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FUNDACIÓN
TOMÁS
MORO
CARTAS SOBRE “HUMANISMO Y POLÍTICA”
58ª Carta: El Humanismo social.
Querido amigo1:
A partir de esta carta entramos en una nueva fase de nuestras reflexiones. Hasta
ahora hemos abordado la persona y su dignidad, su libertad y la búsqueda de la verdad.
Pero como recordarás el humanismo junto a la persona tiene otro pilar: la comunidad.
Aunque la comunidad es un concepto amplio que puede abarcar a la sociedad, al
Estado, a las organizaciones sociales y a los ciudadanos, utilizaremos indistintamente
comunidad y sociedad. Por tanto, en adelante, nos colocamos en una perspectiva más
específica del humanismo: el humanismo social. Como verás muy pronto, ello no
significa que deje de ser cristiano, sino que aquilatamos el punto de mira para abordar
cuestiones sociales de nuestro tiempo, principalmente.
La historia del pensamiento es la historia de las relaciones entre la persona o el
ciudadano con su comunidad. A veces es la sociedad la que predomina o anula a la
persona (“polis” griega, comunismo, dictaduras); otras es a la persona a la que se
subordina el orden social (humanismo cristiano).
Resumir las cuestiones y las relaciones del humanismo social con la política, no es
sino resumir los rasgos esenciales de una adecuada política social. Hoy se podría
concretar aún más estas relaciones en dos polos: el ciudadano y el Estado. De ahí
surgirán los grandes problemas de las obligaciones del Estado (pensiones, prestaciones
sanitarias y educativas, cultura, vivienda, servicios básicos, infraestructuras, etc.) y de
los derechos de los ciudadanos, que las Constituciones políticas convierten en derechos
fundamentales. A estas cuestiones irán referidas, en adelante, estas cartas.
Pero para ello hay que partir, como siempre, de la confluencia de la condición del
hombre con su comunidad, esto es, de la igualdad, su pilar básico. Ya te hablé en la 10ª
carta de la igualdad. Pero es necesario volver a hacerlo ahora desde la perspectiva del
humanismo social. La creación de un clima de igualdad y la lucha contra las
desigualdades injustas o discriminaciones no justificadas, está fundamentado y
justificado tanto desde el punto de vista de la persona, como del de la comunidad.
Desde la perspectiva de la persona, ya te decía en aquella carta, el humanismo
sostiene la igualdad esencial de los hombres. Esto significa que lo esencial es ser
hombre, y si se da esta esencial identidad, todo lo demás habrá de ajustarse para que
las diferencias (raza, sexo, económicas, situación social, religión, etc.) permitan evitar
la deshumanización. Dicho de otro modo, si lo decisivo es ser hombre, la unidad del
linaje humano no puede aceptar las desigualdades injustas.
Desde la perspectiva de la comunidad, la igualdad así entendida viene exigida por la
justicia, por la paz social y por la integración de cada persona en el conjunto social,
haciendo posible la plena participación en los bienes culturales y materiales.
En resumen, deben ser preservados el estímulo y el esfuerzo de la persona, y deben
ser propiciados los climas de igualdad por las vías de la cultura, la fiscalidad y la
prestación de servicios públicos básicos.
Si la meta del bienestar es inexcusable, también lo es la difusión de la cultura. Con
frecuencia nos quedamos en lo primero. Pero el objetivo cultural no es menos
importante, y en él se incluyen la instrucción, la educación, la preparación profesional,
el acceso por mérito a los niveles más altos del saber, la adquisición de sensibilidad
para apreciar las bellas artes y las humanidades, el estímulo a la vocación por el
conocimiento y el saber, la imaginación creadora, la capacidad de análisis y de juicio
propios independiente de la presión mediática, la voluntad de compromiso con la
comunidad y la capacidad de distinguir el bien del mal.
Así, el humanismo social, como conjunto de valores e ideales, no pretende
solamente inspirar determinadas políticas, sino, además, propiciar el ambiente que
demandan las reformas necesarias para la consecución de aquellos objetivos. Y la más
importante de todas, el que las personas sean dueñas de sí mismas, conscientes de lo
que son, de lo que aportan y de lo que reciben de la comunidad.
El humanismo social es, por tanto, una respuesta más a la crisis moral de nuestro
tiempo, respuesta que representa una concepción de la vida y no solo de la política,
porque:
- afirma la integridad del ser humano y su capacidad de esperanza, oponiéndose a
quienes pretenden reducirlo a simple biología o a una interpretación química,
- pretende liberar al hombre de la anarquía y del caos intelectual y espiritual que le
ofrece nuestro mundo, oponiéndose a quienes incurren en el error antropológico de ver
en el hombre solo materia,
- limita a sus justos términos los excesos de los avances técnicos reconociendo su
importancia, pero oponiéndose a quienes viven esclavizados por la nuevas tecnologías,
- ayuda al hombre para que tome conciencia de su identidad y personalidad propias,
oponiéndose a quien lo considera un número dentro de un colectivo,
- desarrolla los sentimientos y resalta los deberes de la persona para con la
comunidad, a pesar de los sentimientos egoístas implícitos en su naturaleza,
- y se propone hacer más humana la vida política.
Recibe un cordial abrazo de
Fernando Díez Moreno
Vicepresidente
Puerto de los Leones, 1 - Of. 314-315 • 28220 Majadahonda - Madrid
Teléfono 91 533 83 10 • Móvil 671 694 777 • Fax 91 634 74 99
www.fundaciontomasmoro.es • [email protected]
En el Manual de la “Nueva gramática de la lengua española” publicado por la Real Academia Española,
(pag. 25, Madrid, 2010), se dice que en el lenguaje político, administrativo y periodístico se percibe una
tendencia a construir series coordinadas constituidas por sustantivos de personas que manifiestan los dos
géneros (amigos/amigas, diputados/diputadas, alumnos/alumnas), el circunloquio es innecesario puesto
que el empleo del género no marcado (masculino) es suficientemente explícito para abarcar a los
individuos de uno y otro sexo.
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