Descargar número 57 - Misioneros Claretianos de México

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Presencia Apostólica
1
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Ven a vivir la alegría de servir
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MISIONEROS CLARETIANOS
2
Presencia Apostólica
CONTENIDO
Director
Ernesto Mejía Mejía, CMF
Consejo Editorial
Alejandro Cerón Rossainz, CMF
José Juan Tapia, CMF
Alejandro Quezada Hermosillo, CMF
Enrique Mascorro López, CMF
René Pérez Díaz, CMF
Ernesto Bañuelos C.
Editorial
3
Vida cotidiana
4 Aventuras de un misionero
Editora
Marisol Núñez Cruz
2
6 San Judas Tadeo, después de
la resurrección de Cristo
Corrección de estilo
Ernesto Bañuelos C.
Colaboradores
Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR
Jesús García Vázquez, CMF
Juan Carlos Martos, CMF
Enrique Marroquín Zaleta, CMF
Arte y Diseño
8
El amor: un estado
de conciencia
Inteligencia emocional
10
Mirta Valdés Bello
Distribución
Liga Nacional de San Judas Tadeo
PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San
Judas Tadeo, es una publicación bimestral.
Editor respon­sable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo,
A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102.
Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el
Templo Claretiano de San Hipólito y San Ca­
siano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P.
06300, México, D.F. Publicación Claretiana.
El material contenido en Presencia Apostólica
puede ser reproducido parcialmen­te, citando
la fuente y sin fines comerciales.
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Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US.
(Incluye gastos de envío).
12
La pérdida de la salud,
un duelo difícil de entender
1 4 El monje y el zorro
16
Fe y vida en 2013
1 8 Reflexiones que viajan por la web
19
20
El Concilio Vaticano II
cumple sus bodas de oro
De la Palabra a la acción
Presencia Apostólica
1
EDITORIAL
espiritualmente
Crecer
E
l año nuevo nos hace pensar en el paso del tiempo y en el sentido de nuestra vida. Nos hace
tomar conciencia de que todo tiene un principio y un fin, al tiempo que despierta en nosotros
–una vez más– la necesidad y el deseo de que todo tenga sentido.
El año que comienza se nos presenta como un espacio abierto para vivir y actuar con libertad y
con responsabilidad. Pero el cambio numérico de año no tiene un poder mágico sobre nosotros para
quitarnos los defectos y renovarnos. Para que este año tenga en realidad algo de nuevo, quienes debemos
renovarnos y mejorar somos cada uno de nosotros. Hay mucho que podemos hacer para lograr
tener un espíritu que crezca, en lugar de envejecer.
En este número ofrecemos artículos que nos pueden ayudar a seguir descubriendo nuevas dimensiones de nuestro ser y a incrementar nuestra capacidad de amar.
El inicio de año es tiempo de invocar la bendición de Dios, de agradecer la vida, de pedir y construir la paz, que es nuestra misión como seguidores de Jesucristo. Una paz que comience dentro de
nosotros, que se manifieste en todas nuestras relaciones y que alcance a la creación entera.
Vida cotidiana
Bendición
sacerdotal
El Señor te bendiga
y te guarde,
el Señor te muestre
su rostro radiante
y tenga piedad de ti,
el Señor te muestre
su rostro y te conceda
la paz.
Nm 6,24-26
LA PAZ, DON Y QUEHACER
E
l anuncio del nacimiento del Señor invita a pregonarlo «apresuradamente». María acude rauda
a visitar a Isabel, y los pastores se apresuran a
descubrir a Jesús. Asociados al coro angélico, los
pastores dan «gloria y alabanza a Dios», porque se
ha instaurado la paz.
La paz no es ausencia de guerra (mera tregua) ni equilibrio
de fuerzas adversarias (guerra fría) ni situación de calma
impuesta (orden público). La paz es «Shalom», armonía con
Dios, con los hermanos y con la creación: es felicidad espiritual
y material, consecuencia de la justicia, la libertad y el amor.
La paz es un don de Dios en Cristo, «príncipe de la paz».
A la hora del nacimiento de Jesús, el mensaje que los ángeles
pregonan es: «Paz a los hombres que Dios ama.» La paz
es, asimismo, una tarea de todos y de cada uno (GS 78). Es
responsabilidad común de la persona entera, porque es una
aspiración profunda; es consecuencia del respeto a la dignidad
personal; es cultura solidaria, bienes compartidos, sociedad
justa. Pero la paz está amenazada constantemente por el
pecado personal y social. No es algo del todo hecho, sino un
constante quehacer.
CASIANO FLORISTAN
(DE DOMINGO A DOMINGO EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS, SAL TERRAE. SANTANDER)
NUESTRA
HORA
Es tarde
pero es nuestra hora.
Es tarde
pero es todo el tiempo
que tenemos a mano
para hacer el futuro.
Es tarde
pero somos nosotros
esta hora tardía.
Es tarde
pero es madrugada
si insistimos un poco.
Pedro Casaldáliga
«Dios creó el tiempo, pero el hombre creó la prisa.»
Proverbio Irlandés
Presencia Apostólica
3
Aventuras de un misionero
Así se siente México…
en las misiones
Jesús García Vázquez, CMF
E
sto sucedió en Tlacoapa, Guerrero, misión de
vanguardia para misio­
neros que arden en
el fuego del amor por
el prójimo, se gozan en las privaciones y abordan los trabajos con
gozo. Un lugar donde Dios habla
con sus misioneros en las caricias
del viento que hacen cantar a los
árboles, mientras son revestidos
de bellos colores por el alba enamorada del amanecer. Un lugar
donde se ve la mano de Dios en
las majestuosas montañas, saludando los primeros rayos del sol
y en las madrugadoras aves adornando el espacio para dirigirse al
lugar donde Papá Dios las ha citado para alimentarlas.
4
Presencia Apostólica
Estas y otras maravillas de Dios,
se aprecian más cuando el misionero aprovecha la fresca madrugada para visitar las comunidades
llevando la alegría de la resurrección del Señor: lluvia de estrellas
matutinas como jugando competencias a ver quién llega más rápido a la tierra; en mayo se ve en el
oriente una hermosa cruz formada
por estrellas que parecen lejanísimos ojos brillantes del espacio, los
plenilunios que coquetos iluminan
el camino del misionero y por si
fuera poco, la vía láctea, llamada
así porque cuentan que al niño se
le tiró un poco de leche cuando la
tomaba del pecho de su madre.
Bueno, todas estas maravillas disfruté mientras en tres horas
de camino brinqué una montaña
para descolgarme a Totomixtlahuca. Pueblo como Nueva York, con
rascacielos y muchas lenguas. Nomás que aquí los rascacielos son
las montañas y las lenguas que se
hablan: mixteco, tlapaneco, náhuatl, español y otras más que
no recuerdo.
Todo el pueblo me estaba esperando con una banda de música que había formado otro misionero, que en paz descanse, Felipe
Barriga. Echaron a redoblar las
campanas y hartos cohetes para
avisar a los demás que el padrecito había llegado a celebrar la
Pascua de Cristo. Guirnaldas hechas de bellísimas flores nos pusieron a la mula que me acom-
Aventuras de un misionero
pañaba y a mí. Ni el presidente
de la República se hubiera sentido tan importante y apapachado
como yo. Y, después de un suculento almuerzo con riquísimas tortillas hechas a mano y carne de
venado, cuyo último taco tuvimos
que empujar con una buena jícara de chilote (bebida fermentada
que lo pone a uno pero requete
bien contento), nos sentamos a
planear la fiesta.
Era el día de la muerte de Cristo, Viernes Santo, y ya querían celebrar la resurrección. “No estoy
de acuerdo.” Les dije en forma
amable, a Cristo, hoy lo velamos,
como ustedes velan a sus muertos, y mañana por la tarde, celebramos la fiesta. Sentí que no les
agradó. Fueron a deliberar y regresaron con una actitud amenazante.
Sacaron sus machetes, los pusieron
sobre el escritorio y me dijeron:
“Padrecito, aquí se hace lo que nosotros decimos.” Y yo, con una actitud respetuosa y segura, les dije:
“Ah bueno. Está bien. Hagan lo que
ustedes quieran, pero yo no tengo
nada que hacer aquí.” Resuelto y
seguro de lo que hacía, ensillé mi
mula, agarré mis cositas y me eché
de regreso por donde llegué y, claro, se quedaron trabados de coraje viendo que no les mostré ni el
más mínimo miedo. Llevaba una
hora de regreso a casa cuando el
mismo grupo de señores, pero sin
machete, me salieron al encuentro
al cruzar un río. Y con una actitud
humilde, no como la mía, me dijeron: “Padre, por favor perdónenos. Celébrenos la fiesta. Vamos a
hacer como usted diga.” Por largo
rato pensé qué hacer, hice de tripas, corazón y regresé con ellos.
Hicimos los ritos propios del
Viernes Santo y nos preparamos
para la fiesta del sábado. Peleas de
gallos, cantos y chilote envolvieron una competencia de carreras
de caballos en la que fui invita-
do a participar. Por cierto, creían
que yo sólo sabía montar mula y
me pusieron el caballo más brioso que tenían y que sólo montaba
el dueño. La competencia consistía en ensartar un aro del tamaño
de un anillo, con un lápiz corriendo a caballo.
Para empezar, el caballo no se
dejaba montar y en cuanto logré
subirme, le dieron una palmada
en las ancas que por poco me tira.
Luego supe que ese era su propósito. Pero no sabían que mi padre
me enseñó a montar no sólo caballos briosos, sino becerros bravos. Me le pegué como chicle en
la silla, le pegué tres carreras largas
hasta que lo cansé para que hiciera como yo quería. Tomé mi lápiz
y sin presunción ensarté más argollas que nadie, ganándome así la
admiración del pueblo.
Ya por la noche, tiempo de regresar, ensillé mi mula y a caminar… satisfecho de lo ocurrido.
ES FASCINANTE DESCUBRIR A
DIOS EN ESTAS EXPERIENCIAS.
www.servicioskoinonia.org
Presencia Apostólica
5
Nuestra devoción
S
San Judas Tadeo, después de
la Resurrección de Cristo
iguiendo los pasos del
apóstol san Judas Tadeo,
en números anteriores
hemos revisado su origen
familiar compartido con
Jesús y, más importante aún, su relación con Él como discípulo y apóstol. Vimos que tanto Judas Tadeo
como sus familiares fueron todos
discípulos y vimos a cada uno de
ellos en momentos muy significativos de la misión de Jesús, durante su
peregrinaje, Pasión y Resurrección.
Ahora presentaremos una cronolo­
gía y comenzaremos a presentar
los rasgos más amplios de la vida
de san Judas Tadeo como misionero
predicando el Evangelio, después
de la Resurrección, durante casi 30
años, hasta su muerte.
Los hermanos san Judas y san Simón
ESQUEMA CRONOLÓGICO DE LA VIDA DE
SAN JUDAS TADEO DESPÚES DE LA
RESURRECCIÓN DE CRISTO
 Del año 33-34 al año 48
San Judas Tadeo pudo haber estado en Edesa donde la tradición refiere los
hechos relacionados con el rey Abgar. Predicó en Judea, Samaria e Idumea; más tarde por Arabia, Egipto y Libia, donde se encontró con su
hermano el apóstol san Simón el Cananeo con quien partiría a Meso­
potamia, el país de los persas, donde permanecerían por 10 años. También se
ubica a san Judas Tadeo en Armenia, junto al apóstol Bartolomé, fundando
ahí el cristianismo.
 Alrededor del año 48
Muerte y Asunción de María. San Judas Tadeo se reúne con los demás
apóstoles en Jerusalén.
 Año 50
San Judas Tadeo participa en el Concilio de los Apóstoles en Jerusalén.
 Del Año 50 al año 62
San Judas Tadeo predica en Babilonia y Persia. En esta época suceden los
hechos de san Judas Tadeo y san Simón relacionados con el rey Jerjes y el
general Vardac.
 Año 62
Muerte de san Judas Tadeo y de su hermano san Simón en la ciudad de
Suamir en Persia.
6
Presencia Apostólica
Judas Tadeo el misionero
Luego de que los apóstoles recibieron el Espíritu Santo, el día de
Pentecostés, se esparcieron por el
mundo predicando la salvación en
nombre de Jesús. San Judas Tadeo
comenzó a predicar el Evangelio
por Judea, Samaria e Idumea. Más
tarde fue a Mesopotamia, el país
de los persas, donde se encontró
con su hermano el apóstol san Simón. Los hermanos Simón y Judas
En: Revista Cristiandad.org se dispone del texto de
Brentano, Clemens. Overgerg, Bernardo E. y Wesener,
Guillermo. Visiones y revelaciones de la venerable Ana
Catalina Emmerick. Tomo XIII. Ed. Surgite!
2
Edesa es el nombre histórico de una ciudad del nor­
te de Mesopotamia, refundada sobre otra anterior por
Seleuco I Nicátor.
3
De esta escena, contada por la beata Catalina de Em­
merick, así como de una variante en la tradición Siria,
consistente en que Tadeo entrega a Abgar un retrato de
Cristo, en una tela –conocido ahora como Mandylion–,
se origina la tradición de representar a san Judas Ta­
deo portando una imagen de Cristo en el pecho.
4
http://es.wikipedia.org/wiki/Mandylion
5
En: Revista Cristiandad.org
6
Monreal y Tejada, Luis. Iconografía del cristianismo. El Acantilado.
1
Nuestra devoción
Tadeo anduvieron por algún tiempo en compañía.
Entonces Simón se dirigió al
Mar Negro y hacia la Escitia; Tadeo fue hacia el Este, donde probablemente encontró a Tomás,
acompañándole un trecho 1. Tomás, impulsado por Dios, para
cumplir con una promesa que Jesús había hecho al rey Abgar, de
Edesa2, consistente en enviarle un
mensajero para curarlo de una enfermedad, envió a san Judas Tadeo
con una carta. Cuando Tadeo llegó
hasta el rey, vio éste, junto al apóstol, el rostro luminoso de Jesús3, y
se inclinó profundamente. Por medio de la imposición de sus manos
sanó Tadeo al rey Abgar de la lepra. En esta tradición se basa la representación de san Judas Tadeo
llevando en su pecho el medallón
con el retrato de Cristo. Habiendo
Tadeo sanado a Abgar por la palabra de Cristo dejó maravillados a
todos los presentes por sus asombrosos milagros. De tal manera quedó la ciudad de Edesa consagrada
al nombre de Cristo.
Después de haber sanado y convertido a muchos en Edesa, Judas Tadeo se dirigió con su acompañante
De acuerdo con la leyenda, el rey Abgar
recibió el Mandylion del apóstol Tadeo.4
Silas a través de los países que Jesús
había visitado y llegó, atravesando
Arabia, hasta Egipto. En este viaje
pudo el apóstol bautizar a muchos
en Kedar, Arabia, donde poblaciones enteras abrazaron la fe5.
San Judas Tadeo y
san Bartolomé, fundadores
del cristianismo en Armenia
San Judas Tadeo se dirige luego a
la región del Cáucaso, donde la
tradición armenia le atribuye junto a san Bartolomé, ser los primeros en predicar ahí el cristianismo.
Ambos son considerados santos
patrones de la Iglesia Apostólica
Armenia puesto que ambos fundaron el cristianismo en Armenia6.
Luego de estos viajes, san Judas
Tadeo fue misionero por toda la
Mesopotamia durante diez años.
decisión del Concilio a los cristianos de Antioquía, acompañando a
Pablo se envió a Judas, “llamado
Barsabás” y a Silas, con una carta que sería leída por ellos a la comunidad. Hay duda de que este
personaje –Judas Barsabás– sea Tadeo, ya que si bien se sabe el nombre de cada apóstol, no existe una
lista completa con los nombres de
todos los 72 discípulos restantes.
Sin embargo, el sobrenombre Barsabás (cuyo significado es: “hijo
del Sabath”), fue utilizado muy escasamente en esa época y el otro
caso en el que se utiliza es en el
hermano de san Judas Tadeo, José
el Justo, “llamado Barsabás”, cuando en el cenáculo los apóstoles
eligieron entre Matías y José quién
sustituiría a Judas el Iscariote. Asimismo, en distintas tradiciones ve-
El Concilio de
los Apóstoles
Hacia el año 50,
san Judas Tadeo participó en el Concilio
de los Apóstoles en
Jerusalén.
El asunto que
reunió a los apóstoles en Jerusalén
para celebrar el Primer Concilio de los
Apóstoles fue que
algunos fariseos cristianos en Antioquía,
donde radicaba Pablo, insistían en que se requería
circuncidar a los cristianos que no
eran de origen judío para lograr la
salvación, es decir, que exigían respetar la Ley de Moisés al pie de la
letra. Después de discutirlo, Pedro
concluye que eso no era indispensable para los no judíos, puesto
que Dios les había comunicado
el Espíritu Santo a judíos y no judíos por igual, sin distinción alguna, purificando los corazones con
la fe y la gracia. Para comunicar la
El Concilio de Jerusalén
mos a Silas que acompaña a Judas
Tadeo en la evangelización de distintas regiones, por lo cual consideramos importante no dejar pasar
la posibilidad de que el mensajero
portador de la carta y que acompaña a san Pablo a Antioquía, sea
precisamente san Judas Tadeo. De
todas maneras, con toda seguridad san Judas Tadeo participó en
el Concilio de los Apóstoles.
Presencia Apostólica
7
Crecimiento personal
El amor:
un estado de
conciencia
Dinko Alfredo Trujillo Gutiérrez
E
s impresionante ver
cuando una fuerza tan
poderosa como el amor
se abarata y se empobrece. Pierde su grandeza y
muchos le huyen porque lo consideran debilitante. Algunos piensan
que el amor vuelve a la persona vulnerable y que la lleva a un empobrecimiento del carácter. Consi­dero
que los que huyen al amor en realidad no quieren enfrentar su pobreza interna y temen no tener la fuerza
para tratar con ese torrente de vida.
Para otros el amor representa un
gran anhelo, pero se sienten con
pocos elementos para alcanzarlo. Por
estas posturas el amor se ve muchas
veces reducido a enamoramientos
pasajeros, como una moda, que se
acaban simplemente cuando se termina el entusiasmo adolescente. No
importa la edad que se tenga, simplemente tocará buscar otro “amor”
cuando a las primeras de cambio se
viva alguna frustración y la relación
nos esté exigiendo madurez.
8
Presencia Apostólica
Es tan poca la consideración en
que se tiene al amor que algunos a
cualquiera le llaman “amor”, olvidando o ignorando el nombre de
la persona que así llaman, quitando
peso y respeto, tanto a la persona,
como al amor mismo. El anhelo de
amor puede infantilizar, cuando
tiene un tinte de sentimentalismo
que sólo pretende lograr una dicha pueril, sin ningún esfuerzo por
parte del involucrado para transitar
valientemente por la experiencia,
dejándose transformar por el amor,
desde su ser más auténtico, tocando
el fondo del alma.
Ni narcisismo ni masoquismo
Muchas veces entramos a la experiencia del “amor” con una actitud
narcisista en la que sólo jugamos
con espejismos creados por nosotros mismos, sin estar dispuestos
a ser transformados, ni a crecer ni a
dar, como lo demanda el estado
amoroso real. Esa postura consiste en creer que al otro le toca dar
y entregar, pues está en la obliga-
ción de hacer feliz al enamorado
demandante quien se encuentra
en la misma actitud infantil de un
bebé hacia su madre. Hay otras
personas que, por el contrario, al
enamorarse creen y se ponen en
la actitud de que hay que darlo
todo sin esperar nada a cambio,
hasta el punto de llegar a sacrificios malsanos que encierran, en el
fondo, un gran masoquismo y una
falta de dignidad, olvidando que
el amor no se puede dar sin ésta.
Ya sea que se tenga una perspectiva del amor cargada de ideas de
sometimiento o de posesividad, se
trata de ideas patológicas, contrarias a la naturaleza del amor y que
nos alejan de la vida.
“Nueva” relación
Existe la creencia de que cada nueva relación amorosa es una nueva
oportunidad, como a veces trasmi­
ten con ingenua y buena voluntad
amistades, cuentos y hasta relatos
familiares. Pero puede ser que empezar con alguien nuevo sólo sea
Crecimiento personal
novedad entre comillas, por tratarse de una persona con la que
antes no habíamos tratado. En el
fondo la relación no estaría siendo nueva, a menos que realmente
estemos poniendo en juego lo que
aprendimos y maduramos para pasar, ahora sí, a un nuevo ciclo. El
hecho de tener un nuevo enamorado o enamorada no significa por
sí mismo, que se tendrá una nueva
y renovadora experiencia. Se trata,
entonces, de qué tanto hemos entendido y aprendido de lo vivido,
por lo que la nueva “oportunidad”
es más bien un examen para ver si
podemos pasar a otro tipo de relación o si seguimos siendo los mismos, simplemente ahora con distinta persona. Si no hemos cambiado
lo que teníamos que cambiar, aunque estemos en una nueva relación, simplemente nos quedamos
como el muerto: inertes y siendo
exactamente los mismos.
No se trata de cambiar de “amor”
sino de cambiar uno mismo
De manera que el amor no tiene que ver tanto con un estado
emocional sino con un estado de
conciencia. A mayor conciencia y
mayor comprensión de lo experimentado y de los cambios profundos requeridos y logrados, mayor
será entonces el contacto con nosotros mismos. La transformación
que hayamos experimentado será
la que nos llevará a vivir el nuevo
amor de forma diferente. Para tener relaciones diferentes necesitamos ser nosotros mismos diferentes. Solamente así es posible vivir
el amor con más plenitud, pues se
aprende a fluir con la vida misma,
la cual exige vivir en permanente
cambio. Por eso quien está en el
amor está en la vida, la cual siempre implica novedad.
Sólo podemos saber lo que es
el amor, amando. No se trata de un
concepto que se vuelva comprensible sin la vivencia, por lo que
siempre se actualiza en la acción.
El amor es una fuerza muy grande
y profunda que trasciende el mero
sentimiento y la moda. Atreverse a
entrar al amor es permitir una gran
transformación. Quién lo ha transitado verdaderamente nunca será el
mismo y, necesariamente, se volverá un ser más humano.
El amor y la vida
A estas alturas, para comprender el
amor necesitamos ver su relación
con la vida. Para entender la vida
tenemos que trascender el aspecto meramente biológico dónde queda circunscrita a lo orgánico
solamente, empobreciéndose su visión y experiencia. No es que se
pretenda en este breve espacio hacer todo un tratado sobre la vida,
pues cuando se quiere comprender algo de ella, se escapa siempre
a la cabeza, siendo su lugar natural el corazón. Al caminar por la
vida, cuando tratamos de llegar a
alguna conclusión sobre ella, nos
encontramos con que ya cambió.
Nuestro entendimiento siempre
lleva un paso atrás con respecto a
ella, hasta que comprendemos que
la vida simplemente nos invita a ser
lo que somos libremente. Cuando
buscamos algo de la vida estamos
en rumbo incorrecto para saber lo
que es. Cuando no se busca nada
de ella, simplemente se le ama y
vive, entonces se fluye en su devenir, sus misterios se develan y
se da el encuentro profundo con
Dios. Pero Dios pide amarlo a Él y
al prójimo, lo que relaciona vida
y amor. Si no amamos y somos
individualistas en las relaciones
humanas nos empobrecemos y
nos alejamos de la inmensidad de
la vida, reflejada en la totalidad
de la naturaleza, la cual siempre
nos sobrepasa y al mismo tiempo
nos incluye. Superar el engañoso
encierro del individualismo nos permite comprender que las relaciones son caricias de la vida. Estamos
hablando entonces de que la vida
y el amor son fuerzas que no tienen principio ni fin en nosotros
mismos, sino que se extienden a
los demás. De hecho, se trata de
principios que abarcan al universo
en su totalidad, el cual por todos
lados nos trasciende y envuelve
también. La vida es el impulso
que mueve todo y que a nivel meramente fisiológico se entiende limitadamente cómo nacer, crecer,
reproducirse y morir. El asunto es
que la vida no se agota ni se limita
a esto evidentemente.
El amor nunca se encierra
en sí mismo
En el fondo, cada individuo es una
forma en que la vida se manifiesta.
Entenderemos la dignidad que tenemos si dimensionamos que cada
uno somos representantes de la
vida. Si recordamos que nuestros
sentidos son limitados, veremos que
captamos únicamente manifestaciones parciales de la realidad, y
no la fuente y principio de ésta.
Por eso es que la naturaleza es la
vida misma y el amor en sí. Si recordamos que ambos están entretejidos en una unidad y principio
fundante, entenderemos enton­ces
que el que realmente vive está transitando por el amor, y que el que
ama vive. El problema es cuando
confundimos el amor o la vida con
algunas visiones superficiales y
efímeras que a veces nos son dictadas, cayendo entonces en pseudo-amores y pseudo-vidas. Esos
“amores” en nuestra cultura ahogan
la vida misma y llegan incluso a
encerrar egoísmos asesinos. El que
ama y vive nunca se encierra en sí
mismo, siempre está abierto para los
demás, pues esa es la naturale­za del
amor, de la vida y de la libertad.
El autor es licenciado en psicología y filosofía con maestrías en terapia familiar y de
pareja. Terapeuta, catedrático universitario
y conferencista.
Presencia Apostólica
9
Desarrollo humano
Inteligencia
emocional
Gylda Valadez Lazcano
¿
Por qué algunas personas
parecen dotadas de algo
especial que les permite
vivir bien, independiente­
mente de lo inteligentes
que parezcan? ¿Por qué algún estudiante que termina siendo exitoso
en la vida no aparentaba ser el más
inteligente? ¿Por qué algunas personas son tan capaces para enfrentar
contratiempos, superar adversidades y ver las dificultades bajo una
óptica distinta, hasta llegar a verlas
incluso como una oportunidad?
La respuesta a estas preguntas
tiene que ver con la inteligencia
emocional, que es un concepto relativamente nuevo. El término fue
acuñado en 1990 por psicólogos norteamericanos y su mayor difusión se
dio principalmente debido a la publicación del libro de Daniel Goleman,
La inteligencia emocional, en el que
presenta una teoría revolucionaria.
10
Presencia Apostólica
La inteligencia emocional nos
permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los
sentimientos de los demás, tolerar
las presiones y frustraciones en el
trabajo, o en cualquier otro ámbito,
acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo y adoptar una actitud
empática y social, que nos brindará
mayores posibilidades de desarrollo
personal. Según Goleman, es una
forma de interactuar con el mundo
que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales
como el control de los impulsos,
la autoconciencia, la motivación, el
entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc. Estas
habilidades configuran o construyen
rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo
que resultan indispensables para una
adaptación social buena y creativa.
Desde la perspectiva de la inteligencia emocional, los objetivos a
reeducar como clave fundamental
son los siguientes:
Confianza. La sensación de
controlar y dominar el propio cuerpo, la propia conducta y el propio
mundo. Hay que fomentar en las
personas la sensación de que se tienen muchas posibilidades de éxito
en lo que se emprenda y de que los
demás pueden ayudar en esa tarea.
Curiosidad. También hay que
valorar y promover la curiosidad
que es la sensación de que el hecho de descubrir algo es positivo
y placentero.
Intencionalidad. Es el deseo
y la capacidad de lograr algo y de
actuar en consecuencia. Esta habilidad está ligada a la sensación y a
la capacidad de sentirse competente, de ser eficaz.
Autocontrol. Es la capacidad
de modular y controlar las propias
acciones en una forma apropiada
para cada edad; es una sensación
de control interno.
Relación. Es una habilidad muy
importante; es la capacidad de rela­
cionarse con los demás, con base
en el hecho de comprenderles y de
ser comprendido por ellos.
Capacidad de comunicar.
Es el deseo y la capacidad de intercambiar verbalmente ideas, sentimientos y conceptos con los demás.
Esta capacidad exige la confianza
en los demás y el placer de relacionarse con ellos.
Cooperación. Se basa en la
capacidad de armonizar las propias necesidades con las de los demás en las actividades grupales.
Coeficiente intelectual y
coeficiente emocional
Todos sabemos que existen pruebas de inteligencia para conocer
el coeficiente intelectual de una
persona, sin embargo las habilidades intelectuales no son por sí
mismas suficientes para afrontar
los problemas de la vida. Es decir,
un coeficiente intelectual elevado
no es garantía de felicidad, prosperidad y plenitud; sirve para obtener buenas notas en la escuela,
Desarrollo humano
pero para responder con eficiencia frente a las distintas situaciones que se presentan en la vida
diaria se requiere algo más.
Como complemento del coeficiente intelectual, Goleman introduce el concepto de coeficiente
emocional. La inteligencia emocional incluye habilidades como
la capacidad de auto motivarse, la
perseverancia y el autocontrol.
La etimología de la palabra emoción nos remite al movimiento. Las
emociones son lo que nos mueve,
nos llevan a entrar en acción. Esto
es muy claro en los animales y en
los niños; en los adultos no tanto,
porque aprendemos a enmascarar
nuestras emociones y a separar la
emoción de la acción.
Las emociones cumplen una
función natural. Con el miedo,
la sangre se retira del rostro (por
eso palidecemos) y se dirige a los
músculos de las piernas para facilitar una reacción de fuga ante el
peligro. En la ira, la sangre fluye a
las manos, aumenta el ritmo cardíaco y también aumenta el nivel
de adrenalina, generando condiciones propicias para una acción
enérgica. No obstante, no podemos estar totalmente a merced de
nuestras emociones.
Importancia de aplicar
la inteligencia emocional
Es importante educar las emociones, porque éstas no esperan; son
tan rápidas que actúan antes de
que la razón entienda y no la dejan ni pensar. Las emociones son
imprecisas y altamente falibles.
Su efecto disminuye en instantes,
pero perduran como estado anímico. Si nos dejáramos llevar únicamente por nuestras emociones
podríamos hacernos daño, golpear
a alguien, tomar decisiones equivocadas, etc.
La lógica del corazón tiene razones que la razón no entiende, y
opera sin considerar el principio
de la causa y el efecto. Le importa
más lo que percibe que lo que es,
se centra en sí misma y tiene tal
influencia que incluso hace que la
mente racional racionalice, apoyándose en falsas razones. Pero la
mente racional no tiene que ser
esclava de las emociones, puede
indicarnos cómo reaccionar, e incluso puede educar y hacer inteligente a la emoción. El primer paso
para lograr esto es tomar conciencia de nuestras emociones.
Cuando el reflejo emocional es
comprendido y aceptado por la inteligencia cognitiva, se produce un
pensamiento sistémico muy productivo que sintetiza una coherencia
ecológica que preserva la armonía y
hace viable el máximo rendimiento
con el menor esfuerzo.
mas. Algo que sucede provoca
nuestra furia, lo cual parece inevitable. Pero esa furia puede durar
un minuto, una hora o toda una
vida. Algo que acontece nos pone
tristes, pero ¿cuánto tiempo haremos que dure esa tristeza?
Capacidad de automotivación. Las emociones nos ponen en
movimiento, así que desarrollar la
capacidad de entusiasmarnos con
lo que tenemos que hacer, para poder llevarlo a cabo de la mejor manera, aplacando otros impulsos que
nos desviarían de la tarea a realizar,
mejora el rendimiento en cualquier
actividad que se emprenda.
Empatía. Es el nombre que
recibe la aptitud para reconocer
las emociones en los demás. Proviene del griego empatheia, que
Las emociones son lo que nos mueve;
nos llevan a entrar en acción.
Conciencia de las propias emociones. Quien no se percata de sus
emociones queda a merced de ellas.
Identificar las propias emociones al
evaluar situaciones pasadas implica
una inteligencia emocional primaria o básica. En tanto que distinguir
un sentimiento mientras está aconteciendo supone una inteligencia
emocional más desarrollada.
Manejo de las emociones. Se
refiere a la capacidad de controlar
los impulsos para adecuarlos a un
objetivo. Habilidad que se puede
entrenar, como lo hacen los actores que son capaces de generarse
el estado emocional más apropiado para representar un papel.
Aprender a crear un determinado
estado emocional requiere una
preparación y son palabras mayores. Podría ser un comienzo en el
manejo de las emociones intentar
controlar la duración de las mis-
significa algo así como “sentir
dentro”, es decir, percibir lo que
el otro siente, como se dice coloquialmente “ponerse en sus zapatos”. Los sentimientos no solo se
expresan verbalmente, también
lo hacen a través del tono de voz,
de los gestos, de las miradas, etc.
Hay que aprender a interpretar el
lenguaje corporal de los demás,
así tendremos una idea de cómo
se sienten.
Manejo de las relaciones.
Así como un paso posterior a reconocer nuestras emociones consiste
en aprender a controlarlas; del mismo modo, la empatía nos permitirá mejorar nuestras relaciones con
los demás e influir positivamente
en sus actitudes, tanto para el trabajo, como para la convivencia.
La autora es psicoterapeuta corporal y terapeuta sistémica de pareja y familia.
[email protected]
Presencia Apostólica
11
Tanatología
“La mejor medicina es un ánimo gozoso.”
Salomón
La pérdida de
la salud, un duelo
difícil de entender
Ana Laura Rosas Bucio
L
os seres humanos damos
por hecho muchas cosas…
Fantaseamos con que siempre vamos a estar bien y sanos; creemos que no deberíamos tener problemas y, a veces,
hasta pensamos que nunca vamos a
morir. Cuando yo era niña, algún día
escuché a los adultos prometer que
siempre iban a estar con noso­tros y,
aunque fue cierto durante muchos
años, terminó siendo una mentira…
Algunas de esas personas ya ni están.
Si bien es cierto que los seres
humanos tenemos muchos momentos de salud y de bienestar, en otros
podemos estar enfermos. Salud y enfermedad son parte de la vida que algún día terminará en muerte.
La enfermedad es una alteración
perjudicial del estado de salud que
tiene como consecuencia la desarmonización de un sistema a cualquier nivel. Algunas enfermedades
tienen curación, como una gripe o
una infección en el estómago; otras
tienen control, como la diabetes o
la hipertensión arterial, y otras, dependiendo del momento en que se
diagnostiquen, quizá ya no tienen
cura y pueden llevarnos a la muerte.
Pero la intención de este artículo
no es hablar de las enfermedades,
sino de las consecuencias emocio12
Presencia Apostólica
nales que implica estar padeciéndolas, del proceso emocional que
implica perder nuestra salud, principalmente cuando padecemos enfermedades crónico-degenerativas o
enfermedades graves.
Empecemos hablando de lo que
es un enfermo. Un enfermo es un ser
humano que padece una enfermedad y el rol de enfermo es la posición que asume una persona cuando
se siente enferma. No todos reaccionamos de la misma manera ante la
presencia de una enfermedad.
Cuando nos enfermamos
todos los aspectos de nuestra
vida se alteran
Dicen que cuando una persona se
enferma lo hace de manera integral,
no es en partes, todos los componentes del ser humano quedan alterados y cada uno de ellos demanda
sus propias necesidades. Si la enfermedad que tengo no me deja respirar adecuadamente y me genera
dolor físico, esos serán los síntomas
de la enfermedad, pero también al
mismo tiempo la enfermedad genera síntomas emocionales o psicológicos como miedo, enojo y
depresión; así como necesidades espirituales como la necesidad de paz
interior, sentimientos de culpa etc.
La enfermedad genera también de-
mandas sociales como la necesidad
de no estar solo/a y de que la gente
tenga consideración hacia mí, como
persona enferma. ¿Vemos como no
sólo es el cuerpo lo que se enferma?
Todo lo demás también se altera.
La experiencia de la enfermedad
es un proceso que no sólo implica
que nuestro estado de salud se vea
alterado, empezamos por experimentar las dolencias físicas, nos
sentimos mal, asumimos el papel de
enfermos y buscamos apoyo médico
para conocer qué tenemos y cuál es
el método de “curación” para esas
dolencias. Seguimos el tratamiento
y, según la enfermedad de que se
trate, entramos a una fase en donde tiene lugar la recuperación, la
rehabilitación o la aceptación del
estado de la enfermedad en caso
de que esta sea crónica o terminal.
Pero muchas veces el tratamiento
no cubre todas las otras demandas
que tenemos.
El estar enfermos parece dejarnos
con muy pocas cosas que elegir. No
escogimos esta situación, no nos preguntaron si nos parecía justo y tampoco nos dan respuestas abso­lutas
y definitivas sobre nuestra vida o
sobre nuestra muerte. La sensación
podría ser como la de ir a la deriva.
Y ante esto podríamos tener la opción de resignarnos, quedándonos
con los brazos cruzados, dentro de
una situación en la que todo nos
es impuesto: medicamentos, citas,
horarios y condiciones.
Las etapas del duelo
por enfermedad
Elizabeth Kubler Ross afirma que al
perder nuestra salud, especialmente
cuando padecemos una enfermedad
que en algún momento terminará
con nuestra vida, es normal entrar en
un momento de negación, en el que
nos cuesta mucho trabajo reconocer lo que nos está sucediendo. Nos
resistimos a aceptar que sea verdad
lo que el médico nos dijo. Después,
al empezar a darnos cuenta de que
Tanatología
puede ser verdad, el enojo y la ira,
son las emociones que vamos a
sentir: “No es justo que esto me esté
pasando a mí.” En esta etapa comenzamos a negociar con la ciencia médica y en algunas ocasiones
con Dios para que nos cure. Al ver
que continuamos enfermos, lo que
sigue –dice la Dra. Kubler-Ross– es
que entremos en una fase de depresión, que nos dejemos vencer e
invadir por una tristeza muy profunda, para terminar entrando a
la etapa de aceptación de lo que
nos está pasando. Estamos enfermos y sólo nos queda aceptar
esa realidad.
Aceptación no es resignación
Sin embargo, considero importante
diferenciar entre aceptación y resignación. La aceptación es una postura de brazos abiertos, en la que se
reconoce lo que se tiene con una
actitud abierta para hacer lo que se
tenga que hacer. La aceptación
es activa; la resignación es pasiva.
La aceptación nos lleva a ser corresponsables en nuestro proceso de curación, en el cuidado que debemos
tener ante nuestra enfermedad. Resignación implica dejarnos vencer
por la situación y dejar de luchar.
Nada nos confronta más con
el verdadero significado de la vida
que la sola posibilidad de perderla, y ver que nuestra salud se está
debilitando con una enfermedad
crónica puede entristecernos o deprimirnos y llevarnos a dejar de
vivir con responsabilidad. Cuántas
veces hemos escuchado: “¿Ya para
qué cuidarme… o tomarme la medicina, para qué aceptar el tratamiento o intervención médica? ¡De
todas maneras me voy a morir!” O
peor aún: “Decidan ustedes, de todas maneras ya no hay nada que se
pueda hacer para curarme…” y esto
nos quita el papel protagónico que
debemos tener ante nuestra propia
vida. Esta actitud significa que nos
dejamos vencer por la enfermedad.
Participar activamente
Diagnóstico no es sentencia ni conlleva una condena. Mirarnos como
seres pasivos ante la enfermedad,
dejar que únicamente los médicos
y los medicamentos sean los que
nos curen o nos controlen no nos
ayuda. Aunque no lo parezca, pode­
mos tener una participación activa
en cualquier tratamiento médico o
procedimiento quirúrgico. Por ejemplo son de mucha ayuda una preparación mental previa, tranquilidad y
una actitud positiva. Hay actitudes que hacen una gran diferencia
como tener esperanza y confianza,
alimentarnos bien y dormir lo mejor
que podamos. Mantener tranquila
nuestra mente favorece a nuestra
presión arterial y al buen funcionamiento de todos los sistemas de
nuestro cuerpo. Si me toca estar
en el rol de enfermo/a puedo hacer
mucho, aunque parezca que no
hago nada. Puedo esforzarme por
dominar mis miedos y nerviosismo,
llenarme de pensamientos que me
relajen y me inyecten ganas de vivir. Esta actitud nos ayudará a conseguir una más rápida recuperación
y con menores complicaciones.
Mantener una actitud positiva y
tomar decisiones
Muchas personas sanan al considerar que aún tienen mucho por qué
vivir, y otras viven mucho más de
lo que los pronósticos médicos
afirmaban, cuando sienten que les
quedan metas por alcanzar. Temer
a la muerte es normal, temer a la
enfermedad y al dolor también lo
es, pero si dejamos que este temor
nos invada, se puede precipitar la
aparición, el desarrollo y la complicación de la enfermedad.
La enfermedad no necesariamen­
te nos va a llevar a la muerte de
inmediato. Pero sí se lleva rápidamente algo que para nosotros es muy
valioso, pero que penosamente, a veces lo valoramos hasta que lo vemos
perdido: nuestra salud. El proceso de
aceptación implica darle la bienvenida a la vida a mi ser humano enfermo, pero aun cuando esté enfermo
tiene muchas cosas que seguir haciendo, tiene que seguir conociendo,
aprendiendo, logrando, gozando.
A veces las enfermedades lastiman por dentro nuestro cuerpo, aunque por fuera nos seguimos viendo
más o menos sanos. Esto a veces implica hacer un duelo por algo que no
se nota tanto. Por ejemplo: Un diabético no se ve enfermo por fuera,
pero por dentro todo su cuerpo está
siendo alterado por la enfermedad.
Aceptar al enfermo, no significa
rendirnos ante la enfermedad, implica asumir una actitud responsable
ante uno mismo como una persona
enferma y decidir activamente qué
queremos para nosotros mismos en
la situación en la que estamos.
Una aceptación positiva de la
enfermedad implica aprender de los
errores que cometimos, tener fe y esperanza, ser optimista, disfrutar de
lo que hacemos y de lo que tenemos. Tener objetivos y aspiraciones
es nuestro reto en la vida que nos
queda y no podemos permitir que
ninguna enfermedad nos robe eso:
Ya nos robó la salud, ¡no dejemos
que se lleve más!
Por último hay que recordar que
“si podemos curar, curemos; si no
lo podemos hacer, aliviemos las dolencias y si no se puede, solicitemos consuelo y acompañamiento.”
Y cierro diciéndole a los familiares de enfermos que acompañar
significa estrechar la mano para
sentir el dolor ajeno y compartir
los buenos y los malos ratos. Ofrecer la totalidad de nuestro tiempo a
alguien que tiene el tiempo limitado, implica trascender lo humano
para acercarse a lo divino.
La autora es psicóloga clínica, experta en
intervención en crisis, tanatóloga, logoterapeuta y conferencista. Directora académica
del Instituto de Formación y Atención en
Psicología IFAPS. [email protected]
Presencia Apostólica
13
Ilustración: Leticia Asprón
Historia para meditar
El monje
y el zorro
U
Enrique A. Eguiarte, OAR
n día un abad envió al fraile más inocente
a trabajar en la viña de su monasterio. El
fraile se encontró con un zorro que estaba
comiéndose las uvas de una parra. El zorro iba a huir. No obstante, al ver que se
trataba del fraile más inocente del monasterio, pensó
engañarlo y siguió comiendo tranquilamente. El fraile,
sorprendido, le dijo:
—¿Usted quién es y qué hace aquí en el monasterio?
A lo que el zorro respondió:
—Soy un monje de la abadía vecina de Clairmont
y mi abad me dio órdenes de venir a probar sus uvas,
pues desea comprarles vino.
El monje le dijo:
—¡Oh, hermano, disculpa! Yo también he sido
enviado por mi abad para cuidar la viña. Sigue cumpliendo con tu misión.
El zorro se quedó comiéndose las mejores uvas
de la viña con toda tranquilidad y una vez que se
sació, se marchó.
El monje estuvo escardando la viña, hasta el atardecer, cuando sonó la campana que llamaba a la oración.
A esa misma hora, el zorro se encontró en el bosque
con un tordo negro y gordo, quien le dijo:
—Así que, señor zorro, al terminar el verano, usted
pasa mucha hambre.
El zorro le dijo:
14
Presencia Apostólica
—No amigo tordo. Gracias a Dios puedo saciar mi
hambre todos los días.
El tordo le dijo:
Pero si he sabido que ahora en la granja encierran a todas las gallinas y que los zorros pasan una
gran necesidad.
—Oh, amigo tordo –le dijo el zorro–, eso les
sucederá a los que no sepan adaptarse al ritmo de
las estaciones...
Y, despidiéndose del tordo, el zorro se marchó, satisfecho por no haber revelado su secreto.
Pero como el mismo tordo estaba pasando mucha
hambre, decidió espiar al zorro, pues sabía que con su
astucia habría buscado donde saciarse sin trabajar y él
quería hacer lo mismo. Así, el tordo comenzó a seguirlo a escondidas. Antes del amanecer, el zorro salió de
su madriguera y el tordo, guardando una prudencial
distancia, lo fue siguiendo hasta la huerta del monasterio, pensando que los monjes lo echarían a garrotazos,
como a otros animales que habían querido comerse
sus uvas. Así que lo estuvo observando, y vio cómo comenzaba a comerse con tranquilidad las uvas. Cuando
el tordo pensaba también ponerse a comer, vio que se
acercaba un monje con una azada al hombro y se escondió, esperando presenciar una paliza. Pero, para su
sorpresa, el monje se puso a conversar con el zorro:
—¡Hermano monje, buenos días!, ¿qué haces
hoy aquí?
A lo que el zorro le respondió con tranquilidad:
—Querido hermano, mi abad me ha vuelto a mandar, pues quería estar seguro de que el vino de estas
uvas sea excelente.
—Oh, comprendo –dijo el monje simple–, tu abad
quiere estar seguro de que no te has engañado a ti mismo. Pues bien, obedece sus órdenes.
Y con su azada al hombro el monje se marchó a
seguir escardando la viña, mientras el zorro se quedaba comiendo las deliciosas uvas. El tordo, por su parte, decidió aprovechar, él también, la simplicidad del
monje y se puso a comer uvas. Cuando el monje lo vio
corrió hacia él. El tordo le dijo:
—Oh, hermano, buenos días, me da gusto saludarte.
El monje le dijo:
—A mí también me da gusto saludarte, pero,
¿quién eres?
—Oh –dijo con voz digna y sentida el tordo–, soy
un monje del monasterio de Clairmont, y el abad me
ha enviado a probar sus uvas, ya que desea comprar
casi toda su producción. Es verdad que ayer el abad
envió a otro de los hermanos, no sé si lo viste.
—¡Claro que lo vi, el hermano zorro!– dijo el
monje simple.
Historia para meditar
—Pues bien –dijo el tordo–, el abad no se fía del
juicio del hermano zorro, pues en ocasiones es exagerado, y por eso me ha enviado a mí.
—Pero si hace un momento he visto al hermano
zorro– dijo el monje simple.
—¡No me digas hermano! –dijo el tordo–, de seguro habrá venido sin el consentimiento del abad. Si
lo ves, no le permitas comer uva, pues el abad ya no
se fía de su juicio.
—Ya me parecía a mí que el hermano zorro esta
mañana tenía algo raro– dijo el fraile simple y se fue
a buscar al zorro, sin saber que éste había escuchado la conversación y había salido de la huerta.
El tordo, por su parte, comió las últimas uvas
que le cupieron en el estómago y se fue cuando el
sol ya se ponía y sonaba la campana conventual.
Lo que el tordo no sabía es que el zorro había urdido un plan para vengarse y para seguir comiendo el
fruto de la viña, antes de que llegara la vendimia.
A la mañana siguiente el tordo se encaminó a saciar
su hambre. El monje simple que estaba ya en la huerta
con su azada, al verlo le dijo:
—Hola, hermano tordo. ¿Qué haces por aquí?
—Pues ya ves, hermano monje, de nuevo el abad
me ha enviado, pues le he dicho que la uva era excelente, pero él quiso que me cerciorara de si lo era en
toda la viña o sólo en donde yo había comido. Al monje le pareció razonable la respuesta y le dijo:
—Adelante, hermano tordo, cumple con esas órdenes y llévale noticias a tu abad.
Y sin más el monje se puso a trabajar. En tanto, se
acercó el zorro, quien se había vendado como si hubiera recibido una paliza. El monje con sorpresa le dijo:
—Hermano zorro, ¿qué te ha pasado?
El zorro, con voz lastimera y cojeando, le dijo:
—Querido hermano monje, ayer fui asaltado por
un grupo de tordos que se hacen pasar por monjes
de Clairmont y me dieron una paliza. Yo se lo dije
a mi abad, pero él me dijo que volviera, pues debía
terminar este trabajo. Así que aquí estoy, dispuesto
a cumplir mi misión, aunque al regresar al monasterio los tordos me vuelvan a dar una paliza. Dicho
esto dejó salir de sus ojos algunas lágrimas.
El monje simple, emocionado por las palabras del
zorro y particularmente por su estado tan deplorable,
le dijo compasivo:
—Hermano zorro, cumple tu misión y llévale noticias a tu abad. Yo hablaré con ese tordo embustero.
Y dicho esto dejó al zorro comiendo uvas y él se fue
a buscar al tordo gritando:
—¡Hermano tordo, falso monje, golpeador de
zorros!, ¿dónde estás?
Cuando el tordo oyó esto se marchó y el monje simple no lo pudo encontrar.
El monje simple se quedó pensando que estaba
sucediendo algo extraño. Por ello, al final del día, decidió hablar con el abad. Así, terminado el rezo coral,
el monje simple se acercó al abad, que era un respetable anciano de luenga barba y más larga sabiduría
y le expuso el caso. El abad se sentó y, mientras consideraba el caso, se mesaba su larga barba. De pronto
sus ojos azules se encendieron y le dijo:
—Ven conmigo.
Y sin más se dirigió a su celda. En ella le dio al monje simple un objeto y le dijo lo que tenía que hacer.
Al despuntar el alba del siguiente día, el monje simple se dirigió a la viña. Ahí se encontró con el tordo,
quien venía acompañado por otros dos tordos. Después del saludo acostumbrado, el tordo le dijo:
—Hermano monje, hoy hemos venido en comunidad para denunciar a un falso monje, el zorro, quien
nos ha acusado de haberlo apaleado, siendo que
quien realmente nos ha amenazado es él, y nosotros sólo cumplimos las órdenes de nuestro abad.
Los otros tordos asintieron a estas palabras. El
monje guardó silencio y buscó al zorro que estaba
un poco más allá, todavía con sus vendajes, y claro,
comiendo uvas. El monje se le acercó y el zorro, después de saludar al monje simple le dijo:
—Hermano monje, ayer cuando regresaba al monasterio, de nuevo los tordos me golpearon, pero el
abad me ha pedido que regresara, pues desea saber si
las uvas tienen semilla.
Fue entonces que el monje puso en práctica lo que
el abad le había dicho. Metió la mano al bolsillo de su
hábito y sacó de él un muñeco de guiñol que representaba a un abad. Y, llamando a los tordos y al zorro,
quien vino cojeando, les mostró el muñeco y les dijo:
—¡Aquí está el abad de Clairmont y les manda
que regresen a su monasterio, pues hay mucho trabajo que hacer!
El zorro y los tordos abrieron los ojos grandemente y luego se echaron a reír, y el zorro dijo:
—Vamos hermano, no pensarás que vamos a creer
que éste es el abad de Clairmont.
A esto el monje les respondió:
—Pues si ustedes no creen que éste es el abad de
Clairmont, yo tampoco creo que ustedes sean monjes.
Al saberse descubiertos, el zorro y los tordos salieron
huyendo, temerosos de que el monje usara su azada.
El monje por su parte aprendió una lección: Todos amamos la verdad cuando no queremos que nos
engañen, pero en el mundo hay muchos que quieren en­gañar a los demás…
Presencia Apostólica
15
k Fe y vida
FE Y VIDA EN 2013
Enrique Marroquín, CMF
N
uestra sección FE Y
VIDA cobra relevan­
cia en este Año de la
Fe. La fe no se redu­
ce a unos cuantos
dogmas o verdades en las que
“tenemos que creer aunque no las
comprendamos”. La entendemos
como un confiarnos en Jesús y
en su Evangelio, arriesgándonos
a vivir conforme a Él y sus ense­
ñanzas, aunque esto implique re­
nuncias y riesgos. Sabemos que el
Espíritu Santo está actuando en la
historia, pero que también actúa el
espíritu del anticristo, presentando
obstáculos a la construcción del
16
Presencia Apostólica
Reino de Dios, tal como nos lo en­
señó Jesucristo. No creemos en
un Dios “titiritero” que mueve los
hilos arbitrariamente, repartiendo
bienes o desgracias como y cuan­
do se le ocurra. Si así fuera, la natu­
raleza sería un caos, ya que prácti­
camente no habría leyes naturales,
sino que éstas se suspenderían
ante la voluntad de cualquier devo­
to que supiese cómo “conmover”
a Dios. Los sufrimientos humanos
se deben a la condición mortal de
todo ser vivo (que enferma y muere),
a fuerzas incomprensibles deno­
minadas “azar” y a la interacción
entre seres humanos proclives al
egoísmo, la ambición, el poder de
dominación, etc. Esto supone la li­
bertad humana, a la que Dios res­
peta a pesar de todo. Es posible,
sin embargo, que nosotros po­
damos hacer algo para disminuir
muchos sufrimientos en el mundo.
Esto es justamente lo que quiere
nuestro Padre Dios, y el medio
para ello fue la propuesta del “Rei­
no de Dios” que hizo Jesús, primer
proyecto en la historia a nivel glo­
bal. Su objetivo, hacer de todo el
mundo una única familia, que ten­
ga como Padre a Dios, y por tanto,
que todos vivamos como herma­
nos, en la justicia, la paz, la vida, la
libertad, la verdad…
Teniendo lo anterior como premi­
sa, habría que discernir lo que nos
toca hacer en estos momentos. Se
ha ido cobrando conciencia de que
el mundo entero está sometido a
un pequeño grupo de poderosos,
a modo de un neocolonialismo
planetario, que aparte de mante­
ner en los límites de sobrevivencia
a amplias capas de la población
mundial, está agotando irrespon­
sablemente los recursos natura­
les, contaminando la naturaleza, y
está sostenido por un sistema de
comunicación manipulable y por
el poderío militar. 1 Comienza el
año 2013 en los inicios del nuevo
sexenio, oportunidad para corre­
gir rumbos inadecuados y hacer
avanzar al país hacia estructuras
más equitativas y pacíficas. Es to­
davía demasiado prematuro aven­
turar diagnósticos. Los analistas
conceden a los nuevos gobernan­
tes los clásicos primeros 100 días.
Sabemos, por otra parte, que la
suerte del país no depende sólo de
un hombre, ni siquiera de un solo
partido: cualquier gobierno se en­
cuentra con varias fuerzas que tie­
ne que equilibrar con pesos y contra­
pesos (no olvidemos, por ejemplo, a
los llamados “poderes fácticos”, que
no son elegidos). Lamentablemente,
México tiene una arraigada cultura
de corrupción, de beneficiar a los
privilegiados, así como un poderoso
crimen organizado. El gran desafío
es mejorar la suerte de los pobres,
que constituyen un 70% de la pobla­
ción, entre la cual, un 20% vive en
extrema pobreza.
Ya hemos ido cobrando concien­
cia de que la fe cristiana es insepa­
rable de la caridad. Pero no bastan
las buenas obras a nivel individual,
sino que se requiere de la dimensión
social de dicha virtud, es decir, de ac­
ciones dirigidas a transformar estruc­
turas injustas y opresivas que dañan
a las personas más vulnera­bles. Esto
no lo podemos hacer los ciudadanos
cada uno por su lado. Se requiere
de organizaciones, movimientos cí­
vicos, asociaciones civiles, partidos
políticos, ONG’s, sindicatos, etc. La
Iglesia impulsa a los laicos a partici­
par en estas tareas con prudencia y
sentido crítico; pero también con au­
dacia; aunque muchos de estos mo­
vimientos no sean exclusivamente de
cristianos, apuntan hacia los ideales
de Jesús. Hay en el mundo mucha
gente que trabaja en esto, y la faci­
lidad de conectarnos con ellos va
siendo más fácil con las tecnologías
comunicativas actuales. De cualquier
forma, luchando por un mundo más
justo, más pacífico y más ecológico
es como iremos construyendo en la
historia el ideal de Jesús –el Reino
de Dios–, para cuyo advenimiento
rezamos todos los días en el Padre
Nuestro. Ojalá que al comenzar el
año nuevo, entre nuestros propósi­
tos, hagamos alguno en este sentido:
si todos pusiéramos nuestro granito
de arena en la dirección correcta,
podríamos tener un mundo mejor.
Cuidemos
nuestro mundo en
todos los aspectos.
Estados Unidos mantiene en el mundo unas 1,500 bases militares
pequeñas (las “nenúfares”, esas plantas acuáticas que sirven de base a las
ranas para cazar sus presas), con intervenciones armadas en 75 países.
1
Presencia Apostólica
17
Reflexiones que viajan por la web
Un nuevo tiempo
Q
uizás dé lo mismo si se trata de un año
“nuevo” Nada puede ser realmente nuevo
si uno lo vive desde viejas actitudes.
Por eso hay que desearnos que no se nos vaya
nuestro tiempo de vida en asuntos que
realmente no valgan la pena.
Nadie vino a este mundo a
encerrarse en un lugar seguro ni a
lograr la aprobación de los demás
ni a matar el tiempo.
El tiempo es algo precioso,
un recurso no renovable.
Que miremos hacia atrás sólo para
cerrar los asuntos pendientes.
El único modo en que el pasado puede
realmente pasar es decir lo
largamente callado; hacerse
cargo de los errores y pedir
disculpas; reconocer lo recibido
y dar las gracias; comprender
lo no comprendido; dejar ir lo
que ya no es. Cerrar lo inconcluso
es comenzar a hacer espacio
para lo nuevo.
Que sepamos pedir ayuda cuando
la necesitemos para poder volver a pararnos
sobre nuestros propios pies.
Que sepamos ayudar a quien lo necesite
sin perdernos en el otro, sin invadir ni
manipular, sin generar dependencia y sin
forcejear para que nadie cambie lo que no
está dispuesto a cambiar.
Que permanezcamos abiertos a encontrar
verdaderos compañeros de camino, afines
a nuestra más íntima esencia.
Que seamos parte de aquellos que, más
que un año nuevo, celebran cada día nuevo,
intensamente vivos.
Autor desconocido
18
Presencia Apostólica
Los 50 años del Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano II
cumple sus bodas de oro
Ernesto Bañuelos C.
R
oma, 8 de diciembre
(1965).– ¡Ha terminado el Concilio! ¿Continuará? ¿Dónde principia verdaderamente?
Había una multitud dominguera reunida en la plaza de
San Pedro en la mañana del 8
de diciembre; al aire libre iba
a celebrarse la gran ceremonia
final del Vaticano II, en la fiesta de la Inmaculada Concepción… Se temía que lloviera, pero el
tiempo fue bueno… Por consiguiente, el Concilio
había cerrado la obra que se había propuesto…
Y dio principio la última ceremonia del Concilio.
Primero hubo una procesión de todos los Padres
presidida por el Papa…
Al finalizar la misa, el Papa dirigió breves mensajes a diversas categorías de hombres de hoy: a
los intelectuales, a los gobernantes, a los hombres
del pensamiento y de la ciencia, a los artistas, a las
mujeres, a los trabajadores, a los jóvenes, a los que
sufren. (Tomado de Informaciones Católicas Internacionales, n. 254, 22 de diciembre de 1965.)
A las mujeres
Hermoso fue el pensamiento del Papa a las mujeres: La Iglesia se enorgullece de haber magnificado y liberado a la mujer, de haber hecho resplandecer su igualdad con el hombre. A ustedes
mujeres se ha confiado la vida, a ustedes les toca
salvar la paz del mundo.
¿Sólo quedan recuerdos?
Cuánta alegría en nuestros corazones, en donde
ardía el entusiasmo. El Papa Bueno, Juan XXIII,
nos había abierto las ventanas de la Iglesia para
que soplaran nuevos vientos en nuestras comunidades y estábamos ansiosos de ver cómo se abrían
las flores de esta nueva primavera de la Iglesia.
A 50 años de clausurado el Concilio es triste
que aún existan quienes piensen que el Concilio
solamente fue para que se dijera en español la santa misa y para que se reunieran más de 2,000 obispos del mundo alrededor del Papa.
Peticiones de una Carta
Antes de despedirse de aquella asamblea en que el
Espíritu Santo había derramado
sus dones en abundancia, varios obispos discretamente entregaron a todos los Padres de
la asamblea conciliar una carta
hermosa apelando a que todos
se comprometieran a vivir con
sencillez en medio de sus fieles,
a renunciar a las apariencias y a
la realidad de cualquier forma
de riqueza o de poder; a que renunciaran a conceder cualquier privilegio, cualquier preferencia a
los ricos y a los poderosos, para que se ocuparan,
particularmente, de defender a los pobres; para que
colaboraran humildemente a las obras públicas de
justicia social; para que realizaran la colegialidad
por la ayuda práctica de los episcopados ricos a los
episcopados pobres; para que consideraran, en todas las cosas, su ministerio como un servicio, y para
que dieran a conocer a sus diocesanos las decisiones que adoptarían respecto a estos compromisos.
Lo que dijo Pablo VI
El Santo Padre dijo en la clausura: “…El Concilio
se ha ocupado… en reflexionar sobre la Iglesia,
para conocerse mejor, para definirse mejor…
Los documentos conciliares… muestran cuán
límpida, fresca y rica es la vida espiritual que el
contacto vital con Dios hace surgir en el seno de la
Iglesia y extenderse desde la Iglesia, sobre el árido
suelo de nuestra tierra… Nuestro Concilio siempre estuvo vivamente interesado en el estudio del
mundo moderno.
Tal vez nunca, como en esta ocasión, la Iglesia ha experimentado la necesidad de conocer, de
acercarse, de comprender, de penetrar, de servir,
de evangelizar a la sociedad que la rodea, de atraparla y, por así decirlo, de perseguirla en sus rápidas y continuas transformaciones…”
Falta mucho por hacer. Debemos ser claros y
valientes en aceptarlo. En primer lugar debemos
dejarnos evangelizar totalmente. Y nada como estudiar o volver a estudiar los documentos del Concilio Vaticano II.
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Presencia Apostólica
19
De la Palabra a la acción
La
Palabra
enero-febrero
Enero
6
La Epifanía del Señor
Mt 2,1-12
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey
Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey
de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos
surgir su estrella y hemos venido a adorarlo.”
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a
los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo
y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque
así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de
Judá, no eres en manera alguna la menor entre las
ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe,
que será el pastor de mi pueblo, Israel.”
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les
había aparecido la estrella y los mandó a Belén,
diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente
qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo.”
Después de oír al rey, los magos se pusieron
en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo
encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la
estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en
la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres,
le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes,
regresaron a su tierra por otro camino.
La palabra Epifanía viene del griego y significa “manifestación”. Esta fiesta se celebra doce días después
de la Navidad.
La luz de la estrella de Belén ilumina como lo
20
Presencia Apostólica
hace la manifestación de Cristo al mundo. Es una
luz visible para todo el mundo, pero es una decisión
personal dejarse guiar e iluminar por ella.
Cristo, luz del mundo, nos invita a seguirle, como
los magos, y a entregarle generosamente no ya oro,
incienso y mirra, sino nuestras mismas personas
con todo lo que somos, tenemos y podemos, recordando que todo lo hemos recibido de Dios.
Que Jesús, niño, que se manifiesta a todo el mundo, porque ha venido a salvar a toda la humanidad,
mueva nuestros corazones para continuar su misión
de justicia, verdad, amor y paz.
De la Palabra a la acción
Enero
13
(…) Como el pueblo estaba
en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los
sacó de dudas, diciéndoles:
“Es cierto que yo bautizo con
agua, pero ya viene otro más
poderoso que yo, a quien no
merezco desatarle las correas
de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y
con fuego.”
Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también
Jesús fue bautizado. Mientras
éste oraba, se abrió el cielo y
el Espíritu Santo bajó sobre él
en forma sensible, como de
una paloma, y del cielo llegó
una voz que decía: “Tú eres
mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco.”
Jesús es bautizado “entre la gente”, sin buscar privilegios. Él viene a promover con su actitud la justi-
Enero
20
Domingo
Jn 2,1-11
(…) Hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual
asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino,
María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino.” Jesús le
contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga.”
Habían allí seis tinajas de piedra, de unos cien
litros cada una, que servían para las purificaciones
de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de
agua esas tinajas.” Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo
al encargado de la fiesta.”
Así lo hicieron, y en cuanto el encargado de la
fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber
su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían,
Ilustraciones: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org
Bautismo del Señor
Lc 3,15-16.21-22
cia y la paz esenciales
para el Reino de Dios.
Al pedir el bautismo sin necesitarlo,
pues Jesús se hizo en
todo semejante a nosotros menos en el pecado, se solidariza con
la humanidad y nos
invita a tener una actitud de humildad en
nuestras vidas.
La mejor manera de
mostrar nuestra fe es a
través de las obras, las
acciones de cada día,
que inspiradas por el
Espíritu Santo que recibimos en nuestro bautismo, nos hacen convertirnos en verdaderos
discípulos misioneros
del Reino por el que se
encarnó, vivió, murió
y resucitó nuestro Señor.
Que la solidaridad sea un valor constante en
nuestra vida cotidiana como nos enseñó con su propia vida el Maestro.
llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han
bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio,
has guardado el vino mejor hasta ahora.”
Esto que Jesús hizo en Caná de Galilea fue el
primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus
discípulos creyeron en él.
Es muy significativo que este primer signo realizado
por Jesús en las bodas de Caná haya tenido la finalidad de resguardar la alegría de la comunidad en
un evento significativo. Jesús realiza esta acción a
instancias de su madre, quien, ante los problemas de
los otros, no se cruza de brazos e insiste en ayudar.
En María, verdadero prototipo de los discípulos del
Señor, encontramos el modelo de seguimiento. María escuchó siempre con disponibilidad la palabra de
Dios, la meditó en su corazón y la puso en práctica
cumpliendo la voluntad de Dios y sirviendo con sencillez al prójimo, sobre todo al más necesitado.
Presencia Apostólica
21
De la Palabra a la acción
Enero
27
Domingo
Lc 1,1-4;4,14-21
(…) (Después de que Jesús fue tentado por el demonio en el desierto), impulsado por el Espíritu, volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos
lo alababan y su fama se extendió por toda la región.
Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró
en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los
sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el
volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró
él pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor
está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los
pobres la buena nueva, para anunciar la liberación
a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar
libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia
del Señor.
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se
sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga
Febrero
Domingo
Lc 4,21-30
3
(…) Después de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que ustedes acaban
de oír.” Todos le daban su aprobación y admiraban la
sabiduría de las palabras que salían de sus labios,
y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?”
Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’ y haz aquí, en tu
propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído
que has hecho en Cafarnaúm.” Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas, en los tiempos de Elías,
cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y
hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una
viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había
muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino
Naamán, que era de Siria.”
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron
de la ciudad y lo llevaron hasta una barranca del
monte, sobre el que estaba construida la ciudad,
22
Presencia Apostólica
estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de
la Escritura que acaban de oír.”
Jesús reafirma la profecía de Isaías de que la razón
de ser de su misión es ser buena noticia para los
pobres y libertad para los oprimidos. Esa es la esencia del programa de Jesús, para eso lo ha ungido el
Señor, y no es posible ser cristiano y no compartir
esos objetivos, por difíciles que nos parezcan.
Para entender este anuncio debemos recordar
las expectativas del pueblo humilde que había
constatado el fracaso de los reyes de Judá e Israel
en su misión de paz y justicia. Por eso los pobres esperaban el reinado de Dios, y esperaban con ansias
el reinado de su Ungido o Mesías y esto se cumple
plenamente en Jesús. En esta actividad Jesús asocia a sus apóstoles y a nosotros, sus nuevos discípulos, para ser germen y signo del Reino de Dios
en este mundo.
para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio
de ellos, se alejó de ahí.
Jesús, como todos los profetas, fue incomprendido y
sufrió la oposición y el rechazo de quienes le rodeaban. La razón principal de ese rechazo es porque
pide la conversión como nuestra respuesta radical
al Reino.
Nuestra conversión no puede quedar sólo en
la interioridad de nuestro ser, sino que debe manifestarse en la vivencia personal y comunitaria,
en la orientación que damos a nuestra vida, en las
actitudes que tomamos hacia Dios y hacia nuestros hermanos, en los criterios y valores que rigen
nuestra conducta.
De esta respuesta radical que es la conversión se
desprenden muchas actitudes concretas como son:
escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios,
seguir el camino trazado por Jesús, renunciando a
aquellos privilegios que dañan a los demás o nos
alejan de ellos, y no querer escuchar sólo lo que
conviene a nuestros intereses.
¿Por qué será que el mensaje de Jesús
resultaba en su tiempo tan incómodo?
¿Nos sucede lo mismo ahora?
De la Palabra a la acción
Febrero
Domingo
Lc 5,1-11
10
(…) Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la
gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de
Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban
lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la
de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y
sentado en la barca, enseñaba a la multitud.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la
barca mar adentro y echen sus redes para pescar.”
Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en
tu palabra, echaré las redes.” Así lo hizo y cogieron tal
cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos.
Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que
casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de
Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy
un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros
estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían
conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan,
hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde
ahora serás pescador de hombres.” Luego llevaron
las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron.
Jesús nos enseña a confiar y a perseverar en nuestro esfuerzo, aun cuando las circunstancias sean
desfavorables.
Él cree en el ser humano a pesar de nuestras limitaciones y ambigüedades. Él desea que nosotros colaboremos desde nuestras posibilidades que pueden
crecer con la gracia de Dios en nuestra vida, como
le sucedió a Pedro.
Esta acción llena de la gracia de Dios necesita
dos respuestas de nuestra parte: la primera es no
tener miedo, pues es el primer enemigo contra la
fe y nos impide dar la segunda respuesta que es
el seguimiento.
Muchos, a causa del miedo a “soltar sus redes”,
sus pequeñas seguridades, se quedan en el camino
y dejan pasar la oportunidad de crecer y de dar fruto abundante en sus vidas. Muchos a causa de sus
“barcas”, sus propiedades, no son capaces de seguir
al Maestro y obtener así una vida de libertad y alegría plenas.
Febrero
13
Miércoles de Ceniza
Mt 6,1-6.16-18
(…) Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado
de no practicar sus obras de piedad delante de los
hombres para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en
las sinagogas y por las calles, para que los alaben los
hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando des limosna que no
sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para
que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve
lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes hagan oración, no sean como
los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las
sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que
los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su
recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar,
entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo
secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que
están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron
su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes,
perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no
sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre,
que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.”
Iniciamos la Cuaresma con esta lectura que nos
habla de cómo tener una auténtica espiritualidad.
Queda claro que las acciones de nuestra vida espiritual no son para darle gusto a nadie ni para
aparentar lo que no somos, sino para tener una
auténtica comunicación con nuestro padre Dios,
quien “ve lo secreto”.
Aprovechemos este “tiempo oportuno” para renovar nuestro espíritu, recuperar la gracia perdida
y establecer una amistad profunda con Dios: buscando más tiempo y espacio para estar con Él –oración–, encontrándonos con nuestros hermanos, a
través de nuestra solidaridad con ellos –limosna–,
y encontrándonos a nosotros mismos, resistiendo
aquellos impulsos que nos impiden tener paz interior y, por último, absteniéndonos de aquello que
nos lastima –ayuno–.
Presencia Apostólica
23
De la Palabra a la acción
Febrero
17
1er Domingo de Cuaresma
Lc 4,1-13
(…) Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán
y conducido por el mismo Espíritu, se internó en el
desierto, donde permaneció durante cuarenta días y
fue tentado por el demonio.
No comió nada en aquellos días, y cuando se completaron sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: “Si
eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta
en pan.” Jesús le contestó: “Está escrito: No sólo de
pan vive el hombre.”
Después lo llevó el diablo a un monte elevado y
en un instante le hizo ver todos los reinos de la tierra
y le dijo: “A mí me ha sido entregado todo el poder y
la gloria de estos reinos, y yo los doy a quien quiero.
Todo esto será tuyo, si te arrodillas y me adoras.”
Jesús le respondió: “Está escrito: Adorarás al Señor,
tu Dios y a él sólo servirás.”
Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso en la parte
más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios,
arrójate desde aquí porque está escrito: Los ángeles
del Señor tienen órdenes de cuidarte y de sostenerte
en sus manos, para que tus pies no tropiecen con las
piedras.” Pero Jesús le respondió: También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios.”
Concluidas las tentaciones, el diablo se retiró de
él, hasta que llegara la hora.
Como todos nosotros, Jesús tuvo que elegir entre
diferentes opciones en su vida. Las elecciones que
él hizo fueron siempre de acuerdo con los valores del Reino de Dios. Esto le permitió vencer las
tenta­ciones que se le presentaron en su vida y que
se nos presentan a nosotros en todo momento. Estas tentaciones las podemos resumir en tres tipos:
La tentación del placer que nos hace buscar satisfacer nuestros gustos y deseos de manera egoísta
y olvidando a nuestro prójimo o, peor aún, utilizándolo y dañándolo. La tentación del poder, por
la que buscamos obtener autoridad a cualquier
precio, no para servir sino para oprimir, burlar y
destruir a nuestro prójimo y a nosotros mismos
al no valer por lo que somos. La tentación del tener, cuando únicamente buscamos poseer bienes
y riquezas para nuestro bienestar, alejándonos
de Dios y del prójimo, mientras olvidamos que los
bienes son para administrarlos (no somos dueños) y
para compartirlos.
24
Presencia Apostólica
Febrero
24
2º Domingo de Cuaresma
Lc 9,28-36
(…) Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago
y Juan, y subió a un monte para hacer oración.
Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus
vesti­duras se hicieron blancas y relampagueantes.
De pronto aparecieron conversando con él dos
persona­jes, rodeados de esplendor: eran Moisés y
Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en
Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban rendidos de
sueño; pero, despertándose, vieron la gloria de
Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos
se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, sería
bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos
tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra
para Elías”, sin saber lo que decía.
No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la
nube salió una voz que decía: “Éste es mi hijo,
mi escogido, escúchenlo.” Cuando cesó la voz,
se quedó Jesús solo.
Los discípulos guardaron silencio y por entonces
no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
El relato de la transfiguración nos invita a subir
a la montaña, a dejar por un momento nuestros
compromisos y trabajos para escuchar la voz del
Señor. Es una invitación a transformarnos y transformar así todo lo que nos rodea.
Escuchar y compartir este relato de la transfiguración del Señor durante la Cuaresma es una
motivación para superar el “escándalo de la cruz”
y renovar nuestro ánimo de continuar el camino
del desierto cuaresmal para llegar a la tierra prometida, a la pascua, a la resurrección. Nos recuerda que vale la pena el esfuerzo constante y a veces
el mismo sufrimiento por ser fiel al Reino promovido por Jesús con su mismo sufrimiento y muerte
y avalado por el Padre en la resurrección.
Que este caminar cuaresmal, en el que trabajamos por rehacer al “hombre nuevo” (la gracia)
que habita en nosotros rompiendo con el “hombre
viejo” (el pecado), lo aprovechemos al máximo.
Comentarios elaborados por Alejandro Cerón Rossainz,
CMF y Marisol Núñez Cruz.
Presencia Apostólica
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Manantial
San Judas Tadeo
Agua del Nevado de Toluca
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www. aguasanjudastadeo.com
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