1. Aquella noche yo estaba allí. Me di la vuelta y la vi detrás de un árbol; pero volví a mi posición inicial para que ella no se enterara de que la estaba observando. Yo quería volver a verla, pero tenía miedo de darme otra vez la vuelta; ¿y si se enteraba de que la miraba? ¿Y si creía que la acosaba? ¿Y si miraba y no estaba? Me decidí por darme la vuelta y mirar. Ella ya no estaba; fui un tonto por esperar unos minutos y por culpa de eso la he perdido para siempre. No la volveré a ver nunca más… (Inspirado en el mito de Orfeo y Eurídice) 2. ¿Cómo rechazar esa oferta? Me estaba ofreciendo la oportunidad de tener a la mujer más deseada. Sé que tenía otras opciones más convenientes, pero el deseo más primitivo que nacía en mi interior me cegó. Será mía, diga lo que diga su marido, sin importarme las consecuencias ni el qué dirán. Un voto a favor de mi felicidad. (Inspirado en el juicio de Paris) 3. Dánae y la lluvia de oro Llevaba ya muchos días allí encerrada, los suficientes como para haber perdido la cuenta, para haberse olvidado del tiempo y del paso de los halos de luz. Dánae, hija de Acrisio, rey de Argos, fue encerrada en una cueva por su padre. El oráculo predijo al rey que sería asesinado por su nieto, el hijo de su hija. Al habérsele sido descubierto este futuro, Acrisio encerró a su hija en una cueva para que no pudiera ser seducida por nadie y así no llegara a tener hijos. Un hilillo de lágrimas bajaba por la mejilla mientras recordaba cómo su padre sonreía llevándola en brazos cuando era pequeña hasta cambiarse al rostro del desprecio que le mostró cuando la encerró en aquella cueva. Las lágrimas de Dánae cayeron durante días. Una noche Dánae en un intento de desesperación miró al cielo para encontrarse con la ayuda de los dioses, pero lo único que encontró fue el gran techo de la cueva. Se desplomó contra el suelo sin reaccionar hasta que de repente en el techo empezaron a abrirse agujeros. Unas cálidas gotas gotearon sobre su rostro. Dánae se quedó quieta, notaba cómo las gotas resbalaban por sus mejillas, bajaban por sus cuello y luego por su espalda. Sintió escalofríos. La lluvia empezó a tornase amarilla, hasta alcanzar el color dorado de las muchas joyas que había en Argos. Dánae abrió los brazos como si abrazara a alguien y luego los cerró para abrazarse a sí misma, De repente los agujeros empezaron a hacerse más grandes hasta hacer desaparecer el techo. La lluvia dorada inundó toco el cuerpo de Dánae, y por donde el agua la tocaba, ella sentía caricias, besos por el cuello y dedos por la espalda. Se removía en el suelo abrazándose y cruzándose de piernas, gemía. Por donde el agua de la lluvia se alejaba de Dánae, un hilillo de color rojo destacaba contra el agua dorada, Dánae no estaba herida. No podía parar de abrazarse y gritar, la lluvia la hacía olvidarse de todo, de su padre y su desprecio, de los pensamientos de que nunca podrá salir de allí. Lo único en lo que pensaba era en la lluvia. Tan intenso fue el momento como corta su duración, el techo de la pared empezaba a cerrarse, haciendo cesar la lluvia, se desmayó en el mismo momento en el que la última gota dorada caía sobre ella. Pasaron los días, semanas, meses y la lluvia no volvió a caer, el águila majestuosa sobrevolaba la habitación de Dánae que se encontraba en el castillo amamantando a un niño, cantando canciones y susurrándole su nombre: -Perseo. 4. Es mejor que yo. ¿Cómo puede ser? Yo soy una divinidad; ella es una mísera humana. Una humana mejor que yo. Se atreve a retarme. No lo puedo permitir. Yo soy una diosa. (Inspirado en la fábula de Aracne y Atenea) 5. La amaba. Sin duda lo hacía. Y ella a mí. Creímos que el destino nos había unido; nos compenetrábamos tan bien. Ella era astuta; su vida le había enseñado lo necesario para saber comportarse y ser ella misma. Yo estaba vacío y sin amor; solo en este mundo, levantándome de todos mis errores. Hice todo lo que pude por ella; le entregué mi amor y ella a mí, hasta el último de sus cortos días. Me llevó tan alto que ahora la caída ha sido devastadora. Sólo con ella estoy vivo y por eso la sigo a la muerte. (Inspirado en el mito de Orfeo Y Eurídice; recreación del mito) 6. La isla de los muertos La barca se tambalea. Me agarro a los costados y miro a mi alrededor. No sé dónde estoy. Sentado delante mí hay un hombre con pelo enmarañado, barba de hace unos cuantos meses y la mirada vacía de quien ya no tiene nada que perder. La barca se mueve aún más. Respiro e intento acomodarme y prepararme para lo que me espera. En este sitio es como si el tiempo no pasase, como una línea continua y sin fin, donde no se distinguen unos puntos de otros. El hombre no ha dejado de remar desde que estoy aquí, el paisaje no ha cambiado y poco a poco el ambiente se me hace acogedor y familiar. Llegamos a una isla rocosa y oscura. El señor, que lleva evitando mirarme a los ojos todo el camino, para en la orilla y yo, sin saber por qué, me bajo de la barca. Le veo alejarse, remando sin detenerse, como si quisiera alejarse de este sitio lo antes posible. Me adentro en las rocas y veo a mucha gente vestida con ropas blancas, desgastadas y holgadas. Todos llevan las manos sueltas a los costados, la mirada fija en el suelo y los hombros caídos, como si llevasen consigo un peso inexistente, pero estable. No me miran. Creo que no son conscientes de mi presencia. De repente, mi ropa empieza a transformarse. Pero no de una forma mágica, sino como si algo la devorase desde dentro. Mi piel comienza a palidecer y mi pelo se transforma en una mata negra, áspera, que casi me llega a los tobillos. Ahora sé donde estoy y empiezo a reconocer a las almas en pena que pululan a mi alrededor y que parece se van dando cuenta de mi presencia. Ahogo el aire y me dejo consumir por la atmósfera oscura y triste de esta isla. Ya noto el terrible peso de mis hombros, bajo la mirada y siento cómo el vacío se apodera de mí. Supongo que estoy atrapada en esta isla. Atrapada y muerta. (inspirada en el mundo del Hades) 7. Le vi y fue la primera vez que me arrepentí de tener el corazón tan frío. Nunca me había ocurrido; tenía un nudo en la garganta que me impedía hablar. Eso lo estropeó todo. Triste y desolada, vagué hasta la muerte haciendo eco de mi presencia a todo aquel que quisiera oír de mi amor no correspondido. (Inspirada en el mito de Narciso y Eco) 8. ¿Me merecía todo aquello? Rechazo de la mujer que me dio la vida y de la que por amor me la está quitando con su infidelidad… ¡Ay! Ojalá las mentiras no dolieran tanto…pero en fin, ella recibió su castigo con la vergüenza ante los demás. Al fin y al cabo, era lo único que le importaba. (Inspirado en el mito de Hefesto y la red de oro en la que atrapó a Afrodita y Ares) 9. Mi hermano encadenado y ella, conmigo. Éramos muy felices hasta que la curiosidad pudo con ella y la abrió. No debería haberlo hecho; no, Pandora. (Inspirado en el mito de Prometeo, Epimeteo y Pandora) 10. ¿Qué dirías si un día te enteras de que tus padres no son tus padres y de que el destino dice que matarás a tu padre real y te casarás con tu madre biológica? Pues eso me pasó a mí. Al principio, cuando me enteré, lo pasé mal, pero ya han pasado tres años…nunca pensé que lo superaría, pero ya aprendí que mi padre y mi madre adoptivos fueron los que me cuidaron y ellos son mis verdaderos padres. Sé que pensaréis que estoy loco; y tenéis razón. Lo estoy. (Inspirado en la tragedia de EDIPO; recreación del desenlace) 11. ¿Qué ironía, no? Moría por amor, y el amor la acabó matando. Porque, a veces, un solo fallo puede quitártelo todo. Una sola mirada de la acabó llevando. Quizá el destino quiso eso, ella en el inframundo y él en el mundo. Te esperaré siempre. (Inspirado en el mito de Orfeo y Eurídice) 12. Sangre: lo que necesito es sangre. Me cansé de ser la que siempre pierde: ser la esposa del dios más poderoso es agotador; soportando las miradas de otros…me hierve la sangre de pensar en el porqué…necesito venganza, y no una cruel y fría, sino una dulce y dolorosa: matarla a ella y a su descendencia utilizando la forma de su amado. Sí, ¡será lo más satisfactorio que veré! (Inspirada en el mito de la venganza de Hera contra Sémele y el nacimiento de Dioniso) 13. Sin saber de quién era hijo, en una gruta me crié con la nereida Tetis hasta que cumplí los nueve años, por una discusión de Zeus con Hera o bien por la vergüenza que tenía de mí mi madre. No soy guapo, ni joven, estoy cojo; pero no me considero inferior a ninguno de los dioses. Soy la mejor de sus excepciones. Si yo no existiera, ¿quién forjaría los rayos a Zeus? ¿o cómo hubiese nacido Atenea sin mi destreza?. He conseguido que el Olimpo me respete y tema mi enfado. Soy el dios del fuego, la fragua y los metales y me enorgullezco cuando me representan trabajando. (Inspirado en el mito de Hefesto) 14. Soy cazadora, la mejor. Zeus, mi padre, loco de amor por mí estaba. Tanto, que en Calisto se transformó. Y, cuando descubrí lo que pasaba, de tanta furia que sentí la convertí en osa. Amiga mía, muerta por el amor de Zeus sin tener nada que ver. Miro hacia arriba y allí la veo: la constelación más preciosa, la de la Osa Mayor, en honor a mi compañera. (Inspirado en el mito de Diana/Artemisa, Zeus y la ninfa Calisto y su catasterismo) 15. Una historia muy relevante que escondía una serie de diversos secretos. Unos hombres que estaban destinados a extinguirse, no sin antes vivir momentos efímeros. Un mal rodea la historia. Pandora, la primera mujer creada, fue entregada en una caja de males que destruirían gran parte del universo. Pandora, malvada, sabiendo los males que podrían salir, abrió la caja que se le advirtió que no abriera. Y abierta quedó, esparciéndose la maldad. Una triste tragedia entre dos mundos. (Inspirada en el mito de la caja de Pandora) 16. Una propina para Caronte. Y allí estaba, en aquella barca, desconcertada, sentada en el suelo frío y húmedo, observando la espalda de aquel anciano delgado, encorvado, de pelo largo y barba mal cuidada y con cara de estar pagando de por vida un largo castigo. Y aquel hombre era el que me conduciría a mi castigo después de la muerte. (Inspirado en la barca de Caronte) 17. Y a ella la envidia le arrebató la conciencia. Quiso que alguien actuara por ella. Y así fue. La cruel metamorfoseó la descendencia de la envidiosa en asesinos y la de la envidiada en muerte. (Inspirado en el mito del asesinato de los hijos de Niobe a manos de Apolo y Artemisa) 18. ¿Y qué haré sin ella? ¿Voy a buscarla? Hablaré con Caronte y con quien sea necesario; ¡bajaré! Iré a los infiernos. No será difícil; aguantaré sin mirarla; sólo serán cinco minutos, después la podré ver todo el tiempo que quiera. ¿Qué pasa? ¿Por qué no se escucha nada? ¿Seguirá detrás? No la escucho; quizás, si me doy la vuelta, solo un segundo, solo para confirmar que está allí… ¡Sí, lo haré! Solo un segundo. ¡No! Se fue…fui un tonto, sólo por mirarla la perdí. Yo la quería. Éramos felices. (Inspirado en el mito de Orfeo y Eurídice)