Maquetación 1 - Matilde de Fuentes

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NUESTRO CALENDARIO
O r í g e n e s y D e s a rr o l l o
RafaeldeFuentesCortés
Ilustraciones
Matilde de Fuentes de Medem
Edición
Mónica de Fuentes Granda
A mi padre,
mi orto, mi huerto,
el único, el mejor…
LAS MIL FACETAS DEL TIEMPO
Esta semana en la que precisamente me tenía que enfrentar al dichoso papel en
blanco, y apelar a la caridad de las musas para que éstas se dignaran a prestarme un
poquito de su amparo, con el fin de aproximarme —aunque fuera de lejos— a la
altura del talento del autor y de la ilustradora de este libro, tu nieto Javier, me pide
que le enseñe a leer el reloj.
Hoy, que escribo estas líneas, justo es el día en el que irrumpe el maldito cambio
de hora otoñal. Son las cinco de la tarde y en un par de horas las imágenes se
convertirán en siluetas y seguidamente las siluetas, de no ser por la luna, las estrellas
y la luz artificial, casi en total oscuridad.
Y con sus oídos atentos, Pablo, testigo cronometra las precisiones que le voy
dando a su hermano sobre la división de los días en horas, de las horas en minutos
y de los minutos en segundos. Él, como ya tiene 11 años, tiene cogido el reloj por
la mano.
El tiempo, hijos, ¿qué es el tiempo? ¿una realidad? ¿una invención del hombre?
¿un acto ambicioso más de controlar lo incontrolable, de aprender lo inaprensible?
¿un mecanismo de auxilio en nuestro afán de organizar el cosmos en un empírico
sistema? Todo hay que medirlo y a todo hay que darle un nombre.
8, número infinito.
Tiempo es universo, tiempo es molécula,
tiempo es historia, espacio como testigo,
tiempo es el abuelo, tiempo soy yo, tiempo también sois vosotros.
Gracias, Papá, por enseñarme que los planetas no tintinean, que Marte es rojizo
y sobre todo por ayudarme, con tu paciencia y yo discreto, a encontrar en tu cielo
nocturno, silencioso e inconmensurable, la estrella del Norte desde la tierra.
El tiempo está en la piel, en las zozobras, en las alegrías…
Tiempo son marcas, estratos, fósiles, altura.
Ciclos, concepción, espera, alumbramiento, todo eso es tiempo.
Aquí os dejo con parte de lo que él sabe. Espero que disfrutéis de su lectura y de
las mil saetas de un tiempo que un día, espero, por fin sea lento.
Tiempo son latidos, ritmos, compases, etimología.
Tiempo son paseos, son carreras, crecimiento, pero también estancamiento.
Tiempo es tronco, sol, lluvia, hojas, nieve,
cosechas, tonalidades, ocasos, amaneceres,
Mónica de Fuentes
Otoño de 2009
que más que curar, esclarecen.
Tiempo son mareas, migraciones, movimiento.
Tiempo son cometas, fases, eclipses, son lunares, son elipses, geometría.
Tiempo es aleteo, tiempo es parpadeo, tiempo es beso.
Tiempo es tierra, mar, aire, fuego, tiempo es sinfonía,
granos de credo almacenados en un frágil reloj de arena.
Tiempo es el canto de un gallo, tiempo son números, tiempo son letras.
Tiempo agua, tiempo oro, tiempo es polvo. Tu pelo blanco.
Tiempo corto, tiempo lento, tiempo vivo, tiempo muerto.
Tiempo no es sino el acto reflejo de una percepción con huella.
”¿Quién te enseñó a nadar?
Fue un pececito del mar
Y aunque tú no lo creas,
Fue un pececito del mar”.
(Canción infantil)
NUESTRO CALENDARIO
O r í g e n e s y D e s a rr o l l o
RafaeldeFuentesCortés
Ilustraciones
Matilde de Fuentes de Medem
Quid est ergo tempus?
Si nemo ex me quaerat, scio;
si quaeranti explicare velim, necio.
San Agustín. “Confesiones” Libro XI, Cap. XIV, 17.
¿Qué es, pues, el tiempo?
Si nadie me lo pregunta lo sé;
pero si me lo preguntan y quiero explicarlo, no lo sé.
INDICE
Título original: Nuestro Calendario. Orígenes y desarrollo
Autor: Rafael de Fuentes Cortés
Ilustraciones y maquetación: Matilde de Fuentes
Edición: Mónica de Fuentes
Impresión: José María Díaz de Mendívil
Encuadernación: Pablo Caivano. El Rejón Encuadernación
Printed and made in Spain
Noviembre de 2009
Generalidades
Unidades de tiempo. Nociones básicas
Mesopotamia
Egipto
Antigua Grecia
Roma. Primeros calendarios
El calendario Juliano
El calendario Gregoriano
Otros calendarios. Resúmenes:
El calendario Judío
El calendario Islámico
El calendario Eclesiástico
El calendario Republicano Francés
El calendario Maya
El calendario Perpetuo
El calendario Azteca
El calendario Chino
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Anexo:
Conocimiento aproximado durante la noche
de la hora, por medio de la Estrella Kochab,
b de la Osa Menor (Estrella Orológica).
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GENERALIDADES
La palabra calendario deriva de la latina “calendarium”, proveniente a su
vez de la voz “kalendae” con que se designaba en Roma el primer día de cada
mes.
El calendario puede considerarse como el instrumento más importante
creado por la humanidad desde tiempos primitivos para tener conocimiento
previo de los movimientos de los astros, especialmente del Sol y de la Luna,
condicionantes de la vida de todos los pueblos. Gracias al calendario se puede
pronosticar con cierta puntualidad a lo largo del año la sucesión de las
estaciones climáticas, con sus correspondientes diferencias en cuanto a
temperatura, lluvias, nevadas, sequías, etc., y con ello planificar
convenientemente el desarrollo de la agricultura y ganadería, garantes de la
alimentación humana.
Las primeras ideas de contar con calendarios surgen en el período neolítico
—aproximadamente entre los años 7000 y 4000 a.C.—, época en que se
produjo un cambio radical en la vida de los hombres, que evolucionaron de
un sistema nómada de subsistencia a los primeros asentamientos y la
iniciación de una incipiente agronomía.
Al parecer, los orígenes del Neolítico relacionados con nuestra cultura
occidental y sus primigenios calendarios se ubicaron en Mesopotamia o en la
península de Anatolia desde donde se extendieron a Egipto, Grecia y Roma.
Los calendarios antiguos, al igual que los actuales, fueron en especial
basados por astrónomos en los desplazamientos de la Luna y el Sol. En el
caso de la Luna, la principal determinación fue la cognición del desarrollo y
duración de sus cuatro fases sucesivas —Luna nueva, Cuarto creciente, Luna
llena y Cuarto menguante. En el caso del Sol, fue la fijación del curso y
desenvolvimiento del año y sus estaciones, así como de los días y sus horas
de luz y oscuridad, que dependen ambos de las diferentes posiciones de
elevación del Sol respecto a la Tierra, cuyas principales situaciones de cambio
son los solsticios y los equinoccios.
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Los solsticios (del latín solstitium; sol, sol y sto, permanecer) son los dos
días del año en que el Sol a mediodía parece estar parado, en los cuales el Sol
alcanza los extremos más al norte y al sur de la eclíptica, y que en nuestro
hemisferio norte designamos como solsticio de verano —indicación del
principio de la estación veraniega— que ocurre hacia el 21 de junio, y el
solsticio de invierno —indicación del inicio de la estación invernal— que
ocurre hacia el 21 de diciembre.
Los equinoccios (del latín aequinoctium; aequus, igual y nox, noche) son
los dos días del año en que son iguales las horas de luz y de oscuridad, cuando
la eclíptica del Sol cruza el ecuador terrestre camino de los solsticios de verano
e invierno. En nuestro hemisferio norte designamos al primero como
equinoccio vernal o de primavera —inicio de la estación primaveral— que
ocurre hacia el 21 de marzo, y al segundo, equinoccio de otoño —principio
de la estación otoñal— que ocurre hacia el 21 de septiembre.
Las duraciones del día, del mes y del año fueron desde siempre las
primordiales unidades tomadas como base para el cómputo de los calendarios.
Para el cálculo de la duración del día, las distintas culturas utilizaron el
tiempo transcurrido entre dos sucesivos auroras, mediodías, puestas de sol o
medianoches. La división del día en 24 horas fue invención sumeria, adoptada
posteriormente en occidente.
La idea del mes nació de la duración sinódica de la luna, iniciándose a la
puesta de sol después del primer día en que la Luna nueva se situaba en el
oeste. Los calendarios primitivos se constituyeron como colecciones de meses,
períodos en los cuales la Luna consumía el ciclo de sus cuatro fases.
El concepto de año fue fijado por los astrónomos al constatar que las
estaciones climáticas influían fundadamente en el desarrollo de las labores
agrícolas, y que habían comprobado que las estaciones se sucedían de acuerdo
con la posición del Sol y las estrellas respecto a la Tierra, y que se repetían al
cabo de un número de días, en que el Sol o las estrellas volvían a situarse en
un momento dado en igual disposición respecto a un punto determinado de
la Tierra.
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UNIDADES DE TIEMPO. NOCIONES BÁSICAS
EL DÍA
Principales conceptos
Día sidéreo
Es el tiempo de duración del giro de la Tierra alrededor de su eje, el cual
se realiza con velocidad angular uniforme. Puede considerarse también como
el intervalo de tiempo entre dos pasos consecutivos de una determinada
estrella por un meridiano fijo de la Tierra.
La duración es de 23 horas, 56 minutos y 4,09 segundos. (Se calcula que
el día sidéreo aumenta su duración en 0,0016 segundos cada 100 años).
Día solar verdadero
Tiempo transcurrido entre dos pasos sucesivos del Sol por un mismo
meridiano terrestre. Su duración es variable a lo largo del año debido, por
una parte, a que la órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica, con el Sol
situado en uno de los focos de la elipse, y que este movimiento de traslación
no es uniforme —la velocidad de la Tierra es mayor en el perihelio y menor
en el afelio— y por otra, a la inclinación del ecuador terrestre con el plano
de la eclíptica del Sol. Su duración es algo más larga que el día sidéreo.
Día solar medio
Concepto aceptado en el sentido de que la Tierra se moviera alrededor del
Sol en una órbita circular y con movimiento de traslación uniforme. Se fija
su duración en 24 horas y se toma como unidad de tiempo para la
construcción del calendario actual.
Día lunar
Tiempo transcurrido entre dos pasos consecutivos de la Luna por un
meridiano concreto de la Tierra. Su duración de acuerdo con el movimiento
de rotación de la Tierra sobre su eje y del de traslación de la Luna alrededor
de la Tierra es prácticamente de 24 horas y 50 minutos.
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Debido a los 50 minutos que el día lunar supera al día solar medio, las
mareas —que como se sabe dependen del movimiento de la Luna— se
retrasan 25 minutos cada 12 horas.
La hora
La denominación de la palabra hora proviene posiblemente del dios
egipcio Horus.
Las actuales 24 horas en que dividimos nuestro día actual se deben al
convencionalismo de dividir en 24 partes iguales al establecido día solar
medio.
La primitiva división del día en 24 horas se debe, como hemos dicho
anteriormente, a los sumerios, la cual fue adoptada posteriormente por los
egipcios, los griegos, los romanos y el resto de la cristiandad.
La división de la hora en 60 minutos, y del minuto en 60 segundos se
deriva del sistema de numeración sexagesimal sumerio, introducido por los
astrónomos de Babilonia. (La palabra minuto proviene del latín “prima
minuta” primera división pequeña; y la de segundo del latín “secunda
minuta”, segunda división pequeña).
Los sumerios dividían las 24 horas del día en 6 períodos, 3 durante el día
y 3 durante la noche. Los babilonios, sucesores de los sumerios, usaban un
día de 12 horas, siendo sus horas dobles con lo que cubrían las 24 horas del
día. Los judíos adoptaron un sistema similar.
Los egipcios dividían las 24 horas del día en 12 horas de día y 12 de noche.
Como es lógico, debido a la variación estacional de horas de luz y de
oscuridad, las horas en cada caso tenían una duración diferente.
Los griegos adoptaron el número egipcio de 24 horas, que distribuían en
12 horas desde la salida del Sol y 12 desde su ocaso. La subdivisión del día
en 24 horas fue aceptada por los romanos, por la influencia griega, en el
año 263 a.C.
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LA SEMANA
El período actual de la semana en 7 días es inconsistente desde el punto de
vista astronómico. Se ha atribuido en algunos casos a la duración aproximada
de cada una de las fases de la Luna y en otros a los siete planetas conocidos en
la antigüedad, cuyo orden empezando por el más lejano era Saturno, Júpiter,
Marte, el Sol, Venus, Mercurio y la Luna. También se ha achacado a los 7 días
de la creación del mundo que cita el Génesis del Antiguo Testamento.
Sin embargo, ya desde los primeros tiempos se consideró conveniente
agrupar los días del mes lunar en varios conjuntos. En Mesopotamia, los asirios
establecieron la semana de 6 días y los babilonios de 7 días. Los egipcios
acordaron una semana de 10 días. Fueron los judíos los que fijaron, para
nosotros definitivamente, la semana de 7 días en el siglo I a.C., aceptada
posteriormente por los romanos, por decisión del emperador Constantino en
el siglo IV d.C., al convertirse al cristianismo.
Los actuales nombres de los días de la semana en los idiomas de origen
latino proceden de los nombres romanos: Solis (el Sol), Lunae (la Luna, Lunes),
Martis (Marte-Martes), Mercuri (Mercurio-Miércoles), Jovis (Júpiter-Jueves),
Veneris (Venus-Viernes) y Saturni (Saturno). La palabra Sábado es posterior y
deriva de la latina Sabbatum, y ésta de la hebreo Sabbat, día de descanso. El
Domingo, en sustitución del día del Sol romano, fue llamado así para dedicarlo
al día del Señor (en latín Dominicus).
EL MES
En general puede afirmarse que todos los calendarios primitivos estaban
construidos esencialmente por colecciones de meses de duración derivada de
la observación de los movimientos de la Luna. Hoy día se consideran las dos
definiciones de mes siguientes:
Mes sidéreo
Período de tiempo que tarda la Luna en recorrer una órbita completa
alrededor de la Tierra, medido dicho tiempo por dos pasos consecutivos de
Luna respecto a una determinada estrella lejana. Su duración es 27,32166
días solares medios, es decir 27 días, 7 horas, 43 minutos y 11,5 segundos.
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También puede considerarse como mes sidéreo el tiempo de rotación de
la Luna sobre su eje, cuyo tiempo coincide con el de traslación de la Luna
alrededor de la Tierra, razón por la cual vemos siempre la misma cara de la
Luna. Su duración, como en el caso anterior es asimismo de 27,32166 días
solares medios.
Mes sinódico
Tiempo transcurrido entre dos conjunciones consecutivas de la Luna con
el Sol. Durante este tiempo se contemplan las cuatro fases lunares. Se
contabiliza normalmente por el tiempo entre dos Lunas llenas, y su duración
aproximada es de 29,53059 días solares medios.
La duración actual de los meses es arbitraria, decidida para que el total de
número de días de los 12 meses establecidos se compagine con la duración
de días de los años a lo largo del tiempo.
EL AÑO
Año sidéreo
Es el tiempo transcurrido entre dos pasos consecutivos del Sol respecto a
una determinada estrella lejana. Su duración es de 365,25636 días solares
medios, es decir 365 días, 6 horas, 9 minutos y 9,5 segundos. Este año denota
el período de la órbita de la Tierra alrededor del Sol.
Año Trópico
Es el que se utiliza actualmente para fijar el calendario. Se define como el
tiempo que transcurre entre dos pasos consecutivos del Sol por el equinoccio
vernal o de primavera. Su duración es de 365,24220 días solares medios, o
sea 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,5 segundos, lo que significa que es 20
minutos y 24 segundos más corto que el año sidéreo. La razón de este desfase
se debe a lo que se denomina como “precesión de los equinoccios”.
Año Anomalístico
Es el tiempo que tarda la Tierra en pasar dos veces consecutivas por el
perihelio.
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Precesión de los equinoccios
Este concepto indica el movimiento retrógrado de los puntos equinocciales
de intersección del ecuador terrestre con la eclíptica solar —en los 20 minutos
y 24 segundos anuales respecto al año sidéreo— debido al cambio de
dirección del eje de rotación de la Tierra, a causa de las fuerzas gravitatorias
que el Sol y la Luna ejercen sobre el ecuador terrestre, con la consiguiente
variación del movimiento de rotación de nuestro planeta.
La Tierra se comporta como una peonza que gira en un sentido mientras
que el vértice de su eje de revolución gira en sentido contrario, describiendo
una pequeña circunferencia, en cuyo recorrido tarda aproximadamente
25.800 años (1).
Por el proceso de precesión de los equinoccios, y por tanto de los solsticios,
el polo norte celeste, que como sabemos es la proyección en el firmamento
desde el centro de la Tierra del vértice del eje rotacional terrestre, recorre
lentamente el camino correspondiente entre las estrellas. Por esta causa
nuestro actual polo norte celeste que está situado muy cerca de la estrella
Polar de la Osa menor, se desplazará dentro de unos 12.000 años a la estrella
Vega de la constelación Lira, volviendo a la estrella Polar una vez transcurridos
aproximadamente otros 13.000 o 14.000 años más.
(1) El año sidéreo consta de 365 días, 6 horas, 9 minutos y 9,5 segundos.
365 días x 24 horas = 8.760 horas; 8.760 horas x 60 minutos = 525.960 minutos.
Por tanto el año sidéreo consta aproximadamente de 525.969 minutos.
Como el año trópico es cada año 20,4 minutos más corto que el año sidéreo, para que el principio
del año trópico vuelva a coincidir con el principio del año sidéreo, tendrán que pasar 525.969:20,4
años, lo cual supone alrededor de 25.800 años.
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Mesopotamia
Mesopotamia, como su nombre de origen griego indica — (mesos),
medio,  (potamios), río— es la zona comprendida entre los ríos
Eufrates y Tigris, en la cual, como en sus aledaños, se desarrollaron varias
culturas de base agrícola creadoras de calendarios destinados a programar las
labores del campo y los ritos religiosos.
Probablemente, los orígenes de la agricultura se remontan a tres regiones
diferentes del mundo: Mesopotamia, América Central y China. En
Mesopotamia fue posiblemente donde se iniciaron cultivos tales como los de
los trigos tiernos y compactos, el centeno, las lentejas, las habas, las arvejas y
el lino, ya que todos ellos, entre otros, son originarios, según el científico ruso
del siglo pasado Vavilov, de las relativamente cercanas zonas montañosas del
sudeste asiático (en Afganistán, Persia y Asia Menor), cuyos cultivos
ulteriormente en Babilonia mostraban una agronomía considerablemente
desarrollada, gracias a la red de canales que irrigaban las producciones
cerealísticas y hortícolas.
Algunos autores basan en la agricultura, por necesidad de programar, fijar
y transmitir las técnicas agrarias y delimitar las propiedades, el surgimiento
de los primeros calendarios, la invención de la escritura y el inicio de la
geometría.
En los primeros tiempos históricos, en el sur de Mesopotamia junto al
Golfo Pérsico, región conocida como Sumer, residía el pueblo sumerio
—cuyo origen y procedencia se desconocen— el cual conquistó la supremacía
de toda la zona y desarrolló una cultura de tal importancia que puede ser
considerada como la cuna de la civilización occidental.
Fueron los sumerios los que inventaron, alrededor del año 3000 a.C., el
primer sistema de escritura, que al principio fue “pictográfica” (escritura
ideográfica con dibujos representativos del mundo que les rodeaba explicados
por medio de palabras), y que posteriormente pasaría a ser “logográfica” con
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signos representativos de sílabas, la cual se ha denominado “cuneiforme” (del
latín cuneus, cuña) por las señales terminadas en cuña que figuran en las
tablillas de arcilla encontradas.
Con la invención de la escritura por los sumerios se inicia la Historia de
la Humanidad. (El alfabeto actual es de origen fenicio, transmitido a griegos,
romanos y todo el Occidente).
Hacia el año 2325 a.C., los acadios, pueblo semita que habitaba al norte de
Sumer en la región de Akkad, bajo el mando del rey Sargon I, pusieron fin a la
hegemonía sumeria. Probablemente durante el imperio acadio que duró unos
165 años se fundó a orillas del Éufrates la ciudad de Babilonia (Bab-iloni, puerta
de los dioses). No obstante el historiador griego Herodoto (s. V. a.C.) en su obra
“Historias” presupone que fue fundada por los sumerios y la tradición griega
atribuye su fundación a Semiramis, legendaria reina de Asiria, a la cual atribuye
también la creación de sus famosos “Jardines colgantes” considerados como
una de las siete maravillas del mundo. No obstante, varios historiadores de los
últimos años del siglo pasado concuerdan en que los “Jardines colgantes de
Babilonia” fueron obra del rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562 a.C.)
como regalo a su esposa para aliviarla de la melancolía que sentía por el paisaje
de su país de origen.
La asunción de la cultura sumeria por los acadios ha inducido a algunos
historiadores a denominar la primitiva civilización de Mesopotamia como
“Civilización sumerio-acadia”. Más tarde, durante la dominación amorrita,
una vez desaparecidos los sumerios, el rey Hammurabi (1793-1750 a.C.) autor
de su famoso “Código”, estableció su capital en Babilonia. Sometida después
Mesopotamia por los asirios, Babilonia continuó siendo la capital del reino,
adquiriendo su cultura tal influencia que varios autores han designado a la
época que se inicia con el dominio asirio, hasta la conquista de Mesopotamia
por el emperador persa Ciro el Grande en el año 539 a.C., incluidos varios
intervalos de otras supremacías, como período de la “Civilización asiriobabilónica”.
En Mesopotamia, el primer calendario conocido data alrededor del año
2400 a.C., con el cual además los sacerdotes regulaban el culto fijando los
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días festivos y los dedicados a los sacrificios. Este calendario sumerio estaba
fundamentado en la observación de las fases de la Luna y contaba con un año
de doce meses lunares de 30 días con un total de 360 días, lo cual estaba de
acuerdo con su sistema numérico sexagesimal. (Como sabemos, el actual
sistema numérico decimal fue introducido en occidente por los árabes, los
cuales a su vez lo importaron de la India).
Posteriormente durante la supremacía de Babilonia en el segundo milenio
antes de Cristo, los babilonios adoptaron el calendario lunar sumerio, con la
modificación de que los años comprendían meses alternativos de 29 y 30
días, ya que entonces se conocía que la revolución sinódica de la Luna duraba
aproximadamente 29 días y medio. Para acordar el año lunar de 12 meses
—6 meses de 29 días y 6 de 30 días— con un total de 354 días con el año
real de 365 días, los babilonios intercalaban un mes cada dos o tres años.
Curiosamente el número 7 era para ellos fatal, hasta el punto que los días 7,
14, 21 y 28 de cada mes no emprendían ninguna actividad importante. (Es
posible que el sábado judío, día séptimo de su semana, se estableciera como
día de descanso por corresponder con el número 7 día inactivo babilónico).
La división del día en 24 horas se debió al parecer a los sumerios. Sus
sucesores, los Babilonios, dividían el día en dos períodos de 12 horas, bien
por correlación con los 12 meses lunares del año o bien por los 12 signos del
Zodiaco. Para el cómputo de las horas utilizaban durante el día el reloj de sol
(gnomon) y durante la noche el reloj de agua (clepsidra). Los conceptos de
minuto y segundo con que hoy dividimos las horas proceden de la división
sexagesimal del grado, introducida por los astrónomos de Babilonia, los cuales
dividían el círculo en 360 grados, subdivididos en 12 partes de 30 grados
cada una.
Finalmente durante la dominación persa (539 a 332 a.C.) hacia el año 380
a.C., por influencia del ciclo metónico griego, se logró una consonancia
bastante correcta mediante el establecimiento del ciclo de 19 años,
intercalando en los años 3, 6, 8, 11, 14, 17, y 19 un mes lunar cada año (en
6 de los años 1 mes de 30 días y en 1 de los años 1 mes de 29 días) con un
total de 235 meses en los 19 años (19x12=228; 228+7=235), con lo que se
igualaba al número de días de 19 años solares de 365 días.
En Mesopotamia el año natural solar comprendía dos estaciones: el
“verano” que incluía nuestra primavera y verano actuales y el “invierno” que
correspondía al otoño e invierno de hoy en día.
Los meses se iniciaban con la aparición de la Luna nueva. Los nombres de
dichos meses estaban relacionados con las faenas agrícolas y los fenómenos
meteorológicos, pero variaban de una a otra ciudad. Sin embargo los nombres
que fijaron en la ciudad de Babilonia los asirio-babilónicos fueron los que
alcanzaron la mayor importancia, hasta el extremo de ser los nombres que
adoptaron los judíos para su calendario al abandonar el exilio babilónico.
Los babilonios establecieron una semana de siete días, posiblemente por
los cinco planetas entonces conocidos a los que añadían el Sol y la Luna.
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Egipto
La civilización egipcia ha estado íntimamente unida al río Nilo y
circunscrita a su fértil valle, situado entre el desierto oriental o arábico y el
desierto occidental o libio.
El río Nilo experimentaba cada año una importante crecida que inundaba
las riberas de su valle, dejando sus tierras, al término de la riada, cubiertas
con una capa oscura de limo, que las hacía ideales para su cultivo. Por ese
color negruzco de las tierras del valle los antiguos egipcios designaban al Bajo
Egipto con el nombre de “Kemet”, la tierra negra, diferenciándolo así del Alto
Egipto, denominado “Deshret”, la tierra roja. Los nombres actuales de Egipto
y Nilo son de raíz griega (Aidyptos y Neilos).
El río Nilo —el más largo del mundo, con cerca de 6.000 km. de
longitud— tiene su origen en la unión de dos grandes ríos, el Nilo Blanco
procedente del lago Victoria en la zona de Uganda y el Nilo Azul que proviene
de Etiopía, los cuales se juntan en los alrededores de Jartum, la capital del
Sudán. Hoy día, solamente desde la catarata situada poco antes de la presa
de Asuán hasta su desembocadura en forma de delta en el mar Mediterráneo
forma el Nilo parte de la nación egipcia, y sigue constituyendo como desde
sus primeros tiempos la principal arteria de transporte y comunicación.
Hacia el año 5000 a. C. puede considerarse que la población egipcia se
encontraba más o menos asentada en las primeras aldeas neolíticas, y se estima
que entre los años 4500 y 4000 a.C. la agricultura comenzó a desarrollarse
de modo fehaciente en el valle del Nilo, convirtiéndose Egipto en un país de
economía predominantemente agraria, regulada por la crecida del Nilo y
orientada especialmente a la producción cerealista de cebada y trigo, así como
de diversas hortalizas. Y ya desde el período predinástico (3300-2920 a.C.)
con la construcción de diques y canales se garantizaron los cultivos de regadío.
En un principio, los egipcios establecieron un calendario lunar con meses
basados en el ciclo de las cuatro fases de la Luna, con el que regulaban todos
los acontecimientos religiosos y sociales.
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Este calendario de meses lunares no estaba de acuerdo con el transcurso
de las estaciones climáticas, por lo que no servía para programar las labores
del campo. Esta necesidad agrícola motivó a los egipcios a crear el primer
calendario solar conocido, con años de 365 días, divididos en 12 meses de
30 días a las que añadían 5 días extra dedicados a los nacimientos de los dioses
Osiris, Isis, Horus, Neftis y Seth. A su vez el año estaba fraccionado en tres
estaciones, la estación de la inundación, la estación de la siembra, germinación
y maduración, y la estación de la recolección, almacenamiento y distribución.
Cada estación se componía de cuatro meses.
El año civil de 365 días se iniciaba con la salida heliaca de la estrella Sirio
(Sothis en egipcio), estrella principal o alfa de la Constelación “El Can
Mayor”, considerado como el dios Anubis, dios funerario importante de su
religión, al que representaban con apariencia híbrida de cuerpo de hombre y
cabeza de chacal. El orto de la estrella Sirio coincidía con el comienzo de la
inundación del Nilo, la cual se terminaba con la aparición en el firmamento
de la constelación denominada actualmente como “Copa de Baco”.
Los egipcios dividían el día, que computaban de medianoche a
medianoche, en 24 horas fragmentadas en 12 horas de luz y 12 de oscuridad,
cuya duración era variable a lo largo del año. Disponían asimismo de
gnomons de sol y clepsidras de agua.
La era de cada calendario empezaba con el reinado de cada faraón, justo
en el primer mes de la inundación anterior a su coronación (un ejemplo de
fecha determinada podría ser: Día 6, del 2º mes de la cosecha, del 3er año
del glorioso reinado del faraón correspondiente).
Aunque los egipcios habían constatado que el año tropical duraba 365,
25 días, seguían utilizando el año civil de 365 días, con lo cual el principio
del año iba desfasándose un cuarto de día cada año, es decir con un día cada
cuatro años del orto de la estrella Sirio (Sothis), inicio real de las estaciones
agrícolas. Solamente al cabo de 1.460 años, en que se habrían retrasado 365
días (0,25x1.460= 365), o sea un año, el comienzo del año civil volvería a
coincidir en la salida de Sirio. A este período de 1.460 años se denominó
posteriormente “período sothico”.
31
No obstante, aunque el calendario civil regía los asuntos administrativos,
el calendario lunar continuaba regulando los ritos religiosos.
Muy posteriormente, tras la ocupación de Egipto por Alejandro Magno
en el año 332 a.C., acabando con la época de las dinastías persas, se inició el
llamado periodo griego. A la muerte de Alejandro Magno, acaecida en el año
323 a.C., el general macedonio Ptolomeo se proclamó faraón con el nombre
de Ptolomeo I Soter, creando la dinastía ptolemaica.
Durante el reinado de Ptolomeo III Evergetes, los sacerdotes egipcios,
reunidos en concilio en el año 238 a.C. en la ciudad de Canope (con el
nombre de canope se designa también a los vasos encontrados en las tumbas
conteniendo las vísceras de las momias), promulgaron un decreto por el que
cada cuatro años se añadía un día más a los cinco días extras de finales de
año, con lo que se lograría coincidir el principio de cada año con la salida de
la estrella Sirio.
Este calendario renovado debería ser utilizado tanto para la administración
civil como para la celebración de las fiestas religiosas. Sin embargo, debido a
la oposición de los sacerdotes de varias e influyentes ciudades destacadas, que
no participaron en el concilio, que adujeron que el cambio estaba instigado
por los sacerdotes griegos y que les obligaba a modificar las fechas de las
ceremonias rituales, dicho cambio no se aplicó y los egipcios continuaron
con el año civil de 365 días hasta la dominación romana, iniciada el año 31
a.C., durante la cual Julio Cesar estableció el calendario llamado “juliano”, y
que reformado por Octavio Augusto se instituyó la obligación de utilizar el
calendario romano en todo su imperio. No obstante su aceptación no fue del
todo general en Egipto hasta el siglo III o IV de la era cristiana.
32
En la Isla de Creta, durante parte del III y II milenios a.C., tuvo lugar el
auge de la civilización cretense denominada “minoica” por el nombre de
Minos, rey legendario de Creta.
La agricultura y la ganadería fueron la base de la riqueza económica de la
isla. Se cultivaba trigo, olivo y vid, así como diversas leguminosas y árboles
frutales, criándose ganado vacuno, ovino, caprino y porcino. El vino y el
aceite de oliva constituyeron sus principales productos de exportación.
Su cultura altamente desarrollada rivalizó con las de Babilonia y Egipto.
Ya antes del año 2000 a.C. poseían una escritura jeroglífica que pasó a silábica
lineal con anterioridad al año 1600 a.C.
Antigua Grecia
Los nombres de Grecia y griegos son de origen latino sustitutivos de los
primitivos Helade y helenos autóctonos.
En el período neolítico, por ciertas excavaciones realizadas en el siglo
pasado se conoce que desde finales de VI milenio a.C. hasta principios del
IV milenio a.C. Grecia estaba habitada por un pueblo de agricultores que se
extendían desde la Tesalia, al sur de Macedonia, hasta el sur de la península
del Peloponeso.
A principios del III milenio a.C., en la primera fase de la Edad de Bronce,
entra y se propaga por la Grecia peninsular, las islas del Mar Egeo y Asia
Menor una nueva población cuya cultura se conoce como temprana heládica.
Hacia el año 2000 a.C. penetra en Grecia, procedente del norte, el pueblo
indoeuropeo aqueo, que fundiéndose con los heládicos fue probablemente el
que impuso en Grecia el primero de los dialectos de los que muy
posteriormente, en el siglo IV a.C., se fusionaron en la lengua helenística de
la que se deriva el griego actual. Los aqueos fueron los fundadores de la ciudad
de Micenas.
34
Durante 200 años, Creta ejerció la influencia dominante en la cultura
griega.
El declive de la primacía cretense dio paso en torno al año 1500 a.C. a la
influencia de la civilización micénica (palabra derivada de la ciudad de
Micenas, capital de la Argólida, situada al nordeste del Peloponeso), época
en que los aqueos fueron los artífices de un período de esplendor considerado
como uno de los más importantes de la antigüedad griega. La hegemonía
micénica se extendió hasta 200 años después de la Guerra de Troya, que tuvo
lugar hacia el año 1260 a.C. Homero (s. IX a.C.) cuenta en la Iliada que el
rey Agamenón de Micenas desencadenó la Guerra de Troya para vengar el
rapto de la bella Helena, esposa de su hermano Menelao, rey de Esparta, por
el príncipe Paris hijo de Príamo rey de Troya. (Los poemas homéricos, en
principio transmitidos oralmente, fueron puestos por escrito posiblemente
en el siglo VI a.C. durante la tiranía de Pisistrato).
El predominio micénico decayó con la penetración en Grecia de un nuevo
pueblo indoeuropeo, los dorios, que hacia el año 1100 a.C. inició la invasión
de la Grecia peninsular, las islas Cícladas, el suroeste de Asia Menor, y la isla
de Creta. La época de transición entre las civilizaciones micénica y dórica
coincidió con el cambio de la Edad de Bronce a la Edad de Hierro.
35
Aunque es indudable que las culturas griegas primitivas habrían creado
calendarios apropiados para sus programaciones civiles y religiosas, los
primeros almanaques conocidos datan del siglo XIII a.C. por datos incluidos
en tablillas de arcilla cocida escritos en el griego silábico lineal.
Posteriormente, en la obra de Hesiodo (s. VIII a.C.) “Trabajos y Días”
aparecen referencias muy concretas sobre el calendario existente en su época,
ya escrito con el alfabeto griego, base del abecedario moderno, procedente
del fenicio y desarrollado en Grecia alrededor del año 800 a.C. El alfabeto
fenicio, ideado en los siglos X y IX a.C., se componía solamente de
consonantes. Los griegos añadieron a dicho abecedario las vocales, para las
cuales adoptaron como símbolos los de las consonantes fenicias que en el
lenguaje griego no se correspondían con ningún fonema. En su inicio la
escritura era un bustrofedon, con un renglón de derecha a izquierda y el
siguiente de izquierda a derecha pasando después a trazarse con el sistema
usado en la actualidad.
(del griego , maieuo —ayudar a nacer—) formulando preguntas a su
interlocutor para provocar que él mismo acceda a la verdad. Su doctrina, ya
que de él no se posee ningún escrito, se conoce por ser el personaje principal
de los “Diálogos” de su discípulo Platón (427-347 a.C.).
Es ya en el período clásico, siglos V y IV a.C., cuando se encuentran
testimonios precisos de diversos calendarios griegos. El siglo V a.C. llamado
siglo de Pericles (499-429 a.C.) es la época más brillante ateniense y cuando
Atenas llegó a ser la primera potencia de Grecia.
No obstante, bajo el punto de vista cultural, destacó por encima de todo
la personalidad inigualable del filósofo Aristóteles (384-322 a.C.), preceptor
de Alejandro Magno y sin duda una de las inteligencias más valiosas de la
humanidad. Fundador del Liceo, impartía sus enseñanzas dando paseos con
sus discípulos, a los que se denominó “peripatéticos” (del griego ,
peripatos-paseo). Creador de la Lógica y la Metafísica, su sistema didáctico se
basaba en el silogismo —tres proposiciones: dos premisas y una conclusión.
Abarcó prácticamente todo el saber de su tiempo, siendo sin discusión la
figura científica más importante de la antigüedad.
Destacamos a continuación algunos de los aspectos culturales más
importantes de este siglo.
La arquitectura y la escultura alcanzaron su momento culminante. Se inicia
la Acrópolis donde se construye el Partenón dedicado a la diosa virgen Atenea
—proyectado por los arquitectos Ictinio y Calicatres—, así como el Erecteón,
que contiene el famoso pórtico de las Cariátides, dedicado a Poseidón y
Atenea. El escultor Fidias (490-431 a.C.), gran amigo de Pericles, realiza entre
otras la estatuas de Zeus Olímpico en Olimpia (otra de las siete maravillas del
mundo) y la de Atenea y los frisos del Partenón en Atenas. Herodoto (484425 a.C.) escribe sus famosas “Historias”; Esquilo (525-456 a.C.), Sófocles
(496-406 a.C.) y Eurípides (484-406 a. C.) redactan sus afamadas obras
dramáticas. La filosofía estuvo representada principalmente por Sócrates (470399 a.C.), cuyo sistema de enseñanza era el método denominado “mayéutica”
36
En el siglo IV a.C. la hegemonía de Grecia pasó a depender de Macedonia
cuyo auge se inicia con el reinado de Filipo II (382-336 a. C.), culminado
con su hijo y sucesor en el trono Alejandro Magno (356-323 a.C.) cuyo
inmenso imperio incluyó , entre muchas naciones y regiones antiguas, las
de Frigia, Siria, Egipto, Babilonia, Media y Persia.
De esta IV centuria fue el escultor Praxíteles (390-330 a.C.), autor de la
Afrodita de Cnido, el Apolo Sauróctono y el Hermés con Dionisios niño,
cuya obra ejerció una influencia considerable en los artistas de la época
helenística posterior.
En este período clásico, como se ha dicho anteriormente, existían varios
calendarios, ya que cada república o reino poseía el suyo propio. Sin embargo,
el almanaque más importante fue el ateniense, el cual predominó en el futuro
y del que los demás diferían especialmente en la fecha del comienzo del año
o en el nombre de los meses.
El año oficial ateniense constaba de 12 meses lunares de 30 días, con un
total de 360 días, iniciándose con la primera Luna Nueva después del solsticio
de verano.
37
Para adaptar dicho año lunar con el período sinódico de la Luna de 29
días y medio, se estableció que los 12 meses lunares fueran alternativamente
de 29 y 30 días, con lo que se instituyó un año de 354 días, con un desfase
de 11 días respecto a los 365 del año trópico.
Hacia el año 430 a.C., para armonizar el año lunar con el año solar, el
astrónomo griego Metón de Atenas, deseando establecer un sistema valedero
a largo plazo, concibió un nuevo método de concordancia entre ambos años,
estableciendo un ciclo de 19 años, con 235 lunaciones, con un total
aproximado de 6.940 días, lo que suponían años de 365,26 días, cifra muy
próxima a la del año trópico real aproximado de 365,24 días.
Este ciclo proporcionó además la norma futura para la inserción de los
meses intercalares, y tuvo tanto éxito que fue adoptado, como se ha indicado
anteriormente, en Mesopotamia, así como por el calendario judío.
En el año 260 a.C. se estableció el sistema de contabilizar el tiempo de
acuerdo con las Olimpiadas, que se celebraban en honor de Zeus en la ciudad
de Olimpia cada cuatro años. Habiendo fijado como fecha de la primera
Olimpiada el año 776 a.C., dicho sistema se inició con la 130 Olimpiada
(776-260=576. 576:4=129). (Las Olimpiadas se celebraron hasta el año 393
de nuestra era en que fueron suprimidas).
Hacia el año 150 a.C., el astrónomo griego Hiparco (190-125 a.C.)
perfeccionó el calendario al descubrir la “precesión de los equinoccios”, con
lo cual redujo la duración del año trópico entonces de 365, 25 días a 365,242,
valor casi igual al actual de 365,242199 días. Asimismo calculó el período de
una lunación con una valoración de 29,53058 días, prácticamente idéntico
al actual de 29,53059 días.
38
El año ateniense comenzaba en el novilunio inmediato al solsticio de
verano, hacia mediados del julio actual, con el mes denominado
Hecatombeón (del griego Hekaton, cien y bous, buey), mes en que se
sacrificaban 100 bueyes en honor de Apolo.
Cada mes empezaba con el novilunio y estaba dividido en tres “décadas”
—de principios, de mediados y de finales de mes, tanto como si se tratara de
meses de 30 días (meses “llenos”) o de 29 días (meses “vacíos”).
Los días se iniciaban con la puesta del Sol. El día constaba en un principio
de 24 horas de duración variable, las cuales ulteriormente se dividieron en
60 minutos y éstos en 60 segundos, al aceptarse el modelo de origen caldeo
vigente en Babilonia.
En el año 27 a.C. Grecia pasó a convertirse en una provincia del Imperio
Romano.
Roma. Primeros calendarios
En la prehistoria, durante el período neolítico, Italia estaba habitada,
especialmente en la zona norte en la cuenca del río Po, por un pueblo de
agricultores y ganaderos. Entre los años 2000 y 1000 a.C. invadieron el país
varias tribus de origen indoeuropeo conocidas como “itálicas”, las cuales se
fundieron con la población autóctona y se extendieron por toda la península.
Entre las tribus itálicas, el grupo de los “latinos” se instaló en el valle del río
Tíber en el territorio del Lacio.
Según la leyenda, los hermanos Rómulo y Remo fundaron la ciudad de
Roma en el año 753 a.C. Rómulo se deshizo de su hermano e instauró la
monarquía, proclamándose primer rey de la misma.
El primer calendario romano data al parecer del siglo VIII a.C., durante
el reinado de Rómulo. El año constaba de 304 días agrupados en 10 meses
denominados del modo siguiente: Martius (marzo) de 31 días, dedicado al
dios Marte; Aprilis (abril) de 30 días, dedicado al dios Apolo de sobrenombre
Aperta; Maius (mayo) de 31 días, dedicado a la diosa Maya; Junius (junio),
de 30 días, dedicado a la diosa Juno; Quintilis (quinto mes) de 31 días; Sextilis
(sexto mes) de 30 días; September (septiembre, séptimo mes) de 30 días;
October (octubre, octavo mes) de 31 días; November (noviembre, novenos
mes) de 30 días; y December (diciembre, décimo mes) de 30 días.
Numa Pompilio, segundo rey de Roma, que reinó entre los años 715 a
672 a.C., añadió los meses de Januarius (enero), dedicado al dios de las dos
caras Jano, y Februarius (febrero), dedicado al dios de los muertos Plutón en
su acepción de Februos. Agregó 51 días a la vez que restaba un día a cada
uno de los seis meses de 30 días para destinar los 57 días a repartir entre los
dos nuevos meses. Como resultado quedaron al final 4 meses de 31 días
(Martius, Maius, Quintilis y October), 7 meses de 29 días (Aprilis, Junius,
Sextilis, September, November, December y Januarius), y 1 mes de 28 días
(Februarius), con un año total de 355 días, uno más de la duración del año
lunar de 354 días (29,5x12=354). El haber decidido que el año constaba de
40
41
un día más que el año lunar se debía a que los romanos tenían un temor
supersticioso a los números pares y a que “el número impar gustaba a los
dioses”. La razón de haber dejado a febrero con 28 días era que dicho mes
estaba dedicado al dios infernal.
Tras el tercer rey de Roma Tulio Hostilio, que reinó desde el año 673 al
640 a.C., y del cuarto rey Anco Marcio, cuyo reinado se desarrolló desde el
año 640 al 616 a.C., Roma fue conquistada por los etruscos, pueblo de origen
controvertido posiblemente originario de Frigia en Asia Menor, que se había
instalado en Italia en ambas márgenes de río Arno en el territorio denominado
Etruria —zona aproximada de la actual Toscana. A los etruscos se debe el
primer alfabeto latino proveniente de Grecia.
(de “merces”, salario, por ser la época en que se pagaba el sueldo a los
operarios) de 27 y 28 días respectivamente, lo cual se realizaba entre los días
23 y 24 de febrero, eliminándose los 5 días restantes de dicho mes hasta su
terminación. Esta intercalación suponía que en un período de 4 años se
conseguía un promedio de 366, 25 días por año, un día más que los del año
trópico. (1).
Fue entonces probablemente —año 153 a.C.— cuando se estableció el
orden de los meses del año, iniciándose en el mes de enero, que se mantiene
en la actualidad.
Después del reinado del quinto rey de Roma, desde el año 616 al 579
a.C., Tarquino Priscius, también conocido como Tarquino el Antiguo,
primero de los tres reyes etruscos, y de su sucesor Servio Tulio, que reinó
desde el año 578 al 535 a.C., sexto rey de Roma, el séptimo y último de los
siete primeros reyes romanos Tarquino el Soberbio, habiendo subido al trono
en el año 534 a.C., fue destituido por el pueblo romano en el año 509 a.C.,
estableciéndose la primera república.
El Calendario Republicano Romano.
El denominado Calendario Republicano Romano se supone que tuvo su
base en la reforma introducida por el quinto rey de Roma, Tarquino Priscius,
el cual determinó que el año comenzara con el mes de enero, pero la expulsión
de la dinastía etrusca fue la causa de que dicho cambio fuese abandonado.
Por ello el Calendario Republicano Romano volvió a ser el calendario lunar
establecido por Numa Pompilio con el año iniciándose en el mes de marzo y
un total de días anuales de 355, y por tanto 10,25 días más corto que el año
tropical de 365,25 días.
Para acoplar este calendario con las estaciones climáticas anuales, se decidió
intercalar alternativamente cada dos años un mes designado Mercedonius
42
43
Caesar, 100-44 a.C.) existía una diferencia estacional de 90 días, lo que
suponía que el equinoccio civil difería en tres meses del equinoccio
astronómico, llegándose a celebrar en primavera las fiestas de otoño.
La intercalación estaba a cargo de los pontífices, los cuales constituían un
consejo asesor secreto del superior de los magistrados en sus funciones
religiosas, pero por diversas razones de ignorancia o negligencia dichas
interpolaciones se efectuaban de forma irregular con el consiguiente desorden
oficial estacional.
Dentro de cada mes había tres fechas principales: Kalendae (las Calendas,
primer día del mes); Nonae (las Nonas, día 5 ó 7 según los meses, designada
así por ser el noveno día anterior a los Idus); e Ides (los Idus, día 13 ó 15
según los meses, día medio del mes). De acuerdo con ellas los meses se
dividían en tres partes: De las Calendas a las Nonas; de las Nonas a los Idus;
y de los Idus hasta el final. Estas fechas procedían posiblemente del ciclo
lunar, correspondiendo al novilunio, al cuarto creciente y al plenilunio.
El día se iniciaba a la puesta del sol. Estaba dividido en 13 períodos:
Alborear; Mañana; Hacia el mediodía; Mediodía; Tarde; Anochecer; Noche;
Crepúsculo; Primera antorcha-noche; Noche avanzada; Noche profunda;
Medianoche; y Canto del Gallo; período este último en que se reanudaba el
trabajo.
La división del día en horas fue introducida en Roma en el año 263 a.C.,
verosímilmente a través de los griegos, a imagen de la existente en Babilonia.
(1)
355-5= 350 de los años a intercalar.
Para corregir la discrepancia existente en el año 47 a.C., 707 años desde
la fundación de Roma, Julio Cesar encargó al astrónomo griego de Alejandría
Sosígenes la reforma del calendario civil para ponerlo de acuerdo con las
estaciones climáticas anuales.
Sosígenes expuso la necesidad de abandonar el calendario lunar y
establecer un almanaque basado exclusivamente en las estaciones del año
solar, adoptando un sistema análogo al del calendario egipcio, con un año de
365 días, teniendo en cuenta, además, la duración más exacta de 365,25 del
año trópico entonces aceptada.
Julio Cesar aprobó la recomendación de Sosígenes, con arreglo a la cual
se instituyó un año de 365 días, al que se le añadiría 1 día cada 4 años, que
sería interpolado entre los días 23 y 24 de febrero, con lo que en lo sucesivo
el calendario adoptaría la duración de 365,25 días del año trópico. Como
febrero tenía 28 días, el día 23 era el sexto día antes del primero (las Calendas)
de marzo y por tanto el día intercalado sería el bis-sexto-kalendae, o sea el bissexto antes de las calendas de marzo. De aquí procede el nombre de año
bisiesto al año en que el mes de febrero cuenta con un día más.
Además se varió el número de días de ciertos meses, de modo que los meses
de enero, marzo, mayo, quintilis, septiembre y noviembre tuvieran cada uno
31 días y los demás 30, excepto el mes de febrero que constaría de 29 días en
los años no bisiestos, continuando el año con 365 días.
350+27=377; 350+28=378. 2 años sin intercalación: 2x355=710
710+377+378=1.465 días. 1.465:4=366,25 días
En el año 44 a.C., segundo año del calendario juliano, el Senado romano
dispuso en honor de Julio Cesar cambiar el nombre del mes Quintilis por el
de Julius, actual julio.
El calendario Juliano
Debido al mencionado desorden en las fechas del calendario en las que se
iniciaban las estaciones climáticas, en tiempos de Julio Cesar (Caius Julius
44
No obstante, los pontífices interpretaron de forma incorrecta la adición
del día bis-sexto-kalendae, y en vez de hacerlo cada cuatro años lo hacían
cada tres. Este error se mantuvo durante 36 años en los que se añadieron
45
12 días en lugar de 9. Fue el emperador Octavio Augusto (Caius Julius
Caesar Octavianus Augustus, 63 a.C.-14 d.C.) sobrino nieto y sucesor de
Julio Cesar, el que hizo la corrección correspondiente, omitiendo intercalar
el día bis-sexto-kalendae entre los años 8 a.C. y 4 d.C., con los que el
calendario juliano comenzó a funcionar convenientemente.
En el año 8 a.C., el senado romano, en honor a Octavio Augusto, cambió
el nombre del mes Sextilis por el de Augustus —actual agosto— y, con objeto
de cumplir el deseo del emperador de que dicho mes consta con los mismos
días que el mes de julio, añadió un día al mes de agosto que quedó en 31
días, día que quitó al mes de febrero que quedó en 28 días en los años no
bisiestos, reduciendo además noviembre a 30 días y aumentando diciembre
a 31 días, con lo cual la duración de los meses quedó fijada del modo que
seguimos manteniendo en la actualidad.
El calendario juliano conservó la división de los meses en las tres fracciones
citadas del calendario republicano anterior.
La semana de siete días, cuyo origen como ya se ha dicho se atribuye a los
7 planetas conocidos —en los que estaban incluido el Sol y la Luna—, o bien
a los 7 días de la creación del mundo citados en el Génesis del Antiguo
Testamento, fue adoptada en Roma en el siglo IV de nuestra era por
Constantino I el Grande (285-337 d.C.).
Los nombres de los siete días de la semana estaban establecidos del modo
siguiente: Dies Saturni (dedicado al dios Saturno); Dies Solis (dedicado al Sol);
Dies Lunae (dedicado a la Luna); Dies Martis (dedicado al dios Marte); Dies
Mercurii (dedicado al dios Mercurio); Dies Jovis (dedicado a Júpiter, padre de
los dioses del panteón romano); y Dies Veneris (dedicado a la diosa Venus).
Posteriormente se sustituyó el nombre de Dies Saturni por el de Sabbatum
(sábado) y el de Dies Solis por el de Dominicus (domingo, día del Señor).
El calendario Gregoriano
Cuando Julio Cesar en el año 47 a.C. ordenó la reforma del calendario
romano, la renovación se realizó de modo que el día 25 de marzo coincidiera
con el equinoccio vernal, como ocurría en tiempos de Numa Pompilio.
Sin embargo, como en el Calendario Juliano el año constaba de 365,25
días, su duración era mayor que la del año tropical de 365,242199 días
medios, lo que suponía un error por exceso de 11 minutos y 14 segundos por
año, que en 400 años se elevaría a 3,12 días, es decir a 3 días
aproximadamente . (1)
Aunque Sosígenes y otros astrónomos de la época de Julio César eran
conscientes de esta discrepancia, consideraron que por ser muy pequeña no
valía la pena tenerla en cuenta.
Es en el siglo XVI de nuestra era, en el año 1582 cuando el papa Gregorio
XIII (1502-1585; elegido papa el año 1572) decide subsanar el error existente
mediante la reforma del calendario que lleva su nombre.
En el año 325 d.C., en que se celebró el Concilio de Nicea, el equinoccio
de primavera tuvo lugar el día 21 de marzo. No obstante, debido al error
acumulado, en 1582 el equinoccio acaeció el 11 de marzo.
El papa Gregorio XIII realizó la reforma con el deseo de que el equinoccio
vernal coincidiera con el día 21 de marzo al igual que había sucedido en el
año 325 del Concilio de Nicea, para lo cual era necesario la supresión de 10
días de forma que el día 11 de marzo se transformase en el día 21 de dicho
mes.
(1)365,25-365,2422=0,0078 días. 0,0078x24=0,1872 horas.
En la actualidad la única diferencia existente es que la semana la iniciamos
el Domingo.
0,1872x60=11,232 minutos. 0,232x60=13,92 segundos.
Por tanto el exceso se elevaría a 11 minutos y 14 segundos anuales.
0,0078x400=3,12 días
46
47
La Bula papal salió a la luz en el mes de febrero de 1582, en la cual se
exponía, para lograr los 10 días de adelanto necesarios y además sin alterar el
orden de los días de la semana, que en el mes de octubre de dicho año, el
jueves día 4 fiesta de San Francisco de Asís fuera seguido por un día que se
denominaría viernes 15 de dicho mes, suprimiendo con ello los 10 días
sobrantes.
Así mismo, para evitar que en el futuro el exceso de 3,12 días previsto cada
4 años, se promulgaba que 3 de cada 4 años centenarios no fuesen bisiestos,
para lo cual sólo serían bisiestos los años centenarios divisibles por 400. (Así
los años 1700, 1800, y 1900 no fueron bisiestos y sí el año 2000).
En la actualidad utilizamos el Calendario Gregoriano, en el que se asume
que el año consta de 365,2425 días solares medios (365 días, 5 horas, 49
minutos y 12 segundos) cifra muy próxima a la duración real del año trópico
de 365,242199 días solares medios, aproximadamente 365,2422, por lo que
el Calendario Gregoriano aporta un pequeño error que supone un exceso de
3 días cada 10.000 años (1), lo cual no presenta por el momento ningún
problema.
Por otra parte quizá sería inútil procurar una mayor exactitud, ya que
existen otros dos factores de variación, dependientes de los movimientos de
la Tierra, tales como el movimiento de traslación alrededor del sol causante
de que el año trópico no sea constante, y aunque disminuye muy poco cada
año su acumulación alcanza unos 3 días cada 10.000 años, y el de rotación
de la Tierra sobre su eje que se retrasa por la acción de las mareas, lo que
supone otros 2 dos días cada 10.000 años.
En conjunto, la imperfección del calendarios y los movimientos terrestres
contribuyen a anticipar la fecha del equinoccio en 8 días cada 10.000 años.
(1)365,2425=365+0,25-0,0075=365+1/4- 3/400
365,2422=365,025-0,0078=365+0,25-0,0075-0,0003=365+1/4-3/400-3/10.000
Teniendo en cuenta que en el Calendario Gregoriano se asumen los tres primeros términos del
polinomio, el error por exceso es de 3 días cada 10.000 años.
48
Otros calendarios
Resúmenes
El calendario Judío
El primer calendario judío del que se tiene noticia data probablemente
del siglo X a.C. en la época del rey Salomón. Se trataba de un calendario
lunar de 12 meses dedicado especialmente a la previsión de las labores
agrícolas.
Hoy día el calendario judío tiene carácter lunisolar, con meses lunares y
años solares, basado en el calendario sumerio-babilónico del cual a su vez
adoptaron los nombres de sus meses durante el cautiverio judío en Babilonia
(587-538 a.C.), nombres que continúan utilizando en la actualidad. (Como
se sabe, Nabucodonosor II conquistó Jerusalén en el año 587 a.C., llevando
a los judíos desterrados a Babilonia, donde permanecieron hasta que fueron
liberados por Ciro II el Grande de Persia, el cual tras la toma de Babilonia en
el año 538 a.C. puso fin a la cautividad de los judíos permitiéndoles volver a
Palestina).
El año se inicia, con diversas particularidades, al final de la primera
neomenia o luna nueva —que los judíos designan como Moled— después
del equinoccio de otoño. Contiene 365 días, 5 horas, 55 minutos y 25
segundos, lo cual excede en 6 minutos y 40 segundos al año trópico (365d.,
5h., 48m., 45s.).
La semana de 7 días tuvo en un principio carácter exclusivamente
religioso, basada en el relato del Génesis del Antiguo Testamento en el que
se narra que Dios creó el mundo en 6 días y el séptimo día descansó
(Shabbath, sábado, “reposo”).
El día comienza a la caída del sol, y cuenta con 24 horas.
Conviene destacar el 7º mes del año hebreo, el mes de Nisan, en el cual el
día 14 se realiza la Matanza del Cordero, y el sábado día 15 es la fecha de la
Pascua Judía o Passah.
El actual calendario judío se remonta al año 338 a.C. Su autor el rabí
Samuel consideró el día 7 de octubre de 3.761 a.C. como la fecha en que
tuvo lugar la Creación del Mundo (cuyo año es designado como “Anno
Mundi”), y a partir de dicha fecha decidió el inicio del cómputo de los años
de la Era Judía. (Este número de 3.761 es el que hay que añadir a nuestro
año actual para conocer el año judío).
El calendario está basado en el ciclo metónico griego de 19 años y consta
cada año de 12 meses lunares de 30 y 29 días alternativamente, a los que se
añade un mes más de 29 días en los años 6º, 8º, 9º, 11º, 14º, 17º y 19º de
dicho ciclo.
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51
El calendario Islámico
El actual calendario islámico, utilizado de forma oficial por casi todos los
países de mayoría musulmana, comienza en el año 622 d.C., año inicial de
la Hégira —la era islámica— en el cual Mahoma se trasladó desde la Meca a
Medina.
Aunque existen países de mayoría mahometana que usan a la vez el
calendario islámico y el gregoriano, e incluso alguno de ellos como Turquía
el calendario oficial es el gregoriano, la población musulmana utiliza en
privado el calendario islámico.
Los años del calendario árabe constan de 12 meses lunares, alternativos
de 30 y 29 días, con un total de 354 días anuales. No obstante, en un ciclo
de 30 años, 11 de ellos contienen un día más, es decir 355 días. De todos
modos, la duración de los años lunares islámicos no coinciden con la de
nuestro año trópico.
Los nombres presentes de los meses datan del año 412 d.C., en el cual el
tatarabuelo de Mahoma, Keláb, durante su reinado en Arabia sustituyó las
denominaciones antiguas por las actuales.
Los meses se inician con la Luna Nueva.
Procede destacar el noveno mes del año, el mes Ramadán, mes del ayuno
musulmán, en el que de acuerdo con el Corán sus fieles deben comenzar a
ayunar tras haber visto a ojo desnudo la Luna Nueva.
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De gran consideración, pero celebradas en fechas fijas del Calendario
Gregoriano, son las siguientes: Navidad, 25 de diciembre; Epifanía o
Adoración de los Reyes Magos, 6 de enero; La Asunción de la Virgen, 15 de
agosto; y la Inmaculada Concepción de la Virgen, 8 de diciembre.
Constituyen también fechas señaladas, todas ellas en datas determinadas,
varias dedicadas a la Virgen María, a San José, a los Apóstoles, y a diversos
mártires y otros santos.
El calendario Eclesiástico
La fecha principal del Calendario Eclesiástico es la de la Pascua de
Resurrección, la cual desde el principio del cristianismo se viene celebrando
en domingo —día del Señor. En dicho día culmina la semana anterior —la
Semana Santa— durante la cual el Jueves Santo recuerda la Última Cena en
la que se instituyó la Eucaristía, y el Viernes Santo conmemora la Crucifixión
de Jesucristo ocurrida el día previo al sábado día 15 del mes de Nisan judío,
data principal de la Pascua judía.
La fecha del Domingo de Resurrección varía en nuestro calendario.
Teniendo en cuenta las estipulaciones del Concilio de Nicea (año 325 d.C.),
puede expresarse de forma resumida que la Pascua de Resurrección o Pascua
Florida debe tener lugar en el primer domingo después de la primera Luna
llena posterior al equinoccio de primavera, y su fecha no puede ser anterior
al 22 de marzo ni posterior al 25 de abril.
Otros domingos movibles importantes de la liturgia católica son el
Domingo de Pentecostés —Festividad de la Venida del Espíritu Santo— el
cual debe acaecer el quincuagésimo día después del Domingo de
Resurrección, es decir el 7º domingo posterior; y el Domingo de Ramos,
domingo anterior al de la Pascua Florida.
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Épocas destacadas del Calendario Eclesiástico son: el Adviento, que incluye
los cuatro domingos anteriores al día de Navidad, y con el primero de los
cuales se inicia el año litúrgico; y la Cuaresma, período de 46 días que
comienza el Miércoles de Ceniza y cuyos días finales son los de la Semana
Santa.
El calendario Republicano Francés
El calendario Republicano francés fue adoptado por la Convención
Nacional francesa en el mes de octubre de 1793, la cual decidió además que
el calendario tuviera su origen en el pasado día 22 de septiembre de 1792,
fecha de la proclamación de la República coincidente a su vez con el día del
equinoccio de otoño del tiempo medio de París. En el futuro los años
comenzarían siempre en la mencionada fecha de nuestro 22 de septiembre,
y se designarían con las letras de la numeración romana.
Cada año constaba de 365 días, divididos en 12 meses de 30 días, a los
que se añadían 5 días festivos en los años no bisiestos, que se incluían entre
el 17 y el 22 de septiembre, sumándose un día más en los años bisiestos
dedicado a la Fiesta de la Revolución.
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Los meses se fraccionaban en tres períodos de 10 días, siendo festivo el
último día de cada década. Los días estaban fragmentados en 10 horas, cada
hora en 10 minutos, y cada minuto en 10 segundos. Sin embargo, esta
división decimal de los meses, días, horas y minutos no tuvo buena
aceptación, cayendo pronto en desuso y restituyéndose la utilización de la
semana de 7 días y el cómputo sexagesimal de las horas, minutos y segundos.
Los nombres de los meses y sus duraciones respectivas —se incluyen estos
períodos de acuerdo con el Calendario Gregoriano— fueron los siguientes:
Vendimiario (mes de la vendimia, del 22, 23 ó 24 de septiembre al 22 ó 23
de octubre); Brumario (mes de las brumas, del 22, 23 ó 24 de octubre al 20,
21 ó 22 de noviembre); Frimario (mes del frío, del 21, 22 ó 23 de noviembre
al 20, 21 ó 22 de diciembre); Nivoso (mes de las nieves, del 21, 22 ó 23 de
diciembre al 19, 20 ó 21 de enero); Pluvioso (mes de las lluvias, del 20, 21 ó
22 de enero al 18, 19 ó 20 de febrero); Ventoso (mes de los vientos, del 19,
20 ó 21 de febrero al 20 ó 21 de marzo); Germinal (mes de la germinación,
del 21 ó 22 de marzo al 19 ó 20 de abril); Floreal (mes de las flores, del 20 ó
21 de abril al 19 ó 20 de mayo); Pradial (mes de los prados, del 20 ó 21 de
mayo al 18 ó 19 de junio); Mesidor (mes de la cosecha, del 19 ó 20 de junio
al 18 ó 19 de julio); Termidor (mes del calor, del 19 ó 20 de julio al 17 ó 18
de agosto); Fructidor (mes de los frutos, del 18 ó 19 de agosto al 16 ó 17 de
septiembre).
Como se ha indicado, el año comenzaba al principio de otoño con el
primer día del mes Vendimiario, iniciándose el invierno con el mes Nivoso,
la primavera con el mes Germinal y el verano con el mes Mesidor.
El problema principal del Calendario Republicano radicaba en haberse
establecido de acuerdo con la climatología y consiguiente fitología francesa,
y por tanto, aunque apropiado para uso interno, de difícil aplicación con
carácter universal.
Quizá por ello, en el año 1805, durante el imperio de Napoleón
Bonaparte, el Calendario Republicano fue abandonado, volviéndose a utilizar
a partir del 1 de enero de 1806 el Calendario Gregoriano.
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El calendario Maya
El Calendario Maya primitivo se reglaba, al parecer, por las fases de la
Luna. Posteriormente los mayas establecieron un calendario solar con un año
de 365 días.
Los 365 días del año se distribuían en 18 meses de 20 días cada uno, con
un total del 360 días, y 5 últimos días que eran considerados de presagio
funesto. En el año 249 a.C. los sacerdotes y astrónomos mayas decidieron la
introducción de 1 día cada cuatro años, día que incluían al final de los 5
últimos días citados y que designaban como el 5º repetido. Por tanto, la
cronología de América era análoga a la del Calendario Gregoriano.
Al mismo tiempo, 364 de los días del año estaban agrupados en 28
semanas de 13 días cada una y el año siguiente se iniciaba en el día 365. No
obstante, el transcurso del tiempo de meses y semanas se contabilizaba de
modo independiente.
Como expresa la Enciclopedia Británica, la estructura básica del
Calendario Maya se fundamentaba en un Ciclo Ritual de 260 días —cifra
múltiplo de los 20 llamados días de los meses y los 13 de las semanas— y un
año de 365 días. Los ciclos rituales discurrían a la vez de un largo ciclo
denominado Calendario Redondo de 18.980 días, es decir, de 52 años de
365 días, al final de los cuales un día concreto ocurría en la misma fecha del
año.
El año comenzaba con el solsticio de invierno; cuando la sombra del
gnomon —el estilete del reloj de sol, que también da nombre al propio reloj—
dejaba de aumentar al paso del sol por el meridiano de la zona.
Los mayas discernían las cuatro estaciones anuales y conocían los puntos
equinocciales y los solsticios.
El mes de 20 días, según parece, estaba fraccionado en 4 períodos de 5
días. El día contaba con 16 lapsos de tiempo, siendo los 8 primeros los
comprendidos entre el orto y el ocaso del Sol.
Aunque, en general, los elementos básicos del Calendario Maya no estaban
relacionados con la astronomía, los mayas poseían importantes conocimientos
astronómicos. Se considera que conocían la duración de las revoluciones
alrededor del Sol de los planetas Venus y Marte. Sabían la hora de la aparición
de las Pléyades —grupo de estrellas de la constelación Tauro— en diversos
días, hora que formaba parte de los ritos religiosos. Y en el Código Dresde
citado, se incluyen unas tablas donde se reseñan posibles intervalos de eclipses
de Sol y de la Luna, así como la correlación de 5 revoluciones del planeta
Venus alrededor del Sol con 8 años de 365 días.
“El Ciclo Ritual se utilizaba principalmente como sistema de adivinación.
Ciertos pasajes del Código Dresde, uno de los tres manuscritos mayas que se
conservan, muestran varios Ciclos Rituales divididos en cuatro partes de 65
días (13x5) o en cinco partes de 52 días (13x4). Dichas partes están
subdivididas en series de intervalos irregulares, cada uno de los cuales está
acompañado de jeroglíficos y de una ilustración representativa de una deidad.
Aparentemente, los jeroglíficos comunicaban pronósticos, pero no se sabe
cómo determinaban los mayas dichos vaticinios.”
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59
El calendario Perpetuo
El Calendario Perpetuo que consideramos a continuación consiste en una
tabla que permite conocer el nombre del día de la semana de una fecha
determinada del Calendario Gregoriano, comprendida entre los siglos I y
XXIV de nuestra era.
El Calendario Gregoriano presenta varias desigualdades. Entre otras
podemos citar la división del año en meses de distinta duración, meses que
incluyen diferentes números de días y un número no entero de semanas, el
cambio del nombre del día de la semana en un día de un mes concreto en
años diversos, y la variante cuantía de domingos en el transcurso de los años.
Como es claro, una fecha se compone de los datos siguientes: el siglo, el
año, el mes, el día del mes y el nombre del día de la semana. Conociendo
cuatro de dichos datos puede con relativa facilidad conocerse el quinto.
Para ello se han establecido diferentes tablas sobre el tema.
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La tabla reducida que se presenta pertenece a las “Smithsonian Physical
Tables”, con la cual puede conocerse el día de la semana correspondiente a
una fecha determinada del Calendario Gregoriano englobada entre los siglos
I y XXIV, es decir, desde el año 1 al año 2400.
Forma de utilizar la tabla:
Dada la fecha señalada, siglo, año, mes y día:
1.- En el cuadro superior “Determinación de la letra dominical”, en el
cruce de las líneas vertical del siglo y horizontal del año encontramos la letra
o letras dominicales correspondientes. Estas letras pueden ser A, B, C, D, E,
F o G, y se puede hallar una sola de ellas o un grupo de dos, pero en este caso
sólo una se usará.
2.- En el cuadro inferior “Determinación del día” se busca en la línea
horizontal del mes que se trate la letra dominical averiguada anteriormente,
la cual está en una de las siete columnas existentes.
3.- En la parte baja de este último cuadro, en el cruce de la columna donde
se halla la letra dominical citada con la línea horizontal que contiene el
número dado del día del mes encontramos el nombre del día de la semana
deseado.
Ejemplo.- Deseamos conocer el nombre del día de la semana en que cayó
el 10 de diciembre de 1929.
1.- En el cuadro superior, en el cruce de la columna del siglo XX con la
línea horizontal que contiene el año 29 de dicho siglo, encontramos la letra
dominical F.
2.- En el cuadro inferior, en la línea horizontal del mes de diciembre
hallamos la letra F en la primera columna.
3.- En el cruce de la primera columna con la línea horizontal que contiene
el número 10, se encuentra MARTES, que es el nombre del día de la semana
deseado.
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El calendario Azteca
Cuenta una leyenda mejicana que el principal dios de los aztecas, el dios
Quetzalcóatl (serpiente emplumada), dios del aire y de la vegetación,
descendió a las orillas del río Pánuco y enseñó a sus moradores el arte de la
agricultura y el calendario.
Los meses se subdividían en 4 grupos de 5 días, el último de los cuales se
destinaba al mercado. Los 5 días finales del año —tenían un carácter especial,
que algunos autores consideran como días destinados a sacrificios, mientras
que otros creen que estaban dedicados a la delectación.
El conjunto de 13 días revestía una gran importancia, y cada período de
260 días, o sea 20 veces 13 días, estaba salvaguardado por una deidad
concreta.
No obstante, el Calendario Azteca era muy parecido al Calendario Maya.
En un principio, al igual que los primitivos calendarios mejicanos, fue de
carácter lunar, cambiándose posteriormente, con objeto de adaptarlo a las
necesidades agrícolas, por el calendario solar con un año de 365 días, dividido
en 18 meses de 20 días cada uno, y añadiendo al final del año 5 días extras
denominados, al igual que en el Calendario Maya, “Nemontemis”. (1)
El ciclo de 52 años, análogo al “Calendario Redondo” maya, terminaba
con un año considerado de mal agüero, y al final del mismo se desechaban
todos los utensilios caseros, reemplazándolos por otros nuevos. Así mismo,
los templos eran renovados, y a la media noche se ofrecían sacrificios
humanos.
El nuevo año se celebraba haciendo un nuevo fuego, y cada 8 años de 365
días, se conmemoraba la coincidencia con 5 lapsos de tiempo de 584 días,
número de días de la duración del período sinódico del planeta Venus, es
decir de su alineación con la Tierra y el Sol. (365 x 8 = 584 x 5 = 2.920).
Los aztecas creían en la periódica destrucción y recreación del mundo. La
famosa “Piedra Calendario” o “Piedra del Sol” que se conserva en el Museo
Nacional de Antropología de Méjico, muestra en su panel central las fechas
de cuatro dichos sucesos.
La intercalación del día bisiesto tuvo lugar en el año 1454 de nuestra era,
fecha en que decidieron además iniciar el año el día primero del mes
“Atlacamalco”, que coincidía con nuestro día primero del mes de marzo, año
que terminaba en el mes “Ytcallí”, el cual comenzaba concordando con el día
4 de nuestro mes de febrero y a cuyo final desde el día 24 al 28, ambos
inclusive, se incluían los 5 “Nemontemis”.
(1)La duración de cada uno de los 18 meses del año azteca con relación a nuestros días y meses
actuales era la siguiente:
1er mes: 1-20 MAR.; 2º mes: 21 MAR.- 9 ABR.; 3er mes: 10-29 ABR.; 4º mes: 30 ABR.-19 MAY.;
5º mes: 20 MAY.- 8 JUN.; 6º mes: 9-28 JUN.; 7º mes: 29 JUN. -18 JUL.; 8º mes: 19 JUL. - 7 AGO.; 9º
mes: 8-27 AGO.; 10º mes: 28 AGO. -16 SEP.; 11º mes: 17 SEP. - 6 OCT.; 12º mes: 7-26 OCT.; 13º mes:
27 OCT. - 15 NOV.; 14º mes: 16 NOV.- 5 DIC.; 15º mes: 6-25 DIC.; 16º mes: 26 DIC.-14 ENE.; 17º
mes: 15 ENE.- 3 FEB.; 18º mes: 4-23 FEB.; “Nemontemis”: 24-28 FEB.
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El calendario Chino
Existen ciertos fundamentos sobre la existencia primitiva de un Calendario
Lunar, pero no se poseen datos fehacientes al efecto.
En la actualidad, la República China utiliza para su gestión administrativa
el Calendario Gregoriano. No obstante, para conmemorar las festividades
continúan empleando desde la antigüedad el almanaque tradicional
denominado Yin-Yang Li, que es un calendario Lunar-Solar.
El año 2697 a.C. está considerado como la fecha inicial del Calendario
tradicional chino. Por tanto para conocer el año de dicho calendario en que
se encuentran los chinos basta añadir a dicha cifra la de nuestro año actual.
Los chinos habían fijado probablemente desde tres o cuatro milenios
antes de nuestra era —existen datos concretos del siglo XIV a.C.— la
duración del año en 365,25 días y la de cada lunación en 29,5 días. Los meses
del Yin-Yang Li constaban de 29 y 30 días, iniciándose con cada Luna
Nueva.
Para corregir el desfase entre la duración a un año lunar de 12 lunaciones
y la del año solar cada dos o tres años intercalaban un mes lunar de 29 o 30
días.
Hay constancia de que los chinos utilizaron con más de 100 años de
adelanto el ciclo de 19 años, descubierto a su vez posteriormente en el siglo
V a.C. por el astrónomo griego Metón —ciclo conocido como metónico—
en el que se incluían 235 lunaciones conseguidas mediante la intercalación
de 1 mes lunar en 7 de los citados 19 años (19x12=228; 228+7=235).
66
En el siglo III a.C., este sistema de intercalación cayó en desuso y se
estableció un ciclo meteorológico de 24 puntos, según el cual cada año solar
se iniciaba con el punto denominado “Principio de la Primavera” y terminaba
con el punto 24 llamado “Frío Intenso”. Estos 24 puntos coincidían con 24
puntos separados 15º sobre la circunferencia de la eclíptica (24x15=360).
Considerando que cada mes lunar debía contener 2 de dichos puntos, y
siendo la duración media de cada mes de 29,30 días, se presentaba un desfase
que era preciso corregir de cuando en cuando, lo cual se realizaba
oportunamente en la intercalación de otro mes.
En el Calendario Lunisolar tradicional los meses lunares se nombraban
por sus números ordinales del 1 al 12. Cada mes constaba de tres semanas de
10 días cada una. Los días se denominaban a su vez por su número de orden,
considerándose los días 1,11 y 21 de cada mes como días muy favorables. El
día comenzaba a medianoche y se encontraba dividido en 12 partes de 2 horas
cada una.
El almanaque tradicional chino combina el carácter astronómico con el
astrológico y de hecho se utiliza para establecer el horóscopo de las personas
que se ven influenciadas por el año de su nacimiento, dentro de grupos de
12 años representados por los animales siguientes: La Rata, el Buey, el Tigre,
el Conejo, el Dragón, la Serpiente, el Caballo, el Carnero, el Mono, el Gallo,
el Perro y el Cerdo. El conjunto de estos animales se conoce como el Zodiaco
chino y cada uno de ellos reina durante un año y no vuelve a hacerlo hasta
12 años después.
Una característica del Calendario tradicional chino en su sistema del
cómputo del tiempo basado en ciclos de 60 años. Dichos ciclos se basan en
la combinación de los denominados 10 “troncos celestes” y 12 “ramas
terrestres”. En el año 1984 de nuestra era comenzó el ciclo de 60 años número
78. El comienzo de un nuevo ciclo es ocasión para el mundo de volver a su
virginidad.
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Según ciertos autores, el concepto de los 10 troncos celestes está
relacionado con la evolución de las plantas superiores en 10 períodos que
abarcan desde la germinación de la semilla, pasando por el desarrollo de la
nueva planta, hasta la formación de las nuevas semillas y la hibernación de
las mismas. Por su parte, la noción de las 12 ramas terrestres podía derivarse
de los aproximadamente 12 años de duración (11,86) de la órbita del planeta
Júpiter alrededor del sol.
Los troncos celestes se encuentran divididos en los 5 elementos siguientes:
Madera, Fuego, Tierra, Metal, y Agua, relacionados cada uno con los colores
verde, rojo, marrón, blanco y negro. Los 10 troncos celestes son: Madera
yang, Madera yin, Fuego yang, Fuego yin, Tierra yang, Tierra yin, Metal
yang, Metal yin, Agua yang, Agua yin.
Las ramas terrestres incluyen en los 12 animales del Zodiaco chino, y los
5 elementos de los troncos citados, siendo: Rata madera yang, Buey madera
yin, Tigre fuego yang, Conejo fuego yin, Dragón tierra yang, Serpiente tierra
yin, Caballo tierra yang, Carnero tierra yin, Mono metal yang, Gallo metal
yin, Perro agua yang, y Cerdo agua yin.
Los años de cada ciclo de 60 años combinan dos de los conceptos de cada
uno de los grupos, de forma que los troncos celestes yang se acoplan con
ramas terrestres yang y los troncos celestes yin con ramas terrestres yin.
Los 12 primeros del ciclo (del 1 al 12) incluyen los troncos celestes
Madera, Fuego, Tierra, Metal, Agua y otra vez Madera; los 12 segundos años
(del 13 al 24), Fuego, Tierra, Metal, Agua, Madera, Fuego y otra vez Tierra;
los 12 cuartos años (del 37 al 48) Metal, Agua, Madera, Fuego, Tierra, y otra
vez Metal; y los 12 quintos años (del 49 al 60) Agua, Madera, Fuego, Tierra,
Metal y otra vez Agua. Asimismo en cada uno de los períodos de 12 años,
desde el primero al duodécimo año se incluyen sucesivamente las 12 ramas
terrestres.
La adopción oficial del Calendario Gregoriano tuvo lugar en el año 1912
de nuestra era, y desde dicha fecha el Almanaque Tradicional, Yin-Yang Li,
ha ido perdiendo importancia.
68
Anexo
Conocimiento aproximado durante la noche de la hora, por medio de la
Estrella Kochab, b de la Osa Menor, también denominada Estrella Orológica
Podemos por tanto decir que el Sol o cualquier otra estrella tardan 1.440
minutos en volver a estar situados en el mismo punto de partida.
Partimos de la idea de poder despreciar, por su pequeñez, a lo largo de 1
año, el movimiento circular de los polos de la Tierra, denominado precesión
(26.000 años de duración).
Si asimilamos el tiempo de 365 días con los 1.440 minutos, vemos que si
en 365 días el Sol y cualquier otra estrella recorren 1.440 minutos, en 1 día
recorrerán 1.440:365 3,9 (es decir, 4 minutos, que es lo que sucede en la
realidad). En verano, al igual que en cualquier otra época del año, se puede
ver claramente que el ocaso del Sol ocurre cada día 4 minutos antes.
Considerando en primer lugar el movimiento de traslación de la Tierra
alrededor del Sol, cuya duración es, más o menos, de 1 año o de los 365 días
de que consta aproximadamente, el Sol y cualquier otra estrella volverán al
cabo de 365 días a estar situados en el mismo lugar que estaban al principio.
En otras palabras, podemos decir que el Sol o cualquier otra estrella tardan
365 días en volver al punto en que estaban situados anteriormente.
Considerando en segundo lugar el movimiento de rotación de la Tierra
alrededor del eje que pasa por sus polos, cuya duración es de 24 horas, o lo
que es igual de 24 x 60= 1.440 minutos, el Sol o cualquier otra estrella vuelven
al cabo de 1.440 minutos a estar situados en el mismo punto en que se
encontraban al principio.
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La Osa Menor alberga en la actualidad el polo norte celeste, ya que
coincide prácticamente con la estrella a de la Osa, a la que por ello se le ha
denominado Estrella Polar. Así mismo contiene la estrella b, KOCHAB,
también designada como Estrella Orológica.
Debido a la rotación de la Tierra, aparentemente todas las estrellas giran
alrededor del eje de la Tierra que pasa por sus polos y por la Estrella Polar.
Por ello, a simple vista, nos da la impresión de que todas las estrellas de la
Osa Menor recorren diariamente circunferencias situadas en un mismo plano,
en cuyo centro está situada la Estrella Polar.
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Dibujamos la circunferencia que representa el camino que recorre la
Estrella Orológica, y la dividimos en 24 partes (24 horas).
Teniendo en cuenta el recorrido de 4 minutos diarios de las estrellas, si la
Estrella Orológica está situada al principio de cualquier parte, al cabo de 15
días (60:4=15) habrá alcanzado el principio de la parte siguiente y,
naturalmente, al cabo de un mes (30 días) en el principio de la segunda parte
siguiente.
Ejemplo:
Si el día 1 de agosto, que como sabemos está en el principio de la séptima
parte, encontramos la Estrella Orológica dos partes más alejada, es decir al
comienzo de la novena parte, que coincide con el 1 de septiembre, serán en
ese momento las 2 de la mañana.
Se ha comprobado que el día 1 de mayo, a las 12 de la noche (hora real),
la Estrella Orológica se encuentra situada en el punto más superior de su
circunferencia, (ver figura).
De acuerdo con lo expuesto anteriormente, sabemos donde estará situada
aproximadamente la Estrella Orológica en los distintos meses del año. Así, el
1 de agosto se encontrará en la parte más a la izquierda de la circunferencia,
el 1 de noviembre en la parte más inferior, y el 1 de febrero en la parte más a
la derecha.
Como cada parte de arco situada entre dos de las divisiones realizadas
representa 1 hora, a partir de cualquier día de cualquier mes, viendo donde
se encuentra la Estrella Orológica, de acuerdo más o menos con el arco
recorrido desde el día 1 de dicho mes, añadiendo su valor horario a las 12 de
la noche y restando el valor horario del arco recorrido desde el día 1 al día en
que nos encontremos, sabremos, aproximadamente, la hora del momento en
que estamos.
72
73
Este libro se acabó de imprimir entre Barcelona, Madrid y Bilbao
En el mes de Frimario
con la paciente y generosa colaboración
de Matilde de Fuentes,
Jaime Murube y
José María Díaz de Mendívil
Sin ISBN
con el más Legal de los Propósitos
Rafael de Fuentes Cortés nace en Madrid un 10 de diciembre de 1929,
por tanto, no es casual sino causal la selección de la fecha que aparece en
el ejemplo final del capítulo sobre el Calendario Perpetuo, incluido en esta
edición.
Doctor Ingeniero Agrónomo, fue Jefe de la Sección de Documentación
y Biblioteca del Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias y Secretario
General de Unicef España, actividad ésta que desempeñó durante casi
veinte años de forma desinteresada.
Es además autor y traductor de numerosos artículos y textos
relacionados con la agricultura y la alimentación. En 2004 publica su
primer libro: Flores y Plantas de la Mitología Griega. Editorial Agrícola
Española, S.A.
Entre las inclinaciones de este viajero infatigable de curiosidad
insaciable, podríamos destacar su prolija afición por la lectura y escritura
de poesía, su amor perseverante por el arte y por la Historia, su ávido
interés por la geografía, la flora y la mitología, su terca inclinación a
desvivirse por el prójimo, así como su tendencia ensoñadora a zambullirse
nocturno y alevoso por la bóveda celeste en el estío.
En éste, su segundo libro, el autor nos invita a esclarecer muchos de
los porqués de una singular historia y a recorrer la visión particular que
han tenido del danzar del universo las diferentes civilizaciones que desde
tiempos, no tan remotos, han poblado nuestro pequeño mundo.
Puede que las fechas no sean del todo fortuitas, tal vez algún día, de
cualquiera de los calendarios, la cábala y la matemática lleguen a
corroborar esto que hoy pudiera parecer una soberana tontería. Mientras,
disfrutemos del tiempo, ese devenir incierto e inaprensible, que en su
instante tuvo un principio y en otro tendrá un ineludible final, el nuestro.
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