A mis padres y maestros - Biblioteca Central UABCS

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A mis padres y maestros.
Índice
Pág.
Introducción
Capítulo 1
1
Muerte y literatura
4
1.1
En Occidente
6
1.2
En México
1.2.1
Siglo XX
Capítulo 2
Apuntes biográficos de Jaime Sabines
Capítulo 3
Lectura de Algo sobre la muerte del
Mayor Sabines
20
25
34
64
3.1
Palabras preliminares
64
3.2
El poema
69
3.2.1
Agonía
70
3.2.2
Duelo
85
3.3
Palabras finales
103
Conclusiones
112
Bibliografía
115
Introducción
La profundidad y frescura de su poesía, y su estilo directo y sensible, le han
valido a Jaime Sabines un merecido reconocimiento entre los poetas del siglo
XX y un lugar importante en las letras nacionales. Su preferencia tan marcada
por temas como el amor y la muerte se hace evidente desde su primer libro y
se mantiene a lo largo de toda su obra, empapando su literatura de esa pasión
tan humana que lo caracterizará como un poeta intenso, comprometido con los
sentimientos y capaz de atrapar la realidad cotidiana y encerrarla en sus
poemas.
El presente trabajo, teniendo a la muerte como eje central, ofrece un
acercamiento a la obra del poeta chiapaneco Jaime Sabines y una lectura del
poema ―Algo sobre la muerte del Mayor Sabines‖. La teoría de la recepción, la
hermenéutica, la sociología, la semiótica y la historia, entre otras disciplinas,
han servido de base para el desarrollo de este trabajo que, lejos de pretender
verdades absolutas se conforma con presentar una propuesta de reflexión
contenida en tres capítulos.
A través de la literatura es posible conocer muchos aspectos de una
sociedad; los usos y costumbres de cada época quedan retratados en las líneas
y cada frase lleva impreso el conjunto de ideas, concepciones, preocupaciones
e inquietudes características de dicho periodo; el primer capítulo es un
recorrido breve y parcial por la historia de la literatura en Occidente. Por
medio de algunas de las obras literarias más representativas de cada época
busca demostrarse que la muerte ha permanecido a lo largo del tiempo en la
mente del hombre como una de las preocupaciones principales y como uno de
los elementos cuya concepción se ha ido modificando a la par de la evolución
del pensamiento, encontrando siempre un lugar privilegiado en la literatura.
1
Este primer capítulo se encuentra dividido en tres partes: la primera se ocupa
de Occidente de una manera muy general, desde los inicios hasta el siglo XX.
La segunda parte se refiere a México de manera específica, por ser esta tesis
sobre un autor mexicano; la delimitación nos permitirá acercarnos un poco
más y colocar la lupa sobre el objeto de nuestro interés; además, la forma en
que en México se concibe la muerte merece un punto y aparte, la estrecha
relación que se ha desarrollado con ella es un fenómeno cultural muy
interesante, lo mismo que la particular concepción derivada del proceso de
mestizaje tras la Conquista. La tercera parte de este capítulo se desprende de la
segunda y alude a algunas de las obras mexicanas más representativas del
siglo XX que tienen a la muerte como eje temático, resaltando las semejanzas
y diferencias que pudieran existir entre el manejo que cada autor hace del
tema de la muerte, al mismo tiempo que se prepara el marco contextual en el
que se inserta Jaime Sabines.
El segundo capítulo está dedicado a la presentación de algunos datos
biográficos de Jaime Sabines, buscando establecer una conexión entre su vida
y su obra para comprender de una mejor manera su interés por la muerte y el
papel que ésta juega en su poesía porque, según las experiencias que va
teniendo el autor, la presencia de la muerte en su obra va adquiriendo
diferentes matices que se vuelve importante analizar, junto a otros rasgos
estilísticos, para alcanzar una mayor profundidad en la comprensión y
apreciación de su poética.
El tercer capítulo se concentra sobre el poema ―Algo sobre la muerte del
Mayor Sabines‖, que he dividido en dos momentos: agonía y duelo. El análisis
comienza con los fragmentos que fueron escritos durante la agonía del
patriarca, destacando, además de la presencia y sentido de la muerte, ciertos
elementos que guardan una relación muy estrecha con ella, como lo son Dios,
2
el tiempo y la vida; luego, a partir de la serie de fases que M. Hanus propone
como proceso de duelo, se hace una lectura del resto del poema, identificando
en el texto las tres etapas que este autor plantea: choque, depresión y
readaptación, y reflexionando sobre la manera en que Sabines atraviesa cada
una de ellas.
3
Capítulo 1
Literatura y muerte
La muerte ha sido la gran incógnita que ha acompañado al hombre desde que
éste apareció sobre la tierra, lo ha perseguido como su sombra y se ha trepado
a sus hombros como un gran peso difícil de llevar. Pensemos en el hombre
primitivo y en sus orígenes en la tierra, uno de los primeros conocimientos que
adquiere es el de la mortalidad, incluso hay quienes piensan, como Marcelino
Cerejido, que la evolución se derivó precisamente de estos primeros
enfrentamientos con el fenómeno mortuorio: ―La angustia ante la evidencia de
ser mortal, fue […] el factor de especiación que ha creado ni más ni menos
que a la humanidad‖.1 Aun cuando este hombre ancestral no entiende
completamente lo que pasa cuando alguien muere, logra percatarse
rápidamente de la fragilidad de la vida y comienza a cuestionarse; la
incertidumbre del destino post mortem crea una angustia profunda en él que
intenta calmar mediante explicaciones míticas; la muerte era una suerte de
eterno agujero oscuro, ¿cómo saber lo que le esperaba al que caía en él?, ¿el
misterioso fondo sería placentero o doloroso?, más que a la muerte en sí, el
hombre temía al después. Para salvaguardarse de este miedo y al mismo
tiempo responder los cuestionamientos que la naciente filosofía sembraba en
su mente, demandando explicaciones del porqué del mundo y de todo cuanto
existe, el hombre creó la religión, intentando resolver, de alguna manera, los
grandes enigmas de la vida y la muerte pues, ―La religión es otro ardid
soberbio contra la angustia mortal. Según Schopenhauer, el interés que
suscitan las religiones se debe sobre todo a los dogmas que prometen alguna
1
Marcelino Cerejido, ―La biología de la muerte‖ en Ruy Pérez Tamayo, La muerte, México, El Colegio
Nacional, 2004, p. 7.
4
forma de perdurabilidad después de la muerte."2 En ese tiempo la observación
lo era todo,
aún no existía un pensamiento científico, ni siquiera una
pretensión, el hombre se explicaba todo a partir de la experiencia misma:
conocimiento empírico puro. De esta manera, el hombre empezó a concebir
las fuerzas de la naturaleza como poderes sobrenaturales que escapaban a su
entendimiento y a toda explicación posible, y de ahí surgieron los primeros
dioses y los mitos cosmogónicos pues, como asegura Eugenio Trías, ―la
religión en sus orígenes no hace sino dar cauce simbólico a esos grandes
misterios de la vida y de la muerte‖. 3 Hasta este punto la historia es común a
todas las civilizaciones, luego empiezan las variantes, cada cultura empieza a
construir sus propias concepciones: la idea de la muerte, entre ellas, porque
todas las civilizaciones se parecen únicamente en su etapa naciente, después
cada una estará sujeta a múltiples circunstancias que forjarán su identidad y la
consolidarán como una cultura única. La idea que cada cultura tiene de la
muerte es precisamente un rasgo de identidad, no es lo mismo para los
españoles que para los musulmanes, así como tampoco es lo mismo para un
alemán del siglo VIII que para uno del siglo XX, la concepción que se pueda
tener de la muerte depende no sólo de una delimitación espacial, sino de
muchos otros factores como el temporal; la historia de la humanidad avanza y
cada día el hombre despierta con nuevas inquietudes que lo hacen descubrir
cosas que cambian su manera de pensar.
La construcción del pensamiento es un proceso continuo e implica
numerosas modificaciones según las experiencias que se van teniendo, por eso
los conceptos no son fijos, algunos desaparecen definitivamente y otros son
sustituidos, ya sea porque el hombre ha perdido interés en ellos o porque sus
2
3
Francisco González Crussi, ―El hombre y la muerte‖ en Ruy Pérez Tamayo, op. cit., p. 118.
Eugenio Trías, Por qué necesitamos la religión, Madrid, Plaza Janés, 2000, p. 48.
5
necesidades así lo requieren, pero hay conceptos que permanecen adheridos al
hombre a través del tiempo y el espacio: la muerte es una de esas sombras que
han perseguido indiscriminadamente al hombre e igual que él se ha ido
transformando y renovando. La enorme preocupación que encierra se ha
manifestado no sólo en el terreno religioso o filosófico, sino que desde un
principio ocupó también un lugar muy importante en el artístico, como
asegura Alfonso Alfaro: ―frente a una muerte sin promesa de redención, ante
una vida cuya última frontera parece ser un signo vacío, cuando la existencia
se convierte al mismo tiempo en un paraíso efímero y un infierno intermitente,
¿qué queda a los hombres sino la rebeldía del arte?‖ 4 Mediante el arte también
es posible encontrar respuestas, incluso podríamos pensar que es el camino
más certero que se puede tomar para acercarse a la muerte, pues el arte
expresa de mejor manera lo que somos, es la voz interna que grita todo lo
indecible, todo lo inexplicable: a ese orden de cosas pertenece la muerte. De
esta manera la literatura se encontró reflejando las ideas que la muerte
suscitaba en el hombre y se convirtió en el vertedero de todos los sentimientos
que se despertaban en torno; la muerte pasó a ser, al lado del amor, uno de los
temas universales más populares, prácticamente no hay escritor que no haya
sucumbido ante su misterioso encanto.
1.1
En Occidente
Desde las antiguas tragedias griegas de Sófocles Y Esquilo es posible apreciar
el importante papel que jugaba la muerte en la creación literaria. Para los
clásicos la muerte era una ventura si se moría defendiendo una creencia o el
4
Alfonso Alfaro, ―La muerte sin calaveras‖ en Artes de México, no. 67, ―Día de muertos II. Risa y Calavera‖,
México, 2003, p. 66.
6
honor, Antígona arriesga su vida y entierra a su hermano, aun cuando el
mandato real lo prohibía: ―–¿Qué iba yo a morir… bien lo sabía, quién pudiera
ignorarlo? Eso, aun sin tu mandato. Que muero antes de tiempo… una dicha
me será la muerte. Ganancia es morir para quien vive en medio de infortunios.
Morir, morir ahora no me será tormento‖. 5 Lo que realmente importaba, en esa
sociedad tan orgullosa y habituada a la guerra y la violencia, era la forma
honrosa y honorable en que se moría, finalmente el más allá no era sino un
lugar común a todos los muertos, había que dejar una huella en el mundo, esa
era la única manera de trascender realmente.
Con el paso del tiempo, la historia se encargó de llevar al hombre por
nuevos rumbos, las civilizaciones se reagruparon de manera distinta
conformando nuevas naciones y culturas diversas florecieron a lo largo de
todo el mundo, el pensamiento del hombre fue evolucionando y la literatura,
igualmente, empezó a descubrir nuevos caminos, tendencias fueron y vinieron,
proponiendo temas distintos cada vez, no obstante, la muerte, empapada de
toda línea de pensamiento, encontró siempre un lugar en los textos y continuó
reflejando esa inquietud perenne hacia lo desconocido, aunque cada vez de
manera distinta, según los parámetros que dictó cada época: ―[la muerte es]
fascinante porque […] inspira casi todas nuestras reflexiones y nuestras obras
de arte, al tiempo que su estudio constituye un camino real para captar el
espíritu de nuestra época y los recursos insospechados de nuestra
imaginación‖.6
Durante la Edad Media, por ejemplo, una etapa eminentemente religiosa,
teniendo como verdad las propuestas bíblicas, el hombre veía en el más allá
5
6
Sófocles, ―Antígona‖, Las siete tragedias, México, Porrúa, 2005, p. 260.
Louis-Vincent Thomas, La muerte, Barcelona, Paidós, 1991, p. 154.
7
una promesa condicionada, debía seguir al pie de la letra los estatutos divinos
para poder acceder a una ―vida eterna‖ después de la muerte, un paraíso
celestial en el que se reuniría con su creador y sería feliz por siempre, si no lo
hacía cometía pecado y estaba condenado al infierno, un lugar ardiente en las
profundidades de la tierra lleno de dolor y sufrimiento. El misterio del ―más
allá‖ estaba resuelto, entonces el miedo se volcó al momento de morir, que era
la hora de enfrentar las consecuencias de las acciones en vida. Bajo este
contexto, la literatura no tiene mayor opción que sujetarse igualmente a los
parámetros que la iglesia dictaba, y se avocó a producir textos con un fin
moralizante, cuentos que sirvieran de ejemplo a la sociedad y fortalecieran el
poder de la iglesia difundiendo el miedo al castigo por desobediencia, o
cantares de gesta que exaltaran las virtudes de los caballeros fieles a Dios. La
muerte no era un tema muy cuestionable, todo estaba ya escrito: el único
dueño de la vida era Dios, él la daba y la quitaba según su voluntad que era
infinitamente perfecta. No obstante, también surgieron textos como Coplas a
la muerte de su padre (1477?) de Jorge Manrique que, aunque reflexionan
sobre la fugacidad de la vida y lo incierto de la suerte, no pierden el carácter
religioso. Esta obra pretende ser una elegía frente a la muerte del progenitor,
sin embargo, más que el canto dolorido de un huérfano, pareciera ser la poesía
de un hombre resignado por la religión; Manrique habla del poder igualatorio
de la muerte y de la vanidad de las cosas terrenales, haciendo especial énfasis
en los preceptos cristianos y con sus ojos siempre puestos en la fe cristiana,
más que en el dolor de su pérdida:
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir
allí van los señoríos
8
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
allegados, son iguales
los que viven por su manos
y los ricos.
[…]
E pues vos, claro varón,
tanta sangre derramastes
de paganos
esperad el galardón
que en este mundo ganastes
por las manos;
e con esta confianza
e con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que estotra vida tercera
ganaréis.7
Podemos decir que tres son los ejes de estas coplas: la muerte como
fuerza certera e igualadora (ideal popular medieval), la fama como la única
forma de trascendencia (ideal del caballero) y la muerte como tránsito a la
vida eterna con Dios (ideal cristiano); sólo hacia la última parte el poeta se
centra en el supuesto objeto del poema, Don Rodrigo Manrique,
describiéndolo como un gran ejemplo de virtud, juicio que emite basándose en
los cánones religiosos de la época.
Después vino el Renacimiento y la relación hombre-Dios empezó a cambiar
poco a poco; la idea de sumisión y abandono a la voluntad divina va quedando
7
Jorge Manrique, ―Coplas por la muerte de su padre‖ en Francisco Montes de Oca, Ocho siglos de poesía,
México, Porrúa, 2003, pp. 69 y 74.
9
atrás, aunque no totalmente; de manera gradual el hombre va adquiriendo
cierta independencia, esto es visible incluso en la literatura pues, aunque el
escritor se toma ya más licencias y transgrede algunos estereotipos, en el
fondo sigue prevaleciendo una fuerte influencia religiosa. La Divina Comedia
(1321?)8, por ejemplo, es una reconstrucción de la visión cristiana del más
allá, Dante trasciende las reglas naturales y baja al infierno a mitad de su vida,
llega hasta el purgatorio y continúa su viaje hasta el Paraíso; es decir, viaja al
otro mundo sin dejar de pertenecer a éste, por eso en esta epopeya el límite
entre la vida y la muerte desaparece y ambas realidades interactúan
estrechamente, la ―vida‖ de los muertos se desarrolla frente a los ojos de
Dante y éste, aunque está vivo, puede entablar conversación con ellos. Vivos y
muertos conviven en esta historia que rompe la valla de lo desconocido,
dejando salir los misterios que parecían insondables, pero que corresponden a
los cánones que la religión católica establecía, al mismo tiempo que conservan
ciertas particularidades de la mitología pagana, una simbiosis del Hades y el
infierno: ―Y después de haber puesto su mano [Virgilio] en la mía […] me
introdujo en medio de las cosas secretas. Allí, bajo un cielo sin estrellas,
resonaban suspiros, quejas y profundos gemidos […]
Fijé la vista para
reconocer el lugar donde me hallaba. Vime junto al borde del valle, abismo
del dolor, en que resuenan infinitos ayes, semejantes a truenos‖. 9 Después del
largo viaje, Dante logra llegar hasta la presencia de Dios, lo que refleja la
nueva relación que se vive entre el hombre y la divinidad, ahora es de tipo
más natural, como la de un padre con su hijo, Dios está en el hombre y los dos
forman una misma sustancia: ―Dios estaba en todas partes, pero estaba sobre
8
Según José María Valverde, el periodo al que se adscriben ciertas obras literarias no necesariamente está
determinado por su fecha de escritura; en su Historia de la literatura universal defiende la idea de que La
Divina Comedia, El Decameron y los Cuentos de Canterbury, a pesar de pertenecer cronológicamente al
Medievo, pueden ser consideradas como obras Renacentistas debido a sus características internas.
9
Dante Alighieri, La Divina Comedia, México, Porrúa, 2005, pp. 9 y 12.
10
todo en el hombre, la más perfecta de sus obras‖. 10 Esta nueva concepción de
la divinidad originó importantes cambios en la forma en que el hombre veía la
muerte, los dogmas religiosos empezaron a ser cuestionados y la inseguridad
frente a la muerte regresó y se agudizó debido a ciertos acontecimientos como
la terrible peste bubónica que azotó a toda Europa; había quienes temerosos
por este panorama lleno de muerte y desesperanza buscaban refugiarse
nuevamente en la religión, pero también había quienes, cansados de
preocuparse por algo inminente, optaron por dejar de pensar en ella y disfrutar
más la vida. De esta situación surgieron dos visiones distintas de la muerte, la
primera responde al temor renovado por el más allá, la segunda responde al
deseo del nuevo hombre de vivir y gozar la vida mientras dure; el Carpe Diem
se volvió un tópico de la literatura y las narraciones que tenían por tema el
disfrute y el goce desenfrenado cobraron mucha importancia, surgen así obras
literarias como El Decameron (1360?) en Italia y Cuentos de Canterbury
(1390?) en Inglaterra, que reflejan esa idea de la vida como algo incierto y
efímero, y que invitan a vivir cada día como si fuera el último, disfrutando de
los placeres carnales que tanto fueron censurados en otro tiempo: ―Así
vivieron en perfecta armonía hasta la muerte. Que Jesucristo nos envíe
esposos sumisos, jóvenes y vigorosos en el lecho, así como la gracia de
sobrevivir a aquellos con quienes nos casamos. También ruego a Jesús que
abrevie la vida de los que no quieren ser gobernados por mujeres. En cuanto a
los viejos y tacaños, ¡que Dios los mande a un lugar muy apestoso!‖.11
Sin importar el género que la época adoptara como preferido, la muerte
mantenía su lugar privilegiado en la literatura, así durante el periodo del
10
José Luis Romero, La Revolución burguesa en el mundo feudal, México, Siglo XXI, 1989, p. 440.
Geoffrey Chaucer, ―El cuento de la comadre de Bath‖, Cuentos eróticos de Canterbury, México, Lectorum,
2005, p. 57.
11
11
Teatro Isabelino, se convierte en un recurso muy valioso para dramaturgos
como Shakespeare, ya fuera para agregar dramatismo a sus tragedias y apelar
al lado sensible del espectador, o para crear situaciones que propiciaran
reflexiones. Uno de los pasajes más conocidos de Hamlet (1603) es
precisamente el monólogo del príncipe en la cuarta escena del tercer acto, ―ser
o no ser…‖, un cuestionamiento intenso que expone claramente el sentimiento
universal del hombre frente a la muerte; en la voz de Hamlet caben todas las
voces de las almas inquietas que se interrogan constantemente frente a la
tumba: ―Morir es dormir… y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo;
porque el considerar qué sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro,
cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa
para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga
[…] ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de
una vida molesta si no fuese por el temor de que existe alguna cosa más allá
de la muerte?‖12
Durante el barroco, Quevedo escribe los ―Sueños‖ (1627): ―Sueño del juicio‖,
―Sueño del infierno‖ y ―Sueño de la muerte‖, a través de los cuales el poeta
recrea ―el mundo de los muertos‖, pero únicamente de los que han ido al
infierno, al mismo tiempo que pretende ser una sátira de la sociedad. En el
último sueño, el poeta es conducido por la misma muerte al inframundo donde
conversa con algunos fantasmas que le cuentan su historia, y aunque el tono
de estos textos es festivo y jocoso, en el fondo también pueden leerse
reflexiones vitales como la brevedad de la vida o el poder igualador de la
muerte, podríamos decir que de manera similar a las danses macabres en el
Medievo, Quevedo aprovecha la figura de la muerte para burlarse de los
12
William Shakespeare, Hamlet, México, Porrúa, 1984, p. 34.
12
poderosos y hacer escarnio de las autoridades, así como para escapar un
instante de la misma muerte a través de la ironía: ―Estaba la muerte de amores,
la muerte de frío, la muerte de hambre, la muerte de miedo y la muerte de risa,
todas con diferentes insinias. La muerte de amores estaba, como siempre, con
muy poquito seso. Tenía, por estar acompañada, por que no se le corrompiese
por la antigüedad a Píramo y Tisbe embalsamados, y a Leandro y Hero y a
Macías en cecina […]
En la muerte de frío vi a todos los obispos y prelados y a los más
eclesiásticos, que como no tienen mujer ni hijos ni sobrinos que los quieran,
sino sus haciendas, estando malos, cada uno carga en lo que puede y mueren
de frío.
La muerte de miedo estaba la más rica y pomposa y con
acompañamiento más magnífico, porque estaba toda cercada de gran número
de tiranos y poderosos […] Estos mueren a sus mismas manos, y sus sayones
son sus conciencias, y ellos son verdugos de sí mismos, y sólo un bien hacen
en el mundo, que matándose así de miedo, recelo y desconfianza, vengan de sí
propios a los inocentes.
Estaban con ellos los avarientos cerrando cofres, arcones y ventanas,
enlodando resquicios hechos sepulturas de sus talegos, y pendientes de
cualquier ruido del viento, los ojos hambrientos de sueño, las bocas quejosas
de las manos, las alas trocadas en plata y oro‖.13
En su poesía también está la presencia de la muerte, uno de los poemas
más célebres de este autor: ―Amor constante más allá de la muerte‖, es un
buen ejemplo, el poeta está consciente de que la muerte no puede evitarse, es
algo natural a todo hombre, sin embargo, a través del amor es posible
13
Francisco de Quevedo, ―Sueño de la muerte‖, Obras escogidas, México, Océano, 1999, pp. 393 y 394.
13
trascenderla, sólo la fuerza de un sentimiento es superior al temor, al tiempo,
al misterio y a todo lo que la muerte encierra en su seno:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
Mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido:
Su cuerpo dejará no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.14
Un rechazo y desprecio exacerbados hacia la muerte caracterizaron el
Racionalismo; para el siglo XVIII el hombre está harto de las explicaciones
míticas que ya no satisfacen su necesidad natural de conocimiento, el
pensamiento lógico que había sido censurado y satanizado durante muchos
años se libera y genera grandes cambios, la ciencia evoluciona y en materia de
medicina se descubren nuevos métodos para luchar efectivamente contra la
muerte, la invención de vacunas y de medicinas le dan al hombre un arma
poderosa y se empieza a gestar en él el sentimiento de victoria: ―Las ciencias
logran embotar el puñal de la angustia mortal" 15 y se inicia toda una nueva
política que pretende alejar lo más posible a la muerte de las ciudades, incluso
14
Francisco de Quevedo, ―Amor constante más allá de la muerte‖ en Francisco Montes de Oca, op. cit., p.
243.
15
Francisco González Crussi, op. cit., p. 121.
14
hay lugares en los que se sacan los panteones del centro y se reubican en las
periferias.
La literatura romántica retomó a la muerte como uno de los temas predilectos,
el halo de misterio y terror del que siempre había estado rodeada servía
perfectamente a las intenciones estéticas de los románticos. Ligada la mayor
parte del tiempo al amor, la muerte fue uno de los tópicos que caracterizaron
al Romanticismo; todo lo que resultara exótico, oscuro y misterioso era
absorbido por los escritores: bosques encantados, brujas, hechizos, seres
fantásticos, ambientes sepulcrales y lugares solitarios, lo importante era crear
atmósferas que despertaran los sentimientos más profundos del hombre, esos
que habían sido relegados durante el Racionalismo. Escritores como Hoffman
y Poe recrean estos ambientes tétricos en sus cuentos, la terrible muerte al
acecho, latente en cada objeto, suspendida siempre en el aire denso que
respiran los personajes. Todo lo que inspire terror: historias sobrenaturales,
cuentos de aparecidos, asesinatos y muertes misteriosas, es material de
creación para estos autores que explotan al máximo el miedo natural ante lo
desconocido, para escribir cuentos que exciten aún más esa parte de nosotros
que le teme a la muerte, tal como sucede en el cuento ―La muerte roja‖ (1842)
de Poe, al irrumpir ésta en una fiesta de disfraces: ―Entonces, invocando el
frenético valor de la desesperación, una multitud de máscaras se precipitó a la
vez en la sala negra, y, asiendo al desconocido que se mantenía, como una
gran estatua, rígido e inmóvil a la sombra del reloj de ébano, se sintieron
sofocados por un terror sin nombre, al ver que no había ninguna forma
15
palpable bajo el sudario y la máscara cadavéricos que habían aferrado con
energía tan violenta‖. 16
El suicidio también comenzó a popularizarse durante esta época, tanto en
la literatura como en la vida real, identificando al artista romántico como un
ser extremadamente sensible e incomprendido que prefería la muerte a sufrir
en este mundo hostil, ―la muerte […] era el ingreso del hombre a la
trascendencia, al encuentro con la verdadera realidad‖. 17 Los personajes
literarios igualmente asumirán este carácter, dejarán de ser sujetos planos y se
humanizarán, Don Juan Tenorio es un buen ejemplo; José Zorrilla rescata en
1844 a este personaje libertino y seductor de la tradición española y lo
convierte en un personaje más sensible, Don Juan se enamora perdidamente de
Doña Inés y es por medio del amor que es redimido de todos sus pecados y
alcanza un lugar junto a su amada en el paraíso celestial: ―sólo en la muerte, o
por medio de ella, era posible concretar un amor de verdad; el suicidio se
convierte en una opción para alcanzar más pronto el amor‖. 18 En este drama el
mundo de los vivos y el de los muertos entran en pugna, la estatua, poseída
por el espíritu del Comendador, quiere arrojar a Don Juan al infierno pero el
espíritu de Doña Inés lo protege y, aunque al final muere el personaje, la
muerte viene a ser la dicha realizada para los enamorados:
Don Juan se hinca de rodillas, tendiendo al cielo la mano que le deja libre
la estatua. Las sombras, esqueletos, etcétera, van a abalanzarse sobre él,
en cuyo momento se abre la tumba de doña Inés y aparece ésta. Doña
Inés toma la mano que don Juan tiende al cielo […]
–Fantasmas, desvaneceos;
Su fe nos salva… volveos
16
Edgar Allan Poe, ―La máscara de la muerte roja‖, Narraciones extraordinarias, México, Porrúa, 1999, p.
125.
17
Dante Salgado, Brevísima relación de la idea de amor en Occidente, México, Praxis-Instituto
Sudcaliforniano de Cultura, 2007, p. 140.
18
Ibid., p. 139 y 140.
16
a vuestros sepulcros, pues.
La voluntad de Dios es;
de mi ala con la amargura
purifiqué su alma impura,
y dios concedió a mi afán
la salvación de Don Juan
al pie de la sepultura.
Las flores se abren y dan paso a varios angelitos, que rodean a doña Inés
y a don Juan, derramando sobre ellos flores y perfumes, y al son de una
música dulce y lejana se ilumina el teatro con su luz de aurora. Doña Inés
cae sobre un lecho de flores […] Cae don Juan a los pies de doña Inés, y
mueren ambos. De sus bocas salen sus almas, representadas en dos
brillantes llamas, que se pierden en el espacio. 19
Después vendrían otras corrientes literarias post-románticas como el
simbolismo y el decadentismo, y grupos como los ―poetas malditos‖ que
buscarían sumergirse en lo más profundo de la sensibilidad y explorar la
conciencia para encontrar eso que Baudelaire llamó ―correspondencias‖,
relaciones ocultas entre lo sensible y lo espiritual. Por supuesto que la muerte
fue un tema de gran interés para estos escritores que veían una estrecha
relación entre ésta y los sueños, una de sus fuentes más importantes de
creación; así, Baudelaire, por ejemplo, en ―El sueño de un curioso‖ (Las flores
del mal, 1857), coloca a la muerte junto al sueño, como si pertenecieran a un
mismo plano de realidad, incluso pudieran pensarse sinónimos; frente a la
muerte el poeta aguarda angustiado pero al mismo tiempo invadido por cierta
fascinación, le excita el conocer el enorme secreto que encierra el más allá,
pero no puede evitar sentir miedo también, el poeta se ve a sí mismo como un
niño, lo que refleja la sensación de pequeñez e inseguridad frente a algo tan
incierto, pero también explica la enorme curiosidad que experimenta. Al final
19
José Zorrilla, Don Juan Tenorio, México, Editores Mexicanos Unidos, 1993, pp. 172- 175.
17
todo sigue siendo una enorme interrogante, el secreto desvelado revela más
incógnitas, la muerte encierra mucho más de lo que cualquiera pudiera
pretender conocer:
Conoces como yo el sabroso dolor
y de ti hacer decir: ‗¡Qué hombre más extraño!‘
Iba a morir y en mi alma amorosa
había deseo mezclado con horror: un mal muy singular.
Angustia y esperanza, sin mezcla de ironía.
Al irse vaciando aquel fatal reloj
mi tortura se hacía más honda y deliciosa;
mi pecho se arrancaba del mundo familiar.
Era como ese niño que ansía divertirse
Y que odia el telón lo mismo que un obstáculo.
Pero al fin la verdad se reveló desnuda.
Me morí sin sorpresa y la terrible aurora
Me envolvía. ¿Y qué? ¿Era tan sólo eso?
El telón se había alzado y yo esperaba aún.20
El siglo XX tampoco se salva de la temática mortuoria, grandes poetas como
Borges han hecho de la muerte el centro de muchas de sus creaciones. La
muerte como desenlace de sus cuentos, es algo muy común en este autor; es a
través de ella que lo personajes se transforman y alcanzan la liberación o
redención, pero no en un sentido religioso, tal el es caso de algunos cuentos de
El Aleph (1944): ―La otra muerte‖, ―El inmortal‖ y ―Emma Zunz‖, en donde
los personajes, ya sean víctimas o victimarios, encuentran en la muerte una
posibilidad de cambiar su historia. En un marco de ficción Borges trata
asuntos reales y de gran seriedad, sus personajes se convierten en los
20
Charles Baudelaire, ―El sueño de un curioso‖, Las flores del mal, México, Editores Mexicanos Unidos,
2005, p. 191.
18
portavoces de su filosofía, en ―El inmortal‖, por ejemplo, Cartaphilus dice:
―Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues
ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse
inmortal‖. 21 En el microcosmos de sus historias, el hombre constantemente
perdido en laberintos o aterrado frente a un espejo constituye una analogía de
la vida y la muerte. En ―La casa de Asterión‖ la vida del minotauro transcurre
entre paredes, prisionero de los días no encuentra la salida sino hasta que
muere.
Igualmente, en su poesía, estos temas metafísicos continuarán
apareciendo, ―Elogio de la sombra‖ (1969) y ―Los enigmas‖ (El otro, el
mismo, 1964) son ejemplos de ello, Borges inundado de esa curiosidad
cautelosa que se tiene hacia la muerte, reflexiona sobre lo incierto de la vida,
lo efímero del mundo y la dulce libertad que la muerte ofrece al hombre,
porque "Esta seguridad de aniquilamiento puede ser fuente del máximo terror,
del más gentil consuelo, de la represión más severa, [pero también] de la
resignación más serena o de la esperanza más desaforada‖: 22
La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
[…]
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
21
22
Jorge Luis Borges, ―El inmortal‖, El Aleph, Millenium, 1999, p. 18.
José Luis Díaz, ―La conciencia y la muerte‖ en Ruy Pérez Tamayo, op. cit., p. 281.
19
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.23
1.2 En México
En el caso de México, la figura de la muerte es de gran importancia, tanto para
la literatura como para la cultura en general, pareciera ser algo querido y
familiar más que algo temible, ―los mexicanos llevamos sobre la espalda a la
muerte como signo cultural, no es posible eludirla, nos persigue, nos pisa los
talones a cada momento‖.24 La capacidad que hemos desarrollado de reírnos
de la muerte es algo muy peculiar que distingue a nuestro país. Son muchas
las naciones que se asombran de la estrecha relación que existe entre ésta y los
mexicanos, ―para el habitante de Nueva York, Paris o Londres, la muerte es la
palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en
cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de
sus juguetes favoritos y su amor más permanente‖. 25 El día de muertos es un
ejemplo magnífico de este fenómeno: una fiesta llena de color, música y
alegría no es precisamente lo que todos harían en torno a la muerte de sus
seres queridos, en cambio, en México resulta normal el hecho de llorar junto a
la tumba de un familiar y de ahí pasar a la fiesta a beber y disfrutar;
definitivamente nuestro país es un lugar de contrastes, llorar riendo o reír
llorando es más que posible para un mexicano, es su forma de vida: ―la gente
se viste de negro en la mañana, llora en el panteón en la tarde, y coquetea en la
23
Jorge Luis Borges, ―Elogio de la sombra‖, Obras completas 1923-1972, Buenos Aires, Emecé, 1974, p.
117.
24
David García, Morir en Comala. Mitocrítica de la muerte en la narrativa de Juan Rulfo, México, Ediciones
Coyoacán, 2004, p. 16.
25
Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, FCE, 2004, p. 63.
20
noche vestida de color de rosa‖, 26 es a través de la fiesta que el mexicano ha
encontrado el escape a su realidad, la risa es la máscara perfecta para intentar
ser lo que no se es: ―El individuo […] arroja su máscara de carne y la ropa
oscura que lo aísla y, vestido de colorines, se esconde en una careta que lo
libera de sí mismo‖. 27
Aun con sus respectivas variantes, el tema mortuorio se desarrolló de una
manera más o menos simultánea en la literatura de las culturas europeas,
siguiendo las mismas líneas que fueron características de cada época; México,
sin embargo, se gestó en un útero distinto al de Europa y creció como una
cultura aparte de la occidental, fue hasta el siglo XVI que la brusca irrupción
de los españoles viene a trastornar el rumbo que hasta entonces había llevado
esta tierra y a influir de manera decisiva en su ideología. Para los pueblos
prehispánicos la muerte era sólo un medio para perpetuar la vida, los
sacrificios eran algo cotidiano porque la sangre alimentaba al sol, morir era el
destino que todos debían asumir con dignidad y valor, desde pequeño ―se iba
formando en el corazón del joven mexicano un ideal de orgullo sobrehumano,
el deseo de superar a la muerte por la voluntad de morir, y la fe en el
renacimiento que experimenta quien acepta su propia destrucción‖.28 El más
allá no apelaba a castigos o recompensas, es decir que ―su vida en el otro
mundo no dependía en nada de consideraciones morales‖, 29 la vida sobre la
tierra era lo realmente importante, el más allá sólo era un lugar al que se iba
después de morir, por eso la literatura prehispánica, más que en la muerte,
hace énfasis en la brevedad de la vida y se convierte en una invitación a
gozarla:
26
José Tomás de Cuéllar, ―Después de muertos‖ en Artes de México, loc. cit., p. 26.
Octavio Paz, op. cit., p. 55.
28
Jacques Soustelle, El universo de los aztecas en vísperas de la Conquista, México, FCE, 1984, p. 12.
29
Ibid., p. 13.
27
21
Pero yo digo:
sólo por breve tiempo,
sólo como la flor del elote,
así hemos venido a abrirnos,
así hemos venido a conocernos
sobre la tierra.
Sólo nos venimos a marchitar,
¡oh amigos!
que ahora desaparezca el desamparo,
que salga la amargura,
que haya alegría…
En paz y placer pasemos la vida,
venid y gocemos
¡que no lo hagan los que viven airados,
la tierra es muy ancha…!30
Con los españoles llega de golpe todo Occidente —incluso Oriente— y la
cultura de los pueblos nativos se mezcla con la de los conquistadores; es hasta
ese momento que nuestro territorio comienza a tener noción de todo ese
mundo al otro lado del mar y el resultado es la simbiosis fascinante de la
identidad mexicana. Si a esto le sumamos los acontecimientos que conforman
la historia de México después de independizarse de España, podemos decir
que lo que hoy somos y la manera como pensamos es el resultado de un largo
proceso accidentado de mestizaje y transculturación, por eso la muerte
adquiere en México un carácter tan particular que ha causado controversia en
el mundo, sólo en este país de contrastes pudo haberse originado una relación
tan compleja que, rodeada de matices insospechados, resulta muy original:
―Las actitudes mexicanas hacia la muerte son ejemplos peculiarmente
30
Miguel León-Portilla, Los antiguos Mexicanos a través de sus crónicas y cantares, México, FCE, 1961, p.
173.
22
poderosos de hibridación o mestizaje cultural, un área de la vida en que la
cultura indígena y popular han envuelto
y transformado la cultura del
colonizador. En este sentido, la muerte ocupa una posición peculiar, si no
única‖.31
Pese a la enorme influencia intelectual que ejercía Europa sobre nuestro
país, con el paso del tiempo éste logró encontrar su propia voz. Después de la
Revolución de 1910, la búsqueda de la identidad nacional fue algo que
preocupó profundamente a los artistas y empezaron a rescatar los elementos
culturales que de alguna manera nos identificaban, por supuesto que la muerte
tuvo un lugar privilegiado en este proceso, sobretodo en ese momento,
después de la encarnizada lucha por la que recién había atravesado el país, la
muerte se encontraba fresca en la mente del hombre mexicano, la realidad la
reflejaba por todos lados, se había convertido en un símbolo nacional. La
identidad de nuestro país estaba asentada en las grandes muertes (Conquista,
Independencia, Revolución) y los grandes muertos (mártires y héroes
sublimados) constituían el orgullo nacional: ―Existe una profunda resonancia
cultural en el movimiento para utilizar […] la muerte como un campo
conceptual con el cual considerar detenidamente la cuestión nacional y, en
realidad, como un símbolo metonímico de la propia mexicanidad‖. 32
Hasta antes de la Reforma la muerte tenía un carácter lúgubre y solemne,
se le veía con mucho respeto y miedo, la celebración del día de muertos era
un ritual sagrado que no podía profanarse con ninguna muestra de alegría,
todos volvían a vivir ese día el duelo y el luto que guardaron cuando alguien
cercano acababa de morir, era un día lleno de llantos y suspiros
entremezclados con oraciones. En el siglo XX, contrario a lo que sucedió en
31
32
Claudio Lomnitz, Idea de la muerte en México, México, FCE, 2006, p. 39.
Ibid., p. 27.
23
Europa, no hubo rechazo por parte de los mexicanos hacia la muerte, sino una
familiaridad intensificada, las antes tristes ceremonias luctuosas comienzan a
transformarse en un festejo alegre y ruidoso. Manuel Altamirano relata cómo,
al regresar al país después de cierto tiempo, esperando revivir los rituales del
siglo XIX, se encontró con una celebración totalmente distinta: ―¡Cómo deben
sonar en todo este camino los suspiros! ¡Cómo deben oscurecerse las frentes!
¡Cómo deben ir los ojos nublados por las lágrimas! Es la vía sacra, la vía del
dolor y de la ternura. Por aquí va el pesar silencioso, caminando a paso
lento… Interrumpió mi frase melancólica un concierto de alegres carcajadas y
chillidos de regocijo. […] Era el pueblo pedestre de México, que presentaba
un aspecto abigarrado y pintoresco‖. 33 Las catrinas de Guadalupe Posada que
aparecen en diversos grabados tomando parte de las actividades cotidianas del
pueblo serán portavoces de esta nueva concepción risueña y popular de la
muerte mexicana, aunque no por ello desaparece la anterior concepción seria
de la muerte, sino que esta muerte alegre y juguetona se fusiona con la otra
muerte fantasmagórica y temible alimentando la imaginería; sobre todo en las
zonas rurales, donde la gente tiende a ser supersticiosa en un grado mucho
más alto que la gente que habita en ciudad, se conserva la idea de que los
muertos regresan de ultratumba y que, sin importar cuán buenos fueron en
vida, la muerte los reviste de un cierto halo de maldad desconcertante; las
historias de espantos se vuelven muy populares y se arraigan de tal manera en
la tradición del hombre , que esta imaginería fantástica, aun yendo en contra
de toda lógica, se filtra hasta lo más profundo de la conciencia humana, anida
ahí y se convierte en uno de los filtros a través de los cuales se trasvasa la
concepción e interpretación del mundo. Sin embargo, el hecho de que se
popularizara una concepción irreverente de la muerte no significó que se le
33
Manuel Altamirano, ―El día de muertos‖ en Artes de México, loc. cit., México, 2003, p. 20.
24
viera como algo ordinario, simple y banal, ni que se pensara en ella
únicamente como un chiste, la muerte seguía siendo algo serio, un tema de
reflexión, la familiaridad sólo le permitía al escritor acercarse lo suficiente
para verla de frente, en eso consiste la comunión con ella, Alfonso Alfaro
asegura que ―los mexicanos […] hemos obtenido sobre la sombra blanquecina
que va segando, al filo de su guadaña, las esperanzas y los amores, una suerte
de victoria poética: le hemos perdido el respeto y podemos mirar fijamente sus
ojos vacíos, hemos convertido a la dama terrible en un personaje familiar y
ridículo: una simple calaca‖. 34 Sin embargo, es necesario señalar que aunque
esto pudiera ser verdad en cierto grado, para el escritor las cosas no son tan
sencillas como para el resto del pueblo, pues se asoma a la muerte no sólo con
el fin reírse, sino con el afán de búsqueda, los ojos de la muerte vienen a ser
como dos grandes espejos en los que puede reflejarse el mundo, de ahí que la
literatura mexicana haya alcanzado la universalidad con obras que tienen
como eje central a la muerte y que logran trascender lo cotidiano e inmediato,
explorando nuevos horizontes y proponiendo cada vez nuevas y diferentes
formas de concebir el mismo fenómeno que se ha venido repitiendo a lo largo
de la historia.
1.2.1 Siglo XX
Xavier Villaurrutia, uno de los integrantes del grupo ―Contemporaneos‖, es
uno de los muchos autores mexicanos que han sentido gran apego hacia el
tema de la muerte, podemos verlo en Nostalgia de la muerte (1938), un
poemario en el que se mezclan algunas de sus angustias existenciales con la
fuerte atracción que ejerce la muerte sobre él. En cada poema, con una
34
Alfonso Alfaro, ―La muerte sin calaveras‖, op. cit., p. 58.
25
sensibilidad extrema, el autor se sumerge en su abismo interior y explora su
profunda soledad; la imposibilidad de vivir el amor de una manera libre
debido a su homosexualidad, hace de este poeta un ser que se oculta entre las
sombras, lleno de deseos inconfesos que lo llevan a asociar al amor con la
muerte, el vacío que crea el amor no realizado, se llena con el sentimiento de
la muerte, la necesidad de sentirse pleno lo lleva a experimentar tanto
añoranza del amor como nostalgia por la muerte:
¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de amar a lo nunca visto
y de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
en la angustia del pensar
que puesto que muero existo.
[…]
En vano amenazas, Muerte,
cerrar la boca a mi herida
y poner fin a mi vida
con una palabra inerte.
¡Qué puedo pensar al verte,
si en mi angustia verdadera
tuve que violar la espera;
si en vista de tu tardanza
para llenar mi esperanza
no hay hora en que yo no muera!35
En ―Muerte sin fin‖ (1939) de José Gorostiza, uno de los grandes poemas
de la literatura mexicana, la muerte se aborda desde un punto de vista
35
Xavier Villaurrutia, Nostalgia de la muerte, México, FCE, 1953, pp. 76 y 79.
26
filosófico, el problema de la finitud es cuestionado a fondo con absoluta
brillantez sin perder esa parte sensible que nos humaniza, el poeta se acerca al
fenómeno, lo observa y reflexiona, pero al mismo tiempo lo palpa y se
incluye, se sabe parte de él y desde ese lugar diserta:
–¡Flores de sangre, eternas,
en el racimo inmemorial de las especies!–
cuando todos inician el regreso
a sus mudos letargos vegetales;
cuando la aguda alondra se deslíe
en el agua del alba,
mientras las aves todas
y el solitario búho que medita
con su antifaz de fósforo en la sombra,
la golondrina de escritura hebrea
y el pequeño gorrión, hambre en la nieve,
mientras todas las aves se disipan
en la noche enroscada del reptil;
cuando todo –por fin– lo que anda o repta
y todo lo que vuelva o nada, todo,
se encoge en un crujir de mariposas,
regresa a sus orígenes
y al origen fatal de sus orígenes,
hasta que su eco mismo se reinstala
en el primer silencio tenebroso.
Porque los bellos seres que transitan
por el sopor añoso de la tierra
–¡trasgos de sangre, libres,
en la pantalla de su sueño impuro!–
todos se dan a un frenesí de muerte,
ay, cuando el sauce
acumula su llanto
para urdir la substancia de un delirio
en que –¡tú! ¡yo! ¡nosotros!– de repente,
a fuerza de atar de hombres destemplados,
ay, no le queda sino el tronco prieto,
27
desnudo de oración ante su estrella.36
Obviamente el temor está latente, como cualquier hombre se siente
desprotegido e inseguro frente a la muerte, la diferencia radica en que este
poema no busca ni alabarla ni vituperarla, Gorostiza no se conforma con
externar lo que siente y se pone a pensar. Como fondo de la reflexión
subyacen tanto preceptos religiosos como las ideas pitagóricas que sostenían
que las almas eran entidades inmortales presas en distintos cuerpos,
condenadas a reencarnar indefinidamente, y las concepciones de Heráclito
acerca de la incesante mutación de todo lo existente. La muerte en realidad no
existe si pensamos en la vida como un proceso eterno de nacimiento y
destrucción, todo en el mundo está sujeto a esa dinámica que mantiene un
orden perfecto en el cosmos, todos los elementos son y no son al mismo
tiempo en esa lucha de opuestos que, por más contradictoria que parezca, está
regida por principios de razón. Muchos de los versos de este magnífico poema
sostienen este principio del Panta rei como estandarte, siguiendo la idea de la
muerte como una cuestión meramente natural y, hasta cierto punto, producto
de una situación racional (logos), rechazando la idea de una muerte con
voluntad propia a la que se le debe temer; todos estamos inscritos a esta
dinámica de vida que nos abraza y nos aleja en un vaivén infinito.
La muerte es esa realidad que para José Revueltas se convierte en fuente
de inspiración; en El luto humano (1943) puede verse cómo Revueltas concibe
a la muerte como algo casi palpable, un ente que se funde con la vida y se
mimetiza en todo lo existente, todo la anuncia: el río, la lluvia, el cielo, las
piedras, el aire, la luz de una veladora, la noche, las aves, todo cuanto existe es
un augurio de muerte. Acechante, la muerte espera el momento de actuar, va
36
José Gorostiza, Muerte sin fin y otros poemas, México, FCE, 1964, pp. 135 y 136.
28
acorralando al hombre para al final abalanzarse sobre él, no hay fe a la que el
hombre pueda asirse, al final de todo, la muerte es la única certeza, la única
verdad, tan real que es visible, ocupa un espacio y un tiempo, es una muerte
corpórea que se hace presente y camina entre los humanos: ―La muerte no es
morir, sino lo anterior al morir, lo inmediatamente anterior, cuando aún no
entra en el cuerpo y está, inmóvil y blanca, negra, violeta, cárdena, sentada en
la más próxima silla‖.37
Siguiendo esta línea, Octavio Paz ve en la muerte una de las caras de la
existencia, según él es necesario verla para contemplar la vida pues ambas
conforman una totalidad innegable. Frente a la nueva sociedad que pretende
cerrar los ojos ante la muerte y voltear hacia el progreso aferrada a la idea de
vivir mejor, Paz descubre una profunda soledad que no hace sino conjurar la
muerte cada día, a final de cuentas esta relación con la muerte termina siendo
tan cercana que el explicarla implica explicarnos a nosotros mismos: "la
muerte es una de las características esenciales de la vida, de modo que
cualquier definición o descripción integral de lo vivo que no incluya a la
muerte estará fatalmente incompleto". 38 En El laberinto de la soledad (1950)
Paz se acerca a ella desentrañando los secretos ontológicos y los motivos
innatos que nos atan a este fenómeno: ―La muerte nos seduce. La fascinación
que ejerce sobre nosotros quizá brote de nuestro hermetismo y de la furia con
que lo rompemos. La presión de nuestra vitalidad, constreñida a expresarse en
formas que la traicionan, explica el carácter mortal, agresivo o suicida, de
nuestras explosiones. Cuando estallamos, además, tocamos el punto más alto
37
38
José Revueltas, El luto humano, México, Era, 2000, p. 12.
Ruy Pérez Tamayo, op. cit., p. 3.
29
de la tensión, rozamos el vértice vibrante de la vida. Y allí, en la altura del
frenesí, sentimos el vértigo: la muerte nos atrae‖.39
De esta relación tan estrecha que se vive en México con la muerte, de la
que habla Paz, y de la imaginería popular que proponía que los muertos
deambulan en el mundo de los vivos se nutre Pedro Páramo (1955), una
magnífica novela que, aunque está anclada en una creencia popular, no es una
simple historia de espantos, en ella la muerte se transforma en algo totalmente
distinto, a través de la de la pluma de Rulfo adquiere una nueva presencia más
profunda y refinada, como si fuesen dos caras de la misma muerte. Comala es
una especie de infierno y los habitantes son almas en pena, condenados a
repetir eternamente su historia, vagan por el pueblo ignorando que están
muertos: ―–No me han dejado en paz los gritos […] –tal vez sea algún eco que
está aquí encerrado. En este cuarto ahorcaron a Toribio Aldrete hace mucho
tiempo […] No sé cómo has podido entrar, cuando no existe llave para abrir
esta puerta. –Fue Doña Eduviges quien abrió […] –Pobre Eduviges. Debe
andar penando todavía‖. 40 Este pueblo fantasma es un punto en el mapa
olvidado por Dios, un pedazo de tierra en el que sólo se respira muerte y
desolación, todo a causa del abuso, del odio, de la explotación y de la
venganza, pulsiones que encuentran sitio en la historia de México y que hacen
posible una analogía de la realidad nacional y Comala.
Carlos Fuentes también logra explotar muy bien esta idea de la fusión del
mundo de los vivos y el de los muertos, en su novela Aura (1962) la barrera
entre lo tangible y lo incorpóreo desaparece creando un ambiente oscuro y
misterioso y una historia que fascina al mismo tiempo que despierta temor e
incertidumbre; con un dominio ejemplar del tiempo y del espacio recrea la
39
40
Octavio Paz, op. cit., p. 53 y 64.
Juan Rulfo, Pedro Páramo, México, Seix Barral, 1984, p. 30.
30
ilusión del sentimiento de cautiverio angustioso y fijación embelesada que
todos experimentamos frente a la enigmática muerte: ―La muerte es a la vez
horrible y fascinante; por lo tanto no puede dejar a nadie indiferente. Horrible
porque separa para siempre a los que se aman […] porque hace que nuestros
cuerpos terminen por desintegrarse en una podredumbre innoble. Fascinante
porque renueva a los vivos‖.41 En esta obra el carácter sombrío de la muerte se
conjuga con la fuerza de amor y entretejen una situación fantástica que se
enreda y desenreda en el tiempo, los personajes son fantasmas que, al igual
que en Pedro Páramo,
continúan aferrándose a la vida: ―Pegas esas
fotografías a tus ojos, las levantas hacia el tragaluz: tapas con una mano la
barba blanca del general Llorente, lo imaginas con el pelo negro y siempre te
encuentras, borrado, olvidado, perdido, pero tú, tú, tú […] Te tocas los
pómulos, los ojos, la nariz, como si temieras que una mano invisible te
hubiese arrancado la máscara que has llevado durante veintisiete años […] tu
rostro antiguo, el que tuviste antes y que habías olvidado‖.42
Otro de los grandes escritores del siglo XX que ha tratado muy de cerca
a la muerte es Jaime Sabines, incluso hay quienes al leer su obra piensan en él
como un ―poeta de la muerte‖, sin embargo, aunque ciertamente el tema
mortuorio se presenta constantemente en la poética de este chiapaneco, no es
sino para dejar entrever el profundo amor que sentía por la vida, porque
―puede decirse con verdad que amar la vida y no amar la muerte significa no
amar realmente la vida‖.43 Muerte y vida son las pesas a cada lado de la
balanza que la poesía de Sabines sostiene en lo alto, esa será la perenne
dicotomía que se mantiene girando en el aire mientras uno lee cada uno de los
libros que conforman la obra de este singular poeta. Para Sabines la vida y la
41
Louis-Vincent Thomas, op. cit., p. 154.
Carlos Fuentes, Aura, México, Era, 2006, p. 58 y 59.
43
Louis-Vincent Thomas, op. cit., p. 154.
42
31
muerte se contienen en un abrazo tan estrecho que es imposible concebir a la
una sin la otra, sólo así, en esa unidad que se dice y contradice en el mismo
instante, continúan teniendo sentido, porque no hay forma de concebir a la
vida si no es frente la muerte y viceversa, ―la delectación que se siente por la
parca nace en el arraigo por la vida: se camina sobre el hilo de las Moiras, que
se sabe es delgado, a cada momento a punto de romperse, y también se sabe
que ya no hay marcha atrás en la caída, pero hay un gozo en este juego del
equilibrista‖.44 Sabines, a través de su poesía, nos inyecta esa paradoxal
infusión, de ahí que en ocasiones nos haga reír y otras veces llorar, finalmente
la vida es así, la muerte es así:
Cuando tengas ganas de morirte
esconde la cabeza bajo la almohada
y cuenta cuatro mil borregos.
Quédate dos días sin comer
y verás que hermosa es la vida:
[…]
Cuando tengas ganas de morirte
no alborotes tanto: muérete
y ya.45
Sin duda alguna, la huella que ha dejado la muerte en la literatura a lo
largo de la historia es profunda e inminente, ha sido un largo recorrido el que
ésta ha hecho junto al hombre, incluso actualmente, en pleno siglo XXI, el
andar de la muerte continúa, los escritores siguen siendo seducidos por su
canto e igual que los marinos de Odiseo se arrojan extasiados al enorme mar
de enigmas que encierra la muerte, la literatura continúa empapándose de ella
44
David García, op. cit., p. 17.
Jaime Sabines, ―Cuando tengas ganas de morirte‖, Yuria en Recuento de poemas (1950-1993), México,
Joaquín Mortiz, 2003, p. 190.
45
32
y los textos que la abordan se reproducen incansablemente, ¿hasta cuando se
detendrá toda esta dinámica?, al parecer tendrá que ser la muerte misma la que
ponga el punto final a su propia historia, a ella le corresponde siempre la
última palabra.
33
Capítulo 2
Apuntes biográficos de Jaime Sabines
Hay poetas que nos capturan poco a poco; sin que nos demos cuenta dejan
caer sobre nosotros lentamente su suave red, después se acercan cautelosos,
nos liberan y nos toman de la mano para llevarnos a recorrer su mundo. Jaime
Sabines definitivamente no es uno de ellos, él nos atrapa desde el primer
instante, apenas empezamos a andar en la lectura cuando lo vemos venir
corriendo hacia nosotros, en sentido contrario, con los brazos abiertos, nos
atrapa completos, nos envuelve, nos abraza y en lugar de llevarnos a conocer
su mundo nos arrastra al propio, porque así es Sabines, un poeta directo, un
poeta de lo real, no necesita sacarnos de nuestra realidad para asombrarnos,
sino sumergirnos en ella para en el fondo redescubrirla, descarnarla, desgajarla
y encerrarla en un poema. Ahí está la realidad palpitante, esperando ser
liberada, leída una y otra vez, escurridiza entre las páginas, huidiza pero presa,
porque para él ―la poesía no es un instrumento para construir un mundo ideal,
no puede ser jamás un instrumento para ningún mundo posible, la poesía es
una revelación, una revelación de nuestro mundo real‖. 46 Por eso,
definitivamente, entre los grandes poetas mexicanos del siglo XX Jaime
Sabines ocupa un lugar muy especial.
Podría pensarse que abundar en cuestiones biográficas es muchas veces
inútil y que la poesía merece una atención independiente al estudio del autor,
sin embargo, la verdad es que la poesía es un reflejo del mundo interior y
resulta imposible desligar completamente al poeta de su obra, sobretodo si
hablamos de Sabines, quien ha definido su obra como su autobiografía: ―Al
46
Roberto Fernández, ―Por Jaime Sabines‖ en La poesía en el corazón del hombre, México, UNAM, 1987, p.
24.
34
fin de cuentas, mi obra es una larga autobiografía‖, 47 volviéndose de gran
importancia el ahondar en ciertos aspectos de su historia personal para lograr
acercarse a la comprensión de su poesía.
Nacido en Chiapas el 26 de marzo de 1926, hermano menor de tres
hermanos, logra trascender el anonimato y saltar de los aplausos dispersos de
un poblado tan pequeño, como lo era Tuxtla Gutiérrez a mediados del siglo
pasado, al reconocimiento de toda una nación. El camino no fue fácil, tuvo
que enfrentarse a un sin fin de obstáculos ante los cuales muchísimos hubieran
desistido y abandonado la ilusión de convertirse en poetas; la primera de estas
dificultades fue, precisamente, el abandonar en 1945 la paz y la tranquilidad
que le ofrecía el seno maternal de su pueblo natal para ir a internarse solitario
en la turbulenta capital del país y estudiar una carrera que, más tarde se dio
cuenta, no era su vocación. No obstante, a pesar del sufrimiento y el
desencanto que vivió durante los tres años que permaneció inscrito en
medicina, este error valió la pena, él mismo asegura que fueron estos años
difíciles los que comenzaron a formarlo como un poeta: ―Creo que el poeta se
hizo en los años de medicina en México, años de soledad y sufrimiento en los
que el joven provinciano resentía toda la hostilidad de la urbe […] En Chiapas
jugaba con la poesía y en México estaba en el corazón de los conflictos.
Aprendí la soledad, aprendí el insomnio, la angustia de vivir‖.48
Las condiciones en las que pasó estos primeros años en la capital no
eran las mejores. Solo y sin dinero, en una enorme ciudad desconocida y
hostil, lidiando con el desencanto de su carrera, Sabines terminó por volverse,
según su hermano Jorge, un joven callado y taciturno: ―La soledad de México
hicieron que le cambiara el carácter a Jaime. Se volvió un cara de pan y se
47
48
Jaime Sabines en Carla Zarebska, Jaime Sabines, algo sobre su vida, México, Plaza Janés, 2006, p. 48.
Idem.
35
dedicó a escribir y a escribir y a escribir. Se fue acostumbrando a no hablar
con nadie‖.49
En 1950 aparece Horal, el primer libro de este joven poeta, que habría
venido a descubrirnos lo que se escondía tras el silencio del Sabines de esos
años, un jovencito confundido y asustado, tratando de encontrar su camino:
―Horal es la búsqueda de un rumbo, el planteamiento de una problemática, la
reflexión y las preguntas frente a ciertas constantes que permanecerán a lo
largo de toda una obra. En este libro predomina la sensación de lo impalpable,
la no pertenencia, la enajenación, serse extraño a sí mismo, que todo le sea
extraño; llegar a habitar un mundo ancestralmente habitado del que no se tenía
noticia y verse de repente en él insertado‖. 50
Los poemas de Horal encierran esa angustia que acongojaba al poeta y
delatan la enorme soledad que lo atormentaba:
Roto, casi ciego, rabioso, aniquilado,
hueco como un tambor al que golpea la vida,
sin nadie pero solo,
respondiendo las mismas palabras para las mismas
cosas siempre,
muriendo absurdamente, llorando como niña, asqueado.
He aquí este que queda, el que me queda todavía.
Háblenle de esperanza,
díganle lo que saben ustedes, lo que ignoran,
una palabra de alegría, otra de amor, que sueñe.51
Horal es eso, horas y horas de insomnio y llanto, horas de gritar
desesperado en silencio tratando de encontrarse a sí mismo, horas de lanzar
49
Jorge Sabines en Carla Zarebska, op. cit., p. 44.
Guadalupe Flores Liera, Lo sagrado en la poesía de Jaime Sabines, México, UNAM, 1996, p. 84.
51
Jaime Sabines, Recuento de poemas (1950-1993), México, Joaquín Mortiz, 2003, p.24. A partir de esta cita,
las subsecuentes se harán después del poema y se indicará el nombre del mismo, el libro al que pertenece y la
página en la que se encuentra.
50
36
interrogantes contra las paredes del mundo esperando obtener respuestas que
le devuelvan el sentido a las cosas:
Sombra, no sé, la sombra
herida que me habita,
el eco.
(Soy el eco del grito que sería).
Estatua de luz hecha pedazos,
desmoronada en mí;
en mí la mía,
en la soledad que invade paso a paso
mi voz, y lo que quiero, y lo que haría.
Éste que soy a veces,
sangre distinta
misterio ajeno dentro de mi vida.
[―Sombra, no sé, la sombra…‖, Horal, p. 8]
Aunque con el paso del tiempo Sabines logrará perfeccionar su técnica,
es desde éste, su primer libro, que podemos encontrar ya muy claramente
ciertos rasgos que dejaban entrever el estilo que lo distinguiría del resto de los
poetas de esa época y que más tarde lo harían merecedor del aplauso general,
pero que al principio le valdrían no pocas críticas pues, el lenguaje tan
cotidiano que empleaba en su poesía y su desbordada sinceridad fueron
motivo suficiente para que se le considerara por mucho tiempo un poeta
populachero y que se tachara a su poesía de simplista y vulgar, excluyéndola
de cualquier tipo de estudio serio; resultaba todo un escándalo para una
generación de lectores habituados a la delicadeza y pulcritud de López
Velarde y Salvador Díaz Mirón, el hecho de que alguien utilizara un lenguaje
tan cotidiano en un arte tan sublime como la poesía; más tarde Oscar Wong
diría al respecto: ―La función valorativa de la lengua poética (emotiva,
37
connotativa) cercada por la intención referencial propia del discurso
comunicativo –calificado por los rigoristas como mal gusto en Sabines– queda
sin efecto: la emoción surge como un estallido, las palabras germinan y
Sabines se instala con naturalidad en el caos ordenado que constituye su
universo poético‖. 52
La dura crítica academicista fue otro obstáculo que encontró camino a
convertirse en un gran poeta: ―su poética es una especie de segundo torcerle el
cuello al cisne de un academicismo todavía predominante con el que choca.
Su poesía, simplemente, no era accesible al gusto de los críticos mexicanos
anteriores a los sesenta‖. 53 Para él la poesía era más que un arte, el ser poeta
era más que una simple pasión, era un compromiso con la realidad, una
realidad que demandaba ser escrita en su propio lenguaje, aun cuando a la
crítica le pareciera impropio: ―la grosería está en la mente del receptor. Yo
puedo ser grosero diciendo puras palabras limpias, preciosas, escogidas,
utilizando
las mejores palabras del mundo. Las ―palabras groseras‖, así
entrecomilladas no existen, no existen realmente. Para mí nunca han existido.
Son simplemente expresiones que tienen una carga emocional distinta a la de
las otras‖.54
No obstante, poco a poco su poesía fue ganando terreno en el corazón
de los mexicanos, primero en el del pueblo que leía y comentaba sus poemas
en la calle, después en el de la crítica que, pasado un tiempo, terminó no sólo
aceptando su lenguaje, sino reconociéndolo como lo que siempre fue, el de un
gran poeta: ―Como poeta y por amor a la poesía, siento orgullo cuando entre
nosotros hace presencia uno nuevo que canta sin careta, sin posturas, sin
52
Oscar Wong, ―El verso como imagen enunciativa‖ en La poesía en el corazón del hombre, p.143.
Guadalupe Flores Liera, op. cit., p. 11.
54
Jaime Sabines en Mónica Plasencia, Habla Jaime Sabines, México, El tucán de Virginia-UNICACH, 2007,
p. 27.
53
38
pretensiones intelectuales (la plaga que extermina) y que dice lo que siente
con espontaneidad del venero que florece el agua. Admiro al hombre que es
poeta y escribe para el hombre, porque de lo contrario es como la energía de
un dinamo que no se aprovecha, como el ramillete de flores que se pone en el
altar de un santo escondido‖.55
Sin embargo, aunque este empleo del lenguaje cotidiano le dio a su
poesía un toque muy original, fueron ciertas tendencias temáticas las que
terminaron de moldear el perfil del poeta, así como de dotar a su poesía de un
cierto carácter: el amor y la muerte, dos temas que, aunque ya habían sido
retomados por numerosos poetas a lo largo de la historia de la literatura
mexicana, en Sabines cobran un valor especial debido no sólo a la frecuencia
con que se les evoca, sino a las múltiples caras que este autor muestra de ellos.
La muerte, de manera muy especial, habrá de constituir una de las vetas
más ricamente explotadas por el chiapaneco: ―la muerte y el dolor son en
Jaime un sustancial sentimiento de la forma, de la forma del universo, de la
historia del hombre, de lo que permanece sin descubrirse, bajo la costra de
nuestra incapacidad e ignorancia‖.56
Como si se tratara de muchas muertes, Sabines escribe sobre ella
mirando siempre desde una perspectiva distinta, lo que le permite descubrir las
diferentes tonalidades que de ella se desprenden: en ocasiones es una muerte
coqueta y juguetona, mientras que en otras es una muerte cruel y despiadada,
algunas veces está relacionada con lo erótico, con el amor, pero en otras está
ligada al dolor y a la soledad; podríamos decir que se trata de una muerte
tornasol,
multiforme,
que
adquiere
diversos
sentidos
y
múltiples
significaciones; puede ser algo placentero y amoroso o algo doloroso, ya sea
55
Elías Nandino, ―Tarumba‖ en Mónica Mansour, Uno es el poeta, Jaime Sabines y sus críticos, México,
SEP, 1988, p. 110.
56
Javier Espinoza, ―Palabras sobre Jaime Sabines‖ en Mónica Mansour, op. cit., p. 132.
39
un dolor tranquilo y apacible o un dolor desgarrador y descarnado, incluso
puede desligarse tanto del dolor como del placer y convertirse, simplemente,
en objeto de reflexión o en aliciente de vida, ―la muerte como satisfacción
vital se interpola, positiva y negativa, cimentando siempre lo cotidiano‖. 57
Carla Zarebska se refiere a Horal, precisamente, como ―el primer
contacto con la muerte‖, y ciertamente lo es, la muerte está presente a lo largo
de todo el libro, la mayoría de las veces asociada al amor y, más
específicamente, al acto sexual: ―yo siento eso. Siento que la experiencia del
amor es tan dura, es tan fuerte…igual que la de la muerte‖. 58 El orgasmo ha
sido visto a lo largo del tiempo como una pequeña muerte, los amantes se
entregan y mueren uno en el otro, ―la entrega total‖, dicen, ―en cuerpo y
alma‖, ―el sexo, pleno de belleza […] es el eje de la vida y de la muerte, un
núcleo cercado por el tiempo‖. 59 El enorme placer desbordado en el acto los
transporta a un estado en el que la conciencia se pierde momentáneamente, se
dejan llevar por la pasión que, según los antiguos filósofos, encuentra su fin en
la muerte; Edipo, por ejemplo, debe su desgracia al destino pasional al que
está atado, son las pasiones las que mueven a este personaje hacia su propia
destrucción. De la misma manera esta situación se repite de una manera
simbólica en la consumación del acto sexual, como en un rito, los amantes se
abandonan extasiados al misterio del sexo y mueren juntos, fundiendo sus
almas en un eterno abrazo, igual que Abelardo y Eloisa, Romeo y Julieta, y
Tristán e Isolda.
Según Freud eran dos pulsiones las que regían al hombre, ―Eros y
Tanatos‖, la primera tenía a la preservación de la vida y la segunda buscaba la
muerte; en una relación sexual estas dos pulsiones entran en conflicto, el
57
Jesús Arellano, ―Raíces poéticas de Jaime Sabines‖ en Mónica Mansour, op. cit., p.153.
Jaime Sabines en Mónica Plasencia, op. cit., pp. 62 y 63.
59
Oscar Wong, op. cit., p.141.
58
40
deseo de matar a la pareja surge como por instinto, igual que en animales
como la viuda negra, la mantis, la hormiga y la abeja, pero por otro lado
también está el deseo de morir, es decir, matar y morir al mismo tiempo:
Yo no lo sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre
algún día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.
[―Yo no lo sé de cierto…‖, Horal, p.10]
Quizá haya sido la dolorosa pérdida de su gran amigo Antonio Borges,
algunos años antes, o el pensamiento recurrente del suicidio durante sus
primeros años en la capital lo que originó esta fuerte fijación por la muerte,
probablemente éstos hayan sido los acontecimientos que abrieron el pequeño
orificio por el que la muerte se infiltró llenándolo todo.
Un año después de la publicación de Horal, en 1951, aparece su segundo
libro: La señal. Para estas fechas Sabines ya había abandonado la carrera de
medicina, había vuelto a Chiapas a trabajar una temporada en la mueblería de
su hermano Juan, había regresado a México y se encontraba inscrito en la
facultad de filosofía y letras desde 1949, esta vez con una beca del gobierno,
por lo que su situación ya no era ni tan frustrante ni tan precaria, pero sí
continuaba siendo solitaria. En La señal puede verse como el poeta padece
esta soledad como si se padeciera una enfermedad mortal, sus poemas está
impregnados de esta idea de la muerte y la soledad coludidas para atormentar
al hombre:
41
Es un temor de algo, de cualquier cosa, de todo
Se amanece con miedo.
El miedo anda bajo la piel, recorre el cuerpo
como una culebra.
No se quisiera hablar, mirar, moverse.
Se es frágil como una lamina de aire.
Vecino de la muerte a todas horas,
hay que cerrar los ojos, defenderse.
Se esta enfermo de miedo como de paludismo
Se muere de soledad como de tisis.
[―Es un temor de algo…‖, La Señal, p.67]
Sabines descubre que la única manera de escapar de esta muerte es
burlándose de ella y de uno mismo, sólo así se le mantiene alejada por
instantes, para eso comienza a emplear el recurso de la ironía, que llegará a ser
otro de los sellos particulares de este autor en el tratamiento del tema
mortuorio:
Encerrados ahora en el ataúd del aire,
hijos de la locura, caminemos
en torno de los esqueletos.
Es blanda y dulce como una cama con mujer.
Lloremos.
Cantemos a la muerte, la muerte, la muerte,
hija de puta, viene.
[―Sigue la muerte‖, La Señal, p. 70]
Su tercer libro, en el que incursiona en la poesía en prosa, aparece en
1952: Adán y Eva, un intento por redescubrir el mundo, un intento por
regresar a esa condición original en la que el hombre tomó conciencia por
primera vez de sí mismo y de todo lo que lo rodeaba.
42
Platicando con Mónica Plasencia, Sabines dice que ―la poesía debe
llegar a los orígenes para que todo vuelva a ser de nuevo, las palabras, las
cosas. Es importante no perder el asombro virginal frente al mundo. Porque el
poeta lo que hace es precisamente descubrir el mundo, reconocerlo. Para él
todas las cosas son primerizas‖. 60 Eso es lo que pretende en Adán y Eva,
poemas llenos de esa curiosidad con que un niño empieza a conocer el mundo,
pero a la vez reflexivos como el pensamiento de un joven que busca su lugar
en el universo.
Sabines pretende establecer un paralelismo entre el personaje bíblico y
él, se piensa a sí mismo como ese Adán que despertando del polvo se ve de
pronto parado en medio del mundo con la enorme misión a cuestas de
nombrar todas las cosas, siendo que ni siquiera se ha descubierto él mismo: ―la
poesía tiene un origen común con la experiencia religiosa, parte de una
revelación y se apoya en la palabra poética para expresarse, es, asimismo, una
gracia, algo exterior que desciende sobre el poeta y que habla por su boca a
través de las fibras de su alma conmovidas por la experiencia de lo
trascendente, en contraste con su condición de criatura insertada en el tiempo
y la historia‖. 61
Pero no todo es paralelismo y, aunque
el título pudiera también
remitirnos al ideal del paraíso edénico, el mundo que se descubre para
nosotros en este libro dista mucho de ser el lugar perfecto, tratándose de
Sabines no podría ser de otra forma, el mundo de Adán y Eva es el mismo que
el nuestro, un mundo donde no sólo se ha mordido el fruto prohibido, sino que
se ha devorado por completo el árbol; el hombre ya no es más un ser en
comunión con Dios, es una criatura huérfana, vulnerable al dolor y a la
60
61
Mónica Plasencia, op. cit., p. 32.
Guadalupe Flores Liera, op. cit., p. 60.
43
muerte, Dios lo ha arrojado lejos del paraíso y lo ha condenado a morir, por
eso en este libro no sólo se redescubren los árboles y el fuego, sino la muerte
misma, un fenómeno que quizá el hombre nunca alcance a comprender del
todo, pero al que necesariamente debe enfrentarse alguna vez, ese es el
sentido que tiene la muerte en Adán y Eva, el de ser objeto de conocimiento,
una muerte virgen que espera ser descubierta al igual que el mundo:
Eva ya no está. De un momento a otro dejó de hablar. Se quedó quieta y
dura. En un principio pensé que dormía. Más tarde la toqué y no tenía
calor. La moví, le hablé. La dejé allí tirada.
[―Eva ya no está…‖, Adán y Eva, p. 86]
También en este libro, como en los anteriores, puede leerse que, de la
misma manera que todos estamos atados a la muerte, el destino del hombre es
nacer y morir solo: ―En los poemas que integran Adán y Eva, Sabines muestra
a estos personajes sufriendo porque no son uno solo, porque se comunican y
representan dos mundos que se desarrollan y evolucionan de manera diferente,
en dirección opuesta y con distinto ritmo. Son dos soledades que coexisten y
que se desconocen porque no se comunican‖.62
Sin embargo, para el poeta, la vida de estudiante solitario estaba por
terminar, al recibir la noticia de que su padre había sufrido un accidente decide
abandonar la Facultad y volver a Tuxtla para estar a su lado y, aunque tenía en
mente conseguir otra beca y regresar a terminar su carrera en cuanto su padre
mejorara, las cosas no resultaron como él esperaba, ya no pudo regresar a la
capital y tuvo que quedarse a trabajar en la tienda su hermano Juan, un
negocio pequeño de tela y ropa, pues éste se iniciaba en la política yéndose a
México como diputado y le ofreció quedarse a cargo de ―El modelo‖. Sin otra
62
Ibid., p. 103.
44
opción, Sabines aceptó y se quedó atrás de aquel mostrador que a la larga,
según dice, fue una enorme lección de humildad: ―Era un poeta y sin embargo
cada mañana tenía que levantar cuatro chingadas cortinas de acero y barrer la
calle por donde toda la gente pasaba tirando basura. Era un poeta pero tenía
que ponerme a vender metros de manta o delantales o no sé qué carazos […]
Después de dos o tres años comencé a ser humilde, a decirme: que se vaya al
carajo el poeta‖. 63
El negocio no iba nada bien, fue una temporada difícil, sobretodo por la
frustración de verse en aquel lugar despachando telas cuando su sueño era
convertirse en un gran poeta y, aunque más tarde comprendió que antes de ser
poeta debía aprender a ser hombre, no dejó nunca de lamentarse el tener que
renunciar a su vocación pues la poesía le corría por las venas, por eso nunca
pudo dejar de escribir, incluso en medio de aquel trabajo se las ingeniaba para
atender a los clientes y escribir sus poemas, la poesía se había vuelto su forma
de vida, una puerta de escape, una manera de desahogarse y al mismo tiempo
de reflexionar:
Solamente de vez en cuando, o a diario,
pensándolo, o cuando menos lo pienso,
detrás de mí y en medio y por delante,
estoy arruinado, contrito, tapándome
con una manta el corazón
y mis muelas.
Me cae la flor de bugambilia
y me cae el viento
y me cae mi madre
-y mi padre, y mi mujer y mi hijoy me levanto con el nombre ajado
y recojo mi lengua llena de hormigas.
63
Jaime Sabines en Carla Zarebska, op. cit., pp. 75 y 76.
45
[―Solamente de vez en cuando…‖,
Tarumba, p.104]
Los poemas que resultaron de esta etapa de su vida están contenidos en
Tarumba (1956), poemas llenos de desesperación, de frustración, de deseos de
romper con la realidad y escapar, poemas que podemos traducir como gritos
ahogados que ambicionan libertad. Para Flores Liera Tarumba es: ―diálogo
interno, desdoblamiento en un alter ego, afirmación en el mundo, protesta de
alguien que quiere romper los muros de un ambiente hostil y salir al aire,
mirada que se despliega sobre el entorno y que encuentra sus nexos,
paralelismos y relaciones ocultas no sólo con los otros, sino con la naturaleza
que lo ilumina acerca de su propio ser‖. 64
Definitivamente este libro es el reflejo de la difícil situación, no sólo
económica sino espiritual, que vivió todos esos años; pero ¿por qué tarumba?,
¿qué es tarumba? Tarumba no significa nada, es él mismo, su alter ego, su
otro yo, el Sabines interno, desnudo y verdadero, el Sabines que sufre y se
duele de la realidad que vive:
¿Qué putas puedo hacer con mi rodilla,
con mi pierna tan larga y tan flaca,
con mis brazos, con mi lengua,
con mis flacos ojos?
¿Qué puedo hacer en este remolino de imbéciles de buena voluntad?
¿Qué puedo hacer con inteligentes podridos
y con dulces niñas que no quieren hombre sino poesía?
¿Qué puedo hacer entre los poetas uniformados
por la academia o por el comunismo?
¿Qué, entre vendedores o políticos
o pastores de almas?
¿Qué putas puedo hacer, Tarumba,
si no soy santo, ni héroe, ni bandido,
64
Guadalupe Flores Liera, op. cit., p. 211.
46
ni adorador del arte,
ni boticario,
ni rebelde?
[―¿Qué putas puedo hacer…‖,
Tarumba, p. 96]
Sabines golpea con fuerza el tambor de su alma para que ésta resuene
entre líneas. Tarumba es él mismo agitándose como mar tormentoso, gritando
su inconformidad y sintiendo que muere lentamente en aquella sofocante
situación, tal vez la muerte sea la única salida, la única certeza:
Viene un golpe de sangre
desde mis pies de barro,
vienen canas en busca de mi edad,
tablas flotando para mi ataúd.
[―Ahí viene un galope…‖,
Tarumba, p.109]
No obstante, aunque la desesperanza, el pesimismo y la derrota lo
inundan, en el fondo el poeta no hace sino aferrarse a la vida en este libro,
igual que si luchara por seguir avanzando sobre un alambre que atraviesa el
abismo infinito:
Ayúdame a mirar sin llorar,
ayúdame a llover yo mismo sobre mi corazón
para que crezca como la planta del chayote
o como la yerbabuena.
¡Amo tanto la luz adolescente
de esta mañana
y su tierna humedad!
¡Ayúdame, Tarumba, a no morirme,
a que el viento no desate mis hojas
y me arranque de esta tierra alegre!
47
[―La primera lluvia…‖, Tarumba, P. 101]
Es por medio de este clamor que intenta resurgir de entre las arenas
movedizas de la fatalidad en la que se encuentra sumido hasta el cuello:
―[Tarumba] para mí en ese momento era un canto a la sobrevivencia‖. 65
De modo que ―Tarumba‖, una palabra que en un principio pudiera
parecer carente de significado, un ejercicio de combinación de sílabas, una
simple agrupación de letras escogidas al azar, como el niño que inventa un
nombre gracioso para el perro que ha encontrado abandonado en la calle, en
realidad es el salvavidas al que se mantiene asido un hombre en medio del
mar. Sabines asegura que la palabra acudió a su mente y se nombró ella
misma cobrando un enorme sentido, no fue sino hasta algún tiempo después
que la encontró en una obra de García Lorca bajo la acepción de alocado,
curiosa coincidencia si consideramos que para muchos Sabines era un alocado
por no seguir una estética preciosista y por utilizar palabras altisonantes, José
Emilio Pacheco diría: ―Tarumba es un texto que nadie entendió en su
momento porque sus verdaderos lectores apenas estaban naciendo‖. 66
Gran parte de esta particular forma de escribir de Sabines, radicaba en la
idea que tenía de ―poeta‖, para él el poeta era un simple Hombre, no un
pequeño Dios como para Huidobro, no un pararrayos celeste como para Rubén
Darío, ninguna clase de ser sobrenatural ni divino, un simple hombre
imperfecto de la carne hasta los huesos, por eso la poesía era altisonante,
porque era el canto de ese hombre común; tuvo que pasar un tiempo para que
poetas como Elías Nandino, que en un principio se sintieron ofendidos por su
osada lírica, comprendieran esta postura y admitieran que, pese al
65
66
Jaime Sabines en Carla Zarebska, op. cit., p. 83.
José Emilio Pacheco en Carla Zarebska, op. cit., p. 87.
48
quebrantamiento de las normas estéticas, la poesía de Sabines era verdadera
poesía: ―¿Por qué se vuelve decente la palabra ―carajo‖ cuando la injerta en su
poema? [...] ¿Cómo hace y con qué magia logra transformar en poesía una
frase vulgar? (Se me ha trepado en la nuca un cabrón diablo / y no me deja
quieto). Esto es ―dicho‖ de arriero y sin embargo su poema lo hace poesía ‖. 67
Después de siete años finalmente el chiapaneco dejó Tuxtla y regresó a
la capital, esta vez acompañado de su esposa Josefa Rodríguez Zebadua,
madre de sus cuatro hijos: Julio, Julieta, Judith y Jazmín. Su hermano había
vendido la tienda y le propuso que trabajaran juntos en una fábrica de
alimento para animales, él aceptó encantado, todo ese tiempo había deseado
volver a la gran ciudad.
En su nuevo trabajo tenía que visitar diariamente varios establos en los
poblados cercanos para vender sus productos, luego tenía el resto del día libre
para escribir, por eso se adaptó rápidamente a este empleo. Fue en este tiempo
que escribió Diario semanario y poemas en prosa que, después del tormentoso
Tarumba, viene a ser algo así como una liberación al mismo tiempo que un
canto a la ciudad de México, después de todo era un sueño realizado
encontrarse de nuevo ahí, aun si el ritmo de vida era más vertiginoso o los
problemas sociales más evidentes, obviamente no se trataba de una ciudad
perfecta, pero sí de un lugar que había llegado a ser muy especial para
Sabines:
La tarde del domingo es quieta en la ciudad evacuada. A la orilla de las
carreteras la gente planta su diversión afanosamente. Hasta este
contacto con la naturaleza se toma con trabajo, y los carros se
amontonan promiscuamente, lo mismo que las gentes que se quedaron en
los cines, en los toros y en otros espectáculos. Nadie busca, en verdad, la
67
Elías Nandino, ―Yuria‖ en Mónica Mansour, op. cit., p. 198.
49
soledad, y nadie sabría qué hacer con ella. ―Es bueno tomar el aire
limpio de tales horas‖: este espíritu gregario sólo da recetas para vivir.
[―La tarde del domingo…‖,
Diario Semanario…, p.119]
Es en México donde conoce a Gloria Córdova Vera, una joven
veracruzana con la que tiene 4 hijos: Jorge, Juan, Jaime y Susana Sofía, al
mismo tiempo que continúa casado con su primera esposa. No obstante esta
doble vida, podemos decir que esta etapa en la vida de Sabines transcurre de
manera más tranquila: finalmente está de nuevo en la capital, tiene dos
familias que no se conocen, un nuevo trabajo que disfruta y que le deja
suficiente dinero y tiempo para escribir, y ha empezado a recibir premios y
reconocimientos importantes por su poesía; por eso la lírica de Diario
semanario y poemas en prosa, publicado en 1961, es evidentemente más
reposada, menos estruendosa: ―En Diario semanario entrega los resultados en
poemas que son como confesiones hechas en voz alta, en el tono reflexivo de
quien realiza un balance de lo que ha entregado y de lo que le queda, en una
prosa poética que encarna y encara el mundo de lo cotidiano‖.68
Incluso el tratamiento de la muerte en este libro toma otro sentido, a
diferencia de los libros anteriores donde la angustia, la soledad y el
sufrimiento eran el marco general de la muerte, en Diario semanario… se
continúa trabajando la idea de que la muerte se acerca cada día más, pero
agrega a esta certeza la reflexión de que aunque ciertamente todos hemos de
morir un día, esto lejos de convertirse en motivo de temor o tristeza debe ser
una diaria invitación a gozar la vida, como el carpe diem de los romanos, se
trata de disfrutar cada día como si fuera el último, porque es, curiosamente, a
través de la noción de muerte que la vida adquiere un mayor valor y sentido:
68
Guadalupe Flores Liera, op. cit., p. 160.
50
Si a alguien he de convencer algún día, ese alguien ha de ser yo mismo.
Convencerme de que no vale la pena llorar, ni afligirse, ni pensar en la
muerte. La vejez, la enfermedad y la muerte de Buda, no son más que la
muerte, y la muerte es inevitable. Tan inevitable como el nacimiento.
Lo bueno es vivir del mejor modo posible. Peleando,
lastimando, acariciando, soñando. (¡Pero siempre se vive del mejor
modo posible!).
[―No quiero convencer…‖,
Diario Semanario…, p. 123 y 124]
Sabines tenía razón: la muerte era inevitable, en octubre de ese año, 1961,
tras una dolorosa y larga agonía, su padre murió de cáncer en el pulmón. Este
acontecimiento fue un golpe muy duro para el poeta, la relación con su padre
siempre había sido muy estrecha y le dolía en el alma el perder al que había
sido siempre objeto de su más grande admiración. De esta experiencia tan
amarga surge uno de los poemas más intensos y célebres de este autor: ―Algo
sobre la muerte del Mayor Sabines‖, un poema más que conmovedor,
desgarrador; el lector debe estar preparado para soportar el enorme golpe que
este poema representa en el espíritu de cualquiera con al menos un mínimo de
sensibilidad, y aún ser capaz de sobrellevar el profundo malestar que queda
rezumbando en el alma después de leerlo y releerlo, porque ―Algo sobre la
muerte del Mayor Sabines‖ nos golpea, nos arrastra hasta lo más profundo de
nosotros mismos, nos lastima, nos obliga a mirarnos de frente en el espejo, a
preguntarnos quiénes somos realmente, nos enfrenta con nuestra propia
humanidad, por eso nos sacude, porque al vernos descubiertos como hombres
nos damos cuenta de que no somos nada, tan sólo un manojo de nervios
cubiertos de carne, seres indefensos viviendo sólo un instante, ni grandes, ni
fuertes, ni eternos, hombres muriendo: ―Entre la carne y la conciencia, entre
51
los apetitos y la desgarrada lucidez, los versos de Jaime Sabines, sus
imágenes, sus ritmos, sus metáforas son testimonio de una excepcional
capacidad de tocar las cuerdas más recónditas, más tensas y dolidas del alma
humana‖.69
Aquí la muerte no es amorosa ni acechante, es una muerte cruel e
hiriente que se enseñorea sobre todo, les arrebata a los hombres lo más
preciado que poseen y luego se yergue triunfante sobre el sufrimiento que les
causa, se sienta gustosa en su trono a verlos llorar derrotados; es una muerte
despiadada que arremete con todas sus fuerzas contra todos, que anida en las
entrañas de los mortales para un día simplemente estallar como una bomba,
lastimando a todos los que están cerca, hiriendo a algunos de gravedad, como
es el caso de Sabines, quien dolorido comenzó escribiendo en medio de la
agonía de su padre la primera parte de este poema, misma que terminó poco
tiempo después de que hubo fallecido; deshecho por la pérdida que él siempre
habría de considerar la más dolorosa de toda su vida, posterga dos años la
escritura de la segunda parte, para decidirse a terminarla en 1964, sin
embargo, fue hasta nueve años después, en 1973, que el poema fue publicado
en su totalidad.
Mucho se ha dicho acerca de la falta de intención poética en este poema,
críticos como Javier Sicilia aseguran que ―no es con el respeto y sopesamiento
de las palabras que se escribe un poema de la altura de ‗Algo sobre la muerte
del Mayor Sabines‘, esa joya del dolor, del amor y de la blasfemia; sino con el
hígado, los pulmones y la desdicha‖;70 otros como José Joaquín Blanco dirán
que existen lectores confundidos que pretenden ver este poema de una manera
objetiva y ―extraen de este poema lo que no tiene: retórica, sentimentalismo,
69
70
Javier Barros, ―Poesía del mundo cotidiano‖ en La poesía en el corazón del hombre, p. 18.
Javier Sicilia en Carla Zarebska, op. cit., p. 272.
52
surrealismo‖.71 Sin embargo, aunque ciertamente el dolor lacerante de la
pérdida de su padre es el verdadero motor de la escritura de este poema, no
podemos desechar completamente la idea de que en el fondo subyazcan
pretensiones estéticas que lo sostengan, es decir, no es producto sólo de un
ejercicio de escritura libre mediante el cual Sabines pretende exorcizar de
alguna manera los demonios que atormentaban su espíritu, sino que aunque el
sentimiento dolorido es auténtico, hay muchos recursos de los que voluntaria y
conscientemente se vale el poeta para producir en el lector un efecto tan
intenso.
Para este tiempo Sabines es más que un poeta experimentado, ha
alcanzado un dominio impresionante del lenguaje y es capaz de hacer brotar
en sus poemas imágenes tan novedosas e impactantes como desee, en especial
si se trata de la muerte pues la estrecha relación que mantuvo con ésta a lo
largo de su vida y el apego que desarrolló por su tratamiento le concedió una
visión muy amplia sobre el fenómeno. Aunque pretende hacernos creer que la
sucesión de metáforas con que se le nombra fluye de manera natural, es
evidente que existe un trabajo cuidadoso de selección. Lo mismo pasa con la
forma del poema, casi todo el final de la segunda parte está escrita en sonetos,
según el autor para poder contener su emoción, lo raro es que sea hasta estas
alturas que lo necesite, han pasado ya tres años de la tragedia y ni aun la
primera parte que se escribió durante la agonía precisó de una forma fija.
Sabines estaba consciente de que el ejercicio de la escritura era más que
inspiración, en más de una ocasión reconoció que el oficio requería ante todo
disciplina y dedicación: ―la poesía debe ser el producto de un esfuerzo, de un
control, de una disciplina y de un orden interior‖, 72 con mayor razón
71
72
José Joaquín Blanco en Carla Zarebska, op. cit., p. 155.
Jaime Sabines en Carla Zarebska, op. cit., p. 83.
53
tratándose de un poema que habría de ser algo así como el clímax de su
experiencia poética con la muerte, y con el que esperaba ser recordado. Es
indudable el hecho de que se haya visto en la necesidad de prestar especial
atención a la escritura de este poema y que haya recurrido a ciertas técnicas
para lograr su objetivo estético, sin embargo, esto no le resta validez ni mérito
al maravilloso regalo que nos hace, resulta imposible no ponerse de pie ante
uno de los poemas más crudos e intensos que la literatura mexicana haya
conocido jamás.
Probablemente el poeta quería conservar esa imagen de espontaneidad y
frescura que lo había caracterizado en libros anteriores, o se resistía a aceptar
que poco a poco había sucumbido a ciertas tendencias que en un principio
había rechazado, por eso se empeña en negar lo evidente y en hacer gala de
falsa modestia, con el objeto de parecer más sincero:
(Me avergüenzo de mí hasta los pelos
por tratar de escribir estas cosas.
¡Maldito el que crea que este es un poema!).
[Algo sobre la muerte…, p. 249]
Éste es tan sólo uno de los muchos recursos que utiliza para acercarse al
lector y ganar su simpatía: ―¿cómo puede el poeta convencer al lector de que
su poema es la presentación sincera de la confianza profunda en el valor de la
cualidad humana de la humildad? La solución es crear la ilusión de que el
poema no es un poema, que no es una ficción imaginativa, sino más bien una
comunicación personal de un ser humano sensible y humilde. Para darle
credibilidad a la palabra poética, Sabines ha creado un sujeto lírico que pone a
prueba las palabras que el poeta implícito le ha hecho decir, solo para
54
encontrarlas deficientes‖. 73 Todo es parte de una estrategia para alcanzar las
fibras más sensibles del que lee, Sabines aprovecha el dolor que lo invade y lo
proyecta de tal manera que logra contagiar a todos de su sufrimiento,
finalmente todo es válido en la poesía, incluso manipular los propios
sentimientos para despertar compasión en el otro, si el resultado es un
magnífico poema inmortal, lo demás qué importa.
Cinco años después del fallecimiento de su padre, muere también su
madre. Esta vez el poema que escribiría sería muy distinto, probablemente la
aceptación casi resignada que viene después de una pérdida tan dolorosa,
como lo fue la de su padre, lo hizo ver de manera distinta a la muerte, o bien
porque mientras que su padre había sido siempre la enorme piedra sobre la
que se apoyaba cuando se sentía cansado, su madre había sido un impulso a
seguir caminando:
―Doña Luz influyó mucho en nosotros, pero de una
manera distinta: heredándonos simplemente el orgullo de ser, de ser
hombres‖. 74
En el poema a su madre, ―Doña Luz‖, publicado en 1972, en
Maltiempo, lejos de desgarrarse el alma como lo hizo con ―Algo sobre la
muerte del Mayor Sabines‖, hace de la muerte de su madre un canto a la vida,
pareciera que su muerte lejos de hacerle sentir ganas de morir -como ocurrió
cuando su padre murió- le inyecta vida:
A veces creo escucharla: tú eres el fantasma, tú la sombra. Sueña que
vives, hijo, porque es hermoso el sueño de la vida.
[―Doña Luz‖, Maltiempo, p. 213]
73
74
Charles P. Dietrick, ―Romper mitos, crear mitos‖ en Mónica Mansour, op. cit., p. 45.
Jaime Sabines en Carla Zarebska, op. cit., p. 27.
55
En general ese es el tenor de la muerte en este libro, aunque el nombre
pareciera augurio de una poesía tormentosa y agitada, la mayoría de los
poemas están escritos en un tono sereno, si bien son mordaces, inconformes e
irónicos, no son estruendosos ni exaltados. La crítica que Sabines hace de la
sociedad, las jerarquías, el sistema, la realidad y el mundo en este libro, ha de
ser profunda pero mesurada en intensidad, su poesía ya no es la voz de un
jovencito inquieto, se ha tornado la expresión de un hombre maduro con
muchas experiencias a cuestas:
El crimen está allí:
Cubierto de hojas de periódicos,
Con televisores, con radios, con banderas olímpicas.
[―Tlatelolco 68‖, Maltiempo, p. 229]
En 1976 la vida de Sabin cambia radicalmente, deja su vida de proveedor
de alimento para ganado y se inicia en la política como diputado de la
quincuagésima legislatura por el PRI, cargo que concluye tres años después,
para regresar a Chiapas como asesor de su hermano Juan, quien había sido
electo gobernador. Al término de su periodo, en 1983, se compra un rancho en
la zona de Montebello y se muda ahí, lejos de todo, en tranquilidad absoluta, y
vuelve a revivir aquellos años de su infancia que recordara como los más
felices, cuando vivía en ―La Lomita‖, un rancho que tenían sus padres pero
que después tuvieron que vender; volvió a sembrar hortalizas, a criar chivos, a
ordeñar vacas y a vivir en contacto directo con la naturaleza, tal como a él
siempre le gustó. Este rancho se llamaba ―Yuria‖, como un libro que publicó
en 1967, otra palabra inventada que, al igual que Tarumba, habría de hacer
historia; con dicha palabra no sólo le dio un nombre a su libro sino que
56
rebautizó al mundo: ―Yuria no quiere decir nada. Es todo: es el amor, es el
viento, es la noche, es el amanecer. Podría ser también un país. O bien una
enfermedad: hace tiempo que padecen yuria‖. 75
Es posible que Sabines haya encontrado en Yuria un lugar seguro donde
descansar de la agitada vida moderna que la época imponía, así como
seguramente lo encontraría en la muerte, porque si Yuria lo es todo es también
muerte, una muerte que se vuelve en ocasiones deseable para alguien que está
harto de vivir en un mundo con el que no está de acuerdo, un mundo caótico
que le disgusta, un mundo que se viene abajo frente a sus propios ojos:
Lo mejor de la escuela es el recreo,
dice Judith, y pienso:
¿cuándo la vida me dará un recreo?
¡Carajo! Estoy cansado. Necesito
morirme siquiera una semana.
[―El mediodía en la calle…‖, Yuria, p. 199]
Lamentablemente los trabajos del rancho eran cada vez más pesados, así
que comenzó a visitarlo sólo por temporadas: vivía un tiempo en la ciudad de
México, otro tiempo en Tuxtla y una temporada en Yuria, hasta que un día
tuvo que venderlo y mudarse nueva y definitivamente a la capital.
En 1987, el cáncer nuevamente volvió a arrebatarle a un ser querido,
esta vez se trataba de su hermano Juan quien, después de su padre, había sido
su más grande influencia, había visto siempre en él, además de un hermano,
una figura paternal, de modo que su muerte fue algo que le costó muchísimo
superar, ya había enfrentado la muerte de su padre, de su madre, y ahora
perdía a su hermano, o a su padre por segunda vez.
75
Ibid., p. 136.
57
Según Carla Zarebska, Sabines había incursionado ―a regañadientes‖ en
la política, debido a la enorme influencia que Juan tenía sobre él, sin embargo,
al año siguiente de su muerte, se reelige como diputado, esta vez, dice él, por
no poder negarse a la petición del presidente de la república, situación curiosa
si tomamos en cuenta que su carácter nunca fue dócil, antes bien voluntarioso
y libre. Cuesta trabajo concebir a un Sabines que arremetió con todo contra el
academicismo y las posturas estéticas de la época, obedeciendo peticiones y
comprometiéndose con modelos que él mismo había criticado años antes, pero
finalmente, el cargo político le daba la oportunidad de ser reconocido como
poeta y, aunque a él le gustaba burlarse de sí mismo, en realidad la situación
resultaba muy provechosa para su propaganda:
Estoy metido en política otra vez.
Sé que no sirvo para nada, pero me utilizan
Y me exhiben
“Poeta, de la familia mariposa-circense,
atravesado por un alfiler, vitrina 5”.76
Los ochentas fueron años de reconocimientos, homenajes y premios: en
diciembre de 1983 recibe de manos del presidente Miguel de la Madrid el
Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura, en el 84 el
gobierno de Jalisco le otorga el Premio Nacional de Lingüística y Literatura,
en el 86 recibe del gobierno de Tabasco el Premio Juchimán de Plata, ese
mismo año, organizaciones como el INBA Y la UNAM, en colaboración con
el Museo Nacional de Arte y el Palacio de Minería, deciden festejar los
76
Jaime Sabines, ―Estoy metido en la política otra vez‖, Otro recuento de poemas (1950-1991), México,
Joaquín Mortiz, 1991, p. 494.
58
sesenta años del poeta con un ciclo de conferencias a lo largo de una semana,
donde se dieron cita numerosos escritores reconocidos para hablar de su
poesía. Para esos años Sabines era ya una figura de gran importancia, no sólo
para la poesía nacional, sino internacional, así se pudo constatar en el Festival
Internacional de Poesía en el 87, donde se leyeron sus poemas en 13 idiomas
diferentes con una enorme aceptación de parte del público. En los noventas
continuó la cosecha de éxitos , en 1991 se organizó un magno evento que
llevaría su nombre, un encuentro de poesía al que acudieron poetas de toda
América Latina y donde se pudo apreciar además de poesía, cine y música.
En 1992 recibió la Presea de la Ciudad de México y en el 94 le otorgaron la
Medalla Belisario Domínguez.
Sabines llegó a ser famoso a nivel mundial por su gran calidad como
poeta; sin embargo, una vez que hubo alcanzado este reconocimiento, aun
cuando se encontraba en un periodo difícil de su vida, siendo éstos los más
prolíficos en su carrera, dejó de escribir; después de la publicación de Algo
sobre la muerte del Mayor Sabines no tenemos de él más que algunos poemas
sueltos, en los que podemos advertir el giro radical que dio su vida:
Acabo de estrenar coche de lujo. Nunca en mi vida había tenido sino
pequeños carros, modestos, mediocres, más bien pobres instrumentos de
trabajo.
Estuve alegre ayer todo el día, como cuando tuve bicicleta a los
once años.
¿Qué simbiosis se establece entre el objeto y uno mismo? ¿Por qué
la posesión de lo superfluo enaltece el ánimo como una conquista?
Con sus 240 caballos de fuerza parece que aumentara
la fuerza de uno mismo, su capacidad de acción, su poderío.
[―Caballos de fuerza‖,
Otros poemas sueltos, p. 271]
59
Probablemente se sintió complacido con tantos reconocimientos y decidió
que era hora de dejar de escribir, o tal vez el tiempo lo descubrió haciendo fila
con el resto de los poetas que tanto criticó:
Estoy harto de los poetas y de las quinceañeras. Siempre están
ensayando el vals de su presentación en sociedad.
[―Como pájaros perdidos‖,
Maltiempo, p. 237]
Lo que no se puede negar es que Sabines es un gran poeta, su calidad de
escritor es incuestionable, independientemente de todas las situaciones en las
que estuvo involucrado y de los muchos juicios que se pudieran emitir por su
conducta, su lírica auténtica habla por sí misma.
Fue a partir de una caída que la vida del poeta entró en declive, la fractura
de la cadera izquierda, aparentemente sin mayor importancia, fue sólo el
principio del notable deterioro físico que se desató en los años ulteriores, su
salud empezó a presentar múltiples complicaciones, fue necesario practicarle
más de 30 operaciones para atender los diversos males que lo aquejaban, y
justo cuando parecía reponerse maravillosamente se le detectó cáncer en el
cerebro, esta vez todo esfuerzo fue inútil y el mal terminó expandiéndose por
todo su cuerpo.
El 19 de marzo de 1999, a escasos días de su cumpleaños numero 73, el
poeta tuvo el último y definitivo encuentro con la muerte, sin embargo, no
podemos decir que la muerte fue quien resultó vencedora, Sabines había
chupado tanto de su tubo infinito77 que se volvió inmune, conquistó la
inmortalidad a través de sus textos y nos dio la más grande lección de vida:
―Hablar de la muerte por la muerte, en sí no tiene sentido. Hay que vivir cada
77
Carla Zarebska, op. cit., p. 205.
60
día más. […] Esa es la conclusión final de toda la poesía de Jaime Sabines,
que hay que vivir intensamente, ardorosamente todos los días hay que vivir‖. 78
Uno de los últimos poemas que escribió y que refleja perfectamente este
estado de tranquilidad y armonía de sus últimos respiros es ―Me encanta
Dios‖, en él podemos apreciar la reconciliación con un orden superior y la
aceptación del espacio que le corresponde en el universo; no es un poema
laudatorio, ni siquiera podemos decir que es un poema religioso, es más bien
un irreverente acercamiento a la divinidad, un contacto tan familiar que
sorprende.
La Biblia fue uno de los libros más influyentes en la vida de Sabines;
durante sus años de estudiante en la capital, buscando refugiarse en la religión,
la leía con avidez; pretendía encontrar en Dios las respuestas que necesitaba, o
al menos un soporte, una esperanza:
Quiero apoyar mi cabeza
en tus manos, Señor.
Señor del humo, sombra,
quiero apoyar mi corazón.
Quiero llorar con mis ojos,
irme en llanto, Señor.
[―Quiero apoyar mi cabeza…‖,
La Señal, p. 36]
Poco a poco la relación con Dios va cambiando; muchos podrían decir
que Sabines se aleja de Dios, que sus poemas se van llenando notoriamente de
herejías, sin embargo, sucede exactamente lo contrario, se acerca cada vez
más a él, lo desacraliza y va aprendiendo a conocerlo, como se conoce a un
amigo; a veces se enfurece con él, a veces lo busca, a veces se burla, a veces
78
Jaime Sabines en Mónica Plasencia, op. cit., p. 64.
61
reniega, a veces lo cuestiona, a veces lo abraza, a veces simplemente no hace
nada. Al final de su vida Sabines se mira a sí mismo, le da una palmada a Dios
en la espalda, como a un buen camarada, y pone todo en la balanza:
He sacado tu rostro de hace veinte años y es como si me hubiera puesto
las muelas que me extrajeron. Tengo, de pronto, la dentadura completa,
el alma completa.
¡Qué alegría de ser otra vez inocente! Poder amar como arar,
¡qué simpleza! ¡Qué animal embistiendo los terrenos de Dios y sus
piedras! ¡Poder gritar de amor, poder llorar, poder guardar silencio!
Hacía tiempo (quién sabe cuánto tiempo) que no abría los ojos.
[―Reencuentro‖,
Otros poemas sueltos, p. 268]
Y descubre que, después de todo, Dios es un buen tipo:
Viejo Sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos
de plomo de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de
manera increíble.
[―Me encanta Dios‖,
Otros poemas sueltos, p. 274]
Que el amor es poderosamente adictivo:
No trates de levantar del polvo ese amor, porque sólo levantarás jirones
y sombras.
Enséñale a tu corazón a caminar de nuevo, como a un niño de
meses.
Te dije estas cosas y respondiste:
-Es que soy la costumbre. He tomado veneno todos los días, y me hace
falta. ¿Qué droga tremenda es el amor?
[―La droga‖,
Otros poemas sueltos, p. 268]
62
Que la muerte en realidad no es nada:
Te digo en serio que la muerte no existe. De pronto lo descubres […]
Cuando la corteza del árbol o la hoja flota sobre el arroyo, y la piedra en
el fondo junto a los caracoles crece mansamente; el agua llena de tantas
cosas minúsculas, llena de luz, de música, de insectos destruidos […] el
agua que se bebe la sombra de los árboles; el ganado a su orilla, las
quietas vacas en el viento, el viento quieto como una transparencia; toda
la tarde, todo en concierto, la armonía, el deslumbrante misterio que
estaba allí a tu alcance, tan sencillo y tan simple. Y tú dentro de todo,
con todo en ti mismo. –Te digo que sólo la vida existe.
[―En serio‖,
Otros poemas sueltos, p. 266]
Y lo más importante, que la vida es eterna:
[Dios] sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande
se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso
inventó la muerte: para que la vida –ni tú ni yo-, la vida, sea para
siempre.
[―Me encanta Dios‖,
Otros poemas sueltos, p. 274]
Una vez que Sabines hubo dicho esto, calló, finalmente había alcanzado
la cuarta dimensión de su libertad de poeta: el silencio.79
79
Carla Zarebska, op. cit., p. 206.
63
Capítulo 3
Lectura de Algo sobre la muerte del Mayor Sabines
3.1
Palabras preliminares
Ante la muerte de un padre no hay mucho qué hacer, lágrimas y maldiciones
son probablemente la salida más próxima que encuentra el dolor para
desbordarse en esos momentos en los que la tristeza lo inunda todo, resulta
imposible para la mayoría sentarse a razonar frente a lo sucedido, tampoco es
sencillo hablar; es difícil encontrar la palabra precisa para contener el dolor,
para representar la impotencia y la convulsión violenta de sentimientos en el
interior, por eso a veces se opta por callar y llorar; podría suceder que aunque
quisiera realmente decirse algo, las palabras no fluyeran por quedarse atoradas
en el enorme nudo que oprime en ese momento el alma; incluso para los
escritores, tan acostumbrados a las palabras, es difícil expresarse en una
situación así, hay quienes prefieren guardar silencio, callar su dolor y vivir el
duelo de una manera lejana al oficio, pero también hay seres sensibles y
acostumbrados al ejercicio escritural que de no liberar su dolor y exorcizar su
alma a través del papel reventarían; Jaime Sabines es uno de ellos, Algo sobre
la muerte del Mayor Sabines es quizá uno de los poemas que más le hayan
valido el reconocimiento, pero también es el vertedero de toda su tristeza, el
receptáculo del dolor y el anfiteatro de la lucha encarnizada que establece con
la muerte que le arrebata a su padre.
En Sabines hay elementos que se repiten con tal frecuencia que
constituyen los núcleos temáticos que sustentan su obra, la muerte es uno de
ellos; desde sus primeros libros podemos apreciarla yendo de poema en poema
salpicándolo todo, el poeta encuentra en ella una enorme veta de inspiración,
64
lo seduce su misterioso encanto natural y la posibilidad de juego que le
permite su carácter incierto, por eso podríamos decir que en Sabines es
siempre la muerte, pero no siempre la misma muerte, en algunos poemas está
relacionada con el amor o el sexo, a veces se convierte en objeto lúdico y
motivo de risión, otras veces adquiere un carácter serio y temible; sin
embargo, su fijación por el tema mortuorio se debe no sólo a un estilo o a una
preferencia personal, sino a la presencia constante y cercana de la muerte y a
las profundas marcas que dejó ésta en su vida. La muerte de su amigo Antonio
Borges fue sólo el principio de la larga cadena de decesos que habrían de dejar
huella en el corazón del poeta, luego vendrían muchas otras pérdidas, aunque
sólo ante algunas se decide a tomar la pluma: su tía Sofía, su padre, su madre
y su amiga Rosario Castellanos.
La noticia de que su tía Sofía había muerto viajó hasta la capital en el
tiempo en que se encontraba estudiando, el poema ―Tía Chofi‖ es el resultado
de esta vivencia, en él se aprecia la pronta resignación por parte del poeta, no
por falta de cariño, pues cada palabra que le dedica a su difunta tía está
impregnada de una sincera dulzura, incluso cuando pareciera decir que no era
más que un bulto sin oficio, lo dice de una manera tan enternecida que se
convierte en elogio y sensible epitafio, aun cuando se duele de esta muerte y
llora, en el fondo está consciente de que su solitaria y envejecida tía ha
alcanzado su destino:
Amanecí triste el día de tu muerte, tía Chofi,
pero esa tarde me fui al cine e hice el amor.
[…]
Hiciste bien en morirte, tía Chofi,
porque no hacías nada, porque nadie te hacía caso
[…]
Yo no quiero elogiarte como acostumbran los arrepentidos,
65
porque te quise a tu hora, en el lugar preciso,
y harto sé lo que fuiste, tan corriente, tan simple,
pero me he puesto a llorar como una niña porque te moriste.
[...]
Sofía virgen, vaso transparente, cáliz,
que la muerte recoja tu cabeza blandamente
y que cierre tus ojos con cuidados de madre
mientras entona cantos interminables.
Vas a ser olvidada de todos
como los lirios del campo,
como las estrellas solitarias;
pero en las mañanas, en la respiración del buey,
en el temblor de las plantas,
en la mansedumbre de los arroyos,
en la nostalgia de las ciudades,
serás como la niebla intocable, hálito de Dios que despierta.80
Cuando su madre muere, Sabines escribe el hermoso poema titulado
―Doña Luz‖, un canto lleno de amor y gratitud hacia quien le dió la vida,
versos que denotan tristeza pero también una fortaleza espiritual
impresionante. Para el poeta, su madre estuvo siempre llena de sabios
consejos y enseñanzas útiles, fue a través de ella que aprendió a descubrir el
mundo y fue su vitalidad la que lo contagió de vida, muchos recuerdos alegres
y una profunda gratitud lo invaden frente a la tumba de Doña Luz, por eso el
alarido compungido toma forma de canto optimista y se desborda en este
poema luminoso:
A veces creo escucharla: […] sueña que vives, hijo, porque hermoso es el
sueño de la vida.
[…]
80
Jaime Sabines, ―Tía Chofi‖, La señal en Recuento de poemas (1950-1993), México, Joaquín Mortiz, 2003,
pp. 61-63. A partir de esta cita, las subsecuentes se harán después del poema y se indicará el nombre del
mismo, el libro al que pertenece y la página en la que se encuentra.
66
Quiero pasear contigo, pasearte en la rueda de la fortuna de la semana y
comer las uvas que tu corazón agitaba a cada paso.
Tú eres un racimo, madre, un ramo, una fronda, un bosque, un campo
sembrado, un río. Toda igual a tu nombre, doña Luz, Lucero, Licha,
manos llenas de arroz, viejecita sin años, envejecida sólo para parecerte
a los vinos.
[…]
Quiero hacerte un poema, darte unas flores, un plato de comida que te
guste, alguna fruta, un buen trago; llevarte a tus nietos, comunicarte una
noticia estupenda.
[…]
Debe ser algo distinto. Tu alma: unos puntos de luz reunidos en el aire,
una luz tibia y flotante. Algo que se aposenta en el corazón como un
pájaro.
[…]
Lloverás en tiempo de lluvia,
harás calor en el verano,
harás frío en el atardecer.
Volverás a morir otras mil veces.
Florecerás, cuando todo florezca.
[―Doña Luz‖, Maltiempo, pp. 213-218]
En ―Recado a Rosario Castellanos‖, Sabines adopta una actitud semejante
a la que podemos apreciar en ―Tía Chofi‖, hay una mezcla de tonos en el
poema que confunden al lector, pudiera leerse cierta indiferencia, ironía,
recriminación y coraje, pero en el fondo esto no es sino un máscara para
encubrir la enorme impotencia y la frustración que la muerte de su querida
amiga le despierta, al final, aunque el coraje se atenúa, la resignación no llega
por completo y se mantiene la esperanza de reencontrarse para recuperar la
amistad que la muerte interrumpió tan abruptamente:
67
Sólo una tonta podía dedicar su vida a la soledad y al
amor.
Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara,
si lámpara encendida,
desperdiciada lámpara de día eras tú.
Retonta por desvalida, por inerme,
por estar ofreciendo tu canasta de frutas a los árboles,
tu agua al manantial,
tu calor al desierto,
tus alas a los pájaros.
[…]
¡Cómo te quiero, Chayo, cómo duele
pensar que traen tu cuerpo! —así se dice—
(¿Dónde dejaron tu alma? ¿No es posible
rasparla de la lámpara,
recogerla del piso con una escoba?
[…]
Lo bueno es que hablan bien en el Excélsior
y estoy seguro de que algunos lloran,
te van a dedicar tus suplementos,
poemas mejores que éste, estudios, glosas,
¡qué gran publicidad tienes ahora!
La próxima vez que platiquemos
te diré todo el resto.
Ya no estoy enojado.
Hace mucho calor en Sinaloa.
Voy a irme a la alberca a echarme un trago.
[―Recado a Rosario Castellanos‖,
Otros poemas sueltos, pp. 265 y 266]
La muerte del Mayor Sabines definitivamente tiene un efecto muy
diferente en el poeta, la pérdida de su padre lo afecta enormemente: ―De las
muertes la más dolorosa fue la de mi padre: cortante, desgarradora […] Mi
68
padre es la persona más amada que más me ha dolido‖. 81 El poema que
resulta del suceso luctuoso será un texto emotivo, doloroso y conmovedor
hasta las lágrimas, aunque conforme avance hacia el final el sufrimiento se
apacigüe y empiece a compartir ciertas características con los poemas
anteriormente mencionados, para finalmente llegar a la misma conclusión: la
vida sigue y hay que vivirla.
3.2 El poema
En mayo de 1961, súbitamente, sin previo aviso, como suele suceder con este
tipo de males traidores que avanzan silenciosamente, el Mayor Sabines cayó
enfermo; el diagnóstico: cáncer de pulmón, luego todo fue inútil, a pesar de
los esfuerzos que se hicieron y de la operación que se le practicó, después de
una dolorosa y triste agonía, murió el 30 de octubre de ese mismo año. Algo
sobre la muerte del Mayor Sabines es el resultado de esta terrible tragedia, un
magnífico poema escrito en dos partes que nace a partir del enorme dolor que
Jaime Sabines experimenta desde el momento en que ve convalecer a su padre
hasta que la pérdida se concreta. La primera parte, que consta de diecisiete
fragmentos que podrían considerarse como pequeños poemas independientes,
al mismo tiempo que partes de un mismo poema mayor, comienza a escribirla
durante la agonía y la termina a sólo unas semanas de la muerte de su padre;
luego tendrían que pasar dos años antes de que se decidiera a retomar el
poema y escribir la segunda parte, en 1964, que consta de cinco fragmentos;
nueve años más tarde, en 1973, finalmente se publica el poema completo.
81
Jaime Sabines en Carla Zarebska, Jaime Sabines. Algo sobre su vida, México, Plaza Janés, 2006, pp. 137 y
153.
69
No obstante, dentro de estas divisiones que la estructura del poema
establece, cabría hacer una más, ya que está escrito en dos momentos distintos
y abarca dos grandes situaciones que merecen una atención independiente y
posiblemente una lectura distinta: la agonía y el duelo.
3.2.1 Agonía
Aun cuando Jaime Sabines siente la necesidad de escribir, el hacerlo en medio
de una condición tan dolorosa, como lo es la convalecencia de su padre, lo
complica todo. Los primeros cinco fragmentos de la primera parte del poema
corresponden a este periodo de agonía y podemos ver desde los primeros
versos cómo el poeta se prepara mentalmente para sufrir, un poema como éste
no se escribe sólo con tinta sino con sangre, en la hoja quedan más que letras:
jirones del corazón que sirven de rastro para que el lector pueda encontrar el
camino hacia el abismo del dolor en el que se encuentra sumergido su espíritu.
Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.82
[ASMMS, p. 245]
Como anticipándose a un proceso doloroso, el poeta se anestesia y
empieza el relato de la agonía de su padre, o mejor dicho, de la agonía de toda
la familia:
82
A partir de esta cita y para todas las subsecuentes, el nombre del libro Algo sobre la muerte del Mayor
Sabines se abreviará ASMMS.
70
Convalecemos de la angustia apenas
y estamos débiles, asustadizos,
despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño
para verte en la noche y saber que respiras.
[ASMMS, p. 245]
Es duro aceptar que alguien que siempre proyectó fuerza y vitalidad esté
muriendo, ver al Mayor Sabines, un hombre valiente, aventurero, con gran
fortaleza física, postrado en una cama, convaleciente, a merced de la muerte,
era algo que Jaime Sabines jamás imaginó, por eso se rehúsa a aceptar que ese
hombre moribundo consumido por el cáncer es su padre y se empeña en
construir una imagen poderosa de él para aferrarse a ella, le gusta pensar que
es él el único que se tambalea temeroso mientras su padre permanece
incólume, como si fuese invulnerable a todo daño:
Nunca frente a tu muerte nos paramos
a pensar en la muerte,
ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría.
[ASMMS, p. 245]
La figura del árbol es el símil perfecto a este propósito, además de que se
presta para establecer otra serie de comparaciones que tienen que ver con la
imagen de soporte y refugio que Sabines tenía del Mayor: ―mi padre […]
decía que el cedro no era nada más una madera preciosa, era una preciosa
sombra, un techo para los juegos de niños, un regazo para el adolescente que
piensa‖.83
83
Ibid., p. 25.
71
El ―árbol‖ está rodeado de significados místicos y míticos, se le ha
asociado constantemente con una simbolización de la vida y se le ha revestido
de un carácter sagrado: ―el árbol representa la vida del cosmos […] En los
países nórdicos, en el árbol que está próximo a la vivienda habita también, a
menudo, el espíritu protector de la familia‖.84 Tanto para Oriente como para
Occidente, la figura del árbol comparte este carácter hierofánico: fue bajo un
árbol que Buda alcanzó el conocimiento, lo mismo que Adán y Eva al comer
del fruto prohibido; para culturas como los Celtas, todo el cosmos confluía en
un árbol: la tierra en sus raíces, el agua en su tronco, el aire entre sus hojas y el
fuego en sus frutos, además se veía en él una especie de eje universal pues
estaba en contacto al mismo tiempo con el mundo subterráneo, el terrenal y el
divino; tambièn, en un sentido más práctico, el árbol es una figura que
asociamos con seguridad y protección, puede uno refugiarse bajo su sombra,
obtener de él alimento, madera o leña. Sabines encuentra en su padre, tanto
esa fortaleza espiritual del árbol mítico tras el que se esconde una figura
divina: ―la realidad se concentra en la figura del Padre celestial y se configura
en la del padre cabeza de familia de donde todo surge, el tronco cuya savia
alimenta y sostiene las ramas y los frutos‖, 85 como la protección del árbol
concreto, su padre es ejemplo de fuerza y de vigor, él y sus hermanos no son
sino las pequeñas ramas de ese enorme tronco libanés:
Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,
por eso es que este hachazo nos sacude.
[ASMMS, p. 245]
84
85
José Antonio Pérez Rioja, Diccionario de símbolos y mitos, Barcelona, Tecnos, 1984, p. 73.
Guadalupe Flores Liera, Lo sagrado en la poesía de Jaime Sabines, México, UNAM, 1996, p. 226.
72
Normalmente las expresiones que están ligadas al concepto del tiempo tienden
a hacer alusión a la rapidez con que éste pasa: dichos populares, refranes,
canciones y poemas han hecho hincapié precisamente en la corta duración de
todo, el tiempo nunca es suficiente, sin embargo, mientras el Mayor agoniza el
tiempo pareciera transcurrir muy lento, en medio de esta situación tan
dolorosa el carácter veloz del tiempo desaparece y el curso de los minutos se
hace tan lento que parecieran horas, el alma atormentada del poeta no
encuentra reposo y el deseo de acelerar las cosas para dejar pronto atrás el mal
rato incrementa a cada momento, la ansiedad crea la ilusión de la parsimonia
temporal y entonces todo parece transcurrir con una lentitud que resulta más
tormentosa aún:
Déjame reposar,
[…]
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.
[…]
un incesante aviso,
una escapada espada de la boca de Dios
que cae y cae y cae lentamente.
[…]
Nos echamos a andar y no paramos
de andar jamás, después de medianoche,
en ese pasillo del sanatorio silencioso
[…]
No ha habido hora más larga que cuando no dormías,
ni túnel más espeso de horror y de miseria
que el que llenaban tus lamentos,
Esperar que murieras era morir despacio,
73
estar goteando del tubo de la muerte,
morir poco, a pedazos.
[ASMMS, p. 245]
La muerte pareciera estar acechando por todos lados, se respira al mismo
tiempo que también brota por los poros, como si emanara tanto de lo vivo
como de lo inerte. Para Sabines todas las cosas esconden en sí mismas un
principio de muerte, incluso aquellas que podrían pensarse fuentes de vida,
por eso retoma algunos elementos de los que, según diferentes teorías o
creencias, proviene la vida y, en oposición a lo convencional, supone que son
el origen de la muerte:
a)
El agua:
Frases como ―El agua es la vida‖ no sólo son slogans exitosos de campañas de
conscientización ecológica, sino afirmaciones certeras que encierran una gran
verdad; nuestro cuerpo, por ejemplo, está formado por agua en un porcentaje
muy importante, igualmente el planeta se encuentra cubierto en su mayoría
por este recurso vital. Según la ciencia, los primeros organismos vivientes se
originaron en el agua, en el mar, el cual, igual que el árbol, es una figura que
se asocia a la vida por su grandeza misteriosa: peligrosa en ocasiones, apacible
en otras, cambiante e impredecible; se piensa en el individuo como una
pequeña barca en medio de un océano de incertidumbre agitada por los
momentos difíciles de las tempestades y arrastrada hacia un horizonte
desconocido que en los días claros pareciera vislumbrarse. Hay quienes
piensan en el mar como una madre, ven en su profundidad el enorme vientre
del que todos provenimos, en el francés, por ejemplo, la mer (el mar) y la
mère (la madre) se pronuncian de manera idéntica, esta homofonía atiende a
74
esta concepción. En El viejo y el mar, Hemingway escribe: ―Decía siempre la
mar. Sí es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la
quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer
[…] el viejo [concebía siempre al mar] como del género femenino y como
algo que concedía o negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y
terribles era porque no podía remediarlo. La luna, pensaba, le afectaba lo
mismo que a una mujer‖.86 Sabines, de igual manera, ve al mar como una
figura femenina, la dota de boca y vagina y apela a la imagen de la
maternidad, sin embargo, no existe la idea de un parto que dé la vida, sino de
uno que la quita:
Del mar, también del mar,
de la tela del mar que nos envuelve,
de los golpes del mar y de su boca,
de su vagina obscura,
de su vómito,
de su pureza tétrica y profunda,
vienen la muerte, Dios, el aguacero
golpeando las persianas,
la noche, el viento.
[ASMMS, p. 246]
Tres versos de las coplas que Manrique le escribe a su padre se han
vuelto realmente célebres: ―Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la
mar, / que es el morir‖, 87 una bella metáfora que ha sido apreciada por muchos
como una gran verdad, sin embargo, en la estrofa anterior el chiapaneco
plantea una imagen totalmente contraria, mientras que para el poeta español la
vida sigue un curso hasta desembocar finalmente en la muerte, para Sabines la
86
Ernest Hemingway, El viejo y el mar, México, Leyenda, 2007, p. 20 y 21.
Jorge Manrique, ―Coplas por la muerte de su padre‖ en Francisco Montes de Oca, Ocho siglos de poesía,
México, Porrúa, 2003, p. 69.
87
75
muerte no espera quieta al final sino que avanza hacia la vida, dos paradigmas
se quebrantan bajo esta aseveración, el primero: la concepción lineal del
tiempo, y dos: el poder igualatorio exclusivo de la muerte.
Junto a la imagen del mar como una madre viene la referencia al vómito
que, por ser un fluido que se rechaza por ser perjudicial para el organismo,
coloca a la muerte en una categoría denigrante, el alumbramiento pareciera
una concepción no deseada, un hecho asqueroso, abrupto e inevitable. Dios
dice en el Apocalipsis: ―Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te
vomitaré de mi boca‖, 88 lo cual significa el no acceso a la vida eterna y la
condenación a muerte; sin embargo, en este caso Dios también es parte del
vómito del mar, por eso no puede hacer nada, está al mismo nivel que la
muerte, sometido por el elemento que lo arroja al mundo, la idea se repite en
cada estrofa, siempre viene Dios junto a la muerte pero no puede hacer nada;
en San Juan Cristo asegura: ―yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia‖,89 Sabines al ver a su padre agonizante descree de esta
promesa y exhibe a Dios como un ser decadente que nos inspira lástima:
Viene Dios, el manco de cien manos,
ciego de tantos ojos,
dulcísimo, impotente.
(Omniausente, lleno de amor,
el viejo sordo, sin hijos,
derrama su corazón en la copa de su vientre).
[ASMMS, p. 246]
Aun cuando la intención de Dios es buena no logra con toda su
magnificencia contrarrestar la muerte, ante ella pierde fuerza, no puede usar
88
89
Apocalipsis 3:16 en La Biblia, versión Reina-Valera, Nashville, Holman bible Publishers, 1960, p. 1625.
San Juan 10:10, op. cit., p. 1410.
76
sus manos, no ve, no oye, simplemente no está, de nada le sirve ser Dios,
frente a la muerte está solo e indefenso, igual que el hombre, así que no le
queda más que reír porque la risa es un escape, sólo mofándose de su
solemnidad es posible colocarse por encima del poderoso adversario, al menos
por un instante se toma la ventaja, aunque en el fondo se sepa que es una
batalla imposible de ganar.
Viene el oleaje tenso de la muerte,
el frío sudor de la esperanza,
y viene Dios riendo.
[ASMMS, p. 246]
En El luto humano de José Revueltas, de igual manera es el agua la que
acarrea la muerte: una tormenta terrible se desata, el río se desborda y el agua
lo inunda todo, los personajes tratan de escapar pero no hacen sino caminar en
círculos, la muerte es inminente, está por todos lados, ni siquiera Dios puede
hacer algo, el sacerdote implora pero Dios no escucha y uno a uno todos
fallecen; en medio de las aguas crecientes resulta patético ver a este hombre
que con toda su fe es incapaz de salvarse a sí mismo, Dios pareciera ausente,
manco, ciego, sordo e inútil, tal como lo describe Sabines.
b)
La tierra:
La creencia de que el hombre es producto de la tierra es compartida por la
tradición cristiana y la pagana, según La Biblia Dios formó a Adán del polvo
de la tierra: ―Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y
sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente‖; 90
igualmente en el Popol-Vuh, el libro sagrado de los mayas, se relata la
90
Génesis 2:7, op. cit., p.2.
77
creación del primer hombre con barro: ―[los dioses] formaron la nueva criatura
con tierra, con lodo fermentado hicieron su cuerpo‖. 91
En la misma forma en que para muchos el mar es un enorme vientre
materno, hay quienes ven en la tierra a una generosa madre que, además de
albergar todas las formas de vida, es de ella que obtenemos todo lo necesario
para subsistir; sin embargo, en este fragmento del poema la concepción es
contraria y se dice que de la tierra viene la muerte:
De la tierra también,
de las raíces agudas de las casas,
del pie desnudo y sangrante de los árboles,
de algunas rocas viejas que no pueden moverse,
de lamentables charcos, ataúdes del agua,
de troncos derribados en que ahora duerme el rayo,
y de la yerba, que es la sombra de las ramas del cielo.
[ASMMS, p. 246]
Todo lo que se encuentra sobre la tierra es un portal por el que la muerte
se cuela: un charco, un tronco derribado, la yerba, todo, por más trivial e
inofensivo que parezca, conduce a la muerte hacia nosotros, no importa si se
trata de un elemento no natural hecho por el hombre (casa), un elemento
natural viviente (árbol) o un elemento natural no viviente (roca), esas son las
tres categorías de elementos que Sabines escoge para reforzar la imagen de la
muerte surgiendo uniformemente de toda la tierra, como una enorme sombra
que lo va cubriendo todo.
c)
91
El hombre:
Agustin Estrada Monroy, Popol Vuh, México, Editores Mexicanos Unidos, 1998, p. 17.
78
Finalmente, también del hombre mismo proviene la muerte, la capacidad de
procreación no es en el fondo sino la maldición de engendrar muerte, todos, al
momento de nacer llevan ya dentro la semilla de su propia muerte que irá
germinando con el paso de los días, Elías Nandino escribe en ―Décimas a mi
muerte‖:
Mi voz oculta me advierte
que la muerte con que muera
no puede venir de fuera,
sino que debe nacer de la hondura de mi ser
donde crece prisionera‖.92
Sabines comparte esta idea y escribe:
De los huesos también,
de la sal más entera de la sangre,
del ácido más fiel,
del alma más profunda y verdadera,
del alimento más entusiasmado,
del hígado y del llanto,
viene el oleaje tenso de la muerte.
[ASMMS, p. 246]
Pareciera irónico decir que estas sustancias y órganos que regulan
funciones vitales o sirven como combustible esencial para el buen
funcionamiento del organismo, en lugar de propiciar nuestra vida generaran
nuestra muerte, sin embargo, esta es la estructura que se ha venido manejando
en todas las estrofas: el mar, la tierra y el hombre son fuentes de vida pero
Sabines los convierte en surtidores de muerte; este tipo de aseveraciones nos
impactan en un primer instante, pero si nos detenemos a reflexionar nos
daremos cuenta que la idea que el poeta plantea tiene mucho de verdad, en el
92
Elías Nandino, ―Décimas a mi muerte‖ en Francisco Montes de Oca, op. cit., p. 740.
79
momento en que se nace a la vida también se nace a la muerte, todo ser
viviente está encadenado a la muerte desde su nacimiento, la pregunta es ¿se
vive o se muere a lo largo del tiempo?, uno puede creer que está viviendo pero
en realidad cada día que pasa se va acercando a su fin, todos caminamos hacia
la muerte, esa es la gran verdad, la única certeza con la que venimos al mundo,
no importa cuánto nos afanemos por acumular verdades y conocimientos, al
final todo se esfuma y lo único que queda es la muerte en toda su extensión,
volvemos al silencio primero, al punto de partida:
Caminan los libros a la hoguera.
Se levanta el telón: aparece el mar.
[ASMMS, p. 247]
Todos estamos inscritos a ese ciclo, nuestras vidas son círculos que se
dibujan sobre el tiempo, tarde o temprano los dos extremos de la línea se
reencontrarán y el final habrá llegado, sin embargo, en ese mismo instante
otro nuevo ciclo comenzará reanudando la dinámica eterna, Manuel Acuña
escribe en ―Ante un cadáver‖:
Círculo es la existencia, y mal hacemos
Cuando al querer medirla le asignamos
La cuna y el sepulcro por extremos.93
Para los prehispánicos, la muerte significaba no el final, sino el principio,
ellos creían que era en la muerte donde la vida se originaba, los sacrificios
tenían como finalidad alimentar al sol y prolongar su vida, logrando que el
mundo continuara existiendo, después de morir el hombre se reincorporaría de
alguna manera al cosmos y la vida comenzaría de nuevo: ―para el mexicano la
93
Manuel Acuña, ―Ante un cadáver‖ en Francisco Montes de Oca, op. cit., p. 423.
80
vida brotaba de la muerte, como la pequeña planta que se decompone en el
centro de la tierra‖.94 Después de haber propuesto que la muerte se originaba
de la vida, Sabines explota esta concepción prehispánica de que la vida
procede de la muerte, no como una contradicción, puesto que no son ideas
opuestas sino dos partes de una misma: la concepción circular de la existencia,
―regresar a la muerte original será volver a la vida, a la vida antes de la
muerte: al limbo, a la entraña materna‖. 95
Siete caídas sufrió el elote de mi mano
antes de que mi hambre lo encontrara,
siete veces mil veces he muerto
y estoy risueño como en el primer día.
[ASMMS, p. 247]
El numero siete es cabalístico para numerosas culturas: griegos, egipcios,
chinos, hindúes, mayas, entre muchos otros, coinciden en la asociación del
siete con cuestiones sagradas; según diversas corrientes, sobre este número
recae en mucho la armonía del mundo pues está íntimamente ligado a un
orden espiritual: el séptimo arcano del tarot es ―la carroza‖ que significa la
victoria espiritual, la séptima letra del alfabeto hebreo ―zain‖ es símbolo de los
valores espirituales, siete cuerpos celestes, siete días de cada fase lunar, siete
shakras, incluso muchas de las cosas en la vida cotidiana están organizadas en
heptadas: siete días de la semana, siete notas musicales, siete colores del
arcoiris, siete pecados capitales. En La Biblia podemos encontrar uno de los
mayores ejemplos de la enorme importancia de este numero en la religión:
Dios descansó el séptimo día, siete sacramentos, siete dones del Espíritu
Santo, siete vacas en el sueño del Faraón, siete plagas de Egipto, siete sellos
94
95
Jacques Soustelle, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista, México, FCE, 1984, p. 113.
Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, FCE, 2004, p. 68.
81
del Apocalipsis. Al estar relacionado con cuestiones divinas el siete es
considerado como el número de la perfección, representa todo aquello que es
óptimo y eterno: ―el siete sería el símbolo de la vida eterna, de la acción y de
la evolución‖.96 Dios ordenó perdonar al prójimo setenta veces siete como una
forma de extender esta práctica al infinito: ―Entonces se le acercó Pedro y le
dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?
¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces
siete‖.97 Sabines pone en paralelo esta concepción del siete como símbolo de
eternidad y la concepción prehispánica de la renovación constante del
universo a través de la reintegración de los seres al cosmos después de la
muerte, tal vez pensando que la vida es eterna será posible dejar de temer a la
muerte y aprender a vivir al máximo el presente:
Nadie dirá: no supo de la vida
más que los bueyes, ni menos que las golondrinas.
Yo siempre he sido el hombre, amigo fiel del perro,
hijo de Dios desmemoriado,
hermano del viento.
[ASMMS, p. 247]
No basta con gozar la vida, también hay que sufrirla para lograr darse
cuenta de que además de criaturas endebles somos seres solitarios, hijos
abandonados, olvidados, hermanos de algo que no puede asirse, volátil, y en
consecuencia igualmente efímeros y errantes; sin embargo, por más triste que
pudiera parecer, el descubrir todo esto le ayuda a Sabines a asumir sin
vergüenza su condición humana y lo prepara para aceptar que la muerte es
algo que implica su naturaleza:
96
97
José Antonio Pérez Rioja, op. cit., p. 387.
San Mateo 18: 21 y 22, op. cit., p. 1287.
82
¡A la chingada las lágrimas!, dije,
y me puse a llorar
como se ponen a parir.
Estoy descalzo, me gusta pisar el agua y las piedras,
las mujeres, el tiempo,
me gusta pisar la yerba que crecerá sobre mi tumba.
[ASMMS, p. 247]
Es entonces que el presente, el pasado y el futuro se vuelven valiosos,
entrañables, placenteros:
Me gusta mi rosal de cera
en el jardín que la noche visita.
Me gustan mis abuelos de Totomoste
y me gustan mis zapatos vacíos
esperándome como el día de mañana.
[presente]
[pasado]
[futuro]
[ASMMS, p. 247]
Esta misma estructura se repite en el fragmento siguiente, Sabines sabe
que, pese al dolor, todas estas experiencias se acumulan en nosotros, se suman
al presente y determinan lo que seremos en los días venideros:
En las cuatro gavetas del archivero de madera
guardo los nombres queridos,
la ropa de los fantasmas familiares,
[pasado]
las palabras que rondan
[presente]
y mis pieles sucesivas.
[futuro]
[ASMMS, p. 247]
83
La gran e indiscutible verdad final es la muerte, es cierto, pero esa
pequeña dosis de incertidumbre que se renueva cada día se transforma en
esperanzas, en sueños y en ilusiones, el día de mañana espera siempre como
una gran incógnita que nos llena de emoción, el miedo se disipa y la muerte
pierde ese sentido tétrico para convertirse en algo natural, la hora de
devolverle al universo la vida que nos prestó:
¡A la chingada la muerte!, dije,
sombra de mi sueño,
perversión de los ángeles,
y me entregué a morir
como una piedra al río,
como un disparo al vuelo de los pájaros.
[ASMMS, p. 247]
El cáncer fue el causante de la muere del Mayor Sabines, un mal
silencioso que se extiende por el cuerpo envenenándolo todo y para el cual
aún no se ha encontrado una cura; de todas las enfermedades, el cáncer ocupa,
sin duda alguna, un lugar importante entre las más terribles; Sabines
aprovecha esta condición para establecer una analogía entre éste y un tirano, lo
adorna con títulos nobiliarios y escribe su nombre con mayúscula, como si se
tratase de una persona, destacando su poder sobre ciertas zonas del organismo
que son las más propensas a desarrollarlo, de esta manera lo coloca en una
posición de autoridad y es más fácil exhibirlo como un ser despiadado y
abusivo:
Vamos a hablar del Príncipe Cáncer,
Señor de los Pulmones, Varón de la Próstata,
que se divierte arrojando dardos
a los ovarios tersos, a las vaginas mustias,
84
a las ingles multitudinarias.
[ASMMS, p. 248]
Aun con toda esa supremacía, el cáncer no deja de ser algo despreciable y
vil que no merece ningún respeto, a final de cuentas es sólo un simple servidor
de otros seres superiores que son más crueles aún pero que el poeta,
irónicamente, adjetiva positivamente, lo mismo que a otros elementos
evidentemente detestables:
Mi padre tiene el ganglio más hermoso del cáncer
[…]
tubérculo del bueno de Dios,
ampolleta de la buena muerte,
[…]
El Señor Cáncer, El Señor Pendejo,
es sólo un instrumento en las manos obscuras
de los dulces personajes que hacen la vida.
[ASMMS, p. 248]
3.2.2 Duelo
En su padre, Sabines tenía a un amigo, al mejor, una fortaleza inquebrantable
y al objeto de su mayor admiración. Cuando se es niño hay una cierta etapa en
la que se aspira a ser como el progenitor, se construye una imagen ideal del
padre engrandeciendo sus virtudes e ignorando sus defectos, pareciera
entonces que la figura paterna es sinónimo de perfección y toda la atención se
vuelve hacia este hombre que parece superior a todos; con el paso de los años,
los defectos empiezan a ser más evidentes y las virtudes recobran su tamaño
normal, entonces la devoción desbordada se mesura y en ciertos casos
desaparece; en el caso del poeta chiapaneco esto no sucede y la imagen
85
adorada del padre permanece intacta al tiempo, Sabines se queda niño frente a
su padre; siempre le encantó oír las historias que le contaba y pasar tiempo a
su lado, la vida de Julio Sabines estaba plagada de ese tipo de anécdotas que
fascinan: desde pequeño la aventura fue su forma de vida, como miembro de
una familia libanesa emigrante había travesado por numerosas vicisitudes
huyendo de la guerra religiosa y había vivido grandes peligros al luchar en la
Revolución mexicana, mil cosas le acontecieron antes y después de que
conociera a Luz Gutiérrez y que formara la familia de la que Jaime Sabines
sería parte; esos, junto con las historias de las mil y una noches, eran los
relatos que embelesaban al que más tarde sería poeta: ―mi padre que vino del
Líbano traía en el espacio de sus venas una sangre valiente y amorosa.
Recordaba cuentos, lugares, atmósferas distantes‖. 98 Sabines creció viendo en
su padre a un héroe, un gran ejemplo y un hombre formidable,
desgraciadamente, ese hombre que parecía de roble, en un abrir y cerrar de
ojos se vio reducido a un moribundo en una cama de hospital, en sólo cuestión
de meses la muerte le arrebató a Jaime Sabines a su amado padre afectándolo
sobremanera; en el poema, a partir del fragmento VI podemos percatarnos de
esta nueva situación: el fin de la agonía y la llegada de la muerte, lo indica no
sólo el texto, sino el cambio tan drástico en el tono, la pequeña y vacilante luz
de esperanza que luchaba por mantenerse encendida durante la agonía terminó
por extinguirse junto con el Mayor:
Te enterramos ayer.
Ayer te enterramos.
Te echamos tierra ayer.
Quedaste en la tierra ayer.
Estás rodeado de tierra
98
Jaime Sabines en Carla Zarebska, op. cit., p. 25.
86
desde ayer.
Arriba y abajo y a los lados
por tus pies y por tu cabeza
está la tierra desde ayer.
Te metimos en la tierra,
te tapamos con tierra ayer.
Perteneces a la tierra
desde ayer.
Ayer te enterramos
en la tierra, ayer.
[ASMMS, p. 249]
Con la constante repetición de dos elementos, uno temporal y el otro
natural: ayer y tierra, Sabines, en un intento por aliviar su tristeza, trata de
convencerse de que la muerte de su padre es un hecho que pertenece al
pasado, el Mayor ha vuelto a formar parte de la naturaleza, ha regresado al
punto de partida: ―la muerte llega y nosotros, los que creemos existir, nos
vamos. Otra vez a la tierra donde perennemente está presente el binomio de la
vida y de la muerte‖99; rodeado de tierra ha vuelto a ser la semilla del árbol
poderoso que ha muerto, en el interior de la tierra se encuentra nuevamente
como en el vientre de una madre:
Madre generosa
de todos los muertos,
madre tierra, madre,
vagina del frío,
brazos de intemperie,
regazo del viento,
nido de la noche,
madre de la muerte,
recógelo, abrígalo,
99
David García, Morir en Comala. Mitocrítica de la muerte en la narrativa de Juan Rulfo, México, Ediciones
Coyoacán, 2004, p. 17.
87
desnúdalo, tómalo,
guárdalo, acábalo.
[ASMMS, p. 250]
Según M. Hanus, el duelo se puede dividir en tres fases: choque, depresión y
readaptación, y dentro de estas fases se presentan varios momentos, si se
hiciera un esquema sería el siguiente:
Choque
 Negación
 Admisión narcisista
Duelo
Depresión
 Desinvestidura
 Culpabilidad
 interiorización
Readaptación
Es posible rastrear este proceso e identificar cada una de las fases en
Sabines y apreciar la manera y las particularidades con que vivió o, mejor
dicho, sobrevivió la muerte de su padre; cada fragmento, según la fase en la
que pueda írsele agrupando, adquiere distintas tonalidades, la percepción de la
muerte y su relación con ella va mostrándose diferente en cada estrofa, lo
mismo que otras concepciones que están directamente relacionadas con ésta:
Dios, el tiempo y la vida.
88
La primera fase es el choque y se refiere al impacto emocional inmediato
a la muerte del ser querido; en el caso de Sabines, la muerte de su padre,
aunque no fue una muerte repentina e inesperada, sino un cruel morir despacio
que se anunció durante muchos días, fue un golpe muy duro y la negación no
se hace esperar. Mediante la anáfora exhibe su enorme renuencia a aceptar la
muerte de su padre, rechaza tajantemente la idea de muerte, aun cuando sabe
que su padre está bajo tierra, lejos de todo, sin nada de lo que puede ser
considerado como vital: alimentos, sangre, agua y aire:
No podrás morir.
Debajo de la tierra
no podrás morir.
Sin agua y sin aire
no podrás morir.
Sin azúcar, sin leche,
sin frijoles, sin carne,
sin harina, sin higos,
no podrás morir.
Sin mujer y sin hijos
no podrás morir.
Debajo de la vida
no podrás morir.
En tu tanque de tierra
no podrás morir.
En tu caja de muerto
no podrás morir.
[ASMMS, p. 250]
La admisión narcisista se refiere a la aceptación del hecho y al
sufrimiento individual que esto conlleva, de modo que cada alusión al llanto,
al grito desesperado y al dolor personal puede ubicarse en este momento, sin
importar si la etapa de choque ha quedado atrás, pues puede prolongarse y
89
seguir apareciendo, aunque de manera menos intensa y frecuente, incluso en la
fase de readaptación:
Estoy llamando, tirándote la puerta.
Parece que yo soy el que me muero:
¡padre mío, despierta!
[ASMMS, p. 253]
En la fase de la depresión, Sabines intenta escapar de esa realidad que le
parece hostil, a esto se refiere la desinvestidura; sin el Mayor a su lado, el
mundo parece cruel y vacío, el hueco que ha dejado en su vida pareciera
extenderse hasta el infinito sumiendo todo en un profundo agujero negro, es
necesario huir, encontrar algún lugar donde la esperanza aún exista, incluso si
eso implica regresar el tiempo y volver a ser un niño:
Te fuiste no sé a dónde.
Te espera tu cuarto.
Mi mamá, Juan y Jorge
te estamos esperando.
Nos han dado abrazos
de condolencia, y recibimos
cartas, telegramas, noticias
de que te enterramos,
pero tu nieta más pequeña
te busca en el cuarto,
y todos, sin decirlo,
te estamos esperando.
[ASMMS, p. 251]
Si para los adultos la muerte es algo difícil de entender, para los niños es
algo incomprensible, en su mundo infantil todo es muy concreto e interpretan
90
el mundo de los adultos con base en esas estructuras, el decirle a un niño que
su abuelo enfermo se fue, equivale exacta y únicamente a decirle que se fue,
igual que lo hace su padre cuando va al trabajo, no hay una doble
interpretación de la frase, lo cual complica muchísimo el enseñarle el
significado completo de la muerte, sobretodo si tenemos en cuenta que ni para
un adulto es algo que está totalmente esclarecido. También cabe la posibilidad
de que sea todo lo contrario y para el niño resulte mucho más sencillo y
posible que para nosotros comprender qué es la muerte, en ―Julito‖ Sabines
escribe:
Recuerdo su primera impresión de la muerte. Fue frente a un
conejito que murió a los dos días de estar en casa. Julito me lo trajo de
las patitas, tieso, como un trocito de madera.
-No se mueve, papá, está muy feo.
-¿Lo tiramos a la basura?
-Sí, tíralo, está feo.
Y no creo que nadie diga nada mejor acerca de la muerte. Ni de la
vida.
[―Julito‖, Poemas sueltos, p. 154]
En el mundo de los niños todo parece felicidad, tienen la maravillosa
capacidad de interpretar de manera distinta una realidad que para los grandes
pudiera ser horrible, por eso parecieran ser tan fuertes y superar tan pronto los
acontecimientos tristes, lloran un minuto, después olvidan y se distraen con
otra cosa; Sabines imita esta condición infantil para refugiarse en ella, se
pregunta a dónde ha ido su padre mientras lo espera, igual que la nieta más
pequeña, así logra evadir quizá un poco la tristeza, resguardándose en ese
mundo de inocencia donde lo feo y terrible tienen lugar solamente en planos
oníricos o fantásticos desde donde no pueden dañar realmente:
91
Es un mal sueño largo,
una tonta película de espanto,
un túnel que no acaba
lleno de piedras y de charcos.
[ASMMS, p. 252]
El tiempo pareciera transcurrir no sólo más lento, sino en dirección
contraria, Sabines se vuelve un niño y su padre un recién nacido, hijo de la
muerte y de la tierra. Se ha popularizado la idea de que justo antes de morir la
persona es capaz de ver su vida pasar frente a sus ojos, en tan sólo unos
segundos la mente se remonta hasta el origen y las barreras del tiempo
desaparecen: ―El éxtasis que se experimenta remite al sentimiento oceánico de
la etapa fetal; de ahí el sentimiento de regresión al mundo originario,
reforzado por las imágenes vívidas en que se encarnan los recuerdos de la
primera infancia‖. 100 Podría pensarse en esta experiencia como una liberación
de recuerdos, el espíritu se libera del pasado y queda nuevamente en estado
original, en el vientre del mundo, renaciendo para el cosmos:
Recién parido en el lecho de la muerte,
criatura de la paz, inmóvil, tierno,
recién niño del sol de rostro negro,
arrullado en la cuna del silencio,
mamando obscuridad, boca vacía,
ojo apagado, corazón desierto.
Pulmón sin aire, niño mío, viejo,
cielo enterrado y manantial aéreo
voy a volverme un llanto subterráneo
para echarte mis ojos en tu pecho.
[ASMMS, p. 252]
100
Louis-Vincent Thomas, La muerte, Barcelona, Paidós, 1991, p. 76.
92
Cuando llega, la muerte afecta directamente al tiempo, para los ojos
lejanos pareciera que todo continúa sucediendo al mismo ritmo, siguiendo el
mismo curso natural de las cosas, sin embargo, la concepción del tiempo es
algo interior, subjetivo, casi como una idea, al morir alguien cercano se genera
un vacío dentro del doliente y el reloj personal se altera:
¡Qué tiempo éste, maldito,
que revuelve las horas y los años,
el sueño y la conciencia,
el ojo abierto y el morir despacio!
[ASMMS, p. 252]
El sentimiento de culpabilidad viene después. Según Hanus, el hecho de
haber sobrevivido al ser amado llena de culpa al doliente, por eso siente
deseos de morir también; en el fondo, Sabines no puede perdonarse que su
padre haya muerto mientras él se encuentra tan vivo y empieza a sentir que
muere junto a él como consecuencia de la herida emocional tan profunda,
apenas comparable con una mutilación mortal, porque la separación equivale
exactamente a una amputación: ―El morir concierne también al sobreviviente,
por diversas razones. El que muere […] se lleva a la tumba una parte de mí si
yo le profesaba afecto‖; 101 una parte importante es sustraída repentinamente
dejando un vacío que duele terriblemente:
Me acostumbré a guardarte, a llevarte lo mismo
que lleva uno su brazo, su cuerpo, su cabeza.
No eras distinto a mí, ni eras lo mismo.
101
Louis-Vincent Thomas, op. cit., p. 66.
93
Eras, cuando estoy triste, mi tristeza.
Eras, cuando caía, eras mi abismo,
cuando me levantaba, mi fortaleza.
Eras brisa y sudor y cataclismo,
y eras el pan caliente sobre la mesa.
Amputado de ti, a medias hecho
hombre o sombra de ti, sólo tu hijo,
desmantelada el alma, abierto el pecho.
[ASMMS, p. 255]
Al morir el Mayor Sabines, el poeta no sólo pierde a su padre, también
pierde a su mejor amigo, su protector, su consejero, su abuelo, su hijo, su
hermano, su consuelo…, es una pérdida que vale por muchas y el dolor se
multiplica impidiendo la pronta resignación y aumentando la culpa, sólo el
encontrar otro culpable lo liberará de esa carga extra, así que la deja caer sobre
el que lo ha abandonado:
Papá por treinta o por cuarenta años,
amigo de mi vida todo el tiempo,
protector de mi miedo, brazo mío,
palabra clara, corazón resuelto,
te has muerto cuando menos falta hacías,
cuando más falta me haces, padre, abuelo,
hijo y hermano mío, esponja de mi sangre,
pañuelo de mis ojos, almohada de mi sueño.
Te has muerto y me has matado un poco.
Porque no estás, ya no estaremos nunca
completos, en un sitio, de algún modo.
Algo le falta al mundo, y tú te has puesto
a empobrecerlo más, y a hacer a solas
94
tus gentes tristes y tu Dios contento.
[ASMMS, p. 254]
El enorme deseo y la imperiosa necesidad de tener nuevamente cerca a
ese hombre que significaba tanto para él llevan al poeta hasta el tercer
momento de la depresión: la interiorización; en este punto, la tristeza del
doliente lo lleva a inventarle una sobrevida al muerto, no se resigna aún a la
pérdida, se aferra a su fantasma y se afana por seguir guardándole un lugar
entre los vivos:
No se ha roto ese vaso en que bebiste,
ni la taza, ni el tubo, ni tu plato.
Ni se quemó la cama en que moriste,
ni sacrificamos un gato.
Te sobrevive todo. Todo existe
a pesar de tu muerte y de mi flato.
Parece que la vida nos embiste
igual que el cáncer sobre tu omoplato.
Te enterramos, te lloramos, te morimos,
te estás bien muerto y bien jodido y yermo
mientras pensamos en lo que no hicimos
y queremos tenerte aunque sea enfermo.
Nada de lo que fuiste, fuiste y fuimos
a no ser habitantes de tu infierno.
[ASMMS, pp. 253 y 254]
En ―Yuria‖ Sabines critica la costumbre de enterrar a los muertos, le
parece una conducta sobrecogedora el sepultarlos en una caja y cubrirlos de
tierra porque se les atrapa para siempre y se les impide regresar al mundo:
95
¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos! ¡de matarlos,
de aniquilarlos, de borrarlos de la faz de la tierra! Es tratarlos
alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir.
Yo siempre estoy esperando que los muertos se levanten, que rompan el
ataúd y digan alegremente: ¿por qué lloras?
[―¡Qué costumbre tan salvaje…‖,
Yuria, p. 188]
Exactamente eso es lo que desea, en esta ocasión más que nunca, que su
padre regrese de entre los muertos para poder estar con él y lo llama a gritos
como pretendiendo despertarlo de su letargo mortal:
Padre mío, señor mío, hermano mío,
amigo de mi alma, tierno y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río,
tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío
saca todo tu cuerpo de la muerte.
[ASMMS, p. 253]
Escapa al análisis de Hanus una de las conductas más comunes entre los
dolientes al morir un ser querido, en esta fase de la depresión podríamos
agregar ese cuarto momento al que llamaré idealización. La muerte pareciera
tener el poder de borrar defectos y exaltar las virtudes, escuchar la frase
―pobre, era tan bueno‖ es muy común cuando se habla de un muerto, aun
cuando esto no sea cierto, las virtudes que en vida fueron ignoradas tras la
muerte cobran una gran importancia, así por ejemplo, muchos artistas que
96
vivieron en total anonimato y pobreza, después de morir se convierten en
figuras célebres con gran reconocimiento internacional, la muerte viene a
descubrir esa parte que en vida permaneció oculta ante los ojos de los demás,
no pasa así con los defectos, los cuales son opacados a tal grado por el
resplandor de las cualidades exacerbadas que parecieran desaparecer, la
balanza se llena de juicios positivos y se inclina completamente hacía una
exaltación exagerada, esto es la idealización. Manrique equipara a su padre
con grandes personajes de la historia, rescatando de cada uno una cualidad
característica:
En ventura Octaviano
Julio César en vencer
y batallar,
en la virtud Africano,
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad un Trajano,
Tito en liberalidad
con alegría,
en su brazo Aureliano,
Marco Atilio en la verdad
que prometía...102
Sabines, a pesar de haber escrito a la perdida de más seres queridos, sólo
frente a la muerte de su padre experimenta este fenómeno de idealización, los
poemas a su tía Chofi y a su amiga Rosario Castellanos antes que virtudes
exponen las flaquezas y debilidades de estas dos mujeres, y en el poema a su
madre los elogios son moderados; a su padre lo llena de alabanzas, tal vez
exagerando sus cualidades e idealizándolo en extremo, como a un héroe o, a
juicio de Flores Liera, como a Dios mismo: ―el padre en la poesía de Sabines –
102
Jorge Manrique, op. cit., p. 72.
97
su padre- remite a la figura bíblica del patriarca: centro rector, ejemplo de
moral y de virtud, el justo, árbol protector, autoridad; Dios es para la
humanidad lo que el Mayor Sabines es para su hijo‖ 103:
Y mientras tú, el fuerte, el generoso,
el limpio de mentiras y de infamias,
guerrero de la paz, juez de victorias
-cedro del Líbano, robledal de Chiapaste ocultas en la tierra, te remontas
a tu raíz obscura y desolada.
[ASMMS, p. 259]
La segunda parte del poema, escrita algunos años después de la muerte del
Mayor, pertenece a la fase final: la readaptación, en esta etapa el sobreviviente
está listo para reintegrarse al mundo, se libera del fantasma, lo deja ir para que
se convierta tan sólo en un recuerdo y se reincorpora a la vida cotidiana; desde
el primer fragmento de esta segunda parte puede verse claramente la
resignación que Sabines ha alcanzado después de estos años, ha tenido tiempo
para reposar su dolor y para entender que, pese a la muerte de su padre, la vida
sigue, claro que aún lo extraña, aún le duele haberlo perdido, pero la tristeza
ya no es tan arrebatada ni el dolor tan lacerante, la sobriedad de las estrofas
confirman este nuevo sentimiento más apacible:
Sigue el mundo su paso, rueda el tiempo
y van y vienen máscaras.
Amanece el dolor un día tras otro,
nos rodeamos de amigos y fantasmas,
parece a veces que un alambre estira
la sangre, que una flor estalla,
que el corazón da frutas, y el cansancio
103
Guadalupe Flores Liera, op. cit., p. 226.
98
canta.
[ASMMS, p. 259]
Tras mucho sufrimiento, al fin acepta que la vida de su padre
simplemente llegó a su fin, igual que como se extingue una vela; resulta
imposible no resentir el golpe, no extrañar su presencia, pero también resulta
imposible revertir el tiempo, mentarle la madre a la muerte para que abra sus
puertas y le devuelva a su viejo:
¡Es tan fácil decirte "padre mío"
y es tan difícil encontrarte, larva
de Dios, semilla de esperanza!
Quiero llorar a veces, y no quiero
llorar porque me pasas
como un derrumbe, porque pasas
como un viento tremendo, como un escalofrío
debajo de las sábanas,
como un gusano lento a lo largo del alma.
¡Si sólo se pudiera decir: "papá, cebolla,
polvo, cansancio, nada, nada, nada"!
[ASMMS, pp. 257 y 258]
Cuando llega este momento de aceptación el alma descansa, el tiempo
que tantos ritmos y rumbos había tomado, recupera su lógica y la vida vuelve
a la normalidad; en la tierra los vivos continúan el ciclo vital y bajo la tierra
los muertos se descomponen:
Mientras los niños crecen, tú, con todos los muertos,
poco a poco te acabas.
Yo te he ido mirando a través de las noches
99
por encima del mármol, en tu pequeña casa.
Un día ya sin ojos, sin nariz, sin orejas,
otro día sin garganta,
la piel sobre tu frente agrietándose, hundiéndose,
tronchando obscuramente el trigal de tus canas.
Todo tú sumergido en humedad y gases
haciendo tus desechos, tu desorden, tu alma,
cada vez más igual tu carne que tu traje,
más madera tus huesos y más huesos las tablas.
[ASMMS, p. 257]
Antes Sabines deseaba fervientemente que su padre se levantara de su
tumba, le imploraba que regresara, que resucitará para poder verle de nuevo,
ahora piensa en esto como algo desagradable:
Lumbre enterrada y sola, pabilo de la sombra,
veta de horror para el que te escarba.
[ASMMS, p. 257]
Ha comprendido que la vida sigue y le corresponde a los vivos
disfrutarla, es mejor dejar a los muertos ahí, para siempre, enterrados, en el
lugar al que pertenecen. En una entrevista le dice a Carla Zarebska: ―A veces
los muertos te atrapan y no te quieren soltar, quieren hundirte con ellos en su
tumba; entonces hay que decirles: Ya, quédate ahí tranquilo, yo me voy a
caminar‖.104 Ya no quiere seguir atado al cadáver de su padre, ya no desea que
los fantasmas lo aprisionen en el sufrimiento, se ha dado cuenta de que debe
seguir su camino:
104
Jaime Sabines en Carla Zarebska, op. cit., p. 188.
100
Ángeles degollados puse al pie de tu caja,
y te eché encima tierra, piedras, lágrimas,
para que ya no salgas, para que no salgas.
[ASMMS, p. 259]
Cierra la puerta de un golpe, el tiempo se fractura y el mundo de los vivos
y los muertos queda nuevamente separado, en el suyo:
Sigue el mundo su paso, rueda el tiempo
y van y vienen máscaras,
[ASMMS, p. 259]
En el de los muertos, su padre queda fuera de la cuenta convencional del
tiempo:
Un año o dos o tres,
te da lo mismo.
¿Cuál reloj en la muerte?, ¿qué campana
incesante, silenciosa, llama y llama?
¿qué subterránea voz no pronunciada?
¿qué grito hundido, hundiéndose, infinito
de los dientes atrás, en la garganta
aérea, flotante, pare escamas?
[ASMMS, p. 259]
En momentos de crisis todo el dolor pareciera ser individual, el doliente
siente tanta tristeza que se encierra en sí mismo y se olvida de que hay otros a
su alrededor que también sufren, todo el consuelo del mundo debiera ser sólo
para él, pero una vez superada la ―admisión narcisista‖, voltea a ver a los
demás y se da cuenta de lo egoísta que ha sido; Sabines, que se había
101
ensimismado llorando su herida, hacia el final habla del dolor de su madre,
que parece mucho más profundo e inconsolable, ahora que él finalmente ha
logrado recuperarse de la pérdida y ha dejado de pensar en los muertos,
empieza a preocuparse por los vivos:
Mi madre sola, en su vejez hundida,
sin dolor y sin lástima,
herida de tu muerte y de tu vida.
Esto dejaste. Su pasión enhiesta,
su celo firme, su labor sombría.
Árbol frutal a un paso de la leña,
su curvo sueño que te resucita.
Esto dejaste. Esto dejaste y no querías.
[ASMMS, p. 260]
Viejos proverbios aseguran que ―lo que no te mata te hace más fuerte‖ y
que ―el tiempo lo cura todo‖, evidentemente en Sabines se cumplen ambos
pues, a pesar de lo difícil que fue, al final logró sobreponerse a esa herida tan
profunda que, en lugar de cicatriz, le dejó una valiosa enseñanza de vida:
―Murió mi padre y aguanté la muerte de mi padre y siento que crecí
humanamente, que me hice mejor hombre, más resistente a la vida‖, 105 y sería
justo decir que también mejor poeta, prueba de ello es este estupendo poema
en el que se mezcla sentimiento y técnica con una maestría ejemplar.
3.3 Palabras finales
105
Jaime Sabines en Mónica Plasencia, Habla Jaime Sabines, México, El tucán de Virginia-UNICACH,
2007, p. 46.
102
Según los biógrafos y críticos del poeta, Sabines, destrozado por la pérdida
más dolorosa de su vida, deja de lado la intención poética y escribe
únicamente lo que su corazón le dicta, por eso este poema es un ejemplo de
sinceridad; se insiste en decir que el poema es el alma misma del chiapaneco
desgajándose verso a verso, que no hay artificio alguno, puro sentimiento
desbordado, la herida abierta y sangrante ante nosotros; José Joaquín Blanco,
por ejemplo, dice: ―Esto no es literatura, en el sentido civilizado que nos lleva
a escribir (reflexionando, borroneando, calculando las expresiones para mejor
comunicarnos) en un deseo para conversar con el lector […] El lector tiene
entre sus manos un libro en que un hombre profundísimo se desgarra sin
metáforas‖106.
La mercadotecnia y los medios han hecho igualmente de este poema un
producto sentimental que apela al morbo y al compadecimiento; en México,
un país tan dado al sentimentalismo, esto funciona de maravilla, el poema se
ha instalado entre los favoritos del público, la gente se ha solidarizado con el
pobre hijo huérfano que llora la muerte de su amado padre y ha pasado por
alto el magnífico oficio con que este poema está escrito, lo que pocos ven es
que, aun en esta circunstancia difícil, Sabines, antes que nada, es un poeta y
como tal se vale de muchos recursos y artificios que componen su estilo, el
aparentar una escritura natural y espontánea es parte de su técnica, lo mismo
que el lenguaje cotidiano y la cercanía con el lector; desde este punto de vista,
el trabajo de Sabines, lejos de perder mérito, se enriquece, no hay nada de
malo en aceptar que aunque el sentimiento de duelo es auténtico, el poema
está escrito con plena conciencia estética. Sabines hace gala de humildad y
modestia, le gusta crear la ilusión de que él es la víctima de la soledad, del
amor, del dolor, de la angustia, de la frustración y de todos los demás
106
José Joaquín Blanco en Carla Zarebska, op. cit., pp. 154 y 156.
103
sentimientos que experimenta el hombre, así crea la empatía con el lector y se
gana su confianza, quizá sea él mismo el principal promotor de esta
concepción sentimental con la que se aprecia su poesía: ―Lo mío fue cuestión
de llorar, no de elegías como las de García Lorca‖. 107 La verdad es que Algo
sobre la muerte del Mayor Sabines no puede ser considerado un poema
espontáneo y despreocupado de la estética, por el contrario, hay mucha técnica
implícita, las estrofas delatan a un escritor consciente de su oficio, los versos
han sido construidos con esmero y definitivamente la intención poética
termina por superar el deseo de liberación.
Cada poeta tiene su propia voz, hay quienes prefieren los textos
herméticos, indescifrables para la gran mayoría, otros prefieren la claridad y
sencillez, hay quienes gustan de las formas clásicas o de la innovación
tipográfica, de la rima consonante o la asonancia, de ciertas figura retóricas,
etcétera, en eso consiste el estilo que identificará su poesía. El estilo de
Sabines es muy particular, pareciera consistir exactamente en que no hay
ningún estilo, la poesía pareciera simplemente salir, sin atender a ninguna
pretensión estética, su técnica es la aparente no-técnica y la domina a la
perfección. La sensación primera que nos dejan sus poemas es de sinceridad,
de cercanía, la poesía pareciera salir directamente del corazón del poeta y
entrar al del lector, la identificación ocurre de inmediato y la aceptación en
consecuencia; para lograr esto el poeta se vale de diversos elementos, como
por ejemplo: el lenguaje coloquial, Sabines busca la poesía en lo profundo y la
trae a nivel de tierra, la construye con palabras sencillas como las de un
hombre común y corriente, luego la empapa de cotidianidad y hace gala de
humildad, así se gana la confianza del lector, le gusta crear la ilusión de que
no es un poeta sino su igual:
107
Jaime Sabines en Carla Zarebska, op. cit., p. 152.
104
Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o
algunos enterados que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos
un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero
realmente, un poeta.
[…]
¡Dios mío!, dice Jaime. Tengo que ser papá o marido, o trabajar en
la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón.
¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón.
Y esta vez se queda echado en cama con una alegría dulce y tranquila.
[―El peatón‖, Otros poemas sueltos, p. 263]
Para este mismo efecto Sabines hace uso de palabras altisonantes, pues
busca imitar en todo la manera en que cualquier hombre se expresaría, así
humaniza su poesía; además, las ―malas palabras‖ refuerzan la intensidad y
dan la apariencia de una mayor sinceridad de los sentimientos que les dan
lugar, Octavio Paz dice: ―el poder mágico de la palabra se intensifica por su
carácter prohibido. […] Al gritarla, rompemos un velo de pudor, de silencio o
de hipocresía. Nos manifestamos tales como somos de verdad. Las malas
palabras hierven en nuestro interior, como hierven nuestros sentimientos.
Cuando salen lo hacen brusca, brutalmente, en forma de alarido, de reto, de
ofensa. Son proyectiles o cuchillos. Desgarran‖; 108 de modo que pasan a ser
una herramienta útil para el escritor que, como Sabines, desea llamar la
atención e impactar a su público. En Algo sobre la muerte del Mayor Sabines
podemos apreciar tanto el uso de un lenguaje directo y claro como de palabras
altisonantes, el poeta se vale de ellas para acentuar la impotencia, el coraje y la
tristeza que intenta transmitir, así tendrán mayor eco en quien lee, al mismo
tiempo que parecerán sentimientos más auténticos:
108
Octavio Paz, op. cit., p. 85.
105
¡A la chingada las lágrimas!, dije,
y me puse a llorar
como se ponen a parir.
Estoy descalzo, me gusta pisar el agua y las piedras,
las mujeres, el tiempo,
me gusta pisar la yerba que crecerá sobre mi tumba
(si es que tengo una tumba algún día).
[…]
¡A la chingada la muerte!, dije,
sombra de mi sueño,
perversión de los ángeles,
y me entregué a morir
como una piedra al río,
como un disparo al vuelo de los pájaros.
[…]
Mi padre tiene el ganglio más hermoso del cáncer
en la raíz del cuello, sobre la subclavia,
tubérculo del bueno de Dios,
ampolleta de la buena muerte,
y yo mando a la chingada a todos los soles del mundo.
El Señor Cáncer, El Señor Pendejo,
es sólo un instrumento en las manos obscuras
de los dulces personajes que hacen la vida.‖
[ASMMS, p. 247 y 248]
La falsa modestia y la humildad fingida de la técnica ―no-técnica‖
también se hace explícita, logrando que el lector penetre de inmediato y sin
dificultad en la intimidad del escritor y participe de su dolor sin
cuestionamientos, como en un acto solidario y compadecido:
(Me avergüenzo de mí hasta los pelos
por tratar de escribir estas cosas.
¡Maldito el que crea que esto es un poema!)
106
[ASMMS, p. 249]
Podría pensarse que la intensión de estos versos es evadir los juicios y
apelar a la identificación de una lectura compadecida, si el poeta aceptara que
este texto es un poema, toda la crítica caería sobre él con rigor, además de que
instantáneamente se cuestionaría su sinceridad, de otra manera el lector baja la
guardia y se deja envolver por las palabras doloridas; Charles P. Dietrick dice:
―¿Cómo puede el poeta convencer
al lector de que su poema es la
presentación sincera de la confianza profunda en el valor de la cualidad
humana de la humildad? La solución es crear la ilusión de que el poema no es
un poema, que no es una ficción imaginativa, sino más bien una comunicación
personal de un ser humano sensible y humilde‖. 109
No importa si Sabines lo niega, es evidente que quería ser recordado con
este poema, el tiempo que transcurre desde que comienza a escribirlo hasta la
fecha de publicación (casi 13 años) nos hace pensar en el cuidado y la
atención con que escribió cada uno de los versos, según dice, el motivo de la
lenta escritura y del abandono del texto durante más de 2 años fue la enorme
tristeza que lo embargaba, no obstante, el esmero y la dedicación se hacen
evidentes tanto en forma como en fondo; hacia el final de la primera parte
podemos percatarnos de que los versos comienzan a agruparse en sonetos, una
forma fija que el poeta escoge para, supuestamente, contener su dolor:
―Recurrí a esta forma para concretar mi emoción, como un vaso para
contenerla, porque si no, no hubiera escrito nada‖;110 es imposible creer en
esta aseveración siendo que los sonetos conforman sólo una pequeña parte de
la totalidad del poema, no es algo lógico aun cuando quisiera pensarse que a
109
Charles P. Dietrick, ―Romper mitos, crear mitos‖ en Mónica Mansour, Uno es el poeta. Jaime Sabines y
sus críticos. México, SEP, 1988, p. 45.
110
Jaime Sabines en Carla Zarebska, op. cit., p. 152.
107
través de esta forma Sabines controló su dolor para poder escribir
posteriormente en verso libre, pues los sonetos no pertenecen a la agonía ni al
tiempo inmediato a la muerte, momentos que se pudieran considerar como
críticos, sino que suceden a estrofas en las que ya se utilizaba exitosamente el
versolibre. Esto hace también cuestionable su negación de una pretensión
literaria: ―«Algo sobre la muerte del Mayor Sabines» me parece el mejor, en
eso coincido con los críticos. Es un poema que salió como un borbotón de
sangre y absolutamente fuera de cualquier pretensión literaria […] lo escribí
porque era necesario, porque se me imponía, porque estaba allí. No tiene
mayores complicaciones temáticas: es el proceso de la enfermedad y de la
muerte de mi padre‖. 111 Siendo que el soneto exige un rigor mayor a la hora de
escribir, se hace necesaria la cuidadosa elección de cada palabra y, aunque el
número de sílabas por verso no sigue la regla, es notoria la especial atención
que se le prestó a la rima consonante en la mayoría de los sonetos (abab abab
cdc dcd):
Morir es retirarse, hacerse a un lado,
ocultarse un momento, estarse quieto,
pasar el aire de una orilla a nado
y estar en todas partes en secreto.
Morir es olvidar, ser olvidado,
refugiarse desnudo en el discreto
calor de Dios, y en su cerrado
puño, crecer igual que un feto.
Morir es encenderse bocabajo
hacia el humo y el hueso y la caliza
y hacerse tierra y tierra con trabajo.
111
Idem.
108
Apagarse es morir, lento y aprisa
tomar la eternidad como a destajo
y repartir el alma en la ceniza.
[ASMMS, pp. 252 y 253]
Asimismo, Sabines utiliza con frecuencia varias figuras retóricas, entre
las favoritas está la metáfora, antítesis, elipsis, asíndeton, polisíndeton,
prosopopeya, el sarcasmo y la anáfora, de modo que es evidente que existe un
trabajo riguroso y que la intención poética no está ausente. Esther Hernández
Palacios en La poesía de Jaime Sabines hace un análisis estructural de este
texto en tres niveles: fónico, sintáctico y semántico, para demostrar que,
efectivamente, en el discurso está presente la función poética y se sobrepone al
resto de las funciones del lenguaje, las estructuras lingüísticas funcionan en
razón de una pretensión estética, haciendo de este discurso un poema: ―la
función poética se caracteriza por introducir desviaciones o modificaciones de
carácter sistemático, respecto de las normas usuales, en todos los niveles de la
lengua comunicativa. Algo sobre la muerte del Mayor Sabines es un mensaje,
un proceso lingüístico, un discurso, en el que predomina la función
poética‖.112
Otra cosa que resulta interesante señalar es la peculiar concepción de muerte
que Sabines ofrece en este poema, que se debe a la enorme influencia cultural
que el poeta carga a cuestas; como mexicano su identidad se conforma a partir
de un proceso de mestizaje y transculturación, el cristal a través del cual mira
el mundo es un prisma de colores, tanto la concepción prehispánica, como la
hispánica y la clásica conviven en él, de modo que la muerte es multiforme, en
112
Esther Hernández Palacios, La poesía de Jaime Sabines, México, Universidad Veracruzana, 1984, p. 101.
109
ocasiones es vista con la naturalidad de los prehispánicos, como el tránsito a la
reintegración cósmica y la continuación de la vida:
Siete caídas sufrió el elote de mi mano
antes de que mi hambre lo encontrara,
siete veces mil veces he muerto
y estoy risueño como en el primer día.
[ASMMS, p. 247]
Otras veces se le ve con cierto recelo por ser el final de la recta vital
terrestre y el comienzo de la vida ultraterrena que la escatología cristiana
sostiene:
Morir es olvidar, ser olvidado,
refugiarse desnudo en el discreto
calor de Dios, y en su cerrado
puño, crecer igual que un feto.
Morir es encenderse bocabajo
hacia el humo y el hueso y la caliza
y hacerse tierra y tierra con trabajo.
Apagarse es morir, lento y aprisa
tomar la eternidad como a destajo
y repartir el alma en la ceniza.
[ASMMS, pp. 252 y 253]
Asimismo hay versos en los que se habla de ella como algo frío y
estático, una idea popular en los clásicos, el personaje de Medusa es un claro
ejemplo, este monstruo representaba la muerte, bastaba con verla de frente
para quedar convertido eternamente en una estatua de piedra:
110
Madre tierra, madre,
vagina del frío,
brazos de intemperie,
regazo del viento,
nido de la noche,
madre de la muerte,
recógelo, abrígalo,
desnúdalo, tómalo,
guárdalo, acábalo.
[ASMMS, p. 250]
Louis-Vincent Thomas dice: ―sabemos que [el duelo] ayuda a madurar a las
personas, que estimula sus facultades creadoras‖, 113 en el caso de Jaime
Sabines esto es absolutamente cierto, la dolorosa muerte de su padre inspiró
en él, además de este célebre poema, un amor renovado por la vida: ―todo no
es más que un estímulo para vivir, todo el poema del mayor Sabines‖. 114
Después de tanto sufrir el poeta comprende que llorar es en vano, el tiempo
pasa y la vida va acortándose poco a poco hasta llegar a su fin, no importa
cuánto nos esforcemos por negarla o por escapar de ella, la muerte es el
destino insalvable de todo lo que vive:
Y es en vano llorar. Y si golpeas
las paredes de Dios, y si te arrancas
el pelo o la camisa,
nadie te oye jamás, nadie te mira.
No vuelve nadie, nada. No retorna
el polvo de oro de la vida.
[ASMMS, p. 260]
113
114
Louis-Vincent Thomas, op. cit., p. 138.
Jaime Sabines en Mónica Plasencia, op. cit., p. 64.
111
Conclusiones
La muerte, a lo largo de la historia, ha sido motivo de reflexión y una fuente
de inspiración para el hombre; aunque ha ido adquiriendo características
particulares dependiendo la época y la sociedad, no ha dejado de ser un
elemento que, franqueando todas las fronteras espacio-temporales, se ha
instalado en el centro de las preocupaciones humanas y ha constituido uno de
los grandes temas de la literatura universal.
En el caso de México, son muchos los escritores que, influídos por la
estrecha relación que se vive con la muerte, le han concedido un lugar
importante en sus obras,
mostrando la manera tan particular en que los
mexicanos la conciben. Jaime Sabines se vuelve una referencia obligada si se
habla de la muerte en la literatura mexicana, la presencia mortuoria tan latente
en su vida terminó por impregnar su poesía y la convirtió en una de las obras
más representativas en este sentido; en cada uno de sus libros es posible
apreciar, no sólo esta marcada preferencia por el tema de la muerte, sino su
versatilidad, es una muerte cambiante que no se muestra idéntica en cada
poema. Es en Algo sobre la muerte del Mayor Sabines que la presencia de la
muerte se vuelve más intensa que nunca y alcanza su clímax, la dolorosa
pérdida de su padre lleva a Sabines a enfrentarse a la muerte de una manera
mucho más cruda y cercana, y a escribir este magnífico poema en el que
combina, de una manera asombrosa, técnica y sentimiento, un poema
conmovedor que refleja el profundo sufrimiento de un hombre que ve morir a
su padre y la manera en que se enfrenta al lastimoso proceso de duelo,
disertando siempre sobre la muerte y explotando la enorme riqueza de
interpretación, las múltiples acepciones del concepto y las relaciones que
existen entre éste y otros elementos, para finalmente descubrir que el mensaje
112
de la muerte no es sino una invitación a vivir cada día como si fuera el
primero y el último, un instante único e irrepetible.
Es posible apreciar en el poema varias divisiones que no están
precisamente determinadas por la estructura externa sino por la interna, la
primera responde a los dos momentos en que fue escrito el poema: la agonía
del padre y el duelo. El punto de tránsito es identificable porque, además de
que el poeta comienza a hablar de la muerte de su padre como un hecho
consumado, hay un drástico cambio de tono: la esperanza que en el fondo
yacía alimentada por el amor desaparece totalmente, dejando un profundo
vacío y un inmenso dolor.
Luego de esta división, dentro del apartado del duelo, tienen lugar las
siguientes que, de igual forma, aunque no están señaladas tipográficamente,
constituyen las diferentes fases que, según M. Hanus, componen el proceso de
duelo: choque, depresión y aceptación. Estas etapas a su vez estarán
conformadas por varios momentos que se cumplen perfectamente en Sabines y
se reflejan en su discurso que, no por ser producto del una conmoción
emocional tan fuerte, pierde su cualidad y valor poético.
Conforme se avanza en la lectura de Algo sobre la muerte del Mayor
Sabines se descubren concepciones y elementos de gran carga simbólica que
se derivan del enfrentamiento del poeta con la muerte y que se confrontan
igualmente entre sí, en ocasiones para generar rupturas, como es el caso de la
idea del tiempo, o para fusionarse como sucede con el concepto de muerte,
que muestra mucho más que un una simbiosis rica en significaciones o un
recurso escritural: un rasgo de identidad, no sólo individual, sino nacional, y
un punto de encuentro con la universalidad.
A partir de un dolor tan grande, como lo es la pérdida de un padre,
Sabines redescubre el mundo, las cosas, la realidad; movido por el
113
sufrimiento, se sumerge en sí mismo y resurge como un hombre renovado; del
dolor también se aprende, la muerte le arrebató un ser querido, pero le dejó
una valiosa enseñanza: fue frente a ella que Sabines descubrió el verdadero
valor de vivir y la belleza que encierra cada día, finalmente ―el amor es el
aprendizaje de la muerte‖, el amor por la vida.
114
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