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NACIONALES
JULIO 2015 > miércoles 22
En la misma trinchera.
Complejidades de una historia común
batallas de Bull Run, Chantilly, Antietam, y
Gettysburg, el 1ro. de julio de 1863, donde
resultó prisionero. Un canje en enero de
1864 propició su libertad. Se reincorporó a
los ejércitos de la Unión, y junto a los generales William T. Sherman y Ulysses S.
Grant, realizó la gran marcha hacia el mar.
Adolfo fue capitán.
Años después ambos alcanzaron en Cuba
la jerarquía de mayores generales del Ejército
Libertador. Federico, que fue un excelente
pintor —varias de sus obras se exhibieron
recientemente en el Museo de la Ciudad y
otras se muestran en la exposición permanente del Museo de Bellas Artes de La
Habana—, sustituyó como jefe del Estado
Mayor del Ejército Libertador al general
norteamericano Thomas Jordan. Ambos hermanos murieron por Cuba; Federico, más
conocido como “el general candela”, fue fusilado en Nuevitas, el 1ro. de julio de 1871.
Adolfo el 24 de diciembre de ese mismo año,
en los montes de la Ciénaga de Zapata, enfermo de paludismo.
René González Barrios
El 13 de noviembre de 1990, en ocasión del
Día del Veterano, las autoridades de la Base
Naval de Estados Unidos en la bahía de
Guantánamo develaron una tarja a la memoria de los cubanos que, combatiendo en las
Fuerzas Armadas de ese país, murieron en la
Primera y Segunda Guerra Mundial, y en las
guerras de Corea, Vietnam y Líbano. Un coronel norteamericano —de origen cubano—,
develó la placa. Inescrupulosamente se entremezclaba en aquel acto, la noble participación de cubanos en la lucha contra el militarismo alemán y el fascismo, con el servilismo
de quienes se unieron al imperio en injustificadas intervenciones militares.
La noticia, que personalmente me indignó,
movió sin embargo mi curiosidad de investigador a la búsqueda de información sobre la participación de cubanos en los diferentes conflictos bélicos en los que se vio inmerso Estados
Unidos en su historia. Era imposible que dada
la cercanía y mutuas influencias, no hubiera
antecedentes al respecto. La investigación, continúa siendo una deuda con nuestros pueblos
de los historiadores de ambos países. Los elementos que relacionaré, son apenas la punta
del iceberg de una historia por escribir.
LAS BATALLAS POR
SANTIAGO Y GUANTÁNAMO
Durante la intervención estadounidense en la guerra que libraban los cubanos por su independencia
de España, a pesar de que la mayoría de los jefes norteños no reconocieron la valía de los cubanos,
hubo lugares en que mambises y norteamericanos confraternizaron en la batalla.
INDEPENDENCIA DE ESTADOS UNIDOS
La historia común comienza en el apoyo
que España brindó, desde la isla de Cuba, a los
padres de la independencia de Estados Unidos. El historiador cubano Eduardo TorresCueva, en su documentado trabajo “Lo que le
debe la independencia de los Estados Unidos
a Cuba. La ayuda olvidada”, demuestra el
importante papel de La Habana, en hombres
y dinero, para aquella causa. Más de 1 200
combatientes habaneros del Regimiento de
Fijos de La Habana y los Batallones de Pardos
y Morenos, junto a tropas españolas, desalojaron a los ingleses de la Florida, el cauce del río
Mississippi y las islas Bahamas.
En julio de 1781, el ejército de George
Washington se encontraba en una precaria situación financiera y de abastecimientos. Se
comentaba con fuerza la posibilidad de insubordinaciones y amotinamientos a causa de
llevar los soldados varios meses sin recibir
paga. En esas circunstancias, se necesitaba la
suma de un millón doscientas mil libras esterlinas para paliar la crisis. Un millón ochocientos mil pesos oro reales se recaudaron en la Isla,
una parte proveniente de los fondos de la
administración colonial, y el grueso de una
recaudación pública en La Habana. Las damas
habaneras entregaron joyas y dinero, para contribuir a la independencia de Estados Unidos.
Eran tiempos en los que aún no se forjaba
la nación cubana. Aquellos episodios formaban parte de la estrategia de la metrópolis colonial española en pos de debilitar a Inglaterra, su rival político y militar. No obstante,
marca una pauta digna de reflexión.
CUBANOS EN LA GUERRA DE SECESIÓN
Entre los años 1861 y 1865, Estados Unidos
se vio inmerso en la más cruenta guerra que
recuerde la historia de esa nación en su territorio. La pugna entre los intereses económicos del norte industrial y el sur aferrado a la
esclavitud, fue el factor detonador que desangró al país. Ambas causas, ganaron adeptos y
hombres de diversas nacionalidades tomaron
parte en el conflicto. La antiesclavista comandada por Abraham Lincoln, despertó el interés
de cubanos enemigos de aquel flagelo.
Pensando en la abolición de la esclavitud en
Federico Fernández Cavada.
Adolfo Fernández Cavada.
Cuba, hijos de la Isla se enrolaron en los ejércitos de la Unión y con ellos, hicieron armas.
El camagüeyano Antonio Lorenzo Luaces
Iraola, había estudiado medicina en Estados
Unidos. Comenzada la guerra, se incorporó al
cuerpo de sanidad militar, donde sirvió hasta
el fin de la misma. A inicios de la Guerra de los
Diez Años regresó a Cuba, el 11 de mayo de
1869, como expedicionario del Perrit, a las
órdenes del general norteamericano Thomas
Jordan. Fue uno de los 35 jinetes que el 8 de
octubre de 1871 participara en el legendario
rescate del brigadier Julio Sanguily. A la
muerte del general Ignacio Agramonte, peleó
subordinado al general dominicano Máximo
Gómez, a quien acompañó en combates como La Sacra y Palo Seco, la batalla de Las
Guásimas, y la invasión al territorio de Las
Villas, junto al brigadier estadounidense
Henry Reeve. Sirviendo en la sanidad militar,
fue hecho prisionero en los campos de Cuba
y fusilado el 21 de abril de 1875 en la ciudad
de Puerto Príncipe.
También camagüeyano era el odontólogo
Ángel del Castillo Agramonte, quien en
Estados Unidos, se unió a las milicias de
Pennsylvania con las que hizo la guerra. Fue
uno de los jefes del levantamiento militar en
Camagüey, y por su experiencia bélica, nombrado Brigadier del Ejército Libertador. Murió
durante el ataque al poblado de Lázaro López, actual provincia de Ciego de Ávila, el 9 de
septiembre de 1869.
Médico era Sebastián Amábile Correa,
quien muy joven ingresó como soldado a los
ejércitos de la Unión. Al terminar la guerra,
permaneció en Estados Unidos, retornando a
la patria, junto a Luaces, a bordo del Perrit.
Murió como consecuencia de heridas de
combate, el 29 de mayo de 1869, 18 días después del desembarco.
Los hermanos Federico y Adolfo Fernández Cavada Howard, cienfuegueros,
pelearon también en los ejércitos de la
Unión. Federico residía en la ciudad de Filadelfia, cuando ingresó al 23 Regimiento
de Voluntarios de Pennsylvania con grado
de capitán, en el cuerpo de ingenieros.
Por méritos de guerra alcanzó el grado de
teniente coronel, participando en las
Al producirse la intervención militar de Estados Unidos en la guerra de independencia
de Cuba en 1898, tuvo el Lugarteniente General Calixto García Íñiguez, la misión de representar al mando militar cubano ante las
autoridades norteamericanas y auxiliarlas en
las operaciones militares. El jefe cubano lo hizo con transparencia, patriotismo e idealismo.
En aquellos combates hubo derroche de
heroísmo por los contendientes, particularmente por los avezados mambises. Hasta la
prensa jingoísta norteamericana encabezada
por Joseph Pulizer y William R. Hearst, salió
en defensa del soldado cubano. El Herald de
Nueva York, destacaba: “…su conocimiento
como exploradores es perfecto y además son
fuertes en su resistencia y buenos camaradas.
Sus cualidades como soldados, son verdaderamente maravillosas”.
El The New York Journal, refería: “…los
soldados andrajosos de García y Gómez pueden ser una minoría. También lo eran los soldados andrajosos de Washington…” y concluía afirmando que la suma de miles de
peninsulares residentes en Cuba, no valía
“…en la escala de merecimientos lo que el más
andrajoso soldado que ha peleado bajo la bandera de la Estrella Solitaria de la República”.
En un artículo publicado en enero de 1993
por la revista especializada Military Review,
titulado “Operaciones conjuntas y combinadas en la campaña de Santiago de 1898”, el
teniente coronel Peter S. Kindsvatter, del
Ejército de Estados Unidos, reconocía que:
“…el General García, había ido recibiendo cada vez menos atención mientras se
desarrollaba la campaña; así Shafter no dispuso que los cubanos participaran en las
negociaciones ni les invitó a la ceremonia de
rendición. De hecho, no se les permitió entrar
en Santiago, supuestamente para evitar la
posibilidad de violencia y robos. Igualmente
insultante para los cubanos fue la decisión de
Shafter de mantener en sus puestos gubernamentales a los funcionarios civiles españoles; funcionarios estos a quienes los cubanos
trataron de expulsar durante tres años de
lucha. El desprecio de Shafter —y la mayoría
de los estadounidenses— hacia los cubanos
se hace evidente en esta carta dirigida a su
madre: “El Ejército no tiene mucha compasión por los cubanos. Todos los que hemos
conocido aquí son negros sucios detestables
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