a Venezuela durante el siglo XX.

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EL DÍA, domingo, 25 de mayo de 2014
p1
del domingo
revista semanal de EL DÍA
RECUERDO de Octavio
Rodríguez Morales, uno de los
últimos maestros de la música
tradicional de Tenerife, fallecido
recientemente en Los Realejos 7
La emigración canaria
a Venezuela durante el siglo XX.
DE LA DIÁSPORA AL RETORNO (y II)
Texto: Javier Domingo Lima Estévez
(graduado en Historia por la ULL)
E
n embarcaciones de malas
condiciones se tuvieron que
desplazar en muchas ocasiones los emigrantes, con
buques que por lo general
superaban los cincuenta años de
edad. Muchos de ellos se habían
destinado al traslado de hombres y mercancías a Cuba y Venezuela, además
de haber servido también para la pesca
en el banco sahariano así como para
la emigración clandestina, su último
fin, pues los barcos, tras llegar a costas venezolanos, eran hundidos por
los propios emigrantes para no dejar
rastro de lo que habían hecho.
En torno a la organización de los viajes, antes de 1948 eran organizados
por los propios emigrantes, quienes
compraban el buque y los elementos
que fueran a utilizar (por ejemplo, las
provisiones, el combustible, etc.),
mientras que desde 1948 a 1953 fueron los armadores quienes se encargaron de la organización y quienes establecían un determinado precio (entre
5.000 y 6.000 pesetas)(34).
Con los medios existentes, y ante
la salida de forma ilegal, se corría el
riesgo de ser capturado en las propias
Islas antes de salir para Venezuela (como
le ocurrió al “Paulino”). Los clandestinos
se enfrentaron además a la prisión tras
su llegada al país bolivariano, donde
muchas son las historias que se han
contado por parte de los propios
emigrantes sobre su estancia en establecimientos penitenciarios como
Guasina o la Orchila, “que más que servir de cárcel les servían de adaptación
al clima venezolano” (35).
Orchila constituye una isla utilizada
a modo de prisión para aquellos canarios que llegaban de forma clandestina, siendo un lugar que originariamente tuvo la función de servir para
el establecimiento de aquel ganado que
se encontraba en cuarentena o en periodo de adaptación antes de ser
trasladado al continente, y por donde
luego pasarían emigrantes del
“Telémaco”, “Doramas”, “Anita”,
“Maripepa”, “Antonio Carballo”, “Providencia” y tantos otros indocumentados llegados en diferentes veleros.
Junto a la Orchila, también los canarios fueron confinados en Guasina,
un lugar que se recuerda como la
“puerta del infierno”, situada tal isla
en el Delta del Orinoco, un paraje tan
desolador que parece imposible que
se pueda desarrollar la vida humana.
Bajo el régimen del general López
Contreras, la isla fue abierta como penitenciaría hasta 1943. En 1948, de nuevo
es puesta en uso con el fin de albergar emigrantes indocumentados,
siendo puestos en libertad en 1949,
poco después de su llegada. El destino de los que allí se encontraban sería
ir a trabajar a los distintos braceros a
lo largo de las centrales azucareras del
país(36).
Nos encontramos también con canarios que no fueron enviados ni a la
Orchila ni a Guasina, sino a El Dorado.
Muestra de ello sería el caso del
“Delfina Noya”, que zarpó de Puntallana, en La Palma, hacia Venezuela
con 228 pasajeros a bordo. El barco sería
interceptado por las autoridades venezolanas y su tripulación enviada a
tal prisión. El Dorado se había construido el 21 de octubre de 1944 como
“colonia agrícola correccional movible,
de la Colonia de Régimen de Trabajo
que existía en las islas de Guasina y Santa
Elena en el Departamento Antonio Díaz,
del Territorio Federal Delta Amacuro.
El Dorado está situado a 80 kilómetros
del pueblo de Tumeremo, y a la margen derecha del río Cuyaní” (37).
En el año 1951 saldrían las últimas
embarcaciones (“María Eugenia”, el
“Pepito” y “Paco Bonmaty”). El “Pepito” salió desde Tenerife, mientras
que el “Paco Bonmaty” zarpó desde
la isla de La Palma, aunque esta última embarcación no podría cumplir
los sueños y esperanzas de las 120 personas que viajaban a bordo, debido a
que se efectuó una denuncia contra
uno de sus organizadores, por lo que
A bordo del velero
“Nuevo Teide”, 285
canarios salieron
hacia Venezuela en
1950. Fueron
detenidos por las
autoridades de allá y
luego puestos en
libertad.
no pudieron salir hacia Venezuela(38).
Como curiosidad en este tipo de viajes, nos encontramos que tras finalizar los mismos, en 1951, nueve años
después se vendría a producir una
nueva aventura que vendría a poner
fin a la emigración clandestina entre
Canarias y Venezuela, con un barco
llamado “Los Yugoslavos”.
En definitiva, la historia de la emigración canaria clandestina a Venezuela
se generó porque varios factores
coincidieron para que acaeciese tal proceso, debido a que las propias autoridades de ambas orillas terminaron
por aceptar la situación. En Canarias
los que emigraron, en su mayoría, eran
personas que padecían una mala situación económica, a lo que se unían
las restricciones que caracterizaban
la política de migración española.
Como ya hemos mencionado, las
autoridades españolas, a pesar de tener
conocimiento de lo que ocurría, no ac-
tuaron, ante un panorama beneficioso
para ambos lugares, tanto para un gobierno como el venezolano, que necesitaba inmigrantes para el desarrollo
de una economía que iba en aumento,
como para el español, que veía en esa
migración un paliativo de las tensiones sociales(39).
Los últimos viajes y el retorno
El 13 de noviembre de 1950 marca
la fecha del asesinato del que fuera presidente de Venezuela Carlos Delgado
Chalbaud. Tras Chalbaud accederá a
la presidencia Marcos Pérez Jiménez,
quien desde el 2 de diciembre de 1952
hasta el 23 de enero de 1958 regirá los
destinos del pueblo venezolano. Con
Pérez Jiménez se dio inicio a un gobierno dictatorial en un momento favorable para la economía venezolana.
Junto a la prosperidad económica de
pasa a la pág. siguiente®
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domingo, 25 de mayo de 2014, EL DÍA
EN PORTADA
la que se disfrutó en el país, hemos
de unir la persecución de los enemigos políticos que caracterizó al régimen.
En materia de inmigración, hemos
de señalar que el régimen franquista
estrechó las relaciones diplomáticas
con el nuevo dictador, lo que se tradujo en una Venezuela en la que se
desarrolló una política de puertas abiertas, aunque se seleccionaron los inmigrantes “en base a sus condiciones
de trabajadores y de buenas costumbres”(40). Sus objetivos no eran solo
“poblar el campo, sino también importar
una enorme fuerza de trabajo para cumplir con los crecientes requerimientos
de los nuevos sectores industriales y de
servicios. El veloz crecimiento de la industria petrolera creaba urgentes necesidades laborales que sólo podían enfrentarse mediante la importación poblacional”(41).
Hacia 1953, el costo de la vida bajó
en Venezuela, a la par que se produjo
un aumento en el poder adquisitivo
del bolívar. Los contingentes migratorios aumentaron. Entre ellos, el de
los canarios era uno de los grupos más
numerosos. Todo ello se produjo en
un contexto donde “hasta el 31 de
diciembre de 1957 habían ingresado en
el país más de 45.000 emigrantes”(42).
La construcción sería otro de los reclamos para la llegada de emigrantes de
diversas nacionalidades, ante el nuevo
ideal que se generó de mejorar las condiciones para los ciudadanos, en el que
la edificación de viviendas sería una
de las prioridades, habiéndose caracterizado Pérez Jiménez por mantener
una posición decimonónica por las
obras monumentales, obteniendo el
dinero para poner en marcha el plan
masivo de construcción en Caracas a
partir de los crecientes ingresos
petroleros(43).
Obras públicas como la autopista de
Caracas-La Guaira, de 17 kilómetros
de largo, la autopista del Este (“Francisco Fajardo”), la Ciudad Universitaria
y el Centro Simón Bolívar, entre
otras, que derivaron en trabajo y reducción en las tasas de desempleo, marcando nuevos atractivos para los
emigrantes canarios, que seguían
constituyendo uno de los grupos
más numerosos(44).
Tras la etapa de esplendor económico y de desarrollo en el país venezolano, se produjo finalmente, el 23
de enero de 1958, la caída del régimen
del general Pérez Jiménez. En ello no
influyó tanto la forma mediante la cual
había tratado a los opositores políticos “sino su visión decimonónica del
proceso político y la función del estado.
Este sistema de valores y creencias representaba una sociedad pretecnócrata
caracterizada por las relaciones personales, las alianzas extraoficiales y la
restricción de oportunidades”(45).
El final de Pérez marcará el inicio
de varias décadas de gobiernos democráticos y una mejora de las condiciones
económicas en Canarias que tendrán como resultado, a partir de los
años 60, una reducción en cuanto a
la llegada de canarios al país, debido
a que estos se redujeron solamente “a
aquellas personas que tuvieron familiares nacionalizados o empadronados
en Venezuela, o fueron mano de obra
cualificada”(46).
La mejora de las condiciones económicas en Canarias coincidirá con la
profunda recesión económica en Venezuela, que pondrá fin a la política
de puertas abiertas que marcó Pérez
Jiménez.
Tras la caída de la dictadura y la posterior celebración de elecciones, saldría elegido presidente desde 1959 a
1964 Rómulo Betancourt, quien fuera
hijo de Luis Betancourt, un inmigrante
procedente de las Islas Canarias, iniciándose a partir de entonces una etapa
de retorno de canarios establecidos
en Venezuela, obedeciendo tal fenómeno a varios factores, entre ellos los problemas derivados de la economía ve-
Una Venezuela en mala situación económica y con una tasa de desempleo
que iba creciendo contrastaba con la
notable mejora de la economía canaria, donde creció el producto interior
bruto. El factor que incidirá en el proceso de cambio será “el desarrollo del
sector turístico y, por tanto, de la actividad urbana y comercial, que incrementó la demanda de mano de
obra”(49).
A través del nuevo presidente
venezolano se dará inicio a otra etapa
en la inmigración a Venezuela, jalonada por las directrices establecidas
desde julio de 1958, una fecha que marcará una política de reconstrucción familiar y es que “con ello se limita seriamente la de varones solos, sin familia
en Venezuela”(50).
La emigración por parte de España
sería promovida mediante la creación
Monumento al
emigrante canario
erigido en Garachico
en 1990 gracias a los
Chicharros
Mensajeros. Es obra
del escultor
Fernando
Garcíarramos.
nezolana, con un desequilibrio intersectorial que llevó a una etapa de
“fuerte depresión entre 1958 y 1961 y
una acentuada desigualdad en el reparto de la renta nacional, con cuantiosas bolsas de miseria y pobreza en
torno a los grandes centros urbanos”(47). Además, en ese marco se produjo una mejora en las Islas, con el comienzo del turismo de masas y la inversión privada, que canalizó una moneda
sobrevalorada, como era el bolívar.
A la situación existente, respondió
el gobierno con limitaciones en cuanto
a la llegada de inmigrantes, donde era
evidente el descenso de los mismos
a partir de 1959 en el país venezolano
a través de las cifras que se ofrecen.
Las mismas nos vienen a mostrar lo
siguiente: 6.893 en 1958, 7.377 en 1959,
6.911 en 1960, 4.720 en 1961, 4.117 en
1962, 3.466 en 1963, y 1.162 en el primer semestre de 1964(48).
de organismos como el Instituto Nacional de Emigración, que se encargó
de facilitar información a aquellas personas que pretendían emigrar, ocupándose de realizar los trámites de
documentos, orientando sobre los lugares de destino, etc(51).
Se rompe, pues, con aquella política que había predominado bajo Pérez Jiménez de puertas abiertas, donde se continuará a partir de ahora con
la llegada de inmigrantes canarios pero
bajo el llamado agrupamiento familiar, que fomentó la salida de familiares
en primer y segundo grado de consanguinidad para reunirse con los residentes en Venezuela.
También se originó con esa medida
un retorno a las Islas, coincidiendo,
como ya se ha indicado, con el desarrollo turístico en Canarias, así como
“un mayor dinamismo en el sector agrícola y comercial canario, factores que
frenan las perspectivas migratorias de
los canarios, y así en 1965 disminuye
el flujo emigratorio y adquieren una creciente importancia los retornos, pero
jamás llegan a superar la diáspora”(52).
Aún durante el inicio de los años sesenta, Venezuela planteaba políticas
discriminatorias en torno a la raza para
definir quién podía ser o no aceptado
como inmigrante. Entre esas políticas
se establecía que no se aceptaría como emigrante quien no fuera de
raza blanca, además de otras prohibiciones de entrada a aquellas personas
mayores se sesenta años, con la
excepción de aquellos que acudieran
ante un familiar establecido en
Venezuela. Se cuidaba también de que
entraran en el país personas sin antecedentes, además de prohibirse la
entrada a los lisiados, a menos que estos
llegasen por reagrupamiento familiar.
No se dejó entrar tampoco a aquellos
que pudieran padecer enfermedades
contagiosas, así como a todas aquellas personas que a través del examen
médico se declarasen no aptas para
el trabajo. Se negaba también la
entrada a aquellos que fueran a establecer comercios al margen de la ley,
así como, por supuesto, a todo aquel
que tuviera ideas contrarias al gobierno
existente y que intentase propagar sus
ideas contrarias(53).
Se fomentaba la llegada de la “raza
europea” ante la consideración de que
la misma había experimentado el mayor
desarrollo cultural, donde dentro de
la española se identificaba además una
raza favorable para el trabajo como era
la canaria, recomendándose su inmigración debido a la consideración de
que “cuando hay una finca cultivada
estuvo el pie del canario hollándola como
pionero”(54), destacando la legislación
la necesidad de fomentar el reagrupamiento familiar.
La ley, que había sido promulgada
en 1916, se modificó el 21 de junio de
1966(55), debido a que la misma era
muy racista al prohibir la entrada al
país a aquellas personas que no cumplieran las normas reseñadas.
1973 es el año de la crisis del petróleo. Canarias sufrirá los estragos de la
misma como parte de su proceso histórico tradicional. Venezuela vuelve
a aparecer en el horizonte como válvula de escape ante la situación crítica del Archipiélago y la contrapartida de un país del Orinoco próspero,
donde se llevaría a cabo la nacionalización del petróleo por parte de Acción
Democrática(56). Carlos Andrés Pérez
gobernará el país desde diciembre de
1973, destacando que bajo su gobierno
se realizaron grandes esfuerzos por
nacionalizar el petróleo y un mayor
control del mismo por parte del Estado, así como los esfuerzos en materia de política exterior manteniendo
relaciones con países caribeños, así
como apoyo a la guerrilla sandinista,
contactos con la URSS, viajes por Oriente
Medio, etc. Tras Carlos Andrés Pérez
llegará al poder Luis Herrera Campins,
reduciendo la intervención estatal que
hasta entonces se había desarrollado.
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EL DÍA, domingo, 25 de mayo de 2014
EN PORTADA
Tras la crisis venezolana de 1983 y
la expansión del sector turístico en
Canarias se abre una nueva etapa con
el retorno como denominador común.
Poco se ha investigado aún sobre los
efectos del retorno de los emigrantes.
Hace algunos años, Gerardo Delgado
Aguiar y Carmen Ascanio Sánchez realizaron un estudio sobre tal proceso,
extrayendo como conclusión que
son varios los motivos que pueden
impulsar al retorno entre los años de
1986 y 1993. De ello observaron que
serían principalmente los factores de
conflicto social y motivos de tipo económico los que más influencia tuvieron para el regreso de muchos canarios, especialmente de sectores de la
población jóvenes o muy adultos, destacando además el retorno de muchas
personas con pocos estudios, ante las
dificultades que estos encuentran para
integrarse en la búsqueda de trabajo
en el país, ante la realidad existente(57).
El retorno de los canarios vendrá
acompañado de remesas de capitales.
En un análisis macroeconómico resulta
evidente que estos tuvieron una incidencia favorable para la modernización de la economía canaria, un dinero
que se invirtió principalmente en la
compra de tierras. Según un estudio
del catedrático José Luis Moreno Becerra, en torno al cálculo de las
remesas entre los años 1960-1975, éste
obtiene un total situado entre los dos
mil y los dos mil quinientos millones
de pesetas anuales(58).
Desde 1983, la crisis económica marcará Venezuela, lo que se traducirá en
un retorno de emigrantes, con un aumento en el número de parados, además de la pérdida de poder adquisitivo del bolívar, y con una mala
situación
económica
que
desgraciadamente se tradujo en un
clima de inseguridad, estallando el llamado “caracazo” el 27 de febrero de
1989. Sin embargo, el emigrante
canario establecido en aquel país, por
lo general, no pudo abandonarlo
debido a que “la venta de sus pequeñas propiedades, no le produciría
unos recursos suficientes para el
retorno a Canarias, como tampoco se
lo permitiría el ahorro que pudiera haber
realizado en los últimos años, por la
fuerte depreciación de la moneda
nacional”(59). Todo ello en un marco
donde la política partidista estaría caracterizada por las disputas entre los bloques ortodoxos y renovadores. Un retorno que además se dificulta por toda
una vida que en muchos casos se deja
en Venezuela, donde los que llegan a
las Islas son aquellos que un día emigraron siendo jóvenes y ante su regreso
se encuentran con la necesidad de empezar prácticamente de cero, pues de
nuevo se ha de buscar un hogar,
empleo, etc.
Para el retornado tras muchos años
fuera de la Islas supone, además, un
gran impacto recuperar sus relaciones personales, que en muchos casos
pueden haberse perdido por causas
como la muerte(60). Está claro que la
sensación de aquellos isleños que tras
muchos años fuera de su lugar de nacimiento regresan a su terruño es en
muchos casos confusa, pues ya no se
encuentran con aquella imagen que,
NOTAS
(34) MACÍAS HERNÁNDEZ, Antonio M. La
migración canaria, 1500-1980, p. 183-184.
(35) RODRÍGUEZ MARTÍN, Néstor. Op. Cit, p. 151152.
(36) DÍAZ SICILIA, Javier. Al Suroeste, la libertad, p. 293-294.
(37) DÍAZ SICILIA, Javier. Op. Cit, p. 555.
(38) TROCONIS DE VERACOECHEA, Ermila. Caracas, p. 249.
Imagen de “La
Elvira”. Reflejo de
una odisea en la que
participaron miles de
canarios
(43) LOMBARDI, John V. “Venezuela. La bús-
(52) PÉREZ RODRÍGUEZ, Manuel. El Derecho
mos la oportunidad de que un emigrante cana-
de Opción a la Nacionalidad Española y los “Cana-
rio a Venezuela –don Juan Antonio Bello– nos con-
rio-Venezolanos”, p. 77.
tara en cierta ocasión las dificultades para adap-
(44) TROCONIS DE VERACOECHEA, Ermila. “El
(53) OSCAR TELLERÍA, Luis. La experiencia
tarse tras pasar prácticamente medio siglo de su
(45) LOMBARDI, John V. Op. Cit, p. 239-240.
migratoria venezolana. Presente y porvenir de la
vida en Venezuela, país en el que había forjado
(46) Colectivo 78. Los efectos económicos de
colonización, págs. 68-69.
su círculo de amistades. Tras su regreso se encon-
proceso de la inmigración…”, p. 273.
un proceso migratorio a la emigración canaria a
(54) OSCAR TELLERÍA, Luis. Op. Cit, p. 101.
tró prácticamente solo –salvo la presencia de su
Venezuela, p. 132.
(55) ANTONIO AGUILERA, Jesús. La población
hermano– pues sus amigos en Canarias habían
(47) MACÍAS HERNÁNDEZ, Antonio M. Op. Cit,
p. 202.
(48) TROCONIS DE VERACOECHEA, Ermila. El
rias y Venezuela: Tendencias actuales de migra-
proceso de la inmigración en Venezuela, p. 290.
(40) RODRÍGUEZ MARTÍN, Néstor. La emigración
clandestina…, p. 137.
(41) HERNÁNDEZ ARVELO, Miguel Ángel.
“La inmigración canaria clandestina a Venezuela
(1948-1952)”, p. 637-638.
(42) TROCONIS DE VERACOECHEA, Ermila. Caracas, p. 250.
como una fotografía, habían almacenado tras emprender su viaje. Múltiples son los cambios y transformaciones que se han experimentado en
la tierra que los vio nacer. Cambios en
los barrios, pueblos, amigos que
están enfermos, en residencias de ancianos, otros se han desplazado a otros
lugares, o incluso algunos han muerto.
Ante esa situación, el emigrante
puede en muchos casos caer en
depresión, pues un gran dolor le
envuelve al observar que es poco menos
que un apátrida en sus Islas.
Pese a ello, es preferible mantenerse
en la tierra que los vió nacer y vivir
durante sus primeros años. Son muchos, demasiados, aquellos que emigraron con una imagen romántica y
retornaron con una visión alejada de
aquello que esperaban.
Al tratar del retorno de los emigrantes
no podemos continuar estas páginas
sin mencionar la figura de Roberto
Torres del Castillo, presidentes de Los
Chicharros Mensajeros. Él mismo
queda del orden. El sueño del progreso”, p. 23.
(39) MARGOLIES DE GASPARINI, Luise. “Canación trasatlántica y retorno”, p. 798-799.
fue emigrante y conoció en primera
persona las penalidades y dificultades con las que el canario se encontraba, por lo general, en tierras americanas, procediendo a crear hacia 1986
Los Chicharros Mensajeros, y marcándose como objetivo realizar viajes allá donde hubiera canarios, premiando la labor de aquellas personas
que más hubieran destacado en la
defensa de las Islas, así como ofreciendo
su ayuda al emigrante.
En torno a este último aspecto podemos citar la gran labor realizada al posibilitar el retorno de muchos isleños
establecidos en lugares como Cuba,
Venezuela, Uruguay o Argentina,
gracias a la labor de tal asociación y
a la generosidad y sensibilidad que sólo
pueden entender emigrantes como Roberto Torres de Castillo(61), quien ha
sido el responsable de toda una serie
de viajes en los que se generaba “todo
un inmenso panorama del drama de
la emigración, que se empieza a desarrollar desde el momento en que se inician los contactos con los viejos familiares de los que regresan, muchos de
los cuales llevan hasta cuarenta años,
y más, sin tener noticias de ellos. La sorpresa hace que muchos no se crean esta
realidad; otros la vean con recelo; que
salgan múltiples problemas familiares
a flote; que otros lloren…”(62).
Los emigrantes que se vieron apoyados por Roberto Torres y sus Chicharros Mensajeros y que regresaron
a Canarias no lo hicieron de forma permanente sino que, después de 15 días,
y en algunos casos un mes, regresaron a su lugar de origen. También es
importante señalar dos actividades relacionadas con este tema: la inauguración del monumento al Chicharro (junto
a la plaza del Príncipe, en Santa Cruz
de Tenerife) y el monumento al emigrante en la bahía de Garachico(63).
Junto a estos aspectos señalamos,
además, la existencia de asociaciones
como U.E.R.C.A (Unión de Emigrantes Retornados Canarios), creada en
el año 1992, realizando desde entonces toda una serie de acciones con la
finalidad de facilitar la integración a
los emigrantes que encuentran dificultades para reintegrarse en la sociedad canaria.
(49) MACÍAS HERNÁNDEZ, Antonio M. Op. Cit,
p. 204.
(50) HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel. Op. Cit
(1995), p. 143.
(51) MORENO BECERRA, José Luis, “Una
interpretación económica de la emigración
canaria a Venezuela”. En: VIII Jornadas de Estudios Canarias-América, p. 173.
de Venezuela. Dinámica histórica socio-económica y geográfica, p. 65.
(56) HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel. Op. Cit
(2007), p. 220.
muerto o había perdido el contacto con ellos.
(61) TEJERA-REYES, Antonio-Pedro. “Los Chicharros Mensajeros”. La Prensa. 25 de agosto de
1991.
(57) DELGADO AGUIAR, Gerardo; ASCANIO SÁN-
(62) TEJERA REYES, Antonio-Pedro. “La ‘otra
CHEZ, Carmen. “El retorno de emigrantes cana-
cara’ de la emigración canaria”. La Prensa, 4 de
rios: 1986-1993”.
julio de 1993, p. 59.
(58) MORENO BECERRA, José Luis. Op. Cit, p.
179.
(59) ÁLVAREZ PEDREIRA, Vicente. Canarios en
Venezuela, p. 27.
(60) En torno a la cuestión del retorno, tuvi-
(63) Agradezco al profesor Manuel Fariña la ayuda
facilitada en cuanto a la explicación del valor que
Los Chicharros Mensajeros han tenido en la labor
de posibilitar el retorno a muchos canarios
establecidos en el continente americano.
p4
domingo, 25 de mayo de 2014, EL DÍA
EN PORTADA
TURISMO
Un joven
alcalde para
Buenavista
del Norte
Isaac Antonio José González Fortes nace en Buenavista del
Norte en 1980. En 2007 encabezó
la lista electoral de Alternativa Sí
Se Puede por Tenerife (ASSPPT) al
ayuntamiento de su pueblo, y salió elegido concejal junto con dos
compañeros más. Durante este periodo terminó sus estudios de
Pedagogía del Piano en el Conservatorio de Música de Canarias.
En las elecciones locales de 2011,
su partido político fue la formación
más votada, obteniendo cinco concejales y desde el mes de junio de
ese mismo año es el alcalde de Buenavista del Norte. Sus inicios como
alcalde junto a su grupo municipal
se han caracterizado por la recuperación económica del ayuntamiento, así como la transparencia
en la gestión, siempre en continuo
contacto con los vecinos y vecinas
del pueblo.
Antonio González Fortes recalca que sus primeros tres meses de
gobierno fueron dedicados a racionalizar el gasto municipal, con
ejemplos como bajar la factura de
telefonía móvil o reducir el coste del
equipo de gobierno; además de iniciar el contacto con colectivos y asociaciones para aplicar un modelo de
gestión más productivo; atender la
gestión diaria, y promover algunas
contrataciones a través de concursos. Dentro de sus prioridades
está trabajar en el funcionamiento
de la residencia para discapacitados
y poner en marcha la estructura que
permitirá avanzar en la creación de
un presupuesto participativo.
El Ayuntamiento de Buenavista
del Norte recibió en el año 2011 el
Premio Reina Sofía de Accesibilidad
Universal de Municipios, otorgado
por el Real Patronato sobre Discapacidad del Ministerio de Sanidad. Buenavista es uno de los pocos municipios de su tamaño y población que cuenta con un documento de este tipo.
El mandatario buenavistero señala
que el ayuntamiento continúa con
su campaña para relanzar la aprobación de la reserva marina, que,
según sostiene, está en manos del
Ministerio de Medio Ambiente del
Gobierno de España.
González subraya que “desde el
Ayuntamiento de Buenavista se
han hecho grandes esfuerzos para
garantizar la permanencia de fiestas y tradiciones, reduciendo costes e intentando que la calidad no
se vea perjudicada”.
Antonio González Fortes
(óleo sobre lienzo de 80 cmx60 cm)
p5
EL DÍA, domingo, 25 de mayo de 2014
BALCÓN DE VENEZUELA
“Estamos ante un momento histórico, en el cual el cambio operado en los sistemas de comunicación favorecen a aquellos
países cuya oferta esté en consonancia con lo que el moderno turista busca. El conocimiento y la profesionalidad se
impondrán a las gestiones por impulsos”. (Maestría en Calidad Turística-Ambiental Sostenible y Promoción de la Paz.
Villa de La Orotava. Tenerife. 1999-2012)
VENEZUELA SIEMPRE (III)
EL CONOCIMIENTO,
LA PROFESIONALIDAD Y
LOS RECURSOS
Texto: Antonio Pedro Tejera Reyes
L
o decíamos en nuestros
anteriores comentarios.
Venezuela está sobrada de
recursos para recibir al
turis-mo tradicional y al de
nuevo nacimiento. Esto es en lo que
venimos insistiendo desde tiempo inmemorial en cuantas oportunidades
se nos han ofrecido, las cuales podemos contar por centenares. Como
hemos publicado, prensa, radio, televisión, foros, conferencias, congresos, etc. han sido testigos de nuestras intervenciones, llegando incluso
a ofrecer una amplia visión panorámica de todo el país, en la Vitrina Turística que se celebró en San Cristóbal,
Estado Táchira, allá por el año 2004,
con un señalado éxito.
Hoy la situación socio-económica
del país no es la mejor para que pensemos en un turismo internacional de
llegada inminente. Es más, esta
situación limita a un turismo nacional que en este país tiene que tener
una extraordinaria importancia dada
su extensión y la variedad de su geografía, que va desde los altos de la cordillera de los Andes, hasta sus inmensas
playas de todo el litoral venezolano,
donde para hacerlo todavía mas hermoso y atractivo, las lagunas –Canaima,
Sinamaica, Mucubaji, Unare, Píritu,
Uchire, Tacarigua…– completan un paisaje que llega hasta sus pequeñas y
grandes islas, sus parque nacionales,
o esa espectacular Isla Margarita, la
cual nunca debió perder su categoría de puerto franco, un valor añadido
que daba intensa vida a una población humilde, generosa, de trato
amable y arraigada a sus costumbres
ancestrales, festejadas y reconocidas
por quienes desde todos los puntos
del país visitan la hermosa isla, todo
un recurso turístico de la más alta calidad.
Los paisajes esplendorosos de los
llanos nos llevarán hasta la mística de
la región de los Andes con esa teoría
de pueblos agrícolas perdidos en las
alturas, donde sobresalen unas costumbres tradicionales como son la artesanía, el cultivo de los más codiciados frutos de la tierra: granos, tubérculos, hortalizas… hasta su típica
arquitectura en sus más recoletos rincones: Jají, Los Aleros, Santo Domingo…
Corregir esta tendencia social que
hace restrictivo el viaje dentro del país
es una necesidad evidente que significa propiciar, al menos, el movimiento
interno de una población que generará un desarrollo económico necesario
para el desenvolvimiento y bienestar
de aquellos lugares escogidos por el
visitante que dejará su impronta económica en estos lugares.
La venezuela que añoramos
Quienes tenemos la suerte de haber conocido esta Venezuela del
arpa de José Vicente Torrealba, las canciones llaneras de Simón Díaz o “la
Caracas de tos techos rojos”, a la cual
Billo Frómeta pedía que se portase bien,
tenemos por fuerza que añorar esos
tiempos pasados que, si bien son historia, pueden servir de base para propinar un desarrollo del turismo en todo
el país, basándonos precisamente en
esas señas de identidad diferenciales
a las que tanto nos gusta recurrir
cuando tratamos de introducir los valores que el turismo aporta (riqueza para
la persona, la familia, la comunidad
y el mundo entero, OMT) y sobre las
que tuvimos el honor de exponer en
cierta memorable ocasión todo un escenario en el Congreso de la República
de Nicaragua, cuando un miembro de
la Comisión de Turismo del citado organismo nos interrogó, pidiéndonos aclaraciones, pues tenía una hija que quería estudiar turismo, y él no sabía para
qué le serviría esto.
Un curioso ejemplo que podíamos
relacionar con infinidad de anécdo-
Preciosa imagen
del poblado de
Los Aleros, en el
Estado Mérida, de los
Andes venezolanos.
tas vividas en tierras venezolanas, las
cuales fueron motivo de serias reflexiones en un encuentro semiprivado que tuvimos hace ya algunos años
en la isla canaria de Tenerife, con el
ex presidente venezolano Luis Herrera
Campins.
Los beneficios del desarrollo
turístico
Venezuela, con casi un millón de kilómetros cuadrados de superficie, el doble
que España, es un país donde sobran
los recursos para desarrollar un
turismo de la más alta categoría.
Hubo un tiempo en el cual parecía que
lo teníamos casi a nuestro alcance. Lo
hemos comentado recientemente, y
venimos tratando de ello desde hace
muchos años.
Sin lugar a dudas, los que conocemos cómo se han desarrollado países
deprimidos del mundo gracias al
movimiento del turismo tenemos
que insistir en la necesidad de tratar
por todos los medios posibles de que
este movimiento se arraigue en Venezuela, pensando solamente –sin entrar
en más detalles– en los beneficios económicos, sociales y culturales que llegarán a todos sus habitantes.
Hay que crear el impulso y las condiciones socio-económicas necesarias
para que el turismo se desarrolle en
el país. No es de recibo que en Cuba
–por ejemplo– existan más de veinte
hoteles de gestionados por la empresa
Meliá y en Venezuela haya desaparecido
la misma, cuando existía el emblemático
hotel Meliá Puerto la Cruz, todo un referente para el turismo internacional que
visitaba Venezuela y para el turismo
nacional; punto de encuentro de
congresos, convenciones y eventos de
la mayor trascendencia y calidad.
Allí estuvimos más de un año ofreciendo nuestras experiencias y opiniones todas las mañanas del día
domingo, en un programa de radio que
se trasmitía desde los mismos bordes
de su bien cuidada piscina, rodeados
de inmensos cocoteros, un esplendoroso
colorido y las más finas atenciones de
un personal experimentado, procedente
de aquella España de los años setenta
del pasado siglo, donde imperaba el
conocimiento y la profesionalidad que
tanto conocieron mi amigo Lluis
Mesalles, Alfonso Munk, Manolo
Coronado y tantos otros que hoy se
nos han ido quedando por el camino.
Eso es lo que añoramos, esa paz y
tranquilidad que se respiraba en
aquel entonces en todo nuestro país,
donde se podía jugar al dominó en plena
calle, con el agua hasta las rodillas, cuyas
muestras gráficas hemos publicado en
más de una ocasión en este mismo
periódico, EL DÍA, y otras publicaciones
de carácter internacional.
Venezuela siempre. Algo que no podemos olvidar.
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domingo, 25 de mayo de 2014, EL DÍA
Por el camino de los recuerdos con
DON JOSÉ RODRÍGUEZ RAMÍREZ
Texto: Esteban Domínguez
S
i la memoria no me falla, allá
cuando se discutía sobre la
posibilidad de que Las Palmas
tuviera una Universidad plena, siendo presidente del
Gobierno de Canarias Manuel Hermoso
Rojas, y que se la regalaría después, como
todos sabemos, hace más de 25 años,
el trabajo que realizo tiene algo que ver,
aunque no se trata, de ningún modo,
de molestar, sino de hacer una breve
alusión a lo sucedido y que he colocado en mi trabajo por el amor que todos
los tinerfeños le teníamos a la Universidad de La Laguna.
En diciembre del 89 o 90, la Dirección del periódico EL DÍA agasajó a todo
su personal en el hotel Botánico del
Puerto de la Cruz a un almuerzo
coincidiendo con las fechas navideñas.
El director de dicho hotel era don Isidro Dardiñas Vidal, quien nos llamó
a su despacho al jefe de cocina y a este
servidor. Se trabada de que pusiéramos nuestro máximo empeño en
preparar dicho almuerzo.
Me tocó confeccionar la tarta y me
dio total libertad para realizarla. Después de darle mil vueltas a la cabeza,
se me ocurrió llamar por teléfono a don
Juan Antonio Padrón Arbornoz, quien
amablemente me atendió. Mi petición
era que me enviara una fotografía de
la medalla concedida a don José Rodríguez, tanto la de Tenerife concedida
por el Cabildo Insular, como la de Santa
Cruz, y efectivamente me la envió. El
trabajo en aquellos años era mucho,
pero tomé la decisión de traer para mi
casa dos planchas de pastillaje, y de
esta manera comencé a preparar una
pequeña sorpresa. Tarea muy difícil ya
que se trataba de utilizar la clasilla real,
utilizando colorantes autorizados por
Sanidad.
Y como en ese entonces hubo
muchas disputas sobre la Universidad,
pues se me ocurrió colocar en la portada de JORNADA lo que sigue: “El Teide
será trasladado a la isla redonda y los
perros de la plaza de Santa Ana de Las
Palmas están en huelga de hambre porque no le dan la Universidad a Las Palmas”. En la otra portada de EL DÍA añadí
la siguiente frase: “Almuerzo de confraternidad del personal de EL DÍA en
el hotel Botánico”. Llamaron poderosamente la atención estas dos claras
ocurrencias, ya que el llamado pleito
insular Tenerife-Las Palmas está aún
debatiéndose.
Nadie esperaba la monumental tarta que al final fue sacada sobre un carro,
dado su volumen, y fue entonces cuando
don José Rodríguez y su esposa doña
María de las Mercedes se acercan a contemplarla, como vemos en esta foto.
Un comentario positivo lo recibí de
don Juan Antonio Padrón, quien me
dijo: “Las medallas las has bordado,
te quedaron perfectas”. Y añadió:
“Tengo azúcar y no debiera tomar nada
dulce, pero esta vez he repetido”. También, y como prueba de nuestra amisdad, tanto don José Ramírez como su
esposa no solo me saludaron, sino que
además agradecieron lo acertado de
las dedicatorias.
El director del hotel, antes que la tarta
saliera al comedor, la contempló y le
agradó muchísimo el trabajo realizado,
pero no así al jefe de cocina, que era
canarión, y me dijo: “Debes cambiar
las frases porque el periódico también
se lee en Las Palmas y allí saben que
yo soy el jefe de cocina”. Yo le contesté
que al director del hotel le había parecido bien, y como él me había dado
toda su confianza, pues entre mi
equipo de ayudantes y este que suscribe realizamos aquel aplaudido trabajo que fue visto por todos los presentes.
Un día después le comenté al jefe de
cocina qué tal había salido el almuerzo
y me contestó que para él no hubo alabanzas, que todas se las llevó la sección de Pastelería.
En una carta que conservo de fecha
del 15 de febrero de 1991 el director de
EL DÍA me dice lo siguiente, entre otras
cosas: “Mi más afectuosos saludos, y
la seguridad de que tanto particularmente, como desde esta Casa de EL DÍA
y de JORNADA, estoy a su entera disposición”. Firmado: José Rodríguez
Ramírez, director de “EL DÍA” y de “JORNADA”.
No obstante, ya desde tiempos anteriores le conocía, y fueron muchas
las veces, como yo le comenté a su hija
el pasado día 7 de mayo en Los Realejos, que conocía a su padre. Era un
hombre correcto, cariñoso, ejemplar
y muy querido por todas partes. Su
muerte, como también la de Padrón
Albornoz, no cabe duda de que ha dejado
un gran vacío en esta Casa de EL DÍA,
pero su estimada hija Mercedes, sin
duda, sabrá llevar por buen puerto el
barco que tan acertadamente, junto a
un grupo de periodistas muy profesionales, le dan dado y seguirá las líneas
marcadas por don José Rodríguez Ramírez.
También quiero agradecerle el prólogo de mi primer libro, titulado
“Apuntes realejeros”, que editaron íntegramente el Cabildo Insular y el Centro de la Cultura Popular Canaria. (CCPC).
No cabe duda de que tanto el fundador de La Prensa, don Leoncio Rodríguez, como su sobrino y sucesor de
este medio, don José Rodríguez Ramírez, siempre se han interesado por este
municipio. Aquí tiene una calle que lleva
su nombre muy merecidamente, porque, además, en muchísimas ocasiones ha visitado esta Villa. Tres pregones nos ha dejado como recuerdo, el
primero, en las fiestas de Afligidos, el
segundo en las del Carmen y el tercero
en las de Mayo.
Muchos colaboradores de Los Realejos fueron atendidos, y nunca las puertas de esta Casa se cerraron, al contrario,
siempre han estado abiertas para recibir a todo aquel que allí acudía, y a
pesar que se han dicho cosas por alguna
emisora local sin fundamento, pienso
que todo buen realejero debe estar muy
agradecido por su ejemplar comportamiento con este municipio mientras
vivió. La ultima vez que lo vimos en
Los Realejos fue cuando asistió al descubrimiento de la placa que lleva su
nombre en la zona de Los Barros, pero
también estuvo cuando se presentó en
el ayuntamiento el libro titulado “Los
Realejos de ayer y de hoy”.
Por todo lo mencionado, y porque
fueron muchas las veces que hablamos
en su despacho, reitero mi personal agradecimiento, porque para mí fue una
persona a la que nunca olvidaré.
Sin nacer en Los Realejos, también
amó a esta tierra. Siempre tenía palabras y frases importantes sobre Viera
y Clavijo, como también del mismo
modo con don Antonio González o el
padre Siverio.
Es de buen nacido ser agradecido.
Nunca olvidaré su abierto diálogo y su
entrega por Santa Cruz, su barrio del
Toscal, por Tenerife y por Canarias.
Su trayectoria fue brillante. Por eso
animo a su sucesora e hija Mercedes,
a la que conozco muy bien, a seguir
la trayectoria de su querido padre, porque EL DÍA no debe perder sus raíces
y ahora mismo es el periódico más leído
de Canarias.
Que sirva esta foto para recordar a
un señor, a un caballero, a una persona
que hasta el último minuto de su vida
nunca olvidó estas siete estrellas que
flotan sobre el Atlántico, con el Teide
por bandera.
Hay quien se atrevió a decir que este
simple servidor era la mano derecha
de don José Rodríguez, y yo sin saberlo.
Pero que no quepa la menor duda de
que nos unía una gran amistad y afecto.
Y esto no lo puedo negar, y nunca lo
olvidaré, porque Tenerife necesita
hombres valientes como don José Rodríguez Ramírez, sin ninguna duda. Y por
muchos pueblos de Canarias y otros
lugares le fue reconocido su desinteresado trabajo. No de todos se puede
hablar tan claro ni alto.
Y finalmente quiero mencionar que
el periódico EL DÍA ha colaborado de
forma ejemplar siendo editor del
mismo don José Rodríguez Ramírez en
las famosas “Cenas Culturales” de dicho
hotel, en el cual pasaron, entre otras
personalidades de gran prestigio,
Mary Carrillo, la Peña Ignacio Agustí
de Barcelona, la periodista Vallejo Nájera,
Pedro J. Ramírez, José Oneto, cuando
era director de Cambio 16, el profesor
Jean Dausset, premio Nobel de Medicina 1980, el doctor Puigvert, como asimismo al humorista Gila, Mingote, la
Faraona, como también a la radio, a la
que asistió Eduardo Sotillos, portavoz
del Gobierno de España en aquel
momento, o el padre Siverio cuando
era director de Radio Popular, así como
altos cargos, presidentes, monarcas
como los Reyes de España y un sin fín
de actos, que muy bien difundió EL DÍA
y que colaboró muy estrechamente con
la Dirección del establecimiento hotelero, llevando a muchos lugares el nombre de Tenerife, por todos los rincones dentro de Canarias, de España y
de otros del mundo.
También, en las galas del Carnaval
que allí se realizaron estuvieron siempre presentes José Tamayo y sus
“payasos”. Tiempos que no volverán.
Por consiguiente, magnífica la labor
de EL DÍA y de su siempre recordado
director, don José Rodríguez Ramírez,
al que nunca olvidaremos, como persona íntegra que muy bien alzó la bandera de Canarias con honra y gallardía.
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EL DÍA, domingo, 25 de mayo de 2014
FOLCLORE
Texto:Carmen Nieves Luis García
Maestro entre los maestros
de fama reconocida.
¡Oh qué cruel es la vida!
¡Qué destino tan siniestro,
que te llevastes tan presto
a nuestro querido Octavio,
que es tocador honorario
de la música canaria!
A él dedico esta plegaria
como sentido epitafio.
Juan Francisco Rodríguez López
E
l pasado 2 de abril falleció
en su domicilio Octavio
Rodríguez Morales, uno
de los últimos grandes
maestros de nuestra música
tradicional. Mientras dormía plácidamente junto a su esposa, su corazón, que siempre había cuidado con
esmero, dejó de latir, inesperadamente,
y truncó su vida con 73 años aún llenos de ilusiones y de muchas ganas
de vivir. Se fue en el silencio de la noche
sin decirnos adiós, pero como él
siempre había deseado: en un instante,
sin sufrimientos y, sobre todo, sin hacer
sufrir a sus seres más queridos, su esposa y sus dos hijos.
Octavio había nacido el día de San
Juan de 1940 en La Zamora, un pago
del municipio de Los Realejos, y era
el más pequeño de los trece hijos de
doña Isabel Morales Guanche y don
Julián Rodríguez Luis. Desde muy niño
manifestó un especial interés y excelentes aptitudes para la música. Muchos atardeceres pasó ante la casa de
don Pablo Mesa Ávila, conocido como
“Pablo el Herrero”, que vivía muy cerquita de la suya, para oír cómo tocaba
la guitarra e intentar luego hacer lo
mismo con la que sus hermanos mayores, sin éxito, escondían sobre un
armario para que no la pudiera alcanzar y estropearla. Pero, al comprobar
que no le sonaba como la de don Pablo,
un día se atrevió a preguntarle qué era
lo que tenía qué hacer para afinarla
y que sonara como la suya, y con sus
explicaciones empezó a tocar la guitarra. Más tarde aprendió también a
tocar la contra, nombre que recibía en
todo el Valle de La Orotava el hoy llamado timple, que se tocaba, y aún se
sigue tocando, con cuatro cuerdas, como
en el resto de Tenerife.
Como no era el único tocador y cantador de su familia, pues sus hermanos José y Domingo también sabían
tocar la guitarra y la contra e, incluso,
cantar, aunque todos reconocían que
el mejor cantador era su hermano Jorge,
muy pronto formaron una parranda
familiar, con la cual pasaban muchos
ratos al anochecer, sentados en el viejo
canapé situado en el patio de su casa
que daba a la carretera. Esta primera
parranda, poco a poco, se fue dando
a conocer como Los Hijos de Julián Castro o, simplemente, Los Castros, que
llegaron a ser muy valorados por lo bien
que sonaban y, como decía doña Antonia “la Cestera”, porque “aunque
se quedaron sin padre muy pronto,
siempre estaban tranquilos, no eran
amigos de armar jaleos, sino de tocar
y cantar; eso era lo de ellos”. Esto explica
EN MEMORIA DE
OCTAVIO RODRÍGUEZ MORALES,
un maestro entre maestros
que muchos otros tocadores de su entorno se sumaran encantados a su parranda, como don Servando Llanos García, un gran tocador de guitarra, contra, laúd y, sobre todo, violín de la Cruz
Santa, con el cual amenizaron muchos
bailes de aquellos que se terminaban
al aclarar el día.
Aparte de la guitarra y la contra, Octavio aprendió a tocar también el laúd
y el acordeón. La oportunidad se la
brindó don Genaro Hernández González, llamado Genaro “el Zapatero”,
al instalar su taller y su residencia, precisamente, en su
misma casa. De él aprendió
a tocar el acordeón y muchas
de las canciones de su repertorio, pues el trabajo de zapatero le permitía cantar a
todas horas del día. El aprendizaje de estas canciones y del
toque de los instrumentos de
canto convirtió a Octavio en
un tocador capaz de incorporar
partes de las melodías al
acompañamiento de la guitarra
y al rasgueo de la contra e,
incluso, sustituir con ellos los
instrumentos de canto, bien
cuando faltaban en alguna
parranda, o bien cuando no tenía quien
lo acompañara y tocaba él solo con su
guitarra. Octavio, por tanto, era algo
así como el “tocador-comodín” de las
parrandas, de ahí que fuera siempre
muy solicitado y querido por todos los
tocadores que lo conocían y admiraban.
Esa maestría de Octavio se consolidó a partir de 1971, al casarse con Rosa
Aurora Borges Yanes, que también era
una gran amante de la música tradicional y, por eso, muy pronto se destacó como una excelente cantadora con
un estilo muy particular. Desde entonces, compartió con ella todas las parrandas, ya fueran las que, espontáneamente, surgían para pasar un buen rato,
o las que solicitaban su colaboración.
Es el caso, por ejemplo, de Los Alzados, con los que compartieron dos de
las etapas más importantes de su larga
trayectoria: el viaje a Cuba y Venezuela
en el verano de 1987, y las diversas presentaciones realizadas en Tenerife, Gran
Canaria y Madrid, del segundo libro
publicado en 2011.
Aparte de estas parrandas y colaboraciones eventuales, Octavio y Rosa
mantenían otra estable, que consideraban su propia parranda. Tuvo su sede
en el salón de su casa, que, muy pronto,
se convirtió en una auténtica escuela
de música tradicional. Estaba formada
por tocadores y cantadores excepcionales, auténticos maestros como Octavio, procedentes de diversos lugares del municipio. La constituían
dos cantadores: Rosa, su esposa, y don
Isidro Hernández Hernández; don Manuel López González, tocador de
bandurria y violín; don Honorio Hernández Díaz, tocador de laúd; y cuatro tocadores de guitarra: don Domingo
Pérez Machado, don Pedro González
Méndez, don Juan Ruiz Francisco y
don Terio López Suárez. Para completarla solo faltaba la contra, que, naturalmente, tocaba Octavio, en lugar de
la guitarra o el laúd. Aunque se citan
solamente dos cantadores, cuando el
ambiente de la parranda se animaba,
la mayoría de los tocadores, además
de los estribillos y canciones, solían
brera Higuera y Antonio Ruiz Martín,
miembros del Grupo de Investigación
de la Música Tradicional de Tenerife,
se encargaron de darle el último
adiós entonando las siguientes folías
a la salida de la iglesia, tal como él había
hecho con otras compañeras y compañeros suyos:
Allá, en el cielo, un timplillo,
una guitarra y laúd,
cantamos todos folías
a la Virgen y a la Cruz.
Javier Acevedo Reyes
El día en que a mí me falte
la luz que me da la vida,
tan solo quisiera oír
un timple en la lejanía.
Mercedes Padrón Bencomo
Una guitarra y un timple
se me murieron ayer;
el corazón de un amigo
yo no lo puedo perder.
Antonio Ruiz Martín
Octavio, hombre parrandero,
aunque ahora estés en el cielo,
siempre estarás parrandeando
con todos tus compañeros.
Pedro Padilla Hernández
entonar también algunos de sus cantares.
Por esta parranda pasaron, de manera ocasional, muchos otros cantadores y tocadores de la zona, que no
me atrevo a mencionar por temor a
olvidarme, involuntariamente, de alguno de ellos. Por esta misma razón,
no me atrevo tampoco a citar los jóvenes discípulos de Octavio, a excepción
de José Antonio Hernández Barroso,
porque fue un gran bailador que colaboró también, desde el principio, en
el trabajo de Los Alzados; y porque,
cuando Octavio había logrado convertirlo en un buen tocador de contra, nos dejó para siempre a sus 50 años,
víctima de una cruel enfermedad.
Al igual que José Antonio, poco a
poco, fueron desapareciendo también
los demás miembros de la antigua parranda, de tal manera que, hasta
abril de este año, solo quedaba en activo
Octavio, que era el más joven, pues
don Honorio, aunque aún vive, debido a su avanzada edad, ya hace tiempo
que dejó de tocar. A pesar de ello, su
legado no desapareció. En ese emblemático salón de su casa entró muy
pronto una nueva parranda, la tercera
y última en la vida de Octavio, formada
por tocadores de la talla de Mario García García, Cándido González García,
Goyo García Pérez o Ángel Luis Pérez
Trujillo. Estos excelentes músicos y
algunos otros que se sumaban ocasionalmente, compartieron sus últimas
parrandas. Todos ellos, unidos a María Candelaria López Felipe, en representación de Los Alzados, y otros grandes amigos de Octavio como Víctor Ca-
Parranda en la
“entrega de la
bandera” de la fiesta
de San Benito, en los
años 50. La forman
las dos guitarras de
Octavio y su
hermano José,
acompañados de
Manolo Mesa, en el
centro de la
fotografía, la contra
de José el de Juan “el
barbero” y la guitarra
de Manuel García
Fuentes. Archivo
municipal de Los
Realejos.
Por ese “salón-escuela” de nuestra
música tradicional, asimismo, continuaron pasando otras personas dispuestas a aprender lo mucho que les
podía enseñar Octavio. Pero los dos
alumnos más sobresalientes, sin duda
alguna, fueron sus propios hijos: Rosi, que, además de cantar desde que
apenas tenía cuatro años, aprendió a
tocar con él la guitarra y, sobre todo,
la contra, y Octavio, en el que ha perdurado el estilo singular de tocar la guitarra de su padre. Cuando haya pasado
el profundo dolor que hoy sienten por
su lamentable e inesperada pérdida,
seguro que seguirán tocando y cantando, lo mismo que su madre, porque tocar y cantar como les enseñó su
padre es el más bello homenaje que
le pueden hacer a un maestro entre
maestros como Octavio; y es, además,
la mejor forma de perpetuar el profundo
amor y el respeto que manifestó, hasta
la misma noche en que fue sorprendido por la muerte, hacia nuestra música
tradicional, a la que despidió con las
notas y acordes de su viejo acordeón
y esas vetustas melodías con las que
aprendió a afinar, desde muy niño, todos
sus instrumentos, en especial, su
contra y su guitarra. Dejarlos perfectamente afinados y preparados para
tocar solo parece indicar su deseo de
que siguieran sonando tan bien como
habían sonado siempre e, incluso, mejor
que nunca, para que sus ecos pudieran llegar hasta ese Más Allá donde nos
esperará eternamente.
La muerte es tan prepotente
que el amor cree acabar,
sin darse cuenta de que amar
traspasa la misma muerte.
Con la música, aunque quiere,
tampoco puede acabar,
mientras que puedan tocar
sus instrumentos queridos
las manos de sus dos hijos
que jamás lo olvidarán.
Carmen Nieves Luis García
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domingo, 25 de mayo de 2014, EL DÍA
www.eldia.es/laprensa
Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 929
CONMEMORACIÓN
LUIS DE LA CUEVA
BENAVIDES,
PRIMER CAPITÁN GENERAL DE CANARIAS
C
ulminada totalmente la
conquista de Canarias, las
islas de realengo pasaron
a ser gobernadas por sus
respectivos gobernadores, y las de señorío, por los señores
jurisdiccionales. Cada uno de ellos contaba con sus propias milicias locales
para defenderse de piratas ingleses,
berberiscos, corsarios y otros forajidos de la mar, que rondaban las islas
al acecho de los navíos que traficaban
con las Indias de su Majestad y el extranjero cargados de vinos, azúcares y productos indianos; al tiempo que atacaban
y saqueaban, también, nuestros poblados costeros en busca de vituallas, vino
y agua, principalmente.
Consciente el rey Felipe II de estos
problemas, abrigó la idea de reformar
la organización político-militar que regía
en el archipiélago, decidiendo introducir un cambio radical en la misma
a base de centralizar el mando político, militar y judicial en la persona
de un capitán general, con atribuciones
de virrey, como ocurría en algunas partes de la América hispana.
La persona elegida para tal cometido fue el jienense Luis de la Cueva
Benavides, segundo señor de Bedmar
y caballero de la Orden de Santiago.
Hijo del comendador Alonso de la Cueva
Benavides, primer señor de Bedmar,
capitán general de Orán y La Goleta,
y de Juana Manrique de Mendoza, de
la casa de los duques de Nájera, conde de Treviño, se ignora el lugar exacto
del nacimiento del futuro capitán general de Canarias, pudiendo haber sido
Úbeda o Bedmar, según reza en los expedientes de ingreso en las órdenes
militares de sus descendientes.
El soberano español le expidió el título
correspondiente de Gobernador y
Capitán General de las islas de Canaria y Presidente de la Real Audiencia
que en ellas reside, el 11 de enero de
1589.
Además, el 10 de marzo le entregaba
el monarca, de su propia mano, las instrucciones que habían de servirle de
norma para el desempaño de su cargo en Canarias. En las instrucciones
le decía que la principal causa que le
había movido a instituir y establecer
el cargo que llevaba había sido la defensa
y seguridad de las islas por ser de la
importancia que son. Y continuaba el
rey Felipe: “Llegado que seáis a las islas
Este año se cumple el 425 aniversario de la fundación de la
Capitanía General de Canarias, denominada en algunas ocasiones
Comandancia General de Canarias.
Texto y foto: José Velázquez Méndez
(cronista)
nición, al que se le unía una batería
baja con media docena de cañones de
hierro.
Esta fortaleza fue mandada construir
por Juan Álvarez de Fonseca, siendo
este capitán gobernador de la isla en
el año de 1573, siendo el segundo bastión de Tenerife, mediato al primero,
que lo era el castillo de San Cristóbal,
principal de Santa Cruz.
En 1723 llegó un nuevo capitán general, Lorenzo de Villavicencio, que tras
ser recibido por las autoridades locales en el castillo de San Cristóbal, como
era costumbre con todos los generales recién llegados, decidió quedarse
en él, a pesar de las quejas del castellano, que no consiguió echarle hasta
el 1734. A partir de entonces la Capitanía permanecería en Santa Cruz y,
en consecuencia, la localidad, que por
aquel entonces era sólo un pequeño
núcleo cercano al puerto y perteneciente al Ayuntamiento de La Laguna,
comenzó su desarrollo económico y
urbanístico.
de Canaria, avisareis del número que
hay de artilleros y los que faltaren, para
que mande yo lo que conviniere”.
Antes de llegar al Archipiélago,
Luis de la Cueva había casado con la
joven viuda Elvira de Mendoza y Cárdenas, de la casa condal de Tendilla
(Guadalajara), con quien procreó diecinueve hijos.
Desembarcó el flamante capitán general por el puerto de La Luz de Gran Canaria el 19 de julio de 1589, haciendo aquel
mismo día su entrada solemne en Las
Palmas, acompañado de 600 soldados
que traía consigo; fijando en este lugar
la sede de la capitanía y su residencia privada, donde permaneció la Capitanía General hasta el año de 1656.
Don Luis efectuó su primera visita
a Tenerife el 4 de marzo del año siguiente, desembarcando por la playa
de Candelaria, donde le esperaban los
corregidores Tomás de Cangas, Luis
de San Martín y Gaspar de Soria, con
quienes visitó el venerable santuario
de la Virgen de Candelaria y de quienes recibió los primeros homenajes del
Cabildo tinerfeño.
De allí marchó a La Laguna, donde
revisó las milicias de esta ciudad, marchando seguidamente a visitar las for-
Castillo fortaleza
de Garachico, 1573
tificaciones de la isla, donde recorrió
sus caletas y desembarcaderos, deteniéndose particularmente en la playa
de San Marcos, de Icod, donde se construían seis fragatas destinadas a la defensa del archipiélago.
Hasta el año de 1656, como hemos
dicho, permaneció la Capitanía General en la ciudad de Las Palmas de Gran
Canaria, hasta que el general Alonso
Dávila y Guzmán se trasladó a Tenerife; aunque el primero en recibir autorización para elegir su residencia
donde considerase más conveniente
fue Jerónimo de Benavente en 1661,
que se estableció en la que después
sería conocida como la Casa de los Capitanes, de San Cristóbal de La Laguna.
El viaje a Tenerife lo debió repetir
meses más tarde, pues consta que el
26 de junio de 1590 moraba en Garachico, a donde acudió a recibir a las
monjas franciscanas del convento
de Santa Clara de La Laguna, que venían
a fundar el de San Diego en la hoy Villa
y Puerto de Garachico. Asimismo, inspeccionó las milicias locales, el tercio
de Daute, con capitalidad en esta villa, y el recién construido castillo de
San Miguel, artillado con sus piezas
montadas y provistas de suficiente mu-
Pocos años después, en 1740, el recién
llegado José Emparán fijó su residencia
en el número 13 de la calle de La Marina;
en 1791, el burgalés Antonio Gutiérrez
se instaló en la calle de San José, esquina
a San Francisco; en 1808, el tinerfeño
Carlos O’Donnell lo hizo en la Casa
Foronda, actual plaza de la Pila; los siguientes volvieron a la calle de La Marina.
En 1852 se autorizó la construcción
de un nuevo edificio que sirviera como
sede de la Capitanía en la plaza del Príncipe, en Santa Cruz de Tenerife, pero
tras la realización del proyecto éste recibió la negativa de la superioridad militar, por lo que al año siguiente se trasladó al Palacio de Carta, en la plaza de
la Candelaria. La ubicación definitiva
de la sede se fijó en 1881, cuando Valeriano Weyler y Nicolau se estableció
en el Palacio de Capitanía de la plaza
que luego llevaría su nombre, y cuyas
obras había ordenado iniciar él mismo
dos años antes, sobre un proyecto del
ingeniero militar Tomás Clavijo y
Castillo-Olivares.
Bibliografía
Archivo General de Simancas, Guerra
Moderna, Leg. 1.289
Antonio Rumeu de Armas, Piraterías y
Ataques Navales a las islas Canarias
José de Viera y Clavijo. Historia General
de las islas Canarias.
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