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¡Yo me regreso al agua de la llave!
2014-08-20
Por: Pedro González García
Cuando era pequeño me gustaba tomar agua directamente de los bebederos de la escuela.
Después de un intenso partido de fútbol, el agua fresca que brotaba de los pequeños
hidrantes, era pues, detrás del gol del gane, la máxima experiencia que un niño de 12 años
podía vivir un caluroso lunes a medio día.
Nunca pensé que ese preciado líquido se vendería, años más tarde, en pequeñas botellas de
plástico, promovidas por exitosas campañas publicitarias, convirtiendo el agua potable en una
mercancía muy rentable.
La industria del agua embotellada genera en el país un valor de ventas de aproximadamente
13 mil millones de dólares anuales, (igual cantidad a la que reportó Brasil por la pasada Copa
del Mundo), con un crecimiento de más del 50% en los últimos cinco años.
Un estudio, realizado por Beverage Marketing Corporation, ubica a México desde el 2011,
como líder consumidor de agua embotellada con una demanda promedio de 246 litros anuales
per cápita, lo que significa el 13% del mercado mundial del agua. Tanta es la penetración, que
nuestro país sobrepasa en un 15% a naciones como Italia, segundo consumidor, o Estados
Unidos con más del doble de adquisición.
Lo anterior se traduce en más de 26 mil millones de litros que compramos en tierra azteca, de
los cuales, 18 mil millones son envasados en garrafón y 8 mil millones, es decir, el 30%, son
botellas individuales, superando por mucho a países como China.
Delia Montero, Doctora en Economía y Profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana,
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asegura que una familia mexicana destina 2,880 pesos anuales para comprar agua en botella
de plástico. Esto significa casi cuatro días de salario mínimo de un trabajador al mes.
Por su parte, las empresas embotelladoras obtienen ganancias de más del 457 por ciento por
la venta de agua envasada, ya que el precio de mil litros de agua de la llave (m3) es de aprox.
24 pesos, mientras que ese millar de litros embotellados cuesta al consumidor alrededor de
$11,000.
¿Se imaginan pagar 457 veces más el costo de cualquier otro producto, por ejemplo, la leche?
Además, con el costo de una botella de agua envasada de medio litro (7 pesos), podríamos
rellenar el mismo frasco cada día con agua del grifo durante casi ¡dos años seguidos! Lo
anterior sin tomar en cuenta, el saldo económico y ambiental de producir y desechar millones
de envases de plástico que tardarán por lo menos 500 años en desintegrarse.
¿Por qué entonces el incremento en la última década del consumo de agua embotellada en
México, cuando en otros países ha disminuido considerablemente, inclusive, se ha prohibido
su venta?
Algunas investigaciones académicas aseguran que se debe a la desconfianza en la
potabilidad del agua, fenómeno que se incrementó después del terremoto del 85, en donde se
tuvieron problemas con infiltraciones y tuberías rotas en algunas zonas del D.F. Otras, afirman
que se debe al no acceso a agua potable. Recordemos que el 9% de la población del país
carece de este servicio.
Sin embargo, ¿Qué sucede en León, cuando existe 99% de cobertura en zonas
regularizadas? ¿Qué ocurre con el millón 350 mil personas que sí cuentan con el servicio? ¿Lo
utilizan para su uso y consumo? ¿Confiamos en su potabilización? o ¿También alcanzó al
Bajío la moda y nos dejamos llevar por la propaganda de empresas que dicen extraen sus
aguas de manantiales con altos grados de pureza? (Publicidad que fue importada de Francia,
donde sí es norma que el agua se embotelle tal como sale de los manantiales que se
producen por los deshielos de las montañas nevadas).
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El alto consumo de agua embotellada no se debe a una mala calidad del agua. SAPAL ha
obtenido certificaciones y acreditaciones por su calidad del agua, reconocimientos nacionales
e internacionales, además de cumplir con los más altos estándares que las normas oficiales
mexicanas exigen (monitoreo-NOM 179-SSA1-1998- y cumplimiento calidad del aguamodificación 1 de la NOM SSA-127 1994).
Charles Fishman, autor de The Big Thirst (La Gran Sed) escribe sobre la gran paradoja en la
que el mundo vive. “El 53% de la gente que radica en la República de Fiyi no tiene acceso a
agua limpia, segura y potable” sin embargo, “un ciudadano de Estados Unidos o Europa
puede ir a la tienda de la esquina y comprar agua de Fiyi limpia y segura más fácilmente que
la gente que vive allí.”
Y agrega: “El agua embotellada no es mejor que la de grifo en donde existen sistemas
confiables de depuración y provisión de agua. Inclusive, puesta en el refrigerador, el agua
corriente es mucho mejor en sabor, calidad y confiabilidad que la embotellada”.
Algunas personas aseguran que la razón es el gusto a cloro, cuando éste es un factor de que
el agua que bebemos está libre de gérmenes y bacterias. Dejarla reposar por 15 minutos en
una botella de boca grande para que el gas cloro se libere y regrese su sabor, es un buen
hábito que hay que tomar. Limpiar nuestros tinacos cada seis meses y mantener nuestras
redes internas de casa, también nos aseguran que después de la toma, el agua seguirá
conservando su estado potable.
Me quedo con la reflexión de la Dra. Escobedo que en su investigación sobre el mercado del
agua embotellada afirma: “(el agua) Debe ser un mercado regulado y no es así. Se
desconocen muchos de los procedimientos de purificación, de las fuentes de
aprovisionamiento —si son pozos propios o la obtienen de las tuberías municipales—, de sus
análisis de laboratorio y, en general, se desconocen sus convenios respectivos. No informan
claramente al consumidor la fecha de caducidad, porque aunque sea líquido especialmente
tratado para el consumo humano, también caduca al estar embotellado en material plástico
(PET), que produce gérmenes luego de cierto periodo”.
No debemos de crear una nueva cultura del consumo de agua de la llave, sino regresar a ella,
a esa sabiduría de compartir (“un vaso de agua no se le niega a nadie”), a la cultura de
menos consumismo y más realidad. A sentirnos orgullosos de lo que hemos avanzado, de lo
que hemos construido juntos, como SAPAL, el mejor organismo de agua de México. Por eso
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y muchas razones más, ¡yo me regreso al agua de la llave!.
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