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Un año de Túnel
Un año, siete ediciones, sensaciones
encontradas. Aún no estamos del todo
conformes porque sabemos que siempre hay
cosas para mejorar y a eso apuntamos.
Si fuera por los elogios, el partido
estaría ganado por goleada. Pero sabemos
que los amigos, mucho más los conocidos y
qué decir de quienes ahora nos descubren,
a veces pueden elogiar por educación, por
reconocimiento al esfuerzo, guardándose lo
que realmente piensan. Lejos de “creérnosla”,
buscamos nuestros puntos débiles, las áreas
de vulnerabilidad, atendemos la crítica y
autocrítica como instrumentos para mejorar.
Integramos un colectivo abierto,
ponemos mucho oído a los comentarios de
quienes nos leen. Nos interesa continuar.
Pretendemos que Túnel siga siendo una
utopía que bregamos por construir en
realidad; sin renunciar a lo hecho, lo mejor
siempre debe estar por venir.
El fútbol es un juego, el fútbol es un
negocio, el fútbol es una cosa seria.
Sí nos interesa el fútbol en tanto juego,
en su aspecto lúdico, estético, formador e
integrador de niños y niñas, adolescentes y
jóvenes.
Nos interesa menos el fútbol como
negocio, como fuente de riqueza y poder. No
nos molesta que otros lo hagan siempre que
no contaminen la belleza y la razón de ser del
juego.
Menos Figueredos y más vocacionales,
menos lucha al todo vale por los derechos
televisivos y más fútbol que exprese el placer
por el juego.
Menos dirigentes y representantes ricos,
poderosos e implacables en sus órdenes y
dictados, mayor respeto al actor que no
es otro que el futbolista, el entrenador, el
canchero, el masajista, el kinesiólogo y el
médico, mayor respeto –en fin– al espectador.
Menos negocios de barras y mayor
participación de genuinos amantes del
deporte.
Eso pretende ser Túnel, de ahí la
quimera de hacer una revista de distribución
gratuita, que haga circular en el mundo
del fútbol las ideas de los especialistas, las
experiencias de los futbolistas, el sentimiento
de los simpatizantes y la rica historia y
tradición del fútbol uruguayo. Una revista de
ideas y sensaciones, de realidades e ilusiones,
de memoria activa, de saber de dónde
venimos en un deporte seña de identidad de
los uruguayos.
Túnel ingresa en una segunda etapa que
buscará consolidar su presencia.
Sin renunciar a la distribución gratuita
intentaremos llegar a más lectores, a más
hogares, sin importar el lugar geográfico
en que se encuentren. Es por eso que
incorporamos un sistema de envíos de
Túnel en formato digital, para todo el país
y el exterior.* Queremos llegar lo más lejos
posible, a todos los rincones de la nación,
a todos los sitios donde uruguayos –y
muchos que no lo son– siguen de cerca los
vaivenes de nuestro fútbol y su sorprendente
protagonismo internacional.
* Versión digital de la revista en
www.tunel.com.uy
túnel NOV- DIC 2015
Dónde se consigue o lee la revista Túnel
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Gol al futuro Estadio Centenario, Sala Franzini Museo del Fútbol Estadio Centenario Socio Espectacular 18 de
Julio 1618 y Carlos Roxlo Gussi Libros Yaro 1119 y Durazno Libros de la Arena Benito Blanco 962 y Avenida Brasil El
Yelmo de Mambrino Gutiérrez Ruiz 1156 y Maldonado Librería Las Hortensias Chucarro y Massini Libros Libros Br.
Artigas 1825, Tres Cruces Librería Papacito 18 de Julio 1409 frente a la Intendencia Librería Papacito 18 de Julio 888
y Convención Librería La Lupa Bacacay y Buenos Aires Librería Lautréamont Maldonado y Pablo de María Pocitos
Libros Avenida Brasil 2561 Librería Luzgala Avenida Lezica, Colón Librería Purpúrea Plaza del Entrevero, 18 de Julio
y J. Herrera y Obes Librería Abrazo Gral. Flores 272 local 2, Colonia del Sacramento Librería Babilonia Tristán Narvaja
1591/1601 y Mercedes Nueva Galería Libros Tristán Narvaja 1536 y Colonia Byblosur Libros Magallanes 922 Librería
Martín Fierro Atlántida Librería Ganesha Ciudad de Canelones Pompona Libros José Enrique Rodó 280, Ciudad de
Canelones Librería ABC Independencia 802, Florida Librería La Canasta Sarandí 644, San José Maca libros Ciudad
de Durazno Centro Cultural de España Rincón 629 Centro Cultural Florencio Sánchez Grecia 3281, Cerro Biblioteca
Alfredo Zitarrosa Ciudad del Plata Km 29.500 Av. Penino Ariel García Ramón Bergalli 485 A.4 Maldonado Biblioteca
Club Banco Hipotecario Colonia 2189 y Alejandro Beisso AEBU Camacuá 575 y Reconquista Restorán y Parrillada Lo
de Silverio Rossell y Rius 1651 y 4 de Julio Cerveza Mastra Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra Palacio del
Café Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra Bar Andorra Canelones 1302 y Aquiles Lanza Casa de comidas
Ginebra Piedras 511, Ciudad Vieja Silex Ciudad Vieja, Buenos Aires e Ituzaingó Bar de Vida Agraciada 3889/97 y
Ángel Salvo, Paso Molino Bar Palacio Garibaldi y Tuyutí Rotisería 2 Acordes Giannattasio y Becú, Lagomar Restorán
El Figón, La Floresta Pizzería y Parrilla El Luichi, Gaboto 1300 y Charrúa Cafetería del Teatro Politeama Tomás
Berreta 310, Ciudad de Canelones Bar Las Flores Bulevar España 2051 y Blanes Club Tito Borja Cerro Club Esparta
Colonia Valdense AlPecho Remeras y Margass Galería del Virrey, 18 de Julio y Quijano Peluquería Dawer Orinoco
y Amazonas Peluquería Mauro, Francisco Canaro y Mario Cassinoni Centenario Fútbol 5 Luis Alberto de Herrera y
8 de Octubre, La Blanqueda Paquín Bulevar España y Benito Blanco Quiosco Galicia 1146 esquina Ejido Estación
Petrobras Ellauri y Gabriel Pereira Helvecia Libros Café Luis A. de Herrera 1020 Nueva Helvecia
Se distribuye además a los integrantes de los cuerpos técnicos de los clubes afiliados a la AUF, al cuerpo técnico
de la selección nacional en todas sus categorías, a los docentes de los cursos de entrenadores del ISEF y de la
ACJ, al departamento técnico de OFI, a la Facultad de Comunicación de Udelar y en la Tecnicatura de Gestión en
Instituciones Deportivas de la Facultad de la Cultura del CLAEH.
publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo
NOVIEMBRE / DICIEMBRE 2015_edición_07 - issn 2393-5995
Permiso del MEC en trámite
www.tunel.com.uy - [email protected]
tuneluy @tuneluy
Dirección responsable: Diego Graziosi
Coordinación general: Pedro Cribari
Edición: Marcel Lhermitte
Escriben: Ignacio Alcuri, Juan Aldecoa, Daniel
Baldi, Mauricio Bruno, Agustín Lucas, Mateo
Magnone, Emilio Martínez Muracciole, Fermín
Méndez, Luis Morales, Martín Otheguy, Mauricio
Pérez, Patricia Pujol, Carla Rizzotto
Fotografía: Andrés Cribari, Mabel Facal, Raúl
Fontana, Fede Gil, Leonidas Martínez
Ilustraciones: Rodrigo López, Fernando Ramos,
Walter Tabárez
Diseño: Andrés Cribari, Rodrigo López
Corrección: Stella Forner
Sitio web: Pablo Scartaccini
Se utilizaron las tipografías Chau Trouville,
de Vicente Lamónaca; Rambla, de Martín
Sommaruga; y Adobe Garamond Pro
Foto de tapa: Leonidas Martínez
Contacto: [email protected]
Impreso en Gráfica Mosca
Depósito legal 368.357
SÍ, LA VERDAD QUE SÍ
Jugador libre
El de hoy no será un día cualquiera para
Waldemar Pérez, ya que luego de pasar
meses en cautiverio dentro de un equipo
italiano de segunda división, será puesto
en libertad. La decisión de devolverlo a
su hábitat natural partió de los dirigentes
del club, siguiendo la tendencia de no
quedarse con especímenes que no logran
aclimatarse y sufren pese a las atenciones de
los cuidadores.
Waldemar había sido encontrado
por los cazadores cuando todavía era
un cachorro, por destacarse entre otros
miembros de su especie. Utilizaron euros
como cebo y al otro día lo embarcaron para
ser exhibido como una rareza del otro lado
del mundo.
Jamás le faltó comida ni atenciones,
y hasta intentaron cruzarlo para que
sobrellevara mejor el cambio de ambiente,
pero él notaba la diferencia entre aquellas
praderas irregulares en las que se movía
a sus anchas, y estos campos de verde
uniforme donde solamente podía correr
por el segmento que su entrenador le
permitiera, so pena de castigos económicos
o la suspensión total de las idas al campo.
Los nervios de esta situación
comenzaron a afectarlo y se volvió menos
atractivo de ver que otros ejemplares que
eran mejores obedeciendo órdenes. El
público sufría cada vez que lo veía correr
y varios se organizaron en una campaña
cuyo objetivo era devolverlo al lugar de
donde había venido. Una manifestación en
la puerta de la institución incluía pancartas
con mensajes como “¡Desháganse de él ya
mismo!” y “Me duele verlo dentro de la
cancha”, lo que apresuró una asamblea del
club para decidir su futuro.
La única forma de parar el escándalo
era dejarlo en libertad, así que los mismos
dirigentes que unos meses antes lo habían
atrapado, fueron con él hasta su tierra,
haciendo del viaje un evento del que
sacaron rédito político.
Cuando Waldemar bajó del vehículo
con vidrios ahumados sintió la tierra
debajo de las suelas y vio a lo lejos a otros
como él, aunque con pelajes en peor
estado y un porcentaje mayor de grasa
abdominal.
“Vete, vete”, le dijo uno de los
dirigentes y él caminó despacio hasta
donde estaban los demás, dándose
vuelta cada pocos pasos para relojear
la camioneta, que terminó partiendo a
gran velocidad. Los otros futbolistas se
acercaron con cautela, oliendo su perfume
importado y la enorme caravana que lo
identificaba como ejemplar que había
cruzado el océano.
El desprecio fue inmediato. Después
de un saludo cortés volvieron a pelearse por
un balón, mientras Waldemar descubría en
lo más hondo de su corazón que aquella
libertad no era algo tan lindo, después de
todo.
_Ignacio Alcuri
Historias de fútbol, historias de vida.
En librerías.
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Riolfo y De los Santos: recuperarse afuera de las canchas
Cracks
túnel NOV- DIC 2015
Suena, dentro, un ruido seco. Un ruido sordo que genera sospechas. Crack. Algo pasó. Algo cambió las
cosas. Hace unos minutos se preparaban para entrar, trataban de concentrarse en lo que tenían que
hacer. El cuerpo está caliente y no se siente dolor. No lo sentirán hasta después, cuando aparezca la
hinchazón producto del derrame y la cosa se ponga más jodida. En la cabeza dan vueltas miles de
ideas. Se siente impotencia, se siente bronca, se siente algo amargo parecido a la injusticia. Romperse
es una de las situaciones más desafortunadas para un futbolista. Romperse es parar para recuperarse,
y romperse es tener que armarse para volver. Volver será el objetivo y mientras eso no sucede,
transcurre un período de paciencia, rebeldía y trabajo.
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En eso se parecen mucho Diego Riolfo y
Guillermo de los Santos. Se encuentran,
se saludan y se intercambian el número
de celular. Los dos sufrieron una lesión en
un partido de fútbol y los dos caminan
con alguna dificultad. Los dos entraron en
boxes, y preparan, a su ritmo, la vuelta a
la pista.
Guillermo, que apenas ha pasado
un mes de período post operatorio, lleva
puesta, debajo del jean, una venda que le
ajusta la rodilla. La inseguridad se siente
aún y le da temor de que algo más ocurra.
Falta tiempo para que vuelva a entrenar
con sus compañeros y eso no colabora en
el ánimo, pero focalizar en mejorar pronto
es lo importante ahora.
Diego ya termina su período de
recuperación. No fue fácil el proceso
aunque lo llevó con mucho optimismo.
De tanta información que consiguió
sobre la rotura del ligamento cruzado
de rodilla, conoce detalles que nunca
imaginó. “Es una lesión que sucede, en
la mayoría de los casos, por una mala
rotación de la rodilla”, dice.
Guillermo
Nos sentamos a charlar en un bar cerca
del Estadio Franzini. Pasan hinchas
gritando; lo saludan. Él levanta la
mano, devolviendo el gesto. Mientras
conversamos, se vive en el Parque Rodó
la previa del partido que jugó Defensor
contra Huracán de Argentina, con la
ilusión de conseguir el pase a la semifinal
de la Copa Sudamericana. Aún no
sabemos que no lo conseguirá, y se vive
el bullicio, la esperanza, el nerviosismo.
Aun así, Guillermo habla pausado. Deja
el celular sobre la mesa. Su padre, que lo
acompaña, se sienta a su lado. Guillermo
tiene 24 años y en la Violeta usa el 2 en la
espalda.
El 27 de setiembre, en el partido
que jugó Defensor contra Villa Teresa,
Guillermo se rompió. “Fue una jugada
muy tonta: voy a pisar para ir al lado
izquierdo y siento que se me va la rodilla.
Siento un ruido. Un crack. He tenido
lesiones en el ligamento interno y tengo la
sensación de cómo es, pero esa sensación
era nueva, nunca la había tenido. Sentí un
ruido atrás. Me fui a levantar y no pude, y
ahí me di cuenta de que algo estaba mal;
que algo se había roto y enseguida se me
vino a la cabeza la rotura de los cruzados.
Los doctores querían minimizar la
situación porque yo estaba conmocionado,
caliente por la lesión, pero al otro día
me hicieron la resonancia y me dieron
el resultado: era. Y parte del menisco
externo. Me fui para casa después de la
lesión. Sentí dolor después de que me
enfrié porque no podía estirar la pierna
y eso es un dolor inmenso. Se me quedó
trancada la rodilla. La pelota se iba para
afuera y en el juego no tenía trascendencia
mi movimiento. Fue una jugada pava por
eso. En frío, pensé que podría haber hecho
otra cosa, pero las cosas pasan y hay que
asumirlas.
Al otro día me hicieron la resonancia.
Mi madre trabaja en Impasa y se quedó
esperando el resultado. Yo volví a casa. Me
llamó al mediodía el doctor diciéndome
el diagnóstico y me recomendó hablar
en la semana con el doctor Voituret para
la operación. Ahí se me vino todo abajo.
Es la lesión y el momento que estaba
pasando, uno de los mejores de mi carrera,
y el tiempo que lleva recuperarse. Me
dijeron de seis a siete meses, eso varía
dependiendo del organismo del jugador.
Llevo ya tres semanas y voy tachando los
días. [Bromea haciendo cruces en el aire]”.
Antes de la operación, Guillermo
pasaba un buen momento. “En esta etapa
de Defensor, llegué muy maduro con
la experiencia que tuve en Cerro, en la
selección uruguaya y en Nacional. Estos
dos meses tuve la virtud de la velocidad
y podía cubrir al lateral y al compañero
de zaga. Y el anticipo, creo que el juego
fuerte me ha caracterizado. Firmé un año
de contrato. Tenía una cláusula que si salía
una posibilidad a fin de año, me iba, pero
ahora a recuperarme y pensar en el año
que viene”.
Diego
Llega y se para en la puerta. Mira. Espera.
Diego sabe que es un jugador “chiquito”
y que su velocidad en la cancha maravilla
a unos cuantos. Es su don y su arma.
Tiene 25 años y empezó a jugar al fútbol
a los 18. Le faltan cuatro materias para
terminar la carrera de economista y, como
un mantra, repite: “En julio del año que
viene me recibo”. Cinco meses atrás sufrió
una lesión en la rodilla. Y reconoce que, si
Diego Riolfo: “No hay
información sobre las
lesiones. […] No sabemos
cómo se generan o cómo
se recupera. El jugador
se enfrenta a eso cuando
se lesiona. Aprendés a
cuidarte y cambiar tus
hábitos de alimentación y
de entrenamiento. Quizás, si
no hubiese tenido la lesión,
llevaba una vida no tan sana.
Estoy aprovechando esto
para cambiar mi vida y guiar
el deporte de mejor manera”.
bien hoy su vida está acondicionada para
el fútbol, eso estaba fuera de los planes.
En el bohemio usa la camiseta 14.
El 17 de mayo, en el partido entre
Wanderers y Juventud de las Piedras,
Diego se rompió. “A los diez minutos
de partido. [Sacude la cabeza, como
quien no lo cree]. Habíamos quedado
eliminados de la Copa Libertadores el
viernes anterior; perdimos con Racing.
Era el siguiente partido y veníamos
con un bajón anímico importante.
Habíamos quedado afuera por poquito.
Alfredo Arias, el DT, preguntó a los
jugadores que disputamos ese partido
si estábamos con la cabeza para jugar.
Algunos dijeron que no querían y otros
dijimos que sí. En los primeros minutos,
yo no estaba metido. No había tenido
en cuenta la importancia del partido
para el fútbol local y fue una jugada
que me agarró sorprendido. Recibí una
pelota de espalda y cuando fui a girar,
me metieron el cuerpo. Me agarraron
flojo, apoyé la pierna para adentro del
centro de gravedad del cuerpo y la
rodilla se me fue. Me hizo un ruido.
Por más que no sentí un dolor extremo,
ese ruido fue como de que se rompió
algo, una cuerda. Me asusté y me quedé
quieto. Salí caminando. El médico me
preguntó si podía seguir, le dije que me
había asustado y me fui al vestuario.
A los veinte minutos ya se me había
hinchado la rodilla y no podía caminar.
Fue complicado porque me la vi venir,
sabía que había pasado algo fuerte. A
Diego Riolfo y Guillermo de los Santos sufrieron lesiones severas que los radiaron durante extensos períodos
de las canchas. (Foto: Andrés Cribari)
los dos días me hicieron la resonancia
y se confirmó la rotura del ligamento
cruzado. El médico me vio y me planteó la
operación.
Hay varios tipos de lesión: por giros
para adentro, giros para afuera, por saltos
fuertes. Me fueron explicando sobre estos
temas, porque tu vida se ve afectada por
la lesión y uno se empieza a interiorizar.
Mi vida cambió por esto. Por suerte, fue
todo bastante rápido. A los ocho días me
operaron. Empecé con muletas para poder
caminar. Llegar a casa es lo doloroso. Ya no
están los médicos para pasarte calmantes
ni para ayudarte a mover. El primer mes es
muy duro por el aspecto mental, porque
te ves inválido, como dependiente de
otras personas. Ese es el momento más
complicado.
Me operó el doctor Alfredo Rienzi, y
me dijo que en dos semanas ya me daría
el alta. He dedicado mucho tiempo a esta
recuperación. Yo no usé ni venda ni férula.
Las primeras veces que apoyé la pierna
me sentí un poco inestable e inseguro,
pero fui agarrando confianza de a poco.
Desde el primer día hice muchos ejercicios
isométricos con pierna estirada, ejercicios
de presión para que la rodilla no quede
en curva. Compré un electro estimulador
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túnel NOV- DIC 2015
Riolfo está concluyendo el período de una recuperación que no fue fácil pero que sobrellevó
con mucho optimismo. (Foto: AC)
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para el músculo, porque me pasaba
acostado. Sirve para no perder tanta masa
muscular porque el cuádriceps del jugador
desaparece. Podría volver a jugar antes de
los seis meses, que es lo usual”.
En la primera etapa de recuperación,
Diego perdió la posibilidad de
entrenar con sus compañeros, de seguir
formándose, profundizando en su
desarrollo.
“Hasta los tres meses de recuperación
estuve sin tener contacto formal con el
equipo. El club me dio libertad para que
me operara con el médico que yo quería y
sólo me volvieron a aclarar que hasta que
no pasaran los tres meses no podía correr.
Sólo podía hacer hidroterapia y ejercicios.
Hay mucha confianza del club conmigo
y mía con el club, que hizo que esté
recuperándome en menos tiempo. Ahora
ya empecé la etapa física y me incorporé al
equipo en el Viera”.
Antes de la lesión, Diego pasaba un
buen momento. “Tengo contrato hasta
diciembre de 2016 y tuve una posibilidad
de irme al exterior antes de la lesión. Otra
vez había generado muchas expectativas
para poder salir al exterior. A lo largo de mi
carrera me han pasado estas cosas que, de
alguna manera, me han hecho más fuerte.
Me gustaría jugar en Brasil o en México
porque el fútbol de ahí me interesa”.
Guillermo y Diego
Ninguno de los dos debutó en lesiones
con esta de ahora. Sin embargo, reconocen
que no estaban preparados para un corte
brusco en sus carreras. Diego dice que los
jugadores no tienen información suficiente
sobre las lesiones ni tampoco cree que haya
mucho interés en conocer más. Guillermo
dice que él había ya jugado con lesiones
leves, pero que esta es la más grave que ha
soportado.
“No hay información sobre las
lesiones y no hay interés en saber. Se
hacen ejercicios de prevención para no
lesionarse y aprender cosas de otros países.
Los saltos, los excesos de entrenamiento o
forzar la rodilla son algunas de las formas
en que los jugadores se lesionan. Pero no
tenemos información. No sabemos cómo se
generan o cómo se recupera. El jugador se
enfrenta a eso cuando se lesiona. Aprendés
Una perla
La charla sigue y hablamos de su rapidez, de los jugadores contemporáneos, de lo que
sueña en el fútbol. Diego hace una pausa, porque no se anima a decir lo que va a decir. “Si
te digo que me gusta Messi sería como un niño. Pero yo trato de imitarlo y me doy cuenta
de la complejidad de lo que él hace. Por eso lo admiro mucho, porque intento hacer lo
que hace ya que soy chiquito, pero él frena y arranca, frena y arranca, y eso me genera
admiración. También define contra el palo y eso es admirable”.
a cuidarte y cambiar tus hábitos de
alimentación y de entrenamiento. Quizás,
si no hubiese tenido la lesión, llevaba una
vida no tan sana. Estoy aprovechando esto
para cambiar mi vida y guiar el deporte de
mejor manera”, cuenta Diego.
Para Guillermo también se trata de
una experiencia que lo tomó por sorpresa.
Se va enterando a medida que pasa el
tiempo y va consultando a los médicos
cómo seguir. “Este primer mes, me dijeron
que tratara de caminar lo mejor posible.
Todavía me duele un poquito. Ahora tengo
la rodilla vendada porque me da firmeza.
Si me saco la venda me da impresión
de que me queda la rodilla suelta. Es el
miedo. He jugado con esguince de tobillo
y de ligamento interno en la rodilla, pero
lesiones graves es la primera”.
En otras cosas, no se parecen. Diego
no empezó jugando en las inferiores, como
sí cuenta Guillermo.
“Comencé a jugar en la escuelita
de Juan Jacinto Rodríguez, a los cuatro
años, en Cerro. A los seis, empecé en
Cerromar, un cuadro de baby fútbol.
Estuve un año yendo a la escuelita de
Defensor. Luego dejé y seguí en baby.
Cuando tenía diez años, me llamaron
de Cerro. Hice todas las inferiores.
Con diecinueve años me subieron a
primera. El 15 de febrero cumplí veinte
años, y cinco días después debuté
contra Defensor en el Tróccoli”. En
2011, Guillermo se puso la celeste en el
Mundial Sub 20 en Colombia y en los
Juegos Panamericanos de Guadalajara.
“Defender a la celeste, en cualquier
división, es lo más lindo que le puede
pasar a un jugador. Yo había dicho que lo
más lindo que te podía pasar era escuchar
el Himno dentro de una cancha de
fútbol. Me marcó mucho para mi carrera.
Después, en junio de 2013, me fui a
préstamo a Nacional por un año. Estuve
los primeros seis meses, me fue muy
bien, pero no pudimos salir campeones.
El técnico era el Vasco Arruabarrena. En
el segundo semestre, ya no me fue tan
bien. Vino [Gerardo] Pelusso y alternaba,
no era siempre titular. No era un buen
momento de Nacional. Veníamos
perdiendo muchos partidos. Fue uno
de los peores desempeños en la Copa
Libertadores. Ahí empecé a trastabillar
en mi carrera. Vino Álvaro [Gutiérrez],
se me venció el préstamo pero renové
por un año más y también jugué poco. Si
bien por razones extra profesionales había
bajado mi rendimiento, había jugado
poco”.
Diego cuenta otra forma de
transcurrir de su carrera. “Mi amigo,
el que me llevó a entrenar a Central
Español cuando tenía dieciocho años, no
siguió jugando. Es el preparador físico
de Rentistas, Matías Filippini [se ríe].
Terminé el liceo y me quedó el verano
libre, entonces me sumé a entrenar con él
en la pretemporada. Ya jugaba en la Liga
Universitaria. Estuve dos meses haciendo
pretemporada y no me ficharon. Como yo
arrancaba la Facultad de Economía, hablé
con el director técnico que era Fernando
Helo y me dijo que le gustaba mi forma
de juego pero que le costaba insertarme
porque tenía ya armado un equipo. Seguí
entrenando y haciendo la facultad. Tenía
la incertidumbre de si me iban a fichar o
no. Estuve dos años en Central cuando me
ficharon en cuarta. Después me subieron
a primera. Nunca pensé en dedicarme al
fútbol. Mi vida estuvo muy centrada en el
estudio, mis padres me hicieron hincapié
en que fuera un profesional y viviera de
eso. No tuve necesidad de salir a trabajar
desde chico. El fútbol fue algo de prueba y
de hobbie, pero al final, de rebote, terminé
jugando”.
Para contar cómo fue su primer
partido, Diego se entusiasma. Sonríe
y recuerda. “De Central me quedó un
sentimiento lindo porque es un club
que reúne gente muy bien. Fueron mis
primeros años en primera. Mi debut fue
en el Parque Palermo contra Cerro. Entré
faltando cinco minutos para terminar
el partido. Me tocó entrar de puntero
derecho, por el lado de la tribuna de la
hinchada de Cerro. Me decían cualquier
cosa. No estaba acostumbrado a que me
gritaran. Nunca me había pasado algo
igual. Entré con el partido empatado y
estaba nervioso, la pelota me rebotaba
en los pies. Fue una sensación rara y algo
soñado para mí. El paso a Wanderers
fue muy curioso, porque yo estaba con
Central en la B y jugamos un partido
amistoso en el Parque Viera. Alfredo Arias
era el director técnico. Ese día, yo jugué
Guillermo de los Santos:
Cuando se confirmó la
rotura de ligamentos
cruzados “se me vino
todo abajo. Es la lesión y
el momento que estaba
pasando, uno de los
mejores de mi carrera,
y el tiempo que lleva
recuperarse. Me dijeron
de seis a siete meses, eso
varía dependiendo del
organismo del jugador.
Llevo ya tres semanas y
voy tachando los días”.
inspirado, hice tres goles, asistencias,
todo. El técnico preguntó por mí y se
hicieron los contactos entre los clubes.
Wanderers puso un dinero para comprar
mi ficha. El primer partido en Wanderers
fue contra Cerro, también. Fue en un
segundo tiempo y estuvo lindo porque
estaba suelto, con más confianza. Estaban
el Tony Pacheco y el Chapa Blanco.
Después me fui un año a España. Viví
solo unas semanas hasta que viajó mi madre
y después mi novia, que vivió conmigo un
año. A los dos meses me junté con Andrés
Lamas que se había lesionado la rodilla y se
estaba recuperando. Él me hizo adaptarme
muy rápido.
Al principio, me fue muy bien hasta
que tuve un esguince de tobillo y ya no
pude agarrar continuidad. Entraba y salía,
entonces después de catorce partidos de la
Copa del Rey preferí volver a Wanderers
para tener continuidad jugando. Cuando
volví de España fue mi mejor año en
Uruguay. Me tocó una etapa con Alfredo
[Arias], el año que salimos campeones
me usaban como jugador número 12,
era el primer cambio del partido y me
ponían para que lo cambiara. Y a mí me
disgustaba porque yo sentía que hacía
méritos para jugar de titular pero el equipo
ganaba y la base titular se mantenía.
Después de que salimos campeones con
Wanderers es que jugué de titular muchos
más partidos”.
Para Guillermo, llegar a Defensor
también tuvo que ver con buscar una
continuidad de juego.
“Me llamó mi representante y me
dijo que estaba la posibilidad de Defensor
y a los dos días ya estaba el contrato.
Jugué muy poco en el campeonato pasado
y quería tratar de jugar la mayor cantidad
de veces posibles en este. Defensor tiene
los mismos objetivos que Peñarol y
Nacional, es otro grande del país. Fue el
último equipo uruguayo en entrar entre
los cuatro mejores clubes de América
en la Libertadores, y eso fue lo que me
motivó para venir a Defensor. Tuve la
suerte de debutar contra Bolívar en
Montevideo y el segundo partido fue en
La Paz, fue muy duro y pudimos sacarlo
adelante. Nunca había jugado en La Paz.
El cuerpo técnico me dio la confianza y,
más que nada, mis compañeros, que me
hicieron sentir como en casa. Estas cosas
me hicieron rendir y disfrutar los partidos
que jugué”.
La presión
Sigue la charla y aparece la palabra
“presión”. La presión por el buen
rendimiento, la hinchada, el club,
los contratos, los posibles pases, la
continuidad; aspectos que los jugadores
sienten y viven. Diego destaca que cuando
se abre el período de pases, a veces se
• 2 canchas cerradas de césped artificial
• Salón con parrillero para cumpleaños y reuniones
• Escuela de fútbol para niños
• Gimnasio: clases de Karate, Zumba, Pilates
y Entrenamiento Funcional
Luis A. de Herrera 2581 esquina 8 de octubre
Tel: 24801733
centenariofútbolcinco
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De los Santos había tenido algunas lesiones leves, pero la que padeció en el partido contra Villa Teresa
es la más grave que le ha sucedido. (Foto: AC)
pasa mal. Que la espera se hace tediosa,
que la paciencia tiene que aparecer y que
muchas veces la calma no llega porque los
periodistas y los conocidos preguntan todo
el tiempo: “¿Y? ¿Te salió el pase al grande?”.
Guillermo, que también reconoce
esos condimentos, contó lo que sintió
cuando llegó a Nacional. “Es un club que
cuando llegás te tira la historia arriba,
ha ganado muchas cosas a nivel local
e internacional. La gente también lo
siente así y tiene la necesidad de ganar
todos los partidos y los campeonatos
que juega. He tenido la primera etapa
en la que me fue bien y esa presión fue
favorable, pero cuando empezamos a
Dos valores
túnel NOV- DIC 2015
En la conversación aparece Ainara. Según Guillermo, es el partido más difícil. “Peor que
jugar en La Paz”, dice y se ríe. Es su hija de tres años. “Estoy disfrutándola porque es lo
más lindo que tengo en este momento. Tengo más tiempo con ella por el tema de la lesión.
Esta profesión es muy privilegiada porque si no tenés doble competencia entrenás de
mañana y tenés toda la tarde libre para estar con tu familia. Yo uso ese tiempo para estar
con ella”, cuenta.
Sobre sus referentes, dice: “Mis referentes en el fútbol ahora son Godín y Piqué. En la
vida es mi padre [Daniel De los Santos. Jugó de 5 en Cerro desde el 1985 al 1996], que me
dio herramientas desde chico para manejar en la cancha y en la vida. Hoy me da la tranquilidad para seguir adelante”, dice Guillermo y lo mira, por primera vez durante toda la
charla, lo mira.
8
perder partidos se hizo muy cuesta
arriba, porque la gente es muy exigente
y a veces no te salen las cosas y tratás
de remediarlas lo mejor posible y es
peor. La presión se hace mayor. Pensé
en dejar el fútbol. Lo he hablado con
mis compañeros de Defensor. Lo
que yo vivía en mi casa era muy feo,
entonces lo que me hacía despejarme
era el fútbol. En el tiempo que estuve
en Cerro y en Nacional, lo primero que
me despejaba era el fútbol. Salía de mi
casa y podía estar entrenando tres o
cuatro horas y me olvidaba de lo que
pasaba. Cuando empezamos a perder
partidos, la gente no estaba conforme
con mi rendimiento. Es normal, porque
el hincha siempre quiere que estés al
cien por ciento, y a veces los periodistas
se piensan que podemos estar al cien
por ciento, pero no es así, porque fuera
de la cancha somos seres humanos y
nos afectan las cosas que nos pasan. Yo
estaba pasando por el peor momento de
mi vida y lo que era mi escape tampoco
estaba siendo disfrutable porque el
ambiente no era el mejor. Lo que era mi
escape me estaba dando más problemas,
entonces me costaba levantarme para ir
a entrenar. Marcela, quien era mi esposa
en ese entonces, me decía que tenía que
ir a entrenar, que me levantara. Y uno
la veía con la enfermedad que tenía
y que te diga esas cosas y te dé para
adelante, era lo que me daba las fuerzas
para ir a entrenar aunque no estaba
disfrutando. Traté de dejar varias veces
pero gracias a ella no dejé. Hoy le estoy
agradecido porque me hizo llegar hasta
esta instancia donde sí estoy disfrutando
y es de las cosas más lindas que me está
pasando en este momento”.
Diego y Guillermo atraviesan
distintas etapas de su recuperación.
Pasaron momentos jodidos pero ahora
queda mirar para adelante y seguir.
_Patricia Pujol
Katriel Pérez, de Deportivo Sarandí, es derribado en el partido ante Molles Fútbol Club, jugado por la novena fecha del torneo Clasificatorio de la Liga de Fútbol de Durazno .
(Foto: Mabel Facal, octubre de 2015)
Un trotecito a lomo del fútbol que abarca la diversidad del 99,9%
del territorio nacional
Buena, caballo
“¡Fa! Es complicado”, dijo Rodrigo Ramón, atorado por la interrogante que le planteó Túnel: ¿Cuál es la
mayor gloria deportiva? Las opciones fueron dos: ¿Ser un futbolista profesional y ganar la final de un
campeonato uruguayo en un clásico Nacional-Peñarol, o entrar primero al pago montando su pingo
en el raid Batalla de Sarandí? “¡Fa! Es complicado”, dijo, y lo invadió la risa.
Rodrigo es futbolista. Juega de defensa en
el Deportivo Sarandí, la institución más
antigua del fútbol del departamento de
Florida, y también de la liga de Durazno,
que es en la que compite desde 2011.
Muchos mundos
El público sarandiense es más bien pasivo,
aunque no se priva de algún grito al juez o
la celebración eufórica de un gol. Pero no
hay que esperar cánticos desde una tribuna,
ni que una hinchada llegue al estadio en
ómnibus, blandiendo manos y entonando
estrofas, como lo hace, por ejemplo, la del
Juventud Unida, en el departamento de
San José. “Los Empalagosos de Lavalleja”
se llama la barra de ese club de la ciudad de
Libertad; embanderan todo lo que pueden,
llevan bombos, fuegos artificiales y cantan;
cantan mucho. La camiseta del Juventud
Unida es verde, como el pasto de su estadio,
cuyo sistema de riego es computarizado.
Emancipación
Antes de competir en Durazno, el
Deportivo Sarandí lo hacía en la
liga de Sarandí Grande. “Crecer,
fundamentalmente en formativas”, es
uno de los argumentos que se dan para
explicar la emancipación. “Al principio
no estaba bien visto”, comentó a Túnel el
dirigente Agustín Lucián, mientras sostenía
en sus manos los talones de las entradas
que ese día, un domingo de octubre, él
mismo estaba vendiendo en el ingreso a
la cancha del Liceo Faustino Harrison,
donde Deportivo Sarandí fue local ante
Molles. Deportivo le ganó 6-1 y se colocó
en la punta del Clasificatorio de la Liga de
Durazno, torneo del cual una semana más
tarde fue campeón. Antes de Durazno,
se pensó en Florida, pero las condiciones
9
Cualquier cuadro de
Sarandí Grande, juegue
en la liga que juegue,
tiene asumido de
antemano que el fin
de semana que hay
raid no contará con
algunos jugadores. Es
prácticamente una seña
de identidad del fútbol
sarandiense.
Braian Ganachippi, del Club Deportivo Social Sarandí, logró –con la yegua Cariya- el cuarto puesto en la edición 2015
del tradicional raid Batalla de Sarandí. (Foto: Fede Gil, octubre de 2015)
de la liga de la capital departamental eran
mucho menos flexibles que las de Durazno.
Y creció. Hoy, entre primera e inferiores, en
el Deportivo Sarandí juegan al fútbol unos
setenta deportistas.
Casi como una falta con aviso
Cualquier cuadro de Sarandí Grande,
juegue en la liga que juegue, tiene asumido
de antemano que el fin de semana que hay
raid no contará con algunos jugadores. Es
prácticamente una seña de identidad del
fútbol sarandiense. Unos faltan porque
corren caballos propios o ajenos, y otros
porque se sumaron a la movida que genera
el evento hípico, incluyendo el tradicional
baile de la noche anterior a la competencia.
El profesor Andrés Caetano, que ha sido
jugador, dirigente y hasta técnico de Barrio
Viña de Sarandí Grande, sostiene que “el
problema con los jugadores” de su pago
siempre ha sido el compromiso. “El tema es
que cumplan, que vayan a entrenar y que,
por sobre todo, no te dejen tirado el día
túnel NOV- DIC 2015
Varios caballos de fuerza
10
En los raids, los premios promedian
los cuatro mil dólares en pruebas
largas, de acuerdo a los datos surgidos de un estudio realizado en el
año 2011 por el ingeniero Alejandro
Ferrari, con el auspicio de los ministerios de Ganadería, Agricultura y
Pesca, y Turismo y Deportes.
Las apuestas anuales de raid y enduro se estiman en 1.250.000 dólares. A
nivel nacional hay aproximadamente
800 jinetes para estas disciplinas.
de un partido porque hay un raid por no sé
dónde. Acá hay mucha gente que prefiere el
raid, y eso no pasa en otros lados”, asegura.
Agustín Lucián cree que, en términos
generales, el compromiso y la mentalidad
del jugador de fútbol en Sarandí Grande son
totalmente distintos a los de otras ciudades
del país.
“El raid prima sobre el fútbol.
Históricamente el fútbol no se juega cuando
hay actividad hípica, incluso cuando
perfectamente se podrían jugar los partidos
en horarios diferentes al del raid”, comentó
el periodista sarandiense Dino Cappelli.
“Los jugadores, generalmente, son también
los que varean los caballos y quienes los
corren. En el 99 por ciento de los casos de
esos jugadores el raid está primero que el
fútbol. El fútbol en Sarandí Grande es el
segundo deporte”.
El ídolo inmediato
Juan Carlos de Lima fue campeón de América
y de la Intercontinental con Nacional, y
protagonista del último quinquenio del
fútbol uruguayo con Peñarol. Puede contar,
como pocos, cómo es cara a cara la máxima
gloria deportiva con la que sueñan futbolistas
y proyectos de futbolistas uruguayos desde
la más tierna infancia. Pero su aprendizaje
futbolístico inicial fue con los ídolos de su
pago natal: Florida. “Me crié a una cuadra
del estadio [Campeones Olímpicos].
Prácticamente veía todos los partidos del fin
de semana”, contó de Lima a Túnel. En su
niñez y adolescencia “no llegaba el fútbol
uruguayo por tele”. Además –apunta– en su
casa no había televisión. Si bien escuchaba
la radio y alimentaba su sueño de ser
profesional, el fútbol que veía y del cual
aprendía era el que destilaban “el Pato [Jorge
Omar] Ferreri, Washington Cuadro, Santos
Cuadro y Carlitos García, y otros que uno
siempre miraba”.
Pelota y monturas*
Si bien el Club Deportivo Social Sarandí
nació en 1907 como Sarandí Football Club,
hay elementos suficientes para pensar que
anda en el fútbol desde antes de nacer, en
1905. Sus fundadores jugaban en la plaza
Estanislao Pisón, a veces contra cuadrillas
de empleados del ferrocarril. Allí Sarandí
recibió, muy posiblemente en 1908,
al CURCC. Para achicar diferencias el
CURCC le permitió a Sarandí jugar con dos
arqueros, pero ni así pudo evitar perder por
goleada: 5-0.
En la década de 1920 Sarandí comenzó
a jugar en la liga de Florida, y en 1927
obtuvo el título del torneo Balón de Oro.
Sumó, a lo largo de décadas, títulos en la
liga de Sarandí Grande, y ahora añade un
lauro en una tercera liga: la de Durazno.
Sin embargo, en el amplio y espléndido hall
de la sede del Deportivo Sarandí no hay
ninguna foto de su rica historia futbolística.
Sus paredes están repletas de imágenes de
llegadas de raids. En esa disciplina, en forma
consecutiva, el club ha salido campeón
nacional en los últimos ocho años.
En la sede hay, entre otras instalaciones,
piscina, cancha de fútbol 5, salón de fiestas
y, junto a la cantina, una pequeña sucursal
de Maroñas Entertainment.
Vivir del amateurismo
Aunque la mayoría juega gratis, sea por
amor a la camiseta o la causa que fuere,
hay centenares de futbolistas de OFI que
cobran por mes o partido. El periodista Jorge
Benoit explicó que el acuerdo de mayor
remuneración que tiene hoy un futbolista
de OFI es un sueldo fijo de unos veinticinco
mil pesos mensuales, más el alquiler de una
vivienda. Eso ocurre en Salto. En Flores se
conoce el caso de un jugador que percibe
unos seis mil pesos por partido, más la
vivienda. Un acuerdo similar tiene un jugador
de la Liga Mayor de San José. Una temporada
de la Liga Mayor maragata, de acuerdo a
cálculos del periodista Gerardo Viñas, “mueve
como un millón de dólares” entre sueldos de
jugadores, jueces, seguridad y demás gastos.
La mayoría de los
Tierra equina, pero futbolera
Sarandí Grande es la ciudad con más clubes
de fútbol por habitantes en el departamento
de Florida. Hay un club cada 875 personas,
cuando en la capital departamental hay
un club de fútbol cada 3.058 habitantes.
Florida es un departamento ecuestre (tiene
dos por ciento de la población humana del
territorio nacional, pero cinco por ciento
de la equina), y Sarandí Grande, conocida
como “cuna del raid hípico”, es la ciudad
ecuestre por antonomasia.
veinticinco mil pesos
El otro país
En Uruguay, fuera del territorio
montevideano, hay más de trece mil
jugadores de fútbol. Hay 655 clubes que
compiten en un total de 66 ligas integradas
por instituciones de unas trescientas
localidades de prácticamente el 99,9 por
ciento del territorio nacional, entre ciudades,
villas, pueblos, parajes y sus respectivas
zonas de influencia. Hay clubes desde donde
se olfatea en el habla la cercanía de tierras
futbolistas que participan
en OFI juegan gratis,
pero hay centenares que
cobran por mes o partido.
El acuerdo de mayor
remuneración que tiene
hoy un futbolista de OFI
es un sueldo fijo de unos
mensuales, más el alquiler
de una vivienda. Eso
ocurre en Salto. En Flores
se conoce el caso de un
jugador que percibe unos
seis mil pesos por partido,
más la vivienda.
brasileñas, hasta donde el río acerca aromas
porteños o entrerrianos. Y las realidades
de unos no son comparables a las de
otros. Mientras que Wanderers de Artigas
concentra en locaciones alquiladas cuando
es visita en torneos interdepartamentales,
los clubes de Nico Batlle tienen desde
jugadores que no entrenan porque entre
semana trabajan en Montevideo o están
afectados a empresas forestales y se les
complica llegar al pueblo. Por planteles de
Wanderers de Artigas han pasado desde
Ruben Paz y Horacio Peralta a Carlos
Bueno, Ruben Beninca y Víctor Píriz
Alves, mientras que en los de los clubes de
Batlle y Ordóñez cuesta encontrar registros
de futbolistas que hayan tenido actividad
en clubes profesionales.
No se piensa en ese fútbol cuando se
habla de “fútbol uruguayo”. Es fútbol
uruguayo, pero no cabe en los canales y
radios de Uruguay, que transmiten desde
Montevideo y devuelven a cada pueblo la
imagen de un espejo distorsionado. Ese
otro fútbol es, unidimensionalizado, el
fútbol “del interior”. Pese a las distancias
culturales –en muchos casos de raíz
histórica– que hay entre los diferentes
puntos del territorio nacional, la
simplificación dicotómica Montevideointerior es implacable. Por ende cuesta
entender a ese fútbol “del interior” como
intrínseco a la base de un iceberg del
cual vemos, en la superficie, al fútbol
profesional en sus diferentes niveles. Si se
desmorona el primero, el segundo sentirá,
inevitablemente, los efectos.
_Emilio Martínez Muracciole
* Información extraída del libro Juegos y
deportes. Florida 1880-1920, de José Monti;
suplemento del semanario Punto y Aparte
en el marco de los 100 años del Deportivo
Sarandí, en 2007 (investigación y redacción
de Eduardo Runco); y del libro Historia de
Sarandí Grande, de Alfredo San Juan.
11
Doping positivo
Elogio de la desmesura
túnel NOV- DIC 2015
Fui niño durante la década del noventa, cuando el dólar barato
hizo de Argentina un país del primer mundo, aunque en forma
imaginaria y por poco tiempo.
12
Para nosotros –los uruguayos– eso tuvo
algunas consecuencias notorias, como ver
a Susana Giménez regalando un millón de
dólares todas las semanas y la invasión de
argentinos que verano tras verano tomaban
por asalto nuestras playas. Entonces yo
vivía en Piriápolis, balneario que todavía
conservaba cierta importancia dentro del
circuito turístico regional. Por eso durante
los primeros meses del año convivía con
personas que hablaban de boludo y de
chabón, que siempre que se dirigían a vos
parecían estar sobrándote y que tenían
tanta plata que no sólo no rehuían el
momento de pagar la luz y el agua sino que
directamente te preguntaban dónde podían
conseguir más facturas.
Cualquier uruguayo sabe, por otra
parte, que la idea de que sería positivo para
nuestro país que Argentina desapareciera
del mapa y todos sus habitantes fallecieran
es una de las primeras que nuestro medio
social nos inculca cuando niños. Es un
concepto muy simple, en apariencia, pero
su aplicación en Piriápolis –y supongo que
en cualquier lugar turístico de Uruguay–
siempre fue compleja: por un lado, el deseo
de verlos caer derrotados –tan caro a nuestra
identidad nacional– era reforzado por la
conciencia de saber que, como trabajadores
de la industria turística, mediante la venta
de nuestra fuerza de trabajo estábamos
entregándole las mejores horas del día, del
año y de la vida a un grupo de personas
con el cual no nos unía ninguna relación de
afecto y que en general nos trataba –o eso
nos parecía– con desprecio; sin embargo,
por otro lado, también sabíamos que para
poder hacer un mango necesitábamos como
el aire la llegada de la plata dulce argentina
y además –como ocurre en toda relación
de dependencia cuasi servil– envidiábamos
secretamente su riqueza y su poder. (En
realidad, era un turismo de medio pelo, que
pagaba siempre con una queja; yo no me
daba cuenta, para mí todos los argentinos
eran millonarios y si alguna duda podía
quedarme, bastaba con hojear la Caras o la
Gente).
Ilustración: Rodrigo López
Otro elemento venía a complicar la
convivencia fraternal veraniega: el fútbol.
Porque por más que ninguno de los niños
del barrio se animara nunca a decirlo en
voz alta, todos sabíamos que jugaban mejor
que nosotros y eso nos hacía odiarlos un
poquito más. Esto no quiere decir que nos
ganaran siempre; ni siquiera la mayoría
de las veces. Pero sí que dentro de nuestra
infantil concepción acerca de qué era jugar
bien o jugar mal, ellos nos superaban:
“dominaban” mejor y más veces la pelota
–para ellos sería “hacer jueguito”–, tenían
gran facilidad para meterte un caño apenas
ibas a marcar desordenado, mentían con
el cuerpo tan fácil como con la boca y
conocían toda una batería de chiches y
lujos que para nosotros eran inimaginables.
Además, se equipaban mejor: usaban
camisetas originales y traían unas pelotas
de marca que daban ganas de patearlas bien
lejos para que se perdieran en la cañada y
poder ir a buscarlas de noche, aprovechando
el plus de conocer la geografía local.
Eso sí, los primeros partidos siempre
los ganaban. El primero de todos, por
goleada, una goleada más desconcertante
que humillante, en el sentido de que
cuando terminaba el partido no sentíamos
vergüenza, sino más bien incredulidad.
Quedábamos descolocados, como aquel
que luego de sentir una brisa suavecita, que
apenas le mueve el pelo, mira para abajo y
descubre que alguien le ha robado la ropa
que traía puesta.
Pero rápidamente pasaba una de dos
cosas: o nos adaptábamos a ellos, tal y como
Neo, el personaje de Matrix, primero se
come flor de paliza del veloz Morfeo pero
luego aprende a interpretar la lógica de sus
movimientos y le llena la cara de dedos,
o ellos se adaptaban a nosotros, de igual
manera que esos picantes mediapunta
argentinos que Peñarol y Nacional traen
todos los años, que enloquecen al lateral
rival los dos primeros partidos pero que
al tercero ya no pueden parar la pelota
en menos de tres movimientos. Es decir,
la cosa se emparejaba, pero no por ello
dejábamos de sentir que eran mejores.
Recién ahora, pasado el tiempo, me
doy cuenta de que no eran mejores que
nosotros, sino que se creían mejores, y que
se lo creían con tanta fuerza que hacían que
nosotros nos lo creyéramos también, y que
la imagen que tenían de sí mismos –tan
grandilocuente, tan soberbia– los animaba
a cruzar fronteras que nosotros nunca
hubiéramos osado desafiar. Tenían una
imagen completamente distorsionada de sí
mismos, pero esa distorsión era tan fuerte
que se proyectaba más allá y los ayudaba a
torcer la propia realidad en su beneficio.
Los uruguayos y los argentinos son
como dos hermanos, todos lo sabemos.
Uno es mesurado, tranquilo, camina con
El entrenamiento de la
velocidad
Los factores relacionados con
la velocidad de ejecución que
determinan el rendimiento.
De Gilles Cometti, profesor
de la Facultad de Ciencias del
Deporte de la Universidad de
Bourgogne, Francia.
Recién ahora, pasado el
tiempo, me doy cuenta
de que no eran mejores
que nosotros, sino que se
creían mejores, y que se
lo creían con tanta fuerza
que hacían que nosotros
nos lo creyéramos
también, y que la imagen
que tenían de sí mismos...
pies de plomo y para no caerse se apoya
en los andamios de la realidad. Cuando se
propone un fin, examina todos los caminos
antes de elegir por cuál ir y sólo avisa que
llegó a destino una vez cruzada la frontera.
El otro es desmesurado, imprudente,
arriesgado, soluciona sus problemas
escapando hacia adelante, tira al piso los
andamios y trata de usarlos como puentes
–a veces se cae– y cuando quiere algo actúa
como si ya lo hubiera conseguido. Uno le
pide permiso a la realidad; el otro trata de ir
más rápido.
Por eso es que a los argentinos les
duelen más las derrotas que a nosotros.
Cuando un argentino pierde es como si
la realidad se fracturara y lloviera sobre su
cabeza en forma de cristales filosos, porque
la derrota es un absurdo, algo que carece
de sentido, que no está dentro del universo
de posibilidades. (Pienso en esta imagen y
Manual ACSM para la
valoración y prescripción del
ejercicio
Un libro de referencia en la
medicina y ciencia del deporte, y en
el campo de la salud y la condición
física. Del Colegio Americano de
Medicina del Deporte.
Gestión y Organización de un
Evento Deportivo
Este libro es una auténtica guía
metodológica para investigadores,
diseñadores de eventos y directores
de operaciones. De Michel
Desbordes y Julien Falgoux, con
prólogo de Michel Platini.
me viene a la cabeza, en seguida, Malvinas).
Para un uruguayo, la derrota es una
posibilidad cierta –tal vez la más cierta–, es
el destino natural que la realidad depara en
caso de equivocarse.
Para la RAE la mesura es, entre otras
cosas “demostración exterior de sumisión y
respeto”, y leyendo esto no tengo dudas de
que la gran virtud del fútbol argentino es
su desmesura. Cuando entra a la cancha, el
jugador argentino no respeta ni se somete
ante nadie, porque está convencido de
que nadie es mejor que él. No mide. Va a
llevarse lo que piensa que es suyo incluso
desde antes de que sea puesto en disputa.
Lo mismo, por supuesto, vale para
el hincha y el periodista y por eso es que
siempre que Argentina queda eliminada
de un campeonato, esto ocurre, para
su ambiente futbolístico, “de forma
sorpresiva”.
Pero la desmesura no tiene nada malo,
o por lo menos no creo que deba admitirse
ese sentido esencialmente negativo que le
adjudica el racional, sensato, moderado
y envidioso Uruguay. Hace poco un
periodista de El Mundo en España nos
hinchó el orgullo –como siempre pasa, por
otra parte, cuando en Europa o Estados
Unidos hablan bien de nosotros– al decir
que el Atlético de Madrid era “el mejor
equipo uruguayo” del mundo. Momento,
señores, que se me termina el espacio y
tengo que dejar por acá, pero pensar que se
puede salir campeón en una liga disputada
por Real Madrid y Barcelona, y luego ir y
hacerlo, es una locura bien argentina. La
seguimos.
Medicina del Fútbol
La opinión de los mejores
especialistas a nivel mundial
sobre los problemas médicos
más importantes, habituales y
específicos del fútbol. De William
Garret, Donald Kirkendall y Robert
Contiguglia.
_Mauricio Bruno
Marketing Deportivo
en 13 historias
Cómo idear o mejorar sus proyectos
en el ámbito deportivo un iendo la
experiencia de los autores con la
teoría y estudios sobre marketing
en los servicios deportivos.
Coordinador: Alberto Blázquez
Manzano.
13
Asado y anécdotas futboleras con Arispe,
Rivero, Farías, Gómez y Lamas
¿Te acordás, hermano?
túnel NOV- DIC 2015
De izq. a der.: Hamlet Tabárez, Liber Arispe, Francisco Gómez, Hamilton Rivero, Héctor Farías y Alfredo Lamas.(Foto: Leonidas Martínez)
14
Se conocieron cuando daban sus primeros pasos hacia el
profesionalismo y luego algunos de ellos coincidieron en el fútbol
de Venezuela. En aquella lejana época se enraizó una amistad que
dura hasta hoy y que reunió a varios en El Tricolor, el cuadro de
veteranos de la La Teja, para no perder contacto con su pasión; y a
todos para comer juntos y rememorar los buenos viejos tiempos
en el rancho La Amistad. Los periodistas de Túnel supieron de
estos banquetes por El último gol, el libro de Hamlet Tabárez,
quien coordinó el encuentro y oficiara de cicerone.
El miércoles 14 de octubre, al mediodía,
Tabárez y el periodista viajaron rumbo a la
zona de La Teja. Una vez que dejaron atrás la
ruta y tomaron por Carlos María Ramírez,
el guía le indicó al conductor: “Pasando
la Plaza Lafone, doblás a la derecha en
José Castro y enseguida ves el rancho”.
Cuando llegaron, se encontraron con una
construcción sencilla pero bien cuidada,
con un jardín delantero que se continúa en
un patio con parrillero. Allí los esperaba
un grupo de una docena de hombres.
Se acercaron y, a medida que los van
encontrando, Tabárez les presenta a quienes
flashes, en un estadio repleto, uno gritó,
en broma: “¡Solamente los de la primera!”.
Otro le contestó:
–Pero el Negro, acá, dice que él jugó
en primera.
–¡Que traiga los recortes! Si no, no
sale–amenazó, entre risas, el primero.
Hacer una entrevista colectiva no
es sencillo, así que acordaron que cada
uno, por orden, le contara su historia al
periodista. Se sentaron en torno a la mesa
y, a lo largo de dos horas, desgranaron
anécdotas en las cuales reaparecieron sobre
el mapa de Montevideo canchas que ya no
existen; en las que jugaron equipos cuyos
nombres, en muchas ocasiones, han sido
olvidados por todo el mundo, menos por
ellos; y se rememoró la manera de jugar o
la personalidad de una miríada de estrellas
cuyo brillo –como la antigua luz que llega
de las del firmamento– volvió a destellar en
el relato de quienes fueron testigos de sus
hazañas. Había un cierto clima de nostalgia.
Empero, sus recuerdos –de los que la
memoria suele borrar las partes más ríspidas
y tristes– siempre están teñidos de un ligero
toque de humor.
HAMILTON OTAVIANO RIVERO
Como todos sus amigos, a pesar de la
edad –anda por los setenta–, conserva muy
buen físico. Se sentó en una silla próxima
al periodista y lo miró con sus ojos claros,
penetrantes, vivaces, que todavía parecen
buscar la pelota para enviarla a la red.
“¡Hagan silencio, que el Queque habla
bajito”, advirtió uno. En efecto, con voz
que parece contar un secreto, Rivero inició
su relato:
–Yo era un nueve goleador, era petiso
pero goleador. Empecé jugando en el
club Tellier, en la Extra. Después fui a
Liverpool…
serán entrevistados: Arispe, Rivero, Farías,
Gómez y Lamas. Este último, ocupado en
la parrilla, sobre la que ya están la carne y
el pollo, atiende también la masa de unas
pizzas que ha puesto a leudar cerca del
fuego.
Sólo con credenciales
En eso, llegó el fotógrafo, que vino por
su lado, y les pidió que posaran en grupo
para registrar el momento. Mientras los
integrantes de este equipo de lujo se iban
colocando ante el hombre de la cámara,
como lo hicieron alguna vez frente a los
¡Ay, Paquito!
Cuando terminó de nombrar los clubes
por los que pasó y los fenómenos con los
que se enfrentó o compartió vestuario, el
periodista le preguntó:
–¿Se hacía dinero, como ahora, en el
fútbol de su tiempo?
–En aquella época no había plata.
Ganabas como para vivir, nada más. No
existían los pases grandes. El de Roberto
Matosas, el más grande en aquel entonces,
fue de doscientos mil dólares, creo. Cuando
fui al América de Belo Horizonte, Danubio
pidió veinticinco mil dólares por el pase y
dijeron que era muy caro. Ahora eso vale
un chiquilín de catorce años. El Paco Casal
juntaba pelotas en el Estadio; y, dos por
tres, me venía a mangar: “Queque…”, y yo
le compraba un chorizo o una Coca Cola.
¡Mirá lo que es ahora el Paquito! ¡Lástima
que no lo tuvimos nosotros!
Hamilton Rivero: “En
aquella época no había
plata. Ganabas como para
vivir, nada más. No existían
los pases grandes. El de
Roberto Matosas, el más
grande en aquel entonces,
fue de doscientos mil
dólares, creo. Cuando fui al
América de Belo Horizonte,
Danubio pidió veinticinco
mil dólares por el pase y
dijeron que era muy caro.
Ahora eso vale un chiquilín
de catorce años”.
De otra época
–Usted jugó en la selección, ¿no? –se
interesa el hombre de Túnel, que ha
investigado.
–Tuve la suerte, en 1967, cuando
jugaba en Liverpool, de que me llamaran
para la selección uruguaya. Era la época en
que estaban todos los monstruos de Peñarol
y Nacional: Mazurkiewicz, Sosa, Matosas,
Manicera, Cococho Álvarez… Estando en
la selección, una vez me llamó el técnico
para ponerme cuando faltaban quince
minutos. Antes no era como ahora, que
igual te ponen en los descuentos.
15
A algunos no les gustaba que les dieran
pocos minutos. Se me arrimó uno y me
preguntó: “¿Vas a entrar?”. ¡Imaginate!
Estaban todos aquellos monstruos…
¡Entré lo mismo! Era otra cosa…
miraban con la boca abierta. Después
siento que le dicen a los periodistas: “¡Si
este es así con una moneda, qué va a hacer
después con la pelota!”.
ALFREDO LAMAS
Sobresaliente
Después de dejar el asado encaminado y
las pizzas en el horno, se hizo un tiempito
y se arrimó a la mesa donde conversaban
los otros. Es un hombre de estatura
superior a la normal y de andar ágil. Para
romper el hielo, el periodista le dijo:
–Estuve mirando fotos de cuando
usted jugaba en Peñarol y era el más
grande del cuadro. Siempre sobresale…
–Lo que pasa es que me subía arriba
de la pelota para parecer más alto –le
respondió el ex futbolista con una sonrisa.
El hombre tiene el don de ser un
excelente narrador oral. Así las cosas, ante
la admirada atención de los presentes, en
los minutos que siguieron contó una serie
de anécdotas de lo más disfrutables.
túnel NOV- DIC 2015
¡De La Teja!
–A mí no me gustaba el fútbol, jugaba al
básquetbol en Verdirrojo. Yo no jugué al
baby fútbol. Tenía catorce años y ya jugaba
en el primero del Buen Trato. Después me
fui a Racing, ahí empecé mi carrera, de
quinta a primera. En Racing me encontré
con este fenómeno [señala a Hamlet
Tabárez], él estaba un año más adelantado,
jugaba en cuarta y yo en quinta. La cuarta
esa salió campeona y yo jugaba en quinta y
era suplente en cuarta. Jugaban Madruga,
Mazurkiewicz, Cascarilla Morales…
¡Lejos, salían campeones! Aunque ya nos
conocíamos de vista, cuando empezamos
a jugar juntos, él me empezó a invitar a su
casa: “Vamos y te quedás a dormir allá”,
me decía. Me hacía calentar. Me decía:
“¡Salí, vivís en La Teja! ¡Flaco, tenés que
salir de ese barrio, tenés que ir a Malvín,
donde vivo yo!”. Yo me calentaba y le
decía: “¿Qué tiene que ver eso?”. Hasta el
día de hoy me agarra de pinta con eso. Me
dice: “¡Pensar que yo te saqué de La Teja
para Malvín y ahí te puliste! ¡Si no, andá a
saber adónde hubieses terminado!”.
16
Por unas monedas
–Carlos Maggi iba con el hijo y conmigo
a verlo antes de los partidos para ver
cómo dominaba la pelota –dijo uno de los
visitantes.
–¡Era para actuar en un circo! ¡Si me
hubieran visto de un circo, me llevan!
–respondió entre risas Lamas.
–¿Dónde aprendió? –insistió el otro.
–En Racing. Allí no era ir y cobrar.
La práctica terminaba a las seis de la tarde
y después cobrarías a las once o las doce
Alfredo Lamas: Estando
en Peñarol “jugábamos un
partido contra un equipo
ruso. Ese día diluviaba.
Mientras esperábamos a
ver si paraba, estábamos
practicando. Entonces,
agarré una moneda y
empecé a dominarla:
pin, pin, pin. Los rusos
me miraban con la boca
abierta. Después siento que
le dicen a los periodistas:
‘¡Si este es así con una
moneda, qué va a hacer
después con la pelota!’ ”.
de la noche. Porque no había plata, por esto
o por lo otro… Entonces, ¿qué hacíamos?
Empezamos a agarrar monedas y las
dominábamos como si fuesen una pelota.
¡Pin!, la tirábamos para arriba; ¡pan!, la
dejábamos en la frente; ¡pun!, la tirábamos
para atrás y le dábamos de taquito…
Años después, con Peñarol, jugábamos
un partido amistoso en el Estadio contra
un equipo ruso. Ese día diluviaba. Mientras
esperábamos a ver si paraba, estábamos
practicando en un espacio que hay abajo,
ellos de un lado y nosotros en la otra mitad.
Entonces agarré una moneda y empecé
a dominarla: pin, pin, pin. Los rusos me
¿Qué tomás?
–Jugué un año en el Cosmos. Estaban:
Pelé, Chinaglia, Carlos Alberto, Manuel
Maria –que fue puntero del Santos– y
el peruano Ramón Mifflin… De acá
fuimos: Juan Masnik, Omar Caetano,
Julio Correa y yo. Julio Correa fue el mejor
jugador uruguayo de todos los que fuimos,
la rompió. Pero se echó arriba a Pelé y
marchó. Pelé es un tipo bárbaro, pero él
tenía contrato con la Pepsi Cola y donde
comíamos había que tomar Pepsi. ¡Y el
testarudo de Correa iba y pedía una Coca
Cola! Correíta, un botija bárbaro, divino,
pero estaba porfiado. Yo le decía: “¡Pero vos
estás loco!” Al año, nos vinimos, y Correíta
también. Creo que le dieron diez mil
dólares por haber sido el mejor jugador del
Cosmos esa temporada. Era un montón de
plata. Ahora está en Treinta y Tres, siempre
lo llamo y hablamos.
De película
–La compañía dueña del Cosmos era
la Warner Brothers. Tengo fotos con
Robert Redford, con Paul Newman, los
llevaban a ellos para hacer propaganda y
cuando apareció Pelé fue el boom. Ahí,
muchos latinoamericanos –ecuatorianos,
mexicanos, colombianos y demás–
empezaron a seguir al Cosmos, que llenaba
los estadios. Eran estadios chicos, de
diez o veinte mil personas, porque recién
empezaba el fenómeno del fútbol en
Estados Unidos.
No son caballos
Lamas contó que, tras su retiro de las
canchas, hizo el curso de entrenador y
dirigió en Liverpool, Progreso, Rampla y
luego se fue a la Liga Universitaria.
–¿Prefería dirigir a los más jóvenes?
–Me gustaba trabajar abajo, con los
pibes. Pero siempre había problemas: no
había pelotas, no había esto, no había
lo otro… Así no se puede trabajar. Una
vez me vino a buscar Pistola Marsicano,
porque él paraba acá, con nosotros. Me
dijo: “Vení a dirigir a Progreso”. Yo le
contesté: “Pero Progreso, Pistola, ¡no seas
malo!”. “Dale”, insistía él. “Bueno, vamos
a hacer una cosa, vos me conseguís treinta
pelotas ya y agarro”. “¡Flaco, treinta pelotas
no tiene el primero!”, me dijo. Entonces yo
le contesté: “Si cada jugador no tiene una
pelota, yo no voy a dirigir. Si me conseguís
una pelota nueva para cada jugador, y
una cancha, voy”. Me prometió todo.
Fui a practicar a la cancha y vinieron los
del primero. Entonces los dirigentes me
dijeron: “¿Por qué no va a correr por el
cantero de la ruta?”. Yo les contesté: “¿Por
qué no va a correr usted con su hijo por
el cantero? Si llega a haber un accidente y
un auto me mata a un botija, ¿qué hago?
Es un equipo de fútbol. No son caballos
para correr por el cantero, son niños que
quieren hacer deporte, necesitan una
cancha de fútbol”.
Un espectador especial
–¿Ve fútbol? –interroga el periodista.
–Sí, pero me gusta verlo solo. A
veces acá me dicen: “Vení, vamos a hacer
una comida, que hay partido”. “No, yo
no vengo”, les contesto. Si estoy en casa,
veo los partidos en el cuarto. De vez en
cuando, mi señora viene y quiere ponerse
a conversar conmigo. “¡No me hablés!
¡Dejame tranquilo! Vos tenés el otro
televisor allá”, le digo. A mi mujer le gusta
el fútbol, pero empieza: “Mirá qué lindos
zapatos tiene aquel, le hacen juego con la
camiseta” o “Mirá el corte de pelo de ese
muchacho, ¿por qué todos se lo cortan
así?”. “¡No empecés! ¡No seas mala, andá a
ver un desfile de modas, esto es un partido
de fútbol!”, le contesto. Soy histérico. Me
gusta ver solo el fútbol. Iba a la cancha de
Liverpool, hasta que no fui más porque te
encontrás con uno y con otro y empezás
a hablar. Y cuando termina el partido, te
preguntás: “¿Cómo salió? ¿Quién hizo
los goles?”. No viste nada. Entonces,
directamente, no voy.
Justo cuando el Flaco cierra su última
anécdota, un contertulio se acerca con
un álbum de figuritas del año 1958 y un
montón de fotos. En ellas aparecen varios
jugadores de Racing. Lamas las comenta.
“En esta foto hay un montón de muertos”,
dijo el que las trajo. “Quizá, pero mientras
alguien los recuerde, como ahora, todavía
viven”, reflexiona el periodista para sus
adentros.
FRANCISCO GÓMEZ
Un día de tristeza
A pesar de sus setenta y dos años, su
persona emana una vitalidad que lo hace
parecer mucho más joven.
–¿Usted jugaba en Huracán Buceo?
–disparó el entrevistador.
–¡En la época del Topo Gigio! –
señaló uno desde el otro extremo de la
mesa.
–¡Me venís a hacer un reportaje justo
cuando ayer fue un día de tristeza! –dijo
con énfasis Gómez.
–¿Por qué? –interrogó el periodista.
–Fue el día que perdimos la final
contra Bella Vista en el Estadio. Un
domingo a las diez de mañana, se llenó el
Estadio y quedó gente afuera. Perdimos 2-0.
–Nosotros veníamos de Atlántida
por Avenida Italia y veíamos gente y
gente con banderas de Huracán, y nos
preguntábamos: ¿adónde va toda esa
gente? –acotó Lamas.
–Fue el 13 de octubre de 1968. La
época del Topo Gigio fue desde 1967,
cuando subimos de Intermedia a la B,
le ganamos a Canillitas en el Parque
Central; después, en el 68, perdimos esa
final; y en el 69 salimos campeones, dos
partidos antes de terminar el campeonato,
de galope. Cómo sería ese cuadro que
perdimos tres partidos en tres años, una
campaña espectacular.
El fenómeno del Topo Gigio
En ese momento, desde la habitación
contigua, se acercó otro de los amigos con
un plato rebosante de porciones de pizza.
Francisco Gómez: “En el
69 salimos campeones dos
partidos antes de terminar
el campeonato, de galope.
Cómo sería ese cuadro que
perdimos tres partidos en
tres años”.
Lo colocó sobre la mesa y uno de la barra
comentó:
–La mejor pizza la hace el Flaco
Lamas.
Todos arremetieron. El periodista
también; para, tras breves instantes,
confirmar el aserto, la boca hecha agua.
La charla se detuvo y todo el mundo
masticaba con fruición.
17
­–¿Ya les contaste que bajaron con
Huracán? –interrogó, en tono de broma,
uno que llegó desde el patio.
–Yo me vendí por una heladera –
ironizó Gómez–. Cuando perdimos la
final, con nosotros jugaba Raúl Casas.
A él lo prendieron fuego. Lo ensuciaron
mal, dijeron que se había vendido. A mí
también. Él era el capitán en el 68, y en el
69 fui yo. Cobrábamos los premios antes de
jugar. Todos los sábados, cuando jugábamos
en el Parque Central, lo llenábamos.
–¡Qué tiempos aquellos!
–Otra época. ¡Todo era otra cosa!
Nada que ver.
espacio… Antes no se corría ni se marcaba
tanto, entonces había más espacio, era más
individual la cosa.
–Ningún jas subía, eran todos jases de
marca –señaló Gómez.
–En la defensa, eran cinco contra
cuatro y, a lo sumo, el 5 ayudaba.
–Era: pareja de backs, dos laterales y el
centrojás y ¡cinco delanteros! Los punteros
iban por la raya y los dos laterales no
tenían chance de subir.
–También los jugadores tenían más
continuidad –dijo alguien.
–Era distinto. Había relativamente
pocos jugadores y se vendían muy pocos.
No salían, como ahora, que es un desfile.
Entonces, ahora, acá no se puede tener un
jugador estrella de primera división más de
una temporada.
HÉCTOR FARÍAS
túnel NOV- DIC 2015
Un equipo de lujo
–En Rampla, cuando yo debuté, que fue
en el 59, estaba el fenómeno argentino
este: Ángel Labruna. Y como en el 60 o
61 también vino Migues, la delantera era:
Félix Pérez, el hermano de Domingo; Gil,
Migues, Labruna, y yo jugaba de puntero
izquierdo. Nunca me voy a olvidar de
un partido en el Parque Nelson. Jugaban
Labruna y Migues, yo por la izquierda y
Félix Pérez por derecha. No sé quién tiró un
centro por la izquierda, medio bajo; igual
que Godín contra Colombia en el Estadio,
el Cotorra Migues hizo lo mismo pero de
parado, desde un metro afuera del área…
¡un balazo! ¡Se la clavó en el ángulo! ¡Nunca
me voy a olvidar de ese gol del Cotorra!
bárbara y te dicen: “¿Te
Un palo podrido
–¿Te acordás cuando rompiste el palo? –
casi que lo instó a contar el suceso Tabárez.
–En el Estadio de Cerro, en un centro
cerrado a la olla, todo el mundo entró a
cabecear. Yo también, pero salté muy alto
y me iba a dar contra la red. La pelota pasó
por encima, yo seguí de largo y manoteé el
palo con una mano y la red con la otra. El
palo de ese lado estaba podrido y se vino
abajo. Se suspendió el partido. Trajeron el
arco de práctica, lo colocaron ahí, pero no
hubo caso. Jugamos el pico de partido que
quedaba otro día.
–En la cancha de Uruguay
Montevideo, en Camino de las Tropas
y Simón Martínez, una vez, por una
maniobra para no jugar el partido, hubo
un sabotaje. ¡Serrucharon el palo! Y cuando
llegaron los cuadros, se suspendió el
partido –añadió Gómez.
acordás de fulano? –que
LIBER ARISPE
Héctor Farías: “Si ahora
hacés un recuento de
todos los equipos de
primera, sacás algunos
buenos jugadores. Pero en
aquellos años, hacías un
recuento y sacabas quince
o veinte… Lo mismo pasaba
en los barrios. A veces nos
Un caballero del fútbol
–¡Qué jugador era Labruna! Se ataba los
zapatos de fútbol como si fueran zapatos
de salir, con una moñita. No daba todas
las vueltas que se le dan a los cordones de
los zapatos de fútbol normalmente. ¡Y no
usaba vendas! Agarraba las medias y se las
ponía directamente.
juntamos acá con algunos
Lo que va de ayer a hoy
–¿Cómo se relacionaba usted, que era
un pibe, con esas glorias del fútbol? –se
interesó el hombre de la prensa.
–¡Ah, cómo me cuidaban!
–¿Usted era un “9 falso” o de punta?
–Yo era un “punta de lanza”, siempre
de punta, en el área, por izquierda y por el
centro.
–Por lo general, antes, todos los
equipos tenían dos punteros, uno por
izquierda y otro por derecha, bien pegados
a la raya. Jugaba un 5, solo, en el medio de
la cancha –acotó el Pelado Gómez.
–Pienso que si ahora hacés un
recuento de todos los equipos de primera,
sacás algunos buenos jugadores. Pero en
aquellos años, hacías un recuento y sacabas
quince o veinte… Lo mismo pasaba en
los barrios. A veces nos juntamos acá con
algunos que tienen una memoria bárbara
¡cómo la rompía!”.
que tienen una memoria
no jugó en ningún lado–,
y te dicen: “¿Te acordás de fulano? –que no
jugó en ningún lado–, ¡cómo la rompía!” –
concluyó Farías.
–Lo que pasa es que, al jugar de punta,
con los entrealas y los punteros que tenía,
había más juego que ahora. Ahora jugás
de punta y estás solo contra el mundo. En
aquel entonces, en el mediocampo había
poca gente, era una zona de tránsito –
señalaron desde la mesa.
–Claro –intervino el Pelado Gómez–,
meten un montón de gente en el medio y
atrás para defender.
–Era otra cosa. Había más jugadores
de fútbol, mucho más técnicos; y ahora
se corre más, se marca más, hay menos
Un niño inteligente
Se arrimó a la mesa y se sentó junto al
periodista. Lo miró y le preguntó:
–¿Sos primo o algo de Julio César
Morales?
–No, a mí, allá en Mercedes, mis
amigos me decían Cascarilla, porque soy
de la época de cuando él jugaba –recordó
el hombre de Túnel. Ya instalado en el
diálogo, el ex futbolista le contó:
–Yo hablo del fútbol, de todos los
muchachos… A los nueve años empecé a
jugar en el baby, en la cancha que había en
el Palacio Legislativo, en el Club Colón, de
la calle San Martín. Me venían a buscar, y
el hombre que manejaba el equipo era de
mucho dinero. Él nos daba diez pesos para
que fuéramos desde el Cerrito al Palacio
en taxi. Eso era como si ahora te dieran
quinientos pesos. Y yo veía que el boleto
en ómnibus costaba diez centésimos…
¡Entonces me iba en ómnibus!
Una cancha del Cerrito
–El rancho nuestro estaba en Chimborazo
y Juan Acosta. Era chiquitito. Nosotros
éramos siete.
–En tu barrio había jugadores de fútbol
y pungas.
–Y los pungas estaban todos en
Industria y General Flores, ¡y ja, ja, ja, de
punta en blanco!
Estaba el Ciclón del Cerrito, el Alas
Rojas, el Corralito, que tenía la mitad de la
indumentaria de Peñarol y la otra mitad de
Nacional…
–¡Un caso único! –comentó Hamlet
Tabárez con admiración.
–Pero yo, como niño –continuó
Arispe–, no jugaba a las mismas cosas que
los demás: a la bolita, a la arrimadita con
las chapitas, a las figuritas… Al fondo del
ranchito nuestro había una cancha… [hizo
un silencio y se quedó mirando como si
estuviese frente a la inmensidad del mar)…
y yo me pasaba ahí, jugando al fútbol.
Agarraba la pelota y hacía: tic, tic, tic, por
acá, por acá, por acá [hizo como si dominase
una pelota imaginaria: primero con el
empeine, después con la rodilla, la cabeza, de
nuevo el empeine, la pasa para atrás, la pone
en la nuca, la deja caer, de taquito la levanta,
la atrapa entre el muslo y la pantorrilla
flexionando la rodilla, de nuevo un taquito
para adelante…], ¡y así seguía! Todo eso era
como cuando vamos a la escuela y hacemos
los numeritos y aprendemos todo.
Liber Arispe: “José Ricardo
de León, como ese tipo no
habrá otro en el mundo.
Él se cruzaba de brazos y
nos miraba, callado. Cada
quince días, hablaba una
hora. Había un silencio
total. Sólo él hablaba. Todos
La escalera
–Yo corría, hacía chilenas, y cuando iba
a cabecear con uno más alto, cuando él
hacía así [imita al rival que flexiona una
pierna para saltar], yo hacía así [hace un
movimiento como si pisara sobre la pierna
del otro] ¡la escalera! ¡tic, tic! Y cabeceaba
por encima de él.
sentados, escuchándolo,
Técnicos
De pronto, Arispe se cruzó de brazos y miró
a la audiencia, serio.
–José Ricardo de León, como ese tipo
no habrá otro en el mundo. Él se cruzaba
otros te daban la camiseta
calladitos. Nunca tuve un
entrenador así. ¡Cómo nos
hablaba! Como ese hombre
no hubo otro, porque los
¡y andá a jugar!”.
de brazos, así, y nos miraba, callado. Cada
quince días, hablaba una hora. Había
un silencio total. Sólo él hablaba. Todos
sentados, escuchándolo, calladitos. Nunca
tuve un entrenador así. ¡Cómo nos hablaba!
Como ese hombre no hubo otro, porque los
otros te daban la camiseta ¡y andá a jugar!
–Antes de él, los viejos técnicos,
como Alejandro Morales y Hugo Bagnulo,
eran jugadores de fútbol que dirigían.
Él era profesor de Educación Física,
estaba preparado. Aunque nunca lo hizo
ostensible, porque era compañero de fútbol
de todos esos viejos. El Viejo Morales igual
te pegaba –explicó Tabárez.
–Si te tenían que atracar en el
vestuario, atracaban –afirmó otro de los
contertulios.
–Pero el Profe era otra cosa –sostuvo
Tabárez–, un día, los periodistas estaban
con aquello de que el jas derecho jugara
con el 4, el back derecho con el 2, el
izquierdo con el 3, el jas izquierdo con el
6, el centrojás con el 5… y así. Entonces,
un día vino el profe De León y tiró todas
las camisetas mezcladas arriba de la mesa
de masajes y nos dijo: “¡Agarren!”; nosotros
nos mirábamos, porque no estábamos
acostumbrados. Agarramos la primera
camiseta que encontramos y salimos todos
con cualquier número. Los periodistas
decían: “¡Están locos!”.
El día después
Desde afuera avisaron que la comida está
casi lista. Puesto que nos interesaba saber
cómo ha sido la vida de estos cracks después
de abandonar el fútbol, el periodista decidió
que llegó el momento de preguntar sobre el
particular:
–¿Qué hicieron una vez que se
retiraron de las canchas?
–Cuando dejé de jugar al fútbol, no
sabía hacer nada –arranca Rivero, con su
pequeña voz–. Yo lo iba asimilando. A
medida que pasaba el tiempo, te ibas dando
cuenta de que te iba llegando la hora. Volví
y mi cuñado tenía una fábrica de estampar
buzos y empecé a trabajar con él. Hasta el
La Amistad, un lugar de encuentro de futbolistas y amigos de todas las épocas. (Foto: LM)
Hamilton Otaviano Rivero (Queque)
Comenzó en el club Tellier, en la Extra. Siguió en Liverpool, hasta 1968, cuando pasó a
Nacional. Luego fue a Danubio. Tuvo un pasaje por América de Belo Horizonte, en Minas
Gerais. Después fue a Venezuela, con Pepe Sasía como entrenador; allí jugó junto a varios
uruguayos: Walter Iturralde y Pipo Rossi, Quico Salomón y Hamlet Tabárez, entre otros.
Estuvo en el Galicia y luego en el Portuguesa. Fue campeón en repetidas oportunidades.
Regresó a Uruguay en 1977. Tuvo un pasaje por Huracán Buceo desde donde partió rumbo a
Guatemala. Allá jugó en el Aurora y el Antigua. Terminó su carrera en el Firpo de El Salvador.
Se retiró a los treinta y seis años, cuando se rompió los ligamentos.
Alfredo Lamas (el Flaco)
Comenzó su carrera profesional en Racing. Estuvo un año en Internacional de Porto Alegre,
desde donde volvió a Peñarol. Ganó varios campeonatos con los aurinegros y fue citado
para la selección uruguaya que concurrió al mundial de 1970, en México. Pasó por el AEK
Atenas, de Grecia. Tuvo un pasaje por el Cosmos, de Nueva York. De regreso a Uruguay, jugó
en Rentistas y cerró su carrera como futbolista.
túnel NOV- DIC 2015
Francisco Gómez (el Pelado)
Se formó en Liverpool. Pasó a la Extra y de allí fue al famoso Huracán Buceo del Topo Gigio,
hasta 1969. Siguió su carrera una temporada más, en el Galicia, de Venezuela, país en el
que vivió hasta 1986.
Héctor Farías (el Pelado)
Con diecisiete años, en 1959, debutó en la primera de Rampla. Siguió en Racing y luego pasó
a Venezuela, donde jugó en Unión Deportiva Canaria, en Caracas. De ahí pasó al Deportivo
Anzoátegui, de Puerto La Cruz, donde jugó hasta 1973. Después hizo el curso de entrenador y siguió dirigiendo al Anzoátegui y las selecciones del estado del mismo nombre. De
regreso a Uruguay, dirigió la cuarta de Rampla y en Juventud de Las Piedras fue ayudante
de Julio Acuña, cuando subió de la B a la A. También dirigió a Peñarol universitario, con el
que fue campeón en el 89, 90 y 91. Concurrió a dos olimpiadas universitarias, las de Japón
y Estados Unidos, en el 93 y el 95, dirigiendo a la selección uruguaya.
Liber Arispe (el Bola)
A los dieciséis años debutó en la primera de Colón. Siguió su carrera en Defensor. De ahí,
fue a Independiente de Argentina. Después a Nacional y de allí regresó a Defensor.
20
noventa, cuando nos fundimos. Después,
por intermedio de un familiar, empecé a
trabajar en Cutcsa, en mantenimiento,
manejaba un camioncito. Hasta ahora, que
me jubilé. Al principio extrañaba como
loco. Al fútbol lo tenés adentro. Jugué hasta
los cincuenta y pico de años en el equipo de
los talleres de Cutcsa.
La historia de Alfredo Lamas, si bien
difiere un tanto de la del resto, demuestra
que los futbolistas de antes, a pesar de
ser estrellas, no se hacían ricos, ni mucho
menos:
–Cuando volví fui a Rentistas. Yo ya
no tenía más ganas de jugar. Estuve seis
meses y cuando terminé el contrato, me
fui para Buenos Aires. Allá compré una
farmacia porque tenía un íntimo amigo
que desde chiquito había trabajado en el
rubro farmacéutico y él se fue a Argentina
a trabajar en una farmacia. Le habló de
mí al dueño y el hombre le dijo: “¿No
querrá tu amigo invertir en un negocio?
Ponemos juntos una farmacia. Te pongo
a ti al frente”. “Sí, no hay problema”, le
dijo mi amigo. Me llamó, y le giré lo que
me había sobrado de lo que hice en el
Cosmos (porque primero me compré una
casa). La farmacia fue un éxito. Explotó
enseguida. Llegamos a tener una cantidad
de empleados, porque trabajábamos con
todas las obras sociales. El único problema
era que demoraban un poco en pagar. Al
año ya me había comprado un terreno muy
grande en la esquina de Triunvirato y Los
Incas, dos avenidas grandes, como General
Flores y 8 de Octubre, en Villa Urquiza.
Allá estuve un montón de años. Tengo un
hijo que se casó con una argentina y tengo
tres nietos.
Desde un costado, intervino Farías:
–Conseguí el pase a Venezuela porque
en Racing me debían una plata, fui a
hablar con el presidente y le dije: “Me salió
esto y me quiero ir”. Él me dijo que no
había ningún problema. Me fui ganando
doscientos cincuenta dólares mensuales,
¡nueve veces más que acá, ocho mil pesos!
Con el Flaco Lamas éramos los que
ganábamos más, creo que él ganaba nueve.
Me fui y me quedé allá veinte años. Del
fútbol, económicamente, ni hablar que no
me quedó casi nada. Traje algo de Venezuela
y tenemos una casita. Lo demás es puro
trabajo. Ahora hace diez años que trabajo
como chofer. Me jubilé hace poquito. Pero
no alcanza…
El Pelado Gómez, por su parte, se
reinventó como trabajador del mar:
–Me volví porque mi padre había
hecho una cooperativa para armar un
barco de pesca. Él ya se quería jubilar y, de
acuerdo con los estatutos, los hijos tenían
derecho a ocupar el cargo de él. Me vine y
desde entonces sigo en la pesca. Ya no con
ese barco, sino con otros. Sigo trabajando,
no embarcado, en tierra. Cuando dejé
el fútbol, no volví a saber nada, ni me
enteraba de lo que pasaba. No hice ningún
curso de director técnico ni nada.
En el momento en que Gómez cierra
su relato, el mismo que se asomó un ratito
antes vuelve a hacerlo e informó que ya
están sirviendo. Todos se levantaron y
empezaron a salir del rancho. Mientras,
Arispe y el periodista se quedaron mirando
el álbum de figuritas, que ya amarillea.
Cada página tiene un equipo: Uruguay
Montevideo, Peñarol, Defensor, Miramar,
Nacional… El Bola va comentando quiénes
eran los jugadores cuyas fotos se han
conservado en la reliquia: “Fulano era un
goleador tremendo; Mengano la rompía,
este medía como dos metros, este otro era
rapidísimo”. Cuando llegaron a la página de
Sud América, frunció el ceño y preguntó:
“¿Qué dice acá?”, porque el nombre está
medio borrado.
El periodista le leyó en voz alta:
–Balbuena.
–¡El Chino Balbuena era murguista y
yo lo iba a ver cantar en la sede de Rentistas!
–rememoró entonces el ex campeón del
Defensor del 76.
Se unieron al resto.
Ya cerca de las tres de la tarde, desde
lo alto el sol parece unirse a la celebración
de la amistad. Junto al parrillero, Lamas le
sirve a cada uno. Recién cuando el plato
del último estuvo lleno, ocupó su lugar en
la mesa, frente al periodista. El asado y el
pollo quedaron exquisitos. Entre el ruido
de los cubiertos contra los platos y los
vasos que se llenaron con diversas bebidas,
las anécdotas se multiplicaron, entre risas,
bromas y recuerdos.
Retirada
Ya son las cuatro de la tarde, empieza a
sentirse el fresco que sube desde la bahía
cercana. Los hombres de Túnel emprenden
la retirada. El periodista se va con una
sensación muy similar a la que experimentó
al visitar algún museo, porque en las mentes
de esos amigos, se dice, está guardada una
parte importante de la memoria del fútbol
uruguayo.
_Luis Morales
21
Hinchas de Newell’s comparten el amor por su camiseta
unidos en una filial
Unos setenta hinchas de Newell’s Old Boys componen la filial del equipo rosarino en Uruguay. (Foto: AC)
túnel NOV- DIC 2015
Uruguay tiene lepra
22
Es así desde que en 2010 se creó una filial
de Newell’s Old Boys en suelo uruguayo. Y
es donde rosarinos expatriados y uruguayos
conquistados compartimos el amor por esta
camiseta.
Bruno Traversa cree que hubo algo mágico.
Viajó de Montevideo a Rosario para
esparcir las cenizas de su papá en el césped
de la cancha de Newell’s y ese mismo año,
2013, el rojinegro salió campeón. No hay
quien lo convenza de que pudo tratarse de
un hecho azaroso, como si esa conexión de
sucesos lo acercara más a su padre.
El papá de Bruno era uruguayo, y leproso.
Leyó bien: uruguayo y leproso (apodo
que llevan los hinchas gracias a un clásico
organizado para ayudar a enfermos de
lepra). Nunca vivió en la ciudad santafesina
cuyos habitantes inhalan y exhalan fútbol.
Conoció a NOB en Buenos Aires, a donde
llegó en busca de un mejor pasar. Fue el
primer partido que vio en televisión desde
la habitación de una iglesia que lo acogió
en un principio, y se enamoró. Ese amor lo
compartió sólo con uno de sus tres hijos, el
menor, fundador de la filial.
A Pablo Mato lo deslumbró en el 91 un
estilo de juego. El de Marcelo Bielsa. El
resumen del fútbol argentino que veía en
La hora de los deportes cada domingo y las
páginas de El Gráfico que consumía con
fidelidad hablaban de una idea de juego
colectivo; sin un superhéroe como Beto
Alonso en River o Maradona en Boca. La
estrella era el equipo, y este joven uruguayo,
tenaz hincha de Fénix, quedó maravillado.
“Acostumbrado al fútbol uruguayo, al
pelotazo, al trancazo, lo de aquel Newell’s
me pareció monstruoso. Lo empecé a seguir
y se generó un afecto”. La vuelta del Tata
Martino al club, esta vez como técnico, y en
un momento en que el equipo estaba más
cerca de la B que de la máxima categoría, lo
terminó de cautivar: “Podría haber agarrado
la selección colombiana, pero eligió salvar
al cuadro de sus amores”. Igual que Maxi
Rodríguez, Gabriel Heinze, Nacho Scocco y
Diego Mateo.
María Eugenia Berneche se ennovió en
2010 con un rosarino hincha del club que
vio nacer a Lionel Messi. La relación a
distancia murió al año, pero hay amores
que duran para siempre. Y ella, uruguaya
y danubiana, prometió seguir alimentando
ese impulso incondicional por Newell’s
más allá de cualquier cosa, incluso de una
desilusión amorosa. Al punto de pasar diez
horas en un ómnibus para llegar al estadio
Marcelo Bielsa, ver sólo el segundo tiempo
de un partido contra Boca, que encima se
perdió; y volver para atrás otras diez horas
en ómnibus.
El transporte pudo no ser su mejor
aliado, pero sí lo fue la tecnología. Y en
esas búsquedas de páginas web y redes
sociales vinculadas a la lepra o a sus
simpatizantes se topó con Bruno. Y luego
Bruno encontró por casualidad a Patricio
Espondaburu en la tribuna de Rampla
con una camiseta de NOB. Y después se
contactaron los hermanos Stefan, Paola y
Romina Díaz para gestionar entradas a la
cancha a través de la filial.
Casi en forma simultánea, María
Eugenia me reclutó a mí, una rosarina
más que vive en Uruguay, luego de
comentar en Facebook que vería tal
partido de Ñuls desde Montevideo. Así,
“fueron apareciendo leprosos de abajo
de las piedras”, suelta María Eugenia, la
vicepresidenta.
Es que si no surgían voluntariamente,
la directiva ponía en marcha el plan b:
la persecución. “Una vez vi a dos pibes
jóvenes con la remera de Ñuls entrando en
un club del centro, los corrí una cuadra y
cuando los alcancé se ve que se asustaron,
porque nunca llamaron a la filial”, cuenta
Bruno. Otra vez su radar interno divisó
una camiseta en Paso Molino, se bajó del
125 casi por la ventana y al interrogar
al sujeto escuchó las palabras que nunca
hubiera querido oír: “Me la regalaron, no
tengo nada que ver con el cuadro”.
Más allá de algunos desengaños, una
planilla Excel suma setenta leprosos
inscritos en la filial. En Montevideo,
su mayoría; en Rocha, en Tacuarembó
y en Piriápolis. En cuanto al país de
procedencia, la cosa viene pareja: parece,
porque el conteo tampoco es de lo más
exhaustivo, que somos tantos argentinos
como uruguayos. “Cuando me presenté,
pensé que sería el único chiflado que dijera
‘soy uruguayo, hincha de la lepra, aunque
La filial acorta distancias,
ayuda a distribuir la pena
en un partido perdido,
y cuando la racha es
buena, a sentirse más
campeón. Y en algún
momento contribuirá a
llevar adelante una acción
benéfica a nombre del
club, meta que persiguen
las “sucursales” de la lepra
en todo el globo.
nunca en mi puta vida pisé Rosario’, pero
descubrí que no soy el único loco”, confiesa
Pablo.
La filial acerca a Pablo a ese Rosario que
todavía no conoce; a los hermanos Díaz y a
mí, a nuestro origen; y a Bruno, a su papá.
La filial acorta distancias, ayuda a distribuir
la pena en un partido perdido, y cuando
la racha es buena, a sentirse más campeón.
Y en algún momento contribuirá a llevar
adelante una acción benéfica a nombre del
club, meta que persiguen las “sucursales” de
la lepra en todo el globo.
¿Dónde queda la sede de la filial? No existe,
o mejor dicho, existen varias. La casa de
Bruno para ver el empate rabioso en el
último clásico con Rosario Central, un
hostel para sufrir juntos la eliminación de
la Libertadores contra Atlético Mineiro en
semifinales (por lo menos comimos un buen
asado), la azotea del apartamento de María
Eugenia para celebrar algún aniversario del
club, o un bar sin ninguna excusa.
“Ahora es mucho más fácil seguirlo porque
si no lo pasan por el cable, prendés la
computadora y lo encontrás en alguna
página web. O simplemente preguntás
‘¿cómo vamos?’ en el grupo que tenemos en
Cuestión de fe
Hay quienes viajamos seguido a Rosario para visitar a los afectos y de paso acudimos a
nuestro templo futbolero, o viceversa. Y están los que planean desde hace tiempo esa cita
soñada. Pero todos rezamos por igual en los sorteos de las copas internacionales para que
a la lepra le toque enfrentar a un equipo uruguayo (en mi caso, de ahora en más pediré que
el partido no caiga justo el día del parto de mi hija, como pasó contra Nacional en marzo de
2014). El resto de los leprosos, de fiesta en el Centenario con aquel triunfo, claro.
WhatsApp, y alguien siempre te mantiene
informado. Pero antes, sobre todo en 2004
que salimos campeones, lo veía solo y
tenía que irme a un cibercafé para intentar
agarrarlo aunque sea por la radio”, recuerda
el presidente.
Dicen que las buenas campañas sirven para
alistar hinchas infantes, capaces de lucir
la camiseta del archirrival e interrumpir
una tradición familiar por un buen festejo.
Ojo, porque los extranjeros pueden llegar a
tener un comportamiento similar. Patricio
Espondaburu, obstinado hincha de Rampla,
paseaba por Avellaneda justo cuando
Newell’s se jugaba, hace once años, el título
contra Independiente. “Estaba lleno de
hinchas de Newell’s en la vuelta, pregunté
qué cuadro era porque no lo conocía y
me enganché. Me encantó la gente, me
gustaron los colores, las canciones de la
hinchada”, detalla.
Así nació un sentir tan grande como el
picapiedra. “La pasión es la misma, son mis
dos clubes. Rampla está a punto de fundirse
y saqué plata del cumpleaños de mi hija
para poner en una colecta. Lo mismo haría
por la lepra”, admite. El diseño original que
se tatuará en la pierna –mitad de Newell’s y
mitad de Rampla– perpetuará esta bigamia
futbolera.
En definitiva, no son más que historias de
amor, por una hinchada, por una pareja,
por una idea de juego o por un padre. Con
algo en común: Newell’s Old Boys. Y con la
idea, aunque trillada, de que el corazón no
sabe de fronteras.
_Carla Rizzotto
23
El fútbol a través de la óptica de Juan Ramón Carrasco
Al ángulo más expuesto
Un grupo de jóvenes jugadores se apilaban contra una de las áreas. Miraban atentamente cómo
Carrasco los instruía y, a la vez, les pedía el próximo movimiento. Afuera, detrás del alambrado de una
de las canchas del complejo que tiene River en Colón, otros tantos futbolistas observaban la práctica.
Una y cuantas veces fueron necesarias, el entrenador hizo repetir el tiro libre para que la jugada
saliera bien. Preparaba uno de esos movimientos que le gustan tanto, como a lo pícaro, para que la
pelota no fuera al arco sino al pie del elegido. Hasta que salió. Después sí, buscó el mejor lugar, termo
y mate bien cebado, miró a los ojos y empezó la charla. Carrasco es Carrasco.
túnel NOV- DIC 2015
¿Cómo fue volver a River, un lugar
donde hiciste buenas campañas locales e
internacionales?
Siempre que volvés a un lugar donde te
reciben, o te recibieron, muy bien, porque
como jugador tengo recuerdos muy
lindos deportivamente, es como familiar.
Después, tener el privilegio de haber
hecho una campaña futbolística que creo
que marcó en lo que hoy en día es una
realidad: los equipos mal denominados
chicos van y juegan de igual a igual al
grande, sacándole puntos o ganándole, con
River, con Fénix, fueron los bastiones o los
iniciadores de no colgarse del travesaño, de
no ir a perder sino a ganarles.
24
Además, con River metiste aquella Copa
Sudamericana histórica para el club…
Tenemos el mejor puesto a nivel
internacional en la copa de Uruguay. Por
ahí no lo resaltan porque es River, pero es
verdad. Eso fue muy bueno, no sólo por
el hecho de llegar sino por cómo se llegó.
Se jugó contra equipos internacionales
como el San Lorenzo de [Diego] Simeone,
con el Vitória de Brasil, y hasta con la
Liga de Quito, que nos goleó en la altura,
pero que acá en Uruguay se le ganó 2-1
y merecimos más diferencia. Me quedo
con lo plasmado, con lo que mostraba
ese River, que decían que no parecía un
equipo uruguayo.
¿Qué creés que asocian, para que se diga
algo así?
Como que asocian que en Uruguay no se
puede jugar a ese tipo de fútbol. Creo que
eso de jugar así, como los equipos grandes
que obtenían logros internacionales
jugando con tres puntas, con jugadores de
buen pie, con el paso del tiempo te quieren
hacer creer que era milagroso o era la garra.
La garra no; la garra es pedir la pelota y
atreverse a ganar, esa es mi interpretación
de la garra. Pero acá lo asocian con que
ganaste defendiéndote, o por una pelota
quieta, o de casualidad. No lo veo así.
Además, este River al que llegaste, quizá
con planteamientos de juego diferentes,
venía de mantenerse al mejor nivel con
Guillermo Almada.
Te lo digo como jugador: el club siempre
tuvo esa vocación de tratar bien la pelota,
adaptarse a lo que es el hincha. De repente
trascendió más con nosotros y también con
Almada, pero lo que hicimos fue mantener
la identidad del club, no es que nosotros
cambiamos algo.
Estuviste prácticamente dos años sin
dirigir, ¿se te hizo largo?
Separemos. De la parte profesional, no
es que uno diga “da lo mismo”. Gracias
a Dios, la preocupación mía pasaba por
aquello de que te metan en la bolsa de
los que no tenés trabajos porque no tenés
equipo. Estábamos en una pausa en la
que apuntamos mucho a otras cosas: a la
familia, por ejemplo, que es algo que por
el fútbol a veces no podés hacer. Fueron
dos años y algo que me pasé llevando
al colegio a mis niñas, llevarlas al club,
ir a buscar a mis nietas, ver a mis hijos
grandes; todo ese tiempo lo invertí en
disfrutar lo que no podés cuando estás
trabajando. Después, mi descanso fue
un descanso activo. Fui elaborando en
mi cabeza muchísimas cosas de las que
se van a ir viendo paulatinamente. ¿Por
qué? Porque de repente, si tenés la suerte
de que te acompañen los resultados desde
el principio, se te acelera muchísimo lo
que podés incrementarle. Pero si no se te
dan los resultados, más la expectativa que
se generó desde que nosotros llegamos,
más la vara alta que ya tenía River, a veces
es contraproducente para desarrollar ese
futbol dinámico, con vértigo, con presión
y decisiones espontáneas para hacer daño;
todo eso no es de un día para el otro.
Invertí el tiempo en eso: mirar videos,
ver partidos. Tenemos un video que son
contados con los dedos de la mano quienes
lo tienen. En él se ve lo que no tenés
que hacer, pero visto en equipos como el
Bayern Múnich, el Chelsea, Real Madrid,
Barcelona, River argentino, Nacional. Son
imágenes con fallos que se generan en el
fútbol y pasan inadvertidos. Tratamos,
justamente, de achicar todo ese margen
de error. A veces vos les pedís cosas a los
jugadores y, por nuestra metodología de
trabajo, resulta que va en contra de lo
que ellos ven en esos grandes equipos.
Nosotros somos muy de la teoría y la
práctica, entonces explicamos las cosas que
queremos de cada jugador: si hacés esto es
por esto y esto. Por eso te decía, todo este
tiempo lo aproveché para crecer.
¿Cuánto ha cambiado desde que
arrancaste jugando y dirigiendo en
Rocha? ¿Cómo definís tu forma de jugar
tantos años después?
Una cosa es la forma nuestra. Otras se van a
ir viendo de a poco, como presionar desde
el punta, no jugar o tener un equipo largo.
Después apuntar a otro biotipo de jugador:
25
Foto: Leonidas Martínez
túnel NOV- DIC 2015
“Uno va creciendo. Por más que uno haya tenido determinado reconocimiento eso no quiere decir que ‘llegaste’. No hay que quedarse ahí”. (Foto: Raúl Fontana)
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antes preferíamos jugadores chicos porque
nos parecía que en espacios reducidos
hacían daño, porque tienen técnica y
velocidad y la orden que les manda el
cerebro llega más rápido, pero después
te agarran, no te dan espacios, te juegan
más a lo físico, y ese biotipo no te es más
determinante. Por eso ahora apunto a otra
clase de jugador, con potencia, con técnica,
y por supuesto también lo físico.
Uno va creciendo. Por más que uno haya
tenido determinado reconocimiento eso
no quiere decir que “llegaste”. No hay
que quedarse ahí. Nosotros éramos unos
adelantados cuando arrancamos, vamos
acorde a la tecnología de lo que es el
mundo. Serán los otros que se vienen
arrimando a lo que ya en los inicios
hacíamos, aunque nos decían cómo
íbamos a jugar con tres puntas, que no
había pausa, o como cuando una tarjeta
amarilla era cambio y cuando se pateaba
sin ángulo también era cambio, y ahora
vemos que el Barcelona con [Luis] Suárez,
Neymar y [Lionel] Messi, la delantera
con más goles en el mundo, cuando
uno está sin ángulo se la pasa al que está
mejor posicionado para que haga el gol.
Nosotros, basados en la disciplina enérgica,
en la que si no se pasaba era cambio,
tratamos de inculcarlo pero no porque
uno fuera malo, sino por acostumbrar
a que haya una opción mejor y más
contundente. Hoy el fútbol es dinámico,
todos tienen que jugar o conocer que
si jugás de 5 tenés que jugar de 8, si sos
puntero tenés que saber jugar por el
centro; a los pibes les digo que cuando les
pregunten “de qué jugás”, digan “defensa”
si es defensa, no lateral ni central; o
“volante” si es volante y ahí el técnico dirá
o preguntará si de contención o mixto y
verá dónde da mejor resultado.
Siempre has dicho que sos muy
autocrítico, ¿en qué aspectos hacés más
énfasis con vos mismo?
Uno trata de mejorar. A esta altura, al
relacionamiento, a cómo te dirigís a un
jugador, al trato con la prensa misma.
Son aspectos en los que trato de ser más
paciente. Antes no era malo, siempre
fui muy exigente conmigo. Si sos muy
exigente y te ponés objetivos: que no te
gusta ganar de casualidad, no te gusta
ganar por un error del rival, más allá de
que todo eso es bienvenido, entonces para
plasmar esa exigencia tenés que ser muy
disciplinado. Si le das demasiada libertad
al jugador, termina jugando a la pelota.
Y jugar a la pelota es en el campito. Es
muy diferente jugar al fútbol. Para plasmar
eso tenés que ser muy estricto, tenés que
trabajar mucho, tenés que corregir en
la cancha horas, tenés que explicarle al
jugador las diferentes formas de parar la
pelota. Y esas cosas pasan. Muchas veces
los jugadores vienen de abajo sin esos
fundamentos o nunca se los corrigieron
en otros lugares, y eso en nuestro sistema
frena. Te digo todo esto porque a ese
jugador, hoy en día, le explico de otra
manera, le explico, me tomo el tiempo.
Antes yo era más de “no, no, no puede
jugar” y listo, no jugaba más.
En el exterior dirigiste Emelec de
Ecuador y Atlético Paranaense de
Brasil, ¿qué balance hacés sobre esas
experiencias?
De Emelec un montón. Tarde me di cuenta
de que el presidente me daba mensajes de
que no podía jugar con tres puntas en la
altura y yo todavía estaba con eso de que las
tres puntas es mi sello. Tendría que haber
escuchado, fui caprichoso. Las tres puntas
en la altura es un daño grande, a no ser que
vos estés trabajando en la altura. Estábamos
en el llano de Guayaquil y cada vez que lo
quisimos hacer cuando subimos nos fue mal.
Brasil es un fútbol muy rico en lo
económico y en lo deportivo, pero
con poca paciencia. No sólo en el
caso nuestro, sino a nivel global. Se
convive mucho con las derrotas en
pocos partidos. Además hay un círculo
de entrenadores que de repente salen
últimos, los destituyen y a los quince
días están trabajando en otro equipo
grande. Llegamos a un país en el que los
extranjeros dirigen poco, creo que [Jorge]
Fossati anduvo por ahí y en su momento
creo que fue [Daniel] Passarella, y ellos
se corporativizan. El Atlético Paranaense
a nivel internacional no tiene mucho
nombre, pero dentro de Brasil es una
potencia enorme, estructuralmente los
complejos tienen como un hotel cinco
estrellas donde conviven y concentran los
jugadores; impresionante. Nos decían que
habíamos batido el récord de duración:
cinco meses. Jugamos 39 partidos,
ganamos 25, empatamos 7 y perdimos 7.
El promedio estadístico estaba buenísimo.
Después en el Estadual, en el Apertura
salimos campeones, en el Clausura nos
ganó el Coritiba que creo que tiene el
récord de partidos ganados que casi se
lo batió el Real Madrid. Y el Paranaense
estaba en la B, íbamos a jugar el
campeonato para subir. Vamos a una final
con Coritiba, empatamos en la cancha
nuestra 2-2 y nos ganan por penales luego
de empatar 0-0. O sea que anduvimos
de igual a igual con una potencia de ese
momento. Y sin refuerzos, porque después
recién llevamos a [Gabriel] Marques y a
[Martín] Ligüera desde acá. Eso fue en
el Estadual, empezamos al campeonato
de la B, habíamos ganado dos y perdido
dos, y nos sacan. Pero, a su vez, jugamos
la Copa de Brasil. Entran 65 equipos de
todo el país y quedamos entre los cinco.
Dejamos afuera al Criciuma, al Cruzeiro,
que al año siguiente salió campeón del
Brasileirão, y perdimos con el Palmeiras
“Si vos le das demasiada
libertad al jugador,
termina jugando a la
pelota. Y jugar a la
pelota es en el campito.
Es muy diferente
jugar al fútbol. Para
plasmar eso tenés que
ser muy estricto, tenés
que trabajar mucho,
tenés que corregir en la
cancha horas, tenés que
explicarle al jugador las
diferentes formas de
parar la pelota”.
que salió campeón. Nos despidieron y nos
volvimos, no pedí explicaciones.
Te cortaron el proceso, digamos.
El tiempo de trabajo es importante. No fue
casualidad lo de Fénix, ni lo de River, ni lo
de Nacional; lo de la selección, sacando los
resultados adversos, siempre me quedará
aquello de que estábamos cuartos, en
zona de clasificación, era la selección más
goleadora de la eliminatoria, despertaba
y generaba expectativa con fútbol y goles,
pero capaz, como yo di lugar, no tuvieron
esa paciencia que han tenido con este
proceso que se ha clasificado dos veces
quinto, en la repesca, con muchos goles en
contra y sin embargo nunca se le cuestionó
el equilibrio, como se me cuestionó a mí.
Por eso digo: todo lo que se ve no es porque
yo diga “jueguen”; es porque trabajo.
¿Te agarró muy joven lo de la selección?
Futbolísticamente no. Pero me agarró
joven en la forma en cómo me manejaba.
La forma de trabajo era impresionante,
pero claro, la forma de cómo yo declaraba
y confrontaba, cuando perdimos contra
Venezuela aprovecharon para… ¿me
entendés?
Difieren en juego, pero esta selección de
Tabárez tiene trabajo y méritos para estar
donde está, ¿Cómo la ves?
A veces sacan de contexto lo que digo. No
hablo mal del Maestro Tabárez, que quede
bien en claro, me saco el sombrero como
trabajador, como profesional, ha ganado
cosas que yo no sé si en mi carrera las voy
a ganar. Lo que sí soy es antagónico a la
filosofía del juego.
¿Te acordás de alguna crítica que te haya
parecido injusta o dolorosa?
Esto, lo de la selección. Fue totalmente
injusto. Porque, repito: estábamos
cuartos en zona de clasificación y con
todos los pesados, teniendo la selección
más goleadora. Hubo mucho invento,
como que no manejaba códigos, como
que cuando sacaba un jugador por
indisciplina lo ponía, que yo no tenía
códigos. Le daban otro matiz. Yo, como
siempre defendiéndome, digo que si saco
un jugador por indisciplina ¡pongo un
compañero!, no pongo un amigo mío.
Entonces te lo ponen al revés y el que no
razona compra. Nunca escuché, esto lo
pienso yo, que sea una falta de código que
un entrenador ponga un jugador en el
minuto 90 para que se termine el partido
porque le están apedreando el rancho. Y ahí
para mí hay una falta de respeto hacia el
jugador que entrena, ponelo para que tenga
su rato, no para hacer tiempo en el cambio.
27
Con la selección “sacando
los resultados adversos,
siempre me va a quedar
aquello de que estábamos
cuartos, en zona de
clasificación, era la
selección más goleadora de
la eliminatoria, despertaba
y generaba expectativa
con fútbol y goles, pero
“Yo no hablo mal del Maestro Tabárez, que quede bien en claro, me saco el sombrero como trabajador,
como profesional, ha ganado cosas que no sé si en mi carrera las voy a ganar.
Lo que sí soy es antagónico sobre la filosofía del juego”. (Foto: RF)
capaz, como yo di lugar,
no tuvieron esa paciencia
¿Con toda esa información que genera
opinión pública, te fueron creando un
personaje?
No tengo ninguna duda. De hecho me pasa
a veces, cuando vienen a conversar conmigo
o me piden algún autógrafo, que me dicen
“pero qué distinto que sos” o “no pensé que
eras así, pensé que eras más antipático”. Yo
qué sé, ese es el personaje que te venden.
¿Cómo te cae el personaje?
Horrible. Porque yo no soy así, lejísimos de
eso. No es fácil llegar a la verdad.
Si te tuvieras que proponer un techo,
¿cuál sería?
Ahora, a corto y mediano plazo, lograr algo
a nivel internacional, una Sudamericana
o una Libertadores; un Campeonato
Uruguayo con River, que lo necesita porque
ha hecho los méritos como para lograrlo.
túnel NOV- DIC 2015
¿Cuánto hay de disciplina y obediencia
para lograr tus objetivos?
Sabemos que en lo que enseñamos hay que
machacar, hay que insistir. El jugador se
tiene que familiarizar, al principio le cuesta
pero cuando agarra se va poniendo más
cómodo. Es una transición que depende de
esas cosas.
28
¿Vos eras obediente y disciplinado
cuando jugabas?
El tema es la forma nuestra ahora, que
no es peor ni mejor, pero hay que ser
disciplinado. Porque es como un motor.
Tenés que hacer muchas cosas para que
eso sea armónico para que lo que continúa
funcione. Si no estás a ese nivel se sabe que
no rendiste. En otros sistemas pasa más
desapercibido. Si enseñamos jugadas en
velocidad, si no tenés técnica o no tenés
precisión, no va a salir. Mucho más fácil es
automatizar eso, meter la fichita para que
esté clarita, y ya lo hacés como que es tuyo.
Ahí se ven las chances. Por eso el tema de
la exigencia y la disciplina táctica.
Vos me preguntás si yo era… lo que pasa
es que me metía en la mayoría de las
metodologías de mis entrenadores. Era
distinto, porque me pedían que cuando
la pelota me llegara hiciera jugar a la
ofensiva, pero con lo que a mí me surgiera,
no era que se trabajaba. Por ahí yo le decía
al punta: “Cuando engancho así vos picá
que te la pongo adelante”, pero decidía yo.
¿Cómo fuiste moldeando tu sistema de
juego?
Con cosas que me pasaban como jugador.
Muchas veces tenía que ir a pedirle la
pelota al defensor porque me marcaban
mucho, los técnicos decían “hay que
marcar a Carrasco” y me costaba agarrar
la pelota. Entonces tenía que ir a
buscarla, porque sin la pelota no puedo
jugar. Eso era un desgaste, tratando de
desmarcarme y discutiendo con mis
compañeros porque no me la daban.
Cuando me propuse ser entrenador traté
de buscar el sistema para solucionar eso.
Y todo lo otro: prefiero enseñar sobre la
situación en sí y, sobre todo, lo que lleva
mucho trabajo es transmitir cuando tenés
la pelota por qué el pase afuera, por qué
tener la pelota, por qué pausa y cambio
de ritmo, por qué tirarla adelante, cuándo
es el pase atrás, cuándo es el centro,
cuándo el anticipo; todo en función de lo
anterior.
¿Cómo te instruiste, dónde buscaste los
saberes?
Al principio desde la práctica misma, con
como la han tenido con
este proceso, que se ha
clasificado dos veces
quinto, en la repesca”.
aquel dream team que armamos, por
un lado para desarrollar la idea y, por
otro, para que esos mismos jugadores
encontraran equipo. También con
videos, obvio, es muy importante, y en
estos momentos estoy leyendo un libro
de [Marcelo] Bielsa, Las once maneras de
llegar al gol, y otro de [Pep] Guardiola.
¿Por qué señalás que te marcó tanto
Miguel Ignomiriello?
Con Ignomiriello hasta el día de hoy
nos llamamos. Él siempre está, en
algún acontecimiento de la familia,
cuando arreglamos acá en River,
cuando no nos salían las cosas, cuando
le ganamos a Peñarol, siempre llama
desde La Plata. Eso ahora, pero
cuando estaba sin trabajar él venía,
lo hospedaba, y hacíamos comidas
con toda esa generación de Nacional.
Fijate que yo tendría 16 años… él me
enseñó a ser profesional desde chico,
lo que es la vida del adolescente, con
responsabilidad para llegar al nivel
profesional. Y después, bueno, cosas de
los vicios como no fumar, no alcohol,
respetar al compañero, mantener cierta
higiene; todas cosas que, además de lo
futbolístico, te enseñan a moverte en
la vida.
_Fermín Méndez
Los Auténticos Decadentes
El silbido de Arturo mientras barre las hojas
que cubren la tribuna es parte de la sonora
fauna del Méndez Piana. Cuando todo calla,
la escoba raspando el cemento acaricia los
tímpanos. Atrás los tiros errados del blanco,
fallas al hombre punteado que se pierden
tras los muros del polígono. Las bocinas de
la calle difícil, las frenadas obvias, el griterío
de los de al lado, a la vez, peloteando.
Tienen casi la misma fauna sonora, mas un
color nos diferencia, años de historias de
barrio, y las mismas ganas de quedarse con
el viejo clásico de la medianera ¿Hay algún
clásico en el mundo en el que a las canchas
de ambos equipos apenas las separe un
muro?
Ahí está el silbido de Arturo, el
canturreo que entona en sus mejores días.
Ahí está como cuando a mis diecisiete
entré por primera vez en el vestuario de los
grandes, que terminaron aquella tarde a
las piñas. Bienvenido a ser hombre, niño.
Marcenaro no daba crédito. Yo pensé en la
intensidad de las cosas. Estuvo también en
aquella recordada victoria a Danubio un
domingo eterno mañanero, la última vez
que los de la franja usaron la infrecuente
casaca verde surcada por el blanco. Estuvo
cuando el River de Carrasco opacó las
diabluras de Pablito Meloño –de un primer
tiempo inolvidable– con cuatro certezas
que derribaron las tres inflamaciones de red
de las mil rayas. También en aquel empate
a dos con Progreso, cuando duré menos
de media hora por arrebatado y juvenil, y
pegué dos patadas acordes a la tormenta,
que no terminaron más que con el rojo
del cartón reflejado en mis ojos locos;
los compañeros bancaron el mostrador
como tantas veces, entre barro y chubascos
eléctricos. El día que convertí con la casaca
anarca de Misiones, también estuvo;
Casella le pegó como con la mano, yo atiné
a colocar la testa como pude, el golpe en
el caño derecho le dio color, y no supe qué
hacer en la carrera del festejo.
Los ruidos son los mismos, y encuentro
en los rincones mis edades. Recuesto mi nuca
contra el vestuario y hay treinta gurises dando
vueltas, otros cien fantasmas del recuerdo.
Hay voces jóvenes, viejos ecos, música de
celulares, y está el llanto familiar de los
caños, la melodía de las goteras, las baldosas
muertas, la burla del tiempo en los azulejos.
El campeonato empezó después de
cinco meses en los que se hace difícil no ser
decadente. Auténtico y decadente. Lo que
pasa con los futbolistas cuando ni juegan
Ilustración: Fernando Ramos
ni cobran a muy poca gente le importa.
Pero la realidad es que el campeonato al fin
comenzó y esa casaca tan linda que el viejo
Néstor te tira en un gesto que emociona, me
sacudió el corazón lleno de polvo. El short
y las medias están doblados sobre el banco
de pórtland lustrado. Gustavo se ocupa de
que a nadie le falte nada, el Cabeza Rondeau
recorre –como hace más de treinta años–
los cien pasos que separan el vestuario del
banco de suplentes. Tras el arco la bandera
con el rostro siempre atento a la jugada
del Pelado De Castro, y una chiquillada
bullanguera con redoblantes y bombos. Mi
viejo y mi vieja como en una postal de la
niñez, mi hermano que se sube las medias y
se ajusta los championes. Hay veteranos con
el mismo semblante sumando arrugas, hay
botijas que no habían nacido aún cuando
debuté en primera. Los pibes del club, como
los pibes que éramos, se ponen la casaca por
abajo del short con el amor necesario y la
seriedad justa. En sus ojos están los sueños
de todos los cracks que llegaron hasta donde
pudieron.
En la decadencia de nuestro fútbol lo
que queda es ser auténtico. Los auténticos
decadentes. Perdimos si ganamos algo
dijo Fito, y vaya si venimos ganando. El
gol de Huracán en el debut cabaretero de
la Segunda División fue una picardía de
potrero de un argentino que se lo gritó a la
cámara. No hubo mucho más que eso y un
puñado de codos, otro tanto de hachazos,
jugadas mal hilvanadas, nervios normales,
folclore abundante. El humo del maní
es la señal arcaica de que hay fútbol y de
que –según dice un salmo– la pelota no se
mancha.
_Agustín Lucas
29
Momentos artísticos en la vida de José Pepe Sasía
Voz de gorrión
túnel NOV- DIC 2015
El fútbol uruguayo ha generado una
enorme cantidad de historias míticas,
como ningún otro fútbol lo ha hecho. Por
idiosincrasia, necesidad, o porque realmente
la ilógica cantidad de logros deportivos se
construyeron con base en hechos que serán
narrados por los siglos, con el decorado
inevitable que el tiempo le da a los buenos
cuentos.
Por supuesto, no hay historias sin
personajes. En el prólogo de Al fondo de
la red, libro autobiográfico de José Sasía,
el escritor Enrique Estrázulas sentencia
sobre el Pepe: “Simboliza un arquetipo
legendario de guapeza dentro y fuera de
los campos de juego cuyas anécdotas se
narran, se multiplican, se exageran y se
inventan en los mostradores de Montevideo
y otros foros del diálogo popular. Se trata,
entonces, de un personaje de ficción, dado
que ante el solo hecho de nombrarlo, vuela
la imaginación de muchísimos narradores
orales”.
Estrázulas fue su amigo, y el primero
en alentarlo a escribir un libro. Sasía
escribió dos, el nombrado y Orsai en el
paraíso –también autobiográfico–, ambos
con el auxilio del periodista José Luis
González quien, a su vez, incluyó al Pepe
en la gama de personajes que forman la
novela Las luces del Estadio. Es que durante
toda su vida, siendo futbolista, antes y
después, estuvo vinculado a elementos de
la cultura uruguaya, en distintos formatos
y dimensiones. Una de las facetas que ha
alimentado el mito de José Francisco Sasía.
30
Carnaval
Nació en Treinta y Tres, y a los siete años
llegó a Montevideo con sus padres y
hermanos, que a la larga serían nueve. Se
instalaron en el barrio Aires Puros, donde
su vida fue tan dura como feliz, con la
pelota y el potrero como arma y mundo
esencial. Tan esencial y primario que le
condicionaba cualquier otra actividad:
“Estudié música, y mi maestro fue Donato
Raciatti. Me gustaba el fuelle como loco,
pero tampoco llegué a nada con eso. Apenas
aprendí solfeo. ¿Sabés lo que pasaba? Que
casi al lado de lo de Donato había un
campito. Entonces yo nunca, o casi nunca,
llegaba a la casa de él. ¡Pobres viejos! Las
veces que me hice la ‘rata’ a las clases de
música…”, le comentaba al periodista Julio
Decaux en 1977. Donato Raciatti, quien
fue uno de los más grandes bandoneonistas
del Río de la Plata, vivía a unas cuadras de
los Sasía. “Cuando le preguntó a Raciatti
cómo iba Pepe en las clases, se enteró de
que no iba casi nunca”, recordaba, no sin
notoria culpa, la inquietud de su madre,
doña Mariana.
Así como le gustaba el tango, encontró
en el Carnaval un mundo en el que se sintió
cómodo y lo apasionó, desde abajo y desde
arriba del escenario. “Cantaba bien el Pepe,
era segundo en el coro”, nos contó Carlos
Modernell, más conocido como “El Diablo
Verde” o “El Gauchito del Talud”, una de
las figuras más reconocidas del Carnaval
montevideano, letrista de varias retiradas
emblemáticas y hermano de la vida de Sasía
desde la adolescencia. Modernell “sacó”
varios conjuntos en su carrera carnavalera,
los primeros fueron la murga Empujá que
Cabe Otro y los humoristas Los Farabutes
Cantores, en la década de 1950. Ambos
proyectos tuvieron al Pepe cerca: “En
Empujá que Cabe Otro cantó algunas
noches, pero no estaba en el plantel de la
murga. Igual se sabía las letras porque caía
seguido a los ensayos”, recuerda Modernell,
quien probablemente se refiriese, por
ejemplo, a estos versos:
Sasía “simboliza un
Los choferes del transporte pudieron por fin
lograr
que los dejaran sin gorra en el coche trabajar.
Si usted ve alguno con gorra, es casi un caso
clavao
que el tipo sufre de caspa o si no que es un
pelao.1
de un personaje de ficción,
Lo mismo sucedía con Los Farabutes
Cantores, que salían de la casa de Rubito,
hermano mayor del Pepe. Ya jugando en la
primera de Defensor, Sasía se las revolvía
para hacer tablados con sus compadres.
“Entonces no era como ahora que el
Carnaval es un arte. En aquel momento ser
murguero era ser un reo y ni los directores
técnicos del fútbol te bancaban eso. La
burguesía, los que no saben que el Carnaval
es por treinta días el desahogo de la gente
humilde, te miraban con malos ojos”,
reflexionaba ante la consulta del periodista
César Di Candia. En dicha entrevista,
realizada en 1990, Sasía justificaba su
pasión: “Cantaba y tocaba los tambores.
Hacía de todo. En el Ipiranga hicimos
un conjunto de dieciséis tambores y nos
presentamos a las Llamadas. Llegamos
últimos pero nos sacamos el gusto. A mí
me gusta mucho cantar. Soy socio del Noa
Noa que es un rancho donde nos reunimos
a cantar. […] Un tango con ritmo de
murga, un bolero a tres voces como los que
cantaban Los Panchos que se prestan tanto.
Son esas costumbres que están tan arraigadas
a lo nuestro, en lo que es el uruguayo, que
la gente extranjera cuando las ve de cerca,
queda como asombrada”.
El Ipiranga fue el club del barrio donde
comenzó su carrera futbolística, y donde
además de una cuerda de tambores, fundó
una murga: Los Pirichiritirifláuticos. Es la
época que Sasía recordaba con más cariño:
“El Ipiranga vivía una época de esplendor.
[…] ¡El carnaval del barrio y nuestros coros
bajo la noche con estrellas! Me tira tanto que
siendo técnico llegué a venirme de Grecia en
una licencia de cinco días especialmente pare
ver carnaval”.
arquetipo legendario de
guapeza dentro y fuera de
los campos de juego cuyas
anécdotas se narran, se
multiplican, se exageran
y se inventan en los
mostradores de Montevideo
y otros foros del diálogo
popular. Se trata, entonces,
dado que ante el solo hecho
de nombrarlo, vuela la
imaginación de muchísimos
narradores orales”.
Situación similar, aunque con algo
más de riesgo, vivió jugando en Argentina:
“En carnaval, para el corso del barrio,
me vine de Buenos Aires escapándome
de la concentración de Boca. Un error
injustificable. Acababan de darme una
plaqueta como goleador del mes y creo que
por eso me la bancaron”.
Su pasión fue de la mano con el
respeto hacia quienes, desde la creación
artística popular, fueron voz y sostén
reivindicativo en los peores años: “Tanto
el carnaval como el canto popular son dos
facetas de la vida que me han atrapado
desde muy joven. Cómo puede olvidarse
uno de todos aquellos que lucharon
fuera del país, como Los Olimareños,
Alfredo Zitarrosa y otros tantos. Vivimos
jornadas emocionantes cuando muchas de
estas figuras regresaban desde el exterior,
provocando grandes manifestaciones de
expresión popular a todos los niveles.
[…] Pero quiero expresar que no sólo los
muchachos del canto popular fueron los
que lucharon, sino también las murgas
hicieron punta, al punto tal que el carnaval
se convirtió en un tremendo baluarte en la
lucha por recobrar la democracia en nuestro
país”, manifestó para el libro número 1
de la colección “El Uruguay visto por sus
protagonistas”, que contiene sus testimonios
y los de Luis Peta Ubiña, compañero en
la selección y con quien, durante alguna
concentración, se juntó a leer al poeta ítaloargentino José Ingenieros.
En los ochenta, Sasía se acercó a Falta
y Resto. Así lo recordaba el periodista Jorge
Pasculli: “Tuve el privilegio de conocerlo
por dos causas en común. Éramos hinchas
fundadores de la Falta, y siempre nos
veíamos siguiéndola por cada tablado. Con
el Flaco Raúl [Castro] un día nos sacamos
el gustazo de hacerle un largo reportaje para
Orsai, un semanario de humor deportivo
que sacábamos por el 83. Era tan humilde
el Pepe que minimizaba todo lo que tenía
que ver con él”.
Literatura y música
Roberto Fontanarrosa lo conoció muy bien.
En 1965, durante la final de América que
Peñarol perdería con Independiente, el Pepe
fue expulsado de la cancha por tirarle arena
en la cara al golero Santoro. La relación
entre el jugador y su club venían chuecas,
ya que Sasía presidía la Mutual desde
1961, algo poco grato para el presidente
Washington Cataldi. La expulsión en la
final fue la gota que rebasó el vaso y fue
vendido a Rosario Central donde, también,
fue gran figura. El Negro, reconocido
fanático de Central y creador de algunas de
las narraciones literarias sobre fútbol más
memorables, también lo utilizó, a decir de
Estrázulas, como “personaje de ficción”,
en dos de sus cuentos. En ‘Lo que se dice
un ídolo’, el narrador se refería al lado más
temperamental del goleador:
“Sí, andá a decirle al Pepe Sasía eso,
andá a decirle al cordobés Willington que
no se puede pegar siendo delantero. O al
negro Pelé, sin ir más lejos, que tiene el
récord de tipos quebrados. Andá a decirle
al Pepe Sasía que a los delanteros les es más
difícil pegar. El Pepe te metía cada hostiazo
que te arrancaba la sabiola. Le bajaba cada
plancha a los fulbá que te la voglio dire”.
A su vez, en la discusión de boliche
que centraliza ‘El 8 era Moacyr’ se
hace referencia a su pasaje por el fútbol
argentino:
–También vinieron Loayza, me
acuerdo, el Pepe Sasía, a Boca…
–Y bueno… –recordó el Pochi– Sasía
vino de última acá, a Central, con el
Gitano, Borgogno…
Fontanarrosa y el Pepe tuvieron
algunos encuentros. Así recordaba, uno de
ellos, el escritor rosarino: “Un día me lo
encontré al Pepe Sasía, que había jugado
en Rosario Central muchos años antes, y
le pregunté si se acordaba de un partido
amistoso que Central había jugado en
Rosario con el Real Madrid en el medio
del barro. Se me acercó y me dijo: ‘¿Si me
acuerdo?… ocho caños le hice a Marquitos’.
Ese día la rompió el Pepe”. Otro se dio en
Montevideo, en una ocasión que el Negro
vino a ver una función de Fontanarrisa,
obra de Eduardo Cervieri, inspirada en el
escritor. Organizaron una comida en lo de
Cervieri e invitaron a Sasía. El momento lo
recordó el actor Enrique Gallego Vidal: “Él
quedó como un niño, me acuerdo, cuando
31
Hace una punta de años
que no veo al Pepe Sasía.
Al amigo aquel,
tal vez la noche se tragó los versos
que apenas recuerdo,
escribí una vez…
Alfredo Zitarrosa y Canario Luna, dos referentes y amigos del Pepe Sasía.
llegó, pa´no podía creer ‘¿Vos sos Sasía?’, le
iba a molestar y le aplaudía...”.
La conexión, incluso, se originó en
la inspiración que tuvo Fontanarrosa para
empezar a escribir narraciones sobre fútbol,
el cuento ‘Aprendiz el barro’, de Enrique
Estrázulas: “Estaba dedicado al Pepe Sasía,
el mítico jugador de Peñarol. No narraba
un partido ni a cuántos minutos había sido
el gol. Era una historia referida al ambiente
del fútbol, pero que no se refería al juego”.
Estrázulas incluyó el cuento en su libro
Los viejísimos cielos, editado en 1975,
y no fue lo único que escribió sobre su
amigo. Exactamente veinte años después,
uno antes de que Sasía falleciera, Jaime
Roos editó El Puente. La novena canción
del CD es ‘Al Pepe Sasía’, con letra de
Estrázulas más música del propio escritor
y Jaime Roos. “La música la silbé en un
grabador en una buhardilla en París, y me
salió misteriosamente. La letra después la
perfeccioné, los arreglos y también alguna
puntadita en la música que fue de Jaime
Roos, que lo admiro profundamente e hizo
una composición magistral a mi criterio”,
contaba el autor en el programa Utopía,
de CX36. Jaime Roos, más preciso, nos
comentó: “La canción ‘Al Pepe Sasía’
me fue mostrada por Enrique en 1994,
canturreada a capella por él en una casete,
junto a varios tangos, para ver si me
interesaba hacer algo con ella. Él le había
puesto ‘Cuplé del Pepe Sasía’, pero no era
un cuplé. Le sugerí que se llamara ‘Al Pepe
Sasía’. Yo le agregué una parte melódica,
mantuve otras partes de su tonada original,
tan sencilla y genuina al mismo tiempo.
Armonicé el tema, le pedí que cambiara
un par de palabras, y así quedó. Por eso la
letra es de él, y la música está compartida
entre los dos”. La canción comenzaba con
un recitado de Estrázulas, grabado en el
café Sorocabana:
túnel NOV- DIC 2015
Campeón con Peñarol y con la celeste
32
José Francisco Sasía nació en Treinta y Tres, el 27 de diciembre de 1933. A los siete años
llegó con su familia a Montevideo. En la peluquería de su padre se armaron los primeros
equipos de fútbol que defendió: el Aires Puros, el Olimpia y el Ipiranga, entre otros. A los
trece años, gracias a gestiones de su madre, llegó a las formativas de Defensor, donde
debutó en cuarta con quince años y salió campeón invicto en 1949. A los dieciséis debutó
en Primera contra Rampla. En 1952 recibió un balazo en una pierna, en una trifulca
de barrio, por lo que tuvo que abandonar la práctica del fútbol por dos años. Tras la
recuperación, jugó en Defensor hasta 1959, cuando fue vendido a Boca Juniors. En 1961
vino a Peñarol, con el que se coronó campeón de América y del Mundo, y tres veces del
Uruguayo. En 1965 emigró a Rosario Central, donde jugó una temporada. Al año siguiente
regresó a Defensor y en 1968 jugó en Nacional. Al año siguiente vistió la camiseta de
Racing y, en 1970, volvió a Defensor por tercera vez, cerrando su carrera profesional. Con
la selección uruguaya jugó los mundiales de Chile, en 1962, e Inglaterra en 1966. Disputó
tres copas América y fue campeón en Ecuador, en 1959. Como técnico, Sasía dirigió a los
clubes uruguayos Rampla Juniors, Racing, Cerro, Liverpool y Progreso; Deportivo Galicia,
de Venezuela; Aucas, de Ecuador; Olimpia, de Paraguay; y al Aris Salónica griego, al que
llevó a las semifinales de la Copa UEFA 1979/80. Falleció el 30 de agosto de 1996.
La voz solista estuvo a cargo de Pablo
Pinocho Routin, histórico murguista e
integrante, por esos años, de la banda
estable de Roos. Routin nos comentó su
vivencia con Sasía: “Al Pepe lo conocí hace
más de veinte años, en un restorán que él
tenía frente al Puerto de Montevideo. Allí
ensayábamos con una de las bandas que
tenía el Canario Luna (El Canario Luna
y sus Amigos), donde participábamos
algunos integrantes de Falta y Resto. Para
nosotros era todo un acontecimiento
que él estuviera ahí, ya que se trataba
de una figura emblemática, con enorme
relevancia en la historia de nuestro fútbol.
Lo recuerdo como alguien muy generoso
y humilde; en ninguno de los momentos
que compartimos se hizo notar como
una persona destacada. Por el contrario,
agradecido de que estuviéramos allí nos
invitaba a comer seguido. Si éramos
amigos del Canario, éramos sus amigos.
Recuerdo esos momentos con mucho
cariño”. Sobre la canción que interpretó,
y que en el mismo año fue editada en
su CD Noches de Carnaval, Pinocho
reconoce: “Cantarla me emociona y
regocija mucho, por haberlo conocido a
él, pero también por haber conocido a
Enrique Estrázulas, quien me ha contado
un montón de historias y detalles sobre su
relación con Sasía”.
Efectivamente fue muy amigo del
Canario Luna, del Polaco Goyeneche, tras
su estadía en Buenos Aires, y de Alfredo
Zitarrosa, entre otros. Sobre Alfredo, el
Pepe recordaba –en Al fondo de la red– la
sensación por su ausencia durante eñ
exilio: “Cuando en el 84 volví a escucharlo
cantar por la radio recuperé el Uruguay.
Yo había estado viviendo en otro país con
el mismo nombre y la misma capital. No
cantaba Zitarrosa”. A fin de año, el cantor
lo llamaba por teléfono:
–Llamo para saludarlo por estas
fiestas. Pudo haber sido al revés, ¿no?
¿Usted tiene mi teléfono?
–Sí, Alfredo, lo tengo.
Hablando de fútbol, el Pepe dijo
alguna vez: “Hay centros a muchos y
centros a uno”. Podría corregirse: “centros
al uno”.
Cuarteta del salpicón de Empujá que
Cabe Otro, escrito por Carlos Modernell
para el carnaval de 1957. Letra cedida por
la historiadora Milita Alfaro.
1
_Mateo Magnone
Ademar Martínez:
la calidad escondida
Ademar Martínez reparte su tiempo entre el trabajo de “profe” en Sudamérica Universitario, los estudios en el ISEF
y como futbolista, defendiendo la camiseta de Villa Teresa en Primera División. (Foto: AC)
El cántaro fresco
Ademar Martínez nació en 1990 en Melo, Cerro Largo. Cuenta que lo apodaron Piolín, como el pájaro,
por la cabeza. Es mediocampista y derecho, pero sólo para pegarle a la pelota. Habla de su familia, de
su vida, de la política y de sus pasiones: el fútbol, desde chiquito; la Educación Física, ahora. Estudia
en el ISEF, es profe de Sudamérica Universitario y hoy la vida y el trabajo lo encuentran defendiendo a
Villa Teresa en Primera División.
¿Chorizo, Piolín o Píldora?
En verdad no me dicen ninguno. Piolín
me decían de chico por el pajarito: pura
cabeza. Mi abuelo era el Chorizo, después le
empezaron a decir igual a mi padre, aunque
también le dicen Píldora. Todo esto porque
mi abuelo tenía el saladero María Elizenda.
Contame de tu infancia y adolescencia en
Melo.
Mi infancia fue como la de todo gurí del
interior, tranquilo. Fui a la escuela N° 2
y siempre fui loco por el fútbol. Jugué
en Continental y en Boca. Mi padre fue
dirigente de Boca y me crié en ese vestuario.
Desde que tengo uso de razón voy a los
entrenamientos y a los partidos de Boca de
Melo. Soy fanático.
Los capitalinos tenemos ese problema de
siempre bajar a tierra el fútbol por los
equipos de Montevideo, ¿cómo vivías la
distancia entre Melo y la capital?
Venía una vez cada tanto al apartamento
de mi abuela, a algún circo que a Melo
no iba y al Parque Rodó. Pero después el
fútbol para mí era en Melo. Mis ídolos eran
los jugadores de Boca y los jugadores de la
selección de Cerro Largo.
Creciste viendo el fútbol de la
Organización del Fútbol del Interior
(OFI) y después fuiste parte de la
selección.
Sí, salimos campeones del Este con la
selección de Cerro Largo. Llegamos a la
final de la Copa de Campeones de OFI dos
años y las perdimos: un año con Soriano y
el año anterior con Colonia. Perdí dos años
en mayores, con Colonia y con Soriano, un
año en sub 18 con Florida y dos años en
sub 15 –un año con Durazno y el otro con
Paysandú–. En algún momento tengo que
volver a salir campeón del interior.
¿Cómo se viven esos campeonatos de
OFI?
Son los más lindos. Están de más. Salir
campeón del Este no es lo máximo a
nivel del interior, pero en lo interno sí.
Aparte Cerro Largo desde 2008 no salía
campeón; nosotros ganamos en 2013. En
el Pul [frigorífico que se encuentra en la
entrada de la ciudad] nos estaba esperando
un camión y fuimos en caravana por todo
33
Melo, terminamos en la fuente de los
200 años, nos mojamos todos y después
fuimos para la plaza. Pila de gente había.
Era lo que yo iba a ver de chico, lo que
acompañaba, y me tocó vivirlo a mí. Fue
increíble.
“En 2009 jugué en Cuarta
Después te tocó vestir la camiseta de
Cerro Largo Fútbol Club, el equipo
profesional del departamento, ¿qué
diferencias hay entre la selección y
la Primera División de la Asociación
Uruguaya de Fútbol (AUF)?
El sentimiento para mí era el mismo
porque también fui hincha de Cerro
Largo. Mi padre fue socio fundador del
club en 2003, fui a todos los partidos
que pude, después me tocó jugar. Pero
es distinto porque la gente se pone más
exigente. Los jugadores al principio eran
en su mayoría de Melo, pero después
cuando se profesionalizó más, estuvo en
la A, la exigencia pasó a ser otra y los
jugadores ya no eran los que ves todos
los días en el barrio, en el pueblo. A veces
se les reprocha la entrega en Cerro Largo
Fútbol Club: al no estar todos los días
ahí, “¿al jugador qué le interesa si pierde
o gana si no siente la camiseta?”. La gente
de Cerro Largo es así.
el color– te la creés. De
Jugaste con Rino Lucas y Adolfo Lima.
Con Tino [Adolfo Lima] juego desde
que tengo cinco años. En Continental
jugamos juntos todo el baby fútbol.
En siete años no perdimos un partido.
Salimos campeones los siete años. Nicola
Pérez –de Isidoro Noblía– también, era el
golero. Y después con el Tino jugamos en
las selecciones juveniles y coincidimos en
Cerro Largo. Pero los dos son tremendos
jugadores, Rino [Lucas] también. En esa
campaña que Cerro Largo clasificó a la
Copa Sudamericana se paraban bien atrás,
se la tiraban a ellos y resolvían.
Primera”.
túnel NOV- DIC 2015
¿Qué te gusta hacer cuando volvés a
Melo?
Ver a la familia, ver la gente que no ves
nunca cuando estás acá, ir a la casa del
Gordo Quintas a hacer un asado, a tomar
una cerveza. No mucho más que eso.
Cuando puedo –mi padre me tiene medio
34
División de nuevo, y ahí
de guacho –como jugás
en Peñarol y estás para
boludo nomás. Creo que
a todo el mundo le pasa,
pero si madurás rápido
y te das cuenta de que
si no le metés no llegás,
cambiás. Te vas para
Melo todos los fines de
semana y dicen ‘ah, mirá,
el que juega en Peñarol’.
Y es mentira, porque si te
gusta el fútbol de verdad
lo importante es llegar a
en capilla por eso– ir a campaña. No voy
mucho, tendría que ir más. Ir a ver al Boca.
¿Y cuándo no tenés que trabajar?
Trato de aprovechar cuando estoy medio
libre para estudiar, para meterle al ISEF.
Me quedan dos años; tengo que hacer la
Práctica Docente I y II. Estoy haciendo la
Tecnicatura de Fútbol también, mi idea es,
más temprano o más tarde, recibirme.
¿En qué año llegaste a Montevideo?
En 2008, cuando terminé el liceo. Antes mis
padres no me dejaban venir. Me vine a hacer
las inferiores a Peñarol. Ese año salimos
campeones uruguayos con el Chueco [José
Batlle] Perdomo. Después, en 2009 jugué en
Cuarta División de nuevo, y ahí de guacho
María Elizenda*
“Según datos del último censo agropecuario, Cerro Largo disponía en 1966 de 6,5% y 8,5%
–respectivamente– del stock bovino y ovino del país. En determinado momento (19641965), a raíz del restablecimiento momentáneo de relaciones comerciales con Cuba y
ante la perspectiva de extensión a otras áreas, se presentó la posibilidad de instalar en el
departamento una industria de la carne que, partiendo de la etapa saladeril, ascendiera
al peldaño de la industria frigorífica. El Saladero María Elizenda, que intentó convertirse
en un frigorífico regional, faenó 13.600 reses y exportó 1000 toneladas de tasajo a Cuba,
Perú y Brasil, a la vez que dio ocupación a 300 personas”.
* Extraído de colección Nuestra tierra. Los departamentos, 1970.
–como jugás en Peñarol y estás para el
color– te la creés. De boludo nomás.
Creo que a todo el mundo le pasa pero si
madurás rápido y te das cuenta de que si
no le metés no llegás, cambiás. Te vas para
Melo todos los fines de semana y dicen
“ah, mirá, el que juega en Peñarol”. Y es
mentira, porque si te gusta el fútbol de
verdad lo importante es llegar a Primera. En
2010 arranqué el año en Tercera, después
vinieron Diego Aguirre y el Tito [Jorge]
Gonçalvez, hicieron un recorte de jugadores
y quedé libre. De ahí me fui a Boca a jugar
la Copa de Campeones y después a la B
a jugar en Cerro Largo Fútbol Club la
segunda mitad del año.
Pero entre esa época y tu momento actual
pasó de todo.
Sí. La segunda mitad del año de 2010 la
jugué en Cerro Largo. Volví en verano a
hacer la pretemporada con el club y en
marzo di la prueba de ingreso en el ISEF y
dejé de jugar al fútbol a nivel profesional
para pasar a jugar en Peñarol Universitario.
Cuando arranqué en el ISEF me hice un
amigo, el Javi Tais, que es de Minas, y me
invitó a jugar en Sportivo Minas. Jugué ahí
un campeonato en la liga local minuana;
estudiaba e iba los fines de semana a jugar.
En el verano de 2012 jugué en la selección
de Cerro Largo y salimos campeones
del Este, le ganamos la final a Rocha.
Después me fui a jugar a Barrio Rivera de
Maldonado. Yo iba a jugar en Sportivo
Minas de vuelta, pero uno que jugó en el
Boca, José Luis Scavino, me llamó y me
dijo que faltaba un volante. Me preguntó
si quería ir a hacer una práctica en Pan de
Azúcar, que me quedaba un poquito más
cerca que Maldonado. Fui, hice fútbol y me
dijeron para arreglar. Les dije que no podía
ir a entrenar todos los días porque estudiaba
y no les convenció mucho, pero después me
dijeron que sí. Jugué ese año y me citaron a
la selección de Maldonado, pero dije que no
porque jugué en 2013 con la selección de
Cerro Largo. El pueblo tira.
Conocés el fútbol de Lavalleja,
Maldonado y Cerro Largo, ¿en qué se
diferencian?
En organización el de Maldonado y Minas
están un poco mejor que el de Melo. En
Melo ahora están viendo cómo hacer porque
hay pocas canchas, pero se trata de jugar
un poco más. El fútbol de Minas es muy
luchado, y el nivel interno en Maldonado
está por encima de los otros dos.
¿Cómo definís al fútbol melense?
Al tener cerca la frontera tiene un mix: se
trata de jugar bien pero no se puede dejar
de meter. Yo tenía un técnico, histórico
en el fútbol del interior, el Chico [Osmar]
Houguet que decía que en el fútbol si sólo
jugás podés ganar un partido, porque si el
otro equipo mete más que vos te gana; en
cambio, si sólo metés también podrás ganar
un partido, pero hoy en día ya no se gana
más sólo metiendo. Entonces hay que meter
y jugar.
¿Tuviste relación en tu infancia con la
frontera?
Sí, porque mi abuela es de Aceguá y se va
a la frontera. por lo menos a traer las cosas
más baratas.
¿Cómo se compone tu familia?
Mis viejos, que están separados, y mi
hermana.
¿Estás en pareja?
Sí, hace dos años y poco. Mariana Gómez
se llama, Mapi le dicen. Jugaba en la
selección uruguaya de handball, renunció
por ser fiel a sus principios. No se llevaba
con el técnico y se fue. Jugó un Mundial, en
San Pablo, y los Juegos Panamericanos de
Guadalajara 2011.
¿Cómo es la relación de deportista a
deportista?
Ella ya se recibió de profe. Anda volando.
Lo bueno de la relación es que tenemos
todo en común. Ella es fanática de Peñarol,
yo también soy hincha desde chico. Vamos
a la cancha juntos; todos los partidos que
puede me va a ver. Me hace la crítica,
entiende muy bien el fútbol. En la parte
física también, mucho más. Cuando no
coincidimos la voy a ver también, ella juega
en la Scuola Italiana.
¿No tenés problema con decir que sos
hincha de Peñarol?
Soy hincha desde chico. Yo qué sé... voy
a mirar fútbol. Ojo, cuando jugué en el
club me hice menos hincha. Incluso lo he
enfrentado y no me pasó nada. Lo que me
resultó rarísimo fue jugar contra Cerro
Largo en Melo. Me sentí raro, estaba en
“Matías Bentancur, que fue
el que me trajo al Villa –
conoce a Francisco Fusco–,
más o menos me explicó
cómo era: un cuadro de
barrio. Hablando con el
Vito [Beato] también, me
dijo que lo que había te lo
daban, pero que no había
mucho. Llegué y es tal cual:
tiene todas sus carencias
pero las suplen con un
corazón enorme”.
mi casa, en el Ubilla, donde jugué toda mi
vida, estaban todos mis conocidos ahí.
¿Qué relación tenés con la política? ¿Te
interesa?
Me interesa pero no me involucro mucho.
Mi familia sí, mi padre y mi madre son
militantes. Mi madre apoyó a Constanza
Moreira en Melo, abrieron un espacio
nuevo, Casa Grande; y mi viejo está con
Pablo Guarino. Cuando voy a Melo se
charla un poco de cómo me está yendo, del
estudio, pero después toda la tarde discuten
de política los dos.
¿Por qué creés que el futbolista no se
involucra tanto en política?
No se ve mucho. Piensan que no les va a
influir. Ya de por sí la política y el deporte
están mezclados. Los dirigentes políticos
o arrancan en el fútbol o terminan ahí, o
El Máquina
¿Quién es el Máquina?
Un cra, una fiera; Marcelo se llama. Tiene una frutería abajo de casa, acá en Montevideo,
y otra en Rodó y Minas. Es un guerrero. A él lo conocí en 2008, cuando me vine para
Montevideo, recién estaba arrancando con su frutería y ahí estaba el loco. Él saluda a
todo el mundo: “¿Qué hacés, Máquina?”. Lo conoce todo el barrio. Un día me vio caminando y me dijo: “Vos debés jugar bien al fútbol”. Y ahí nos pusimos a charlar, yo era
guacho, le dije que jugaba en Peñarol y empezamos a hacer relación. Cuando dejé el
fútbol siguió la amistad y cuando arreglé en Cerro Largo el tipo se recopó con que iba a
jugar en primera y me dijo: “Ta, yo te voy a seguir, voy a ir a todos lados”. Y me siguió a
todos los partidos. Se iba a Melo, increíble. El primer partido contra Danubio, yo estaba
en el banco y ni entré y el loco se fue hasta allá. Fue con su familia y se quedaron en
campaña con mi padre. El loco es rehumilde, arrancó de abajo, con un carro. Un día pasó
por la esquina de casa, había un autoservice, y le dijo a la señora que si le alquilaba la
frutería él se la levantaba. Graciela, la dueña del lugar, le dijo que sí y ahí arrancó. Se levanta a las tres de la mañana todos los días y va al mercado bien temprano para agarrar
la mejor fruta. Ahora la tangerina y la banana en Villa Teresa las pone él y si le querés
pagar algo se enoja. Me dice “mi pollo”.
En Villa Teresa “hay diferencias económicas y de
infraestructura que influyen. Si bien lo lindo del
fútbol es que podés disminuir todas esas debilidades
en la cancha cuando rueda la pelota, a la larga se
notan y es lo que nos está costando”. (Foto: LM)
están entre los dos siempre. Es imposible
que no estén relacionados. Ahora en el ISEF
tengo una materia, Teoría del Deporte, que
consta un poco de eso: la política, de alguna
manera, en el deporte.
¿Qué referencias tenías de Villa Teresa?
Matías Bentancur, que fue el que me trajo
al Villa –conoce a Francisco Fusco–, más
o menos me explicó cómo era: un cuadro
de barrio. Hablando con el Vito [Beato]
también, me dijo que lo que había te lo
daban, pero que no había mucho. Llegué y
es tal cual: tienen todas sus carencias pero
las suplen con un corazón enorme.
Ya tenías la experiencia de jugar en la A,
¿cómo ves la presencia de Villa Teresa en
primera?
En lo deportivo es obvio que te cuesta.
Hay diferencias económicas y de
infraestructura que influyen después.
Si bien lo lindo del fútbol es que podés
disminuir todas esas debilidades en la
cancha cuando rueda la pelota, a la larga se
notan y es lo que nos está costando. Pero
la gente siempre está. Alientan y están muy
agradecidos por el ascenso.
¿Qué es Vito Beato para Villa Teresa?
El Vito no es sólo el técnico. Los dirigentes
a veces se descansan mucho en su figura
porque él está en todo; trata de que no falte
nada, la fruta la consigue él, está atrás de
la ropa, del lugar para concentrar, de todo.
Vito Beato es Villa Teresa.
_Juan Aldecoa
35
Lavado de activos en el fútbol uruguayo
Pelota limpia
túnel NOV- DIC 2015
A partir de 2016 nada será igual. Los clubes tendrán que transparentar sus negocios. Los empresarios
tendrán que adaptarse. Las autoridades incrementarán sus posibilidades de control. El gobierno
impulsará un proyecto para declarar a los clubes como sujetos obligados a reportar operaciones
sospechosas de lavado de activos, con el foco en las transferencias de jugadores.
36
¿Cuánto vale el pase de un jugador de
fútbol? Esta es una pregunta de difícil
respuesta, porque en los hechos ese “precio”
se conforma por valuaciones objetivas, pero
también, y sobre todo, por valuaciones
subjetivas. Para definir el “precio” de un
futbolista se tienen en cuenta elementos
tales como edad, características físicas y
técnicas, profesionalismo y contracción al
trabajo, proyección, capacidad de liderazgo,
posibilidades de reventa y capacidad
de generar un boom en los ingresos
de la institución gracias a la venta de
merchandising.
También se ponderan otros factores
vinculados con una suerte de misticismo,
de realismo mágico sobre la importancia de
un jugador para una institución, sobre su
capacidad de ganar partidos, de agrandarse
en las difíciles, de su pedigrí de campeón o
de que “es un ganador”. Se trata de aspectos
intangibles, que hacen que las cifras de
una transferencia excedan el ámbito de lo
meramente racional.
Es, precisamente, ese aspecto
“irracional” que conforma el precio de
venta de los jugadores, entre otras cosas,
que hace que el fútbol sea considerado uno
de los sectores de riesgo para que grupos
criminales canalicen operaciones de lavado
de activos de sus actividades ilícitas, según
señala un informe del Grupo de Acción
Financiera Internacional (GAFI).
Con esto a la vista, y sin un ánimo
de demonizar ni al fútbol ni a los clubes,
el gobierno tiene previsto incrementar los
controles sobre esta rama de actividad,
afirmó a Túnel el contador Carlos Díaz
Fraga, director de la Secretaría Nacional
Antilavado de Activos, que funciona en la
órbita de la Presidencia de la República.
Se impulsará un cambio normativo para
que las asociaciones civiles comiencen a ser
sujetos obligados a reportar operaciones
sospechosas (ROS) de lavado de activos, lo
que implicará un cambio sustancial en la
operativa de los clubes, que deberán realizar
un control estricto del origen de los fondos
de quienes quieran adquirir un futbolista o
invertir en la institución.
El mundo fútbol
Sobre fines del siglo pasado, la globalización
y el desarrollo de los medios de
comunicación tuvieron una influencia
directa en ese proceso de expansión del
“planeta fútbol”. En los lugares más
recónditos del mundo, hombres y mujeres
corren detrás de una pelota, van a la cancha
o se sientan frente a la televisión a mirar un
partido de fútbol. El fútbol es, por lejos, el
deporte más popular del mundo.
Ese aumento de la popularidad del
fútbol tuvo como resultado un aumento del
precio de venta de los derechos de televisión
y de publicidad, lo que implicó un
incremento en la rentabilidad del negocio;
así el mercado del fútbol profesional tuvo
un crecimiento exponencial. El deporte más
popular del mundo se transformó en una de
las industrias más prolíficas de la actualidad,
en un negocio multimillonario que
moviliza, según la empresa Deloitte, unos
500.000 millones de dólares al año, lo que
representa 0,71 por ciento de la economía
global. Incluso, la FIFA se convirtió en una
de las diez multinacionales más importantes
del mundo.
Esto coadyuvó a otro fenómeno: la
globalización sin precedentes del mercado
de jugadores, con un incremento en las
cifras de las transferencias entre clubes de
distintos países y continentes. Cada año,
cientos de millones de dólares traspasan
las fronteras de los estados como parte del
proceso de compra y venta de jugadores.
En línea con este proceso, el fútbol se
transformó en un sector vulnerable a
la incidencia de grupos criminales que
utilizan la infraestructura y las necesidades
financieras de los clubes para el desarrollo
de operaciones de lavado de activos.
Ocurrió en varios países, como
Bélgica, Francia y México, donde personas
vinculadas con el crimen organizado
asumieron la gestión de clubes como forma
de blanquear capitales de origen ilícito.
En el caso de México, se determinó que el
propietario de un equipo era el cabecilla
de un cártel del narcotráfico, que utilizó
el fútbol como vehículo para entablar
otros negocios y vincularse con dirigentes
políticos. También ocurrió en Colombia,
donde a fines de los ochenta y principios
de los noventa los dos grandes cárteles
de la droga, el de Medellín y el de Cali,
financiaban –cada uno– a los equipos más
poderosos del país.
El fútbol uruguayo
“El fútbol ha sido una preocupación del
propio GAFI en los últimos tiempos.
Hay estudios y publicaciones que refieren
al fútbol como uno de los sectores más
riesgosos para que las actividades criminales
canalicen sus operaciones de lavado de
activos. Es uno de los aspectos que tenemos
que tener en cuenta” al momento de
elaborar las estrategias de prevención contra
el lavado de activos, explicó Díaz Fraga.
“Estamos hablando de transacciones
en las que difícilmente pueda establecerse
un precio objetivo. Se trata de un sector
que realiza transacciones sobre intangibles,
que sería la capacidad, la calidad o lo
dotado que es un jugador de fútbol, y eso
lo convierte en un sector de riesgo. Pasa lo
mismo con el precio de los caballos
–aunque creo que no es la mejor
analogía– o con las obras de arte: no tienen
precio cierto”, dijo Díaz Fraga.
En Uruguay, ese problema se acentúa
aún más porque los clubes de fútbol
están exonerados del pago de impuestos
y de cumplir diversas formalidades de la
administración tributaria, señaló Díaz
Fraga. Pero ese problema no es exclusivo
del fútbol, sino que comprende a todas las
organizaciones sin fines de lucro que tienen
características similares. “No es sólo el
fútbol”, señaló.
En este marco, Uruguay tiene
la necesidad de cumplir con las
recomendaciones de la comunidad
internacional, en cuanto a “incluir a todas
las organizaciones sin fines de lucro como
sujetos obligados de ROS, y de controlar
todas las actividades desde el punto de
vista del lavado de activos”. De esa forma,
confluyen “el interés general del país de no
caer en ninguna lista y el interés superior
de que grupos criminales no puedan lavar
activos”.
“No se trata de demonizar al fútbol
por el fútbol mismo, sino de admitir que
este tiene carencia de los controles que
existen en otras actividades y que además
tiene vulnerabilidades propias, en tanto
es muy difícil evaluar objetivamente las
transacciones que se realizan. No es más que
eso, pero no es menos que eso”, agregó.
Fútbol transparente
La Ley 18.494 establece la obligación de
diversos actores económicos de denunciar
“las transacciones, realizadas o no, que
en los usos y costumbres de la respectiva
actividad, resulten inusuales, se presenten
sin justificación económica o legal evidente
o se planteen con una complejidad inusitada
Foto: AC
o injustificada. También deben ser
informadas las transacciones financieras que
involucren activos sobre cuya procedencia
existan sospechas de ilicitud”.
“La idea es que todas las transacciones
respondan a una realidad económica. Ante
eso, el club deportivo tiene que establecer
La Justicia y el fútbol
El fútbol, como tantas otras actividades económicas, constituye un sector de riesgo
“propicio” para el desarrollo de operaciones de lavado de activos. En el caso del fútbol,
estos riesgos están asociados con dos aspectos: la conformación de los clubes como
sociedades anónimas y la compraventa de los futbolistas y la intermediación de los
contratistas.
“Que los clubes sean sociedades anónimas, que pertenezcan a una empresa o a una
persona, de por sí configura un riesgo para el blanqueo de dinero. También los pases de
los futbolistas e intermediación de contratistas son un campo fértil para el lavado de
activos. Son los principales factores de riesgo, y la legislación debe precaver para evitar
que eso suceda”, afirmó a Túnel el juez especializado en Crimen Organizado, Néstor Valetti. En este sentido, la legislación uruguaya “se va agiornando conforme a las normas
internacionales”, pero aún “faltan algunos pasos”, agregó.
Sobre estos puntos, consideró que Uruguay “todavía está a salvo” en relación con la
propiedad de los clubes, ya que el proceso de SAD es incipiente, y los clubes aún no
pertenecen a una persona o una sociedad anónima, sino que “pertenecen a los socios”.
“No está a salvo”, en cuanto a lo que puede pasar con la compraventa de jugadores.
si la transacción es racional o irracional,
además de determinar si los dineros que
están involucrados [en el negocio] se
reciben efectivamente, su origen, las formas
de pago, es decir, si las transacciones son
reales”, explicó Díaz Fraga.
“Las medidas implican ‘transparencia’.
Nada más que eso, no es violar ningún
derecho, sino al contrario, es ejercer el
derecho de conocer las actividades de
determinado grupo de instituciones
deportivas, religiosas, o lo que fuere, que
se nutren del dinero de la gente […] La
globalización nos ha llevado a que el mundo
nos pida cada vez más transparencia”.
“El elemento básico que tenemos que
manejar todos es agarrar una gran bandera
que diga ‘ética’: ética para nosotros y para
las instituciones y todos los involucrados, y
no hacernos trampas al solitario. El deporte
es muy importante, pero cuanto más sano
sea el deporte más importante será. Es lo
que pensamos con muchísima convicción.
A partir de lo que se visualiza por los ilícitos
constatados en la FIFA, se puede decir que
estamos pasando por una formidable crisis
37
Cada año, cientos de
millones de dólares
traspasan las fronteras de
los estados como parte del
proceso de compra y venta
de jugadores. En línea con
este proceso, el fútbol se
transformó en un sector
vulnerable a la incidencia
de grupos criminales que
utilizan la infraestructura y
las necesidades financieras
de los clubes para el
desarrollo de operaciones
de lavado de activos.
túnel NOV- DIC 2015
“Toda aquella actividad que pueda favorecer el
ocultamiento de bienes o de activos debe ser
combatida, porque es una forma de combatir el crimen
organizado”, aseguró Carlos Díaz Fraga. (Foto: LM)
38
ética en el fútbol del mundo. […] Esto
tiene que ser un factor motivante”.
A Díaz Fraga le preocupa esa suerte
de moda referida a los gerenciamientos
deportivos. “No hay quizás mejor ejemplo
que la necesidad de regular este tipo de
figuras. Tenemos todos los recursos para
que esas instituciones transparenten cien
por ciento su gestión, porque tienen la
capacidad administrativa de hacerlo.
Naturalmente serán sujetos obligados y
tendrán que presentar sus declaraciones
y serán controlados en todos los aspectos
vinculados con el lavado de activos”.
Uno de los objetivos es transparentar
los ingresos y evitar que tengan un origen
ilícito, no un afán recaudatorio. “Una cosa
es presentar declaraciones juradas y otra
que tengan que pagar impuestos, porque
para pagar impuestos se debería modificar
la Constitución. No hay ninguna finalidad
tributaria, sino la necesidad de que estas
actividades transparenten su gestión”,
ya que se debe tener en cuenta “que hay
organizaciones sin fines de lucro que están
satisfaciendo necesidades de la gente que el
Estado no ha podido hacer, e ir contra ellas
no sólo sería injusto, sino antiético”, señaló
Díaz Fraga.
De esta forma, la futura normativa
debería distinguir entre algunas asociaciones
civiles que son muy modestas y humildes,
y aquellas a las que ponerles algún control
puede implicar un conflicto para con la
actividad que desarrollan.
Los empresarios
El secretario antilavado afirmó que este
cambio podría incluir a los empresarios
deportivos, que ofician como intermediarios
en la transferencia. “Para el lavado de activos
los sujetos obligados tienen que ver con los
riesgos que ofrezcan al lavado de activos. En
el sector inmobiliario son ‘sujetos obligados’
todos los que intervengan en la compra o
venta de inmuebles”, por lo que en el caso
del fútbol se puede hacer un símil.
“Aunque no fueran propietarios de
la ficha de los jugadores, sino simples
intermediarios, deberán dar cuenta de la
racionalidad de esa transacción y cómo se
ha hecho, y, como sucede en otros sectores,
deberán conservar durante cinco años los
registros de todas las transacciones en las
cuales han intervenido. Eso es lo que está
planteado. Veremos las dificultades que
puedan plantearse y nos vamos a reunir
todas las veces que sea necesario”, subrayó
Díaz Fraga.
Trancazo al “pase puente”
En Uruguay, la venta de un futbolista
está gravada por dos impuestos: el IRAE
(Impuesto a la Renta de las Actividades
Económicas), con 25 por ciento sobre la
renta neta, o por el IRNR (Impuesto a la
Renta de No Residentes), con 12 por ciento
sobre la renta, según el origen de quién
sea beneficiario de esa ganancia, o sea el
intermediario o empresario dueño de los
derechos económicos.
Sin embargo, esa tributación requiere
que los futbolistas sean residentes fiscales
en Uruguay, que estén inscritos en un club
uruguayo por lo menos durante sesenta
días y que hayan participado durante ese
lapso en competencias de índole oficial. Es
decir, quedan por fuera los jugadores que no
residen en el país y que son inscritos por un
club por algunos días o apenas unas horas.
Por la venta de ese jugador se tributa un
impuesto ficto, cuya tasa efectiva es de 2,93
por ciento (en caso de IRAE) y de 3,75 (en
el caso del IRNR).
Esta situación habilitó la aparición
de una modalidad de transferencia que
permitió a clubes de escaso poder económico
“contratar” a grandes jugadores del fútbol
sudamericano como Daniel Osvaldo, Sergio
Agüero, Ezequiel Lavezzi, Javier Pastore,
entre otros. Al menos por unas horas, ya que
ninguno de ellos llegó a siquiera practicar en
un club. Se trata de los denominados “pases
puente”, por los cuales los empresarios
utilizan los clubes uruguayos como un paso
previo a la transferencia de los jugadores
hacia el mercado europeo, de forma de
obtener un beneficio tributario, y que
han sido duramente cuestionados por las
autoridades de Argentina y Brasil.
En este sentido, el cambio en la
normativa antilavado no será la única
modificación referida a las transferencias
deportivas en Uruguay, ya que el proyecto
establece una tasa básica de 25 por ciento de
IRAE y 12 por ciento de IRNR para todos
los pases de jugadores hacia el exterior, lo
que eliminará el “beneficio” fiscal.
Leonardo Costa, experto en derecho
tributario y en prevención de lavado de
activos, explicó en diálogo con Túnel que de
esta forma “se elimina la posibilidad que la
venta de jugadores, cuando están en el país
menos de sesenta días, sean considerados
de fuente extranjera y, por tanto, con una
tributación más benévola”.
“Ahora se considerará de fuente
uruguaya cualquier jugador que sea fichado
en un club deportivo uruguayo, por lo
tanto se gravará la totalidad del pase por el
mero hecho de que se registre en un club
uruguayo”, aseguró Costa.
De esta forma se igualará la carga
impositiva, lo que quitará incentivo a este
tipo de negocio, señaló Costa. El experto
afirmó que estas operaciones se podrán
seguir haciendo, pero “no tendría sentido,
porque la carga del 12 por ciento deja sin
efecto los beneficios”.
Esto afectará muy poco a los clubes
uruguayos, “salvo aquellos que vendían
plataformas para hacer pases puentes; pero
el fútbol no vive de los pases puente, salvo
algún club en especial. No percibo que vaya
a afectar demasiado”, expresó Costa.
_Mauricio Pérez
Para terminar el año
riéndonos…
Dice la leyenda que hace mucho tiempo,
en un partido del baby fútbol de Israel, dos
padres se juntaron al borde de una cancha
para conversar. Adentro se disputaba el
match de los gurises de la categoría de
nueve años. Al ver lo bien que la dominaba
el cinco, pelilargo y aguerrido, uno le
comenta al otro:
–Che, José, qué bien anda tu hijo.
–Vas a ver que este nos va a salvar
a todos –responde el papá.
–¿Cómo se llama?
–Jesús.
Parece que una vez, un árbitro uruguayo
se apersonó en el Ministerio de Trabajo
para pedir una lista de todas las prostitutas
declaradas en el año 1976.
En el ministerio lo miraron con intriga.
–¿Por qué quiere saber eso? –se animó a
preguntarle un osado oficinista.
–Porque cada fin de semana, en todas las
canchas en las que me toca arbitrar, me
gritan: “Sos un hijo de siete mil putas”, de
modo que quiero saber cuál de todas puede
llegar a ser mi madre.
Me contaron que una vez, un representante
fue a probar un jugador a una séptima. Al
llegar, pidió reunión con el técnico.
–Vas a ver –le dijo este representante al
entrenador–, ¡es un crack!
–¿En serio? –preguntó el DT,
entusiasmándose con la descripción del
pibe.
–Definitivamente –insistió el empresario–
le pega con las dos piernas por igual.
Mirá –dijo y llamó al muchacho para
demostrárselo.
Cuando el joven estuvo frente a ellos, le
puso la pelota frente a él.
–Pegale –le ordenó.
Juancito tomó carrera y cuando llegó, elevó
los dos pies por el aire al mismo tiempo y
le pegó a la pelota con ambos zapatos al
unísono, cayéndose de culo al piso.
Una personal.
Los otros días estaba dirigiendo el partido
de sexta entre Racing y Peñarol. Yo soy
el técnico de la sexta división del club
de Sayago. El equipo aurinegro estaba
Foto: Mabel Facal
ganándonos 1-0 pero nosotros estábamos
haciendo méritos para el empate.
En ese momento un perro entró a la
cancha, el juez paró el partido y se arrimó al
banco de suplentes de nosotros.
–Técnico –me dijo–, hay que sacar el perro
para que el partido continúe.
Yo lo miré con seriedad y, sin saber qué
hacer y con ganas de que el cotejo se
reanudase lo antes posible, le contesté:
–Llamá a César Millán.
Casi me expulsaron de la cancha.
Reconozco que no estuve bien.
Esta es muy real. Pasó en una cancha de
baby fútbol de Montevideo.
Una madre se arrimó a la cancha y le gritó
al hijo: “¡Corré! ¿O querés estudiar el resto
de tu vida?”.
Una vez mi querido amigo Tierno De León,
jugando creo que para Progreso, se arrimó
al alambrado de la cancha de Basáñez e
invitó a cada uno de la barra brava del club
local a pelear a la salida.
Al término del partido, mientras estaba
en el vestuario, llegaron a informarle que
en la puerta de la bombonera había unos
cuarenta tipos esperándolo. Al parecer
estaban sacando número para ver quién le
pegaba primero.
El ingenioso Tierno no tuvo otra idea que
meterse en el baúl del auto del utilero y así
pudo abandonar airoso el recinto pasando
en medio de toda la hinchada, quienes al ver
salir el auto del equipier se abrían paso para
dejarlo pasar.
Anécdotas graciosas en el fútbol hay muchas.
Me despido con esta de la radio de Colonia.
Estaba jugándose el campeonato del
Sur y Colonia visitaba a San José. Los
tres periodistas encargados de llevar la
transmisión a la ciudad salieron hacia
tierras maragatas con la mala fortuna de
que el auto se les quedó a mitad de camino.
Como tenían toda la plata de los sponsors
y ninguno de los tres quería perderla, no
tuvieron otra idea que sentarse dentro del
auto, colocar la antena de transmisión en
el techo e inventar el partido carga a carga
desde la banquina de la ruta 1. Cada tanto
uno se comunicaba con la ciudad y cuando
le informaban que había habido un gol y les
decían de quién, estos ingeniosos relatores
trataban de imaginárselo y lo narraban a la
ciudad con un poco de delate.
¡Feliz año!
_Daniel Baldi
39
FÚTBOL Y TENDENCIAS
La máquina de hacer
laterales izquierdos
Ilustración: RL
túnel NOV- DIC 2015
Cuando las autoridades de la Asociación
Uruguaya de Fútbol se enteraron de la
existencia de la máquina de hacer laterales
izquierdos, la selección llevaba ya muchos
años sin poder abastecer sus necesidades
en ese puesto. Nadie sabía bien qué había
pasado, pero desde las épocas de Alfonso
Guacha Domínguez el país no lograba ser
autosustentable en la producción de laterales
por la banda izquierda. Se quiso disimular la
tragedia con la invención de los carrileros,
cambiando de perfil a los derechos y usando
a un zaguero como Darío Rodríguez hasta
que cumplió 54 años, pero nada podía ocultar
el hecho de que la capacidad de nuestra
nación para generar un lateral izquierdo
decente, al igual que el neoliberalismo, había
dejado de funcionar en los noventa y era más
pobre que la de Brasil y Argentina.
Desde entonces, la selección no pudo
cerrar un centro en contra al segundo palo,
no llegó a un cruce a tiempo en la banda
izquierda, no metió un centro desbordando
y con perfil zurdo. Y el desinterés por
ocupar esa zona se hubiera prolongado en
el fútbol local de no haber llegado a los
40
oídos de la dirigencia un nuevo invento de
los psicólogos deportivos alemanes: una
máquina que preparaba mentalmente a los
futbolistas para el puesto que les tocara.
Bastaba con que los jugadores se metieran
quince minutos en el dispositivo para que,
gracias a un lavado de cerebros a través
de un sistema de electrodos, salieran
obsesionados con cumplir las necesidades
del puesto programado. Cuando el
Maestro Tabárez comenzó el proceso de la
selección, supo de inmediato que la Celeste
necesitaba comprarle a los alemanes la
máquina de hacer laterales izquierdos. Las
negociaciones comenzaron de inmediato.
El Pato Celeste, que había vendido dos
mil camisetas autografiadas por Lothar
Matthäus en Berlín Oriental antes de que
cayera el muro, tenía contactos con la
Deutscher Fußball-Bund y logró la cesión
del aparato para la Asociación Uruguaya de
Fútbol, cobrando a cambio una medalla con
su nombre en el próximo título que lograra
nuestro país.
Tabárez, que tenía pensado utilizar la
máquina solamente en un par de jugadores
con potencial de laterales, cometió un
error. Dejó la máquina funcionando una
noche de concentración en el Complejo
Celeste, cuando varios de los futbolistas
estaban curioseando y con ganas de matar
el aburrimiento. Aquella noche, todos los
volantes y delanteros decidieron probar la
novedad y enchufarse los electrodos por un
rato. Todos menos Luis Suárez, que estaba
enfermo en su cuarto.
Desde entonces, Cavani, Rolan, Stuani,
Lodeiro, De Arrascaeta, todos los jugadores
de la selección, excepto Suárez, siguen los
mandatos que la máquina imprimió en sus
cerebros. Sin importar el puesto en que
los ubiquen o si son los únicos delanteros
en cancha, recuerdan su programación
neurológica cada vez que se ponen la
camiseta celeste y bajan a marcar el
lateral, superpoblado ahora por volantes y
delanteros con vocación defensiva. La AUF,
mientras tanto, negocia desesperada con la
federación holandesa, que se quedó con la
máquina de hacer delanteros de punta.
_Martín Otheguy
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