LITERATURA Y PERIODISMO EN ESPAÑA DESDE 1980: PÉREZ-REVERTE, MILLÁS Y MARÍAS. Luis VERES Abstract This item expects emphasize the importance that the journalism had during the seventies in Spain coinciding over the years of the Spanish political Spanish Transition to Democracy. This route is done through three authors' work: Arturo Pérez-to Review you, Juan José Millás and Javier Marías, distinctive authors of the postmodernity and of showing different paradoxes and ironies that he locks the Spanish reality. Key words: Pérez-Reverte, Marías, Millás, postmodernidad, periodismo/ Pérez-Reverte, Marías, Millás, postmodernity, journalism. Luis VERES prof. dr., Facultad de Ciencias de la Información Universidad Cardenal Herrera - CEU España E-mail: [email protected] Tel: 0034-96-1369000 Revista Transilvană de Ştiinţe ale Comunicării, 6/2008, pp. 54-64 54 Hace ya bastantes años escribió Amando de Miguel que en España existía un buen nivel de pensamiento en muchos artículos de periódico coincidiendo con el auge del periodismo literario de opinión que se da en España desde el inicio de la Transición política1. La razón de dicho auge se encuentra, para este sociólogo, en las necesidades económicas que no quedan realmente satisfechas con los derechos de autor procedentes del mercado del libro en que dichos escritores trabajan con 1 DE MIGUEL, Amando, Sociología de las páginas de opinión, Barcelona, ATE, 1982, p.12. asiduidad. Por ello estos autores necesitan acudir al mundo del periodismo con el fin por un lado de alcanzar un mayor grado de difusión y, por otro, el de hacerse con unas mejores regalías. Lo cierto es que con la libertad de prensa surgida en España a partir de la instauración de la democracia surgió un tipo de periodismo de opinión que ha puerto a la columna periodística a la altura de los grandes géneros literarios. Y ello se debe a escritores como Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Muñoz Molina, Javier Marías, Juan José Millás, Manuel Vicent, Maruja Torres, Vicente Molina Foix, Francisco Umbral, Arturo Pérez-Reverte, los cuales han dominado el género durante algunos momentos de esas tres décadas. Lo cierto es que no se puede escribir la historia de la literatura del S.XX sin tener en cuenta la obra publicada en forma de artículos de muchos de los grandes autores de este siglo, desde Azorín o Baroja hasta Luis Mateo Díez o Juan José Millás, y lo mismo ocurre con la historia del periodismo, que no puede dejar de lado a los grandes novelistas. Pérez-Reverte fue, como se sabe, reportero de guerra de Televisión Española y su rostro se hizo popular tras las conexiones con el desgarrador conflicto de Bosnía a finales de la década de los ochenta. En 1983 comenzó su carrera literaria con la publicación de la novela El húsar, Posteriormente se convirtió, a partir de El maestro de esgrima, en uno de los escritores con mayor éxito editorial en España. A ella le siguieron La tabla de Flandes, El club Dumas, La sombra del águila, Territorio Comanche, La piel 2 3 del tambor, Un asunto de honor (Cachito), La carta esférica, La reina del sur, Cabo Trafalgar, El pintor de batallas, y toda la serie de novelas ambientadas en el Madrid del siglo XVII con el capitán Alatriste como protagonista: El capitán Alatriste, Limpieza de sangre, El sol de Breda, El oro del rey y El caballero del jubón amarillo. Dicha labor de novelista se completa con una buena lista de artículos periodísticos para el suplemento dominical El Semanal, recogidos en varios volúmenes: Obra breve/I, Patente de corso (1998) y Con ánimo de ofender (2001), más una antología que aparece con el título No me cogeréis vivo. El posicionamiento de Arturo PérezReverte parte, al igual que otros autores como Javier Marías o Manuel Vicent2 de que la realidad es anómala, injusta y cruel, y que el escritor poco puede hacer para cambiarla excepto atacar y criticarla con dureza. El periodismo de opinión de Pérez-Reverte se caracteriza por una crítica mordaz como pocas se han producido en la historia de la transición política española. Como se señala en el prólogo a la última compilación de artículos periodísticos de Arturo Pérez Pérez-Reverte, muchos de ellos vienen “con ánimo de ofender”3. Lo cierto es que a veces lo consiguen y lo que también es verdad es que en muchas ocasiones se sirven del humor para lograr esa ofensa tras la cual siempre se esconde una denuncia de tipo social, político o cultural. Por ello el columnismo recoge todo aquello que resulta poco habitual, lo patético y característico de la nacionalidad, de los barrios y las ciudades sin apelar al ASIS GARROTE, María Dolores de, “De 1936 a la actualidad”, en Palomo, María Pilar (Ed.), Movimientos literarios y periodismo en España, Madrid, Síntesis, 1997, p.549. MARTÍN NOGALES, José Luis, “La coherencia del huracán”, en PÉREZ PÉREZ-REVERTE, Arturo, No me cogeréis vivo (2001-2005), Madrid, Círculo de Lectores, 2006, p.7. 55 antiguo costumbrismo, sino acogiéndose a un realismo mucho más depurado, casual y actualizado que toca bien de cerca la comprensión y el mundo de los lectores. Por ello, el columnista nunca es neutro, sino que muestra abiertamente su postura, incluso ésta suele ser ampliamente conocida y reconocida por los lectores del diario. De hecho, el éxito del columnista, y el caso de Pérez-Reverte es muy representativo, se alcanza cuando su opinión es totalmente transparente en un artículo sin que se haya leído el nombre de quien lo firma. Con este procedimiento el artículo de opinión cumple con una de las peculiaridades de las que habla Alberto Moncada4, al considerar al columnista como el líder de un grupo al cual el lector se afilia con fidelidad absoluta, algo así como los cofrades de las antiguas tertulias del café del S.XIX. De hecho, el columnismo, como señalaba Baroja, tiene algo de pedagogía, también algo de pesimismo apocalíptico, de catastrofismo recalcitrante, y el columnista por esa razón pretende influir en sus lectores de manera determinante en mucha mayor medida que con una novela, un poema o un drama. El antiguo manifiesto de vanguardia ha tomado forma en el mundo de la postmodernidad a través de columnas que se publican a diario y que constituyen uno de los pocos resquicios de canalización de la libertad que quedan en las sociedades modernas, en las que el mundo parece tomado y poseído por el emporio de los grandes grupos económicos que, por su puesto, también están presentes en la prensa. Algo similar y a la vez diferente del papel que ejercían los artículos de Larra, de Víctor Hugo o de Emile Zola para el lector del S. XIX. La crítica de la sociedad se canaliza por medio de esta cotidiana actividad 4 discursiva que difícilmente tiene cabida en otra discursividad. Los temas del periodismo de Pérez-Reverte participan de esa constante denuncia sobre la realidad más próxima, normalmente la realidad española en donde se manifiestan los principales defectos y problemas de muchos sectores del país: la ordinariez, la estupidez política, la desmemoria o el olvido de los que fuimos, las actitudes salvajes y bárbaras, la corrupción, el compadreo, el tráfico de drogas, la censura, la hipocresía, la mala educación, la chulería. Frecuentemente Pérez-Reverte critica la chapuza, el desinterés, el trabajo mal hecho por falta de ganas o por falta de esmero, la incultura, la carencia de preocupaciones más profundas en una sociedad postmoderna caracterizada por la superficialidad de las revistas del corazón y la parrilla poco inteligente de los programas de televisión. Los artículos de Pérez-Reverte se sirven del enfado, de la burla, a veces sutil, a veces desenfadada, a veces salvaje, muchas veces radical, sin límites. En pocas ocasiones en la larga historia del periodismo español se han dicho las cosas con tanta claridad, con tanta rotundidad y con tanta falta de prejuicios por el qué dirán o por la sujeción a las convenciones periodísticas del género de opinión o a cualquier manual de buenas maneras. Ni el periodismo del 98, de Baroja, Azorín, Maeztu, del mismo Ortega, participaba de esa claridad y lucidez que a veces se sirve de la vulgaridad, de lo coloquial, del insulto incluso, para llevar hasta el lector la crítica que no deja títere con cabeza y que excluye la impasibilidad del que lee. MONCADA, Alberto, “Leer”, en Diario 16, 10 de mayo de 1977. 56 La crítica se sirve de los recursos de la mejor tradición periodística y literaria de la tradición hispánica. Detrás de los artículos de Pérez-Reverte están las palabras del Satiricón, de Plauto, de Gracián, del autor del Lazarillo, del mejor y más mordaz Quevedo, la claridad meridiana de Jovellanos o Moratín o la óptica de los problemas de Larra. También se sirve de la mejor tradición española reciente, desde la transición a nuestros días, desde Delibes o Umbral a Juan José Millás o Javier Marías. Pero detrás de este discurso formal, impecable, a pesar de ser un discurso de urgencia, como todo periodismo, los artículos de Pérez-Reverte tienen afán de permanencia y, creo que sus palabras tienen carácter de perdurabilidad. Las denuncias de Pérez-Reverte tienen una justificación bastante evidente. Se trata de un escritor curtido en diferentes batallas, de las que siempre ha salido victorioso: desde las guerras más cruentas, como la de Bosnia, o conflictos como los de Nicaragua, a batallas literarias, su victoria en el mercado editorial, sus repetidas defensas de una novela narrativa frente a una novela discursiva, su denuncia del periodismo voraz, únicamente interesado por la comercialización de la carnaza periodística. En definitiva hombre infatigable en la guerra y en la vida, carácter forjado en la lucha, personalidad construida por medio del dolor y el desfallecimiento humano, y todo ello resume la actitud de quien ha visto demasiada injusticia ante sus ojos para seguir callado. Como reconoció en su artículo “Sushis y sashimis,” hace más de una década que su confianza en el espíritu humano se tambalea con frecuencia: 5 “Les juro que a estas alturas ya me da igual. O casi me lo da, porque hace tiempo que entendí que es inútil. Que los malos siempre ganan la batalla, y que el único sistema para no despreciarte a ti mismo como cómplice consiste en escupirles exactamente entre ceja y ceja, y de ese modo estropearles, al menos, la plácida digestión de lo que se están jalando.”(10) Por otra parte, existe una tendencia novelística en la literatura española de la segunda mitad del siglo XX que se extiende hasta el presente y cuyo arranque es el escritor vallisoletano Miguel Delibes. Esa línea novelística viene marcada por una reivindicación y apasionada defensa de la memoria en la cultura de nuestro país y su pervivencia en la literatura. Dicha novelística supone en muchos casos un trasfondo rural con gran presencia de las ciudades de provincias. Las regiones de Castilla y León es el marco en donde estos relatos han puesto su acento, aunque en muchas ocasiones surjan los territorios imaginarios5. La novela de la memoria, que supone una oposición a la modernidad o a cierto concepto de una modernidad mal entendida, basada en el progreso agresivo y en la aceleración sin sentido de la vida, arranca en Miguel Delibes y se extiende hasta el presente, teniendo como hitos importantes las obras de los escritores leoneses que comienzan a escribir a finales de los sesenta y que durante tres décadas ponen de relieve su talento fabulador y creador. Escritores como Luis Mateo Díez, José María Merino, Juan Pedro Aparicio, Antonio Pereira, y en una generación Vid. SANZ VILLANUEVA, Santos, El último Delibes y otras notas de lectura. Postguerra, exilio y letras en Castilla y León, Valladolid, Ámbito, 2007, pp.289 y ss. 57 posterior, Julio Llamazares o Avelino Hernández6. Lo cierto es que la recuperación del pasado y la persistencia de la memoria es un rasgo mítico de la modernidad en un intento de defenderse de los cambios que ella implica en esa carrera vertiginosa hacia un progreso indefinido y algo oscuro y un futuro desalentador e impredecible. Y es cierto que la novela moderna, como ha señalado Germán Gullón se caracteriza por “un vaivén, en una paradoja que une, en lo material el apoyo de la realidad, con su rechazo”7.Así el hombre escindido del cambio de siglo queda así deseoso de un asidero en el que creer, un asidero que recuperar en la propia identidad, un asidero de reafirmación del propio sujeto. Muerto el marxismo, en decadencia las religiones occidentales, desprestigiados los programas de resolución de los problemas de este mundo y en el ocaso de una filosofía ecléctica, el hombre requiere de algo en que creer que justifique su existencia o, al menos la haga más llevadera. Y todo es consecuencia de una época que ha sucedido a la modernidad, en la que la idea de futuro se diluye en la conciencia de los humanos o al menos queda en medio de la incertidumbre8. En lo que afecta a la literatura, es alrededor de los años sesenta cuando algunos escritores, coincidiendo con la consagración del Boom, comienzan a mostrar su deseo de deslindarse del concepto de novela total. El relato vuelve a contar historias, vuelve a la narratividad, aunque muchas veces esas novelas son autoreferenciales y reflexionan sobre sí mismas y sobre el proceso de escritura. Existen en esas novelas un deseo de reevaluar la historia, y la historia va a ser narrada por personajes anodinos, poco importantes, los excluidos de la novela hasta entonces. El lenguaje se fundamentara en la jerga, en el habla coloquial, en el diálogo y muchas veces estará compuesto de las intervenciones de muchos narradores que son personajes. También formará parte de este mundo el falseamiento, la copia, el pastiche, a veces en tono de humor, a veces en un tono que muestra la descreencia en la realidad y en los valores absolutos. Esta novela incluirá los discursos de la cultura de masas en un proceso acorde con el de la sociedad postmoderna, un proceso que supone la igualación de la alta cultura con la cultura media9. Así estará presente el lenguaje del cómic, de la televisión, del cine, de la música popular, etc. El hecho postmoderno afecta notablemente a las relaciones que presentan muchas novelas respecto a la captación del pasado10. Y esa Véase al respecto mis trabajos "Periodismo y narración en los cuentos de Julio Llamazares", en Actas del V Congreso Internacional Luis Goytisolo sobre Narrativa Hispánica Contemporánea: "Las Estrategias del Realismo a finales del S.XX", Antagonía. Revista de la Fundación Luis Goytisolo, 2002; “Sobre la novelística de Avelino Hernández”, Espéculo, nº23, marzo de 2003. 7 GULLÓN, Germán, Los mercaderes en el templo de la literatura, Barcelona, Cabayo de Troya, 2004, p.34. 8 PICÓ, Josep (Comp.), "Introducción", en Modernidad y postmodernidad, Madrid, Alianza Editorial, 1988, p.14. 9 ECO, Umberto, Apocalípticos e integrados, Barcelona, Lumen, 1997 (1965), pp. 44 y ss. 10 FRANCO, Jean, “Memoria, narración y repetición: la narrativa hispanoamericana en la época de la cultura de masas”, en RAMA, Ángel Y OTROS, Más allá del boom. Literatura y mercado, México D.F., Marcha Editores, 1981, pp.111-129. 6 58 captación del pasado se presenta de modo diferente en las nuevas novelas, a causa de que la percepción de la frontera entre la realidad y la ficción se ha hecho cada vez más difusa, tal como anunciaba ya Baudrillard en su libro Cultura y simulacro11 y tal como hace presentir la abundancia en la última década de novelas que se inmiscuyen en el mundo de la metaficción12: desde Volpi o Padilla a Martínez de Pison o Cercas. El conocimiento de la realidad a través de los modernos medios de comunicación ha afectado también a la concepción del discurso, no sólo el literario, desde la televisión a Internet13. El concepto de verdad, que ya a parecía cuestionado en uno de los primeros cuentos de Borges que da título al libro homónimo, El jardín de senderos que se bifurcan (1941), se diluye al contrario de lo que sostenían novelistas como Gabriel García Márquez o Mario Benedetti. Para Raymond Williams la descreencia en el concepto de verdad sería lo que diferenciaría a la modernidad de la novela postmoderna14. Surge, pues, un clima de escepticismo, de duda acerca de la realidad, incluso de miedo e incertidumbre, que se percibe en una narración encaminada por meandros tortuosos, a modo de aproximación sobre esa verdad de la cual se tiene la certeza, y sólo eso, de que es indescifrable y ante la cual sólo nos podemos hacer con una aproximación más o menos vaga. La reflexión sobre el relato será así en numerosas ocasiones una reflexión sobre el sujeto metido en la historia. Surge así, ante El fin de la historia, anunciado por Fukuyama15, una reflexión indeterminada sobre el pasado con el fin inseguro de acercarse a un presente poco estable. El pasado se convierte en una especie de rompecabezas, en un paisaje borroso que nadie va a conseguir descifrar y que la novela va a tratar de recomponer sabiendo de su escasa certeza, aunque dicho discurso se considere más verdadero que aquel que propugna y presume de ser el discurso de autoridad, el único, el oficial, pues el primero se desdice de todos aquellos mitos de los que está forjada la historia oficial, mientras que este segundo, a la luz de Foucault y Adorno, es un discurso de dominación16. BAUDRILLARD, Jean, Cultura y simulacro, Barcelona, Cairos, 1978. VERES, Luis, “La novela histórica y el cuestionamiento de la historia”, en República de las Letras Revista de la Asociación Colegial de Escritores de España, Madrid, nº105, enero-febrero de 2008, pp. 54-59. 13 SÁNCHEZ NORIEGA, José Luis, Crítica de la seducción mediática, Madrid, Tecnos, 1997; REIG, Ramiro, El éxtasis cibernético. Comunicación, democracia y neototalitarismo a principios del S.XXI, Madrid, Libertarias, 2001. BOURDIEU, Pierre, Sobre la televisión, Barcelona, Anagrama, 1997; TALENS, Jenaro, De la publicidad como fuente historiográfica: la generación poética de 1970, Valencia, Episteme, 1994; TALENS, Jenaro, Escritura contra simulacro. El lugar de la práctica literaria en la era electrónica, Valencia, Episteme, 1994, p.56. 14 WILLIAMS, Raymond L., The postmodern Novel in Latin America: Politis, Culture, and the Crisis of Truth, Nueva York, St Martin’s Press, 1995. 15 FUKUYAMA, Francis, El fin de la Historia y el último hombre, Barcelona, Planeta, 1992, pp.415 y ss. 16 Vid. FOUCAULT, Michel, Un diálogo sobre el poder, Madrid, Alianza Editorial, 1981; FOUCAULT, Michel, Historia de la locura en la época clásica, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 19722; ADORNO, Theodor W. y HORKHEIMER, Max, Dialéctica de la Ilustración, Barcelona, Círculo de Lectores, 1999 (1986); BAUMAN, Zygmunt, Modernidad líquida, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002. 11 12 59 Surge así, en España un periodismo literario de la memoria que investiga un pasado lleno de lagunas, ausencias, falseamientos y silenciosas especulaciones de los argentinos que dan lugar a una visión difuminada de los años anteriores de su historia, pero que siempre es mejor al silencio de la historia oficial. Entre otras cosas porque los discursos han pasado a ser en muchos ámbitos posesión del mercado, de un pensamiento único que ya anunció Alain Finkielkraut con La derrota del pensamiento17, y a ello se une la crisis de los intelectuales como garantes de la verdad y de la razón. A esta visión imprecisa ha contribuido notablemente la confirmación de la crisis de los grandes relatos, la crisis de la historia y la crisis de la legitimidad del saber18. Esa descreencia en el conocimiento histórico deriva en muchas ocasiones de la crisis de los grandes proyectos y los grandes discursos políticos y redentores. La desconfianza en los discursos oficiales provenía de una desconfianza en la ciencia, que ya había dejado de ser un medio válido para solucionar los problemas de los hombres y que había coincidido con los sistemas idealistas en una conducción de la humanidad a grandes guerras y grandes injusticias: desde Hiroshima a las dictaduras latinoamericanas. La lógica de la razón se derrumbaba y también la ilación de las historias y los relatos, el sistema causal de la narración que desde las vanguardias, con surrealistas y dadaístas a la cabeza, quedaba cuestionado. Pero también esta desconfianza discursiva provenía también de una crisis del lenguaje como sistema de representación que iba disminuyendo en importancia desde 1920, desde Hugo von Hofmannsthal y Fritz Mauthner, pasando por Foucault, Barthes y toda la escuela postmoderna, a nuestros días. En Javier Marías es especialmente recurrente el tema de la memoria. Esa conciencia del paso del tiempo le hace plantearse a Javier Marías la perentoria necesidad de la recuperación de un pasado que se pierde ante la presencia de un futuro que se nos abalanza sin piedad. La preocupación por el tiempo es algo consustancial a muchos humanos y es particularmente una constante en Javier Marías: “uno se pregunta qué se ha hecho del tiempo que se estiraba, sin duda nos ha abandonado”19. En su novela Negra espalda del tiempo reflexiona con frecuencia acerca de la sucesión temporal20. Así habla de “un tiempo pasado y perdido”21, de la imposibilidad de reproducir el pasado: “se hacen viejos los tiempos demasiado fácilmente y se los descarta, y los que les preceden se vuelven entonces antediluvianos”22. La constancia de ese tempus fugit no se fundamenta en un lamento melancólico o dramático, sino en un requerimiento de justicia y necesidad consigo mismo: FINKIELKRAUT, Finkielkraut, La derrota del pensamiento, Barcelona, Anagrama, 1987. LYOTARD, François, La condición postmoderna, Madrid, Cátedra, 1986. 19 Ibídem, p.111. 20 Vid. FLORENCHIE, Amelia, “Marías en clave borgeana”, en ANDRÉS-SUÁREZ, Irene y CASAS, Ana (Eds.), Javier Marías, Madrid, Arco-Universidad de Neuchâtel, 2005, pp. 155-168. 21 MARÍAS, Javier, Negra espalda del tiempo, Madrid, Alfaguara, 1998, p.10. 22 Ibídem, p.142. 17 18 60 “Porque lo cierto es que, a la vez de que uno es consciente de sus probabilidades, o de su probable duración, estamos instalados en la vida de tal manera que se nos hace muy costoso abandonar la idea a la que estamos acostumbrados, a saber: la de que tenemos siempre, si no todo, mucho tiempo por delante.”23 Camps que indica que no hay motivo más íntimo que la propia muerte: Esta recuperación del pasado posee un cierto carácter mítico y épico. No hay que olvidar el interés que siempre ha tenido Javier Marías por reconstruir vidas literarias que siempre han formado parte del pasado, sus Vidas escritas o sus Miramientos24. Tampoco hay que olvidar la consideración del pasado como esa cara oscura de las personas, esa “negra espalda del tiempo” que da nombre a una de sus novelas y que la voz ficticia de un narrador siempre se ve obligada a falsear o manipular. La recuperación de la memoria nos acerca a la justicia, una justicia un tanto olvidada en el mundo moderno y en un tipo de sociedad en donde la postmodernidad ha terminado con muchas de las bondades entre los hombres y ha liquidado gran parte de las obligaciones de los humanos con sus congéneres en un mundo hostil y egoísta. La conclusión que se desprende de la lectura de Marías, a la sombra de la idea de la memoria, es el perentorio imperativo de rechazar el olvido como sistemático hábito en la vida de las sociedades modernas y la necesidad de practicar el cultivo de la memoria como hecho que apela a la honestidad y la justicia de las relaciones humanas. La memoria propicia el universo de la libertad, de los mundos posibles, el habitáculo de la vida que nos convierte, simplemente, en algo diferente al resto de especies animales. La escritura es el instrumento de poner orden en ese caótico estrato del recuerdo que justifica su propia práctica. Para Marías los muertos son una constante del recuerdo. No nos abandonan y forman parte de esa realidad que cada persona lleva dentro, dentro de su memoria. Pero a la vez la reivindicación de los muertos supone un acto de justicia, de honestidad, el cumplimiento de una deuda impagada. Somos memoria y dentro de esa memoria se incluye el recuerdo de los que nos precedieron. Por ello Marías señala que “es ridículo pensar que hacia los muertos no hay deudas, es cruel no tener piedad por ellos”25. Y con motivo del infarto de un testigo durante un juicio y su posterior emisión en los informativos el respeto a los muertos alcanza el nivel de irritación. Marías parece repensar esa idea de Victoria “Un muerto está indefenso; un muerto no controla su aspecto, su último gesto, su expresión, su rictus, su putrefacción más tarde. Es el ser más indefenso, y nadie tiene derecho a mirarlo así, desprevenido.”26 El tema de la memoria es especialmente recurrente en la Transición política española, ya que había que recuperar la anulación de la memoria durante la censura de los cuarenta años de dictadura franquista. MARÍAS, Javier, “Los pantalones tiroleses”, en Aquella mitad de mi tiempo. Al mirar atrás, ed., cit.,p.17. 24 MARÍAS, Javier, Vidas escritas, Madrid, Siruela, 1992; Miramientos, Madrid, Alfaguara, 1997. 25 MARÍAS, Javier, Seré amado cuando falte, Madrid, Alfaguara, 1999, p.70. 26 MARÍAS, Javier, A veces un caballero, Madrid, Alfaguara, 2001. 23 61 Esta dificultad de conocimiento da lugar en el periodismo de Juan José Millas, de Javier Marías, de Pérez-Reverte al discurso de la paradoja. La realidad se vuelve indómita y tiene siempre contradicciones que dan lugar a un mundo paradójico que siempre se ve bajo el prisma de la ironía. La ironía le sirve a Millas para establecer la descreencia del canon de lo artístico que se derrumba desde la irrupción de la reproductibilidad en la época moderna, cuestión que ya era señalada por Walter Benjamín en 193627. Por ello, Millás menciona en, “Arte y putrefacción”, al pintor y escultor británico Damien Hirst, que, según relata, “ha recibido el premio de arte moderno más importante del Reino Unido por una vaca seccionada por la mitad e introducida en un estuche de metacrilato”28. Y del mismo modo el catalán Marcellí Antúnez “fabrica con carne de cerdo cabezas humanas cuya visión le pone a uno los pelos de punta”29. Ante esa situación Millás señala: “Yo tenía un tío médico que coleccionaba fetos en garrafas de cristal, pero los fetos eran fetos y mi tío estaba loco. Ya murió y es una pena, porque hoy sería un escultor de primera. En un museo de Cataluña hay un negro disecado. ¿Se trata de una obra de arte o de un negro disecado hasta sus últimas consecuencias.”30 Por ello, al final del artículo, un amigo suyo le comenta sobre un cuadro que acaba de comprar: “Es un cuadro tan caro, que ha comenzado a descomponerse”31. La ironía supone el ridículo del que ya hablaba Cicerón32, un descreimiento de la realidad, una distancia que quizás las personas necesitamos para soportar esa misma realidad, pues la realidad está llena de sutilezas y paradojas que la convierten en algo tan complejo que resulta imposible hacerse con ella. Por ello Millas, sitúa algunos de sus artículos tras una explosión nuclear en la que sólo él sobrevive, de modo que ironía y paradoja quedan como recursos que desempeñan esa función de descreencia de una única realidad. Desde la aparición del periodismo, hecho que coincide con el surgimiento de la modernidad, la ironía se ha convertido en uno de los recursos más frecuentes del género de opinión, y las causas de su utilización hay que buscarlas en el hecho de que la ironía permite decir lo que por otros medios a veces no se puede, lo cual sirve para transgredir la censura y muchos de los frenos que sufre el escritor. Por ello ya señalaba Aristóteles que “la ironía es más propia del hombre libre que la bufonada”33. En muchos manuales de redacción periodística figura que el lenguaje de este género debe ser denotativo, pero como señala Núñez BENJAMÍN, Walter, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” (1936), en Discursos interrumpidos, v.I, Madrid, Taurus, 1987. 28 MILLÁS, Juan José, Cuerpo y prótesis, Madrid, Ediciones El País, 2000. Nosotros citaremos la edición publicada en Madrid, a cargo de Suma de Letras S.L. en el año 2001. 29 Ibídem. 30 Ibídem, pp.97-98. 31 Ibídem, p.98. 32 CICERÓN, Diálogos del orador, Buenos Aires, Emecé, 1943, p.167. 33 ARISTÓTELES, Retórica, en Obras, Madrid, Aguilar, 1967, p.212. 27 62 Ladevéze “en la Redacción Periodística, en cuanto hay y engloba una pluralidad de géneros literarios periodísticos, se dan connotaciones emotivas. De hecho cuando se busca el interés, por ejemplo, el tema de interés humano en el reportaje, se trata de dar a los términos valores emocionales y afectivos mediante connotaciones adecuadas”34. La ironía, de este modo, como constituyente frecuente del género de opinión, formaría parte de ese lenguaje emotivo, connotativo que se aleja del discurso neutro del lenguaje periodístico. A su vez, la columna de periódico no deja de ser un género fronterizo entre la literatura y el periodismo,35 como consecuencia de la trasformación del código literario y el predominio de la oralidad. Bibliografía ADORNO, Theodor W. y HORKHEIMER, Max, Dialéctica de la Ilustración, Barcelona, Círculo de Lectores, 1999 (1986). ARISTÓTELES, Retórica, en Obras, Madrid, Aguilar, 1967, p.212. ASIS GARROTE, María Dolores de, “De 1936 a la actualidad”, en Palomo, María Pilar (Ed.), Movimientos literarios y periodismo en España, Madrid, Síntesis, 1997. BAUDRILLARD, Jean, Cultura y simulacro, Barcelona, Cairos, 1978. BAUMAN, Zygmunt, Modernidad líquida, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002. BENJAMÍN, Walter, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” (1936), en Discursos interrumpidos, v.I, Madrid, Taurus, 1987. BOURDIEU, Pierre, Sobre la televisión, Barcelona, Anagrama, 1997. CICERÓN, Diálogos del orador, Buenos Aires, Emecé, 1943. 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