Patrimonio y Sostenibilidad en base a las Cartas Internacionales. Principios de operatividad. Ante el incesante acoso de los medios en mostrar las virtudes del concepto de sostenibilidad, no cabe más que preguntarse la repercusión sobre la sociedad de su aplicación íntegra en el día a día de la sociedad. La tendencia actual de entender el fructuoso término en relación a los ciclos de vida de la materia, el consumo de energía y la emisión de dióxido de carbono sugieren una implicación a posteriori de la sociedad. Es, por tanto, la anticipación de todo proceso la única medida disuasoria para instaurar el término en pautas conductivas y, por consiguiente, la adición al modo de vida contemporáneo. Con esta filosofía, las Cartas Internacionales llevan generando pautas conductivas, sin constituirse como normativa lícita para cualquier nación, para la adecuación del término sostenibilidad en aquellos ámbitos oportunos y necesarios para su desarrollo. La terminología actual en base a patrimonio, ciudad histórica y sostenibilidad ha sufrido una constante evolución desde las primeras consideraciones en cuanto a la preservación del patrimonio en el siglo XIX. Dichos términos han ido paulatinamente perfilándose en base a tendencias, nuevos estudios dentro de políticas internacionales y en base a una constante adaptación con los modelos de vida contemporánea. Se puede hablar, por tanto, de una sintonía común que ha culminado en la definición de desarrollo sostenible dentro del patrimonio en las Cartas Internacionales. Ahora bien, la aproximación al concepto de sostenibilidad aplicada a la ciudad histórica es extremadamente ardua a causa de la complejidad inherente al mismo y por la gran variedad de interpretaciones, en ocasiones contradictorias entre sí. En definitiva, es un concepto tan amplio y sugerente que más que aportar soluciones puede terminar generando una concepción anárquica y enrevesado en un ámbito ya de por sí confuso como lo es el patrimonio. El término sostenibilidad vinculado a los conjuntos patrimoniales tiene un escaso desarrollo, siendo sus primeras declaraciones vinculadas a aspectos medioambientales. Las Naciones Unidas en la Conferencia de Estocolmo (1972) estipularon las bases del concepto de desarrollo sostenible supeditado a la conservación de la naturaleza y respaldado diez años más tarde por el Informe Bruntland. El concepto de sostenibilidad, anteriormente estipulado como desarrollo sostenible, aboga por un desarrollo que satisface las necesidades actuales sin poner en peligro la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades, estableciendo la dicotomía entre cambio y desarrollo, implicando la mejora de la calidad de vida dentro de los límites de los ecosistemas. De manera inherente se intuye la tesis de patrimonio, puesto de relevancia en la Carta de Cracovia (2001) al entender patrimonio como conjunto de obras del hombre en las cuales una comunidad reconoce sus valores específicos y particulares y con los cuales se identifica. La identificación y la especificación del patrimonio es, por tanto, un proceso relacionado con la elección de valores. Un bien se convierte en patrimonio a partir de su reconocimiento, su valoración, su apropiación y su incorporación por parte de la comunidad ya que una vez reconocido, pasa a ser incorporado como un elemento constitutivo de su identidad y su memoria. Cracovia entiende patrimonio como un legado de las generaciones pasadas para el disfrute de las generaciones presentes que, a su vez, crean nuevo patrimonio que, junto con el legado, se convertirá en el patrimonio de las generaciones futuras en base a la identificación de una serie de valores asumidos por la sociedad. Patrimonio ya no es considerado únicamente los objetos materiales más representativos, ni tampoco una vinculación inherente al pasado, sino que entronca todos los ámbitos humanos. Por otra parte, abordando la definición múltiple y dispersa del término ciudad histórica dentro de las cartas y recomendaciones, subyace una primigenia definición referente al asentamiento humano y a la manifestación de la vida de un pueblo, cuya determinación expone el testimonio histórico de dicha población, mostrando una especial interacción entre pasado y presente partir de una estructura proveniente del pasado haciendo reconocible la evolución de un pueblo y generando su huella de identidad. En definitiva, se genera un espacio que los expertos han denominado “de memoria” donde se refleja la transformación de la ciudad, su evolución histórica, cultural y social. Por tanto, los conjuntos urbanos se enmarcan en una dimensión social, económica y medioambiental, los cuales requieren un tratamiento particular para su conservación dado que actualmente la ciudad histórica está sometido a los nuevos mecanismos económicos, constituyendo en muchos casos una ruptura con el contexto cultural tradicional, regido únicamente por las leyes del lucro o la especulación, leyes que en innumerables ocasiones establecen pautas de cara al futuro sin estimar la huella del pasado. La definición de los conceptos anteriormente expuestos es una mínima parte del planteamiento de las Cartas internacionales. El estudio global de las recomendaciones a favor de la protección de los conjuntos históricos urbanos permite establecer una división en cuatro grandes bloques estipulando el corpus teórico de los principios de actuación en la ciudad histórica vinculados a la sostenibilidad: respuesta frente a la tensión del cambio; la consideración del patrimonio y su conversación; planificación, gestión y economía del patrimonio; y la implicación de la sociedad y patrimonio. La conservación, protección y restauración del patrimonio puede considerarse como modelo de sostenibilidad activo, permitiendo transferir el legado patrimonial de una generación a otra, en las mismas o mejores condiciones, manifestando la huella en la historia que supone el progreso de la sociedad. La idea subyacente es la conservación del patrimonio entendido como un recurso partícipe de la construcción de la ciudad a partir de la ciudad histórica, preparar el conjunto histórico para los ciudadanos, buscando una constante adaptación con los modelos de vida contemporánea siempre y cuando se mantenga su autenticidad e integridad. Se ha de plantear cuál es el papel de los conjuntos patrimoniales en las estructuras urbanas y sistemas territoriales del siglo XXI, potenciando la visión activa del patrimonio y el rechazo de las políticas fijistas. El desarrollo sostenible admite la concepción del cambio siempre y cuando dicho proceso ha de atenerse a criterios que devuelva a la ciudad la capacidad de responder a las necesidades de sus habitantes sin desvirtuar su esencia e impedir su degradación y pérdida de los elementos que lo constituyen, cuya consecuencia sería la privación a las generaciones futuras de la posibilidad de disfrutar del patrimonio cultural y, por consiguiente, la ausencia del sentido de pertenencia y del reconocimiento del valor testimonial y cultural que poseen. Una sociedad cada vez más consciente del valor que aportan los bienes heredados del pasado y de la necesidad de preservarlos y legarlos a las generaciones futuras atiende a la conservación de su patrimonio. Por tanto, se busca, ante todo, poner en valor el patrimonio y reforzar el compromiso social con la conservación activa, encauzar el patrimonio como medida de desarrollo social, económico y medioambiental y a su vez fomentar el acceso y la educación cultural. En la planificación y gestión es donde se debe enfocar las medidas para obtener un desarrollo sostenible, identificando el patrimonio como pieza clave de actuación. La adecuación de las directrices de las Cartas y Recomendaciones ha de ser trasferidos a la legislación pertinente de cada Estado. Los planes de Gestión deben ser planes multifuncionales que superasen los modelos restrictivos, simples de gestión física o preservacionista del patrimonio, plantes integrados y multidisciplinares que superen. La integración del ámbito patrimonial en el marco de proyectos urbanos o territoriales debe ayudar a afrontar con eficacia las cuestiones de su conservación activa atendiendo a su repercusión y desarrollo en el ámbito social, económico y medioambiental. Asumir los principios expuestos por parte de una comunidad, se genera una actuación a priori siendo la sostenibilidad el je primordial de las políticas de actuación. La perspectiva de futuro empañado siempre con un halo luminoso de incredulidad e indiferencia, asume mayor protagonismo cuando se toma en consideración la herencia del pasado, es decir, el patrimonio de la sociedad. Alvaro Alvarez