Llega una nueva era - Gabriel Masfurroll

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28 LA VANGUARDIA
O P I N I Ó N
SÁBADO, 18 OCTUBRE 2014
DEBATE. La juventud
SABATINAS INTEMPESTIVAS
Gregorio Morán
Gabriel Masfurroll
‘El cura y los mandarines’. Una historia
T
ardé diez años en escribir un libro. Tiene un título largo, o por
mejor decir tres, que ayudan a
entender lo que va dentro: El cura y los mandarines. Historia no oficial del
Bosque de los Letrados. Cultura y política
en España, 1962-1996. Contratado por el
grupo editorial Planeta tenía prevista su
publicación en la primera quincena de octubre, aunque el texto original estaba en
sus manos desde noviembre del 2013. Todo parecía marchar bien, por más que no
se tratara de un libro al uso, ni por su volumen –casi 700 páginas– ni por
su contenido: la trayectoria de
la inteligencia española desde
el franquismo hasta el final del
felipismo.
Después de cumplir los deberes, que consisten en corregir lo que en términos de edición se denominan “primeras
pruebas”, incluso unas “segundas”, tras sortear las variadas y
hasta divertidas objeciones del
llamado pomposamente “departamento jurídico”, que al
menos en mi caso se refiere a
un individuo que responde al
nombre de Gabino Sintes, que
para mayor singularidad se
ocupa también de los “derechos de autor”, lo que a mi entender debería llenarnos de inquietud –censor y defensor de
los derechos del escritor, diría
que son incompatibles–. Pero
en este caso se fueron superando. Poca cosa, aunque engorrosa, dada la endeblez del letrado, que era capaz de escandalizarse porque al ínclito don
Juan March, antigua leyenda
de la delincuencia financiera,
se le llamara “pirata”, cuando
la misma editorial había publicado su biografía, El último pirata del Mediterráneo.
La edición siguió su curso
con una hermosa portada que
imprimió primorosamente y a
la que acompañaba un texto que por no
ser mío sino de la casa editora merece la
pena ser copiado. Siempre me he abstenido de hacer las solapas o las contraportadas de mis libros porque no me corresponde y uno se arriesga a hacer un ejercicio
de vanidades amparándose en el anonimato. Cualquier profesional del gremio sabe
distinguir cuando es el autor quien escribe lo que corresponde a la editorial, se nota en el tono y sobre todo en el error de
confundir lo que es importante para nosotros y lo que puede resultar interesante para el lector. El texto redactado e impreso
por Editorial Crítica (Planeta) decía así:
“Gregorio Morán nos ofrece en este ambicioso libro una historia de la cultura española, y de sus protagonistas, entre 1962
y 1996, precedido de una introducción
acerca de sus orígenes en los años cuarenta. La figura del ‘cura’, Jesús Aguirre, actúa como un hilo conductor, pero la realidad es que la abundancia de los ‘mandarines’ –novelistas, políticos, profesores, pintores, músicos…– que pueblan este retablo de figuras y figurones lo desborda por
completo. Nos hallamos así ante una historia intelectual de España, seria y documentada, escrita con un sentido crítico y
una sinceridad que consigue que los intentos anteriores en este terreno nos parezcan insustanciales. No hay duda de que la
obra de Morán va a escandalizar por la dureza de sus juicios, y que va a provocar
muchos debates y algunas indignaciones,
pero la verdad es que, a partir de ahora,
ninguna reflexión sobre la cultura española en la segunda mitad del siglo XX po-
drá prescindir de referirse a este libro”.
Hete aquí que la editorial consideró
que bien podría “prescindir” si no del libro al menos de algunas páginas. Y así fue
como el martes, 16 de septiembre, se me
planteó taxativamente que o retiraba el
penúltimo capítulo –exactamente 11 páginas– o el libro no se publicaba. En 35 años
de trabajo, en campo tan minado como es
el mundo editorial, no he quitado ni una
página y así lo expliqué, añadiendo que,
por demás, el capítulo era “una viga maestra” y no podía prescindir de ella. Las gen-
tes de la industria editorial son tan chuscas que alguien llegó a argumentar que
tratándose de un texto de casi 700 páginas, retirar 11 carecía de importancia.
¿De qué se trataba? El capítulo de “las
malditas 11 páginas”, por utilizar la expresión del presidente del grupo Planeta, José Manuel Lara, se titula “¡Todos Académicos!” y se refiere, como es fácil suponer, a la singular trayectoria de la Real
Academia de la Lengua, la RAE, y muy especialmente al periodo que tuvo en Láza-
En apenas un mes
he pasado de autor veterano
a ganado de excepción que
debe exhibirse en la feria
ro Carreter y Víctor García de la Concha
su mayores conseguidores. Y resulta que
hoy día Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes, ¡ay madre
mía!, es un auténtico proveedor del mundo editorial y quien, por su experiencia de
probado manipulador, el que facilita materiales tan significativos como los productos del castellano dirigidos al mundo entero, empezando por el diccionario de la
RAE –más de 400.000 ejemplares, en primera edición–, el negocio editorial por excelencia, que anteayer publicó Planeta.
No conozco personalmente a Víctor
García de la Concha, ni ganas, pero sí sé
de sus andanzas desde que yo llevaba pan-
talón corto en Oviedo y él ejercía de magistral, sin serlo, de la catedral de Oviedo,
personaje evocador de La Regenta de Clarín. Asturiano de Villaviciosa, cura resuelto a superar una infancia dura, con una
historia que hubiera podido escribir Galdós y que ahora nos resulta de otra época;
fascista medular, sacerdote rebotado, casado con una de sus feligresas, profesor,
trepador siempre, ignorante absoluto y
probado, como explico en apenas dos paginitas debeladoras de ese inefable capítulo penúltimo, tan denostado por los encargados del negocio de la cultura. ¡Once malditas páginas!
Todo me da en pensar que
alguien le hizo llegar a “Don
Víctor” las páginas de “¡Todos
Académicos!”, en las que quedaba retratado y él les puso entre la espada y la pared. Y entonces ocurrió lo que Don Vito
Corleone convirtió en lema recurridísimo: “No se trata nada
personal, son sencillamente negocios”. Cuando yo le señalé al
jefe, José Manuel Lara, la singularidad de que hace 35 años
era posible que una editorial
como la suya le echara un
pulso al presidente del Gobierno, que no otra cosa era publicar la biografía de Adolfo
Suárez en octubre de 1979, me
respondió en hombre del presente, porque los herederos
apenas recuerdan los vestigios
del pasado, mientras luchan
por mantenerse son capaces
de todo, incluso de equivocarse porque les ciega el presente y no aspiran a futuro alguno. “No es miedo a Víctor
García de la Concha, sino respeto a una persona vinculada a
esta casa en muchos proyectos
editoriales”.
La censura del business, del
negocio, es tan implacable como la política. Por eso no deja
MESEGUER
de hacer mucha gracia, es un
decir, que los nuevos editores o las editoriales bisoñas, pero con lógica ambición
de poder, te planteen el enorme interés
que tienen en publicarte. ¡Pero no sin antes leer el manuscrito! No quieren entender que si entregas un manuscrito sin contrato estás vendido. Lo aseguro yo, un veterano con muchos años de oficio. Yo no
compro a ciegas, dicen ellos; pero los autores no tenemos por qué entregar el producto de nuestro trabajo para que ellos
evalúen lo que les interesa. Son como jugadores con ventaja que te hacen el favor de
leerte, como quien te mira la dentadura y
calibra lo que puedes empujar en la piedra de su modesto molino. ¡Pero de dónde
ha salido esta generación de logreros!
En apenas un mes, lo confieso, he pasado de autor veterano a ganado de excepción que debe exhibirse en la feria. ¡A ver
qué sabe hacer! Ya no tengo edad para soportar impasible las imposturas de un gremio llamado a la quiebra. Pero queda como experiencia personal, casi generacional, que estamos más predestinados que
el Titanic y que, por si fuera poca la broca,
no tenemos ni una orquesta que nos asuma en su suerte y nos amenice el final.
Vivimos tiempos jodidos porque nuestra generación, así, en general, se ha vuelto golfa y hemos de buscar algo digno por
debajo de los 30, y como he tratado de explicar en El cura y los mandarines, cuando
frisábamos por esa edad no nos cabía en
la cabeza que algún día “los nuestros”
defenderían la censura, asumirían la
corrupción y se sentirían cómodos en la
estupidez.c
Llega una
nueva era
E
l mundo que se avecina será
muy distinto del actual, con
nuevas reglas de juego y una
redefinición del modelo de
vida. Lo establecido se resiste a cambiar, una reacción muy nuestra. El ser
humano es reacio al cambio y mucho
más si está en posición de control. Pero los movimientos son beneficiosos,
ya que buscan acechar el inmovilismo
de figuras que siguen ocupando posiciones que deberían generar valor sin
conseguirlo. Toca cambio, pero de
verdad. Las generaciones que están al
frente deben dejar paso a los jóvenes
que surgen con afán de liderar. Por
suerte, la historia es cíclica, y el progreso, un fenómeno recurrente en nuestra
historia. Antes, las formas y los modos
eran distintos. Ahora los parámetros
de la comunicación han modificado radicalmente los hábitos.
El gran cambio debe radicar en la
conciencia individual y debe ser el testigo que recojan nuestros representantes. Estamos hablando de un cambio
muy profundo, y la ejemplaridad, obligada o no, de algunas personas está acelerando el proceso. Por ejemplo, el papa Benedicto XVI, quien con una decisión insólita decidió retirarse y dar pa-
Las generaciones que están
al frente han de dejar
paso a la juventud que
surge con afán de liderar
so a un nuevo papa que sabía de antemano que pertenecía a una corriente
de pensamiento distinta de la suya pero con ideas más acordes con los tiempos que vivimos. Un acto de suma inteligencia, generosidad, visión y progreso. Francisco no es joven en edad pero
sí en términos de espíritu, convicciones e ideas... Ojalá muchos jóvenes fueran como él.
El fenómeno se reproduce y es imposible garantizar que todo se hará por la
vía del diálogo y la buena voluntad. El
gran escollo es el cambio y la incomodidad que supone salir del área de confort. Sólo desde el respeto, la inteligencia y la generosidad conseguiremos salir del final de una era que tuvo cosas
muy buenas y otras menos buenas, pero que debe tener como fin consolidar
unos niveles mínimos de progreso y
bienestar.
Un mundo solidario, justo y eficaz,
en el que el “nosotros” se imponga al
“yo” y en el que unir y construir supere
a la desunión y destrucción. No deben
importar las razas, las creencias, ni las
fronteras, sólo las personas y el respeto. Los mayores, seguramente más desgastados, seguiremos cabalgando, pero
entre las huestes y ahí nos tendrán los
jóvenes para pedirnos consejo. Y no es
problema de edad física, sino mental,
de ganas, ilusión y pasión por lo que
hagas. Verán que he escrito este artículo en primera persona del plural y se
debe a que este artículo que firmo yo,
lo he escrito con la ayuda y colaboración de mis hijos Gaby y Paola. No querríamos finalizar estas reflexiones sin
una conclusión: comprender es amar y
amar es comprender, y por supuesto
aceptar que no te comprendo.c
G. MASFURROLL, presidente
de Wings 4 Business
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