"^fto l l . :5tla6rl6 2 7 M l a r z o 1 9 1 3 !ítúm. 14 E L G R A N BVFON 14, Semanario ilustrado de humorismo. Núñez de Balboa.—Teléfono 3.760 —Apartado de Correos 618 EN LAS CARRERAS l'l|'.l|,u EL VIEJO.—jA los pies de usted, Lolita! (^Aparte.) Antes las hacía; ahora las ve. Dibujo de R. Marín. BAJO EL —Tres días sin trabajo y dos mudas malos pasos, no me cabe la menor... Esa amable sonrisa cotidiana... El sueño es la paz, porque es el olvido. Cada dia, después de los dolores fatalmente inevitables, tiene la vida unas horas piadosas. Son en lasque hace que el sueño pose sus manos de plomo sobre nuestros párpados. He aqui un gran bien que no podemos excusarnos de tomar. En las S(jmbras de la noche —esas sombras tan temidas de los miserables; tan rutinariamente abominadas—, pasan sobre todas las inquietudes sobre todas las inquietudes sobre todas las desesperanzas, sobre todos los dolores, sobre todos los plazos de angustias perpetuas,^ _ SOI. en el cielo del amanecer. Y estrellas en la tierra las flores de los pa¡ ques, bien plenas de color, de frescura y de aroma, como niños recién lavados. Ved que en la hora prima de la mañana tienen las voces de los hombres un amplio sonido claro y diáfano que galopa por el aire nuevo hasta muy lejos. Oid: El campan-llear rotundo de los tranvías, bien templado, bien vibrante, bien alegre, bien distinto de la opacidad crepuscular. Y la clara canción del agua que riega las calles. Y el pregón de los vendedores fuerte y rotundo; y el eco temblador de una campana que llega de muy lejos, de muy lejos. En esta hora, toda blanca y toda luminosa, os despertáis con la cabeza libre de toda preocupación. Porque el sueño os hizo perder la noción de todos vuestros deberes. Y son los deberes, violencias, sacrificios, renunciaciones... Vuestra imaginación atravesó las horas de la noche, alejada del vivir como vuestro cuerpo. Igual reposo que dio el descanso á vuesti-as carnes, dio el olvido á vuestras preocupaciones. Y gozáis la inefable voluptuosidad del total abandono. Y así, al dejar que descanse el cuerdo sobre los colchones de vuestra cama, labéis abandonado á la voluptuosidad de una abulia transitoria todos vuestros deberes. Y en esta hora se pierde la noción del mundo. Y parece que vivimos en un paréntesis de la vida, en una amable ausencia de nosotros mismos. ¿No lo habéis visto? La tierra sonríe, sonríe... Es la hora amable del sol, porque en ella nos hace cotidianamente el regalo de esta sonrisa. Un regalo digno de un Dios. Es la sonrisa que compensa de todas las acritudes, cuya continuidad no es alterada más que por es'e paréntesis dorado. En esta hora somos todos felices como emperadores, como millonarios, como tiranuelos. Dominamos al mundo por la propia felicidad. El esclavo es libre, el pobre es rico, el desgraciado es feliz, ^emperadores, millonarios, tiranuelos, esclavos, ricos y todos los hombres son bien amados de la felicidad, porque tienen la suya en un talismán único: la e s trepitosa independencia que da el poder y el dinero, que todo es uno y lo mismo. en la semana. Este recondenao anda en Y en esta hora gozamos de esta independencia. Y de la brevedad de lo que dura depende el grado de la dicha. En esta hora todos somos como viajeros de un unas horas huecas para el dolor; unas mismo tren que aún no ha abandonado horas que á las veces nos traen sueñes la e:;tación de partida. Unos momentos de felicidad—acaso cuando más alejados después cada uno ha de acomodarse en vivimos de la felicidad fuera del sueño. su sitio. E^l que viaja en coche-salón y el fogonero que se abrasa durante el viaje Oh! Pero la aurora!... El amanecer es el más opimo regalo sujeto con la cadena de su esclavitud á de la vida. Cuando amanece todos los la boca misma del hogar que respira fuedolores parecen lejanos y todas las ven- go. Oh! Pero mientras la vida diaria no turas al alcance de nuestra voluntad. comienza á arrastrar á los hombres á sus lugares... Vedlo: Esta primera sonrisa del Sol es iguaLa tierra refulge, iluminada por una gran sonrisa. Y llega á nuestros oídos la latoria como la muerte. De los optimisalgarabía de las gorriones, de las golon- mos que despierta en cada corazón, dedrinas, de los vencejos que puntean la biera hacerse un culto. El Sol resuelve diafanidad del dia nuevo con las raudas en esta hora todos los problemas sociamanchas negras de sus cuerpecillos. Es- les, tan complejos y tan arduos. Ved: El tos pájaros son como estrellas errantes. mismo oro dejan sus rayos á través de "¡""i»*H.¡d.kro. i Al m a r g e n del Quijotej EN LA VENTA. - El bálsamo de Fierabrás. Por Ricardo Marín. la ventana de una bohardilla y sobre los Gobelinos de una "casa grande". Y acaso sea más pródigo de luz con los humildes que madrugan. Porque á la frente de los grandes señores no suele llegar la primera sonrisa del Sol. La sonrisa del Sol! La sonrisa del padre de las luminosas barbas de oro! ¡La sonrisa que entra por los ojos y llega al corazón y le inunda del optimismo y de la bondad de su luz!... La luz del sol en esta su primera sonrisa cotidiana es el mayor bien que nos da la vida. Si amáis á una mujer buena, surgirá en vuestros recuerdos su imagen á esta hora más bellamente que á otra alguna. Si—mundanos y sentimentales tenéis una magnificaqueridaaventurcra, os la imaginaréis en esta hora adornada do todas las virtudes. Y vuestros amigos os parecerán en los recuerdos, hombres neos de corazón y libres de egoísmos. Y veréis fragantes en el porvenir las más bellas ftores de la e s peranza. Y os sentiréis fuertes y muy dueños de vosotros mismos. Y veréis todos los años futuros de vuestra vida y todas las horas de ahora iluminadas y resplandecientes como el altar mayor de una catedral con el Señor "de manifiesto". \'uestra propia consagración. Benditas y alabadas sean estas primeras lanzas d¿l sol, nuevas todos los días, porque de cada una pende un cascabel que lleva en su ánima una gran carcajada optimista! Oh, la bendición de esta hora, que es la ternura y la dulzura y la felicidad y el bien! En esta hora—tan breve- todo es bueno en la tierra. Habéis oído jamás que se cometa un crimen de siete á ocho de la mañana? Es la hora en que duermen los odios, los celos y las ambiciones. Por eso no se matan los hombres á los hombres en esa hora tan blanca, tan amplia, sin abracadabras ni malos pensamientos. Y no obstante, es la hora de los ajusticiados. ¿Por qué el verdugo no trabaja por la noche? Oh! Cuando el patíbulo y la guillotina sean nada más que unos abominables remordimientos lejanos de la Humanidad y no se vendan churros en las esquinas esas absurdas viejas patibularias, no habrá nubes en el cielo en ningún amanecer. Y la bendición de la primera sonrisa del padre de las barbas de oro será más amplia, más fuerte, más profunda, más optimista. Odiemos, amigo, á la pena de muerte y á las churreras quc nublan el sol algunas mañanas. C«f«rtno " P . "Avícllla. Una aventura de Don Juan | o n Juan bostezaba y en h o m b r e s del temple y de la estructura de Don Juan e s el b o s t e z o hermano mellizo de la tristeza. Don Juan... - ¿He qué Don Juan s e trat a ? - iu'iuii irás r a z o u a b ' e m e n te, mi buen lector. ^ P u e s . . . n o s é más que Don Juan era Don Juan: no me propasaré á asegurar que fuere el calavera é irresistible Tenorio, c u y a s haza ñas de amor e m p e z a d a s con trovas y finadas con la tizona, fueron subidas á los á u r e o s e s trados del arte por Mozart, Moliere y Zorrilla; de igual suerte me abstendré de jurar que este Don Juan de mi historia fuera el turbu lento jibo de l o s c o n d e s de Manara, el que transito por los muy ilustres claustros de Salamanca, el que h u y ó á F l a n d e s d e s p u é s de atravesar á m á s de un galán y á más de un padre escarnecido; el que, en fin, p u s o s o b r e su sepultura una inscripción, que así puede valer por un grito de arrepentimiento c o m o por un testimonio de soberbia y altanería: "Aquí yace el peor hombre que fué en el mundo". D o n Juan era D o n Juan, y D o n Juan bostezaba: rezumaba tedio y fastidio; estiraba las piernas c o m o un p o d e n c o ocioso y harto; abría y cerraba libros con el mohín desdichado del q u e hace desfilar viandas por su m e s a y de ellas ninguna le apetece; silbaba la últi ma canción de su última serenata ó tatareaba un org.iUoso y descreído cantar de c a m p a mento en el que la muerte era una cosa cómi ca, e n g a s t a d a en coplas de sensualidad y de reto. IJon Juan s e aburría Ni libros ni cantos eran q u i é n e s á ahuyen tar de su ánima el nubarrón d e s o l a d o y turbio del hastío. Ni el Asno de oro de A p u l e y o , ni El Satincón de Petronio, ni las galantes rom a n z a s de Italia, ni los rudos y bravios can ticos g e r m a n o s alisaban las arrugas que nu blaran la ternura de la frente de D o n j u á n . S e aburría. S o b r e el tapiz de los S o b e l i n o s . q u e s e e x tendía bajo los pies de D o n j u á n , yacían d e s d e n a d o s y rotos varios billetes fragantes y efusivos en los que A m o r había puesto la IHKHa de una lágriuia, ó el balbuceo de im repro che ó la cálida é inaplazable d e m a n d a de una entrevista Don Juan había arrugado, in c o n m o v i b l e y displicente, aquellas e s q u e l a s . que venían á ser hojas arrancadas al a"nor por el viento victorioso de la pasión. El fastidio de D o n j u á n era j u s t í s i m o . T o d a s s u s a m a n t e s eran libros de memoria sabidos, atalayas rendidas, rosas l l e v a d a s del rosal al búcaro y por e n d e en punto de m a r chitez. I-a e s p a d a iba c u b r i é n d o s e d e motilas d e ó . x i d o - i n d i c i o ó rastio de g o t a s de s a n g i e — á fuerza de dormir en la vaina y di- cabecear colgada del talabarte. En paz le dejaban los c a n e s de la Justicia y amplia tregua le o t o i g a bán las traillas d e acreedores. D o n Juan s e aburría El maesti o de esgrima no sabía d e s c o n o c i d o s g o l p e s ; e l A i l e q u í n q u e le solazaba en otras é p o c a s sudaba por orden del rey, s o b r e una galera, en r e c o m p e n s a de un libelo tan pérfido c o m o d o n o s o ; las c o m e dias de T i r s o le adormecían lo m i s m o que un monorrítmico y lento estribillo de cuna. L'n cortinón aleteó en el nmro y "Espuela* a v a n z ó tres p a s o s , dobló la cintura y c a i r a s p e o para dar advertencia de su entrada. "Espuela" era el criado, m e s c o l t n z i rara de e s c u d e r o , bufón, ojeador, celestina y cin fidente á quien D o n Juan dispensab.i aprecio y confianza, m á s por lo que el servidor tení.i de pillastre y villano que de honrado y noble. "Espuela* era un zorro para las g e n t e s y un perro para D o n Juan. Astuto y ladino para con t o d o s , fiel con el seftor. S u amo batii ara lo con el burlesco a p o d o , porque D o n j u á n sostenía que tantos puntapiés había d scarga d o contra él salvohonor de su fámulo que y i era tan vecino de su bota c o m o los a c i c a t e s . —¿Qué quieres, bellacón. - Y o , nada, l ' u a tapada, que por s u s lue » g a s tocas y s u s e s p e j u e l o s doctoi ales, antójas e m e dueña, quiere que leáis d e s p a c i o e-)te billete. — Veámosle, — T o m a d l o , señor; ojalá sea melecina q u e o s restituya el buen humor. —... "Don Juan: O s he visto y esto m e lis pensa de confesar c ó m o o s adoro, no e s j . sto q u e y o retenga por más tiempo lo que y.i i i O me p e r t e n e c e . Venid por este corazón. D j n Juan, que c o m o rosa galana, abierta a p e i u s , al borde del camino espera q u e tendáis hacia él vuestra mano; vale m á s que una rosa y n o cuesta tanto, que no le cercan espinas...* I?ah: no iré... por m a s q u e . . . "Espuela", mi c p a , mi s o m b r e r o cébame las d o s pistolas de Milán; pronto, mis g u a n t e s de ámbar y una 1 olsa con e s c u d o s , por si la rosa está en lucr cado. — S e ñ o r , l e ñ e m o s q u e mandar decir algun a s m i s a s por C u p i d o ; e s t e niño n o p u d o su bir al cielo — E n el infierno te toparás con él, g a n d u l . - F u e r z a e s q u e y o baje al infierno, si h e de a c o m p a ñ a r o s á todas partes. Don Juan y su e s c u d e r o s e echaron á la ca lie. La n o c h e era negra espesa c o m o cuerda m e n t e decía "Espuela": algún s e ñ o r principal s e encaminaba á procer tertulia ó á su mora da v o l v í a s e , en la c o m p a ñ a de un paje q u e esclarecía el c a m i n o c o n un farol d e bronce y d e un e s c u d e r o que lo guardaba con un e s p a d ó n a b n e g a d o y quizá h e r o i c o . A l o s p i e s d e un Cristo temblaba c o m o una flor amarilla y piadosa la llama tímida de una lámpara. D o n j u á n , el m á s afortunado y r e s u e l t o pirata del amor, con su ropilla d e terciopelo azul o s c u r o , r e c a m a d o d e oro, con su capa jam á s perforada por rival a c e r o , con su ancho y altivo c h a m b e r g o d e castor, e n el q u e ardía un rico broche de e s m e r a l d a s y ó p a l o s , y del q u e salía, d e s m a y a d a y gentil, una pluma magnífica; con a q u e l l a s ricas y e s p u m o s a s blondas de Brujas en l o s p u ñ o s , con tan s e ductor atavio m á s el b o r d e de la c a p a ergui d o por la e s p a d a — p r o n t a para acometer y re m o l o n a y tarda para e n v a i n a r s e , la diestra en el m o s t a c h o e m p i n a d o y gallardo, y la s i niestra acariciando l o s d a m a s q u i n a d o s del p u ñ o d e la e s p a d a , c o n el d e s e o en l o s o j o s y la s e d u c c i ó n en l o s labios, llegó al lugar q u e el billete aquel marcaba. — Nadie, señor, — P o r Satán "Espuela", q u e si el amor s e mofa, la e s p a d a s e divertirá d e lo lindo. Si la doncella falta, mi hierro b i s c a r á d o s ó tres p e c h o s d o n d e apagar su hambre de a v e n t u r a s , — A l b r i c i a s mi amo: ó y a n o s é ver en las tinieblas c o m o l o s g a l o s ó una dauía v i e n e . — R a z ó n s o b r a d a p a i a q u e te e v a p o r e s . U n a tapada con aii e de gran cautela y mis terio s e acerca á don J u a n . D o n j u á n roza l o s p i e s d e la d a m a con la pluma del chápiro. — S e ñ o r a , s u e l e n las r o s a s aguardar por l o s c a b a l l e r o s , m a s n o l o s caballeros por las rosas. — D o n j u á n , vais p e r d i e n d o en galantería lo q u e g a n á i s e n petulancia. — E s c u c h a d m e señora S é e s p e r a r la nmerte, l o s rivales; pero no s é aguardar al amor. — j S a b é i s amar d o n Juan." — C a s i tan bien c o m o .. — C c m o olvidar, ¿verdad? — V o s lo h a b é i s dicho, s e ñ o r a . N o a p r e n diera y o á olvidar, y nial podría a m a r o s , p u e s prisionero sería d e pretérito amor. — Para q u e no o s o l v i d é i s de mí, v o y á ha c e r o s un presente: mi traje nupcial. E n e s t e hatillo v a . —¿Sois casada' — I b a á s e r l o ; pero p e n s a n d o en v o s , a b o rrecí al e s p o s o p r o m e t i d o . —Mucho me lisonjeáis,mas n o e s sabio desdeñar m a r i d o y e s m á s c o n v e n i e n t e burlarlo. — jEgoístal T e n e d mi p r e s e n t e . —¿Y después? — H o y e s tarde;-mañana... m a ñ a n a m e t e n dréis. La tapada d e s a p a r e c i ó con r u i d o s o aleteo d e m a n t o s . D o n Juan q u e d ó perplejo y a b s traído: de pronto a l z ó la c a b e z a y l l e v ó un silbato de o r o á la boca. "Espuela" a c u d i ó . — T o m a e s t e e n v o l t o r i o — d í j o l e el a m o . N o bien l l e g a r o n al a p o s e n t o d e d o n Juan, e x c l a m ó c o n el d e s p i a d a d o c i n i s m o d e l o s a v e n t u r e r o s del a m o r en trance d e desilusión: — D e s a t a e s e fardo: v e a m o s el e x t r a ñ o tributo q u e la virginidad rinde al vicio;si a r r e o s d e b o d a s o n , quisiera mancillarlos d e s p u é s de s u e s t r e n o y n o recibirlos c o m o ofrenda a n tes, q u e m á s n o s e m b e l e s a y fascina a q u e l l o q u e n o s v e d a n que aquello que n o s d a n . — S o i s , s e ñ o r , el á n g e l q u e c a y ó d e s p u é s de L u z b e l . La l e y esa de la g r a v e d a d falló, y caísteis en la tierra. Q u i z á á e s t o s e d e b a el q u e t e n g á i s por criado á un c o n d e n a d o . . ;Eh? ¡Maldición, el fardo lloriquea! — , Q u é dices, mentecato? — Q u e o s han regalado un niño. V u e s t r o s c o l o n o s e m p i e z a n á traer el fiuto á c a s a El a s o m b r o de d o n Juan fué c o m p l e t o : de la s o r p r e s a al túror hay m e n o s de un p a s o ; así q u e d o n Juan m e s ó s e l o s c a b e l l o s , b l a s f e mó c o m o un ballestero d e s g a r r ó las b l o n d a s tinas de s u s puños, luiró inexorable al niño y., lo b e s ó con ternura tan inusitada c o m o honda. El niño sonrió con esa p i e d a d tan humana q u e n o s d o m i n a c u a n d o v e m o s á algún infeliz en ridículo: alargo una manecita y le tiró di'l I igote á don J u a n . X a m ó n ^ t r n ó n i í » 5tlato. Mantillas al viento... Protesto contra la idea corriente de que la Semana Santa renueva los tiempos del paganismo. Los albores primaverales soplan con sus brisas perfumadas en el rescoldo sensual de los pueblos del Sur, y creeríase que tornara á flamear la hoguera helénica mientras en los árboles persista la floración, mientras las rainas se encorven al peso de los frutos. Ya el otoño procurará reducirnos á la perdida religiosidad. Sí; acaso ocurriría el deseado fenómeno por obra y gracia del sol, el agua, la tierra y el aire. Pero surgen á oponerse el jueves y viernes de dolor. Fascina y embauca á la mayoría de los curiosos y los definidores, el insólito agrupamiento de mujeres en la calle. Y de ahi extraen la consecuencia de que resucitan las horas felices de las ninfas y los sátiros. En verdad, yo no hallo común á las dos contrarias épocas, sino que no circulan los tranvías y que crucificamos á Jesús. También'evoca á los risueños dioses antiguos esta templanza celeste, la dorada pureza del azul á que responden los jardines con sus rosas. El espectáculo de la carne corrompida en la progresiva coloración turbia del cadáver ¿cuándo fué señuelo que deslumhrase á los contemporáneos de Anacreonte, ni á los de Horacio? Aún más nos separa el sentimentalismo morboso, ignorado por los faunos que acarreaban hierbas aromáticas con destino á las' grutas de los primitivos ermitaños, tan enfermizamente sensibles. La melancolía de las vírgenes y los esclavos devotos de Cristo d e generó en la sequedad y adustez católilicas, mal disfrazadas de misericordiosa ternura; y he aquí las palabras que no balbucearon nunca ni el alma equilibrada de los griegos, ni el esf)íritu de Roma, la enorme... Sin embargo, no será discreto afirmar que la tristeza ocasionada por el martirio del Gólgota contribuye á deshacer el ensueño primaveral. Estas cálidas hembras españolas que si profesan de esposas del Se-ior, adóranlo y lo desean con el fuego, la murria y el encono de una embrujada pasión andaluza, en cuanto acaba el divino amado semejan andariegas viudas no del todo imposibles de consolar. Cabalmente los perifollos cort que exornan su luto simbolizan las dificultades que no consigue destruir el ímpetu de los exaltados elementos. La mantilla y los claveloncs, más que en la Cibeles, diosa de paganos, hacen pensar en otra jamona madrileña, que enganchó á su calesa el cachorro ibérico, y asi ganaba la cuesta de Alcalá, kis tardes de toros, en vísperas de ta Revolución. Dui-ante el sueño beatifico de Carlos IV, la reina apacentaba sus amores en los sotillos del río. Ya habían pasado las grandes aventuras romancescas, y no volverán. Los idilios reales, dignos de la elevada alcurnia, murieron asesinados en la gentileza del de Villamediana. Busca la reina en las riberas del Manzanares un bravo que disputai". á las indomables tíerecillas de las verbenas y los bailes de candil. Triunfan los guapos inozos. La augusta dama disfrázase al estilo y rumbo de la plebe. Todas las damiselas, aquellas cuyas cejas y cuyos labios avivaban los diestros pinceles del pintor aquel que moraba en la casuca fluvial, entí-e los chopos, se apresurai-on á caracterizarse con la mantilla y las flores en el descote. P'ernando VII. Las chulescas comedietas de los encajes de Almagro han cristalizado en la costumbre típica, famosa en el mundo. Isab-1 II. Los republicanos convirtieron la mantilla en g é nei'o de exportación. Al cabo de los años, un teatro chico y las gárrulas bailaoras, imponen de nuevo la mantilla y los claveles. Ninguna novia de hortera deja de retratarse con los cabellos rizados y un calado manto de sonajas sombreándole las pupilas. El sutilísimo chai ha perdido la exquisitez adquirida con la lejanía del recuerdo, y es significativo emblema de las pasiones rudas y firmes, con bravuras del macho y la humillación de la mujer. Buena )rueba de la fogosidad que despierta en os pechos varoniles la mantilla, está en el sentir general, que siempre adornaría con las clásicas blondas el busto erguido de una hembra cobriza; los ojos negros y veloces; un lunar ensortijado en la .suave redondez de la barba, las crenchas retintas, y que se llamase Carmen ó Lola, y hubiera nacido en el paradisiaco infierno andaluz. Flamenquismo... que no conocieron los griegos y romanos. Porque el fla. itienquismo no significa más que la caricatura de las gallardías y altiveces, en virtud de las cuales glorificó el oí be á los españoles del siglo xvi. Los hidalgos de Carlos y Felipe consideraban empresa baladi la muerte de un toro. Los hidalgüeios de hoy solamente aciertan á brindar, imitando las arrogancias de los espadas. Las devotas del jueves y viernes santos convierten los atrios de las iglesias en afrodisíacos tendidos del circo. ¿Quién no se sentirá torero de los señalados con letras grandes en el cartel de abono? * * Una vez... En Sevilla, desde el Guadalquivir, yo oí un regocijado alboroto de campanas. BIBLIOTECA Rf.NACIMIDSTO RENACIMIENTO P O N T E J O S , 3, M A D R I D LOS LIBROS D E ACTUALIDAD ALLITO DESDE LA BARRERA POR DON MODÜSTO CON UNOS j v r o n o s _ PROLOGO i RENACIMIENTO- 3,'ü pesetas. 3,50¡pesetas.f LAS COMPET EN CI A S DE :> Bombita V í ' % < I J C *RÓLOCO DC m¥%oBuccuÍM B O M B .\ M A C: 11 G A L LO AC O— PAS T O R 3,50 pesetas. De venta en todas las librerías de España y América y en RENACIMIENTO MADKID initLlOTECA CAl.LK DE P O N T K J . S , 3 RENAriMIENTO V . J'KIF.TO Y C O H P A i Q Í A , l\inti*jus, MADRID 3,50 pesetas. EDITORES núm. Jf 19II 1,50 pesetas. Al regresar á la ciudad contáronme que acababa de celebrarse solemnemente la entrada del nuevo cardenal. Ya pasó la fiesta. Fué un día cualquiera, y el herrero machacaba su yunque, y un morazo de chambergo haldudo pregonaba unas encendidas naranjas. Crepúsculo. Cielo azul sin brillo; la mole catedralicia, n e grea; algunas lucecitas en las casucas de los soportales. En esto rozó las gradas un arcaico lando, y en sus almohadones iban dos sevillanas, las dos delgadas y rubias, con mantillas blancas, con antiguos abanicos de concha, con los trajes de seda ya desvanecida, uno verde esmeralda, púrpura el otro. Acaso venían de cumplimentar á Su Eminencia. Yo sólo sé que el aire murmuraba versos de Becquer. 7 « 6 « r l c o (Barcia Sancktx. Ber e n s u libro último. "Esa muerte de E n rique H e i n e " e s un p o e m a d e dolor... d e buen tono, e s u n a d e s p e d i d a al m u n d o h e c h a c o n una inchnación trágica, un p o c o g r o t e s c a , d e bailarín d e m i n u é q u e s e c a e d e boca. L a figura de H e i n e está magistralmente encajada. L o s ú l t i m o s h o r r o r e s d e s u vida e s t á n conta dos por quien s a b e por e x p e r i e n c i a m u c h o d e e s t a s c o s a s . E s t e A l e j a n d r o Ber, q u e n o cuenta todavía treinta a ñ o s , y q u e s a b e lo q u e e s el hambre r o d e a d o d e s u s hijos, y ha luchado c o m o un león e n América; e s t e h o m b r e e s t u v o paralítico c o m o H e i n e , c l a v a d o e n la cama, s i e n d o s u s m ú s c u l o s t r e m e n d o s la estupefacc i ó n d e l o s m é d i c o s q u e lo asistían N a d i e , e n m e n o s tiempo, e s c a p a z d e hacer las c o s a s q u e lleva h e c h a s A l e j a n d r o Ber. E n el libro h a y d i e z c a p í t u l o s d e d i c a d o s á Dante A l i g h i e r i . S o n t o d o s d e u n a a m e n i d a d y u n a g r a n d e z a q u e n o tienen par e n ninguna íle l a s o b r a s d e d i c a d a s e n s u m i s m a patria al poeta florentino, viajero g l o r i o s o y siniestro del .Vverno c o m o decía A l e j a n d r o S a w a . El capítulo d e d i c a d o á la c e g u e r a d e Milton e s p r o d i g i o s o ; s e v e . s e o y e al poeta é p i c o , m e d i o t e n d i d o e n su sitial, dictando á l o s s e r e s familiares l o s c a n t o s d e s u e p o p e y a . La aventura d e s c o n o c i d a d e G u i l l e r m o T e l l tiene toda la poesía d e las m o n t a ñ a s s u i z a s . Es, e n conjunto una obra genial. Los últimos libros Vno de A l e j a n d r o Ber Entre la balumba literaria d e l o s ú l t i m o s días llegan á mí d o s libros a d m i r a b l e s . H o y s o l a m e n t e hablaré d e u n o d e e s t o s libros: al otro le daré lo s u y o en la p r ó x i m a s e m a n a S e trata d e un c u a d e r n o a b s u r d a m e n t e ti r a d o — t a m a ñ o , cuarenta c e n t í m e t r o s d e alto por treinta y d o s d e a n c h o — , titulado Las Y c o m o toda obra d e r e l a m p a g u e o s , tiene b a r b a r i d a d e s tan g r a n d e s c o m o "la hora d e amor d e B o n a p a r l e . ' E s o e s m u y m a l o , se- ; ñor D . A l e j a n d r o . ] * grandes horas históricas, su autor A l e j a n d r o H e d i c h o q u e e s t e libro d e A l e j a n d r o B e r no e s una obra d e público. P u e s h e dicho u n a tontería L o e s S i al público e s p a ñ o l y a m e ricano le d a n l o s e d i t o r e s una obra c o m o ésta, bien editada, c o n lujo si e s posible, s e cansan d e ganar dinero. Ber, e d i t a d o e n Caracas. Y l o m á s e s t u p e n d o de e s t e libro, ó lo q u e s e a , e s q u e lleva al frente el s i g u i e n t e epitafio: "Ejemplar núm. i d e la s e r i e única d e cincuenta e j e m p l a r e s q u e hace el autor para s u s amigos." P'ste libro, publicado s u n t u o s a m e n t e para el público rico espaflol y americano, á cinco p e s e t a s , s e i i n un v e r d a d e r o n e g o c i o . Y o r e s p o n d o d e e l l o . S i h a y algún editor q u e quiera intentarlo, n o tiene m á s q u e ponerlo e n mi conocimiento. ¡ E s t u p e n d o ! Villiers d e L'Inle A d a m , B a r b e y D ' A u r e v i l l y n o habían l l e g a d o á s e m e jante atrocidad j a m á s . Todo el gran m e r c a d o editorial a m e r i c a n o n o s e s p e r a N o h a y s i n o l a n z a r s e c o n libros c o m o e s t e q u e A l e j a n d r o B e r o s ofrece. A l e j a n d r o B e r e s un gran escritor conoci- d o . S u s crónicas d e Mundo Gráfico, un cuen to magistral publicado en El Imparcial y t i tulado nada m á s q u e La muerte de lord By. ron... n o s d a n idea d e la fuerza y la originalidad de e s t e escritor j o v e n , d e t e m p e r a m e n to a b s u r d a m e n t e fantástico q u e , m u r i é n d o s e de hambre actualmente e n Madrid, e s c a p a z d e tirar e n Caracas cincuenta e j e m p l a r e s d e un libro s u y o para l o s a m i g o s . Bien e s v e r d a d q u e el libro n o e s para el público. P e r o n o importa, h o m b r e s e prueba. El libro e s una maravilla. Y o c r e o q u e h o y nadie, e n E s p a ñ a , e s capaz d e tratar m e j o r l o s a s u n t o s h i s t ó r i c o s d e q u e habla A l e j a n d r o TPon 3 u a n A« "l^mtrla LOS LIBROS DEL DÍA El doncel. La niña estaba d u r m i e n d o S o ñ a n d o estaba la niña; S o ñ a n d o , c o n el doncel Q u e ha d e e m b e l l e c e r su vida. El doncel e s alto y rubio Y su v e s t e e s n o b l e y rica. L l e v a c a s q u e t e con p l u m a s Y e s p a d a , al cinto ceñida. B u s c a n d o las a v e n t u r a s Ha tiempo el doncel camina. Diz q u e su brazo e s potente Diz ( [ U c s u f a b l a e s polida; Mas d i z también q u e un encanto D e e n a m o r a r s e le priva. Q u e si el d o n c e l s e e n a m o r a P e n a tiene d e la vida. Junto á la fuente del S a u c e U n a mañana florida. El doncel, q u e va á la guerra, Encontróse á Rosalinda. D e s c a b a l g ó del caballo Al mirarla tan garrida, Y c o g i é n d o l a una m a n o La dijo así, d e rodillas: « A m o r e s , por te guardar Entre m i s b r a z o s un día Diera m i s s u e ñ o s de gloria Diera mi lanza fornida.> S o o r e el c é s p e d e n l a z a d o s L o s n a m o r a d o s caminan Y h a y un d e s t e l l o en s u s o j o s D e pasión, d e amor, de vida. A la n o c h e recatado En la alcoba s e d e s l i z a , Y c o n un b e s o despierta A s u amada q u e dormía. «¡Dame tu amor, nina h e r m o s a , A u n q u e mi vida te rinda!» T o d a la n o c h e festejan El doncel y la infantina Y á la alborada, l e s v e n c e La tan g u s t o s a fatiga. C u a n d o á l o s b e s o s del S o l Despertara R o s a l i n d a Halló m u e r t o entre s u s b r a z o s Al doncel; en s u s mejillas A ú n d e la p a s i ó n perduran L a s rosas; s u frente nimba D e s u s g u e d e j a s el o r o Y a u n una dulce sonrisa Como en éxtasis de amores S u muerta faz ilumina. (Barios ' K t r n á n i t x 6 « Tftrrtra, D'Annunzior Valle Inclán y Sem Benelli La h i s t o r i a del b a s t ó n de Valle-Inclán ra una gran época tle fiestas. S e conmemoraba en Roma el centenario de la unidad de Italia. I Inbianllegado á laCiudad Eterna jirincipes de las Artes, príncipes de la sangre }• del dinero. Una muchedumbre cosmopolita y suntuosa gritaba, sin respeto, al pie de las santas y melancólicas ruinas. Marconi, que ya había sido coronado ciudadano de Romj en el Goloseo, se paseaba por las tardes á caballo y cruzaba, como un emperador de la decadencia, bajo el Arco de Tito, y desfilaba ante las Termas, y pasaba de noche, ante el silencio de la Villa Borghese, sonando como una sinfonía, las campanadas de los cascos musicales del caballo. El corcel de Marconi era negro como la pez, con las ancas relucientes de azabache, y las crines tan oscuras que tenían renejos azulados de metal: los ojos ardientes y espantados: la cabeza pequeña, con movimiento constante de martillo. ¡Era un caballo! Yo—que tenia reservado en las fiestas conmemorativas un papel de indiscutible importancia, puesto que iba en representación nada menos que de mí mismo—yo, repito, me situaba todas las tardes en la \^a Apia, y viendo pasar la gente, me fumaba, como los buenos, un veguero de diez reales. Y saludaba á todo bicho vi/iente. Los principes, los grandes artistas, las cortesanas, contestaban ceremoniosamente á mi saludo, y se preguntaban intrigados é intrigadas: —¿Quien será ese caballero que está todas las tardes pegado á ese farol como una lapa? Las gentes empezaron á llamarme el saludador de la Vía Apia. Pero yo estudiaba y aprendía. Allí me di cuenta del genio de Zacconi viéndolo pasar despacio á mi lado, con su aspecto absoluto de clon de circo. Allí -contemplé de cerca la cara de Shara Bernhard: una cara sin lineas, hecha con manchas, inquietante como un dibujo impresionista. Detrás de una caravana de boxeadores negros, las pinceladas púrpura de dos cardenales. Muy interesante, un derroche de t o nos, el paseo del atardecer de la ilustre Via romana. Una tarde, sentado en un rincón de los claustros de San Juan de Letrán, vi un grupo de hombres que me produjo impresión. Los vi de frente y los reconocí á todos uno por uno. juro que lo que digo es cierto. Aquellos hombres eran: D'Annunzio, Valle-Inclán y Sem Benelli. D'Annunzio iba vestido normalmente; llevaba el bigote recortado á la inglesa y nada había en él que delatase al principe de la Belleza y de la Poesía: parecía un elegante, un deportista, un clubman. Valle-Inclán —un Cristo bizantino — con la mano derecha, por detrás de la cintura, sujetaba la manga de su brazo mutilado. , \ u n lado Valle-Inclán; á otro D'Annunzio; en medio Sem Benelli. El autor de AÍI cena de las hurlas, traducida de un modo magistral por Catarineu al castellano, se da un aire ligero al Alpabeho. Hablaban. S e sentaron en los grandes sitiales de coro que se alzan ante la cel • da del santo cardenal Bambanelli. Muy despacio, asi distraídamente, me senté detrás. Sem Benelli decía: —Aqui tenéis. Este bastón de ébano con puño de oro, me lo regaló el rey de Noruega. Se lo agradezco inmensamente; pero no me explico cómo una joya como ésta, de altísimo abolengo latino, pudo haber ido á parar á aquellas tierras del Norte. D'Annunzio preguntó: - D e altísimo abolengo latino esta joya, ¿por qué? Sem Benelli no contestó. Valle-Inclán extendió la n ano: examinó el bastón. Un silencio. —Este puño de oro—dijo—está, sin duda, tallado por la mano incomparable de Benvenutto. Las estrias de la corona, la manera de tallar los paños de este escudo diminuto, los cabellos tendidos de esta"Venus... Nada {de esto necesita firma. Es una joya de Benvenutto. —¿Estás seguro? -preguntó el autor de La Jiglia de Jorio—. De Cellini pueden contarse las joyas que quedan: el salero de Francisco I, el cáliz de oro de San Esteban, el broche de Margarita de Farnesio... Es un Benvenutto —aseguro Sem Benelli . Lo sé yo. Tengo la identificación on pergamino. — ¡Oh! aunque no la tuvieras -interrumpió Vrlle-lnclán—. Yo estoy seguro de lo que veo. —Muy b i e n - d i j o D'Annunzio — esa seguridad tuya, unida á la certificación que posee éste... Nada. No importa nada la certificación—insistió Valle-Inclán—. Esto es un Benvenutto. — Si, hombre. Es un Benvenuto. ¿Que reis ver el certificado?—preguntó Benelli. — No hace falta certificación. ¿Va alguien á dudar de lo que afirmo? ¡Pero si nadie duda!... — Entonces. —Entonces. Esto es Benvenutto. Se inclinaron los tres de nuevo á contemplar la joya. Sem Benelli le ofreció el bastón á Valle-Inclán. —Te lo regalo. Lo había usado Cellini con la mano conque lo cinceló. Tú IJ usarás también con la mano conque cincelas. Os parecéis en espíritu Cellini y tú. —¿La certificación está firmada por el mismoBenvenutto?—preguntóD Annunzio sonriendo. Firmada, rubricada y escrita por el inmortal orfebre. Entonces regálamela á mí—concluyó D'Annunzio Este no necesita el certificado para nada. Le sobra con su palabra. Asi quedó acordado. Y esta es la historia del bastón de Valle-Inclán: ese bastón episcopal que habréis visto algunas veces sirviendo de apoyo á la misma mano que ha de inmortalizarse por haber cincelado Romance de lobos, Agnila de blasón... Voces de gesta. ~9. 3tU«Ui* K t m t i * , S a l i d a de la e s c u e l a El. viFjo.- Ditujo de Tito. [Claro! ¡Les quitan el Catecismo y al prójimo que lo parta un rayo! U n a mujer que pasa 'V- 1-A MUJER.— ¡Perdonad hermanos! Ni yo tengo dinero ni vosotros juventud. No podemos entendernos. Fauna nacional Dibujo de Tito. El. N1END1GO.—En este pueblo me parece que no se puede cantar lo de Dame un beso de amor. El cacique ha echao á perder eí arte. Lejos de los brahmanes y de sus flautas mágicas, los reptiles eran los emis.tEl s i l e n c i o y la s o m b r a . rios de la Gran .Segadora. Se acostarían en los bancos donde En Londres se ha suicidado un niño durante otras travesías plácidas los pade quince años. Esta noticia tan desoladora, tan in- sajeros contemplaran, serenos, el mar comprensible dentro de su vulgaridad, extenso; se retorcerían como en una aletiene una justificación mucho más amar- goría de Félicien Rops, sobre las baranga y cruel que el hecho mismo de esta dillas de hierro pintadas de blanco; treparían por las verjas sintiendo la nostalniñez buscando la eterna sombra. Era sordo y tartamudo. El mundo no gia de los troncos añosos de sus selvas; existió para el niño visualmente,y apren- fingirían en los rincones obscuros cuerdió á dibujar como un consuelo y como das enrolladas... Y tal vez á las altas horas de la noche un medio de expresar lo que avanzaba á jasos tácitos en el silencio de su alma; quedarían inmóviles, fascinadas por el o que florecía en la sombra de su jar- canto sobrenatural de las sirenas que atrajeron hace muchos siglos los navios din interior. La familia del suicida se encogía de de los héroes y de los dioses. ¿No se manifie.sta con este episodio el hombros ante su carácter huraño, sin comprenderlo. Quizás en algún momen- alma indomable del Oriente? Fs el Oriente misterioso y trágico to, alguien, la madre, volvería asustada la cabeza para no ver la mirada angus- que no se resigna á ser vencido y que tiosa, penetrante, del niño interrogando sobre un barro, símbolo de la civilización, impone la silenciosa tiranía de sus á la vida. Y como la vida en los amores ajenos, peligros con la ondulación siniestra y en las ajenas gallardías varoniles, en la muda de sus serpientes. imaginada dulzura de las voces de muLa picardía f r a n c e s a . jer—sólo podía predecirle la infelicidad, La Vie Parisieniie, uno de los semanael niño tuvo la valentía de ser cobarde rios más admirablemente frivolos d e frente á ella. Entre el silencio y la sombra, eligió Francia, ha publicado un tomo titulado Pantalomiades, con cien dibujos galantes la sombra. de Fabiano, Préjelan, Touraine, Nam, El a l m a del O r i e n t e . Leonnec, Cardona, etc. Son páginas deliciosas de picardía y A Marsella ha llegado un steamer alemán procedente de Calcuta, la ciudad de limpieza lineal. Forman un capitulo que no figura en La femme daiis la camisteriosa erizada de templos. El steamer atravesó los mares como ricature fraiicaise, de Gustave Kahm; un barco maldito. A bordo de él iba ti pero que debía figurar en ese fundamenterror como un pasajero inevitable. La tal libro. Porque estos nietos de Gavarmarinería trepaba á los más altos palos ni, deGrevin, de Constantin Gruys; esinterrogando con más impaciencia que tos artistas que continúan la obra de nunca, pidiéndole la obscura linea de Villette, de Guillaume y de Bac, dibujan tierra. Entre los equipajes había una á las frivolas muñequitas contemporájaula llena de serpientes. Alguien, ó tal neas con la misma galante finura é idénvez "nadie" —que es el nombre del des- tico amor á su belleza. tino—, abrió la jaula y las cobrax veneEl amor no tiene para ellos un solo nosas se escaparon. momento serio y juegan con él como La muerte de un marinero aumentó chiquillos traviesos con juguetes que no el pánico y los reptiles fueron dueños son suyos y pueden romper impunemente. del steamer. No dibujan feas más que á las muje¡Oh las noches claras, serenas, en alta mar, cuando sobre la cubierta se desli- res viejas ó á las madres complacientes zaran, silenciosas, las serpientes de pu- de cocotte. Mientras una mujer pueda hacer feliz pilas encendidas! á los hombres con la mentira del amor, mientras pueda inspirar deseos y arruinar á los absurdos banqueros y á los jovenzuelos, para cuyas madres Le Gau lois es como la Biblia para las protestantes, el humorista francés cuida de que sus mujercitas de talle breve, de labios anchos, carnosos, sean lo más atractivos posibles. Cuidan sus dibujos como un bijoutier de la calle de la Paz sus joyas de gran precio para sus desnudables, de gran precio también. Hay momentos en que parecen fundirse con las siluetas elegantísimas de Carlos Dana Gibsson. Porque también son rubias. Naturales ó artificiales; igual da. El rubio en ellas simboliza la finalidad sensual y la perversión imaginativa. No se concibe casadas—dentro del criterio, que Dios nos conserve muchos Mientras el mundo rueda-. años, español—á estas muñequitas. lían nacido exclusivamente para queridas, para amantes que nunca son fieles á su protector ó á su amant de ca'ur (caprichito, que dicen las exseñoritas de la Lista de Cv>rreos.( La fidelidad no existe en las parisienses de la tan parisiense Vie Parisienne. Dan su corazón—llamémosle asi -con la misma facilidad que la mano y se desnudan con la misma facilidad qUe se acuestan, para no dormir, y sino para otro cualquier infinitivo. Claro es que para eso deben ser los hombres tontos de remate; pero también son tontos los franceses dibujados por estos dibujantes de La Vie Parisienne. En cuanto al ingenio de los pies ó chistes, dicen las mayores enormidades }• las más crudas audacias, sin tropezar nunca en la grosería. Esta grosería de aqui tan española, que casi siempre nace de emplear el artículo y los pronombres posesivos antes del verbo, ó que lleva á los periódicos 1 is palabras obscenas del arroyo, no asoma nunca en el ingenio francés. Y, sin embargo, es más perverso, más sensual, está más cerca del placer con sus frases que las soeces salacidades que eivilecen nuestro ingenio desde hace algún tiempo. No se alegue que tan inmorales son unos como otros. Precisamente los semanarios humorísticos españoles necesitan un poquito de inmoralidad, siempre que sea fin... elegante, aristocrática en su sensualidaí!. De lo contrario PO pasaríamos nunca de los semanarios políticos que hablan de los harapos de Weyler, la nariz de Sánchez Toca y las sotanas de Maura, ni de los semanarios que causan el regocijo de cocheros, cobradores de tranvía, modistillas, tobilleras de cine y viejos senadores. Y en el mundo, amigos míos, hay que aspirar á más exquisitos regocijos y á conquistar nn público más inteligente. Pandereta. ¡Los toros! Con este grito suena la voz de España. Al brotar como un surtidor que e s pejea con acuosidades de seda ae sangre y de oro, bajo el sol, parece que tremola nuestra bandera y que un huracán de tragedia pasa por los espíritus martirizándoles 3' cegándoles y embruteciéndoles. Rueda, ruidosa, la jardinera. Suenan los cascabeles. Centellean las gemas y los alamares de los trajes toreriles y en el vértigo y en el polvo se adivinan rostros bestiales y íanés pálidas. Corren detrás de la jardinera la carne de presidio, la carne de matonismo y la carne de la guerra. Nuestra fiesta va á empezar. Las manos toscas, las manos pulidas, las manos que saben tirar una botella, pero que no se atreven á empuñar un estoque ó á mover el paño rojo de una muleta, secan el sudor en las frentes ávidas del pelig i o ajeno. Suena el clarín. 3s>« 7ranci>. Al m a r g e n del Quijote. L a a v e n t u r a del cuerpo m u e r t o . ,,. el caballero con hambre, y el escudero con ganas de comer... El cocinero de Su Eminencia. |u eminencia el Nuncio apo.stólico de su Santidad en la cortesana villa de las lispañas, por aquel entonces (que 30 tengo tanta man a en traer á cuento), estaba tan bien servido que cerca hallábase de poder decir con toda ceñida justeza y lumino.sa verdad que: Domelliis curaban del, princesas de sn rocino. Pero si no esto al pie de la letra, porque no es ejemplar que los señores clérigos, por altos y encumbrados que estén, hagan publicidad de las doncelleces que se marchitan bajo sus hábitos, ni de las grandezas que merecen estar en sus cuadras más que privando en la corte, pudiera refundirlo ó parafrasearlo en estotro sentido: Tengo (i Minerva por á Apolo por cocinero. anuí, Y acá fuera como dicen, dar en el chivo, que si no Apolo en persona, si un muy cumplido servidor de su olímpica majestad, era jefe en las cocinas de la Nunciatura. Las crónicas olvidaron su nombre, pero no así sus hechos y hazañas, famosos en les floridos campos de las Letras. El bueno del maeso, entre el borboritar de las ollas y el freir de las sartenes, emborronaba pausadamente luengos y barbados pliegos de papel, muchos de los cuales sirvieron poco antes de envoltura á especies y harinas. Y no vayan á :>ensarse que era lo que escribía fórmuas complicadas de sustanciosos guisos, sino comedias y comedias, varoniles y de enjundia, á la manera de las más famosas y discutidas de Lope. Y diz que una vez acabó una en la que tenia puestas como en garrida moza, las niñas de s u s ojos y las telillas de su alma, y así como púsola la bomba de rigor y por debajo el //«/'.v, quitóse mandil y g o rro, y encasquetándose chambergo, tabardo y espada, encaminóse hecho un d u q u e de Alba hacia la posada del muy alto ingenio don Francisco de Quevedo. Hízose anun ijr como quien era. Y don Francisco, en gracia al amo á quien servía, excusóle de antesala prolija, aunque sin tener tan pur|)urado señor hicier.i lo mismo qu • L.i-^ ingenios de ley, como toda la gravedad y grandeza tienen la en las obras acontecen ser harto sencillos y familiares en las costumbres. - -f-A qué le envía su eminencia? — (lijóle como le tuvo delante. A lo que con toda meliflua y monjil cortoanía respondió el mantenedor y curador de la gula cardenalicia: -No es su eminencia mi amo, quien á vuesamerced me envía, sino mis obras. -En el alm-i vos lo estimo, hermano — irplicó don Francisrc) c o n muy buena le ; pero no sé yo en que pueda haberos loado para que me regaléis con alguna iiuignitica golosina. Aunque en esta casa no se hace penitencia más de los Viernes, sabed que acepto lo <HK- sea y de muy buena gana. Señor mío -tornó á repetir el del fogón—, aunque no me lo perdone vuesamerced, sepa que no es dulce ni fritanga lo que le traigo por ahora, aunque sí lo haré mañana, si vuesamerced es servido dello, sino cosa que amañó mi claro intelecto y elaboraron mis ágiles manos. Tráigole á vuesamerced una comedia. Don P'rancisco quedó tan sorprendido que se le mudó la color. —Yo quiero—prosiguió el pretendiente—que vuesamerced la lea, y por la impresión que la lectura deje en su ánimo, que me diga si es verdad que sufren las musas un grave perjuicio con tenerme amarrado á los fogones de Su Eminencia. Desembarazóse de los pliegos cosidos que componían su obra y dejóla sobre la mesa en que el señor de la Torre de Juan Abad laboraba, besóle humildemente la mano, y salió con la mesma compostura que había entrado. Desde entonces cada dos ó tres días abandonaba su menester y acudía en demanda del fallo del supremo señor de las burlas y de las veras. Pocas veces le hallaba, porque el bueno de don Francisco no atrevíase á dar la justa opinión que de la comedia tenía formada; ¿qué (Dibujo de R. Marín ) gano con traerme un enemigo? pensaba. ¿Pero qué bien me echo con alentar á un iluso? Famosos sonetos asará el pecador. Al fin un día llamó y el gran maestro mandóle que pasara. Ilizole muy melifluo, besóle la mano V le dijo cómo cada noche teníale presente en sus oraciones. Mostró complacencia y agradecimiento dello el autor de Las zahiirdas y luego le dijo: —Amigo mío, hoy soy yo el nue necesito de vuestro autorizado y para mí valioso consejo. ¿Cómo asi?—respondió el otro confundido—, el más alto ingenio del Parnaso español, puede necesitar para nada á este pobre aprendiz... quizá con el tiempo... —Es ello -continuó Quevedo — que hame entrado en vena el cocinear, veo que esto de las Letras no es cosa que aproveche, mientras que el oficio que vos dejáií por el que hasta aquí llevé, nunca tiene peligro de ayuno forzoso, y á este fin he preparado como ensayo esta menestra: probadla y dadme v u e s tra leal opinión. y descubriendo una batea que había en una mesilla baja, apareció un deslavazado guisote. No más que con verlo, conociera el más profano en el arte culinario, ciue aquello era peor que bazofia para los perros; pero el procer de los guisos, entendiendo que si no alaba iría en perjuicio de su obra, probolo con un dedo como han por costumbre los de su raza, limpióle desnués en la ropilla, sin acordarse que no era tr^je para oficiar, y dijo, poniendo los ojos en blanco, que en toda su vida había hecho cocinero en el mundo nada tan sabroso. A lo que respondió el ingenio poniéndole la malhadada comedia entre las manos: Pues a s i e s vuestra obra; andad, hijo, y que Dios lo provea, que sólo para esto vale y aun no mucho, que el papel es de granillo, y raspa... TPUflo San 3 a » i > te u ll C¿5 A n u n c i o s e c o n ó m i c o s . 15 p a l a b r a s , 2 p t s . C a d a p a l a b r a m á s , 15 c t s . P A F I C I O N A D O S y fotógrafos. P e d i d s i e m pre placas y p a p e l e s «Greishaber». Prec i o s d e fábrica. J a r d i n e s 3 6 . Madrid. 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