diario cáiíólico - Hemeroteca Digital

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AfLoIlI.=Núm.:852l..
Jueves 5 do Setiembre de i878.
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iah^fs 5 de Setiembre de 1878.
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D I A R I O CÁIÍÓLICO
PliKClOi» l)E rfüSíltüClüN: KDIO'ON aKANB»-. oi> Matirid. 12 ra. au mea.—Ku provlaclas, uu trlmístre 40 rs., remitidos á esta adjpumistracion eu libranzas del (íiro mutuo, ó 41 rs. de la Empresa del Sfillo, que se eapenden en todos los estaiicosdel reii^o;
ó 40 rs. en seUoe de Joumuicaciones con esciusion dü loa de guerra. Este último medio está espnesto á extravíos sin certifico.
En la Isla de Cu'ba y Puerto-Kico, un trimestre 70 rs , satisfaciéndolo en esta administración; y 80 rs. en oro 6 plata en casa de
nuestros corresponsales eu la Habana y Puerto-Rico. Eu Filipinas, un trimestre 80 rs. En el extranjero, un trimestre 18 francos, y SO por comisionado. Números sueltos eu la administración 1 real, ¿.nuncios A precios coave&clonales. [
PÜNTOa DK 8ÜS0K1CÍÜN: Administración eu .Madrid, calle del Turco, utuneFO 13 duplicado, baje derecha, y «a laa prinel
pales libreríaií dü la capital. En provincias, «n las priaetpalea librerías que son nuestros corresponsales. En la lila do Cuba, don
Pedro Rivera, calle de San Ignacio, número 50. Eu Puerto-Rico, I>. Celestino Diaí. En líaHlla, D. Gervasio Memlje, regente de
la imprenta de 8auto Tomás. En Bayoua, libraría de M. Lasserre.
Para anuncios extranjeros en Parí?, D. O. A. Saavedra, rué Taitbbut, 55.
ir'
PEREGRINA.CION ESP-'^ÑOLA. Á ROMA.
OBISPADO DB LA. HABANA.
En la Jievistd Gatólica de la Habana, órgano oficial de aquella diócesis, se insertan las alocuciones de la «Junta central de peregrinación,»
y se insta á les fieles para que concurran á la
romería, recordándoles la que tuvo lugar en el
año 1876, y á la que concurrieron varios de los
moradores de aquellos países.
La .Tunta local de peregrinación ^n Manlleu
ha quedado constituida en la siguiente forma:
reverendo D. Tomás Puigcarbó, D. Ramón Madirolas, presidente; D. Luis Rivola, D. Martin
Vilaseca y D. Pedro Font, vocales.
En varias diócesis se ba dispuesto la recaudación de donativos para Su Santidad, á fin de
que puedan asi ofrecer su óbolo aquellas personas que no pueden concurrir á la romería.
JUNTA ORGANIZADORA DB LA PRREGRINACION
AL VATICANO EN GRANADA.
La Junta central de la peregrinación á Roma,
ba dirigido á esta la comunicación siguiente:
«A la atenta comunicación de V. S. del 13
11 el actual, tengo el bonor de contestar que la
•Tunta ha quedado sumamente complacida de
ver el celo y entusiasmo con que en esa poblatMon 7 diócesis ha acogido la peregrinación al
Vaticaso.
..
Dios Nuestro Señor compensará con sus g r a cias los esfuerzos de todos.
No se ba podido aún resolver nada acerca de
expadicion alguna por tierra, por las dificultadea que oponen las empre.sag de ferro-carriles.
Lo más que esta Junta se propone y confia
alcanzar es reducción de precios en las vías férreaí3, y recibir en Roma á los peregrines que
vayan en los trenes ordinarios, para asi evitar
todo pretexto de hostilidad contra los mismos.
Si el número de peregrinos es, co;mo indudablemente será, muy considerable, saldrían dos
expediciones por mar, una probáblomente el 7
de Octubre, para regresar de Roma el 16, y otra
el 12, para regresar el 21.
Estas fechas no son definitivas por depender
de las condiciones de contrata.
A ser considerable el número de romeros en
las provincias andaluzas, lo ca»l deberíamos
saber lo.más antes posible, procuiraxíamos arreglar una expedición por mar desde Málaga.»
Lo que por acuerdo de esta Junta organizadont tengo éí honor de particiiMÍr & loa señores
' párrO<»!rdeíratiEÍ'capital y arzoftiápádo, á ñn de
I que se sirvatt^arie publieidad conveniente para
' los efectos oportunos.
Granada, 26 de Agosto de
l^li.—Mannel
R. JDemlque, secretario.
LOS DOS JAVIERES.
M. de Pontnxartin ba publicado en un periódico francés el siguiente artículo:
cicada más carioso que el patío de vidrios y la
gran sala de lectura del hotel del Liouvre y do la
Paz en Marsella, los dias en que llega el correo de
la China. Diríase que un pedazo del extremo Oriente ha sido trasportado á orillas del Mediterráneo.
En elpriméír tumulto de la llegrada, no tardé en
fijarme en un niño de doc9 á trece años que estaba
completamente solo en un rincón. Su figura, sus
ojoa, la forma de su cabeza, no me dejaban dada alguna sobre, su origen. Y evidentemente, era un
indo, ó mejor dicho, parecía el espectro de un indo; pues no 8é si seria posible vivir en tal estado de
estenuacton. Sus huesos pürecian próximos á escapar de sus mejillas lívidas. De su frente corrían
gruesas gotas de sudor; en suá miembros notábanse
las palpitaciones de la fiebre. Rendido de fatiga,
cayéndose de debilidad, muriéndoae de hambre, se
habia dejado caer sobre una de las síUas que habia
en el patio del hotel. Entre esta multitud cosmopolita y políglota, no le concedía a*dlenl un momento de atención. ^De dónde venia? Í A dónde iba? ¿Sabia dónde dormiría por lanoche? ¿Le darla un alma
I
FOLLETÍN
caritativa la limosna de un caldo ó de un pedazo de
pan? En medio do esta indiferencia universal ssntia yo aumeatárssme, da segundo en ssgando, la
simpatía instintiva que me atraía hacia él. Cambióse esta simpatía en amocion profunda, cuando
aproximándome más coica, y mirándole á la luz de
un mechero de gas, fui testigo de un detalle que ao
habia notado todavía Esta niño tenia en una de
sus manos de esqueleto una carta; en la otra un rosario.
Cediendo á uu movimiento irresiatiblo, dirigíme
á ese hijo adoptivo do la gran familia cristiana, y
le pregante su nombre. Esperaba un nombre indio.
—«Javier,» me respondió con voz apagada.
—¿Es vuestro nombre de bautismo?... ¿Quién os
ha dado este nombre? repliqué.
—¡Bl Padre! Y sus grandes ojos brillaron con inefable espreslon de reconocimiento y de ternura.
Así principiado nuestro diálogo, no podía detenerse en esto. Caía la noche; era necesario ir más de
prisa. «Querido niño, le dije; ¿queréis comer conmigo?» Hizo señal de aceptar, y dos gruesas lagrimas
asomaron á sus párpados, en tanto que sus labios
intentaban sonreír. Cuidé de que esta comida da
hambriento sa pareciera á comida da coavalecienta, y, auüqae pequeña en cantidad, fué bastauta
sustanciosa para devolver ámi jórcu convidado UA
poco de fuerza. Ddspues do habdrie hecho bobar un
líuen Taso de vino de Burdeos entre un guiso da
huevos y una ala de ave, le pregunté dulcemente:
—Tenéis una carta, ¿no es esto?
—Hela aquí; y me alargó la.carta, después de haberla besado. No podia traar m^jor pasaporte para
almas accesibles á la piedad, la carta estaba escrita por un Padro misionero á un cura de París.
«Mi venerable amigo, escribía el Padre; cuando
reciba Vd. esta carta, si por ventura llega á sus
manos, ts probable que haya muerto. No es esto lo
que me aflige ó espanta; tenemos nuestrc» campos
de batalla; es justo que tengamos nutscras recompensas. Nuestro Santo patrón nos pone á la orden
del día, y Dios, considerando que morimos en su
servicio, nos perdona nuestras faltas. Lo que me
consterna, es asistir á miserias de las que nadapaed^ dar á Vd. Idea, a los horrores d i un hambre que
estiende sus estragos sobre inmensos espacios, y
ao poder consolar en nada ó en casi nada males que
me agobian el corazón.
«Los indios y la China, sin duda bien pronto,non.
presa de este espantoso azote, qae cassó ya m ^
de 400,000 víctimas, y cuyos rigores se agravan de
día en día. FamUiaa enteras desaparseen^nviéaos
de una semana. Horribics epidemias acompañan al
Qemonio del hambre, y el fanatismo oriental conTiértese en cómplice mudo de estas escenas de desolación, de pestilencia y 4© muerte; reemplaza
con una resignación inerte y pasiva los elementos
de resistencia, que no faltan nunca en Europa.
»¡0h, amigo mió! Vd., á quien hevlstd llorar santas lágrimas, pensando que á pesar de todos sos esfuerzos no podia endulzar las penalidades de los pobres de su parroquia, ¿qué diría Yd. si se hallara
como yo en presencia de estos espectáculos conmovedores, si encontrara á cada paso figuras lívidas, descarnadas, esqueletos errantes, á quien solo
falta un soplo de vida que exhalar para ser cadáveres?
fPeroBO qniero insistir más en ^tos tristes detalles; vale más presentar á Vd. y recomendarle al
joven mensajero que llevará este carta, si el Señor
le protege y si no sucumbo en el camino, á consecaenciade sus largos dias de miseria y de Ixambre.
»Bs el ultimo vastago de ana numerosa familia
que tuve la felicidad de convertir á la luz del Bvaugallo. Me habían llamado otras miserias á otro punto de la costa de Coromandel. A mi vuelta no me
quedaba más que este niño, ¡y mis recursos estaban
agotadosl ¡y yo padecía un mal que bendigo, si á
pesar de mi indignidad me abre las puertas del
cielo! Entonces tuve una idea: este niño, al que he
bautizado, y al que he puesto mi nombre de Javier,
me habia llamado la atención, no solo por su Inteligencia precoz, sino también por sus sentimientos
natorales de piedad y ternura cristiana, que nos-
l.m I ri
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otros conocemos tau pronto. Dija para mí, qus si
permanecía ocho dias más respirando este airo ca
davérico, esta atmósfara apestada, acabaría por
morir, y que yo no tenia ya medio de hacerle vivir.
Mi joven catecúmeno, trabajado por largos difas do
inanición y do fiebre, ¿podrá resistirá las fatigas
del vis je? Lo ignoro, pero tengo confianza en Dios.
Desdo el principio de esta crisis terrible, le he oftecldoml vida: la aceptó; será el rescate de Javier...
porque yo olvidaba..... á Yd. puedo decírselo pidiendo sus oraciones
Yole lego este niño, ¡no
me quedan más qus quince dias de vida!
sSi llega á Marsella, se salva; conozco mucho á
esta ciudad encantadora; abandaaen ella lasal«
mas bailas y las but^nas obra*. Indico á Javier dos
ó tres puertas en don,d6 se liama con seguridad;
será recibido coa los brazos abíettes, hospedado,
consolado, restablecido, y sus nuevos bienhechoieá
le ptgaráu el trayecto de Marsella á París: Una vez
en casa de Vd , estoy tranquilo.
»Y ahora, mi querido y fielamigo, ¡adiós! No nos
veremos más en este mundo. íara los hijos del siglo, la idea de morir en Bállary, en el extremo
Oriente, en tanto qae Vd. ^ á en París, seria
cruel. Pero para nosotros, ¿quáimporta? Las diver
sas partea del mundo no son nías que capillas do
una misma Iglesia, reuaidas bajo la mano divina.
¡Adiós! ¡adiós!
tud, de elegancia y da belleza. Su breve talle se de Nuestro Señor Jesucristo: «Ignore tu man» izencorvaba b jo un fardo invisible; su cabsza, fiaa, quierda lo que hizo la derecha, y de esta suerte
delicada, aristocrática, estaba incesanteoiente cu- ejecút>;se en secreto tu buena acción »
bierta da tristeza y de duelo. Un momento después,
Y nosotros, al publicar el secreto de la mano deal verla orar, acabé de comprender: era una madre. recha y el negarnos k dejar la luz daba jo del celeViuda de un rico banquero de París, iba á Cannes mín, hemos obadecldo á este otro precepto: «BrlUe
á reunirse con su hija úaica, amenazada de ana vuestra luz á los ojos de lc« hombre», y áfia/iequa
enfermedad del pecho, y se habia detenido en Mar- viendo vuestras buena^obras, glorifiquen á vuestro
sella para hacer una peregrinación á Nuestra Sa- Padre que está en los cielos.»
ñora de la Oruardia.
Cuando salimos, la Santa Patrona de los afligidos
APÉNDICE Y PIEZA.S JüSTIFlCA.'nVA.a.
y de los pobres me envió una inspiración, de la cual
M. BnriqíiS Lasserre. -Parít.
no podia díiscoaflar. Tuve la idsa da asociar á mi
buena obra á esta mujer dasconocida, y de intereI.
sarla por mi pequeño indo. Me paré con él cérea
BKAUN*, 1." de Diciembre de 1877.-Señor mía:— ¡
de la pila del agua bindita, y cuando pasó le ofre- La señora Guerrier y yo uos hamos enterado del
ció mi dedo una gota de agua bendita, en tanto manuscilto que Vd. nos ha mostrado, y en el cual
que me inclinaba con una viva expresión de sim- cuenta de qué modo aquella fué curada el 16 de
patía y de respeto.
Setiembre de este año en el santuario de Lourdeji.
Adivinó quíj deseaba hablarla, y eu el suelo de la
El relato de Vd. «s en todas sus partes cotíipletacripta moderó su paso. Ma adelanté á ella, acom- mente exacto, y ambos nos complacemos ea' atespañado da Javier, qm so habia cogido á mi gabán. tiguarlo: todos los hechos queVd. refiere son T»rAl llegar á lo último de la escalera exterior me da
dadero?; verdaderos en los detalles, verdaderos en
tuve; después, avanzando hacia !a extranjera y su conjunto.
mostrándole á mi joven compañero, le conté su
Somos de Vd. con el ojayor respeto «f^tóilhistoria con toda la brevedad posible, nosla psdir- mos S3. S3. Q. B S. M.—EÍI. Guerrier.—Jtwtina
la perdón de todo lo que raí hecho tenia de extra
B i ver da Guerrier.
¡Í
ño. tPerdone Vd., señora, le dije. Eu la plaza do
, IL
'..r
San Sulpicio no me atrevería á saladar á Vd ; paro
» EL PADRB JAVIER M
Los hechos referidos bállanse atestiguados: .
aquí, al salir de está santuario... Por otea parte,
íBeílary, 3 r'.e Octubre de 1877.»
1.* Por el estado de enfermedad de la señora
mi pobi'e indo viene de tan lejos, y ha sufrido
Dejó caer sobre la mesa esta carta, que es ya una tanto, que ma trasporta á mil leguas da nuestras Guerrier y todo lo que se verificó en Saint-Gobain;
reliquia; d.spues. calculando los dias y las distan- Cüuveniencias mundanas. Antes de comenzar hu- —por los Sres. Biver, padre, doctor en medicina;—
Héctor Biver, director general de las fábricas de
cias, dije al joven indo:
biera debido ofrecsros una tarjeta.»
espejos da Saint Gobain;—Alfredo Biver, director
Se
la
presante,
echó
los
ojos
sobre
ella,
y
dirl
—A la hora en que habíamos de él deba estar
giéndosa á Javier con inexplicable acento de de una de las mismas;—Luis Bcmel, profesor del
muerto.
Instituto de Versalles;—el reverendo Poíndroú,
—Ha muerto, estoy seguro; le he visto en sueños, bondad:
cure,
párroco de Saint Gobain;—Dauré. boticario fie
—Mi
querido
niño,
le
dijo.
Venís
recomendado
me respondió sin vacilar, y víea sus bellos ojos
por un santo á otro santo, nuestro querido cura de la misma población;—Vlennot, antiguo empleado
reanimados el brillo de una llama sobrenatural.
Esta vez mi emoción llegó á los últimos límites, S. Le debo, hace tiempo, cierta suma... No sabia del ministerio de la Guerra, los cuales al njismo
cómo pagársela... Os la confiaré; de ella gastareis, tiempo dan fé de que la señora Guerrier volvió de
y sólo pude murmurar: ¡un Santo! ¡un mártir!
—Sí, ¡un mártir! ¡un Santo! replicó Javier, con lo necesario para vuestro viaje, y lo restante lo Lourdes curada por completo.
2.' Por el hecho de la curación repentina acaeuna voz ahogada por las lágrimas; éú esta carta no pondréis en manos del cura, que dispondrá de ello
cido
el 16 de Setiembre en el Santuario de Lourcomo
le
plazca...
dice cómo y porqué inviere; por Socorrernos mejor,
des,
capilla
de Santa Germana Couain, en laültlAl
mismo
tiempo
sacó
de
su
elegantísimo
saco
de
no comia más que ncBotros..... Bu debilidad era
tima
Misa
de
la novena del reveceudo Martigüon, y
grandísima; apenas podia arrastmrse. De repente cuero da Rusia un bonito billete de Banco. Javierpor los diversos pormenores da lo que pasó en Lourestaba
atontado,
ni
áan
sabia
dar
gracias;
iba
á
sabe que una epidemia estalla m la costa..... Va
des;—por el Padre Thuot, misionero del Espirita
aUi; cura los enfermos, salva á liguuos; cada vez hallarse demasiado rico. Pero antes de dejar caer el Santo, residenta en la actualidad eu la -casa jle
S3 sujeta á mayores privaciones; consame siu últi- billete en sus manos temblorosas, añadió ella:
—Tan solo pongo d(» condiolOBea: la primera es, Bárdeos, calle de Parmsntade, 65, el cual ayadi^a
mas fuerzas; respira un aire apestado, y seis sema
que
vos, hijo alio, cayas oxadoiieft de1»eQ ser muy. á Visa al reverendo Mwtí¿ai9}x;~-pQt ai, |*«4fa
ñas después, cuando vuelveí, el ísibra Santo venia
Lavigne, recaudador y depcAtario de eoi^trí^íl^desüonoiSTdd...... La muerte habí» tomado posesión buenas, pidan á vuestro padrino, á vuestro patrono nes indirectas en Lourdes;—por la señora JOétr'ójji^t;
de su victima. No obstante, en este estado, casi eu por mi amadísima Antofiita, mi hija, mi tesoro, mi —por el reverendo Edwars, del priorato de San
única alegría en este mundo.
la agonía, tuvo valor de ocuparse en mí, dé escri
Aquí la faltó la voz, y tuvo que contenerse para Agastin en Newton, Deroushire (Inglaterra), y los
bir esta carta, de pedir para mí,tíeproveerme de lo
no romper en sollozos. Después, volviéndose hacia barones de Verussac, callo de Anjou, 3, en Vernecesario
Mis padres, mis hermanos, mis herma
salles, que en aquel momento se hallaban en
ñas habían muerto
Creía tener c[ue seguirles. Bi mí, dijo:—¿Y Vd , caballero, no adivina la segunda Lourdes.
hambre y la fiebre me devoraban
Yd. sabe lo condición?—No, señora.
3.° Respecto al «stado da enícirmedad de I»'fe—Es que cuenta Vd. á los lectores de la GutUt
demás.... Y se echó á llorar.
ñora Guerrier, antes de su resideada en Saint ¡Gode
France
la
historia
de
los
dos
Jaivieres.
Y
apresu—Javier, le dije apoderándome de sus manos que
rando el paso, desapareció pronto bajo los plátanos bain y á todo lo acaecido en Baaane;—por los misquemaban; es necesario que la obra de vuestro
mos miembros da su familia qae la hablan \l8to
del camino.»
bienhechor no permanezca Incompleta. Su recuer
igualmente en su casa, y además—por los señores
do debe fortificaros y no abatiros. Tengo el honor
reverendo Leboeaf, Arcipreste, Párroco áé Ndwtra
de conocer al admirable sacerdote á quien os diriSeñora de Beaune; reverendo Bonhey, Vicario;
ge; añadiré algunas líaóas á su carta... Entretanto, EL MILAGRO DE 16 DE SETIEMBRE DE 18T7, Monmouh, fiscal de la república; Noirot, jaez hopuesto que la Providencia me ha puesto en vuestro
norario; A. Larcher, juez de instrucción; L. Lapor Knriqae Lasserre.
camino, me encargo de vos... Hizo uh gedto para
garde, recaudador dal empadronamiento, cesante,
darme gracias: yo proseguí:
juez de paz suplente; Enrique Morelot, prcipi6t«rio,
[ConlinuacionJ
—No ma "Seis gracias. Ea cambio de mi buena
etcétera, los cuales dan fé á la v«í do su Completa
¡Ay! En tanto busca en aquellas regiones reposo salud actual.
voluntad, há aquí lo que os pido. Mañana id á oir
Misa á Nuestra Señora de la Guardia, y orad por para su cuerpo, hé aquí que voluntariamente y á
III.
Francia. Vuestras oraciones serán mejores que laf la vez á pesar nuestro, nuestra mwio amiga causa
Por
panoso
qae
fuera
al
reverendo Martigaoa renuestras... Me dijo que sí con tierna efusión, y co - hoy á su alma el más sensible y .ardiste dolor, al
ferir un suceso en el cual habla llevado á cabo ¡un
publicar,
contra
su
prohibición
forjoial,
esto
recienDIO se caía de cáñsanelc) y de sq^ftO» añadí; jílíjo
acto de sacrificio, cuyo secreto habiera deseado
querido, ni Una palabra más! ¡Id ¿acostaros inme- te episodio da su vida, tal como en sus más íntimos guardar siempre, creyó formalmente, solicitado por
permenores
nos
lo
ha
permitido
conocer
la
Divina
diatamente!
la Sra. Guerrier, qae era deber suyo riguroso dlri Al día siguiente, hacia algunos instantes que Providencia.
gir al Padre Sempé, superior de los misionero» de
Perdónenos
su
humildad.
Y
d
^
e
el
Instante
en
habíamos entrado en la cripta de Nuestra Señoque no puedo negar la rigurosa exactitud de esta Naestra Señora de Lourdes, una sumaria relación
ra, cuando oí cerca de mí el roce sedoso de uu ves
de lo acontecido, aunque esforzándose visil>lemé>Bte
tido. Me volví y reconocí á ana señora que había relación (no solo en su conjunto, sino en la más pe- en dejar en la sombra todo lo que faere posible, 'to
queña
jota
de
que
habla
el
Evangelio),
permita
que
llegado la víspera al hotel del Louvre y de la Paz
do lo que pudiera, mortificando sa hamildad, reLa suponía parisiense, y no me engañaba. Aun jó • brille á los ojos de los hombris la verdad, superior dundar eu propia alabanza.
ven todavía, era fácil adivinar que un profundo á toda consideración y persona.
(Se continMrá.)
Al pedirnos el silencio, obedeció á estas palabras
dolor destruía en ella todo sentimiento de juven-
covita, victoriosa en Kars y en Plewaa, en Erzerum y en Sbipka, están el cisma y el testamento de Peiroel Grande; están las cadenas
de la mártir Polonia, que hieren con sonido lúSERMÓN
gubre los oídos de los católicos da Bulgaria y
Armenia; están las pisadas subferráueas, volDK LA.
cán'cas, iafernales de la revolución social, que
atisba el momento de coger á la cesárea ambiBULA DE LA SANTA CRUZADA
ción ó engarzada ó dormida entre sus laureles;
y le falta para ser verdadera Cruzada (ya lo habéis presentido en vuestros corazones), le falta
(Contlnuacios.)
la bendiciou del Vicario de Jesucristo; sin la
que su victoria será material, no moral; un
¿Como, pues, explicar, cómo presenciar sin
mal, no un bien; una ve.tdadera derrota para
indignación la glacial indiferencia y el irrevela Cristiandad; porque hay una cosa peor que
rente menosprecio con que algunos que presuel mal manifiesto y para todos abominablp: el
men de sabios y no son msis que zafios, se atreRuge en estos momentos el cañón desde el lobo que Laca estragos en el rebaño vistiéndose
ven á mirar la Bula de la Santa Cruzada? PorDanubio hasta las fuentes del Tigris y del Eu- de piel de oveja, ó el triunfo de Satanás, padre
que, ó son católicos, ó no. ¿Son católicos? Pues
frates; crujen, se estremecen sobre su eje á de la mentira, trasflgurándoje en ángel de luz.
si lo son, deben reconocer 8,1 Sumo Pontífice por
punto de desquiciarse, todas las nacionalidades
Padre, Pastor y Rey de sus almas; deben saber
europeas; el Támesis y el rio del Amor, el Ganque el Sacramento del Bautismo imprime caII.
ges y los Dardanelos míranse como despavorili rácter, indeleble de suyo; el de soldado, de esa
dos ante el jigante del Polo, que recelan los
divino ejército que se llama Iglesia católica; ¿y
Ahora bien. ¿En qué títulos se apoyan las sanquiere aherrojar; y torrentes y ríos de sangre,
en qué pecho de hombre bien nacido,en qué contas
y verdaderas Cruzadas?
derramada so color de protejer á los cristianos
ciencia de subdito leal y de bijo bueno cabe bur¡Oh!
¡Cuan ajenos demundana ambición, cuan
de Oriente, muestran sobrado á lo vivo cuan
larse de la intimación de su j'efe, ó mostrar la
sublimes
y constantes en su propósito, y cuan
poderoso es solo el nombre de la Cruzada. Pero
espalda del desden á su propio padre?—¿No son
dignos
de
eterna loa desde el ínclito Sa.n Gre¡ay dolor! que todo el mundo ve, y por esto todo
católicos? ¡Desgraciados de ellos! Porque, por
gorio
VII
hasta
el inmortal Pío IX se nos apael mundo tiembla, que detrás de la cruz n o s poco que se abra paso la luz de la calma y de la
recen ios romanos Poiítíficea, manteniendo siem, reflexión entre el tumulto de las pasiones y afecpre pura, siempre viva, siempre alerta en toda
tos terrenales donde naufragan sus almas, deala cristiandad la idea de la Cruzada, y escogien(1) Jeremía», VI, 14.
cubrirán todo lo horrendo de su estado. Mas
concedamos que preocupacion.'ís bastarda?, n a cidas al calor, ó de una mala Mucacioa, ó de
lecturas perversas, ó de sórdida .avaricia, ó de
pérfidas sugestiones, les den á esos apóstatas
desertores de la bandera católica aquella falsa
paz de que habla el Profeta (1) ^pax¡ paos; et non
eratpax:» pensaban que tenían paz con Dios y
no la tenían. ¿Quiénes son ellos para insultar ai¿<í
á nuestras convicciones? á la conciencia humana? á trescientos millones de inteligencias? á
todo lo más virtuoso y sáljío que existe en el
orbe? ¿Han examinado las razones en que nos
fundamos? ¿Saben siquiera lo que se dicen?
¿Hablan en serio? Si los apremiáis, os confesarán que no.
I • |-
do para perpetuarla, de año en año hasta hoy,
á la nación por excelencia católica!
Nada tan justo como los títulos en que se ba
fundado y se funda esta suprema excitación á la
piedad del pueblo fiel. Es, en efecto, derecho
incontestable de toda sociedad legítimamente
constituida, y es también deber suvo el valerse
de medios lícitos y proporcionados á su conservación y defensa. Los sectarios de Eaboma, sin
otro d-írecho ni título que l03 filos de la cimatarra, invadieron los dominios de la cristiaudad; y
la cristiandad siempre ha protestado contra tamaña usurpación, que en manera alguna puede
prescribir, estando en pié la protesta continua
del agraviado. ¿Quién habrá tan ciego y temerario y de tau mezquino y emponzoñado corazón
que no apruebe y admire el santo grito de i u dependencia y libertad lanzado en las calles de
Madrid el 2 de Mayo de 1808 contra el coloso
del siglo
«ante quien muda se postró la ti:rra»
menos la católica España? Ni será, por cierto,
el mismo contrariado, y alfinderribado coloso.
El cual allá en la peña de Santa Elena, en triste
soledad, apagado el ruido dé los ejércitos y el
hervir de las pasiones, con un pié en el sepulcro,
delante de la iumensidad del Océano, se ve
forzado á rendir tributo de admiración á nuestro pueblo y á escribir que vive aún aquí la r a za de los héroes, y que toda ella, alzándose uná\ nime por los santos fueros de la Religión y de
la justicia y obedeciendo á laa leyas del bi«8 entendido honor, se cubrió de gloria imperecedera. Tomad en m-ino los anales de la historia: y
veréis cómo la justicia y santidad de la causa, y
no el azar ni el capricho de la fortun», ^ quien
da la victoria al «hijo del rayo de la guerra» á
D. Juau de Austria; quien á su padre rinde en
Túnez inmarceáibles laureles; á Cianeros en
Oran y á los Reycs Oaíólicos en Granada.
¡Almas de sabios y santos reyes que veneramos en los altares; tú, Fernando III de Castilla,
tú, Luis IX de Francia, nietos ambos por vuestras virtuosas madres da Alfonso VIH el Sueno
y el Noble, el héroe de las Nava* de Tolosa, uno
y otro personificáis y lleváis hasta la cumbre de
su espíenlo? divine aquel mugnáaimo genio de
las Crúzalas que eu España tuvo BU origen, su
difasion en todos los c ntinentes y en todos los
mares, y su eancion y su perpetuidad en la Cátedra de San Pedro! Noiuoharon, señores, San
Fernando y San Luis tan solo para devolver &
la ',cTÍóliaudad ios dominios inicuamente usurpados é injustamente retenidos por el fanatismo
musulmán; sino que además llevaban entre los
pliegues de su estandarte el lema de amparo &
los oprimidos, libertad al esclavo, honor á la
mujer, y en suma, todos los bienes de la civili-i
zacion, hostigados sin cesar, conculcados y e n vilecidos por la feroz y sanguinaria barbarie.
(Se
miinmH)
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