XVIII domingo del Tiempo Ordinario• AÑO / C • Lc 12, 13-21 ● Primera lectura ● Eclt 1,2;2,21-23 ● “¿Qué saca el ● Segunda lectura ● Col 3, 1-5.9-11 ● “Buscad los bienes hombre de todo su trabajo”. de allá arriba, donde está Cristo”. ● Salmo ● Sal 94 ● “Escucharemos tu voz, Señor”. ● Evangelio ● Lc 12, 13-21 ● “Lo que has acumulado, ¿de quién será?”. Lc 12, 13-21 13 Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». 14 Él le respondió: «Hombre, ¿quién me ha hecho juez y repartidor entre vosotros?». 15 Y prosiguió: «Guardaos bien de toda avaricia; que, aunque uno esté en la abundancia, no tiene asegurada la vida con sus riquezas». 16 Y les dijo una parábola: «Las fincas de un hombre rico dieron una gran cosecha. 17 Y él pensó: ¿Qué haré, pues no tengo donde almacenar mis cosechas? 18 Y se dijo: Destruiré mis graneros, los ampliaré y meteré en ellos todas mis cosechas y mis bienes. 19 Luego me diré: Tienes muchos bienes almacenados para largos años; descansa, come, bebe y pásalo bien. 20 Pero Dios le dijo: ¡Insensato, esta misma noche morirás!; ¿para quién será lo que has acaparado? 21 Así sucederá al que amontona riquezas para sí y no es rico a los ojos de Dios». La sabiduría popular dice que la avaricia rompe el saco. ● Cuentan (es un cuento) que un señor (o señora) era muy avaricioso. Uno de sus compañeros quiso aleccionarle. Un día le regaló un pez dorado y le dijo que ese pez se haría grande y cuando moriría todo él se convertiría en oro y llegaría a ser una de las personas más ricas del mundo. El señor con sumo cuidado se ocupó del pez que fue creciendo. Por ello tuvo que habilitarle un pequeño estanque en el jardín de la casa. Pero con los cuidados del dueño el pez cada día se iba haciendo más grande. Hasta que tuvo que procurarle un espacio enorme en una finca que poseía. Para cuidar a este pez tan grande fue gastando enormes cantidades de dinero. Un día el señor ya viejo falleció antes que el pez. Jamás se dio cuenta de lo que le habían regalado era una ballena. ● Le pido a Dios que me ilumine para que Él me descubra el sentido de la Palabra. ● Contemplo la escena concreta del hombre que se acerca a Jesús haciéndole una petición. Un hom● bre preocupado por las cosas materiales. Jesús escucha y le ofrece su camino a seguir, válido para todos. ● Por todas parte hoy se da suma importancia a los bienes materiales, se vive para ellos. ¿Cómo ilumina la propuesta de Jesús a nuestro mundo?, ¿a mi mundo?, ¿a mis planteamientos, a mis aspiraciones? ¿A veces nuestros grupos, nuestras comunidades, nuestra Iglesia puede caer en la tentación de buscar y vivir por lo material? ¿Qué imagen damos ante el mundo? Le doy gracias a Dios de tantas personas y grupos de iglesia que frente al dinero y a los bienes mantienen y promueven el estilo de Jesús. ● Llamadas. ● ● Oro a partir de todo ello. Notas para fijarnos en el Evangelio ● El Evangelio nos ofrece varios consejos de Jesús, sobre el uso de las riquezas. ● Como podemos observar se nos ofrecen unas reflexiones para no centrarnos exclusivamente en las necesidades físicas y ponernos en las manos de Dios. Pues la verdadera riqueza es el Proyecto de Dios, el Reino de Dios. Es hacia esa meta hacia la que deberían estar orientados todos nuestros pasos. ● Son muchas las veces que Jesús en el Evangelio se muestra crítico con el afán de poseer que tenemos las personas, e inculca el abandono en las manos de Dios, el buscar la verdadera riqueza. ● En el relato observamos que hay un diálogo entre un personaje que le pide a Jesús su intervención. ● A Jesús se le pide que intervenga para la distribución de unos bienes, para el reparto de una herencia. ● En el mundo judío de la época la práctica habitual trataba de mantener la herencia intacta. ● En ocasiones se pedía a los rabinos hacer de jueces para solucionar problemas de herencias. ● Este individuo de la escena pretende utilizar la autoridad de Jesús para conseguir lo que cree que es suyo, aunque sea una excepción. ● Jesús hace caso omiso de la situación concreta que le representa para que intervenga y formula unos criterios válidos para siempre en relación con los bienes de este mundo. ● Jesús viene a insistir en la línea que en otros momentos nos muestra: De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma. ● Jesús en todo el Evangelio se muestra crítico con el afán a las riquezas, con la codicia para proclamar que el ser humano sólo encontrará su seguridad en Dios, en el amor a las personas, en la realización del Proyecto de Dios. ● Jesús nos invita a evitar toda clase de codicia de riquezas y nos invita a procurar la verdadera riqueza que no pueden arrebatarnos los ladrones y ni se estropea. ● El horizonte pues de la vida del ser humano no concluye en este mundo, no está en comer y beber…, sino que tiene dimensiones mucho más amplias. Estamos hechos para estar con Dios. ● Por otra parte como aparece en el AT en el hecho del maná el pensamiento de la palabra de Dios está en lo suficiente, en buscar que haya para todos “ni al que coge mucho le sobre, ni al que coge poco le falta”. ● Este hombre individual bien podría representar hoy en día el colectivo del Norte, el grupo de todas las naciones ricas. Guardaos de toda clase de codicia Señor Jesús con los niños he jugado muchas veces a “veo veo”. Con ellos me he pasado ratos entretenidos y agradables. - “Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”…. “Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado ¿de quién será? Así será el que amasa riquezas para si y no es rico ante Dios.” Las advertencias que ofreces ante el peligro de las riquezas, de la avaricia, de acumular bienes son una constante en el Evangelio y en toda la vida de Jesús. Y si me fijo, Señor Jesús, en tu manera de vivir veo que nunca tu viviste para tener, no hiciste del dinero ni de las cosas ningún dios. ¿Qué veo en nuestro mundo? Veo una gran preocupación por tener… El dinero, en muchos casos, es el dios a quien se adora, a él se le ha hecho un gran altar Señor Jesús, viviste para dar, donde se reúne mucha gente para compartir, para entregarse a Dios dándole culto. y a las personas… Veo que proliferan por ello naciste pobre en un pesebre las entidades bancarias. y moriste desnudo en una cruz llegando Veo gente preocupada a decir que “el hijo del hombre no tiene por que no tienen… donde reclinar su cabeza”. Unos muchos y otros nada. ¡Qué actuales son tus advertencias! Veo que incluso en la Iglesia, a veces, ¡No han pasado de moda! damos la impresión de que lo que cuenta El motor de todo es estar cautivado es el dinero, las cosas. por tu Persona y por el Evangelio Veo que en muchos programas de TV si eso se da todo lo demás hay concursos que fomentan los deseos es secundario y resulta fácil de tener etc. desprenderse, ser solidario, etc. Las aspiraciones de poseer están ahí, Ayúdanos, Señor Jesús, a veces saltándose las normas a ser seguidores tuyos y del Evangelio, de justicia, por eso hay eso me parece que es lo fundamental. demasiados casos de corrupción. Gracias, Señor Jesús, por tu testimonio Pero también, Señor Jesús, y por tus palabras siempre actuales. veo que hay personas que son solidarias, que comparten, que lo dan todo, que hacen de la pobreza o de la austeridad uno de los signos distintivos de sus vidas porque están atraídos por Jesús y por el Evangelio, porque han hecho de Jesús su absoluto. Veo que hay muchas personas que no sólo dan cosas, tiempo… sino que se dan ellas mismas sin casi reservarse nada. Hoy, una vez más, Tú, Señor Jesús, nos muestras el camino: Ver ● Juzgar ● Actuar VER ay una experiencia propia de la edad adulta, H en la que uno se detiene y contempla su propia vida. A veces lo hacemos debido a una circunstancia grave (una enfermedad, accidente, catástrofe, muerte…), pero otras veces “ocurre”, sin más. Un día te paras a pensar en tu vida, en lo que la conforma, en aquello a lo que dedicas tu tiempo y atención… y uno se pregunta: “Y todo esto, ¿para qué?”, con un sentimiento indeterminado de vacío, de insatisfacción, incluso de sinsentido. JUZGAR la experiencia del autor del Eclesiastés, que E shemos escuchado en la 1ª lectura: Vanidad de vanidades… todo es vanidad… ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? Una pregunta que, por si no nos la hemos hecho antes nosotros, hoy es el Señor quien nos la plantea para que busquemos la respuesta. Una respuesta que tiene dos caminos: uno es el de concluir que todo es vanidad, ya que para la gran mayoría de la gente, la mayor parte del tiempo, de día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente; pero éste es un camino que desemboca en el vacío, el absurdo y el sinsentido de la existencia. Y el otro camino es el que se abre a Dios, como hemos escuchado en el Salmo: Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Calcular no es simplemente hacer operaciones matemáticas, es considerar, reflexionar algo con atención y cuidado; por tanto, como el salmista, debemos pedir a Dios que nos enseñe a reflexionar sobre los años de nuestra vida, para adquirir un corazón sensato. ¿Y en qué consiste tener un corazón sensato? Ante todo, en lo que Jesús nos ha dicho en el Evangelio: en recordar que aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes. Como decía Jesús en la parábola, nosotros solemos hacer nuestros planes, nuestros proyectos, nuestros cálculos… normalmente centrándonos en lo material, pero se nos olvida que en cualquier momento, como al hombre rico de la parábola, te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será? Y entonces, todo eso por lo que tanto nos afanamos, ¿para qué? ¿Merecía realmente la pena? Si para responder a esta pregunta queremos optar por el camino que se abre a Dios, deberemos tener en cuenta las palabras de Jesús: Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. De ahí la llamada de san Pablo en la 2ª lectura: buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo… aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. No se trata de despreciar los bienes u é?” q a r a p ¿ sto “Y todo e materiales, sino de servirnos de ellos para ser ricos ante Dios, puesto que Él es el término de nuestra existencia. Cuando en un momento dado nos planteamos: “Y todo esto, ¿para qué?”, si nos abrimos a Dios, es la oportunidad para llevar a la práctica lo que también decía san Pablo: Despojaos de la vieja condición humana, con sus obras, y revestíos de la nueva condición, que se va renovando como imagen de su creador, hasta llegar a conocerlo. Éste “despojarnos de la vieja condición” y “revestirnos de la nueva” es un proceso que dura toda la vida, alimentado por la oración, la Eucaristía, la Reconciliación, la formación en un Equipo de Vida, el compromiso cristiano… todo esto nos va renovando a imagen de Dios, y nos hace conocerle cada vez mejor, y responde a nuestro “Y todo esto, ¿para qué?” ACTUAR lguna vez, contemplando el curso de mi ¿A propia vida, me he planteado: “Y todo esto, ¿para qué?”? ¿A qué conclusión llegué? ¿Qué aspectos de mi vida calificaría de “vanidad”? ¿Qué lugar ocupa la preocupación por los bienes materiales? ¿Sé “calcular” mis años, reflexionar qué estoy haciendo y qué voy a hacer? ¿Estoy en proceso de “despojarme de la vieja condición” para “revestirme de la nueva? ¿Me sirvo de la oración, Eucaristía, formación, compromiso… para ello? Decía también san Pablo: No sigáis engañándoos unos a otros. No es agradable pensar en el rumbo de nuestra vida y encontrarnos con ese sentimiento de vacío, insatisfacción y sinsentido, pero no querer pensar en ello sería autoengañarnos. El Señor hoy nos invita a que, con Él, lo pensemos y optemos por el camino que Él nos ha abierto, y que utilicemos los medios que tenemos para renovarnos a imagen suya. Entonces, cuando nos preguntemos: “Y todo esto, ¿para qué?”, la respuesta no será el sinsentido, vanidad de vanidades, sino: “Para conocerle, para ser ricos ante Dios, y así un día poder gozar de la vida eterna en su Reino”. Acción Católica General Alfonso XI, 4 - 5º 28014 Madrid www.accioncatolicageneral.es [email protected]