Crónica - Asociación Colombiana de Psiquiatría

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Educación sexual
Crónica
PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE LA
EDUCACION SEXUAL EN COLOMBIA*
Pedro G. Guerrero G.**
INTRODUCCION
Cuando hablamos de educación sexual, lo primero que debemos hacer es
ponernos de acuerdo acerca de lo que entendemos por sexualidad humana.
Para los psicoanalistas, por ejemplo, la sexualidad como pulsión sumergida
en el campo del inconsciente, tan solo puede ser abordada por el especialista
merced a las técnicas propias de esa disciplina científica. Consideran imposible la pretensión de la pedagogía, en el sentido de diseñar programas
curriculares para la educación de niños y adolescentes en relación con el
comportamiento sexual. Nosotros, por el contrario, pensamos que la sexualidad, como un conjunto de comportamientos aprendidos, sí puede ser
educada, y en esta opinión nos acompaña la gran mayoría de los docentes
que se mueve por fuera de las influencias del psicoanálisis.
Una vez superado este primer obstáculo conceptual, nos enfrentamos a otro
problema de igual o mayor magnitud. Casi todos los maestros que acudieron
a la convocatoria del Ministerio de Educación Nacional con el fin de capacitarse en el campo de la educación sexual- muchos de ellos con experiencia
en la cátedra de comportamiento y salud- se aferraban de una manera
acrítica a un singular concepto de sexualidad, tomado fuera de contexto de los
manuales de CRESALC (Comité Regional de Educación Sexual para América
Látina y el Caribe), de principios de los años ochenta, escritos por algunos
educadores sexuales de franca estirpe religiosa y de gran audiencia en
Colombia. Veamos algunos ejemplos:
« Sexualidad humana es todo niño o niña, todo hombre o mujer, a cualquier
edad, con sus pensamientos, sentimientos y acciones como niño o niña, como
hombre o como mujer.» Dra. Ethel Nash, Socióloga.
« Sexualidad es una manera de relación del hombre consigo mismo y con los
demás hombres, y si bien tiene bases biológicas comunes, es única, cambiante y relativa, como única, cambiante y relativa es la existencia humana.
Hace parte de su vida de sentimientos: afectiva; y de su vida de acción, la que
vive y muere: efectiva. Es en suma un compromiso existencial» Dra. Cecila
Cardenal de Martín, M.D.
*
**
Trabajo presentado en el XXXVII Congreso Nacional de Psiquiatría. Valledupar, 11 de octubre de 1998.
Médico Psiquiatra. Coordinador Nacional del Proyecto de Educaci{on Sexual, Ministerio de
Educación - Viceministerio de la Juventud.
Rev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
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« La sexualidad humana, parte indivisible de nuestro ser, no es solo una
dimensión individual de la persona
sino también una dimensión social».
« Grupo dentro de CRESALC».
« Sexo no es algo que hacemos, es
algo que somos». Dra. Mary S. Calderone, M.D.
Los tres primeros textos parece que
se hubieran tomado fuera de contexto, pues salvo su encabezamiento,
nada nos dicen acerca de la sexualidad humana. En cuanto a la definición de sexo, según la Dra. Calderone, es más una alusión a la equidad
de género, que una verdadera aproximación a la diferencia biológica entre
hombres y mujeres que, como todos
sabemos, reside en nuestros genitales.
Con el ánimo de ayudar a clarificar
conceptos de fundamental importancia para la educación sexual, nos
permitimos poner a su consideración
los siguientes criterios:
SEXO-SEXUALIDAD
Helí Alzate en su libro sobre la sexualidad humana dice: «La sexualidad se
puede definir como el conjunto de
condiciones estructurales fisiológicas,
comportamentales y socioculturales,
que permiten el ejercicio de la función
sexual humana. A su vez la función
sexual humana se define como la
función consciente y condicionada por
la cultura, que se ha derivado filogenéticamante de la función reproductiva, pero que es ejercida en primer
lugar, de modo placentero o lúdico
(función erótica) y, secundariamente,
de modo reproductor, mediante el
uso de zonas corporales u órganos
de especial sensibilidad.»
En su libro «Miedo al sexo», el autor
afirma sobre el mismo tema: «Sexo
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viene de la palabra latina «secare»
que quiere decir disecar, separar; y
es apenas obvio que sólo podemos
separar lo que es diferente. Por analogía podemos decir que sexo es
diferencia y por lo tanto, nos dividimos
entre hombres y mujeres, varones y
hembras, por nuestra desigualdad
genital. Este hecho puramente biológico no tendría mayor importancia
pues, entendida la sexualidad como
una función, cada género tendría su
anatomía y fisiología propias en cuanto
a su finalidad reproductiva.
El problema comienza cuando a partir de la disparidad física, la sociedad
determinó los roles para cada uno de
los géneros con la innegable discriminación de la mujer. Ahora bien,
para la ciencia la sexualidad es una
serie de comportamientos, que si bien
se originan en el sistema nervioso
central, son reglamentados culturalmente para poder expresar de una
manera socialmete aceptable lo que
le queda al animal humano del instinto de reproducción. Dicho de otra
manera, en el hombre no se sigue el
mismo proceso instintivo que se observa en los animales, pues merced a
la evolución la instintividad en el ser
humano se transforma en un afecto,
en una emoción, en una pasión: EL
AMOR, que le permite a la sociedad
encauzar la sexualidad de los hombres de acuerdo con sus criterios.»
Germán Ortiz, médico sexólogo, se
refiere de la siguiente manera a la
sexualidad: «La sexualidad de los
seres humanos es como la inteligencia, fruto del proceso de hominización, y por eso constituye una característica que los distingue del resto de
las especies vivientes. El hombre es
el único mamífero erótico del planeta.
La sexualidad, como la mayor parte
de los comportamientos del ser humano, es el resultado de una combiRev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
Educación sexual
nación de factores innatos y adquiridos. Los primeros, es decir los filogénicos, constituyen fundamentalmente una capacidad que debe ser desarrollada mediante el aprendizaje en el
medio cultural en que se encuentra
inmersa la persona, lo cual da como
resultado la diversidad de conductas
sexuales y las diferencias entre individuos aun de la misma cultura. En el
ser humano la sexualidad trasciende
de lo reproductivo y por ello la función
sexual, es decir, el ejercicio del placer
erótico, se constituye en una función
independiente de la reproductiva.»
SENSUALIDAD
El diccionario de la Real Academia de
la Lengua define SENSUALIDAD
como «afición excesiva a los deleites
de los sentidos». Esta definición por sí
sola acusa un cierto sentido de rechazo ya que sutilmente muestra el
repudio al placer en general, y al
sexual en particular. Esta concepción
corresponde al viejo sistema de valores sexuales de nuestra cultura, que
como ya lo hemos señalado en otras
ocasiones, se ha mostrado esquiva y
reticente frente al placer sexual.
De acuerdo con nuestro criterio, si
bien es cierto que la sensualidad entendida como la propensión al placer
que ofrecen los sentidos -y en especial el tacto (la piel y las mucosas)- es
parte fundamental de la sexualidad,
no debe confundirse con ésta, pues la
sexualidad desborda ampliamente a
la pura sensualidad en la medida en
que el hombre es algo más que el
placer por el placer en sí mismo. El
hombre es un ser que se relaciona,
que ama, que construye y que tiene
un cierto sentido de ser en el mundo.
Si bien sensualidad y sexualidad son
parientes cercanos, en cuanto a su
significado, no podemos entenderlas
como palabras sinónimas que definan el mismo concepto.
Rev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
EROTISMO
Después de haber leído y escuchado
numerosas propuestas acerca de lo
que se entiende por erotismo, hemos
escogido como la mejor la que nos
ofrece el poeta y ensayista Octavio
Paz en su libro «La llama doble»: «El
erotismo es exclusivamente humano
puesto que corresponde a la sexualidad socializada y transfigurada por la
imaginación y la voluntad de los hombres. La primera nota que diferencia
la sexualidad del erotismo es la infinita variedad de formas en que se
manifiesta en todas las épocas, en
todas las tierras. El erotismo es invención, variación incesante; el sexo es
siempre el mismo. Sexo, erotismo y
amor son aspectos del mismo fenómeno, manifestaciones de lo que llamamos vida; el más antiguo de los
tres, el más amplio y básico es el
sexo, es la fuente esencial; el erotismo y el amor son formas derivadas
del instinto sexual, cristalizaciones,
sublimaciones, perversiones, psicosensaciones que transforman a la
sexualidad y la vuelven muchas veces inconocible. Así pues es evidente
que tenemos que distinguir el amor
propiamente dicho del erotismo y de
la sexualidad. Hay una relación tan
íntima entre ellos que con frecuencia
se los confunde.»
Para Octavio Paz la sexualidad -desde un punto de vista biológico- es la
raiz de un árbol, el erotismo su tallo y
el amor la flor ....«y el fruto, los frutos
del amor son intangibles. Este es uno
de sus enigmas.»
AMOR
Hablar del amor desde el punto de
vista psicológico, es decir desde una
aproximación científica, es casi imposible; de ahí que quienes nos pueden enseñar, realmente, del tema
son los poetas, los escritores o los
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Guerrero Pedro
amantes; es decir, los que han vivido
intensamente la pasión amorosa.
Creemos necesario hacer algunas
observaciones acerca de este fenómeno. Como ya lo anotamos, en el
proceso evolutivo que trasformó al
ser prehumano en homo sapiens, la
especie perdió sus instintos -en el
sentido que la biología asigna al término -y fueron sustituidos por los afectos, las emociones, los sentimientos y
las pasiones, entre los cuales, y primordialmente, se encuentra el amor,
amor sexualizado, amor erotizado.
En la base de nuestro cerebro existen
unas áreas específicas (hipotálamo,
amígdala, circuito límbico) en donde
se originan las emociones - que de
alguna manera recuerdan los instintos de los mamíferos superiores- que
van a determinar ciertas conductas
comunes a la especie humana a través de todos los tiempos y en todas
las culturas.
El ser humana es un ser social y por lo
tanto recibe la influencia de la cultura
mediante la acción de la familia y de
la escuela, primero, y ahora de los
medios masivos de comunicación,
influjo que irá moldeando las conductas, merced a la interiorización de las
pautas que asume una determinada
civilización. Dicho de otra manera, la
sexualidad humana, si bien se origina
en lo biológico, está determinada por
factores culturales que siempre han
estado presentes en la historia de la
humanidad.
La filosofía clásica griega dividió el
sentimiento amoroso en tres clases:
en primer lugar habló del ágape que
posteriormente los cristianos convirtieron en caridad; en segundo lugar
definió el amor-amistad, o philos, que
se supone desexualizado; y en tercer
lugar determinó el eros, es decir, la
pasión sexo-sentimental.
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Luego de las formas de amor erótico
propias del esclavismo, este sentimiento se transformó con los cambios sociopolíticos desde la Edad
Media hasta nuestros días. A partir
del siglo XII se inició un nuevo modelo
amoroso diferente al medieval, conocido como amor cortés, amor desdichado e imposible que, a pesar de
ser extraconyugal, es el paradigma
de la pureza y de la lealtad entre los
amantes. Este tipo de amor se extendió hasta después del Renacimiento,
cuando poco a poco se fue convirtiendo, con el desarrollo de la nueva
clase burguesa, en el amor romántico de nuestra época.
MATRIMONIO - PAREJA
La palabra matrimonio viene del latín
matrimonium, que para los linguistas
modernos deriva de maritus, marido,
y ésta a su vez de mars, maris, macho. El diccionario de la Real Academia de la Lengua lo define como
«unión de hombre y mujer concertada de por vida, mediante determinados ritos o formalidades legales.» Sin
embargo, esta definición no explica
las características propias del enlace
conyugal como serían la vida sexual
en común, la procreación y la crianza
de la prole, lo que le da a esta institución social un tinte fundamentalmente económico, a pesar de los propósitos sexo-sentimentales que empujan a los enamorados a contraer
matrimonio.
El connubio por amor es una invención relativamente reciente. En realidad es hijo legítimo de la Revolución
Francesa y corresponde al modelo
de amor romántico que ya mencionamos. Pero esto no ha sido siempre
así; si aceptamos las teorías evolutivas de los antropólogos, tenemos
que aceptar que la forma del matrimonio ha variado de acuerdo con el
Rev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
Educación sexual
desarrollo social. Según Morgan, en
los comienzos de la humanidad éste
se realizaba por grupos; en un estadio primitivo imperaba en el seno de
la tribu el comercio sexual promiscuo, de modo que cada mujer pertenecía igualmente a todos los hombres y cada hombre a todas las mujeres, la descendencia seguía, naturalmente, la línea materna.
Así desde el matrimonio y la familia
consanguíneos la evolución social fue
modificando la relación conyugal y
familiar, desde el salvajismo y la barbarie hasta los inicios de la civilización, cuando aparecen el matrimonio
y la familia patriarcales. Resumiendo,
podemos decir que durante este largo periodo existieron tres formas de
matrimonio: durante el salvajismo, el
matrimonio por grupos; a la barbarie
corresponde el matrimonio sindiásmico, y con la civilización aparece la
monogamia con sus contradicciones
naturales, tales como el adulterio, los
celos y la prostitución. Llevamos pues,
tres mil años de monogamia y familia
patriarcal, y dos mil de matrimonio
cristiano, caracterizado por la indisolubilidad del vínculo y por una reglamentación muy extricta en lo que se
refiere a la monogamia, la exclusividad, la heterosexualidad y la obligación reproductiva de la pareja.
Por su larga permanencia histórica
este fenómeno crea en el observador
desprevenido la ilusión de que se
trata de un hecho biológico y como tal
inmutable y absolutamente necesario para el bienestar de los hombres,
cuando no es más que una obra
social de fácil explicación. Es así como
la gente continúa uniéndose en pareja sin que interese el nexo elegido
pues, en esencia, la estructura y la
dinámica de todos los «matrimonios»
son iguales; es decir que inevitablemente el hombre asume su papel de
Rev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
esposo y la mujer el de esposa y
dramatizan, sin darse cuenta, el guión
escrito por la cultura.
EDUCACION
En cuanto al concepto de educar,
independientemente de cualquier disquisición pedagógica o metodológica, queremos tan solo decir que entendemos por educar el acto de conducir o dirigir a nuestros discípulos, y
de alguna manera, como en la vieja
propedéutica, iniciarlos en el arte o en
la ciencia. Entonces, cuando hablamos de educación sexual, tendremos que aceptar que acompañaremos a los niños y a los jóvenes hacia
el encuentro de una sexualidad gratificante en un escenario de libertad y
responsabilidad.
EDUCACION SEXUAL: EL PASADO
Creemos que la educación sexual en
Colombia se divide en dos grandes
épocas: antes del Proyecto Nacional
de Educación Sexual del Ministerio
de Educación Nacional y después de
éste.
Reconocida esta frontera, parece
pertinente hacer una breve mención
acerca del origen de nuestra cultura
en lo que hace relación con el erotismo. Si bien es cierto que somos latinoamericanos, triétnicos en nuestros
orígenes, la sabiduría de los pueblos
aborígenes, así como la de los esclavos negros, fue remplazada durante
los siglos de colonización española
por la ideología de los conquistadores europeos, conservándose de los
primeros habitantes de América y de
los africanos, tan sólo aquellos elementos culturales que pudieron asimilarse a la cosmovisión de los cristianos.
Así, nos tocó en suerte la transculturación por parte de un imperio de
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escaso desarrollo industrial y recalcitrante en materia religiosa. Sinembargo, que debemos tener en cuenta, el hecho de que España también
recibió la influencia del Renacimiento
que permitió, por algún tiempo, la
expresión escandalosa de la sexualidad. En nuestro caso recordemos, la
mención que se hace en «El Carnero»
de los tórridos amores de Inés de
Hinojosa, tema que dio origen a la
novela de Próspero Morales, «Los
pecados de Doña Inés de Hinojosa».
A la llegada de los españoles a estas
tierras, las tribus aborígenes mostraban un alto grado de desarrollo social, y si bien es cierto que condenaban algunos hechos como el homosexualismo y «robar la mujer del prójimo», en general, eran mucho más
tolerantes, eróticamente hablando,
que los conquistadores. Entre los habitantes del nuevo mundo no se encontraba -por ejemplo- el valor de la
virginidad que constituía la virtud
máxima de la mujer española, y sus
dioses manifestaban una sexualidad
exuberante como ocurría en el olimpo greco-romano. Así las cosas, ingresamos desde el siglo XVI a Occidente, tal vez como sujetos de segunda clase, pero de todas maneras
occidentales y dentro de un ordenamiento jurídico-sexual de evidente linaje religioso.
Acerca de la transculturación sexual
de América por parte de Europa, debemos recordar lo que señalaba
Foucault en su obra «Historia de la
sexualidad, La voluntad de saber»:
«¿Cómo se ha producido históricamente la verdad del sexo? El primer
método ha sido el de las sociedades
que han creado un arte erótico, en
donde la verdad se extrae del placer
mismo y se asume como experiencia. El segundo ha sido el de nuestra
sociedad que ha creado una ciencia
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sexual, que desarrolla un método que
en lo esencial se ordena en una forma
del poder-saber, rigurosamente
opuesto al arte de la iniciación y al
secreto magistral.»
Sin temor a equivocarnos, podemos
afirmar que a partir de la conquista
española y hasta la expedición de la
resolución 03353 de Julio de 1993
por parte del Ministerio de Educación
Nacional, la educación sexual de los
colombianos corrió por cuenta de la
Iglesia Católica, cátedra originada en
el episcopado, dictada desde los
púlpitos y repetida obligatoriamente
en todos los establecimientos educativos del país.
Ha sido tal el poder del magisterio de
la Iglesia, que la ciencia médica y la
psicología modernas al asumir el concepto de normalidad y anormalidad
en relación con la sexualidad, no hicieron cosa diferente a convertir el
pecado en anormalidad psicológica
o en perversión sexual; tal el caso de
la homosexualidad condenada por la
moral bíblica como «pecado contra
natura», considerada por la medicina
psiquiátrica hasta hace muy poco
(1974) como un transtorno mental, y
entendida por la jurisprudencia como
un delito sancionado con prisión. (En
Colombia hasta la reforma del código
penal en 1980).
A comienzos de los años cincuenta,
época en la cual cursábamos nuestra
educación secundaria, el texto de
«Anatomía, Fisiología e Higiene», exigido en los colegios para el aprendizaje de esta materia, era el del médico cubano Mario E. Dihigo. En la
lección XLIII, «Aparato reproductor y
reproducción», dice: «La reproducción es la función mediante la cual los
seres vivos se multiplican y dan origen a otros seres semejantes a ellos.
El aparato reproductor masculino, se
compone esencialmente de dos órRev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
Educación sexual
ganos glandulares ovoides, llamados
testículos, que se encuentran situados por fuera y por debajo del abdomen en una bolsa formada por la
piel, llamada escroto.»
Más adelante se lee: «El aparato reproductor femenino se llama también
aparato genital femenino. Sus órganos esenciales son los ovarios. Los
ovarios son los órganos formadores
de los óvulos. Cuando el óvulo se
desprende de los ovarios cae en unos
conductos llamados trompas de Falopio que lo llevan al útero. El útero,
llamado también matriz, es un órgano musculoso y hueco situado entre
el recto y la vejiga. La matriz se comunica con el exterior por un conducto
llamado vagina.» En el libro del Dr.
Dihigo no se menciona el pene, la
vulva, ni el clítoris, y muchísimo menos se hace referencia al coito, pues
la sexualidad, dentro de esta visión
religiosa, se limitaba, mágicamente,
al servicio exclusivo de la conservación de la especie.
Han pasado más de cuarenta años
desde cuando los estudiantes de cuarto año de bachillerato, nos devanábamos los sesos tratando de adivinar
cómo diablos se encontraban el óvulo y los espermatozoides. Teníamos
entonces trece o catorce años; y atando cabos, tampoco entendíamos qué
era lo que en realidad sucedía, cuando luego del apasionado beso de los
protagonistas de las películas de amor
del Holliwood de los años cincuenta,
la cámara se desplazaba de los enamorados hasta tomar en un primer
plano la chimenea crujiente de la estancia, o el cielo tachonado de estrellas, si la escena amorosa se realizaba a la orilla del mar. Tal nuestra
inocente adolescencia .
Pero si esto sucedía en los colegios
de bachillerato, guardadas proporciones, la situación en la universidad
Rev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
no era muy diferente. El silencio en
relación con la sexualidad era casi
universal. Nuestros estudiantes de
medicina recibían la misma educación escolástica del bachillerato; la
sexología que conocían a través de
las cátedras de ginecología, urología
y psiquiatría tampoco mencionaba
los aspectos eróticos de la sexualidad. Sólo se estudiaba la reproducción y la patogía que se asentaba en
los órganos genitales. Se hablaba de
las enfermedades venéreas con acento terrorista y se desconocía por completo la terapeútica para las disfunciones sexuales. La concepción de la
mujer y de la familia que impartían
estas cátedras correspondía a la vieja
ideología patriarcal. Siguiendo este
orden de ideas, Gregorio Marañón en
su obra «Ginecología endocrina» escribio: «La personalidad femenina es
amorfa, inestable, ambivalente y de
alma contradictoria.»
En cuanto al trabajo femenino, en la
España de aquellos tiempos, el Dr.
Carlos Colmeiro en «Orto y ocaso del
feminismo» afirma: «Desde el punto
de vista médico, creemos que el trabajo asalariado de la mujer, lejos de
ser, como algunos pretenden, un índice de un elevado nivel de civilización, es realmente la demostración
de una nociva servidumbre que nos
impone la deficiente organización de
nuestras sociedades. La posibilidad
de que la mujer trabaje debe de quedar limitada a aquellas que no han de
cumplir con la función maternal que,
en sentido biológico, es la más importante que pueden desempeñar».
No es sorprendente que con la enorme influencia cultural de España pensáramos de esta manera durante los
años cuarenta y cincuenta; pero sí
nos inquieta un poco el hecho de que
hace tan sólo cinco años la Academia
Nacional de Medicina premió el tra309
Guerrero Pedro
bajo de un pediatra manizaleño, que
no hace más que repetir los viejos
conceptos machistas en relación con
el trabajo de la mujer por fuera del
hogar. En este ensayo se culpabiliza
a las mujeres que trabajan y se intenta
demostrar que las mujeres, por el
bien de sus hijos, no deben apartarse
de ellos mientras dure la crianza.
A mediados de los años sesentas, a
la par del inolvidable movimiento liberacionista que los caracterizó, se despertó en Colombia un interés científico por el estudio de la población,
que por aquellos años crecía de manera alarmante; fue así como nacieron las primeras organizaciones no
gubernamentales que lideraron el
estudio científico de la sexualidad y
de la demografía. Nos referimos a
PROFAMILIA y a ACEP, Asociación
Colombiana para el Estudio de la
Población. Recordamos, desde luego, los ingentes esfuerzos de ASCOFAME (Asociación Colombiana de
Facultades de medicina), en el mismo sentido. Años más tarde se fundó
CRESALC y se iniciaron las cátedras
de sexualidad en las facultades de
medicina de las universidades de
Caldas y del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
Este seria el momento de rendir un
homenaje a los pioneros. En primer
lugar, y aunque no lo conocimos personalmente, debemos mencionar al
Dr. Rodríguez Aranza, médico cirujano de la facultad de medicina de París
y especializado en reflexología pavloviana en la URSS, antes de la segunda guerra mundial. Rodríguez Aranza
fue el primer médico colombiano que
se dedicó, entre nosotros, al tratamiento de las disfunciones sexuales
masculinas, y fundó la primera clínica
sexológica, que incluía la pareja sustituta, muchos años antes de que se
publicaran los trabajos de Masters y
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Johnson. Sus esfuerzos, sin embargo, no fueron comprendidos ni por la
sociedad de la época ni por sus propios colegas.
Dos personas, a nuestro parecer,
deben encabezar la lista de los pioneros de la educación sexual en Colombia. Inicialmente destacamos la labor
formidable de Cecilia Cardinal de
Martín, médica ginecóloga egresada
de la Universidad Nacional de Colombia, quien ha dedicado su actividad profesional al estudio y a la enseñanza de la sexualidad humana. Fundadora de CRESALC y de la cátedra
de sexualidad en la facultad de medicina de la Universidad del Rosario,
Cecilia aún se desempeña exitosamente como educadora y terapéuta
sexual. El otro maestro es el Dr. Helí
Alzate, recientemente fallecido, fundador de la cátedra de sexualidad en
la facultad de medicina de la Universidad de Caldas.
Más adelante aparecen en el firmamento de la educación sexual El Dr.
Alonso Acuña Cañas, médico urólogo de la Universidad Nacional, fundador de la Sociedad Bogotana de
Sexualidad y de la Unidad de psicoterapia y sexualidad humana, autor de
varios libros sobre el tema y de innumerables artículos científicos; y el Dr.
Germán Ortiz Umaña, médico egresado de la Universidad Nacional, quien
después de trabajar en la división de
población de ASCOFAME, viajó a
Europa y a los Estados Unidos, en
donde realizó estudios de especialización en sexología.
Cabe mencionar en esta lista de pioneros a los grupos de Cali y de Medellín. El primero liderado por los Drs.
Octavio Giraldo, Nelsy Bonilla y María
Lady Londoño; y el segundo por los
Drs. Guillermo González Guillespi, Alejandro Gómez y Marta Cecilia Echeverry.
Rev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
Educación sexual
Por los años setentas se inició la cátedra de comportamiento y salud para
los estudiantes de noveno y décimo
grados. Al respecto debemos anotar
que el material que se ofrecía a los
alumnos en lo atinente a la sexualidad
continuaba la misma mirada tradicional y represiva. Se desconocía la
sexualidad del niño y del adolescente
en la medida en que las lecciones
tenían la finalidad de preparar a los
jóvenes para su futuro matrimonio
cristiano. Se continuaba desconociendo la función erótica de la sexualidad
y se satanizaba con las enfermedades venéreas su ejercicio por fuera de
la institución matrimonial. El currículum oculto continuaba su acción deformadora sin que la mayoría de los
maestros se diera cuenta de ello.
Silencios, espacios que nos separaban; miradas críticas y actitudes hostiles; uniformes y peinados; reproches y prohibiciones; gestos y juegos;
reglamentos y manuales... textos y
discursos ...
Cúantos jóvenes de aquellos años,
hoy padres y madres de familia, recordarán con nosotros aquellos versos de Rubén Darío del poema «Cantos de vida y esperanza» que dicen
así: «Yo supe de dolor desde mi infancia, /mi juventud ... fue juventud la
mía?/sus rosas aún me dejan la fragancia.../ una fragancia de melancolía..»
Mientras todo esto ocurría en la escuela, de un lado, las ONG comenzaban su tarea de educación sexual
superando toda clase de dificultades,
y por el otro, la televisión se consolidaba como la primerísima formadora
del erotismo de los colombianos a
través de sus telenovelas y dramatizados. Comenzaba la década de los
ochenta.
Recordaremos con nostalgia y alegría las décadas de los sesenta y
Rev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
setenta con sus locuras y sus utopías;
cuando soñábamos con un mundo
mejor para todos con la imaginación
al poder y en donde estuviese prohibido prohibir; cuando creimos tener
dominadas las enfermedades de
transmisión sexual y dábamos por
hecho que con el ingreso de la mujer
a la universidad y al trabajo, luego de
controlar eficazmente la fecundidad,
conoceríamos una nueva manera de
amar, por fuera del romanticismo
posesivo y exclusivo.
Por el contrario recordaremos con
tristeza estos años ochenta que se
prolongan hasta nuestros días. Son
los tiempos del SIDA que surge como
amenaza a nuestras ilusiones de amor
y de libertad. Son los días del regreso
a la intransigencia, a la intolerancia y
a la violencia, años de replanteamientos y de nuevos retos para quienes
seguimos creyendo que la propuesta
del hombre nuevo aun tiene plena
vigencia.
EL PRESENTE
Cuando Lucila Díaz realizó su memorable clase de educación sexual en
su escuelita rural de Ventaquemada
(Boyacá), comenzó una nueva etapa
de la educación sexual en Colombia.
Un evento al parecer intrascendente
como fue aquella clase, se convirtió y valga el símil- en el "florero de Llorente" que permitió el nacimiento del
Proyecto Nacional de Educación
Sexual. Para quienes no conocen esta
pequeña- gran historia que parece
extraida de lo mejor del realismo
mágico del Caribe, nos permitimos
hacer una breve sinopsis.
Debido a su intervención pedagógica, Lucila Díaz fue acusada por sus
vecinos boyacenses de «perversa
sexual»; la queja de los campesinos
fue acogida por las autoridades
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educativas del Departamento de Boyacá y ratificada por las instancias
pertinentes del Ministerio de Educación Nacional. Lucila Díaz apeló inútilmente, y fue entonces cuando instauró una acción de tutela con el fin de
ser reintegrada a su trabajo. Su caso
llegó hasta la Corte Constitucional cuyo
fallo del 2 de julio de 1992, resolvió
solicitar al Ministerio de Educación
Nacional «adelantar la educación
sexual de los educandos en los diferentes centros educativos del país,
tanto del sector público como del
privado».
Así las cosas, fuimos llamados por la
entonces Ministra de Educación,
Maruja Pachón, con el fin de encargarnos de la coordinación del naciente proyecto. Diez años atrás habíamos escrito en un ensayo sobre el
tema lo siguiente: «Teóricamente podemos pensar que hay que integrar la
educación sexual a todo el contexto
educativo, aceptando como cierto que
sólo debemos decir la verdad, desdibujando toda la mitología creada alrededor del sexo. Sin embargo, si
aceptamos el estudio de la sexualidad en los aspectos biológicos y psicosociales, sería muy fácil asumir la
verdad en cuanto al primer tema;
¿pero qué hacer en relación con los
del segundo? ¿En dónde encontraríamos la verdad? ¿Debemos continuar enseñando los viejos juicios religiosos que han dirigido hasta hoy
nuestra conducta sexual, o iniciamos
la búsqueda de una nueva moral, y
cúal sería ésta? y ¿al adoptar nociones diferentes a las convencionales,
no correríamos el riesgo de violentar
la ideología de ciertos sectores de la
población, que alegarían que solamente los padres de familia pueden
definir la educación de sus hijos, de
acuerdo con su conciencia? ¿No sería factible, de acuerdo con este mis312
mo razonamiento, que la Iglesia Católica se opusiera a las nuevas ideas
contrarias con su doctrina, alegando
con razón discutible que la educación
en Colombia debe regirse por las
normas concordatorias vigentes?».
Era pues el momento de hacer realidad lo que durante tantos años habíamos pensado. Era un reto al que no
podíamos negarnos .
Nuestro empeño inicial fue el de traducir en términos pedagógicos la resolución 03353 de julio de 1993, con
el fin de articular al currículo el proyecto de educación sexual. Es de señalar
que, desde el punto de vista teórico,
no nos encasillamos en ninguna escuela y pensamos la propuesta en un
sentido ecléctico, en el mejor de sus
significados.
Este trabajo fue presentado a la opinión nacional mediante una separata
que se publicó el 3 de diciembre de
1993 en los principales diarios del
país. Hoy tenemos que reconocer, sin
ninguna modestia, que el eslogan
«LA EDUCACION SEXUAL ES PARA
LA VIDA Y EL AMOR», así como el
logotipo del proyecto, basado en la
equidad de género, fueron un verdadero acierto publicitario.
A comienzos de1994, entendíamos
perfectamente que nuestra fortaleza
residía en el ordenamiento legal pues
el 8 febrero de 1994 se sancionó la
Ley 115, cuyo artículo 14, ordena que
«En todos los establecimientos oficiales o privados que ofrezcan educación formal es obligatorio en los niveles de la educación preescolar, básica y media, cumplir con la educación
sexual, impartida en cada caso de
acuerdo con las necesidades psíquicas, físicas y afectivas de los educandos, según su edad.» Pero esta fortaleza no fue suficiente para enfrentar a
los enemigos del proyecto.
Rev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
Educación sexual
Por esa época un grupo de laicos
liderado por un sacerdote jesuita nos
declaró la guerra y se dio comienzo a
una tenaz, malintencionada y calumniosa campaña en contra de la educación sexual oficial. Meses más tarde apareció una edición especial de
«Tradición, Familia y Propiedad titulada: «Pedagogía corruptora en las escuelas». Su diatriba comenzaba así:
«El proyecto de educación sexual fuera
de pretender transformar el comportamiento sexual del niño, busca demoler las estructuras religiosas y sociales del país. Tampoco se disimula
el odio a la religión católica por su
oposición al aborto».
Casi al mismo tiempo se repartió profusamente en las iglesias católicas de
Bogotá un panfleto firmado por el
«Movimiento Solidaridad Iberoamericana» que, entre otras barbaridades, decía: «Cuando el plan (del Ministerio) habla de tolerancia se refiere
a que el niño acepte como normal el
homosexualismo, el sadomasoquismo, el lesbianismo, la pedofilia, la
zoofilia, e incluso se induce a los niños
a practicar tales aberraciones. Cuando el plan habla de creatividad, se
refiere a que los jóvenes busquen la
obtención de placer sexual por todos
los orificios posibles y de todas las
formas.»
En un principio no les dimos mayor
importancia a estas calumnias, pero
nos quedaba un mal sabor en cuanto
que la Jerarquía Católica guardaba
silencio al respecto y no había oficializado su posición frente al Proyecto
Nacional de Educación Sexual. Meses más tarde apareció un documento de la Conferencia Episcopal de
Colombia, títulado « La educación en
la sexualidad. Elementos para el estudio y la reflexión pastoral.» Las conclusiones del escrito de la Iglesia Católica, en general, fueron favorables
Rev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
al proyecto, en especial en lo relacionado con la participación de los padres de familia y la metodología expuesta, pero el Episcopado se mostró en total desacuerdo con la propuesta ética arguyendo que «La directiva sobre ética de la educación
sexual es prácticamente inaceptable
para la Iglesia. La mayor crítica que
hay que hacerle al Proyecto es la que
tiene que ver con su propuesta ética y
con la intencional e intencionada prescindencia de hacer referencia a la
relación entre valores espirituales y
religiosos en la educación sexual.»
Muchos se preguntarán por qué le
hemos dado tanta importancia en
este recuento a las relaciones del
Proyecto con la Iglesia Católica. Tenemos que reconocer, en primer lugar, su inmenso poder de convocatoria y dirección espiritual para una gran
mayoría de colombianos; y en segundo lugar, somos concientes de que
tradicionalmente la Iglesia ha sido la
rectora del magisterio en Colombia. A
pesar del espíritu de la nueva Constitución de 1991, es imposible desconocer tales realidades, y por lo tanto
debiamos de manejar con absoluta
claridad y respeto nuestras relaciones con la Iglesia, descalificando para
bien de todos su arrogancia magistral.
Con el cambio de administración, a
partir del siete de agosto del 94, nuestra fortaleza política desapareció. De
ser un proyecto autónomo que dependía del despacho ministerial, pasamos a hacer parte de un Viceministerio de la Juventud, de reciente
creación; se disminuyó sustancialmente nuestro presupuesto y se detuvo el desarrollo previsto.
A mediados del mes de mayo de
1995 el periódico «El Tiempo», de
Bogotá, solicitó el aval del Ministerio
de Educación para un material que
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Guerrero Pedro
con el nombre de «El libro de la sexualidad» estaba a punto de publicar en
forma de fascículos semanales. El
coordinador nacional se encargó personalmente de analizarlo y su opinión
fue muy favorable, puesto que el trabajo realizado por expertos de la Universidad Complutense de Madrid se
adecuaba en todos los aspectos a la
filosofia del Proyecto Nacional de Educación Sexual. De otra parte, éramos
concientes de que semanalmente llegaría a 300.000 lectores de un material serio y de gran utilidad para el
desarrollo de los proyectos regionales e institucionles de educación
sexual en todo el territorio nacional.
El concepto del coordinador, en relación con el «libro de la sexualidad»,
fue aceptado por la Viceministra de la
Juventud, y ese despacho le otorgó la
garantía correspondiente. El primer
fascículo se publicó el martes 15 de
agosto de 1995, en cuya carátula se
veía una pareja joven besándose en
la boca, y se leía un Titular bastante
sugestivo:«La Conquista del Placer».
Días después apareció una carta dirigida al defensor de los lectores del
diario «El Tiempo», mediante la cual
el senador conservador Carlos Corssi
Otálora protestaba contra la mencionada publicación y su aval ministerial.
Al poco tiempo, durante una reunión
celebrada en el Palacio de Nariño en
donde se trató el asunto, el senador
Corssi reconoció públicamente que
había gestionado personalmente ante
el Presidente de la República, el retiro
del coordinador nacional del Proyecto de Educación Sexual del Ministerio
de Educación, como de hecho ocurrió.
EL FUTURO
La propuesta Ministerial en relación
con la educación sexual, a pesar de
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sus dificultades, ha tenido un gran
poder de convocatoria, ha movilizado
al país alrededor del tema y ha generado una interesante controversia
entre los agentes de la educación. El
proyecto ha recibido los mejores comentarios internacionales, y se afirma como el primero en América Latina, después de la experiencia cubana. En la actualidad existen varios
postgrados en educación sexual, entre los cuales tenemos que destacar
el de la Universidad Distrital Francisco
José de Caldas -programa regional y el de la UIS (Universidad Industrial
de Santander), y trabajan en sus respectivos colegios cerca de tres mil
especialistas, los unos egresados de
los mencionados posgrados, y los
otros capacitados por el Ministerio de
Educacion. Sin embargo es de vital
importancia que esta cartera, retome
como una de sus prioridades el Proyecto de Educación Sexual practicamente abandonado durante la administración Samper.
Conviene anotar aquí que la Sociedad Colombiana de Sexología se fortalece cada día más como lo podemos observar en sus congresos, seminarios y publicaciones. Además es
muy satisfactorio para nosotros, como
médicos, la creación de un Comité de
Sexualidad Humana por parte de la
Asociación Colombiana de Psiquiatría, lo cual nos ha permitido participar
en este XXXVIII Congreso Nacional.
A pesar de las dificultades la educación sexual en Colombia ha generado su propia dinámica, y salvo extraños y torcidos designios políticos, nada
nos impedirá llevar a cabo nuestra
propuesta pedagógica «para la vida y
el amor», que ayudará a encontrar un
futuro más justo y amable para todos
los colombianos.
Rev. Col. Psiquiatría, Vol. XXVII, No. 4, 1998.
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