Juan Pablo II y los jóvenes

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Juan Pablo II y los jóvenes
La vida de Juan Pablo II ha estado marcada, desde sus comienzos
como sacerdote, por el contacto directo con los jóvenes. Después de
su primer destino pastoral como vicario de la iglesia de la Asunción
en Niegowic, Karol Wojtyla es enviado a la parroquia de San Florian
en Cracovia; era 1949. Al poco tiempo, como capellán estudiantil,
inició una serie de actividades formativas con gente joven. Así,
todos los jueves por la noche se reunían a charlar temas que iban
desde la espiritualidad del alma humana hasta la existencia de Dios.
Con esto, Wojtyla buscaba demostrar que las respuestas del
Evangelio y la teología tenían explicaciones más profundas que las
de la ideología comunista. Formó también un coro y un grupo de
teatro con gente joven del lugar, a la vez que preparaba a los
novios del lugar para el sacramento del matrimonio. A esto último
destinó el Papa bastante tiempo, incluso un libro con profundas
consideraciones: Amor y responsabilidad.
Nicolás Massmann Bozzolo
Universidad de los Andes, Santiago de Chile
Roma, 22 de octubre de 1978
Juan Pablo II y los jóvenes
Son las 11:00 del 22 de octubre de 1978. En San Pedro, Karol Wojtyla inicia
la ceremonia con la que oficialmente será investido Papa. Muchos de los que
asisten a la Misa son jóvenes. No son pocos los que acuden por curiosidad, ya
que desean saber quién es el nuevo Papa polaco, primero no italiano en cerca de
400 años. Sin embargo, la gran mayoría están allí para expresar desde un
principio su unión al recién electo Romano Pontífice. Terminada la Santa Misa, a
eso de las 13:30, muchos jóvenes permanecen en la plaza San Pedro, y se crea la
sensación de que no pretenden dar por finalizada la ceremonia. Quieren seguir
acompañando al Papa Juan Pablo. Y no tienen que esperar mucho, pues pronto
se asoma por la ventana de su habitación para dirigir el Angelus. Finalizado, dirige
unas breves palabras a los jóvenes reunidos. Podríamos decir que son como la
razón más profunda que explica esa especial atención del Papa por los jóvenes:
Vosotros sois el porvenir del mundo, la esperanza de la Iglesia. Vosotros sois mi
esperanza. El mañana depende de vosotros.
En efecto, Juan Pablo II es consciente de que su pontificado estará
marcado por el cambio de milenio y por la puesta en marcha del programa trazado
en el recién concluido Concilio Vaticano II. Intuye con claridad que sus mayores
esfuerzos habrán de dirigirse a lo que él ha denominado la “reevangelización o
recristianización de la sociedad”. En esto los jóvenes desempeñan un papel
insustituible. Mucho espera de ellos el Santo Padre: ¡Yo creo en la juventud!, creo
en la juventud con todo mi corazón y con toda la fuerza de mi convencimiento
(Irlanda, 1979).Vosotros queridos amigos, marcareis la historia del futuro de la
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Iglesia. Estoy convencido de que no queréis una Iglesia que limite las exigencias
de Jesús o que venda a bajo precio los tesoros de la fe (…) (Viena). Esta
esperanza en la juventud parece como sellada en el mensaje final de su carta
dirigida a los jóvenes, en 1985: de vosotros depende el futuro, de vosotros
depende el final de este milenio y el comienzo del nuevo.
Karol Wojtyla y los jóvenes
La vida de Juan Pablo II ha estado marcada, desde sus comienzos como
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sacerdote, por el contacto directo con los jóvenes. Después de su primer destino
pastoral como vicario de la iglesia de la Asunción en Niegowic, Karol Wojtyla es
enviado a la parroquia de San Florian en Cracovia; era 1949. Al poco tiempo,
como capellán estudiantil, inició una serie de actividades formativas con gente
joven. Así, todos los jueves por la noche se reunían a charlar temas que iban
desde la espiritualidad del alma humana hasta la existencia de Dios. Con esto,
Wojtyla buscaba demostrar que las respuestas del Evangelio y la teología tenían
explicaciones más profundas que las de la ideología comunista. Formó también un
coro y un grupo de teatro con gente joven del lugar, a la vez que preparaba a los
novios del lugar para el sacramento del matrimonio. A esto último destinó el Papa
bastante tiempo, incluso un libro con profundas consideraciones: Amor y
responsabilidad.
Los lazos de amistad que Karol Wojtyla fue creando llevaron a que formara
un grupo de amigos, que llamó Srodowisko. Este grupo se dividía en dos, paczka
y rodzinka o pequeña familia. Esta última estaba compuesta por la gente más
joven. En ella se organizó un coro y lo comenzaron a llamar Wujek que en español
significa tío; se fue creando así un espacio de libertad y trasparente comunicación,
desconocida para muchos, debido a que el régimen impedía a los jóvenes este
tipo de reuniones realizadas prácticamente en la clandestinidad. Algo similar
ocurrió en Cuba, cuando en 1997 se reunió con cerca de 200.000 jóvenes, que
cantaron, bailaron y le contaron sus experiencias bajo el inclemente régimen
castrista. Y cuando éstos comenzaron a gritar: “El Papa es libre y quiere que todos
seamos libres”, él respondió: “Sí, el Papa es libre con esa libertad por la que Cristo
nos ha hecho libres.”
En sus excursiones en kajak, infaltables durante sus vacaciones desde el
53 hasta el 78, Wojtyla aprovechaba para conversar con cada uno sobre los más
diversos temas: desde la física (con los físicos), hasta Dios y Santa María. Las
Misas, durante esas jornadas las celebraba con frecuencia de un modo peculiar:
con el kajak invertido como altar y los remos cruzados improvisando una cruz.
Tampoco faltaron los partidos de fútbol en los que el sacerdote acostumbraba a
jugar de arquero. Desde entonces, Wojtyla ha destacado la importancia del
deporte para la formación moral y la sociabilidad de los jóvenes.
Desde 1951 fue profesor en la Universidad de Lublin donde impartió la
cátedra de ética. Sorprendía entre sus colegas la multitud de alumnos que asistían
a sus clases, muchos de ellos de manera voluntaria, pues el modo como abordaba
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las materias era sin dudas muy atractivo. Cuando fue nombrado obispo en 1958,
sus clases comenzaron a perder continuidad, cosa que no sucedió con el vínculo
que siguió manteniendo con los universitarios, ya que, como una vez dijo, la
pastoral con los universitarios ha sido para mi objeto de predilección particular.
¿Porqué esta sintonía?
Esta singular sintonía entre una figura aparentemente distante y una
juventud aparentemente desinteresada, creo que no tiene antecedentes en la
historia ni paralelos en la actualidad. A pesar de cargar con más de 100 viajes
fuera de Italia, un total de kilómetros equivalente a tres veces la vuelta al mundo,
haber sufrido 6 operaciones, y tener un promedio de 18 horas de trabajo diarios,
Juan Pablo II se siente joven con los jóvenes, y éstos con él parecen no sentir ni
las diferencias de edad ni de autoridad. El Papa se les presenta como un auténtico
amigo. Cuando éstos le llaman amigo en uno de sus viajes por América Latina, él
responde: Sí, soy vuestro amigo, pero un amigo exigente, ¿Cómo puede
producirse esta inusitada cercanía entre Juan Pablo II y los jóvenes del mundo,
cristianos y no cristianos? La respuesta tiene a mi juicio tres caras.
a) Sus cualidades humanas
Pienso que esto se debe, en primer lugar, a que el Papa Juan Pablo II tuvo
unas cualidades humanas excepcionales. Antes que todo, es un hombre que sabe
de la vida: ha sido obrero, universitario, ha participado en la Resistencia, ha escrito
dramas y poesías, ha vivido con la cabeza bien alta bajo un régimen ateo,
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totalitario y policíaco. La coherencia entre vida y palabra en el Papa hacen de su
figura un modelo de vida atractivo, quizás como nadie hoy en día. Mientras los
líderes mundiales se van quebrando por distintos flancos, la invariabilidad de su
mensaje y de su vida no sólo genera confianza, sino que además expresan, con
gran transparencia, las respuestas a las grandes preguntas que la juventud
contemporánea cree imposibles de resolver. Posee una extraordinaria simpatía,
que se refleja en incontables detalles de sus reuniones con los jóvenes.
Teniendo casi todo a su favor, en vez de condenar las conductas
equivocadas de la juventud actual, prefiere antes comprenderlas (que no significa
consentirlas o compartirlas). Y dedica tiempo a los jóvenes que quieren contarle
sus problemas: Lo que yo voy a deciros a vosotros no es tan importante como lo
que vosotros me vais a contar a mi, les comenta en una ocasión. Los jóvenes
acuden al Papa, porque realmente los toma en serio. En uno de sus viajes a
Francia, estando reunido con jóvenes en el Parque de los Príncipes, se le acerca
un muchacho que se declara ateo: “Soy ateo, Santo Padre; ayúdeme”. El Papa se
detiene de inmediato y le dirige unas palabras en medio de tumulto general. De
regreso en Roma siente cierta preocupación por su respuesta al joven francés;
quizás no fueron suficientes sus palabras. Comunica, entonces a su secretario
personal que desea le digan a aquel muchacho que el Papa está rezando por él y
que lamenta no haber podido darle una respuesta más detenida. Haciendo lo
imposible el comité organizador de la reunión logra dar con el joven. Le comunican
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el mensaje del Papa y para sorpresa de todos responde: “Es verdad, pero al salir
del acto fui a una librería y compré el Nuevo Testamento. Al abrirlo y leer, encontré
la respuesta a lo que buscaba. Ahora estoy recibiendo instrucción en la fe católica.
Díganle al Papa que pronto recibiré el Bautismo”.
Las largas conversaciones que mantiene con jóvenes invitados a
Castelgandolfo, su residencia de veraneo, casi siempre están dirigidas a escuchar
sus problemas e inquietudes. Desde entonces, sus problemas pasan a formar
parte de si vida e inquietudes. En una ocasión recibe a jóvenes exdrogadictos en
su residencia de verano; escucha sus testimonios y les trasmite paz. Finalizan
todos, tarde por la noche cantando canciones alegres en torno a una fogata. El
Papa cederá luego una pequeña villa de Castelgandolgo para que fuera convertida
en hogar de jóvenes que quieren liberarse de la droga. Episodios como éste casi
no se dan a conocer y son incontables…, hoy se ha abierto el tiempo para
conocerlos y darles el peso que merecen.
Por otro lado, la alegría del Papa se transmite a quienes lo rodean. No hay
reunión en la que los jóvenes no quieran cantarle alguna canción a la que él
mismo acompaña siguiendo el ritmo con la punta de sus zapatos o con el
movimiento de su bastón, y a veces, cantando él mismo. Incluso llega a bendecir
sus guitarras. La música es para él una forma de comunicación, un medio para
dialogar: La generación actual ha hecho de la guitarra su mejor aliada para dar
testimonio… porque con ese instrumento musical expresáis vuestros sentimientos
Os pido que continuéis con este método de dar testimonio como cristianos (Centro
Internacional de la Juventud Trabajadora, 1984).
b) Sus respuestas exigentes
En el mensaje y figura de Juan Pablo II se encuentran, también,
respondidas muchas de las grandes preguntas que la juventud contemporánea se
formula. El Papa sabe que el problema esencial de los jóvenes es profundamente
personal: en la juventud el hombre se personaliza, afirma. Porque en esa etapa de
la vida es cuándo se plantean aquellos absolutos que luego marcarán la vida
entera. El Papa utiliza, con frecuencia, el episodio del joven rico. La pregunta que
éste plantea al Señor se dirige al conocimiento de los medios para ser bueno. La
respuesta del Señor es categórica: primero exige el cumplimiento de las normas
morales básicas: los mandamientos. Luego, un salto de mayor envergadura:
dejarlo todo y seguirlo. Juan Pablo II sabe bien que los jóvenes se formulan esta
misma pregunta aún transcurrido 2000 años de diferencia. Y la respuesta que el
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Papa da sigue el mismo esquema del Señor. Pues sabe que los jóvenes de hoy
reclaman modelos éticos coherentes a quienes imitar: Jóvenes, amigos: Habéis de
ser vosotros mismos, sin dejaros manipular; teniendo modelos sólidos de
conducta. En una palabra: con modelos de vida en los que se pueda confiar (…).
Es el programa de vida para superar con el bien el mal. Es el programa de las
bienaventuranzas que Cristo os propone (Encuentro con los jóvenes en Madrid,
03/11/82). Como auténtica juventud tenéis que ver, juzgar y luego actuar según los
criterios del Evangelio de Jesucristo (Onitsha, Nigeria, 13/02/82).
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En otras ocasiones ha pedido a los jóvenes no dejar de ser la conciencia
crítica de la sociedad: Las personas de más edad tienen necesidad de vosotros
¡No las abandonáis! Sin vosotros, piensen lo que piensen, no podrán alcanzar
ninguno de los objetivos que se proponen (Amersfoort, 1985). El itinerario moral
del Evangelio, que actualiza el Papa a los jóvenes, supone también plantearles las
exigencias de una entrega total a Dios. Cuenta el cardenal primado de Polonia que
durante su visita de 48 horas a su país natal, con motivo de la Jornada Mundial de
la Juventud, en 1991 dejó como fruto cerca de 1000 vocaciones al sacerdocio y a
la vida religiosa. Precisamente la juventud se consolida cuando se vive el ideal de
vida cristiano: el Papa es joven porque imita a Cristo, que es la juventud misma,
dijo en una ocasión. El envejecimiento viene por el lado contrario: el seguimiento a
las ideologías, a los programas de existencia que atentan contra el mensaje de
Cristo: Aprendí de muchacho que un hombre cristiano deja de ser joven y no será
buen cristiano, cuando se deja seducir por doctrinas e ideologías que predican el
odio y la violencia (Belo Horizonte, Brasil, 1980).
Juan Pablo II sabe que el panorama que propone es exigente. Pero con
mayor certeza sabe que a los jóvenes esto no produce rechazo, por lo que tiene la
seguridad de que son los mismos jóvenes quienes persigue ideales de vida altos y
audaces A ellos responde en una ocasión en los siguientes: Queridos amigos y
amigas, permitidme ser franco con vosotros. Ya sé que habláis con perfecta buena
fe. Pero ¿estáis totalmente seguros de que la idea que os habéis hecho de Cristo
corresponde plenamente a la realidad de su persona? En realidad, el Evangelio
presenta a un Cristo muy exigente que invita a la conversión radical del corazón, a
desprenderse de los bienes de la tierra, al perdón de las ofensas, al amor a los
enemigos y hasta el sacrificio de la propia vida por amor al prójimo. (…) Así, si hoy
la Iglesia dice cosas que no gustan, es porque se siente obligada a hacerlo. Lo
hace por deber de lealtad. En realidad, le sería mucho más fácil atenerse a
generalidades. Pero a veces siente el deber, en armonía con el Evangelio de
Jesucristo, de mantener los ideales en su máxima apertura, aun a riesgo de tener
que desafiar las opiniones generales (Turín, Italia, 1988).
c) La manera cómo plantea el cristianismo: optimismo atrayente
El Papa ha dicho que no es él quien atrae a los jóvenes, sino que ellos lo
mueven a él: No es verdad que el Papa mueva a la gente de un extremo a otro del
mundo. Son ellos los que me llevan. Incluso ahora que me estoy haciendo mayor,
son ellos los que me están obligando a mantenerme joven; no dejan que me olvide
de mis experiencias, del descubrimiento continuo de la juventud y de la enorme
importancia de esa etapa para la vida d cualquier hombre (Respuesta Covadonga
O’Shea, Así piensa el Papa). Como consecuencia de esta intensa amistad entre el
Papa y los jóvenes, nace la Jornada Mundial de la Juventud. Al comienzo, fue una
reunión motivada por el Año Internacional de la Juventud, en 1985, organizado por
la ONU, en la que el Papa invitó a un grupo de jóvenes para reunirse con él en
Domingo de Ramos. Pero, cuenta el Papa, fueron los propios jóvenes quienes
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forjaron el Encuentro, los que me pidieron que siguiera convocándolos (Respuesta
Covadonga O’Shea, Así piensa el Papa).
El Papa es capaz de congregar a multitudes de jóvenes, porque les plantea
de un modo singular el cristianismo. El tono es siempre positivo y su visión de las
cosas está llena de optimismo. El método de comunicación con la gente joven es
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siempre el diálogo. No quiere dar cátedra doctrinal, sino mantener una
conversación sobre los temas que a los jóvenes ocupan. La conclusión a la que el
Papa llega, invariablemente, es la necesidad de mirar el rostro de Cristo. A los
jóvenes invita a no tener miedo de mirar al Señor. Juan Pablo II sabe que muchos
viven hoy con miedo al compromiso y a la entrega, a la generosidad. En un mundo
donde todo pasa y cambia en cosa de instantes, la juventud no tiene claro adónde
dirigir sus fuerzas y depositar su voluntad. El Papa responde siempre, que Cristo
es lo permanente, lo demás pasa. En el circuito de Monza, Italia, en 1983, decía a
los jóvenes congregados: ¡No tengáis miedo de Cristo! ¡Os lo repito hoy a vosotros
y a todos los jóvenes! ¡Él no provoca la alienación de vuestra identidad; no
envilece, no degrada ni rebaja vuestra razón; no oprime vuestra voluntad! ¡Él es el
Hijo de Dios, encarnado, muerto y resucitado por nuestra liberación auténtica y
total! ¡Él es nuestro Salvador, nuestro Amigo, nuestro Hermano! La fuerza y la
novedad de este planteamiento quiebran cualquier falsa expectativa. Los medios
de prensa especulaban , en 1997, que Juan Pablo II sería incapaz de movilizar a
la juventud parisina para la Jornada Mundial que allí tuvo lugar. ¿Resultados? Un
total de más de 500.000 jóvenes en la Misa de cierre. Este inesperado hecho no
sólo sirvió a los jóvenes, sino también a muchos obispos que desconfiaban de un
acogida tan favorable al Romano Pontífice.
La forma en que el Papa habla a los jóvenes evita siempre el uso de
expresiones negativas. El mundo está lo suficientemente lleno de aspectos
desalentadores que agregarlos en su discurso no tiene sentido. Al contrario, la
necesidad de exponer el cristianismo como una religión alegre es una de las cosas
que falta para atraer a los jóvenes a Cristo: El cristianismo es alegría y quien lo
profesa y lo refleja en su propia vida tiene el deber de testimoniar esa alegría, de
comunicarla, de difundirla en torno a sí (Turín, Italia, 1980). El Papa Juan Pablo
rescata las cosas humanas buenas y las alumbra para que siempre conduzcan a
Dios. El Papa anima a los científicos a continuar con sus progresos. En 1981
nombra una comisión para reinvestigar el caso Galileo. 32 científicos firman una
carta agradeciendo este noble gesto. Su esfuerzo por armonizar ciencia y fe se
materializan en “Fides et ratio”: el progreso científico no puede desliarse del
progreso humano, moral. En la misma línea, ante un mundo que confunde lo
satisfactorio con lo bello, el Papa invita a contemplar la naturaleza para descubrir
la belleza de Dios reflejada en sus criaturas: La intimidad humana se hace, en
contacto con la naturaleza, más transparente para el hombre y más abierta a la
reflexión profunda y a la acción de gracias, que espera el recogimiento interior del
corazón juvenil para obrar con mayor eficacia (Roma, 1979). La campaña por
darle contenido al amor es también otro campo en el que Juan Pablo II insiste a
los jóvenes. Los llama a vivir un amor limpio, sin dobleces, que generosamente se
entregue al bien de la persona amada. Su defensa del matrimonio lo llevó desde
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temprano a preparar parejas de novios jóvenes para que vivieran cristianamente
su matrimonio: Se conocían, se elegían y fundaban un hogar. Yo bendecía su
matrimonio, participaba en sus alegrías de padres jóvenes y bautizaba a los niños
que venían al mundo. Ellos confiaban en mí y hablábamos libremente de todos
sus problemas. El Papa es deportista, como los jóvenes. Entre el deporte y la vida
moral existe una fuerte conexión: ambos exigen virtudes y un crecimiento interior
para alcanzar sus objetivos. Sus aficiones van desde el montañismo (“nuestro
montañista de Wadowice” le llamada el cardenal primado de Cracovia, Stephan
Wyszynski), hasta el esquí y el kajak. Durante una visita a México, en 1979, de los
muchos regalos que le ofrecieron, al Papa agradó de modo especial el que le
hicieron los jugadores del Guadalajara F.C: un Cristo con una pelota de fútbol en
la mano, al tiempo que el estadio gritaba: “Viva el papa deportista”.
Llamado a la responsabilidad
No cabe duda que los jóvenes ocupan un espacio singular en el corazón del
Romano Pontífice: El Papa quiere a todos, pero siente especial predilección por
los jóvenes, porque tienen un puesto preferente en el corazón de Cristo, que
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deseaba estar con los niños y detenerse con los jóvenes; a los jóvenes dirigía
particularmente su llamada; y de Juan, el apóstol más joven, había hecho su
discípulo amado (Roma, 1978). Durante todo su pontificado, Juan Pablo II ha
quizo estampar en el corazón de todos los jóvenes un signo de responsabilidad. A
una periodista que le preguntaba acerca de qué era lo que él consideraba como lo
más importante de su pensamiento respecto a los jóvenes, respondió: En un
sentido muy real el siglo XXI les pertenece. Les pido: pensad muy en serio sobre
lo que queréis hacer de vuestra vida (Respuesta Covadonga O’Shea, Así piensa
el Papa). En su Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte (2001) el Papa concluye
con una invitación a llevar a cabo el duc in altum: ir mar adentro en la nueva
evangelización de la sociedad. Sin los jóvenes, piensa el Papa, esto no será
posible. Si vosotros no os decidís en ser los cristianos del nuevo milenio, entonces
nadie lo será
Fecha 15/04/2005
© ASOCIACIÓN ARVO 1980-2005
Contacto: mailto:[email protected]
Director de Revistas: Javier Martínez Cortés
Editor-Coordinador: Antonio Orozco Delclós
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