32-33 LEGUINA_42-43 LEGUINA.qxd 29/06/16 11:57 Página 32 LA TRINCHERA DE PAPEL Por Joaquín Leguina Salvador Dalí: un breve relato “A los seis años pretendía ser cocinero; a los siete quería ser Napoleón. Desde entonces mis ambiciones no han hecho sino acrecentarse” Salvador Dalí (Vida secreta) P edro Dalí Ragué, proveniente de Llers, se estableció como herrero en Cadaqués en los primeros años del siglo XIX. Era el tatarabuelo de Salvador Dalí Domenech, nacido en Figueras el 13 de mayo de 1904. Su padre, Salvador Dalí Cusí, era abo- 32 4–10 de julio de 2016. nº 1162 gado y notario en Figueras. La madre del futuro pintor se llamaba Felipa Domenech y era hermana del propietario de de la gran Librería Domenech, que estaba instalada en la Rambla del Centro, en Barcelona. Salvador y Felipa tuvieron dos hijos: Salvador y Ana María. En febre- Dalí, quien siempre había sostenido que su genio no era compatible con el cuerpo de una mujer, pierde la brújula en Cadaqués y se enamora de Gala ro de 1921 murió la madre y poco después el padre se volvió a casar con Catalina, hermana de la difunta, a quien tanto Salvador como Ana María siempre llamaron la tieta. El joven Dalí estudió en el Instituto General Técnico de Figueras, sin ganas y sin éxito en ninguna de las 32-33 LEGUINA_42-43 LEGUINA.qxd 29/06/16 11:57 Página 33 asignaturas excepto en la de Dibujo, materia hacia la que sentía una atracción casi morbosa. Además encontró un profesor a su medida, don Juan Núñez Fernández, un maestro que le daba clases particulares y le enseñó el arte del grabado. Del pintor Dalí se han dicho y escrito muchas cosas favorables y otras tantas contrarias a su obra, pero todo el mundo coincide en que era un extraordinario dibujante. Convencido de que era la única “carrera” que podía abordar su hijo, el notario lo envió a Madrid y lo obligó a ingresar en la Academia de Bellas Artes. A partir de 1922 vivió en la Residencia de Estudiantes, donde conoció y trató a personajes como García Lorca, Pepín Bello (con quienes aparece, cogiditos los tres de la mano, en una fotografía). En 1925 participó en la Primera Exposición de Artistas Ibéricos en Madrid y presentó su primera exposición en la galería Dalmau, en Barcelona. En 1928 viajó a París y en- Josep Pla proclama en Dalí “la existencia de una pasión sólo comparable con la de los grandes artistas. Nunca ha hecho nada con la tibieza de la indiferencia” tró en contacto con los surrealistas, movimiento que marcará una larga etapa de su vida artística. Dalí nunca dejó de pintar la realidad, los objetos, eso sí, impregnados de emoción y de una gran fuerza evocadora. “Hay que pintar lo que uno ve –diría más tarde Dalí-, pero si esos objetos no se encuentran ante nuestra vista, hay que inventarlos, hay que crearlos”. En agosto de 1929 Dalí, quien siempre había sostenido que su genio no era compatible con el cuerpo de una mujer, pierde la brújula en Cadaqués y se enamora de Gala y Paul Éluard, su marido, tuvo que volver solo a París. Gala se llamaba Elena Dimitrievna Diakonova Diulne, y había nacido en Kazan, probablemente en 1893, aunque también sobre ello subsisten las dudas. En 1912, es decir, sin haber cumplido los veinte años, esta muchacha, vestida con una larga pelliza negra, acaba de bajarse del tren que, procedente de Moscú, ha llegado a Zúrich. Gala, que está enferma de tuberculosis, se dirige a Davos, al sanatorio Clavadel. En Clavadel, aquejado de la misma enfermedad, estaba un joven francés llamado Paul-Eugène Grindel (conocido por el seudónimo de Paul Éluard). En contra de lo que se suele opinar, Gala ayudó mucho a Dalí, que siempre fue una persona poco dotada para las cosas prácticas más elementales. Encontrar a una persona como Gala fue un regalo para él. Alguien que abre todas las puertas, capaz de elegir “buenas y provechosas amistades” y hacerle entrar en la “buena sociedad·, en un círculo de amplia dimensión propagandística con un resultado económico brillante (de avida dolars la calificó en una ocasión Luis Buñuel). Dalí se convirtió de su mano en una mezcla curiosa de localismo y dandismo cosmopolita, adobado todo ello con múltiples extravagancias y no poco oportunismo. Incluido el oportunismo político. Del carácter y excentricidades de Dalí se habló mucho en vida y sigue hablándose tras su muerte. De esas opiniones sólo recogeré aquí las emitidas por otro ampurdanés que lo conoció bien, Josep Pla: “La gente tiende a creer que Dalí vive entre despropósitos, excentricidades y extravagancias. No. Es exactamente lo contrario. Dalí es un hombre perfectamente administrado, deliberado y controlado. Caradura y tímido, cosmopolita y localista, orgulloso y deprimido. Mezcla de locura y radicalismo, de primitivismo y refinamiento, de audacia y de cautela. Dalí no para nunca, está literalmente loco por la pintura. No trato de determinar si el resultado corresponde a esa pasión. Lo que proclamo es la existencia de una pasión sólo comparable con la de los grandes artistas. Nunca ha hecho nada con la tibieza de la indiferencia”.l nº 1162. 4–10 de julio de 2016 33