Glorieta de prólogos y epílogos en los patios fantásticos de Shakespeare Manuel Palazón Blasco 3 © Texto: Manuel Palazón Blasco © Edición: OBRAPROPIA, S.L. C/ Puerto Rico, 40-bajo 46006 VALENCIA Primera edición: Diciembre 2013 Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de un delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal) www.obrapropia.com 5 6 Índice Glorieta de prólogos y epílogos en los patios de Shakespeare • Portal de la Glorieta…9 • Ruzafa de prólogos…11 o o o o o Prólogos cabales…13 Prólogos sucedáneos…39 Tres usos figurados de la voz…43 Dos prólogos a lo ridículo…47 Teoría (ridícula) del prólogo…51 • Jardín de epílogos…53 o o o o o o o o o o o Quién los dice…55 Cajón de títulos…57 en pocas…59 que continuará…61 “Señoras (y señores, pero luego)”…65 Entre dos aguas…67 Propósitos…69 “Docere”…69 “Ethos”…70 “Ridiculum”…73 “Pathos”…74 manifestar humildades…75 solicitar paciencias…79 tratar trueques…80 ganar aplausos…81 Vinoso…83 Sombras, y soñadas…85 Adiós…87 El caso de Próspero…89 • Bibliografía…95 7 8 Portal de la Glorieta ¡Buzzz! Me he entrado zumbón en esta glorieta de prólogos y epílogos que criaba William Shakespeare en sus patios fantásticos, me he puesto pringado de polen. Sacudo luego las quebradizas alas, meneo las antenas, estornudo, llueven diversiones. Éstas, decía. 9 10 Ruzafa de prólogos 11 12 Prólogos cabales Prólogo a los prólogos cabales El Prólogo es, si descomponemos la voz, lo que precede a la palabra. Pero en el teatro es ya palabra (está hecho de palabras), y rigurosamente viene antes, más bien, de la acción, y es su suplemento (“la parte que se agrega o añade a algún todo, para perfeccionarla y suplir la falta que tenía” [Aut.]). Shakespeare no lo usó mucho. Un Prólogo abre Romeo y Julieta; otro, La segunda Parte de El Rey Enrique IV; otro, Troilo y Crésida; otro, Los dos nobles parientes; otro, El Rey Enrique VIII. Tienen prólogo los cinco actos de La vida del Rey Enrique V (obra que también tiene epílogo). Cinco prólogos comienzan asimismo los cinco actos de Pericles, y en medio del cuarto y del quinto otras dos escenas cumplen parecida función (IV, IV y V, II). El romance lo cierra un Epílogo. “El Tiempo, de Coro”, dice la primera escena del cuarto acto del Cuento de invierno, que vale como prólogo. Y, en fin, La ratonera (El asesinato de Gonzago corregido, la breve tragedia con la que el príncipe quiere atrapar “la conciencia del Rey” (II, II, 601) tiene su brevísimo prólogo. “El Prólogo” dice el prólogo de La ratonera, y el de El Rey Enrique VIII. “El Portavoz [Speaker] del Prólogo” dice los de Troilo y Crésida (vestido éste de armadura) y Los dos nobles parientes. Dice los prólogos de los cinco actos de La vida del rey Enrique V, y su epílogo, un Coro. Un Coro dice el prólogo de Romeo y Julieta. El Rumor dice el de La segunda Parte de El Rey Enrique IV. “El Tiempo, de Coro”, presenta el cuarto acto del Cuento de invierno. Gower (el poeta resucitado) prologa los cinco actos de Pericles, y dice su epílogo, y dice otras dos escenas además (IV, IV y V, II). Cuando el poeta se apoya en un prólogo para decir su historia, reconoce el fracaso de su Arte: continuamente nos pide que, adonde no alcanza su teatro, lo alleguemos nosotros con nuestra fe, con nuestra imaginación. 13 En La vida del Rey Enrique V El Coro prologa los cinco actos de La vida del Rey Enrique V y dice su epílogo. Acto I, Prólogo --¡Oh! ¡Por una Musa de fuego, que ascendiese Hasta el cielo más brillante de la invención! ¡Tener, por teatro [for a stage], un reino, y príncipes que actuasen en ella [princes to act], Y monarcas contemplando la soberbia escena! Entonces Enrique, bélico, en persona, Asumiría el porte de Marte, y, tras sus talones, Atados como sabuesos, el hambre, la espada y el fuego Pedirían empleo. Perdonad, pues, gentiles espectadores, A los espíritus llanos, no invocados, que han osado Representar sobre este pobre andamio Un objeto tan magnífico. ¿Puede este corral de gallos de pelea contener Los vastos campos de Francia? Y ¿cabrán Dentro de esta O de palo los yelmos Que llenaron de terror el aire en Agincourt? (1 – 15) Desde sus primeras palabras, y una y otra vez, lamenta el Coro las faltas de la dramaturgia, que sirve mal para decir esta historia, “so great an object” (11). Necesitaría, para lograrlo, que este escenario repitiese el mundo, “tener, por teatro, un reino, y príncipes actores, / y monarcas contemplando la soberbia escena” (3 – 4). “Espíritus llanos, no invocados” (“flat unraised spirits” [10]) llama el Coro a los cómicos, adelantando a los espíritus de la compañía de Ariel. La “O de palo” es, claro, el Teatro del Globo, en la orilla viciosa del Támesis. La compara, además, con un “pobre andamio”, y con un “corral de gallos de pelea”. ¿Puede, allí, re-presentarse la historia, la realidad? Sí, con el socorro del “gentil” espectador. --¡Oh, perdón! Y, puesto que un número encogido puede Dar testimonio, en un pequeño espacio, de millones, Dejad que nosotros, que ciframos este gran relato, Aprovechemos vuestra facultad imaginativa. 14 Suponed que, dentro del cinturón de estas paredes Se hallan ahora confinadas dos poderosas monarquías Cuyas altas y rompientes proas Separan el peligroso y estrecho océano. Recomponed nuestras imperfecciones con vuestro pensamiento: Dividid un hombre en mil partes, Y emplead el poder de vuestra imaginación. Creed, cuando hablamos de caballos, que los veis Hollando con sus orgullosas pezuñas la tierra que los recibe, Pues son vuestros pensamientos los que deben ahora vestir a nuestros reyes, Transportarlos aquí y allá, saltando sobre el tiempo, Embotellando los logros de muchos años En un reloj de arena. Y, para facilitar esto, Admitid que haga al Coro en esta historia. Yo, como Prólogo, ruego vuestra humilde paciencia, Para que oigáis gentilmente, y juzguéis amablemente, nuestra obra. (15 – 34) El Coro explica la función del Prólogo (correr las leguas y los años mágicamente), y la del Público, que con su fe, con la “suspensión de su incredulidad” y con su imaginación transforma el teatro en realidad. 15 Acto II, Prólogo El Coro describe cómo Inglaterra se prepara para atacar a Francia. Ésta “busca estorbar los propósitos ingleses / con una pálida política”, ayudándose de “tres hombres corruptos” confabulados para matar al rey Enrique a traición, en Southampton. --Alargad vuestra paciencia, y digerid bien El abuso de la distancia mientras armamos, forzándola, una obra. La suma ha sido pagada, los traidores se han puesto de acuerdo, El rey ha salido de Londres, y la escena Se transporta ahora, gentiles espectadores, hasta Southampton. Allí se levanta ahora nuestro teatro [the playhouse], allí debéis ahora sentaros, Y desde allí os llevaremos, seguros, hasta Francia, Y os traeremos de vuelta, hechizando los estrechos mares Para daros un paso amable, que, si podemos, No revolveremos ningún estómago con nuestra obra. Y ahora, hasta que venga el rey, y no antes, A Southampton mudamos nuestra escena. (31 – 42) El Coro hace de gozne entre los dos primeros actos, resumiendo hechos que tienen lugar fuera, abreviando los días en minutos. Todavía pide “paciencia” al público, por el “abuso de la distancia”, la Unidad de Lugar rota una y otra vez. 16 Acto III, Prólogo “Así, con alas imaginarias, nuestra veloz escena vuela / con movimientos no menos rápidos / que los del pensamiento” (1 – 3). --…Suponed que habéis visto Al rey legítimo en los muelles de Hampton Embarcando su realeza, y a su brava flota Abanicando con banderas de seda al joven Febo. Jugad con vuestra fantasía, y contemplad en ella… (3 – 7) Es nuestro trabajo imaginar primero a la armada inglesa cruzando el mar (“¡Seguid, seguid! / Guiad con vuestras mentes las popas de nuestras naves…” [17 – 18]), y luego el cerco de la villa de Harfleur (“Que trabaje, que trabaje vuestra inteligencia, y en ella observad un sitio…” [25]), y la embajada del rey de Francia, que daría a su hija a Enrique, “y, con ella, como dote, / un puñado de ducados insignificantes, poco provechosos” (30 – 31). “Sed amables aún, / y suplid las faltas de nuestra representación [performance] con vuestras mentes” (8 – 35). 17 Acto IV, Prólogo “Ahora conjeturad la hora / en que un horroroso murmullo y la porosa oscuridad / llenan el ancho navío del universo” (1 – 3). El Coro nos sitúa en la víspera de la batalla, de noche, en el campamento inglés. El rey anima a sus tropas, visitando las tiendas. Se dirige a los hijos de mucho y a los de poco, y nos pide de nuevo: “Sentaos todavía y mirad, / entendiendo como verdaderas cosas de las cuales sólo damos sus engañosas apariencias [by what their mockeries be]” (52 – 53). 18 Acto V, Prólogo --Concededme que cuente esto a aquéllos Que no han leído la historia; y a los que lo hubieran hecho Les ruego humildemente que admitan la excusa Del tiempo, de los números, y del curso debido de las cosas, Todo lo cual no puede, en su justa y enorme vida Ser presentado aquí. Ahora llevamos al rey Hacia Calais: admitidlo allí, y miradlo, Y cruzadlo con vuestros alados pensamientos Al otro lado del mar. (1 – 9) Ruega el Coro que acompañemos al rey hasta Londres, y que omitamos “todos los acontecimientos, todo lo que pueda haber ocurrido / hasta el regreso de Enrique a Francia”. --Hasta aquí lo traemos. Yo, por mi parte, he representado El interludio [the interim], recordándoos que ya ha pasado. Así que tolerad la abreviación, y seguid con los ojos Vuestro pensamiento, de vuelta, de nuevo, a Francia. (39 – 45) Todo lo contemplamos “en la rápida forja y en el taller de nuestra inteligencia” (23). 19 Entra (quiere decir sale) Gower Acerca de Gower Shakespeare ensayaba, con Pericles, el género del romance. Es su primer experimento. Por ahora sólo sabrá contar la historia ayudándose de Gower. En La Tempestad, su obra más perfecta dramáticamente, no usará ya muletas. John Gower (ha. 1327 – 1408) vivió en el priorato de San Salvador, en Southwark, muy cerca de donde se levantaría después El Globo. Su tumba, con su efigie, recostada, puede visitarse en la iglesia, y también una vidriera en la que pintan, muy iluminados, Shakespeare y otros poetas ilustres, y la lápida que tapa a Edmundo, el hermano del Cisne del Avon, que vino a Londres a ser actor. En su Confessio Amantis (1393) John Gower1, amador malamado, se confiesa a Genio, sacerdote de Venus. En el Libro VIII el genio arrima los labios a la rejilla de la garita y se sale con el “ejemplo” de Apolino (será aquí Pericles), que ilustra los peligros del amor que no es de ley. El Confesor advierte a su “hijo” (v. 251) apostólico que “todo hombre” (“every man”: v. 260) es como aula en la que los demás pueden aprender a “tomar esto” y “dejar aquello” (vv. 264 – 265). En el poema se insiste en la antigüedad de la historia, y en su propósito recordatorio: es “un cuento en memoria”, y “para la memoria” (“a tale in remembrance”) (v. 272), que el poeta ha leído en “una crónica de días pasados, / la cual se llama Panteone” (vv. 280 -281), citando la obra de Godofredo de Viterbo. La “vida” (la vida) de Apolonio la ha escrito como ejemplo (“in esample”) (v. 2007) de buen amor, oponiéndola al “mirabile exemplum” (entre los vv. 278 y 279) del mal amor, incestuoso, de Antíoco. Pues este Gower fantasmal hará al Coro en el Pericles de Shakespeare. Es ajeno al drama, y a lo dramático: es el elemento discursivo/narrativo de la pieza: funciona en apartes, inaugura los actos, despide la obra. Comprime la acción, la anticipa, explica las escenas mudas, lleva en volandas, de puerto en puerto, a los personajes (y a nosotros), ahorra años y leguas. 1 En Bullough, 1975: vol. VIII. 20