Africa ante el reto de la mundialización: el enfoque de los

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Africa ante el reto
de la mundialización:
el enfoque de los sindicatos
Educación Obrera 2001/2
Número 123
Indice
Editorial
V
Las mujeres africanas en primera línea,
por Mamounata Cissé y Natacha David
1
Panorama de la integración regional en Africa,
por Mohammed Mwamadzingo
8
El desafío del sector no estructurado, por Emile Delvaux
15
Un nuevo enfoque del ajuste, por Lawrence Egulu
21
Mundialización, democratización y condicionalidades
a geometría variable, por François Misser
27
SIDA: prevención y cócteles de medicamentos, sin contraindicaciones
para el Sur, por Jacky Delorme
33
Mejorar la situación de Africa en el campo de la informática,
por Marc Bélanger
37
La repercusión de la mundialización en Africa y la respuesta sindical:
el caso de Sudáfrica, por Shermain Mannah
42
Prensa africana y mundialización: el cambio sin fin,
por Jean-Paul Marthoz
50
La fuga de cerebros, por André Linard
55
III
Editorial
E
l mercado mundial dejó a Africa en el olvido y los efectos nocivos de
la mundialización parecen haberse concentrado en ese continente que,
con sus 780 millones de habitantes, representa la décima parte de la población del planeta. La pobreza, la desigualdad, la exclusión, la discriminación, la guerra y las enfermedades se sumaron a los caprichos del clima.
No todos los problemas de Africa se deben a la furia de los fenómenos
naturales sino, con frecuencia, a la intervención humana. Los programas
de ajuste estructural, concebidos por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, no se limitaron a demostrar su ineficacia para combatir la pobreza sino que la acentuaron. Se redujeron drásticamente los
presupuestos nacionales de salud y educación, arrastrando a la mayoría
de la población a verse privada del acceso a los servicios públicos esenciales. Millones de personas fueron relegadas a la precariedad de la economía no estructurada, privadas de protección social y obligadas a vivir,
o más acertadamente, a sobrevivir, con sus escasísimos ingresos. En los
intentos por estabilizar las economías en decadencia, estuvieron cruelmente ausentes los criterios sociales básicos. Peor aún, se disminuyeron
las disposiciones de las legislaciones laborales, que debían brindar un mínimo de protección a los trabajadores y trabajadoras y a sus familias. Proliferaron las zonas francas de exportación, a menudo en detrimento de las
normas internacionales del trabajo y de los derechos sociales conquistados con mucho esfuerzo.
El sistema de partidos únicos y otros regímenes no democráticos dejaron en herencia una deuda externa colosal que no solamente amenaza
a las generaciones futuras sino que tampoco benefició nunca a las poblaciones locales.
La epidemia de VIH/SIDA también asestó un duro golpe al continente
africano. Si bien la pobreza es uno de los factores de la propagación de la
enfermedad, la prevención, la atención médica y los tratamientos para las
víctimas dependen, en gran medida, de las medidas políticas, económicas y sociales que deberían figurar entre las principales prioridades de la
comunidad internacional.
Todo este panorama constituye una triste realidad. Africa fue durante
demasiado tiempo un continente olvidado y un campo de batalla donde
se disputan intereses que sobrepasan sus fronteras. Allí donde los recursos naturales fueron saqueados, la ayuda al desarrollo se redujo a casi
nada mientras que el desarrollo se detuvo.
No obstante, se perfila otra Africa, orientada hacia el futuro y obstinada por forjarse un futuro mejor. Las organizaciones sindicales forman
parte de ese futuro y durante las próximas generaciones serán las principales protagonistas de su construcción. Mucho se ha dicho sobre los
males y desdichas de Africa. Educación Obrera decidió darles, en el presente número, otro enfoque. Africa, rica en recursos, tanto humanos como
V
naturales, dispone de mercados potenciales y de un camino incipiente a
la democracia. ¿Cómo se puede aprovechar mejor ese capital para responder a los desafíos de la mundialización? ¿Cómo se puede lograr que
la mundialización beneficie a los ciudadanos, y qué contribución pueden
aportar a ese proceso las organizaciones sindicales? Las respuestas a muchos de esos interrogantes se hallarán en este número, pese a que no pretende ser exhaustivo. Africa está abocada a llevar a cabo dicha tarea.
En esta edición se rinde un tributo especial a las mujeres africanas que,
con ayuda de los sindicatos y de otros sectores de la sociedad civil, están
en la vanguardia de la lucha por un continente africano próspero cimentado en el crecimiento, el desarrollo duradero, la democracia y el respeto
de los derechos humanos y sindicales. A pesar de numerosos obstáculos
de carácter económico, cultural, institucional y, a veces, incluso físico, las
mujeres africanas se organizan y luchan. El porvenir del continente dependerá, en gran medida, de la contribución de las mujeres y del lugar
que ocupen en la construcción del futuro.
La experiencia demostró asimismo que la economía no estructurada
ya no está fuera del alcance del movimiento sindical. Los esfuerzos de los
sindicatos y de otras organizaciones, respaldados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y por su Oficina de Actividades para los Trabajadores (ACTRAV), han comenzado a dar sus frutos. Los trabajadores
y trabajadoras de la economía no estructurada gozan, cada vez más, de
posibilidades para hacer escuchar sus voces y conseguir mejorar su suerte.
Están en marcha diversos procesos de integración regional que podrían constituir puntas de lanza para permitir obtener finalmente logros
sociales y mercados mundiales. Los sindicatos, al tiempo que refuerzan
su presencia a escala nacional, deben desempeñar un papel particular destinado a que la integración económica se traduzca en la mejora de las condiciones de vida y de trabajo. La brecha digital también se puede colmar,
no de un día para el otro, por cierto, pero sí como objetivo a medio plazo,
intentando desarrollar tecnologías concebidas por africanos para los africanos y compatibles con la red mundial. Los procesos de democratización permiten entrever un entorno político más favorable mientras que la
democracia se afianza sólidamente en una serie de países. Al igual que
ocurrió con el movimiento sindical, los medios de comunicación recuperaron la libertad que les permite convertirse en actores independientes y
contribuir al progreso y a los debates.
No obstante, el éxito de esta nueva Africa dependerá de la atención que
tenga a bien acordarle la comunidad internacional. Las tímidas iniciativas
de reducción o condonación de la deuda de los países más pobres se deberían replantear de manera mucho más generosa, conforme a las sugerencias del movimiento sindical internacional. La ayuda para luchar contra el VIH/SIDA, incluido el acceso a los tratamientos médicos y el respaldo
de los esfuerzos de prevención a nivel local, adquiere el carácter indispensable y de urgente. La ayuda al desarrollo debe destinarse de nuevo a Africa,
haciendo hincapié en los aspectos de buena gestión, democracia y respeto
de los derechos humanos y sindicales, principios que garantizan la llegada
de la ayuda allí donde las necesidades son más acuciantes. Las inversiones
en infraestructuras y en agricultura se han de considerar prioritarias. Además, las instituciones financieras internacionales deben ser fieles a su propio compromiso de consultar a los actores locales, incluidos los sindicatos,
de elaborar, poner en práctica y controlar los programas de ajuste.
VI
A los gobiernos africanos, a los empleadores y a los sindicatos les corresponde desempeñar un papel fundamental en la promoción de un
clima susceptible de conducir al crecimiento, la justicia social y la democracia en Africa. El diálogo social debe pasar a ser el principal pilar de la
nueva Africa. Deberá permitir que se forme un amplio consenso en torno
a políticas concentradas en el mejor de los recursos africanos: su población misma. La salud, la educación y el desarrollo social son problemas
que se deben enfrentar ya. Constituyen, además, la mejor inversión para
un continente africano próspero.
Manuel Simón Velasco
Director
Oficina de Actividades para los Trabajadores (OIT)
Un especial agradecimiento va dirigido a los representantes de la Oficina de Actividades para los Trabajadores (ACTRAV) en el terreno, Ibrahim Mayaki (Abidján), John
Fallah (Addis Abeba), Francisco Monteiro (Dakar), Mohammed Mwamadzingo
(Harare), y a Abdoulaye Diallo y Ditiro Saleshando (responsables de las oficinas
africanas en ACTRAV, en Ginebra) por su valiosa aportación en la identificación de
las materias abordadas en el presente número, así como a los autores, por su
contribución personal en la concepción del mismo.
VII
Las mujeres africanas en primera línea
Los abrumadores problemas a los que se enfrentan las mujeres africanas revisten un marcado carácter económico, social, cultural, institucional, jurídico o físico. Pese a estos obstáculos, que podrían originar una pasividad dictada por la imagen en la cual la tradición quisiera
encerrarlas, las mujeres africanas demuestran un destacado dinamismo y una denodada combatividad.
Mamounata Cissé
Secretaria General Adjunta
Confederación Internacional
de Organizaciones Sindicales Libres
Natacha David
Redactora en jefe de El mundo sindical
Confederación Internacional
de Organizaciones Sindicales Libres
T
radicionalmente, las mujeres africanas
no tienen cabida en la vida ciudadana
como no sea el de ciudadanas de segunda
clase. Las leyes y las costumbres les impiden, más que a los hombres, acceder a los
medios de producción (tierra y créditos),
a la educación, formación, información y
atención médica que les permitiría desempeñar un papel en la economía y en la sociedad en general. Es común que no conozcan ni siquiera sus derechos legales ni
que los reclamen. Diariamente se someten
bajo el peso de una repartición absolutamente desigual de las responsabilidades
domésticas y familiares. Dentro de los hogares, y también en las escuelas, en los lugares de trabajo, en la calle y en todos los
ámbitos de la sociedad, las mujeres africanas a menudo sufren violencia física, sexual y psicológica. En la mayoría de los
países africanos, esa violencia basada en el
género origina conceptos sociales, religiosos y culturales otorgando a los hombres
una condición superior a la de la mujer,
confiriéndoles el monopolio de todas las
fuentes de poder.
Las deficiencias de la enseñanza
Las discriminaciones que sufren las mujeres condicionan desde la más tierna edad
la percepción que tienen de sí mismas y
sus perspectivas de futuro. Se las encasilla
en una imagen desvalorizada, basada en
la dependencia, el sometimiento y la subordinación a los hombres. En las sociedades africanas tradicionales, una mujer
no existe realmente sino que es algo parecido a una sombra. En muchos países africanos, las chicas reciben menos comida
que sus hermanos, se las obliga a trabajar
más duramente y tienen menor acceso a la
enseñanza y a la atención médica.
Mientras que en todas las regiones del
mundo la enseñanza primaria registró
adelantos durante las últimas décadas, el
Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP) deploraba, en un informe
publicado el año pasado1, «la disminución
de la escolarización en Africa debida a
precios demasiado elevados para los padres y a la disminución de la calidad de
la enseñanza». En Africa subsahariana,
solamente el 60 por ciento de los niños termina la escuela primaria. Este déficit de
1
formación golpea de lleno a las futuras
mujeres ya que, en 22 países africanos, el
índice de escolaridad de las chicas es un
80 por ciento inferior al de los varones. «La
educación, en particular de las mujeres, repercute aún más en la mortalidad de los
bebés y niños de corta edad que los efectos combinados del aumento de los ingresos, la mejora de los sistemas sanitarios y
el empleo en el sector moderno», recuerda
muy atinadamente el FNUAP. Botswana,
Kenya y Zimbabwe, países con los niveles
más altos de escolaridad femenina del
Africa subsahariana, son también los que
tienen menores índices de mortalidad infantil.
En lo que se refiere al plano laboral, las
mujeres africanas quedan confinadas, frecuentente, a las tareas consideradas improductivas y muy poco remuneradas, e,
incluso a menudo, no remuneradas (cuidado de niños, tareas domésticas, cuidado
de enfermos y personas mayores, educación informal, producción agrícola doméstica, suministro de agua y leña, etc.).
Numerosas chicas también trabajan en la
agricultura y en el sector no estructurado,
donde las condiciones de trabajo son
malas, el porcentaje de mano de obra elevado, el nivel de las calificaciones bajo y la
remuneración mediocre. En Africa occidental, las mujeres se ocupan en dar salida
a entre el 70 y 90 por ciento de todos los
productos agrícolas y de la pesca mientras
que las vendedoras ambulantes y de ferias
forman parte de una economía informal
que produce alrededor del 30 por ciento
de la riqueza de los centros urbanos. El
Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) señalaba el
año pasado que en Africa las mujeres trabajan en sectores estratégicos, principalmente en la agricultura y la producción de
alimentos, pero los instrumentos financieros y los servicios, que ofrecen los bancos
y las instituciones financieras (seguros y
créditos), se dirigen principalmente a los
sectores de exportación y a las actividades
no agrícolas del sector urbano, excluyendo
así a la mayoría de las mujeres de esos circuitos 2. En esas condiciones, a nadie sorprenderá la dificultad que tienen las mu2
jeres africanas para mejorar el rendimiento
de la tierra. Por ejemplo, si en Kenya las
mujeres que se dedican a la agricultura recibieran el mismo respaldo que los hombres, se aumentaría el rendimiento de sus
tierras en más de un 20 por ciento, indica
el FNUAP.
El peso de las tradiciones
y el de las crisis
Son raros los casos de mujeres que consiguen pasar la barrera y obtienen una capacitación. La desigualdad constituye la
regla general. La Federación Internacional
de Periodistas (FIP) indicaba últimamente
que las mujeres representan todavía una
minoría entre los periodistas africanos,
mientras que en los países industrializados, cerca del 50 por ciento de los periodistas son mujeres. «La cultura sigue sometiendo a las mujeres a una posición
subalterna, incluso en Sudáfrica, donde
desde el fin del apartheid surgió una élite
masculina negra pero no una élite femenina», comenta Farahana Ismail, una periodista sudafricana, miembro de la dirección de la FIP.
En 1994, el Banco Mundial estimaba
que las mujeres representaban en Africa el
44 por ciento de la mano de obra pero, más
recientemente, la Oficina Internacional del
Trabajo (OIT) señalaba que en ese continente estaba disminuyendo el índice de actividad de las mujeres, sin duda debido a
la invisibilidad del trabajo de las mujeres
vinculada a su ingreso en la economía informal.
Al peso de la tradición se agrega, en el
caso de las mujeres africanas, el de la grave
crisis socioeconómica, los conflictos armados y los rebrotes de epidemias devastadoras que afectan de manera endémica al
continente africano y cuyas consecuencias
nefastas afectan de manera desproporcionada a las mujeres.
Las políticas de ajuste estructural dictadas por las instituciones financieras internacionales – Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial –, agravadas
por la injusta carga de la deuda, generan
efectos desastrosos en el empleo (del sector estructurado y no estructurado) y en el
conjunto de los servicios públicos básicos,
tales como la educación y la salud. Esas
políticas de ajuste estructural, que desempeñaron un papel determinante en el
grave proceso de desmantelamiento de
todos los sectores vitales de las sociedades
africanas, afectan especialmente a las mujeres. Estas resultan doblemente perjudicadas por las privatizaciones masivas. Por
una parte, porque el empleo de las mujeres africanas en el sector estructurado a
menudo se limita al sector público, convirtiéndolas así en blancos preferidos de
los programas de reducción de personal.
Por otra, son las mujeres las que deben satisfacer diariamente las carencias o suplir
la falta de servicios básicos que anteriormente suministraban los poderes públicos. Las deficiencias de los sistemas de seguridad social, e incluso la falta de ellos,
contribuyen a la creciente pauperización
de las mujeres africanas.
La salud se ha convertido en el pariente
pobre de los presupuestos estatales. Como
resultado, una de cada trece mujeres africanas muere durante el embarazo o después del parto, mientras que en los países
industrializados la tasa que establece el
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) es de una muerte por
cada 4.085 nacimientos. En un estudio realizado en la República Unida de Tanzanía,
se indica que las madres dicen: «Me voy al
mar a buscar un nuevo bebé pero el viaje
es largo y peligroso, quizás no vuelva.»
Las africanas también se hallan en primera línea frente a los mortíferos conflictos que desgarran muchas sociedades de
ese continente, un sacrificio tanto más injusto cuanto que muy raramente las mujeres han participado en el origen de esos
conflictos, fomentados y emprendidos por
hombres. Durante las fases más duras de
esas contiendas, las mujeres continúan desempeñando un papel fundamental para
lograr la supervivencia de sus familias. No
cabe duda de que también serán ellas las
que deban ocuparse de la reconstrucción
posterior. En Rwanda, luego del genocidio, las mujeres constituían el 70 por ciento
de la población y el 50 por ciento de los hogares tenía mujeres como cabeza de familia, viudas en su mayor parte. Sin trabajo,
sin casas, a menudo con graves secuelas físicas y psicológicas, luchan no obstante
para sobrevivir y reconstruir un futuro.
Doblemente víctimas del SIDA
Las mujeres africanas tienen que pagar doblemente un alto precio por las epidemias
que diezman las poblaciones africanas, y
especialmente por el VIH y el SIDA. En
primer lugar, como víctimas (más de 12 millones de mujeres africanas ya han muerto
de SIDA, a menudo por haberse visto obligadas a mantener relaciones sexuales sin
tomar precauciones), y, en segundo lugar,
por cuidar de los enfermos o asistir a los
más de 11 millones de huérfanos cuyos padres murieron a causa de la epidemia.
Según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA), las mujeres representan más de la
mitad de los adultos seropositivos o enfermos de Africa (véase artículo de Jacky
Delorme en la página 33). Con mayor exactitud, el informe del FNUAP señala que en
Africa, la cantidad de mujeres seropositivas alcanzaría a 2 millones más que los
hombres.
Las discriminaciones de género, derivadas a su vez de las tradiciones y del contexto socioeconómico actual, generan
grandes disparidades en la distribución de
los recursos, acompañadas de considerables consecuencias negativas para el desarrollo de las mujeres, pero también para la
sociedad africana en general. Y es que la
discriminación tiene un costo. «Promover
la igualdad entre los sexos equivale también a promover el crecimiento y el desarrollo estable de los sistemas económicos,
lo que comporta ventajas sociales además
de económicas en su sentido estricto», señala a este respecto el FNUAP.
A pesar de todos esos problemas «las
mujeres siempre son muy solicitadas»,
una idea muy difundida en todo el continente africano. En realidad, esa «demanda» se refleja en todas partes: en la
3
producción agrícola rural, en la artesanía
y hasta en el pequeño comercio. Hoy en
día, las africanas saben que únicamente
pueden contar con sus propias fuerzas y
cada vez son más numerosas las que van
confiando en sus propias capacidades y
procurando conquistar su autonomía. A
pesar de que todavía son minoritarias, esas
mujeres luchan contra los prejuicios y por
su libertad, y en pro de esas metas se atreven a correr los riesgos que sean necesarios. Se observa así una transformación
progresiva de la actitud de las mujeres en
sus relaciones con los hombres y en sus relaciones tradicionales de sometimiento a
la sociedad en su conjunto. Eso no conduce
necesariamente al rechazo de la tradición
sino más bien a la voluntad de destacar los
valores positivos de esa tradición, como la
solidaridad al servicio de la propia superación y del desarrollo de todos.
Mientras las sociedades africanas luchan para responder a los desafíos de los
tiempos modernos, las mujeres africanas
se han convertido en el principal motor de
esa dinámica de adaptación y de cambio.
Han desarrollado un capital técnico basado en su experiencia y en las competencias adquiridas principalmente gracias a
los movimientos asociativos. Desarrollaron también un capital social basado en la
vida comunitaria, los principios de solidaridad y de reciprocidad, ilustrados, entre
otras cosas, por las célebres «tontinas» de
mujeres africanas. Optan por la solidaridad como estrategia para sus medidas colectivas y, más que a la acumulación de bienes, dan prioridad a la capitalización de
los aspectos sociales y de la experiencia.
Como declarara Kofi Annan, Secretario
General de las Naciones Unidas, «la igualdad de género es mucho más que un objetivo en sí mismo. Es una condición indispensable para desarrollar el combate en pro
de la reducción de la pobreza, del fomento
de un desarrollo sostenible y de la construcción de una buena administración».
Han surgido numerosas redes, asociaciones y organizaciones de mujeres cuyo
objetivo va encaminado a luchar por la paz,
la prosperidad económica, la justicia social,
la democracia y los derechos humanos.
4
El movimiento sindical también está
adquiriendo una presencia cada vez
mayor. Reivindica la integración de la dimensión de género en el enfoque del ajuste
estructural y de la lucha contra la deuda.
Dentro de esa misma línea, el movimiento
sindical internacional lucha para que se incluyan en el comercio internacional las
normas fundamentales del trabajo de la
OIT, principalmente las relativas a igualdad. Si bien esa lucha está muy lejos de las
preocupaciones de las mujeres africanas
que trabajan duramente en el campo, en
los talleres o en las ferias de las zonas francas, a escala mundial está íntimamente
vinculada a la mejora de sus condiciones.
En el terreno, un gran número de sindicatos africanos han elaborado programas para despertar la conciencia de las
mujeres con respecto a sus derechos, para
ayudarlas a emanciparse a través de la alfabetización, la educación y la capacitación. Ese trabajo de sensibilización apunta
al exterior pero también al interior de los
sindicatos, durante mucho tiempo considerados un asunto de hombres y donde se
dejaba a las mujeres completamente al
margen. Progresivamente, los sindicatos
africanos han ido aplicando programas
con miras a estimular a las mujeres a asumir responsabilidades en todos los niveles
de las estructuras sindicales y, paulatinamente, la mentalidad está cambiando.
Cambiar la mentalidad
No obstante, aún queda un gran camino
por recorrer entre la teoría de las resoluciones políticas y la realidad. La participación de las mujeres en los cargos directivos de los sindicatos sigue siendo muy
escasa. Veronica Kofie, responsable femenina del Congreso Sindical de Ghana
(GTUC), considera que la ejecutiva sindical sigue estando muy separada de las mujeres. «Debemos ir al terreno», declara,
«controlar el trabajo de la gente que está
en contacto con las trabajadoras. Para interesar a las mujeres debemos tomar en
cuenta los problemas vinculados a las situaciones particulares que ellas viven, por
ejemplo, el hecho de que muchas sean hoy
madres solteras.» El GTUC ya ha puesto
en práctica la utilización de un lenguaje
más neutro desde el punto de vista de género dentro de los convenios colectivos
que negoció y, para dar mayor visibilidad
a su accionar, su comité de mujeres creó un
fondo que lanzó un sistema de seguros, de
radio taxis y otros servicios prácticos.
Para luchar contra los estereotipos sexistas, los sindicatos buscan no solamente
despertar la conciencia de las mujeres sino
también cambiar la mentalidad de los
hombres. Eso se traduce en programas de
capacitación dirigidos a un público mixto,
en programas también más adaptados a la
realidad cotidiana de las mujeres sindicalistas, teniendo en cuenta principalmente
los problemas vinculados al peso desproporcionado de las responsabilidades familiares y domésticas que les incumben.
La respuesta sindical
¿Cómo luchan los sindicatos para afiliar a
un mayor número de mujeres? Por ejemplo, feminizando los equipos de sindicación, dando prioridad a los asuntos especialmente cercanos a las mujeres, como la
salud, la seguridad o la planificación familiar, incluso, como lo hacen los sindicatos sudafricanos, poniendo énfasis en las
jóvenes trabajadoras.
Luchar por la sindicalización del sector
privado constituye un objetivo prioritario
para aumentar el poder sindical de la
mujer que, dada la grave reducción del
sector público, busca alternativas de empleo en el sector privado. Sin embargo, esa
lucha tropieza con la precarización de los
puestos de trabajo y con el acoso antisindical. En Côte d’Ivoire, manifiesta la sindicalista Mariatou Coulibaly, «el golpe de
Estado unió en cierta manera a los trabajadores, sobre todo a las mujeres, ya que
los despidos masivos les afectaron directamente». «Son a esas mujeres a las que
contactamos en primer lugar, y son ellas
las que nos ayudaron», continúa diciendo
Mariatou Coulibaly, «principalmente calculando con ellas el monto de las indem-
nizaciones de despido, en lugar de dejar la
tarea en manos de la patronal. Esa intervención tuvo un efecto de boomerang para
el sindicato. De diez delegadas que teníamos antes del Golpe de Estado, hemos pasado a tener 67».
La lucha de las mujeres africanas también implica la lucha tradicional de los
sindicatos por conquistar mejores condiciones de trabajo. Las sindicalistas ya no
se privan de gritar alto y fuerte sus reivindicaciones. En junio pasado, en Lagos (Nigeria), fueron las enfermeras de los hospitales públicos las que reclamaron mejores
salarios cuando se acababa de aumentar el
salario de los médicos. En Bamako (Malí),
las trabajadoras de la industria de bebidas
y helados (IBG), una de las principales industrias de bebidas del país, hicieron
huelga en el mes de abril para denunciar
las pésimas condiciones de trabajo que,
en su opinión, rozaban la esclavitud. Las
chicas se quejaban principalmente de problemas oculares debido a los efectos de la
soda cáustica que manipulaban «sin protección».
El desafío de la economía informal
Si existe un ámbito de sindicalización del
que hay que ocuparse para defender mejor
a las mujeres africanas, es indudablemente
el de la economía proveniente del sector
no estructurado. A tal fin, los sindicatos
deben desarrollar nuevos métodos de
acercamiento y de organización, tomando
en cuenta los bajísimos ingresos de esas
trabajadoras y el poco tiempo que pueden
destinar a las actividades sindicales debido a sus ocupaciones familiares. Los sindicatos también deben combatir el aislamiento de muchas trabajadoras del sector
no estructurado, especialmente las que
trabajan a domicilio y las de zonas rurales
aisladas. En Zambia y Ghana, la Confederación Internacional de Organizaciones
Sindicales Libres (CIOSL) y su organización regional africana (la ORAF) financian
proyectos en favor de dichas mujeres
(véase también el artículo de Emile Delvaux de la página 15).
5
Con frecuencia esas trabajadoras ya se
han autoorganizado en asociaciones o cooperativas. Los sindicatos pueden entonces elaborar estrategias para colaborar con
ellas y llevar a cabo tareas en redes con
todos los actores que ya se mueven en el
terreno. Entre otros ejemplos, los sindicatos respaldan cooperativas de mujeres en
el Senegal.
Los sindicatos también se esfuerzan en
aportar ventajas tangibles e inmediatas:
creación de fondos sociales para compensar la falta de seguridad social, facilidades
de acceso a créditos y a la tierra, ayuda administrativa y jurídica, educación y capacitación para superar la terrible falta de calificaciones, suministro de infraestructuras
básicas (electricidad, agua, transporte, servicios sanitarios, locales para almacenamiento, guarderías, comidas, etcétera). Los
sindicatos pueden también ayudar a mejorar los ingresos de dichas mujeres a través
de operaciones de venta y de compra colectiva, motivando intercambios de experiencias, garantizando protección contra la
violencia (principalmente en el caso de las
vendedoras callejeras) y dando visibilidad
a la cadena de subcontratación a fin de negociar con los empleadores una protección
elemental para las trabajadoras a domicilio. Los sindicatos pueden aportar su respaldo a microproyectos, especialmente a
los que impulsan el desarrollo rural así
como los que facilitan el acceso a nuevas
redes de comercio justo de los bienes que
producen las mujeres, como se hace en
Benin o Burkina Faso.
Nuevas vías de acción
Organizar a las trabajadoras de las zonas
francas de exportación (ZFE), que proliferan rápidamente en Africa, constituye otro
gran desafío de los sindicatos africanos.
Los países de acogida de esas zonas francas ofrecen a los inversores extranjeros una
mano de obra barata y una paz en las relaciones laborales que, en general, se logra
a costa de una feroz represión de los sindicatos. Como resultado, en las ZFE, donde
se emplea a un gran número de mujeres, a
6
menudo los derechos sindicales brillan
por su ausencia o la explotación se convierte en la norma habitual (salarios bajísimos, contratos de trabajo precarios,
acoso sexual de las trabajadoras, condiciones de trabajo deplorables, etcétera). En
Marruecos, a pesar de la represión antisindical reinante, los sindicatos luchan por
organizar a las obreras de las fábricas textiles de las zonas industriales. En la Isla
Mauricio, los sindicatos construyeron una
guardería para los niños de las trabajadoras de las plantaciones de caña de azúcar.
En lo relativo a la lucha contra el
VIH/SIDA, los sindicatos también desempeñan un papel fundamental para ofrecer
una dimensión de géneros en todos los
programas de sensibilización y de ayuda
a las víctimas. Asimismo, participan activamente en la campaña internacional en
pro de productos farmacéuticos a fin de
que se vendan a precios accesibles a los enfermos de SIDA de Africa. En muchos sindicatos africanos, las mujeres ocupan los
puestos de vanguardia en la lucha contra
la epidemia. «Las mujeres son quienes más
sufren las consecuencias de la enfermedad. Resisten más tiempo al virus por lo
que viven más tiempo con la enfermedad
y son quienes deben ocuparse de los
niños», declaraba recientemente Florida
Mukandamutsa, de la Central de Sindicatos de Trabajadores de Rwanda (CESTRAR), a El mundo sindical 3. «En Rwanda
hemos creado una asociación de personas
que viven con el VIH/SIDA. Se trata de
una asociación mixta pero en ella las mujeres son mayoritarias», explicaba dicha
sindicalista.
Para cerrar la brecha tecnológica que
separa Africa del resto del mundo y permitir que ese continente alcance un desarrollo duradero, los sindicatos reclaman
mayor acceso a las nuevas tecnologías vinculadas a la informática para todas las trabajadoras y trabajadores africanos (capacitación e infraestructura). En este ámbito
también es necesario hacer hincapié en la
dimensión de género, indispensable para
que las mujeres, ya discriminadas en todos
los demás ámbitos, no vuelvan a encontrarse en el fondo de la brecha informática
que separa a las personas más calificadas
de las que menos lo están, y a las más ricas
de las más pobres.
Todas estas vías de acción sindical, ya
probadas con imaginación, valor y éxito
por diferentes sindicatos africanos, convergen hacia el mismo objetivo general:
tener más en cuenta las necesidades y prioridades específicas de la mujer y su papel
en la economía y la sociedad en general. Si
bien se trata de una clave esencial para el
futuro del continente y una cuestión de
equidad, también supone una cuestión de
supervivencia. Como sucede en el resto del
mundo, pero quizá todavía más en Africa,
dado el papel tan importante que desem-
peñan las mujeres en el desarrollo pese a
las enormes dificultades, el futuro dependerá del lugar que ocupen las mujeres.
Notas
1
FNUAP: L’état de la population mondiale, 2000
(Nueva York), 2000.
2
UNIFEM: Gender dimensions of the financing for
development agenda, documento de trabajo para la
Conferencia Internacional de las Naciones Unidas
sobre la Financiación del Desarrollo, a celebrarse en
Monterrey (México) del 18 al 22 de marzo de 2002
(Nueva York), abril de 2001.
3
El mundo sindical, publicación mensual de la
Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) (Bruselas), diciembre de 2000.
7
Panorama de la integración regional en Africa
La integración económica puede tener más éxito cuando los miembros de la sociedad civil, especialmente los sindicatos, participan en
la toma de decisiones y ésta abarca y respeta sus derechos. ¿De qué
manera pueden los sindicatos desempeñar un papel más destacado
en el momento de la integración regional y cómo pueden conseguir
que se respeten los derechos humanos y sindicales?
Mohammed Mwamadzingo
Especialista regional en formación obrera
Oficina de la OIT en Addis Abeba
E
l desarrollo exige que se organicen más
actividades sociales y económicas de
escala al contrario de las que surgen actualmente en cada uno de los países africanos. El tamaño de la mayoría de estos
países es relativamente pequeño, no sólo
en lo referente a población sino también en
cuanto a producción económica. Esto ha
permitido que se procurara promover la
integración regional y subregional como
una gran estrategia para fomentar el comercio dentro de la región y acelerar el desarrollo y la transformación estructural. A
pesar de los modestísimos resultados logrados hasta el momento en este proceso,
la estrategia continúa siendo un gran instrumento para la región en lo que se refiere
a la superación de los problemas de fragmentación económica, a la promoción de
la diversificación económica y al establecimiento de vínculos entre las unidades de
producción de los distintos países.
Estructuras regionales
y subregionales de Africa
No cabe duda de que el primer argumento
para la integración regional consiste en la
eficiencia: cuando los productores y los
países se especializan en técnicas que pueden producir más barato, toda la región se
beneficia. El segundo reside en que las economías de escala que no se pueden lograr
dentro de los mercados nacionales, a me-
8
nudo se pueden conseguir en un mercado
regional más amplio. Y, el tercero, se basa
en que la integración regional puede proporcionar experiencia y beneficios en materia de competencia entre productores,
cuyos costos son generalmente elevados,
a un nivel más seguro que el de escala
mundial.
El continente africano acumula un
largo historial de acuerdos de integración
regional, comenzando por las uniones
aduaneras de 1900, creadas entre Kenya
(antiguo Protectorado de Africa oriental)
y Uganda. En la actualidad coexisten, en
términos generales, dos tipos de agrupaciones regionales en Africa, a saber: las patrocinadas por la Comisión Económica de
las Naciones Unidas para Africa (UNECA)
y las resultantes de otras iniciativas. La
UNECA ha promovido tres acuerdos subregionales: la Comunidad Económica para
los Estados de Africa Occidental (CEDEAO), el Mercado Común para Africa
Oriental y Austral (COMESA) y la Comisión Económica para los Estados de Africa
Central (ECCAS).
En el nivel panafricano, el tratado por
el que se creó la UNECA, firmado en Abuja
en 1991, puede considerarse la culminación de las últimas declaraciones de los
Jefes de Estado y de gobiernos africanos y
de sus ministros (a título de ejemplo, la
Declaración de Kinshasa de 1976, el Plan
de Acción y el Acta Final de Lagos de 1980)
con respecto al deseo de crear una comu-
nidad económica que abarcara a todo el
continente.
En la 37.ª Cumbre de Jefes de Estado y
de Gobierno, celebrada en Lusaka ( Zambia), en julio de 2001, la Organización de la
Unidad Africana (OUA) se transformó oficialmente en la Unión Africana (UA), después de que se ratificara el tratado constitutivo de la UA por 50 de los 53 Estados
miembros que componían la OUA. A continuación, se encargó al nuevo Secretario
General de la UA que transformara la OUA
en la UA en el plazo de un año.
En Africa occidental, en 1975, fue creada la Comunidad Económica de los Estados del Africa Occidental (CEAO) con el
propósito de convertirse en una unión
aduanera y posteriormente formar un
mercado común al tiempo que se integraban los Estados de la subregión africana
occidental. La CEAO está compuesta por
15 Estados miembros (Benin, Burkina
Faso, Cabo Verde, Côte d’Ivoire, Gambia,
Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Liberia,
Malí, Níger, Nigeria, Senegal, Sierra Leona
y Togo), de los cuales 10 países tienen
alianzas con otras agrupaciones subregionales. El Tratado revisado de la CEAO, firmado en 1993, intenta consolidar y ampliar los logros de la CEDEAO y trata de
combatir el problema de la multiplicidad
de organizaciones intergubernamentales
en la subregión, reforzar la capacidad ejecutiva del secretariado de la CEDEAO y
ampliar las funciones políticas de la comunidad. Dicho Tratado concede categoría supranacional a la CEDEAO como
única institución representativa de la subregión africana occidental. Por otra parte,
también agregó el mantenimiento de la
paz a la lista de objetivos de la CEDEAO.
En la actualidad, la subregión africana
occidental es la que tiene la mayor cantidad de organizaciones intergubernamentales (cerca de 40). Entre ellas, figuran la
Union économique et monétaire ouest-africaine (UEMOA), creada en 1994 y formada
por Benin, Burkina Faso, Côte d’Ivoire,
Guinea-Bissau, Malí, Níger, Senegal y
Togo, la CEDEAO y la Mano River Union,
integrada por Guinea, Liberia y Sierra
Leona. Una gran diferencia que distingue
a la UEMOA de la CEDEAO consiste en
que esta última alianza cuenta con un componente de integración monetaria en funcionamiento.
Con arreglo al acuerdo alcanzado en el
Consejo de Ministros de la CEDEAO de
1993, todas las demás organizaciones intergubernamentales regionales se transformarían para 2005 en organismos especializados de la CEDEAO.
Se han afianzado numerosas actividades encaminadas a establecer iniciativas
transfronterizas en la subregión de Africa
oriental y austral con el fin de aumentar el
comercio, las inversiones y los pagos entre
los países participantes. Dicha subregión
cuenta actualmente con la mayor cantidad
de organizaciones intergubernamentales
después de Africa occidental.
El Area Preferencial de Comercio (PTA)
para Africa Oriental y Austral fue creada
en 1978 sentando las bases para la formación del Mercado Común para Africa
Oriental y Austral (COMESA) en noviembre de 1993. El COMESA está integrado
por 21 países después de que la República
Unida de Tanzanía se retirara en 2000. El
PTA se ocupó de cinco áreas principales de
cooperación, a saber: la monetaria, fiscal y
financiera; la de desarrollo del comercio y
aduanas; la del transporte y comunicaciones; la de la industria, energía y medio ambiente; y la de desarrollo agrícola.
El Tratado del COMESAreclama la creación de una unión aduanera eliminando
todas las barreras comerciales y el establecimiento de un sistema arancelario externo común y de reglas de origen. El Tratado anticipa la coordinación de políticas
macroeconómicas a medida que los países
avanzan hacia el libre movimiento de servicios y capitales, así como la convertibilidad de divisas.
A diferencia del PTA, el COMESA hace
mayor hincapié ahora en el compromiso
de redistribuir los beneficios de la integración a través de programas regionales especiales, destinados a promover el desarrollo de los países menos adelantados de
la región a fin de alcanzar un desarrollo
equilibrado dentro del mercado común. Se
han establecido áreas específicas de coo9
peración, tales como la liberalización comercial y la cooperación aduanera; el
transporte y las comunicaciones; la industria y la energía; los asuntos monetarios y
las finanzas; la agricultura y el desarrollo
económico y social.
Dentro de la misma subregión se hallan también la Comunidad de Desarrollo
para Africa Meridional (SADC) y la Unión
Aduanera del Africa Meridional (SACU).
La SADC (constituida por 10 de los Estados del COMESA) reemplazó a la Conferencia Sudafricana de Coordinación del
Desarrollo, considerada una organización
cuya meta era reducir la dependencia subregional de la Sudáfrica del apartheid. La
SADC procura obtener una mayor coordinación de los aranceles externos y promover la libre circulación de capital y
mano de obra. También está interesada en
crear autoridades regionales de infraestructuras y un banco de desarrollo. La
SACU fue creada en su forma actual en
1969 pero surgió directamente tras el
acuerdo de 1910 entre Sudáfrica y los tres
territorios británicos de Basutoland (actual Lesotho), Bechuanaland (actual Botswana) y Swazilandia.
La zona africana oriental continuó más
bien aletargada durante gran parte del período posterior a la desaparición de la Comunidad del Africa Oriental en 1977. El 22
de noviembre de 1991, los tres presidentes
del Africa oriental se reunieron en Nairobi
y acordaron reactivar y profundizar la cooperación entre los respectivos países. En
la segunda cumbre tripartita de la Cooperación Africana Oriental (EAC), celebrada
en Kampala en noviembre de 1993, se
firmó un protocolo designando a Arusha
(República Unida de Tanzanía) la sede del
secretariado de la Comisión Tripartita Permanente para la Cooperación del Africa
Oriental. Desde la firma del Tratado para
el Establecimiento de la Comunidad del
Africa Oriental, en 2000, la Comisión se ha
transformado en la Comisión del Africa
Oriental.
La Autoridad Intergubernamental
sobre Desarrollo (IGAD), que componen
Eritrea, Etiopía, Kenya, Sudán, la República Unida de Tanzanía y Uganda, consti10
tuye otra organización intergubernamental. El 18 de abril de 1995 se decidió, en el
transcurso de una reunión extraordinaria
de Jefes de Estado y de gobierno de la
IGAD, lanzar una nueva iniciativa que
implicara la revitalización y reestructuración de la IGAD como instrumento para
una cooperación más amplia y para la integración económica subregional entre los
Estados miembros de la IGAD.
Otras agrupaciones que componen la
subregión son la Organización de la
Cuenca del Kagera (KBO) y la Comisión
del Océano Indico (IOC), que agrupan a
Mauricio, Madagascar, Islas Comoras y
Seychelles. La IOC constituyó recientemente su secretariado en Quatre Bornes
(Mauricio). Además, a comienzos de 1995
se dio curso a la posibilidad de organizar
una plataforma para la cooperación regional en la región más amplia de la costa del
océano Indico. Australia, India, Kenya,
Mauricio, Omán, Singapur y Sudáfrica
participaron en una reunión que preparó
el terreno para instaurar una cooperación
futura en la región culminando en la Iniciativa de la Costa del Océano Indico
(IORI). Entre las áreas de cooperación que
se determinaron figuran las siguientes: la
promoción de intercambios comerciales, el
fomento del comercio y las inversiones y
la cooperación en los ámbitos de la ciencia
y la tecnología, así como el desarrollo de
los recursos humanos.
En el norte de Africa, la Unión Arabe
Magrebí (UAM), formada por Argelia, la
Jamahiriya Arabe Libia, Mauritania, Marruecos y Túnez, constituye uno de los organismos de cooperación subregional más
antiguos de Africa. A partir de 1995, debía
entrar en vigencia un mercado común magrebí y una unión aduanera. Los adelantos
fueron bastante lentos ya que sigue existiendo una serie de barreras arancelarias y
no arancelarias al comercio. Asimismo,
existen diferencias en los modelos económicos y se adolece de la falta de decisiones
políticas coordinadas, por ejemplo, durante la guerra del Golfo. La importación
del petróleo de los países de dicha subregión proviene de los Emiratos Arabes Unidos, en lugar de Argelia o de la Jamahiriya
Arabe Libia que, cabe señalar, produce alrededor de las tres cuartas partes de las necesidades petroleras de la subregión.
En el Africa central, el comercio interno
de la subregión entre los Estados centroafricanos sigue siendo mínimo. El tratado
por el cual se estableció la Union douanière
des Etats de l’Afrique centrale (UDEAC)
fue firmado en 1964. La Communauté
économique des Etats de l’Afrique centrale (CEEAC), con sede en Libreville, y la
UDEAC emprendieron por separado una
cooperación en las áreas de alimentos y
agricultura, industria, transporte y comunicaciones. La tercera agrupación económica – la Communauté économique des
pays des Grand Lacs (CEPGL) –, que
agrupa a Rwanda, Burundi y la República
Democrática del Congo, está inactiva.
Logros y problemas en los esfuerzos
de integración africanos
Pese a la existencia de dichas agrupaciones regionales, los vínculos económicos
transfronterizos de la región africana siguen siendo débiles. Así pues, no se refleja
una práctica clara respecto a los logros obtenido en Africa con los esfuerzos de la integración regional. Si bien se han mejorado
en lo referente a las corrientes comerciales
intrarregionales, se produjeron muy pocos
adelantos hacia el desarrollo integrado de
las infraestructuras, a pesar de sus enormes beneficios potenciales.
Numerosos problemas continuaron
impidiendo que avanzara la integración
regional africana. La mayoría de los países
africanos mantienen las mismas estructuras de producción perjudicando, por consiguiente, a los productos exportables que
tienden a ser competitivos en lugar de ser
complementarios. La falta de transporte y
de comunicaciones adecuadas contribuyeron, en parte, a la ausencia de articulación
de las economías africanas, restringiendo
gravemente la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales.
Por si esto no fuera suficiente, la falta de
convertibilidad de las monedas, la continua existencia de barreras arancelarias y
no arancelarias, el temor de salir perdiendo en una agrupación subregional
frente a Estados miembros más desarrollados y las divergencias entre los líderes
políticos continuaron impidiendo que en
el continente se produjera una integración
más estrecha.
Integración regional:
estructuras sindicales
Paralelamente a la creación de procesos regionales de integración, en Africa hay una
transposición de sindicatos en una relación
próxima de uno a uno. En el Africa meridional se constituyó, en marzo de 1993, el
Southern African Trade Union Coordination Council (SATUCC) celebrándose su
congreso inaugural en Gaborone (Botswana). Con 12 organizaciones afiliadas, el
SATUCC lucha por el desarrollo de centrales sindicales nacionales fuertes, independientes y autónomas en la subregión.
En noviembre de 1991, el SATUCC
adoptó la Carta Social de Derechos Fundamentales de los Trabajadores en Africa
Austral. Dicha Carta constituye una declaración solemne, y deja sentados los principios generales de un marco jurídico laboral sudafricano que, en términos más
amplios, determina el lugar del trabajador
en la sociedad. En marzo de 1992, el Southern African Labour Council (SALC), una
estructura tripartita, adoptó la Carta Social.
En Africa oriental, el East African Trade
Union Council (EATUC) es una organización integrada por las centrales sindicales
nacionales de los Estados miembros de la
Comunidad de Africa Oriental: Kenya,
Uganda y la República Unida de Tanzanía.
El EATUC fue creado en 1988 y, actualmente, está compuesto por la Central Organization of Trade Unions (Kenya), la National Organization of Trade Unions
(Uganda) y la Tanzania Federation of Free
Trade Unions (República Unida de Tanzanía). El objetivo más ambicioso del EATUC
se dirige a integrar los intereses y los esfuerzos de los trabajadores de la región
africana oriental con miras a desarrollar un
enfoque común hacia el fortalecimiento de
11
la justicia social y económica, a través de
la participación de las organizaciones de
trabajadores en todos los niveles de la integración regional. La Organización aspira, asimismo, a promover la cooperación
entre los trabajadores de Africa oriental,
desarrollando de manera conjunta programas de formación para los trabajadores,
actividades de investigación, e integrando
la dimensión de género en las actividades
sindicales.
Como organismo regional de los trabajadores, el EATUC se ocupa de que la Comunidad para Africa Oriental implique a
los trabajadores en todas las cuestiones relativas a la integración regional, instituya
el tripartismo como método de trabajo,
promueva la ratificación de las normas internacionales del trabajo por parte de los
Estados miembros, armonice la legislación
y las políticas laborales en Africa oriental
y fomente el concepto de la libre circulación de los medios de producción en la región. Además, el EATUC ha adoptado una
lista ampliada de objetivos tales como la
eliminación del hambre mediante la seguridad alimentaria, la creación de empleo
productivo y la promoción de la resolución de conflictos en Africa oriental.
En Africa occidental, a pesar de su revitalización en 1999, la Organization of
Trade Unions of West Africa (OTUWA) no
mantiene en curso ninguna actividad importante. En Africa central, el organismo
sindical subregional Organization des travailleurs de l’Afrique centrale (OTAC) todavía le queda un largo camino por recorrer. En Africa del norte, la Union des
syndicats des travailleurs du Maghreb
arabe (USTMA) está compuesta de federaciones sindicales de su subregión. El
1.° de mayo de 1991, la USTMA adoptó la
Carta de Derechos Sociales Fundamentales de los Trabajadores del Magreb. En la
Carta se acogió con satisfacción la creación
de la UAM y se puso énfasis en la necesidad de incorporar las dimensiones sociales como parte integrante de los esfuerzos
de integración. Las centrales sindicales del
mundo árabe también están representadas
en la International Confederation of Arab
Trade Unions (ICATU).
12
Respuestas sindicales
a los procesos de integración
Muchos países de Africa, al igual que sucede en otras partes del mundo, están interesándose, cada vez más, en la integración económica regional y han elaborado
programas para fomentar dicha causa. Las
organizaciones de trabajadores, por su
parte, no se han quedado atrás en brindar
respaldo a la urgencia y reforzar la integración regional. En realidad, se tiene constancia de que los sindicatos han reclamado
mayores esfuerzos gubernamentales para
acelerar la integración económica regional.
Los sindicatos han sido socios activos en
distintas actividades de tales grupos de interés de ámbito económico y social.
Al sindicalismo le ha preocupado que
los acuerdos de integración regional logrados se concentraran principalmente en
la movilización de capital y recursos naturales, y tendieran a hacer caso omiso del
crítico papel que desempeñan la movilización de los recursos humanos y otros aspectos sociales. Los sindicatos reiteraron
que para conseguir la integración, sus participantes, entre los cuales los trabajadores
y sus organizaciones son un componente
fundamental, deben participar en el proceso de concepción, en los mecanismos de
decisión y en la aplicación de todos los programas y actividades de proyectos. Los aspectos sociales, tales como la lucha contra
la pobreza, los derechos humanos y sindicales, la creación de empleo decente y la
observancia de las normas fundamentales
del trabajo siempre deberían integrar las
principales prioridades.
Otro reto que se presenta a los sindicatos atañe al hecho de que los sistemas
modernos de relaciones laborales, de la
mayoría de los países, implicaron fundamentalmente al ámbito nacional, con reglamentación laboral enraizada en acuerdos
entre sindicatos nacionales y organizaciones de empleadores y legislación promulgada por los Estados nacionales.
La liberalización del comercio internacional, la mundialización de los mercados
financieros y la creciente importancia de
las empresas multinacionales parecen
poner en peligro esos sistemas nacionales.
El surgimiento de mercados regionales de
trabajo (la Comunidad para Africa Oriental, por ejemplo), comporta que las decisiones clave que afectan a los mercados laborales nacionales se tomen fuera del país
en cuestión. Las comparaciones de los costos laborales entre países afectan la competitividad nacional e influyen en las decisiones de inversión de las empresas; esto
pone en peligro el comportamiento de la
negociación colectiva nacional. La estabilidad de las monedas nacionales parece
exigir que los gobiernos adopten políticas
económicas deflacionarias, a menudo en
contra de los intereses de la mano de obra.
Las tesis de los pesimistas se basan en
que la internalización socava por completo
la eficacia de los sindicatos. Otros analistas más cautelosos sugieren que, como mínimo, se ha restringido mucho su margen
de maniobra con respecto al pasado. Ello
significa que la respuesta de los sindicatos
esté encaminada a reforzar sus propias organizaciones internacionales.
En consecuencia, los sindicatos deben
desempeñar un papel más activo para conseguir la dimensión social de la mundialización y de las integraciones regionales.
Además de luchar por el derecho a ser consultados, están poniendo en marcha mecanismos para reforzar las organizaciones
subregionales de trabajadores a través de
las cuales pueden presentar sus posiciones. La formulación de cartas sociales de
derechos fundamentales de los trabajadores y su incorporación y adopción por
parte de las correspondientes agrupaciones regionales exige que se dé un paso al
frente asegurando que los derechos sindicales estén incluidos en las mismas y que
se los respeta.
Los sindicatos consideran que los esfuerzos actuales encaminados a fomentar
la cooperación económica y la integración
regional están destinados al fracaso si continúan concentrándose en las estrechas
áreas del comercio internacional y uniones
aduaneras. Si bien los actuales sistemas de
integración regional abordan cuestiones
amplias tales como la movilización de recursos, generalmente han puesto dema-
siado el acento en la movilización de capital y de recursos naturales tendiendo a
hacer caso omiso del decisivo papel que
desempeña la movilización de los recursos humanos en los esfuerzos económicos
regionales de integración.
Conclusiones:
lograr una buena integración
Si bien se multiplican los problemas entorpeciendo la creación de una eficaz integración regional africana, muchos asesores e investigadores africanos sugieren que
sigue existiendo una necesidad de integración regional que puede ser incluso
más necesaria ahora, cuando se ha eliminado la fragmentación del mercado en
otras partes del mundo – lo que en Africa
sigue siendo un problema – y continúa aumentando la movilidad del capital. Es importante subrayar que la integración regional no puede tener el éxito esperado si
no se cuenta con un sentimiento de pertenencia e identidad de las personas más
afectadas por el proceso dentro de la comunidad propuesta de países.
Con el fin de que los sindicatos disfruten de la integración económica regional,
podrían aumentar su papel procurando
que:
intervengan en las etapas de concepción de todo esfuerzo regional de integración y que reclamen a sus gobiernos
el derecho de participar y ser consultados junto a las demás partes intervinientes en todas las cuestiones de interés regional;
las cuestiones laborales y otras cuestiones sociales ocupen un lugar central ya
que no puede haber desarrollo económico sin una dimensión social;
se formen o revitalicen organizaciones
sindicales subregionales, paralelas a las
agrupaciones económicas subregionales, lo que les permitiría movilizar a sus
miembros y ejercer una efectiva presión;
las organizaciones sindicales subregionales formulen cartas sociales de dere13
chos fundamentales de los trabajadores en Africa, similares a las de SATUCC y USTMA, y consigan que las
adopten sus respectivas agrupaciones
económicas;
junto con otros participantes, encabecen la formación de los ciudadanos respecto a los atributos de la integración
regional, con el fin de fomentar la participación general, y
continúen alertando sobre los ámbitos
de las violaciones de los derechos humanos y sindicales.
14
Los sindicatos consideran que la integración regional no se trata únicamente de
una cuestión económica, sino de un proceso destinado a crear una comunidad o
una construcción social, que no se limita a
ampliar el comercio regional. Requiere un
enfoque global y pluridimensional y debería tener cierta legitimidad y sentimiento de identidad.
El desafío del sector no estructurado
El excepcional crecimiento de la economía derivada del sector no
estructurado en el Africa subsahariana constituye al mismo tiempo
un desafío para los sindicalistas y una excelente oportunidad de
renovación. Un proyecto respaldado por la Oficina Internacional
del Trabajo demostró que es posible sindicar a los trabajadores de
dicho sector.
Emile Delvaux
Asesor técnico principal
Proyecto «Los sindicatos y el sector informal»
Oficina de Actividades para los Trabajadores
Oficina Internacional del Trabajo
L
a expansión de la economía proveniente del sector no estructurado, consecuencia directa de la mundialización,
nos sorprende hoy por la dimensión que
llegó a tener en Africa. Dicha economía,
surgida de una «economía» paralela y
multiforme, se desarrolló junto a sectores
clásicos de la economía yuxtaponiéndose
a ellos como una imagen negativa del sector estructurado o moderno. En los países
africanos siempre ha existido por tradición
el sector no estructurado, sobre todo en la
agricultura y la pesca. Basta con pensar en
los trabajadores de temporada. Este fenómeno llegó a las ciudades y registró un aumento exponencial a partir de la puesta en
práctica de los programas de ajuste estructural (PAE), durante la crisis de los
años setenta y ochenta. De ese momento
en adelante, la mundialización y el desarrollo de capital se apoyaron en políticas
de liberalización y de desreglamentación.
Por una parte, esas políticas buscaron desmantelar los mecanismos gubernamentales que servían para luchar contra las crisis (las políticas anticíclicas) y, por otra,
transfirieron al mercado, con el pretexto de
una mayor eficacia, la mayor parte del
poder económico, social, cultural e incluso
político. Al no ser el mercado un todo homogéneo, esa política contribuyó a crear
principalmente la diferencia de los térmi-
nos de intercambio entre los países desarrollados y los países en desarrollo.
Regiones enteras se encuentran actualmente fuera del juego económico (Africa
subsahariana, Asia meridional, Oriente
Medio, el Norte de Africa). Las corrientes
de capital se concentran en el triángulo
entre los Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón. Las consecuencias de la
mundialización sobre la economía, pero
principalmente sobre el empleo, son catastróficas para la mayoría de los países
del Sur. La búsqueda desenfrenada de la
competitividad origina despidos y fuertes
disminuciones de los salarios, permitiendo que el tejido económico, que compone el sector estructurado de la economía, tanto privado como público, se
deteriore peligrosamente. Las crisis financieras y económicas se suceden a un ritmo
acelerado desde los años setenta, agravando aún más la situación del empleo y
arrastrando a una gran cantidad de trabajadores y trabajadoras a caer en la economía generada por el sector no estructurado. Las crisis políticas internacionales de
la actualidad acentúan esa tendencia y
provocan una disminución del ritmo de la
economía mundial y un repliegue de las
grandes potencias sobre sí mismas.
15
Auge del sector informal
en Africa subsahariana
En Africa subsahariana, la economía que
genera el sector no estructurado se caracteriza por su gran dimensión. Durante la
última década creció de manera desmesurada. Las reformas económicas emprendidas por los gobiernos de esa región para
afrontar la doble crisis de endeudamiento
externo y déficit presupuestarios comprendían entonces medidas de racionalización de los gastos públicos, restricciones
en las subvenciones estatales a las empresas públicas y de privatización. Como consecuencia, provocó una disminución drástica de los empleos asalariados, tanto en el
sector público como en el privado. Por
ejemplo, en Burkina Faso, los efectivos de
la función pública pasaron del 54 por
ciento de los empleos del sector estructurado en 1975 al 33 por ciento en 1985, y al
24 por ciento en 1993. Y la situación continúa empeorando.
Además de esas causas directas de la
crisis de empleo en el sector estructurado,
también se puede hablar de causas más lejanas vinculadas al estancamiento del sector privado y a la debilidad de la capacidad
empresarial en los países (errores de gestión de las grandes unidades de producción, falta de respaldo a la pequeña y mediana empresa, demasiada dependencia
económica de los países desarrollados, retrasos tecnológicos, bajos niveles de vida y
de consumo, reducido mercado interno, etcétera). Sin olvidar la insuficiencia de calificaciones técnicas y profesionales de la
mano de obra resultante del deterioro de la
enseñanza. Todo ello impidió el desarrollo
rápido de un sector privado competitivo
capaz de reemplazar al sector público en su
papel de creador de empleos modernos.
Al mismo tiempo que se observaba una
caída de la capacidad de empleo en el sector privado y público, se veía cómo ingresaban en el mercado laboral una mayor
cantidad de jóvenes, sobre todo en las ciudades, como consecuencia del éxodo rural
y del crecimiento democrático. El nacimiento de la economía derivada del sector
no estructurado también se debió a causas
16
estructurales como las deficiencias de la
logística comercial «oficial», en particular
en el ámbito de la distribución, o la escasa
capacidad de importación de los productos más recientes por los cuales hay gran
demanda. A eso se debe agregar la corrupción y la actuación de personas investidas de poder de decisión que no vacilaron en sabotear proyectos industriales
locales para dar prioridad, en contextos de
guerras civiles permanentes y de desestabilización gubernamentales, a las importaciones informales mucho más rentables.
La economía del sector no estructurado
creció entonces de forma extraordinaria en
la mayoría de los países de Africa subsahariana. En la actualidad, pertenece a ella
cerca del 80 por ciento de las personas activas urbanas de Burkina Faso. En Níger,
representa entre el 70 y el 80 por ciento del
producto interior bruto (PIB) comercial y
en 1988 constituía cerca del 60 por ciento
de los empleos no agrícolas. En este último
país, la contribución de la economía informal al PIB se triplicó entre 1960 y 1997,
mientras que la del sector moderno se redujo a la mitad durante ese mismo período.
Si bien el predominio de las ganancias
generadas en el sector no estructurado en
la economía y el empleo es una característica común a Burkina Faso, Malí, Níger y
Senegal, ese sector presenta diferencias
según sean los países. En Malí, las mujeres
son mayoritarias en ese sector con una tasa
del 59 por ciento. En cambio, en Níger, las
mujeres representan solamente el 27,6 por
ciento de la mano de obra de la economía
informal. En 1991, en el Senegal, dicha
economía abarcaba el 58,7 por ciento de la
población activa urbana contra el 17,8 por
ciento para el sector estructurado mientras
que 3 de cada 5 empresas del sector no estructurado sólo cuentan con un empleado.
¿Hacia una catástrofe social?
A pesar de la escasez de datos estadísticos
fiables, se estima que la economía del sector no estructurado absorbe cerca del
60 por ciento de la mano de obra urbana
de Africa subsahariana. Según un estudio
de la OIT, el 93 por ciento de los empleos
urbanos que se crearán durante la década
actual pertenecerán al sector no estructurado. Si sigue avanzando como lo hace actualmente, el proceso de mundialización
no permitiría invertir esta tendencia.
No obstante, cada vez se cuestionan más
los tan alabados méritos de la economía del
sector no estructurado, principalmente su
pretendido papel «estabilizador». Se han
planteado incluso interrogantes en cuanto
a su viabilidad a largo plazo.
Según las estimaciones del Banco Mundial, durante los próximos veinte años el
empleo en las microempresas de Africa
subsahariana debería aumentar un promedio de 6 a 7,5 por ciento anual. Durante ese
mismo período, la contribución de la economía proveniente del sector no estructurado al producto nacional bruto (PNB), de
dichos países, debería alcanzar el 35 por
ciento, mientras que el aumento anual de
la productividad del trabajo de ese sector
se estancaría en el 1,5 por ciento.
Tal perspectiva plantea una serie de
problemas urgentes en el plano económico, social y político, en la medida en que
el aumento previsible del desempleo y de
la pobreza constituye una grave amenaza
para la democracia y la estabilidad económica futura de tales países. En realidad, se
conduce directamente hacia una catástrofe
económica y social. En efecto, la degradación del empleo corre el riesgo de debilitar la productividad y de ampliar trágicamente las diferencias existentes en materia de remuneración entre el sector no
estructurado o estructurado. Además, la
precariedad del empleo, las malas condiciones de trabajo, la falta de medidas de
protección social y de atención médica y
su desconocimiento, así como la falta de
organización colectiva de la mano de obra,
son factores que obstaculizan el crecimiento y la competitividad de la economía
del sector no estructurado y que podrían
contribuir a que persistieran los abusos y
las políticas discriminatorias contra los
trabajadores de ese sector.
Finalmente, las presiones políticas, religiosas o ideológicas que se ejercen sobre
poblaciones debilitadas tanto económica
como socialmente, pueden originar situaciones de crisis humanitaria y de guerras
civiles.
Desde 1972, la Oficina Internacional del
Trabajo tuvo que intervenir en los países
de la región brindando asistencia y asesoramiento en materia de políticas y medidas dirigidas a aumentar el rendimiento y
la organización de la economía del sector
no estructurado. Se pusieron en marcha diversos proyectos, por ejemplo, en favor de
los artesanos de distintos países de Africa
de habla francófona y anglófona.
Sin embargo, al no haber un entorno
macroeconómico favorable, todas esas medidas son limitadas. Con ocasión de la 78.ª
reunión de la Conferencia Internacional
del Trabajo de la OIT, en 1991, se hizo hincapié en la necesidad de integrar la economía del sector no estructurado en las economías nacionales. La puesta en práctica
de tal estrategia necesariamente pasa por
la adopción o el refuerzo de las políticas
económicas, fiscales y sociales, favorables
a la evolución del sector no estructurado.
Una de las mejores formas de alcanzar ese
objetivo es dotar a los trabajadores de la
economía del sector no estructurado de un
marco organizativo e institucional que les
permita convertirse en interlocutores válidos de quienes toman las decisiones.
Por su cometido mismo, los sindicatos
se presentan como los interlocutores ideales para ayudar a definir y construir tal
marco. Eso permitiría aumentar convenientemente la fuerza de repercusión institucional, económica y social, tanto de las
organizaciones sindicales como de los trabajadores y trabajadoras de la economía
del sector no estructurado.
En ese contexto y teniendo esos objetivos principales, la Oficina de Actividades
para los Trabajadores de la Organización
Internacional del Trabajo (ACTRAV) y el
Organismo Danés de Cooperación (DANIDA) formularon el proyecto «Los sindicatos y el sector no estructurado». Ese proyecto, puesto en práctica desde junio de
1998 hasta agosto de 2001, estuvo dirigido
a cuatro países de habla francesa de Africa
occidental: Burkina Faso, Malí, Níger y
Senegal.
17
En este momento, hay que reconocer
que, en esos cuatro países, las organizaciones sindicales todavía no disponen de
capacidad institucional que les permita
garantizar la defensa de los intereses de los
trabajadores de la economía del sector no
estructurado. En gran medida, eso se explica por motivos históricos ya que los sindicatos de ese país tradicionalmente apuntaron de preferencia y exclusivamente a
los trabajadores y funcionarios del sector
moderno.
No obstante, algunas centrales sindicales ya trabajaban en ciertos oficios de la
economía del sector no estructurado
durante algunos años pudiéndose acercar
a esa mano de obra. Sin embargo, raramente defendían los intereses específicos
de ese tipo de trabajadores y los incluían
en cambio en las reivindicaciones y convenios generales del sector estructurado.
No obstante, estas experiencias pudieron
demostrar que la sindicación de los trabajadores de la economía del sector no
estructurado constituye un objetivo realizable, que va acompañado de beneficios
tanto para los trabajadores como para los
sindicatos. A los primeros, les permite
mejorar sus condiciones de vida y de trabajo y su protección social y, a los segundos, reforzar su poder de negociación
como fuerza verdaderamente representativa de los intereses de todos los trabajadores y las trabajadoras a escala nacional.
Tal enfoque implica transformar la organización y la estructura de los sindicatos, al
igual que una voluntad política de abrir
las puertas a los diferentes oficios de la
economía del sector no estructurado. En
efecto, es necesario volver a las primeras
formas de organización obrera y encontrar la posibilidad de que cohabiten en las
mismas organizaciones los trabajadores
de la economía informal y los del sector
moderno, saliendo del corporatismo y
abandonando ciertas actitudes proteccionistas que, de lo contrario, amenazan a las
organizaciones sindicales a quedar estancadas frente al auge de la economía del
sector no estructurado. La apertura a un
«sindicalismo femenino» también es una
condición sine qua non de la evolución
18
estructural sindical, por ser las mujeres
mayoritarias en la economía informal.
Dada la diversidad sindical existente
en los países en cuestión, el proyecto «Los
sindicatos y el sector no estructurado» intentaba respaldar el esfuerzo de catorce organizaciones sindicales nacionales: cuatro
de Burkina Faso, dos de Malí, dos de Níger
y seis del Senegal.
En el proyecto se imponían dos retos.
En primer lugar, la promoción de la solidaridad y la sindicación de los trabajadores y las trabajadoras de la economía del
sector no estructurado para que éstos pudieran formar instituciones eficaces para
la defensa colectiva de sus intereses y hacerse reconocer como interlocutores válidos por quienes toman las decisiones.
Además, alentar a las organizaciones sindicales a reforzar sus medios operativos y
a formar a su personal técnico en cuanto
al diagnóstico de los problemas y a las necesidades de los actores de la economía del
sector no estructurado. Para alcanzar
ambos objetivos se optó por un enfoque
participativo.
Buscando limitar el accionar del proyecto a sus propios medios humanitarios
y financieros, se eligieron para el proyecto
piloto cinco ocupaciones u oficios de cuatro regiones por país (en la economía informal de esos países hay cerca de 250 ocupaciones diferentes). En el curso de la
aplicación del proyecto, diversos sindicalistas brindaron formación a más de dos
mil animadores, en su mayoría mujeres.
Esos animadores sindicales se transformaron en verdaderos agentes de desarrollo en el terreno. Contribuyeron así a la formación de asociaciones profesionales, a la
creación de mutualidades y de cooperativas y a la instauración de cajas de microcréditos. En total, se crearon en Burkina
Faso 43 nuevas estructuras profesionales;
en Malí, 14 federaciones sindicales y cajas
de crédito; en Níger, 18 nuevas estructuras
sindicales federadas de oficios y en el Senegal, 4 cooperativas y 4 mutuas de salud.
La afiliación y organización de los trabajadores y las trabajadoras de la economía del sector no estructurado fueron respaldadas por el lanzamiento de una
campaña para tomar conciencia respecto a
la protección de la salud en el trabajo y a
la prevención de accidentes laborales. Se
llevó a cabo, asimismo, una campaña paralela de información sobre las enfermedades de transmisión sexual y sobre el
VIH/SIDA. Durante ese tiempo, la mayoría de las organizaciones sindicales se reestructuraban para acoger a los trabajadores y las trabajadoras de la economía del
sector no estructurado según su ocupación
y región. Se hizo un esfuerzo especial para
brindar a las mujeres un lugar representativo en esas nuevas estructuras.
Conclusiones
El proyecto piloto iniciado por ACTRAV y
DANIDA no podía abarcar toda la realidad y la inmensidad de la economía del
sector no estructurado de dichos países
pero permitió que se obtuvieran numerosos logros, entre los cuales destacan:
la toma de conciencia de las organizaciones sindicales de trabajadores de los
países que abarcó el proyecto con respecto a la necesidad de organizar y sindicalizar a los trabajadores de la economía del sector no estructurado;
el compromiso de las organizaciones
sindicales de tomar en cuenta a partir
de ese momento las preocupaciones de
esos trabajadores creando dentro de
sus estructuras secretarías y/o departamentos encargados de las cuestiones
de la economía del sector no estructurado;
la mejora de las relaciones entre las organizaciones sindicales de un mismo
país;
el refuerzo de las capacidades y de las
competencias de las organizaciones
sindicales gracias a la formación de animadores;
el despertar de la conciencia y el entusiasmo de los trabajadores y las trabajadoras de la economía del sector no estructurado en cuanto a sus derechos y
libertades, su capacidad de explotar la
potencialidad que brinda la economía
del sector no estructurado;
la creación de sindicatos y de asociaciones de trabajadores de la economía
del sector no estructurado y de mutuales de salud, instituciones de bienestar
social, de ahorro y crédito y lanzamiento de cooperativas diversas administradas y promovidas por los trabajadores de la economía del sector no
estructurado;
la ampliación de las estructuras del movimiento sindical en los países que
abarcó el proyecto e incorporación de
las mujeres a las estructuras sindicales
de la economía del sector no estructurado, y
el cambio de actitud y de mentalidad
de las autoridades públicas, que se
comprometen a partir de ahora en distintos países a examinar con buena voluntad las preocupaciones de los trabajadores de la economía informal, que
les serán transmitidas por las organizaciones sindicales o las nuevas estructuras sindicales de la economía del sector no estructurado.
Estos logros, alcanzados durante la
etapa piloto, responden ampliamente a los
objetivos que se había fijado para el proyecto, a saber, ayudar y prestar asistencia
a los trabajadores de la economía del sector no estructurado a organizarse en estructuras representativas capaces de defender sus intereses materiales y morales
ofreciéndoles mejores condiciones de vida
y de trabajo en sus respectivos sectores de
actividad.
Sin embargo, cabe reconocer que las estructuras y los sindicatos, recientemente
creados en la economía del sector no estructurado, no tienen por el momento ni
la envergadura ni los medios suficientes
para hacerse cargo de manera consecuente
de los intereses materiales y morales de
sus miembros. Todavía deben tomarse medidas para reforzar, ampliar y financiar ese
accionar a fin de perennizar y desarrollar
esas organizaciones demasiado frágiles de
la economía informal.
19
No obstante, esas pocas carencias no
deben permitir que se olvide la existencia
real de esos sindicatos y asociaciones de la
economía del sector no estructurado, lo
que constituye una conquista capital y
todo un marco de solidaridad y de ayuda
mutua al servicio de los trabajadores de la
economía del sector no estructurado. Representa asimismo una certidumbre de renovación para el movimiento sindical en
los cuatro países en cuestión. Gracias al
aporte decisivo de los trabajadores y las
trabajadoras de la economía del sector no
estructurado se puede revertir el desgaste
de los afiliados de los sindicatos y su dificultad para representar al conjunto de las
fuerzas productivas nacionales.
Esto cambiará el panorama sindical de
esos países, reactivará los valores democráticos y replanteará la concertación so-
20
cial, respaldada por la renovación potencial del sindicalismo. Ya se han dado pruebas de ello en las mutaciones internas que
se producen dentro de las organizaciones
sindicales, la transformación de las asociaciones profesionales de la economía informal en sindicatos y la nueva voluntad de
los gobiernos de ocuparse de la realidad de
la economía del sector no estructurado.
El 1.º de mayo de 2001, en la capital de
Burkina Faso, Ouagadougou, todas las
asociaciones de la economía del sector no
estructurado desfilaron junto a los sindicatos y aunaron sus fuerzas para presentar una reivindicación común al Gobierno,
prueba de la toma de conciencia tanto de
los trabajadores del sector estructurado
como de los del sector no estructurado en
relación con los intereses compartidos
frente a la mundialización de la economía.
Un nuevo enfoque del ajuste
Africa inicia el siglo XXI teniendo en su seno a algunos de los países
más pobres del mundo. El promedio de los ingresos por habitante
son inferiores a los de fines de los años sesenta, por lo que la pobreza está muy difundida y es grave. En Africa subsahariana, el 52 por
ciento de la población vive con menos de 1 dólar diario. Para que
Africa emprenda el camino del crecimiento y del desarrollo es necesario un cambio rotundo.
Lawrence Egulu
Economista
Organización Regional Africana
Confederación Internacional
de Organizaciones Sindicales Libres
D
urante la primera década de independencia política, en muchos países africanos se registraron indicadores económicos bastante espectaculares. No obstante,
a comienzos de los años setenta se adoptaron programas de ajuste estructural y de
estabilización económica, cuando el continente se vio duramente golpeado por el
precio del petróleo, que se multiplicó por
cuatro en 1973. El precio exorbitante del
petróleo originó un déficit anormalmente
elevado en las cuentas corrientes y redujo
el porcentaje de crecimiento del producto
interior bruto (PIB).
Muchos analistas se han referido a esta
crisis como de índole estructural, si bien
las causas (tanto internas como externas)
que se sumaron para producirla fueron
múltiples. Los factores externos, entre los
que se cuentan las sequías reiteradas, los
términos desfavorables de las condiciones
comerciales y el creciente peso de la deuda,
tuvieron una considerable repercusión.
Diversos factores internos, derivados de
políticas inadecuadas, debilidad institucional, deficiencias administrativas e inestabilidad política, también desempeñaron
un papel de gran peso.
¿Qué son los planes de ajuste
estructural?
Los planes de ajuste estructural (PAE)
están compuestos por políticas de reformas que combinan medidas de estabilización a corto plazo con medidas de ajuste a
largo plazo. El momento y la manera en
que se ponen en práctica tales políticas dependen de la evaluación global de los problemas estructurales de un determinado
país. Esa puesta en práctica puede ser por
etapas o simultánea. En la mayoría de las
economías se necesitaba un ajuste. Eran
habituales los excedentes de gastos, la función pública a menudo se aumentaba artificialmente, y el enorme tamaño de los gobiernos y las censuras innecesarias estaban
a la orden del día. Generalmente, los primeros pasos consistieron en «estabilizar»
la economía a través de políticas fiscales,
monetarias, salariales y cambiarias. Los
PAE implican dejar a los mercados exentos de toda «distorsión» y, por lo tanto, permitir que las fuerzas de la oferta y la demanda asuman el control. Como resultado
de las dificultades, la mayoría de los países africanos se vieron obligados a buscar
el respaldo de las instituciones de Bretton
Woods, que son las responsables de concebir los planes de ajuste estructural. El
21
diagnóstico de los problemas estructurales de un país dejó patente generalmente
la debilidad de sus parámetros macroeconómicos, principalmente los déficit en sus
balanzas de pagos, la elevada inflación,
los déficit presupuestarios y los índices de
crecimientos bajos o negativos. En consecuencia, las medidas de estabilización fueron consideradas una panacea. Casi siempre se hizo caso omiso del componente
social ya que se suponía que mientras hubiera estabilidad, las demás cuestiones se
corregirían automáticamente.
Muchos gobiernos africanos solicitaron
ayuda financiera externa al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial para poner en práctica programas de
estabilización y de ajuste estructural. Esos
programas implicaban limitar el aumento
del déficit presupuestario gubernamental
a niveles que se pudieran sostener con la
financiación extranjera y nacional no inflacionaria, racionalizar el presupuesto limitando el empleo en el sector público, liberalizar los mercados de trabajo, dinero
y capital y mantener una política de cambio adecuada. Esos objetivos, normalmente, originaron reformas de precios, eliminación de subsidios, liberalización del
tipo de cambio y del comercio interno y
externo, introducción de la «repartición de
costos» en los servicios estatales, privatización, reestructuración de instituciones
gubernamentales y reformas legislativas
dirigidas a crear un «entorno favorable».
Los efectos de las políticas de ajuste
En muchos países, la experiencia vivida en
los años ochenta con los PAE no ha sido similar. En algunos países africanos, la
puesta en práctica de los planes de ajuste
estructural desveló diversas cuestiones importantes que no se articularon debidamente al comenzar los programas. Si bien
en algunos países dichos programas obtuvieron éxito en lo referente a un positivo
crecimiento económico, importantes cuestiones relativas a las dimensiones sociales
del ajuste hicieron que las personas interesadas dudaran de los « verdaderos» bene22
ficios de los PAE para el bienestar de la mayoría de la población. Por ejemplo, en Zambia en 1987 y en Argelia en 1988, la aplicación de las políticas de ajuste y de
liberalización provocó malestares políticos. Pero hay que reconocer que se liberalizaron los mercados financieros y de materias primas, se privatizaron empresas de
propiedad estatal, se atrajeron inversiones
y hubo un crecimiento económico positivo
en una serie de países. En un informe reciente, titulado Can Africa Claim the 21st Century? (¿Puede Africa pretender hallarse en
el siglo XXI?) se sugiere que en países como
Mozambique y Ghana, que llevaron a cabo
reformas económicas clave – liberalizando
los mercados y del comercio, mejorando la
administración económica y promoviendo
la actividad del sector privado –, el crecimiento y los ingresos por habitante han aumentado y la pobreza ha retrocedido. Asimismo, ejemplos de otros aspectos, se ha
mencionado a Côte d’Ivoire, Malí, Mauricio, la República Unida de Tanzanía y
Uganda.
No obstante, los PAE han permitido que
muchos países cayeran en la trampa de la
deuda, ya que ésta continúa absorbiendo la
mayor parte de los presupuestos de los países menos adelantados. Los países pobres,
doblegados bajo ese peso, no tienen mucho
margen de maniobra y se ven obligados a
aceptar las condicionalidades que con frecuencia han causado una mayor sangría financiera de los países pobres hacia los países ricos del mundo. Las deudas masivas,
contraídas por los países africanos, crearon
una crisis fiscal que afectó negativamente
el crecimiento económico del continente y
amenazó con poner en peligro las reformas.
Es más, las enormes cuantías de la deuda
externa han desalentado las inversiones y
fomentado la fuga de capitales además de
socavar gravemente el crecimiento económico y el empleo.
Además, el enfoque paternalista de las
instituciones internacionales financieras
– el Fondo Monetario Internacional (FMI)
y el Banco Mundial –, con sede en Washington, que acompañó al respaldo brindado,
impidió que intervinieran otros accionistas
ya que optaron por tratar con los bancos
centrales, jefes de Estado y altos funcionarios de los ministerios encargados de finanzas. Entre las condiciones había una
serie de «metas móviles», en cuyas etapas
de concepción no se ocupaba en combatir
la pobreza. De ahí que no sorprenda que
los gobiernos africanos no hayan logrado
cumplir en el pasado con tales condiciones del ajuste y de la reforma, especialmente las metas macroeconómicas estipuladas por ambas instituciones. En efecto,
en los últimos años tres de cada cuatro programas del Servicio Reforzado de Ajuste
Estructural (SRAE) se desmoronaron debido a que las condiciones eran demasiado
severas para cumplirlas. Además, no se
prestó casi ninguna atención a los importantes parámetros que determinarían la
eficacia de los programas, como por ejemplo, el número de empleos que se crearían,
la cuestión de la repercusión de la corrupción, los asuntos relativos a la administración, la responsabilidad y los efectos del
ajuste sobre los derechos humanos fundamentales.
Se ejerció una creciente presión sobre
los países en desarrollo para que hicieran
concesiones a fin de atraer inversiones, con
lo que se redujeron las normas laborales,
como ocurrió en las zonas francas de exportación de Africa, y se originó una destructiva carrera en picado. Finalmente, los
beneficiarios fueron los inversores extranjeros mientras que la soberanía nacional de
los países africanos quedó aún más comprometida, añadiéndose a esto la escasez
de productos exportables de los países
africanos ya que producen principalmente
materias primas y éstas están sujetas a
marcadas fluctuaciones de precio. La concentración en políticas de mercado abierto
no produjo muchos resultados positivos
debido a que los países africanos todavía
no gozan de suficiente acceso a los mercados internacionales.
Un enfoque sindical del ajuste
Los planes de ajuste estructural han ido dificultando cada vez más la consecución del
objetivo general de los sindicatos: defen-
der y mejorar los niveles de vida de sus
miembros. La degradación de los niveles
de vida, la pérdida de puestos de trabajo y
la recesión económica – causada por la devaluación masiva de las monedas nacionales, los menores gastos públicos y los
mayores reembolsos de deuda externa –
han tenido especial importancia obligando a reducir el número de afiliados. Algunos gobiernos sostuvieron que para realizar los ajustes sociales era necesario
contar con un mercado laboral flexible y
llegaron incluso a cambiar sus respectivas
legislaciones laborales. En algunos países,
hay constancia de que el Banco Mundial
proporcionó «asistencia» para efectuar
cambios en la legislación laboral, sin consultar con la Organización Internacional
del Trabajo (OIT) ni con los ministerios
responsables de los asuntos laborales, diálogo social o cuestiones relativas al desarrollo humano.
La Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL)
considera que la repercusión de las reformas económicas va más allá de los factores macroeconómicos. En una reciente publicación de la CIOSL se resumió este
hecho de la siguiente manera: «Las instituciones de Bretton Woods no son las únicas responsables de que sus mandatos de
reducir la pobreza, promover el desarrollo
humano o garantizar la estabilidad financiera internacional no se cumplan, pero
tampoco pueden pretender haber conseguido instaurar un sistema de justicia económica que abarque a toda la comunidad
mundial.» Las reformas económicas deben
incorporar democracia y equidad en los
ajustes y el desarrollo. Por lo tanto, los sindicatos deberían participar en el proceso
de concepción y aplicación de los planes
de ajuste estructural a fin de incorporar los
componentes de desarrollo social del
ajuste y asegurarse de que las ganancias a
corto plazo no se consideren más importantes que el desarrollo económico y social
sostenible a largo plazo.
La política de la CIOSL ha consistido en
tratar de que las instituciones financieras
internacionales y los gobiernos africanos
escuchen los planteamientos sindicales. En
23
este sentido, la CIOSL ha celebrado reuniones con el Banco Mundial y el FMI,
ambas en marcos internacionales y nacionales. Diversos Secretariados Profesionales Internacionales (SPI) y sindicatos africanos afiliados a la CIOSL han participado
en dichas reuniones. El Banco Mundial, en
su Informe sobre el desarrollo mundial, 1995,
reiteró que «los sindicatos libres son uno
de los pilares fundamentales de todo sistema eficaz de relaciones laborales que
pueden contribuir a aumentar la productividad para que disminuya la discriminación en el lugar de trabajo, y han contribuido al desarrollo político de sus
países». El FMI expresó, asimismo, su preocupación por la dimensión social de los
planes de ajuste estructural y demostró
estar dispuesto a reunirse y discutir sus
políticas con los sindicatos.
Con el fin de respaldar a los sindicatos
al tratar con planes de ajuste estructural,
la CIOSL optó por el diálogo como la mejor
alternativa para incorporar cambios en las
políticas de las instituciones de Bretton
Woods. Se llevaron a cabo diversas conferencias y reuniones regionales y nacionales relativas a las reformas económicas.
Esos foros han producido importantes
efectos tanto a escala nacional como internacional, consiguiendo que los gobiernos,
el FMI y el Banco Mundial comprendieran
la necesidad de impregnar conciencia social en sus programas.
Un desarrollo centrado
en las personas:
el meollo del ajuste
Para crear consenso con respecto a los objetivos y medios de acción dirigidos al desarrollo económico y social nacional se necesita diálogo social. Se ha venido
reclamando que se institucionalicen estructuras nacionales de alto nivel compuestas por los participantes en el proceso
asociándose las cuestiones importantes de
política económica y social y las decisiones alcanzadas a través de consenso y diálogo. Tales estructuras podrían utilizarse
para controlar los excesos de corrupción,
24
la asignación de licitaciones y el nepotismo,
entre otros. Se debería aprovechar, a este
respecto, la experiencia realizada por el
Consejo Nacional de Asesoramiento sobre
Desarrollo Económico y Mano de Obra
(NEDLAC) de Sudáfrica. (Véase el artículo
de Omano Edigheji y de Karl Gostner en
el número 120 de Educación Obrera, 2000/3.)
Se debe intentar alcanzar el desarrollo
social al mismo tiempo que el crecimiento
económico. Las políticas macroeconómicas sólidas son fundamentales para sostener los altos índices de crecimiento por habitante debido a que las mismas políticas
propician el aumento de las reservas nacionales y los índices de inversión, además
de reducir los índices de inflación y la inestabilidad financiera. El crecimiento económico constituye un requisito importante
del desarrollo. Sin embargo, muchas veces
se ha procurado lograrlo utilizando la
burda herramienta de la austeridad. Los
países que tendrán más éxito serán los que
cuenten con instituciones capaces de equilibrar y reequilibrar constantemente las
presiones del mercado en pro de la flexibilidad y el dinamismo con las presiones
sociales en favor de seguridad y dignidad.
Todos deberían dar seguimiento a la Declaración de Copenhague sobre Desarrollo Social y el Programa de Acción de la
Cumbre Mundial para el Desarrollo Social,
que establecieron un nuevo consenso y se
comprometieron a erradicar la pobreza,
promover el empleo pleno y productivo y
fomentar la integración social para forjar
sociedades estables, seguras y justas.
Los esfuerzos por construir una capacidad productiva en los países africanos
deberían ser apuntalados mediante enérgicas políticas de empleo y mercado laboral que incluyeran inversiones en sectores
de empleo intensivo como la agricultura y
el desarrollo de las infraestructuras así
como medidas de respaldo al desarrollo
empresarial. El desarrollo de las infraestructuras es fundamental para valorar los
bienes productivos, ensanchar los mercados y atraer inversiones extranjeras directas. Una economía diversificada desde el
punto de vista estructural es necesaria
porque genera niveles más altos de ingre-
sos y resistiría mejor a los impactos externos como las sequías, las inundaciones y
los cambios en las condiciones comerciales. En consecuencia, los países aumentarían con ello las posibilidades de salir de
la pobreza.
La comunidad internacional debería
tener la voluntad política de condonar o
reducir considerablemente la deuda externa. Se necesita un cambio radical en la
Iniciativa en favor de los países muy pobres endeudados, con la finalidad de conseguir rápidamente el alivio de la deuda y
aumentar la cantidad de países que puedan acceder a ella. Si bien un fuerte apoyo
externo es fundamental, los donantes
deben incrementar la ayuda externa al desarrollo. No obstante, se han de relajar las
condiciones de los principios macroeconómicos sólidos que exigen las instituciones
de Bretton Woods en la iniciativa para los
países pobres, a fin de que se pueda alcanzar la meta de reducir la pobreza. También
es preciso movilizar eficazmente los recursos nacionales para alcanzar el crecimiento
económico y reducir la pobreza. Con el fin
de frenar la pérdida de los ahorros, se necesitan medidas que regulen el control de
la fuga de capitales e intentar que los ahorros situados fuera del continente vuelvan.
A su vez, esto requiere reformas para aumentar el rendimiento de las inversiones
nacionales y reducir los riesgos
Se ha de procurar un crecimiento con
redistribución. El desarrollo exige no solamente una actividad económica sino que
se reduzca la desigualdad en la distribución de la riqueza y que se distribuyan de
manera equitable los beneficios del crecimiento económico, dentro y entre las naciones. Se deberían destinar mayores recursos a gastos sociales tales como la
educación, la salud, el suministro de agua
y viviendas. El desarrollo de las infraestructuras a largo plazo, como caminos y
servicios telefónicos, supone otra positiva
iniciativa agregada. Se han de reducir al
mínimo los gastos militares, al tiempo que
la comunidad internacional debería participar en la solución pacífica de muchos
conflictos graves, tanto internos como internacionales.
El virus de la inmunodeficiencia humana y el síndrome de inmunodeficiencia
adquirida (VIH/SIDA) se consideran, actualmente, «el desafío más importante
para el desarrollo de nuestro tiempo». El
VIH/SIDA se ha extendido hoy por todo
el mundo, pero donde ha golpeado con
más dureza es en Africa subsahariana. En
Africa vive el 70 por ciento de los adultos
y el 80 por ciento de los niños infectados
por el SIDA mientras que las tres cuartas
partes de las personas que murieron de
SIDA en todo el planeta desde que comenzó la epidemia eran africanas. Se estima que durante el año 2000 en Africa
subsahariana se infectaron 3,8 millones de
personas por el VIH y fallecieron 2,4 millones de personas. Lo que singulariza al
VIH/SIDA con respecto a otras epidemias
es su repercusión en el desarrollo. Socava
cinco de los pilares del desarrollo: el crecimiento económico, la buena administración, el desarrollo del capital humano, el
clima para las inversiones y la productividad laboral. Se han de tomar medidas
encaminadas deliberadamente a realizar
campañas de concienciación para erradicar la enfermedad; combatir el silencio
que rodea al VIH/SIDA; luchar por el suministro de medicamentos genéricos a
bajo precio; y contactar a las instituciones
de las Naciones Unidas tales como la Organización Internacional del Trabajo
(OIT), la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización Mundial
de la Propiedad Intelectual (OMPI) y el
Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/SIDA (ONUSIDA) para
instarlas a que destinen mayor cantidad
de recursos a programas vinculados a la
lucha contra el VIH/SIDA (véase el artículo de Jacky Delorme, pág. 33).
Los países africanos deben aprovechar
al máximo la integración económica regional con el fin de salir del aislamiento
económico en que están sumidos, ampliar
sus mercados y respaldar el desarrollo de
las exportaciones. La integración regional
es una manera de ayudar a esos países a
diversificar sus economías y revertir el
proceso de desindustrialización y marginación. La integración regional también
25
conlleva vínculos de intercambio y, de esa
manera, contribuye a un valor regional
añadido. Más importante aún, la integración regional promueve la diversificación
y las exportaciones a mercados regionales, lo que acrecienta la experiencia antes
de que se ingrese en los mercados mundiales. Un mercado integrado también
proporciona el marco para que los países
africanos cooperen en el desarrollo de una
infraestructura común, como por ejemplo
servicios financieros, transportes y comunicaciones y mecanismos para explotar de
manera conjunta los recursos naturales.
La limitada dimensión del mercado de
muchos países africanos implica que muchos de ellos podrían aumentar en gran
medida sus perspectivas de crecimiento si
aumentara el comercio intrarregional. El
acceso a los mercados del Norte se debería garantizar de la misma manera que se
necesitan mecanismos internacionales
más eficaces para estabilizar los precios y
compensar a los países africanos en caso
de caídas repentinas del valor de las exportaciones.
El mantenimiento de la paz y la seguridad, dentro y entre los países, la democracia, el imperio de la ley, la promoción y
la protección de todos los derechos humanos y de las libertades fundamentales, incluyendo el derecho al desarrollo, a una
administración efectiva, transparente y
responsable a la igualdad de géneros, al
pleno respeto de los principios y derechos
fundamentales en el trabajo y a los derechos de los trabajadores migrantes, son algunos de los elementos esenciales para lograr el desarrollo social centrado en la
gente. Africa necesita tomar serias medidas para eliminar el capitalismo de camarillas, la corrupción, los monopolios y las
inversiones no sostenibles.
26
Conclusiones
Para que Africa emprenda el camino del
crecimiento y del desarrollo se necesita un
cambio rotundo en el «Consenso de Washington». Los programas de ajuste estructural deben incorporar los principios de
transparencia, consulta, adecuados niveles de gastos sociales, buena administración y gestión financiera responsable. Un
primer paso indispensable es la participación activa de la sociedad civil – incluyendo a los sindicatos – en la elaboración,
puesta en práctica y evaluación de políticas más orientadas a la dimensión social y
a más largo plazo. Tales políticas deberían
incluir programas de lucha contra la pobreza y afrontar cuestiones tales como la
educación primaria y la atención médica,
la igualdad de géneros, la protección social, el pleno empleo, las sólidas relaciones
laborales y el respeto de las normas fundamentales del trabajo.
Sería deseable que los africanos pudieran concebir sus propias soluciones para
sus propios problemas. En los últimos años
se creó un consenso con respecto a los elementos esenciales necesarios tanto para
que aumente el crecimiento como para
acompañarlo de políticas que busquen específicamente aliviar la pobreza. Hoy en
día, el acelerado rendimiento económico
requiere que en Africa se utilicen mejor los
recursos existentes y que aumenten las inversiones. En particular, se debe continuar
la reforma macroeconómica, en especial,
los esfuerzos por reestructurar las finanzas
públicas y abrir las economías al comercio
y las inversiones privadas. Sin embargo, el
crecimiento no será sostenible a menos que
se lo respalde con inversiones en infraestructura humana y social, especialmente en
las áreas rurales, y prestándose atención a
las necesidades de las mujeres africanas. Se
debe valorar la capacidad de los gobiernos
africanos en la administración eficaz de sus
economías.
Mundialización, democratización
y condicionalidades a geometría variable
La forma como se aplica en Africa la condicionalidad de la ayuda internacional parece, a menudo, obedecer más a intereses económicos
y estratégicos de los donantes de fondos que a criterios de democratización, de derechos humanos o de buena gestión.
François Misser
Periodista
S
«
e debe convencer a todo el mundo de
que sin una verdadera democracia, el
respeto de los derechos humanos, la paz y
la buena gestión, no hay desarrollo posible.» Tal es el credo enunciado por los seis
jefes de Estado promotores de la «Nueva
Iniciativa Africana», que declaran también
su voluntad de conseguir que el continente
participe «activamente» en la economía y
en la vida política mundiales. No obstante,
cuando se observan los hechos no puede
dejarse de guardar ciertas reservas en
cuanto a la correlación entre la democratización, el desarrollo económico y la mundialización.
No cabe duda de que los países analizados disponen de los «mejores riesgos»
para los inversores por considerarlos dotados de instituciones democráticas: Botswana, Mauricio y Sudáfrica están a la cabeza del pelotón continental (véase
recuadro). Son países que se caracterizan
por una mayor apertura hacia el resto de
la economía mundial, principalmente tras
la firma en 1996 de un acuerdo de asociación y de libre comercio entre el Gobierno
de Pretoria y la Unión Europea (UE). Además, durante los dos últimos años, en diversos países de Africa subsahariana, la calidad de la democratización mejoró con la
introducción de la libertad de expresión y
de opinión en la alternancia política. En
cuanto a Ghana y el Senegal, ésa fue una
noticia que les llenó de gran satisfacción.
Côte d’Ivoire habría formado parte del
grupo si no se hubiera excluido uno de los
principales actores políticos, el nordista
musulmán Alassane Ouattara, con los consecuentes disturbios que ello provocó.
De esta manera, la consolidación de la
democracia senegalesa, combinada con
una mayor apertura del mercado y los adelantos del programa de privatización, contribuyó a mejorar la calificación de ese país
ante los inversores coadyuvado por los
analistas de la publicación francesa NordSud Export (Grupo Le Monde).
No obstante, es conveniente señalar algunas notas discordantes. Las correlaciones entre democratización e inversiones no
son automáticas. Sean cuales fueran los esfuerzos realizados en ciertos países, los dividendos de la democratización y los eventuales progresos realizados en materia de
buenas gestión de los asuntos públicos o
de la consolidación del Estado de derecho,
no cosecharon necesariamente como resultado una afluencia inmediata de capitales
extranjeros. El potencial de los mercados
africanos se vio socavado por la inestabilidad de los tipos de cambio. A título de
ejemplo, el precio del café «robusta» que se
situaba alrededor de 470 dólares estadounidenses por tonelada, en septiembre de
2001, representaba entonces nada más que
¡la octava parte del precio que había alcanzado siete años antes! Además, un reciente
estudio del Banco Mundial revela que durante los veinte últimos años se apreció una
transferencia neta de recursos de Africa
subsahariana hacia el resto del mundo. En
lo que se refiere a las inversiones extranje27
ras directas, éstas disminuyeron el 13 por
ciento solamente durante el año 2000 y representaron únicamente el 0,4 por ciento
de las corrientes mundiales, mientras que
para el período 1989-1994 suponían el 1 por
ciento.
Además, hay que admitir que Túnez,
considerada uno de los mejores «riesgopaís» del continente (véase recuadro) y
cuyo grado de apertura comercial aumentó
con la firma de un acuerdo de asociación y
de libre comercio con la Unión Europea,
combina un destacado crecimiento y un
apoyo financiero occidental casi impecable
con repetidas violaciones de los derechos
humanos. Uno de los triunfadores del liberalismo de los intercambios y del crecimiento en Africa oriental es Uganda, que
disfruta de una indiscutible libertad de expresión, limitada, sin embargo, al derecho
de crítica. En cuanto a lo demás, el no-party
system (prohibición de partidos políticos)
ugandés deja muy pocas oportunidades a
los opositores del Presidente Yoweri Museveni, quien se impuso durante las elecciones presidenciales enfrentándole a su
adversario Kizza Besigye, aunque se le
acusó de irregularidades.
En el sentido inverso, el pelotón de
países cuyos indicadores de desarrollo
humano son más débiles comprende los
Estados mal gobernados por regímenes
autoritarios, a menudo sumidos en guerras
y que, negándose a todo diálogo, vieron
crecer las filas de una oposición armada,
para provecho de las cúpulas de los países
depredadores. En la República Democrática Popular del Congo – donde el derrumbamiento del Estado, mal administrado
por una élite corrupta, fue la principal
causa de la derrota del régimen del Presidente Mobutu frente a sus adversarios respaldados por Rwanda y Uganda en 1997 –,
las libertades fueron recortadas considerablemente bajo el régimen de Kabila. El
laxismo con el que la comunidad internacional dejó que fuerzas militares extranjeras de Rwanda, Uganda y Angola respaldaran a los dirigentes rebeldes, apresuradamente electos, les permitió imponerse en
ese país y quebrantar las libertades. Esta
situación creó, además, un peligroso senti28
miento de impunidad y una política de
exclusión que alimentó los apetitos de los
demás candidatos a dictadores, igualmente proclives a apoyarse en los predadores extranjeros para convertirse en califas reemplazando al gobernante de turno.
Pero una vez más, las correlaciones no
son automáticas. Basta considerar el caso
de Angola, también en guerra, cuyos principales productos de exportación, el petróleo y los diamantes, formaban parte de los
engranajes de la economía internacional
mucho antes que el término mundialización se pusiera de moda. Angola – un riesgo
desastroso para numerosos inversores deseosos de entrar en los sectores manufactureros y agrícolas – absorbe junto con esa
otra esponja de oro negro que es Nigeria
casi la mitad de las inversiones extranjeras
destinadas a Africa subsahariana. Lamentablemente, buena parte de esa riqueza
vuelve a los países industrializados para la
compra de armamentos y de inversiones
ocultas en paraísos fiscales, en medio de la
miseria general. Y sin que de ello se obtenga
ni siquiera un mínimo de bienestar suplementario para su población.
Déficit de democratización
+ mundialización = peligro
En otras ocasiones, la falta de democratización o de diálogo favorece el nacimiento
de los efectos nocivos de la mundialización.
Tanto es así que la manera en que se están
diseminando en el continente los Organismos Genéticamente Modificados (OGM)
deja mucho que desear. «Cuando la sociedad civil se moviliza en Europa, América y
Asia para convertir la cuestión de los OGM
y de los derechos de propiedad intelectual
en un debate ciudadano, en Africa sucede
lo contrario: no existe ninguna participación de la opinión pública en las tomas de
decisión», se deploraba en las conclusiones
de un seminario panafricano sobre los
OGM celebrado en Yaoundé (Camerún), en
octubre de 1999. En Kenya, «el inamovible
Presidente Moi deja poco espacio a la opinión pública. En 1999, diversos movimientos locales intentaron oponerse, sin éxito, a
que los Estados Unidos y el Canadá enviaran maíz genéticamente modificado como
ayuda alimentaria a los países que atravesaban por un periodo de hambruna», recuerda la revista francesa Politis1. Si bien las
biotecnologías encierran un gran potencial,
la manera de introducirlas – que comprende la prohibición de volver a sembrar
la cosecha –, así como las perspectivas de
multiplicación del cultivo de plantas con
nuevos genes (colzas transgénicas) pueden
traducirse en un derrumbamiento del mercado de ciertos países tropicales, principalmente el de aceite de palma. También se
teme que las agriculturas del Norte, más
productivas gracias a los OGM, intensifiquen sus exportaciones hacia Africa debilitando la posición de las agriculturas campesinas locales.
En un país como Zimbabwe, otro tipo
de peligro que acecha es que los abusos de
poder, que se convirtieron cada vez más
en frecuentes a medida que la economía
del país se hundía (invasiones incontrolables de tierras por comandos del partido
del Presidente Mugabe, persecución de los
opositores, ruinosa guerra en la República
Democrática Popular del Congo respaldada ampliamente por los contribuyentes,
etcétera) se combinen con prácticas que
perjudiquen las finanzas públicas. Eso sucede principalmente al atribuirse mercados públicos. Una de las múltiples razones para que dejara de afluir ayuda
financiera internacional a dicho país fueron las exenciones concedidas a empresas
de Malasia permitiéndoles eludir la transparencia en sus maniobras para obtener
participación en los sectores de la energía
y de las telecomunicaciones.
En Nigeria, que desde 1999 disfruta de
un presidente y un parlamento electos, la
mundialización debilita aún más la estabilidad económica y social. La incapacidad
de la industria local de hacer frente a la
competencia de los productos importados
obligó a que en septiembre de 2001, la Cámara de representantes encomendara a un
comité especial la evaluación de los efectos
de la adhesión del país a la Organización
Mundial del Comercio (OMC). Tal situación comportaría el riesgo de que Nigeria
se retire de la OMC, lo que haría cambiar
de idea de los inversores potenciales deseosos de implantarse en ese país, y conseguiría aumentar aún más la gran masa de
desocupados. Ahora bien, en el país reina
una violencia crónica, desencadenada, por
una parte, por mafias sin escrúpulos que
utilizan la religión musulmana con fines
políticos e imponen el uso de la sharia en
13 Estados del país y, por otra, por los sabotajes crónicos, en la región del Delta, contra las instalaciones petroleras cometidos
por militantes autonomistas.
De manera más general, la toma de conciencia sobre el hecho de que la mundialización no originó, lamentablemente, mejoras en el ámbito de los derechos humanos,
significa en gran medida la causa del giro
doctrinal que dio Amnistía Internacional
(AI). En Dakar, en agosto de 2001, dicha organización humanitaria decidió integrar
en su mandato los derechos económicos,
culturales y sociales. Y es que la mundialización «se tradujo en un enriquecimiento
de unos pocos y en el empobrecimiento y
la desesperación para la gran mayoría»,
señala el ex secretario general senegalés de
AI, Pierre Sané2. El ministro francés para la
cooperación, Charles Josselin, se hizo eco
de esas afirmaciones, y en un discurso pronunciado el 25 de septiembre de 2001 sobre
«el desarrollo de la zona franca y Africa»,
se refirió a «la desigualdad del mundo que
la mundialización, lejos de reducir, parece
por el contrario estar acrecentando».
Incoherente utilización de
los incentivos y sanciones
Desde hace algunos años, los europeos, al
igual que los miembros del G8 (grupo de
los países industrializados y Rusia) o las
instituciones de Bretton Woods, hacen gala
de una doctrina tendente a dar prioridad,
con sus apoyos económicos y comerciales,
a los países que mejor satisfacen los criterios relativos al respeto de los derechos
humanos, del Estado de derecho y la
buena administración de los asuntos públicos. En virtud de ello, y debido a las
reiteradas violaciones de las libertades
29
Clasificación del «riesgo-país»
para las inversiones de los 35 países africanos
La siguiente clasificación se ha elaborado en función de cuatro criterios (entorno de los negocios,
los riesgos políticos, los riesgos de mercado y los riesgos de soberanía). El riesgo se considera: prohibitivo por debajo de los 160 puntos, muy elevado por debajo de los 270 puntos, elevado por debajo de los 320 puntos, bastante alto por debajo de los 380 puntos, moderado por debajo de los
430 puntos y débil a partir de los 540 puntos. A modo de indicación, en los países emergentes la relación «mejor riesgo-país» para los inversores es Singapur (608 puntos) y la peor, Yemen (103 puntos). Afganistán, al igual que numerosos pequeños mercados como el de Gambia, no ha sido incluido en dicha lista compuesta por 100 países.
Botswana
Mauricio
Sudáfrica
Marruecos
Túnez
Namibia
Burkina Faso
Egipto
Senegal
Gabón
Ghana
Camerún
Malí
514
511
427
426
426
421
407
406
401
398
397
397
390
Benin
Togo
Kenya
Uganda
Madagascar
Mozambique
Níger
Côte d’Ivoire
Chad
Argelia
República Unida
de Tanzanía 305
Mauritania
380
376
361
333
330
323
319
319
313
312
Libia
Zambia
Zimbabwe
Congo
Etiopía
Nigeria
Guinea
Sudán
Angola
República Democrática
del Congo
298
288
284
282
275
269
250
189
156
105
298
Fuente: Clasificación de los mercados emergentes (Nord-Sud Export) 2001-2002.
políticas y sindicales, se denegó a un país
como Swazilandia los beneficios del Sistema Generalizado de Preferencias o de la
African Growth Opportunity Act, que abre
el mercado estadounidense a los productores africanos.
En una entrevista concedida por el Presidente del Senegal, Abdoulaye Wade, uno
de los promotores de la Nueva Iniciativa
Africana (NIA), éste manifestó claramente
la opinión acerca de que las disposiciones
relativas a la democracia establecidas por
el Acuerdo de Asociación entre Cotonú y
la Unión Europea y los países de Africa,
Caribe y Pacífico «se deberían reforzar» y
que «los países que no respetan ciertas normas democráticas no deberían poder acceder». En efecto, el Presidente Wade declaró
ser absolutamente partidario de la «condicionalidad democrática», corriendo el
riesgo de enemistarse con el denominado
«sindicato» de jefes de Estado africanos. El
Presidente senegalés reclamó ante el Congreso de los Estados Unidos y el Presidente
francés, Jacques Chirac, principalmente un
control más serio de los procesos electora30
les. «Lamento decir que enviar observadores la víspera de las elecciones es un gran
disparate. Yo mismo fui víctima de eso. Fui
el primero en pedir que se enviaran observadores del exterior. El Presidente Diouf
me tomó la palabra y convocó a los observadores extranjeros. Llegaron el sábado.
Estuvieron en dos o tres lugares donde se
efectuaban las elecciones. Observaron
cómo transcurría la votación de los ciudadanos y luego dijeron: ‘No hay muertos,
todo anduvo bien’. Las elecciones no consisten sólo en eso. Se van preparando un
año antes: elaborando las inscripciones en
las listas electorales, la impresión de los
padrones electorales, la libre expresión.
Pero hoy, lucho para que haya observadores en las elecciones ¡no sólo en las votaciones mismas! Si el hecho de que no haya
muertos o heridos ha pasado a ser un parámetro para determinar la calidad de un
proceso electoral ¿hacia dónde vamos?
En 1993, tenía la inocencia de creer que
Africa iniciaría el año 2000 con regímenes
democráticos. Cuando en 1993 organicé la
conferencia de partidos políticos, en ese
objetivo tenía puestas mis esperanzas. Lamentablemente, aunque hayamos logrado
adelantos todavía no hemos llegado a ese
punto. Es necesario reconocer que en
Africa hay diversos regímenes democráticos cuyos líderes fueron electos sin que se
pusieran en duda los resultados electorales. Lamentablemente, esto no ocurre así
en la mayoría de los casos.»
El Presidente Wade también es exigente en el plano comercial: el mundo desarrollado no debe levantar falsas barreras
a las exportaciones de su país utilizando
de manera abusiva las normas sanitarias
para obstaculizar la importación de maní
o fosfato senegalés.
Sin embargo, hay que reconocer que la
manera como se aplica en Africa la condicionalidad vinculada a la democratización,
a los derechos humanos o a la buena gestión, es cuando menos desconcertante y
parece responder a otros criterios. La coherencia de la política europea resulta especialmente difícil de entender. Por ejemplo, Togo está sancionado desde hace años
por cometer fraude electoral y reprimir a
la oposición. No sucede lo mismo con Guinea, que desde hace más de dos años tiene
en la cárcel a Alpha Condé, el rival del Presidente Lansana Konté en las elecciones de
diciembre de 1998. En Africa central, el
Banco Mundial y la Unión Europea abrieron parcialmente las puertas de su financiación a la República Democrática del
Congo, pese a que en materia de violaciones de los derechos humanos y de libertad
de expresión, ese Gobierno no puede compararse con el de Kengo wa Dondo. Numerosos partidos políticos están prohibidos y son habituales las ejecuciones
sumarias ordenadas por el tribunal militar
sin posibilidad de apelación. De la misma
manera, el Fondo Monetario Internacional
(FMI) intenta en vano, desde hace años,
imponer al Gobierno de Luanda el control
de las cuentas de la empresa paraestatal
Sonangol, para que acabe el saqueo de los
ingresos petroleros que el «triángulo de
las Bermudas» (Sonangol, el Futungo (palacio presidencial) y el Banco Nacional de
Angola) en algún momento retiran y que
terminan luego en cuentas de ultramar. Tal
y como lo demostró el escándalo político
del «angolagate» en Francia sobre las
armas entregadas a Angola, se conocía
abiertamente que esa riqueza se recicla en
forma de carros de combate o bombas de
fósforo. Sin embargo, ni la UE ni sus Estados miembros u otros proveedores de fondos cesaron de brindar su ayuda al Gobierno de Luanda. Ahora bien, al igual que
en otros países de la región, tales como
Uganda o Rwanda, está claro que en el
mejor de los casos – como lo subrayaba con
destacada lucidez el ministro francés para
la cooperación – la ayuda internacional
permite que dichos regímenes dispongan
de fondos con fines militares.
Recientemente, la comunidad internacional asumió la misión de combatir el mal
de la guerra en sus raíces, decretando embargos sobre los envíos de armas y de combustible, y sobre las exportaciones de diamantes de los rebeldes de la Unión
Nacional para la Independencia Total de
Angola (UNITA) y del Revolutionary United Front de Sierra Leona. No obstante,
transcurridos ya tres años de esa infructuosa práctica, en octubre de 2001 los expertos de las Naciones Unidas encargados
del seguimiento de dichas sanciones tuvieron que admitir que las mismas no resultaban eficaces. Sin embargo, se ha de observar que esa práctica originó un bien no
estratégico en la medida en que, para sus
aplicaciones industriales, el mundo comprobó que puede funcionar sin el diamante
africano «de origen dudoso». Además, el
embargo, lo más opuesto a la liberalización
de los intercambios, beneficia indiscutiblemente a los productos alternativos de
Africa austral situados en la indiscutible
protección del gigante sudafricano De
Beers y del canadiense Grand Nord, donde
el «consorcio» invirtió masivamente y utilizó las sanciones para promover sus piedras preciosas «políticamente correctas».
Finalmente, se debe indicar que el embargo fue decretado sin mediar la más mínima concertación con la sociedad civil angoleña. Esta lo considera inútil y para
terminar con la guerra preconiza las negociaciones, aunque se encuentre con grandes dificultades para hacerse escuchar.
31
Es significativo comprobar que cuando
en los Estados beligerantes o culpables de
violaciones de los derechos humanos se
hallan yacimientos importantes de petróleo el arma de las sanciones pierde fuerza.
Nunca se ha discutido de la aplicación de
ningún embargo al petróleo de Angola,
que constituye el 8 por ciento de las importaciones estadounidenses y que, por
ese motivo, forma parte del ámbito del interés nacional de ese país. De ahí que el régimen del general Sani Abacha de Nigeria
nunca tuviera que preocuparse por adoptar tal medida. En lo que respecta a Sudán,
cuyo ejército continúa bombardeando a
las poblaciones civiles del sur, pero que se
impone como un productor de oro negro
de primer orden, el Consejo de Seguridad
suaviza sus posiciones, hasta tal punto
que en octubre levantó las sanciones contra ese país, inicialmente decretadas en
1996 luego del intento de asesinato contra
el Presidente egipcio, Hosni Mubarak, en
Etiopía. Cabe decir que Sudán no escatimó
esfuerzos para que Washington adoptara
una actitud más comprensiva, recurriendo a los talentos de un antiguo miembro de la CIA, Milton Bearden, quien recibió más de 200.000 dólares para conseguir
que se levantaran las sanciones contra Jartum y se restablecerieran las buenas relaciones con los Estados Unidos3. Según una
investigación de Al-Ahram Hebdo (Egipto),
otros países petroleros del golfo de Gui-
32
nea, Angola y Gabón se mostraron aún
más generosos, pagando respectivamente
dos millones y un millón de dólares anuales a agencias de relaciones públicas o a
grupos de presión. La condicionalidad de
las ayudas o de las sanciones a veces parece depender de las razones que fingen
ignorar las nobles promesas de los líderes
políticos. Mencionemos sin embargo el
augurio formulado por el Comisario europeo de desarrollo, Poul Nielson, durante el encuentro celebrado el 10 de octubre de 2001 en Bruselas, entre la
presidencia de la Unión Europea y los promotores de la Nueva Iniciativa Africana.
El Comisario Nielson considera que la voluntad de los promotores de la Nueva Iniciativa Africana para construir un entorno
favorable a los capitales extranjeros, velando por el respeto de las normas de derecho y de buena gestión, permitiría elevar al máximo la repercusión del servicio
de inversión de 4.000 millones de euros
previsto en el acuerdo de Cotonú.
Notas
1
«Un mirage pour le tiers monde», Politis,
(París), 28 de junio de 2001.
2
«Economie et droits de l’homme», Libération,
(París), 23 de agosto de 2001.
3
«Lobby pour l’Afrique: folie ou nécessité?»,
Al-Ahram (El Cairo), 15-21 de agosto de 2001.
SIDA: prevención y cócteles de medicamentos,
sin contraindicaciones para el Sur
La urgencia de desarrollar una acción mundial, multiforme y cooperativa para contener la epidemia otorga un carácter crucial a las iniciativas de la OIT en materia de lucha contra el VIH/SIDA. Sin embargo,
esta actuación debe incluir el acceso a los tratamientos contra el SIDA.
Jacky Delorme
Periodista
N
«
o hay en el mundo una guerra más
importante.» No nos equivoquemos,
estos planteamientos militares del Secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, son anteriores a las respuestas militares vinculadas con los atentados terroristas
del 11 de septiembre de 2001. Datan del
mes de mayo, cuando el general estadounidense encabezó una misión a diversos
países africanos y se refieren a la lucha contra el virus de la inmunodeficiencia humana/síndrome de inmunodeficiencia adquirida (VIH/SIDA) que está devastando
Africa subsahariana. Dada la actual crisis
internacional, se teme que esa declaración
sirva de epitafio a los millones de víctimas
que probablemente queden en el olvido.
Las cifras que se manejan producen
vértigo. Cuando todavía uno no se había
acostumbrado a las estadísticas de fines de
2000 – 36 millones de personas infectadas
en el mundo, de las cuales 25 millones en
Africa; 5,3 millones de nuevos casos de infección, 3 millones de muertos, 22 millones desde el comienzo de la epidemia –, el
Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA) se
dispone a suministrarnos cifras todavía
más catastróficas.
Sin embargo, los dos acontecimientos
más destacados de este año, a este respecto, auguraban unas perspectivas más
alentadoras. Por una parte, Kofi Annan,
Secretario General de las Naciones Unidas, anunció el pasado mes de mayo la
creación de un fondo mundial de lucha
contra el SIDA. Por otra, el juicio de Pretoria, unas semanas antes, acabó por derrotar a las empresas farmacéuticas que
habían intentado demandar al Gobierno
sudafricano por no haber respetado las patentes. Frente a una opinión pública cada
vez más hostil, esas empresas finalmente
retiraron su demanda.
Bajar el precio de los medicamentos
Las patentes, de eso se trata. Todo comenzó en 1994 con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y
el acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC), que todos
los países miembros se comprometieron a
respetar para el año 2006 a más tardar. Tomados de manera aislada, dichos ADPIC
suponen un gran valor aunque dan lugar
a excesos de todo tipo, como la «patente»
para organismos vivos que es un vergonzoso saqueo de los recursos del Sur por
parte de las empresas del Norte. En lo que
se refiere a los medicamentos, los ADPIC
dificultaron aún más el acceso a los tratamientos debido a los monopolios que ejercen las grandes empresas y a la prohibición de realizar copias genéricas.
Sin embargo, la OMC ha previsto algunos ajustes que se han integrado en los
ADPIC. En líneas generales, un país puede
fabricar esas copias genéricas más baratas
«en caso de situaciones de urgencia nacio33
nal u otras circunstancias de extrema urgencia» (cf. artículo 31 de los ADPIC). Diversos países intentan introducirse por esa
brecha, a pesar de la denodada oposición
de las empresas farmacéuticas que hablan
de piratería. En esta controversia se enfrentan dos lógicas: la que busca sacar el
máximo posible de ganancias y la que defiende el derecho universal a la salud. Los
Estados Unidos, con su todopoderoso lobby
farmacéutico, amenaza a distintos países
con tomar medidas económicas como revancha. La escalada de ataques también se
produce en el orden verbal – por ejemplo,
ciertos opositores han pasado a designar al
laboratorio GlaxoSmithKline con el nombre de Global Serial Killer (asesino en serie
mundial) – y judicial, con los laboratorios
presentando numerosas quejas por «infracción» a los ADPIC.
¿Cuál es la situación actual? En Sudáfrica, los militantes de la lucha contra el
SIDA, miembros de organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales
como Médicos sin Fronteras y Oxfam, asociaciones de personas infectadas por el
VIH/SIDA y sindicatos, se decepcionan
muy pronto. Tras el juicio de Pretoria, el
Gobierno sudafricano anunció que no
tiene los medios financieros necesarios
para recurrir a los medicamentos genéricos en gran escala a fin de atender a su población infectada de cerca de 5 millones de
personas, un récord mundial. Las iniciativas se revelarán entonces inconexas. En los
townships de Ciudad del Cabo, Médicos sin
Fronteras acaba de poner en marcha un
programa contra el SIDA en el que se incorporan los cócteles de medicamentos
utilizando copias genéricas importadas. El
gigante minero Anglo-American anunció
en mayo que estaba negociando con un fabricante de la India el suministro de copias
genéricas destinado a su personal seropositivo. Con los movimientos migratorios y
el comercio del sexo que ellos mismos originan, los enclaves mineros se convierten
en grandes focos de infección. Sin embargo, a comienzos del mes de octubre, la
empresa dio marcha atrás declarando que
no puede suministrar el tratamiento contra el SIDA a todos los trabajadores infec34
tados y debe limitarse al personal jerárquico. La Unión Nacional de Mineros (National Union of Mineworkers) denunció inmediatamente esa discriminación, con
tanta más fuerza cuanto que el personal jerárquico es mayoritariamente blanco.
Del otro lado del Atlántico, Brasil, país
para el que los epidemiólogos predecían
un considerable aumento de la cantidad de
personas infectadas, está conteniendo el
avance de la enfermedad. Además de una
dinámica política de prevención en todos
los niveles de la sociedad, el Gobierno decidió en 1998 producir las principales moléculas eficaces contra el VIH/SIDA para
poder suministrar gratuitamente un tratamiento a todas las personas que lo necesiten. Dicho país fabrica actualmente tratamientos por un valor de 3.000 dólares
estadounidenses por paciente y por año y
se espera que próximamente consiga hacerlo por menos de 1.000 dólares, como lo
hace ya un fabricante indio. Se trata de precios muy inferiores a los de los cócteles de
medicamentos de los países occidentales,
que cuestan entre 10.000 y 15.000 dólares
por año y por paciente. El peso que debe
afrontar el sistema de la seguridad social
es, por tanto, perfectamente soportable:
hay menos enfermos y menos mortalidad
vinculada con el VIH/SIDA.
Se hagan o no cargo los gobiernos de los
países del Sur de los cócteles de medicamentos, las críticas de estos últimos desestabilizaron, en cierta medida, el cabildeo
farmacéutico occidental. La competencia
que representan las copias genéricas influyó muchísimo en los precios actuales de
los grandes laboratorios. Su publicidad comercial humanitaria de los años noventa,
cuando hacían sus míseras ofrendas en
cada cumbre sobre el VIH/SIDA, ya no engaña a nadie. Aunque sus precios no se
aproximan a los de los fabricantes del Sur,
actualmente han bajado considerablemente. Eso da una idea de los enormes
márgenes de ganancia de ese sector industrial y contradice asimismo la afirmación
de los laboratorios de que el elevado precio es necesario para poder llevar a cabo
sus costosos programas de investigación y
desarrollo. A propósito de esto, cabe seña-
lar que el descubrimiento de moléculas eficaces contra el VIH/SIDA ayudó a los laboratorios públicos a realizar lo esencial de
la tarea antes de que el sector privado pasara a hacerse cargo y patentara sus rentables descubrimientos.
Aumentar los recursos financieros
Tomando en cuenta la disminución de precios, se ha de considerar un gran evento la
creación de un fondo internacional destinado a la lucha contra el VIH/SIDA, la tuberculosis y el paludismo. La iniciativa
emana del Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, y el fondo estaría funcionando antes de fines de 2001.
El reto es ambicioso: se deben recaudar
anualmente entre 7.000 y 10.000 millones
de dólares para financiar programas que,
además de la prevención, incluirán el tratamiento de todas las personas infectadas
y el refuerzo de la investigación para hacer
una vacuna. Kofi Annan estima que se debe
hacer un nueva aportación de dinero y no
desviar los recursos existentes de su finalidad inicial. Los programas nacionales
serán los principales beneficiarios pero con
el fin de asegurar su eficacia éstos deberán
respetar las garantías de transparencia.
La manera de funcionar de esos programas ya no es ningún secreto. La principal lección aprendida durante estos últimos veinte años es que no se debe
considerar al SIDA únicamente como una
epidemia sino también como un desafío
multidimensional en el que están en juego
aspectos sociales, económicos, políticos y
de respeto de los derechos humanos. Sin
una respuesta global, el SIDA prolifera y
su control es imparable, como sucede actualmente en diversas regiones del mundo.
En numerosas ocasiones, la lucha contra el
SIDA es solamente parcial cuando, por el
contrario, es necesario que haya una esmerada coordinación entre todas las personas
u organismos que toman parte en la
misma. Africa subsahariana presenta el espectro completo de los diferentes niveles
de calidad de los programas de prevención
que se ponen en práctica. El Senegal es el
mejor exponente de país que consiguió
prevenir una gran epidemia de VIH/SIDA
únicamente movilizando a todos los actores sociales: docentes, empleadores, sindicalistas, jefes tribales, religiosos, curanderos, etcétera. Uganda, por su parte, es otro
de los países que a menudo se cita en las
conferencias internacionales por los destacados resultados obtenidos pero que, lamentablemente, lo hizo en una etapa más
tardía, cuando la epidemia ya se había propagado y consolidado. Por el contrario, en
Swazilandia – uno de los tres países más
afectados del mundo – no existe la voluntad política necesaria para llevar a cabo este
combate. Si bien hay un programa nacional, al igual que en los demás lugares, la
única acción realmente eficaz la acometen
algunas asociaciones locales.
De ahí que cuando uno se concentra en
el mundo laboral se comprende mejor la
importancia de que intervengan forzosamente los interlocutores sociales y las ventajas para éstos de contar con un instrumento de referencia como la Recopilación
de directrices prácticas de la OIT sobre el
VIH/SIDA y el mundo laboral1. El trabajo decente, la lucha contra las discriminaciones
de las personas infectadas, el fomento de
sistemas de seguridad social, la igualdad
entre mujeres y hombres, la protección de
los grupos de riesgo como los migrantes,
los trabajadores y trabajadoras del sexo, etcétera, son todos aspectos que revisten una
importancia fundamental en la movilización contra el VIH/SIDA.
La prevención es prioritaria y constituye en sí misma una herramienta de excepcional eficacia pero no es suficiente. Solamente en Africa subsahariana, cerca de la
mitad de la población vive con menos de
un dólar diario. Para esas personas, la compra de preservativos está lejos de ser una
prioridad, como tampoco lo es el cambio
de hábitos porque éstos puedan ser «peligrosos». Viven en situación precaria. No
disponen de agua potable, de electricidad
ni de los elementos básicos de educación y
salud, o los consiguen mediante grandes
sacrificios. Es ilusorio pensar en una movilización general sin conceder antes un ápice
de esperanza a las poblaciones desfavore35
cidas, y resulta cínico pretender ayudar a
las poblaciones afectadas por el VIH/SIDA
si se les impide el acceso a los medicamentos que necesitan para sobrevivir.
La disminución de los precios de los tratamientos contra el SIDA, asociada a la creación de un fondo internacional, debe permitir elaborar estrategias que combinen la
prevención y el tratamiento. El ejemplo
brasileño muestra que el argumento repetido hasta la saciedad por los grandes laboratorios, según el cual los cócteles de medicamentos son tratamientos demasiado
complejos para los sistemas demasiado
frágiles de salud de los países del Sur, carece por completo de fundamento. Por supuesto, es necesario poder disponer de esos
tratamientos a bajo precio. A este respecto,
reviste una importancia fundamental el actual debate que se desarrolla en la OMC
sobre una reforma del acuerdo sobre los
ADPIC. Mike Moore, Director General de
36
la OMC, haciendo referencia a las exenciones, admite que «se debe garantizar a los
países poder invocar esa flexibilidad». Pero
no hay que olvidar la motivación central de
la guerra: el dinero. Incluso logrando los
medicamentos genéricos a precios accesibles, la combinación de prevención y tratamiento exige considerables recursos. Sin
ayuda internacional no funciona. En este
momento, el fondo internacional creado
por el Sr. Kofi Annan está lejos de haber recaudado los 7.000 y 10.000 millones de dólares previstos.
Notas
1
OIT: Repertorio de recomendaciones prácticas de la
OIT sobre el VIH/SIDA y el mundo del trabajo (Ginebra,
2001). El texto completo de este repertorio está disponible en el sitio Internet de la OIT :
http://www.ilo.org/public/english/protection/
trav/aids/pdf/acodesp.pdf.
La repercusión de la mundialización en Africa
y la respuesta sindical: el caso de Sudáfrica
Desde una perspectiva sindical sudafricana, en lugar de mejorar la
suerte de todos los ciudadanos del planeta, la mundialización neoliberal está favoreciendo las desigualdades existentes entre las regiones, entre los países, y entre los ricos y pobres. Se necesita con urgencia que los sindicatos y la sociedad civil participen en el proceso
de mundialización y combatan sus aspectos negativos.
Shermain Mannah
Sección de formación
Unión Democrática Sudafricana de Docentes
D
urante la Cumbre del Sur de abril de
2000, el Presidente cubano Fidel Castro expresó con una metáfora gráfica la actual realidad de la mundialización para la
amplia mayoría: «La mundialización es
una realidad objetiva que pone de relieve
el hecho de que todos somos pasajeros del
mismo barco, es decir, el planeta en el que
vivimos.» Sostuvo que, no obstante, los
pasajeros «viajan en condiciones muy diversas». Afirmó que pequeñas mayorías
«viajan en lujosas cabinas equipadas con
Internet, teléfonos celulares y acceso a las
redes mundiales de comunicación. Disfrutan de una alimentación nutritiva, abundante y equilibrada, además de disponer
de agua potable. Tienen acceso a la atención médica de vanguardia y a la cultura».
Por el contrario, declaró, «abrumadoras
mayorías viajan en condiciones que se asemejan al terrible comercio de esclavos, llevado a cabo de Africa a América, de nuestro pasado colonial». Continuó diciendo
que «el 85 por ciento de los pasajeros de
este barco se hacinan en la parte que les ha
sido asignada padeciendo hambre, enfermedades y sin atención médica. Obviamente, en este barco hay demasiada injusticia como para que permanezca a flote, y
su derrotero es tan irracional e insensato
que no puede atracar en un puerto seguro». Concluyó su descripción con una
advertencia: «Este barco parece destinado
42
a chocar contra una placa de hielo. Si eso
sucediera, todos nos hundiríamos con él.»
Según Mohamed y Vally (Kenton,
1999), es improbable que la mundialización conduzca al desarrollo de la mayor
parte de Africa por las siguientes razones:
El bajo nivel de recursos e ingresos de
Africa.
Desde los años sesenta, han disminuido los precios y la demanda mundial de las cosechas africanas que se
pagan en efectivo (recurso por el cual
se consigue la mayor cantidad de divisas). A esto se añade la competencia de
la agricultura intensiva capitalista de
Asia y América Latina que empeoró
aún más los problemas de los campesinos africanos.
Los países africanos que cuentan con
ingresos medios obtienen sus riquezas
básicamente de las exportaciones de
minerales, que tienden a beneficiar
principalmente a empresas transnacionales y a países desarrollados que convierten la materia prima en productos
de consumo. La ironía reside en que
esos productos son vendidos nuevamente a los países en desarrollo con
grandes márgenes de ganancia.
La mayoría de la población africana
vive en zonas rurales donde el ciclo
económico depende de las imprevisibles condiciones atmosféricas.
El crecimiento demográfico, junto con
las limitadísimas oportunidades de
empleo, contribuye a aumentar rápidamente una mano de obra sin tierra,
que se gana el sustento al margen de la
economía. Esta situación también ocasiona altos niveles de emigración hacia
países con ingresos medios como Sudáfrica.
Pese a hacerse referencia a un renacimiento africano, el capital mundial encuentra pocas oportunidades para financiar nuevas inversiones en ese
continente, como consecuencia de la
inestabilidad política y la percepción negativa que del mismo tiene el mercado.
En la era de la informática, Africa
ocupa una posición muy desventajosa
a escala internacional al carecer de las
nuevas tecnologías, y al escasear una
adecuada capacitación de su mano de
obra.
Los autores llegan a la conclusión de
que «la prognosis indica que el desarrollo
africano y la dinámica del capitalismo
mundial o mundializado, generalmente
no son convergentes y no lo serán en un
futuro previsible»1.
Un nuevo y mortífero enemigo asola
hoy el continente, la propagación del virus
de la inmunodeficiencia humana/síndrome de inmunodeficiencia adquirida
(VIH/SIDA). Ninguno de los retos a los
que se haya enfrentado Africa anteriormente han sido tan terribles o catastróficos como la epidemia de VIH/SIDA. La
enfermedad se propaga dentro de un contexto de extrema pobreza, ignorancia y subordinación de las mujeres y niños. Gran
parte de Africa está paralizada por el yugo
de la pobreza, nacida de una historia de
colonialismo y mala gestión, así como por
la continua explotación practicada por las
empresas multinacionales, respaldadas
por las grandes instituciones financieras
internacionales, como el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y la Organización
Mundial del Comercio (OMC). La mun-
dialización obstaculiza la respuesta del
mundo en desarrollo a la epidemia de
VIH/SIDA por las siguientes razones:
Las empresas farmacéuticas multinacionales controlan la investigación, el
suministro y la fijación de precios de
los medicamentos.
Adhiriéndose a la filosofía neoliberal,
los gobiernos se muestran reticentes a
responsabilizarse plenamente de la
salud pública. Esto aparece cada vez
más evidente en Sudáfrica, uno de los
países del continente con mayores recursos.
El bajo nivel de recursos e ingresos nacionales y la falta de infraestructuras,
resultado de años de colonialismo y
subdesarrollo.
De ahí que la sociedad civil y los sindicatos deban tomar la iniciativa para ejercer presión sobre los gobiernos y que se
haga frente con urgencia a la epidemia
(véase artículo de Jacky Delorme en la página 33).
Educación y mundialización
Al definir nuestra visión de la educación
en Africa, debemos orientarnos por los siguientes principios:
El derecho a la educación establecido
en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
El principio de justicia social, estrechamente vinculado a los objetivos de la
educación.
La educación, en particular, asociada al
principio de rehabilitación por el cual
la misma debe compensar las desigualdades debidas al nacimiento y a las
condiciones sociales.
Un sistema de educación y capacitación solamente se puede considerar
justo si no es excluyente.
No obstante, la escasez de recursos y la
actual política económica neoliberal han
43
impedido hacer realidad dichos principios
en el ámbito de la educación. Las estadísticas del suministro de enseñanza en la región subsahariana, expresadas por David
Johnson en la publicación sudafricana
Mail and Guardian, ponen el acento en el
enorme desafío al que se enfrenta el
mundo en desarrollo2.
«El 11 por ciento de la población mundial vive en Africa subsahariana, pero
recibe solamente el 1 por ciento de los
gastos mundiales en educación, mientras que el 21 por ciento de la población mundial, que vive en el mundo
desarrollado, recibe el 84 por ciento de
los gastos mundiales en educación.
Cuarenta millones de niños de Africa
subsahariana en edad escolar no asisten a la escuela, menos de la tercera
parte llega al nivel secundario y solamente el 3 por ciento recibe algún tipo
de enseñanza universitaria. A título de
comparación, la educación oficial en el
mundo desarrollado tiene una duración de entre 15 y 17 años; casi el cien
por ciento de los chicos recibe educación secundaria, y más del 50 por ciento
recibe estudios universitarios.
Para un chico de Africa subsahariana
se gastarán como promedio 49 dólares
en educación mientras que para un
chico de los países industrializados el
gasto global en educación es de 4.636
dólares.
Desde 1994, la ayuda occidental a Africa
subsahariana se redujo en 3.700 millones de dólares y los gobiernos africanos
transfirieron a los acreedores norteños
como reembolso de la deuda el cuádruplo de lo que gastaron en salud y
educación.»
En los países africanos, los programas
de ajuste estructural (PAE), del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial,
agudizaron el estancamiento de la deuda.
Además, las elevadas tasas de interés y el
aumento de los precios del petróleo continúan agravando la situación y paralizando
el desarrollo. Esto reduce seriamente la
44
capacidad de ofrecer servicios sociales y
educación pública para todos en Africa.
La mundialización constituyó el resultado ascendente de la teoría económica neoliberal, que otorga un menor cometido al
Estado y aboga por la reducción de los gastos públicos. Dicha doctrina se fundamenta en los argumentos según los cuales
los gastos públicos impiden las iniciativas
privadas mientras que el suministro privado resultaría más eficiente. No obstante,
con la aplicación de tal doctrina se permite
que los Estados transfieran cada vez más
a los particulares la responsabilidad de financiar la enseñanza. Dentro del contexto
africano, en el que la mayoría de las comunidades son extremadamente pobres,
el resultado es un estancamiento o el casi
total derrumbe de la educación pública.
La ampliación de las reglas de la Organización Mundial del Comercio y del
Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS), a fin de que abarquen cuestiones relativas a propiedad intelectual y
servicios de educación, pone aún más en
peligro la educación pública, especialmente en los países en desarrollo. Existe un
verdadero riesgo de que el suministro público de educación, especialmente en el
nivel de enseñanza superior y de formación profesional, pasen a manos de proveedores privados. Entre las posibles implicaciones, se señala la aparición de la
homogeneización y comercialización de la
educación, el inicio de un detrimento de las
culturas y de los idiomas nacionales y locales, y el aumento del desempleo entre los
docentes de los sectores afectados.
Sudáfrica
Sudáfrica tiene ciertas diferencias con
Africa subsahariana. La economía sudafricana está más diversificada, opera en un
nivel más alto de industrialización y desempeña un papel más destacado en la
economía mundial que el resto del continente. Como consecuencia, un gobierno
democráticamente elegido en Sudáfrica
acepta la hipótesis de la «incorporación de
Africa al capitalismo mundial con condi-
ciones nuevas y más favorables a través de
la conexión sudafricana».
La aceptación por el Gobierno sudafricano de la política macroeconómica neoliberal, traducida en la política de crecimiento del empleo y de la redistribución
(GEAR), impulsada por el mercado y apoyada en una estrategia competitiva de exportaciones, ha sido comparada a una
forma de ajuste estructural, denominado
«autoimpuesto». En este sentido, Sudáfrica presenta similitudes generales a las
de los países subsaharianos que adoptaron
políticas de ajuste estructural durante los
años ochenta. Esto se observa claramente
en las presiones financieras que desde 1994
se ejercen sobre el sector público.
La política GEAR promueve la comercialización de la educación, las asociaciones público-privadas, la austeridad fiscal,
las limitaciones presupuestarias, la reducción de costos y los recortes en educación.
La escolarización, actualmente, se diferencia menos por motivo de «razas» que por
«clases», como resultado del cobro de matrículas y de la competencia comercial entre
las escuelas. Los padres deben ahora costear gran parte de la educación mientras
que el Estado parece abandonar su responsabilidad en cuanto al suministro de educación y transfiriéndola a organismos de
gestión escolar, suponiendo un aumento
del costo para los padres. La estratificación
de la escolaridad en Sudáfrica es similar a
la de otros lugares del mundo. En Sudáfrica, la política considera a la educación y
la capacitación como un determinante
clave del rendimiento económico a largo
plazo y de la redistribución de ingresos. No
obstante, los gobiernos procuran alcanzar
esos objetivos dentro del contexto de su política económica neoliberal. Esto ha permitido que la educación se convirtiera progresivamente más en un artículo de lujo
que en un derecho o en un bien común.
Entre 1996 y 2000, los presupuestos de
educación disminuyeron en términos reales derivando a un presupuesto de mantenimiento, sin que quedara margen para
una verdadera transformación. Sudáfrica,
recientemente liberada del apartheid, no
pudo corregir las peores desigualdades
que continúan asolando a su sistema público de educación: transcurridos siete
años de democracia, Sudáfrica continúa
siendo – después del Brasil – la sociedad
más desigual del planeta.
Entre otras consecuencias que se derivan de la política GEAR en el ámbito de la
educación, se señalan las siguientes:
La racionalización de los colegios, lo
que llevó a la reducción y a la pérdida
de categoría del personal.
Otras amenazas de reducción de personal docente y entre el personal no
docente de todos los sectores de la
educación.
Propuestas para emplear personal no
cualificado en la docencia en el sector
escolar. Esto ya se está llevando a cabo
en otras partes de Africa, por ejemplo,
en el Senegal.
Intentos de reducir los derechos de negociación colectiva y la propuesta de
descentralización y fragmentación de
las unidades de negociación en los servicios públicos.
Escasez de infraestructuras en las escuelas públicas, además de la falta de
material escolar y didáctico.
Imposición de matrículas escolares encaminadas a marginar aún más a los
pobres y a actuar como instrumento de
exclusión, impidiendo que las personas de menores recursos puedan acceder a los centros escolares acomodados
de las zonas de la clase media.
Las universidades recurren a la subcontratación de muchos de sus servicios del nivel de enseñanza superior
debido a la presión financiera mientras
que el gobierno fomenta las asociaciones con el sector privado. Esto conduce
inevitablemente a normas laborales inferiores, a la inseguridad en el empleo
y al carácter ocasional del mismo. Se ha
propuesto utilizar el mismo proceso
para ofrecer los servicios de apoyo en
el sistema público escolar.
El elevado precio de las matrículas en
la enseñanza de nivel superior tiende a
45
que los estudiantes contraigan deudas
y que las personas con menores recursos queden excluidas del sistema.
En la educación hay crisis por la falta
de respuesta a las expectativas que engendró la democratización en 1994. La crisis
se manifiesta en el desencanto y los conflictos con la alianza tripartita [compuesta
por el Congreso Nacional Africano de Sudáfrica (ANC), el Partido Comunista Sudafricano (SACP) y el Congreso de Sindicatos de Sudáfrica (COSATU)]. Una vez
más, los sindicatos y las organizaciones de
la sociedad civil realizan campañas para
que el Gobierno se responsabilice más y
para reclamar, entre otras cuestiones, mejoras en la educación y en el suministro de
servicios sociales.
Papel que desempeñan los sindicatos
En una reunión sindical de nivel internacional sobre educación, que se llevó a cabo
en el Tercer Congreso Mundial (Tailandia,
2001) de la Internacional de la Educación
(IE), se planteó enérgica y claramente una
posición contraria a la introducción de mecanismos de mercado en la educación, afirmándose que «nuestras escuelas son demasiado importantes para dejarlas en
manos del mercado». La IE lanzó una campaña contra el AGCS, dirigida a frenar el
proceso por el cual la Organización Mundial de la Salud (OMS) incorporaría la educación a una larga lista de servicios que se
abrirán a la competencia y comercialización. La IE aúna su capacidad de investigación con la de otras organizaciones
como la Internacional de Servicios Públicos (ISP) para supervisar y oponerse a la
privatización en el sector de la educación.
Los despidos masivos y la subcontratación están destruyendo la concentración
de empleo a gran escala en la que se basaban y adquirían poder los sindicatos tradicionales. El efecto de la mundialización
se caracteriza por desmembrar la resistencia, tomando a los trabajadores y las comunidades como consumidores o individuos, nunca como grupo. Por lo tanto, una
46
de las maneras más eficaces de que dispone el sindicalismo para afrontar la mundialización consiste en establecer vínculos
con otros sectores de la sociedad civil a fin
de crear alianzas fuertes. Esto conlleva
algo similar al movimiento de sindicalismo social de los años ochenta. El Congreso de Sindicatos de Sudáfrica constituyó, en los años ochenta, un excelente
ejemplo de este tipo de enfoque de colaboración. El mismo se basaba en una
alianza entre sindicatos, comunidades, estudiantes y organizaciones políticas con
una agenda que abarcaba más allá de las
cuestiones sindicales tradicionales incluyendo la democratización y la transformación radical de la sociedad.
Actualmente, se están formando alianzas similares en la Sudáfrica postapartheid. Entre los ejemplos se cuenta la campaña contra las privatizaciones del
COSATU. En una muestra de solidaridad,
las organizaciones no gubernamentales
(ONG), otros organismos de la sociedad
civil y los trabajadores de todos los sectores, recientemente unieron sus fuerzas en
un paro nacional de 48 horas en contra de
las propuestas gubernamentales de privatizar los sectores paraestatales y los departamentos de los servicios públicos. Las
campañas llevadas a cabo contra las privatizaciones son parte de un movimiento
internacional de los sindicatos y de la sociedad civil que fundamentalmente se
opone a la privatización de los servicios
públicos tales como la educación, la salud,
el agua, las telecomunicaciones y el suministro de energía eléctrica. La privatización de dichos servicios básicos es fruto de
la filosofía neoliberal y de las políticas de
la OMC y del FMI.
Otro exponente ejemplar reside en la
respuesta sindical a las presiones originadas por la teoría económica neoliberal, que
emprendieron este año la SANGOCO (coalición sudafricana de ONG), las iglesias y
el COSATU, mediante un programa conjunto para elaborar «un presupuesto del
pueblo». En dicho presupuesto se da prioridad a las necesidades sociales, incluyendo a la educación pública. Este proceso
presupuestario alternativo se repetirá
anualmente coincidiendo con la publicación del presupuesto anual del Gobierno.
En el curso de este año, la campaña de
acción sobre tratamientos médicos (TAC)
creó una poderosa coalición con el COSATU y con organizaciones internacionales tales como Médicos sin Fronteras
(MSF) y Oxfam para enfrentarse a los gigantes farmacéuticos multinacionales.
Gracias a esto, la asociación de fabricantes
farmacéuticos desistió del juicio contra el
Gobierno sudafricano por la ley de 1997
sobre medicamentos y control de sustancias. Los militantes que participaron en la
campaña TAC y el respaldo masivo de los
trabajadores del COSATU lograron aún
más que el objetivo de mostrar su fuerza
numérica e incluyeron campañas para
concienciar y capacitar a los participantes
de las bases.
La campaña conjunta, TAC/COSATU,
es un estudio de caso crítico ya que en ella
se recurrió a sectores clave de la sociedad
civil para enfrentarse al poder de enormes
intereses corporativos de alcance mundial
y que disponen de recursos colosales. La
campaña demuestra que es posible aislar
y afrontar aspectos de la mundialización
que se consideran perjudiciales. Con respecto al juicio, la alianza incluyó organizaciones gubernamentales e internacionales. Recientemente, se agregaron a la
campaña TAC algunas iglesias para reclamar al Gobierno que declare al VIH/SIDA
una emergencia nacional y que destine los
recursos necesarios para que las personas
infectadas por el SIDAtengan acceso al tratamiento, así como las sobrevivientes de
las violaciones.
La lucha contra el VIH/SIDA se trata
de un asunto que afecta a la clase trabajadora y forma parte de la lucha contra la
mundialización del capital. En el futuro, el
VIH/SIDA formará parte de las negociaciones de los sindicatos y constituirá una
plataforma política clave de todo partido
político que cuente con el respaldo del movimiento sindical. En Sudáfrica, el COSATU se ha convertido en uno de los principales protagonistas de la lucha contra el
VIH/SIDA. En su último congreso nacional (2000) se mostró la primera gran dife-
rencia dentro de la alianza tripartita al
cuestionar la Federación que el Presidente
del país dudara del vínculo existente entre
el VIH y el SIDA. Los militantes contra el
SIDA consideran que esa afirmación socavó los programas de formación y de prevención.
Entre las cuestiones que se negocian
con los empleadores, ahora se incluye:
la no discriminación;
el derecho a la vida privada;
el acceso a la ayuda médica y a los fondos de providencia;
los subsidios por fallecimiento, y
los mayores subsidios para investigación y medicamentos relacionados con
el VIH/SIDA.
Desde el punto de vista de la educación, el VIH/SIDA repercute en la capacidad del país de ofrecer educación pública
de calidad por las siguientes razones:
la disminución de la cantidad de docentes con experiencia;
el aumento del número de huérfanos
por el SIDA;
el aumento de la cantidad de adolescentes infectados por el virus;
el absentismo crónico entre docentes y
estudiantes, especialmente cuando los
estudiantes no pueden asistir a la escuela por tener que atender a miembros
de la familia infectados o tener que
ganar el sustento de la familia, y
los elevados niveles de abandono escolar porque las familias no pueden
pagar las matrículas debido a la merma
de los ingresos hogareños como resultado de la muerte de alguna de las personas que ganaba el sustento familiar.
Esta repercusión negativa socava los
objetivos clave dentro del marco de la
educación para todos, lo que significa implícitamente que el suministro de educación no debe ser excluyente. En Sudáfrica,
la Unión Democrática Sudafricana de
Docentes (SADTU) ha desempeñado un
47
papel crucial con el Gobierno y con otros
actores clave encaminados a desarrollar y
a aplicar una política antidiscriminatoria
con respecto al VIH/SIDA, para estudiantes y docentes. La SADTU ha ido incluso
más lejos investigando la repercusión de
la epidemia en sus afiliados. Los resultados obtenidos de esa investigación orientarán la respuesta que dará a la epidemia
en el sector de la educación.
Las limitaciones impuestas por la mundialización y el neoliberalismo exigen la
movilización de una estrategia múltiple y
la adopción de un enfoque sectorial, de carácter múltiple, para luchar eficazmente
contra el VIH/SIDA. En la región de la Comunidad de Desarrollo de Africa Austral
(SADC), la IE, junto con otros interlocutores internacionales, se unió a los sindicatos de docentes y a los ministerios de salud
y educación para desarrollar proyectos de
colaboración a fin de aplicar las resoluciones del congreso mundial de la IE y las recomendaciones emanadas de la Conferencia Mundial de la Salud. En Sudáfrica, la
SADTU encabeza el proyecto de colaboración de la IE/OMS con los ministerios de
salud y educación.
Uno de los aspectos positivos de la
mundialización ha sido fomentar la democratización y el gobierno transparente.
En Africa y, más especialmente en Sudáfrica, los sindicatos están desempeñando
un importante papel para respaldar esa
tendencia. En Swazilandia y Zimbabwe,
los sindicatos encabezan actualmente las
protestas pro democráticas. En la historia
reciente, los sindicatos de Zambia y de Sudáfrica fueron las principales fuerzas pro
democráticas.
La deuda, legado de relaciones comerciales desiguales y del colonialismo, continúa sangrando las economías africanas.
En el caso de Sudáfrica, se trata de una
deuda contraída por el régimen opresivo
racista del apartheid que ahora se debe
pagar en detrimento de los sudafricanos
pobres. En este momento, campañas internacionales en favor del alivio de la
deuda, tales como el Jubileo de 2000, han
obtenido el respaldo de la Confederación
Internacional de Organizaciones Sindica48
les Libres (CIOSL). La resolución final de
la Conferencia Mundial contra el Racismo
apunta a una mayor comprensión y
acuerdo con respecto a los orígenes de la
deuda y del subdesarrollo, así como a la
necesidad de que la comunidad mundial
corrija ese problema.
En el Foro Mundial de Educación de la
Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO), celebrado en Jomtien (Tailandia) en 1990, se fijaron una serie de objetivos para el suministro básico de educación. Sin embargo, dichos objetivos no se
alcanzaron. En la segunda conferencia, organizada en Dakar en 2000, se establecieron las siguientes metas:
Solicitar a todos los Estados que para
el 2002 desarrollen o refuercen los planes nacionales existentes.
Eliminar las disparidades de género en
la enseñanza primaria y secundaria
para 2005, y alcanzar la igualdad de géneros en educación para 2015.
Para el año 2015, todos los niños, especialmente los que corren peligro, deberían disponer de acceso a la enseñanza
primaria gratuita y obligatoria de
buena calidad y cursarla completa.
Para 2015, se debería alcanzar el 50 por
ciento de la mejora en los niveles de alfabetización adulta y un acceso equitativo a la educación básica y permanente
para los adultos.
Para evitar que se repita el récord de incumplimientos por parte de los gobiernos,
se lanzó la Campaña Mundial en Pro de la
Educación, como una alianza estratégica
con la IE, Oxfam Internacional, ActionAid, la ISP y otras muchas organizaciones.
El principal objetivo consiste en que los gobiernos cumplan los compromisos asumidos en Jomtien y en Dakar y consigan para
2015 el logro de una educación pública de
calidad disponible para todos.
La mundialización también plantea
cuestiones de género. Para poder apreciar
plenamente la relación entre mundialización y género es necesario un profundo co-
nocimiento de los vínculos entre la posición económica de la mujer, la opresión de
géneros y el nuevo orden económico mundial. Es fundamental que los sindicatos incorporen a su labor un enfoque de género.
Por ejemplo, los países, principalmente
del Sur, cuyo margen competitivo aún provenga de una mano de obra barata, continúan intentando atraer a empresas extranjeras concediéndoles entornos favorables
y exenciones legislativas. Esto se ha observado especialmente durante las dos
últimas décadas en las zonas francas de exportación, donde la mano de obra femenina alcanza el 80 por ciento. En el fondo,
la ventaja competitiva de esos países se
basa en la desventaja socioeconómica y política de las mujeres. Esto plantea la manera
como el sindicalismo se relaciona con los
sectores constituidos por los trabajadores
de las zonas francas industriales, los trabajadores del sector no estructurado y los
vendedores de las calles, los trabajadores
temporales, los trabajadores a domicilio y
los trabajadores que realizan labores domésticas y agrícolas. Para que los sindicatos continúen siendo una fuerza válida en
la sociedad se deben hacer estos cambios
organizados.
Conclusión
Africa no pudo hacer frente al nuevo orden
mundial. Sudáfrica está luchando por incorporarse al nuevo orden como poder subregional pero tampoco en este caso los resultados han sido halagüeños. Entre tanto,
han quedado en suspenso los sueños de
transformar y ampliar los servicios sociales y el suministro de la enseñanza, ya que
los presupuestos apenas alcanzan para
mantener los niveles actuales. Esta situación contribuyó, por una parte, a que se
produjera una creciente división entre el
Gobierno y las clases privilegiadas, y entre
las comunidades de la clase trabajadora y
las crecientes filas de desocupados y marginados, por otra. Este hecho se manifiesta,
por ejemplo, en las ocupaciones de tierra,
en las protestas contra los recortes de servicios públicos y en la reaparición de la militancia sindical. Dentro de este contexto,
los sindicatos y diversas organizaciones de
la sociedad civil se han unido para oponerse a los aspectos más negativos de la política neoliberal y ejercer presión sobre el
gobierno para que cumpla las promesas de
1994. Dada esta situación, que se repite en
todo el mundo y con mayor intensidad en
los países en desarrollo, los sindicatos y las
organizaciones progresistas deben volcarse en las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC) y
sacar el máximo partido de las experiencias ajenas, además de coordinar programas internacionales para luchar contra los
aspectos negativos de la mundialización.
Notas
1
N. Mahomed y S. Vally: «Education and Globalization», discurso principal (Kenton), 1999.
2
D. Johnson: «Lessons from Africa», en Mail and
Guardian (Johannesburgo), 21 a 27 de septiembre,
2001, pág. 7.
49
Prensa africana y mundialización: el cambio sin fin
El nacimiento de una prensa independiente contribuyó, decididamente, al desarrollo del proceso de democratización en Africa. Sin
embargo, la fragilidad económica, la represión dirigida contra los periodistas, la situación persistente de analfabetismo y la brecha tecnológica constituyen otros tantos obstáculos que impiden su desarrollo.
Jean-Paul Marthoz
Director Europeo de Información
Human Rights Watch
E
n los quioscos improvisados de Bamako o de Dar-es-Salaam, las publicaciones se amontonan. Viendo esa profusión de diarios y revistas, podría olvidarse
rápidamente que durante todas las décadas posteriores a las independencias, la
prensa africana se caracterizó por una sumisión casi total al Estado, salvo raras pero
destacables e intermitentes excepciones:
Nigeria, Sudáfrica, Kenya y Senegal. En
nombre de un desafortunado concepto de
«periodismo de desarrollo», los medios
gráficos y la prensa audiovisual se dedicaban fundamentalmente a alabar las
«obras» del jefe de Estado silenciando la
corrupción, la arbitrariedad o la violencia.
La información disponible sobre Africa
provenía de la prensa internacional, que
había enviado a unos pocos corresponsales a las ciudades clave de Dakar, Abidján,
Nairobi y Johanesburgo, y que regularmente hacía que sus enviados especiales
circularan en la región, casi siempre repitiendo las corrientes tradicionales de la
historia colonial. La prensa religiosa tenía
también formada una red que convertía
sus boletines especiales en una valiosísima
fuente de información y análisis. Esa sumisión de la prensa africana también explica el papel preponderante que asumieron las revistas publicadas en las antiguas
metrópolis, Jeune Afrique o Afrique Asie en
París, incluso New African en Londres. Las
radios internacionales – BBC, RFI, Deutsche Welle, Voix de l’Amérique – comple50
taban ese sistema informativo «africano»,
sirviendo muchas de ellas de fuente de información alternativa, incluso de oposición, dirigida a las audiencias africanas.
A finales de los años ochenta, el viento
de libertad que soplaba sobre los países comunistas llegó también a Africa y permitió
la progresiva aparición de diarios, y más
tarde, de emisoras de radio, independientes del poder. La conferencia de Windhoek,
celebrada en 1991 a iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO), consolidó y ratificó ese cambio
de modelo. Su declaración final, proclamando el papel de una prensa «independiente, pluralista y libre», vinculada al progreso de la democracia y del desarrollo, se
convirtió en la referencia de todas las nuevas aventuras de prensa del continente.
En 1994, el Instituto Panos de París señalaba que en Africa occidental «el formidable auge de una prensa escrita independiente desempeñó un papel decisivo en el
advenimiento de un pluralismo político.
La prensa del Estado, tocada en carne viva,
se liberalizó también un poco. Pasadas las
elecciones, esos diarios continuaron manteniendo un debate público, inédito, permanente y pluralista»1. En ese mismo momento, en Sudáfrica, la prensa alternativa
se ocupaba de la lucha contra el apartheid
– Weekly Mail, New Vision –, mientras que
en los países francófonos de Africa occidental se producía una proliferación de
títulos «impertinentes», desde el Cafard
Libéré en el Senegal hasta el Messager en el
Camerún. En los países anglófonos, los
avatares de la prensa reflejaban el carácter
de las transiciones: suave en Ghana y la República Unida de Tanzanía, complicada en
Nigeria y Kenya. En otros países, algunos
medios nuevos de información eran arrastrados por la vorágine de los temas étnicos
y de identidad, desembocando el fenómeno mortífero de los «medios del odio»,
de los que la Radio Télévision des Mille Collines, de Rwanda, se convirtió en el espantoso símbolo durante el genocidio de 1994.
Transcurridos diez años de la declaración de Windhoek, el balance de la liberación de la prensa africana registra marcados contrastes. «En la mayoría de los
países, la prensa constituyó indudablemente un nuevo espacio público y un
nuevo contrapoder», señala Marie-Soleil
Frère, especialista del papel de la prensa
africana en las transiciones políticas. «La
prensa dio legitimidad a las denuncias y
ayudó a la población a manifestar menos
miedo con lo que piensa. Se reformó la legislación y se reforzaron las estructuras
profesionales al crearse colegios de periodistas, como ocurrió en Ghana o Burkina
Faso, así como los observatorios de la libertad de prensa en Côte d’Ivoire»2.
A escala internacional, la prensa africana también se insertó en múltiples redes
de cooperación y solidaridad no gubernamentales, desde la UJAO/WAJA (Union
des Journalistes de l’Afrique de l’Ouest)
hasta el MISA (Media Institute of Southern
Africa). Disfrutó también de un respaldo
permanente de múltiples proveedores de
fondos occidentales, estadounidenses y
europeos, preocupados en la promoción
de la idea de que la libertad de prensa es
también una palanca de acceso al desarrollo equitativo.
No obstante, la prensa africana está
lejos de haber completado el cambio que
necesitaba. Los medios de comunicación
escritos, en primer lugar, siguen siendo
esencialmente urbanos y llegan solamente
a los sectores más acomodados de la población. Esto se debe al precio de venta y
a que, con frecuencia, están escritos en los
idiomas oficiales (francés, inglés, portugués), heredados de la colonización. En
muchos países, la liberalización también
se detuvo ante las puertas de los organismos de radio y televisión. A pesar del acceso a las televisiones por satélite y a las
radios internacionales, ciertos gobiernos
africanos siguen intentando, aunque progresivamente con menos éxito, preservar
su control sobre la radio, el único «medio
masivo» africano de comunicación y,
todavía con más intensidad, sobre la televisión.
Con excepción de polos muy profesionalizados, en torno al Nation Group de
Kenya, de algunos grupos de prensa de
Lagos y Johannesburgo, y del grupo Sud
de Dakar o Fraternité-Matin de Côte d’Ivoire, la prensa africana sigue siendo extremadamente frágil. La mayoría de las
publicaciones adolecen, entre otros muchos aspectos, de la falta de transparencia
en los aspectos contables, de concentración en torno al director/redactor en jefe,
de especialización de las tareas, de la debilidad de la capacitación, de la politización en torno a personalidades locales.
La prensa africana tiene que hacer
frente, sobre todo, a un contexto económico difícil. La falta de inversiones y de
equipamiento, las limitaciones del mercado publicitario, el persistente analfabetismo, acarrean una gran precariedad
entre las publicaciones y explican la fácil
corrupción de los periodistas, muy mal remunerados, y que los editores, con frecuencia, se sometan a grupos políticos o a
intereses financieros.
En la mayoría de los Estados, la prensa
también debe hacer frente a la represión.
Se intimida constantemente a las redacciones de prensa más contestatarias mediante el uso «anárquico» de la ley. Las antiguas legislaciones coloniales sobre los
delitos de sedición o de insulto al jefe del
Estado y las rígidas leyes relativas a la
difamación o el secreto, generalmente permiten que los periodistas terminen ante
los tribunales o en prisión. Por ejemplo,
entre 1991 y 1996, en Zambia se entablaron contra el Post más de 100 juicios por
difamación.
51
Robert Ménard, director de Periodistas
sin Fronteras, declaraba: «En última instancia, la cantidad de detenciones es buena
señal. Si en la actualidad se detiene en
Africa a más periodistas que hace diez o
veinte años, es porque hay periodistas
para encarcelar, es decir, gente que hace su
trabajo. Hace quince años, en ciertos países africanos no había nadie a quien detener porque había un solo diario, una sola
agencia de prensa, una sola emisora de
radio y una sola cadena de televisión»3.
En los países en guerra, la situación de
los periodistas es todavía más precaria.
Obligados a tomar partido entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes, en la
mayoría de las veces no pueden ejercer su
oficio. El asesinato es el arma máxima de
la censura: según las listas publicadas por
las organizaciones internacionales de defensa de la libertad de expresión, durante
estos últimos años fue en países africanos
como Argelia, Rwanda y Sierra Leona
donde se registró el mayor número de periodistas asesinados.
Esas situaciones de conflicto complican
también el ejercicio mismo de la misión de
informar: «La prensa congoleña, que habría podido ser un testigo privilegiado se
mantuvo completamente ausente del escenario de la guerra», indicaba la organización congoleña Journalistes en Danger en
la introducción de su Informe 2000 sobre
la libertad de prensa en la República Democrática del Congo. «Se contenta con dar
comunicados oficiales o retransmitir información. Por cierto, si la prensa congoleña
no dispone de muchos medios para estar
presente en los lugares de las operaciones
bélicas, además se le inculca el miedo. Se
le prohíbe presenciar lo que sucede e incluso publicarlo. A menudo, eso se realiza
en detrimento del país. Esto es válido tanto
para el este como para el oeste. Cuando se
atreve, se la acusa de traición.»
Africa y el mundo
La existencia de medios informativos independientes y de una generación de periodistas fieles a su profesión contribuyó,
52
decididamente, a mejorar la calidad de la
cobertura internacional del continente
africano. Actualmente, diversos textos de
los diarios más independientes del continente aparecen regularmente en revistas
internacionales como Le Courrier International o World Press Review.
Se está lejos de la prensa que seguía las
órdenes del partido único y, por lo tanto,
de la opacidad del poder. No obstante,
cuesta desentrañar el contenido de la información. El africanista Stephen Ellis señalaba que «quienes viven fuera de Africa
pueden encontrar abundante información
en la prensa africana pero, al igual que ocurre con la prensa del resto del mundo, para
sacar el máximo de información es necesario leerla dentro del contexto de la cultura dominante»4.
La misma prensa africana es víctima de
sus propios problemas y limitaciones políticas, culturales o financieras. Pese al dinamismo de una prensa que calificaremos
de privada por seguir siendo independiente, los acontecimientos cruciales continúan siendo cubiertos en primer lugar
por la prensa internacional, y luego son retomados en la prensa africana. Eso sucedió, por ejemplo, durante la intervención
del ejército senegalés en Guinea Bissau5, o
con la prensa tanzana durante el genocidio de Rwanda de 1994.
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (Internet y, sobre
todo, los teléfonos celulares) también han
contribuido a cambiar las cosas, no solamente brindando a los periodistas africanos fuentes mundiales de información sino
también permitiendo que las asociaciones
no gubernamentales y los ciudadanos accedieran a la información. Esos medios
permiten asimismo que los diarios africanos salgan de su territorio y lleguen a la
diáspora africana o a los investigadores, y
a las personas que toman decisiones. Según
el departamento de estudios africanos
de la Universidad de Columbia (Nueva
York), en Internet se puede acceder a más
de 120 diarios y revistas africanos6.
A pesar del desarrollo más rápido que
previsto de Internet en Africa, las cifras son
modestas en relación con los países del
Norte. En 2001, se contabilizaron solamente 2,5 millones de internautas (sobre
una población total de 800 millones de personas), debido principalmente a la falta de
líneas telefónicas, al bajo índice de electrificación y al elevado costo que representa
la compra de una computadora7. (Véase
también el artículo de Marc Bélanger,
pág. 37.)
En el ámbito de la informática, Africa
está marcada por una indudable desigualdad. Hay varias Africas. Sobre todo, se
destaca el desequilibrio entre Sudáfrica y
el resto del continente. Los capitales sudafricanos se invirtieron masivamente en los
sectores de las telecomunicaciones y de la
televisión continental, como por ejemplo
M-Net, la primera cadena panafricana. Sudáfrica registra el 80 por ciento de los internautas africanos, y si bien el fin de la
lucha contra el apartheid ayudó a disminuir el interés por Sudáfrica, Johanesburgo sigue siendo una de las principales
capitales periodísticas del continente,
sobre todo para la prensa de habla inglesa.
A ese desequilibrio continental se suman
las diferencias subregionales, como en
Africa occidental, con el particular papel
que desempeñan el Senegal y Côte d’Ivoire
para las informaciones francófonas.
A escala mundial, las radios internacionales difieren mucho de las cadenas de
televisión mundiales. Estas últimas se interesan relativamente poco por Africa y,
frecuentemente, la tratan de manera dramática (guerras y SIDA), o bien oficialista
(una información cercana a las organizaciones humanitarias o patrocinadas por
ellas). Las radios, por el contrario, brindan
una información continua que responde a
criterios periodísticos pertinentes de cercanía. Si bien cada vez más países deben
hacer frente a la competencia de las radios
locales privadas, las radios «internacionales» tienen todavía un peso preponderante
ante los sectores más cultivados de la población ya que esas radios justifican desde
el extranjero las informaciones que se consiguen a escala local.
En los países del Norte, la información
sobre Africa sigue caracterizándose por el
lugar subalterno que dicho continente
ocupa en las prioridades de las redacciones. También es convencional la índole de
los temas que se eligen. A pesar de eventuales esfuerzos por mostrar que Africa
vive, sobrevive y crea, la mayoría de la información se refiere a asuntos trágicos.
Guerras, depredaciones, epidemias, refugiados, constituyen los temas recurrentes
de la información africana. Además, pese
a la nueva tecnología (teléfonos, satélites,
Internet), la información sobre vastas regiones africanas sigue siendo parcelaria.
Muchas veces milicias o bandas impiden
el acceso a las zonas afectadas por crisis
humanitarias. La calidad de la información sobre Africa también se ve limitada
por la falta de conocimiento de la complejidad histórica y cultural de las sociedades
africanas. Este fenómeno agrava la utilización de estereotipos y generalizaciones
sobre dicho continente que ha vuelto «al
corazón de las tinieblas».
Mundialización y pluralismo
A pesar de los adelantos que se lograron
durante la última década en el ámbito de
la informática y de los medios de comunicación, Africa sigue sufriendo por «la desigualdad de los intercambios». La reactivación de la agencia de prensa continental
Panapress es parte de la voluntad de reducir ese desequilibrio y de confiar a los africanos la cobertura de su propio continente.
No obstante, Africa se ve también confrontada en gran medida a las repercusiones de
la mundialización sobre los medios de comunicación. «Los medios informativos
aceleran la mundialización de las empresas africanas introduciendo las formas
políticas, económicas, sociales e incluso
culturales de los países industrializados
occidentales», señala André-Jean Tudesq,
especialista en medios de comunicación
africanos. «El triunfo de la economía de
mercado coincidió con el cuestionamiento
de dirigentes de muchos Estados africanos
y con la expresión de nuevas aspiraciones.
Sin embargo, los medios de comunicación
– sobre todo, la televisión – reflejan también la vida de sociedades modernas y más
53
prósperas, que motivan comparaciones,
frustraciones y reivindicaciones tanto más
violentas cuanto más se deterioró el nivel
de vida de numerosas poblaciones africanas con las crisis»8.
En efecto, ¿cómo proteger la diversidad cultural africana frente a los medios
informativos occidentales que invaden las
programaciones televisivas, a menudo
pobres y carentes de capacidad propias de
producción? André-Jean Tudesq concluye
diciendo que «los africanos ven al resto del
mundo a través de los ojos de los occidentales, incluso a los demás Estados africanos».
Notas
1
Institut Panos, Programa de respaldo al pluralismo y la información en Africa occidental (París),
1994-1997.
2
Marie-Soleil Frère: Presse et démocratie en Afrique francophone (París), Karthala, 2000, 540 páginas.
3
L’Autre Afrique, 13-19 de enero de 1999, pág.16.
4
Stephen Ellis: Reporting Africa, Current History,
mayo de 2000 (Filadelfia), págs. 221-226.
5
Institut Panos: Médias et Conflits en Afrique
(París), Karthala, 2001.
6
Mike Jensen: Making the Connection: Africa and
the Internet, Current History (Filadelfia), mayo de
2000, págs. 215-220.
7
Caroline Laporte: Etat des lieux de l’Internet dans
huit pays d’Afrique, julio de 2001, Centro Francés de
Comercio Exterior.
8
André-Jean Tudesq: Les médias en Afrique
(París), Ellipses/Infocom, 1999, págs. 7-8.
54
La fuga de cerebros
Cerca de la tercera parte de los recursos intelectuales de Africa se
halla en otras latitudes a pesar de que al continente le beneficiaría
más contar con ellos. Se debe a un problema vinculado simultáneamente a las estrategias de desarrollo y a las políticas de empleo. El
regreso se impone pero no es suficiente.
André Linard
Director de Información
Confederación Mundial del Trabajo
E
ntre 1960 y 1975, abandonaron anualmente el continente alrededor de 1.800
africanos altamente cualificados. Durante
el período de 1975 a 1984, esa cantidad creció de 4.000 a 12.000 personas por año en
1990, y 23.000 actualmente. Para Africa eso
representa alrededor de la tercera parte de
sus recursos humanos de ese nivel»1, declaró el año pasado el Sr. Rossi, representante de la Organización Internacional
para las Migraciones (OIM), puntualizando que esas cifras no incluyen a los estudiantes que no vuelven a sus países una
vez terminados sus estudios. De la misma
manera, el 2,7 por ciento de los profesionales indios vive en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Lo mismo
sucede con el 3 por ciento de los profesionales chinos, el 7 por ciento en el caso de
Egipto, el 8 por ciento para Sudáfrica, el
10 por ciento para Filipinas, el 15 por
ciento para la República Popular Democrática de Corea, el 25 por ciento para Irán
y el 26 por ciento para Ghana. En lo que se
refiere a los profesionales jamaiquinos, el
77 por ciento vive en los países más industrializados2. «Esas corrientes son suficientemente grandes para constituir una
verdadera ‘fuga de cerebros’»3.
El éxodo o la fuga de cerebros4 se manifiesta fundamentalmente de dos maneras. La primera es atrayendo a estudiantes
de países en desarrollo hacia centros de
capacitación situados en los países indus-
«
trializados. La intención declarada es loable: proporcionar capacitación a jóvenes
que posteriormente se pondrán a disposición de sus países de origen. No obstante,
la realidad es diferente. Muchos profesionales, no queriendo afrontar las difíciles
condiciones de vida que les espera, no
vuelven a sus países o retardan lo más posible el momento de hacerlo.
El segundo método consiste en atraer
hacia los países del Norte a técnicos de alto
nivel, investigadores universitarios o intelectuales ya formados. Este método, muy
selectivo, se utiliza a causa de la enorme
brecha abierta entre las condiciones de trabajo de las empresas de las que provienen
y las de las empresas a donde se dirigen.
Puede tratarse de empresas privadas, instituciones internacionales, o incluso de
universidades, con o sin la ayuda de los
Estados del norte del planeta.
Una mercancía
Las organizaciones sindicales ven en esas
maniobras principalmente que la mano de
obra pasa a ser considerada una mercancía: «Alemania importará 30.000 expertos
en informática», decía un titular del diario
francés Libération (28 de febrero de 2000),
utilizando el mismo término como si se
tratara de la importación de ganado o de
objetos. Otros se preocuparán de los problemas de desarrollo que origina tal des55
plazamiento: «En Africa, los recursos humanos constituyen el fundamento de la riqueza de las naciones. Ese continente tiene
gran necesidad de conservarlos y crear las
condiciones favorables para el regreso de
los cerebros que emigraron», señalaba el
Sr. Rossi.
En el caso de Africa, las migraciones todavía se encauzan siguiendo los canales de
las antiguas relaciones entre la metrópolis
y las colonias. Francia, Bélgica, Portugal, el
Reino Unido continúan recibiendo inmigrantes procedentes respectivamente de
Africa occidental, de la región de los Grandes Lagos, de Angola, de Mozambique y
de otros territorios de habla portuguesa, así
como de Africa oriental y austral. Sin embargo, esta repartición ya no es tan sistemática, principalmente debido, por una
parte, a la creación en Europa de la zona
denominada Schengen y, por otra, al aumento del número de inmigrantes clandestinos que penetran por cualquier
medio. Sin olvidar tampoco la atracción
que ejerce América del Norte ni, por supuesto, las migraciones dentro del mismo
continente africano.
El fenómeno del éxodo de cerebros no
es algo nuevo. En el transcurso de los últimos años, se registraron dos evoluciones
diferentes. Por una parte, se produjo un
aumento cuantitativo. Por otra, gracias al
perfeccionamiento de las técnicas de comunicación, hubo un movimiento en sentido inverso. Así, actividades que anteriormente se llevaban a cabo en los países
industrializados utilizando mano de obra
inmigrante capacitada, se desplazaron a
los países de donde provenía dicha mano
de obra. Es conocida la competencia en informática de los técnicos indios; menos conocido es el hecho de que las llamadas telefónicas a ciertas centrales de llamadas,
automáticamente se desvían hacia países
del Sur donde hay instaladas centrales, sin
que los clientes se den cuenta. Allí los telefonistas aprenden a hablar sin acento y
se les pide que escuchen los boletines meteorológicos o los resultados de los partidos europeos de fútbol para poder responder a eventuales comentarios de los
clientes al respecto. No obstante, esta úl56
tima tendencia afecta sobre todo a la mano
de obra con un nivel de formación bajo o
medio.
Personas y empresas
Al igual que ocurre con el resto del movimiento migratorio, el éxodo de cerebros se
puede considerar desde una perspectiva
individual o colectiva. Como persona, el
investigador o el técnico contratado por
una empresa, institución o universidad de
un país industrializado probablemente
consiga una remuneración más elevada, y
también, mejores condiciones materiales
para aplicar su capacidad, obtener resultados en sus investigaciones, etcétera. Al
igual que en el caso de otros trabajadores
migrantes, si lo desea, el profesional también podrá enviar dinero a los miembros
de su familia que quedaron en el país, contribuyendo así a mejorar sus condiciones
de vida. Según el Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD), «el volumen mundial de los salarios repatriados habría
incrementado de 2.000 a alrededor de
70.000 millones de dólares entre 1970 y
1995»5. En el mejor de los casos, se invertirán los recursos ganados en el extranjero
para iniciativas creadoras de empleos.
Sin embargo, considerada desde el
punto de vista colectivo, la migración representa una ganancia a corto plazo y una
pérdida a largo plazo para los países de
origen. Esto sucede en el caso del éxodo de
cerebros pero también se aplica en general
a la salida de emigrantes.
A corto plazo, la migración proporciona un buen cúmulo de divisas gracias a
las cantidades de dinero que envían los
emigrantes. Esa fuente de ingresos, a
veces, supera los ingresos obtenidos por
exportación. Incluso ciertos países cuentan con ese resultado.
Según Mario Cervantes, experto de la
OCDE, «en los años sesenta, la India optó
por desarrollar institutos superiores tecnológicos más que escuelas primarias. Se
constituyó una verdadera industria privada de capacitación para la exportación,
al igual que se hizo en Filipinas. Una agencia india especializada en emigración es
uno de los principales solicitantes de visados estadounidenses para trabajadores altamente cualificados»6.
Sin embargo, la OIM considera que fundamentalmente «es una pérdida económica. Las corrientes migratorias organizadas por los países del Norte dejan en la nada
las inversiones en materia de formación».
En efecto, por una parte están los «cerebros», que a menudo asistieron durante
largo tiempo a las raras infraestructuras de
capacitación disponibles en los países en
desarrollo y que, llegado el momento de
devolver a sus países los beneficios de esa
inversión, sacarán provecho de sus capacidades en otras latitudes. Por otra parte,
está el conjunto de las migraciones que,
como observa la Confederación Mundial
del Trabajo (CMT), « están compuestas por
las personas más dinámicas, más jóvenes
y mejor (o menos mal) capacitadas; de allí
que representen una gran pérdida para los
países de origen»7. Este fenómeno llega a
tal punto que el Ministro de Tecnología de
Informática de la India se pregunta por
qué un país pobre como el suyo «subvenciona el sistema educativo y la economía
de los Estados Unidos».
Positivo para las empresas
Para los países industrializados la comparación entre las ventajas y los inconvenientes de la migración también es ambivalente. Por una parte, en la columna del
«pasivo», la opinión pública quisiera inscribir, quizás con demasiada rapidez, la
presencia «de extranjeros, de personas diferentes que no tienen nuestra cultura».
Olvida, de esta manera, que toda la historia de la humanidad está hecha de migraciones, de encuentros de culturas y de
mestizaje.
Siempre en la columna del «pasivo», se
inscribirá también que la llegada de inmigrantes puede servir para ejercer presión
a fin de que bajen los salarios y las condiciones de trabajo. Cuando en un segmento
del mercado laboral surge una escasez de
trabajadores, la mera aplicación de la ley
de la oferta y la demanda debería hacer
que aumentaran las remuneraciones. Al
recurrirse a trabajadores extranjeros, se interrumpe esa dinámica e incluso se incorpora un excedente de mano de obra que
puede acentuar la competencia entre los
trabajadores. Corresponde entonces a las
organizaciones sindicales no caer en la
trampa y luchar para que todos los trabajadores, inmigrantes o no, gocen de las
mismas condiciones.
Este fenómeno concierne a la totalidad
de los migrantes y muestra claramente que,
si bien individualmente esos trabajadores
pueden disfrutar de una mejora de sus condiciones de vida, globalmente, los países
de acogida son los principales beneficiarios
de las migraciones. Dan testimonio de esto
los debates sobre la «necesidad» de los países industrializados occidentales de volver
a abrir sus fronteras a los inmigrantes para
hacer frente al envejecimiento de sus poblaciones activas8. La perspectiva de una
acogida muy selectiva de trabajadores inmigrantes correspondiente a las necesidades e intereses precisos de los países de acogida, así como el ingreso de inmigrantes
durante períodos limitados, se ajusta perfectamente a esta lógica.
La migración de «cerebros» se enmarca
perfectamente con esta manera de actuar
puesto que se trata de una selección muy
precisa, casi individual.
¿Se debe entonces promover las políticas que fomentan el regreso de los «cerebros» a sus países? Esto es lo que preconizan tanto acuerdos bilaterales entre los
países como instituciones como la Organización Internacional para las Migraciones,
que instauró en distintos países industrializados programas de «regresos voluntarios». Pero ¿qué eficacia se deriva de estas
«medidas»?
Roland Ramamonjy, ex periodista de
Radio Nederland, explicó en Madagascar
a la Agencia Syfia que «no se da a los intelectuales su justo valor, mientras que se
busca en otros lugares a los técnicos malgaches por sus conocimientos». Muchos
ceden a la tentación de ganar mucho dinero, algunos resisten, otros vuelven. «Yo
57
participé en la fuga temporal de cerebros
trabajando solamente de tres a seis meses
en Holanda, Francia y el Canadá», agrega
Roland Ramamonjy, «me hubiera podido
quedar pero el sentimiento patriótico fue
más fuerte».
En ocasiones, a su regreso, el ex emigrante ve realzada su posición social. En
otras ocasiones, su regreso se considera un
fracaso: «Hayan o no sido expulsados, se
considera que quienes vuelven son los que
‘fueron echados de París’ y se les hacen
bromas interminables. Esa persona aceptará lo que sea para no pasar esa vergüenza. Se los llama entonces abetela, un
juego de palabras que significa que es un
hombre terminado»9.
La relación entre la vuelta al país de origen y el desarrollo no es automática. Se la
debería estudiar más detenidamente, aunque sólo fuera para verificar si, finalmente,
esos programas no son una manera de que
los países industrializados se desembaracen de los inmigrantes que ya no les resultan útiles. La primera condición de su éxito
consiste en que en los países de origen haya
empleos disponibles. La segunda, se refiere
a la reducción de la diferencia salarial con
los países industrializados porque, de lo
contrario, persistirá la tentación de emigrar. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) favoreció las inversiones en México pero no redujo la
emigración hacia el Norte, precisamente
debido a esa diferencia de ingresos.
Por lo tanto, la problemática se debe enfocar en el sentido de un desarrollo como
condición y no como consecuencia de la
vuelta de los cerebros. Esta observación
coincide con numerosos análisis y reivindicaciones de las organizaciones sindicales con miras a que se orienten las opciones económicas hacia el bienestar de las
poblaciones, se termine con los programas
de ajuste estructural que reducen los medios de acción de los Estados, y se conciba
la inserción en la economía mundial como
un medio de desarrollo y no como un fin
en sí misma.
Contrariamente a los conceptos de las
instituciones de Bretton Woods, la lucha
contra la pobreza no puede consistir en
58
¿Un impuesto
a la fuga de cerebros?
¿Y si se gravara la fuga de cerebros? Dos asesores del Instituto McKinsey, de Washington,
consideran que tal impuesto, redistribuido
entre las empresas de los países de origen que
conservan a sus «cerebros» o los hacen volver,
sería una manera de contrarrestar la pérdida
que sufren los países en desarrollo. Únicamente la India perdería anualmente 2.000 millones de dólares estadounidenses debido a
la fuga de 100.000 expertos en informática
hacia los Estados Unidos. Sin embargo, es necesario que las condiciones de trabajo y de investigación y los salarios que se pagan a esas
personas les disuadan de abandonar su país.
Según el Financial Times, los mismos autores
del estudio reconocen que esa perspectiva
tiene pocas probabilidades de funcionar.
Sería necesario que ese impuesto se recaudara
allí donde se encuentra el «cerebro», es decir,
en los países industrializados, pero a éstos no
les conviene en absoluto.
Basado en InfoSud/Suiza
«ayudar» a las víctimas de ese flagelo mediante «colchones sociales» que no corrijan los mecanismos que originan la pobreza. Por el contrario, se puede combatir
las causas de la pobreza a través de políticas de empleo digno y generalizado, respetando entonces las normas internacionales del trabajo.
En ese sentido, la fuga de cerebros se
vincula al mismo tiempo con los intereses
internacionales y los desafíos nacionales.
Está asociada a la problemática de la propiedad intelectual, puesto que la tendencia actual a concentrar las patentes en los
países y las empresas del Norte privará
aún más a los países en desarrollo de los
medios para la investigación. Debido a
sus vínculos con el empleo y con las políticas de desarrollo social, esta problemática tampoco es ajena a las preocupaciones sindicales.
Notas
1
Coloquio organizado por la Agencia InfoSud
(Bruselas, 8 de diciembre de 2000).
2
W. Carrington, W. y E. Detragiache: en Finances
et Développement (Washington, FMI), junio de 1999.
3
CMT: Les migrations et l’Afrique, Labor-Magazine, 97/4.
4
Un día se debería escribir un artículo sobre «la
fuga de pies», es decir, la de los deportistas de alto
nivel que venden su talento en el extranjero y, a veces,
terminan mal cuando ya no rinden bien. Pero ésa es
otra historia.
5
UNRISD: Mains visibles: assumer la responsabilité
du développement social, Ginebra, 2000.
6
Le Monde (París), suplemento económico, 6 de
marzo de 2001.
7
CMT: Les travailleurs migrants. Informe anual
sobre los derechos de los trabajadores, 1999. Véase
también André Linard: Las migraciones y la mundialización: los nuevos esclavos, CIOSL, 1998.
8
Esos debates se intensificaron desde la (controvertida) publicación en 2000 de un informe de la División de Población de las Naciones Unidas sobre las
proyecciones demográficas: Replacement Migration: Is
it a solution to declining and ageing population?
9
Mayoyo Bitumba Tipo-Tipo: Migrations NordSud. Levier ou obstacle? Les Zaïrois en Belgique, Cahiers
Africains, no 13, 1995, citado en La Revue Nouvelle
(Bruselas) por J. Cl. Willame.
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