`Hace 45 años, el imperialismo asesinó a Ernesto “Che” Guevara

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Hace 45 años, el imperialismo asesinó a Ernesto “Che” Guevara,
revolucionario, guerrillero y comunista
oct 9th, 2012 | By Boltxe kolektiboa | Category: Azala - Portada
El Che sigue siendo faro y guía
Podemos afirmar con absoluta confianza que las ideas del Che mantienen su vigencia en nuestro
proceso revolucionario y, muy especialmente, en los esfuerzos para actualizar nuestro modelo
económico, expresó este lunes el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, miembro
del Buró Político del Partido.
El también Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros pronunció aquí las palabras
centrales del acto por los aniversarios 45 de la muerte en Bolivia de Ernesto Che Guevara y 15 del
regreso a la Patria de sus restos, junto a su Destacamento de Refuerzo.
Tras destacar la necesidad de cultivar el ejemplo del Che para que su legado sea imperecedero y
sirva de faro y guía en la lucha por un mundo nuevo y mejor, exhortó a trabajar día a día aunando
voluntades y resaltando la vigencia de sus ideas y de su vida para que llegue a cada rincón de cada
aldea, a cada región de cada país, a cada continente, porque no podemos dejar que el porvenir ruede
por tierra.
El Comandante de la Revolución argumentó que más allá de su genio en el orden militar, sus
contribuciones fueron numerosas y abarcadoras, fundamentalmente en los temas económicos,
políticos y sociales, sobre todo en aspectos esenciales para la construcción del socialismo.
Evocó sus certeras críticas a lo mal hecho; su combate contra el burocratismo y la tecnocracia; la
lucha por el empleo eficiente de la jornada laboral y contra las plantillas infladas. Fue un propulsor
y defensor del trabajo voluntario, cuando este realmente se justificaba y aprovechaba, puntualizó.
Se refirió, además, a cómo los asesinos del Che no imaginaron que en La Higuera nacía una
bandera de combate, un gigante moral que, como ha dicho el compañero Fidel: «Crece cada día y
cuya imagen, influencia y presencia se han multiplicado por toda la tierra y no podrán ser destruidas
jamás».
El sencillo pero emotivo acto político-cultural comenzó cuando cinco jóvenes destacados colocaron
una ofrenda floral al pie de la escultura del Guerrillero Heroico, y seguidamente se escuchó el
Himno Nacional.
Con anterioridad 39 jóvenes destacados realizaron el cambio de flores en los nichos donde
descansan los restos de los guerrilleros caídos en Bolivia.
Un grupo de 45 niños, en representación de todos los que ingresaron este lunes a la Organización de
Pioneros José Martí, recibieron sus pañoletas azules de manos de sus familiares.
En el acto participaron también los miembros del Buró Político Ricardo Alarcón, presidente de la
Asamblea Nacional del Poder Popular y Miguel Díaz-Canel Bermúdez, vicepresidente del Consejo
de Ministros; el Comandante de la Revolución Guillermo García, integrante del Comité Central;
Julio Lima Corzo, primer secretario del Partido en Villa Clara; y familiares del Che y de los
compañeros caídos en Bolivia, entre otros invitados.
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Prólogo de Fidel al “Diario del Che en Bolivia”
Una introducción necesaria
Noviembre 7, 1966 a octubre 7, 1967
Era costumbre del Che en su vida guerrillera anotar cuidadosamente en un Diario personal sus
observaciones de cada día. En las largas marchas por terrenos abruptos y difíciles, en medio de los
bosques húmedos, cuando las filas de los hombres, siempre encorvados por el peso de las mochilas,
las municiones y las armas, se detenían un instante a descansar, o la columna recibía la orden de
alto para acampar al final de fatigosa jornada, se veía al Che —como cariñosamente lo bautizaron
desde el principio los cubanos— extraer una pequeña libreta y con su letra menuda y casi ilegible
de médico, escribir sus notas.
Lo que pudo conservar de esos apuntes le sirvió luego para escribir sus magníficas narraciones
históricas de la guerra revolucionaria en Cuba, llenas de contenido revolucionario, pedagógico y
humano.
Esta vez, gracias a aquel invariable hábito suyo de ir anotando los principales hechos de cada día,
podemos disponer de una información pormenorizada, rigurosamente exacta e inapreciable de
aquellos heroicos meses finales de su vida en Bolivia.
Esas anotaciones, no escritas propiamente para la publicación, le servían como instrumento de
trabajo para la evaluación constante de los hechos, las situaciones y los hombres, a la vez que daban
cauce a las expresiones, de su espíritu profundamente observador, analítico, y muchas veces
matizado de fino humorismo. Están sobriamente redactadas y poseen ininterrumpida coherencia
desde el principio hasta el fin.
Téngase en cuenta que fueron escritas en los ratos escasísimos de descanso, en medio de épico y
sobrehumano esfuerzo físico y de sus agotadoras obligaciones como jefe de un destacamento
guerrillero en la difícil etapa de los comienzos de una lucha de esta naturaleza, que se desenvolvía
en condiciones materiales increíblemente duras, lo que revela una vez más su estilo de trabajo y su
voluntad de hierro.
En este Diario, al analizar en detalle los incidentes de cada día, se hacen constar faltas, críticas y
recriminaciones que son propias e inevitables en el desarrollo de una guerrilla revolucionaria.
En el seno de un destacamento guerrillero esas críticas se tienen que producir incesantemente, sobre
todo en la etapa en que está constituido sólo por un pequeño núcleo, enfrentados a condiciones
materiales sumamente adversas y a un enemigo infinitamente superior en número, cuando el menor
descuido o la más insignificante falta pueden resultar fatales y el jefe debe ser exhaustivamente
exigente, a la vez que utilizar cada hecho o episodio, por insignificante que parezca, para educar a
los combatientes y futuros cuadros de los nuevos destacamentos guerrilleros.
El proceso de formación de la guerrilla es un incesante llamado a la conciencia y al honor de cada
hombre. El Che sabía tocar las fibras más sensibles de los revolucionarios. Cuando Marcos,
reiteradamente amonestado por el Che, fue advertido de que podía ser expulsado deshonrosamente
de la guerrilla, respondió: “¡Antes fusilado!” Más adelante dio su vida heroicamente. Similar fue el
comportamiento de todos los hombres en los que puso su confianza y a los cuales se vio en la
necesidad de amonestar por alguna u otra causa en el transcurso de la lucha. Jefe fraternal y humano
sabía también ser exigente y en ocasiones severo; pero lo era en primer lugar y en mayor grado que
con los demás, consigo mismo. Che basaba la disciplina en la conciencia moral del guerrillero y en
la fuerza tremenda de su propio ejemplo.
El Diario contiene también numerosas referencias a Debray y evidencian la enorme preocupación
que suscitó en el Che el arresto y encarcelamiento del escritor revolucionario a quien había
encomendado una misión en Europa, aunque en el fondo habría deseado que aquél permaneciera en
la guerrilla. Por eso manifiesta cierta inconformidad, y en ocasiones algunas dudas, sobre su
comportamiento.
Che no tuvo posibilidad de conocer la odisea vivida por Debray en las garras de los cuerpos
represivos y la actitud firme y valerosa mantenida por éste ante sus captores y torturadores.
Destacó, sin embargo, la enorme importancia política del proceso, y, el 3 de octubre, seis días antes
de su muerte, en medio de amargos y tensos sucesos, consigna: “Se escuchó una entrevista de
Debray muy valiente frente a un estudiante provocador”, siendo ésta su última referencia al escritor.
Como en este Diario la Revolución Cubana y sus relaciones con el movimiento guerrillero aparecen
reiteradamente señaladas, algunos pudieran interpretar que su publicación por nuestra parte
constituye un acto de provocación que dará argumentos a los enemigos de la Revolución y a los
imperialistas yanquis y sus aliados, los oligarcas de América Latina, para redoblar sus planes de
bloqueo, aislamiento y agresión a Cuba.
A los que así juzgan los hechos, es bueno recordarles que el imperialismo yanqui no ha necesitado
nunca de pretextos para perpetrar sus fechorías en cualquier lugar del mundo y que sus esfuerzos
para aplastar la Revolución Cubana se iniciaron desde la primera ley revolucionaria promulgada en
nuestro país, por el obvio y conocido hecho de que ese imperialismo es el gendarme de la reacción
mundial, promotor sistemático de la contrarrevolución y protector de las estructuras sociales más
retrógadas e inhumanas que subsisten en el mundo.
La solidaridad con el movimiento revolucionario puede ser tomada como pretexto, pero nunca será
la causa de las agresiones yanquis. Negar la solidaridad para negar el pretexto es ridícula política de
avestruz, que nada tiene que ver con el carácter internacionalista de las revoluciones sociales
contemporáneas. Dejar de solidarizarse con el movimiento revolucionario no es negarle un pretexto
sino solidarizarse de hecho con el imperialismo yanqui y su política de dominio y esclavización del
mundo.
Cuba es un pequeño país de economía subdesarrollada, como todos los que fueron durante siglos
dominados y explotados por el colonialismo y el imperialismo, situada sólo a 90 millas de las costas
de Estados Unidos, con una base naval yanqui en su propio territorio, que se enfrenta a numerosos
obstáculos por llevar a cabo su desarrollo económico-social. Grandes peligros se han cernido sobre
nuestra Patria desde el triunfo de la Revolución, pero no por ello conseguirá el imperialismo
doblegarla, sin que deban importarnos las dificultades que una línea revolucionaria consecuente
pueda conllevar.
Desde el punto de vista revolucionario la publicación del Diario del Che en Bolivia no admite
alternativa. El Diario del Che quedó en poder de Barrientos, que de inmediato entregó copia a la
CIA, al Pentágono y al gobierno de Estados Unidos. Periodistas allegados a la CIA tuvieron acceso
al documento en la propia Bolivia y sacaron copias fotostáticas del mismo, aunque con el
compromiso de abstenerse, por el momento, de publicarlo.
El gobierno de Barrientos y los más altos jefes militares tienen sobradas razones para no publicar el
Diario, donde se puede constatar la inmensa incapacidad de su ejército y las incontables derrotas
que sufrieron en manos de un puñado de guerrilleros decididos que en unas pocas semanas le
arrebató en combate cerca de doscientas armas.
Che describe además a Barrientos y su régimen en los términos a que es acreedor con palabras que
no podrán borrarse de la historia.
Por otro lado, el imperialismo tenía también sus razones: Che y su ejemplo extraordinario cobran
fuerza cada vez mayor en el mundo. Sus ideas, su retrato, su nombre, son banderas de lucha contra
las injusticias entre los oprimidos y los explotados y suscitan interés apasionado entre los
estudiantes y los intelectuales de todo el mundo.
En los propios Estados Unidos el movimiento negro y los estudiantes progresistas, que son cada vez
más numerosos, han convertido en algo suyo la figura del Che. En las manifestaciones más
combativas por los derechos civiles y contra la agresión a Vietnam, sus retratos son esgrimidos
como emblemas de lucha. Pocas veces en la historia, o tal vez nunca, una figura, un nombre, un
ejemplo, se han universalizado con tal celeridad y apasionante fuerza. Es que el Che encarna en su
forma más pura y desinteresada el espíritu internacionalista que caracteriza al mundo de hoy y cada
vez al de mañana.
De un continente oprimido ayer por las potencias coloniales, explotado hoy y mantenido en el
retraso y en el subdesarrollo más inicuo por el imperialismo yanqui, surge esa singular figura que se
convierte en aliento universal de lucha revolucionaria hasta en las propias metrópolis imperialistas y
colonialistas.
Los imperialistas yanquis temen la fuerza de ese ejemplo y todo lo que pueda contribuir a
divulgarlo. Es el valor intrínseco del Diario, expresión viva de una personalidad extraordinaria,
lección guerrillera escrita al calor y la tensión de cada día, pólvora inflamable, demostración real de
que el hombre latinoamericano no es impotente frente a los esclavizadores de pueblos y sus
ejércitos mercenarios, lo que les ha impedido hasta hoy darlo a la publicidad.
Pudieran estar también interesados en que este Diario no se conociera nunca. Los
seudorrevolucionarios, oportunistas y charlatanes de toda laya, que autoconceptuándose marxistas,
comunistas y otros títulos por el estilo, no han vacilado en calificar al Che de equivocado,
aventurero, y cuando más begnignamente, idealista, cuya muerte es el canto de cisne de la lucha
armada revolucionaria en América Latina. “¡Si el Che —exclaman—, máximo exponente de esas
ideas y experimentado guerrillero, fue muerto en las guerrillas y su movimiento no liberó a Bolivia,
eso demuestra cuán equivocado estaba…!” ¡Cuántos de estos miserables se habrán alegrado de la
muerte del Che, sin sonrojarse siquiera de pensar que sus posiciones y razonamientos coinciden por
entero con los de los oligarcas más reaccionarios y el imperialismo!
De este modo se justifican a sí mismos, o justifican a dirigentes traidores que en determinado
momento no vacilaron en jugar a la lucha armada con el verdadero propósito —según se pudo ver
luego— de destruir a los destacamentos guerrilleros, frenar la acción revolucionaria e imponer sus
vergonzosas y ridículas componendas políticas, porque eran absolutamente incapaces de ninguna
otra línea; o a los que no quieren combatir, ni combatirán jamás, por el pueblo y su liberación y han
caricaturizado las ideas revolucionarias haciendo de ellas opio dogmático sin contenido ni mensaje
a las masas, y convertido las organizaciones de lucha del pueblo en instrumentos de conciliación
con los explotadores internos y externos, y propugnadoras de políticas que no tienen nada que ver
con los intereses reales de los pueblos explotados en este continente.
Che contemplaba su muerte como algo natural y probable en el proceso y se esforzó en recalcar,
muy especialmente en sus últimos documentos, que esa eventualidad no impediría la marcha
inevitable de la revolución en América Latina. En su mensaje a la Tricontinental reiteró ese
pensamiento: “Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo… En cualquier
lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra, haya
llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas”.
Se consideró a sí mismo soldado de esa revolución, sin preocuparle en absoluto sobrevivir a ella.
Los que ven en el desenlace de su lucha en Bolivia el fracaso de sus ideas, con el mismo simplismo
pudieran negar la validez de las ideas y las luchas de todos los grandes precursores y pensadores
revolucionarios, incluidos los fundadores del marxismo, que no pudieron culminar la obra y
contemplar en vida los frutos de sus nobles esfuerzos.
En Cuba, ni la muerte en combate de Martí y de Maceo, a las que siguió más tarde la intervención
yanqui cuando finalizaba la Guerra de Independencia, frustrando en lo inmediato el objetivo de sus
luchas, ni la de brillantes propugnadores de la revolución socialista como Julio Antonio Mella,
asesinado por agentes al servicio del imperialismo, pudieron impedir a la larga el triunfo de un
proceso que comenzó hace cien años, y nadie en absoluto podría poner en duda la profunda justeza
de la causa y la línea de lucha de aquellos próceres, ni la vigencia de sus ideas esenciales que
inspiraron siempre a los revolucionarios cubanos.
En el Diario del Che se pueden apreciar cuán reales eran sus posibilidades de éxito y cuán
extraordinario el poder catalizador de la guerrilla, como él consigna en sus apuntes. En cierta
ocasión, ante los evidentes síntomas de debilidad y rápido deterioro del régimen boliviano, expresó:
“El gobierno se desintegra rápidamente, lástima no tener cien hombres más en este momento”.
Che conocía por su experiencia en Cuba cuántas veces nuestro pequeño destacamento guerrillero
estuvo a punto de ser exterminado. Pudo ocurrir así en dependencia casi absoluta de los azares e
imponderables de la guerra, mas, tal eventualidad, ¿habría dado a nadie el derecho a considerar
errónea nuestra línea y tomarla además como ejemplo para desalentar a la revolución e inculcar en
los pueblos la impotencia? ¡Muchas veces en la historia los procesos revolucionarios estuvieron
precedidos de episodios adversos! Nosotros en Cuba, ¿no tuvimos acaso la experiencia del
Moncada apenas seis años antes del triunfo definitivo de la lucha armada del pueblo?
Para muchos, entre el 26 de julio de 1953, ataque al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, y el 2
de diciembre de 1956, desembarco del “Granma”, la lucha revolucionaria en Cuba frente a un
ejército moderno y bien armado carecía de toda perspectiva y la acción de un puñado de luchadores
era vista como quimera de idealistas e ilusos “que estaban profundamente equivocados”. La derrota
aplastante y la dispersión total del inexperto destacamento guerrillero el 5 de diciembre de 1956
pareció confirmar por entero los pesimistas augurios… Pero, sólo 25 meses después, los restos de
aquella guerrilla habían desarrollado ya la fuerza y experiencia necesarias para aniquilar aquel
ejército.
Para no luchar habrá siempre sobrados pretextos en todas las épocas y en todas las circunstancias,
pero será el único camino de no obtener jamás la libertad. El Che no sobrevivió a sus ideas, pero
supo fecundarlas con su sangre. Con toda seguridad sus críticos seudorrevolucionarios, con su
cobardía política y su eterna falta de acción, sobrevivirán a la evidencia de su propia estupidez.
Es notable, como se verá en el Diario, que uno de esos especímenes revolucionarios que ya van
siendo típicos en América Latina, Mario Monje, esgrimiendo el título de Secretario del Partido
Comunista de Bolivia, pretendió discutirle al Che la jefatura política y militar del movimiento. Y
puesto que alegó, además, el propósito de renunciar previamente para ello a su cargo partidista, a su
juicio, por lo visto, le bastaba el título de haberlo sido para reclamar tal prerrogativa.
Mario Monje, por supuesto, no tenía ninguna experiencia guerrillera ni había librado jamás un
combate, sin que por otro lado su autoconceptuación de comunista lo obligase siquiera a prescindir
del grosero y mundano chovinismo que ya habían logrado superar los próceres que lucharon por la
primera independencia.
Con semejante concepto de lo que debe ser la lucha antimperialista en este continente, tales “jefes
comunistas” no han rebasado siquiera el nivel internacionalista de las tribus aborígenes que
sojuzgaron los colonizadores europeos en la época de la conquista.
Así, el jefe del Partido Comunista de un país que se llama Bolivia, y su capital histórica, Sucre, en
honor de sus primeros libertadores que eran venezolanos uno y otro, que tuvo la posibilidad de
contar para la definitiva liberación de su pueblo con la cooperación del talento político, organizador
y militar de un verdadero titán revolucionario, cuya causa por demás no se limitaba a las fronteras
estrechas, artificiales e incluso injustas de ese país, no hizo otra cosa que entrar en vergonzosos,
ridículos e inmerecidos reclamos de mando.
Bolivia, por no tener salida al mar necesita más que ningún otro país, para su propia liberación, sin
tener que exponerse a un atroz bloqueo, del triunfo revolucionario de los vecinos. Che era, además,
por su prestigio enorme, su capacidad y su experiencia, el hombre que habría podido acelerar ese
proceso.
Che había establecido relaciones con dirigentes y militantes del Partido Comunista boliviano, desde
antes de producirse en el mismo la escisión, recabando de ellos la ayuda para el movimiento
revolucionario en América del Sur. Algunos de esos militantes, autorizados por el Partido,
trabajaron con él durante años en diversas tareas. Al producirse la escisión en dicho Partido, se creó
una situación especial puesto que varios militantes de los que habían estado trabajando con él
quedaron ubicados en uno u otro grupo. Pero Che no concebía la lucha en Bolivia como un hecho
aislado sino como parte de un movimiento revolucionario de liberación que no tardaría en
extenderse a otros países de América del Sur. Era su propósito organizar un movimiento sin espíritu
sectario, para que a él se incorporasen todos los que quisieran luchar por la liberación de Bolivia y
demás pueblos sojuzgados por el imperialismo en América Latina. Pero en la fase inicial de
preparación de la base guerrillera venía dependiendo fundamentalmente de la ayuda de un grupo de
valiosos y discretos colaboradores que al producirse la escisión habían permanecido en el Partido de
Monje. Fue por deferencia con ellos que invitó, en primer término, a éste, a visitar su campamento,
aunque ciertamente no experimentaba hacia él ninguna simpatía. Después invitó a Moisés Guevara,
líder minero y político que se había separado de aquel Partido para cooperar en la formación de otra
organización, y que luego también se había marginado de ella inconforme con Oscar Zamora, otro
Monje que hacía algún tiempo se había comprometido con el Che a trabajar en la organización de la
lucha armada guerrillera en Bolivia, rehuyendo después los compromisos y cruzándose
cobardemente de brazos a la hora de la acción, para convertirse con posterioridad a su muerte en
uno de sus más venenosos críticos, en nombre del “marxismo-leninismo”. Moisés Guevara se unió
sin vacilación al Che, como le había ofrecido desde mucho antes de que éste llegara a Bolivia, le
brindó su apoyo y entregó su vida heroicamente a la causa revolucionaria.
Otro tanto hizo el grupo de guerrilleros bolivianos que había permanecido hasta entonces en la
organización de Monje. Dirigidos por Inti y Coco Peredo, que después demostraron ser valerosos y
destacados combatientes, se apartaron de aquél y respaldaron decididamente al Che. Pero Monje, no
satisfecho del resultado, se dedicó a sabotear el movimiento, interceptando en La Paz a militantes
comunistas bien entrenados que iban a unirse a las guerrillas. Estos hechos demuestran cómo
existen en las filas revolucionarias hombres bien dotados de todas las condiciones necesarias para la
lucha, cuyo desarrollo es criminalmente frustrado por dirigentes incapaces, charlatanes y
maniobreros.
Che fue hombre al que nunca le interesaron personalmente cargos, mandos ni honores, pero estaba
firmemente convencido de que en la lucha revolucionara guerrillera —fundamental forma de acción
para la liberación de los pueblos de América Latina, partiendo de la situación económica, política y
social de casi todos los países latinoamericanos— el mando militar y político de la guerrilla debía
estar unificado y que la lucha sólo podía ser dirigida desde la guerrilla y no desde cómodas y
burocráticas oficinas urbanas. Y en este punto no estaba dispuesto a transigir, ni a entregarle a un
inexperto seso-hueco de estrechas miras chovinistas el mando de un núcleo guerrillero destinado a
desenvolver en su ulterior desarrollo una lucha de amplia dimensión en América del Sur. Che
consideraba que ese chovinismo, que muchas veces infecta a los propios elementos revolucionarios
de los diversos países de América Latina, debía ser combatido como un sentimiento reaccionario
ridículo y estéril. “Que se desarrolle un verdadero internacionalismo proletario —dijo en su mensaje
a la Tricontinental—… la bandera bajo la que se luche sea la causa sagrada de la redención de la
humanidad, de tal modo que morir bajo las enseñas de Vietnam, de Venezuela, de Guatemala, de
Laos, de Guinea, de Colombia, de Bolivia…, para citar sólo los escenarios actuales de la lucha
armada, sea igualmente gloriosa y deseable para un americano, un asiático, un africano, y aún, un
europeo. Cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido, es
experiencia que recoge quien sobrevive para aplicarla luego a la lucha por la liberación de su lugar
de origen. Y cada pueblo que se libere es una fase de la batalla por la liberación del propio pueblo
que se ha ganado”.
Che pensaba igualmente que en el destacamento guerrillero participasen combatientes de distintos
países latinoamericanos y que la guerrilla en Bolivia fuese escuela de revolucionarios que harían su
aprendizaje en los combates. A su lado quiso tener para ayudarlo en esa tarea, junto a los bolivianos,
un pequeño núcleo de guerrilleros con experiencia, que habían sido casi todos compañeros suyos en
la Sierra Maestra, durante la lucha revolucionaria en Cuba, cuya capacidad, valor y espíritu de
sacrificio conocía. De esos hombres ninguno vaciló en responder a su solicitud, ninguno lo
abandonó y ninguno se rindió.
Che actuó en su campaña de Bolivia con el tesón, la maestría, el estoicismo y la ejemplar actitud
que eran proverbiales en él. Puede decirse que impregnado de la importancia de la misión que se
había asignado a sí mismo, procedió en todo instante con un espíritu de responsabilidad
irreprochable. En aquellas ocasiones en que la guerrilla cometía algún descuido, se apresuraba en
advertirlo y enmendarlo, consignándolo en su Diario.
Factores adversos se combinaron increíblemente en su contra. La separación —que debía ser por
unos breves días— de una parte de la guerrilla, donde se encontraba un grupo valioso de hombres,
algunos de ellos enfermos o convalecientes, al perderse el contacto entre ambos en un terreno
sumamente accidentado, se prolongó durante interminables meses, que ocuparon el esfuerzo de Che
en su búsqueda. En ese período el asma —una dolencia que solía dominar fácilmente con sencillos
medicamentos, pero que faltando éstos se convertía para él en un terrible enemigo— lo atacó
despiadadamente, deviniendo esto en un problema serio por el hecho de que las medicinas que
previsoriamente había acumulado para la guerrilla fueron descubiertas y ocupadas por el enemigo.
Este hecho, unido al aniquilamiento a fines de agosto de la parte de la guerrilla con la que había
perdido el contacto, fueron factores que gravitaron considerablemente en el desarrollo de los
acontecimientos. Pero Che, con voluntad de acero, se sobrepuso al malestar físico y en ningún
instante su acción aminoró, ni decayó su ánimo.
Fueron numerosos sus contactos con los campesinos bolivianos. El carácter de éstos, sumamente
desconfiados y cautelosos, no podía sorprender al Che, que conocía perfectamente bien su
mentalidad por haberlos tratado en otras ocasiones, y sabía que para ganarlos a su causa se requería
una labor prolongada, ardua y paciente, pero no albergaba ninguna duda de que a la larga lo
obtendría.
Si se sigue con cuidado el hilo de los acontecimientos se verá que aun cuando el número de
hombres con que contaba en el mes de septiembre, algunas semanas antes de su muerte, era muy
reducido, todavía la guerrilla mantenía su capacidad de desarrollo y algunos cuadros bolivianos,
como los hermanos Inti y Coco Peredo, se iban ya destacando con magníficas perspectivas de jefes.
Fue la emboscada de Higueras, única acción exitosa del ejército contra el destacamento que
mandaba el Che, matándole la vanguardia e hiriéndole varios hombres más en pleno día, cuando se
trasladaban a una zona campesina de mayor desarrollo político —objetivo este que no aparece
consignado en el Diario, pero que se sabe por los sobrevivientes—, lo que les creó una situación
insuperable. Ese avance de día por la misma ruta que venían siguiendo durante varias jornadas en
inevitablemente amplio contacto con los moradores de aquella zona que cruzaban por primera vez,
y la obvia certeza de que el ejército debería interceptarlos en algún punto, era sin duda peligroso.
Pero el Che, plenamente consciente de esto, decidió correr el riesgo para ayudar al médico que
venía en muy mal estado físico.
El día anterior a la emboscada, escribe: “Llegamos a Pujio, pero allí había gente que nos había visto
abajo el día anterior, vale decir: estamos siendo previstos por Radio Bemba…” “El caminar en mulo
se hace peligroso, pero trato que el médico vaya lo mejor posible pues viene muy débil”.
Al día siguiente escribió: “A las 13 salió la vanguardia para tratar de llegar a Jagüey y allí tomar una
decisión sobre las mulas y el médico”. Es decir, buscaba una solución para el enfermo, a fin de
abandonar aquella ruta y tomar las precauciones necesarias. Pero aquella misma tarde, antes de que
la vanguardia llegara a Jagüey se produjo la fatal emboscada que llevó al destacamento a una
situación insostenible.
Días después, cercado en la quebrada del Yuro, libró su último combate.
Impresiona profundamente la proeza realizada por este puñado de revolucionarios. La sola lucha
contra la naturaleza hostil en que desenvolvían su acción constituye una insuperable página de
heroísmo. Nunca en la historia un número tan reducido de hombres emprendió una tarea tan
gigantesca. La fe y la convicción absoluta en que la inmensa capacidad revolucionaria de los
pueblos de América Latina podía ser despertada, la confianza en sí mismo y la decisión con que se
entregaron a ese objetivo, nos da la justa dimensión de estos hombres.
Che dijo un día a los guerrilleros en Bolivia: “Este tipo de lucha nos da la oportunidad de
convertirnos en revolucionarios, el escalón más alto de la especie humana, pero también nos
permite graduarnos de hombres; los que no puedan alcanzar ninguno de estos dos estadíos deben
decirlo y dejar la lucha”.
Los que con él lucharon hasta el final se hicieron acreedores a estos honrosos calificativos. Ellos
simbolizan el tipo de revolucionarios y de hombres a quienes la historia en esta hora convoca para
una tarea verdaderamente dura y difícil: la transformación revolucionaria de América Latina.
El enemigo que enfrentaron los próceres de la primera lucha por la independencia, era un poder
colonial decadente. Los revolucionarios de hoy tienen por enemigo al baluarte más poderoso del
campo imperialista, equipado con la técnica y la industria más moderna. Ese enemigo no sólo
organizó y equipó de nuevo un ejército en Bolivia, donde el pueblo había destruido la anterior
fuerza militar represiva y le brindó inmediatamente el auxilio de sus armas y asistentes militares
para la lucha contra la guerrilla, sino que brinda su aporte militar y técnico en la misma medida a
todas las fuerzas represivas de este continente. Y cuando no bastan esas medidas, interviene
directamente con sus tropas, como hizo en Santo Domingo.
Para luchar contra ese enemigo se requiere el tipo de revolucionarios y de hombres de que habló el
Che. Sin ese tipo de revolucionarios y de hombres, dispuestos a hacer lo que ellos hicieron; sin el
ánimo de enfrentarse a enormes obstáculos que ellos tuvieron; sin la decisión de morir que a ellos
los acompañó en todo instante; sin la convicción profunda de la justicia de su causa y la fe
inconmovible en la fuerza invencible de los pueblos que ellos albergaron, frente a un poder como el
imperialismo yanqui, cuyos recursos militares, técnicos y económicos, se hacen sentir en todo el
mundo, la liberación de los pueblos de este continente no sería alcanzada.
El propio pueblo norteamericano, que empieza a tomar conciencia de que la monstruosa
superestructura política que rige su país no es ya hace mucho rato la idílica república burguesa que
sus fundadores establecieron hace casi doscientos años, está sufriendo en un grado cada vez más
alto la barbarie moral de un sistema irracional, enajenante, deshumanizado y brutal, que cobra en el
pueblo norteamericano cada vez más víctimas de sus guerras agresivas, sus crímenes políticos, sus
aberraciones raciales, su mezquina jerarquización del ser humano y el repugnante derroche de
recursos económicos, científicos y humanos de su desmesurado aparato militar, reaccionario y
represivo, en medio de un mundo en sus tres cuartas partes subdesarrollado y hambriento.
Pero sólo la transformación revolucionaria de América Latina permitiría al pueblo de Estados
Unidos ajustar sus propias cuentas con ese mismo imperialismo, a la vez que en la misma medida la
lucha creciente del pueblo norteamericano contra la política imperialista podría convertirlo en
aliado decisivo del movimiento revolucionario en América Latina.
Y si esta parte del hemisferio no sufre una profunda transformación revolucionaria, la enorme
diferencia y desequilibrio que se produjo a principios de este siglo entre la pujante nación que se
industrializaba rápidamente, al mismo paso que marchaba por la propia ley de su dinámica social y
económica hacia cumbres imperiales, y el haz de países débiles y estancados, sometidos a la
coyunda de oligarquías feudales y sus ejércitos reaccionarios, en el balcanizado resto del continente
americano, será apenas un pálido reflejo no ya del enorme desnivel actual en la economía, en la
ciencia y en la técnica, sino del espantoso desequilibrio que, a pasos cada vez más acelerados, en
veinte años más, la superestructura imperialista impondrá a los pueblos de América Latina.
Por ese camino estamos llamados a ser cada vez más pobres, más débiles, más dependientes y más
esclavos de ese imperialismo. Esta sombría perspectiva afecta en grado igual a los pueblos
subdesarrollados de
<199>frica y Asia.
Si las naciones industrializadas e instruidas de Europa, con su Mercado Común y sus instituciones
científicas supranacionales, se inquietan ante las posibilidades de quedarse rezagadas y contemplan
con temor la perspectiva de convertirse en colonias económicas del imperialismo yanqui, ¿qué le
depara el futuro a los pueblos de América Latina?
Si frente al cuadro de esta situación real e incuestionable, que decisivamente afecta al destino de
nuestros pueblos, algún liberal o reformista burgués, o seudorrevolucionario charlatán, incapaz de la
acción, tiene una respuesta que no sea una profunda y urgente transformación revolucionaria que
pueda hacer acopio de todas las fuerzas morales, materiales y humanas de esta parte del mundo y
lanzarlas hacia adelante, para recuperar el atraso económico y científico-técnico de siglos, cada vez
mayor, con el mundo industrializado, del que somos tributarios y lo seremos cada vez más, y en
especial de Estados Unidos; y además de la fórmula, el camino mágico de llevarla a cabo, diferente
a la concebida por el Che, que barra oligarquías, déspotas, politicastros, es decir: criados, y a
monopolios yanquis, es decir: amos, y lo haga con toda la urgencia que las circunstancias requieren,
que levante entonces la mano para impugnar al Che.
Como realmente ninguno tiene respuesta honrada ni acción consecuente que implique una
esperanza real a los casi 300 millones de seres humanos que componen la población de América
Latina, desoladoramente pobres en su abrumadora mayoría, que serán 600 millones a la vuelta de
25 años, y que tienen derecho a la vida material, la cultura y la civilización, entonces lo más
decoroso sería el silencio ante el gesto del Che y los que con él cayeron defendiendo sus ideas con
coraje, porque la hazaña que este puñado de hombres realizó, guiados por el noble ideal de redimir
un continente, quedará como la prueba más alta de lo que pueden la voluntad, el heroísmo y la
grandeza humanas. Ejemplo que iluminará las conciencias y presidirá la lucha de los pueblos de
América Latina, porque el grito heroico del Che llegará hasta el oído receptivo de los pobres y
explotados por los que él dio su vida, y muchos brazos se tenderán para empuñar las armas y
conquistar su definitiva liberación.
El 7 de octubre escribió el Che sus últimas líneas. Al día siguiente, a las 13 horas, en una estrecha
quebrada donde se proponía esperar la noche para romper el cerco, una numerosa tropa enemiga
hizo contacto con ellos. El reducido grupo de hombres que componían en esa fecha el
destacamento, combatió heroicamente hasta el anochecer desde posiciones individuales ubicadas en
el lecho de la quebrada y en los bordes superiores de la misma contra la masa de soldados que los
rodeaban y atacaban. No hay ningún sobreviviente de los que combatieron en las posiciones más
próximas al Che. Como junto a él estaban el médico, cuyo grave estado de salud se ha señalado
antes y un guerrillero peruano también en muy malas condiciones físicas, todo parece indicar que el
Che hizo el máximo para proteger la retirada a lugar más seguro, de esos compañeros, hasta caer
herido. El médico no fue muerto en ese mismo combate, sino varios días más tarde, en un punto no
distante de la quebrada del Yuro. Lo abrupto del terreno rocoso e irregular hacía muy difícil y a
veces imposible el contacto visual de los guerrilleros entre sí. Los que defendían la posición por la
otra entrada de la quebrada a varios cientos de metros del Che, entre ellos Inti Peredo, resistieron el
ataque hasta el oscurecer en que lograron despegarse del enemigo y dirigirse hacia el punto
previamente acordado de concentración.
Se ha podido precisar que el Che estuvo combatiendo herido hasta que el cañón de su fusil M-2 fue
destruido por un disparo, inutilizándolo totalmente. La pistola que portaba estaba sin “magazine”.
Estas increíbles circunstancias explican que lo hubiesen podido capturar vivo. Las heridas de las
piernas le impedían caminar sin ayuda, pero no eran mortales.
Trasladado al pueblo de Higueras permaneció con vida alrededor de 24 horas. Se negó a discutir
una sola palabra con sus captores, y un oficial embriagado que intentó vejarlo recibió una bofetada
en pleno rostro.
Reunidos en La Paz, Barrientos, Ovando y otros altos jefes militares, tomaron fríamente la decisión
de asesinarlo. Son conocidos los detalles de la forma en que procedieron a cumplir el alevoso
acuerdo en la escuela del pueblo de Higueras. El mayor Miguel Ayoroa y el coronel Andrés Selnich,
rangers entrenados por los yanquis, instruyeron al sub-oficial Mario Terán para que procediera al
asesinato. Cuando éste, completamente embriagado, penetró en el recinto, Che —que había
escuchado los disparos con que acababan de ultimar a un guerrillero boliviano y otro peruano—
viendo que el verdugo vacilaba le dijo con entereza: “¡Dispare! ¡No tenga miedo!” Éste se retiró, y
de nuevo fue necesario que los superiores Ayoroa y Selnich le repitieran la orden, que procedió a
cumplir, disparándole de la cintura hacia abajo una ráfaga del metralleta. Ya había sido dada la
versión de que el Che había muerto varias horas después del combate y por eso los ejecutores tenían
instrucciones de no disparar sobre el pecho ni la cabeza, para no producir heridas fulminantes. Esto
prolongó cruelmente la agonía del Che, hasta que un sargento —también ebrio— con un disparo de
pistola en el costado izquierdo lo remató. Tal proceder contrasta brutalmente con el respeto del Che,
sin un sola excepción, hacia la vida de los numerosos oficiales y soldados del ejército boliviano que
hizo prisioneros.
Las horas finales de su existencia en poder de sus despreciables enemigos tienen que haber sido
muy amargas para él; pero ningún hombre mejor preparado que el Che para enfrentarse a semejante
prueba.
La forma en que llegó a nuestras manos este Diario no puede ser ahora divulgada; baste decir que
fue sin mediar remuneración económica alguna. Contiene todas las notas que escribió desde el 7 de
noviembre de 1966, día en que el Che llegó a Ñancahuazú, hasta el 7 de octubre de 1967, vísperas
del combate de la quebrada del Yuro. Faltan sólo unas pocas páginas que no han llegado todavía a
nuestro poder, pero que por corresponder a fechas en que no tuvieron lugar hechos de importancia,
no altera en absoluto el contenido del mismo.
Aunque el documento por sí mismo no ofrecía la menor duda acerca de su autenticidad, todas las
copias fotostáticas fueron sometidas a un riguroso examen a fin de comprobar no sólo dicha
autenticidad sino incluso cualquier posible alteración, por pequeña que fuese. Los datos fueron
además cotejados con el Diario de unos de los guerrilleros sobrevivientes, coincidiendo ambos
documentos en todos los aspectos. El testimonio pormenorizado de los demás guerrilleros
sobrevivientes que fueron testigos de cada uno de los acontecimientos, contribuyó asimismo a la
comprobación. Se llegó a la más absoluta certeza de que todas las fotografías eran copia fiel del
Diario del Che.
Constituyó una fatigosa tarea desentrañar la letra pequeña y difícil de la escritura, lo que se realizó
con la participación laboriosa de su compañera Aleida March de Guevara.
El Diario será publicado en forma aproximadamente simultánea en: Francia, por Editorial Francois
Maspero; Italia, Editorial Feltrinelli; RFA, Trikont Verlag; EUA, Revista Ramparts; Francia, en
español, Ediciones Ruedo Ibérico; Chile, Revista Punto Final; México, Editorial Siglo XXI; y en
otros países.
¡Hasta la victoria siempre!
Fidel Castro
—————————————————————————————————-
Ernesto Guevara en lo más profundo
He visto al niño y al joven empinar sus ojos hacia la estatua del Comandante Ernesto Che Guevara
que, al pasar las nubes, parece que avanza hacia Sudamérica; frente a su nicho he observado la
lágrima desprendida de sus corajudos compañeros de batallas, la emoción de jefes de Estado, de
renombrados intelectuales y hasta del ser más humilde.He tenido el gran privilegio de estar allí
desde los inicios de la construcción del Monumento; en su inauguración, cuando llegaron los restos
del Comandante Guevara y sus hermanos de lucha, y en cada ocasión en que miles de villaclareños
les rinden tributo.
Este 8 de octubre se cumplieron 45 años de su caída en combate en tierras bolivianas, pero cada día
resurge más renovado este hombre dotado del encanto supremo de motivar a unos y otros.
Son muchísimos los gestos impactantes sobre la admiración y el cariño que se le profesa al
Comandante, que he presenciado a lo largo de casi 15 años. Y los hay que se clavan en la memoria.
El instante más especial, solemne e íntimo que viven los visitantes sobreviene en el recinto donde
reposan los guerrilleros, un espacio sencillo que semeja la selva boliviana.
Frente al nicho del Che Guevara hay a quienes les brotan las lágrimas, parejas que se abrazan o
susurran y otros que muestran en sus rostros signos de abatimiento.
Inusitada colección
Resulta difícil, a estas alturas, tener la dicha de encontrar algo inédito que contar. Sin embargo,
siempre hay historias menos conocidas, como esa de muchísimos que asumen el homenaje al Che
en la intimidad más absoluta.
Personas de los más disímiles países le donan objetos de particular valor sentimental, y en la
actualidad sobrepasan los 700. La muestra la integran poemas, canciones, cartas, flores, banderas,
prendas personales, condecoraciones, dibujos de niños, pinturas al óleo, velas…
El Centro de documentación del Complejo Escultórico registró, como el primer objeto de esta
colección, a los pocos días de la llegada de los restos del Che, una flor roja enviada por Chichina
Ferreira, la primera novia del Comandante Guevara. La envió con su amiga, Lilia G. Chávez, quien
a su vez le dedicó un poema titulado Tu final.
El 8 de octubre de 2000, la boliviana Lena Vicente depositó un búcaro con un ramillete de flores y
dos banderas, una cubana y otra boliviana, en el que grabó unas palabras dedicadas al guerrillero
Casildo Condorí Coche. Este gesto lo tuvo poco tiempo después de conocer que este era su
verdadero padre, y que su madre, por protección, lo ocultó justo hasta ese entonces.
Un chileno envió la llave con que se evadió de la prisión en los tiempos de la sangrienta dictadura
de Pinochet, porque prometió ofrecérsela al Guerrillero Heroico dondequiera que este se encontrara
y en el momento en que le fuera posible hacerlo.
Hay historias tristes también, que vale la pena desempolvar de nuevo, como la de un matrimonio
alemán que gracias a una organización de solidaridad con Cuba pudo viajar a Santa Clara para
cumplir un encargo sagrado de su hija Julia Lorez, muerta a los 17 años.
Ella les había pedido a sus padres que si moría debían depositar ante los restos de Guevara un
recipiente de cerámica, una foto suya y un poema. Los padres lloraron el día que cumplieron la
petición de su hija, pero les reconfortó haber cumplido el compromiso, según declararon.
El alcalde de la ciudad griega de Byron le trajo al Comandante Guevara un escudo de esa localidad.
Dijo que lo hacía porque el gran poeta inglés luchó por la libertad de Grecia, y fue un
internacionalista como el Che: «Ese hombre que merece honor por sus ideas», dejó consignado en
el libro de visitantes.
Entre esos modos impredecibles del ser humano de expresar su admiración está el de los franceses
Muriel Jeanne Paulette Couzi y Philippe Maurice Benoit, quienes celebraron su boda allí. Se les
veía dichosos aquel día en el que declararon que habían cumplido el sueño de sus vidas.
Uno de los objetos más originales y llamativos lo constituye el enviado por unos campesinos
bolivianos que en la semilla de una fruta de durazno plasmaron el rostro del Che.
Son solo simples ejemplos de las numerosísimas ofrendas que conforman hoy la peculiar colección
que posee un valor sentimental y hasta artístico. Esto reafirma, además, la admiración que las
grandes mayorías le profesan al Guerrillero Heroico.
El mayor orgullo de mi vida
En el salón de protocolo del Complejo escultórico destinado al recibimiento de las personalidades,
se establece con el visitante el contacto inicial. Este le permite conocer generalidades de la vida
económica, política, social y cultural de Villa Clara, además de que se le proyectan documentales
relacionados con el Che.
Allí se inauguró el libro de visitantes el 17 de octubre de 1997, cuando llegaron los restos del Che.
Fidel escribió aquel día: ¡Hasta la victoria siempre!, mientras Raúl le dedicó un ¡Hasta siempre
Comandante!
Comenzó así una tradición que ha permitido que innumerables personalidades de la política, la
cultura y el deporte expresen sus más íntimos sentimientos de admiración al Guerrillero Heroico.
El libro ha dejado ya para la historia un testimonio valiosísimo sobre el Che. Aquí les va un
pequeño muestrario de lo hilvanado y escrito en medio de la emoción.
«Tu pueblo que es mío», decía el Che a Fidel… y ¡cuánto aportó a la obra revolucionaria en los
breves años que estuvo entre nosotros! ¡Y cuán valiosas sus enseñanzas, su ejemplo, vivos hoy en la
conciencia de este, su pueblo; presentes en lo mejor de la formación de cada nueva generación de
cubanos!
«Que siga siendo por siempre este lugar donde se atesoren sus reliquias, los recuerdos de su vida,
consecuente siempre con sus convicciones, lugar donde niños y jóvenes puedan beber de su
ejemplo. (Vilma Espín de Castro)
«Hace algún tiempo visito este lugar, desde octubre pasado no volvía, es difícil, yo no voy casi
nunca al lugar donde quedan los restos de los hombres, prefiero los lugares donde la vida florece
por el recuerdo de esos hombres, pero algo especial me sucede aquí, es donde reposan los restos de
mi papá y sus compañeros, pero no reposan en paz, pues por la patria en pie resplandecen y
trabajan. Aprovecho para agradecer a mi pueblo su amor y respeto a mi padre y les aseguro mi
entrega total a la causa más hermosa: la dignidad plena del hombre». (Aleida Guevara March,
Estefanía Machín Guevara y Celia Machín Guevara)
«Che: Siento en prosa lo que el genio poético de Ernesto siente en versos. Che: la poesía es tu vida.
Gracias, Che». (Armando Hart Dávalos)
«En este lugar magnífico donde la muerte no existe y la vida sigue a torrentes, donde está el
ejemplo exigente de los combatientes latinoamericanos encabezados por el Che, sentimos que los
sueños más nobles son realizables, si hay seres humanos más revolucionarios íntegros como el
Che». (Gladys Marín, secretaria del Partido Comunista de Chile)
«He sentido el mayor orgullo de mi vida al contemplar la imagen de mi foto cubriendo la lápida del
“Guerrillero Heroico”. Esto vale una vida». (Korda, fotógrafo cubano que hizo la foto más
impresionante y conocida del Che)
«Se sobrecoge el corazón al visitar este hermoso monumento a la memoria de nuestro Che y de sus
heroicos compañeros». (Sergio Vitier, destacado compositor y músico)
«En nombre de Fabio, el muchacho de Copacabana. Che: fue víctima de una bomba el 4 de
septiembre de 1997. Los mandantes confesos de la mafia cubanoamericana nunca fueron juzgados y
esperamos justicia en tu nombre porque mi hijo te adoraba». (Giustino Di Celmo, padre de Fabio
Di Celmo, joven italiano víctima de un atentado terrorista)
«Nunca la historia se vuelve tan aplastante como al entrar a este lugar. Se sienten los gritos de
combate, el galope de Rocinante, el tableteo de ametralladoras victoriosas.
«Jamás existirá un lugar más apropiado para gritar a los cuatro vientos Hasta la victoria siempre».
(Inti Peredo, hijo de Inti Peredo, combatiente de la guerrilla boliviana)
«Como argentino, como cubano vocacional, como latinoamericano, vengo a rendir homenaje al
Che, que nos enseñó a todos a ser mejores, que nos hizo comprometernos para siempre con el
destino de nuestro pueblo. Y me marcho conmovido de este extraordinario monumento que lo
recuerda junto a sus compañeros. Por la memoria y la lucha, siempre». (Miguel Bonasso, escritor
argentino)
Así, entre estas sentidas ofrendas, Che Guevara está colosal, desde que partió, con nuevos bríos,
desde la selva boliviana.
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