Directora: Luisa del Rosario. Editor: Xoán M. Carreira. Diseño y mantenimiento: Mundoclasico.com Portada Hoy Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Hoy Noticias Convocatorias Artículos Índice Conocer Contra viento y marea Crónicas Porteñas Editorial El atril escéptico El Espía de Mahler Entrevistas European Musical Heritage and Migration Fichero Clásico Jazz La columna de Angel Mayo Literatura Los jueves, ópera Mis bailarinas favoritas Modern Times Música + Mvsica Antiqva Obituario Ópera Opinión Perfil Perspectivas Por el Mar de las Antillas Quién fue Reportajes The Ice House's Tales Totus Tuus Vicus Tuscus Críticas Conciertos Discos DVD Libros y Partituras Servicios Buscar Cataluña Adina solar Barcelona, 04.06.2005. Gran Teatre del Liceu. L’elisir d’amore. Ópera en dos actos. Libreto de Felice Romani. Música de Gaetano Donizetti (estreno, Milán, 12.05.1832). Producción del Gran Teatre del Liceu. Mario Gas, dirección de escena. José Antonio Gutiérrez, dirección de escena adjunta. Marcelo Grande, escenografía y vestuarios. Quico Gutiérrez, iluminación. Elenco: Giuseppe Filianoti (Nemorino). Angela Gheorghiu (Adina). Christopher Schaldebrand (Belcore). Paolo Rumetz (Dulcamara). Cristina Obregón (Gianetta). Orquestra Simfònica y Cor del Gran Teatre del Liceu. Daniele Callegari, dirección musical. Pablo-L. Rodríguez Angela Gheorghiu llegó, cantó, triunfó y se marchó. La cantante rumana volvía al Liceu tras su exitoso recital del año pasado pero en esta ocasión para cantar por vez primera una ópera completa. Con su debú operístico se pretendía además poner el broche de oro a la producción propia de L'elisir d'amore que el teatro barcelonés ha repuesto esta temporada con un gran despliegue de repartos vocales estelares en una veintena de representaciones que se iniciaron el pasado mes de marzo y ha culminado a comienzos de este mes de junio. Así, por ejemplo, por los dos papeles protagonistas de la ópera han desfilado en esta ocasión algunos de las principales cantantes de ópera italiana del momento además de la Gheorghiu, como las sopranos Mariella Devia y Maria Bayo o los tenores Joseph Calleja, Giuseppe Filianoti, Raúl Giménez y Rolando Villazón. A todos ellos se ha unido un amplio reparto de 'Belcores' y 'Dulcamaras', y en la mayor parte de las funciones se ha contado con la dirección musical del milanés Daniele Callegari. La ‘Adina’ de Gheorghiu Un inoportuno resfriado ha impedido a la Gheorghiu cantar la segunda función de L’elisir d’amore que debería haber tenido lugar el pasado día 7. Sin embargo, su actuación del día 4 dejó bien claras sus virtudes y también sus debilidades. Coqueta a la par que elegante, con una presencia escénica estupenda y una voz prodigiosa, la cantante rumana es la diva operística del momento, un título que ostenta con orgullo. De hecho, en su última visita a Barcelona afirmó que para ella la existencia de los divos es algo necesario en la ópera actual. Adora “ser una diva y tener el poder de emocionar, ilusionar y hacer soñar al público” y odia el poder de los directores de escena de los que no acepta “imposiciones y comportamientos dictatoriales”. Su famosa espantada del Teatro Real al comienzo de la temporada 2003/2004 del estreno de La Traviata, que hizo correr ríos de tinta en varios diarios nacionales, estuvo relacionada según parece con sus desavenencias con el escenógrafo Pier Luigi Pizzi. Sin embargo, esta postura intransigente contra los directores de escena la justifica en que para ella “la ópera es un trabajo de equipo”, algo que puede parecer contradictorio al verla en escena. La impresión que me dio en su actuación es la de una estrella que hacía que todo girase a su alrededor, especialmente para cualquiera que haya podido ver en esta misma producción la 'Adina' bien diferente escénicamente de Mariella Devia. La 'Adina' de Gheorghiu tiene sus propias ideas en cuanto a movimiento, vestuario y comportamiento en el escenario. La cantante rumana bailó, jugó, se divirtió de lo lindo y hasta se permitió dar indicaciones musicales al resto de sus colegas y al coro, pues parecía no estar por momentos muy de acuerdo con algunos planteamientos musicales de Callegari. palabra... Buscar tu email... Alta Baja Enviar Buscar Colaboradores Foros Abonados De acuerdo que 'Adina' es un personaje de mujer compleja, caprichosa, cínica e independiente, pero tampoco era para tomarse eso como una disculpa para ir a su aire. Sin duda, la presencia de la cantante rumana alteró de alguna forma el normal funcionamiento de una producción muy rodada en el teatro, algo que desequilibró el resultado final de la misma. Aunque, siendo justos, eso no fue culpa exclusiva de ella. Su intervención vocal fue intachable y nadie puede poner en duda que fue la gran triunfadora de la velada por encima del resto de los cantantes, el coro, la orquesta y el director. Para ello su interpretación fue musicalmente construida con una estrategia casi deportiva, como si de una maratón se tratase. Así, en su cavatina de presentación comenzó cantando con muy poca voz, lo que obligó a la orquesta a adaptarse (no sin dificultad) a la dinámica de la diva rumana. No obstante, desde el principio el listón lo puso muy alto tanto en musicalidad, con un extraordinario legato en la narración de la historia de Isolda, como en seguridad técnica, tanto en el registro grave (formidable “per sempre benedì”) como en el agudo, llegando en la parte final con mucha seguridad al terrible Si natural. Tras esta cavatina fue ganando en confianza el resto del acto, tal como demostró en la coloratura final de la escena siguiente que hizo con gran ligereza, culminando con un espectacular Re sobreagudo de su cosecha que arrancó los primeros aplausos del público. Sin duda, el momento más logrado de la diva rumana en el primer acto fue el dúo con 'Nemorino' de la tercera escena, en donde hizo de una manera proverbial el Cantabile 'Chiedi all’aura' con todos los adornos que hay en la partitura, a pesar de que Callegari no fue en este caso capaz de acompañarla como se merecía. Gheorghiu reservó lo mejor de su arte para el segundo acto y especialmente para su aria final que convirtió en el mejor momento de su intervención (y, sin duda, de toda la ópera). En ella todos los presentes sucumbimos ante la extraordinaria interpretación de la rumana desde la primera palabra 'Prendi' en donde unió las dos sílabas con un elegantísimo glissando. A la belleza vocal y el legato ya escuchado en sus otras intervenciones, añadió aquí una musicalidad portentosa que esta vez sí encontró soporte en el foso por parte de Callegari. Las cadencias le salieron con una naturalidad pasmosa y además sin salirse un ápice de lo escrito por Donizetti en la partitura, alcanzando con la mayor facilidad del mundo el Do sobreagudo. El Allegro final del aria, que es donde 'Adina' confiesa su amor a 'Nemorino' ('Si, mi sei caro e t’amo') fue el momento más intenso de toda la ópera y donde la Gheorghiu derrochó belleza y virtuosismo a partes iguales, lo que motivó un estruendo en el público que duró varios minutos. Y es que para muchos parecía que después de lo escuchado la ópera ya había terminado. Gheorghiu y Filianoti El ‘Nemorino’ de Filianoti Otro de los responsables del éxito de ese final de la novena escena del segundo acto fue Giuseppe Filianoti. El tenor calabrés que hizo esta temporada en el Liceu un destacado 'duque de Mantua' en Rigoletto y que viene de hacer en Florencia un elegante 'Don Ottavio' del Don Giovanni junto a Zubin Mehta afrontó un 'Nemorino' pleno de voz y juventud desde su primera intervención. Este personaje debe equilibrar la dimensión cómica e ingenia propia de una ópera bufa con la capacidad expresiva de una ópera seria, de ahí su dificultad inicial. Filianoti encaró este papel con personalidad y se empleó a fondo desde su cavatina de presentación que fue uno de los momentos más destacados de su actuación. Aquí demostró su frescura vocal a la par que un fraseo muy refinado y bien trazado, aunque quizá un tanto afectado. Al mismo tiempo, su interpretación teatral estaba muy bien integrada con su forma de cantar, atendiendo con gran belleza a las indicaciones de rallentando o a piacere que hay en la partitura. Al final se marcó una fermata en donde demostró su poderío en el registro agudo que fue premiado con sonoros aplausos del público. Su intervención fue en general intachable, tanto en lo cómico como en lo lírico, y el tenor calabrés trató en todo momento de igualar el éxito que había conseguido en este mismo papel el mexicano Rolando Villazón la semana anterior en el Liceu. Fue muy bella su súplica en el Larghetto de final del primer acto 'Adina credimi, te ne scongiuro' que hizo con gran passione e legato aunque no con naturalidad. Nadie puede dudar que los tenores de nuestro tiempo (Villazón incluido) canten bien bel canto, pero se ha perdido en parte la naturalidad vocal del pasado. Escuchen sino, por ejemplo, la forma en que cantaba este mismo pasaje el gran Titto Schipa en sus grabaciones de 1926 ó 1928 (reeditadas hoy en CD por Pearl y Nimbus, respectivamente) y verán qué forma tan natural de hacer bel canto (hoy en completo desuso) con una voz ligera y dúctil, y donde cada nota cantada está directamente ligada al texto con una claridad y belleza insuperables. Es una pena que no haya quedado ninguna grabación completa de Schipa del papel de 'Nemorino', a pesar de que lo cantó mucho en los años veinte y treinta del siglo pasado. Por fortuna, disponemos de otras dos grabaciones de 1925 y 1929 de la popular romanza 'Una furtiva lagrima' que resultan ideales en cuanto a sensibilidad y naturalidad, y constituyen un modelo que los tenores de hoy deberían tomar más en consideración. Filianoti hizo lo que hacen hoy muchos tenores de primera fila, es decir, cantar con gran legato y belleza, pero utilizando un registro un tanto antinatural y afectado. Desgraciadamente, el tenor calabrés tuvo la mala suerte de tener que luchar contra una flema que estropeó en buena medida la parte final de la romanza, y que resultó especialmente grave al apoyarse sobre el Sol agudo en chiedo, aunque ello no le quitó ningún mérito y el público supo perdonarle. Coro de introducción en la primera escena del segundo acto ‘Belcore’, ‘Dulcamara’, 'Gianetta y el coro A quien no perdonó el público fue al barítono Christopher Schaldenbrand que debutaba en el Liceu con el papel de 'Belcore'. Es posible que este barítono americano no disponga del registro vocal ni de las maneras teatrales para representar al miles gloriosus en que se basa este personaje, pero cantó con profesionalidad y se llevó a cambio un abucheo ciertamente exagerado y poco elegante. Sin duda, este papel es de una dificultad formidable tanto desde el punto técnico como por la enorme tesitura que tiene ya desde la cavatina de presentación 'Come Paride vezzoso'. Aquí Schaldenbrand lo paso francamente mal tanto en los adornos de la parte final ('cede a Marte, Dio guerriero') del Andantino como especialmente en el Allegro vivace con esas terribles sucesiones de corcheas ligadas en la parte aguda que culminan en un Re3 (el techo vocal del personaje) al que ciertamente el barítono americano llegó con mucha dificultad. No obstante, creo que si bien no se merecía una ovación, el público fue muy injusto con él. Por contra, con quien el público fue muy benévolo fue con el barítono Paolo Rumetz, que también debutaba en el Liceu, ya que su 'Dulcamara' fue casi tan flojo como el 'Belcore' de Schaldenbrand. Bien es verdad que Rumetz llegó a Barcelona en el último momento para sustituir la prevista baja de Carlos Chausson por enfermedad (ya había cancelado su participación en el Don Giovanni de Jérez a finales del mes pasado), pero eso no puede disculpar algunas evidentes deficiencias de su personaje en el primer acto. 'Dulcamara' es un personaje claramente enrraizado en la tradición de la ópera bufa, en este caso una charlatán que se beneficia económicamente de la gente humilde. Su cavatina de presentación 'Udite, udite' empezó bastante bien, pero en la difícil sección en silabato ('È questo l’odontalgico') se vino abajo y no fue capaz de seguir a la orquesta, llegando a pararse en varias ocasiones. Sin embargo, su intervención mejoró bastante en el segundo acto, tanto en la Barcarola como en el Finale en donde consiguió dar un carácter acertado y equilibrado a su personaje, aunque abusó bastante del vibrato. En cuanto a las voces locales, de 'Gianetta' y el coro, el resultado fue en general de lo bueno a lo destacable. La joven soprano gaditana Cristina Obregón dispone de una voz muy bella que ha lucido ya en diferentes papeles secundarios en el Liceu, como el de 'Woglinde' de Das Rheingold y Gotterdämmerung o el de 'Pájaro del bosque' de Siegfried. Su forma de cantar se adapta bien al papel de 'Gianetta' y destacó tanto en los conjuntos como en su intervención solista en la cuarta escena del segundo acto. El coro mantuvo en general la calidad habitual, aunque me sonó menos ensamblado con la orquesta que el pasado mes de marzo. Callegari y la orquesta Sin duda, la responsabilidad de esas deficiencias de ensamblaje de la orquesta con el coro y los cantantes son del director musical Daniele Callegari, cuya dirección me pareció ligeramente inferior a las primeras funciones de marzo. Paradójicamente ahora tiene muchas más representaciones a sus espaldas, pero también un elenco que cambia a menudo y con el que seguramente no ha podido ensayar tanto. No obstante, Callegari me parece un director bastante apropiado para Donizetti, ya que resalta el aire Biedermeier italiano que tiene esta música. Así, el director milanés, que suele ser tachado de músico frío cuando hace Verdi, evita cargar las tintas en los momentos más líricos y expresivos, y dota de gran precisión y efectividad a los más rossinianos, que son muchos en esta partitura. Precisamente, los referidos problemas de ensamblaje que tuvo con los cantantes fueron más habituales con la Gheorghiu y desde mi punto de vista estuvieron relacionados principalmente con divergencias en el punto de vista interpretativo. Y es que la diva rumana, a pesar de cantar de forma extraordinaria, tiene una idea de Donizetti demasiado cercana a Verdi que contrasta con la visión más funcional de Callegari. Un ejemplo evidente del estilo orquestal de Donizetti y del acertado punto de vista de Callegari es el preludio inicial de la ópera. Se inicia con unos rítmicos acordes de toda la orquesta en fortísimo que indican al auditorio que guarde silencio pues comienza la representación (hoy eso se hace de forma más tecnológica por medio de un mensaje de megafonía muy molesto y estridente en el caso del Liceu), y tras ello Donizetti dispone un tema melódico muy belliniano en la cuerda que desarrolla en forma de variaciones de carácter rossiniano. Por tanto, aquí y en muchos otros momentos de la ópera queda claro que tras lo melódico y lo lírico late un espíritu funcional que no se puede obviar. Así, Callegari expuso con gran belleza el tema pero mantuvo muy bien el pulso en las variaciones en donde evitó caer en exageraciones románticas que nada tienen que ver con esta música. Precisamente en este preludio pudimos disfrutar una vez más de la cuerda de la orquesta del Liceu y también de la extraordinaria labor de algunos solistas de viento, como la flauta y el oboe. Asimismo, fue muy competente el acompañamiento pianístico de Eloi Jové en los recitativos, en donde introdujo un guiño divertido aunque poco historicista en el momento en que 'Nemorino' pide a 'Dulcamara' el brebaje amoroso de la reina Isolda, que el pianista acompañante ilustró con una cita del comienzo del preludio del Tristan und Isolde wagneriano. Gas y su puesta en escena realista Con su puesta en escena, Mario Gas ha convertido lo que era en origen un cuento romántico y campestre de segadores y segadoras en una historia realista de una comunidad de vecinos ambientada en tiempos del régimen fascista italiano. Y es que se mire por donde se mire, el fascismo carece de romanticismo por mucho que se idealice a través del cine. Producida por el propio Liceu y estrenada en 1998 en el Teatro Victòria de Barcelona, esta puesta en escena utiliza durante toda la representación un inmenso escenario cinematográfico que representa un patio vecinal donde los segadores son trabajadores, las segadoras amas de casa, 'Nemorino' se convierte en un quiosquero, 'Adina' en una niña bien, 'Gianetta' en una camarera, 'Belcore' en un militar fascista y 'Dulcamara' en un timador adaptado a los tiempos. Pero a pesar de que la simple historia de la ópera de Donizetti no resista bien este cambio de ubicación tan sofisticado, la sencillez y simplicidad de la puesta en escena de Mario Gas la hacen bastante atractiva. Asimismo, resulta bien interesante y divertido el uso que se hace del patio de butacas como parte del escenario para la entrada de 'Belcore' o también para la réplica del Finale de 'Dulcamara', que termina la ópera distribuyendo su elixir entre los espectadores. Todos los elementos vinculados a la escena buscan crear un clima de realismo cinematográfico. Así tanto el vestuario de Marcelo Grande como la iluminación de Quico Gutiérrez dan un aire de película a la ópera de Donizetti. Asimismo, también se pretende ese acercamiento al cine por medio de 'preludios escénicos' que se realizan al comienzo de cada acto y que son con mucho lo más desacertado de esta producción. Así al comienzo del primer acto y antes de que suenen los primeros acordes de la ópera, que como ya dijimos tienen su propia función, se escucha el sonido de los pájaros y vemos el amanecer en el vecindario en donde cada uno abre su negocio. Por su parte, en el segundo acto se escucha una grabación a un volumen alto y un tanto distorsionado de una canción de la época mientras se celebra la noticia de la boda entre el fascista 'Belcore' y la bella 'Adina'. No obstante, la ambientación de comienzos de los cuarenta está en general muy conseguida, aunque no sea la mejor posible. 10.06.2005 Temas relacionados Mario Gas, Daniele Callegari, Giuseppe Filianoti, Angela Gheorghiu, Rumetz Enlaces recomendados Elisir di si’perfetta, di si’rara qualità… Ausencias tranquilizadoras Reserva hotel en Barcelona con Booking Lo que opinan los lectores Nombre: Comentario: Enviar © Mundoclasico.com 1998-2005 [email protected] Usuario: pabrod