irpf, eficiencia y equidad: tres ejercicios de microsimulación

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IRPF, EFICIENCIA Y EQUIDAD:
TRES EJERCICIOS DE MICROSIMULACIÓN
Autora: Nuria Badenes Plá
INV. N.o 1/01
Edita: Instituto de Estudios Fiscales
I.S.B.N.: 84-8008-075-2
Depósito Legal: M-42893-2001
IRPF, EFICIENCIA Y EQUIDAD:
TRES EJERCICIOS DE MICROSIMULACIÓN Autora:
NURIA BADENES PLÁ
Tesis doctoral realizada bajo la dirección del Profesor
Dr. D. JULIO LÓPEZ LABORDA, Titular de la Universidad de Zaragoza
AGRADECIMIENTOS
Esta tesis doctoral ha podido concluirse gracias a un gran esfuerzo impulsado por muchas
personas e instituciones que de forma directa o indirecta han tenido que ver conmigo hasta el momento
presente.
En primer lugar debo agradecer a mis padres el que me inculcaran desde pequeña lo im­
portante que es saber, y que pusieran todos los medios a mi servicio para facilitar mi formación. Ellos
siempre sostuvieron que lo importante era saber pescar y no esperar a que nadie te diera los peces.
Decían también que en la vida todos tenemos una mochila que hay que llenar de conocimiento, y cuan­
to más llena está, más fácil se nos hace el camino.
Gracias a José Antonio Rodríguez Ondarza y Raquel Paredes que fueron mis profesores
de Hacienda Pública y Sistema Fiscal y despertaron mi interés por las materias a las que ahora me de­
dico.
Al Instituto de Estudios Fiscales debo agradecer la concesión de una beca para cursar el
Máster en Hacienda Pública y Análisis Económico y otra beca de investigación que constituyó el arran­
que de mi carrera profesional. Esta institución me facilitó muestras del panel del IRPF para elaborar la
tesis doctoral que ahora se presenta, no obstante, los resultados obtenidos no son de su responsabili­
dad.
Mi trabajo como becaria en el Instituto de Estudios Fiscales me permitió conocer a perso­
nas como Jorge Onrubia, que me brindó oportunidades profesionales, me enseñó que el mundo univer­
sitario no era como yo creía, y me abrió los ojos ante cosas que por mi cuenta hubiera tardado mucho
más en percatarme. También en el Instituto conocí a Juan Manuel Castañer que me enseño lo que sé
de SAS, la herramienta de programación que he utilizado tanto en la tesis como en otros trabajos. Du­
rante años jamás se negó a resolver mis dudas, que fueron muchas. Además compartió conmigo char­
las y comidas cuando el resto de compañeros becarios ya no estaban.
Pero de todas las personas que conocí en el Instituto, sin duda a la que más le debo es a
Julio López Laborda, mi director de tesis, mi amigo. Todo lo que Julio me ha enseñado va más allá de lo
meramente académico. Julio es la persona que cualquiera desearía tener por director, comprometido,
riguroso y que me ha apoyado en momentos especialmente difíciles durante estos años.
No olvido a mis profesores de Doctorado y Máster. Especialmente debo dar gracias a José
Manuel González-Páramo que ya en aquel momento me dirigió la tesina, que en fechas más recientes
me ofreció trabajar conjuntamente, -lo que ha supuesto para mí una experiencia muy gratificante- y que
nunca me ha negado su ayuda. A Emilio Albi, le doy las gracias por sus consejos, por su preocupación
para que en el futuro haya oportunidades, y por su ánimo para los que vemos ese futuro algo lejano.
Mis compañeros de departamento, la gente con la que paso más tiempo que con nadie,
han hecho que las jornadas muchas veces de más de doce horas se hicieran llevaderas. A todos ellos
gracias, pero sobre todo a Carolina Navarro, Miguel Gómez, Alfonso Utrilla, Laura de Pablos, Rosa Ur­
banos y José Félix Sanz.
Para concluir debo dar gracias a Miguel Angel por estar en sintonía conmigo hace ya diez
años. Porque sin la tranquilidad de tenerle a mi lado todo hubiera sido más difícil, y para qué negarlo,
sin su respaldo económico la elaboración de esta tesis que tanto me ha hecho disfrutar se hubiese con­
vertido en algo no tan agradable, y dada la contraprestación económica que concede la Universidad,
posiblemente no valorase tanto otras compensaciones que actualmente me permiten asegurar que me
dedico a lo que más me gusta.
A todos vosotros, muchas gracias.
—3—
ÍNDICE INTRODUCCIÓN
BIBLIOGRAFÍA
I.CAMBIOS EN EL COMPORTAMIENTO DE LOS SEGUNDOS PERCEPTORES DE RENTA TRAS
LA ELIMINACIÓN DE LA OBLIGATORIEDAD DEL SISTEMA DE TRIBUTACIÓN CINJUNTA
I.1. Introducción I.1.1. Objetivo y método I.1.2. Diseño impositivo óptimo I.2. Efectos económicos de la imposición distorsionante I.2.1. Efectos económicos de la imposición sobre el ahorro I.2.2. Efectos económicos de la imposición sobre la oferta de trabajo I.3.Aplicación empírica: cambio en el comportamiento de segundos perceptores de renta tras la re­
forma del IRPF español en 1989 I.3.1. Justificación I.3.2. Metodología I.3.3. Años de análisis I.3.4. Datos
I.3.5. Resultados
I.3.5.a)Cálculo de la respuesta de los segundos perceptores mediante la metodología de Feldstein (ELASF2) I.3.5.b)Cálculo de la respuesta de los primeros y segundos perceptores mediante la me­
todología de Feldstein (ELASFTOT) I.3.5.c)Cálculo de la respuesta de los primeros perceptores mediante la metodología de Feldstein (ELASF1) I.3.5.d)Cálculo de la respuesta de los segundos perceptores mediante la metodología tradicional (ELASTRAD2) I.3.5.e)Valor del coste en bienestar generado por la obligación de tributación conjunta
medido a través del exceso de gravamen
I.3.6. Conclusiones
—5—
APÉNDICE I: UNA FORMA ALTERNATIVA DE MEDICIÓN DEL EXCESO DE GRAVAMEN. FELDS­
TEIN (1995A)
BIBLIOGRAFÍA
II. EFECTOS SOBRE EL BIENESTAR DE LA POLÍTICA FISCAL DE VIVIENDA
II.1.Introducción
II.2.Intervención pública
II.3.Ventajas fiscales ligadas al consumo de vivienda: una revisión de la literatura reciente más re­
levante
II.4.Aplicación empírica: estudio del bienestar generado por la política fiscal de vivienda. metodo­
logía de dominancia secuencial generalizada
II.4.1.Marco legal II.4.2.Metodología aplicada: Dominancia Secuencial Generalizada de Lorenz II.4.3. Datos
II.4.4.Resultados
II.4.5. Conclusiones
APÉNDICE II
BIBLIOGRAFÍA
III.LA DEDUCCIÓN POR RENDIMIENTOS DEL TRABAJO. EFECTOS SOBRE LA RENTA, EL BIE­
NESTAR Y LA DISTRIBUCIÓN
III.1.Introducción
III.2.El tratamiento diferenciado de las rentas del trabajo. Fundamentos teóricos
III.3.Experiencias en el tratamiento diferenciado de las rentas del trabajo: USA y Reino Unido
III.4.La deducción por rendimientos del trabajo en el irpf español. efectos sobre la renta, el bienes­
tar y la distribución
III.4.1.Descripción de la deducción por rendimientos del trabajo en el caso español en 1998 y
1999 III.4.2.Efectos sobre la renta disponible de la deducción por rentas del trabajo III.4.3.Efectos sobre el bienestar de la deducción por trabajo III.4.4.Efectos de la deducción sobre la distribución de la renta III.4.5.Conclusiones
BIBLIOGRAFÍA
—6—
Presentación
Con la publicación de la colección Investigaciones, iniciada en 1995, el Instituto de Estu­
dios Fiscales pretende contribuir a la difusión de Tesis Doctorales y de Proyectos de Investigación de la
máxima actualidad y calidad científica entre los miembros de la comunidad académica y de las Adminis­
traciones Públicas. En los tres primeros números del año 2001 se publican los trabajos sobre Economía
Pública galardonados con el Premio a Tesis Doctorales del año 2000 (Resolución de 29 de noviembre
de 2000 del Instituto de Estudios Fiscales). Espero que los distintos monográficos publicados en la pre­
sente colección aporten información relevante de los efectos de la intervención pública, tanto en la face­
ta de ingresos como en la de gastos, sobre la realidad económica y el comportamiento de los distintos
agentes que la conforman.
Juan José Rubio Guerrero
Director del Instituto de Estudios Fiscales
—7—
INTRODUCCIÓN
El impuesto personal sobre la renta constituye un bloque impositivo de gran relevancia en
los sistemas fiscales de los países de la OCDE. Esta relevancia se pone de manifiesto no solamente por
el volumen de recaudación, sinó también porque se trata de un instrumento fundamental en la política
de incentivos que cada gobierno desea implementar. Pese a los embates que viene padeciendo en las
últimas décadas, sobre todo de los partidarios de la imposición sobre el consumo, el impuesto sigue
siendo la figura fiscal más importante de los sistemas fiscales contemporáneos. Esta figura impositiva
cumple una función recaudatoria muy importante, prueba de ello es la importancia cuantitativa que re­
presenta en el conjunto de la recaudación de los países de la OCDE: 27,8%, 31,3%, 29,4% y 26,8% en
1970, 1980, 1990 y 1996 respectivamente1. Pero la importancia del impuesto no radica exclusivamente
en su potencial recaudador, ya que de manera intencionada o no, el comportamiento de los contribuyen­
tes y la distribución de la renta se ven directamente afectados por su diseño.
La Tesis Doctoral que se presenta a continuación tiene un objetivo claramente definido:
ilustrar a través de una serie de aplicaciones empíricas la influencia que el impuesto sobre la renta de
las personas físicas (en adelante IRPF) en España ejerce sobre las decisiones básicas del contribuyen­
te y las implicaciones que la existencia o reforma de determinados aspectos del impuesto se dejan sen­
tir en términos distributivos y de bienestar. Para ello se han escogido tres temas concretos de estudio:
primero se analiza cómo afecta la elección de la unidad contribuyente a las decisiones de obtención de
renta de las familias; en segundo lugar se tratan de evaluar las implicaciones sobre el bienestar de la
política de vivienda que se instrumenta desde el impuesto, y, por último, se valoran los efectos de la dis­
criminación generada entre las rentas ganadas y no ganadas. La elección de los temas a tratar no ha
sido casual. Son precisamente éstos los temas que de forma recurrente aparecen en las agendas de re­
forma, y nuestro país no constituye una excepción, como ha quedado reflejado en el Informe Lagares y
la Exposición de motivos de la nueva Ley 40/1998.
Los temas escogidos se desarrollan a lo largo de tres capítulos que presentan rasgos
fundamentales comunes. En todos ellos se plantea una estructura en la que se presenta el problema,
se lleva a cabo un análisis teórico y aplicado comparado, y se desarrolla un ejercicio empírico. Todas
las aplicaciones se llevan a cabo mediante la microsimulación a partir de los datos del panel de
IRPF del Instituto de Estudios Fiscales. Se ha escogido para el desarrollo empírico una metodología
acreditada (Feldstein (1995), Atkinson y Bourguignon (1987) y Browning (1995), para el primer, se­
gundo y tercer capítulo, respectivamente), que se ajustase a la cuestión que en cada caso se pretende
analizar.
La principal aportación de la Tesis Doctoral reside en la adaptación de las distintas meto­
dologías al caso español, donde la preparación de los datos para efectuar los análisis, ha supuesto un
esfuerzo importante. La falta de disponibilidad de los datos ideales para llevar a cabo los ejercicios de
microsimulación, constituyen también las limitaciones más importantes del trabajo.
El contenido de la tesis se puede resumir brevemente como se expone a continuación:
El primer capítulo está dedicado al análisis del efecto causado por la eliminación de obliga­
ción de tributación conjunta en el caso de matrimonios que llevó a cabo el Tribunal Constitucional en fe­
1
Véase L´Observateur de L´OCDE (1998)
—9—
brero de 1989. Tal medida tuvo una repercusión importante en las decisiones de obtención de renta en
los segundos perceptores de renta, fundamentalmente mujeres casadas. La aplicación empírica no se
circunscribe al cambio en oferta de trabajo, sinó al cambio global en la renta obtenida por segundos
perceptores ante tal modificación en la estructura de gravamen. Se estudia además el cambio que expe­
rimentan las bases gravables de los matrimonios que tributaban conjuntamente cuando no tenían alter­
nativa, y escogen tributar por separado cuando se les ofrece esta opción. Los años de estudio abarcan
desde la reforma hasta 1992.
La medición de la respuesta se lleva a cabo evaluando las elasticidades de bases imponi­
bles ante cambios en el tipo marginal neto experimentado por segundos perceptores, metodología que
propuso Feldstein en 1995. Los resultados se comparan con los obtenidos según metodología tradicio­
nal que mide cambios de bases gravables motivados por modificaciones de los tipos marginales. Se
presentan por último evaluaciones de la pérdida de bienestar que supondría el mantenimiento de la
obligación de tributación conjunta medidas a través del exceso de gravamen.
El segundo capítulo pretende obtener conclusiones acerca de si la política de vivienda im­
plícita en el IRPF español ha conducido o no a mejoras en el bienestar y la distribución de la renta, a lo
largo de una serie de años en los que la forma de obtención de los servicios de vivienda ha sido tratada
de forma diferente desde el impuesto. Los años escogidos cuya estructura se analiza son 1991, 1994 y
1999. El estudio de los dos primeros años permite introducir diferencias fundamentalmente en el trato
de los que alquilan, y el del último, permite analizar los cambios motivados por la última gran reforma de
la ley 40/1998.
La metodología de análisis en este caso es la desarrollada por Atkinson y Bourguignon en
1987, que pretende inferir conclusiones acerca de las ganancias o pérdidas de bienestar que implica el
tratamiento diferenciado de los contribuyentes cuando los impuestos consideran diferencias no debidas
a la renta. Esta metodología de dominancia secuencial generalizada no cuantifica el valor de las ganan­
cias o pérdidas de bienestar, solamente permite concluir si una situación es mejor o peor que otra con la
que se compara. Como resultados previos para la conclusión de ganancias en bienestar, se necesita
saber cuál de las situaciones comparadas genera una distribución más equitativa de la renta, resultados
que se calculan mediante índices de Gini.
El tercer y último capítulo está dedicado al estudio del tratamiento de las rentas proceden­
tes del trabajo personal dependiente, principal magnitud gravada en el IRPF. En primer lugar se analiza
el efecto que sobre la renta disponible y el bienestar genera la deducción por rentas del trabajo en los
años 1998 y 1999. Para ello es necesario reformular el impuesto de manera que se recoja el efecto de
parámetros ligados al tratamiento de rentas laborales, ya que sin esta modificación previa no es posible
la aplicación de la metodología escogida, la que Browning en 1995 utilizó para un estudio del EITC ame­
ricano. Además, se realiza un estudio de los efectos redistributivos de las estructuras vigentes en1998 y
1999. En este caso se calcula la contribución a la redistribución de los parámetros que están relaciona­
dos con el gravamen de rentas procedentes del trabajo personal dependiente.
Conjugar objetivos de recaudación, distribución y bienestar por parte de los gobiernos en
un contexto en el que la variable fiscal condiciona el comportamiento del contribuyente, origina que la
maximización de los objetivos esté condicionada y que se plantee un problema de objetivos incompati­
bles. La interiorización por parte de los estudiosos de la aparición de trade-offs, fundamentalmente entre
eficiencia y equidad, explica el hecho de que cada vez más las reformas acometidas vayan acompaña­
das de análisis y reflexión previas a la actuación, para que los objetivos fijados a priori se alcancen en la
mayor medida y al mínimo coste posible.
— 10 — BIBLIOGRAFÍA
Atkinson, A. B. y F. Bourguignon (1987), “Income Distribution and Differences in Needs”, in Feiwel,
G.R. (ed.), Arrow and the Foundations of the Theory in Economic Policy. London: Macmillan.
Browning, E. K.(1995) “Effects of the Earned Income Tax Credit on income and welfare”. National Tax
Journal. No. 48/1, pp. 23-43.
Comisión para el estudio y propuesta de medidas para la reforma del IRPF. "Informe para la reforma
del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas". Editado por IEF. Madrid. (1998)
Feldstein, M. (1995), “Tax avoidance and the deadweight loss of the income tax”, NBER Working Pa­
per. No. 5055.
L´Observateur de L´OCDE (1998), No. 214, pp. 29.
— 11 — I. CAMBIOS EN EL COMPORTAMIENTO DE LOS SEGUNDOS PERCEPTORES
DE RENTA TRAS LA ELIMINACIÓN DE LA OBLIGATORIEDAD DEL SISTEMA
DE TRIBUTACIÓN CONJUNTA
I.1. Introducción
I.1.1. Objetivo y método
En este capítulo nuestro interés se centra en cuantificar el efecto que el cambio en el
tratamiento en el sistema de agregación de rentas en IRPF generó en el periodo 1989-1992 sobre
los segundos perceptores de renta de la familia. Hasta 1988 este impuesto obligaba a los matrimo­
nios a agregar las rentas de todos los perceptores de la unidad familiar y tributar de manera conjun­
ta. La agregación obligatoria de rentas a la que se aplicaba una tarifa progresiva, originaba que los
segundos perceptores de renta (normalmente mujeres) soportasen tipos marginales que nada tení­
an que ver con su renta, ya que el tipo marginal aplicable quedaba determinado por la renta fami­
liar. El paso a un sistema en el que la agregación deja de ser obligatoria genera un incentivo a ob­
tener más renta, especialmente sobre los segundos perceptores, que son los contribuyentes que
más se benefician de la consideración separada de las rentas y del consecuente descenso en los
tipos marginales.
La cuantificación de los efectos del cambio de sistema se lleva a cabo a través del cál­
culo de elasticidades de respuesta y de los excesos de gravamen que implicaría el mantenimiento
de la agregación obligatoria. Pese a que el interés fundamental reside en los efectos sobre segun­
dos perceptores de renta, también se ofrecen resultados de la respuesta de los perceptores princi­
pales y de la repuesta conjunta de ambos, (que son siempre de menor intensidad).
Las elasticidades se calculan de forma individualizada a partir de microdatos y se com­
paran los resultados con los obtenidos a partir de valores medios. La metodología empleada está
basada en la que desarrolla Feldstein (1995a), y se trata de medir la respuesta de los contribuyen­
tes a través del cambio en el total de base gravable, siempre motivado por el cambio en los tipos
marginales experimentado por los segundos perceptores.
La literatura económica ha dedicado muchas páginas al estudio de las reacciones de
los agentes ante distorsiones impositivas, y la medición de estos efectos se ha valido de diversas
herramientas y metodologías. En este primer capítulo describiremos cuáles son los efectos econó­
micos más importantes que puede generar la imposición distorsionante y reseñaremos la bibliogra­
fía relacionada, para continuar con un análisis empírico que trata de medir el cambio en la base im­
ponible generado tras la reforma impositiva del año 1989 en el IRPF español, como medición del
efecto comportamiento.
I.1.2. Diseño impositivo óptimo
El diseño de un impuesto no es tarea fácil, y mucho menos lo es la configuración de
todo un sistema impositivo donde la dificultad crece a medida que se añaden figuras impositivas.
Esto se comprende mejor si reflexionamos acerca de los principios que la Teoría de la Hacienda
Pública nos dicta como deseables. No son muchos, pero su logro simultáneo no es posible y es ne­
cesario priorizar. Podríamos resumirlos en cuatro: eficiencia, equidad, flexibilidad y minimización de
costes indirectos. Tal y como se expone en Heady (1996) todos pueden justificarse como meca­
nismos que pretenden la maximización del bienestar social. Cuantos más y mayores efectos desin­
— 13 — centivo genere un impuesto mayor es la pérdida de recursos en la sociedad y, por tanto, menor es
el bienestar de los individuos y también el de la sociedad. El bienestar social disminuye a medida
que aumenta la desigualdad en utilidades, lo que está estrechamente ligado con la distribución de
renta y riqueza y la deseabilidad de metas de equidad. Cuando los impuestos son flexibles se adap­
tan rápidamente a las circunstancias del momento, evitando situaciones como el crecimiento de la
cuota a pagar por la simple causa de la inflación no corregida, lo que supondría un doble motivo de
descenso en el bienestar. Por último, cuando el diseño impositivo se realiza intentando minimizar
costes de recaudación así como costes añadidos al propio pago de la cuota de los contribuyentes,
la cuantía de recaudación que el Sector Público establece como objetivo puede ser menor que en
presencia de costes añadidos elevados, aumentando el bienestar de la sociedad.
Normalmente, a la hora de diseñar políticas óptimas se lleva a cabo una ponderación
de objetivos, pero aunque consideráramos únicamente los dos primeros, eficiencia y equidad, sa­
bemos que es imposible alcanzarlos tanto como fuera deseable puesto que impuestos más justos
son más ineficientes, e impuestos que generan menor exceso de gravamen son menos equitativos.
Reduzcamos pues la consideración de principios deseables a uno solo, eficiencia, con el único fin
de dividir el problema y facilitarlo, conscientes de que existen otros principios, sobre todo la equi­
dad, que no podemos olvidar.
Suponiendo que nos encontramos en una situación en la que las demandas hicksianas
de todos bienes no son verticales, diseñar impuestos que no alteren las condiciones de eficiencia
global es muy difícil por los pocos instrumentos que quedan al alcance del que diseña la política
fiscal. Para diseñar un sistema fiscal que no genere exceso de gravamen o carga adicional a la me­
ra renuncia a renta, solamente podemos hacer dos cosas (una vez eliminada la posibilidad de efec­
tos sustitución nulos):
1. Recaudar una cantidad igual sobre todas las unidades contribuyentes que pagarán
este impuesto de suma fija hagan lo que hagan, es decir con independencia de las
decisiones que adopten.
2. Poner en práctica un sistema impositivo que grave al mismo tipo todos los bienes,
para así no alterar los cocientes de precios relativos. Esta medida, sin embargo, no
es aplicable puesto que no permite recaudar nada. Esto es así porque el ocio es un
bien más que debe gravarse si se pretende eficiencia global (pues de otra forma
generaría distorsiones en el mercado de trabajo) y gravar el ocio implica subven­
cionar el trabajo. Con imposición uniforme, todo lo recaudado gravando bienes se
necesitaría para pagar las subvenciones al trabajo, por lo que volvemos a la situa­
ción inicial en el mejor de los casos, que es considerar que esa recaudación no ha
generado ningún coste a ningún agente.
Solamente un sistema basado en impuestos de suma fija se puede clasificar como no
2
generador de efecto sustitución (causante del cambio en el comportamiento elegido por los agentes
sobre los que incide el impuesto al alterarse las condiciones de óptimo que subyacen tras las decisio­
nes en la situación previa a la imposición), aplicable para cualquier caso. Si hacemos supuestos
acerca de otras condiciones del entorno la neutralidad podría seguir siendo deseable, pero ya no de
forma genérica.
2
Tampoco generaría exceso de gravamen un sistema que gravase bienes cuya demanda compensada fuese rígida, pero eso
depende de las preferencias de los potenciales consumidores y no es una variable controlable por quien diseña las medidas
impositivas.
— 14 — La condición que determina una situación de óptimo global, donde se logra al mismo tiem­
po eficiencia en el consumo y eficiencia en la producción suponiendo que existen dos bienes X e Y, y
que hay n consumidores, es:
RMS Xi ,Y =
pX
= RMTX ,Y
pY
i = 1,2,...n
lo que implica la igualación de las valoraciones subjetivas o relaciones marginales de sustitución para
todos los n individuos entre los dos bienes considerados al coste marginal de producción de un bien en
términos del otro, y a su vez, estos ratios igualan el cociente de precios de mercado de esos bienes. Se
puede criticar que esta condición es aplicable a una situación muy simple en la que sólo existen dos
bienes, pero el razonamiento es igualmente válido si se piensa en X como un bien determinado y se en­
globan dentro de Y el resto de bienes. Cuando se establece un impuesto que no es de suma fija, los
precios de los bienes se ven alterados, porque el bien gravado se encarece respecto de los demás. Su­
pongamos que se grava el bien X con un impuesto ad quantum y a tipo tX. La condición de eficiencia en
el consumo pasa a ser:
RMS Xi ,Y =
p X (1 + t X )
pY
i = 1,2,...n
que es diferente a la relación marginal de transformación, ya que por el lado de la producción los precios
son los mismos ( RMS X ,Y =
i
pX
).
pY
La cuestión relevante es que a partir de una situación determinada, si los precios cam­
bian por una modificación fiscal (y el efecto sustitución es no nulo), las decisiones de los agentes
que sufren la modificación también lo harán, por lo que aparece un efecto comportamiento por en­
cima del mero efecto renta que determina el coste de eficiencia.
Otra forma de comprobar que los impuestos de suma fija no generan coste de eficien­
cia, mientras que todos los que alteran precios relativos sí lo hacen es analizar la variable “tipo
marginal efectivo”. Un aumento en el tipo marginal efectivo es determinante a la hora de cambiar el
comportamiento con motivo de una modificación impositiva, y cuando se detrae renta igualmente a
todos, el coste de generación de las últimas unidades de renta sigue siendo el mismo que antes de
implantar el impuesto de suma fija, mientras que con un impuesto que dependiese por ejemplo de
las horas trabajadas, puesto que al gravar las rentas laborales las últimas unidades monetarias son
más caras de conseguir, el agente que soporta el gravamen modificará su oferta de trabajo como
consecuencia de que el ocio es más caro que antes en relación con otros bienes.
Puesto que el coste de eficiencia motivado por el efecto sustitución puede calificarse
unánimemente como algo indeseable, constituye un tema de interés la medición del efecto compor­
tamiento que genera un impuesto.
I.2. Efectos económicos de la imposición distorsionante
Si detallásemos todas las decisiones que pueden verse influidas por la búsqueda de la mini­
mización del pago de impuestos, nos sorprendería cómo cualquier comportamiento por intrascendente
que parezca puede justificarse por el hecho de implicar menos coste impositivo que si se hubiese optado
— 15 — por otra alternativa. Los efectos económicos que hoy son objeto de estudio, podrían resumirse en cuatro:
efectos sobre la oferta de trabajo, tanto sobre el número de horas ofrecidas como sobre la decisión de par­
ticipación; sobre el volumen de ahorro y los activos en los que se materializa; sobre la inversión (funda­
3
mentalmente vivienda en el ámbito personal), y sobre la asunción de riesgos .
La imposición sobre las rentas procedentes del trabajo es un tema que suscita mucho deba­
te, ya que el trabajo constituye la principal fuente de renta de las familias, y el diseño y reforma de impues­
tos que graven estas rentas minimizando las distorsiones es una tarea que requiere complejos estudios
previos. Un análisis de los principales condicionantes que la imposición genera en el comportamiento de
los trabajadores, así como la deducción de reglas de imposición óptima se puede encontrar en Hausman
4
(1985) .
5
Sandmo (1985) se centra en los efectos que la imposición genera sobre el ahorro y la asun­
ción de riesgos. Si se considera un modelo de dos periodos y mercados perfectos, la única forma de lograr
neutralidad impositiva es que los precios del consumo futuro actualizados no se vean alterados por la im­
posición, ya que siempre que se produce un cambio en precios relativos aparece un efecto sustitución y
consecuentemente un coste de eficiencia.
Antes de profundizar en estas cuestiones y puesto que dedicamos más adelante dos apar­
tados al estudio detallado del ahorro y la oferta de trabajo respectivamente, haremos un repaso breve de
otros efectos generados por la imposición con algunas referencias bibliográficas básicas. Pretendemos
hacer un repaso de comportamientos que pueden verse influidos por la consideración de la variable impo­
sitiva, sin que la amplitud con la que tratemos cada uno de los efectos esté relacionada con la importancia
general de los mismos. Nuestro interés particular se centra especialmente en los efectos sobre el ahorro
porque ha sido un tema tratado con profusión en los últimos años en nuestro país, y en los efectos sobre
la oferta de trabajo, por estar relacionado con el tema escogido para realizar la aplicación empírica en este
capítulo.
Fruto de la necesidad de la toma decisiones bajo incertidumbre, aparece otra cuestión en la
que la variable fiscal influirá, que es la elección de una cartera en presencia de riesgo. Tal y como se argu­
ye tradicionalmente, un gravamen sobre la renta discrimina en contra de los activos con riesgo, ya que
aparte de la imposición explícita que soportan como cualquier otra fuente de renta, ven disminuir la tasa in­
terna de retorno por el gravamen implícito que implica su condición de arriesgados. Pero hay otro punto de
vista, siguiendo el artículo de Domar y Musgrave (1944), donde se afirma que el sector público puede
hacerse partícipe de ese riesgo, por ejemplo diseñando sistemas de compensación de pérdidas con bases
imponibles positivas, con lo cual ese “socio no invitado” que es el sector público participa en la misma pro­
porción de las ganancias que de las pérdidas, por lo que también comparte el riesgo Desde este punto de
vista, la conclusión tradicional no es tan obvia, es decir que el gravamen sobre activos arriesgados puede
incentivar la asunción de riesgos. Una visión más moderna de este argumento se puede ver en Mossin
(1968) y Stiglitz (1969) donde se aplica el concepto de utilidad esperada de von Neumann-Morgenstern.
La disposición a asumir riesgos se puede revelar no solamente a través de la composición de la cartera,
sino en otras decisiones económicas como la elección de la ocupación. En Kanbur (1981) se desarrrolla
un modelo de individuos idénticos que pueden optar entre ser trabajadores asalariados, o ser empresarios,
3
Los efectos que la imposición puede generar para controlar el deterioro medioambiental constituyen una cuestión de
preocupación más reciente. Algunos trabajos en esta línea son los que llevan a cabo King (1986), Opschoor y Vos (1989),
Muzondo et al. (1990), Pearce y Turner (1990), Nordhaus (1991) y Herber (1992).
4y5
Estos dos trabajos se pueden encontrar en Auerbach y Feldstein (1985).
— 16 — en cuyo caso, en lugar de un sueldo fijo obtienen una remuneración que depende de su capacidad para
desarrollar su negocio. El interés principal de Kanbur es encontrar un sistema fiscal óptimo que maximice
determinada función de bienestar en lugar de determinar si ciertos esquemas fiscales propician que los in­
dividuos se decanten más por ser trabajadores o empresarios.
Otro comportamiento en el que se mezclan variables fiscales y asunción de riesgos es la
evasión fiscal, cuestión que ha sido estudiada a partir de Allingham y Sandmo (1972) y Srinivasan (1973)
con modelos muy similares a los que se usan en elecciones de cartera.
En Kaplow (1991) se analiza la interacción entre imposición y asunción de riesgos desde una
perspectiva de equilibrio general, donde se incorpora incertidumbre en los ingresos del gobierno, mediante
la posibilidad de alterar el montante de los recursos, bien a través de medidas de política, bien a través de
decisiones de cartera. Se demuestra cómo existe un amplio rango de impuestos que se pueden descom­
poner en combinaciones de un impuesto sobre el salario, otro sobre la riqueza y una variación en la carte­
ra del gobierno. Así, un impuesto sobre los rendimientos de la inversión es equivalente (con un ajuste en la
cartera del gobierno) a un impuesto sobre el componente sin riesgo de una inversión o un impuesto sobre
6
la riqueza. El concepto de equivalencia utilizado es fuerte, y los resultados respecto al comportamiento y
bienestar son independientes de la función objetivo del gobierno y de la forma en que la utilidad individual
depende del gasto del gobierno.
En un trabajo más reciente, Asea y Turnovsky (1997) tratan de analizar cómo los impuestos
sobre el capital afectan al crecimiento y a las decisiones de cartera familiares. Para ello se elabora un mo­
delo estocástico para una economía abierta pequeña, en la que se suponen impuestos nacionales y ex­
tranjeros. Se demuestra teórica y numéricamente el papel tan importante que juega el riesgo en la deter­
minación de la media y varianza del crecimiento de la cartera, así como el hecho aparentemente contra­
dictorio de que existen condiciones bajo las cuales tipos impositivos más elevados pueden mejorar el bie­
nestar. Finalmente se apunta la evidencia empírica consistente en que tipos impositivos más elevados ha­
cen menos probable que las familias mantengan activos con riesgo.
Respecto a las decisiones de inversión, puesto que nuestro interés en este capítulo versa
sobre la imposición personal, y las personas físicas realizan la inversión más cuantiosa -en general- en vi­
vienda, haremos alguna referencia únicamente a la influencia de la fiscalidad en las decisiones referentes
a este activo en concreto. Siguiendo a Rosen (1985), encontramos un estudio sobre eficiencia y equidad
en vivienda y efectos de los subsidios; aquí se concluye que para el caso americano, el tratamiento en el
impuesto sobre la renta recibido por los dueños de la vivienda que ocupan, así como la provisión pública
de vivienda a los tramos más bajos de renta han incrementado considerablemente el consumo de este
servicio, y a la vez se ha disminuido la eficiencia. Un análisis de las reformas recientes en la fiscalidad en
Estados Unidos se elabora en Poterba (1992). De este trabajo también se deduce un claro incentivo al
consumo de vivienda en Estados Unidos animado por las reformas fiscales en la última década. En rela­
ción con las viviendas en propiedad, la reforma de 1986 que hizo descender considerablemente los tipos
marginales provocó una desventaja en cuanto que la adquisición de vivienda que proporcionaba una de­
ducción en la base generaba menores ahorros fiscales (recordemos que las deducciones en base propor­
cionan ahorros al tipo marginal correspondiente); pero por otro lado, se generó un aumento en la renta
disponible que compensaba el efecto anterior, por lo que el resultado final fue el incentivo a la propiedad
sobre todo en los niveles de renta más elevados.
6
El concepto de equivalencia que aquí se utiliza implica que dos regímenes impositivos son equivalentes si para cada estado
de la naturaleza los dos implican que los individuos cuenten con la misma riqueza y el gobierno con los mismos recursos y
además, la inversión total en cada activo es la misma.
— 17 — Otro efecto económico de introducción más reciente en los estudios de Hacienda Pública ha
sido la influencia de los impuestos para la protección medioambiental. Según la tipología sugerida por Mu­
zondo, Miranda y Bovenger (1990) existen tres fuentes básicas de problemas medioambientales: fallos de
mercado, por las externalidades generadas en la producción y el consumo, fallos de las políticas públicas,
que pueden incentivar implícita o explícitamente actividades con costes externos no internalizados, y pre­
siones demográficas, que pueden llevar a niveles de población insostenibles con los recursos existentes,
especialmente en países en desarrollo. Los ecologistas tienden a sostener que una política de polución ce­
ro es la solución para los problemas del medio ambiente, mientras que los argumentos económicos son
bien distintos, y a menudo se propone reducir solamente una parte. Esta diferencia entre soluciones con­
sideradas se conoce como “gap ecológico”. Los costes del deterioro del medio no afectan a una sola ge­
neración ni a un único país por lo que las negociaciones internacionales son necesarias a la hora de lograr
un acuerdo conjunto y evitar así la actuación de los free-riders. Un problema añadido señalado por Herber
(1992) es la dificultad de hallar una política económica eficiente capaz de internalizar las externalidades
medioambientales, debido a que el alcance geográfico de la externalidad supera las fronteras sobre las
que puede actuar la autoridad encargada de la internalización. En lugar de solucionar esta no correspon­
dencia a través de una reasigación de soberanía, los acuerdos y tratados internacionales aparecen como
la mejor solución.
Se identifican cinco áreas problemáticas: agotamiento de la capa de ozono estratosférica,
cambio climático global, polución del aire, deforestación amazónica y mantenimiento de la diversidad bio­
lógica. Para una revisión de estos efectos se puede acudir a Pearce y Turner (1990), Dornbush y Poterba
(1991), Nordhaus (1991).
De igual forma que el problema del medio no es único, tampoco existe una sola forma de
abordarlo desde el Sector Público, como se expone en Opschoor y Vos (1989). Los instrumentos impositi­
7
vos se suelen basar en el principio de “quien contamina paga” , cargando al contaminador el coste total de
las medidas correctoras del impacto de su actividad. Las medidas no impositivas se concretan en subsi­
dios (por reducción de daño), permisos de emisión transferibles, y políticas de inversiones públicas.
Somos conscientes de que el elemento fiscal no es el único ni el más relevante a tener en
cuenta en la toma de decisiones, pero en cualquier caso nos referiremos a los cambios de comportamien­
to que se producen en la mayoría de los agentes racionales cuando son gravados y que son relevantes
desde el punto de vista agregado. Nos centraremos, pues en los Epígrafes I.2.1 y I.2.2. del presente capí­
tulo, en la influencia que la imposición genera sobre el ahorro y la oferta de trabajo, y en el capítulo si­
guiente, cuya aplicación empírica contempla el tratamiento de la vivienda, se revisará de forma más exten­
sa la literatura relevante.
I.2.1. Efectos económicos de la imposición sobre el ahorro
En un modelo consumo-renta donde se supone que existe un solo periodo, no tiene sentido
8
analizar qué parte de la renta se deja de consumir , porque no se plantea la posibilidad de usos alternati­
7
Puede demostrarse que este principio (PPP o Polluter Pays Principle) no es el más eficiente. Como se deduce de Sandmo
(1975) (en Auerbach y Feldstein (1985) ed. pp110-115) y King (1986), teniendo en cuenta exclusivamente consideraciones de
eficiencia, no deberían gravarse solamente los bienes contaminantes, sino que todos los demás consumos deben incluirse en
el sistema impositivo de forma que se subvencionen consumos sustitutivos del bien contaminante y se graven los
complementarios.
8
Aquí nos referimos a ahorro como mera diferencia entre renta disponible de un periodo y consumo del mismo para aumentar
el consumo de periodos futuros. Otra forma de ahorro es la que se materializa como inversión en capital humano. En este caso
se renuncia a trabajar y a obtener determinada renta presente por obtener capitalización que es potencial renta futura. El nivel
— 18 — vos. Pero si pretendemos acercarnos más al reflejo del comportamiento verdadero aunque sea a través de
un modelo simplificado, es necesario que consideremos al menos dos periodos en la vida de los indivi­
duos: uno, equiparable a su vida activa, en el que se obtienen rentas, y otro, que se puede identificar con
la época de retiro en el que no se obtienen rentas sino que se vive de lo que se guardó durante el periodo
de actividad, es decir, del ahorro. La decisión de cuánto desea ahorrar un individuo está condicionada por
distintas variables. Entre otras podemos citar: tasa a la que la renuncia a consumo presente se convierte
en consumo futuro (y aquí, a su vez, juegan un papel importante las variables fiscales), esperanza de vida,
posibilidades de materializar el ahorro en activos rentables, existencia de cargas personales que obligan a
efectuar ciertos consumos fijos y no permiten convertir renta en ahorro, o que haya o no herederos que
puedan disfrutar del ahorro.
A nosotros nos interesará conocer la respuesta de los agentes con respecto al ahorro ante
modificaciones fiscales, y aunque solamente seamos capaces de observar un resultado final, sabemos
que cada efecto final puede descomponerse en un efecto renta y un efecto sustitución. Consideramos el
caso más sencillo, en el que solamente se obtienen rentas en la primera parte de la vida; si llamamos C1 al
consumo presente y C2 al futuro, y denotamos por (1+r) la tasa a la que C1 se convierte en C2, cuando se
produce una modificación que obliga al pago de un impuesto, la tasa de intercambio de consumos pasa a
ser (1+r(1-t)). Esto significa dos cosas. En primer lugar, que las renuncias a consumir en el presente se ve­
rán peor recompensadas que en ausencia de impuestos, puesto que la tasa de conversión es ahora me­
nos favorable. Pero además, la aparición de un impuesto origina una detracción en términos reales de la
renta de los agentes que sufren la carga, ya que aunque se obtenga la misma renta nominal, las posibili­
dades de consumo presente o futuro son peores que antes del establecimiento del gravamen. Al primer
efecto lo llamamos sustitución y origina un aumento del consumo presente, puesto que es más barato en
términos del consumo futuro, así que el ahorro (diferencia entre renta y consumo presente) aumentará. Al
segundo efecto lo denominamos efecto renta, y, al ser menor la capacidad adquisitiva de la renta, si supo­
nemos que el consumo es un bien normal (se suele suponer que son normales tanto el presente como el
futuro) el resultado es mayor C1 y en consecuencia, menor ahorro. Esta es fundamentalmente la explica­
ción de cómo se produce el efecto final, que queda indeterminado, como se puede ver , por ejemplo, en
Boadway y Wildasin (1996).
Si pensamos en un modelo en el que sea posible obtener rentas en los dos periodos en que
se divide la vida (no sólo en el primero) y suponemos un incremento de renta, debemos concretar más. El
resultado no es el mismo si el incremento se produce en el primer o en el segundo periodo. Si se produce
en el primero, considerando que tanto el consumo presente como el futuro fuesen bienes normales, el
agente dedica ese incremento a repartir entre los dos periodos, pero no llegará a un incremento en el con­
sumo presente superior al incremento que disfruta de la renta (la participación en la renta del consumo
presente será como mucho igual a la unidad, en cuyo caso el consumo futuro no se modifica ni tampoco el
ahorro) por lo que el ahorro aumenta. Pero si la renta se le otorga en el segundo periodo (y en ausencia de
incertidumbre), el agente sabe que puede sacrificarse menos durante el primer periodo y seguir alcanzan­
do el consumo futuro que considera óptimo, por lo que decidirá ahorrar menos. Cuando consideramos
modelos multiperiodo, es interesante destacar que la elasticidad del ahorro con respecto al tipo de interés
no tiene por qué ser la misma en todos ellos. De hecho, es mucho más lógico creer, si consideramos un
modelo con incertidumbre, que la elasticidad del ahorro con respecto al tipo de interés sea mayor en los
periodos de juventud (por lo menos elasticidad mayor al alza) ya que las mejoras en la tasa de intercambio
se aprovecharán más cuanto mayor sea el periodo de vida que consideremos que queda hasta el fin, por­
que ello implica mayor incertidumbre. Aquí se presupone aversión al riesgo, pero desde el momento en
que la precaución sea un motivo de ahorro, el razonamiento arriba apuntado es válido.
de renta de equilibrio a la que se renuncia “hoy” para obtenerla “mañana” está determinado por el cumplimiento de la condición
que iguala rendimiento de la formación y tipo de interés neto. Mientras que la tasa de rendimiento de la formación supere el
interés neto, merece la pena seguir renunciando a renta presente para formarse y viceversa.
— 19 — Los modelos económicos que estudian la decisión de ahorro pueden complicarse mucho
más para tratar de reflejar la realidad de la forma más fiel posible. Una complicación adicional es la que
supone el estudio multiperiodo de generaciones solapadas en lugar de una sola en distintos periodos.
Centrándonos en el caso multigeneracional, podemos apuntar tres razones por las que los
agentes deseen no consumir toda la renta de la que disponen en cada periodo. En primer lugar, se ahorra
por precaución, por incertidumbre acerca de la duración de la vida, por lo que hay que guardar en perio­
dos presentes y tratar de asegurar el consumo en los futuros. Una segunda causa sería la generosidad in­
tergeneracional o altruismo de padres a hijos que hace que surja ahorro generación tras generación no pa­
9
ra el propio disfrute sino para el de los descendientes en vida. En tercer lugar, se puede hablar de lega­
dos estratégicos, que no se conceden tanto por generosidad sino como forma de compensación y condi­
cionados a labores que las generaciones jóvenes realicen en favor de sus progenitores (cuidado de los
padres, trabajo en el negocio familiar, ayuda financiera, etc.).
Para conocer la evolución del ahorro en cualquier economía es crucial saber cuáles son las
respuestas de los ahorradores a cambios en el tipo de interés al que se enfrentan. Y el tipo que los aho­
rradores consideran relevante es el efectivo o neto, por lo que las variables impositivas influyen en el tipo
de interés y a su vez en la decisión de ahorro. La tasa de intercambio de consumo entre periodos no es la
única vía de influencia de la política fiscal en el ahorro. También se puede alterar la distribución de cargas
impositivas a lo largo del tiempo, mediante políticas de pensiones o de deuda, ejemplo de ello lo encon­
tramos en Feldstein (1974) donde se explica cómo la magnitud “riqueza en seguridad social” tiene un efec­
to positivo grande sobre el consumo, reduciendo ahorro y acumulación de riqueza.
Según la Ley de Denison, la proporción de renta de un país que se dedica a ahorro es más o
menos constante si se analizan periodos largos, lo que supone implícitamente que la elasticidad del ahorro
respecto al tipo de interés es nula. Esta ley ha sido criticada por Boskin (1978), pero -aunque el objetivo no
sea la contrastación de la misma-, en otros trabajos en que se pretende analizar la relación de las dos va­
riabes ahorro e interés, se puede constatar que esta ley no tiene por qué cumplirse. Véanse, por ejemplo
Howrey y Hymans (1978), Blinder y Deaton (1985). Incluso aunque la Ley de Denison fuese cierta no po­
demos deducir que los ahorradores no responden a cambios en tipos de interés porque el efecto de unos
puede compensarse con otros. El ahorro agregado puede no variar ante una modificación del interes y
aun así mantenerse la coherencia acerca de la elasticidad ahorro-interés en distintos colectivos: la elevada
elasticidad en jóvenes puede coexistir con elasticidades negativas en personas de edad que se encuen­
tran al final de su vida en una fase de desahorro y que compense en términos globales llegando a una so­
lución de suma cero. De todo esto se puede inferir que no existe acuerdo acerca de la cuantía de los efec­
tos sobre ahorro de variaciones en tipos de interés y que la consideración de una magnitud agregada no
es la vía para medir efectos económicos, que es nuestro objetivo.
El diseño de modelos de comportamiento que predicen reacciones de los ahorradores ante
distintas medidas de política, pese a ser una metodología que parece más acertada, no está exenta de
problemas, porque incluso un análisis basado en supuestos muy simplificadores como oferta de trabajo fija
durante todos los periodos analizados y mercados de capitales perfectos, implica mucha complicación. La
obtención de resultados fiables pasa por la construcción de modelos de equilibrio general y aplicación de
supuestos más realistas, lo que puede convertir al modelo en una herramienta inmanejable.
9
Cuando se supone que hay indiferencia entre que las últimas unidades de renta se destinen al individuo que las ha generado
o a sus herederos (pero no en vida del generador de rentas), aparece un motivo adicional de ahorro, el motivo herencia y
además se cumpliría el Teorema de Equivalencia Ricardiana, según el cual un aumento en la renta de un individuo
compensada exactamente por un descenso en la renta de un heredero no altera el patrón de consumo en todos los miembros
de la dinastía, ya que la generación que mejora compensa a la que empeora.
— 20 — Resultado del uso de la microsimulación aplicada a efectos sobre el ahorro, existen bastan­
tes trabajos, entre los que destacamos el análisis de Zeldes (1989), que aplicado al caso de Estados Uni­
dos obtiene un porcentaje de la renta ahorrado por motivo de precaución en torno al 10-20%. Por este
mismo motivo de precaución el estudio aplicado a Italia (Guiso et al. (1992)) revela un porcentaje de renta
ahorrada menor.
Otros trabajos que revelan el potencial de las simulaciones -en estos casos dinámicas- para
medición de efectos por la aplicación de políticas, se pueden encontrar en Auerbach, Kotlikoff y Skinner
(1983) y Auerbach y Kotlikoff (1987), que estudian en el contexto de generaciones solapadas, la elección
óptima de consumo y oferta de trabajo de forma que se maximice la utilidad a lo largo de la vida, e introdu­
ciendo como restricciones que los precios están dados y que se debe cumplir la restricción presupuestaria
que opera durante el ciclo vital. Los estudios dinámicos no se limitan a la observación de los efectos en los
estados estacionarios, también es posible observar los efectos en la transición de un estado estacionario a
otro. Algunas variantes en modelos dinámicos son el estudio de los efectos de la sustitución (neutral en
términos recaudatorios), de un impuesto que grave el consumo por otro que grave rentas salariales que se
lleva a cabo en Lord (1989), o la incorporación de la vivienda como un activo de capital adicional, en Gah­
vari (1984). Este último trabajo concluye que con una reforma neutral en recaudación que grave la vivien­
da, se induce al crecimiento de la intensidad de capital en el sector industrial.
Otros autores que han pretendido avanzar incorporando supuestos más realistas en el con­
texto dinámico de generaciones solapadas son Altig y Davis (1992) que incluyen el supuesto de imperfec­
ción en mercados de capitales y permiten que se produzcan trasvases intergeneracionales por motivos al­
truistas.
En Feldstein (1992) se denuncia el hecho de que no se haya considerado nada más que el
efecto que tienen los impuestos pagados en el ámbito personal al estudiar la influencia de los fondos de
10
pensiones sobre la recaudación y el ahorro, olvidando la contribución positiva generada por las empre­
sas (ya que el capital acumulado en los fondos se grava vía imposición societaria). En contraposición a las
críticas que declaran que el aumento de ahorro que generan estos planes de pensiones se ve más que
compensado por la pérdida recaudatoria, Feldstein defiende que esto no tiene por qué ocurrir si se tienen
en cuenta los efectos de las empresas. Se aportan además en el trabajo algunos datos interesantes para
distintos valores de parámetros, por ejemplo, se calcula que para un tipo empresarial del 34%, un tipo per­
sonal tanto en la vida activa como en la jubilación del 25%, una sustitución de otros ahorros para realizar
aportaciones al IRA del 20% durante los 2 primeros años y los restantes, harían falta 5 años para recupe­
rar la mitad del gasto fiscal que supone la deducibilidad de las aportaciones a fondos de pensiones, otros 4
para recuperar el resto, en 6 más la deuda empezaría a descender para un individuo de 45 años que apor­
ta 2000 dólares durante 20 años y recibe anualidades durante otros 15. Se muestra además que incluso
aunque el periodo de pérdidas recaudatorias en el impuesto personal fuese más largo, con el tiempo se
consigue compensación y aumento en el crecimiento recaudatorio.
Como los proyectos donde se pierde a corto plazo para ganar a largo generan escepticismo
(y muchas veces no son propuestas electorales ganadoras), Feldstein propone un “IRA no gravable” que
genera incentivo al ahorro cada año sin pérdida recaudatoria. El mecanismo que lo consigue es no permitir
la deducibilidad de las aportaciones a los fondos ni gravar los fondos y rendimientos retirados durante la
10
En concreto, Feldstein se refiere a los IRA (Income Retirement Account), aplicados en Estados Unidos. Antes de 1986 eran
fondos donde las aportaciones durante la vida activa eran deducibles en el impuesto personal sobre la renta, gravándose el
principal y los intereses al retirarse en la jubilación. Despues de 1986 las aportaciones dejaron de ser deducibles a cambio de
que no se gravara el principal al retirarse y quedaran sujetos sólo los rendimientos obtenidos. La acumulación de capital queda
gravada vía imposición societaria.
— 21 — jubilación. Se pierde recaudación por impuesto personal por no gravar los rendimientos del fondo, pero se
compensa en exceso por el aumento en recaudación societaria que grava la acumulación de capital.
Además este sistema genera el mismo incentivo al ahorro que el IRA tradicional porque la tasa de rendi­
miento del ahorro es la misma.
La interacción de la fiscalidad y el ahorro es una cuestión que aparece estudiada en otros
muchos trabajos españoles. Entre ellos destacamos el llevado a cabo por Andrés y Zabalza (1991) con
datos de ahorro en España durante 25 años, de 1964 a 1988. Se trata de probar si la reasignación de ren­
ta disponible dentro del sector privado entre familias y empresas está relacionado con la fiscalidad, de mo­
do que ante un incremento de la presión fiscal personal, se opte por repartir menos beneficios. Esta situa­
ción permitiría que el total de ahorro privado no cambiase sino que se distribuyese de forma diferente entre
sectores. En un marco de renta permanente y mediante un análisis de cointegración, se estima una ecua­
ción estructural de ahorro y se corrobora la hipótesis de que los impuestos no influyen en la determinación
del ahorro privado a largo plazo (sí a corto). La presión fiscal influye en la determinación del ahorro de las
familias tanto a corto como a largo plazo pero el efecto se compensa porque las familias, que son dueñas
de las empresas canalizan sus rentas de forma que se reduzca al máximo la factura impositiva, o sea, ge­
nerando ganancias de capital (beneficios no distribuidos) que gozan de un tratamiento fiscal favorable. Es­
te resultado implica que la propensión marginal al ahorro con respecto a la renta bruta es igual pero de
11
signo contrario a la propensión marginal al ahorro con respecto a los impuestos .
El análisis de resultados con un modelo dinámico corrobora lo obtenido previamente, ya que
aparece un carácter transitorio de los efectos de la fiscalidad tanto en el sector privado como en el familiar.
Este resultado no se contradice con Raymond (1990) donde se habla de sustuibilidad imperfecta (inferior a
la unidad) entre ahorro familiar y empresarial. Lo que se constata en Andrés y Zabalza (1991) es que la ta­
sa de sustitución es uno cuando existe una motivación fiscal. Molinas y Taguas (1991) tratan de explicar la
caída en promedio de 3,09 puntos en la tasa de ahorro de las familias españolas desde el periodo 1966­
1979 al 1980-1988, apuntando el incremento en la tributación como una de las principales causas. Para
ello plantean un modelo estructural que permite analizar el comportamiento de los agentes económicos, y
presentan evidencia empírica de la importancia explicativa de la variable fiscal, si bien no es la única cau­
sa. La variable fiscal, en concreto el incremento en la imposición indirecta puede explicar explicar como
máximo el 40% de la caída en la tasa de ahorro familiar (1,2 puntos).
En el Informe sobre la reforma de la imposición personal sobre la renta y el patrimonio
(1990), se sostiene un argumento bien distinto. Al tiempo que se aboga por un tratamiento fiscal más uni­
forme de las rentas, se apunta que “es difícil afirmar que una menor fiscalidad del ahorro pueda producir
efectos concluyentes a corto plazo sobre su nivel”. En el informe se justifica la caída en la tasa de ahorro
por envejecimiento de la población, cobertura pública de incertidumbres futuras o desarrollo de mercados
financieros que potencian la adquisición de bienes de consumo duradero, pero resta importancia a la va­
riable fiscal porque la mayor caída en el ahorro se produce en los años setenta, cuando en España no
existía un sistema de impuestos directos que justificara ese comportamiento. Montoro (1991) señala que
en España la influencia de la fiscalidad ha sido bastante perjudicial para la generación de ahorro por el
continuo crecimiento de la presión fiscal (que genera entre 1985 y 1989 un aumento de 4,5 puntos porcen­
tuales del PIB), unido a tratamientos dispares según la forma de materialización que atentan contra el
principio de neutralidad. Zabalza (1991) hace notar que donde realmente no existe un consenso es en el
componente del ahorro sobre el que se debe actuar: público, empresarial o familiar. En su opinión, lo más
sencillo es tratar de aumentar la tasa de ahorro público, y también es la alternativa de efectos más inme­
diatos, pero no por ello se debe renunciar a la actuación mediante la política fiscal sobre el ahorro privado.
11
Esta metodología de contraste de propensiones marginales al ahorro es más limitada que la evaluación de un modelo
completo, si bien ha sido utilizada en otros trabajos, como Raymond (1989) y Poterba (1987)
— 22 — Monés el al. (1991) se plantean si la explicación de la correlación tan fuerte entre ahorro do­
méstico y presión fiscal en el caso español se debe a otra relación aparte de la tradicional vía de conexión
entre ahorro y renta disponible. Partiendo de un modelo de maximización condicionada en un modelo de
elección intertemporal de dos periodos, y con 1355 observaciones del panel de declarantes de I.E.F. des­
de 1984 a 1987, se pretende evaluar la incidencia sobre el ahorro del tipo marginal efectivo, y ciertas ca­
racterísticas familiares y profesionales, apoyándose en el uso de variables dicotómicas en un modelo tobit.
Las conclusiones más destacables son la poca importancia de los tipos marginales en la explicación de la
decisión sobre el nivel de ahorro, la relevancia de las variables fiscales a la hora de elegir en qué activos
se invierte, y la gran significatividad de la variable edad en las decisiones de ahorro. Monés y Ventura
(1994) deducen que no se pueda afirmar que los incentivos fiscales al ahorro hayan contribuido a aumen­
tar el ahorro total de las familias entre 1982 y 1990. Los incentivos al ahorro en vivienda y seguros parecen
algo más efectivos, y además inciden sobre colectivos con menor capacidad de ahorro. La forma de pro­
ceder en este último trabajo es seguir a los mismos individuos en sucesivos periodos para ver cómo varían
sus decisiones ante distintas circunstancias y no adoptar una perspectiva agregada que impide particulari­
zar por tipos de individuos. Como se verá en el apartado empírico, este mismo enfoque es el que preten­
demos adoptar en nuestro análisis aplicado.
En Valle (1991) se destaca una vez más la relación entre ahorro y fiscalidad, en concreto se
apunta la estrecha relación entre caída en la tasa de ahorro de las familias y el incremento en la presión
fiscal directa que éstas soportan a lo largo de la década de los ochenta en España. La combinación de
efectos que puede resultar especialmente perversa es la concurrencia de inflación y progresividad, lo que
hace disminuir la tasa de rendimiento del ahorro, en ocasiones haciendo que los rendimientos del ahorro
sean negativos. Valle señala por otra parte la presencia del efecto sustitución entre ahorro público y ahorro
privado cuando más presión fiscal desincentiva el ahorro de las familias. No llega a defender, sin embargo
la tesis de Barro, según el cual el efecto sustitución es total y cada unidad más de ahorro público provoca
una disminución de igual cuantía en el ahorro privado. Algunos analistas sostienen la idea de que ante un
incremento de la presión fiscal el ahorro privado permanece inalterado debido a la sustitución entre ahorro
de familias y empresas. En España, los datos disponibles de 1980 a 1990, confirman la idea de que tal
efecto no es muy significativo. Lo que no parece discutible es la relación negativa entre presión fiscal dire­
cta y tasa de ahorro familiar.
Otro trabajo al que nos referiremos es el elaborado por Raymond (1991). Aquí se mantiene la
visión de que los macrodatos no son la forma adecuada para contrastar efectos microeconómicos como lo
son las reacciones ante incentivos al ahorro, donde cada contribuyente elige individualmente y no según
una elasticidad media que valiese para todos. Raymond estima un coeficiente de correlación entre fiscali­
dad y ahorro de -0,81, lo que confirma la conclusión del trabajo de Valle. Se mantiene que el ahorro del
sector público y familias pueden ser claramente sustitutivos si el del sector público se consigue incremen­
tando la presión fiscal, pero al contrario que en Valle (1991), el ahorro de familias y empresa sí que se pre­
sentan como sustitutivos, teniendo en cuenta que en última instancia son las familias las dueñas de las
empresas, y ante un aumento de la presión fiscal personal decidirán no repartir beneficios. De todos mo­
dos, al ser las elasticidades de sustitución inferiores a la unidad, los incentivos fiscales al ahorro sí que
pueden conseguir los efectos deseados.
En Argimón (1996) se evidencia que la forma de financiación del gasto público es irrelevante
para las decisiones de consumo (por tanto, de ahorro). Las medidas fiscales dirigidas a estimular el ahorro
12
pueden ser efectivas en el corto plazo, pero no en el largo , a no ser que se trate de países sin tradición
12
Se señala también, que “la forma en que se financia el déficit, en el largo plazo es irrelevante, y la política fiscal pierde su
papel: el consumo privado no se altera, todo el aumento en la renta disponible se ahorra, de manera que el nivel de ahorro
nacional permanece inalterado”.
— 23 — de déficit públicos, ya que en estos casos los individuos sufren de ilusión fiscal y no descuentan impuestos
futuros, por lo que la política fiscal es efectiva. La aplicación se realiza para un subconjunto de países de la
Unión Europea, desde 1970 a 1990.
El ahorro puede materializarse en distintos activos, y la fiscalidad que recae sobre cada uno
puede adoptar formas variadas. Un estudio teórico interesante que trata el ahorro materializado en pen­
siones es el que realiza López García (1996), cuyo objetivo es estudiar si una regulación favorable de las
pensiones privadas tiende a elevar el ahorro. El análisis parte de la idea de que favorecer el ahorro me­
diante tratamientos menos gravosos en determinadas materializaciones supone un gasto fiscal. Distin­
13
guiendo entre ahorro marginal e inframarginal , y en un análisis de equilibrio parcial con vida dividida en
dos periodos, concluye que el tratamiento fiscal favorable reduce el ahorro de los individuos para los que el
ahorro en pensiones es inframarginal. Estas mismas conclusiones se obtienen en Munnell (1982) y en Sti­
glitz (1986). En un contexto de generaciones solapadas con vida dividida en dos periodos y ahorro por mo­
tivo de precaución (o de ciclo vital, es decir, para hacer frente al consumo que se realizará durante el pe­
riodo inactivo), suponiendo presupuesto equilibrado, cuando se eleva el máximo de ahorro en pensiones
favorecido fiscalmente, se produce un incremento del capital por trabajador. Si la perspectiva es la inci­
dencia diferencial, al mantener el mismo nivel de gasto público, por dejar de recaudar ciertas cantidades,
hay que aumentar el endeudamiento, y se trata de sopesar si los costes por deuda compensan el ahorro
generado por los estímulos fiscales. La conclusión en López García (1996) es que si se parte de un equili­
brio estacionario dinámicamente eficiente (caracterizado por un tipo de interés bruto mayor que la tasa a la
que crece la población), lo que se gana es más que lo que se pierde, porque el efecto de acumulación de
capital supera el efecto “expulsión” generado por el incremento en el endeudamiento.
En Oliver y Raymond (1998) y (1999) se califica el ahorro como un bien escaso, y una de las
causas de tal afirmación está en el envejecimiento de la población. Se recomienda la conveniencia de po­
tenciar sistemas de pensiones de tipo capitalización, o la profundización en los de reparto basados en
aportaciones efectivamente realizadas. Sin duda, la fiscalidad podría ayudar a conseguir tales fines.
Otro conjunto de trabajos que se resumen a continuación trata de incorporar los parámetros
fiscales que inciden sobre el ahorro a través de un índice, ya sea la tasa interna de rentabilidad (o TIR), o
el tipo marginal efectivo real.
En González-Páramo (1991) se estudian los incentivos que genera la imposición personal
sobre el ahorro materializado en distintos activos (se revisa asimismo el tratamiento tan diferenciado por
activos en la fiscalidad española) y se ofrece una idea del signo del incentivo y su orden de magnitud, ba­
14
sándose en la metodología de construcción de tipos marginales efectivos reales . El estudio se lleva a
cabo considerando tres individuos representativos y comparando el periodo 1991 con 1993. En términos
globales se observa reducción en la imposición efectiva (más acusada si el ahorro se presenta en forma
de incremento patrimonial), y no mucha dispersión de tipos tras las modificaciones. No se logra más neu­
tralidad en la elección entre diferentes formas de ahorro y el hecho de que se acusen diferencias en el tra­
to por tipo de ahorro genera recomposición en las carteras de los ahorradores.
13
El ahorro materializado en pensiones es marginal cuando éste determina el tipo marginal al que se enfrentará el ahorrador (y
por tanto, la cantidad que desea ahorrar). Esto presupone que solo se ahorra en pensiones y que no se llega al tope que
permite ventajas fiscales. Se dice que es inframarginal cuando el ahorro vía pensiones no explica la última unidad ahorrada,
bien porque se invierte en otros activos o porque se invierte en pensiones más del límite favorable fiscalmente.
14
El tipo marginal efectivo real se define como las pesetas de impuesto que ha de pagar un ahorrador anualmente por cada
peseta adicional que invierte en un activo calculado como porcentaje del rendimiento real antes de impuestos.
— 24 — El estudio elaborado por Domínguez (1995) ofrece una visión de diferentes alternativas de
ahorro que se ordenan para distintas edades del ahorrador, según su tasa interna de rentabilidad. Consi­
derando planes de pensiones individuales, seguros de vida, fondos de inversión inmobiliaria y en activos
financieros, y vivienda habitual, parece que a partir de 1992, la opción más favorable es el plan de pensio­
nes que da derecho a deducción en base y se percibe como capital. Comparando seguros de vida con
prestación en forma de capital y los fondos de inversión se observa cierta ventaja fiscal a favor de los se­
guros de vida. Los seguros de vida que proporcionan una renta vitalicia son mejor opción que el uso de la
vivienda habitual a cambio de una renta vitalicia, y esta opción es a su vez mejor que los seguros que pro­
porcionan rentas temporales. La peor alternativa parecen ser los planes de pensiones sin derecho a de­
ducción, sobre todo si la prestación es tipo renta. Aplicado también al caso español se presenta el trabajo
de González-Páramo (1995) y (1997) que utiliza la metodología de imposición marginal efectiva en la re­
gulación relativa al IRPF sobre los activos más elegidos por los ahorradores. Como conclusiones se des­
tacan el amplio abanico de tipos marginales efectivos, que va desde valores negativos en el caso de pla­
nes de pensiones percibidos de forma única como capital o rentas vitalicias, hasta valores superiores al
100% de tipo marginal efectivo para el caso de dividendos de acciones como rendimiento ordinario en in­
dividuos con tipo marginal de 56% en el impuesto sobre la renta o también en plusvalías por acciones ge­
neradas en 5 años. Destaca el hecho de que la legislación aplicable desde 1992 ha podido motivar la recomposición de las carteras financieras de las familias en los años más recientes.
En Domínguez (1999) adoptando la metodología de cálculo del TIR, se evalúa y modeliza la
incidencia que la reforma del IRPF (ley 40/1998) ha generado sobre los activos financieros. El análisis se
lleva a cabo considerando que el sujeto pasivo obtiene una renta de 4 millones de pesetas. En términos de
neutralidad, la reforma parece que hace descender las diferencias en el tratamiento fiscal para inversiones
de duración igual o superior a diez años, mientras que se observan pérdidas de neutralidad en el resto de
los activos analizados.
Un trabajo más reciente que también utiliza la metodología de imposición marginal efectiva
es el que se desarrolla en González-Páramo y Badenes (2000), considerando tres situaciones de grava­
men en IRPF: tipos bajos, medios y elevados, y el tratamiento del ahorro materializado en activos financie­
ros ordnarios, activos de ahorro-previsión, activos inmobiliarios y empresariales. El contexto de análisis en
este caso se refiere a la reforma de la ley 40/1998, y se trata de ofrecer una visión de la imposición margi­
nal efectiva según tipos de activos antes y después de la reforma, y comprobar si tal reforma conduce a
aumentos en la neutralidad, lo que no parece corroborarse.
Algunos de los trabajos que aquí se han presentado adoptan un enfoque macroeconómico.
Si las magnitudes agregadas no sirven bien a nuestro propósito (evaluación de los efectos sobre el com­
portamiento generados por las variables fiscales), tendremos que valernos de otros instrumentos: microsimulación o construcción de modelos de comportamiento. El estudio del comportamiento microeconómico
de un individuo representativo no es el camino que consideramos adecuado si es posible utilizar la microsimulación a partir de un panel de datos, pues el comportamiento de una sola unidad, por representativa o
racional que sea, siempre es una aproximación menos exacta que una simulación de suficientes datos de
una muestra representativa, y por otro lado, de un caso particular no podemos deducir conclusiones más
generales.
I.2.2. Efectos económicos de la imposición sobre la oferta de trabajo
Cuando aparece un impuesto nuevo que grava los rendimientos del trabajo o se eleva el tipo
efectivo de uno preexistente, el agente incidido por esta medida reacciona, respondiendo al cambio de dos
magnitudes: los precios relativos y el poder adquisitivo de su renta. No es lógico creer que cada uno de los
agentes que soportan la carga impositiva lleve a cabo un análisis tan minucioso como el que supone la
medición del desdoblamiento en la reacción por motivo del efecto renta y del efecto sustitución. Los agen­
— 25 — tes simplemente responden de forma automática ante un cambio de las variables fiscales, independiente­
mente de que el estudio de sus reacciones no sea tan automática.
Por un lado hay que considerar la magnitud precios relativos (efecto sustitución), y si lo que
analizamos es una elevación del tipo efectivo, lo que ha ocurrido en definitiva es que por cada hora de tra­
bajo se obtiene menos salario neto que antes de la reforma, es decir, si se decidiese trabajar menos ho­
ras, el coste de oportunidad de ese tiempo que ahora está dedicado al ocio, es menor que antes. Esto es
lo mismo que decir que el ocio se ha abaratado, con este motivo se desea más tiempo de ocio y al dis­
poner de una dotación temporal limitada, trabajar menos. Pero cuando el tipo efectivo se eleva, y supo­
niendo en un análisis de equilibrio parcial que es ésta la única modificación, trabajando las mismas horas
que antes el poder de compra de la renta salarial es menor (efecto renta) al haber una parte adicional que
debe destinarse a pago del impuesto. El agente ve menguadas las posibilidades de consumo que las nue­
vas circunstancias le ofrecen, o lo que es lo mismo, su renta real que es la determinante para tomar deci­
siones. Como el ocio es un bien normal, ahora se desea menos, porque es como si tras la reforma se fue­
se más pobre, y de nuevo, por la limitación temporal a la que estamos sometidos, menos horas de ocio
significan más horas dedicadas a trabajar. Ambos efectos son contrapuestos y que pondere uno u otro de­
termina el resultado final observado.
Se pueden hallar numerosos trabajos en la literatura económica que estudian estos efectos
en el mercado de trabajo. El estudio de este mercado es, en cierto modo, diferente al de otros efectos
económicos puesto que todo aquel que se enfrenta a una modificación fiscal que altera su renta salarial
puede responder de más formas que en otros mercados. No se trata únicamente de trabajar más o menos
horas, también es interesante analizar el esfuerzo con que se realiza el trabajo, o la decisión de participa­
ción (puesto que una modificación muy desfavorable puede generar, y de hecho genera, la decisión de
abandono del mercado laboral), Blundell, Ham y Meghir (1987) y Mroz (1987). En Hausman (1983) se ela­
bora una descripción microeconómica de los efectos de la imposición en el mercado de trabajo y además
se aportan evidencias empíricas comparadas con resultados de otros autores para grupos determinados:
maridos, mujeres (que suelen coincidir con primeros y segundos perceptores respectivamente) e indivi­
duos situados en tramos elevados de renta a través de la estimación econométrica de funciones de oferta
de trabajo. Los datos estimados varían por autores según hipótesis prefijadas, bases de datos y país ana­
lizado como se puede comprobar en Ashworth y Ulph (1981), Hausman (1981), Blomquist (1983) y Haus­
man (1983). Por ejemplo, la elasticidad de la renta oscila entre -0,04 en un modelo lineal aplicado a Suecia
en Blomquist (1983), y -0,17 también en un caso lineal estimado por el propio Hausman para Estados Uni­
dos, confirmándose en práctica la creencia de que el ocio es un bien normal. El problema de estimar ofer­
tas de trabajo lineales, tal y como se comenta en MaCurdy, Green y Paarrsch (1990), es que se imponen
restricciones teóricas que condicionan los resultados y éstos son muy sensibles a cambios de especifica­
ción del modelo.
Es difícil encontrar trabajos en los que los resultados de las elasticidades renta y salarial sean
coincidentes o varíen poco y se pueda decir que son prácticamente iguales, lo que sí se puede afirmar con
respaldo empírico es que determinados grupos responden más que otros cuando se enfrentan a las mis­
mas reformas. Este es el caso de las mujeres casadas como se muestra en Hausman y Poterba (1987),
Mroz (1987), Bosworz y Burtless (1992), aunque la respuesta puede ser muy pequeña o incluso negativa,
como se analiza para el Reino Unido en Arrufat y Zabalza (1986). Dentro del grupo de mujeres casadas,
las respuestas de menor magnitud aparecen sistemáticamente en colectivos que trabajan muchas horas, y
el efecto varía según la situación ocupada en la distibución de renta. Así, visto que las respuestas no son
homogéneas cuando se analizan en grupos de características diferentes, parece más acertado llevar a
cabo ejercicios de microsimulación en los que se puede seguir una a una cada observación de forma in­
dependiente y evita el error que supone trabajar con el “individuo representativo” o agregaciones que ha­
cen perder posibilidad de interpretación por su generalidad.
— 26 — En Lindsey (1987) se analiza la respuesta para el caso norteamericano de los contribuyentes
ante reducciones de tipos en la imposición personal durante el periodo 1982 a 1984, y se estima la pérdida
recaudatoria “recuperada” por los incentivos que genera la reducción. En este trabajo, se apunta la idea en
la que nos basaremos para el desarrollo del trabajo aplicado de que la respuesta de la base imponible a
cambios en tipos impositivos no es igual al cambio en la oferta de trabajo u otro factor económico. La res­
puesta medida a través de la base imponible incluye, pero no se limita a los efectos sobre la oferta de tra­
bajo o cualquier otro factor que se cuantifique de forma independiente.
Una referencia interesante es el trabajo de Eissa (1995) en el que, utilizando la reforma esta­
dounidense de 1986 que recortaba tipos impositivos desde el 50% hasta un 28%, analiza la respuesta de
mujeres casadas mediante un estimador de diferencias en diferencias. Sus resultados básicos son una
elasticidad de participación de 0,4 y de oferta de trabajo respecto al salario neto de 0,8.
A partir de la contrastación de mayores elasticidades de respuesta en mujeres casadas, para
el caso español, García et al. (1989), elaboran un estudio para cuantificar el coste de eficiencia de la obli­
gación de tributación conjunta de los matrimonios que se mantuvo hasta 1989. El estudio estima una ofer­
ta de trabajo sencilla y simula alternativas a la tributación conjunta concluyendo la deseabilidad de una re­
visión motivada por el gran efecto desincentivo, que queda patente en los datos calculados de respuesta:
una elasticidad global y de participación de 1,89 y 1,56 respectivamente. También aplicado al caso espa­
ñol, Cañada (1991) estudia las decisiones individuales de oferta de trabajo de segundos perceptores en
virtud del IRPF, comprobando que el signo de las respuestas en participación laboral de mujeres es el es­
perado según la teoría: el IRPF influye negativamente en la decisión de incorporación al mercado laboral.
Este trabajo no se detiene en la cuantificación de efectos, sólo se estudia el signo de los mismos, puesto
que los datos ofrecen algunas restricciones y no se parte de retribuciones laborales reales sino de la esti­
mación de funciones de salarios. Como dato destacable se puede señalar que el aumento en los salarios
de los segundos perceptores animan la participación en el mercado, mientras que aumentos en salarios
de los primeros perceptores (maridos) la desincentivan, y este efecto del salario es mayor en las mujeres
más jóvenes. Si se consideran los estudios del marido, se observa que a mayor cualificación, mayor es el
salario de reserva de la mujer, mientras que el paro de larga duración incentiva la participación. Compa­
rando distintos escenarios en cuanto a IRPF, se puede afirmar que si la presión fiscal se hubiese manteni­
do desde finales de los años setenta hasta mediados de los ochenta, la participación hubiera sido mayor
que la registrada.
En González-Páramo y Sanz (1994), se describen y aportan resultados acerca de la influen­
cia que los impuestos genera sobre la oferta de trabajo. Se construye un índice de imposición laboral en
España para los años que van de 1980 a 1992 que permita comparaciones internacionales, y de éste se
deriva que durante esos 12 años, el crecimiento de la presión fiscal en España (73%) ha sido mucho ma­
yor que en el resto de países de la OCDE (2%). Destaca el enorme peso de las cotizaciones a la seguri­
dad social en la imposición laboral española, así como que el peso conjunto de impuestos sobre el trabajo
en el PIB es mayor en UE y OCDE que en España. Mediante el cálculo de tipos marginales efectivos (a
partir del concepto de cuña fiscal) para España y resto de países se puede comprobar el aumento en la
imposición efectiva que se ha experimentado entre mediados de los setenta y principios de los noventa.
Este resultado es importante por la influencia que se le puede atribuir sobre las tasas de actividad y parti­
cipación, demanda y oferta de trabajo, y sugirió el debate acerca de la conveniencia de sustituir cotizacio­
nes sociales por otros impuestos. Pero esta sustitución tiene escasos efectos cuando se aplica de forma
marginal a todos los trabajadores, sin distinguir por niveles de cualificación, y compensada por impuestos
generales sobre el consumo.
El trabajo más reciente de Sanz (1997) en el área de estudio de oferta de trabajo, analiza el
efecto de una medida análoga a la que se aplicó en España y que supuso la eliminación de agregación de
rentas en caso de matrimonio para el caso británico (en el Reino Unido se estableció la declaración sepa­
rada como obligatoria, y no opcional como ocurrió en España). Se detallan asimismo los factores que ex­
— 27 — plican dentro del grupo de mujeres casadas la participación en el mercado y las horas de trabajo ofrecidas.
La estimación del modelo se lleva a cabo en dos pasos: mediante un probit se estima la participación, y a
través de un tobit se estudian las decisiones de participación de las mujeres casadas. Como variables de­
cisivas en la explicación de participación (o no participación si el regresor es negativo) aparecen la mala
salud con un efecto marginal de -70,56%, y el hecho de tener niños de menos de 2 años, de modo que un
hijo más disminuye un 39% la probabilidad de participación. A medida que se consideran hijos mayores, la
influencia en la decisión de participar en el mercado laboral, aunque negativa, es cada vez menor. Los
años adicionales de estudios incrementan en un 6% la probabilidad de participar. Si se analizan las horas
ofrecidas de las mujeres que participan antes y después de la reforma, se confirma que ésta ha consegui­
do el objetivo propuesto, ya que el incremento de horas ofrecidas es de casi el 6%, siendo las mujeres que
trabajaban más de 40 horas semanales las únicas que trabajan menos (es decir, las únicas en las que el
efecto renta es más fuerte que el efecto sustitución).
I.3. Aplicación empírica: cambio en el comportamiento de segundos perceptores de renta tras la
reforma del IRPF español en 1989
I.3.1. Justificación
En España, desde la implantación del IRPF se tomaba la familia como unidad contribuyente,
de forma que contraer matrimonio obligaba a declarar conjuntamente a los esposos, que debían incluir
además las rentas de los hijos menores para determinar la base imponible de la unidad familiar. Esta si­
tuación se mantuvo hasta que la Sentencia del Tribunal Constitucional de 20 de febrero de 1989 declara
inconstitucional la agregación obligatoria de rentas por el hecho de haber contraído matrimonio. A partir del
momento en que entra en vigor dicha sentencia (que se aplicó con carácter retroactivo a las bases decla­
radas en 1989 y obtenidas en 1988), los matrimonios pueden escoger presentar declaración conjunta o
separada.
Dicha reforma genera que el tipo marginal aplicable a los segundos perceptores se eleve
normalmente por efecto de la agregación de rentas sometidas a una tarifa progresiva. Esto ocurre porque
cuando se diseña una tarifa para aplicarse de modo individual, los tramos de base imponible creciente van
soportando tipos marginales sucesivamente mayores desde un tipo mínimo correspondiente a una base
mínima. Pero si la tarifa está diseñada para aplicarse a una suma de bases, el perceptor de base inferior
debe tributar de modo que su aportación eleva el tipo marginal de todos los miembros de la unidad fami­
liar. La elevación en el caso de declaraciones conjuntas no se produce a partir de un tipo mínimo como
cuando la declaración es de un solo individuo, sino que la elevación de tipo marginal de bases adicionales
de más perceptores comienza desde el tipo correspondiente a las bases anteriores a la última agregación.
Centraremos el análisis empírico en los efectos que la reforma de 1989 del IRPF español
15
provocó en la base gravable de los segundos perceptores de renta, mediante la posibilidad de declarar
separadamente, y abandonándose así la obligatoriedad de declaración conjunta de matrimonios que
existía hasta ese momento. Concretamente trataremos de determinar el efecto comportamiento de la re­
forma en de renta, calculando la variación porcentual de la base imponible ante modificaciones en el
porcentaje de renta neto de impuestos. Esta elasticidad individualizada es posible calcularla porque a
partir de las declaraciones de los casados se pueden obtener de forma separada las bases del primer y
15
El interés principal de nuestra aplicación empírica es el estudio de los efectos que se generan sobre el segundo perceptor de
rentas de la familia que es el que se enfrenta a modificaciones mayores en el tipo marginal soportado. Sin embargo, también se
ofrecen resultados referidos al primer perceptor y a la respuesta conjunta de ambos.
— 28 — segundo perceptor de la familia. La cuantificación del exceso de gravamen de la reforma se realizará
(como se demuestra en el Apéndice I), a partir de la siguiente expresión:
Eg =
1
t 2
ε BIS
BIS
2
(1 − t)
donde εBIS representa la elasticidad de la base imponible (BIS) con respecto del porcentaje neto de renta
disponible tras el pago de impuestos, (1-t), y t representa el tipo marginal aplicable al colectivo analizado
en la tarifa de IRPF en 1988, que es el año de referencia. El del exceso de gravamen basado en el
cambio en la base gravable es equivalente (como se demuestra en el Apéndice I) al calculado a partir
de las variaciones experimentadas en el consumo no favorecido fiscalmente ante un impuesto que gra­
va la renta y concede ventajas fiscales sobre determinados consumos.
Esta forma de cálculo del exceso de gravamen propuesta por Feldstein (1995a), incor­
pora más efectos que el mero cambio en la oferta de trabajo, ya que al calcular se mide el efecto de
variación total en la renta gravable, y la metodología es más sencilla que la desarrollada en los tra­
bajos que miden variaciones motivadas exclusivamente en la oferta laboral.
Nuestro objetivo principal es obtener la elasticidad de respuesta de la base imponible,
puesto que es a partir de esta elasticidad y no a partir de la elasticidad de oferta de trabajo de don­
de podremos deducir el impacto total de la reforma. Como resultado adicional, se cuantifica el ex­
ceso de gravamen que hubiese supuesto mantener la situación anterior a la reforma. Tradicional­
mente se ha utilizado para medir el exceso de gravamen de un impuesto sobre la renta salarial, la
expresión:
Eg =
1 2
ε Lt Lw
2
siendo en este caso εL la elasticidad compensada de oferta de trabajo, t el tipo al que se gravan las
rentas salariales, L la oferta de trabajo y w el salario que se cobra por unidad de trabajo. La cuantifi­
cación en términos de elasticidad de la base imponible, además de novedosa, tiene la ventaja de in­
corporar más efectos comportamiento motivados por la reforma que la simple elección de un número
diferente de horas de trabajo, debido a que aquí se incorporan alteraciones en el comportamientos
que originan cambios en la cuantía global de la base gravada, lo que queda explicado fundamental­
mente a través de la variación en las rentas del trabajo, pero no explican el total de las respuestas
que modifica el contribuyente. El programa de maximización condicionada que se plantea en el traba­
jo de referencia (Feldstein, (1995a)) supone como argumentos de la función de utilidad ocio y consu­
mos favorecidos fiscalmente, lo que da pie a la posterior justificación de la medida del exceso de gra­
vamen teniendo en cuenta no solamente la elasticidad de oferta de trabajo, sinó la elasticidad de la
base imponible, que recoge el efecto que la imposición genera no solamente a través de variaciones
en el precio del ocio, también mediante variaciones en el precio de los consumos que generan venta­
jas fiscales.
I.3.2. Metodología
La medición de la repuesta de los contribuyentes ante la factura impositiva, medida a tra­
vés de elasticidades se llevará a cabo de tres formas alternativas:
— 29 — 1. Mediante la metodología de Feldstein que hemos descrito en el Apéndice I, se cuantifi­
ca la elasticidad de la base imponible de los segundos perceptores ante variaciones en
el porcentaje neto de renta (1-t), que denominamos ELASF2, siendo t el tipo marginal
aplicable al segundo perceptor. Esta elasticidad de la base imponible con respecto al
tipo marginal neto se calcularía, por ejemplo entre 1988 y 1989 como:
BIS892 perceptor − BIS882 perceptor
BIS882 perceptor
ELASF 2 =
(1 − t89 ) − (1 − t88 )
(1 − t88 )
El numerador de esta elasticidad nos indicaría cuánto ha variado en términos porcentuales
la base imponible del segundo perceptor entre el año 1988 y 1989. El denominador se refiere al tipo
marginal neto, que no es más que el porcentaje neto de renta tras descontar el tipo marginal correspon­
diente, y lo que se cuantifica ahora es el porcentaje de variación del tipo neto percibido por el segundo
perceptor entre los dos años que consideramos en el numerador, 1988 y 1989. El tipo marginal para el
año 1988 que debemos considerar al calcular la elasticidad es al que el segundo perceptor cree que se
va a enfrentar, es decir, el que corresponde a la suma de su base y la de su cónyuge, ya que hemos
advertido de la no antipación de la reforma. El tipo marginal para el año 1989 es el que hubiere corres­
pondido según la tarifa individualizada en dicho año a las bases que se generaron en 1988, para así re­
coger todo el cambio en el tipo marginal entre los dos años de comparación.
2. Usando la metodología de Feldstein, calcularemos la elasticidad de repuesta de la ba­
se de primer y segundo perceptores ante el cambio en el porcentaje de renta neto del
tipo marginal del segundo perceptor, (ELASFTOT). El interés de esta respuesta se en­
cuentra en que las decisiones en el seno de una unidad familiar se llevan a cabo con­
juntamente, y aunque el cambio en los tipos marginales que se analiza incide espe­
cialmente sobre el segundo perceptor, las decisiones del primer perceptor también
pueden verse alteradas. Así, evaluaremos el efecto conjunto sobre la familia de un
cambio producido sobre uno de sus componentes.
BIS89ambos perceptores − BIS88ambos perceptores
BIS88ambos perceptores
ELASFTOT =
(1 − t89 ) − (1 − t88 )
(1 − t88 )
Cuando calculamos ELASFTOT, el denominador es el mismo que para ELASF2, pero en
el numerador se cuantifica el cambio porcentual producido en la base total de los dos cónyuges, así que
calculamos cuánto ha variado en términos porcentuales la renta de los dos cónyuges por el cambio en
el tipo neto que se percibe exclusivamente en el segundo perceptor.
Como los resultados globales de la familia (en nuestra aplicación constituida exclusiva­
mente por los cónyuges perceptores) pueden ocultar alguna respuesta interesante de los primeros
perceptores, también ofreceremos resultados teniendo en cuenta cómo responde el cónyuge percep­
tor principal ante la variación en los tipos marginales del secundario. Utilizaremos para ello la metodo­
logía de Feldstein, y la expresión de cálculo para esta elasticidad de respuesta (ELASF1) es la si­
guiente:
— 30 — perceptor princial
BIS89
− BIS88perceptor principal
BIS88perceptor principal
ELASF1 =
(1 − t89 ) − (1 − t88 )
(1 − t88 )
3. Una última alternativa, mediante el uso de la metodología tradicional, nos permitirá co­
nocer la elasticidad de la base imponible del segundo perceptor ante variaciones en su
tipo marginal en lugar de utilizar el tipo marginal neto. ELASTRAD2.
BIS892 perceptor − BIS882 perceptor
BIS882 perceptor
ELASTRAD2 =
t89 − t88
t88
Esta formulación representa una forma más tradicional de elaborar los cálculos, porque uti­
lizamos, no el tipo neto, sino el tipo marginal de segundo perceptor. Nótese que el signo de esta última
elasticidad será contrario al de las tres anteriores. El signo esperable en los tres primeros casos es posi­
tivo, ya que hablamos de cuánta renta más decidirá percibir el que menos gane de la pareja (o los dos,
o el primer perceptor) por el hecho de disfrutar de una modificación que bajará los tipos marginales, y en
consecuencia elevará su tipo neto. Como el numerador y el denominador normalmente tendrán el mis­
mo signo, las tres primeras elasticidades serán positivas, mientras que en el último caso ocurre lo con­
trario: vemos el porcentaje de (normalmente) aumento de renta en el segundo perceptor por el hecho de
que el tipo marginal al que se enfrenta es más bajo tras la reforma, así que numerador y denominador
de la elasticidad tendrán signos distintos y el cociente será negativo. Los valores de ELASF2 y ELAS­
TRAD2 son en cierto modo complementarios, ya que como se sigue de las expresiones que se presen­
tan a continuación:
dBIS
dt
⋅
(1 − t)
d (1 − t) BIS
⇒ ELASF 2 = −ELASTRAD ⋅
t
dBIS dt
ELASTRAD =
⋅
dt BIS
ELASF 2 =
Para llevar a cabo el cálculo de las distintas elasticidades: ELASF2, ELASFTOT, ELASF1 y
ELASTRAD2, se ha utilizado la programación en SAS, que permite obtener resultados a partir de cálcu­
los elaborados sobre cada individuo. El trabajo con microdatos va a permitir que los resultados sean
más afinados, porque no es lo mismo obtener las elasticidades a partir de los valores medios de bases y
tipos marginales de cada grupo considerado (elasticidades medias), que calcular la elasticidad individual
y obtener posteriormente el valor medio (media de las elasticidades individuales). Los resultados se
presentan clasificados por grupos construidos en función del tipo marginal de tarifa aplicable en 1988 a
los segundos perceptores de renta. Un sencillo ejemplo referido a ELASF2 puede ilustrar de qué dos
formas han sido calculadas las medias de las elasticidades individuales y las elasticidades medias.
Supongamos que la muestra con la que contamos aporta información acerca de 12 indivi­
duos, de los cuales 6 serán segundos perceptores. Las bases de cada uno de los perceptores de las
familias obtenidas durante el año 0 y en el año 1, son las que se presentan en la Tabla I.3.2.1.:
— 31 — Tabla I.3.2.1. Bases de primer y segundo perceptor en los años 0 y 1 Familia
1
2
3
4
Bases año 0
Bases año 1
1 perceptor
100
110
2º perceptor
80
90
1 perceptor
200
205
2º perceptor
150
160
1 perceptor
60
60
2º perceptor
50
100
1 perceptor
90
95
2º perceptor
12
10
80
80
er
er
er
er
er
5
1 perceptor
2º perceptor
10
15
6
er
1 perceptor
180
180
2º perceptor
100
80
Las bases conseguidas por los primeros perceptores son un dato relevante para el año 0,
cuando los contribuyentes obtienen sus bases sin tener en cuenta que haya ninguna reforma, es decir,
que el tipo que creen que van a pagar es el correspondiente a la suma de bases de primer y segundo
perceptor. Como en el año 1 la reforma que permite declarar individualmente es conocida, porque se
decide estando al tanto de la posibilidad de tributación separada, el comportamiento de los segundos
perceptores queda determinado teniendo exclusivamente en consideración las rentas que ellos han ob­
tenido, y no a partir de la suma de los dos. Para no complicar demasiado el ejemplo y no alejarnos del
objetivo de ilustrar el modo en que se calculan elasticidad media y media de elasticidades, supondre­
mos una tarifa igual para año 0 y año 1, sabiendo que en el primer periodo las bases que determinan el
tipo marginal aplicable son las de ambos perceptores, mientras que el año siguiente se tienen en cuenta
las bases separadas. Los tipos marginales de la tarifa que suponemos son los que aparecen en la Tabla
I.3.2.2.:
Tabla I.3.2.2. Tarifa aplicable a efectos del ejemplo Tramo de base (u.m.)
Tipo marginal
De 0 a 20
0%
De 21 a 60
20%
De 61 a 120
30%
De 121 a 200
40%
De 201 en adelante
56%
Con los datos expuestos podemos elaborar la Tabla I.3.2.3., que muestra las bases rele­
vantes en el año 0 y año 1 para determinar los tipos marginales correspondientes al segundo perceptor
de rentas:
— 32 — Tabla I.3.2.3. Valor de las bases relevantes de segundos perceptores, tipos marginales y tipos marginales netos aplicables en el año 0 y el año 1 Familia en la que Bases relevantes para determinación del tipo
se integra el 2º per­
marginal del 2º perceptor
ceptor
Año 0
Año 1
Tipo marginal y (tipo marginal neto) del 2º
perceptor
Año 0
Año 1
1
180 (100+80)
90
40% (60%)
30% (70%)
2
350 (200+150)
160
56% (44%)
40% (60%)
3
110 (60+50)
100
30% (70%)
30% (70%)
4
102 (90+12)
10
30% (70%)
0% (100%)
5
90 (80+10)
15
30% (70%)
0% (100%)
6
280 (180+100)
80
56% (44%)
30% (70%)
En el año 0, el contribuyente creía que el tipo que tendría que pagar al presentar su decla­
ración sería el correspondiente a la suma de bases. Por ejemplo, el 2º perceptor de la primera familia no
toma decisiones considerando un tipo marginal del 30% que sería el correspondiente a 80 unidades
monetarias de base imponible, sino que también considera la renta de su cónyuge, y al agregar, sabe
que a 180 unidades monetarias le corresponde un tipo marginal del 40%. El porcentaje neto de tipo
marginal se da entre paréntesis, tanto para el año 0 como para el año 1. Se han supuesto bases en ge­
neral mayores para el año 1 y el tipo marginal correspondiente para ese año sería el que tuviese en
cuenta solamente la base del segundo perceptor, es decir, a 90 unidades monetarias en el año1 para el
segundo perceptor de la primera familia le corresponde un tipo del 30%, y no el 40% que corresponde­
ría a la suma de bases.
Si calculamos una a una las elasticidades de respuesta en la base de los segundos per­
ceptores ante modificaciones en el porcentaje de renta neta de tipo marginal, tendremos que utilizar la
siguiente expresión:
ε BIS , (1− t )
Base1 − Base0
Base0
=
(1 − t1 ) − (1 − t0 )
(1 − t0 )
Por ejemplo, para el segundo perceptor de la primera familia, tendremos:
ε BIS , (1− t )
90 − 80
= 80 = 0,75
70 − 60
60
Si calculamos las elasticidades de forma individualizada obtenemos para los segundos
perceptores de cada una de las seis familias del ejemplo, los siguientes valores de la Tabla I.3.2.4. en la
que también se puede ver el tipo marginal con el que los segundos perceptores tomaron sus decisiones
en 1988 (año 0), y que servirán para agrupar los resultados.
— 33 — Tabla I.3.2.4. Elasticidades de segundos perceptores y tipos marginales relevantes para el cálculo Familia en la que se integra el
2º perceptor
Tipo marginal aplicable al 2º per­
ceptor en 1988
ELASF2
1
0,75
40%
2
0,183
56%
3
0 (*)
30%
4
-0,389
30%
5
1,167
30%
6
-0,3385
56%
(*) La observación correspondiente a la familia 3 no se incorpora en el cómputo de la elasticidad por no haber
modificado su comportamiento
Calculando las medias por grupos a partir de datos individuales, tenemos:
Elasticidad media del grupo de t=30%¤ (0,398+1,167)/2=0,7825
Elasticidad media del grupo de t=40%¤ 0,75/1=0,75
Elasticidad media del grupo de t=56%¤ (0,183-0,3385)/2=-0,07775
Media de las elasticidades individuales ¤(0,75+0,183-0,389+1,167-0,3385)/5=0,2745
Los resultados para la aplicación empírica de este capítulo calculan de esta forma las
elasticidades, puesto que se cuenta con información particularizada por individuos, y el error que su­
pone trabajar con valores medios es evitable. No obstante, se realizan cálculos a partir de las medias
de cada grupo para comparar los resultados e ilustrar la ventaja de uso de microdatos.
Si en lugar de calcular las elasticidades para cada uno de los individuos obtuviésemos
los valores medios de las bases y los tipos marginales para cada año y grupo, tendríamos lo que
hemos denominado elasticidades medias en vez de la media de elasticidades que acabamos de ob­
tener. Siguiendo con el mismo ejemplo numérico, los valores medios de las variables relevantes a
efectos del cálculo de elasticidades serían los que aparecen en la Tabla I.3.2.5.:
Tabla I.3.2.5. Valores medios de bases y tipos en los años 0 y 1 Media t (año 0)
Base media (año 0)
Media t (año 1)
Base media (año 1)
30%
(50+12+10)/3=24
(30+0+0)/3=10%
(100+10+15)/3=41,7
40%
80/1=80
30/1=30%
90/1=90
56%
(150+100)/2=125
(40+30)/2=35%
(160+80)/2=120
— 34 — La media de tipos marginales en el año 0 coincide con el tipo marginal de cada una de las
observaciones del grupo, ya que el tipo marginal es la variable que precisamente se toma de referencia
para llevar a cabo las comparaciones.
Las elasticidades medias por grupos calculadas a partir de valores medios serían las si­
guientes:
Elasticidad media del grupo de t=30%¤((41,7-24)/24)/((90-70)/70)=2,58125
Elasticidad media del grupo de t=40%¤((90-80)/80)/((70-60)/60)=0,75
Elasticidad media del grupo de t=56%¤((120-125)/125)/((65-44)/44)= -0,08381
Media de elasticidad a partir de valores medios globales ¤ ((75,83-67)/67)/((66,7-59,7)/59,7)=1,124
Como se puede comprobar 1,124≠0,2745. Estas dos formas de cálculo solamente coincidi­
rían si no hubiese dispersión entre las observaciones, con lo cual las medias por grupos coincidirían con
16
los valores individuales .
I.3.3. Años de análisis
La determinación de la elasticidad de la base imponible que pretendemos elaborar (εBIS), se
va a realizar comparando el año de partida, 1988 con los años sucesivos posteriores a la reforma para
los que se dispone de datos: 1989, 1990, 1991 y 1992. Se pretende comprobar si a lo largo de estos
años, la posibilidad de declarar de forma separada incentivó la obtención de bases imponibles mayores
en segundos perceptores por la ventaja de no agregación (y comprobar lo que ocurrió con los primeros
perceptores y la familia en su conjunto).
La elección del año de partida está justificada por la ventaja que ofrece ante la medición
del cambio en el comportamiento. Esta ventaja se explica por cómo se puso en práctica lo que el Tri­
bunal Constitucional decide en febrero de 1989. La declaración de IRPF en España se realiza una
vez terminado el periodo de devengo, comprendido entre el primer y último día del año, de modo que
en 1989 se liquida el impuesto correspondiente a las rentas generadas en el año anterior, 1988. Esto
permitió que la reforma se aplicase con carácter retroactivo, porque aunque la decisión se tomó en
1989, se aplicó a las rentas generadas durante el periodo anterior. De este modo, los contribuyentesunidades familiares decidieron la cuantía obtenida de base imponible en 1988 pensando que tributa­
rían conjuntamente aunque, de hecho, a posteriori se les ofreció la oportunidad de elegir presentar
declaraciones separadas. Esta es la razón de utilizar 1988 como año de referencia en relación con el
cual se realizarán las comparaciones de los años sucesivos: si esta reforma fuese anticipada, las uni­
dades familiares tomarían sus decisiones teniendo en cuenta que tributan conjuntamente hasta que
se les anunciara lo contrario, y a partir de ese momento, cuando fuese posible separar declaraciones,
obtendrían una base imponible conforme a esa situación más favorable. Esta situación tiene su con­
secuencia en cuanto a los datos disponibles: mientras la declaración es conjunta, no se dispone más
que del dato correspondiente a la base imponible familiar, pero no se puede conocer qué parte de la
misma corresponde a la base del primer perceptor y qué parte a la del segundo, y solamente se dis­
16
Cuando se hacen cálculos a partir de valores medios, en el ejemplo propuesto los valores de las elasticidades resultan de
menor magnitud. En la aplicación empírica ocurre lo contrario, ya que todas las elasticidades calculadas según la metodología
de Feldstein son positivas, y los grupos más numerosos son además los que mayores valores de elasticidad presentan. Estas
desviaciones de los resultados pueden quedar recogidas en los valores medios calculados a partir de datos individuales, pero
no a partir de medias agregadas.
— 35 — pone de los datos separados a partir del momento en que la agregación no sea obligatoria. Esto im­
plica que si, por ejemplo, en el año de partida, (digamos año 0) los contribuyentes declaran conjunta­
mente, pero saben que en el año 1 y sucesivos (año 2 año 3 etc...) podrán presentar declaraciones
separadas, la base imponible que ofrezcan en el año 1 lleva implícito el efecto comportamiento de la
reforma, pero como los datos del año 0 son familiares y no individuales, no se podrían comparar los
dos años. Las únicas comparaciones que se podrían llevar a cabo serían las del año1 con los sucesi­
vos (u otras combinaciones que no incluyesen el año 0), y comparar el año1 con el año 2 no reflejaría
el efecto de la reforma, cuyo impacto inicial se produjo del año 0 al año 1.
Afortunadamente, éste no es nuestro caso, porque al tratarse de una reforma no antici­
pada, en el año 1988 disponemos de datos separados para primer y segundo perceptor, y contamos
al mismo tiempo con bases imponibles que eran las que se hubieran ofrecido si existiera obligación
de tributar conjuntamente, por lo que la comparación con años sucesivos:
1. es posible porque no hay limitación en los datos al conocerse la base de primer y
segundo perceptor para todos los años del análisis.
2. incorpora el cambio total en la base debido a la reforma por el efecto sorpresa de la
misma.
I.3.4. Datos
Los datos con los que estimaremos las elasticidades de la base imponible corresponden
a 3.000 declaraciones separadas de panel puro, es decir, que se sigue a los mismos individuos a lo
largo de periodos sucesivos. De los 3.000 declarantes escogidos, solamente 1.500 son segundos
perceptores, aunque los valores que aparecen consignados en los distintos escenarios referidos al to­
tal de observaciones son algo inferiores (1.487, 1.488 y 1.484). La explicación a esta pérdida de ob­
servaciones está en que hay 13, 12 ó 16 observaciones que corresponden a segundos perceptores
que no cambian su tipo marginal respecto del año de referencia, con lo cual el cálculo de las elastici­
dades sería imposible por suponer una operación con un valor nulo en el denominador. Por esta ra­
zón y porque estas observaciones corresponden a individuos que no responden ante la reforma (por
tanto, su elasticidad de respuesta será nula) se eliminan de la muestra de cálculo.
La submuestra utilizada en la aplicación procede del panel de IRPF del Instituto de Estu­
dios Fiscales, escogidos aleatoriamente dentro del colectivo de matrimonios que presentaban decla­
ración conjunta cuando no tenían alternativa y escogen separar sus declaraciones cuando la legisla­
ción lo permite. Los datos corresponden al año 1988, tal y como acabamos de justificar, y a los cuatro
siguientes, 1989, 1990, 1991, y 1992, por ser éstos los que se encontraban disponibles en el momen­
to de la realización del presente trabajo. Para todos los años se dispone de tantos datos como casi­
llas presentan los impresos de declaración de IRPF. Puesto que es necesario seguir a los mismos in­
dividuos los cinco años señalados, no basta con contar con los mismos sujetos, sino que es precisa
una medida de la base imponible que se mantenga lo más homogénea posible dentro de las peculia­
ridades liquidatorias de cada año, así que se opta, para la variable “BIS”, por lo que en los impresos
se denomina “Base imponible gravada” (caso de declaración ordinaria) o “Base imponible” (caso de
17
declaración simplificada) .
17
Estas bases imponibles corresponden a las casillas: 51, 48, 48, 48 y 35 para 1988, 1989, 1990, 1991 y 1992
respectivamente. Es necesario utilizar casillas que aparezcan tanto en las declaraciones ordinarias como en las simplificadas,
ya que a pesar de mantenerse la misma numeración, hay casillas de los impresos ordinarios que no aparecen en los impresos
simplificados, y en ese caso, el dato grabado resulta ser un cero.
— 36 — I.3.5. Resultados
Los resultados de la aplicación metodológica de este capítulo se refieren a dos tipos de
cálculo: por un lado elasticidades, por otro, cuantificación de excesos de gravamen. Las elasticidades
calculadas son de tres tipos, como ya se expuso en el Epígrafe I.3.2., tres que utilizan la metodología
de Feldstein y miden la respuesta en la base imponible de segundos perceptores, de perceptores
principales y de la base de primer y segundo perceptor ante el cambio en el tipo marginal de los se­
gundos perceptores, y otra más, mediante metodología tradicional, que se aplica exclusivamente a
segundos perceptores. La presentación de las distintas elasticidades se realiza en términos agrega­
dos y según los 17 grupos en que se divide la muestra de contribuyentes en función del tipo marginal
de tarifa que les era de aplicación en 1988. A su vez, los datos resultantes por grupos se calculan a
partir de medias de grupos y a partir de microdatos.
Debido a que los datos de las bases gravables de los contribuyentes se refieren a cinco
años distintos, las variaciones en las bases al comparar cada año con 1988 reflejan aumentos que no
quedan explicados exclusivamente por el efecto comportamiento que la reforma induce, ya que ade­
más incorporan el efecto de la inflación. Este efecto se debe descontar y para ello habrá que conocer
en qué medida se inflactan las distintas fuentes de renta que constituyen la base gravable, y si los
aumentos meramente nominales se distribuyen igualmente o no según los grupos que se han consi­
derado. Ante la falta de información acerca de cómo se distribuyen estos efectos, se ha optado por
considerar que las bases gravables se actualizan exactamente según la inflación correspondiente a
cada año. En cada escenario se ofrecerán entonces los resultados sin corrección por inflación y con
corrección total, lo que acota el rango de posibles respuestas entre el valor máximo y mínimo de las
respuestas respectivamente.
Uno de los determinantes del exceso de gravamen que se va a cuantificar es la elastici­
dad de la base imponible por ello los valores también se ofrecen en función de un rango entre el
máximo valor (cuando no se efectúa corrección por inflación) y un mínimo (suponiendo corrección to­
tal).
La tasa de inflación para cada uno de los años ( π i ; i = 1989,1990,1991,1992 ), la tasa
acumulada sobre el año 1988 ( π i
acum
; i = 1989,1990,1991,1992 ) y el peso explicativo de los precios
en el cálculo de las elasticidades se detalla en la Tabla I.3.5.1., donde:
⎡
n
⎤
π iacum = ⎢ ∏ (1 + π i )⎥ −1
⎣i =1989
n = 1989, 1990, 1991, 1992
⎦
% explicativo de los precios sobre la respuesta =
sin corregir
corregida
− ε BIS
ε BIS
sin corregir
ε BIS
— 37 — Tabla I.3.5.1. Tasas de inflación anual y acumulada; porcentaje explicativo de la inflación en las elasticidades 1989
1990
1991
1992
Tasa de inflación anual(%)
6,9
6,5
5,5
5,3
Tasa de inflación acumulada
6,9
13,85
20,11
26,48
ELASF2
44,0
45,4
49,9
60,0
ELASFTOT
67,3
56,8
58,8
72,8
ELASF1
95,4
66,0
65,0
82,5
ELASTRAD2
42,5
44,7
49,7
59,7
sobre 1988 (%)
% explicativo de
los precios so­
bre la respuesta
I.3.5.a) Cálculo de la respuesta de los segundos perceptores mediante la metodología de
Feldstein (ELASF2)
En este apartado expondremos las elasticidades globales y por grupos calculadas median­
te la metodología de Feldstein para los distintos años de análisis, es decir, cuál ha sido la variación en la
base imponible de los segundos perceptores en los años 1989, 1990, 1991 y 1992, en relación con la
base de 1988, por el hecho de que el tipo neto o porcentaje de renta neto de tipo marginal se vea modi­
ficado entre cada par de años considerado. Comencemos con las elasticidades para el primero de los
años, 1989.
En el Cuadro I.3.5.1. se presentan observaciones correspondientes a 17 grupos construi­
dos en función de cuál era el tipo marginal en 1988, conforme al que tomaron sus decisiones. En la pri­
mera columna se ofrece la media de base imponible en segundos perceptores en 1988. El siguiente da­
to es el valor medio de la base en 1989 para segundos perceptores. La tercera columna es la variable
que sirve para hacer 17 grupos, y son los tipos marginales con los que decide el segundo perceptor en
1988. La cuarta columna, la media para cada grupo de los tipos marginales de tarifa para el año siguien­
te, 1989. Como se puede observar, el tipo marginal desciende cualquiera que sea el grupo, es decir,
que cualquier grupo paga un marginal inferior después de la reforma. La siguiente columna, representa
con N el número de segundos perceptores de cada grupo. Las tres últimas columnas aportan los datos
calculados de elasticidades. Primero se calculan las elasticidades por grupos a partir de valores medios,
es decir que se pueden calcular con los datos que se aportan en la tabla, y en último lugar, aparecen las
elasticidades calculadas con microdatos, sin corregir por inflación (valor máximo) y corrigiendo comple­
tamente (valor mínimo). Los valores a partir de medias no incorporan el efecto de la inflación, pero dado
que el cálculo más afinado es el que parte del uso de microdatos, no hemos considerado relevante ob­
tener el valor mínimo que resultaría de la corrección. En este escenario y todos los demás se ofrecen
datos calculados a partir de medias simplemente para que la comparación con el valor máximo que se
obtiene con el uso de microdatos ponga de manifiesto el error que se podría cometer si no se cuenta
con una muestra que ofrezca información para cada uno de los individuos. En la última fila se presentan
los valores globales de las magnitudes descritas en las columnas.
— 38 — Cuadro I.3.5.1. Elasticidades de los segundos perceptores. Metodología Feldstein. 1989 Valores medios BIS 2º perceptor
1988
1989
Tipo marginal 2º per­
ceptor
1988
N
1989
ELASF2
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
243178
455340
0
0
0
0
0
0
272426
277609
0,25
0
8
0,06
0,27
0,15
422510
790957
0,26
0,04
60
2,93
3,99
2,23
622058
802707
0,27
0,14
102
1,63
8,1
4,53
789874
1011057
0,28
0,18
129
2,02
3,39
1,90
932594
1142508
0,3
0,2
143
1,58
2,62
1,47
1074293
1256780
0,32
0,21
120
1,05
1,8
1,01
1257798
1484126
0,34
0,23
89
1,08
1,37
0,77
1588623
2035625
0,36
0,25
129
1,64
2,13
1,19
1729623
1983712
0,385
0,26
127
0,72
0,85
0,48
1791104
2199800
0,41
0,25
121
0,84
1,03
0,58
1819626
2188634
0,435
0,25
80
0,62
0,77
0,43
2004932
2761394
0,46
0,26
66
1,02
1
0,56
2068653
2333236
0,48
0,26
54
0,29
3,11
1,74
1977997
2306146
0,51
0,25
50
0,31
0,47
0,26
2177196
2606179
0,535
0,27
36
0,35
0,48
0,27
3790278
3883310
0,56
0,31
173
0,04
0,29
0,16
1645483
1928252
0,38
0,23
1487
0,71
2,09
1,17
Global
— 39 — De la observación de los datos se comprueba, como era de esperar, la menor magni­
tud en los efectos si se elaboran cálculos a partir de valores medios en lugar del uso de microdatos,
y esto se produce en todos los grupos, y por supuesto en el dato global, que resulta ser 0,71 en el
primer caso y 2,09 ó 1,17 en el segundo. Esta diferencia se explica porque el cálculo con microda­
tos pondera por el número de observaciones de cada grupo al efectuar las medias, y los grupos
que más responden suelen coincidir con los que acogen mayor número de observaciones.
Los grupos que más modifican la cuantía de base obtenida ante la subida en el porcen­
taje de renta neto disfrutado son los tramos más bajos de tipos marginales y bases, aquellos que
creían enfrentarse en 1988 a tipos marginales entre el 26% y el 36%, lo que corresponde a bases
imponibles medias aproximadamente entre 400.000 y 1.500.000. El grupo con tipo marginal en
1988 igual al 48% presenta una elasticidad muy grande en relación con los valores de su entorno,
rompiendo lo que podría ser una tendencia general de elasticidades mayores para tipos menores.
Sorprende la baja elasticidad del grupo con tipo marginal en 1988 del 25%, puesto que los tramos
bajos son los que más se benefician de las ventajas de la no agregación de rentas, si bien el núme­
ro de individuos del grupo (solamente 8) hace que el resultado no sea excesivamente relevante.
Dejando a un lado el primer grupo, con tipo marginal igual a cero los dos años y sólo una observa­
ción, la menor elasticidad por grupos la presentan los individuos que en 1988 pagaban un marginal
del 56% que presentan una elasticidad de entre 0,16 y 0,29, lo que es perfectamente comprensible,
por ser los que menores ventajas relativas pueden aprovechar. El valor más elevado (entre 4,53 y
8,1) se presenta en el grupo de marginal de 27%. Todas las elasticidades presentan el signo espe­
rado: ante bajadas en el tipo marginal (subidas en el tipo neto) la base media de cada grupo es
siempre mayor, por tanto las elasticidades son siempre positivas.
Veamos ahora cuáles son los resultados para el año 1990 en el Cuadro I.3.5.2. que si­
gue la misma estructura que en el caso anterior:
Los datos de la última fila nos muestran la respuesta global contenida en las bases al
comparar el año 1990 con el 1988. La elasticidad mínima glogal, corregida por inflación es de 1,53,
y la máxima, de 2,81. El grupo del 48% sigue manteniendo una respuesta diferente a los grupos de
tipos más cercanos a él, y se podría decir que se comporta como un grupo de bajo tipo marginal.
La respuesta más intensa se encuentra concentrada entre los 10 puntos que separan el 16% y 26%
de marginal, y podría decirse, que en general son los perceptores pertenecientes a tramos más ba­
jos de la distribución de bases los que más responden. La mínima elasticidad sigue siendo la de las
rentas más elevadas (entre 0,31 y 0,56), y la mayor, la de los tipos 28% y 30% (con rentas medias
que rondan a poco más de un millón de pesetas en 1990), que es la misma en ambos casos con
los cálculos basados en el uso de microdatos: entre 2,94 y 5,38. En este caso hay una observación
perdida menos que en el año anterior, por eso el total de observaciones es de 1488.
— 40 — Cuadro I.3.5.2. Elasticidades de los segundos perceptores. Metodología Feldstein.1990 Valores medios BIS 2º perceptor
1988
1990
Tipo marginal 2º per­
ceptor
1988
N
1990
ELASF2
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
243178
695109
0
0
0
0
0
0
272426
382973
0,25
0
8
1,22
1,26
0,69
422510
817779
0,26
0,03
60
3,01
5,17
2,82
622058
1000521
0,27
0,13
102
3,17
3,1
1,69
789874
1102768
0,28
0,17
129
2,59
5,38
2,94
932594
1393874
0,3
0,19
143
3,15
5,38
2,94
1074293
1580289
0,32
0,2
120
2,67
4,69
2,56
1257798
1622508
0,34
0,23
89
1,74
2,14
1,17
1588623
2286566
0,36
0,25
129
2,56
3,1
1,69
1729623
2237670
0,385
0,25
127
1,34
1,59
0,87
1791104
2438183
0,41
0,25
121
1,33
1,61
0,88
1819626
2543421
0,435
0,24
80
1,15
1,47
0,80
2004932
2812304
0,46
0,26
66
1,09
1,34
0,73
2068653
2664414
0,48
0,24
54
0,62
2,52
1,38
1977997
2795413
0,51
0,25
50
0,78
0,93
0,51
2177196
3228126
0,535
0,27
36
0,85
1,17
0,64
3790278
4799982
0,56
0,31
174
0,47
0,56
0,31
1645483
2247587
0,38
0,22
1488
1,42
2,81
1,53
Global
— 41 — Si nos referimos a las elasticidades para el año 1991, obtenemos los resultados que apa­
recen en el Cuadro I.3.5.3.:
Cuadro I.3.5.3.
Elasticidades de los segundos perceptores. Metodología Feldstein.1991
Valores medios BIS 2º perceptor
1988
1991
Tipo marginal 2º
perceptor
1988
N
1991
ELASF2
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
318503
839649
0
0
0
0
0
0
268905
413671
0,25
0
7
1,62
2,04
1,02
422510
1039957
0,26
0,02
60
4,51
5,37
2,69
622058
1304156
0,27
0,12
102
5,34
16,51
8,28
789874
1336296
0,28
0,17
129
4,53
8,92
4,47
932594
1543200
0,3
0,19
143
4,17
6,88
3,45
1074293
1737281
0,32
0,2
120
3,50
6,92
3,47
1257798
1990757
0,34
0,23
89
3,50
4,16
2,09
1588623
2737254
0,36
0,25
129
4,21
4,99
2,50
1729623
2469394
0,385
0,25
127
1,95
2,27
1,14
1791104
2809810
0,41
0,25
121
2,10
2,51
1,26
1819626
2711205
0,435
0,24
80
1,42
1,83
0,92
2004932
3038526
0,46
0,25
66
1,33
1,53
0,77
2068653
3024230
0,48
0,24
54
1,00
3,35
1,68
1977997
3341410
0,51
0,24
50
1,25
1,50
0,75
2177196
3370665
0,535
0,26
36
0,93
1,36
0,68
3790278
4700084
0,56
0,3
174
0,41
0,83
0,42
1644698
2476562
0,38
0,22
1487
1,96
4,90
2,46
Global
En 1991, la respuesta global calculada a partir de microdatos llega a ser entre 2,46 y
4,9. A ello contribuyen todos los grupos, que presentan siempre respuestas mayores sin excep­
ción. Destaca el valor de repuesta obtenido para el cuarto grupo, con una elasticidad igual sin co­
rregir por inflación de 16,51, y corrigiendo este efecto, se obtiene 8,28. Ello se debe a que la ba­
jada experimentada en el tipo marginal de 15 puntos porcentuales (de 27% de tipo marginal pasa
a pagar el 12% como media del grupo) es considerable y se trata de un colectivo de renta baja.
Hay grupos que se enfrentan a bajadas de marginal incluso más ventajosas, por ejemplo de 25%
a 0%, pero los tramos de renta muy bajos vienen respondiendo sistemáticamente menos, y son
poco cuantiosos (en este caso 7 observaciones). Los últimos tramos también se aprovechan de
modificaciones en el tipo considerables, véase el último tramo que cae 26 puntos del 56% al
30%, pero es el grupo de menor respuesta porque su tipo marginal, a pesar de la posibilidad de
— 42 — separación de declaraciones, es considerable. Este último tramo sigue siendo el que menos res­
ponde, manteniéndose la tendencia observada en otros años de elasticidades mayores para
marginales menores y viceversa. Si nos fijamos en los datos a partir de valores medios, se sigue
comprobando cómo deduciríamos menores respuestas por grupos y globalmente debido a lo
amortiguado del efecto de cálculos con medias y no a partir de microdatos. Por ejemplo, en el
grupo de marginal del 27%, en lugar de una elasticidad de 16,51 (cuando no se corrige por infla­
ción), sólo se apreciaría un tercio del cambio: 5,34.
Pasamos a ver en el Cuadro I.3.5.4. los resultados para el último año de la compara­
ción, 1992.
Cuadro I.3.5.4.
Elasticidades de los segundos perceptores. Metodología Feldstein.1992
Valores medios BIS 2º perceptor
1988
1992
Tipo marginal 2º
perceptor
1988
N
1992
ELASF2
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
243178
886632
0
0
0
0
0
0
268905
395698
0,25
0,03
7
1,61
1,79
0,72
429412
1045395
0,26
0,11
58
7,08
12,48
5,00
622058
1212794
0,27
0,16
102
6,30
13,70
5,49
789874
1360966
0,28
0,18
129
5,21
6,42
2,57
932594
1623804
0,3
0,2
143
5,19
6,01
2,41
1074293
1832307
0,32
0,2
120
4,00
4,88
1,95
1257798
2175270
0,34
0,22
89
4,01
4,81
1,93
1588623
2609090
0,36
0,23
129
3,16
3,67
1,47
1729623
2642563
0,385
0,24
127
2,24
2,48
0,99
1791104
2865851
0,41
0,24
121
2,08
2,66
1,07
1819626
2750574
0,435
0,24
80
1,48
1,95
0,78
2004932
3138377
0,46
0,25
66
1,45
1,73
0,69
2095718
3214633
0,48
0,25
53
1,21
3,72
1,49
1977997
3238891
0,51
0,25
50
1,20
1,35
0,54
2177196
3471179
0,535
0,25
36
0,97
1,30
0,52
3790278
4795372
0,56
0,3
174
0,45
0,96
0,38
2533652
0,38
0,22
1484
2,08
4,51
1,81
Global
1648970
El año 1992 es algo peculiar, pues se pone en marcha un sistema de doble tarifa.
Ello tiene su repercusión en los tipos marginales aplicables a segundos perceptores. Globalmen­
te, el cambio en la media del tipo marginal es el mismo que el año anterior, de un tipo marginal
medio del 38% se pasa a un 22%, pero hay grupos que ganan porque pagan un marginal menor,
— 43 — y otros que pierden. Los grupos perdedores en relación con el tipo marginal que pagaron en 1991
antes del uso de tarifas diferenciadas son los que se sitúan entre el 25 y el 30% de tipo margi­
nal en 1988, junto a los grupos de 48 y 51%. Los demás tramos, o se quedan igual o mejoran li­
geramente.
La elasticidad global obtenida a partir de microdatos se sitúa entre 1,81 a 4,51. Se
observa una respuesta bastante intensa en los tramos de rentas bajas y menos importantes en
rentas más elevadas siendo los grupos de mayor y menor respuesta los que se enfrentaban a
marginales del 27% y 56% respectivamente en 1988, con rangos de elasticidades de (5,49-13,7)
como valores máximos y (0,38-0,96) como valores mínimos.
El grupo cuyo tipo marginal en 1988 era del 48% presenta una respuesta superior a
la de los grupos de su entorno, y son aquellos segundos perceptores que se enfrentaron a tipos
del 26 y 27% los que responden más intensamente: las elasticidades corregidas por el efecto de
la inflación son de 5,0 y 5,49. Este resultado revela que la situación que ocupa la familia en la
distribución es tan relevante en la explicación de los resultados como lo pueda ser el descenso
del que pueda disfrutar en el tipo marginal el segundo perceptor. De hecho, hay grupos pertene­
cientes al tramo de mayores bases en la distribución, que se benefician de descensos mayores
en los tipos marginales y experimentan aumentos porcentualmente menores en sus bases. En
todo caso, las elasticidades tienen el signo esperado, y la tendencia observada es de más res­
puesta en tramos marginales bajos y descenso a medida que los marginales crecen.
I.3.5.b) Cálculo de la respuesta de los primeros y segundos perceptores mediante la me­
todología de Feldstein (ELASFTOT)
Seguidamente expondremos los resultados para los mismos periodos que en el caso ante­
rior, pero lo que ahora se tiene en cuenta es cuánto han variado las bases imponibles en el primer y se­
gundo perceptor, (es decir, considerando la base total), por el hecho de que se produzca un cambio en
la estructura del IRPF, que como ya hemos visto, minora sistemáticamente los tipos marginales que so­
portan los segundos perceptores de renta y consecuentemente eleva el tipo marginal neto aplicable a la
familia.
La familia es la unidad básica de toma de decisiones, y por ello nos interesa conocer
cómo responde el conjunto ante una modificación que afecta a alguno de sus miembros. Antes de
ofrecer los resultados, expondremos cuál es el signo y la magnitud esperados para ELASFTOT.
Puesto que consideramos variaciones en la base debidas a modificaciones en el tipo marginal neto,
es de esperar que ante la posibilidad de un menor marginal y un mayor tipo neto, se desee obtener
mayor base, luego, en general, las elasticidades deberían ser positivas. Comparando con ELASF2, es
de esperar que la magnitud sea menor, ya que, como es sabido, los principales artífices del cambio
de bases en una familia son los segundos perceptores, y los primeros, si lo hacen es de una forma
mucho menos intensa.
Así que ahora compararemos la misma modificación en el denominador de las elasticida­
des, pero en el numerador tendremos un cambio porcentualmente menor, ya que la variación porcentual
global en la renta de ambos perceptores es menor que al considerar al individuo de comportamiento
más sensible a cambios en los tipos marginales. Los efectos aparecerán ahora amortiguados porque
ante la misma perturbación (cambio en los tipos de los segundos perceptores) añadimos el cambio en
las bases de un agente menos sensible que hace minorar el cambio porcentual global.
Una restricción que se impuso al elaborar los programas SAS fue que aquellas ob­
servaciones en las que la base de los dos perceptores fuese nula en los dos años considerados,
y los tipos marginales (positivos) no variasen entre los años comparados, fueran eliminadas. Esa
— 44 — es la razón por la que el número de observaciones puede no coincidir con el análisis anterior. De
todas formas, las diferencias sobre un total de 1.500 segundos perceptores son mínimas, por lo
que no restan validez al análisis. Comenzamos con el primer año, 1989, comparado con el año
de referencia, 1988, cuyos resultados se muestran en el Cuadro I.3.5.5.
Cuadro I.3.5.5. Elasticidad conjunta de primer y segundo perceptor. Metodología Feldstein. 1989 Valores medios BIS de 1er y 2º
perceptores
1988
1989
N
Tipo marginal 2º per­
ceptor
1988
1989
ELASFTOT
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
486356
5281468
0
0
0
0
0
0
796402
906514
0,25
0
8
0,41
0,42
0,14
1274810
1983314
0,26
0,04
61
1,87
3,12
1,02
1769823
2078349
0,27
0,14
102
0,98
2,96
0,97
2248431
2667226
0,28
0,18
130
1,34
2,44
0,80
2731623
3187186
0,3
0,2
143
1,17
1,83
0,60
3228181
3613433
0,32
0,21
120
0,74
1,09
0,36
3744905
4277596
0,34
0,23
89
0,85
1,12
0,37
4273676
5224081
0,36
0,25
129
1,29
1,49
0,49
4747454
5359536
0,385
0,26
127
0,63
0,69
0,23
5230474
6135456
0,41
0,25
121
0,64
0,72
0,24
5763196
6750164
0,435
0,25
80
0,52
0,58
0,19
6277592
7417763
0,46
0,26
66
0,49
0,53
0,17
6770670
7716296
0,48
0,26
54
0,33
0,36
0,12
7209137
7762780
0,51
0,25
50
0,14
0,19
0,06
7767022
8483259
0,535
0,27
36
0,16
0,17
0,06
13836887
13676764
0,56
0,31
173
-0,02
0,07
0,02
5796039
0,38
0,23
1489
0,44
1,21
0,40
Global
5240316
Se puede observar que el esquema de respuesta considerando la base conjunta de pri­
mer y segundo perceptor entre el año 1988 y 1989, se repite con respecto a la situación en que sola­
mente consideramos al segundo perceptor, pero con valores amortiguados. Las elasticidades presen­
tan el signo y magnitud que predijimos excepto en el caso del grupo de marginal más alto para 1988,
que es -0,02. Puesto que este valor aparece en el cálculo a partir de valores medios y no a partir de
microdatos, podemos decir que los resultados son los esperados, ya que la respuesta global de cada
grupo viene mejor medida por los resultados que se obtienen de SAS, como ya explicamos en la par­
te metodológica. La tendencia de las elasticidades es la misma que en los escenarios previos: grupos
con marginales grandes responden menos que los de marginales bajos, y a grandes rasgos se man­
tiene esa inversión entre tipo marginal y elasticidad. El grupo del 48% que presentaba un comporta­
miento desigual al de tipos similares ya no resulta ser atípico, por lo que dicha asimetría en el com­
portamiento puede asignarse a las respuestas de los segundos perceptores. La respuesta global se
— 45 — concentra ahora en el rango 0,40-1,21, siendo los valores extremos 0,02-0,07 para el marginal más
elevado, y 1,02-3,12 para el grupo del 26%. Prácticamente la mitad de los grupos presentan elasticida­
des superiores a la unidad y la otra mitad menores, con una respuesta tanto particularizada en grupos
como global menor que al tener en cuenta solamente las bases del segundo perceptor.
A continuación se muestran en el Cuadro I.3.5.6. los resultados para 1990.
Cuadro I.3.5.6. Elasticidad conjunta de primer y segundo perceptor. Metodología Feldstein. 1990 Valores medios BIS de 1er y 2º
perceptores
1988
1990
N
Tipo marginal 2º per­
ceptor
1988
1990
ELASFTOT
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
486356
5925125
0
0
0
0
0
0,00
796402
1254280
0,25
0
8
1,72
1,7
0,73
1274810
2033617
0,26
0,03
61
1,92
3,75
1,62
1769823
2505265
0,27
0,13
102
2,17
7,93
3,42
2248431
2942046
0,28
0,17
130
2,02
4,95
2,14
2731623
3629905
0,3
0,19
143
2,09
3,68
1,59
3228181
4361256
0,32
0,2
120
1,99
3,17
1,37
3744905
4764610
0,34
0,23
89
1,63
2,08
0,90
4273676
5777343
0,36
0,25
129
2,05
2,23
0,96
4747454
5881162
0,385
0,25
127
1,09
1,25
0,54
5230474
6806590
0,41
0,25
121
1,11
1,18
0,51
5763196
7640828
0,435
0,24
80
0,94
1,05
0,45
6277592
7938115
0,46
0,26
66
0,71
0,76
0,33
6770670
8640386
0,48
0,24
54
0,60
0,66
0,28
7209137
8602088
0,51
0,25
50
0,36
0,44
0,19
7767022
10126088
0,535
0,27
36
0,53
0,53
0,23
13836887
16689226
0,56
0,31
174
0,36
0,29
0,13
6667190
0,38
0,22
1490
1,06
2,44
1,05
Global
5240316
En este segundo año analizado, 1990, también se puede concluir que la elasticidad
de respuesta global es menor que al considerar exclusivamente las bases de segundos percepto­
res. Los grupos que más responden se sitúan en los tramos más bajos, en concreto, los grupos
que pagaban el 27% y el 28% de marginal ofrecen las respuestas más intensas: entre 2,14 y 4,95
en el primer caso, y entre 3,42 y 7,93 en el segundo. No se observa ningún comportamiento atí­
pico que destaque de la tendencia general, y el grupo que menos cambia porcentualmente la ba­
se es el que se enfrenta a un marginal máximo en 1988 (valor de la elasticidad entre 0,13 y 0,29).
Los signos y magnitudes de elasticidades son siempre los esperados.
— 46 — Los resultados para 1991 se presentan en el Cuadro I.3.5.7.
Cuadro I.3.5.7.
Elasticidad conjunta de primer y segundo perceptor. Metodología Feldstein. 1991
Valores medios BIS de 1er y 2º
perceptores
1988
1991
Tipo marginal 2º per­
ceptor
1988
N
1991
ELASFTOT
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
11721
2810255
0
0
0
0
0
0
822392
1256563
0,25
0
7
1,58
1,61
0,66
1274810
2578552
0,26
0,02
61
3,15
4,05
1,67
1769823
3034446
0,27
0,12
102
3,48
9,82
4,04
2248431
3427866
0,28
0,17
130
3,43
7,58
3,12
2731623
3994538
0,3
0,19
143
2,94
5,21
2,14
3228181
4757194
0,32
0,2
120
2,68
4,04
1,66
3744905
5396820
0,34
0,23
89
2,65
3,16
1,30
4273676
6796903
0,36
0,25
129
3,44
3,61
1,49
4747454
6570604
0,385
0,25
127
1,75
1,97
0,81
5230474
7574068
0,41
0,25
121
1,65
1,74
0,72
5763196
8122393
0,435
0,24
80
1,19
1,26
0,52
6277592
8613525
0,46
0,25
66
0,96
1,04
0,43
6770670
9536386
0,48
0,24
54
0,89
0,96
0,40
7209137
9976817
0,51
0,24
50
0,70
0,83
0,34
7767022
10538864
0,535
0,26
36
0,60
0,62
0,26
13836887
17523204
0,56
0,3
174
0,45
0,52
0,21
7323339
0,38
0,22
1489
1,54
3,4
1,40
Global
5239566
En este año, al igual que en los dos casos anteriormente analizados, se obtiene una elastici­
dad global menor que al considerar solamente segundos perceptores. La tendencia de comportamiento
seguida es la misma que venimos repitiendo: más respuesta en tramos bajos que en altos. Los valores ex­
tremos son 4,04-9,82 y 0,21-0,52, para los grupos de 56 y 27% de marginal respectivamente. Los verda­
deros responsables de una respuesta global de entre 1,4 y 3,4 son el colectivo de 26 a 32% de tipo margi­
nal, ya que, si bien todos los grupos presentan elasticidades positivas, son estos tramos los que más au­
mentan su base en términos porcentuales, respondiendo coherentemente a lo que esperábamos, por ser
un colectivo más favorecido relativamente por la reforma, y estar situado en el tramo de menor renta en la
distribución.
— 47 — Por último, exponemos en el Cuadro I.3.5.8. las elasticidades calculadas de respuesta glo­
bal para 1992.
Cuadro I.3.5.8. Elasticidad conjunta de primer y segundo perceptor. Metodología Feldstein. 1992 Valores medios BIS de 1er y 2º
perceptores
1988
1992
Tipo marginal 2º per­
ceptor
1988
N
1992
ELASFTOT
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
486356
4892124
0
0
0
0,00
0
0
822392
1368141
0,25
0,03
7
2,26
2,97
0,81
1282873
2535850
0,26
0,11
59
4,82
8,9
2,42
1769823
3002314
0,27
0,16
102
4,62
5,92
1,61
2248431
3532533
0,28
0,18
130
4,11
4,77
1,30
2731623
4227892
0,3
0,2
143
3,83
4,22
1,15
3228181
4995645
0,32
0,2
120
3,10
3,41
0,93
3744905
5788164
0,34
0,22
89
3,00
3,05
0,83
4273676
6583750
0,36
0,23
129
2,66
2,77
0,75
4747454
6913697
0,385
0,24
127
1,94
2
0,54
5230474
7877418
0,41
0,24
121
1,76
1,77
0,48
5763196
8373129
0,435
0,24
80
1,31
1,32
0,36
6277592
8750578
0,46
0,25
66
1,01
1,08
0,29
6770551
9096709
0,48
0,25
53
0,78
0,72
0,20
7209137
9827935
0,51
0,25
50
0,68
0,73
0,20
7767022
10506695
0,535
0,25
36
0,58
0,61
0,17
13836887
16935956
0,56
0,3
174
0,38
0,46
0,12
7365063
0,38
0,22
1486
1,56
2,85
0,77
Global
5248005
Este año presenta algunas modificaciones en cuanto a lo que se repite en los tres anterio­
res por la presencia de un sistema de tarifa doble. La respuesta global es menor que al considerar sólo
segundos perceptores, y es menor que la que se viene observando para años anteriores. Este compor­
tamiento (exceptuando los dos primeros tramos que son poco representativos) es coherente con la evo­
lución de los tipos marginales, ya que la aplicación de un sistema de doble tarifa genera descensos en
los tipos marginales de los segundos perceptores en relación con los vigentes en 1988 menores que en
los periodos en los que la tarifa era única. La tabla de elasticidades es una repetición de la obtenida pa­
ra ELASF2 pero con respuestas minoradas en todos los grupos. La elasticidad máxima ya no es la del
tramo del 27% (1,61-5,92), ese puesto lo ocupa el tramo precedente con valores entre 2,42 y 8,9. La
mínima respuesta permanece en el 56%, siendo ahora de 0,12 a 0,46.
— 48 — I.3.5.c) Cálculo de la respuesta de los primeros perceptores mediante la metodología de
Feldstein (ELASF1)
El efecto que la reforma que estamos estudiando ha generado sobre los primeros percep­
tores, se ha calculado también con el fin de comprobar la coherencia del efecto que acabamos de des­
cribir sobre las bases de ambos cónyuges. Cabe esperar, por tanto, que la respuesta de los primeros
perceptores sea siempre menor que la de los segundos, para que la familia pueda responder menos en
conjunto que los sujetos cuyo cambio en tipos marginales se trata de analizar.
Exponemos a continuación los resultados obtenidos en los años 1989, 1990, 1991 y 1992.
En el Cuadro I.3.5.9. se presentan las elasticidades para 1989.
Cuadro I.3.5.9. Elasticidad del primer perceptor. Metodología Feldstein. 1989 Valores medios BIS de 1er percep­
tor
1988
1989
Tipo marginal 2º per­
ceptor
1988
N
1989
ELASF1
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
306782
345284
0
0
0
0,00
0
0,00
523976
628905
0,25
0
8
0,60
0,77
0,04
852300
1192357
0,26
0,04
60
1,34
2,89
0,13
1147765
1275642
0,27
0,14
102
0,63
2,82
0,13
1458556
1656170
0,28
0,18
129
0,98
2,48
0,11
1799029
2044680
0,3
0,2
143
0,96
1,62
0,07
2153888
2349304
0,32
0,21
120
0,56
0,89
0,04
2487107
2793470
0,34
0,23
89
0,74
1,01
0,05
2685053
3088664
0,36
0,25
129
0,87
0,96
0,04
3017831
3375824
0,385
0,26
127
0,61
0,69
0,03
3439370
3935656
0,41
0,25
121
0,53
0,6
0,03
3943570
4561530
0,435
0,25
80
0,50
0,57
0,03
4272660
4656369
0,46
0,26
66
0,24
0,27
0,01
4702016
5383060
0,485
0,26
54
0,34
0,43
0,02
5231140
5456633
0,51
0,25
50
0,08
0,16
0,01
5589826
5877080
0,535
0,27
36
0,09
0,1
0,00
10046609
9793454
0,56
0,31
173
-0,04
0,02
0,00
3592683
3853282
0,38
0,23
1487
0,30
1,08
0,05
— 49 — El efecto global corregido por la inflación para los primeros perceptores es solamente de
0,05, valor intermedio entre el 1,17 de los segundos perceptores y el 0,4 de respuesta global. Las
mayores variaciones porcentuales en la base imponible se registran en tramos de rentas bajas, con
una tendencia decreciente en la respuesta, hasta alcanzar los tramos de tipos marginales máximos,
donde el cambio en los tipos marginales pagados por los segundos perceptores no motiva ningún
cambio a los perceptores principales.
Las elasticidades de respuesta para 1990 se muestran en el Cuadro I.3.5.10.
Cuadro I.3.5.10. Elasticidad del primer perceptor. Metodología Feldstein. 1990 Valores medios BIS de 1er percep­
tor
1988
1990
Tipo marginal 2º
perceptor
1988
N
1990
ELASF1
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
306782
537304
0
0
0
0,00
0
0,00
523976
871307
0,25
0
8
1,99
2,29
0,78
852300
1203404
0,26
0,03
60
1,33
3,01
1,02
1147765
1434069
0,27
0,13
102
1,30
5,19
1,76
1458556
1839279
0,28
0,17
129
1,71
5,03
1,71
1799029
2236283
0,3
0,19
143
1,55
2,98
1,01
2153888
2780967
0,32
0,2
120
1,65
2,85
0,97
2487107
3142102
0,34
0,23
89
1,58
2,07
0,70
2685053
3442017
0,36
0,25
129
1,64
1,78
0,61
3017831
3643491
0,385
0,25
127
0,99
1,16
0,39
3439370
4368406
0,41
0,25
121
1,00
1,06
0,36
3943570
5097407
0,435
0,24
80
0,88
1,05
0,36
4272660
5125811
0,46
0,26
66
0,54
0,56
0,19
4702016
5975971
0,48
0,24
54
0,59
0,67
0,23
5231140
5806675
0,51
0,25
50
0,21
0,32
0,11
5589826
6897962
0,535
0,27
36
0,40
0,43
0,15
10046609
11889244
0,56
0,31
174
0,32
0,26
0,09
3592683
4404405
0,38
0,22
1488
0,88
2,07
0,70
— 50 — El valor de las elasticidades es siempre menor que el obtenido para perceptores secundarios.
Con corrección por inflación la respuesta global es de 0,7. Si tenemos en cuenta que ELASF2 era igual a
1,53, es lógico que la respuesta conjunta resulte en un valor intermedio (ELASFTOT era igual a 1,05 este
año). En esta ocasión, todos los grupos de primeros perceptores aumentan las bases obtenidas, si bien es
cierto que las elasticidades decrecen a medida que se consideran bases más elevadas. Esta tendencia
solamente se ve exceptuada por el grupo de tipo marginal igual al 25% en 1988 (que no es representati­
vo), y por el grupo del 48%, aunque las diferencias con respecto a los grupos anterior y posterior no son
tan acusadas como las que se observaron para los segundos perceptores.
Los resultados referidos al año 1991 se muestran en el Cuadro I.3.5.11.
Cuadro I.3.5.11. Elasticidad del primer perceptor. Metodología Feldstein. 1991 Valores medios BIS de 1er percep­
tor
1988
1991
306782
624295,5
523976
Tipo marginal 2º
perceptor
1988
N
1991
ELASF1
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
0
0
0
0,00
0
0,00
875707
0,25
0
7
2,01
2,37
0,83
852300
1480294
0,26
0,02
60
2,27
3,35
1,17
1147765
1723744
0,27
0,12
102
2,44
7,53
2,64
1458556
2091570
0,28
0,17
129
2,84
7,3
2,56
1799029
2458050
0,3
0,19
143
2,33
4,65
1,63
2153888
3019914
0,32
0,2
120
2,28
3,81
1,33
2487107
3406064
0,34
0,23
89
2,22
2,83
0,99
2685053
4052027
0,36
0,25
129
2,96
3
1,05
3017831
4101210
0,385
0,25
127
1,71
1,95
0,68
3439370
4764258
0,41
0,25
121
1,42
1,51
0,53
3943570
5411189
0,435
0,24
80
1,12
1,25
0,44
4272660
5574999
0,46
0,25
66
0,78
0,84
0,29
4702016
6512156
0,48
0,24
54
0,83
0,97
0,34
5231140
6635407
0,51
0,24
50
0,49
0,62
0,22
5589826
7168199
0,535
0,26
36
0,46
0,51
0,18
10046609
12823120
0,56
0,3
174
0,47
0,48
0,17
3592683
4839656
0,38
0,22
1487
1,34
3
1,05
— 51 — La respuesta global para este año descontando el efecto de la inflación es de 1,05,
nuevamente menor que la de los segundos perceptores para ese año (2,46) y que explica el valor
de la elasticidad conjunta (1,4). Todos los grupos aumentan sus bases en relación con las obte­
nidas en 1988, y considerar rentas más elevadas implica observar respuestas decrecientes (con
las excepciones que ofrece el comportamiento de los grupos de marginales del 36% y 48%). Los
grupos que más responden son los de marginales 27% y 28%, con elasticidades superiores a dos
puntos en términos reales.
Los resultados del último año estudiado, 1992 se presentan en el Cuadro I.3.5.12.
Cuadro I.3.5.12. Elasticidad del primer perceptor. Metodología Feldstein. 1992 Valores medios BIS de 1er percep­
tor
1988
1992
Tipo marginal 2º per­
ceptor
1988
N
1992
ELASF1
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
306782
691759
0
0
0
0,00
0
0,00
523976
993818
0,25
0,03
7
3,06
4,8
0,84
852300
1438487
0,26
0,11
58
3,39
6,72
1,18
1147765
1766200
0,27
0,16
102
3,58
5,05
0,88
1458556
2171567
0,28
0,18
129
3,52
4,5
0,79
1799029
2614109
0,3
0,2
143
3,17
3,72
0,65
2153888
3163338
0,32
0,2
120
2,66
3,03
0,53
2487107
3612894
0,34
0,22
89
2,49
2,59
0,45
2685053
3953954
0,36
0,23
129
2,33
2,45
0,43
3017831
4271134
0,385
0,24
127
1,76
1,95
0,34
3439370
5011567
0,41
0,24
121
1,59
1,65
0,29
3943570
5622555
0,435
0,24
80
1,23
1,33
0,23
4272660
5610300
0,46
0,25
66
0,81
0,89
0,16
4702016
5848994
0,48
0,25
53
0,55
0,41
0,07
5231140
6589044
0,51
0,25
50
0,49
0,58
0,10
5589826
7035516
0,535
0,25
36
0,42
0,51
0,09
10046609
12140584
0,56
0,3
174
0,35
0,43
0,08
3592683
4814430
0,38
0,22
1484
1,32
2,51
0,44
— 52 — La respuesta global de los primeros perceptores en 1992 es menor que la que se ha
calculado para años previos. Ello es coherente con los resultados obtenidos de cambios porcen­
tuales en las bases de los segundos perceptores, y en las bases conjuntas, y se debe a la im­
plantación de un sistema de tarifa doble. La elasticidad corregida por inflación es de 0,44 (recor­
demos que ELASF2 era igual a 1,81 y ELASFTOT, 1,4). La tendencia decreciente observada pa­
ra escenarios anteriores a medida que se consideran rentas más elevadas se sostiene para este
año, y nuevamente es el grupo de marginal máximo el que menos responde. Todos los grupos de
primeros perceptores experimentan aumentos en su base gravable.
Como conclusión, cabe destacar que los resultados corroboran nuestras prediccio­
nes: en todos los años ocurre lo mismo: los primeros perceptores responden bastante menos que
los segundos, lo que explica los resultados de respuesta conjunta que se han obtenido. Además,
el patrón de comportamiento es siempre el mismo, con elasticidades que decrecen al considerar
rentas más elevadas. En todos los casos, excepto en los grupos de tipos marginales más eleva­
dos en 1989, se ha comprobado que la caída de los tipos marginales de los segundos percepto­
res ha generado aumentos en las bases de los primeros.
I.3.5.d) Cálculo de la respuesta de los segundos perceptores mediante la
metodología tradicional (ELASTRAD2)
En este último apartado de exposición de resultados empíricos, calcularemos la res­
puesta solamente de segundos perceptores. En concreto se van a medir las variaciones experi­
mentadas en la base imponible de los segundos perceptores ante cambios en su tipo marginal.
Las respuestas que obtendremos serán menores que con ELASF2, ya que ante el mismo nume­
rador en la elasticidad (cambio porcentual en la base), las variaciones porcentuales en los tipos
18
marginales suponen un cambio porcentual mayor que si nos referimos a tipo neto . Por otro lado,
el signo esperado para ELASTRAD2 será negativo, porque ante tipos marginales menores, lo ló­
gico es tratar de conseguir bases mayores. Así, numerador y denominador son de signo contrario
y la elasticidad es negativa. Iremos presentando los resultados por años sucesivos al igual que
en la presentación de datos de los dos apartados anteriores. Comencemos por las elasticidades
de 1988 a 1989 que presentamos en el Cuadro I.3.5.13.
18
Cuando calculamos elasticidades para los mismos grupos que en los casos anteriores, el cambio en la base porcentualmente
es el mismo. Pero el cambio en el denominador de la elasticidad no lo es. Pongamos por ejemplo el grupo del 26% de marginal
en 1988. En 1989 se enfrenta a un marginal de 4%, por lo que el cambio porcentual es de 22/26=85%. Si vemos el cambio
porcentual en el tipo neto, resulta ser de 74 a 96%, entonces 22/74=30%. Si la respuesta en bases es la misma y la distorsión
en tipos marginal es mayor, es porque la elasticidad debe ser menor en valor absoluto.
— 53 — Cuadro I.3.5.13. Elasticidad del segundo perceptor. Metodología tradicional. 1989 Valores medios BIS de 2º
perceptor
1988
1989
Tipo marginal 2º perceptor
1988
N
1989
ELASTRAD2
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
243178
4826128
0
0
0
0
0
0
272426
277609
0,25
0
8
-0,02
-0,09
-0,05
422510
790957
0,26
0,04
60
-1,03
-1,4
-0,81
622058
802707
0,27
0,14
102
-0,60
-3
-1,73
789874
1011057
0,28
0,18
129
-0,78
-1,32
-0,76
932594
1142506
0,3
0,2
143
-0,68
-1,12
-0,64
1074293
1264130
0,32
0,21
120
-0,51
-0,87
-0,50
1257798
1484126
0,34
0,23
89
-0,56
-0,71
-0,41
1588623
2135417
0,36
0,25
129
-1,13
-1,41
-0,81
1729623
1983712
0,385
0,26
127
-0,45
-0,53
-0,30
1791104
2199800
0,41
0,25
121
-0,58
-0,72
-0,41
1819626
2188634
0,435
0,25
80
-0,48
-0,59
-0,34
2004932
2761394
0,46
0,26
66
-0,87
-0,85
-0,49
2068653
2333236
0,48
0,26
54
-0,28
-2,93
-1,69
1977997
2306146
0,51
0,25
50
-0,33
-0,49
-0,28
2177196
2606179
0,535
0,27
36
-0,40
-0,56
-0,32
3790278
3883310
0,56
0,31
173
-0,05
-0,37
-0,21
1940344
0,38
0,23
1487
-0,45
-1,07
-0,62
Global
1645483
En el cuadro anterior se pueden comprobar los resultados que ya anticipamos. Como
siempre, la respuesta calculada a partir de microdatos es mayor (en valor absoluto ahora) que a partir
de valores medios. La respuesta mayor aparece en los tramos más bajos decreciendo a medida que se
consideran tipos marginales mayores. La elasticidad global es de -0,62 a -1,07, menor que mediante la
metodología de Feldstein (era de 1,17 a 2,09 para ese mismo año en segundos perceptores; puesto
que los signos son diferentes en ELASF2 y ELASTRAD2, cuando decimos menor nos referimos al valor
absoluto, independientemente del signo). El último tramo es el que menos responde, con valores entre ­
0,21 y -0,37, y el que más, el del 27% con una elasticidad de entre -1,73 y -3. El comportamiento parti­
cular del grupo del 48% se sigue repitiendo, pues presenta una máxima respuesta de -2,93 cuando el
tramo anterior y posterior a éste presentan valores absolutos en las elasticidades inferiores a la unidad.
— 54 — Los datos para 1990 se presentan a continuación en el Cuadro I.3.5.14.
Cuadro I.3.5.14. Elasticidad del segundo perceptor. Metodología tradicional. 1990 Valores medios BIS de 2º
perceptor
1988
1990
Tipo marginal 2º
perceptor
1988
N
1990
ELASTRAD2
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
243178
5230016
0
0
0
0
0
0
272426
382973
0,25
0
8
-0,41
-0,42
-0,23
422510
830214
0,26
0,03
60
-1,09
-1,84
-1,02
622058
1071196
0,27
0,13
102
-1,39
-2,19
-1,21
789874
1102768
0,28
0,17
129
-1,01
-2,09
-1,16
932594
1393622
0,3
0,19
143
-1,35
-2,3
-1,27
1074293
1580289
0,32
0,2
120
-1,26
-2,21
-1,22
1257798
1622508
0,34
0,23
89
-0,90
-1,1
-0,61
1588623
2335326
0,36
0,25
129
-1,54
-1,84
-1,02
1729623
2237670
0,385
0,25
127
-0,84
-1
-0,55
1791104
2438183
0,41
0,25
121
-0,93
-1,12
-0,62
1819626
2543421
0,435
0,24
80
-0,89
-1,13
-0,62
2004932
2812304
0,46
0,26
66
-0,93
-1,14
-0,63
2068653
2664414
0,48
0,24
54
-0,58
-2,37
-1,31
1977997
2795413
0,51
0,25
50
-0,81
-0,97
-0,54
2177196
3228126
0,535
0,27
36
-0,97
-1,35
-0,75
3790278
4799982
0,56
0,31
174
-0,60
-0,71
-0,39
2260100
0,38
0,22
1488
-0,89
-1,55
-0,86
Global
1645483
Todos los comportamientos que quedaron reflejados en ELASF2 vuelven a repetirse en
ELASTRAD2, si bien ahora los efectos son de menor magnitud. La elasticidad global se sitúa entre el
rango -0,86 y -1,55, siendo la menor respuesta (obviando el segundo grupo, del 25% por el escaso nú­
mero de observaciones) la del último tramo. El patrón de comportamiento de los grupos es el mismo uti­
lizando la medición de la elasticidad según metodología tradicional y de Feldstein.
— 55 — Los datos para el año 1991 se presentan en el Cuadro I.3.5.15. siguiente.
Cuadro I.3.5.15. Elasticidad del segundo perceptor. Metodología tradicional. 1991 Valores medios BIS de 2º
perceptor
1988
1991
Tipo marginal 2º perceptor
1988
N
1991
ELASTRAD2
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
318503
2185959
0
0
0
0
0
0
268905
413671
0,25
0
7
-0,54
-0,68
-0,34
422510
1098258
0,26
0,02
60
-1,73
-1,99
-1,00
622058
1310702
0,27
0,12
102
-1,99
-6,2
-3,12
789874
1336296
0,28
0,17
129
-1,76
-3,47
-1,75
932594
1536487
0,3
0,19
143
-1,77
-2,91
-1,46
1074293
1737281
0,32
0,2
120
-1,65
-3,26
-1,64
1257798
1990757
0,34
0,23
89
-1,80
-2,14
-1,08
1588623
2744876
0,36
0,25
129
-2,38
-2,82
-1,42
1729623
2469394
0,385
0,25
127
-1,22
-1,42
-0,71
1791104
2809810
0,41
0,25
121
-1,46
-1,75
-0,88
1819626
2711205
0,435
0,24
80
-1,09
-1,41
-0,71
2004932
3038526
0,46
0,25
66
-1,13
-1,31
-0,66
2068653
3024230
0,48
0,24
54
-0,92
-3,15
-1,59
1977997
3341410
0,51
0,24
50
-1,30
-1,56
-0,79
2177196
3370665
0,535
0,26
36
-1,07
-1,56
-0,79
3790278
4700084
0,56
0,3
174
-0,52
-1,05
-0,53
2481192
0,38
0,22
1487
-1,21
-2,45
-1,23
Global
1644698
Una vez más, comprobamos que el cambio de comportamiento medido de una y otra for­
ma nos conduce a las mismas conclusiones. Como en años anteriores, la respuesta aparece amorti­
guada por el uso de la elasticidad tradicional. La respuesta global se sitúa entre -1,23 y -2,45, práctica­
mente la mitad que la obtenida en ese año mediante ELASF2. El grupo de menor respuesta (al margen
del de tipo 25%) sigue siendo el último con elasticidad máxima de -1,05, y mínima de -0,53. El grupo
que más responde, como antes, presenta un valor de entre -3,12 y -6,2. Este grupo de marginal 27%
presenta una gran suavización del resultado en este caso, pues con la metodología de Feldstein el re­
sultado llega a ser de 16,51, que es la mayor de las elasticidades obtenidas en cualquier grupo, año y
metodología.
— 56 — Para terminar con la exposición de resultados, presentamos los obtenidos para 1992 en el
Cuadro I.3.5.16.
Cuadro I.3.5.16. Elasticidad del segundo perceptor. Metodología tradicional. 1992 Valores medios BIS de 2º
perceptor
1988
1992
Tipo marginal 2º perceptor
1988
N
1992
ELASTRAD2
Medias
Microdatos
Máximo
Mínimo
243178
4005492
0
0
0
0
0
0
268905
395698
0,25
0,03
7
-0,54
-0,6
-0,24
429412
1068877
0,26
0,11
58
-2,58
-5,57
-2,24
622058
1236113
0,27
0,16
102
-2,42
-5,17
-2,08
789874
1360966
0,28
0,18
129
-2,02
-2,5
-1,01
932594
1613783
0,3
0,2
143
-2,19
-2,55
-1,03
1074293
1832307
0,32
0,2
120
-1,88
-2,3
-0,93
1257798
2175270
0,34
0,22
89
-2,07
-2,48
-1,00
1588623
2629796
0,36
0,23
129
-1,81
-2,09
-0,84
1729623
2642563
0,385
0,24
127
-1,40
-1,55
-0,62
1791104
2865851
0,41
0,24
121
-1,45
-1,85
-0,75
1819626
2750574
0,435
0,24
80
-1,14
-1,5
-0,60
2004932
3140278
0,46
0,25
66
-1,24
-1,48
-0,60
2095718
3214633
0,48
0,25
53
-1,11
-3,51
-1,41
1977997
3238891
0,51
0,25
50
-1,25
-1,4
-0,56
2177196
3471179
0,535
0,25
36
-1,12
-1,5
-0,60
3790278
4795372
0,56
0,3
174
-0,57
-1,22
-0,49
2539169
0,38
0,22
1484
-1,28
-2,3
-0,93
Global
1648970
Para este año también se comprueba una elasticidad global de magnitud aproximadamen­
te un medio de la que se obtiene mediante ELASF2. El valor global obtenido oscila entre -0,93 y -2,3 lo
que representa una medición de respuesta menor que la obtenida en cálculos a partir de variaciones en
el tipo marginal neto. Las elasticidades son siempre menores grupo a grupo que cuando utilizábamos el
tipo neto, con una excepción, el último grupo que ahora responde con valores entre -1,22 y 0,49, y antes
lo hacía entre 0,38 y 0,96. La tendencia por grupos sigue siendo la misma que se ha presentado en los
casos previos.
— 57 — I.3.5.e) Valor del coste en bienestar generado por la obligación de tributación conjunta
medido a través del exceso de gravamen
Obtenidos los valores de las elasticidades de las bases imponibles con respecto al tipo
marginal neto, el cálculo del exceso de gravamen a partir de la expresión (9) desarrollada en el Apéndi­
ce I es prácticamente inmediato:
Eg =
1
t2
ε BIS
BIS
2
(1 − t)
Se han calculado las elasticidades de respuesta ante el descenso de los tipos marginales
del segundo perceptor por el hecho de que la tributación conjunta no fuese obligatoria. Así, calculare­
mos el exceso de gravamen que hubiese generado el mantenimiento del sistema de declaración conjun­
ta de forma obligatoria. Para ello los valores que toman las variables determinantes del exceso de gra­
vamen son los siguientes:
1.
ε BIS :
elasticidad de los segundos perceptores (ELASF2), del primer perceptor
(ELASF1), o de primer y segundo perceptor (ELASFTOT) calculadas mediante la me­
todología Feldstein, según se quiera cuantificar respectivamente el coste en bienestar
que asumirían solamente el cónyuge que obtiene menor base imponible, el de mayor
base gravable, o el de ambos. Los valores de las elasticidades que se toman para el
cálculo son los que se han obtenido a partir de microdatos, más afinados que los que
resultan de asumir valores medios.
2.
t : tipo marginal de tarifa aplicable antes de la reforma a los segundos perceptores de
renta, es decir el que suponen que se les aplicaría en 1988.
3. BIS: Base gravable del segundo perceptor de rentas o de ambos perceptores, según
se calcule el coste en bienestar del cónyuge que menos rentas obtiene o de los dos.
Como el rango de elasticidades ha sido acotado entre un mínimo y un máximo según se
asuma o no corrección por inflación, el valor del exceso de gravamen se acotará igualmente entre un
rango de valores. Para mayor facilidad de interpretación de los resultados, se calcula el exceso de gra­
vamen en porcentaje de la recaudación obtenida para cada año. En el Cuadro I.3.5.17. se muestran los
excesos de gravamen calculados para cada uno de los años.
Cuadro I.3.5.17. Excesos de gravamen en porcentaje de recaudación Exceso de gravamen 2os
perceptores
Exceso de gravamen ambos
cónyuges
Exceso de gravamen 1os
perceptores
Mínimo
Máximo
Mínimo
Máximo
Mínimo
Máximo
1989
0,94
1,69
0,32
0,98
0,04
0,87
1990
1,23
2,27
0,85
1,97
0,56
1,67
1991
1,98
3,95
1,13
2,74
0,85
2,42
1992
1,46
3,64
0,62
2,30
0,35
2,02
— 58 — En 1989, por ejemplo, se puede afirmar que el mantenimiento de un sistema de agre­
gación obligatoria hubiese generado que cada peseta de recaudación hubiese costado de obtener
en media a los segundos perceptores entre 1,94 y 2,69 pesetas, es decir, la peseta de recaudación
más el exceso de gravamen que se ha cuantificado en términos monetarios. Si nos referimos al ma­
trimonio en conjunto, ese mismo año, la agregación obligatoria hubiese causado que cada peseta
de recaudación supusiera en media para los cónyuges entre 1,32 y 1,98 pesetas, siendo la diferen­
cia entre estos valores y la unidad ese daño extra producido por encima de la mera recaudación,
que constituye el exceso de gravamen.
El exceso de gravamen es siempre mayor cuando se considera exclusivamente el
efecto causado sobre el segundo perceptor de rentas, que es el que más responde ante la reforma
que estamos evaluando. Los valores del exceso de gravamen para primeros perceptores son los
menores de todos los calculados, y ello explica que el efecto del exceso de gravamen conjunto to­
me valores entre el máximo y el mínimo de cada año.
El coste en bienestar que cuantificamos presenta respuestas más modestas en el corto
plazo (en 1989 los valores son los más pequeños de todos los calculados) y más intensas en pla­
zos más largos. El exceso de gravamen crece hasta el año 1991, y no se puede achacar tal creci­
miento al efecto de la inflación, puesto que los valores mínimos también aumentan progresivamen­
te. En 1992 el coste en bienestar de no asumir la reforma desciende respecto a 1991 puesto que a
partir de ese año comienza a articularse un sistema de tarifas diferenciadas según se presente de­
claración individual o conjunta.
Los resultados parecen indicar que a medida que los contribuyentes interiorizan la re­
forma van ajustando su comportamiento, lo que se traduce en respuestas mayores cada año. En
1992, el sistema de doble tarifa genera que el efecto respuesta no continúe amplificándose, puesto
que la comparación de los tipos marginales de ese año con los que se consideran para 1988 indica
que las diferencias no son tan amplias como el resto de los años, especialmente para aquellos con­
tribuyentes que más responden ante la ventaja que supone un aumento de su tipo marginal neto,
es decir, los perceptores de bases imponibles menores.
Conforme a estos resultados, podemos concluir que la reforma que permitió tributación
independiente de los cónyuges a pesar de constituir un matrimonio, condujo a mejoras de bienestar
en todos los años considerados, entre 1989 y 1992.
I.3.6. Conclusiones
La reforma cuyo impacto se ha analizado a lo largo de los cuatro años siguientes a su
aplicación constituyó una medida generadora de bienestar y que los contribuyentes -primeros o se­
gundos perceptores-, aprovecharon para obtener más rentas gravables ante la disminución de los
tipos marginales producida. La cuantificación de esta ganancia en bienestar se efectúa a través de
la medición del exceso de gravamen que generaría el mantenimiento del sistema de agregación
obligatoria en caso de matrimonio vigente hasta el año 1988.
El análisis detallado por grupos parece indicar que no son los contribuyentes que se
beneficiaron de disminuciones superiores en los tipos marginales los que más respondieron, sino
que la respuesta mayor se vincula a aquellos perceptores que estaban integrados en unidades fa­
miliares de rentas más bajas. Hay que tener presente que los segundos perceptores son fundamen­
talmente mujeres, y que el sustento principal de las familias está constituido en la mayoría de los
casos por las rentas obtenidas por el varón. Así, las rentas de las mujeres resultan más fácilmente
prescindibles dentro de la familia. El sistema anterior a 1988 provocaba un gravamen de las rentas
— 59 — de segundos perceptores que venía condicionado por la base que obtuviese el primer perceptor. La
permisividad de un tratamiento fiscal independiente de los cónyuges hace más rentable la obten­
ción de renta por segundos perceptores, ya que ello no implica una penalización en cuanto a eleva­
ción en el tipo marginal al que se enfrenta la unidad familiar. En familias donde la cuantía de renta
gravable es menor, esta ventaja se aprovecha más que en familias situadas en tramos de renta
elevada, donde la decisión de obtención de renta no queda determinada por la necesidad y las ren­
tas de segundos perceptores son más fácilmente prescindibles. Pensemos que en familias de renta
baja, una segunda renta está dedicada a cobertura de necesidades básicas, mientras que en fami­
lias de renta elevada la obtención de renta extra por el segundo perceptor no está motivada por la
cobertura de este tipo de necesidades.
La medición de la respuesta se ha efectuado según dos metodologías, la tradicional
que mide variaciones de la base ante modificaciones en el tipo marginal, y la propuesta por Felds­
tein (1995a), basada en variaciones motivadas por el tipo marginal neto. Las elasticidades obteni­
das mediante la metodología de Feldstein son siempre mayores al incluir exclusivamente la res­
puesta de los segundos perceptores que al considerar los cambios en la base de primer y segundo
perceptor de forma agregada. Ello confirma la mayor sensibilidad en la respuesta de aquellos que
obtienen rentas más bajas, y por tanto no son los sustentadores de la economía familiar. Este com­
portamiento parece lógico cuando se consideran desventajas fiscales: si obtener bases mayores
tiene un gran coste fiscal, se opta por minorar las bases, pero el análisis muestra que este razona­
miento también funciona de forma inversa, de modo que las ventajas fiscales incitan a la obtención
de bases mayores.
Si nos referimos al comportamiento de los segundos perceptores y no a los dos del
matrimonio, podemos calcular elasticidades de forma tradicional y mediante la metodología de
Feldstein. La evolución de los resultados es la misma, aunque las respuestas son también menores
al considerar distorsiones en el tipo marginal que al hablar de tipos netos.
Vistas las particularidades a través de los años y grupo a grupo, los resultados globa­
les se resumen en la Tabla I.3.6.1. que se refiere a las elasticidades calculadas a partir de microda­
tos:
Tabla I.3.6.1.
Valores globales de las elasticidades calculadas a partir de microdatos
Segundos perceptores
Ambos cónyuges
Primeros perceptores
Valores
Metodología Feldstein
Metodología tradicional
Metodología Feldstein
Metodología Feldstein
agregados
ELASF2
ELASTRAD2
ELASFTOT
ELASF1
de
ε BIS
Mínimo
Máximo
Mínimo
Máximo
Mínimo
Máximo
Mínimo
Máximo
1989
1,17
2,09
-0,62
-1,07
0,40
1,21
0,05
1,08
1990
1,53
2,81
-0,86
-1,56
1,05
2,44
0,7
2,07
1991
2,46
4,90
-1,23
-2,45
1,4
3,40
1,05
3,0
1992
1,81
4,51
-0,93
-2,30
0,77
2,85
2,51
0,44
Los resultados que hemos obtenido son coherentes con aplicaciones similares. La compa­
ración con otros estudios revela que los signos de respuesta son siempre los mismos, es decir, ventajas
fiscales incitan a aumentos en la base imponible conseguida, lo que en otros estudios se resume en
mayores horas de trabajo o mayor participación, Blomquist (1983), Hausman (1983). El hecho de que
— 60 — los segundos perceptores sean los protagonistas del cambio en la base imponible total, se ha compro­
bado en otros estudios, y se confirma con los datos de nuestro análisis, ya que las elasticidades al tener
en cuenta solamente segundos perceptores eran siempre mayores que si se comprobaba el cambio en
la base total. Trabajos que muestran comportamientos en este sentido son los de Hausman y Poterba
(1987), Mroz (1987), Bosworz y Burtless (1992) y Arrufat y Zabalza (1986).
En cuanto a las magnitudes de las respuestas, no todos los trabajos se refieren a elastici­
dades de segundos perceptores, por lo que no se pueden comparar. Un trabajo parecido es, para Es­
paña, el de García et al. (1989), que cuantifica para 1989 la respuesta global en segundos perceptores
por la misma reforma considerada en una elasticidad de oferta de trabajo igual 1,89. El rango obtenido
en nuestro análisis es de (1,17-2,09) lo que confirma la coherencia de la respuesta que hemos obtenido,
si bien cabe esperar que las elasticidades según la metodología que nosotros hemos empleado arrojen
valores algo superiores a aquellos que incorporan exclusivamente oferta de trabajo y no cualquier com­
portamiento que se traduzca en variación de la base imponible. Los resultados expuestos en nuestro
trabajo no se refieren a un solo año, y se puede comprobar cómo a medida que se comparan años más
lejanos al de referencia, las respuestas van siendo mayores, ya sea con cálculos a partir de las medias
o a partir de microdatos. Esto se cumple para todos los años excepto el último, 1992, en el que por efec­
to de la aparición de doble tarifa, grupos que ganaban siempre respecto al año precedente ven empeo­
rar su situación. Esta situación tiene su reflejo en los cálculos mediante microdatos, que descienden le­
vemente frente a 1991 para cualquiera de las elasticidades calculadas: ELASTRAD2, ELASF2, y
ELASFTOT (Véase Tabla I.3.6.1.).
Las respuestas que se han ido cuantificando en esta aplicación empírica nos dan una idea
de cuán sensibles pueden ser distintos colectivos a modificaciones fiscales. La experiencia de reformas
pasadas debe ser considerada a la hora del diseño y aplicación de reformas futuras, teniendo en cuenta
que los individuos no responden igual por tramos de renta (y consecuentemente por tramos de tipos
marginales), y tampoco se responde igual dentro de la misma familia, puesto que ser el sustentador
principal o un perceptor secundario determina que el cambio en las decisiones sea más o menos inten­
so. Hemos analizado un cambio que afecta fundamentalmente a los segundos perceptores, y que gene­
ra alteraciones en las bases gravables de los dos perceptores. A pesar de que las decisiones se adop­
tan en la unidad constituida por la familia, los primeros perceptores siempre responden menos que los
segundos.
Aunque sabemos que conciliar distintos objetivos: recaudatorio, eficiencia y justicia es una
ardua tarea, es necesario tratar de forma diferente a los contribuyentes según sus características, siem­
pre que los costes de administración del sistema fiscal no invaliden las reformas, para así minimizar los
costes de bienestar que todo sistema fiscal genera.
APÉNDICE I: UNA FORMA ALTERNATIVA DE MEDICIÓN DEL EXCESO DE
GRAVAMEN. FELDSTEIN (1995a)
Como ya hemos mostrado con numerosas referencias bibliográficas, el efecto comporta­
miento que provoca la presencia o la modificación de los impuestos es un tema ampliamente estudiado
por los economistas, sobre todo en lo que a ahorro y oferta de trabajo se refiere. En este Apéndice I se
presenta el desarrollo de la expresión de cálculo del exceso de gravamen en la que se basarán los re­
sultados de nuestra aplicación.
— 61 — La metodología que utilizaremos es diferente a la de otros los trabajos que se ocupan de
medir el efecto comportamiento causado por los impuestos. Feldstein (1995a), señala que otras me­
todologías alternativas a las que él propone, infraestiman la medición del exceso de gravamen al no
incorporar todas los cambios de comportamiento en los que el efecto de los impuestos se traduce.
Feldstein considera que cuando se establece (o modifica) un impuesto sobre la renta, se producen
cambios en la base imponible inducidos por los tipos impositivos, y es en el cambio experimentado
por la base donde se encuentra toda la información necesaria para cuantificar el exceso de grava­
men, teniendo en cuenta no simplemente los cambios en horas de trabajo -como se suele estudiar
19
desde el trabajo pionero de Harberger en 1964-, sino otra serie de efectos como cambio en los pa­
trones de consumo o elusión fiscal que no se contabilizan si solamente se mide variación en horas
ofrecidas de trabajo.
En Gruber y Saez (2000), se adopta el enfoque de medición de elasticidad de la base
gravable ante cambios en los parámetros fiscales. Estos autores obtienen un valor de la elasticidad
global de la base gravable de 0,4, si bien es el elevado valor de las elasticidades de los tramos de
rentas más elevadas lo que explica en mayor porcentaje el resultado obtenido.
Supongamos un consumidor-contribuyente que obtiene utilidad por el consumo de bie­
nes no favorecidos fiscalmente (C) y el ocio (H) de los que disfruta, y del consumo de otros bienes
que dan derecho a exenciones (E) y deducciones (D) que le permite un impuesto que grava su renta,
supuestamente obtenida a través de las horas que dedique a trabajar. Suponiendo que guíe sus deci­
siones racionalmente, el programa que pretende optimizar es el siguiente:
Max
s.a.
U (H ,C, D, E)
C + D + E = w(1 − H )(1 − t) + tE + tD
(1)
La restricción a la que se somete el programa (1) se interpreta como gasto igual a renta
neta, donde el gasto se puede materializar en consumos que generan o no ahorros fiscales y la renta
neta es el resultado de computar las rentas salariales netas y añadir los ahorros fiscales generados
por determinados consumos favorecidos fiscalmente (que se calculan como el producto del gasto que
genera exenciones y deducciones por el tipo impositivo t, que hubiesen pagado si no existiesen tales
ventajas). Estamos suponiendo implícitamente que el consumo no favorecido fiscalmente, C, es el
numerario pc=1, y que toda la renta es consumida, por lo que no existe ahorro. El salario w está ex­
presado en términos porcentuales, ya que la oferta de trabajo se expresa a su vez como tanto por
20
uno de las horas que no son de ocio. Si obtenemos las condiciones de primer orden como relacio­
nes marginales de sustitución entre cualquier par de bienes, tendremos:
19
Slemrod (1992) sugiere que existe una jerarquía en los efectos que los impuestos generan en el comportamiento de los
individuos y las empresas. El primer nivel de esta jerarquía lo ocupa la elección del momento en que se llevan a cabo las
transacciones económicas. En el segundo, se situarían las decisiones financieras y contables de los agentes. En el tercer nivel
se hallan las decisiones reales (sobre trabajo y ahorro) para las que se detecta un menor nivel de respuesta ante la imposición.
Por ello, los cambios en la base recogen más efectos que el cambio experimentado en la oferta de trabajo. Un revisión de los
efectos de la reforma sueca y americana, conforme a esta categoría, se presenta en López y Onrubia (1998).
20
Las de segundo orden, que garantizan que realmente hablamos de un máximo y no de un mínimo no son necesarias si
suponemos que la función de utilidad es de “buen comportamiento”, es decir, si tenemos garantizado que las curvas de
indiferencia entre cualquier par de bienes son estrictamente convexas, cosa que se cumple cuando hablamos de bienes, y no
de males o bienes neutrales, y cuando la elección es racional, lo que constituyen supuestos previos
— 62 — 1) RMS H ,C = w(1 − t)
w(1 − t)
=w
(1 − t)
w(1 − t)
=w
3) RMS H , D =
(1 − t)
1
4) RMSC , E =
(1 − t)
1
5) RMSC , D =
(1 − t)
2) RMS H , E =
Si comparamos estas condiciones de optimalidad con la que habría resultado si la renta no
estuviese gravada, es decir, si el programa a maximizar fuese:
Max
s.a.
U (H , C)
C + D + E = w(1 − H )
(2)
1´)RMS H ,C = w
2´)RMS H , E = w
3´)RMS H , D = w
4´)RMSC , E = 1
5´)RMSC , D = 1
comprobamos que 2) = 2´) y 3) = 3´), es decir: la introducción de un impuesto sobre la renta no va­
ría el precio relativo entre ocio y cualquiera de los consumos favorecidos fiscalmente. Como el ex­
ceso de gravamen es la cuantificación en términos monetarios de los efectos sustitución, podemos
afirmar que el exceso de gravamen por la introducción de un impuesto sobre la renta se puede me­
dir a través de la variación en el consumo de bienes no favorecidos fiscalmente por el impuesto dis­
torsionador, ya que analizando las RMS entre cualquier par de bienes, solamente difieren aquellas
en las que aparece el consumo no favorecido fiscalmente, C. Dicho de otra forma: el exceso de
gravamen que genera la introducción de un impuesto que grava la renta salarial y permite trata­
mientos favorables de determinados consumos, puede medirse por el cambio en la demanda com­
pensada de esos consumos favorables, lo que refleja que el contribuyente quiere minimizar su fac­
tura impositiva a través de cambios en el patrón de consumo con finalidad de planificación fiscal.
Vamos a justificar la medida utilizada por Feldstein para la cuantificación del exceso de
gravamen a través únicamente del efecto sobre los consumos no favorecidos fiscalmente. Si to­
mamos la restricción presupuestaria cuando existe gravamen (1) reescrita de la forma siguiente:
C = (1 − t)[w(1 − H ) − E − D ]
si dividimos entre (1-t) a ambos lados de la igualdad, y llamando (1+τ)=1/(1-t), tenemos:
— 63 — C(1 + τ ) = w(1 − H ) − E − D
que comparado con la restricción presupuestaria del programa (2) en ausencia de impuestos, C = w(1­
H)-E-D, nos muestra cómo el único precio que se ha modificado es el del consumo de los bienes no fa­
vorecidos fiscalmente, que pasa de 1 a 1+τ.
Por otro lado, la expresión que cuantifica el exceso de gravamen de un sistema fiscal tenien­
do en cuenta un análisis de equilibrio general, que contabilice todas las posibles variaciones en precios por
imposición sobre el consumo, así como todas las interrelaciones entre distintos mercados viene dada por:
Eg =
1
∑∑ Sij dpi dp j
2 i j
(3)
donde Sij representa el efecto sustitución cruzado entre el bien i y el j, y dpi y dpj son las variaciones en
los precios de los bienes i y j respectivamente, generadas por la aplicación de los impuestos sobre el
consumo.
En nuestro caso solamente hay un bien que cambia de precio, por lo que todos los suman­
dos del sumatorio serán nulos para todo i distinto de j, e incluso para subíndices iguales no referidos a
C, anulándose todos los productos en los que aparecen efectos sustitución cruzados y efectos propio
precio distintos a Scc. Esto ocurre porque el producto dpidpj tendrá siempre un factor nulo excepto en el
caso de dpCdpC. Así, la expresión del exceso de gravamen queda reducida a:
Eg =
1
SCC (dpc ) 2
2
(4)
Se puede expresar el exceso de gravamen en términos de elasticidades en lugar de hacer­
lo en función de efectos sustitución. Para ello hay que tener en cuenta que la elasticidad de demanda
compensada del consumo de bienes no favorecidos fiscalmente o, lo que es lo mismo, la variación de
ese consumo por variaciones en el precio en términos porcentuales y descontando el efecto renta es:
ε C = SCC
pC
C
(5)
entonces despejando el efecto sustitución propio precio referido a los consumos no favorecidos fiscalmen­
te:
SCC = ε C
C
pC
(6)
La variación de precio del consumo no favorecido, dpC es igual al precio con impuesto me­
nos el precio sin impuesto, es decir, 1+τ-1=τ. Si manipulamos la expresión (4) convenientemente susti­
tuyendo el valor de la variación del precio, y expresando el efecto sustitución en términos de elasticida­
des, tenemos que:
Eg =
τ2 1
τ2
1
ε CC
= ε CC
2
pC 2
(1 + τ )
— 64 — (7)
t2
τ2
t 2 (1 − t)
t2
(1 − t) 2
=
=
=
como τ=t/(1-t) sabemos que
entonces:
(1 + τ ) 1 + t
(1 − t) 2
(1 − t)
(1 − t)
1
t2
Eg = ε C C
2
(1 − t)
(8)
donde εC representa la elasticidad propio precio de la demanda compensada de los consumos no favo­
recidos fiscalmente. Se puede demostrar que el exceso de gravamen también se puede calcular me­
diante la expresión:
Eg =
1
t2
ε BIS
BIS
2
(1 − t)
(9)
siendo εBIS la elasticidad de demanda compensada con respecto a (1-t) de la base imponible (BIS) del
impuesto que grava rentas salariales. Demostrar la igualdad de las expresiones (8) y (9) se reduce a
probar la igualdad εCC = εBISBIS. Para aclarar este punto hay que explicar qué es o que ocurre con BIS
(la base imponible) ante una variación de la participación del impuesto en la renta gravable (1-t). Por
efecto sustitución, si se produce un aumento de (1-t) habrá incentivos a aumentar la base imponible, ya
que ahora resulta más barato en términos fiscales obtener una unidad de renta adicional porque la parte
detraída por el sistema fiscal es menor. En el contexto en el que nos movemos, una base imponible ma­
yor se "consigue" renunciando a horas de ocio (trabajando más y obteniendo más renta salarial que es
la que supone el objetivo del gravamen). Además, si el tipo neto (1-t) desciende es porque el tipo margi­
nal de gravamen ha aumentado, lo que implica ahorros fiscales menores cuando se opta por consumos
favorecidos fiscalmente. Así, por efecto sustitución ante un aumento de (1-t) se escoge una cantidad in­
ferior de H, D y E, ya que se trata de opciones que resultan más caras. Pero también aparece un efecto
renta de signo contrario, pues el individuo, a los niveles iniciales de ocio y consumos no favorecidos, ob­
tiene más renta disponible cuando aumenta (1-t), lo que le incita a escoger menos horas de trabajo, y
más consumo aunque no proporcione ventajas fiscales (aumento en D, E y H). En la cuantificación del
exceso de gravamen lo que nos interesa es el efecto sustitución ya que el efecto renta es el mismo ante
impuestos que recaudan lo mismo, lo que ocurre es que para el cálculo que se presenta en la aplicación
21
no se cuenta con la elasticidad compensada de la base imponible, sino la ordinaria . Para que poda­
mos cuantificar el exceso de gravamen a partir de la elasticidad de la base imponible, debe demostrarse
previamente la igualdad (10):
ε C C = ε BIS BIS
(10)
que es lo mismo que demostrar la igualación propuesta en (11):
21
Los cálculos de exceso de gravamen no son el objetivo central de la aplicación empírica de este capítulo. Nuestro interés
primero se basa en el cálculo de la respuesta de segundos perceptores ante un cambio en la legislación muy concreto. Como
la respuesta se mide en términos de elasticidades de la base imponible, resulta prácticamente inmediato ofrecer una
cuantificación del exceso de gravamen según la metodología propuesta por Feldstein que nos oriente acerca del valor de la
pérdida de bienestar que generaría el mantenimiento del sistema anterior a la reforma, aun a sabiendas de que efectuar los
cálculos en términos de elasticidades ordinarias en lugar de compensadas genera una sobreestimación de los resultados.
— 65 — dC
(1 + τ )
dBIS (1 − t)
⋅
=
⋅
C
d (1 − t) BIS
d (1 + τ )
(11)
Sabemos que la restricción impuesta al programa (1) es la siguiente:
C = (1 − t)[w(1 − H ) − E − D ] =
1
[w(1 − H ) − E − D] = BIS
(1 + τ )
(1 + τ )
(12)
Las correspondencias entre la base gravable y los consumos no favorecidos fiscalmente
se pueden establecer como:
C=
BIS
(1 + τ )
o
C = BIS(1 − t)
(13)
entonces las derivadas relevantes para efectuar la sustitución en (11) serían:
dC
BIS
=−
d (1 + τ )
(1 + τ ) 2
dBIS
C
=−
d (1 − t)
(1 − t) 2
(14)
Sustituyendo las expresiones (14) en (11) se tiene que :
−
BIS (1 + τ )
C
1
⋅
=−
⋅
⇒ C 2 = BIS 2 (1 − t) 2 ⇒ C = BIS(1 − t)
2
C
BIS (1 − t)
(1 + τ )
(15)
Como efectivamente C=BIS(1-t), queda comprobado que la expresión (10) es cierta. y nos
permite reescribir la cuantificación del exceso de gravamen como (9) en lugar de (8), lo cual facilita el
cálculo a partir de los datos de la muestra que utilizamos.
El exceso de gravamen se puede expresar tanto en términos de base imponible como de
consumos no favorecidos, ya que BIS (base imponible del impuesto sobre la renta salarial) coincide con
la cuantía de todos aquellos consumos que no gozan de un trato favorable. Este resultado nos permite
cuantificar de forma más fácil y ajustada el exceso de gravamen de un impuesto sobre la renta. Hay que
resaltar del uso de esta metodología lo siguiente:
a) La aplicación de este resultado a la cuantificación de exceso de gravamen en el caso
estadounidense por Feldstein (1995a), y comparando los obtenidos por la metodología
tradicional, ponían de manifiesto una infravaloración considerable de la cuantía del cos­
te de eficiencia, que llegaba a ser 20 veces superior al utilizar el cálculo a partir de la
elasticidad de la base imponible.
b) La consideración del ahorro en el modelo no altera la validez de uso de esta metodolo­
gía, pues el ahorro se puede introducir en la función de utilidad simplemente teniendo
en cuenta si se trata de una forma de materialización de renta de las que son favoreci­
das fiscalmente o no, y reflejarlo de igual modo en la restricción presupuestaria.
c) La medición de la disminución en el exceso de gravamen de la reforma de 1989 en
España en el impuesto sobre la renta personal, utilizando la metodología de Feldstein,
— 66 — nos acerca más al verdadero valor de la distorsión que la medición en términos de
horas de trabajo condicionada a la participación, pero hay que tener en cuenta que
nuestro enfoque es de equilibrio parcial. Es decir, que no se tienen en cuenta las inter­
acciones de distintos impuestos, lo que corresponde a un análisis más general, pues
como es bien sabido, el exceso de gravamen de un sistema fiscal no es igual a la su­
ma de excesos de gravamen medidos de forma independiente, sino que por la relación
entre bienes (cuando los efectos sustitución cruzados no son nulos) hay que tener en
cuenta las variaciones de recaudación que el impuesto en un mercado genera en todos
los mercados de bienes relacionados con el primero.
d) El IRPF español no recae exclusivamente sobre rentas del trabajo, aunque es la forma
de obtención de renta más frecuente que grava este impuesto (81,27% del total de la
base gravable de 1989 lo representan las rentas procedentes del trabajo personal de­
pendiente, y un 8,12% las obtenidas de actividades empresariales, profesionales y ar­
tísticas, lo que implica que en torno al 90% de las rentas que grava el IRPF se obtienen
a partir del trabajo -en términos genéricos- de los contribuyentes). Tanto al ofrecer re­
sultados de respuesta de segundos perceptores por un cambio en el sistema familiar
de tributación, como al tratar de medir en términos monetarios la distorsión que gene­
raba la agregación obligatoria de las rentas, se están incorporando al computar las va­
riaciones en la base imponible no solamente los cambios debidos a la oferta de trabajo,
sino en todas aquellas decisiones que supongan obtención de renta gravable a efectos
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— 74 — II. EFECTOS SOBRE EL BIENESTAR DE LA POLÍTICA FISCAL DE VIVIENDA
II.1.Introducción
El estudio del bien vivienda puede efectuarse desde muchos puntos de vista. La vivienda es
una cuestión que atañe a todos los individuos, sean ricos o pobres, es también una cuestión de interés po­
lítico y sociológico, y una decisión de inversión-consumo que todo individuo o familia se plantea a lo largo
de su vida. Los sevicios de la vivienda se pueden disfrutar mediante compra o alquiler, y en España existe
una preferencia por la compra que queda reflejada en el porcentaje que representa la primera vivienda en
22
propiedad en el conjunto total de viviendas: 85% en 1999. Por todo esto, la bibliografía es muy extensa, y
los enfoques diversos.
El objetivo pretendido en este capítulo es valorar en términos de bienestar la política fiscal de
vivienda en España en una serie de años recientes. Para ello haremos uso de una función de bienestar
social determinada, especificada por Atkinson y Bourguignon (1987). Como resultados adicionales, obten­
dremos alguna conclusión acerca de si la política fiscal de vivienda es o no redistributiva.
Lo primero que trataremos de hacer en este segundo capítulo, es revisar la bibliografía exis­
tente relativa a la influencia de los parámetros fiscales en las decisiones de obtención de los servicios de la
vivienda. Mostraremos los principales resultados que de los trabajos se deducen. Aunque nuestro trabajo
se centrará en el lado de la demanda, y fundamentalmente en cuestiones de bienestar ligadas a aspectos
distributivos y de bienestar, en ocasiones es imposible separar oferta y demanda, pues existen modelos
de equilibrio parcial que estudian simultáneamente los dos lados del mercado de vivienda. Asimismo, mu­
chos trabajos que estudian cuestiones distributivas tienen en cuenta también la eficiencia y viceversa. Sir­
va esto para anticipar que, si bien nuestro interés se centra en un subconjunto muy concreto, la bibliografía
que nos interesa engloba un conjunto más amplio dentro de todo lo que se ha escrito acerca de vivienda.
II.2. Intervención pública
Según los teoremas básicos de la Economía del Bienestar, la intervención del Sector Público
en una economía de mercado está justificada por motivos de consecución o restablecimiento de eficiencia,
distribución e incluso estabilización. El mercado de vivienda, ya sea en propiedad o alquiler, falla, y por eso
se trata de un mecanismo de asignación de recursos intervenido.
Un primer fallo que con frecuencia se da en los mercados de vivienda es la aparición de ex­
ternalidades. Como se expone en Rosen (1985), entre vecinos existe una interdependencia que puede dar
lugar a la aparición de externalidades positivas o negativas. Por ejemplo, una mejora en una vivienda pro­
duce beneficios no solamente en la vivienda mejorada sino en las colindantes o cercanas, y éstos no se
consideran a la hora de decidir la mejora. El chabolismo, el hacinamiento y la pobreza en el vecindario da­
rían lugar al efecto contrario por las consecuencias que suelen llevar asociados: delincuencia, enfermeda­
des, riesgos de incendio etc.
Otro tipo de externalidades expuestas en González-Páramo y Onrubia (1992) son las llama­
das “espaciales”, que se generan cuando la utilización de las viviendas con fines laborales da lugar a rui­
22
Fuente: TINSA 3, nº9, Julio 1999.
— 75 — dos, contaminación, o a una construcción excesiva para estos fines que acaba con espacios verdes. Las
“externalidades de densidad” son el resultado de la renuncia a gastos de mantenimiento en zonas densa­
mente pobladas. La presencia de “donor preferences” (Fallis, 1985), puede clasificarse tanto como fallo
asignativo o distributivo, ya que se trata de una externalidad muy relacionada con la existencia de bienes
de mérito o preferentes. Esta externalidad positiva en el consumo aparece cuando los individuos de más
renta están preocupados por el nivel de consumo, en este caso de vivienda, de los pobres (no del nivel de
utilidad que alcanzan), así, el nivel de consumo de vivienda en un hogar aparece como argumento de la
función de utilidad de otro. El hogar rico estaría dispuesto a pagar para que el consumo de los más pobres
aumentara, y la disponibilidad a pagar depende de la utilidad que proporciona el aumento en el consumo
de otros comparado con la utilidad que generaría reservar ese dinero para el consumo propio.
La presencia de poder monopolístico también constituye un fallo de mercado que suele
generarse en los mercados de vivienda -fundamentalmente en caso de alquiler- (González-Páramo y
Onrubia, 1992). En este caso es la tendencia de los individuos a habituarse a lo que constituye su vi­
vienda, su vecindario, la decoración de su casa y el conocimiento del barrio, lo que otorga poder al
arrendador, ya que cuanto más tiempo pase, más costoso es para el inquilino hallar un sustitutivo de su
vivienda, y el mercado deja de ser competitivo (en el límite sólo habría un oferente de vivienda: el que
ofrece la que uno mismo ha alquilado por no estar dispuesto a cambiar). La otra cara de la moneda apa­
rece con las “externalidades de la renovación” (Fallis, 1985): si el arrendador renueva a un inquilino que
no encuentra sustitutivos fácilmente de la vivienda que ocupa, aparece un efecto positivo en la vecin­
dad. La explicación reside en que los vecinos consideran a ese inquilino como uno de los motivos por
los que su casa es difícil de sustituir, y si toda la vecindad considera a cada uno de los que viven cerca
como motivo que añade valor a su vivienda, no pierde solamente aquél al que no renuevan el contrato
de alquiler, sino toda la vecindad. Esta situación puede dar lugar entre arrendadores a un típico dilema
del prisionero donde las alternativas de decisión son renovar o no. Los problemas de insuficiencia en el
número de arrendadores pueden generarse también por la incertidumbre en cuanto a los rendimientos
futuros de una inversión en vivienda (López García, 1992). Si los individuos son aversos al riesgo y no
encuentran mercados apropiados de seguro, las cantidades ofrecidas son menores que las deseadas,
por lo que los precios serán mayores que si la demanda no sufriera ese racionamiento.
Un tercer fallo de mercado que aparece al acceder a la vivienda en propiedad, es el tam­
bién generado por imperfecciones en la información (Fallis, 1985), pero esta vez sin derivar en proble­
mas de monopolio. Cuando la información se distribuye de forma asimétrica entre el agente que conce­
de financiación y el que la solicita, se dan problemas de selección adversa y riesgo moral. Si individuos
que pretenden acceder a un crédito no responden al patrón de solvencia impuesto por la entidad que lo
concede, quedarán excluidos u optarán a cantidades inferiores a las deseadas (selección adversa), y si
la entidad que concede financiación no discrimina bien por razón de riesgo, puede encontrarse con pro­
blemas de solvencia de sus financiados (riesgo moral).
Las cuestiones distributivas justifican de nuevo que el sector público intervenga. La noción
de equidad no es única, y puede abordarse desde una perspectiva horizontal, vertical o categórica. Es
posible que mediante la provisión de viviendas subsidiadas a los estratos más necesitados de la pobla­
ción se logre una distribución más igualitaria (Rosen, 1985), pero como es de sobra conocido, las cues­
tiones distributivas son mucho más subjetivas que las de eficiencia, pues dependen de la función de
bienestar social subyacente, y no de un criterio racional universalmente aceptado como es el de Pare­
23
to . La pregunta que rápidamente nos viene a la cabeza es: si el objetivo es una distribución de renta
23
Siempre que no consideremos funciones de bienestar social del tipo W=min (Ui), pues cuando actúa el criterio del maximín,
ni siquiera una mejora paretiana hace aumentar el bienestar social.
— 76 — más igualitaria, ¿por qué ligar el reparto a la subsidiación de vivienda?. Ciertamente, sólo si considera­
mos que la igualdad es permitir a todos las mismas oportunidades (Klappholz, 1972) será equitativo re­
partir a través de estas herramientas. Cabría plantearse hasta qué punto la igualdad de oportunidades
en acceso a la vivienda se consigue subsidiando viviendas y no en un paso anterior, como sería garan­
tizar el acceso a una educación que permita a su vez comprar servicios de vivienda. Puesto que la suer­
te y otra serie de factores que otorguen una verdadera igualdad de oportunidades no son controlables, se
puede suponer que subsidiar vivienda es una solución equitativa, aunque la postura es discutible.
Desde una óptica de equidad categórica puede considerarse que es necesaria cierta inter­
vención para garantizar un consumo mínimo de bienes preferentes (Tobin, 1970), ya que no interesa ex­
clusivamente el nivel de utilidad alcanzado por el beneficiario, sino la composición de bienes que llena su
función de utilidad, tal y como se expone en Rosen (1985). El problema que siempre se ha achacado a es­
te enfoque es que las preferencias del consumidor dejan de ser preeminentes, y en cierto sentido, hay al­
guien que “elige por él”. Como señala Fallis (1985), a menudo los economistas consideran que el hecho
de que los pobres no disfruten de una vivienda adecuada constituye un problema de renta y no un pro­
blema de vivienda. Si la distribución de renta es justa, cada uno tendrá acceso y consumirá una vivienda
adecuada, pero si la distribución de renta es tal que se considera justa y los pobres no consumen a niveles
adecuados, aparece el problema de vivienda y estaremos ante una cuestión de bienes de mérito.
El sector público trata de paliar estos problemas de eficiencia y distributivos. Los instru­
mentos con los que cuenta se pueden englobar en los siguientes:
⎯ Provisión o producción pública de viviendas.
⎯ Regulación (Leyes del suelo, control de alquileres, expropiación...).
⎯ Transferencias monetarias condicionadas o no a la compra de servicios de vivienda.
⎯ Concesión de facilidades crediticias.
⎯ Subsidiación a través de los impuestos sobre la renta personal.
Las medidas de intervención son variadas y los efectos no son independientes de la forma
de actuación escogida, por lo que es necesario definir claramente los objetivos pretendidos para alcan­
zarlos de la mejor forma posible. Por ejemplo, (Rosen, 1985), si el único objetivo que persigue el gobier­
no es la redistribución y se pretenden respetar las preferencias del consumidor, es más eficiente utilizar
transferencias monetarias que abaratar el precio de la vivienda.
De todas las intervenciones que acabamos de citar, la intervención vía impuesto personal
sobre la renta es sobre la que centraremos nuestra atención, ya que la posterior aplicación empírica se
basa en este mismo impuesto. Los instrumentos que desde dicho impuesto se pueden arbitrar son:
⎯ Exclusión de la consideración (o cómputo inferior al verdadero) de una renta imputada
por el hecho de poseer vivienda en propiedad.
⎯ Deducción de los intereses de préstamos destinados a la adquisición y mejora de
vivienda.
⎯ Deducción de impuestos locales pagados en virtud de la posesión de vivienda.
⎯ Exención por reinversión de las ganancias de capital generadas en operaciones de
compra-venta de vivienda.
— 77 — ⎯ Deducción de las cantidades destinadas a la adquisición de servicios de vivienda (sean
en alquiler o comprados).
Existen otras actuaciones, como la variación de los tipos de gravamen, que también modi­
ficarían los incentivos fiscales a la vivienda, pero que no consideramos ahora por no tratarse de medi­
das directas con intención de afectar las decisiones relativas a la vivienda. Es decir, un cambio en la ta­
rifa, por ejemplo, puede modificar el efecto que generan otras medidas diseñadas explícitamente como
incentivos a la adquisición de vivienda, como pueda ser una reducción en la base, pero esa modifica­
ción es genérica, y no específicamente clasificable como política dirigida a la vivienda.
Haremos ahora un breve comentario acerca de la justificación y validez de los instrumentos
mencionados arriba. Comenzando con la consideración de una renta imputada por debajo de la real, o
incluso la exclusión de su cómputo, hay que destacar que si bien constituye un incentivo para la compra
de una vivienda, genera una discriminación en contra del alquiler. El hecho de poseer una vivienda y no
tener que pagar un alquiler periódicamente representa una manifestación de capacidad de pago que
debería ser gravada. Si por los motivos que sea se decide no gravar esa renta, para tratar igual a aque­
llos que alquilan y realmente no disfrutan de la capacidad de pago extra que concede el ser propietario,
habría que diseñar un beneficio equivalente. Se puede contraargumentar que aquél que compra vivien­
da con cargo a un préstamo paga unas mensualidades correspondientes a la devolución del principal y
los intereses, y estos pagos son equiparables al alquiler, pero ningún préstamo dura eternamente (mien­
tras que el alquiler hay que pagarlo de por vida si nunca se posee la vivienda ocupada), y los intereses
ya están considerados en los impuestos personales de forma separada. Otra cuestión diferente es que
se quiera discriminar a favor de la propiedad y en contra del alquiler, pero esta actuación requeriría una
24
justificación . En González-Páramo y Badenes (2000) se muestra cómo la legislación española vigente
en 1998 y 1999 favorece claramente la decisión de compra en lugar de alquiler a través del concepto de
tipo marginal efectivo.
La deducción de intereses de capitales ajenos en la compra y mejora de vivienda responde
a las motivaciones económicas tanto de eficiencia como de equidad de las que ya hemos hablado. Se
puede defender la idea de que los gobiernos ayuden a que todo el mundo disfrute de un consumo mí­
nimo de un bien preferente como es la vivienda, y para ello hay muchas formas de actuar, entre otras,
permitir el descuento de los intereses que es necesario pagar para su adquisición (otra cuestión es que
sea ésta la forma más acertada para lograrlo). Una justificación más acertada para esta deducción pue­
de lograrse si nos acogemos a la definición de renta extensiva de Haig y Simons, según la cual renta
gravable es todo aquello que constituye un aumento en la capacidad de consumir durante un periodo
determinado, y desde luego, los intereses que obligatoriamente hay que devolver a alguien que nos
prestó no aumentan esa capacidad. Lo mismo puede decirse acerca de la deducibilidad de los impues­
tos locales. Desde el punto de vista de corrección de externalidades, las ayudas fiscales a las mejoras
en viviendas están plenamente justificadas y pueden llevar el nivel de mejoras realizadas hasta su nivel
eficiente.
La exención de las ganancias de capital generadas en operaciones de compra-venta de vi­
vienda tiene sentido siempre que se refiera a los porcentajes reinvertidos, porque en este caso se trata
de un simple cambio en la ubicación de la vivienda: se pretende incentivar la adquisición independien­
temente de que se haga por primera, segunda o sucesivas veces. Otra cuestión diferente sería si se tra­
24
En la aplicación empírica que se desarrolla en esta capítulo, precisamente ocurre esto: la compra de vivienda se discrimina
favorablemente en relación con el alquiler. La justificación que el legislador social utiliza para llevar a cabo este tratamiento es
que la compra de vivienda implica mayor necesidad que el alquiler para la misma cuantía de renta.
— 78 — tase de una segunda vivienda, lo que no estaría justificado con los argumentos de eficiencia y equidad
que se expusieron, ni para este incentivo fiscal ni para el resto.
El último de los incentivos, deducciones por adquisición o alquiler, no genera asimetrías en
el trato si se aplica de igual forma cualquiera que sea la forma de acceder a los servicios de vivienda, y
aunque se trate de un mecanismo incentivador, es a su vez una fuente de inequidades, ya que son las
personas con más renta las que pueden acceder a viviendas más caras y generar más derecho a de­
25
ducción . Este mismo problema aparece con la deducción de intereses, porque el endeudamiento no
tiene por qué producirse únicamente por falta de recursos sino por motivos de rentabilidad financierofiscal, y las personas más ricas pueden endeudarse más. Si las deducciones se articulan en base, la inequidad generada es todavía mayor. Dado que los impuestos sobre la renta personal suelen ser pro­
gresivos, cuanto mayor sea la renta del contribuyente, no solo será mayor la base de la deducción, sino
el tipo impositivo al que se la practica.
Los fallos por los que se justifica la intervención pública en el mercado de vivienda no pa­
recen encontrar solución a menudo, y ello se debe a que, como se concluye en Rodríguez (1990), “...no
existe un planteamiento coherente de la fiscalidad en materia de vivienda…(y) los sistemas existentes
en la OCDE de ayuda fiscal a la vivienda son más bien resultantes de la evolución del propio sistema
fiscal que de la voluntad de construir un sistema destinado a lograr algunos objetivos propios de la polí­
tica de vivienda”.
II.3. Ventajas fiscales ligadas al consumo de vivienda: una revisión de la literatura reciente más
relevante
La influencia de la fiscalidad personal en la vivienda ha sido estudiada por múltiples auto­
res. Comenzando con los trabajos referidos al caso español, encontramos en González-Páramo y On­
rubia (1992), una revisión de las posibles causas de la subida de precios de la vivienda en la segunda
mitad de los ochenta. Tras una revisión de los condicionantes de la oferta y la demanda se concluye
que la explicación puede venir dada por la concurrencia de dos circunstancias: por un lado una deman­
da creciente tras salir de una crisis económica, potenciada por incentivos fiscales; por otro lado, una
oferta bastante rígida por carencia de suelo, falta de infraestructuras adecuadas y movimientos especu­
lativos. Los incentivos fiscales parecen haber agravado la situación, ya que al capitalizarse en el precio
de las viviendas ofertadas, consiguen el efecto contrario al pretendido.
Otro trabajo que explica la evolución de los precios de la vivienda en España desde 1976
hasta 1991 es el de Bover (1993). En primer lugar se presenta un modelo dinámico en el que no se espe­
cifican las consideraciones fiscales. Este modelo sirve de guía para la posterior especificación de la ecua­
26
ción de equilibrio en el mercado de activos , separando el mercado de servicios de vivienda y el de vi­
vienda como un activo. La ecuación de precios se especifica en logaritmos, y las variables explicativas (a
parte de un término constante que incluye la depreciación) son el logaritmo de la renta per cápita disponi­
ble del periodo, el logaritmo del stock per cápita de viviendas del periodo y el logaritmo de la tasa de ren­
dimiento en vivienda. Se estima el modelo por mínimos cuadrados ordinarios, y los resultados (comproba­
25
En el impuesto español se establecen límites al derecho de aplicación de esta deducción en función de la renta de la unidad
contribuyente en el caso del alquiler, pero no cuando se trata de compra (aunque sí se establezcan límites a la cuantía máxima
de las deducciones), lo cual constituye de nuevo un trato discriminatorio en contra del alquiler.
26
La condición de equilibrio exige que el beneficio marginal por la posesión de vivienda se iguale a su coste marginal.
— 79 — da su robustez incluso por Comunidades Autónomas) indican que la renta real ha sido responsable en
aproximadamente un 70% del incremento del precio real desde 1985 hasta 1990. La tasa de rendimiento
contribuye en un 20% a la explicación del incremento en precios. Una conclusión importante es que cuan­
do el modelo se especifica incluyendo variables demográficas se pone de manifiesto una insensibilidad an­
te éstas de los precios de vivienda, lo que confirma que el motivo de la compra es fundamentalmente in­
27
versor . En todos estos efectos tuvo mucho que ver la mejora de los mercados hipotecarios y la facilidad
de acceso al crédito.
En el trabajo realizado por De Juan Chocano et al. (1994), se estudia la variación que sufre el
tipo medio por la consideración de la deducción en cuota por adquisición de vivienda en el impuesto espa­
ñol con datos de panel desde 1985 hasta 1990. Los resultados muestran que a pesar de que el porcentaje
mayor de los beneficiarios de esta deducción se concentren en las decilas más altas de renta, son los indi­
viduos de las decilas intermedias los que mayor reducción en el tipo disfrutan por efecto de la misma. Se
mantiene una postura más conciliadora respecto a la regresividad de esta medida que en otros trabajos,
apuntándose que el límite de aplicación del 30% de la base imponible actúa como corrector.
En Lasheras et al. (1994) se miden los efectos que los incentivos fiscales en el impuesto es­
pañol sobre la renta han generado sobre el ahorro destinado a la adquisición de vivienda (definido como la
variación neta de activos en vivienda). Se utiliza un modelo de equilibrio parcial, y se considera la vivienda
como un bien de inversión. El marco para realizar el estudio es un modelo neoclásico de inversión en car­
tera de activos con riesgo, donde las posibilidades de elección de inversión son vivienda y un activo alter­
nativo. El individuo pretende maximizar la utilidad esperada de sus consumos intertemporales desconta­
dos, sujeto a una restricción presupuestaria que exige que el incremento de valor esperado entre los acti­
vos de dos años consecutivos sea igual al valor actualizado del ahorro entre esos años. Resultado de este
programa de optimización se obtiene una función del stock deseado de ahorro invertido en vivienda de­
pendiente del salario esperado, de los rendimientos reales esperados de la vivienda y los activos alternati­
vos, del riesgo, y de una serie de características personales. Como diferencia entre el stock deseado y el
existente se obtiene la demanda de vivienda. La tasa de ahorro se obtiene como cociente entre la renta in­
vertida y la disponible, y llegado este punto se especifica una ecuación de ahorro en vivienda dependiente
de la renta disponible, el rendimiento de la vivienda y activos alternativos, y características personales.
La ecuación se especifica en logaritmos, y las consideraciones fiscales se introducen en for­
ma de cuña fiscal. Se estima en primer lugar la influencia del tipo de rendimiento en la tasa de ahorro para
incluir posteriormente la consideración de plusvalías. De las estimaciones mínimo cuadrático ordinarias se
obtienen algunas inconsistencias, lo que señala la mejor adecuación de modelos probit y tobit. Como con­
clusión destaca la incidencia positiva del hecho de estar casado en la inversión en vivienda, y negativa si
se es mayor de 70 años, lo cual es perfectamente esperable. Si la fuente de renta es fundamentalmente
empresarial, también se observa influencia de signo negativo. Cuando se analiza el modelo que incluye
ganancias de capital, no se observan grandes cambios salvo un descenso en la significatividad del rendi­
miento neto de impuestos de la vivienda, pero en definitiva, la influencia del rendimiento neto de impuestos
no parece ser una variable crucial en la explicación de la inversión en vivienda en ninguno de los modelos
considerados, presentando mayor influencia la presencia de deducción en cuota por adquisición de vi­
vienda en comparación con la deducción en base.
27
En González-Páramo y Onrubia (1992) se señala que los condicionantes demográficos tienen una incidencia notable sobre la
demanda de viviendas, pero que, al mismo tiempo, la presión demográfica es un indicador de demanda potencial y el cambio a
demanda efectiva depende de la evolución de otros factores. Por las conclusiones presentadas en Bover (1993) no parece que
la presión demográfica se traduzca en demanda efectiva, porque en otro caso la presión de la demanda elevaría los precios de
la vivienda.
— 80 — En López García (1994) se elabora un estudio de cómo los incentivos fiscales en el ca­
so español afectan al precio de la vivienda en propiedad. Puesto que la variable precio es determi­
nante de las decisiones de la demanda, son muchos los estudios que se centran en los condicio­
nantes del precio de mercado y del coste de uso de los servicios de vivienda, como se mostrará
más adelante. El modelo de López García de 1994 estipula una demanda de servicios de vivienda
en propiedad (se trata de un flujo), que depende negativamente del precio de obtener dichos servi­
cios, positivamente de la renta del consumidor, y de variables sociodemográficas. La oferta depen­
de positivamente del stock existente de viviendas. Se define también un segundo mercado, esta
vez de un stock: la vivienda como activo. Si se supone que los activos alternativos a la vivienda
pueden englobarse en uno solo, y que el rendimiento de la vivienda viene dado por la suma del al­
quiler que el dueño se paga a sí mismo más las ganancias de capital, menos costes de manteni­
miento y depreciación e impuestos sobre la propiedad, la condición de arbitraje entre los activos
exigirá que la rentabilidad después de impuestos del activo alternativo iguale al rendimiento del ac­
tivo vivienda. La variación en el precio real de la vivienda con respecto al tiempo (que se modifica
según el supuesto de formación de expectativas) y la inversión residencial neta, permiten construir
el diagrama de fase y analizar la influencia de las variables fiscales. En este trabajo se hace distin­
ción entre incentivos al ahorro e incentivos a la inversión en vivienda, considerándose que los pri­
meros apoyan tanto la adquisición de viviendas nuevas como usadas, mientras que los segundos
se vuelcan exclusivamente sobre las viviendas de nueva construcción.
Las conclusiones se pueden dividir en dos bloques, a corto y a largo plazo. A corto pla­
zo, los incentivos al ahorro generan subidas en los precios de las viviendas que ya existían en el
momento de aplicación del incentivo, y los incentivos a la inversión generan el efecto contrario, en
ambos casos, para un mismo aumento del stock de capital residencial. A largo plazo es posible
aumentar el stock de capital residencial con incentivos al ahorro y a la inversión, pero en el primer
caso los precios de los activos inmobiliarios aumentan, y en el segundo descienden. En el trabajo
se sugiere que al aplicarse incentivos al ahorro en el impuesto sobre la renta español como una po­
lítica estructural, se haya acrecentado el proceso de crecimiento de precios que durante la segunda
mitad de los ochenta se dio en el mercado inmobiliario en España.
Hay que destacar el estudio basado en la metodología de tipos marginales efectivos
llevada a cabo por González-Páramo (1991), del que se deduce que el activo vivienda es una alter­
nativa de colocación del ahorro bastante rentable debido al conjunto de incentivos fiscales de los
que se puede beneficiar. Mientras que la utilización de cuentas ahorro-vivienda presenta un efecto
de reducción en la imposición no demasiado acusado, la deducibilidad por intereses actúa como un
subsidio efectivo regresivo. El tratamiento a las viviendas adquiridas con el fin de alquilarlas es muy
gravoso en relación con las viviendas habituales. En el trabajo se muestran dos escenarios de in­
flación diferentes, lo que permite comprobar que en la adquisición de vivienda habitual, cuanto ma­
yor es la tasa de inflación, mayor es el subsidio efectivo y menor el gravamen efectivo, y además,
cuanto mayor es el nivel de endeudamiento, más favorecida sale la operación de adquisición de vi­
vienda habitual.
Una versión más moderna y ampliada de este mismo trabajo es la que presentan Gon­
zález-Páramo y Badenes (2000), donde se comparan la legislación previa a la reforma contenida en
la ley 40/1998 y la situación posterior. Para los dos años estudiados, 1998 y 1999, la inversión en
28
vivienda habitual aparece como la opción más rentable fiscalmente en términos marginales, sien­
28
Los activos comparados en esta investigación son financieros, empresariales e inmobiliarios (vivienda habitual, alquilada,
desocupada y Fondos de Inversión Inmobiliaria)
— 81 — do una opción subsidiada en la mayoría de los escenarios considerados. La reforma de 1998 pare­
ce haber introducido cierta progresividad en el tratamiento de la vivienda habitual, ya que los subsi­
dios marginales decrecen con la renta, y la imposición crece. La vivienda alquilada por su propieta­
rio es el activo peor tratado entre todas las inversiones inmobiliarias, y su posición relativa no se
modifica con la reforma. Esta colocación del ahorro no aparece subsidiada en ninguno de los esce­
narios considerados, como tampoco ocurre en el caso de segundas viviendas y desocupadas.
En Onrubia y Sanz (1999) se evalúa el cambio que le reforma de la Ley 40/1998 intro­
duce en el tratamiento de la adquisición de vivienda habitual desde el IRPF. Para ello se modelizan
unos casos de referencia que son evaluados mediante el concepto de ahorro fiscal marginal. Los
resultados permiten deducir una heterogeneidad derivada de las diferencias al tratamiento de la vi­
vienda que se otorga en cada uno de los sistemas comparados (en la base y la cuota antes de la
reforma, y sólo en la cuota con el nuevo sistema). Los ahorros fiscales aumentan para rentas bajas,
para rentas medias la mejora se reduce o se convierte en pérdida si los contribuyentes declaran de
forma conjunta. Si las rentas consideradas son elevadas, se produce una reducción importante de
las ayudas, que se atenúa si la declaración es separada. López García (1999) evalúa los efectos
de esta misma reforma, concluyendo igualmente, que la nueva ley parece más distributiva en lo que
a política de vivienda se refiere.
En Sanz (1999) se comparan las diferencias de tratamiento en la antigua y moderna
ley del IRPF a través del cálculo del coste de uso del capital en inmuebles residenciales, tanto des­
tinados a uso propio como a la obtención de rentas de alquiler. La peculiaridad de este trabajo es
que se incorpora en cálculo continuo, la totalidad del horizonte temporal de duración de este tipo de
inversiones. Las conclusiones confirman los resultados obtenidos por otros autores: la reforma pa­
rece conceder ventajas a los compradores de vivienda situados en tramos bajos de renta, mientras
que el coste de uso del capital aumenta para los perceptores de rentas más elevadas.
En los estudios extranjeros encontramos multiplicidad de enfoques, y entre ellos tam­
bién se muestra preocupación por la respuesta de la demanda ante cambios en la política fiscal. El
efecto de los subsidios a favor de la vivienda sobre el comportamiento ha sido objeto de muchas in­
29
vestigaciones. Utilizando la definición de renta imputada neta de Aaron (1972), que posteriormen­
te se ha aplicado en otros análisis se puede deducir por comparación ante el tratamiento fiscal que
se da a distintos comportamientos cuáles son los resultados razonables. La expresión de Aaron se
puede modificar de forma que se tengan en cuenta los parámetros fiscales que procedan, y obtener
la diferencia de coste de la vivienda antes y después de impuestos en proporción del coste antes
de impuestos como:
(ty(i+t p))/(i+tp+d)
donde i representa los intereses del crédito para la compra de vivienda y el coste de oportunidad
del capital, d es la depreciación y costes de mantenimiento en proporción del valor de la vivienda, ty
es el tipo marginal al que se grava la renta imputada, y tp el tipo del impuesto sobre la propiedad.
Hendershott y Shilling (1982) utilizan esta metodología con la fundamental diferencia de la inclusión
de expectativas de elevaciones de precios de la vivienda, y los resultados que obtienen son que el
coste de tener vivienda en propiedad es siempre mayor para un tipo de gravamen en el impuesto
personal del 30% que al subirlo 15 puntos, y esto ocurre para todos los años analizados, desde
29
Según esta definición, la renta imputada neta es igual a la bruta, de la que se descuentan costes de mantenimiento,
depreciación, impuestos locales sobre la propiedad e intereses de préstamos.
— 82 — 1955 hasta 1979. La evolución del coste de uso ya sea alquilando o comprando es la misma hasta
el año 1971, y posteriormente la evolución de los costes es prácticamente la contraria. El coste de
uso de la vivienda en propiedad crece desde 1955 hasta 1962. Del 64 al 78 decrece todos los años
excepto en el 70, 76 y 79. El coste de uso en alquiler es siempre mayor que en propiedad, y a me­
dida que avanzan los años, la brecha que se abre entre los dos tratamientos es mayor.
Basándose en el precio de la vivienda expresado como coste de uso, Rosen (1979) es­
tima conjuntamente las ecuaciones de “cantidad de servicios demandados” y “decisión de tenen­
cia”, obteniendo una elasticidad propio precio de los servicios de demanda ocupada por su dueño
de –1.0 y elasticidad renta de +0.76. Además, la elasticidad precio decrece a medida que crece la
renta. (Este resultado implica que cuanto más rica es una persona menos le importa el precio como
variable de decisión en la demanda). De este mismo estudio se desprende que el gravamen de ren­
ta imputada genera reducciones sustanciales en el total de demanda esperado en la ocupación de
la propia vivienda. Rosen simula la eliminación del subsidio fiscal a la vivienda con una reducción
proporcional en los tipos para que no exista pérdida recaudatoria, e incluso así, los descensos en la
cantidad de vivienda demandados son considerables.
Un estudio del impacto de los impuestos sobre las decisiones de vivienda aplicado al
Reino Unido es el que lleva a cabo King (1980), con datos de 1973 y 1974. También aquí se estu­
dia tenencia y cantidad demandada, pero en este caso las ecuaciones se derivan a partir de una
estructura de preferencias. Las elasticidades propio precio estimadas arrojan valores menores que
en Rosen (1979): -0.532 para el caso de viviendas ocupadas por sus dueños, -0.498 para alquileres
subsidiados y -0.645 para alquiler de viviendas amuebladas.
Rosen y Rosen (1980) estudian los determinantes de la elección entre alquiler y com­
pra utilizando datos de 1949 a 1974 para Estados Unidos. El coeficiente estimado asociado a la
renta es positivo y al precio, negativo, como era de esperar. La disponibilidad de crédito es un fac­
tor que apoya la compra de vivienda, y del modelo se deduce asimismo que aproximadamente cua­
tro puntos porcentuales del 16% total de aumento en la propiedad entre los años analizados se de­
be a variables fiscales, poniéndose una vez más de manifiesto la influencia de la política fiscal en
las decisiones de los hogares relativas a vivienda.
Sabemos que hay varias formas de intervenir en el mercado de vivienda y hacer más
atractiva la opción de compra o alquiler. Hasta ahora hemos visto cómo la compra parece ser la
forma más rentable, sin siquiera considerar una política de control de alquileres. Como se muestra
en Fallis y Smith (1984), prácticamente con generalidad, el control de alquileres con exenciones da
lugar a que las unidades no controladas alcancen un precio superior al que se establecería en equi­
librio en ausencia de alquileres. No parece, pues, que el control sea una política recomendable.
Tampoco se aboga por este tipo de intervención en MacLennan (1982), argumentando que a pesar
de que el control de alquileres puede redistribuir renta del propietario al inquilino, lo cual puede ser
deseable, los impuestos y subsidios son más capaces de cumplir con esta tarea.
En Rosen (1985) se resume el resultado de las reformas estadounidenses afirmando
que el tratamiento fiscal favorable a los dueños de las viviendas, así como la provisión de vivienda
a los estratos más desfavorecidos ha provocado sin duda, un aumento en el consumo de vivienda,
30
pero como contrapartida, la eficiencia ha disminuido .
30
Diversos estudios referidos en el trabajo de Rosen (1985) avalan esta afirmación, como el realizado por Laider (1969), Rosen
(1979), King (1981) o Muth (1973)
— 83 — En Poterba (1992a) se revisan las reformas fiscales acaecidas en Estados Unidos du­
rante la década de los ochenta que modificaron de forma significativa el tratamiento de la vivienda.
Los tipos marginales máximos bajaron a lo largo de diez años del 70% al 30% y millones de contri­
buyentes dejaron de beneficiarse de ciertas deducciones. Los cambios fiscales alteraron también
los subsidios que afectaban al mercado de vivienda.
La forma de proceder es calcular la renta neta de equilibrio que procede de la vivienda,
y para ello no hay más que restar del “autoalquiler” imputable de la vivienda en propiedad los cos­
31
tes de mantenimiento, depreciación e impuestos sobre la propiedad, netos de inflación . Esta renta
neta debe ser igual a cero en equilibrio, porque si no fuese así, sería posible hallar una alternativa
mejor. Si fuese positiva, merecería la pena comprar más vivienda, y si fuese negativa, las últimas
unidades compradas nos habrían hecho perder más que ganar. A partir de la expresión de la renta
neta se pueden introducir las variables que afectan a la vivienda en el impuesto personal sobre la
renta, y obtener el valor de la renta neta descontados los impuestos para el caso de alquiler en lu­
gar de propiedad. Comparando la renta neta con y sin impuestos es posible calcular las distorsio­
nes creadas por los distintos tratamientos fiscales.
En este artículo, basándose en estimaciones previas (Rosen, 1985) de demandas
compensadas, se cuantifica el exceso de gravamen para tres niveles de renta y para los años 1980,
1985 y 1990. El coste de eficiencia es decreciente con el tiempo, y donde se observan los mayores
descensos, ya sea en términos absolutos o relativos es para el grupo de rentas más elevadas (de
12.262 a 1.631, mientras que para los grupos de menos rentas el cambio es solamente de 137 a
54, medidas todas en dólares americanos). Pasando al análisis distributivo, se destaca que la de­
ducción por intereses en adquisición de vivienda se acumula en los hogares con rentas más eleva­
das, pues solamente el 8,5% de este grupo disfruta de más de la mitad de la deducción (el 52,7%),
mientras que los hogares de menos de 50.000 dólares anuales sólo disfrutan de un tercio de la de­
ducción.
La reforma del año 1986 tornó esta deducción más desigualitaria que en la situación
anterior, y a pesar de que gente con rentas bajas dejó de tener derecho a la deducción, no por ello
disminuyó el coste fiscal de la misma. En cuanto a los incentivos a la construcción para inversiones
cuyo destino es el alquiler, el sistema fiscal puede generar incentivos, sobre todo a través de las
políticas de amortización admisibles. Las nuevas construcciones crecieron hasta la reforma de
1986, que las hizo descender profundamente, y desde entonces no han crecido ni siquiera un 2%.
Otras conclusiones importantes de las reformas que se presentan en Poterba (1992a) son las refe­
ridas al área de incidencia. Parece ser que las reformas de los ochenta dieron lugar a una subida
en los costes de vivienda para las familias de rentas más elevadas, con el consecuente descenso
en la demanda y generación de pérdidas de capital a quienes poseían ese tipo de viviendas. Esta
situación compensó parte de los beneficios por la reducción de tipos marginales a los más ricos. En
el caso de familias de rentas bajas, lo que ocurrió fue que al descender la inversión en viviendas
para alquilar, el precio de los alquileres subió compensando los beneficios que de las reformas hu­
bieran podido disfrutar. Los estratos medios de renta apenas se vieron afectados.
Un trabajo anterior de Poterba en 1984 hace referencia al boom en los precios inmobi­
liarios de los años setenta, que también se produjo, como previamente se ha expuesto, en nuestro
país. Durante aquel periodo, la coincidencia de elevadas tasas de inflación y la deducibilidad en los
31
Según se presenta en Poterba (1992a), los costes de transacción no se incluyen en este análisis, aunque creemos que no
deben ser despreciables.
— 84 — intereses de los préstamos hizo que a pesar de que los tipos de interés nominales subiesen, el cos­
te real de ser propietario disminuyera. Para poder analizar cómo los cambios en la inflación espe­
rada afectaron al precio y stock de viviendas de equilibrio, se desarrolla un modelo de equilibrio
parcial dinámico. La demanda de compra de vivienda depende negativamente del coste de obtener
los servicios, y positivamente de los beneficios que de la operación de adquisición se derivan. Por
su parte, la oferta depende positivamente de la inversión y negativamente de la depreciación sufri­
32
da . Una vez estimados los parámetros se utilizan cuatro escenarios de inflación esperada combi­
nados con dos formas de generar las expectativas: estáticas y racionales. Los mayores aumentos
esperados en los precios ante un shock no anticipado se producen para el escenario en que se su­
pone que la inflación pasa de 0 a 8%, y el cambio es mayor bajo expectativas estáticas que racio­
nales (44,4 y 23.4 porcentual respectivamente). Si el tipo marginal al que se supone se enfrentan
todos los individuos pasa de 25% a 35%, los datos anteriores casi se doblan. Los cambios en pre­
cio y cantidad de equilibrio en el estado estacionario casi se duplican cuando pasamos de un au­
mento de inflación de 0 a 5% a un cambio desde una situación sin inflación hasta un 8%, siendo en
este caso, y para tipos impositivos del 35% donde los valores son máximos: 25,2% de cambio en el
stock de viviendas de equilibrio, y 12% de cambio en precios de equilibrio. Como conclusión fun­
damental, el autor destaca el hecho de que la conjunción de inflación y deducción de intereses ha­
ya podido explicar un 30% de la subida de precios en vivienda de los años setenta.
En Ermisch et al. (1996) se considera la vivienda como un bien compuesto para poder
estimar la elasticidad precio en lugar de considerar distintos atributos de la función de demanda
(enfoque de precios hedónicos). Los resultados obtenidos para el caso de propietarios británicos
que ocupan su propia vivienda se sitúan en –0,4 para elasticidad precio. En el caso de elasticidad
renta, el valor estimado es de 0,5. En el propio estudio se señala que una estimación más ajustada
de la renta permanente daría lugar a estimaciones más adecuadas de las elasticidades, lo que
puede justificar la pequeña respuesta obtenida si comparamos con otros estudios. (También se
apunta la presencia de problemas de selección de muestra, por lo que no extraña la diferencia de
resultados con estudios referidos a entornos y periodos similares).
Un estudio más reciente que estima la estructura de demanda de vivienda, obteniendo
elasticidades precio y renta es el efectuado por Cheshire y Sheppard (1998). En este trabajo lleva a
cabo un enfoque desagregado, al contrario que en Meen (1990), Ersmich et al. (1996) o Hansen et
al. (1996), donde se utiliza la relación entre una serie de atributos de vivienda con los precios de la
vivienda para determinar un índice que permita ajustar el precio ante cambios en la calidad y los ti­
pos de atributos. Este enfoque (y en general todos los que se refieren a estimaciones en términos
agregados) provoca una infraestimación de los verdaderos valores de las elasticidades precio y
renta. La explicación es sencilla: al tomar valores medios siempre se suavizan los extremos, y si
existen magnitudes positivas y negativas en un mismo promedio, el resultado final esconde estas
diferencias. Los datos utilizados en Cheshire y Sheppard (1998) se refieren a las ciudades de Rea­
ding y Darlington en el Reino Unido. La estimación se realiza mediante un modelo de precios hedó­
nicos, donde se regresa el precio sobre una serie de características de la vivienda y comodidades
del entorno. La demanda se estima utilizando el “sistema de demanda casi ideal” de Deaton y Mel­
bauer, obteniéndose elasticidades mayores que las de otros estudios. Los valores de las elasticida­
des propio precio se concentran en torno a –1,2, y para elasticidad renta, los valores se sitúan cer­
32
La oferta a largo plazo especificada de esta forma presenta pendiente positiva. Otros autores, sugieren una oferta
perfectamente elástica, lo que implica que los precios de oferta solamente vienen determinados por los costes de construcción,
que a su vez son independientes del nivel de construcción. A corto plazo, sin embargo suele adoptarse el supuesto contrario,
es decir, una curva de oferta totalmente rígida debido a la lentitud implícita en el sector de la construcción.
— 85 — canos a 1,4. Dividiendo la población en grupos de ingresos altos y bajos, se observa que la elasti­
cidad renta siempre cae a medida que aumenta la renta, mientras que la elasticidad precio para
unas características aumenta (área de ubicación, número de cuartos de baño, número de plantas),
y para otras disminuye (número de camas, metros cuadrados).
La evolución de la elasticidad precio no es la misma que la que se obtenía en Rosen
(1979), si bien es cierto que al separar en grupos de ricos y pobres, las elasticidades corresponden
a sistemas de demanda que también se estiman por separado. La evolución de las elasticidades es
perfectamente explicable con comportamientos habituales, ya que para un hogar pobre, el incre­
mento en la renta le lleve a un aumento en la cantidad o calidad de vivienda, mientras que cuando
se es rico, al partir de unas condiciones más favorables, es lógico que se responda menos que gru­
pos de menor nivel. Con respecto a la elasticidad precio, lo que indican los valores obtenidos es
que a pesar de ser una persona rica, los precios siguen siendo una variable importante en la deci­
sión. (Posiblemente este comportamiento se explique por el precio del bien que estamos conside­
rando. En bienes relativamente baratos es más normal que la gente de dinero compre “sin mirar la
etiqueta”).
En Hansen et al. (1996) se estiman elasticidades renta de demanda de vivienda de una
forma realmente original: a partir de curvas de concentración. Esta forma de trabajo tiene la ventaja
de no precisar de tantos datos para las estimaciones como el enfoque tradicional, y, además, no es
necesario suponer un patrón prefijado en la variación de las elasticidades a medida que la renta se
33
modifica . El inconveniente es que no es posible incluir otros factores explicativos en la demanda
de vivienda a parte de la renta, por lo que las elasticidades renta recogen no solamente el efecto de
la renta sino el de otras variables, produciendo desviaciones respecto del verdadero valor. Pero es­
ta desviación puede utilizarse como información adicional si se conoce el sentido de la misma. Por
ejemplo, existe una correlación positiva entre nivel de renta y tamaño de una familia, entonces, al
estimar la elasticidad renta de vivienda de una familia rica habrá que considerar que una parte de
ese efecto recogido se debe al nivel de renta del que disfruta, y otra parte al hecho de ser una fami­
lia con cierto tamaño. Puesto que los dos efectos actúan en el mismo sentido, porque más renta y
más tamaño familiar estimula la demanda, la elasticidad resultante a partir de curvas de concentra­
ción deberá considerarse una cota superior del verdadero valor. Partiendo de microdatos, se esti­
man la curva de Lorenz y la curva de concentración del consumo de vivienda tanto para inquilinos
como para dueños de sus viviendas, y ya se tiene la base para aplicar la fórmula de elasticidad
puntual siguiente:
η (x) =
C''( p) ⋅ L'( p)
C'( p) ⋅ L''( p)
Donde p representa la función de distribución de la renta, “x”, y “C” y “L” son respecti­
vamente la curva de concentración y de Lorenz. Además se puede deducir de la ordenación relativa
de las curvas de concentración y de Lorenz si la elasticidad renta va a ser superior o inferior a la
unidad (Kakwani, 1977). Sobre datos de 1989 para el caso americano, se obtienen elasticidades
renta para dueños e inquilinos inferiores a la unidad, pero superiores para los primeros. Las elasti­
33
En algunos estudios se considera que la elasticidad no es constante con la renta, y para recoger este efecto se aplica la
transformación Box-Cox, pero aun así, una restricción es que esta variación se produzca de forma monótona. Con la utilización
de las curvas de concentración ni siquiera esta forma de variación es exigida.
— 86 — cidades aumentan de 0,11 a 0,43 en inquilinos y de 0.08 a 0.8 en propietarios de forma monótona,
a pesar de que éste no era un requisito impuesto.
II.4. Aplicación empírica: estudio del bienestar generado por la política fiscal de vivienda.
Metodología de dominancia secuencial generalizada
El objetivo último que pretendemos con esta aplicación es obtener alguna conclusión
acerca de si la política de vivienda que subyace en el impuesto personal español sobre la renta
conduce a una mejora de bienestar durante los años analizados. Utilizaremos a este fin, la metodo­
logía de dominancia secuencial generalizada desarrollada por Atkinson y Bourguignon (1987), que
permite obtener determinar si una medida conduce a aumentos en el bienestar (aunque no permite
su cuantificación). Para el desarrollo de tal metodología se precisa una ordenación de necesidades
provocadas por factores ajenos a la renta, que viene determinada por el decisor social. El decisor
otorga un tratamiento más favorable a aquellos grupos que considera más desfavorecidos, y de
acuerdo con esta ordenación y mediante la evaluación de una función de bienestar específica es­
cogida por Atkinson y Bourguignon (1987), se pretende determinar el efecto sobre el bienestar en
una serie de años escogidos a partir de reformas relevantes hacia el tratamiento de la vivienda en
el IRPF español.
La ordenación del trabajo es la que sigue. En el Epígrafe II.4.1 cuáles son las disposi­
ciones que afectan a la vivienda dentro del impuesto español. Seguidamente, en el Epígrafe II.4.2.
explicamos la metodología elegida, y describimos la muestra utilizada en el II.4.3. En último lugar
se exponen los resultados obtenidos y las conclusiones en los Epígrafes II.4.4. y II.4.5.
II.4.1.Marco legal
En España, los instrumentos de intervención en política de vivienda que se utilizan
desde el IRPF coinciden con los que con generalidad presentamos en el apartado introductorio. El
tratamiento que perciben las viviendas ocupadas por sus propietarios es y ha sido diferente del re­
cibido por las viviendas que se disfrutan mediante alquiler o el de aquéllas vacías u ocupadas espo­
rádicamente. Los inquilinos de viviendas alquiladas solamente se han beneficiado de una deduc­
ción que se instrumenta en cuota y supone el 15% de las cantidades satisfechas por alquiler. La
deducción por alquiler empezó a funcionar para las rentas obtenidas durante el año 1992, y ese
mismo año la deducción en cuota por adquisición de vivienda pasó a aplicarse solamente para vi­
viendas habituales y no segundas viviendas (y al mismo tipo de deducción que el alquiler), equipa­
rando algo más el tratamiento y discriminando menos entre las dos decisiones: alquiler y compra.
Es también a partir de 1992 cuando se permite el uso de las cuentas ahorro vivienda, de forma que
el ahorro de cantidades destinadas a la adquisición de viviendas habituales permite disfrutar de la
ventaja fiscal de deducción por adquisición incluso antes de empezar a comprar. En caso de enaje­
nación de la vivienda habitual, las ganancias de capital que se pongan de manifiesto están exentas
si se reinvierten en la adquisición de otra vivienda habitual, entendiendo con ello el legislador que
no se trata realmente de un incremento de patrimonio disponible por el contribuyente, sino de una
mera sustitución entre viviendas.
En la consideración de rendimientos netos del capital inmobiliario de las viviendas
propias que no están destinadas al alquiler, se deja sentir un tratamiento a favor de las viviendas
habituales, ya que como renta imputada se considera sólo el 2% (o el 1,1% si el valor catastral ha
sido revisado) del valor de la vivienda, y como gastos deducibles se permite el cómputo del Impues­
to sobre Bienes Inmuebles y los intereses de créditos destinados a la adquisición, con ciertos lími­
— 87 — tes, según se trate de declaraciones individuales o conjuntas. Las segundas viviendas y desocupa­
das se imputan el 2% como rendimiento, pero no disfrutan de la deducibilidad de intereses o im­
puestos locales en la base, ni del 15% en cuota por adquisición, ni de exención por reinversión. La
reforma del IRPF para 1999 (Ley 40/1998 de 9 de diciembre de 1998, BOE de 10 de diciembre) in­
troduce varios cambios en política de vivienda:
1. En primer lugar, deja de imputarse un porcentaje por tenencia de una vivienda ha­
bitual, por tanto, no debe computarse ningún rendimiento por este concepto.
2. El Impuesto sobre Bienes Inmuebles y los recargos dejan de ser deducibles en la
base, así como los intereses de capitales ajenos generados en la adquisición de la
vivienda habitual que pasan a deducirse en la cuota conjuntamente con el capital
aportado a la adquisición.
3. La deducción por alquiler desaparece mientras que la deducción por adquisición
34
mantiene el 15% para las cantidades aportadas a cuentas ahorro vivienda con
una base máxima de 1.500.000 pesetas. El ahorro previo en este tipo de cuentas
se permite durante cuatro años, uno menos que en la situación anterior a la refor­
ma.
4. Las antiguas deducciones en base para los intereses (con límite de 800.000 ptas.
en declaraciones individuales y 1.000.000 ptas. en declaraciones conjuntas) y en
cuota para el capital (con el límite conjunto del 30% de la base liquidable para una
serie de deducciones), se resumen en una sola en la cuota del 15%, con una base
máxima de 1.500.000 pesetas. Cuando la adquisición se efectúa mediante finan­
ciación ajena, las primeras 750.000 pesetas deducen al 25% si se trata del primer o
segundo año, y al 20% el tercero y siguientes. El resto, es decir, otras 750.000 pe­
35
setas como máximo, deducen siempre al 15% independientemente del orden
ocupado por el año de la adquisición.
5. Por otro lado, la tarifa ya no se desdobla en individual y conjunta, existe una única
tarifa, y las circunstancias personales se reflejan en la aplicación de los mínimos
personal y familiar.
En el Cuadro II.4.1.1. se presentan resumidamente las características relevantes para
el posterior estudio empírico. Los años que se reseñan son 1991, por ser el previo a la introducción
de la deducción por alquiler, 1994, por ser el más reciente disponible en el que la deducción por al­
quiler es aplicable, y 1999, por ser el primer año en el que aplica la nueva regulación del IRPF.
34
La Ley del IRPF de 9 de diciembre de 1998 establece que aquellos contribuyentes que hubieran adquirido su vivienda
habitual en fecha anterior al 4 de mayo de 1998 y tuvieran derecho a la deducción por adquisición de vivienda, podrán percibir
una compensación económica cuando la aplicación del nuevo régimen les resulte menos favorable. El procedimiento y
condiciones de la compensación se establece en la Ley de Presupuestos Generales del Estado, aclarándose que la
compensación requiere de la solicitud previa del contribuyente dentro de los seis primeros meses siguientes a la finalización del
plazo de presentación de la declaración de IRPF.
35
Para poder aplicar los porcentajes del 20% y el 25% es necesario que: a) el importe financiado suponga al menos el 50% del
valor de adquisición o rehabilitación; b) la financiación la realice una entidad de crédito, una aseguradora o la empresa a sus
empleados (quedan excluidos los préstamos particulares); c) durante los tres primeros años no se realicen amortizaciones que
superen en conjunto el 40% del importe solicitado; y, d) no se trate de construcción o ampliación de vivienda.
— 88 — Cuadro II.4.1.1. Legislación comparada del tratamiento de la vivienda en el IRPF Años
Deducción en cuota
por alquiler
1991
No aplicable
1994
15% Máximo
75.000 pesetas
Deducción en cuota
por adquisición
Imputación de
renta por posesión
de vivienda
2% del valor de la
15% vivienda
vivienda
habitual
10% otras viviendas
Máximo 30% Base li­
quidable
15% vivienda
habitual
Reducción en base por intereses de
capitales ajenos
Límite individual
Límite conjunta
800.000 pesetas
1.000.000 pesetas
2% del valor de la
vivienda
800.000 pesetas
1.000.000 pesetas
Desaparece, y el
IBI deja de ser
deducible
Pasa a aplicarse
en cuota
Tarifa única
(también cuentas ahorro
vivienda)
Máximo 30% Base li­
quidable
1999
No aplicable
Aplicado a capital
más intereses
(También cuentas aho­
rro vivienda 15%). Base
máxima 1,5 millones. 25
er
% (1 y 2º año) ó 20%
er
as
(3 año y ss) las 1
750mil y 15% el resto.
Base deducción máxi­
ma:1.500.000 ptas.
* el porcentaje del 2% se sustituye por 1,1% si el valor catastral ha sido revisado a partir de 1994
II.4.2. Metodología aplicada: Dominancia Secuencial Generalizada de Lorenz
El fin último que se pretende alcanzar en esta investigación es establecer si el tratamiento
fiscal que se ha otorgado a la vivienda en los años analizados ha mejorado o no el bienestar de las uni­
dades analizadas. En el análisis aparecen implícitas consideraciones de desigualdad, pero como se
mostrará, la mejora en la distribución de la renta es solamente una condición necesaria pero no suficien­
te para asegurar que el bienestar aumenta. Necesitamos una condición que sea suficiente para asegu­
rar que el bienestar es mayor en una u otra situación, y eso es lo que nos proporciona la metodología de
dominancia secuencial generalizada, en concreto una condición que es a la vez necesaria y suficiente.
Esta metodología fue desarrollada por Atkinson y Bourguignon en 1987, y algunas aplicaciones empíri­
36
cas de la misma se muestran en Badenes et al. (1998a) y (1998b) .
Tradicionalmente, la medición de la desigualdad y bienestar en una distribución a través de
las curvas de Lorenz, contaba con la limitación de no poder diferenciar entre unidades nada más que
por el nivel de renta del que disfrutaban, pero con la metodología de dominancia secuencial generaliza­
36
En Badenes et al. (1998a) se realiza una comparación en términos de bienestar de un sistema de deducciones en la base y
otro en la cuota, mediante el uso de la metodología de dominancia secuencial generalizada. En Badenes et al. (1998b) se
tienen en cuenta como factores discriminantes de la necesidad ajenos a la renta el estado marital y el número de perceptores
de renta de la familia.
— 89 — da, es posible incluir atributos diferentes a la renta en el análisis. La información no referida a la renta se
puede utilizar para establecer una ordenación en función de la necesidad. Esto es posible porque aun
disfrutando de niveles idénticos de renta, hay unidades más necesitadas que otras, y este nivel de ne­
cesidad se puede determinar gracias a la información que se conoce de las distintas unidades analiza­
das, adicional a la cuantía de la renta. Como nuestro objetivo último es obtener conclusiones acerca del
bienestar, definiremos la estructura teórica que nos permite llegar a establecer condiciones necesarias o
suficientes para asegurar que se ha producido una mejora de bienestar.
Sabemos que la función de bienestar social tiene como argumentos las funciones de utili­
dad de cada una de las unidades de la sociedad (ya se consideren familias o individuos).
W = w(U i ) i = 1,2.....N
donde N representa el número de unidades que forman parte de la sociedad cuyo bienestar queremos
determinar.
Las funciones indirectas de utilidad de cada una de las unidades, las supondremos de­
pendientes únicamente de la renta de la que disponen. Si la función de utilidad fuese única para todas
las unidades, las cosas se simplifican bastante, pero con la información no referida a la renta, es po­
sible mejorar el análisis aun a costa de mayor complicación. El decisor social sabe que la misma renta
no satisface igual a todas las unidades, ya que algunas son más necesitadas que otras, así que atri­
buye funciones de utilidad diferentes para los miembros de cada grupo (por ejemplo, ceteris paribus,
una familia que está pagando su vivienda es considerada más necesitada que otra que no lo hace por
parte del legislador español). Para evaluar el bienestar de cada grupo (declarantes que están com­
prando su vivienda, que la alquilan o que han terminado de pagarla) utilizaremos funciones de bienes­
tar social del tipo:
W1 =
∑U (x ) ;
i
N
U´> 0, U´´< 0∀x ≥ 0
Estas funciones de bienestar social son individualistas, simétricas, separables aditivamente
y presentan aversión a la desigualdad. En concreto, tenemos que si la población total se puede dividir
en k grupos atendiendo a características diferentes a la renta, se cumple que:
N=n1+n2+n3+…+nk
Las funciones de utilidad de cada subgrupo dependen exclusivamente de la renta, porque
el resto de características sirve para hacer diferentes dichas funciones:
U1=u1(xp)p=1,…n1
U2=u2(x´q)q=1,…n2
Uk=uk(x´´r)r=1,…nk
A cada uno de los subgrupos le corresponde una función de bienestar social perteneciente
al tipo WI que describimos arriba, es decir:
— 90 — W1 =
W2 =
Wk =
∑U (x
1
p
)
n1
∑U
2
(x´q )
n2
∑U
k
(x´´r )
nk
En general, a cada grupo con la misma función de utilidad Ui=ui(xj), se le puede evaluar el
bienestar social mediante Wi= 1/ni
∑U (x ) . Ahora bien, si lo que pretendemos es evaluar el bienestar
i
i
social de toda la población, incluyendo todos los subgrupos, utilizaremos una suma ponderada del bien­
estar en cada grupo:
WII=
∑ pW
i
i
i= 1,2,…,k
donde Wi ∈ WI.
Una vez expuestas las funciones de bienestar social que se van a utilizar, es útil enunciar
algunos teoremas que sientan las bases para la utilización de la dominancia secuencial generalizada:
Teorema 1 (Fellman, 1976; Jakobsson, 1976): Si la renta de los individuos se grava mediante un im­
puesto progresivo, la desigualdad se reduce.
Teorema 2 (Atkinson, 1979): Si la desigualdad se reduce por la aplicación de un impuesto que grave la
renta, entonces ese impuesto es superior en términos de bienestar a otro proporcional que recaude lo
mismo, para cualquier función de bienestar social perteneciente a WI.
Teorema 3 (Atkinson y Bourguignon, 1987): Es condición necesaria que la desigualdad global se re­
duzca para que un impuesto que tiene en cuenta las diferencias en su tratamiento sea superior en tér­
minos de bienestar a otro proporcional que obtiene la misma recaudación, para cualquier función de
bienestar social W ∈ WII.
Cuando no se establecen restricciones sobre el vector de funciones de utilidad [u1(xp),
u2(xq),…, uk(xr)] que caracteriza ui(xj), si queremos que el gravamen progresivo aplicado de forma dife­
rente a los i grupos sea superior en términos de bienestar a un impuesto proporcional que recaude lo
mismo, habrá que tener en cuenta el Teorema 4.
Teorema 4 (Atkinson y Bourguignon, 1987): Para que exista una mejora de bienestar, sin ambigüedad,
para cualquier función de bienestar social W∈ WII, es necesario y suficiente que se produzca dominan­
cia generalizada de Lorenz del impuesto progresivo sobre un impuesto proporcional de igual recauda­
ción, para cada uno de los grupos considerados en el impuesto (el hecho de que la media de la renta
neta del impuesto progresivo de cada grupo sea mayor o igual que la media de la renta neta del impues­
to proporcional, es a su vez un requisito necesario para la curva de Lorenz generalizada de cada grupo
considerando el impuesto progresivo domine a la curva generalizada de Lorenz considerando el im­
puesto proporcional).
— 91 — Pero la condición que se enuncia en el Teorema 4 es demasiado exigente, como se expli­
ca en Lambert (1993), y para poder alcanzar alguna conclusión en el análisis empírico necesitamos res­
tringir de alguna forma el vector de utilidades de forma que describan cierta actitud hacia las necesida­
des por parte del decisor social. Las condiciones que supondremos son más débiles, pero mucho más
aplicables. Son las siguientes:
Para cada i=1,2,…,(k-1), la diferencia de utilidades marginales entre un grupo y el siguiente
en orden de necesidad
dui dui +1
, debe ser positiva y decreciente con la renta. Esto significa dos
−
dx
dx
cosas:
1. El decisor social atribuye, para cada nivel de renta, una utilidad marginal de la renta
más elevada para unos grupos que para otros
2. La diferencia entre utilidades marginales entre unos grupos y otros decrece a medida
que aumenta la renta.
En estas condiciones, podemos enunciar el siguiente teorema:
Teorema 5 (Atkinson y Bourguignon, 1987): Para cualquier función de bienestar W ∈ WII es condición
necesaria y suficiente para que se consiga una mejora del bienestar, que se produzca dominancia se­
cuencial generalizada de Lorenz del impuesto que grava la renta sobre un impuesto proporcional que
recaudase lo mismo, para cada una de las j (j=1,2,…k) subpoblaciones consistentes en los j grupos más
necesitados.
En caso de contar exclusivamente con dos grupos, no es necesario aplicar el Teorema 5,
ya que según Lambert (1994), en este caso es condición necesaria y suficiente para que se produzca
una mejora en el bienestar, que se reduzca la desigualdad global, y que si se produce una redistribución
entre los grupos, ésta favorezca al más necesitado.
Quizá sea aclaratorio explicar algo más detalladamente cómo funciona esta metodología.
En primer lugar se toma el grupo considerado más desfavorecido, y se comprueba si la curva de Lorenz
generalizada de la renta neta de impuesto domina a la misma curva para la renta neta del impuesto
proporcional. Si es así, se construye el siguiente grupo, con los más desfavorecidos y el siguiente sub­
grupo en orden de necesidad, comprobando de nuevo si existe dominancia generalizada de Lorenz. La
secuencia continúa hasta alcanzar el último subgrupo, el menos necesitado, que agregado al anterior
formará el grupo de población total. El número de grupos agregados cuya dominancia generalizada de­
bemos contrastar será igual al número de grupos que hayamos prefijado sobre la base de característi­
37
cas distintas a la renta, es decir, k . Si en el último grupo con toda la población, tras haber comprobado
todas las agregaciones con subgrupos más necesitados se cumpliera la dominancia requerida, se pue­
de asegurar que el bienestar social de esa población ha mejorado. Se deduce de lo que acabamos de
exponer que la dominancia generalizada cuando se considera toda la población es una condición nece­
saria, para la mejora en bienestar, por lo que lo más cómodo es comenzar comprobando si ésta se da
antes de repetir el proceso secuencial. En realidad, la curva de Lorenz que calcularemos para la totali­
dad de la población en cada uno de los escenarios no hace falta que sea generalizada, pues multiplica­
37
Si por ejemplo hubiese tres grupos: 1, 2 y 3 ordenados de menor a mayor necesidad, el primero de los j grupos incluiría
solamente al grupo1, el segundo, al 1 y al 2, y el tercero al 1, al 2 y al 3, es decir, a todos.
— 92 — mos las dos rentas netas por la misma renta neta al tratarse de un impuesto proporcional que recauda
lo mismo en la versión cuyo bienestar evaluamos y en su versión proporcional. Al multiplicarse por lo
mismo si hubiera algún cruce se produciría además en el mismo punto.
La simple observación de los tipos medios que se aplican a cada grupo nos ofrece una
condición necesaria para el cumplimiento de la dominancia secuencial generalizada. Para ver cómo
aprovechar la información que ofrecen los tipos medios, tomemos por ejemplo el grupo más necesitado.
Su renta para convertirse en renta neta debe ser multiplicada por uno menos el tipo medio ya sea el vi­
38
gente o el proporcional. Como el tipo medio proporcional es mayor que el vigente para este grupo , el
total de renta neta será mayor que la renta neta tras la aplicación del impuesto proporcional, y lo mismo
ocurrirá con las rentas netas medias. Entonces, será posible que se dé dominancia. Imaginemos que la
renta neta media del impuesto proporcional superase a la renta neta media del impuesto vigente, enton­
ces, seguro que la curva de Lorenz generalizada del impuesto proporcional terminaría por encima de la
curva de Lorenz Generalizada del impuesto vigente, por lo tanto podría asegurarse que ya no habría
dominancia. Cuando no es así, no podemos asegurar que la dominancia se produzca, pues no sabe­
mos si hay algún corte en las curvas, solamente sabemos qué curva termina más arriba. Se obtiene así
un resultado que simplifica considerablemente la aplicación de la metodología que nos ocupa válido pa­
ra comprobar situaciones en las que la dominancia secuencial generalizada no se cumple y no tiene
sentido aplicar la metodología completa:
Es condición necesaria para la dominancia de un impuesto que considera diferencias en
necesidad sobre uno proporcional de igual recaudación, que para todos los grupos agregados conside­
rados previos a la agregación total, cuando aplicamos la dominancia secuencial generalizada, el tipo
medio del impuesto vigente sea menor que el tipo medio del impuesto proporcional.
La demostración de este resultado se puede comprobar en Lambert (1994).
II.4.3. Datos
Los datos que se emplean en el análisis proceden del Panel de IRPF del Instituto de Estu­
dios Fiscales (IEF) y constituyen una submuestra de aproximadamente 7.000 observaciones a partir de
las 277.738 de las que consta el panel. Para ser más exactos, los datos de los años que vamos a utili­
zar son 6.620 observaciones para el año 1991 y 7.031 en 1994. El hecho de que el número de observa­
39
ciones sea mayor en 1994 que en 1991 se explica porque trabajamos con panel puro , es decir, se
efectúa un seguimiento de los mismos individuos, pero hay una entrada neta en el panel que provoca un
aumento en el número de observaciones. En esta muestra, las observaciones que corresponden a ma­
trimonios que presentan una declaración por cada cónyuge (declaraciones separadas), aparecen de
forma independiente. Una vez que estas declaraciones separadas se suman con la intención de estu­
38
Téngase en cuenta que un impuesto proporcional trataría a todos los miembros de los distintos grupos por igual, con lo cual
el tipo que les resultaría aplicable a los miembros del grupo más necesitado sería mayor que el que aplica el impuesto que
incorpora diferencias de trato según las necesidades. Recordemos además que para que el impuesto vigente domine en cada
una de las agregaciones al impuesto proporcional de igual recaudación debe cumplirse que
µ
x − IR
> µ x − IP ⇒
µ x (1 − t IR ) > µ x (1 − t IP ) ⇒ t IR < t IP .
39
Mantener las mismas declaraciones que en 1991 y a la vez la representatividad de la muestra para 1994 solamente daría
lugar al mismo número de observaciones por casualidad.
— 93 — diar familias y no declarantes, el número de observaciones se reduce a 5.988 y 6.047 para el primer y
segundo año analizados, respectivamente. La elección de los años no es casual. El año 1991 se esco­
gió por ser el último anterior a la reforma que permitiría la aplicación la deducción por alquiler, y 1994,
por ser, de los años en que dicha deducción era aplicable, el más reciente disponible. Dado que para
1999 se aplica un nuevo IRPF, también se simula un escenario que tiene en cuenta las reformas que en
el ámbito de vivienda han tenido lugar, pero los datos utilizados son los referidos al año 1994.
Las variables que se pueden extraer del panel del IEF son aquellas que corresponden a
las casillas de las declaraciones de la renta. Como nuestro análisis se centra exclusivamente en consi­
deraciones de bienestar relacionadas con el tratamiento que se le da a la vivienda, seleccionamos ex­
clusivamente las variables relevantes para el análisis, a saber:
•
Base imponible: agregación de todos los rendimientos procedentes de distintas fuen­
tes que son sometidos a la tarifa.
•
Rendimiento imputado de la vivienda en propiedad: resultado de multiplicar el valor
catastral de la vivienda propia por 0.02, para computar un rendimiento presunto por
el hecho de ser propietario.
•
Gastos deducibles : suma de los intereses por el uso de capitales ajenos en la ad­
quisición de vivienda habitual, con los límites que proceda, más el Impuesto sobre
Bienes Inmuebles, IBI. Ambos conceptos son deducibles en la base y no en la cuota
como ocurrirá con los intereses unidos al capital a partir de la reforma de 1999.
•
Deducción por alquiler en cuota: el 15% de las cantidades satisfechas por el inquilino
en concepto de alquiler, con los límites procedentes. La deducción se practica en cuo­
ta. (Esta variable es siempre igual a cero en los datos referidos a 1991).
•
Deducción por adquisición de vivienda: El 15% del capital dedicado a la adquisición
de vivienda, con los límites procedentes. Esta deducción se practica en cuota y sepa­
rada de los intereses, como ya se ha explicado, hasta la reforma de 1999.
•
Deducción en cuentas vivienda: al igual que la deducción anterior, se practica en cuo­
ta y al mismo porcentaje del 15%, pero es aplicable desde que se empieza a ahorrar
aunque no se haya empezado a pagar la vivienda. Se establece un plazo máximo de
5 años hasta la compra que a partir de 1999 se redujo a 4.
40
A partir de estas variables, se construyen otras necesarias para el análisis, como se expli­
cará en la aplicación empírica.
II.4.4. Resultados
Utilizando la información descrita en el apartado referido a datos, llevaremos a cabo dife­
rentes simulaciones en escenarios que hemos considerado de interés. Las simulaciones se consiguen
mediante el uso de programación en SAS, paquete estadístico que permite gran versatilidad en el traba­
40
El análisis empírico se elabora desde la perspectiva del ocupante de la vivienda, por lo que los gastos deducibles previstos
para viviendas alquiladas (todos aquellos gastos necesarios para poder obtener los ingresos por alquiler) no se consideran, y el
inquilino no puede deducir ningún gasto en la base.
— 94 — jo con microdatos. Los datos de la muestra en origen corresponden a declaraciones, con lo cual las uni­
dades familiares que declaran por separado deberán ser sumadas para obtener la renta declarada por
la unidad familiar. Esto no genera ninguna complicación, pues las separadas llevan consignado el mis­
mo número de panel para que se puedan emparejar.
La aplicación empírica se centrará en tres escenarios, y en cada uno de ellos se trata de
comprobar si de acuerdo con la ordenación de necesidades que establece el decisor social, y el trata­
miento fiscal acorde con tales necesidades, se puede concluir que la política fiscal de vivienda del IRPF
ha conducido a mejoras en el bienestar.
•
Escenario I: se aplica la legislación vigente en 1991 a los datos de la muestra corres­
pondientes a ese mismo año. Como todavía no estaba vigente la deducción por alqui­
ler, la información “no renta” que queremos considerar relativa a la vivienda según el
tratamiento fiscal percibido, nos permite diferenciar entre dos grupos: aquellos que
están adquiriendo vivienda (los cuales se distinguen por la deducción por adquisición
que se practican) y el resto (independientemente de que alquilen o ya sean propieta­
rios).
•
Escenario II: se aplica la legislación vigente durante 1994 a datos de ese mismo año.
Para este periodo serán tres los grupos que se diferenciarán por el tratamiento fiscal:
los que están adquiriendo una vivienda (que se distinguen porque además de impu­
tarse un rendimiento por posesión de vivienda, se practican deducción por adquisición
41
o por aportación a cuentas ahorro-vivienda), los que ya la han adquirido (que se im­
putan un rendimiento por ser propietarios pero no se deducen nada) y los que están
alquilados (que no se imputan rendimiento alguno por posesión y en su caso, practi­
can deducción por alquiler).
•
Escenario III: se aplica la legislación aplicable a las rentas obtenidas durante 1999 a
los datos de 1994. De nuevo volvemos a distinguir solamente dos grupos, los que es­
tán comprando vivienda (que se imputan rendimiento por posesión y se deducen en
cuota por adquisición o por aportación a cuentas-vivienda), y todos los demás, puesto
que con la reforma del impuesto en la ley 40/1998 deja de concederse un tratamiento
específico a los alquilados.
Los grupos que se han determinado para cada uno de los tres escenarios serán ordenados
según la mayor o menor necesidad que presenten atendiendo a la ideología que el decisor social mues­
tra a través de sus actuaciones. Inferimos que el grupo más necesitado a los ojos del decisor social es
aquél que disfruta de un tratamiento fiscal más generoso. Veamos, pues cual es el ranking de necesi­
dades para cada uno de los escenarios:
En el escenario I (legislación aplicable a 1991) las unidades que están comprando su vi­
vienda disfrutan de una deducción en cuota del capital aportado a la adquisición del 15%, así como una
deducción en base de los intereses de capitales ajenos con un límite de 800.000 ó 1.000.000 pesetas,
según se declare de forma individual o conjunta respectivamente. También se produce una imputación
41
La información contenida en el panel de IRPF del IEF no cuenta con información suficiente para clasificar exhaustivamente
todas las observaciones. Teniendo en cuenta la legislación vigente en 1994 y la clasificación descrita, alquiladas son todas
aquellas unidades que no se imputan rendimiento por posesión de vivienda. Es posible que una unidad propietaria viva
alquilada en otra vivienda diferente, pero esos casos no son detectables según la muestra del panel de IRPF que utilizamos.
— 95 — de renta por posesión de vivienda que está incluida en la definición de renta que vamos a utilizar. Así,
no hay ningún tratamiento más (aparte de la imputación) que diferencie de entre todos aquellos que es­
tán adquiriendo vivienda por un lado, y los que adquieren los servicios mediante alquiler o han termina­
do de pagar su vivienda, por otro. Como todos los que no la adquieren no disfrutan de ninguna ventaja
fiscal, es claro que el grupo de los que sí adquieren es más necesitado según los criterios del decisor
social. Entonces se puede afirmar que a efectos del decisor social:
El grupo que ADQUIERE vivienda está más necesitado que el grupo que NO ADQUIERE
vivienda
En el escenario II (legislación aplicable a 1994) las unidades que están comprando su vi­
vienda disfrutan de una deducción en cuota del capital aportado para la compra del 15%, y aunque la
deducción por alquiler es también del 15%, no se cuenta con la ventaja que tiene el grupo de los que
compran de poderse deducir los intereses en la base. Aquellos que poseen su vivienda, por su parte, no
tienen gastos deducibles por intereses, aunque en su día, mientras sus miembros pertenecieron al gru­
po de compradores, fueron los más desfavorecidos. Podemos decir entonces que las unidades que dis­
frutan de mayores ventajas fiscales siguen siendo aquéllas que están comprando su vivienda, seguidas
de las que la alquilan, que ahora sí disfrutan de una deducción del 15% en cuota, y el último lugar en
cuanto a necesidad lo ocupan aquellos que han terminado de pagar su vivienda. La clasificación de más
a menos necesidad para el decisor social, es entonces la siguiente:
El grupo que ADQUIERE vivienda está más necesitado que el grupo que ALQUILA, y a su
vez éste está más necesitado que el que NO ADQUIERE vivienda
En el escenario III (legislación aplicable a 1999) se vuelve a diferenciar solamente entre
dos grupos al desaparecer la deducción específica para los que alquilan. La legislación varía en relación
con la referente al escenario II, ya que la deducción en cuota engloba capital e intereses y la imputación
de renta desaparece, por ello son de nuevo los que están comprando su vivienda los que el legislador
considera más desfavorecidos, y el resto no recibe ningún tratamiento fiscal específico dependiente de
cómo obtienen los servicios de vivienda, considerándose iguales en necesidad todos aquellos que no
están adquiriendo su vivienda. La ordenación entre grupos será:
El grupo que ADQUIERE vivienda está más necesitado que el que NO la ADQUIERE
A continuación se explican las variables relevantes en los tres escenarios cuya estructura
implícita en cuanto a tratamiento de la vivienda se va a analizar. Definiremos en cada caso cuál es la va­
riable "renta" que se utiliza para ordenar a los contribuyentes, la diferencia en relación con la base que
se somete a tarifa, y la renta neta una vez que se descuentan las obligaciones tributarias ligadas al tra­
tamiento de la vivienda.
Escenario I:
Para el primer escenario referido a la estructura aplicable a 1991, la magnitud renta se
obtiene como agregación de la base que se somete a tarifa y los gastos deducibles. Hay que remar­
car que la base que se somete a tarifa considera entre las magnitudes computables la imputación de
renta en el caso de ser propietarios, por lo que a igualdad de renta ganada, un individuo que tiene su
vivienda en propiedad es más rico que aquel que no la posee. Los gastos deducibles se agregan para
el cómputo de la renta por ser un descuento fiscal que se produce posteriormente a la obtención de la
misma, y el hecho de que se exoneren de gravamen no implica que el contribuyente no la haya obte­
nido. La renta verdadera de las unidades puede ser mayor que la considerada en aquellos casos que
se perciban rendimientos irregulares y cuando los intereses deducidos sean inferiores a los efectiva­
— 96 — mente pagados por efecto de la actuación del límite máximo. La consideración de los rendimientos
irregulares se descartó por la complicación que entraña su tratamiento diferenciado (ya que no se
someten a tarifa general, sino que es preciso calcular un cociente anualizado y aplicar el mayor de
dos tipos: el tipo medio, o el tipo que resulte de aplicar la tarifa aplicada al 50% del rendimiento irregu­
lar). La verdadera cuantía que una unidad paga de intereses no es posible deducirla de la muestra
cuando es superior al tope deducible, por lo que sabemos que la renta de la que realmente disfruta
una unidad antes del pago de impuestos es, al menos, la que se ha calculado. En cualquier caso,
nuestro interés no se centra en calcular la renta disponible de las unidades estudiadas, ya que nos
hemos preocupado exclusivamente en el tratamiento ligado a la vivienda, y existen más gastos dedu­
cibles en relación con otros conceptos que sería necesario tener en cuenta si se tratase de reconstruir
la renta real de las familias.
Para obtener la renta neta descontaremos de la renta la cuota que se obtiene por aplica­
ción de la tarifa y agregaremos la deducción en cuota del 15% por adquisición de vivienda cuando se
trate de unidades que están comprando. Es importante recalcar una vez más que en esta aplicación
empírica no pretendemos calcular cuál era la verdadera renta neta después de pagar impuestos en
cada uno de los años considerados, sino ver cuál es el efecto que sobre el bienestar genera la políti­
ca fiscal aplicada a la vivienda, por eso es el tratamiento relacionado con la vivienda el único que se
tiene en cuenta. Si no fuera así también deberíamos incluir el resto de las deducciones en cuota para
el cálculo de la renta neta. Como es evidente, la recaudación percibida por la Hacienda pública es to­
do lo que separa renta de renta neta, es decir, la suma de las cuotas obtenidas por aplicación de la
tarifa a las bases liquidables menos las deducciones permitidas a las unidades que están adquiriendo
vivienda. La base que se somete a tarifa es un dato obtenido directamente del panel de IRPF por lo
que en este caso no precisamos de reconstrucción.
La variable del panel que permite clasificar las unidades contribuyentes como comprado­
ras o no es la deducción por adquisición de vivienda. Si ésta aparece consignada con valor nulo, se
trata de no compradores, y en otro caso, de compradores.
Para el total de la muestra, en el primer escenario tenemos que la renta media es
2.445.439 y el impuesto recaudado medio, 415.081. El tipo medio que deberíamos aplicar para obte­
ner la misma recaudación con un impuesto proporcional es el cociente del impuesto recaudado entre
la renta que lo genera: 16,9737%. Debemos calcular este tipo medio para comparar la verdadera es­
tructura impositiva y aquella que recaudase lo mismo sin tener en cuenta una política implícita en el
tratamiento de la vivienda.
Una información más desagregada por grupos nos permite predecir el resultado incluso
antes de representar gráficamente las curvas generalizadas de Lorenz para los dos grupos que se
plantean en este primer escenario. En la Tabla II.4.4.1. se muestran los dos grupos en los que pode­
mos dividir el total de la muestra en el primer escenario, constituidos por 1.412 observaciones el gru­
po de los que están comprando su vivienda y 4.635 el resto, lo cual da un total de 6.047 unidades fa­
miliares. Por columnas se muestran los totales de diferentes variables (número de observaciones de
cada grupo, y totales por grupos de base liquidable, renta, cuota tras aplicación de la tarifa y sin apli­
car deducciones en cuota, renta neta del impuesto vigente, renta neta del impuesto proporcional, can­
tidad pagada por el impuesto vigente y el proporcional, y renta neta del impuesto proporcional).
Aunque el total de impuesto a pagar no coincide para el grupo de los que compran y pa­
ra el de los que no lo hacen si comparamos el impuesto vigente y el proporcional, la cifra para el to­
tal, es decir, considerando los dos grupos sí que es la misma salvo en una pequeña diferencia de
aproximación. La renta neta del impuesto es mayor que la del impuesto proporcional para los que es­
tán comprando, porque el tratamiento que perciben por ser compradores y en definitiva debido a la
— 97 — necesidad que se les reconoce en la legislación de 1991 les proporciona un trato más favorable que
si todas las unidades aportasen la misma proporción de su renta. Esto no supone ninguna incoheren­
cia, a pesar de que el grupo de compradores disfrute de una renta media antes de impuestos más
elevada que los que no compran (3.242.333 frente a 2.202.674) porque la necesidad que incorpora el
legislador es una magnitud independiente de la renta. Recordemos que para un mismo nivel de ren­
ta, existen unidades más necesitadas que otras y no tiene por qué ocurrir que las unidades que más
necesitadas están ante los ojos del legislador y que más ayuda precisan de la política de vivienda,
sean a la vez las de menores rentas.
Tabla II.4.4.1. Valores agregados de las magnitudes relevantes de la muestra por grupos (1991) Número de
unidades
Base liquidable
Renta
Cuota tras
aplicación tarifa
Renta neta
del impuesto
Impuesto
a pagar
Impuesto
Proporcional
a pagar
Renta neta
de impuest
proporcional
Comprando
1412
4.220.876.774
4.578.174.154
813.000.952
3.839.500.629
738.673.525
777.085.544
3.801.088.595
No comprando
4635
9.981.756.162
10.209.396.029
1.771.321.241
8.438.074.789
1.771.321.241
1.732.912.247
8.476.483.782
Total
14.202.632.936
14.787.570.183
2.584.322.193
12.277.575.418
2.509.994.766
2.509.997.791
12.277.572.377
6047
En la Tabla II.4.4.2 se presentan los tipos medios que resultan de dividir el total pagado a
Hacienda entre la renta de la que se dispone. En la primera columna los tipos varían con el grupo, pues
se trata del impuesto vigente, pero para el total, el tipo medio de 16,9737% es el que se obtiene en todo
caso para el impuesto proporcional.
Tabla II.4.4.2.
Tipos medios por grupos del impuesto vigente y el proporcional (1991)
Tipo medio
Tipo medio proporcional
COMPRANDO
0.161346751
0.169737
NO COMPRANDO
0.173499121
0.169737
TODOS
0.169736794
0.169737
También es una información interesante la que se refiere a valores medios de los grupos
agregados, y que nos servirá para la construcción secuencial de curvas de Lorenz generalizadas. El
primer grupo incluye solamente a los más necesitados, es decir, las 1.412 unidades que adquieren vi­
vienda. El siguiente grupo en agregación contiene a la totalidad, pues en este caso solo teníamos dos
grupos. Y es aquí donde se puede predecir si para calcular el resultado será preciso calcular las curvas
de Lorenz generalizadas o si no es necesario continuar porque simplemente observando los tipos me­
dios por grupos agregados, la dominancia es imposible.
— 98 — En la Tabla II.3.4.3. se comprueba que la condición necesaria para que exista dominancia
secuencial generalizada referida a los tipos medios sí que cumple, ya que 0.161346751< 0.169737. So­
lamente es preciso comparar un grupo, pues el siguiente ya contiene a la totalidad de la muestra, en cu­
yo caso los tipos medios deben ser iguales si queremos que tanto el impuesto vigente como el propor­
cional recauden lo mismo.
Tabla II.4.4.3. Valores medios por grupos acumulados (1991) Medias de los
grupos
Acumulados
N
Renta
Impuesto
vigente
Cuota
Resultante
de la tarifa
Tipo medio
vigente
Tipo medio
proporcional
Comprando
1412
3242333
523140
550344
0.161346751
0.169737
Comprando y
No comprando
(Todos)
6047
2445439
415081
415081
0.169736795
0.169737
Los valores medios de renta neta (factor por el que debemos multiplicar cada renta neta
para construir la curva de Lorenz generalizada) de cada una de las dos subagregaciones en orden de
necesidad son las siguientes:
Comprando
1412
Comprando o no
(Todos)
6047
Factor renta neta
Factor renta neta
proporcional
2719193,08
2691989,1
2030358
2030358
La primera curva generalizada de Lorenz se construye para los más necesitados (aque­
llos que están comprando vivienda), y la siguiente y última para los que están comprando y los si­
guientes en orden de necesidad, es decir los que no están comprando, con lo cual ya tenemos la tota­
lidad de la muestra.
Los resultados de la aplicación empírica se presentan en el Apéndice II. Los datos con­
tenidos en los Cuadros A.II.1.a. a A.II.2.b. se refieren al primero de los escenarios. Los datos de los
dos primeros cuadros (Cuadro A.II.1.a. y Cuadro A.II.1.b.), muestran por centilas (1 a 50 y 51 a 100
respectivamente), el valor del tanto por uno acumulado de población, y el acumulado del tanto por
uno de las rentas netas obtenidas de la aplicación de cada uno de los impuestos, multiplicados por el
valor correspondiente de la renta neta media del grupo que presenta mayor necesidad: las 1.412 fa­
milias que en 1.991 están adquiriendo vivienda.
Estos resultados requieren alguna explicación: la primera columna nos presenta el nú­
mero de la centila, la siguiente, la diferencia entre el valor de la curva de Lorenz generalizada de la
renta neta del impuesto vigente y de la renta neta del impuesto proporcional de igual recaudación pa­
— 99 — ra la centila correspondiente. Como esa diferencia es positiva, quiere decir que la curva del impuesto
domina siempre a la del impuesto proporcional, por lo que será necesario repetir la operación con el
siguiente grupo agregado. La tercera columna presenta el tanto por uno de población acumulada, y
las dos últimas columnas arrojan el valor representado en el eje vertical: los tantos por uno acumula­
dos de rentas netas del impuesto vigente y proporcional respectivamente. Como es natural, el valor
correspondiente a la última centila en estas columnas está representado por las medias de renta neta
del grupo de los que están adquiriendo vivienda para cada uno de los dos impuestos considerados. El
hecho de que los tantos por uno acumulados de población no sean exactos para todas las centilas
acumuladas se debe a que el total de unidades analizadas (1412 en este caso, no es múltiplo de 100,
pero sí de 4, por eso la exactitud se contempla en la centila 25, 50, 75 y 100).
Los siguientes datos, con la misma estructura que acabamos de describir se refieren al
total de población, que es la siguiente agregación en orden de necesidad. El Cuadro A.II.2.a. contiene
la información relativa a las 50 primeras centilas, y el Cuadro A.II..2.b. la relevante para las 50 centi­
las más ricas.
Como se puede comprobar, los valores de la última centila para el eje vertical son los
mismos al referirnos a renta neta del impuesto proporcional o a la estructura vigente en 1991, puesto
que se trata de impuestos que recaudan lo mismo. Si comprobamos los valores de la columna dife­
rencia para cualquier centila, vemos que de nuevo toma siempre valores positivos, excepto en la últi­
ma centila donde toma el valor cero. Por esto podemos asegurar que la curva de Lorenz generalizada
de la renta neta del impuesto vigente domina a la de la renta neta del impuesto proporcional, y como
ya no hay más subgrupos de agregación, podemos llegar a una conclusión: la política de vivienda
subyacente en el IRPF en el año 1991 antes de que se introdujese la deducción por alquiler de vi­
vienda generaba ganancias de bienestar, ya que se cumple la condición necesaria y suficiente de
dominancia secuencial que expusimos en la metodología.
Si esto es así, sabemos además que el impuesto habrá disminuido la desigualdad de la
renta, ya que éste era un prerrequisito necesario para asegurar la mejora en términos de bienestar.
Se puede confirmar el cumplimiento de esta condición necesaria calculando el valor del índice de Gini
para la renta antes y después de impuestos (el mismo valor que tome el índice de la renta antes de
pagar impuestos es el que tomará la renta neta del impuesto proporcional, pues un impuesto propor­
cional detrae el mismo porcentaje de todas las rentas y no altera la distribución de la misma). Los va­
lores de los índices de desigualdad se muestran en el Cuadro II.4.4.1.
Cuadro II.4.4.1. Indices de Gini. Escenario I Escenario I
1991
Renta antes de
impuestos
Renta neta del
impuesto vigente
Renta neta del
impuesto proporcional
Indice de Gini
0.39807751
0.36250581
0.39807751
Escenario II:
El segundo escenario del que vamos a exponer resultados presenta una variación en
cuanto al número de agregaciones que podemos realizar en comparación con el Escenario I, ya que
distinguimos tres niveles de necesidad. Al poder distinguir un tratamiento diferenciado para aquellos
que alquilan, los grupos son tres (en orden de mayor a menor necesidad), los que compran, los que
— 100 — alquilan y aquellos que ya han terminado de pagar su vivienda. Para poder clasificar las observacio­
nes en los tres grupos se procede de la forma siguiente: cuando el valor de la renta imputada es nulo,
se trata de una unidad contribuyente que obtiene los servicios de vivienda alquilando. Si el valor de la
imputación es no nulo, puede estar comprando su vivienda o haber terminado de pagarla. Si hay de­
ducción por adquisición o por aportaciones a una cuenta vivienda, se trata de una unidad que está
comprando, y si estas dos deducciones aparecen consignadas con valor nulo, es que tal unidad ya ha
terminado de adquirir su vivienda.
La definición de las variables relevantes para poder llevar a cabo la programación en
SAS es prácticamente la misma que se presenta en el Escenario I, con alguna matización. La renta
es igual a la base que se somete a tarifa general más los gastos deducibles ligados a la adquisición
de vivienda, pero éstos últimos son nulos cuando se trata del grupo de alquilados. Construimos para
este escenario del año 1994 una nueva variable “suma de deducciones” que engloba todas aquellas
deducciones en cuota que están relacionadas con la vivienda. Cuando consideremos el grupo de al­
quilados “suma de deducciones” solamente incluirá la deducción del 15% por cantidades destinadas a
alquiler de vivienda que se instauró a partir de 1992, mientras que para el grupo de los que están ad­
quiriendo su vivienda incluye tanto la del 15% por adquisición que ya utilizamos en el primer escena­
rio como la que se aplicó desde 1992 a las cuentas ahorro vivienda. Para el grupo de los que ya han
42
comprado su vivienda, el valor de la suma de deducciones debe ser cero . Así, la variable renta neta
se calcula como la diferencia entre la renta y la cuota, a la que se añade la suma de deducciones. La
recaudación obtenida por la Hacienda pública es el resultado de aplicar la tarifa a la base liquidable y
restarle la suma de deducciones. Esta no es exactamente la recaudación que realmente se obtuvo en
1994 para esta muestra, ya que solamente consideramos las deducciones relevantes a efectos de
comprobar si la política de vivienda implícita en el IRPF aumentó o no el bienestar para ese año. Esa
recaudación ficticia es la que pretendemos recuperar con un impuesto proporcional.
El número de observaciones para cada grupo es ahora de 1.467 los que están pagando
su vivienda, 1.728 los que la alquilan y 2.793 los que ya la han adquirido, lo que suma un total de
5.988 unidades familiares, puesto que presentamos las declaraciones separadas ya sumadas. Los
grupos decrecen en orden de necesidad de las filas superiores hacia las inferiores en la Tabla
II.4.4.4., donde se presentan los valores medios por grupos de las variables que se indican en la pri­
mera fila (número de observaciones del grupo, base liquidable, renta, suma de deducciones, renta ne­
ta del impuesto, recaudación -ficticia- obtenida con el impuesto vigente, y estas dos mismas magnitu­
des referidas al impuesto proporcional). Para poder recaudar lo mismo que el impuesto vigente, esta
vez el cociente que debemos resolver es la recaudación, 514.242, entre la renta, 2.738.732,8, lo que
da lugar a un tipo medio de 18,7766%.
42
En la muestra del año 1994, el grupo de los que ya han adquirido vivienda supone un total de 2.793 familias y la suma de
deducciones total para todos ellos no es cero sino 3,5 millones de pesetas. Este dato, por su poca importancia, no altera
nuestro análisis y puede deberse bien a errores en las declaraciones, ya que los datos del panel proceden de datos reales de
las casillas consignadas por los declarantes, y hay unidades que se practican deducciones indebidas. Otra posible explicación
reside en la posibilidad de que aparezcan unidades familiares en las que los cónyuges hacen declaración separada y uno de
ellos esté comprando y otro ya haya comprado su vivienda. Al sumar los valores de las casillas para reconstruir las familias
aparecerían unidades familiares en las que uno de los cónyuges ha terminado de pagar su vivienda, pero que tienen derecho a
deducción porque el otro todavía la está comprando. Como la alteración en la renta media es de 1.300 pesetas, hemos
preferido dejar los datos tal y como aparecían en el panel.
— 101 — Tabla II.4.4.4. Valores medios de las magnitudes relevantes de la muestra por grupos (1994) Medias de los
grupos
acumulados
N
Comprando
1467
Alquilando
Base
liquidable
Renta
Cuota
resultante de
aplicación
de tarifa
Suma de
deducciones
Renta neta
del impuesto
vigente
Recaudación
del impuesto
vigente
Recaudación
del impuesto
proporcional
Renta neta del
impuesto
proporcional
3.282.997 3.605.330
717.572
60.542
2.948.301
657.029
676.958
2.928.372
1728
1.988.637 1.988.637
317.158
10.605
1.682.084
306.552
373.398
1.615.238
Comprado
2793
2.706.333 2.747.636
569.045
1.304
2.179.896
567.740
515.913
2.231.724
TODOS
5988
2.640.499 2.738.733
532.744
18.501
2.224.490
514.242
514.242
2.224.492
Este mismo cálculo del tipo medio relevante para un impuesto proporcional lo podemos
realizar a partir de los valores totales que se muestran en la Tabla II.4.4.5. En esta tabla se muestran las
magnitudes totales para cada uno de los grupos, y como se ve, el cálculo de la recaudación con el im­
puesto proporcional es bastante exacto con el uso de cuatro decimales.
Tabla II.4.4.5. Valores agregados de las magnitudes relevantes de la muestra por grupos (1994) Totales
N
Base
sometida a
tarifa general
Renta
Cuota
resultante de
aplicación
de tarifa
Suma de
deducciones
Renta neta
del impuesto
vigente
Recaudación
del impuesto
vigente
Recaudación
del impuesto
proporcional
Renta neta
del impuesto
proporcional
Comprando 1467
4.816.156.878
5.289.019.579
1.052.677.493
88.815.246
4.325.157.332
63.862.247
993.098.046
4.295.921.533
Alquilando
1728
3.436.364.580
3.436.364.580
548.049.542
18.326.148
2.906.641.204
529.723.377
645.232.435
2.791.132.145
Comprado
2793
7.558.787.901
7.674.148.018
1.589.342.992
3.644.418
6.088.449.444
1.585.698.574 1.440.944.087
6.233.203.959
Todos
5988
15.811.309.360
163.99.532.178
3.190.070.028 110.785.813
13.320.247.980
3.079.284.198 3.079.274.568
13.320.257.638
Los tipos medios para cada uno de los grupos considerados son los que a continuación se
presentan en la Tabla II.4.4.6.
— 102 — Tabla II.4.4.6. Tipos medios por grupos del impuesto vigente y el proporcional (1994) GRUPO
Tipo medio
Tipo medio proporcional
COMPRANDO
0.182238359
0.187766
ALQUILANDO
0.154152263
0.187766
COMPRADO
0.206628615
0.187766
TODOS
0.187766588
0.187766
Pero los tipos medios que se acaban de mostrar no son los relevantes para comprobar la
condición necesaria que dedujimos en el apartado anterior. Precisamos de la agregación de grupos por
orden de necesidad, y ésta es algo más compleja en el segundo escenario puesto que ahora son tres
los grupos con los que contamos. En la Tabla II.4.4.7. se presentan los valores medios por grupos acu­
mulados de forma sucesiva hasta la agregación total, de las variables renta, recaudación con el impues­
to vigente y proporcional, y tipos medios para cada uno de los impuestos comparados.
Tabla II.4.4.7. Valores medios por grupos acumulados (1994) GRUPOS
ACUMULADOS
N
Renta
Media
Recaudación
media impuesto
vigente
Recaudación
media impuesto
proporcional
Tipo medio
vigente
Tipo medio
proporcional
Comprando
1467
3605330,32
657029,48
676958,45
0.18223836
0.187766
Comprando
+Alquilando
3195
2730949,66
467475,9386
512779,4934
0.17117706
0.187766
Comprando
+Alquilando+
Comprado (Todos)
5988
2738732,83
514242,518
514240,9099
0.18776659
0.187766
Ahora sí sabemos -al contar con tipos medios del impuesto vigente siempre menores que
los tipos para obtener la misma recaudación con un impuesto proporcional- que se cumple la condición
necesaria para que exista dominancia secuencial generalizada. Tiene entonces sentido llevar a cabo la
ordenación de las rentas netas para proceder a la construcción de las centilas y las curvas de Lorenz
generalizadas de forma secuencial. Para ello necesitaremos además los valores de las rentas netas
medias por grupos agregados, es decir, los factores por los que se ha de multiplicar cada renta neta pa­
ra construir las curvas de Lorenz generalizadas, que se presentan a continuación:
— 103 — Factor para
renta neta
Factor para renta
neta impuesto
proporcional
Comprando
(1467)
2948300,84
2928371,87
Comprando+
Alquilando
(3195)
2263473,72
2218170,165
Comprando+
Alquilando+
Comprado (Todos)
(5988)
2224490,311
2224491,919
Solamente nos queda mostrar los valores por centilas de los tres grupos agregados, lo que
se presenta en el Apéndice II. Los Cuadros A.II.3.a y A.II.3.b. se refieren al grupo que presenta mayor
necesidad; en los Cuadros A.II.4.a y A.II.4.b. los grupos considerados son el más necesitado, y el si­
guiente en orden de necesidad; los Cuadros A.II.5.a y A.II.5.b. contienen la información del total de la
muestra.
En primer lugar comprobamos que existe dominancia secuencial para el grupo más necesi­
tado (aquellos que están comprando su vivienda) del impuesto vigente frente a uno proporcional que re­
cauda lo mismo, como se comprueba en los Cuadros A.II.3.a. y A.II.3.b., correspondientes a las 50 pri­
meras y últimas centilas respectivamente. Se puede apreciar que la diferencia entre las curvas de Lo­
renz es siempre positiva. La de la renta neta del impuesto vigente domina siempre a la de la renta neta
del impuesto proporcional, por lo que debemos agregar al siguiente grupo en orden de necesidad. Hasta
ahora contábamos 1.467 familias que estaban comprando vivienda, ahora agregamos a los 1.728 alqui­
lados y tenemos 3.195 observaciones. Como en el escenario anterior, las observaciones de cada grupo
de agregación no son múltiplos de 100, de ahí la inexactitud de los tantos por uno acumulados de po­
blación en las centilas. Los valores 2.949.100 y 2.937.764 corresponden a las rentas netas medias del
impuesto vigente y proporcional para el grupo más desfavorecido. Las centilas del grupo que engloba a
los que compran más los que alquilan se presentan en los Cuadros A.II.4.a y A.II.4.b.
El valor de las diferencias para cada centila sigue siendo positivo en todo caso, lo que im­
plica dominancia de la estructura verdadera sobre la proporcional de la misma recaudación positiva, por
ello hay que seguir agregando familias por orden de necesidad. Si en el siguiente grupo las diferencias
son también positivas para todas las centilas, podremos establecer conclusiones para este segundo es­
cenario. Al agregar a los 2.793 hogares que ya han adquirido su vivienda a los 3.195 precedentes que
están comprando o alquilando, tenemos el total de familias de la muestra, 5.988. Este grupo, al haberse
agregado las observaciones de contribuyentes que ostentan el menor nivel de necesidad incluye toda la
muestra. Los valores relevantes para la construcción de curvas de Lorenz generalizadas se pueden ver
en los Cuadros A.II.5.a. y A.II.5.b.
Una vez más, la diferencia entre el valor que alcanza la curva de la renta neta del impuesto
vigente y el proporcional es siempre positiva, (excepto en la última centila, donde las curvas de Lorenz
generalizadas de las rentas netas de uno y otro impuesto alcanzan la misma altura, generando un valor
cero en la diferencia). Ello permite asegurar que existe dominancia secuencial generalizada de la es­
tructura verdadera sobre la proporcional de la misma recaudación, y por tanto, la política de tratamiento
— 104 — a la vivienda implícita en el IRPF español en 1994 conduce a mejoras en el bienestar de los contribu­
yentes.
Al igual que en el Escenario I, sabemos como resultado previo y necesario para concluir
que se ha generado una mejora en el bienestar, que la desigualdad tiene que haber disminuido. Por
considerarlo un dato de interés, aportamos en el Cuadro II.4.4.2. el valor de los índices de Gini para este
escenario referido a la renta antes de impuestos, a la renta neta del impuesto proporcional (el valor será
el mismo en ambos casos) y a la renta neta del impuesto vigente:
Cuadro II.4.4.2. Indices de Gini. Escenario II Escenario II
1.994
Renta antes de impuestos
Renta neta del
impuesto vigente
Renta neta del
impuesto proporcional
Indice de Gini
0,37146467
0,33283329
0,37146467
La desigualdad, evidentemente, desciende con la aplicación de la estructura impositiva es­
tudiada para 1994 ya que, como hemos comprobado, genera un aumento del bienestar, y la disminu­
ción en el índice de Gini es una condición indispensable. También es cierto que la propia distribución de
renta en el año 1994 era más justa en relación con la del año 1991. Para mostrar los descensos en la
desigualdad de la renta antes de impuestos en los dos años, de la renta neta incorporando en el IRPF el
tratamiento a la vivienda, y las situaciones antes y después de impuestos, se construye el Cuadro
II.4.4.3. que ofrece los valores del índice de Reynolds-Smolensky:
Cuadro II.4.4.3. Indices de Gini y Reynolds.Smolensky. Escenarios I y II Gini de Renta
Gini de Renta neta
(impuesto vigente)
Reynolds-Smolensky
1991
0,39807751
0,36250581
→ 0,0355717
1994
0,37146467
0,33283329
→ 0,0386314
Reynolds-Smolensky
↓
↓
0,02661284
0,02967252
Los valores del índice de Reynolds-Smolensky indican que la disminución de desigualdad
debida a la incorporación de la imposición de la renta centrada en el tratamiento de la vivienda fue supe­
rior en 1994 que en 1991 (0,0386314 > 0,0355717), si bien la distribución de la renta antes de impuesto
de 1991 era más desigual que la existente en 1994 (0,02661284).
Escenario III:
En este último escenario de análisis estudiaremos sobre los datos de 1994, si el tratamien­
to implícito a la vivienda en la estructura del IRPF vigente tras la reforma de 1998, conduce o no a mejo­
ras en el bienestar.
— 105 — La legislación contenida en la Ley 40/1998, introduce modificaciones considerables en el
tratamiento de la familia y de la vivienda (entre otros cambios) lo que se tendrá en cuenta al determinar
la variable "renta" utilizada en el estudio de la estructura vigente en ese año. Los datos que se emplean
para el análisis de esa estructura corresponden a 1994, por lo que la renta que sirve para ordenar a los
contribuyentes es la misma que al analizar la estructura de 1994. Pero la base que se somete a tarifa es
diferente, puesto que entra en juego el efecto del mínimo personal, que se supone 550.000 pesetas en
declaraciones individuales y 1.100.000 en declaraciones conjuntas. Además, deja de imputarse un por­
centaje del valor catastral de la vivienda como renta y de permitirse por tanto la deducibilidad de gastos
como la cuota del impuesto sobre bienes inmuebles y los intereses ligados a la adquisición. La base que
se somete a tarifa debe ser corregida en el escenario referido a 1999 en relación con la que se utiliza
para analizar la estructura de 1994 de la forma siguiente:
Base99= Base94 - Imputación por vivienda + Gastos deducibles por vivienda- Mínimo personal
A la base calculada de esta forma, se le aplica la tarifa vigente para 1999 con el fin de de­
terminar la cuota.
Los resultados que obtengamos del tercer escenario forzosamente serán menos “reales” que
los obtenidos para los dos escenarios anteriores. Recordemos que tanto para 1991 como para 1994 he­
mos aplicado la ley que se puso en práctica en cada periodo, y los datos correspondían a esos mismos
años. Pero el ejercicio que ahora vamos a mostrar no carece de sentido. Bien es cierto que simulamos
una ley de la que por el momento no se han practicado liquidaciones, y sobre unos datos que son anterio­
res en cuatro años a los datos sobre los que verdaderamente se aplicarán en práctica. De todos modos, el
ejercicio sólo pretende dar una idea orientativa de cómo los cambios que durante 1999 se pondrán en
práctica pueden ser analizados de forma paralela a los casos anteriores, y no desperdiciar la oportunidad
de incorporar en este trabajo un cambio como el que ha supuesto la reforma del IRPF recogido en la ley
40/1998.
Como la reforma trae consigo cambios considerables, también es necesario redefinir la va­
riable renta neta. Esta variable se calcula ahora restando de la renta que se utiliza para ordenar a los con­
tribuyentes la cuota resultante de aplicación de la tarifa de 1999 a la base imponible y agregar las deduc­
ciones correspondientes. La deducción ligada al tratamiento de la vivienda en el escenario relativo a 1999
es ahora única, ya que desaparece la posibilidad de deducción por alquiler, y solamente los que adquieren
vivienda se practican un descuento en cuota sobre el capital y los intereses que implica la adquisición
(véase Cuadro II.4.1.1.). Esta deducción se aplica de forma diferenciada según se trate de los dos prime­
ros años de adquisición de vivienda o tercero y siguientes. La información de la muestra con la que con­
tamos para realizar la aplicación no nos permite conocer en que año de adquisición se sitúa el contribu­
yente, por lo que se ha optado por considerar que todos aquellos que compran vivienda lo llevan haciendo
tres o más años, lo que implica un tipo de deducción en cuota sobre capital más intereses del 20% sobre
las primeras 750.000 pesetas y un 15% sobre el exceso hasta 1.500.000 pesetas, siempre que se cum­
43
plan las condiciones establecidas reglamentariamente .
Aunque los datos son los mismos que en el Escenario II, con la nueva estructura de IRPF re­
formado volveremos a contar con dos grupos, que están comprando vivienda y que no, como ocurría en el
43
El Reglamento establece que el importe financiado del valor de adquisición de la vivienda debe suponer, al menos, el 50%
del total, que la financiación se realice a través de una entidad de crédito o aseguradora mediante préstamos concedidos por
las empresas a sus empleados, y que durante los tres primeros años no se amorticen cantidades que superen en su conjunto
el 40% del importe solicitado.
— 106 — primero de los escenarios. La forma de llevar a cabo la selección para discriminar entre grupos no se pue­
de hacer de la misma forma que en el segundo escenario, pues el tratamiento fiscal es radicalmente distin­
44
to . Los contribuyentes que están comprando vivienda son aquellos que en 1994 se imputaban una renta
por posesión de vivienda y a la vez se practicaban el 15% de deducción en cuota por el capital aplicado a
la adquisición, o bien aquellos que se practicaban deducción por aportaciones a cuentas ahorro-vivienda.
Estos contribuyentes son 1467 (los mismos que en el Escenario II), y el resto de observaciones, corres­
ponde a contribuyentes que no están comprando vivienda. En la Tabla II.4.4.8. se presentan los datos
medios de las variables más relevantes para los dos grupos de necesidad que permite diferenciar el tra­
tamiento implícito a la vivienda el IRPF de 1999, y los valores medios para el total de la muestra.
Tabla II.4.4.8. Valores medios de las magnitudes relevantes de la muestra por grupos (1999)
Medias
N
Base 1999
Renta
Cuota tras
aplicar tarifa
Renta neta Recaudación Recaudación Renta neta
del impuesto del impuesto del impuesto del impuesto
reformado
reformado
proporcional proporcional
Comprando
1467
2.658.676
3.601.320
680.706
3.040.520
560.800
577.647
3.023.673
No
Comprando
4527
1.627.624
2.458.545
399.807
2.058.738
399.807
394.348
2.064.198
Todos
5994
1.879.969
2.738.233
468.556
2.299.024
439.209
439.209
2.299.024
En la Tabla II.4.4.9. se presentan las mismas variables que en la tabla anterior, pero pera
valores totales, en lugar de valores medios.
Tabla II.4.4.9. Valores totales de las magnitudes relevantes de la muestra por grupos (1999) Totales
N
Nueva Base
Renta
Cuota tras
aplicar tarifa
Renta neta
del impuesto re­
formado
Recaudación
del impuesto
reformado
Recaudación
del impuesto
proporcional
Renta neta
del impuesto
proporcional
Comprando
1467
3.900.278.117
5.283.137.071
998.596.083
4.460.443.075
822.693.996
847.408.325
4.435.728.760
No
Comprando
4527
7.368.256.112
11.129.833.939
1.809.926.017
9.319.907.922
1.809.926.017
1.785.210.906
9.344.623.078
Todos
5994
11.268.534.229 16.412.971.010
2.808.522.100
13.780.350.997
2.632.620.113
2.632.619.231
13.780.351.838
44
Por esta razón aparecen seis observaciones que conforme a los criterios utilizados pueden encuadrarse tanto en el grupo de
los que compran como en el de los que no. Esto se debe de nuevo a que la muestra cuenta con declaraciones separadas que
deben sumarse, y es posible que uno de los cónyuges esté comprando una vivienda y otro no. Al aparecer clasificados en los
dos grupos, el total de observaciones es ahora de 5.994 frente a 5.988 del escenario previo. Los valores medios con el nuevo
sistema de clasificación presentan ligeras desviaciones con respecto al escenario previo, por lo que se aportan todos los datos
de nuevo para que el lector pueda comprender mejor los resultados de este último escenario.
— 107 — Una vez se conoce la recaudación (media o total) y la renta, se puede calcular el tipo me­
dio que permite obtener la misma recaudación, que se muestra en el siguiente cuadro. El tipo medio
proporcional es menor que en el segundo escenario, porque también es menor la recaudación simulada
con la reforma. La recaudación media total en el segundo escenario era de 514.240, mientras que ahora
la media es de 439.209. El tipo medio para la totalidad de la muestra era 18,7766% y ahora es
16,03987%, casi tres puntos porcentuales menor.
Tabla II.4.4.10.
Tipos medios por grupos. (1999) Tipo medio del impues­ Tipo medio del impues­
to reformado
to proporcional
(1999)
COMPRANDO
0,155720737
0,1603987
NO COMPRANDO
0,162619319
0,1603987
TODOS
0,160398748
0,1603987
Al igual que en los escenarios previos, necesitamos los datos por grupos agregados, lo que
ahora vuelve a simplificarse porque sólo contamos familias que están comprando vivienda o que no. En
la Tabla II.4.4.11. se puede comprobar cómo el requisito que nos indica si debemos seguir en el cálculo
de las curvas de Lorenz generalizadas, el tipo medio, cumple la condición necesaria de ser inferior en el
caso del impuesto vigente que en el proporcional.
Tabla II.4.4.11.
Valores medios de las magnitudes relevantes de la muestra por grupos acumulados (1999) Medias grupos
acumulados
N
Renta
Recaudación
impuesto
reformado
Recaudación
impuesto
proporcional
Tipo medio
Impuesto
reformado
Tipo medio
Impuesto
proporcional
Comprando
1.467
3.601.320
560.800
577.647
0,155720737
0,1603987
Comprando
o no (Todos)
5.994
2.738.233
439.209
439.209
0,160398749
0,1603987
Tiene sentido que prosigamos el análisis y calculemos las curvas de Lorenz generalizadas,
para lo cual necesitamos conocer el valor de las rentas netas medias del impuesto vigente y proporcio­
nal. Estos factores de multiplicación para cada observación son los siguientes:
— 108 —
Factor aplicable
a la renta neta
del impuesto
reformado
Factor aplicable
a la renta neta
del impuesto
proporcional
Comprando
3040520,2
3023673,3
Comprando o no
(Todos)
2299024,2
2299024,3
Como ya advertimos, la curva de Lorenz para el total de la muestra no tiene porqué ser
generalizada, ya que multiplicamos por la misma media, y ello es irrelevante a efectos de comprobación
de la dominancia. Lo que no podemos hacer a partir de las curvas generalizadas es calcular índices de
Gini, pues al ser medidas basadas en áreas se distorsionan al alterar los valores verdaderos de las ren­
tas. Para terminar con el detalle de los resultados, se presentan en el Apéndice II los referidos al Esce­
nario III. Los Cuadros A.II.6.a. y A.II.6.b. presentan la información relativa al grupo más necesitado en
este tercer escenario, es decir, aquellas unidades que están adquiriendo su vivienda, separando las
primeras 50 decilas, y las 50 siguientes.
Una vez más se comprueba la dominancia de la curva de Lorenz generalizada del impues­
to vigente sobre el impuesto proporcional de igual recaudación, ya que las diferencias para cada centila
son siempre positivas. La siguiente agregación por orden de necesidad supone el cómputo de toda la
muestra, puesto que en el Escenario III el legislador solamente diferencia tratamientos entre los que ad­
quieren vivienda y los que no lo hacen. Los Cuadros A.II.7.a. y A.II.7.b. se refieren al total de la muestra
subdivididos en centilas. Se constata de nuevo que la diferencia es siempre positiva, lo que muestra que
el impuesto reformado con las peculiaridades descritas, aplicado a la distribución de renta existente en
1994, también hubiera sido generador de mejoras de bienestar. Para terminar mostramos en el Cuadro
II.4.4.3. el valor de los índices de Gini referidos al último escenario:
Cuadro II.4.4.3.
Escenario III
Datos:1.994
Impuesto:1999
Renta antes de impuestos
Renta neta del impuesto
vigente
Renta neta del impuesto
proporcional
Indice de Gini
0.371114177
0.33271393
0.371114177
La desigualdad disminuye con la aplicación del impuesto reformado, como ya sabemos
que debe ocurrir para que la conclusión sea un aumento en el bienestar.
II.4.5. Conclusiones
La aplicación empírica que se ha mostrado en este capítulo pretende obtener una conclu­
sión acerca de si la política implícita de tratamiento a la vivienda en el IRPF español, bajo tres sistemas
estratégicamente escogidos (1991, 1994 y 1999), genera ganancias de bienestar para las unidades
contribuyentes. Tras exponer los resultados, podemos asegurar que efectivamente, se han producido
ganancias en el bienestar en todos los escenarios analizados.
— 109 — La metodología de análisis que se ha escogido, no permite cuantificar en valores moneta­
rios u otras medidas la magnitud de esta ganancia, pero la simple garantía de una mejora inequívoca en
el bienestar es un resultado de suficiente peso, puesto que las aplicaciones empíricas anteriores basa­
das en el uso de dominancia secuencial generalizada no han permitido obtener ningún resultado con­
cluyente. (Véase Badenes et al. , (1998a y 1998b), donde se consideran diferencias en necesidad ba­
sadas en el tamaño familiar y en el número de perceptores de renta).
Los resultados que se han obtenido deben interpretarse en el contexto de los parámetros
considerados: la única información relevante es la referida al tratamiento de los contribuyentes en fun­
ción de cómo disfrutan de los servicios de vivienda, y ello debe tenerse en cuenta especialmente cuan­
do se haga referencia a cuestiones distributivas.
Se anticipó al principio del capítulo que la adquisición de vivienda era una de las decisio­
nes que el sistema fiscal pretendía favorecer, y en concreto a través del tratamiento que se le otorga
desde el gravamen de la renta personal. En todos los escenarios analizados los compradores de vivien­
da resultan ser los más necesitados ante los ojos del decisor social que les concede el trato más favo­
rable. Ello tiene su consecuencia en términos de bienestar, por lo que parece que el objetivo del legisla­
dor es coherente con sus pretensiones.
Una última cuestión que es preciso matizar es que el análisis de datos de corte transversal
no permite incorporar toda la información relevante que sería necesaria para conocer la situación de
una unidad contribuyente que decide adquirir su vivienda. Es decir, la compra de vivienda es una opera­
ción que habitualmente no se realiza en un solo periodo, sino que en función del uso que se haga de las
cuentas ahorro-vivienda y de la duración del préstamo hipotecario que se solicite para la adquisición, la
duración de la compra se puede prolongar más o menos, y las circunstancias financiero-fiscales del
contribuyente serán diferentes. Los datos del panel de IRPF no permiten conocer en qué momento de la
compra se encuentra el contribuyente por lo que no es posible diferenciar entre más niveles de necesi­
dad que los que aquí se han expuesto.
— 110 — APÉNDICE II
Cuadro A.II.1.a Centilas 1 a 50. (Adquirentes) 1991 Centilas
Diferencia
Eje población
Eje renta neta
Eje renta neta
del impuesto
proporcional
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
815
1981
3223
4676
6115
7457
8862
10289
11639
12962
14204
15537
16917
18270
19716
21383
22906
24448
25947
27347
28746
30119
31551
33107
34509
35917
37368
38811
40170
41429
42752
44190
45631
46928
48221
49636
51196
52722
54397
55924
57191
58395
59570
60759
62035
63274
64631
65859
66959
68031
0.009915
0.019830
0.029745
0.039660
0.049575
0.059490
0.069405
0.080028
0.089943
0.099858
0.109773
0.119688
0.129603
0.139518
0.149433
0.160056
0.169971
0.179886
0.189801
0.199716
0.209631
0.219546
0.229461
0.240084
0.25
0.259915
0.269830
0.279745
0.289660
0.299575
0.310198
0.320113
0.330028
0.339943
0.349858
0.359773
0.369688
0.379603
0.390226
0.400141
0.410056
0.419971
0.429886
0.439801
0.449716
0.459631
0.470254
0.480169
0.490084
0.5
4234.145
11298.08
19380.12
28414.37
37899.46
47782.52
58228.41
69771.32
80914.18
92385.21
104114.6
116184.9
128634.9
141340.8
154366.2
168660.2
182262.5
196176.5
210254.2
224501.6
238985.0
253785.6
268974.0
285590.5
301290.0
317174.1
333249.1
349550.2
366022.9
382657.6
400812.6
418204.4
436006.0
454077.6
472433.4
491118.1
510147.7
529376.7
550312.5
570112.2
590182.3
610581.8
631203.3
652060.1
673213.9
694583.7
717785.6
739677.5
761740.6
784057.8
3419.541
9316.789
16157.45
23738.42
31784.52
40325.22
49366.83
59482.60
69275.30
79423.43
89910.41
100648.3
111717.8
123070.8
134650.1
147277.5
159356.2
171728.4
184306.9
197154.2
210239.1
223666.6
237422.9
252483.5
266781.3
281257.1
295880.8
310739.6
325852.4
341229.0
358060.5
374014.6
390375.4
407149.2
424212.0
441482.2
458951.2
476654.7
495915.5
514188.4
532991.7
552186.9
571633.4
591300.9
611179.4
631309.4
653154.2
673818.5
694781.6
716027.1
— 111 — Cuadro A.II.1.b. Centilas 51 a 100. (Adquirentes) 1991 Centilas
Diferencia
Eje población
Eje renta neta
Eje renta neta
del impuesto
proporcional
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
64
65
66
67
68
69
70
71
72
73
74
75
76
77
78
79
80
81
82
83
84
85
86
87
88
89
90
91
92
93
94
95
96
97
98
99
100
69241
70453
71636
72875
74040
75225
76494
77865
79427
80769
82131
83559
84610
85501
86343
87049
87788
88648
89356
90028
90822
91615
92341
92909
93212
93609
94214
94568
94531
94241
93736
93018
91998
91159
90410
89622
88619
87159
85669
84191
82520
80355
78289
75830
71517
67396
62176
55540
46328
27204
0.509915
0.519830
0.529745
0.540368
0.550283
0.560198
0.570113
0.580028
0.589943
0.599858
0.609773
0.620396
0.630311
0.640226
0.650141
0.660056
0.669971
0.679886
0.689801
0.700424
0.710339
0.720254
0.730169
0.740084
0.75
0.759915
0.770538
0.780453
0.790368
0.800283
0.810198
0.820113
0.830028
0.839943
0.850566
0.860481
0.870396
0.880311
0.890226
0.900141
0.910056
0.919971
0.930594
0.940509
0.950424
0.960339
0.970254
0.980169
0.990084
1
806754.3
829826.5
853232.2
878666.0
902671.4
926969.1
951614.5
976669.1
1002305.5
1028246.1
1054658.4
1083367.9
1110454.8
1137869.8
1165644.2
1193702.6
1222162.0
1251069.4
1280484.7
1312611.3
1343422.6
1374830.3
1406842.3
1439357.0
1472408.2
1506063.6
1543058.0
1578505.3
1614470.9
1651001.7
1688532.7
1727001.2
1766730.3
1807339.8
1851783.1
1894426.7
1938234.5
1983453.9
2029915.7
2077549.5
2126285.0
2176242.0
2232259.7
2286946.5
2343787.3
2403748.2
2467579.4
2539854.5
2619640.9
2719193
737513.3
759373.8
781596.6
805790.7
828631.5
851744.1
875120.2
898804.5
922878.6
947477.0
972527.4
999809.0
1025845.2
1052369.2
1079300.9
1106653.5
1134374.5
1162421.7
1191129.2
1222583.3
1252601.0
1283215.8
1314501.5
1346447.6
1379196.1
1412454.9
1448844.4
1483937
1519939.7
1556760.7
1594797.1
1633983.2
1674732.0
1716180.6
1761372.8
1804805.0
1849615.8
1896294.5
1944246.5
1993358.6
2043765.2
2095887.0
2153970.3
2211116.9
2272270.4
2336351.9
2405403.1
2484314.6
2573312.6
2691989
— 112 — Cuadro A.II.2.a. Centilas 1 a 50. (Total) 1991
Centilas
Diferencia
Eje población
Eje renta neta
Eje renta neta
del impuesto
proporcional
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
85
353
772
1322
1992
2706
3451
4239
5085
5965
6842
7743
8686
9658
10711
11741
12821
13830
14820
15775
16735
17699
18672
19644
20628
21614
22550
23473
24414
25396
26418
27434
28415
29401
30385
31377
32389
33376
34340
35345
36327
37273
38175
39069
39965
40883
41779
42705
43599
44487
0.009922
0.019844
0.029932
0.039854
0.049942
0.059864
0.069952
0.079874
0.089961
0.099884
0.109971
0.119894
0.129981
0.139904
0.149991
0.159914
0.170001
0.179923
0.190011
0.199933
0.210021
0.219943
0.230031
0.239953
0.249875
0.259963
0.269885
0.279973
0.289895
0.299983
0.309905
0.319993
0.329915
0.340003
0.349925
0.360013
0.369935
0.380023
0.389945
0.400033
0.409955
0.420042
0.429965
0.440052
0.449975
0.460062
0.469985
0.480072
0.489995
0.499917
501.1332
2081.665
4549.665
7752.591
11678.47
16115.64
21125.91
26569.62
32634.56
39061.42
45994.85
53217.32
60911.49
68841.68
77276.56
85878.40
94891.52
103961.6
113411.2
122933.4
132844.8
142835.2
153215.7
163643.5
174268.3
185247.4
196218.4
207564.8
218950.3
230752.0
242591.1
254816.3
267056.9
279718.6
292387.6
305489.9
318589.8
332083.0
345549.3
359476.6
373383.5
387714.7
402041.9
416854.5
431669.5
446982.9
462271.1
478056.9
493814.9
509820.6
415.8472
1728.238
3777.502
6431.037
9686.156
13409.85
17674.61
22330.58
27549.11
33096.86
39152.70
45473.89
52225.14
59183.35
66565.26
74137.59
82070.99
90131.86
98591.18
107158.0
116110.1
125136.3
134543.6
143999.1
153640.2
163633.2
173668.6
184091.7
194535.9
205355.6
216172.9
227382.8
238641.5
250318.1
262002.8
274112.6
286200.5
298707.0
311209.5
324131.4
337056.6
350442.0
363867.3
377785.3
391704.2
406100.3
420491.6
435352.0
450215.7
465333.5
— 113 — Cuadro A.II.2.b. Centilas 51 a 100 (Total) 1991
Centilas
Diferencia
Eje población
Eje renta neta
Eje renta neta
del impuesto
proporcional
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
64
65
66
67
68
69
70
71
72
73
74
75
76
77
78
79
80
81
82
83
84
85
86
87
88
89
90
91
92
93
94
95
96
97
98
99
100
45392
46198
46988
47777
48577
49382
50167
50951
51745
52568
53386
54139
54834
55504
56185
56832
57499
58125
58715
59230
59738
60223
60746
61227
61678
62005
62356
62623
62899
63080
63139
63083
62909
62698
62492
62161
61660
61074
60476
59273
57916
56490
55021
52829
50406
47573
43580
37474
28713
0
0.510004
0.519927
0.530014
0.539937
0.550024
0.559947
0.570034
0.579957
0.590044
0.599966
0.610054
0.619976
0.630064
0.639986
0.650074
0.659996
0.670084
0.680006
0.690094
0.700016
0.710104
0.720026
0.730114
0.740036
0.749958
0.760046
0.769968
0.780056
0.789978
0.800066
0.809988
0.820076
0.829998
0.840085
0.850008
0.860095
0.870018
0.880105
0.890028
0.900115
0.910038
0.920125
0.930047
0.940135
0.950057
0.960145
0.970067
0.980155
0.990077
1
526354.0
542845.1
559873.7
576912.8
594559.6
612225.0
630467.9
648709.1
667560.3
686437.6
705934.7
725466.0
745666.7
765863.3
786723.7
807590.6
829172.6
850739.1
873074.4
895426.0
918566.7
941761.2
965823.9
989880.1
1014402.9
1039856.6
1065469.9
1092032.0
1118772.4
1146456.8
1174240.5
1203125.3
1232255.3
1262716.8
1293615.7
1326013.0
1358794.8
1393378.1
1428875.9
1466173.6
1504542.3
1545386.8
1587609.2
1632866.2
1680194.2
1731624.5
1786578.7
1848471.7
1921079.9
2030358
480962.0
496646.6
512885.2
529135.9
545982.1
562842.9
580300.7
597758.5
615815.0
633869.9
652548.6
671326.8
690833.0
710359.7
730538.7
750758.5
771673.9
792614.5
814359.8
836195.5
858828.6
881538.3
905078.0
928652.6
952725.0
977852.0
1003114.3
1029409.4
1055873.9
1083376.9
1111101.4
1140042.7
1169346.6
1200018.7
1231123.4
1263852.1
1297134.7
1332303.7
1368399.6
1406900.6
1446625.9
1488897.2
1532588.2
1580037.3
1629788.1
1684051.2
1742998.5
1810997.2
1892366.6
2030358
— 114 — Cuadro A.II.3.a. Centilas 1 a 50 (Adquirentes) 1994
Centilas
Diferencia
Eje población
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
1242
2709
4323
5817
7399
9024
10622
12381
14242
15971
17739
19408
21026
22812
24595
26253
28013
29643
31119
32670
34232
35677
37277
38849
40308
41758
43256
44712
46130
47784
49422
50935
52509
54116
55647
57326
59042
60663
62288
63769
65035
66410
67885
69274
70764
72331
73939
75712
77445
78961
0,0095433
0,0197682
0,0299932
0,0395365
0,0497614
0,0599864
0,0695297
0,0797546
0,0899796
0,0995228
0,1097478
0,1199727
0,129516
0,139741
0,1499659
0,1595092
0,1697342
0,1799591
0,1895024
0,1997273
0,2099523
0,2194956
0,2297205
0,2399455
0,2494888
0,2597137
0,2699387
0,2801636
0,2897069
0,2999318
0,3101568
0,3197001
0,329925
0,34015
0,3496933
0,3599182
0,3701431
0,3796864
0,3899114
0,4001363
0,4096796
0,4199046
0,4301295
0,4396728
0,4498978
0,4601227
0,469666
0,4798909
0,4901159
0,4996592
— 115 — Eje renta neta Eje renta neta
del impuesto
proporcional
7829,0313
17852,53
28999,383
39910,701
51995,761
64409,044
76310,576
89359,964
102772,71
115548,19
129460,66
143580,93
157036,9
171735,26
186665,92
200865,93
216345,32
232007,54
246808,76
262928,42
279331,91
294871,17
311810,22
328994,75
345248,93
362857,37
380752,44
398861,53
416010,7
434696,5
453625
471514,74
490954,3
510660,36
529289,99
549510,81
570039,97
589494,32
610682,24
632130,42
652337,14
674325,51
696775,46
718053,99
741153,92
764582,53
786790,95
810912,99
835397,93
858581,53
6607,6402
15191,749
24754,113
34201,853
44737,834
55559,913
65896,344
77221,473
88809,497
99891,222
112073,49
124564,12
136439,41
149392,72
162581,32
175163,38
188925,79
203002,85
216369,65
230984,09
245872,11
260011,35
275398,24
291047,56
305879,19
322073,56
338522,01
355227,78
371008,2
388093,11
405438,14
421866,4
439788,73
457944,25
475096,69
493697,25
512569,76
530458,68
550083,44
570113,57
589113,46
609792,36
630833,23
650785,39
672463,66
694392,75
715058,19
737476,88
760303,02
782040,45
Cuadro A.II.3.b. Centilas 51 a 100 (Adquirentes) 1994
Centilas
Diferencia
Eje población
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
64
65
66
67
68
69
70
71
72
73
74
75
76
77
78
79
80
81
82
83
84
85
86
87
88
89
90
91
92
93
94
95
96
97
98
99
100
80429
81809
83059
84216
85620
87309
89040
90766
92385
93849
95279
96622
97718
98758
99750
100641
101523
102633
103793
104993
106111
106813
107446
108058
108425
108801
109270
109897
110707
111348
111780
112143
112232
111676
110968
110605
110001
109303
108208
106929
104753
103126
101766
99411
95202
90082
84615
76132
65163
19929
0,5098841
0,5201091
0,530334
0,5398773
0,5501022
0,5603272
0,5698705
0,5800954
0,5903204
0,5998637
0,6100886
0,6203136
0,6298569
0,6400818
0,6503067
0,65985
0,670075
0,6802999
0,6898432
0,7000682
0,7102931
0,7198364
0,7300613
0,7402863
0,7498296
0,7600545
0,7702795
0,7805044
0,7900477
0,8002727
0,8104976
0,8200409
0,8302658
0,8404908
0,8500341
0,860259
0,870484
0,8800273
0,8902522
0,9004772
0,9100204
0,9202454
0,9304703
0,9400136
0,9502386
0,9604635
0,9700068
0,9802318
0,9904567
1
— 116 — Eje renta neta Eje renta neta
del impuesto
proporcional
883655,88
909042,27
934710,66
958890,49
985222,25
1012053,3
1037490,5
1065015
1092844,6
1119197,1
1147708,6
1176518,2
1203820,8
1233379,3
1263333
1291777,4
1322997,9
1355205,3
1385808,6
1419130,1
1452948,6
1484855,5
1519667,9
1554926,4
1588250,2
1624595,1
1661702,7
1699492,2
1735746,9
1775251,5
1815796,2
1854702,2
1897352,6
1941054,7
1982843
2029268
2077033,6
2122811,4
2173179,7
2224927,9
2274399,3
2330569,3
2389413,6
2446177,6
2509397,4
2577284
2644803,1
2722820,6
2815439,5
2949100
805721,87
829804,71
854300,57
877394,71
902403,37
927625,49
951409,01
977290,11
1003581,9
1028548,8
1055715,4
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2937764
Cuadro A.II.4.a. Centilas 1 a 50 (Adquirentes+alquilados) 1994
Centilas
Diferencia
Eje población
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
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29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
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82
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1490
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0,4801252
0,4901408
0,4998435
— 117 — Eje renta neta Eje renta neta
del impuesto
proporcional
437,89463
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13998,894
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27949,029
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91538,897
102137,67
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124031,99
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529624,53
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563359,09
Cuadro A.II.4.b. Centilas 51 a 100 (Adquirentes+alquilados) 1994
Centilas
Diferencia
Eje población
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
64
65
66
67
68
69
70
71
72
73
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90
91
92
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100
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77735
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0,9101721
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1
— 118 — Eje renta neta Eje renta neta
del impuesto
proporcional
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1872328,2
1933814,7
2003832,7
2085675,2
2215172,3
Cuadro A.II.5.a. Centilas 1 a 50 (Total) 1994 Centilas
Diferencia
Eje población
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
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25
26
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28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
153
759
1575
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0,3999666
0,4099866
0,4200067
0,4300267
0,4400468
0,4500668
0,4599198
0,4699399
0,4799599
0,48998
0,5
— 119 — Eje renta neta Eje renta neta
del impuesto
proporcional
813,87909
4040,4702
8604,8924
14093,574
20391,04
27341,272
34736,848
42508,453
50670,474
59038,569
67949,949
77282,47
86934,217
96911,935
107198,39
117809,32
128673,53
139790,27
150954,23
162525,08
174307,26
186316,49
198545,28
210980,15
223654,81
236544,54
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262765,37
276269,58
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332022,65
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361079,06
375929,11
390725,21
405961,93
421393,49
437013,88
452850,84
468928,34
485233,65
501813,97
518613,86
535357,54
552621,28
570130,81
587882,38
605913,46
661,86297
3285,7401
7037,4759
11624,146
16911,392
22792,204
29123,23
35789,594
42826,665
50148,043
57965,345
66121,358
74670,034
83537,937
92716,823
102168,48
111905,63
121911,06
131944,22
142356,55
153007,92
163887,85
174968,61
186250,94
197726,61
209418,09
221318,65
233253,67
245599,35
258156,34
270898,42
283830,84
296947,61
310262,95
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337500,61
351187,64
365344,51
379735,93
394403,11
409308,6
424450,12
439809,71
455394,11
471212,31
486990,04
503302,82
519855,39
536667,98
553721,12
Cuadro A.II.5.b. Centilas 51 a 100 (Total) 1994 Centilas
Diferencia
Eje población
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
64
65
66
67
68
69
70
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73
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91
92
93
94
95
96
97
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1
— 120 — Eje renta neta Eje renta neta
del impuesto
proporcional
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Cuadro A.II.6.a. Centilas 1 a 50 (Adquirentes) 1999 Centilas
Diferencia
1
2
3
4
5
6
7
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9
10
11
12
13
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735641,53
758722,36
782209
804576,3
Cuadro A.II.6.b. Centilas 51 a 100 (Adquirentes) 1999 Centilas
Diferencia
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
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1
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2732101,1
2838751,3
3023673
Cuadro A.II.7.a. Centilas 1 a 50 (Total) 1999
Centilas
Diferencia
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
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29
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47814
48766
49753
50726
51703
52621
53513
54427
55362
Eje población Eje renta neta Eje renta neta
del impuesto
proporcional
0,0098432
0,0198532
0,0298632
0,0398732
0,0498832
0,0598932
0,0699032
0,0799132
0,0899233
0,0999333
0,1099433
0,1199533
0,1299633
0,1399733
0,1499833
0,1599933
0,1700033
0,1800133
0,1900234
0,1998665
0,2098765
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0,2399066
0,2499166
0,2599266
0,2699366
0,2799466
0,2899566
0,2999666
0,3099766
0,3199867
0,3299967
0,3400067
0,3500167
0,3600267
0,3700367
0,3800467
0,3900567
0,3998999
0,4099099
0,4199199
0,4299299
0,4399399
0,4499499
0,45996
0,46997
0,47998
0,48999
0,5
— 123 — 813,11392
4036,4702
8645,422
14269,95
20704,761
27839,7
35435,294
43424,928
51783,202
60570,348
69801,603
79485,678
89497,03
99896,615
110608,24
121682,7
133006,06
144592,12
156446,67
168331,71
180625,29
193130,05
205868,47
218821,69
231988,26
245376,88
258944,02
272707,82
286671,9
300802,15
315119,63
329594,59
344278,53
359176,55
374293,72
389631,49
405189,15
420944,18
436905,31
452775,72
469129,44
485689,24
502468,19
519514,92
536790,24
554310,83
572044,77
590000,76
608247,02
626765,41
682,67701
3389,0024
7258,7271
11989,608
17443,187
23508,944
30039,058
36915,029
44173,212
51855,914
59925,399
68344,659
77167,393
86319,583
95791,794
105545,57
115593,96
125918,12
136446,91
147009,81
157992,14
169209,6
180628,06
192256,25
204078,19
216124,37
228382,44
240881,43
253599,58
266531,08
279660,68
292981,86
306497,52
320212,75
334139,14
348273,08
362614,55
377207,84
392043,5
406908,92
422271,42
437875,57
453702,5
469762,37
486064,62
502607,79
519423,81
536488,02
553819,99
571403,05
Cuadro A.II.7.b. Centilas 51 a 100 (Total) 1999 Centilas
Diferencia
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
64
65
66
67
68
69
70
71
72
73
74
75
76
77
78
79
80
81
82
83
84
85
86
87
88
89
90
91
92
93
94
95
96
97
98
99
100
56333
57252
58210
59089
59915
60738
61601
62363
63153
63875
64528
65088
65640
66259
66934
67573
68139
68665
69205
69660
70069
70561
71135
71723
72264
72683
72998
73161
73300
73291
73132
73029
72923
72734
72484
72193
71784
71129
70333
69347
68033
66248
64390
62031
59409
55946
51855
45479
35573
0
Eje población Eje renta neta Eje renta neta
del impuesto
proporcional
0,51001
0,52002
0,53003
0,54004
0,5500501
0,5600601
0,5700701
0,5800801
0,5900901
0,5999333
0,6099433
0,6199533
0,6299633
0,6399733
0,6499833
0,6599933
0,6700033
0,6800133
0,6900234
0,7000334
0,7100434
0,7200534
0,7300634
0,7400734
0,7500834
0,7600934
0,7701034
0,7801134
0,7901235
0,7999666
0,8099766
0,8199867
0,8299967
0,8400067
0,8500167
0,8600267
0,8700367
0,8800467
0,8900567
0,9000667
0,9100767
0,9200868
0,9300968
0,9401068
0,9501168
0,9601268
0,9701368
0,9801468
0,9901568
1
— 124 — 645600,92
664698,39
684083,23
703682,87
723533,59
743666,59
764147,92
784902,83
806032,9
827121,62
848843,12
870848,35
893180,86
915892,9
938985,92
962410,57
986218,37
1010426,7
1035034,2
1060062,6
1085484,3
1111382,8
1137787
1164702,1
1192165,9
1220102,7
1248545,4
1277492,4
1307040,3
1336678,1
1367525,6
1399304,9
1431998,6
1465528,9
1499898,8
1535175,9
1571468,1
1608860,4
1647653,3
1687915
1730062
1774118,9
1820148,9
1868449,5
1919744,3
1974470,7
2034652
2100966,7
2176407,4
2299024
589268,4
607446,51
625873,53
644593,72
663618,7
682928,13
702546,71
722539,73
742880,34
763246,36
784314,83
805759,92
827541
849634,12
872052,34
894837,75
918078,89
941761,96
965828,91
990403,1
1015415,6
1040822,1
1066651,8
1092979,2
1119901,7
1147419,9
1175547
1204331,5
1233740,2
1263387,6
1294393,4
1326275,8
1359075,5
1392794,7
1427415,1
1462983,2
1499684,1
1537731,2
1577320,3
1618568,3
1662028,8
1707871,1
1755759
1806418,9
1860335,7
1918524,5
1982797,4
2055488,1
2140834,5
2299024
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— 127 — III. LA DEDUCCIÓN POR RENDIMIENTOS DEL TRABAJO. EFECTOS SOBRE LA
RENTA, EL BIENESTAR Y LA DISTRIBUCIÓN
III.1. Introducción
Los impuestos sobre la renta personal están diseñados de forma que el tratamiento de las
rentas es distinto en función de la fuente de procedencia. En el presente capítulo nos centraremos en el
estudio del tratamiento otorgado a las rentas procedentes del trabajo personal dependiente, y tratare­
mos de analizar las estructuras vigentes en los años 1998 y 1999 en el caso español.
En el segundo epígrafe se justifican los argumentos por los que existen diferencias en el
trato, y se exponen además los mecanismos utilizados para tal diferenciación. A continuación, en el ter­
cer epígrafe, se explica el tratamiento fiscal de las rentas del trabajo dependiente en los casos británico
y americano. El sistema aplicado en España será el marco utilizado para una aplicación empírica en la
que se pretenden analizar los incentivos a la obtención de renta, el bienestar y el efecto redistributivo,
derivados de los parámetros fiscales ligados a la obtención de renta del trabajo personal dependiente.
La metodología y resultados de esta aplicación serán el objeto del cuarto y último de los epígrafes.
III.2. El tratamiento diferenciado de las rentas del trabajo. Fundamentos teóricos
La estructura del impuesto personal no ha sido ni será estática, y las sucesivas modifica­
ciones que se incorporan conllevan el consiguiente debate. En el presente trabajo nos centraremos en
un aspecto muy particular del diseño del impuesto personal: el tratamiento diferenciado que se concede
a la renta que procede del trabajo dependiente frente a la obtenida a partir de otras fuentes.
Las diferencias en el tratamiento de esta renta se pueden articular fundamentalmente co­
mo reducciones en la base gravable o como deducciones en la cuota resultante de someter la base li­
quidable al tipo impositivo correspondiente. Cuando las reducciones se establecen en un estado anterior
a la aplicación de los tipos impositivos, el ahorro de impuestos se produce al tipo marginal, mientras que
al establecerse en cuota, la ventaja no beneficia más en términos absolutos a aquellos que parten de un
nivel de rentas superior. Pero no vamos a discutir ahora las ventajas o inconvenientes de proceder de
una u otra forma, ya que más tarde nos ocuparemos de esta cuestión; lo que sí debemos justificar es el
trato preferente que se otorga a las rentas en función de la fuente que las genera. En ocasiones, ciertas
rentas disfrutan de una ventaja relativa, fruto de una discriminación sobre otro tipo de rentas, pero en el
caso que nos ocupa, la ventaja fiscal sobre las rentas laborales se deriva de una discriminación positiva,
es decir, de una ventaja explícita sobre las mismas.
Los motivos que justifican un tratamiento más favorable de las rentas obtenidas mediante
el trabajo dependiente que las que proceden de otras fuentes son variados. Los créditos a las rentas del
trabajo tuvieron en su origen el objetivo de alivio de la pobreza, dado que las unidades de rentas más
bajas suelen tener como fuente única o primordial de su sustento el trabajo personal dependiente. Por
otra parte, dedicar tiempo a trabajar (de forma dependiente o independiente), implica renunciar al ocio,
cosa que no ocurre cuando se obtienen rentas del capital, de la propiedad o de herencias. La desutili­
dad que supone esta renuncia al ocio justificaría que dos cuantías idénticas de renta fuesen tratadas de
forma distinta en función de su procedencia. Usualmente, cuando se grava la renta del trabajo obtenida
de forma independiente, los tratamientos fiscales son más favorables en la permisividad de cómputo de
gastos necesarios como deducibles que cuando el trabajo se realiza de forma dependiente. La consta­
tación de esta discriminación puede justificar de nuevo un tratamiento dirigido al reconocimiento de gas­
— 129 — tos deducibles en el cómputo de los rendimientos del trabajo dependiente. El incentivo al trabajo y a la
obtención de rentas mediante esfuerzo sería otra causa que justificaría la discriminación positiva.
En 1964, Goode exponía su punto de vista acerca de un tratamiento favorable a las rentas
laborales. Ya entonces había quien sostenía que las rentas del trabajo personal o rentas ganadas debe­
rían ser gravadas más ligeramente que las procedentes del capital o la propiedad. Las vías para conse­
guirlo que se barajaban eran, bien la aplicación de una escala de gravamen diferente para las rentas
ganadas, o bien permitir que parte de las rentas ganadas fuesen deducibles o se excluyesen de la renta
gravable. Una de las razones que se argüían para apoyar este tratamiento preferencial se basó en la
naturaleza insegura y perecedera de las rentas fruto del esfuerzo personal, que dependen de la salud y
la capacidad de trabajo del individuo. Goode sostenía que aunque se admitiera que existen diferencias
entre distintos tipos de renta, no es cierto que las rentas de la propiedad sean siempre más seguras y
duraderas que las rentas ganadas, y además, si se diferencia simplemente entre rentas ganadas y de la
propiedad, no se considera si los rendimientos son seguros o inseguros, perecederos o perpetuos. Tra­
dicionalmente se utiliza como argumento a favor de las rentas del trabajo el coste en términos de renun­
cia al ocio, el esfuerzo, y en ocasiones elección restringida del lugar de residencia en que deben incurrir
aquellos que obtienen renta ganada. Pero también los inversores tienen que dedicar tiempo y esfuerzo
a revisar sus carteras de valores. Goode considera como argumento de peso para no establecer un
crédito sobre las rentas ganadas la dificultad de definir las rentas de los trabajadores autónomos y los
socios de sociedades de responsabilidad limitada. Apunta que casi siempre las rentas que proceden de
la propiedad o participación en este tipo de sociedades son una mezcla de compensación por el trabajo
personal y rendimientos del capital. Por ello se manifiesta contrario a la introducción de un crédito sobre
las rentas ganadas. Lo que sí habría que tener en cuenta es alguna consideración especial hacia algu­
nos costes monetarios generados por las rentas ganadas y hacia las oportunidades perdidas de realizar
por uno mismo las tareas domésticas cuando se acepta un empleo fuera del hogar.
A pesar de que los sistemas de deducción por rentas del trabajo son de incorporación rela­
tivamente reciente, desde fechas tempranas existía un debate sobre cuál era la manera más adecuada
de implementar sistemas que transfiriesen renta a los hogares peor situados. Friedman (1962) y Tobin
(1968) argumentaban que la sustitución del sistema de beneficios que existía en Estados Unidos por un
impuesto negativo sobre la renta proporcionaría incentivos al trabajo, ya que los tipos de gravamen que
proponían eran menores que los resultantes tras considerar las reducciones debidas a la ayuda que se
concede a las familias con hijos dependientes. Habrán de pasar todavía unos años (hasta 1975) para
que en Estados Unidos se considere una ayuda a las rentas del trabajo concretada en una deducción
en cuota.
En el informe de la Comisión Meade referido al Reino Unido y publicado en 1978, se ar­
gumenta que “…la intención de todas las medidas que estipulan sobrecarga de las rentas de inversión y
desgravación de las del trabajo es reconocer fiscalmente que estos dos tipos de renta son diferentes, ya
que conseguir renta laboral implica sacrificar ocio, y esta renta dura unos cuarenta o cincuenta años,
mientras que el rendimiento de las inversiones puede durar toda una vida”. Los cuatro motivos que se
presentan en el informe para favorecer las rentas del trabajo son los siguientes:
•
Existe la posibilidad de que las rentas del trabajo sean menos duraderas que las ren­
tas que proceden de inversiones.
•
El consumo financiado con renta del trabajo tiene el coste del ocio y de las oportuni­
dades alternativas a dedicar tiempo a trabajar. Existe un sacrificio de ocio tanto si la
renta se gasta en consumo actual como si se reserva para financiar consumo en la
vejez, que no se da cuando las rentas provienen del capital o de una herencia.
— 130 — •
Aparte del sacrificio del ocio, parece apropiado que se aplique un impuesto mayor al
uso y disfrute de rentas y patrimonio originadas por la suerte de la herencia que al dis­
frute de rentas generadas gracias a la habilidad y el esfuerzo del propio contribuyen­
te.
•
Independientemente del origen de la renta (esfuerzo laboral o herencia), y del uso
que se le dé (para consumo inmediato o posterior, o para efectuar donaciones), el
mero hecho de poseer un patrimonio confiere prestigio, seguridad, independencia e
influencia.
Cada una de estas consideraciones justifica una clase de discriminación fiscal diferente.
El primer punto, que se refiere a la distinción entre rentas de carácter más temporal o permanente,
tiene sentido solamente si el gravamen se especifica sobre la renta, pero no si se establece un im­
puesto sobre el gasto. Una renta permanente financia un nivel de consumo mayor que una temporal,
ya que hay que reservar una parte en previsión del agotamiento de la misma, por ello el gravamen
sobre el gasto genera la discriminación en sentido adecuado. Los puntos segundo y tercero permiten
abogar por la existencia de impuestos sucesorios, mientras que las ventajas de la posesión de un pa­
trimonio justifican una sobrecarga de las rentas de inversión o el diseño de un impuesto separado so­
bre el patrimonio.
En el informe de la Comisión Meade se manifiesta que, a finales de los setenta en el Reino
Unido, la coexistencia del impuesto sobre la renta vigente y diversos beneficios sociales constituía un
sistema no coordinado de impuestos y subsidios. Se trataba de un sistema complicado y aun así poco
efectivo en la lucha contra la pobreza, pudiendo originar que en la escala inferior de rentas se pagasen
tipos marginales demasiado elevados. También se podrían concentrar tipos marginales elevados en los
tramos de renta más alta y constituir un problema de incentivos al trabajo, fundamentalmente en el caso
45
de la mujer casada . En el Informe se exponen cuatro propuestas de reforma radical, y es en una de
estas propuestas donde aparece un sistema de beneficios fiscales ligado a la situación en el mercado
laboral. Las alternativas de reforma se exponen a continuación:
1) Dividendo social completo: Cada familia recibe un dividendo social libre de impuestos al nivel corres­
pondiente vigente en la escala de beneficios complementarios. Se deroga el sistema de Seguridad So­
cial y las desgravaciones personales del impuesto sobre la renta. Este sistema cuenta con la ventaja de
garantía de renta mínima, es fácil de comprender y ofrece pocas posibilidades de fraude, pero cuenta
con el inconveniente de no variar con las circunstancias. El sistema de beneficios complementarios tie­
ne en cuenta si se trabaja o no, mientras que el de dividendo completo solo tiene en cuenta la renta. Pa­
ra mostrar la incoherencia que se puede generar, supongamos un ejemplo. Sean dos individuos, A y B.
Si la condición para percibir dividendo es que la renta antes de impuestos sea menor o igual que 110
unidades monetarias,
Si A trabaja y gana 100 unidades monetarias
Si B no trabaja y tiene una renta de 100 unidades monetarias
Ambos perciben dividendo y en la misma cuantía, pero B disfruta de más ocio.
45
En general el mayor desincentivo se produce en los segundos perceptores de renta, como se ha tratado en el primer
capítulo.
— 131 — Si A no trabaja y gana 0 unidades monetarias
Si B no trabaja y gana 100 unidades monetarias
Ambos perciben dividendo, aunque no en la misma cuantía.
A través de estos dos casos sencillos se pone de manifiesto cómo el trabajo está penaliza­
do por el sistema de dividendo completo. En el Gráfico III.2.1. se representa en ordenadas la renta ajus­
tada y en abscisas la no ajustada, comprobando que cuando no se tienen en cuenta ni impuesto sobre
la renta ni dividendo, la relación entre la renta ajustada o no ajustada es la bisectriz, pero si se represen­
ta la renta neta, tras impuesto y dividendo, la pendiente es inferior a 45º, y además se parte no del ori­
gen de coordenadas, sino del 40% de la renta media, que es el dividendo de partida para rentas nulas.
Gráfico III.2.1 Dividendo social completo Renta ajustada
12
10
8
6
4
2
0
0
5
10
15
Renta no ajustada
Sin impuesto ni dividendo
Con impuesto y dividendo
En esta primera referencia a los beneficios ligados a la situación laboral ya se percibe la di­
ficultad de diseño de manera que no se generen incentivos perversos y al mismo tiempo se atienda a
los objetivos deseados.
2) Dividendo social modificado: En este caso lo que se hace es aplicar un tipo elevado hasta el 40% de
la renta media y un 45% sobre los rendimientos superiores a ese nivel. Si bien se garantiza una renta
mínima, los tipos marginales llegan a ser hasta del 100%, con lo cual se genera desincentivo al trabajo y
al ahorro. Por otra parte, este sistema es más complejo que el anterior, y los contribuyentes que se sitú­
an a la derecha del quiebro de la renta ajustada con dividendo salen perdiendo con respecto al caso en
que se conceda un dividendo social completo. Aunque es posible disminuir el tipo básico, el ahorro de
los que se benefician de un tipo más bajo se produce a costa de todos aquellos que no perciben divi­
dendo, es decir, incluso para contribuyentes con rentas inferiores a la media. En el Gráfico III.2.2 se
comprueba cómo para rentas superiores a la media (5 unidades en el ejemplo) la renta bruta ajustada
presenta una pendiente menor que en el caso anterior.
Gráfico III.2.2.
— 132 — Dividendo social modificado
Renta ajustada
12
10
8
6
4
2
0
0
5
10
15
Renta no ajustada
Sin impuesto ni dividendo
Con impuesto y dividendo
3) Dividendo social aplicado en dos niveles: Una forma alternativa de relacionar el dividendo social a la
situación laboral es aplicar dos tipos de beneficios:
⎯ Un primer beneficio, a tipo más bajo, que se aplica sin condición a todas las familias
⎯ Un segundo beneficio, más generoso, condicionado al nivel de trabajo, de forma que el
tipo más alto se disfruta por los desempleados y cae a medida que se trabaje más.
Gráfico III.2.3.
Dividendo social aplicado en dos niveles 12
Renta ajustada
10
8
6
4
2
0
0
5
10
15
Renta no ajustada
Sin impuesto ni dividendo
Con impuesto y dividendo
Este sistema tiene también la ventaja de reducir el tipo impositivo básico y evita los desin­
centivos por tipos marginales elevados en tramos bajos de renta, pero como contrapartida afecta al in­
— 133 — centivo a buscar trabajo, hace que los contribuyentes cercanos al nivel de beneficio suplementario se
favorezcan poco, y crea el problema de no poder distinguir entre los que no trabajan porque no encuen­
tran empleo y los que no lo hacen porque no quieren.
4) Nuevo sistema Beveridge: Esta reforma propugna una vuelta a los principios que se presentaron en
el informe de 1942, y se puede resumir en:
•
Pago de beneficios a jubilados, enfermos y parados de forma suficiente como para
cubrir las necesidades mínimas de un soltero o de un matrimonio sin hijos.
•
Cobertura de necesidades mínimas a todos los hijos
•
Sistema de beneficios adicionales para los casos en que los mínimos no queden cu­
biertos con las dos medidas anteriores.
Un informe que nos servirá como punto de partida para analizar el origen de las ventajas
fiscales sobre las rentas del trabajo dependiente es el Informe Carter, que se elaboró en Canadá en
el año 1975. En el informe se denuncia la discriminación que sufren los empleados frente a los traba­
jadores independientes, debido a que los profesionales (trabajadores independientes) pueden deducir
en general todos los gastos necesarios para generar sus rentas, mientras que los trabajadores de­
pendientes solamente deducen aquello que la ley permita. El criterio aconsejado en el Informe Carter
es permitir la deducción de los ingresos brutos del trabajo todos aquellos gastos necesarios, siempre
que no se trate de gastos personales de manutención, con el fin de atenuar la discriminación entre
trabajadores dependientes e independientes. El problema que se puede plantear es que, como cada
ocupación genera unos gastos necesarios diferentes, elaborar una lista cerrada de los mismos puede
ajustarse a la realidad en pocos casos, y si se establece una cantidad fija deducible o un porcentaje
sobre el total, las garantías de ajuste tampoco se consiguen. La presentación de listas particulares de
gastos crearía un problema importante de costes de administración. La propuesta del informe consis­
te en permitir una deducción opcional de un determinado porcentaje de los ingresos brutos con cierto
límite, para que el empleado pueda utilizarla en lugar de detallar los gastos reales. Aquellos emplea­
dos con gastos superiores al nivel autorizado, deberían deducir sus gastos reales.
Si nos centramos en los objetivos que se persiguen al aplicar ventajas sobre la renta del
trabajo, hay que remarcar que, en sus orígenes, el crédito por rentas del trabajo tenía más una finali­
dad de lucha contra la pobreza que la generación de incentivos al trabajo. Los incentivos al trabajo
generados por este tipo de créditos se originan por la reducción de impuestos concretada en los dos
efectos, renta y sustitución. El efecto renta es función del tipo impositivo medio, e induce a trabajar
menos ante un aumento del mismo. Si suponemos que el ocio es normal, se escoge en mayor medi­
da si aumenta la renta. Por su parte, el efecto sustitución está relacionado con el tipo impositivo mar­
ginal, y si el crédito lo reduce, estará elevando el salario y encareciendo el precio del ocio y, en con­
secuencia, se genera un incentivo a trabajar más. Como el resultado final depende de dos efectos
contrapuestos, no se puede asegurar que el trabajo se ve incentivado por un crédito sobre las rentas
del trabajo. Además, los efectos se complican, como se explica más adelante, cuando se instrumen­
tan créditos que operan de forma distinta según niveles de renta. Nos podemos preguntar cuándo el
efecto sustitución domina al efecto renta, es decir, cuando se generan incentivos al trabajo, y esta si­
tuación típicamente se produce cuando el tipo marginal es sustancialmente mayor que el tipo medio.
En Kay y King (1980) se relacionan los tipos marginales en el Reino Unido con las rentas, obteniendo
una función en forma de U. La tasa de impuesto pagado por rentas adicionales decrece a medida que
aumenta la renta, se estabiliza en torno al 37% para volver a aumentar en tramos de renta elevada.
Así, los desincentivos que genera la imposición son mayores en los extremos, pero también son ma­
— 134 — yores los incentivos al trabajo que se pueden conseguir con ventajas fiscales que minoren los tipos
marginales.
Musgrave y Musgrave (1992) advierten de la dificultad de alcanzar varios objetivos simul­
táneamente, en concreto, satisfacer las necesidades de familias con rentas bajas y minimizar los desin­
centivos al trabajo, cuando se diseñan programas de beneficios para favorecer las rentas del trabajo.
Exponen cuatro alternativas de diseño de beneficios.
1. Conceder un subsidio fijo, de cuantía igual a la renta que se considera mínima, y hasta
que se alcance ese nivel mínimo. A partir de ese nivel, el subsidio desaparece. Gracias
a un subsidio de este tipo, los individuos que están inmediatamente a la izquierda del
nivel de renta mínimo, obtienen el doble de ese mínimo, mientras que al alcanzar el
mínimo ya no perciben subsidio. Es decir, obtener una unidad monetaria más, genera
dividir entre dos la renta. En el nivel de renta mínima, donde se produce el quiebro, el
tipo marginal es infinito. Para evitar los efectos perversos que este diseño podría gene­
rar en torno al quiebro, se propone una segunda alternativa algo más depurada.
2. Articular un subsidio igual a la renta que falta para alcanzar el mínimo. Este sistema
garantiza el mismo nivel de renta (el mínimo) para todos aquellos que no pueden al­
canzarlo por sí mismos, pero tiene el problema de que a lo largo de todo ese tramo el
tipo marginal es el 100%, ya que ganar una peseta adicional por propio esfuerzo impli­
ca dejar de percibirla mediante el subsidio, por lo que desincentiva fuertemente el tra­
bajo.
3. Otorgar un subsidio que disminuya a medida que las rentas aumenten, como en el ca­
so anterior, pero a un ritmo más lento. Ello permite subsidiar más allá del nivel de renta
considerado mínimo, y disminuir el tipo marginal desde el 100% del caso anterior. Pero
cuanto más disminuye el tipo marginal, más individuos se ven beneficiados del subsi­
dio, por lo que los costes aumentan. Por ejemplo, conseguir un tipo marginal igual al
50%, obliga a subsidiar hasta un nivel igual al doble de la renta mínima. Aparece aquí
un trade-off entre la disminución de desincentivos que se pretende lograr y el coste que
se está dispuesto a asumir.
4. La última alternativa considerada supone un cambio radical y consiste en la concesión
de una subvención como porcentaje de los ingresos hasta un nivel establecido, y a par­
tir de ese punto, el subsidio comenzaría a descender. La implicación sobre el tipo mar­
ginal es que mientras el subsidio no llegue a su nivel máximo, es negativo, y a partir de
ese momento es positivo, puesto que obtener una unidad monetaria adicional no supo­
ne aumento del subsidio como hasta entonces, sino descenso del mismo. Las desven­
tajas que se pueden apuntar en este sistema son dos. En primer lugar, no obtener nin­
guna renta implica que no se tiene derecho al subsidio, y por otro lado, el subsidio en
cierto tramo crece con las rentas, es decir, a medida que disminuyen las necesidades,
46
por lo que la distribución a favor del tramo de menos renta es más bien débil . Este
esquema se aplicó en Estados Unidos (más adelante se detallan los parámetros que
se aplicaron y los vigentes en la actualidad).
46
La no consecución de la redistribución de renta deseada a través de la vía de este tipo de subsidios no tiene por qué
constituir un problema, ya que el objetivo pretendido es fundamentalmente la eficiencia y no la equidad. Además, se pueden
adoptar medidas redistribuidoras desde otros instrumentos.
— 135 — De las reflexiones de Musgrave y Musgrave (1992) se deduce que el crédito a la renta ga­
nada de aplicación en Estados Unidos no resulta del todo justificado. Esta deducción supone un alivio
importante en los tramos de renta más bajos y la justificación que se suele dar es que así se tiene en
cuenta la desutilidad que el trabajo genera, y se concede una ayuda a las rentas bajas. Pero ninguna
de estas explicaciones les parece convencer, apuntando que si se tuviese que tener en cuenta la desuti­
lidad que genera el trabajo habría que diferenciar entre trabajos más y menos desagradables. Si el obje­
tivo es ayudar a las unidades con rentas más bajas, también habría de permitirse una ayuda aunque las
rentas no procediesen del trabajo sino del capital.
La cuestión de la desutilidad generada por el trabajo no es tan obvia como pueda pare­
cer a primera vista. Si el ocio es considerado como un bien y el trabajo como un mal, obtener rentas
trabajando genera más desutilidad que hacerlo sin trabajar. Parece evidente que cualquiera preferiría
que le regalasen la renta que tener que esforzarse para conseguirla. Pero el trabajo no siempre gene­
ra desutilidad, y no todas las horas de trabajo se pueden considerar un mal ni todas las de ocio como
un bien del que más cantidad genera más utilidad pero a tasa decreciente. Pensemos en casos de
jubilaciones anticipadas no deseadas; en tal situación, el individuo tiene normalmente renta garanti­
zada a través de una pensión y todo el ocio que quiera, pero aun así muchos jubilados preferirían se­
guir trabajando y obtener la misma renta que con su pensión de jubilación por no saber ocupar el
tiempo libre, no asumir el final de una vida laboralmente productiva, o desligarse de la vida social que
va asociada a la permanencia en activo. Una situación similar se puede presentar en segundos per­
ceptores de renta, normalmente mujeres, que prefieren trabajar a permanecer en sus hogares a pesar
de que el aporte en términos de renta no lo justifique. En estos casos, contar con un empleo se valora
más como una cuestión de realización personal o de relaciones sociales, y no como un mecanismo
generador de rentas. Aunque hay trabajos más penosos que otros, si hubiera que compensar a todo
aquel que obtiene desutilidad trabajando, los costes de los subsidios podrían llegar a ser importantes,
así como los costes de administración de establecer subsidios en función de la desutilidad generada
por el trabajo.
III.3. Experiencias en el tratamiento diferenciado de las rentas del trabajo: USA y Reino Unido
Las políticas al alcance de los gobiernos para estimular el aumento de la renta se pueden
articular a favor de los individuos ocupados o al margen de la situación laboral. Promover la preparación
y cualificación es una alternativa, pero genera resultados a largo plazo. También se pueden reducir las
prestaciones no ligadas al trabajo para incentivar la participación y la oferta de horas, aunque esta polí­
tica se puede considerar inaceptable en determinados entornos. La tercera alternativa, que es la que
nos ocupa es generar incentivos desde el trabajo, aumentando la renta neta de los trabajadores para un
determinado nivel de renta bruta.
En el informe Meade, al que se ha hecho referencia en el epígrafe anterior, se muestran
los sistemas de tributación de la renta personal en Reino Unido, Canadá y Estados Unidos, y ninguno
de ellos había desarrollado mecanismos de deducciones fiscales para apoyar rentas laborales hasta
aquel momento. Hay que esperar hasta 1975 para que comience a aplicarse en Estados Unidos una
deducción por la obtención de rentas laborales, constituyendo ésta una medida pionera en el tema que
nos ocupa. Expondremos en primer lugar el caso americano y cerraremos el epígrafe con el sistema bri­
tánico.
USA
— 136 — En Rosen (1987) se comenta el éxito conseguido por la combinación de exenciones, de­
ducción general y deducción por rentas del trabajo en la lucha contra la pobreza. En un principio, en Es­
tados Unidos, el crédito por rentas del trabajo o EITC (Earned Income Tax Credit), funcionó como una
deducción en cuota del 10% de las rentas procedentes de sueldos y salarios con un límite de 5.000 dó­
lares. Con el fin de garantizar que solamente los pobres se beneficiasen de la deducción, ésta se mino­
raba en un 10% del exceso sobre 5.000 dólares. Si la deducción superaba la deuda tributaria, se devol­
vía la diferencia. Con esta medida, los hogares de rentas más bajas tenían derecho a deudas tributarias
negativas. A lo largo de los años, los niveles exentos se fueron ajustando, y en general han coincidido
con los niveles oficiales de pobreza establecidos por el Sector Público.
Al margen de los cambios que ha sufrido el EITC, su funcionamiento general es el siguien­
te: la deducción se articula en cuota, es creciente hasta determinada renta, hay un tramo de deducción
constante (excepto en el periodo 1975-1978), y a partir de ahí, decreciente hasta que la ventaja cesa.
La deducción genera un derecho a devolución en el impuesto sobre la renta federal. El Gráfico III.3.1.
permite ilustrar el funcionamiento del EITC. (Se utilizan parámetros referidos al año 1990).
Valor del EITC
Gráfico III.3.1 EITC americano en 1990
1200
1000
800
600
400
200
0
0
5000 10000 15000 20000 25000
Renta
Cuantía del EITC
Como se deduce de los parámetros que se muestran en Cuadro III.3.1., existe una diferen­
cia al comparar el primer periodo de aplicación de la deducción con respecto a los años restantes: de
1975 a 1978, el tramo de deducción creciente terminaba en 4.000 dólares y el tramo decreciente co­
menzaba también en 4.000. Ello quiere decir que no se aplicaba ningún tramo de deducción constante
47
como ocurre para el resto de los años. El EITC posee dos características que lo hacen diferente a
otros programas de transferencia de rentas en Estados Unidos. La primera es que sólo se pueden be­
neficiar de la misma aquellos contribuyentes que trabajan. La segunda es que la deducción se adminis­
tra a través del sistema fiscal, ya que normalmente se percibe junto con la devolución de impuestos, y
no a través del sistema de prestaciones como venía siendo habitual.
47
En la literatura americana referida a esta deducción sobre las rentas laborales, las distintas fases se conocen como phase in
(tramo creciente), phase out (tramo decreciente) y plateau (tramo constante).
— 137 — Los parámetros de la deducción han variado en el tiempo como se muestra en el Cuadro
III.3.1:
Cuadro III.3.1.
Parámetros del crédito por rentas ganadas (1975-1997) Años
Tipo en tramo
Rango creciente
Crédito máximo
creciente (%)
Tipo en tramo
Rango
decreciente
decreciente
1975-1978
10
0-4.000
400
10
4.000-8.000
1979-1984
10
0-5.000
500
12,5
6.000-10.000
1985-1986
11
0-5.000
550
12,22
6.500-11.000
1987
14
0-6.080
851
10
6.920-15.432
1988
14
0-6.240
874
10
9.840-18.576
1989
14
0-6.500
910
10
10.240-19.340
1990
14
0-6.810
953
10
10.730-20.264
0-7.140
1.192
11,93
11.250-21.250
1.235
12,36
1.324
12,57
1.384
13,14
1.434
13,21
1.511
13,93
0-7.750
2.038
15,98
11.000-23.755
0-8.425
2.528
17,65
11.000-25.299
1991
1992
1993
(a)
(a)
(a)
1994
16,7
(b)
17,3
(c)
17,6
(b)
18,4
(c)
18,5
(b)
19,5
(c)
26,3
(b)
30
(c)
7,65
1995
306
7,65
5.000-9.000
34
0-6.160
2.094
15,98
11.290-24.396
36
(c)
0-8.640
3.110
20,22
11.290-26.673
0-4.100
314
7,65
5.130-9.230
34
0-6.330
2.152
15,98
11.610-25.078
40
(c)
0-8.890
3.556
21,06
11.610-28.495
0-4.220
323
7,65
5.280-9.500
34 (b)
0-6.500
2.210
15,98
11.930-25.760
(c)
0-9.140
3.656
21,06
11.930-29.290
0-4.340
332
7,65
5.430-9.770
7,65
(a)
(d)
(b)
40
Fuente: Liebman (1998)
12.200-23.050
0-4.000
7,65
1997
0-7.750
11.840-22.370
(b)
7,65
1996
(d)
0-7.520
(d)
(d)
Se incluye solamente la deducción básica, sin considerar ayuda sanitaria a hijos menores
(b)
Familias con un solo hijo
(c)
Familias con dos hijos o más
(d)
Contribuyentes sin hijos
— 138 — El crédito máximo concedido ha ido aumentando a lo largo de los años. El primer incre­
mento considerable se produce como resultado de la reforma fiscal acontecida en 1986, momento en
que se decide indiciar de acuerdo a la inflación. En 1990 se planean actualizaciones para años suce­
sivos, teniendo en cuenta a partir de entonces un trato diferenciado para familias con un solo hijo o
con más de uno. También se diseñaron créditos suplementarios para aquellos contribuyentes con
hijos pequeños y para la compra de seguros médicos de aquellos hijos no asegurados. El mayor in­
cremento en la deducción para familias con dos o más hijos se produce cuando en la campaña de
Clinton en 1992 se promete que “ninguna familia con un trabajador a tiempo completo será pobre”, in­
troduciéndose posteriormente en su mandato la posibilidad de beneficiarse del crédito a pesar de no
tener hijos. El crédito sobre las rentas ganadas ha contribuido ha disminuir el gap de pobreza (dife­
rencia entre la renta correspondiente a la línea de pobreza y la que poseen los hogares por debajo de
la misma). En Liebman (1998) se presentan algunos resultados de estudios que lo corroboran, y
además se llama la atención sobre el hecho de que la pobreza en la niñez no tiene por qué descen­
der debido a la aplicación de la deducción en cuota, ya que recae sobre familias en las que hay al­
guien trabajando, y muchos niños pobres viven en hogares en los que nadie trabaja.
Los efectos que las ventajas ligadas a las rentas salariales generan sobre las decisiones
de sus perceptores, así como los efectos distributivos de las mismas constituyen una cuestión de inte­
rés en la literatura reciente. El estudio de los efectos de la implantación o modificación de este tipo de
medidas puede servir para evitar cometer errores pasados y aprovechar las ventajas observadas.
Aunque los beneficios condicionados a la obtención de rentas salariales establecen cla­
ramente las condiciones para poder disfrutarlas, en ocasiones no todas las familias llegan a percibir­
los. Esta cuestión debe ser considerada a la hora de realizar estudios aplicados, pues la tasa de par­
ticipación en el beneficio puede ser menor de lo que corresponde según la norma. Scholz (1994) rea­
lizó un estudio sobre la población americana a partir de distintas fuentes de información de beneficia­
rios de EITC, concluyendo que durante 1990, solamente entre un 80 y un 86% de potenciales benefi­
48
ciarios disfrutaron de la deducción , y al mismo tiempo se detectan situaciones de fraude en las que
la deducción se aplica a pesar de no haber generado el derecho a percibirla.
En Holtzblatt et al. (1994) se estudia la influencia que las expansiones en el EITC hasta
1994 generaron sobre la oferta de trabajo. La medición se efectúa a través del cambio en las horas
ofrecidas sin tener en cuenta las decisiones de participación. La respuesta se mide utilizando la si­
guiente expresión:
dH =
∂H
∂w
dw +
U0
∂H
(H 0 dw + dy)
∂y
Es decir, se mide la variación en horas a través de la suma de efecto renta y efecto susti­
tución. El primer sumando recoge la variación en horas, H, debidas a variación en el salario, w, supo­
niendo constante la utilidad inicial (uo). El segundo término recoge el efecto de variación en las horas
por variación en la renta, y. Los resultados apuntan que las modificaciones en el EITC de 1990 hicie­
ron aumentar la oferta de trabajo en la fase creciente, con lo cual las rentas brutas crecieron en un
1,1%. En el tramo constante y decreciente, las horas de trabajo ofrecidas descienden, generando
48
En particular, es más probable que no presenten la declaración y pierdan su derecho a percibe EITC aquellos contribuyentes
que tienen derecho a prestaciones más pequeñas, que cuentan con un gran porcentaje de sus rentas obtenidas a partir del
autoempleo, trabajan en servicio doméstico, o poseen un nivel elevado de estudios
— 139 — descensos de la renta bruta de 1,6 y 2% respectivamente. También se ofrecen resultados relativos a
la reforma de 1993: las rentas brutas en el tramo creciente aumentan 2,7%, y se estima que la suma
49
de efectos de ambas reformas en esta misma fase daría lugar a un aumento de 14 billones de dóla­
res de aumento de crédito para los trabajadores con hijos una vez recogido el aumento de oferta de
trabajo.
Browning (1995) planteaba si era posible rediseñar el EITC de forma que se potenciasen
más los efectos positivos ligados al tramo creciente y se minorasen los del tramo decreciente, y su
opinión es que no era posible sin cambiar la estructura de funcionamiento del crédito. Browning utiliza
un modelo estático para calcular cómo afecta el EITC a la renta disponible y el bienestar de los per­
ceptores. Este trabajo presenta un enfoque novedoso en cuanto a que se fija en el impacto que las
respuestas en el mercado laboral originan en la renta disponible, ya que la mayor parte de la literatura
se centra en el cálculo de la variación en horas de trabajo y en decisión de participación. El tramo es­
cogido para el análisis más detallado es el decreciente, puesto que es aquí donde el crédito actúa
como un impuesto negativo sobre la renta, y puede originar descenso en la oferta de trabajo, ya que
tanto el efecto renta como sustitución operan en esa dirección. Se ofrecen además estimaciones del
coste marginal de bienestar generado por una reforma en el EITC. A pesar de que los resultados de
Browning en relación con el coste de eficiencia por redistribuir renta a través del EITC son mayores
que los obtenidos por Triest (1994), las diferencias se pueden explicar porque las elasticidades de
respuesta en el mercado de trabajo utilizadas por este último son menores, así como las estimacio­
nes de tipos marginales previos a la reforma. Otra diferencia que explica la diferencia en resultados,
es que en Triest (1994) se considera una situación hipotética en la que la desaparecería el tramo
constante de deducción, y no incorpora el coste en impuestos adicionales de tal modificación.
Bluestone y Ghilarducci (1996) apuntan la posibilidad, por lo menos en el plano teórico,
de que ante incrementos en el crédito por rentas ganadas se produzcan descensos de los salarios.
Es posible que los empresarios, aprovechando una deducción por rentas ganadas más generosa,
disminuyan el salario bruto de los trabajadores con remuneraciones más bajas. Si esto llegase a ocu­
rrir, la deducción por rentas ganadas generaría por esta vía un empeoramiento en la distribución de la
renta. Pero se pueden encontrar razones para contradecir este argumento. Por un lado, la secuencia
temporal de aumentos en la deducción no coincide con la de empeoramiento de la distribución de la
renta. Por otro lado, hasta 1994 la deducción solamente se podía percibir por aquellos trabajadores
que tuviesen hijos, y no parece coherente que exista una discriminación salarial hacia los trabajado­
res con hijos. Por lo menos a corto plazo, esta situación es difícil de imaginar, si bien es posible que
en el largo plazo las plantillas se establezcan siguiendo determinado patrón familiar.
Keen (1997) señala la importancia de que los salarios brutos desciendan a consecuencia
del crédito por rentas ganadas e incluso que este efecto pueda más que el aumento en la renta neta.
El supuesto que se adopta convencionalmente es que el salario neto aumenta en la misma cuantía de
la deducción, pero los supuestos que se adopten acerca de la incidencia de la medida condicionarán
los resultados de la investigación aplicada.
El estudio del efecto de un crédito fiscal sobre la oferta de trabajo no se circunscribe ex­
clusivamente a la participación en el mercado laboral. Las variaciones en las horas de trabajo son
también una cuestión de interés, sobre todo en el tramo decreciente del EITC. Aproximadamente el
65% de los beneficiarios de este crédito en la actualidad se encuentran en este tramo, lo que quiere
decir que por cada dólar adicional ganado pierden 21.06 centavos (si son contribuyentes con dos hi­
49
El texto original se refiere a billones americanos, es decir, miles de millones españoles.
— 140 — hijos), que unido al impuesto personal sobre la renta estatal, federal, cotizaciones sociales e impuesto
sobre la vivienda (take home pay) dan lugar a un tipo marginal en torno al 50%. Para contribuyentes
50
en este tramo sería esperable comprobar descensos en las horas de trabajo ofrecidas , pero la evi­
dencia muestra que la presencia de EITC genera efectos muy pequeños o nulos, Eissa y Liebman
(1996). Este efecto puede estar explicado en parte por el diferimiento en el cobro del crédito, y en par­
te por el hecho de que el 54% de los americanos entrevistados reconocieron que acudían a una ase­
soría para presentar su declaración, con lo cual ni habían oído hablar del EITC, y muchos de los que
saben que existe desconocen la forma en la que afecta a su renta. De todos modos, incluso los que
no conocen el funcionamiento del crédito, se encuentran con que a final de año perciben una cantidad
que no esperaban, por lo que el contribuyente puede sacar sus conclusiones aunque sea a posteriori.
El efecto se percibe –aunque tarde- más aún si hablamos del tramo decreciente, ya que si un año se
decide trabajar más y se entra en el tramo decreciente, la renta neta delatará que posiblemente el sa­
crificio de ocio no ha merecido la pena. Pero si hay cambio en las horas de trabajo ofrecidas, el efecto
se percibirá en el tercer año, cuando las circunstancias familiares pueden haber cambiado y existan
otros condicionantes en la decisión. Con la tardanza en la reacción y la falta de percepción clara del
contribuyente americano, el efecto inmediato incluso en la fase decreciente no tiene porqué coincidir
con lo que predice la teoría.
Eissa y Liebman (1996) llevan a cabo una investigación para tratar de conocer los efec­
tos que la expansión introducida en el EITC por la reforma del año 1986, generó sobre la participación
en el mercado laboral y en las horas ofrecidas por mujeres solteras con hijos (este colectivo constitu­
ye el grupo más numeroso con derecho a percibir EITC, representando casi la mitad del total, y ade­
más a través de este colectivo se prescinde de la influencia en las decisiones de otros miembros de la
familia, como cuando se estudian mujeres casadas). Los sistemas tradicionales de transferencias a
los tramos más bajos de renta de la distribución presentan el inconveniente de conceder la ayuda
máxima a aquellos que normalmente no trabajan (sus rentas declaradas son nulas) y además, llega­
do un nivel de renta, se pierde la misma cantidad de beneficio que se gana trabajando por lo que son
acusados de generar desincentivos a la oferta de trabajo. La estructura del EITC está pensada para
estos desincentivos en horas ofrecidas y en participación sean menores que los sistemas tradiciona­
les, a la vez que se transfiere renta a los más pobres.
De todas formas, sigue siendo necesario acudir a resultados de trabajos empíricos para
comprobar que realmente se trata de una forma de establecer beneficios menos distorsionante. El in­
cremento en el crédito de 1986 generó que nadie contara con rentas inferiores a la situación previa,
por lo que en teoría, la participación en el mercado laboral de los perceptores tendría que aumentar, y
las horas ofrecidas podrían disminuir para algunos contribuyentes que ya disfrutaban antes del crédi­
to. Para descontar del efecto que interesa estudiar la presencia de posibles tendencias de evolución
en el mercado laboral u otras políticas simultáneas, en Eissa y Liebman (1996) se utilizan grupos de
51
control . Para estudiar los efectos sobre las mujeres solteras con hijos, un buen grupo de control son
las mujeres sin hijos. Las diferencias en las respuestas de ambos grupos son achacadas al aumento
de EITC de 1986, mediante el enfoque de “diferencias en diferencias”. Al utilizarse como grupo de tra­
50
Hay que tener en cuenta que en el tramo decreciente, tanto el efecto renta como el sustitución en presencia de EITC son
negativos, ya que trabajar una hora más hace aumentar la renta y el ocio es normal, entonces se escogen menos horas de
trabajo, y además, la tasa de salario desciende, abaratándose el ocio y escogiéndose en mayor medida.
51
Un buen grupo de control está constituido por aquél colectivo de características similares al que se pretende estudiar,
afectado por los mismos condicionantes ajenos a la medida que se está considerando y que no se ve afectado por dicha
medida.
— 141 — tamiento todas las mujeres solteras, se está considerando el efecto de otras reformas aplicadas en
1986, por lo que es necesario utilizar más contrastes. Los autores optaron por incluir otros dos grupos
de tratamiento (mujeres solteras con hijos con niveles bajos de educación por un lado y mujeres sol­
teras con hijos que previsiblemente podrían pasar a obtener rentas y beneficiarse del EITC) con sus
respectivos grupos de control (mujeres solteras sin hijos y bajos niveles de formación, y mujeres sol­
teras con hijos con un nivel medio o mayor de estudios). Los datos utilizados cubren los periodos
1985-1987 y 1989-1991 con aproximadamente 67.000 observaciones. Los resultados que se derivan
de la aplicación del estimador de diferencias en diferencias sugieren que la reforma de 1986 condujo
a un aumento de casi dos puntos y medio en la participación en el mercado laboral de mujeres solte­
ras con hijos desde un 72,9% hasta 75,3%. La variación es aun mayor si en lugar de considerar todo
el colectivo se tiene en cuenta solamente mujeres solteras con hijos y de bajo nivel de formación: 6,1
puntos porcentuales.
La reforma del año 1993 ha sido objeto de estudio por parte de Scholtz (1996). Uno de
los atractivos del crédito es el incentivo que genera a incorporarse al mercado laboral. La expansión
del año 1993 generó un descenso en las horas de trabajo ofrecidas que quedaron compensadas con
creces por este aumento de participación. Para llegar a esta conclusión, Scholtz desarrolla una meto­
dología que trata de eliminar el problema que supone estudiar una medida de política concreta que se
produce de forma simultánea a otros cambios que interaccionan entre ellos. Después de considerar
todos los impuestos implícitos o explícitos la tasa de salario neto varía mucho entre los hogares, no
solamente por distintos tratamientos fiscales entre estados, también dependiendo de la fuente de ren­
ta, o de características demográficas. Las diferencias entre estados con fuerte gravamen y con car­
gas más livianas pueden llegar a ser de más del doble, como muestran los datos de tipo medio supo­
niendo 20 horas de trabajo semanales para Texas (34%) y el estado de Nueva York (76%). La parti­
cipación está correlacionada negativamente con el hecho de ser mujer, ser pobre, tener mala salud, o
tener hijos menores de seis años en el hogar. La probabilidad de participación aumenta con el nivel
de educación, en la gente que vive en zonas del sur o del este, y esta probabilidad aumenta a tasa
decreciente con la edad del segundo perceptor en familias en las que hay padre y madre. Los resul­
tados obtenidos se aplican a la simulación de la expansión del EITC en 1993, suponiendo que cuando
alguien se incorpora al mercado laboral, lo hace para trabajar 20 horas. Las simulaciones muestran
que el salario de los padres o madres solteros aumentaría un 15% incrementando su probabilidad de
participar desde 65,5% hasta 72,1%. Para los perceptores principales, el salario neto aumenta algo
más, un 19,6% pero el incremento en la participación es solamente 0,4%. Los segundos perceptores,
disminuyen su participación debido al descenso de su salario neto medio, ya que la renta de los se­
gundos perceptores hace o bien que la familia pierda el derecho al crédito, o bien que se adentren en
la fase decreciente. El incremento de horas debido al aumento en la participación unido compensa la
reducción que genere la expansión del crédito. Los resultados de participación que se derivan de esta
investigación son similares a los derivados por Eissa y Liebman (1995).
Las últimas modificaciones adoptadas en el crédito americano se han producido simultá­
neamente a otras políticas, y además en un momento en el que las tasas de desempleo descendían,
por lo que es necesario separar los efectos y no asumir que todo se debe a variaciones en el EITC.
En esta línea, Meyer y Rosebaum (1997) tratan de determinar la importancia de cada uno de los fac­
tores. La conclusión a la que llegan es que tanto las políticas de bienestar como las condiciones del
mercado laboral tienen escasa relevancia en la explicación del incremento en la participación laboral
de mujeres solteras con hijos. A pesar de que entre 1993 y 1994 se aumenta de forma considerable
el crédito percibido, no se cree que pueda explicar el salto en la participación laboral entre los dos
años, ya que el EITC no se cobra de forma inmediata, sino que es preciso esperar a pagar el impues­
to sobre a renta personal para percibirlo como una devolución de parte de la cuota o simplemente
como un cobro si no hay cuota suficiente. Así, pasa al menos un año desde que los individuos gene­
— 142 — ran el derecho al crédito hasta que lo cobran, y no es de esperar que reaccionen hasta que tengan el
crédito a su disposición.
En Liebman (1998) se presenta evidencia del incremento en la participación en el mer­
cado laboral de mujeres solteras con hijos debido a la influencia del crédito por rentas ganadas ame­
ricano, que ha compensado en parte el creciente aumento de la desigualdad. En Estados Unidos, la
participación en la renta total percibida por los hogares situados en la cola baja de la distribución ha
aumentado desde 1976 hasta 1996. Esta conclusión se obtiene tanto al considerar el total de hoga­
res, hombres que trabajan a tiempo completo, hogares con hijos, y hombres trabajando jornada com­
pleta en hogares con hijos. En definitiva, se puede concluir que la distribución de la renta ha evolucio­
nado en el sentido no deseado y que este resultado no está condicionado al grupo de análisis que se
elija. Entre 1976 y 1996, la participación en la renta de la última quintila cayó de 4,4 a 3,7%. Con 5%
de mayor renta ocurrió lo contrario, su participación aumentó de 16 a 21,4%. El aumento de la des­
igualdad ha incidido especialmente sobre la población masculina. Según un estudio elaborado en
1992 por Levy y Murname, la proporción de hombres que ganan más de 40.000 dólares y menos de
20.000 ha aumentado, y hoy en día, el sector de menor nivel de estudios gana menos que ganaba en
los años sesenta.
Esta situación de continua tendencia creciente de la desigualdad ha sido atenuada por la
presencia del EITC. Para los mismos grupos mencionados anteriormente, la presencia del crédito por
rentas ganadas ha hecho aumentar la participación en el total de renta durante 1996 en todos los ca­
sos. El crédito americano no solamente puede intervenir en un objetivo básico como la equidad, tam­
bién es capaz de actuar como incentivo hacia las horas de trabajo ofrecidas. La mayoría de los siste­
mas de beneficios otorgan el máximo crédito a los individuos que no cuentan con ingresos, por el
contrario, el crédito que nos ocupa no paga nada al individuo sin ingresos laborales. Esto puede servir
de explicación al incremento que se observó entre 1984 y 1996 en la tasa de participación de mujeres
americanas solteras con hijos de 46,8 a 58,8%. Mientras que la participación en el mercado laboral de
las mujeres solteras con hijos ha crecido de forma acusada, la de las mujeres solteras sin hijos de
menor nivel de estudios, ha descendido de 78,3 a 72,3% desde 1984 hasta mediados de los noventa.
El mayor efecto de incremento en las horas de trabajo ofrecidas generado por el EITC se deja ver en
el grupo de menor nivel cultural.
Es interesante tener en cuenta, como se recuerda en Liebman (1998), que el abandono
del mercado laboral no siempre genera un coste de eficiencia y por lo tanto no es siempre una cues­
tión que deba preocupar. Si las familias responden ante un aumento en los ingresos que genera el
crédito decidiendo que el segundo perceptor de rentas disfrute de más ocio, esta decisión está ligada
al efecto renta y al hecho de que el ocio es un bien normal que se demanda más cuando crece la ren­
ta, no habrá por tanto exceso de gravamen. En cambio, sí que lo habrá si la decisión de no participa­
ción del segundo perceptor se produce a consecuencia de un descenso en el salario neto en el tramo
decreciente en el EITC.
REINO UNIDO:
El sistema británico también ha considerado conveniente la introducción de ventajas li­
gadas a la obtención de rentas del trabajo (in-work benefits). En el Reino Unido existe el llamado
“Familiy Credit”, o crédito familiar, que funciona desde 1988 y que se introdujo como una de las medi­
das de la reforma Fowler de la Seguridad Social. Según Walker y Wiseman (1997), los gobiernos
conservadores de Thatcher y Major no consiguieron crear incentivos al trabajo frente al ocio. Esta si­
tuación se produjo porque, a pesar de que las rentas de los desempleados descendían incluso en
términos reales, en el mercado laboral se dieron circunstancias que también hicieron descender los
salarios. Durante el mandato del gobierno Conservador se produjo un incremento de los contratos a
— 143 — tiempo parcial y un debilitamiento del poder de los sindicatos por lo que, en términos de rentas, ser un
desempleado no era una situación mucho peor que estar trabajando. El gobierno, sin embargo, con­
fió en medidas que favorecieran la renta de los trabajadores a través de ciertas ventajas fiscales para
estimular la oferta de trabajo. Constituyeron elementos clave de esta estrategia la introducción y pos­
terior ampliación del crédito familiar, que se aplicó a familias que trabajaban y tenían hijos, admitén­
dose posteriormente como beneficiarios a individuos y parejas sin hijos. El objetivo pretendido me­
diante la articulación de esta deducción en cuota era triple. Por un lado, proporcionar una ayuda a las
familias, por otro, asegurar que la opción de trabajar era mejor que permanecer en paro, y finalmente,
reducir los tipos marginales.
El crédito familiar británico funciona de forma similar al EITC americano, pero eliminando
la primera fase (tramo creciente). Si los ingresos semanales de la familia son menores o iguales a
cierta cantidad (77,15 libras fue la cantidad para el periodo 1997-98 y 73 el periodo anterior), el per­
ceptor tiene derecho al máximo crédito, que se establece en función del tamaño y la composición de
la familia. En caso de que la renta supere el valor que delimita el derecho para la obtención del crédi­
to máximo, éste se minora en un 70% del exceso. La fórmula para establecer la cuantía del beneficio
es la siguiente:
FC = ( AC + CC ) − [max(Y − AY ,0) ⋅ 0,7]
donde FC = cuantía del beneficio
AC = crédito por adulto
CC = crédito por menor
Y = renta neta (renta menos el impuesto personal, contribuciones a la seguridad social y pagos
por cuidado y mantenimiento de hijos)
AY = límite de renta para percepción del crédito máximo.
En el caso de parejas, el beneficio es percibido por la mujer incluso aunque el hombre
sea el único que trabaje. Esta característica se heredó del “suplemento a la renta familiar” (family income supplement) que tenía como finalidad más el apoyo a la familia que la generación de incentivos
al trabajo. En un principio era preciso trabajar 24 horas a la semana para tener derecho a percibir el
crédito familiar, que se redujeron a 16 en 1992; durante este mismo año el crédito se hizo extensivo
para aquellos que no tuviesen que mantener hijos, y en 1994 se aplicó independientemente de que
hubiera o no hijos a cargo. En 1995 se introdujeron ventajas adicionales para los que trabajasen más
de 30 horas semanales. Estas sucesivas ampliaciones han provocado que el número de familias per­
ceptoras haya aumentado desde 1989, en que había menos de 300.000 hasta 733.000 en 1996.
Además, esta ampliación del crédito para aquellos que trabajen más de 30 horas corrige el efecto que
la situación anterior propiciaba: no existían incentivos para contratarse por más de 16 horas semana­
les.
Podríamos afirmar que el crédito familiar británico consigue el triple objetivo que se pro­
pone, pero es preciso asumir a cambio ciertos costes. Esta ayuda asegura que las rentas de los tra­
bajadores sean mayores que las de los parados, y además no se pierde el derecho a su disfrute si al­
guno de los miembros de la pareja pierde su trabajo. El tipo marginal efectivo de la deducción es casi
siempre menor al 100%, por ello la trampa de la pobreza por la obtención de la ventaja se ve limitada,
y reforzado este efecto por el hecho de tener que esperar seis meses para percibir el crédito. La con­
— 144 — trapartida a estos logros es un coste que se ha triplicado en menos de cinco años, y los efectos desincentivo que se pueden generar al coexistir con otros programas (Duncan y Giles, (1996)).
En el informe previo a la presentación de los presupuestos del Reino Unido en 1998, se
sostenía que para mover a la gente desde el sistema de beneficios hacia los salarios, lo mejor que se
podía hacer era reformar el sistema impositivo y de beneficios tratando de integrarlos y modernizar el
Estado del Bienestar. (Dilnot y Giles, (1998)). La integración del sistema fiscal y de beneficios se está
tratando de conseguir a través de tres medidas: el crédito familiar para las familias que trabajan, un
tipo impositivo para el impuesto personal que comienza en 10%, y la reforma de la Seguridad Social.
Las reformas que tienen interés para nosotros son las que se refieren al crédito familiar. El estableci­
miento de un WFTC (Working Family Tax Credit), al igual que otros beneficios asociados a la obten­
ción de rentas salariales, puede generar, entre otros, los problemas de “trampa del empleo” y “trampa
de la pobreza”.
La trampa del empleo se produce cuando los individuos mejoran muy poco o no mejoran
al dejar de percibir prestaciones en propias de una situación de inactividad para ponerse a trabajar y
obtener sus rentas mediante salario. Una buena medida de la trampa del empleo es la tasa de repo­
sición salarial, que se calcula como cociente de las rentas percibidas cuando no se trabaja y el salario
una vez trabajando. El incentivo a trabajar será mayor cuanto menor sea la tasa de reposición.
La trampa de la pobreza puede surgir para los individuos que están trabajando cuando
los incrementos en la renta bruta se traducen en cambios mucho más pequeños de su renta disponi­
ble. Este efecto se mide habitualmente mediante el tipo marginal. La interacción del sistema de segu­
ridad social y el sistema impositivo puede elevar considerablemente los tipos marginales, lo que se re­
fleja en el Cuadro III.3.2, donde se muestran los tipos marginales para un trabajador de renta baja en
Reino Unido con los parámetros existentes en 1998, y los tipos marginales netos una vez desconta­
dos el crédito familiar o el beneficio por vivienda:
Cuadro III.3.2.
Tipos marginales por combinación de impuestos y beneficios. Reino Unido. 1998. Combinación de impuestos y beneficios
Tipo marginal resultante
Seguridad Social (SS)
10%
Impuesto sobre la renta (IR)
20%
SS+IR
30%
Crédito Familiar (CF)
70%
Beneficio por Vivienda (BV)
65%
SS+IR+CF
79%
SS+IR+BV
75%
SS+IR+CF+BV
92,7%
Fuente: Dilnot y Giles, 1998.
Cuando se quiere diseñar un sistema de beneficios condicionados a la obtención de ren­
tas salariales, aparece un trade-off ya que, por un lado, si se eleva la cuantía de los pagos por traba­
jar, cae la tasa de reposición y con ella la trampa del empleo, pero por otro lado, llega un momento en
el que el beneficio percibido no es constante, sino que empieza a caer con cada unidad monetaria
adicional ganada, por lo que el tipo marginal aumenta, y con él la trampa de la pobreza.
— 145 — Otra cuestión interesante que debe tomarse en cuenta a la hora de diseñar un sistema
no referido a individuos, es qué ocurre con las parejas. El sistema de WFTC británico funciona de
forma que el crédito se puede cobrar en parejas donde solamente trabaje uno de los dos. Así, mien­
tras que lo normal es pensar que un aumento en los beneficios por trabajar minorara la tasa de repo­
sición, en parejas puede ocurrir lo contrario. Para los segundos perceptores de renta, un aumento en
el WFTC le genera un aumento en la tasa de reposición, haciendo que la alternativa de trabajar sea
menos atractiva. El beneficio de esta forma deja de estar ligado a rentas salariales, ya que el segundo
perceptor lo sigue percibiendo aunque deje de trabajar si su pareja no abandona el trabajo.
Las ampliaciones de este tipo de beneficios se pueden producir básicamente de tres
formas diferentes:
1. Un aumento en el beneficio máximo a percibir
2. Un aumento de la renta que da derecho a la percepción del beneficio máximo
3. Un descenso del tipo al que se minora el crédito máximo
Las tres reformas y el caso inicial se representan en el Gráfico III.3.2. Solamente en el
caso de que se aumente el crédito máximo se produce una mejora en la situación de todos los que
sin reforma eran perceptores de WFTC. En las restantes reformas los que percibían el crédito máximo
permanecen igual, y el resto mejora. Cuando disminuye la tasa a la que se minora el crédito, las ga­
nancias crecen a medida que la renta se aproxima a la que delimita el final del derecho a la percep­
ción del crédito
Valor del crédito
Gráfico III.3.2 Alternativas de reforma del WFTC
Renta
Sin reforma
Aumento del crédito máximo
Aumento de la renta con máximo crédito
Disminución de la tasa de descenso
Fuente: Dilnot y Giles, 1998.
— 146 — Los estudios aplicados referidos al “Family Credit” que se aplica en el Reino Unido durante
los años recientes son mucho menos numerosos que para el caso norteamericano. Haremos mención de
algunos trabajos que han estudiado los efectos de las reformas que han modificado el crédito británico en
los últimos años. Dados los condicionantes de aplicación del crédito, los incentivos a trabajar 16 horas a la
semana son bastante claros, como queda patente al observar cualquier gráfico de distribución de horas
para perceptores de Family Credit. Por ejemplo, en 1993, el 14% de las mujeres perceptoras en Reino
Unido trabajaban 16 horas semanales, mientras que solamente el 5% se empleaban por 14 ó 18 horas.
Puesto que los incentivos a trabajar una jornada de tiempo completo eran pocos, en 1995 se añadió una
“regla de 30 horas” que concedía 10 libras extra a la semana si se trabajaba por encima de dicho nivel.
Duncan y Giles (1996) estudian los resultados en términos de distribución de renta que acarreó esta medi­
da. Para ello se utilizó el modelo Tax Benefit del Instituto de Estudios Fiscales británico, con una muestra
de 7000 hogares. Se supuso que el crédito se percibía solamente en el caso de haber generado el dere­
cho (aunque algunas estimaciones apuntan que solamente dos tercios de los que podrían beneficiarse lo
hacen). Así, las estimaciones presentan los efectos potenciales de la reforma de 30 horas. El coste de la
reforma supondría según el estudio que 100.000 familias se agregarían a los antiguos perceptores con un
coste de 300 millones de libras, lo que supone el 22% del coste previo del crédito. Según el tipo de familia,
la reforma afectaría mejorando a un 21% de las parejas con hijos y un solo perceptor de rentas, al 8% de
padres o madres sin pareja, y al 4% de las familias de dos perceptores con hijos. Estos resultados son a
un plazo inmediato, es decir, sin considerar las variaciones en la oferta de trabajo que la medida traería
consigo. Para tener en cuenta el efecto comportamiento, se escoge un modelo de optimización de consu­
mo y oferta de trabajo de un periodo de duración con una especificación semilogarítmica, que hace de­
pender las horas semanales de trabajo ofrecidas de una constante α, del logaritmo del salario después de
impuestos wi, y del cociente entre la renta no salarial µi y el salario neto.
⎛µ ⎞
hi = α + β ln wi + γ ⎜⎜ i ⎟⎟
⎝ wi ⎠
Para especificar el modelo de oferta de trabajo se incorporan distintas dummies que tienen
en cuenta distintas circunstancias de los perceptores de Family Credit. (Se considera nivel de rentas no
salariales, edad, años de formación, edad del hijo menor en la familia, estado marital, predicción del salario
bruto, y tasas de reemplazamiento a tiempo completo y parcial). Para el análisis se selecciona una mues­
tra de 3.490 mujeres casadas y padres o madres sin pareja y se ofrecen resultados continuos (horas de
trabajo) y discretos (distinguiéndose las situaciones de no participación, participación a tiempo parcial o a
tiempo completo). Para la estimación en términos continuos, el efecto de mayor importancia entre mujeres
casadas y padres o madres sin pareja, es el efecto renta, de signo negativo en todo caso. El efecto del sa­
lario es menor entre las familias con hijos en edad preescolar, hasta el punto de que el signo puede llegar
a ser negativo en familias que ofrecen muchas horas de trabajo. Para padres y madres sin pareja, el efec­
to del salario es más importante, sobre todo aquellos que tienen hijos mayores. Si nos referimos a la espe­
cificación en términos discretos, los efectos renta y salario son significativamente negativos y positivos
respectivamente, con evidencia de más peso del efecto del salario para las elecciones más extremas: no
participación y contratación por jornada completa. Escalando los resultados se predice que en torno a
33.000 padres sin pareja aumentarían sus horas de trabajo en pequeña medida, y 24.000 responderían
aumentando más su oferta. Analizando los resultados de la regla de 30 horas para las mujeres casadas,
aunque muchas incrementarían su oferta de horas, también se predice abandono del mercado laboral. Es­
ta aparente contradicción se explica por el efecto conjunto de la reforma con sus maridos. Si una pareja
percibe 10 libras extra semanales gracias a que el marido ya trabajaba 30 horas, la medida genera un
efecto renta puro que puede incitar a elegir más ocio. Debido a que los efectos en el mercado laboral en
conjunto no suponen grandes cambios, el análisis distribucional del “día siguiente” a la reforma se puede
dar por válido.
— 147 — III.4. La deducción por rendimientos del trabajo en el IRPF español. Efectos sobre la renta, el bie­
nestar y la distribución
Una vez expuesto el funcionamiento y consideraciones básicas de las ventajas ligadas al
trabajo en Reino Unido y Estados Unidos, expondremos el tratamiento que la legislación española
concede a las rentas del trabajo personal dependiente, comparando la situación previa y posterior a
la reforma introducida en la ley 40/1998. En España existe también un régimen fiscal que trata de
forma diferenciada las rentas procedentes del trabajo personal dependiente en relación con las que
se obtienen a partir de otras fuentes. En el presente epígrafe trataremos de desarrollar una primera
aproximación a los efectos que tal tratamiento genera sobre la renta disponible y sobre el bienestar,
cuestión que todavía no ha sido abordada en la literatura. La metodología de análisis escogida, es la
que desarrolla Browning (1995) para analizar el EITC americano. Puesto que las estructuras fiscales
española y americana son distintas, será necesario parcelar la distribución de rentas con el fin de de­
terminar en qué tramos la deducción por trabajo es creciente, decreciente o constante. El epígrafe
termina con un análisis de los efectos redistributivos ligados al tratamiento de las rentas del trabajo
personal dependiente en los años 1998 y 1999.
III.4.1. Descripción de la deducción por rendimientos del trabajo en el caso español en 1998 y 1999
La justificación para la existencia de una discriminación positiva a favor de las rentas del
trabajo en el caso español es doble. Por un lado, es posible (hasta 1998) practicar, entre otros, un
descuento de cierto porcentaje sobre el total en los rendimientos del trabajo en concepto de gastos de
difícil justificación. Esta medida iría dirigida a tratar de evitar la discriminación de los trabajadores de­
pendientes frente a los que trabajan por cuenta propia, que pueden descontar prácticamente todos
52
los gastos deducibles en los que incurran para la obtención de sus rentas . Por otro lado, la ley es­
pañola articula una deducción en la cuota (hasta 1998) o una reducción en la base (a partir de 1999)
que trataría de compensar la desutilidad en la que se incurre por obtener rentas del trabajo en térmi­
nos de renuncia al ocio, o la desventaja que supone no disfrutar de los privilegios que van ligados a la
obtención de rentas no ganadas.
En el IRPF español existía en 1998 una deducción en la cuota para aquellos contribu­
yentes que obtuviesen rentas del trabajo dependiente. Con carácter general, la cuantía de la deduc­
ción era de 27.000 pesetas, pero si los rendimientos netos distintos a los procedentes del trabajo per­
sonal dependiente eran menores o iguales a 2.000.000 de pesetas, y los procedentes del trabajo me­
nores de 1.071.000 pesetas, la deducción era de 72.000 pesetas, y en caso de que los rendimientos
del trabajo estuviesen comprendidos entre 1.071.000 y 1.971.000 pesetas, la cantidad que se permi­
tía deducir era el resultado de restarle a 72.000 el 5% del exceso de los rendimientos netos del traba­
jo sobre 1.071.000 pesetas.
En el Gráfico III.4.1.1. se muestra la evolución de la cuantía de la deducción según varí­
an las rentas del trabajo.
52
Véase Informe Carter (1975)
— 148 — Deducción en
cuota
Gráfico III.4.1.1.
Deducción en cuota por rentas del trabajo. IRPF 1998 80000
60000
40000
20000
0
0
2000000
4000000
6000000
Renta del trabajo
Deducción
Además de esta deducción en cuota, el sistema español permitía la consideración de cier­
tos gastos como deducibles, que se restan del rendimiento bruto para la obtención del rendimiento neto
que se ha de someter a gravamen. Estos gastos constituyen una lista cerrada, e incluyen las Cotizacio­
nes a la Seguridad Social y a Mutualidades obligatorias de funcionarios, detracciones por derechos pa­
sivos, cotizaciones a Colegios de huérfanos y similares, cuotas satisfechas a sindicatos, y un porcentaje
de los rendimientos en concepto de "gastos de difícil justificación" que se concretaba en un 5% con ca­
rácter general y 15% cuando el contribuyente presentara minusvalía, con los límites de 250.000 y
600.000 pesetas respectivamente.
En el Gráfico III.41.2. se muestra la evolución del 5% de gastos de difícil justificación en el
caso genérico.
Gráfico III.4.1.2.
5% gastos de difícil justificación. 1998
5% Gastos
300000
250000
200000
150000
100000
50000
0
0
2000000
4000000
6000000
8000000
Rendimientos del trabajo
5% Gastos difícil justificación
— 149 — 10000000
12000000
Con el nuevo sistema de IRPF, la ventaja fiscal asociada al trabajo se articula en la base y
no en la cuota, tal y como se apoyaba en el Informe Lagares (1998), que apostaba por la consideración
de una reducción en función de la renta que se considera de "mínimo vital". La reducción se establece
sobre los rendimientos netos del trabajo, (resultado de minorar los rendimientos íntegros en los gastos
deducibles), que varían respecto a la situación que expusimos, aplicable hasta rentas obtenidas durante
1998. Se elimina el porcentaje de 5% ó 15% en concepto de otros gastos, y se añade como concepto
susceptible de minoración los gastos de defensa jurídica derivados directamente de litigios suscitados
en la relación del contribuyente con la persona de la que percibe los rendimientos, con un límite máximo
de 50.000 pesetas. Para el cálculo de la reducción permitida, es preciso establecer tres tramos, separa­
dos por las cantidades 1.350.000 pesetas y 2.000.000 de pesetas.
⎯ Si los rendimientos netos del trabajo son menores o iguales a 1.350.00 pesetas, se
permite reducir 500.00 pesetas.
⎯ Entre 1.350.001 y 2.000.000 pesetas, la reducción será el resultado de restarle a
500.000 el 19,23% del exceso de los rendimientos del trabajo sobre 1.350.000.
⎯ Si los rendimientos del trabajo son superiores a 2.000.000 de pesetas o las rentas de
fuentes diferentes al trabajo son superiores a 1.000.000 de pesetas, la reducción será
de 375.000 pesetas
El Gráfico III.4.1.3. muestra la evolución de la reducción por obtención de rentas laborales
en función del valor de las mismas tras la reforma de 1999.
Gráfico III.4.1.3.
Reducción en la base por rentas del trabajo. IRPF 1999 600000
Reducción
500000
400000
300000
200000
100000
0
0
2000000
4000000
6000000
R e n ta s d e l tr a b a jo
III.4.2. Efectos sobre la renta disponible de la deducción por rentas del trabajo
Para evaluar los efectos que la deducción por trabajo genera sobre la renta disponible,
adoptamos la metodología de Browning (1995) aplicada a los dos años de análisis, el anterior y el pos­
53
terior a la última reforma del IRPF, utilizando para la aplicación empírica los datos de una muestra de
53
La muestra se refiere al año 1994, el más reciente del que se disponen datos en el momento de la realización del presente
estudio.
— 150 — 5.208 individuos solteros extraída de panel de renta de IRPF del Instituto de Estudios Fiscales, y consi­
derando escenarios de respuesta moderada y elevada.
A efectos de la aplicación empírica que se va a realizar, se considera que los gastos dedu­
cibles por aportación a la Seguridad Social constituyen un 6% de los rendimientos obtenidos del trabajo
para 1998 y 1999, y además el trabajo dependiente es la única fuente de renta con la que cuenta el con­
tribuyente.
El objetivo que se pretende con la presente aplicación, es determinar los efectos que la es­
tructura de la deducción por trabajo genera sobre la renta disponible, teniendo en cuenta que el diseño
de la deducción varía según la renta del trabajo, de manera que hay tramos constantes, crecientes y
decrecientes. Como los efectos sustitución (que se incorporan junto al efecto renta) son de signo dife­
rente en función del tramo considerado, se ensaya una modificación (variación de un punto porcentual)
en el tipo marginal de la deducción para comprobar cómo las respuestas de los contribuyentes vienen
determinadas por el tramo en el que se sitúen.
La variación de la deducción por rentas del trabajo, evidentemente modifica la renta de la
que disfruta el contribuyente una vez que ha hecho frente al impuesto. La forma más fácil de calcular
esta modificación en la renta es calcular la diferencia en la renta antes y después de que el tipo marginal
de la deducción sea modificado. Pero en esta operación no se tendría en cuenta el efecto que a su vez
generaría la variación en la deducción en la oferta de trabajo vía efecto renta y sustitución, lo que modi­
ficaría a su vez la renta y las obligaciones tributarias. Para añadir los efectos de la modificación de ofer­
ta de trabajo, adaptaremos la metodología de Browning (1995) al caso español. El efecto total sobre la
renta disponible se puede descomponer en la suma de dos elementos:
dYD = dD + dY (1 − m)
dD: denota la variación de renta debida exclusivamente a una modificación en la deducción.
dY(1-m): incorpora la variación neta en la renta debida al efecto renta y el sustitución, donde m es el tipo
marginal global tras la modificación que soportan las rentas del trabajo.
En la investigación de referencia, Browning (1995), es posible calcular dD de una forma
sencilla, como el producto de la variación en el tipo marginal global por la cantidad de renta que se ve
54
afectada por la variación , pero en el caso español, debido a que las deducciones laborales se ven en­
lazadas en una estructura compleja, es necesario parcelar las rentas por tramos relevantes y calcular
por separado la variación de la deducción en cada caso. La distribución de renta de la muestra que se
utiliza para la aplicación empírica se parcelan teniendo en cuenta que cada tramo queda determinado
por un cambio en el tratamiento fiscal, lo que puede ser causado por:
a) un salto en el tipo marginal aplicable en la tarifa, lo que afecta a los descuentos que se
intrumentan en la base
b) un cambio en la forma de cálculo de la deducción/reducción por rentas del trabajo
54
El término dD en la investigación de Browning (1995) se calcula como dm(B-Y), donde B representa la cuantía de renta hasta
la que se tiene derecho a percibir EITC, e Y, la renta del contribuyente.
— 151 — Los cambios motivados por a) y b) no se producen para la misma cuantía de rentas, por
lo que el número de tramos en que se divide la muestra es superior al que determinan los saltos de la
tarifa.
Hay tramos de renta en los que la deducción crece a medida que lo hace la renta, por lo
que el tipo marginal de la deducción es positivo (tmd>0). Los tramos en los que la deducción se mantie­
ne constante se caracterizan por un tipo marginal de la deducción nulo (tmd=0) y en los que la deduc­
ción decrece al hacerlo la renta, se cumple que el tipo marginal de la deducción es negativo (tmd<0).
Antes de exponer los valores aplicables según la legislación española, desarrollemos algo
más el contenido del sumando dY(1-m). En el factor dY se incluye tanto la variación por efecto renta
dYER como dYES, calculadas así:
dYER = ε R dD
dYES = ε S dw ⋅ Y
Es decir, la variación en la renta debida al efecto renta de un cambio en la deducción (que,
55
a su vez, puede modificar el tipo marginal global) es el producto de la elasticidad renta de la oferta de
trabajo, ε R , por la variación en el valor de la deducción, dD. La variación debida al efecto sustitución es
el producto de la elasticidad compensada de la oferta de trabajo,
rio neto en tanto por uno, dw y por la renta inicial, donde dw =
ε S , por la variación en la tasa de sala­
− dm
, tiene signo contrario a dm porque
1− m
si el tipo marginal global aumentara, la tasa de salario neto descendería y viceversa.
Los escenarios que se suponen de respuesta moderada y elevada respectivamente impli­
can las siguientes elasticidades: ε R = −0.2 y ε S = 0.3 , coincidiendo con los parámetros que utiliza
Browning (1995), y
ε R = −0.2 y ε S = 0.7 , siguiendo a González-Páramo (1999). El signo de la modifi­
cación del tipo marginal global y de la variación de renta (vía efecto renta y sustitución) para cada uno
de los tipos de tramo que podemos encontrarnos es el que se muestra en el Cuadro III.4.2.1 (suponien­
do el ocio bien normal).
Cuadro III.4.2.1. Signo de los efectos renta y sustitución por tramos
Tramo deducción
dm
dYER
dYES
Creciente
<0
<0
>0
Constante
=0
<0
=0
Decreciente
>0
<0
<0
55
Decimos que "puede" modificar el tipo marginal global porque si nos encontramos en un tramo constante, la modificación en
la deducción que ensayaremos será aumentar en una cuantía constante la deducción, por lo que el tipo marginal de la
deducción seguirá siendo nulo y no se experimenta modificación en el marginal global.
— 152 —
Es decir, que, por ejemplo, en un tramo creciente, aumentar el tipo de deducción por rentas
del trabajo genera un descenso en el marginal global (dm<0), hace al individuo más rico, por lo que
ofrece menos horas de trabajo y obtiene menos renta salarial (dYER<0), y eleva su tasa neta de salario,
razón por la que decidiría trabajar más y obtendría más renta salarial (dYES >0).
El tipo marginal global m, se obtiene aplicando la misma metodología que GonzálezPáramo y Sanz (1994), donde se trata de recoger toda la carga que soporta el factor trabajo, teniendo
en cuenta no solamente la carga que legalmente incide sobre este factor, sino también la soportada por
traslación desde el consumo.
El tipo de gravamen global m que tendremos en cuenta se calcula como sigue:
m = τa + τb
τa =
tc + 0.06 + tmg IRPF
1 + tc
τb =
− tmd
1 + tc
donde tc representa el tipo marginal de gravamen sobre el consumo y toma valor de 8.52% (Véase
González-Páramo y Sanz, 1994), las cotizaciones sociales a cargo del trabajador se suponen un 6%,
tmg IRPF representa el tipo marginal de tarifa correspondiente en el IRPF (en adelante lo denominare­
56
mos por simplificar, tmg), y tmd es el tipo marginal resultante de computar las deducciones relacio­
nadas con la obtención de renta salarial. Los datos se expresan en tanto por uno. Tanto tmd como m
varían por tramos de renta, según sea el tipo marginal de tarifa de IRPF, y según la renta pertenezca
a un tramo creciente, constante o decreciente. Estas dos formas de establecer tramos se solapan, por
lo que es preciso determinar cuáles son las circunstancias que se deben considerar para cada renta.
La cuantía de la deducción por trabajo obtenida en 1998 y 1999 (D), y la que resultaría
de la elevación del tipo marginal de la deducción en un punto porcentual, (D´) se puede obtener a par­
tir de las expresiones contenidas en los Cuadros III.4.2.2. y III.4.2.3.
56
tmd =
dD
dYb
. El tipo marginal de la deducción es la variación que experimenta la deducción, D, ante modificaciones en el
valor de la renta bruta, Yb.
— 153 — Cuadro III.4.2.2. Expresiones de cálculo de la deducción antes y después de la modificación. 1998 Tramo
D
D´
A
72.000+0,05 tmg Yb
72.000+0,05* tmg Yb
B
72.000-0,05(0,89Yb-1.071.000)+0,05tmgYb
72.000-0,05(0,89Yb-1.071.000)+0,05*tmgYb
C
27.000+0,05tmgYb
27.000+0,05*tmgYb
D
27.000+250.000tmg
27.000+250.000tmg+K
Los cambios para elevar tmd en un punto porcentual se han supuesto producidos en el 5%
de gastos de difícil justificación. Así, en los tramos A y C, tenemos que tmd=0,05tmg, y el tipo marginal
de la deducción tras el cambio debe ser tmd´=tmd+0,01=0,05*tmg, de donde se sigue que
0,05*=(0,05tmg+0,01)/tmg. En el tramo B, la deducción es decreciente a medida que aumenta la renta,
lo que queda patente en el signo negativo de tmd. En este caso, tmd=-0,05·0,89+0,05·tmg, y la modifi­
cación en el tipo marginal es ahora un descenso en el mismo de un punto porcentual, tmd´=tmd-0,01.
En el tramo D, como la deducción es constante, tmd=0, por lo que se ha optado por mantener la deduc­
ción constante a medida que crece la renta e incrementarla para todos los contribuyentes en la cuantía
K=50.000, que representa el incremento en la deducción que se produciría para la última renta pertene­
ciente al tramo C es decir, una renta bruta de 5.000.000 ptas, para la que el valor D´-D=50.000 ptas.
Cuadro III.4.2.3. Expresiones de cálculo de la deducción antes y después de la modificación. 1999 Tramo
D
D´
A
500.000 tmg
500.000 tmg+Q
B
(500.000-0,1923(0,94Yb-1.350.000)) tmg
(500.000*-0,1923*(0,94Yb-1.350.000)) tmg
C
375.000 tmg
375.000 tmg+Q
En 1999 el diseño de la deducción del trabajo (en la base) se calcula de tres formas distin­
tas según dos tramos constantes (A y C), y uno decreciente, (B). Este año no es posible acumular toda
la variación en el tipo marginal de la deducción en el cómputo del 5% de gastos deducibles, puesto que
ha desaparecido, por lo que se calcula el cambio necesario en la pendiente del 19,23% a la que decrece
la reducción en la base, desde 500.000 hasta 375.000, para que en el tramo B, se cumpla que
tmd´=tmd-0,01. En el tramo B se aplican dos tipos marginales de tarifa diferentes (18% y 24%), lo que
habrá que tener en cuenta al calcular la nueva pendiente de decrecimiento de la reducción en la base
(0,1923*). Del mismo modo, el punto a partir del cual desciende la reducción ya no será 500.000, ya que
en los tramos decrecientes la modificación del tipo marginal se calcula de forma que el único punto co­
mún con la situación anterior a la reforma sea el que corresponde a la última renta bruta de ese tramo.
Los nuevos parámetros para el tramo B se calculan como sigue:
tmd´=tmd-0,01
tmd=-0,1923·0,94·tmg⇒ -0,1923*=(-0,1923·0,94·tmg-0,01)/(0,94·tmg)
tmd´=-0,1923*·0,94·tmg
El valor 500.000* se calcula de despejar para las últimas rentas de cada tramo en la si­
guiente expresión:
D=(500.000*-0,1923*(0,94Yb-1.350.000)) tmg
— 154 — La representación (en los Gráficos III.4.2.1. y III.4.2.2.) de la deducción por trabajo en 1998 y 1999 antes y después del cambio en tmd puede ayudar a visualizar el funcionamiento de la misma. Gráfico III.4.2.1.
Deducción por tramos antes y después de la modificación. 1998
Gráfico III.4.2.2.
Deducción por tramos antes y después de la modificación. 1999
— 155 — A continuación se presentan en los Cuadros III.4.2.4. y III.4.2.5., por tramos de renta bruta
para 1998 y 1999, los valores de los parámetros tmd, tmg y τ a , expresados en tanto por uno.
Cuadro III.4.2.4. Valores de los tipos marginales de la deducción, de la tarifa y global. 1998
tmd
t IRPF
τa
0,05·0,2
0,2
0,3295
Tramo2 (1.203.371, 1.304.494) (B)
-0,05(1-0,06-0,05)+0,05·0,2
0,2
0,3295
Tramo3 (1.304.494, 2.214.607) (B)
-0,05(1-0,06-0,05)+0,05·0,23
0,23
0,3571
Tramo4 (2.214.607, 2.578.658) (C)
0,05·0,23
0,23
0,3571
Tramo5 (2.578.658, 3.926.966) (C)
0,05·0,28
0,28
0,4032
Tramo6 (3.926.966, 5.000.000) (C)
0,05·0,32
0,32
0,4401
Tramo7 (5.000.000, 5.686.170) (D)
0
0,32
0,4401
Tramo8 (5.686.170, 7.494.681) (D)
0
0,39
0,5046
Tramo9 (7.494.681, 9.441.489) (D)
0
0,45
0,5598
Tramo10 (9.441.489, 11.436.170) (D)
0
0,52
0,6244
Tramo11 (11.436.170, en adelante) (D)
0
0,56
0,6612
Tramo renta bruta (Yb) 1998
Tramo1 (929.213, 1.203.371) (A)
Cuadro III.4.2.5. Valores de los tipos marginales de la deducción, de la tarifa y global. 1999 tmd
t IRPF
τa
Tramo1 (1.117.021, 1.436.170) (A)
0
0.18
0.3111
Tramo2 (1.436.170, 1.703.846) (B)
-0.1923 0.94·0.18
0.18
0.3111
Tramo3 (1.703.846, 2.127.660) (B)
-0.1923 0.94·0.24
0.24
0.3664
Tramo4 (2.127.660, 3.218.085) (C)
0
0.24
0.3664
Tramo5 (3.218.185, 5.345.745) (C)
0
0.283
0.4060
Tramo6 (5.345.745, 8.005.319) (C)
0
0.372
0.4880
Tramo7 (8.005.319, 12.686.170) (C)
0
0.45
0.5599
Tramo8 (12.686.170, en adelante) (C)
0
0.48
0.5875
Tramo renta bruta (Yb) 1999
Una vez que se conocen todos los datos necesarios para calcular la variación de la renta
disponible, exponemos los resultados clasificados por tramos de renta bruta, en los cuatro escenarios
considerados que determinan dos años de análisis y dos supuestas respuestas. Los valores presenta­
dos se refieren a la media por tramos de las variables relevantes: dD, dYER ,dYES, dY(1-m) y dYD, siendo
este último el valor de la variación de la renta disponible.
Los Tramos 0 para cada uno de los cuadros se refieren a individuos cuya cuota impositiva
es nula antes de modificar el tipo marginal de la deducción, por lo que se supone que no experimentan
— 156 — ninguna modificación. El parámetro que se ha alterado es el tipo marginal de la deducción en un punto
porcentual, lo que supone un punto más de deducción en los tramos crecientes y decrecientes. En el
caso de los tramos constantes, se ha optado por conceder una deducción extra en 1998 igual al aumen­
to de deducción que experimentaría un individuo con la renta en la frontera entre el Tramo 6 y el 7, es
decir, K=50.000 pesetas. Para 1999 se concede un aumento de deducción igual en todos los tramos
constantes, o lo que es lo mismo, Q=2.672 pesetas, que es el aumento de deducción que experimenta
la renta más baja del Tramo 2. Puede resultar de interés mostrar cuáles son las cuantías de renta que
quedan comprendidas en cada tramo para cada año, lo que se presenta en el Cuadro III.4.1.6.
Cuadro III.4.1.6. Rentas brutas comprendidas en cada tramo Tramo
Renta bruta máxima en 1998 (pts)
Renta bruta máxima en 1999 (pts)
0
929.213
1.117.021
1
1.203.371
1.436.170
2
1.304.494
1.703.846
3
2.214.607
2.127.660
4
2.578.658
3.218.085
5
3.926.966
5.345.745
6
5.000.000
8.005.319
7
5.686.170
12.686.170
8
7.494.681
En adelante
9
9.441.489
_________
10
11.436.170
_________
11
En adelante
_________
A través de las modificaciones que se acaban de exponer y que implican un cambio de un
punto porcentual en el tmd, se calcula cuál es el efecto de la deducción por obtención de rentas labora­
les en la renta disponible. Los Cuadros III.4.2.7 a III.4.2.10, que presentan los resultados por tramos,
tienen siempre la misma estructura. La primera columna presenta los tramos, la segunda, el número de
observaciones de la muestra en cada tramo, N. Las siguientes ofrecen el valor medio para cada tramo
de la diferencia entre la cantidad deducida después y antes de la modificación simulada (dD=D´-D), la
variación en la renta debida a los efectos renta (dYER) y sustitución (dYES), la variación en la renta neta
incluyendo efecto renta y sustitución dY(1-m), y la variación final en la renta disponible (dYD), que aun­
que se ha calculado a partir de la muestra, se puede obtener -salvo errores de aproximación- por adi­
ción de las columnas tercera y sexta. La última fila presenta valores medios incorporando toda la mues­
tra sin diferenciación de tramos.
Tanto para 1998 como para 1999, se analizan escenarios de respuesta moderada y eleva­
da. Comencemos por analizar los resultados por tramos para 1998, suponiendo respuesta moderada:
— 157 — Cuadro III.4.2.7.
Variación de la renta disponible. 1998. Respuesta moderada
( ε R = −0.2 y
Tramo
ε S = 0.3 )
N
.dD
.dYER
.dYES
.dY(1-m)
.dYD
0
1467
0
0
0
0
0
1
282
10842
-2168
4337
1519
12361
2
167
12587
-2516
-5349
-5040
7538
3
1489
17321
-3464
-7675
-6846
10474
4
420
23838
-4768
9911
3467
27305
5
863
31567
-6313
14052
4878
36445
6
274
43631
-8726
20581
7057
50688
7
86
50000
-10000
0
-5713
44287
8
98
50000
-10000
0
-5068
44932
9
36
50000
-10000
0
-4515
45485
10
10
50000
-10000
0
-3870
46130
11
16
50000
-10000
0
-3502
46498
Total
5208
17753
-3551
2080
-817
16936
Como se puede comprobar al observar los datos del Cuadro III.4.2.7., el impacto inicial del
cambio en el tipo marginal de la deducción en un punto porcentual implica aumento medio de la deduc­
ción dD de 17.753 pesetas; pero el efecto final de variación de la renta debe incorporar las variaciones
debidas a variaciones en la oferta de trabajo por efecto renta y sustitución. El efecto renta es siempre
negativo, ya que al obtener más renta se demanda más ocio, se trabaja menos y la renta laboral cae. El
efecto sustitución es positivo en los tramos crecientes (tramos 1, 4, 5 y 6), ya que la tasa de salario au­
menta al incrementar el tipo marginal de deducción, por lo que el ocio es más caro, se elige trabajar
57
más horas y se obtiene más renta laboral. En los tramos decrecientes (tramos 2 y 3 ) el efecto es el
contrario por la caída en la tasa de salario neto. En los tramos constantes (tramos de 7 a 11), el efecto
sustitución es nulo porque la tasa de salario neto no se modifica.
Transformando en neta la renta incrementada debida a efecto renta y sustitución, dY(1-m),
se obtiene la variación en la renta que debe añadirse a la variación inicial en la deducción. Como esta
variación neta de la renta es positiva en los tramos crecientes, el efecto final de variación de la renta,
dYD, es superior al generado por el impacto inicial, dD. En el resto de tramos ocurre lo contrario ya que
tanto el efecto renta como el sustitución inducen a trabajar menos. Considerando todos los tramos, el
efecto medio es de 16.936 pesetas de variación en la renta ante un aumento de la deducción de 17.753
pesetas. La evolución de la variación en la renta disponible muestra un crecimiento hasta el tramo 7,
57
La evolución de dD entre los tramos 2 y 3 puede confundir, puesto que la variación en la deducción crece con la renta. Esto
ocurre porque dentro del tramo B coexisten dos tipos marginales de tarifa distintos, por lo que el tramo se subdivide en dos. En
cada subdivisión, la deducción decrece continuamente con la renta.
— 158 — donde se produce una caída. A partir de ahí, los aumentos de la renta crecen a medida que pasamos a
tramos superiores.
Para el año siguiente, y suponiendo el mismo escenario de respuesta moderada, los resul­
tados se exponen en el Cuadro III.4.2.8.
Cuadro III.4.2.8. Variación de la renta disponible. 1999. Respuesta moderada ( ε R = −0.2 y
Tramo
ε S = 0.3 )
N
.dD
.dYER
.dYES
.dY(1-m)
.dYD
0
1633
0
0
0
0
0
1
507
2672
-534
0
-374
2298
2
485
1358
-272
-6465
-4454
-3095
3
665
2292
-485
-8675
-5442
-3151
4
1028
2672
-534
0
-345
2327
5
697
2672
-534
0
-324
2348
6
138
2672
-534
0
-280
2392
7
42
2672
-534
0
-241
2431
8
13
2672
-534
0
-227
2445
Total
5208
1663
-333
-1710
-1267
396
La estructura impositiva para 1999 es bien diferente, prueba de ello es que no hay ningún
58
tramo en el que el tipo marginal de la deducción sea positivo . Puesto que la modificación nunca impli­
ca descenso en la deducción practicada, el efecto renta es siempre negativo. Además, es de menor
magnitud en los tramos decrecientes que en los constantes, ya que la renta extra inicial que les corres­
ponde a estos tramos es la menor de todas. El efecto sustitución es siempre nulo o negativo, debido a
que en la estructura de deducción de este año, no aparecen tramos crecientes. La variación de renta
añadida al impacto inicial es siempre negativa porque no aparece ningún efecto positivo que compense
los efectos renta. En consecuencia, la variación en la renta disponible es siempre menor que el efecto
inicial. El caso extremo lo constituyen los tramos 2 y 3, en los que la renta final desciende por debajo del
nivel inicial a pesar de contar con una deducción más generosa. El efecto conjunto para todos los tra­
mos es de aumento de 396 pesetas, a pesar de que el incremento medio de deducción es de 1.663 pe­
setas.
Para los escenarios de elevada respuesta, la variación en la renta disponible y los elemen­
tos previos para su cálculo se presentan en los Cuadros III.4.2.9 y III.4.2.10.
58
En los dos años estudiados el tramo 0 abarca las rentas más bajas de la muestra, hasta la cuantía en que no es posible
efectuar un aumento en la cantidad deducida porque se genera derecho suficiente para descontarlo. Por esta razón no sufren
modificación alguna. Como la estructura impositiva es distinta entre los dos años, este tramo también lo es. En concreto, el
tramo 0 incluye rentas hasta 929.213 pts en 1998 y hasta 1.117.021 en 1999
— 159 — Cuadro III.4.2.9.
Variación de la renta disponible. 1998. Respuesta elevada
( ε R = −0.2 y
Tramo
ε S = 0.7 )
N
.dD
.dYER
.dYES
.dY(1-m)
.dYD
0
1467
0
0
0
0
0
1
282
10842
-2168
10119
5568
16410
2
167
12587
-2516
-12480
-9611
2967
3
1489
17321
-3464
-17908
-13136
4184
4
420
23838
-4768
23127
12375
36213
5
863
31567
-6313
32789
16687
48254
6
274
43631
-8726
48022
23392
67023
7
86
50000
-10000
0
-5713
44287
8
98
50000
-10000
0
-5068
44932
9
36
50000
-10000
0
-4515
45485
10
10
50000
-10000
0
-3870
46130
11
16
50000
-10000
0
-3502
46498
Total
5208
17753
-3551
4852
992
18745
Cuadro III.4.2.10.
Variación de la renta disponible. 1999. Respuesta elevada
( ε R = −0.2 y
Tramo
ε S = 0.7 )
N
.dD
.dYER
.dYES
.dY(1-m)
.dYD
0
1633
0
0
0
0
0
1
507
2672
-534
0
-374
2298
2
485
1358
-272
-15084
-10152
-8794
3
665
2292
-485
-20242
-12344
-10043
4
1028
2672
-534
0
-345
2327
5
697
2672
-534
0
-324
2348
6
138
2672
-534
0
-280
2392
7
42
2672
-534
0
-241
2431
8
13
2672
-534
0
-227
2445
Total
5208
1663
-333
-3989
-2678
-1015
— 160 — Los efectos renta en los nuevos escenarios son idénticos a los anteriores, puesto que la
elasticidad-renta no se ha modificado, al igual que dD, que sigue respondiendo a la misma modifica­
ción que expusimos al principio. Así, toda la variación en los resultados se debe a la variación en la
renta neta que procede de cambio en la oferta de trabajo vía efecto sustitución. Debido a la mayor
magnitud del efecto sustitución, cuando la renta cae por esta vía, cae más que antes, y cuando au­
menta, el incremento es también mayor (excepto en los tramos constantes, en los que no hay modifi­
caciones con respecto al caso de repuesta moderada).
En 1998, el aumento final en la renta disponible es de 18.745 pesetas, y considerando
respuesta moderada era de 16.936 (a partir de un impacto inicial de 17.753). El efecto sustitución
global es de 4.852, y supera en magnitud las 3.551 pesetas de caída media de la renta debida al
efecto renta, generando un aumento en la renta disponible, al contrario que en el escenario de res­
puesta moderada. Considerando una elasticidad de oferta de trabajo mayor, la modificación en la ren­
ta debida al efecto sustitución es más intensa que antes, de manera que los descensos y los aumen­
tos son más acusados. Los tramos decrecientes, en los que se produce caída de la renta vía efectos
renta y sustitución, incluye menos individuos que el resto, y la caída que se produce en la renta, es de
sobra compensada con el aumento en el resto de tramos, y por ello el efecto final considerando la
media de toda la muestra es de incremento de la renta disponible.
En 1999, al considerar un efecto sustitución más elevado se genera provoca un descen­
so de la renta disponible compensando incluso el efecto inicial. El efecto global es un descenso medio
de 1.015 pesetas respecto de la situación previa al cambio en el tmd. Este resultado se explica por la
inexistencia de efectos sustitución positivos en ningún tramo. Así, las rentas descienden más para
cada tramo, el efecto que se añade al impacto inicial de incremento en la deducción va siempre en la
dirección de restar más renta, y el efecto final es de descenso en lugar de incremento de la renta al
hacer la deducción más generosa.
Los resultados sobre variación en renta disponible han sido calculados también por deci­
las de renta, lo cual permite obtener alguna conclusión acerca de cómo se distribuyen los aumentos o
descensos entre tramos de renta. Por supuesto, los resultados que se refieren a totales son idénticos,
pues la única diferencia reside en la forma de agrupación de los individuos de la muestra.
La clasificación de las observaciones en los distintos tramos en los que se puede subdi­
vidir la muestra según el tratamiento percibido por deducciones laborales se efectúa a priori, a partir
de los datos recogidos de la legislación vigente cada año, y estos tramos son invariables ante modifi­
caciones de la muestra escogida. En cambio, para obtener las rentas que quedan comprendidas en
cada grupo en una clasificación por decilas, es preciso determinar la muestra con la que se simula,
pues dependiendo de los datos la renta máxima y mínima de cada decila será diferente. Como los da­
tos que se utilizan para simular modificaciones sobre las estructuras legales de 1998 y 1999 están re­
feridos en ambos casos a las mismas observaciones de 1994, la clasificación por decilas es idéntica
en los dos años. El Cuadro III.4.2.11. presenta la renta bruta máxima y mínima en pesetas que se
59
puede encontrar en cada decila .
59
En la primera decila todas las observaciones cuentan con renta bruta nula. La muestra de partida no presenta estos datos,
pero para poder llevar a cabo las simulaciones, se considera que todos aquellos individuos sin cuota suficiente para generar
derecho a deducción son irrelevantes a efectos de las modificaciones ensayadas.
— 161 — Cuadro III.4.2.11. Rentas brutas comprendidas en cada decila DECILA
(Renta bruta mínima, Renta bruta máxima)
1
(0, 0)
2
(0, 546.000)
3
(546.184, 1.051.183)
4
(1.051.851, 1.399.934)
5
(1.400.463, 1.691.240)
6
(1.692.299, 2.005.058)
7
(2.006.134, 2.398.578)
8
(2.401.462, 2.986.818)
9
(2.987.980, 3.924.702)
10
(3.928.266, 38.475.072)
Teniendo en cuenta los valores de las rentas brutas a partir de los cuales tiene sentido
practicar modificaciones en la estructura impositiva (929.213 pts en 1998 y 1.117.021 en 1999), se sabe
a priori que hasta la tercera y cuarta decila en 1998 y 1999 respectivamente, los efectos que se deriven
de las modificaciones simuladas serán nulos.
Los Cuadros III.4.2.12. a III.4.2.15. muestran los resultados obtenidos clasificados por decilas.
Cuadro III.4.2.12. Variación de la renta disponible. 1998. Respuesta moderada ( ε R = −0.2 y
Decila
ε S = 0.3 )
N
.dD
.dYER
.dYES
.dY(1-m)
.dYD
1
520
0
0
0
0
0
2
521
0
0
0
0
0
3
521
1797
-359
719
252
2049
4
521
12437
-2487
-2006
-2758
9679
5
521
15459
-3092
-6850
-6111
9349
6
521
18380
-3676
-8145
-7265
11115
7
521
22000
-4400
-583
-2926
19074
8
521
26744
-5349
11654
4055
30799
9
521
34091
-6819
15176
5268
39385
10
520
46664
-9329
10844
1324
47968
Total
5208
17753
-3551
2080
-817
16936
— 162 — En 1998, y suponiendo una elasticidad compensada de oferta de trabajo moderada, la
presentación de datos por decilas revela que un aumento en la deducción por trabajo en un punto
porcentual genera aumentos en la renta disponible crecientes a medida que se consideran decilas
más ricas. Este comportamiento plantea una excepción, entre las decilas cuarta y quinta. Solamente
las cuatro últimas decilas presentan incrementos en la renta disponible superiores al aumento medio,
lo cual no es de extrañar, ya que el efecto a plazo inmediato sigue idéntica evolución. Es decir, incor­
porar efecto renta y sustitución apenas altera los resultados de distribución que se generan de forma
inmediata.
Si la respuesta que se considera es elevada (Cuadro III.4.2.13.), el patrón de comporta­
miento que acabamos de describir se repite, únicamente hay que destacar que en este caso la renta
global aumenta por encima del efecto inicial, si bien las decilas cuarta, quinta y sexta no consiguen
aumentar su renta disponible tanto como implicaría el impacto inicial de incremento de la deducción.
El resto de decilas eleva su renta disponible por encima de la variación que implica el cambio en el ti­
po marginal de la deducción.
Cuadro III.4.2.13. Variación de la renta disponible. 1998. Respuesta elevada ( ε R = −0.2 y
Decila
ε S = 0.7 )
N
.dD
.dYER
.dYES
.dY(1-m)
.dYD
1
520
0
0
0
0
0
2
521
0
0
0
0
0
3
521
1797
-359
1677
923
2720
4
521
12437
-2487
-4681
-4276
8161
5
521
15459
-3092
-15984
-11725
3735
6
521
18380
-3676
-19004
-13940
4440
7
521
22000
-4400
-1360
-3052
18948
8
521
26744
-5349
27193
14056
40800
9
521
34091
-6819
35410
18021
52112
10
520
46664
-9329
25304
9931
56575
Total
5208
17753
-3551
4852
992
18745
Con respecto al año 1999, los datos obtenidos muestran menor dispersión en los resulta­
dos (Cuadro III.4.2.14.), pero en cualquier caso, tampoco se puede afirmar que los aumentos en la renta
disponible se relacionen de forma inversa con la renta. En esta ocasión todas las decilas muestran que
el incremento de la deducción les genera un descenso de la renta en tanto que ningún tramo muestra
un aumento de la renta disponible mayor que el generado por el impacto inicial. Además las decilas
quinta, sexta y séptima ven descender su renta por debajo del nivel anterior a la reforma.
— 163 — Cuadro III.4.2.14.
Variación de la renta disponible. 1999. Respuesta moderada
( ε R = −0.2 y
Decila
ε S = 0.3 )
N
.dD
.dYER
.dYES
.dY(1-m)
.dYD
1
520
0
0
0
0
0
2
521
0
0
0
0
0
3
521
0
0
0
0
0
4
521
2308
-462
0
-323
1985
5
521
1554
-311
-5736
-4000
-2446
6
521
2728
-546
-8367
-5329
-2601
7
521
2025
-405
-2988
-2040
-15
8
521
2672
-534
0
-345
2327
9
521
2672
-534
0
-330
2342
10
520
2672
-534
0
-303
2369
Total
5208
1663
-333
-1710
-1267
396
Si el escenario es de respuesta elevada, dado que las rentas que delimitan el Tramo B son
muy cercanas a las que delimitan las decilas de 5 a 7, solamente se producen cambios en éstas, que
son las únicas que no corresponden a un tramo constante. En cualquier caso, la conclusión de que una
reforma como la planteada no generaría aumentos en la renta disponible de forma creciente con el des­
censo de la renta parece bastante evidente.
Cuadro III.4.2.15. Variación de la renta disponible. 1999. Respuesta elevada ( ε R = −0.2 y
Decila
ε S = 0.7 )
N
.dD
.dYER
.dYES
.dY(1-m)
.dYD
1
520
0
0
0
0
0
2
521
0
0
0
0
0
3
521
0
0
0
0
0
4
521
2308
-462
0
-323
1985
5
521
1554
-311
-13383
-9056
-7502
6
521
2728
-546
-19523
-12001
-9273
7
521
2025
-405
-6972
-4414
-2389
8
521
2672
-534
0
-345
2327
9
521
2672
-534
0
-330
2342
10
520
2672
-534
0
-303
2369
Total
5208
1663
-333
-3989
-2678
-1015
— 164 — III.4.3. Efectos sobre el bienestar de la deducción por trabajo
Para calcular los efectos que una deducción generará sobre el bienestar marginal medi­
do en unidades monetarias, podemos optar por dos metodologías alternativas, que como se muestra
en Browning (1995), son equivalentes:
a) Agregar a la variación en la renta disponible el valor en pesetas del ocio adicional
debido al efecto renta y efecto sustitución valorado en pesetas. El ocio adicional de­
bido al efecto renta se debe evaluar según la tasa de salario del mercado, mientras
que la variación de ocio por efecto sustitución debe evaluarse según la tasa de sala­
rio neto (ya que los cambios por efecto renta no forman parte del exceso de grava­
men)
b) Restar del coste marginal presupuestario de la reforma en el tipo marginal de la de­
ducción, la variación de renta debida al efecto sustitución, que supone una distorsión
por generar exceso de gravamen.
En el presente trabajo, adoptaremos el segundo de los enfoques propuestos. El coste
marginal que para la Hacienda Pública implica la variación en el tmd de un incremento de un punto
supone un beneficio para el contribuyente, de modo que, como dD es positivo, ello implicará deduc­
ción marginal para el contribuyente y desventaja marginal para Hacienda. Además, el hecho de que la
renta se modifique genera una variación en la recaudación marginal igual a dYm, que supone mayor
(menor) recaudación para Hacienda si la renta aumenta (disminuye), y menor (mayor) beneficio para
el contribuyente. Así, diremos que el coste marginal presupuestario es:
CMP=dD-dYm
El otro término que nos hace falta para determinar la variación marginal de bienestar es
el coste marginal laboral (CML), que mide el incremento en el pago de impuestos debido a la varia­
ción de renta inducida por el efecto sustitución.
CML=dYESm
Cuando el efecto sustitución haga aumentar la renta, la recaudación será mayor, y ello
supondrá un coste para el contribuyente, luego este término debe aparecer restando. Cuando el efec­
to sustitución genere disminución de la renta, dYESm es negativo, que con un menos delante indica
aumento en el bienestar marginal. Así, la variación marginal de bienestar (VMB) se obtiene como:
VMB=CMP-CML
En los Cuadros III.4.3.1. a III.4.3.4 se exponen los resultados para los escenarios consi­
derados por tramos de renta bruta, para la estructura impositiva de 1998 y 1999 en escenarios de
respuesta moderada y elevada.
— 165 — Cuadro III.4.3.1.
Variación marginal de bienestar. 1998. Respuesta moderada
( ε R = −0.2 y
ε S = 0.3 )
Tramo
N
CMP
CML
VMB
0
1467
0
0
0
1
282
7024
1340
5685
2
167
9941
-1871
11812
3
1489
13381
-2887
16273
4
420
14687
3322
11365
5
863
17757
5325
12433
6
274
22650
8519
14131
7
86
31015
0
31015
8
98
27840
0
27840
9
36
25053
0
25053
10
10
21724
0
21724
11
16
19784
0
19784
Total
5208
11155
786
10371
El CMP resulta siempre positivo, y menor que el coste de la deducción, dD, en todos los
tramos. Ello se debe a que el aumento en la deducción genera un crecimiento de la renta disponible que
supone mayor recaudación para Hacienda, minorando así el coste inicial que supone la modificación de
un punto porcentual en el tipo marginal de la deducción.
Este coste marginal presupuestario supone un beneficio marginal para el contribuyente,
pero el efecto final debe tener en cuenta además CML. El coste marginal laboral es negativo solamente
cuando tmd es negativo, y restado de CMP genera un aumento marginal de bienestar todavía mayor
que el debido a CMP. La variación marginal en el beneficio es positiva en todo caso. El aumento margi­
nal medio en el bienestar es de 10.371 pesetas y los tramos que experimentan aumentos mayores en el
bienestar son los tramos constantes, ya que es aquí donde se disfruta de los incrementos más genero­
sos en la deducción.
— 166 — Cuadro III.4.3.2.
Variación marginal de bienestar. 1999. Respuesta moderada
( ε R = −0.2 y
ε S = 0.3 )
Tramo
N
CMP
CML
VMB
0
1633
0
0
0
1
507
1983
0
1983
2
485
2379
-2131
4510
3
665
3536
-3426
6962
4
1028
1846
0
1846
5
697
1746
0
1746
6
138
1532
0
1532
7
42
1339
0
1339
8
13
1263
0
1263
Total
5208
1519
-636
2154
En 1999, cae la renta en los tramos 2 y 3, por ello en este caso son dos los tramos en los
que CMP es superior a dD. En el resto de tramos, el efecto es el contrario, ya que solamente hay efecto
renta que hace descender la renta pero no hay un efecto sustitución del mismo signo, por lo que la renta
final aumenta, haciendo que el aumento de la deducción no le cueste tanto a Hacienda como supondría
el mero impacto inicial. La variación marginal de bienestar es positiva en todo caso y mayor en los tra­
mos 2 y 3 por el aumento del ocio inducido por el efecto sustitución.
Los Cuadros III.4.3.3. y III.4.3.4. ofrecen los resultados de variación marginal en el bienes­
tar con respuesta elevada en el mercado de trabajo.
Cuadro III.4.3.3. Variación marginal de bienestar. 1998. Respuesta elevada ( ε R = −0.2 y
ε S = 0.7 )
Tramo
N
CMP
CML
VMB
0
1467
0
0
0
1
282
5773
3126
2648
2
167
11540
-4367
15906
3
1489
15747
-6736
22483
4
420
11701
7751
3950
5
863
13283
12424
858
6
274
15888
19878
-3990
7
86
31015
0
31015
8
98
27840
0
27840
9
36
25053
0
25053
10
10
21724
0
21724
11
16
19784
0
19784
Total
5208
10477
1833
8644
— 167 — El escenario de elevada respuesta para 1998 presenta algunas modificaciones dignas de
ser destacadas. El CMP es ahora menor que con respuesta moderada en términos globales (aunque
aumenta en los tramos decrecientes, desciende en los crecientes, y no varía en los constantes) por la
preponderancia de los tramos decrecientes, donde el efecto sustitución genera aumento de la renta final
y proporciona más recaudación. El efecto sustitución es también superior en un escenario de respuesta
elevada, y provoca que la magnitud de las variaciones por esta vía sean más intensas. De nuevo, la
preponderancia del efecto de los tramos crecientes hace que CML sea mayor que antes. Un minuendo
menor y sustraendo mayor, explican la disminución que se experimenta en la variación marginal de bie­
nestar.
Cuadro III.4.3.4. Variación marginal de bienestar. 1999. Respuesta moderada 1999. Respuesta elevada
ε R = −0.2 y ε S = 0.7
Tramo
N
CMP
CML
VMB
0
1633
0
0
0
1
507
1983
0
1983
2
485
2379
-4972
9230
3
665
3536
-7994
14252
4
1028
1846
0
1846
5
697
1746
0
1746
6
138
1532
0
1532
7
42
1339
0
1339
8
13
1263
0
1263
Total
5208
2041
-1484
3525
En 1999 también se producen resultados destacables al elevar la elasticidad compensada
de oferta de trabajo. El CMP es mayor que con respuesta moderada (recordemos que con baja elastici­
dad la renta total aumentaba, mientras que con respuesta elevada descendía). Al coste que supone
hacer la deducción más generosa (un aumento medio de 1.663) hay que añadir la pérdida de recauda­
ción por disminución de la renta, por lo que el valor medio de CMP es 2.041, (mientras que con respues­
ta baja era de 1.519). El CML es más negativo que antes porque en los dos tramos en los que el efecto
sustitución modifica la renta, al ser mayor que antes la hace caer más. Minuendo y sustraendo son de
mayor magnitud, y el resultado es un aumento del bienestar marginal que queda explicado por el des­
censo de la renta que implica menor pago de impuestos y por el aumento del ocio que genera el des­
censo en la oferta de trabajo.
De igual forma que al referirnos a los resultados sobre la renta disponible, la variación
marginal de bienestar se ha calculado para cada año y escenario de respuesta por decilas de renta, lo
que se presenta en los Cuadros III.4.3.5. a III.4.3.8.
— 168 — Cuadro III.4.3.5.
Variación marginal de bienestar. 1998. Respuesta moderada
( ε R = −0.2 y
ε S = 0.3 )
Decila
N
CMP
CML
VMB
1
520
0
0
0
2
521
0
0
0
3
521
1164
222
942
4
521
9172
-819
9993
5
521
11943
-2577
14524
6
521
14199
-3064
17269
7
521
15326
-401
15731
8
521
15502
4260
11242
9
521
19177
5750
13427
10
520
25072
4489
20583
Total
5208
11155
786
10371
En la distribución por decilas, la variación marginal de bienestar presenta una tendencia
creciente hasta la decila séptima. El crecimiento en el bienestar marginal se reanuda en la novena deci­
la hasta el final. El coste marginal presupuestario es continuamente creciente, por tanto, la inclusión del
efecto sustitución condiciona el resultado final.
Cuadro III.4.3.6. Variación marginal de bienestar. 1998. Respuesta elevada ( ε R = −0.2 y
ε S = 0.7 )
Decila
N
CMP
CML
VMB
1
520
0
0
0
2
521
0
0
0
3
521
957
518
439
4
521
9807
-1911
11719
5
521
14054
-6012
20067
6
521
16710
-7148
23858
7
521
15537
-936
16473
8
521
11852
9941
1911
9
521
14344
13417
927
10
520
21509
10474
11035
Total
5208
8019
1833
8644
— 169 — En un escenario de respuesta elevada, la distribución de las variaciones marginales de
bienestar valoradas en pesetas, aparece más favorable para decilas intermedias. De la cuarta a la sexta
decila, un escenario de respuesta elevada en la oferta de trabajo les resulta más favorable, mientras
que el resto ven descender de forma considerable el bienestar marginal en relación con la situación de
poca respuesta.
( ε R = −0.2 y
εS
Cuadro III.4.3.7. Variación marginal de bienestar. 1999. Respuesta moderada = 0.3 )
Decila
N
CMP
CML
VMB
1
520
0
0
0
2
521
0
0
0
3
521
0
0
0
4
521
1713
0
1713
5
521
2368
-1891
4259
6
521
3743
-3286
7029
7
521
2094
-1180
3274
8
521
1846
0
1846
9
521
1774
0
1774
10
520
1644
0
1644
Total
5208
1519
-636
2154
Los resultados por decilas en 1999 son poco dispersos (exceptuando la sexta decila, que
experimenta el máximo incremento en el bienestar), lo que se puede explicar por la también menor dis­
persión que muestra el coste marginal presupuestario. En este caso son las decilas intermedias (5ª, 6ª y
7ª) las que disfrutan de un incremento mayor en el bienestar marginal, y además son las únicas que
presentan valores superiores al incremento medio
( ε R = −0.2 y
εS
Cuadro III.4.3.8. Variación marginal de bienestar. 1999. Respuesta moderada = 0.7 )
Decila
N
CMP
CML
VMB
1
520
0
0
0
2
521
0
0
0
3
521
0
0
0
4
521
1713
0
1713
5
521
4035
-4412
8447
6
521
6362
-7667
14029
7
521
3032
-2753
5785
8
521
1846
0
1846
9
521
1774
0
1774
10
520
1644
0
1644
Total
5208
2041
-1484
3525
— 170 — Cuando se considera respuesta elevada, el único cambio se produce en las decilas quinta,
sexta y séptima, que al coincidir con los tramos que incluyen el comportamiento creciente de la deduc­
ción, incrementan el bienestar marginal por una doble vía: por un lado, CML es más negativo, pues la
elasticidad es superior y la respuesta en el mercado de trabajo también; por otra parte, el CMP es ma­
yor, ya que aunque la deducción extra considerada con respuesta baja o elevada es la misma, el des­
censo total en la renta causado por el efecto sustitución es mayor elevando el valor del coste marginal
presupuestario, y ambos efectos contribuyen al aumento en el bienestar marginal.
III.4.4. Efectos de la deducción sobre la distribución de la renta.
En este apartado tratamos de valorar el efecto sobre la distribución de la renta de los dos
sistemas de tratamiento de las rentas del trabajo vigentes en 1998 y 1999. Para cada uno de los años,
calcularemos el efecto redistributivo total y la contribución al mismo de la tarifa, las reducciones y las
deducciones (solamente en 1998). Siguiendo la descomposición que se presenta en Lambert (1996), a
partir de Pfähler (1990), el efecto redistributivo (ER) de cada elemento se podría calcular mediante el ín­
dice de Reynolds-Smolensky ( π ). Para 1998 tendremos:
La contribución de las reducciones al efecto redistributivo se calcula como:
π RRS =G -G
X
X-R
Que será positiva si las reducciones son decrecientes respecto de la renta.
El efecto redistributivo de la tarifa:
π TRS =G
-GX-R-T
X-R
Que será positivo si la tarifa es progresiva.
El efecto redistributivo de las deducciones:
π DRS =G
-GX-R-T+D
X-R+T
Que será positivo si las deducciones decrecen respecto de la renta residual.
Por fin, el efecto redistributivo global:
π RS =G -G
X
X-T+D
Que será positivo si el conjunto de parámetros analizados contribuye globalmente a lograr
una situación más redistributiva tras hacer frente al pago del impuesto.
Para el año 1999 solamente tiene sentido calcular los dos primeros y el efecto redistribu­
tivo global.
En el Cuadro III.4.4.1. presentamos los resultados de los distintos índices de Gini obteni­
dos.
— 171 — Cuadro III.4.4.1. Indices de Gini. 1998 y 1999 1998
GX
GX-R
GX-R-T
GX-R-T+D
GX-T+D
0,441290
0,442621
0,412942
0,404980
0,408180
π RRS
1999
0,441290
π RRS
=0,001331
π TRS =0,029679
0,624862
=0,183572
π DRS =0,007962
0,612154
π TRS =0,012708
π DRS =0
π RS =0,033110
0,612154
0,407442
π RS =0,033848
Como la renta bruta (X) considerada es la misma en los dos años, el valor del Gini también
coincide. Los índices del Gini de la renta neta de impuestos en 1998 y 1999 (última columna del Cuadro
III.4.4.1) indican que tanto la estructura impositiva vigente en 1998 como en 1999 contribuyen a la redis­
tribución de la renta, si bien la de 1999 lo hace en mayor medida, puesto que la desigualdad de la renta
neta es menor para ese año. Este resultado también se puede constatar a partir del índice global de
Reynolds-Smolensky,
π RS , que presenta un valor mayor en 1999.
En 1999 el efecto del mínimo personal de 550.000 pesetas, constante para todos los con­
tribuyentes, supone una reducción proporcionalmente mayor en las rentas bajas que en las elevadas, lo
que explica que la contribución a la redistribución de 0,183572, mucho mayor que la que se observa pa­
ra las reducciones en 1998, (0,001331). El traslado de las reducciones en la cuota a la base en 1999
implica la desaparición de la deducción por trabajo de la cuota en 1999, por lo que el efecto de este
cambio en el diseño contribuye a explicar la diferencia en el efecto redistributivo de las reducciones en­
tre los dos años.
La tarifa es progresiva en los dos años, pero la contribución a la redistribución es mayor en
1998 que en 1999 (0,029679 frente a 0,012708), lo que se explica por el hecho de que las rentas que se
someten a la tarifa en 1999 son menos en número, y son más elevadas porque el efecto de las reduc­
ciones en la base más generosas.
El efecto de las deducciones en 1999 es nulo, pues no existe ninguna deducción en cuota
específica sobre las rentas laborales, y en 1998, la deducción para estas rentas contribuye positivamen­
te al efecto redistributivo aunque mucho menos que lo que consigue la tarifa (0,007962 frente a
0,029679).
En términos globales, se puede decir que el tratamiento que la ley concede a las rentas la­
borales contribuía algo menos con la antigua ley a la redistribución de renta de lo que se consigue con
la reforma, pero en ambos casos la renta laboral después de haber pagado impuestos está más igualita­
riamente distribuida que antes de hacer frente a las obligaciones fiscales por IRPF que genera la obten­
ción de ese tipo de rentas.
III.4.5. Conclusiones
El objetivo principal de este capítulo ha sido evaluar los efectos que las deducciones y re­
ducciones laborales generan sobre la renta disponible, el bienestar y la distribución de la renta. El traba­
jo se centra en las situaciones anterior y posterior a la reforma de IRPF y experimenta con una muestra
de 1994. Ello implica que los resultados no informan acerca de la verdadera renta disponible, pues la
— 172 — renta de partida se centra exclusivamente en la que se obtiene por trabajo dependiente, los individuos
analizados son siempre solteros, y los únicos parámetros fiscales considerados son los que de alguna
forma afectan a la renta laboral. En este contexto podemos concluir lo siguiente:
La forma en la que las deducciones laborales están diseñadas en el IRPF español condi­
ciona en gran medida los efectos de la reforma: no es lo mismo situarnos en tramos en los que el tmd
es positivo, negativo o nulo, no es lo mismo que las deducciones se articulen en base o en cuota. Me­
diante una reforma de un incremento de un punto en tmd (lo que genera efectos diferentes cada año
dependiendo de la estructura impositiva), se evalúan los efectos sobre el bienestar marginal y la renta
disponible. Los efectos iniciales de corto plazo, sin considerar los cambios en la oferta de trabajo, gene­
ran variaciones en la renta disponible diferentes, por lo que no es de extrañar que los efectos finales di­
fieran en uno y otro año al incorporar los efectos renta y sustitución.
En 1998, una modificación de un punto porcentual en el marginal de la deducción genera
incremento de la renta disponible y el incremento es mayor cuando la elasticidad de sustitución de la
oferta de trabajo es mayor (incrementos medios globales de 16.936 y 18.745). En este año no hay nin­
gún tramo que aproveche el incremento inicial de la deducción para disminuir la oferta de trabajo tanto
como para hacer caer la renta disponible por debajo del nivel inicial. Hay que tener en cuenta que el in­
cremento medio de la deducción calculado para este año es de 17.753 pesetas.
En 1999 la renta disponible aumenta en valor medio 396 pesetas en escenario de baja
respuesta y desciende 1.015 pesetas medias con elasticidad elevada. Las diferencias en resultados se
explican, primero porque el aumento de un punto en el tipo marginal de la deducción genera un incre­
mento de renta (sin tener en cuenta efecto renta y sustitución) más de 10 veces superior en 1998 que
en 1999 (17.753 frente a 1.663), y segundo, porque la ausencia de tramos crecientes de deducción en
1999 evita que la respuesta de la oferta de trabajo implique aumento en las horas ofrecidas y en la renta
neta que de ello se derivaría.
En cualquier caso, lo que nos interesa es constatar que el signo de la variación de la renta
disponible depende de la legislación vigente cada año y del escenario de respuesta considerado. La
modificación en tmd nos sirve para conocer el funcionamiento de la deducción laboral, y se ha constata­
do que un incremento en la cuantía de la misma no tiene por qué incentivar el trabajo. Será preciso
analizar las respuestas de los trabajadores, y diseñar deducciones constantes, crecientes o decrecien­
tes en función del objetivo que se pretenda alcanzar.
Las variaciones en el bienestar por conceder cuantías mayores de deducción son positi­
vas en todo caso. Además, en los dos años, si el escenario es de baja respuesta se puede afirmar que
todos los individuos de todos los tramos ganan en términos marginales (ninguna de las observaciones
de la muestra presenta un valor de VMB negativo). El bienestar aumenta más marginalmente en 1998
que en 1999 (incrementos medios de 10.371 y 2.154 respectivamente en un escenario de baja respues­
ta). En escenarios de respuesta elevada, la media global de VMB en 1998 es de 8.644, menor que si la
respuesta es moderada, además hay individuos que pierden (solamente en el tramo 6). Al año siguien­
te, VMB es 3.525 y de nuevo hay ganancia marginal de bienestar para todos los individuos. En esta
ocasión es el descenso de la oferta de trabajo, de la renta salarial y de los impuestos pagados lo que
explica el incremento en relación con el escenario de respuesta moderada. Hay que destacar que la va­
riación marginal de bienestar medida en términos monetarios de un incremento en la deducción puede
estar alejada del coste marginal presupuestario, pues las variaciones en el ocio condicionan los resulta­
dos finales. De nuevo, la estructura impositiva y el comportamiento de los trabajadores debe ser consi­
derado atentamente a la hora de diseñar deducciones por trabajo.
— 173 — Los efectos de variación en la renta disponible y en el bienestar no favorecen más a las
rentas más bajas, es decir, no son las decilas de menor renta las que más aumentan su renta disponible
o las que de mayor bienestar marginal disfrutan, debido a que los cambios ensayados en el tmd tampo­
co les favorecen más en el impacto inicial La reforma simulada beneficia en general más a rentas más
elevadas.
La contribución al efecto redistributivo de la propia estructura existente cada uno de los
años es positiva en 1998 y 1999. Separando la contribución de cada uno de los elementos del impuesto
se concluye que las reducciones en la base contribuyen más a la disminución de la desigualdad en la
redistribución de renta laboral (más en 1999 que en 1998), la tarifa contribuye positivamente a la dismi­
nución de la desigualdad (más en 1998 que en 1999), y las deducciones en cuota por renta laboral en
1998 (en 1999 no existen) contribuyen positivamente al efecto redistributivo. A pesar de esto, la dismi­
nución en la desigualdad en 1999 supera a la lograda el año anterior, lo que queda explicado por la eli­
minación de la obligación de someter a tarifa muchas de las rentas bajas por efecto de las reducciones
en la base.
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