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Francisco Monaldi: “El fracaso de la política petrolera no
es atribuible a la democracia”
Hugo Prieto · Sunday, August 21st, 2016
Francisco Monaldi, retratado por Roberto Mata.
A lo largo de la conversación con el experto petrolero Francisco Monaldi, surgen dos
temas clave de enorme relevancia. Uno tiene que ver con la poderosa atracción que
ejerce la renta petrolera sobre la sociedad venezolana. Un auténtico espejismo. Lo
mejor sería que, de una vez y para siempre, nos quitemos de la cabeza la idea de que
podemos vivir del petróleo. No es posible, las cuentas no dan. Dice Monaldi:
“El petróleo, en su pico (año 2012), daba 2.000 dólares por habitante. Eso no
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es suficiente para construir la sociedad a la que aspiran los venezolanos. Y si
subiéramos la producción a cinco millones de barriles diarios, tampoco da. No
podemos vivir del petróleo como en la época de Pérez Jiménez o los primeros
años de la democracia. Pero eso no significa que el petróleo no sea una
herramienta extraordinaria para sacarnos del hueco donde estamos metidos”
El otro asunto es de naturaleza coyuntural y tiene que ver con el impacto que ha
tenido la fuerte caída del precio del barril en la producción de Venezuela y,
particularmente, de los proyectos que operan en la faja del Orinoco.
“De acuerdo con la propia información que Venezuela envía a la OPEP, la
caída de la producción en el primer semestre de este año fue de 250.000
barriles, mientras que en el lapso que va de 1998 a 2016, el promedio de
caída fue de 750.000 barriles. Es decir, que en sólo seis meses la producción
cayó en una tercera parte de lo le tomó en 17 años. Eso es un verdadero
colapso”
Estamos pues en el peor de los mundos. Dentro de la industria hay una fuga de
talentos que “la nueva PDVSA” pagó para que se formaran en el Instituto de Petróleo
Francés y en varias universidades de Escocia. Jóvenes profesionales, egresados de la
Universidad Central de Venezuela o de la Universidad Simón Bolívar, que no
encontraron ningún aliciente en la política salarial del monopolio estatal o que,
sencillamente, aborrecen la ideología que marcan el rumbo de una gestión fracasada.
Monaldi, investigador en el Baker Institute de la Universidad de Rice (Houston,
Texas), y director del Centro Internacional de Energía y Ambiente del IESA, ha
viajado por distinto países, donde el petróleo es parte fundamental de sus economías.
Ecuador, Colombia, Kuwait y, por supuesto, Arabia Saudita. Ya no se habla de petróleo
sino de un cambio de paradigma energético. Y en Venezuela parece que ni siquiera
nos hemos enterado.
¿Para qué nos vamos a ocupar del petróleo si el vínculo que tiene la sociedad
venezolana es muy primario, casi automático, referido particularmente al
azaroso comportamiento del precio del barril? Si sube, ¡saca la tarjeta de
crédito y tira la casa por la ventana! Si cae, maldice la crisis y busca un
culpable, mientras llega el golpe de suerte. ¿Pero pensar en el negocio
petrolero? ¿Pensar en el largo plazo? ¿En una industria que tenga
capacidades? ¿Qué haga investigación? No, gracias.
Sí, con cierta lógica. Por muchos años, hemos tenido una industria cuya conexión con
la sociedad ha sido absolutamente rentística. Básicamente, el dinero que genera la
industria va al fisco, que a su vez, lo gasta. Hubo otros períodos (documentados por
Ramón Espinasa y Bernard Mommer), en que la inversión en el petróleo tuvo mucho
impacto en la vida del país. Pero hay dos características en ese drama. Una es la
famosa y muy discutida cuestión de la renta, sobre la cual vale la pena decir una cosa:
las ganancias sobre la inversión son, por lo general, muy elevadas. Y esa es una
característica propia del petróleo. De ahí el interés particular del Estado en esta
actividad, porque el petróleo, entre otras cosas, sirve para financiarse. Hay países
donde esta relación es grotesca. En Arabia Saudita, por ejemplo, extraer un barril
cuesta dos dólares y tú sabes que el precio llegó a 100 dólares, ¿pero que le interesa a
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la sociedad? No los dos que se invierten en la industria, sino los 98 de utilidad. Claro,
alguien se tiene que ocupar de los dos dólares, pero eso no despierta mayor interés.
Hay un dato que pasa inadvertido pero que es revelador, todos los países que tienen
reservas relevantes tienen una empresa estatal, con la excepción de Canadá, Estados
Unidos, Inglaterra y Australia.
¿Incluida Noruega?
Sí, incluyendo Noruega, que es un caso notable. Aunque Canadá e Inglaterra llegaron
a tener empresas estatales. Realmente, las excepciones son Estados Unidos y
Australia. Y eso te da una idea de lo atractivo que es la renta para el Estado, más allá
de que genere actividad económica o de su contribución al PIB. El tema dos de esta
relación (entre sociedad y petróleo) está vinculado a la naturaleza del negocio.
Después de la exploración, que casi siempre el Estado delega en los privados, viene el
desarrollo de los campos, donde ocurre el grueso de la inversión. A partir de ese
momento, el petróleo fluye sin mayores tropiezos y en ocasiones por largos años. En el
Lago de Maracaibo, por ejemplo, hay pozos activos después de un siglo de
explotación. Y aquí es donde vienen los “beneficios adicionales” que atrae el interés
del sector político, porque te enchufas y listo. ¿Qué ocurre? Que en política, el futuro
no tiene mayor importancia, pero el presente es demasiado tentador. De hecho, se
toman decisiones equivocadas, cuyas consecuencias pasan inadvertidas en lo
inmediato, pero que resultan desastrosas en el largo plazo.
Voy a referirme al tema de los “dos dólares”. Es decir, a la necesidad de tener
una empresa competitiva que te permita capturar las ganancias fabulosas.
Una de las tragedias que ocurrió durante la gestión de Alí Rodríguez Araque
al frente de PDVSA fue el despido de 20.000 empleados, muchos de ellos
técnicos altamente calificados, que no compartían o no estaban alineadas con
los “preceptos” del accionista principal, el Estado. Se decidió el sacrificio, sin
mayores miramientos. Han transcurrido 20 años de chavismo, ¿y dónde están
los profesionales, digamos, “comprometidos con la revolución”, pero que a su
vez cuenten con altas calificaciones, manejando el negocio? ¿Quiénes son?
¿Tienen nombre y apellido?
No hay una nueva generación que piense o diseñe la arquitectura del negocio
petrolero. Aunque hay que reconocer que PDVSA se gastó un dineral en tratar de
formar a una nueva gerencia. Yo creo que los contratos más grandes que ha tenido el
IPF (Instituto Francés del Petróleo) y varias universidades de Escocia en estos últimos
20 años, han sido los contratos gigantescos con PDVSA en el área de formación, pero,
lamentablemente, mucha de esa gente también se ha ido. Ellos formaron jóvenes
profesionales, egresados de la Universidad Central de Venezuela, de la Universidad
Simón Bolívar, que se han ido por una política salaria desmotivadora y un factor que
en mi opinión es importante, la politización, que resulta muy difícil para gente que le
gusta ocuparse de sus cosas. Los ascensos no son precisamente por tu capacidad para
desarrollar a cabalidad el trabajo que te han encomendado, eso es muy frustrante
para un profesional. Yo me he encontrado en México, en Colombia, a muchos
profesionales que no fueron botados de la vieja PDVSA, sino que se fueron de la nueva
PDVSA. Pero, ciertamente, una de las grandes debilidades de PDVSA es la falta de
personal altamente calificado, después de lo que ocurrió en 2003. Y eso lo ves
claramente en los resultados, en el manejo de los campos, en lo que se denomina la
“gestión propia” de la industria y lo que hacen con los socios, que es lo único que ha
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subido en estos últimos años. Si ves la “gestión propia”, eso sí es un colapso y refleja
la destrucción de lo que acabas de referir: la destrucción del capital humano. Es muy
dramático.
Lo que ocurrió en el Lago de Maracaibo o en El Furrial, donde PDVSA se
deshizo de los socios para asumir la producción en su totalidad, siguiendo la
decisión política que tomó el presidente Chávez. En estos momentos, que se
necesitan esos barriles de crudo liviano o mediano, para extraer el crudo
extrapesado de la faja del Orinoco, pues no los tenemos. El señor Eulogio del
Pino, presidente de PDVSA, admitió que se había cometido un error.
Inmediatamente, Elías Jaua, dijo que “aquí no se iba a privatizar nada”, que
ese lineamiento estaba en el Plan de la Patria. Se asoma que hubo un error,
pero inmediatamente se vuelve al proyecto original.
Rafael Ramírez también lanzó una andanada de tweets, atacando a del Pino, quien
había “insinuado” una privatización. Acto seguido, del Pino ha sacado su camisa roja y
ha hecho una serie de declaraciones, en las cuales ha dicho justamente lo contrario a
lo que dijo. Pero una cosa es la retorica discursiva y otra es lo que ha venido
ocurriendo. Desde la gestión de Ramírez, hay un cambio tremendo en la relación que
PDVSA mantiene con sus socios. El cambio se produjo, incluso, antes de que cayera el
precio del barril. ¿Por qué? Puro pragmatismo. La producción venía cayendo y el
Estado (el accionista) no estaba sacando tanto dinero ni tenía capacidad de invertir.
En medio de la desesperación, Ramírez empieza a tomar una serie de decisiones, muy
pragmáticas. De hecho, en The New York Times se publicó un artículo en el cual se
detallaban las claves de la privatización sotto voce que tenía lugar en Venezuela. A
modo de ejemplo, mencionaban el contrato con Chevron para la explotación del campo
Boscán en el Lago de Maracaibo. Luego de unos desacuerdos iniciales, Chevron
presentó una serie de ideas para “trabajar juntos”. Se hace un nuevo contrato, que no
pasa por la Asamblea Nacional, mediante el cual Chevron toma el control del flujo de
caja del proyecto a cambió de una inyección directa en las operaciones y la cesión de
un préstamo. Eso lo negocia Ramírez, quien no se atreve, especulación mía, a
mostrárselo a Chávez, quien en ese momento estaba enfermo y en campaña. Termina
dándole luz verde el presidente Nicolás Maduro. Y de ahí en adelante. ¿Qué dijeron los
inversionistas? Yo quiero ese contrato. Pero hay muchos otros ejemplos de
pragmatismo.
¿Cómo cuales?
El mismo nombramiento de Eulogio del Pino, un profesional técnico de los más
calificados que tiene PDVSA. Sin duda, ha habido una pugna entre diversas facciones
del chavismo, a la que no es ajeno el sector militar, por el control de PDVSA. Pero del
Pino es el hombre que tiene una idea clara de para dónde van las cosas. Todos los
socios, y esto me lo han manifestado profesionales chinos y rusos, me han dicho que si
sale del Pino, pues sería una muy mala señal. Pero este choque entre la ideología y la
realidad, no es una novedad. Ha pasado en América Latina en diversos momentos.
Cuando tienes precios muy altos o acaba de haber una inversión y la producción es
muy alta, el accionista se las da de machote, se vuelve nacionalista, se da golpes de
pecho, manda al carrizo a los inversionistas internacionales, pero cuando la
producción colapsa, caen los precios y no tienes dinero, no te queda otra que el
pragmatismo. Hay casos extraordinarios. El general Juan Domingo Perón, el militar
nacionalista por excelencia en América Latina, fue quien abrió YPF a la inversión
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extranjera y una de las excusas que dieron sus compañeros de armas cuando lo
tumbaron fue que “Perón estaba entregando la riqueza nacional”. Esa es una lógica
que hemos vuelto a ver. Pero te aseguro que nunca como ahora (desde los años 70) la
región ha estado más abierta al capital extranjero en el tema petrolero. México es el
caso más paradigmático con un sector totalmente abierto.
Francisco Monaldi fotografiado por Roberto Mata.
Después de tanta alharaca nacionalista, ¿Qué significado tiene la frase “el
petróleo es nuestro”?
Diría que, en términos prácticos, eso significa que la renta es de los venezolanos.
Como la renta depende del precio que paga el mercado internacional, pudiera ser
altísima o bajísima. Hay gente que piensa que si tengo que bajar los impuestos a casi
cero para atraer a un inversionista, lo mejor sería que el petróleo se quede allá abajo.
¿Por qué? Porque subyace la presunción, diría que histórica, de que el petróleo se va a
valorizar con el tiempo, cada vez se va a volver más escaso. Tienen en la cabeza eso
que llaman los gringos el “peak oil” (una influyente teoría acerca de la tasa de
agotamiento a largo plazo del petróleo), esa ha sido la lógica de pensar el petróleo
hasta la aparición de un evento muy importante que es la aparición del cambio
climático. Creo que ha hecho pensar a países como Arabia Saudita que el petróleo
puede quedarse en el subsuelo. Ya no es sólo el cambio tecnológico, que ocurre por
razones de mercado. De lo que se trata actualmente es que los principales Estados del
mundo están aterrados de que estamos achicharrando el planeta y entonces se van a
aplicar políticas públicas muy agresivas para reducir el consumo de combustibles
fósiles.
De hecho, ya hay resultados que apuntan en esa dirección.
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Diría que son más discursivos que otra cosa. Yo creo que al petróleo le quedan muchos
años de vida todavía. Pero, ciertamente, es un cambio de paradigma. Si dejas ese
petróleo enterrado, la apuesta más obvia es que tú no lo vas a sacar. Vamos a estar
claros, la mayor probabilidad es que nosotros no extraigamos el petróleo que hay en la
faja del Orinoco, porque antes de eso el petróleo va a ser un recurso obsoleto y de
poco valor.
Más allá de los estados financieros de PDVSA, de las capacidades que hay en
esa corporación, del “cambio de paradigma” que hay en el mundo, estamos
obligados a repensar el negocio petrolero. Hay una nueva realidad que nos
interpela por todos los flancos. ¿Qué áreas claves deberían tomarse en cuenta
en esa línea?
Bernard Mommer es uno de los expertos que más ha entendido el tema petrolero. Hay
ideas muy importantes de su modelo que son rescatables. No su implementación,
porque creo que él mismo diría que es un desastre. Digamos, lo que hicieron unos
tipos con la idea que el planteó. Me estoy refiriendo a la arquitectura de empresas
mixtas. Uno de los errores, en mi opinión, fue tratar de meter a todo el sector
petrolero en una sola camisa, en una sola estructura. Venezuela no es una, sino varias
provincias petroleras, que tienen características propias, totalmente diferentes, en
términos de cómo se pueden desarrollar. Aquí hay posibilidades de explorar y
encontrar petróleo. Eso no lo quiere hacer el Estado venezolano por el factor riesgo.
Es un negocio que lo puede hacer un tercero. Si descubre petróleo, se plantea el tema
de la asociación, de acuerdo a un esquema estándar que se hace en el mundo entero.
Eso se puede hacer. Después tienes la faja del Orinoco, un recurso gigantesco, cuyas
reservas han sido certificadas (300 millardos de barriles), con bajísimo riesgo
geológico, pero de muy mala calidad. Se trata de un crudo que requiere grandes
inversiones para colocarlo en el mercado internacional (o a través de mejoradores
como el complejo de Jose o mezclándolo con crudos livianos que el país está
importando nada más y nada menos que de Estados Unidos (100.000 barriles diarios),
que se reportan como envíos a la refinería de Curazao que maneja Venezuela.
Maracaibo sigue siendo una provincia importante. Lo que apenas se apunta en el
mapa (el área Barinas–Apure) es todo lo que hace Colombia. Allí hay mucho que hacer,
pero también mucho que rescatar, por el desastre ecológico. Pero no es posible
lograrlo con la misma estructura institucional (la participación de los privados, la
carga impositiva, entre otras cosas). Y, finalmente, tienes el potencial gasífero
gigantesco.
Aquí se habló durante décadas de un proyecto casi sideral que además fue
bautizado con el nombre de un navegante y descubridor no de petróleo sino
de un nuevo mundo, Cristóbal Colón. ¿Qué pasó con ese proyecto?
Otro caso de pragmatismo impresionante. Durante más de dos décadas en que
hablamos paja, Trinidad desarrolló una infraestructura impresionante para licuar el
gas. Nosotros tenemos las reservas, mientras las de ellos están cayendo. Se dan las
condiciones para el matrimonio perfecto. ¿Se habló de Gûiria, no? Y no se hizo nada.
Ahora del Pino se lanza en eso. El gas es un sector donde las empresas del Estado no
son importantes, porque los márgenes son mucho más bajos y el riesgo más elevado.
Esa es otra provincia y ahí tiene que haber un enfoque institucional diferente.
Por lo visto, tenemos que desarrollar marcos institucionales apropiados para
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cada una de las provincias petroleras, pero además tenemos pendiente la
cuenca del Lago de Maracaibo que ha sido por mucho la herencia natural más
depredada de este país. ¿Usted cree que con esta conflictividad política y con
las gríngolas ideológicas del chavismo, hay capacidad para pensar en los
diversos enfoques que usted sugiere?
¿La respuesta corta? No. Si consideramos los ciclos históricos de América Latina,
apenas suba el precio del petróleo o se descubra un yacimiento importante, “rebotan”
las condiciones para que aparezca de nuevo una ola nacionalista. Pasó a comienzos de
2000 con Chávez, con Evo Morales, con Kirchner. Incluso, si no quieres mover el
péndulo político al otro lado, el tema ideológico nos dificulta tremendamente tener
este tipo de conversación. Tuvimos el período de precios altos más largo de la historia
y no se hizo nada. En Estados Unidos se metieron cinco millones de barriles nuevos,
con una geología mucho menos atractiva que la de Venezuela. ¿Y aquí colapsó la
producción? Mínimamente, se debió llevar la producción a 4, 5 ó 5 millones de barriles
por día, pero el resultado fue que caíste. Ésta es una política petrolera desastrosa,
fracasada. Te digo, a mí me cuesta explicarlo en otros países. He estado en Arabia
Saudita, en Kuwait, en México, en Colombia, explicando esto, porque la pregunta que
se hace la gente es ¿cómo pueden hacer esto con la base de recursos más grande de la
región?
¿A parte del asombró que le dicen en esos países?
En el Medio Oriente la pregunta era muy curiosa. ¿Esto ocurrió porque Venezuela es
un país democrático? ¿Pasaría un desastre similar si nos abrimos políticamente? Te
estoy hablando de una élite que le tiene miedo a la democracia. Si en regímenes
autoritarios aplicamos ciertas políticas que no son precisamente responsables, ¿qué
podría ocurrir si aquí llega un loco?
Diría, por todo el cañón, que esas preguntas son válidas y lo diría, además, en
términos pragmáticos, ¿Para qué voy a “democratizar” el negocio si no se ha
roto? ¿Para que ocurra lo que sucedió en Venezuela? No, gracias.
El fracaso de la política petrolera no es atribuible a la democracia. Hay países que lo
han sabido manejar. Chile, que tiene algo parecido con el cobre, es un buen ejemplo.
Lo de Venezuela es lo que estadísticamente llamamos un “outlier” (numéricamente
distante del resto de los datos, los demás países petroleros). Algo que me impresiona
muchísimo es ese discurso compartido del chavismo y la oposición. Volver a oír esa
tontería de que se agotó el modelo rentista. No, en el resto de los países petroleros se
aprendieron las lecciones del pasado. Claro, todos están en dificultades, incluso en
Texas, pero ningún país está, ni de lejos, en la situación en que está Venezuela.
Variable tras variable, el desempeño de Venezuela está lejísimos de sus pares de la
OPEP o de los países petroleros no OPEP. Esto no es una maldición. Esto es
consecuencia de decisiones libres…
… ¿Decisiones soberanas?
Soberanas por la lógica política de ganar elecciones. Hugo Chávez, en medio de las
elecciones de 2012, hizo una de las cosas más irresponsables que se pueden hacer en
una democracia. En el año pico del petróleo se gastó 20 puntos del PIB adicionales,
imputables al déficit fiscal.
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