Diario de 7 días de televisión

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Grandes temas ¿Se sobrevive a la tele?
Diario de 7 días
de televisión
Texto José Javier Esparza
Fotografía Jesús Caso
46—Nuestro Tiempo noviembre&diciembre 2009
noviembre&diciembre 2009 Nuestro Tiempo —47
Grandes temas ¿Se sobrevive a la tele?
Si la programación televisiva es un espejo de la sociedad
que todos los días se sienta frente a ella, españa tiene GRAVES motivos para preocuparse. la crónica de una semana
frente a la pequeña pantalla permite sacar algunas conclusiones inquietantes sobre los intereses de los productores y sobre los instintos, los gustos y los disgustos de
los espectadores.
hay tres formas de ver la tele (entre otras). Una consiste en manera de ver la tele se extiende en una cierta minoría social,
verla como puro entretenimiento, sin dar mayor importancia a lo digamos, ilustrada, y es particularmente activa en los críticos de
que aparece en pantalla. Esta es la forma que frecuenta la mayoría televisión de rango novel.
Y luego está la tercera forma de ver televisión, la que podríamos
de nuestros vecinos, lo cual explica su deplorable gusto (el de los
dos: el mal gusto de la tele y el mal gusto de la muchedumbre). calificar como forma fetén, y que consiste en observar la pantalla
Como la tele da de sí lo que da, que es más bien poco y, en todo ca- en actitud impertérrita, con la pétrea cualidad del mineral, que
so, siempre insuficiente, esta pauta de comportamiento conduce ni siente ni padece. Esta es la actitud aconsejable, a un paso de la
ataraxia que proponían los estoicos: vacío de
necesariamente al zapeo desenfrenado, con
pasiones, sin odio ni piedad. Bien es cierto
sus inevitables consecuencias en el ámbito
que, para llegar hasta aquí, hace falta un largo
psicológico: déficit de atención, volubilidad
making off
y duro ejercicio, y también un caparazón que
sentimental, etcétera. ¿O no ha tenido usted
sólo con el tiempo se desarrolla.
la impresión, hablando por ejemplo con un
Después de veinte años de ejercicio diario
jovenzuelo, de que su interlocutor, en cierto
de la crítica televisiva, quien esto suscribe
momento de la conversación, ha hecho amapuede blasonar de haber alcanzado ya –o esgo de sacar un imaginario mando a distancia
El protagonista de las fotos
tar a punto– el sublime estado de la ataraxia
para escabullirse cambiando de canal, como
que ilustran este reportaje
televisiva. Desde tal estatuto, el espectáculo
si usted fuera un programa intercambiable
es Javier Ilundáin [His 06],
no posee más consistencia que las sombras
por otro?
que en 2004 fundó con tres
chinescas, y la realidad televisual adquiere
Hay una segunda forma de ver la tele que
amigos el grupo de teatro
un etéreo aire de simulacro. Es, por cierto,
podríamos describir así: mucho sufrimiento.
La Clap, cuyo montaje más
el momento en el que cualquier cosa que
Es el tipo de conducta de quien se implica de
destacado ha sido Casina,
uno pueda decir deja de tener importancia.
tal manera en lo que ve en pantalla, que el
de Plauto. Hoy colabora con
No se extrañe usted, por tanto, si al acabar
ejercicio le produce sudoraciones frías, tics
el Servicio de Actividades
de leer este texto recibe la noticia de que
incontrolables, insomnio y malestar general.
Culturales de la Universidad
un servidor ha sido cesado de sus funciones
Por fortuna para la salud pública, no hay mude Navarra a la vez que tracomo crítico. Pero, de momento, he aquí el
chos espectadores así; de otro modo, las urbaja en su tesis de Historia
fruto de una semana televisiva vista con ojos
gencias de nuestro sistema sanitario estarían
Medieval.
ataráxicos.
aún más colapsadas que de ordinario. Esta
El actor
48—Nuestro Tiempo noviembre&diciembre 2009
Lunes
‘CSI’: ¿Quién dijo que a la gente sólo
le interesa la basura?
sangre e higadillos. No viscosos y repugnantes, sino pulcros y
asépticos. Es admirable la habilidad de CSI para poner en escena
la chicha con la mayor apariencia de limpieza. Todo supermercado
debería inmediatamente fichar a los directores artísticos de esta
serie. Que es, por otro lado, una estupenda serie. CSI, esta historia
de forenses policiales que resuelven crímenes sobre la base de sus
investigaciones científicas, lleva siete años (si no he contado mal)
emitiéndose en España. Y durante todo ese tiempo, ha sido el programa más visto de su franja de emisión. Para que luego digan que
a la gente sólo le interesa la basura. Mentira cochina: la gente ve
aquello que puede elegir de entre la limitada oferta que las cadenas
le proponen. Y cuando le proponen una buena serie, con buenas
historias, es raro que la audiencia falte a la cita. Por cierto que hay
tres CSI distintos y cada uno de ellos responde a un patrón psicológico y sociológico diferente. El primero y más afamado es CSI Las
Vegas, que transcurre en esa especie de Gomorra desértica que es la
ciudad de los casinos. CSI Las Vegas ha pivotado en torno a un personaje decisivo: el doctor Gill Grissom, escéptico científico de aire
entre ilustrado y positivista. Por fortuna para el público más primario, como este servidor, el reparto incluye a Marg Helgenberger,
la única mujer del mundo que ha logrado estar más guapa cada año
que pasa. Luego está CSI Miami, que traslada la acción a la Meca
de Florida, que es algo así como el Patio de Monipodio y Puerto
de Arrebatacapas de los United States. Aquí, en Miami, el personaje
principal es un duro policía (duro por fuera y sensible por dentro,
como siempre) que se llama Horatio Caine, que es pelirrojo y que
mira al mundo con aire de eterna suspicacia, ocultos los ojos tras
unas gafas de sol de imposibles colores.
“Horatio es un fascista”, me decía hace poco una amiga, periodista ella y, por supuesto, muy progresista. ¿Por qué? Porque Horatio
representa a la autoridad. Mi amiga, por el contrario, admira al Grissom de CSI Las Vegas, porque representa a la inteligencia. Mi amiga,
pese a su talento natural, ha pasado por alto que en eso precisamente
consiste el truco: CSI propone a diferentes tipos de público diferentes
situaciones y diferentes personajes, para que el público elija, se implique, adore a unos y deteste a otros, y cada uno de esos sentimientos
revierta siempre, invariablemente, en el éxito global del producto.
(Por cierto que a mí me cae mejor Caine que Grissom, porque entiendo con más nitidez sus sentimientos; es obvio que hay un CSI de
izquierdas y otro de derechas, y que los guionistas han sabido dibujar
ambos personajes con mano maestra).Hay un tercer CSI que transcurre en Nueva York. Es el que menos éxito ha tenido en España. A mi
amiga le deja fría. Ella, no obstante, viaja a Nueva York cada vez que
puede, para comprarse trapos –aunque ya han pasado los tiempos en
los que los turistas españoles arrasaban las tiendas neoyorquinas al
grito de “Give me two!”– y dejarse fascinar por el encanto de hormigón
y hierro de la ciudad de los rascacielos. Es interesante: nos fascina
menos lo que consideramos más a mano.
noviembre&diciembre 2009 Nuestro Tiempo —49
Grandes temas ¿Se sobrevive a la tele?
martes
La lucha por el poder se libra en las
series, no en los telediarios
una vez asistí a un debate entre políticos con responsabilidades
de Gobierno. Yo mismo las tenía entonces, si es que en mi caso
puede hablarse propiamente de “responsabilidades” en momento alguno. La cosa es que, en el curso de la discusión, alguien planteó la necesidad de aprovechar TVE para comunicar a la sociedad
la visión del mundo, la ideología o como usted quiera llamarlo,
del Gobierno en cuestión. “Eso, eso: hay que apoderarse de los
telediarios”, bramó alguno. “¿Los telediarios? –contestó el que
había sugerido la idea–. ¿Para qué me sirven los telediarios? La
gente no construye su visión del mundo sobre lo que dicen los
telediarios, sino sobre los otros programas: los culebrones, las
series, las películas, los concursos… Es ahí donde se transmiten
ideas, sentimientos; no en los telediarios”.
La lucha por el poder cultural es un clásico de la política en
todos los tiempos, y lo es muy especialmente desde el primer
tercio del siglo xx. Si a usted no le suena el nombre de Gramsci,
haría bien en ir familiarizándose con él.
En TVE hay dos programas de ficción, dos series, dos productos
de muy buena factura, que son un perfecto ejemplo de transmisión de una visión del mundo determinada, políticamente orien50—Nuestro Tiempo noviembre&diciembre 2009
tada en una dirección muy concreta. Se trata de Amar en tiempos
revueltos y La señora. Ambos vienen firmados por Diagonal TV, que
es una casa de la factoría Endemol, controlada por Toni Cruz y
Mainat, los ex componentes del grupo musical La Trinca y conspicuos representantes de la izquierda-caviar catalana.
Los dos relatos, Amar en tiempos revueltos y La señora, tienen
un mismo objetivo: reconstruir la memoria histórica de los españoles a partir de sendas narraciones ficticias. La primera pone
en escena la España de la inmediata posguerra civil; la segunda,
la España de los años veinte. Ambos productos destacan por una
calidad técnica y artística más que aceptable. Ambos obtienen un
sostenido éxito de audiencia.
Esto es importante: no se trata de plúmbeos discursos doctrinales, sino de historias de ficción. Porque los discursos doctrinales
huelen de lejos a manipulación y buena parte del público pone los
pies en polvorosa en cuanto los divisa. Por el contrario, las historias de ficción permiten hacer pasar, por vía sentimental –siempre
mucho más eficaz que la vía racional–, juicios y prejuicios, valores
y antivalores. Así, un público que vivió la España de la posguerra
desde el bando vencedor ha llegado a identificarse con la situación
de los vencidos, y un público que apenas conocía la España de los
años veinte ha llegado a entender que todo, absolutamente todo,
justificaba los intentos de revolución proletaria de los treinta.
¿Legítimo? ¿Ilegítimo? En el fondo, ¿qué más da? “Sólo son
relatos de ficción”, dicen los mismos que los han puesto ahí
para cambiar la mentalidad de la gente. En el lado contrario
del espectro político, los perjudicados por la operación siguen
preocupándose por qué se dice de ellos en los telediarios. Aún
no han entendido que la clave de poder cultural, de la influencia
sobre las mentalidades, como decía aquel sujeto, no está en los
telediarios sino en el resto de la programación.
miércoles
Telebasura: hace medio siglo hubiese
habido una revolución por esto
érase una vez un país donde la afición favorita de las masas consistía en asomarse a la ventana, a ver cómo los profesionales del cotilleo se entregaban a la feroz tarea de desollar sin pausa al prójimo.
Terminada la fiesta, con los pellejos de las víctimas sobre el suelo
y las manos de los cotillas rojas de sangre, el público prorrumpía
en una expresión incontinente y confusa de sus sentimientos,
con gritos de “viva” y “muera” mezclándose en una repugnante
promiscuidad mental. Concluido el griterío, los profesionales
del cotilleo saludaban al tendido; porque el griterío, en efecto,
también formaba parte del espectáculo. Y el público, satisfecho,
vuelve a sus rutinarios quehaceres con el ánimo repuesto y distendido. (Que nadie piense, en efecto, que la disconformidad del
público afecta al desarrollo del espectáculo. Para el promotor, lo
importante no es si a la gente le gusta o no, sino si la gente lo ve o
no. No importa la satisfacción del público, sino la cantidad de él
que se ha acumulado en los balcones. Si no entendemos esto, no
entenderemos nada).
Esto no es una pesadilla. Con frecuencia tiene uno esa impresión, la de la corrala desolladora, cuando asiste a los espectáculos
de cotilleo que de un tiempo a esta parte inundan las “parrillas” de
nuestros canales, y especialmente de nuestros canales “italianos”,
o sea, Antena 3 y sobre todo Telecinco. Los italianos, como es sabido, vienen a España a hacer la televisión que no se les deja hacer en
su país. ¿Por qué no se les deja hacer esa televisión allí? Porque allí
hay leyes que protegen determinados horarios, para que la tele no
deforme excesivamente a los niños y los jóvenes. Pero ¿acaso no
existen esas leyes en España? Sí, existen; en España y en todos los
países de Europa. La diferencia reside en que en el resto de Europa
se cumplen, y en España, no. Spain City, ciudad sin ley. Si nuestros
gobernantes pusieran en aplicar la legislación televisiva el mismo
celo que ponen en aplicarnos multas e impuestos, nuestra televisión sería la más legal del mundo. Pero no: la tele es una de las
regiones nacionales donde la ley nunca está vigente. Y así los Gobiernos dan y quitan canales, y a cambio obtienen la certidumbre
de que las cadenas, gozosas con ese libertinaje ilimitado, nunca
irán demasiado lejos en sus críticas, no vaya a ser que se les acabe
el negocio. Es asqueroso, pero es así.
Calamitosa coalición: el interés político y la falta de escrúpulos
comercial difunden un nuevo tipo de opio del pueblo. Hace medio
siglo habría habido una revolución por esto. Ahora no. Quizás es
que nos han dormido ya.
El problema de la llamada “telebasura” no es que exista; en
el mundo existen el mal y el horror, la estupidez y la infamia, la
noviembre&diciembre 2009 Nuestro Tiempo —51
Grandes temas ¿Se sobrevive a la tele?
zafiedad y el vicio, y sería absurdo cerrar los ojos a eso. Pero una
sociedad, para construirse una imagen sana de sí misma, se ocupa
en confinar tales cosas en espacios determinados. En las ciudades
hay bajos fondos y barrios “hot”, y en la televisión hay, o debería
haber, horarios protegidos y otros donde sí sea posible exhibir
todas aquellas cosas. Así funciona el asunto en la mayor parte del
mundo; no es una situación óptima, pero, al menos, hace el aire
respirable. En España, por el contrario, hemos consentido que
pongan los burdeles en las puertas de los colegios. Y luego, eso sí,
nos quejamos, dolientes, de la “pérdida de valores”. Estúpidos.
Sí, sí: estaba hablando de Sálvame, en Telecinco. Pero lo mismo
vale para algunos otros programas.
jueves
‘Gran Hermano’: la fidelidad de tres
millones de espectadores revela que
algo malo nos pasa en España
no, no es verdad que todo reality-show sea necesariamente nocivo. Es cierto que el reality, desde el momento en que pivota sobre
la exhibición de la privacidad, tiende más que otros géneros
televisivos a caer en lo inaceptable. Pero ha habido reality-shows
bastante decentes como Operación triunfo (lo fue algún día), y es52—Nuestro Tiempo noviembre&diciembre 2009
ta misma semana hemos tenido en pantalla dos buenos ejemplos
de programas constructivos –al menos, en su planteamiento–
dentro de ese género: El aprendiz, en La Sexta, y Curso del 63, en
Antena 3. Ahora bien, cuando un reality-show toma como único
argumento aquella exhibición de la privacidad, sin más cobertura narrativa, entonces el espectáculo degenera. Un ejemplo
perfecto es Gran hermano. Y un dato inquietante: España es el
único país del mundo donde Gran hermano se prolonga año tras
año manteniendo la fidelidad de tres millones de espectadores.
Es evidente que algo malo nos pasa.
Es muy interesante ver la evolución de Gran hermano. Las
últimas temporadas han ido estilizando cada vez más su planteamiento hasta llegar a la destilación perfecta de los instintos más
primarios, o sea, sexo y violencia. Objeción posible del lector:
“El sexo sí, desde luego pero la violencia, ¿dónde está?”. Pues la
violencia está en la escenificación, más aún, en la provocación
del conflicto entre los concursantes; conflicto que con alguna
frecuencia llega a la expresión física de la agresividad. Sexo y
violencia, pues: Eros y Thanatos. Las potencias elementales, instintivas, del género humano desde la aparición del homo sapiens
sapiens. No hemos progresado mucho, a decir verdad.
En la temporada de verano-otoño de 2009, la televisión nos
ha mostrado hasta la saciedad la imagen de un concursante que,
sumergido en una piscina (“yacuchi” la llaman), cae sobre sus espaldas y exhibe un miembro erecto. A juzgar por la insistencia con
que nos han puesto la escena en cuestión, todos los días y a todas
horas –a todas–, se diría que el cámara, el productor, el director, o
quien sea, ignora por completo el origen de este fenómeno fisio-
lógico y cree hallarse ante un descubrimiento sensacional, uno
de esos hallazgos que cambian el curso de la historia humana. ¿Es
acaso la primera vez que el jefe de Telecinco lo ve? ¿A él nunca le
ha pasado? ¿Padecen los responsables de Gran hermano alguna
secreta carencia que nos ocultan? Todo varón normalmente constituido estaría en condiciones de explicarles detalladamente el
proceso. También podría hacerlo sin rubores cualquier ganadero.
Ganado: la estabulación ha terminado siendo el rasgo mayor de
Gran hermano y es, probablemente, lo que más valor de metáfora
social da a este programa. El famoso “experimento sociológico”
de Mercedes Milá ha terminado conduciendo a una atmósfera de
zoológico. No deja de haber algo atractivo en ello. Todos los hombres, en todos los tiempos, hemos sentido alguna vez la tentación
de volver a ser como animales salvajes: abandonar nuestras inhibiciones y dar rienda suelta al instinto depredador, a la aplicación
estricta del principio de supervivencia. Ahora bien, lo que es radicalmente nuevo, lo que en verdad es un acontecimiento, es que esa
nostalgia secreta no apele al estado salvaje, sino al estatuto del animal doméstico, como los cerditos y las gallinitas: estar encerrado
en una granja, mansamente expuesto a la visión ajena, y dedicar la
vida a comer, aparearse, rodar en el barro y pelear de vez en cuando
con los compañeros de encierro. Lo que Gran hermano lleva años
proponiéndonos es ese retroceso degenerado, y lo que pasma no es
que alguien lo proponga, sino que haya tanta gente dispuesta a vivir
como cerditos en la cochiquera, y con tan manifiesta voluntad de
adaptación. Es un rasgo característico de nuestro tiempo: no añoramos al lobo que una vez fuimos, sino al cerdito que desearíamos
ser. Gran Cerdito.
viernes
La supervivencia de ‘Saber y ganar’
es algo ciertamente inconcebible
una de las dos Españas ha de helarte el corazón. Lo decía Machado, don Antonio, el hermano de don Manuel. Como todo el
mundo sabe. Igual el viejo verso ya no sirve y ha de formularse de
otra manera: “Una de las dos Españas ha de secarte el cerebro”, o
algo así. Dos Españas, sí. Pero, visto el asunto desde la tele, no es
lo que parece. En un lado tenemos la España del cotilleo salvaje,
la risotada gruesa y el grito zafio. Uno deja volar la fantasía e imagina a toda esa gente, no sólo los cotillas, sino también el público
que les aplaude, en la Francia de 1793, tejiendo calceta y cantando
la Carmañola mientras ruedan las cabezas de las víctimas bajo la
guillotina. Pero luego está la otra; la otra España.
¿Cuál es? La de Saber y ganar. Ojo al asunto: estamos ante un
concurso de conocimientos que se emite en la sobremesa de una
cadena ultraminoritaria como es La 2. Y a despecho de habitar
en medio tan hostil, este programa consigue todos los días, y
especialmente los viernes, cifras de audiencia estupendas, con
frecuencia por encima del 10% de share, que no pocas veces superan el millón y medio de espectadores.
Saber y ganar: un concurso de conocimientos. Tal y como se ha
puesto el patio televisivo, su supervivencia es ciertamente inconcebible. Una señora, un señor, acude ahí a responder preguntas.
noviembre&diciembre 2009 Nuestro Tiempo —53
Grandes temas ¿Se sobrevive a la tele?
Quien más sepa se lleva el premio. Parece simple, ¿verdad? Sin
embargo, es la atmósfera exactamente antitética de la que domina en la sociedad española, donde cualquiera pontifica sobre
lo que ignora y a cuyos niños, en las escuelas, se los prepara para
ser analfabetos satisfechos (y la satisfacción es casi peor que el
analfabetismo). ¿Quién se refugia en Saber y ganar? ¿Quiénes son
ese millón y medio de españoles que se asoman a un programa
así? Que alguien los busque, los reúna y les encargue la dirección
del país.
sábado
‘Física y Química’ o cómo reflejar en
una serie el mundo que le gustaría a
una cierta elite española
miscelánea: Risto Mejide. Algún día todos los telepredicadores serán así: gente que sube al púlpito elevada por el ruido
ambiente, que mantiene el ruido una vez arriba y que, después,
baja mientras el ruido permanece. Lo importante es el ruido. El
telepredicador es transversal, multidisciplinar, le dan lo mismo
churras que merinas (“churros que meninas”, como dijo aquella
célebre estrella televisiva) y mezcla todo con todo en universal
confusión: políticos y artistas, obispos y presentadoras pechu54—Nuestro Tiempo noviembre&diciembre 2009
gonas, deportistas y, por supuesto, comunicadores de la cadena
rival. Para ese hombre, todo pertenece al mismo mundo. ¿Por
qué? Porque el mundo del que habla no es en realidad nuestro
mundo, sino el de la tele, que es un mundo propio y aparte.
Alienación.
Física o Química es en realidad una pesadilla, tiene ese aire
grotesco y terrible del mundo puesto al revés. Los que parecen
inacabados, adolescentes, son los profesores, con sus problemas de personalidad y sus fragilidades y sus inconsistencias.
Por el contrario, los alumnos parecen individuos plenamente
formados, completamente hechos en torno a un mundo de valores muy concreto que gira en torno a una visión muy naïf del
principio de solidaridad y una ecuación exclusiva en las tareas
sexuales. Es interesante, porque nunca se habrá visto una serie
ambientada en el mundo docente donde la enseñanza importe
menos que en Física o Química. La serie levantó muchas ampollas en su estreno, tanto entre padres como educadores. Antena
3, con esa chulería tan típica de las cadenas españolas, desoyó
cualquier crítica y mantuvo la serie una temporada, dos, tres. No
sé si realmente esto es un retrato fiel de la juventud española; lo
que sí me consta es que estamos ante el mundo que le gustaría
a una cierta elite intelectual española. Esa gente está volcando
sus frustraciones de juventud, que ya queda muy atrás, sobre la
juventud contemporánea. La operación tiene algo de criminal.
Hay una cosa que me llama la atención en Doctor Mateo: no hay
iglesias; en ese pueblo no hay iglesias. Creo que es la primera vez
en la historia de la cultura española que alguien recrea el escenario de un pueblo, de una comunidad, y prescinde del referente
religioso. Ya no me refiero a que el cura influya en la vida de la
gente, sino, simplemente, a la presencia física de la iglesia, del
edificio religioso, en el centro de la ciudad. En Doctor Mateo hay
médicos y policías, hay maestros y hay putas, hay concejales y
hay periodistas, hay camareros y pescadores, hay hasta un ex
militar ricachón y cornudo (lo políticamente correcto obliga, y
al militar siempre hay que darle lo suyo, ¿verdad?), pero no hay
la menor sombra de eso que se llama religión. Típico ejemplo de
serie producida por factoría progresista con subvención de gobierno socialista (asturiano, concretamente), esta versión cañí
de Doctor en Alaska imagina el mundo ideal de sus promotores:
el mundo post-cristiano.
Cuando una persona es capaz de hablar del último divorcio en
el mundo del couché y, acto seguido, procede a la hermenéutica
del último avatar político, estamos ante un prodigio de la naturaleza que convendría cuanto antes catalogar. Telecinco los
cataloga en La Noria, un programa que sirve lo mismo para un
roto que para un descosido, aunque siempre rompe y descose
en la misma dirección (izquierda). “Hay que opinar donde la
gente escucha”, dicen los periodistas que se prestan al espectáculo. Es el tipo de argumento que, hace sólo diez años, este
servidor hubiera rebatido con bélica aspereza. Pero el paso del
tiempo dota a las personas de una mayor indulgencia hacia las
flaquezas ajenas.
domingo
Fórmula 1 o cómo ir a toda velocidad a
ninguna parte: un signo de nuestra era
sé que esto que voy a decir no suscitará el acuerdo de mucha
gente, pero, si no lo digo, reviento: no he visto en mi vida cosa
más aburrida que una retransmisión televisiva de los llamados
“deportes del motor”. La primera vez que vi un partido de golf
por televisión pensé que no podría haber nada más soso, pero me
equivocaba: es que aún no había visto la Fórmula 1.
Veamos: ¿Alguien puede explicarme dónde está la gracia de
un espectáculo que consiste en ver cómo varios coches de carreras dan vueltas sin parar en torno a un circuito cerrado, sin ir
a ningún sitio? Vueltas y más vueltas, vueltas y venga vueltas. Y
sí, bueno, aparecen mujeres hermosas y alguna escena llamativa,
pero eso lo podemos ver también en cualquier otro sitio. Y sin
embargo, he aquí a los deportes del motor, coches y motos, convertidos en un éxito seguro de audiencia. ¿Por qué?
Un coche de carreras lanzado a toda velocidad es más bello que
la Victoria de Samotracia. Lo dijo Marinetti y pensábamos que era
una exageración de esteta. ¡Quia! Un siglo después de Marinetti,
las masas le han dado la razón. Y helas ahí, fascinadas, ante el
espectáculo de la velocidad pura y circular, la velocidad que no
va a ninguna parte. El signo de nuestra época.
Nt
noviembre&diciembre 2009 Nuestro Tiempo —55
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