HISTORIA DE LA IGLESIA RAMAS A través de su historia, el cristianismo ha pasado por numerosas divisiones generando diversas sectas con creencias y tradiciones propias que varían de acuerdo a la cultura y el lugar. Estas amplias divisiones, a su vez, no son homogéneas. Por el contrario, algunas ramas poseen amplios desacuerdos y en otros casos la división omite simpatías existentes. Desde la Reforma, el cristianismo se representa normalmente como dividido en tres ramas principales: Protestantismo Catolicismo Con poco más de mil millones de miembros bautizados, esta categoría incluye a la Iglesia Católica Apostólica Romana, con fieles de tradición latina y otras comunidades católicas orientales. Tienen como común denominador el reconocer la autoridad del Papa y una marcada estructura organizacional. El protestantismo incluye numerosas denominaciones y doctrinas como: anglicanismo, luteranismo, Bautistas, metodismo, adventismo y pentecostalismo, los que descienden, directa o indirectamente, de la Iglesia Católica debido a la Reforma protestante del siglo XVI. En la actualidad, la corriente evangélica y fundamentalistas aseguran basarse sólo en la Biblia, y no por los dogmas establecidos por la Iglesia Católica. Esto ha provocado cierto grado de unión entre las diferentes ramas de cristianismo protestante, y ha creado una nueva generación de creyentes, los cuales no se identifican con ningún credo en particular, sino que simplemente se llaman "cristianos", aunque su origen proviene del protestantismo surgido del cisma provocado de la reforma iniciada por Martín Lutero. El total a través del mundo es de más de 600 millones de personas. Iglesia Ortodoxa La Iglesia Ortodoxa incluye la Iglesia Ortodoxa Griega, las Iglesias Orientales Ortodoxas y la Iglesia Asiria Oriental, con una membresía combinada de más de 240 millones de miembros bautizados. [ ]Aseguran una sucesión apostólica desde los tiempos de Jesús. Su organización está constituida por varias iglesias autocéfalas, que reconocen la autoridad, meramente simbólica, de acuerdo al patriarcado que correspondan . Antes del Edicto de Milán, el cristianismo primitivo era un movimiento ilegal, el cual muchos consideraban antisocial y ateo debido a que rehusaban realizar actividades religiosas paganas que se pensaba aplacaban a los dioses, convirtiéndose en una amenaza para la sociedad. Según Tertuliano, "Los cristianos tienen la culpa de todo desastre público y toda desgracia que sobreviene al pueblo. Si el Tíber sube hasta los muros, si el Nilo no sube e inunda los campos, si el cielo retiene la lluvia, si hay un terremoto o hambre o plaga, enseguida surge el clamor: '¡Los cristianos a los leones!'". Además de los motivos religiosos, también existen motivos políticos. Muchos emperadores se deificaban a sí mismos y exigían a los súbditos de su imperio el que adoraran sus estatuas colocadas en las plazas de las ciudades; igualmente exigían se les dirigiera como hijos de dioses y señor de señores. Los cristianos se negaban a realizar estos actos, debido a que para ellos era herético decirle hijo de Dios a otro que no fuera Jesucristo, lo mismo que señor de señores, al igual que la adoración de estatuas. Por ello, los cristianos solían ser vistos como renegados políticos que iban contra el status quo establecido, lo que propiciaba también sus persecuciones. Página 2 HISTORIA DE LA IGLESIA Ichthys IXΘΥΣ: Iota I=Jesús, Ji X=Christos, Theta Θ=Theou (de Dios), Ípsilon Υ=Uios (Hijo), Sigma Σ=Soter (Salvador) El ichtus o ichthys (ΙΦΘΥΣ, se pronuncia ijtus, con la u francesa) es un símbolo que consiste en dos arcos que se intersecan de forma que parece el perfil de un pez, y que fue empleado por los primeros cristianos como un símbolo secreto. La palabra del idioma griego ichthys significa pez, pero también es un acrónimo que proviene de las iniciales de "ΙΗΣΟΥΣ ΧΡΙΣΤΟΣ ΘΕΟΥ ΥΙΟΣ ΣΩΤΗΡ" (Iēsoûs Christós Theoû hYiós Sōtér), que significa "Jesucristo, Hijo de Dios, Redentor". El uso del ichtus como símbolo secreto pudo haber sido el siguiente: una persona dibujaba unas líneas rectas y curvas en la arena de forma aparentemente aleatoria, de las que una de ellas era un arco circular (medio ichtus). Si otra persona dibujaba más líneas en el suelo y completaba la figura, los dos sabrían que ambos eran cristianos. Antes del Edicto de Milán los cristianos no podían revelar abiertamente su fe, ya que corrían el riesgo de ser perseguidos o ejecutados. El Edicto de Milán (d.C. 313), conocido también como La tolerancia del cristianismo, fue un edicto promulgado en Milán que estableció la libertad de religión en el Imperio Romano, dando fin a las persecuciones dirigidas por las autoridades contra ciertos grupos religiosos, particularmente los cristianos. El edicto fue firmado por Constantino I y Licinio, dirigentes de los imperios romanos de Occidente y Oriente, respectivamente. En los siglos siguientes, todos los pueblos de Europa se fueron convirtiendo al cristianismo. La Iglesia hasta el siglo V Los Apóstoles, después de Pentecostés, comenzaron a predicar a todas las gentes (cfr. Act 2,1-41; 4,4) siguiendo el mandato de Jesucristo. es decir, a los que no eran judíos (cfr. Ef 3,5-12). Más tarde, en la ciudad de Antioquía donde muchos se habían bautizado-, los discípulos de Cristo "comenzaron a llamarse cristianos" (Act 11,26). Los Apóstoles fueron por todo el mundo entonces conocido. Las persecuciones La Iglesia sufrió persecuciones desde los comienzos. San Pedro, Cabeza del Colegio Apostólico, estableció su sede en Roma. San Pablo — que primero persiguió a la Iglesia y después se convirtió — realizó viajes por Asia Menor y por Europa abriendo las puertas de la fe a los "gentiles": Se le llama "El Apóstol de las Gentes". Las primeras persecuciones tuvieron lugar en Jerusalén, por parte de los judíos, y fueron ocasión para que se manifestara el origen y la naturaleza sobrenatural de la Iglesia (cfr. Act 5,38-39). Aunque los Primeros Cristianos gozaron de periodos de tranquilidad y paz, sufrieron durísimas persecuciones durante los tres primeros siglos, por orden de los emperadores romanos o con el consentimiento de las autoridades, por diversas causas: porque no querían someterse al culto estatal, que era lo políticamente correcto en aquella época ; -porque sus vidas contrastaban radicalmente con la inmoralidad generalizada de las costumbres paganas de su tiempo. Hubo numerosísimos Mártires (o "testigos"), a los que se tributó, desde el principio, una veneración especial, que se manifestaba especialmente en la conmemoración del día de su muerte (dies natalis) y en la erección de altares sobre sus reliquias. El primer mártir fue san Esteban (cfr. Act 7,54 y ss.). Los Padres de la Iglesia son escritores cristianos de esos primeros siglos que sobresalen por su fe y santidad de vida. Su vida y sus escritos tienen gran importancia para la transmisión fiel de la verdad revelada. La expusieron teológicamente y la defendieron de los errores que empezaron a surgir desde el comienzo. En los diversos guiones se van citando enseñanzas de algunos Padres, especialmente de san Clemente de Roma, tercer sucesor de san Pedro; de san Ignacio de Antioquía y de san Policarpo. Otros Padres de la Iglesia: san Jerónimo, san Agustín. Volumen 1, nº 1 Página 3 La Iglesia en la Edad Media Como su título indica, trata de la vida de la Iglesia y de los acontecimientos religiosos más relevantes que tuvieron lugar durante el medioevo: la conversión de los «bárbaros» – pueblos germánicos –, la institución monástica iniciada por San Benito, la alianza – y posteriores disputas – del papa y el emperador, el cisma de Oriente – Iglesia ortodoxa – y el de Occidente – l os papas en Avignon –, las Órdenes mendicantes, las cruzadas, la Inquisición, el románico y el gótico. Para comprender ésta época es clave subrayar la mentalidad geocéntrica reinante en la época medieval. El cisma de Oriente. En la edad Media se produjo el cisma, la ruptura de Oriente. En el siglo IX, Focio, patriarca de Constantinopla, acusó a Roma de haber corrompido la fe porque enseñaba, y rezaba en el Credo, que el Espíritu Santo procede del Padre "y del Hijo" (Filioque) (cfr. Catecismo, 246-248). En el siglo XI el patriarca Miguel Cerulario renovó las acusaciones de Focio Cruzadas siglos XI y XIII para liberar los Santos Lugares – la tierra donde había nacido y vivido Jesús – de la ocupación de los musulmanes. Aunque se emprendieron por motivos religiosos, también influyeron móviles políticoeconómicos y el espíritu caballeresco y aventurero de la época Son el ejemplo paradigmático de una Iglesia enredada hasta el cuello en un mundo loco. Las Cruzadas fueron una guerra comercial montada por los mercaderes venecianos contra las tasas impuestas a su comercio oriental y fue excomulgado, consumándose la ruptura o Cisma con que una parte de la Iglesia en Oriente se separó de la sede de Roma, sustrayéndose a la autoridad del Romano Pontífice. Todos los rasgos distintivos del cristianismo de Oriente, como la ausencia de una autoridad eclesiástica central, la estrecha relación con el Imperio, la tradición litúrgica y mística, el uso continuado de la lengua y de otros elementos de la cultura griega, así como su aislamiento a causa de la expansión musulmana, contribuyeron a su alejamiento de Occidente, lo que por último desembocó en el cisma entre las iglesias occidental y oriental. De modo general, los historiadores fechan el Gran Cisma a partir de 1054, cuando Roma y Constantinopla se excomulgaron mutuamente, aunque también se puede decir que la fecha fue 1204, cuando ejércitos procedentes de Occidente, de camino para arrebatar la Tierra Santa del dominio otomano (cruzadas), atacaron y arrasaron la ciudad cristiana de Constantinopla. Cualquiera que sea la fecha, la ruptura entre el cristianismo oriental y el occidental se ha mantenido hasta hoy, a pesar de los repetidos esfuerzos por lograr la reconciliación. La Iglesia de Constantinopla no apoyaba algunas de las exigencias jurisdiccionales de los papas, exigencias renovadas con vigor y amplificadas durante el pontificado de León IX (10481054) y sus sucesores. Oriente, a su vez, se opuso al cesaropapismo (subordinación de la Iglesia a un gobierno secular) que caracterizaba a la Iglesia romana. Cuando el líder Miguel Cerulario se convirtió en patriarca de Constantinopla en 1043, inició una ácida campaña contra las iglesias latinas de su propia ciudad para terminar clausurándolas. Sus ataques fueron dirigidos contra aspectos como el uso del pan ácimo por los latinos. El 7 de diciembre de 1965 las mutuas excomuniones fueron anuladas por el papa Pablo VI y por el patriarca Atenágoras I, como parte de un gran esfuerzo por acercar a las dos iglesias. Cruzadas: las ocho expediciones militares que se llevaron a cabo entre los por las autoridades musulmanas. Hasta que los mercaderes venecianos y todo lo que movían, que eran los grandes préstamos a las casas reales europeas, no tuvieron que rascarse el bolsillo nadie se preocupó de rescatar los Santos Lugares de manos infieles, pero en cuanto los musulmanes quisieron sacar tajada del comercio cristiano, estos hábiles comerciantes, dueños y señores de las altas finanzas europeas hasta tiempos del emperador Carlos I de España y V de Alemania, "convencieron" a los monarcas cristianos (que les debían un buen montón de dinero) para embarcarse en una guerra absurda cuya fachada era la reconquista de Tierra Santa. Con Jerusalén como objetivo oficial aunque el verdadero objetivo fuera el estratégico puerto de Acre. Y la Iglesia, necesitada de reafirmar un liderazgo terrenal cada vez más en cuestión, se metió hasta el cuello en aquella aventura de la que sólo salieron ganando los mercaderes. Esos mercaderes que consiguieron de Saladino tan ventajosos tratados comerciales. Órdenes militares: fundadas para defender a los cruzados, sus miembros eran mitad monjes, mitad soldados. Las más conocidas son: los Caballeros de San Juan de Jerusalén o de Malta, los Caballeros del Temple o Templarios y la Orden Teutónica. En España están la orden de Calatrava, la de Santiago y la de Alcántara. Cristiandad: así se llamó a la sociedad europea medieval, regida por la autoridad espiritual del papa y la autoridad política del emperador. Se concretó en el Sacro Imperio Romano-Germánico. La Inquisición Fue la respuesta de la Iglesia a sus propios miedos. Una Iglesia que olvidó a quién debía servir, una Iglesia demasiado mundana y bastante alejada de sus orígenes. El origen de la Inquisición fue meramente doctrinal: era un tribunal que juzgaba las "desviaciones" de la doctrina. Los que eran hallados culpables eran amonestados, pero no era un tribunal procesal, sino un órgano de control interno. Sin embargo, la cosa acabó degenerando en un verdadero tribunal que llegó a tener competencias jurídicas. Fue un error. Un error que se convirtió en un pecado contra Dios, porque entre las penas que el tribunal de la Inquisición podía imponer estaba la pena capital: la muerte. La Inquisición fue un reflejo del tiempo en el que la Iglesia vivía. La Inquisición nació en un tiempo oscuro donde imperaba la ley del más fuerte, un tiempo histórico que conocemos con el nombre de Edad Media: 1.000 años de barbarie de la que sólo se pudo salir volviendo a los orígenes clásicos. Las invasiones bárbaras, que dieron la puntilla a un Imperio Romano moribundo, que se mantenía en pie sólo por inercia, provocaron una caída de los valores cristianos mantenidos en la sociedad. Los nuevos gobernantes de Europa volvieron a imponer la esclavitud y costumbres que el cristianismo había desterrado siglos atrás. Y aunque todos estos bárbaros acabaron haciéndose cristianos, acomodaron la doctrina a sus costumbres pervirtiéndola en muchos casos. Los bárbaros despreciaban la cultura y más aún cuando se dieron cuenta de que habían derrotado al imperio más culto de la Tierra. Pero no todo se perdió, ya que la Iglesia logró mantener los únicos reductos de cultura que aún iluminaban muy débilmente Europa en esos monasterios es cuyas bibliotecas incansables monjes copiaban manuscritos para evitar que se perdieran. Y mientras tanto, para poder controlarla, los gobernantes inflaron a la Iglesia de poder terrenal. La Iglesia cometió el error de aceptarlo y así consiguieron interferir incansablemente en los asuntos internos de la Iglesia. Así pues, la Iglesia medieval es una Iglesia constantemente a la defensiva, una Iglesia que se afana en conservar lo que tiene. Y ahí está la verdadera clave de la creación de la Inquisición. Un error que vino dado por otros errores, que todos los cristianos asumimos como tal, como el sangriento error que fue y que nunca debió producirse. Nunca. La Iglesia desde el siglo XVI al XX LA REFORMA: A fines del siglo XV arraigó una corriente intelectual llamada humanismo que defendía el pensamiento libre frente al dogmatismo imperante. Además se presentaron las primeras críticas contra la corrupción de la Iglesia su afán de lucro. Muchos clérigos querían recuperar la rectitud de los primeros tiempos, dañada por la venta de indulgencias, que se había convertido en la principal fuente de recursos financieros para el papa y muchos obispos. En 1517, Martín Lutero, un monje agustino de wittenberg (Alemania), se negó a vender una indulgencia y, para protestar contra los abusos de esta práctica, redactó 95 tesis que envío al arzobispo de Maguncia. Al principio, Lutero quiso reformar la Iglesia desde dentro, pero se topó con una firme oposición. Al no querer retractarse y pedir que se demostrara su error mediante las Escrituras, negó la autoridad de Roma y fue excomulgado. Bajo la protección de Federico el Sabio, elector de Sajonia, escribió libros y panfletos, y sus ideas se extendieron rápidamente por toda Alemania y otros lugares de Europa. En Escandinavia se establecieron con gran rapidez iglesias luteranas que proclamaron su carácter nacional. EL CONCILIO DE TRENTO: Para frenar la rápida difusión del protestantismo, el Papa Paulo III convocó un concilio que sed reunió en Trento (Italia) de 1545 a 1563. Sentó las bases de una nueva conciencia y disciplina que caracterizarán al catolicismo hasta en concilio Vaticano II. Entre las decisiones promulgadas está la promulgación del catecismo, la edición definitiva de la Biblia (Vulgata), la reforma del libro de oraciones, y del misal, el sistema de formación de los clérigos, y una estricta reglamentación de los deberes de los católicos. Esta renovación conocida como contrarreforma, dio un nuevo impulso a la Iglesia Romana, pero impidió la reunificación con las otras iglesias cristianas.