Imprima este artículo - Publicaciones

Anuncio
RES EÑA S
NAR RAT I VA
cont enci ón dram ática muy bien lograd o en la med ida en que Ros ero
se va meti endo cada vez más en la
angu stia de Jere mías And rade y e n
la psic olog ía -o, mejo r, pato logíacole ctiva de ese pueb lo perd ido en
las mon taña s y lleno de odio y resent imie nto. Son poco s pers onaj es,
apen as delin eado s, más bien simb ólicos , de tal man era que el énfa sis
está pues to en ese enfr enta mien to
entr e el dolo r limp io y la conc ienc ia
clara del anci ano y la mor bosi dad de
todo lo dem ás.
En el /ejero es real men te lo que
uno podr ía calif icar com o una novela dura , desp iada da, en la que no
hay espe ranz a para nadi e, pues al
final todo term ina en el abis mo. Así
es la guer ra, así es la viol enci a: engend ra mue rte, basu ra, esco ria, podred umb re. Y en esto pare ce dele itars e Ros ero, no mor bosa men te,
sino con una crud eza que espa nta,
pero que a la vez nos mue stra sin
conc esio nes, sin amb igüe dade s, así,
de tajo, la real idad que logr a enge ndrar la viol enci a.
call es de Pop ayán , fant asm a de
Mosquer a y del auto r mismo, amb os
paya nese s, fant asm a de noso tros
mism os. part ícipe s de una histo ria
del ruid o y de la furia que es la historia de Colo mbia . A poco de mue rto, Mos quer a "ord enó a su alma convert irse en fanta sma . Y sólo así pudo
desc ansa r en paz y gana r su últim a y
definitiva bata lla" (pág. 637). No es
poca cosa inten tar hace r carn e a este
fant asm a biza rro, que no pued e descans ar aún en paz torn and o a la
nada , abig arra do, más bien opac o.
fant asm a a vece s tam bién tran slúcido, y no es poca cosa inten tar que
habi te entr e noso tros, en una narr ación que fluye , ella mism a com o un
río, con su estil o fluen te de frase s
larga s, rebo sand o aquí y allá en la
desm esur a sobr eabu nda nte y de
pron to supe rflua , entr e frescos oasis y el desi erto ilímite, emp rend iendo una nave gaci ón agua s arrib a en
proc ura de las fuen tes, a part ir del
pers onaj e salie ndo por últim a vez de
Pop ayán mon tado en su caba llo
Esci pión rum bo a la mue rte en su
haci enda Coc onuc o (pág. 43). Com o
BEA TRI Z HEL ENA
ROB LED O
los salm ones que se deja n mor ir o
está n ya mue rtos y. ahíto s. se deja n
ir corr iente abaj o desp ués de habe r
coro nado las fuen tes. com o la culebra que se com e por la boca . el autor, que habl a en terc era pers ona.
com o meti do. cual espía, dent ro de
la cabe za de Mos quer a, junt o con el
personaj e mism o rem onta n el río de
su vida. afro ntan do los mea ndro s y
rem olin os. los rápi dos. las agua s
man sas y las ema naci ones pútr idas .
las aver ías técn icas y climáticas. los
tron cos desa rraig ados que baja n por
la corr iente a la band ola, las bote llas con los men sajes aden tro tirad as
por antig uos y recie ntes auto res que
han cons agra do una obra a don Tomás Cipr iano , sorte ando tamb ién los
coco drilo s y el cont agio de la masquer a pulu lante en e l tróp ico ecua toria l, nave gam os todo s en la misma emb arca ción . En esta emp resa
nos pare ce que a la post re sale bien
libra do el auto r, con la paci enci a del
lecto r que viaja en diligencia en pleno siglo XXI , y que anhe la una sintaxis casi teleg ramá tica, la Sonr isa
sin gato de Alicia. El auto r. emp ero,
Hijo de tigre
nace pintado
El dem ente exquisito.
La vida estra falar ia
de Tom ás Cipr iano de Mos quer a
Víctor Paz Otero
Villegas Edit ores, Bogo tá, 2004 , 636
págs., il.
Del río y del tiem po trata esta nove la, aunq ue fuer a un " tiem po nunc a
reco brad o" (pág . 129), sien do que
"nue stra histo ria es la estre cha cerr adura abie rta haci a un pais aje obsc eno dond e se desm ante la la espe ranza" (pág. 130). Emp ero, quiz ás sí lo
sea a la post re, un tiem po reco brado en la nove la y en el auto r, la recupe ració n de un fanta sma , vaga ndo entr e exta siad o y deso lado por las
I OLir iN C' IILTU IAL V
,,..
11¡
III L IO O IÁfi CO, VOl . 42 , l<l) lol , bll , 2005
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
r '391
RESEÑAS
\ \ I U< \1 1 \ . \
~ ~c r ib~
un poco como l!n la época
qUI: narra. d siglo XIX. y ~ s t <í casi
s i~ mpre L' mbcksado con el asunto.
v L' !:> así como leemos con emoció n
los am ores de don Tom<b con las jóv c n L'~ italianas. dando cuerpo fu gaz
L' inte rmitent e al alm a de poe ta de l
g...: n ~ ra l inspirado con los sonetos de
Pct rarea a través de las damas extranje ras y divinas q ue le permite n
ali vianarse un poco el peso d e la
tie rra en la geografía de Colombia.
baj ar el mapa de sus hombros y la
bandera de su pecho. sumergiéndose e n las aguas de Sandro Bottice lli,
ca ut ivo. e n un santiam é n. de ese
.. demiurgo lúdico y travieso .. (pág.
574). duende sofocado de manera intermitente por la curia familiar. del
Estado. del pí'\trimonio y la milicia.
Y prueba de la recuperación de un
tiempo que implicó la factura de esta
o bra es la postrera ilustración que
trae, un retrat o-pintura del mismo
Paz Otero. M osquera alucinado y
alucinante. donde se nos muestra al
fantasma redivivo , más allá del bien
v del mal en esta tierra . hecho carne
•
y que habita e ntre nosotros, e n la
cabeza y las manos del autor alucinado. esta pintura sobre cartón que
es como su firma al concluir la obra
extensa, el portaestandarte que clava y co nsolida un territorio, su canto de pájaro, siendo de principio a
fin la vida del general y la novela
misma una especie de combate, una
maquinita de guerra erigiendo un
estilo que se abre camino y logra
expresar lo antes casi inexpresable,
con recaídas y tropiezos y lentas demo ras de un viaje en diligencia. En
la carátula, aparece un retrato de
Mosquera muy severo y muy gallo,
en parada marcial o ceremonial, de
un óleo reciente de Juan Cárdenas.
Y la primera ilustración que encabeza e! libro, de un dibujo de Ramón Torres Méndez, muestra al general Mosquera, al coronel Agustín
Codazzi y otros jefes del Ejército del
Norte entrando al galope en diciembre de 1 854 a Bogotá, después de
haber reducido al general usurpador
Melo. Así que la geografía cabalga
codo a codo con las artes marciales,
y a través de la novela vamos comprendiendo en un solo hatillo el
[140]
amo r dl! Mosquera por el territorio
y po r las mujeres. su devoción por
los mapas y la geografía y e l ardor
de la milicia en su alma apasionada.
abigarrada .
.,
(
bir la línea que sigue el centro de
gravedad de cada movimiento, pues
hay que go bernar éste en el interior
de la figura , siendo que esta línea es
precisamente el recorrido del alma
A )
También corriente abajo del río,
hemos dicho, bajan las botellas que
encontramos con los mensajes adentro y que narran los naufragios. desastres y miserias de la guerra, en
boca de los autores que han consagrado una obra a este personaje dotado de un particular G emür, un
afecto, talante o temperamento (que
se refiere también al tiempo: rayo
caído de cielo sereno de Popayán)
complejo. Y Paz Otero ahora se propone ir más lejos que aquéllos,
Mario Perico Ramírez, Germán
Zarama de la Espriella, Joaquín
Estrada Monsalve, "La historia es
hemofílica: si la exprimiéramos entre el puño, gotearía glóbulos rojos" ,
Joaquín Tamayo, William Lofstrom,
y nos parece que lo logra, ir más allá,
apoyándose en ellos, montándose al
anca en el caballo del enemigo si es
el caso. Esta elusiva tarea de descri-
-
l ~
1
del personaje, sólo se puede captar
entonces situándose justo en el centro de gravedad de la marioneta, a
la que, para hacerla bailar, hay que
bailar, al son de un Mosquera-moderno-múltiple, y para mejor cerciorarse , véanse uno a uno los once distintos retratos del hombre a lo largo
del texto. En esta galería se encuentran el rapaz, el fatuo, el poderoso
amo y señor hombre de Estado, el
hombre de la espada al cinto: "mi
hermano el arzobispo nació para dar
bendiciones y yo nací para dar sablazos", el cruel, el águila vieja que pinta el autor, el misterioso y arrogante
legionario casi curtido de regreso tras
años de estancia en Europa y masón
(retrato-litografí a en el Museo Nacional que aparece en la página 389, con
Mosquera de 45 años), reunidos en
un mero individuo, también en esta
galería está el dulce, sufrido y gentil
a O LE T h < CULTU aA L Y ara LIOO a .4fiCO , VOL • • l .
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
N OM.
68 ,
l OOS
RESE ÑAS
NA RR ATIV A
Tom ás Cipri ano (en la págin a 394, a
sus seten ta y dos años ), a la par que el
herm oso y algo arrog ante joven (página 10), quizá antes de contr aer las
insignias de la guerr a en la cicatriz de
su mand íbula y su boca , la roja insignia del coraj e que adqu iere en la batalla de Barb acoa s comb atien do al
indio Agua longo y su tropa afect a al
rey, cuan do le diero n un balaz o a quemarr opa que le parti ó la quija da atravesán dole la lengu a, esta herid a en su
desti no de guerrero salvaje que bien
narra Paz Oter o y sella así la graci a y
la desgracia de su vida, tanto sus proezas como la soled ad final inexo rable
de Masc acho chas, la soled ad al final
del cami no que es tamb ién la de Bolívar y la de Geró nimo y que descr ibe
Geor ges Dum ézil en Gracia y desgracia del guerrero salvaje. La comu nión
de Mosq uera con Bolív ar, siend o espont ánea, igual que su comú n fobia
por Sant ande r, proy ecta regio nes de
somb ra incie rta en la nove la: "Más
que una amis tad profu nda y estre cha
del alma , los había unido una sospecha inqui etant e: la soled ad de la vida.
La terrib le fatali dad de sabe r que los
homb res de guer ra eran los olvid ados
del amor " (pág. 58). Sin emba rgo,
Bolív ar no está lejos del amor en medio del cami no de su vida, y tamp oco
la juven tud de Mosq uera está lejos del
amor. Mosq uera más bien presi ente,
junto con Bolív ar, la soled ad final del
guerr ero inelu ctabl e. Nos parec e que
antes de empe zar a mori r, cuan do se
topan estos dos guerr eros, Bolív ar tiene un pueb lo aden tro y no está tan
uno-s olo en el mund o como parec e, y
lo tiene tamb ién Mosq uera, un pueblo aden tro, aunq ue lo vive como desierto , deso lado, y se vive a sí mism o
como un exiliado, como un Uno- solo
frent e al Mun do, cual artist a romá ntico, así lo trae Paz Oter o, y es veros ímil, que no es preci same nte el caso
de Bolív ar, salvo quizá en su prim era
juven tud.
Las cosas se parec en a su dueñ o, así
que Paz se contagia a veces, en la sintaxis, del boato y del cerem onial afecto al gene ral, incluida la identificación
del perso naje con su " héroe mítico y
legen dario " (pág. 285). Com pone de
mane ra algo tortu osa much as frase s,
abun dand o en cornos, escamas irnbri-
cadas de la piel de la culeb ra que se
come por la cola, lo cual nos distancia
de la cosa y nos fatiga : "El gobe rnador de la plaza tuvo la feroz idea de
conv ertir a Agua longo en una especie de Barr abás de la indep ende ncia
y perm itió que las extra ñas gentes de
esa ciuda d profu nda y equív ocam ente
alien ada en los ritos casi de una tauroma quia que se anud an a la pasión
de Crist o y a esa lúdic a morb osa del
sufri mien to que se expre sa en su famosa Sema na Sant a, pudie ran ir a ver
en el patio de una prisió n con rejas al
héro e venc ido" (pág. 279). En otra
parte : "Ima ginaba que, de siglo en siglo, algui en acum ularí a sobre su cerebro y sobre su sensibilidad el impa cto
desqu ician te y la energ ía tumu ltuos a
de ese lugar como embr ujado y podría conv ertirl o en deste llos de una
fulguración arras adora que les explicara el senti do y el significado de esa
como etern idad y ese olvid o que allí
se conju gaba n como un enigm a contradi ctori o para impr egna r de asombro ese extra ño lugar dond e había n
nacid o" (pág. 44).
m l~ r... r
~"~~'
La inicia ció n del guer rero pasa
por un desie rto: Bolívar salió de él
con un pueb lo aden tro y afuer a, ligado con un pueb lo aunq ue difus o
cual nieb la e n la prad e ra , vago ,
evan escen te. jnest able. laten te y actual. y re itera mos que tamb ién
Mosq uera tenía el suyo meti do en
su alma apas ionad a por la geog rafía
y por las negri tas y las mula tas a las
que enco ntrab a en su inme nsa haciend a Coconuco , en Carta gena , en
Jama ica, en Pana má. etc. Esta liga
de Bolív ar con un pueb lo lo distin gue de Mosq uera, pese a que: "Tenía la vanid ad de creer que entre los
ojos de él y los del prop io gene ral
Bolív ar exist ía una evide nte afinid ad, una extra ña fami liarid ad, que
le conc edía con el Libe rtado r una
espec ie de herm anda d, no fund ada
en la sang re ni en el paren tesco, pero
sí nacid a en ciert a actitu d de pode r
desp recia tivo cuan do en ocasi ones
conte mpla ban el mun do y el resto
de los mort ales" (pág. 285). Andaba a cont raco rrien te, Mos q uera ,
como Bolív ar, pero , a difer encia de
Df p 11,
SJf _
IO LITIN CULTU IAL Y IIILI 00 1 4PICO . VOL . 4 1 . N Ú
N . 61!. 1005
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
\
RESEÑA S
1 1< H 1 1 1 1 .-1
é:-. t~. aq ué l e ra una presa pa rcial de
~u c a~t a . del árbol ge nea lógico. de la
parc:ntcl a. de la conyuga lidad. de sus
propie dades . a un sí e l a utor. e n la
recapi tul ació n fin al que haced pe rso naje de su vi da exte nsa. e xpresa:
"N unca se sinti ó e n estricto sentido
mie mbro de una clase. nunca practicante de una re li gión heredad a.
nunca deposi tario de un legado fa m iliar o ciudada no que pudiese im pone rle las paut as y las no rm as a
las que de bía aj ustar su conducta y
sus actos" (pág. 23). Parecen de ma- .
siado tajantes estos nunca. y precisame nte po rque muchas veces. como
ve mos a lo largo de la nove la. fue
tan to rtuosa la prue ba de iniciació n
de Mosquer a hasta volverse un hombre de g ue rra abonad o en ide al
renacent ista. tallá ndose a sí mismo.
aplicánd ose la lecció n de Pico della
Mirando la. e n Oración acerca de la
dignidad del hombre, al mostrarn os
e l mil agro de ser un hombre e n la
condició n que le es e xclusiva e ntre
todas las innúme ras diversas criaturas. la condició n de no te ner nada
propio y hacerse a sí mismo a partir
de las cosas que tome de las de más
cria turas de la tie rra y de l cielo, de
las demás cosas, del clima, del ambiente ... ·•a fin de que de ti mismo,
casi a rbit rario y honorar io artífice,
te plasmes y te esculpas en la forma
que prefieras... ¿Quié n no admirará
a este nuevo camaleó n?", pregunta
el jove n filósofo-poeta renacent ista.
A sí, e l é nfasis de la novela e n este
punto decisivo: "Él, como muy pocos dentro de los miembros de su clase y de su casta, como muy pocos dentro de todos sus conciuda danos [... ],
participa ba de la ebriedad confusa de
saberse que era como la expresió n de
un fe nóme no recié n inaugura do en
el escenari o de Amé rica: era un individuo. Un hombre capaz de asumir
por sí y para sí mismo la aventura incierta y problem ática de existir a través d e la concien cia de que era
construc tor y dueño de un destino
persona l. En su fuero íntimo e intransferi ble, sabía con desconc ierto
y con angustia , intuía que tanto Bolívar como é l, y como muy pocos otros,
encarna ban y repre sentaba n esa
como nueva sustanci a y esa como
[142]
lnwh.~·
nueva vitalidad histórica que posibilita la conversi ón de sus vidas personales en un nuevo lenguaje hasta ahora in é dito y d esconoc ido e n las
realidad es de su tiempo histórico "
(pág. 22). Ahora bien, si e l hombre
nada propio tiene y se va a hacer a
través de los otros y las cosas y los
climas a su alcance en e l medio donde vive, hijo de tigre nace pintado y
este hombre hijo del rayo caído de
cielo sereno que es como Popayán va
a hacer de él, con alma de poeta, contrario al cortesan o Julio Arboled a, un
rayo y un pararray os: " La corroboración de esa incierta pe ro estremecedor a sospecha , por eso mismo,
había converti do su alma e n una especie de enloque cido campo de batalla donde se dieron cita violenta y
contradi ctoria todos los demonio s y
todas las confusio nes de su siglo. Afirmarse como tal, reconoc er que era
portado r y engendr o de ese nuevo
caos valorativ o, estaba como en el
origen y el final de todos sus actos" .
La novela se va haciend o cual río
que fluye como despleg ando unos
pliegue s, los amores de Tomás
Cipriano a lo largo de su vida, por
ejemplo , unos cucuruc hos que se
desenvu elven a medida que giran los
molinillo s de perceptos, mezcla inextricable de percepc iones y afectos,
aguas donde navega el narrado r en
tercera persona que sólo una vez
pasa a la primera persona del plural, a propósit o de la Conquis ta en
estas tierras: " Vimos cómo nos
arrancab an del tiempo natural que
nos pertenec ía [...] Nos alteraro n el
tiempo y nos rompier on el alma [... ]
nos convirti eron en asombra dos fantasmas condena dos a caminar a tientas [... ]" (pág. 128).
Con relación al quiebre de la relación del joven Tomás Cipriano con
la prima lejana y pobre, Catalina
Ruiz, escena narrada en la novela,
ésta le escribe una esquela después
de la ruptura , luego que Tomás
Cipriano , cuñado por su familia, elige a la prima contigua y rica, con la
que se va a casar haciend o un matrimonio desgraci ado aunque lleve al
patrimo nio. Catalina le escribe en
esta cartica que trae el libro de
William Lofstrom , La vida íntima de
IO LE Th< CUL T U RAL Y ata L I OO IÁFI CO. V O L • • 2 , .. Ó M .
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
68,
2005
RESEÑAS
NARRATIV A
1'/
fh...
Tomás Cipriano de Mosquera: " Vivo
llena de un placer indecible cuando
me miro lejos del objeto que podía
haber construido mi desgracia". Joaquín Tamayo, en su novela de 1936,
Don Tomás Cipriano de Mosquera,
ve al general maduro, al mirarlo de
frente, como un águila rapaz, y era
en efecto un águila este hombre de
guerra en el horóscopo azteca por su
natalicio del 26 de septiembre , así
como era un caballo en el zodiaco
chino por nacer en 1798, no más véase en la novela de Paz Otero la lista
de sus caballos, sobre todo negros, su
afecto por ellos, los nombres que les
pone. Joaquín Tamayo, en un acceso
de idealismo, concluye la suya expresando: "Bien merece la pena haber
sufrido sus arrebatos de crueldad, su
venganza y su cólera, para tener la
noción precisa y perfecta de su grandeza". Tal vez no podía o no quería
este joven y meritorio autor ponerse
en los zapatos de Catalina Ruiz, cerca de las tropelías y argucias del coronel de salón (véase en la novela
cómo lo nombró así Bolívar), apasionado e imaginativo general atrabiliario, aderezando la endogamia en el
alegato con los curas para demostrar
IOLITh• C ULTU IA L Y I II L IO O IÁFI C O . VCH . 4l. N 0 W .
que no e ra impedimen to para desposar a su joven sobrina al final de su
vida. Quería todavía tener un hijo,
concebido en Panamá a sus setenta y
nueve años, y bautizarlo José Bolívar. ¿Quieren /a fórmula?, diría el viejo, tráiganme el envase.
R ODR IGO
P ÉREZ
GIL
Su lectura es como
visitar un salón de
belleza seis veces
en una semana
De los amores negados
Angela Becerra
Villegas Editores. Bogotá.
461 págs.
2003 ,
En la carátula, una paloma roja que
despliega sus alas nos anticipa el
tono de la novela, el título lo confirma y el contenido no nos toma por
sorpresa.
68 .
En los últimos años se ha puesto
é nfasis en la condición de las mujeres, en su libertad, su sexualidad , su
espacio propio --como lo llamó la
Woolf- , su independen cia. la ruptura de esqut:mas, etc. Incluso. en un
extraño intento semántico. en la actualidad se debe hablar de niños y
niñas, hombres y mujeres, gatos y
gatas, mirlos y mirlas, ahora es un
desacato referirse --como antaño el
discurso filosófico -, al hombre
como humanidad . En los planteles
ed ucativos, ll amados también así
ahora, y no escuelas o colegios ( además, casi siempre tienen nombre de
correccion al), se refieren a los alumnos y las alumnas, profesoras y profesores, maestros y maestras; e n las
entidades públicas tardan años e ncabezando los discursos y dan tumbos para referirse a temas triviales y
buscar el termino femenino para no
herir susceptibil idades. Ni qué decir
del virus que carcome el lenguaje
coloquial: ya nadie oye, todo el mundo " escucha"; tie ne cabello , y pelo
es una palabra soez; nadie pone sobre la mesa, sino " coloca" y pocos
espichan, tienden a "oprimir". Estos
malos vientos afectan al país entero
y se cuelan por doquier. D e la misma forma aún se insiste en encasillar
a la literatura en ''femenina ". ''de
alteridad", " alterna" y lo demás.
Cuando leemos a la premiada
Laura Restrepo en Delirio. se lee
una estructura genial, donde los hilos no se pierden y la urdimbre se
teje entre buen humor y maestría.
No es literatura femenina aunque
está escrita por una mujer y la protagonista lo es también. Es decir. si
se omite el nombre del autor la novela se sustenta por sí misma. no hay
que defende rla exclamand o: - ¡Ay.
pero si lo escribió una mujer!- . Es
lite ratura y no debe te ner gé nero. es
buena o mala. legible o impasable .
escrita con m aest ría, narrada con
deleite, estructurad a con talento .
Pero tal vez me alejo del tema. La
paloma roja de la carátula nos deja
entrever aquello que vamos a encontrar... Una novela rosa. rosa carmín.
si se puede exage rar. rosado Soadw
para los nacio nales. rosado dulce de
Semana Santa de Zipaquirá. En las
100 5
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
[ I.BJ
Descargar