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Archivo Histórico Universitario
:: Año 13, núm. 1, 2010 :: www.tiempouniversitario.buap.mx
Ejemplar gratuito Mujeres y educación superior
en el México del siglo XIX
* Mtra. Ma. de Lourdes Alvarado.(cesu-unam)
Con la colaboración de Elizabeth Becerril Guzmán.
Los prolegómenos
a integración de las mujeres al estudio y ejercicio de
las carreras liberales1 en México no fue tarea fácil.
Como en otras partes del mundo, este proceso
implicó largo tiempo y, sobre todo, el pujante
esfuerzo de una minoría para enfrentar la serie de prejuicios que durante siglos impidieron el avance intelectual
y profesional de este sexo. En nuestro país fue hasta bien
avanzado este siglo cuando las mexicanas irrumpieron
de manera significativa en las aulas universitarias. Sin
embargo, los antecedentes de esta especie de conquista
de las profesiones "masculinas" se remontan a las postrimerías del xix, cuando un reducido grupo de mujeres,
"contra viento y marea" logró abrirse paso en las escuelas
superiores2 de aquella época. Con ello, no sólo dieron la
primera batalla contra quienes temían que su entrada al
mundo cultural y laboral masculino rompiera el "equilibrio" existente, sino que su ejemplo contribuyó a abrir
la brecha por la que habrían de transitar las nuevas generaciones. Tales fueron los casos de Matilde Montoya,
Columba Rivera, Guadalupe Sánchez, Soledad Régules,
Ma. Asunción Sandoval de Zarco y Dolores Rubio Ávila, cuyas difíciles trayectorias académicas3 representan
un hito en la historia cultural del país.
L
* Investigadora del Centro de Estudios sobre la Universidad, unam. Licenciada en Historia. Facultad de Filosofía y Letras, unam, febrero, 1981. Maestría en Historia de México. Facultad de Filosofía y Letras, unam, diciembre, 1992. Doctora en Historia, Facultad de Filosofía y Letras, unam, septiembre del 2001. Ha publicado
entre otros: "Matilde Montoya. Primera médica mexicana", Ciencia y desarrollo, México, conacyt, Sept.-Oct., 1994. La polémica en torno a la idea de universidad
en el siglo xix, México, cesu, 1994. El texto fue tomado de la web: http://biblioweb.dgsca.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_10.htm
1
Este concepto se utiliza para aludir a aquellas actividades laborales que, para ejercer, requieren que la persona haya cursado una larga carrera teórica en instituciones educativas legalmente acreditadas. Estas carreras se distinguen por un ideal de libertad o autonomía en el desenvolvimiento de su actividad profesional.
Por ejemplo, la medicina y abogacía se consideran carreras liberales no sólo porque aluden a una materia concreta, sino porque se supone que sirven con liberalidad a la resolución de un problema personal de sus respectivos clientes y, porque anteponen un noble ideal o valor social (la salud o la justicia, por ejemplo) a un
interés personal. Los términos de las citas 1-4, 6, 44, fueron elaborados por Guadalupe García Alcaraz.
2
Desde mediados del siglo xix, se utilizó el concepto de escuelas superiores para aludir a las instituciones educativas que impartían estudios que hoy equivaldrían
al grado de licenciatura. En la actualidad se observa que algunas instituciones educativas todavía utilizan el nombre de escuelas superiores, aunque el grado que
otorgan ya no representa el nivel más alto de la pirámide escolar.
3
El surgimiento de un mercado académico, como uno de los muchos efectos de la masificación de la enseñanza, y la creciente promoción de las actividades académicas y científicas en las últimas dos décadas del siglo xx, han despertado el interés por conocer la vida de académicos y científicos. Para llevar adelante esta
tarea, los investigadores se apoyaron inicialmente en un concepto que era utilizado dentro del campo de la educación y del mercado de trabajo: el seguimiento
de egresados. Con este concepto se busca indagar la trayectoria laboral que trazan las generaciones de egresados de una carrera profesional en un periodo de
tiempo determinado. Su uso se relaciona, tanto con fines de planeación de la misma carrera, como con investigaciones sobre el mercado de trabajo y la educación,
bien sea desde un recorte temporal reciente o histórico. El objetivo que se persigue al estudiar las trayectoria académicas es describir el proceso de formación
y el tipo de actividades laborales que realizaban o realizan los miembros de las comunidades académicas, científicas o profesionales en un periodo de tiempo
determinado. Este concepto no sólo incluye actividades tangibles como el trabajo en el aula, publicaciones, participación en eventos, reportes de investigación,
patentes, etc, sino también las creencias y relaciones que establecen determinados sujetos en la convivencia con sus pares.
Gaceta Histórica de la BUAP
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El retraso con que se inició
y desarrolló dicho proceso no se
debió a circunstancias casuales o
aisladas; fue consecuencia directa
de la concepción socio-cultural
vigente que, bajo reglas más implícitas que explícitas, impidió el
acceso de las mujeres a la educación superior formal. Un ejemplo
representativo de esta corriente
de pensamiento es josé díaz covarrubias, a cargo del Ministerio de
Justicia e Instrucción Pública4 hacia mediados de los setenta de la
pasada centuria y franco partidario de la modernización del sistema educativo. Desde su punto de vista, la educación
femenina no debía orientarse hacia las carreras profesionales, pues consideraba que aún no existían las
condiciones necesarias para compartir con ese sexo
"la alta dirección de la inteligencia y de la actividad".
Prueba de ello, decía, era la naturalidad con que ellas
mismas asumían dicha situación, al abstenerse de tomar parte en "las funciones sociales de los hombres,
no obstante que con excepción de las costumbres,
nada les prohibiría hacerlo en muchas de las esferas
de la actividad varonil". Por tanto, concluía el político
y escritor de manera por demás simplista, dos eran las
razones del retraimiento profesional del "bello sexo":
su "organización fisiológica" y su tradicional "lugar en
sociedad",5 juicio muy a tono con su tiempo y con el
que se justificaba la continuidad del statu quo.
Y en efecto, de acuerdo con las leyes de Instrucción Pública de 1867 y 1869, no existían impedimentos formales que prohibieran a las mexicanas matricularse en la Escuela Nacional Preparatoria y, una vez
acreditados dichos estudios, optar por alguna de las
escuelas profesionales6 existentes. Aquel plantel nunca
se definió como exclusivamente masculino y si en sus
primeros años de vida funcionó como tal, fue debido a
la presión social y al peso de la tradición, abiertamente
en contra de la presencia femenina en dominios varoniles. Ello explica la posición de Díaz Covarrubias,
pues cuando publicó su obra sobre
la instrucción pública en México
(1875), las mujeres continuaban
excluidas de las aulas preparatorianas. No sería sino hasta las siguientes décadas cuando ese sexo se
atrevió a franquear las trincheras
de la instrucción superior.
En contraste, desde las esferas
oficial y privada, se impulsó el acceso femenino a la carrera magisterial, al punto que, hacia finales
de siglo, la matrícula de la Escuela
Normal de Profesoras era bastante
superior a la registrada en la Normal de Profesores, no obstante los
diversos incentivos ofrecidos a los varones para que
se sumaran a las filas del magisterio. Entre los argumentos esgrimidos para justificar tal política destaca la
convicción de esta generación en la supuesta capacidad
innata de las mujeres para las tareas educativas, para el
cuidado moral y material de la niñez; "a todo prefieren
esto, afirmaba Sierra, para nada son más aptas".7
Tal estereotipo venía como anillo al dedo a la
clase dirigente, enfrentada a la urgente necesidad de
educar a un pueblo mayoritariamente analfabeta, tarea para la que se requerían mentores mejor preparados que los improvisados de otros tiempos. También, aunque con serias cortapisas, había interés por
preparar a las mujeres de clase media, para que, en
caso necesario, pudieran ganarse la vida dignamente
y para ello nada mejor que el magisterio, actividad
que encajaba a la perfección con el esquema ideológico y simbólico de la sociedad porfirista.
En el proceso de "feminización"8 de la carrera magisterial también se observan intereses de orden económico, pues las profesoras recibían sueldos más bajos que sus
compañeros varones, lo que redundaba en un atractivo
ahorro para las finanzas públicas. Díaz Covarrubias reconocía que las jóvenes egresadas de las escuelas normales
resultaban "más baratas" y redituables que sus colegas del
sexo opuesto, ya que además de recibir sueldos más bajos que éstos, por las cualidades de su carácter y por falta
El 2 de enero de 1862 se reestructuró el Ministerio de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública, quedando en una sola dependencia la Justicia
e Instrucción Pública. Este Ministerio permaneció con ambas atribuciones hasta 1905, año en el que se creó una sola dependencia federal para atender la Instrucción Pública y las Bellas Artes. El ámbito de competencia directa de este ministerio era la capital del país y los territorios, aunque las leyes y reglamentos, los
modelos pedagógicos y la forma de organizar la instrucción elemental y superior sirvieron de referente al resto de los estados de la República.
5
José Díaz Covarrubias, La instrucción pública en México. Estado que guardan la instrucción primaria, la secundaria y la preparatoria en la República, 2 v., México,
Imprenta del Gobierno, 1875, v.I, p.cxcii.
6
El nombre de escuelas profesionales se utilizó originalmente para aludir a las instituciones educativas que proporcionaban una instrucción de nivel superior.
Esta acepción prevalece a lo largo del siglo xx, aunque en los últimos tiempos también se utiliza para referir a las escuelas que proporcionan capacitación técnica
para el trabajo. En ese sentido, se considera como escuelas profesionales a aquellas instituciones que proveen al educando de un cuerpo de conocimientos y
habilidades que los capacita para el ejercicio de una actividad laboral, sea esta una profesión liberal o una ocupación dependiente de una organización laboral.
7
Justo Sierra, "Plan de la escuela mexicana. Discurso en la apertura del Consejo Superior de Educación Pública, el 13 de septiembre de 1902", Obras Completas
V. Discursos, México, unam, 1977, p.300.
8
Participación de mujeres en actividades en las que, anteriormente, sólo participaban los hombres. En M.A. Campmany, El feminismo Ibérico. Madrid, Alianza,
1970, p. 94.
4
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de otras opciones laborales, se entregaban en forma más
completa y prolongada al servicio de sus escuelas.9
Si bien esta fue la principal tendencia oficial en favor
de la educación femenina, no todas las acciones gubernamentales se ajustaron fielmente a dicho esquema. A
raíz de la promulgación de la Ley de Instrucción Pública
de 1867, en las esferas del poder se observa cierto interés
por abrir el abanico formativo de las mujeres. Expresión
de esta preocupación fue el establecimiento de la Escuela Secundaria para personas del sexo femenino, cuyas
metas no se redujeron a formar profesoras de educación
elemental o a capacitar a las alumnas para el desempeño
de algún oficio, como pretendió hacerse en la Escuela de
Artes y Oficios para Mujeres. La Secundaria femenina,
contemporánea a la Nacional Preparatoria, tuvo intenciones más amplias. Además de moralizar a las alumnas
y darles "ocupación en sociedad", pretendía "proporcionarles los conocimientos generales que las pongan al
tanto de los adelantos de la época."10
Como la consabida falta de recursos impidió que
la fundación de la escuela normal, prometida por el
código del 67, se hiciera realidad, la Secundaria y la
Escuela Nacional Preparatoria debieron suplir tales
funciones. Con este fin incluyeron en sus respectivos
planes de estudio la asignatura de "métodos de enseñanza comparados" para los alumnos o alumnas, según
fuera el caso, que desearan dedicarse al magisterio.
Pero las pretensiones iniciales de sendas instituciones
iban más allá de ese objetivo, de ahí la denominación
de Secundaria de Niñas y no el de Normal de Profesoras con que pudo haberse identificado al plantel
femenino si esta hubiera sido su intención vertebral. Al
menos en teoría, pues su inauguración tuvo que esperar dos años,
la creación de la Secundaria representó el primer intento oficial,
a nivel nacional, de otorgar a las
mexicanas una cultura "superior",
cuyo plan de estudios llegó a incluir materias científicas inexistentes en algún otro establecimiento
educativo para mujeres.
Sin embargo, en la práctica las
cosas fueron muy distintas y pese a
las expectativas de sus fundadores,
las metas iniciales de la Secundaria
cedieron ante la demanda social.
Desde sus primeros años de vida,
ésta se perfiló como un "semillero" de maestras, hasta que, por decreto del 4 de junio de 1888, quedó
definitivamente convertida en la Escuela Normal de
Profesoras.11 Como expresara Ezequiel A. Chávez al
referirse a la Secundaria, su carácter híbrido, la heterogeneidad de los conocimientos que impartía, "tenían
que dispersar las energías, evitando se concentrara en
la formación del profesorado todo el esfuerzo material, intelectual y pecuniario". Estas deficiencias explican su transformación en normal y el abandono de su
carácter inicial como escuela de estudios secundarios
o "superiores".
Sin embargo, la importancia que la Secundaria de
Niñas llegó a tener fue tal que, cuando en abril de 1881,
Justo Sierra presentó ante la Cámara su "Proyecto de
creación de una universidad", la incluyó entre las escuelas constitutivas de dicha institución, otorgándole igual
jerarquía que al resto de los planteles nacionales y de los
que habrían de crearse para dicho efecto.12 Para evitar
cualquier duda al respecto, el político precisaba que las
mujeres tendrían derecho a cursar "todas las clases de
las escuelas profesionales, obteniendo al fin de la carrera
diplomas especiales de la escuela Normal y de Altos Estudios". Añadía que en este último plantel, considerado
por el futuro secretario de Instrucción Pública como pináculo de los estudios universitarios, las mexicanas podrían obtener los mismos títulos que los varones, lo que
equivalía a un inusitado reconocimiento de la capacidad
intelectual y profesional del sexo opuesto. Si bien este
primer proyecto universitario no tuvo eco en los medios políticos e intelectuales, muestra la disposición de
un sector por promover la superación educativa de las
mexicanas.
Pero la transformación de la
Secundaria de Niñas en Normal
de Profesoras no liquidó las posibilidades femeninas de cursar
otro tipo de estudios superiores
e incluso alguna carrera profesional, como empezó a suceder hacia
mediados de los ochenta.
Paulatinamente, las mujeres
fueron reivindicando su derecho a
estudiar en la Nacional Preparatoria. Un acercamiento a la "Sección
Inscripciones" del Fondo Escuela
Nacional Preparatoria arroja datos de interés al respecto. Hasta
9
. Ibidem, pp.cxxi - cxxii.; Gabriela Cano, De la Escuela Nacional de Altos Estudios a la Facultad de Filosofía y Letras, 1910-1929, México, unam, 1996, pp.39-40.
Tesis doctoral.
10
. "Editorial. Inauguración de la escuela de niñas", El Siglo Diez y nueve, 11 de julio, 1869, p.1.
11
. Manuel Dublán y José Ma. Lozano. Legislación Mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la República, t.xix, México, Tipografía de E. Dublán y Compañía, 1890, p.150.
12
. Además de la Secundaria de Niñas, la universidad ideada por Sierra en 1881 estaría conformada por los siguientes planteles: Escuela Nacional Preparatoria,
Bellas Artes, Jurisprudencia, Ingenieros y Medicina, Ciencias Políticas, Altos Estudios y una Escuela Normal, orientada a la formación del profesorado de nivel
superior. Artículo 2° de dicho proyecto en Sierra, "La Universidad Nacional [Proyecto de Creación]", Obras Completas, v. viii, 1977, p.66 y p.333; "El proyecto de
Universidad del Lic. Justo Sierra", La Libertad, México, 3 de febrero, 1881; Pinto Mazal, La autonomía universitaria. Antología, México unam, 1974, p.26.
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donde tenemos noticias, fue a partir de los ochenta
cuando arribaron las primeras alumnas a dicho plantel. Matilde Montoya encabeza el listado de preparatorianas en 1882,13 seguida un año después (1883) por
Luz Bonequi,14 Concepción Morales y Dolores Morales (1883), aunque de estas últimas, probablemente
hermanas, únicamente se conocen los certificados de
instrucción primaria y de buena conducta que presentaron a la dirección de la escuela, pero no consta que
fueran aceptadas.15 Del 84 y por una nota hemerográfica se conoce el nombre de Guadalupe Castañares, a
quien siguió un pequeño grupo, conformado por Herlinda e Ignacia García, Paz Gómez y Carmen Sastré,
cuyos nombres aparecen a partir del 85,16 mientras
que Francisca Parra, Ynés Vázquez, María Sandoval,
María Nájera y Herlinda Rangel fueron inscritas entre
87 y 89. Con excepción de Luz Bonequi, matriculada
en telegrafía, Paz Gómez, cuyo destino profesional no
fue anotado con claridad, Guadalupe Castañares citada por El Tiempo debido a su activismo político y
las hermanas Morales, el resto de las alumnas —9 en
total— coinciden en su interés por la medicina.17
Entre 1891 y 1900 el número de preparatorianas
aumentó considerablemente. Hasta el momento hemos
localizado un total de 58 jóvenes inscritas, originarias
de distintas regiones de la república más dos extranjeras, una cubana (Sara de la Rosa Vázquez) y otra norteamericana (Irene Ollendorf). Tenían carácter "numerario" aquellas que habían aprobado todas las materias
del curso anterior, "supernumerario" las que adeudaban
alguna asignatura o no habían presentado completa la
documentación requerida por la dirección del plantel,
y "oyentes", las que simultáneamente estaban inscritas
en alguna otra escuela oficial y completaban su formación asistiendo a alguna cátedra en San Ildefonso. Tales
fueron los casos de Candelaria Manzano, de la Escuela
Nacional de Bellas Artes18 y Ma. de Jesús Martínez o
Etelvina R. Osorio del Conservatorio Nacional.19 Sorprendente para la época fue la presencia de una viuda
de 32 años de edad, quien solicitaba inscripción para
el primer curso semestral de estudios preparatorios,20
seguramente convencida de la necesidad de mejorar su
preparación, así como la de María Jiménez de Muñoz,
bastante más joven (22 años) y casada.21
De acuerdo con la información disponible, la mayor parte de las alumnas sólo permaneció uno o dos
años en la escuela, pero hubo otras más perseverantes
como María Álvarez (1892-1896),22 Ana Ma. Barrera
(1891-94),23 Elena Carrera (1895-1900),24 Juana Dávalos (1891-1895),25 Luz Coyro (1894-97),26 Juana
Díaz (1896-1903),27 Asunción Walker (1896-1901)28
y Gudelia Fernández (1897-1900), quien al terminar
sus estudios, obtuvo el "certificado general para medicina",29 o también quienes, al completar el ciclo preparatorio, lograron matricularse en una de las escuelas
superiores y cursar una carrera profesional. Entre estas
últimas destacan María Sandoval, alumna de la Preparatoria de 1887 a 1891;30 Eloisa Santoyo de 1890 a
1895,31 Guadalupe Sánchez, de 1890 a 9432 y Soledad
de Régules de 1896 a 1899,33 la primera inscrita posteriormente en la Escuela Nacional de Jurisprudencia
y las tres últimas en la de Medicina.
Aunque no en todos los casos, la documentación
consultada refleja las preferencias profesionales de
estas primeras34 preparatorianas. De un total de 72
alumnas localizadas en las últimas dos décadas del si-
[Expediente de Matilde Montoya], ahunam, Archivo General, Expedientes de alumnos.
Laureana Wright, Mujeres notables mexicanas, México, Tipografía Económica, 1910, p.468.
ahunam, Fondo Escuela Nacional Preparatoria, Certificados para ingreso, caja 1880-1883, libro enp 105, ff.127-128. En las referencias documentales nos hemos
ceñido a la actual catalogación, aunque a la fecha, el Fondo Escuela Nacional Preparatoria se encuentra en proceso de reorganización. Por otra parte, el número
de alumnas consignado en el presente trabajo no es definitivo, pues continuamos la revisión de la sección "Inscripciones" del Fondo enp.
16
ahunam, enp, Inscripciones, caja 1867-1893, libro enp 147.
17
ahunam, enp, Inscripciones, caja 1887-1897, libro enp 174, ff.7, 17, 58, 98, 108, 144, 149, 177. Por lo visto María Sandoval cambió de opinión a lo largo de los
estudios preparatorios, ya que inicialmente se inclinaba por la medicina, pero a partir de enero del 90, al inscribirse al 4° año, optó por la carrera de abogado. La
incluímos en el grupo de las médicas por aparecer así en los primeros registros. ahunam, enp, Inscripciones, libro 186, f.80.
18
[Solicitud de inscripción] ahunam, enp, Inscripciones, libro 480, f.22 (1899) y libro 544, f.15 (1901).
19
ahunam, enp, Inscripciones, libro 544, f.43 y libro 544, f.8, respectivamente.
20
[Solicitud de inscripción de Sofía Villagrán Vda. de Rubio], ahunam, enp, Inscripciones, libro 758, f.758 (1898).
21
ahunam, enp, Inscripciones, libro 355, f.795. El estado civil de María se deduce de los nombre de sus padres: Miguel Jiménez y Pilar Araujo.
22
[Historial académico de María Alvarez], ahunam, enp, Inscripciones, libro 226, f.31; caja 1887-97, libro enp 175, ff.38-39.
23
[Historial académico de Ana Ma. Barrera], ahunam, enp, Inscripciones, libro 224, f.195; libro 257, f.664.
24
ahunam, enp, Inscripciones, libro 308, f.932; libro 329, f.156; libro 257, f.263; libro 354, s.f.; libro 356, f.401; libro 415, f.566; libro 416, f.376; libro 417, f.376 bis; libro
479, f.362; libro 480, f.362; libro 481, f.479; libro 482, f.479 bis; libro 489, f.330; libro 543, f.286; libro 545, f.330.
25
ahunam, enp, Inscripciones, libro 215, f.143; libro 222, f.378; libro 257, f.674; libro 308, f.950.
26
[Historial académico de Luz Coyro], ahunam, enp, Inscripciones, libro 225, f.735.
27
[Historial académico de Juana Díaz], ahunam, enp, Inscripciones, libro 283, f.333; libro 257, f.53; libro 329, f.537; libro 354, f.190; libro 356, f.78; libro 411, f.31; libro 415,
f.31; libro 416, f.196; libro 417, f.196 bis; libro 479, f.167; libro 480, f.167; libro 481, f.311; libro 482, f.311 bis; libro 489, f.185; libro 543, f. 166; libro 544, f.166; libro 545, f.185.
28
Walker era hija de José Walker y Leonor Jacquier de W. y contaba con 18 años de edad cuando se inscribió en la Preparatoria (1896), donde pemaneció hasta
1901. [Historial académico de Asunción Walker], ahunam. enp, Inscripciones, libro 284, f.691; libro 329, f. 17; libro 354, f.83; libro 416, f.492; libro 417, f. 492 bis; libro
479, f.356; libro 480, f.356; libro 481, f.374; libro 482, f.374; libro 543, f.338; libro 545, f.105.
29
[Historial académico de Gudelia Fernández], ahunam, f. enp, Inscripciones, libro 284, ff.439-441.
30
[Historial académico de María Sandoval], ahunam, f. enp, Inscripciones, libro 186, ff-79-81.
31
[Historial académico de Eloísa Santoyo Hassey], ahunam, f. enp, Inscripciones, libro 194, ff.529-530,536.
32
[Historial académico de Guadalupe Sánchez], ahunam, f. enp, Inscripciones, libro 187, f.292; libro 256, f.512; libro 282, f.295. Sánchez se tituló como médica
cirujana en 1903. ahunam, Archivo General, exp. 11985.
33
[Historial académico de Soledad Régules Iglesias], ahunam, f. enp, Inscripciones, libro 284, f.45; libro 328, f.726; libro 329, f.317; libro 354, s.f.; libro 481, f.404.
Régules acreditó sus estudios profesionales entre 1901 y 1906 y presentó el examen profesional en febrero del siguiente año. ahunam, Archivo General, exp.46570.
34
Expediente Académico de Francisca Parra, ver Imagen en: http://biblioweb.dgsca.unam.mx/diccionario/imagenes/alvarado/doc_enp_186-48.jpg
13
14
15
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glo pasado, 33 se inclinaban por
la medicina, siete por farmacia,
dos pretendían llegar a ser abogadas, una más notaria, otra de ellas
manifestaba particular interés por
la ingeniería y sólo dos por la telegrafía.35 Del resto, 20 no precisan
alguna preferencia disciplinaria, la
vocación de una más es ilegible, 3
eran oyentes adscritas a otra institución y dos más sólo se conocen
por sus estudios previos.
No obstante que tanto estas
jóvenes como sus familiares representaban al grupo más progresista
de la comunidad, reproducían los
patrones culturales predominantes y precisamente era el área de
la salud la que garantizaba mayor
MATILDE Montoya.
aceptación social, tanto por la larga tradición femenina en este campo (enfermeras y
parteras), como por la identificación entre el estereotipo femenino vigente y las aptitudes que se adjudicaban al desempeño profesional de la medicina.36
Prueba de ello son algunos escritos de la prensa liberal que colaboraban a "airear" el tema y a flexibilizar
la rígida posición de la ciudadanía. Desde inicios de los
setenta y en tono crítico, El Monitor Republicano se
refería a la reacción de los estudiantes de medicina "de
algunos lugares de Inglaterra" ante la creciente presencia femenina en sus respectivos establecimientos. Para
el articulista, el motivo de fondo que animaba a los
inconformes era el temor a perder parte de su clientela
potencial,37 denuncia que además de informar sobre
el hecho, invitaba a la reflexión pero desde el entorno
mexicano. El mismo cotidiano, sólo que varios años
después, publicaba algunas cifras interesantes sobre la
afición femenina por los estudios médicos; de un total
de 114 alumnas inscritas en la Escuela de Medicina de
París, 12 eran francesas, 1 americana, 8 inglesas, 1 austríaca, 1 griega, 1 turca y 90 rusas.38 Un rotativo más
mencionaba que de los 139 estudiantes de medicina
de la Universidad de Zurich, el 70% eran mujeres, las
que no dejaban duda alguna de su
empeño y capacidad. Pero, según
el escrito, era en Japón donde "el
feminismo" hacía mayores progresos; gracias al movimiento encabezado por la señora Hayotamo,
mujer de un antiguo ministro, se
habían formado cuatro importantes sociedades "para la elevación y
cultura de la mujer desde el punto
de vista moral, intelectual, físico y
social".39
Fue también a través de la prensa
como la sociedad porfirista se enteró
de las vicisitudes que Matilde Montoya tuvo que enfrentar para acreditar, mediante exámenes extraordinarios, los estudios preparatorios y
continuar con los de medicina hasta
convertirse en la primera médica
títulada. Asimismo, se ocupó de difundir las conquistas
académicas de algunas mexicanas en el extranjero, como
Laura Mantecón de González, esposa del expresidente
de la República, Manuel González, quien obtuvo el título
de doctora en medicina en una universidad norteamericana40 o el de la "Srita. Toral", quien una vez terminados
los estudios médicos en Cincinatti, se proponía retornar
a su país para ejercer la profesión.41 Aunque se trataba de
casos aislados, este tipo de información contribuía a la
discusión pública del tema y, aunque lentamente, a modificar los arraigados patrones culturales de las sociedad
mexicana.
Paulatinamente surgían nuevas voces en favor de
la incorporación femenina a la Preparatoria. El Correo de las Doce, por ejemplo, tomaba partido en favor de Matilde Montoya, quien -opinaba- había sido
injustamente evaluada por Francisco Rivas, profesor
de lógica, no obstante que la alumna había dado suficientes muestras de "ilustración y talento".42 El Diario del
Hogar invitaba a la población femenina que deseara alcanzar "mayor honra y provecho" a seguir el ejemplo de
la primera médica, opinión a la que se sumaba El Correo
de las Doce, el que responsabilizaba a algunos emplea-
La cifra es sorprendente, pues por otras fuentes se tienen noticias de un número mucho mayor de preparatorianas que optaban por los estudios de telegrafía.
El naciente interés por este tipo de conocimientos responde, tanto en México como en otros países, a la expansión del trabajo profesional y de oficina, para lo cual
las mujeres resultaban las empleadas perfectas, entre otras razones porque se suponía que eran adecuados a su naturaleza sumisa, tolerante, a su capacidad
de repetición, a su gusto por los detalles, pero sobre todo, porque, como señalara Díaz Covarrubias para el caso de las profesoras en México, resultaban más
baratas. De ahí el interés por apoyar estudios de dactilografía, telegrafía, galvanoplastia, entre otros. Scott, "La mujer trabajadora en el siglo xix", en Duby y Perrot,
v.8, Historia de las mujeres. El siglo xix. Cuerpo, trabajo y modernidad, v.8, Madrid, Taurus ediciones, 1993, pp.116-117.
36
Mílada Bazant, Historia de la educación en el porfiriato, México, El Colegio de México,1993, pp.262-263 y Gabriela Cano, "De la Escuela Nacional de Altos Estudios …", op.cit. La prensa liberal colaboró notablemente a promocionar los estudios médicos entre las mujeres al publicar los avances que tanto en México como
en el extranjero se hacían en esta materia. "Gacetilla. Las mujeres médicas", El Monitor Republicano, 12 de julio, 1873, p.4; "Noticias varias. Doctoras en medicina",
El Monitor Republicano, 15 de diciembre, 1888, p.2; "Feminismo", El Mundo, 2 de agosto, 1902, p.2; "Gacetilla. Doctora mexicana", El Monitor Republicano, 7 de
enero, 1891, p.3; "Feminismo", El Mundo, 2 de agosto, 1902, p.2, entre otros.
37
"Gacetilla. Las mujeres médicas", El Monitor Republicano, 12 de julio, 1873, p.4.
38
"Noticias varias. Doctoras en medicina", El Monitor Republicano, 15 de diciembre, 1888, p.2.
39
"Feminismo", El Mundo, 2 de agosto, 1902, p.2.
40
"Gacetilla. Doctora mexicana", El Monitor Republicano, 7 de enero, 1891, p.3.
41
"Feminismo", El Mundo, 2 de agosto, 1902, p.2.
42
"Escándalo en la Preparatoria", El Correo de las Doce, México, 23 de diciembre, 1884, p.2.
35
Gaceta Histórica de la BUAP
[5]
Casa de la Memoria Universitaria
dos y funcionarios del gobierno de
la escasa presencia femenina en las
instituciones de educación media y
superior. Eran ellos —acusaba el articulista—, los que "prevalidos de su
posición social en los establecimientos de enseñanza secundaria procuran estorbar el ingreso [de] las jóvenes", tal y como recientemente había
acontecido al negárseles inscripción
en el plantel a "varias jóvenes de intachable reputación y notorias aptitudes intelectuales". Prejuicios tales,
concluía el escrito, representaban
una verdadera aberración. 43
Conforme pasaba el tiempo, las
mujeres se atrevieron a incursionar
en las disciplinas tradicionalmente
masculinas; de ahí las tres candidatas a seguir estudios de Derecho y la primera aspirante
a la carrera de Ingeniería. A esta toma simbólica de las
aulas prepratorianas seguiría la conquista de las profesiones liberales,44 mucho más difícil quizás por la carga
de intereses que, desde diversas posiciones y niveles, se
oponía a redefinir las áreas de acción femeninas y masculinas. Pese a ello, fue en las postrimerías del siglo xix y
en la primera década del xx cuando surgieron las pioneras de este nivel educativo en México.
Abriendo brecha
Hacia mediados de los ochenta del siglo pasado, se
presentó un hecho significativo en el ámbito cultural
del país. Los días 24 y 25 de agosto de 1887 tuvo
lugar en la Escuela Nacional de Medicina el examen
profesional de Matilde Montoya, quien tras enfrentar toda clase de obstáculos, logró concluir los estudios superiores y responder con "entereza, sangre fría
y aplomo"45 a las preguntas de los sinodales. El hecho
revestía particular importancia pues rompía una barrera
de siglos y contribuía a modificar las representaciones de
género tradicionales. No casualmente la escritora Laureana Wright describía a la médica como una auténtica heroína, quien "a fuerza de constancia había logrado
vencer a la envidia y dominar a la ciencia",46 mientras
otra prestigiada autora —Concepción Gimeno de Flaquer— la definía como libertadora de su género y
conquistadora del progreso.47
Por supuesto, Matilde Montoya no fue el único caso; aunque en
número reducido, otras jóvenes seguirían su ejemplo, conformando la
primera generación de profesionistas mexicanas. Si bien predominan
las médicas, también hubo algunas
odontólogas,48 una abogada y una
egresada de la Escuela Nacional
de Ingenieros. Dentro del primer
grupo, además de Montoya, están
Columba Rivera, quien presentó el
examen profesional de médica cirujana y obstetra en 1900, Guadalupe
Sánchez en 1903, Soledad de Régules Iglesias en 1907 y Antonia Ursúa en 1908. Rosario
Martínez fue un caso especial, pues aunque terminó sus
estudios en noviembre de 1906, no se recibió sino varios
años después (1911). Pero el número de alumnas debió
ser mayor, sólo que, posiblemente, no todas pudieron
concluir la carrera; según Mílada Bazant, hacia 1900,
la Escuela de Medicina contaba con 18 alumnas de un
total de 356 estudiantes,49 aunque es probable que en dicha cifra, la autora incluyera a las estudiantes de obstetricia, carrera que atraía a mayor número de mujeres, pues
para obtener el título respectivo sólo se exigía haber cursado la primaria superior y dos años de estudios en la
Escuela de Medicina. Basta recordar que únicamente en
1903, se graduaron 7 nuevas parteras: Francisca García,
Adela Vaca Vda. de Mata, Rosario Rojas, Natalia Lamadrid, Francisca Campos, Isabel Pereda de Ruiz y María
E. Ramírez.50
Las primeras candidatas a la carrera de medicina contaron con la simpatía y el apoyo económico
de las autoridades educativas y gubernamentales. Al
decir de Hogar, Matilde Montoya había arrancado
sus estudios médicos en Puebla, pero el presidente
Díaz la invitó a finalizarlos en la capital de la república, pues consideraba que nada más justo ni mejor
que la primera doctora mexicana se titulara en esta
"Al Diario Oficial", El Correo de las Doce, México, 19 de febrero, 1885, p.2.
Las profesiones liberales surgieron durante la larga transición del feudalismo al capitalismo y se distinguieron del resto de las actividades laborales, por el hecho de que había que pasar un tiempo dilatado de formación en un centro de enseñanza superior en el que se dispensaban conocimientos abstractos y técnicas
concretas. Este rasgo fundamental se liga con un ideal de libertad o autonomía en el desenvolvimiento de la actividad profesional. Esta autonomía en su relación
con el cliente entraña una ética de responsabilidad personal y valores que anteponen determinados principios, como la salud y la justicia, por ejemplo, a la propia
retribución económica personal.
45
"La Srita. Montoya", La Patria, México, 27 de agosto, 1887, p.3.
46
Laureana Wright, "La Srita. Matilde de P. Montoya", Las Hijas del Anahuac, 1° de enero, 1888, p. 54.
47
Concepción Gimeno de Flaquer, "La primera doctora mexicana", La Mujer Mexicana, México, agosto de 1907, p. 73.
48
Como señalan Mílada Bazant y Gabriela Cano, a lo largo del siglo xix, la odontología no tuvo el mismo nivel y prestigio que las demás profesiones liberales. De
hecho, no fue sino hasta 1902 cuando se constituyó como una especialidad propiamente dicha de la Escuela de Medicina, aunque para entonces ya había algunas
egresadas, entre las que se distingue Margarita Chorné y Salazar, cuyo examen profesional se efectuó en enero de 1886. ahunam, Archivo General, Expedientes
de alumnos, exp. 11218; Bazant, Historia de la educación en el porfiriato, op.cit., 1993, pp.240-241; Cano, op. cit. p.72.
49
Bazant, op.cit. pp. 262-263.
50
"Estadísticas de títulos profesionales [otorgados en 1903]", Boletín de Instrucción Pública, t.iii, 1903, p.176.
43
44
[6]
Tiempo Universitario
Archivo Histórico Universitario
ciudad.51 Con posterioridad y gracias a su trayecto1897, durante lo cual disfrutó de una pensión mensual
ria académica, contó con el auxilio de Joaquín Baranda,
para "fomento de sus estudios", no obstante que en alsecretario de Justicia e Instrucción Pública, a quien ella
guna ocasión sus calificaciones fueron inferiores a las
misma calificara como "mi bondadoso protector"52 y que
exigidas a los y las alumnas becadas. Incluso, recibió $45
en todo momento la ayudó a "vencer las dificultades que
para "expensar los gastos de recepción en dicha escuela",
encontraba". Por su parte, el gobierno federal le concelo que muestra la disposición oficial favorable hacia las
dió una mensualidad de $40 y los gobernadores de Moestudiantes. Sin embargo, esta "simpatía" no dio lugar a
relos, Hidalgo, Puebla y Oaxaca hicieron lo propio, al
un trato de excepción; en términos generales, las futuras
señalarle "pequeñas pero utilísimas pensiones".53
profesionistas se atuvieron a las mismas reglas que sus
Los casos de Columba Rivera y Guadalupe Sáncompañeros y, si ocasionalmente gozaron de algún bechez son semejantes; a la primera se le asignó una
neficio, fue dentro de lo estipulado por la legislación y
subvención mensual de $15 a lo largo de su carrera
la práctica escolar.
(1894-1900), mientras que esta última obtuvo $20
El examen profesional de María Sandoval (julio
durante sus estudios preparatorios y $15 en los prode 1898) atrajo el interés de la prensa. El Imparcial
fesionales, siempre en atención al resultado de sus
además de referirse a su corta edad, que "apenas oculevaluaciones. Aunque Soledad Régules parece haber
tará unos 22 años de edad" y a su agradable presendisfrutado de una condición económica más cómoda,
cia, subrayaba el acierto y precisión de sus respuestas,
también gozó del apoyo oficial. Tras finalizar los curprueba —decía— de los "profundos conocimientos
sos de la Nacional Preparatoria en 1900 y de radicar
que ha adquirido en derecho". De acuerdo con alguun año en Europa, inició la carrera de medicina, en
nos abogados asistentes al acto, la tesis profesional de
cuya última parte recibió $30 al mes; una vez titulala joven era "una verdadera pieza jurídica", reflejo del
da, la Secretaría de Instrucción Pública le otorgó una
brillante papel que había hecho durante su práctica
beca para realizar estudios de posgrado en el extrancomo pasante, en la que destacaba particularmente el
jero, posiblemente la primera mexicana que llegó a
juicio en que Sandoval logró demostrar la inocencia
este nivel escolar:
de una mujer acusada de asesinato.55
"La Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes,
El Mundo aprovechaba el "inusitado acto" para atacar
sabedora del aprovechamiento y de la conducta intacha"la doctrina antifeminista", partidaria de la división sexual
ble de la nueva doctora, acordó pendel trabajo y apoyar el valor de estas
sionarla para que por espacio de dos
primeras profesionistas, cuyo empuaños viva en Europa y se perfeccione
je le resulta digno de ejemplo, pues
allí en la carrera cuyo título acaba de
les permitía emanciparse de la tuteadquirir. La señorita Régules marla masculina, bastarse a sí mismas y
chará a París, probablemente dentro
procurarse, mediante el estudio y el
de poco tiempo, y allí concurrirá a
trabajo, una posición digna y melas clínicas de hospitales famosos o
dios para subsistir. En tono realista
de médicos renombrados, pues no
observaba que "la mujer come igual
le faltarán recomendaciones eficaces
que el hombre" y, como él, debía
para lograr aproximarse a las celede estar suficientemente preparada
bridades científicas de aquel centro
para enfrentarse a la vida:
universitario del saber".54
"...Por eso, cuando una MatilA la par que estas pioneras de la
de Montoya o una María Asunmedicina, hubo algunas jóvenes más
ción Sandoval se sobreponen a esas
decididas que se atrevieron a incurpreocupaciones, estudian, pasan
sionar en áreas del conocimiento
exámenes y conquistan un título
consideradas como exclusivamente
profesional, las aplaudimos, las femasculinas. Egresada de la Nacional
licitamos, y las consideramos como
Preparatoria, María Sandoval cursó
los apóstoles y las precursoras de la
la carrera de abogada entre 1892 y
rehabilitación de la mujer".56
EXPEDIENTE Académico de María Sandoval.
V. de Mier, "La vida de una doctora mexicana. Matilde Montoya y su alto y noble ejemplo", El Hogar, 5 de febrero, 1936, p.14.
[Carta de Matilde Montoya al Secretario de Justicia e Instrucción Pública], cesu, ahunam, exp. 10726, f.25.
53
Laureana Wright, op.cit., p.53.
54
"La cuarta doctora mexicana", El Imparcial, 19 de febrero de 1907, p.3. Sobre la trayectoria académica y profesional de Montoya véase Laureana Wright, "Sra.
Soledad Lafragua de Montoya" y "Matilde P. Montoya" en Mujeres notables mexicanas, 1910, pp.529, 533 y 534-541, respectivamente. Este último también en Las
Hijas del Anáhuac, 1° de enero, 1888; Lourdes Alvarado, "Matilde Montoya: primera médica mexicana", Ciencia y desarrollo, México, conacyt, septiembre/octubre,
1994, pp.70-73; Cano, op.cit., pp.61-64.
55
"La primera abogada mexicana. Aprobada por unanimidad", El Imparcial, 11 de julio, 1898, p.3.
56
"La regeneración de la mujer. Un jurisconsulto del bello sexo", El Mundo, 14 de julio, 1898, p.1.
51
52
Gaceta Histórica de la BUAP
[7]
Casa de la Memoria Universitaria
Otro escritor atraído por el tema fue "Juvenal",
quien en el Monitor Republicano comentaba la novedosa presencia de algunas alumnas en la Escuela de
Jurisprudencia, futuras abogadas que fungirían como
jueces, magistrados o representantes del Ministerio
Público y que por su capacidad intelectual y "sexto
sentido" atemorizaban a sus colegas del sexo opuesto.
Lo importante, decía, es que "en nuestra patria, la mujer ya ocupa la tribuna, ya diserta, ya perora; ¡quien
quita que andando el tiempo la veamos en los escaños
del Congreso predicando en contra de la reelección!"57
Aunque no queda claro si en el escrito de Juvenal predomina el temor o gusto por el avance femenino, lo
cierto es que, poco a poco, la opinión pública se iba
acostumbrando a la creciente participación de las
mexicanas en cuestiones de carácter público.58
La profesora Dolores Correa Zapata, representativa
de la vanguardia intelectual y profesional que a través de
la revista La Mujer Mexicana luchaba por la superación
femenina, era bastante más crítica. Lejos de concretarse a
celebrar los méritos de la primera abogada, cuestionaba
a sus contemporáneos con una pregunta difícil de contestar: ¿por qué en un país de 12 millones de habitantes,
de los cuales siete millones eran mujeres, sólo había una
abogada? Correa Zapata aprovechaba la trayectoria académica de María Sandoval para denunciar las múltiples
dificultades que impedían el desarrollo profesional de
las mexicanas, pero —aclaraba—, no para perderse en
"inútiles lamentaciones", sino para que su experiencia y
ejemplo ampliaran los horizontes culturales y laborales
femeninos, única forma de contribuir al futuro progreso
de su género.59
Igualmente comentada fue la inscripción de Dolores Rubio Ávila en la carrera de ingeniería en 1910,
pues sólo había el precedente de otra joven atraída
por los estudios de ensayador de metales, "pero que
desertó [en] lo mejor de la carrera".60 Nacida en Chihuahua, Dolores debió pertenecer a una familia de
pocos recursos, pues para continuar sus estudios en la
Nacional Preparatoria solicitó al ministro de Justicia e
Instrucción Pública una pensión o una clase en alguna
escuela primaria nocturna. A manera de justificación,
la estudiante destacaba una conducta y calificaciones
irreprochables a más de amplios conocimientos, certificados por varios profesores, sobre métodos pedagógicos. Finalizado el ciclo preparatorio en abril de
1910, Ávila optó por la carrera de metalurgista y solicitó una de las cuatro becas otorgadas a los estudiantes
de ingeniería de minas , pese a que no era su especialidad. Se desconoce el resultado de esta gestión, pero en
cambio se sabe que, dos años después, la joven había
cubierto el plan de estudios de la carrera de ensayador
y únicamente adeudaba la parte práctica que, al parecer, realizó en la Casa de Moneda.61
Tampoco se conoce la identidad de las otras estudiantes de Jurisprudencia que menciona "Juvenal", así
como la trayectoria profesional, en caso de que hubieran ejercido, de María Sandoval y de Dolores Rubio.
Habrá que esperar nuevos estudios sobre la matrícula
femenina de las distintas escuelas nacionales para poder tener una idea más precisa de estas primeras generaciones de mujeres profesionistas.62 La información
recabada hasta el momento refleja que, a partir de la
década de los ochenta del siglo pasado, se empezó a
perfilar un cambio en el comportamiento educativo de
las mexicanas, quienes por vez primera se atrevieron
a pisar las aulas de la Escuela Nacional Preparatoria
y de las escuelas superiores. Gracias al apoyo que les
brindaron algunas autoridades educativas, al espíritu
progresista de sus familiares y al valor y perseverancia
de las jóvenes, paulatinamente, ante la sorpresa y no
pocas veces inconformidad de la sociedad porfirista, se
empezaron a fracturar las estructuras ideológicas que
por siglos impidieron a las mexicanas el acceso al estudio y ejercicio de las profesiones liberales. La brecha
estaba abierta, lo demás sería cuestión de tiempo.
"Juvenal" [Enrique Chávarri], "Charla de los domingos", El Monitor Republicano, 12 de junio, 1892, p.1; El Monitor..., 3 de julio, 1892, p.1.
Expediente Académico de Herlinda Rangel, ver imagen en: http://biblioweb.dgsca.unam.mx/diccionario/imagenes/alvarado/doc_enp_194-493.jpg
59
"¡Año nuevo! A la mujer mexicana", La Mujer Mexicana, enero de 1904, p.1.
60
Revista de Revistas, 13 de julio, 1910, p.16. Moisés González Navarro, "El Porfiriato. La vida social", en Daniel Cosío Villegas, Historia Moderna de México,
México, Editorial Hermes, p.636. La alumna desertora puede haber sido Ana Ma. Álvarez, incrita en la Prepratoria en 1892 y aspirante a la carrera de Ingeniería.
ahunam, Escuela Nacional Preparatoria, Inscripciones, caja 1887-1897, libro enp 175, f.38.
61
[Carta de Dolores Rubio al ministro de Instrucción Pública y Belles Artes], ahunam, Archivo General, Expedientes de Alumnos, exp. 31189.
62
Hasta la fecha, sólo se cuenta con el trabajo de la Dra. Gabriela Cano sobre la Escuela Nacional de Altos Estudios.
57
58
BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA
Enrique Agüera Ibáñez
Secretario general: José Ramón Eguibar Cuenca
Rector:
Tiempo Universitario
Director: Alfonso Yáñez Delgado,
Diseño gráfico: Armando López Vázquez.
Corrección: Carlos Garrido Vargas y
Elizabeth Palacios López
Tiempo Universitario es una publicación
del Archivo Histórico Universitario.
[8]
Tiempo Universitario
Año XIII, número 1, 2010. Aparece quincenalmente. Impreso en:
Litografía Magno Graf. El costo por ejemplar de 8 páginas es de un
peso y cuarenta y dos centavos más iva. Tiraje: Veinte mil ejemplares.
Responsable de distribución: Marcos Medrano Flores. Los autores
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