tema 3. Miguel Hdz.

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3. EL COMPROMISO SOCIAL Y
POLÍTICO DE MIGUEL HERNÁNDEZ.
La trayectoria ideológica de MH, al igual que la poética no
es lineal ni rectilínea, sino que está movida por el devenir vital y el aprendizaje empírico,
que cada hombre experimenta en su formación. A pesar de la influencia que el ambiente
oriolano va a tener en sus primeros años y de la influencia conservadora y religiosa de su
amigo Ramón Sijé, es comprobable una identificación con las gentes del campo y sus
penurias, así como con el trabajo como elemento de subsistencia. Su propia experiencia
familiar, juvenil y laboral le conducirá lentamente a una toma de conciencia y a una
posterior postura de compromiso con los desheredados que pronto hallará su correlato en
lo político.
Ya en sus comienzos poéticos observamos esa adhesión connatural con el necesitado
en el poema “¡En mi barraquica!” donde plasma la relación servil entre el señor (dueño de
las tierras) y el agricultor (arrendatario) que suplica no le desahucie de la casa y le solicita
una prórroga para poder pagar. Sin embargo, junto a esta muestra de preocupación
social, MH publicará, en su primera etapa (hacia 1933), una serie de poemas y una obra
teatral en la que se aprecia un claro componente ideológico al servicio de la idea católica
y a esa visión del mundo en que cada uno está donde Dios le ha situado y debe llevar su
vida y su trabajo con alegría para poder alcanzarlo-“el trabajo es la escala para alcanzar a
Dios”-. En su primera obra teatral, un auto sacramental titulado, Quién te ha visto y quién
te ve y sombra de lo que eras, condena los actos revolucionarios de los campesinos,
critica duramente las posiciones políticas de los comunistas y anarquistas y de los
sindicatos obreros. Las dos publicaciones en las que se mueve MH en ese momento son
las revistas Cruz y Raya y El Gallo Crisis, esta última dirigida por su amigo Ramón Sijé en
la que además publica MH poemas religiosos, que lo sitúan entre los poetas más
relevantes de la poesía religiosa del siglo XX, convirtiéndolo, según palabras de Neruda
en “el más grande poeta nuevo del catolicismo español”. Queda claro, pues, que la
influencia de su amigo y el medio en que se mueve influyen en el joven Miguel y marcan
una etapa de su producción en la que se incluyen “Profecía sobre el campesino”, “La
morada amarilla” y “el silbo de afirmación en la aldea” en la que rescata el tema clásico
de Antonio de Guevara de “alabanza de aldea y menosprecio de corte”. Sin embargo en
esos años cruciales de su vida (1933-1935) va a encontrar un afianzamiento en su trabajo
poético y va a conocer a numerosos artistas e intelectuales, al tiempo que abrirá sus ojos
a otra realidad. En 1934 realiza varios viajes a Madrid y comienza a moverse con soltura
en los ambientes culturales. No es extraño que MH no permaneciera al margen de los
sucesos que sacuden ese tiempo (revolución de Asturias), como tampoco de las
personalidades que se cruzan en su vida hasta el punto de que su pensamiento se va
distanciando de sus orígenes locales e ideológicos. En el panorama literario, comienza a
fraguarse un cambio sustancial. Hay un giro hacia la “poesía impura” y muchos de los
autores del 27 adoptan el surrealismo y el compromiso en su devenir poético, mientras
otros prefieren continuar con una línea más tradicional en su poesía.
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MH, que no es ajeno a estos cambios, experimenta en su
vida y en su obra un proceso que le irá alejando de esa
estética purista predominante en su primer libro. Esa actitud
poética y vital la acabará rematando a lo largo de 1934 y de
forma definitiva en 1935. En ese año, la concesión del Premio Nacional de Literatura al
libro de Vicente Aleixandre La destrucción o el amor supone un refrendo a la innovación
surrealista. Aleixandre es en ese momento un referente cercano y personal para MH, al
igual que lo será Pablo Neruda, así como su amistad con los pintores de la Escuela de
Vallecas (Alberto Sánchez, Benjamín Palencia y Maruja Mallo). Además en 1935 participa
en las Misiones Pedagógicas, lo que le permite viajar por España para divulgar la cultura
y, en ese mismo año comienza a trabajar en la enciclopedia de Los Toros para José
María de Cossío. En síntesis, es un período fecundo y a la vez muy formativo en la vida
de MH y, además, su cercanía y amistad con Pablo Neruda le marcará de una forma
palpable que le llevará a una especie de liberación con su pasado que podría resumirse
en su poema “Sonreídme”. En lo social, los viajes con las Misiones le abrirán los ojos a
una realidad que ha conocido desde niño, pero que no había despertado aún en su
interior. En sus escritos en prosa, hay dos textos de 1935 “Misiones Pedagógicas” y
“Verano e Invierno” en los que deja constancia de la situación cultural del campo y de la
dura y complicada vida del jornalero, que trabaja de sol a sol y pasa hambre en invierno,
porque no hay trabajo. Parece que la conjunción de todos estos elementos precipita a MH
a reflejar en su obra un compromiso con el pueblo, al que se siente unido. En una prosa
de 1937 “[LA POESÍA <COMO UN ARMA>]” explica con una claridad meridiana el valor
que para él tiene el compromiso de lo que hace y por qué lo hace:
“Me he metido con toda ella dentro de esa tremenda España popular, de la que no he salido
nunca. En la guerra, la escribo como un arma, y en la paz será arma también, aunque reposada.
Vivo para exaltar los valores puros del pueblo, y a su lado estoy tan dispuesto a vivir como a
morir.”
Este compromiso que MH adquiere con los acontecimientos políticos que sacuden al
país entre 1936 y 1939 le lleva a tomar partido por La República y provoca en él una
poesía vibrante y activa que llegó a convertirse en paradigma de su obra poética. Sus
poemarios Viento del pueblo y El hombre acecha, sin olvidar su libro póstumo,
Cancionero y romancero de ausencias, demuestran el grado de implicación de MH, así
como su interiorización en el discurrir de los acontecimientos. Si en el primero se muestra
ilusionado y esperanzado con lo que cree será un cambio para las gentes más
desfavorecidas, en el segundo nos ofrece un panorama desalentador sobre el paisaje y el
dolor que provoca la guerra ante la premonición de la derrota. En ellos podemos
encontrar poemas con claro afán propagandístico, cargados de retórica, junto a otros en
los que mezcla su voz y su vida con lo colectivo como “Vientos del pueblo me llevan” o “
La canción del esposo soldado”, o aquellos de claro valor social, que aluden a una
realidad que debe cambiarse como “El niño yuntero” y “Aceituneros”. Esa conjunción
entre lo individual y lo colectivo sintetizan y certifican la autenticidad del compromiso de
MH si lo comparamos con la poesía comprometida de otros autores del momento. Su
implicación no fue solamente estética y literaria, sino vital, sincera y personal y, por eso,
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esta parte de su producción hace realidad las palabras que le
había dedicado Juan Ramón Jiménez y que el propio MH
recoge en uno de sus poemas, “Recoged esta voz”
“Hombres, mundos, naciones,
atended, escuchad mi sangrante sonido,
recoged mis latidos de quebranto
en vuestros espaciosos corazones,
porque yo empuño el alma cuando canto”.
El compromiso de MH no es algo impostado, sino personal y lo demostró con su vida
y con su obra. Podría afirmarse que estas obras son reflejos personales de la historia
escritos en primera persona (ya sea del singular o del plural) y autentificados con el día a
día y con el propio correlato biográfico del poeta. La crítica ha destacado en ellas,
empezando por el propio Juan Ramón, su autenticidad, pues podemos rastrear cómo y
en qué momentos se fueron gestando estos “poemas de la guerra” y conviene
puntualizar, por encima de las etiquetas, sus tópicos y los prejuicios que encierran, que
son un claro ejemplo de lo que Miguel de Unamuno denominaba “intrahistoria”, pues lo
que nos ofrece MH en los poemas de estos libros es un documento de lo que se vive y se
siente desde el interior de la guerra, incluso cuando apremia la urgencia de la
propaganda. El Poeta, a pesar de la inminente derrota, se identifica con el pueblo, con el
pobre, con el explotado, con los que pasan hambre, con la libertad…
“Para la libertad, sangro, lucho, pervivo
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.”
Esa interiorización que realiza MH a partir del dolor y la desesperanza de El hombre
acecha llegará a la culminación de su intimismo en el Cancionero y romancero de
ausencias donde ya sólo le queda el alma para poder cantar.
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