La salida del Gobierno. El montaje de una leyenda

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Tercera parte
1. La salida del Gobierno. El montaje de una leyenda
Decidida la ampliación de la crisis, Serrano es llamado a El Pardo. Franco
aparece nervioso, acentuando sus ya típicas miradas de reojo. Después de
muchos rodeos, le dice a Serrano: "Te voy a hablar de un asunto grave; de una
decisión importante que he tomado. Con todo esto que ha ocurrido, te voy a
sustituir." Seguramente es la primera y única vez que Franco comunica directa y
previamente a uno de sus ministros su propósito de cesarlo. Esta vez no hay
"motorista" portando la notificación del cese, recurso proverbial que Franco ha
utilizado con sus colaboradores a lo largo del dilatado período que ha tenido al
país sometido a su voluntad personal. Como certeramente señala lord
Templewood, "el Caudillo, nunca dispuesto al dialogo, prefiere un método de
destitución que no le envuelva en discusiones embarazosas"1. Esa será la forma
habitual de actuar a la hora de los cambios, pero este procedimiento no es el que
se utiliza con Serrano.
En el encuentro al que nos referimos, el Ministro de Asuntos Exteriores,
que ignora a dónde va a desembocar Franco con tanto circunloquio -lo que le
mantiene con el ánimo en vilo-, le dice: "¡Qué peso me has quitado de encima!
¡Creí que habíamos entrado en guerra!". Y añade: "Bien sabes que en varias
ocasiones te he expuesto mi deseo de abandonar el Gobierno, unas veces por
razones de tipo familiar, para ocuparme de mis hijos y trabajar por su porvenir,
otras, menos cordialmente, al perder mi fe en la tarea, viendo que nos
alejábamos del proyecto inicial de construir un régimen político-jurídico con
previsiones de futuro, y nunca accediste a ello, haciendo apelación a mi
patriotismo. Así, pues, esto de ahora carece, como puedes comprender, de toda
importancia para mí y lo único que me duele es que no hayamos hablado de
todo en términos claros y normales." Pero Franco manifiesta prisa por acabar
pronto alegando que tiene otras entrevistas pendientes y no puede hacer esperar.
Sin embargo, Serrano, ya de pie, le dice: "Desearía, para tu propio bien y el del
país, que instalaras firmemente en tu cabeza la idea de que la lealtad específica
de un Consejero, de un Ministro, no es la incondicionalidad, sino la lealtad
crítica."
Es el 2 de septiembre de 1942. Al día siguiente, se hace público el cese de
los tres Ministros y los nuevos nombramientos: conde de Jordana en Asuntos
Exteriores, general Asensio en Ejército y Pérez González en Gobernación. Como
siempre, es un reajuste más acomodado a la voluntad y a los propósitos de
Franco, a quien el aparato configurado le resultara más fácil de manipular a
partir de ese momento: El conde de Jordana ejecutará la política exterior que
Franco le dicte, Asensio es un leal que asume el cargo sin moral de lucha ("Ya sé
que algún día saldré de aquí con los pies por delante", le dice a Franco cuando
éste le ofrece el cargo) y Pérez González montará un rígido e implacable sistema
de control policial como nunca dispuso el régimen, y la Falange oficial, tras de la
salida de Serrano, como señala el economista-historiador Ramón Tamames,
1
Sir. Samuel Hoare: Op. cit. Pág. 75.
"empezó a ser completamente funcionarizada; sus tres ministros en el gobierno
(Arrese, Girón y Miguel Primo de Rivera) manifestaban una adhesión total al
Caudillo" 2 . La "revolución pendiente", a partir de ahora, pasa a ser ya,
definitivamente, un lugar común al que se apelará retóricamente cada vez que
sea necesario calmar las ansias reformistas de las bases no advertidas. El
franquismo ha cristalizado en los propósitos originarios de su fundador. La
crisis abierta por Franco no va a atenuar estos problemas, sino que los va a
agravar, porque desde ese momento, en su círculo próximo, ya no se deja sentir
la crítica que viene practicando Serrano.
Sin embargo, al día siguiente del "compensatorio" cambio de gobierno, el
diario Arriba, tratando de minimizar los hechos, dirá en su comentario
editorial:
"Es innecesario repetir al interior y al exterior que las sustituciones
de algunas personas en cargos de Gobierno o de Partido ni producen ni
pueden producir lo menor variación en lo político interior o
internacional. Otra cosa sería desconocer el significado accidental de
las mutaciones de nombres, frente a la esencia permanente y al servicio
del Estado totalitario. La experiencia se ha repetido siempre en países
de similar estructura con la misma naturalidad... Nada parecería tan
absurdo como imaginar por un momento que Ejército y Falange nuestros fundamentales pilares de política sustentación- muden ni
hayan mudado jamás por aquello que se ha llamado siempre cambio de
guardia"3.
Con ese cambio de guardia, pues, que no de política, el régimen de
Franco se dispone a continuar su navegación sin advertir, pocos meses después,
que los datos de la guerra mundial van a alterarse gravemente.
Recordando esta crisis que comporta su salida del Gobierno, dirá
Serrano: "Me marché. Salí del Gobierno el día 2 de septiembre de 1942, me
distancié con dignidad de la política, me desentendí del Poder, no así de las
preocupaciones por los problemas de España, y me dediqué a ejercer, con
exigencia y prestigio, mi profesión de jurista, esto es, a cultivar los valores que
están insitos en el Derecho: la justicia, la seguridad jurídica''4. Tras de su salida,
Serrano, en efecto, no volverá a ocupar ningún otro cargo público en el
franquismo, ni remunerado ni honorífico. Se polarizará en su vida privada y
profesional, aunque nunca dimita de su condición de español responsable, de
ciudadano activo.
Dos semanas después de su salida del gobierno, apenas cuando inicia la
organización de su nueva vida, Serrano recibe en su casa la visita del profesor
Trias de Bes, que acude a verle por encargo del que fue, durante la II República,
Presidente de "La Lliga Catalana", Francisco Cambó. Serrano conocía al político
2
Ramón Tamames: Op. cit. Pág. 502.
El subrayado es del autor.
4
Ramón Serrano Suñer: Entre el silencio…. Pág. 371.
3
catalán desde los tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera, y posteriormente
lo vio con frecuencia en las Cortes de la República, de la que ambos eran
diputados, llegando a alternar sus intervenciones en alguno de los debates que
tuvieron lugar en la Cámara, especialmente al discutirse la Ley Municipal
Orgánica, aprobada el 28 de junio de 1935. Las relaciones entre ambos
parlamentarios fueron siempre respetuosas y correctas, pero se mantuvieron en
un plano superficial. Entre ellos mediaba una considerable diferencia de edad, y
mientras Cambó era ya una personalidad política de gran relieve, Serrano se
iniciaba en las lides parlamentarias. Al estallar la guerra civil, Cambó optó por
exiliarse, viviendo en Francia y Portugal hasta que, en 1940, su nostalgia de
España le llevó a plantear, por mediación de Bertrán y Musitu, su deseo de
retornar a España, solicitud inmediatamente atendida por Serrano, siendo éste
todavía Ministro de la Gobernación. Pocos días después de llegar en Madrid,
Cambó visito a Serrano para agradecerle su actitud, y éste, después de rogarle
que no le diese el tratamiento de Ministro, le significó que "era su deber
proceder así con una ilustre personalidad española, deber que, además, cumplía
con sumo gusto". Sostuvieron en esa ocasión una larga e interesante
conversación, comentando, sobre todo, la situación internacional. Después
Cambó salió de nuevo de España, fijando su residencia en Buenos Aires, ciudad
en la que vive cuando le pide a Trias de Bes que visite en su nombre a Serrano.
El mensaje del que es portador lo expresa así Trias de Bes: "Cambó me encarga
le salude y le diga que sabe que usted sale del Gobierno sin dinero, lo cual es
muy honroso, pero también muy incomodo, y se ofrece a prestarle con gusto la
ayuda que pueda necesitar en esta primera etapa de su vuelta a la vida
profesional, sabiendo, por otra parte, seguro del éxito que usted alcanzará, que
al proceder así no arriesga nada". Conmovido por este gesto, Serrano responde:
"Dígale al señor Cambó que agradezco mucho su delicadeza y su comprensión y
si llegara el caso de tener que pedir ayuda no acudiría a nadie antes que a él, ya
se trate de amigos, de personajes promovidos por mí o de parientes."
Este generoso y desinteresado ofrecimiento de Cambó, en momentos en
que, cesado Serrano en el Gobierno, no todos los que le han acompañado en su
gestión se muestran solidarios con él, lo valora éste particularmente, pues revela
la grandeza espiritual del político catalán, que ya nunca tendrá ocasión de
intervenir directamente en la política española y cuya muerte le sobrevendrá en
Argentina.
Rememorando este gesto de Cambó, dirá Serrano en 1976: "Es el
recuerdo más noble que conservo de aquel primer año de incertidumbres y
dificultades en que me vi envuelto al reintegrarme a la vida común, para la que
no había querido hacer la menor previsión"5.
Refiriéndose a la salida del Gobierno de Serrano, significa Ricardo de la
Cierva que "el que fue cofundador y segunda figura del régimen -la única
segunda figura con excepción de Luis Carrero Blanco y quizás, en la sombra de
la que no quiso salir nunca, de Lorenzo Martínez Fuset-, salió del poder sin
medios de fortuna y hubo de labrarse un porvenir, lo que consiguió pronto
gracias a su excepcional talento para el ejercicio privado de la abogacía. Sus
5
Ramón Serrano Suñer: Entre el silencio... Pág. 91.
relaciones personales con Franco, mantenidas correctamente y sin estridencias,
como era de esperar de un caballero nato, tampoco fueron excesivas desde
aquel momento"6.
Al retirarse a su carrera profesional, que desarrolla de forma brillante y
fecunda a lo largo de cerca de cuarenta años, Serrano interrumpe prácticamente
toda relación con Franco y los aledaños del poder constituido, a pesar de que a
los pocos días de su cese como Ministro se le brinda, con ánimo compensatorio,
la Presidencia del Consejo de Estado. Pero Serrano, una vez frustrado
definitivamente del proyecto político que en su día acarició, no tiene ninguna
intención de permanecer sorbiendo cómodamente "la sopa boba" de la vida
pública cesante, ya que carece del talante que requiere limitarse a ser un
"ganapán de la política", como dirá él mismo, asido a un cargo como tantos
otros ex ministros y servidores de Franco, cuando ya han cumplido, mejor o
peor, el papel para el que fueron llamados.
Después de permanecer en el Gobierno durante cuatro años, siete meses
y cuatro días, así culmina la trayectoria pública en el franquismo de Serrano
Suñer: Un acontecimiento de estricta política interior -los ya narrados sucesos
de Begoña y sus derivaciones, atizados por pequeñas pasiones de sus rivales y
por la visceral resistencia de Franco hacia las actitudes criticas-, le situará fuera
de las estructuras del poder.
Sin embargo, si la crisis ha respondido exclusivamente a problemas de
política interna, pronto se va a urdir una leyenda sobre los motivos que han
llevado a cesar a Serrano, leyenda que tiene por finalidad atribuir a Franco una
clarividente y anticipatoria visión de la política internacional. Según esta
interesada versión, Serrano es separado del Gobierno para impedir que su
política germanófila implique a España en la guerra mundial. Pero los hechos
mismos son los que descalifican esta interpretación. Como dirá Ridruejo, "el
hecho de que meses después de la caída de Serrano Suñer, comenzase a
oscurecer la estrella del Eje, sirvió para tejer la leyenda de una previsora astucia
del dictador que cualquier explorador de las hemerotecas de la época verá
desmentida con poco esfuerzo"7.
En efecto, hay que señalar, si se consideran los hechos con algún rigor,
que cuando Serrano cesa en el Gobierno, nadie del sector oficial, comenzando
por Franco duda victoria del Eje, que todavía sigue dominando los frentes
establecidos. A esas alturas, ningún hecho bélico verdaderamente importante
hace prever que la guerra vaya a cambiar de curso. "Cuando yo abandoné el
Ministerio de Asuntos Exteriores -aclarará Serrano- el poderío alemán
alcanzaba su cenit. Acababa de sonar victoriosamente el nombre de Tobruk y
aún no había aparecido en el desierto la pericia de Montgomery en el manejo de
tanques frente a los de Rommel, heroico jefe del Afrika Korps" 8 . Como
confirmación de ello, hay que decir que la prensa de los días subsiguientes no
olvida subrayar la política germanófila que el Gobierno viene practicando.
6
Ricardo de la Cierva: Historia del franquismo. Orígenes y configuración. Pág. 239·240.
Dionisio Ridruejo: Escrito en España. Pág. 85.
8
Ramón Serrano Suñer: Entre Hendaya…. Pág. 234.
7
Consecuentemente con la disposición del escenario de la guerra, el nuevo
Gobierno formado por Franco el 3 de septiembre de 1942 reafirma
explícitamente la línea de política internacional hasta entonces mantenida. Y
parece obvio que esa preafirmación no se hubiera producido si de verdad
pensaba Franco que había que dar un nuevo enfoque más cautelar a las
relaciones con el Eje.
Pero eso no sucede, sino que el 21 de septiembre, dieciocho días después
de la destitución de Serrano, el Consejo de Ministros hace la siguiente
declaración oficial:"En cuanto a política exterior, el Gobierno reafirma la
orientación sostenida durante los últimos seis años; consecuentemente con el
espíritu de nuestra Cruzada, con el sentido anticomunista de nuestro
Movimiento y con los imperativos del nuevo orden europeo, y motivada por
nuestra estrecha amistad con Portugal y por nuestra solidaridad histórica con
los países hispanoamericanos." En fin, con su habitual carga retórica, en esta
declaración no se advierte el más leve atisbo de cambio de rumbo de la política
exterior. Por el contrario, se sigue hablando del "nuevo orden europeo" –el
"orden nazi", claro- como si la guerra se hallase en el momento de desplomarse
Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo.
Otra prueba evidente de que la sustitución de Serrano en el Ministerio de
Asuntos Exteriores no responde a ningún propósito de variar el rumbo de la
política exterior del régimen, la ofrece el propio Franco, quien el 7 de octubre de
1942 declara ante el Consejo Nacional de Falange que "las revoluciones alemana,
italiana y española son las fases de un mismo movimiento general...", con lo que
de nuevo reafirma su identificación política con las potencias del Eje.
Es decir, en octubre de 1942, Franco e tutti quanti están muy lejos de
sospechar el brusco y definitivo parón de Von Paulus en las puertas de
Stalingrado, el resultado de la batalla del Alamein y el masivo desembarco del
poderoso cuerpo del ejército norteamericano en el Norte de África –la
"Operación Torch", sigilosamente preparada por los aliados, hasta el punto de
que Franco no tendrá noticia de ella hasta la misma madrugada del 8 de
noviembre de 1942, cuando Carlton J. H. Hayes, embajador de Estados Unidos,
anticipa al conde de Jordana el contenido de la carta que Roosevelt envía a
Franco informándole de la operación militar ya en curso-. Pero ni siquiera este
acontecimiento bélico -considerado como uno de los más trascendentales de
cuantos se producen en el curso de la guerra mundial hará que se modifique la
política exterior de Franco. Tan sólo seis días después del desembarco aliado en
el Norte de África, como prueba evidente de que Franco sigue confiando en la
victoria final de Alemania se nombra jefe del Ejército de España en el Marruecos
español al general Yagüe, uno de los militares más abiertamente partidarios de
la intervención armada a favor del III Reich. Y apenas transcurridas tres
semanas, el 7 de diciembre de 1942, cuando las tropas angloamericanas van
afianzando su posición en el Mediterráneo, Franco, en el acto de toma de
posesión de los nuevos consejeros nacionales del Movimiento, pronuncia frases
tan deliberadamente ofensivas contra los principios políticos de los países
aliados como ésta: "Yo pediría a los españoles abandonen los viejos prejuicios
liberales y se asomen a los balcones de Europa para analizar la historia de los
acontecimientos contemporáneos... Estamos asistiendo al final de una era y al
comienzo de otra. Sucumbe el mundo liberal, víctima del cancel de sus propios
errores, y con él se derrumba el imperialismo comercial, los capitalismos
financieros y sus millones de parados… Se realizará el destino histórico de
nuestra era o por la fórmula bárbara de un totalitarismo bolchevique o por la
patriótica y espiritual que España les ofrece o por cualquiera otra de los pueblos
fascistas... Se engañan, por lo tanto, quienes sueñan con el establecimiento en
occidente de ""Europa de sistemas demoliberales… El mundo marcha por otros
derroteros, y son tan justos y fuertes los sentimientos que le animan, que con
victorias o con derrotas saltará por todo cuanto intentase contenerle..." Son
palabras que, en definitiva, denotan su convencimiento en el triunfo alemán,
actitud que prácticamente mantendrá hasta bien avanzado el año 1944, dos años
después del cese de Serrano, al que ya no se puede acusar de inspirar la política
exterior de Franco, ruidosamente coreada, sin embargo, por la irrefrenable
germanofilia de Arrese y sus seguidores, especialmente por quienes dirigen y
controlan la prensa, Gabriel Arias Salgado y Juan Aparicio, justamente los que
luego pondrán más empeño en responsabilizar a Serrano de las proclividades
germanófilas del Régimen.
Pero no sólo con palabras sigue Franco comprometido con la causa del
Eje, sino que continúa con gestiones activas cerca de Alemania, cuando ya
Serrano lleva unos meses retirado de toda actuación política y, por consiguiente,
sin posibilidad de condicionar la política exterior española. Así, el día 13 de
diciembre de 1942, el general Muñoz Grandes, siguiendo instrucciones precisas
de Franco, se entrevista con Hitler en su Cuartel Generar de Berlín para
asegurar el suministro de armas que permita a España enfrentarse eficazmente,
si llega el caso, con las tropas aliadas. Y justo un mes después, el conde de
Jordana, Ministro español de Asuntos Exteriores -tenido por anglófilo-, en la
primera entrevista que celebra con el nuevo embajador alemán, Von Moltke, le
indica que "Alemania debería estar interesada en que los tres millones de
soldados españoles estuvieran suficientemente equipados para defender su
Patria, para que, a fin de cuentas, Alemania no se viera en la necesidad de enviar
a España sus propias divisiones''9, reforzando así el planteamiento hecho por
Muñoz Grandes en Berlín. Y en la segunda quincena de enero de 1943, Arrese
visita Berlín y, a su regreso, en plena catástrofe del frente de Stalingrado,
pronuncia el 9 de febrero e 1943 un discurso en Sevilla en el que literalmente
dice: "La División Azul no es un mero gesto galante en relación con una nación
amiga, sino la firme decisión de luchar hasta la victoria final contra el peligro
comunista", palabras que sorprenden porque justo tres días antes el mariscal
Von Paulus se ha rendido ante el ejército ruso, siendo esta derrota el gran
preludio del declive germano. Como certeramente señalará Garriga, "Arrese no
supo interpretar la historia que se desarrollaba ante sus ojos ni el Caudillo tuvo
la habilidad de hacer callar a su representante autorizado. Cuando Zhukov puso
en marcha sus tanques, que en dos años recorrerían los 2.000 kilómetros que
separaban el Volga del berlinés Oder, la España franquista, por uno de sus jefes
más destacados, declaraba ante el mundo que era verdad lo del millón de
bayonetas que un año antes, también en un discurso imprudente pronunciado
en Sevilla, puso Franco a disposición de Hitler, si un día lo necesitaba, para
defender Berlín del asalto soviético"10.
9
Documentos secretos... Doc. n.º 45. Pág. 121.
Ramón Garriga: La España de Franco. De la División Azul al pacto con los Estados Unidos (1943 a
1951). Ed. Cajica. Puebla, 1971. Pág. 27.
10
Otros tres días después de este imprudente discurso de Arrese, y como
prueba inequívoca de que Franco no se ha planteado la posibilidad de la derrota
del Reich, firma con el Gobierno alemán el siguiente acuerdo secreto:
"En el momento en que se lleve a la práctica la intención del
Gobierno alemán con respecto al suministro de armas, municiones y
armamento en general, moderno y en cantidad suficiente al ejército
español, el Gobierno de España, en respuesta a la cuestión planteada
por el Gobierno del Reich, manifiesta su firme decisión de hacer frente
con todos los medios a su disposición a cualquier ataque de las tropas
angloamericanas contra la Península Ibérica -es decir, por el
Mediterráneo, el Atlántico o en África- o contra el Protectorado español
de Marruecos.
"Ambas partes se comprometen a adoptar todas las medidas
necesarias para que se mantenga en el más absoluto secreto la presente
declaración, redactada en alemán y en español.
"Madrid, 12 de febrero de 1943"11.
Todas estas acciones de Franco encuentran amplio apoyo entre sus
seguidores, no tienen sólo un carácter previsor, pues a pesar de que
objetivamente el rumbo de la guerra va cambiando rápidamente de signo, la
mayoría de los máximos responsables de la política española siguen creyendo en
la superioridad bélica de los alemanes. Así, el conde de Jordana, en el despacho
que celebra con sir Samuel Hoare a finales de febrero de 1943, le dice que
"Alemania tiene más fuerza que nunca", actitud que revela la confianza que le
inspira la maquina militar del Reich, confianza que Franco es el primero en
sustentar. Está en los cierto, pues, Ricardo de la Cierva -historiador nada
sospechoso de albergar sentimientos antifranquistas- cuando dice que "el
General Franco y dos de sus consejeros más importantes -el Ministro del Aire,
Vigón, monárquico, y el aviador y experto en temas industriales José Pazó, que
constituyen, según algunos observadores próximos, "la cadena de la
germanofilia" - mantendrán su convicción sobre la victoria final alemana por lo
menos hasta la primavera de 1944, lo que sin duda constituye un aferramiento
al fulgor pasado más que la consecuencia de un análisis realista sobre el curso
de la guerra" 12.
Prueba evidente de esta falta de realismo, no digamos ya de previsi6ó, es
que cuando el 3 de agosto de 1944 muere repentinamente en San Sebastián el
conde de Jordana, Franco designa para sustituirle en el Ministerio de Asuntos
Exteriores a José Félix de Lequerica, el antiguo embajador ante el gobierno de
Vichy y pretendido mentor político del mariscal Pétain, nombramiento que le
hará decir a sir Samuel Hoare: "Franco cometió uno de sus más graves errores
designándolo como Ministro de Asuntos Exteriores en la víspera de la victoria
aliada. Este hombre estaba realmente demasiado marcado por un pasado del
11
12
Documentos secretos.... Doc. nº. 49. Pág. 131.
Ricardo de la Cierva: Historia del franquismo... Pág. 241.
que aún permanecía prisionero"13. En unos pocos meses, en efecto, liberada ya
Belgrado, el ejército alemán quedaría prácticamente arrumbado en Europa,
pero los actos de Franco seguirían sin demostrar el clarividente sentido de la
política exterior que -según le atribuyen sus hagiógrafos - le llevó a cesar a
Serrano dos años antes.
Sin embargo, esa obcecación en el triunfo del Eje se le atribuirá luego a
Serrano, con el propósito de que la falsedad prevalezca sobre los datos reales. Y
entre quienes más empeño ponen en difundir esa leyenda hay que destacar a
Carrero Blanco, el hombre que en buena parte administra el poder del régimen
a lo largo de treinta y dos años y que, como vimos, aprovecha los sucesos de
Begoña para influir en la voluntad de Franco y propiciar el cese de Serrano. Sin
embargo, según las declaraciones de las que se hace eco López Rodó, Carrero se
opone a Serrano porque no es partidario de la política germanófila que éste
viene desarrollando, transmutando así un problema de política interior en otro
de política exterior, argumento elaborado a posteriori y que no se corresponde
con la realidad de los hechos. En efecto, cuando Serrano sale del gobierno,
Carrero es uno de los militares que tiene fe plena en la victoria del III Reich.
Ahí están, para probarlo, sus periódicas colaboraciones en el semanario
Mundo, cuya línea de neutralidad, defendida por su director, Vicente Gallego, se
altera a favor del Eje cada vez que tiene que insertar un artículo de Carrero. Bien
puede decirse que el sentido de la estrategia y de la clarividencia no las revela
Carrero Blanco precisamente por las fechas en que se produce el cese de Serrano.
Un testimonio inequívoco de esa confianza del Subsecretario de la Presidencia
en la superioridad de Alemania como potencia militar, nos la ofrece Ramón
Garriga, que en julio de 1942 -pocas semanas antes de los incidentes de Begoña-,
es invitado por Vicente Gallego a una cena a la que también asisten Carrero
Blanco y el historiador Jesús Pabón, que a la sazón dirige la Agencia Efe. El
motivo de la cena -pues Garriga está recién llegado de Berlín- es examinar el
panorama internacional de la guerra e intercambiarse información. En esa cena,
después de que Garriga haga una exposición del curso de la contienda,
mostrándose pesimista respecto a las posibilidades de triunfo de Alemania,
Carrero, alardeando de contar con datos procedentes de excelentes fuentes de
información, anuncia a los comensales la inmediata conquistas de Malta por las
fuerzas del Eje, añadiendo: "La Wehrmacht, después de conquistar el Cáucaso,
avanzará por Turquía, Ira y Siria hasta alcanzar Egipto por el Este"14, profecías
que, como se sabe, estarán muy lejos de cumplirse. Sólo cuando los hechos
dieron plena razón a los adversarios del Eje, Carrero, como tantos otros
políticos y militares de Franco, volvieron del revés sus propias profecías y les fue
fácil y cómodo recurrir a Serrano como víctima expiatoria de la política proalemana de aquellos años.
(Cuando se produce el desembarco aliado en Normandía y la derrota del
III Reich aparece como irreversible, Carrero Blanco, al igual que tantos otros
que en la hora del triunfo alemán se empeñaban en "rebasar" en germanismo a
Serrano, querrá aparecer como anticipado clarividente del resultado final de a
13
Citado por José Mario Armero en La política exterior de Franco. Ed. Planeta. Barcelona, 1978. Pág.
136.
14
Ramón Garriga: Los validos de Franco. Pág. 237.
guerra mundial. Así, López Rodó, haciéndose eco de manifestaciones ex post de
Carrero, dirá que el almirante había prevenido a Franco, antes de la famosa
entrevista con Hitler en Hendaya; de las insuperables dificultades de Alemania
para ganar la guerra dada su debilidad en el mar frente a la potencia y
experiencia naval de Inglaterra. Para ello se basaba en el informe que le había
presentado a Franco siendo jefe de la Sección de Operaciones del Estado Mayor
de la Armada. Pero lo cierto es que ese informe, cuya autoría reclamaba Carrero
en exclusiva, fue redactado -conforme precisó el almirante Rapallo LópezQuiroga 15 - "por los diversos elementos del Estado Mayor y, por lo tanto,
también por el señor Carrero, pero sin que fuera exclusivamente suyo..." De ahí
que el verdadero autor de ese informe -jurídica y políticamente, conforme
puntualizó Serrano16- fuera el almirante Moreno, a la sazón Ministro de Marina,
pues él fue quien lo asumió. Por otra parte, ese informe "de seis folios
mecanografiados a un solo espacio", fue emitido el 11 de noviembre de 1940,
esto es, tres semanas después de que tuviera lugar el encuentro Franco-Hitler
en Hendaya. Consecuentemente, Franco no podía estar condicionado en
Hendaya por los planteamientos estratégicos de un informe cuyo contenido
todavía no conocía. A estas alturas, sin embargo, tras del esclarecedor librotestimonio escrito por los hijos del que en aquellos años era capitán de navío y
agregado naval de la Embajada de España en Roma -Álvaro Espinosa de los
Monteros- se sabe que fue éste quien, poniendo en versión alemana las cartas
que Franco remitía a Serrano a Berlín para que las entregase a Hitler, advirtió
de la vulnerabilidad naval que, a su juicio, presentaba el ejército alemán, razón
por la cual este marino español sí que era, ya en aquel momento, muy pesimista
respecto a la victoria alemana17.
No le falta razón, por tanto, a Ramón Garriga cuando, insistiendo en el
tema, escribe: "Historia y leyenda son dos cosas distintas. Durante años se ha
tenido interés especial en cultivar la leyenda de que Franco expulsó a Serrano
Suñer del gobierno para evitar que éste permitiera la entrada de los alemanes en
la Península. Pues bien, esta leyenda, que además de Madrid ha procurado
extenderla el embajador británico Hoare, resulta que es falsa porque la Historia,
basándose en un documento de uno de los mejores cerebros estrategas
alemanes, carga sobre las espaldas de Serrano Suñer la responsabilidad de
haber frustrado un plan de Hitler que contribuiría a la victoria del III Reich"18.
El documento al que se refiere Garriga es uno de los que se dio a conocer,
terminada la guerra mundial, en el famoso proceso de Nuremberg: El discurso
pronunciado por el general Jodl, jefe de Operaciones del Cuartel General de
Hitler, a los gauleiters reunidos en Munich el 7 de septiembre de 1943, en el que
dice, al enumerar las razones por las que, a esas alturas, no ha terminado la
guerra: "Nuestro tercer objetivo en el Oeste, esto es, el de tener a España a
nuestro lado y crear así la posibilidad de tomar Gibraltar, ha fallado por la
resistencia de los españoles, y más exactamente por la de su jesuítico Ministro
de Asuntos Exteriores, Serrano Suñer" (Documento L. 172).
15
Véase su artículo publicado en ABC de Madrid, el 25 de febrero de 1976.
Carta abierta a López Rodó, publicada el 3 de marzo de 1976 en La Vanguardia Española.
17
Véase el libro de Hernando, Juan, Gonzalo e Ignacio Espinosa de los Monteros y Bermejillo: España
en Hendaya. Impresores Reunidos, S. A Madrid, 1981.
18
Ramón Garriga: Op. Cit. Pág. 383.
16
Otro coincidente testimonio del propio general Jodl aparece consignado
en su diario autógrafo, en el que puede leerse: "La resistencia del Ministro
español de Asuntos Exteriores, Serrano Suñer, ha arruinado y liquidado los
planes alemanes para lograr que España entrara en la guerra y tomara
Gibraltar"19.
Pero no es éste el único testimonio objetivo que existe de las fuertes
resistencias que los alemanes encontraron en Serrano para que España se
declarara beligerante en la segunda guerra mundial. La minuciosa investigación
realizada por el profesor Carlos Rojas en los ya citados "Documents on German
Foreign Policy, 1918-1945", procedentes de los archivos de la Wilhelmstrasse y
de la Cancilleria del Reich, publicados por el Departamento de Estado de los
Estados Unidos, han revelado otros testimonios de los más altos dirigentes nazis
que presentan a Serrano como el responsable de desbaratar los proyectos de
Alemania para hacer entrar a España en la guerra y apoderarse de Gibraltar. De
entre las pruebas documentales halladas por Carlos Rojas, destacamos las
siguientes, partiendo de los textos taquigráficos de los monologas y diálogos de
Hitler, recogidos por el ayudante de Martin Borman, Heinrich Heim, entre julio
de 1941 y noviembre de 1944, bajo el título de "Conversaciones secretas":
- 7 de junio de 1942: "En España, desdichadamente, alguien está
siempre dispuesto a servir los intereses políticos de la Iglesia. Serrano
Suñer, el actual Ministro de Asuntos Exteriores, es uno de estos
hombres. Desde mi primer encuentro con él me embargó un
sentimiento de repulsión, aunque nuestro embajador, con abismal
ignorancia de la realidad, me lo presentó como el más ardiente
germanófilo de España."
- 7 de julio de 1942: "Resulta obvio que él (Franco) es incapaz de
librarse de la influencia de Serrano Suñer, aunque éste último sea la
personificación del cura en política y mantenga un juego obviamente
artero con los poderes del Eje. De hecho los curas son increíblemente
estúpidos. A través de Serrano Suñer intentan dar un impulso
reaccionario a España para devolverle el trono a la Monarquía. No
obstante, sólo conseguirán encender otra guerra civil, que ellos serán
sin duda incapaces de sobrevivir."
- 1 de agosto de 1942: "La verdadera tragedia de España fue la
muerte de Mola; él era el único cerebro, el auténtico dirigente. Franco
llegó al poder como Poncio Pilatos entró en el credo. El espíritu más
siniestro es, sin duda alguna, Serrano Suñer, cuya tarea es preparar el
camino de la Unión Latina."
- 5 de septiembre de 1942: "Serrano Suñer se las había ingeniado
para aniquilar a la Falange y restaurar la Monarquía si le hubiesen dado
la oportunidad de hacerlo. ¡Su desgracia ha sido ciertamente acelerada
por mi reciente declaración!"
19
Citado por el Daily Telegraph el 28 de noviembre de 1945.
Es evidente que este cúmulo de invectivas no habría salido nunca de la
boca de Hitler si este hubiera encontrado en Serrano a un hombre dócil y
sometido a sus dictados. La incontenible ira que le suscita el Ministro español
hay que atribuirla, lógicamente, a la firme actitud de Serrano de evitar que
España se involucre en la guerra. Esta actitud siempre dilatoria y evasiva de
Serrano, no resulta del agrado, como es de suponer, del Führer. Por eso cuando
Von Stohrer trata de hacerle ver a Hitler que Serrano es un sincero amigo de
Alemania, el Führer le responderá: "Será amigo nuestro el Ministro Serrano
Suñer, pero yo preferiría un Ministro menos amigo y en cambio más dócil",
palabras que el embajador alemán traslada a Serrano a su regreso a Madrid.
Otro testimonio de la opuesta actitud de Serrano a la intervención de
España en la guerra mundial, viene dado en la carta que, el 10 de enero de 1960,
dirige Heberlein -el segundo jefe de la misión alemana en Madrid durante la
contienda- al investigador Donald S. Detwiler, que éste recoge en su obra Hitler,
Franco und Gibraltar. En esa carta, quince años después de la victoria aliada,
dirá Heberlein: "Quizá hayan existido en España algunas personas que hubieran
visto con gusto la participación activa de su país en la guerra. Pero según mi
opinión personal ni el jefe del Estado Franco, ni sus colaboradores inmediatos,
ni especialmente Serrano Suñer, tuvieron nunca la intención de meter a España
en guerra al lado de los países del Eje"20 (s/n).
Porque lo cierto es que Serrano se siente sinceramente inclinado a la
causa política del Eje, lo que ha afirmado sin ambages antes y después de ser
Ministro, pero lo que no significa que haya sido partidario de arrastrar a España
a la guerra mundial. En este sentido, la posición de Serrana es inequívoca, Más
inclinado, con una sensibilidad personal más preparada para comprender el
fenómeno político de la Italia de Mussolini -apoyado en un conocimiento
anterior y directo del país, cuando amplia sus estudios universitarios en Roma-,
Serrano nunca ha dejado de declararse amigo leal de Alemania. En 1946, en su
libro Entre Hendaya y Gibraltar, dice: "Ahora, derrotada esta (Alemania), ya
puedo hablar como verdadero amigo suyo sin miedo a tener demasiados
contrincantes. Porque fui amigo leal, y no servidor interesado, nadie me podrá
negar el legítimo uso de ese título de 'amigo de Alemania' del que ni mis
sentimientos, ni mi conciencia y mi decoro me impiden renegar"21. Mantener
esta actitud cuando el Eje se ha desmoronado ante los países aliados,
precisamente cuando las germanofilias, aquí y fuera de aquí, tratan de ocultarse
o disfrazarse, constituye una prueba de entereza moral que no puede negarse a
Serrano y ello cuando, tras de la caída de Alemania, muchos son los que se
apresuran a olvidar su pasado germanófilo y tratan de endosar en exclusiva ese
sentimiento a quien, sin dejar de proclamarlo, nunca actuó como un
incondicional servidor de los intereses del Eje. Por ello puntualiza Serrano: "He
sido, en el Gobierno, un amigo leal de Alemania, pero jamás un criado suyo. Ni
mi inclinación personal, ni el orgullo de mi raza, se conforman con ese destino.
Yo no he servido más que a España."
20
21
Citado por Ricardo de la Cierva en Hendaya. Punto final. Pág. 148.
Ramón Serrano Suñer. Entre Hendaya... Pág. 93.
Esta sincera y proclamada lealtad de Serrano a la causa del Eje durante y
después de la contienda, no resta un ápice la firmeza con que en todo momento
defiende la neutralidad española, al contrario de cuantos, exaltadamente
germanófilos, se dedicaron después a ejercer de "profetas del pasado", negando
sus belicosas proclividades a embarcarse en la guerra y participar en el botín de
la entonces segura victoria alemana. Pero éste no es el caso de Serrano, pues es
hombre que, como señala Carlos Rojas, "no ha ocultado nunca su germanofilia
de aquellos tiempos, a diferencia de quien pretendía ofrecer a don Ramón a los
tribunales de Nuremberg, en 1945, para demostrar que nuestro imperio se iba
convirtiendo rápidamente en democracia orgánica al precio de su cabeza"22.
Una prueba evidente de que la actitud y sentimientos de Serrano no
varían con el derrumbamiento del Eje, la constituye la siguiente anécdota: A las
pocas semanas de proclamarse la victoria de los países aliados, llega a Madrid,
como enviado especial del Daily Telegraph, Randolph Churchill, hijo del primer
ministro ingles durante la guerra mundial. El periodista británico, aureolado
por el prestigio de su padre y por el rotativo para el que trabaja, es recibido con
todos los honores en numerosos círculos sociales de Madrid. En un almuerzo
que le ofrece Juan Ignacio Luca de Tena, al surgir el nombre de Serrano,
Churchill Jr. manifiesta su deseo de entrevistarse con él. Uno de los comensales,
Pepe San Luis23, amigo de Serrano, se encarga de preparar la entrevista. La
primera reacción de Serrano, al ser invitado a un almuerzo con el hijo de sir
Winston, es negativa. "No me gusta correr tras el vencedor", le dice a San Luis,
pero ante la insistencia de éste termina accediendo. Concertado el encuentro en
el chalet que San Luis posee en la colonia del Visa, entrevista a la que Randolph
Churchill acude acompañado del periodista americano Forte, corresponsal de la
agencia "United Press" y Serrano de su amigo Eduardo Montarco, la
conversación está a punto de naufragar en su mismo inicio, cuando el periodista
inglés aborda así al ex Ministro español:
"Que’ est·ce qu’il va faire maintenant votre beau frère, le salaud Franco?"
Al oír estas palabras, Serrano, que no mantiene ninguna relación con
Franco desde que cesó como Ministro -que es objeto de la calumniosa campaña
que con la tolerancia del mismo Franco se ha desatado contra él, haciéndole
responsable de la política proalemana del Régimen durante la contienda-, pero
que tiene un sentido de la caballerosidad que le impide participar en un
encuentro que se inicia así, hace ademán de retirarse indicando que creía que el
almuerzo se había concertado "para conversar civilizadamente y no para
insultar". Rápidamente, el periodista inglés excusa su forma desenfadada de
hablar, asegurando que no tiene intención de ofender. Restablecida la
conversación, ya en la mesa, Churchill Jr. inquiere: "¿Por qué han sido ustedes
aliados del Eje?", pregunta a la que Serrano responde así: "Aliados, no, pero si
amigos hasta el límite máximo, sin llegar a provocar el conflicto con ustedes y
eso es lo que nos libró de ser invadidos por los ejércitos de Hitler; creo que sin
esa política de incondicional amistad (aunque a la vez de 'resistencia' a la
22
23
Carlos Rojas: Artículo en ABC de Madrid, 28 de febrero de 1976.
El apellido de los San Luis, hijos del conde de San Luis, es el de Sartorius.
intervención en la guerra), nos hubieran invadido. Con lo cual, en definitiva,
ustedes, en cierto modo, o de modo muy importante, se beneficiaron de aquella
conducta. Lo digo seriamente y no para presentar ante el vencedor una falsa
imagen como mérito, una intención que nunca estuvo en nosotros, porque, en
realidad, procedimos de aquella forma única y exclusivamente en consideración
a nuestro interés nacional y sin el menor propósito de ayudarles, ya que
nosotros habíamos esperado y deseado el triunfo del Eje por esas razones de
interés nacional, pues pensábamos que en el nuevo orden político que se
establecería en Europa después de su victoria, España mejoraría la postura de
pariente pobre que le había correspondido durante los largos años de la
hegemonía franco-inglesa."
Las palabras de Serrano son acogidas con atención y respeto por parte de
su interlocutor, como así lo refleja en las crónicas que publica días después en el
Daily Telegraph de Londres, en una de las cuales destaca que la conversación
más interesante que ha mantenido en España ha sido la sostenida con Serrano,
subrayando su caballerosidad personal y su honestidad y coherencia política al
seguir proclamando sus sentimientos de sincera amistad con la Alemania de
Hitler cuando ésta ha desaparecido del mapa político, actitud bien diferente a la
de otros españoles que bruscamente dejaron de ser germanófilos furibundos
para presentarse como anglófilos consumados, oportunismo que ciertamente no
se le puede reprochar a Serrano.
Los hechos hablan por sí mismos. Serrano no oculta su solidaridad moral
con la causa del Eje, pero a lo largo del tiempo que desempeña funciones
públicas de primer orden junto a Franco no le anima voluntad intervencionista
alguna ni al comienzo de la guerra ni cuando, como Ministro de Asuntos
Exteriores, tiene mayor relación con el III Reich y ya las divisiones alemanas
han conseguido largos y brillantes triunfos. De ahí que Ramón Garriga, en el
balance que hace de la gestión política de Serrano, reconozca que "difícilmente
otro hombre en el puesto de Ministro de Asuntos Exteriores hubiera logrado
mantener durante dos años a los alemanes en los Pirineos sin entrar en
España"24.
Esta actitud denodada de mantener a España al margen de la contienda
no es que sea exclusiva de Serrano, pues es evidente que Franco la comparte. No
es concebible que uno y otro -Jefe del Estado y Ministro de Asuntos Exterioresactúen con criterios dispares. Las cartas ya transcritas de Franco a Serrano
cuando éste se encuentra en Alemania resistiendo lo que hemos llamado
"ofensivas nazis", son suficientemente ilustrativas. Por eso no puede extrañar
que Serrano afirme que entre Franco y él "hubo siempre una perfecta
compenetración y una identidad de puntos de vista en las referencias a la
política exterior... y ambos -con una carga demasiado pesada de responsabilidad
sobre los hombros- creíamos que era necesario capear el temporal, dar tiempo
al tiempo, satisfacer no sólo con buenas palabras, sino también con actos de
positiva amistad, que por otra parte eran sinceros y debidos –contra todas las
estupideces que, en busca de una absolución, luego se han dicho y escrito-, a
quien era entonces el dueño de Europa, eludiendo así, en cuanto fuera posible y
24
Ramón Garriga: La España de Franco... Pág. 383.
hasta el último momento, el peligro de adquirir cualquier compromiso que
pudiera conducir a España a la beligerancia efectiva, y a nuestro pueblo a
desangrarse de nuevo en una guerra cuando acababa de sufrir tanto, tan grave y
tan dramáticamente en la guerra civil. Pero era preciso proceder de tal modo
que nuestra legítima resistencia no se convirtiera en provocación, puesto que la
invasión alemana -que con otra actitud se habría producido fulminantementetambién era la guerra, por mucha voluntad de resistencia (más voluntad que
posibilidad) que tuviéramos; era la guerra, a su lado, si cedíamos; y contra ella si
nos poníamos enfrente" 25 . Era obligada esta larga cita porque expresa muy
claramente la común estrategia que tienen que desarrollar Franco y Serrano
para contener el afán de los alemanes por conseguir que España tome parte
activa en la guerra.
Pero así como Serrano no reclama para sí en exclusiva el mérito de la no
beligerancia de España, rechaza, como es lógico, no sólo que se le excluya a la
hora el cómputo de esfuerzos desplegados para conseguir el fin deseado, sino
que se tergiversen los hechos y se monte una falsa leyenda atribuyéndole a él, a
posteriori, propósitos intervencionistas, providencial y oportunamente
neutralizados por la previsora perspicacia de Franco, versión que prospera,
como denunciará Serrano, "entre el silencio" -que unos servidores imponen- "y
la propaganda" -que otros servidores difunden-. Lo cierto es que Franco y
Serrano, lógicamente conjuntados en su acción de resistencia, evitan la entrada
de España en la guerra mundial. Serrano no niega el esfuerzo de Franco y a él
atribuye "el mérito contraído de haber hecho todo lo posible para alejar tamaño
riesgo", pero también se ve obligado a puntualizar: "Yo serví y secundé ese
propósito en todos y cada uno de mis encuentros con los alemanes, poniendo a
contribución todos mis recursos dialécticos, pero cuidando de conservar
siempre el tono amistoso -por otra parte sincero- con el fin de evitar la invasión.
Serví activamente una política de equilibrio: 'amistad y resistencia' en mis
numerosas confrontaciones con los alemanes y con mayor prudencia de la que
en sus manifestaciones y conducta tuvieron algunos de los que en la hora del
miedo me atribuían la exclusiva en la política germanófila" 26.
Escamoteada la rigurosa verdad de los hechos, deliberadamente
deformada la realidad, muchos españoles de buena fe llegaron a creerse la
especie, alentada con turbios propósitos, de que Serrano había cesado como
Ministro de Asuntos Exteriores no por una mera cuestión de política interior,
como hemos visto, sino porque su germanofilia quería involucrarnos a toda
costa en la guerra mundial. Durante muchos años, españoles desinformados
creyeron la leyenda urdida. Los que conocían los hechos o bien estaban
interesados en que prevaleciese la falsedad o bien estaban amordazados.
"Precisamente por haber tenido que callar durante tantos años -dirá Carlos
Rojas desde su Universidad de Emory- fue víctima don Ramón Serrano Suñer
de una de las campañas de descrédito más bajas y mejor orquestadas de nuestra
Historia..., es preciso recurrir al testimonio del propio Führer para subrayar una
vez más que don Ramón Serrano Suñer no fue nunca el hombre de Hitler en
España, sino el hombre a quien Hitler no perdonó nunca su heroica entereza en
25
26
Ramón Serrano Suñer: Entre el silencio... Pág. 288.
Ramon Serrano Suñer: Ibidem. Págs. 322-323.
Berchtesgaden"27, lo que no constituye hipérbole alguna, pues cuando Serrano
es llamado al Berghof, Hitler cree que el Ministro español se va a limitar a dar su
visto bueno a los planes trazados por el Estado Mayor alemán. Sin embargo, la
hábil y, al propio tiempo, firme actitud de Serrano, impiden que prevalezcan los
propósitos nazis. A diferencia de otros políticos extranjeros que sucumbieron
ante el implacable y sutil cerco que cuidadosamente disponía Ribbentrop en
estas situaciones extremas -reacuérdese como Schussnigg, Hacha y Bardossi, en
circunstancias similares, comprometen a sus respectivos países, Austria,
Checoslovaquia y Hungría-, Serrano no cedió ante el "Diktat" al que pretendió
sometérsele en Berchtesgaden. "En noviembre de 1940 -puntualiza Garriga-,
cuando Hitler era virtualmente el dueño de la Europa continental, sólo un
suicida se hubiera opuesto abiertamente a los planes del Führer"28. Pero que
'"Serrano luche denodadamente por mantener a su país fuera del escenario de la
guerra y, desde luego, no acepte nunca convertirse en el "Quisling español", es
algo que no reconocerá nunca la propaganda franquista.
Sin embargo, es curiosa que mientras la España oficial se obstina en
propalar la interesada versión de los propósitos intervencionistas de Serrano en
la contienda mundial, hayan sido los propios testimonios alemanes, aún con sus
reproches y protestas, los que, en definitiva, restablezcan la verdad de los
hechos. Y también es curioso que el mérito que el general Franco le niega a
Serrano en su política de "amistad y resistencia" con el Reich, se lo reconozca
abiertamente otro general español, Vicente Rojo, Jefe del Ejército republicano
durante la guerra civil, prestigioso militar y caballero intachable, quien, en
marzo de 1966, hace unas declaraciones que recoge el siguiente texto:
"Cochabamba.-El antiguo profesor de la Infantería de Toledo
(España) y de la Academia General Militar de esa ciudad boliviana, don
Vicente Rojo, ha sido interrogado en su actual residencia madrileña por
un periodista, sobre que personaje del bando adverso al suyo le merecía
más respeto o admiración, tanto en el ámbito militar como en el civil.
"Don Vicente Rojo dijo:
"De los militares, guardo una especial admiración hacia el teniente
coronel Noreña, del Cuerpo del Estado Mayor, que se deja sacrificar
antes que adoptar una actitud contraria a sus sentimientos políticos y
personales.
"Y de los hombres civiles, estimo que debo brindar mis mayores
respetos a Don Ramón Serrano Suñer porque, en un momento crucial
de la vida de España, supo colocar, sobre su conveniencia, su conciencia.
"Yo, personalmente, respeto a todo el mundo, piense o sienta del
modo que sea. Además, admiro los gestos personalísimos que revelan
una individualidad hispánica"29.
Estas declaraciones, que patentizan la calidad humana de su autor,
denotan la actitud moral de un hombre que, siendo fiel a sus convicciones,
27
Carlos Rojas: Artículo citado.
Ramón Garriga: La España de Franco... (1943-1951). Pág. 145.
29
"Boletín Informativo Militar". México, marzo 1966.
28
respeta al adversario -al que no convierte en enemigo personal- y valora con
lealtad cuanto en él advierte de positivo, respetando con rigor los hechos
probados. Pero no es ésta precisamente la disposición de quienes tejen la
leyenda de las intenciones belicistas de Serrano, mientras a éste se le impide
reivindicar la verdad frente al embuste, reduciéndole a la situación de
indefensión personal.
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