la «nueva crítica» y la exégesis anglosajona

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JEAN-LOUIS SKA
LA «NUEVA CRÍTICA» Y LA EXÉGESIS ANGLOSAJONA
En las últimas décadas la exégesis bíblica en lengua inglesa lleva la impronta de la
corriente literaria que tiene su origen en la «nueva crítica» y que apunta a liberar el
texto de toda influencia externa. Según ella, el texto posee la autonomía de una obra de
arte y ha de situarse en el universo de las obras literarias. En nombre de este principio
se rechaza la exégesis histórico-crítica. El «análisis narrativo» sería heredero de la
«nueva crítica» desde muchos puntos de vista: su trasfondo no es histórico, sino
lingüístico; privilegia los problemas epistemológicos y afirma que el sentido se
construye progresivamente. El autor del presente artículo cree que este planteamiento
literario tiene dificultades a la hora de distinguir entre hecho y ficción y que descuida
la intención teológica de los relatos. No resulta fácil encerrar toda la Biblia en un
canon literario. La intención del texto es llevar al lector no sólo a un «saber», sino a un
«hacer». En el capítulo de las aportaciones positivas el autor incluye el hecho de que la
forma literaria del texto no puede ser marginada de la búsqueda del sentido y, en esta
línea, piensa que la «nueva crítica» tiene razón cuando afirma que el texto manda en el
método y no a la inversa.
La «nouvelle critique» et l¡exégèse anglo-saxonne, Recherches de Science Religieuse
80 (1992) 29-53
Al comienzo de la década de los ochenta R. Alter publicaba un volumen que produciría
un gran impacto sobre la exégesis bíblica: The Art of Biblical Narrative (El arte de la
narrativa bíblica). Aunque no le faltaron precursores, presentaba unos análisis cuyo
estilo atractivo y lenguaje directo contribuyeron a su popularidad. El autor, como otros
partidarios del análisis narrativo, es un crítico literario que practica la exégesis
ocasionalmente. Se inspira en sus conocimientos literarios así como en la tradición
judía. Lo propio sucede con autores como BarEfrat, Berlin, Licht, Sternberg y Weiss,
entre otros. Es en gran parte la tradición del midrás*, sobre todo hagádico*, la que ha
suscitado este nuevo interés por la narración bíblica.
Sin embargo, el análisis narrativo no es más que una de las manifestaciones de una
corriente más profunda que ha influido en la exégesis anglosajona de estas últimas
décadas y que se origina en la crítica literaria. Después de una breve exposición de las
principales características de este movimiento, mostraremos cómo la exégesis
anglosajona ha aplicado estos principios al estudio de la Biblia, especialmente del
Pentateuco y de los libros históricos, antes de proponer algunas observaciones críticas.
I. El análisis narrativo y la "Nueva Crítica"
Remontémonos a comienzos de este siglo. En los estudios literarios y en exégesis
dominaba el romanticismo. Es importante percib ir los principales centros de interés.
La crítica ligada al romanticismo
La crítica literaria influida por el romanticismo privilegiaba el estudio de las "grandes
personalidades" y utilizaba las obras literarias para conocer su pensamiento profundo.
Según Barton, la crítica era ante todo histórica, ya que se interesaba por la génesis de los
textos a partir de la intención de sus autores. No hacía sino imitar a las ciencias
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naturales, que "explican" investigando las "causas" de los fenómenos. La crítica literaria
estudiaba también la influencia de un autor en otro para hilvanar una historia de la
literatura. Además atendía al mundo de las emociones, las experimentadas por los
"genios" y las que las obras literarias habían de provocar en sus lectores. Esta tendencia
influyó mucho en la exégesis, sobre todo en el mundo anglosajón. Un título como The
Bible's First Theologian ("El primer teólogo de la Biblia", o sea, el yahvista*) de Ellis
(1968) revela esta mentalidad. Pero con el fin del romanticismo en literatura y el
advenimiento del realismo, nacería otra escuela en crítica literaria: la "nueva crítica"
(=NC). El formalismo ruso, polaco y checo, la Werkinterpretation ("interpretación de la
obra") alemana y la "explicación de textos" francesa con sus equivalent es en otras áreas
culturales.
La "nueva crítica"
La orientación de este movimiento ha sido expuesta sistemáticamente por Wellek y
Warren. Según ellos, su principal objetivo es combatir en todos los frentes para asegurar
la autonomía del texto literario y de la ciencia literaria que lo estudia. Por esto se
propone liberar la obra artística de toda tiranía que la haga depender del autor, de su
entorno o de su lector. Se resume en cuatro grandes axiomas.
1. ¿El texto como fin o como medio? Una frase de Wellek describe muy bien esta nueva
mentalidad: "El estudio literario difiere del estudio histórico en que su objeto no son
documentos sino monumentos". El texto no es un documento del que se sirve el crítico
para dar con un espíritu genial o para reconstruir el pasado, sino un monumento que
tiene valor en sí mismo.
El principio de la vuelta al texto lo reafirma Fokkelman en su comentario sobre el
pasaje de la escala de Jacob (Gn 28,11-22). "El que quiera desgarrar el revestimiento
lingüístico para llegar al contenido de la narración ignora el principio que está en el
trasfondo de la estructura formal de la perícopa de Betel y va a perderse en
especulaciones (...). Un ejemplo claro es la "estela" (v. 18).
Desde la fenomenología de la religión y la historia de las religiones, es imposible decir
nada sensato mientras no se esté dispuesto a tomar en consideración que esta "estela"
tiene una vida propia, absolutamente definida por el texto (...). Lo que es suprema
realidad para el análisis estilístico y la exégesis es, para el historiador, un material
gravemente desfigurado por los procedimientos literarios sobre el que no se pueden
sacar conclusiones, si no se es muy prudente".
No se trata, pues, de dar con un "objeto" real fuera de la narración. Para Fokkelman,
toda investigación histórica sobre la prehistoria del texto o sobre un mundo extrínseco a
su estructura estilística es hipotética y descansa sobre presupuestos no demostrados.
Prescindiendo de lo discutible de esta afirmación, vamos a mostrar las afinidades entre
su exégesis y los principios de la NC.
Otras posturas manifiestan la impaciencia de los autores influidos por la NC ante los
métodos tradicionales de la exégesis. Bastan tres ejemplos, de horizontes bien distintos.
Afirma Greenberg: "Si la ideología histórica de un autor puede ayudar a comprender el
sentido de ciertos elementos del libro, el objetivo primero de la interpretación es el
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mensaje del libro, y, en último análisis, este mensaje no puede ser descubierto sino en el
libro". Clines reprocha a la exégesis clásica sus tendencias hacia el "atomismo" y el
"genetismo", y propone estudiar el texto en su "forma final". Childs, pionero de la
lectura canónica* de la Biblia, resumía así su programa: "A mi juicio, la mayor parte de
los comentarios críticos no han logrado tratar de la forma final del texto sin caer en una
forma moderna de midrás, lo cual constituye una de sus grandes deficiencias. Desde el
punto de vista literario, es absolutamente necesario comprender la composición actual
(del Éxodo) como una obra literaria que posee su propia integridad".
Estos autores convergen en un punto: dan prioridad al texto en su forma actual. La
investigación de sus antecedentes es secundaria (Childs) o está de más (Fokkeman). En
su interés por el texto actual empalman con uno de los precursores del estudio literario
de la Biblia, L. Alonso Schókel.
2. El texto como "testimonio" o como "obra" . Esta prioridad de la obra supone un
deslizamiento de interés de parte de la crítica. El autor no es ni un genio ni un artista,
sino un artesano. El análisis juzga las cualidades de su obra según criterios objetivos. El
lenguaje empleado es significativo: no hablan de inspiración sino de técnicas, no de arte
sino de destreza. La forma de la obra es más importante que su contenido material.
3. La intención del autor y el mensaje del texto. El problema de la intención del autor ha
hecho correr mucha tinta y es necesario aportar algunas precisiones. Los partidarios de
la NC atacaban dos tendencias de sus predecesores que creían nefastas. Ante todo, se
negaban a considerar la intención del autor como el criterio último del valor de un texto.
Este valor estético de la obra no depende de las disposiciones del autor, de su sinceridad
o de su honestidad. La personalidad expresada en la obra no es necesariamente la que se
puede conocer por otras fuentes.
Lo que escribía Greenberg ya en 1969 podría pasar por un manifiesto de la NC: "Por
mensaje ideal no entendemos el pensamiento del autor, su ideología o su visión del
mundo, ni su intención, sino lo que se halla en los componentes del libro y que está
implicado por la manera como están dispuestos".
Estas reflexiones contienen otro axioma metodológico a propósito de la intención del
autor. La NC no atacaba el deseo de interpretar un texto en función de la intención del
autor sino la manera de conseguirlo. El estudio de los "diarios íntimos", de la
correspondencia, de la biografía o del entorno de un autor poco ayuda a apreciar la obra
como tal, pues la obra por sí misma permite descubrir su intención. La literatura no se
puede explicar sino por una ciencia literaria y no por la sociología, la historia o la
psicología.
4. El lector, el mundo ambiente y el universo literario. Asimismo esta escuela acusa a
todos los que privilegian el papel del lector en la interpretación. El valor y el sentido de
una obra literaria han de permanecer independientes de la reacción que provoca en el
lector. La NC se niega a interpretar los textos en función de su referencia al mundo
ambiente. Las palabras no son cosas y no se refieren a "cosas", sino que crean un mundo
que tiene más valor en sí mismo. La obra de arte es "autónoma" como la ciencia que
trata de ella y el único universo en el cual una obra literaria puede ocupar un sitio que
respete su naturaleza es el universo de las otras obras literarias (el "canon" de la
literatura).
JEAN-LOUIS SKA
Asumiendo estas ideas, los exegetas afirmarán que la Biblia interpreta a la Biblia. En el
interior de todo el canon* es donde hay que leer un texto. En este punto la lectura
canónica de la Bib lia converge con la NC. De ahí los cotejos sistemáticos, el ir y venir
de un texto a otro, las expresiones comunes, las alusiones claras o veladas que unen
unos textos a otros. La exégesis clásica era también aficionada a este ejercicio, con otro
objetivo -datar y catalogar los textos- y raramente de modo tan exhaustivo.
II. La "Nueva Crítica" y la exégesis historicocrítica
Algunos exegetas han subrayado las deficiencias del método histórico-crítico en nombre
de la NC. ¿Por qué insistir tanto en la "intenc ión del autor" y el "ambiente original", en
los "géneros literarios" y su "situación vital"? A esta exégesis diacrónica* e histórica se
ha opuesto una sincrónica* y literaria. La principal acusación contra la exégesis clásica
era que no leía los textos, sino que los hacía a tiras, los atomizaba, para hacer luego un
listado cronológico. El objetivo de la exégesis histórico-crítica sería poder datar los
fragmentos del mosaico bíblico como un arqueólogo data los estratos de su excavación.
Esto parece más una caricatura que una realidad, pero esta caricatura se halla en más de
un escrito polémico. La exégesis de la NC propugna una vuelta al texto y se resigna a
perder los estudios históricos sobre sus orígenes. En este contexto hay que interpretar
las reacciones de los exegetas norteamericanos Thompson y Van Seters.
T. L. Thompson
Aunque no depende directamente de la NC, concuerda con ella en que se propone
devolver al texto bíblico su autonomía liberándolo de la arqueología y de la historia.
Enfrentándose a las grandes figuras de la exégesis americana y a su jefe de fila Albright,
lanzó una cruzada contra las "pruebas de la historicidad de los patriarcas". Dejando de
lado sus conclusiones, lo que importa aquí es el paralelismo entre sus objetivos y los de
la NC. Demuestra que ninguno de los argumentos en favor de la historicidad de los
patriarcas resiste la crítica. Los documentos del antiguo Próximo Oriente no aportan
ninguna luz a los relatos del Génesis y los paralelos cojean todos. No existe, pues, una
"era patriarcal".
La punta de lanza de la argumentación de Thompson es una afirmación tajante. Las
narraciones son "ahistóricas" y no aportan ningún dato seguro para la reconstrucción del
pasado. Para hacer esto, el historiador ha de basarse en datos extrabíblicos. Las
narraciones patriarcales nos enseñan ante todo la fe de los transmisores. Aquí
Thompson coincide con la NC: autonomía del texto, interpretación inmanente e
intrínseca, respeto absoluto del género literario.Tras haber soltado amarras respecto a la
escuela de Albright, que pretende anclar la Biblia en la historia del antiguo Próximo
Oriente, Thompson se ha lanzado a estudios más literarios. En colaboración con Irvin e
inspirándose sobre todo en los estudios sobre el folklore, intenta descubrir la verdadera
intención de las narraciones sobre José y Moisés. Su reciente obra sobre los "orígenes
de Israel" (1987) acentúa esa tendencia, se ajusta a los cánones de la NC y va en la línea
de los exegetas de esa escuela o del formalismo ruso o francés. Los "orígenes de Israel"
(Gn y Ex) cortan con la historia e invitan al lector a entrar en un mundo puramente
estético y literario.
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J. Van Seters
Van Seters está menos influido por la NC que Thompson. Su voluntad de separarse
tanto de los métodos de Albright como de la "historia de las tradiciones" alemana se
comprende mejor en un contexto intelectual para el que los estudios literarios no son
sino una manifestación entre otras. Su primera obra sobre Abrahán tiene dos partes. En
la primera y en línea con Thompson, critica las conclusiones de Albright sobre la
historicidad de los patriarcas. En la segunda, como hicieran Gunkel, Alt y Noth, se
niega a aceptar una larga tradición oral tras los relatos del ciclo de Abrahán. Salvo raras
excepciones, la formación de los textos es puramente literaria. No hay antecedentes que
se pierdan en la bruma de los ambientes populares: los relatos no permiten dar un salto
al pasado. Este es el único punto en el que está de acuerdo con la NC. Pues no saca la
última consecuencia que cabría esperar: que los textos no tienen que ver con la historia.
Por el contrario, permanece ligado al punto de vista metodológico de sus predecesores y
quiere precisar cuál es el contexto histórico de las tradiciones patriarcales. Para él, las
tradiciones patriarcales datarían del exilio y del período postexílico. Por esto Thompson
le critica objetándole que vuelve a caer en lo que él había denunciado: resituar los textos
en su entorno histórico. También le reprocha su propósito de rehacer una historia del
desarrollo literario de las tradiciones patriarcales. En definitiva: Seters permanece
tributario de los estudios históricos.
Pero estos dos autores quedan bastante al margen respecto a la gran corriente de la NC.
Todo el empuje de la NC lo hereda la exégesis propugnada por Alter y Sternberg.
III. El análisis narrativo
El análisis narrativo es, en muchos aspectos, el heredero de la NC. Cuando Alter habla
de "exégesis arqueológica" repite una objeción bien conocida. Asimismo, la distinción
de Sternberg entre "fuente" y "discurso" está a dos pasos de lo que dirían los partidarios
de la NC.
Las características del método
Sin pretender ser exhaustivos, presentamos a continuación ejemplos de cómo los
partidarios del nuevo método aplican los principios en los que más insisten: el trasfondo
lingüístico y ya no histórico, la prioridad de las cuestiones epistemiológicas*, el sentido
como proceso.
1. El trasfondo de la narración (R. Alter). La Biblia contiene muchos dobletes* y en
ciertos casos una triple versión de una misma narración. Esto origina varias hipótesis de
la exégesis clásica: teoría documental, historia de las formas. Su objetivo consiste en
explicar esta multiplicidad históricamente: o por la exigencia de versiones paralelas o
por el desarrollo literario de una forma que se adapta a las circunstancias.
Dejando de lado este tipo de investigación, estudia Alter la triple versión del encuentro
cerca del pozo (Gn 24; Gn 29,1-14; Ex 2,15b-21). Primero compara los tres textos para
determinar su estructura común. Luego utiliza este esquema, no para hacer su historia,
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sino para ver cómo es utilizado en cada uno de los textos. Gn 24 es, con mucho, el más
elaborado. Numerosas repeticiones le dan un tono solemne y retrasan conscientemente
el desenlace. El texto pone de relieve los caracteres de los personajes: Labán, codicioso
(24, 30-31); Isaac, el más pasivo de los patriarcas, ausente de la escena que decide su
boda; Rebeca, activa y decidida (aquí y en Gn 27). La narración de Gn 29 es muy
diferente. Su ritmo rápido, su atmósfera más bucólica, la introducción progresiva de
Raquel, la función de la piedra, el papel decisivo de Jacob, la convierten en fiel pintura
de éste y en preludio de su futuro con su tío. Ex 2,15b-21 pertenece al comienzo de la
vida de Moisés. En su drástica economía, dibuja lo esencial de su héroe. Toma la
defensa de las jóvenes y saca el agua para ellas. Acaba de manifestarse el futuro
salvador de Israel: el agua reaparecerá en muchos de los momentos cruciales de su
existencia. Alter vislumbra otras dos aplicaciones de este esquema: en Rut 2 (encuentro
de Rut con B ooz) y en 1 S 9,11-13 (encuentro de Saúl con las jóvenes a la puerta de la
ciudad).
Alter es innovador en dos puntos. Por una parte, distingue claramente el esquema
abstracto de sus utilizaciones concretas. Es como la distinción entre "lengua" y
"palabra" introducida por la lingüística. Respecto a la exégesis histórico-crítica el
cambio es significativo: Alter no busca en estos relatos las trazas de la historia de clanes
seminómadas o de tradiciones folklóricas. El trasfondo de los textos no es histórico,
sino lingüístico y literario. El análisis tiende a privilegiar el estudio de los personajes y
de sus caracteres, lo que le lleva a veces a descuidar otros elementos, como la teología.
A nuestro entender, lo esencial es la orientación metodológica de conjunto. El mundo
del texto ocupa la escena y no se hace referencia ni a su autor ni a sus primeros
destinatarios.
2. Conocimiento y omnisciencia. Para M. Sternberg, el Dios de las narraciones bíblicas
es ante todo omnisciente. Su omnipotencia resulta un atributo secundario. En la
estructura del relato esta omnisciencia se encarna en la omnisciencia del narrador. Este
es un carácter propio de la narración bíblica. La fe de Israel ha provocado una
revolución epistemológica literaria y el "narrador omnisciente" es su reflejo en la
técnica narrativa. Nada parecido existe en las culturas vecinas politeístas.
Pero si al nivel de Dios y del narrador reinan la claridad y el saber, la oscuridad resulta
lo característico del plan humano. Los personajes están siempre confrontados con el
misterio de la ambigüedad. "Dios lo conoce y controla todo y los humanos han de
aprender cuáles son sus limitaciones, incluida la imposibilidad de comprender el modo
como Dios obra con el mundo". Ejemplo clarísimo: el episodio de David y Betsabé (2 S
11). El lector está indeciso sobre Urías: ¿sabe que David le ha engañado? Imposible
decidirlo. De hecho, el texto sólo presenta un comentario unívoco, el de Dios: "Pero el
Señor reprobó lo que había hecho David" (11,27b). Sternberg suele consagrar todo su
análisis a mostrar las ambigüedades de estilo y la ironía del narrador. Pero su
comentario al versículo 27b se reduce a algunas líneas. En este análisis prima el mundo
del conocimiento. El autor es consciente de los otros aspectos de la narración pero
apenas les presta atención. "El paso de la ignorancia al conocimiento, uno de los
grandes arquetipos de la literatura, es otra innovación hebrea, a la cual los griegos
dieron todo su crédito".
3. El sentido como descubrimiento progresivo. El tercer aspecto del análisis narrativo
aparece en las páginas que Fokkelman dedica a la narración de la escala de Jacob (Gn
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28,10-22). El sentido se construye poco a poco y no está escondido en una especie de
idea abstracta que habría que extraer de su envoltorio narrativo. El sentido es un proceso
dinámico que requiere un esfuerzo constante. Es el lector quien ha de descubrir los
signos esparcidos en el texto para reconstruirlo. La narración habla de un cierto "lugar",
luego de una "piedra". La palabra "lugar" se repite tres veces en el v. 11. Una y otra
adquieren una nueva significación por la experiencia nocturna de Jacob. El lugar se
convierte en Betel y la piedra, en estela conmemorativa. El na rrador se identifica a
menudo con el personaje. Esto aparece sobre todo en la descripción del sueño y de la
reacción de Jacob al despertar. Fokkelman hace del personaje un elemento clave y a
veces está tentado de exagerar su papel. Pero este exceso pone más en evidencia la
voluntad de descubrir progresivamente el sentido en un mundo inmanente al relato,
llevados de la mano de su personaje principal.
Este tipo de análisis narrativo comporta muchas otras facetas, p. ej., su extrema atención
a la textura lingüística de las narraciones, sobre todo a las variaciones en las
repeticiones. Las palabras "ironía", "ambigüedad", "complejidad", aparecen a menudo
en estos autores. También se hace sentir la influencia del midrás y de Martin Buber,
sobre todo en el Leitwortstil (estilo basado en el uso de palabras temáticas).
Observaciones críticas
1. Relatos bíblicos y "ficción" literaria. Una de las primeras objeciones contra la
"aproximación literaria" procede de su dependencia de los estudios de la literatura de
ficción. Alter, p. ej., dirá que la Biblia contiene una "historia ficcionalizada" y una
"ficción historizada". Así quiere mostrar que la diferencia entre historia y ficción es
menor de lo que se cree y consagra todo un capítulo a probar que la Biblia contiene un
estilo que se desmarca a la vez de la historia, de la leyenda y sobre todo de los mitos de
lenguaje poético y solemne. Denomina este estilo "prosa ficción".
Pero lo que aquí importa es determinar con certeza lo que es histórico y lo que no lo es.
Para Tho mpson "la tradición bíblica de ningún modo es historia". Los exegetas son
menos radicales.
Desde el punto de vista puramente literario, no resulta tan sencillo distinguir entre
historia y ficción. Genette concluye que las narraciones "factuales" evitan el "monólogo
interior", o sea, no revelan los pensamientos de los actores de la narración. Pero no se
puede hacer de esto una regla absoluta. La cosa se complica, pues la narración bíblica
no evita el monólogo interior. Asimismo, las narraciones comportan a menudo diálogos
sin testigos, sobre todo cuando el protagonismo se halla solo ante Dios.
Para hacer la distinción aún más difícil, hay de parte de los narradores bíblicos una
voluntad explícita de sustraer ciertos momentos decisivos al control histórico. Las
narraciones de vocación (Ex 3-4), las alianzas patriarcales (Gn 15 y 17), los encuentros
con Dios (Gn 28,10-22; 32,23-33) no han tenido testigos. Aun las directrices sobre el
éxodo (Ex 3 y 6-7) y los grandes códigos de leyes (Ex 21-23; Lv 17-25; Dt 12-26) son
primero comunicados a solo Moisés. Pero, mientras un espíritu moderno duda de los
testimonios que no admiten verificación, para la mentalidad bíblica la reacción es
inversa. Los narradores refieren sin reticencias estos hechos de los que no han sido
testigos. Se atribuyen una omniscencia análoga a la de Dios. No es, pues, como
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"testigos oculares", sino por ser "narradores omniscientes" por lo que reclaman
credibilidad. En conclusión: hay que reconocer que los relatos bíblicos no ayudan al
exegeta moderno a separar la historia de la ficción. Corresponden más bien a los
cánones de la literatura de ficción que a los de la historiografía moderna.
Pero esta conclusión no es tan negativa como pudiera parecer. Pues el problema es
sobre todo formal. Si las técnicas literarias son las de la ficción, no se sigue
necesariamente que el contenido o la intención no sean de tipo histórico. Sternberg
insiste en este punto. La diferencia entre historia y ficción reside en sus objetivos y sus
funciones respectivas. Pues bien, los relatos bíblicos tienen un objetivo eminentemente
"histórico": "El recuerdo del pasado revierte en el presente y determina el futuro". No se
trata solamente de una historia, sino de la historia y de la verdad. "La única y sola
verdad que, como Dios mismo, no soporta ningún rival". Esto significa que los relatos
bíblicos tienden menos a informar sobre el pasado que a formar el presente de la
comunidad a la que se dirigen. Se sirven del pasado para legitimar la existencia de un
pueblo, su derecho a la tierra, sus códigos de leyes, las relaciones entre los grupos que
lo componen.
A la inversa, esta "intención" es parte integrante de los relatos y el análisis literario lo ha
de tener en cuenta. No es indiferente que el héroe de Gn28 sea Jacob y no Abrahán y
que el lugar de la visión sea Betel y no Jerusalén. Jacob no es un héroe cualquiera. Betel
es un lugar significativo sólo para un determinado ambiente. Otros elementos, como el
sueño, la escala, la estela y la reacción de Jacob, no se entienden sino en este entorno
cultural marcado históricamente.
Una última cuestión rebasa el marco de este artículo: cómo es posible determinar esta
"intención de verdad", cómo informa la materia narrativa y en qué determina las
opciones metodológicas del exegeta.
2. Relatos bíblicos y teología bíblica. En el epilogo de su libro Thompson propone un
subtítulo provocativo: "Génesis: ¡ni historia ni tampoco teología!". A menudo los
estudios literarios no se refieren a la teología de los relatos, igual que ignoran
simplemente el problema histórico, fieles como son a la NC. Si no hay que buscar
debajo un texto que no sea lingüístico, tampoco hay que "servirse" del texto para
construir una dogmática o una moral. Exit historia, atque exit theologia (Sale la historia
y sale la teología). Thompson no está solo. Alter constata que la Biblia se ha estudiado
primero en los seminarios y ésta sería la razón de que hayan sido tan poco apreciadas las
cualidades literarias. Otros autores evitan hablar de teología y de moral. El placer, una
lectura gratuita que aspira al "arte por el arte" son motivaciones mucho más fuertes que
la búsqueda de una verdad atemporal.
Según esto, uno de los principales objetivos de la lectura ha de ser la diversión, el
entretenimiento. Gunn precisa que se trata de una "diversión seria", que implica una
dimensión moral. No quiere sustraer de la exégesis toda dimensión histórica, política y
teológica. Una lectura estética respeta la ambigüedad y la complejidad de los textos, que
permanecen "abiertos". ¿Es, pues, el "placer del texto" el verdadero objetivo de la
exégesis bíblica? ¿O, como sugiere Gunn, hay que decir que la vertiente estética es sí
esencial en la literatura bíblica, pero no es la única?
JEAN-LOUIS SKA
La cuestión no es simple. Un pionero de los estudios literarios de la Biblia -Auerbachdice exactamente lo contrario de Gunn: "Los relatos de la Escritura no pretenden, como
los de Hornero, ganar nuestro favor, no nos halagan para encantarnos, sino que nos
quieren someter y, si los rechazamos, somos unos rebeldes".
Tanto para Auerbach como para Sternberg, se trata aquí de una cuestión de "verdad":
verdad estética o verdad absoluta, religiosa. La Biblia pretende decir la verdad sobre la
realidad que describe. Cierto que la mayor parte de los narratólogos son pragmáticos y
muestran, análisis en mano, que es posible leer la Biblia como las grandes obras de la
literatura. Su punto de vista es difícilmente atacable. Y no cabe apelar, por ej., al
método histórico-crítico. Es inútil oponer método a método. La cuestión es saber si un
método hace justicia al texto. Objetar a los narratólogos que su lectura es
teológicamente discutible no hace sino afianzarlos en su postura, pues alegan qué su
exégesis es "autónoma" y que no se rige por principios extrínsecos, ni que sean de la
teología. Se impone, pues, analizar críticamente los mismos fundamentos del
"acercamiento literario".
3. Biblia y literatura. ¿Es legítimo afirmar que la Biblia es literatura? Para la NC, existe
un "canon" de las obras literarias y no hay duda de que los exegetas han querido incluir
en él la Biblia. Sin negar el éxito de la empresa, estos críticos de talento han ofrecido
una especie de antología de textos narrativos y poéticos. Raramente se han enfrentado a
grandes conjuntos, por ej., un libro completo o un corpus literario como el Pentateuco.
La síntesis constituye el punto débil del método. Así resulta que la demostración sólo es
parcialmente válida, pues reposa en textos que se prestan a este tipo de estudio. Pero
¿sería posible analizar páginas más complicadas, como Gn 15 o Ex 19-24, según los
mismos principios? ¿Qué decir de tantos pasajes de Nm o de Lv? ¿0 es que el término
"literatura" no se toma en sentido estricto como obra de arte que responde a cánones
estéticos universales y habrá que darle un sentido más amplio, perdiendo así mucho de
su utilidad metodológica? En el primer caso, hay que introducir un "canon" según
criterios estéticos extrínsecos a la Biblia en su conjunto. ¿Y cómo conciliar esto con la
norma del "método intrínseco" preconizado por la NC? En el segundo caso, la Biblia es
literatura en cuanto es comunicación verbal en forma escrita. Pero entonces, caben en
ella toda una serie de géneros literarios, cada uno de los cuales debe ser estudiado según
su método propio.
4. El texto bíblico. El segundo punto atañe al "texto" mismo. ¿Qué es el texto bíblico?
¿No forman parte de él los dobletes, las repeticiones y las incoherencias? ¿Las cicatrices
que la historia literaria del texto ha dejado no son también parte del mismo? ¿No consta
la unidad de los relatos y de los códigos legislativos, de yuxtaposiciones y comentarios
correctivos? Una "crítica estética" honesta acaba por reconocer no sólo la posibilidad,
sino también la necesidad de un estudio histórico. Pero en este caso el punto de partida
es diferente. Aquí es en nombre del estudio literario del texto y no en nombre de una
teoría, por legítima que sea, que se impone una investigación sobre su historia.
5. El texto bíblico y su lector. En tercer lugar, algunos plantean el problema de la
"respuesta del lector".
Para ellos, el proceso de lectura requiere necesariamente una contribución activa del
lector. Esto entraría en colisión con el dogma de la affective fallacy (falacia afectiva) de
la NC. No es tan seguro que los textos bíblicos pretendan simplemente "divertir". Y el
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"drama de la lectura" no es sólo de orden cognitivo. Cierto que al lector de la Biblia se
le invita a explorar regiones desconocidas de la experiencia humana. Pero un examen
del texto, según los criterios del acercamiento literario, muestra que el itinerario
propuesto implica mucho más. Matizando algunos puntos, aquí hay que dar la razón a
Auerbach.
La lectura de textos como Ex 24,3-8 o Dt 6,20-25 lo evidencia. El relato da la respuesta.
En Ex 24 Moisés escribe un libro y lo lee enseguida ante el pueblo que responde:
"Haremos todo lo que manda el Señor". La intención del texto no es sólo que sepan,
sino que hagan. De ese hacer depende la existencia del pueblo. Este libro contiene las
leyes del código de la alianza y el decálogo. Si la narración muestra cuál fue el efecto de
esta lectura sobre el pueblo, es que este elemento ha de pesar en la interpretación del
texto. La lectura del "libro" tiene como primer objetivo, no divertir, sino convertir:
hacer que el pueblo escoja un camino bien preciso.
Dt 6,20-25 tiene una intención idéntica. Si la historia de Israel es contada de generación
en generación es porque ella justifica la observancia de la Ley. El "lector implícito", un
miembro del pueblo de Israel, se da cuenta de que este texto habla de su propia historia.
No son textos legalistas sino que muestran que esta "Ley" es la condición de la
supervivencia de Israel. El Pentateuco no es, pues, ni sólo narración, ni sólo ley, sino las
dos cosas de una pieza: es Torah ("enseñanza"). Las narraciones patriarcales poseen un
objetivo particular: definir la identidad de sus destinatarios. Por ello utilizan muchas
técnicas que permiten al "lector implícito" apropiarse las experiencias ancestrales. La
"respuesta" del lector supera la simple diversión: es de orden existencial.
Este "actuar" y este proceso de identificación están sujetos a numerosas variaciones
según las circunstancias, pues el lazo entre narración/ley y existencia hay que rehacerlo
sin cesar. La distancia que separa el texto del lector es el espacio donde se desarrolla la
hermenéutica. Los diferentes códigos de leyes se corrigen uno al otro en función de
situaciones nuevas. Para responder a nuevas cuestiones las narraciones han sido reelaboradas o ha sido necesario proponer versiones diferentes.
Conclusión
Se han hecho otras críticas a esta exégesis influida por la NC. Por ej., que a veces tiende
a ser una especie de midrás moderno. Además, los exegetas reintroducen
subrepticiamente al autor para explicar ciertas analogías, confundiendo técnicas de
composición y hermenéutica. Pero han hecho avanzar la exégesis en dos frentes
importantes. Primero: el texto rige al método y no viceversa. Segundo: el "sentido" no
puede ser separado del acto de lectura y de una "estética bíblica" que tenga en cuenta su
forma literaria. Esta aportación es de importancia capital para los estudios bíblicos y la
exégesis deberá tenerla en cuenta.
Tradujo y condensó: TEODORO DE BALLE
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