Letras jóvenes Actas de las Jornadas Internas de Investigadores en Formación del Departamento de Letras 2, 3 y 4 de agosto de 2012 ISBN 978-987-544-503-1 Autoficciones poéticas: ficción y nombre propio en la poesía social española Verónica Leuci CONICET-UNMDP Resumen El proyecto, titulado “Poetas in-versos: ficción y nombre propio en Gloria Fuertes y Ángel González”, explora la inclusión de nombres propios –especialmente el del autor– en la poesía de estos dos destacados poetas de la posguerra española. La aparición de estos nombres como categoría textual nos posiciona como lectores en una zona fronteriza, entre la escritura y la referencia, entre la ficción y la autobiografía. Por ello, se propone estudiar la pertinencia de la novedosa categoría de “autoficción”, postulando su operatividad en el género lírico, como llave de acceso a la obra poética de ambos autores. Palabras clave España- poesía social de posguerra- nombre propio- autoficción. La gloria, no la busco, ya la tengo en mi nombre. Gloria Fuertes ¿Quién será ése? —me pregunto. Y no sé qué pensar. Ángel. Qué raro. Ángel González I Al leer la obra poética de dos poetas centrales de la posguerra española, Gloria Fuertes (1917-1998) y Ángel González (1925-2008), resulta llamativa la recurrente inclusión de nombres propios dentro de los poemas, en especial, el nombre de autor. Tal intromisión se torna interesante porque nos emplaza, como lectores, en un espacio sugerente: en la oscilación inquietante entre la ficción y la referencia, entre “el personaje de papel” que se superpone, nominalmente, con el autor que firma y publica los poemarios. Esta coincidencia onomástica –presente también en otros poetas del período, como José Hierro, Blas de Otero, Jaime Gil de Biedma…– pareció una entrada interesante para el estudio de la poesía de los mencionados autores, eludiendo la lectura “contenidista” desde la cual es frecuentemente asediada, y proponiendo en cambio la exploración de este singular procedimiento escriturario en la configuración del sujeto poético. Verónica Leuci Tal problemática dio lugar a la estructuración del Plan de tesis que llevo a cabo en la actualidad en el marco de una Beca de Posgrado de Conicet,1 dirigido por la Dra. Laura Scarano y titulado “Poetas in-versos: ficción y nombre propio en Gloria Fuertes y Ángel González”. De modo previsible, la incorporación de los mencionados nombres propios y su utilización como categoría textual ha exigido la proyección hacia un orbe de problemas y tensiones más amplio, de índole teórica, cuya profusa bibliografía ha sido relevada y acotada en los primeros años de investigación: el estatuto del sujeto en el género lírico, la figura de autor, los límites entre la autobiografía y la ficción, la controvertida noción de “poesía autobiográfica”, entre otros. Esta última categoría, en especial, se torna particularmente importante porque ha sido la utilizada de modo frecuente en el acercamiento crítico clásico a la poesía que incorpora datos del universo biográfico en el orden textual, nuestro objeto de estudio. Sin embargo, este rótulo no parecía suficiente o pertinente para nuestros intereses, no llegaba a describir el fenómeno en su totalidad. La autobiografía, concebida como género referencial, por un lado, implica un “pacto de veracidad” (Lejeune) del que la poesía no tiene por qué dar cuenta: la lírica se incluye dentro de los géneros ficcionales, como coinciden la mayoría de las teorizaciones del siglo XX sobre el género (Pozuelo Yvancos, Herrstein Smith, Combe, Lázaro Carreter, Culler, Mignolo, etc.). El rótulo de “poesía autobiográfica” arrastra entonces ciertos lastres confesionales del género, que se relacionan con determinadas lecturas del Romanticismo y que no se condicen con la perspectiva teórica de nuestro proyecto. 2 1 Beca de PG Tipo I de Conicet (2010-2013), actualmente renovada en Beca PG Tipo II (2013-2014), ambas dirigidas por la Dra. Laura Scarano, con sede en el Celehis, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata. 2 Aunque esta cuestión exceda los intereses de la actual presentación, es importante mencionar siquiera que, de acuerdo con el lúcido estudio de Dominique Combe, la problemática en torno al sujeto lírico (lyrisches Ich) proviene de la herencia filosófica y crítica del romanticismo alemán. Por el papel predominante del yo en el terreno de la lírica (a diferencia del tú en la poesía dramática o el él de la épica objetivo-subjetiva) autores como Schlegel en primer término, y luego Hegel, consideran que el contenido de la poesía lírica es esencialmente el sujeto individual, la propia subjetividad (sus sentimientos, sus estados del alma, etc.) del poeta, y no la representación del mundo exterior y objetivo. En esta línea, Goethe cifra por su parte en el conocido título de su autobiografía Poesía y verdad las relaciones entre creación y creador, entre poesía y verdad, de las que se hará eco en 1813, en Francia, Mme. de Staël, al postular que “la poesía lírica se expresa en nombre del autor mismo” (127-129). Como apunta Combe, estas concepciones biografistas se proyectan de modo previsible hacia una nueva formulación del sujeto lírico: el sujeto ético. Puesto que su búsqueda y sus postulaciones conciernen a la veracidad, a la sinceridad del poeta, “el sujeto poético, que es a la vez sujeto real, es en primer lugar un sujeto ético, plenamente responsable de sus actos y palabras”(129). En este sentido, el poema será entonces una producción confesional del artista, signada en su estatuto autobiográfico por una dimensión moral. Con la crítica al pensamiento romántico, en el debate filosófico de la Alemania de los años 1815 y 1820, en especial de la mano de Schopenhauer y Nietzsche, ingresará la reflexión sobre el estatuto de un sujeto lírico distinto de un sujeto empírico o real. En el encuentro de la filosofía posromántica con la poesía 280 Autoficciones poéticas: ficción y nombre propio en la poesía social española Pero, por otro lado, es imposible ignorar que los nombres propios aparecen y remiten de modo explícito a un orbe extratextual, o sea que la consideración puramente tropológica, retórica o lingüística del sujeto, propuesta desde el posestructuralismo y el deconstruccionismo (Barthes, Derrida, Kristeva, de Man…) tampoco es la más adecuada para el recorte propuesto en la óptica elegida. Esta inclusión de nombres propios reconocibles por el lector, que remiten a un mundo por fuera de la literatura, nos emplaza como decíamos anteriormente en un borde paradójico, en una zona de intersección: en la encrucijada entre la invención y la referencia, entre la vida y la escritura, entre el poeta y el poema. En este contexto, la categoría de autoficción pareció una llave de lectura y análisis interesante, porque no reclama verdades o falsedades, sino que, como dice Alberca, se sitúa en una zona intermedia, a través de un “pacto ambiguo”, a medio camino entre el pacto autobiográfico (Lejeune) y el pacto ficcional. II La noción de “autoficción” tiene una gran vigencia en el panorama crítico actual, tanto en el contexto español (Alberca, Molero de la Iglesia, Ledesma Pedraz, Pozuelo Yvancos, etc.), como en Francia (con Doubrovski, el creador del neologismo en su novela Fils, de 1977, o, más recientemente, Lecarme y Colonna), también en Argentina (trabajos sobre autoficción en Borges, Macedonio, etc.). Sin embargo, en general, es una categoría confinada a la narrativa, en primer término, usualmente concebida como un género y, a la vez, asociada con los múltiples quiebres y disoluciones proclamados desde las visiones más “negativas” de la posmodernidad (del sujeto, de la historia, de la referencia, etc.). En cambio, en el presente proyecto, la autoficción se propone de modo más amplio, no como “género”, sino como una modalidad o una estrategia discursiva transgenérica y transhistórica. Puede hablarse de autoficción, desde esta perspectiva, a lo largo del tiempo (no es un fenómeno supeditado al ideario del posmodernismo) y en distintos géneros. En este caso, el bloque acotado es la poesía social española. Y el interés radica en desplazar o cuestionar el rótulo de “poesía autobiográfica” para hablar de “poesía autoficcional” o “poemas autoficcionales”. Es decir, poemas en los que se manifiesta un simbolista francesa se profundizará el debate en torno al yo lírico. La subjetividad dionisíaca de la que hablaba Nietzsche (en la que el artista está desprovisto de subjetividad y el genio lírico está en estado de unión mística y de desarraigo del yo humano), se contagia ahora tanto del interés baudelairiano de una poesía impersonal como en la búsqueda de Rimbaud de una poesía objetiva en la que “Yo es otro” (Combe 131-133). 281 Verónica Leuci “sujeto autoficcional” reconocible a través del nombre propio (sobre todo el del autor), o con datos biográficos o extratextuales explícitos. Así, la poesía autoficcional da cuenta de un pacto ambiguo, de la coexistencia de realidad e invención. Se advierte que el nombre propio introduce en el poema una “atmósfera autobiográfica”, pero que se realiza en los cauces del pacto ficcional en que nos posiciona la pertenencia al género lírico. No conocemos bibliografía donde que se trate específicamente la problemática aquí planteada, es decir, la lectura de la obra poética de Fuertes y González a la luz de los planteos teóricos en torno a la autoficción. Las investigaciones que aplican o estudian la pertinencia de esta categoría en el género lírico son sumamente escasas y se están realizando en la actualidad. Entre ellas, sobresalen los recientes trabajos de Laura Scarano, como su libro Palabras en el cuerpo (2007), junto con artículos y capítulos en torno a la articulación de la poesía y el nombre de autor y la inscripción del autor en el poema, en lo que ha denominado recientemente “metapoeta” (2011). En Alemania, el grupo de Vera Toro, Ana Luengo y otros, han propuesto el neologismo “auto(r)ficción” para referirse a esas modalidades en las que el autor puede “aparecer” en la ficción, in corpore o in verbis. Es decir que el autor ficcionalizado ni siquiera tiene que hablar, sino que puede ser una presencia simplemente aludida o mencionada en el texto (2010: 21). Por consiguiente, la novedad de este proyecto radica en estudiar dos poéticas usualmente leídas desde parámetros meramente “historicistas” desde una nueva óptica, que extrapola y replantea los alcances teóricos de la categoría de “autoficción” para advertir y postular su operatividad y pertinencia en el discurso lírico. III Si una de las líneas centrales de nuestro análisis es el estudio de los nombres propios que se esparcen a lo largo de la respectiva obra de cada poeta, a la vez, asimismo, se propone confrontar esta utilización poemática con las declaraciones autopoéticas (Casas) o metatextos de ambos, para ver sus posicionamientos respecto de esta cuestión. Y en este ejercicio surgen algunas cuestiones interesantes. En Gloria Fuertes, desde sus prosas ensayísticas se apunta a un ejercicio poético concebido desde una óptica autobiográfica del género: afirma y repite en prólogos, entrevistas, etc. que toda poesía es en gran medida autobiográfica y da cuenta del poeta, y que su poesía es muy “yoista”, muy “glorista”: 282 Autoficciones poéticas: ficción y nombre propio en la poesía social española Con cierta frecuencia, y sin saber explicar el porqué, continué cantando o contando mi vida muy directamente en ciertos poemas que, o bien titulaba “autobiografías” o que, sin titularse así, informaban sobre mis estados anímicos, económicos, sentimentales-emocionales, circunstancias exteriores, experiencias interiores, etc. Se ha visto a través de los siglos que toda obra literaria es en parte autobiográfica, sobre todo si el autor es poeta. Mi obra en general, es muy autobiográfica, reconozco que soy muy “yoista”, que soy muy “glorista”(Fuertes 1977: 22). Desde la veta ensayística de su producción, la poeta diseña pues un proyecto que enfatiza la referencialidad de la palabra poética, probablemente, como parte de una apuesta generacional que se proyecta hacia la vertiente social de la poesía de posguerra, como una afirmación de identidad y supervivencia que, desde la literatura, se conecta con la situación histórico-política. Sin embargo, sus poemas dan cuenta en cambio de una utilización sumamente lúdica y compleja del nombre propio y de los datos biográficos, acentuando el carácter de artificio y ficción: por ejemplo, jugando y explotando la dilogía del sustantivo “gloria” y del adjetivo “fuertes”, o a través de corrimientos gramaticales hacia la segunda o tercera persona que objetivan al sujeto como un “tú” o un ella”. Estrategias recurrentes que oscilan, superponen y juegan con la carga semántica y el valor designativo del nombre, y que ilustramos con algunos breves poemas y fragmentos de su obra, extraídos de su poemario –titulado de modo elocuente para el eje que nos concierne– Historia de Gloria (1980): “En la noche” Como un grillo, cantando, dentro de mi agujero (rascacielo de Madrid, piso séptimo) la Gloria está en la gloria en el séptimo cielo, como un grillo cantando con su pijama de versos. “Autoepitafio” Me alegra poder decir para la futura historia, que no pasé por la tierra sin pena ni Gloria. 283 Verónica Leuci “A modo de autoepitafio” Cargada de espaldas de amores de años y de gloria, ahí queda la Fuertes. “La Gloria” La gloria, no la busco, ya la tengo en mi nombre. “Por qué no me he casado (autobio)” En el 36 tuve un novio que me quiso mucho, pero se dedicaba a la política, y entre el poder y la Gloria escogió lo primero. Después tuve otro, y en la otra zona, me lo mataron. Por eso soy pacifista y soltera. “Dentro de mil años” Dentro de mi años, aún esperará tus besos en el cráneo. la momia de gloria. En González, en cambio, hay desde lo ensayístico una conciencia más marcada del carácter ficticio de la escritura poética y del estatuto ficcional del sujeto, a través de diversas reflexiones en torno a la configuración explícita de un personaje poético que difiere del autor. En su obra, en este sentido, los poemas nominados –aquéllos en los que se incorpora el nombre propio del autor– acompañan los abundantes planteos metapoéticos que recorren su poesía, cifrando las distintas posturas y planteos poéticos que se esparcen a lo largo de su producción, en el eje autorreferencial de la escritura. En primer término, la preocupación social y la vocación engagée de los primeros libros, visibles en el famoso “Para que yo me llame Ángel González” que inaugura Áspero 284 Autoficciones poéticas: ficción y nombre propio en la poesía social española mundo, de 1956. Luego, el paulatino escepticismo y desengaño respecto de la función de la poesía, de la labor del poeta, de la insuficiencia del lenguaje, etc. que desembocan en el bellísimo “Preámbulo a un silencio” de Tratado de Urbanismo, de 1967 y prosiguen, renovados, en “Siempre lo que quieras” y “De otro modo”, de Breves acotaciones para una biografía (1969) y Deixis en fantasma (1992), respectivamente. Posteriormente, por último, el desengaño y el escepticismo dejarán a un lado las reflexiones de índole lingüística para estacionarse plenamente en el registro elegíaco de las cavilaciones sobre la muerte, el silencio y la nada. En esta línea, ya sin la presencia explícita del antropónimo, el sujeto entrecruza en los tramos finales de la escritura, en su etapa “de senectud”, poesía y vida, sujeto y poeta, en la conciencia desoladora de un final que se vislumbra, a un tiempo, tanto poético como biográfico, en el póstumo Nada grave del 2008: Para que yo me llame Ángel González, para que mi ser pese sobre el suelo, fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo: hombres de todo el mar y toda tierra, fértiles vientres de mujer, y cuerpos y más cuerpos, fundiéndose incesantes en otro cuerpo nuevo… (González 1956) “Preámbulo a un silencio” …eso es cierto, tan cierto como que tengo un nombre con alas celestiales, arcangélico nombre que a nada corresponde: ángel me dicen y yo me levanto disciplinado y recto con las alas mordidas -quiero decir: las uñasy sonrío y me callo porque, en último extremo, uno tiene conciencia de la inutilidad de todas las palabras. (González 1967) “De otro modo” Cuando escribo mi nombre, lo siento cada día más extraño. 285 Verónica Leuci ¿quién será ése? –me pregunto. Y no sé qué pensar. Ángel. Qué raro. (González 1992) “No sólo el poeta es un fingidor” Yo soy un fingidor; yo, no el poeta. Ahora habla el hombre: Sí, soy un fingidor. Ved mi sonrisa. (González 2008) IV El cruce entre estos “poetas” que son a la vez “personajes poéticos” con nombre propio ha sugerido la elección del título del proyecto, que abreva de una cita de Ángel González, de 1984, que funcionó como disparador de nuestras reflexiones y que ilumina los derroteros teóricos que asediamos: La poesía sólo puede definirse en función del poema; nada explica o justifica a la poesía salvo el poema mismo. En cambio, el poema y la poesía suelen explicar algunas cosas; entre otras, en primer lugar, al propio poeta que, más que creador del poema, debe ser considerado su criatura [...] Escribir poesía es una forma de diversión; una manera de distanciarnos del que somos siempre, de salir de nosotros mismos. Verterse en el verso, ser otro allí: verse en el verso, igual que en un espejo; el mismo y distinto, ajeno, extraño, otro: in-verso (1984: 1. Lo destacado es nuestro). Un personaje poético in-verso, pues, nos remite a la dilogía de la expresión que implica la espacialidad de esta figura “de papel” y, simultáneamente, una metáfora ampliamente citada por González, una forma de la ironía que permite la ambigüedad del sí y el no, “del ser y no ser” a la vez. Los breves ejemplos que vimos a través de los poemas citados bastan para ilustrar la necesidad de separar el territorio de la poesía del de la autobiografía, enfatizando en cambio la vacilación o la ambigüedad como clave genérica. Si como lectores del siglo XXI somos conscientes del pacto de ficción que se propone desde el espacio poético, no es posible negar al mismo tiempo que el nombre propio en el poema coincide con el del autor que firma el volumen. En este doble juego, la categoría de autoficción representa una llave atractiva para la poesía, a través de la co-intencionalidad entre un autor y un lector que se 286 Autoficciones poéticas: ficción y nombre propio en la poesía social española mueven en el vaivén pendular entre lo real y lo inventado. El principio de sinceridad propio de un proyecto autobiográfico no tendrá aquí ningún lugar; tampoco lo tendrá un sujeto que es sólo escritura, sin referencia posible. Si Paul de Man considera la prosopopeya como la figura propia de la autobiografía –privación de toda voz, equiparable a los epitafios–, Olney elige la metáfora –un yo que se configura y crea a través de metáforas– y Combe propone que el sujeto lírico se constituye como un “desvío figurado” del sujeto autobiográfico a través de la metonimia; para Darío Villanueva será, en cambio, la paradoja la figura que permite la convivencia de elementos en apariencia antagónicos: la ficción y la realidad (17). Esta “estructura paradoxal” de la autobiografía consiente pues “la unión de dos nociones aparentemente irreconciliables de las que surge [...] un significado nuevo y profundo” (18). El “nuevo resultado” al que alude Villanueva admite una respuesta interesante en la actualidad en la categoría de autoficción. Ésta se emplaza en un terreno intermedio, en una tercera posición que parece interesante para los interrogantes que nuclean nuestras reflexiones, ya que rehúye tanto a las falacias confesionales como a las formales, por último, y nos sitúa en la encrucijada, siempre irresuelta y paradójica, entre la ficción y el testimonio. Bibliografía Alberca, Manuel (2007): El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción (Prólogo de Justo Navarro). Madrid: Biblioteca Nueva. Barthes, Roland, (1994): “La muerte del autor”. En El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de la escritura. Buenos Aires: Paidós, 65-71 Cabo Aseguinolaza, Fernando (1993): “Autor y autobiografía”. En Romera Castillo (ed.), Escritura autobiográfica. Madrid: Visor, 133-137. Combe, Dominique (1999): “La referencia desdoblada: el sujeto lírico entre la ficción y la autobiografía”. En Cabo Aseguinolaza, Fernando (ed.). Teorías sobre la lírica. Madrid: Arco, 127-154. 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