel, saqueó una noche, corriendo la costa del mar de Nápoles, y llevados cautivos a
Turquía. Y que después no se había sabido de otras nuevas, sino que tenía gran crédito entre
la gente de aquellas tierras, aunque no había podido recabar con el gran Turco,185 por
ninguna vía, con ser amado de él de poderse volver a tierra de cristianos.
“El homicida de vuestra abuela, y aquél que dices que fue preso con su mujer y
familia en la costa de Nápoles, soy yo,” dijo llorando amargamente el ermitaño, acabado que
183
Las guerras de Italia 1494 -1524.
Barbarroja. Khair ed – Din. Pirata nacido en Mitilini, Grecia. Capturó Argelia en 1529. Derrotó al
Emperador Carlos V en 1538.
185
Solimán, el Magnífico (1494-1566).
184
210
don Henrique hubo de decir las palabras que habéis oído, “y por el consiguiente vuestra
abuela, y aquél que sepulté ayer, mi hijo.186 Quedó tan asombrado don Henrique, oyendo
decir al ermitaño estas palabras que estuvo un buen rato sin poder abrir la boca para hablar,
descubriendo entre tanto en aquél que miraba, el vivo traslado del rostro, cuerpo y talle, que
su padre tenía, y de la propia manera su abuelo en él, parte de las facciones que poseía
cuando era de su edad, parte de aquélla cuya vida había acabado, a manos de sus ligeras
sospechas. Mas como no hay plazo que no llegue, acabáronse al fin los pasmos, las lágrimas
y los suspiros que semejantes encuentros suelen traer, y empezaron las preguntas por saber
las razones que había causado esto. El primero que se dejó vencer de aquella curiosidad fue
Sicandro, como aquel a quien el sentimiento de sus desdichas pasadas, por ser ya añejas, no
podían privarle de ella como a los otros, que las tenían frescas y recientes, y por el
consiguiente los pensamientos amargos y apartados del deseo de saber cosas nuevas. Esta
curiosidad, queriendo buscar el remedio propio a su satisfacción, hizo que Sicandro
volviendo el rostro para don Esteban (que así se llamaba el ermitaño, y abuelo de don
Henrique) le pidiese con grande afición le contara la ocasión que le había movido a dejar el
mundo, para venir a vivir en un lugar tan inhabitable y apartado de su patria, como era aquél
adonde estaban, quejándose de que con habérselo suplicado muchas veces no había querido
obligarle de contárselo particularmente, sino a todo bulto. Y que pues la tristeza los tenía, a
todos los que estaban allí en tal estado que no sabían cómo deshacerse de ella, que le
suplicaba que de lo mucho que había visto durante las guerras de Italia, les contara algo que
les alegrase y echase de ellos el humor melancólico que una desgracia ya pasada e
irremediable les daba. Y que haciéndolo así haría tres buenas obras, la primera enseñarles la
186
Momento en que Loubayssin revela uno de los misterios de la historia. Una estrategia para capturar la
atención del lector.
211
historia, la segunda avezarlos e instruirlos para la guerra, y la tercera animarlos a ellos para
llevar con paciencia sus aflicciones, con los ejemplos que semejantes discursos suelen traer.
Y así mismo, con disminuir la pesadumbre que la muerte de su hijo le había dado y la que
vendría a tener, sino que se desenfadaba con hablar antes de contar su cautiverio de cosas
marciales y alegres.
“Requiere tanto espacio lo que pedís”, respondió entonces don Esteban, oído que
hubo las palabras de Sicandro, que contenían éstas u otras razones, semejantes a las que
acabamos de decir, “que temo si una vez me embarco a ello de acabaros la paciencia, porque
hay tanto que decir en las cosas que pasaron en treinta años, que tantos fueron los que yo
traje las armas en Italia, que pongo en duda si a quererlas contar como se debe, acabara en
ocho días. Mas pues que tenemos el tiempo favorable y que nadie nos aprieta y que las cosas
buenas no pueden enfadar, más que la triaca187 de la melancolía son así como acabáis de
decir las cosas alegres, y que en haciéndolo así no haré más de obedecer a lo que mandáis.
Contaré refiriendo mi vida, para hacer con una piedra dos golpes, todo lo que pasó en Italia
después del año de 1494 hasta 1524 que fue cuando se dio aquella memorable batalla de
Pavía adonde fue preso el rey de Francia. Pero antes de empezar me daréis licencia de dar al
Señor lo que todas las criaturas le deben, por lo cual cumplid vosotros también pues estáis
obligados a hacer otro tanto”. En acabando de decir esto, tomó, entrado que hubo dentro de la
ermita con los dos mancebos, el arpa con la cual Sicandro había cantado (como hemos dicho)
y tirando una cortina de tafetán nacarado que estaba en un altar, descubrió un cuadro adonde
estaba representado con todo el primor que se podía el nacimiento de Jesús, en cuya alabanza
187
Triaca. “Remedio contra el veneno de los animales.” Corominas.
212
comenzó a cantar con su voz (que la tenía muy buena, aunque viejo) mezclando de cuando en
cuando aquélla del arpa, esta canción:
Amado Redentor, y dulce Esposo,
Mansísimo Cordero,
Señor, y Compañero,
De mí, que no merezco aun ser criado,
Pues en servicio vuestro no me esmero
Decidme, Niño hermoso,
¿A qué tan presuroso,
En esta pobre choza habéis entrado?
Sin duda ha derribado,
Esa divina alteza,
Amor de mi bajeza,
Pues de ella habéis cortado hoy el pellico,
Y a fuer de pastorcico,
Queréis disimular vuestra grandeza,
Porque mi alma pobre no se espante,
Si viere que la busca un tierno Infante.
En acabando esta canción, puso a un lado el arpa y empezó a meditar sobre este
sagrado misterio, volviéndola a tomar, acabado que hubo su meditación, y a cantar después
sobre aquél de la Circuncisión este soneto:
213
¿Jesús circuncidado? ¿Dios herido?
¿La vida con pronuncios de la muerte?
¿De sangre el soberano sol, teñido?
¿Sangrado el sano, esflaquecido el fuerte?
¿Sujeto el libre? ¿el vencedor rendido?
¿Con suma dignidad tan baja suerte?
¿Herrado el rey? ¿el siervo esclarecido?
¡Oh Dios! ¿Por qué quieres así deshacerte?
Sin duda humana fuerza, no bastara,
Juntar en uno extremo tan distantes
Mas estas tan heroicas hazañas,
Descubren el ardor de tus entrañas,
Que para amar mil mundos son bastantes,
Y aun de ellas infinito amor sobrara.
Acabado que hubo, hizo sobre este paso lo mismo que había hecho sobre el otro,
volviendo después a cantar en alabanzas, del nombre de Jesús otro soneto que decía:
Sagrado Redentor, y dulce Esposo,
Peregrino, y supremo Rey del Cielo,
Camino celestial, firme consuelo,
Amado Salvador, Jesús gracioso
214
Prado ameno, apacible, deleitoso,
Fino Rubí engastado, fuego en hielo,
Divino amor, paciente, y santo celo
Dechado perfectísimo, y glorioso.
Muestra de amor, y caridad subida,
Diste señor al mundo, haciéndonos hombre,
Tierra pobre y humilde a vos juntando
Viniste hombre y Dios, amparo y vidas,
Nuestra vida y miseria mejorando.
Encierra tal grandeza, tal renombre.
Así continuó de cantar sobre todos los misterios que tiene la vida de Nuestro
Redentor, hasta aquél de su sagrada pasión, fuera un soneto, octava o redondilla, los cuales
versos, como otros muchos que en alabanza de la Virgen y de otros santos y santas, sus
abogados, solía cantar todos los días, los cuales el propio había compuesto, que aunque
admirables y llenos de amor divino, no me he atrevido a escribirlos, de miedo de enfadar al
lector.188 Con todo eso me atreveré de poner aquí los postreros que cantó después de haber
acabado todas sus devotas y acostumbradas oraciones que fue un soneto que había hecho
sobre la miseria del hombre, que por ser excelente me ha parecido, daría contento al curioso
lector el leerle y dice:
Ceniza espiritada, vil mixtura
188
El narrador, el autor implícito, se hace presente nuevamente. Continúa de esta manera su relación con el
lector.
215
Hombre de polvo y lágrimas formado,
Por ley divina, a muerte condenado.
¿Por qué no pones frenos a tu locura?
Comienza ya a llorar con amargura,
Lo mucho que a Dios tienes enojado
La mala vida, el tiempo mal gastado,
Si no te quieres ver en apretura.
Llamándote está, ya la sepultura,
Lugar estrecho, do serás enterrado.
Deleite, honra, mando y hermosura,
Y cuanto en esta vida es estimado
El alma es inmortal, y siempre dura,
En sola ella emplea tu cuidado.
Acabado que le hubo, volviendo a cubrir de la cortina el altar, se fue para Sicandro y
don Henrique, a los cuales (después de haberlos hecho comer con él de las comidas
ordinarias que solía tomar para su sustento) llevó a un lugar no muy lejos de la ermita, de
donde se podía ver sin que el sol los pudiese ofender el mar que batía el grande y macizo
sitio, do la sierra donde ellos estaban, estaba engastada, comenzando después que cada uno
se hubo asentado y situado el oído a su voz, de contar su vida y todas las guerras en las
cuales se había hallado, que fue de esta manera:
“Después que mi edad juvenil se hubo entregado del poder de la adolescencia y tan
presto que el pelo empezó a apuntar en mi barba, me casaron mis padres con una doncella,
216
salida de la más ilustre familia que en aquel tiempo tuviese Córdoba. Sus virtudes eran tales
que la excelencia de ellas sobrepujaba a aquella de la antigüedad de su casa, porque nunca
otra causa que la que me dio su desdicha y un furor de celos, que la demasiada hermosura
que poseía me había dado, me la hicieron matar y hacer que hiciese ausencia de mi patria.
Decir como fue, no permita Dios que sus curiosidades me importunen de hacerlo, porque a
más de que sería buscarme a mí mismo la muerte, os obligaría a vosotros de dármela, si
como justos jueces, quisiérais ejecutar la ley que Dios y el mundo han hecho contra los que
matan tan sin culpa, como yo hice entonces a sus mujeres. Asegurado que me hube con poner
en medio de mí y los parientes de mi esposa, la tierra que hay desde Sevilla hasta Zaragoza,
donde estaban entonces los reyes, don Fernando y doña Isabel, oí decir que el rey de
Francia189 quería pasar con un poderoso ejército a Italia para echar del reino de Nápoles al
rey Fernando, que reinaba en él, diciendo que los abuelos de este rey se lo habían quitado a la
casa de Anjou, de la cual él era heredero. Esta nueva hizo volver mis pensamientos a la
guerra creyendo que los reyes de España, como parientes de Alfonso (que vino a heredar
pocos meses en él, por la muerte de su padre Fernando) le enviara algún socorro, y que yo
tomaría entonces la ocasión para ir con él, cuando no fuera para más de recibir el sueldo que
se da a un soldado, hallándome entonces muy pobre de dineros por haber salido de Sevilla,
con la presteza que está obligado a poner aquél que sabe que con ella compra la vida, que
veía entre los brazos de la muerte. Mas como las cosas salen siempre al desdichado, muy al
revés del juicio que ha hecho de ellas, el rey de Francia, antes de emprender la guerra contra
Alfonso, concertó con los reyes. Que volviéndole el condado de Rosellón, que Juan, rey de
España, había empeñado al rey Luis XI, su padre, quedarían neutros y sin socorrer a ninguna
189
Carlos VIII (1483-1498).
217
de las dos partes. Este desengaño me hizo tomar el camino de Francia por verme casi en ella
y haber oído decir maravillas sobre la liberalidad de los reyes de aquella tierra. Y como Dios
no desampara nunca a aquél que tiene puestas en él sus esperanzas, hallé quien me prestara
dineros para hacer mi viaje, con los cuales fui a París, llegando a él al tiempo que el ejército,
que estaba compuesto de cincuenta mil hombres, se quería partir. Seguí la común inclinación
de los más generosos ánimos de aquella tierra, que es de combatir a caballo, hallando,
tomado que hube así la resolución, capitán que me dio caballo, armas y dinero. Acabadas de
hacer las provisiones que a un ejército (que emprendía un viaje tan largo y una guerra tan
peligrosa) eran necesarias, partió el rey Carlos de París, acompañado de toda su caballería e
infantería, con la cual habiendo llegado al monte de Ginebra, que es más fácil de pasar que el
monte Cenis, y por donde pasó antiguamente Aníbal de Cartago (pero con una dificultad
increíble) le atravesamos y fuimos a dar a la ciudad de Asti. La vanguardia de la cual era
capitán Gilbert de Montpensier, de la casa de Borbón, y príncipe de la sangre, siguiéndole el
rey con lo que quedaba del ejército, pasó después a Pontremoli, ciudad del ducado de Milán,
fundada al pie de los Apeninos, orilla del río de Magra, el cual divide la tierra de Génova
(llamada antiguamente Liguria) de la Toscana, y de Pontremoli, tomando el camino de Pisa,
se fue a grandes jornadas dado que hubo libertad a sus moradores derecho a Florencia, dentro
de la cual, habiendo entrado como victorioso, armado él y su caballo, y su ejército en orden
de pelea. Alcanzado de Pedro de Médicis y de su ciudad todo lo que quiso, puesto en el
corazón de los más atrevidos ciudadanos un miedo extraño y hecho de su propia mano, casi
todos franceses, los jueces que debían presidir en todos los negocios de la ciudad, se partió
derecho a Roma, adonde le esperaban con grandísimo contento todos aquéllos que tenían su
partido. Mas el Papa, que se había mostrado siempre más aficionado al partido aragonés que
218
al de Francia, temiendo la venida del rey, no sabía si le debía esperar o si saldría fuera de
Roma. Al fin se determinó de quedar en ella y de ponerse a la misericordia del rey, el cual
entrado que fue con la mayor pompa y majestad que nunca monarca haya hecho en otra
ciudad, viendo que el Papa190 no le quería entregar el castillo de Sant’Angelo, persuadido de
los cardenales Ascanio, Colona, y Savelino191, junto con otros muchos que aborrecían al Papa
(por tener mal concepto de él, y creer que a causa de muchos vicios particulares que tenía, no
hacía la vida que un verdadero sucesor de San Pedro estaba obligado de hacer) hizo salir del
palacio de San Marcos, adonde estaba alojado, la artillería, para ponerla alrededor del
castillo. Mas al fin como católico y no inclinado a hacer ningún agravio al Papa,
arrepintiéndose de lo que quería hacer, no quiso consentir que se disparara contra él una sola
pieza. Antes empeñándole su palabra real de que no le ofendería en nada, le hizo salir debajo
de ella para que se volviese al Vaticano, adonde el rey le besó muy humildemente los pies,
después de haber capitulado con él, y prometiéndose los dos, recíprocamente, amistad y
confederación perpetua por la defensa común. Empleado que hubo el rey en Roma un mes en
hacer estas cosas, salió de ella para comenzar la guerra porque hasta aquí había pasado (como
tengo dicho) sin hallar nadie que se opusiera a su camino. El rey Alfonso, que estaba
entonces en Nápoles, sabiendo que el rey había salido de Roma para venir contra él, se halló
tan apretado de temor, oyendo decir las grandes fuerzas que traía consigo que salió de
Nápoles con solas cuatro galeras cargadas de los más ricos y suntuosos muebles que tenía,
con los cuales se fue a una villa de Sicilia, llamada Mazara192, que don Fernando, rey de
España, le había dado, donde se hizo después fraile. Venidas las nuevas de la huida de
190
Alejandro VI. Cardenal Rodrigo de Borgia. Papa (1492-1503).
Los cardenales Ascanio Sforza (1455-1505), Giovanni Colonna (1456-1508), y Gian Battista Savellino
(1422-1498).
192
Mazara del Vallo.
191
219
Alfonso al rey Carlos, fuimos a poner tan presto el cerco delante del monte de San Juan193,
que está situado en los confines del reino, en el cual, por haberse defendido los de dentro con
demasiada porfía, los degollamos a todos, tomado que le hubimos, habiendo hecho lo mismo
antes a Monfortín194 y a otros lugares. La fama de estas crueldades, ejecutadas contra la gente
y soldados que se habían puesto en defensa, puso un miedo tan grande en el corazón de los
que estaban resueltos de no entregarse que haciéndoles trocar de opinión, rendían casi todas
las villas y lugares a la sola vista de nuestras banderas. Fernando, hijo de Alfonso, y a quien
el dicho Alfonso había dejado el reino para ir a vivir como hombre libre y particular en
Mazara, sintiéndonos cerca de Nápoles, fue con las mayores fuerzas que pudo a ponerse
dentro de San Germán195, que es una llave del reino de Nápoles para defender el paso. Mas
viendo que sus soldados dejaban caer las armas en oír mentar solamente el nombre de Carlos
y que habían perdido de todo punto el ánimo, le fue forzoso dejar a San Germán y de
recogerse a Capua,196 de la cual habiendo salido también para ir a dar orden en los negocios
de Nápoles, Juan Jacobo de Trivulzio197 con otros caballeros de Capua, se fue a dar al rey, y
por el consiguiente le entregó la ciudad, de lo cual Fernando (que estaba a dos leguas de
Capua, para volver a ella, así como lo había prometido a su salida) advertido, que así mismo
sus propios soldados le habían saqueado su casa, y que Virginio Ursino y el Conde de
Petellana198, que eran de su partido, habían sido presos, se volvió a Nápoles, creyendo que las
demás villas y ciudades del reino se entregarían al victorioso. Llegado que fue a Nápoles,
193
Monte San Giovanni Campano. Loubayssin describe el saco de la villa de Monte San Giovanni Campano por
las tropas francesas en febrero de 1495. Aunque los defensores italianos tenían artillería nueva, los franceses
lograron entrar en el castillo. Su castigo fue muy severo, ya que los franceses ejecutaron a cientos de hombres,
mujeres y niños.
194
Montefortino.
195
Piedimonte San Germano.
196
Capua, ciudad muy cerca de Nápoles.
197
Gian Giacomo Trivulzio (1440-1518), militar y aristócrata italiano en el servicio del rey francé,s Carlos VIII,
durante la Guerras Italianas.
198
Virginio Orsini y el conde de Pitigliano. Se alió con el rey Carlos VIII en contra de la Liga de Venecia.
220
mandó llamar a la plaza del castillo nuevo a toda la nobleza y al pueblo, a los cuales
ajuntados que fueron, encomendó, las lágrimas en los ojos y con las más piadosas palabras
que pudo para conmoverlos a compasión, la ciudad. Y después para asegurar su vida y que
los alemanes, que estaban en el castillo, no le prendiesen, habiendo sido avisado que lo
querían así hacer, salió de Nápoles y entró en unas galeras ligeras que le estaban esperando
en el puerto, entrando en ellas con él don Fadrique199, su tío, y la vieja reina, que había sido
mujer de su padre, con Juana, su hija, y con otros aun bien pocos caballeros, con los cuales
navegó, para la isla de Iscla200, que los antiguos llamaban Enaria201, que está a treinta millas
de Nápoles. Hanme dicho algunos, que dicen haberlo oído decir a un caballero que hizo el
viaje con él, que todo el tiempo que tuvo a Nápoles delante de los ojos, que pronunció
muchas veces, y con voz alta cierto verso del Salmo del profeta202 que dice: Que en vano
velan aquéllos que guardan la ciudad que no es guardada de Dios. Y que llegado que fue en
Iscla, el capitán de la fortaleza no le quiso dejar entrar, sino con sólo un hombre. Mas que
como Fernando fuese dentro, se echó sobre él con tanto ímpetu que con la furia y con la
memoria de la majestad real espantó de manera a los otros, que redujo al instante en su poder
al capitán y a la fortaleza. Mas para volver a mi cuento,203 tan presto que los napolitanos
hubieron visto arrancar las galeras de Fernando del puerto enviaron al rey, que estaba en
Averso204, sus embajadores y con ellos las llaves de la ciudad para suplicarle las recibiese e
hiciese de ellos lo que su majestad fuese servido. El rey las tomó con muestra de grande
afición y después de haberles concedido con grande liberalidad, muchos privilegios y
199
Federico IV, rey de Napoles después de la muerte de su sobrino Fernando II.
Ischia.
201
Aenaria, antiguo nombre romano de la isla.
202
Salomón. Salmo 127.
203
Loubayssin de la Marca distingue entre cuento e historia. En este caso cuento se refiere a los hechos
históricos que relata el ermitaño.
204
Aversa.
200
221
franquezas entró el día después en Nápoles, que era a veinte y uno de febrero de 1495. Donde
fue recibido con tanto gozo y contento de cada uno que no es posible que mi lengua lo pueda
decir. Porque no se halló persona de ningún sexo, de ninguna edad, de ninguna condición, de
ninguna calidad o mérito que fuese, que no viniese delante de él, como si real y
verdaderamente hubiera sido el padre y primer fundador de aquella ciudad. Así triunfaron en
menos de tres meses las armas francesas de aquellas de Italia, labrando en la inmortalidad,
una alabanza para esta invencible nación, que durará mientras el mundo fuere mundo, sino es
que oponiendo a los rayos de esta gloria, la crueldad que usamos en nuestras victorias,
vengamos a ser tan vituperados de los hombres de bien, como alabados de los hombres de
guerra”.
222
Capítulo II
“Esta conquista del reino de Nápoles y de tantas villas y ciudades vecinas de los
estados de los príncipes italianos, que los franceses habían tomado en tan poco tiempo:
comenzó a amedrentar no solamente a los que con razón podían argüir de tanta prosperidad,
un siniestro suceso para toda Italia, mas el Gran Turco, con estar en lugar tan remoto y
apartado de los victoriosos, acordándose de los laureles inmortales que otras veces esta
invencible nación había adquirido en sus tierras y contra sus antepasados, temía que la
ambición de Carlos (que se alababa alguna vez, estando con sus más privados amigos, de
volver a su patria el imperio de la cristiandad, que los herederos de Carlomagno habían
perdido) no le hiciese cubrir el mar de bajeles y la tierra de soldados para irle a cercar por
mar y por tierra a su grande ciudad de Constantinopla. Y de otra parte, Ludovico Sforza,
duque de Milán, cansado de favorecer a Carlos, como aquél que creía ser causa (como era
verdad) de la desdicha de toda Italia por haberle aconsejado de pasar a ella y hecho pasar su
ejército por sus tierras, buscaba todas las invenciones del mundo para arruinarle, creyendo
que su estado no podría durar mucho tiempo, teniendo un tan poderoso rey, como era aquél
de Francia por vecino. Y el Papa, el emperador, los venecianos, los florentinos, con otros
muchos príncipes y repúblicas de Italia, combatidos aún de estas sospechas vinieron al fin a
hacer una Liga,205 y poner un ejército en campaña contra el rey. El cual después de haberse
hecho coronar rey de Nápoles, en la iglesia mayor de la misma ciudad, criado un virrey y
dado orden en todos los demás negocios del reino, tomó el camino de Roma, enviando a
205
La Liga Santa, o la Liga de Venecia, fue creada en 1495, donde se juntaron los Estados Papales, el Sacro
Imperio Germánico, España, Milán, y Venecia, bajo el mando de Francisco II Gonzága, el marqués de Mantua.
El propósito de la liga fue el de defender la Cristiandad contra Francia y el Gran Turco.
223
decir al Papa, que iba a ella para hacerle el acatamiento debido. Mas el Papa, después de
haber despachado algunos embajadores y hecho otros negocios que le importaban,
desamparó a Roma y se fue con toda su gente a Ciudad Vecchia206, en la cual no sintiéndose
muy seguro, se fue a Perosa con intento de pasar aún, si se veía forzado a Ancona, y
embarcarse allá para irse a Venecia, tan grande era el miedo que tenía de nosotros. El rey
partió de Roma para volverse a Francia, aunque sabía que un ejército de venecianos, con la
gente del duque de Milán, estaba en Lombardía para combatirle. Y llegados que fuimos cerca
de Parma, y a punto de pasar el río Taro, le hallamos y poderosísimo, porque había en el más
de treinta mil hombres de los cuales era general Francisco de Gonzaga, marqués de Mantua.
El rey Carlos, viéndose con pocas fuerzas para resistir a aquellas del marqués si le venía a
embestir207 en pasando el río, porque apenas llegaba al número de seis mil soldados, fuese
gente de a pie o de a caballo, los que traía consigo, envió a pedir pasaje por un trompeta al
marqués, diciendo que su intento no era otro que de pasar (para volverse a Francia) sin
ofender a nadie y de pagar todo lo que tomaría para el sustento de su ejército. El marqués por
tener la victoria cierta y pensar enriquecerse él y sus soldados de todos los despojos del reino
de Nápoles que el rey traía consigo, y pensar aun de prender al mismo rey, se lo rehusó. Lo
que visto por el rey, ardiendo en viva saña, se dispuso a la batalla, la cual dada al paso del río
Taro, con ánimo casi invencible de todas las dos partes. Vino a quedarnos al fin la victoria.
Porque a pesar del ejército veneciano y ser los enemigos casi ocho contra uno, pasamos por
el camino que nos habían negado, matando a más de cinco mil de ellos, sin que de los
nuestros quedasen sobre el campo muertos más que tres o cuatrocientos. Yo hasta entonces
206
Civitavecchia.
Embestir. En el original envestir. Loubayssin usa la forma usada en el siglo XIV que viene del latín,
investire. La forma moderna se usa en 1554. Corominas.
207
224
no había tenido en toda aquella guerra ninguna fortuna. Mas como oyese decir, que se debía
dar batalla, determiné entre mí de pelear de manera que viniese a ser conocido por un bravo y
animoso soldado del mariscal de Gier208, que conducía la vanguardia, a quien un caballero
que se me había dado por amigo, me había hecho saludar había días. Lo que hice con esto y
con una fortuna tan favorable que acudiendo a él al mayor trance209 de la batalla, y cuando
por hallarse a pie y solo rodeado de tres o cuatro soldados que le querían matar, desesperado
de poder conservar su vida, se la di con matar a los dos, prender al tercero y hacerle subir
después sobre mi caballo, matando al instante a un caballero para tomar el suyo, sobre el
cual, habiendo subido, le seguí todo cuanto duró la batalla, haciendo en ella todo cuanto
podía hacer un hombre de bien, y añadiendo a este hecho primero otros que me vinieron a dar
al fin de la batalla, tres caballos y dos presos, por los cuales tuve de rescate cuatro mil
escudos. Esta es la mayor fortuna que tuve en todas estas guerras, y aunque era de poco
momento, en comparación de otras muchas que se hacen en semejantes ocasiones, vino a ser
tan envidiada de mis camaradas y aun de otros de mayor calidad que me pensó costar la vida.
Y fue que un primo hermano del Mariscal, celoso de la amistad que su pariente me hacía, y
apesarado de las grandes alabanzas que todos los días me daba cuando hablaba de mí, cobró
por ello tan grande envidia que me vino a acusar, con falsos testigos, que yo había conspirado
contra la vida del Mariscal. De lo cual no me habiendo podido justificar tan a mi gusto como
yo quisiera, aunque el Mariscal no pudo nunca creer eso de mí, le envié a desafiar por uno de
mis amigos, enviándole a decir que le tendría por un traidor, indigno de traer espada, si con
ella no me venía a hacer razón, al lugar donde mi amigo le llevaría del crimen que falsamente
208
El mismo personaje aparece en Storia d’Italia de Francesco Guicciardini (1540) con el nombre del mariscal
de Gies.
209
Trance. El punto riguroso u ocasión peligrosa de algún caso o acontecimiento.
225
me había acusado. Sobre el cual desafío, habiendo venido con uno de sus amigos al lugar
donde yo le estaba aguardando, le maté con dos estocadas que mi inocencia le hizo dar por
medio del cuerpo, y queriendo ir después al socorro de mi compañero hallé que tenía ya a tal
trance a su enemigo, que sin querer consentir que yo le ayudase, le pidió al instante la vida.
Este duelo, aunque hecho con armas iguales, y para defender mi honra, de una
maldad tan enorme, como era aquélla que el muerto me acusaba injustamente, fue causa que
no siguiese más al rey, el cual, pasando sin son de trompeta, a la media noche el río con todo
su ejército, fue a dar cerca de Alejandría210, tomando después el camino más alto hacia la
sierra, donde el río de Taro tiene menos agua. Y de esta manera fue a dar, sin perder ninguno
de los suyos, al camino de Asti, donde llegado se volvió al fin del mes de octubre a Francia.
Como es cosa muy difícil de poder escoger lo que más bien le está al hombre,
principalmente en cosas tan importantes, como son aquéllas de la guerra, estuve algunos días
(sucedido que me hubo lo que he dicho) sin poderme determinar si debía continuar de seguir
el partido francés o bien trocar de amo, para asegurar mi vida de las sospechas que me daba
la amistad grande que el Mariscal tenía a este su primo y dos hermanos que el muerto tenía.
Al fin me pareció que sería mejor de alzarme con la ganancia y de ir a servir a aquél, a quien
la fortuna comenzaba de seguir, y no a ese otro, que por haberle tenido demasiadamente
grande no podía esperar, según los indicios que se ven cada día, sino una grande mudanza.
Porque no había bien acabado de llegar el rey Carlos a Francia, que casi todas la ciudades del
reino, y la misma Nápoles, cabeza de él, con el castillo, se volvieron a dar a Fernando, y no
parando aún en esto su desgracia, quiso que después de haber hecho nuevos aparatos para
volver de nuevo a conquistarle, se dejase de hacer el viaje por la repentina muerte que le dio
210
Alessandria, ciudad en el norte de Italia.
226
en la ciudad de Amboise211. Sucediéndole en la corona a falta de herederos Luis XII, duque
de Orleans, que poco antes había estado dos años preso en la torre de Brujas por su mandado,
el cual tan presto que tuvo la corona, continuando el designio de su antecesor con el cual
había hecho el primer viaje, se hizo llamar duque de Milán, rey de Nápoles, de Sicilia y de
Jerusalén, apoderándose al instante de él. Y aunque Ludovico Sforza le hubiese vuelto a
cobrar, entonces cuando el pobre miserable pensaba tener la fortuna más favorable, saliendo
de Novara212 para dar batalla al enemigo, que él venía a cercar, fue entregado por los
esguízaros213 a los franceses, los cuales le enviaron preso a Francia adonde acabó
miserablemente su vida.
El rey Luis, alcanzado que hubo esta victoria, volvió todos sus pensamientos a la
conquista del reino de Nápoles, y temiendo que el rey de España se opusiese a ella con los
venecianos, concertó con él que juntando los dos sus fuerzas, o acometiéndole cada uno por
partes diferentes, le conquistasen a medias. Y la razón porque el rey don Fernando emprendió
esta guerra contra el rey de Nápoles era que decía que Alfonso, rey de Aragón, habiendo
conquistado el reino de Nápoles con el dinero del reino de Aragón, no se lo pudo quitar a
Juan, su hermano, y su abuelo de él, que le heredó después de su muerte, para dárselo a
Fernando, su hijo bastardo. El concierto así hecho entre los dos reyes, se siguió tan presto la
ejecución de él, y por el consiguiente la conquista del reino, en la división del cual, no
pudiendo bien concertarse los dos virreyes, se declaró por este sujeto entre ellos la guerra. En
esta sazón, Felipe, archiduque de Austria y príncipe de Flandes, queriendo volverse de
211
Pueblo en el noroeste de Francia.
La batalla de Novara (1500) entre Francia y el ducado de Milán. A consecuencia de la victoria francesa,
Ludovico Sforza fue capturado y Milán quedó en las manos de Francia.
213
Los esguizaros fueron mercenarios suizos que participaron activamente durante las guerras italianas.
212
227
España para Flandes quiso venirse por tierra, habiendo alcanzado de sus suegros supremo
poder de hacer la paz con el rey de Francia.
Decir con qué honra y magnificencia fue recibido por mandado del rey en todas las partes
donde pasó, no hay lengua humana que lo pueda. Porque nunca rey ni príncipe fue recibido
en reino extranjero con tanta pompa y grandeza como lo fue (a lo que dicen) éste en Francia.
Y para que el príncipe Felipe pudiese gozar de todas estas fiestas sin tener ninguna sospecha
de la fidelidad del rey, quiso el mismo rey, a más de la fe que le había dado (de que podía
pasar con mucha seguridad por sus tierras) enviar aun los mayores de su reino en rehenes a
Flandes. Lo que habiendo hecho, el príncipe Felipe, queriendo corresponder con la misma
grandeza, mandó decir al rey (para darle a entender que se fiaba de él) tan a presto que hubo
entrado en Francia, que si no hacía volver a los mismos señores (mandando decir a su gente
que consintiese en ello) que se volvería a ir y no pasaría más adelante. En fin, juntos que
fueron los dos en Blois, después de haberlo muy bien digerido, se concluyó la paz
concertando en ella que el reino de Nápoles quedaría dividido, como estaba antes, y que las
tierras por las cuales la guerra se había empezado, por pretender cada uno de los reyes
deberles pertenecer, que quedarían en depósito al príncipe Felipe, y que el príncipe Carlos, su
hijo, se casaría con madama Claudia, hija del rey, los cuales desde aquel día tomaron el
nombre de reyes de Nápoles y de duques de Pulla y de Calabria.214 Estos conciertos así
hechos se despacharon correos a los dos virreyes para suspender la guerra y avisarlos de este
tratado. Al cual obedeciendo el duque de Nemours215, por el rey de Francia, Gonzalo
214
El príncipe Carlos se convertirá en el emperador Carlos V; el matrimonio con madama Claudia no se realiza.
Carlos se casa con su prima Isabel de Portugal.
215
Louis d’Armagnac, duque de Nemours entre 1500-1503. Murió durante la batalla de Ceriñola.
228
Fernández de Córdoba, a quien llamaron después el Gran Capitán,216 que era de la parte del
rey de España, no quiso, antes continuando de hacer siempre la guerra, deshizo y prendió,
casi en el mismo tiempo, al duque de Montpensier, y al señor D’Aubigny, uno de los más
excelentes capitanes que el rey Carlos había traído consigo cuando pasó a Italia. Y poco
tiempo después alcanzó otra grandísima victoria contra el duque de Nemours, donde murió el
mismo duque de un arcabuzazo, con otros muchos caballeros. Todas estas victorias dieron
tanto ánimo al ejército español y desmayaron en tanta manera al francés, que en pocos días el
Gran Capitán se apoderó del reino de Nápoles, echando a todos los franceses que en él
estaban fuera de él y de todos sus confines, como oiréis ahora en el siguiente capítulo”.
216
Cervantes se refiere al Gran Capitán en Don Quijote I, cap. XXXII. El cura mira el libro Historia del Gran
Capitán Gonzalo Hernández de Córdova, con la vida de Diego García de Paredes. “El cual por sus muchas y
grandes hazañas mereció ser llamado de todo el mundo Gran Capitán, renombre famoso y claro, y de él sólo
merecido” (2004, 323).
229
Capítulo III
“Durante la conquista hecha entre mi rey y el de Francia, yo estuve muy malo en
Capua, mas así como el Gran Capitán vino a las manos con el virrey por las causas ya dichas,
fue Dios servido de que me levantase de la cama, y que cinco o seis días antes que el Gran
Capitán diese la batalla al duque de Nemours, hubiese estado tan fuerte y gallardo al ejército
español, como lo estuve en mi vida. Llegado pues el día de la pelea, sucedió que como una
compañía de la de los enemigos hubiese desbaratado aquélla del capitán Zapata, habiéndole
muerto su alférez, ganado su bandera y muerto a la mayor parte de sus soldados que yo
hallándome no muy lejos de allí acudí, aunque tarde, al socorro. Y reprehendiendo con
palabras atrevidas a los que huían la pérdida de la bandera y la muerte del alférez, me volví
con tanto ímpetu con cuatro o cinco amigos que me siguieron a cargar sobre el enemigo, que
así como el Gran Capitán (que sabida la desecha217 de Zapata, venía a todo correr de su
caballo en su socorro) acababa de llegar, yo había vuelto a cobrar la bandera, preso a aquél
que la tenía y muerto de mi propia mano a cuatro o cinco que se habían puesto para
defenderla porque los que me habían seguido, me habían dejado solo por dar alcance a los
otros.
El Gran Capitán, que me había visto pelear desde lejos, hallándome apoderado de la
bandera y de aquél que le había ganado me arrojó de lejos una banda que traía a su cuello y
volviendo la rienda a su caballo, empezó a correr tras el enemigo, diciéndome: “A ellos, a
ellos, alférez, porque la victoria es nuestra”. A estas palabras, dado que hube a uno de mis
camaradas mi prisionero, fui siguiendo a mi capitán hasta adonde lo más crecido del ejército
217
Desecha. “Y desecha vale despedida cortés. Desecha, disimulación de lo mal hecho.” Covarrubias.
230
peleaba. Los nuestros viendo el socorro que les venía (porque los que antes huían
avergonzados de la vista del Capitán, queriendo cobrar la fama perdida, nos habían seguido)
cobraron ánimo y resistieron al ímpetu de los franceses, que con ánimo, casi invencible,
peleaban. Mas en este mismo tiempo, y así como los dos ejércitos estaban más encarnizados,
y que el duque de Nemours animaba con palabras a sus soldados para hacerlos pasar un foso,
quiso la fortuna que un soldado le matase de un arcabuzazo y que esa muerte, con la
prudencia y valor de nuestro capitán y soldados, que habían peleado aquel día todo lo que se
puede encarecer, nos diese la victoria. Y aunque pasamos el foso para seguir a los enemigos
que se iban huyendo no fue grande el daño que se les hizo por ser ya noche oscura.
Esta victoria se ganó ocho días después de la presa del señor D’Aubigny, y la una y la
otra se alcanzaron viernes, día que los españoles hemos tenido siempre por dichoso. Los
franceses habiéndose retirado, con el favor de la noche, con toda la artillería, de la cual no
habían perdido una sola pieza, fueron combatidos de muchos pensamientos, ahora de juntarse
con lo demás del ejército que estaba cerca de allí para irse a poner después en algún lugar
cómodo para guardar que el victorioso no tomase el camino de Nápoles, y ahora de quedarse
para defender a Nápoles. Con todo eso, como el temor se aumenta siempre en la adversidad y
las dificultades a quien ha sido vencido, no ejecutaron al fin ninguno de estos pensamientos,
porque el señor D’ Allegre, el príncipe de Salerno y muchos otros varones y capitanes se
recogieron entre Gaeta y Taranto, adonde se juntó después la mayor parte del ejército. El
Gran Capitán tomó el camino con toda su gente derecho a Nápoles, y pasando a Melfi ofreció
al príncipe, que seguía el partido del rey de Francia, que si se quería pasar de la parte de los
españoles, que le dejaría su estado. Mas el príncipe, queriendo antes conservar la amistad del
rey que su hacienda, rehusó este partido y tomó aquél de salir de Melfi con su mujer y sus
231
hijos, yéndose después a juntarse con Luis de Armagnac, duque de Nemours, que estaba
dentro de Venosa218. Y nosotros, apoderados que nos hubimos de Melfi seguimos nuestro
camino derecho a Nápoles, lo cual venido a la noticia de los franceses que estaban dentro,
dejaron la ciudad y se recogieron dentro del castillo nuevo, y los napolitanos viéndose sin
esperanza de socorro, se dieron, aunque de mala gana, a nosotros, como hicieron también
Aversi y Capua219, y pocos días después el mismo castillo nuevo.
De esta manera, la fortuna que poco tiempo antes se había mostrado tan favorable a
los franceses, los dejó para volverse de la parte de los españoles y empezar por la ruina de los
negocios que tenían en Italia, el principio de su imperio que ha ido, va e irá en aumento con
el favor de Dios todos los días.
He querido hacer este grande y prolijo discurso sólo para mostrar cuán inconstantes y
mudables son las cosas de este mundo y deciros, si acaso no sabíais, la causa porque se
empezó la guerra y se rompieron las paces, que por tantos y tan largos siglos habían durado
entre estos dos reinos. La cual guerra se encendió con tanta violencia que todo el imperio de
la cristiandad se pensó abrasar con ella, sin que ningún rey de estas dos naciones quisiese
dejar, aunque veía que el enemigo de la Iglesia extendía todos los días sus confines en
Europa, el designio que tenía, que era de arruinar a su vecino antes de dejar las armas. Y
porque sería engolfarme220 en un discurso demasiadamente prolijo y largo, si refiriendo mi
vida os quisiese contar particularmente los cercos, batallas y asaltos en los cuales me hallé
durante tres años que duró esta guerra, me será forzoso de contarlos de tijera, contentándome
de decir sólo los puntos más principales. Y esto ha de ser después de haber tomado el
218
Melfi y Venosa, pueblos en el sur de Italia, hoy en día en la región italiana de Basilicata.
Aversa, ciudad muy cerca de Nápoles.
220
Engolfarse. Meterse en negocios arduos y dificultosos, en los cuales suele haber muchos embarazos, y tales
que a veces (como se suele decir comúnmente) no se les halla fondo, ni pie.
219
232
descanso que mi vejez por haber hablado tan largo rato os pide, para que volviendo a cobrar
aliento pueda tomar de mi memoria, haciendo para pagar mi deuda”.
Así como el bueno de don Esteban acababa de decir estas palabras, el león que
dijimos, estar a los pies de Sicandro, la primera vez que don Henrique entró en la ermita, se
acercó a ellos, lo cual visto por don Henrique, preguntó a su abuelo si se podía asegurar de
que no le haría mal el león. A lo cual el ermitaño, respondiendo que sí, le hizo venir con
llamarle. Y venido que fue comenzó a revolcarse delante de ellos y a hacer al ermitaño, a
Sicandro y a los demás las mismas caricias que suele hacer un perro de falda a aquéllos que
le dan de comer. Pasado que se hubo un rato el tiempo con admiración de sus fuertes
miembros y agudas uñas, alabando el grande y casi humano instinto que semejantes animales
tienen y que don Henrique hubo contado aquella historia que la antigüedad dice haber
sucedido a un esclavo romano con uno de ellos, el ermitaño, rompiendo el silencio, comenzó
a decir: “Si no fuese que sería poner la carreta delante de los bueyes, yo contara ahora mismo
de este animal algunos casos tan extraño, como admirables, y si no los digo ahora se dirán a
su tiempo y lugar. Lo que hizo el rey de Francia, sabido que hubo el triste acaecimiento que
habían tenido sus cosas en el reino de Nápoles, quisiéramos saber con lo demás de la
historia”. Dijeron todos entonces: “Y después nos contará vuestra paternidad cuando fuere
servido lo demás”. “Así lo tengo de hacer”, respondió Don Esteban, y continuando su cuento
comenzó a decir:
“Fue tan grande el sentimiento que tuvo de verse así burlado del Gran Capitán, y de
haber perdido un tan esclarecido reino, que envió al duque de Trimouille221, con un poderoso
ejército a Italia para sacar razón del engaño que decía se le había hecho. Y no contento aun
221
Louis II de la Trémoille, general francés en el servicio de varios reyes de Francia. Murió en la batalla de
Pavía en 1525.
233
de hacer la guerra al reino de Nápoles, envió una armada por mar y otra por tierra al condado
de Rosellón para entrar en Cataluña, y otra que era la cuarta a Fuenterrabía. Mas porque mi
intento es de hablar solamente de la guerra adonde yo me hallé, dejaré aquéllas que se
hicieron en las fronteras de España para decir las de Italia.
Durante el tiempo que el ejército francés caminaba para venir a Italia, el Gran Capitán
fue a poner el cerco delante de Gaeta, y me mandó a mí que quedase por ciertos negocios en
Nápoles. Entonces empecé yo de olvidar mis desgracias porque aquel hecho que hice (como
tengo dicho) en la jornada adonde murió el duque de Nemours, había ilustrado mi nombre
entre los más excelentes capitanes de aquel tiempo, y sin la fama que había alcanzado, lo que
no suele suceder siempre, me hallaba con una bandera en las manos, cuatro caballos en la
caballeriza, y tres o cuatro mil ducados en la bolsa y con un preso que me había prometido
dar cuatro mil ducados de ración o de rescate, al cual, por haberle hallado verdadero en
muchas cosas, dotado de grandes virtudes y muy hombre honrado, había dejado ir con una
sola cédula222 que me había dado de su mano, por la cual se obligaba de enviarme a Nápoles
o al lugar donde yo estaría, los cuatro mil ducados dentro de seis meses.
Acabado que hube los negocios de Nápoles, dado libertad a mi preso, y puesto en
orden mis negocios particulares, llegué a Gaeta el mismo día que se entregó. En este tiempo
se hicieron treguas entre nosotros y los franceses, en el tiempo de las cuales murió la reina
doña Isabel.223 Venidas la nuevas de su muerte a la noticia del príncipe Felipe,224 su yerno,
pasó a España para hacerse jurar por rey de Castilla y después de haberse concertado con su
suegro, el rey don Fernando, murió en Burgos, dejando a Carlos, su hijo que fue después
222
Cédula. Pedazo de papel o pergamino escrito, para escribir en él alguna cosa.
Isabel de Castilla murió en 1504.
224
Felipe de Habsburgo (1478-1506), esposo de Juana heredera de los Reyes Católicos.
223
234
emperador V de este nombre, heredero de todos sus estados. Antes de la muerte del rey
Felipe, el rey don Fernando se casó con Germana, hija de una hermana del rey de Francia,
mediante el cual casamiento se hizo la paz entre ellos. El rey don Fernando, teniendo ciertas
sospechas del Gran Capitán, vino a hallarle al reino de Nápoles, en el cual fue recibido con la
pompa y majestad que a tan grande rey convenía. Hecho que hubo al Gran Capitán,
condestable del dicho reino, y prometídole con una cédula escrita y firmada de su propia
mano de darle el maestrazgo de Santiago, y confirmada la merced, que don Federico después
de haber heredado a Fernando le había hecho, del ducado de Sant’Angelo225, con otras tierras
que le valían de renta veinte mil ducados, advertido de la muerte del rey Felipe, su yerno, se
volvió para España.
Duraron tres años estas paces, aunque no faltó en todo aquel tiempo la guerra en
Italia, ora fuera contra el Papa, ora contra los florentinos, ora contra los venecianos, y ora
contra los pisanos, u otras repúblicas, en la mayor parte de las cuales me hallé, haciendo en
ellas todo cuanto podía por valer sin poder hacer con todo eso cosa que merezca ser contada.
Al fin, la paz vino en rompimiento entre los reyes de Francia y España, y don Gastón
de Foix, de la casa de Navarra y príncipe de los más valerosos que nuestros siglos hayan
visto, habiendo alcanzado tres o cuatro victorias contra los españoles vino delante de Rávena
en socorro de la cual fuimos nosotros, con toda la gente que el Papa y los venecianos nos
habían enviado, lo que visto por el valeroso Gastón, vino a presentarnos la batalla, la cual
otorgada se dio, y vino a ser la más furiosa y sangrienta que ninguna que en toda esta guerra
se hubiese dado porque duró más de cuatro horas, sin saber cuáles habían de ser los
victoriosos. Mas al fin se vino a declarar la victoria por los franceses, aunque fue a costa de
225
El ducado de Santángelo fue creado por los Reyes Católicos el 10 de marzo de 1497 para el Gran Capitán,
Gonzalo Fernández de Córdoba, por su liderazgo en la conquista del reino de Nápoles.
235
la vida del pobre Gastón que murió, si se puede decir, al mayor creciente de su fama, y
habiendo ganado una victoria de la cual se hablará mientras el mundo fuere mundo. Murieron
de los enemigos cuatro mil, y de los nuestros ocho mil, el bagaje preso, banderas, y artillería,
y juntamente el legado del Papa, con Fabricio Colona. Pedro de Navarra226, el marqués de
Paludo, el de Bitonto, el marqués de Pescara y muchos otros varones y capitanes, así del
reino de Nápoles como españoles, entre los cuales fui yo, y fue tan grande mi desgracia que
vine a caer en las manos de un hermano del pariente del Mariscal, a quien yo había muerto en
desafío como tengo dicho casi al principio de mi discurso, el cual conociéndome, aunque
todo cubierto de sangre, como aquél que tenía sobre su cuerpo dieciséis heridas, vino para
acabarme de matar. Al cual espectáculo, hallándose de buena fortuna el francés (a quien yo
había dado libertad con una cédula que me había hecho dentro de Nápoles del rescate que me
había prometido) y queriendo guardar a toda fuerza que mi enemigo no me matase, el traidor
volvió contra él su furia, dándole una estocada por la boca que tenía descubierta, por tener
alzada la visera, la cual muerte no quedó sin venganza porque dos de sus camaradas,
hallándose presentes, mataron al homicida y me guardaron a mí la vida.
Esta victoria, aunque grande, sirvió de harto poco a los franceses, porque habiendo
salido de Rávena para ir a Milán, siendo general del ejército el señor de la Palice227, el Papa
Julio volvió a cobrar al instante a Rávena y a Bolonia. Dada que fue esta batalla, el Papa
acrecentó su ejército y escribió a los reyes y a los príncipes para animarlos a la guerra,
despachando después un cardenal al emperador, el cual sintiéndose ofendido del rey de
226
Pedro Navarro (1460-1528) fue militar noble y militar en el servicio de los Reyes Católicos. Bajo el mando
del Gran Capitán, participó en la guerra de Nápoles. Posteriormente, fue hecho prisionero por los franceses y
cuando el rey rehusó pagar su rescate, Navarro pasó al servicio del rey francés, Francisco I.
227
Jacques II de Chabannes de la Palice (1470-1525) fue un noble y militar francés que participó en la primera
guerra italiana y en las batallas de Valenza, Tortona, Alessandria y Fornovo. En 1503 fue hecho prisionero en la
batalla de Ruvo por el Gran Capitán. Murió en 1525 durante la batalla de Pavía.
236
Francia, por ciertas cosas que entre el rey y él habían pasado, envió tan presto a Italia de la
parte de Verona un ejército de esguízaros y alemanes y a Maximiliano Sforza, hijo de
Ludovico, para volver a cobrar el ducado de Milán, que le habían quitado a su padre.
Habiendo pues Maximiliano llegado con este ejército cerca de Verona, introducido que hubo
en él a los españoles, y aun a todos los que eran de la Liga del Papa, dio un temor tan grande
al señor de la Palice, general de los franceses, que después de haber puesto en la fortaleza de
Milán, de Brescia y de otros lugares, las fuerzas que a su opinión le parecieron bastantes para
resistir a Maximiliano, se fue a Pavía, dentro la cual ciudad los enemigos habiéndole cercado,
se fue después a Francia. De manera que en pocos días, Maximiliano Sforza volvió con la
ayuda del emperador y del Papa a cobrar el estado de su padre. Los genoveses le enviaron tan
presto embajadores para darle el parabién de su victoria porque habiéndose vuelto contra los
franceses y elegido un duque, habían cercado y tomado el castillo de Linterna,228 que los
franceses tenían.
En el tiempo que esta guerra se hacía, sucedió que el rey de Navarra, siendo del
partido del rey de Francia, contra el Papa, el emperador y el rey de España, fue excomulgado
por el Papa y sus bienes dados a quien los pudiese ganar, que fue causa que el rey don
Fernando, hallándose entonces con mucha gente en las fronteras de aquel reino, se amparó de
él y le posee aun hoy, a lo que creo.229
Mas para volver a lo más importante de mi cuento y abreviar de aquí adelante la
historia. Libertado que yo me hube de mi prisión, con dar mil escudos de rescate, estuve
siempre en un lugarcillo cerca de Ravena, curándome de mis llagas (que eran peligrosas) y
procurando de olvidar el tormento que mi alma sentía por la muerte de aquél que había sido
228
229
La torre della Lanterna.
En tiempos de Loubayssin, Navarra ya pertenece a España.
237
mi prisionero, no por los cuatro mil escudos que había perdido con su muerte, sino por ver
que por mi ocasión había acabado su vida, pasaba el tiempo lo mejor que podía. Pero fuese, o
por el demasiado sentimiento que hice de ello o por el castigo que merecían mis pecados,
quiso Dios que el propio día que pensé subir a caballo para volver a la guerra, que una gran
calentura que me dio me detuviese, con la cual quedé detenido en la cama mucho tiempo sin
poder hacer otra cosa mas de gastar mi dinero en mi enfermedad. Y porque no me he sabido
ir a la mano, así como había prometido cuando he vuelto a empezar mi cuento para evitar
prolijidad, diré, si me dais licencia, lo que sucedió durante mi enfermedad en Italia, a fin que
la paciencia que hasta aquí habéis tenido para escucharme os acabe de dar en continuando de
hacerme la misma merced, la inteligencia del fin que tuvieron estas guerras, como la tenéis
de su nacimiento.
Acabadas que fueron todas estas cosas, al principio del año 1513 sucedió la muerte
del Papa Julio, nombrando en el pontificado a Juan, cardenal de Médecis, que fue preso como
yo en la batalla de Rávena y después libertado, el cual se hizo llamar después León XII230.
A la muerte del Papa Julio, se siguió bien presto la de Luis, rey de Francia, al cual
sucedió Francisco, conde de Angulema, como su más cercano pariente y primer heredero de
la corona.”
230
En realidad en cardinal Giovanni de Médici tomó el nombre León X, siendo Papa 1512-1521.
238
Capítulo IV
“El rey Francisco, después de su coronación, habiendo hecho la paz con los
venecianos, pasó los Alpes con un poderoso ejército de franceses y de alemanes para ir a
tomar el ducado de Milán. Y habiendo llegado a Novara, que se rindió al momento sin
desenvainar ninguna espada, y pasando siempre adelante, encontró al duque con un grande y
poderoso ejército de esguízaros, al cual combatió entre Milán y Marignan231 en un lugar
llamado Brigida. La batalla fue tan sangrienta y furiosa que Trivulzio,232 que se había hallado
en dieciocho batallas, decía después de dada que todas las batallas que antes se habían dado
en Italia eran entre enanos y sola aquélla entre gigantes, porque duró desde las cuatro de la
tarde hasta las nueve de la mañana, combatiendo los esguízaros todo ese tiempo con tanta
porfía que quedando la victoria por los franceses, murieron de treinta mil que eran, veinte
mil, y solos dos mil franceses, pero la mayor parte, gente de mucha consideración, entre los
cuales se halló vivo Carlos, duque de Guisa233, aunque con muchísimas heridas que los
enemigos le habían dado peleando, porque había hecho de su mano actos tan heroicos en
aquella jornada que sólo su valor dio aquel día (a lo que se dijo después por toda Italia) la
más insigne victoria a Francia que los franceses hayan nunca tenido contra sus enemigos.
Habiendo el rey Francisco alcanzado esta victoria, el duque de Milán, sin atreverse a
defender la ciudad, se retiró dentro del castillo. Mas viéndose imposibilitado de resistir a los
furiosos asaltos, que cada día los franceses le daban, aunque el emperador hubiese prometido
enviarle socorro, se concertó con el rey, y prometiéndole, mediante cierta suma de dineros
231
Hoy en día Melegnano.
Gorialano Tribulcio. La descripción de la batalla aparece en Mariana, Pág, 240.
233
Carlos de Rohan-Gié, duque de Guisa (1504-1520).
232
239
(que el rey le aseguró de dar todos los años) de renunciar al título y al ducado de Milán, se
puso en su poder y se fue a Francia, adonde murió después.
El rey fue recibido en Milán y en todas las otras ciudades de su estado sin ninguna
resistencia. De lo cual tuvo el emperador grande pesadumbre, y comenzó a hacer gente para
pasar a Italia, que fue causa que el rey hizo liga con el Papa León, que por verle victorioso se
holgó mucho de tenerle en su amistad, y concertando entre los dos de verse en Bolonia, se
conluyó en ella la liga. Acabada esta guerra (como tengo dicho) se volvió el rey a Francia y
dejó al duque de Borbón con un ejército en el ducado de Milán, porque tenía aviso que el
emperador disponía sus negocios para pasar a Italia, como lo hizo.
En este año, y el primer día que yo me levanté de mi enfermedad, supe la muerte del
valeroso rey don Fernando,234el cual murió en Madrigal dejando a Carlos, que entonces no
era más que príncipe de España, de edad de dieciséis años. Éste fue un rey de los más
excelentes que nunca Europa haya tenido, porque en prudencia, virtud y valor no se halló en
aquel tiempo a otro príncipe que le igualara, y lo que es aun más de admirar es, que estas
perfecciones fueron siempre acompañadas de una felicidad perpetua. Porque habiendo
conquistado (aunque le pertenecía derechamente, por causa de la reina doña Isabel) a fuerza
de armas, el reino de Castilla, que el rey de Portugal le quería usurpar con un grande y
poderoso ejército. Añadió a él las Indias Occidentales, que se descubrieron en su tiempo, el
reino de Granada, que los enemigos de nuestra fe habían tenido cerca de ochocientos años, el
reino de Nápoles, el de Navarra, Orán y otros lugares muy importantes de la costa de África,
siendo siempre dueño y vencedor de sus enemigos.235
234
Fernando, el Católico, rey de Aragón y regente de Castilla, muere el 23 de enero, 1516.
Según Mariana, “La empresa más memorable, de mayor honra y provecho que jamás sucedió en España, fue
el descubrimiento de las Islas Occidentales, las cuales con razón por su grandeza llaman el Nuevo Mundo.”
235
240
Un mes antes de su muerte, murió el Gran Capitán,236 ausente de la Corte, y
descontento de él, y con todo eso, el rey quiso, en memoria de su virtud, y valerosos hechos,
que así en su Corte como por todo el reino se le hiciesen honras después de su muerte, las
cuales no se han acostumbrado hacer en España, si no es en muerte de rey, lo cual fue
aprobado y muy bien recibido por todas las ciudades, villas y lugares de España, las cuales
tenían al nombre del Gran Capitán gran reverencia por su grande liberalidad y por la opinión
que habían tenido de su prudencia, y porque había sobrepujado en el arte militar a todos los
capitanes de su tiempo.
Mas para volver a mi propósito, el que me trajo estas nuevas fue un hijo de un
hidalgo, que al tiempo que yo maté a mi mujer vivía con su padre, pared en medio de mi
casa, el cual oyendo hablar de las guerras de Italia, y que yo estaba en ellas, y muy conocido,
había venido a Nápoles, pensando hallarme en él, mas como no me hallase y a las preguntas
que hiciese de mí le dijesen adónde yo estaba, me vino a hallar a la sazón que yo trataba de ir
a buscar mi fortuna, porque estaba ya bueno. Dios sabe el sentimiento que mi alma tuvo,
cuando en viéndole me vino a la memoria la causa que me había desterrado de mi cara patria,
y las miserias que en pago de mis pecados había padecido en veintidós años que había que la
fortuna me traía acosado, entre la muerte y la esperanza, sin haber podido gozar en todo
aquel tiempo de un solo momento de reposo. Al fin, después que las lágrimas y los suspiros
hubieron acabado su curso, y que los cumplimientos que se suelen hacer en semejantes
ocasiones dieron lugar a la curiosidad de preguntarle que de dónde venía. Me satisfizo con
breves palabras de todo lo que había pasado en Sevilla, después que yo había hecho ausencia
(422) La llegada de Colón al Nuevo Mundo aumenta el poder de Castilla. Isabel de Castilla y Fernando de
Aragón, entran en Granada el primero de enero de 1492. Termina así el período de la Reconquista.
236
Don Gonzalo Hernández de Córdova, el Gran Capitán muere el 2 de diciembre de 1515 en Granada.
241
de ella, y entre otras cosas me dijo de cómo un hijo llamado don Lorenzo, que yo había
dejado, de edad de seis meses, llegado que había a la edad de quince años, se había ido con
una flota que había partido de Sevilla para venir a la conquista de esta tierra, que en aquel
tiempo se comenzaba a ganar, y que sin duda haría alguna cosa buena porque daba grandes
esperanzas de sí en todas sus cosas, y que con237 los bienes de su madre gozaba también de
todos los míos, por haberlo así ordenado la justicia.
Estas nuevas, como cada uno puede creer, me dieron un grandísimo contento, porque
había siempre creído que este mi pobre hijo se hubiera muerto o que la justicia se apoderara
de toda mi hacienda, por ocasión de lo cual, no pudiese, aunque viviera (hallándose pobre)
criarse con el cuidado que un caballero debe. Entretenido que me hube algunos días sobre
estas cosas y otras muchas que me contó, Reinoso, que así se llamaba el hijo de mi vecino,
nos fuimos después ambos a Nápoles, y dejando aparte el buen tratamiento que en llegando
recibí de todos los soldados y capitanes, de quienes era muy amado, volveré a lo que pasó en
el ducado de Milán. El cual conquistado que fue de la manera que hemos dicho, pocos días
después, entró en Italia el emperador Maximiliano con un poderoso ejército para combatir al
duque de Borbón, que estaba en Lombardía, el cual no sintiéndose con hartas fuerzas para
resistir a aquéllas del emperador, se recogió a Milán, donde el emperador le cercó. Pero así
por hallarse muy pobre de dineros, como porque los alemanes le enviaron a llamar, le fue
forzoso de dejar el cerco. Y la causa porque obedeció tan presto a los ruegos de los alemanes
fue porque Ladislao, rey de Hungría, estaba muy malo (de la cual enfermedad murió)
dejando con su muerte todo el reino lleno de alborotos, y tan ocupado el emperador en
237
Sin, en el texto original.
242
aquellas partes, que por más que quiso no fue posible de volver a Italia, que fue causa que el
rey de Francia quedó señor por entonces del ducado de Milán.
Apaciguado que hubo el emperador, lo mejor que pudo, los alborotos de Alemania y
de Hungría, le fue forzoso de dar orden, a la partida de Carlos, rey de España, para que fuese
a sus reinos. Para lo cual, poner en efecto, hizo la paz con el rey de Francia y se concertó en
ella, que Carlos tomaría por mujer a la hija del rey Francisco, Luisa238 (aunque antes se había
determinado que fuese con madama Renea, su prima) lo que habiéndose concertado, aunque
no se efectuó, después el rey Carlos, tomado que hubo del emperador, su abuelo, la
bendición, se embarcó y llegó a España a diecinueve de septiembre de 1517.
Reinoso y yo estábamos aun en Nápoles (cuando las nuevas de la llegada del rey, a
España, vinieron a nosotros) bien divertidos de todos los negocios que en aquella sazón había
en Italia. Porque el amor, engendrado del ocio (que desde la batalla de Ravena me había
acompañado hasta aquel día) se había apoderado de mi corazón, para dárselo a una doncella
llamada Fabia, cuya hermosura y casa eran de las mayores y más excelentes de Nápoles.
Reinoso me ayudaba con sus trazas y consejos, que los tenía capaces para aliviar a un mal,
que no hubiera sido tan incurable, como era el mío. Mas como no hay cosa imposible para el
hombre, y principalmente cuando esta pasión de amor, guía sus deseos, tanto me desvelé en
buscar invenciones, y Reinoso empleó tantos trabajos para ejecutarlos, que al fin la victoria
quedó por nuestra, y Fabia tuvo por bien de darme, contra la voluntad de todos sus parientes,
palabra de esposa.
238
En el original “la hija del rey Luis”. Ver Mariana: “Que Francisco de a Carlos por esposa su hija Luisa, de
edad de un año” (252).
243
Alcanzado que hube de ella lo que deseaba, no se ofreció solamente, el empacho239
que los parientes querían poner a nuestros deseos, mas aun dos hermanos italianos de casa no
menos ilustre que la suya, se opusieron a ellos, y lo que peor era, que los parientes de Fabia
la habían prometido al mayor por mujer, aunque el segundo tenía también la misma
pretensión.
Andábamos pues los tres, así como digo, apuntando nuestros deseos a un mismo
blanco, sin dejar perder una sola ocasión, en la cual nos pareciese poder mostrar a nuestra
amada, el desasosiego que por ella tenían nuestras almas. Todo Nápoles estaba a la mira,
creyendo siempre que sucedería de estos amores algún triste espectáculo, por vernos tan
ciegos, tras nuestros antojos, que apenas Fabia podía dar un paso sin hallarnos cargados de
armas y de importunaciones a cuestas.
Sucedió pues una noche, que estando hablando con ella en una ventana, que el mayor
de estos dos hermanos, rabiando de celos, por ver que tenía ocupado el puesto, que a su
opinión, el solo creía merecer, se acercó al lugar adonde yo estaba, llamándome cobarde, e
indigno de traer espada, si al momento no iba a matarme con él.
Estas palabras, pronunciadas con un tono soberbio y arrogante, cegaron de tal modo
mi entendimiento, que sin reparar al respeto que a Fabia debía, me fui con cólera tan extraña
contra mi enemigo, que de sólo dos estocadas que le tiré le tendí muerto a mis pies. Fabia,
más muerta que viva, viéndole caer a los rayos de la luna, que entonces daba con su
resplandor una claridad casi tan grande como aquélla del día, se recogió, y yo echando de ver
con la oscuridad que me dio la privación de su vista, la falta que me había hecho, me fui a mi
casa.
239
Empacho. “Estorbar, impedir.” Corominas.
244
La mañana venida, y con ella el conocimiento de la muerte de Cardenio240 (que así se
llamaba mi competidor) se alborotó la ciudad, por ser como tengo dicho, el muerto, uno de
los más principales de ella. El virrey, a quien tocaba el hacer buena y recta justicia,
principalmente contra los españoles, de miedo de algún motín, por haber tan poco tiempo que
Nápoles era del rey de España, informado bien de todo, me envió a buscar, sospechando
luego que yo era el autor de esta muerte, así por los indicios que veía de ello, como por
decirlo así un criado del muerto, que estaba presente cuando yo había muerto a Cardenio, el
cual por ser muy poltrón,241 en viendo desenvainar a su amo, se había acogido. Y
olvidándose de los buenos servicios que le había hecho, y a mi rey, en vertiendo por él y por
el bien de mi patria tanta sangre, me entregó, hablando que me hubo a la justicia de la ciudad
para que se hiciera de mí lo que la ley de Dios y del mundo mandaban.
Los soldados españoles, de quien yo era amado tanto o más que otro cualquier
soldado, viéndome sacar del castillo por la gente de la ciudad, quisieron quitarme de sus
manos, más el virrey mandando, so pena de la vida, que nadie se menease,242 haciendo
acompañarme con cuatro o cinco capitanes hasta que me hubiesen llevado a la cárcel, guardó
que los soldados no ejecutasen sus intentos.
A tanto llegó mi desgracia, por la continua solicitación de Julio, que así se llamaba el
hermano menor, lo cual hacía no tanto por vengar la muerte de su hermano sino de miedo
que tenía de que si yo quedase libre que le quitase a Fabia, cuya hermosura idolatraba, que ni
el virrey con todos sus amigos, ni cosa que fuese debajo la capa del cielo, fue capaz de
guardar que la justicia no me condenara a tener la cabeza cortada.
240
El nombre Cardenio se refiere a la noble familia andaluza de los Cárdenas. Aparece un personaje de este
nombre en Don Quijote I, cap.XXIV.
241
Poltrón. Flojo, perezoso, haragán, enemigo del trabajo.
242
Menease. Se moviese.
245
Los capitanes, y soldados y aun los más hombres de bien de la ciudad, conociéndome
todos por muy hombre honrado, y sabiendo que si había muerto a Cardenio, que había sido
porque su insolencia me había forzado a hacerlo, iban todos los días a casa de Fabia, para
suplicarla hiciese con el hermano que me perdonase.
Fabia, a quien mi desdicha pesaba más que a todos por amarme con un perfecto amor,
por verme tan querido y estimado de todos, se determinó de hacer las mayores caricias que
pudo a Julio y decirle que si hacía que perdonándome la sentencia de muerte y la trocase la
justicia en destierro perpetuo del reino de Nápoles, que le tomaría por esposo, o que de otra
manera no pensase tenerla nunca por suya porque moriría antes de consentir en ello.
Julio persuadido de estas razones, y juzgando que dando este contento a su señora, y
teniendo su competidor tan apartado de ella, que podría fácilmente conseguir su deseo, se
puso a solicitar con más diligencia mi libertad, que no había hecho antes mi muerte. Mas
como después de dada una sentencia, no es posible de poderla revocar, sin defraudar la ley,
los jueces, dando en la cara a Julio con esta razón, le volvieron a enviar a Fabia, con esta
triste respuesta. Y como Fabia persistiese aun en sus ruegos y dijese que a no hacer lo que le
mandaba, creía que no procedía de otra cosa sino de no quererle dar ese contento, por verse
vengado de la muerte de su hermano. El pobre Julio queriéndosele dar, y a mí la vida, se
partió de la presencia de Fabia, protestándole de nuevo, que le daría gusto en lo que pedía,
aunque le costase la vida. Para este efecto habló con diez o doce de los más nobles y
atrevidos mancebos de la ciudad, de cuya amistad tenía grande satisfacción, y
descubriéndoles su intento se vino a concertar al fin entre ellos, que juntando cincuenta o
sesenta caballos, con otros tantos a pie, me habían de quitar de entre las manos de la justicia
cuando me llevasen al suplicio, esperando que el mismo pueblo, conociéndolos a ellos,
246
vendría en su socorro y les ayudaría a ejecutar sus intentos, porque ignorando la causa
ignorarían también el remedio.
Tomada así la resolución, y venida la hora que se debía ejecutar la sentencia, el
virrey, para obligar a la justicia y contentar al pueblo, envió una escuadra de soldados para
dar a entender a los ciudadanos que quería que si algunos amigos del delincuente quisiesen
salvarle, que estos soldados ayudasen a la justicia para defenderle. Sacáronme pues de la
cárcel, y así como llegábamos donde estaba puesto el cadalso, vinieron a cargar con tanto
ímpetu Julio y sus compañeros sobre la justicia que casi toda la gente que venía en mi
acompañamiento, vino a acogerse si no fueron diez o doce arcabuceros, que disparando al
acometer sus arcabuces contra los primeros, dieron con el pobre Julio y dos de sus mayores
amigos en el suelo. Los de a pie, limpiado que hubo la caballería el camino de la gente,
vinieron por mí, y rompiéndome los hierros que tenía en los pies y desatándome las manos
me subieron sobre un fuerte y poderoso caballo, con el cual me salvé, corriendo tras los
otros, que habiendo visto la muerte de Julio se acogían.
El alboroto no fue tan grande como se podría imaginar porque el pueblo, viendo que
los que habían acometido eran conocidos y amigos de aquél en venganza de cuya muerte se
hacía la justicia, y al contrario los defensores, aunque pocos, aquéllos de quien se sospechaba
pocos días antes, que se pondrían en deber de librarme, como habían querido hacer al
sacarme del castillo, el pueblo no sabía qué hacer, ni qué decir, sino mirar a los muertos, con
la mayor admiración del mundo.
El virrey advertido de esto y no sabiendo lo que sería, no se atrevió de enviar a saber
lo que podía ser, sino con dos o tres capitanes, temeroso de que si enviaba mucha gente,
viniese a encenderse llama, donde no se podía hallar por su ocasión una sola centella de
247
fuego. Entretanto, yo habiendo salido de Nápoles, me fui a todo correr derecho a Capua, el
gobernador de la cual me amaba como hermano, adonde llegado me di otros tantos días de
regalo, como la prisión y la aprehensión de la muerte me los había dado de enfado”.
248
Capítulo V
“Sabido que hubo el virrey la verdad del negocio se holgó en el alma de ello, hasta
dar albricias a aquél que le dijo primero que yo estaba en Capua, como hicieron también
todos los soldados y capitanes españoles, que estaban en aquella sazón en Italia, los cuales, o
parte de ellos, me dieron el parabién, con cartas que me escribieron, sobre todo mi Fabia,
llamándose dichosa de haber podido conservar la vida de la cosa que más amaba en el
mundo, por la muerte de lo que más aborrecía. Pero si se va a decir la verdad, dejando aparte
el contento que recibí de escapar de una muerte ignominiosa, de la cual no podía huir, que
con la temeridad de Julio me pesó grandísimamente su muerte, así por la obligación de la
vida que le debía, como por hallarme cargado de la muerte de su hermano, cuyo pecado,
como también todos aquellos que hasta aquí he cometido, ruego al cielo me perdone.
Escrito que hube a Fabia por Reinoso muchas veces, y ella a mí, vine a ganar de
modo su amistad, que sin querer esperar a más, me envió a decir que si quería sacarla de un
tormento peor que mil muertes la quitase del poder de sus parientes una noche, y la que yo
quisiese, porque la querían casar con otro, o sino que en perdiéndola, perdería la cosa que
más me amaba en este mundo.
Recibido que hube estas nuevas, salí de Capua con Reinoso y un criado, y entrando
en Nápoles una noche, le avisé de mi venida, y ella dando orden en sus negocios, y haciendo
montón de lo más precioso que pudo, se dispuso a salir por detrás de un jardín, que estaba
enfrente de una ventana de su retrete,243 enviándomelo a decir y la hora en la cual me debía
de hallar al puesto, dentro de una iglesia, por una de sus doncellas, a la cual se había
243
Retrete. Cuarto pequeño en la casa o habitación.
249
descubierto por haberla hallado siempre muy fiel y aficionada a su servicio. Venida la hora
me fui con Reinoso y mi criado al lugar aplazado,244 donde hallé a mi Fabia, la cual después
de haberme hecho jurar de que no intentaría nada contra su honestidad, sin que primero me
hubiese casado con ella, como lo manda nuestra Santa Madre Iglesia, bajó, y se puso entre
mis brazos. Con los cuales, habiéndola sacado fuera del jardín, y hecho tomar lo que había
echado antes de bajar por la ventana, a mi criado, la subí sobre un caballo y la llevé a una
casa, que para este efecto había buscado, adonde la tuve cinco o seis días con mucho recato.
Cuando vi que el ruido de su pérdida se había ya pasado, salí una noche un poco tarde, con
mi compañía acostumbrada y mi amada Fabia, y caminando toda la noche vine a parar al
levantar del sol, en una pequeña aldea, do habiendo reposado, me fui después con toda
seguridad a Capua, donde se hicieron las bodas.
El casamiento cumplido, comenzamos a hacer entre los dos una vida tan conforme a
aquélla que nuestro amor nos había figurado, que todo el tiempo que vivimos juntos, nos
podíamos alabar de haber resucitado y puesto en nuestra casa el siglo de oro, a quien los
poetas dan tantas alabanzas, que era causa, que en lugar de hacer verdadero aquel refrán que
dice “tan presto arrepentido, como casado” dábamos por bien empleados los disgustos que
habíamos tenido al principio de nuestros amores, viendo que el bien que gozábamos en un
solo momento, sobrepujaba a todos los males que habíamos padecido en todos ellos.
Los parientes de mi esposa llegaron con grande impaciencia cuando vinieron a echar
menos su pérdida, creyendo que su casamiento, que imaginaron tan presto ser conmigo, no
desdijese de una parte a su calidad, y que de la otra mi vida no tuviese resabio245 de la del
soldado. Mas al fin, cuando vieron que lo hecho imposibilitaba el remedio, y que los rayos de
244
245
Aplazado. Citado, convenido.
Resabio. Vicio o mala costumbre, que se toma o adquiere.
250
mi fama deshacían los nublados, que sin conocerme particularmente, sus opiniones hacían
nacer contra toda razón delante las acciones de mi vida, dieron por bien empleado que el
ladrón hubiera hecho el hurto.
Espere todo hombre que emprende alguna cosa si es buena y agradable a Dios, de
venir al cabo de sus pensamientos, si persevera debajo de este presupuesto, porque la fuerza
de la razón es tan inevitable, si una vez se emplea por alguien que tome alguna cosa a pecho,
que sólo quien se la ha dado puede triunfar de ella, porque todo lo demás le cala la vela y la
tiene por superior, como hicieron entonces mis parientes, conociendo, examinado que
hubieron bien todas las cosas que nuestras voluntades habían tomado este rayo de la
divinidad por protectora, y que nuestro casamiento era de Dios. La fortuna que nunca da un
bien solo quiso acompañar esta aprobación que nuestros parientes hicieron de nuestro
casamiento con una hija, a la cual Fabia vino a parir dos años después del matrimonio, a
quien dimos el nombre de Amilia. Querer decir los dones de hermosura, con los cuales
Naturaleza la hizo nacer, todas las más elocuentes lenguas del mundo no podrían, cuanto
menos la mía que no tiene nada de eso, sólo diré que fue tan grande el contento que su madre
y yo tuvimos, en viéndola nacer tan hermosa, que al momento nos arrepentimos del deseo
que antes habíamos tenido de que fuese un niño, prometiéndonos que cosa tan divina no nos
podía traer cosa que no sintiese a la divinidad. A un tío de mi esposa y a otra prima hermana
suya la dimos, para que la sacase de pila, lo que habiendo hecho, y venidos ellos a Capua,
para hacer el bautismo nos llevaron a toda fuerza después a Nápoles, adonde llegados me
entregaron toda la hacienda de Fabia, que era mucha, y no contento aun de hacerme su
albacea que era del tío de mi Fabia, ese bien, ahijó por no tener quién le heredase a mi
251
pequeña Amilia, dejándola pocos meses después que vino a morir, cincuenta mil ducados que
valía su hacienda.
Así como los bienes crecían en mi casa, crecía en mí la voluntad de adquirir fama,
representándome continuamente ante de los ojos, que todos los tesoros del mundo se acaban
con la vida, y que sola ella es la que queda para volver a darla después de la muerte. Y como
si siguiese tras este pensamiento, el cansancio que el descanso demasiado suele traer a aquél
que está acostumbrado de vivir con la libertad de la guerra, me vine al fin a determinar de
volver a tomar posesión de ella, y de ir por este camino, en seguimiento de mi primer intento.
Tomada así la resolución se siguió tan presto el efecto, sin que las lágrimas de mi
esposa ni la amistad de mi Amilia, que era ya de edad de cinco años, me pudiesen hacer
trocar de propósito.
La competencia que en el Imperio tuvieron, el rey Francisco de Francia, y Carlos, rey
de España, después de la muerte del emperador Maximiliano (aunque al fin el rey Carlos fue
electo) el derecho que Carlos decía tener al ducado de Milán, y de otra parte la ambición del
Papa, que creía que si se moría sin haber hecho alguna cosa grande que la memoria de su
pontificado sería poca y sin ninguna fama, fueron causa que las paces que había entre los
reyes de Francia y de España se rompiesen, y que entre el Papa y el emperador se hiciese una
liga, para tomar de los franceses el ducado de Milán por volvérselo después a Francisco
Sforza,246 que estaba en Taranto.247 Esto así concertado, y campo hecho para este efecto se
había ya sitiado Parma,248 y aun levantado el cerco, por no haberla podido tomar, cuando yo
llegué al ejército de los confederados, en el cual se me dio tan presto el cargo de capitán.
246
Francesco II Sforza, último duque de Milan (1521-1535).
Taranto, ciudad en la zona costera de Puglia, en el sur de Italia.
248
Parma, ciudad del norte de Italia, en la región de Emilia-Romaña.
247
252
Monsieur de Lautrec,249 que gobernaba entonces por el rey de Francia en Milán,
hallándose sin dineros para pagar a los esguízaros y demás soldados que se iban todos los
días, por falta de paga, dejando guarnición en Cremona y Piscotón, se redujo con lo que le
quedaba del ejército a Cassano, prometiéndose de guardarnos de pasar el río Addo.250 Lo que
no habiendo podido hacer a causa de un ardid que Próspero Colona251 hizo, le fue forzoso
volverse a Milán, de donde le hicimos salir, mal de su grado, por haberle sobrecogido cuando
más descuidado estaba y haber defendido con la mayor flojedad del mundo los esguízaros y
venecianos, un bastión hecho para la defensa de un foso, que está entre dos puertas, y de otra
parte el marqués de Pescara habiéndose acercado a la puerta de Roma, algunos de los más
principales del bando de los gibelinos, que la habían tomado, le habían hecho entrar por ella,
así nos apoderamos de la ciudad,252 y Monsieur de Lautrec se fue aquella misma noche con
su ejército a Como, adonde habiendo dejado cincuenta hombres de armas y seiscientos de a
pie, tomó después el camino de Montano Lucino, y pasado que hubo el río Addo a Lecco, se
fue a la tierra de Bergamo,253 dejando el castillo de Milán muy bien proveído, y con buena
guardia. Lodi y Pavía siguieron el ejemplo de Milán, y al mismo tiempo el obispo de Pistoia
y de Viteli, fueron recibidos en Plasencia254 y en Cremona, adonde habiendo llegado la nueva
de la presa de Milán, el pueblo tomando las armas empezó a dar voces, repitiendo muchas
veces el nombre del emperador y del duque de Milán, lo que entendido por Monsieur de
Lautrec que había ya llegado a la tierra de Bergamo fue allá con su ejército.
249
Odet de Foix, viscount de Lautrec (1485-1528).
Cremona, Pizzighettone, y Cassano d’Adda son ciudades del norte de Italia, en la región de Lombardía. El
río Adda discurre de los Alpes y es el principal afluente del río Po.
251
Próspero Colonna (1452-1523), fue condotiero italiano en el servicio sucesivo de Francia, los Estados
Pontificios, España, y el Sacro Imperio Romano durante las Guerras italianas.
252
Batalla de Bicoca, 27 de abril, 1522.
253
Como, Montano Lucino, Lecco, y Bergamo son ciudades del norte de Italia, en la región de Lombardía.
254
Piacenza, ciudad del norte de Italia, en la región de Emilia-Romaña.
250
253
En esta sazón, murió el Papa León, y le sucedió en el pontificado Adriano,255 que
había sido preceptor del emperador Carlos. Esta elección, fortificando el ánimo de los
victoriosos y, al contrario, desmayando aquél de los enemigos, nos vino a dar con otros
encuentros favorables que tuvimos (do el enemigo fue siempre vencido) todo el estado de
Milán. Porque pocos días después que Monsieur de Lautrec hubo pasado en Francia, se
entregó a los nuestros el Castillo nuevo por haberles faltado las vituallas.256
Tomado que hubo el emperador, de la manera que tengo dicho, el ducado de Milán,
apiadándose de Francisco Sforza, y queriendo mostrar a todos los príncipes italianos su
mucha cristiandad, se lo devolvió con general aplauso de toda Italia, y sobre todo de los
milaneses que se morían por tener un príncipe que tuviese su corte en Milán.
Antes que esta guerra hubiera sido de todo punto acabada, le había sido forzoso al
emperador, pasar a España para amortiguar con su presencia las guerras civiles,257 (llamadas
por otro nombre, Comunidades) que algunas ciudades habían comenzado, por verse cargadas
en demasía de los muchos subsidios que los gobernadores que el emperador había dejado en
el reino en su ausencia habían puesto, a lo cual dado que hubo orden y apaciguado, como
príncipe prudente, todos estos alborotos, con castigar muy severamente a los que habían sido
causa de ellos y perdonar a los otros. Sabido que hubo la conquista de la Lombardía, hizo
paces con los venecianos, y por lo consiguiente, liga con ellos, como también con todos los
príncipes de Italia, para defender el ducado de Milán y el reino de Nápoles, si acaso el rey de
Francia pasaba otra vez a Italia para conquistarlos.
255
Mariana T2, Libro Segundo, Capítulo I. Describe al nuevo Papa de sesenta y un años: “sin sospecha de
ambición, ni que lo hubiese solicitado, sino sólo por su esclarecida virtud.”
256
Vitualla. Las cosas necesarias para la comida, especialmente en los ejércitos.
257
La sublevación de Castilla, se llamó la guerra de las Comunidades. Tuvo como una de sus causa principales
el que consideraban al rey un extranjero. También le exigían que permaneciera en España. La guerra terminó en
1521.
254
En este estado estaban las cosas de Italia, el año de 1522. Tiempo dichoso, por los
negocios particulares del emperador y de Francisco Sforza que había vuelto a cobrar su
estado, mas desdichado por toda la cristiandad, y aun si va a decir verdad, para los príncipes,
cuyas guerras dieron ocasión al enemigo de Cristo de enarbolar sus banderas en la fortaleza
que los caballeros de San Juan habían guardado tanto tiempo, a honra de Dios y de su Iglesia
contra los infieles para que cuando los príncipes cristianos, a imitación de aquel gran príncipe
de Lorena, Godofredo de Bouillón,258 quisiesen ir a conquistar la Tierra Santa, pudiesen abrir
con esta llave, las puertas de Asia a sus ejércitos. Pero no permitió Dios por nuestros pecados
que la tuviesen más, porque el Gran Turco, viendo las grandes disensiones que tenían los
cristianos entre ellos, queriendo gozar de la ocasión, vino el mismo en persona, con un
ejército de cien mil soldados a la isla de Rodas, donde se quedó muchos meses, sin perder un
solo minuto de tiempo, antes atormentándolos continuamente, ahora con grandes y continuos
asaltos, ahora haciéndoles hacer minas y trancheas,259 y ahora extrañas y maravillosas
plataformas de tierra y de madera que sobrepujaban los muros de la ciudad. Por las cuales
obras, que se acabaron con una grande matanza de su gente, y el número de los de adentro
habiendo también grandemente disminuido, y tanto que cansados de los continuos asaltos y
faltándoles la pólvora y no pudiendo resistir más a tantos enfados, después que la artillería
hubo puesto por el suelo una gran parte de los muros, y que las minas hubieron pasado por
muchos lugares de la ciudad, por lo cual se hallaban continuamente reducidos a grande
estrechura, por el temor que tenían de desamparar los primeros lugares. Reducidos
258
Godofredo de Bouillón, duque de la Baja Lorena (1060-1100), fue uno de los líderes de la Primera Cruzada
(1096-1099). Después del sitio de Jerusalén (1099), fue el primer regente del nuevo Reino de Jerusalén, pero no
fue rey ya que no quería ser coronado en la Ciudad Santa. Murió en Jerusalén tras sufrir de una enfermedad
prolongada en 1100.
259
Loubayssin usa en el original trancheas, del francés trenchier (moderno trancher). Según Corominas esta
palabra está en uso en el año 1570. La palabra moderna Trinchera está en uso en el año 1607.
255
finalmente a la postrera necesidad, concertaron con el Turco, que el Gran Maestre Felipe de
Villiers, francés de nación, le dejaría la ciudad, y que así él como los caballeros y rodanos
saldrían con libertad, pudiendo llevar con ellos todos los bienes que pudieran, para seguridad
de lo cual, que el Turco haría salir de aquellas partes su armada de mar, y haría alejar de
Rodas de cinco millas a aquella de tierra. En virtud de la cual capitulación, Rodas quedó para
el Turco, y habiéndoseles guardado la fe a los cristianos, pasaron a Sicilia, y después a Italia.
Este vergonzoso fin para el nombre cristiano tuvo el año 1522, y este fruto nos quedó
de las disensiones de los príncipes de Europa, algún tanto a sufrir, si el ejemplo del daño
pasado los hubiese hecho ser cuerdos para lo venidero. Mas el rey de Francia, que deseaba
cobrar el estado de Milán, hacía todos los días grandísimos aparatos para ir a su conquista. Y
aunque Próspero Colona, que salía de una grande enfermedad, no acabase de creer que el rey
de Francia perseverase en su propósito, por saber la liga que el emperador había hecho con
los venecianos y el rey de Inglaterra, y ver que el duque de Borbón, condestable de Francia,
se había ido a ofrecer al emperador por ciertas quejas que tenía del rey y de la reina regente,
se halló perplejo cuando vio que el almirante de Bonnivet260 había ya pasado los Alpes y
venía a acometer muy lozano a todo el estado de Milán y el reino de Nápoles con un ejército
de treinta mil hombres. Y juntado que hubo toda su gente, viendo el daño que resultaría de su
tardanza si no iba a detenerle para guardar que no pasase más adelante con su ejército, se fue
contra él pensando tener la misma fortuna que tuvo la otra vez en el pasaje del río Addo con
Monsieur de Lautrec, pero no le sucedió así como creía porque no pudo guardar que los
franceses no pasasen y fuesen hasta delante de Milán, adonde llegados Monsieur de Bonnivet
260
Guillaume Gouffier, señor de Bonnivet (1488-1525), general francés que participó en las guerras Italianas.
Falleció en la batalla de Pavía.
256
viendo serle imposible tomarle por fuerza, despachó el capitán Bayardo,261 para que fuese a
tomar Lodi, y entretanto él no esperando a tomar Milán por fuerza, como hemos dicho,
esperaba o que nuestros soldados vendrían a amotinarse por falta de dineros o que serían
forzados de desamparar la ciudad y castillo por falta de bastimentos.262
El capitán Bayardo, después de haber tomado a Lodi, se fue a poner entre el camino
de Lodi y de Pavía para que no nos viniese bastimentos del monte de Brianzo. Pero ni la
estrechez en que se veía Milán, por eso que digo, ni tampoco la muerte de Próspero Colona,
que fue en aquella sazón, trajo ninguna mudanza en los corazones de los soldados que
estaban en la ciudad ni en los del ejército, por ocasión de lo cual, le fue forzoso al almirante
desamparar el sitio de la ciudad, así porque el virrey de Nápoles llegó bien presto con socorro
que trajo a nuestro ejército, después de la muerte de Colona, y tomó los pasos,263 por donde
les venían a ellos los bastimentos, como también porque el almirante no tenía dineros para
pagar a los esguízaros ni a otros soldados, que empezaron a amotinarse.
En este tiempo, fue puesto por la muerte de Adriano en el pontificado el cardenal de
Médicis, a quien llamaron Clemente VII,264 el cual aunque se había mostrado antes de su
pontificado contrario del rey de Francia, no quiso siendo Papa favorecer más al emperador,
sino procurar el bien común con ponerse en deber de hacerlos amigos. Mas el emperador
sintiéndose muy poderoso (sin su ayuda) con la liga, que había hecho con el rey de Inglaterra
y los venecianos, y con la inteligencia que tenía con el duque de Borbón, cobrado que hubo a
fuerza de armas Fuenterrabía del poder de los franceses, que la habían tomado en el tiempo
de las Comunidades. Persuadido del rey de Inglaterra que le apretaba todos los días de hacer
261
Pierre Terrail, señor de Bayardo (1476-1524). Participó también en la batalla de Fornovo, donde capturó un
estandarte.
262
Bastimiento. Provisiones.
263
Paso. El acto de pasar o el tránsito de una parte a otra.
264
Julio de Médicis (1478-1534), conocido como el Papa Clemente VII (1523-1534).
257
la guerra a Francia, vino a poner el cerco delante de Marsella, la cual no habiendo podido
tomar, le fue forzoso de levantar el cerco al cabo de cuarenta días que había estado delante de
ella, para evitar el grande inconveniente que le podía suceder si el rey de Francia, que venía
al socorro de Marsella con un poderoso ejército que estaba ya en Avigñón, llegara antes que
ellos hubiesen salido de Francia.
Dejado que los nuestros hubieron el cerco de Marsella, volvieron tan presto las
espaldas a Francia, tomando el camino de Italia, y con grandísima diligencia, por echar de
ver en qué peligro se hallaban si todo, o parte del ejército francés, los venía a embestir en
tierra enemiga, y de otra parte el rey juzgando que la ocasión se ofrecía de volver a cobrar a
Milán, por mucha gente que tenía, y saber que sus enemigos estaban en aquella parte con
pocas fuerzas, y por la esperanza que tenía, que tomando el camino derecho, llegaría antes
con su ejército a Italia que el emperador, determinó seguir el beneficio, que la fortuna le
ofrecía. Así el uno y el otro ejército yendo hacia Italia llegaron en un mismo día, el rey de
Francia a Verceli, y el marqués de Pescara,265 siguiéndole el duque de Borbón con los
tudescos a una jornada cerca.
El marqués, que no se daba lugar de resollar, se fue el día después de Alba a Voghera,
do hay por lo menos cuarenta millas, para llegar el día después a Pavía, y allí se juntó con el
virrey de Nápoles, con el cual yo estaba entonces, con cargo de maestre de campo. Porque la
fortuna me había sido tan favorable después de mi casamiento, que de grado en grado había
venido a valer hasta tener este cargo.
Todas las invenciones, ardides y prudentes consejos del marqués de Pescara, del
virrey, o de todos los demás capitanes, que hacían maravillas en todas las ocasiones que se
265
Fernando de Ávalos (1489-1525), marqués de Pescara. Al fallecer sin descendientes, heredó el titulo del
marquesado su primo Alfonso de Ávalos.
258
hallaban, no fueron bastantes de defender a Milán, porque fue tan grande el valor del rey y de
la gente de su ejército que sin que nosotros le pudiéramos defender el paso, le acometió
después con tanto ímpetu, que al fin le rindió, yendo a poner (tomado que le hubo) cerco
delante de Pavía.
En el tiempo que todo esto pasaba en Italia, el arzobispo de Capua, que el Papa había
despachado al rey de Francia, cuando estaba con su ejército en Avigñón, para procurar entre
él y el emperador la paz (al cual el rey había enviado a decir, que no pasase adelante porque
no quería oír en ella), alcanzó licencia de la reina regente, para pasar de León a España,
adonde llegado, después de haber satisfecho al Papa, por no haber querido renovar la Liga,
como el emperador, sabido que el rey pasaba a Italia, le había suplicado, le amonestó y
aconsejó de su parte que dejase las armas e hiciese paz y tregua con el rey de Francia. La
causa que hacía que el emperador se inclinase a este concierto eran las grandes dificultades
en las cuales se veía reducido el poco remedio que veía que tenía de hacer dineros en España,
para suplir a los negocios de Italia, la prosperidad del rey de Francia en todas sus cosas, y la
sospecha que tenía que el rey de Inglaterra no se hubiese concertado secretamente con su
enemigo, porque el mismo rey le rehusaba, no solamente de dar el dinero, que conforme al
concierto que entre ellos se había hecho estaba obligado de dar, mas le pedía aun los dineros
que le había emprestado, y hallarse el emperador en grande aflicción de espíritu, y aun
indispuesto de su persona, porque la pesadumbre que había tenido de no haber podido tomar
a Marsella había sido causa de darle un accidente de cuartana.266 Mas fuese, o que su
entendimiento mal dispuesto a dejarse torcer el brazo al enemigo, no se dejase nunca ir por
ninguna dificultad, o que se prometiese que por lo venidero la fortuna vendría a favorecerle
266
Fiebre. Calentura, casi siempre de origen palúdico, que entra con frío, de cuatro en cuatro días.
259
otro tanto, como había hecho en lo pasado, respondió que no era conveniente a su dignidad
hacer algún concierto mientras el rey de Francia atormentaba con sus armas el ducado de
Milán.
Mas para volver a mi cuento, el rey de Francia había determinado embestir contra el
reino de Nápoles, por la esperanza que tenía de que el virrey, conociendo el peligro (porque
no había quedado en él ninguna fuerza) desampararía el estado de Milán, e iría a defenderle,
o a lo menos la necesidad le vendría a forzar a dejar las armas con vergonzosa condición.
Concluyóse pues que Juan Stuardo, duque de Albania,267 de la sangre real de Escocia,
iría al reino de Nápoles con parte del ejército, lo cual habiendo hecho, el Papa, que no quería
en ninguna manera que el rey de Francia tomase el reino de Nápoles de miedo que tenía, que
poseyéndole una vez con el ducado de Milán, no se viniese después a apoderar de los estados
que él y los demás príncipes y repúblicas de Italia tenían, halló invención para guardar que el
duque de Albania no ejecutase en el reino de Nápoles cosa que fuese de momento, y lo hizo
con tanta discreción, que el rey no se apercibió de ello.
Entre tanto que esto pasaba, el rey de Francia proseguía siempre el cerco de la ciudad
de Pavía, determinado contra la buena y sana opinión de sus capitanes de no dejarle sin
haberla tomado, y para guardar que nosotros no entrásemos en ella, quiso mudar de
alojamiento, porque estaba antes alojado al lado de Burgeto, en la abadía de San Lanfranco,
fundada a una milla y media, poco más o menos de Pavía, pasado el camino, por el cual se va
de Pavía a Milán y sobre el río Ticino.
267
John Stuart, duke of Albany (1481/84-1536).
260
Monsieur de la Palice, con la vanguardia y con los esguízaros fue a las Ronzas, dentro
del burgo, cerca de la puerta de Santa Justina, habiéndose fortificado en las iglesias de San
Pedro, de Santa Apolina y de San Gerónimo.
Y Juan de Médicis268 con su gente de a caballo y de a pie, estaba alojado en la iglesia
de San Salvador. Pero cuando el rey entendió que nosotros habíamos partido de Lodi, se fue
a alojar dentro del Parque269 en la magnífica casa de Mirabel, fundada más acá de Pavía, y
dejó la gente de a pie, los grisones270, en San Lanfranco, sin trocar el alojamiento de la
vanguardia.
Finalmente, el rey se fue a alojar a los monasterios de San Pablo y de Santiago,
lugares cómodos y eminentes que estaban muy cerca de Pavía. Y Monsieur de Alanzón,271 se
fue a alojar a Mirabel con la retaguardia, y para poderse socorrer el uno al otro, rompieron de
aquel lado la muralla del Parque, y tenían todo aquel espacio que está hasta el camino de
Milán, del lado de arriba. De manera que teniendo cercado a Pavía por todas partes, y el
Gravelona, el Ticino y la Torretta272 que está frente a frente de Darsina, estando entre las
manos del rey, no podíamos entrar dentro de Pavía si no pasábamos el Ticino o entrábamos
por el Parque.
El rey fiaba el cuerpo del ejército al almirante,273 y consumía la mayor parte del
tiempo (a lo que decían) en ociosidades o en vanos placeres sin querer entremeterse o pensar
en negocios y cosas de mayor importancia. Y si alguna vez quería tomar consejo sobre lo que
268
Giovanni de Medici (1498-1526), fue condotiero italiano.
El Parque se refiere al sitio de la batalla de Pavía (24 de febrero de 1525), en las afueras de la ciudad del
mismo nombre, rodeado de cerco.
270
Los grisones son naturales del cantón suizo de Graubünden.
271
Carlos IV de Valois, duque de Alençon, cuñado del Francisco I de Francia. Acompañó al rey en las
campañas italianas. Después del desastre francés en la batalla de Pavía, fue acusado de haber abandonado al rey
y el campo de batalla.
272
Hoy en día Mirabel (Mirabello), Gravellona, Ticino, y Torretta forman parte de la municipalidad de Pavía.
273
Guillaume Gouffier, señor de Bonnivet.
269
261
había de hacer, se contentaba de tenerle sólo del almirante sin hacer caso del parecer de los
otros capitanes, porque tomaba ordinariamente consejo y seguía la opinión de Anne de
Montmorency274 y de Felipe de Chabol, señor de Brion, personas que le eran agradables,
pero de poca experiencia en las cosas de la guerra.
De otra parte, el número de la gente de su ejército no era tan grande, como la fama
corría y el mismo rey creía, porque un pedazo de él se había ido con el duque de Albania y
otro quedado con Teodoro de Trivulzio275 en defensa de Milán, y siendo esparcidos y
alojados en las villas de la comarca otros, no se hallaban en el ejército más de ochocientas
lanzas ordinarias y en cuanto a la gente de a pie, mucho menos de lo que se creía, así por la
negligencia de los ministros del rey, como por el engaño y poco cuidado de los capitanes, de
los cuales, aquellos que le embelesaban más eran los italianos. Porque aunque recibían la
paga de mucha gente de a pie, tenían bien poco número de ellos, y después dos mil
valesinos276 que alojaban en San Salvador, entre San Lanfranco y Pavía, acometidos de
repente por los de adentro habían sido desbaratados.
En este tiempo, el caballero de Casalo, que el rey de Inglaterra enviaba con grandes
promesas, llegó a nuestro ejército. Porque este rey, comenzando a tener envidia a la
prosperidad del rey Francisco, amenazaba de hacerle guerra en Francia, en cuyo reino decía
tener grande derecho277 y deseaba que nuestro ejército se conservara, por ocasión de lo cual
mandó a Pacceo, que estaba en Taranto, que fuese a protestar a Venecia en su nombre la
observancia de la Liga, e hizo rogar al Papa por su embajador de ayudar en aquella guerra al
274
Anne de Montmorency, duque de Montmorency (1493-1567).
Teodoro Trivulzio (1458-1531).
276
Los valesinos eran mercenarios que provenían del actual cantón suizo de Valais.
277
Enrique VIII. Su bisabuela era Catherine de Valois, reina de Inglaterra y esposa de Enrique V.
275
262
emperador, de lo cual el Papa se excusó, por la capitulación hecha con el rey, para su
seguridad y sin ofensa a nadie.
Mas los tratados de los príncipes, y la diligencia de los embajadores, no servían
entonces de mucho, porque acercándose los ejércitos, la suma de toda la guerra y todas las
dificultades y peligros, sustentados en muchos meses, se reducían a la fortuna y riesgo de
bien pocas horas. Porque nuestro ejército, tomado que hubo el castillo de Sant’Angelo,
pasando más adelante, vino a alojarse Olona a Vistarino, y el segundo día a Lardirago, y a
San Alesso del pequeño río del Olona, el cual alojamiento estaba a cuatro leguas de Pavía, y
el tercero día fuimos a alojar dentro de Prati, cerca de la puerta de Santa Justina, y nos
extendimos entre Prati, Trelevero, y la Motta, y en un bosque al lado de San Lázaro, que eran
unas casas a dos leguas y media de Pavía y a una milla de la vanguardia francesa.
Antes de salir de Lodi, junto que fue nuestro ejército, habíamos hecho alarde,278 por
saber la gente que había en él, y hallamos que la gente de a caballo llegaba al número de mil
y cuatrocientos, es a saber setecientos hombres de armas y otros tantos caballos ligeros, mil
hombres de a pie italianos, y más de dieciséis mil españoles y tudescos. Llegados que fuimos
con toda esta gente, tan cerca de la vanguardia francesa, que como tengo dicho, no había de
distancia entre los dos, más de una milla, no se pasaba día sin tener con los enemigos alguna
escaramuza, y los unos y los otros nos lastimábamos grandisímamente con la artillería.
Nosotros ocupábamos Belgioioso y todas las villas y tierras que los enemigos tenían a
las espaldas, si no era San Colombano adonde había guarnición de franceses, pero cercada de
manera que nadie podía salir.
278
Alarde. La muestra o reseña que se hace de los soldados, la cual ejecuta el Comisario destinado para este
efecto, a fin de reconocer si está completo el número que cada Compañía debe tener, y si tienen las armas
limpias y bien acondicionadas y todo lo demás de su uso en buena disposición.
263
Habíamos hallado dentro de Sant’Angelo y Belgioioso muchos bastimentos, y
hacíamos todo lo que podíamos para ganar el río Ticino como habíamos hecho el Po, para
tener de ellos aun mayor abundancia y guardar, con tomarlo todo para nosotros, que los
franceses se quedasen sin nada.
También teníamos a Santa Cruz, y aunque el rey había dejado la Cartuja cuando fue a
Mirabel, no quisimos ir a tomarla por pensar que se nos guardase el paso de los bastimentos.
Los franceses tenían San Lázaro, pero no se atrevieron de quedarse allí por miedo de nuestra
artillería. Entre los dos campos había un pequeño arroyo de agua corriente llamado
Vernículo, que toma su origen dentro del Parque y de allí pasando por medio de San Lázaro y
San Pedro en Verge, se va a poner en el Ticino. Nuestro ejército, para adelantarse con menos
dificultad, hizo, para pasarle, siendo de grande importancia el hacerlo, mas los franceses lo
defendieron valerosamente, ayudados del agua, que era muy honda, y las orillas del arroyo
muy altas. De manera que no se podía pasar sino con muy grande dificultad, y cada uno
fortificaba con mucho cuidado su alojamiento.
El del rey279 tenía en frente a las espaldas y al lado siniestro grandes pertrechos, que
estaban cercados de fosos, fortificados con bastiones,280 y al lado derecho el muro del Parque
de Pavía. De modo que se tenía por muy fuerte. El nuestro estaba fortificado de la propia
manera y entre los pertrechos del uno y otro alojamiento, no había más de cuarenta pasos de
distancia, y los bastiones estaban tan vecinos que nos tirábamos los unos a los otros
arcabuzazos.
Estos dos ejércitos estaban así alojados a ocho de febrero del año de 1525 y se
escaramuzaban a cada momento, pero todos estaban dentro de sus trincheras, sin querer hacer
279
280
Francisco I.
Bastión. Termino de fortificación, lo mismo que baluarte.
264
cosa que fuese juzgada a temeridad, y nos parecía a los capitanes que hasta aquel día
habíamos ganado mucho, pues habíamos llegado tan cerca de Pavía, que y si veníamos a
pelear, podíamos ser ayudados de la gente que estaba dentro. Y porque los de Pavía tenían
falta de pólvora, cincuenta de a caballo de los nuestros se fueron de noche, con una valija
llena de ella (puesta cada una a las ancas de su caballo) sobre el camino de Milán, y
entendiendo que hubieron la alarma falsa que nosotros habíamos dado a los franceses, así
como se había concertado, se pusieron, sin hallar ningún encuentro que les detuviera en
Pavía, de donde Antonio de Leyva281 hacía muy a menudo salidas muy dañosas a los
enemigos, porque un día habiendo acometido aquéllos que estaban guardando el Burgeto y a
San Lanfranco, los había desbaratado y quitado tres piezas de artillería y tres carretas
cargadas de municiones”.
281
Antonio de Leyva, duque de Terranova, príncipe de Ascoli, era general español durante las guerras de Italia
y comandante en el ejercito de Carlos V en la batalla de Pavía.
265
Capítulo VI
“Es casi imposible de creer la vigilancia, la industria y el trabajo, así del cuerpo,
como del entendimiento, que el marqués de Pescara ponía en todo lo que era necesario para
ofender al enemigo, porque no cesaba de día ni de noche de atormentarlos con escaramuzas,
rebatos282 y otros tártagos283 que les daba a cada momento.
Los capitanes del rey y el Papa con sus nuncios le aconsejaban de dejar el cerco de
Pavía, diciéndole que faltándonos el dinero (como era verdad, que nos faltaba) se podía
asegurar de alcanzar contra nosotros la victoria sin verter una sola gota de sangre. Mas el rey,
siendo de opinión diferente, tan grande era la obstinación que tenía en el cerco, no quiso
seguir lo que la pasión de su entendimiento y de aquéllos que le aconsejaban, le retrataban
delante de los ojos.
A 17 de febrero de 1525 los de Pavía hicieron una salida y fueron a embestir en la
compañía de Juan de Médicis, el cual se defendió valerosísimamente y los forzó de volverse
a entrar dentro de la ciudad. Y yendo después a mostrar al almirante el lugar, y cómo las
cosas habían pasado, algunos soldados que se habían escondido en una casa. Le dieron con
un arcabuzazo en el talón, del cual golpe tuvo quebrantado el hueso, y le fue forzoso de
hacerse llevar a Palencia, del cual accidente el rey recibió grande pesadumbre, y toda la furia
del campo francés comenzó a enfriarse en las escaramuzas y asaltos y los de Pavía, saliendo
cada día fuera con mayor atrevimiento, y habiéndoles quemado la abadía de San Lanfranco,
peleaban siempre con encuentros dichosos contra los enemigos, los cuales parecían ya
cansados y faltos de ánimo, que fue causa que el marqués de Pescara, juzgando ser muy fácil
282
283
Rebatos. “Dedicarse con celo a un asunto, amenazar las fronteras enemigas.” Siglo XIII. Corominas.
Tártagos. “angustias y congojas”.
266
de sobrecogerlos, me mandó una noche tomar tres mil hombres de a pie españoles y acometer
los bastiones, lo que habiendo hecho, y subido encima por los pertrechos, maté más de
quinientos hombres de a pie y gané tres piezas de artillería.
Poco tiempo antes de todo esto, Juan de Médicis284 de Milán, capitán del castillo de
Musso, donde el duque de Milán le había enviado por el homicidio que había hecho contra la
persona de monsignor visconde, habiendo hecho un día una emboscada al lado de la roca de
Chiavenna, que está fundada sobre un collado, a la cabeza del lago, y distante de las casas del
Burgo, tomó el capitán que había salido fuera para pasearse, el cual llevó tan presto delante la
puerta de la roca. Y amenazándole de matarle si no le volvía la roca, hizo tanto que su mujer
se la volvió, y esto hecho salió otra emboscada de trescientos hombres de a pie, y entró por el
castillo en la ciudad, la cual tomó. Y de esto sucedió que las ligas de los grisones, que
entraron en sospecha por este accidente, volvieron a llamar un poco antes que se diera la
batalla los seis mil grisones que estaban en el ejército del rey.
Esto, las afortunadas salidas de los de adentro, las dichosas escaramuzas que nosotros
habíamos tenido y el gran desorden que en el ejército francés había, animó de tal manera el
corazón de nuestros soldados, que siéndonos imposible de poderlos ir a la mano, tanto porque
no teníamos dineros para pagarlos, como por la gana que tenían de pelear, la noche antes de
25 de febrero, día dedicado por los cristianos al apóstol San Matías, y el mismo día del
nacimiento del emperador, determinamos de ir a Mirabel, adonde se alojaban algunas
compañías de gente de a caballo y de a pie, con intención, que si los franceses no se movían,
de libertar Pavía del cerco, y si se movían, de dar batalla. Y partiendo de allí, después de
haber cansado con rebatos a la entrada de la noche a los franceses, y haber hecho como quien
284
Gian Giacomo de’ Medici (1495-1555). No confundir con Giovanni de’ Medici, también condottiero
italiano, que murió en Mantua en 1526.
267
les quería acometer del lado de hacia al Po, el Ticino y San Lázaro. Tomamos todos a media
noche una camisas blancas, encima de las armas, para bien conocernos, e hicimos dos
escuadrones de gente de a caballo y cuatro de gente de a pie.
El primero estaba igualmente compuesto de tudescos, españoles e italianos, debajo el
conducto del marqués de Gast285 y mío. El segundo era solamente de gente a pie española,
debajo del conducto del marqués de Pescara. El tercero y cuarto de tudescos, conductos por
el virrey y el duque de Borbón, y llegamos con este orden a las murallas del Parque algunas
horas antes del día, y pusimos por el suelo sesenta brazas de muro con los canteros y la ayuda
de los soldados y cuando hubimos entrado en el Parque, nuestro escuadrón fue derecho a
Mirabel, y lo demás del ejército hacia el enemigo.
Mas el rey, después de haber entendido como nosotros habíamos entrado dentro del
Parque, pensando que todo nuestro ejército caminase derecho a Mirabel, salió de su
alojamiento para combatirnos en descubierto, y llena campaña, queriendo que el encuentro se
hiciese antes allí que en otra parte, por la mejoría que la gente de a caballo tenía y ordenó al
mismo tiempo que se tornase la artillería hacia nosotros, la cual batiendo al lado, hizo mucho
daño a la retaguardia. Entre tanto el marqués de Pescara fue a embestir al escuadrón del rey,
el cual combatiendo valerosísimamente, sustentó la impetuosidad del asalto con grande y
generoso ánimo. Pero la arcabucería que llovía sobre él como granizo, le hizo casi perder la
esperanza de poderse defender. Mas los esguízaros acudiendo al socorro, y la caballería
viniendo a cargarlo por el lado, les fue forzoso de retirarse por más que hicieron. Lo que
visto por el marqués de Pescara, llamó con mucha instancia al virrey y al duque de Borbón,
los cuales llegando con los tudescos, desbarataron con mucha facilidad a los esguízaros, los
285
Alfonso de Ávalos (1502-1546), marqués de Gast (o Vasto), fue un militar italiano al servicio de Carlos V
durante las Guerras Italianas.
268
cuales no correspondieron en ninguna manera aquel día al valor que solían mostrar en las
batallas. Y estando el rey con gran copia286 de hombres de armas al medio de la batalla,
haciendo todo lo que podía para detener su gente después que hubo peleado mucho tiempo
con grande esfuerzo y ánimo, faltándole las fuerzas, y perdiendo mucha sangre de tres o
cuatro heridas que tenía, su caballo habiéndosele muerto y viéndose solo y sin esperanza de
socorro, le fue forzoso de darse a cinco o seis soldados que le tenían cercado de todas partes,
los cuales no le conocían. Mas llegando en esto el virrey, se dio el rey a conocer, y el virrey
besándole las manos y haciéndole grande acatamiento,287 le hizo prisionero por parte del
emperador.
Al mismo tiempo, nuestro escuadrón había desbaratado la gente de a caballo que
estaba en Mirabel. Y Antonio de Leyva habiendo derribado un pedazo del muro por donde
cien caballos podían pasar juntos por la brecha, había salido y embestido por las espaldas a
los enemigos, de manera que viéndose acometidos por todas partes e imposibilitados de
poderse defender, comenzaron a volver las espaldas, los cuales seguidos con vehemencia
militar por los nuestros, fueron todos muertos o presos, si no fue la retaguardia de la gente de
a caballo, la cual conducida por Mos de Alanzón, se había acogido desde el principio de la
batalla toda entera. Túvose por cierto que en esta jornada murieron más de ocho mil hombres
del campo enemigo, contando los que se ahogaron en el Ticino por quererse salvar, y entre
ellos veinte de los más principales caballeros de Francia, de los cuales los más señalados
fueron: el almirante monsignor de Chabot los señores de la Palice y de la Tremouille, el
caballerizo mayor monsignor d’Aubigny y monsignor de Bussi. Y los prisoneros fueron el
286
Copia. Abundancia y muchedumbre de alguna cosa.
Acatamiento. Reverente y respetuosa demostración con que se manifiesta la veneración y obsequio que se
hace al Superior.
287
269
rey de Navarra, el bastardo de Saboya, los señores de Monmorency, de San Pablo, de Brion,
de Laval, monsignor de Chandion, monsignor de Imbercourte, Galeas Visconde, Federico de
Roscolo, y monsignor de Lescun, hermano de monsieur de Lautrec, el cual siendo mi
prisionero y uno de los más cumplidos caballeros del mundo, murió poco tiempo después de
la heridas que se le habían dado peleando. De los nuestros murieron mil quinientos, y entre
ellos un solo capitán, que fue Fernando Castrioto,288 marqués de Sant’Angelo, y los despojos
fueron tan grandes que nunca en Italia se habían visto más ricos soldados.
El marqués de Pescara fue herido de un arcabuzazo, Antonio de Leyva un poco en la
pierna y yo en el brazo. De un ejército tan grande no se salvaron sino la retaguardia,
conducida (así como tengo dicho) por monsignor de Alanzón, en la cual había cuatrocientas
lanzas, la cual sin pelear ni ser acometida, o seguida, mas dejando el bagaje, se recogió entera
y con gran diligencia en el Piamonte y tan presto que la fama de la victoria hubo llegado a
Milán, Teodoro de Trivulzio, que había quedado en él con cuatrocientas lanzas, se fue y tomó
el camino de Musocco289, siguiéndole todos los soldados lo mejor que pudieron.
El rey fue llevado el día después de la victoria a la roca de Pizzighettone, porque el
duque de Milán, por su propia seguridad, consentía de mala gana que fuese llevado al castillo
de Milán, y allí, fuera de la libertad, porque era guardado con mucho cuidado, era tratado y
honrado en todas las demás cosas como rey”.290
288
Aparece en la Historia general de España de Juan de Mariana, vol. 12, de 1819, donde se describe su muerte
de la siguiente manera: “Descuidóse de llevar cadenas en las riendas que le cortaron y el caballo le metió entre
los enemigos sin poderse reparar.” (137)
289
Musocco es un distrito de Milán, anteriormente un pueblo aparte.
290
Para más detalle ver Mariana II, Libro primero, capt. VI-VIII.
270
Libro Quinto
ARGUMENTO
El ermitaño remata las guerras de Italia, con mostrar con qué discreción el emperador usó
de su fortuna, después de la batalla de Pavía. Y tanto por ser cansado de hablar, que por
hallarse desmayado con la memoria de sus desdichas, remite el fin de su historia a otra vez,
rogando a Sicandro de contar la suya entretanto que él se va a descansar. Sicandro,
queriendo obedecerle y pagar la deuda que a don Henrique debía, le cuenta sus fortunas y la
extraña aventura que le había traído allí con sus criados.
Capítulo I
“La nueva de esta célebre victoria, llegada a Roma, y en las cortes de los potentados
de Italia, el Papa, las repúblicas y todos los príncipes se hallaron muy espantados, los cuales
por hallarse casi todos desarmados y sin ningunas fuerzas, tenían tan grande miedo (viendo
que las del emperador habían quedado tan poderosas en la campaña, sin ningún empacho de
los enemigos) que creían ser todos perdidos, imaginándose que el emperador procuraría de
hacerse con ellas señor universal de toda Italia.
Mas los que tenían los principales cargos del ejército español, cayendo en ello,
queriendo sacar a toda Italia de esta sospecha, capitularon con el Papa, en la cual capitulación
los artículos más principales eran éstos, que entre el Papa y el emperador quedaría una
amistad, perpetua confederación, por la cual conservar el uno y el otro quedarían obligados,
de defender con cierto número de gente el ducado de Milán, poseído entonces, debajo la
271
sombra del emperador, por Francisco Sforza, que fue nombrado como principal en este
concierto.
Que el emperador tomaría a su protección todo el estado que tenía la Iglesia, aquél
que poseían los florentinos, y particularmente la casa de Médicis, con la autoridad y
preeminencia que tenían en aquella ciudad.
Que los florentinos pagarían al instante cien mil ducados, en pago de lo que debían
contribuir en la pasada guerra, en virtud de la liga hecha con el Papa Adriano,291 la cual el
emperador pretendía no haberse acabado con su muerte, porque estaba dicho en las
capitulaciones que se habían hecho que duraría un año después de la muerte de cada uno de
los confederados.
Y que los capitanes que teníamos cargo en el ejército harían salir las compañías fuera
del estado de la Iglesia, y que no enviarían a alojar después ninguna de ellas a él sin la
voluntad del Papa.
Dejóse lugar a los venecianos para entrar en esta confederación, dentro del término de
veinte días, con honestas condiciones, las cuales debían ser declaradas por el Papa y por el
emperador. Y quedó en el concierto que el virrey quedaría obligado de hacer venir dentro de
cuatro meses la ratificación del emperador de todos los artículos contenidos en las
capitulaciones.
Este concierto así hecho, todo el mundo se puso a mirar de qué manera el emperador
recibiría la nueva de la presa del rey cristianísimo,292 y donde se endilgarían sus
pensamientos, y por lo que se puede comprender en la muestra al exterior, se vio en él
grandes indicios (a lo que dicen) de un entendimiento muy prudente y muy moderado, y
291
292
Adriano VI, Papa (1522-1523).
Francisco I, rey de Francia (1515-1547).
272
propio para resistir fácilmente a las prosperidades de la fortuna, y aun tales que no eran
creíbles en un tan mozo y tan poderoso príncipe, y que nunca había sentido qué cosa eran
desdichas. Porque tan presto que supo esta victoria, de la cual recibió las nuevas a diez días
del mes de marzo de 1525 con cartas escritas de la propia mano del rey, se fue luego a la
iglesia a dar gracias a Dios de un tan dichoso suceso, con muchas solemnidades. Y la mañana
después, comulgó con demostración de grandísima devoción, yendo en procesión a la iglesia
de nuestra Señora, fuera de Madrid, donde estaba entonces con toda su corte. Y no permitió
que como los demás han acostumbrado de hacer, se hiciese demostración de alegría con las
campanas, ni con fuegos o de otra manera, diciendo que convenía hacer fiestas y regocijarse
de las victorias ganadas contra los infieles, y no de las que se ganan contra los cristianos, sin
mostrar en los ademanes ni en las palabras ninguna señal de contento demasiado o de
entendimiento ensoberbecido. Y después que hubo continuado algunos días en sus
devociones llenas de gran cordura y bondad, hizo llamar un día a todo su consejo para que
(como había acostumbrado) no hiciese cosa que no fuese bien considerada, y su proposición
fue que le aconsejase en qué manera se debía de gobernar con el rey de Francia, ya que sin su
victoria se debía de endilgar, mandando a cada uno de decir libremente su parecer.
El obispo de Osma,293 su confesor y uno de los más insignes varones que florecían en
aquel tiempo en España, después de haber hecho un docto y admirable discurso, lleno de
notables ejemplos, le aconsejó (aclarando sus palabras con buenas razones y pruebas
verdaderas) de enviarle libre, y sin ningún rescate a Francia. Mas el duque de Alba y otros
grandes que estaban presentes, viendo que el emperador le había escuchado con grande
aplauso, fueron de opinión diferente, que fue causa que el emperador dejó de hacer aquella
293
Juan García de Loaysa y Mendoza (1478-1546), nombrado obispo de Osma, Soria, en 1525.
273
buena obra a costa de muchas desgracias que sucedieron después, e hizo traer a España al rey
de Francia, donde estuvo hasta que, dando al cabo del año un millón y medio de ranzón,294 se
volvió a Francia.
Después de la memorable batalla de Pavía, mi esposa a quien me había obligado con
cartas expresas que le había enviado, de irme a acabar con ella mi vida, y de dejar de todo
punto la guerra (si Dios me dejaba escapar de la batalla) me envió a buscar tan presto que
supo su dichoso fin, conjurándome de cumplir mi promesa.
El deseo que tenía de verla a ella y a mi Amilia, a las cuales no había visto en los
cuatro años que duró esta postrera guerra, sino que fue tres veces que me hizo dar la vuelta a
Nápoles, con intento de reposarme de los trabajos que en los treinta años que duraba esta
guerra había padecido. Pues que la fortuna había querido que pasando por todos los grados
más honrados que tiene la guerra, fuera aquél de general, a los cincuenta años de mi edad
viniese a tener ganada mucha honra, hijos, mujer y hacienda para acabar lo que me quedaba
de vida sirviendo a Dios.
Llegado que fui a mi casa, después de haber acompañado los ocho primeros días, con
el contento y regocijo que suele dar la vista de cosas tan amables, como son mujer, hijos,
parientes y amigos, después de una larga ausencia empecé de volver mis pensamientos a
Dios, pidiéndole perdón todos los días de las muchas muertes que en servicio de mi rey y
para conservar mi honra había cometido, procurando con rezos, ayunos y grandes limosnas
que hacía todos los días, de otorgar el perdón de mis pecados y la gracia de no volver más a
caer en ellos.
294
Ranzón. Dinero con que se rescata o que se pide para ello.
274
De otra parte, mi esposa, dando a su hija virtuosos preceptos, que una buena madre
está obligada a dar, no perdía un solo minuto de tiempo sin emplearle en sus honestos
ejercicios.
Así pasábamos el tiempo, queridos de nuestros vecinos y amados de nuestros
parientes. El deseo de adquirir nueva hacienda no nos inquietaba el espíritu, porque nos
contentábamos con lo que teníamos, pues lo veíamos bastante para que nuestra casa y nuestra
honra se sustentasen como convenía a nuestra calidad.
Cuando era menester gastar con nuestros amigos nos mostrábamos liberales, y cuando
la ocasión se ofrecía de no gastar, guardábamos, en fin, ni pródigos ni avaros, mas siguiendo
un buen medio. En efecto, buscábamos, después de haber servido a Dios, cómo poder
contentarnos a nosotros mismos.
Nuestra hija era el puerto de todas nuestras esperanzas, y nuestras esperanzas, el
Jordán,295 a do mis años se renovaban. Su hermosura crecía todos los días, y a medida que la
belleza iba en aumento, su entendimiento se acendraba.296 ¡Ay, memoria triste! ¡En qué
abismo de confusión pones mis afligidos pensamientos, ahora que la representación de las
desdichas, que poco tiempo después me sucedieron, me ha hecho eclipsar el bien que de otra
parte me dabas!”
En diciendo esto, convirtiendo en un momento sus ojos en dos fuentes de lágrimas,
quedó sin poder decir una sola palabra. Mas al fin, estado que hubo así un rato, dando un
profundo suspiro, y enjugando sus lágrimas, volvió otra vez a cobrar la palabra, diciendo:
“Señores, hanme de perdonar si no acabo ahora mi historia. La mudanza de mi fortuna viene
a ser tan grande, penetrado que habré un poco más en ella, que la sola memoria de la
295
296
Don Esteban se refiere a que ha concluido una etapa de su vida, y empieza a gozar de su vida en familia.
Esclarecía.
275
desgracia que me sucedió estando al mayor creciente de mi fortuna, me solía derribar en el
suelo, de puro sentimiento, todas las veces que lo contaba, habrá quince años. Consideren
ahora lo que me pudiera suceder, si siendo ya viejo y cansado de hablar, no hacía pausa a fin
de tomar aliento y cobrar nuevas fuerzas para acabar de contar mi vida, después de un poco
de descanso. Y porque creo que vos hijo Sicandro, no habéis contado a mi hijo don Henrique
(por no haber tenido lugar) vuestras fortunas, os ruego de entretenerle con ellas, tenerle con
ellas, entretanto que yo vuelvo, descansado que habré un poco a solas”.
En acabando de decir esto, se levantó el ermitaño y se fue a su ermita, y Sicandro
queriendo obedecer al ruego que le había hecho, y cumplir con la obligación que a don
Henrique tenía. Después de haber pasado entre ellos algunos coloquios sobre los encuentros,
que de repente (como había sido aquél) han acostumbrado de llegar a los hombres, Sicandro
comenzó a hablar de la manera que oiréis en el capítulo siguiente.
276
Capítulo II
“Mi nombre de pila es Sicandro,297 el de mi apellido Fonseca, la tierra de donde soy
la Andalucía, y el lugar de mi nacimiento Granada. Mi madre, que se llama Florania, después
de haber padecido los mayores dolores del mundo, parió de un parto a una niña y a mí. Y
aunque el rigor de su mal la llevaba al postrer trance de su vida, el contento que tuvo en
vernos en los brazos de nuestras amas en naciendo, tan lindos y tan parecidos, fue causa de
volverle a dar al momento la perfección de su salud y que saliese de aquel peligro.
La mucha hacienda que mi padre tenía, como aquel que poseía veinte mil ducados de
renta con título de marqués, nos hizo criar con el cuidado y con la puntualidad que a hijos de
tales padres convenía. Que fue causa que las partes que el arte nos vino a dar, juntas que
fueron con las que naturaleza nos había dado, vinieron a hacer aun tan perfecta armonía, que
absortábamos con ella a nuestros padres, y hacíamos morir de celos a los hijos de los otros
caballeros del reino.
Quien miraba a Elisaura (que así se llamaba mi hermana) veía el retrato de Sicandro,
y quien veía a Sicandro miraba el retrato de Elisaura, porque el soberano pintor se había tanto
aventajado en dibujar las líneas, facciones y perfiles del rostro del uno y del otro, que no se
hallaba otra diferencia en nosotros que aquella del vestido, porque en las demás partes
exteriores éramos una misma cosa, dividida en dos. Pero llegados que hubimos a la edad de
la adolescencia, que es cuando la hermosura descubre sus más atractivas gracias, la tez y
color del rostro de Elisaura, mostrándose más viva y delicada que la mía, comenzó a declarar
297
El personaje narra una historia familiar que no es la suya. La princesa Elisaura asume un rol masculino que
va a llevar hasta casi el final de la Historia tragicómica. Esta doble identidad del personaje le permite a
Loubayssin agregar más detalles a la novela y al mismo tiempo usar un recurso, el travestismo, presente en
muchas obras de ese tiempo. También lo usa en su novela Los engaños deste siglo, en que el joven don
Francisco se viste de mujer.
277
su sexo, y la mía el mío. Y porque no entienda, señor caballero, que la fraterna afición me
ciega cuando diga que la hermosura de mi hermana iguala a todo lo que se puede hallar en
este siglo más hermoso y raro, le suplico considerar un poco antes de blasonar mi juicio este
retrato, que estimo más que a un reino”. En diciendo esto, sacó de la faldriquera una cajuela
de oro, sembrada de diamantes, la cual habiendo abierto, descubrió un retrato que a no ser de
aquélla de quien había encarecido tanto su hermosura, no era posible ser de otra sino de la
diosa Venus.
Quien ha visto los gestos que hace el que despierta de un sueño en levantando la
cabeza hacia los rayos del sol puede fácilmente concebir la cara que don Henrique hizo,
viendo en el hondo de la cajuela otro sol de no menos resplandor que el verdadero. Porque si
nunca Apeles298 o Zeus acertaron a hacer un retrato capaz de mover los deseos de los que le
mirasen. Y si nunca objeto dio materia al pincel para enriquecer el arte de la pintura, Elisaura
la había dado al pintor que había hecho su retrato, y el pintor, que había hecho su retrato,
habían dado ocasión a los hombres que mirasen su obra de perderse por la pintura.
“¿Qué respondéis a esto, don Henrique?”, dijo Sicandro, viendo su embelesamiento.
“Que no he visto,” respondió don Henrique, “cosa en mi vida que me haya causado
mayor admiración que la grande hermosura que Elisaura tiene, si es verdad que la posee así
como el pintor lo muestra en su retrato”.
“Antes ha sido corto, que liberal en su obra”, tornó a decir Sicandro, como lo podréis
ver algún día, si Dios nos da vida para ello y siguiendo su cuento, prosiguió diciendo:
“A la sazón que todo lo más granado de Andalucía volvía los ojos para mirar el curso
de este nuevo sol, que iba de grado en grado a ponerse en el cenit de su mayor resplandor, y
298
Apeles, famoso pintor de la antigüedad, mencionado en Don Quijote II, cap. XXXII en donde don Quijote
trata de describir la belleza de Dulcinea a los duques.
278
que yo comenzaba a gustar de los deleites que los mancebos de mi edad suelen gozar con sus
semejantes, mi padre estando en la corte, fue proveído, por su majestad católica, por virrey
del Perú. Porque el rey, cansado del mal gobierno de Valdivia y de otros capitanes, quiso a
toda fuerza que mi padre fuese allá para poner algún remedio en ello.299 Dado orden para
dejar su casa, mi madre viendo que su ausencia la privaría de todo su contento, no quiso
quedarse sola en Granada, ni consentir que hablase de dar orden en cosa de su viaje, sin que
primero le hubiese dado a ella palabra de llevarla con sus hijos.
Fue tan grande el contento que mi padre tuvo, oyendo la resolución de mi madre, por
haber deseado lo mismo, aunque no se lo había dicho, temiendo que ella no gustase de ir, que
antes que la luna, que entonces se había despedido, volviese a mostrar sus cuernos plateados
en nuestro horizonte, habíamos arrancado del puerto de Sanlúcar, y engolfados en el océano,
íbamos navegando, viento en popa, para las Indias. Mostróse la fortuna tan amiga por algún
tiempo que pasado que hubimos las islas Canarias, y tomando el camino hacia el occidente,
descubrimos al cabo de dos meses la ciudad de Lima. Mas esta inconstante diosa, el cielo y
todos los elementos, uniéndose una tarde contra nosotros, vinieron a embestir, con tanto
ímpetu, al medio de esas llanas e inmensas campañas, a nuestro pobre navío, que al fin no
pudiendo resistir al combate, que el furor de los vientos nos daba, le fue forzoso al piloto
dejar el timón para tomar el rosario, y a los marineros y grumetes las cuerdas para tender los
brazos al cielo, y suplicar a la majestad divina nos mirase con sus ojos de misericordia. En
esto se acabó el día y con él nuestras esperanzas, porque aguardábamos a cada momento la
muerte, tan grande era la tormenta, los remedios pocos, y las sospechas muchas.
299
El mal gobierno de los territorios de Arauco era un tema común en muchas crónicas e historias de la época.
Ver, Cautiverio Feliz y razón individual de las guerras dilatadas del Reino de Chile, de Francisco Núñez de
Pineda y Bascuñán; Desengaño y reparo de la Guerra de Chile de Alonso González de Nájera.
279
Mas Dios queriéndonos salvar aquella noche del peligro del océano, para probar, si
los hombres serían después tan misericordiosos con nosotros como las olas del mar lo habían
sido, aplacó la furia de los vientos y permitió que la aurora nos mostrase bien cerca de donde
estábamos, cinco o seis navíos, a quien el temporal había hecho correr la misma fortuna que a
nosotros. Conocimos luego ser corsarios holandeses, los cuales están acostumbrados de
correr este mar para robar las naves que se vuelven cargadas de plata y de mercancías a
España.
Este peligro manifiesto, dispuso el corazón del marqués, mi padre, a morir antes que
poner su honra a la discreción de estos salteadores. También era esto, todo el fruto que su
determinación le podía dar, trayendo los enemigos cinco navíos de guerra, y nosotros solo
dos, y mal artillados, porque los otros se habían perdido con la tormenta, o a lo menos se
habían tan alejado de los nuestros, que mirando desde lo más alto del mastil, no se había
podido descubrir ninguno en todo el llano que los ojos de un grumete había podido señorear
con la vista.
Los enemigos conociendo por el ruido y diligencia que hacíamos, para ponernos en
defensa, que los despojos de nuestras naves no podrían ir a las suyas sin que primero la
victoria de una batalla naval atase las manos de los dueños, a quienes pertenecían, se
acercaron a nosotros, hasta que se vieron en lugar de donde podían ofendernos con sus tiros,
los cuales dispararon a un mismo tiempo. La respuesta que les hicimos no fue de menos
estruendo y efecto que la salva que se nos había hecho, mas los unos de ellos, acercándose de
una parte, entretanto que nos defendíamos de la otra y aferrando a nuestros navíos con unos
grandes garfios que tenían, los juntaron con los suyos, a pesar de la artillería que llovía
siempre sobre ellos, un espeso granizo de hierro. Entonces fue que los más atrevidos de los
280
enemigos dieron a entender a los nuestros su mucho valor y grande voluntad que tenían de
sobrepujarnos, y el marqués, mi padre, con los suyos, aquélla de defenderse. Porque como
hubiesen saltado dentro de nuestro navío les fue forzoso de volverse a ir, y con tanta
confusión que parte de ellos, por volver a saltar dentro de sus naves saltaron dentro del agua
y se ahogaron.
Una hora o más había que la capitana combatía con los tres mejores navíos de los
holandeses300 y que el marqués, mi padre, peleaba, como buen soldado, sobre la tilla301 del
navío, cortando y hendiendo todo lo que el corte de su espada hallaba delante. Pero no fue
posible, hallándose herido en cinco o seis partes, de resistir a la pujanza del enemigo, porque
habiendo perdido muchísima sangre por las llagas que tenía, le fue forzoso de dejarse caer al
fin entre los muertos. Los enemigos teniendo la victoria por cierta, por ver que aquél que la
había entretenido hasta entonces muy dudosa, había caído y sin remedio de volverse a
levantar, volvieron a cargar de nuevo con tanta furia sobre la poca gente que quedaba que
rindieron el navío y a toda la gente que estaba en él.
Querer decir los gritos, los clamores y las quejas que mi madre y mi hermana Elisaura
hacían y decían, oído que hubieron el suceso de mi padre, y como los enemigos eran
vencedores, no es posible que lengua humana lo pueda decir. Porque los gritos fueron tan
grandes, las quejas tan lastimosas y los clamores tan confusos que los mismos piratas, con ser
naturalmente crueles e impíos, informados que se hubieron de la ocasión porque se
atormentaban tanto, enternecidos de ver con qué rigor mi madre y mi hermana se arrancaban
300
Los piratas ingleses, franceses y holandeses esperaban las flotas del comercio de las Indias. También
asaltaron algunas colonias. Francis Drake (1540-1596) asaltó colonias en Chile y Perú; en julio de 1615 el
almirante holandés Joris Van Speilberg derrotó en el Callao a la flota española del almirante Rodrigo de
Mendoza. Entre los años 1623 y 1626 la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales mandó al caribe 800
naves con 6.000 marinos y así pudieron apresar más de 500 barcos españoles.
301
Tilla. “Entablado que cubre una parte de las embarcaciones menores.” Corominas.
281
los cabellos y maltrataban sus caras, nombraron a dos capitanes, que hablaban muy bien la
lengua española para tenerlas compañía, guardar que no se les hiciese ningún agravio y para
consolarlas, diciendo que mi padre estaba vivo y que ni ellas ni él recibirían de ellos ningún
maltratamiento.
Estas palabras, aunque dichas por personas que no tenían otra ley más de aquélla de
sus antojos detuvieron algún tanto las lágrimas de mi madre y de mi hermana, esperando que
curando con mucho cuidado las heridas que mi padre tenía, sanaría presto por no tener entre
ellas más de solo una que fuese mortal.
Así como mi madre, yo y Elisaura, con todas sus mujeres, comenzábamos a enjugar
nuestras lágrimas, confiados en las promesas que aquellos bárbaros nos habían hecho de no
agraviarnos en nada, entró donde estábamos un soldado de los nuestros que hablaba muy
bien la lengua holandesa, el cual creyendo que los dos capitanes que presentes estaban, no
entendiesen español, nos dijo como había oído decir a Agradan, que era el que venía por
capitán general de la flota enemiga, que estimaba más los navíos que había ganado, por las
dos mujeres que venían en ellos, que si hubiese tomado otros llenos de doblones, y que no
quería tomar cosa de todos cuantos despojos se hallasen dentro, sino la doncella.
Álvarez y Velázquez, que así se llamaban los dos capitanes de quienes hemos
hablado, entendido que hubieron lo que el soldado había dicho, se acercaron a nosotros, y
Velázquez adelantándose un poco más que su hermano, vino a decir muy paso al oído de mi
madre, sin que nadie lo pudiese oír más ella, estas palabras:
“Señora, este hidalgo que está aquí conmigo es mi hermano, y los dos somos hijos de
la ciudad de Córdoba de España. Un delito que hicimos en ella fue causa que la justicia
confiscó todos nuestros bienes y nos desterró para siempre del reino. De manera que
282
hallándonos en tierras extrañas, pobres y sin remedio, nos ha sido forzoso tomar con esta
gente este modo de vivir. Si el señor marqués, vuestro esposo, quiere asegurarme de hacer
con el rey que yo pueda volver a España, y torne a cobrar mi hacienda yo les serviré de
manera en esta prisión en que están, que vengan a escapar, sanos y salvos con sus hijos y
criados de las manos de Agradan.”
Estos ofrecimientos aceptados, con recíproco juramento, de cumplir cada uno lo que
prometía. Velázquez volvió a su discurso, diciendo:
“De esta manera se ha de hacer todo lo que yo diré, sin que nadie me contradiga, en lo
que yo mande”.
Y como se le hubiese prometido que sí, mandó al momento que yo tomase los
vestidos de mi hermana, y ella los míos, lo cual se pudo hacer muy fácilmente, entretanto que
el general visitaba las naves.
No por alabarme de hermoso porque sé que la hermosura en los hombres es fealdad,
mas si va a decir verdad, diré que tomado que hube los vestidos de Elisaura, que no parecía
sino que toda su belleza, se había pasado en mí, porque la vergüenza que tenía de verme así
vestido me daba, y el color y la honestidad para ello, que por blancura y proporciones del
rostro, las tenía al mismo grado de perfección que ella tenía las suyas. Y ella vestida que fue
como hombre, cortado que le hubieron los cabellos, que así fue forzoso de hacerlo, y tiznado
con un poco de hollín la cara, representaba con tanta perfección su figura, como yo podía
hacer la mía.”
283
Capítulo III
“Este trueque se había ya hecho de la manera que habéis oído cuando Agradan, dado
que hubo orden, como buen general, a todas las cosas, vino a vernos. La insolencia de su
proceder nos hizo al instante conocer la buena traza que Velázquez había dado para
conservar la honestidad de mi hermana, porque al momento que este bárbaro hubo entrado al
lugar adonde estábamos, se vino derecho a mí para besarme. Mas yo defendiéndome de sus
brazos, y llamando a mi madre en mi socorro, me descabullí lo mejor que pude de entre ellos,
diciéndole después con mucho enojo que era un tirano y sementido, de quebrar así la
promesa que se nos había hecho. Agradan, dejando su ferocidad ordinaria, en lugar de
responder a lo que yo le había dicho con palabras soberbias y arrogantes, como yo creía,
esperando de alcanzar más presto lo que pretendía de mí, por amor que no por fuerza me
pidió perdón de su atrevimiento con las más humildes y amorosas palabras que pudo,
mandando después a Velázquez y a Álvarez que nos llevasen a la capitana para que
recibiésemos allá todo el regalo que se pudiese imaginar.
Siendo el amor de la naturaleza de la calentura, que se aumenta cuando le niegan al
remedio. El que Agradan me tenía, viendo la dilación del suyo, encendió dentro de su
corazón un fuego tan violento que el tormento, procedido del exceso de sus continuos
pensamientos, habiéndole quitado parte de su salud, no sabía cómo hacerse para volverla a
cobrar, viendo que aquélla que se la podía dar le entretenía todos los días entre la muerte y la
esperanza. Porque nuestro consejero Velázquez, para mejor encandilarle los ojos del
entendimiento, me había aconsejado de acariciarle con mi amor y de fingir que le amaba. Al
fin su mal, habiendo llegado a tal trance que escudriñado bien todos los remedios que son
284
propios al amor, que no se halllaban entre ellos otros, sino aquéllos de gozar de la cosa
amada o de morir, se determinó de decírmelo, lo cual habiendo hecho, y con protestación de
que no podía hacer menos de escoger de los dos, el que vendría a serle más favorable, lo
comunicamos mi madre y yo (un día después que Agradan nos hubo hablado) delante de mi
padre que empezaba ya a estar bueno con Velázquez, el cual con rostro alegre y palabra
grave, acabado que mi madre hubo sus razones, comenzó las suyas, de esta manera:
“Llegado ha el día de nuestra libertad (señores) si la fortuna se muestra tan favorable
a vuestros deseos como los míos lo son para vuestro contento. Hiciera mil juramentos para
aseguraros de mi fidelidad, si no supiera que un solo efecto es más agradable que un mundo
de promesas, porque ellos son los que os han de traer todos los frutos de las primeras que os
hice los días pasados, y ellas no son poderosas de daros sin la voluntad uno solo. Mas porque
en todas las cosas que se emprenden se debe considerar, antes de empezarlas, con las
apariencias que se pueden hacer, oigan las que quiero intentar.
Yo soy capitán de uno de estos navíos y mi hermano de otro, y estamos seguros que
podemos hacer de nuestros soldados lo que los padres hacen de sus hijos. Y así soy de
parecer (que Sicandro, que es ahora Elisaura) dé palabra a Agradan, de darle contento en lo
que pide. Y que llegado que habremos mañana, cerca de esta grande y levantada sierra, que
vemos (y era donde ahora estamos) que le responda cuando venga a pedirle el cumplimiento
de su palabra que le suplica pues no podía rehusar, lo que le había prometido, que no sea en
el navío sino que haga poner en uno de los mayores esquifes una cama y que ellos dos,
llevándome a mí con otros cinco o seis, vayan a pasar la noche entre los árboles que están en
la falda de la sierra. Porque no parecería bien, aunque sus padres consintiesen en ello, que
triunfase en presencia de ellos, si así se podía decir de los despojos de su virginidad. Llegado
285
que habremos al lugar dicho, o señalado, porque estoy cierto que Agradan hará todo lo que
Elisaura querrá, le daremos a cenar lo más regaladamente que podremos, haciéndole servir
por uno de mis criados de un vino dentro el cual yo habré puesto unos polvos, los cuales
privándole media hora después (con la virtud que tienen) del sentido, harán entrar al instante
en él un grande y profundo sueño, y matarle hemos luego en verle en el estado que digo. Que
si sus criados quieren defenderle, los mataremos también a ellos. Que para este efecto, yo y
los míos vendremos muy bien apercibidos y armados de buenos y fuertes jacos,302 que
tendremos puestos debajo de los vestidos, para que de una manera o de otra estemos seguros
de ejecutar nuestros deseos.
Hecho esto, se hará la seña que habremos concertado con Álvarez, el cual con mi
lugarteniente, tan presto que la habrá visto, hará disparar la artillería contra los enemigos. Y
entonces Cardelio, lugarteniente de Agradan, que es de los nuestros y su enemigo secreto,
con una escuadra de los más valientes soldados, desatando a todos los presos y dándoles
armas para pelear, declarará la muerte del general, y alzándose con la capitana, matará a
todos los que serán rebeldes a su voluntad. Este Cardelio y yo con mi hermano, concertamos
entre los tres, sabido que hubimos después de la presa (que el dueño de estos navíos era el
virrey del Perú) de matar a Agradan, que es grandísimo enemigo de la nación española, y de
irnos con él a servir con nuestros navíos y soldados al rey católico en estas partes de las
Indias. Que si sus señorías quieren que sea así, no hay más de seguir la proposición que les
he hecho, porque nosotros estamos determinados de morir o de darles libertad si quieren.”
A mi padre, a mi madre y a otros dos de sus más favorecidos les pareció muy bien lo
que Velázquez había dicho, y sin más detenerse concluyeron todos con él el sí, prometiendo
302
Jaco. “Hoy día vale lo mismo que cota, salvo que en el uno y otro nombre añadimos malla diciendo, jaco de
malla y cota de malla.” Covarrubias.
286
el marqués, mi padre, a los dos hermanos de hacer que el rey les perdonase. Y que a más de
eso les haría volver a todos sus bienes sin que les faltase un maravedí. Que les haría hacer, o
él mismo se las haría en nombre de su rey muchísimas mercedes, como haría también a
Cardelio, con el cual habiendo hablado muy secretamente y hallándole con voluntad de poner
por obra todo lo que Velázquez había dicho. Se concertó entre todos ellos de ejecutar lo que
se había determinado a las seis después de comer.
No faltó Agradan de conjurarme de cumplir la promesa que le había hecho por
mandado de mi padre dos horas después del concierto. Y como yo le dijese que sí lo haría,
con condición que nos fuésemos con un esquife (acompañados de Velázquez y de otros cinco
o seis) a pasar la noche en la falda de la sierra, me lo otorgó con grandísimo regocijo. Pasado
que hubimos en ella, no se atrevió de hablarme de nada de miedo de enfadarme, remitiendo
la partida para después de cenar.
Púsose la mesa sobre la yerba y entre unos árboles que daban de sí un olor muy
suave. Cuando se vino a beber, Velázquez, que no había traído los polvos ni el vino que
había dicho, por habérsele olvidado, considerando su grande falta, y el peligro en que se
había puesto si no ejecutaba de una manera o de otra el hecho que había urdido, se levantó
como si quisiera él mismo ir a tomar vino de una bota, del cual decía que su criado, por no
entenderle, dejaba de darle. Y levantado que fue, en lugar de ir a tomar la bota, saltó sobre su
espada, con la cual dio (sacada que la hubo de la vaina) un tan poderoso revés al mejor y más
fiel soldado que Agradan tenía, que estaba en pie mirándonos cenar, que acertándole al
pescuezo se lo cortó con tanta violencia que la cabeza vino a dar zumbando a los hocicos de
Agradan, el cual más difunto que vivo queriendo levantarse no pudo porque otro revés,
acertándole en el medio del camino, como había hecho al otro, le guardó de poder hacer el
287
viaje cumplido quitándole la vida. Yo levantándome entonces con sobresalto, porque
esperaba la ejecución de nuestro designio, hacerse de otra manera, acudí con una espada que
tomé al socorro de Velázquez, el cual había muerto a otros dos casi antes que se hubiesen
apercibido de la muerte de los otros, con el cual socorro y el que nos dieron dos de nuestros
criados, acabamos de despachar a los que quedaban.
Ejecutado que hubimos, con la prosperidad que habéis oido, este hecho, quitado que
me hube la ropa y la basquiña de encima de mi vestido de hombre que traía debajo. Subimos
sobre una alta peña y asomándonos hacia el mar para descubrir mejor hicimos la señal
prometida. No sale tan presto de la emboscada el veloz jinete en oyendo el son de la trompeta
como el preñado cañón envió sus pelotas rodeadas de fuego contra los enemigos, visto que
hubieron los nuestros blanquear los pañuelos que el viento nos arrancaba casi de las manos,
tan grande era la fuerza con que soplaba. Porque de tranquilo y quieto que estaba, se había
poco embravecido, y el cielo que habíamos visto casi nada claro y sereno, comenzó a
oscurecerse de manera que perdimos en un momento de vista los navíos y el estruendo de los
grandes y tremendos truenos que la región del aire comenzó a disparar, guardó que no
pudimos oír más aquellos de la artillería.
Vino a ser al fin tan turbulento el exceso con que el furor que los vientos cargaban
sobre las olas del mar, que viéndola tan soberbia temíamos que las gruesas montañas que en
ella se levantaban cubriesen aquélla donde estábamos, así pasó toda la tarde. Pero cuando la
noche se vino a acabar de cerrar, entonces fue cuando el mar bramando, los vientos
288
arrancando, los truenos gruñendo, los relámpagos relumbrando y los rayos partiendo, nos
hicieron creer haber llegado el día tremendo.303
No digo el miedo, el erizo y el temblor que salteó a mi alma aquella noche, sabiendo
que todas las lenguas del mundo no podrían, cuanto menos la mía. Básteme decir que
Velázquez, con ser muy atrevido, acordándose de la muerte que había dado a Agradan y a sus
criados, y creyendo que Dios había enviado aquella tempestad para que un rayo le acabase,
pidiéndole mil veces perdón de su ofensa, hizo aquella noche mil votos y mil promesas.
Un criado de los míos, oyéndome apellidar a Dios y a los santos en mi ayuda y en la
de mis padres, apiadándose de mí me tomó por las manos y llevándome al hueco de una peña
me libró de la inclemencia del cielo que despedía de sí un mundo de piedras de hielo, y con
tanta violencia que a quedar un poco más sin defensa muriera apedreado. Puestos que nos
hubimos en seguro, me adormí todo cubierto de lágrimas hasta la mañana, que me desperté a
las exclamaciones que Velázquez hacía por ver nuestro esquife y tres navíos, que llevados, a
lo que se puede colegir, a la discreción de los vientos, se habían hecho pedazos contra unas
peñas que estaban a un lado de la sierra dentro del mar aunque descubiertas.
Imagine, señor caballero, el sentimiento que mi alma debió de tener, viendo levantado
que fui este triste naufragio y la orilla del mar cubierta de los miserables cuerpos que se
habían ahogado, fue de manera que cubriéndoseme el corazón, caí redondo en el suelo sin
poder pronunciar una sola palabra.
Velázquez y mi criado, viendo este nuevo espectáculo, acudieron a mí y me volvieron
el sentido a fuerza de remedios, prometiendo y diciéndome que no habían hallado entre los
303
En La Araucana I, Canto XV, 71, Ercilla describe la tormenta cuando los españoles navegan por el río
Maule y el puerto de la Concepción a comienzos del invierno. “La braveza del mar, el recio viento,/ el clamor,
alboroto, las promesas/ el cerrarse la noche en un momento/ de negras nubes, lóbregas y espesas; / los truenos,
los relámpagos sin cuento, / las voces de pilotos y las priesas/ hacen un son tan triste y armonía, / que parece
que el mundo perecía.” Loubayssin describe la tormenta de manera muy similar.
289
muertos ni uno solo de los nuestros. Y que las reliquias de aquellos navíos eran de los que
habían querido seguir el partido de Agradan, los pilotos de los cuales, con la confusión y el
pasmo, se habrían turbado, y los navíos hallándose libres, acosados del furor de los vientos,
venidos a parar a aquellas peñas donde habían hecho naufragio, y que en lo que decían no
había ninguna duda porque ellos conocían a los soldados. Que si los nuestros no parecían por
el mar, era porque nuestros pilotos, más diestros y más experimentados que los suyos, se
habían apartado del peligro en alejándose de él. Y que en quietarse el mar y estar un poco
más manso de lo que estaba (porque la tormenta duraba aún) no haría falta de volver al
mismo lugar que estaban antes para recibirnos, y que yo tendría entonces ese bien de verme
entre los brazos de mis padres, dueño y señor de mi libertad, y que tuviera paciencia y no
desesperara de un bien que tenía seguro y cierto como vería luego por los efectos de la
verdad.
Todas estas palabras de consolación me hicieron volver en mí algún tanto, tomando lo
que Velázquez me decía como dinero de contado. Mas ¡ay, cuitado! Pasó aquel día y con él
los que caben en tres meses, sin que haya podido oír una sola nueva de mis queridos padres
ni de persona que fuese dentro de los otros navíos.”
En esto dio a Sicandro una tan grande congoja por haber querido guardarse de llorar,
que su lengua pegada al paladar no pudo continuar de buen rato su cuento, mas al fin, vuelto
que hubo en sí, y enjugado las lágrimas que salían de sus ojos, que por más que quiso
disimular, no pudo dejar de verter abundancia de ellas, prosiguió su discurso diciendo:
“Ahora podrá decir, señor caballero, que no es él sólo el desdichado, pues tiene en mí
a un compañero, el cual, si el proverbio es verdadero, le puede servir de consuelo. Mas para
volver a mi cuento”, dijo, hecho que hubo una grande pausa, “y desterrar de mis
290
pensamientos la memoria que causa en mí tantos tormentos, pues estoy cierto que si vertiera
más lágrimas que no tiene el profundo mar, no pudiera poner remedio a mis infortunios, diré
que pasado que hubimos a la orilla de esta sierra, tres días sin poder descubrir en el mar los
navíos que esperábamos, faltándonos la comida (porque hasta entonces nos habíamos
sustentado con la poca que habíamos traído con nosotros) nos determinamos de desamparar
el lugar por no dejarnos morir de hambre, y probar si escalando la sierra hasta la cumbre
podíamos desde allí descubrir alguna tierra. Tomado que hubimos así la resolución, y dejado
a uno de nuestros criados en el mismo lugar para que si algún navío pasase le hiciese alguna
seña, con esperanza de que sabría nuevas de nosotros, el día siguiente, por lo más tarde,
empezamos a tomar el camino por donde nos pareció la subida de la sierra más fácil. Mas a
poco trecho que hubimos andado, hallamos el camino tan áspero, que nos fue forzoso volver
al mismo lugar adonde habíamos dejado a nuestro criado, el cual en viéndonos se regocijó
mucho, pero cuando supo la causa por qué nos habíamos vuelto, le pesó harto viendo que
había de morir de hambre con nosotros.
Dos días se habían ya pasado sin que la fortuna nos hubiese enviado ningún consuelo,
que era causa que la tristeza de una parte, por pensar que nuestra gente había perecido en el
mar, y de hambre la otra, nos atormentaban de manera que sola la esperanza que nos quedaba
para salir de la miseria en que estábamos, era de acabar la vida bien presto. Llegada que fue
la tarde del sexto día, confesados que nos hubimos los unos a los otros de los pecados que
habíamos cometido, y pedido con mucha humildad perdón a Dios de ellos, teniendo sólo de
todos los regalos que el Señor ha dado al hombre para sustentar su flaca naturaleza, el sueño,
aunque no muy libre, porque difícilmente pueden dormir los que tienen los estómagos tan
291
vacíos como nosotros teníamos los nuestros. Con todo eso, fue nuestro Señor servido, que el
sueño se apoderase de nuestros sentidos hasta la mañana, cuando el sol estaba ya muy alto.
El primero que despertó fui yo, y queriendo volver los ojos hacia el mar para ver si
podía descubrir algún navío, se ofreció a mi vista un grande y espantable león, el cual
clavando la vista en mí me estuvo mirando un buen rato, acercándose después al lugar
adonde yo estaba. Fue tan grande el miedo que me causó su vista y venida, que dando un
extraño y espantable grito me dejé caer como muerto sobre Velázquez, el cual despertando
con sobresalto al ruido de la voz, y con el grande golpe que le di cayendo, se levantó con
presteza, preguntándome lo que tenía, y como yo le mostrase el león, se dejó caer, visto que
le hubo con el mismo espanto y grito, invocando el socorro de Dios en su ayuda, porque la
nuestra, siendo hambrientos y desmayados como estábamos, no nos podía servir de nada con
una fiera tan cruel y fuerte como era aquélla que teníamos ya sobre nosotros. El león,
conociendo con su natural instinto304 el miedo que teníamos de él, dejó caer una cabra
montesa que tenía atravesada en la boca, y acercándose más, en llegar junto a nuestros pies,
se vino a revolcar con mucha mansedumbre delante de ellos, halagándonos con sus patas y
haciéndonos caricias que pudiera hacer un perro de falda.
Velázquez, tomándolo a buen agüero se atrevió, no sin temblar de miedo, a pasarle la
mano sobre la cabeza, lo que sintiendo el león, mostraba con aumentar sus caricias que se
holgaba de ello, que fue causa que Velázquez, perdiendo poco a poco el miedo comenzó a
cobrar ánimo hasta menearle las uñas y ponerle los dedos en la boca. Y al cabo de un rato, el
león levantándose, se fue por el mismo camino do había venido sin tomar el corzo.
304
En el original: distinto. Obviamente se trata de un lapsus memoriae por parte del autor o más probablemente,
del cajista.
292
Pasada que hubimos la admiración que una tan extraña aventura, como la que nos
había sucedido, nos había dado, tomamos la cabra montés y la desollamos y encendiendo
después lumbre con un eslabón,305 que por dicha uno de nuestros criados tenía, y con algunas
ramas que cortamos de los árboles que allí estaban, la hicimos asar para satisfacer con ella
nuestra hambre, habiendo ya tres días que no nos habíamos desayunado con otra cosa más de
con lágrimas y suspiros que habían salido de nuestros afligidos corazones, sustentándonos de
lo que el león nos traía, creyendo que Dios nos le había enviado, porque su voluntad era por
entonces de que no muriéramos de una muerte tan cruel como es la del hambre.
La curiosidad, siendo una gracia natural a todos los hombres de buen entendimiento,
los cuales al momento que ven una cosa que les parece extraña, no paran hasta saber el
origen y causa de su efecto. Velázquez, que la tenía admirable, determinó de seguir la
primera vez que el león viniese sus pisadas, o, porque no se podían estampar en todas las
partes que pasaba, por amor de las piedras, irle columbrando y siguiéndole de lejos para ver
el lugar donde se recogía. Porque no podía dejar de creer, sino que en los viajes que este
animal hacía, y con el grande instinto que mostraba en todas sus cosas, que no se encubriese
algún misterio en ello.
La resolución así tomada, y venido el león por la mañana no hizo falta Velázquez de
seguirle, así como la noche antes lo había determinado, tomando un arcabuz al hombro y su
espada ceñida al lado. Anduvo tras él un grandísimo rato, haciendo muchos caracoles, y
subiendo de cuando en cuando algunos pedazos de sierra muy derechos, ofreciéndosele
siempre a la vista la misma imposibilidad de poder pasar más adelante que se nos había
ofrecido la primera vez que habíamos querido subirla. Mas como la cierta esperanza de
305
Eslabón. “El hierro con que sacan fuego del pedernal que enciende la yesca, por la forma que tiene de
sortijón, con dos vueltas de donde se hace, metiendo por ellas los dedos.” Covarrubias.
293
alcanzar lo que se pretende aumenta las fuerzas y el ánimo, Velázquez teniendo la suya por
infalible, vino a dar tantas vueltas, subiendo y bajando y tomando alguna vez a diestra y otras
veces a siniestra, que al fin descubrió la principal sierra, porque todo lo que había andado no
era más de atravesar de un lado para llegar al sitio do este segundo Olimpo está engastado.
Así como Velázquez estaba ya casi rendido del trabajo, y que sus piernas cansadas de
haberle hecho pasar el león por caminos tan dificultosos, no le podían casi sustentar, le vio
partir con grande ímpetu tras un venado, al cual habiéndole dado alcance, volvió después sus
pasos hacia la más alta montaña. Velázquez viendo que si no le seguía perdería el trabajo que
había puesto hasta entonces en seguirle, y que difícilmente volvería después a hallarnos,
comenzó a sacar fuerzas de flaqueza, apresurando sus pasos tras el león, al cual por caminar
muy poco a poco por hallarse cargado del venado, le alcanzó muy presto.
Llegado había ya Velázquez, aunque tan laso que apenas se podía sustentar, al lugar
do estamos ahora, cuando la hermosura de esta grande y hermosa campaña del océano que se
ve desde aquí, le hizo volver los ojos para contemplarla, mas como el temor que tenía de
perder entre estos peñascos el león, le hiciese tornar los ojos a su camino, halló que su
imaginación le había representado la verdad por la sospecha, porque el león se había entrado
dentro de esta ermita y como quisiese correr con presteza para ver donde podría haber
pasado, vino a caer, tropezando en una piedra, y el arcabuz se disparó con tanto estruendo y
estallido, que el ermitaño, que estaba a aquella hora orando, saliendo para ver lo que podía
ser halló a Velázquez delante de la puerta, por donde hemos venido aquí, que se acababa de
levantar sin haberse hecho mal.
Decir ahora quién fue aquél de los dos que quedó más espantado, después que se
hubieron visto, con dificultad se puede decir. Lo que sé es que Velázquez recibió tanto
294
contento viendo al ermitaño, principalmetne cuando le habló español, que faltó harto poco
que no diera el alma tras él.
Hecho que le hubo relación de su fortuna de lo que le había sucedido con el león, y
dicho adónde quedábamos, se partieron al instante para irnos a buscar, y como el ermitaño
tomase diferente camino de aquel por donde Velázquez había venido, y Velázquez se lo
dijese, respondió que no tuviese cuidado de aquello porque yendo por el camino que él decía
llegarían, sin comparación más presto, al lugar que le había dicho. Y que si el león le había
traído por el otro, era porque en aquel no se hallaba ninguna caza (y era la verdad) porque de
este lado,” dijo entonces Sicandro, “se puede ir a la orilla del mar donde el ermitaño tiene
una barquilla, para ir cuando se le antoja a pasearse. Allá iremos a desenfadarnos cuando
vuestra merced fuere servido, y verá una de las más hermosas y agradables playas que se
puede ver en todos los mares del Occidente. Mas para volver a mi propósito digo, que
llegados que fueron al lugar adonde estaba el barco, entraron en él y pasando hacia la mano
izquierda las peñas que alindan con el monte, donde yo estaba, vinieron a toparme casi
muerto, cansado de esperar la venida de Velázquez. El contento que yo tuve en ver cuán
dichoso había sido su viaje, el consuelo que recibí de don Esteban, el regocijo que me dieron
sus palabras cuando me dijo que aquella tierra se llamaba Chile fue tan grande que a añadirse
la venida de mis queridos padres, creo que el gozo me acabara la vida, antes de llegar a la
ermita.
Esta es, señor caballero, mi piadosa y lamentable historia, piadosa porque después
que me ha sucedido esta desdicha, no he gozado un día de salud, como se puede ver en mi
rostro, y lamentable por la muerte de mis amados padres, los cuales creo que se anegaron la
noche que pasó aquella gran tempestad, que habéis oído, porque con haber hecho estar casi
295
siempre este hombre que veis aquí delante de vos, en el lugar adonde hemos tomado tierra, y
enviado a Penco y a Lima, habrá cosa de un mes a Velázquez, para saber algunas nuevas de
él, porque si acaso su navío se ha anegado (lo que Dios no quiera) o ha llegado a buen puerto,
no puede ser menos sino que se tendrá noticia de ellos, en aquellas partes. Con esta
incertidumbre estoy esperando de día en día a Velázquez, cuya tardanza, con el temor que
tengo de que me traiga malas nuevas, me hubiera sin duda acabado la vida, a no haberme
animado con los consejos y santas amonestaciones que este nuestro buen padre me ha hecho,
y hace todos los días.”
Acabando de decir esto, comenzó a suspirar y llorar tan amargamente que don
Henrique, en lugar de consolarle, teniéndole lástima, y sus desdichas haciéndole acordar de
las suyas, no pudo dejar de tenerle compañía en aquel acto.
Oído habéis la piadosa historia, que la agudeza de Sicandro nos ha hecho contar para
escapar del peligro que su honestidad corría, diciendo ser, como era, el verdadero original del
retrato que al principio de su cuento había mostrado a don Henrique. Porque de decir que
semejantes beldades pueden ir de venta en monte, caminando con hombres mozos por mar y
por tierra, sin incitar el gusto, ¡no le permitan los hados! Que esto pertenece solamente a la
sencillez de aquellos tiempos, que el autor de Amadís de Gaula dice que volvían doncellas a
las casas de sus padres las hembras, después de haber paseado veinte años por el mundo en
compañía de una caterva306 de caballeros andantes, sin haber dormido debajo de tejado,
306
Caterva. Multitud de personas que concurren juntas en algún paraje, sin orden ni concierto. Suele también
decirse de los animales y otros vivientes. RAE.
296
porque quiero que mis libros en decir verdades, que las digan de manera que sean de creer, y
no representar en ellos Tántalos307 voluntarios. Vuelvo a mi cuento.
Elisaura, que hemos representado debajo del nombre de Sicandro, era aquella por
quien el retrato que don Henrique había hallado tan admirable se había hecho. Por esto había
alabado tanto su hermosura, habiéndola casi puesto en parejas con la de su fingida hermana,
en la semejanza que decía que tenían los dos, como habéis oído. Dijo ser de Granada, porque
su padre había nacido en ella, e hija de un marqués, porque el hijo del marqués de Cañete,
que fue pocos días después virrey del Perú,308 la había sacado muy secretamente, con su
consentimiento de ella (por amarse recíprocamente los dos) de la corte del rey de las Islas de
Subo309 y de Borna, que era su padre, el cual de pobre caballero, había subido en aquella
dignidad por la más extraña aventura del mundo, como veréis en el libro siguiente, si la
curiosidad de saberlo (como también de ver cuán bien Elisaura había contado sus fortunas,
aunque debajo de otros nombres) os da la voluntad de pagarme, con leer cosas muy curiosas
y agradables, lo que mis trabajos merecen.
307
Tántalos. Alusión a Tántalo personaje mítico, condenado a estar sumergido en agua hasta la barba, pero sin
poder beber. El nivel de agua cambia en cuanto trata de hacerlo. Se entiende por el sufrimiento de tratar de
obtener algo que siempre se está casi por alcanzar, pero nunca se logra.
308
Don García Hurtado de Mendoza (1535-1609). Su padre Don Andrés Hurtado de Mendoza marqués de
Cañete y virrey del Perú, lo nombra gobernador de Chile en 1557. Don García reconstruyó Concepción y fundó
las ciudades de Osorno y Cañete. Su gobierno terminó en 1561, y se considera tradicionalmente el fin de la
conquista. Vuelve a España y más tarde es nombrado Virrey del Perú (1588-1593). Sus hazañas las alabó el
poeta Pedro de Oña en el poema épico Arauco domado (1596).
309
Cebú. Nombre moderno de unas de las islas en el archipiélago filipino.
297
Libro Sexto
ARGUMENTO
El autor desenreda la historia de Sicandro, empezando por la famosa y admirable
navegación que Magallanes310hizo, cuando descubrió el estrecho que guarda hoy en día el
famoso nombre de su inventor. Y continuando el mismo discurso cuenta las extrañas
aventuras que sucedieron al capitán don Juan de Serrano, heredado que hubo el cargo de
Magallanes después que los indios le hubieron muerto. Verá en ellas el discreto lector cuán
sujetas a mudanzas son las cosas de este mundo y que un hombre echado a la media noche
por sus enemigos dentro del mar, viene a ser rey, y después siendo rey y muy poderoso,
perder en un momento por la traición de un hombre desalmado, reino, hija, mujer, honra y
hacienda. Enciérrase también en el mismo suceso, los amores de Andalio, embajador
español, con la princesa Elisaura hija del rey de las islas de Subo y de Borna.
Capítulo I
De todos los mayores pilotos, y excelentes capitanes, que heredaron en la conquista
de las Indias, después de la muerte del famoso Colón, el que con más atrevimiento ha
surcado las compañas del océano, y hecho que su nombre quede inmortal entre los hombres
por haber bautizado con él al más célebre estrecho que el mar tenga en su inmenso grandor,
310
Hernando de Magallanes (1480-1521). En su viaje hacia las Islas Molucas descubre el estrecho que une el
océano Atlántico con el Pacífico. Realiza la primera circunnavegación de la tierra (1519-1522). Después de su
muerte queda a cargo de la expedición Juan Sebastián Elcano. Ver Antonio de Herrera, Historia general de los
hechos de los castellanos. Madrid, 1601, Bartolomé Leonardo de Argensola, Conquista de las Islas Malucas,
Libro primero y Libro segundo.
298
es Magallanes. Y se cree, que si la muerte no hubiera atajado sus pensamientos, que su
espada no hubiera dado menos materia para escribir que su navegación ha hecho.
Este insigne varón, enfadado de ver cuán mal, sus servicios habían sido agradecidos
de Emanuel, rey de Portugal, a quien había servido como valeroso soldado, y prudente
capitán que era, bajo el mando de Albuquerque, general que fue mucho tiempo en las Indias
Orientales, se fue a la corte del poderoso monarca Carlos, invicto César rey de España. Y
habiendo comunicado pocos días después de su llegada en la dicha corte sus designios con
algunos astrónomos, abrasado de un implacable odio que tenía contra don Emanuel, sustentó
al rey y a todo su consejo, que las Molucas (las riquezas de las cuales los portugueses
gozaban) eran contenidas, sin duda, dentro del distrito y límite, de la conquista, que conforme
la división que entre los dos reyes se había hecho, pertenecía al rey de Castilla.311 Y que si
algunos hombres de ánimo, diestros y sabios en la navegación, probaban el camino del
occidente, se podría penetrar, sin mucho trabajo, de la tierra de Perú hasta aquellas islas. Para
la ejecución de esto, ofreció al rey, su trabajo e industria, y se declaró presto de emplear en
cumplimiento de ello su vida, con condición que se le diesen las cosas necesarias para su
viaje.
Esta promesa, por ser grande, y la autoridad de Magallanes muy conocida, movieron
al rey para que le diese lo que pedía. Hecho que hubo de armar en Sevilla, cinco muy buenas
y fuertes naves, con buen número de soldados y marineros, hizo general de ellas a
311
La grandes empresas ultramarinas de España y Portugal generaron grandes disputas territoriales. A fin de
solucionar los conflictos se firman varios acuerdos y tratados con el auspicio de diferentes Papas. Algunos de
los más importantes son: El tratado de Alcáçobas del 4 de septiembre de 1479, ratificado por el Papa Sixto IV,
repartió entre Castilla y Portugal el Nuevo mar trazando una línea horizontal por el paralelo de Bojador.
Corresponden a Portugal la Guinea, todas las islas y el mar adyacente, salvo las Canarias. Bajo el auspicio del
Papa Alejandro VI el 7 de junio de 1494 se firmó el acuerdo de Tordesillas, para dividir el Nuevo Mundo. El
hemisferio occidental pertenecería a Castilla y el oriental a Portugal. Ver Diego Luis Molinari. Descubrimiento
y Conquista de América. Buenos Aires: EUDEBA, 1964. (104).
299
Magallanes, el cual partiendo el año de 1525 del puerto de Sanlúcar, engolfado que se hubo
en el mar, alzado las velas y pasado las Islas Canarias, fue derecho al Brasil, y de allí
habiendo dado otra vez las velas, al viento de Mediodía, después de haber costeado riberas
incógnitas, llegó a la boca de un grande río que el vulgo llama de San Julián. Este lugar está
apartado del círculo equinoccial, cincuenta grados y no muy lejos de allí se levantan hacia el
cielo algunas cumbres de sierras, cubiertas de nieve y de hielo.312
Esta tierra es habitada de hombres grandes, como gigantes, porque tienen más de
doce pies de largo, gente cruel y salvaje, y que come las carnes crudas. Dos de los cuales
(halagados por Magallanes con grandes caricias y dádivas que les hizo) habiendo ido en la
armada del mar, murieron poco tiempo después, por causa de la mudanza y no
acostumbradas comidas.313
Para ver y descubrir muy bien esta región, fue enviado un navío, del cual era capitán
un mancebo muy valiente y de lindo talle, llamado don Juan Serrano,314 el cual navío se hizo
pedazos contra unos escollos,315 los hombres de los cuales no obstante se salvaron con el
capitán. Los demás soldados y capitanes espantados de esto y muriéndose de frío, y otras
incomodidades que padecían, inciertos de conservar la vida, y de ir adonde habían tenido
intención de llegar, quisieron persuadir a Magallanes que dejara su empresa y se volviesen y
312
Según la graduación de todos los puertos marítimos la expedición ya ha pasado la entrada del estrecho, y se
encuentra entre la isla de Santa Inés y la isla Nevada.
313
Las bandas que vivían más allá del golfo de Penas, eran los indios chonos, alacalufes, y yaghanes. Más al sur
vivían los indios onas, y en la Patagonia los tehuelches. Ver Historia de Chile I. “Hernando de Magallanes, al
cruzar el estrecho que une los océanos Atlántico y Pacífico, fue el verdadero descubridor de estas bandas cuyo
único vestigio eran las fogatas que jalonaban la costa de la angosta ruta. Denominada Tierra del Fuego, sus
habitantes fueron denominados fueguinos.” (65)
314
Es el capitán al mando de la nave La Santiago, la carabela menor de la escuadrilla. Descubre el río Santa
Cruz. Después queda al mando de La Concepción. Muere el 1 de mayo de 1521 en un ataque de los indígenas
de Cebú. Loubayssin incorpora a este personaje en la novela.
315
Escollo. Peñasco que está debajo del agua o a las orillas del mar.
300
aun algunos a pedírselo con fieros316 y amenazas. Magallanes que se había determinado antes
de partir de Sevilla de sufrir con paciencia todo lo que le podría suceder, les hizo (para
ablandar sus corazones y entretenerlos) todas las caricias que pudo, más habiendo
descubierto que se habían conjurado contra él, castigó a los unos con destierro, y a los otros
con privarlos de la vida. Los ánimos de los más atrevidos que quedaban, espantados de ver el
castigo que se había hecho con los culpados, no se atrevieron de allí en adelante de urdir otra
ninguna traición. Magallanes, continuando siempre su camino pasó cincuenta leguas más
adentro, al cabo de las cuales halló un pequeño brazo de mar, que de un rápido curso, junta el
uno y el otro océano, conociéndolo así por la violencia del flujo y reflujo del agua, como por
los huesos de ballenas que se veían echados en la ribera. Lo cual visto por Magallanes,
mostró tener de ello muchísimo contento, como si su viaje fuera ya acabado, y a este estrecho
fue dado el perpetuo y famoso nombre de su inventor.317 Habiendo venido otra vez a sus
oídos las quejas que sus soldados hacían de él, por no tener cosa que comer porque se les
habían acabado las vituallas,318 mandó so pena de la vida, que nadie hablase de volver a
España, sin primero haber descubierto lo que habían tanto tiempo deseado. Y habiendo
enviado otro navío para buscar la salida del estrecho, se volvió atrás con el favor de la noche,
y se fue para Sevilla, adonde llegó ocho meses después de su embarcación. Enviado que le
hubo a buscar por ver que tardaba tanto a venir, y viendo que la gente había dado la vuelta,
sin traer ningunas nuevas de él, pasó con los otros tres, más adelante y volviendo siempre las
velas por muchos desvíos e inciertos rodeos, llegó a la otra parte enfrente de la cual, hallando
un grande y espacioso mar, se engolfó otra vez en él. Y porque sabía que las Molucas estaban
316
Proferir baladronadas y amenazas.
Magallanes descubrió el estrecho el 21 de octubre de 1521 y lo llamó, Todos los Santos. El mes siguiente la
flota salió al mar abierto que Magallanes llamó, Pacífico.
318
Vitualla. Las cosas necesarias para la comida, especialmente en los ejércitos.
317
301
situadas debajo del mismo Ecuador, mandó a los pilotos volver las proas hacia aquella parte.
Y habiendo navegado mil y quinientas leguas, sin ver un solo palmo de tierra, vino a dar al
fin en unas ínsulas desiertas, que dicen ser directamente opuestas a Italia. Y continuando
desde allí su camino hacia el Septentrión, llegó a la ínsula de Subo, la cual aun que no muy
grande, es la más rica y más poblada que se halla en todos aquellos mares, así por su mucha
fertilidad, como por la grande y casi increíble cantidad de oro que se halla en ella.
Allí se acabó la gloriosa y admirable navegación de Magallanes, por la repentina y no
pensada desgracia que le sucedió. Porque el rey de aquella isla, teniendo en aquel tiempo
guerra con el rey de Mactán su vecino, y ofreciéndosele la esperanza de un nuevo socorro, no
recibió solamente a estos extranjeros con grande cortesía en su tierra, más aun para darles
mayor contento, se volvió cristiano con su mujer y todos sus súbditos, tomando (para ganar
más la amistad de Magallanes) en el santo bautismo, el nombre de Fernando, que tal era su
nombre de pila.
Este portugués, hallándose apretado con las cuendas319 de esta afinidad, no pudo
rehusar de dar su ayuda a aquel que se la pedía, siendo cristiano, y él huésped. Habiendo pues
saltado en tierra, con los más atrevidos de su compañía, y desbaratado muchas veces a los
enemigos, fue muerto en la postrera escaramuza, por una emboscada que los bárbaros le
hicieron, adonde acabaron miserablemente con él, la mayor parte de los que le habían
acompañado, y los otros salvándose con grande dificultad fueron a dar a las naves estas
tristes y lamentables nuevas.320
319
Cuenda. Cierto cordoncillo de hilos que recoge y divide la madeja para que no se enmarañe y confunda.
Hernando de Magallanes murió el 27 de abril de 1521. Asumió el mando de la flota Juan Sebastián Elcano
quien completó la primera vuelta al mundo. Llegó de vuelta a Sevilla el 8 de septiembre de 1522. La
navegación demostró la redondez de la tierra y la existencia de un paso entre el Atlántico y Asia.
320
302
No se acabaron con esto aun sus miserias. El rey de Subo, el cual apenas catequizado
y reconocido con arrepentimiento los pecados de su pasada vida, habiendo por sólo el favor y
la ocasión que el tiempo le había dado, tomado una religión extranjera, con la misma
prontitud que había tomado la fe de Cristo, con la misma también, poco tiempo después la
dejó, y con ella el derecho de confederación, la humanidad y la fe y no rehusó la paz ofrecida
a su enemigo, con condición de hacer morir a estos pobres extranjeros, olvidando como
bárbaro los bienes y amistad que de ellos había recibido y la fe que se habían dado poco
había. Y como se viese imposibilitado de hacer públicamente una maldad tan enorme,
convidó a veinte de los más principales de la armada, so color de amistad y buena querencia,
a un funesto banquete, en el cual, cuando los pobres miserables estaban más descuidados, los
hizo matar a todos, excepto a don Juan Serrano321 (que era el que había heredado el cargo y
dignidad que Magallanes tenía) habiéndole guardado adrede, pensado de haber cantidad de
pólvora y algunas piezas de artillería por su rescate, porque no habían nunca visto en aquella
región cosa semejante.
Esta sola esperanza de salvarse quedaba a este pobre caballero aunque lo que sucedió
después engañó a los unos y a los otros. Porque puesto que fue Serrano, en parte de adonde
pudo declarar a los suyos su nueva desventura, movió al principio a sus compañeros a
piedad, y les hizo verter muchas lágrimas, y siendo él mismo el faraute,322 comenzaron por
señas ya acostumbradas a tratar de su rescate. Y habiendo concertado, que mediante dos
piezas de artillería, y algunas libras de pólvora que se había de dar a los bárbaros, que el
capitán don Juan debía de cobrar libertad y venir a ellos. Así como los marineros lo hubieron
321
Por medio del personaje de Juan Serrano, el autor agrega otro episodio a la Historia tragicómica.
Faraute. El que lleva y trae mensajes de una parte a otra entre personas que están ausentes o distantes,
fiándose entre ambas partes de él, siendo intérprete.
322
303
traído todo con barcos al puerto, los bárbaros pidiendo más de lo que se había concertado y
buscando mil invenciones para romper el concierto, no quisieron entregar al preso. Este
engaño haciendo sospechar a los capitanes, habérseles urdido una segunda traición, por ver
que acudía de todas partes gente queriendo evitar el peligro que veían manifiesto se
recogieron, lo más mansamente que pudieron en los navíos, sin haber hecho nada y habiendo
levantado las áncoras,323 dejaron al pobre don Juan Serrano, entre las manos de esta gente
isleña, habiéndolos conjurado en vano con una piadosa voz por las leyes de la religión, por
las de la amistad y por aquella de la patria, que no le desamparasen.
Pasado que hubieron diez leguas más adelante, hicieron reseña324 de la gente que
quedaba, que era bien poca, por haberse disminuido mucho, con los extraños accidentes que
les habían sucedido, y se hallaron con todo, ciento ochenta hombres, y no más. Y como los
marineros, el cordaje y las velas no bastasen para tres navíos, habiendo quemado el peor y
más viejo, pusieron toda la gente, armas, municiones y mercaderías que estaban en él en los
otros dos. Y habiendo vuelto sus proas hacia el occidente, después de haber navegado mucho
tiempo llegaron al fin a las Islas Molucas325 adonde hicieron, con mucha facilidad, amistad
con el rey de Tidore,326 y habiendo tomado con ayuda de este rey lo más que pudieron, de las
mercaderías de aquella tierra, llevaron una muestra de los bienes de ella, buscados con tantas
calamidades y peligros. Y de allí, por la vía ordinaria, ambos navíos se recogieron
primeramente, y después, temiendo las armas navales de Portugal, dieron las velas al viento.
323
Áncora. Instrumento de hierro como arpón, sirve para asegurar las embarcaciones y asegurarlas de la fuerza
de los vientos.
324
Reseña. La muestra que se hace de la gente de guerra.
325
Ver, Leonardo Argensola La conquista de las Islas Malucas (1609). Las islas Molucas aparecen en Histoire
memorable de Dias Espagnol, et de Quixaire princese des Moluques. Tirée des Memoires des Indes, composée
par le Sieur de Bellan (1614). Aparece publicada en el mismo ejemplar de Six nouvelles de Michel Cervantes,
trad. par le sieur D’ Audiguier, París, 1614. Otro de los personajes en la narración de Bellan es Mole, rey de
Tidore y hermano de Quixaire. En realidad, el texto de Bellan parece ser la traducción del libro cuarto de la obra
de Argensola.
326
Una de las islas en el archipiélago de las Malucas.
304
La una nave quebrada por las olas, haciendo agua por las junturas, se volvió a las Molucas, y
llegada allá, después que los hombres hubieron saltado en tierra, se hizo pedazos contra una
peñas. La otra habiendo dejado la India, a la mano derecha, determinó con un temerario
atrevimiento, de pasar en llena mar, y tirar derecho al Cabo de Buena Esperanza. Y
habiéndole pasado, después de haber atravesado hasta las Islas Hespéridas327, de un curso
nunca oído en la memoria de todos los siglos, habiendo pasado toda la redondez de la tierra,
y evitado hasta aquel lugar las armadas navales enemigas, fue al fin detenida al puerto por los
portugueses, y la poca gente que había quedado dentro siendo medio muerta fue presa.
De la cual, con todo eso, algunos habiendo tornado a cobrar el navío, volvieron a
España, y aun el uno natural de Vicencia,328 con espanto de todo el mundo, por la novedad
del caso, volvió a Italia.329
A esta nave, con justa razón se había dado nombre, la Vitoria, y el piloto se llamaba
Sebastián Elcano, del pueblo de Guetaria de los Vardules,330 en los montes Pireneos, hombre
que por la grandeza de su ánimo y por la grande ciencia que tenía de la navegación e
increíble felicidad que tuvo, ha merecido que su nombre y aquel de su patria quede célebre y
admirable en la memoria de los hombres contra todo accidente e inclemencia de este ingrato
y desconocido tiempo.
327
Dicho de un lugar mítico y lejano que según los antiguos se ubicaba en el occidente del mundo, sea en el
Norte de África o al sur de la península Ibérica. Refiere al mitológico jardín de la diosa griega Hera que tenía
una arboleda de manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad.
328
Vicenza, pueblo en el noreste de Italia.
329
Sobre la narración del viaje de Magallanes, ver: Francisco Antonio de Pigafetta. Relación de Viaje (1550 );
González Fernández de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, Cap. I, libro XXI, 1547; Francisco
López de Gómara, Historia General de las Indias, Capt XCVII, fol 130 ; Antonio de Torquemada, Jardín de
flores curiosas. Medina del Campo, 1599. Folio 266; Antonio de Herrera y Tordesillas, Historia general de los
hechos de los castellanos en las Islas tierra firme del mar océano que llaman Islas Occidentales, Lib. II, Capt
XIX, Madrid, 1601, 66.
330
Pueblo en el País Vasco.
305
Llevado me ha del puerto de Subo el deseo que tenía de volver a Guetaria, al
excelente piloto, Sebastián Elcano, y a Gerónimo Piguajeta,331 a Vicencia. Allá volveremos a
dar fondo con el favor de Dios, al principio del siguiente capítulo, cuando no fuera que para
consolar al desgraciado don Juan Serrano, que hemos dejado cautivo de una nación bárbara,
y en la más remota y apartada isla del océano.332
331
Antonio Pigafetta (1480-1534), explorador y marinero veneciano que participó en la expedición de
Magallanes. Escribió una relación del viaje de Magallanes, Primer viaje alrededor del globo, partes del que se
publicaron en 1525. El texto enteró se logró publicar a fines del siglo XVIII.
332
Loubaysin de la Marca mantiene la atención del lector señalando la situación desesperada en que se
encuentra el protagonista de este episodio. Presenta varios de los accidentes que sufren los personajes de este
tipo de novela: naufragios, caer en manos de los bárbaros, abandono del resto de sus compañeros, prisionero o
náufrago en un lugar remoto. Ver Geoffrey Atkinson, The Extraordinary Voyage in French Literature before
1700; Gilbert Chinard, L’Amerique et le rêve exotique dans la littérature française au XVII et au XVIII siècle;
Javier González Rovira, La novela bizantina de la Edad de Oro.
306
Capítulo II
Si por un rato, que solemos pasar alguna vez a la sombra de nuestros tejados con
personas que no son de gusto recibimos tanto enfado, que por no sufrirlos quisiéramos estar
más aína333 con calentura en la cama, que con salud en sus compañías. Qué género de
tormento podemos comparar al que don Juan Serrano debía sentir, hallándose atado entre
innumerable compañía de bárbaros, la lengua de los cuales es sola capaz de matar a un
hombre, cuanto más si añadimos a ella, sus insolentes leyes y crueles costumbres.
Desee quien quisiere que este incomparable mal acontezca a su enemigo para que
quede vengado del mal talento que le tiene, que de mi parte rogaré a los hados que la fiera
Parca envíe antes mi vida con las almas bien aventuradas del otro mundo, que de querer que
la cruel fortuna reduzca a tal género de pena a mi mayor enemigo. También este pobre
caballero, viendo que las amigas velas desaparecían del puerto, y que él quedaba en él,
rodeado de esta gente tan sin piedad, no hay duda que su alma sentiría una grandísima
aflicción, cuando no hubiera sido, por otra cosa más que por ver la ingratitud que sus
camaradas y amigos usaban con él.
Mas como Dios da fuerzas divinas para resistir al mal que las humanas no pueden.
Así don Juan, sintiendo aumentar las suyas, cuando creía que le debían de todo punto faltar,
se dispuso a padecer con paciencia la más cruel muerte del mundo cuando esa gente enemiga
se la viniera a dar.
Esta resolución le quitó de delante los ojos las ocasiones de donde salen las tinieblas
que el temor suele poner delante del entendimiento, cuando el hombre se ve a la víspera de
333
Aína. Casi.
307
un manifiesto peligro, de manera que teniéndose ya por muerto y viendo que vivía, le parecía
conforme la definición de sus pensamientos, que triunfaba de sus enemigos, imaginándose
que no se atrevían de matarle. Pero, ¿qué es lo que digo de matar? No era esta la resolución
de los bárbaros, porque la razón que les había movido de guardarle, cuando dieron muerte a
los otros era que el rey de aquella isla, habiendo visto el orden y manera que los cristianos
tenían de pelear, se quería servir de la prudencia de Serrano, para que los suyos aprendiesen
de su milicia, que si había hecho despachar a sus compañeros, así como está dicho, era sólo a
fin que los demás, atemorizados de esta crueldad, diesen las velas al viento y se fuesen de su
puerto. Porque no quería que número de gente, de quien el saber y destreza era tan grande,
como se había visto por la experiencia de estos que quedase mucho tiempo en su isla, de
miedo que no se hiciesen (como la ambición de reinar en los hombres es una violenta pasión)
señores de ella y que teniendo el capitán de ellos, que creían ser (pues los mandaba) el que
más sabía en aquel arte. Quería que toda su nobleza se ejercitase y aprendiese de él, el mismo
orden y manera de milicia, que los españoles guardaban en la guerra, a fin que hecha una vez
a ella, pudiese resistir después al rey de Mactán, su enemigo, y que Serrano llevándola como
general de ella y de todos los demás soldados, debajo de las banderas reales de Subo, pudiese
ir a conquistar su reino como él había querido hacer el suyo. Pareciéndole que por valiente y
bravo que Serrano fuese, estando solo e imposibilitado de hacer contra ellos cosa que les
pudiese traer algún daño, podían vivir con él sin sospecha. Que esto era a todo romper, y a
ser el ingrato a los regalos y mercedes que pensaban hacerle. Porque estaban determinados de
hacérselas tan grandes, que creían que Serrano, por no perderlas les guardaría fidelidad, y no
buscaría otra cosa más que de reconocérselas con sus servicios. Que claro estaba que pues
había pasado tantos mares y se había puesto en tantos peligros, sólo para venir a gozar de los
308
deleites de aquella tierra, que no sería tan necio, viéndose en medio de ellos, amado de un rey
y con autoridad casi suprema de dejarlos para volverse a tierra que producía tan crueles
amigos, como se vio en el ejemplo que de los suyos habían visto.
Estas no bárbaras, sino muy discretas razones, manifestadas que fueron por los indios
a Serrano por señas de él muy bien entendidas, y con efectos de humanidad, comenzaron a
hacerle perder el miedo que tenía de morir y de labrar sobre el buen tratamiento que el rey de
Subo y sus vasallos le hacían al principio de su fortuna. Y como el tiempo y la costumbre
facilita todas las cosas, pues hace domésticos a los hombres, como se ve por los ejemplos con
los más fieros animales. Serrano que creía al principio que el viento que había dado fuerza a
las velas y hecho partir los navíos de sus ingratos amigos del puerto, había llevado con él su
vida y su libertad, halló al contrario, que la había cobrado y salido de las prisiones del mar y
cadenas del hambre. Porque aprendido que hubo la lengua de aquella tierra, mostrado al rey,
a la reina y a algunos grandes de su corte, la de su patria, vio pasar por él todo cuanto hemos
dicho. Principalmente después que hubo dado dos o tres batallas contra el rey de Mactán,334 y
siempre victorioso vuelto a cobrar de entre sus manos, dos o tres de las mejores villas de la
isla de Subo, que este rey le había tomado muchos días había, y que forzándole en su ciudad
de Carpi le había apremiado con furor bélico, a dar al de Subo por parias,335 mil marcos de
oro en cada año. Entonces fue que sus gloriosos triunfos, queriéndole dar lo que su virtud
merecía, le habían puesto en tal estado con los bárbaros, que todo era mandar, todo era
absortarse el mismo en su fortuna y poner las leyes en toda la isla al gusto de sus antojos. Y
pareciéndole aun a la inconstante Dea,336 que esta grandeza no era nada conforme a sus
334
Isla en el archipiélago filipino, al lado de la isla de Cebú.
Parias. El tributo que paga un príncipe a otro en reconocimiento de superioridad.
336
Dea. Divinidad romana de la tierra, del crecimiento, también se asociaba a Ceres y a Demeter.
335
309
méritos, le quiso aun levantar, más de lo que hasta aquí lo estaba, como se verá en el discurso
siguiente, sólo porque sepan bien de raíz quiénes fueron los padres de Elisaura, así como
saben cuáles fueron los de don Henrique.
La reina de Subo, sujeta a una enfermedad peligrosa que tenía, hallándose un día sin
socorro de nadie, dio el espíritu que fue causa que el rey viéndose aún mozo y sin herederos,
quiso volverse a casar. Y como sea cosa difícil, guardar que una gran belleza no se publique,
en las provincias vecinas, aquella de la hija del rey de Borna, le había ya cautivado el
corazón, con sola la fama de la suya, y hecho enviar embajadores al rey su padre para
pedírsela por mujer. Vuelven los embajadores, y por la certidumbre de la voluntad que el rey
de Borna tiene de hacer alianza con él, se la traen. ¡Oh, qué excelente beldad es la que Tidora
tiene (que así se llamaba la bárbara), cielo santo! Su morenico color, el marfil de sus dientes,
el ébano de sus cejas, el azabache de sus ojos, el carmín de sus labios, la circunferencia de su
cara, y todas las demás partes que mi alma siente y la boca calla me la representan tal, como
el propio amor la escogiera, si dejando por algún tiempo el oficio de hacer amar a los otros,
quisiera amar el mismo.
El rey, viéndose poseedor de esta rica prenda, quiere añadir a las gracias del cuerpo,
aquellas del alma. Para este efecto habla con Serrano y le manda que haga hablar a esta
pintura con su ingenio, porque esperaba que el tosco entendimiento de la bárbara,
amolándose337 en la agudeza del suyo, se haría más capaz de darle el mayor contento, porque
con el continuo cuidado que el rey había puesto en aprender la lengua española, había hecho
en ella un tal fruto, que la hablaba casi como si fuese natural español. Quiere no solamente
que le enseñe la lengua, más aun que la entretenga, hablando de los usos, trajes y costumbres
337
Amolar. Afilar, aguzar, sacar el filo a cualquier arma o instrumento cortante. RAE.
310
que los españoles y españolas tienen, en fin que tuerza de manera las inclinaciones indianas,
que no tenga otra cosa más del cuerpo indio, porque quiere que todo lo demás sea español.338
¡Oh, pobre rey! Conténtate de los servicios que Serrano te hace con la espada, y no le
emplees a enseñar filosofías a tu mujer. Harta discreción tiene, basta lo que sabe, que más
vale que sea india fiel, que española ingrata. ¡Oh, qué gentil aya339 que le das para enseñarla!
¡Y qué sabia dueña para aconsejarla! Ya te oigo decir que don Juan de Serrano es discreto,
prudente y hombre de bien. ¡Oh, bárbara necia, y sencillez ignorancia! ¿No ves que la
discreción sirve de instrumento para persuadir, la prudencia para ejecutar y la bondad de capa
para hurtar? Dichoso tú, si tomando sólo la fe y religión cristiana, no hicieses caso de las
curiosidades que hay en la Europa, antes menospreciándolas, hiciera de ellas lo que debe
hacer el discreto caballero de la corte de los grandes.
Este pobre rey, pensando que sólo ellos eran los que apetecían la hermosura, entregó
la cordera al lobo. Y cierto que Serrano anduvo mal en dejarse vencer tan fácilmente de la
infidelidad, pues veía la llaneza con que una persona a quien debía tanto, le entregaba una
prenda tan cara. Mas quien hubiera sido aquel que no se abrasara, teniendo tan cerca de sí
una beldad rodeada de tantas llamas como el rostro de Tidora se mostraba a los ojos de
Serrano, todas las veces que la miraba estando junto a ella ni el mismo mármol paro con no
estar sujeto al fuego, hubiera podido evitar derretirse, cuanto más el corazón del hombre, que
es naturalmente sujeto a estos incendios.340 Serrano, perdido otra vez por volverse a su patria,
338
La novela de Françoise de Graffigny, Lettres d’une Péruvienne (1747). Narra la historia de una princesa
inca, Zilia, raptada por los españoles y llevada a España. La flota es asaltada por los franceses y la princesa
queda a cargo del capitán, quien le enseña francés y las costumbres de la sociedad francesa. Más tarde la
princesa descubre que su protector, Déterville, se ha enamorado de ella.
339
Aya. Mujer que en las casas acomodadas está encargada de custodiar niños y cuidar de su crianza.
340
El amor como un fuego aparece en Petrarca. Ver Petrarch’s Remedies for Fortune Fair and Foul. Trans.
And Commentary by Conrad H. Rawski .Vol 1. Remedies for Prosperity. Indiana: UP, 1991. “Reason: You say
311
quisiera ahora morir antes de andar un solo paso para irla a ver, porque lo que ve todos los
días le da mayor contento que todo lo que pudiera ver en cien años en la Europa.
¡Oh, pasión amable, aunque cruel! ¡Dichosa tú! pues eres sola la que puedes dar al
hombre un perfecto contento y cuando se le das le haces conocer, aunque sólo, cien veces
más agradable, que todos los descontentos del mundo no son enfadosos. Si alguno contradice
mi opinión; haz sentir en mí, ¡oh, amor un efecto de tu bondad! para que embelesado en mi
contento pueda sacar de él las pruebas de tu alabanza! Mas para volver a mi propósito, digo,
que Tidora, viendo cada vez que vuelve sus dos soles para Serrano, dos estrellas opuestas a
sus divinos rayos, admirada de ver que se admiran, corre con ellos su rostro, y hallando en el
objeto para detenerlos, para contemplarle y sino por la vergüenza que se los hace pasar más
adelante, se estuviera mirándole un siglo. Mas ¿por qué me detengo? Las veces que Tidora y
Serrano están juntos, se ven dos fuegos, que aunque puestos en lugares diferentes, las llamas
los hace iguales, sin que se pueda distinguir, si los dos cuerpos son dos o uno cuando el amor
los enlaza.
Pero también es este todo el favor que la honestidad de Tidora permitía dar a su
amante, porque aunque bárbara y enamorada, muriera antes que ofender a la honra del rey, su
marido. Más amor que fuerza la voluntad y rompe las leyes de la razón cegando, en las cosas
que las mujeres deben tener más recato, su entendimiento le hacía manifestar por otra parte
con apariencias, aunque falsas, lo que no hubiera querido cometer. Son relámpagos los
favores que la mujer casada hace al hombre, los cuales con sus resplandores anuncian el
estruendo que la honra del marido hará, perdiéndose. Porque, si Pedro sabe que naturaleza
correctly aflame, because love is an invisible fire, a welcome wound, a savory poison, sweet bitternes,
delectable affliction, delighful torment, alluring death” (197).
312
nos ha hecho tan débiles y flacos, que el menor objeto nos puede abrasar el corazón con tanta
facilidad, como el fuego hace las secas estopas, ¿qué dirá el mismo Pedro, viendo a Juan que
tiene a su mujer (que es remirada de todos) a las puertas del suyo, sino que el fuego le quema
la casa? Que de creer, como dice donosamente el pícaro Guzmán de Alfarache, si viese a un
religioso entrar a la media noche por una ventana, en parte sosopechosa, la espada en la mano
y el broquel341 en el cinto. ¡Qué va a dar los sacramentos! Es locura. Que no quiere Dios, ni
su Iglesia permite, que yo sea tonto, y de lo tal, evidentemente malo, sienta bien.342
El rey pues, hallando a estos dos enamorados, abrazados un día, con lazos más
estrechos, que la vid al olmo, pensando que su mujer le ofendía actualmente con Serrano
sintió de ello un tormento tan grande, que dejándose llevar de la vehemente pasión de la
venganza, y vencido de rabiosos celos, mandó al instante, a diez o doce de sus criados atar a
los dos de los pies y manos y llevarlos después a echar en el mar.
Los criados queriendo obedecer a su señor, después de haberlos maniatado, los
llevaron de noche, por no alborotar la corte, sobre una peña, y de allí los arrojaron con
crueldad bárbara dentro del mar. De adonde fue Dios servido que saliesen, por la más extraña
y admirable aventura del mundo, como oiréis en el capítulo siguiente.
341
Broquel. Arma defensiva, especie de rodela, o escudo redondo, hecho de madera, cubierto de antes encerado
con su guarnición de hierro al canto y en medio una cazoleta de hierro que está hueca, para que la mano pueda
empuñar el asa o manija que tiene por la parte interior.
342
Mateo Alemán escribe la novela picaresca El Guzmán de Alfarache. La primera parte se publicó en 1599 y la
segunda en 1604. Narrada en forma de autobiografía la narración es interrumpida por frecuentes meditaciones y
dichos moralizantes. Loubayssin conoce la obra e incorpora algunos de sus elementos en la Historia
tragicómica.
313
Capítulo III
No por verse el hombre bajo y abatido debe desesperar de la inmensa liberalidad de
Dios porque se ven levantar casi todos los días del polvo de la tierra, hombres que suben de
un vuelo hasta la cumbre de la felicidad. Piense pues el cristiano, cuando se halla en este
extremo, que quien hizo de nada esta gran máquina del universo, puede trocar en un
momento, su estado miserable, en un ser dichoso. Porque todo lo que los hombres hacen en
este mundo no es más de una comedia. Tal es hoy señor que se halla mañana pícaro, y tal fue
el otro día pícaro, que se halla hoy señor. Dígolo, porque veo que Tidora, siendo ayer mujer
de un poderoso rey, y Serrano el mayor de sus favorecidos, se ven hoy los dos reducidos a tal
trance, que no tienen casi otra esperanza que vencer las implacables olas del mar, que
furiosas forcejean para ahogarlos, o de quedar sepultados en ellas, y que Dios apiadándose de
ellos quiere que se salven, cuando más desahuciados estaban de remedio, como veréis ahora.
Un capitán portugués, disgustado del general que mandaba en la armada que el rey de
Portugal tenía en las Molucas, levantó una noche las velas de su navío para ir a buscar su
fortuna. Y navegado que hubo seis o siete días343, su gente queriéndose volver contra su
voluntad a la armada, se quiso poner a castigar algunos. Los culpados queriendo antes morir
por la espada que por la cuerda, tomaron las armas para defenderse, y como otros les
imitasen, por tener la misma voluntad que ellos tenían de volverse, las partes viniendo a
igualarse con esta división, se vino después a dar entre el capitán y ellos, una tan reñida
batalla, que aunque Méndez (que así se llamaba el capitán) fuese victorioso, no quedaron
vivos con él sino cincuenta, y casi todos heridos porque todos los demás murieron en la
343
La característica de repetir la cantidad de días y no dar un número exacto por parte del narrador es muy
común en el estilo de la época.
314
refriega. Y no parando aún ahí la desgracia, se levantó después una gran tormenta, la cual
echó el navío (rotas las velas y las entenas344) aquella tarde que sucedió a nuestros
enamorados, lo que habéis oído, a cinco o seis leguas de la isla de Subo. Y acercándose a
ella, apaciguada que fue la tormenta, llegados a una legua cerca, entraron dentro de un
esquife, (porque el navío, estaba medio cascado) para tomar tierra, y así como forcejeaban
para llegar a la orilla, oyeron caer del alto de una peña que estaba delante de ellos a nuestros
pobres amantes Tidora y Serrano, que los criados del rey habían arrojado. Y como los oyesen
gemir y quejar (así en el aire, como dentro del agua) en lengua española, acudieron luego en
su socorro y los sacaron del mar, aunque tan tarde, que desatados que los hubieron y colgado
las cabezas hacia abajo para hacerles vomitar el agua que habían bebido, no pudieron sacar
de ellos palabra hasta la mañana. La cual se les mostró venida que fue en tan buen estado,
que las perdidas esperanzas que tenían de sus vidas, se convirtieron en seguridades ciertas de
que no morirían de aquel mal y daño. Mas cuando vinieron a considerar la hermosura de
Tidora, el buen talle de Serrano, y la extrañeza del caso, estaban tan absortos y embelesados,
que a no contarles Serrano toda su historia, y aquella de Tidora, se hallaron atormentados de
un perpetuo espanto.
Considerando después entre todos, lo que se había de hacer, quedó determinado que
se alejarían de aquel puerto, y que después de haber calafeteado345 el navío irían a la isla de
Borna, para pedir venganza al rey de ella, de la crueldad que el rey de Subo había usado con
su hija. Asegurándose según los padres quieren a sus hijos de alcanzar socorro de él para
arruinar eso otro.
344
Entena: Vara o palo encorvado y muy largo al cual está asegurada la vela latina.
Calafetear. Cerrar las junturas de las tablas y maderas da las naves con estopa y brea para que no entre el
agua en ellas.
345
315
Hecho que lo hubieron así y llegados a hablar al rey, fue tan grande la saña que cobró
contra el marido de su hija, ido que hubo su lastimoso trance, que después de haberla besado
mil veces, las lágrimas en los ojos, hecho a Serrano todas las caricias que se puede imaginar,
por los grandes méritos que sabía que estaban en él (conociéndole por la grande fama que
tenía en toda aquella tierra) le hizo declarar en presencia de los mayores señores de su isla,
rey de la isla de Subo, protestándole que si quería tomar alianza con él de darle en aquella
misma hora a su hija por mujer.
Estas palabras oídas por Serrano con la mayor felicidad que se puede imaginar, por la
grande amistad que a Tidora tenía, respondió al rey, después que hubo acabado la plática.
Que besaba muy humildemente las manos de su majestad por la merced que le ofrecía, y que
la ley de los cristianos prohibía de casarse a cualquier hombre con mujer que tuviese marido.
Mas que si su majestad estaba determinado de hacérsela, que le suplicaba de darle socorro, y
que con sólo quinientos hombres que le diese estaba seguro que tomando al rey de Subo
descuidado, como creía que indudablemente le hallaría así (por dudar su buena fortuna) se
haría señor de toda la isla en menos de quince días. Porque no había soldado en ella a quien
él no hubiese mandado durante las guerras que se habían hecho contra el rey de Mactán, al
cual él sabía muy bien que había echado de toda la isla de Subo que tenía casi ocupada, y
apremiado de pagar al rey de ella parias. Que si su majestad le hallaba digno de su hija, que
le conserve en aquella buena voluntad, la cual le promete, que efectuada le traería mucho
contento y bien. Y que pues que la venganza es tan natural en los hombres que hasta los
animales más viles y bajos se muestran valerosos cuando se viene a emprender la resolución
de tomarla contra el que ofende. Que se prometía que siendo el rey, y por el consiguiente más
sensible, por el agravio que se hacía a la majestad real, en atreverse directamente contra ella,
316
que no dejaría, por cuanto valía su corona, de tomarla contra su enemigo, o de morir en la
demanda. Y que pues hallaba un capitán, a quien la ofensa tocaba tanto, que le despachara al
momento.
“Porque esta espada te asegura rey de Borna (dijo poniendo la mano sobre la cruz de
la suya) que si me das la gente que pido y palabra de cumplir lo que de tu propia voluntad me
has ofrecido, de traerte la cabeza del rey de Subo antes que pasen tres meses.” Todas estas
razones, dijo el capitán don Juan Serrano en lengua india, al rey, con tal gracia y brío, como
aquel que la hablaba tan bien como los naturales, que los más principales señores de la isla,
movidos de sus palabras, se le ofrecieron y le quisieron acompañar aunque lo rehusó mucho.
Puestas que fueron las cosas en orden para partir, porque el rey había mandado al
instante que se armase gente. Partió Serrano del puerto de Borna, después de haberse
despedido del rey y de su cara Tidora, con dar al uno mil abrazos y a la otra un millón de
besos, y llegado que fue al puerto de Beloro, con el capitán Méndez y sus amigos indios, los
que estaban en el puerto viendo tanta gente comenzaron a alborotarse. Pero visto que
hubieron a Serrano, en lugar de huir de él como de enemigo, vinieron para él con mucho
regocijo, dando palmadas con las manos de puro contento, porque el rey sabiendo el grande
amor que todos le tenían, les había dado a entender, que había enviado a Serrano a Mactán,
para recibir del rey las parias que le daba todos los años.
El rey de Subo, que en aquella sazón estaba gimiendo la muerte de su mujer,
arrepentido de la crueldad que con ella había usado, oyendo la venida de Serrano (el cual
creía ser muerto346) se puso en orden para hacer armar su gente y defenderse. Mas los indios
y, principalmente, los que habían militado las armas con Serrano, al cual querían mil veces
346
Loubayssin usa el verbo ser, ser muerto, en uso en el siglo XVI.
317
más que al rey, rehusando todos sus mandamientos vinieron con danzas y regocijos al puerto
para recibirle, lo que visto por el rey, salió de su palacio lo más secretamente que pudo y se
fue a esconder en casa de uno de sus domésticos, de aquellos que habían llevado a Serrano y
a Tidora al despeñadero.
Este indio, que era rico, viendo que los enemigos y casi todos los subanos, iban
corriendo por las calles de la ciudad de Beloro, repitiendo muchas veces y con grandes voces
el nombre de Serrano, temiendo que la cólera del ofendido, apoderado que se hubiese de la
isla, no descargase sobre él su rabia, a no satisfacerle con un servicio que igualase con su
delito, olvidando como traidor la fe y lealtad que a su rey y legítimo señor debía, le mató, y
con bárbaro atrevimiento tomó después su cabeza y se la llevó a Serrano, el cual con humano
y cristiano ejemplo, dejando caer de sus ojos muchas lágrimas viendo la cabeza de su
enemigo, mandó al instante a ahorcar al homicida.
No le sirvió de poco fruto esto, porque generalmente todos los bárbaros, y aun sus
mayores enemigos fueron forzados, viendo su nombre proceder y generoso ánimo, de
confesar su gloria, y de venirle a ofrecer la corona del reino. Lo que habiendo admitido, con
grandísima humildad, aunque casi por fuerza, perdonado a todos los que le habían ofendido,
hecho hacer con mucha pompa, las ceremonias que en aquella tierra se acostumbran hacer, en
la coronación de sus reyes, y dado al capitán Méndez, el primero y más honroso cargo del
reino, despachó sus embajadores al rey de Borna, para pedirle por mujer aquella, sin la cual
todas las grandezas y potestades del mundo no le eran nada.
El rey de Borna, sabido que hubo, por los embajadores, nuevas tan deseadas, no hizo
falta de enviar su hija aquel que esperaba su venida, con más deseo de que llegase, que no
hace el cautivo, que espera al hermano o al pariente que le debe traer su rescate. Y como no
318
hay plazo que no llegue, al fin, llegó Tidora a Beloro, al fin digo se acabó la noche y llegó el
día, y la región Antártica, madrastra de sus naturales hijos y madre de los extranjeros,
comenzó a resplandecer en la ley de Cristo con el dominio español, con otra tanta claridad
que hacen hoy las provincias de la Europa. Aunque muchos años antes y del mismo reino del
valeroso Carlos V, las palmas de la fe habían empezado a extender su dulce y sabroso fruto,
en la mayor parte de los puertos y orillas de todos los mares del Levante y del océano.
Alabanzas solas debidas a esta nación, pues ella y no otra, ha enarbolado las banderas de
Cristo Nuestro Redentor, adonde su nombre estaba apenas conocido, tan grandes fueron las
confusiones y calamidades que los pecados de nuestros primeros padres pusieron en aquellas
partes.347
Mas porque una nueva corriente no nos lleve fuera de nuestro propósito, y que
cansándome a mí mismo no vaya en lugar de sacar algún fruto de mi trabajo a cansar a los
que leerán esta historia, volveré a las bodas de Serrano y de Tidora. Y después de haber
dicho en cuatro palabras que fueron magníficas y soberbias en todo género de costa y
artificio, que los indios han acostumbrado hacer, representado el contento que los dos
amantes tuvieron, la noche que vinieron a tomar posesión (con la licencia que da la Santa
Madre Iglesia) de los frutos tan deseados, y dándoles diez años de deleites, que gozaron, sin
tener un solo día que les pareciese enojo. Comenzaremos a decir la tristeza que cada uno que
los dos tenía, por no poder tener hijos, por más votos y ayunos que para ello hiciesen casi
todos los días. Eran de manera grandes los tormentos que sus almas padecían ordinariamente
347
Loubayssin elogia la política de los reyes de España. Comienza con Isabel y Fernando, continúa con Carlos
V, y en los tiempos de Loubayssin con Felipe II, Felipe III y Felipe IV. Algunos de los objetivos de esta política
son la expansión del Imperio y de la fe católica.
319
por este sujeto, que casi la vida les era enfadosa, tan grande es la pasión que los casados
tienen de verse padres.
Al tiempo que los deseos se habían ya cansado de esperar y que Tidora estaba más
descuidada de parir, fue Dios servido que se sintiese preñada, y viniese a parir una niña, que
un mes después de su nacimiento descubrió una beldad tan sobrenatural, que no parecía sino
que naturaleza había escogido cada facción de por sí, entre las más raras y peregrinas
hermosas que aquel siglo tenía, por dárselas después a ella, para que los hombres no
pudiendo hallar en su rostro una sola falta, le diesen de una común voz, la palma sobre todas
ellas, y confesasen que la tierra no había producido jamás una belleza tan admirable.
Vosotras y vosotros, que con ser apretados y miserables, gastáis parte de vuestros haberes,
para tener hijos, y siendo indevotos e impíos, hacéis muy a menudo novena a la Virgen, y oís
casi todos los días misa. ¡Qué contento tuvierais si Dios os alumbrara con uno, o con una que
fuese dotada de tantas maravillas! ¿No me respondéis? Porque los gestos que Tidora hace
estando sola y las palabras que dice a su marido, viéndose con él satisfacen mi pregunta. ¡Oh
Elisaura, Elisaura! Y que desconocida estarás, cuando atrevida, olvidando el ser que tus
amados padres te han dado, y los regalos que ahora te hacen, saldrás del dulce abrigo de sus
amistades, para ponerte a la voluntad de los vientos e inclemencia del cielo. ¡Oh, pobres
reyes de Subo! Hartaos de reír ahora con vuestra hija, mientras el estado de la inocencia os da
materia para ello, que tiempo vendrá que los pagaréis con usura, y con lágrimas de sangre.
Esta Elisaura es la que hemos dejado (con el nombre de Sicandro) llorando con don
Henrique, acabado que hubo el cuento que habéis oído, y aquella por quien yo he empezado
esta historia, para poder declarar después la suya mejor. Si queréis saber lo que queda de ella,
tomad aliento para leerlo después, en el cuarto capítulo de este siguiente libro.
320
Capítulo IV
Viendo venido a la noticia del rey católico la fortuna de Serrano, por cartas que él
mismo le había escrito, y suplicándole por ellas de enviarle algunos frailes y clérigos a
aquellas partes para instruir a los indios en la religión cristiana, como también persona para
que pudiese cobrar de él las parias que como a su rey y señor estaba obligado darle. Fue su
majestad servido de enviarle por embajador al hijo menor del marqués de Cañete (llamado
Andalio) con cuatro navíos cargados de lo que le enviaba a pedir y de otras cosas que supo
serle necesarias.
Llegó pues Andalio al puerto de Beloro, tres meses después de su embarcación, sin
haber tenido en todo su viaje ningún contraste de fortuna. Entregado que hubo las cartas de
su majestad a Serrano (que estaba casi a la víspera del casamiento que hacía de su hija
Elisaura, con el hijo del rey de Mactán, llamado Brindajas) cumplido con él, todo lo que su
rey le había mandado, y descansado de los trabajos que en el mar había padecido, se
comenzaron después las fiestas y los regocijos, los cuales fueron tan abundantes en todo
género de pasatiempos y regalos, que Andalio quedó admirado de ver la puntualidad con que
las cosas iban. Porque le parecía que los banquetes que había visto en España, eran en
comparación de aquellos que se le hacían allí, simples comidas.
Un domingo después de comer, Serrano tomando por la mano a Andalio, le llevó al
cuarto de la reina y de la infanta Elisuara, su hija, a las cuales Andalio no había aún visto,
porque Serrano, queriéndole sobrecoger al descuido, a fin que viendo sus incomparables
beldades así de repente quedase más admirado, habían fingido estar indispuestas y malas.
321
Entrado que hubieron en una sala, do las paredes, suelo y entablamiento de arriba,
(que estaba todo dorado de oro puro) servían de transparentes espejos348 a los que entraban
en ella. El rey envió a decir, por uno de sus gentiles hombres, a la reina, que estaba en su
retrete, estaba con349 Andalio allí con él sólo para besarle las manos.
Dado que hubo el gentilhombre el recaudo, volvió al rey con la respuesta, diciendo,
que la reina venía. Muy bien se podía excusar esta respuesta, porque estando el sol tan cerca
de ellos, no podían ser sus ojos humanamente privados de la aurora, y por el consiguiente
estaban seguros de la venida del astro, sin que se diera otro aviso. Salió la reina la primera,
deslumbrando con su divina belleza los ojos de Andalio, al parecer para que se cegase mejor,
con aquella de Elisaura, la cual pareció poco rato después en saliendo, levantado que una
dama de la reina hubo la antepuerta, como hace el sol cuando halla al medio de una grande y
oscura nube, un pedazo de cielo transparente y claro, o cuando sale los días más claros del
verano.
¡Oh, qué grande admiración fue la que Andalio tuvo clavado que hubo sus ojos en
aquellos que a faltar los del universo, podían alumbrar el día y aclarar la noche! Fue de
manera, que titubeando a las preguntas que Serrano le hacía, dividía las palabras (cuando le
respondía) en más partes que no suele hacer el muchacho cuando empieza a aprender a leer,
y el fuego procedido de la alteración que su alma había tenido, con la vista de una cosa tan
perfecta, le hizo trocar el rostro de blanco que era antes en color de grana. Confesando a los
que le miraban con las inconstantes posturas, gestos y acciones que en todas sus cosas
348
El uso de los espejos es una influencia del arquitecto italiano Sebastinao Serbio, cuya obra Tratado de
Arquitectura, libro IV (1530) alcanzó gran popularidad en Francia y España. En este último país, el arquitecto
Alonso de Covarrubias (1488-1570) usa los espejos de piedra pulida en las enjutas de los arcos en su diseño del
Claustro de los Domínicos de Ocaña en Toledo. En el Palacio de Versailles, Charles Le Brun, diseñó la Sala de
los Espejos, fue construida entre 1648 y 1684. En Madrid, el Palacio Real o Palacio de Oriente, el salón de los
espejos fue diseñado por Thomière en 1788.
349
Original, como.
322
exteriores mostraba, que sola la vergüenza le tenía en pie y que a no ser en parte tan grave y
considerable esta agradable visión le derribara. Elisaura quedó también abobada,350 de ver un
rostro de quien la hermosura varonil sobrepujaba a todo lo que había visto y con más ventajas
que no hacen estos lindos y hermosos Adonis que vemos pintados, a los cíclopes y sátiros,
representados en los mismos lienzos. Y no pudiendo dejar de contemplar, ahora las líneas de
su rostro, guardadas con la puntualidad, que un hombre hermoso y marcial debe tener351 para
estarse perfecto en aquella parte, ahora sus anchas y bien proporcionadas espaldas, ahora su
lindo y airoso talle, en el cual las gracias habían puesto, todo cuanto tenían por más
admirable, a sus lindas y bien hechas pantorrillas, a su mirar severo aunque agradable y, en
fin, a todas las demás facciones que la naturaleza había dado a Andalio que eran casi
incomprensibles. Iba sorbiendo la infanta, en haciendo estas estaciones, sin apercibirse de
ello, el dulce hechizo que después le dio, tantos tormentos. Porque su alma engolosinada del
contento que había recibido en tan poco tiempo, imaginándose que le tendría mayor si la
contemplación duraba más, dejaba lo más discretamente que podía todos los otros objetos
que delante tenía para hartarse de mirar a aquel que le daba mayor deleite, en un sólo
momento que todo lo que hasta allí había visto. Mas la vergüenza con sus honestas
consideraciones acudiendo en su socorro cuando estaba casi rendida, enfriaba su voluntad
para abrasar con el fuego que salía de sus hermosas mejillas, el alma de Andalio, que ya no
podía más disimular los portillos352 que los dulces rayos de sus ojos le habían hecho en el
corazón, que fue causa, que volviendo los ojos, hacia el rey, para confesar con gracia su
350
Abobado. Embelesado y lo mismo que embobado.
Loubayssin da al joven Andalio los atributos del ideal masculino de la época.
352
Portillo. Abertura que hay en las murallas, paredes o tapias.
351
323
turbación, como deben hacer los vergonzosos discretos cuando se hallan en semejantes
aprietos, le dijo con rostro risueño estas palabras:
“Señor, si los libros de los hombres de buena y santa vida son verdaderos, hallamos
en sus escritos que al hombre más animoso, es capaz un solo rasgo de la divinidad en
apareciéndosele delante, de aturdirle, enajenarle y asombrarle. Yo he creído, viendo a estas
mis señoras, que eran no solamente un rasgo de la divinidad mas la divinidad misma.
Espántese vuestra merced ahora de ver cuán grande ha sido mi ánimo, pues que el mayor
asombro que hombre ha podido tener en su vida, aunque me haya sacudido con grande
ímpetu, no me ha podido derribar.”
El rey se puso a reír, oyendo este grande encarecimiento, al cual no hubo falta de
respuesta, porque la reina y la infanta Elisaura tomaron tan presto la palabra, matizando sus
razones, con tantas y tales perfecciones, que Andalio estuvo gran rato dudoso, por ver si
debía creer que las que hablaban eran mujeres o diosas,353 así como lo había dicho al rey.
Hablaron los tres más de una hora sobre este sujeto, y acabado que hubieron de
emplear el día y parte de la noche, en diversos y graciosos pasatiempos, se fue después, cada
uno a su aposento para descansar allí lo que quedaba de la noche.
La infanta Elisaura la acabó en su cama con las mayores inquietudes del mundo,
porque sus delicados pensamientos (por no estar acostumbrados de lidiar con tanta máquina
de quimeras, como eran las que el amor comenzaba a imprimir en su tierno corazón) no
podían resistir al gracioso ímpetu que le daban, que era causa que volviéndose
inconstantemente de una parte a otra dentro de su lecho, formaba quejas contra el mar y los
353
Loubayssin presenta a la mujer como un personaje idealizado. En La Celestina, Calisto dice que adora a
Melibea, pero el desenlace de la obra es distinto a la Historia tragicómica. La obra de Loubayssin muestra una
actitud más del Renacimiento en cuanto la mujer toma un papel más activo en el desarrollo de la trama.
324
vientos que habían traído a Andalio a aquella tierra, hablando con ellos de esta manera:
“¡Vientos enemigos que habéis traído con vuestro aliento, las velas españolas que están en el
puerto! ¡Qué crueles que habéis sido conmigo para mostraros piadosos con otros! Mares
inmensos, que con ser tan grandes habéis consentido que unos débiles maderos os pasasen?
¡Ay! Y qué contrarios os mostrasteis a mi contento, cuando abristeis vuestro seno, para
traerme aquí a un bien acompañado de tantos males”.
Y después de haber hecho una grande pausa, volvía otra vez a decir: “¿De quién me
quejo? ¿De los vientos? ¿De quién más? ¿De los mares? ¡Ay, que no son ellos la causa de
mis tormentos sino la flaqueza de mi naturaleza, por no haber podido resistir a la fuerza de
los hados, que quieren que ame a Andalio! Que le ame”, respondía, “si que le amaré mientras
viviere. Pero, ¿qué es lo que digo? ¡Cuitada!”, tornaba a decir, “¿amar a un caballero
extranjero sin conocerle y sin estar segura de su amor, y menospreciar a un príncipe, que ha
de ser después de la muerte de su padre, rey, y a quien el mío me ha prometido por esposa?
No, no, no lo permita el cielo, o si su voluntad es tal, ruego a Dios de sacarme del poder de
su tiranía, con enviarme a la otra vida, porque no ha de estar sujeta Elisaura a las estrechas
cuerdas del amor, sin tener satisfacción, de que Andalio la ama. Mas ¡ay de mí! ¿Quién me
dará fuerzas para resistir a mi pasión, después que habré perdido las mías? ¿Qué de pensar,
poderme defender de los dulces asaltos que la hermosura de mi enemigo me da? ¿No es
posible sino que alguna divinidad me socorra? Porque la ayuda de los hombres no me puede
servir [más] que de viento, para encender la fragua que en mi corazón arde. ¡Ay, Andalio,
Andalio! Y qué amarga ha sido, para mi alma tu vista. ¡Qué desgracia para mi sosiego fue la
hora que te miré! Y qué rigurosos que me fueron entonces tus ojos, pues que con ellos me
325
quitaste la libertad, el reposo, el entendimiento y aun la vida, que como miserable tengo de
ofrecer presto al altar de tus merecimientos.”
Acabando de decir esto, los preñados ojos, que hasta entonces habían estado quietos,
reventaron vertiendo sobre sus hermosas mejillas dos copiosas fuentes de lágrimas, las cuales
acompañadas de mil sollozos y de infinidad de suspiros que de su lastimado corazón salían,
hicieron levantar a su aya, la cual había escuchado todo cuanto había dicho, y llegado que
hubo a la cabecera de la cama, haciendo como que no había oído nada, le preguntó con
muestras de grande amor, besándola, qué cosa era la que tenía.
“Ay, cara Elisia”354, respondió la princesa, “un mal que a hablar claramente no se
puede curar sino con morir o tener por esposo a Andalio, aquel extranjero que, a costa de los
tormentos que ahora sufro, me ha hechizado con su celestial belleza y amorosas palabras.”
“¿Qué es lo que dice, señora?”, respondió Elisia, “¿dícelo de veras, o burlando?”
“Ay, amada Elisia”, dijo la princesa, “no traen nunca las burlas, accidentes tales como
los que ves en mí: ¡muérome de amor!”
De esa manera, pensó Elisia,355 debe de haber perdido el juicio porque no puedo creer
que en tan poco tiempo, el amor de Andalio, la haya puesto en la extremidad que veo,
teniendo por amante al príncipe Brindajas, que no es menos gallardo y galán que él. Y
cuando fuera que su vista hubiese causado en su alma alguna alteración, parece mal que una
princesa tan moza y de su calidad, se deje vencer de una cosa tan leve y que declare su
flaqueza a aquella de quien debería tener mayor vergüenza, porque haciéndolo así, declara
con su atrevimiento el poco caso que hace de su honra, y del respeto que me debe, si el poder
354
En Celestina, Elicia es la enamorada de Sempronio, el criado de Calisto.
El parlamento aparece confuso. En la primera parte, Elisia piensa sobre Elisaura y sus acciones y en la
segunda parte responde a la princesa. Se cambió del original replicó por pensó.
355
326
que sus padres me han dado sobre ella permite que hable de esta manera. ¿Qué dirá el hijo
del rey de Mactán, viéndola tan ingrata al grande amor que le tiene, si viene a saber los
disparates que su locura le hace decir? Oh, Elisaura y qué desgraciada, que ha de ser tu
hermosura si la discreción no viste tu corazón de acero, para resistir a las agudas flechas del
amor, pues le tienes de naturaleza tan tierno. Que una doncella haga morir de amor a todo el
mundo pase. Pero que ella ame, y a un hombre, sin estar cierta que tal hombre la quiera. No
puede ser peor su desgracia, porque no la hay mayor que aquella de verse una mujer
aborrecida. “Mitiga pues tu mal con asegurarte que si me quieres creer, no le tendrás amor.
Que si te entretienes más en tus vanas fantasías, temo que se levante de tu fuego una llama
que venga a quemar tu honra, la mía y aquella de tus padres.”
“¿De qué me servirán fingidas hipocresías”, volvió a decir la princesa, “sino de
acrecentar mi mal con la vergüenza que tendría después de confesarle? Amar tengo a
Andalio, y aborrecer a Brindajas, si mi honra y toda aquella de mi linaje se debiera de abrasar
por mi amor. Que si su voluntad se quiere oponer a mis deseos, no me faltará una rabiosa
cólera para acabarme, porque otro que Dios, suceda lo que sucediere, no me puede guardar
de acabar mi vida, a la menor palabra que me dirá, si es contraria, a la resolución que he
tomado, que es de morir amando a mi Andalio, el cual ha de ser mi esposo, y no el príncipe
Brindajas.”
Apenas pudo acabar estas palabras, porque le dio un tal accidente, que Elisia,
creyendo que había dado el alma, tras el postrer suspiro, comenzó a dar gritos, arañándose la
cara y arrancándose los cabellos con tanta crueldad, que las doncellas que dormían en un
aposento pegado al de la infanta, acudido que hubieron a sus voces, creyeron, viéndola así
maltratarse a sí misma, que se había vuelto loca. Mas cuando vieron a la princesa Elisaura
327
privada casi de la vida y el rostro más blanco que un papel, comenzaron a imitar con tanto
rigor a Elisia, que en poco rato el aposento se vio sembrado de las doradas hebras que
arrancaban de sus hermosos cabellos.356 Pero el ama que la había criado, mostrándose más
animosa que las otras, acudió a su remedio y la hizo volver en sí. Lo que viendo Elisia se
arrojó sobre ella, dándole infinitos besos en el alabastro de su nevado rostro, consolándola lo
mejor que podía con palabras, que aunque arrebozadas (a fin que las doncellas no cayesen en
la cuenta) le prometían el remedio que su afligido corazón pedía. Inventado que hubieron
otro, casi aparente achaque, procedido a lo que decían de un dolor de estómago, se dio
licencia a las doncellas para que se volviesen a sus camas, y el aya y ama quedaron hablando
con ella de la traza que se había de dar para que Andalio viniese a entender su amor.
Dejémoslas ocupadas en este ejercicio, que harto tienen en qué entender para consolarla, y
digamos lo que Andalio hizo, despedido que se hubo del rey y de las princesas.
356
Las acciones, quejas y desmayo de la princesa Elisaura se asemejan a las de Melibea en Celestina. Ver
Celestina Comentada, décimo acto, “Señora mía Melibea, ángel mío que has sentido? Qué es de tu graciosa
habla? Qué es de tu color alegre? Abre tus (ojos) claros ojos, Lucrecia, Lucrecia entra presto aca, veras
amortecida a tu señora entre mis manos baxa presto un jarro de agua.” (356-57).
328
Capítulo V
En llegando a su posada, la primera cosa que hizo fue mandar a sus criados, sin sacar
de ellos ningún servicio, que se vayan a acostar y le dejen solo. Cierra después su aposento
por detrás, y con pasos de loco y ademanes de insensato, dice hablando contra el amor, “¡Oh,
implacable violencia, fuerza incontrastable y verdugo cruel! ¡Déjame, no me atormentes!
Qué hartas gracias tiene Elisaura para matarme, sin añadir a mi mal los imposibles que me
das cuando te la pido. No aniquiles, oh, tirano, de todo punto las fuerzas de mi naturaleza,
porque si me quitas la esperanza de poderla alcanzar por mía, te digo que no sacarás de mi
victoria, otra gloria más de haber vencido a un hombre, que no podía ser vencedor, por
haberle tú encantado, antes de venir a las manos con él, con las sutiles tretas de tus
supercherias. ¡Ay, infeliz Andalio de qué te sirve el haber guardado hasta hoy tu libertad, si
la vienes a perder ahora, sin que te queden esperanzas de verte nunca más dueño de ella! Yo
he hecho como el avariento pródigo, el cual suele parar sobre un naipe lo que miserable ha
ahorrado en diez años, o como el que entrega a la llama un soberbio edificio, después de
haber empleado largos y prolijos años en labrarle. ¡Oh, Elisaura, dechado357 y depósito de
todo lo que se puede ver de más raro en este mundo! ¿A qué golfo de miserias me ha de traer
tu amor si mi desdicha me hace persistir de querer consagrar al templo de tu beldad, las aras
que mi alma te quiere ofrecer en holocausto? ¿Y que las fuertes coyundas358 del matrimonio,
que esperas, te guarden de recibirlas con el agradecimiento, que la sincera voluntad que aquel
que te las ofrece merece?”
357
Dechado. Ejemplar, regla a que se atiende para imitar cualquier cosa parecida o semejante a lo que se tiene
presente.
358
Coyunda. Metafóricamente se llama la unión o ligazón de dos personas por el matrimonio.
329
Estos y otros semejantes disparates le hacían decir las insufribles penas que su
corazón padecía, acordándose del poco remedio que sentía que su mal podría tener. Porque
pocos días antes de su llegada, el príncipe Brindajas había venido para casarse con ella, que
así se había concertado muchos días había entre el rey de Mactán y de Subo, con condición
que el dicho rey y el príncipe Brindajas, se volverían cristianos, como también todos sus
vasallos, que para este efecto, había más de seis años, que se instruían así en la fe, como en
las demás cosas que debe saber un príncipe cristiano.359 Qué era causa, que este pobre
caballero, estaba desahuciado del remedio de tenerla por esposa, que por estas
consideraciones, y por otras muchas que se le ofrecían, maldecía la hora y el día que había
dejado la Europa, para venir a morir de un mal tan furioso, como es aquel de la
desesperación, en una región tan remota y apartada de la suya, porque no esperaba otro
menor castigo del atrevimiento, que había tenido por haber puesto sus ojos en la princesa
Elisaura, que la muerte que creía que su rigor le había de traer.
Mirad cuán ciegos son los que aman. Porque las más veces dan, con el juicio que
hacen, si en un hombre enamorado se puede hallar, muy lejos de los verdaderos
pensamientos que sus amadas tienen, porque tal creerá ser amado, que será aborrecido, y al
contrario, tal creerá ser aborrecido, que será amado, como los extremos que hemos dicho, que
la princesa Elisaura hacía por el amor de Andalio, nos dan manifiestas pruebas.
Estos corazones, aunque unidos en la voluntad, padecían grandes tormentos, por no
tener buena inteligencia de la perfecta correspondencia que entre ellos corría, principalmente
con el justo sujeto que tenían, por ver que el príncipe Brindajas, perdido por el amor de
Elisaura, apresuraba todos los días más su casamiento. Porque si nunca cosa fue aborrecida
359
Sobre este hecho ver Argensola, Libro primero “El rey de Sebú se bautizó, más por valerse de las armas
españolas, que por celo ni conocimiento de la fe que recibía.” (27).
330
de criatura, lo era Brindajas de la infanta, y sobre todo cuando vio las grandes y conocidas
ventajas, que hacían en todo las gracias y virtudes de Andalio a las suyas, como aquel que se
había criado en la corte de un rey cristiano y del mayor emperador del mundo, y el otro en
aquella de un reyezuelo bárbaro, aunque en riquezas muy poderoso.
Tan presto que Serrano hubo dado el sí, y nombrado el día del desposorio, no hizo
falta el príncipe de avisar al rey, su padre, el cual vino con mucho triunfo y acompañamiento
a Beloro, donde fue recibido con la puntualidad que la dignidad real convenía.
El pasmo y casi increíble disgusto que Andalio recibió de aquella venida, por saber la
causa de ella fue tan grande, que faltó bien poco no diese por albricias a aquel que le trajo las
nuevas, la muerte, tan grande fue la rabia que le dio, por ver que con ella perdería la vida,
siéndole imposible vivir, perdiendo lo que tanto amaba. Pero disimulando lo mejor que pudo
la violencia de su mal, y fingiendo haberle dado un dolor de estómago, se despidió lo más
discretamente que pudo de la compañía en la cual estaba. Y llegado que fue a su posada, y
cerrando la puerta tras sí, comenzó a despedir de su corazón un mundo de suspiros,
acompañándolos de cuando en cuando con estas y otras semejantes palabras: “¡Oh muerte!
Otra vez tan aborrecida de mí, y ahora tan deseada, apresura tus pasos. Corre, llega, ven
luego a quitar la vida al más desventurado caballero que viva. ¡Desventurado! ¿Y cuál lo
puede ser más que yo? Pues, que me veo reducido a tal trance, que no hallo amigo que me
quiera dar la vida, mi enemigo que me la quiera quitar. La calentura acaba o disminuye el
exceso al enfermo, en pasar los nueve días, y el fuego que me abrasa aumenta todos los días
mi mal, sin tener ningún límite que me pueda dar alguna esperanza de remedio. ¡Ay, cara
libertad! ¡Qué mal que te supe guardar aquel momento que, por fiarte de mí, te descuidaste
de las armas de mi bella enemiga! Mas que es lo que digo de descuido si sé que con sólo los
331
rayos de sus divinos ojos, puede ablandar el más fiero y empedernido corazón del mundo,
cuando más aquel que es más blando que cera. Y si añadimos a ellos esos arcos medio
tendidos, en medio de los cuales abaja con tanta gracia la afilada nariz sobre las dos medias
granadas de su hermosa boca, los dientes más lisos y blancos que la más cándida porcelana
que la provincia de la China cría, los claveles puestos al medio de sus rosadas mejillas, su
llana y extendida frente, sus cabellos más dorados que el vaso mas bruñido y del oro más fino
que esta provincia produce,360 con esos dos nevados Alpes, adonde amor ha escondido sus
mayores maravillas. ¿Quién será aquel que en viéndolos no los desee, y en deseándolos no
venga a morir si no los puede venir a alcanzar? ¡Oh, tú mil veces dichoso, bárbaro príncipe!
Pues vienes a gozar con tanto desenfado como es aquel del matrimonio de todas estas
prendas, y yo un millón de veces desdichado, por morir sin poder acabar mi vida en sólo
contemplarlas.”
A esta razón calló, sin pasar más adelante, porque oyó llamar a la puerta de su
aposento, y abierta que hubo para ver quién podría ser aquél que llamaba, vio que era uno de
sus pajes, el cual, después de haberle preguntado qué era lo que pedía. Respondió que una
dueña de muy buen parecer había entrado en casa y le había dicho que deseaba hablarle con
secreto y en cosas de importancia. Andalio, espantado, por no poder acordarse quién podía
ser, mandó a su paje, enjugado que hubo sus lágrimas, que la hiciese subir a su aposento.
Subido que hubo, después de haberle saludado con mucha humildad, y suplicádole que
hiciese salir sus criados, que la habían seguido por ver si su señor habría menester de algo,
360
La descripción que Andalio hace de Elisaura sigue muy de cerca la que hace Calisto de Melibea en La
Celestina, acto primero: “Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas del oro delgado que hilan en Arabia?
Más lindos son y no resplanden menos; su longura hasta el postrero asiento de sus pies.” Ver Fernando de
Rojas. La Celestina. I. Undécima edición. Introducción y notas Julio Cejador y Frauca. Madrid: Espasa Calpe,
1985. (54).
332
sin mirarle a los ojos, mas teniéndolos siempre pegados al suelo, como si tuviera vergüenza
de lo que iba a decir, comenzó a hablar a Andalio de esta manera:
“Si todos los que han hablado contra el amor confiesan, aunque enemigos de su
tiranía, su poder ser tan grande que no se halla cosa criada en toda la redondez de la tierra,
que no sea sujeta a sus leyes. No serán menester palabras artificiosas ¡Oh, Andalio! para
excusar la flaqueza de aquella, que vencida de su amorosa pasión, me envía aquí, para
declarártela. Que si el juez, reparando, con ser grande el delito del delincuente, que amor se
lo hizo cometer le absuelve alguna vez sin castigo. ¿Qué debes tú hacer ahora, oyendo relatar
un proceso en el cual puedes ver que solo tu amor es causa, que la virtud acuse a mi señora
de demasiada liviandad? ¡Ay, Andalio, perdonadla! ¿Qué mal puede sufrir un generoso
ánimo, que su enemigo llore a sus pies, sin abrazarle? Cuanto menos, del amigo, que no le
hizo nunca otro menor servicio que de adorarle. La infanta Elisaura te ama, tus gracias la han
vencido, y tu amor puesto en tal trance, que el menor accidente que le puede suceder, si no te
compadeces de ella es la muerte”.
A esto calló, sin poder pasar más adelante porque la vergüenza sobrepujando a su
atrevimiento, la detuvo, sin dejarla decir más una palabra, y Andalio privado del sentido, con
el gozo que las razones no esperadas de la dueña le trajeron, estuvo un buen rato mirándola,
con más embelesamiento, que aquel que poco había, estado lidiando con las olas del mar, se
ve fuera de ellas, rodeado de sus mayores amigos, sano y sin peligro. Mas viendo la falta que
hacía en no responder a cosa que lo merecía tanto, se acercó a la dueña, y con gestos
alocados, que significaban su demasiado contento, en lugar de responderle, le tomó la mano
y se la besó más de mil veces.
333
“Ay, favorable San Telmo,”361 decía después de habérsela bañado con infinitas
lágrimas, “y que grandes obligaciones son las que os tengo por haber apaciguado los vientos
de mis dolores cuanto tenía el naufragio más cierto”. La dueña, tomando ánimo, viendo y
oyendo que las acciones del caballero le prometían el fin de su viaje, más dichoso de lo que
esperaba, le dijo riendo:
“Quién le viera y oyera hacer y decir tantas cosas, como las que hace y dice, creyera
que fuese enamorado del mismo sujeto que padece todos los momentos por él mil tormentos,
pues que con sólo mentarlo, se ha puesto de manera que no parece sino que ha perdido el
juicio.”
“Perdido el juicio”, dijo Andalio, respondiendo a lo que la dueña decía,” y de manera
que si no me asegura con mil juramentos, que lo que dice de la princesa, es verdad, me
mataré ahora mismo con esta espada que ciño a mi lado.”
“Señor Andalio”, replicó la dueña, tomándole por la mano, y haciéndole asentar sobre
la cama, “repórtese que si su pasión es tan natural como lo que yo digo es verdadero y no
fingido le doy desde hoy a la princesa por esposa.” Y como Andalio lo afirmase, con todos
los juramentos que la afición de su amor le ofrecía, contándole las penas y tormentos que
había padecido, después de aquel día, que la había visto en la sala dorada, estando con el rey
en la compañía de la reina, tan hermosa, que fue causa que la dueña continuando su plática,
le dijo también los desasosiegos que la princesa había tenido desde entonces, y cómo su
voluntad era de morir antes que casarse con el príncipe Brindajas. Porque otra pena sino
fuese aquella de la muerte no la podía guardar de tomarle por marido si él la quería por
mujer, y que para este efecto habían tratado con cuatro mujeres, que tantas eran las que había
361
San Telmo es el santo que salva a los náufragos.
334
de llevar con ella, de salir con su ayuda por una galería que miraba sobre un huerto del
palacio la víspera de las bodas, que su padre quería solemnizar con Brindajas. Y que creía
que habían de ser dentro de ocho días, durante los cuales Andalio debía apercibir un navío,
para llevarla a España, o adonde se le antojara, porque ella pensaba tomar tanta pedrería y
oro, que aunque fuese a la más remota y extraña tierra del mundo tendrían hartas riquezas
para acabar la vida con mucho contento. Cuanto más que tuviese por cierto que el rey, su
padre, por no tener otra heredera más que ella, tendría siempre los brazos abiertos para
volverla a recibir, y por el consiguiente a él, que sería entonces su marido y su señor.
Todas estas razones, y otras muchas que por no ser prolijo pasaré silencio, dijo la
dueña a Andalio, el cual dando gracias a Dios, de ver cuán diferente de lo que esperaba
vendrían a concluírse sus amores, no cesaba de dar mil besos a la dueña, la cual enternecida
de ver cuán grande era la fuerza del amor, vertía de sus ojos infinitas lágrimas de contento. Y
después de haber concertado que los dos amantes se viesen aquella noche por el jardín,
aunque con toda la honestidad y limpieza que la honra de la infanta pedía, se despidió
dejando hora precisa, para que Andalio acudiese al puesto.362
362
Los recados de la dueña revelan una Elisaura dispuesta a tomar acción para conseguir el objeto de su deseo.
A diferencia de La Celestina, en este caso, es Elisaura quien toma la iniciativa y hace todos los arreglos
necesarios para su encuentro y posible huida con Andalio.
335
Libro Séptimo
ARGUMENTO
Andalio roba de noche a la princesa Elisaura, y toma después con su navío la vía del
occidente. Serrano hallándola menos se va tras el ladrón determinado de no volver a Subo
hasta haberle alcanzado. Méndez persuade a Tidora que Serrano cansado de su amor ha
hecho robar a Elisaura por tener después achaque de irse y de dejarla. La reina vencida de
amor y de rabia, toma todos sus tesoros y se embarca con Méndez para ir tras su marido
pero el piloto hecho a la traición se aparta lo más lejos que puede de su camino y sigue
aquel que Méndez quiere. Entretanto que los unos y los otros navegan, el autor
aprovechándose de la ocasión, vuelve al ermitaño, al cual hace continuar su historia.
Capítulo I
La melancólica noche había ya tendido su velo oscuro sobre la faz de la media esfera,
y el sol cansado de la vista de la región América, y va a ver muy lozano aquella de la fértil y
famosa Europa. Ya las cabrillas del cielo, daban la seña al despierto labrador para ir a
apacentar sus aradores bueyes, y la hora dada por la dueña a Andalio llegada, cuando nuestro
dichoso amante salió muy bien armado y apercibido de ternezas para ir al puesto adonde la
princesa Elisaura estaba despidiendo de su divina belleza más rayos, que el Etna echa
centellas. ¡Oh, péndola363 mía! ¿Quién te dará palabras para poder relatar el contento que
estos dos amantes tuvieron, cuando juntos que fueron los dos, en faltarles las palabras para
poderse hablar hacían que los suspiros y besos les sirviesen de fieles farauates. ¿Quién,
363
Péndola. “Vale pluma con que se escribe.” Covarrubias.
336
ejemplos para declarar el deleite que sus almas tenían cuando en fallecerles las fuerzas para
poder desasir los brazos y apartar los rostros, se sorbían los dos las lágrimas que de puro
contento sus ojos derramaban? ¿Y quién, conceptos a mi entendimiento, para poder escribir
la suavidad con que sus lenguas hablaban en sus sabrosos requiebros, los apacibles nombres
y alabanzas que se daban, y el artificio que amor usaba para hacerlos declarar recíprocamente
sus amorosas pasiones? No, no, corramos la cortina pues que las palabras y el ingenio nos
falta, y dejémoslo al juicio del discreto lector.
Pasado que hubieron estos y todos los demás deleites que el amor honesto de dos
libres amantes que se quieren casar permite, se despidieron, después de haber concertado de
irse, la víspera del casamiento, que Serrano pensaba hacer de ella y del príncipe Brindajas, de
la manera que la dueña había dicho a Andalio.
Después de la venida del rey de Mactán, no se hablaba de otra cosa, sino de saraos,
bailes, banquetes y regocijos, los cuales como mensajeros de la grande fiesta que se había de
hacer el día de las bodas, embebecían al príncipe Brindajas, acordándosele del contento que
su alma tendría, viéndose poseedor de la más cumplida belleza del mundo.
Ya había llegado la víspera, los aparatos de la fiesta hechos, de parte de los dos reyes
con todo el fausto y grandeza que las infinitas riquezas que tenían requería, todo el mundo
bullía de contento esperando la venida del alba para ir al palacio y tomar buen puesto a fin de
ver pasar a los desposados. Cuando nuestro nuevo París364, puesto que hubo a punto el mejor
de su navíos y mandado a sus más fieles amigos entrar en él y de esperarle a media legua del
palacio, que está fundado a la orilla del mar se fue con un esquife hasta debajo de una galería
que miraba a él y estaba en el cuarto de la princesa, la cual habiendo recibido en sus brazos,
364
París. Príncipe de Troya. Rapta a Elena, esposa de Menelao rey de Esparta.
337
abajado que hubo (y no sin gran peligro) por una escalera de seda: la llevó en el esquife, y
sus criados hicieron lo mismo a su aya, y a otras dos mujeres que con ella venían.365
Considerad lo que hace el amor. Una doncella hija de un rey y la más bella criatura
del universo, deja un reino, padre, madre y todos los regalos del mundo, y se va debajo de la
palabra de un extranjero que no conoce, sin que la terneza materna, los bramidos del mar, ni
la infidelidad de los hombres de la cual ha oído tantas veces hablar, la detengan.
Llegado que Andalio366 hubo al navío, hizo tan presto alzar las velas, las cuales
azotadas de los vientos que favorables soplaban, le hicieron engolfar al instante en llena mar
con la cual prosperidad, habiendo navegado cuarenta días hacia el occidente, llegó pasado
que hubo el estrecho de Magallanes, a la vista de Chile, en cuya costa habiéndose revuelto el
mar y corrido una noche una gran tormenta, se hallaron a la mañana rodeados de los cinco
navíos holandeses, de los cuales venía, como habéis oído en la historia, que Elisaura ha
contado a don Henrique por general, Agradan. El cual rendido que hubo el navío, después
que Andalio, a quien Elisaura ha representado por padre, hubo caído sobre la tilla367 como
muerto por las muchas heridas que había recibido peleando, vino a conocer a Elisaura por
hembra, aunque Andalio la había hecho vestir en hábito de mancebo para llevarla con más
seguridad. De la cual habiéndose enamorado, Velázquez y Álvarez, capitanes de Agradan,
viniendo a conocer a Andalio, por hijo del marqués de Cañete, a quien habían servido
muchos años, y queriendo obligar al hijo a fin que el padre, que había de ir bien presto por
365
El episodio se asemeja al rapto de Florinda por Filandro en la novela de Lope de Vega, El Peregrino en su
patria (1608). Libro primero, 142: “Abordaron finalmente, y saltando dos amigos con ábito turquesco en la
barca, arrebataron la nueva Elena, que trasladando de ella al vergantín enriquezieron los brazos de Filandro.”
366
Andalio, como hijo del marqués de Cañete se dirige a Chile, uno de los territorios a cargo de su padre. De
acuerdo a la historia, el personaje sigue los pasos de don García Hurtado de Mendoza y Manrique, tercer
marqués de Cañete, quien en 1552 se fuga de su casa para ir en una expedición a Córcega. Su padre, Andrés
Hurtado de Mendoza es designado virrey del Perú, entonces el joven vuelve a España y le pide a su progenitor
que lo lleve al Nuevo Mundo.
367
Tilla. “Entablado que cubre una parte de las embarcaciones menores.” Corominas.
338
virrey del Perú, les hiciese alzar el destierro y volver las haciendas que la justicia les había
quitado por ciertos delitos que habían cometido, conspiraron contra Agradan y le mataron, de
la manera que habéis oído. Porque convirtiendo el marqués, a quien Elisaura llama padre, en
Andalio, a la marquesa Florania en Elisa, su aya, la provincia de Andalucía en Subo, Granada
en Beloro, Sicandro en Elisaura, mudando el nombre de hermano, que había inventado sólo
para encubrir su sexo, y añadiendo en ello los amores que ahora acabo de escribir, queda la
historia que Elisaura ha contado a don Henrique por verdadera y perfecta.368
No hay plazo que no llegue, dígolo porque con haberme visto tan embarazado369 en la
historia de Sicandro, sólo la memoria de este refrán me ha hecho alcanzar de mi trabajo,
constancia para persistir hasta el fin de su declaración, la cual he puesto en tal orden, que
nadie podrá ignorar, a lo que creo, el sentido de ella.
Quédame por decir ahora, lo que hicieron los padres de Elisaura cuando vieron por la
mañana la esperada fiesta haberse trocado en un tan cruel y desdichado suceso, como era
aquel de la pérdida de su hija y de sus mujeres. Y puesto que hemos en buen estado las
diligencias que hicieron para ir tras ella, volveremos después a nuestro ermitaño, para hacerle
acabar su historia, tanto detener las lágrimas de don Henrique, que hemos dejado llorando
como para desenfadar al lector, con la variedad del discurso, porque sé que todo lo nuevo
place.
368
Loubayssin dice que la historia de Elisaura/Sicandro no pierde su verosimilitud aunque algunos aspectos no
sean verdaderos. En el capítulo V, el personaje ha dicho que es de la “Tierra de Andalucía, y el lugar de mi
nacimiento Granada.” La historia es verdadera en cuanto los hechos que narra el personaje son posibles y no
contradicen el hilo total de la historia, es así como el autor introduce nuevos elementos en la creación del género
de la novela ya vistos por Cervantes en Don Quijote (1605) y más tarde en Los trabajos de Persiles y
Segismunda (1617).
369
Embarazar. “Vale impedir. Embarazo, la cosa que impide y retarda. Embarazarse, ocuparse, empacharse y
detenerse en alguna cosa.” Corominas.
339
Y por no detenerme en contar el grande sentimiento que el desposado, el padre, la
madre, y generalmente todos los que estaban en la ciudad de Beloro, hicieron por Elisaura
(que fue tal que desde la destrucción de Troya, hasta aquel día, no se había visto tanta
desolación en ciudad del mundo) diré, que no se puso mucho tiempo en adivinar, cuál había
sido el salteador, porque la ausencia de Andalio declaró bien presto ser él, el que la había
robado.
Serrano a quien el negocio tocaba de más cerca, rabiando de viva cólera contra
Andalio y su hija, y determinado de seguirlos en persona hasta España, cuyo camino creía
que habían tomado, hizo apercibir dos navíos. Y tomado que hubo muchísimas riquezas para
volverse cargado de diversas cosas que quería traer de la Europa y algunas curiosidades de la
India, y muy costosas para presentar al rey católico y a sus amigos, se dispuso a partir dado
que hubo orden como dejar su reino. Consideren por este ejemplo, lo mucho que puede,
sobre un generoso ánimo, la fuerza de la venganza y aquella de la amistad paterna, pues
hacen que un rey, menospreciando los peligros del mar, se disponga a salir de las partes más
remotas de la América, a Europa sólo para cobrar su hija y sacar razón de la ofensa que su
enemigo le había hecho.
Despídese pues de su amada Tidora la cual no pudiendo resistir a esta segunda
desdicha, se desmaya dos o tres veces entre sus brazos, pero Serrano dejándose llevar del
deseo que tenía de vengarse de su enemigo, al cual creía podría alcanzar sobre el mar antes
de llegar a España, dejó por esta vez de mostrarse piadoso para con su mujer, por hacerse
conocer más animoso con los hombres. Porque dejándola casi muerta sobre la cama, se fue
con su gente al puerto, donde habiendo llegado y visto partir al rey de Mactán, que se volvía
a su isla, se embarcó con quinientos soldados, y con el príncipe Brindajas, que a toda fuerza
340
le quiso acompañar diciendo que quería tomar él mismo la venganza, matando con sus manos
a aquel que le había robado a su esposa.
Engolfados que fueron en el mar, empezaron a navegar, alzado que hubieron las
velas, derecho el camino que creían que el navío de Andalio tenía, y surcando muchísimos
días el océano, sin que le pudiesen dar alcance, porque sin un día y una noche que Andalio le
llevaba de ventaja, tomó el camino de Chile en llegar al estrecho de Magallanes, como habéis
oído, y Serrano fue siguiendo el camino de España.
Dejémosle así navegando hasta que hallemos ocasión de hablar de él y volvamos a la
reina Tidora, la cual vuelta que fue en sí, viendo que Serrano se había ido, hizo tantos
extremos, que al fin su cuerpo delicado no pudiéndolo sufrir, se dejó caer en la cama muy
mala. Pero como no hay en el mundo dolor que no se venga a curar con el tiempo, al fin el
consuelo que vino a tomar por medio de algunos buenos religiosos y mujeres españolas, que
habían venido en los navíos que el rey católico había enviado a Serrano, fueron capaces de
volverla a dar salud. Y como todas las cosas de este mundo están sujetas a mudanza, y que
así como los vasos de la anoria,370 que mientras los unos se vacían, los otros se hinchan. Así
casi en el mismo tiempo que esos buenos religiosos y mujeres que digo, daban esperanzas a
la reina de que Dios le haría la gracia de dejar volver presto a su marido y a su querida
Elisaura, Méndez, aquel capitán portugués que le había sacado a ella y a Serrano del mar, le
quitó de todo punto las esperanzas, dándola a entender que Serrano había salido de Subo por
no venir más, y apoyando sus palabras, con razones tan patentes y claras, que el más sutil
ingenio del mundo se hubiera engañado y hubiera creído lo que decía ser verdad. Con el cual
370
Anoria. “La máquina de ciertas ruedas con que se saca agua de lo baxo a lo alto de los alcaduzes enxeridos
en la corona de mimbres. Dize un proverbio: Alcaduzes de anoria, el que lleno viene vacío torna; Ay otro moral
que dize: Unos hinchen, y otros vacían; y es assí, que para que enriquezcan unos han de empobrecer otros.”
Covarrubias.
341
embeleso vino a cometer contra Serrano la más infame traición del mundo, como oiréis en el
siguiente capítulo.
342
Capítulo II
Si quisiésemos ir a buscar de raíz el origen de la envidia y la causa de sus efectos,
sería menester escribir un volumen entero, y cuando lo hiciéramos con menos palabras,
quedábamos después obligados a hacer otro tanto del amor, por ser también parte en esto
interesada, y causa que Méndez, capitán portugués, viene a cometer una enorme traición
contra Serrano. Estas consideraciones con el deseo que tenga de no mostrarme prolijo en mis
discursos, me harán pasar en silencio las ponderaciones de la violencia de estas dos pasiones,
pues que el ejemplo que se ofrece en mi historia, y que voy ahora a contar, es capaz de
hacerlas conocer, por dueñas y señoras de todo lo que hay mas fuerte acá abajo.
Este Méndez, llevando desde el principio, la dominación de Serrano de mala gana, y
de otra parte atormentado de un excesivo amor que a Tidora tenía, había buscado
secretamente todas las invenciones del mundo para matarle. Mas fuese, o que la prudencia
del rey le hubiera prevenido, las grandes mercedes que le hacía todos los días tocado al alma,
o que viese que no podía ejecutar su maldad, sin arruinarse a sí mismo, había vivido con
Serrano (hasta el día que partió de Subo para ir tras Andalio) con tanta discreción, con estar
abrasado, como hemos dicho del amor de Tidora, que Serrano, ni ninguno de los suyos, se
había podido apercibir de su maldito intento. Mas viendo en ausencia de Serrano, la buena
sazón que corría para ejecutar lo que hasta entonces había dilatado por falta de ocasión, se
fue a confesar con un padre capuchino, y acabado que hubo de acusarse de lo que se le
antojó, así como el buen padre le quiso dar la absolución, echó un profundo suspiro, y
comenzó de llorar amargamente y como el padre le hubiese preguntado dos o tres veces qué
343
causa era la que tenía. Méndez le respondió de esta manera: “Padre tengo una cosa en el alma
que me causa mucho trabajo”.
“¿Y es cosa contra la conciencia?”, dijo el padre.
“Esto en tanta manera”, respondió Méndez, “que sólo la memoria del mal que veo
que vendrá a resultar de ella me quebranta el corazón y hace salir de lo más hondo de mis
entrañas estos suspiros que oyes”.
“De esa manera no os podéis excusar de decírmelo en confesión”, replicó entonces el
padre, “que de otra suerte no os puedo dar la absolución, porque lo manda así la Iglesia y os
digo, que todo hombre que confesándose guarda adrede un pecado por temor, o vergüenza
que tiene de confesarlo, se vuelve con más pecados a su casa que no tenía cuando salió de
ella para irse a confesar, y la confesión es sacrílega”.
“No permitirá el Señor”, tornó a decir Méndez, “que mi viaje venga a ser tan
desdichado para mi alma. No volveré a ella sin haber pedido perdón a mi Dios de mi yerro, y
haberle confesado”.
“Decid pues hijo, que ya os escucho”, replicó otra vez el padre.
“Es pues”, empezó a decir Méndez, “que Serrano cansado de su mujer y de vivir tanto
tiempo en tierra bárbara, me ha encargado de matarla, y que tomando después todos los
tesoros y cosas más preciosas que están en el palacio y haciendo embarcar en los dos navíos
que quedan en el puerto la gente que me pareciere, que tome el camino de Portugal,
prometiéndome en pago del servicio que dijo que le haría haciendo esto de darme sin el oro y
plata que yo tengo mío, una sobrina que tiene con quinientos mil ducados de casamiento.
344
El buen religioso, más muerto que vivo, oído que hubo estas palabras, pidiéndole el
por qué, fue al momento satisfecho, por las razones que le dio Méndez, que fueron hablando
de esta manera:
“Andalio y el marqués de Cañete, su padre, descontentos del rey de España, quieren
dejar su servicio para ir a vivir en Portugal que ha sido causa de llevarse Andalio, con
acuerdo de Serrano, a Elisaura. Porque le ha prometido de darle una de sus hermanas por
mujer, cuya hermosura es admirable, como se ha visto por un retrato que traía de ella, y esto
ha sido con condición que Serrano le daría a él a Elisaura, y porque teme que el rey católico
le haga dar el castigo que su maldad merece, se va a entregar al rey de Portugal con los
presentes que le piensa hacer de los grandes tesoros que lleva consigo. Lleva engañado el
pobre príncipe Brindajas para entregarle, a fin que el dicho rey venga a cobrar por su medio,
el reino de Mactán. Que por esta isla no pasarán quince días, sin que se vean en poder del
virrey de la Malucas, porque teniendo aviso de la voluntad de Serrano, se ha puesto en el mar
con una flota de navíos para venir a su conquista. Y para mejor descubriros la causa porque
Serrano deja esta isla, es porque Andalio enamorado de su hija, le ha descubierto la voluntad
del rey católico, que era de quitársela y de hacerle declarar a él por traidor por haber osado
tomar nombre de rey siendo su vasallo, y enviado en su nombre a la conquista de esta tierra
con Magallanes. De manera que Serrano enojado contra el rey, se ha querido vengar de la
manera que tengo dicho. Y porque no ha tenido ánimo de matar a su mujer, me ha encargado
a mí de hacerlo, porque en sólo ver el retrato de la hermana de Andalio ha quedado tan
enamorado de ella que olvidando la ley de naturaleza y la piedad cristiana, se ha dispuesto a
ejecutar con aquella, que le ha dado el ser y el nombre de rey, la crueldad que habéis oído. El
odio que yo tengo al virrey de las Malucas (como todo el mundo sabe), la lástima que me da
345
Tidora, y de otra parte la amistad que tengo a Serrano, me tienen en tal estado, que si vuestra
paternidad (dijo mirando al padre las lágrimas en los ojos) no hace oración a Dios, para que
nos ilumine y nos abra camino a fin que acertemos a hacer lo que será mejor para nuestras
almas, temo de no poder salir con vida del medio de tantas tribulaciones que mis diversos
pensamientos me dan sobre esto.”
Este buen padre, entendido que hubo las razones que habéis oído, y por la boca de
una persona que pensaba conocer como a sí mismo, por hacer ya muchos días que se
confesaba con él, quedó helado como un mármol, creyendo que todo lo que Méndez le había
dicho era verdad, y queriendo enterarse aun más en ello con pedirle otras muchísimas cosas.
El traidor respondió a ellas con tal agudeza y disimulación, como aquel que había estudiado
en ello, que el buen padre lo vino a creer todo como si fuera artículo de fe, y tomando dos
días para tratar de poner en ello algún remedio, se fue cada uno a hacer sus negocios.
La hora del concierto llegada, no hizo falta Méndez de ir a ver al padre en una casa
particular adonde vivía, porque no estaba aún acabado un convento que Serrano había
empezado de labrar. Pasado que hubieron entre los dos muchos dares y tomares, sobre lo que
se debía hacer, quedó al fin concertado, que el padre con uno de sus compañeros, varón de
santa vida, y grande predicador irían a ver a la reina, y le dirían el caso, y la aconsejarían de
irse con ellos y con todos los tesoros y pedrerías que estaban en su poder a España para pedir
justicia al emperador,371 de la grande maldad y alevosía que Serrano había usado con ella, y
lo más presto que ser pudiese, de miedo que los enemigos no viniesen, y la matasen con
todos sus criados para quitarle sus riquezas. Y que no dudase del derecho y equidad, que el
emperador, que era el más poderoso y caritativo monarca del mundo le haría, porque le
371
Cambia de rey de España a emperador.
346
tocaba a él, tanto como a ella, la traición de Serrano, ocasión de que haría tanto con el rey de
Portugal, que vendría a sacar de su reino, por amistad o por fuerza, a su marido y a su hija, y
que entonces ella podría sacar del uno venganza, teniéndole en su poder, y de la otra el
contento que se puede esperar de una princesa dotada de tantas gracias, como era Elisaura.
Pero que la ida se había de hacer lo más secretamente que ser pudiese de miedo que sus
intentos no se manifestasen a todo el mundo. Porque casi todos los españoles, sino eran
cuarenta o cincuenta, que creían que tendrían su partido, después que se hubiesen declarado,
seguirían la voluntad de Serrano y del virrey, y no la suya de ellos.
Tomada que fue así la resolución, los dos padres pensando que era del servicio de
Dios, persuadir a la reina lo que se había concertado con Méndez, se armaron de razones y de
elocuencia, que estudiaron con tanto cuidado, como si hubieran querido ir a convertir a un
hereje, yendo después a topar a la reina, a la cual después de haber hecho el acatamiento
debido, y pedido audiencia secreta, le dijeron con las mejores palabras que pudieron lo que
habéis oído.
Las quejas, los lloros y las lágrimas que la reina comenzó de verter eran tan
abundantes, si los capuchinos no se las hubieran detenido (con decir que si una sola persona
entendiera el sujeto de su melancolía, que ellos y ella eran perdidos, e imposibilitados de
hacer su hecho) que un corazón de bronce hubiera reventado de lástima. Mas al fin cobrando
fuerzas, con las consolaciones y palabras ejemplares que los capuchinos le decían para
animarla envió a buscar a Méndez, el cual llegado que fue ante su presencia, y confesado lo
que los padres habían dicho, no sin verter algunas lágrimas de puro contento de ver cuán bien
347
su maldad se entablaba,372 se concluyó entre los cuatro de salir de Subo la noche siguiente
para tomar el camino de España, con todos los tesoros y muebles más preciosos que en el
palacio real estaban, yendo cada uno a advertir, lo más secretamente que podía, a los que
debían de hacer con ellos el viaje, para que diesen orden a todas las cosas necesarias. Y a fin
que nadie sospechara ninguna cosa, se dio fama de que la reina enviaba un navío a las
Malucas, para ver si se pudiera saber nuevas de su hija, si acaso Andalio había tomado ese
camino.
Prevenido pues todo lo necesario. Méndez y sus secuaces, con los padres (después de
haber embarcado, la misma noche que habían de partir, todo lo que pudieron y hallaron más
rico y suntuoso) fueron a buscar a la desventurada reina, la cual creyéndose más de ligero de
lo que era menester, pues conocía la fidelidad de Serrano, se entregó en los pérfidos brazos
de Méndez y de otros dos de sus amigos, con los cuales fue llevada más muerta que viva,
dentro del navío, como también las más de sus criadas por otros. Y alejado que se hubieron
del puerto de Beloro, cosa de dos millas, alzando las velas con mucha alegría, empezaron a
navegar derecho al lugar que el piloto (que estaba instruido de Méndez) quiso. Ruego a Dios
que la fortuna nos ofrezca ocasión de poder declarar al lector el fin que tuvo esta navegación,
y en que vino a parar la fortuna de la pobre Tidora, porque por ahora me es forzoso de volver
a don Henrique y a Sicandro, a fin que no se quejen de mí y no me llamen hombre de poca
cortesía de haberlos así dejado llorar tan largo tiempo.
372
Entablar, “Vale entablar un negocio, disponerle y prevenirle para que fácilmente y con suavidad corra, sin
que haya dificultades.” Covarrubias.
348
Capítulo III
Tomado que el ermitaño hubo del tiempo lo que convenía a su descanso, volvió al
lugar donde había dejado la compañía, adonde llegó, así como los ríos que de los ojos de
Elisaura y Sicandro salían se mostraron más caudalosos. Sus palabras acompañadas de un
flujo de elocuencia se los hicieron agotar al momento, despintando373 con contar otras cosas
donosas y comunes a todos los viejos, el carácter melancólico que la historia de Elisaura
había impreso en el corazón de todos los circunstantes. Y porque la vista del grande camino
que el sol había ya hecho les hizo conocer que era ya tarde, y hora de comer, enviaron a
buscar de los rústicos frutos que la liberalidad de la tierra producía. Y después de haber
satisfecho a sus estómagos acabaron de pasar la fiesta con contar algunos cuentos graciosos a
la sombra de una peña. Y así como el sol empezaba a inclinar su cabeza hacia el occidente y
que sus rayos no podían causar enfado por herir al soslayo, abajaron a la orilla del mar y
donde estaba el barco, determinados de pasar allí la noche para emplear después el venidero
día en tomar peces. Llegaron así como se acababa de poner, al lugar propuesto, y
contemplado que hubieron con la luz que quedaba del día, la guerra que las olas del mar se
hacían las unas con las otras, vinieron a escoger el lugar que hallaron más cómodo para pasar
la noche. Y tan presto como la ausencia de Febo, dio lugar a Diana, de mostrar su claridad a
los mortales, don Esteban, vencido de los ruegos que toda la compañía le hizo, continuó su
historia hablando de esta manera:
“Muchas personas hay en este mundo que han llegado a la engañosa alteza de esta
vida, y a quien fortuna se ha mostrado favorable, hasta darles la mano, para después de
373
Despintar, “Salir en vano la suerte de lo que se esperaba; engañar los sentidos” (Covarrubias).
349
haberlos levantado muy alto hacerles dar mayor caída. Y creo que de todos los que han
gozado de los bienes de su liberalidad, no se hallará uno solo, que no haya sentido, temprano
o tarde, cuán caros vienen a salir sus favores, que si el cuerpo no padece la pena en este
mundo, el alma la sufre en el otro. Considere pues el hombre, que todo lo que hay de
prosperidad en este mundo es prestado, y que se ha de pagar, y de esta manera no sentirá
tanto como siente sus accidentes, pues que lo que llama pérdida, no será más del pago que se
debe dar a los acreedores. Oído habéis, mis queridos hijos, con cuanta dicha la fortuna374 me
había acompañado hasta la batalla de Pavía, y la firmeza que hubo aun muchos días después
en favorecerme, pues que a más de los regalos que tenía en mi casa y honra que había
ganado, no se hallaba entre tantas heridas, como eran las que había recibido en mi cuerpo,
una que impidiese el uso y oficio de ninguno de mis miembros. Todo era prestado, llegó el
plazo. Pagué, y no me quedó otra cosa, más de la memoria de haber gozado cosa que no era
mía. Y para que veáis esto que digo ser así, escuchad con atención el rigor con que la fortuna
me vino a pedir lo que me había dado. Mi esposa era señora de un lugar, llamado San
Plácido, que está fundado sobre un cerro, que mira al golfo de Bivona, y a la orilla del mar de
Calabria, al cual lugar yo había ido con toda mi casa, por ser ameno y deleitoso, a pasar el
verano el año de 1534. No habíamos bien estado un mes en él, cuando la fama de la
hermosura de mi Amilia, habiendo llegado en pocos días, al oído de un caballero muy
principal, hijo del gobernador de la ciudad de la Sperlonga que está en la misma costa,
llamado Pompeyo, hizo que este mancebo quisiese ver con sus ojos si en efecto la beldad que
había oído tanto alabar, correspondía a la fama que tenía y habiéndola hallado, visto que la
374
Un antecedente a la mudanza de la fortuna lo encontramos en El laberinto de Fortuna o Las trescientas de
Juan de Mena (1446) “¿Pues cómo, Fortuna, regir todas cosas/ con ley absoluta, sin orden te plaze?/¿Tú non
farías lo que el çielo faze, / e fazen los tiempos, las plantas e rosas?/ O muestra tus obras ser siempre dañosas,/ o
prósperas, buenas, durables, eternas;/ non nos fatigues con vezes alternas,/ alegres agora, agora enojosas.”
Edición, prólogo y notas por José Manuel Blecua. Madrid: Espasa Calpe, 1960. 8.
350
hubo, ser aun mucho más admirable, vino a enamorarse de manera de Amilia, que la
vehemencia de su pasión fue bastante de abrirle medios con que nos pudiese ganar a todos las
voluntades, y lo hizo con remedios tan indubitables, que a cuatro o cinco visitas que hizo a
nuestra casa, se apoderó de ellas, sin dejarnos voluntad que no atendiese darle contento. Lo
que sabido por sus padres, que eran de los más principales de aquella tierra, vinieron un día a
vernos para agradecernos la merced que decían que hacíamos a su hijo, todas las veces que
nos venía a ver, a la cual cortesía, nosotros queriendo corresponder, hicimos lo mismo con
ellos, y por el consiguiente una grande amistad. Y juzgando cada uno de nosotros cuán bien
estaría la alianza de nuestras casas, venimos a tratar y concluir casamiento, entre Pompeyo y
Amilia, que se amaban cuanto se puede encarecer.
Llegada que fue la víspera del desposorio y fuimos nosotros dos con nuestra hija y
amigos, a Sperlonga, para celebrarle, sucedió a la mañana después. Que acabados que fueron
los bailes y regocijos, que se suelen hacer en días de bodas que así como los convidados
querían llevar a acostar a los desposados, se oyó de repente un estruendo y bullicio de armas
por toda la ciudad, como si real y verdaderamente el enemigo estuviera ya dentro. Y para que
sepáis de adónde procedía este rebato y confusión, os lo voy a decir.
Barbarroja,375 corsario famoso, habiéndole otorgado el Gran Turco, por medio de
Abrim Baja, un cargo de Baja, y de aquellos que están honrados de soberana dignidad, y
dándole la mayor autoridad del mar, con poder absoluto de que se hiciese obedecer de todas
las islas, puertos y lugares marítimos, salió después fuera del Esponto, con ochenta galeras,
para ir contra Muley Hassan, rey de Túnez, su enemigo. Y a fin de sobrecogerle, dio fama
375
En 1534 partió con 80 galeras de Estambul, en el mes de abril saqueó las islas de Capri, Procida, Ponza,
Sicilia y Sardinia. También recuperó Túnez en agosto del mismo año, desembarca en Capri donde construyó un
fuerte. En 1538, el Papa Pablo III, formó la Liga Santa, Barbarroja derrotó la flota en la batalla de Preveza, con
esta victoria aseguró el dominio turco en el Mediterráneo hasta la batalla de Lepanto en 1571.
351
que se iba a talar y gastar a Italia, y principalmente la Liguria, y a España, en venganza de la
injusticia que Andrea Doria había hecho a los de Coron y de Patras, tomando al instante para
mejor disimular su intento la vía de Italia. En la cual pasado que hubo el faro de Mesina
empezó a quemar y abrasar de tal manera la costa de Nápoles que parecía evidente que quería
arruinar a toda la Liguria, y por el consiguiente las otras tierras que había dicho. Porque
habiendo pasado el golfo de Bivona, saqueó la misma noche de nuestro desposorio a San
Lucidio, del cual tomado que hubo todo lo que halló dentro fue a Cetraro, que quemó, con
siete galeras que se acababan de hacer en el puerto.
Continuó después su camino, abrasando todos los lugares por donde pasaba, y llegado
que hubo a la Sperlonga, y al tiempo que estaba ocupada en los pasatiempos y regocijos de
nuestro casamiento, la entró y sobrecogió, sin que los vecinos de ella pudiesen soñar en
defenderse, de manera que el ruido que hemos dicho, que se oía del castillo, así como los
desposados se iban a acostar, eran los gritos y clamores que los del lugar daban, viendo
quemar la ciudad, saquear las casas, y forzar a sus hijos y mujeres.
Si la fiesta se convirtió en tristeza, el reír en lloros y las danzas en temblores, no hay
de qué espantarse, porque Barbarroja, no contento por haber tomado lo que había hallado en
la ciudad, informado de lo que se hacía en el castillo y de la excelente beldad de la
desposada, y de las otras damas que estaban con ella, le hizo al momento cercar de dos mil
hombres para prenderlas, y escoger de ellas lo que le pareciese más digna de ser presentada
al gran señor, y antes de acometerle, envió uno de sus capitanes para que hablase con el
Gobernador, y le dijese que si quería darse, que le empeñaba su palabra de dejarle después ir,
a él, a su mujer, y su hijo, con toda libertad, pero que todos los demás, y su nuera, que estaba
determinado de llevárselos con él. El Gobernador viéndose imposibilitado para defenderse de
352
la rabia de este tirano hizo al instante abrir las puertas del castillo, dándonos a entender, que
había concertado con Barbarroja, que entregándole la fortaleza con cincuenta mil escudos,
que daría libertad a todos los que estaban dentro de ella. El castillo abierto, entraron cien
turcos dentro, y tomando veinte de ellos, por las manos a otras tantas mujeres que había muy
hermosas se las llevaron a Barbarroja, y los demás, a nosotros tras ellas.
Fue tan grande el contento que Barbarroja tuvo en ver la grande hermosura de Amilia
que como el sol hace a las estrellas sobrepujaba, a todas las otras que iban con ella, y
tomándola por la mano, le dijo en lengua italiana que si la llevaba de entre los brazos de un
caballero, que la pondría en los del mayor monarca del mundo: “Y a vos mi bien”, dijo,
tomando a mi esposa por la suya, “os hago dueña de mi corazón porque quiero que seáis de
aquí adelante mi amiga y señora”. La rabia y cólera que yo tomé entonces, en oír decir estas
palabras, y viendo que madre e hija, mirándome a mí, se deshacían en lágrimas, no lo puede
saber otro sino aquel que ha pasado por la misma pena. Pero considerando que si al mismo
Hércules le hubiera sucedido otro tanto, que todas sus fuerzas no le hubieran podido servir de
nada en aquella ocasión, me consolé con creer, que tan presto que Barbarroja supiera que yo
era marido de aquella que él había escogido por suya, me haría matar. Y queriendo ahorrar la
pena que se me podía seguir, si tardaba mucho en saberlo, me adelanté, y con atrevimiento de
desesperado, le dije que me matara si no quería que por venganza de la injuria que me quería
hacer, le viniese a matar a él, cuando más descuidado estaría de la muerte. Mi mujer y mi hija
arrojándose a sus pies le rogaron, todas cubiertas de lágrimas, que me perdonara, por ver que
la rabia que tenía, de perder lo que más amaba en este mundo, me había desesperado, y hecho
decir las locuras que decía. Barbarroja movido de estos ruegos mandó que no se me hiciese
ningún agravio. “Y hace vuestra alteza muy bien”, dijo en lengua italiana un renegado que
353
estaba presente, “porque haciéndole así, guarda vuestra alteza la vida del más valeroso
cristiano, que el reino de España haya nunca tenido. Y digo esto, porque le he visto en casi
todas las guerras de Italia, tener muchos cargos en los ejércitos españoles, con los cuales ha
hecho en todas las ocasiones que se le han ofrecido en tiempo de treinta años que han durado
todo lo que podía hacer un grande y experimentado capitán”.
Yo oyéndome alabar, y por una persona de ley y traje tan diferente, queriendo alzar
los ojos para mirarle en la cara, conocí ser un Maestre de Campo, de mis camaradas, llamado
Andrada, el cual después de la batalla de Pavía, supe que desesperado de poder alcanzar
perdón de un grave delito que había cometido en Nápoles se había ido a renegar a
Constantinopla.
Barbarroja, oído que hubo las palabras de Andrada, se allegó a él, y le habló al oído, y
mirándome después muy atentamente, me preguntó que cuanto daría por el rescate de mi
mujer e hija y como yo le respondiese que cien mil ducados. Me tornó a decir riendo que no
las daría por un millón. Pero que si yo quería llevar con paciencia mi fortuna, que hallaría en
él, un buen y fiel amigo. En esto se vino a poner de rodillas delante de él, el gobernador de
Sperlonga con su mujer e hijos, rogándole, las lágrimas en los ojos, de tomar el rescate que se
le ofrecía, y que nos diese a todos libertad, y que él daría aun cincuenta mil ducados de su
dinero. Barbarroja, habiendo oído las palabras del Gobernador, se enojó de manera contra él,
que faltó harto poco que no quebrase su palabra y los llevase a él y a toda su casa cautivos,
como a nosotros. Pero quitándosele presto el enojo, le dio libertad, y hecho que hubo entrar a
mi mujer, en la Capitana, y a mí con ella, que a puros ruegos lo otorgaron que fuese así,
cuando queríamos arrancar del puerto, oímos un grande ruido, y preguntando la causa de él,
nos dijeron que el pobre Pompeyo no habiendo podido alcanzar de su padre por ninguna vía
354
de irse con nosotros, que desesperado de no ver más a su mujer, se había arrojado dentro del
mar.”
355
Capítulo IV
“Habiendo pues las galeras a fuerza de remos, pasado dos leguas mas allá de
Sperlonga, se partieron de la costa de Italia cargadas de despojos, porque sin las muchas
riquezas que habían robado, llevaban tres mil esclavos y hecho que hubieron agua en la isla
de Ponza, pasaron después a África, habiendo hecho esta navegación con tanta velocidad,
que Barbarroja aportó en ella, antes que Muley Hassan376 supiese de su partida de la costa del
mar de Italia.
Llegado que fue a la vista de Túnez con Rocet, hermano del rey Muley Hassan, que
había venido a hallarle para favorecerse de él, contra su hermano. Fue tan grande el miedo
que los tunecinos cobraron, con la vista de su armada, que al momento desampararon a
Muley Hassan, que había salido del castillo para animarlos. Lo que viendo el rey, se fue
huyendo de Túnez.
Los tunecinos, sabiendo que Barbarroja estaba muy cerca de la ciudad, vinieron todos
a recibirle con grande regocijo y le ofrecieron las llaves, las cuales Barbarroja recibió, y entró
después dentro de ella, con grandísima pompa y magnificencia.
Muley Hassan, teniendo inteligencia con los vecinos de Túnez, le vino a cercar pocos
días después en la fortaleza, mas al fin Barbarroja quedó con la victoria, y a sus armas
victoriosas se rindió al instante todo el reino de Túnez, adonde quedó hasta que el emperador
Carlos V fue en persona, a echarle de él, volviéndosele después al rey Muley Hassan con
ciertas parias que le había de pagar en cada un año.377
376
Gobernante de Túnez. Barbarroja tomó el puerto en 1534. Muley Hassan pidió ayuda a Carlos V para
recuperarlo.
377
El emperador recuperó Túnez en 1535.
356
Y como Barbarroja se viese imposibilitado de volverse a cobrar, se recogió a
Hispona, y de allí a Argel, y habiendo salido después de allí, para ir a esperar en el estrecho
del golfo de Larta, a Doria (que venía por general de la armada de la Liga Cristiana)
confiado, por estar alojado en parte muy favorable de desbaratarle, quedó muy espantado
cuando vino a saber que Doria había salido del puerto de Gomunizza con doscientas y
cincuenta velas, y venía hacia él para combatirle, y como un eunuco, a quien Solimán le
había dado a Barbarroja por compañero, le reprehendiese temerariamente y con palabras
soberbias y arrogantes, por qué no salía al instante del golfo para ir a embestir a la armada
cristiana. Barbarroja, volviendo el rostro hacia Salec, gran capitán de corsarios, le dijo:
“A lo que veo bravo y excelente capitán, es menester que probemos, aunque
inferiores en poder, a los enemigos la fortuna de una batalla, a fin que no vengamos a morir,
por la falsa relación que podría hacer de nosotros este medio hombre”. Y acabando de decir
esto, salió del golfo y se fue para enfrentar a Doria. Pero no hubo bien alzado los trinquetes
de sus galeras, cuando las nubes despidiendo de sí un diluvio de agua, acompañado de
truenos y de relámpagos, espantaron de tal manera a la gente de Doria, que en lugar de querer
hacer el medio camino que los valerosos soldados están obligados a hacer en una acción tan
generosa, empezaron a volver las espaldas a Barbarroja, el cual habiéndolos seguido algún
tiempo con sus galeras, las hizo al fin parar por no ver qué camino Doria iba, porque había
hecho matar las luces que cada galera suele tener en los fanales que traen en la popa. De
manera que Barbarroja viendo el mar libre de los enemigos, se volvió al golfo, y después de
haber vuelto a cobrar la fortaleza de Castelnovo, que está en el golfo de Cataro, que Doria
había tomado antes de volverse a Italia, tomó la vuelta de Constantinopla, llevándonos a
nosotros con él.
357
No por estar este bárbaro ocupado en los negocios de la guerra, dejaba de estar
enamorado. Porque había puesto su amor tan de veras en Fabia, que ningún empacho ni
ocasión por forzosa que fuese, no le podía guardar de verla dos o tres veces cada día, con
toda la honestidad del mundo. Y la causa porque Barbrroja tenía este respeto a mi mujer, y
que no se hubiese enamorado más ayna378 de la hija de la madre, era que el Gran Señor le
había encomendado muy encarecidamente cuando salió de Constantinopla, que si en su viaje
acertaba a hallar alguna doncella italiana de singular belleza, que se la guardara con mucho
cuidado, de modo que así como Barbarroja hubo visto a mi hija pareciéndole ser digna del
Gran Señor, la entregó al eunuco, su compañero, para que la diese a guardar a otro de sus
domésticos. Y aunque estaba alojada con su madre, no por eso Barbarroja la veía, porque
temiendo que los rayos de su hermosura no penetrasen dentro de su corazón, si la veía, se
contentaba de ver a la madre. Y cuando Fabia se veía apretada demasiadamente de
Barbarroja, se lo decía a Amilia, la cual mostrándose melancólica y triste, enviaba a decir a
Barbarroja que si no cesaba de atormentar a su madre, que se mataría ella misma, o se dejaría
morir de hambre, y que de esta manera se vengaría de él (escogiendo lo que venía más a
propósito para su honra) porque en muriendo le quitaría el medio de poder sacrificar al Gran
Señor una víctima que atormentaba todos los días con las persecuciones que daba a aquellos
que le habían puesto en el mundo. Esto, y después de las vanas esperanzas que Fabia le daba,
que era de darle lo que le negaba entonces en llegando a Constantinopla, hizo que Barbarroja
no la atormentara más.
Llegado que fue a Constantinopla, y hecho que hubo el acatamiento al Gran Señor, le
presentó a Amilia. Fue tan grande el regocijo que Solimán tuvo viendo delante de sí, y a su
378
Ayna. “Vale lo mismo que presto.” Covarrubias.
358
devoción, una beldad llena de tantas maravillas, que dejando aparte la gravedad otomana,
vino a abrazar con muestras de grande amor a Barbarroja, diciéndole que de todos los
servicios que le había hecho tenía aquél por el mayor y que se le agradecía con más veras que
si le hubiera traído preso al emperador Carlos V. Barbarroja poniendo las rodillas en el suelo
oído que hubo estas razones, le dijo que si tal servicio merecía recompensa le suplicaba le
otorgase licencia de pedírsela. Solimán haciéndole alzar, se la dio para que pidiese todo
cuanto quisiese.
“Sólo te ruego, oh, invencible monarca”, dijo entonces Barbarroja, “que me des la
madre de esta doncella cuyo amor ha sido capaz de hacerme menospreciar, como ves, la
merced que de un tan poderoso monarca como tú se podía esperar, si el interés me hubiera
hecho pedir cosa que hubiera sido digna de tu liberalidad.”
Así como el Gran Señor quería abrir la boca para darle lo que pedía, Amilia
arrojándose luego a sus pies, le dijo que si pensaba sacar de ella algún contento le suplicaba
de no apartar a su madre ni a su padre de ella, porque de hacerlo así no podía darle tosigo379
más propio para matarla, que aquel que le darían sus ausencias. Solimán compadeciéndose de
ella y de nosotros (que nos derretíamos en lágrimas, de temor que teníamos de que
otorgase380 a Barbarroja el don que le había pedido) le respondió, diciendo que le perdonase,
sino le daba lo que pedía, pero que en trueque de Fabia, le daría la más hermosa mujer que
tenía en el serrallo,381 con treinta mil cequíes.382 Barbarroja, aunque lo sintió
grandísimamente, hallándose muy honrado del premio y merced que el Gran Señor le hacía,
379
Tosigo, “Veneno.” Corominas.
En el original que no otorgase.
381
Serallo, “Harén” Aparece en El Quijote II, en el capítulo LXIII: “De lo mal que le avino a Sancho Panza con
la visita de las galeras, y de las nuevas aventuras de la hermosa morisca.” La historia que cuenta Ana Félix.”Y
por huir del peligro que en el Serrallo de sus mujeres podía tener, y temer de sí mismo, la mandó poner en casa
de unas principales moras que la guardassen y la sirviessen, adonde la llevaron luego.” (2004, 1041).
382
Cequí, “Moneda de oro que usaron los árabes en España.” Covarrubias.
380
359
tuvo por bueno el disimularlo, y queriendo contentar antes a Solimán, que a sí mismo, se
allegó a él, y cruzando los brazos e inclinando cuerpo y cabeza hacia la tierra, como es
costumbre entre los turcos, fingió tener de ello un grande contento y darle con esta salutación
las gracias.
Entonces empecé yo a tomar ánimo, por haber salido de las manos de un corsario, y
caído en aquellas de un monarca, esperando que hallaría antes piedad en un pecho real, que
en aquel de un renegado, que estaba hecho a cometer crueldades, viendo tan presto los
efectos de mis pensamientos, en los regalos y caricias que Solimán empezó a hacerme.
Porque habiéndome preguntado que si le quería servir y yo respondido que sí, con condición
que me dejara vivir en mi religión, me lo otorgó y me hizo dar al instante un cargo de
olofagibaja, por haberse muerto de dos que solía tener el uno, había cosa de ocho días. Y para
que sepáis qué cargo es este, es, que estos dos Olofagibajas son capitanes de dos mil
soldados, y andan cuando el Gran Turco va por la ciudad, o a la guerra, con él, y va el uno a
su mano derecha y el otro a la izquierda, y se les da a cada uno de gages383 buena suma de
dineros, y tienen en su servicio un checaya384, un escribano y protegero, con muchos esclavos
y caballos, los cuales son pagados conforme el mérito y calidad de cada uno. De manera, que
dejando aparte el descontento que tenía de estar con gente de diferente religión, y la
prohibición que tenía de no poder ver a mi hija, y cara esposa, las veces que quería, tenía en
lo demás, la fortuna en popa.
Duró esta dicha casi seis meses, sin que Solimán con amar de un amor excesivo a
Amilia, se quisiese mostrar disoluto con ella, porque quería obligarla a amarle con buscar
383
Gages, “El acostamiento que el príncipe da a los que son de su casa y están en su servicio. Es nombre
francés.” Covarrubias.
384
Título otomano para designar a un teniente o administrador.
360
todos los remedios más apacibles, y que echaba de ver, ser más poderosos para ablandar su
corazón. Mas viendo que este artificio no le servía de nada, vino poco a poco a perder el
respeto al decoro que hasta entonces le había guardado, porque habiéndolas hecho alojar en
un cuarto no muy lejos del suyo y con buena guardia, se fue una tarde a verla, y como la
hallase tanto o más esquiva que nunca, se fue muy enojado diciendo a mi mujer que si a las
diez de la noche, no hallaba dispuesta a su hija para querer dormir con él, y entregarse de
buena gana en sus brazos, que me haría matar a mí, y después de haber hecho dar a ella
muchos géneros de tormento, la enviaría también a la otra vida, que mirase bien lo que hacía,
porque juraba por su grande profeta, de cumplir lo que decía.
Mi mujer, determinada de morir antes con su hija que hacer una cosa tan sacrílega y
tan nefanda, como era aconsejar a Amilia de dar contento a aquel tirano en lo que su
desenfrenado gusto pedía, y temiendo de otra parte los tormentos, de los cuales la había
amenazado, dio un diamante y otras joyas de mucho valor, a una esclava italiana (llamada
Isabel) que la servía, para que le trajese la misma tarde una onza de Solimán, para atosigarse
con su hija. Y así como la maldita Isabel se le hubo traído, Fabia le tomó en su mano, y
escrito que hubo una carta y pedido perdón a Dios, la una, si se mataba por no servir de
instrumento a su hija para que le ofendiese, y su hija perdiese su honra, y la otra si por
conservar su virginidad, se acostaron las dos sobre la cama, y partido que hubieron el
tósigo,385 tomó cada una su parte, con la fuerza del cual perdieron al instante las vidas y
quedaron difuntas.
El Turco, llevado con las alas de su maldito deseo, al aposento de estas
desventuradas, y a la otra que había dicho, visto que hubo este triste espectáculo, y no
385
Veneno.
361
hallando con quién vengar su cólera (porque todas las mujeres que guardaban a Fabia y a mi
Amilia las habían dejado solas, por haberlo ellas así mandado, para ejecutar sin impedimento
de nadie lo que habían intentado) arrancaba sus barbas, y se maldecía mil veces a él y otras
tantas a Mahoma. A sus gritos acudieron dos o tres mujeres, a las cuales de una rabia
endemoniada hizo pedazos con la cimitarra que traía al lado, creyendo ser ellas, las que
habían traído ponzoña, y por mandado de la sultana, su mujer, que andaba muy celosa de
Amilia. Y así como Solimán teniendo las lágrimas a los ojos, volvía los dos cuerpos de una
parte a otra para ver si habían de todo punto espirado, y apercibiendo la carta que Fabia había
escrito antes de morir, la tomó en sus manos, y viendo que se endilgaba a mí, me envió a
buscar, defendiendo so graves penas al mensajero, de no decirme otra cosa, mas de que el
Gran Señor quería hablarme. Oído que hube su mandado, no hice falta en obedecerle,
sintiendo no se qué dentro de mi corazón, que me anunciaba algún siniestro suceso.
Llegado que fui al aposento, Solimán tomándome por la mano me dijo llorando,
corriendo la cortina de lecho: “Mira cristiano con qué crueldad, estas criaturas han querido
atormentarte a ti y a mí con privarse ellas mismas de las vidas”. Oído que hube estas
palabras, y visto al instante en volver los ojos sobre el lecho la declaración de ellas tan a mi
daño me caí en el suelo privado de sentido. Lo cual visto por Solimán, mandó a mi
compañero el olofagibaja que me llevara a mi casa, y que vuelto que hubiese en mí que me
diese la carta que Fabia había escrito para que viese por ella, como él estaba inocente de su
muerte.
Vuelto que fui en mí, a fuerza de remedios que se me hicieron, después de haberme
puesto en llegando a mi casa sobre un lecho, me dieron la carta así como Solimán había
mandado. Por la cual habiendo visto el suceso de lo que acabo de contar y el postrer a Dios
362
que mi esposa me había dado, me sentí tan acongojado, que todos entendían que había de dar
el alma a Dios. Mas fuese, o que mi hora no había llegado, aun lo que los hados me quisiesen
guardar para que viese otras muchas cosas, salí mejor de lo que todos esperaban de mi
trabajo porque consolándome a mí mismo con representarme que era cristiano y hombre,
volví mis pensamientos a Dios, rogándole perdonase los pecados de mi mujer e hija, cuyas
muertes merecían otra tanta alabanza, entre los gentiles, como vituperio entre cristianos.386
Fuime a ver a la mañana a Solimán, para suplicarle que me diese los cuerpos difuntos,
para que les pudiese dar sepultura, lo cual Solimán me rehusó, diciendo que quería hacer un
sepulcro de mucha costa, y que porque no lo podía hacer por entonces, por amor de las
guerras que se le ofrecían, que los había hecho ya embalsamar, y poner adonde las sultanas se
solían enterrar hasta que la ocasión se ofreciese de hacer un sepulcro de no menos costa que
aquel del antiguo mausoleo. Y preguntándome cómo me hallaba, y qué era lo que quería
hacer, le respondí, que todo lo que su majestad fuese servido. Solimán mostrándose muy
alegre de esta respuesta, me tomó por la mano, y alejándose un poco de la compañía, me
protestó con todos los encarecimientos, que pudo y supo que si quería volverme turco, que
me daría a Xalisa por mujer (que era una dama hermosísima, y a quien él había querido sobre
manera) y además de esto, me haría uno de su bajás, luego que hubiese dado la vuelta de las
Indias Orientales, adonde me pensaba enviar, con título de general, contra los portugueses, a
querer tomar la ley de Mahoma y dejar aquella de Cristo.
Al tiempo que Solimán me decía estas palabras, me vino al pensamiento engañarle, y
de vengar la muerte de mi hija y esposa y hacer servicio a Dios, y a mi religión. Para hacer lo
386
El tema de la mujer virtuosa podemos verlo en Cárcel de Amor (1523) de Diego de San Pedro, cuando
Lerinao en el capítulo 45 “Prueba por exemplos la bondad de las mujeres, ” enumera ejemplos de la antigua
Grecia, Roma, del Antiguo Testamento y de la sociedad de su tiempo. Fabia y Amilia también pueden estar en
este grupo de mujeres virtuosas.
363
cual, me puse de rodillas delante de él, y con palabras que procedían, al parecer, de una
buena y sana intención, mostré otorgar con grandísimo contento, el partido que Solimán me
ofrecía. Solimán a quien Barbarroja había dicho las alabanzas que Andrada me había dado en
la Sperlonga, y el mismo Andrada se lo había asegurado después a él, estuvo muy alegre y
contento, oyendo mi voluntad, así por haberme cobrado grande amistad, como por creer que
la experiencia que yo tenía de las cosas de la guerra, le podrían hacer venir al cabo de sus
pensamientos, esperando por premio de mis servicios, una mujer tan hermosa como era
aquella que me quería dar y un cargo tan honroso. Y porque importa para declarar mejor el
fin de mi historia, decir la causa porque Solimán quería hacer la guerra contra los
portugueses que estaban en las Indias Orientales, haré, si me dais licencia, un discurso sobre
ello”.
Así como don Esteban quiso continuar su plática, fue interrumpido por un ruido de
muchas voces, que llegaron con ser ellos muy lejos y apartados a sus oídos, muy roncas y
sordas. Causó a todos los circunstantes un asombro muy grande la novedad del caso porque
con ser débiles y flacas las voces que resonaban, se conocía claramente ser palabras, que
salidas con violencia de la boca de muchedumbre de personas, significaban el regocijo y
contento que sus almas tenían. Estuvieron así escuchando buen rato, sin perder un momento
que no se emplease (con poner en mil maneras de posturas los oídos) a poder atinar el lugar
de donde venían estas voces. Pero a causa que el viento soplaba un poco más demasiado de
lo que era menester, y las olas del mar alborotadas se hacían perpetua guerra, no fue posible
poder juzgar cuál era. Este empacho y la pausa que poco rato después las voces hicieron
fueron causa que Elisaura y Sicandro, rogasen a don Esteban de continuar su historia, y como
a buen pagador que cansado de deber le tarda verse en paz con sus acreedores, don Esteban
364
queriendo salir de su deuda, tornó a proseguir su historia. Declarando en pocas palabras,
quién fue el primero que descubrió las Indias Orientales y la causa porque el Gran Turco
quería tanto mal a los portugueses, que fue hablando de la manera que en el libro siguiente se
podrá ver.
365
Libro Octavo
ARGUMENTO
Don Esteban prosigue su historia, y cuenta la navegación que los portugueses hicieron en
Oriente el año de 1410. Y declarado que ha en pocas palabras, las mayores conquistas que
hicieron en aquella región, deduce las razones porque el Gran Turco envió el año de 1558 a
él y al eunuco Solimán con ochenta bajeles contra ellos. Cuenta el fin que tuvo esta guerra,
la historia que de su hijo don Lorenzo le contó un mancebo después del cerco de Diu cómo
partió de allí para irle a ver adonde estaba, lo que le sucedió en aquel viaje, quién era el
mancebo que le había contado las fortunas de su hijo, y todas las demás aventuras que le
sucedieron hasta que se puso ermitaño en el lugar adonde estaba.
Capítulo I387
“No es menester mentar delante de quien sabrá mejor que yo el nombre de aquel que
(menospreciando el temor que todos los pilotos tenían antiguamente de las peligrosas
sirtes388) comenzó a dar el año de 1410, las velas al viento, pasado que hubo el Cabo, que
está cerca del monte Atlante, los que entre las gentes occidentales, han inventado el uso
marítimo del astrolabio, ni aquel de quien el saber en la geografía, sobrepujando toda la
ciencia que los antiguos tuvieron en las matemáticas, fue el primero que descubrió las Indias
387
Los capítulos cuatro y ocho son los más largos de la novela. Son abundantes los detalles de las navegaciones
de los portugueses y sus conflictos con los turcos sobre el control de las islas orientales.
388
Sirte “banco de arena”. En el original, “sirtas.”
366
Orientales. Bástame decir que la gloria de ello se debe sola a la nación portuguesa, por ser
ella la que ha puesto la navegación en su perfección.
Reinando pues en este tiempo que digo en Portugal, Eduardo, hijo de Juan, primero
de este nombre, el Infante don Enrique (como pueden saber) fue el primero que armó para ir
a la conquista de las Indias Orientales, el cual después de haberse engolfado en el mar
Océano,389 y llegado con su flota hasta el monte de la Leona,390 que está trescientas sesenta
leguas más allá de las Islas Canarias, descubrió hacia los más remotos límites de la
Mauritania algunas tierras que se extendían más adelante de la línea del Ecuador. Y así como
este valeroso príncipe hacía edificar, tomado que hubo tierra, iglesia y fortalezas en estas
partes, para poder ir ganando más adentro con la fuerza de sus armas y sembrar en aquella
región el Santo Evangelio, fue Dios servido de llevarle para el cielo. Alfonso su heredero de
generoso ánimo, así como se vio en posesión del reino, por la muerte de su padre Eduardo,
aunque se hallaba harto ocupado con las vecinas y domésticas guerras que tenía, puso el
trofeo de la cruz y las armas de Portugal, hasta Alfinario, que los modernos llaman Cabo
Verde, y de allí hasta el Cabo de Santa Catalina, que está dos leguas más allá del Ecuador.
Desde allí fue descubriendo y conquistando tierra hasta Guinea, que está casi debajo
de la zona del medio, y por consiguiente se extendía la fe de Jesucristo casi por todas las
partes por donde los portugueses pasaban. Pero, aunque todo esto se hizo con grande
389
Loubayssin menciona algunos de los principales logros del imperio marítimo portugués. Se inician en el
siglo XV bajo el reinado de Juan I (1385-1433). Portugal captura Ceuta en 1415. El príncipe Enrique el
Navegante (1394-1460) funda una escuela de navegación en Sagres y organiza las expediciones a la costa oeste
de África. Se descubren Madeira, Cabo Verde, Angola y la Guinea. Vasco de Gama descubre el Océano Indico
y expande el imperio portugués hasta la India. La victoria naval portuguesa en la batalla de Diu (1509) le da al
imperio el dominio marítimo del Oriente. Conquista Adén (Yemen) en 1516, y con ello puede dominar el Mar
Rojo y controlar la ruta de las especias hasta 1538. Otro navegante portugués, Pedro Alvares Cabral, descubre
Brasil en 1500. El poeta Luis de Camoes en su obra Os Luisadas, dedica el Canto Noveno a la expedición de
Vasco de Gama a la India (1497-1499).
390
El actual país de Sierra Leona. El navegante portugués Álvaro Fernández es el primer europeo que llega en
1447, cuando trata de circunnavegar África.
367
diligencia, parece que Emmanuel, heredero de Alfonso, viéndose señor de aquel reino
(después de su muerte) queriendo ilustrar y eternizar aun más, en los siglos venideros el
nombre portugués, y sobrepujar con sus conquistas los heroicos hechos de sus pasados, envió
el año de 1497 a Vasco da Gama,391 caballero portugués, por general de cuatro naves ligeras
que le dio, a fin de apresurar con más cuidado y diligencia, que no se había hecho hasta allí el
descubrimiento y conquista, de toda aquella tierra.
Vasco de Gama, embarcado que se hubo con toda su gente, después de haber perdido
la vista de Lisboa, hizo levantar las ancoras y dar las velas al viento, en las cuales
envolviéndose aquel que viene del norte, que soplaba con grande vehemencia, le hizo pasar
en pocos meses el Cabo de Buena Esperanza, yendo a hacer agua a un lugar llamado San
Blas. Y continuando después su navegación, fue a aportar a la región de Zanguebar,392 de
cuyo puerto, habiendo alzado las velas, pasado que hubo la comarca de Sofala, se fue
surcando después hasta el reino de Quiloa.393 Al fin, descubriendo, conquistando y haciendo
abrazar y creer la fe de Jesucristo, hizo de manera, que tomó tierra en el reino de Calicud,
donde vivía el rey de los malabaros, el zamorín394, uno de los más grandes y poderosos
príncipes, de todas las Indias.395
Sería nunca acabar decir las batallas que se dieron contra este rey, los actos heroicos
que después hicieron en esas partes, Albuquerque, Almeyda, Pacheco, y otros capitanes.396
391
En noviembre de 1497, Vasco de Gama bordea el Cabo de Buena Esperanza y después recorre la costa
oriental de África del Norte y el Océano Indico. En abril de 1498, llega al puerto de Calicut (Kozhikode),
convirtiéndose en el descubridor de la ruta marítima directa a la India. Vuelve a Lisboa en septiembre de 1499.
Durante su vida, realiza tres viajes y muere en Goa en 1524.
392
Hoy en día, la isla de Zanzibar.
393
Actualmente, Sofala se encuentra en Mozambique. Quiloa (Kilwa) es una isla y pertenece a Tanzania.
394
Zamorín es el título de los reyes del antiguo estado hindú de Calicut, actualmente el estado de Kerala al sur
de India.
395
En este caso se refiere a las Indias orientales.
396
Alfonso de Albuquerque (1453-1515), célebre almirante conquistador portugués. Toma posesión de Goa en
1510 y la convierte en la capital de las Indias portuguesas. Francisco de Almeyda (1450-1510), primer virrey de
368
Porque echaron casi de todos los puertos del golfo Arábigo, a los turcos, persas y árabes que
trataban en ellos y llevaban las especias, los olores y todas las maneras de mercaderías de la
India, al Cairo y a Alejandría, y de allá a Europa. De manera que Solimán enojado de esto, y
aun encendido del deseo que tenía de conquistar nuevas tierras, había comenzado muchos
días antes a hacer grandes aparatos para enviar allá. Y lo que hacía que persistiese siempre en
su propósito era el representarse, que Campson, Sultán del Cairo397, el cual en el mismo
tiempo que Selim, su padre, le acometía, había puesto una grande y poderosa armada naval
sobre el Mar Rojo, para que con ella pudiese echar de la India a los portugueses (que se
habían atrevido a entrar dentro del golfo y estrecho Erithreo)398 no solamente fuera del mar
Arábigo, más aun de la ulterior India donde habían ya hecho algunas fortalezas muy fuertes.
Y les hubiera dado harto en que entender, si la disensión y deslealtad de sus capitanes
Almyrasses y Raysalamon, no hubiesen dado desdichado fin a la prevenciones de una flota
tan costosa.
Pareciéndole pues a Solimán, que mi persona por ser yo español, le sería muy
necesaria, y que si venía una vez a dejar la ley cristiana y declararme, por la esperanza de la
fortuna que me ofrecería, enemigo de mi propia nación, vendría sin duda por mi ayuda a
echar los portugueses de la India, quiso ofrecerme lo que habéis oído, cuando fui por la
mañana, después de la muerte de mi mujer e hija, a pedir sus cuerpos, y tomando al pie de la
letra mi respuesta, quiso al instante que me hiciese turco, a lo cual habiendo obedecido de
las Indias portuguesas. Participa en la batalla naval de Diu en 1509. Duarte Pacheco Pereira (1460-1533),
capitán, soldado, y cartógrafo portugués. Explora la costa oeste de África.
397
Al-Ashraf Qansuh al-Ghawri (1501-1516), el último sultán mameluco de Egipto. En 1516 participa en la
Batalla de Marj Dabiq donde muere y a resultado de ello los turcos otomanos logran conquistar Egipto.
398
Golfo y estrecho de Zula, en la Eritrea moderna.
369
apariencia, pero no de corazón, me declaró a mí y a un eunuco, llamado Solimán, que era
gobernador de Egipto, generales de la armada que quería enviar a las Indias.
Este eunuco era albanés de nación,399 y había venido a la dignidad de bajá, por causa
de la agudeza y sutilidad que tenía, de los negocios de la guerra, de manera que el Gran
Señor, ponía mucho crédito en él y le empleaba en los negocios de mayor importancia. Así
como este eunuco supo el intento de su amo, hizo llevar desde el golfo de Stalia y de
Caramania,400 muchos materiales traídos con gran trabajo, subiendo por el Nilo hasta
Damieta donde había hecho venir, tan grande número de oficiales, para hacer bajeles, que en
pocos meses hicieron muchas galeras las cuales eran llevadas en piezas y con camellos por la
arena de esta seca región, hasta Suez, puerto del Mar Rojo, llamado antiguamente Arsinoe. Y
de allí habiéndolas vuelto a juntar, y puesto los mástes401 y otras cosas necesarias, las hizo
llevar y poner en el mar. Este camino del Cairo a Suez contiene ochenta millas de distancia, y
es cierto que en los más antiguos siglos y en el tiempo que los reyes de Egipto se empleaban
a hacer cosas extrañas y monstruosas para publicar por la redondez de la tierra sus nombres,
se había hecho un foso navegable, desde Menfis hasta Arsinoe con grandísima pena y
costa,402 el cual después, aunque no se pudo navegar, por causa de las arenas, de las cuales
con el tiempo se vino a henchir, traía con todo eso agua del Nilo, hasta los algibes de
Arsinoe, conforme las inundaciones de aquel río. La industria y casi increíble diligencia de
este eunuco, fue causa que se vino a hacer una armada de ochenta bajeles, es a saber, veinte
galeras muy bien artilladas y guarnecidas, cuatro galeazas403, y veintisiete navíos, y siete
399
Suleiman Pasha fue virrey otomano y gobernador de Egipto. Dirige la conquista de Diu y de Adén (1538).
Golfo de Stalia, actualmente el distrito de Staglieno en la provincia de Génova. Caramania, actualmente la
provincia de Karaman, en el sur de Turquía.
401
Mástiles.
402
Trabajo.
403
Embarcación, la mayor de las que se usaban remos y velas.
400
370
grandísimas naves, hechas para traer las municiones y pertrechos de guerra. Dentro de las
cuales el eunuco hizo embarcar, por fuerza, muchos venecianos, franceses, alemanes, y de
otras naciones que habían ido a tratar a aquellas partes.
Dado que me [había entregado]404 el Turco los despachos del general, y enviado por
mensajeros expresos al eunuco que me admitiese a aquella guerra por compañero, partí de
Constantinopla con grande acompañamiento, y me fui a juntar con el eunuco, el cual
obedeciendo al Gran Señor, me hizo tomar la mitad de la armada. Y habiendo salido del
golfo Arábigo,405 y pasado más adelante de aquel de Persia. El eunuco viendo que parte de
los pilotos y marineros rehusaban de obedecerle, hizo ahorcar en una vez doscientos de ellos,
con el cual ejemplo de crueldad, habiendo cesado el motín, pasamos a la ciudad de Gidda,406
a la cual sus vecinos habían desamparado porque el gobernador, conociendo la codicia e
inhumanidad del eunuco, se había ido con ellos en lugares desiertos y apartados. De Gidda
pasamos a Camaran, y de allí, a Zebit,407 donde el eunuco hizo degollar a Nocomada Hamed,
turco de nación, con habernos recibido de paz y muy suntuosamente.
Yo sufría, aunque los capitanes y soldados de la armada me rogaban casi todos los
días, que le fuese a la mano, que cometiese estas crueldades para hacerle aun más aborrecer
de lo que era y poder alzarme con parte de la armada, cuando la ocasión se ofreciese a fin de
ir sobre él al primer motín que se levantase, e irme a poner, con los venecianos, y demás
cristianos que estaban en la armada, de la parte de los portugueses, en llegando a Diu.408 De
404
En el original “Dado que me hubo el Turco […].”
Khalij el-Arab, ubicado cerca de Alejandría en Egipto.
406
La ciudad de Jeddah, ubicada en la costa occidental de la Arabia Saudita.
407
La isla Kamaran, ubicada en el Mar Rojo y actualmente pertenece a Yemen. Zabid o Zebit, ciudad ubicada al
oeste de Yemen es una de las más antiguas de la región.
408
La ciudad de Diu está ubicada en una isla, en la costa occidental de la India. En 1535, el sultán Bahadur Shah
permitió a sus aliados portugueses construir la fortaleza de Diu contra los ataques del Gran Mogol de Delhi,
Humayun. Después, la alianza se rompió y el sultán intentó recuperar la fortaleza, lo que llevó a una guerra de
405
371
Zebit, ganado que hubimos el estrecho, llegamos con toda la armada a Adén409 y habiendo
enviado primero embajadores, para pedir al rey un poco de refresco y posadas dentro de la
ciudad para curar a los enfermos. El rey consintió lo uno y lo otro. Porque envió mucha
vitualla a los navíos y ofreció posadas a los enfermos. Los soldados más dispuestos,
fingiendo estar malos, se hacían llevar cada uno por cuatro hombres muy robustos, que
habían escondido las armas debajo de los colchones sobre los cuales los llevaban.
Con este engaño fueron puestos poco a poco quinientos de ellos dentro de la ciudad,
enviando después el eunuco a decir adrede al rey que viniese a verle a sus navíos. El rey
enojado de ver el menosprecio que el eunuco hacía de la dignidad real, respondió que no
convenía a su grandeza, hacer lo que le había mandado, que fue causa que el eunuco,
haciendo la seña que había concertado con los suyos, hizo embestir a la ciudad. Los vecinos
de ella viéndose así cogidos y engañados no se atrevieron a defender al rey, por los
quinientos soldados que estaban dentro, que fue causa que el miserable rey fue preso y
llevado al eunuco, el cual como le preguntase con palabras soberbias que por qué no había
querido venir a verle así como le había mandado. El rey respondió con más libertad, que las
orejas del tirano quisiesen oír. El tirano le hizo al instante prender y ahorcar
ignominiosamente al rey, en la antena de su capitana, en presencia de toda su gente.410
1537 a 1546. Este segundo cerco de la fortaleza de Diu hace que se reconstruya la fortaleza en 1545 bajo las
órdenes de don Juan de Castro. La fortaleza fue ocupada por la India en 1961. Algunas obras dedicadas a este
suceso: el poeta lírico Francisco de Paiva de Andrade (1535-1614) publica en 1589 el poema O primeiro cerco
de Diu, dedicado a la valiente defensa dirigida por Antonio de Silveira en 1583. El poeta Jerónimo Corte-Real
dedica un poema épico de 21 cantos al segundo cerco de Diu en 1574. Se publica en Alcalá en 1597. Ver
Antonio Cirugiāo, Novas Leituras de clásicos portugueses.
409
Adén es un puerto en el sur de Yemen.
410
Durante el asedio de Diu en 1538, Suleiman Pasha invita al sultán de Adén, Sheik Amir bin Dawud, a su
nave, donde lo mata con todo su séquito. Las tropas otomanas entonces logran conquistar la ciudad.
372
Este hecho de bárbaro, y el haber tomado para él casi todas las riquezas que se habían
hallado en el saco de la ciudad, sin haber querido dar cosa a los soldados, le engendraron
tantos enemigos que quince o veinte de los más hombres de bien de la armada se conjugaron
para darle muerte. Pero no se pudo hacer tan secretamente que el eunuco no viniese a tener
noticia de la intención de sus enemigos. Para evitarlo los mandó prender y ahorcar al instante
lo que visto por los capitanes y soldados acudieron todos a mí, las espadas desenvainadas,
diciéndome a voces que si no vengaba la afrentosa muerte de sus compañeros, que me
matarían. Yo queriéndome ayudar entonces de la ocasión y de mi industria fui derecho a él,
con todos los que seguían mi partido para matarle. Para evitarlo, hizo cesar el auto de la
justicia, y se acogió con parte de los jenízaros411 dentro de la ciudad, haciendo cerrar con
mucha prontitud las puertas de ella, y yo mandando embarcar a todos los que me quisieron
seguir, que fueron casi todos, hice volver las proas de mis bajeles, derecho a la ciudad de
Diu, dando fama que iba allá para sitiarla, a fin que después de haberla tomado, hiciese ver
con mis heroicos hechos el valor de mi compañero ser muy inferior al mío.
Llegado que hubimos al río de Indo412, con seis galeras, y las cuatro galeazas, que
venían en nuestra compañía, como tengo dicho, llenas de venecianos o de otras naciones,
estando de concierto conmigo de que debíamos dejar el partido del Turco para irnos con los
portugueses. Habían ya enviado, a dar aviso a Diu de nuestro intento, con una galeota413 que
había partido la noche antes. Y ganado que hubimos a los demás bajeles que venían con
nosotros media legua de ventaja, hicimos menear los remos con tanta velocidad y
411
Los jenízaros fueron tropas de élite de infantería en el antiguo imperio otomano. Tenían a su cargo la
protección del sultán. Este ejército fue disuelto por órdenes del sultán Mahmut II, y gran cantidad de sus
miembros mascarados el 16 de junio de 1826.
412
El río Indo es uno de los más grandes en Asia y en el subcontinente indio. Es el río principal en Pakistán.
413
Galera menor que tenía 16 o 20 remos por banda, y solo un hombre a cada remo. Llevaba dos palos y
algunos cañones pequeños.
373
desenvoltura que entramos al puerto de Diu antes que los que nos seguían pudiesen sospechar
nuestra ida. Cuando lo vinieron a conocer a vista de ojos algunos de ellos, no atreviéndose de
volverse por el miedo que tenían del castigo que imaginaban que el eunuco les había de dar,
por haberme seguido, se vinieron todos con nosotros, y los demás por ser más aficionados al
partido turquesco que al de los cristianos se volvieron a Adén.
Si Silveira, que así se llamaba el gobernador portugués, que estaba en la fortaleza de
Diu, se holgó y nos hizo muchas caricias, viendo el grande socorro que le traíamos no hay
que maravillarse. Porque tenía nuevas de que Mamudio, rey de Cambaya,414 y señor de
aquella isla, le venía a cercar con un poderoso ejército.
Pero volviendo al eunuco, visto que se hubo así desamparado de la mayor parte de la
armada estaba casi desesperado. Mas sabido que hubo por las galeras y navíos turcos, que
habían dado la vuelta a Adén, como yo me había pasado con los portugueses y llevado
conmigo seis galeras, y las cuatro galeazas, sin otros navíos que me habían seguido. Le dio
una cólera tan extraña, que sin más detenerse después de haber hecho matar de todos los que
se habían amotinado, de diez a uno, y hecho entrar por fuerza en sus lugares de los habitantes
de Aden, se partió de allí con cincuenta y cinco navíos que le quedaban, determinado de no
partir nunca de las Indias, hasta haberse apoderado de mí, para hacerme (a lo que decía)
empalar. Y lo que le hacía creer, poderlo hacer sin dificultad, era que Mamudio, sobrino de
Badurio, sultán de Cambaya,415 a quien Nuño, general del rey de Portugal, había hecho
matar, venía con un grande ejército a cercar, así como tengo dicho, a Diu. Y le había enviado
a él embajadores suplicándole por ellos de venir a juntarse con grande diligencia con él para
414
Nasir-ud-Din Mahmud Shah III, rey de Khambhat, ciudad antiguamente conocida como Cambay.
Mahmud Shah III, sobrino del sultán Bahadur Shah. El sultán muere durante negociaciones de paz con Nuño
da Cunha cuando visita el galeón San Mateo.
415
374
que fuesen después contra los portugueses, y el traidor renegado, que así me llamaba, que en
burla y escarnio de la secta de Mahoma, y del nombre turquesco, había fingido renegar de
Cristo, para afrentar después, con una fingida hipocresía, a Mahoma, y al Rey de los Reyes,
el grande e invencible otomano. De los cuales saldrían vencedores indubitablemente, así por
las grandes fuerzas que tendrían, estando las armadas juntas, como por la buena inteligencia
que él tenía en la ciudad, de la cual Dios y el mundo sabían, los portugueses haberse
aseñorado y hecho matar injustamente y a traición a su tío, que era de su misma religión, y el
más poderoso rey de las Indias.416 Estas eran las razones que Mamudio había enviado a decir
al eunuco por sus embajadores, sobre las cuales este renegado albanés fundaba su rabiosa
venganza.
Para declararme con más facilidad, y entreteneros después en cosas que os darán
mucho gusto, quiero contaros la muerte de este sultán, llamado Badurio, poderoso rey de
Cambaya, y la causa porque había consentido antes de su muerte, que los portugueses
hiciesen en Diu una fortaleza. El rey de Mogor en Seytia, el de Bazayno, Crementina reina de
Citor, y otros grandes y poderosos príncipes vecinos de Cambaya, habían jurado arruinar a
este sultán. Y entrando por este efecto con grandísimas fuerzas en sus tierras, le habían
apretado de manera con ser tan poderoso, que hacía alguna vez campo de ciento cincuenta
mil hombres de a caballo, que después de haber ganado contra él dos batallas, la una cerca de
la villa de Docer, y la otra a Mandoo,417 adonde perdió toda su gente. Desesperado de [no]418
poderse más defender, habiéndose hecho rapar la barba, por no ser conocido, se fue vestido
en hábito de soldado y con poca compañía a Diu, con intento de dejar el reino y de irse con
416
Bahadur Shah, sultán de Gujarat (1526-1537).
Las villas de Dhar y Mandu, en el estado Madhya Pradesh, India.
418
Desesperado de poderse más defender […].”
417
375
sus tesoros a Meca, ciudad de las más excelentes de toda Arabia, y adonde está el sepulcro de
aquel falso profeta Mahoma. Más los suyos no dándole lugar de hacerlo así, con representarle
la imprudencia de los enemigos, y que en lugar de seguir la victoria se había contentado de
los despojos del ejército y de llevarse a sus tierras las riquezas de los lugares que habían
saqueado, alrededor de las batallas se habían dado, trocó de opinión y despachó a sus
embajadores con presentes que valían quinientos mil ducados al Gran Señor, para pedirle
socorro contra sus enemigos. Enviándole a más de los presentes dineros para pagar la costa
de los bajeles y sueldo para los soldados que enviaría. Pero el sultán, temiendo que este
socorro no viniese a tiempo, porque supo como los enemigos trataban de venirle a cercar a
Diu, envió a Sofar,419 uno de sus más excelentes capitanes a Goa420 para que dijese de su
parte a Núñez421 que era general de los portugueses, que si quería ayudarle en aquella guerra
que consentiría que labrase, así como el mismo Núñez le había rogado muchas veces, una
fortaleza en Diu, para que los cristianos que iban a tratar en su puerto, se pudiesen recoger en
ella con mucha seguridad. Nuño tomando con muchísimo contento esta ocasión por el
copete, despachó a Sofar con el sí y haciendo armar su flota se fue luego a Diu por no perder
tiempo, adonde llegado que hubo se concertó con el sultán, y con artículos públicos y
auténticos, firmados de cada una de las dos partes, en las cuales se trataba de los límites que
había de tener la fortaleza que se había de hacer al remate de la pequeña isla de Betele.
Acabado que fue el concierto, se puso al instante así por los canteros como por los
soldados, la mano a la obra, labrando una fortaleza en forma triangular, que se remataba
sobre el cabo de la isla, tomando sus cimientos desde el mar abierto hasta el cerro interior,
419
Khwja Safar Salmani, soldado en el ejército de Bahadur Shah, que llega a ejercer el cargo de gobernador de
Surat con el nombre Khudawand Khan. Muere en 1546 durante un ataque a la fortaleza de Diu, y le sucede en el
cargo su hijo Ramazan Rumi Khan. En el original Loubayssin dice Sofar.
420
Territorio en la costa de Mumbai en India que conquistaron los portugueses en 1530.
421
Nuno da Cunha (1487-1539), gobernador de los territorios portugueses en India entre 1528 y 1538.
376
que está frente a frente de la ciudad. Hízose un muro de diecisiete pies de ancho, teniendo de
alto hasta la toquilla, veinte pies, y siete y medio de diámetro dándole por nombre Tomea,
porque fue empezada a labrar el día y fiesta del bendito apóstol santo Tomás.
Desde allí fueron prosiguiendo los muros por la otra orilla de la isleta, del lado
adonde unas grandes y excesivas peñas vienen a ocupar la distancia que hay hasta el puerto
donde fue labrada otra grande y muy fortísima torre, hecha con cinco pies de diámetro, a la
cual se dio nombre de Santiago Patrón de las Españas. Los muros fueron acompañados de
fosos, hasta que las peñas y los despeñaderos no permitieron de pasar más adelante. Entre las
dos torres se hizo una puerta muy bien pertrechada, por la cual se entraba en la ciudad
adonde también fueron labradas casas para el gobernador y soldados hechas al uso militar.
Con esto se concluyó la obra, y se acabó dentro de cuarenta y nueve días, que no fue de poca
maravilla para el sultán, de ver con qué diligencia se había hecho.
Esto así acabado, el sultán queriendo empezar la guerra contra los enemigos, rogó a
Núñez de enviar a cobrar por su gente la ciudad de Variuena, fundada en los confines de
Cambaya, y una fortaleza labrada sobre el río Indo, que los enemigos habían tomado. Lo que
Núñez hizo, así como estaba obligado, enviando a Vásquez Petreyo de San Pelagio con
cuatrocientos portugueses, y Sofar con él, que llevaba trescientos turcos. Petreyo, habiendo
llegado a Variuena, y venido a las manos con los mogores, que estaban en ella de guarnición
peleó él y sus soldados tan animosamente, que volvió a poner la ciudad, y después la
fortaleza, en las manos del sultán en muy poco tiempo. Lo que sabido por el rey de los
mogores, y asimismo, que algunas compañías portuguesas, habían sido enviadas de
guarnición en las fronteras de Cambaya, dejó entrar con poderoso ejército que tenía ya en pie
en las tierras del sultán, y despidió a sus capitanes y soldados, tan grande era la fama que el
377
nombre portugués había cobrado en aquella región, que hacía que los más poderosos reyes de
las Indias,422 en solo oír mentar sus nombres, perdiesen al instante el ánimo y las fuerzas.
Después que Sosa hubo limpiado las vecinas comarcas del río de Indo, y cobrado la ciudad
de Variuena de los mogores, dio la vuelta a Diu. Núñez que había también detenido el ímpetu
del rey de Mogor con los soldados portugueses que había enviado a Cambaya, queriendo ir a
pasar el invierno a Goa, se partió de allí dejando a Sosa por gobernador de la fortaleza, con
ochocientos portugueses muy bien abastecidos de municiones, armas y artillería.
El sultán Badurio, fuese, o por la liviandad de su entendimiento, o porque el general
Núñez no le había enviado tanta gente, como él se había prometido, para hacer guerra al rey
de Mogor, empezó a arrepentirse de haber puesto en su reino, una nación invencible, y
mandó a Ninarao, gobernador de Diu, que al instante con achaque de cercar de todos lados la
ciudad y de querer encerrar en ella las caballerizas del rey, hiciese la muralla delante de la
fortaleza que los portugueses dijesen que no los sufrirían, porque la fortaleza quedaba
después con mucho peligro, el sultán dejándose llevar de la cólera, comenzó a amenazarlos, y
a decirles mil injurias deshonestas y soberbias. Y habiéndose después reconciliado con ellos,
para mejor engañarlos después, había determinado de convidar a Núñez la primera vez que
viniese a Diu y de hacerle matar, con todos los que le acompañasen estando en la mesa y para
que no pudiese venir a Sosa después ningún socorro, se había unido con Zamorín, rey de
Calicud, y con otros reyes y gobernadores de aquella región, los cuales debían acometer, al
mismo tiempo que él embistiese la fortaleza, a los portugueses que estaban en Goa y en las
otras partes de las Indias, prometiéndoles, que después de haberse apoderado de la fortaleza,
de irlos a topar con un poderoso ejército, para ayudarlos a echar de toda la India.
422
Las Indias orientales.
378
Núñez, habiendo descubierto esta bellaquería, por muchos y evidentes indicios, al
principio del año de 1537, queriendo evitar el daño que podría resultar, si tardaba más en
poner remedio en ello, partió al instante de Goa con treinta navíos, dentro de los cuales había
quinientos portugueses, y se fue derecho a Diu, mandando a Martín Alonso423 que le siguiese
a la costa de los Malabaros. Este remedio vino más presto de lo que se pensaba porque tan
presto como el general hubo echado las ancoras en el puerto de Diu, fingiendo estar
indispuesto, envió a besar las manos al sultán y a suplicarle le perdonase, si estando malo no
había podido ir él mismo en persona a hacerle el acatamiento debido. El sultán para encubrir
mejor su traición entró dentro de una pequeña galera de dos remos para ir a visitar a Núñez
en su capitana, estaba vestido de verde y en hábito de cazador con una diadema negra sobre
la cabeza y una espada dorada al lado, trayendo consigo, en la misma galera, sin Sosa, que
aun hecho venir con color de amistad del fuerte, trece de sus sátrapas o amigos, dos pajes que
traían, así como habían acostumbrado, el uno la daga del sultán, y el otro su arco y aljaba, y
se seguían cuatro bajeles cargados de los demás de sus criados. Aportado que hubo a la
capitana y subido en ella, el general Núñez fue, la cabeza descubierta hasta las escaleras para
recibirle, con grande demostración de honra y respeto, y después de haberle hecho con
mucha humildad el acatamiento, le hizo entrar dentro de la popa, que estaba compuesta y
aseada como un aposento real. Y los portugueses dejaron entrar solamente con él, el faraute,
un paje, y tres de los más principales sátrapas. Había dentro de la capitana doscientos
soldados, y entre ellos algunos que debían en entrando el sultán, y los que fuesen con él,
matarle, de manera que los que estaban escogidos para ejecutar esta muerte, no esperaban
otra cosa más que la seña del general, la cual Núñez no quiso hacer, mientras que el sultán
423
Martín Alonso de Sousa (1490-1571), soldado portugués y gobernador de la India portuguesa entre 15421545).
379
quedó dentro de su nave. Dícese que quedaron los dos mudos y confusos algún tiempo, el
uno por la grandeza del caso que intentaba, y el otro considerando el gran peligro en el cual
se había puesto. Finalmente el sultán, habiendo preguntado a los suyos en lengua persa, que
si habían visto alguna gente armada, escondida en la galería que está cerca del timón, le fue
respondido que no habían visto a nadie. En fin despidiéndose de Núñez, el cual le quiso
siempre acompañar para honrarle más, se volvió a las escaleras, y se arrojó de un salto,
llegado que fue a ellas, dentro de su galera, creyendo haber escapado de un grandísimo
peligro. Pero Núñez, viéndole así ir, hizo entonces la seña, diciendo a los conjurados que si le
dejaban escapar, que los tendría por los más poltrones y cobardes soldados del mundo. Ellos
oyendo estas palabras, saltaron con mucha velocidad dentro de algunos bajeles ligeros, y a
fuerza de remos alcanzaron al sultán entre la guarnición de los portugueses y la armada
naval. Sosa con los más atrevidos de su navío saltó en su galera y los otros se arrojaron por
los lados, trabando al instante un furioso combate alrededor del rey, que se defendió, de
manera que de una parte y de otra caían muchos muertos y entre ellos Sosa, a quien el yerno
de Sofar, que se llamaba por causa de su gran valentía el tigre del mundo, mató con un golpe
de cimitarra. El paje que traía el arco y aljaba del sultán, siendo famoso arquero, mató con
dieciocho flechas que tenía, dieciocho portugueses. Pero acertado al fin de un arcabuzazo,
cayó con los demás. A esta sazón, tres naves ligeras del rey, y llenas de turcos que venían de
Mangalor, gente de baja suerte, aunque bien armada, viendo al rey cercado de enemigos y en
grande peligro de perder la vida, vinieron con grande presteza en su socorro y sin mostrar un
solo punto de cobardía, dicen que pelearon con tanta porfía, que acrecentándose cada
momento el número de los portugueses, y ellos diminuyendo, murieron todos sin que
quedase uno solo vivo. Ya se hallaba la galera del rey vacía de gente, y aunque él estaba muy
380
mal herido, persistía siempre en animar, a sus marineros, y su galera estaba ya muy cerca de
la orilla, cuando una pelota de cañón le llevó cuatro, o cinco de sus remeros. Y porque su
galera no podía pasar más adelante, por hallarse en vacío y casi pegada a la tierra por falta de
agua, se arrojó dentro del mar para salvarse.
Todo esto no era más de alargar un poco más la vida, siendo la voluntad del cielo que
muriese aquel día. Porque habiendo ido nadando un poco de tiempo entre las olas, así herido
como estaba, fue echado por la violencia del agua, junto a la galera de Tristan Paiua
Scalabitano. Y allí entre la esperanza y el temor, pidiendo la vida con grandes promesas y
voces lamentables, y gritando el pobre miserable a cada momento que era el rey, y otras
veces el sultán, entretanto que Paiua le ofrecía un remo para que agarrase de él y se salvase,
fue muerto descuidadamente de un picazo, o astada,424 que un marinero, hombre de baja
suerte, le dio. Dicen que su cuerpo, habiendo combatido gran rato con las olas coló después a
lo hondo, sin que se viese más.425
He querido contar muy por extenso, y de la misma manera que Silveira me lo contó a
mí, el miserable fin que tuvo este rey, para que nos consolemos con representarnos en la
memoria este revés de fortuna, que si el más rico y más poderoso rey de todas las Indias, y
que poco antes había henchido las tierras y los mares de asombro, vino a morir por manos
enemigas, y de un género de muerte tan cruel y a la vista de todos los suyos. No hay para que
maravillarse si la fortuna se ha mostrado rigurosa con nosotros, pues se atreve, como vemos
todos los días, contra las coronas y tiaras de los mayores monarcas del mundo, que si este
rey, y el de Adén, a quien una persona, privada del nombre, cumplido de hombre, hizo
424
Lanza o pica alta.
Las circunstancias de la muerte del Sultan Bahadur de Gujarat son inconsistentes en los relatos de autores
portugueses y musulmanes. Aunque no se disputa la fecha de su muerte (el 13 de febrero, 1537), ambos culpan
al otro de los acontecimientos. También, muere el capitán de la fortaleza de Diu, Manuel Caetano de Sousa. Ver
Asia portuguesa de Manuel de Faria e Soussa, vol. 1, parte IV, capítulo 8, pág. 328-330.
425
381
padecer una muerte tan ignominiosa, como tengo dicho, no nos daban hartas pruebas de las
miserias en que están sujetas todas las grandezas humanas, pudiéramos buscar otros ejemplos
aun mucho más extraños y prodigiosos, sucedidos en la antigüedad, para enterarnos de todo
punto, de que no hay cosa en este mundo, que no sea transitoria y mudable. Mas para volver
a mi propósito, digo que Núñez apoderándose, después de la muerte del sultán, de la ciudad
de Diu y de toda la isla, hizo poner muy buena guarnición de soldados, en el fuerte de
Rumepolis,426 que no está muy lejos de la ciudad, y con presteza increíble hecho que hubo
cercar a la fortaleza de muy fuertes murallas, dio orden a todas las cosas que conoció ser
necesarias, así a los ciudadanos y extranjeros que venían a tratar a Diu, como a todo lo que
era menester para la conservación de la ciudad. Y después de haber puesto por gobernador de
ella y de la fortaleza, a Antonio Silveira,427 se fue a pasar el invierno, así como había
acostumbrado, a Goa.
Esta desdicha del sultán, publicada por todas sus tierras, los mayores sátrapas de
Cambaya declararon por rey en todos sus estados al príncipe Mamudio,428 hijo de su
hermana, el cual persuadido de Sofar grande enemigo del nombre cristiano, y sobre todo de
los portugueses, determinó de vengar la muerte de su tío, y de volver a cobrar la ciudad de
Diu. Puso en pie para este efecto con la ayuda de Sofar, un grande y poderoso ejército, con el
cual fue a poner el cerco, entrado que hubo en la isla, delante del fuerte Rumepolis, con
intento de juntarse después de haberle tomado, con el eunuco Solimán, para ir a sitiar a Diu.
En este estado estaban los negocios que los portugueses tenían en las Indias
Orientales, cuando mi buena suerte, y aquella del rey de Portugal, quisieron que yo llegase
426
Villa dos Rumes. Ver Newton, Arthur P. Cambridge History of the British Empire, vol. 2, pag. 15-17.
Antonio da Silveira, es defensor de la fortaleza de Diu durante el sitio en 1538.
428
Mahmud Khan, elegido shah por los nobles después de la muerte de Bahadur.
427
382
con el eunuco Solimán a Aden. Porque a decir verdad, no estaba en el poder de Silveira, ni en
aquel de Núñez resistir, sin el socorro que yo les traje, a un tan poderoso ejército de tierra y
armada de mar, como hubieran hecho las fuerzas de Mamudio y nuestras, si yo no hubiese
dejado al eunuco con parte del ejército como hice. Porque en haciéndolo así, había cortado
las alas a la armada turquesca, y al contrario aleado y hecho nacer esperanzas, con mi
socorro, a quien las tenía ya casi perdidas con solas las nuevas que tenían de la tempestad que
les venía a cargar.
Entre tanto que Mamudio y Solimán, que se habían ya juntado, batían a Rumepolis,
tuvimos lugar Silveira y yo de fortificarnos y de dar orden con nuestra armada de mar, a que
la enemiga no pudiese entrar en el puerto. Y porque supimos que los habitantes de Diu no
estaban muy contentos de la dominación portuguesa, y que había dentro de la ciudad gente de
guerra extranjera vestidos en hábito de mercaderes, castigamos a los unos con privarlos de la
vida, quitamos a los otros las armas, e hicimos traer a la fortaleza, cuatro de los más ricos
mercaderes para que nos quedasen en rehenes.
Al fin, Silveira, viendo que a querer defender Rumepolis era perder casi toda su
gente, mandó a los soldados que quedaban de guarnición que dejasen el fuerte, y que
viniesen a Diu.
Sería nunca acabar decir con qué ímpetu y violencia el enemigo vino a acometernos
de todas partes, tomando que hubo el fuerte de Rumepolis, y con qué valor y porfía los
nuestros se defendieron. Porque en siete u ocho diferentes asaltos que dieron a la ciudad, y
otros tantos a la fortaleza, matamos más de veinte mil de ellos, sin que de los nuestros
muriesen más de cincuenta o sesenta.
383
Solimán ardiendo en viva saña, de ver cuán grande era el estrago y matanza que en su
gente se hacía en cada asalto, se arrancaba los cabellos de pura rabia, y hubiera hecho otro
tanto de las barbas, si las hubiera tenido.
Sofar Alucan, y los demás capitanes de Mamudio, viniendo a conocer con muchos
indicios la perfidia y maldad de los turcos y que si una vez los portugueses eran vencidos, y
ellos vencedores, que el eunuco haría con ellos, lo que Bernardo del Carpio429 hizo con los
moros, después de la batalla de Roncesvalles, cuando dijo “de los enemigos los menos”.
Dejaron con licencia del rey Mamudio, que consintió en ello, el cerco de Diu, y se recogieron
a los lugares marítimos. Lo que visto por Solimán, bramaba como un toro, y porfiado en su
primer intento, no quiso por eso levantar el sitio, jurando por su profeta Mahoma que había
de tomar la fortaleza y la ciudad, si debiera de estar delante de ellas, otro tanto con sus
turcos, como hizo Agamenón con sus griegos delante de Troya. Para este efecto, queriendo
probar si la fortuna le sería más favorable por mar que por tierra, hizo entrar la mayor parte
de sus soldados dentro de los navíos, y después poner dentro de una muy grande nave, que
tenía para llevar cargas, y no le podía servir más de vieja que estaba, un grandísimo montón
de materias secas, es a saber, pez, azufre, trementina, y otras cosas, que echasen de sí
quemando, grande hediondez y humareda. Y el pensamiento que tenía, era de enviar entonces
cuando la marea llegara contra la fortaleza, esta hoguera encendida, para que la llama y mal
olor hiciera perder el aliento a los que estaban dentro, o que entretanto que nos ocupásemos
de apagar el fuego, que los turcos pasando con los navíos de la otra parte con grande
presteza, y a la oscuridad de la noche, escalasen después las murallas. Pero para que una
máquina de tanto peso pudiese ser llevada por las olas y aplicarse contra el muro, era
429
Bernardo del Carpio, héroe mítico del antiguo reino de Asturias. Participa en la famosa batalla de
Roncesvalles (siglo VIII), donde los castellanos logran derrotar a los francos.
384
menester esperar forzosamente que la luna estuviese llena, a fin que la nave empujada con la
gran creciente del mar, que los marineros llaman vulgarmente las aguas vivas, viniese a hacer
más efecto. Yo habiéndome apercibido de ello, dado orden que Silveira hubo a la fortaleza y
a la ciudad, para que pudiesen resistir a los turcos, si venían a embestirla por tierra, determiné
de ir acompañado de sólo seis navíos a pegar el fuego a la nao, y de quitar de una manera, o
de otra esta invención, perniciosa, o vana y ridícula. Y habiendo hecho entrar quinientos
soldados muy bien armados dentro, por si acaso era menester de venir a las manos con los
turcos, y concertado que las demás naves puestas en orden de pelea, vendrían en nuestro
socorro, si veían que la armada enemiga se moviese, y que Silveira en viendo la batalla
trabada vendría a cargar por detrás con las galeazas que se habían alejado una legua dentro
del río, que tiene delante de la ciudad más de seis leguas de ancho, para este efecto partimos
pues a la noche, puesto que fuimos así las cosas en orden, y no pudo ser con tanto silencio
que las centinelas de los enemigos no lo sintiesen que fue causa que la armada turquesca
alborotándose, empezó a disparar contra mí la artillería. Los nuestros, oyendo el estruendo de
los cañones, vinieron al instante, con todos los bajeles a mi socorro. Y yo, haciendo
entretanto, que los cinco navíos detuviesen a cañonazos al eunuco, que venía él mismo en
persona con diez o doce bajeles para defender la nao, pasé a través de las pelotas que pasaban
zumbando cerca de mis orejas, y fui a pegar fuego a la nao. Después que la llama se hubo
apoderado de esta máquina, y de manera que no se podía apagar, viendo que las naves
enemigas venían hacia nosotros volvimos las proas de las nuestras para ellas, disparando
nuestra artillería, con un estruendo tan espantable, que no parecía sino que el mundo se
hundía y que todo el fuego de la región del aire estaba sobre el río. Al fin, cansados de tirar
cañonazos, nos acercamos de común consentimiento, y aferrando los navíos, se comenzó a
385
trabar una furiosa batalla, y el agua del río a teñirse en color purpúreo con la sangre de los
muertos.
Solimán, que no hubiera nunca creído que nos hubiéramos atrevido a irle a embestir
de esta suerte, viéndose a pique de perderse, y oyendo mi voz que animaba a los soldados
contra él a quien llamaba marica, y a su gente perros, rabiaba de pura cólera, y fue tres o
cuatro veces, a lo que dijeron después algunos turcos que prendimos para arrojarse dentro del
agua.
Silveira, conociendo por el silencio de la artillería que habíamos llegado a las manos,
vino por detrás del enemigo, y disparando las grandes y espantables piezas, que esas grandes
máquinas de guerra suelen traer, contra los bajeles turcos, echó a hondo cuatro o cinco
galeras y otros tantos navíos. Y mi capitana, habiéndose aferrado con la del eunuco, y
saltando yo, con treinta o cuarenta de los más atrevidos soldados dentro, hicimos una grande
matanza en ellos, aunque los turcos se defendieron con tan valeroso ánimo al principio, que
de los míos cayeron, catorce o quince muertos sobre la tilla del navío. Mas Solimán,
desesperado de salvarse, si tardaba más a acogerse, se puso en cobro dentro de un esquife,
con tres o cuatro de sus amigos, desamparando con mucha cobardía su capitana, su gente, y
toda la riqueza que había robado en Adén, y en las demás ciudades que había saqueado. Y
oyendo los gritos y alaridos que sus soldados daban ahogándose, porque las galeazas no
dejaban un solo punto de tirar, y echar navíos y galeras a fondo, mandó recoger su gente, la
cual indubitablemente hubiera acabado en nuestras manos. Porque les hubiéramos dado caza
hasta haberlos de todo punto deshecho, si peleando así como tengo dicho para rendir la
capitana del eunuco, que nunca se quiso dar de grado, no acertara a darme un turco con su
cimitarra un golpe tan terrible en la cabeza, que con tener puesta en ella la celada, y no dar el
386
golpe descubierto, me hizo echar la sangre, por narices y boca, tendiéndome sobre la tilla
como muerto. Los que habían saltado conmigo dentro del navío, viéndome caer, y a lo que
creían muerto, en lugar de desmayarse encendió en ellos un deseo de venganza tan grande,
que cobrando nuevas fuerzas vinieron a pelear de nuevo con tanto esfuerzo, que rindieron el
navío. Pero el acaecimiento de mi desgracia, habiendo llegado a los oídos de Silveira, y de
los demás capitanes, hizo que no siguiesen más al eunuco, que subido en otra nao, se huyó
con su gente. Después que hubo hecho embarcar dentro de veinticinco bajeles que le
quedaban de toda la grande y poderosa flota que había sacado de Suezza,430 el ejército de
tierra, y mandado a fin que la embarcación se hiciese más presto que se dejasen los enfermos,
el bagaje y toda la artillería, tomó el camino de Adén, y de allí envió su armada a Suezza y él
se fue a visitar el sepulcro del falso profeta Mahoma a Meca. Mas para volver a mi propósito.
Vuelto que Silveira hubo con toda la armada a Diu, queriendo visitarme, todo muerto, como
creía, que estaba, me vino a ver así como volvía del desmayo que me había dado con el
desaforado golpe que el turco había descargado sobre mi celada, sin haberme hecho otro mal,
mas de haberme aturdido.
Fue tan grande el contento que se esparció por toda la armada. Teniéndome como
resucitado, conforme el pensamiento que todos habían tenido de mi muerte que con ser la
victoria que habíamos alcanzado, con grandísima pérdida de los enemigos, y poca o casi
ninguna de los nuestros, no se había conocido hasta entonces, por causa de mi pensada
muerte. Pero cuando esta buena nueva, aun mejor para mí que para ellos, hubo llegado a sus
oídos, y que hubieron sacado con mi vista pruebas de que era verdadera, se averiguó que
Solimán había escapado, con los pocos bajeles que tengo dicho, porque sin los que habíamos
430
Suez, Egipto.
387
colado a hondo, teníamos ganado, a más de la capitana, cinco galeras, y diez otros bajeles,
sin que de nuestra gente hubiese muerto más que sesenta soldados, y un solo navío, que se
perdió, y fue antes, por desgracia, que por el valor de los enemigos. Esto sucedió la víspera
de la fiesta de Todos los Santos, día que amaneció lleno de contento por los portugueses,
viéndose contra la esperanza de todo el mundo libertados de perder la vida y lo que habían
adquirido. Porque llegadas que fueron las nuevas de la desecha431 de los turcos a Mamudio,
rey de Cambaya, se recogió en los lugares más apartados, y los portugueses volvieron a
cobrar al instante toda la isla. Esta insigne victoria fue afamada por todas las naciones y voló
por la mayor parte de Asia, de África y casi por toda la Europa, con nuevas alabanzas del
nombre portugués y del famoso Silveira.
Puesto que se hubieron casi dos meses, en las fiestas y regocijos que hicimos, por esta
célebre victoria, me vino a la memoria de informarme de algunos españoles que decían haber
militado las armas, con don Francisco Pizarro,432 en las Indias Occidentales, de mi hijo
Lorenzo, que Reinoso me había dicho haber pasado en aquellas partes. Su nombre, y la razón
que di de su edad, hicieron que dos capitanes viniesen a caer en la cuenta, y que me
asegurasen que estaba en las Malucas con el virrey portugués que las gobernaba. Y como yo
les preguntase la causa porque había dejado el servicio del emperador, para ir a aquella tierra.
El uno de ellos que era un mancebo de dieciocho años, que decía haber vivido casi toda su
vida con él, me preguntó que si el caballero por quién hablaba, me era pariente, o amigo. Y
como yo respondiese que era lo uno y lo otro, y que por no haber sabido de él ningunas
nuevas, después que había pasado a las Indias, a causa de la ausencia que yo había hecho de
las tierra del rey de España, que me holgaría en el alma, de saber el suceso de su fortuna. Y
431
432
Disimulo con que se pretende ocultar una cosa o desvanecer una sospecha.
Francisco Pizarro (1476-1541), conquistador del Imperio Inca.
388
que pues que decía haber profesado con él tanta amistad, le suplicaba lo más
encarecidamente que podía de contarme lo que sabía de sus negocios.
Don Antonio, que así se llamaba el mancebo, con quien yo hablaba, queriéndome dar
gusto a lo que le pedía, comenzó a hablarme de esta manera:
“Habéis de saber señor, si no lo habéis oído decir que Hernán Cortés,433 natural de
Medellín en Extremadura, descubrió el año de 1519 la tierra que ahora llaman Nueva
España.434 Y fue el primer capitán español que se armó para ir a su conquista.
Don Lorenzo de Castro hallándose en aquel tiempo con él, quiso acompañarle en
aquella guerra donde se mostró, aunque de muy verdes años, tan valeroso, que Cortés le solía
llamar, espada de los españoles, guardándose para él la prudencia, aunque don Lorenzo la
tenía muy grande, como se vio después, en las batallas que ganó, siendo su lugarteniente, que
fueron tales, que se le debe la alabanza de haber puesto en el poder del emperador la mayor
parte del reino de México. Querer contar cómo Cortés y él prendieron al rey Moctezuma, y
las civiles guerras que entre los mismos españoles se trabaron, a las cuales los dos dieron
pronto remedio, sería nunca acabar. Solo diré, que en bien pocos meses, tomaron la grande
ciudad de Tenochtitlán poniendo con sus armas debajo del yugo español, tierras, que tenían
más de ochocientas leguas de largo y ciento y cincuenta de ancho. Mas como la fortuna suele
volver la cara al hombre cuando él piensa que le mira con más amor, así le sucedió a don
Lorenzo. Porque algunos envidiosos, celosos de la honra que Cortés le hacía, le vinieron a
433
Fernando Cortés en el original. Hernán Cortés (1485-1547).
Ver Hernán Cortés, Cartas de relación sobre el descubrimiento y la conquista de la Nueva España (15191526); Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552), Historia general de
las Indias (1821); Francisco López de Gómara, Historia de las Indias y conquista de México (1552); Bernal
Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1632); Fray Bernardino de Sahagún,
Historia de las Cosas de la Nueva España, terminada en 1569, revisada en 1585. La encuentra Muñoz en el
siglo XVIII; Juan de Mariana, Historia General de España, Tomo II, Libro segundo, Capítulos IV, V, XI, y
XVI; Fernando de Alva Ixlilxochitl, Horribles crueldades de los conquistadores de México y de los indios que
los auxiliaron (1829); Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios (1542).
434
389
acusar, de que tenía amistad secreta con una amiga muy hermosa, que Cortés tenía, y a quien
amaba más que a sí mismo. Y urdieron con tanta industria esta traición, que no fue posible
que don Lorenzo, ni la mujer, con estar inocentes, se pudiesen disculpar de la acusación, que
fue causa que Cortés dejándose llevar de la cólera, los hizo poner con grande abundancia de
comidas, dentro de un barco, diciendo que quería que se hartasen de gozarse allí los dos,
dentro de aquella barquilla, pues se amaban tanto.
El barco fue nadando quince días entre las olas del mar, cosa que parece ser increíble.
Y así como los pobres inocentes estaban esperando por momentos que el mar los tragase,
aparecieron una mañana algunos navíos que venían hacia ellos. Don Lorenzo cobrando
entonces ánimo y llamando una vez a unos hombres que veía estar en pie sobre las tillas de
los navíos, y otra vez haciéndoles señas con un pañuelo, se atormentó tanto a hacer lo uno y
lo otro, que al fin estos hombres por estar ya los navíos muy cerca, le oyeron y columbraron
el esquife entre las olas, y con grande admiración de ver una cosa tan extraña, usando de la
destreza que era necesaria para sacarlos del barco, los hicieron entrar dentro de uno de sus
navíos. Grande fue el contento, que don Lorenzo, y doña Inés, que así se llamaba la amiga de
Cortés, tuvieron viéndose fuera de un peligro tan manifiesto. Principalmente cuando vieron
los navíos, y la gente que venía con ellos ser españoles, a quienes una tormenta había hecho
desviar del camino que llevaban de muchísimas leguas, viniendo por general de ellos don
Francisco Pizarro, el cual deseando saber el origen de esta nueva aventura, los hizo llevar a la
capitana.435
Contado que don Lorenzo se la hubo, don Francisco conociendo por su nombre el
personaje y su valor, empezó a abrazarle con increíble contento que mostraba tener de verle y
435
En Historia verdadera, Francisco Pizarro encuentra a don Lorenzo de Castro cuando vuelve a Panamá de su
segunda expedición al Perú.
390
afeado que hubo con mucha discreción la ingratitud de Cortés, cuando el crimen del cual le
habían acusado hubiera sido verdadero, le dijo que perdiese cuidado de su fortuna, porque
había caído en manos de una persona que sabría poner su valor, en más alto grado, que
Cortés no había hecho. Y que si Cortés había tenido ocasión de emplearle, en la conquista
que había hecho del reino de México, que la que se le ofrecía a él entonces, no era menor,
pues iba por mandado de su rey, a aquella del Perú, tierra sin comparación más rica, por las
infinitas minas de oro que tenía, que aquella de la Nueva España.436 Y para que echase de
ver, que sólo una buena voluntad de servirle, que le tenía, y lo mucho que estimaba sus
méritos, le hacían hablar de esa manera, que le daba desde aquella hora el cargo de
lugarteniente de su armada, el cual había venido vacante el día antes, por la repentina muerte
de aquel que le tenía, esperando que lo mucho que sabía en las cosas del mar, y la
experiencia que tenía en aquellas de la tierra, serían dos buenos instrumentos para que sus
designios que eran grandes, viniesen más presto al cabo de sus pensamientos. Don Lorenzo
oído que hubo las razones de don Francisco, le mostró, con las mejores y más humildes
palabras que pudo conque veras deseaba de verse en ocasión de poderle agradecer con sus
servicios, las mercedes, que sin haberlas merecido, le ofrecía. Y admitiéndolas con general
aplauso, de todos los capitanes y soldados, que iban en la armada, entró al instante en
posesión de su cargo. Y Pizarro continuando su viaje, navegó tanto, que al fin se tornó a
poner en la vía que la tormenta le había hecho dejar. Volvió después las velas hacia el mar de
436
Ver Pedro Cieza de León, Crónica del Perú (1553); Agustín de Zárate, Historia del descubrimiento y
conquista del Perú (1555); Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales de los Incas (1609); Felipe Guamán
Poma de Ayala, Nueva Crónica y buen gobierno (1936); Francisco de Jerez, Verdadera relación de la conquista
del Perú ; Juan de Matienzo, Gobierno del Perú (1567); Juan de Mariana, Historia General de España, Tomo
II, capítulo XVI.
391
sur,437 do entrado, hizo tanto, que en pocos días llegó a Panamá, adonde halló un caballero
llamado don Diego de Almagro,438 que había sido su camarada en el descubrimiento del
Perú, el cual viéndole venir de España, proveído por virrey, y sin traerle a él ninguna merced,
tuvo de ello tanto enojo que se declaró por su enemigo, la cual enemistad no duró por
entonces mucho tiempo, porque dado que don Francisco hubo su disculpa, se hicieron
amigos.
Partió pues don Francisco a la conquista del Perú con sólo doce navíos, llevando
consigo a su lugarteniente don Lorenzo y a don Diego, que quiso fuese aun su compañero, y
haciendo alzar las velas, empezó a navegar por el mar del sur, derecho a la línea equinoccial,
la cual habiendo pasado, y tomado hacía medio día, llegó a una isla llamada Puma,439 la cual
habiendo conquistado, con la tierra de Tumbez440, y de Cajamarca441 aunque con grandes e
infinitos trabajos, pasó hasta Motupe.442 Atahualpa, rey del Perú, que no estaba muy lejos de
allí, sabiendo la venida de Pizarro y las conquistas que en su tierra había hecho, le salió al
camino con un ejército de más de cien mil indios, y aunque Pizarro no tenía más de
setecientos u ochocientos hombres de caballo, o de a pie fue tan grande su valor y aquel de su
lugarteniente y soldados, que venidos a dar batalla contra el enemigo, Atahualpa fue vencido
437
Aquí Loubayssin describe los acontecimientos del tercer viaje de Pizarro hacia el Perú. Tanto el primer viaje
(1524), como el segundo (1526) fueron un fracaso y Pizarro se vio obligado a volver a Panamá. Cuando el
nuevo gobernador, Pedro de los Ríos, le niega el permiso de un tercer viaje, el conquistador vuelve a España y
tras entrevistarse con el Emperador, obtiene la Capitulación de Toledo (1529), que le autoriza la exploración y
conquista del Perú, con el título y prerrogativas de gobernador, capitán general y adelantado de las tierras por
descubrir a lo largo de la costa.
438
Diego de Almagro (1475-1538) fundó la ciudad de Trujillo en 1533, en 1534 fundó Quito. A instancias de
Pizarro, decide organizar una expedición a Chile en 1535, llegó hasta el río Itata. Decidió volver por el desierto
de Atacama. La expedición no encontró la gloria ni las riquezas que le habían prometido. Almagro es derrotado
por las fuerzas de los Pizarro en la batalla de Las Salinas en 1538. Es decapitado por orden de Hernando
Pizarro.
439
Isla Puná, situada en el Golfo de Guayaquil, en Ecuador. En la batalla de Puná (1531) Pizarro vence a los
indígenas de la isla.
440
Hoy en día la ciudad de Tumbes, al norte del Perú. Es el punto de desembarco de los españoles y luego sirve
como puerto de aprovisionamiento.
441
Sitio de la famosa batalla de Cajamarca (1532), donde los españoles capturan al Inca Atahualpa.
442
Territorio al norte del Perú que cruza Pizarro en su camino hacia Cajamarca.
392
y preso con muchos caciques, y de los mayores de su reino. Y fueron tan grandes los
despojos que se hallaron en su ejército, que quieren decir que de sólo el oro y plata se halló
más de dos millones. Y como el rey hubiese prometido de dar otros muchos por su rescate, y
pedido algunos meses de término para que los pudiese juntar, habiéndose verificado que
quería hacer matar a traición a todos los españoles con gente que había hecho juntar para este
efecto, fue condenado a muerte por don Francisco Pizarro, la cual ejecución se hizo al
instante.443
Después de la muerte de Atahualpa, Ruminaguy,444 su lugarteniente, habiéndose
alzado en la tierra de Quito, Pizarro envió contra él a don Lorenzo, el cual venido a darle
batalla, quedó victorioso. De manera que el virrey de una parte, su lugarteniente de otra, y
don Diego de Almagro por otra, apresuraron de suerte la conquista del Perú, que en menos de
seis meses tomaron la grande ciudad de Cusco, las provincias de Pachama, Xaura, y
Chaparra,445 y en fin todo lo que se contiene desde la Castilla de Oro446 donde está el
estrecho de tierra que aparta el mar de Septentrión,447 de aquel de medio día, hasta el río de la
Plata, tierras que tendrán más de setecientas leguas de largo, y de donde se sacan hoy448
infinitos millones de oro. Acabada que fue esta guerra, la discordia sembró al instante su
cizaña, entre don Diego y don Francisco, a quien el emperador había ya dado título de
443
El narrador obviamente miente a favor de los españoles. Ver Garcilaso de la Vega, Los comentarios reales
de los Incas, Tomo III, cap. XXXVI.
444
Rumiñahui, general del ejército de Atahualpa. Organiza la resistencia contra los españoles en Quito. Muere
en 1535.
445
Corresponden a las regiones de Pachama (en el norte de lo que hoy es Chile), Jauja o Xauxa (en el centro del
Perú), y Chaparra (en el sur del Perú).
446
Distrito administrativo que comprende los territorios de los países actuales de Nicaragua, Costa Rica,
Panamá, y partes de Colombia. Tras varios cambios territoriales, y pleitos entre la Corona y la familia Colón,
los territorios restantes pasan a formar parte de Panamá, y luego se agregan a la nueva provincia panameña de
Veragua (1560).
447
El océano Atlántico.
448
Ver, Earl J. Hamilton, El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650; Eufemio
Lorenzo, Comercio de España con América en la época de Felipe II.
393
marqués, con una provincia en el Perú, llamada los Atabillos.449 La causa de esta enemistad
fue el odio que don Diego tenía a don Fernando y a don Gonzalo, hermanos del marqués.
Venidos pues a las manos y dadas muchas batallas entre ellos, se vino al fin a rematar
la guerra, con una grandísima y cruel que se dio cerca de la ciudad de Cusco, la cual don
Diego habiendo perdido, fue preso y mandado degollar por don Fernando, que había sido
aquella vez en ausencia del marqués su hermano, general del ejército.
Un hijo bastardo que don Diego tenía, queriendo vengar la muerte de su padre, hizo
de manera que habiendo movido un motín en la ciudad de los reyes en Chile, entrando con
quince o veinte hombres muy bien armados dentro de la casa del marqués, le mató a él y a
todos los de su casa, salvo a don Lorenzo de Castro, que posando en la misma casa escapó de
sus manos, por el mayor milagro del mundo. El bastardo de don Diego, ejecutado que hubo
este hecho, se hizo declarar gobernador de la tierra, y dado por traidores a todos los que
habían seguido el partido del marqués Pizarro, informando con falsos testigos de esto y de
otras cosas, envió después estas informaciones a España. Don Lorenzo habiendo escapado de
este peligro de la manera que habéis oído, viéndose imposibilitado de poder vivir en todas las
Indias y asimismo en las tierras del emperador, hasta saber cómo su majestad tomaría estas
nuevas, se embarcó al instante en un navío, y se fue a las Malucas, adonde le habremos
dejado, con el virrey portugués, que es su pariente.
Esto es señor en sustancia, su vida y su fortuna. Y para que no dudéis, lo que digo ser
verdad, sabed que yo soy su hijo de él y de doña Inés, la amiga que había sido de Cortés, a
quien don Lorenzo ha amado grandísimamente, después que escaparon los dos del peligro del
mar hasta su muerte que fue en parirme a mí. Y porque se ha casado, con una señora muy
449
Hoy en día, los distritos de Atavillos Alto y Bajo, en la provincia de Huaral, en la costa de Perú.
394
principal y muy hermosa, que por mi desdicha se halló con la mujer del virrey. Fue tan
grande la cólera y enojo que recibí de ello, por ver que a tener hijos de ella, yo vendría a
quedar bastardo y pobre, que sin despedirme de él, me embarqué dentro de un navío, y
alzando las velas me vine para Goa, donde llegado que hube, sabiendo que el sultán
Mamudio armaba para venir a sitiar a esta ciudad, me volví otra vez a embarcar para venir a
socorrerla.”
Con esto acabó don Antonio su relación, dejándome tan absorto de lo que había
dicho, que estuve un buen rato sin poderle hablar una sola palabra. Mas al fin volviendo en
mi acuerdo, me fui derecho a él, diciéndole, las lágrimas en los ojos, en dándole mil abrazos,
como yo era padre de don Lorenzo, contándole en pocas palabras lo que os tengo dicho de mi
vida.
Esparciéronse tan presto las nuevas de esta aventura entre los soldados y capitanes,
los cuales viniéndonos a dar a los dos los parabienes de este dichoso encuentro, añadieron a
los regocijos pasados otros muchos. Acabáronse al fin las fiestas y el deseo que yo tenía de
ver a mi hijo, se aumentó de manera que después de haberme puesto bien con Dios, hecho
una confesión de todos mis pecados y declarado en público lo que para cobrar mi libertad y
poder engañar al emperador de los turcos, había exteriormente hecho, en Constantinopla,
determiné de dejar a Diu y de embarcarme para las Malucas.
Tomado que hube esta resolución, dejé a don Antonio por capitán de la mayor parte
de mis bajeles, salvo dos galeazas, y la capitana del eunuco Solimán, que se me había dado
con la mayor parte de las riquezas que estaban dentro, tanto en agradecimiento del socorro
que había traído como por ser yo el que la había rendido y ser causa de la victoria que
habíamos alcanzado.
395
Repartido que hube a todos los soldados, a más del sueldo y despojos que Silveira les
había dado cincuenta mil escudos, tomado los recaudos que eran menester para hacerme
conocer al virrey de las Malucas, y despedido de mi nieto y de todos los capitanes, que me
querían acompañar a toda fuerza, me partí del puerto de Diu, sin querer consentir que nadie
saliese, salvo las dos galeazas que llevaba conmigo. Alcé pues todas las velas, entrado que
fui en llena mar, las cuales empujadas de los vientos que se mostraron siempre favorables, y
las galeazas meneadas de los remos y velas hicieron apresurar de manera mi viaje que en
poco tiempo me pusieron en las Malucas.
Descansado que hube algunos días en mi posada del trabajo del mar, fui a ver al
virrey, el cual leído que hubo las cartas de Silveira, me hizo todas las caricias que se pudo
imaginar. Mas yo que hasta entonces no le había pedido nuevas de don Lorenzo, quedé
perplejo cuando me dijo que había cosa de un mes que el nuevo virrey del Perú, después de
haber hecho degollar al hijo bastardo de don Diego de Almagro y a todos sus secuaces en
castigo de la muerte que habían dado al marqués Pizarro, y por haberse hecho de su autoridad
virrey de aquella tierra, le había enviado a buscar por mandado del emperador con promesas
de que volvería en todos sus cargos y dignidades, y que don Lorenzo queriendo obedecer al
mandado de su rey, se había vuelto a la ciudad de los reyes y porque quería ir después de
haber dado orden a los negocios que tenía en las Indias, a España, donde no había estado
después que había pasado a esas partes. Había enviado a su mujer que estaba preñada de un
mes acompañada de dos navíos a Sevilla. Aunque la pesadumbre que yo tuve de verme
engañado de la certidumbre que tenía poco antes de hallarle allí fue muy grande, la seguridad
que tuve de hallarle aún en la ciudad de los reyes, por haber tan poco que había partido, me
consoló y me hizo salir del puerto, despedido que me hube del virrey, navegando después
396
con tanta velocidad y fortuna que llegué dentro de cuarenta días a la ciudad de los reyes, de
la cual mi hijo había salido tres días antes con el gobernador de Chile, Valdivia, para ir a
Penco. Volvíme pues a embarcar, y llegado que hube a la vista de esta sierra, se revolvió un
temporal, acompañado de una tan furiosa tempestad, que los marineros perdiendo de todo
punto el tino, dejaron el timón a la voluntad de los vientos, los cuales a pesar de los forzados
que estaban dentro de las galeazas, que hacían todo cuanto podían para refrenar el ímpetu que
tenían, hicieron que las galeazas escapando de sus brazos, viniesen a dar con tanta fuerza,
contra los escollos de esta sierra, que como si fueran de vidrio, así se hicieron trescientos mil
pedazos, sin que una sola persona, de los que venían dentro se pudiese salvar. Y mi capitana
haciendo poco rato después otro tanto, puso los que estaban dentro en tan piadoso estado, que
todos se ahogaron, salvo yo, que milagrosamente me salvé en una tabla, en la cual se tenía
este esquife, que veis aquí, dijo, mostrándoles el barco donde solía pescar, la cual vino a
aportar no muy lejos de donde estamos. Y así como yo me acongojaba, y me quejaba de la
muerte, llamándola cruel y sin piedad, de haberme sacado del mar vivo para hacerme morir
después con mil géneros de tomentos de los cuales el menor me sería más riguroso, que no
hubiera sido entonces la muerte. Vi la hembra del león que veis estar conmigo, la cual
acercándose a mí, empezó a hacerme las mismas caricias que Velásquez y Sicandro me han
dicho, que el león les había hecho. Yo que creía que la muerte enojada de la ingratitud que
usaba con ella, en llamarla cruel, después de haberme salvado la vida, me enviaba este
verdugo para quitármela, volvía a contradecirme, rogándola de apartar esa fiera de mí, y que
me dejara vivir hasta haber hecho penitencia de mis pecados. Mas viendo que cuanto más
esquivo me mostraba a sus caricias, que ella se mostraba conmigo más humilde y más mansa,
me atreví al fin de halagarla, comenzando poco a poco de perderle el miedo.
397
Estuve así un gran rato mirándola y ella a mí, haciéndome algunas veces señas con
los ojos, si el admirable instinto que estos animales suelen tener permite que hable así, como
que le siguiese. Dejé la orilla del mar y me puse a ir tras ella hasta llegar a la ermita, adonde
yo vivo ahora.
Halléme atónito y espantado de ver muchas cruces colgadas en las peñas que
alindaban con ella. Mas la consideración me llevó al instante a la memoria, que en aquella
tierra debía de haber cristianos y que sin duda el lugar que veía era morada de algún santo
varón que había dejado el mundo para vivir en aquel desierto. Este pensamiento me hizo
seguir a la leona que estaba a la puerta del yermo, sin querer entrar, al parecer por ver que yo
me había parado, porque tan presto que me vio junto a ella, pasó el umbral de la puerta.
Entrado que fui vi un venerable y anciano ermitaño, tendido a la larga y de espaldas, al pie de
un altar, que tenía un león a sus pies, el cual aunque me vio a mí y a la leona, mostrándose
triste y melancólico, no se meneó de donde estaba. Tenía, este hombre que digo, puestas las
manos juntas y derechas sobre el estómago, y entre los dedos un crucifijo. Por estos indicios
juzgué que estaba muerto, aunque a la vista parecía que estaba durmiendo, porque tenía el
rostro tan alegre y hermoso, que no he visto en días de mi vida cara de viejo más agradable ni
un olor tan odorífero y suave como su cuerpo echaba de sí. Acerquéme a él y con mano
atrevida hice todo lo que pude para despertarle, mas viendo que no volvía en sí, por más que
hiciese, quedé enterado de que estaba muerto. Enriscáronseme los cabellos, si voy a decir la
verdad, tanto por el desengaño que la curiosidad de mis manos me había dado, como por ver
que la noche venía apresurando su vuelo.
Entre tantas congojas, la que tenía presente, hallándose más poderosa, me hizo
olvidar las otras, de manera que todas las potencias de mi voluntad no atendían a otra cosa
398
que de hacer para salir del aprieto en que la vista del difunto me había puesto. Y habiendo
vuelto las espaldas para este efecto, me sentí agarrar por detrás, oyendo una voz que decía:
“¿Adónde vas? Detente don Esteban, que no es la voluntad del cielo que te vayas.” Y
queriendo volver el rostro, para ver quién podría ser aquel que me detenía, y llamaba por mi
nombre, vi que era el viejo que había visto al pie del altar.450 En lugar de desmayar, las
fuerzas que sentí aumentar en mí, oído que hube estas palabras, me dieron ánimo para
preguntarle que si era criatura, o fantasma. Respondióme que había sido hombre como yo, y
el primer español que había pasado en esta tierra, donde había vivido ermitaño hasta que
había sido la voluntad de Dios llamarle para otra vida hacía solo cuatro días, y que su divina
majestad me mandaba a decir que estuviese haciendo penitencia de mis pecados en aquel
yermo, hasta que me volviese a hablar de su parte, y que si lo hacía así vendría a tener,
además de la salud que haría para el alma, la más dichosa vejez que nunca hombre de mi
calidad hubiese tenido, porque llegaría a ver cosas tan difíciles de creer en aquella hora
presente, como los efectos se las harían entonces ver ciertas e indubitables. Y que en
recompensa de la buena esperanza que me daba, que me pedía tres cosas, y como yo se las
hubiese prometido, y preguntado me dijese cuáles eran, me dijo que la primera era, rezar
todos los días un Paternóster y un Ave María, por su alma; la segunda, que enterrase su
cuerpo, y la postrera que no abriese un cofrecillo que hallaría en la ermita hasta que topase la
llave puesta en la cerradura, que aunque estaba muy escondida se vendría a hallar
misteriosamente algún día en ella. Con esto, y con un ¡ay! lamentable se desapareció de
delante de mí, y yo caí en el suelo como muerto, adonde quedé sin poderme menear hasta
que volví en mí así como la noche se cerraba. Decir los sobresaltos e inquietudes que mi
450
Elemento sobrenatural, el autor introduce la figura del primer ermitaño para captar la atención del lector y a
su vez para adelantar la acción de la narración.
399
alma tuvo todo el tiempo que duró su oscuridad no es posible que mi lengua lo pueda decir,
porque fueron tantos y tan diversos, que pensaba no poder llegar a ver la claridad del
venidero día. Al fin me dormí, y con un sueño tan profundo, que no amaneció para mí hasta
que los rayos del sol que entraban por uno de los agujeros que sirven de ventana a la ermita
me vinieron a despertar, con herirme directamente a los ojos. Levantéme después, y
consultado que hube entre mí, las palabras que la visión me había dicho, animado de la gracia
del Señor, y de su amada Madre, determiné de cumplir puntualmente lo que me había
mandado decir por su siervo. Y después de haberme encomendado a Dios y rezado por el
alma del ermitaño, que estaba en el mismo lugar, y en la misma postura que le había visto el
día de antes, hice un hoyo en la tierra y le enterré en él lo mejor que pude y como se lo había
prometido.
Podría hacerse una historia larga, a querer decir la pena que el león y la leona
mostraron tener todo el tiempo que tuvieron delante el cuerpo muerto, y aun después que le
hube enterrado, porque estuvieron echados sobre el sepulcro más de tres días sin querer
comer.
Diecinueve años he pasado viviendo así como veis, en la compañía de estos animales,
procurando imitar en todo lo que he podido, la vida que un buen ermitaño debe hacer. No me
han faltado entretenimientos. Porque además de que no los hay más gustosos, que los que el
alma tiene con los requiebros que suele decir a su Creador en estos desiertos, tengo aquí muy
buenos libros, y tinta y papel para escribir, que no ha sido de poco espanto para mí,
considerar de dónde el difunto ermitaño había sacado esto, y las demás cosas que están en el
yermo. Mas para volver a mi propósito, digo que en todo este tiempo no había visto ni oído
alma viviente, hasta que acudiendo un día al ruido de un arcabuzazo que oí, hallé a
400
Velásquez casi al umbral de mi puerta. Y que después de haber ido con él a buscar a
Sicandro, se apareció a mí una noche, así como yo estaba en oración, el mismo ermitaño. El
cual me dijo que fuese a amanecer, con los criados de Sicandro, a un monte que hallaría en el
llano que se descubría desde aquí, y que llegado que habría a él siguiendo las señas, que me
dio evidentes y claras, toparía un cuerpo difunto cubierto de algunos ramos, el cual había de
hacer traer a mi ermita para darle sepultura, y que a la vuelta hallaría persona, que me diría
quién era el muerto. No pude saber otra cosa más de él, porque se hundió tan presto delante
de mis ojos, dejándome combatido de mil pensamientos, los cuales se vinieron a resumir con
determinarme de hacer puntualmente lo que se me había dicho.
Levantéme a la mañana con la aurora, y llevando conmigo a los criados de Sicandro,
fui siguiendo el camino que la visión me había dicho hasta que los indicios me trajeron
adonde estaba el cuerpo muerto.
Hallado que le hube, sentí en mí un dolor tan extraño que me parecía que el corazón
me quería arrepentir, y lo hubiera hecho si los preñados ojos no hubieran dado salida a un
diluvio de agua. Al fin volviendo en mí, a sin saber de dónde podía proceder la congoja tan
extraña, que la lástima del muerto me había dado sin conocerle, le hice traer aquí poco a
poco, llegando a la hora, que a mi hijo don Henrique, que está aquí, le había dado aquel recio
desmayo. Estas son hijos míos, mis fortunas y la vida que he hecho, después que el crimen
cometido en la persona de mi primera mujer me hizo pasar a Francia y de allí a las guerras de
Italia.”
Abierto había ya la boca don Henrique, para informarse con su abuelo, del talle,
proceder, y capacidad de su hermano, que no había nunca visto, y de otras muchas cosas,
cuanto las voces que poco antes habían oído, le interrumpieron las palabras e hicieron estar
401
suspenso, para escuchar con los otros el espantable ruido, que cuanto más entraba la noche,
se aumentaba. Diga cada uno su opinión, para ver si puede adivinar qué cosa es la que
nuestra gente oye, que entretanto yo buscaré materia, para que puedan ver en este postrer
libro cuál de ellos habrá echado el mejor juicio.
402
Libro Noveno
ARGUMENTO
Don Henrique halla que las voces que habían oído salen del hueco de una peña, y queriendo
entrar dentro es detenido por don Esteban y Sicandro, que no quieren probar la aventura
hasta la mañana. Descripción del lugar, extraña hechura de la entrada de la cueva,
admirable encuentro que hacen dentro, manera, forma y modo, de los ritos y ceremonias que
los araucanos tienen en sus sacrificios. Quienes eran las personas que se hallaron en la
cueva, y de los pesados enredos que el amor hizo después con ellos, con los cuales se remata
el fin del noveno libro de este primer volumen.
Capítulo I
No sin razón me reprenderá el discreto lector, por haber hecho gastar tanta flema a mi
ermitaño en contar su historia, porque dirá que la mayor parte de las cosas contenidas en ella
no son esenciales a mi obra. Confiéselo, y digo que a querer guardar religiosamente las leyes
de la perfecta historia se me puede argüir de pecado. Pero si es verdad que la confusión es
alguna vez agradable, como se ve en muchos edificios que con no ser labrados, conforme el
orden y manera que el arte de la arquitectura requiere, no dejan de ser por eso alegres,
hermosos y muy admirables. Responderé pues a mis confesores que un desconcierto me ha
traído a muchos conciertos, y un mal a muchos bienes. Que si aquel que contempla una
columna, un obelisco, o una portada, se huelga de ver estas piezas fuera de su natural quicio
403
y las mira mejor y con más contento que si fueran puestas en su lugar, me oso prometer, que
no faltará quién perdone mi yerro (si yerro se puede llamar) y reciba gusto de ver un
compendio de las cosas más notables que sucedieron al fin del pasado siglo y al principio del
presente, que se ha puesto sin que la prolijidad de la prosa desencuaderne mi designio,
porque hasta ahora no sé haber dicho cosa que no pueda ser tolerada. Y sé que si algunos la
tienen por enfadosa, que se hallarán otros muchos que juzgarán ser buena y digna de ser
leída. Con todo esto, olvídese lo pasado (habló con los impacientes) que si hasta aquí la
materia que he tratado, les ha causado enfado, pienso enmendarme de aquí en adelante, y
trocar el estilo heroico, en otro más suave y gustoso, que si me dicen que lo hago cuando mi
libro está con la candela en la mano. Responderé a esto, que más vale tarde que nunca. Mas
para volver a mi propósito, digo que la barahúnda y los gritos espantables, que se oyeron más
distintamente en amansarse el viento y quietarse el mar, hicieron que don Henrique se
levantase, y fuese con los dos criados de Sicandro, hacia donde su entendimiento le hizo
juzgar que venía el ruido que oían aumentar cuanto más se adelantaban. Y andado que hubo
por la orilla del mar buen rato, llegó a unas peñas, que porque se extendían muy adentro del
agua, guardaron que no pudiese pasar más adelante, que fue causa, que metiéndose entre
ellas, y siguiendo con mucha atención la misma vía que guiaba a sus oídos el son de la voz,
anduvo más de media hora, yendo y revolviendo así entre las peñas porque le parecía que la
algazara salía sin duda ninguna de alguna de ellas. Y después de haberse engañado
muchísimas veces, con tomar la una por la otra, sintió parar todo de un golpe las voces. Y
viendo que con haber estado esperando a que volviesen a gritar, más de una hora, que no las
había vuelto a oír cogió el camino, para tornarse adonde había dejado a don Esteban y a
Sicandro, que así llamaremos aun a Elisaura.
404
Rodeado que hubo algunas peñas, después de haber pasado con grande dificultad
unos zarzales, y llegado con los dos hombres que siempre le seguían, al hueco de una que
con soberbia frente presidía sobre todas las otras, oyeron salir de dentro de ella las mismas
voces y con un son tan extraño y horrendo, que cogiendo descuidadamente, por venir así de
repente, a los dos hombres que con él estaban, los derribó por el suelo, con el grande
sobresalto que tomaron sin que por eso don Henrique enarcase sólo la ceja, ni hiciese ademán
que un punto disminuyese la fama de su generoso pecho.
Puesto que hubo [dado]451 ánimo a los dos criados, con la burla que hizo de la caída
que habían dado, envió él uno de ellos (así como había prometido antes de partir) a decir al
ermitaño lo que había visto y que le rogaba que viniese caminando con Sicandro, por la orilla
del mar, y trajesen el león y la leona, que habían quedado con ellos, a fin que pudiesen tratar
después de lo que se había de hacer para saber quiénes podrían ser los que gritaban tanto
dentro de aquella peña.
Llegado que don Esteban y Sicandro hubieron con los criados y leones al lugar
adonde don Henrique estaba, y entrado todos juntos, veinte o treinta pasos dentro de la cueva,
se conoció por las palabras y gritos que oyeron, ser los que voceaban tan recio, gente de la
tierra que sin duda hacía en aquella cueva algún sacrificio diabólico a sus falsos dioses.
Porque, así como por la cerbatana se oye todo lo que un hombre dice por un cabo al que tiene
puesto su oído en el otro, así con estar los indios sepultados más de una legua dentro de la
cueva, se oía a la entrada confusamente todo cuanto decían, porque las voces recogidas
dentro de ella y guiadas por el cañón del hueco venían a retumbar a los oídos de los que
451
En el original: “Puesto que hubo ánimo.”
405
entraban, y si no fuera por las diferentes voces que por ser muchas se confundían, se hubieran
podido entender distintamente las razones que decían.
Por más que don Henrique hizo, no pudo alcanzar de su abuelo ni de Sicandro
licencia para poder pasar más adelante, hasta la mañana, la cual esperaron escondidos entre
unos mirtos, que cerca de la misma peña estaban puestos en hilera por cada lado. Y porque
habían pasado gran parte de la noche, con la historia que don Esteban había acabado de
contar, y con el tiempo que se había gastado en buscar aquel lugar, no tardó mucho en
mostrar la aurora su alegre rostro con la claridad de la cual volvieron al hueco de la misma
peña, adonde habían oído las voces, las cuales no se habían sentido desde las dos, después de
media noche, hasta aquella hora. Y mirando con mucha atención la naturaleza del lugar
vieron que era de esta manera.
Estaba el hueco de esta peña, hacia la orilla del mar, y tenía dos hileras de hermosos
mirtos que empezaban desde cada remate de la boca, y llegaban hasta bien cerca del agua, de
manera que al salir de la cueva se veía un andamio que tenía más de quinientos pasos de
largo y más de quince de ancho.
El suelo estaba esmaltado de varias y diversas flores, cuyos colores causaban un
grande contento a la vista, y la suavidad de sus olores un grandísimo deleite al olfato.
Dividía este andamio en dos caminos un arroyuelo, que con agradable murmullo iba a
meter su cristalina corriente, atropellando mosquetas y violetas, en el mar. Pero a aquella
hora, su color plateado, trocado en purpúreo, rebosaba por las orillas una creciente de sangre
humana.
406
Echábase de ver por los paredones y encasamientos452, que se veían arruinados de
cada lado, que aquel lugar había sido otras veces habitado y que sin duda los indios le
querían volver a labrar, y poner en su ser primero, porque se veían de todas partes muchos
materiales y herramientas. Y porque la soledad y selvatiquez del lugar, por no ser habitado,
había engendrado muchas espinas, abrojos y cantidad de árboles salvajes, se veía como se
habían empezado a cortar para asearle y limpiarle.
Lo que causó más admiración a nuestra gente fue ver con cuáles baluartes [la]453
naturaleza había fortificado aquel lugar, porque estaba cercado de grandes e inmensas peñas,
las cuales puestas a manera de un laberinto, dejaban unas callejuelas, entretejidas de caminos
diferentes, que acompañaban el andamio de todos lados hasta la orilla, y pasaban aun muy
dentro del mar, pero la entrada de ellas era tan difícil de acertar, por causa de los zarzales y
árboles, que embarazaban el camino, que era casi imposible de llegar a la superiora peña, si
no era viniendo por el mar, o por la parte que milagrosamente don Henrique había atinado.
Era cosa admirable de ver la hechura de la portalada de la cueva y con qué vuelo su
grandor se levantaba hacia el cielo. Pero ni la extrañeza del lugar, ni la prodigalidad con que
la naturaleza la había adornado de árboles, hierbas y flores, ni otras muchas cosas que se
veían sobre manera admirables, no absortaron tanto a los entendimientos de los circunstantes
como el ver sobre el pórtico, y hasta todo cuanto los ojos pudieron alcanzar por encima unas
hileras de cabezas de hombres muertos hechas en forma de pirámides, que por no haber
mucho tiempo que los habían muerto, se podía conocer en las que estaban más abajo, haber
entre ellas las de algunos españoles y la primera de todas ser la de Valdivia la cual don
Henrique conoció al instante.
452
453
Encasamiento. Adorno de fajas y molduras en una pared o bóveda.
En el original: “cuáles baluartes naturaleza.”
407
Decir el sobresalto que tuvieron algunos de ellos, viendo este triste espectáculo no
hay lengua humana que pueda. Sólo don Henrique y don Esteban, como personas en quien no
podía caber sólo punto de temor, dando en la cuenta de lo que era, y deseando emplear las
vidas por el servicio de Dios y de la patria, determinaron de entrar dentro de la cueva con los
dos leones y de sobrecoger a aquellos que con diabólica ceremonia vertían con tanta crueldad
la sangre humana.454 Sicandro con estar más muerto que vivo, sacando fuerzas de flaqueza,
por no descubrir su sexo, se ofreció a hacer lo mismo, como hicieron también sus dos
criados, aunque fue más de fuerza que de grado.
Anduvieron pues, desenvainado que hubieron sus espadas y dagas, siguiendo el
camino de la cueva el cual hecho que les causó perder la luz del día, les hizo ver de trecho en
trecho aquellas de unas lámparas que colgaban por los lados de la cueva, y continuado que
hubieron de caminar así, más de hora y media, oyeron en lengua española, el fin de una
razón, que con voz delicada decía:
“¡Pues que la fortuna no quiso que pudiese gozar de su compañía en este mundo, haz
Señor que la vaya a gozar, bien presto en el otro!”
Estas palabras acabadas, no oyeron de muy buen rato otras algunas, que fue causa que
tornaron a proseguir el camino. Pero, no hubieron andado dos docenas de pasos, que
volvieron otra vez a oír la misma voz que decía:
“¡Dios mío! Pues que mi hora postrimera se ha allegado, y que vuestro amor debe ser
preferido a aquel de los hombres, sacad de mi memoria, ¡oh, benigno Jesús!, el nombre de mi
454
Según los historiadores, como R.E. Latcham, el canibalismo no formaba parte regular de la dieta de los
araucanos. Solo comían la carne humana de los enemigos después de una batalla en una celebración guerrera.
“Ethnology of the Araucanos”, The Journal of the Royal Anthropological Institute of Great Britain and Ireland.
Vol. 39 (Jul-Dec 1909). 334-370. En La Araucana, (parte I, canto X, versos 28 al 34), Ercilla escribe que los
araucanos comen carne humana durante tiempos de hambruna. También se menciona en La crónica del reino de
Chile de Pedro Mariño de Lobera, en el capítulo LI (De la batalla que hubo a la Imperial entre Pedro de
Villagran y el capitán Lautaro; y cómo los indios se comieron unos a otros.) 176
408
difunto y futuro esposo, a fin que hallándome libre de su amor, pueda ocupar lo poco que me
queda de mi vida, en sólo adoraros y contemplaros. ¡Ay, Señor! Haced que así como yo he
padecido con paciencia (con ser una flaca455 mujer) tantos trabajos, en dos mil leguas que he
navegado, para ir a buscar a un hombre que amaba, que sufra ahora con gusto la muerte, que
por vos, y por vuestra Iglesia, vengo a padecer. ¡Y qué poco juicio que tuve en la elección del
esposo que hice en mis verdes años, cuitada! Hice como el inocente niño, que toma antes un
vidrio quebradizo, que un diamante perdurable porque he preferido a un hombre mortal, a
vos, que sois Dios inmortal, y el autor de todas las cosas.”
Acabado que la voz hubo estas razones, calló, convirtiendo sus palabras en suspiros y
sollozos. Esto que habían oído, los hizo juzgar, la que se quejaba ser mujer española. Y
porque temieron estuviese muriéndose, apresuraron un poco más sus pasos pisando lo más
paso456 que pudieron, por ver si podrían llegar a tiempo de darle algún socorro. Y caminado
que hubieron cosa de trescientos pasos, se hallaron dentro de una sala grande y cuadrada, en
la cual vieron lo que voy a decir. Un ídolo de oro, asentado en una silla que estaba puesta en
lugar alto y eminente, y tenía debajo de ella siete u ocho gradas labradas de plata, en la
postrera de las cuales tenía el ídolo puesto debajo de los pies, una almohada labrada con
admirable artificio de oro y perlas preciosas, y sobre su cabeza un dosel de no menos costo
que la almohada.
Veíanse colgadas alrededor y al medio de toda la sala muchas lámparas encendidas y
a los lados del ídolo, dos de extraña grandeza. Estaban las gradas y casi todas las paredes de
la sala llenas de vasos, candeleros, jarras, cántaras y otras muchas vasijas de oro, la mayor
parte de las cuales estaban colgadas, y las otras, sobre los altares, y otros simulacros que
455
456
Flaca. Endeble, sin fuerzas.
Pisar lo más paso. Lo más rápido, apresuradamente.
409
alrededor de la sala estaban. Veíase una grande pila de plata, levantada en alto hasta la
cintura y puesta delante del ídolo, y a cada lado dos columnas del mismo metal.
A las dos de la mano siniestra, estaban atadas dos mujeres desnudas, y a las de la
diestra, dos hombres. Y con haber cantidad de bárbaros tendidos a la larga, los unos al pie de
los altares, los otros cerca de la pila y otros arrimados a las paredes, estaba todo en silencio,
porque estaban durmiendo, y no se oía otro ruido, sino era el murmullo del arroyuelo que
pasaba por debajo de las gradas, do estaba el ídolo, y los sollozos y suspiros que los cuatro
que estaban atados a las columnas daban.
Sicandro y don Esteban, visto que hubieron todo lo que hemos dicho, quedaron
asombrados en ver la extrañeza del caso, principalmente cuando vinieron a ver, llegado que
hubieron al lugar donde estaban las columnas, la perfecta beldad de las dos mujeres, que por
estar sepultadas en los profundos pensamientos, que el temor de la muerte les daba, y haber
venido nuestra gente con mucho tiento, no les habían apercibido.
Si no escribo la perfección de las admirables prendas que mostraban, perdóneme el
lector457 y conténtese en saber, que eran tan hermosas, que no las pudo ver tales, el troyano
París, en la griega Helena, Perseo, en Andrómeda, cuando la guardó que no sirviese de pasto
al monstruo marino, ni Astolfo a Olimpo, ni cuando añadiremos aun el ermitaño, que en el
desierto habiendo alzado las faldas de la bella Angélica, veía lo que podéis imaginar. Don
Henrique recibió tanto contento, viendo las perfecciones de la una, que en blancura y
proporciones sobrepujaba mucho a la otra, que si no hubiera creído ser encantamiento, y obra
diabólica todo lo que veía por habérsele representado a los ojos esa beldad que digo, ser el
457
Loubayssin continúa el diálogo con el lector.
410
verdadero retrato de su Leonora, que creía ser difunta, hubiera estado mirándola un siglo
entero.
Este pensamiento, habiéndole hecho hacer mil cruces, y llamar a cada momento el
nombre de Dios, en su ayuda, pusieron al ermitaño en grande admiración, principalmente
cuando entendió de su hijo la razón por la cual hacía estos extremos. Y como todos le
asegurasen que no era ilusión, ni quimera lo que veía, sino cosa verdadera, entró en él una tal
cólera y rabia, que dando con mucho ímpetu sobre los enemigos, mató tres o cuatro de ellos
antes que los otros despertasen.
Don Esteban, los criados de Sicandro, y el mismo Sicandro, con la ayuda de los
leones, comenzaron a imitarle, con tanto esfuerzo y ánimo, que con haber despertado, con
sobresalto, los indios, y ver el estrago que se hacía en ellos, creyendo que su dios
Eponamón458 (que así se llamaba el ídolo) enojado contra ellos, había hecho venir todas las
furias del infierno para matarlos. Porque al instante se oyeron unas voces espantables, y
comenzaron a disparar truenos, y centellear relámpagos, con tanta presteza y estrépito, que
ídolo, pila, vasijas y altares, cayeron y comenzó a temblar, con tal vehemencia toda la peña,
que los nuestros entendieron quedar sepultados debajo de ella. Con todo eso esgrimiendo a
diestra y a siniestra, contra infinitos bultos que se ofrecían delante de ellos, hicieron de
manera, ora fuera por las armas, o por las oraciones que hacían, que a pesar de los demonios
que en saliendo del cuerpo del ídolo, que estaba asentado, hicieron este estruendo, salieron
con la victoria y vieron los miserables cuerpos de los indios, los unos abrasados por los
demonios, los otros despedazados de los leones, y los otros pasados o heridos de las espadas.
458
Según Ercilla en la Declaración de algunas dudas que se pueden ofrecer en esta obra, en el segundo tomo
de La Araucana, “es nombre que dan al demonio por el cual juran cuando quieren obligarse infaliblemente a
cumplir lo que prometen.” (412) En este episodio el autor incorpora algunos elementos fantásticos, los
demonios, a la narración.
411
Y las cuatro criaturas que habían visto desnudas, atadas aun en los pilares, las cabezas
inclinadas sobre el hombro, como si hubieran dado el espíritu.
Don Henrique, que creía, por haber visto que la una de las dos mujeres tenía el mismo
rostro y talle (así como hemos dicho, que su señora Leonora tenía cuando vivía) que el
demonio, por saber que había amado sobre manera a aquella doncella, se la ofreciese
fabulosamente, para engañarle, se apartaba de ella lo más que podía. Pero viendo que uno de
los hombres que estaba atado a una de las columnas, que hemos dicho que estaban puestas a
la mano diestra, le llamaba por su nombre diciéndole que ¿por qué huía de la cosa que tanto
había amado? y que ¿por qué no le iba a abrazarle a él, que era su amigo don Diego? Se faltó
poco que no cayese en el suelo, de puro asombro, porque creía también que don Diego
hubiese muerto en la batalla, donde murió Valdivia, y que el demonio le había urdido este
lazo para mejor embelecarle.459 Pero viendo a Sicandro, acudir a las voces que el otro
hombre que había vuelto en sí daba, y le conocía por Velázquez, como también el ermitaño,
se acercó a aquel que dijo ser don Diego conjurándole de la parte de Dios que le dijese, si era
el mismo don Diego que había ido a las Indias con él. Y como el mismo don Diego se lo
asegurase, y que la una de las dos mujeres que veía era la misma Leonora, que los dos habían
creído ser muerta, como podría ver después por el desengaño que ella misma le daría, si Dios
la sacaba con vida de aquel aprieto. Fue tan grande el contento que don Henrique tuvo, que
dejando a don Diego la palabra en la boca, acudió a Leonora, y después de haberla desatado,
y puesto así desmayada como estaba sobre sus vestidos, que estaban a sus pies, le daba mil
amorosos besos, sin acordarse de don Diego, el cual fue al fin desatado con la otra mujer.
459
Embelecar. Embaucar, engañar.
412
Desatado que los hubieron a todos, y vestidos con la mayor prisa que pudieron,
Velázquez y don Diego, dijeron a don Henrique, y a don Esteban que si querían escapar del
mayor peligro en que nunca personas se hubiesen visto, que tomasen lo más presto que se
pudiese a las dos mujeres (que no habían vuelto aún del desmayo) y se salvasen porque a no
hacerlo así, vendría sobre ellos todo el estado del Arauco, que había de venir antes de media
hora para hacer el sacrificio que habían concertado la noche antes, y que aunque fueran
demonios, como eran hombres, que no podrían salvarse de las manos de tanto número de
gente y que estando en lugar seguro se podrían contar después, los unos a los otros, las
aventuras que los había hecho encontrar y hallarse.
Así como querían tomar, entre cuatro, a las dos mujeres, vieron que habían vuelto en
sí, y que espantadas de verse en traje tan diferente del que se habían visto poco había, no
sabían si era sueño, o cosa verdad lo que veían. Mas habiéndolas asegurado, con pocas
palabras, de la verdad y Leonora dado a don Henrique mil besos, tomaron del oro y pedrerías
lo que les pareció más rico y costoso, con lo cual después de haber hecho cargar tres o cuatro
indios (que habían quedado vivos) del oro que pudieron llevar, se volvieron, no por el mismo
camino que don Henrique y su compañía habían venido, sino por otro, que en menos de
cincuenta pasos los hizo salir fuera de la peña y llegar adonde estaba de ordinario un
grandísimo barco, del que los indios habían poco tiempo antes tomado a algunos españoles, y
sacrificado en el mismo lugar a sus dioses a todas las personas que venían dentro.
Entrados que hubieron en él, y puesto dentro, las riquezas que traían, se fueron
costeando hasta haber llegado adonde estaba el barco de la ermita. Y puesto que los hubieron
a los dos, al abrigo de unas peñas, y adonde era casi imposible poderlos hallar otros sino
quien sabía de ellos, tomaron todo el oro que habían sacado de la cueva y vuelto que
413
hubieron a cargar a los indios, y tomado lo que cada uno de ellos traía para sí, se volvieron
con la mayor diligencia que pudieron a la ermita, adonde los dejaremos descansar por un
rato. A fin que Leonora que hemos tenido hasta ahora por muerta, desenrede por su propia
boca en el capítulo siguiente lo que parece casi imposible de creer, y por lo consiguiente,
sepamos quién era la otra mujer y qué aventura las había hecho juntar con Velázquez y con
don Diego.
414
Capítulo II
Tomado que hubo nuestra gente el tiempo y horas de descanso, que los grandes
trabajos que habían padecido, pedían. Don Henrique, acordándose de su pasada historia y
viendo por el acaecimiento de la nueva aventura que le había sucedido cuán diferentes venían
a ser sus efectos, de lo que había creído hasta allí y contado pocos días había a Sicandro y a
su abuelo, quedaba absorto y perplejo, y si Leonora, la cual conociendo en su cara lo que le
daba tanta pena y cuidado, no le desengañara, con declararle el secreto que su entendimiento
no podía atinar se quedara en su embelesamiento, hecho un mármol frío, como hubieran
hecho también don Esteban y Sicandro. Y para que el lector quede satisfecho de la verdad de
la historia y que no halle esta aventura demasiadamente extraña, he querido escribir las
mismas razones que Leonora dijo, descansado que hubo, estando presente toda la compañía,
que fueron éstas:
“Para que no tengas por tan extraño amigo caro”, dijo, “en ver viva a aquélla que has
tenido hasta ahora por muerta, te quiero decir la verdad de la lastimosa tragedia que sucedió,
la noche que te dijeron haberme yo muerto, con la caída que había dado, queriendo bajar de
la ventana a la calle, por la escalera de seda que sabes, que pasó todo de esta manera. Dos
horas antes del plazo que habíamos concertado para que tú me sacases de casa de mi tío, un
criado de don Pedro, que amaba en extremo a una doncella que mi prima Ercila tenía, dio
aviso a su señora de la traición de su amo, la cual doncella no hizo falta, como buena criada
que era de advertir al instante a su ama diciéndole que don Pedro había fingido quererse casar
con ella sólo para engañarte a ti y a mí, que amaba sobre manera, y que había entablado, de
suerte su traición, con sus enredos que si le dejábamos hacer, saldría indubitablemente con su
415
intento, y ella, yo y tú quedaríamos burlados porque don Pedro, habiendo sido el medianero
del concierto que entre tú y yo habíamos hecho, y sabiendo todas las señas, debía de hacer
tomar todas las entradas y salidas de las calles, que iban y venían a mi casa, por doce
hombres muy bien armados, una hora antes del plazo, para que tú no pudieses pasar y él me
pudiese engañar a mí, fingiendo ser tú.
Ercila, aunque abrasada de cólera, de amor y de celos no lo quiso llevar a voces, sino
con la mayor prudencia y discreción que pudo y supo imaginar, porque sin alborotarse ni
quererme describir la verdad de lo que pasaba, vino a mi aposento, y me dijo que don Pedro
había enviado a decir de tu parte, para que ella me lo dijese a mí, que te había dado un
accidente de calentura, y que no podrías venir aquella noche al lugar aplazado460 pero, que
esperabas en Dios, que no sería nada, si la pesadumbre que tenías de no poderme ver aquella
noche, no te acababa, que a quedar vivo, me sacarías la siguiente, indubitablemente.
Estas nuevas me apretaron de manera el corazón, que me caí desmayada sobre la
cama temiendo que la enfermedad fuese peligrosa, o larga, y sin los remedios que Ercila me
dio, creo que me hubiera muerto aquella noche. Consolada que me hubo con sus palabras,
salió fuera de mi aposento en verme acostada, diciendo que me quería dejar dormir para que
descansase. Y entrada que hubo en su cámara, sacando de un cofre, donde estaban mis
vestidos (del cual ella tenía la llave) uno de los más galanes, y que don Pedro había visto
puesto sobre mí muchas veces, se lo puso con una de mis valonas,461 tocándose después a mi
modo sin olvidar un rodete y apretador, que tenía todo cuajado de diamantes, y otras joyas
muy señaladas que solía llevar los buenos días de fiesta.
460
Acordado.
Valonas. Cuello grande y vuelto sobre la espalda, hombros y pecho, que se usó especialmente en los siglos
XVI y XVII. En el texto original, Balonas (745).
461
416
Llegada que fue la hora del concierto, se fue a la ventana por la cual yo debía salir, de
la cual oído que hubo las señas que don Pedro hacía, tendió las escaleras de seda, que el día
de antes me habías enviado con él. Don Pedro creyendo que Ercila fuese yo, tomó con otro
de sus amigos que iba con él, el cabo de la escalera y mi prima comenzó a bajar por ella.
Don Diego, que está aquí presente, y a quien los celos hacían acechar en aquella
sazón, de unos soportales,462 lo que se hacía, viendo un espectáculo tan horrendo para sus
ojos dejándose cegar de la cólera disparó (a lo que me ha contado después) un pistolete que
traía, dando a don Pedro por medio de la cabeza, con un balazo que le derribó por el suelo
muerto, que fue causa que aquél que tenía con don Pedro el cabo de la escalera, espantado de
oír el ruido, y de ver caer a su compañero, soltó lo que tenía, y se acogió,463 y la pobre Ercila
cayendo del medio de la escalera, la cabeza primera en el suelo, se la hizo pedazos. Y cómo
la justicia acertase a pasar poco rato después por allí. El teniente de Sevilla que me había
visto muchas veces vestida de la manera que Ercila estaba, publicó por toda la ciudad mi
muerte, y fue tan grande el pasmo, la confusión y el alboroto, que mi tío y sus criados y
criadas tuvieron, oído y visto que hubieron este espectáculo, que no cayeron en la cuenta de
que la muerta era Ercila en toda la noche.
La mañana después, me vinieron a decir tu prisión y el suceso de la cárcel, y porque
supe que había muchos presos retraídos464 en San Francisco, envié allá una persona de quien
fiaba mucho para que se informase de ti. Y como aquella persona hallase fortuitamente a tu
tío, y le dijese como yo estaba viva, y le había enviado allí para saber de tus nuevas, tu tío le
respondió que habías salido del convento con otro caballero, vestidos los dos en hábito de
462
Soportal. Pórtico, a manera de claustro, que tienen algunos edificios o manzanas de casas en sus fachadas y
delante de las puertas y tiendas que hay en ellas.
463
Acogerse. Refugiarse, retirarse, tomar amparo.
464
Retraído. Se decía de la persona refugiada en lugar sagrado o de asilo.
417
frailes, y que en saber de tus nuevas, me daría aviso de tu salud, y me enviaría a decir el lugar
adonde estarías y te escribiría como yo estaba viva. Pero aunque envié otras muchas veces a
hablar con él a la misma persona, no pudo nunca sacar de él dónde estabas hasta que hubiste
pasado a las Indias, ni menos te quiso enviar a decir ninguna cosa de mí, de miedo a lo que
me ha dicho después, que mi amor no fuese causa, de que atreviéndote de venirme a ver, la
justicia no te prendiese. Pero salido que hubo con su pleito, me envió por uno de sus pajes
una carta por la cual me decía como tú estabas en las Indias. Y que si la amistad que te solía
tener reinaba aún en mi corazón que a quererme atrever a pasar allá con él, con la primera
flota que partiese que me prometía de acompañarme con mucha fidelidad, y que nos
embarcaríamos en un galeón, del cual era capitán uno de sus sobrinos, con el cual tú habías
también pasado.
Yo que no había enviado a informarme de ti, por otro efecto que para irte a buscar, al
lugar donde estabas, hallando esa buena ocasión, no la quise perder, por evitar la muerte que
indubitablemente me hubiera sucedido, con el casamiento que de mí, y de un caballero
portugués, que aborrecía cuanto se puede encarecer, mis parientes querían hacer. Y
apercibido que hube todo lo que era necesario para hacer un viaje tan largo, salí de noche, de
casa de mi tío, y me fui a aquella del tuyo, de la cual salimos él y yo una noche, con dos
criados, y nos fuimos a Cádiz, adonde habiéndonos embarcado para las Indias, llegamos en
cuarenta y cinco días a Penco. Adonde habiendo preguntado por ti nos dijeron que habías ido
con tu padre a veinte leguas de allí, y que no darías la vuelta a Penco de un mes, que fue
causa de irnos para poderlo pasar sin enfado, y sin ser conocidos de nadie, a la fortaleza de
Tucapel, con esta hermosa señora que veis aquí, que es hija del gobernador, que era entonces
418
de ella, y que había venido con su madre y hermano de España en el mismo navío que
nosotros.
No habíamos bien estado en la casa de Tucapel veinticuatro días, que supimos cómo
habíais dado los dos la vuelta a Penco. Por la cual ocasión comenzamos a ponernos en orden,
para iros a ver, así descuidados como estabais de nosotros, porque nuestra venida había sido
tan secreta, que ninguno, si no eran nuestros criados, sabía que el uno fuese pariente de los
Castro, ni la otra enamorada tuya. Pero así como nos queríamos despedir de nuestros
huéspedes, tuvimos aviso como todo el estado de Arauco venía sobre la fortaleza. De las
cuales amenazas, no tardamos mucho tiempo en ver los sangrientos efectos. Porque llegados
que fueron los bárbaros delante de la casa y dado en cuatro o cinco días, siete u ocho asaltos
a la fortaleza, la rindieron al fin y degollaron a todos los hombres y mujeres que hallaron
dentro de ella, si no fueron a esta señora, a tu tío, y a mí, que guardaron para sacrificarnos a
sus dioses, aunque después tu tío desapareció, y no se ha podido saber de ninguna manera lo
que los indios han hecho de él. Tomónos a cargo un cacique de los más ancianos de Arauco,
llamado Colocolo,465 el cual nos hizo llevar a su casa donde hemos estado hasta que los
bárbaros, después de haber muerto a Valdivia, trajeron a la misma casa donde estábamos a
don Diego y a Velázquez, con otros muchos españoles que habían preso en la batalla, y
juntado que nos hubieron con ellos, nos llevaron a todos con muchas fiestas y regocijos, a
465
Colocolo fue un cacique araucano, a fines del siglo XV y a principios del siglo XVI, y protagonista de los
comienzos de la Guerra de Arauco. Según Ercilla, era un anciano sabio que abogaba por el uso de la fuerza
militar contra los invasores españoles, en vez de dirigirla contra los mismos araucanos. Ver su discurso en la
primera parte de La Araucana, canto II (156):
Volved las armas y ánimo furioso
a los pechos de aquellos que os han puesto
en dura sujeción con afrentoso
partido a todo el mundo manifiesto:
lanzad de vos el yugo vergonzoso;
mostrad vuestro valor y fuerza en esto:
no derraméis la sangre del Estado
que para redimir nos ha quedado.
419
aquella cueva, de donde nos habéis sacado, do habíamos estado cuando llegasteis dos días y
dos noches atados a aquellas columnas, y visto cometer en los cuerpos de nuestros pobres
compañeros las mayores crueldades del mundo, como don Diego y Velázquez podrán decirte,
porque me falta el ánimo y las fuerzas para pasar más adelante en mi discurso.”
Don Diego, tomando al instante la palabra de Leonora, dijo:
“Bien se pudiera excusar, el hablar yo de mi aventura pues que Leonora la ha
declarado contando la suya y diciendo que los araucanos entregaron a todos los españoles
que quedaron vivos de la batalla al cacique que tenía cargo de ella, y de la señora doña
Elvira, que así se llamaba la hija del gobernador de Tucapel. Pero, pues que su merced quiere
que otro diga lo que los bárbaros hicieron en la cueva, haré relación de ello lo más
brevemente que me sea posible.
La primera cosa fue, dar gracias a su dios Eponamón de la victoria que decían haber
alcanzado por el esfuerzo de Lautaro, a quien creían este ídolo haber dado las fuerzas y el
entendimiento para hacer lo que hizo por el servicio de su patria. Y después de haber hecho
las oraciones acostumbradas, queriendo hacer los sacrificios que después de la victoria,
Caupolicán había prometido hacer, se comenzaron las ceremonias de ellos de esta manera.
El sacerdote acompañado de todos los caciques del estado, nos hicieron entrar dentro
del templo a veinticinco españoles y españolas que éramos, y nos presentó delante del ídolo,
preguntándole cuáles de nosotros le eran más agradables para el sacrifico. El ídolo respondió,
o el demonio por él, que Leonora, doña Elvira, don Diego, y Velázquez, y que los demás
fuesen degollados en la pila de plata que estaba delante de él, para que con ellos se pudiesen
hacer las fiestas y banquetes de carne humana que estaban acostumbrados hacer antes de un
tan solemne sacrificio.
420
Al instante fue ejecutada la sentencia del demonio y derramada la sangre de estos
pobres inocentes dentro de la pila, el reflujo de la cual fue corriendo por un agujero que la
pila tenía dentro del arroyo que pasaba por debajo. Y tomando después las cabezas, con
aquella de Valdivia y de los otros españoles e indios aliados que habían muerto en la batalla
(las cuales habían traído en unas grandes talegas) las llevaron a colgar, a lo que se entendió
en alguna parte y enviaron los cuerpos al lugar donde se había de hacer el banquete, para que
se guisasen y los pudiesen ir a comer después.
Esto hecho, nos desnudaron a todos cuatro, y nos ataron a las columnas donde nos
hallasteis. Salieron después todos del templo, salvo el sacerdote, que quedó, adorando el
ídolo. Y acabado que hubo su rito y ceremonia, dio tres golpes con la palma de la mano
derecha en el suelo, con la cual seña entraron todos los caciques, llevando en las manos, los
unos unas vasijas, los otros unos jarros, y los otros unos cántaros, u otras cosas semejantes,
siendo todo de oro o plata. Caupolicán, como general de todo el estado, fue el primero que
vino a hacer la reverencia al ídolo y después me vino a hablar a mí al oído, diciéndome que
cuando estuviera en el otro mundo me acordase de él, y no olvidase de dar sus encomiendas
al demonio, que éste es el dios que esta maldita canalla adora y que en recompensa de la
merced que en haciendo lo que me rogaba, le haría, me ofrecía en don aquella vasija que
tenía en sus manos, y la puso sobre las gradas. Y por el consiguiente Lautaro y los demás
caciques hicieron otro tanto, con Leonora, doña Elvira, y con Velázquez.
Acabado que los caciques hubieron de dar sus encomiendas y ofrendas, salieron del
templo, después de haber bailado y danzado, gritando como locos más de una hora alrededor
de nosotros. Y entrando después la gente común, hicieron lo mismo que los caciques, y de
esta manera continuaron hasta las dos de la media noche, que se acabaron las ceremonias y
421
los gritos, guardando después un grandísimo silencio. Y tan presto que vieron reír el alba, se
fueron a un vallezuelo (que está a la mano izquierda, y a media legua de la cueva) dedicado a
los regocijos que esta bárbara canalla ha acostumbrado de hacer, después de haber alcanzado
sobre el enemigo alguna victoria, y donde estaba apercibiéndose el banquete, quedando sólo
cincuenta indios dentro del templo en nuestra guardia. Los cuales cansados de haber gritado
tanto la noche pasada, habían empezado a dormirse una hora antes que ellos entrasen, porque
sabían que el sacerdote que había ido a la fiesta con los demás, no vendría a hacer el
sacrificio de nosotros hasta que el sol cansado de caminar, comenzase a inclinar su cabeza al
horizonte, ocasión de la grande borrachera que debían hacer.
Esto es, señores, todo lo que yo puedo decir, tocante a este negocio. Si Velázquez
sabe alguna cosa más, me hará merced de decirla.”
“Habéoslo contado tan bien, señor”, respondió Velázquez, “que no se os ha olvidado
cosa, y si no fuera, que veo que Sicandro y don Esteban me están mirando espantados de
haberme hallado con vosotros, no abriera la boca para hablar una sola palabra. Pero es me
forzoso de dar razón a Sicandro de lo que he hecho después que me envió de aquí a la ciudad
de los reyes y a Penco, para saber nuevas del marqués, su padre, para lo cual hacer les
suplico me den licencia.”
“Estoy esperando la respuesta con el mayor deseo del mundo”, dijo entonces
Sicandro, las lágrimas en los ojos, “y ruego a Dios que sea buena.”
“Escuchad pues, señor Sicandro”, torno a decir Velázquez, “que yo os lo voy a decir.
Yo salí de esta sierra con la mayor dificultad del mundo, e hice después tan buena diligencia,
que llegué a Penco en pocos días, donde habiéndome informado del marqués, vuestro padre,
me dijeron, que le estaban aguardando todos los días. De allí me fui a la ciudad de los reyes,
422
y me dijeron lo mismo. Volvíme otra vez a Penco, adonde llegué el mismo día que Valdivia
partió de ella, para ir al socorro de la casa de Tucapel. La curiosidad que tuve de ver cómo
los bárbaros peleaban y de emplear mi espada por el servicio de la Iglesia y de mi rey, hizo
que fuese con Valdivia. Deciros cómo perdimos la batalla, no hay para qué, porque (a lo que
creo) don Henrique os lo habrá contado, y Leonora, y don Diego, dicho como el cacique
Colocolo, habiéndonos prendido los araucanos, nos tomó a su cargo y nos juntó con Leonora,
y doña Elvira.”
“Ahora que nosotros os hemos contado nuestras fortunas”, dijo Leonora a don
Henrique, viendo que Velázquez había acabado de hablar, “estamos esperando nos digáis
cómo os salvasteis de la batalla, porque don Diego me ha dicho que fuisteis vuestro padre,
vos y él, con Valdivia. Y qué aventura es la que os ha traído a este yermo, con tan buena
compañía, y por el consiguiente todo lo que nos puede causar admiración.”
Entonces don Henrique tomando la palabra, le hizo un discurso de los puntos más
principales que habéis oído en el discurso de esta historia, diciéndole, quiénes eran el
ermitaño y Sicandro, con la cual declaración acabaremos este capítulo, para escribir después
en el otro, cuán varios y diversos son los efectos que el amor produce, y mostrar que todas
sus cosas no son menos sujetas a mudanza que aquellas de la fortuna.
423
Capítulo III
¿Quién me dará palabras para poder contar las maravillas que voy a decir? ¿Y quién
arte para poderlas reducir en el poco papel que me queda? ¡Cómo el amor de una doncella,
criado desde la cuna, hasta la edad de la adolescencia y puesto con la satisfacción que tiene
de la cosa amada en tal grado que no se puede ver en el mundo cosa más perfecta y rara,
puede perderse! Una mujer deja parientes, casa y amigos para venir a buscar a un hombre, de
cerca donde están las columnas de Hércules, hasta la región Antártica, sólo para casarse con
él, y cuando le ha de dar la mano de esposa, puede huir y mostrarse esquiva. Sí, Leonora es la
que ha de hacer esto. ¡Oh, inconstantes efectos de amor! ¡Oh, débil y flaca naturaleza de las
mujeres! ¡Oh, miserable estado de aquel que las ama, pues que su ser le hace olvidar al
criador, para adorar a la criatura! Vémoslo todos los días y aún, lo sentimos en nuestras
conciencias y estamos tan inclinados al mal, que lo sufrimos, sin escarmentar en las
desgracias que nos suceden a cada momento, por amarlas demasiado, como se podrá ver en
el ejemplo que os voy a contar.
Como vemos que el carbón encendido por la segunda vez tiene su fuego más áspero y
violento que la primera, así don Henrique siente en sus entrañas, viendo la hermosura de
Leonora, un incendio mucho más impetuoso que aquel que solía. Al principio aquel de
Leonora sobrepujaba al suyo, pero así como una hoguera, que cuando está más cerca de su
fin, muestra entonces su llama ser mayor y más clara, así el amor que Leonora tenía a don
Henrique, debiendo acabarse presto, anunciaba por estos excesos su fin. Y la causa porque
este fuego se apagó tan presto en su corazón, fue el haberse encendido otro, con la vista de la
incomparable Elisaura, que creía ser Sicandro, y el más gallardo y hermoso mancebo, que en
424
días de su vida pensase haber visto. La primera vez que le miró no sintió otra cosa que fuese
más de una complacencia de haberle visto, pero floreando demasiado, con la consideración
de la perdición del objeto, su contento se halló, sin pensar, presa de los lazos que el amor
había rendido, en las divinas facciones de Sicandro. En vano se riñe a sí misma, y se
representa la infidelidad que hace a don Henrique, en amar otro más que a él porque cada
palabra que Sicandro dice, es un tiro de artillería que derriba la mayor parte de sus
consideraciones, cada lágrima (que echa, a lo que dice, por las tristes nuevas que Velázquez
le trae) un fuego que abrasa su honestidad, y cada suspiro un furioso viento, que el incendio
aumenta y de tal fuerte, que acaba de consumir la fidelidad que hasta entonces había tenido al
amor de don Henrique.
De otra parte, Elisaura, creyendo que Andalio se hubiese ahogado en el mar, o porque
los hados lo quisieron así, se había enamorado de don Henrique desde el día que le había
contado, con tanta terneza la historia de sus amores, y sentía por su amor una pena tan grande
que las peñas de la sierra donde estaba, a las cuales iba a contar alguna vez sus tormentos,
mostraban tener de su mal sentimiento. Con todo eso lo disimulaba lo mejor que podía, y no
había querido descubrir quién era, queriendo antes cumplir con el recato que a su honestidad
debía, que con los deleitosos placeres que sus amorosos pensamientos le prometían
descubriéndose. Porque esperaba hacerse conocer algún día de él en parte que su honra no
pudiese correr ningún riesgo, y que entonces tomándole por marido, sacarle de lo que
causaba en su corazón tanto mal, ungüento para curar la herida, que su amor le había dado.
Pero cuando vio sus esperanzas perdidas por la venida de Leonora, maldecía la hora y el
momento que había encubierto su nombre y sexo. Y se sentía combatida de tan insufribles
penas que los celos la daban, todas las veces que veía a su don Henrique requebrar a
425
Leonora, que si sus ojos (tomando por achaque de llorar la pérdida de su padre y de su
madre) no hubiesen reventado y hecho nacer en el suelo, con la lluvia que caía de ellos, dos
fuentes de lágrimas, hubiera perdido con ellas la vida. Pero viniendo a conocer que Leonora
estaba enamorada de él por los continuos suspiros que estando sola daba, todas las veces que
le miraba, pensó que si fingía de amarle, podría (sacando del corazón de Leonora el amor que
tenía don Henrique) mezclar entre ellos alguna cizaña, para que se viniesen a aborrecer.
Esta resolución tomada, y con la ejecución de ella, Leonora enajenada de todo punto
del amor de don Henrique, se vio en pocos días la sierra de Chile, con más llamas que el
Etna, o Montgibelo no tiene si el encarecimiento no es demasiado.466 Porque don Diego, no
pudiendo más encubrir las suyas las descubrió por Leonora, no menos resplandecientes,
Velázquez por doña Elvira, y doña Elvira por don Diego. De manera que don Henrique se
moría por Leonora, Leonora por Sicandro, Sicandro por don Henrique, doña Elvira por don
Diego, y Velázquez por doña Elvira. El cual Velázquez era entre todos el desdichado porque
no era amado de ninguna. Miren qué lindo humor gasta el hijo de Citera, cuando se le antoja,
y cuán miserable estado es (como hemos ya dicho) aquel de los enamorados, de estar sujetos
a las inconstantes voluntades de un rapaz, que contradiciéndose a sí mismo, quiere lo que no
quiere, y deshace (como hacía Penélope) [por] la noche, lo que ha hecho [por] el día.
Así traía Cupido al retortero467 a nuestros pobres amantes, consumiéndoles el corazón
y entendimiento con sus propias fantasías. Don Henrique con ver que Sicandro le miraba, con
más atención de lo que los hombres suelen mirarse, y conocer en la reverberación que su
divina belleza daba a sus ojos, cada vez que la consideraba que aquel resplandor de rostro
466
Aquí Loubayssin, mediante una metáfora, compara la enajenación de Leonora con la geografía de las
montañas de Chile y los volcanes de Italia, subrayando la pasión de Leonora por don Henrique.
467
Retortero. Andar sin sosiego de acá para allá.
426
pertenecía antes a un ángel que a un hombre mortal, no podía caer, ni a que fuese mujer ni a
que sus ojos le mirasen tan a menudo, por el sujeto que le miraban.468 Pensando que cómo
difícilmente se puede hallar un hombre que no tenga alguna falta, que Sicandro tenía aquella
de mirar así a las personas, como se ve todos los días en muchos hombres que tienen la
misma falta, que creía serle tan favorable para con las mujeres, como era fea para con los
hombres. Y porque creía ser del todo imposible, que ninguna le mirase, sin morirse por su
amor, comenzó a mostrarse celoso de él. Lo que visto por Sicandro, empezó a añadir (para
desengañarle de los celos que tenía) a las caricias que le hacía con los ojos, aquellas de las
palabras, mostrándosele tan aficionado que la pasión de su amor, fue harto poderosa, para
venirle a ganar en breves días, la amistad, con la cual le quitó de todo punto los celos que le
había dado, y vino a ser alguien donde don Henrique depositó de allí adelante, todos sus
secretos, contándole los celos que de él había tenido y los que tenía de don Diego.
Así pasaban el tiempo nuestros enamorados, sin que la ausencia de la cosa amada los
hiciera desvelar en buscar invenciones, para acechar la hora que debía salir para ir a oír misa,
o asomarse a la ventana, porque se veían a cada momento. Pero en las cosas de amor, cuando
lo uno sobra suele faltar lo otro.
¿De qué me sirve estar cercado de árboles, y que sus sabrosos frutos colgados de sus
ramos, me lleguen hasta la boca, si abriéndola para comer y satisfacer mi hambre, que es
mucha, veo que se suben hasta las estrellas, y no los puedo alcanzar? Sean mis pensamientos
testigos que las penas de estos amantes debían de ser muy grandes. Mas para que veamos lo
que pasaba particularmente entre ellos digamos alguna cosa de ello.
468
Don Henrique se siente atraído por la belleza física de Sicandro-Elisaura, y a su vez se siente objeto de la
atención de Sicandro.
427
Don Henrique viendo un día, que Leonora se había ido sola a desenfadar, entre unas
peñezuelas, que estaban no muy desviadas de la ermita, dejó la compañía, que estaba
ocupada en graciosos pasatiempos, y se fue siguiéndola lo más paso que pudo pero no pudo
medir sus pasos con tanto tiento, que Leonora que estaba ya asentada no le sintiese venir.
Causó la vista de don Henrique en su corazón un grande descontento, tanto por ver
cosa que empezaba a aborrecer como porque su venida la privaba del contento que empezaba
a tomar, en sólo considerar cuán dichoso sería, si venía a ser amada de un tan hermoso
mancebo, como era Sicandro. Mas disimulado lo mejor que pudo su enojo se levantó para
saludar a don Henrique, el cual en llegando a ella, le volvió la cortesía, con un amoroso beso
que le dio en su rosada boca asentándose después junto a ella. Y platicado que hubieron un
rato, en cosas de amor queriendo desmandarse con un poco de más libertad de lo que
convenía con sus hermosas prendas siente el rigor de su nevada mano que le detiene.
“¡Cómo mis amores”, dice don Henrique sintiéndose atajado, “vos esquiva conmigo!
El marido no podrá holgarse con la mujer! Y mi amor recibirá esta afrenta.”
“Amigo”, responde Leonora, “no os espantéis de ello, porque haciéndolo así, hago lo
que estoy obligada hacer para conservar mi honra. Si vuestro ánimo tiene en sí la perfección
que mi amor pide, estaréis quedo y guardaréis estas caricias para cuando estemos casados,
que por ahora no las tengo menester y no podéis poneros en deber de hacérmelas, sin
ofenderme.”
Don Henrique oyendo estas razones, se muestra enojado, creyendo que su señora le
ha de halagar, mas viendo que está muy mesurada y sin decir nada quiebra de sí por esta vez,
y con palabras risueñas y humildes, le dice, besándole la mano:
428
“Si por amaros demasiado, prenda cara, merezco de sufrir la pena que vuestro enojo
me da, confieso que he de veros toda mi vida airada. Pero si otra consideración que la que
decís es la que os ha dado sujeto de enojaros, creed, reina mía, que mis caricias mueran469
antes conmigo que vuestra honra no se sienta agraviada por ellas. Que si las leyes de vuestro
rigor quieren alargar tanto la cura del mal que me atormenta, no hay para qué darme
esperanzas, pues estoy cierto de que serán tardías, y que por acabarse presto mi vida no
llegará nunca a ver tantos efectos de vuestra bondad como los que veo ahora de vuestro
rigor.”
“Si yo supiera”, respondió Leonora, “que las palabras que tengo dicho, por la
conservación de mi honra pudiesen privar a mis ojos de la vista de la cosa que más amo en
este mundo, las convirtiera en maldiciones contra ella si estuviera cierta que por ellas pudiese
conservar la vida de una cosa, sin la cual no puedo vivir. Pero sabiendo que una ley justa y
equitable,470 no puede poner por el mismo sujeto a una persona de entendimiento en la
extremidad que dice, hallo que debo observarla, que si tú me amas tanto como dices, don
Henrique, debes preferir mi contento al tuyo, un acto noble, virtuoso y cortesano, a otro feo,
sucio e indigno de un caballero.”
La plática pasara más adelante, porque don Henrique iba a responder a lo que
Leonora acababa de decir, si don Diego que estaba siempre a las escuchas, allegándose a
ellos, no detuviera las palabras que iba a decir, con hablar después de haberlos saludado de
esta manera.
469
470
Original, murian (778).
Equitable. Del francés, justo, equitativo.
429
“La confianza que tengo, de que no se podrán quejar de mí, que no se quejen de toda
la compañía que estará aquí presto, hace que les suplique me hagan merced de admitirme en
la conversación, si no hablan en cosas de amor o de secreto.”
“No corre entre nosotros tan buena correspondencia”, respondió don Henrique, “para
que [no] hablemos de lo uno ni de lo otro. Y cuando fuese así, lo que no puede ser no lo fuera
para vos, que aunque sois rival favorecido, sois amigo.”
“Decidlo de veras o burlando”, respondió don Diego.
“Preguntadlo a Leonora”, replicó don Henrique, “que a querer decir la verdad,
apostaré que no he dado muy lejos del blanco.”
“Gran paciencia ha de tener la doncella, que es amada de dos hombres”, respondió a
esto Leonora, “principalmente cuando alguno de ellos le pide celos y satisfacciones. Confieso
que quisiera antes no ser amada que ser atormentada de esas impertinencias, y perdonen las
dos mil leguas que he andado, por uno que me da tan mal pago del amor que le tengo,
dudando después de una prueba tan grande, como es la que le he dado de mi afición, si mi
amor es verdadero o fingido, pues me pide celos, culpándome por estas sospechas de liviana
o por doncella de muy grosero471 entendimiento, de no saber mostrar evidentemente la fuerza
de mi pasión.”
“A lo menos estoy cierto que aquel viaje no se ha hecho por mí”, dijo don Diego.
“Si no se ha hecho por vos”, tornó a decir Leonora, “se habrá hecho por vuestro
compañero.”
“Doy al diablo tales favores, y aun vuestros pensamientos, don Henrique”, volvió a
decir don Diego todo alborotado, oído que hubo la respuesta de Leonora, “si creéis que mi
471
Grosero. Rústico, ignorante.
430
amor ha de hacer nunca molestia al vuestro, porque a lo que oís, apostaré que la señora
Leonora me aborrece otro tanto a mí, como os ama a vos, y que me quisiera saber en la más
oscura mazmorra, de Fez o de Marruecos.”
“Eso de aborrecer”, volvió a decir Leonora, “no lo creáis, basta que seáis amigo de la
persona que más amo en este mundo para que os desee todo bien, el cual quisiera que os
sucediera no en ninguna mazmorra de los lugares que decís, sino en vuestra casa,
prometiéndoos, que si se os antojara de obedecerme y yo tuviera el apócrifo de Astolfo, que
os suplicara tomarle, a trueque de os ver ir con más diligencia de delante mis ojos.” Don
Henrique oyendo decir a Leonora estas palabras, medio enojada, y viendo a don Diego en tal
estado, que no sabía si debía reír, o renegar de la madre que le parió, disparó en una grande
risa, la cual sirvió de aguijón a toda la compañía que venía para que apresurara sus pasos.
No hubo bien llegado adonde estaban los tres, cuando don Henrique tomando a doña
Elvira por la mano, la llevó a don Diego (porque sabía que ella le amaba) diciendo:
“Señora, interceded por nosotros, pues que nuestros ruegos no han podido.”
Doña Elvira aumentando más su hermosura, con el color que le salió al rostro, por no
entender lo que don Henrique quería decir respondió, diciendo:
“Si me decís, señor, la oración que he de rezar, os mostraré lo poco que se me da de
ser burlada de la compañía, con condición que creáis que lo que habré hecho habrá sido, solo
para daros contento, y no por pensar alcanzar lo que la señora Leonora y vos no habrán
podido.” Y como doña Elvira apretase a don Henrique, para que le dijese qué cosa era, sacó
de él por respuesta que don Diego se quería ir y dejarlos. A las cuales palabras doña Elvira
respondiendo con rostro risueño, que aunque de poco crédito con él, que se atrevía a hacer
desviar su pensamiento de aquella intención, fue a tomar a don Diego por la mano y
431
apartándose los dos de la compañía empezaron a trabar plática, asentado que se hubieron en
el suelo, como hicieron también don Esteban, Leonora, y don Henrique, porque Sicandro
queriendo hablar con Velázquez, de negocios particulares le había tirado aparte. Y después
de haber escogido lugar propio a su designio, viéndose en parte que sin temor de ser oídos de
nadie le podía hablar, le dijo las razones que se dirán en el capítulo siguiente.
432
Capítulo IV
“Si no supiera, amigo caro, que tuvieras satisfacción del agradecimiento, que mi alma
tiene del bien y merced que me has hecho, y no creyeras estarte cierta (si Dios me da vida) la
recompensa que en remuneración y reconocimiento de ella pienso darte, buscara con
grandísimo cuidado palabras para podértelo persuadir, y no me faltaran efectos, si en la vida
de una desdichada princesa, se pudiera hallar parte para poderte obligar a creerlo, la cual vida
ofreciera a tu servicio, con no menos voluntad, que tú has hecho la tuya, en muchas
ocasiones por el mío”. Velázquez, a no temer que alguien le viera, se hubiera arrojado a los
pies de Elisaura para besárselos, tan grande fue el embelesamiento que tuvo, oyendo las
humildes palabras que una grande princesa le dio, y la más excelente beldad del universo le
decía.
Elisaura conociendo su turbación, le tornó a decir, para obligarle aun más de tenerle
la mano en lo que le quería pedir, estas palabras:
“Si creer esto que digo de mí, oh, Velázquez, y me quieres fiar la ejecución de mis
promesas hasta que Dios me dé el con qué poderlas efectuar, prométote darte por las esperas,
otro tanto como suma el principal, y que a verme un día reina de Subo, te verás dueño y
posesor472 de las riquezas de un reino y de la voluntad de una reina.”
Velázquez, oyendo otra vez esta segunda carga, no pudo estar sin dejarse caer con
ella a los pies de la princesa, besándoselos muchas veces a pura y fuerza y rogándola casi las
lágrimas a los ojos, de no tratarle de aquella manera, si quería que las flechas de sus palabras
no le traspasasen el corazón y quitasen la vida de aquel que no había nacido que para
472
Posesor. Dicho de una persona que posee, poseedor.
433
obedecerla. Que tenía razón de quejarse de él, porque parecía que dudaba de su voluntad,
pues se abajaba a decirle a él que no era más que un soldado, palabras indecentes a su
grandeza, pensándole obligar artificiosamente, a lo que imaginaba que Velázquez no haría,
de su voluntad la cual estaba dispuesta, para sacrificar al instante su vida por su servicio si
supiese que con ella pudiese cumplir más presto la cosa que le quisiese mandar.
“Dejemos pues los cumplimientos”, replicó otra vez Elisaura, “y escuche con
atención lo que voy a decir. El amor de Andalio, que creo haberse anegado indubitablemente
en el mar, fue causa, como sabes, que dejé la corte del rey, mi padre, para venirme con él a
estas partes. Y aquélla de don Henrique, a lo menos, si me quiere tomar por esposa, me ha de
hacer volver a ella.”
“De manera que amas a don Henrique, señora”, dijo a esto Velázquez.
“Y de tal manera”, respondió Elisaura, “que cuando Andalio estuviera con vida, sería
fuera del poder de mi voluntad de poderlo amar porque la gentileza, la discreción, y la
bondad de éste junto con la perfección que tiene en amar, (como yo juzgué por el afecto y
pasión que mostró, cuando me contó la historia de sus amores de él y de Leonora ) se han
apoderado de suerte, de mis potencias que no hay trabajo, ni tormento tan fuerte que sea, que
sea capaz de poder borrar la perpetua afición, que en el consistorio de mis pensamientos, se
ha concertado tenerle mientras viviere.
Este mal, con ser tan grande, se ha empeorado, y enconado aun más, después [de] la
venida de Leonora, porque los celos que tengo ahora mismo en verlos los dos juntos,
atenacean de manera mi alma y apocan de suerte las fuerzas de mi entendimiento, que estoy
más para loca que para cuerda, y si no fuera por la satisfacción que tengo de que el amor que
Leonora tiene a don Henrique se va enfriando, me muriera en menos de dos días.”
434
“No sé cómo esto puede ser”, replicó a esto Velázquez, “si su amor ha sido poderoso,
para hacerla venir de España, a tierras tan remotas y apartadas como son estas, y veo todas
las veces que los miro, sus bocas estar siempre coladas, y decirse el uno al otro requiebros,
bastantes a hacer morir mil mundos.”
“No sabes tú lo que yo sé”, tornó a decir Elisaura, “y pues que lo ignoras, escucha,
que yo te lo voy a decir. Haz de saber que Leonora, creyendo que yo soy varón, e hijo del
marqués de Cañete, que así lo he dado a entender, para encubrir quién era, como te dije ayer,
ha puesto en mí su amor de la propia manera, como yo he puesto el mío en don Henrique, y
está tan ciega tras mí, que no lo ha podido tener tan secreto, que yo no lo haya conocido
evidentemente en su mirar de hito en hito, y suspiros que da estando sola conmigo. Don
Diego, como sabes, la ama a ella, más que a sí mismo, siendo de ella aborrecido, otro tanto
como amado de doña Elvira.” A esto, de amado don Diego de doña Elvira, se puso
Velázquez más descolorido que un papel porque él la adoraba, como tengo dicho.
Elisaura conociendo su turbación le tomó la mano, diciéndole:
“Ea pues amigo, no se alborote, que ya le entiendo, paciencia y barajar, que también
espero que su suerte vendrá como la mía, que sólo por esto se ha empezado la plática.” Y
volviendo a su discurso, tornó a decir, “yo quiero pues empezar por Leonora, porque a no
hablarle de amor, la veo reducida a tal trance, que no pasarán dos días sin que ella me hable.
Concertado que habremos entre los dos mi casamiento, con condición que ella dirá a don
Henrique que no se puede casar con él, por ocasión de un voto de virginidad que hizo a la
virgen estando para ser sacrificada a los ídolos, si Dios la libraba de aquel peligro. Y que si
no se lo había dicho hasta entonces, que la causa había sido pensando que Dios le haría
merced y gracia de quitarle a él poco a poco su amor, viéndola a ella enajenada del suyo, mas
435
pues que ella veía, que en lugar de quitársele, se le aumentaba con la conversación que con
ella tenía que le suplicaba de que no se usase más entre los dos tanta familiaridad, y la tuviera
desde aquella hora que le desengañaba por esposa de Jesucristo.
Al instante que Leonora le habrá dicho esto, estoy cierta que don Henrique me lo
vendrá a decir a mí, y me pedirá consejo de lo que ha de hacer. Yo entonces, mostrándome
muy apesarada de esto le diré que Leonora me había encargado ya muchas veces de decirlo y
que yo, por saber cuán mal recibiría aquellas nuevas, no se las había querido traer. Mas pues
que la misma Leonora se lo había ya dicho, que le aconsejaba hiciese, pues no había otro
remedio, para olvidarla. Y porque sabía, que así como un clavo saca otro, que el mejor
remedio que una persona que ama sin ser amado tiene para curar su mal, era poner su afición
en otro objeto. Que si él lo quería así hacer, que no le faltaría otro de no menos mérito que
aquel de Leonora. Y que porque él era mi amigo, y yo le había conocido por caballero de
prendas muy aventajadas a otros, le daría si me quería honrar de su alianza, mi hermana en
casamiento cuya hermosura era tanto o más rara que otra que se pudiese hallar en el mundo,
como había visto en el retrato que le había mostrado (y es el mío). Y que no dudase de la
voluntad de mi padre, porque le daría la cabeza, si el original de aquel retrato, no venía a ser
su esposa, si él le hallaba digno de él.
No puedo creer, que cuando don Henrique estuviese hecho de mármol, que viendo la
hermosura del retrato, y la resolución que Leonora habrá tomado de ser religiosa, que
enternecido de la una, y corrido de la otra, no tome a ojos cerrados el partido que le habré
ofrecido. Que si le veo dispuesto de la primera vez a hacerlo así, me declararé entonces ser
yo Elisaura, e hija del rey de Subo. Casado que me habré con él, espero que Leonora,
viéndose desengañada, no hará falta de tomar a don Diego por esposo, y doña Elvira a ti y de
436
esta manera quedaremos después todos contentos. Esta es mi determinación, la cual ha de ser
ejecutada, que a no salir así al pie de la letra, no me faltarán invenciones y enredos para
poder forzar las más porfiadas voluntades, y poder salir con mi intento, que se ha de efectuar
o yo he de perder en ello la vida, mi crédito y mi honra.”
Oído que Velázquez hubo la conclusión del discurso, se faltó poco que no se le
saliese el alma del cuerpo, tras la respiración de la postrer palabra, tan grande fue el contento
que sintió en su corazón, no pudiendo cesar de dar atributos de alabanza, y mil corteses
gracias, a Elisaura, por el orden que su entendimiento había descubierto debía de tener, para
venir al cabo de cosa, que a no saber los secretos que ella tenía era del todo imposible
poderse hacer, vista la grande contrariedad de las voluntades, que concurrían en aquel
intricado negocio. Mas después que había oído las razones y apariencias de lo que le había
dicho, que lo daba por hecho, pero que para facilitarlo aun mejor, le parecía que debían de
buscar un expediente para que pudiesen salir de la sierra para irse todos a la ciudad de la
Concepción, que estaba en el valle de Penco, o a la ciudad de los reyes adonde las fiestas y
casamientos se podrían hacer. Y viniéndole a Velázquez a la memoria el grande barco que
habían traído de la orilla de la cueva, se prometió que con el arte que tenía en la cosas de
marear, podría ponerlos a todos una vez embarcados, en la ciudad de la Concepción. Y
habiéndole comunicado a Sicandro, oyeron la voz de don Henrique que le llamaba, así como
acababan de concluir entre los dos lo que se había de proponer a la compañía. Levantáronse
del lugar adonde estaban asentados, y se fueron derecho a él, y como don Henrique les
preguntase en qué negocios se habían entretenido, Sicandro le dijo, que había tratado de irse
en el barco que habían tomado a los indios, a la ciudad de la Concepción, y que si toda la
compañía estaba con aquella opinión, que su parecer era que la ida no se debía dilatar hasta
437
más de la mañana del venidero día, porque a más de las incomodidades que allí tenían por la
comida, y por dormir que estaban en riesgo y peligro de que los indios, que correrían sin
duda todas las sierras, valles y montañas de la provincia, para matar a todos los cristianos, no
los acertasen a topar allí.
Pareció muy bien a don Henrique el parecer de Sicandro, y lo fue a comunicar al
instante a don Esteban, a Leonora y a los demás, los cuales fueron de aquella misma opinión.
Y porque don Esteban porfiaba en quererse quedar para acabar en aquel yermo su vida
solitaria, fueron todos a él y representado que le hubieron el peligro en el cual quedaría su
vida si quedaba obstinado en su propósito, añadieron a estas razones tantos ruegos y
suplicaciones que don Esteban, vencido de ellas y licenciado por las palabras que Dios le
había enviado a decir por la visión, lo cual había tenido encubierto, tuvo por bien de irse con
ellos.
Venida la mañana, se sacó de la ermita lo que el día antes se había escogido para
llevar con ellos. No olvidó don Esteban de poner entre lo más rico y raro, el cofrecillo que
había hallado en la ermita, el cual guardaba como los ojos de la cara, acordándose de la
encomienda que la visión le había hecho, de no abrirlo hasta que la llave se hallase en la
cerradura. Y después de haber hecho tomar a los dos indios y criados de don Henrique sus
cargas, tapado antes de partir con piedras las entradas de la ermita y cueva, se partieron todos
de allí con muchísimo contento, siguiéndoles el león y la leona. Y llegados que hubieron
donde estaba el barco, entraron dentro y puesto que Velázquez hubo las pocas velas que
tenía, en el orden que el arte de marear473 pedía, las alzó.
473
Marear. Navegar.
438
Así como hubieron entrado cosa de media legua dentro del mar, oyeron las voces de
muchísimas personas que con violento furor, arrojaban los gritos y alaridos que daban hasta
el cielo. Al cual estruendo los nuestros volviendo la cabeza vieron la playa que habían dejado
poco había cubierta de infinitos indios, que con soberbia arrogancia los amenazaban
diciéndoles mil injurias. Por el cual espectáculo, echaron de ver aquella gente ser los del
sacrificio, que vueltos a la cueva, y no hallando dentro del templo otra cosa más que los
miserables cuerpos de los indios (que estaban muertos) con los ídolos que estaban en el
suelo, no se habían aún cansado de buscar (con haber tres días que no hacían otra cosa) los
autores de aquel daño, que creían estar escondidos en la sierra. Pero nuestra gente puesta en
lugar seguro (porque los indios no tenían bajeles para seguirlos, y cuando los hubieran
tenido, les faltaba industria para poderlos alcanzar) se burlaban de todos los fieros y bravatas
que los bárbaros les hacían y dando mil gracias a Dios de haberlos sacado de un tan
manifiesto peligro, navegaban ya en llena mar, y teniendo el viento favorable no cuidaban de
otra cosa más que de gozar del deleite, que la vista del objeto de la cosa amada les daba,
conociendo a vista de ojos, que el barco se acercaba siempre al valle de Penco, y por el
consiguiente a la ciudad de la Concepción.
439
Capítulo V
Ya el batel de nuestros amantes surcaba las aguas que bañan la playa de la ciudad de
la Concepción.474 Y ya en el puerto estaban esperando su llegada con grande impaciencia
algunos españoles que se estaban paseando en él para poder ver quiénes podrían ser los que
venían dentro. Llegado al borde, y saltado que nuestra gente hubo en tierra, llegaron a ella,
levantándose en viéndola un rumor de palabras, formado en las alabanzas que cada uno daba
a la hermosura de las dos damas, y a la de Sicandro que creían ser antes un ángel que criatura
humana. Y hubieron quedado con aquel pensamiento, si dos o tres de ellos, conociendo a don
Henrique, y a don Diego, no los hubieran desengañado con los abrazos que les vinieron a dar,
rogándoles decirles cómo se habían salvado de la batalla y qué nueva aventura era la que los
traía a aquel puerto, tan bien acompañados. Don Henrique, de una parte, y don Diego de otra,
satisficieron a sus curiosidades, apuntando los puntos más principales de los sucesos que
habían tenido, callando los nombres de las mujeres, y aquel de Sicandro, que así lo habían
concertado entre ellos, hasta que se supiesen nuevas ciertas del marqués de Cañete, que
Sicandro había dicho ser su padre.
Las nuevas de la venida de don Henrique, y de don Diego, y la hermosura de
Sicandro, de Leonora, y de doña Elvira, se esparcieron tan presto por toda la ciudad, cuyos
principales moradores vinieron a recibirlos con la mayor fiesta y regocijo que el poco tiempo
474
En aquella época, la ciudad de Concepción estaba ubicada más cerca del mar, hecho que describe Ercilla en
el canto XVI de la segunda parte de La Araucana:
En este canto se acaba la tormenta. Contiénese la entrada de los españoles en el puerto de la
Concepción e isla de Talcahuano; el Consejo General que los indios en el valle de Ongolmo
tuvieron; la diferencia que entre Petegulen y Tucapel hubo, así mismo el acuerdo que sobre
ella se tomó. (11)
En 1751, después de varios terremotos y maremotos, los habitantes de Concepción pidieron al entonces
gobernador, Domingo Ortiz de Rosas, el traslado de la ciudad a un lugar más seguro, lo que fue aprobado por el
Cabildo. La ciudad se trasladó definitivamente en 1765. El sitio antiguo era Penco, al que se refiere Loubayssin
en esta novela.
440
que tuvieron para hacerlo pudo permitir, y buscado que se les hubo una casa de las más
hermosas y principales que había en la ciudad, los acompañaron a ella. Y la noche venida, se
hizo traer el oro y plata, con las demás cosas que habían sacado del templo del ídolo
Eponamón y de la ermita. Pasáronse más de quince días sin que por la ciudad se viese otra
cosa más que corrillos de gente, que estaba entretenida con la admiración que hacían de las
hermosas prendas y perfecciones que cada uno de los que habían venido en el barco tenía. Y
se preciaban tanto los habitantes de la Concepción de tener en sus muros personas cuyas
virtudes creían ser poderosas de domar los más furiosos animales, como se veía con el
ejemplo de los leones, cuyas naturalezas feroces (decían) haber amansado, mas aún con la
gracia sobrenatural que tenían que por humano artificio que esta fabulosa opinión que la
gente grosera tenía de nuestra gente, hizo menospreciar por algunos días la pujanza con que
decían que el famoso Lautaro debía de venir presto sobre ellos.
Nuestros amantes, sintiendo entretanto aumentar con los regalos el fuego que el
exceso de sus amorosos pensamientos hacía nacer en sus corazones, no dejaban perder un
solo momento sin emplearle a buscar los medios y artificios, que conocían más poderosos,
para convertir a la inclinación de sus amadas, las cuales obstinadas en sus contentos negaban
a los unos, lo que los otros les negaban a ellas, con la cual porfía y contrariedad, todos seis
huían de aquello que los amaba, y amaban a aquello que los aborrecía.
Sicandro, queriendo hablar con don Henrique, que sabía querer apretar su desposorio
con Leonora por verla un poco fría en sus amores y temer no viniese si le alargaba a
arrepentirse, se ofreció un día muy a propósito a él (que se quejaba de ella) para hablarla y
saber de ella, como si venía de su intento. Y como don Henrique le rogase muy
encarecidamente que lo hiciese así, significándole con sus afectos y palabras cuán grande era
441
el martirio que le daba el temor que tenía que Leonora estuviera enajenada de su amor.
Sicandro mostrándose apasionado y muy pronto para su servicio, se encargó de hablarla el
mismo día y de darle con fidelidad la respuesta de todo lo que se pasaría. Ofrecióse con tanta
dicha la ocasión a Sicandro de efectuar esta promesa, que no hubiera podido desear viniese
más a propósito. Porque Leonora, atormentada de los continuos pensamientos que sus
cuidados le daban, se había ido a holgar a un jardín (que en la misma casa estaba) con la
soledad tan deseada por las personas que están tocadas del mismo mal que ella estaba.
Sicandro que a la misma sazón asechaba a esta coyuntura, viéndola venir de molde no hizo
falta de tomarla, porque se fue tras Leonora lo más paso que pudo. Mas ella que así como si
adivinara su venida, o su amor se lo hiciera imaginar, volvió la cabeza hacia atrás, en
llegando al medio de un hermoso andamio, y le vio. Que fue causa de trocar con el alboroto
que tuvo, con el repentino contento, que la vista de una visión tan agradable él había dado, el
color de rosas, que tenía en sus hermosas mejillas, de color de grana. Aunque Sicandro
conoció su turbación, fingió no haber dado en ello pero acercándose a ella, la saludó con
mucha cortesía, diciéndole después estas palabras:
“Señora, si mi venida puede divertir tu alma del contento que echo de ver, que
estando sola tenías, suplícote me des licencia para que me torne a ir.”
“Si todas las veces que mi corazón está atormentado del mal de ausencia, me saliera
al camino un objeto tan agradable a mis ojos como el tuyo, don Henrique”, respondió
Leonora, “tuviérame por la más dichosa doncella del mundo, y pusiera en duda, si otra cosa
que esté debajo de la capa del cielo fuera capaz de aumentar ni disminuir mi contento, porque
estando en su grado más perfecto, quedaría inmóvil, y sin otro deseo que aquel de saber si
tendrías en mi compañía la misma gloria que yo tengo en la tuya.”
442
“Si mi rostro pudiera representar aquel de don Henrique de que lo creyera”, replicó
riendo Sicandro, “no hay ninguna duda.”
“De manera que si fueras enamorado de mí”, tornó a decir Leonora, “y pudieras
trocar tus prendas con las de don Henrique, ¿lo hicieras?”
“Y con tanta voluntad”, volvió a decir Sicandro, “que si tuviera en mí la virtud de
poderlo hacer con la misma facilidad, como los poetas fingen que Júpiter lo hacía, te prometo
señora, que vieras luego injerto a Sicandro, en don Henrique, no sólo por un momento, ni por
una noche, como aquel falso dios hacía, sino para siempre. Mas pues que este deseo no me
puede traer otro fruto que un desvelo inútil y vano, dejaré las cosas así como están, pues ha
sido la voluntad de Dios de hacerme nacer Sicandro, y no don Henrique, y te diré, si me das
licencia, dos palabras de la parte de la persona de quien hemos hablado.”
“Cansado te ha la plática que habíamos empezado, don Henrique, bien se echa de
ver”, tornó otra vez a decir Leonora, “pues la has dado tan presto del codo.”475
“Engañaste mucho, señora”, respondió por la postrera vez don Henrique, “porque en
solo imaginar cuán dichoso vendría a ser, si el milagro que hemos dicho se pudiera hacer, se
me ha alterado de manera el corazón, que se ha faltado poco que la fuerza del pensamiento
no me haya hecho creer ser don Henrique, y por el consiguiente hecho decir de mi parte lo
que te quiero decir de la suya.”
“¡Ay, Sicandro!”, dijo entonces suspirando Leonora (oído que hubo estas razones),
“bien se echa de ver que las palabras que dices son fingidas pues que no conoces tener cien
mil veces en mí más parte siendo Sicandro, que no tuvieras si fueras don Henrique.” Esto
decía Leonora con voz baja, la vista llorando y clavada en el suelo de vergüenza.
475
Dar el codo. Despreciar o rechazar a personas o cosas.
443
Lo que viendo Sicandro movido de lástima, y del bien que sabía le vendría a resultar,
si podía persuadir a Leonora de que la amaba con otra tanta pasión como ella hacia él,476 se
acercó, y juntando su rostro con el suyo, empezó a darle mil amorosos besos quedando así
abrazados los dos un grandísimo rato. Concluyeron después de estas caricias de que se
habían de casar juntos, y que para que don Henrique viniese a perder la amistad que a
Leonora tenía, se la había de decir que Leonora había hecho el voto de virginidad que tengo
dicho. Pero la vista de una persona, que vieron que los acechaba y había mirado desde lejos
todo lo que habían hecho, fue causa que buscasen otra nueva traza, como oiréis ahora, como
también quién era aquel que los había registrado. Don Henrique, a quien los recelos que tenía
de Leonora hacían que no se fiase de nadie, sabiendo que Sicandro la estaba hablando así
como le había prometido, porque le habían dicho que estaba con ella en el jardín, bajó en él
para que escondido en parte, desde la cual los pudiese ver y oír, tuviese el contento de
entender las palabras de Sicandro y respuesta de Leonora. Y asomado que se hubo a una
puerta del laurel, que estaba al medio del andamio, adonde ellos estaban, los vio abrazados, y
que se besaban y decían mil requiebros amorosos.
La rabia y saña que tuvo en ver este extraño espectáculo fue tan grande que se faltó
bien poco que no les fuese a dar de puñaladas con una daga que tenía. Mas fuese o porque la
hora de sus muertes no había aún llegado o que la prudencia de don Henrique fuese mayor
que su cólera, quedaron salvos y sin recibir de él aquella vez ningún daño. Estuvo así
mirándolos buen rato para ver en lo que venían a parar tantas caricias. Sicandro, teniendo la
vista puesta al lugar adonde estaba don Henrique, no dejó de columbrar,477 con tener la boca
476
La princesa Elisaura, en su papel de Sicandro, besa a Leonora. El lector moderno lo podría interpretar como
una escena de lesbianismo.
477
Columbrar. Divisar, ver desde lejos algo, sin distinguirlo bien.
444
pegada con aquella de Leonora, a don Henrique. Y como se lo dijese a Leonora, y Leonora se
alborotase creyendo que esto se hubiese maquinado entre los dos contra ella, Sicandro,
desengañándola de aquel pensamiento con mil protestaciones, tomó a su cargo la pena
diciendo que disimulase e hiciese como si no le hubiesen descubierto. Y que por lo demás le
dejase hacer, porque pondría el negocio en tal estado, si continuaba a amarle con las vías que
le había mostrado que en menos de tres días estarían todos contentos, como le vería por los
efectos. Con esto, y con haber concertado lo que hemos dicho, salieron del andamio, de la
parte que vieron poder salir, sin encontrar a don Henrique, y besándose a cada paso,
volvieron a subir adonde estaban don Esteban, doña Elvira, y don Diego que se estaban
entreteniendo con gente de la tierra del indómito Araucano, que venía a cercar a aquella
ciudad a lo que decían. Y preguntado que hubieron para mejor disimular adonde estaba don
Henrique, entraron después en la conversación, y aumentaron las razones que los
circunstantes decían con añadir a ellas las suyas. Entre tanto, don Henrique amenazaba el
cielo y la tierra porque permitían que un tan falso amigo, como le era Sicandro, hubiese
usado con él de tanta ingratitud, jurando por la misma deidad que había impreso en su
corazón, los caracteres de la amistad, de aquella que le trataba con tanto rigor de hacerle
pedazos con sus manos delante de ella, sino dejaba de amarla, y gastado que hubo, diciendo
contra su nuevo rival estas y otras semejantes palabras, casi toda la humedad que tenía en su
cerebro, con las lágrimas que había vertido de sus ojos, se vino adonde estaba la compañía,
disimulando lo mejor que podía, su pasión, para ver la respuesta de don Henrique, que creía
no supiese nada de que él le hubiera descubierto.
Con todo eso, no dejaba de mirar, de cuando en cuando a Leonora y a Sicandro,
espantado de ver que en un rostro, dotado de tantas maravillas, se pudiese esconder tanta
445
ingratitud, y en un mancebo tan virtuoso, tanta perfidia y traición. Y de otra parte Leonora,
no atreviéndose de mirar de vergüenza que tenía a don Henrique, le daba a entender que sólo
el pensamiento que tenía de serle así ingrata le atormentaba la conciencia. Pero Sicandro, con
ser el más sentido de esto, por saber ser él la causa de la gran pena que su caro amante tenía,
por su ocasión, disimulaba, como aquel que pensaba sacar de su disimulación, el ungüento
propio para la cura, que su alma deseaba. Y porque Sicandro echaba de ver que el creciente
de su mal empezaba ya a penetrar hasta dentro las más nobles y puras venas del corazón, y
que su cerebro no tenía más humedad para resistir al incendio que en sus entrañas sentía,
habiéndolo gastado con las lágrimas y continuos llantos que de sus lastimosos ojos salían,
determinó de dar al traste con todo, o de venir al fin, que para alcanzar la salud convenía, y
esto con las sutiles tretas que el amor le descubría todos los días. Y para que el lector sepa
cuáles eran sus designios, y con qué enredo quería, contentándose a sí mismo, agradar a
Velázquez y a don Diego de los cuales se quería ayudar, oigan lo que se sigue, y lo sabrán.
Su intento era de fingir estar de manera perdido por el amor de Leonora, que la hiciese creer
que la adoraba y que por esta vía, prometiéndole por una cédula escrita de su mano, que se
casaría con ella, podría tomar de ella hora para ir de noche a consumir el matrimonio. Y que
descubriendo antes o después a don Henrique (pues lo sabía) cómo Leonora le amaba, y el
concierto que entre los dos se había hecho, para que don Henrique fuese con ella, que había
decir estar dentro de una cama, donde él debía estar acostado. Y que de esta manera don
Henrique, pensado holgar con Leonora, se holgase con él. Y que Don Diego, que fingía estar
enamorado de doña Elvira (pensando que aquella ficción le sirviese de algo, para que
Leonora le viniese a amar) le debía de dar también palabra de casamiento, y tomar de ella,
lugar para consumirlo en la misma hora y noche, que él habría concertado con Leonora. Y
446
que de la misma manera Velázquez, que estaba perdido por doña Elvira, se fuese, en lugar de
don Diego a acostar con ella, por el consiguiente don Diego con Leonora, en lugar de
Sicandro. Y que para este efecto se había de hacer relación a don Diego, de quién ella era, y
que el grande amor que había cobrado a don Henrique le había hecho buscar aquella
invención porque echaba de ver que de otra manera no podría apartar de su corazón el grande
amor que tenía a Leonora, prometiéndose que don Henrique, viéndose a la mañana después
del engaño imposibilitado de casarse con Leonora, pues estaría ya casada y el matrimonio
consumado con don Diego, no haría dificultad de hacer vida con ella y daría por dichoso el
engaño que se le había hecho por una princesa, y que había de venir a ser reina. Que si
Leonora y doña Elvira venían a ser descontentas, que no faltarían razones y palabras a sus
amados para amansarlas. Y que pues que don Diego era caballero tan principal, pensaba
obligarle antes de hacer nada a que jurase de favorecerla y de ampararla contra don Henrique,
si caso era que la quisiese ofender, o no tener su casamiento por válido, para constreñirlo a
hacer por fuerza lo que no habría querido hacer de grado.
Bosquejado que lo hubo así en su entendimiento, dispuso sus pensamientos para dar
la postrera mano a la obra, y puesto que hubo cada cosa a punto, tomó ocasión el mismo día
de hablar a don Henrique, al cual llevado que hubo en parte, donde le podía hablar, sin
sospecha de ser oída de nadie, habló de esta manera:478
“Cuando una persona desea con pasión alguna cosa y la viene a alcanzar por un
camino u otro son quejas vanas, si se querella de la fortuna. Digo esto, don Henrique, porque
te traigo con la respuesta del cargo que me habías dado una purga,479 la cual si quieres tomar
478
479
La princesa Elisaura-Sicandro coloca en acción su plan para obtener a don Henrique.
Dar una purga. Para aludir a una causa a la cual se atribuyen efectos anticipados o desmedidos.
447
a ojos cerrados, como suelen hacer los enfermos que quieren convalecer, estarás con victoria,
de la guerra que el alado Dios ha puesto en tu corazón.”
Don Henrique quedando suspenso con estas palabras, no sabía lo que había de
responder, que fue causa que Sicandro, viéndole así embelezado, prosiguiese su plática,
diciendo:
“Es que Leonora, vencida del poder que los hados me han dado sobre ella, hablándole
de ti, me ha respondido, diciendo que si no te amaba, así como solía, era porque el amor le
había forzado de adorarme a mí. Y que si mi voluntad no era dispuesta a quererla, que sólo
un cuchillo, o una calentura mortal, podrían remediar la pasión y tormento que el deseo de
gozarme y tenerme por esposo, le daban. Estas palabras, llenas de admiración, hicieron que
asombrado de la novedad del caso, quedase buena pieza en aquel estado, sin saber si me
debía determinar de creer lo que Leonora decía, o echarle a burla.
Mas viendo que procuraba, con palabras, ademanes, y afectos aun más significativos
que las razones primeras a imprimirme esta verdad en el alma, quise probar con la piedra de
toque si la pieza era buena o falsa. Porque acercándome de ella y teniendo la mano sobre sus
nevados pechos y poniendo mi boca sobre la suya, se faltó poco que ella no cayese
desmayada en mis brazos, callando a todas las travesuras que a mis manos se les antojaba de
hacer. Esto con la palabra que me dio de casarse conmigo, se ha pasado hoy en el jardín con
ella. De manera que sólo las leyes de la amistad, las cuales tengo de guardar contigo hasta la
muerte, serán causa que entre ella y yo no pase esta noche o la que vendrá un casamiento
clandestino. Y que Sicandro no goce de la más rara y excelente belleza, que pienso haya ni
habrá jamás en el mundo. Te he querido decir esto, don Henrique, para que, gozando de la
448
ocasión presente, vayas a entrar en posesión esta noche, fingiendo ser yo, de la fortaleza de
cuya toma depende el bien de tu fortuna y de tu contento.”
449
Capítulo VI
En la mayor perplejidad del mundo se halló don Henrique, oído que hubo lo que
Sicandro le decía. Principalmente, cuando se le acordaba, no ser imaginación vana y
quimérica lo que sus oídos oían sino la propia imagen de la verdad cuyo resplandor le había
pensado cegar, por haberle herido muy de llano sobre sus ojos, había poco. Mas al instante la
memoria del indubitable contento que veía que entre las espinas de sus desdichas, la fidelidad
de Sicandro le ofrecía, le hacía perder el seso de alegría y no hallaba otra cosa en el mundo
que pudiese aguar su deleite de algún pesar que el creerse incapaz, de poder reconocer en su
vida, la amistad que pensaba que su amigo le hacía en preferir su amistad a aquella de
Leonora, la perla de las gracias, y la única belleza de todas las damas del universo. Y
queriéndole dar con caricias el pago que por entonces no podía por servicios le fue a abrazar
con el mayor sentimiento de amistad, que entre amigos se podía hacer. ¿Si Sicandro le
recibió con contento, si le apretó con sus brazos y si tendió el cuello para poder alcanzar con
su boca, a alguna parte de su rostro? La que ha sido herida de un semejante sujeto, y se ha
hallado en la misma ocasión, lo puede saber, lo que sé decir, es que Sicandro, sintiendo cuán
grande vendría a ser el contento que el fruto de sus designios vendrían a parir le pesaba que
el sol no se escondiera, para que con la noche, capa común, de los humanos pecadores,
pudiese probar los gustosos placeres, que no había nunca sentido, sino por imaginación. Al
fin, las gracias y ofrecimientos de los recíprocos servicios, que don Henrique prometía hacer
a Sicandro, ofreciéndosele ocasión, se vinieron a acabar. Porque don Esteban y don Diego los
vinieron a buscar para que fuesen a ver ciertos juegos que algunos indios amigos les habían
traído para regocijarlos. Fueron galanes, alegres y muy con gusto, aunque vinieron a ser
450
aguados por un gran pesar. Porque así como se acababan las fiestas, el gobernador de la
ciudad les fue a pedir consejo sobre lo que había de hacer en un negocio que se ofrecía a
todos los estantes y habitantes de la Concepción.480 Y era que sabiéndose de cierto que
Lautaro venía a cercarla, con un poderoso ejército de enemigos, el ánimo de la mayor parte
de los moradores había desmayado de suerte con la sola oída de estas nuevas, que no los
podía tener dentro los muros porque se querían ir a Mapocho481 a toda fuerza. Y con haber
hecho castigar a algunos, que se habían puesto en deber de hacerlo así, no dejaban por eso de
irse algunos todos los días. Después de muchos dares y tomares, quedó concertado de que se
procedería aún con mayor rigor contra aquellos que se acogerían porque hallaron que sería
una grandísima afrenta para el nombre español, de dejar una ciudad tan rica y abundante por
miedo de los bárbaros, los cuales creían no se atreverían a llegar a la ciudad de diez leguas.
Esta resolución así tomada, el gobernador se fue a dar orden en las cosas que eran necesarias
a la ciudad, si acaso los enemigos viniesen, y nuestra gente quedó hablando aún sobre ello.
Pero divertidos de aquel negocio, con los continuos cuidados que sus amorosos pensamientos
les daban, no soñaban en otra cosa mas en buscar la senda más corta para llegar al sumo bien
que aguardaban. Principalmente Leonora, la cual acordándose del deleite que había tomado
con los amorosos besos de Sicandro, no veía la ora de verse otra vez con él, en parte adonde
los pudiese renovar y multiplicar por ellos los infinitos que le pensaba dar la primera vez que
la ocasión se ofreciese.
480
En la primera parte de La Araucana, canto VII, verso 11, Ercilla escribe sobre este suceso:
Levántase un rumor de retirarse
y la triste ciudad desamparalla,
diciendo que no pueden sustentarse
contra los enemigos en batalla;
corrillos comenzaban a formarse,
la voz común aprueba el desploballa:
algunos con razones importantes
reprobaban las causas no bastantes.
481
El Mapocho es el río que atraviesa la actual ciudad de Santiago.
451
Sicandro de otra parte, deseando de tomar presto letra de cambio de Leonora, para dar
otros tantos a don Henrique, la tomó por la mano, y llevándola (así como los demás se
estaban entreteniendo) en su aposento de ella, le dio diez besos para recibir de ella ciento.
“¡Ay, dulce ánima mía!”, dijo Leonora, clavando los labios sobre los suyos. “¿Hasta
cuándo durarán mis cuidados? ¿Hasta cuándo mis ansias? ¿Y hasta cuándo mis tormentos?
¿Cuándo me veré en tus brazos con libertad de esposa para que, sin miedo de pecado, mis
prendas te puedan dar el deleite que mi corazón desea?”
Sicandro oyendo decir estas palabras a Leonora, empieza a llamarla su alma, su
corazón, su alegría y otras veces su señora, su bien y su amiga. Y como fingiese de querer
meter la mano debajo del faldellín, se halló muy bien contento cuando oyó la resolución de
Leonora, que desviándosela a toda fuerza le dijo que si le amara mil veces más de lo que le
amaba que moriría antes de sufrir que llegase solo a la basquiña,482 hasta que estuviese cierta
de que la había de tomar por esposa. Lo cual fue causa que Sicandro protestándole entonces
con todos los juramentos que supo y pudo, que no tendría nunca otra más que ella, y que
tomaba por testigo de la promesa que le hacía, a un crucifijo que estaba puesto en la cabecera
de su cama, y a un cuadro de la Virgen, que estaba colgado en la pared, se concluyó con esto,
y con una cédula que le hizo de casamiento de que a las once de la noche le consumarían
entre los dos.
Esto así concertado y autorizado con infinidad de besos, Leonora quedó muy ufana en
su aposento, y Sicandro se fue a decir a Velázquez el concierto que había hecho y después los
dos a descubrir todo el negocio y otras cosas que hacían al caso, a don Diego el cual oído que
hubo la fortuna que sin pensar le venía se faltó bien poco, que no perdiese el juicio, de
482
(Del vasco). f. Saya que usaban las mujeres sobre la ropa para salir a la calle, y que actualmente se utiliza
como complemento de algunos trajes regionales.
452
contento, porque saltó al cuello de Sicandro, y sin mirar que era hija de rey, como ella y
Velázquez le acababan de decir, le dio más de cien besos, y otros tantos abrazos, le hubiera
dado aún otros tantos, porque estaba tan fuera de sí, por el demasiado contento que había
cobrado, con lo que se le había dicho, que pensó hacer después otro tanto con Velázquez.
Tornáronle aún a decir lo que se había de hacer, y como no debía dilatar de ir a hablar con
ella las mismas ceremonias de casamiento, que Sicandro había hecho con Leonora, pues era
cosa que doña Elvira deseaba más que la conservación de su vida.
Estaba ya puesto todo al punto que habéis oído, y una mujer que servía en casa (a
quien Sicandro había dado buena suma de dineros) adoctrinada para llevar a nuestros
enamorados, en llegando la hora y el día (que no pudo ser aquel, ni de dos días después
porque no las quisieron apretar demasiado a fin que no sospechasen algo) en los aposentos,
de manera que los unos no se pudiesen apercibir de los otros.
La región Antártica estaba ya sin la luz del sol, la noche había tendido su velo oscuro
sobre la faz de la tierra, la hora del concierto llegada, y Elisaura puesta en estado tal que
Venus hizo la primera vez que su Adonis la vino a ver, cuando la reverenda matrona (que
debía de ser sin duda de tocas largas) que sabía el secreto de todos estos amores, oyendo dar
las once no hizo falta de ir a buscar a don Henrique, el cual oído que hubo la seña salió más
oloroso que unos guantes de ámbar y se fue derecho a su Paraíso de Amor, y entrado que
hubo en él, cerrando la puerta tras sí se fue a poner entre los brazos de la más peregrina
belleza de la tierra, que creía ser Leonora, y fingiendo ser Sicandro, lo que Sicandro, no
hubiera podido hacer a Leonora. Más la bella, queriendo buscar sus deleites por otros deleites
le ruega con palabras bajas, por miedo de ser conocida, de contentarse de besar y de tocar,
entretanto que él le volviese a renovar las promesas y juramentos, que ella decía que le tenía
453
hechos. La cauta dueña había ya puesto a don Diego (la poca barba que tenía rapada) con
Leonora, y ella abobada con su amor, le había admitido entre sus brazos, teniéndole por
Sicandro. Y de la misma manera Velázquez entrado que fue en el aposento de doña Elvira, se
cuelga en los suyos, y le engaña con el nombre de don Diego. Así los dejaremos retozar, y
decirle los unos a los otros mil requiebros, que estos son todos los favores que alcanzarán de
sus damas. Porque el cuidado que la soberana misericordia tiene de la honra de estas dos
doncellas, (a quien la más violenta pasión, de todas las cuales los mortales están combatidos,
ha hecho caer en la flaqueza que veis) hace con palabras blandas y amorosas detengan las
voluntades de sus amantes. Y que entretanto les suceda un castigo muy atroz de sus faltas,
con el cual vengan a conservar la virginidad, ahorrar el pecado, y a conocer en qué abismo de
confusión y de yerro se iban a despeñar sin la particular gracia de Dios, que apiadándose de
ellas, detuvo el curso de sus miserables infortunios porque no los pueden tener peores las
doncellas, que aquellos que tendrán, después de haber perdido, ofendiendo a su creador, lo
que no pueden cobrar en días de su vida.
454
Capítulo VII
A muchas personas ha ofrecido el tiempo, ventura, ocasión y lugar, y bien pocos son
los que han sabido gozar de la coyuntura. Encandílanos los ojos el resplandor de la
demasiada prosperidad. Hayámonos aturdidos con ella, y quedamos como porteros al umbral
de la puerta, sin poder entrar, por más que las dulzainas y los ministriles de nuestros
contentos provoquen el gusto. Deseos tenía Aníbal de tomar a la ciudad de Roma, pero nunca
el son de sus trompetas, ni la gloria de los trofeos que había ganado a Canas, le pudieron
hacer entrar dentro. Si la vista de un ciervo, que hubiera escapado de entre los dientes de los
perros y que con estar orilla de una clara fuente, cansado y sediento, no quisiese beber, me
diera pena. Cuanto mayor me la podrá dar, el ver tres amartelados amantes que con estar tan
cerca de sus amadas, que parecía que querían volver sus dos cuerpos en la armonía antigua,
que dice un filósofo483 que solían tener, al principio del mundo, se detenían cuales cuitados
soldados, a robar los barrios entretanto que la fortuna volvía a fortificar los baluartes de la
ciudad de sus damas. Si a fortificar porque los hados permitieron que así como los tres
amantes estaban para corromperla, que don Esteban habiendo oído a unos ladrones, que
introducidos por la falsa dueña, y de un criado de casa robaban los tesoros que tenían, y
estaban en un aposento junto al suyo, que se levantase y acudiese gritando: ¡al ladrón, al
ladrón¡ al aposento de don Henrique. En cuya cama no hallándole, se fue a las otras y
acertando, por dicha, a dar un golpe a la puerta de aquel de Leonora, la cual no estaba más de
empujada, le abrió y entró dentro. Don Diego, creyendo que aquel que había entrado fuese
483
En referencia a Platón. Ver El banquete.
455
don Henrique, y que le viniese a matar por haber conocido el engaño, saltó de la cama para
tomar su espada y defenderse, y Leonora pensando lo mismo, se fue tras él.
Don Esteban, viendo este espectáculo, y aquella que había de ser su nuera, salir de la
cama de don Diego, se quedó absorto y sin color en el rostro. Y Leonora de otra parte, viendo
la cosa que más amaba en el mundo, haberse trocado en la cosa que más aborrecía, se quedó
sin sentido, y con no menos embelesamiento que aquella diosa,484 que creyendo estar con la
hermana de Febo, se halló entre los brazos de Júpiter. Don Henrique, que a las voces y ruido
que don Esteban había dado contra los ladrones, y daba entonces contra don Diego y
Leonora, se había levantado, entrando en el aposento donde estaban los tres, y viendo el
prodigioso efecto de sus infortunios, faltó poco que no cayera en el suelo muerto. Don
Esteban conociendo su saña y furia y que se abalanzaba para arremeter contra don Diego con
la espada desnuda que tenía en la mano, le detiene. Mas sus añejas fuerzas a las verdes y
pujantes de su hijo485 que hacía para escaparle, cae con grande ímpetu sobre un cofre que
estaba en el aposento y se descalabra. La piedad paterna, venciendo la cólera hace que don
Henrique acuda a su padre,486 y deje salvar a don Diego que con hacer todo lo que pudo para
sacar a Leonora del aposento no le fue posible poderlo hacer, [quien] antes arrancándose los
cabellos, y llamándole pérfido y traidor, le dijo que quería antes morir de la mano de don
Henrique que cobrar de él la vida, que fue causa que don Diego se fuese corriendo al patio de
casa donde se oía un alboroto tan grande, como si se diera en él, una reñida batalla. Y era que
Velázquez, habiéndose levantado desde el primer ruido, había ido con los criados de casa tras
484
La ninfa Calisto es engañada por Júpiter y queda embarazada. La diosa Diana expulsa a Calisto, y Juno,
irritada por la infidelidad de su marido, convierte a la ninfa en osa. Júpiter se apiadó de la pobre Calisto y de su
hijo y los convirtió en estrellas, siendo éste el origen de las constelaciones llamadas Osa Mayor y Menor. La
metamorfosis. Ovidio.
485
Nieto.
486
Abuelo.
456
los ladrones, de los cuales habían cogido dos, que por no hallarse con el hurto en las manos
negaban el crimen. Entre tanto Sicandro, habiéndose vestido y oído la pendencia de don
Henrique con don Diego, temeroso de que don Henrique no le viniese a matar, cerró la puerta
del aposento por detrás y abriendo una ventana que caía en el jardín, abajó en él por una
grandísima parra que llegaba hasta ella. Abajando que fue, no hubo bien caminado veinte
pasos cuando vio una mujer que abajaba de una ventana, no como él había hecho, porque la
ventana no tenía parra, sino con unas sábanas que había atado en ella. Paróse a escuchar las
palabras que en suspirando murmuraba, en viniendo derecho a él (que no podía ser visto) lo
más paso que podía, con las cuales palabras conociendo que era Leonora, la cual para escapar
así como él de la furia de don Henrique, se había salvado. Se vino derecho a ella, haciéndose
conocer con sus palabras y abrazos, para que el asombro de su venida no la hiciese gritar. Y
como Leonora le llamase traidor e ingrato por haberle así engañado, Sicandro se disculpó,
diciendo que don Diego los había escuchado cuando hicieron el concierto y que habiéndole
aguardado cerca de su aposento, y cogido con otro hombre así como salía, le había jurado por
el nombre de Dios que si Sicandro voceaba y no le decía lo que debía de hacer y decir,
estando acostado con Leonora, que le daría de puñaladas. De manera que el temor de la
muerte se lo había hecho decir todo. Pero que así como don Diego hubo salido de su
aposento para irse a acostar con Leonora en su lugar, que había dado un diamante que traía
en el dedo, al hombre que le guardaba, para que le desatara y le dejase ir. Lo que habiendo
hecho que cegado de la pasión de celos queriendo ir a dar aviso a don Henrique, había
hallado a don Esteban levantado y que gritaba tras algunos ladrones que robaban la casa. Y
que habiéndole dicho como don Diego estaba acostado con Leonora, se lo fue a decir, a lo
que creía, a don Henrique, yéndose el primero para ver si lo que Sicandro decía era verdad.
457
“Y yo temiendo”, decía, “que Don Diego no me hiciese algún agravio, oyendo el alboroto y
gritería, que entre ellos pasaba, me he abajado aquí, determinado de escalar de una manera o
de otra las murallas del jardín para ponerme en lugar seguro hasta que se haya apaciguado
todo. Si tú quieres venir conmigo, prométote de no ver más a ninguno de ellos en mi vida, y
de ponerte en parte adonde pasarás el tiempo como una reina, porque te he de tomar por
esposa, no obstante lo que ha pasado.”
Leonora muy contenta de esto, le contó también cómo don Henrique había querido
matar a don Diego y cómo la caída de su padre había sido causa de escaparle. Y que don
Diego, queriéndola llevar consigo, ella no había querido, antes se había puesto debajo de la
cama, porque no la llevase por fuerza. Y que don Henrique saliendo del aposento, donde ella
estaba a fin de llevar a su padre en el suyo, para que le pudiese curar la herida que se había
hecho cayendo, la había cerrado con llave. Pero que ella temiendo la matase, había bajado así
como había visto por la ventana, con las sábanas de la cama. Esto contaban Sicandro y
Leonora caminando siempre. Y así como hubieron llegado a la parte por donde la muralla
estaba más baja, en queriendo salir del andamio, por el cual venían, se sintieron agarrar por
los mismos ladrones que habían hurtado el oro y la plata. Estos ladrones inducidos, como
hemos dicho, por la dueña que había hecho hacer a nuestros amantes las estaciones que
habéis oído, habían hecho un portillo en la muralla, no muy lejos del lugar donde estaban
entonces, por el cual habiendo entrado, y los ladrones domésticos abierto la puerta de casa
(por donde se iba al jardín) se pusieron después en ella y entraron en el aposento, do estaba el
oro y plata. Y para que pudiesen hurtar seguramente y no perdiesen tiempo, habían
concertado entre ellos hacer el hurto de esta manera.
458
Los ladrones eran diez sin los domésticos, los cuales domésticos no tenían otro cargo
mas de hacerlos entrar dentro de casa y enseñarles adonde estaba la plata y el oro. De los
cuales diez, los seis habían de quedar al portillo, que habían hecho a la muralla del jardín, y
los otros cuatro subir arriba. De estos cuatro había dos, que no tenían otro oficio sino de abrir
con ganzúas los cofres y las arcas, y limar con limas sordas487 los cerrojos, las rejas y otras
cosas, que debían hacer los fardeles y los otros dos llevarlos a los seis que estaban en el
jardín. Y tomado que los del jardín habían el hurto, cuatro de ellos le iban a llevar a sus casas
que eran vecinas, y los otros dos quedaban para guardar el puesto.
Este orden habían de observar para robar todo lo que estaba en el aposento, o a lo
menos lo más granado y precioso, lo cual habían ya hecho, y no quedaba más del postrer
fardel que los que quedaban en el aposento hacían, cuando don Esteban oyó un grandísimo
ruido que hizo una grande vasija que un ladrón dándole al otro dejó caer impensadamente,
que fue causa de levantarse y de gritar, como tengo dicho, ¡al ladrón, al ladrón! Los dos que
iban y venían, y que por dicha habiendo entregado a los seis los fardeles, volvían, oyendo las
voces, y no acordándose de los dos compañeros que estaban en el aposento, tiraron la puerta
del jardín hacia ellos para que se pudiesen salvar y no fuesen seguidos, la cual puerta por
estar con cerradura de golpe,488 se puso con llave, y hecho esto se acogieron con los otros dos
que estaban en centinela porque los otros cuatro habían ido a llevar las cargas a sus casas.
Los que estaban en el aposento, queriéndose salvar por la puerta del jardín, la hallaron
cerrada que fue causa que habiéndose escondido mal, fueron hallados en una caballeriza. Y
porque los nuestros no habían oído el ruido que la puerta del jardín había hecho cuando los
ladrones la habían tirado, por amor del vocerío que se daba en casa, no se pudieron imaginar
487
488
Lima sorda. La que está embotada con plomo y hace poco o ningún ruido cuando lima.
Cerradura de golpe. La que, por tener pestillo de muelle, se cierra automáticamente y sin llave.
459
que el daño hubiera venido por allí. De manera que los cuatro ladrones que habían ido a
llevar a casa el hurto, ignorantes de lo que pasaba, habían vuelto (sin encontrar a los otros
que se huían) al tiempo que Sicandro y Leonora salían del andamio, para buscar por dónde
podrían salir, y conociendo en sus hablas que no eran los compañeros, saltaron con las dagas
en las manos, como hemos dicho, sobre ellos, amenazándolos de matar si decían palabra, y
no les descubrían quiénes eran y lo que venían a hacer allí.
Estas dos pobres criaturas, conociendo en qué manos habían venido a dar, se
quedaron desmayadas entre los brazos de los salteadores, sin poder decir una sola palabra. Y
ellos sospechando lo que debía de haber sucedido a sus compañeros, no quisieron esperar
más allí de miedo no fuesen presos. Volviéronse pues, llevando con ellos, en lugar del poco
oro y plata que quedaba en casa, las más raras y celestiales bellezas del universo, y que a ser
idólatras podían creer ser el uno Apolo y la otra Diana.
460
Capítulo VIII
Entre las manos de estos salteadores, dejaremos a Sicandro y a Leonora, y
volveremos a doña Elvira, la cual habiendo oído por la confesión de la dueña, (que acusada
de los dos ladrones que se habían cogido, declaró los engaños de Sicandro) como aquél a
quien ella había dado abrazos tan estrechos, no era don Diego, sino Velázquez, pensó
reventar de pesadumbre, y no se atrevía de mirar a nadie en la cara de vergüenza que tenía.
Después que don Henrique hubo curado a su abuelo la herida que se había hecho en la
cabeza, le dejó acostado en su cama (oído que hubo la declaración de la dueña) y se fue
después a su aposento, y cerrando la puerta tras sí, empezó a herirse la cara y a maltratarse el
cuerpo, por ver que el más caro amigo que tenía en el mundo le había dado una tan notable
ocasión de aborrecerle y que la fidelidad de una doncella, de quien creía que la firmeza de su
fe, venciera a aquélla de los más finos diamantes, hubiera dado en el suelo con el edificio de
su honra para favorecer a una persona de quien el aborrecimiento que ella le había tenido,
había sido mayor que aquel que Aretusa tenía a Alfeo. Pero cuando consideraba otra vez el
engaño de Sicandro, disculpaba algún tanto a Leonora, y se quejaba de Sicandro, llamándole
desalmado y hombre sin Dios por haberse enamorado de él, siendo de su mismo sexo, vicio
que el mismo demonio, autor de todo mal, aborrece por ser la más enorme, vil, y monstruosa
imperfección que la brutalidad de los paganos e idólatras ha podido sacar de lo más hondo de
los infiernos.489 “Pero ¿qué es lo que me dan a entender, estos inventores de malas nuevas,
con sus embustes?”, decía entre sí, paseándose por el aposento. “La belleza que he tenido
esta noche entre mis brazos no era mancebo si bien me acuerdo. Y que no sea así. ¿Qué
489
Don Henrique cree haberse enamorado de Sicandro. Loubayssin escribe sobre la atracción sexual por un
miembro del mismo sexo. Eso agrega tonos lesbianos y homosexuales a la narración.
461
Adonis dotado de todas las prendas corporales, que naturaleza pueda dar a un varón perfecto,
pudiera tener en el pecho, los nevados Apeninos que mis manos han tocado, en la criatura
que estos inocentes, me quieran dar por Sicandro? No, no tienen los hombres el valle que los
divide tan hondo, las carnes tan suaves y delicadas, ni el purpúreo rubí que tenemos en el
medio, tan redondo, pulido, ni tan descubierto. ¿Por qué lo dudo pues? ¿Por qué no me
satisfago? ¿Y por qué ignoro lo que sé de cierto, y está fuera de mis pensamientos, de poder
creer otra cosa, sino que es mujer, y sé que si las juguetonas manos tuvieran ojos, así como
tienen tacto, lo hubieran visto? ¿Qué mujer era pues ésta que dices?”, tornaba a decir. “¿No
es verdad que mi abuelo ha hallado a Leonora acostada con don Diego? Sí, no lo creo, no
puede ser. ¿Y qué mujer era pues la que tú has visto en camisa con don Diego? Leonora ¡Ay,
enemiga fortuna!”, decía, echándose sobre la cama con grande ímpetu, “yo estoy perdido
pues que es verdad que Leonora me ha ofendido con don Diego. ¿Sería acaso doña Elvira –
replicaba otra vez tornándose a levantar – la que ha estado contigo? Sí, doña Elvira era sin
duda. Sí, doña Elvira, no podía ser otra. Y aquélla que estaba con Velázquez, ¿cuál era?
Doña Elvira”. De esta manera tornaba a decir, “debe haber dos doñas Elviras. Eres un tonto,
porque no hay más de una, y esta es la que Velázquez ha tenido en sus brazos y es la pura
verdad, porque la traidora dueña lo dice así, y Velázquez lo concede. De suerte y en
conclusión – volvía a decir por la postrera vez, arrojando el sombrero por el aposento, e
hiriéndose las manos contra las paredes – que doña Elvira con Velázquez, Leonora con don
Diego, y Sicandro conmigo. ¡Qué es esto amor! Será dicho que los dos hayan gozado de sus
amadas, y que yo solo haya sido el desdichado? Y que en lugar de haber tenido a mi Leonora
entre mis brazos, como creía, haya tenido en ellos una fantasma. Si fantasma era, o Sicandro
es mujer, o yo he perdido el juicio y el entendimiento, y esto es lo más cierto.” De esta
462
manera, hablaba don Henrique, haciéndose a sí mismo preguntas y respuestas, una vez con la
imaginación, y otras veces con palabras formadas. Y hubiera proseguido más, si paseándose
no hubiera visto al pie de la cama, una bolsa de terciopelo carmesí bordada de oro y perlas.
Levantóla, y abierto que la hubo, vio estar dentro, la cajuela de diamantes adonde estaba el
retrato que Sicandro había fingido, ser de su hermana Elisaura (y era el suyo) cuando tomó el
nombre Sicandro y le contó sus fortunas. Don Henrique con haberle visto muchas veces
queriéndole aun ver le abrió. Pero en lugar de descubrir el suyo descubrió el aquel de
Andalio que estaba de la otra parte.
Estos retratos de Andalio y de Elisaura, había hecho un excelente pintor que Andalio
había traído de España con él. Y había hecho aquél de Elisaura dentro del navío, después que
Andalio la hubo sacado de la corte del rey, su padre. Estaba hecha la cajuela en ovado, y a
manera de una muestra, y tenía las tapaderas que cubrían los retratos, ajuntadas con tanto
primor que si Sicandro no las hubiera dejado adrede abiertas, acertara don Henrique
difícilmente a abrirlas.
Causóle grande admiración ver el aire, la hermosura y disposición que el retrato de
Andalio mostraba y aquél de Elisaura, el cual le pareció mucho más hermoso, que nunca
notando en él las facciones y perfiles del rostro de Sicandro tan al vivo, que otra cosa, les
diferenciaba ser una misma cosa, que la palabra y el traje porque aquél del retrato era de
mujer, y aquél de Sicandro de hombre. Y en mirando y remirando la hechura de la caja, vio
que en medio de los dos retratos había otra juntura para la cual abrir puso tanto cuidado e
industria con las manos, que al fin la abrió y vio los mismos retratos enteros, y pintados en
campo azul y aunque pequeños, eran muy parecidos. Estaban puestos a lo largo de cada lado
del ovado, señalando con los dedos un corazón, de donde salían muchas llamas al cual
463
Cupido, bajando del cielo, había pasado de parte a parte con una flecha que había tirado y
tenía [en] el corazón puesto por mote, No tengo más que os dar. Queriendo decir, que entre
amantes, no hay más que dar, dado una vez el corazón. Y porque vio que alrededor del ovado
había dos renglones, escritos de muy pequeña letra, que servían de cenefa a la obra,
queriéndolos leer, halló grabado en ellos estas palabras. Estos son los retratos de los leales
amantes, Andalio de Mendoza, hijo del marqués de Cañete, y de la princesa Elisaura, hija
del rey de las islas de Subo, y de la reina Tidora, hija del rey de Mathan.
Estas novedades dejaron a don Henrique tan absorto, porque Sicandro no le había
mostrado más de su retrato, que decía ser de su hermana, que estuvo buen rato sin poder
adivinar si era verdad lo que veía o cosa soñada. Y así como estaba muy metido en esto, le
vino a la imaginación que Sicandro debía de ser sin duda Elisaura, y que enamorada de él no
se había atrevido descubrirse por verle tan loco tras Leonora. Y que por esto le mostraba
tantas veces el retrato, y le decía que a quererla olvidar que le daría a su hermana por esposa.
Esta imaginación, la memoria de las ojeadas que le daba, las gracias singulares de las cuales
su entendimiento estaba adornado y de otra parte aquel nombre de princesa, capaz de
encender fuego dentro de la nieve, con la satisfacción que tenía de las incomparables prendas
de su cuerpo, y el soberano deleite que en sus tiernos besos y amorosos abrazos había
recibido, fueron capaces de encender en su corazón un tan vivo fuego, que en menos de un
pensamiento consumió, derritió y puso en polvo toda la dureza que hasta allí había tenido sin
pensar con ella. Sale de su aposento, y como si el son de su voz hubiera podido traer a sus
manos, a su cara prenda, la llama y la busca por todos los rincones de casa, llamándola una
vez Sicandro y otras veces Elisaura. Déjala don Henrique, no la llames490, calla, déjala por
490
El narrador interpela al personaje.
464
ahora y no la atormentes más de lo que está. ¿Piensas acaso, que cuando te oyera, que te
pudiera responder? No, no, don Henrique, no pudiera, porque la pobre está, no haciendo en el
jardín manojillos de flores, como solía con Leonora y doña Elvira, sino entre las manos de
unos salteadores, los cuales para encubrir el hurto que han hecho, las irán a echar quizá en el
mar, porque son tan bárbaros y brutos que no sabrán conocer el valor inestimable que tiene la
carga que traen a cuestas. Y que vanos que son tus voces y reclamos. Ahora la llamas cuando
no te puede oír, y cuando la tenías cerca de ti y te hablaba con los ojos no la querías entender,
y la vez que te mostraba su retrato, le menospreciabas diciendo que aquél de Leonora era mil
veces más hermoso.
¡Oh furia, rabia, y tormento común de todos los hombres! ¡Amor tirano! ¿Cuál es
aquél que te entiende, ni que pueda resistir a las sutiles tretas de tus supercherías, por más
cursado y matriculado que esté en tus leyes y fueros? Si Venus tu madre, con ser diosa y
haberte parido y criado en su regazo, no supo, ni pudo, ¿cómo podremos nosotros, que somos
mortales, frágiles, y pecadores? No puedo irme a la mano y tener el respeto debido a aquél
que ha sido mi amo. El daño que he recibido de él491 en siete años, o más, que su dominio ha
tenido mis voluntades debajo la esclavitud de sus leyes, hace que en mis escritos le trate de
esta manera. Principalmente cuando estos ejemplos que voy contando me hacen acordar de
mis escarmientos, y sobre todo aquel de don Henrique, que va, e irá mucho tiempo, (como yo
he hecho otras veces) tras un sujeto que ha tenido poca [afición]492 a su devoción y por haber
dejado perder la ocasión padecerá en seguimiento de él, un mundo de trabajos, de los cuales
no tardará mucho a empezar de sentir los efectos. Porque queriendo irse a informar de
491
El narrador escribe sobre el daño que ha recibido de parte del Amor.
En la versión original consultada falta una palabra; por lo cual se ha agregado al texto la palabra afición para
ayudar a la comprensión.
492
465
Velázquez, por ver si sabía adónde estaba Sicandro, no halló nadie en su aposento. Y
creyendo que estaba en el de doña Elvira le halló de la propia manera vacío y sin alma.
Espantado de esto y pensando que estuviese en otra parte de casa, o en el jardín. Pone una
vez la cabeza en una ventana que miraba a él, y viendo que no respondían, con haberlos
llamado muchas veces hace otro tanto por casa y oye el mismo silencio, que fue causa que
creyendo que estuviesen con don Diego y los criados, que pensaba fuesen con la gente que
estaba delante de la puerta y patio, bajó, y no viendo de todos los que estaban en él, sino uno,
que al instante que le vio, vino para él mostrando en el rostro que se espantaba de verle. Don
Henrique le preguntó que ¿adónde había ido la gente de casa?
El criado respondió que habían salido los unos después de los otros, y que hasta que
le había visto bajar a él, había creído que también hubiese salido con ellos.
Don Henrique, espantado de aquella respuesta, le tornó a preguntar “¿cómo habían
salido?”
Entonces el criado volvió a responder que había oído decir que don Diego, queriendo
entrar en el aposento de Leonora por una ventana que miraba al jardín, que había hallado que
ella se había ido por allí con Sicandro, el cual debía de haber bajado con alguna otra
invención. Porque habiendo entrado en su aposento por una ventana que miraba así como la
de Leonora al jardín, no le habían hallado dentro, con estar su aposento cerrado por detrás y
que don Diego había ido tras ellos, lo que visto por doña Elvira, le había seguido. Y que
Velázquez advertido de esto, había dejado atados a los presos, con la dueña y criados (que
estaban consientes al hurto) en su poder, y se había ido tras doña Elvira y don Diego. Y que
la gente que había venido a los gritos que los ladrones daban, negando todo lo que habían
466
dicho se los habían sacado de las manos y les habían suelto, creyendo ser inocentes de lo que
él los acusaba, y decía que habían confesado.
Don Henrique, a quien la sola esperanza de gozar de Leonora, había hecho llevar con
paciencia hasta entonces el riguroso accidente de su fortuna, viéndose imposibilitado de
vengarse de ella, y de don Diego, a quien había determinado de poner los cuernos, con
alcanzar de Leonora (que creía ser ya su mujer) de fuerza, o de grado, el fruto de las penas y
tormentos que por ella había padecido, se sintió tan angustiado, que sin responder palabra al
criado se volvió a subir y visto que hubo las manifiestas pruebas de lo que el criado le había
dicho, se fue a contar a don Esteban todo lo que pasaba, y cómo había perdido mujer,
amigos, y los ladrones forasteros o privados, llevado todo lo que estaba en casa. Con cuyas
nuevas don Esteban, mostrando un rostro airado y severo, saltó de la cama, y hecho que se
hubo apretar la venda que tenía la herida, que se le había aflojado, tomó sus vestidos muy
aprisa, jurando que los dos habían de ir tras ellos, con las armas y leones (que por estar
atados, y oír el ruido que se había hecho, daban grandes y espantables aullidos) y darles
alcance a poder saber qué camino era el que habían tomado, o morir en la demanda.
No se habían bien acabado de vestir los dos, porque don Henrique estaba aun casi
desnudo, cuando se levantó todo de un golpe un alboroto, unos gritos, un tráfago493 y bullicio
tan grande por toda la calle, que no parecía sino que la compuesta máquina del orbe quería
volver en su antiguo caos. Porque acudido que padre e hijo hubieron a una galería, y
asomándose en ella, vieron la ciudad de la Concepción, en más piadoso estado, que los
493
Tráfico.
467
romanos no vieron la suya en tiempo de Nerón,494 ni cuando nuestros antiguos padres dieron
ocasión a Camilo de volverla a labrar de nuevo. Aumentábase siempre la confusión y el
incendio con el son de unas roncas cajas, que mezclado con aquél de las impetuosas llamas
que escalaban las nubes hacían un tan prodigioso y horrible estruendo, que parecía que la
baja región del aire paría a cada momento ejércitos, y que la ciudad debía de hundirse con los
millares de soldados que estaban dentro.
Nuestro viejo y nuevo Martes, don Esteban, y don Henrique, queriendo antes buscar
un sepulcro honroso en medio de este incendio que esperar allí el furor de las llamas, que con
tendido vuelo, iban de casa en casa [hacia] ellos, y salieron de la galería tomando con las
armas lo que de más precioso había quedado. Y los dos leones que aunque animales brutos,
sintiendo el mal que les debía de suceder, echaban espumarajos por la boca, dando a entender
por sus espantables aullidos, cuán caro habían de comprar sus vidas aquéllos que quisiesen
quitárselas a ellos y a sus amos. Dejémoslos495 ir a hacer los más heroicos hechos que la fama
haya jamás pregonado, del más célebre héroe de la antigüedad, que si deseas de saber, oh
amigo lector, quién había puesto el fuego en la ciudad, lo que los salteadores hicieron de
Sicandro y de Leonora, las aventuras que sucedieron a don Diego buscándola, a doña Elvira
yendo tras don Diego y a Velázquez, siguiendo a doña Elvira, con los otros sucesos y
extrañas aventuras de Andalio, de Tidora, y de Serrano, que hemos dejado en el mar, y sobre
todo de don Henrique, el cual ha de representar siempre el mejor papel de nuestra historia,
494
El incendio de Concepción aparece en la primera parte de La Araucana, canto VII, verso 62:
Nunca fue de Nerón el gozo tanto
de ver en la gran Roma poderosa
prendido el fuego ya por cada canto,
vista sola a tal hombre deleitosa;
ni aquel tan grande gusto le dio cuanto
gusta la gente bárbara dañosa
de ver cómo la llama se extendía,
y la triste ciudad se consumía.
495
Loubayssin vuelve a retomar el diálogo con el lector.
468
como es razón, te suplico me des término y plazo para que pueda descansar antes de
contártelo, del increíble trabajo que me ha dado esta prolija prosa, que si sé que has recibido
con ella algún contento, te prometo (lector amantísimo) de convidarte, poco tiempo después
de esta buena nueva, con una segunda parte, de otros tantos pliegos que esta primera, y con
menos faltas.
A Dios.
FIN
Acabado de imprimir en París, en la Imprenta de Adrian Tisseno, a costa de la viuda de
Guillemot, a 19 de enero de 1617.
469
Conclusión
La Historia tragicómica de don Henrique de Castro (1617) se inserta en el actual
debate acerca de la compleja naturaleza de la novela, y la emergencia del género de la novela
histórica. Ésta ha demostrado ser una forma literaria que siempre está en una continua
evolución que le permite incluir una variedad de tópicos y temas. El debate acerca de las
narraciones que deberían ser consideradas como una novela comienza en los siglos XVI y
XVII, y continúa con los esfuerzos más recientes de teorizar la novela como un género y
como un fenómeno híbrido. En lo que concierne a la teoría de la novela, la definición
canónica de “épica en prosa” fue aceptada y repetida por la mayoría de los críticos hasta hace
tres generacaciones, cuando Hermann Cohen, Georg Lukács, y otros críticos empezaron a
cuestionar el concepto, culminando en el énfasis de Bakhtin de plantearla como una
construcción formada de una multiplicidad de voces.
Bakhtin usa el término “novelización” para referirse al proceso mediante el cual los
géneros literarios llegan a ser abiertos y flexibles. Como resultado, los géneros son
“dialogized, permeated with laughter, irony, humor, and element of self-parody and finally this is the most essential element - the novels insert into these other genres indeterminacy, a
certain semantic open-endedness, a living contact with unfinished, still-evolving
contemporary reality (the open-ended present)" (The Dialogic Imagination: 7). La teoría de
la novela de Bakhtin demuestra la importancia de Cervantes en la creación de nuevos
modelos de narración.
Miguel de Cervantes como dramaturgo, poeta y novelista admiró y cultivó una
variedad de géneros literarios. Leyó romances desde los de Heliodorus hasta el Amadís de
Gaula.También experimentó en nuevos géneros literarios, como la novella italiana. Escribió
470
que su última novela, Persiles y Segismunda, pretendía competir con Heliodorus. Se podría
señalar que en Don Quijote, Cervantes crea un texto que combina distintos géneros, ya
conocidos en los siglos XVI y XVII. Cervantes reúne en su narrativa libros de caballerías, la
novella italiana, el romance morisco, la novela pastoril, picaresca y sentimental. Al mismo
tiempo apropió y perfeccionó estas técnicas narrativas para crear sus novelas. Sus
innovaciones en el género de la narración, así como la incorporación de la forma y el habla
del romance y de la épica tuvieron como resultado la creación de un nuevo género híbrido.
En efecto, Don Quijote se considera como la primera novela moderna.
Bruce Wardropper opina que Cervantes:
[…] prefers to call his book an "historia," by which, as we shall see, he means
not a story, but a history. We know, of course, that he is fooling us: Don
Quixote may be a romance, or a novel, or a story, but it is certainly not a
history. We have to deal with, then, with a story masquerading as history, with
a work claiming to be historically true within its external framework of
fiction. The study of Don Quixote, it seems to me, must begin with this
paradox.” (1)
El escritor francés Francisco Loubayssin de la Marca publicó dos novelas en español,
Engaños deste siglo y historia sucedida en nuestros tiempos, (1615) y la Historia
tragicómica de don Henrique de Castro, en cuyos estraños sucessos se veen los varios y
prodigiosos efectos del amor y la guerra (1617). Sus dos obras son una importante
contribución a la novela española del siglo XVII. La Historia tragicómica de don Henrique
de Castro es una novela de sumo interés en el estudio de la literatura Peninsular e
Hispanoamericana, tanto por su contenido como por su técnica narrativa. El texto es
471
representativo del desarrollo de la novela histórica en siglo XVII en España y Francia. La
crítica de la Historia tragicómica se ha basado en distintas expectativas. Al considerar esta
novela, dos tendencias críticas son recurrentes: una, que se enfoca en lo extraordinario,
original e interesante del texto y la segunda, que lo considera un libro de caballerías, una
confusa amalgama o una novela histórica larguísima y aburrida. Aunque los trabajos de
Loubayssin finalmente están recibiendo la crítica que se merecen en Hispanoamérica y
España, todavía no hay un estudio analítico, tampoco existe una edición moderna o una
revisión del texto. La novela es mencionada por George Hainsworth, George Ticknor, José
Toribio Medina, y Cedomil Goiĉ, entre otros, y este último investigador incluye la novela por
primera vez en las del periodo colonial. Por su parte, en su ensayo “Francisco Loubayssin de
la Marca: el personaje y su obra” Pacheco afirma que la novela es “un caso de sumo interés
en la historia de la literatura hispanoamericana del siglo XVII”, y explica:
[…] la Historia tragicómica de don Henrique de Castro no merece el tono
casual con que ha sido tratada por la crítica, y aunque haya perdido su frescura
y atractivos para el lector moderno, es un caso de sumo interés en la Historia
de la literatura española.
Al igual que Goiĉ, Pacheco opina que la novela es de gran importancia en la historia de la
literatura de Hispanoamérica del siglo XVII y que debería ser tomada en consideración.
Los años en que transcurrió la vida de Francisco Loubayssin de la Marca fueron
decisivos para los dos países en los que vivió. Los últimos años del siglo XVI y primeros del
XVII fueron de grandes cambios sociales, políticos, económicos y religiosos en España y
Francia. Los dos países se encontraban en los principios del nuevo siglo dedicados a la difícil
empresa de consolidar sus territorios, gobierno, religión y lengua. En Francia, Loubayssin de
472
la Marca participaba activamente en la política y formaba parte de la esfera que había
rodeado a los personajes importantes de su época. Esas relaciones personales,
particularmente con Guisa y Richelieu, aluden a la participación del autor en la política
francesa. Loubayssin de la Marca comenta sobre las causas dinásticas y religiosas del
conflicto en sus escritos.
La Historia tragicómica es un extraordinario intento de seguir las innovaciones de
Cervantes. Este nuevo enfoque a la novela sigue la obra maestra de Cervantes en el uso de
diferentes modos narrativos y además incorpora una variedad de diversos modelos narrativos
que estaban en uso en ese tiempo. Estos incluyen la novela bizantina, pastoral, picaresca y las
de caballería, entre otros. Con el uso de estos diferentes modelos y estilos, el autor logra
escribir un texto atrevido e innovador.
Aunque el autor saca partido de otros textos como: Celestina de Rojas, La Araucana
de Alonso de Ercilla de 1589; la primera y segunda parte de Don Quijote de la Mancha de
Miguel de Cervantes 1605-1615; El peregrino en su patria de Lope de Vega de 1604, entre
otros textos, Loubayssin demuestra que puede escribir una novela histórica única, original y
creíble. Su contribución más importante es la habilidad de integrar los acontecimientos
históricos más significativos del Nuevo Mundo de finales del siglo XVI y principios del
XVII, que incluyen la conquista de Perú y de México, las guerras con los indígenas en Chile,
y la expedición de Hernando de Magallanes. Dicho de otro modo, la novela de Loubayssin es
una novela histórica innovadora.
La Historia tragicómica comienza en media res con la guerra de Arauco después de
la muerte de Valdivia (1553). En el Libro I el narrador relata los problemas que ha traído la
conquista y los peligros del vicio de la codicia y cómo ha transformado a los soldados, en
473
especial al conquistador Pedro de Valdivia. Los “araucanos” destruyen el fuerte de Tucapel.
Muere don Lorenzo de Castro. Su hijo, don Henrique de Castro logra escapar del desastre y
llega a una ermita, donde vive un ermitaño. En el Libro II don Henrique habla de su vida en
España, de su casa y familia en Sevilla y de sus amores con Leonora. En el libro III, don
Henrique relata su viaje al Nuevo Mundo y descubre que el ermitaño es su abuelo, don
Esteban de Castro. En los Libros IV y V el ermitaño nos remite a las campañas en Italia, a las
guerras entre el emperador Carlos V y el rey Francisco I de Francia. La batalla de Pavía, la
prisión del rey francés y el saqueo de Roma (1527). En el Libro V, seguimos la historia de
Sicandro, la princesa Elisaura, y sus amores con Andalio, el embajador español, hijo del
Marqués de Cañete. En el Libro VI, el narrador omnisciente relata los viajes de Magallanes y
la historia de Juan Serrano, padre de Elisaura/Sicandro, el marinero español sobreviviente de
la expedición de Magallanes, quien se convierte en el rey de las islas de Subo y Borna. En el
Libro VII, don Esteban de Castro, cuenta su captura por Barbarroja y llegada a Túnez. En el
Libro VIII, continúan sus aventuras hasta después de la batalla de Diu cuando decide navegar
al Nuevo Mundo. Ha recibido noticias que su hijo, don Lorenzo de Castro, está en Chile. El
libro relata las navegaciones de los portugueses en el Oriente (1410-1525) y la guerra con el
Gran Turco (1548), la conquista de México por Hernán Cortés (1519-1526) y la de Perú por
Francisco Pizarro (1531-1534). En el Libro IX, don Henrique y sus compañeros rescatan a
los prisioneros de los araucanos. Las víctimas van a ser sacrificadas al dios Eponamón. Entre
los prisioneros se encuentra Leonora, quien había llegado a Chile en busca de don Henrique.
Los jóvenes vuelven con el tesoro del dios Eponamón a la ciudad/ fuerte de La Concepción.
La cuestión amorosa se complica y al final de la historia don Henrique se siente atraído por
Sicandro/Elisaura, mientras que Leonora también se enamora del hermoso joven Sicandro.
474
Mientras duermen, unos ladrones asaltan la casa para robar el tesoro. En medio de toda la
confusión, raptan a Leonora y a Elisaura. La historia termina con el incendio de la ciudad de
La Concepción (1554).
Es así como los hechos históricos se incorporan a la narrativa de la novela. Por medio
de las vicisitudes de don Esteban de Castro, don Lorenzo de Castrro, don Henrique de Castro
y don Antonio de Castro podemos ver el funcionamiento del Imperio español en algunos de
estos acontecimientos: en Europa, las guerras entre Francia y España; en el Oriente, las
exploraciones de los portugueses, las batallas de Diú y la conquista de las Islas Malucas; en
las Américas, la conquista de México y Perú, la guerra de Arauco y el peligro de los piratas
holandeses que asaltaban los navíos cargados de la plata y el oro de las colonias. Todos estos
episodios sirven de telón de fondo al imaginario de la España que presenta el autor en la
novela. El Imperio español de los siglos XVI y XVII aparece como una entidad dinámica en
un proceso de cambio que opera en muchos frentes. Lo vemos en los diferentes escenarios en
que se mueven los personajes.
La Historia tragicómica presenta una coexistencia de lo histórico y lo inventado. La
historia se construye en base a datos y personajes ya documentados históricamente, por
ejemplo los descubrimientos, batallas, lugares, etc. Estos componentes proponen una lectura
híbrida y ambigua, que se presenta al lector como un relato auténtico de los hechos
históricos. La perspectiva omnisciente del narrador ofrece una versión e interpretación de los
hechos históricos que trata de ser convincente. En la novela, las descripciones de los lugares
y habitantes del Nuevo Mundo son dadas desde el punto de vista del autor, sus presupuestos
culturales e ideológicos. En estos casos, el mundo ficcional de la novela aparece
desconectado de la vida de los personajes y los hechos históricos parecen cumplir la función
475
de un simple escenario. El mundo novelístico queda reducido a un espacio en que el autor
presenta las ideas y creencias etnocéntricas de su época.
Loubayssin de la Marca escribe sus obras para entretener y deleitar, al igual que el
autor del Amadís, pero lo hace manipulando las convenciones literarias de su época, y
creando personajes con vida propia. Del mismo modo que Cervantes, las innovaciones del
autor gascón se dan en la búsqueda de nuevas formas dentro de las estructuras tradicionales.
Es en este sentido se le puede considerar un precursor en el desarrollo de la novela moderna.
En su búsqueda de estilos de narración más de acuerdo con el gusto del lector y en el
tratamiento del tema del amor Loubayssin manipula la trama y los géneros narrativos.
En la Historia tragicómica, el tratamiento del amor no sigue el modelo de modo
riguroso. Como en la novela bizantina se subraya la belleza de los protagonistas. Por
ejemplo, cuando Andalio se entrevista con la reina Tidora y su hija, la princesa Elisaura, se
queda cegado por el resplandor de la belleza de las damas. Don Luis, el otro pretendiente de
Leonora, describe a la dama en términos tales que es imposible no pensar en la tradición
petrarquista. Sin embargo, uno de los mayores aciertos de Loubayssin consiste en revelar el
lado humano de sus personajes. A diferencia de lo que sucede en la novela bizantina, los
amantes, en vez de reunirse con su pareja, al final de todas sus peripecias cambian el objeto
de su amor. Es así como Elisaura persigue a don Henrique y Eleonora a Sicandro.
Loubayssin de la Marca cumple su palabra cuando dice que no va a representar
“tántalos voluntarios”, y es el personaje de Elisaura quien manipula, engaña, y finge para
lograr conquistar a don Henrique. Al fin, no es la constancia en el amor lo que está presente
en la Historia tragicómica, sino el trueque de los sentimientos. A medida que los personajes
encuentran nuevas dimensiones en sus vidas, el amor como fuerza generadora también
476
cambia de objeto. Es esta dinámica la que permite a Loubayssin superar el modelo de la
novela bizantina.
Las indudables y significativas innovaciones de Loubayssin de la Marca, con respecto
a la novela, se reflejan en su tratamiento de los temas y técnicas narrativas, los que intenta
transformar y enriquecer con nuevos aportes en sus relatos. Es así que, tanto en la Historia
tragicómica como en los Engaños deste siglo, es posible distinguir la influencia de la novela
picaresca, sentimental, bizantina, de aventuras, relatos pastoriles, caballerescos y de las
crónicas; pero es asimismo posible ver el modo en el que Loubayssin manipula los modelos
para imprimir en ellos una nueva intención y significados.
La visión histórica que presenta el autor en sus novelas, y en particular en la Historia
tragicómica, se basa en la información y las creencias que existían en el contexto europeo del
Nuevo Mundo. Es decir, las obras ofrecen una visión del Nuevo Mundo según la imaginación
del mismo Loubayssin. La trama ocurre en sitios fabulosos y fantásticos, a los que nunca
había viajado. El discurso de los indígenas aparece de manera esporádica y fragmentada en la
narración ya que su voz estaba prácticamente eliminada. El lector debe tratar de encontrarla
en lo que Certeau llama ‘las fisuras del texto’ (25). Es así, como muchas veces, este discurso
se ubica dentro de los aspectos exóticos y fantásticos del territorio.
Esta edición crítica, la primera en casi 400 años, hace accesible la Historia
tragicómica a un mayor número de lectores y abre la puerta para nuevas investigaciones en el
campo de la novela colonial. Estamos conscientes que realizar una edición crítica de un texto
de 880 páginas es un proceso extremadamente difícil y complejo. Primero, se han consultado
todas las copias de la novela en la Biblioteca Nacional de Madrid, la Biblioteca Nacional de
Santiago de Chile y el microfilme de la Universidad de Brown. Todas estas copias tienen
477
1617 como año de publicación. A continuación el texto fue transcrito del microfilme al
castellano del siglo XVII. Finalmente, esta versión fue editada al castellano moderno, lo que
incluyó cambios en la gramática, vocabulario, puntuación, etc. Además, esta versión
contemporánea incluye notas de información geográfica e histórica para ayudar al lector a
entender aspectos que pueden ser difíciles en el contexto actual. También se incluyen
referencias sobre la literatura de los siglos XVI y XVII.
Dada la complejidad de todos los factores involucrados en la novela de Loubayssin, y
además tomando en cuenta que el objetivo principal de esta edición es presentar su novela a
una mayor audiencia, anticipamos que este trabajo será valioso porque introduce más áreas
de investigación y desarrollo. Algunas son: el análisis de la composición y estructura del
texto, la interacción de los sujetos y la influencia de la literatura francesa e italiana de los
siglos XV y XVI en la novela española. Creemos que esta edición abre las puertas para
nuevas investigaciones y nuevas ediciones que pueden tratar estos y otros temas. Es así como
muchos elementos llenos de potencial para más desarrollo han sido hechos accesibles en esta
disertación. Además de poner esta novela al alcance de una extensa audiencia, este trabajo
proporciona antecedentes históricos, comerciales, políticos y literarios de los temas
presentados en la novela. También formula nuevas preguntas en cuanto a incluir el
“descubrimiento” y la conquista en la novela de los siglos XVI y XVII en España y Francia y
participa de una manera diferente en el debate actual sobre la novela histórica en
Hispanoamérica y la crítica cultural de la colonia.
Las palabras de Neruda acerca del texto
son enormemente inspiradoras. El famoso poeta y ganador del premio Nobel considera el
texto un artefacto literario bastante antiguo, sus páginas llenas de hechos históricos enlazados
con una historia de amor apasionado capaz de cautivar y confundir hasta el lector más
478
experimentado. Es de esperar que la fascinación de Neruda con la novela pueda ser
compartida por futuras generaciones, que logren reconocer en sus páginas su patrimonio
cultural.
479
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