Chernóbil. ayer, hoy y siempre

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Chernóbil. ayer, hoy y siempre
Autor Benito A. de la Morena
miércoles, 26 de abril de 2006
Al
cabo de 20 años del accidente de Chernóbil, aún se siguen relacionando
nuevos casos de cáncer con la tragedia nuclear. Un informe de la ONU
emitido en septiembre del 2005, verifica la existencia de hasta cuatro
mil victimas comprobadas entre Ucrania, Bielorrusia y Rusia. Otros
informes sitúan entre treinta y sesenta mil personas un número de
fallecidos, que la organización ecologista Greenpeace eleva a
doscientas mil.
Se estima que pudieron resultar afectadas, entre tres y cinco
millones de personas. Que la radiación alcanzó a países tan lejanos del
núcleo de la explosión, como Austria, Suiza y Francia, y que hoy,
veinte años después, los médicos siguen diagnosticando un número, muy
superior a lo habitual, de personas con enfermedades oncológicas y,
sobre todo, cáncer de tiroides, en las áreas más afectadas.
Fue durante la noche del 26 de abril de 1986, cuando la explosión de
uno de los reactores atómicos de la Central nuclear de Chernóbil, en
Ucrania, esparció hasta doscientas mil toneladas de material radiactivo
por toda Europa, generando una catástrofe sin precedentes, cuyas
consecuencias económicas, sociales y ambientales aún persisten. Según
el Instituto de radiología agrícola de Moscú, la exposición
crónica de los alimentos a bajos niveles de radiactividad, podría
generar modificaciones genéticas que aparecerían entre los 20 y 50 años
posteriores.
Tras los momentos de desconcierto ante el imprevisto, unas seiscientas
mil personas intentaron la titánica misión de construir el sarcófago de
hormigón con el que blindar el núcleo del reactor, ofrecer los primeros
auxilios a las victimas, organizar las evacuaciones, conocer los
niveles de radiación, planificar la restauración ambiental y ayudar en
lo que fuera preciso. De estos voluntarios que fueron conocidos como
los "liquidadores", ciento ochenta y tres mil figuran en el registro
ruso de afectados y muertos.
El triste aniversario de Chernóbil ha coincidido con el muy probable
respaldo de la Agencia Internacional de la Energía la cual, en su
informe anual que emitirá el próximo mes de noviembre, recomendará
volver al uso y desarrollo de una energía nuclear, actualmente
paralizada sobre la base del Tratado de No Proliferación Nuclear
firmado por 189 estados soberanos el 1 de julio de 1968.
El Tratado permite la posesión de armas nucleares a cinco países
firmantes, China, Rusia, Estados Unidos, Inglaterra y Francia, todos
ellos miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y se
comprometían a no usar ese tipo de armamento, ni ha transferir
tecnología sobre dichas armas nucleares a los otros países firmantes
del acuerdo.
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Cuarenta y dos años después, Rusia dispone de dieciséis mil ojivas
nucleares, Estados Unidos diez mil, China cuatrocientas, Francia
trescientas, Reino Unido e Israel doscientas, la India cuarenta y
cinco, Pakistán entre treinta y sesenta, Corea del Norte unas cinco y
en fase de desarrollo nuclear, la República Islámica de Irán. Unas
dieciséis mil quinientas ojivas de carga nuclear que podrían provocar
una serie de explosiones atómicas en cadena, de letales consecuencias
para la supervivencia de la especie humana.
Se considera que una bomba de un megatón es el estándar para los
arsenales militares actuales. Para entender la carga destructiva
de un megatón, basta con intuir sus efectos, sabiendo que la
bomba de Hiroshima era sólo de 0'015 megatones de potencia, es decir
casi 100 veces menos que el standard de bomba nuclear actual y
que causó más de 120.000 muertos.
Se sabe que la central de Chernóbil no era sólo una planta nuclear,
sino además un centro de producción de plutonio para armamento.
Que el Plutonio es un elemento habitual de este tipo de arma de
destrucción masiva y que está demostrado que produce cáncer de pulmón,
de hígado y de huesos en animales, y que el accidente de la planta
nuclear de Chernóbil esparció a la atmósfera una cantidad de energía
radiactiva equivalente a la que generarían entre cien y quinientas
bombas atómicas como las de Hiroshima y Nagasaki, es decir, casi como
un par de bombas de un megatón conteniendo su plutonio enriquecido.
Veinte megatones detonados a la altura del suelo produciría una bola de
fuego que haría desaparecer todo lo que hubiera en un radio de 5 Km, y
la lluvia radiactiva afectaría a una región equivalente a la mitad de
España, provocando un escenario de desolación, y con supervivientes
quemados sometidos a la confusión y desesperanza.
¿Es este el riesgo al que debemos someternos por mantener un
confort energético?. ¿Quién se beneficia realmente de este desarrollo
energético?.
¿Está justificada la reanudación de la utilización de la energía
nuclear como energía limpia alternativa ante la imposibilidad de
controlar las emisiones de CO2 derivadas de las energías fósiles
actuales?
¿Tengo derecho a hipotecar el futuro de las generaciones venideras?
Especial para barrameda.com.ar
Benito A. de la Morena
Huelva - España
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