Miradas sobre el pasado latinoamericano: género, memoria y política -Siglos XIX y XX. ST. 46 Fernanda Gil Lozano Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género. (UBA) Palavras-claves: Feminismo, concienciación, grupos de reflexión. Miradas del feminismo de la segunda ola Argentina 1970 En la Argentina al comienzo de los 70, las mujeres todavía se veían limitadas por normas y leyes impuestas desde la mirada conservadora de las diferentes dictaduras militares que implicaron un salto hacia atrás en todo lo que se refiere a los avances logrados, en materia de legislación civil para las mujeres, durante el segundo gobierno peronista del siglo XX. Desde Europa, sin embargo algo comenzó a agitarse bajo el aparente conformismo de los jóvenes en los años ‘50. En una sociedad marcada por el consumismo que convivió con el terror al holocausto nuclear, comenzó a germinar un nuevo espíritu de rebeldía. No pasaron muchos años sin que las y los jóvenes comenzaran a recuperar sus espacios perdidos dentro de una sociedad conservadora. A comienzos de los ’60, para ellos y ellas el crecimiento del nivel de vida parecía ilimitado. Efectivamente, desde la década anterior se había producido un aumento espectacular del consumo, convirtiéndose en un objetivo vital para alcanzar la felicidad individual. Dentro de este mundo dominado por el consumismo fue cuando se empezó a hablar de “cultura juvenil”1. El desarrollo de la economía de consumo necesitaba nuevos mercados y los jóvenes constituían un grupo privilegiado porque, además de tener pautas de comportamiento como grupo, disponían de su propio dinero en el bolsillo. A partir de entonces se crea un modelo joven: una moda, una música, una literatura, unos lugares de encuentro, un lenguaje, una forma de viajar que, al final agruparon, relacionaron e identificaron a una generación. Como fenómeno específico, en estos años, el acceso de las mujeres a las escuelas secundarias y, posteriormente, a la enseñanza universitaria motorizó nuevas inquietudes que produjeron experiencias novedosas para quienes participaban de ellas. Así también se integraron muchas mujeres jóvenes a los grupos rebeldes y contestatarios. Sin embargo, como siempre, la libertad se decodificaba en torno al mundo masculino. La inclusión de un número cada vez mayor de jóvenes al sistema educativo superior fue un fenómeno mundial relacionado con las inversiones en enseñanza como la forma de impulsar el desarrollo de las economías nacionales. El nacimiento de una cultura joven y la masificación de las universidades provocaron la explosión juvenil de finales de los ‘60. Pero esta vez la disconformidad se hizo evidente a partir del cuerpo, el orgasmo, la sexualidad y la utilización de las píldoras anticonceptivas2. Estos procesos, tuvieron otros tiempos en Argentina, ya que las diferentes dictaduras polarizaron ciertos aspectos de la lucha contestaria juvenil, sobre todo en categorías de clase y en detrimento de muchas otras contestaciones pendientes como las de Género. Para los primeros grupos feministas, la influencia de elaboraciones teóricas que llegaban de Europa y EEUU, se amalgamó con necesidades propias que dieron lugar a la generación y desarrollo de grupos de reflexión sobre el tema de la Mujer. Las participantes buscaron los puntos en común de sus experiencias como mujeres, ya fueran amas de casa o profesionales, artistas o militantes políticas. La idea fue crear una “nueva conciencia”, es decir, encontrar factores unificadores, más allá de las diferencias ideológicas, de clase, de edad, entre otras. La dinámica fue la organización de grupos de autoconocimiento y concienciación sobre diversos temas: dependencia económica de la mujer, inseguridad, maternidad, celos, narcisismo, simulación y sexualidad. Para separarse de las agrupaciones de izquierda que hablaban de conscientización, palabra derivada de un verbo que tiene que ver con cambiar las cosas; los grupos de mujeres, prefirieron derivar la palabra del sustantivo, porque su intención era crear una conciencia3. Al principio la actividad de los grupos de mujeres fue la de contar las experiencias personales ya que la producción escrita fue un objetivo posterior. Asimismo trabajaban en la traducción y lectura de material elaborado en los países centrales que circuló gracias a la cultura de la fotocopia. Con estas características se formaron varios agrupamientos con relativa inserción en sectores de la clase media. Las mujeres de los ’70, tanto en los países centrales como su correlato en la Argentina, hicieron una mística de la feminidad. Estas tendencias radicales llevaron, en muchos casos, a pensar en una biología que podía interpretar el mundo y cambiarlo. Después de este primer efecto, se produjo un viraje hacia una reflexión orientada hacia lo político y lo institucional. Las acciones se dirigieron a obtener reformas en lo legislativo, modificar prácticas discriminatorias y promover acciones que tendieran a disminuir la condición de sometimiento de las mujeres. Claro que esta reorientación llevó muchas veces a que se perdiera el radicalismo original de la segunda ola. En los años ‘60 las reuniones se hicieron en el marco de un grupo llamado: Movimiento de Liberación de Mujeres (MLM). En este horizonte participaron mujeres que integrarían la mayor parte de los agrupamientos posteriores. Disuelto el MLM, en 1970 apareció la Unión Feminista Argentina (UFA), impulsada por un grupo de mujeres que ocuparían un lugar protagónico en todas las agrupaciones feministas posteriores: Nelly Bugallo, Leonor Calvera, Gabrielle Christeller y la cineasta María Luisa Bemberg, entre otras. En el momento de mayor desarrollo alcanzó a reunir alrededor de setenta integrantes. Este agrupamiento logró atraer también a mujeres militantes de grupos y partidos políticos como fue el caso de una reunión realizada el 22 de agosto de 1972, el mismo día de los llamados “fusilamientos de Trelew” que fue un episodio político en el cual se fusilaron presos políticos en una base de la armada argentina en la localidad del mismo nombre del sur argentino. El hecho se produjo luego de que un grupo importante de dirigentes políticos se fugaron de una cárcel de máxima seguridad ubicada en una ciudad cercana y, luego de secuestrar un avión, se escaparon a Chile, donde gobernaba Salvador Allende. Si bien la UFA fue numerosa y representativa de los diferentes sectores de mujeres, surgieron en su interior diferencias políticas inconciliables. En un clima de fuerte politización que circulaba por toda la sociedad, en 1973 sufrió una crisis interna, debida a la heterogeneidad ideológica de sus miembros y, a partir de la misma, se producen numerosas deserciones, subsistiendo un grupo muy reducido. Entre las actividades públicas llevadas adelante por este grupo se puede citar una aparición pública, en respuesta a un decreto que prohibió la venta libre de anticonceptivos. En aquella oportunidad, la UFA repartió un volante cuyas exigencias eran: “No al embarazo no deseado... No a la esterilización forzosa... Por una maternidad consciente.” Paralelamente a la UFA, apareció otro agrupamiento denominado Movimiento de Liberación Feminista (MLF). Fundado en 1972 y tomando como modelo a los movimientos feministas de EEUU y de Europa, alcanzó un tamaño de alrededor de veinte miembros. La pionera de esta organización fue María Elena Oddone, quién en 1973 editó la revista Persona, dirigida a la juventud y a la mujer, conteniendo temas de interés para ambos sectores, tales como: La Ley de Patria Potestad, Ley de Divorcio, la denuncia de arbitrariedades y violencia sobre la mujer. Otro grupo que tuvo corta vida fue Nueva Mujer, nacido en 1970 y disuelto en 1972, cuyos objetivos se centraron en el estudio y discusión de trabajos teóricos de feministas europeas y norteamericanas. Sus integrantes, que representaban a un amplio espectro político, crearon una editorial, con el mismo nombre, y publicaron dos obras: Las mujeres dicen basta de varias autoras, entre ellas, Isabel Larguía, Peggy Morton y Mirta Henaud y el folleto La mitología de la femineidad, de Jorge Gissi. Como agrupación, Nueva Mujer formó parte de la UFA. Con características similares, en 1974 mujeres que participaban también de otros agrupamientos conformaron el Frente de Lucha por la Mujer. Aquí confluyeron grupos feministas y asociaciones insertadas en partidos políticos. La instauración de la dictadura militar en marzo de 1976 condicionó las actividades de esta organización, que prácticamente desapareció. Este movimiento igual que UFA, se disolvió en 1976, pero en 1981 se reorganizó con el nombre de Organización Feminista Argentina (OFA), con parte de las integrantes originales. En muchos casos se producían secesiones y reagrupamientos, tal fue el caso de ALMA, que en 1975 se constituyó con algunas integrantes del MLF y que tuvo una existencia efímera. El auge de la militancia política que tuvo lugar entre fines de los años `60 y mediados de los `70 impulsó el surgimiento de grupos de mujeres que intentaron la construcción de un lugar propio dentro de sus respectivas agrupaciones políticas. En el FIP (Frente de Izquierda Popular) que era un grupo proveniente del troztkismo, pero tomó una vertiente fuertemente nacionalista que pasó a denominarse “izquierda nacional”, hubo dos experiencias. La primera en 1974, cuando un grupos de militantes mujeres, se reunieron y formaron el Centro de Estudios Sociales de la Mujer Argentina (CESMA). Se pusieron a reflexionar sobre su situación dentro del partido, en su condición de mujeres. Rápidamente identificaron las postergaciones y discriminaciones de género que sufrían. Esta toma de conciencia las llevó a funcionar como un grupo feminista autogestionario, esto es, sin direcciones, ni directivas. También notaron que la ausencia de hombres en sus reuniones fue un elemento que les permitió expresarse con libertad sin condiciones, ni temores. No obstante los logros, esta organización horizontal fue incompatible con las rígidas estructuras políticas partidarias4. Muchas de sus integrantes se alejaron del partido quedando sólo aquellas que podían sostener la doble militancia. Nuevamente, en 1977, durante la dictadura militar, mujeres del FIP de la Corriente Nacional junto con otras sin militancia partidaria crearon la Agrupación de Mujeres Argentinas (AMA) y comenzaron a estudiar problemas que las afectaban directamente en su militancia por ser mujeres. Posteriormente cambiaron de nombre y pasaron a denominarse Asociación de Mujeres Alfonsina Storni (AMAS), con el propósito de mejorar la situación social de la mujer y su protagonismo para fortalecer el desarrollo socioeconómico del país y la paz. En ese año se formó también la agrupación de Mujeres Socialistas, ligada al Partido Socialista de los Trabajadores (PTS), partido político que provenía de la fusión de un grupo trotzkista escindido del Partido Revolucionario de los Trabajadores y restos del Partido Socialista de orientación socialdemócrata. También en este caso, por la fecha de constitución de este grupo, su militancia era clandestina o por lo menos, no pública. Cuando las Organización de las Naciones Unidas eligió 1975 como Año Internacional de la Mujer, una intensa actividad se desarrolló agrupando a mujeres de diferentes partidos políticos y grupos feministas. Se planteó la realización de un gran acto central. Lamentablemente surgieron diferencias entre los grupos feministas y los grupos de mujeres que provenían de partidos políticas en torno a los temas de sexualidad y aborto. En efecto, las agrupaciones feministas planteaban la necesidad de incluir en el documento la discusión en torno a estos temas, mientras que las segundas preferían excluirlo por considerarlo excesivamente provocativo. Las tensiones aumentaron cuando las mujeres políticas comenzaron a reunirse separadamente. El gobierno, cuya presidencia estaba ocupada por una mujer, María Estela Martínez de Perón, continuó en la misma línea y organizó un encuentro en el Centro Cultural del General San Martín, complejo teatral céntrico de la ciudad de Buenos Aires, sin la presencia de las feministas. Evidentemente esta exclusión de las feministas tuvo que ver con directivas provenientes de las estructuras partidarias que las mujeres políticas aceptaron y llevaron adelante. Hay que tener presente que si bien presidido por una mujer, el gobierno de 1975 tenía un claro perfil reaccionario y represivo incluso en lo relativo a temas de género que, entre otras medidas, dispuso la prohibición de venta de anticonceptivos. No sería la primera vez ni la última en que las mujeres políticas priorizaron los mandatos partidarios patriarcales traicionando las reivindicaciones históricas del feminismo. Esta situación de exclusión radicalizó la acción de las mujeres feministas que organizaron un frente de Lucha por la Mujer, donde confluyeron los diferentes grupos. Sus consignas giraron en torno a la Creación de Guarderías, la Patria Potestad compartida, la igualdad de oportunidades, la difusión y el uso de anticonceptivos, el aborto legal y gratuito, y la no discriminación de la madre soltera. Indudablemente el movimiento de mujeres, tanto de aquellas que llevaban una doble militancia (política y feminista) como de las feministas puras, se vio fuertemente afectado por la sangrienta dictadura militar que se inició el 24 de marzo de 1976 y que perduró hasta el 10 de diciembre de 1983. Hubo verdaderamente un antes y un después del golpe militar ya que la represión política e ideológica imperante impidió el libre intercambio de ideas. Los ámbitos se cerraron y de las discusiones en espacios públicos se pasó a los interiores de las casas. A su vez, durante los años de la represión, surgiría un movimiento de mujeres no específicamente feminista, pero en el cual tendrían un importante protagonismo. Nos estamos refiriendo al movimiento de derechos humanos cuya agrupación emblemática fueron las “Madres de Plaza de Mayo”. Este movimiento que es infaltable en toda historia de las mujeres de la Argentina no será analizado en este trabajo ya que si bien fue un movimiento genuinamente femenino no se inscribió dentro de las discusiones y los debates feministas del momento. No obstante el clima de represión imperante podemos encontrar durante la dictadura algunas organizaciones que resistieron y sostuvieron discusiones y reivindicaciones feministas. En 1978 se constituyó en la provincia de Córdoba la Asociación Juana Manso, la misma continúa en actividad y realiza debates y tareas de difusión en destacadas instituciones de esa provincia. En 1979, ligada a la Confederación Socialista Argentina agrupación política fundada en 1975 reuniendo a ex militantes del Partido Socialista de orientación socialdemócrata cuya principal dirigente era la Dra. Alicia Moreau de Justo, esposa del fundador del Partido Socialista en la Argentina, nació la Unión de Mujeres Socialistas (UMS), presidida por la Dra. Alicia Moreau de Justo. En su manifiesto inicial esta organización proclamó: “La constitución de la UMS se inserta en la lucha por la democracia y la emancipación de la mujer trabajadora Argentina. Esta lucha por la emancipación de la mujer está dirigida a enfrentar todas las opresiones sociales, la discriminación y el marginamiento. Es una lucha contra el sistema capitalista, pero también contra el patriarcado que es una de sus consecuencias”. Se concluye con llamado a las mujeres de todos los sectores sociales para difundir estos principios y para organizarse en torno a las banderas de la democracia, de la plena vigencia de los derechos humanos, de la liberación nacional y social de los argentinos”5. A modo de conclusión, los años de la dictadura militar en Argentina con su cuota de sangre torcieron definitivamente la orientación política y económica de la Argentina. La apertura económica llevó a un proceso de desindustrialización que, unido a la represión gremial, generó un definitivo cambio en la correlación de fuerzas sociales. Como consecuencia de estas políticas se produjo un deterioro social y económico que no se revertiría durante los años de democracia que sobrevinieron. El retroceso operado tendría su impacto en lo ideológico ya que los objetivos políticos se modificaron: si durante la década del ’70 se buscaba la transformación social y se desconfiaba de la democracia, los ’80 llevaron a la posposición de las reivindicaciones sociales y económicas y a una revalorización de los espacios democráticos. Fue así, que esta reorientación tendría un carácter contradictorio, ya que si bien legitimó una derrota social que se tornó irreversible, también permitió una mayor apertura a perspectivas que darían un nuevo impulso al movimiento feminista generando espacios gubernamentales y organizaciones de la sociedad civil comprometidas con temáticas de violencia de Género y de sensibilización hacia las mujeres. En algunos estudios realizados de la incipiente producción historiográfica del feminismo en la Argentina, estos espacios y nuevos lugares opacaron el proceso de la década anterior. Por tal motivo fue mi intención en esta comunicación recuperar las experiencias de los primeros grupos feministas de la Argentina. 1 Ávila, Victoria, Enciclopedia de la nueva mujer. Diosas, mitos y símbolos femeninos. Las mujeres más influyentes a lo largo de los siglos, Barcelona, Robinbook, 2000. 2 Felitti Karina, “El placer de elegir. Anticoncepción y liberación sexual en la década del sesenta” En Gil Lozano, Pita e Ini, Historia de las mujeres en la Argentina. Siglo XX V. 2, Buenos Aires, Taurua, 2000. 3 Calvera Leonor, Mujeres y feminismo en la Argentina, Buenos Aires, Grupo Editor latinoamericano, 1990. 4 Freeman Jo, El movimiento feminista, México Editores Asociados, 1977. 5 Archenti, Nélida, Situación de la mujer en la sociedad argentina: formas de organización en capital Federal, Buenos Aires, Fundación Friedrich Naumann, 1987.