Nicolás Ledesma García: un músico en la Historia

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Don Nicolás Ledesma García y don José María Esperanza y Sola, unidos en el éter del divino arte músico. In Memoriam.
© Joaquín Julio Flores Peña.- Santa Cruz de Tenerife, 2009.- Todos los derechos reservados.- All rights reserved.
UN MÚSICO EN LA HISTORIA
Cuando en la larga evolución del ser humano, los gestos, los signos, la
palabra y la escritura, no fueron suficientes para comunicar sus sentimientos
más profundos, apareció un lenguaje nuevo, misterioso, seductor, compendio
de las formas de expresión conocidas: el lenguaje musical. La música expresa
lo más íntimo del compositor: los sentimientos. Los sentimientos simples, pero
también los más complejos, y éstos hasta sus últimos vericuetos. Y una vez
expresados por su autor, esos sentimientos dejan de ser suyos, pasan a ser
“propiedad” de los intérpretes, que los saborean, diseccionan, mezclan y
reelaboran, para después transmitirlos al oyente, que vuelve a confundirlos con
los suyos, y más que confundirlos, a fundirlos.
Incluso el rechazo de una obra musical, va más allá del mero carpetazo
con que se puede terminar la lectura de un libro aburrido o del simple bostezo
o ¡cállate! de una conversación poco interesante. Para desconectar de la música
que escuchamos, no basta con marcharse de la sala de conciertos o con apagar
el reproductor, hay que apagar el oído, el gusto, el olfato y el tacto. En
definitiva, hay que silenciar el alma humana.
Pues bien, don Nicolás Ledesma García, fue uno de estos modeladores,
tallistas y escultores de sentimientos: ¡un músico! Y ¡qué músico!: compositor,
organista, pianista y sobre todo maestro. Un maestro que dejó un buen número
de sabios y virtuosos discípulos, algunos de ellos merecedores de tan alta
estima como el docente. ¡Qué mejor elogio para un maestro, si un discípulo le
iguala o incluso supera!
El musicólogo, crítico musical, compositor, pianista y académico de
número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, José María
Esperanza y Sola (1834-1905), escribió en la revista “La Ilustración Española y
Americana” unos apuntes biográficos de Nicolás Ledesma que guían el presente
trabajo.
Nicolás Ledesma García nació a la sombra del Moncayo, en Grisel,
provincia de Zaragoza, y fue bautizado el 9 de julio de 1791. Sucedía, casi dos
años después de iniciarse la Revolución Francesa y de producirse la Toma de la
Bastilla, cuando los principios y postulados revolucionarios comienzan a
expandirse por toda Europa y sus gobiernos e instituciones se tambalean en
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medio de una complicada situación política internacional; y unos cinco meses
antes de que falleciera el que después sería su compositor idolatrado: Wolfgang
Amadeus Mozart (1756-1791).
Los progenitores del griselero Nicolás Ledesma fueron Manuel Ledesma
Redrado y María Ana García Navarro, que procedentes del pueblo vecino de Los
Fayos se habían afincado en Grisel. Todos sus ascendientes más próximos eran
naturales de Los Fayos: los abuelos paternos Miguel Ledesma y Antonia
Redrado, y los maternos Josef García y Eulalia Navarro. Los padres eran
humildes y honrados labradores, que no querían ver a su hijo como ellos,
apegados a la tierra, ganándose el pan de cada día con el sudor de su frente,
en la más estricta acepción de la palabra. Y por eso, y viendo sus felices
disposiciones para la música, no bien cumplida la edad de seis años, tramitaron
el ingreso como niño cantor de coro o “seise”.
En la capilla catedralicia de
Nuestra Señora de la Huerta de
Tarazona, aprendió solfeo, órgano
y algunos elementos de armonía
con
sus
primeros
maestros
Francisco Javier Gibert y José
Ángel Martinduque más conocido
por el apodo de “Martinchique”.
Gibert fue elegido maestro
de capilla de la catedral de
Tarazona, en 1800. En esta época era canónigo de la citada catedral Antonio
Allué y Sessé, que más tarde, en 1804, sería nombrado capellán de honor de la
Real Capilla de Madrid, y después, en 1820, Patriarca de las Indias
Occidentales. El catalán Francisco Javier Gibert, desde su estancia en Tarazona,
mantuvo siempre una relación muy estrecha con el influyente y muy cercano a
la Casa Real, Allué y Sessé. Así, cuando éste es nombrado capellán de honor,
inmediatamente reclama la presencia de Gibert en Madrid, quien en 1804
abandonaría Tarazona para prestar sus servicios en el Monasterio de las
Descalzas Reales.
A Gibert le sustituyó “Martinchique” en 1806, con mucha probabilidad
éste ya estaba vinculado anteriormente a su nombramiento al cabildo
catedralicio turiasonense, porque fue seleccionado sólo por informes sin la
reglamentaria oposición. Y seguramente, antes de su toma de posesión oficial
del magisterio de capilla ya se encargaba de la enseñanza de los niños del coro
−y por lo tanto de la de Nicolás Ledesma−, quizá desde el mismo año de la
dimisión de Gibert.
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Nicolás, siguió sus estudios musicales en Zaragoza de la mano de Ramón
Ferreñac, primer organista de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar desde
1785, con quien estudió más detenidamente el órgano y la composición,
ejercitándose en la improvisación, arte que años más tarde llevaría a una
perfección sin igual.
Miguel Hilarión Eslava Elizondo (1807-1878), insigne músico navarro, en
su libro “Museo orgánico español”, escribe sobre una prestigiosa escuela
organística de Zaragoza (Nicolás Ledesma, Valentín Metón, José Preciado,…)
creada por Ramón Ferreñac, y que junto a la de Montserrat gozaba de una gran
reputación a finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Hacia 1806, pasó al colegio de infantillos de la catedral de San Salvador
de Zaragoza, conocida como La Seo, en la que desde 1756 era maestro de
capilla el músico riojano Francisco Javier García Fajer “El Españoleto”, y lo
siguió siendo hasta su fallecimiento en 1809 durante el segundo asedio francés
a la ciudad zaragozana. García Fajer creó una gran escuela de compositores,
surgidos de su enseñanza en el colegio de infantillos, que se extendieron por
toda España ocupando numerosos magisterios de capilla, entre otros: Pedro
Felipe Aranaz Vides, Francisco Secanilla, Julián Prieto, José Ángel
“Martinchique”, Ramón Félix Cuéllar Altarriba, Plácido García Argudo y Nicolás
Ledesma. El ilustre zaragozano Mariano Rodríguez de Ledesma (1779-1847),
considerado el primer músico romántico español, también fue alumno suyo; era
doce años mayor que Nicolás por lo que no es probable que coincidiesen en el
colegio.
Creció en la inestable y bélica España del siglo XIX, marcada política y
socialmente por varias constituciones, regencias, reinados, gobiernos
provisionales, restauraciones y la primera república. Tuvo que afrontar la
prematura pérdida de sus padres muertos por las tropas napoleónicas en 1808.
La inteligencia de Nicolás Ledesma, su actividad, y el deseo insaciable de
saber, le hicieron avanzar rápidamente en los estudios. Sólo así se explica, dice
Esperanza y Sola, que a la edad de dieciséis años obtuviese la plaza de maestro
y organista de la Colegiata de Santa María la Mayor de Borja, que había
quedado vacante por pasar su propietario, Pablo Rubla, a desempeñar el
magisterio de capilla en la Catedral de Tudela. Ya anteriormente, incluso, había
participado en otras oposiciones para ocupar esos mismos cargos en la
Colegiata de Santa María de Calatayud, tal como se desprende de una carta de
recomendación cursada por García Fajer al cabildo de la de Borja que fue leída,
según consta en acta, en sesión del cabildo del 17 de marzo de 1808 −día en
que tenía lugar el Motín de Aranjuez que provocó la renuncia a la corona
española de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII−: “…se leyó una carta
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de Don Francisco Xavier García maestro de capilla del Salvador de Zaragoza,
…diciendo que si Nicolás Ledesma no lograse el magisterio en Santa María de
Calatayud…escribiría para que desde allí pasase a esta iglesia en quien se
lograría una persona de habilidad y conducta.” Esto nos indica que Nicolás
Ledesma, en el mes de marzo de 1808, opositó al magisterio de capilla de la
Colegial de Calatayud, no consiguiendo la plaza. Y que inmediatamente,
comisionado por su maestro García Fajer, se dirigió a Borja donde obtuvo la
maestría de Santa María, después de demostrar ante el Tribunal un
conocimiento profundo de la obra de don Francisco Javier García Fajer y de
haber realizado una exposición brillante de la misma. El 26 de marzo de 1808,
el cabildo borjano le confirió el magisterio; y el 2 de abril siguiente, su
secretario leyó a Ledesma la relación de obligaciones del puesto conferido. Ya
ocupando esta maestría, según Esperanza y Sola: “…escribió algunas obras
religiosas en las que algo se descubrían los gérmenes de su fecunda
inspiración…” Téngase en cuenta que entre las obligaciones de los maestros de
capilla estaba la de componer obras musicales para el culto, además de la
dirección de la capilla y enseñanza de los infantillos del coro.
Situaciones tristes y oprobiosas le tocaron vivir al jovencísimo maestro en
Borja, con ocasión de la invasión francesa y de la Guerra de la Independencia.
A los dos meses de haber tomado posesión de su cargo, el cabildo de Santa
María acordaba elevar rogativas para implorar el auxilio divino y la tranquilidad
pública en esas circunstancias, aprobando “que en los tres días de Pascua se
cantasen tres misas solemnes con violines con Nuestro Señor expuesto, en el
convento de la Purísima Concepción; y en los tres días siguientes se cantasen
las letanías por la ciudad con tres misas en la colegial". El 7 de junio de 1808,
−el mismo día en que el ejército francés salía de Pamplona dirección a
Zaragoza− el cabildo, a requerimiento del ayuntamiento de la ciudad, acordaba
entregar a éste una porción de las flautas de metal del órgano más tres o
cuatro arrobas de plomo sobrante de la obra del chapitel de la torre de la
iglesia, para hacer balas. En sesión del cabildo celebrada el 16 de septiembre
de 1808, se leyó una Real Orden para que se hiciese una función implorando
“…de Dios Nuestro Señor el desagravio por las profanaciones que en estos
reinos han cometido las tropas francesas”.
En estos tiempos era frecuente la movilidad de los maestros y músicos
de las capillas por el territorio nacional buscando mejoras profesionales y
salariales. Así, el 20 de julio de 1809, el cabildo borjano licencia al maestro para
ir a concursar al magisterio de capilla de la iglesia parroquial de Santa María de
Tafalla, vacante por no haber podido tomar posesión del puesto Francisco
Andreví Castellar (7-XI-1786 a 23-XI-1853), como consecuencia de la guerra,
que lo había conseguido, mediante oposición, el año inmediatamente anterior.
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En reunión celebrada el 5 de agosto siguiente, el cabildo, se da por enterado de
un memorial de Nicolás Ledesma en el que se despide de su cargo por
habérsele conferido el de Tafalla, quedando a disposición y dando las gracias
por los favores con que le habían distinguido.
Desde 1808, la estratégica
ciudad navarra de Tafalla se
encontraba ocupada por el
ejército francés. En 1813, tiene
lugar su liberación por parte de
las tropas de Espoz y Mina. Al año
siguiente, se produce la salida de
los
franceses
del
territorio
español, y el regreso de Fernando
VII, retenido en Francia por
Napoleón.
Fernando
“el
Deseado”, disuelve las Cortes
derogando toda la normativa
constitucional.
Nicolás
Ledesma,
a
mediados de 1814, concurre a la
oposición para ocupar la plaza de
la maestría de capilla de la
Basílica de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza, de cuyo tribunal formaba
parte su maestro Ramón Ferreñac. No llegó a obtener el puesto, siendo elegido
Antonio Ibáñez Telinga, que ejercía igual cargo en Santa María la Mayor de
Borja.
Camilo Villabaso, otro de los biógrafos de Ledesma, asegura que el
maestro en la época en que Tafalla estaba ocupada “desechó las reiteradas
ofertas que le hizo un aristócrata inglés de marchar con él a Inglaterra en busca
de un porvenir más halagüeño y más seguro del que podía esperar en su
patria,..y a las que hubiera preferido el impetuoso aragonés tomar un fusil para
combatir al lado de las fuerzas británicas contra el injusto y odioso morador del
patrio suelo.” Y no mucho tiempo después de la liberación de la ciudad,
Ledesma, que era clérigo de primera tonsura o de corona, abandonando
definitivamente su idea de recibir las órdenes sagradas, “fue a poner la lira de
Apolo a los pies de una aguerrida doncella navarra, bella, hacendosa y
virtuosísima, con la que vivió ligado en dichosa y santa unión por espacio de
medio siglo.”
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Nicolás Ledesma se casó el 2 de marzo de 1816, en la parroquia navarra
de Santa María de Valtierra, con Antonia Ancioa (o Aincioa) Murillo, bautizada el
11 de junio de 1796 en la iglesia de San Juan Bautista de Cintruénigo. Era hija
de Jerónimo Ancioa y de Manuela Murillo.
Nicolás y Antonia tuvieron una hija, Celestina Ledesma Ancioa, bautizada
el 8 de abril de 1822 en la parroquia de Santa María de Tafalla, que más tarde
sería compositora y profesora de piano. Ésta se casó con el organista y
compositor guipuzcoano Luis Bidaola (1814-ca.1886), natural de la localidad de
Segura. Bidaola ejerció su oficio a principios de los años cincuenta en la
parroquia de San Saturnino de Pamplona, y posteriormente en la Basílica de
Santiago de Bilbao. Entre la descendencia del matrimonio Bidaola-Ledesma se
encontraban, María Trinidad, que desde muy joven demostró su buena
disposición para el piano, Severiana, que en 1887 se casaría con el político,
periodista y escritor vizcaíno Enrique de Olea y de la Encina; otra hija llamada
Sofía, y un hijo, Rufino Bidaola Ledesma, músico pamplonés nacido el 18 de
noviembre de 1848, que con diecisiete años obtendría el primer premio de
piano del Real Conservatorio de Música de Madrid.
María Trinidad, contrajo nupcias con Lorenzo Guridi Area, violinista vasco
oriundo de Guernica. Y fruto de ese matrimonio nació en Vitoria, el 25 de
septiembre de 1886, el biznieto de Ledesma, Jesús Guridi Bidaola, que sería
esplendor de la música vasca y española. Jesús Guridi es autor de las óperas
Mirentxu y Amaya, de las zarzuelas El Caserío y La Meiga, de las deliciosas Diez
melodías vascas, de conciertos como Homenaje a Walt Disney, de música de
cámara, coral y religiosa. Fue profesor en el Conservatorio Nacional de Música
de Madrid, del que llegó a ser director desde el 30 de mayo de 1956 hasta su
fallecimiento el 7 de abril de 1961. En fin, sin duda una de las mayores figuras
musicales españolas del siglo XX.
Siguiendo el hilo cronológico de la vida de Nicolás Ledesma, lo hallamos
desempeñando su cargo en Santa María de Tafalla, consagrado al estudio de
las obras de Johann Sebastian Bach, Haendel, Haydn y de Mozart, su autor
predilecto. Lo hizo con inusitado ardor y perseverancia, abriéndose un nuevo
camino a la inteligencia y talento del maestro. El músico dio rienda suelta a su
genio y compuso muchas obras religiosas, en las que desprendiéndose cada vez
más de la imitación de los grandes modelos que tenía a la vista, fue
imprimiendo el sello de la originalidad a cuanto escribía, adquiriendo un estilo
propio, con una melodía espontánea, fácil e inspirada brillando ya en primer
término.
En estos años se producen en España luchas internas por el poder entre
los absolutistas realistas o “blancos” y los constitucionalistas liberales o
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“negros”. En 1820, Fernando VII se ve obligado a restaurar la Constitución tras
el pronunciamiento de Riego y a otorgar el gobierno a los liberales,
comenzando el llamado trienio liberal. En 1823, queda abolida otra vez la
Constitución de Cádiz y se producen feroces persecuciones contra los liberales
que se mantienen fieles a los principios constitucionales. Se inicia la llamada
“Década ominosa”, en la que son suprimidas las libertades y derechos del
pueblo, entablándose una sórdida lucha entre los dos partidos, blancos y
negros, absolutistas y liberales.
Esperanza y Sola escribe lo siguiente: “Discurría lenta y solemnemente
una procesión por las calles de Tafalla, cierto día de no sé qué año posterior y
cercano al de 1823 (de lo cual deducirá el lector que quien me ha referido el
suceso no estaba muy seguro de la fecha en que aconteció), cuando un
hombre del pueblo, acercándose a un joven prebendado, que por razón de su
cargo y no por tener las órdenes sagradas (pues que carecía de ellas), vestía
hábitos sacerdotales, le dijo rápidamente unas palabras. No bien las oyó éste,
cuando rebujando como pudo, y más que a paso, la capa de coro en que iba
envuelto, abandonó la fila y apretó a correr como alma que lleva el diablo, no
dándosele un ardite de la falta litúrgica que cometía, y dejando estupefactos a
sus compañeros de cabildo y a cuantos fieles presenciaban aquella ceremonia
religiosa, los cuales no acertaban a explicarse la causa de aquella salida de tono
del maestro de capilla, ni de la fuga que había emprendido, tan antimusical y
contraria a todas las reglas del arte. El caso, sin embargo, no era para menos.
El aviso de aquella alma piadosa y caritativa no era otro sino que por su causa
la procesión iba a concluirse como el Rosario de la Aurora, gracias a una turba
de mozos que por una de las calles cercanas asomaba ya, y venía con el
pacífico fin de darle una soberana paliza (y aún era de temer que la cosa
pasase a mayores), en castigo del color algún tanto pardusco de sus opiniones
políticas, en aquella época en que blancos y negros tenían dividida a España, y
aquéllos andaban tomando venganza de cuanto éstos les habían hecho sufrir en
los llamados tres años, como entonces se decía. El héroe de este suceso, cuyo
final me es desconocido, pero que debió hacerse tablas cuando a poco se le vio
ejerciendo de nuevo tranquilamente su prebenda, no era otro que el D. Nicolás
Ledesma, de quien acabo de hacer mención.”
El interesante relato nos dice que la procesión discurría “cierto día de no
sé qué año posterior y cercano a 1823”, si tenemos en cuenta que el 1 de
octubre de 1823 se puso fin al último foco de resistencia del gobierno liberal en
Cádiz y que las tropas francesas del Duque de Angulema repusieron como
monarca absolutista a Fernando VII, iniciándose inmediatamente la represión
contra los liberales, y que esta importante represión inicial provocó que las
potencias europeas presionasen al monarca para que pusiese fin a la misma,
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por lo que se vio obligado a firmar el Decreto de Amnistía de 1 de mayo de
1824; podemos concluir que los sucesos descritos por Esperanza y Sola
tuvieron lugar en los primeros meses del año 1824, seguramente en los últimos
días de su cuaresma, dentro del marco de la represión absolutista y con un
objetivo claro: el joven −tenía treinta y dos años−, liberal y constitucionalista
maestro de capilla de Santa María de Tafalla Nicolás Ledesma.
Con la expresión “en castigo del color algún tanto pardusco de sus
opiniones políticas”, parece que el autor, y teniendo en cuenta el ideario político
de blancos y negros, nos quiere indicar el carácter moderado de la condición
liberal del maestro de capilla.
El suceso “...debió hacerse tablas cuando a poco se le vio ejerciendo de
nuevo tranquilamente su prebenda…”: se deduce que la cosa no fue a mayores
y que todo continuó igual. Esto fue así relativamente, porque como
consecuencia de esta persecución política, el maestro, abandonó Tafalla. Ese
mismo año de 1824, pasó a desempeñar el magisterio de capilla de la Colegial
de Santa María de Calatayud. Al año siguiente, cuando consideró que el
ambiente hostil hacia su persona había desaparecido de Tafalla, regresó a esa
ciudad para hacerse cargo otra vez de su puesto de trabajo.
Nos encontramos otra vez a Ledesma opositando para el órgano de la
Catedral de Santo Domingo de la Calzada, en el año 1827. Y seguidamente
ejerciendo como organista en la iglesia parroquial de San Antón y Santa Natalia
del pueblo riojano de Autol. En estos últimos años de la década de los veinte
del siglo XIX, José Ángel “Martinchique” –uno de sus primeros profesores−, era
maestro en la prestigiosa capilla de la Catedral de Santa María de Calahorra. No
sería nada extraño, dada la protección que los maestros procuraban otorgar a
los discípulos, que “Martinchique” influyera de alguna manera en el periplo
riojano de Ledesma. Y quizá éste, −además de los posibles incentivos
económicos que pudiera tener para cambiar de localidad de trabajo− ¿no
estaría todavía sujeto a “acoso y derribo” de sus adversarios políticos navarros?
Lo cierto es que, en 1830, participó en las oposiciones a organista de la
iglesia parroquial y matriz del Señor Santiago de Bilbao, y obtuvo la plaza;
abandonando su destino en Autol, donde le sustituyó Blas Hernández Domingo.
La fama de sus obras, la sólida reputación de hábil organista de que gozaba, y
los brillantes ejercicios que hizo, le abrieron las puertas de la Basílica de
Santiago a despecho de todas las cábalas e intrigas que se armaron en su
contra. Dos años después, también fue nombrado maestro de capilla por
vacante dejada por Pedro de Estorqui.
Esperanza y Sola, destaca la ejemplaridad de la vida de Ledesma,
hombre honrado, modesto, pero con la conciencia de su propio valer, religioso
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sin afectación ni gazmoñería, bondadoso hasta la debilidad, salvo en sus ideales
políticos, en los que siempre mostró gran energía, y a lo que tal vez no fuera
extraña la aventura de Tafalla, que anteriormente se ha relatado; laborioso
hasta lo sumo, y consagrado por entero al culto del divino arte y al amor de su
familia.
Y otra vez tiene que enfrentarse nuestro músico con la guerra. A la
muerte de Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, se produce en Bilbao un
enfrentamiento entre carlistas y liberales con el triunfo de la causa carlista. El
25 de octubre siguiente, el ejército “cristino” llega a Bilbao poniendo fin al
dominio carlista sobre la capital. Posteriormente la capital vasca sufriría en los
años 1835 y 1836, varios sitios por parte de las tropas carlistas intentando
recuperarla sin éxito. En los siete años que duró esta primera guerra carlista,
Nicolás Ledesma debido a las penurias económicas que pasó, compartió sus
obligaciones en la maestría de la capilla de Santiago con el desempeño de un
puesto de clarinetista en la orquesta del Teatro de la Villa, hasta que con su
incansable trabajo y su mérito real e incontestable logró una posición
patrimonial más desahogada.
Benito Pérez Galdós, en su Episodio Nacional titulado Luchana, cita al
maestro Ledesma con ocasión de la narración de los bombardeos sobre Bilbao
por parte de las tropas carlistas que tuvieron lugar los días 17 y 18 de
noviembre de 1836, y lo sitúa acompañando por la calle a una de las
protagonistas y a Manuel Chávarri. El maestro de capilla, es obvio que en estas
fechas también estaba donde tenía que estar: fiel a sus ideales liberales.
En 1840, en la Real Capilla de Madrid, se escucharon las Misas de
Ledesma dirigidas por el propio autor.
Ejerció su magisterio con gran efectividad dentro de la capilla bilbaína de
Santiago y fuera de ella. Fueron discípulos aventajados suyos, que más tarde
llegarían a ocupar un lugar importante en la música vasca y española: José
Aranguren de Aviñarro (1821-1903), Antonio Reparaz Cruz (1831-1886),
Valentín María de Zubiaurre Urionabarrenechea (1837-1914), Avelino Aguirre
Lizaola (1838-1901), Aureliano Valle Tellaeche (1845-1918) y Cleto Zabala
Arambarri (1847-1912).
Mantuvo una incesante actividad musical durante toda la vida. Su trabajo
como compositor, organista y pianista no sólo mereció la admiración y el
respeto de la sociedad vasca y española, sino que incluso autores y músicos
extranjeros celebraron su obra con exaltación. Louis Moreau Gottschalk,
compositor americano y pianista virtuoso, conocedor de la música de Ledesma,
le incitó para que publicase sus Estudios para piano, que más tarde serían
incluidos dentro de los planes de estudio de la Escuela Nacional de Música y
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Declamación de Madrid. Francis Planté, gran pianista francés, apodado “le dieu
du piano”, elogió altamente la colección de Preludios del maestro de capilla.
Presidió la Sociedad Filarmónica bilbaína en 1851. Esta sociedad contaba
con una orquesta de cuarenta músicos, y ofreció su concierto inaugural el 22 de
febrero de 1852.
En 1855, viajó a Lesaka (Navarra) a probar el órgano que Pedro Roqués
había construido para el Monasterio de Nuestra Señora de los Dolores de las
Carmelitas Descalzas de esa localidad. El viaje continuó hasta Pamplona para
visitar a su familia, y a la vez, convencer a su hija y a su yerno, el organista
Luis Bidaola, para que trasladasen la residencia a Bilbao, ofreciéndole a éste
último trabajar en la Basílica de Santiago. En este año, Grisel −el pueblo de
nacimiento del maestro−, se vio especialmente mermado en su población por el
azote de epidemias estivales causadas por el tifus y el cólera. De casi 500
habitantes que lo poblaban, murieron 74 de ellos. De éstos, 61 fallecieron en
los meses de julio y agosto.
En 1857, por motivos de salud se distanció de sus cargos en la Basílica
de Santiago. Luis Bidaola, de común acuerdo con Ledesma, le sustituyó en el
órgano bajo el beneplácito del ayuntamiento bilbaíno.
El 18 de julio de 1860, se
produjo un eclipse total de sol que la
Revista de Obras Públicas describe en
su número 16 del año 1860, y que
nos permite revivir el hecho,
simultáneamente, en la tierra de
adopción del maestro de capilla y en
la de su nacimiento. En Bilbao, las
observaciones solares se realizaron
en ese día tan esperado, por varios
profesores del Instituto Vizcaíno con la dirección del físico D. Manuel de
Naverán. En el Moncayo, se estableció uno de los puntos más importantes para
la observación del fenómeno, reuniendo a una comisión de astrónomos
franceses mandada por el gobierno imperial y a otra del Observatorio
Astrofísico de Madrid con el Sr. Novella al frente. A este fin el Cabildo de
Tarazona, reservó todas las habitaciones del Santuario del Moncayo para
hospedaje de los comisionados. Las condiciones meteorológicas fueron
parecidas en los dos puestos de observación. En Bilbao, el día amaneció lluvioso
con viento del noroeste y cielo muy cubierto; dejó de llover alrededor de las
diez de la mañana y comenzó a aclararse después de las once reinando el
nordeste, pudiendo hacerse la observación. En el Santuario del Moncayo, el día
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amaneció en densísima niebla; pero afortunadamente el viento fresco del norte
que a mediodía se levantó permitió observar el eclipse. Como efectos curiosos
del eclipse, los observadores bilbaínos señalan: “Salieron algunos murciélagos
de sus escondrijos, los pájaros parecían inquietos y se retiraban, la mosca
común buscaba abrigo bajo las ramas que se habían colocado para proteger del
sol a los observadores, y los insectos que se hallaban sobre la flores
permanecieron tranquilos en ellas. En los hombres produjo un sentimiento de
admiración en unos y de terror en otros”. A la sazón, tenía Nicolás Ledesma
sesenta y nueve años recién cumplidos. Y seguro que él se encontraba entre los
hombres en los que el fenómeno produjo un sentimiento de admiración.
Fue uno de los fundadores del primer coro “La Armonía” (1862), germen
del Orfeón Santa Cecilia, que tanta importancia tendría en el desarrollo de la
música coral en la capital vizcaína.
En 1863, se jubiló oficialmente de sus cargos en la
Basílica de Santiago. Bidaola continuó como organista
hasta 1865, en que renunció para trasladarse a la iglesia
parroquial de San Andrés de Eibar. Durante todo el
tiempo en que Luis Bidaola ejerció su oficio en Santiago,
estuvo compartiendo parte de sus emolumentos con
Ledesma.
Desde 1865, y durante dos años, fue organista de
la Basílica de Santiago el donostiarra José Antonio
Santesteban.
En 1866, Ledesma se desplazó a la localidad guipuzcoana de Azpeitia, a
petición de su ayuntamiento, para probar el funcionamiento del órgano
construido por Juan Amezua para la parroquia de San Sebastián de Soreasu.
Emitió informe negativo el 12 de abril. En este mismo año, a los setenta de
edad, falleció su esposa Antonia Ancioa Murillo.
El maestro de capilla burgalés Cándido Aguayo, sustituyó a Santesteban
en la Basílica de Santiago en el año 1867, trabajando en la misma hasta tres
años después en que presentó la dimisión.
Mientras tanto, pasados unos años desde la jubilación, Ledesma sufre
estrechez económica al verse privado del salario que compartía con Luis Bidaola
-por renuncia de éste al órgano de Santiago- y de los ahorros que tenía
invertidos en una casa de comercio que quebró. Ante esta situación, en 1870,
al quedar vacantes otra vez el magisterio y el órgano de Santiago, solicita al
ayuntamiento bilbaíno, y este le concede, la reposición en los puestos que tanto
tiempo había desempeñado.
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En 1871, el consistorio bilbaíno, entidades musicales y aficionados,
iniciaron los preparativos de un homenaje a Ledesma, y encargaron al pintor
Juan Barroeta Anguisolea un retrato del músico. Este retrato actualmente forma
parte de la colección del Museo de Bellas Artes de la capital. Era alcalde de la
Villa de Bilbao, el liberal fuerista Félix Aguirre Laurencín, que falleció el 4 de
octubre de ese mismo año, y su secretario Camilo Villabaso de Echevarría
(1838-1889), escritor, periodista e historiador, además de cronista de la ciudad,
que sentía una profunda admiración y respeto por Nicolás Ledesma.
En la cuaresma de 1872, teniendo el maestro de capilla ochenta años de
edad, el Ayuntamiento de Bilbao le nombró bilbaíno de honor y se produjo el
homenaje, que en su biografía se describe así: “El Salón de Bilbao (se me dice
en un curioso apunte que a la vista tengo), sociedad fundada por los
aficionados de aquella villa, organizó una sesión musical en homenaje del
respetable Ledesma, cantándose su Stabat Mater, en fa menor, y la grandiosa e
inspirada Lamentación del Miércoles Santo, para barítono, con acompañamiento
de cuarteto. Se adornó el salón como la solemnidad del caso requería, y en el
escenario se colocó un retrato de aquél, hecho por el distinguido pintor
Barroeta, y al pie un sinnúmero de coronas. Ledesma, a pesar de su avanzada
edad y de que, según confesión propia, no había alcanzado en su vida una
ovación comparable a aquélla, aunque lleno de profundo agradecimiento, no
estaba afectado, sino jovial y satisfecho, al ver aquella muestra espontánea de
cariño y estimación que le daban sus discípulos y admiradores. Justo tributo,
añadiré yo, al hombre que, aparte de sus obras, había difundido el amor al arte
músico en aquellas provincias; había creado un plantel de artistas, de
indisputable valer muchos de ellos, no dándose para ello paz a la mano, ni
economizando esfuerzo alguno, sino dedicando todo el tiempo que sus
ocupaciones de la Basílica se lo permitían,…”
Al mes escaso de celebrado el homenaje, estalló la tercera guerra
carlista, y el País Vasco y Navarra se vieron de nuevo teñidos en sangre y
destrucción. Las tropas carlistas sitiaron Bilbao desde finales de diciembre de
1873 al 2 de mayo de 1874. Un testigo ocular relata algunos acontecimientos
del sitio en la Revista Europea: “El bombardeo continuaba casi sin interrupción,
y el día primero de Marzo comenzó a hacer fuego la batería carlista de Ollargan.
Continuó de esta suerte durante los primeros días de este mes, arreciando en
unos y haciéndose más lento en otros, pero no interrumpiéndose por completo
en ninguno. Los destrozos de la población iban en creciente aumento: había
casas que contaban varios proyectiles en muy corto trecho… Ocurrían entre
tanto algunas desgracias, que no sonaban mucho por verificarse en su mayor
parte en gentes del pueblo…El ilustre músico Ledesma, que comparte con
Eslava las glorias del género religioso en nuestra patria, y que a pesar de sus
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ochenta años solía hacer el servicio de veterano, acudía al club de regatas y
dirigía el ensayo de algunos cánticos marciales que había compuesto durante el
sitio. Todos rodeaban con veneración y respeto a tan eminente profesor y
cariñoso amigo.” Esta narración nos muestra el carácter decidido y enérgico de
Ledesma y la profundidad de su ideario liberal. El maestro, cuando sucedían los
hechos relatados, contaba ochenta y dos años de edad. Compuso la música del
himno patriótico ¡Bomba!, letra de Francisco Izaguirre; y la del Himno al
ejército libertador con letra de Adolfo Aguirre.
Por esta época, destaca la donación de obras musicales realizada por
Ledesma a la Biblioteca de la Escuela Nacional de Música y Declamación de
Madrid −hoy Real Conservatorio Superior de Música−, ejemplo que años más
tarde también seguiría el musicólogo Esperanza y Sola legando a la misma
biblioteca una importante selección musical.
El navarro Pascual “Emilio” Arrieta Corera, director de la Escuela Nacional
de Música y Declamación, promovió la concesión a Nicolás Ledesma de la
encomienda de la Real Orden de Isabel la Católica y su nombramiento como
profesor honorario del citado centro musical.
El 8 de julio de 1878, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
nombró al maestro de capilla académico correspondiente en Bilbao.
En cuanto a sus obras, fue tal el
número que escribió, que en los últimos
años comentaba que había no pocas
suyas
que
podían
composiciones
ejecutarse ante él sin temor alguno de que
las conociera.
Hilarión Eslava menciona la obra de Ledesma, a la que considera de
indisputable mérito y preferente entre la de los autores españoles
contemporáneos.
Esperanza y Sola, describe a Ledesma como “…un maestro tan insigne
como modesto, y cuyo nombre,… ha de brillar en alto lugar en los fastos de la
música religiosa española del siglo XIX.” Como compositor de música sacra, lo
encuadra dentro del llamado “género moderno”, en que dando la participación
debida a los adelantos del arte, la música conserva el carácter severo y grave
que exige el culto religioso. No se equivocó el crítico y musicólogo. El griselero
Nicolás Ledesma García sobresale por las muchas e interesantes composiciones,
por la fama como organista, la perfección pianística y por el magisterio
impartido a lo largo de su dilatada carrera.
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Entre su producción destaca el primer Stabat Mater, obra magna, y a la
vez, la síntesis más sublime y acabada de la inspiración del maestro. Hilarión
Eslava la consideraba como una composición excelente.
Otras importantes obras suyas del género religioso son: un segundo
Stabat Mater, la primera Lamentación del Miércoles Santo, hermosa página de
valor incontestable; veinticinco Misas entre las que merecen especial mención
las que escribió en re y en fa mayor; Miserere, Ave María, Salve Regina,
Letanías y Motetes.
En la creación musical para piano u órgano, hay que resaltar seis
Sonatas, verdaderos modelos de clasicismo y de pureza de estilo, Sonatinas y
Preludios, Estudios para piano, Valses, e Impromptus para piano.
Tanto en las grandes obras religiosas como en las composiciones
pianísticas, se perciben las influencias de Haydn y de Mozart.
La avanzada edad de Ledesma, y el deterioro de la salud, hicieron
imposible que en los últimos tiempos de su existencia se dedicase a la
composición, la enseñanza y al órgano de la Basílica de Santiago, en el que le
sustituyó Aureliano Valle en 1881. El ayuntamiento bilbaíno concedió una
pensión al maestro por cuatro años, transmisible a su familia, en justa
recompensa por los servicios prestados y en reconocimiento de la alta labor que
había desarrollado.
Querido y respetado por todos, murió en Bilbao el 4 de enero de 1883, a
los noventa y un años de edad. En opinión de Esperanza y Sola, “perdiendo la
patria un hombre honrado, merecedor de toda estima y respeto, y el arte
músico español, un insigne maestro”.
Y así como en el año en que nació se produjo la irreparable pérdida del
joven genio Mozart, cuando falleció, quiso el destino que otro gran músico
acompañase al maestro de capilla en el último viaje: Richard Wagner (18131883).
……
Mucho se ha escrito sobre el desconocimiento por parte de las
generaciones más actuales de la música religiosa del siglo XIX. Ello es así. Sin
duda se debe a la reforma, revisión, y por que no decirlo, a la exclusión de las
iglesias de la música que, hasta finales de dicho siglo, había acompañado el
sentir religioso de los creyentes católicos en las celebraciones litúrgicas. La gran
labor compositora y pedagógica de la mayoría de los maestros de capilla
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decimonónicos, fue puesta ya en cuestión por parte de la jerarquía eclesiástica
y la crítica musical contemporánea −con Felipe Pedrell a la cabeza− en el
último cuarto del siglo XIX, empezándose a considerar su música como poco
adecuada, poco “espiritual”, o de otra forma, muy “mundana” o profana para
ser interpretada dentro de los templos. Era la crónica de una muerte anunciada.
Más que para definirla, para combatirla, se acuñaron términos como música
sagrada italianizada, operística, melódica, teatral, dramática u orquestal. Para
esta música se entonó el réquiem con el Motu Proprio del Papa Pío X publicado
en 1903, considerado el “código de la música sagrada”, que la excluyó
definitivamente de su ámbito natural de desarrollo: las iglesias.
Las composiciones de Nicolás Ledesma siguieron el mismo camino que el
resto de las de sus contemporáneos: el olvido. Aunque, en su caso, el pertinaz
empeño de los discípulos, sobre todo de Aureliano Valle, y la profunda huella
dejada por el maestro de capilla de la Basílica de Santiago en la memoria
colectiva de la sociedad bilbaína, hiciesen que el olvido fuese retardado.
Hoy en día es precisamente esa misma sociedad musical bilbaína la que
se está empeñando en que, al maestro Ledesma, se le redescubra y valore en
sus justos términos.
Cualquier amante de la música, en general, y de la religiosa, en
particular, si se acerca al Stabat Mater, a las Lamentaciones o a la Salve de
Ledesma, podrá comprobar cuán equivocados estaban los agoreros
revisionistas de finales del siglo XIX y principios del XX. Es arte verdadero, arte
de los sonidos, “divino arte músico” como diría Esperanza y Sola. Llena el
espíritu del oyente, ya sea éste laico o religioso. En definitiva, la música del
griselero Nicolás Ledesma García, puede tener plena vigencia en la época actual
y la tendrá sin duda en el futuro, porque es: ¡música! ¡buena música!
….…
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Bibliografía y publicaciones periódicas:
• Don Fernando el Emplazado.- J.M. Esperanza y Sola.- Revista Europea.Año I, Núm. 7.- Medina y Navarro, Editores. Madrid, 12 de abril de 1874.
• El sitio de Bilbao.- Revista Europea.- Año I, Núm. 13.- Medina y Navarro,
Editores. Madrid, 24 de mayo de 1874.
• Don Nicolás Ledesma.- J.M. Esperanza y Sola.- Revista “La Ilustración
española y americana”. Año XXVIII. Núm. XVI y XVII.- Madrid, 30 de abril y
8 de mayo de 1884.
• Jesús Guridi (Inventario de su vida y de su obra).- Jesús María de
Arozamena.- Editora Nacional.- Madrid, 1967.
• Genios de la música española.- La Música Religiosa en el Siglo XIX.- Juan
Arnau y Carlos María Gómez.- Zacosa.- Madrid, 1981.
• Obras de los maestros de la capilla de música de la colegial de Borja
(Zaragoza) en los siglos XVII-XIX.- Emilio Jiménez Aznar.- Institución
Fernando el Católico.- Excma. Diputación Provincial.- Zaragoza, 1988.
• Catálogo de obras de Jesús Guridi (1886-1961).- Víctor Pliego de Andrés.Centro de Documentación de la Música Española Contemporánea.Fundación Juan March.- Madrid, 1989.
• Actos del Cabildo de la colegial y del Capítulo parroquial de Santa María la
Mayor de Borja (Zaragoza) 1546-1954.- Emilio Jiménez Aznar.- Institución
Fernando el Católico.- Excma. Diputación Provincial.- Zaragoza, 1994.
• Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana.- Director y
coordinador general Emilio Casares Rodicio.- SGAE.- Madrid, 1999-2002.
• F.J. García Fajer (1730-1809): hacia una biografía crítica.- Raúl Fraile
Jiménez.- Berceo, nº 138.- Logroño, 2000.
• Cantos litúrgicos sobre los santos en el archivo catedral.- Miguel Calvo
Fernández, Petra Extremiana Navarro, Pilar Camacho Sánchez.- Kalakorikos:
Revista para el estudio, defensa, protección y divulgación del patrimonio
histórico, artístico y cultural de Calahorra y su entorno.- Núm. 5.- Amigos de
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• La música en la Catedral de Burgos.- José López-Calo.- Vol. XIII. Música
(IV). Siglo XIX (I).- Cajacírculo.- Burgos, 2003.
• ¡Los carlistas en palacio!: la depuración política de la Capilla Real (18341835).- Antonio Manuel Moral Roncal.- Revista Espacio, Tiempo y Forma. 16
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• El método teórico-práctico para aprender a acompañar de Ferreñac y
Preciado.- Luis Antonio González Marín y María Carmen Martínez García.Nassarre. Revista Aragonesa de Musicología. XXII.- Institución Fernando el
Católico.- Excma. Diputación de Zaragoza.- Zaragoza, 2006.
• Gente de Grisel.- María Cruz Ramírez.- Boletín informativo nº 30 de la
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• Cien años de música para órgano en el País Vasco y Navarra (18801980).- Esteban Elizondo Iriarte.- Duo Seraphin.- San Sebastián, 2007.
Recursos Internet:
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http://www.dpz.es/ifc2/libros/ebook2618.pdf
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http://www.ateneodemadrid.net/biblioteca_digital/RevistaEuropea.htm
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http://www.euskomedia.org/aunamendi/
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http://ropdigital.ciccp.es/public/detalle_articulo.php?registro=796
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http://www.asociacionlossitios.com/sitiomallen.htm
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http://www.cervantesvirtual.com/hemeroteca/academiabellasartes/
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http://www.musicadehispania.net/aut/s1901.htm
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