Creencias y actitudes hacia la inmigración

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Creencias y actitudes hacia la
inmigración: estereotipos, prejuicio y
regulaciones normativas
JOSÉ-FRANCISCO VALENCIA, LORENA GIL-DE-MONTES Y
FRANCISCO ELEJABARRIETA
Universidad del País Vasco
Resumen
Se analizan las relaciones entre creencias y actitudes, así como diferentes regulaciones normativas en la
explicación de los estereotipos y prejuicio hacia los inmigrantes. En los dos estudios las medidas de respuesta libre
sobre creencias aportan una apreciable consistencia en su relación con las actitudes. Igualmente se encuentra una
evaluación más positiva de los emigrantes en la condición normativa individual que en la normativa de sustitución. El segundo estudio plantea las diferencias de evaluación entre los grupos de inmigrantes argentinos y
magrebíes. Finalmente, se defiende la pertinencia de la teoría de las Representaciones Sociales para explicar las
diferentes lógicas que el metasistema induce en la actuación en las operaciones cognitivas.
Palabras clave: Estereotipos, representaciones sociales, relaciones actitud-creencia, prejuicio, regulaciones normativas.
Beliefs and attitudes towards
immigration: Stereotypes, prejudice and
normative regulations
Abstract
Belief-attitude relations, as well as different normative regulations in the explanation of stereotypes and
prejudices toward immigrants are analysed in two studies. It is found in both of them that free-response measures of beliefs show a highly consistent relation with attitudes. Similarly, the evaluation of immigrants turns
out to be more positive under individual normative conditions than under substitution ones. The second study
focuses on the differential evaluation of Argentinian vs. Morrocan immigrant groups. Finally, the relevance of
the theory of Social Representations for the explanation of the different rationales imposed by the metasystem on
cognitive operations is emphasized.
Keywords: Attitude-belief relationship, normative regulations, prejudice, social representations,
stereotypes.
Agradecimientos: Los autores desean agradecer al proyecto Europeo INTAS Ref. N. 03-51-3123 así como al proyecto I+D+I 120/03 del Instituto de la Mujer del Ministerio de Asuntos Sociales, la posibilidad ofrecida para
la redacción de este texto.
Correspondencia con los autores: José Francisco Valencia, Facultad de Psicología, Universidad del País Vasco. Avenida de Tolosa 70, 20018 San Sebastián, E-mail: [email protected]
© 2004 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0213-4748
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El fenómeno de la inmigración en nuestro país observa una característica diferenciadora: de ser un país emigrante, ha pasado a ser un país de inmigración. Así
por ejemplo mientras según el INE la emigración en España ha descendido de
1991 (100,3 por cada 100000 habitantes) a 1998 (35,4 por cada 100000 habitantes), la inmigración ha recorrido el camino inverso (62,4 vs. 206,31 respectivamente). Estos cambios estructurales que ha sufrido la sociedad han tenido su
reflejo en las encuestas de opinión de la población. Así, mientras que la percepción de que hay demasiados inmigrantes, en el año 1991 era de un 12%, en
1994 de un 25% y en el año 2000 de 40%. Igualmente, estudios sobre la xenofobia encuentran que aproximadamente un tercio de la población mantiene estas
actitudes (Díez Nicolás y Ramírez Lafita, 2001) y que mientras entre 1991 y
1998 los niveles descienden, la situación cambia en el período 1998-2000 (véase
también Morales, 2003). De hecho, la inmigración como problema social, si
bien no aparecía en la encuesta del CIS de 1999 como respuesta espontánea a la
pregunta sobre los “problemas de España”, en el año 2000 era mentada por un
6,7% de los participantes y en el año 2001 era mentada por el 31% de los entrevistados, ocupando el tercer lugar, encontrándose inmediatamente detrás del
paro y el terrorismo, pero antes que, por ejemplo, problemas de drogas y alcoholismo (Pérez-Díaz, Alvarez-Miranda y González-Enríquez, 2001).
Este tipo de cambios en la esfera pública ha llevado también al comienzo de
estudios sobre la inmigración por parte de los psicólogos sociales, enmarcándolos
con los estudios del racismo, como en los discursos cotidianos (Rebolloso, Hernández y Pilar, 2000; Rebolloso, Fernández-Ramírez, Pozo Muñoz, HernándezPlaza y Rebolloso, 1998), los valores (Gómez Berrocal y Ruiz-Romero, 2001),
prejuicio y contacto (Martínez, Paterna, Rosa y Angosto, 2000), o racismo
moderno (Navas, 1998; Rueda y Navas, 1996). Los pocos estudios sobre distintos grupos de inmigrantes encuentran que los magrebíes (los más recordados por
otra parte en estudios de opinión) son los peor evaluados, peor que los subsaharianos (Molero, Cuadrado y Navas, 2003; Rueda, Navas y Gómez, 1995).
La relación entre estereotipos y actitudes, por su parte, si bien estudiada en
otras áreas como por ejemplo el género (Expósito, Moya y Glick, 1998; Glick et
al., 2000; Moya, 2003), no ha sido sin embargo, estudiada en este fenómeno tan
importante para la sociedad en nuestro contexto. La idea popular de que los estereotipos –creencias sobre las características de los miembros de un grupo– llevan
al prejuicio –actitud negativa sobre los miembros de un grupo– ha tenido su
contrapartida teórica tanto en el estudio de los estereotipos como en el estudio de
las actitudes (Stroebe e Insko 1989); en concreto en el estudio de la relación estereotipos y prejuicio (Harding, Proshansky, Kutner y Chein, 1969; Tajfel, 1984)
y en los determinantes de las actitudes (Eagly y Chaiken, 1993), entre los cuales
la dimensión cognitiva ha sido de especial relevancia.
La relación entre estereotipos y prejuicio
Hace ya unas cuatro décadas que Brown (1965) planteó la vuelta al estudio de
estereotipos con su ataque a las “líneas equivocadas de objeción” (p. 176) en las
que la psicología social había “pervertido su ciencia para conseguir un objetivo
moral” (p. 366). Por la misma época Tajfel (1969) planteó la necesidad de tomar
en cuenta los aspectos cognitivos del prejuicio a modo de categorías que dan
coherencia y orden a nuestro contexto social. Posteriormente, Tajfel (1981)
“reformula” su planteamiento en el sentido de las funciones que los estereotipos
cumplen para los grupos: la funcion de diferenciación de otros grupos y la función de creación de ideologías grupales que legitimen y justifiquen las acciones o
el comportamiento contra esos grupos. Esta reformulación puso de relevancia las
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funciones ideológicas y colectivas que los estereotipos cumplen para los grupos:
las funciones de diferenciación, de causalidad social y de justificación del comportamiento hostil. Los estereotipos, en este sentido serán, más que causas del
comportamiento, justificaciones o “racionalizaciones” de las posiciones de los
grupos (Echevarria, Garaigordobil, González y Villarreal, 1995; Jost y Banaji,
1994; Jost y Burgos, 2000).
Por otra parte, la distinción entre estereotipo y prejuicio observa ciertos paralelismos con la distinción entre actitud y creencia en el estudio de las actitudes.
En este trabajo entendemos por estereotipos esos tipos de “mitos sociales” (Tajfel, 1984) o “serie de creencias compartidas sobre los atributos personales de un
grupo” (Ashmore y Del Boca, 1981; Brigham, 1971). Además entendemos por
prejuicio la actitud hacia los miembros de algún exogrupo en el que las tendencias evaluativas son básicamente negativas (Harding, Kutner, Proshansky y
Chein, 1954; Harding et al., 1969). Una definición de este tipo nos puede ayudar a evitar las ambigüedades sobre el termino prejuicio (negatividad, justificación o no, etcétera). La relación entre estereotipos y prejuicio ha observado diversas vicisitudes ya desde su origen.
Por ejemplo, Katz y Braly (1933), en su estudio original sobre estereotipos,
encontraron relación entre la evaluación de las escalas de Bogardus y Thurstone
para los diversos grupos nacionales y el orden de rango de dichos grupos. Los
autores propusieron que las evaluaciones de los grupos estaban en función de los
rasgos que se les adscribían, reflejando así, estas atribuciones, los estereotipos
que mantenía la cultura americana. En segundo lugar, pidieron a los participantes que puntuasen cada uno de los adjetivos en función de su grado de deseabilidad como rasgos para sus amigos y compañeros. En tercer lugar, obtuvieron un
rango de los 10 grupos étnicos estudiados sobre la base de su preferencia por su
asociación con sus miembros. Con ello obtuvieron un índice nuevo que, por una
parte, multiplicaba la media de las puntuaciones de deseabilidad de un rasgo por
la frecuencia con la que era juzgado como típico para un grupo y, por otra parte,
promediaron dichos rasgos por los productos de deseabilidad dentro de cada
grupo. Los resultados encontraron que los rangos de los dos índices eran similares.
Brigham (1971), por su parte, no encontró relación entre estereotipos y prejuicio. Al igual que Katz y Braly, recogió los datos basándose en la relación entre
adscripción de rasgos y evaluación grupal. Sin embargo sus resultados no encontraron relación. De hecho, Brigham pidió juicios sobre la tipicidad de 15 rasgos
de los negros, pero no pidió una evaluación de los rasgos en función de su importancia o deseabilidad.
En resumen el estudio de la relación entre estereotipos y prejuicio, sea a nivel
colectivo, sea a nivel individual, encuentra que la consistencia entre creencias
(estereotipos) y actitudes (prejuicio) se da cuando los rasgos estereotípicos relativos a un grupo son ponderados por la evaluación de dichos rasgos, como en el
estudio de Katz y Braly (1933) en el plano colectivo, o como en los nuevos estudios sobre estereotipos en el plano individual (Eagly y Chaiken, 1993; Eagly,
Mladinic y Otto, 1991; Eagly y Steffen, 1988; Esses, Haddock y Zanna, 1993;
Glick y Fiske, 1996; Glick et al., 2001) para diversos grupos sociales.
La relación entre creencias y actitudes
En el estudio de las actitudes, la idea de que las creencias determinan las actitudes ha cobrado especial relevancia desde que se emprendió la aplicación de los
modelos de valor x expectativa a su estudio (Ajzen, 2001; Ajzen y Fishbein,
1980). Estos modelos presuponen que las actitudes pueden predecirse de las cre-
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encias, es decir, del valor esperado de los atributos que se adscriben al objeto de
actitud. Este valor esperado se deduce del sumatorio del significado evaluativo
de los atributos, después de multiplicar la evaluación de cada atributo por la probabilidad subjetiva que caracteriza al objeto de actitud (Valencia, 1994).
Al lado de las creencias como determinantes importantes de las actitudes, se
han estudiado otros determinantes de las actitudes (Insko y Schopler, 1967; Katz
y Stotland, 1959; Rosenberg y Hovland, 1960). En concreto, se han estudiado
los determinantes afectivos de las actitudes (Zajonc, 1980) y los determinantes
comportamentales (Bem, 1972). Grosso modo, se podría decir que las actitudes
se basan en tres fuentes de información: cognitivas (creencias), afectivas (emociones y sentimientos) y comportamentales (Eagly y Chaiken, 1993; Zanna y Rempel, 1988). El presente trabajo, sin embargo, se basa en el estudio de la relación
entre creencias (estereotipos) y actitudes (prejuicio). En concreto pretende indagar las condiciones en las que las creencias se relacionan con las actitudes, teniendo en cuenta las fuertes criticas metodológicas que desde hace tiempo han puesto
en duda tal relación.
Problemas metodológicos: La investigación sobre los contenidos
evaluativos de los estereotipos
Tradicionalmente, los métodos con los que los investigadores han estudiado
las creencias como determinantes de las actitudes han presentado a los participantes una lista de atributos en los cuales estos han de evaluar la medida en la
que el objeto de actitud puede ser descrito por cada atributo. A menudo, por
medio de un pretest, se establecen los atributos adscritos al objeto de actitud,
como en el caso de las creencias modales de Fishbein y Ajzen (1975) y, posteriormente, se pide a los participantes que evalúen positiva o negativamente cada uno
de los atributos. Estos estudios han encontrado correlaciones moderadamente
altas entre creencias y actitudes (Fishbein y Coombs, 1974; Stephan y Stephan,
1993).
Estos resultados, sin embargo, han sido criticados (Eagly y Chaiken 1993;
Eagly et al., 1991; Esses et al., 1993), porque las creencias que los participantes
presentan en los cuestionarios no son sino otros meros indicadores de sus actitudes. Esta lógica, consistente en puntuar el objeto de actitud en escalas evaluativas, se basa en la “lógica del diferencial semántico” (Himmelfarb, 1993), la cual
presenta una evaluación de creencias evaluativas en relación con un objeto de
actitud. La validez del diferencial semántico para evaluar un objeto de actitud no
dependerá tanto de que el respondente haya considerado que el objeto de actitud
tenga la propiedad a la cual la escala se refiere (limpio-sucio, cálido-frío), ni tampoco dependerá de que el respondente crea que el objeto de actitud pueda ser
descrito recurriendo a dicha propiedad (limpio-sucio, cálido-frío). Su validez,
según Osgood, Suci y Tannenbaum, (1957) dependerá de que las actitudes del
respondente se expresan por el significado connotativo que adscriben al objeto
de actitud. Debido a que no se pide a los respondentes que valoren estas escalas
en función de sus creencias previas sobre el objeto de actitud, los participantes
reaccionarán a dichos items recuperando de su memoria su actitud general y
construyendo, por tanto, las creencias de modo consistente con su actitud. Según
Osgood et al. (1957), estas respuestas evaluativas no reflejan realmente el significado denotativo que los respondentes adscriben al objeto de actitud y por lo
tanto, no deberían ser interpretados como indicadores de que los respondentes
crean realmente que el objeto de actitud posea dichos atributos.
En general, las investigaciones que presentan creencias en escalas evaluativas
y después realizan un sumatorio de dichas creencias deberían ser vistas más como
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evaluaciones de las actitudes y no de las creencias que subyacen a dichas actitudes.
Este hecho puede explicar cómo la predicción de la actitud a partir de atributos evaluativos no ha encontrado en la literatura diferencias utilizando atributos
comúnmente adscritos al objeto de actitud y atributos poco adscritos al objeto
de actitud. Así, por ejemplo, Smith y Clark (1973) encuentran que las actitudes
hacia los negros fueron pronosticadas con igual precisión usando escalas de creencias de que los negros poseían rasgos asignados por los participantes en un pretest a los negros (atlético, piel negra), que usando escalas de creencias de que los
negros poseían creencias asignadas a los comunistas chinos (malvados, cortos),
atributos estos últimos que no tenían nada que ver con los estereotipos hacia los
negros.
De manera similar, en el área de los estereotipos de género, Eagly y Mladinic
(1989) encuentran que la evaluación de un listado de creencias sobre atributos de
estereotipos de género predecían tanto las actitudes hacia hombres y mujeres
como –e incluso mejor– hacia partidos políticos demócratas y repúblicanos. Este
tipo de estudios (por ejemplo, Hackman y Anderson, 1968; Kaplan y Fishbein,
1969) muestran, en definitiva, que las correlaciones positivas entre las actitudes
y las puntuaciones en escalas de atributos evaluativos son relaciones entre dos
formas de medir las actitudes hacia el objeto y no la relación entre creencias y
actitudes.
Ventajas de medidas de respuesta libre de creencias
Con el fin de superar las limitaciones que afectan tanto al estudio de los estereotipos como al de las actitudes, se han planteado nuevas estrategias metodológicas para el análisis del contenido evaluativo de los estereotipos sobre grupos
sociales (Ashmore, Del Boca y Wohlers, 1986; Eagly y Chaiken, 1993; Eagly y
Mladinic, 1989). Estas nuevas estrategias se basan en la “asociación libre de palabras”. Esta técnica, sin embargo no es nueva, pues ya Galton (1885) proporcionaba a sus participantes palabras-estímulo con el fin de analizar las reacciones
verbales a dichos estímulos. Además, en psicología social, se ha convertido en
una herramienta básica en el área del estudio de las representaciones sociales
(Abric, 1994; de Rosa, 1995; Di Giacomo, 1985; Wagner, Elejabarrieta y
Valencia, 1994).
En el área de los estereotipos, estas estrategias consisten en pedir a los participantes i) que estimen los atributos que elicitan la inducción de grupos sociales;
ii) que estimen, asimismo, la probabilidad de que los miembros de esos grupos
posean dicho atributo y iii) que evalúen cada uno de los atributos. Este procedimiento facilita que cada respondente emita sus estereotipos personales hacia los
grupos en cuestión, evitando así la utlización de largas listas de características
muchas veces arbitrarias, y que, además, valore el contenido de los estereotipos
estimando la evaluación de cada uno de los rasgos.
Este método de respuesta libre de creencias no está exenta de criticas. Así, se
podría pensar que los respondentes construyen sus nuevas creencias al responder
al estimulo inductor, en especial cuando no tienen experiencia de creencias sobre
el objeto actitudinal. Sin embargo, cuando un objeto es familiar, construirá
diversas creencias. Este método permite, sin embargo, que los participantes no
inventen nuevas creencias, sino que recuperen las más accesibles en la memoria.
Así, es más probable que reaccionen de aquella manera cuando se les presenta
una lista de rasgos que cuando se les pide que describan lo primero que viene a la
mente ante un estímulo inductor.
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Por otra parte, la utilización de medidas de respuesta libre de creencias
permite obviar la necesidad de valorar el contenido evaluativo de las creencias por la probabilidad subjetiva, lo que ha sido criticado por los estudios
de actitudes (Bagozzi, 1985; Evans ,1991). El compuesto multiplicativo de
dos variables supone interacción entre ellas y a ello se añaden los problemas
de los modelos aditivos (Eagly y Chaiken, 1993). Estos problemas aditivos
desaparecen cuando las respuestas idiosincraticas de los participantes se elicitan. Así, por ejemplo diversos estudios han mostrado que cuando las creencias propias de los participantes se elicitan, los pesos de las expectativas no
aumentan la predicción de las actitudes (Cronen y Conville, 1975; Eagly y
Chaiken, 1993; Esses et al., 1993).
Estereotipos, Representaciones Sociales y Sistemas normativos
Hace ya casi 20 años Tajfel, en su último articulo escrito, sobre “relaciones
intergrupales, mitos sociales y justicia social en psicología social” (1984) planteó
la pertinencia del estudio del poder psicológico de los mitos sociales en las relaciones intergrupales. “Estos mitos –escribió– sean llamados “representaciones
colectivas”, representaciones sociales. o estereotipos “sociales” –en contraposición a los individuales– constituyen un lugar fundamental en las bases que afectan a los aspectos colectivos del comportamiento de las masas de individuos (p.
696).
Esta idea del estudio de los mitos o estereotipos sociales no pudo ser llevada a
cabo por Tajfel, pero ha tenido su continuidad en los trabajos sobre las representaciones sociales de los sistemas normativos de la escuela de Aix (Flament, 1994;
1999, 2001) así como por la versión de Doise de las representaciones como principios organizadores de las relaciones simbólicas entre los individuos y los grupos, como aquellos marcos comunes de referencia que necesitan los individuos y
los grupos para relacionarse y que son generados a través de los sistemas de
comunicación (Doise, 1993; Doise y Staerklé, 2001).
Ambas versiones van a presuponer la existencia de consenso en la sociedad
(por ejemplo en los estereotipos sobre grupos minoritarios) no como equivalente
a mayoría, sino como equivalente a regulaciones normativas (Flament, 1999)
que guían las relaciones simbólicas (entre grupos, en el caso de los estereotipos,
por ejemplo). Con terminologías diferentes, ambas versiones plantean la relación
entre diferentes lógicas –modelos normativos dirá Flament (1999)– del funcionamiento cognitivo: el metasistema y el sistema cognitivo.
En este sentido, Doise (1990) plantea que hay regulaciones estables que
caracterizan las relaciones simbólicas entre grupos. En concreto, Moscovici
(1976), tratando de explicar las diferentes lógicas que caracterizan el pensamiento normalizado y el pensamiento cotidiano, propone que en este último intervienen dos sistemas cognitivos: “vemos que funcionan dos sistemas cognitivos, el
uno que procede con asociaciones, inclusiones, discriminaciones, deducciones, es
decir el sistema operativo, y el otro que controla, verifica y selecciona con la ayuda
de reglas –lógicas o no–; se trata de un tipo de metasistema que reelabora la materia producida por el primero (p. 254). El metasistema, por tanto, esta constituido por regulaciones sociales que “controlan, verifican y dirigen” las operaciones
cognitivas.
Sucederá, entonces, que en diferentes dominios del pensamiento cotidiano
podemos necesitar la aplicación rigurosa de los principios lógicos, como en el
dominio científico, y otros de una lógica de naturaleza social, como en las controversias de todo tipo. El pensamiento natural se centrará en la comunicación,
direccional y “de controversia”. Así, un posicionamiento particular se defenderá
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recurriendo a formas de argumentación que serían juzgadas como inaceptables
en el marco de un debate científico, como en el caso de las controversias sobre la
inmigración, racismo etcétera. Los mismos individuos, en este sentido, harán
intervenir diferentes metasistemas en diferentes contextos sociales.
Según Doise (1990) será el análisis de las regulaciones realizadas por el metasistema social en el sistema cognitivo lo que constituya propiamente el estudio
de las representaciones sociales, en la medida que sus lazos con las posiciones
específicas en un conjunto de relaciones sociales sean explicitas. Según estas posiciones, las exigencias del metasistema variarán. Dicho de otro modo, las operaciones cognitivas que tradicionalmente ha trabajado la “cognición social” se
regirán por regulaciones sociales diferentes (Moscovici, 1986; 1993); en concreto, “por las regulaciones normativas que controlan, verifican y dirigen” dichas
operaciones cognitivas.
Esta relación entre principios organizadores de regulaciones sociales y operaciones cognitivas no es, sin embargo, nuevo en psicología social: se podrían
explicar diversos resultados de la literatura experimental a partir de este planteamiento. Así, por ejemplo Jellison y Green (1981), trabajando con el locus de
control de Rotter, tradicionalmente ligado a rasgos de personalidad, encontraron
que los participantes contestaban de forma diferente cuando en las instrucciones
para completar el cuestionario “de personalidad” se les decía que “Se trata de una
prueba para un empleo, el cual usted tiene la necesidad de obtener, responda de
tal forma que usted sea bien visto”, que cuando se les decía que “Se trata de una
prueba para un empleo, de tal manera que sea mal visto, porque usted no quiere
para nada este trabajo, pues prefiere quedarse en el desempleo”. En la primera
condición, los participantes respondían masivamente de forma interna, mientras
en la segunda lo hacían de forma externa.
En un área similar, Beauvois, Gilibert, Pansu y Abdelaoui (1998) pidieron a
los participantes que eligieran entre atribuciones internas o externas en relación
con comportamientos deseables o indeseables. Posteriormente pedían a los participantes que respondiesen “como lo haría otra persona” que pertenece a su
grupo, o, en otra condición, “como lo haría los miembros de un grupo diferente”. Los resultados encuentran puntuaciones de internalidad superiores en el caso
de las respuestas de una persona susceptible de pertenecer a su propio grupo e
inferiores cuando se responde en lugar de un miembro del exogrupo. Se podrían
pensar que las operaciones cognitivas de internalidad se derivan de las regulaciones sociales del contexto, como por otra parte ya había sugerido Ichheiser (1949)
para el error fundamental de atribución.
Otro ejemplo lo podríamos encontrar en el área del desarrollo moral e ideología política. Así Emler, Renwick y Malone (1983) o Sparks y Durkin (1987)
encontraron que los estudiantes que se consideraban políticamente conservadores o progresistas utilizaban respectivamente más argumentos del estadio 4 de
Kohlberg (necesidad de respeto de las normas para el buen funcionamiento del
sistema social) o del estadio 5 (fundamento contractual de las reglas sociales y de
prioridades de valores) respectivamente, pero cuando eran invitados por el experimentador y se les pedía a los estudiantes conservadores responder como si fueran progresistas y viceversa, los participantes utilizaban los principios organizadores utilizados por los otros grupos políticos.
Algo similar se ha encontrado en el área de la discriminación. Por ejemplo
Ravaud, Beaufils y Paicheler (1986) pedían a sus estudiantes de clases compuestas por jóvenes discapacitados y no discapacitados, a) que se describieran a si mismos, b) que se describieran los unos a los otros, c) que describieran a los discapacitados en general y d) que describieran a los no discapacitados en general. Los
resultados encuentran que no hay diferencias cuando los discapacitados y los no
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discapacitados se describen a sí mismos ni cuando se describen los unos a los
otros. Las diferencias se dan cuando juzgan a los discapacitados y no discapacitados en general.
Igualmente, en el área de la inmigración, Doise (1993) pedía a estudiantes suizos e inmigrantes –españoles e italianos de segunda generación–, que
describieran en función de 20 estereotipos (Peabody, 1968) los cinco grupos
siguientes: a) tú mismo, b) los suizos en general, c) los extranjeros en general, d) tus amigos y e) la gente de tu nacionalidad. Los resultados encuentran
que mientras se da una gran similitud entre ellos a la hora de describirse a si
mismos y a sus amigos, cualquiera que sea el origen de los respondentes, la
diferencias aparecen en el caso de las pertenencias grupales. En el mismo
sentido, en los estudios de opinión pública sobre los inmigrantes, las estategias de “apreciación” de opinión (Morales, 2003) han encontrado que mientras un 13% de la población emite respuestas negativas de desconfianza o
desprecio en la pregunta cómo los trata usted, un 61% lo hace a la pregunta
cómo los trata la sociedad española (Díaz Nicolás y Ramírez Lafita, 2001).
Además se ha encontrado que la favorabilidad de la actitud hacia los inmigrantes desciende en función de las características de la pregunta: a la pregunta usted, la actitud es más positiva que a la pregunta “apreciada” de tus
amigos, la cual a su vez es más positiva que a la pregunta “apreciada” de los
españoles en general (Morales 2003).
Procesos similares se han encontrado en el área de los juicios morales cuando
se pedía a los participantes que respondiesen según comportamientos de “sí mismos” o según comportamientos de “los otros” (Cates y Messick, 1996), o en el
área de las representaciones sociales (con cuestionarios de caracterización) en el
caso de respuestas “bien vistas” o “mal vistas” cuando los participantes responden al cuestionario como lo haría “un estudiante”, “los maestros”, “los padres” u
“otros estudiantes” (Flament, 1999).
Esta relación entre sistemas normativos de creencias y operaciones cognitivas,
en el área de la discriminación y el racismo, han sido abordada también desde
marcos teóricos diferentes. Por ejemplo Devine (1989) muestra que ese tipo de
creencias consensuales (estereotipos culturales de activación automática, dirá
ella) como son los estereotipos negativos, aparecen incluso en personas que explícitamente rechazan la discriminación, cuando han estado expuestas a un “priming” de condiciones raciales. La autora sugiere que es en la articulación entre el
conocimiento experiencial (creencias personales) y el conocimiento compartido
(estereotipos culturales) donde se toma conciencia del prejuicio, articulando así,
elementos consensuales normativos y conocimiento experiencial.
En estos marcos de referencia compartidos, el consenso no es el resultado final
de un acuerdo mayoritario, sino de un acuerdo normativo. Ello no implicará
solamente un acuerdo consensual, si bien un debate social supone conocimiento
compartido. El posicionamiento social se deriva del anclaje de creencias compartidas en grupos diferentes. Estos grupos no solamente difieren en el distinto acceso
a la misma información, sino también porque sus miembros comparten diferentes creencias y experiencias. Los principios normativos se desarrollan durante el
proceso de socialización y orientan el posicionamiento en puntos de referencia
comunes. Así, el posicionamiento social no solamente será la expresión de una
opinión, sino, y sobre todo, una manera de construir un significado con vistas a
ajustar lo que pensamos a lo que la sociedad piensa. En consecuencia, el posicionamiento provee los medios para articular las variaciones entre las creencias
intergrupales y el conocimiento con la cristalización temporal de una red de significados en una esfera pública determinada.
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Con el fin de tomar posición en una red de significados compartidos, los
individuos tienen que conocer los términos del debate y enlazarlos con sus
puntos de vista sobre la vida social (por ejemplo, la máxima de buenas
maneras de Grice (1979)). Por ello una toma de posición estará conectada y
regulada por principios más generales de pensamiento. Dependiendo de la
implicación individual en las relaciones comunicativas entre los actores
sociales, estos principios de pensamiento estarán más o menos estructurados
y corresponderán a posiciones más o menos obvias (McLeod, Pan y Rusinski,
1995). El trabajo de Devine es una buena ilustración del posicionamiento
social. Devine (1989) basó su perspectiva sobre el juicio social en el conflicto
que se da entre una cognición activada automáticamente (es decir creencias
culturales) y un expresión más controlada de las opiniones personales (creencias personales). Se podría pensar que el conocimiento automático es de
hecho un conocimiento compartido (un estereotipo es más o menos conocido
por todos, en un contexto social específico) y este pensamiento controlado es
un posicionamiento social (la gente expresa su posición a favor o en contra
de un estereotipo). Sería difícil considerar una creencia como una construcción cognitiva personal. Por lo tanto, un estereotipo, en la medida en que es
conocimiento compartido adquirido durante la socialización, podrá ser
rechazado cuando los grupos o personas se implican en un debate social
determinado. Una creencia personal es, por ello, una posición que puede ser
adoptada porque los individuos adquieren diferentes tipos de conocimiento
durante su proceso de socialización (Duveen y Lloyd, 1990).
En este sentido, una creencia personal, no será meramente el resultado de una
actividad cognitiva, sino que se anclará en las experiencias y valores de los grupos
sociales. Así, Kinder y Sears (1981) y Katz y Hass (1988) mostraron que posiciones raciales de los blancos se integraban en principios más generales hacia la vida
social. Un posicionamiento pro negro se regula por el principio normativo dirigido por los valores de justicia social e igualdad mientras que el posicionamiento
antinegro se organiza por la ética protestante basado en la meritocracia y la disciplina.
Van Dijk (1998), si bien en con un planteamiento teórico diferente al de
Devine, también diferencia entre Sistemas Compartidos de representaciones
sociales (basados en el conocimiento social compartido) y modelos situacionales
o pragmáticos (basados en experiencia e interpretaciones personales), estudiando
el prejuicio como una articulación entre ambos.
Implicaciones metodológicas de los sistemas normativos
Estas disquisiciones teóricas en el área de las representaciones sociales y estereotipos han llevado recientemente a tomar en cuenta “Los efectos del contexto
psicosocial sobre la producción de asociaciones verbales”. Guimelli y Deschamps
(2000) han elaborado una metodología para el estudio de la relación entre los sistemas normativos y los procesos de estereotipia en el caso de los gitanos. Pidiendo a los participantes asociaciones libre de palabras a la palabra inductora “gitano”, posteriormente que las valoren positiva o negativamente (oscilando entre -2
y 2) y que evalúen el porcentaje de los gitanos que observan el estereotipo descrito, utilizan dos contextos diferentes para los sistemas normativos: un contexto
que normal en el que se les pide a los participantes que den sus propias respuestas
personales, y el contexto que ellos denominan de sustitución en el que se les pide a
los participantes producir, no sus propias respuestas personales, sino las respuestas que darían “los franceses en general”. Los resultados encuentran que mientras
los estereotipos producidos en el primer contexto son positivos en general, los
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estereotipos producidos en el contextos de sustitución son negativos, tanto en
frecuencia como en los rangos de importancia de los estereotipos negativos. Estos
resultados sugieren la operación de una norma de tolerancia en la presentación del
si mismo que los participantes utilizan en le condición normal, que enmascara,
así, una evaluación negativa que aparece en la condición de sustitución. Los
autores sugieren la existencia de ciertas zonas mudas que desaparecen del campo
representacional en una condición, como consecuencia de las presiones sociales
relativas a las normas salientes en el grupo, lo cual no se da en la condición de
sustitución.
En el primer estudio presentado en este trabajo se pretende analizar, inicialmente, la relación entre creencias y actitudes por medio de la asociación libre de
palabras en un área importante de las relaciones sociales en la que todavía no ha
sido utilizada: la inmigración, para pasar, a continuación, a la contrastación de
las posibles diferencias en los estereotipos y actitudes en función del contexto
social manipulado, en este caso el normal y el de sustitución.
Estudio 1
Método
Un total de 66 estudiantes (24 hombres y 42 mujeres) de psicología (edad X
19,8 SD= 2,75) participaron en el estudio en grupos de unas 22 personas. Los
participantes respondieron a medidas de actitud y estereotipos, además de cumplimentar preguntas sobre variables sociodemográficas. El diseño utilizado consistió en 2 condiciones del contexto como variable independiente (Tú mismo; la
Sociedad Española,) x 2 medidas de variable dependiente (actitudes y estereotipo), siendo utilizadas estas últimas como medidas repetidas. La variable independiente se manipuló de la siguiente forma. 1) En la condición normal (Tú
Mismo), en el encabezado del cuestionario aparecía lo siguiente: Estudio sobre
tus percepciones y actitudes hacia los emigrantes. Además, a la hora de pedir la
asociación libre de palabras se utilizó la siguiente formula: “A continuación te
pedimos el siguiente trabajo: Piensa en 5 atributos típicos que tú utilizarías para
describir al grupo que aparece a continuación, y en los espacios en blanco escríbelos por medio de una palabra o una frase corta. Lo mismo se hacía a la hora de
pedirles la probabilidad y la evaluación de los rasgos. 2) En la condición de sustitución (Sociedad Española), en el encabezado del cuestionario aparecía lo
siguiente: Estudio sobre las percepciones y actitudes hacia los emigrantes de la
Sociedad Española. Además, a la hora de pedir la asociación libre de palabras se
expuso lo siguiente: “A continuación te pedimos el siguiente trabajo: Piensa en
5 atributos típicos que la Sociedad Española utilizaría para describir al grupo que
aparece a continuación, y en los espacios en blanco escríbelos por medio de una
palabra o una frase corta. Lo mismo se hacía a la hora de pedirles la probabilidad
y la evaluación de los rasgos.
Medida de los Estereotipos. Se pidió a los participantes que escribieran las 5 primeras características típicas de los miembros del grupo inductor (inmigrantes)
que les vinieran a la mente. En segundo lugar se les pidió que indicasen el porcentaje de miembros del grupo inductor (inmigrantes) que poseían dichas características (de 0 –ninguno– a 100% –todos–). Finalmente se les pidió que volvieran a escribir en los espacios en blanco las características que habían descrito y las
evaluasen en función de una escala de 5 puntos (— (muy negativo), - (negativo),
0 (neutro), + (positivo) ++ (muy positivo). El índice de estereotipia se construyó
con el sumatorio de la multiplicación probabilidad por valor, dividido por el
número de rasgos utilizados (Σ(Pig x V ig)/n) (para un mayor detalle, véase, por
ejemplo, Esses et al., 1993).
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Medida de la Actitud. Se pidió a los participantes que evaluasen a los inmigrantes en general por medio del termómetro (Campbell, 1971; Esses et al.,
1993) donde la respuesta oscilaba entre 0 (muy desfavorable o negativo) y 100
(totalmente favorable o positivo).
Resultados
Con el fin de probar la hipótesis principal realizamos un análisis múltiple de
varianza tomando como variables independientes los dos contextos manipulados
y como variables dependientes el índice de estereotipos y actitud, siendo estos
últimos tratados como medidas repetidas (los análisis los realizamos con las
variables dependientes convertidas en puntuaciones normalizadas aunque en las
tablas se presenten las puntuaciones reales de las variables). El análisis encontró
un efecto de interacción significativo entre la variable independiente y las variables dependientes (F(1,64) = 5,03 p < 0.000). Análisis de varianza separados
también encontraron diferencias significativas en función de la manipulación
tanto para los estereotipos (F(1,64) = 4,07 p < 0.05) como para las actitudes
(F(1,65) = 22,39 p < 0.000).
Los resultados muestran (véase Tabla I) que el contexto normal evoca estereotipos y actitudes más positivas que el contexto de sustitución. Además, con el fin
de analizar los efectos diferentes de los contextos, se realizaron diversas pruebas
de medias. Los resultados encuentran diferencias significativas entre el contexto
de sustitución y el normal, tanto para los estereotipos (t(63) 2,82; p < 0.05)
como para las actitudes (t(63) 5,12; p < 0.00).
TABLA I
Medias de estereotipos y actitudes en función de las manipulaciones contextuales: “tú mismo”,
y la Sociedad Española
Manipulación de contexto
“tú mismo”
Estereotipos
Actitud
-.38
59
La Sociedad Española
-.12
36
En general encontramos que en el contexto normal surgen actitudes y estereotipos de valor neutro, mientras que en el contexto de la sociedad más amplia se
expresan estereotipos y actitudes negativos hacia la inmigración.
La interacción factor x manipulación ofrece otro efecto interesante: en general
las respuestas actitudinales se encuentran ligeramente más polarizadas que los
estereotipos. Así, si bien en la condición yo mismo las puntuaciones de las actitudes son más positivas que los estereotipos (.18 vs. .46, puntuaciones z), en la
condición sociedad más amplia las actitudes son más negativas que los estereotipos (-.28 vs. -.65 puntuaciones z). Así, a diferencia de Eagly et al. (1993), para el
caso de género, en el que encontraba que las creencias eran más positivas que los
afectos, en el caso de los inmigrantes encontramos una mayor polarización de la
actitud en comparación con los estereotipos.
Con el fin de analizar la primera hipótesis, es decir, la relación entre estereotipos y actitudes, realizamos análisis de correlaciones en las diversas condiciones.
Los resultados muestran (véase Tabla II) relaciones significativas en las dos condiciones. Estos datos sugieren la pertinencia de las estrategias de asociación libre
para el estudio de la relación entre creencias y actitudes también en el área de la
inmigración.
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TABLA II
Correlaciones entre estereotipos y actitudes en las dos condiciones: “tú mismo”, y la Sociedad Española
Manipulación de contexto
“tú mismo”
r estereotipos-actitudes
.42**
La Sociedad Española
.37**
Discusión
El estudio muestra que las medidas de respuesta libre sobre creencias
aportan una apreciable consistencia en su relación con las actitudes, superando así las dificultades que suponen los modelos de valor x expectativa en la
que utilizan medidas basadas en listados de atributos. En concreto, se
encuentran correlaciones consistentes en las dos condiciones experimentales
y, además, las variabilidades parecen mayores en la condición normal que en
la condición de sustitución más amplia, si bien las diferencias entre las
correlaciones no son significativas.
Además, encontramos un efecto de polarización de la actitud frente a los estereotipos, lo cual sugiere una mayor variabilidad de las actitudes que de las creencias a la hora de posicionarse frente a los grupos de inmigrantes, tanto en la condición “tú mismo” como en la condición sociedad española.
Por otra parte encontramos efectos significativos de las condiciones manipuladas. En concreto se evalúa más positivamente a los emigrantes en la condición
normal que en la condición de sustitución de la sociedad más amplia, confirmando así los efectos encontrados con la manipulación contextual de otros estudios.
Estudio 2
El segundo estudio se diseñó con el fin de explorar la posibilidad de generalizar los resultados anteriores a grupos específicos de emigrantes: los
magrebíes y los argentinos. Recordemos que estudios de opinión pública
(por ejemplo, Pérez-Diaz et al., 2001; o Díez-Nicolás y Ramírez Lafita,
2001) sobre emigrantes encontraban que los grupos de magrebíes eran los
menos preferidos por la población española (obteniendo en escalas de 1 a 10,
6 tanto en en 1996 como en 2000; o encontrando que los prefiere un 2% de
la población tanto en 1991 como en 1998) mientras los sudamericanos eran
los más preferidos (7 en 1996 y 6 en 2000; y los prefiere un 32% en 1991 y
un 17% en 1998). Pretendíamos en este estudio, por ello, una generalización de la estrategia de respuesta libre en esos grupos para la relación entre
creencias y actitudes y por otra parte, una generalización de los efectos de la
manipulación del contexto en los grupos mencionados.
Método
Un total de 165 estudiantes (67 hombres y 98 mujeres) de psicología, pedagogía, derecho e informática (edad 19,33; 1,71) participaron en el estudio en
grupos de unas 20 personas. Los participantes respondieron a medidas de actitud
y estereotipos igual que en el estudio 1. Solamente se añadieron dos estímulos
inductores más: inmigrantes argentinos y magrebíes. El diseño utilizado constó
de 2 condiciones contextuales como variable independiente (Tú mismo; la Sociedad Española) x 3 grupos de inmigrantes (inmigrantes en general vs. argentinos
inmigrantes vs. magrebíes inmigrantes) x 2 medidas de variable dependiente
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(actitudes y estereotipo), siendo utilizadas estas dos últimas variables como
medidas repetidas. La variable independiente se manipuló de manera similar al
primer estudio y los instrumentos también fueron similares a los del primer
estudio
Resultados
Con el fin de probar la hipótesis realizamos un análisis múltiple de
varianza tomando como variables independientes los dos niveles de normatividad y como variables dependientes los tres grupos de inmigrantes y el
indice de estereotipos y actitud, siendo estos últimos tratados como medidas
repetidas. El análisis encontró un efecto de interacción de tercer nivel significativo entre la variable independiente y los dos factores de las variables
dependientes (F(2,161) = 7,92, p < 0.000). Igualmente, el análisis reveló un
efecto de interacción entre la variable independiente y el factor relativo a las
actitudes y estereotipos de los tres grupos (F(2,160) = 7,63, p < 0.001), así
como interacción con el segundo factor de evaluaciones vs. creencias
(F(2,160) = 59,12, p < 0.000), Los análisis de varianza también encontraron
diferencias significativas en función de la manipulación, tanto para el grupo
de inmigrantes en general en estereotipos (F(1,161) = 7,16; p < 0.001) y
actitudes (F(2,161) = 71,62 p < 0.000), para el grupo de los magrebíes en
estereotipos (F(1,161) = 5,61 p < 0.01) y actitudes (F(1,161) = 35,1 p <
0.000), y para el grupo de los argentinos en estereotipos (F(1,161) = 7,85 p
< 0.00) y actitudes (F(2,161) = 15,25 p < 0.000).
Los resultados de este segundo estudio encuentran (véase Tabla III) que, en
general, el contexto normativo individual evoca estereotipos y actitudes más
positivas que el contexto normativo de sustitución. Esta tendencia general,
encontrada también en el primer estudio, se mantiene constante a través de los
tres grupos de inmigrantes sometidos a estudio. Igualmente, con el fin de analizar los diferentes efectos de los dos contextos, se realizaron diversas pruebas de
medias. Los resultados encuentran diferencias significativas entre el contexto de
sustitución y el normal, tanto para los estereotipos (t(159) 2,68; p < 0.00) como
para las actitudes (t(157) 9,55; p < 0.000) de los emigrantes en general, como de
los emigrantes magrebíes (t(159) 2,56; p < 0.01 y t(159) 6,14; p < 0.000 en
estereotipos y actitudes respectivamente) y de los emigrantes argentinos (t(159)
2,62; p < 0.01 y t(159) 3,93; p < 0.000 en estereotipos y actitudes respectivamente).
TABLA III
Medias de estereotipos y actitudes hacia los tres grupos en función de las manipulaciones normativas: “tú
mismo” y la Sociedad Española
Manipulación de contexto
“tú mismo”
La Sociedad Española
E Emigrantes
S Magrebíes
T Argentinos
E
R
-.04
-.24
.58
-.34
-.56
.30
A Emigrantes
C Magrebíes
T Argentinos
61
46
71
36
26
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Esta tendencia lineal que ya había aparecido en el estudio anterior se encuentra calificada por un segundo resultado: la evaluación diferencial de los grupos.
En general, y en relación con la manipulación “tú mismo”, encontramos que los
grupos de emigrantes y, en mayor medida, los grupos de magrebíes obtienen
puntuaciones evaluativamente neutras o negativas tanto en los estereotipos (0.02 y -0.22 respectivamente en puntuaciones Z) como en las actitudes (0.61 y
0.45 respectivamente) mientras los emigrantes argentinos encuentran puntuaciones evaluativamente positivas tanto en estereotipos (0.58) como en las actitudes (0.71), siendo dichas puntuaciones significativamente diferentes tanto para
los estereotipos (p = 0.00) como para las actitudes (p = 0.00) .
Por otra parte, la manipulación consistente en pedir que se responda pensando en la sociedad española lleva a que los grupos de emigrantes y, en mayor
medida, los grupos de magrebíes, obtengan puntuaciones evaluativamente más
negativas tanto en los estereotipos (-0.36 y -0.59 respectivamente, en puntuaciones Z) como en las actitudes (0.36 y 0.26 respectivamente), mientras los emigrantes argentinos encuentran puntuaciones evaluativamente más positivas
tanto en estereotipos (0.28) como en las actitudes (0.59), siendo dichas puntuaciones significativamente diferentes estadísticamente tanto para los estereotipos
(p = 0.00) como para las actitudes (p = 0.00).
Estos resultados ponen de relieve la existencia de una tendencia constante: mientras los emigrantes en general son evaluados neutra o negativamente
tanto en estereotipos como en actitudes, dependiendo de la manipulación,
los grupos de emigrantes magrebíes son evaluados negativamente, y los
emigrantes argentinos son evaluados positivamente tanto en estereotipos
como en actitudes.
Por otra parte, realizamos igualmente manovas con estereotipos y actitudes como variables dependientes y la manipulación como variable independiente para cada uno de los grupos. La interacción factor x manipulación
para las dos condiciones de manipulación: “tú mismo” y sociedad española
fue significativa para los inmigrantes en general, (F(1,157) 15,37 = 0.000) y
para los inmigrantes magrebíes F(1,157) 6,46 = 0.01) no siendo significativa para los inmigrantes argentinos. En las respuestas actitudinales se
encuentra igualmente una mayor polarización que en los estereotipos. Así,
para los emigrantes en general, las puntuaciones de las actitudes son más
positivas que los estereotipos para la condición “tú mismo” (.19 vs..57 y .12
vs..17) y son más negativas para la condición sociedad española (-.27 vs. -.69)
(F (2,157)=8,9; p 0.00). Igualmente dicha polarización la encontramos también para los emigrantes magrebíes, pues son más positivas para la condición
“tú mismo” (.23 vs..38 y 0.00 vs. 17 ) y más negativas para la condición
sociedad española (-.16 vs. -.52) (F (2.157) = 4,5; p 0.01). Finalmente, si
bien no de manera significativa, encontramos también dicha polarización
para los emigrantes argentinos, siendo las puntuaciones más positivas en las
condición “tú mismo” (0.21 vs. 0.33) y más negativas para la condición
sociedad española (-0.24 vs. -0.32 ) (p = ns), confimando igualmente los
resultados del estudio anterior.
Con el fin de analizar la relación entre estereotipos y actitudes realizamos análisis de correlaciones en las diversas condiciones para los tres grupos. Los resultados muestran (véase Tabla IV) relaciones significativas en las dos condiciones en
los tres grupos. Estos datos sugieren, como en el caso del primer estudio, la pertinencia de las estrategias de asociación libre de palabras para el estudio de la
relación entre creencias y actitudes en el área del inmigración. Además encontramos relaciones consistentes a través de las condiciones para los tres grupos: inmigrantes en general, inmigrantes magrebíes e inmigrantes argentinos.
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TABLA IV
Correlaciones entre estereotipos y actitudes en las dos condiciones: “tú mismo”, y la Sociedad Española
Manipulación de contexto
Emigrantes
Magrebíes
Argentinos
“tú mismo”
La Sociedad Española
r estereotipos-actitudes
r estereotipos- actitudes
26**
.21**
.36**
.37**
.29**
.32**
Discusión
El segundo estudio muestra que las medidas de creencias de respuesta libre
presentan una relación consistente con las actitudes, tanto para los inmigrantes
en general, como para los diversos grupos de inmigrantes estudiados. Este resultado sugiere la adecuación de las medidas de respuesta libre como vía de superación de las dificultades que suponen los modelos valor x expectativa, los cuales
recurren a medidas basadas en listados de atributos. Además, se encuentran
correlaciones consistentes en las dos condiciones experimentales y para los tres
grupos estudiados. Junto a ello, aparece un efecto de polarización de la actitud
frente a los estereotipos para las dos condiciones y los tres grupos, superando la
evaluación a las creencias tanto en los grupos positivamente evaluados como en
aquellos en que la evaluación es negativa.
Por otra parte, encontramos también efectos significativos de las condiciones
manipuladas. En concreto, al igual que en el primer estudio, encontramos que se
evalúa más positivamente en la condición normal que en la condición de sustitución. Este efecto, además, interactúa con los tres grupos analizados, ya que,
mientras el grupo de inmigrantes, en general, obtiene puntuaciones cercanas a
puntos neutros tanto en creencias como en actitudes, el grupo de inmigrantes
magrebíes obtiene puntuaciones negativas y el grupo de inmigrantes argentinos
puntuaciones positivas.
Conclusiones
Los resultados del estudio ponen de relieve aspectos de interés relacionados
con las hipótesis de los dos estudios. Por una parte, en los dos estudios las correlaciones entre estereotipos y prejuicio son consistentes. Este hecho sugiere la
mayor adecuación de esta metodología que la que recurre a medidas de escalas
convencionales (Stangor, Sullivan y Ford, 1991), en las que los participantes elaboran sus respuestas de creencias a partir de las actitudes. En este sentido, los
participantes experimentales no tenían problema para describir con palabras o
frases cortas sus estereotipos hacia los grupos. Además, los resultados ayudan a
superar el problema de la expectativa x creencia criticado en los estudios de actitudes (Bagozzi, 1984). En resumen, esta metodología parece adecuada para el
estudio de la emigración, en una forma parecida a como se había encontrado
anclaje para actitudes y creencias en el estudio de las actitudes hacia diversos
grupos y políticas sociales (Esses et al., 1993) o hacia grupos de género, en los
que las creencias (estereotipos) obtenían un mayor nivel predictivo incluso que
las creencias afectivas (Eagly y Chaiken, 1993; Eagly et al., 1991).
Otro de los elementos interesantes de los dos estudios es el relativo a las diferencias encontradas en función de la manipulación de los contextos: mientras el
contexto normal en el caso de los grupos de inmigrantes en general tiende a eva-
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luaciones en estereotipos y actitudes más neutras, el contexto de “sustitución” se
caracteriza por la aparición en él de evaluaciones más negativas. De forma similar, en el caso de los subgrupos de inmigrantes encontramos que la evaluación
más negativa se produce en el contexto de “sustitución”.
Los resultados sugieren las diferentes formas en que actúa el metasistema cognitivo en el sistema operativo (Doise, 1990), es decir, las diferentes regulaciones
normativas que “controlan, verifican y dirigen dichas operaciones cognitivas”
(Moscovici, 1993), tal y como defiende la teoría de las representaciones sociales.
Por una parte, en un plano estrictamente metodológico, los resultados suponen
una articulación interesante de metodologías no obstrusivas para el estudio de
las diferentes “lógicas normativas” en el estudio de los estereotipos de grupos
sociales en general, y de los inmigrantes en particular. En segundo lugar, y ya en
un plano teórico, los resultados ayudan a comprender y explicar dinámicas
encontradas en otros estudios con diferentes marcos teóricos como los estudios
sobre atribución (Beauvois et al., 1998; Jellison y Greeen, 1981), desarrollo
moral (Emler et al., 1983), en el área de la discriminación (Ravaud et al., 1986;
Devine, 1989) e inmigración (Doise, 1993) o estudios con estrategias de “apreciación” (Díez Nicolás y Ramírez Lafita, 2001; Morales, 2003). En este sentido,
la manipulación normativa del yo vs. la manipulación normativa de la sociedad
más amplia implica la inducción sobre los participantes de diversos posicionamientos sociales, normativos, de diversas maneras de construir significados sobre
la relación yo objeto (en la manipulación normal) y sobre la relación yo
[otros objeto] (en la manipulación de sustitución).
La primera manipulación pone en marcha una implicación del sí mismo,
donde la lógica de tolerancia (Guimelli y Deschamps, 2000) hace que no se
manifiesten ciertos elementos de la representación social y se hagan “mudas”
ciertas zonas, por efecto de las normas salientes de la presión grupal sobre el sí
mismo (Abric y Guimelli, 1998), lo que redunda en una mejor evaluación en
estereotipos y prejuicio sobre los grupos. La segunda manipulación induce una
“sustitución” del si mismo por los otros, y es aquí donde las normas sociales de
presión social hace que las “zonas mudas” sean expresadas espontáneamente por
los participantes en los experimentos, dando lugarf a una peor evaluación de
estereotipos y prejuicio sobre los grupos en cuestión (véase Guimelli, 1999 y
2002).
Desde este marco teórico, las diferencias encontradas en los posicionamientos
normativos del si mismo y de la sociedad más amplia nos hacen pensar también
en las funciones de racionalización (Doise y Staerkle, 2001; Echebarria et al.,
1995) o de justificación (Jost y Banaji, 1994) que cumplen los estereotipos y el
prejuicio para los posicionamientos de los grupos sociales en la sociedad. Esta
función de racionalización y justificación del comportamiento hostil hacia los
grupos de bajo estatus que realizan los grupos de alto estatus (Echebarria et al.,
1995; Jost et al., 1994; Jost y Burgess, 2001) lleva a pensar que los estereotipos y
prejuicios, más que expresar tensiones individuales o percepciones individuales
(como en el caso de los modelos de procesamiento de la información o los modelos de origen psicoanalítico de desplazamiento), constituyen también racionalizaciones y justificaciones para que los grupos encuentren explicaciones de la
división del trabajo en la sociedad en función de las posiciones que ocupan en
ella. En este sentido, la expresión de las “zonas mudas” que se da en el posicionamiento de la sociedad más amplia –en comparación con el posicionamiento individual– en estereotipos y actitudes hacia los inmigrantes de nuestro estudio, más
que explicaciones causales del comportamiento anti-inmigrante, serían la expresión de las justificaciones con las que se legitimaría el sistema economico en el
que vivimos, en el cual la división del trabajo a la cual deben doblegarse los
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Creencias y actitudes hacia la inmigración: estereotipos, prejucicio y regulaciones normativas / J.-F. Valencia et al.
inmigrantes legitimaría el bienestar del sistema económico (Jost y Major, 2001).
Esta idea de los sistemas de creencias como legitimadores del statu quo ha sido
recientemente puesta de relieve por los trabajos de la teoría de la legitimación
del sistema (Jost y Banaji, 1994) o de Dominancia social (Pratto, Sidanius,
Stalllworth y Malle, 1994; Sidanius y Pratto, 1999).
Los diferentes resultados de los dos posicionamientos de los estudios van
igualmente en el sentido de los formulaciones recientes de la teoría de las representaciones sociales (Moscovici, 1998; 2002). Así, frente a la primacía de los procesos “deductivos” de los estudios de categorización social (Tajfel, 1981), que
priman las consecuencias de las experiencias individuales de la pertenencia grupal (Doise, 1988), planteamientos posteriores tratan de indagar en los procesos
“inductivos”, a modo de los procesos de “particularización” estudiados por Billig
(1985), o, más relevante para este estudio, los procesos de “ontización” planteados por Moscovici (1998, 2002) según los cuales estos discursos racistas, o los
aplicados a grupos étnicos de bajo poder, están presentes en todas las sociedades,
y si en ciertos períodos son marginalizados, en otros llegan a obtener una expresión pública (véase también, Chulvi, 2003; Moscovici y Pérez, 1997).
Por otra parte, los resultados del segundo estudio plantean un aspecto interesante: la evaluación diferencial en actitudes y estereotipos de dos grupos de
inmigrantes significativos. El segundo estudio muestra la evaluación positiva
del grupo de inmigrantes argentinos y la evaluación negativa del grupo de inmigrantes magrebíes. Frente a las teorías individualistas que propondrían una
similar evaluación de los subgrupos (inmigrantes argentinos e inmigrantes
magrebíes) pertenecientes a una categoría superior (inmigrantes), nuestros resultados sugieren una elaboración diferente de estereotipos y evaluaciones de grupos en función de procesos históricos y culturales. Así, recientes estudios de opinión encuentran que, mientras la sociedad española piensa que los elementos que
dificultan la integración de los magrebíes son la religión (24%), el idioma
(14%), las costumbres (19%) y el nivel cultural (6%), el orden se invierte en el
caso de los sudamericanos, siendo las costumbres (21%) y el nivel cultural (10%)
los que adquieren relevancia (Díez Nicolás, 1998). Este hecho nos hace entender
en mayor medida las funciones de los estereotipos y prejuicio para la justificación
del sistema, para la definición de lo “que es normal” en nuestra sociedad: ¡no
puede ser casualidad que los rasgos que se piensan dificultan más la integración
sean los pertenecientes a los grupos más denigrados!
La generalización de los resultados a poblaciones más amplias, sin embargo,
no se puede asegurar con estos estudios, a la vista de que los miembros de nuestra
muestra son jóvenes estudiantes, sin experiencia de trabajo, por lo que se considera necesaria más investigación en esta área que está cambiando drásticamente
la conformación estructural de nuestra sociedad.
Además, un análisis más profundo de este asunto problemático debería
incluir el contenido de los estereotipos. Así, por ejemplo, en el área del género se
ha encontrado que es, en esencia, el recurso a estereotipos positivos de corte
comunal el que explica que las mujeres sean estereotipadas más positivamente
que los hombres (Eagly, Mladinic y Otto, 1994; Hoffmann y Hurst, 1990), lo
cual ayuda a explicar la función ideológica de la división de roles separados en la
sociedad.
Nuestro estudio, frente a la forma positiva en que las escalas tradicionales han
evaluado a los grupos minorizados, encuentra, sin embargo, elementos positivos
para la profundización en este asunto. Por una parte, encontramos que la metodología no obstrusiva es más adecuada para investigar la relación actitud-creencia, tanto en el área de las actitudes como de los estereotipos. En segundo lugar,
el cambio de estatus y aumento del número de inmigrantes en nuestra sociedad
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puede explicar estos resultados. Debemos tener en cuenta, además, que esta tendencia es clara en toda la Unión Europea. Así, hay países con cerca de un 10% de
la población (o más), como, por ejemplo, Luxemburgo 37%, o Alemania, Austria y Bélgica, estas cerca del 10%. Hay otros, en cambio, que lindan con el 5%
(Francia; Suecia). Por su parte, España ha pasado de 1,6% en 1996 a 3% en
2001, con una tendencia creciente, siendo la media de la Unión Europea 5,1%
en 1998 (Pérez-Díaz et al., 2001). Además, la diferente evaluación de ciertos
subgrupos de inmigrantes sugiere la necesidad de un estudio pormenorizado de
las características culturales, económicas e históricas de los diversos grupos.
Finalmente, los resultados del estudio encuentran en el marco teórico de las
representaciones sociales las dos lógicas de la relación individuo-sociedad, las
cuales cumplen funciones simbólicas y económicas también. No olvidemos la
cita que Tajfel (1978) realizaba de Robert LeVine al plantear la relación entre el
contenido de los estereotipos y las bases objetivas de las posiciones de los grupos
en la sociedad: Describidme la situación económica intergrupal, y yo predeciré el
contenido de los estereotipos.
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