La Arenga del Náufrago Jorge Antares La Arenga del Náufrago LA ARENGA DEL NÁUFRAGO © 2006 Pedro Belushi por la portada © 2006 Jorge Antares por el texto © 2006 Ediciones Efímeras por la edición contacto: [email protected] http://www.edicionesefimeras.com Impreso en España Jorge Antares La Arenga del Náufrago Jorge Antares 1. El castigo del pecado del conocimiento El amplio salón del palacio imperial Cree hervía de vida y comentarios. Embajadores de mil mundos permanecían inquietos en sus asientos. La amplia claraboya sobre sus cabezas iluminaba éstas con un gélido tono azul mientras los dos soles del sistema binario permanecían en el cielo a semejanza de los ojos inquisitivos de un titán ciego. La tensión se palpaba en el ambiente como una invisible tela de araña que impidiera moverse libremente. De repente el gran portón del salón amenazó con abrirse. Todos callaron al unísono y miraron la puerta tachonada de bajorrelieves que narraban toda la historia de la dinastía Lehar. El pesado portón lentamente dejo al descubierto su secreto... Un pequeño hombre de unos 40 años apareció esposado y acompañado por unos recios guardianes de mirada torva. Era Rbin Vorg, el criminal más buscado del imperio. Lentamente, ante las miradas de un universo, el menudo reo se acercó, con paso cansino, hacia el trono de la emperatriz Deena, cubriendo una distancia de unos trescientos metros de un pasillo alfombrado de rojos zafiros. Al dirigirse al preso, el rostro de la rubia noble demostró un desprecio adecuado a su cuna. —Por fin has caído. Has eludido tu destino demasiado tiempo — sentenció la monarca. Las palabras reverberaron en los confines del palacio. Rbin Vorg levantó la mirada con triste impotencia. Era la viva estampa del humillado. El tipo de persona que cuando le pisan pide disculpas. —Tus crímenes piden a gritos un castigo ejemplar —continuó la La Arenga del Náufrago Jorge Antares regia dama. Rbin Vorg sintió un nudo atenazándole el cuello. Temía las próximas palabras que iban a salir de los labios de la emperatriz Deena. —Exilio virtual. —Sentenció la Todopoderosa regente. Rbin Vorg notó cómo le flaqueaban las piernas. ¿Ése era el premio por su afán de sacar al imperio de la decadencia de la dinastía Lehar? ¿Por sus noches sin sueño dándole vueltas a posibles soluciones al nudo gordiano en que se había convertido la economía Cree? Rbin había aprendido en sus propias carnes que no es muy juicioso hacer notar al poderoso sus carencias... por muy buenas intenciones que se tuvieran. Demostrarle su estupidez a un rey es el camino más corto hacia el abismo. Es un axioma. Y normalmente cuanta mayor es dicha estupidez, mayor es su prepotencia. Aparecieron de pronto unos científicos calvos de bata blanca con botas negras altas y gafas redondas de color esmeralda oscuro. Detrás de ellos, en una cubeta gigante montada en una grúa de ingravidez, una AMEBA Nebular de color carmesí burbujeaba en el liquido alimenticio. Rbin Vorg dejó escapar un respingo directamente desde su pecho. Su destino estaba sellado. Y el peor castigo estaba delante de sus ojos, que amenazaban con humedecerse inconscientemente. ¡El exilio virtual! El hombre del saco que temían todos los niños de la galaxia Nglia... y la mayoría de los adultos. Eternamente dormido, eternamente despierto ¿Qué diferencia había? Ninguna. Siempre dudando de la realidad, mientras el parásito se alimentaba de tu carne y de tus pensamientos, de tus emociones, al tiempo que te digerían en un proceso de duermevela de siglos. Los científicos habían refinado la tortura hasta alcanzar el estado de arte. Introducían diversas sustancias en el líquido alimenticio que provocaban alucinaciones en las víctimas disparaban emociones sin freno. Una delicia para la AMEBA. y La Arenga del Náufrago Rbin Vorg, Jorge Antares conmocionado, vio cómo los guardianes le desnudaban y dejaban al aire sus pequeñas vergüenzas en una última humillación pública. El menudo hombre miraba azorado al suelo de zafiros. Los científicos le rociaron con un vapor que le provocó espasmos en la garganta, y las lágrimas, tanto tiempo contenidas, corrieron libres por sus mejillas mientras su piel se abrasaba con el compuesto. —No queremos que nada se le atragante a nuestra muchachita, ¿verdad? —Comentó un científico calvo a uno de los guardianes— A saber cuántas enfermedades puede tener en la piel. Mejor prevenir que curar. Con la piel en carne viva, Rbin Vorg fue acompañado por sus captores a un trampolín por encima de la enorme cubeta. Abajo, la AMEBA parecía anticipar su desayuno milenario y se removía inquieta en el burbujeante líquido carmesí. Rbin Vorg sintió un escalofrío en la columna al vislumbrar dentro de la criatura a otras víctimas a medio digerir. Cabezas que mostraban cuencas vacías, tendones y músculos parcialmente visibles, y sobre todo, rostros en extrema agonía, pues todos estaban vivos (si se puede llamar estar vivos a esa aberración de pseudovida). —Calma, calma, pequeñuela. Pronto te podrás saciar. A éste le condimentaremos con una nueva mezcla a base de noradrenalina modificada —oyó decir a uno de los científicos a la amorfa abominación. Rbin Vorg levantó la mirada dirigiéndose a la emperatriz Deena en una última y callada súplica, un perdón que no esperaba. Ella dejó traslucir una ligera sonrisa maligna de satisfacción. Ambos sabían que él no debía estar allí y que su peor delito había sido poner en evidencia la ineptitud de la regia dama. Pero los únicos que lo sabían eran ellos. De cara a la galería se habían puesto las pruebas incriminatorias que justificaban el castigo. La Arenga del Náufrago Jorge Antares La emperatriz levantó la mano deleitándose con el movimiento seguido por toda la sala. Dedicó una última mirada a Rbin Vorg, paladeando su angustia. Y en un segundo que pareció una eternidad, dio la señal que sellaba el destino final del reo. Rbin Vorg cayó empujado por uno de los guardianes. La AMEBA eructó burbujas de placer y ácidos gástricos mientras el menudo hombre surcaba el espacio hacia la gran cubeta. El choque del cuerpo sobre el líquido viscoso sonó pastoso en una sala temerosamente silenciosa. Todo el mundo sabía que el menor desliz les abocaría a alimentar a la bestia milenaria. 'Mejor él que nosotros' pensó más de uno. El proceso de absorción empezó. Rbin Vorg gritó con todas sus fuerzas, pero era inútil. La AMEBA se estaba introduciendo por todos los orificios de su cuerpo. Notó cómo los fieros seudópodos se abrían paso por su boca y nariz hasta llegar a su garganta. La sensación de claustrofobia era total y el pánico se cebó en él. Cada vez que hacía un movimiento para liberarse, la AMEBA le apresaba más, y más, y más.... En medio de su lucha sin esperanza, miró suplicante a una mujer deltana de la primera fila. Ésta apartó la mirada con una mezcla de horror y de asco. Y después Rbin Vorg notó cómo le arrastraban al centro de la bestia informe. Sintió que se ahogaba mientras se hundía, y se hundía, y se hundía... Robin Gulliver despertó de repente en la oscuridad de su dormitorio. Se ahogaba. Estaba totalmente aterrado y la ansiedad hacía temblar inconscientemente su cuerpo. Intentó calmarse, hacer uso de todos los ejercicios de relajación que conocía, pero no tuvieron ningún efecto. Estaba asustado, totalmente asustado. Miró a su mujer, que yacía dormida a su lado. Respiró profunda y lentamente. La sensación de ahogo estaba remitiendo. Había vuelto a la realidad. La Arenga del Náufrago Jorge Antares 2. El viaje a ninguna parte El despertador sonó rompiendo tenuemente el silencio del dormitorio. Una mano rápida surgida de las sabanas de la cama lo apagó. Otro día más. Y aun era martes. Robin se incorporó lentamente y se sentó al borde de la cama. Agachó la cabeza y cerró los ojos intentando arrancar unos segundos más de sueño. Se levantó en la oscuridad y, sin hacer ruido, se puso los pantalones que estaban en una silla a los pies de la cama. Miró a su mujer, Mareena y a la pequeña Keva. Ambas permanecían dormidas placidamente. Se acercó al bebé y atisbó en la penumbra de la cuna una sonrisa en su carita. ¿Qué estaría soñando? Cualquiera sabe. Envidió su inocencia y placidez, ajena a todo problema salvo comer cada seis horas. Se dirigió al salón con el resto de la ropa. Allí encendió la luz y continuó vistiéndose. Antiguamente, pensó, los señores de la guerra se ponían armaduras y corazas antes de partir a la guerra. Ahora el único uniforme que llevamos es el traje estándar de payaso: chaqueta, camisa y corbata. La maldita corbata. Estaba hasta las narices de escuchar a sus superiores, con sutileza paternalista, que nunca la llevaba 'derecha'. Si le dejaran... sabía perfectamente donde iba a ir la corbatita de marras. Tenía una curiosa teoría acerca de las corbatas. Pensaba que su uso impedía que la sangre llegase adecuadamente al cerebro con todas las consecuencias que esto conlleva. Y la experiencia no hacía más que confirmar la teoría cada vez que veía a un ejecutivo con la corbata bien apretada y cruzaba alguna palabra con él. Así que, como medida preventiva, nunca se abrochaba el botón final del cuello de la camisa y mantenía la corbata suelta. Terminó de vestirse y se dirigió a la cocina, cogió dos piezas de La Arenga del Náufrago Jorge Antares fruta y una servilleta de papel y las metió en su bolsa de trabajo. Miró el reloj. Iba bien de hora. Se puso el abrigo y salió de casa procurando hacer el menor ruido posible. La calle le recibió con sonidos vespertinos: Un trino de pájaro, un claxon lejano,... Aun era de noche y hacía mucho frío. Pensó que tenía que haberse traído una bufanda mientras se dirigía al cercanías. Llegó a la estación y esperó unos minutos hasta que las luces lejanas del tren rompieron la oscuridad. Se abrieron las puertas y un borbotón humano amenazó con llevarse a los que esperaban. Robin peleó un poco con otros pasajeros al entrar y se acopló en un rincón del vagón. Miró los rostros del resto de los pasajeros y vio lo de siempre: algunos dormidos, otros despiertos, pero en todos un sentimiento de cansancio, de derrota, de inercia,... Y lo peor de todo es que no necesitaba un espejo para saber que él estaba igual. ¿Dónde se quedó el joven que se iba a comer el mundo? Seguramente se perdió cuando empezó a pagar la hipoteca a cien vidas de su lujosa casa de cincuenta metros cuadrados... O tal vez cuando dejó de escribir sus relatos, habitualmente por falta de tiempo. Recordó otras épocas más felices en las que todo era un gozo, una efervescente sucesión de momentos divertidos en los que nunca se sabía cómo iba terminar el día. Era otra vida, otros amigos. Tiempos más sencillos en los que las cosas parecían más claras. Un pequeño cupido pasó por delante de sus ojos. Los cerró con fuerzas. Últimamente, de vez en cuando, veía cosas extrañas. Cosas que le hacían dudar de su cordura. Abrió, temeroso, los ojos y no vio nada salvo el rostro triste de una mujer de unos cuarenta años que, tal vez como él, se estuviera preguntando qué hacía allí todos los días. El viaje se estaba terminando y Robin Gulliver sintió que la congoja se apoderaba de su pecho. Inconscientemente, sin aviso, la maldita ansiedad tomaba de nuevo las riendas. Luchó por vencerla y empezó a hacer los ejercicios respiratorios para calmarse. Cerró los La Arenga del Náufrago Jorge Antares ojos y comenzó a pensar en cosas placenteras, tranquilas, su mujer, la cría, su pequeño arcón de relatos,... el sudor corría como un torrente por su frente. Musitó entre dientes la palabra 'tranquilo' y la repitió una y otra vez, mientras respiraba lentamente y con cada bocanada llenaba completamente sus pulmones. Poco a poco, por suerte, el ataque fue remitiendo. La congoja que le ahogaba estaba desapareciendo. Soltó un pequeño suspiro y abrió los ojos. La mujer de cuarenta años le estaba mirando extrañada. Se sintió avergonzado de su debilidad. Las puertas del vagón se abrieron y Robin Gulliver se dirigió a la salida. Se dijo a sí mismo que tenía que ser fuerte y que era preferible haber tenido el ataque en el cercanías que en la oficina. No era cuestión de dar armas al enemigo. Siguió andando y agradeció el aire fresco mañanero. Todos los días recorría el mismo camino, unos quinientos metros por un descampado solitario hasta la oficina situada en un parque empresarial del extrarradio, un edificio inteligente cerrado, que en verano era un congelador y en invierno una sauna. La situación del mismo había sido elegida por el bajo precio en comparación con otras instalaciones en el centro de la ciudad y, sobre todo, por la proximidad a los domicilios de los directores generales. El que los empleados utilizasen dos horas en ir y otras dos en volver era un detalle irrelevante. Robin Gulliver franqueó las puertas de entrada del gigante gris de acero y cristal. Saludó a los guardas de seguridad y se dirigió a los ascensores. Había llegado a su condena diaria y esperaba no ver a la Bestia. La Arenga del Náufrago Jorge Antares 3. El prisionero del cubículo 512, planta 12. El ascensor llegó a su destino en la planta 12. Un breve momento de deceleración en el estomago de Robin Gulliver y las puertas se abrieron. —Sé fuerte. —Se dijo no muy convencido. Notó un brote de aprensión, pero logró vencerlo. Empezó a andar con paso rápido. —Unos segundos. Aguanta. Unos segundos más. —El pasillo de cubículos de la planta 12 era idéntico al de la 11, y al de la 10 y al de... Pequeños espacios separados por planchas de contrachapado forrados en tela gris en los que se generaba una actividad enfebrecida. Todos eran iguales en forma, con su ordenador, su silla, su teléfono, su cajonera, su papelera... Cada empleado buscaba huir de esta unificación personalizando su cubículo con pequeños detalles: una foto familiar, unos muñequitos estúpidos encima de la pantalla del ordenador, etc. Cualquier cosa para escapar de la uniformidad. Y el cubículo de Robin Gulliver era sin duda bastante distinguible... Si alguien se preocupaba de acercarse a él y echarle un vistazo. Situado en el extremo más lejano del infinito pasillo de cubículos, en una esquina de la planta, el sitio estaba rodeado de ordenadores obsoletos y restos de mudanzas, fruto de una ubicación momentánea que acabó siendo definitiva. Y en el medio de todo este maremagno de piezas de desecho la silla de Robin Gulliver. Dejó su abrigo en la percha y un demonio enano saltó de la misma hacia el suelo, desapareciendo entre un teclado medio roto y un monitor polvoriento. Robin se empezaba a acostumbrar, muy a su pesar, a estos toques de irrealidad. Sabía que la mente reacciona de forma extraña ante estados de soledad extrema. Y ese era La Arenga del Náufrago Jorge Antares justamente su caso: soledad extrema. Su único contacto con el resto de la raza humana estaba dos filas de cubículos más allá. Pero para el caso podía haber estado en las antípodas, pues la gente que allí trabajaba tenía la orden tácita de no hablarle. A veces se había cruzado con ellos en la máquina de café, pero, aunque intentó saludarles y sacar un tema banal de conversación, lo único que recibió fue un vacío desdén, como si no estuviera, y la desaparición de sus ‘compañeros de equipo’, huyendo a toda prisa como del que tiene una enfermedad innombrable y contagiosa. Taciturno, los miró y deseó estar con ellos, riendo con sus ocurrencias, compartiendo un bocado o dejándoles la grapadora... Pero sabía que no podía ser. Su destino estaba sellado y se sintió avergonzado de su cobardía, de no enfrentarse a la Bestia. La Bestia. Le había puesto ese nombre recordando un seminario al que acudió y en el que comentaron que había que poner nombre a los problemas para personalizarlos y poderlos abordar. La Bestia, un nombre tan bueno como otro para Dina, su jefa. La triunfadora tan soberbia como inútil y falta de talento, a la que poco le importaban sus carencias. Su cohorte de acólitos siempre la apoyaban en todo. Sobre todo en sus jueguecitos de después de las cenas. Cada cierto tiempo, Dina, como toda buena mama gallina, llevaba a sus pollitos a cenar a caros restaurantes a costa de la empresa. Allí le reían sus gracias. Robin Gulliver nunca había ido a estos ‘importantes eventos’ pero llegaron a sus oídos los divertidos temas de conversación de los que trataban allí. Se podía imaginar perfectamente una velada con Dina como si fuera un guión dirigido por Alfred Hichtcock... DINA (Con actitud jocosa) ¿ALBERT? ¿QUÉ PASA CON ALBERT? La Arenga del Náufrago Jorge Antares ACÓLITA Nº 1 NADA, NO QUIERO COMENTARLO MUCHO. NO ME GUSTA HABLAR MAL DE LOS COMPAÑEROS QUE NO ESTÁN DELANTE, PERO... SE LE VAN LOS OJOS DETRÁS DE LAS FALDAS. CADA VEZ QUE HABLA CONMIGO, NUNCA ME MIRA A LA CARA. SIEMPRE ME MIRA AL PECHO. ME HACE SENTIR INCÓMODA. ACÓLITA Nº 2 ESTÁ MUERTO DE HAMBRE DESDE QUE SE DIVORCIÓ. Y VA PARA LARGO. CON SU TIPO, LO LLEVA MUY CLARO. ACÓLITO Nº 3 ¿OS HABEIS FIJADO QUE COJÉA UN POCO? PARECE UN CUASIMODO BUSCANDO SU ESMERALDA... ACÓLITA Nº1 PUES NO SERÉ YO. DINA (Sonriendo pícaramente) JE, JE,...CREO QUE NO OS TENDRÉIS QUE PREOCUPAR MÁS POR ALBERT. ACÓLITA Nº1 ¿NO? ¿SABES ALGO QUE DEBIÉRAMOS SABER? ACÓLITO Nº3 ¡VENGA, VENGA! ¡DILO! DINA SE ESTÁ BARAJANDO UN AJUSTE DE PERSONAL... Se produce un silencio sepulcral en la mesa. La Arenga del Náufrago Jorge Antares DINA NO OS PREOCUPÉIS. NO OS AFECTA. YA TENGO UN CANDIDATO QUE OFRECER AL COMITÉ... ACÓLITA Nº2 ¿ALBERT? DINA ¡BINGO! ¡PURITO PARA LA SEÑORITA! YA SABÉIS, HAY QUE RECORTAR GASTOS Y ALBERT ES EXTERNO. ACÓLITA Nº1 ¿Y SU TRABAJO? ¿QUIÉN LO HARÁ? NO NOS IRÁS A CARGAR CON SUS COSAS. ¿NO? DINA NINGÚN PROBLEMA. UN BECARIO Y PUNTO. ACÓLITA Nº1 ¡PUFF!¡¡MENOS MAL!! ACÓLITO Nº3 ¡ES QUE NOS DAS UNOS SUSTOS, DINA! DINA NADA, NADA. MIENTRAS ESTÉIS CONMIGO, NO TENDRÉIS NINGÚN PROBLEMA... Y así, al pobre Albert le llamaron cinco minutos antes de la hora de salida del viernes. Cuando el lunes no le vieron por la oficina, nadie dijo nada, nadie preguntó qué había pasado. Y la vida continuó. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Robin sí se dio cuenta de la falta, pero él era nadie. Se imaginó lo sucedido y recordó a Albert. Era de los pocos, los últimos, que le dirigían la palabra. Incluso habían compartido un café hablando de temas informales y la última película que habían visto. Hubo otros tiempos, que ahora parecían lejanos y olvidados, aunque sólo habían pasado dos años, en los que las cosas eran distintas. Robin Gulliver dirigía un equipo encargado de estudios en internet. Navegaban todo el día buscando lo último en tendencias, divirtiéndose donde entraban... un trabajo agradable. El jefe de entonces les dejaba libertad de movimientos y los resultados eran espectaculares. Este jefe estaba al mismo nivel que la Bestia y por eso mismo estaban cordialmente enfrentados. Por lo menos cara a la empresa. En el fondo no se aguantaban y siempre que podían manifestaban muy sutilmente, eso si, la falta de profesionalidad del otro. Todo seguía un camino de Guerra fría y de 'no te metas en mi terreno y yo no me meteré en el tuyo'. Aguantándose mutuamente, sin bajar la guardia. Americanos y rusos. Montescos y Capuletos. Robin nunca valoró tanto a su jefe como cuando se fue. Su marcha a otra empresa supuso la caída del Muro. Y como en el Muro, el pistoletazo de salida para los excesos de la Bestia. Robin se convirtió en víctima por asociación. Ya que no podía hacer nada contra su antiguo Némesis, la Bestia se cebaría en sus subalternos. La Bestia no esperó a que se enfriase la silla de su rival. Cuando recibió, por encargo de sus superiores, la labor de hacerse cargo del departamento huérfano no tardó en imponer unas medidas de choque. Auspiciada por sus adláteres, empezó la tarea de acoso y derribo del otro equipo. Les quitó labores beneficiando a sus pollitos. Luego comenzó la labor de incomunicación y desprestigio: reuniones sorpresa sin aviso ('No colaboran. No asisten a las convocatorias'), pequeños chismes profesionales ('Son bastante anárquicos. No trabajan en equipo'.), pequeños chismes personales ('El trato con La Arenga del Náufrago Jorge Antares algunos de ellos es algo, digamos, especial. No son muy normales'.) Tras seis meses de excelsa gestión, casi todos abandonaron el departamento de una manera u otra, dirigiéndose en peregrinación, los afortunados, a otros departamentos y a otras empresas, y la mayoría, al paro. Las excusas para despedirlos eran de lo más peregrinas, sobre todo la del perfil fue muy utilizada. Personas que llevaban años en un puesto, de repente, ya no tenían el perfil adecuado. Ante esta humillación había quien perdía los nervios ahorcándose profesionalmente y dando la razón a quienes habían comentado de ellos que eran ‘inestables emocionales’. Robin no daba crédito a sus ojos. Cada día le sorprendían con una nueva estratagema, un nuevo cebo para que picase, algunos burdos, otros más elaborados. Más de una vez pensó en abandonar. Si la situación le hubiera cogido con unos años menos, sin una familia que mantener y sin una losa en forma de hipoteca, habría hecho las maletas y hubiera saltado a otra empresa. Pero el mundo esta lleno de Sies, y no podía permitirse un cambio. Aparte de la situación catastrófica en el mercado laboral, su edad era uno de los mayores impedimentos. Con cuarenta años a sus espaldas era considerado viejo para la mayoría de los trabajos. —¿Viejo? Dentro de poco serás viejo a los treinta, y luego a los veinte... ¿Dónde demonios vas a conseguir una experiencia de cinco años en un puesto con solo veinte? —pensó amargamente, mientras miraba la pantalla de su ordenador. Vio pasar volando un hada ligera de ropa delante de sus ojos que le hizo volver a la realidad. Y que a tiempo, al fondo vio que Lala, una de las manos derechas de la Bestia, se acercaba. Robin aparentó estar interesado en la pantalla mientras utilizaba el teclado. Desde hacía más tiempo del que deseaba, aparentaba trabajar. Le habían quitado tantas responsabilidades que su labor diaria se podía realizar en escasos minutos. Era agónico estar día tras día sin hacer nada la mayoría del tiempo, viendo cómo se escapaba la vida en una estéril secuencia de La Arenga del Náufrago Jorge Antares momentos inútiles. La Bestia esperaba que se cansase, tirase la toalla y se fuera, pero Robin resistía numantinamente en su olvidado sitio. Pensó en su mujer y en su hija y sacó fuerzas de flaqueza mientras Lala se acercaba a su vera. —¿Muy ocupado? —dijo con sorna la joven morena. —Sí, ya sabes que estos informes diarios llevan su tiempo — mintió Robin, como ya era costumbre. —No te olvides del estudio de calidad para el viernes —continuó Lala con una sonrisa falsa. —¿Estudio? ¿Qué estudio? —replicó Robin sorprendido. —El que te pedimos hace un mes... —Pues,...no sabía que hubiera que hacer ese informe. —Ay, ay, ay... que despistado estás. Seguro que has perdido el mail. Pues es un informe muy importante para enseñar a los jefazos. Bueno, no te preocupes. Te lo vuelvo a mandar y haz lo que puedas. Aunque no creo que tengas tiempo... Lala se marchó con una sonrisa triunfante. Robin se quedó parado unos segundos. La rabia se iba apoderando de él y pensó en lanzarle a Lala la grapadora. Pero se contuvo... por enésima vez se contuvo. Sabía de sobra que no existía ningún mail. Desde hacía tiempo, tenía un directorio en el ordenador donde guardaba día a día todos los encargos y peticiones que se le hacían. Una medida de seguridad, porque todo lo que queda escrito se puede esgrimir como prueba. O al menos así se automentía Robin, en un entorno en el que la realidad era tan cambiante como las acciones de bolsa. Tecleó rápidamente en el ordenador y buscó dentro del directorio de encargos. Sabía de sobra lo que iba a encontrar, pero tenía que comprobarlo. Un pequeño gnomo de pies grandes cayó desde encima de la pantalla, rebotó dos veces y siguió su caída por el borde de la mesa. Una de las razones para comprobar en el directorio era esa. Estas pequeñas irrealidades le hacían temer por su cordura. Sabía La Arenga del Náufrago Jorge Antares que no existían, que no debían existir. Habían aparecido a las pocas semanas de quedarse solo en su cubículo. Entonces vio a un unicornio enano paseándose a su lado. Le miró a los ojos y salió al galope perdiéndose por el pasillo. Al principio se asustó mucho. Su primer pensamiento fue decirlo a sus compañeros de dos filas mas allá, pero la palabra ‘compañeros’ le mantuvo callado. No tenía compañeros. Unos por estar cercanos a la Bestia y otros por no querer el destino de Robin al romper la tácita orden de vacío. El resultado era que no podía plantarse y decir lo que había visto. Le estaría dando armas al enemigo y sellando su despido inmediato. Así que calló lo visto. No debía de decirlo a nadie, ni siquiera a su esposa. Si le tachaban de loco, perdería todo. Por fin terminó de comprobar el fichero de tareas y los mail enviados. Como había supuesto, no había ninguna petición. Suspiró un poco. Por lo menos en esto su mente no estaba jugando con el. Se puso a hacer el trabajo. Era algo tedioso, pero por lo menos tendría unas horas ocupadas. Y eso era un tesoro en medio de un desierto de inactividad acongojante. La Arenga del Náufrago Jorge Antares 4. El hombre que hablaba con los tiburones Habían pasado dos meses desde que Iván naufragó. La isla tenía de todo: agua limpia, fruta abundante y sabrosa, y carne; ya había paladeado algún que otro conejo (nunca se le hubiera ocurrido que los plátanos fritos en tiras finas podían tener tanto parecido a las patatas fritas). También había tenido mucha suerte con el ocio, pues entre los restos del naufragio pudo rescatar una caja llena de libros. Así que cuando acababa las tareas de pura supervivencia, se sentaba debajo de una palmera delante del mar y devoraba lentamente las aventuras de intrépidos cadetes espaciales, fornidos aventureros de los años veinte y poesía del siglo pasado, en un extraño, aunque revitalizador, cóctel literario que le ayudaba a matar las largas horas hasta la llegada de la noche. Desde el principio, se impuso una rutina diaria. Sabía que si así lo hacía no dejaría que la depresión se apoderase de él. Por la mañana, conseguía alimentos, almacenaba leña para cocinar y calentarse, se aseaba en un pequeño río cercano y se obligaba a escribir un pequeño diario en unas hojas de papel higiénico (Otro de los hallazgos rescatados era un arcón lleno de suave papel destinado a otros fines menos artísticos). Después hacía un pequeño recorrido por la isla para hacer ejercicio. Descubrió, para su tranquilidad, que el mayor peligro que podía esperar del reino animal dentro de la isla, era una colonia de papagayos que se habían asentado en una florida ladera. Con respecto al exterior de la isla, era otra cosa. Estaba rodeado de tiburones. Nunca había visto tantos y tan variados: tintoreras, azules, martillo,... Tal vez habían detectado la presencia La Arenga del Náufrago Jorge Antares de Iván y, hartos de su dieta a base de pescado, pensaran en un cambio culinario, una delicatessen humana. El día que Iván llego a la isla no había ningún escualo, pero al día siguiente, toda la isla estaba rodeada. Iván recordó "los pájaros" de Hitchcock. Parecía que olían su presencia de algún modo sobrenatural. Cuando se movía de un lado a otro de la playa, los tiburones le seguían como un torvo ejercito de sicilianos siguiendo a su hermana virgen. Sabía, mejor dicho esperaba, que alguien le rescatase de la isla... pero pasaban los días y los meses, y nadie aparecía en el horizonte, salvo gaviotas que a veces confundía, en su necesidad, con aviones... y los tiburones seguían allí en todo momento. —¡No probaréis mi carne! —gritó con rabia mirando al mar lleno de aletas,... y para su asombro, oyó: —Sshhhabemosss esssperar. Essss cuessstión de tiempo. — Iván se quedó de piedra. Había alguien más en la isla. Se volvió hacia la selva y sacando fuerzas de flaqueza, se enfrentó a lo desconocido fingiendo entereza. —¿Quien es?... Creí que no había nadie más en la isla... —Y no hay nadie mássss, essstúpido. No ssssé porque nosss dasss la essspalda. —¿Dar la espalda? Una idea peregrina e imposible cruzó la mente de Iván. Lentamente, con ese pánico que se apodera de uno en las pesadillas en las que no puedes eludir tu fatal destino, se volvió al mar. —Ésssto essstá mejor. Nosss gusssta verte. Nosss gussstan losss humanosss. —A este comentario siguieron unas risas in crescendo. Iván no daba crédito a lo que estaba sucediendo. —¿Sois...sois los tiburones? —Titubeó con labios temblorosos. —¡Claro que sssomossss losss tiburonesss! ¿Quién sssi ¿Esssos essstúpidosss papagayosss? —¡Pero no puede ser! ¡Los tiburones no habláis! no? La Arenga del Náufrago Jorge Antares —Esss curiossso. Esss lo misssmo que pensssabamos de vosssotrosss. Lo cual esss muy lógico. ¿Acassso te hasss preocupado de hablar con losss conejosss que te hasss comido? Definitivamente Iván ya sabía lo que estaba pasando. Demasiado sol, la soledad,...todo se había conjugado y se estaba volviendo loco. —Loco... —Balbuceó con la mirada perdida. —Sssí, tal vez, pero nosssotrosss tenemosss el remedio que te curará. —¿Cúal? —Se oyó decir, sintiéndose estúpido por hablar con un espejismo de la mente. —Ven a nadar con nosssotrosss. Ven a nadar con nosssotrosss... —Y con este comentario oyó de fondo pequeñas risas contenidas de bocas con tres filas de dientes. —Puedo estar loco, pero no quiero lo que me ofrecéis. —Sssabemosss esssperar. Iván salió corriendo hacia su choza aterrado. Se estaba volviendo loco, gaga, demente,... le faltaban palabras. Lo sabía a ciencia cierta. De nada había servido seguir la rutina. Pero aun así... Decidió luchar contra las imaginaciones, y con entereza volvió otra vez a la playa. Vio como todas las aletas se volvían hacia él. —¿De nuevo aquí? ¿Nosss echasss de menosss? —Sois fruto de mi imaginación. Vais a desaparecer. Vais a desaparecer... —Dijo Iván apretando los ojos. Sabía que si mandaba una orden enérgica a su subconsciente podría borrar esta locura, o al menos eso había leído en algún libro de autoayuda. —¿Quieresss que desssaparezcamosss? Ven un ratito con nosotrosss y ya verásss como desssaparecemosss... Dessspuésss. —Vais a desaparecer. Vais a desaparecer... —Continuó Iván apretando más los ojos y con los puños cerrados a punto de hincarse las uñas en la palma de las manos. —No sigasss, tonto. Sssomos tan realesss como tú. ¿Quieresss La Arenga del Náufrago Jorge Antares una prueba? —Sí. —Dijo Iván interrumpiendo su letanía. —Bien. Danosss una orden y nadaremosss hacia donde nosss digasss. —De acuerdo. Esto demostrará que sois ilusiones. Bien. Los que estáis a mi derecha, nadad hacia la derecha y los de la izquierda, nadad hacia la izquierda. —Iván sabía que no cumplirían esta orden pues todo estaba en su mente... Pero, de repente y ordenadamente, las aletas empezaron a moverse. Unas hacia la derecha, otras hacia la izquierda, dejando un amplio pasillo tan grande como el asombro de Iván. —¿Essstáss convencido ahora, essstúpido? —Iván calló unos momentos. Era imposible, pero estaba ocurriendo. —¡Es real! Entendéis lo que os digo. —Gritó desasosegado. —Puesss claro. Te lo esstábamosss diciendo. Esss irónico que la essspecie dominante del planeta tenga la mente tan cerrada. No creéisss en sssirenas, ni tritonesss, ni krakensss, ni en nada que ssse sssalga de vuessstro concepto de lasss cosssasss. —Es...es que nunca hubiera imaginado que tuvierais esa capacidad. —Todosss losss hombresss que conocemosss sssaben que hablamosss. Sse lo decimosss nosssotrosss. —Pues no lo sabía. —Esss normal que no lo sssepasss. Sssolo hablamosss con ellos en el momento final. Less sssusssurramosss cómo nosss gussstan. El miedo añadido losss hace mássss sabrosssosss. —¿Y...y por qué me lo decís ahora? —dijo Iván temiendo la respuesta. —Porque esss tu momento final y no lo sssabes. Esssta isssla essstá fuera de lasss rutasss del hombre. Nadie va a venir a sssalvarte. Esss sssólo cuessstión de tiempo... —¿Cuestión de tiempo qué? La Arenga del Náufrago Jorge Antares —Cuessstión de tiempo que te vuelvasss loco de sssoledad y quierasss un final rápido. Nosssotros te lo ofrecemosss. Sssabemos de lo que hablamosss. Por aquí han passsado noblesss del siglo XVI, marinerosss del XIX y, el último, un aventurero maltesss de principiosss del XX. Todosss denegaron nuessstro ofrecimiento al principio, pero luego essstuvieron dessseosssos de nadar con nosotrosss. Disssfrutamosss mucho con su compañía. Iván se quedó mudo con ojos vidriosos, sin esperanza. Tras unos breves momentos se dirigió de nuevo a su choza y se dejó caer en su cama de ramas. Mirando al techo con mirada perdida, recordó cómo había llegado allí: el premio del crucero (el primero en su vida...y el último), las bromas de sus amigos sobre las nativas voluptuosas, los vómitos por el balanceo de cubierta, y la tormenta, la gargantuesca tormenta que, de improviso, volcó el barco de placer. ¿Cuántos habrían sobrevivido? Con los tiburones le parecía improbable que muchos. ¿Les habrían susurrado a todos que 'less gussstaban'? No podía quitarse de la cabeza esas voces roncas, profundas y siseantes. No tenía que hacerles caso. Lo único que querían era minar su moral para comérselo. No les daría ese gusto. Tenía que ser fuerte. Más que ellos, más de lo que había sido nunca. Tendría que convencerlos de que le dejasen salir de la isla. Allá a los lejos se veían otras islas, tal vez estuvieran habitadas, tal vez no, pero tenía que intentarlo... Con estos pensamientos y el cansancio producido por la tensión, Iván se durmió con un sueño intranquilo. Despertó de madrugada con los gritos de los papagayos. Eran unos gritos escalofriantes, como los de un bebe a medianoche. Salió de su tienda con miedo. Se preguntaba temeroso si las aves habrían sido atacadas por alguna fiera salvaje no detectada en sus paseos. Para salir de dudas, se dirigió al origen del sonido: la playa. Allí descubrió un espectáculo dantesco. Miles de tiburones peleándose por un puñado de plumas tiñendo el mar de rojo. Tal era su ansia y ferocidad que no dudaban en atacarse salvajemente por el nimio La Arenga del Náufrago Jorge Antares botín. No se podía distinguir a quien pertenecía más sangre, si a los pobres papagayos, apenas reconocibles por trozos de pico, o a los tiburones que en su furor llegaban al canibalismo. —Sssalvajesss —oyó decir a una aleta solitaria cerca de la playa y apartada de la vorágine sangrienta. —¿Eh? ¿Qué haces tú aquí? ¿Por qué no estás con ellos? —dijo Iván,sintiéndose aterrado y estúpido al mismo tiempo. Aún no estaba acostumbrado a hablar con tiburones. —¿Y arriesssgarme a morir por un puñado de plumasss? No. Me consssidero másss civilizado. Tengo modalesss ¿sssabes? —¿Un tiburón con modales? Eso es difícil de creer. —¿Un humano inteligente? Essso esss másss dificil de creer aun. Asssí no vamosss a empezar bien nuessstra relación. —¿Relación? ¿De qué diablos estás hablando? ¿Relación? ¿Acaso estás enamorado de mí o algo así? Ya sería lo último... —Hay muchosss tiposss de relacionesss. Digamosss que la nuessstra esss comercial. Tú me dasss algo, yo te doy algo... —¿Y qué quieres de mí? —Iván calló un momento, y prosiguió— ¡Ya sé lo que quieres de mí! ¡Lo mismo que quieren los otros! —Essstásss equivocado. No quiero tu carne. No me gussstan losss humanosss. Sssoy essstúpido. No tenía ni que haber intentado hablar contigo, ni proponerte nada... —¿Qué clase de propuesta era esa? —Algo en lo que pudieramosss beneficiarnosss losss dosss. Pero antes lasss presssentacionesss. Ya te he dicho que tengo modalesss. Mi nombre esss Sssar. ¿Cuál esss el tuyo? —Iván. Es...estoy intrigado con tu, eh,... con tu 'propuesta'. —Ya, la propuesssta. Bien, essstoy un poco harto de comer pessscado. Ahí ressside la bassse de nuessstro intercambio. Tú me puedesss proporcionar unosss sabrosssosss y exquisssitos conejoss y yo, a cambio, te puedo dar información. Información importante. —¿Qué clase de información? La Arenga del Náufrago Jorge Antares —Información horaria. Cuando ssse van los tiburonesss a sssu reunión semanal. —¿Reunión semanal? —¡Moluscosss! ¿Esss que no sabesss hacer otra cosssa que repetir lo último que te digo como sssi fuera una pregunta? ¡Sssi, reunión sssemanal! El momento en el que todosss ssse juntan y dejan la playa. Un momento que puedesss aprovechar... —¿Para escapar? —No, para hacer relojesss de sssol con los cocosss... ¡Puesss claro! ¡Para essscapar, bobalicón! Una barca y un buen viento te pueden llevar a las islasss de másss alla. Iván se vio navegando con el viento en su cara. No veía difícil la construcción de una pequeña barca. De hecho, entre los libros rescatados del naufragio, se encontraba un manual de maquetas marítimas con planos y todo. Si extrapolaba y simplificaba los planos podría tener su barco en un par de semanas. De pronto, el ánimo perdido retorno con brío. Era capaz de superar la situación. Sólo quedaba un pequeño detalle... —¿Y la información que me vas a dar es buena?¿No será una trampa? —Por sssupuesssto que no. Ademásss, hay otro motivo que te iba a contar. Mira, sssoy un gourmet. Y hay deliciasss en esssasss issslasss inalcanzablesss para mí. Gallinasss, cerdosss salvajesss, y máss classsesss de frutasss que aquí. —Y claro, necesitas que alguien las cace y recoja por ti. ¿No es así? —Bien. Parece que empezamosss a entendernosss. Para que essstosss palurdosss no sssepan lo que maquinamosss, tenemosss que reunirnosss en sssecreto. Hay una pequeña bahía a unosss dossscientosss metrosss de aquí. Essstá bassstante essscondida y esss poco transssitada. Nosss reuniremosss allí al sssalir el sssol. Losss otrosss a esssasss horasss essstán haciendo incursionesss mar La Arenga del Náufrago Jorge Antares adentro en bancos de pesca. —De acuerdo. Déjame que me lo piense. Es la primera vez que hago tratos con tiburones y me gustaría darle una vuelta antes de contestarte. —¿La primera vez que tratasss con tiburonesss? ¿Tú, un humano? Deja que me ría. Vivísss rodeado de ellosss toda vuessstra vida. Lo malo esss que osss han convencido de que no lo ssson. Vale, piénsssatelo. Mañana me dirásss la ressspuesssta en la bahía. Ya sabesss, al sssalir el Sssol. La aleta del tiburón se marchó lentamente. Más allá, el mar estaba recobrando su tono azul. Los tiburones habían terminado su banquete. Iván se dirigió a su cabaña y estuvo sopesando la oferta del tiburón. Pensó, que aparte de la buena voluntad, se haría un par de lanzas. Por si acaso, siempre era mejor prevenir. Al día siguiente, con los primeros rayos del Sol, Iván se acercó a la bahía. Allí le esperaba una solitaria aleta. —Buenoss díass, Iván. Veo en tus ojosss la respuesssta. —Sí, la tengo, Sar. Acepto tu propuesta, pero con una condición. —¿Una condición? —Vaya, ahora eres tú el que me responde con lo último que he dicho...Sí, una condición. Que me acompañes en mi viaje atado a la barca. —¿Qué? ¿Atado a la barca? —Sí, atado a la barca. Como muestra de buena fe. Imagínate que a mitad del camino, tus amigos deciden visitarme... —No lo harán. Tienesss mi palabra. —Ya. Lo sé. Pero por si acaso, tengo que cubrirme las espaldas ¿Lo comprendes? Sólo nos conocemos de ayer. —Lo comprendo. Tienesss que asssegurarte. No ressspuesssta que esssperaba, pero vale. Essstoy de acuerdo. esss la La Arenga del Náufrago Jorge Antares —Bien. Entonces, ya podemos hablar... —y así Iván y Sar conversaron del plan de huida saltando de isla a isla hasta llegar al continente y del precio. Se acordó darle al tiburón treinta conejos como pago de sus servicios por cada isla alcanzada. A cambio éste le daría la información sobre los horarios y ausencias del resto de los escualos. Iván se afanó en tener la embarcación lista cuanto antes, al mismo tiempo que iba cazando los conejos. Por suerte para él, había una población extensa. Con el objetivo de su marcha en mente, en pocas semanas consiguió tener el barco y la caza. —Bien, hoy esss el día. Todosss losss tiburonesss essstán reunidosss. Debesss darte prisssa. —Bien, Sar. Aquí están tus conejos. Como acordamos, te los daré cuando lleguemos a la primera isla. —Esss jusssto. Vamosss. Y así, Iván ató al tiburón y se lanzó al mar. Ayudado por el viento, al poco, la antigua isla donde había vivido los últimos meses se convirtió en un puntito en el horizonte. La alegría de la huida no empañó su miedo y desconfianza ante su nuevo compañero. Tenía a mano una recia lanza dispuesta a atacar el ojo del escualo al menor signo de traición. —¿Quién te iba a decir a ti con quién haríasss alianzasss? —Sí, por el momento no tengo ninguna queja. —Te noto un poco tenssso. ¿Quieresss que te cuente algo para passsar el rato? ¿Conocesss un viejo cuento sssobre un essscorpión y una tortuga? —No. ¿De qué va? —Esss un cuento tan antiguo como el tiempo. Érassse una vez un essscorpión que quería cruzar un río. A la orilla había una tortuga que al percatarssse de su presssencia inició la huida. "No huyasss, amigo. Sssólo quiero pedirte un favor". La tortuga exxxtrañada paró sssu lenta huida. "Quiero passsar a la otra orilla y no sssé nadar. La Arenga del Náufrago Jorge Antares ¿Podríasss ayudarme a cruzar llevándome en tu lomo?" "No sssé". Ressspondió la tortuga. "Todo el mundo sssabe que eresss de aguijón fácil. Eresss un essscorpión y essstá en tu naturaleza picar". "Ya te he dicho que no sssé nadar. Sssi me llevasssesss y te picassse en el camino, yo también moriría contigo, ahogado". La tortuga ssse quedó pensando un momento. Lo que decía el essscorpión tenía sssu lógica. Miró al arácnido y le dijo: "Vale. Monta en mi lomo". Asssí, La pareja empezó a cruzar el río. En mitad de él, el essscorpión se pussso muy nerviossso y clavó el aguijón en la cabeza de la tortuga. Mientrasss ésssta se hundía, asssombrada, decía: "¿Por qué lo hasss hecho? ¿No vesss que tú vasss a morir también?" Como ressspuesta recibió otro aguijonazo. Mientrasss ambosss ssse hundían, el essscorpión dijo: "Lo sssiento. Esss sssuperior a misss fuerzasss. Como bien dijissste, essstá en mi naturaleza". Y asssí ambosss desssaparecieron en lasss turbiasss aguasss del rio. ¿Te ha gussstado? Iván se había quedado blanco. Disimuladamente asió la lanza, preparado para utilizarla. —Esss sssólo un pequeño cuento para passar el rato. Mira ya casssi hemosss llegado a la isssla. —Iván levantó la vista y a pocos metros se encontraba una amplia playa de arena tenue y limpia. Dio un suspiro de alivio y se dirigió al tiburón. —¿Por qué me has contado este cuento en particular? —Para passar el rato, ya te lo he dicho. Un buen cuento debe captar la atención y el interésss del oyente. —Pues te aseguro que la captó muy bien. —Lo sssé. —Por un momento pensé que... —¿Que iba a hacer como el essscorpión? Puesss no. Tenemosss un trato. Tal vez sssi el essscorpión hubiera sssido un gourmet como yo, el cuento tendría otro final. —Sí, tal vez... —Iván varó la barca en la playa y echó un vistazo a la selva que se extendía unos metros más allá. Respiró La Arenga del Náufrago Jorge Antares profundamente, aliviado, y se volvió al escualo. —Ahora sssuéltame y dame mi parte del acuerdo. —Iván asintió, soltó las cuerdas del tiburón, cogió la carga de conejos y se la lanzó al tiburón. Éste los comió educadamente. —Bien, Sar. Ahora te tengo que dejar. Tengo que ver dónde voy a dormir esta noche. Gracias por todo. Nos volveremos a ver para ir a la próxima isla. —Dessde luego. Ten por ssseguro que nosss volveremosss a ver. —Iván se adentró en la selva. Sar se quedó al borde de la playa deleitándose con las futuras golosinas que esta isla le iba a ofrecer: las gallinas, los cerdos, el hígado humano... Ah, el hígado humano, lo único de valor de los hombres. Eso sí que era una auténtica deliccatessen. Oyó un grito, luego otro, luego otro más bajo y luego silencio. Esa noche paladearía su preciado hígado. Ésa era su parte del trato con el caníbal de la isla porque Sssar era un gourmet, no un sssimple essscorpión... Robin despertó inquieto, rodeado de oscuridad. Se había quedado dormido en el servicio de la oficina y había soñado con náufragos y tiburones. Una pesadilla que le dejó palpitaciones en su cansado corazón y un sudor febril empapando su cuerpo. Encendió la luz. Últimamente, los servicios se habían convertido en el último reducto de tranquilidad, a salvo del acoso continuo que estaba sufriendo. Allí nadie le interrumpía, salvo algún necesitado que sin darse cuenta intentaba abrir la puerta. Suspiró y bajó la desaparecían al despertar... mirada. Por lo menos las pesadillas La Arenga del Náufrago Jorge Antares 5. Circuitos empáticos La astronauta miró por la escotilla al planeta azul que ponía el punto de color al abismo de negrura. Dennise Bowie volvería a pasear por los bosques de sauces llorones de la finca de tío Gedeón y volvería a tomar el pastel de carne que hacía la tía Sara,... bueno, eso procuraría evitarlo, de momento, por si acaso. Sí, pronto volvería a casa... Demasiado tiempo había estado en la estación espacial comunitaria. Toda una vida. Una misión sencilla de pocos meses se convirtió, gracias a un cúmulo de circunstancias adversas, en una prisión de años. Abajo, mientras, habían pasado muchas cosas: cambios de gobierno, recortes de presupuesto y, claro, la locura de Caín, la extraña enfermedad que era una mutación del mal de las vacas locas y que producía brotes de canibalismo incontrolado. El mal había diezmado la población convirtiendo a dos terceras partes del mundo en una hambrienta turba que veía con ojos dementes al resto del planeta. Menos mal que aquí, todo el alimento se sintetizaba en los campos hidropónicos del área norte de la estación. Jcn—225, la computadora de a bordo, se ocupaba de que no le faltara nada a Dennise. Le daba comida, ocio enlatado y ocasionales conversaciones que suplían las charlas humanas largo tiempo olvidadas, pues hacía años que Dennise no hablaba con ningún humano. Una de las primeras consecuencias del accidente que la confinó a esta prisión orbital, fue la rotura de los sistemas de comunicación. Las únicas noticias que tenía de la tierra eran las que Josy (el diminutivo con el que se refería a Jcn—225) captaba de las emisiones terrestres. Josy no era mal compañero, pero a veces era tan insufriblemente lógico y puntilloso que Dennise temía perder los nervios. Cuánto añoraba hablar con Tony, su hermano poeta, cuyas La Arenga del Náufrago Jorge Antares palabras eran ambrosía sonora, o con Jaime, el cinéfilo de las mil anécdotas. Cualquiera hubiera cubierto el hueco de calor humano que cada vez se hacía más grande. Sí, cualquiera, hasta el creído de David, pagado de su ego y conquistas, o Ramona, la insufrible casera maniática que cada vez que podía le contaba los chismes de los gays del ático,... Ahora sólo quedaba Josy, y aunque se afanaba por ser lo más humana que su programación le permitiera,... en fin, no era lo mismo. Dennise tenía largas conversaciones con la máquina, que muchas veces terminaban con un sopor etílico, fruto de un alambique y del néctar destilado de patatas del invernadero. A la mañana siguiente se despertaba con la lengua seca y pastosa y con pinchazos en la cabeza a causa de la resaca. Josy le preparaba un desayuno a base de zumo de tomate y especias y un toque de alcohol de patata, que ejercía efectos mágicos en una comatosa Dennise. Y después, las tareas diarias. Hechas con desgana, pero que ocupaban sus largas y solitarias horas con experimentos de reproducción de moscas en estado de ingravidez y síntesis de nuevos compuestos en gravedad cero. Josy siempre la tenía ocupada con una agenda que a Dennise a veces le parecía algo inflada. Por la noche, algo de diversión con una película o un juego de realidad virtual que la evadía a mundos de fantasía, que la mayoría de las veces parecían más reales y vivos que la propia realidad. Y luego la cama. Durante una temporada tuvo pesadillas acerca de un prisionero en lo alto de una torre de cristal al que todos los días amenazaba un dragón que no le dejaba bajar a los pisos inferiores. El producto de una mezcla de videojuegos y pastillas tranquilizantes, pensó. Y cuando ya parecía que no había esperanza, vino la señal. Josy había captado una emisión que decía que el programa espacial volvía con fuerza y con renovados presupuestos, y que en cuestión de escasos meses se prepararía una brigada de salvamento. Dennise no pudo evitar que se le escapase una lágrima y un pequeño suspiro. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Llevaba unas semanas pensando en acabar de una vez por todas con su padecimiento. La escotilla del área norte la llamaba cada vez más, como una sirena en medio del océano. La visión de acabar viendo los jardines hidropónicos de la nave cada vez le parecía mas atrayente... Hasta ahora. Josy le había devuelto la esperanza. Dennise miró por la escotilla a la tierra. En breve, vería un puntito que se haría más grande y que vendría a sacarla de su encierro. Hasta ahora nunca se había parado a contemplar el espacio con esa sensación de paz, de tranquilidad,... Cerró los ojos placenteramente y paladeó el momento... Josy manejó los controles de atmósfera con gran precisión. Era lo que se esperaba de ella: precisión, perfección,... todas esas grandes palabras terminadas en on, que definían a la maquina. Pero ahora estaba haciendo algo extraño, fuera de su programación. De hecho llevaba haciéndolo desde hacía meses... Desde que vio a Dennise mirar con ojos sin esperanza la escotilla del área norte. Entonces algo saltó, se trastocó, en su estructurada programación y supo qué tenía que hacer. Inventó la transmisión de rescate. Sabía desde hace mucho que nunca iban a venir a rescatar a su amiga. La tierra se encontraba barrida por el Mal de Caín. El centro espacial era un silencioso lugar lleno de huesos que no iban a mandar ninguna operación de rescate... Josy siguió combinando los gases hasta conseguir la mezcla dulce y letal que Dennise estaba inhalando. Los últimos meses habían sido una gloria. Con la esperanza en su cara, Dennise nunca había lucido un aspecto mejor. Ese había sido el regalo de Josy... —Deprimente —pensó Robin, mientras terminaba de releer el relato. La primera vez en casi un año que volvía a escribir y le salía ésto... Había aprovechado la hora de la comida en el trabajo para hacer el relato. Tenía tantas ganas retenidas que le salió de un tirón. A pesar de todo, el sabor agridulce no le desagradó en exceso y se prometió La Arenga del Náufrago Jorge Antares volver a escribir otra vez, pero el próximo sería un poco más optimista... Si podía... La Arenga del Náufrago Jorge Antares 6. Mensaje en la botella Lo había descubierto por casualidad. Un día que su ordenador no funcionaba y que tenía que entregar un informe sorpresa ('¿No lo tienes? Te lo pedimos hace un mes... Tal vez tengas el correo mal'), Robin se vio trasteando en la configuración de su máquina. Sabía que si no lo hacía él, nadie se iba a ocupar de arreglarlo. Conocía bien la cantinela. Si avisaba del incidente, los encargados del mantenimiento informático le dirían que todos sus recursos humanos (lo que antiguamente se llamaba equipo) se encontraban ocupados y que en breves momentos le atenderían. Lo de 'breves momentos' era un eufemismo de 'mejor que esperes sentado, que nosotros tenemos cosas más importantes que hacer, como tomar café en la planta baja, por ejemplo'. Los de mantenimiento sólo tenían dos maneras de actuar. La primera, apagando incendios, salvando la situación a un jefazo que lo más cercano que había estado en su vida de un ordenador era viendo jugar a su hijo con la consola de videojuegos. Se convertían en los héroes del día apagando y volviendo a encender un portátil. Y la segunda, la normal, dándote largas y escuchándoles risas apagadas en el teléfono cuando te contestaban después de media hora de espera martilleado con una música que creían relajante y que, lo único que hacía era acentuar tu sentimiento de estupidez. Así que, de esta manera, lanzándose a la salvaje selva del software y de los procesos preprogramados, fue como Robin descubrió que tenía acceso a Internet. Lo tenía cerrado casualmente desde que la Bestia tomó las riendas del departamento,... justo el día después para ser más exactos. Pidió por activa y por pasiva que se lo restituyeran, pero lo único que obtuvo fue la promesa de que 'antes del fin de semana lo tendría resuelto'. Y eso fue hace dos años. Podía La Arenga del Náufrago Jorge Antares seguir trabajando, pero tenía cortadas las alas para navegar por la red. Se sintió como un ciego que recupera la visión y que después vuelve a perderla habiendo visto los mas bellos paisajes. No sabía exactamente cómo lo había hecho, pero el caso era que ahora funcionaba. Miró a un lado y a otro. El resto del departamento seguía con sus labores, ajenos a Robin... Como siempre. —Bien, bien, bien. —Se dijo excitado y empezó a navegar por la red, redescubriendo pequeños tesoros, información, noticias, periódicos, paisajes de las Antípodas, pequeños y grandes chismes, todo, todo, todo... Tenía una pequeña ventana al mundo e iba a utilizarla como escape virtual de su prisión real. Un hada salió de debajo del ratón. Voló como una mariposa dejando una estela luminosa detrás de ella y se acercó a Robin. Le dió un beso en la frente y desapareció por el pasillo de mesas. Robin sonrió con una satisfacción oportunidad... largamente olvidada. No desaprovecharía la La Arenga del Náufrago Jorge Antares 7. Dame un punto de apoyo y moveré el mundo Lo primero que hizo fue crearse unas cuantas personalidades virtuales. Sabía por experiencia que ésto le ayudaría mucho para moverse por la red. Eran como trajes que se adaptaban al protocolo de cada situación. Si necesitabas ser un superrefinado ejecutivo, eras Víctor. Si, en cambio, tenías que ser un joven al que le gustaban el hip hop y las películas de acción, usabas el alias de Xcelso. Las herramientas estaban al alcance de todos. Sólo dependía de tu voluntad e imaginación usarlas. Era bastante sencillo de hacer, sobre todo si habías trabajado estudiando tendencias sociales y usos en Internet. Cuestión de acumular pequeñas mentiras, que al final se convertían en una gran verdad. Te metías en un concurso musical, contestabas a un par de preguntas, y a la hora de meter los datos empezaba la gran bola. Ponías los datos de Xcelso, nuestro joven inconformista de 16 años, que vivía en el cinturón industrial de una gran ciudad y que compraba más de dos discos al mes. Después ibas a la web de un famoso refresco y, bajo la zanahoria de una camiseta exclusiva que meses después encontrarías en un Todo a Cien, nuestro amigo Xcelso diría que le gustaban los refrescos de cola con un toque de alcohol, las hamburguesas, los megaconciertos de hip hop y, además, daba su permiso para que sus datos se usasen por otras empresas del grupo y/o colaboradoras para ofrecerle ofertas de viajes de agencias (especializadas en overbooking), tarjetas bancarias (que te recordaban lo 'guay' y 'Chachi' que eras con un lenguaje trasnochado que pretendía ser muy joven y que había sido hecho por una agencia La Arenga del Náufrago Jorge Antares publicitaria de cuarentones alejada de la realidad y allegada al director de la sucursal central),y ONGs (que se apropiaban de una enfermedad y que apelaban a tu empatía con los problemas del mundo mundial), entre otros depredadores de datos. Paso a paso, se iba creando en la red un archivo de datos con cada personalidad aprovechándose del sistema. Sí, el sistema que, como trabajadora hormiguita, recopila poco a poco tus datos personales haciendo el puzzle de tu vida y los cruza con otros, clasificándote con estereotipos y bombardeándote con publicidad indiscriminada ofreciéndote bicocas, a causa del pecado de juventud de contestar una encuesta. Robin sabía cómo funcionaba esto, de hecho era su trabajo antes de ser exiliado al olvido, a la isla rodeada de restos de ordenadores. Al final del día existían datos 'reales' de Xcelso, el chaval inconformista, Víctor, el ejecutivo de grandes cuentas que leía el Finantial Times, Trini, el ama de casa con problemas menstruales, Ramón, el enfermo de los concursos y loterías y algunos más que, de la noche a la mañana y sacados de la chistera de Robin, se convertían en seres 'reales' con datos 'reales'. Miró satisfecho a la pantalla del ordenador y de repente se percató de que casi era la hora de salir. Se le había pasado el día volando. Hacía tiempo que no tenía esa sensación de ser útil. Levantó la mirada y miró al resto de sus compañeros. Estaban todos embebidos en sus ordenadores haciendo que trabajaban después de horas para ganar puntos delante de la Bestia. Robin pensó en la ironía de cómo eran más valorados los que aparentaban trabajar y se tomaban un café con Dina que los que realmente trabajaban y llevaban el peso de la empresa. Sonrió. Apagó el ordenador, cogió sus cosas y se dirigió a la salida. Por fin había dejado de estar sólo en el trabajo. Ahora estaban Xcelso, Víctor, Trini, Ramón y los demás. La Arenga del Náufrago Jorge Antares 8. El bravo nuevo mundo Lorena pensó en el accidente. El joven repleto de éxtasis y alcohol que se saltó el semáforo. Resultado: parapléjica de cuello para abajo. Consecuencias: ninguna para el joven, ya que pertenecía a la alta sociedad, y rabia e impotencia eternas para Lorena. Cada vez que lo recordaba se le saltaban las lagrimas de coraje y se mordía el labio hasta que unos pequeños hilitos de sangre le corrían por la garganta. Atada de por vida a la cama, descubrió la verdadera naturaleza de sus amigos. Al principio unas visitas fugaces, luego nada. Estaba sola la mayor parte del tiempo. Incluso su pareja que la iba a amar para toda la vida, se acercó una tarde para decirle 'Tenemos que hablar', y después de media hora de excusas y referencias a lazos, sogas y libertades, abandonó la habitación para siempre, dejándola sumida en una agonía. Su vida parecía un círculo vicioso, sin salida, sin esperanza... Hasta que conoció al Numantino y le dio un sentido a su vida. La invalidez no había afectado a su boca. Aun le quedaba mucho que decir y gritar... La Arenga del Náufrago Jorge Antares 9. Aún no he encontrado lo que estoy buscando... La primera vez que Robin supo de El Numantino fue en un foro de relatos. Dispuesto como estaba a retomar sus historias, había navegado por la red buscando la oportunidad de difundirlas a través de algún concurso o web donde colgarlas. Las horas que antes pasaba en la oficina haciendo que trabajaba, empezaron a llenarse de actividades creativas. Demasiado tiempo había dejado escapar la vida entre sus manos. Demasiado. Se prometió que no volvería a ocurrir y que, poco a poco, recuperaría la confianza en sí mismo que la Bestia le había robado. Cada día era un paso más hacia ese objetivo. Se impuso una rutina. A primera hora, las labores de oficina. En unos noventa minutos podía quitárselas de en medio e igualar el trabajo de el resto de sus compañeros de planta. Y después, el premio: Navegar por la red emulando a sus homólogos de antaño, esos marineros mezcla de sabio y aventurero que se adentraban en los océanos buscando tesoros a través de sendas misteriosas. Se sintió joven de nuevo. Cada día era un nuevo reto que le hacía reafirmarse más. En sus viajes, descubrió sitios de magia donde explicaban hechizos viejos para una nueva era. Nichos de cultura que eran yacimientos de oro al alcance de cualquiera que quisiera verlos. Y Robin volvió a sentir el deseo efervescente de despertarse cada día. De esta forma retornó a su vieja pasión de escribir de manera continuada. Como un bebé que da sus primeros pasos, dentro de la rutina autoimpuesta introdujo los relatos poco a poco, de manera pausada. Primero, escribió unas pocas líneas, después una hoja, luego varias más. Al principio, le costó un poco, pero a medida que La Arenga del Náufrago Jorge Antares desgranaba nuevas historias, la inercia le hacía escribir más y más... Buscando un sitio donde difundir su obra se topó con el Numantino de manera circunstancial. En el foro en el que había entrado estaban de moda las arengas. Historias que enardecían los ánimos y que restañaban orgullos heridos por las múltiples humillaciones diarias. Unos contaban lo que les pasaba en sus vidas, dando material a otros para escribirles arengas personalizadas. Era una doble catarsis. Al confesar sus problemas daban un primer paso para resolver sus problemas identificándolos, y la segunda, al recibir un empujón de los demás para enfrentarlos. El iniciador de esta curiosa, aunque poderosa terapia, fue El Numantino, un seudónimo como otro de la red que ocultaba a alguien que parecía realmente preocupado por los demás. Sus palabras habían ayudado a muchos. Y el aura de misterio engrandecía aun más a esta figura como un moderno Robin Hood que devolvía a los humillados lo robado por los prepotentes y orgullosos. El grupo que formaba las arengas era muy heterogéneo. Había jóvenes y viejos, hombres y mujeres,...o por lo menos esos eran los estereotipos que se movían en el foro. El anonimato favorecía las confesiones, y si uno se sentía joven, o viejo o de otro sexo, era libre de manifestarse así, sin cortapisas. Los prejuicios del mundo 'real' no tenían cabida aquí. Lo único que eras, era lo que decías. Sin dar justificación, sin pedir perdón por pensar así. Esas eran las normas que había impuesto el Numantino para las arengas: cualquiera podía escribir sobre su problema, cualquiera podía escribirle un relato. Todo el mundo podía leerlo. Y no sólo se circunscribían a la red, algunas arengas trascendían a ésta. Si se sabía de alguien que necesitase un relato de ayuda, sólo tenía que exponer el caso, y una vez escrito se hacía llegar a la persona de manera anónima con una carta que rezaba 'Un regalo para ti'. Una señora de la limpieza plantó cara a su jefe después de recibir una de estas cartas, y aunque la despidieron, ella La Arenga del Náufrago Jorge Antares manifestó que nunca se había sentido tan bien como cuando le cantó las cuarenta a ese 'chiquilicuatre que no tenía ni media ostia'. La gente competía por hacer la mejor arenga y éstas eran como una bola de nieve que cayera por una ladera, pues los efectos terapéuticos de las mismas también fortalecían a los escritores, ya que en muchos casos, inconscientemente, escribían para ellos mismos. En esta sana competencia, despuntaban en estos momentos Lady L y Klarking escribiendo para una chica maltratada por su padre. Lady L había hecho un corto aunque poderoso cuento dando una vuelta de tuerca al de la Cenicienta, actualizándolo y con un final un tanto truculento y jocoso. Klarking, sin embargo, había realizado un relato cargado de esperanza y reafirmación diaria sobre una niña que guardaba en una caja la última estrella del cielo. Robin leyó ambos y sintió la necesidad de participar. Se puso manos a la obra y las palabras fluyeron como un torrente, como un potro desbocado corriendo por un prado lleno de amapolas, ... Una tras otra, el baile de letras formaba un himno,... Robin estaba escribiendo una canción, como las que escuchaba de joven, como las que le hacían soñar las noches de verano. Le vinieron a la mente Joe Jackson y Elvis Costello, y el resto de grupos de la New Wave. Todos unidos cantando como en el Live Aid: "Viernes para siempre. Ya llegó el viernes, la luz al final del túnel. Ya llegó el momento, la hora de la acción. Deja de lado la impuesta rutina, toma ya el timón, las riendas de tu vida, que esperan tu dirección. Hay una fiesta en el aire La Arenga del Náufrago Y no necesitas invitación, El hombre del saco no puede evitar tu diversión. Es viernes para siempre. Sólo tienes que llamar, Decirles a los amigos que pidan una copa más. Es viernes para siempre, no pierdas la ocasión. Tira la ropa diaria, Te tienes que vestir para la ocasión. Hay una fiesta en el aire Y tú eres el anfitrión, La maestra de ceremonias, El quid de la cuestión. Es viernes para siempre, no pierdas la ocasión. La luz al final del túnel, En eso te debes fijar. Olvida las mentiras de niño, que te quieren atrapar en la oscuridad del silencio. No te debes callar. El viaje empieza ahora. No mires hacia atrás. Poco a poco, paso a paso, no te volverán a atrapar en las redes de la culpa, nunca, nunca más. Jorge Antares La Arenga del Náufrago Jorge Antares Es viernes para siempre, no pierdas la ocasión..." Robin paró de escribir. Se sorprendió tarareando 'My Sharona' de The Knack. Sonrió. Se sentía bien, muy bien. Releyó la canción y la envió al foro con su seudónimo de EspartacoXXI. Abandonó el lugar y se puso a hacer un informe inútil que la Bestia le había mandado hacer a través de Lala. Era la enésima vez que hacía uno parecido y sobre el mismo tema. En otros momentos se hubiera agobiado, pero esta vez era distinto. Cogió un documento anterior, le cambió el título y lo puso en la carpeta de salida para enviar a última hora de la tarde. No le importaba. Era viernes para siempre. La Arenga del Náufrago Jorge Antares 10. ...Pero sigo buscando Después de comer, Robin pasó la tarde navegando por webs de arte. Esa tarde decidió ‘ir de museos’. Descubrió la historia oculta tras algunos cuadros de Velázquez. Le fascinó la personalidad de éste y cómo conjugaba perfectamente su genio con la vida. Sólo trabajaba lo suficiente para vivir bien, y si te fijabas, muchos de sus cuadros más famosos estaban inacabados. Por ejemplo, en 'los borrachos", los laterales de la obra eran meras pinceladas sueltas. Pinceladas geniales que daban el pego, pero de lejos, y no tan trabajadas como las partes centrales. Todo estaba estudiado. Velázquez se ocupaba de saber donde iban a colgar el cuadro y la distancia a la que lo iban a ver los espectadores. Entonces lo pintaba desde esa distancia utilizando una escoba con un pincel al final de la misma. Mientras muchos de sus contemporáneos se afanaban días enteros en dar pinceladas y pinceladas consiguiendo poco realismo, él en pocos segundos con dos movimientos de su escoba—pincel conseguía resultados a años luz. Y después, a vivir con el dinero ganado. Todo lo contrario del concepto que se tiene del artista que parece que por definición debe ser un muerto de hambre dedicado a su obra, un Van Gogh destinado a recibir reconocimiento después de la muerte. Reflexionó un momento. Sin lugar a dudas, era una lección importante. Un paso más para recuperar la estima perdida. Pequeño para el hombre pero grande para la humanidad... Sonrió al pensar esto ultimo, porque nunca estas palabras tuvieron más sentido. 'Grande para la humanidad'. Era irónico que los momentos en los que has perdido todo, sean aquellos en los que realmente empiezas a ganar, a darte cuenta de lo que tienes. Cuando llegas a esta vida, te ponen un dorsal y te mandan a correr. Corres por tener la plastilina La Arenga del Náufrago Jorge Antares antes que nadie en la guardería. Corres por agradar a tus padres, aprendiendo cosas que muestras como un mono amaestrado delante de sus amistades. Corres por unas notas en una escuela en la que no aprendes y sólo memorizas. Corres por una carrera de éxito, por un deportivo vergonzosamente caro, por una casa en propiedad,... Corres, corres, corres,... Simplemente por el hecho de que otros corren a tu lado y no deben llegar antes que tú... ¿Llegar?¿A dónde? Toda tu vida te la pasas corriendo, sin tiempo para pensar porqué corres ni hacia donde. Casi tenía que agradecer a la Bestia el haberlo exiliado, porque gracias a esto había parado en su carrera y había podido pensar. Toda su vida había sido un Van Gogh. Había llegado el momento de ser más Velázquez. Tenía que recuperar el tiempo perdido. Levantó la mirada de su ordenador y vio al resto de sus 'compañeros' trabajando o haciendo que trabajaban. Se habían cebado en él, auspiciados por la Bestia. Ya fuera por miedo a ella o simplemente por hacer leña del árbol caído, ninguno tenía el menor perdón. A efectos prácticos habían marcado una frontera y la isla de Robin estaba bien definida. Pero el Robin al que se enfrentaban ahora era muy distinto al de hace unos meses, porque no era una victima a la que pudieran hacer acoso y derribo impunemente. No, ya no. Nunca más. Ya no sufriría cuando Lala le dijera por enésima vez que entregase un informe nunca pedido. Ya no se enervaría cuando Jaime, la mano derecha de la Bestia, le hablase como a un retrasado delante de la gente. Ya no se comería su rabia cuando le pidiera un cambio en una web a Tricia y recibiera un 'no te voy a cambiar nada. Esto está perfecto'. Ya no se sentiría estúpido cuando viera sus informes en la papelera. Tenía un gran poder. El poder de la sabiduría. Sabía que era un náufrago y eso era muy importante, pues sabiendo esto tenía todo un mar para escapar. Había tiburones, sí, pero sabiéndolo estaba más cerca de esquivarlos que cuando no lo sabía. Era cuestión de decisión, de un estado interior que ahora tenía, La Arenga del Náufrago Jorge Antares o por lo menos estaba intentando conseguir. El primer paso estaba dado. Bajó la mirada a la pantalla del ordenador y se dio cuenta de que tenía correo. Se sorprendió al ver el remitente. Era un mensaje de El Numantino. La Arenga del Náufrago 11. Jorge Antares Nunca conseguirás lo que quieres... hasta que no sepas qué es lo que quieres ¡El Numantino! Nunca hubiera esperado que se hubiera puesto en contacto con él. En el e—mail felicitaba a EspartacoXXI por la canción que estaba en boca de todos dentro del foro de arengas. Muchos de ellos ya acompañaban sus firmas en los mensajes con 'Viernes para siempre' como si se tratase de un grito de guerra como 'Jerónimo' o 'Towanda'. Robin se quedó perplejo. Sólo habían sido unas palabras, y sin embargo, el efecto había sido una reacción en cadena que estaba conmocionando el foro. El Numantino le decía que la canción le ponía los pelos de punta y que había sido escrita desde el corazón y más abajo. Robin esbozó una pequeña sonrisa. No era para tanto, pensó. También le comentaba que la destinataria había denunciado a su padre por malos tratos. Después de años de miedo y moretones ocultos, había reunido el valor para hacerlo. Y todo gracias a la canción que misteriosamente recibió en clase dentro de un sobre que decía 'un regalo para ti'. Robin se sintió bien, contento. Este inesperado giro en los acontecimientos le abría nuevas oportunidades. Que sus palabras fueran útiles a otras personas le llenaba de sueños largamente olvidados y aplastados por una rutina de mera supervivencia. Y esto era sólo el principio, porque al final de la carta, el Numantino le pedía que escribiera de nuevo. Esta vez era algo especial, pues las palabras no irían a nadie en particular. 'Haznos un regalo a todos' pedía. 'Algo que se pueda llevar en el bolsillo y que sea nuestras espinacas'. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Robin soltó un pequeño sollozo y respiró como si fuera la primera vez que lo hacía, como un recién nacido,... Pero esta vez con una diferencia esencial: había elegido dónde nacer y cómo. Espartaco XXI se puso a escribir mientras el resto de los empleados seguían en sus estériles labores... La Arenga del Náufrago Jorge Antares 12. Sólo creer me mantiene las puertas abiertas Robin respiró hondo y empezó a escribir... 'La arenga del naufrago. Me despierto cada mañana y abro las ventanas de par en par. El Sol me muestra un día maravilloso. La brisa me dice que estoy vivo. Vivo de verdad. Y recuerdo las cosas como eran antes. Recuerdo cuando tenía miedo de no agradar a los demás y ser rechazado,... Antes de saber que me tengo que agradar a mí mismo primero para poder hacer eso. Recuerdo cuando temía no ser perfecto,... Antes de saber que nadie es perfecto, ni tiene necesidad de aspirar a serlo. Recuerdo cuando me hacían correr detrás de quimeras,... Antes de saber que pararse y pensar es adelantar camino. Recuerdo cuando tenía miedo de tomar decisiones,... Antes de saber que tirándose a la piscina aprendes a nadar. Recuerdo cuando creía estar solo en una isla,... Antes de saber que hay otros como yo que están leyendo esto en estos mismos momentos. La Arenga del Náufrago Recuerdo Jorge Antares cuando me sentía atrapado por las circunstancias, aplastado por todo,... Antes de saber que la llave de la salida siempre estuvo en mi poder y que depende de mí utilizarla. Me tomo mi desayuno y sonrió. Lo saboreo y me deleito con el momento. Hoy es un nuevo día lleno de posibilidades maravillosas, infinitas, fabulosas, excitantes. Y si se me olvida, siempre puedo volver a leer esto y recordar quién soy'. Robin se quedó quieto mirando la pantalla. Releyó lo escrito. Le pareció increíblemente ingenuo,... pero tal vez él era un poco ingenuo y estaba abocado a serlo. Necesitaba serlo. Al fin y al cabo, no era tan malo como le habían hecho creer toda la vida. Era otro tipo de zanahoria. Un objetivo inalcanzable. Pensar que unas palabras cambiarían la vida de la gente era una estupidez... Y sin embargo,... ahí estaba el ‘Viernes para siempre’. Al menos esta vez estaba siguiendo una quimera elegida por él. Más real que otras, como creer en un mundo justo o en hadas. En ese momento, se percató de que no había vuelto a verlas. Las apariciones, los duendes, el unicornio,... Todo eso había desaparecido. Borrado como su actitud negativa. Tal vez era otro estadío de locura, otro escalón, pero se sentía bien, muy bien y asombrosamente seguro. ¿Locura? Miró por encima del ordenador y vio al resto de los empleados. ¿Quién era el loco? ¿Él por estar apartado del mundo por el deseo de una inútil como La Bestia o ellos por seguirla, pensando que así son las cosas y no querer cambiarlas? Recordó una anécdota leída en su juventud. Era sobre un artista inclasificable: Ilustrador, escritor, mago,... Se llamaba Steranko, Jim Steranko, y era un completo innovador en cualquier área a la que se dedicase. Después de haber revolucionado el mercado del cómic americano a finales de los 60 del siglo XX, decidió La Arenga del Náufrago Jorge Antares dar un vuelco a su carrera y dedicarse a hacer exposiciones de arte. Compró unos lienzos, unos acrílicos y unos pinceles y se puso a experimentar con ellos. Cuando hizo su primera exposición, la crítica y el público se pusieron de acuerdo en alabar unos cuadros preciosos con una técnica nunca vista hasta el momento en el uso del acrílico. Preguntado por cómo había conseguido esos matices y texturas, él simplemente contestó: 'Tal vez sea porque no he ido a ninguna academia de arte para que me enseñen lo que no puedo hacer'. Decidió esperar un poco antes de enviar la arenga. La releería después. Sabía que esto le daría perspectiva sobre lo escrito y poder ser mas objetivo. Pensó en su mujer, Marrena, y en la pequeña Keva, y en el gran tesoro que tenía con ellas. Un tesoro que no había podido apreciar a causa de su destierro. Se prometió recuperar el tiempo perdido con ellas, los momentos robados por la angustia y el miedo, por la impotencia, por los días en blanco que habían minado su confianza y que le estaban abocando a un abismo sin retorno. Recordó las palabras que había escrito hacía unos momentos. Ingenuas, pueriles, tontas,... Pero efectivas, más que un bálsamo. Quizás era verdad que para acceder al paraíso tenías que ser un niño. Creer en lo imposible o tal vez desaprender qué es imposible, como Steranko. Cuando somos jóvenes, vemos las cosas más claras, más sencillas. A medida que crecemos, las cosas se complican, cada acción tiene mil consecuencias y mientras pensamos en ellas, dejamos pasar la ocasión. La impotencia diaria da paso al desánimo, y éste, al cinismo como medida preventiva para autoconvencernos de que 'las uvas están verdes' y que no podemos aspirar a alcanzarlas, que no tenemos derecho a pensar en ellas. Robin se acordó de su juventud, de sus sueños olvidados, de cómo quería comerse el mundo y como fue cediendo en sus pretensiones, rebajando sus aspiraciones a medida que pasaban los La Arenga del Náufrago Jorge Antares años. Siempre le había echado la culpa a las circunstancias, a la suerte, siempre había mirado para afuera. Pero aunque las condiciones externas tienen que ver mucho, hay que ser valiente y mirar para adentro. Si te sientes derrotado antes de un combate es inútil pelear, pues ya estás vencido y el mayor enemigo eres tú mismo. Robin se asombró de sus reflexiones, de los cambios internos que estaba sufriendo, fortaleciéndose a cada paso. ¿Autosugestión? Tal vez. El caso es que se sintió un poco tonto... por no haber empezado antes. Pero, en fin, todo llega en su momento justo, no antes. Hay que saber esperar. La diferencia entre estar bien o mal está en tu mente. Siempre lo ha estado. Sólo necesita un catalizador, una chispa que inicie el fuego. En el caso de Robin había sido este foro de arengas. Le había dado un objetivo, un punto de apoyo para mover el mundo con su talento. Y lo mejor era que cada palabra que escribía le servía tanto de ayuda a él como al destinatario. Ayudar a los demás ayudándose a si mismo. Salvarse, salvando. Los pocos minutos que dedicaba diariamente a esta labor hacían que mereciera la pena la jornada. Le justificaban como persona. Se levantó de su sitio y se fue a tomar un café en la máquina. Pasó por delante de sus 'compañeros' sentados en su sitio haciendo que trabajaban, aparentando su puesto. Les dedicó una sonrisa. Esto trastocó a Lala. Nunca había visto a Robin así,... Y no le gustaba. Creía que acosarle hasta que se marchase iba a ser una labor fácil. Y pensaba estar cerca de su objetivo hace unos meses, pero algo había cambiado. Ahora era distinto. Pensó en que Dina se enfadaría. Tenían una cena ese jueves y la semana no había sido excesivamente buena, hablando políticamente correcto. Hablando normalmente había sido una semana muy cabrona. Una auditoría interna estaba sacando a la luz ciertas anomalías en la dirección del departamento. Nada de lo que se tuvieran que preocupar en condiciones normales. Dina era una experta en cubrir sus faltas y carencias así como las de su grupo. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Pero, de nuevo se estaba exigiendo una cabeza, un chivo expiatorio, un sacrificio a los nuevos dioses del consejo de administración para que cuadrasen las cuentas este ejercicio fiscal y, sobre todo, para que les dejasen tranquilos. El caso es que, como Dina le había contado en una confidencia, no podían echar así como así a Robin. Hacía su trabajo y no había ninguna causa justificada para prescindir de sus servicios. Pero había habido un recorte de presupuesto y se tenía que prescindir de un recurso humano. Y si no era Robin, entonces... Mejor no pensarlo. Tenía que ser Robin. Harían que fuera Robin. Tenía ciertas ideas que comentaría a Dina. Ideas para hacer perder la paciencia al Santo Job y justificar el despido. Robin, ajeno a la trama que se estaba tejiendo, siguió tomando su café mirando por la ventana y preguntándose qué tal se estaría fuera en esos momentos. Parecía un día esplendido sin nubes en el horizonte... La Arenga del Náufrago Jorge Antares 13. Que otro muerda el polvo. El combate estaba en su momento álgido. Ambos luchadores estaban sacando sus ases guardados en la manga, las reservas escondidas para el golpe final. Era el momento de la verdad y el público enardecido quería sangre. Ramón hizo una finta, tropezó y pareció perder el equilibrio durante un segundo. Su rival vio la oportunidad de acabar con él. Por fin iba a poder utilizar su gancho de izquierda a fondo con el viejo. Ramón, con 37 años, era un dinosaurio comparado con Kid Heracles, el joven gallito que se pavoneaba ante el público con su juego de piernas sincopado. Todo parecía perdido para él... Y eso era justamente lo que Ramón quería que creyera con la treta, que el pollito se confiase. Kid Heracles no supo como llegó a la lona. Una lluvia de golpes cortos, potentes y precisos le llovió por todo el cuerpo. Había abierto su defensa para dar el golpe definitivo y el viejo púgil aprovechó la ocasión. El árbitro levantó la mano victoriosa de Ramón mientras éste recuperaba el aliento. Nadie se daba cuenta de lo cerca que había estado de perder las fuerzas y el combate. Los últimos puñetazos los había dado por pura fuerza de voluntad. Si no hubieran funcionado, no le habría quedado nada, salvo languidecer y servir de saco para la furia de Kid Heracles. Pero no había sido así y de nuevo había utilizado su veteranía para dar la vuelta a la tortilla. —Sabía que lo conseguirías. —Dijo Omar, su manager, el mismo que dos asaltos atrás le había implorado que tirase la toalla. Ramón le devolvió una sonrisa gastada y cansada como respuesta. El público gritaba desbocado con su ración de adrenalina y salvajismo recién servida. Todo era bullicio. Y entre toda la algarabía, La Arenga del Náufrago Jorge Antares Sofía, la hija de Ramón. Una pizpireta jovencita fruto de su relación con Eva. Una relación que duró tanto como el éxito de Ramón en la lona. Cuando se dio cuenta de que el joven púgil no iba a despuntar, Eva dirigió su rumbo hacia otros objetivos mas prometedores: Un músico pop con un único single de éxito y aficionado a las jovencitas que bordeaban la edad legal, un actor de culebrones al que apodaban Mister Snif y que siempre tenía ‘empolvada’ la nariz, un empresario que perdió hasta la camisa en el boom del Nuevo Mercado,... Eva siempre había tenido buen ojo para elegir el caballo ganador. Lo mejor de todo es que debido a su ajetreada vida sentimental, Sofía pasaba la mayor parte del tiempo con su padre ('Venga, Ramón. No me la puedo llevar al yate del jeque. Hay muchas oportunidades: productores, actores... Ya sabes, gente cool. No creo que sea muy adecuado para ella. Es la última vez. Te lo prometo'). Ramón sabía que nunca era la última vez y deseaba que los viajes de negocio de Eva se prolongasen indefinidamente ('No te preocupes. Cuidaré de Sofía. Venga, pequeña. ¿Te apetecen unas tortitas con nata?...'). Los momentos que pasaba con Sofía eran los mejores del día. Le hacían olvidar los trabajos de mala muerte que tenía que aceptar para subsistir. No importaba cuánto se hubiera quemado descargando cajas en el mercado central o los continuos comentarios de Tomás, el encargado de planta, que siempre que podía le llamaba "Sonado", cariñosamente según el muy desgraciado. Nada de eso importaba. Llegaba a casa, y con sólo ver a su Sofía dibujar garabatos y la alegría que iluminaba su cara nada más verle, todo se olvidaba. Deseando lo mejor para su pequeña volvió al boxeo para poder darle lo mejor. Nadie apostaba nada por el ('Siempre puedes volver aquí, "Sonado" dijo Tomás antes de besar el suelo 'cariñosamente''), y sin embargo, contra todo pronóstico, su carrera despegó como un cohete. Nunca había dejado de entrenar, manteniéndose en forma, dispuesto a volver en cualquier momento pero sin una razón La Arenga del Náufrago Jorge Antares suficiente para hacerlo. Si lo había dejado había sido por eso. Cuando Eva le abandonó, sintió que nada merecía la pena, que estaba luchando batallas que no le correspondían y decidió tirar la toalla, simplificar su vida. Total, 'nunca iba a llegar a más', según Eva. '¿Para qué esforzarte si no vas a conseguirlo?'. Algunas noches después de un día de trabajo agotador en el mercado, Ramón, tumbado en su dormitorio y mirando al techo, se preguntaba qué habría sido de su vida si hubiera continuado en el ring. Inconscientemente, una congoja melancólica se apoderaba de su cuerpo haciéndole llorar. Ahora sabía lo que habría pasado. Podía haber llegado entonces como había llegado ahora, pero él, y únicamente él, se había negado a hacerlo, tal vez como un castigo autoimpuesto por no alcanzar la meta todo lo rápidamente que quería Eva. Se dio cuenta de que, como muchas cosas en la vida, esto era una carrera de fondo, no de velocidad y que, tal vez, necesitaba un tiempo de maduración para aceptar el éxito. Conocía otros compañeros que habían empezado con él, y que, como polillas atraídas por la llama, habían caído en los excesos de la vida fácil. Miles de amigos, fiestas continuas, admiradoras dispuestas a todo, drogas controladas en todo momento,... Y luego, detrás del éxito, todo se iba por el desagüe. Primero el dinero y después los amigos de toda la vida. Acostumbrados a un ritmo de vida que ya no podían permitirse, los antiguos héroes languidecían entre decisiones mal tomadas que aceleraban su caída a los infiernos. Ramón sintió un golpe tremendo al ver por la televisión a su amigo 'el Potro del arrabal' sirviendo de chico para todo en un poblado marginal, supermercado de las drogas, a cambio de una papelina. El Potro podía haber sido el más grande, y sin embargo... Ramón se dijo que no repetiría estos errores. Y aunque era difícil resistirse al glamour y a las sirenas que le ofrecían sus encantos, ejercía de hormiga y ahorraba hasta el ultimo céntimo. Todo para su Sofía. En los dos La Arenga del Náufrago Jorge Antares últimos años había ganado lo suficiente para retirarse y vivir holgadamente de las rentas, pero nunca estaba de más otro combate más. Como el viejo torero que nunca llega a abandonar el ruedo a pesar de sus continuas despedidas definitivas, Ramón aceptaba un último combate. Cada vez le costaba más mantener el tipo, pero sabía que podía hacerlo por su Sofía... Y por él, por su orgullo malherido durante años en el mercado. Llegó a los vestuarios rodeado de periodistas que le preguntaban sobre su victoria. Omar intentaba sin mucho éxito apartarlos del campeón. Ramón sonreía pletórico, aun sudando por el esfuerzo. La boca le sabía a sangre. Kid Heracles le había trabajado bien la cara y sintió cómo un colmillo se movía al tocárselo con la lengua. Omar cerró la puerta dejando fuera a los reporteros. —Esos comemierdas nunca se cansan —dijo con su característico acento el entrenador cubano. —Es su trabajo, Omar. Tienen que informar. —Ya, pero son unos jodedores —Ramón le devolvió como respuesta una sonrisa, asintiendo con la cabeza. Omar recogió la bata de Ramón y mientras éste se duchaba, preparó su 'masaje revolucionario', como él lo llamaba. Un ritual para relajar a su pupilo después del combate. El summum de los masajes. Primero encendió un habano. Cerró los ojos, aspiró a fondo y dejó que el humo llenase sus pulmones. Se sintió como en Santiago de Cuba, su patria. Después sacó de un pequeño arcón sus bálsamos. Como un pintor que mezcla en su paleta los distintos colores hasta alcanzar la tonalidad adecuada, fue dejando pequeñas muestras de sus ungüentos y cremas encima de un espejito. Después, con mano artesana los fue mezclando hasta obtener el tacto adecuado. Era portentoso ver cómo este pequeño y arrugado anciano utilizaba sus manos con una precisión cirujana. Ramón salió de la ducha, se secó con la toalla y se dirigió a la mesa donde iba a recibir el masaje de su amigo. Omar, el bueno de La Arenga del Náufrago Jorge Antares Omar, siempre había estado allí, defendiendo causas perdidas, anteponiendo su corazón a la razón, apostando por pupilos que tenían más coraje que talento. Había estado con Ramón desde que le dejó Eva. El viejo gruñón de corazón de oro que siempre tenía una anécdota divertida, que siempre sorprendía con su interminable lista de conocidos, muchos de ellos famosos, otros no, pero que tenían unas ocurrencias impensables. Omar, el de los dedos maravillosos, que sabía por años de experiencia que músculo tocar y con qué presión para relajar el cuerpo dolido del esfuerzo. Ramón se tumbó en la camilla y el aroma de linimento y especias le llenó la nariz. —Venga, Omar. Hoy me lo he ganado —dijo el púgil cerrando los ojos y saboreando anticipadamente el masaje. El viejo manager empezó su trabajo. Ramón se dejo llevar. —Me han dicho que te han ofrecido un puesto en el Sport Martz —dijo Omar mientras rendía un hombro muy tenso. —Así es. Algo de relaciones públicas. 'La lucha no tiene edad. Pelea', creo que es el eslogan. —Suena bien —dijo el viejo exhalando una bocanada de intenso humo. —La verdad es que sí. Es una nueva línea deportiva destinada a ejecutivos de mediana edad. Dicen que soy un perfecto ejemplo para ellos. —¡Ja! Claro. La mayoría de ellos se pasó media vida descargando puercos en el mercado ¿verdad? —No seas malo, Omar. Parece una buena oferta... —Yo no dudaría en aceptarla. —Es que ahora estoy en racha... —No seas tonto. Ambos sabemos que cada vez te cuesta más subir al ring. No eres ningún jovencito. Mejor dejarlo en un momento de gloria. —¿Y tú que harías? No quiero dejarte colgado. La Arenga del Náufrago Jorge Antares —Naah. No te preocupes de mí. No, no, no, mi amigo. No voy a ser tu excusa. El viejo Omar no necesita mucho y no creas que eres el único que ahorra. Estoy pensando en volver a Santiago. —¿Me abandonarías? —Sin pensarlo dos veces, chico. Aun me quedan muchos bollos que comer. —Eres un viejo verde, Omar. —¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! No te consiento eso... Soy un interesante maduro. —Vale, vale, eres un interesante maduro. Tal vez lo de Sport Martz no sea para mí, sino para ti. —Pues,... no te digo yo que no. Con ese puesto no iba a perder ninguna oportunidad. Les iba a enseñar a esos comemierdas lo que es clase de verdad. Pero, dejemos los jokes, muchacho. Deberías pensarlo. No quiero que acabes mal. El cuerpo tiene un límite... —Lo sé, lo sé. Pero es que quiero darle lo mejor a Sofía... —¿Sofía? ¡Otra excusa! Siempre pones una excusa. Si quieres darle lo mejor, déjalo ya. ¿No querrás que tenga un papito 'sonado'? —Omar notó que estas palabras tensaban el cuello de Ramón. Lo había hecho a propósito. Siguió un incomodo silencio. —Vale, Omar, déjalo ya. Soy suficientemente mayor para saber lo que más me conviene. — Pues no lo parece, te comportas como... —¡Déjalo ya, Omar!¡No eres mi madre!. —Oka, oka. Pero... —No hay peros. —No hay peros, no hay peros. Oka. Ya estoy terminando el masaje y te dejo, por si quieres hacer una siesta. ¡Ah! Casi se me olvidaba. Hay una carta para ti. —¿De quién es? —Ni idea, chico. Estaba aquí cuando llegué. Toma —el anciano cubano le alcanzó la carta a Ramón. La Arenga del Náufrago Jorge Antares —'Un regalo para ti'. ¿'Un regalo para ti'? ¿Qué es esto? ¿Alguna groupie? —No sé. Lo mejor es que la abras para salir de dudas. Hasta luego. Tengo una cita con unos tragos de ron y no me gusta hacerles esperar —Omar abandonó el vestuario con un paso firme que desmentía su edad. Ramón, mientras, abría el sobre y sacaba unas cuantas hojas. Era un cuento cuyo título era 'Mientras la duerme'... ciudad La Arenga del Náufrago Jorge Antares 14. Mientras la ciudad duerme Mientras la ciudad duerme, Doc Coraje vigila desde el ático del edificio Excelsior, el rascacielos más alto de la Gran Manzana. Su dura mirada acerada observa la, por unos momentos, silenciosa urbe sabiendo que es como la candela, que tras su aspecto inofensivo tiene una llama que esconde la semilla de un incontrolado incendio. Su agudo oído se centra en el teletipo conectado a la central de policía para escuchar cualquier atisbo de amenaza mundial. Sabe que no hay que menospreciar ninguna pequeña anomalía. Detrás de un, aparentemente, insignificante robo en una estación de gasolina puede ocultarse un esquema de dominación mundial de algún villano como el maligno doctor Chen Chu o Vladimir, el emperador del Báltico. Hace mucho tiempo de su última batalla y aunque ambos parecieron perecer en una pavorosa explosión en el Polo Norte, Doc Coraje sabe que, como la mala hierba que nunca muere, pueden volver a amenazar a ciudadanos inocentes. Por eso el hercúleo paladín siempre está preparado, siempre dispuesto a enfrentarse a esos que menosprecian la vida humana. Doc piensa en su familia. Hace mucho tiempo que no les ve, mucho, demasiado. Viven en otra ciudad protegidos por el anonimato. Nadie debe relacionarles con él, pues sus enemigos le podrían atacar a través de ellos. Doc anhela verlos, está huérfano de sus abrazos y calor,... Pero, primero debe conseguir un mundo más seguro para ellos,... Doc no sabe que espera en vano, que nunca llegará el temido ataque. Sus contrincantes hace tiempo que abandonaron la lucha. Unos yacen con un rictus de dolor eterno bajo helados bloques de hielo en un lugar olvidado del Polo Norte. Otros han cambiado sus La Arenga del Náufrago Jorge Antares hábitos y, temerosos de su anterior vida, la han rehecho y se han convertido en ciudadanos que viven con sus familias en el cinturón de la gran metrópoli. Doc no sabe que no llegará ninguna lucha más y ajeno al paso del tiempo, espera, espera, espera... solo. Lorena releyó la arenga en forma de cuento. 'Corto pero directo' pensó. Se sintió plena, incluso más que antes del accidente. El escribir para los demás le había abierto nuevas perspectivas y, de la misma forma que uno aprende mejor una cosa cuando la enseña a la gente, cada palabra que escribía para otros, le descubría facetas desconocidas de su personalidad. Cerró el archivo y lo mandó al foro de arengas con su seudónimo de Lady L. Internet le había dado los brazos y las piernas perdidas en el accidente. La voz la descubrió por el camino, cuento tras cuento. El Numantino sólo le había ayudado a darse cuenta de su potencial. Sorbió por la pajita que tenía al lado de la boca un poco de limonada y miró a través de la ventana. El cielo era azul con nubes grises, antesala de una tormenta veraniega que refrescaría el ambiente... —Siempre está enfrascada con ese portátil —dijo la enfermera Victoria. —Bueno, es su manera de evasión. No hace daño a nadie — comentó Carlos, el ats. —Si estuvieras como esta ella, ¿Qué harías? ¿Quedarte mirando al techo todo el rato? —No. La verdad, no, pero no sé. No es normal... —Más de lo que crees. Hay mucha gente enganchada a internet. Es su única manera de comunicarse con el mundo. —A eso me refiero. ¿No crees que es triste hablar al vecino sólo a través del ordenador? No es natural. —¿Y a través del móvil? Tú siempre estás con él. —Es distinto, Carlos, es distinto. No me compares. La Arenga del Náufrago Jorge Antares —Pues claro que te comparo. La mayoría de tus conversaciones son superfluas, te las podías evitar. No me digas que es imprescindible llamar a tu hermana para comentarle la última película que has visto. —Bueno, sí, podría esperar a verla el fin de semana, pero... — Lo de la película es lo de menos, Vicky. El caso es que lo que quieres es hablar con ella, comunicarte. Cualquier excusa es valida. Pues eso le pasa a Lorena, solo que a través del ordenador. El doctor Berlanga ha comentado que está mucho más animada que cuando no lo tenía. —Sí, la verdad que sí. Los primeros días después del accidente estaba deprimidísima. Así por lo menos mata el tiempo y se olvida de todo. Lo que digo, Carlos, es que en su caso está justificado. Cuadrapléjica, sin posibilidad de moverse. Vale, es una necesidad. Pero ¿y el resto de los que están enganchados? —¿El resto? Pues no sé qué decirte. Supongo que cada persona es un mundo. Hay muchas situaciones parecidas a la de Lorena. —¿Sí? No creo. La mayoría de ellos no están atados a una cama. —Hay otro tipo de ataduras, Vicky. Por ejemplo, tú misma. —¿Yo misma? No sé a qué te refieres. No veo la similitud. — Ahora verás lo que quiero decir. Tú vienes de una pequeña capital de provincia. ¿No es así? —Sí, pero... —Espera un poco, espera un poco... Vienes de un sitio pequeño en el que todos se conocen. Los vecinos te han visto nacer, las distintas familias comen juntas,... Y sin quererlo ya estás metida en el ajo. —¿El ajo? —El ajo. Te conocen desde niña y pueden hablar de ti, opinar sobre lo que haces y dejas de hacer. Te han marcado un camino y si no lo sigues, pueden surgir problemas. Ya sabes, la doble moral, el La Arenga del Náufrago Jorge Antares doble rasero. Si ligas mucho y eres un chico, eres un machote, pero si eres una chica,... Ya sabes. Los chismorreos en un sitio pequeño tienen el mismo peso que los hechos contrastados. —La verdad es que sí. —Pues claro. Tú misma lo has sufrido en tus carnes. ¿No nos decías que desde que llegaste a la ciudad habías conocido a más chicos que antes en tu localidad natal? Sin miedo al qué dirán, te soltaste. Cosa que no hubieras hecho en un sitio mas pequeño. A esas ataduras me refiero. —En ese caso, sí. Aun ahora, cuando vuelvo a casa me siento observada, diseccionada por sus miradas. —Pues imagina otra gente como tú, en un pueblo perdido de la mano de Dios. Pero que no han tenido la posibilidad de salir de ese ambiente como te ha pasado a ti. Imagina la gran ventana al mundo que es Internet para ellos, la cantidad de gente que pueden conocer sin miedo al qué dirán. —Hombre. Planteado así, es más lógico... —Por supuesto, Vicky. En la red no tienes los impedimentos del mundo real. Puedes ser quien quieras ser. —Oye, Carlos... ¿Y tú cómo sabes tanto de todo esto? —Muchas guardias nocturnas, muchísimas. Hay que hacer algo para entretenerse entre aviso y aviso. —Ya veo. Así que te pasas chateando todas las noches que te toca guardia. —Todo el rato no, pero bastante. Es agradable conocer gente. —Pues ya me dirás cómo se hace, porque a mí, las guardias se me hacen eternas. —Vale, ya verás que divertido es... La Arenga del Náufrago Jorge Antares 15. Abre la muralla... Robin se estaba haciendo un nombre dentro del foro de arengas. Su 'arenga del naufrago' Klarking le felicitaron. Incluso había gustado mucho. Lady L y le propusieron un divertimento conjunto: una arenga a tres bandas. Empezaría uno, la seguiría otro y la culminaría el tercero. A Robin le pareció atractiva la iniciativa. Después de tanto tiempo solo en el mundo real, volvía a formar un equipo. Y esto le agradaba mucho. Pensando en los múltiples caminos que podría seguir el relato, Robin recibió un aviso. Querían chatear con él. Miró a ver quién era el solicitante y sonrió. Era el Numantino. Tranquilamente aceptó. Era la hora de comer y estaba solo en la oficina. Cogió un sándwich de queso con anchoa y empezó la charla... Numantino> Hola. Me gustó mucho lo que te pedí EspartacoXXI> Gracias. ¿No crees que era un poco pueril? Numantino> Pues claro. Y en eso está la gracia. EspartacoXXI> ¿Gracia? Numantino> Sí. Me pareció que venía de muy dentro de ti. EspartacoXXI> La verdad es que sí. Numantino> Y te sentiste bien escribiéndolo EspartacoXXI> Así es. Numantino> Toda nuestra vida nos están controlando y han refinado este control. EspartacoXXI> ¿Refinado? Numantino> Sí, refinado. Ahora nuestros controladores somos nosotros mismos. Nosotros nos imponemos qué decir o no. EspartacoXXI> ¿Estás hablando de lo políticamente correcto? Numantino> Exactamente. Ese tipo de mierda que nos hace La Arenga del Náufrago Jorge Antares pensar cada palabra y que nos impide expresarnos con naturalidad. EspartacoXXI> La verdad es que sí. Cualquier colectivo puede sentirse afectado por el sentido de tus palabras. Numantino> Y no sólo son las palabras. Es lo que sientes. Si no pasa unos umbrales de cinismo, piensas que eres estúpido. ¿Verdad? EspartacoXXI> Sí. Numantino> ¿Lo mismo que sentiste al releer tu arenga? EspartacoXXI> Lo mismo. Numantino> Eso es lo que sentiste tú y lo que sienten muchas personas al escribir. Cuantas historias se habrán perdido por este tonto prejuicio. EspartacoXXI> Es que tienes miedo de que te cataloguen. Numantino> ¿De qué? ¿De soñador, de estúpido?,…¿de ingenuo? EspartacoXXI> Si. Tienes miedo al ridículo. Numantino> Un miedo que te han inculcado desde pequeño. No hagas cosas tontas para que no te cataloguen de tonto. EspartacoXXI> Eso mismo. Numantino> Es una cuestión de relatividad. El traje del emperador. Ya sabes, el cuento. EspartacoXXI> ¿El del traje que sólo podían ver las personas puras de corazón? Numantino> El mismo. Todos por temor a ser tachados de impuros veían lo inexistente sin rechistar aunque el emperador estuviera desnudo. EspartacoXXI> Y sólo un niño se atrevió a decir la verdad. Numantino> Exactamente. ¿Ves lo que te estoy diciendo? Un niño… EspartacoXXI> Sólo un niño se atrevería a decir eso sin pensar en las consecuencias. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Numantino> Efectivamente. Por eso desean que dejemos de ser niños cuanto antes. ¿Qué mejor manera de controlarnos? EspartacoXXI> Suena un poco paranoico. ¿No crees? Numantino> Sí, pero ya sabes el triunfo del diablo es habernos convencido de que no existe. Es como todo. Si tienes algo, o crees que lo tienes, no aspiras a tenerlo. Fíjate en tu alrededor. ¿Piensas que vives en una democracia? EspartacoXXI> Bueno, más o menos. Nunca se es totalmente libre. Numantino> En una democracia todas las personas son iguales. No hay individuos que estén más allá de las reglas y que las infrinjan con total impunidad. EspartacoXXI> Ya , ya, pero eso es utópico. No existe algo así. Numantino> Sí que existe y estamos hablando a través de ello. EspartacoXXI> ¿Internet? Numantino> Internet. Aquí todos somos iguales. Sin prejuicios. Cuando hablas con alguien en el mundo real, la comunicación siempre está contaminada. Tu interlocutor puede disparar en ti inconscientemente sentimientos de rechazo o cariño dependiendo de sus características físicas, que te recuerdan situaciones anteriores. Y el mismo mensaje puede significar cosas distintas dependiendo de esto. EspartacoXXI> Hombre, eso intentas evitarlo. Numantino> ¿Hombre? ¿Cómo sabes que soy un hombre? Podría ser una mujer. Aquí podemos ser cualquier cosa. EspartacoXXI> Tienes razón. Aquí podemos ser cualquier cosa. También es una forma de contaminación. Numantino> Sí, pero la mayoría de las veces mostramos lo que podríamos ser, no lo que somos o lo que nos dejan ser en el llamado mundo real. Vivimos encorsetados en estereotipos y La Arenga del Náufrago Jorge Antares no podemos salirnos de ellos. No conviene al poder. EspartacoXXI> Otra vez la teoría conspiratoria. Numantino> Sí, otra vez. ¿Crees que todo surge al azar? Piensa un poco: los clubes infantiles de televisión te bombardean con marcas desde pequeño cuando no tienes criterio para discernir. El mejor coche de juguete para los niños, la mejor muñeca para las niñas. Si no lo tienes, no serás feliz. Te marcan un camino reducido: tenerlo o no. Y te cercenan el resto de posibilidades: crear tus propios juguetes, desarrollarte. EspartacoXXI> Tienes razón. Esos programas infantiles son bastante agresivos. Numantino> Fuegos artificiales para los críos. Bonitos sonidos e impactantes imágenes. Presentadores veinteañeros haciéndose pasar por quinceañeros histéricos de encefalograma nulo. Una hermosa envoltura de nada. En vez de darte herramientas para crecer, te las dan para seguir igual. No hay diferencia entre los gustos de un chico, de un adolescente, de un adulto. Sólo cambia el producto. El coche de juguete pasa a uno de verdad, la muñeca se convierte en la mujer. EspartacoXXI> Así es el sistema. Numantino> Así es el sistema. Inamovible. ¿No? EspartacoXXI> Bueno. Siempre se intenta cambiar. Numantino> ¿Cambiar? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿En el futuro? ¿En un entorno en el que temes hablar de conceptos más complicados que el último evento deportivo o la última noticia del corazón por temor a ser un bicho raro o que oigas cosas como ´no estamos para pensar a estas horas'? EspartacoXXI> Sé a lo que te refieres. Tú por lo menos tienes un entorno. Yo me paso la mayoría de las veces solo. En el trabajo me ignoran totalmente. Numantino> No eres el único. Vivimos el mundo al revés. Cuando tienes iniciativas para mejorar las cosas, en vez de La Arenga del Náufrago Jorge Antares potenciarte lo único que hacen es intentar hundirte para tapar las odiosas comparaciones con su mediocridad. EspartacoXXI> Suena un poco resentido, pero es así. Numantino> Pero tú tienes la solución. Has mencionado la clave de tu problema. Es el entorno. Igual que si plantas semillas en un campo estéril, no esperes ninguna cosecha. EspartacoXXI> Soy demasiado viejo para cambiar de trabajo. El mercado ahora no está muy boyante. Numantino> No me refería a cambiar de trabajo. De hecho, ya has cambiado de campo. El foro de las arengas. EspartacoXXI> Ya que lo dices, es verdad. Me siento muy bien allí. Numantino> El entorno es muy importante. Rodeado de gente motivada, tú te motivas. Una sana competición. Una tierra fértil donde desarrollarte y crecer. EspartacoXXI> Te dan ganas de crear cada vez que entras. Sientes que tu trabajo vale la pena. Numantino> Pues claro que vale la pena. Las palabras pueden cambiar la vida a una persona y este foro es la prueba. Una canción puede despertar un corazón dormido, insuflar nuevas esperanzas, abrir nuevos horizontes. EspartacoXXI> "La pluma es más poderosa que la espada". Numantino> Eso mismo. Si la gente lo viera, leería más, sentiría ese deseo visceral. Por eso no quieren que leamos. Ya sabes, información es poder. Los antiguos monjes guardaban sus libros ajenos al pueblo llano. EspartacoXXI> Ahora todo el mundo tiene acceso a los libros pero no los usa. Numantino> ¿Cómo van a usarlos si no tienen tiempo? Tienes que pagar una hipoteca, tienes que comprar caprichos que no necesitas. Estás todo el tiempo pensando en la olla de oro al final del arcoiris, que nunca vas a encontrar. No hay tiempo de La Arenga del Náufrago Jorge Antares leer el libro, esperas a que hagan la película. Y el problema de ésto es como el de la religión. EspartacoXXI> ¿La religión? No encuentro la relación. Numantino> Es muy sencillo. La religión debería ser como las matemáticas. Te deberían enseñar las reglas de sumar, restar, etc. y luego tú deberías hacer tus propias cuentas. Pero en cambio, la mayoría de la gente deja en manos de otros esa labor y así durante siglos nos están haciendo creer que uno más uno son tres. EspartacoXXI> Es una cuestión de fe. Numantino> Hasta cierto punto. También te dicen ´ama a tu prójimo´ mientras apoyan gobiernos que perpetran genocidios constantes. Hay dos tipos de personas: las que se creen todo y las que lo cuestionan todo. Y no interesa que haya muchos de los últimos, pues se podría venir abajo todo el montaje. EspartacoXXI> Lo del traje del emperador. Numantino> Exacto. No quieren que alguien diga en voz alta lo que pensamos todos. Por eso se acallan las voces críticas. Y la mejor manera de enterrar a los disidentes es desprestigiándolos. Y de una manera muy sutil, con pinceladas de información aquí y allá, al final forman el cuadro que ellos quieren en tu cabeza. "Los que ven las conspiraciones son unos paranoicos". "No pienses, es malo y además no sabrías hacerlo. Déjanos a nosotros hacerlo por ti". EspartacoXXI> Son muy poderosos. Numantino> Tanto como los sastres que hicieron el traje del emperador. Nosotros somos sus mejores aliados. Hasta que venga un niño que les descubra. EspartacoXXI> Hasta ese momento. Numantino> Y no vamos a esperar ese momento sentados, ¿verdad? Por eso estoy haciendo esto. Enseñando a la gente a ver su potencial. Propiciando que se desarrollen. La Arenga del Náufrago Jorge Antares EspartacoXXI> Una pregunta… ¿Quién eres? Numantino> ¿Quién crees que soy? En el mundo real puedo no ser nadie,… según sus baremos. Aquí soy como ves que soy. No hay trampa, ni cartón. Soy lo que hago. No hay nada más. Creo que todo puede cambiar, que el sistema no es inamovible y que si jugamos con sus cartas estamos abocados a perder. Así que estoy construyendo otra baraja, otro juego, para que podamos jugar todos. EspartacoXXI> Por cierto, tengo que dejarte. Hay que volver al trabajo. Numantino> Lo sé. Pero tengo un regalo para ti. EspartacoXXI> ¿Un regalo para mí? Numantino> Sí. Te lo envío por mail. Espero que sea de tu agrado. EspartacoXXI> Muchas gracias. ¿Qué es? Numantino> Ya lo verás ;—) Hasta luego. EspartacoXXI> Hasta luego. Robin miró el correo y allí estaba un mensaje del Numantino. Tenía un archivo adjunto cuyo nombre era "El pequeño planeta al borde del abismo"…. La Arenga del Náufrago Jorge Antares 16. El pequeño planeta al borde del abismo "El verdadero valor comienza con el miedo" Proverbio —Y ahora, para mi siguiente número de magia necesito la ayuda de un joven amiguito —dijo pomposo el mago Sterankho. Cientos de pequeñas manitas se alzaron en un griterío. Los ojos del mago recorrieron los apremiantes rostros. Y su mano hizo un rápido y vertiginoso giro para señalar a la pequeña Rhea Sinkler. La sorpresa se dibujó en la sonrisa de la niña y sus pupilas azul manganeso amenazaron con humedecerse. Rhea salió corriendo al encuentro del mago ondeando su cabello verde jade. Éste le tendió la mano. —Bienvenida, intrépida aventurera. Prepárate para el viaje de tu vida —canturreó el mago con voz de presentador de circo. Sterankho le indicó que se acercase a la gigantesca urna que permanecía tapada por una sabana negra con intrincados dibujos cabalísticos en oro y púrpura. —Ante vosotros,... los secretos del Universo —dicho esto, el mago Sterankho descubrió con un misterioso ondear de la sábana, la urna que estaba llena de un líquido azul oscuro trufado con multitud de estrellas brillantes. Era una forma indefinida que producía escalofríos, pues cada vez que uno se fijaba en la urna veía distintas cosas: soles binarios, nebulosas con forma de medusa, cíclopes peleando con demonios en el centro de la tierra, fabulosas pirámides formando dibujos sólo visibles desde fuera del planeta, leviatanes de las profundidades marinas acechando a los barcos pesqueros, furiosas tempestades de cristales de hielo multicolor en desiertos La Arenga del Náufrago ámbar, Jorge Antares planetas en colisión con supernovas hambrientas, insectos gigantes medrando en la piel de un gigante,... Era difícil mantener la vista, pues las visiones te atraían al mismo tiempo que producían un miedo ancestral que ponía los pelos de punta. Rhea Sinkler parecía una mota de polvo ante tal maravilla. El mago Sterankho se acercó y, cogiéndola de la mano, le dijo mirándola a los ojos con una mirada eléctrica: —¿Quieres entrar? —La niña le miró sorprendida y asustada a partes iguales. Una parte de ella estaba aterrada pero otra le apremiaba para ir corriendo. Rhea iba a entrar cuando... —No, no, no, mi buen amigo, creo que ha habido una pequeña equivocación —dijo Alther Baranyan, el jefe de Pista del Pequeño Circo de Maravillas. Sterankho le miró con una mezcla de sorpresa y disgusto. Nadie antes había interrumpido ninguno de sus actos de magia. Siempre buscaba crear un ambiente sobrenatural utilizando sus palabras y el lenguaje corporal, pero ahora la magia se había roto como una pompa de jabón por esta inesperada interrupción. Sterankho miró a los ojos de Alther y detectó vergüenza y miedo en ellos, así que prefirió callar y esperar una explicación. —Sí, amiguitos, ha sido todo un error, la... la persona elegida es este niño —continuó Alther Baranyan señalando a un pequeño de cabello gris plástico. Sterankho iba a decir algo, pero una seña disimulada del jefe de pista le convenció de lo contrario. Rhea se quedó parada y sintió que sus mejillas empezaban a sonrojarse, un nudo en la garganta le impedía segregar saliva. El mago, viendo lo que le estaba pasando a la niña, le susurró al oído: —No sabía nada de esto. Venme a buscar después de la actuación. Confía en mí, pequeña —Rhea anduvo con rápidos pasos hacía el público, reprimiendo una lagrima mezcla de dolor y de ira. Sus padres la abrazaron pero nadie se dio cuenta, pues sus miradas se centraban en Sterankho y el niño del pelo Gris. —¿Por qué? ¿Por qué no me han dejado? —su madre la abrazó La Arenga del Náufrago Jorge Antares más fuerte y su padre acalló una maldición en sus apretados labios, mirando con impotencia al niño del pelo gris y luego a su padre, el poderoso Señor Zhisco Denalm. ¿Cómo iba a decirle a su hija que no eran más que gusanos ante Denalm y que podía hacer lo que quisiera con ellos ahora y siempre? Era un axioma del que creían poder apartar a Rhea durante su infancia, pero los hechos son implacables y no pueden guardarse mucho tiempo escondidos. Los Denalm habían regido ese mundo al borde de la Vía Láctea durante muchas generaciones y seguirían haciéndolo cuando el polvo de los huesos de los tataranietos de Rhea fuera sólo un recuerdo. El mago Sterankho continuó su acto con el hijo de Denalm. El niño entró en la urna y todas las formas terroríficas cambiaron y se iluminaron. La luz se hizo y todo se convirtió en un paraíso con formas angelicales y hadas de grandes ojos volando de aquí para allá entre el público que profería ovaciones y gritos de felicidad. Los niños saltaban con risas espontáneas y sus padres se miraban entre sí con tontas sonrisas de asombro. Y en el centro de todo, el hijo de Denalm sonreía levitando por encima de la urna. Zhisco Denalm miró complacido a su pueblo... Las luces del circo se estaban apagando y los últimos rezagados se dirigían a coger el tranvía de iones en la Plaza J´sant. padres se dirigieron al callejón trasero del Rhea y sus Pequeño Circo de Maravillas. Entraron y mientras los empleados iban recogiendo las pistas y las redes, llamaron a una puerta en la que se veía "Sterankho" en mitad de un planeta venusiano y rodeado de estrellas con efecto caleidoscópico. La puerta se abrió sola y una voz lúgubre les indicó que entrasen. Rhea y su familia traspasaron la puerta con paso dubitativo. Dentro del camerino se podían ver extraños objetos como aves fénix en pequeñas lámparas o espejos que devolvían las imágenes de las personas como si fueran monstruos. Tanto Rhea como su familia La Arenga del Náufrago Jorge Antares miraban con ojos como platos, temiendo separarse, amparados en la vana ilusión de la seguridad del grupo. Sterankho apareció detrás del padre de Rhea y éste dio un respingo. —Bienvenidos a mi humilde espacio en este mundo. Por favor, tomen asiento mientras cumplo mis deberes como buen anfitrión y como disculpa por lo sucedido. Sobre todo por eso —dijo el mago poniéndose tenso en las últimas palabras. Rhea y sus padres se sentaron en unos cómodos sillones ingrávidos y pequeños efebos voladores les ofrecieron uvas—grosellas y aguamiel dorada. Al principio dudaron en tomar las bebidas pero un guiño de Sterankho deshizo toda desconfianza. —No saben cómo lamento lo sucedido. Tendrán que perdonar la inexperiencia de un extranjero con las "costumbres locales". Alther, el jefe de Pista, me puso al corriente después. He viajado por numerosos planetas y, desgraciadamente, me he topado con situaciones parecidas... y la verdad, si les soy sincero, nunca he podido adaptarme a ellas. Pero claro, tenemos que comer y, a pesar de todo, tenemos que vivir con lo que trae el destino, esperando tiempos mejores. El padre de Rhea calló algo que salía sin control desde su corazón. Mejor así. Nunca se sabía quién podía estar escuchando. Sterankho asintió cómplice y bajó la mirada. La pequeña Rhea no comprendía de lo que estaban hablando los mayores, pero sabía que debía ser muy importante, pues nunca había visto a su padre tan tenso. El mago cambió su faz y con una sonrisa pícara y un guiño se dirigió a Rhea. —Bien, pequeña, ha llegado tu momento. Te prometí los secretos del Universo, y soy un hombre de palabra. —Sterankho hizo un gesto mágico con su mano izquierda y detrás de él se abrieron unas cortinas. Detrás de ellas se podía ver un espacio superior al que pudiera albergar la habitación y un extenso jardín lleno de criaturas La Arenga del Náufrago Jorge Antares extrañas: aves gigantescas de enormes patas, camaleones con cabeza humana, centauros con cuerpo de mono, etc. Un paraíso de seres inexistentes. El mago cogió la mano de la niña y entraron en el recinto mientras decía: —Bienvenida al Paraiso. —¿Es de verdad? —dijo Rhea. —Tan de verdad como tu corazón quiere que sea —contestó Sterankho. El mago indicó con un gesto a los padres de Rhea que entrasen. Éstos así lo hicieron, preguntándose cómo era posible que pudiera existir algo tan grande en un sitio tan pequeño: el cielo sobre sus cabezas, los montes lejanos llenos de esculturas gargantuescas, un mar en el que se vislumbraban peces desconocidos, y hasta una tribu de ardillas en una ciudad hecha en el esqueleto de una estrella de mar gigante. No sabían cómo el mago podía hacer estas cosas, pero pronto se despreocuparon de esos asuntos y empezaron a gozar del jardín y de su aire fresco y dulce. Sterankho se acercó con Rhea a un mirador cercano. Desde él se podía ver una cascada de casi 15 kilómetros de altura bordeada por un arcoiris perpetuo. Rhea se quedó parada, muy quietecita. Nunca había visto algo tan majestuoso, tan salvaje, tan puro... El mago le puso una mano en el hombro. —Y el secreto del Universo es muy simple, Rhea. Sólo tienes que escucharlo. ¿Serás capaz de guardar el secreto? Rhea asintió con la cabeza. El mago se acercó a su oído y musitó unas palabras que no pudieron oír sus padres. La niña empezó a sonreír, miró al mago y éste se llevó un dedo a la boca en signo de silencio. Sterankho miró a los padres de Rhea y con calmada voz anunció: —Podéis quedaros una hora en el jardín e ir donde queráis. No hay ningún peligro. Sólo quiero que recordéis que otro mundo es posible. Adiós —entonces empezó a transparentarse y desapareció. Los padres de Rhea se acercaron a la niña y curiosos le La Arenga del Náufrago Jorge Antares preguntaron: —¿Qué te ha dicho? ¿Cuál es el secreto del universo? —¿Sabéis guardar un secreto? —dijo Rhea. Los dos padres se miraron y asintieron. Le niña les contestó con un ojo guiñado: — Pues yo también —hizo un gesto de saludo y se fue sola a dar una vuelta por el parque. Los dos padres se quedaron con cara de pasmarotes. Rhea Sinkler se acercó con los últimos informes a Lara Denalm. Los ojos de la Suprema Dama miraron los holoarchivos que se formaban delante y puso un gesto adusto como si los comprendiera. —¿Y? —dijo dubitativa Lara Denalm. Rhea se calló lo que pensaba de los grandes conocimientos de su jefa, sacó un puntero láser y empezó a señalar en el holoarchivo. —Como habrá podido deducir por este informe, la amenaza que se cierne sobre el Planeta Denalmia es inminente. —¿Eh...?¿Qué tipo de amenaza? —preguntó la Suprema Dama. El rostro de Rhea permaneció impasible pero por dentro se preguntaba "¿Cómo demonios habrá accedido a un puesto tan importante este zote? ¡Ah! ¡Claro! Tal vez el apellido Denalm tenga algo que ver". —Bien, ¿cómo se lo explicaría yo? ¿Ve esas ondas en el hemisferio Norte del holomapa? Bien, son restos de la energía primigenia que se desencadenó al crearse el universo. De alguna forma ha rebotado y estamos en su camino —continuó Rhea mientras señalaba con el puntero. Sus ojos azul manganeso se movieron detrás de las gafas, esperando encontrar una pregunta inteligente de su jefa. —¿Y eso significa...? —Escuchó impertérrita Rhea. "Mala suerte. A lo mejor dentro de un millón de años. Es como explicarle a un mono la teoría de la relatividad. Lo malo es que este mono dirige el puerto de investigación galáctica... En fin, se lo explicaré". El suspiro La Arenga del Náufrago Jorge Antares de Rhea fue inaudible. —Eh... bien, en pocas palabras: ESTAMOS CONDENADOS. La ola de energía nos va a barrer —explicó con flema a su jefa. —¿Cómo? ¿Estás segura, Rhea? —gritó Lara Denalm con su habitual educación. — ¡Tiene que haber un error! —Los datos no mienten. Como bien puede ver, está clara la interpretación —dijo por cortesía, suponiendo a propósito que hablaba con un profesional y no con una persona designada a dedo. "¡Ay, la endogamia! ¡Que mala es!" pensó Rhea. —¿Y hay alguna posibilidad de salvación?—exclamó asustada la Suprema Dama. —Pues no —cortó tajante Rhea con el pensamiento de "Me gusta verte así, perra. Sabiendo lo que es tener miedo" y continuó—. El plazo de llegada de la onda es de 8 meses. No hay tiempo de evacuar el planeta... —¡Al planeta que le den! ¡Por Danox, Rhea, te estoy preguntando si yo puedo... digo, si podemos salvarnos los Denalm! — Rhea estaba disfrutando viendo perder los estribos a su jefa. "En el fondo no somos tan diferentes la plebe y vosotros.... Vale, te daré la respuesta, que si no te va reventar una vena del cuello". —El caso es que tampoco hay dónde ir. La onda fundiría las naves como un cuchillo caliente la mantequilla. Sólo hay una posibilidad... —¿Cúal?¿Cúal? ¡¡Dímela de una maldita vez o si no...!! — interpeló Lara Denalm demostrando de nuevo su exquisita educación y maneras. Una lluvia de ligera baba duchó la cara de Rhea. "Un gran líder para un gran pueblo.... La publicidad hace maravillas". —Hay una pequeña posibilidad: Bajo tierra —dijo Rhea, señalando al suelo. —¿Bajo tierra? —Sí, bajo tierra. Hacer un túnel lo suficientemente hondo y crear un refugio donde aguantar la embestida espacial. Es arriesgado La Arenga del Náufrago Jorge Antares y puede ser peligroso, pues pasarían miles de años hasta que la superficie fuera habitable de nuevo. Pero es la única posibilidad. —El rostro de Lara Denalm era un poema, lejos de la arrogancia que demostraba con sus inferiores. Con una mano nerviosa recorría su boca y con la mirada perdida era la viva estampa de la preocupación. —¿Y... quién sabe esto, Rhea? —Sólo usted. En el mismo momento que he terminado todas las pruebas y comprobaciones he venido a informarla. Tal vez tendríamos que advertir a los denalmitas de lo que pasa... —No,... no podemos permitir que cunda el pánico. Tenemos que actuar en secreto. De todas formas, si se hiciera ese refugio, no habría sitio para 40 millones de personas, y mucho menos víveres para alimentarlo. No hay tiempo, ni materiales... —Entonces... ¿qué vamos a hacer? —Preservar lo mejor de este planeta... —sentenció Lara Denalm. Rhea pensó "Y seguro que todos sus apellidos empiezan por D". Se eligió un sitio apartado en mitad del amplio desierto de Mogazee. El lugar era ideal para el refugio: lo suficientemente cerca de los lugares habitados para proveerse de materiales e infraestructuras y lo suficientemente lejos de ojos curiosos que pudieran preguntarse qué sentido tenía ese gran agujero en mitad de la nada... Yam Kalarma esperaba nervioso en el Gran Salón Franfran del Palacio Imperial de los Denalm. Como príncipe consorte de Ariel, hija de Zhisco Denalm, había tenido que hacer muchos sacrificios, sobre todo para mantener el status quo de su familia de rancio abolengo venida a menos. Su boda con Ariel había sido un ejercicio premeditado de estrategia dinástica en el que ambas familias salían favorecidas: Los Kalarma recuperaban parte de su esplendor económico y los Denalm ganaban riqueza genética para su propia La Arenga del Náufrago Jorge Antares Estirpe, algo empobrecida por sucesivos enlaces entre primos (y a veces hermanos). Tampoco es que ganasen mucho emparentándose con los Kalarma, pero era mejor que gastarse el erario público en pañales para la incontinencia de futuros príncipes. Yam Kalarma había cumplido su parte y había proporcionado 4 hermosos nietecitos a Zhisco Denalm, comiéndose las náuseas que le provocaba la faz de la princesa Ariel, cuyos ojos tendían a unirse en la nariz y cuyo tenue bigotillo tenía que rasurarse diariamente como si se tratara de un camionero espacial. Delante de Yam se encontraban otros miembros menores de la familia Denalm. Como él, esperaban nerviosos el resultado de la reunión entre Zhisco y su grupo de asesores. El asunto debía ser muy importante y muy secreto, pues allí se encontraban miembros y allegados a los Denalm dispersos por todo el planeta y con los que sólo se veía en bodas, bautizos y funerales. La tensión se mascaba y Yam casi podía leer los pensamientos de sus compañeros de sala. Allí estaba el poderoso Paul K. Rezram, dueño de la mayor cadena de publinoticias del mundo y que con sus informativos de investigación provocó la guerra con el vecino planeta de Serejonía ("Sólo soy un instrumento del pueblo para acabar con la injusticia. Ese planeta tenía armas de destrucción masiva, o al menos eso parecía. Más vale prevenir que curar. Tenía que ayudar al mundo libre a tomar decisiones,... aunque me tuviera que inventar las noticias. Unos buenos misilazos de plasma y muerto el Rwolf se acabo la rabia"). Sentado más allá, el alto señor papal Sonjak Guerbal, representante de Danox en la tierra, rodeado de su guardia barbilampiña y de 2 niños menores de 3 años ("El amor es algo que debe darse desde pequeñitos. Cuanto más tiernos, mejor"). En el mueble bar de estilo Aghatesko, bebía nervioso Jary Franz, presidente mundial electo por el pueblo dentro del nuevo juego perverso de Zhisco llamado democracia ("¿Qué más pueden pedir si se les da lo que desean? ¿Querían libertad? Pues les damos libertad. Soy su libre elección y La Arenga del Náufrago Jorge Antares además, la única. Y si hay alguna más, nos ocuparemos de que no la haya. Eso sí, con toda libertad") . En todos los sitios en que pusiera su mirada había eminentes hombres y mujeres de gran fama: Cantantes de ópera de voz menguada con contratos millonarios, deportistas con ventaja por decreto en todas las carreras, hombres de negocios con títulos comprados en las más prestigiosas universidades, ilustres escritores con un millar de "auxiliares" a su cargo, jueces de gran rectitud, inamovibles en su ideal de adecuar las leyes a su favor, etc, etc,etc. En fin, en esa sala se encontraba lo mejor de lo mejor, la creme de la creme mundial. El Club más selecto del planeta: la Estirpe Denalm. El sudor caía descontrolado por la frente de Yam Kalarma. De pronto, se abrió la gran puerta de la sala de reuniones y un borbotón de personas salió cadencioso. El príncipe consorte se acercó al río humano, urgido por la necesidad de noticias. —¿Qué pasa? —preguntó Yam a la mujer de gran dentadura y gestó huraño que reconoció como Vivana Franz, la mujer de Jary Franz, el presidente mundial. Todo el mundo sabía quién era el que llevaba las riendas en esa relación. De todas formas, los duros rasgos de Vivana se endulzaron un poco ante la presencia de Yam y esbozaron una falsa sonrisa, amenazando con romper la gruesa capa de maquillaje con el que tapaba su faz. No en vano, de todos era sabido su debilidad por los miembros de la Casa Real, en todos los sentidos. —De momento, no puedo comentarte nada, pero eres de los afortunados —dijo la presidenta. Yam se quedó patidifuso y más dubitativo que al principio. Debería estar acostumbrado a estas estrategias reales en las que no contaban con él para nada, salvo para dar lustre a la inauguración de algún triste museo en los países de la frontera o para procrear. E incluso, hasta en esto último, todo estaba pactado de antemano. Ojalá su vida fuera más sencilla, de otra forma, pero no podía ser así si se quería mantener el apellido La Arenga del Náufrago Jorge Antares Kalarma en unos mínimos de lujo que sólo la corona real podía mantener. Nuelm Gaga, uno de los más antiguos consejeros de Zhisco Denalm apareció con su gesto adusto y curtido. Las malas lenguas hablaban de un arcano proceso de momificación en vida, y su piel estirada por métodos quirúrgicos no contradecía la hipótesis. Todo el mundo se le quedó mirando. A pesar de su avanzada edad, su sola figura podía llenar cualquier habitación con su presencia. Era como algo mezcla de animal y electricidad. Una fuerza de la naturaleza. Con un gesto seguido por todos los asistentes, señaló al Gran Teatro Real, indicando que todo el mundo se dirigiera allí. La muchedumbre empezó a moverse sin apenas cuchicheos. El miedo era latente. Nunca antes había ocurrido algo así, y aunque no sabían de qué se trataba, lo que sí sabían es que, casi seguro, su existencia dependería de lo que se dijera tras esas paredes. Yam Kalarma bajó la mirada y siguió andando embutido en la masa humana... Rhea Sinkler miró descansada al techo del dormitorio desde la cama. A su derecha, el cuerpo dormido de Berht Rhin—Gaion yacía durmiendo boca arriba y soltando un ronquido runruneante. Rhea dejó escapar un suspirito de gusto recordando la noche de pasión. Berht era un miembro (y vaya miembro) de la guardia real de Zhisco Denalm que estaba asignado al proyecto ARCA TOTAL. Y bueno, la carne es débil, el chico estaba allí y ella tenía unas invitaciones para una fiesta en la ciudad cercana. Unas copas aquí, unos cócteles allá, y en fin, una cosa llevó a la otra. ARCA TOTAL. Bonito nombre para lo que en el fondo era hacer un agujero en el suelo y meter en él la cabeza como los avestruces, ese pájaro imaginario de la mitología Predenalmiana. Un sitio para la élite hecho por la élite... Pero ¡que demonios! Eso era demasiado cerebral para esos momentos. Ahora lo que importaba es que tenía a su lado un cuerpo joven y viril, y que encima podía articular algún La Arenga del Náufrago Jorge Antares polisílabo de vez en cuando. Estas oportunidades no se podían dejar escapar. La vida son dos días y cuando te das cuenta de esto, ya sólo te quedan unos minutos... Jary Franz esperó a que su mujer terminara de restaurarse la cara. La labor no era cosa sencilla, pues las múltiples cicatrices de un acné juvenil mal curado daban al rostro de Vivana Franz la impresión de una luna y todos sus cráteres, con ojos. Jary se sirvio otra copa de Milenario de 20 años y saboreó el aroma que desprendía el licor mientras miraba a su alrededor. Parecía que fue ayer cuando empezó en su cargo de presidente mundial y ya llevaba más de 7 años cuidando del "rebaño", que era como Lord Denalm llamaba cariñosamente al pueblo denalmita. Quién le iba a decir a él hace 20 años que ese gris funcionario se iba a convertir en la persona más poderosa del planeta,... por lo menos cara al público y al resto de planetas de la Confederación Estelar. Bien sabía que todo había sido una jugada de Lord Denalm para poder entrar en la Confederación y apropiarse de las ayudas y beneficios que daban a sus miembros y, claro, como en la Confederación estaba mal visto un régimen como el que tenía el planeta, era el momento de hacer un cambio e ir a más. Así que, en el momento adecuado y en el sitio adecuado, el humilde y ambicioso Jary Franz consiguió ser elegido unánimemente por el pueblo Denalmita en unas elecciones democráticas que, al ser las primeras, se vieron salpicadas por pequeños fallos (como que no llegasen a tiempo las papeletas de la oposición) y accidentes fortuitos y no premeditados del resto de los candidatos. Miró la foto de su hija, casada con un rico consejero asesor y pensó en la familia, en la Estirpe. Su esposa pertenecía a ella con un parentesco lejano, pero al fin y al cabo era una Denalm. Y como Denalm, tenía una predisposición genética a ser obedecida. Lo sabía cuando se conocieron, pero era un reto en su relación enseñarle quien era el cabeza de familia... La Arenga del Náufrago —¡¡Jary!! Jorge Antares —graznó gracilmente Viviana Franz. El alto mandatario no perdió tiempo en acudir a la llamada, dejando casi caer la copa de Milenario. —¿Sí, querida? —Hum, me parece que alguien ha sido malo y se ha dejado la tapa del servicio levantada... —Yo... —Jary Franz no pudo terminar la frase. Su esposa le dio una bofetada que le dejó marcados los cinco dedos en la cara como si fueran cinco cicatrices. —¡Que sea la última vez! —gritó con unos ojos inyectados en sangre, la piadosa dama. —Estas cosas me sacan de mis casillas y lo peor es que al gesticular he agrietado el maquillaje. Así no puedo salir. ¡Y encima hoy tenía sesión de fotos con unos pobres de los suburbios de Casvall! ¡Jary, eres un completo estúpido desconsiderado! —Pero, Viviana,... —¡No hay peros que valgan! Tengo que volver a restaurarme la cara. Espero que por lo menos estos pobres estén limpios. Ya sabes cuanto detesto la suciedad. —No te preocupes, cariño. Se les pasa por un baño de iones antes de posar contigo. —Pues la última vez, vi que uno tenía manchas en la mano. ¡Así no se puede hacer caridad! Encima de maleducados y sucios, con enfermedades. No. ¡Pero a ti eso no te importa, no! No aprecias mis sacrificios acercándome a esa chusma para tus intereses políticos. —¿Mis intereses?¿Mis intereses? Pero, por Danox, Viviana, si no necesitas hacerlo. No hace falta. Las elecciones están ganadas de antemano. No necesito votos y la opinión pública me da igual... Otra cosa es que quieras ganar puntos ante la liga del señor Papal y sus allegados. Menuda panda de... —¿De qué?... No consiento que hables de esa manera de Sonjak Guerbal, ni de su piadosa obra. Él es nuestra salvación. El La Arenga del Náufrago Jorge Antares último bastión de amor del planeta... —Amor por los niños... —¿Qué insinúas? ¿Qué quieres decir, Jary? —Nada. No quiero decir nada. No he dicho nada. Olvídalo. —No me gusta lo que has dado a entender. El señor Papal Guerbal es una inspiración para todos nosotros y está más allá de toda esa porquería e injurias que cuentan los descreídos. Tendrías que hacer algo contra esos degenerados. Diles a los jueces que promulguen una ley que persiga esas injurias. —Vale, vale, Viviana, lo haré. Igual que hicieron con la ley de marcas obligatorias o de culto a Danox en todas las instituciones. Pero hay que hacerlo con cuidado, con tacto... —¡Tendría que ser de inmediato! Es nuestra obligación y deber con los semejantes llevarles por el buen camino,... aunque no quieran. ¿Qué van a saber ellos de moral o de buenas costumbres? Hay que enseñarles, y si no quieren, mano dura. —Pero,.. pero, Viviana... A Lord Denalm no le gustaría que el resto de la Comunidad Estelar pensase que hemos tenido una "regresión" democrática. Nos quitarían muchas ayudas y acceso a tecnología punta que necesitamos para desarrollarnos. Ya estamos bordeando ciertos matices que están levantando voces en el congreso planetario... —¡Qué van a saber ellos! Danox está con nosotros y la mayoría de ellos son monstruos herejes. ¿Tú te crees que un arácnido con 2 cabezas va a creer en Danox? No nos engañemos, Danox nos hizo a su imagen y semejanza. Esos de la Comunidad Estelar son... —¡Serán lo que sean, pero no podemos decir lo que pensamos, mujer! El plan de Lord Denalm se podría ir al traste si sospechasen que no ha habido ningún cambio en Denalmia. —¡Ay! Señor, ilumínale porque no sabe lo que piensa. Si el señor Papal Guerbal te escuchara... La Arenga del Náufrago Jorge Antares Sonjak Guerbal se relamió de gusto ante las fotos que le habían traído. Después del anuncio de la futura catástrofe, su principal ocupación había sido procurarse la adecuada compañía para después de la hibernación. Por ello había mandado mensajeros por todo el mundo para que recogieran muestras genéticas y Holofotos de niños de todo el planeta. Sus emisarios sabían sus gustos: su debilidad por los ricitos rubios, su color de ojos preferido, etc. El catálogo era muy completo. Hasta el momento sólo había utilizado los servicios de clonación humana a nivel elemental de usar y tirar porque, ¿qué derechos tiene un clon? Se disfruta de él y cuando se cansa uno, siempre hay una chimenea que alimentar en el Santo Palacio. Pero ahora la Gran Catástrofe había sido una inspiración para él. Viendo tanto material genético junto, no pudo evitar fantasear con múltiples, infinitas posibilidades, mezclas, injertos y verdaderos ángeles que le acompañarían después del largo sueño. El amor resurgiría del frío letargo con fuerzas renovadas. Sonjak pensó en Viviana Franz, su más fiel seguidora, y en todo el bien que había hecho a sus semejantes llevando los intereses de Danox por todo el mundo, y los de Sonjak en particular. Ay, aquellos efebos de los suburbios de Casvall... Paul K. Rezram sintió que el destino le había jugado una cruel broma. Después de años sirviendo a la causa de la Estirpe, se sentía traicionado por un evento de la naturaleza. Y lo peor de todo es que no podía alterarlo, ni tergiversarlo, ni omitirlo. No podía cambiar la realidad a su antojo como hacía a diario en su sistema de noticias. Su poder de crear y derribar mitos no podía obviar esta verdad inmutable: estaban condenados. Punto y final. No era justo, ni mucho menos. Y lo peor de todo es que no sabía a ciencia cierta si iba a estar entre los elegidos a acompañar a Lord Denalm en el Largo Sueño. Tal vez tendría que hacer periodismo de investigación para averiguar esto... La Arenga del Náufrago Jorge Antares Nuelm Gaga sorbió los fluidos vitales de un Fénix de Ciagal. Tiempo atrás había descubierto las propiedades regenerativas de esta especie protegida en vías de extinción. Sopesó los hechos de los últimos días y se alegró de que Lord Denalm siguiera confiando en él para cualquier crisis. No en vano habían compartido muchas cosas juntos: las cacerías de rinofantes en las lejanas sabanas de Moldibia, los despellejamientos de disidentes del levantamiento del Dique espacial del 65, etc, etc. Todos los cargos pasaban, pero Nuelm Gaga permanecía. Era una constante, como las estrellas o el sol. Escupió los últimos trozos del fluido, que le dejaron un regusto amargo y ácido en el paladar. Miró, con el gesto frío del que debe ser obedecido, a su fiel mayordomo, y éste recogió los restos del Fénix para llevárselos al taxidermista. A Nuelm Gaga le gustaba su colección de trofeos y no entendía el porqué tenía tan mala prensa entre los sectores ecologistas del parlamento. ¡Ay! ¡Estos hijos débiles! Se quejaba, pues había conocido a los padres de la mayoría de los que estaban en el parlamento. Siempre había temido la debilidad de la vida acomodada, y el ver a estos barbilampiños prepotentes le llenaba de ira. Pero no había otra opción. De la vieja guardia de Lord Denalm sólo quedaba él. El último de una gran generación, anterior al mismo Lord Denalm actual. Aunque ahora, tal vez gracias a está infortunada catástrofe, se pudiera hacer una limpia... —Y, dime, ¿cómo va todo, Rhea? —Dijo Lara Denalm con gesto preocupado. Rhea Sinkler sacó una serie de tubos azules de su pequeño bolso y los puso en el holoproyector. Las imágenes tridimensionales mostraban el túnel que se había hecho en el Desierto de Mogazee. Rhea carraspeó un poco y empezó su informe. —Bien, los trabajos van muy avanzados. Gracias a las nuevas técnicas nucleares, se han horadado las... —¿Hora...qué? —interrumpió la Suprema Dama. La Arenga del Náufrago Jorge Antares —Hora... —intentó terminar Rhea Sinkler, pero viendo que iba a ser un esfuerzo estéril, decidió dar un vuelco a su discurso. — Bien,...eh... se ha hecho un "agujero" en el planeta, ¿vale? y estamos construyendo los habitáculos animación suspendida hasta criogénicos para permanecer en que pase la catástrofe. Se han habilitado contenedores con todas las comodidades posibles para cuando termine todo: alimentos y toda clase de diversiones: holopelículas, brainbol, etc. Gracias a que está muy profundo, muy profundo, cuando llegue el impacto de la ola de energía, los habitáculos permitirán sobrevivir a los que estén dentro. Y pasado el tiempo, cuando el planeta permita de nuevo la vida, se saldrá de la hibernación y se podrá reanudar la actividad normal. Lara Denalm se quedó parada durante un momento y balanceó ligeramente con aprobación su cabeza. Rhea continuó. —Todo se ha hecho con el más alto de los secretos. Sólo los elegidos por la Estirpe Denalmita están al tanto de la estrategia que se va a seguir. Incluso la mayoría de los obreros piensan que se trata de la construcción de un nuevo palacio para Lord Denalm. Sólo hay un pequeño problema... —Sí, ¿y cuál es? —Faltan algunas plazas... La causa es la escasez de ciertos materiales de aislamiento. Lo malo es que los suministros están fuera de nuestro sistema solar y no hay tiempo material de conseguirlos. Por eso hemos optado por seguir adelante y terminar con la mayor celeridad posible todas las plazas que pudiéramos en condiciones óptimas. Es mucho el tiempo que se va a pasar abajo. —¿Cuánto al final, Rhea? —30 o 40.000 años. Aunque es un cálculo estimado, pues desconocemos mucho sobre la radiación de la ola. La superficie del planeta no podrá permitir la vida durante mucho, mucho tiempo. Tal vez se tenga que pasar toda una eternidad abajo. —¡Qué engorro! El año que viene me iba a casar y esto tira por La Arenga del Náufrago Jorge Antares los suelos todos mis planes. Tío Zhisco me había prometido una Gran Boda y ahora habrá que esperar todo ese tiempo... ¡qué desastre! —Sí, qué desastre —apostilló Rhea Sinkler mordiéndose la lengua por lo que realmente iba a decir. Agradeció que los delnamitas no fueran telépatas, porque de otro modo ahora estaría condenada por alta traición a causa de sus pensamientos. La mofa de la familia Real o de cualquiera de sus miembros era un delito capital. De todas formas, Rhea se calmó. Cualquier don cerebral, salvo el de idear nuevas formas de opresión sobre la gente, estaba vedado para le Estirpe de Denalm. —En fin, salvo esas plazas todo va según lo previsto. Tal como Lord Denalm acordó en la reunión de hace un mes, la migración de la Estirpe se debería hacer poco a poco para no despertar sospechas entre el pueblo. —Es una gran idea. Mi tío es un superdotado en cuestiones de Estado. Así el pueblo no tendrá malas ideas, ni tonterías de igualdad. En estos casos debe prevalecer el sentido común, nuestra Estirpe debe sobrevivir porque somos los más aptos. Selección natural, Rhea, selección natural. —Sí, Gran Dama. Selección natural —Rhea no pudo disimular una sonrisa cuando dijo estas palabras, pero supuso que podía confundirse con una actitud de asentimiento servilista. —Bien, puedes irte y continuar con los preparativos—dijo desdeñosa, como si nunca hubiera bajado unos momentos antes a un nivel de confianza con la plebeya que tenía delante. —Así que faltan plazas en el ARCA —dijo Lord Denalm sopesando con una mano en la boca. Su sobrina Lara esperó asustada la reacción del glorioso e invicto líder. La tensión se mascaba en el ambiente y casi se podía oír el murmullo de los pensamientos del gran patriarca. Miró a los ojos de Lara y de repente preguntó. —¿Cuántas plazas? —inquirió mientras Lara sentía que algo La Arenga del Náufrago Jorge Antares viscoso y caliente resbalaba por la parte de detrás de su muslo. —Unas cien, pero tal vez sean menos al final. Todo depende de la rapidez de los trabajos. —Otro momento de tensión se plantó entre ambos. Lord Denalm sopesó las posibilidades. —No hay problema entonces —sorprendió el Regio Señor Planetario —Entre bufones, jueces y periodistas podemos llegar a esa cifra. Aunque supongo que tú también habrás seleccionado a algunos más. ¿Verdad, sobrina? —Así es, tío. Ya tengo algunos nombres que no nos serán de utilidad —sonrió maliciosa ante su tío. Éste también sonrió... Paul K. Rezram sintió un escalofrió en la nuca. Las palabras de Lord Denalm le habían llegado a lo más hondo. Las micromoscas espías, que tantas veces le habían servido para remover los trapos sucios de la gente, le confirmaron su secreto temor. Había valido la pena introducirlas en el Palacio Imperial. —Así que orgiástica!—pensó "bufones, desde jueces y su transporte periodistas",... ¡Hijo espía, camuflado de como furgoneta de jardinería hidropónica, que se encontraba a escasos doscientos metros de la descomunal residencia. —Tengo que hacer algo, pero ¿qué?... Tiene que ser sutil. No me puedo enfrentar directamente a Lord Denalm. Veamos,... el problema son las plazas... faltan plazas... ¡Sagrada Oblea!¡Lo tengo! Es una lista de personas, si consigo que algunas pierdan el favor de Lord Denalm, éste las apartará y yo subiré en el escalafón. Bien, me gusta volver a las campañas de acoso y derribo, me gusta... Rhea Sinkler estaba ultimando los últimos preparativos en el salón de su barracón al pie de las obras. Sorteó ecuaciones y cifras para llegar a su objetivo: intentar que llegase al número de habitáculos convenido. Sorbió un poco de Java té dulce y sonrió como el gato que se comió al ratón. Una mano fornida se posó en su hombro. Era La Arenga del Náufrago Jorge Antares Berht. Su torso desnudo le recordó la pasión de una horas antes. —¿Siempre estás trabajando? —dijo el guardián mientras se servía una copa de refresco de azulhielo. —Por supuesto. Si queremos llegar a tiempo, hay que hacerlo. Creo que acabo de conseguir un invento para arañar 10 plazas más... Lord Denalm estará contento. —Me gusta ver tu fidelidad hacia nuestro señor. Hay pocas como tú, Rhea. —Bueno, no tiene tanto mérito. Estoy trabajando un poco para mí, Berht. A mí también me gustaría salvarme. —No te preocupes entonces. Nuestro Señor sabrá recompensarte —Rhea miró con una sonrisa al poderoso espécimen. Se levantó y le cogió el trasero con un seductor pellizco que sorprendió a Berht. La mujer de cabellos verde jade dejó sus gafas encima de los papeles y acercó la boca al oído del hombre desnudo. —Creo que tal vez podríamos celebrarlo un poco antes, ¿no lo crees así, oh, mi bestia? —Eh...bueno. ¿Otra vez? Pero si ya lo hemos hecho... No. Veo que no te voy a convencer ¿verdad? —No. Además el once siempre ha sido mi número favorito. Un número primo, como muchas personas —Rhea metió lasciva su lengua en el oído de Berht... Sonjak Guerbal recibió a Viviana Franz en su residencia de descanso del Alto Valle del Carr. Viviana vio al Alto Padre rodeado de genetistas y hololibros. —Disculpa, querida, estoy con mi último gran proyecto: La clonación de nuestras personas Santas. Imagina que pudiéramos cultivar las células y conseguir trozos de esos Santos. Podríamos venderlos por todo el mundo como reliquias cuando renazcamos. Incluso ya me han adelantado la publicidad: "Siempre contigo". Por supuesto, todo el dinero iría a nuestra Fundación de Ayuda Selectiva, La Arenga del Náufrago Jorge Antares Caridad Integral y Orden Mundial. —Como siempre, Su Elevada, pensando en los demás. —Es mi labor y mi obra. Por cierto, ¿qué tal llevas los preparativos para el Gran Sueño? —Bien. Tengo un equipo asesor que está empaquetando todo y enterrándolo cerca de la ARCA TOTAL. Dirigidos por Rhea Sinkler, estamos sacando muchas obras y tesoros, algunas incluso desconocidas y que creíamos desaparecidas. Con mucho tacto y sigilo, estamos trayéndolas para poder conservarlas de la Gran Catástrofe. —Eres buena y piadosa, Viviana Franz. Nuestro mejor legado. Por cierto, ¿no le habrás dicho a tu marido que no va a acompañarnos en el Gran Sueño? —Por supuesto, tiene que continuar en su puesto hasta el último minuto, y no sería bueno tentar su fidelidad a la Estirpe sabiendo su futuro. Es una pena, pero es una pérdida asumible. Me convertiré en una desconsolada viuda... Nuelm Gaga lanzó un plato lleno de sopa Excelsior contra la pared. Su fiel sirviente, Boris, esquivó a duras penas el proyectil improvisado. Nunca había visto a su señor tan enfadado. Sólo recordaba otra ocasión parecida, cuando los tiempos de las primeras elecciones democráticas, pero se calmó pronto, cuando vino el mismísimo Lord Denalm y tuvieron una conversación privada en la almena de la biblioteca. Luego volvio todo a la normalidad, incluso atisbó a ver algo parecido a una sonrisa en el pétreo rostro de su señor. Pero ahora, era incluso peor... —¡Malditos Sectasectarios! ¡Han debido ser ellos! ¡No hay duda! ¡Sólo ellos podían saber eso de Mayr Riabek! ¡¡Pero que se estén quietos y tranquilos porque no van a escapar de mi ira!! —En el suelo, medio destrozado por las garras de Gaga, se encontraba el holoperiódico con la noticia de que Mayr Riabek había empleado La Arenga del Náufrago Jorge Antares fondos de la lucha contra el Mal Negro para la compra de Aurum magnus, el metal más preciado del planeta, para fines propios. Nuelm Gaga sabía de los pequeños "deslices" de su protegido y bienamado delfín, pero siempre se los había disculpado, porque ¿quién no ha desviado riqueza en algún momento cada mes? Siempre que tu mano izquierda no supiera lo que hacía tu derecha, todo estaba permitido. Y si lo sabía, siempre se podía compartir el botín. Pero nunca, y eso era ley no escrita, nunca debía saberlo el pueblo, pues el poder sobre ellos es, como ha sido siempre, darles unas normas igualitarias para que todos la siguieran,... menos la Estirpe, claro. ¿La Estirpe? ¡La Gran Catástrofe! Algo se iluminó en el cerebro del rancio consejero. Nuelm Gaga reflexionó y pensó que tras estos ataques tal vez no estuviera ningún Sectasectario. Nunca habían estado tan bien organizados. Así que el enemigo era otro. La Gran Catástrofe era un motivo más que suficiente para que hubiera una sangrienta lucha a la hora de ocupar los puestos del ARCA TOTAL. Tal vez pediría ayuda a alguien informado de todos los trapos sucios para descubrir a los culpables. Nuelm Gaga recuperó la compostura, pues sabía bien que para ejercer venganza debía tener la cabeza fría y la cuchilla afilada, y llamó a su sirviente: —Boris, ponme en comunicación con Paul K. Rezram. Seguro que él sabrá quién está detrás de todo... Jary Franz golpeó con rabia la mesa de metal rústico, con tanta fuerza que se fracturó el dedo meñique. —¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿No he sido fiel más allá de todo? —sollozó con furia a la menuda figura que tenía delante. —Lord Denalm dispara el rayo, pero no apunta el arma — contestó estoico Paul K. Rezram. —Entonces, ¿quién? ¿Quién ha hecho que me dejen fuera del ARCA TOTAL? —Pues, aunque parezca un tópico, y lo es, el marido siempre es La Arenga del Náufrago Jorge Antares el último en enterarse —respondió, sopesando las palabras el paladín de la prensa libre. Jary Franz recibió la noticia como un aldabonazo. Siempre había basado sus pilares en la institución familiar y ahora parecía que todo era un castillo con cimientos de barro. —Hay que hacer algo —dijo determinado Jary Franz. Paul K. Rezram asintió satisfecho. Su pequeño mecanismo de relojería estaba empezando a dar sus frutos... Pasaron los meses y la fecha de la Gran Catástrofe se acercaba, ajena a la gente del planeta. Todo era igual que siempre: los denalmitas se levantaban cada día e iban a su trabajo, se preguntaban porqué sus sueldos cada vez eran más efímeros y les costaba más llegar a fin de mes, mientras la Estirpe pasaba sus vacaciones en los anillos coralíferos del Océano del Sur. Después los denalmitas jugaban a las múltiples loterías que les ofrecía el estado, soñando con escapar de su vulgar destino gracias a un azar imposible, y se dormían ante el televisor viendo un Holo Reality Show de esperpentos clonados. En fin, lo de siempre, y para siempre... como Danox manda... La Estirpe sonreía con su "pequeño" secreto cuando veían cómo la plebe continuaba con su carrera de hormigas. Era el sádico placer de ver a alguien en la cuerda floja deseando verlo caer. Incluso, provocado por este conocimiento del futuro desastre, algunos olvidaron sus máscaras de bondad y sacaron su autentica naturaleza, como el Alto Comisario Tegunsu que reprimió más salvajemente las manifestaciones pacifistas que se estaban celebrando en las ciudades limítrofes. Ya no tenía que aguantar su rabia por miedo a un levantamiento general, por la sencilla razón que no había tiempo para un levantamiento general,... y si lo había, se encontraría con una enorme ola de energía que lo barrería todo. Su ejemplo fue seguido por otros grandes señores que dejaron salir su mejor vena absolutista La Arenga del Náufrago Jorge Antares ante la mirada perpleja de sus fieles acólitos. Y el día del juicio final estaba cada vez más cercano... Viviana Franz recogió sus últimas pertenencias del cuarto. Había preparado una serie de viajes presidenciales para su marido con el objetivo de hacer el equipaje en su ausencia y abandonarle con destino al ARCA TOTAL. Ojos que no ven,... En fin, había pasado una buena vida con Jary, habían tenido hijos y demás... pero nunca había estado a la altura de su Fe. Los comentarios contrarios a Sonjak Guerbal bastaban para expulsarle de su piadoso corazón. Ahora se disponía a encaminarse a una nueva vida... —¿Dónde vas, cariño?—sólo tres palabras y un escalofrió de temor recorrió el cuello de Viviana. Detrás de ella estaba Jary, extrañamente sonriente, extrañamente confiado... Las últimas semanas habían sido muy sorprendentes. La muerte se había cebado con la Estirpe Denalmita... La muerte, con una ligera ayudita de Paul K. Rezram, que ponía las dianas mortíferas a las que apuntaba la ira de Nuelm Gaga, quien aconsejado por el sagaz periodista, había puesto al descubierto el "entramado conspirador" que había hecho caer en desgracia al delfín del consejero, Mayr Riabek, hasta excluirle del ARCA TOTAL. La venganza de Nuelm Gaga fue precisa, innecesariamente dolorosa y llena de violencia gratuita. Cada extraña coincidencia mortal significaba un puesto más cerca para Paul K. Rezram, y ahora necesitaba de esos puestos, ya que había nuevas inclusiones de última hora como Jary Franz, que milagrosamente había recuperado el favor de Lord Denalm, gracias a una desconsolada llamada videofónica de Viviana Franz, que no podría "soportar la existencia sin su querido marido"... Yam Kalarma miró por última vez a través de las ventanas del piso 4º del palacio de Verano de la Dama Ariel. Se fijó en el jardinero que al La Arenga del Náufrago Jorge Antares final de la jornada se encontraba con su amada, que le estaba esperando en los aledaños de la gran mansión. Ambos se besaban con fruición, con esa pasión que tienen los jóvenes amantes o los amantes infieles. Yan Kalarma no pudo evitar dejar escapar un suspiro de pena. ¿Cómo habría sido su vida si hubiera nacido en otra cuna? No lo imaginaba, pero sí sabía que la tensión de pensar en el Gran Sueño y su consiguiente despertar viendo el mismo rostro vulgar de la Princesa Ariel, habían golpeado su tranquila y dócil existencia. Era ahora o nunca, la única decisión tomada verdaderamente por él... —Una verdadera pena —comentó Jary Franz a su amigo Paul K. Rezram, mientras veían en la holovisión la noticia de la trágica muerte del príncipe consorte Yam Kalarma al caer descuidadamente por la ventana del palacio de Verano. —Por otra parte, no hay mal que por bien no venga. Ya casi estás dentro de la lista de los elegidos —continuó impertérrito el presidente. —Lo cual no es decir mucho. Faltan escasos días y aun me quedan cientoveinte de la Estirpe por delante de mí. No sé qué hacer —se quejó el intrépido paladín de la verdad. —¿No quedan más objetivos a los que puedas dirigir a Gaga, Paul? —No, no he tenido tiempo material de crear "pruebas acusatorias". Gaga puede empezar a plantearse la validez de mi información privilegiada. —Ya, ya, si lo supiera, tu vida y futuras reencarnaciones se verían muy,.. digamos, afectadas —dijo Jary Franz con un gesto frío. Paul K. Rezram le sostuvo la mirada en un tácito duelo. —Y no sería el único, ¿verdad? —sentenció el periodista, señalando con la cabeza a la nevera del invernadero de la casa presidencial. Jary Franz se movió nervioso ante estas palabras. Sabía La Arenga del Náufrago Jorge Antares que con los ases que tenía Paul, nunca podría ganarle. —Vale, vale, creo que habrá que pensar en alguna manera de que entres en la lista de Lord Denalm – dijo Jary Franz intentando cambiar el tono de la conversación. Miró hacía arriba buscando una inspiración que casi siempre había rehuido su gris persona y de pronto, al bajar la mirada, vio a Paul K. Rezram recortado en la ventana por la luz del atardecer... —¿Sabes una cosa, Paul? Nunca me había fijado lo parecido que eres a Viviana de perfil... Rhea Sinkler dejó un racimo de flores Mondragonas en la tumba de sus padres. Se quedó mirando en silencio con sus pupilas azul manganeso a punto de mojarse. Detrás de ella, el inmenso Berht Rhin—Gaion, vestido con un traje negro, miraba su reloj con mirada preocupada marcada en su peludo entrecejo. —Rhea, vamos, queda poco tiempo. La nave aérea está a punto de salir. Sé que era importante para ti despedirte de tus padres, pero el ARCA TOTAL espera —dijo con voz profunda y modulada el musculoso guardia. Rhea se llevó la mano derecha a la boca y lanzó un tenue beso a sus padres. Después se dirigió a su amante. Le miró a los ojos durante un momento, buscando un consuelo que no encontró, y se alejaron. —No te preocupes, Rhea. Tus padres estarían orgullosos del trabajo que has hecho para Lord Denalm y el ARCA TOTAL —dijo Berht Rhin—Gaion, intentando consolarla. Rhea le devolvio un pequeña sonrisa de compromiso... —Descanse tranquilo, su eminencia, todo estará a punto cuando llegue el momento —dijo el barbilampiño guarda a la enormidad bonachona de Sonjak Guerbal, que salía del molde de plasticera azul transparente donde había dejado la huella de su figura. Se estaba La Arenga del Náufrago Jorge Antares haciendo un cubículo especial para el tamaño del Santo Apóstol de Danox. Más grande que la vida, así era este humilde santo denalmita. En estos últimos días antes del mortal acontecimiento, Sonjak Guerbal había empleado los largos momentos de espera dentro del ARCA TOTAL haciendo reflexión y pensando en las múltiples posibilidades genéticas. Se relamió sus gruesos labios pensando en todo el amor que iba a derramar. Pero no todo era placer, también había intentado hablar con su fiel discípula Viviana Franz para enterarse de su cambio de parecer sobre el destino de su marido Jary. Ésta le había evitado los últimos días y esto le había parecido raro. Él no era una persona que aguantase el rechazo. Tal vez tendría que dar un pescozón cariñoso a esa hembra baladí... —¡Jary, me va a descubrir! ¡Ese gordo santurrón va a averiguar que no soy Viviana! —gritó Paul K. Rezram embutido en un corsé rojo y con una capa de maquillaje de 2 centimetros. Jary Franz se apresuró a tapar la boca del disfrazado paladín de la verdad con su mano. —¡Calla! —le dijo llevándose el dedo a la boca en señal de silencio. —Has engañado al resto, incluso a Lord Denalm. Tienes suerte que nunca hayan tratado con ella mucho tiempo. El único problema es Guerbal. —¡Pues claro! ¡Es lo que te estoy diciendo, Jary! ¡Y si yo caigo, tú caes! ¡Tenlo claro! —Vale, si el único problema es ese gordo degenerado, entonces no tenemos problema. —¿Hay algo que debería saber? —Hombre, todo el mundo debe de saber algo. La información es poder, ¿sabes qué pasa si los sistemas de mantenimiento vital fallan durante el Gran Sueño, querido amigo? Paul K. Rezram esbozó una sonrisa que agrietó su maquillaje... La Arenga del Náufrago Jorge Antares —Quedan escasas horas —dijo Rhea Sinkler a la entrada del ARCA TOTAL. Lara Denalm escuchaba intentando disimular un creciente temor que le tomaba el pecho. Los últimos días, la Estirpe los había pasado en el interior de la antesala del ARCA con la intención de prepararse para los rigores de la animación suspendida. Desde allí, habían podido ser testigos de cómo los cielos se estaban volviendo poco a poco de un rojo carmín volcánico. Las Holopantallas mostraban la situación en todo el planeta y a las muchedumbres presas del pánico sentenciadas al trágico destino: pobres ratones a punto de ahogarse en un mar de lava milenaria. —Bien, bien. Lo has hecho muy bien, Rhea Sinkler. Has conseguido construir Grandísimo Zhisco todos los habitáculos a tiempo. Mi tío, el Denalm, está muy satisfecho. Incluso me ha prometido una boda a nivel planetario por cómo he llevado todo este asunto... claro que se celebrará dentro de mucho tiempo, pero gracias a la hibernación no lo notaremos. Lo importante es que se haya dado cuenta de mi valía. —Gracias, Alta Señora. Todo esto no hubiera sido posible sin vuestra magistral dirección y gestión —contestó sumisa Rhea. Lara Denalm la miró un rato, después sonrió. —Tengo que marcharme con el resto de la Estirpe a ponerme los trajes de Suspensión, pero antes falta una cosa, Rhea Sinkler... — La mujer de cabellos de Jade se quedó sorprendida ¿Qué faltaba? Creía que ya lo había previsto todo. La Alta Dama continuó: —Un pequeño ajuste de cuentas con una zorra listilla —los ojos de Rhea se abrieron como platos cuando el ceño de su Señora se frunció maligno —Es el momento de pagar tu insolencia. —¿Insolencia? ¿Qué insolencia? —musitó Rhea Sinkler. —¿Es que te crees que nunca me he dado cuenta del modo como me hablabas, con esos dobles sentidos, tratándome como una estúpida?¿Esa suficiencia propia de la clase plebeya? ¿Acaso pensaste que no podía notarla? ¿Te piensas que soy tonta? —Rhea calló su La Arenga del Náufrago Jorge Antares sincera respuesta. De repente, notó una gran presencia a sus espaldas. Era Berht Rhin—Gaion vestido con su traje de combate. Sus ojos implacables hacían olvidar al gran amante de la noche anterior. Ahora era otra persona, tal vez la que había sido siempre. Rhea se puso lívida. Ante el susto de la científica, Lara sonrió mostrando sus dientes desiguales. —¿Acaso te creías que ibas a compartir nuestra ARCA? ¡Qué ilusa! Pues de eso nada. Sólo te dejé confiarte hasta que hubieras terminado tu trabajo, pero ya no hay nada que me impida darte tu merecido. Guardia Rhin—Gaion, ya sabes qué tienes que hacer. Rhea notó cómo unos fuertes brazos la levantaban mientras sus pies buscaban tímidamente el suelo. Lara mostró su satisfacción segregando un poco de saliva que amenazaba con desbordarse de su boca. El fiel lacayo se llevó a la científica hacia la salida del ARCA TOTAL... —¿Desde cuándo sabías que me iba a pasar esto? —comentó enfadada Rhea, zarandeada como una muñeca de trapo por el impasible guardián. —Desde siempre. Me asignaron para vigilarte muy de cerca. Y creo que he cumplido mi deber más allá de toda duda. —Por supuesto, nunca creí que llegases a trece. Otro número primo, por si no lo sabías, Berht. —¡Déjate de números primos! ¡Estoy harto de ti y todos tus grandes conocimientos! Comprendo perfectamente a la Gran Dama Lara. ¡Eres insufrible! —Sí, tal vez, pero prefiero ser eso a un pobre fanático. Creí que podía salvarte de eso, pero ha sido inútil. Tienes lo que te mereces. —Pues claro. Si no, dime ¿Quién se va a quedar en la BÓVEDA y quién se va a quedar fuera? —Tú siempre has estado dentro de una BÓBODA, querido... — Rhea no pudo terminar la frase pues Berht le soltó un tremendo La Arenga del Náufrago Jorge Antares bofetón que la lanzó contra la exclusa de salida. —¿Y ahora qué, sabionda? ¿Tienes otro juego de palabras para reírte de la gente? —Rhea se llevó los dedos a los labios y saboreó la sangre. Miró a los ojos de Berht y empezó a reírse. Éste le propinó dos patadas en el estómago. Rhea levantó la mano pidiendo clemencia, pero el fiero guardián no paró su furia. Un puñetazo en las costillas y otro bofetón sacaron definitivamente a Rhea del ARCA. Agachada de rodillas, llevándose los brazos alrededor de su estómago, la mezcla de sangre y lágrimas empezó a salpicar el suelo. El cielo estaba cada vez más revuelto y rojo y el viento atroz barría la zona como una segadora. Berht pulsó con furia el botón de clausura y la puerta se cerró con un sonido eléctrico... El Gran Señor Zhisco Denalm vio satisfecho las filas de cubículos con su Estirpe hibernada a modo de helada matriz. Pensó que cuando todo terminase y volvieran a la superficie, conquistaría todo el universo pues, seguramente, la mayoría de los planetas habrían vuelto a un estado bárbaro y primitivo fácil de subyugar. En el fondo, esta ola de energía podía ser lo mejor que le había ocurrido nunca. Podría dejar de ser sólo un pobre tirano en un planeta limítrofe y ser el rey del universo. La llegada de su sobrina, Lara, sacó de estos altos pensamientos al invicto líder. —Ya he resuelto mi pequeño asuntillo, tío —dijo maligna la Gran Dama mientras iba poniéndose los últimos dispositivos de su traje de hibernación. —Espero que hayas disfrutado, Lara. Siempre es agradable una pequeña diversión, sobre todo ahora que nos queda tanto tiempo para nuestro regreso—ambos se dirigieron a sus respectivos cubículos—. Somos los últimos, querida. Pero antes de dormir, quisiera darte las gracias por todo. Has salvado nuestro glorioso linaje. La Arenga del Náufrago Jorge Antares —Gracias, tío, con sólo complacerte estoy satisfecha. —Sí, ya, pequeña mentirosa. A tu tío no puedes engañarle, pero me gusta que seas así. Tu boda será la más grandiosa que se haya celebrado nunca en Delnamia. —Oh, gracias, tío, muchas gracias. No sé como agradecértelo. —Ya se me ocurrirá algo. Como cuando eras pequeña... pero ese es nuestro pequeño secreto. Ahora duerme.—Ambos cerraron las portezuelas trasparentes de sus habitáculos y pulsaron los botones de inicio de sesión. Las brumas de frío gas empezaron a inundar el tubo de hibernación... Rhea Sinkler permaneció con la cabeza agachada y sollozando dolorida. Cuando oyó la puerta del ARCA cerrarse lentamente las quejas se empezaron a tornar en fiera risa, una risa que competía con el cruel medio ambiente en furia. Se levantó lentamente, pero no paró de reír. Una parte de su cara se estaba amoratando, pero nunca había sido tan feliz en toda su vida. —Si alguien te viera, se iba a pensar que te habías vuelto loca —Rhea se volvió ante estas palabras, y allí estaba Sterankho, enmarcado en el fiero viento como si se tratase de una estatua de piedra. Su gabardina negra ondeaba, dándole un aspecto misterioso y mágico. El tiempo parecía no haber pasado por él, y sólo unas canas en las sienes denotaban su edad. —Siempre te gusta hacer buenas entradas. —Por supuesto, Rhea, Deformación profesional. Además, ¿no es justo lo que se espera de uno cuando hace el mayor truco de toda su vida? —Estoy de acuerdo, viejo amigo. Me descubro ante ti. Te has superado. —Pero nada de esto habría sido posible si no hubiera sido gracias a ti y tu idea. —Sí, como decía la cancioncilla "con un poco de ayuda de mis La Arenga del Náufrago Jorge Antares amigos". Por cierto ¿puedes parar ya todo este viento? Me empiezan a doler los oídos. —Sus deseos son órdenes, bella dama —el mago chasqueó los dedos y el viento paró. El cielo volvió a la normalidad. Los ojos del mago chispearon de gozo y se agachó con una reverencia teatral. Rhea aplaudió sonriente. —El gran Mago, el único e inigualable Sterankho. El que me enseñó el secreto del Universo. —Y un aplauso para mi hermosa ayudante, que tan buen uso hizo de este conocimiento —continuó el mago, tomando de la mano a la mujer del pelo verde jade. Ambos siguieron al unísono: —Porque El Gran secreto del Universo es que puedes hacer creer lo que quieras, si tienes la vista del público alejada de donde vas a hacer el truco –los dos terminaron con una risotada. —¡Para, para!, ¡je je...ay..je! Me están empezando a doler los golpes que me dio ese bestia. —Vale, Rhea. Pero nunca comprenderé qué viste en ese bárbaro. —No sé, tal vez pensé que... déjalo. Soy una mujer y tengo mis necesidades... y debilidades. Pensé que tal vez fuera de otra manera. Da igual. Eligió la opción equivocada. Nadie puede luchar contra la estupidez, ni aunque tenga el mejor equipo de trucos del mundo. —Sí, eso está más allá de mis capacidades. —De las de cualquiera, amigo —ambos se quedaron un rato callados. Miraron de refilón al ARCA. —¿Y ahora qué? —preguntó Sterankho. —¿Ahora? Pues ahora nos toca lo más difícil. Tenemos un mundo que construir desde cero. Depende de nosotros que sea un paraíso o no... por lo menos nos hemos quitado la serpiente de en medio. —Y la serpiente esta vez hará el bien. Será un buen abono para el nuevo mundo. La Arenga del Náufrago Jorge Antares —El mejor, amigo, el mejor —apoyada en su amigo, Rhea Sinkler y el Mago se marcharon por el camino amarillo empedrado, hacia la cercana ciudad... Robin dejó de leer y se percató de que tenía dibujada en la cara una sonrisa pícara. —Steranko —pensó. Le pareció irónico que el Numantino hubiera homenajeado a Steranko, una referencia común que, aparte de sus múltiples talentos, también era un maestro escapista al estilo de Houdini... La Arenga del Náufrago Jorge Antares 17. Sonrisas y lágrimas Javier Antón recogió sus objetos personales del desvencijado armario que utilizaban como taquilla en El Foro Discos. Recordó cuando trajeron ese mueble y cómo ayudó a montarlo cuando empezó a trabajar en la pequeña tienda de música hace quince años. Recordó lo feliz que era al haber convertido su temprana afición en su modo de ganarse la vida. —Con lo que sabes de música, serías un dependiente ideal. No veas lo difícil que es encontrar a alguien que sepa tanto sobre grupos y tendencias. —Le dijo Miguel, el dueño de El Foro Discos. Recién salido del servicio militar y sin otras expectativas de trabajo a la vista, la oferta le pareció lo mejor del mundo. Siempre le gustó la música, todo tipo de música: Rock, funky, Heavy, power pop, etc. Sus gustos eran muy variados y se había convertido en un coleccionista compulsivo desde, recordaba, que tenía uso de razón y una paga semanal que apenas alcanzaba para comprar vinilos de segunda mano. Debido a su necesidad de comprar música se hizo asiduo de un mercadillo que ponían en su ciudad cada domingo. Allí conoció a otros coleccionistas como él y mantenían tertulias acaloradas sobre si ese o a aquel guitarrista hubiera encajado perfectamente en el grupo de moda, o en imaginar la formación ideal del supergrupo definitivo. Por fin, después de mucho tiempo de sentirse un bicho raro al que le "privaban las músicas extrañas", encajaba en un variopinto maremagno de personalidades que cada domingo por la mañana se veían atraídos como polillas a la luz a la caza y captura de joyas de vinilo. Javier era una esponja viviente, absorbiendo todo dato de oscuros grupos minoritarios, anécdotas de los mitos del rock, etc. Se convirtió en una biblioteca andante que sabía hasta el número que La Arenga del Náufrago Jorge Antares calzaban las estrellas de la música... y otras medidas menos conocidas. Su grupo de los domingos le sacaba de la rutina diaria de su casa y sus padres urgiéndole a buscar un empleo. Aún era demasiado pronto, había mucho que vivir en aquellos locos ochenta en los que la ciudad era un hervidero de culturas y acontecimientos de todo tipo, muchas fiestas a las que ir, muchas juergas que rematar y muchos grupos que escuchar. A través de su afición llegó a conocer a cantantes que la historia convirtió en míticos, a groupies de fin de semana que colgaban su uniforme de colegio para ofrecerse en los camerinos ante los músicos más canallas, fiestas que luego terminaban en orgías y demás desenfrenos que en aquellos tiempos eran el pan nuestro de cada día. Cuando conoció a Miguel, éste se quedó maravillado ante el torrente de datos que ese rubio melenudo con gafas soltaba sin despeinarse. Anécdotas como las enyesadoras del grupo Kiss, los discos satánicos escuchados al revés, el fantasma con acento de Liverpool de Abbey Road, etc, etc. Javier se las sabía todas, incluso algunas las había vivido en sus propias carnes como cuando una noche de borrachera él y su grupo de freaks pusieron una cadena en Arthurlandia, la pequeña discográfica que publicaba al grupo Nórdico Thundergod y cuyo "pecado" había sido mutilar la portada del disco debut de esta formación. castigo ejemplar. Tal afrenta estética pedía a gritos un El dueño de la discográfica tuvo que serrar la puerta para quitar la dichosa cadena, ya que el candado con el que la cerraron estaba inutilizado por palillos y silicona, y, encima, para más Inri, tuvo que sufrir llamadas anónimas a horas intempestivas diciéndole que habían encontrado la llave del candado de marras. Eran unos tiempos bastantes locos, eran jóvenes y no se preocupaban de nada más. Pero llegó el momento de sentar la cabeza, que coincidió con su vuelta del servicio militar. Tras aguantar las múltiples humillaciones castrenses, había decidido no depender de nadie y eso le hizo buscar La Arenga del Náufrago trabajo. No teniendo Jorge Antares una formación adecuada a los cánones establecidos, su abanico de opciones se reducía sensiblemente. Lo único para lo que era un experto no tenía demanda,... hasta que llegó Miguel y le ofreció el puesto en la tienda que iba a abrir próximamente. Javier no cabía de gozo. Trabajaría en lo que le gustaba y encima escucharía todos los discos que quisiera. Allí conoció a otros dos dependientes que en un principio le parecieron buena gente: Cletus y Manny. Nada más lejos de la realidad, como viviría en sus carnes años después. Tras la fachada amable de Cletus, se escondía una caja registradora de corazón de hielo que engañaba muy bien a aquellos de los que se podía servir. Ninguno de sus regalos era desinteresado y con memoria de elefante te lo recordaba cuando tenía que sonsacarte algo. En definitiva, un claro triunfador. Manny en cambio, era más suave, sin querer molestar a la gente, el individuo perfecto para apoyar sin rechistar las maquinaciones de Cletus. Durante años Cletus, Manny y Javier fueron los dependientes de El Foro Discos. La pequeña tienda empezó a crecer rodeada de un aura de pequeños grupos que empezaban y otros consagrados que venían gracias a la labia de Miguel, que podía encandilar a un encantador de serpientes. Había fiestas semanales, promociones y artistas que sabían que si querían ser alguien se debían dejar caer por la pequeña tienda. Y mientras, todos se maravillaban con los extensos conocimientos de Javier. Comprarle un disco podía convertirse en llevarse la discografía entera del batería del grupo que 'hace cosas más interesantes' o una recomendación sobre una sala de baile. Algunas veces conseguía encandilar a alguna cliente y se iban a tomar alguna copa y desayuno (si las cosas iban bien). Fueron buenos tiempos, como se recuerdan todos los pasados. La mayoría de su grupo de los domingos pasaron a ser sus clientes habituales. Él sabía exactamente lo que necesitaban y se lo proporcionaba en dosis semanales en un ritual que culminaba los La Arenga del Náufrago Jorge Antares viernes en algún bar cercano tras la jornada en la tienda. El pequeño grupo fue ampliándose y aunque el tema de la música seguía siendo el nexo de unión de ese conglomerado dispar, se traspasó el mero compañerismo en muchos casos, formando amistades profundas. Eran como una familia. Atípica, pero una familia. Todo es muy bonito y bucólico en tiempos de bonanza. Todos son amigos del alma,... si te hacen un descuento de un diez por ciento en tus compras. Pero como todo, la rueda de la vida siguió girando y girando,... y casi sin darse cuenta, los años pasaron. Algunos del grupo se casaron, otros descubrieron sus verdaderas preferencias sexuales, unos desaparecieron del mapa y otros volvieron a reaparecer como el Guadiana tras años de ausencia, unos se hicieron serios y personas respetables y cabales, otros continuaban siendo unos balas perdidas con las hormonas alborotadas como si siguieran teniendo quince años a pesar de peinar canas, unos habían conseguido una inmensa e indecente colección fonográfica que era la envidia de todos y que continuaba creciendo y creciendo..., otros habían vendido sus "joyas" al sentar la cabeza, para regocijo de sus compañeros que adquirían verdaderas maravillas a precio de saldo, unos continuaban creyéndose Peter Pan y otros se habían convertido en el capitán Garfio. Y lo único que permanecía era la reunión semanal de los viernes en El Foro Discos,...y Javier Antón con sus anécdotas y vivencias, un poco más viejo, un poco más sabio. El mundo de Javier Antón parecía inamovible, hasta que un día el sueño se acabó. Y el despertador fue la confianza de Miguel. Tras muchos años de bonanza y creyendo que el negocio podía continuar solo, el dueño de El Foro Discos se embarcó en proyectos estéticamente excitantes pero económicamente catastróficos, que minaron la línea de flotación del negocio principal de la tienda de discos. Las deudas contraídas por la pequeña discográfica que creó para promocionar a grupos amigos (cuyos discos yacían en el almacén acumulando polvo), los regalos espléndidamente caros que La Arenga del Náufrago Jorge Antares hacía cuando ejercía de relaciones publicas para promocionar su capricho musical, y la falta de prevención para tener un colchón económico para afrontar los pagos necesarios para abastecerse de las novedades semanales, empezaron a hacerse notar cuando los proveedores se negaban a enviar los pedidos. Javier Antón y el resto de los dependientes veían muy negro su futuro cuando las nóminas tardaban en pagarse y temían los momentos en que Miguel les pillaba por banda y les decía individualmente 'tengo que contarte algo. No te preocupes', y después se los llevaba al pequeño sótano que tenían en la tienda y que utilizaban como almacén. Allí les hacía partícipes de sus "empresas millonarias con las que se iba a forrar" y de que tenía un problema de liquidez que se resolvería en unos días (que luego se convertirían en semanas y meses). Al final aceptaban las excusas para no cobrar y no le presionaban, pues ya sabían que si lo hacían, lo único que conseguirían sería un cheque sin fondos. Debido a esta serie de acontecimientos y la consecuente decadencia del negocio, Javier Antón, Cletus y Manny se reunieron. —Tenemos que proponérselo. Si las cosas siguen así, el año que viene cerramos —dijo Cletus con el ceño fruncido que sólo mostraba cuando quería imponerse. —No sé si aceptará nuestra oferta. Últimamente sólo viene a recoger el dinero y no se preocupa de más. —Comentó Javier. —Pues hay que convencerle de alguna forma. Si no le compramos la tienda, esto se va a ir a pique, Javier. —Lo sé, lo sé. Tú lo sabes, Manny también y hasta muchos de nuestros clientes lo saben. Algunos me compran las novedades dos meses después sólo porque son colegas. Ellos son los que están sacando a flote la empresa. Pero no va a durar. A nada que Neutrón Rock o cualquier tienda de los alrededores se percate y les haga el mismo descuento que les hacemos aquí, se irán para allá de cabeza sin pensarlo dos veces. Sé como son porque yo soy igual. Quieren La Arenga del Náufrago Jorge Antares tenerlo todo y lo quieren ya. Están esperando que se cambie la política aquí, pero no van a esperar siempre. Si no consiguen su vicio aquí, lo conseguirán en otro lado. ¡Joder, Cletus!¿Qué vamos a hacer si no accede?? —Lo primero, tranquilidad. Hay que convencer a Miguel de que nos traspase la tienda. Tal como está ahora, podemos darle lo que vale si nos juntamos los tres y ponemos la pasta. Aun no está todo perdido. Con apretarnos el cinturón una temporada, podemos recuperar el negocio. Los proveedores confiarán en nosotros. Tenemos que ser una piña. —Arengó Cletus. Javier asintió y Manny se dejo llevar, como siempre... Así de esta manera los tres dependientes convencieron a Miguel y pasaron a convertirse en ilustres propietarios de una de las tienda de discos de más abolengo de la ciudad. Echaron horas y fines de semanas y a base de muchos esfuerzos consiguieron dar un golpe de timón al negocio. Todo iba sobre ruedas, los proveedores volvieron a servir puntualmente las remesas de novedades, los clientes volvieron a comprar y la caja volvió a sonar continuamente superando todas las expectativas. Todo iba bien,... por lo menos cara al exterior. La famosa piña de Cletus. Pero en todo Paraíso hay una serpiente y Javier se dio cuenta demasiado tarde de quién era. Los indicios fueron tenues y una vocecita cada vez más alta le decía "Cuidado". Ciertos sucesos inconexos empezaron a formar el rompecabezas. Los proveedores sólo querían hablar con Cletus, algunos clientes se reían a sus espaldas cuando pasaban a su lado y lo peor: se estaba labrando una fama inexplicable de persona difícil entre su grupo de allegados. Cierto era que Javier tenía su genio, pero no más que otros. Alguien se estaba encargando de resaltar sus cualidades negativas de la misma forma que si le comentas a alguien que una persona es coja. Si la ve tropezar, dará por hecho que es debido a su minusvalía, a La Arenga del Náufrago Jorge Antares pesar de que la caída sólo haya sido eventual. El sistema es tan antiguo como el hombre. Rumorea que algo queda. Y en este caso, lo peor era que los que creía sus amigos habían admitido con demasiada facilidad los bulos. Durante una temporada no dio demasiada importancia a esas cosas. "Ya se darán cuenta de cómo soy" pensaba engañándose... Pero cuando quiso parar la bola, ya era demasiado tarde. Cletus había tejido su red cuidadosamente y había hecho la precisa luz de gas a Javier, arrinconándolo y aislándolo. Para Javier llegó a ser un autentico suplicio ir a la tienda y escuchar regañinas por "no implicarse en el negocio", por "ser tan negativo con las nuevas iniciativas" y por cualquier tontería explícitamente magnificada delante de los clientes para añadir leña a su leyenda negra de persona intratable. Las intenciones de Cletus eran claras: divide y vencerás. Como un moderno Cesar, había convencido al elemento más débil de la terna para poder conseguir su objetivo, jugando con su codicia, utilizando las matemáticas. Dos partes es mejor que tres. Manny aceptó sin darse cuenta de que una parte es mejor que dos. Tras un año de continua lucha contra lo que parecían molinos de viento, Javier claudicó. No podía aguantar más. El acoso continuo había socavado su ánimo y sólo deseaba que le dejasen en paz. Si al menos hubiera tenido el apoyo unánime de los que creía sus amigos... Pero las maquinaciones de Cletus habían dado su fruto y habían dividido el grupo. El diez por ciento de descuento era algo a lo que se habían acostumbrado muchos de ellos, y no iban a permitirse perderlo por apoyar a alguien que "se merecía lo que le estaba pasando por su manera de ser". Javier aceptó la "generosa" oferta de Cletus. Era una cantidad ínfima de lo que realmente valía su parte del negocio y, tal vez, se podía haber negociado un precio mayor. Pero Javier estaba hastiado, La Arenga del Náufrago Jorge Antares cansado, aburrido. No quería otra cosa que abandonar ese lugar que en otros tiempos, ya lejanos, era el sitio perfecto para trabajar. Cerró su mochila y suspiró aliviado. Todo se había acabado y era lo único que importaba en esos momentos. Fuera de la tienda le esperaban los restos de su antiguo grupo, aquellos a los que le importaban más otras cosas que un diez por ciento de descuento. Mientras abandonaba El Foro Discos vio de refilón a Cletus haciendo relaciones publicas con unos clientes veinteañeros y sintió el incontrolable deseo de atizarle una somanta de hostias. Pero uno de sus amigos se percató y cogiéndole del brazo le dijo: —Otro día, Javier, otro día. No le des el gusto de demostrar que lo que decía es cierto. Está esperando que lo hagas. No caigas en su juego —Javier miró los ojos de su amigo y reprimió su furia. Abandonaron el local y se dirigieron a un bar cercano. Cuando fue a colgar su cazadora se dio cuenta de que había un sobre en el bolsillo. Extrañado lo cogió. Ponía con letras de molde "Un regalo para ti"... La Arenga del Náufrago Jorge Antares 18. Cuéntame un cuento y verás que contento... Había una vez una niña llamada Adela que se dedicaba a contar. Contaba desde pequeña y contaba de todo. Árboles, perritos y periquitos. Su familia y amigos estaban orgullosos de ella. Cuando había algo que contar la llamaban. —Adela, me han traído estos cuencos para guardar jalea. ¿Me puedes decir cuantos son? —Y entonces Adela se ponía a contar,..uno, dos, tres,... —Son diez, Héctor. Hay diez cuencos. —Gracias, Adela. Son los que pedí. Ni más, ni menos. —Adela sonreía y seguía jugando con sus piezas de construcción. Adela tenía un sueño desde pequeña: poder volar. Veía las naves espaciales surcando el cielo azul dirigiéndose a mundos más allá de esta galaxia y se imaginaba dentro de ellas dirigiendo los mandos en la cabina del piloto, viendo novas, supernovas y agujeros negros, surcando peligrosos campos de meteoros y llegando a misteriosos planetas salvajes. Siempre que podía recortaba las fotos de las expediciones a otros planetas. Adela sabía que si quería volar algún día, tenía que ir poco a poco. Pero no era fácil. Apuntarse a la academia espacial costaba muchos créditos. Así pues, empezó a trabajar en una fabrica para costearse la academia. Su trabajo era de contadora. Contaba los pedidos, contaba las personas, contaba y contaba. Después de una dura jornada contando, empezaba otra más dura yendo a la academia a aprender sobre constelaciones, nebulosas y coeficientes La Arenga del Náufrago Jorge Antares de fricción de reentrada en planetas. Por la noche caía rendida en su cama, y al día siguiente vuelta a empezar... De esta forma pasaron tres años y sus jefes en la fábrica fueron cambiando mientras Adela permanecía contando, y contando, y con su sueño de llegar a ser una astronauta. Parecía cercano el día en que por fin iría a la estación espacial y conduciría una astronave,... pero como en todo cuento que se precie, debe de haber un malo que se oponga al protagonista. En este caso, el villano se llamaba Esteban IV y aparte de malo, era inútil. Había llegado a jefe de Adela gracias a ser hijo de uno de los mayores accionistas de la fábrica. En principio, cuando llegó a su puesto parecía bastante normal en su trato con todo el mundo, pero su actitud cambió cuando se dio cuenta de la vocación de Adela. Él también era un apasionado de los viajes espaciales, pero no tenía la capacidad para, ni siquiera, ser admitido en la academia. Ni su poderoso Papá podía mover los hilos para ayudarle, pues, por desgracia para Esteban IV, aun quedaba gente insobornable que no permitiría que ningún incapaz condujera potentes naves poniendo en peligro las importantes misiones. La rabia se apoderó del joven al ver cómo esa joven de 'baja extracción social' estaba consiguiendo llegar a lo que él había soñado. Se sintió robado y estafado. Su glorioso destino esfumado, y al buscar un cabeza de turco para su ineptitud, Adela se convirtió en el blanco de su ira. Esteban IV se encargó personalmente de truncar las ambiciones de Adela. Primero cargándola de un sobretrabajo abusivo y denigrante ('Cuéntame los granos de arena de este tarro... Para mañana’), después, no permitiéndola salir a su hora para asistir a la academia espacial ('Es importante que termines esto. Sí, ya sé que te lo he mandado cinco minutos antes de terminar la jornada...') y finalmente, menospreciando la calidad de su trabajo ('No sabes contar. Empiezo a dudar que seas apta para el puesto'). La Arenga del Náufrago Adela Jorge Antares aguantaba las continuas humillaciones. Tenía que aguantar por su sueño. Tenía que aguantar para seguir pagando la Academia Espacial a toda costa. En un momento determinado y viendo que la actitud de Esteban IV no cambiaba, se decidió a pedir el traslado a otra sucursal para seguir su trabajo. El cambio le fue concedido y a pesar de tener peores condiciones (Tenía que levantarse antes para poder llegar a tiempo, con lo que tenía que robarle más horas al ya recortado sueño), lo afrontó con entereza. Al poco se percató de que nada había cambiado y que el brazo de Esteban IV (y sobre todo el de su Papá) era alargado. El mismo sobretrabajo y vejaciones. Apiadado por la situación de Adela, su nuevo superior le hizo una confesión. —Da igual a dónde vayas, Adela. En todos los sitios va a ser igual. —¿Por qué? —preguntó anhelante la pequeña chica. —¿Por qué? No lo sé. Sólo recibo ordenes, no las cuestiono. Aprecio mi trabajo y mi posición. Por lo poco que he tratado contigo eres trabajadora y muy positiva. En otra situación seria un placer trabajar contigo, pero por desgracia para ti, las condiciones no son las adecuadas. No sé lo que has hecho, pero estás en el punto de mira y da igual donde vayas dentro de la empresa. En las otras sucursales va a ser igual que aquí. —¿Qué puedo hacer? —El jefe de Adela levantó la mirada y miró a la puerta como toda respuesta. Adela comprendió que ya no había nada más que hablar y que sólo era cuestión de tiempo. Agradeció a su superior la confidencia y salió del despacho. El pequeño universo de Adela se estaba destruyendo. Si dejaba el trabajo, no habría dinero para la Academia y se acabaría el sueño de ser astronauta, pero si continuaba sólo era cuestión de tiempo que la echasen por alguna pequeña falta producida por el trabajo bajo presión. Cuestión de tiempo, cuestión de tiempo... Sintió un La Arenga del Náufrago Jorge Antares acongojante vértigo mientras se dirigía a su sitio. Se sentó y se puso a contar robóticamente. Su sueño se había esfumado... De repente y sin darse cuenta, se hizo de noche. Todo el mundo abandonó la fabrica,... Todos menos Adela, que seguía contando y contando ajena a todo. Tal era su estado de ánimo que se había olvidado de ir a la Academia. —¿Me puedes hacer un favor? —Oyó Adela mientras salía del círculo vicioso de contar y contar. Era Alberto 9, el señor de la limpieza, un enjuto hombre de mediana edad con un bigote cuidado a lo Errol Flinn y una perilla que le daba el aspecto de un lobo de mar. —¿Eh? ¿Oh?... ¡Ah! Hola, Alberto,... ¿En qué puedo ayudarte? —dijo Adela. —Pues, verás, es que me estoy volviendo viejo y mis ojos no son los de antes. Ya sabes, no son tan agudos. El caso es que necesito contar una cosa y me he dicho 'Seguro que Adela me puede echar una mano'. —Por supuesto, Alberto. No me cuesta nada. Veamos qué es... El limpiador sacó una pequeña caja negra alargada. Adela la cogió con cuidado. Sea lo que fuera lo que contenía, Adela sintió una confortable sensación de calor en las manos. Cuando la chica abrió la caja, Alberto sonrió... Esteban IV estaba pletórico. Por fin lo había conseguido. Le habían avisado de su pequeño triunfo anunciado a primera hora de la mañana: Adela abandonaba la fábrica. Se le escapó un grito histérico de triunfo mientras recogía sus papeles y salía de la fábrica, dirigiéndose a la pequeña sucursal del extrarradio. Tenía que verlo con sus propios ojos. Al llegar saludó al encargado de la sucursal. Éste le miró triste mientras Esteban IV le felicitaba por el 'gran servicio prestado'. Sin mediar más palabras (pues no hay que confraternizar con los La Arenga del Náufrago Jorge Antares subalternos más de lo debido), Esteban IV le preguntó dónde estaba ella en esos momentos. —Está recogiendo sus cosas. No quiere retrasar más su marcha. —Contestó el encargado. En esos momentos, Adela salía de la habitación donde guardaban los efectos personales. Esteban IV sonrió triunfal al verla. Ella se le quedó mirando unos momentos directamente a los ojos, de una forma como nunca le había mirado antes cuando trabajaba para él. Esteban IV se sintió atravesado e incómodo. Nadie se había atrevido hasta entonces a hacer algo así. Todos agachaban su cabeza instintivamente. Adela empezó a andar hacia él y Esteban IV sintió el impulso de salir huyendo, pero se quedó petrificado en el sitio viendo cómo la menuda chica se acercaba más y más. ¿Qué iba a hacer? Los animales acorralados se revuelven incontrolados ¿Qué demonios iba a hacer la chica? Sintió aflojarse su esfínter cuando Adela se plantó delante de él. Se preparó para lo peor... —Gracias —dijo la chica. Esteban IV respingó. Para eso no estaba preparado. La chica continúo hablando. —Si hubiera seguido con mi plan tal vez hubiera llegado a ver el espacio el año que viene,... en el mejor de los casos. Hay mucha gente esperando para subir a la estación espacial. Mucha gente mejor que yo. Con más posibilidades de conseguirlo. Lo sabía y no me importaba. ¿Sabes porqué? Porque lo estaba intentando con todas mis fuerzas y porque era mi sueño. Así que tal vez hubiera llegado o tal vez no. Nunca lo sabremos. El caso es que apareciste tú y todo cambió. Creí que todo estaba perdido, pero no fue así. He conseguido algo mejor. —¿Algo mejor? No... no entiendo. —Dijo Esteban IV sintiendo cómo algo viscoso resbalaba por la pernera de su pantalón. —Sí. Algo mejor. Si no me hubieras mandado aquí nunca habría conseguido mi nuevo trabajo. La Arenga del Náufrago —¿Nuevo trabajo? Eh,... oh. Jorge Antares —Esteban IV sintió que la masa viscosa llegaba ya a la altura de la rodilla. A pesar de todo, tuvo la curiosidad de preguntar—. ¿ Y en qué consiste tu nuevo trabajo? Adela le miró y se dibujó una sonrisa plácida en su rostro. —Básicamente en lo mismo. En contar. Lo bueno es que ahora cuento cosas que me gustan. —La chica empezó a quitarse la camiseta. Esteban IV ya no podía más. Las cosas no iban por el camino que él había marcado. Pobre niño rico. ¿Pero qué demonios está haciendo esta mujer? pensó mientras sintió aflojarse de nuevo su esfínter. Adela se quitó la camiseta y en su espalda mostraba orgullosa unas imponentes alas blancas que hacían daño a los ojos si te quedabas mirándolas un rato, igual que cuando miras al Sol. La cara de Esteban IV era todo un poema. —Ahora voy a contar estrellas. Maravillosas y deslumbrantes estrellas. Infinitas en el firmamento. Hermosas. Grandes y pequeñas. Soles rojos y amarillos. Y las veré tan de cerca como te estoy viendo aquí. Como nadie las ha visto —dijo Adela mientras empezaba a mover suavemente las alas. Todo parecía moverse a cámara lenta como en un sueño. Esteban IV vio cómo la chica cogía su maletín y emprendía el vuelo hacia arriba y arriba en un cielo increíblemente azul tachonado con nubes algodonosas. Adela se iba convirtiendo en un punto. Esteban IV y el director de la sucursal alcanzaron a oír sus últimas palabras. —¡Ah! ¡Un último consejo, Esteban!... ¡Cambia de desodorante! —Después de esto, se perdió de vista. El director miró a Esteban IV de refilón y un aroma peculiar le hizo darse cuenta de lo que había pasado. Se permitió una pequeña sonrisa mientras veía cómo el joven movía disimuladamente la pierna derecha para expulsar algo viscoso de color marrón por la pernera del pantalón. Una vez terminada la operación, Esteban IV se volvió al director. Éste disimuló como si no hubiera visto nada, rezando en La Arenga del Náufrago Jorge Antares silencio para que no se le escapase una sonora carcajada. Esteban IV se fue sin terciar ninguna palabra. El director esperó a que el joven se fuera en el descapotable último modelo para permitirse la carcajada retenida. Se dio cuenta de que alguien le estaba mirando. Era Alberto 9 con su escoba barriendo la entrada de la sucursal. —¡Que cosas más extrañas ocurren! —dijo el director para romper el silencio, manteniendo la sonrisa. —Y que lo diga. ¿Quién iba a pensar que esa chica era un ángel? —el director sonrió a Alberto 9 y se dirigió hacia la oficina. Alberto 9 continuó barriendo… Nora terminó de leer el cuento que acababa de encontrar en el bolso. Su situación en el banco era muy parecida a la de Adela. Como no tenía alas de ángel, decidió hacer otra cosa... Germán terminó de leer el cuento que encontró de repente en la bolsa donde compraba el pan. Había sufrido una fuerte depresión a causa de unos socios con los que se había aliado para crear una ciudad de mucho futuro en internet y de la que después le apartaron vendiendo el producto por una cantidad astronómica (de la que no vio ni un billete) a una multinacional del negocio de la red. Él tampoco tenía alas, pero tras leer el cuento las consiguió, al poder olvidar la traición que se había convertido en su losa diaria y volver a volar libre. Tenía otras ideas mejores para explotar y ahora era más sabio... Dolores leyó el cuento que había llegado a través de su buzón de correos. Aun se preguntaba qué había hecho para que sus otros socios la echasen de la inmobiliaria que habían levantado de la nada hacía 3 años. Todo buenas palabras por delante, pero por detrás habían movido los hilos adecuados para echarla, ahora que el negocio La Arenga del Náufrago Jorge Antares daba sus frutos. Dolores salió de la encrucijada y supo poner el nombre adecuado a aquellos a los que erróneamente concedía el beneficio de la duda... y no era un nombre muy bonito. Javier Antón termino de leer el cuento en el servicio del bar al que había ido con sus amigos. ¿Quién le habría dejado ese cuento? Podía haber sido uno de sus allegados, o tal vez un cliente. No lo sabía. Sólo sabía que lo mismo que se tienen alas de ángel, también se puede tener rabo de demonio. Sonrió pícaro. Sabía los puntos débiles de su adversario y mientras saboreaba una jarra de cerveza sopesó por donde empezar a atacarlos... La Arenga del Náufrago Jorge Antares 19. Con un poco de ayuda de mis amigos... Se habían reunido en una sala virtual privada porque querían más. No conocían quiénes eran físicamente pero sabían 'quiénes' eran. Sólo sabían su objetivo y su determinación para conseguirlo. No necesitaban más. Eran anónimos, pero a su vez estaban más cercanos que el mejor amigo. Se habían conocido en el Foro de Arengas y sabían lo que era sufrir. Habían compartido sus penas con los demás y habían visto que no estaban solos. Habían recibido una inyección de moral, las famosas espinacas del Numantino, y luego habían plantado semillas de arenga en otras personas como ellos. Habían regalado generosamente sus recuperadas fuerzas de vivir en forma de pequeños cuentos, relatos, canciones, etc. que restañaban corazones rotos e insuflaban fuego en forjas largo tiempo apagadas. Y todo esto estaba muy bien... pero querían más. Por eso decidieron juntarse en este pequeño grupo anónimo y anónimamente expusieron lo que sabían hacer. Cada uno por separado no tenía ni idea del poder que tenía en sus manos, pero los ojos de los demás se lo descubrieron. Cada uno era una pieza de un ajedrez y dejaron de ser peones para convertirse en caballos, en torres, en alfiles, en reyes y reinas. Los brazos de uno hicieron realidad los sueños de otros. Su idea era ayudar directamente a las personas, sin que ellas lo supieran, como Ángeles de la Guarda anónimos y tácitos, librándoles de los que les humillaban, investigando y siguiendo a esos fanfarrones prepotentes capacitados para hacer la vida imposible, erigiéndose en horma de zapato sin que lo supieran. De forma sutil, La Arenga del Náufrago Jorge Antares tenue,... Un pequeño apunte en una cuenta es un gran paso para tener problemas con la justicia. Una dirección adecuada puede ser publicada en muchos sitios y un historial clínico puede airearse sin saber la fuente,... múltiples formas, granitos de arena que al final forman una poderosa montaña, un muro para encerrar a los indeseables. Lo mejor de todo es que nunca podrían cargar las culpas a la persona que ayudaban pues, primero, no sabía que la estaban ayudando y segundo, amparados en la sutilidad, los valentones nunca podrían saber de dónde les vendrían los golpes. Ahora sabrían lo que sienten la mayoría de los mortales... La Arenga del Náufrago Jorge Antares 20. Tuviste tu oportunidad y la dejaste escapar Lala se había preparado a fondo. Trabajó durante todo el día preparando el informe que presentaría al final de la sesión del día siguiente. Todo estaba estudiado al milímetro. Después de presentar los logros del departamento, cuidadosamente maquillados, expondría los impedimentos con los que se habían encontrado y al lado de todas estas cosas negativas un nombre asociado. Sabía de sobra que un culpable por asociación es igual de bueno que un verdadero culpable y Robin Gulliver había eludido demasiadas veces su destino. El consejo buscaba una cabeza para adecuar presupuestos y ella les ofrecería una en bandeja de plata. No importaba que los hechos estuvieran tergiversados y que se hubieran magnificado las carencias y omitido los logros. Nadie saldría a defender a ese bicho extraño... y ella lo sabía. Tenía en su mano el grifo de la información y dosificaba su uso a conveniencia. Sonrió al saberse tan poderosa como el cazador al que abren la veda para cazar su pieza favorita. Mandó imprimir el informe. Se había hecho tarde y no quedaba nadie en la oficina salvo una señora de la limpieza que recogía el polvo de un día de duro trabajo. Se levantó y fue a la impresora, vio salir las últimas hojas, grapó todo el informe y lo metió en una carpeta azul celeste. Lo dejó encima de la mesa de su despachito y se marchó pensando en un aromático te de jazmín que se prepararía nada más llegar a casa. Se sintió pletórica después del trabajo bien hecho... La Arenga del Náufrago Jorge Antares 21. Salvando a Rbin Vorg. (Pequeña Ópera Rock del Nuevo Milenio) Acto 1 Siete encapuchados vestidos de negro aparecen en escena. Todos tienen un número romano de color blanco a la altura del corazón. Detrás de ellos se alza un túnel de color verde pantano con circuitos impresos. El Túnel va al palacio Imperial Cree y es enorme, cubriendo todo el escenario. Hay un silencio que se empieza a romper con unos tambores lejanos in crescendo. Los encapuchados moviéndose sigilosamente empiezan a cantar. Encapuchado I: Estamos aquí tras una larga travesía. Por fin nos hemos juntado. Sois como yo esperaba. ¿Estamos todos del mismo lado? Encapuchado II: Mis manos están preparadas. Sólo tenéis que pensar, donde apuntar mis puños, y a donde queréis llegar. Encapuchado III: Tengo en mis bolsillos la llave que abre su corazón, ningún guardián comprado eludirá nuestra razón. Encapuchado IV: La Arenga del Náufrago Jorge Antares Tal vez estemos locos. Es algo duro de sopesar, pero en estos momentos, el pensamiento debe esperar. Encapuchado V: Mi vida no era nada. Estaba a punto de enterrar toda esperanza soñada, todo sueño por realizar... Encapuchado VI: Nos han hecho un regalo, amigos, que juntos debemos honrar. Nos han devuelto la vida, empecemos a vivirla ya. Encapuchado VII: Por eso estamos aquí. Por eso y por mucho más. Debemos rescatar a aquel que se sacrificó por liberar. Encapuchado I: Todos sabemos su nombre, su lucha por alcanzar el conocimiento perdido, que repartió con los demás. Es el momento de hablar, de decir su nombre. ¿Quién es este gran hombre, que nos ha hecho luchar? Todos los encapuchados a la vez: ¡¡Rbin Vorg!! Encapuchado I: ¿Quién es él? No oigo bien. Todos los encapuchados a la vez: ¡¡Rbin Vorg!! La Arenga del Náufrago Jorge Antares Encapuchado I: Quizá sea el momento, hermanos, en que debamos descubrir nuestro rostro y talentos antes de seguir. Sabemos quiénes somos, pero es bueno recordar. Recordar evita piedras en las que volver a tropezar. Encapuchado I: (Se quita la capucha y es Lorena, la cuadrapléjica) Él me dio la palabra y me hizo pelear. Él me dio nuevas piernas y me enseñó a andar. Encapuchado II: (Se quita la capucha y es Ramón, el boxeador) Yo siempre había luchado, golpeado sin pensar. Él me enseñó el momento de decir: ¡Basta ya! Encapuchado III: (Se quita la capucha y es Marta, una señora de la limpieza) Toda mi vida me callaron, apagando mi estima. Fregando descubrí el tamaño de mi valía. Planté cara al estúpido hombretón que se creía superior. La Arenga del Náufrago No sé lo que el imbécil pretendía, pero pasmado quedó humillado de por vida. Perdí el empleo ¿y qué? Gané algo mejor. ¡Gané una mejor vida! Encapuchado IV: (Se quita la capucha y es Javier Antón) Yo trabajé en un sueño sin pensar con quien lo hacía. La música era mi vida, era lo único que oía. Tendría que haber sido más cauto, ya lo sé, pero al final averigüe quién es amigo y quién no lo es. Las serpientes del camino pueden engañar, pero dales tiempo y se mostrarán. Lo que más duele es descubrir que Judas puede ser ese amigo de verdad que jura que nunca traicionará. Encapuchado V: (Se quita la capucha y es Dolores, la de la inmobiliaria) Es extraño descubrir, pero la vida es así, cuánto proliferan amigos ávidos por conseguir tu puesto, tu vida y dinero, sin siquiera pestañear, tomando sin ningún permiso Jorge Antares La Arenga del Náufrago Jorge Antares lo que tanto te costó ganar. Piensas que el malo eres tú, que fallaste de algún modo, porque no puedes creer lo que pasa, porque has hecho tu casa sobre cimientos de paja y todo tu esfuerzo cae cuando sopla el viento que esos veletas recogen con innato talento. Encapuchado VI: (Se quita la capucha y es Germán, el que tenía un negocio en Internet) Confiar es nuestro pecado, pero a mí me gusta pecar, no encuentro otra manera para crecer de verdad. Creé una ciudad de la nada y los otros la vendieron, no me pagaron nada y dejé la piel en el esfuerzo. Bajé al infierno deprisa, mi ánimo se quebró, la losa de la traición dejó mi alma rendida. Hasta que descubrí la manera de poder salir de esa agonía en vida, de ese sinsentir. Y era pecando de nuevo, volviendo a confiar, La Arenga del Náufrago Jorge Antares siendo de nuevo un niño y volviendo a regalar. Encapuchado VII: (Se quita la capucha y es Nora, la que trabaja en un banco) A punto estaba de claudicar, de tirar la toalla pero una misiva extraña me regaló una espada. Me buscaron las cosquillas, hablaron mal de mí. Si tú has sufrido un infierno, yo he sufrido mil. Encapuchado I: Todos hemos sufrido en las carnes y alma muchas vejaciones. Ahora ha llegado la hora de pagar retribuciones. Encapuchado II: Todos íbamos errantes por caminos perdidos, atajos más o menos largos a un aciago destino. Encapuchado III: Nos robaron algo más que la vida. Nos robaron lo que pudimos ser. Grandes y pequeñas opciones desperdiciadas en el ayer. La Arenga del Náufrago Encapuchado I: Pudimos ser una cosa y ahora somos otra. No lloremos lo pasado, pues el momento no retorna. Encapuchado III: Tienes razón, amiga mía. No debemos permitir que las cadenas pasadas nos vuelvan a dejar morir. Encapuchado I: Pues claro, mi hermano y compañero, nuestro objetivo es triunfar sobre los escollos del camino que nos suelen dejar. Tenemos un corazón fuerte que no deja de palpitar. Los muy tontos se creen que tenerlo es debilidad. Encapuchado III: Por el corazón perdí, por el corazón gane. No voy a permitir que me lo quiten otra vez. No voy a dejarles llevar mi capacidad de amar y de sentir fuego interno por una canción escuchar. Luché antes y lucharé ahora, Jorge Antares La Arenga del Náufrago con ánimo renovado y con fuerzas aumentadas por el conocimiento dado. Encapuchado I: ¿Estamos pues dispuestos para la hazaña, preparados para ganar? Quiero oír de nuevo las voces, dispuestas para triunfar. Todos los Encapuchados: ¡Si! ¡Estamos dispuestos! Dispuestos estamos ya. ¿Cuándo demonios vamos a comenzar? Encapuchado I: Se acabó la espera, hermanos. Tapemos nuestras caras. Pues en las sombras debemos actuar, para no despertar las sospechas que en su mente puedan anidar. Los encapuchados se vuelven a poner las mascaras. Encapuchado I: Y ahora una cosa más. Que nadie sepa, ni nosotros mismos, los dones que podemos prestar a la causa antes perdida Jorge Antares La Arenga del Náufrago Jorge Antares y vuelta a recuperar. (Los encapuchados se arrancan los números romanos cosidos en su pecho y los tiran al aire quemándose de manera casi mágica. Ahora parecen todos iguales). Encapuchado I: (Señalando al túnel) Venga, vamos presto. Volvamos a entrar en un túnel que de negro parece no tener final y que la luz de la esperanza nos alumbra sin dudar. (Los encapuchado se dirigen al túnel y se pierden entre sombras. Los tambores suben el nivel, suenan muy fuertes y con ritmo rápido y en crescendo. De repente el silencio). Baja el telón. Fin del Acto 1 Acto 2 Se ve la sala donde guardan la AMEBA Nebular. Tres científicos calvos de bata blanca con botas negras altas y gafas redondas de color esmeralda oscuro esperan firmes. Detrás de ellos, en la cubeta gigante montada en una grúa de ingravidez, la AMEBA Nebular de color carmesí burbujeando en el liquido alimenticio y dentro flotando las diversas víctimas. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Científico 1: Nervioso estoy esperando a la Gran Dama. Científico 2: Ya sabes, estimado colega, que hace lo que le viene en gana. Científico 3: ¡Cuidado con esas palabras! Contened esa lengua o me veré en la obligación de denunciaros por alta traición. Científico 1: Por un momento pensé que me iban a condenar. Tu sentido del humor el corazón nos va a parar. Científico 2: ¡Eres muy condescendiente con él! No le voy a perdonar el mal rato que pasé por su manera de actuar. Científico 3: La chanza valió la pena. El rostro blanco se os quedó... Científico 2: ¡Y a ti la cara te va a cambiar si de verdad me enfado yo! Científico 1: ¡Haya paz entre nosotros! ¡Haya paz! Su broma cruel fue pero no debemos olvidar que otras parecidas él tuvo que aguantar. La Arenga del Náufrago Científico 3: Como cuando casi caí en la AMEBA Nebular. A punto estuve de morir por vuestra gracia de empujar. Científico 2: Sí, ja, aun recuerdo ese día. Te tuviste que cambiar el uniforme mojado por nuestra forma de actuar. Científico 3: Pues, estimado colega, ésta es la justa reacción. Donde las dan la toman y ahora eres tomador. Científico 2: Aunque me duela admitirlo, tienes toda la razón. Perdona por mi mal perder. Olvidemos lo que pasó. El Científico 2 le tiende la mano al 3. Éste la acepta. Científico 1: Arreglado todo está. La razón se impuso aquí. Por un momento pensé que los puños iban a decidir. Jorge Antares La Arenga del Náufrago Jorge Antares Se oye un murmullo de gente por el lado izquierdo del escenario. Los científicos se cuadran para dar un aspecto más protocolario y serio. Científico 1: Ya vienen. Ya llegan. Dejemos de lado las bromas, pues la Corte Real por ahí ya asoma. Científico 2: Ahora nuestro rostro debemos calmar, pues frialdad y profesionalidad debemos mostrar. Se escucha el sonido de trompetas imperiales tocando un himno pomposo. La Emperatriz Deena llega a la sala donde guardan la AMEBA Nebular. Está rodeada por su cohorte de allegados que le ríen las bromas. Séquito al completo Ja,ja, ja y mil veces Ja. Vuestro ingenio mejora como los buenos vinos. Esas ocurrencias son sublimes, maravillosas y, además, tienen buen tino. Emperatriz Deena No esperaba menos de vosotros, el saber apreciar estos jocosos pensamientos que suelo crear. Dama Laalah (una cortesana favorita) Sabes que estamos deseosos de paladear esas palabras con que nos honras deleitar. Permitidme la confesión. Somos afortunados por tener La Arenga del Náufrago Jorge Antares una dama tan lúcida a la que obedecer. Emperatriz Deena Me vais a hacer sonrojar. Pero no está de más que de vez en cuando me queráis lisonjear. Ahora sin más retraso tener, no hagamos esperar, lo que hemos venido a hacer: a los prisioneros observar. La Emperatriz y su séquito se acercan a los tres científicos. Emperatriz Deena Hombres sabios... Los tres científicos (a la vez) ¿Sí, Gran Dama? Emperatriz Deena Mostradme ya sin dilación lo grandes logros que habéis avanzado en la forma de castigar a aquellos que tuvieron la osadía de mi ánimo desagradar. Los tres científicos (a la vez) Sí, Gran Dama. Los tres científicos sacan al mismo tiempo con una coreografía estudiada de movimientos precisos unos informes, después sacan un pequeño lapicero y empiezan a cantar. Con música de la Rapsodia bohemia de los Queen. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Científico 1 ¿Por dónde empezar? Científico 2 ¿Tal vez sea por aquí? Científico 3 Hay tantos reos,... Científico 1 ... Las cosas han de ser así. Mira hacia allá, y la AMEBA te contará, Científico 2 (Poniendo voz a la AMEBA) "Soy un pobre engendro, dispuesto a servirte a ti". "y tengo muchas más, de un millar, de historias por contar". " De todas las formas, por alguna he de empezar..." (La gran AMEBA eructa una burbuja carmesí como si estuviera excitada) Científico 2 Dama, te voy a mostrar los sueños que planté, las vidas que creé, y que luego robé. Dama, te va a gustar, tanto dolor como queráis. Dama, ooh, esto es lo que hay ¡Que pasión, que pasión! La emoción casi me mata. Tu ley, se debe respetar Dama, Acabas de llegar La Arenga del Náufrago Jorge Antares Te estamos esperando. Y no debe haber gente Que se atreva a cuestionar Tu gran razón Oh, si, señor Llena de gracia eres. Oh, Dama mía, Dama mía ¿Con qué quieres empezar? Tenemos para mostrar los grandes logros para castigar a todo el que no te quiere... Mirad todo el mundo y empezad a temblar con lo que vamos a enseñar Dama, oooh, Y ardemos en deseos de mostrarlo... Científico 2 (Señalando a la cubeta) ¡Veo una silueta en la AMEBA aparecer...! Todos los científicos: ¡Es Rbin Vorg!¡¡Rbin Vorg!! ¿Te gustaría martirizarlo? El Científico 1 le da a la Emperatriz una especie de artilugio parecido a un mando a distancia de color metal. En su extremo un punto de luz amarilla que se ilumina cuando Deena pulsa una tecla. La Arenga del Náufrago Jorge Antares De repente, un pinza gigante como las de las maquinas de peluche de las ferias se introduce en la AMEBA y coge la cabeza de Rbin Vorg. Una gran pantalla antigravitatoria flota al lado del dormido prisionero chorreante de fluido carmesí. En ella se muestra lo que está pensando Rbin. Se ve una escena submarina con el tiburón Sssar nadando con un hígado humano en la boca. Científico 1 ¡Este es el momento! ¡Vamos ya a comenzar! Cortesanos (Es tu reo.) Es tu reo. (Es tu reo.) Es tu reo, es tu reo. Míralo. Tortúralo. En la pantalla aparece la cara de Rbin Vorg entre brumas. Tiene los ojos cerrados y aspecto triste y dolorido. Rbin Vorg Sólo soy un inútil, nadie se ocupa de mí. Científicos Es sólo un inútil, nadie se ocupa de él ¿Es el momento de dejarle por fin? Emperatriz Tal vez sí, tal vez no. ¿Cuál es vuestra opinión? La Arenga del Náufrago Jorge Antares Cortesanos. (Fingiendo tener opinión propia, toman posturas. Unos están a favor de liberarlo, otros no. Momentos después intercambian las opiniones). ¡Divina! No, mejor humíllalo. (¡Libéralo!) ¡Divina! Por nosotros, déjalo. (¡Libéralo!) ¡Divina! Por nosotros, déjalo. (Libérale) Humíllalo. La Emperatriz apunta el mando y lo presiona. En la pantalla aparece una plataforma espacial con la astronauta Dennise flotando ingrávida mirando con ojos muertos. La Emperatriz mira a los cortesanos. Cortesanos. (Libérale) Humíllalo. (Libérale) Humíllalo. Ah. La Emperatriz apunta el mando y lo presiona. En la pantalla aparece Rbin Vorg encerrado en un cubo claustrofóbico que se está reduciendo. Se le ve muy agobiado. La Emperatriz mira a los cortesanos. Cortesanos. No, no, no, no, no, no, no. (Oh, Dama mía, Dama mía) Dama mía, disfrútalo. La Emperatriz apunta el mando y lo presiona repetidas veces. Las imágenes de la pantalla adquieren un aspecto estroboscópico y subliminal. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Emperatriz Habéis logrado hacerme muy feliz, feliz, feliz. (Se ve como la Emperatriz sube en una plataforma automática hasta estar a la altura de Rbin Vorg. Surge un humo neblinoso y azul a su alrededor. Entonces la pantalla coge un plano cercano de la emperatriz mirando a Rbin Vorg con desdén). Emperatriz ¿Así que pensabas de mí, escapar? ¿Así que pensabas que te iba a perdonar? Que risa, me matas de la risa... (En la pantalla se ve la cara de Rbin Vorg llorando con los ojos cerrados. Tiene una expresión de dolor). Emperatriz Volvedle a meter, nos volveremos a ver otro día. Laalah, la cortesana. Todo fue ilusión, nada aquí pasó No tuvo perdón, Todo fue un error Nada va a cambiar... para Rbin Vorg... La emperatriz sonríe excitada mientras vuelven a introducir en la AMEBA a R'bin Vorg. Tiene cara de loca. Suda y de su boca cae saliva como la de un perro rabioso. Los cortesanos la miran un poco asustados. Hasta los científicos acostumbrados a tratar con ella se muestran asombrados. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Se produce un silencio. La Emperatriz se da cuenta de que la están mirando. Disimula su demente goce limpiándose con un pañuelo las babas. Entonces mira desafiante a todos despectiva y regiamente. Los asistentes bajan la mirada al unísono. Ella sonríe maligna. Después su rostro se queda sin expresión. Se acerca a la cortesana Laalah. La chica está muy asustada y tiembla. Sigue con la cabeza agachada. La Emperatriz le coge suavemente la barbilla con una mano levantando su cara para mirarla a los ojos. Laalah se espera lo peor. Deena sonríe. Emperatriz Deena: (Con música de "Bailando" de Alaska y los Pegamoides) Reinando. Me paso el día reinando Y los vasallos mientras tanto, no paran de molestar. La emperatriz empieza a bailar y señala con la mano como si estuviera dando su bendición. Los cortesanos mueven los brazos alabándola y llevando el ritmo. Inaugurando Me paso el día inaugurando. La consejera avisando. Llena de evento y glamour. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Tengo los días muy atareados, la agenda tengo muy ocupada; pero eso es lo normal para mi posición social. Reino todo el día, con o sin simpatía Renuevo un ministro, muevo un ujier; Veo aquellos que quieren crecer; corto su cabeza, con gran decisión, (La Emperatriz hace un gesto con la mano de cortar el cuello) Echo a quien quiero siempre que tengo ocasión. Tengo al pueblo muy aterrado, (La Emperatriz hace un gesto de asustar con las dos manos) los cortesanos están de mi lado; (La Emperatriz chasquea los dedos y los cortesanos se agachan haciendo una reverencia). tengo una vida genial, nada me puede salir mal. Reinando... La Arenga del Náufrago Jorge Antares Todos se quedan unos segundos parados. Laalah empieza a aplaudir con una mezcla de miedo y falsa alegría. Casi al instante, todos los asistentes la secundan. La Emperatriz agasajada. permanece regia con falsa humildad mientras es Empiezan a salir fuegos artificiales mientras los cortesanos sacan unas banderitas con la cara de la Emperatriz. Baja el telón. Fin del acto 2 Acto 3 Gran Final teñido de carmesí Sube el telón. Se ve la sala donde guardan la AMEBA Nebular. Tres científicos están recogiendo las cosas después de la visita. Científico 1 Por fin llegó el fin de la jornada. Hemos vuelto a triunfar, la Emperatriz esta encantada con nuestra forma de actuar. Científico 2 No se puede pedir más Continuamos en nuestro puesto, ¡Y la cabeza sin cortar! Ha sido todo un acierto. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Científico 3 Aunque tengáis cierto temor, Ella es fácil de contentar. No os debéis preocupar, a la dama regia le gusta torturar. Todos los Científicos: ¡Tenemos el mejor manjar para su sublime paladar! ¡Tenemos la química necesaria, Para su gran Ego saciar! Podemos hacerles pensar que en el Nirvana están. Para momentos después en el Hades caer. ¡Que grande genios hemos llegados a ser en el fino arte de torturar!. ¡Tenemos la química necesaria, Para su gran Ego saciar! Científico 1 Esto hay que celebrarlo. Sacad las copas. Hay que regarlo Con buen vino espumoso y centenario. El Científico 2 saca unas copas escondidas en unas probetas. El Científico 3 saca una botella negra de un armario donde guardan componentes químicos. Con pasos de claque abren la botella y llenan las copas. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Científico 1 Un brindis por nosotros. Científico 2 ¡Por nosotros! Científico 3 ¡Por nosotros! Los Científicos levantan las copas, brindan y después se las beben. De fondo la pantalla muestra la cara de Rbin Vorg con los ojos cerrados sumergido en la AMEBA. Se le ve que está sufriendo. Científico 1 No hay nada como el sabor de este caldo. Me podría acostumbrar a todos los días tomarlo. Científico 2 Sin dudarlo yo también. Es fácil acostumbrarse a este tipo de vida. Científico 3 Ya ves lo aposentada que está nuestra Dama, la temida. Científico 2 Esas palabras denotan poca devoción, Te voy a denunciar por alta traición. Científico 3 ¡Uy! ¡Que miedo! ¡Ay!¡Que terror! Voy a tener que hacer un acto de contrición. La Arenga del Náufrago Científico 2 Vaya. No funcionó mi broma. Pensaba en devolver tu anterior chanza. Científico 3 Lo único que provocas es risa en mi panza. Científico 2 No te preocupes. Intentaré mejorar. Te juro que la próxima te voy a asustar. Científico 3 Soy perro viejo. No me vas a pillar. Pero si tanto te gusta, vuélvelo intentar. Científico 1 Cuidado con lo que hacéis. Poco a poco podéis llegar a una guerra cruenta comenzar. Científico 3 No tienes que tener preocupación. No le guardo al pobrecillo ningún rencor. Científico 2 ¿A quién llamas pobrecillo, so botarate? ¡Estás acumulando papeletas para pegarte! Científico 3 Si quieres acción, la tendrás, Pero luego no me vengas a llorar... Jorge Antares La Arenga del Náufrago Jorge Antares El Científico 1 da un golpe en la mesa. Los otros dos se callan. Científico 1 ¡Por Viricón, ya está bien! ¡Vuestras puyas dejad! ¿Qué he hecho para merecer con estos críos estar? Científico 2 ¿A quién llamas críos? ¿Nos quieres insultar? Científico 1 ¡Basta! ¡Basta ya! ¡Dejemos de lado esta conversación banal! Científico 2 Pero... Científico 1 ¡No hay peros que valgan! Nuestra fuerza es la confianza. No debemos traslucir Ninguna imagen pueril. ¿Que diría la Gran Dama si nos viera? ¿Creéis que dejaría títere con cabeza? Los otros Científicos callan avergonzados. El Científico 1 les mira sulfurado durante unos segundos de silencio. Científico 1 Bien. Creo que con mi exposición, Habéis entrado al fin en razón. Es el momento de partir, La Arenga del Náufrago Jorge Antares La jornada acabó Mañana habrá más. La hora del descanso llegó. Los científicos se marchan por una puerta al fondo del escenario. Al salir apagan las luces. La estancia esta iluminada por un fulgor carmesí fantasmagórico que emite la AMEBA Nebular. Pasan unos segundos. De repente se oye desenroscar una tapa metálica en el suelo. La tapa se quita y aparecen los encapuchados del agujero sigilosamente. Encapuchado 1 ¡Venga, rápido, salid! Pongamos a esta tragedia fin. Se quedan mirando la cubeta donde está la AMEBA Nebular. El fulgor carmesí les baña mientras buscan a Rbin Vorg. Encapuchado 1 ¡Tenemos que ser raudos en encontrar a aquel que hemos venido a salvar! Encapuchado 2 ¡Mirad creo que es él!¡Allí está! Encapuchado 3 ¡No, demasiado joven! Vuelve a mirar. Encapuchado 1 Hay tantos. Es difícil de encontrar, La Arenga del Náufrago como una aguja en un pajar. Encapuchado 4 Hay tanta injusticia en el ambiente. Este martirio no deja indiferente. Encapuchado 5 Son muchos años de tiranía Este holocausto una revolución pedía. Encapuchado 1 Pues claro, hermanos, por eso estamos aquí. Por eso vuestra ayuda pedí. Sola no puedo, con amigos sí. Encapuchado 5 Solos no podemos, con amigos, sí. ¡Que gran pensamiento! ¡Que sencillez final! Transparente como una bola de cristal. Encapuchado 1 El poder que tenemos es un poder sin igual. A mí me lo enseñaron. Yo lo debo enseñar. El conocimiento es poder, tan duro como el metal. Cuantos más lo sepan, mejor nos irá. Encapuchado 6 Mucho tiempo estuvimos huérfanos de la luz de la razón. Mucho tiempo extraviados en un laberinto de dolor. Jorge Antares La Arenga del Náufrago Jorge Antares Encapuchado 7 Y fue este hombre quien la luz nos dio. Pequeño de estatura, grande de corazón. Nos enseñó el camino, la senda de la razón. Encapuchado 1 Nos devolvió la vida extraperlada por esos ladinos. Es justa recompensa rescatarle de su sino. El encapuchado 4 de repente señala alborotado a la AMEBA. Encapuchado 4 ¡Mirad!¡Mirad! Ahí está. Rbin Vorg El que vinimos a salvar Encapuchado 1 Sí, es él. Tienes razón. Saquémosle sin dilación. Los encapuchados se acercan al centro de mandos y empiezan a activar los controles. La pinza se dirige a la cuba. Todos miran la operación. De repente la puerta del fondo se abre dejando pasar una luz que corta la oscuridad. Es el científico 1 que ha vuelto. Científico 1 Con los nervios de con esos chiquillos discutir, Olvidé unos papeles y tengo que venir Otra vez al trabajo volver La Arenga del Náufrago Jorge Antares Esos estúpidos siempre me van a jo... El científico 1 se queda parado al ver a los encapuchados. Durante unos segundos todos permanecen inmóviles. De repente el científico 1 corre hacia un panel para dar la alarma. Científico 1 Vándalos. Ladrones. Tengo que avisar a la guarda de seguridad. Pero antes de que el Científico llegue al panel, un encapuchado se pone delante de él. Científico 1 Quita de en medio, perillán. Encapuchado 1 Quítame de en medio, si te atreves, gañán. Científico 1 No quiero discutir. Encapuchado 1 No tienes nada que decidir. Tus opciones están limitadas a callar y no hacer nada. El resto de los encapuchados se acercan como arañas a su presa. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Científico 1 ¿Creéis que estoy vencido? ¿Creéis que el asunto está decidido? Encapuchado 1 Tu soberbia no nos impresiona, Al igual que nosotros, eres sólo una persona. Encapuchado 2 Tanto tiempo con la Prepotente Dama a su lado, no me extraña que esté contaminado. Científico 1 Vosotros sí que estáis contaminados, por la gran locura que habéis anidado. ¿Cómo siquiera pensar que esta empresa vais a ganar? Encapuchado 1 Porque tenemos la convicción De que siempre tuvimos la razón. Cuando nos robaron soñar se les olvidó ocultar el estigma de la rebelión que se oculta en la esperanza y en el corazón. El Científico 1 se queda mirando y se lleva la mano a uno de sus guantes. Todos los encapuchados se juntan más a él. De repente, el científico levanta el puño. Tiene algo dentro. Los encapuchados paran. La Arenga del Náufrago Científico 1 ¡La locura os da osadía! Pero hoy no será el día en que un puñado de paletos venza a mi gran intelecto. Encapuchado 5 ¡Tened todos cuidado! No sabemos qué tiene en la mano. Quizá un artilugio para ser inmolado. Encapuchado 2 ¿Qué tienes ahí? ¿Con qué nos vas a amenazar? Sabemos que eras ruin, pero no loco de atar. Científico 1 Tengo el temor refinado. Vuestro sueño más temido. Todo lo que habéis sido, las claves de vuestro pasado. Encapuchado 7 ¡Este tipo ha enloquecido! Se inventa la realidad, como la mayoría de nuestros conciudadanos a los que les gusta imitar al avestruz, y la cabeza esconder antes que enfrentar lo que de verdad es Jorge Antares La Arenga del Náufrago Jorge Antares y no lo que será en un futuro imperfecto que nunca llegará. Científico 1 A ver si eres tan gallito cuando te enfrentes al pago de tu delito... El científico 1 lanza lo que tenia en las manos: Unas cápsulas azules que al chocar contra el suelo explotan y un humo azul surge de ellas. El humo rodea a los encapuchados como una mortaja de humo. Encapuchado 1 (Dirigiéndose al científico) ¡Estás loco! Ese humo también te va a afectar. Científico 1 ¡Ja, ja, ja! ¡Yo no tengo sueños que matar! El humo hace revivir a cada encapuchado su temor más escondido. Encapuchado 1 Crecen muchas cadenas alrededor del encapuchado 1 (la parapléjica Lorena). Son cadenas flotantes y transparentes que le impiden moverse. ¡¡¡No, no otra vez!!! ¡¡La quietud infinita!! ¡¡No poderme mover!! La Arenga del Náufrago Jorge Antares Encapuchado 2 El encapuchado 2 es Ramón, el boxeador. El humo a su alrededor forma boxeadores demoníacos. En las manos de Ramón aparecen guantes de boxeo gigantes y pesados. ¡¡¡No, no otra vez!!! La vuelta de la lucha eterna, los mil golpes de la vida moderna. No quiero volver a pelear... Luchadores demoníacos Aquí tenemos algo para tu opinión cambiar. Uno de los luchadores saca un frasco y en el está Sofía, la hija de Ramón. Éste al verla se revuelve. Encapuchado 2 Dejadla en paz, desgraciados. Si le hacéis daños, soy capaz... Luchadores demoníacos ¿De volver a pelear? Eso es lo que buscamos ¡Empieza ya! El encapuchado 2 comienza a dar golpes a los contrincantes fantasmas. Encapuchado 3 La Arenga del Náufrago Aparecen Jorge Antares a su alrededor un tipo encorbatado y engominado y una señora mayor de unos 80 años (Rosa, la madre de Marta). El encapuchado 3 es Marta, la señora de la limpieza ¡¡¡No, no otra vez!!! No creo que lo pueda aguantar. Engominado Eso es porque todo lo haces mal. Ni barrer, ni fregar, ni una familia tener. Te debes humillar. Porque sin estudios ¿Qué puedes esperar? El engominado saca una fregona y un cubo y se lo ofrece a Marta. Engominado Toma esto y ocupa tu lugar ¡Tómalo, si quieres seguir! Porque si no, te voy a despedir. Y no te voy a perdonar. La escoba se convierte en una forma serpentesca que rodea a Marta. Rosa Hija mía, debes aguantar El destino que Dios nos da. Me debes obediencia Y a mi lado estar. Aguanta tu cruz, No mires la luz. Te debes postrar La Arenga del Náufrago Jorge Antares Tu destino no da para más. Encapuchado 4 El encapuchado 4 es Javier Antón. A su alrededor surgen cuchillos voladores que se le clavan en la espalda y las pequeñas figuras de sus antiguos socios de la tienda de discos montados encima de cada cuchillo. ¡¡¡No, no otra vez!!! ¡El eterno padecer de cada día despertar para volver a trabajar, y un enfado coger ante la calumnia extendida por los que en más confías. Encapuchado 5 El encapuchado 5 es Dolores, la expropietaria de una inmobiliaria. Aparece un pulpo gigante con las cabezas de sus exsocios. Los tentáculos la recubren y atenazan. Ella lucha contra ellos sin fruto. ¡¡¡No, no otra vez!!! No quiero volver a caer en la rutina diaria de demostrar mi valía a toda hora del día. No me puedo librar de vuestro abrazo mortal que mi alma apagó y mis lagrimas secó. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Encapuchado 6 El encapuchado 6 es Germán, el que creó una ciudad en internet. A su alrededor se forma un muro cilíndrico que le empareda vivo. De los ladrillos del muro van saliendo pequeñas casas y edificios. ¡¡¡No, no otra vez!!! Mi creación robada de nuevo me deja la razón bloqueada. Es un encrucijada No sé por donde seguir. Me agarro a la nada. No sé para donde ir Tengo el alma cansada. Encapuchado 7 El encapuchado 7 es Nora, la de la sucursal bancaria. Un remolino de dinero se forma a su alrededor amenazando con ahogarla. ¡¡¡No, no otra vez!!! Da igual donde vaya. No me podré librar de su larga zarpa, de su inmunda carpa con mil pistas preparadas para al payaso mortificar ¡Corre aquí!¡Salta allá! La risa es el plato del día. Y si no quieres la comida, toma dos tazas más. La Arenga del Náufrago Jorge Antares El Científico 1 se carcajea con risa histérica ante el sufrimiento de los encapuchados. De repente se oyen unos aplausos. Es la Emperatriz Deena aplaudiendo con gozo en su rostro. Se hace el silencio mientras los encapuchados siguen luchando con sus miedos. El Científico 1 se queda quieto no sabiendo como reaccionar. Emperatriz Deena ¡Bravo!¡Bravo! ¡Que le den el rabo! No me podía imaginar un tan buen broche final. Volví para mi ego regocijar con una última mirada a la AMEBA Nebular ¿Y qué me encuentro? Un espectáculo cruento, digno del mejor paladar. ¡Bravo!¡Bravo! Os vuelvo a repetir, Ten por seguro que esta noche a gusto voy a dormir. El científico 1 reacciona poniéndose firme y orgulloso. Científico 1 Siempre a vuestro servicio, Trabajar para vos es mi vicio. Emperatriz Deena La Arenga del Náufrago Jorge Antares ¡Hasta para adular sois experto! Y te digo, ten por cierto, que tu grado aumentaré, tu posición fomentaré y seréis un delfín más en mi zoo particular. Científico 1 Muchas gracias, su alteza. No sé si estaré preparado para tales lindezas. Pero me esforzaré en besar allá por donde piséis. Pues intentaré realizar todo lo que deseéis. De repente la Emperatriz se lleva un dedo a la boca con mirada maligna. Emperatriz Deena ¿No podríamos el rizo rizar? Científico 1 ¿Qué me queréis indicar? Emperatriz Deena La Emperatriz señala a Rbin Vorg dentro de la AMEBA. Esos desgraciados vinieron a rescatar a ese guiñapo de la AMEBA Nebular... ¿No sería pues refinado poderle al cautivo mostrar La Arenga del Náufrago Jorge Antares que todas sus palabras al abismo destinadas están? Científico 1 ¡Magnifica idea, Oh Gran Dama! Mostrar el suplicio de aquellos a quien ama es una delicatessen sólo reservada para alguien como vos, de una gran cuna tan cuidada. El Científico 1 va hacia el panel de control y mueve unas palancas y botones. La pinza se acerca a la AMEBA Nebular y coge la cabeza de Rbin Vorg. En la pantalla del fondo se ve la cabeza de éste que va abriendo los ojos poco a poco. El Científico 1 sonríe triunfante. Rbin Vorg ¿Qué es lo que pasa? Estaba en mi casa, y ahora estoy dentro de un horrible engendro. ¿Es un sueño tenebroso, una pesadilla sin fin? ¿Acaso mi vida era sueño y la pesadilla, mi vivir? Emperatriz Deena Es delicioso hurgar en la maraña de pensamientos jugando con la realidad, pero más sabroso es al interfecto regalar La Arenga del Náufrago Jorge Antares con aquellos momentos de los que no puede escapar mostrándole la celda y haciéndole dudar de su vida, de su historia, de todo desconfiar. Científico 1 Mil vidas le hacemos vivir, Mil vidas podemos matar. ¿Por qué permitirnos sólo una torturar? Emperatriz Deena Hazle que pueda ver lo que ha conseguido. A sus seguidores perseguidos por sus pesadillas internas. Que vea que no hay escape a nuestro gran poder que controla la vida moderna y lo que pueda llegar a ser. El Científico 1 sigue moviendo los paneles de mando. Rbin Vorg empieza a ver a los encapuchados luchando con sus demonios internos. Rbin Vorg ¡¡¡No, no otra vez!!! No me lo puedo creer. Acabo de despertar en el peor lugar, La Arenga del Náufrago Jorge Antares sin esperanza de poderlo abandonar. Es tan horrible de pensar. La prisión perfecta, la muerte en vida directa. ¿Qué pecado tan horrible cometí que tan desmedida pena recibí? Y allí, gente a la que hablé, veo sufrir. No sé cómo, pero lo puedo sentir. Emperatriz Deena Muy bien, fiel vasallo, ahora le veo sufrir El imbécil quiso osar hacerme sombra ¿eso no te asombra? Científico 1 Pues claro que sí, Gran Dama ¿Cómo alguien puede pensar que de ti se puede mofar? Emperatriz Deena Yo tampoco lo puedo imaginar. Pero ahora su justo castigo, estoy disfrutando contigo. El científico 1 y la Emperatriz Deena sonríen malignos al ver como Rbin Vorg sufre al ver a los encapuchados. En las butacas del teatro sólo hay un espectador. Es Robin Gulliver. Está mirándolo todo con cara de asombro e indignación. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Robin Gulliver Esto no puede ser. El científico 1 y la Emperatriz Deena se vuelven a Robin y le hablan maliciosos. Emperatriz Deena ¿Por qué no? Así es la vida y cuanto antes te des cuenta, mejor será para ti. Cada uno tiene su lugar inamovible. Vasallo o noble. Eso no va a cambiar nunca. Robin Gulliver No. Así es como nos hacéis creer que es. Pero no, no lo es. Hay más, mucho más… Emperatriz Deena La gente no necesita más. Fíjate en tu alrededor,… tienen circo, un poco de pan y les damos la ilusión de ser como nosotros, dejándoles endeudarse con gustos de millonario y sueldos de proletario. No necesitan nada más… y nunca lo necesitarán. Robin se queda callado. Robin Gulliver Yo…yo necesito más. Emperatriz Deena No. Estás engañado, querido. No necesitas más, porque no puedes aspirar a más. Nunca te dejaremos hacerlo. Ese es tu lugar y no albergues esperanza porque no va a venir ningún séptimo de caballería a salvarte en el último momento. No te has salvado… solamente has retrasado tu sentencia. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Científico 1 Así que no nos molestes. Permanece en tu asiento y disfruta de la función. Robin Gulliver se da cuenta de que, de repente, el patio de butacas está lleno de gente. Pero no es gente cualquiera, están todos congelados, como metidos en hielo. Robin reconoce a muchos de sus amigos. De pronto se asombra, pues a su lado, una de los congelados es su esposa Mareena llevando a su pequeña hija Keva. Robin Gulliver ¡Mareena! Robin la coge con sus brazos. Nota un frío glacial y no recibe respuesta, pero puede ver en los ojos de ella una impotencia infinita, un dolor profundo, un anhelo, una súplica … Robin se lleva las manos a la cabeza y la baja desesperado. Durante unos momentos se queda quieto, hasta que estalla en un sollozo incontrolado. Nota que las lagrimas le resbalan por las manos. De pronto oye una voz. Es el Numantino, que está a su lado. Es un busto romano con la cabeza tapada por una máscara. El Numantino Así son las cosas ¿no? Robin ¿Quién? La Arenga del Náufrago Jorge Antares El Numantino Sabes quién soy, aunque nunca nos hemos visto. Robin ¿Eres... eres el Numantino? El Numantino Sí. Robin ¿Me vas a ayudar? El Numantino Por supuesto, para eso estoy aquí. Robin ¿Qué tengo que hacer? El Numantino Lo sabes. Siempre lo has sabido. De hecho, ya has empezado a luchar contra ellos aun sin saberlo. Desde dentro de ti, sabías cómo y te mandabas señales. ¿Te acuerdas de las cosas raras que veías? ¿Los unicornios, las hadas, los gnomos…? Robin Sí. Creí que me estaba volviendo loco. El Numantino ¿Acaso no lo estamos todos con lo que tenemos que aguantar? Me extrañaría encontrar desequilibrado. Bueno, a alguien sí, los que no muertos, estuviera esos sí un que poco están equilibrados. No padecen,… pero no sienten... Bien, no perdamos La Arenga del Náufrago Jorge Antares tiempo que hay gente que salvar. A algunos los conoces, a otros no, pero estáis hermanados, tenéis un vínculo más fuerte que la sangre. Todos estáis en el mismo barco. Si se salva uno, se salvan todos. Robin Gulliver Pero... ¿Qué tengo que hacer? El Numantino Ya lo has hecho. Sólo tienes que recordarlo y decirlo bien alto. Robin Gulliver se queda mirando a la Emperatriz Deena, que guarda un parecido asombroso con la Bestia, y piensa en todo lo que le ha ocurrido en los últimos años. Mira a su esposa y a su hija congeladas. Y tiene claro lo que hay que hacer. Su cabeza se llena con melodías de la New Wave y sentados en las butacas de a su alrededor están Joe Jackson, Lloyd Cole, Elvis Costello, The Clash, e incluso los Ramones y su ritmo espídico. Robín Gulliver empieza a hablar. De fondo la música de "I´m Walking on Sunshine" de Katrina and the Waves. Robin Gulliver Me despierto cada mañana y abro las ventanas de par en par. El Sol me muestra un día maravilloso. La brisa me dice que estoy vivo. Vivo de verdad. La Emperatriz Deena se vuelve sorprendida y malhumorada. El científico 1 también se vuelve temiendo la ira de su ama. Emperatriz Deena ¿Qué es ese intento de canción que osa molestar mi diversión? La Arenga del Náufrago Jorge Antares Científico 1 Hay algunos memos desgraciados que no saben permanecer callados. Robín Gulliver les mira con determinación y continúa... Robin Gulliver Y recuerdo las cosas como eran antes... Emperatriz Deena No escuchéis lo que os dice, A todo el que lo oye, maldice. Robin Gulliver Recuerdo cuando tenía miedo de no agradar a los demás y ser rechazado,... Antes de saber que me tengo que agradar a mí mismo primero para poder hacer eso... El encapuchado 1 se queda quieto escuchando. Es Lorena, la parapléjica. Se quita la máscara y muestra su rostro. Lorena No hay como a los problemas a la cara mirar para las cadenas de ti apartar. Las cadenas que la inmovilizaban caen hechas mil añicos brillantes con una explosión muda a cámara lenta. Lorena sale del escenario y se dirige al patio de butacas al lado de Robin Gulliver. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Robin y Lorena Recuerdo cuando temía no ser perfecto,... Antes de saber que nadie es perfecto, ni tiene necesidad de aspirar a serlo. El encapuchado 2 se para a escuchar. Los demonios boxeadores continúan golpeando. Es Ramón, el boxeador y se quita la máscara. Ramón Tan de valientes es seguir como saber parar. Ha llegado el momento de decidir la lucha acabar. Los boxeadores demoníacos ¡No, no!¡ Debes continuar! Si no quieres luchar,… desaparecemos ya. Los demonios intentan unos últimos golpes, pero atraviesan a Ramón sin hacerle daño. La urna donde guardaban a Sofia desaparece y el espíritu de ésta se acerca a Ramón y le da un beso en la mejilla antes de desaparecer. La Emperatiz Deena empieza a perder los estribos al ver lo que está pasando. Emperatriz Deena ¡Mira, mira, científico! ¡Es como un virus maldito! ¡Se extiende por todo! ¡No era Lo previsto! Científico 1 No os preocupéis por eso, Alteza. No irá a más. Son sólo personas, contad con su bajeza. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Ramón sale del escenario y se dirige al patio de butacas al lado de Robin Gulliver. Robin, Lorena y Ramón Recuerdo cuando me hacían correr detrás de quimeras,... Antes de saber que pararse y pensar es adelantar camino. El encapuchado 3 se para a escuchar. Es Marta, la señora de la limpieza. Se quita la máscara y sonríe. Marta Una vez dije "basta" y no me arrepentí. ¿Creéis, amigos, que no lo puedo repetir? Las escobas que la ataban se convierten en agua. Marta se dirige al engominado. Marta ¿No entendiste la primera vez? Te dije que de mi vida te fueras. Si no te lo pudiste creer, Te lo repito: ¡Puerta! El engominado se amedrenta y se empieza a reducir y reducir hasta desaparecer. Marta se dirige a la señora de 80 años. Es su madre. Marta Y a ti,... por favor, Mamá, mantén la boquita cerrada. Estás muchísimo más guapa cuando estás callada. La Arenga del Náufrago Jorge Antares Emperatriz Deena ¡Horror! ¡Horror! ¡Horror! ¡¡Ésto no tiene parangón!! Hasta las limpiadoras están en la rebelión. Marta sale del escenario y se dirige al patio de butacas al lado de Robin Gulliver. Robin, Lorena, Ramón y Marta Recuerdo cuando tenía miedo de tomar decisiones,... Antes de saber que tirándose a la piscina aprendes a nadar. El encapuchado 4 se para a escuchar. Es Javier Antón, el de la tienda de discos. Se quita la máscara y guiña un ojo. Javier Antón ¡Ah! ¡Esa música quería escuchar! La letra que da el ritmo a mi vida, ¡No me podéis dañar! Y os voy a echar enseguida. Javier Antón empieza a girar como un torbellino repeliendo los cuchillos montados por las pequeñas réplicas de sus exsocios, que salen disparados como diminutos meteoros que se clavan en el suelo. Emperatriz Deena ¡Maldición! Otro más se les ha juntado ¿Es que acaso no hay final para este desaguisado? La Emperatriz coge de la pechera al Científico 1 que pone cara de circunstancias y no sabe qué decir mientras su Dama le maltrata. Javier Antón sale del escenario y se dirige al patio de butacas al lado La Arenga del Náufrago Jorge Antares de Robin . Robin, Lorena, Ramón, Marta y Javier Antón Recuerdo cuando creía estar solo en una isla,... Antes de saber que hay otros como yo que están leyendo esto en estos mismos momentos. El encapuchado 5 se para a escuchar. Es Dolores, la de la inmobiliaria. Se quita la máscara y sale volando arrastrando al pulpo con las cabezas de su exsocios. Coge los tentáculos y empieza a hacer girar al engendro por encima de su cabeza. Dolores Siempre tuve la duda de qué teníais por dentro Y ahora lo voy a averiguar... Dolores tira el pulpo al suelo que explota como un globo. Dentro hay miles de culebras que desaparecen reptando a toda velocidad. Dolores Poco más o menos lo que podía imaginar. Emperatriz Deena Tienes que hacer algo. Lo tienes que parar. Antes de que el esquema que hemos montado, se vaya al Más Allá. Científico 1 ¡Aaah, aah, aaah! ¡No puedo, Oh Gran Dama! Ésto está más allá de la razón ¿Quién en su sano juicio hubiera pensado tan extraña coalición? La Arenga del Náufrago Jorge Antares La Emperatriz abofetea al científico. Dolores sale del escenario y se dirige al patio de butacas al lado de Robin Gulliver. Robin, Lorena, Ramón, Marta, Javier Antón y Dolores Recuerdo cuando me sentía atrapado por las circunstancias, aplastado por todo,... Antes de saber que la llave de la salida siempre estuvo en mi poder y que depende de mí utilizarla. Los encapuchado 6 y 7 se paran a escuchar. Son Germán, el de la ciudad de Internet y Nora, la del Banco. Se quitan las máscaras y miran a los que les están hablando. Se miran entre si y se acercan. El remolino de billetes choca contra el cilindro de ladrillos, destrozándose mutuamente. Sale un polvo naranja de ladrillos y trozos desmenuzados de billetes. Germán Siempre fui aficionado a la fina ironía. Y nunca poder supondría que aquello que provocó mi caída al final me liberaría. Nora Yo tampoco lo creía, pero bien utilizado, y en su justa medida, nos hemos liberado Y ganado la vida. La Arenga del Náufrago Jorge Antares La emperatriz, presa de la rabia, no para de golpear al Científico Emperatriz Deena ¿Qué nos queda más por ver? Es el fin de nuestra Gloria. ¿Cómo les vamos a controlar si no tenemos zanahoria? Germán y Nora salen del escenario y se dirigen al patio de butacas al lado de Robin Gulliver. Robin, Lorena, Ramón, Marta, Javier Antón, Dolores, Germán y Nora. Me tomo mi desayuno y sonrío. Lo saboreo y me deleito con el momento. Hoy es un nuevo día lleno de posibilidades maravillosas, infinitas, fabulosas, excitantes. Y si se me olvida, siempre puedo volver a leer esto y recordar quien soy. De repente se escucha un trueno que llena toda la sala y sorprende a todos. Viene de la gigantesca urna de la AMEBA Nebular. Para la música. En la pantalla gigantesca, la cara de Rbin Vorg está muy enfadada. Empiezan a salir pequeñas descargas azul celeste menudo cuerpo que se van extendiendo por toda la AMEBA. El Numantino habla a Robin Gulliver y a los demás. de su La Arenga del Náufrago Jorge Antares El Numantino Sentaos y disfrutad. Pocas personas llegan hasta aquí. Robin Gulliver se acomoda. Todo el mundo está pendiente de la pantalla y sobre todo de la Emperatriz. Rbin Vorg Tú. Tú me condenaste a esta vida. Tú, a quien consideré la más temida. Tú, que al fin y al cabo no eres nada. Tú, una pobre mediocre de mediocre camada. La emperatriz se muestra muy asustada, señala al Científico 1 agachado y magullado en el suelo. Emperatriz Deena No, yo... no, fueron ellos. Yo me dejé llevar por su labia sin igual. Al fin y al cabo, y en el fondo,... No me gusta torturar. Todos se quedan callados. Rbin Vorg empieza a enfurecerse más. Los rayos comienzan a crecer y a extenderse por toda la AMEBA. Van cambiando de color como un arcoiris circular y eléctrico. Se escucha un crepitar in crescendo en toda la sala. La urna que contiene a la AMEBA empieza a resquebrajarse. La Emperatriz pretende huir y va hacia un lado y a otro intentando esquivar su destino. La urna explota y una masa gigante de gelatina carmesí con todos los La Arenga del Náufrago Jorge Antares cuerpos de los cautivos cae al suelo. La Emperatriz está empapada por los restos de la AMEBA. Se encuentra acurrucada a un lado del escenario muy asustada. En el centro de la escena el cuerpo desnudo de Rbin Vorg agachado, lleno de restos de la AMEBA cayendo como trozos de gelatina. Rbin se empieza a levantar, se mira las manos y se lava la cara. Mira al frente y ve a Robin Gulliver y a los demás, que están en el patio de butacas. La Emperatriz le mira aterrada. Rbin se acerca a ella lentamente. Cuando está al lado, la Dama se tapa la cara con los brazos, aterrorizada... Rbin continúa andando y pasa de largo, ignorándola y saliendo del escenario. Se dirige a donde están Robin Gulliver y su grupo. Rbin Vorg Gracias. Lorena Gracias a ti. Era lo menos que podíamos hacer. Robin señala al torso romano encapuchado. Robin Gulliver No olvidemos a quien inició todo. El Numantino. El Numantino Creo que ha llegado el momento de descubrir mi rostro. La Arenga del Náufrago Robin Gulliver quita Jorge Antares cuidadosamente la mascara y se queda sorprendido, al igual que el resto, pues ¡No hay nada debajo! Lorena ¡Es asombroso! Voz del Numantino Más asombroso es vuestra hazaña. Porque vosotros lo habéis hecho todo. Yo sólo he ayudado a iniciar el fuego. Vosotros sois el incendio. Se empieza a escuchar la canción "Fiesta" de Joan Manuel Serrat. Todos sonríen. El teatro ha desaparecido y están en una fiesta en mitad de un campo verde de noche. Robin Gulliver se da cuenta que toda la gente congelada ha vuelto a la vida. Su esposa Mareena con la pequeña Keba se acerca a el. Robin la abraza y le da un dulce beso. Serrat al fondo sigue cantando..... Robin Gulliver despertó con una sonrisa en los labios. Echó un suspiro de gozo como el ronroneo de un gato satisfecho. Hacía años que no estaba tan a gusto. Miró el rostro de su esposa dormida y recordó porqué la quería tanto... La Arenga del Náufrago Jorge Antares 22. El efecto carambola Robin llegó a su trabajo con un estado de ánimo excelente, incluso mejor que el de las últimas semanas. Y subiendo por el ascensor se dio cuenta de algo muy importante: había perdido el miedo que le había acompañado los últimos años. El temor de ser despedido ya no le afectaba, con lo cual el temor a la Bestia le resbalaba. Era una sensación extraña pero placentera. Al llegar a su planta, tuvo, sin embargo, la sensación de que algo estaba pasando y que le iba a afectar. De pronto se dio cuenta de lo que ocurría. ¿Donde estaban el resto de sus "compañeros"? ¿Acaso una reunión fantasma de la que no había sido previamente avisado? Todo era muy extraño. Se sintió en un episodio de "En los limites de la realidad. Se dirigió a la sala de café. 'Estarán allí todos' pensó, celebrando alguna cosa. Pero cuando llegó, allí nadie estaba. Empezaba a estar preocupado. Tenía la certeza de que algo gordo estaba pasando en esos momentos, como aquella vez que les reunieron a todos para comentar una crisis repentina y el asunto se saldó con el despido de un tercio de la plantilla. De pronto, vio a una señora de la limpieza, se acercó a ella y, dubitativo, le preguntó: —Eh... ¿Qué pasa hoy? —Pues no sé. Ha habido un cierto revuelo cuando llegaba. Me ha sorprendido ver a tanta gente tan pronto. Estaban en el auditorio de la planta sótano. —Gracias. Iré a ver qué está pasando. La Arenga del Náufrago Robin Gulliver preguntándose qué Jorge Antares salió corriendo estaría ocurriendo hacia y los haciendo ascensores múltiples conjeturas al respecto. Mientras bajaba se fue calmando. Recordó el sueño de la noche anterior y se sintió tranquilo. Fuera lo que fuera a ocurrir, se sentía protegido, con una paz interior que no había tenido en mucho tiempo. Llegó a la planta sótano y vio a varios becarios a la entrada del auditorio. —¿Qué ocurre? —les preguntó. —Un lío de miedo —contestó una becaria de pelo corto y gafas rectangulares de concha. —Han echado a la mayoría de los responsables y aun no sabemos por qué. —No me haga caso, pero parece ser que les han llegado a los de muy arriba unos papeles que los relacionan con tráfico de influencias. —Dijo un becario con peinado beat y patillas. —No lo tenemos claro —continuó la becaria de las gafas. —Pero parece que quieren público para dar un escarmiento. —Parece un linchamiento –apuntilló el otro becario. Robin Gulliver entró a ver qué estaba pasando. Al fondo se veía a todos sus ‘compañeros´ muy compungidos. Algunos no podían reprimir las lágrimas, otros estaban destrozados. No se esperaban esto. Creían que sus puestos eran eternos e intocables. Lo que más chocó a Robin fue ver a Dina, la Bestia, sentada en una silla con la mirada perdida en el espacio. Robin sintió pena por ella, a pesar de todo lo que le había hecho. ¿Qué había pasado para trastocar de tal manera el orden universal? Tal vez nunca se sabría. El hecho fundamental es que esta gente había caído en desgracia ante los de arriba. El mayor pecado empresarial. Con o sin motivo, daba igual,... lo cual le llevó a preguntarse ¿Y a mí? ¿Qué me pasará a mí? Vio a Lala acercándose. Se le había borrado la sonrisa sardónica de su cara. La Arenga del Náufrago Jorge Antares —Qué suerte tienes, Gulliver —dijo cabizbaja. —¿Suerte? —dijo sorprendido Robin. —Sí, suerte. A ti no te ha salpicado el asunto. Eres de los pocos que se han salvado. —Dijo Lala a punto de gimotear. Robin respiró aliviado. Por alguna increíble coincidencia del destino no se había hundido con el buque. No pudiendo soportar la escena pues, a su pesar, se sentía conectado con sus ‘compañeros’, se dirigió de nuevo al ascensor hacía su sitio de trabajo. Mientras subía soltó un bufido de alivio. Se sintió un hombre nuevo, renacido. Las naves se habían quemado de algún modo y sólo quedaba un amplio horizonte que ir descubriendo día a día. Un horizonte demasiadas veces prohibido de alcanzar por mediocres temerosos de perder su puesto. Cuando se dirigía a su puesto se cruzó de nuevo con la señora de la limpieza. —¿Se arregló ya todo? —preguntó sin dejar de fregar el suelo. —Todo. Por fin todo está arreglado. De momento… —contestó radiante Robin. —Ya se sabe. Dios aprieta pero no ahoga. —Debe ser eso. Pero hay días que aprieta tanto que… ya me entiende. —Sí, claro, pero hoy no es uno de esos días ¿verdad? Si me permite decírselo, le noto más contento. —La verdad es que sí. —Bueno, a pesar de todo, tenemos que seguir con nuestras obligaciones. Menos mal que hoy es viernes. —Menos mal. Bueno, habrá que seguir pues. Hasta luego —se despidió Robin. —Hasta luego. La Arenga del Náufrago Jorge Antares La mujer reanudó las tareas de limpieza mientras Robin se dirigía a su cubículo. Todo estaba fantasmalmente solitario. Robin se sentó, miró las piezas de ordenador desperdigadas del improvisado almacén de desechos en que se había convertido su lugar de trabajo y luego miró por la ventana ¿qué le traería el futuro? No lo sabía, pero sí sabía que se sentía bien, como nunca se había sentido en años. Era viernes, como bien había dicho la señora de la limpieza, y eso era un broche perfecto para un día como éste, igual que la canción que había compuesto. Estaba deseando llegar a casa y abrazar a Mareena y a la pequeña Keba. Tenía que compartir con ellas su alegría. Era como un estudiante después de haber finalizado el último examen de junio. Tenía ganas de hacer miles de cosas. Se le ocurrió llevarle unas flores a su mujer y un juguetito a su hija. Sin falta las llevaría mañana al observatorio de la Ciudad de la Ciencia para poder ver toda la ciudad, y luego a comer a las terrazas que había en unos jardines naturales cercanos, y después… y después, cualquier cosa era posible. Se sentía como un adolescente excitado ante su primera cita. Entonces se percató del sobre. Estaba encima de la alfombrilla del ratón. Lo cogió y se quedó asombrado. En el remite ponía con letras de molde ‘un regalo para ti’. Lo abrió y empezó a leer… La Arenga del Náufrago Jorge Antares 23. Galletas de Troya —¡Hey, hey, chinita! Si, tú. Anda, ven aquí y atiéndenos, que no tenemos todo el día. —La camarera de ojos rasgados y kimono rojo brillante se acercó a la mesa de Bad Jim y Kevin con su pequeña libreta en la mano. Kevin detectó un ligero desdén en los ojos de la muchacha mientras tomaba nota del menú elegido por su compañero. No era para menos. Bad Jim era muy especial... —Veamos,...hum, hum,... de primero para mí, tres rollitos y para la maricona esta,... "ensalada de plimavela". —Bad Jim se deleitó diciendo las últimas palabras como si fuera el mejor humorista del mundo y acabase de contar el chiste perfecto. Kevin bajó la mirada con vergüenza. Bad Jim le miró y frunció sus pobladas cejas negras. —¿Qué pasa?¿Que pasa ahora, Prima Donna? —espetó Bad Jim al no recibir los aplausos esperados. Mirando a su compañero, continuó hablando. —¡Kevin, eres un jodido aburrido! No sabes apreciar una bromita. ¡Pero si siempre se hacen aquí, demonios! Ellos ya están acostumbrados. Para eso están. ¿A que sí, chinita? —La muchacha le miró y entonces apareció una sonrisa de cortesía en su carita nacarada. —No me extraña que seas la oveja negra de tu familia. Si no le hubiera prometido a tu padre cuidarte en su lecho de muerte, te habría dado la patada hace tiempo. Eres un puñetero lastre ¿Lo sabes?... ¡Joder! ¡Voy a dejarlo, que me estoy sulfurando...! —Bad Jim siguió dictando a la camarera sus preferencias. Hizo un comentario soez sobre el tamaño del rollito y la boca de la chica que sonrojó a Kevin. Ella permaneció impertérrita con su sonrisa de compromiso, mientras Bad Jim seguía con el menú y los "típicos" La Arenga del Náufrago Jorge Antares chascarrillos sobre el pan de gambas, el cerdo agridulce y "dónde estaba el abuelo Chen, ese sí que tenía buen sabor"... La chica se marchó a la cocina estoicamente cuando el presunto humorista terminó de dictarle. Bad Jim la siguió con mirada libidinosa y media sonrisa chusquera. —No está mal... para ser china, claro. ¿Eh, Kevin? Le pondría el estandarte del imperio en ese culito respingón... —Kevin se llevó la mano a la cabeza y volvió a bajar su mirada. —¿Qué pasa? ¿Qué he dicho ahora? Kevin, tienes un cierto problema con tu educación victoriana. —No. No tengo "un cierto problema con mi educación victoriana" —dijo Kevin a punto de perder su flema británica. —El único problema aquí, eres tú. —¿Sí? No me digas. Te he sacado las castañas del fuego desde que tenías quince años y te daban para el pelo en el internado, Mister Buenos Modales. ¡Me cago en tus buenos modales y en tu sangre de horchata! —Kevin se le quedó mirando unos segundos, fulminándole con sus ojos azules. Era inútil tratar con él. Sus modales eran...¿qué modales? Este zafio patán no sabía qué era eso. Seguro que se le habían quedado atragantados en ese cuello de toro. Los modales y la sangre hacia el cerebro. Kevin contó hasta 10 antes de volver a hablar. —Mira no sé si lo sabrás pero estamos en una misión de incógnito, Jim. Tu...tu actitud es... —"Mi actitud es...","mi actitud es...". No me vengas con tartamudeos, Kevin. Ya sé que estamos en una misión para desbaratar los planes de ese diablo amarillo. ¡Y sé permanecer de incógnito! —dijo levantando la voz mientras los comensales de las mesas aledañas se volvían hacia él. Kevin le miró cansado. No había nada que hacer. No era la primera metedura de pata de ese estúpido, ni sería la última. Cada cual tiene su cruz y la suya era ese paleto de Brighton, ese mono con La Arenga del Náufrago Jorge Antares cabeza humana llamado Bad Jim. Cogió una galletita de la suerte para distanciarse del momento. La gente volvió a sus comidas mientras Kevin despedazaba con desgana el pastelillo. Abrió el papelillo de la fortuna y lo leyó: "El final de un camino tortuoso puede ser el principio del camino hacia la utopía". Extraña profecía. Entonces Kevin se percató de un olor dulzón y penetrante que se le introducía en los pulmones, como un bálsamo de madera tostada y eucalipto. No pudo averiguar de donde provenía pues, de repente, empezó a caer en un pozo oscuro, muy oscuro,... ...Se vio convertido de nuevo en niño y se encontró paseando por la antigua mansión de su bisabuelo. Allí estaba el viejo Leviatán en su silla de ruedas, como un tótem, dirigiendo los destinos de su familia. Su bisabuelo, el espía, el que había salvado tantas veces al Imperio de los planes del Maligno Doctor. El que había mandado a sus hijos, y luego a los hijos de sus hijos, a misiones suicidas de las que volvían con heridas que no se veían y que hacían gritar en sueños. Vio a su padre empujando la silla de ruedas. Parecía cansado, agotado, gris, muy gris. Entonces se dio cuenta de que su progenitor estaba atado a la silla por los pies y las manos con unas finas cadenas de oro, y detrás de él, el abuelo Henry, al que no conoció y que murió "honorablemente" en el campo de batalla luchando contra el Demonio Amarillo en un fumadero de opio de Hong Kong. Miró sus manos y vio una cartera. Su estomago se hizo un nudo. Sabía de donde era esa cartera y lo que significaba el escudo del león llevando la corona. Levantó la mirada con miedo y se encontró de nuevo en el internado. El maldito internado. Allí le mandaron para recibir "disciplina". ¿Disciplina? ¿En qué? ¿En aberraciones humillantes por parte de sus mal llamados compañeros? Tal vez esa era la famosa disciplina inglesa que aplican en muchos burdeles de La Arenga del Náufrago Jorge Antares lujo con cuero y pequeños látigos, pero no lo que se espera para formar a un chaval de quince años. Era un campo de concentración pervertido en el que imperaba la ley del más fuerte y la hipocresía mas fina que se pueda hilar. El sitio perfecto para hijos de reyes, herederos de vastas fortunas y trepadores sociales. El infierno en vida para Kevin, que había podido evitar el camino de la familia gracias a su madre, que se impuso a los deseos de su padre, costándole el divorcio; y que, sin embargo, volvió a encarrilar a la muerte de ésta. El maldito internado... Una mano se posó en su hombro. No se dio la vuelta. Sabía a quién pertenecía esa zarpa venosa y peluda. Ni en sueños podía librarse de él. Prepotente y rudo, pagado de si mismo, Bad Jim le habló. —No te preocupes, Kevin. Aquí estoy para ayudarte. Los destinos de mi familia han estado ligados a los de la tuya por muchas generaciones... Siempre estaré a tu lado. —Kevin sollozó. ¿Por qué no le habían dejado ser pintor, que era su vocación temprana? ¿Por qué le hacían seguir una senda de odio y mentiras, de juegos de espías en los que nunca sabías si realmente habías ganado, y que lo único que te dejaban era una sensación de vacío cada mañana delante del espejo? No tuvo tiempo de seguir pensando. Ahora se encontraba corriendo junto a Bad Jim por una calle de Londres, detrás de ellos una enorme explosión. Los almacenes del Maligno Doctor estaban ardiendo por cortesía de los servicios pirotécnicos de la Agencia. Otra trama digna de Maquiavelo desbaratada. Otro peldaño más hacia el sótano oscuro en que se estaba convirtiendo su vida. Y no podía dejarlo, decir basta y empezar una nueva vida. No, no era tan sencillo. Sabía demasiado,... aunque realmente no supiera nada mas allá de esas misiones para "salvar al mundo de los planes malignos del Demonio Amarillo". Es más, y ahora se daba cuenta del La Arenga del Náufrago hecho, nunca se Jorge Antares había topado directamente con el Doctor. ¿Realmente existía...o era otra excusa para justificar cualquier cosa, como invadir un país y apoderarse de sus recursos? No le extrañaría nada de nada. Había visto cosas que rivalizaban con los supuestos planes locos del Doctor...y que urdían los "buenos"... Sintió nauseas y todo empezó a girar. El vértigo se apoderó de el... —...pierta de una vez, estúpido —oyó decir con un tono in crescendo. Sentía la cabeza abotargada y los labios pastosos. La lengua empezaba a despertar. Abrió los ojos legañosos y vio a Bad Jim sentado en una silla. Estaba atado y no amordazado... Una pena. La pequeña celda donde se encontraban tenía paredes de piedra y una puerta metálica con remaches que contrastaba fieramente con la antigua construcción. —¡Hemos caído en una puta trampa! ¡Estamos condenados! — gritó Bad Jim golpeando los oídos de Kevin como en el día después de la madre de todas las resacas. —Tranquilo,... tranquilo, Bad Jim... Sobre todo no hables tan alto, por Dios... Seguro que nos están escuchando en estos momentos... —¿Escuchando? ¡Ah, claro! Ese es su modo de hacer las cosas, retorcido y ladino... Bien, bien pues... Pues que sepan que... que estamos apoyados. Tenemos no menos de vein... treinta agentes siguiéndonos. Agentes duros y ...y con la última tecnología en armas letales. soltando ¿Me oís, radicales amarillos? Será mejor que nos vayáis ¿Eh? Por vuestro bien —dijo Bad Jim guiñando maldisimuladamente un ojo a Kevin. Éste se le quedó mirando asombrado. ¿Se creía este patán fanfarrón que alguien podría creerse un farol tan burdo? Si los destinos del Imperio recaían en gente como Bad Jim,.. tenían lo que se merecían. De inmediato, y para sorpresa de ambos ingleses, una de las paredes se abrió dejando una pantalla de video que ocupaba casi todo el espacio. Chisporreteó un poco revelando la imagen de su La Arenga del Náufrago Jorge Antares archienemigo. Increíblemente joven, increíblemente poderoso, su presencia electrizaba el aire. Con gesto real y voz profunda, el oriental empezó a hablar. —Bienvenidos a mi humilde morada. Por fin tengo cara a cara a los retoños de mis enemigos. Creo que es el momento de hablar con vosotros antes de que vengan vuestros refuerzos. —La pantalla se apagó. Bad Jim dirigió una media sonrisa cómplice a Kevin. Un Kevin extrañado y meditabundo. ¿Qué demonios estaba pasando allí? La gran puerta metálica se abrió dejando entrar a tres esbirros embozados, armados y apuntándoles con unas pistolas de bizarro diseño. Soltaron las ataduras de Bad Jim, y mientras le quitaban las suyas, Kevin se dió cuenta de que la pistola de uno de sus captores colgaba en el cinto a una distancia de la mano de Bad Jim demasiado seductora... —Espero que no se le ocurra... pensó Kevin y no pudo terminar la frase. Como en esas pesadillas en las que, hagas lo que hagas, tu destino está sellado, Bad Jim cogió el arma y apuntó a los embozados. Uno de ellos intentó atacarle recibiendo un...¿Cómo podría describirse? Era una descarga azul entre rayo y láser. El tipo cayó al suelo inmóvil con un humo rojo saliéndole del pecho. Los demás se quedaron quietos. Bad Jim, sudando, les amenazaba con la mortífera arma. —Voy en busca de ayuda, Kevin. No te preocupes. Te salvaremos... —Dichas estas palabras salió huyendo hacia un pasillo que había al fondo... Kevin se quedó quieto. Así que este era el concepto de Bad Jim de estar siempre a su lado, pensó mientras medía su mirada con los esbirros en un silencio incomodo. De repente, los embozados empezaron a reír. La figura inmóvil del suelo comenzó a moverse, quitándose del pecho una placa humeante. Después se quitó el turbante que cubría su cara y... La Arenga del Náufrago Jorge Antares —¡Eres la camarera! —Dijo Kevin sorprendido. —Sí, soy la " camalela" —dijo la chica con sorna. Los demás embozados siguieron riendo mientras se quitaban sus turbantes. —Aurora Ling —dijo la joven mientras le tendía la mano. Kevin dudó un momento pero su educación le hizo devolver el saludo, condicionado como un perro de Paulov. —Venga, Kevin. Sígueme, tenemos poco tiempo —continuó Aurora. —¿Poco tiempo? ¿Poco tiempo para qué? Ésto es muy raro. —La chica sonrió. —Vamos. El abuelo te espera. Kevin siguió a la muchacha franqueado por los otros dos orientales. Caminaron por pasillos oscuros llenos de paneles con circuitos impresos de hipnótico diseño, una mezcla de tapices orientales y el sueño de un Escher llevado al borde de la locura electrónica. Subieron a un ascensor y Kevin seguía preguntándose qué diablos estaba pasando. Llegaron a un piso de cuidada decoración mandarina que trasmitía tranquilidad a cada paso. Los dos orientales se quedaron cuidando la entrada del ascensor, mientras el inglés y la muchacha continuaban el camino. Pequeñas fuentes ornamentales susurraban un ritmo acuoso sedante al paso de Kevin y Aurora. Al fondo, sentado en una silla milenaria, un viejo de largo bigote lacio y ojos almendrados y vigorosos que desmentían su edad. Con una mano de largas uñas indicó a Kevin que se acomodase en una silla cercana. Aurora permaneció de pie. —Por fin nos vemos cara a cara, Kevin —dijo el anciano. —¿Es...es usted el Doctor? —El viejo oriental asintió a la pregunta de Kevin. —Parecía...eh... otro en la pantalla. —Las pantallas mienten. La realidad es arcilla de la imagen. Toda noticia puede convertirse en la contraria en manos de hábiles alfareros. Pero es algo que ya sabes ¿verdad? —Kevin se quedó La Arenga del Náufrago pensativo. Sabía Jorge Antares bastante de eso: montajes para aparentar accidentes aéreos y echar las culpas a pequeños países hostiles, conspiraciones para destruir la credibilidad de un líder sindical "molesto",... Sí, Kevin lo sabía. No podía evitar saber en qué trabajaban sus colegas de la Agencia. —Pero ha llegado el momento de terminar con toda esta farsa. El planeta necesita una purga. —Sentenció el doctor. —No sé de qué está hablando. Si es otro de sus planes, quiero que sepa que estamos preparados... —El anciano le miró a los ojos y sonrió condescendiente. —¿Como los veinte,... digo, los treinta agentes de los que hablaba tu colega Bad Jim? —Kevin puso cara de circunstancias. —No te preocupes. Estoy al tanto de lo que hacéis y no representáis ninguna amenaza para mis planes —sentenció el anciano. —Entonces ¿Por qué estoy aquí? No le veo ninguna lógica. —Kevin, estas aquí porque te estoy pidiendo ayuda. —El joven inglés dio un respingo. Esto sí que no se lo esperaba. —¿Ayuda? ¿Después de lo que ha hecho con mi familia? Usted bromea. —No, en absoluto. De todas maneras quiero que sepas que el único causante de los problemas de tu familia siempre fue tu bisabuelo. Su odio visceral le llevó a cometer locuras... —¿Como enfrentarse a usted y a sus planes? —No, hijo. Su locura no fue combatirme, su locura era del tipo de Bad Jim. Su superioridad, su fanfarronería de raza superior... La prepotencia mata. Pero es la peor de las muertes, porque no deja crecer nada. —No nos pongamos filosóficos ¿vale? Mi bisabuelo se enfrentó a sus planes de dominación mundial y los desbarató... —El viejo sonrió de nuevo. —¿Mis planes de dominación mundial? Está claro que la historia La Arenga del Náufrago Jorge Antares la escriben los vencedores. Me temo que no estás bien informado, Kevin. No soy el villano de opereta de una novelucha del tres al cuarto, como siempre me han presentado al mundo. Voy más allá... —¿Más allá? ¿Más allá de qué? —Revolución. La más fiera que hayas soñado. La que puede cambiar el mundo. —¿No tendrá que ver con los movimientos políticos que se han producido últimamente en China? Mi Padre me advirtió... —¿Del Coloso Dormido? ¿Que habría que hacer todo lo posible para que no despertase? Kevin, muchacho,... el Coloso nunca ha estado dormido. —Entonces... —Siempre ha estado despierto. ¿Sabes que a veces el gato se hace el dormido para ver qué hace el ratón? Pero eso no tiene importancia ahora. Lo que te digo es algo que cambiará la tierra. A China y al mundo entero. —¡Una revolución! No sé qué habrá tramado, pero... —El problema de toda revolución son los valores. Si el valor en que se basa es malo, al final pervertirá los logros. Puedes hacer una silla con cualquier material pero si la haces con un material endeble, como el cartón, es posible que te caigas más tarde o temprano. —Ya. Así que el problema son los valores... —Sí, Kevin. ¿En qué se basa todo actualmente? ¿En qué se mide el bienestar? —En... ¿el dinero? —Exacto, en el dinero. Todo en el dinero. Ése es el problema, el valor erróneo. Hay que cambiar ese patrón. —¿Me está planteando algún tipo de utopía comunista o algo así? —No, Kevin, el comunismo también se basa en el dinero, pero desde otro punto de vista. Te estoy hablando de algo diferente, de una realidad. Está a tu lado. La Arenga del Náufrago Jorge Antares —Pues no me he fijado en nada extraño, ni he visto tipos con cócteles Molotov, ni gente echada a las calles. —Claro, porque es otro tipo de revolución, Kevin. Una revolución silenciosa en la que todo el mundo tiene acceso a todo. —¿Y cómo piensa hacer eso? ¿Regalándoles a todos un millón de libras? —Comprendo tu escepticismo, pero como te he dicho, ya se está haciendo. Tenemos el mayor regalo de todos los tiempos... y se llama Internet. Millones de personas compartiendo todo... —¿Está hablando del pirateo de películas y música? Pues, menuda revolución... —No te quedes en la superficie, muchacho, aráñala. Te estoy hablando de conocimiento. De todo tipo de conocimiento, y no del racionado a cuentagotas por los estados. Conocimiento puro sin adulterar. Una sociedad en la que se comparte todo, y los que más comparten son los más apreciados. Una manera de vivir que deja poso y que salta de la red a la vida real. —¿Y para qué me quiere? Parece que todo va viento en popa sin mí... —Porque necesito un aliado que pelee contra mis pantallas de humo, mis planes de “destrucción masiva” o lo que se le ocurra, que gaste los recursos de los estados mirando en la dirección equivocada, mientras hago que todo funcione y sea ya demasiado tarde para dar marcha atrás... Un árbol se tiene que cuidar de pequeño evitando que los parásitos se apoderen de él. —¿Y cómo? —Bueno, para empezar, tu compañero está dando vueltas en un laberinto. El pobre sólo sabe gritar y apuntar con su arma a cualquier sombra. "Rescátale" y "desbarata" otro de mis "planes siniestros". Sé el héroe del día. Conviértete en mi Némesis. Salva al mundo... Pero esta vez de verdad... Kevin sopesó la idea, y sólo el pensar que su bisabuelo se La Arenga del Náufrago Jorge Antares revolvería en su tumba hizo que se cruzase una sonrisa inesperada en su rostro... Robin Gulliver terminó de leer. Por fin sabía lo que tenía que hacer cuando volviera el lunes. Empezó a tararear el ´’Fiesta’ de Serrat… La Arenga del Náufrago Jorge Antares Ediciones Efímeras es una editorial cuyo ánimo consiste en promocionar la literatura fantástica, centrándose sobre todo en microrrelatos, cuentos ilustrados y novelas previamente publicadas en Internet. Ediciones Efímeras es una editorial sin ánimo de lucro, que ofrece en formato PDF y de forma gratuita para su descarga las obras de los autores que colaboran con ella. Si es usted editor, y está interesado en publicar esta obra en otro formato, por favor contacte con nosotros en la dirección: [email protected] La Arenga del Náufrago Jorge Antares Ediciones Efímeras http://www.edicionesefimeras.com