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PROGRAMA No. 0366
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
Cap. 10:1-29
Continuando nuestro recorrido por el libro de los Hechos de los Apóstoles, llegamos hoy al
capítulo 10. Y en este capítulo encontramos la conversión de Cornelio, el centurión romano. Y
decíamos en nuestro programa anterior, cuando apenas comenzamos este capítulo, que el
capítulo 10 continúa el relato iniciado en el capítulo 9 acerca del ministerio de Simón Pedro.
Más tarde la historia continuará con el ministerio del Apóstol Pablo. Ahora aunque Pablo es
llamado el Apóstol a los Gentiles, no debemos olvidar que fue Pedro quien abrió la puerta para
los gentiles. Leamos nuevamente hoy el primer versículo de este capítulo 10 de los Hechos.
Hechos 10:1 “. . . centurión de la compañía llamada la Italiana.”
Recuerde usted que Pablo había estado en Cesarea, como lo vimos allá en el capítulo 9,
versículo 30, y que probablemente algunos de los otros apóstoles habían estado predicando el
Evangelio por la costa. La ciudad de Tel Aviv en realidad es parte de la vieja ciudad de Jope. Al
viajar uno por la costa desde Jope, el próximo lugar de relativo tamaño, sería la ciudad de
Cesarea. Esta en verdad era una ciudad romana. Era el lugar donde vivía Pilato. Esta ciudad era
la residencia oficial del gobernador y de los que gobernaban esa tierra. Por tanto, esta es la
ciudad donde estaba apostado Cornelio. Él era centurión de una compañía de soldados llamada
la Italiana. Continuando ahora con el versículo 2, leemos:
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Hechos 10:2 “. . . y oraba a Dios siempre.”
Aquí vemos que Cornelio era piadoso. Eso quiere decir que su adoración estaba bien
encaminada. Recuerde usted que aun a un pagano le es posible tener devoción y una convicción
profunda en cuanto a sus dioses. A veces quisiéramos que los cristianos hoy en día tuvieran más
devoción y convicción. Pues bien, Cornelio era piadoso y temeroso de Dios. No era un prosélito
judío en el sentido estricto del término, pero se inclinaba hacia el judaísmo. Hoy en día diríamos
que él era lo que llamaríamos un “simpatizante,” o sea una persona que vivía en el vecindario;
asistía a la iglesia en ocasiones especiales, se portaba amistosamente con los de la iglesia, pero
no era en realidad un creyente y seguidor de Jesucristo. Y así pudo haber sido Cornelio. Este
versículo 2 nos dice también que él era temeroso de Dios.
Ahora él “. . . hacía muchas limosnas al pueblo . . .” Esto quiere decir que él daba muchos
regalos de caridad al pueblo judío; o sea, a los pobres del pueblo. La nación de Israel siempre ha
dado mucha importancia al dar.
Dios les había enseñado esto en el Antiguo Testamento.
Nosotros hablamos a veces del diezmo, pero es obvio, al estudiar el sistema mosaico, que ellos
en realidad daban tres décimos. Daban para el funcionamiento del gobierno, que en el principio
era una teocracia. Luego pagaban el impuesto del templo. Y en tercer lugar daban un diezmo de
todo lo que producían. De modo que Israel ha sido un pueblo bastante generoso en cuanto al dar.
Es interesante que aun hoy en día hay muchas grandes obras de beneficencia que han sido
fundadas por los judíos. Por cierto que no hay ningún grupo de gente en nuestro día que dé tan
generosamente como lo hace la comunidad judía para apoyar a la nación de Israel. Son un
pueblo muy generoso.
Volviendo ahora al capítulo 10 de los Hechos, vemos que Cornelio “. . . oraba a Dios
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siempre.” Este centurión llevaba sus necesidades al Señor. Él necesitaba más luz; y la quería
tener. Probablemente no sabía mucho en verdad acerca de la oración, pero oraba a Dios siempre.
Y eso es lo importante. Ahora el versículo 3 de este capítulo 10 de Hechos nos dice:
Hechos 10:3 “. . . entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio”.
Este centurión era un oficial en el ejército romano, un soldado profesional. Tenía una
influencia grande sobre su propia familia, e influía sobre todos en su derredor. Al parecer, era un
buen hombre. Hoy en día, muchos le considerarían un cristiano de los más buenos, un hombre
sobresaliente. Pero en realidad no era cristiano. No había escuchado el Evangelio. Nunca había
aceptado a Jesucristo como su Salvador.
Aquí, pues, tiene Ud. un ejemplo de un hombre que vivía según la luz que tenía. Juan 1:9
dice así, acerca de Jesús: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este
mundo.” Este centurión romano no había conocido a Jesucristo ni había entrado en Su presencia.
Pero vivía según la luz que tenía. Es a esto a lo cual se refiere Pablo en Romanos 1:19 y 20
cuando dice: “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.
Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la
creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen
excusa.” Aquí tenemos la respuesta de Dios a aquella pregunta que se hace con tanta frecuencia:
¿Qué del pobre pagano; aquel buen pagano que quiere conocer a Dios, pero quien nunca ha
tenido una oportunidad? ¿Está perdido? La contestación es que Dios se encargará que la luz
llegue a tal persona. Dios hará que oiga el mensaje del Evangelio.
Parece que había obstáculos insuperables para que Dios hiciera llegar el Evangelio a
Cornelio.
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La iglesia en aquel entonces era integrada enteramente por Israelitas.
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aparentemente, durante los primeros ocho años, fue exclusivamente judía. Aun más tarde, Pablo
siempre iba primero a los judíos. Estos judíos cristianos acostumbraban ir al templo y todavía
cumplían muchas costumbres judías. Podían seguir haciendo esto aun estando bajo la gracia.
Estaban confiando en Cristo. Más tarde el Evangelio penetró en Samaria. Los judíos en
Jerusalén se quedaron sorprendidos, pero reconocieron la mano de Dios en esto. Ahora, ¿cómo
abrirá Dios la puerta del Evangelio a los gentiles?
Ya dijimos que Pablo llegaría a ser el gran misionero a los gentiles. Pero la iglesia de aquel
entonces no tenía ningún plan de ir a los gentiles. El hecho es que Dios puso a Pablo en el
desierto en Arabia donde lo preparó. Pero es Simón Pedro, quien abriría la puerta a los gentiles.
Dios usó al fanático con más prejuicios; a la persona más intolerante; al extremista más grande
de aquel entonces, para llevar a cabo este plan. Entonces se pone en marcha un sistema detallado
y complicado para hacer que los gentiles escuchen el Evangelio, el cual es llevado a cabo bajo la
supervisión del Espíritu Santo. Amigo oyente, toda verdadera obra cristiana es dirigida por el
Espíritu Santo. Cualquier otra obra no vale nada. El Espíritu Santo tuvo que obrar en el corazón
del gentil. El Espíritu Santo tuvo que obrar en el corazón del judío. El Espíritu Santo supervisó
la promulgación del Evangelio al mundo gentil. Continuemos ahora leyendo el versículo 4 de
este capítulo 10 de los Hechos.
Hechos 10:4 “. . . tus limosnas han subido para memoria delante de Dios.”
Recuerde, amigo oyente, que un ángel de Dios había aparecido a Cornelio en una visión.
Ahora note usted que hay ciertas cosas que en verdad tienen valor delante de Dios. Esta cosas,
de por sí, no indican que uno merezca la salvación de ninguna manera, pero son cosas que Dios
nota. Las oraciones de Cornelio y sus limosnas habían subido para memoria delante de Dios.
Debido a que este hombre hizo estas cosas, Dios le trajo el Evangelio. Creemos que hoy en día,
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en dondequiera que haya un hombre que busque a Dios así como lo buscó Cornelio, ese hombre
podrá escuchar el Evangelio de la gracia de Dios. Dios hará que lo escuche.
El ángel continúa hablando aquí en los versículos 5 y 6, y dice:
Hechos 10:5-6 “ . . . él te dirá lo que es necesario que hagas.”
El ángel le dice dónde encontrar a Pedro. No necesita de otra dirección. El olor de las pieles
en la tina de curtir le llevarían al lugar donde debía ir. No tendría ningún problema en encontrar
la casa del curtidor. Los versículos 7 y 8, nos dicen:
Hechos 10:7-8 “. . . después de haberles contado todo.”
Estos hombres no tuvieron ninguna dificultad en encontrar el lugar. Dios tiene ahora que
preparar a Simón Pedro. Continuemos leyendo el versículo 9 de este capítulo 10 de los Hechos.
Hechos 10:9 “. . . cerca de la hora sexta.”
Es absolutamente necesario que Dios prepare a Simón Pedro porque él no tenía los
antecedentes ni la educación que tenía Pablo. Aún así, Dios puede usarlo de una manera
diferente. Creemos que es un tremendo error creer que todos tenemos que ser echados en el
mismo molde para que Dios nos use. Dios puede usarnos cualesquiera que sean nuestros
antecedentes y nuestra educación, porque es El quien nos prepara para el ministerio que nos
encomiende. Así, pues, Dios va a preparar a Simón Pedro, así como ya ha preparado a Cornelio.
Leamos los versículos 10 al 14:
Hechos 10:10-14 “. . . porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.”
Mientras Pedro se pregunta en cuanto a lo que esto significa, una voz le habla. Ahora ¿no le
parece interesante que aunque Pedro le llama “Señor”, no obedece lo que el Señor le manda que
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haga? Ahora preste mucha atención a esto. Tenemos aquí a un hombre que está a este lado del
día de Pentecostés. Vive en una edad cuando ya no importa si se come carne, o si no se come.
Pero Pedro todavía no comía ninguna de esas cosas. Pedro todavía se sujetaba al sistema
mosaico y no comía nada que fuera inmundo. Era sincero en cuanto a esto. Alguien dirá que él
debía ser tolerante y comer de todo. Bueno, es que el Señor le está enseñando que ya no está
bajo el sistema mosaico. Tiene ahora la libertad para comer de todo. Permítanos decirle, amigo
oyente, que bajo la gracia uno puede comer lo que quiera comer, e igualmente, uno no tiene que
comer lo que no quiera comer. El gran problema es que algunos deciden que no quieren comer
carne, y entonces tratan de poner a todos los demás bajo el mismo sistema. Amigo oyente, bajo
la gracia usted puede comer carne, o no comer carne. Eso es asunto suyo. El comer ciertos
alimentos puede causarle una indigestión, pero ciertamente no va a cambiar su relación con el
Señor. Continuemos leyendo el versículo 15 de este capítulo 10 de los Hechos:
Hechos 10:15 “. . . no lo llames tú común.”
Dios le está diciendo a Pedro que él puede comer de todo lo que está en el lienzo. Ya no es
cuestión de si son alimentos limpios o inmundos. “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.”
Puede comer de todo porque es Dios mismo quien le ha dicho que puede. Ahora, el versículo 16
dice:
Hechos 10:16 “. . . lienzo volvió a ser recogido en el cielo.”
Esto realmente dejó perplejo a Simón Pedro en cuanto a su significado. Y los versículos 17
al 22, continúan:
Hechos 10:17-22 “. . . de hacerte venir a su casa para oír tus palabras.”
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Simón Pedro tiene que ir ahora a Cesarea. Esta pequeña delegación de Cornelio le da una
explicación y le invita para que vaya con ellos a la casa de Cornelio. Continuemos leyendo los
versículos 23 al 25 de este capítulo 10 de los Hechos
Hechos 10:23-25 “. . . salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró.”
Podemos ver que Cornelio tenía mucha influencia con sus amigos. Había reunido a muchos
de sus parientes y amigos para esta ocasión. Pero al mismo tiempo podemos ver también que
Cornelio todavía es un hombre pagano. Cuando mandó a buscar a Simón Pedro, llegó a la
conclusión de que este hombre en verdad tenía que ser algún gran hombre, o quizá hasta un dios.
Por tanto, se postró y adoró a Pedro. Ahora, fíjese usted lo que Pedro le dice. Esto es muy
interesante. Amigo oyente, Simón Pedro nunca le habría permitido a nadie postrarse para besar
el dedo pulgar de su pie. Simplemente no lo permitiría. Escuche usted lo que le dijo a Cornelio
aquí en el versículo siguiente, el versículo 26:
Hechos 10:26 “…levántate, pues yo mismo también soy hombre.”
Pedro le dice, simple y directamente: “Párate. Yo también soy hombre.” Y francamente, nos
gusta su manera de hacer eso. Continuemos con los versículos 27 y 28:
Hechos 10:27-28 “. . . que a ningún hombre llame común o inmundo.”
Pedro entró en la casa. ¡Qué paso fue aquel! Esta fue la primera vez que Pedro entraba en
una casa gentil. Y vemos que todavía está un poquito desconcertado y no comprende en verdad
lo que le estaba aconteciendo.
Ahora, en su mensaje Pedro viola la primera regla de la homilética. Principia con una
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justificación. Lo que dice no es la manera correcta de comenzar un mensaje. No fue una cosa
propicia decir lo que dijo. El hecho es que bien podría haberse interpretado como un insulto. En
otras palabras, Pedro dijo algo así: “Si en verdad quieren ustedes saber cómo es que me siento
en cuanto a esto, bueno, simplemente no quería venir. Nunca antes he entrado en casa de algún
gentil. Nunca antes he ido a un lugar que sea inmundo.” Esta es la esencia de lo que Pedro dice
en el principio. Pero sigue hablando así, “Aunque nunca antes he entrado en una casa inmunda,
Dios me ha mandado a no llamar inmundo a ningún hombre, o mujer. Todos somos pecadores y
todos podemos ser salvos.” Ahora, ¿Cómo se sentiría usted amigo oyente, especialmente usted
hermana, si algún visitante llegara a su hogar y comenzara a hablar así como habló Pedro aquí?
Si sus primeras palabras fueran, “Entro en su casa, la cual considero ser inmunda.” Bueno, no
creo que le respondería usted con palabras amistosas ni cálidas, ¿verdad? Sin embargo, esta es la
esencia de lo que Simón Pedro dijo aquí. Pero siendo que Dios le había mostrado que no hay ni
limpio ni inmundo, él sigue diciendo aquí en el versículo 29 de este capítulo 10 de los Hechos:
Hechos 10:29 “ . . . pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?”
Ahora, esto nos asombra. ¿Por qué haría aquella pregunta Simón Pedro? ¿Por qué no
empieza en seguida a hablarles acerca de Jesucristo? Bueno, note usted que el Espíritu de Dios
es quien está guiando en todo esto. Está encargado de la situación aquí e impide que Pedro les
hable inmediatamente de Cristo.
Creemos que esto nos debe servir de lección importante. Encontramos difícil testificar a
veces, y por tanto cuando testificamos, somos muy torpes en cuanto a lo que hablamos.
Hablamos tan bruscamente y de tal manera que muchas veces ofendemos precisamente a los que
estamos tratando de ganar para el Señor. Y claro que no debemos testificar de esta manera.
Estamos convencidos de que es necesario ser guiados por el Espíritu de Dios. Creemos que la
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mejor clase de evangelismo hoy en día, es el evangelismo ligado a la oración. Queremos decir
con esto, que debemos empezar orando por un individuo. Luego el día viene cuando tenemos
que actuar en cuanto a nuestras oraciones. Entonces debemos pedir la dirección de Dios. Amigo
oyente, si usted lo hace así, Dios le guiará. Si usted ha estado orando por un ser amado o un
amigo, no se le acerque simplemente en sus propias fuerzas, ni en el poder de la carne. Porque si
lo hace, fracasará. ¡Deje que Dios le guíe!
El Dr. Vernon McGee, autor de estos estudios bíblicos, nos cuenta una experiencia que
ilustra bien lo que acabamos de expresar. Dice él que cuando era estudiante en la universidad,
quería testificar para Dios.
Pero se sentía tímido y francamente, siempre quería tener la
seguridad de que el Espíritu Santo le estaba guiando. Siendo que muchas veces, dice él, no tenía
dinero para el pasaje del autobús, ni del tren, viajaba mucho pidiéndole a los automovilistas en la
carretera que le llevaran gratis. Una vez, dice él, cuando se paró en la carretera, un caballero que
viajaba en un automóvil nuevo, le pasó y luego se detuvo más adelante, haciéndole señas que
viniera para subir a su automóvil. Este caballero le dijo que siempre observaba bien a los que
pedían viaje como él, antes de detenerse para llevarles. Se le presentó y le dijo que era un
representante viajero para ciertas compañías farmacéuticas. Le preguntó a dónde iba y el Dr.
McGee le dijo que iba para cierta ciudad. Y sucedió que este caballero también iba para esa
misma ciudad. Así que prometió llevarle hasta allí. Pero le dijo que tendrían que detenerse en
algunas farmacias en el camino, para buscar pedidos. Y el Dr. McGee no puso objeción a esta
condición.
Pues bien, viajaron y conversaron sobre todo tipo de asuntos. Pero, en voz baja, el Dr.
McGee decía: “Señor, Tú sabes que yo quiero hablar con este hombre acerca de Ti, pero Tú
tendrás que abrirme la puerta. No voy a decir nada porque si hablo, él va a creer que lleva con él
algún chiflado religioso. Dame pues, una oportunidad para hablarle de Ti.” Y así continuaron
viajando y simplemente charlaban y charlaban. Por fin, el caballero preguntó si le gustaría al Dr.
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McGee, manejar un poco. Y por supuesto que el Dr. McGee estuvo dispuesto a manejar ese
automóvil nuevo. De modo que cambiaron de posición y el Dr. McGee se puso a manejar.
Mientras tanto, el dueño del automóvil se sentó a su lado y se dispuso a descansar. Llegaron
como a unos 70 kilómetros de la ciudad adonde iban y al llegar allí, no hablaban ya tanto.
Pasaban los minutos de silencio, pero el Dr. McGee seguía orando y decía: “Señor, estamos
llegando a la ciudad y todavía no se me ha presentado ninguna oportunidad. Por favor, dame una
oportunidad para que le pueda testificar de Ti.
El Dr. McGee continúa diciendo que viajaron por unos 10 minutos más. Y luego, cuando
menos pensaba tener una oportunidad, este hombre dijo: “¿Sabe que, ayer mi esposa y yo
asistimos a una iglesia?” Miró al Dr. McGee, se rió y el Dr. McGee también se rió. Y luego este
hombre dijo, “No asisto con mucha frecuencia a la iglesia. Ese predicador dijo una cosa bastante
cómica. Dijo que Jesús vendría otra vez a la tierra. ¿Cómo le parece eso?” Y el Dr. McGee le
contestó y le dijo qué era lo que pensaba en cuanto a esto. Le dijo todo en cuanto a la primera
venida del Señor Jesús y luego concluyó diciéndole lo siguiente: “La segunda venida de Cristo
no tendrá ningún significado para usted, sino hasta cuando se haya acercado a la primera venida
de Cristo y haya aceptado lo que El hizo por usted la primera vez que vino. Entonces, tendrá un
interés en Su segunda venida.” Este hombre, dice el Dr. McGee, fue muy receptivo. Le llevó
hasta el dormitorio de la universidad donde él tenía su habitación, y estacionó el carro allí. Por
último le dijo, “Yo quisiera verle una vez más.” De modo que el Dr. McGee, simplemente lanzó
esta pregunta: ¿Quisiera usted aceptar a Cristo como su Salvador? Y el hombre respondió que
sí, que deseaba hacer eso. De modo que le dijo que podía aceptarle allí mismo en su carro.
Entonces inclinaron las cabezas en actitud de oración. El Dr. McGee oró primero, y luego le
pidió al caballero que orará él. Y este hombre aceptó a Cristo Jesús allí en su carro. Ahora el
Dr. McGee dice, “Yo nunca habría abierto la boca, si el Señor no hubiese impulsado a ese señor
de alguna manera, a principiar la conversación. ¡Necesitamos ser guiados por el Espíritu Santo!
Y aquí, amigo oyente, vamos a detenernos porque nuestro tiempo ha concluido.
Continuaremos Dios mediante, en nuestro próximo programa. Hasta entonces, pues, que Dios
continúe bendiciéndole en gran manera.
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