discurso - Fundación Jaime Guzmán

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DISCURSO EN PRESENTACION DEL LIBRO
PERSONA, SOCIEDAD Y ESTADO EN JAIME GUZMAN:
A 25 años de la caída del Muro de Berlín
En 1989, tras la caída del Muro de Berlín y el comienzo de la
desaparición de los socialismos reales, Francis Fukuyama se
apresuró a escribir un artículo titulado “El fin de la historia”, donde
sostenía que este evento marcaba la irreversible victoria de la
democracia y la libertad, las que en adelante se expandirían sin
contrapesos por todo el mundo. Tres años después ampliaría esta
tesis en un célebre libro.
Los hechos ocurridos en la década siguiente parecieron
insinuar que Fukuyama tenía razón. La utopía revolucionaria de los
socialismos reales se desvaneció en el mundo entero, encontrando
refugio para su agonía sólo en unos pocos Estados, totalitarios y
aislados, como Cuba y Corea del Norte.
En particular en América Latina durante esos años celebramos
el avance de la cultura de la libertad.
Casi en todos los países se hallaban en el poder gobiernos
nacidos de elecciones libres y, algo todavía más novedoso, todos
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ellos aplicaban, a veces más a regañadientes que con entusiasmo, a
menudo más con torpeza que con aciertos, políticas de mercado o,
al menos, políticas que estaban más cerca de una economía libre
que
del
populismo
intervencionista
que
caracterizó
tradicionalmente a los gobiernos de nuestro subcontinente.
Es decir, predominaba en nuestra América Latina, en esos
años, un cierto consenso a favor de la libertad política y de la
libertad económica. Y aunque algunos de esos gobiernos se
avergonzaban de confesarlo y otros proferían andanadas retóricas
contra el mercado, igual garantizaban la propiedad privada, la
libertad económica y la competencia; probablemente porque a
costa de los reveses sufridos y al reciente desmoronamiento del
Muro de Berlín, habían acabado por entender que un país que no
garantiza la libertad y la justicia se condena al atraso económico.
En ese entonces América Latina comenzó poco a poco a crecer
y en algunos países con más premura que en otros comenzó a dejar
atrás la injusticia inveterada que surgen de la pobreza y la falta de
oportunidades.
Sin embargo, 25 años después de la caída de ese Muro, la
aplastante realidad se ha encargado de defraudar ese entusiasmo
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inicial por la libertad política y económica, hasta contradecir la tesis
de Fukuyama.
Por un lado, ha resurgido la fragilidad democrática y se ha
enfatizado la precariedad institucional. Hay países donde, a pesar
de que se respetan los rituales electorales de la democracia, sus
gobiernos no vacilan en restringir las libertades y derechos de las
personas, y pretenden eliminar todos los controles y contrapesos
institucionales, para ejercer sus facultades sin limitación alguna,
como si fueran dueños absolutos del poder.
Por otro lado, el modelo de desarrollo basado en una
economía de mercado, abierta y competitiva, que tanta
prosperidad ha traído en los países donde se ha aplicado, ha
recibido fuertes embates del Estado interventor que pugna por
regresar y enseñorearse nuevamente en Latinoamérica. Ese
estatismo que anestesia la libertad y adormece la responsabilidad
humana, desincentivando el esfuerzo personal.
En fin, 25 años después, pareciera que varios países de
América Latina aún no han asimilado el fracaso calamitoso de la
ideología socialista y la pobreza y ausencia de libertades a la que
condujo a los países que lo implementaron.
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Se han dejado seducir por líderes pintorescos y han aplicado
las viejas recetas del dirigismo estatal que, tan conocida como
amargamente fracasada, más de una vez ha ahogado la dignidad y
la libertad, y empujado por el despeñadero de la inflación, el
desabastecimiento y la falta de oportunidades a quienes menos
tienen. Vivimos tiempos aciagos para la libertad ¡qué duda cabe!
¿Es que acaso la sociedad libre no ha sido capaz de permear a
las naciones con sus ideales después que cayera el Muro de Berlín?
Esos ideales que nos hablan de una democracia que respeta y
protege la dignidad de las personas, sus libertades y derechos, y al
mismo tiempo les exige responsabilidad. Los mismos que predican
que el Estado tiene un rol subsidiario que no debe anular la
iniciativa de los particulares sino, por el contrario, estimularla. Esos
ideales que nos advierten que la libertad política requiere de la
libertad económica, porque la primera garantiza coexistencia
pacífica y respeto por los derechos, y la segunda provee empleo y
desarrollo económico.
Los partidarios de una sociedad libre y justa, a pesar de haber
ganado una batalla tan épica como simbólica en 1989, parece que
hemos carecido de un mensaje claro, de una visión unitaria que nos
permita definir el contenido propio y diferenciador que deseamos
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promover en el ámbito público, más allá de la mera eficiencia
técnica. El principal desafío es mostrar con claridad cuál es el
proyecto de sociedad que se ofrece y cómo las distintas iniciativas
se insertan y dialogan con ese proyecto político.
Por eso presentamos hoy este libro, con párrafos selectos
sobre lo que Jaime Guzmán pensaba sobre la persona, la sociedad y
el Estado, los tres conceptos que nutren todo el pensamiento del
fundador del gremialismo y que debieran estar en la base de
nuestro proyecto.
Por eso, mientras algunos se afanan en demoler todo el
andamiaje institucional y promover la sustitución del modelo
económico, nosotros ponemos a su disposición esta selección de
textos originales de Jaime, escritos con prudencia y firmeza, con
claridad y rigor, con elegancia y originalidad, escritos siempre a
partir de un cotejo entre pensamiento y realidad, confrontando sin
descanso las interpretaciones ideológicas que acomodan o
distorsionan los hechos.
Nuestro propósito no es más que hacer hincapié en que han
sido precisamente nuestros actuales arreglos institucionales, en los
cuales Jaime tuvo mucho que decir, los que han entregado décadas
de estabilidad política, éxitos económicos y avances sociales a
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Chile. Lo que a nuestro juicio avala sólidamente la vigencia del
pensamiento de Jaime Guzmán.
Jorge Jaraquemada
Director Ejecutivo
Fundación Jaime Guzmán
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