Una semana en Tierra Santa : peregrinación

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UNA SEMANA
- ;., .-:j
TIERRA .SANTA
PEREGRINACION
del Ilmo. S,,, D~. D.
ESTEBAN ROJAS
Obispo de Garzón
B¡"i'-:CO
c;-: ~,
r:::~P')BL1C4
SiaL/O,:.,,::!, IC;¡S. n';CCi. ,\x4t'¡CO
CATALOGACION.
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BOGOTA
ll'PRENTA
ELÉCTRICA,
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CALLE
lO
1908
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
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DERBCHO DB REPRODt1CCIOH RESERVADO
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EIXPLICACION
Cuando emprendí mi peregrinación, de ninguna
manera pensé en escribir nada de ella, y sólo ~
proponía satisfacer privadamente un antiguo y devoto deseo mío. Pero esta peregrinación está llena de
profundas impresiones y señaladas gracias del Señor,
y por eso, una vez concluída, creí ser una ingratitud
dejar caer en olvido el beneficio, y me apresuré á
escribir-una corta relación durante el regreso: empe.
cé á imprimirla con algunas adiciones que juzgué úti.
les, y cuando estaba en ese trabajo fui grandemente
sorprendido por las manifestaciones que el Clero y
los fieles de la Diócesis y algunos amigos de. fuera de
ella me hicieron, con ocasión del vigésimoquinto aniversario de mi ordenación s~cerdotal y primera misa
el 24 Y 25 de Marzo último. En mi estupefacción me
preguntaba ¿ quid retn'buam? No tengo más que mi
triste persona y mis poQ.res oraciones; pero me pareció bien el dedicarles á todos esos benévolos amigos este trabajito, aunque tan imperfecto y lleno de
defectos de toda especie. Así lo hago, coufiando en
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con que han
prescindido de mis -':pecad()s "y defectos personaleS:
para honrar me por el caractet sagrado de que estoy
investido. Y así deseo que lo malo que hay en este
opúsculo no sea parte para que la gracia de los misterios verificados en la Tierra Santa, deje de difundirse en los que al leerlo los recuerden con piedad ..
Ojalá sirva para aumentar la fe y devoción ha.
cia ellos y hacia la Tierra Santa, cuya suerte arranca lágrimas á todos los fieles que la visitan! Ojalá
contribuya también á aumentar la cuantía de las li.
mosnas pecuniarias, que le son tan necesarias. Ojalá,
en fin, infunda á todos el deseo de hacer esta peregrinación tan provechosa en todo sentido '1 tan fácil.
para que á lo menos los que van á Europa no regresen á su patria sin hacerla.
~
misma. tan gra.tu.,ita benevolencia
Garzón, Abril de 1908.
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UNA SEMANA EN TlERRt. SANTA
PEREGRINACION
del Ilmo.
ST'o D. D. Esteban
Rojas,
Obis1=>0de GST'ZÓIl
Con el fin de que 110 perezca el recuerdo de uno de 105
beneficios más grandes que he recibido del Scñ0r, y para q~
mis amigos que no hayan de g-ozar igual favor tengan alguna idea de él, me resuelvo .í ~scriLir, du:~ante mi regreso marítimo á la patria, y ayudándome
de los recuerdos y apuntes
de mis compañeros Gonzált>zJy Silva, la narración de mi coro
tís~ma pere~ri naci(jn á .Io~; L ug-ar~s Santos, verificada en-la
primera mItad de J uho del COl'flen te año de J 9°7. Lo que
siente el cristiano cn esa tierra hendita no se puede describir,
pero sí explica el porqué de tantas peregrinaciones
de católicos y no católicos, colectivas y particulares,
que sin cesar
afluyen allá á pesar úe las dificultades
y penalidades que se
sufren.
Ya desde la primera audiencia con que fui favorecido
por el Santo Padre, ell compañía de mis amigos Puyo, Gag..
diez y Silva y los colomhianos
del Colegio Pío Latino, Su
Santidad había li proba do con noLaLle contentamiento
nuestra peregrinación;
y en 1&segunua audiencia espontánr.amcllte se dignó darnos especial Lendición para ella, y recomelldación de orar mucho en los Lugares Santos, por el Papa y
por la Iglesia.
El deseo de aprovecha r el va por del l. o de Agosto para
regresar á Colombia,
me hizo prefijar los ultimos días de
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-~Julio para volver de Palestina á :Roma; 10 qaeresultaha
factible según el itinerario que formAmos de acuerdo con la
Agencia de navegación, partiendo de Nápoles el 26 de Junio
y disponiendo así de doce ó quince días para recorrer 108 Lugares Santos.
1
DE ROMA Á MSSINA
Así pues, ese día, 26 de Junio, en el tren directo de 1a8
rn. parlírnos de Roma para Nápoles los Presbíteros To'más Camacho, Uladislao González, Víctor Félix Silva y yo:
el pri~ro, sacerdote del Uruguay, que quiso hacer la peregrinación con nosotros; el segundo, cura de Santiago de Calí,
en el Cauca, y el tercero, sacerdote de mi Diócesis y compaflero mfo de viaje; el Padre Puyo, lazarista, residente en
Cali, quien tambi~1l había venido á Europa con deseos de ir
á Tierra Santa con nosotros, no pudo realizarlo porque los
médicos en Roma se lo prohibieron.
Provistos solamente de maletas de mano, según el con-sejo dado generalmente á los peregrinos de Tierra Santa,
para mayor facilidad en el viaje y trasbordes que son frecuentes, lIegámos á Nápoles á la una de la tarde, y en el hotelito donde almorzámos fuimos divertisfos entretanto por el
canto de un niño y una niña que acompañados del violín de
un anciano ciego, que sería su abuelito, ganaron por este medio algunas Jirlls (pesetas de Italia) que la n¡fia recogía {le
los comensales al fin ,de cada piezaó canto. A las 4 p. m.
partimos de Nápoles en el vapor Orione, de la Navigazione
Generale Italiana, con rumboá Alejandría. El jueves 27 por
la mañana lIegámos á Mesina, puerto importante de la isla
d.e Sicilia, donde se demoró el vapor más de medio día. Allí
tuvimos tiempo de celebrar en la catedral, de visitar al Sr.
Ar~obispo, de obtener de él facultad de confesar en la naveración, y por último, de comprar y consagrar una patena, ya
que la de mi altar portátil había quedado olvidada en Roma.
Salimos de Mesina por la tarde.
-
,~ 9.
11
DE ,m:SINA Á ALEJANDRíA
El día 28, y el 2~¡' fiesta de San Pedro y San Pablo, celebrámos en un saloncito del buque el Padre Silva y yo por
-tener Jacultad para hacerlo. No hubo quien oyera la misa el
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-3dia de fiesta, á pesar de haberla celebrado á hora oportuna 1
hécholo saber de los pasajeros; tal vez en esas embarcaciones
suele haber pocos buenos católicos, pues el Capitán del Elecira, en que navegámos
de Alejandría
á Beyrut, á pesar de
que era muy benévolo y parecía buen católico, no nos permitió celebrar afuera en el salón, por temor de irreverencias.
El mismo día 29 por la manana pasámos frente de la isla
de Creta, donde San Pablo colocó como Obispo á su discípulo Tito: qué impresión
la nuéstra al rezar los oficios de los
dos PrínCipes de los Apóstoles navegando en el mismo mar
en que eIlo~ navegaron,
en el que San Pablo naufragó tres
veces: ter naufragium lecl~ nocte el die in profundo mar¡s fui
(II COI'. XI, 25).
Efectivamente,
consta uno de estos naufragios
en el capitulo XXVII de los Hechos Apostólicos, donde se narra que
en el viaje que San Pablo hizo, preso, de Asia á Italia, en
virtud de haber apelado del Tribunal
del Presidente
Porcio
Festo al del Emperador
Augusto,
no quiso el centurión ó
jefe de la guardia que lo conducía, oír el cOllsPjo de San Pablo, de demorarse algÚn tiempo en Creta, mientras pasaba el
peligro que ofrecía el mar, sino que siguieron
camino bacia
otro puerto, y después de sufrir una tempestad
de varios
días, durante
los cuales no tuvieron esperanza humana de
salvación, apenas pudieron,
según revelaciÓn previa de San
Pablo, refugiarl'e en UDa isla desconocida,
~aliendo á nado ó
en tablas los pasajeros, y perdiéndose
la nave con. todo lo
demás.
El dia de San Pablo, domingo
30 de Junío, lIegámos
por la mañana á Alejandria y písámos
primerayez
tierra
africana. Apenas cebado al muelle e puente del huque, se
llenó éste de hombres que nos ofrecIan sus ~,ervícios y sus coches para transportaroos
á la ciudad; entre éstos nos fijámos
en un viejo vestido á la turca que nos hab':aba en italiano y
exhibía colgada al cuello una placa metálica en que constaba
que pertenecía á un convento francisl!anc;
á este viejo nos
conslgnámos y él nos cundujo á la Aduana, I\izo en éSta las
diligencias necesarias,
consistentes en medIa hora de vueltas
y revueltas, y luégo nos llevó en coche al convento franciscano de Santa Catalina, al cual se halla adyacente \lna magnífica iglesia nueva parroquial,
regida por los Padrt's, y donde cdebrámos
todos la misa de la Conml~cnoración de San
ror
Pablo.
La nave del naufragio
antes citado f:ra de Alejandria,
pero parece que no consta que este Sl\nlO Apóstol haya es-lado en esta ciudad. En ella predicó y fundiÍ1Uiglesiael
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-4Evangelista San Marcos, y 108 fieles, tan fervorosos como 108
de Jerusalén, hacían comunes sus bienes temporales entre~ándolos á la Ig-lpsia para Rustenln de todos y de los pobres.
De ahí era la excelsa Virgen Santa Catalina, cuyo profundosaher confundía á los filósofos paganos, cuya vida coronÓ UD
glorioso martirio p.n la misma ciud::ld y cu.~o cuerpo fue luégo transportado por los án~eles al Monte Swaí, donde había
sido promulgarla ]a divina ley. Ahí. en fin, fueron sucesores
de San Marcos, el glorioso Doctor San A la nasio, ínclito defensor de la fe contra la formidable herejía de los arriaDos,y
el g-mn San Cirilo, también D0clor y defensor de la divina
malernidad de la Virgen María contra los nestorianos. Es
Alcjandria ciudarIantiquísima,
como que la nombran los
profetas en el antiguo Testamento; fuc tan'hién patria de
Orígenes y de otros hombres notables de la primitiva Iglesia
V teatro del martirio de muchísimos san tos v santas.
No contentos los Padres con faciJitar~os lo necesario
para celebrar en la iglesia inmediatamente nuestras misas,
á pesar de ser domingo y haber en ella varios oficios parroquiales, nos alojaron con toda comodidad, nos dieron los informes necesarios que deseábamos y se interesaron en que
di'SCllDsáramos allí hasta el marte", día rn que partía un vapor para Beyrul, ya que no ]0 había directo para la Palestina; pero nosolros, frustradas las esperanzas que sJe Roma
traíamos de hallar vapor el lunes para Caiffa ó para Jaffa,
q'le son los dos puertos de la Palestina, y disponer así de
dore Ó quince: aías en Tierra Sant.l, resolvimos emplear el
d(.mingo y el lunes en visitar el Cairo, ciudad muy grande,
como de un millón de habitantes, en la ribera derecha del
Nilo, capital de Egipto, país donde peregrinó el Patriarca
Abraham, donde vivIeron y murieron Jacob y José, donde
se formó el pueblo escogido de Isra,,1 y donde estuvo deste·
rrada la Sagrada Familia cuando se vio perseg-uida en Jerusal"n por el cruelísimo Herodes
Con un Padre que en Alejandría se nos dio de compafiero, partimos para el Cairo en el tren de las 3 p. m. y lIegámos á las 8, anocheciendo apenas, pues así sucede por allá
en la estación del verano.
o
1II
EN LA TIERRA
DE LOS FARAONES
Ya desde A ll'jandría se empieza á nolar la enorme diferencia de hábitos y costumbres que existe entre esos países y
los de Europa; i qué miseria, qué desaseo, qué extravagan-
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-5cias! Las aldeas árabes, vistas de lejos, se parecen á las prominencias que hace en el suelo un hormi~uero:
las casitas
son tan bajas que apenas caben de pie lo!; niños y personas pequeñas;
el suelo es polvo que sirve á los habitantes
de asiento y cama, las paredes de barro, y el techo, horizontal, es también de barro con no sé qué mezcla que )0 hace
consistente contra las lJuvias, donde las hay, pues en Egipto
no llueve; acordes con t~sto están las demás dimcnsiont.'s: materialmt.'nte no tendrán más de dos varas en cuadro las casitas más amplias, ni más de una de ánchura los pasadizos
entre- una y otra quc sirven como de calles; no tienen ninguna clase de muebles; el pan que comen ¡'S una especie de
arepa de trigo que se mantiene en el mismo polvo que sirve
de asiento y camll; el agua se trae en detestables
y hediondas odre!> de cuero, y de las mismas behen todos sin
s('['\'irsr de vaso algllfto ni cosa que se le pan'zca:
en las horHS avanzadas del día en que aumenta y se hace insoportable
el calor, andan alg-unos ofreciendo limonadas en recipientes,
que también s\lelcn ser de cncro, J que llevan colgados al
cuello, l/amando la atenciÓn con el ruido que hacen agitando
unos platilJitos qu~ llevan en la mano: las calles de las ciudades que no han sUo todH ,'ía reconstruidas
á la europea,
ticnen dos ó tres varas cie ancho, son oscuras y hediondas, y
á veces son bóvedas h;-¡j;'s q\ll~ p:\!'an pnr debajo de las casas:
por el mismo estilo son las lit'ndas donde SI' venden mercandas ó comestibles, Ó unas yotrrs,
rcvudlo todo.
Di~(Cil es distinguir
á alguna distancia al hombre
de
)a mUJer, pues los \';lrones
usan Yl's(ido talar, y si son
heduinos,
JJt~van ll(lt~rnás paiiolÓn que Hseguran sobre la
cabeza con un doble aro cilíndrico de lana, más Ó lIleno,; grueso, en vez de sombrt'fo. Las mujeres se pintan
)a cara y los hombres Jas munos con no sé qué sustancia
que se introducen
por medio dl~ incisiones bajo la epidermis desde la inf<lIlria .Y se hnce indeleble por toda la vida:
suelen las mujert>s <ludar con la cara tc,talmente cubierta
con un velo transparente
para ellas, pero nI) para los circunstantes';
otras llSilll un velo que Jes pende de encima de
la nariz y baja hasta la cinlura, asegurado
por medio de
tina cuerda desde 13 parte de atrás de la cabeza á otro velo
Ó mantilla
con que Sl~ cubrcn la espalda, la cabeza y la
frente, y la parte qlle había de qucdar visible de la cuer,la entre los dos vdos pasa por d centro de un cilindro
metalico de LInos tres centímetros
de diámetro que diz que
es de oro y va colocado en medio de los ojos y sobre )a
nariz; dicen que es el distinlivo de las egipcias casadas.
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-6Ningún hombre se afeita, porque el carecer de barba es
como una mpngua, y por ('.so hasta los eclesiásticos la llevan: .besar á otro la barba es entre los pueblos de Oriente la mayor prueba de distinción y de veneración: la seflal de saludo y de despedida es llevarse la mano á la frente y al pecho. Casi no se tiene idea de la justicia y todo
se reduce á dinerú, que es con lo que se deciden los pleitos
en los Tribunales; el que más paga tiene á su favor la
justicia. Quizá tendré en adtlaote ocasión de dar no('vas
noticias de costumbres árabes y turcas.
N uestro compañero francís~ano nos condujo á uno de
los tres conventos de su Orden que hay en el Cairo, donde fuimos alojados con los mismos CUidados y cariño que
en Alejandría. Después de la cena, oímos en una iglesia vecina perteneciente á los coptos católico!>, unos cantos y músicas intermitentes que duraron casi hasta la media noche,
y era la celebración de un matrimonio, que así diz que lo
celebran los de ese rito ..
Ninguno de nosotros pudo dormir nada esa noche á
causa del excesivo calor. El lunes 1.0 de Julio madrugámos
á celebrar, pues no teníamos más que ese día para visitar:
J.0, las pirámides, á unas dos y media leguas de distancia, al otro lado del Nilo; 2.°, el Museo y uno de los lugares donde habitó la Sagrada Familia d,'nlro del mismo
Cairo; )' 3.°, la fuente J el árbol de la Virgen, también
como á una legua de distancia de lii ciudad, en dirección
distinta cie la de las pirámides. En esta excursión nos acompañó en la mañana un.padre francés, quien para mayor faciIi.dad suya nos hacía en su idioma nativo todas las indicaClones.
Las pirámides ó sepulcros de los reyes de Egipto están
formadas de enormes sillares de piedra superpuestos y sin
conglutin3ci61l alguna entre eUos; la más alla, que vimos
más de cerca, llamada, como su constructor, Queops, tenía,
según dicen, 146 metros de altura; pero actualmente DO tiene sino 138, por habérsele quitaoo algunos sillares para la
construcción de otros edificios. Tiene en la base 235 metros
por lado; sus cuatro faces son trián~u los isósceles unidos entre sí. A alguna distancia de esta plrámicle vimos la esfinge,
que es una enorme cabeza humana de piedra maciza, á la
cual, á primera vista, le calculamos de tres á cuatro metros
de diámetro, pero cuyo tamaño .real puede calcularse por la
distancia de la barba á la frente, que es de 9 metros; dicen
, que es la cabeza de un león que está enterrado en la arena y
tiene 57 metros de largo. '
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-7A continuación
vimos las ruinas del templo de MenfuJ,
-con sus columnas, pavimento
y paredes de granito,
deseu";
biertas en las excavaciones que se han hecho y se hacen en
-estos lugares. Lo que se v~ actualmente de cBte templo son
unos pasadizos J l'pcintos muy estrechos y baJos.
No andm'imos
1Ilt'1\l·Sde una hora á pi~ Y COII gran sol,
desde que dejamos el tranvía eléctrico en que salimos del
Cairo hasta que v(\lvimos á él después de la~, brevísimas vi'sitas de que acabo de hablar. En todo ese camino nos seguían
;algunos árabes, muchachos
principalmente,
que montados
unOR en camellos, otros en burros, se empeñaban
en ofrecernos sus cabalgaduras,
ó el agua quc llevaban en sus d~saseadas odres de bUlTO, r.ara que pOI' dIo les diésemos dinero:
en vez de aet·ptar, sl:guímos nuestra excursión á pie, y á la
somhra de la gran l'irlllllide tomámos un refrigerio que el
bondadoso Padre franciscano nos traía desde el Cairo.
Vdvimos en el tranvía con direcciÓn al Cail'O hasta cerca de la orilla del Nilo; corrimos á pie hada el río .y por la
-orilla arriba hasta alcanzar, antes de su parlida, un vaporcito en que pasámo>; al otro lado, y nos inlernámos
por las
¿esascadas
y ei'trt'chas calles del viejo Cairo. Despué~ de
quillce minutos 1l('g-;~lIIosá !lna insignificante
puerta que fue
luégo abierta po!' 1111 individuo
(flJi', si mal no recuerdo,
e,ra
sacerdote de rito copto cismálic!) (y efl'ctivamente
las gentes
le besaban la mano),.y nos introdujo
en un templo donde
funciona él solo sin concurrcncia,
porque no le acuden á sus
actos religiosos:
el desaseo, el abanduno )' el atraso de ese
pequeño templo lo daban á cnlender, á pe¡¡ar de que al Sanela Sanctorum ó presbiterio,
cuhierto con un velo, no nos
permitió entrar. Por cef(~a de "se presbiterio, y provistos por
el sacerdote de send;¡s uujías, hajámos por unas escalas de
piedra estrechas y f)!:wuras á IIll recinto, bajo f\J piso dellemplo, que es ellugal'
dlltde estuvo emplazada
la casa de la
Sagrada Familia, compllesta de tres piecilas muy reducidas,
-cuyas divisiones es(c'lIl hOJ indicadas por columnas de piedra:
una salita en medi!', \lna tiendita donde trabajaba San José,
alIado
derecho dd espectador, y al otro lado UDa alcobita
donde habitaba la Virgen;
besámos esos benditos lugares,
hicimos alguna ol'aciÓn para ganal' las indulgencias
concedidas, y salimos dandI' Sil haixis ó propina al sacerdote cismá-
tico.
Esl.e templo)
l'¡ CIHlvento adyacente, que hoy está abandonado, pertenecían en otru tiempo á los franciscanos:
en
una irrupci6n de lIIusulmanesf~er~n
asesinados
los padres
que alH habililbun, y c\lando vi_o
n otros padres al Cail'O
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-8ya los cismáticos se habían apoderado
lo mi~mo imposihle recuperarlo.
del templo, y fue por
IV
EL MUSEO DEL
f:AIRO
De allí conlinuámos á pie nuestro viaje para el museo,
en la parte nueva del Cairo, V no pudimos visitarlo integro
por falta de tiempo. Es, sin duda, el más notable del mundo
por la antígii~da(l de sus objetos, que se n'montan á los tiempos que siguieron inmediatamente al Diluvio,'y por la autenticidad. de ellos, que es incontestable, como que han sido sacados de las pirámides y demás sepulcros egipcios descubiertos en el sello de la tierra. Nos llamaron extraordinariamente la atención las momias ó cnerpos disecados y muy
biel! conservados de 10:0; rC'yes egipcios de los tiempos más
antIguos, algullos de ellos con restos de cabello y barba, y
que f.'velaban muy bien cómo sería el aspecto y configuración del rostro. lJ no de ellos me llamó aún más la atención,
que tenía los ojos abiertos y uzules. Algunos estaban expuestos en los mismos catafaJcos en que habían sido hallados,
que el'an cajas Ó urnas de madera enterizas ó sin ensamble,
con pinturas y clorados tan vivos como si estuvieran acabados de hacer,ycolJ sus respectivas inscripcioneF: de nombres,
fechas y demás datos del difunto. Vimos también, aunque de
lejos, el esqueleto del famoso buey Apis, divinidad antiquísima rle los egipcios.
Del museo regresámos en un coche al convento á almorzar, á las doce.
Dc¡;pués de la siesta, que por allá es de regla, sohre todo
en ese tiempo, y mientras mis compañeros, con el mismo padre francés, fueron á conocer la mezquita de l\1ehemet-AIí,
yo me entretuve en casa recordando en la Biblia la historia
de José en Egipto, los viajes de SIlS hermanos y el·de su padre Jacoh con toda su familia á establecerse en la tierra de
Gesén, vecina al Cairo; los sufrimientos de sus descendientes
y el cautiverio á que fueron sometidos por los sllcesores de
Faraón, que tánto favoreció á José y á Jacob, y por último,
8U salida triunfante
en medio de los prodigios que obró Dios
contra los egipcios: i en esos mismos lugllres me encontraba
yo! 1 en ~sos mismos parajes habían pasado algunos años Jesús, María y José! 1 Qué indescriptibles y santas impresiones
experimenta el cristiano en aquellos sitios con esos dulces y
benditos recuerdos!
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-9
v
EN MATARIEH-ÁRBOL
y FUENTE
1>E LA VTRGEN
A la hora con venida partí con un I);1t1re anciano, árabe,
que hablaba muy Li.m el italiano, á rClInirme con mis compañeros é ir con ellos á Mi:ltariclt, domk f;cgún antiquísima
tradición, habitó también la Sagrada Familia.
Ahí existe el
árbol llamado de la Virgen, quc está plantfldo en el mismo
sitio de aquél á cuya sombra descansó la divina Madre, y
cerca del cual hizo brotar el Kiiío Dios \lIla fuente, cuando
venían tle Judea hu.rendll de lIcrod\'s.
Después de media
hora de tren lIegámos á la estación dt~ l\fatarich, nos dirigimos á pie á la casa de los jesuít¡¡s, caca dd árbol y de la
fuente, y que es una quinta (¡ caf;U Je eafllp"' dcJ~ran
'~olegio de la Sagrada Familia que ellos regentan
en el Cairo.
Allí habita, en compañía de un hcrrnar.o coadjutor
español,
el R. P. Saint-Julien,
francés, quíen me obsequió un ejemplar
de I;U folleto en que demuestra
la antenticidad
de la tradición relativa 31 árbol, á la fuente)' :'1 la permanencia
de la
Santa Familia en ese lug:lI', sin qu<; ("slo sea argumento
contra la tradición (¡He aseg-llra ha!>·r vivjdo también en el Cairo, pues no hay irlc(mveni~J1t,~ pant qll!~ ambas tradiciones
sean verdaderas.
Tengo para mi que son muy creíbles esas tradiciones que
tanto en Egipto como en Palestina seíialan lugares determinados, como que en ellos han sucedido acontecimientos
del
Antiguo ó del N llevo Test<lmento, :-;in que sea preciso asignar una p-xactitud matemática
á la i Ir.ntidad \' dim~nsiones
de los mismos lugares ..
='1iel árbol, ni la fuentc, dislallte~ mtre sí pocos paso:-l, están comprendidos
en el terreno de la quinta, sino en uno adyacente que pertenece al Khedive ó ney. actual de E~ipto. El
árbol es un sicomoro qlle desde la raíz se divi(le f'n c10s brazos, de los cuales el uno SIl ha desprendido
)' caído y está
seco; parece que este árbol PS el segundo sucesor del primitivo. De la fuente, cuyo nivel es inferior al dd sucio y cuya
a,rua
~ es bastante fresca"~,y a·rradable se saca ésta pUl' medio
de UIla gran rueda vertical de recipientes, los cuall's (;uando
están atAjo se llenan y cuando están arriba la derraman en
una esptcie de canoa colocada en el centro de la rueda, y de
la cual puede cOI"~er por conductos y caños á otras part~s.
Habiendo serVido esta fuente para bañar en ella la Virgen á su Divino Hijo, y sin duda también para lavada
ropa
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-
10-
de los tres, sirvi6 más tarde durante muchos siglos para regar el jardín del Bálsamo que existía alli, como consecuencia y recuerdo sin duda de AQUBLLA cuyo perfume tS como el
del bálsamo: SiCllt cinnamomum ethalsamum aromatízan8
odorem ded¿ Aunque ahora ya no existe esta plantación, los.
Padres Jesuitas tratan de restablecerla.
Han construido además una bellísima y espaciosa capilla dedicada" A la Sa~rada Familia desterrada en E~ipto/~
como lo dice la inscripcIón del frontis: "Sacrae Familiae
Aegypto exult~"y dentro hay otra inscripción en que consta
que esa capilla, dedicada á honra del destierro de la Sagrada
Familia, ha sido construida por la Provincia de Lyon de la
ComparHa de Jesús, expatriada también, como testimonio dela fe y esperanza que tiene del r~greso á la patria: sabido es
quelos Jesuitas ,fueron desterrados de Francia desde 1880.
Existe también otra pequei'lisima capilla que habla sido cons~uWaprimero.
,
Siendo ya muy tarde regresámos al convento á las 8 p. m.
Al día sigUIente, martes 2 de Julio, fi~ta de la Visitaci6n d&
la Virgen, después de celebrar, tomámos el tren <le las 6, 1,
llegámos á las 11 á Alejandría. Recordámos en el (Ifido el
viaje de la Virgen desde Nazaret hasta más adelante de Jeru-,
salén, á visitar á Santa Isabel, y pensámos qne quizá nosotros habtamos andado por 105 mismos caminos que ella habla recorrido en su destierro en Egipto.
Hada pocos días que el Sultán de Constaotinopla habí a
promulgado cuarentena de dos díllspár;a todos los buques
que partieran de Egipto para cllalqnie.r puerto de Siria;:
por lo que hubimos de resignarnos áesta nueva demora, de
la cual ya no podíamos sacar partido en favol' de nuestra peregrinación como lo hablamos sacado de la anterior, COIl<
nuestra agradabilfsima excursión al Caifo.
i,.
VI
DE ALEJANDRiA
Á BEYRUT y Á. CACFFA
Nos embarcámos el mismo día por la tarde en el vapor
Elektra, austriaco, con dirección á Beyrut, puerto de Siria,.
bastante retirado, al norte de la Palestina, adonde llegámos
el jueves 4 por la mañana; recibimos inmediatamente la vi..,.
sita de los franciscanos, quienes ya estaban avisados por telb-grafo por los Padres de Alejandrla, y pasámos en el mismo.
buque nuestra cuarentena; el sl\bado 6 por la mañana salimos al convento, conducidos por el mismo hermano franciscano que había venido á vernús el jueves.
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El domingo 7 de Julio nos embarcámos en un vapor
egipcio, cuyo nombre no recuerdo, y en eJ cual navegámos
ocho horas por las costas de Siria hacia el Sur: vimos de paso
á lo lejos á Tiro y á Sidón, dos lugares marítimos que aun~
que no pertenecia:J al pueblo de Israel, fueron visitados por
el Redentor en una de sus excursiunes cuando curó á la hija
de la Cananca.
Refieren, en efecto, San Mateo y San Marcos que yendo
Nuestro Señor para las tierras de Tiro y Sidón salIó de por
ahí una mujer can anea, r.lamando detrás de ÉL y suplicándole le librara á su hija del demonio que la atormentaba:
el
Señor no le respondfa, ni accedió á los ruegos de los apóstoles para que la despachase. Entraron á una casa, sin duda
en la mjsma ciudad de Tiro, y el Señor exi~rió que no Redi~
vulgase la noticia de Sil llegada; pero en vano, porque la sobr,edicha, m~jer entró y se l?,oslró á sus pies, haciéndole la
mIsma suplIca. El Señor le diJo: "No es hueno tomar el pan
de los hiJos y arroJarlo á los perros," sigmficándole que ella
como cananea no debía pretender ser favorecida con los mismos beneficios de que gozaban los hijos del pueblo de Dios;
mas la humilde mujer replicó: "Es verdad, Señor, pero los
cachorrillos también comen las migajas que caen de la mesa
de sus sei'iores." "Oh mujer, le dijo Jesús, qrande es tu le,
hágase como tú quieres." Y vuelta la Cana nea á su casa encontró á su hija sana y salva (Mattll. XV, 2l ; Marc. VII, 24).
De Tiro, pasando por Sidón, regresó el Sei'ior al mar de
Galilea y curó á un sordomudo, poniéndole saliva en los
o/dos y en la lengua, de donde se ha tomad:) esta ceremonia
en el bautismo, para significar lo abiertos que ha de tener el
cristiano los oídos á las voces de Dios, y la prudencia y moderación con que debe ejercer la potestad que Dios le dio de
hablar.
En el Antiguo Testamento son también notables Tiro y
Sidón: Hirám, Rey de Tiro, fue quien proveyó maderas del
L/bano para el templo de Salomón, y los habitantes de Si~
dón, sus súbditos, fueron los que las cortaron y aserraron
(m, Reg. V).
El mismo domingo, á las 6 p. m., lIegám()~ á Caiff'a, puerto
septentrional de la Palestina ¡¡l pie del Monte Carmelo.
VII
EL MONTE
CARMELO
El Carmelo es un monte largo y aislado:, de regular altura, que viniendo desde las montañas de Salllaria en dil'ección
de SE. , NO. Y limitando al SO. la bella y dilatada llanura
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de Esdrelón, va disminuyendo
luégo su elevación paulatina,
mente en una distancia
como de una legua, hasta terminar
en un verdadero aunque pequeño cabo que se interna algún
tanto en el mar Mediterráneo.
Los Santos Libros alaban la belleza y fertilidad
del CarmeIo: "Elevada y majestuosa es tu cabeza como el Carmelo," dice el Esposo Á la Esposa en el Cantar de los Cantares
(VI, 5); Isaias (XXXV, 2), dice que la ~loria y belleza del
Carmelo se le han dado á la Iglesia, "Gloria Ltúant" data es!
ei, decor CarmeN et Saron"; y Jer~mfas dice qu~ ]a fertili.
dad de la Tierra prometida sólo podía compararse
con la de]
Carmelo: " Yo os introduje en una tierra que toda ella era
un Carme]o" (11, 7)' En SllS varias y grandes cuevas de roca
habitaban los profetas, principalmente
Ellas, quien desde ahí
intimaba los juicios divinos á los idólatras
l'~ycs de Israel y
les hacía sentir sus castigos .
. U no de es los castigos más fecundos en enseñanzas
para
los pueblos, especialmente
para los que han recibido la fe de
Jesucristo,
es el primero que refiere el Libro III de los Reyes (cc. X VII Y XVIII) ocurrido durante el reinado deAcab,
el más malo de los Reyes de Israel y el que más irritó al Señor; castigo que fue no sólo para él sino para todo el pueblo,
pues sabido es que los pecados de los que ejercen autoridad
son causa de muchísimos otros pecados, y castigados con calamidades que vienen sobre todos los súbditos. A la voz de
Ellas cerróse el cielo, y por tres años y medIO no hubo en esa
tierra rocío ni lluvia: secáronse las fuentes y los arroyos, se
esterilizó la tierra, morían los animales de hambre y sed y
sufrían los habitantes lo que puede suponerse;
pero Acab, en
vez de convertirse
y hacer penitencia,
se endurecía más y
eehaba la culpa al Santo Pl'ofcta. Al cabo de ese tiempo
Ellas se presentó al Rey por orden de Dios, le reprendió por.
sus propios crímenes y por los muchos que había hecho cometer al pueblo, haciéndolo adorar dioses falsos, le hizoreunír sin pérdida de tiempo á todo el pueblo en el Monte Cal'melo (en un lugar que hoy se muestra á ]os peregrinos, con
el nombre de Mucrata, que significa sacrificio) y dirigió á todos la siguiente propuesta:
He quedado yo sólo de los Profetas del Señor, cuando los del dios falso Baal son cuatrocientos cincuenta:
con todo, que ellos sacrifiquen
á su dios
un buey, y yo sacrificaré al Señor otro; y aquel Dios que
haga bajar fuego del cielo sobre la víctima, ese sea tenido por el verdadero
Dios. Optima proposición,
dijo á una
voz todo el pueblo.
Sacrificaron,
pues, lo~ sacerdotes
d,~
Baal su buey é invocaron á su dios durante todo el ..tia en
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- 13m('(lio de lasJmrlas
de Ellas qne les decía: Gritad más recio, porque ese ciios tal vez se ha marchado
á otra parte,
Ó está di1"traído Ó durmi\'ndo,
y hay que despertade
y Ilamarlc. Y los falsos sacerdotes redoblaha!:. sus gritos y sus
esftJ('rzos y se sajahan según SlIS ritos diahÓliLos con cuchillos y lancctas hasta llenarse de san~re; pero no se percibía ninguna
seiíal <.le (Jlle su dios les oyese ó ali'ndi,'se.
Llegada la t.·fde cIJnslruy(~¡ Elías su ,tllar .Y sacritid¡ su
buey, sohre ('1 cual, como sohre todo 1'1 ¡¡Itur'y la lelia, hizo
derramar mu ,ha ag:w, ,\ invoet', al S,'flol' dici,'ndo:
011 St~fior Dios de Ahrallarn, de IS3ae y de Isr'ael : muéstl'¡¡ hoy que
tú eres el vt'rdadel'O Dios y qlw yo soy 111 .•iavo:
Ó,FUII" ho
Sdior, l'scúchame para que sel'a esle pueblo que lú e!'l's el
Seiío!' Dios, y que lú has con,·,~rtido dl~ nuevo sus corazones.
Aornas hahla didll) esto cuanrlIJ de !'l'P':¡¡ te hay¡ ful'g'o del
cielo qne wnsulni,', la víclima, la I('iía, 1.ls piedras mismas
del aliar y hasla el polvo. VI.;to lo cllal poslráronsc todos
sobrl: sus roslros diciendo: ¡El Seiíor es el Dil.ls! I el Sr:fIOI' es
el Dios ver,ladero I Elfas hizo aprt'sar enloncf'S á todos los
sacerdotes
falsos, y en las orilla •• ti'" torrente Cisón, los hizo
matar á todos, hecho lo cual 3nuncil) al Rey que Ja venía
la lluvia. Efrclivamcnte,
subió el Profeta á la cima del Carmdo, se arrodillÓ y puso su rostro entre las rodillas, y por
siete veces hizo qlle su criado obs~f\'ase el mar: á la séptima vez vio el criado que subla JeI Illar una nubecita, pequeiía como la huella de un pie humano;
orden61e el Proida fllese y dIjese i:Il Rey qUt~ se marchase aprisa antt's que
la lluvia se lo impidiese:
inmediatamente
se oscureci6 el
ciclo, vinieron nubes y viento y llovió abundal}teml'nte.
l\1isteriosísima es toda esta h'i•.t¡.ria, y no he querido dejar de recordada,
no sólo por lo serio y ~:rave de !'>us emefianzas, sino también por lo que tienen de cOlisolador en su
desenlace, que no es (,tra cosa que el ••jercicio de la infinita
misericordia
divina sollre los delitos humanos, personificada,
por decirlo así, en la Virgen Santísima, á quien simholizaba
la misterillsa nubecita : pnes así como el remedio de la Jlnvia
grande que Dios tenía preparada para la extrema necesidad
del pueblo culpable,
no vino sino significado,
precedido y
como causado por la tan peqlleiía nube, así también el gran
remedio tie la humanidad caída, la copiosísima lluvia de gracias y beneficios de la Redención, no se verificó sino después
de la Virgen, por medio de la Virgen, en virtud de la Virgen, cuya p"queñez y humildad
fue lo que más agradó á
Dios, c,'mu ella misma lo dice:" Con ser pequeñita agradé al
Altlsi,no. El miró la pequeiiez y humildad
de su sierv ••." Y
I
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- 14~fectivamente, si los divinos ojos no huhiesl"n hallar)o 11n objeto humano tan amahle en quien fijarse como es la Vir~eD,
ni hahría hal,ido \In Ellas que movit'se al pueblo á penitencia, ni lluvia que hiciese cesar el castigo, menos fiún salvación alguna para toda la hllmanidarl
por un mistel io tan
grande r1e piedarl 'Yde amor inconcebihle, corno es la Encarnación dd HIjo dl~Dios, único posible remedio p¡¡ra el hombre.
y aquí f'stá, sin duda, la causa de ('s~ tan universal .v podHII~O atraetivo qu~ f'xpf'rilTlentan los fidcs haCIa la Virgen
del Carmclo tí s~a NUl'stra St'ñora del Carmen: no sin razón
se ha dicho que ellíluro del Carmen es el primero y como el
fundanHnlo de todos los dClIlÁs títulos y 8(h'orllcionrs
de la
Virgt'n: la t"adiciÓn sobre 1'1 origen <le I'stt~ tfluJ", consigna'da en 1'1Ofil'Ío de la fi!'sla dd Carmen, 1(; <le Julio, J existente y anli(Iuí~ima en el Monte C¡¡rmelo, afirma que lIIUdlOS
V3roncs qUt~ imil¡¡ban la ",da eremíliea del santo Proft'ta
E!fas, y Itabit¡¡han las ca"""nas de este monte, recihierlln en
sus corazones la palahra divina predicada por San Juan Bautisla y ahrazaron la fe de .Jesu('ri~to el mismo sagrado día de
Pentecost(>s, cuando ella emprz¡) á predicarse por los Apósto.
les; y hallÍ"nrlo tenioo la rlicha de gozar de la duld:.;Íma
con V('l'sHci6n de la Di vina Madre, Re propusieron como princiJlll! ohjdo de "U vida, el amllrla, honrada é imil¡ula rn ('se
mi<:mo monte dono!: Ef{~" la habia visto prefigurada y donde
habitaban
:tnlc's de conocerla, atraídos quizá por una secreta
gracia pn'plll'ativa
á ese amor inm('nso que concihieron
hacia ElLA cu¡¡Jldo la conocieron. Ahl, pUf'S, sigllil'ron su vida
retirada, ahí tos visitó y Il's habló María, ahi edificaron en su
honor la primera capilla, donoe la tributaron sus cultos, quizá desde antt'S de su dichoso tránsito al Cielo; ahí han continuado en todos IlIs Fi:.rlos honrándola sucesivaml'nte
nuevos
hijos del Carml'lo. ¿ y cmlntos varones, d('sdc el tiempo de
Elías, haurán habitado
las cuevas del pri\'ilf'gilldo
monte,
imilan<lo al P/'ufelll en el n'cuerdo y expectaliva de la misteriosa y benéfica nllLfcita, en el 8mor y l'speranza de AQUELLA
sin la cual los males de la hum¡¡nidad no habrfan podido
.esar '?
¡Viva, pues, y crf'zca por todos los siglos en todos los corazones el ¡¡mor de la Virgen del Carmen!
En ese monte, pues, no en su parle más al la, pero si sobre el pico que se avnnza sobre el mar, se halla el convento
de los paclns Carmelitas j se emplea una media hora l'n subir en cClche, desde el pUHlo; su sÍluaCÍ<)lI es de lo m;lS pintoresco que pueda ima~inalse por su deliciosa visla hacia el
mar, sobre la costa al norte y sur y súbre )a8 llanuras 1
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-15colina¡:; de la Galilea; está (Jispuesto á propósito para albergar á lo¡:;peregrino!', á los clIales está d~slinado todo el piso
b ••jo: RU constl"llcción, vcrificada en 1831 con limosnas re
c('gld"s pn loda la crisliandad
por el herrullno Juan Bautista,
es CUITl(1 la dc \lll caslillo fll¿I'lt', :l causa dd rirs[;;o de que se
rq,ilall )¡IS all'i~IItlS írrllrH'iolles y d,~v¡¡s'acj(.ne:> de los sarraqu'" 'ya han destru(.I\I
allí dos t) trcR conventos sucesivamente,
El úl! imo Cflnye. to d(~-'rtlí"o fIJe el que llizo saltar
con f'xplosivos AI,dallah Parh:\. dI' Scm Jua'¡ de ",cn', ({!licn
con IlIs malcri ••/es dellllisl!lo
edific.) un p¡¡Lci" para si y SlIS
c/lnrl1\oinas,
el cmi! t'xi ..•,,' fll'ln ¡\ P"cos P:¡SIlS dd actllal convcnlo y sirve de p(l~ada ¡) I¡¡s 11111l1\'J'/ISas cal'ayanas qlle visitan \,1 Cal"llH'/o. Cerca tamllién dd cOllvl'nlll está la pirámide
fúlll'l)rC qlH~ I(lS padr,'s CI\llstrll}CrOn
COlllll ! 11mba de los restos morl ales do· ¡liS s(Jldaddl fj'afl('l'~es l'nf'·l'Ill(1S. hrutalmente
ultim:Ht.ls por los tlll'Cl,lS á frnf's dell'iglo XVlll. Tienen también llhí Ufl nota lIle y l'f"~:IJlll"
[aro qllf', como la divina Estrella l\I¡¡l'Ía, á quien ~j~Jlifjr¡),
llena con MI vista, más que
otro alguno, dc ¡'Spl'rHllZa .r c(Jll~ut'lo al na vegante.
CI'()()S,
A hí, pues, f'rinci pi~ 1TI0~, n llls pies de la Madre divina
del Carmen, flI11'stra visila:1 Tierra Santa, precisamente el 7
de Julio, primer día de li\l Novcna; y JU dt'sde enlonces echámos de ver que terminaríamos
ru:o;¡¡lt"fl
so
JlIJ{';.II'a peregrinación
el tI{a mi¡;mo de la fiestu del Carmen.
!lO':; flll~ d
¡Qué
en Je-
delicio-
vcr esta señal de lH'lIe\'ol¡'nál de la Virgen
ha-
cia Ilo¡;n!rll!i [¡ qué grata noche! iqué devoción pn ese santU3rio 1 En elllllU¡' maJor, al pie úe la InHlgen, celchrámoB el
lunes t:I par/re Gonz{¡/t'Z y yo; llls otros dus celt'braron en la '
cuna donde l.abila!;a el Prdda Elías, h cual está Lajo el
altar m3J'úr, y es tBn H'llI'rada por los crj~tiall(}s como por los
U1i~m('s 1111l8ulmanl'!', quit'Jll's vennan ahi IlIBS quc otra cosa,
una Jm;;gcn de Elías 1'11 nctilud de sacrillcar por su propia
rntlno I~ los prnfclas de llaal. Los musulmanes
veneran también mucho á la Santísima Vir;¡,,'f y le tienen mucho amor.
VIII
DEL CAJUIELO ,\ l'IAZARIl,T
A Imorzám(,s á lal; nueve /'11 compañfa de cnatro religioCarméJiw ft'('ién veniJas de Italia á establecer
fn CaiITa una fSClld;~c.m¡\m('s aJ~Un(8 rccll('rdos de tan deliciosa aunque tan c('rla munsi6n, J á 13~ J o a. m. emprendiIl'lOS la m3lChll p/.lfa r\ozarl'l, ullas cinc) horas
en'coChe, en
dirección orirnt¡¡1. B¡¡:,¡lanlc Irecho de caillino tuvimos la base
del Cllrmelo á nueslJ a d~recha, y á nUI~slrn izquierda el tosas Tt'/cjarias
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- 16rrente
meote
Cisón, notable por muchos hechos bíblicos, principalpor el acto de justicia divina de que he hau[ado, eje.cutado por el celllSCsí/110 Profda Elías.
A uno y otro la.-lo del camino íbamos dl'janrlo varias alde Has árahes, cuyo difÍl~il lJomurt nos iba in lj,;and,) nuestro
cochero. El. una cisterna 1:()ld<~ é;lt~ qniso <lar a~lIa á los cahallos, presenci¡jmus el 100.10 clIIno la sacan la" mujerc!ol para
Uevarla á sus casas: hacían de-cendcl' hasta la slspcdicie del
3gua un dctt~stable vaso ó recipiente de cuern pendiente de"
'Una cuerda, f1e la cual se servían para sacarlo lleno al oor,le 1,
del pozo, donle ocrramaban
el a~ua en otro rl!cipientc más
grande, también de cuero, y t>n forma de cuadrúpe,lo,
no sin
vclv6C al pozo IIna bnl~na partc de agua que se derramaba
.afuera, la vando de paso SIIS desaseados vestidos .Ypies; una
vez lleno el recipiente grande, le hacian á la estrecha hoca varios dobleces y la ataban fllertemente con Urla cuerda, y colgándolo ~obre un jumento .10 lIcv"han á la ~as~.
S~'llImos nuestro camwo rczando el OfiCIO de Nuestra
Seiiora d~ Chiquinquirá,
J recordando en él la Anunciación
y •.arios otros misterios de la Virgen de Nazaret, con los Sentill'lim!os quc puel ~n sl1pnnerse. Después de ha ber dado un
buen descanso ti los cahallos en un bllsque de 0Ii\'08 hacia la
mitad del camino, y cuando habíamos andado la mayor parte
4e ~ste, nos 8orpren(li()
á n ue"tra dereeha, en un pueblecito,
'.Da pllerta de reja de hierro con el emblema franciscano en
8U parte superior:
b¡jj,ímos inmediatamente,
cansados, sedientos 1Henoa de polvo, y entrámos en husca de los Pa<lres
.qde kabltarall
allí. En una de las dos ó tres e~pac¡oslls pil~ZilS
.que con su corredor componían la casa, hallámos una señora
y &tna joven, que pare :ían madre é hija trahajando en costura, quienes nos acogieron con exquiSita cortesía. HablAndonOs en francés, nos hicieron saber que aqndla era una escul>- .
tiLa recién abierta por los franciscanos,
de la cllal ellas eraB
4Ireclora~. y cUJos alurnnosy
alumnas se hallaban entonces
~ vacación,
que ellas hahían venido á regentar/a,
traídas
·desde JafT.l, pu~rlo ffi'Jridional de Palestina, frente á Jerusalén, de donde eran originaria<;~ y dOJde se habían educado
en coleg-io de religiosas. I\t'fngerado8 con sendos vasos de
rino que nOi dieron, sacudido el mue~ polvo de nuestros
Tcstid08, y dadas con efUSIón las graci~'
nuestras caritatiYa& protectoratl, seguimos nuestro camino bendiciendo
á Dios
por C4iliep. que, á pesar de ta~tos ohstáculos, hacen con sus
~ ••etas lns franciscanos en TIerra Santa.
A poco tuvimos al fl'ente el majestuoso Mon\e Tahor,
-que ea como una inmensa cúpula oval colocada en .\~DfÚl
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17-
N.E. de la llanura de Esdr.-Ión j más cereanoá nOAOtr08ape-.
reció tamhién el monte del Precipir.io, desde d cual quisieroa
arrojar al St'ñnr los haIJitnnles
de Nflzaret.
llit'n puede pensarse cuán hon'ias impr'~sioncs causa en
el ¡\nimo cristiano J ,..acr.rdlllal la presencia de talt·s lugares;.
bien puede cakul¡¡rse lo quc sentiríamos al lIcrrcaroos ti Nazarrl, donde slIcedió el ;;-ran rni~leri(J de b Encarnación
y
dllnriccelca de II't·inla Años, Jc~¡'¡s, niiío, atkl('!;cente y jovent
Marfil su Inmac\ll,ida Madre y José su padre pulativo, ocul:..taron al mundo \II1U "ida ll,'rla de prodigie,s dc"cono~id@8 y
grandes y ocult(1iirlloS llIist('rio,,! i Oh, si pudiesen hablar las
pi,·dras.Y las cnlinas de :\,¡,z;lI'd ! ¡Oh, si la I¡erra que sostuvo
)ll humilde casita)'
las :I<lllral"t~s pisadas de estos tres divinos Pt'J'sOlwjes, pudi,'se revdarnos todo lo que Iléllo ella sabe t
NlIs era imposible expresar en:) p:llahras nuéslrns lo que seo-,
tlalllflS, " p!/r eso, CU¡HH!O nparecj¡) á nueslra vista la pequefia y belli"ima ciudad, broló esponti\r)l'[lmCr;tc de nnestros labios la pulahra rl~Quien solaml'nte
habla podido sentir é interpretar con perfección tales misterios:
rceitámos el Magn;-
{u:al.
IX
EN NAZ\l\CT-BAS{LICA
re. UTRrClóN
y
DE LA
DEL
E~CARNACJ6N.'-CAPILLAS
DE~)r,\ YO.-FUENTE
DE
DE LA
LA ViRGEN
Ocopa ~nzarel d fundo J d co~t6do occillental de un risurlill vallccilo circundado
por varias bcllísimas colinas: es
como tina hermosa tllZa abierta, arl{~licaloenle decorada POI'
den tro, ó IllÚS hien, para ¡;;ervirme de la bella expresi6n de nn
611c/'rd ••lc ffanet'·s, fH'rl'glÍno del siglo pasado, el valle de Nazard es corno d Ó liz abierto de una flor, y sus colinas circulan's se abren á :-1\ r('(lt>dor, como los pdalos de una rosa;
Nazaret significa dudacl·'ftp los Iirlús!J de lllsjlores. Los árabes la llaman Aásara.~
Sus casas son I'n su mayor y principal
parte construidas á la curopea. Hay comn seis Orderll~s ó Congregaciones:
r('l¡gj(JS;1~, dos ('scudas católicas, un hospItal y un orfelinato.
Til'l,~ alf.\'o más d~ 7.000 hahitantes,
de los cuaJes 'unos 3,000
~on católicos entrc ¡,dim's, maronilas J .grirgo!<; linos 2,00&gri('gos cismáticos, otros l;,ntuS musulmanes y U1II.lfl 100 protC¡;(¡H\ les ..
Los naturales, á peFar
su~n
ánlbr, son como los
de Belén, de un carácter
m¡ís l:lp~e
que. contrasta
seflsihll'mtnte con la Lrmquedad de lus habitantes de la.••otras.
poblaciones.
No parece sino que Jesús 11.María, en esas dce.
oe
I
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ciudades
18-
y misterio:;;a vida, han r1p.,jado pp.r"humanidad y 6~Dios Salvador, qllC apareció" con ellos
de su admirable
petuamente
imprcsa
nigmd'1d de
n1u!s/ro
la
hUI'/Ia de ($a
en el mundo, como rlice San Pablo á su disdplJln Tito (In, 4).
Una ohscrvaci¡)n
análo¡;;-a se hace mll.V fácilmente enlre
!Varios rasgos de la vir/a de los acLnalei' hahilant~s de toda la
Tierra Santa y 1:1<;costumbres de los hebreos qne la pnse.veTon por LanLos sllflo,; puc;; á p"sar de ser sus !'alas tan dis:tintas, con sólo Ilt'gar Ull'l á la Tierra Slnla encu~lllra á caiia
paso so!prendcntes
se:nf'janza.; p.utrc lo que ye en los ¡¡ctuaJes habItantes y )0 que ha leído dt~ los Iwbreos en la~ S,wtas
Escrituras:
es co-no si este pII"I)lo, en UlI tiempo escogido
de Dios, hubiesc impreso R Lt tierra un c:lrácler tal, qu ~c\JaJesquiera que sean los pueblos qlll~ la habiten, hayan de tomar necesariamente
para sí ese lOi!>mo carácter,
usos y CO!!lumbres.
Antes de IICg'Ill' cocontrámos á pie al misionero qne tenla á su cargo la m¡sitin del pueblo, cuya "scuda
hahiamo5
visto en el tránsito. C0rno á las 5 p. m. IIt':,f;\mos mldos y
pensativos
al hr,spicio franci<;cauo (Casa
1I0V'I),
donde á pe-
sar de no ser esperados, tuvimos eX(}ilisita acogida.
Sobrc la marcha solkil.tm<1s'y obtuvimos quien nos COndujera á la iglesia de la AnuncirtC'ir'¡n, distante pocos paso,; al
E. de la casa; y con efllsí¡)n nUII(:a antes sentida en lIuc~tra
alma nos poslrárnos en el sudo de la (~npta, delHjo dd ['1"'8biterio y altar mayor: ahf estaba la Virgt'1l cuan lo de parte
de Dios fue saludada
lIeua de g-racia por el Ardngd Gahriel; ahí pl'OlllJllciaron sus ~agra lo .• lahios aqnd heuhllsimo Ft"at qnc, m;is podero·¡() y Lenéficcl que d jt'llt creador del
Universo, la hila á cll¡¡ M.!dre d~ Dios, á Di,)s rI j.l dll Ellal
y á nosotros, hi.l0<; de EII;!, hermanos dd mi"lOll D¡ds .Y ~lIh~redcrps de sus infinilos tesoros celdOtialcs. i011 M,l/'Ía! ¡, Qttién
comu tú grande,
quién como tlÍ.8antll, quién como lú ./.•••,
eres nuestra madre 1
.''Derramámo!-l nuestras alma'! cn ese ver,h,lero
Sane/a
Sanetoram. EIl ese lugar donde Dios n03 dio á su Hij.) V no
le ql\ed6 va m;~di() de nl~gtroo .• n t la, como dice SUl Pablo
(Ram. VIII. :p), le hici rno~ ru~I;'"~, m llchos l·ll'~~OS .••• y hasta en )a l\ara de fa muerte esperilln'H to t:áia estar r¡>ed)i'~ndo nosotros y nuestros
pr6jimos el fruto tle lu que enlonces
pedimos.
Es la cripla de h. EriCarnaci,)o UIl'l v;~dadera y amplia
bóveria f'lrm,ttl,l pnr la viva roca: se dice q1ltl era costumbre
en Palestina construir las casas á la entrada de tales hóV'e-
das, muy comunes allf, para ulilizarlas en fdvor de la habi-
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19-
tacicjn; J efectivamente
lo mismo se ve en la casa de Santa
Ana 1"'11 Jerusalén, la tle Santa Isabd y en varias otras.
La Sanla Ca.;a, construid.} contra la abt'rtura de la bóvedrt, ocupaha el lug-ar que es hoy el vesLJ'bulo Je la Capilla
de la Anunciaci611, ¡) sra ,te la hóvt'da ó eripta. Existrn dos
columnas de gnlllito, del tiempo de Santa Elena, que se reputauan
por in lieadtlras de IlIs lu~arcs donde estahan la
Virgen .YSan GahrieJ en el momcnto d,~ la Anunciari.\n;
una de ést¡¡s fue rota por los sarraccnos, que crcJcron hallar
tesoros dentro, .Ysu parte superior
está suspendida
hajo la
bc'lveda quc sosticne el prt·shikrio y d altH' mayor, pues según parl~l"e la rotura de la columna fuc posterior Ú la construcción de la hóveda. El altar principal e1t' la cripta está en
el mismo lu~ar donlle l\laría concihi,i al Hijo de Dios, y hajo
la me~a, sohre !lIla losa de m¡írrnoJ hlal)/~(), eslá esculpi.la esta
inscnpcic)n: "!lic Verbllm caro factum est (Ar/lJ.i el Verbo se
hiJ:O earl/e)." Hav otros dos altares laterales, dedicados á
San José y San G"hriel, quc si no lile (ngaiío,
están en el
vesLlbulo ó lugar de la Santa Casa.
C')Ino dije al principill,
esta., tradiciones qne señalan los
lugans dondc sucedit'l"On los misterios cle nucstra santa fe
son muy creíblcs ,\ causa cid earáelt'r
tenaz y conservador
de tradll'ione" orales 'luC ti(~nt'n los pueblos orientales;
lo son
aun uds por el fuvllr de los primero" enstianos que con gran
celo .Ycuidado procurarían
conocer con e:~actitud los lugares
santifieaclos por las palahras y Ilt'chlls del Rcdentor y de su
hendita Madre, y orando allí, alimcntar
su devociÓn .Y consolarse en SIIS trabaj'ls; lo son sohre tolo por la especial Provi, It~ncia de Dios, qoe si ha si, lo CII i lado",) de los rcstos 1001'talt''; de SIIS santos, ha.,ta ohrar prodi:;ios
para hacerlos conoce¡' y honrar, sin duda hahrá ampara,lo especialmenle
la
tran"lui"j,ín de las lndiclOnes
relnti vas :\)us lugares de los
miskrios
más grandes
que ha ouruJo EL mismo por los
homhres.
Este cuidado de Dio!! ha si,Jo mUdlf) más patente
y
asomhroso p.¡ra con la Santa Casa cle Nazaret. Y no pOllía
ser de otro mo,lo, trat,\n,lose de un hUlIllldísimo rccint •• tan
bendecido,
tan santifil"ulo,
tan lIelJo )' penetrado tOllo ,Id
cternll é illfinito amo!" de Dio., hacia los hombl't!s: un lugar
que El m'-smo ellfllo !f srtrlt:/ir:d mil veee·; nds que d 1/:1/11'/0
-de S,t1omón, {Ilgar en el cllul estuvo Sil Nombre !J donde per·
manecieronfijos
SllS ojos !J Sil cora r,ón en lor!rJel t¡empr¡ no
sólo de su vida mllrtal, Sillll prrrfl siemp"e (Il Parahp. VIII,
16); era imposible pcrrnitiest' El. que lu~:ar tan predilt'cto de
lu DIVino Corazón viniese á quedar en-la oscuridad y en el
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20-
()lvido de las generaciones
crIstIanas,
Ó llegase á ser ohjetode sacdlegas pr\lfanaciones.
y así lo atestigua por su parte
la cristiana tradición:
la Santa Casa fue lugar esc(l~ido de
reunión de los Apóstol,'s con la Divina Madre después de la
Ascensión;
alli e/'igi6 San Pedro d primer altar en prl'sl'ncia
de otros Apóstoles, c/ltre IlIs coales estaba Silntiago el Mayor; y por eso el Papa Julio I1l1ama lil Santa Cnsa" primer
templo consa~rado
por los Santos Apc"Stolt's al honor de
Dios y de la S¡¡ntísima Virgen."
Y desde entonces fue visihle la acción divina con la cllal fue ddendida de toda profanación. Vespasiano, en su campaña
contra los ~ndíol', poco
antes de la destrucción
de Jt'rllsal~n, saqueó á N.élzilret, y la
Santa Casa quedó Illtacta. Más tarde el Emperador
Aorillno
profanaba el Santo Seplllc.·o, y el Calvario con el clIIIO de
Venus y la Gruta de Delén con el de Adonis;' y la Santa
Casa de Nazarct se conservó inmune y cpntinlló si.'nrlo en
todo tiempo honrada,
venerada y visitada por millares de
cristianos.
Cuando el Emperador
Constantino
puso fin á las persecuciones que sus prerlecesores> durante
tres I'ig-Ios, hHbCan
hecho sufrir á los cristianos,
su madre Santa Elt'na fue á la
Tierra Santa á tratar por sí misrr,ta de la restauración
de los
Lugares Santos y del estahlecimiento
del culto en dIos de una
manera digna de los altos misterios que ahí se hall{lIn vcrificarlo. Su mayor cuidado fue el de ed,fkar templo pn cada
lugar principal, J así incluy6 la Santa Casa de la Sagrada
Familia en Nazaret dentro de una hermosa y elegante hasflica.
Cerca de mil años más tarde fue destruida
ésta por los
musulmanes,
que incendiaron
toda la ciudad, qUI'dando rni~
lagrosamente
libre de la calástrofe
tan sc',lo la Santa Casa.
No quiso Dios que las Cruzadas, c,Lo es, los esfuerzo, que las
naciones cristianas
emopeas
hicieron dlll'lInte muchos años
por arreba tal' á los musulmanes
la posesi()n de los Santos
Lugar!'s, fuesen cOl'Onados por un éXito definitivo y estuble;
pero'si qlliso ahsolutamente
I'ustraer de la profanación su
predilecto Santuario, como lo había defendidu de los pagllnos
durante los tres siglos de persecución;
yel mismo aiio de J 291,
en que los cristianos perdieron
su últillla posesión en Palestina, que era el pnerto de San Juan de Acre, pocas legua~ al
norte del de Cailfa, ellO de Mayo, los ángelt:s arrancaron
de
BUS cimientos
la Silnta CHsa y la transportaron
á las riberas
orientales dell\1ar Adl'i,hico, á una colina llamada I\aunizzat
cerca dd casrillo del conde Nicolás Frangipani
y de la ciudad
y puerto de Fiume en Dalmacia.
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Tres .y medio años más tarde, ello de Dictembre de J29~r
,cuando ,,1 conde F'1'angipani iba 4 principiar la constrne'~lón
de \In gran t('mplo qlle la cubriese, fue de nuevo la Santa
Cas:. tran~ro\"tada
por los Ang-,·Ies á la rib •.ra opuesta del
Adr i;¡lico, á lIna se! 'la de pr0l'i,'dad
de una vinda I:amada
Lalll'eflo, ("(,1'ca de la ciudad de nl'canati,
puerto al norte de
Ila/ia. G,'anrle HOll/'/l('ia de fieles, atraídos por milagrosas curacinclf'S y f,t'nclit:ios, fue pa\"a los malhechores !)Urna ocasión
de asalla/' de not:hc ¡,los !-"'\"rgrinos en los oscuros y tortuosos ~end/'ros de aqlll'l bosqlll', y ocho meses más tarde apareció la Santa Casa á un kilÓlIIflro de dislancia
sobre una
colina abierla y en la orilla del c¡jmino púl,lko de Rerannti.
Ese lu:;-ar era prof'il'da I coun'ln de do,; hermanos, los condes.
Esl,'ban y Silll¡'¡n I1inaldi. quienes á po;o empezaron
ti dispul¡¡r entre }oí pOI' SI/S nerechos y por la corlit'ia que desper- .
tal"OlI las ricas y copiosas IIfrcn.las de los lides; pero la casa
de ql/it'l) siendo Dios, se hizo tan necesitaclo que no lu\'o donde reclinar su caheza, y siendo el (lfenditlo venía á perdonar
y salvar á sus ofensores, no podía permanecer donde habitaban la codi ia del dmero y las ql/l'rellas entre hermanol'1, y
en Dieit'rnbre ,le r :195 se trlslad6
ddi niti \'iunente la Santa Casa
á 011'0 Itl:.),,\", propiedad del mUllicipio de dicha ciudarl, y se
colocÓ en medio dd mismo c:llniflll, el clIal por eso huuo de
ser desviado un poco por las autoridades,
Allí ,['sti al prest'nte
la Gran I1eliqllia dentro de una capilla de mármol muy bella
y "i~/ada en el Cl'ntro de una g-ran hasílica, Ú cuyo rededor
estA siluada
la ciudad de Lordo (en laLln I..auretum) nombre qlle se it'riva Sin duda dd campo dei Lallri 6 de viuda
Lalll'cfta ¡Í donde /1('1:6 primero d,'sde Dallll'¡c:a.
ni"s ¡Wr/llilirS sin duda rodos rstos ill,'i,h'r tes 1distintas
traslar.illnes de su Sanla Casa para qlle se multiplicaran
y
prol()ll~a/'an los prodigios t'n varias nw'jollt'S J lugares y así
no hllhi~ge lugar á du,la alguna cn log siglos venideros sohre
la verdad de la traslación y la auli:nlicidilJ de la misma San-
ta Casa.
ne
Aunque éste es uno de los lu'r1H!s más ciertos
la historia, aceptados, aprobados y sancionad< s por la inf,¡JibJe autoridad de la Iglesia, como consla por mucho __actos pontificios y por la cdc/¡raci,;n
anliquisima
de la fiesla dd 10 de
Dici"lllIJl't>, sin embar¡;;o yo he tenido el dl'sconsuelo de oír
aun á ('er}oolJas eclesiásticas expresarse contra la alit('nlici~ad
de la S;t/Ila Casa de Lorelo, solamente porque ha habido criticas, qUIzá impregnad(,s de las ideas modernt:\'las, reprobadas.
úllirnawente
por Pio X, que apoyados en vanisimas sutilt>zas
y erudiciones, han lanzado al mundo dudas y aun afirmacio-
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Des contra la verdad de ese amadlsimo Santuario. Parece qua
.el Santo radre ha nombrado una comisión invt:!o\tiga,¡ora, Cllyos trabajos no servirán para otra co¡¡a que para pon!'r más
en claro la verdad de e'ia inestimable H.diquia y confunúir á
sus f'nemigos.
He recibido del SI~ñor el beneficio le visitar tres VI~C(,S la
Santa Casa de Loreto. Está simplernl'nte puesta sobre el sne·
10, sin cimiento, 'lue ql1ed(~ en Nazaret; y annquc hoy éste
no se ve, no me ha llamado esto la atenclll!l, pucs fácilmente
ha pOilitlo dl'saparecl'r, siendo lTIuy exiguo.y poco profundo,
como pnede suponerse sobre suelo de roca. Las paredes de la
Santa Casa son de ladrillo delgado y ya enne~recido
por el
tiempo, y tienen unos 10 metros de largo por [~ lle anehn y 5
.de alto; t'stas dirn~nsiones no responden á las dd vcstíbulo
de la Gruta de la Encarnación
en Nilzaret, el cual mi le s(llamt'nte 8 metros de largo por 21 de 3nrho, y que flle hc,::ho
sin du·la posteriormente
¡} la desaparici6n
de IIIS cimi,·ntos,
~uando se construyó
la actual basílica, hacia fi/H's del siglo'
antepasado
(/770). Contra el ml/ro transversal
del oriente está en su rico nicho la estatua de María, hecha por San
Lucas, de cedro, que se conserva intacta, y tiene 93 crnt{metros
de allura, aunqne parece mucho más alta por el rico veslilio
que la cubre hasla el pie del pelle,tal; tanto la Virgo"n como
el Nilin tienen rica corona en la rahezl y lOucho" otros rifluísimos adornos debidos ó. la munil1cencia de los Papas. Al pie
de la estatua existp. el Htlgar sagrado en su <,olor negoro primitivo, donde la Virgen preparaha los alimentos. A la derecha del Hogar está incrustradó
en el muro el Arm;lrio donde
se guadahan
los enseres ¡le la cocina, y qut' mide metros 0.78
de allo, 0'58 de ancho y 0,31 de profll/l.Ji,lall.
D,~ esos t'IlSCTl'S se conservan
l/es tazas de barro coci,lo, 'lile COIOI) la estatua, el ArmHrio y el Altar, vinit'ron con la Santa C.isa d.·sde Nazaret.
Este altar es de plCdra, fuc eri~i,lo y sin duda
consa~rado p ·r San Pellro, .Y St~ encuentra dentl'o del nuevo
que sirve actualmente
para celebrat', y está situado á poca
distancia del HIIgar, aislado de la pared y en el medio de la
extl'clllidad oriental de la Sanla Casa.
Pcr.Jónemc el I"ctor esta digrc~i¡)n, qne he qllcri,lo hacer
por g-r¡¡litud :í la Vir"'en y para defensa y honot' de su Santa
Casa, donde Ella me 'lizo el incsl1mahle heneficio
camhiar
para siempre 1'1 v~slilo de Se~l¡lr por mi santa y ama,lí"ima
Solana. Y continllart'mos
nuestra
peregrinaci¡")(l en Nazaret.
A poca di"télOcia de la Bilsílica está la capilla (le La Nutrición, conslruída en el mismo lugar donde esta ha el taller
de San José; fuimos á orar en ella y ú besar ese lugar dia-
oe
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•.iamente hañado por el sudor del Santo Patriarca
y de su
Hijo pntali vo QIIIZ:,lS cl nombre d~ Nutrición le venga del
trabajo Ct.n l'! CU;J! gi:lllaba el pan pa'a
nulrirse,
St'\P'1O la
sentt'lIcia
fiel P¡¡raís() "con el salar d,~tu rOI}{ro comerds el
pan" (Gén('~is, 111, 19), á la ('ual el Hijo de Dios 'lniso som('t!'I'SI~ Vlllnllto riamt'nk:
" Yo VI"; W)/u'f! y me crit! en trabajos desde mi le>rflaedud" (Ps, LXXXVII,
16); ,. Dios mío,
yo lo r¡ll/:'1e. y he colocar/o tu lel/ en medio de mi coraeón"
{Ps. X.\XIX, 9; lId)!'. X, 7). P¡ll't'ce (~vidclltc qll~ el Hc,lentor ejercía la misma prof,~sIÓ¡¡ de San .J o,.;é, qUt' sCl.{lin la tradición era la dt~ carpintero,
pucsto ([U(~ I"s judíos no sólo lo
llar{luhan "el h~if) delartesano"
(\1,luh, XIII, 55), ~in~) que
también lo tt>nían por artcsano;'I
Él, mismo: "¿ Nonne hic
e.'1t¡uúer. fi/¡'us JIu·iU]? d,'clan. ¿ 1\'0 es éste ar¡/fel artesano
hij'o de AJada:''' ('Iar'c. VI, 3). San Justino (V. C"rllclio
Alápide ill l\htlh .• \111, 55) alesti~\Ia
qlle nu~s.tro Divino
H.edentor fdllriralla arados J JU!o("0s de IHH~Ycs; qtllza p"r esto
cOlllparalla
1'1 reino de Dios, Sil doctrina
y HI ley coa él arado (Lile. IX. ()o¡), y con el .""::1) dlden lo: ., Mi Y"~o es suave" (lIatth. XI, 29, 30)' El Hijo de Dios era, pues, el socio
de S..\n Jnsé en su t'slaulc(:i'lIlienlo
o/e ear'pinlerfa,
,. su~ divinas manos, quc fallricaron y manliencn el universo, malll'jaron la sierra. el cepillo, el escoplo y dl'll1;í •• instl'l1menttls
del
tral¡¡¡jo! i Ah! clJ¡Ín sanlo y i:lI/laLlc ha quedado descl,: entonces e/trabajo.!
i CIl;\n ll/.lra'!<lhle ti sll,fol' .Y sahroso 1:'1 pan de
cada dla que con él se gana! La C¡¡pilla de La Nutrición es el
~ant\lario
ungllstll dOfl<le el trahajo
honrado
dt,l pohl',~ ha
tudo hecho sanlo y c'lOsa:,:rado por lilS /llanos dc Dios mismo.
Acto continuo y }¡¡¡jo la dil't'c,;i,)[} dd n. P. Fr. l\lig'uel
Aguifl(" frand,.;cano eSl'aliol de un escaso mérilo, nos dlJig-ímos ií la cilpilla
d,~ NlInill'lI S"llol'a del Desma!Jo (del Tremo·
re, Cll ¡l¡¡liallo), siluada en la clllllhre de una de las colinas
que I'odt'¡¡n la ciu,hd pOI' el SIII' hacia el monte del Plccipicio
y distante de la Casa nava unos quince min'ltus de cumino
á pil'.
Hl'fil~re San Lllcas (IV, lO) quc cl/ando
comenzó
:i l'~parcirse r·,r todas partcs la f.tllla de IIIs milagros dd H,,·dcnt.or,
qlli,.;o I~L prcdicar
cn la Sinil\{"I.l<l de Naz;:¡I'e! (" llbi eral nlZtn{us d(1nde se h'lbh
criado)."
»('1'0 manift:~vfOdo
SIIS conciudadanos
('xl raiieza P'H' h sahidllda
que de ;'qH'llle mostraba •. el !Ijo de,l .artesano," Ics 'cplic() qlle Sil preolica¡'ión
no sería IlJen reCibida de ellos; qn'~ no la ¡tprovcchadan;
que
los profelas sl/elen no ser h'lnrad,,!; en su p/'Opia patria; J l~.
aduj'} en confirmación IlIs hechos de la villJa de Sardta y del
leproso Naamán, extranjeros quc habidn. sido favorccidos por
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los profetas EHas y E1iseo, con preferenpii\ á tantas viudas y
á tanlos Il'pr(1gos dt~ su propia palria. Entonces Re lI!'naron
de ira 1.)5 oyentes, nrrojaron al Señor de la Sinagoga y de la
ciudad, y lo llevaron á la cumbre del monte, qile desde en~
tonc!'s se llama del Precipido. para precil'il arlo ahajo; pero
el Seilor "posd por en med¡'o de ellos y se fue." La t rad ición
agrl'gll ql1l~la Virgen !';i~\lió Iras la Illullilud qne lIevaha á
su Divino Hijo,)' que allll'~ar á la cumbre de la colina donde hoy esllí la capilla, y al ver que ya regresa han al~l)nos~
creJ6 ql1e yn habían precipilado
al Señor, y quedó ahf d~smaj'l'ldll. En honor de es le o('smayo, que ocasi(,n;.¡ron á la
ticrn.t Madre del ~mor hermo!'o las primeras persecuciones de
que fue ohj.>to Sil Hijo, se ha edificado la capilla. Allí lambién or:hno", hOllr¡:¡n,lo de nuevo aqnella expresicín de la Virgen al An~I'1 "I1á!/llse en ml.~egÚn tu [>nlabra," ('xprt·s:ón
sublime de ornniplllt'nle 1>on.l;III, .Y al mismo tiempo de hu·
mildCsima rrsignación
¡\ los sufrimientos
ílllleClhl¡'s flllr, bien
comprl'ndfa
la sapi¡>nlÍsima Virg-cn, le aparejaba
la dignidad
de Madre de Dios. Y ¡cuántas t.\grimas ~WGrctas no Y¡~rLirfan
sus ojos en Egipto y Nazarct durante treinla
años, al consi·
derar las futuras allll'ciones y dolores de!igal'radores,
que eo·
mro aguiJas espadas h::¡h{an de IrasrHl5ar Sil inocenle y sensibilíS:lllO coraz(¡n de Madre de tal HiJO l Claro indicio de ello
es la Ca"illa
<Id
DI'!'ma)'o.
Quisimos en sl'1;'llida ver la fuente de la cual la divina Madre y e.l divino Niño se servían par.l sus usos doméstÍ<:os, y á
la Clllll sin dll·la venLm diariamente á tomar el agua. Está
situada
al !\E. de la ciudad, y es la misma de que hoy se
sirven los IHbitanles:
es una poceta al pie de un fronlis de
cal y canlO, y recihe el a~lIa dll un tubo qll~ la trae ¡J('sde el
origen qlle eslá poco distanle de ahí. Gllstámos como veinte
minul1l5, y la hall:\lllos lI~na de gente melil~a denlro, sucando
agua con Sil groial desaseo. Por I'SO y porqne eran Ja las 8
p. m., !'in qlle hubiéramos tomaoo'alimenlll
desde las 9 a. m.
en el Carrne!o, non apresurámlls
á volver á la casa á cenar.
La pl't'orupación <>nque e¡.;táhamos no nOs había (h'jado
prestar alención al daña qne recibiríamos
pasando siete horas de vi:lje en cochl', y tres caminando á pie, SIlI pasar alimento, sobre lodo d Padre González, quien desde l\oma venía con grave maleslar en su salud, y sentla ya efectivamente
las consecuencias del prolongado llJuno.
ElOa misma prrocnpación
no n('s dt'jó estudiClr bien el proyeclo que él yel Padre Camúcho formaron esa noche de partir
dirl'clamente
á JerusHlén, y no acompañamos
á T¡).>erfades y
al Tabar, temiendo nO hubiera suficiente tiempo, y sobro
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- 25todo por la mala salud del Padre González. Por esta razón el
martcs 9 de Julio, despllt~s de haber celebrado
10,lo~ en la
cripta, partieron ellos ¡} la G a. m. sin paragr,as ni defensa al,gllllU dd sol, sin pro\'isioIH'S, en malus besti<is y pt'ores monturas J c(lnd\lciJos
por un ¡írahe con qllil'n 1'0 Pldían cruzar
ni \lila palaora, y que liada clIll'lIllía de lo (/lll~ son con ••jllcracioncs CI'O pobres ('xtranj"ros
no acostumbrado:.;
á tal manera de viaj¡¡r. E..¡o,¡ let'S dídS dl~ vi¡lje fuerc,n para ellos una
verdadera peregrinacll")fi
de penitt·lIcia.
A p"sar de que nuestras
demoras en el l\l¡~ditcrdnco
no
nos d,'j.t!nn sino mllY (liJCOS días en Tiara Santa,
no pude
resi~llarml' li. suprimir
la ida alla~o de G~ne~aret, ó mur de
Galilea Ó Tlberiades,
teatro escfl~id(J por el Redentor
para
sus principales preJicacioncs,
milagros y he :lIos evangélicos.
Tampoco
habíamus
pensado
nunca eo hacer el vi¡tj,~ á JeruSJléll [lor mar. sino que len(amos resul'lto
ha[:t~do por tierra
para CI)[IOCC¡' la Salllaria y experimentar
la~¡ dlstancias.y
caminos tallta~ veces recorridus
pnr el S,.ñor, su Santa l\ladre
y San José. Lo ciertú l'S 9ue Dios, no sólo me prllporci.onó la
Ida á Tlbería,/es, y la lJ"pJa á Jerusalén dd modo mejor posible en aquellas circ:Jlbt;lllcias,
sil\\) que me facilitó además,
cuando yo me h,¡[Jía resignado á suprimirla,
la subi,la al
Tabor.
El guía
de nueslros vi¡ljl~rcs á Jerll~alén, Camacho y
González,
era hijn de un beduino
famosísimo
1'11 PaJeslina
y
Siria, que después de una vi,la pé.;ima CO/llfl jef0 de handidos,
se habia convertido, y solif\ ocuparse en alquilar cahalgariuras á los perl'gl'Ínos
y conducides
en 'Sus viajes. Hombre
como de sesenta años, de formidable talla, .y ternblt- é imponente aspecto, se sabía que á SIl Iddo estaba uno sl'guro de
no ser alacado por malh~orci,
pues todos temblaban al
solo nombre de "Tólari,"
q\Jc era su apellido; sín embargo,
II p ~sar de su brllsq:lelhlll.natural,
su ninguna t'duc}lci6n y '."
buen apetito tle ganar dmcro, tenia un fondo bueno y religioso. Excusado es Jc<::Ír'que él fu\ el del c( nI ralo para la
conducción
de nuestros ya dichos viajeros, y él fue quien, tenipndo ya nosotros dos arreglado n~{I
villje á Tiberíades
en el mismo coche que nos trlljo del eármelo, se ofreció á lIevarnos al Tabor y luégo á Jerusalén,
dándonos las cabalga~
duras y guiándonos
y sirviéndonos él mismo, para lo cual no
era poca veotaja el saber expresarse en italiano, aunque no
muy cl¡\sico..
Quedó, pues, conven.-nue
al siguiente dia, miércoles, á
las 8 a. lo., á nuestro reif~só del lago, nos esperada con las
cabalgaduras
en Lubeh, junto al camino entre TiLerfades y
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Nnarct, rle donde I'xtraviarIamo9 para el Tahor. Y como no
dispollíamng ~ino del 11Iarlrs pllra la excursión ;i TihetÍadps,
dislanle de N••z¡:¡re( de cuatro á cinco horas en cpclle, y donde ha)' tanto que ver y meditar, prescindímc,s de conocer el
lua-al' ,Jl~ la Sina~nl.\"él, que tanto frecuentaba
el S"ñor dClo'de
niño, .Y donl\e hizo aquel discurso (\ue tan mal rc'cibieron
los
nazart'1I0S;
y IlOS pl'iv;i mo<; la IIIb;{~ndt~ ver la Afesa de Crt"slo, qlw es una ~rHn piedra plnna, dt~ linos lO rnl'lrns de drcurlt'l'n~ncia y de fllrma
i're~lIlar.
u(lnl¡~ anrma la tradición
que C'11I1;{) v.'rias vl'~('s J,·sÚs COI. SIIS Apóstoll'l'. tanto antes
comq ¡\'sptlés de re."ucitado. En c1ll1g¡ll' de la f,inagog'a hay
una i:;I"sia ;1 C¡lr:.;-n (le los g-rie~os 1\1 Ikilas, á quien,·s la cedi"ron los fl·¡:¡neis'~¡lnl\s. "na y,'z converti.los
aqllétlds:i
la
unida{} católica. La Mesa de C"I:~{O talllLién cslÚ dentro de
una capilla.
x
Con el coraz()n, pUf'S, henchi.lo dl~ agrad,'cimicnto
por
tantos favores qllc lllrilmíarnos;i
la Virw~n del Carmen, mon(¡\rno¡;; el martt's COIllO;l I&s H ;1. 1Il. en d cl1rhe para Tiliería-
des, en direcciÓn NE, 1'11 cnmpaJi{a dd n. P. -'guillo. ¡Con
qué p/'''(onda lri~l('za vimos {lc"llarse poco <Í poco hasla perderse tnlalrn(~nle dl~ \'i~la, .Yquizá pllra siempre, la por lan-
tos lítnlos ¡;impálic¡l y hella Nazarcl!
Hahíamos caminadll \Ina hllra cuando JlegámoR á Caná,
donde N U(,5t1'0 Señor hiw su pr imer milagro, que rcfiae San
Juan (11) ..
COllviene ante t(¡clo recllfdar
que la Palestina ó Tierra
Prometida,
hoy Ti"rra Sanla, consta de clIntro regiones,
uoa 1'0 la rilwra izqllirrd¡¡ ú oriental dd río Jnrd;\II, que es
la ql1C I'n la Biblia ~lIe1e llamarse ••el G/m lado del Jordd~'
lrons Jorrlanem" ; y tres en la I'j\¡rra d(~n'cha ú occidental
del río, q/le cllumeradas ert' ordell .le Sm ;1Norte, son la Judea, la Sarnaria y la Galilell. En 1'1 centro dc la Jur/ea está
la ciudad d~ Jl'rusaJ¡\n,-y al ori¡'n!l' de ésta el va)Je de Jeric6
y c1l\1ar f\lIa'rto, unn,\¡- descmboca ('1 Jordán.
Cuando Nu('strll Sdiol' s\I!¡ifÍ dc Jurlca, 3 donde había venido ¡\ huscar el hallli"'ll" {I~ mano de San Juan, J á dar
principio á fiOU misirin I'M \In ayuno rle cuarenta días, flJc invilado con Sil Madr,· y ~IJ''¡ 1'[¡meros rlil'dpul\\l; á lInas hodas
en Caná. Viendo la DiviJl;; Madre que los l'('eién casados esl<lhan en apuro~ pllf I",hrrse acabado el vino, hh.o\ll presente
á su Hijo, para. que los sacaSl~ d::! llpriela; y aunque el Se-
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- 27flor le dio una respuesta
nr{lativa,
Ella orclen6 á los criados
que hiciesen lo que EL II~s dijesc; y el Señor, cediendo á tan
resuelta instancIa
de Sll Ma If'C, hizo llenar de agua sris :\n{oras dl~ pirdr'a que había allí, y la cOllvirti,í en ma~rdfico
vino, El matrimonio,
qne hahía de ser gran Sacramento de
la I:.dé~ia, como dice 8,ln Pahlu :\ los Efl'~,ios (V, 32), fue
aquí S;Jflli{Jcado y cllns:I~;'nldo por la presrncia
del S,'iior J
extf';Jllrdí:1a/'iallwnte
scl!"lIl1lizado
con su pl i'nrr miIHg'rn, el
cUdl fu ~ hecho á illlpl/iso de una espc>cic de presión (·j.>rcida
80hre la volllntad
divina por la volllnlad y 1'1 alllor (h~ !\faria.
Es, plll'S, muy cierto qll(~ fa voluntad
d,~ la Santísima
Virgen
es OllllliJlolelltt~ sobre la de Dic's PIO/' el amor,
AL;-ldlOs dLls después
volvíc', 1>\Seiior á .JlIdea á ce1rhrar
la I'rillll'J'iI [l'!S·'IICl de Sil vi·la púldiea;
al regreso snct'dió el
atcnt;do
d,~ lo.; Ilazart'nos
CII;1ndo qllisiel'On p"t'cipitalle
:\ un
abism", y á conlilllf;j( i "n volviÓ á GlOiÍ) donde I,izo un s~gundo milagro
curando
dt'sde ahí al hijo de un cortesano
que c,;laba enfermo ('n Caf.HnaulII,
á rllef,{os dd pa,lrt>, que
hizo viajl:' á encontrar
a] Seiior y suplicar/e
le Sanase á Su
hijo (S. Juan, IV).
AIII('s de IIr~nr á la pohlación
I'st¡\ la IÍnica furnle de que
se ~Ún'n In..; hahilantes,
.v tie ]a cual pudo ser el agua convertida c'n vino: nos hl<jámps del coche para tomar dc esa
agun, pero no pulimos
flacerlo, pnrque en el pozo se habían
ml'lido
muclll>s hombres
y muj''I'I's que sacaban
agua del
mismo para S ..8 animales
y paru ,;us casas, y rellunciámos
á
nUt'slros
despos, si¡;lIiendo
á pie hasta el pueblo, mientras
nuestros caballus bebían y descansuhan.
Un pn,/re y \111 IlI'rlllano frHnci!'can~
viven rn el Convento udyacente
1Í la i~'{'l'ia nlleva, siluadaen
el mismo punto de la que cnnstrn}IÍ
Silntll Elen<l, sobre la '~a!"a y comedor
de aqnel/as dichosas lindas. Hoy ese lu¡;ar ('S la cripta hajo
el presbiterio,
y se exhibe al(( UDa inscripcicin
antiquísima
que seiia/a {,I punto donde l'bl¡¡han las seIs ánforas. Hay también allí (,1 facsímile de una de ellas, y arlemás una como pocela profunda y antiquí ••ima, que puede suponerse
fler{a
p.~silo de donde se tomó esa agua, ya sea llovida del cielo,
. Ja 1 rn ¡.la dt~ la flll'nle.
El padre J el hermano nos dier'on lllgún alimento y luégo
s{ IU'/Iírrw!'i del agua de la fuenle, lomaJa, no en e] punto
donde la tOllla el pucblo, sino en otro más aniha, que según
entit'ndo
se tit>/le hajo llave y sirve sólo para (" Conv(>nto
Fuimos en se~uida Á orar en la capilla de San Dartolomé,
consl/'lJ[,ja
donde era la casa de este Santo Apóstol,
que
es el mismo Nalanad
del Evangelio,
según la opinión más
ne-
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-
28-
verídica, y cUJa vocacirSn sucedi?) en el ya citado viAje del
'Señor de Jl1dea á Gillil(~a, después de Sil bautismo y ayuno'
Invitado p"r San Fdipe á venir á con'lcer al l\1"~IaS prometido por !\I"isés y los Profetas, que era ".JesÚs, h:ir) de José
de lÚ/zal'el," Natanacl se n"gaba diciendo que dt~ :'\azal'et
na!a blleno poMa s3lir; prro iIlSI¡l\!o por San F..IílH', vino,
y J,:SlIS al verlo aJ¡.¡J)ósu franqueza .'1 la sencil¡"z y reclilud
de su cor<\z\'lI\; con \lna luz inleri"r le hizll creer en Sil divinidad, y como premio de Sil fe le prometllí qll(~ veda l'ls cielos abiert~)s y á lo" A,lll.)t·I,·s ~ubicn,lo J baj 11\(10 en servirio
de Sll rnaystad de HIJO .l(~ DIOS. Seguro que esta promesa se
cumplida
para el Santo Ap(')slOI, aunque no srpamlls si acaEO fll/', como par;) San Esteban,
alliempo de RU martirio, que
eonsistió
en St:1'desollado
vivo y decapitarlu en ArlTlI'nia,
razón por la Cllal se le suele rf'presenta'
con un cuchillo en
la IlHIIIO. Sus restos están en Homa, en la igll'sia de su nomhrt" situada en la isla que f()rma el río Tibc/', al atravesar la
cilll.ldtl, y por eso se llama la iglrsia de San Bartolomé de la
isla.
S¡'gún parece, Caná también era la patria del Apóslol SIlO
Simón, y de ahí viene q\ll~ los evangelislas
lb llamen Simón
Cananco. Algullos exposilores
afirman que él era el esposo
en cuyo favor h izo N uestro Señor su primer milagro, y que
por eso mismo ahand(lnó b(llb, esposa, familia y bil~nes, se
puso en seguimiento tle Jesús y merl'ció ser de 105 d,)cc Ap<'Jstoles. Predicó el Evangelio en Egipto; y Iuégo se reunió con
-el Apóstol San J u.tas en Pcrsia, donde fueron amhos marlirizados;
sus cuerpos venéranse en Roma en la Basflica de
San Pedro.
D~spués de una hora de detención en Caná, partímos como á las 10.
'
Entre varias poblaciones
que vimos á nuestra izquierda,
J"~cuerdo I.a de Séforis, palrj_~,de San Joaquín y Sanla .t\dlljl.,
tllluada \t'Jos subte una montaña, donde Re conservan los'restos c1eltelllplo construlr!o en tiempo de Santa Elena, en el
lugar de la casa de los Santos Esposos; y la de Meché Ó Mecha.!. situada á la orilla de nuestro camino, patria y sepulcro
de JllRás, mu)' vener¡·do de llls musulmant's.
JUIl:lS, aunque en el orden de la Biblia V ulgata es el quinto de los doce profdas menores, existi) en el siglo nono antes de Jesucristo, y se reputa por el más antiguo de todos
los que escribieron, mayores y menores. Dióle el Señor orden de ir á predicar á la populosa cil\llad de Nínive, capital
de Asiria, Hmenazándola
con la d"slrucciÓo. El {'rufda, en
vez de ir á Nlnive,&e embarcó en Joppe (Ja~~para
Tarsis,
.~
..
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- 29queriendo obedecer, pues temía que la amenaza de destrucción quedase sin efecto, meJiante
la penitencia que hartan sin duda los ninivitas, y el perdón que de seguro obtendrían de la misericordia divina. Levantóse
durante la navegación una furibunda tempestad, y la suerte d/~signó á Jonás
como culpable de ella; él mismo lo confesó y exigi6 á los tri·
pulantes que lo cchJran al mar, para que ceS3.se el pehgro, y
así sllcedi6; pero IIn monstruo maI'Íno tragó el Jonás por disposición de Dios, yal tcrcer día lo vomitó vivo en la ribera,
en un punto «ue nos mosll';¡ron los .franciscanos en Bcyrut,
al norte de la ciudad. Efeclivamente
la predicación de Jonás
en Nínive produjo la penitencia y el perdón, pues es cierto
<{\le el Señor no casliga sino forzado, y la p~nitencia humilde atrae sus mirc:dag de misericordia.
N ueslro Señol' comparó los tres días de permanencia
de
su Silg"l'ado Cuerpo en el sepulcro, con los tres días que estuvo Jonás en el vientre del pez marino (l\Iatlh, XII, 40).
Como á una media hora de Caná vimos también á nuestrd izquierda el Campo de las espigas, donde sllcedió lo que
narra San Mateo (XII), que los fariseos mnrmuraron
porque
los Após',oles en sábado cogían espigas para comer, y qué
Nuestro Señor les respondi() citando varíos !\I~chos bíblicos de
l~ c¡ue se hahía I~echo en sáhado "in :er pec:do, y te~.mínó
dlclen(lo: "El flijo del flombre es dueno y Senor tambien del
DO
.sábado."
A poco vimos una parte del bellísimo lago, azul como el
mar, en una hondura muy abajo de nosotros (200 metros bajo el nivel dfol Medit~rráneo),
rodeado de cerros por todas
partrs. Antes de empezar á descender nos mostró el Padre el
lugar donde sucediÓ una de las multiplicaciones
de panes, las
euales fueron ambas en los alrededores
dd lago, la de cinco
panes anles, y la (l!. siete, después dd vi'lje del Señor á Tiro
y á Sidón. Poco después vimos al pie de la cuesta por donde
bajábamos, en la orilla occidenlal
del lago, la pequeña ciudad de Tiberíades. única que aclualmenlf~ existe, en todo el
circuito de sus Millas, de las varias (qui~;)ce según algunos)
que lo embeUedan en liempo de N uestro Señor: está edificada un poco al Norte de donde estaba la antigua, que con ese
mismo nombre y en honor del emperador Tiberi'o habla heeho construir Herodl's. Todavía se ve parte de las antiguas
murallas ...
Llegámos corno :í la una de· la, tarde, hora desiesta~·y ti
pesar de eso y de que en el Hospicio franciscqno no
teníá
~otj,cÍ.¡i de nuestra llegada, y ni siquiera estaba allí el coci.:.
nero, á los pocos minutos estábamos ante un suculento al3
se
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- 3°muerzo (fue un diJigente criado prrparó á la voz del Padre
Superior, italiano, que le había dicho: "Fate presto" (date
p,isiI).
Es de advertir que en Palestina los serviciales, cocheros,
barqueros, venteros, ete., entienden algo de italiano, sin duda
por ser esa la lengua nativa de casi todos los franciscanos
<Iue desde elliempo de sn Seráfico Fundador, taUlbién italiano. han custodiado la Tierra Santa. Es también bastante
comt';n el oír saludos y otras frases en francés y hasta en espaí'íol: los que hablan árabe tienen suma filcilidad para las
lengu as.
XI
EN EL N.AR-CAFAl\NAUM,
HABITACIÓN DEL SEÑOR-DETSAIDA-
IlIAGDALA
Nosotros no tuvimos siesta, quizá con no peqnei'ío sacrificio dd Padre Aguillo, pues como ya he dicho,1a siesta en aquellos países, sobre todo en ese tiempo de calores,
es nece"aria. Inmediatamente rlespués de almorzar, invadímos un pequeño mueble de madera que se internaba en el
lago, .Y montámos en una barquilla que ya nos tenían preparada. Levanlarla la. vela é inflada inmediatamenle por el fuerte viento de Occidente~ empezámos á navegar hacia el Norte,
y á subir y bajar como lo disponían las considerables olas
que se formaban, con no pequeño susto de ql1ienes, como
nosolros, nunca hahlamos nav~gado de ese modo; por una
parte la barca se inclinaba tanto hacia la derecha, que su
borde iba casi siempre á nivel del Bgua~ la que se entraba
á buenas porciones; por otra parte, del Occidente venían
enormes olas que parecían engullir la barquichuela~ y hubo
algunas que nos cubrieron completamente, no d¡'jándonos
vestido seco, á lo menos por foera, y mojándonos también la
Biblia y la Guía de Tierra Santa que hablamos llevado para
leer en la navegación. El Padre Silva se resignó varias veces á quedarse sepultado en el fondo del lago; yo nunca
pensé en eso~ á pesar de que vela que sí podía ocurrir;
mucho menos lo pensaban el Padre Aguillo y los barqueros,
para quienes eso nada tenía de nuevo, y quienes de antemano sablan lo que iba á suceder, y sin cuidlido ninguno n08
decían en italiano: ,. Non avere paura (no tener miedo").
Tampoco fue muy tranquilo nuestro desembarco en la costa
Norte: uno de los barqueros tuvo que arrojarse al agua
p:¡ra prevenir el cho'Iue de la barca contra unas rocas.
Pasámos, pues, una buena hora de zozobra, en la cual
nOs tranquilizaba por una parle el semblante 1 palabras de
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31
-
los compañeros, y por otra y sobre todo el dulce recuerde
de iguales ó más graves escenas evangélicas en ese mif"
lago, cUJo relato y palabras divinas del Se~or no fle llptll'taban un punto d~ nuestra mente: "Señor,sálvano$, qu~ p.recemos," repetíamos .con los Apóstoles, que lo despertab~.
cuando dormía tranqUilo en la nave, culnerta por esas m.
mas olas como la nué:itra (" ¡ta ni navicula operiretur jiu •..
tibus, ipse vero dormiehal." Matth. VIII, 24. "Fue/a ul
procella magna ven!i, elfluetu$ m illeba 1 ¡'nnav/m. ila at U.
plerelur navis" Marc IV, :n)-" ¿ Por qué tenéiS miedo, ha•••
bres de poca fe?" fue la divina respuesta, seguida de OB
mandato á los vientos y al mar, los que inmediatamente.,
con admiración de iodos, se aplacaron.
Sobre esas mi~mas olas caminó el Sei'lor en la noclr.e
que si~uió á la multiplicaciÓn de los cinco panes, y peraD¡¡..
tió á San Pedro que L«jase de la barca é hIciese lo mismo;
mas el Apóstol, después de haber caminado algo sobre el
8SUll agitada, tuvo miedo del viento y comenzó á sumer-¡use: "Señor, sálvame," gritó; y tom~indolo el Serior de la
mano, le dijo: "Hombre de pocaje, ¿poT'quédudaste?" Y habiendo suhido amhos á la navecilla, no ~óJo se calmó el yie •.•
to, sino que se hallaron de repente en la otra orilla, á donde
lIe dirigían sin haber poJido hasta entonces avanzar casi
por causa del viento y de las olas contrarias (Matth. XIY,
22--3~; Joan. VI, 16-21).
Y cuántos más hecho~ de otro orden en las aguas de et!IIt
lago: tantas veces que lo atravesó Jesús en distintos senLidos; tanlas enseñanzas qne dio dcsde la barca á la multitud a~olpada en la rihera, como la famosa parábola de la
semilla (Manh. XIlI); el rebaiío de puercos, de que los domonios, arrojarlo por ÉL de los cuerpos de dos infelices ha ••
bres, se apoderaron é hicieron aho~rar en el mismo lalo
eMaUIl. VIII); las dos pescas milagrosas: una antes (LU ••
V), y otra después de muerto y resucitado (Jo, XX!.), eD
las cuales, echadas las redes por orden suya, cogieron tal
abundancia de per.es, que no pedían sacarlas del agua. Y
me haría interminable
si quisiese referir todo8 los hechos]
enseñanzas divinas de que fue teatro ese hendito lago, escít¡ido para ello por el Señor, quizá porque la lDstabilidad 'J
agitación de sus aguas simboliza perf~ctamente la instabiJí..
dad y aogustias de {'sta vida, en la cual navega la l¡lema
llevándonos en su seno, sin tener más consuelo y esperanza
que las palabras y compañia del Salvador: dos cosas que
constituyen el fundamento y como el compendio de su enaJianza: desprendimiento de esta vida y unión con EL: "a6.
neget leTMli"p6um.•••'equatur 1M" (Matth. XVI, 24).
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32-
Una de )as cosas en que se emplean las limosnas de Tierra. Santa es en practicar
excavar.iones y descubrir los .tescr
ros que para la ságrada' historia de aml:-os Testamentos,
en-c;ubre la superficie de la Palestina.
Pera en esto como en tódo lo demás son muchos y gra ves los obstáculos con que se
.tropieza. La Orden Franciscana,
cuyo inquebrantable
amor
, )a Tierra Santa es una peculiar herencia que le dejó su San,.lo Fundador;
que desde su primera existencia
en el mundo
situó en los Santos Lugares, y qne con gran tenacidad,
á, pesar de costarle tantoisufl'imlentos
y sangre de SllS hijos,
ba perseverado en conservar á cualquier costa Sll residencia
aHí, tIene conocimiento
de muchas cosas relativas á esoS antiquísimos lugares;
pero tiene que comenza r por adquirir la
propiedad del terreno, cosa dificil/sima por muchos conceptos:
en seguida es preciso proceder á cercarlo, que es la única garantía que por allá hace respetar la propicdad
de un sitio,
para )uégo emprender excavaciones.
Así es como últimamente han descubierlo una gran preciosidad bíblica: el empla~aUliento .le la evangélica ciurlad de Cafllrnaúm. Ahí; á po~
pasos de donde desembarcámos,
y como á cuatro metros de
profundidad,
se han hallado las ruinas de la Sinagoga de dicha ciudad, donde el Señor enseñó tantas de sus verdades y
obró tantos de SIIS milagros:
basta ahrir el Evangelio para
~ncontrarse
á cada paso con hechos divinos sucedidos en CaFarnaúm y en Sil Sinagoga ..
Nuestro Sefiol', al principiar su vida pllblica, prescindió
de 8\1 habitación en Nazaret, cuyos hab, itantes recibieron tan
lDal su predicación, corno ya lo hemos visto, y fue á habitar
en Cafarnaúm su ciudad, como la llama San Maleo (IX, J), á
orillas del mar de Tiberíades, y en )a casa de San Pedro que
'fivía allí: "Re/iela civitale Naza'reth, haóitavit in Capharnaum maritima (l\IaUh. IV, 13);y como en las ciudades
cogía las sinagog'as para predicar, no es extraño
que la de
CaCarnaúm fuera la más favorecida.
En ella curó á un endemoniado, poco despllés de llamar á orillas del lago áPedro,
Andrés, Santiago
y J uaD para que le siguiesen;
é inmediatamente SAlió de la misma Sinagoga para la casa de Pedro y
Andrés, que eran hermanos, y curó á la suegra del primero
c¡ue tenia fiebre (Marc. 1). ,
, " ,En esa misma Smagoga
tuvo h.lgar aquella bellísima y
-Variad/sima exposición que hizo del Santísimo
Sacramento,
.1 día siguienle y con ocasión de lá. multiplicación de los cinco panes: fue allí donde de mil modos afirmó y juró)a verdad de la real presencia de su divina persona en el pan conAgrado, diciendo que ÉL es Pan verdadero dado por su Pa-
.e
ett
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- 33dre, bajado del cielo, y muy distinto del mané, pues el qu~ lb
come se hace inmortal, y no tendrá jamás hambre ni sedf
que ese Pan divino es su propia Carne y Sangre que han da
comer y beber los hombres, so pena de morir eternamente-;
que éstos al comer y beber ese alimento seunen con su sacratísima persona, del mismo modo que ÉL esl<l unido y torma
una sola cosa con su Padre. A 1 oír tales cosas se le separaroD
muchos, diciendo: "Duro es f'ste lenguaje y quién' lo puede
oír?" -é interrogados
por el Seiíor los A póstoles si ellos ta ••
bién quedan
irse, respondió
Siln Pedro: "Señor, á quiéB
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Joan. VI).
I Infelices judíos! rechazaron el convite divino y cerraron
al mismo tiempo sus ojos para no ver la vl'fJad "}felicidad
que encerraba
un lenguaje
duro en apar'icncia!
1Infelices
cristianos, que huyen lejos de la Carne y Sangre de Cristo,
tan sólo porque son símuolo santo de cruz J de sufrimiento,
y prefieren un yugo mil veces más penoso e.e tinieblas y tr.
tísimas miserias!
lDichoso San Pedro, que tan bien aprendió la divina
lecCIón de que la vida verdadera del hombn~ se sostiene coa
aceptar y cumplir las palabras que salen de la boca del Se.
ñor, como lo dijo Jesús al tenlador!
(Matth. IV, 4). 1Dicho·
80S los buellús cristianos,
que se atienen incondicional menta
á las palabras
y doctrina
de Cristo, y le}.!'; de rechr.zar la
cruz y el sufrimiento,
saLen unirse con J1I. en la mortificación, y gozan de las suavísimas y variadísimas
delicias de' s.
Carne y Sangre!
Repito que no se puede expresar lo que se siente en esas
ruinas, al postrarse uno sohre las enormes piedras de ese Pá·
vimcnto tan tal'! veces hollado por los pies divinos del Redentor, y adorado "in loco uóislelerunt pedes (:jus" (Ps. CXXXI,
7); y al ver en ese mismo pavimento derribadas
las columnas, capiteles y cornisas que oyer;)n de la divina boca (an insólitas y maravillosas
cosas: "Jamás habló algúnhombr.
como este hombre," decían los ministros que los fariseos enviaron de Jerll~alén á prendcrlo, al regresa l' sin truerlo (Joan.
VII, 32, 45, 46).
Se ve que la Sinagoga tenía nn gran vestíbulo
ó atrio
que miraba al mar, al cual se ascendía por dos escalas d.
piedra colocadas en los extremos;
llna de éstas, la más COl~
ta, que es la occiden tal, daba á la calle, pues al pie se Te el
empedrado de ésta, que según parece era muy angosta;
vestíbulu daba entrada por tres puertas á las tres naves d.
la Sinagoga, separadas
entre sí por columnas)
cuyasbaseI
están aún en sus respectivos
puestos; en el costado
oca.
e.
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- 34dMtal 8e ven grandes bancos de piedra que serían asientos;
por fuera rlel costado
oritntal
se ve, en III~ar de calle·como'
al otro lado, IIn ancho pavimento
también de piedra, más
.ajo que el de la Sinagoga.
Se cree que podría ser el de la Sina~oga
anti~ua,
.J~ qne la existente en tiempo del Evangelio seria la que
e:onstruyó el Cen turión á cuyo criado curó desde lejos el
Redentor, al hajar del S~rmón del Monte, y al ver la inten• le que aquél revell'lba y la humildad con que le pedia le
iiciera el heneficio sin venir á su casa, por no ser digno
tIe albergarlo en ella: "Sefior, d~cla, no soy digno de que
Tos entréis en mi pobre morada; mas decid una sola pala.
Jira, y mi criado quedará sano."
Y los cafdrriailas aña,Han:
"lb digno de que le hll~as el henefido, pues ama nuestro
p"eblo y hasta nos ha edificado Sinafl0A'a" (Luc. VII, 45),
le ye también que adyacente á ella habría alguna casa particular, pues 8C Iwn hallarlo objt:tos domésticos, como unas
botellitas y vasitos de Vidrio de color azul claro y de forma
anti~ua;
y Dios sabe las preciosidades
todavía ocultas
que dt'scubrirán
las ulte~jore:J excavacionrs.
Par~ce que no muy Il'jos de aUf, hacia el oriente, están las
minas de la i.l{lesia edificada en tiempo de Santa Elena, en
d lugar de la casa de San Pedro, donde habitaba el Redentor
cuan o estaba en Cafarnaúm,
y que por eso es llamada por
los EY,ln~distas
"su casa" (MaLLh. XIJI, 1; Marc. 111,20).
ahf también hizo muchas predicaciones J curaciones, como
la del paralítico que descolgaron á sus pies rompiendo
d te
eho, pues la multitud impedía la entrada por Id puert:¡ (Marc.
11); en esta misma casa fue donde el Señor, inmediatamente que cobraron á San Pedro el tributo, y antes, quc éste se lo
ayisase, crdenó fuese al lago á coger en el anzuelo un pes.cado, ., entregase á los cobradores
la moneda que JI1l!Jía de
eJIcolltrar en él, para pagar por los dos, como slIct'dió (Matth.
TU); alll también, llamando y abrazando el Señor á un ni~o
lUando h¡¡jó del Tabor, corrigió la ambición con qne los
Apóstoles querílln los primeros puestos en su reino, diciéndo·
lea que si no se hacían humildes como niños, no entradan
en
ti cido, y pronunció terrible condenación contra los que es18nrlalizan á 1, 's peqllei\nelos
(Marc. IX, 32-35).
Fue también en Cafarnaum donde curÓ 11~sde lejos, l'sto
ra, desde Carlá, al hijo del régulo, ó Señor de la corte, del
lIlismo modo que al criadc> del Centurión (Joan. IV, 46 sig.).
Ca(arnaum
fue, pues, objeto de esperiallsirnos
heneficios del
Señor, y como lo mismo que Coroza{n, Ilelsaida, Nazaret,
Jerusalén, no correspondió
á ellos, mereció que le dirigiera
_D."
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· - 35y tremenda amenaza: "Y tú. Cafarnaúm, ¿ sertÚ
acaso exaltada hasta el del?? Hasta el inftern') dcsrcnaeros;
porque si en las ciudades de Sodoma se huIJle.<;en
hecho /ru
maravtllas que en ti han sido hechas, quizá hubieran permanecido hasta hoy
En el dia del Juicio será mas tolerab18
la suerte de Sodoma que la tuya" (Mauh. XI, 23, 24).
esta queja
Estando nosolros embebidos en eslos tIlO :maves v serios
reclIl'rdo:;, en presencia
de esas venerandas
ruinas, iít·garon
á visitarlas unos rusm, sacerdotes y también seglares de
ambos sexos; y previa licencia y orden de no tocar nada,
que recibieron del Hermano Franciscano
que las guarda, el
cual es un famoso arqllilecln
y arqueólog(', entraron, y nosotros, despu~s de una hnra de estar allí á lodo sol, salímos á
reunirnos
con el Padre y d Hermallo
que nos esperaban
para tomar un refrescante.
Impacientes ya los hagas nos inlimaron
el embarque, y
obedecimos no sin cierta inquictud, á pesar de que para el
regreso el viento era menos fuerte y menos d'~sfav()rable. NavegAmos costeando á remo hacia el Oeste par a cunnccr desde
la barca el lugar donde estaha BeLsaida, ciudad natal de San
Pedro, San Andrés, San Fclipl', San Juan y Sil hermano Santiago ell\h) or, y á donde solía 1I1'~~r el Señor cuando navegaLa en el lago (Marc. VI,45,
VI1l,22).
I3dsailJa significa casa de pescadores, y de los cinco
Apóstoles oriundos de ah(, f>(ilo de San Felip'~ no se sahe que
fuera pescador; ant~s bien, San Juan da á entender que él.,
su ami~o Natanael, de qllien ,va he hablado, eran algo pentosen la Ley y en las Sillitas Escrituras. San Andrés era ch·
dpulo del Bautista,'y
cuando éste en Judea, á la orilla del
Jordán,
mostró públicamente
111 Señor
como" Cordero de
Dios, que quda el pecado del mundo, 11 San Anorés, en compañía de otro dis' ípulo d~ J uun, que se cree era el otro Juan,
Evangelisl&, ahanJonllron
á su al\ti~uo maestro para seguir
al Señur ; San Andrés condujo á su hermanll Simón á la presencia de Jesús, quicn habiénJole
visto, le camuió el nombre
por el de Ccfas, que !'i!:nifica piedra ó Pedro. Emprendió al
dCa siguiente Nuc81ro Señor su viaje para (j¡¡lilea, y en el camino .encontró á San Felipe y lo llamó, diciendo: " S{gueme"; y esta palabra bastó para que Fdi¡)e creyera en EL
corno Mrslas, Hijo de Dios: fut', pues, San Felipe el primero
de los ApóSloks llamado por Crist'l al Ap[)stol¡¡do por medio de palabras sensiules ; é inmediatamente
principió á ensayar su Apostolado,
llamando á su amigo Natanael,
como
queda referido.
San Juan y Santiago el Mayor, hijos de Zcbedeo y de
Santa S/Alomé, eran parientes
del Señor: según muchos 1
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graves testimonios
qu~ cita Cornelio Alápide, Salomé era
hija de (;/eof¡\!1, hermano de San JOf:é; y estos dos, San José
y Cleofas primos hermanos de la Santísima Virgen, pues
eran hijos de JfJcnb, hermano de Santa Ana. Otros dús Ar)ÓÍltoles, San Judas y Santiago
el Menor, eran también
parienles de Je~u!'l, pues eran hijos de Cleof<ls, y hermanos de
Sslomé, sobrinos de San José y primos seg-undos del Señor.
Sanliago el Mayor flle el primHo que murió de los Apóstoles, y San Juan el último.
De Bctsaida no queda existente sino el lugar donde fue:
(fe ahí nos dimosá
la vela para Tihel'Íades, navegando por
más cerca de la costa qúe á la \"Cnida. Hatia la mitad del
viaje voló lejos el sombrero del Padre Silva, quien se resigni>
á quedarse definitivamente
Rin él, porque reputaba imposible
recuperarlo,
dada la velocidad que llevábamos; pero muy henévolos los remeros! h¡¡jaron la vela y á golpe de remo lo alcanzaron. A poco vImos á nuestra derecha el lugar que ocupó el castillo dI'! Magdala, propiedad de María, l/amada por
eso Magdalena, hermana de Lázaro y Marta, amigos de Jesús, que moraban
cerca de Jerusalén, en e etania; y Uegl-,
mos finalmente á Tiberlaoes, á eso de las siete.
El calor en la casa era peor que el del Cairo: el Padre
Aguillo instaló su lecho en la azotea hacia el lago, yo me le
ofrrcf de compañero, y dormimos,
me,ior dicho, pasámos la
noche (ya quP. )a preocupación
no me dejó dormir) oyendo
las olas y teniendo por techumbre el cielo estrellado.
Nos levanlámos á las Ires de )a mañana,
y tomámos un deliciosO'
h&ño en el lago hasta las cuatro, cuando empezaba á amanecer. Entonces vinieron unos árabes á hacer su oración en la
playa, y vimos las profundas
reverencias,
las postraciones
hasta el suelo y otras varias ceremonias
con que la acompafllln.
El lago está formado por el Jordán, que le entra por el
borte y sale por el sur. Tiene seis ó siete leguas de largo pordos de ancho. Se cree que era el cráter de un volcán que
quizá al extinguirse
produjo algún terrible cataclismo, de
donde reslIlló esa prodigIosa
depresión del suelo por donde
corre el Jord;\n, y que desde este lago hasta la desembocadura en el Mar M uerto, va siempre aumentando,
pues de doscientos metros bajo el Mediterr!meo que tiene en Tihería.fes,
baja hasta cuatrocientos
que tiene en las riberas del Mar
Muerto.
La iglesia adherente
al hospicio franciscano de Tiberíades está I'.o/lstrufda en el mismo Jugar donde ocurrió aquel
memorable diálogo que narra San Juan (XXI, 15 sig.), entre
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- 37el Señor resucitado y el humilde San Pedro, cuando lE! pre.
guntó Jesús por tres veces si le amaba, y olras tantas le ~::
comendó el cuidado de apacenl ar sus corderos j St$ ovejB8;
entonces fue cuando le dio definitivamente
la autoridad
yel
poder de las llaves que le habla prometido en Cesarea de Fj.
Jipm; (Mallh., XVI, 13 sig.). Dicho diálogo tuvo lugar en seguida de la seguudu
pesca milagrosa
y de haber hecho
tomar á sus Apóstoles
la peqllt'ña rcfecCÍc:Sn que EL mis~
mo les tenía preparada, consistente en un pan y un pez asado. Yo e~lehré en esa iglesia una misa voti va de aquel misterio, en la cual tuve muy prt'sf'nte á Su Santi,oad Pío X y el
encargo que nos hizo de orar mucho por el Papa y por Já
Iglesia.
XII
EL SANTO
MONTE
TAllOR
Emprendimos
la marcha ascendiendo
pOI' esa largulsima
cuesta el miércoles 10, como á las 6 a. m. Habríamos
subido
c9mo la mitad cuando nos aleanzó, montado en un cahallo,
el criado dcl convento.
que traía los anteojos que el Padre
Silva hahía dejado olvidados, .Y cuya falta estábamos ya pre.
sintiendo par'u todo cl camino hasta Jerusalen ó hasta Europa. Hcficro esto como prucba d~ los cuidados de que son obJeto los peregrinos
en esos hospicios. A !:ls ti ! nos 88JD~
dámos en Lubeh con nuestro
grande amigo Tótari,'qúiéll
nos esperaba con las cahalgadnras.
No sin ffi\lcha pena nOS
despedimos de nnestro abnegado y excelente guta el Padre
Agllillo, quirn siguió en el coche para Nazarcl.'
Tólari acomodÓ nuestras ffiall'las en linos alforjones de
grurso géncro que tcnla sobrc una especie r1e enjalma en el
mejor de sus caballos, y después de aJudar;'los á montar á
nosotros,
se acomodÓ con SlI muy respetable humanidad sobre el extenso y mullido plano que formó en la enjalma con
las maleta" y lIna inmensa manta de gruesa lana. En la montura del Padre Silva había colocado otras dos alforjas más
pequeñas, que contenían paja para los caballos_ Preciso es
confesar quc nuestra primera entrada t'n este nuevo género
de veh(culo fue llena de encanto para nosotros que, aunque sin sombrero
S1JHZa
ni rnana, zamarros
ni espuclast
montábamos
ahora á caballo, por pr imera vez, desde la Estación de San José, del Ferro~arril
de Buenaventura.
Abrimos nuestros paraguas y caminÚlIlos hacia el SQr, á veces sin
más sendero qoe los pasos de nuestro gula, por un terreno
algo plano y quebrado que no ciJrecfa de belleza. Como á
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las 11 a. m. empedmos á trepar la cuesla del Tabor, y Tótari nos sorprendió respondiendo
enlalín
las quince casas del
Rosario que rezámos desde el pie de la cuesta basta el ,hQspido franciscano que está en la cumbre, á rtonde lIegámo8 ,
las J Il. Aquí si nos esperaban, pues un padre, procerll"nte de
Nazaret,
había anunciado nuestra visila; en esta residencia
estaba el propio Superior de Nazaret, que había venido á temperar desde a'~unos dlas antes.
Elévese el Tabor 610 metros sobre el Meriiterrá neo, 400
sobre la llanura de Esdrelón y mllS rle 800 sobre el lago de
Tiberíades.
La cumbre es un plano inclinado de oriente á
oociJente, el cual mide en p,sa dirección un me,lio kil6metro
de longilul, mientras de Norte á Sur tiene sólo unoS" 240 metros de anchura ...
Aunque los Evnng-elistas San Mateo, San Marcos y San
Lucas, al referir la Transfiguración
no designan el monte
donde sucedió, y apena~ lo sl'ñalan como muy alto y apartado (" in montem excelsum seorsum "), sin embargo la tradición que s~ñala el Tabor como lugar de ese misterio es tan
segura y resp!ltabJe, como la que atestigua
las pajas en que
fue reclinado el niño Jesús recién narido y el favor que le
prestaron el buey y el jumento, las tres c'aldas del Sd\or y el
encuentro con su S¡:¡nlisima Madre en /a vla dolorosa, la impresión del Divino Rostro en el velo de la Verónica, la colocaCl<)1ldel Sagrado Cuerpo en el gremio de la Virgen cuando fue bl1jado de la Cruz, y varios otros heches que creemos
sin estar registrados en los Libros Santos.
La Transfiguración
sucedió una semana después de la
promesa que el Señor hizo á San Pedro en Cesarea, de entre~¡lrle las llaves del Cielo, ó sea la completa autúridad en
. su 19lesia. San Pedro, á las intermgaciones
que el Señor
hizo fa los A pósloles sobre lo qne pensaban
los homhrcs de
EL, habla contestado protestando que lanto él cornO suscompañeros creían firmemente en la di vinidad de su Sacra tísim.a
Persona j y N ueSlro Señor, después rle hacerle la prome.qa dicha y de promeler la consiguiente
firmeza de su I~lesia contra todos los alaques del infierno, les exigió de la manera
más terminanlr. que á nlidie dijesen que El. era Dios ("increpans praecepit ne cui dicerent hoc," Luc. IX, 2 I ); les predijo los tormentos y muerte que iba á sufrir en .Jerusalén; reprendió severamente á San Pedro por la repugnancia
que
manifestó
hacia la pasión y muerle qne acababa de deseubrirlt's (Mallh. XVI, 22); lIa~ó á su rededor toda la multitud (Marc. VIII, 34); protestó delante de todos que el negarse uno á sí mismo, ellomar
la cruz y padecer como EL, son
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-
39-
condiciones inrJispensables para poder entrar en la vida eterna; y terminó anunciando
el misterio de su Transfiguración,
diciendo quc algnnos de los presentes antes que muriesen le
ver/an ¡:lorioso.
Parece que la Transfiguración
sucedió de noche: por una
parte, tuvo lugar durante
una de aqnellas oraciones que el
Señor su){u hacer retirándose
;\ los montes las noches cnteras
(MaLlh. XIV, 23, 25; Marc. VI, 46-48; Luc. VI, 12); por
otra, los tres Apóstoles que le acompaiiahan
se durmieron
mientras EL oraba,.y
no fue !;ino al despertar
cuando le
vieron trani'figurado;
y por último, parece que toria la no-,
che estuvieron en el monte y que bajaron al dla siguiente.
Todo esto dice San Lucas (cap. IX) Y se confirma con el
hecho de que la suhida al monte fue ocnlta para la multitud,
como se clJlig-e por la prontitud
con qne vino á encontrar al
Señor inmediatamente
que le vio bajar (Marc. IX, 14).
Mientras
el Seiior oraba, Sll rostro se transformó y se
hizo brillante como el sol, .y sus vestidos blancos y re~rlandecientcs como la nieve; Moisés y Elius, tl'an:,formados también y majestuosos,
aparecieron
á sus lados, hahlando con
EL sobre Sll pasión y muerte, y cuando éstos iban á retirarse,
quizá al cabo de gran rato, fue cuando el ardiente y entusiasta Peciro, eneantado de lo que veía, propuso al Señor que
se queJase á vhir alli cou sus dos cOlUpai~eros, ofreciendo
hacerle á carIa uno un tabcl'n:lculo
ó tienda. Mas no hien
había ~cahado de hablar, cuanrlo el Señ,}r y su Divino Padre
lo sacaron de su error, y le hicieron comprender
que no era
eso en lo que le convell/a pensar en esta vida: una brillante
nube ocultó á sus ojos la arrebatadora
visión, y el Padre desde la nube, con voz de trueno, atesliguaba,
ya por spgunda
vez, que JCSllS era Sil Hijo, é inlim¡¡ba á los homhres que lo
escll< hasen, obedecicst'n
é imitasen (Mauh. XVII, 5)' FUl)
preciso que el mismo Jesús viniese J' tocase á los tres Apóstoles para hacedos salir del estupor en que quedaron, postrados contra el suelo, para que de nllevo oyeran el anuncio
de su pasión y mucr'le y d prccepto de no rderir el. nadie lo
que habían VIsto, hasta que EL no l't'sllcitara.
Mu.y digno de meditación es ciertamente este empeño tan
sostemJo del Sciior en ocultar su g-rundeza y exigir siempre
á todos quc ¡;rllardasen silenciu sobre sus milagros, y hacer
conocer por el contrario las humillaciones
é ignominia de su
pasión y muerte cada vez que se ofrecla algo que pudiera
atraerle alahanzas;
si alguna vez lIt'jabll entrever
su gloria,
era sólo por pal'lIculas muy escasas y fugaces;
únicamente
para animarno"! al sufrimiento y SOl'te rlcr en él nueetra esperanza.
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- 40Cuando de re~reso apareció con sus Apóstoles al pie del
úlonte, la multitud que ~staba allí y <{ueSJn duda exlrai'iaha
la demora, se llenÓ de admiración y VInO á su encuentro sa-,
ludándolo con entusiasmo y alegria. Un hombre, sobre todo;le narraba IOR atroces sufrimientos de su hijo, poseído del demonio, á quien no habían podido remediar los otros apóstoles, suplicándole que, sipodlá hacer algo en su favor, se compadeciera y le socorriera. "Al que cree, todo esposióle," le respondió Jesús. Enlonces al hombre se le saltaron l¡ls lágrimas,
viendo que el remedio desu desgraciado hijo dependía sólo de
él y desu fe, y sintiendo al mismo tiempo íntimamente la insuficiencia absoluta de esa su misma fe y su completa incompeten.
cia para aumentarla. Mas Ioh dichoso hombre, que en sus angustias no se cegó, siLo que con acierto dio el golpe don:ie estaba)a clave de su dificultad 1sc postró á los pies del Señor J dijo:
Sei'ior, yo sí creo, pero mi espíritu es enfermo y débil: Tú,
único remedio de las almas y de los cuerpos, cúrame primero mi propio mal, iluminándome, fortificándome, haciéndome
creer más y más y quilándome este espíritu. de duda y deseonfianza y esta dura incredulidad: "Credo, Domine, adJuva
z''ncredlllitarem meam." Y no hay duda que así sucedió, puesto
que Jesús arrojó al demonio del cuerpo del hijo.
De ahí regresaron á Cafarnaúm, donde sucedió lo que ya
dije, sobre el impucsto cobrado á San Pedro y la enseñanza
del Sefior acerra de los niños, para reprimir la ambieíón con
queJos olvid.adizos Apóstoles haLían venido hablando en el
camino sobre cuál seria el primero en el Reino de los cielos •
. En cuanto .1 nosolr()s, que no disponíamos sino de dOffÓ
tres horas, apena!> desmont8do~ quisimos darnos cuenta del
extenso plano que corona e6e monte y 9,l1C vio la gloria del
Redentor, no sólo en carne mortal en la 1ranilfiguración sino
también después de resucitado, pues que sin duda ese fue el
monte de Galilea, á donde desde el día de la Resurrección hahía dado cita á los Apóstoles, para hacerse ver de ellos (Mattb.
XXVIII, 16). Lo primero que vimos fue .e) comienzo de excavación qne ponía de manifiesto las ruinas del templo que
hizo construír Santa Elena. Los griegos cismáticos se habían
apresurado á a.-J({uirir teda aquellá planicie; pero luégo se
fijaron en hacer excavaciones ~n el lugar que hoy ocupan,
á una ó dos cuadras de donde están los franciscanos, y vendieron á éstos la parle oriental, donde más aviRados ellos y más
conoéedores que los griegos, hallaron lo que buscaban. Fuimos en seguida á unR pequeña eminencia que liene el plano)
ii recreamos, á pesar del sol meridiano, con el inmenso panorama que teníamos al rededor: por el Nort", los confines
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de la Palestina con el resto de la Siria, la famosa cQr4iIlera
del Líhano, habitada por un pueblo católico que actualmente
se gobierna
con alguna
independencia
del poder turco;
el
grande Hermón, monte en cuyo pie nace el Jordán, y cuya
cumbre, que por casualidad es visible, pues siempre e¡;tá cubierta de niehla, nos habla mostrado por la mañana el Padre
Aguillú cubierta de nieve;
m<Ís cerca las colinas tan pintoresc~s y pohladas de la Galilea septentrional y el hellísimo mar
de Tibcrlades;
por el Oriente, las montañas
de Galaari, al
otro lado del Jordán, el país d(~ Basán, los desiertos de Bosra, y más cerca el mi.~mo Jordán con Sll maravillosa hoya
que va á terminar en el inmen~o valle de Jericó j por el Sur,
las montañas
de Samaria, el otro monte llamado pequeño
Hermón, que al decil de David saltalJa con el T;loor en
entusiastas alabanzas del Santo Nombre de Dios (Thnbor el
lIermoTl in nomÚw tuo exultaóuTlt. Salmo LXXXVIII,
'3);
Y los montes de Gelboé que limitan vI SE., la inmensa
llanura
de Esdrelón, en los cuales sucedió la batalla en que
pereció Saúl, primer Rey del pueblo de Israel, II quien Dios
reprohó
por haber cometido
en su gohierno
varias desobediencias
contra órdenes del mismo Dios; y por el Occidente el Carmdo y las bellas colinas d,~ Galilea, por donde
habíamos pasado al venir á N azar~t.
XIII
CAMINO
DE JERUSALI~N
1Vaím- YenÚ¡
Partimos lÍ las 2 p. 11I., á pesar de la rcpu~nancia
de Tótari qne quería pernoctar en el Tabor, y á qUIen con algún
trabajo lo~ré persuadir que partiésemos ese día para poder
llegar á Jl~rusalén el viernes á tomar parte en el l'jercicio
del Viacfocis
que se hace á las 3 en las mismas estacio·
nes de la Vía dolorosa. Al pie del Tabor, en ~na pequeña
aldea árabe, de esas que parecen hormiguero!':,
llamada
Vahurié, donde sucedió la curación del endemoniado
que he
referido después de la 1'ransfiguraciélO" hube de recihir una
buena reprimenda
de Tó~ari, y se la acepté sin ~eplicarJe, pues
la merccla, por habermc
adelantado
:r desnadoun
pocq,
originando
dp,mora: " Chi va piano arriba;
cJ¡i non va piarip
non arriba"
(" quien va (1espacio Ileg-a, quien no va despacio no llega") me decla con 8Jl;,YOZ de trueno, exaltada por
el mal humor que le causó la· salida del Tabor.
Seguimos por la llanura de Esdrelón arriba, hacia el SE.
y yo traté de contentar á nuestro guía, ofreciéndolealgo más,
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- 42del pago convenido, pues se qUE'jaba también, quizá con razón, de lo barato dd flete (60 francos por todo) j y ya no me
eostó tanto trabajo inducido á que llegáramos á Nllím, que
veíamos á nuestra izquierda al pie del pequeño Hermón, á
orillas de la llanura. Llegámos, pues, y él hizo abrir la capilla por una mujer que cuida de la casita adyacente de los
franciscanos, única que hay á la europea; hieimos una corla
oración en esa capilla, edificada dondp. sucerlió la resurrección del hijo de la viuda. A insinuación de Tótari dimos su
propina á 1" mujer y seguimos por d Esdrelón arriba, resignados á acabar de Jle:tar esas ¡;iete horas de camino que nos deda Tótari gastaríamos hasla Yenin, único lugar donde (POdr/amos pernoctar.
Al Padre Silva se le 3$'ravó la situación con una caída
que tuvo y de la que provdencialmente
no reportó hueso
roto ni dislocado: todos tres caballos iban herrados con unas
placas redondas y continuas de hierro, que les cubrían íntegramente los cascos por debajo; por csta causa sin duda, el
caballo, al pasar por una roca plana é inclinada, resbaló de todas ('uatro patas y cayó de lado, librándose el buen Padre de
quedar deb~jo, por la agilidad con que procuró ca(~r á distancia conveniente.
En esta media jornada del Tabúr á Yeoio vimos las poblaciones siguientes J. (. Endor, en las faldas del Hcrmón, al
E. de Naim, donde habit~ba la pitonisa ó adivinll, á quien
Saúl fue á conslJllar la víspera de su mUt~rte sobre el éxiw
de la batalla que iba á librar contra los filisteos. Saul pidió á
esta mujer le hiciesl~ aparecer el espíril.u de Samuel, finadoprofeta que por orden de Dios le había ungido rey é intimado varios mandatos para el gobierno, á Ins cllales Saul había
desobedecido. Por aquí sc ve que el espiritismo es eogailo
diaMlico muy antitJ'uo. Pero en esta vez Dios qui~o que apareciese oe repente Samuel, antes qnc la pitonisa hiciese sus
encatamientos ó satánicas ceremonias, y Ilotificasc·á Saul de
nuevo su sentencia de reprobación y de muerte para el siguiente día, como sucedió. 2.° SUn811l,por cuya orilla pasámos, también al pié del Hermón, pero por el lado "puesto á
Naím y Enuor: ahí una viuda hosp'edó al profeta Eliseo y él
en recompensa le resucitó á su hIjo linien. Sin duda para
honrar el r~cuerdo de esta resurrección y de la qne el Hijo de
Dios obró en NaílD, con las cuales quedarori consoladas dos
afligidas madres, existía en tiempo de San Jerónimo un monasterio de religiosas sobre la cumbre del Hermón. 3.° Jezrae~
al pie de los montes Gelboé, donde fue devorada por los pe,.
rros de la maldita Jezabel, hija del Rey de Sidón J con qUien
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- 43le casó Acab para poner el colmo a sus maldade8~ entre cuY08 crlmenes figura como mayor el haber hecho morir al israelita Nabot~ tan sólo por no haber querido ceder al rey su
viña, herencia de sus padres. Acab es el mismo perversísimo
Rey de Israel, á quien he mencionado cuando hablé de Ellas
y del Carmclo.
Atravesámos también de Norte a Sur la llanura de Esdrelón, llamada además en las SaL{radas Escrituras Llanura
de Mageddo y Valle de Jeuael. Es un llano triangular, cuyo
vértice mas agudo da al Mediterráneo en el puerto de Caifla;
tiene 5 Il'guas de anchura de Norle á SlIr, y 12 de longitud
de Occidente á Oriente, desde dicho puerto hasta los montes
Tabor, Hermón y Gelboé que se intetnan en él y le forman
tres seno!>Ó prolongaciones en el lado orit'ntal~ una al Norte
entre el Tabor y el H"rmón, otra al medio entre éste y 108
montes de Gelboé~ y olra;al Sur entre éstos y Yenin, que queda en el confín de Galilea con SalDaría, determinado por los
montes de este último nombre. Estos montes de Samaria, de
los cuales es prolongación el Carmdo, le fnrman al Esdrelón
el lado Suclot'sle; y ti Tabor, srguido de las colinas de GaliIea y Nazarf't, le forman el del Norte. Es un planoincJinado
que va des~endiendo desde su limite oriental hasta el mar;
no liene ni un solo ¡irbul que dé sombra al viajero, y en el
tiempo en que nosotros lo alraves;ímos c!;taha seco ellorrenle Cisón, que lo atraviesa de Oriente á Occidente, y secos
también completamente sus pastos, cuya altura demuestra
la ferltlidad dd suelo en la primavera, de la cual habla la
Santa Escritura.
A pesar de las demoras y dd paso de carga que traíamos,
Ilf'gdmos a y cnin, á eso de las 8 p. m.; muy maltratlldo8 por
el incesante sol (no conocimlls nubes cn Pale8lina)~ del cual
nos defendían mal los paraguas negros y los paiiolones blancos, que para ponernos á la heduina co'mprámos en Tíbp.ríades; sobre todo por las detestable monturas, que entre otras
incomodidades, tenían fa suprema de tener los estribos (malas tarabas) muy traseros, y cada vez que úno se apoyaba en
ellos senlía en seguida mucho dolor cl.llas piernas y las rodillas, por la posición doblada en que tenia que sostenerlas.
Agréguese á esto que unas malhadudas moscas enloquecían
continuamente los caballos, los cuales á cada paso se dctenían de repente á espantarJas con la cabeza, y únn, sin en
qué apoyarse adelante. casi se iba al suelo de cara.
Todo esto que Bufdamos, á pe.sal' de nuestras precauciones,
nos hacia recordar con mucha.,pena a nue8tro~ dos compafteros que viajaban una 80la jornada adelante de nosotros."
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-44quienes todo les contribul¡j a11\umento de las pe~alidades: á
mi me pesó mucho hRb~r~qs dejado partir: viajando toclqs,
juntos hubiéramos mHiglldQ algún tanto los sufrimientos.
Yeniq, que se dice ser la aO,ligua E,nganim, está en el extremo superior y al SE. del llano de Esdrelón, en los confines de Galilea con Samaria: alll fue la curación de los diez
leprosos, de los cuales uno solo, extranjero ó samaritano,
volvió á dar las gracias al Señor. Efectivamente S10 L\lcas,
que es quien lo refiere, dic«::que sucedió esto cua.ndo Jesús,
yendo á Jerusalén, pasaba por en medio de Samaria y Galile¡l
(XVII, 11). Eoa p,>ulación sí se compone de casas propiamente
táles; tiene oficina telegráfica, ha y un hotel alemán, que
para nosotros estuvo cerrado por 3,llSenc;a del dueño; es término de una carretera que viene desde Caiffa ; tiene 31';0 más
de 3,000 habitantes, pero no hay sino una famiJia católica,
de la iglesi:¡ griega unida, á la cual viene cada mes á celebrarle misa en casa el cura de Sebabdeh, distante unas dos
horas ...
Nos desmontámos en una Casaú
hotel turen, donde J)~
dieron una plCza estrecha y poco ven~ílada, con suelo de polvo y paredes desaseadas: para refrescarnos, nos pusieron ~n
el patio unos asientos debajo de unos árboles y allí presen~
ciámos la confección de la cena, ya anunciada por TótarÍ
cpmo preparada por él mismo, y que lIamaha una frillala. Era una gran tortilla de huevos, <{uecomimos alli mis!Do
con pan árabe y con mu'y buen apel1to, y completámos C()I\
baslante leche, azúcar, agua y café negro. Tótari comprÓ ~
noche é hizo preparar más huevos y una gallina, y además
pan, como provisiones para seslear al dla siguiente.
Ninguna de estas atenciones tuvo el hijo de Tólari con
nuestros compañeros Camacho y González, quienes, adem~8
d,el atroz maltrato, parece que tu vieron que pasar. todo.
camino casi sin comer y sin poder ped ir nada, porque e! c.onduetor no les entendía.
Sehaódeh -Bellllia-Samarlq,-Siquem
Aunque nuestro guía se había comprometido á despertarnos á las 2 de la mañana, no lo hizo !lino á las 4 paeadas, y contínuámos á las 5 con dirección á Sebabdcll,
~acia el oriente de Yenin, á pesar de la repugnancia de 1'ó~
tari que quería ir por otro cfl,mino por donde no podíamos celehrar. Poco hablamos avanzado, cuando á nuestra derecha
vimos la gran llanura de Dotaín, dpnde el patriarca Josef fue
ventlido por sus hermanos a unos negocian tes que pasaba_D,para
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Egipto y que está separada de la de EsdreJón por
de Samaria.
108
montes
L1egámos á la casa cura!'y capilla de Sebabdeh á las siete,
precisamente en el momento en que dos inslitutoras religiosas árabes, de la Congregación del Rosario de Jerusalén, pa.gaban á la capilla para oír misa; una de ellas l'Jedetuvo á
atender nuestra llegada; hablaba francés y así nos informámos
de que podíamos decir Misa simultáneamente. Después de
arreglarnos algo, olmos la mitad de la Misa del Señor Cura,
sacerdote de rito latino, quien con suma amabilidad me ayudó á la mía, y ordenó á su acólito ayudase á la del Padre Silva. Joven, árabe educado en el Seminario del Patriarcado de
Jerusalén, hablaba muy bien el francés y el italiano; 8ón
como 200 ~us felig-r~ses católicos, esto es, griegos con vertidos
del cisma á la unidad romana en una misiÓn que dieron los
franciscanos. Nos dio buen desayuno, n08 hizo conocer la
pequeña casa cural y luégo la escuela de las religiosas, que
constaba como de 60, entre niños y niñas; nos mostró los restos de un antiguo mosaico, que sería tal vez pavimento de
alguna antigua iglesia, donde hoy está la escuela y la habitación (le las religiosas; nos hizo saber a(J.~másque los ~riegos cismáticos y los protestantes (dos pla,;as inseparables y
pésimas de las misiones de Tierra Santa) tienen también escuelas mucho menos numerosas; y finalmente nos manifestó
el grandísimo gusto que habla tenido con nuestra llegada,
pues vive allí aislado, y distante seis ó siete leguas del sacerdote más cercano.
Partimos de Sebandeh como á las nueve. Dejáml)s á la r1erecha la población de Sanur, que se cree ser la misma Betulia,
y está colocada sobre una redonda-'y peql.lelia almena que se
mterna en el llano, unida á las otras colinas que forman el
vaJIe pintoresco de :-'anur, por una especie de pnenteestrecho
formado por el mismo terreno. ~8 de fácil fortificación'y defensa, y acorde en todo con la d~ión
que hace de Betuliy su pals la Santa Escritura. Poco después nos detuvimos cera
·ea de 11 na fueo te, a I pie de unas higueras grandes, á corta distancia de Yeba, lugar que parece ser el mismo donde Holofernes habla fijado su benda de eampaña durante el sitio que
puso á Be/ulia.
Allí estaban unos P440res beduinos dando de beber á 8US
grandes rebaños de ca6ras y ovejas. Estas, en vez de cola,
tienen una gran tela redonda de su misma piel, desnuda por
debajo y cubierta de lana ?or encima; y nos informaron que
si se sacan estas oVt'jas á otra tierra, después de cuatro ó
4
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-46 cinco generaciones desaparece aquella plantilla, y nace en su
lugar la cola. Las ovejas y cabras suelen andar en compActo
montón detrás del pastor, y no delante; son sumamente
mansas. puede uno ac(}¡'~arsey tocarlas, pues no huyen.
Nuestro amigo Tólari nos puso delante en el suelo nuestro avío, nos ofreció, como cosa la más exquisita, leche cuajada y muy ácida que tenian los pastores, y se tiró luégo en
el polvo á descansar. Los pastores nos rodearon y se pusieron á vemos comer; la benevolencia con que nos miraban
movió al Padre Silva á tomar en sus manos y hasta medirse
sobre su pañolón blanco, los cansabidos aros de Jana que tenían en la cabeza, causando en ellos no poca satisfacción éhilaridad: cada cual quería que le tomase el suyo.
Pregunté yo á Tótari, en italiano, que no entendían los
pastores, por qué él, siendo cristiano y que gozaba de cierto
prestigio, no les hablaba á esas gentes para que se hiciesen
cristian~s; y ~e contes~ó, como ex~rañando mi pregu.nta, que
eso era lmposlble. Repbqué que SI no le daba lástlma ver
que todos esos paisanos suyos iban á perder el cielo y hacerse desdichados ettrnamente;
y me dijo que ellos creían lo
mismo de él y de los demás cflstianos, y que si les hablara
de ese modo lo matarían. Algo así supe desde Alejandria
~uando pregunté por qué no se había convertido aquel vit'jo
turco, llamado Mustafá, que nos condujo del vapor al convento, y que era musul~án;
y me contestaron los Padres que
los turcOl3y árabes eran tan tenaces en sa religión mahometana (lue era hasta peligroso hablarles de conversión. Su ley
autonza á cualquier pariente ó allegado, para dar muerte al
qUe:se convierta, dondequiera y de cualquier modo. Y según
entiendo, en el momento fiue. el gobierno otomana sepa que
los misioneros cat61icos hacen propaganda entre los suyos, 10&
perseguirá y arrojará de su imperlO; de suerte que, como nos
dijo después en Jerusalén ell~xcmo. Señor Patriarca, la Santa
Iglesia católica, con sus misiones en Palestina, está redu~ida á
sostener lo que hay de fe, sin poder extenderla casi nada. Una
que otra misión dada ordinariamente por los franciscanos
produce la conversión de algunas familias cismáticas, con las
cuales se for~a una pequeña parroquia con su escuelita, y ahi
está toda la esperanza de la propagación de la verdadera fe
en la Palestina; pero aun para esto son grande obstáculo los
protestan tes, establecidos casi en todas las poblacit:mes, y los cismáticos tanto griegos como armenios y de otros ritos, que
suelen distinguirse por su .odio á los ~atólicos, %obt~ todo &
los de rito latino, ó sea romano ..
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- 47Terminada nuestra merienda, tuimos :1 tomar a~ua enl.
fuente, entre esas mansisimas
y simpáticas
ovejas que tan~
nos recordaban
á Nuestro Señor y ~u co.1lparación de la Iglesia con un rebaño, y de Sí mismo y sus represenlantcfI, coa
el pastor. Luégo nos intimó Tótari árden de marcha y obedecimos, á pesar de lo fuerte del sol, á la 1 p. m.
Mientras arreglÓ las bestias, leimos en el libro de Judit,
y VImos qne la " Guía de 7't'eT'l'a Santa" que poseíamos, po·
blicada este mismo año en francés por el Padre Bernabé, fraaciscano, tenía razón en sus apreciaciones
respecto de Betulia
y el campamento
de Holofernes.
Esto se deduce de la línea
que él ocupó con su ejército, esto es, desde la altura que domina á Dotaín, hasta enfrente de Esdrelón
(VII, 3), ó sea
una llnea que rodeaba perfcl'tamente
por el Norte la Ilantll'a
llamada hoy de Sanur;
y lo confirman las medidas de los
israelitas, de fortificar los montes desde Samaria hasta Jel'Ícó
(IV, 3), esto es, todos los montes de la derecha del Jordán,
desde enfrente de la región donde suponemos á Betulia hasta enfrente de Jerusalén.
Solamente
notaré que quizá él no
invadió el país de Icshebreos
ó israelitas por el Norte, como
parcela natural, viniendo de Asiria, sino por el Oriente, pasando primero el Jordán,
lo que conwcrda
muy bien coa
la conferencia que tuvo coo" Aquior, Hc? de Moab, quien porsupuesto vivía por el lado izquierdo ú oriental del Jordáa.
Holofernes no quiso oír los mnsejos de Aquior, quien le
decfa no atacase á los israelitas,
si éstos estaban en paz eón
su Dios, sino que lo en vió á encerrarse
en Retulia para que
corriese la misma suerte de sus habitantes (V, VI). Pero
Dios, dueño absoluto de las vidas de I(IS hombres, puede servirse de los medios que quiera para ejercer su dominio y s.
justicia,
y siempre ha gustado de enplear
medios débiles
para resultados grandes é inesperados:
Judit, la beUa y santa
viuda de Betulia, se presentó á Holofernes, quien cayendo ea
sus propios lazos, lleno de gozo se embria~ó y se durmió, J
la Heroína le cortó la cabeza; con lo que libertó á la ciudad
de su cruel sitiador y á toda la nación de una ign,ominiosa
servidumbre:
imagen de María que aplastó la cabeza del cruel
opresor del ~énero humano, y libert6 á su pueblo de tan funesta esclavItud.
Partimos, pues, como á la una y media. Después de dos
horas y media llegámos á Sebaste, la antigua Samaria, residencia de los Reyes de Israel, fundada por el sexto de éUOB,
que fue Amri, digno padre de Acab; embellecida
por Herodes y llamada Sebute en honor de Augusto,
Emperador
de
Roma, no es hoy sino una de tantas poblaciones árabescoDs-
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- 48 .:truidas de pura tierra: dimos la vuelta á lo que era la antigua ciuda-i, de la cual sólo vimos las ruinas de la columnata
de piedra con que la habla circuído Herodes y los restos del
anhguo y magnífico templo de, San J nan Bautista, que contenta su sepulcro, y del cual no existen en pie sino la ex:tremidad posterior, con vertiia en m~zqu-ita, y algo de la anterior doade está el sepulcr.l: bajámos á ,é:>tepor una peligrosa
t$Calera de pieJril, y vimos su construcción delgada pero sólida de cal y can to. Tiene tres departa mentos, á los que no
se puede entrar, sino introducir una luz por algunas aberturas estrechas y circulares que hay, para poder ver algo,
pero nada de rarticular se ve. Diz que son los sepulcros de
San Juan, de profeta Eliseo y de Abdías, sirviente de Acab,
que defendía á los profetas de las persecuciones de este impío
Rey de Israel ( III Reg. XVIII, 3, 4).
Allí hay dos Molos de piedra: el uno es una cabeza de
macho cabrío, yel otro un horrible busto hum·ano con larguísimos bigotes, cuya parte de la derecha está agarrada ha"ia el pecho con la mano izquierda y viceversa.
Quién sabe si este último no sería el Baal, dios de los sidonios, f{ue estableció ahí Acab en un temp'lo que le edificó,
después de su criminal matrimonio con la hija del Rey de Sidón (Lib. III de los Reyes, XVI, 31, 32).
El olro podría ser el llamado Asima, que fue uno de los
qu~ fabricaron IOi asirios á quienes mandó su Rey Sa Imanasar
á habitar la Palestina en lugar de las diez tribus de Israel, que
fueron transportadas cautivas á otros lugares lejos de la misma
Palestina (L. IV de los Reyes, XVII); pues algnnos dicen que
tenía esa figura (Lam'y-Apparatus biblicus, I. III, c. 1). De
este hecho data la antipatía entre los habitantes de Samaria
y los de Judea ó judíos que reputaban á los samaritanos
como extranjeros y gentiles ó extraños al culto del verdadero
Dios, cuyo único templo era el de Jerusalén, capital de Judea;
al paso que los samaritanos no se reputaban como asirios ó
extranjeros, sino como verdaderos israelitas descendientes de
los patriarcas, ya por habitar en territOrIO perteneciente entonces á la J udea, ya porque estaban mezclados con israelitas
verdaderos que habían quedado ó regresado, ya porque practicaban la religión de los judlos junto con. la Idolatría que
habían traído de Asiria (IV Reyes, XVII, 33 ).
Samaria es la patria de Simón Mago, el que propuso á
San Pedro que le vendiera por dinero el poder de dar al Espíritu Santo por medio de la imposición de las manos, de
<Ioude este pecado ha recibdo el nomb~ de Simonla. Simón
Mago, después tie ser cristiano, volvi6 á. entregarse á sus an-
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- 49ti~uas prácticas diabólicas;
y habiendo
por ese medio practicado una ascensión por los aires en Roma, una oración de
Sa1Pedro
hiz;o que los dem)oios
lo soltasen y se ro:npiera
las piernas al caer.
Hubo que dar propina
por habernos abierto el sepulcrodel Precursor y por el ag-ua que tomámos t'n vaso de vidrio
(cosa extraña),
la cllal fue sacada en presencia nuéstra deuna fuente cerca del templo. Aunque Tóta-~i nos apuraba,
todavía nos entretuvimos
algo á la sombra el,,1 vestíbulo, lo
que nos pesó, porque retirado
aquél, como en són de pro..testa contra la demora, nos rodearon los árabes para exigirnos violentamente
más propinas,
y huhimos de l/amar á
nucstro guía para que nos librara,
como sueedi,S con su sola
presencia.
Caminámos unas dos horas más y lIegámos como á las
cinco y mecha á Naplusa j habíamos aprovechado
bien CIIlOI,
y lIegámos algo más molidos, tostados y :ldoloridos que la
v/spera. Esta ciu lad es la antigua Siquem, al medio de los
dos montes Hebal y Gariz{m, situados respectivamente
al
Norte y al Sur y con una altura también respectiva de 916 y
810 metros,
bastante más altos que el Carmelo, cuya mayor
altura es de 600 melros.
Moisés, antes de la entrada del pueblo en la Tierra Prometida, ordenó que sobre el monte Hebal se colocaran seis
tribus á pronunciar terribles maldiciones centra los que abandonaran los preceptos del Señor j y sobre el Gariz{m las otras
seis á bendecir á los que se conservaran fieles (Deuteronomio,
XXVII, 12, 13) j á todo lo cual dio cump:imiento
el pueblo,
encabezado pur Jusué (Josué, VIII,33)'
Algún tiempo después del fin del reino de Israel por la
cautividad eJe Sus diez tribus, fue construIdo un templo en el
monte de Garizim para practicar en él la rpligión judaica,
quedando consumado
el "isma entre judíllS y samaritanos.
Estos, sin embargo, no abandonaron
sus prácticas idolátricas,
y de los Libros SalilTados no admitían sino el Pentateuco.
Naplusa, ó Nablusa, como dicen los árabes, es corrupción
de Neápolis, nombre que l~ puso á Siquem Alejandro, según
Josefo (V. Alápide in Jo. IV, 5): es ciudad hoy importante, cuyo comercio, favorecido por la carretera
que le viene desde el puerto de Jafra, ha hecho decaer completamente
á Sebaste, su rival j eR abundante
en aguas, ba.itante bella y pintoresca de lejos; pero siempre su incomodidad
y desaseo son
en grande escala. Es la patria del ilustre Mártir y célebre
filósofo y apologista San J ustino j en tieinpo de las Cruzada.
fue, lo mismo :¡ue Samaria, Sede Episcopal, y en ella se reu-
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- 5°nió un Concilio, Tiene más de 20,000 habitantes,
casi todos
judíos y mahometanos,.v
muy pocos católicos, que forman una
pequeña parroquia.
Fuimos muy hien recibidos por el Sr. Cura, hombre reS-.
pelablc y de al;una cd:ld, que como antiguo alumno del Seminario de Jerusalén, hablaba muy bien el italiano y el frantés, y por su coadjvtor, sacerdote maronita, que hahía estado
en Sudaméríca j' enlenlía
algo de español: nos hablaron de
nuestros compafieroR qae habían pasado por allí la víspera y
les h;lbían dado noticia de nuestra llegada.
El coadjutor
n(·s condujo corno un cuarto de hora por
eI03S asquerosas
calle~, para hacernos ver en la Sinagoga de
los samarilanos
una gran antiguedad : un ejemplar fiel Peolateuco, que segÚn SIJS dueños es del tiempo de Josué. SubiIBas una escalera, y entrámos á una antesala, donde nuestro
:uía nos prcsenhS al sacerdote de los samaritanos,
de los
euales no quedan ya SíllO unos ciento y tantos en toda la Palestina, habitan en esta ciudad y continúan disminuyendo
día
p~r día; este señor, de aspecto serio y benévolo, Hamado el ~adre Aarón, estaba con otros hombres: dejaron allí sus calz;ldos. y o,?s hicieron avanzar á la sala, donde quitada.la a\fo~bra para que no 11 pisáramos, acercaron
una espccH~ de atrIl
que cubrieron CI -1\ IIn velo, encendieron
lInas lures, y el Padre Aarón, con gran respeto, coloeé) allí el sagrado libro en su
estuche met¡ílico, en forma de cilindro dividido á lo largo en
dos mitades que ~c abrían, quedando
unidas en Sil longitud
rol' una visagra y dl'jaban ver el¡:>ergamin~ eprollado eq I~~
dOI partes del c!'.tuche ; luégo que lo contemplámos
lo vo~vie10n á cerrar,'y
lo guardaron con el mismo res pelo ; nos exiCieron y les dimos la propina, yquerian
que les compráramos cartulinas con el retrato dd libro, al excesivo precio de
81l franco cada una.
Volvimos á la casa y tuvimos una espléndiJa cena, ame.wzada con la diversión que nos proporcion'S
una ciervedta
4lue el Sr. Cura tiene acostumbrada
á comer.de su: mano en
la mesa: acercándose con paso tími do y vién 10me á mí en el
Jugar de su amo, sin la r~spctable
barba, eran de ver las innsti'íadoras
miradas y la desconfianza con que al fin aceptó
de mI mano unos ¡'pcullos, sin dejarse tocar ni acariciar;
el
Padre Silva quiso c0gerla, y fue lo bllstante para que se re tir:ara J no volviera ..
.El viernes 12, rlespués de celebrar,
partimos
á las 4. Al
"'ir de la ciudad fuimus detenidos por un individuo que parealaa¡ente
de policía y exigia registrar las maletas para ver
llt llevábamos
correspondencia;
hizo por encima una se me-
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51 -
janza de registro en el bagaje de Tótari y altercaba con éste
en árabe; este altercado fue subiendo
de punto, hasta que el
individuo tomó un talego que parecía contener trigo; Tótari
se enfureció y agarr6 por fuera del talego algo que no quería dejar ver, y hubo una lucha desespcrada por ese objeto;
para terminarla,
dije á T(¡tari que preg"untara lo que había
.que pagar para sl'gllir en paz; exigió el inriividuo cuatro 6
seis francos, pero TÓtari sú!o le dio dos, y continuámos.
El consabido objeto era una carta para Jerusalén, que el raro Tótari
traía escondida desde Nazaret y que él mismo con ese hecho
divulgó. Habla por allí cerca unos solda(los, y decía Tótari
que por esto no había tirado al suelo al hombre para seguir
sin hacerle caso. Se ve el respeto que se tiene por la autoridad y sus I'eprescntantl's
y la facilidad de arreglar con ellos
todo con dinero.
Pozo de la Samarltana
A una media legua de la ciudad hallámos 1'1 " Poro de la
Por alll cerca estarán lag ruinas de Sicar, dt"
donde era esa mujer ..
No debe ser Sicar la misma Siquem ó Naplllsa, tan abundante en aguas y distante del pozo algo más de media legua:
del Evangelio se despren,k que Sicar no tenía más agua que
la del pozo, del cual estaba tan cerca que las mujeres llevaban sobre sí mismas el agua á SlIS casas.
Las ruinas «el templo que sohre el pozo edificó Santa
Elena y reconstruyeron
los Cruzados, dan testimonio de que
ese és el pozo de .Jacob, cavado por este Patriarca en el campo que compró .í los siqllcmitas (Gén. XXXIII, J 9), Y que dio
en herencia á Sil hijo Josef (Gén. XL VIII, 22), el mismo pozo
donde Jesús convirtió á la Samaritana
(S. Joan, IV).
Es tan bello y tan lleno de enseñanzas'y
consuelos este
diálogo, que no puedo prescindir dc recordarlo
con algunas
reflexiones, aunquc ocupe algÚn espacio. Quizá no sea inútil,
<:omo nunca lo es pensar y estudiar á nuestro Divino Redentor.
Nuestro Señol' villjaba siempre á pie. Habiendo celebrado
en Jerusalén la Pascua el primero de 10S tres años de su vida
pública, cuando dio á los judíos una lección objetiva sobre el
respeto allu~ar
sagrado;
odiado ya y pers(,~lJido de ellos y
no sicndo aún su hora de entregarse al sacrificio, partió para
Galilea, llegó al pozo como á medio día y se sentó á la orilla
muy" cansado del camL"no." Los Apóstoles siguieron
hasta
Siear á comprar eo nestibles, no con dinero sUJo, que no lo
Samarilana."
()'P,t ;,~) '¡: '~J.;
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I
CATALOGACION
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tenian, sino ,fe las mismas Jimosnas que daban piadosas mujeres, curadas por el Señor (Luc. VIII, 2, 3) Y que andaban
siglliénrlolo y provey~ndo lo necesario para su sostenimiento
y el de los Apóslol~s. Fotina, samaritana de mala vida, lleg~
á sacar agua, )' Jesús, para entrar en conversación con ella
y dade, en lugar del agua material que ella buscaba, la espiril ual de que su Corazón es fuente abundante, la cual limpia toda mancha, cura todo mal y da toda fuerza, le pidió
de beber, á lo que se negó la mujer diciendo: ¿ Cómo me pidtS agua tú que eres judlo,
á mi qne '"ay samaritana ?-Si
tú supieras el dón de Dios, le replicó Jesús, y quién es el que
te pide agua, tú le pedirfas á EL Y EL te daría agua viva.Señor, replice> el/a, tú no tienes con qué sacar y el pozo es
hondo: ¿ de dónde sacarlas tú esa agua viva? ¿ Acaso eres tú
mayor, ó m:\s poderoso y digno que nuestro padre Jacob,
quien nos dio este pozo de tan excelentes y agradables
aguas?- Esta segunda réplica de la samaritana, que ya no
tiene el mismo tono despreciativo de la primera, y en que al
contrario llama" Señor" á Jesús, :v supone la posibilidad de
que EL sea superior al patriarca Jacob, me hace pensar que
J'a el c<-razón de la pecadora, impresionado naturalmente con
Jo que Jesús le habla dicho de que ella ignoraba el dón de
Dios y con quién estaba hablando, habla percibido también
mucho del influjo sobrenatural del Hijo de Dios, y se encontraba en una especie de ansiedad ó curiosidad mezclada con
asombro, que aprovechó el Suavisimo Médico del corazón humano excIlándola con la siguiente categórica y misteriosa
afirmacIón :-Sábe,
oh mujer, <{uequienquiera que beba del
agua del pozo, tendrá después SIempre sed; mas el que beba
del agua que yo le doy, jamás volverá á tener sed, antes bien
eJ agua que yo le daré vendrá á ser en su persona misma un
manantial de agua viva que saltará hasta la vida eterna.Oh Señor 1 exclamó inmediatamente la mujer sobrepo!1iéndose á si mi'ima y dejándose llevar suavemente por donde quería 8U sapientisimo IDterlocutor, dame de esa agua para que
yo no vuelva á tener sed, ni á necesitar el agua de este pow.
No hay (hula que en el ánimo 00 esta mUjer se verificaba
algo insólIto de que ella misma no se daba cuenta: NuestroSeñor le habla hecho saber la diferencia sustancial entre el
agua del pozo que ella conocfa, yel 8g'lla divina de que EL
le hablaba v que ella no conoela, pero que se imaginaba seria un agua' material como la del pozo; y atraída por la ventaja muy grande pero material, de no volver ti sufnr ni la sed
ni la incomodidad de sacar y llevar agua, pidió al Señor le hiciera ese beneficio; ya creia, pues, en EL, no como Dios, sino
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- 53como hombre de Dios capaz de hacer beneficios superioretJ ato
orden natural, y Jesús, por su parte, que primero había picadoflU curiosidad
de mujer, Acababa de conducirla ahora á desear
naturalmente
nn bien desconoci~lo pero verdadero, y pedir1~.
con sencillez pero con vehemencia. En este e~,tado, y siendo ya
tiempo de poner Ilna condición indispensable
pero penosa, que·
ha de climplir el alma pecadora
para poderle conceder la
~racia divina, <[ue es el a~lla que salta hasta la vida eterna,
condición que consiste en el reconocimiento:
detestación y confesión de SIlS propios males y miserias,.JesÚs se valió de un admirable ardid, que Iba á tener por resultado el tocar la llaga
espiritual de la pecaffora, y exhibirse
EL como la verdadera
fuente de las aguas que podían curada;
y así, pretextando
la
inconveniencia
de dade á una mujer casada sin que lo supieseel marido, la misteriosa agua que pedía, la dijo :-Anda,
Jláma
á tu maridoYo no tengo marido, respondió la mujerDijiste bien! le replicó Jesús, dijiste bien, no tpngo marido; porque has tenido cinco maridos, y el que ahora tienes no lo es.
Dijiste verdad 1
Admirable
delicadeza en alabar con tanta insistencia lo>
bueno, y no tocar sino por incidente
lo malo de esa alma •..
para que ésta por sí misma se tomase la amargura
de la penitencia y de la confesión!
¿ Y cómo no lo haría la afortunada mujet' en ocasión tan propicia 'l-Señor,
dijo, veo que tú.
eres profela.
No neganlio los pecados que Jesús con tanta bondad le.
había recodado,
conceriió ó afirmó que los había cometido~
esto es, los confesó, lo que sin duda hizo con verdadero dolor, viéndose tan favorecida por el mi~,mo á guien había ofen- _
dido; y llena de confianza en esa misma Infinita bondad,
prosiguió pidientlo lo que tanto necesitaba
su espíritu y ya
ahora anhelaba su cOfjlzón :-N uestros padres, prosiguió, hanadorado á Dios en ~Dlonte
de Garizim, y vosotros los judíos decís quc sólo en Jerusalén
está el lugar donde se ha
de adorar.
Duda grav{sima que de seguro atormentaba
la conciencia de los cismáticos samaritanos,
y cuya llclaración y consi-gu!ente traIlq~iliriad de án¡~opodia
la . buena mujer conseglllr ahora mismo del "P~"
-.l\J uJer, créeme á mí, ladijo Jesús, ya llega el tiempñ~
qUf~ ni precisamente
en este
monte ni en Jerusalén
adoraréis al Padrf', sino en cualquierlugar. V osolros 108 sam:lritanos
adoráis lo que no conocéis, pues sabéis poco de Dios; pero nosotros 108 judíos ado--ramos lo que -conocemos, porqne la salvación, esto es, elSal vador, pl"~,de
los judíos. Pero llega la hora, y ya e8,_
.':~~.-.
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· cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espiritu y en verdad; porque tale& son los adoradores que el
}ladre busca. Dios es espíritu y la misma verdad: por lo
mismo, los que le adoran, en espfritu y en verdad deben adocarIe.
La pobre Fotina no entendió por entonces nada de todo
eSto, pero afirmó su esperanza en el Mesias que estaba para
llegar y le había de aclarar todo.-" EIlJ'fesías soy yo, que te
.hablo," le replicó Jesús. 1Y esta es la pnmera vez que afirma
eSto de sí mismo, dpscuhriéndose á una pobre pecadora, EJ., que
tanto empeño ponía en prohibir á los Apóstoles se lo dijesen
á nadie I Con razón su Santísima Madre le bendecía y ensalzaba porque la había escogido á Ella por humilde I (Luc. 1,
48). Con razón bendecía y ensalzaba EL mismo á su Padre,
porque había ocullado sus misterios á los sabios y á los gran-des, y los había descubierto á los pobres y pequeños! (Matth •
.XI, 25: Luc. X, 21).
Deslumbrada con tan repentina luz, ardiendo en amor y
·entusiasmo sn ya limpio y puro corazón, la feliz samaritana
olvidó pozo, agua, cántaro y todo lo de su antigua vida, y
,'V'OlÓ á Sicar á publicar'les á S\18 conciudadanos el gran bien que
había hallado, y del cual quería participasen á todo trance.
iRamera con vertida de repente en 'apóstol! No le importa
que la desprecie el público como abyecta pecadora: ella misma se di vulga .y hace pública su confesión, con lal que sus
~onvecinos conozcan, amen y escuchen al Bienhechor.- Venid á ver; les decílol,á un hombre que me ha dicho todo cuanto yo he hecho! ¿ ~o será él el Cristo ó Mesías?
Ella no lo ignoraba: lo creía firmlsimamenle; pero quería que ellos' se cerciorasen por sí migínoS,. y lo consiguió,
puesto que después le decían :- Ya no creemos por lo que tú
e_s dicho: nosotros mismos le hemos oído, y sabes que éste
-~8 verdaderamente
el Salvador del mundo. Y obtuvieron que
·el Sefior se quedase con ellos dos días.
Los Apóstoles instaban á Jesús para que comiese, y EL
les respondía : Yo tengo para alimentarme un manjar qae
vosotros no sabéis.,
V
Y como no le entendían, ~ lo explicaba diciendo: Mi comida es' hacer la voluntad deHtoe me ha enviado y dar cumplimiento á su obra.
Si, nuestro Divino Salvador tenía hambre cuando, en un
viaje á pie, llegaba cansado á medio día sin haber tomado
alimento, ó bien cuando habla pasado cuarentil días con sus
r\oches sin comer ni beber (Malth. IV, 2); pet
.. o esa hambre
~-que querfa<sufrir por haberse hecho mendigo para enrique-
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- 55.cernos (11 Corintios, VIII, 9) no era sino una débil sombra
deJ hambre de almas que le atormentó
toda su vida. Tenía
sed cuando después de haber andado varias horas á pie, quizá
bl,ljo un sol de aquellos que en la Palestina se nos hicieron tan
terribles á viajeros acostumbrados
á los calores del bajo Magdalena, se sentaba rendido de cansancio al borde de un pozo
y pedía agua á ulla mujer; ó bien cuando derramaba toda
su sangre y habiendo pasado cerca de veinte horas sin tomar
otra cosa que azotes, bofetadas y tormen los indecibles, pronunciaba
la quinta palabra dt~ su a~o.1ía; pero esta sed no
era sino débilunagi'n
de otra muy aruorom en que ardía y se
consumía
su conlZl)n y su alma: sed de almas que le hacia
desear ardienlt'mcnte
los mayores tormenlos, los dolores y la
espantosa
muerte ,le cruz (Luc. XIt, 50'" que eran el único
medio de conseguir la salvacitin de algunas (Hebreos, IX, ~2;
Matth VII, 14). Por eso decía que su comida y su bebida consistían en buscar y salvar á las almas, por las cuales le habla
enviado su Padre. iOh Jesús! Dáme á mí, que t¡íuto lo nece·
sito, y á toelos los sacerdotes, ese tu Divino Espíriru!
I Dáles
á nuestros fieles un verdadero conocimiento de lo mucho que
has amado J amas aún sus almas!
Potina continUlÍ su apostolado y murió mártir en Cartago, en compañía de sus hijos y hermanos;
los Marlirologios
romano y griego los mencionan el 20 de Marzo. La cabeza
de la samarilana,
dicen, se conserva en noma en la Basílica
de San Pablo. Cornelio AI¡Jpide narra, tomállllolos de otro
autor, los horribles tormentos de estos m¡,rtires: los tuvieron
tres días íntegros dentro de un horno encendido, sin sufrir
nada del fuegn; dos veces se les hizo tomar veneno; plomo
y resina defl'clídos les ecltaron, á Fotina en la hoca, y á los
demás en los oídos, también sin daño alguno; mnchas veces
fueron azotados con nervios de buey; s'.Ispendidos de lá ca-,
beza en el aire, se les desgarraba
la piel .Y carne de arriba á
abajo. con peines de hierro y se les quemaba c)n hachones
encéndidos;
les sacaron
los" ojos y así J(:s echaron en una
cárcelllen~
ie animalts venenosos. A hí Cristo se les a¡:>areci6 rcstitu):éndoles
la vista J' la sanidad, y alilJlentándoles
mila$"rosamente tres meses y tres dl¡is, al cabo de los cuales
volVIeron á comenzar
su martirio. Despedazados de nuevo
con azotes, desollados vi vos y c(trtados por pe,lazos sus miembros, al fin se les cortó la cabeza, l1Ienos á Fotina, á quien
echaron en una cislerna
vit'ja, la volvieron á sacar, y ella,
puesta de rodil1¡¡s, entregÓ SlI espíritu. Hé ahí los frulos de
las ~guas divinas de la gracia de Cristo que limpian, curan,
fortifican y saltan hasta la vida eterna.
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A penas serían las 5 a. m. cuando llegámos nosotros
al
pozo: mediante propina eotrámos al recinto de las ruinas de
ese templo, donde es fama que había también antiguamente'
un monasterio de religiosas; el recinto pertenece á los griegos
cismáticos. Atravesámoil y vimos á la ligera esas ruinas y baJámos á un subterráneo
ó cripta, que lo sería del templo;
en medio estaba un como sacerdote
de pie, frente á un
a Itar y con un libro delante; otro como sacristán, á alguna
distancia de su derecha, lela en voz alta en otro libro. A
poco subió el sacerdote al altar y corrió un velo que lo cubrió á él con altar y todo, y luégo volvió á salir en cuerpo,
sin el manto con que antes se cubría. Me ima~ino que iba á
revestirse
con unos ornamentos
que me parecIó ver por ahí.
Nosotros teníamos el pozt} á nuestra
izquierda, al cual le
cuentan 25 metros de h(lndo, y estaba cubierto con una tapa
cuadrada de madera. Queríamos, sin embargo, llegar ese día
oportunamente
á Jerusalén;
y no llamándonos la atención,
antes repugnándonos
las cer ••monias de esos cismáticos, nos
retirámos
para continuar
nuestro viaje, sin sacar agua del
pozo, ni siquiera averiguar
si la había, sin pasear despacio las ruinas ni contemp/arlas.
Poco después, en la única cuesta algo larga que hallámos
en todo ese camino, y que tendría unas cuatro ó cinco cuadras, se encontró Tótari con su hijo que traía las bestias que
habían conducido á nuestros
compañeros
Camacho y Gunzález. Creo que an tes de esa cuesta t'stélban los trabajadores
construyendo
la carretera
que hA de unir á Jerusalén
con
Naplusa. Tótari ordenó á su hijo que dejara por ahí las bestias, y viniera á reunfrsenos, como lo hizo. Tomámos después
en una tiendita, única también en todo el camino, un sabroso
refrigerio de tamarindo, qu(. me recordó á mi Diócesis, porque
en Neiva lo hay muy bueno; y á pocas cuadras de ahí entrámos en la ya dIcha carretera que viene de Jerusalén, donde encontrámos luégo un coche, con el cual arregMmos
nuestro
transporte,
á su regreso. Mientras tanto, y con algún trabajo
por falta de camino, descendimos
de la c&rretera á un vallecito, donde había una fa~nte y unos pastores abrevando sus
ganados, y donde á la ('scasa sombra de unas higueras bajas
y poco copo~as, tomámos un buen almuerzo traído de Naplusa. Como Tótari, apenas nos desmontámos,
despachó las bestias con su hijo, hubimos de trepar á pie por esos barrancos
hasta donde nos esperaba el coche, lo que me costó una buena rotura que se le hizo á mi sotana, única que llevaba. No
obstante, el hacer en coche el resto del camino. era un nuevo
beneficio, que, malLratados como estábamos, nos hizo olvidar
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- 57ese y cualquier
otro percance: dimos gracias á Dios y á la
Virgen del Carmen desde el fondo del alma, y seguimos en
el nuevo vehiculo á las 121 p. m. Pocos minutos después divisámos á Jerusalén sobre una alta colina.
El- Bireh, lugar del
:j. o
Mislerio Gozoso:
Es una impresión igualme~e
profunda que la de Nazaret y Tiberíades, pero de muy distinto orden, la que se siente al divisar de lejos á Jerusalén.
En Nazarct y Tiberlades
todo es bello y atractivo y quisiera uno quedarse allí para
siempre, como queda San Pedro en el Tahor;
mientras que
á proporción que uno va acercándose á Jerusalén, la aridez
creciente de la tierra, la vista de tantas rocas desnudas, más
y más nurqerosas, y de abundantes
pedris,~os que se extienden también más y más, va desarrollando
en el alma cierto
horror, cierto terror, que sube de punto cuando se descubre
la ciudad: el deicidio se presenta á la mente primero que la
Redención
que por él se obró, y se siente la necesidad del
sufrimiento y de la expiación:
"Si in V/'ridi ligno haec faciunl, in arido quid flet'!" (Si al árbol verde le tratan de esta
manera, en el seco qué se hará? Luc. XXIII, 31). Jerusalén
es el teatro de la sangre, del sacrificio, de los misterios del
dolor; y las Lamentaciones
de Jeremías, que canta la Iglesia
en Semana Santa, es lo primero que viene á la mente y los
labios j " Quomodo sede! sola e/vilas .... r¡llomodo obscuralum
est aurum .... mulalus esl color opllmus, dispersi sunt lapides
santuariL .. Cómo ha quedado solitaria \a ciuriad antes tan
populosa 1.... Cómo se ha oscurecido el oro del Templo y mu~
dado su color Lelllsimo!
Di~r~rsas, j ay ! dispersas estÚn las
piedras del Santuario!
"
"El Señor se ha hecho como c[\{~mig() de Jerusalén .... ha
desechado su altar, ha maldecido SlJ santuario:
ha ent,·egado sus murallas y torres en poder de sus enemigos ... Todos
cuantos pasaban por el camino, oh hija de Jerusalén, tt insultaban dando palmadas .... diciendo: ¿ Es ést •• la ciudad de
extremada helleza, gozo de toJo el mundo ? ... El Señor ha
hecho lo que tenía resuello: cumplió lo que había anunciado
desde los tiempos antiguos:
le ha destruido sin remisión .... "
(Il, 5, 7, 'fj, '7)·
Jerusalén, la ciudad deiciJa, es sin la menor duda la expresión más viva y patente de lo terribles 'fue son los juicios
de Dios J de su irremisible y eterno cump imiento: El cielo
y la tierra pasarán, dedil Je...;ncristo, pero mlS palabras no
fallarán"
(Matth. XXIV, 35 l.
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- 5~, A la uná y media lIegámos ~ una estación llamada Ell3ireh, distante de Jerusalén dos leguas, dbnde hay un'a fuente muy abundante: demo~'ámos ahí :UD dto
tom:ar agtiay
á cambiar caballos.
;
,
,
Es una aldea árabe situada en el mismo sitio de la bíblica Beroth, patria de 'f\ecab y Baana (11 Reyes, 1V, 2), dos
jefes de ñuerrilJa~ del t')ército que sostenía el rein~dl) de lsboset, hiJo de Saul, reCIén muerto éste, contra DaVId, que no
era aún reconocido como rey sino por la sola trilm de Judá~
Recab y Baana entraron furtivamente en la casa de Isboset,
que dormía su siesta, le asesiria'ron, le cortaron la cabeza y
se la llevaron á David, esperando tecibir. de él un buen premio. Es verdad que esta muerte sucedía en circunstancias
tales' que dejaba á David reinando sobre todas las doce tribus; pero no por eso dejaba de ser un crimen horroroso:Vive el Señor, dijo David á los asesinos, que si al que' me
trajo la noticia de la muerte de Saú,l, diciendo que él mismo
le habla matado, le hiée matar yo, en vez de darle albricias
por la noticia ;, ¿ cuanto más he de vengar en vosotros~ hQmbres malvados,la sangre de un inocente que darramasteis con
vuestras manos, y extirparos de la ticrra ?
y les hizo dar muerte inmediatamente, cOl'tarles II)s pies
y las manos y colgar estos miembros en lllgar público para
ejemplo y escarmiento.
Tambiép fue en lleroth donde la SdnL1sima Virgen y San
José echaron menos al Niño, con quien. srgún costumbre,.
habían bajado á Jerusalén á cclebrarla Pascua, cuando tenía doce años, y al regresar se les quedó en el templo, donde
le hallaron.
tercer día, hecho que se medita en el quinto
misterio gozoso del rosario.
El cspíritu de obediencia á la Ley Divina era el carácter
distintivo de todas las operaciones de la Divina Familia de Jesús, Marfa y José. Por eso en circunstancias que perfectamente excusltban á cualq,uiera de obedecer una ley, emprendieron la marcha de cuatro á seis días de Nazaret á Belén)por obedecer un edicto del Emperador Romano, lo que
originó el nacimiento del Redentor en una cueva de animales; por eso también la Virgen, purísima por excelencia, obedeció la lt>yá que no estaba sometida, y á los cuarenta días
de su divino alumbramiento se presentó á practicar en el
templo la ceremonia llamada purifzcación, en la cual oyó el
anuncio de la ('spada de dolor que la atravesaría el alma; y
en fin, por obediencia á la Ley, cada año venían al templo á
celebrar la Pascua, y en uno de estos viajes expel'Ímentó ya
la aguda espada anunciada, durante los tres días de separa-
a
ción de su Divino Hijo.
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- 59Notemos que ni la Virgen ni el Niño estaban estrictamen-·
te obligados á concurrir á la Pascua:
la ley obligaba á esta
concurrencia
tres veces por año sólo á los hombres (Oeuteronomio, XVI, 16) ; pero la Virgen quería enseñar á las madres á conducir ellas mismas sus hijos pequ~ños al templo á
practicar los actos de la religión,
Algunos
intérprete!',
creo (Jue con bastante fundamento,
opinan que el Niñ') Jesús, con permiso de sus padres, se
reunió con algunos parientes, mientras ellos se desocupaban
de algo que aún los detenía en Jerusalén;
.Ypor eso contaban
con hallado
en Beroth, donde iban á pasar con todos" los
par¡'entes!l conoddos" la primera noche del viaje. Jesús, "06e-diente hasta la muerte," como lo llama San Pablo (Philip
11, 8), Y cllya ocupar,iólI en casa no era otra que la de" estar
sujeto !I obediente á SllS padres," como asegura San Lucas
(H. 51), sin duda alguna no era como los muos de las familias de hoy dla, á quienes SlIS padres dejan en completa libertad para salir de casa cuando y á donde quieran sin licencia y aun sin conocimiento de ellos; lo cual es la causa
de que tan prematu¡'amente
se corrompan y vengan á ser más
tarde para sus padres causa de muchas penas en la vida y de
muchos temores y gravísimas responsabí lidades en la muerte. Por é80 creo que el J'liño Jesús no se "eparó ni un instante ~llado
de sus padres sin permiso;
y que sólo la misión
recibida de su Padre Divino, en CllJO cumplimiento
no estaba ni podía estar sujeto á ellos, le hizo luégo separarse de SU!!
parientes y compalícros
de viaje para quedarse en el templo
haciendo notar con toJa evidencia á 105 doctores de laLey,
por medio de sapicnllsimas
preguntas)'
respuestas, que era
ya el tiempo de la vcnida dcl 1\Iesias, para que estuviesen
más avisados J recibiescn las enseñanzas que había de dades.
Al hallar al Niño Jesús en el templo le dijo su Madre, no
delante de la concurrencia,
sino tl EL solo, estas palabras,
que no son de reprensión,
sino de sencilla extrañeza,
de
profundo amol' y de dolor: "lIijo, ¿ por qué te has portado
asl con nosotros? Mira como lu padre y !10,llenos de aflicción, te hemos andado buscando. Y El les respondió: ¿como
es que me buscabais'! ¿ No sabiais que yo debo emplearme en
las cosas que miran al servicio de mi Padre? (Luc. JI,48,.
49)' Palabras que tampoco SOn de reprcnsión,
sino de enseñanza y consuelo para Jos dos Divinos Esposos, y de excusa.
y de defensa de su conducta por parte de Jesús.
En honra de este dolor de la .Madre Virgen se edificó
desde los primeros tiempos una iglesia en este lugar, restaurada en tiempo de las cruzadas, de la cual apenas quedan,
hoy vestigios en EI-Bireh.
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XIV
lBRUSALSN
Delcripción
A las 3 en punto, cuando sonaba el toque al Via Crucis,
~legámos á Jerusalén 8.la Casa Nova franciscana; y así con
mi sotana rota, como ya había pasado á pie varias calles
-(pues el coche no llegó hasta la casa), fui á cumplir mi deseo
de asistir al ejercicio: ¿ por ventura Nuestro Señor, en esos
mismos parajes, no estuvo más desnudo?
Pero antes de rasar á referir nuestra participación en el
:Santo ejercicio de Via Crucis, será oportuno darle al lector
.alguna idea de la situación topográfica de la célebre ciudad
de Jerusalén. Está colocada sobre un punto de las montañas
-de J udea, á unos 780 metros sobre el Mediterráneo; los muros que la encierran, de 13 á 14 metros de altura, y algo más
-de dos de espesor, semejan un rombo, cuyo lado más recto,
-:que es el oriental, sobre el Monte Moria, mide en dirección
de Norte á Sur nnos 900 metros, de la esquina NE., donde
está la torre angular, en línea recta á la esquina SE., donde
se halla parte de los muros mismos de Salomón, ó por lo meIlos sillares de esp, tiempo, de 9 metros de largo. En ,este
·.costado oriental está la puerta de San Esteban, lJamada por
16s árabes Bab-Siui-lIfariam (Puerta de mi Señora .llarta,
á causa de que por ella se pasa para ir á la tumba de la Vir..g.~
en), unos 300 metros al Sur de la torre angular ó esquina
NE. i Y la puerta hoy tapiada, llamada de oro, que corres,ponde á la antigua del mismo nombre por donde entró Nues·tro Señor el Domingo de Ramos, y queda 1ll}llS200 Illctros
.al Sur de la anterior. Creo que esta pnerta es la misma llamada lIermosa (Hechos Apostólicus, m, 2). De la e5quina
.sE. loma el muro meridional, que no es nada recto, la dirección SO. ocupando una extensión de unos 1,000 metros
en línea recta, hasta la e~quilla SO., y dt'jando fuel'a una
·buena parte del monte Si(~1lque comprendían las murallas
antiguas. E" este costado del Sur se halla la puerta de los
Africanos, llamada por los europeos Esterquilinia, á unos
400 metros de la esquina SE. en línea recta;
y la puerta de
Sión ó de David, á unos 300 antes de lIc:,{ar á la esquina SO.
Sigue el costado occidental que consta ~de dos partes, una
-algo recta de unos 450 metros de Sur á Norte, hasta la puer,la de Jaffa, medidoi siempre en línea recta; y otra de unos
~50 metros de esta puerta en dirección NO., en recto hasta la
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-
th
primera de las d)s esquinas que tienen los muros en el vértice occidental. Entre una y otra de e,tas dos esquinas habrá
unos 100 mctros en rccto y sin srguir la dirección de los muros, que hacen ahí una entrada
hacia el Oriente. Este lado
occidental está construido á mllch'l di.~tancia al O. del antiguo, y co:nprende e1l\Il>nte Calvario, qll'~ antes estaba fuera: las dos esquinas citadas, que están en derecho de la
Puerta Judiciaria
del antiguo muro, distan de cf(a algo más
de 500 metros. Por último, el co~tado septentri.-mal
tcndrá
unos r ,200 metros en recto .Yen dircccillu N E:., de la segunda esquina dicha hasta la NE. Hacia la mitad. de este costado se halla la puerta de Damasco; y hacia /;¡ mitad del espacio cntre clla y la eS(!lIinll NE. está la ruerla de Herodes,
hoy cerrada con mllro. El muro septentriunal
es algo paralelo al meridional;
y IIHa gran parte del Clc('id~nlal, paralela
al oriental.
El suelo de la ciudad es muy fJuchrado, como
que comprende varias colinas, cntrc elloS el Culvario al O.,
el .Monte Moria al E., el de Sión al S., ele.
Pc.r fuera de los muros, la ciuJafl está roJeada, con excepción de la parte Norte, por tres hondos 'r' estrechos valles: el de Josafat, formad<) por los Montes MOI'ia al Oeste, y
OJivete y del Escándalo
al OI'iellt(~, <Í lo largo de SlI costado
orient'll;
al Sur, por ellJinnónÓ
Gchenna, Lrmado por los
montes de Sión al Norte y úd :\lal Conseju al Sur; al Oeste,
por /'1 de Gihon, menos hondo ql\l~ los do, anteriores. El valle de Josafat, por cuyo fonuo baj;l de Norte á Sur el cauce
seco dd torrente Cedrón, abarca tt)do el lado oriental de la
ciudad, se reúne con el de Gch"nna y luégu torna dirección
oriental hasta el de JericÚ; pero /lO til'lll~ amplitud
sino en
la cabecera donde empieza, y desde (hlt,le sig-ue luégo sin
más anchura que la que le d/'jan LIS colini-ts de uno y otro
lado con el solo cauce por el r!l~.
Dominan
lu ciudad pOI' el
Norte el Monte Escapo;
por el Oriente, cncerrando el valle
de Josafat, el Olivete y el del EsCÚn,lalo,)' por el Sur, el del
Mal Consejo; e6cerrando
el va)¡~ de G~h~lJf);l: tos tres primeros forman una Bola serranía J~ 8,30 metros sobre el Mediterránco, esto es, bastante más alta que la ciudad.
Tiene Jcrusalén cerca de GO,ooo haLilallltls, de los cuales
más de la mitad son judio"
una c:uarlu I'Llrle lJIusulmanes,
una séptima griegos cismáticos, linos 4,Ol)U ralúltl:oS, entre
latinos, griegos, armenios y ma['(lIitas, y Ivs demás, fJl'otestantes y cismáticos (rusos, armenios, CllflúS, dÍ'Jpes y &irios).
Está di vidida en cuatro barrios que pueden designarse por
108 cuatro ángulos:
el de los Cristianos, al N. O:; el de los
Armcnios, al S. O.; el de los Musulmancs, al N. E.; Y el de
S
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- 62los J udlos, al S. E. Las canes principales son: fa de Damasco, que parte de Ja ruerta del mismo nombre y en diree~ión casi recta hacia e S., conduce á la puerta de Sión, distante de aquélla unos 1,200 metros. A los 300 metros de la
puerta de Damasco, se cruza esta calle casi en ángulo recto,
con la de la Amargura ó Via Dolorosa, llamada también en
su parte más alta, que es la occidental, calle de los Cristianos, 1;\ cual párte de la puerta de San Esteban hacia el Oeste
en línea casi recta unos 450 metros; sigue luégo hacia el SE.
unos 100 metro~, formando un ángu.lo agudo, y después
otros 5(,0 en recto hacia el Oeste y termina ramificada. un
poco al Nurte de la puerta de JaiTa. Otra calle tran&versal
casi recla, que antignamente se llamaba calle de David, en
BU parte alta Ú occidental, y calle del Templo en su parte inferior ú oriental, principia en la puerta de Jaffa, tien,~ unos
750 mt'1rus de longitud y termina en la mp.zquita de Omar
'lu~~ocupa el lugar del Templo, cerca del muro oriental, entre la puerta dUf'a!la y la esquina SE.
La Basílica del Santo Sepulcro está unos 50 metros al'.8. de
la mitad del último trayecto que he descrito de la calle de los
cristianos, y otros tantos al O. de la calle de Damasco, situada de Oriente á Poniente, pero la entrada es por el costado sur.
Via Crucis
Cuando lIegámos al lugar de la primera estación, antes
de principiar, nos saludámos con el gusto que es de supoDerse con nuestros amados amigos Camacho y González, que
venían p(lf otra calle á tomar parte en el mismo piadoso y
conmovedor ejercicio.
y lIegámos muy á tiempo, en el mismo instante en que
principiaba el Padre FranCiscano á leer las preces de la primera estación en el lugar donde fue pronunCiada por Pila{os
la sentencia de muerte; y asi seguimos sucesivamente con las
siguientes estaciones, que duraban más ó menes dos minutos
cada una, en los mismos sitios en que sucedieron los hechos
de la Pasión que conmemoran, que aunque poco distantes
unos de otros, recorríamos á veces á largos intervalos por las
vueltas y revueltas que imponen las calles y casas actuales,
construidas sin ningún miramiento á tales sagrados lugares.
En muchos de éstos hay capillita ó altarcito ; pero en algunos otros no hay sino alguna palabra ó inscripción ~n el muro exterior de alguna casa. Las calles que se recorren son todas á la turca, con su acostumbrado desaseo, estrechez y mal
olor, ventas en el suelo, tráfico de transeúntes en sn mayor
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parte extraños á la fe de Cristo, ó cismáticos ó her.ejes; p<w
fortuna los f;'anciscanos han obtenido que un agente de policfa, con su respectivo uniforme é insignia, vaya delanté-~
la procesión para despt'jar el camino é impedir cualquier detJ..
orden <'> desacato. Las cinco últimas estaciones,
que son: la.
en que el Señor fue despojado de sus vestidu;as, la de la crucifixión, la del emplazamiento
de la cruz y muerte del Salvador, la de la Madre de los Dolores con su Divino Hijo en tos
brazos y la del Santo Sepulcro, son las que están comprendidas bajo el techo de la gran Basílica.
Terminadas
las Estaciones,
hicimos nosotros una nUeTa
vi~ita á las clIatro últim3s, y acordámos con el P. Guardiáu
la hora en que cekbral'Í.lmos
al día siguiente el Padre SiJ'fa
y yo en el Santo Sepulcro, pues los otros dllS lo hablan fH:-cho ese día; ~o;j(jclml/s el pequeño convento franciscano, adyacente á la Basílica, y fl'g'resámos á la Casa Nova, á convenir la distribución
que hablamos de seguir en los tres días. de
que disponfamos, pues el martes siguiente,
16 de Julio, partIríamos de Jerusalén.
También aquí bendigo á Díos, porque á pesar del poco tiempo, se me facilirá una excursión que yo no quería suprimir, á
Jericó'y al JOl'd<in, sin dejar por eso de conocer todo lo principal de Jerusalén
sus alrededores. un joven árabe que
bIaba bien el español se comprometió á lIevarnos en coche el
sábado por la tarde á San Juan de la Montafia y á Belérr",
y el domingo á Jerj~ó y al Jordán, quedándonos el resto del
tiempo para Jerusalén.
y
r.-
xv
BETANI A-RETF
AGE-SAN
ESTFBA~
Después de una buena refección en la Casa Nava, mont"
mos los cuatro en un coche en la misma tarde del vip.roe8 (ya
se sabe que la luz del día dura hasta las 8 p. m.) y fuimos á
Betania y á Betfage, cOlJducidos por el Padre HilarióD, franciscano español.
Betania es una aldea situada en la fiilda oriental del monte Olivete, el cual, por lo mismo, s/" intcrp'Jne entre eIJa y Jerusalén, de la que dista unos tres kilómet ros y cuarto, quiDce estadios, como dice San Juan (XI, 18). Un estadio es com •.
unos 208 melros. Los árabes la llaman El AzarÍeh Ó aldea
de Lázaro. Una de las principales
familias que la habitabaa
en tiempo de N ueslro Señor era la de L:l;~ar(), quien, con sus
dos hermanas Marta y María MagdaJeofl, había recibido la
tal vez desde el principio de las predicaciones de Jesús, y ad-
re,.
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- 64guirido con EL una amistad muy grande:" Je$ú$, dice San
Juan, tenía particular afecto á Marta y á Sll hermana Marta
51á Láraro" (XI, 5"; Y como Bctania quedaba en el camino
de Jerusalén para Jericó al oriente, y quizá también para
Samaria y Galilea al Norte, el Señor llegaba á casa de ellos
con muchísima frecucLcia.
A María Magdalena la Cl1ent<.lSan Lucas entre las" muchas mujeres que acompañaban al Señor en sus viajes y ll!
O$ist/an con sus bienes" (VIII, 2, 3). Quizás ella, que era una
p"ccadora pública, oiría de hoca del Bautista que Jesús era el
~ordero de Dios que quitaba los pecados del mundo, y por
eso, tocado y converlldo su corazón con las primeras predieaciones del mismo Jesús, aprovechó la primera ocasión en
..un banquete que un amigo de ella, el fariseo Simón, dio al
Señor: penetró de repente en el salón, y postrada á sus divinos pies, lloró con tanta abundancia que los lavó con lágrimas, y los enjugó con su cabellera, que tantas veces había
,ido instrumento de sus maldades, ungiéndolos luégo con
precioso ungiiento ; y por tanto dolor y amor así manifestado, mereció en medio de aquel concurso oír su propia defensa, una grande alabanza y últimamente la absolución de sus
pecados de boca del Señor mismo. Quizá este hecho seda la
ocasión de estrechar amistad nuestro Señor con esta familia,
y me imagino que ello sucedería al principio de Sll vida pú" J¡Jica. Aunquc San Lucils, que es el único que lo refiere (VlI,
36-50), lo pone como sucedido después del milagro de Naím,
ciudad no muy lejana de Mágdala, y algunos intérpretes
por eso opinan que sucedió ahí, creo sin cm b~rgo que se
Impone la tradición, srgún lá cual Simón Fariseo vivía en
Jerusalén, donde se muestra el lugar de su casa que los primeros cristianos habían convertido en iglesia, en cuyo pavi·
mento una cruz señalaba e1lngar donlle cslnvo Jesús durante aquella escena. Juzgo, pncs, qne la ciudad donde era pecadora Magdalena (" qUa! eral in ciuitate peccalrÚ: ") era Jerusalén, donde vivía el farisco Simón, dc quien era muy conocida.
En otra ol~8sión, habiendo llegado Jesús á la casa de esta
misma familia, 'laría Magdalena, sentada humildemente á
sus pies, le escuchaba con aténción; pues el Redentor, para
darnos ejemplo, no perdla ni un instante de tiempo, y donde'.quiera, en sus viajes y en sus posadas, aprovechaba todas las
.oc&siones de haccrles Lien á las almas, predicándoles y cose·
láándoles la ciencia de la .,ida eterna, no sólo en común á mu·
chas, sino también en particular á cada una. Marla se afanaba por preparar 108 alimentos, y viendo la actitud de Magdal
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Iena, llena de confianza en la beni~nidad y amistad del Se·fior, le dirigió la siguil'nte
mterpelaCIón :-" Señor, ¿ no &6
da cuidado que mi hermana me ha dejario sola COIl todo el
peso del trabajo? Dile, pnes, que me ayude."-Maria, Mar/a,
le respondi6 el Señor, tlÍ te alanas y acongojas, difítraída el)
.-luchlsimas cosas; !I á la verdad q"e una sola cosa es necesa •.
ria, que es la salvadón elerna. ftlaria ha escog,do la mejor
suerte. de que jamds será privada." Palabras con las cualeli
mostró la práctica de aquella doctrina del "único necesario"
CJue tantas veces proclamó, srgún la cual, el hombre que se
ocupa en los asuntos de Sil alma únicamente,
puede estar seguro de que Dios se oeupllrá rn proveerle
lo necesa¡'io para
el cuerpo (Mafth. VI, 3:1 j Lllc XII, 31); pero en el caso prc··
sente el Redentor nos enscila que ~un aquellas obras que so
t'jecutun rJl hien del alma, como la caridad y hospitalidad'
que practicaba Marta, han '¡C ejercerse sin afán III inquietud;
y solamente por agradar al Señor, que es el objeto único en
que ha de aquictarse totalmcnte
nuestra voluntad,
obtenirlo
el cual, ésta ha de descansar sin preocuparse
por otra cosa.
El hecho más importante
de Jesús en Belania y con el
qne mejor probó su pl'edil~cci(')n hacia los tres hermanos,
Lázaro, Marla y María, fuc la resllfreceÍón
del primero
(Jo. XI), sucedida quince días 3ntes de morir el mismo Sei'ior,
que es preci~amente cuando la Iglesia conmemora
el hecho,
eslo es, el viernes antes de la Dom{nica de PasiÓn.
El Ju~ar donde sucedi,) este gran milagro, ó sea el sepulcro de Lázaro, fue b ímico que nosolros
vimos en llelania.
Eslá cavado en roca vi.va y compuesto de dos departamentos,
como snelen ser los sepulcros hebreos de nnbks ó de peNlo"
nas rica"; nsí el'H el de los patriarcas
Abraham, Isaac y Jacob, "llna cue\'a duJ)lc " (Gén. XX IlI, 9. 17, 1~I; XLIX, 29);
el primer departamcnto
del dt· Lúzaro es ulla antecámara d~
tres metros de largo por dos de ancho, ,Y el srg'undo, que se.,
ria la cámara donuc cslaba el cadáver, licne ¡J(IS y medio metros de largo por dos de alH:ho j ambos estlÍr. Laja el nivel.
del suelo, y la antecámara
unos m, o,Go lJl:1S alta que la cámara inll>rior, á la cual se pasa p,lr una él1wrtllra ó puerla
praclicaua en la roca .Ycon tres ó cuatro gradas;
se baja del
suelo exterior á la antcCÚma¡'u por una Jar~a escalera de 2!'
escalonrs. QlJizá, aun d~sdc e1liempo de Nucslro Señor, estaba cavado bajo el nivel dd SUdl), y asi la pi¡:dra qlle cerraba
la primera rntrad¡:¡, estada ('(llocada no \"Crlicéll SillO horizontalmente, superpoÚtus (Jo, XI, ,,8), como dice el Evangelio.
Es pOSIble que el Señor no llamara á L1zaro c.',esde la antecámara, que por s u estrechez no poMa con tener sino muy pocas
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- 66JlUSoaas, y a dondeno es probable que nadie bajara, infesta·Cfa como citaría por la fetidez del cadáver, sino desde el suelo
.exterior ; yentonces Lázaro (no surrexit, se levantó. ni reledl't, se sentó, como en las otras dos resurrecciones, Matth •
.IX, Lucas VII; sino prodiit, Jo. XI, 44) salió por si mismo,
por: tG menos de la cámara inlerior á la otra, donde pudo ser
fa visto y desatado por los concurrentes, según lo mandó
Jesús. Nota bien Alápíde que hubo, pues, dos milagros: la
l"t!Surrección y la salida de Lázaro todavía atado de pics y
manos y con la cara cubierta con el sudario.
Este mila~ro tu vo una excepcional importancia, y puede
duir8e que él fue la causa determinante de la muerte del
Señor; al saberlo, resolvieron los pontífices y fariseos no
(olerar por má¡¡ tiempo" á ese hombre que hacía muchos milagros," y se reunieron con ese ohjeto en una casa de campo
·del sumo sacerdote Cuífás, situada cp.rca de Jerusalén, en el
monte ql\e hoy se llama del Mal Consejo, á calls'! del parecer
que emitió allf el mismo Caifás, de que era preciso quc Jesús
muriese para que viviese toda la nación; consl'jo malo por
la intención injusta .Y errónea con que fue dado, pero que
era una gran verdad, calificada por San Juan, como profecía
cfI1e ~n saberlo emitió Caifás en su calidad de sumo sacerdote
(Joan, XI, 51).
P~ro lo que más patentiza la importaneia de este porlen(oso hecho sl)n la,; palabras y cvnducta (Id S~ii()r: Marta y
Ma.ría "enviaron á decirle .. Señ?r, mira que aquél á quien
tú amas está enfermo"; Á lo cual E [. contestó que esa enfermedad no era p1ra muertl', sino para queel Hijo de Dios fuese por ella~I(lTit1cad(\; y á los Apóstoles les dijn que se ale(.raba d~ no haber estado ahí, á fin de que se aumentase su fe
(Joan, XI, 4, 15); )' así, en vez de ir á ver al enfermo, se demoró varios días dunde estaba, es decir, al otro lail) del Jordán, de suerte qlle cuando vinn hacía cuatfl> días que el enfermo había muerto.
~'Yo soy la resurreccidn y la vida, dijo Jesús á Marta
que vino á encontrarlo; quien cree en mi, aunque hubiere
muerto, vivirá: !/ todo aquel que vive y cree en mi no morirá
para siempre"; palabras que canta la Iglesia en b sepultura
de los fieles, Ma~dalena, llamada por el Señor por medio de
Marta, vino también á encontrarle llorando, y con ella muthos judíos también llorando; y al verlos Jesús" estremecidke en su alma, y contarbdse á Si mismo," emitiendo voluntariamente, como dicen los sagrad03 intérpretes, dos actos:
uno de profundo dolor por la muerte de L,lzll'O y la aflicción
de sus hermanas y amigos, no menos qu'~ por la muerte del
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- 67género humano significada por la de LáZilro, y á la cual venía EL á poner remedio por medio de la suya propia tan llena de tormento é ignominia;
y otro acto de santa indignación contra la muerte y el demonio qUIl la había causado, no
menos que contra la dlreza y maldad de los judíos que en la
mente divina había sido la causa de la muerte de Lázaro, é
iba también á dar\e la muerte al mismo Hellentor.
Con este
movimiento de indignación
como que se preparaba el Señor
á la lucha contra la mup-rte, arrebatándolc
con grande y muy
divino esfuerzo una víctima ya harto sllya y sobre la cual
ejercía el más completo dominio con la corrupción sepulcral;
se preparaba
con heroica fortaleza
á la inminente
lucha
contra la muerte eterna del género humano, á la cual había
de vencer con sólo entregarse á la terrible muerte que le preparaban
los judíos. Esta in,lignación
del Redentor, de la
cual El. mismo había de ser la víctima, gluriosísiUla .Y eternamente victoriosa, es la que pone lsaías en d Corazón y labios
divinos del mismo Señor, diciendo:
"Yo los he pisado en
mi furor, los he pisoteado en mi ira: 8:1 sangre salpicó mi
vestido y manché toda mi ropa. Hé aquí el día fijado en mi
corazón para tomar venganz:l:
es llegad.} ya el tiempo de
rellimir á los wíos. Eché la vista al re:le.lor, y no hubo quien
acudiese á mi socorro .... sólo me salvó mi brazo; y b ind;gnación que concebí, esa me sostu va" (LXIII. 3-5)'
Al ver Jesús la tumba de Lázaro, ordarol1
las lágrimas
de sus ojos, y fue la primera
vez que consta que lloró: las
otras dos fueron al pronoslicar
la ruina dl' .Jerusalén el 00min~o de Ramos (Luc. XIX, 41), .Y en la Oración y Sudor
de Saog-rc en el huerlo, de la cual parece dice San Pablo á
los Hebreos que sucedió C/lmclamore valÚlo el lacrymis (V, 7)'
.JesÚs girnil) lambién al curar al sordomlldo
cuando regresó
de Tiro y SidÓn (Marc. VII, 3ft). No ha\' duda de que todas
estas lál;"l'imas las arrancaba
la compasiÚol hacia la profullda
y múltiple miseria humana.
Jeslís se conmovió profundamente
á Sí mismo por cuarta
vez, momentos an tes de imperar la salida de Lázaro, quizá
al ver la espantosa ceg-llcJad con que al~'unos judíos preguntaban por qué no había impedi.lo la m\lerte del enfermo, EL,
que había curado á \In ciego de nacimie'lto.
A pesar de que Marta, cu.ya fe todavía vacilaba, observó
que el c,lIlá ver hedía, Jesús con todl) mandó quitar la piedra
que cerraba el sepulcro, y levantando Ic,s ojos al cielo, dijo:
¡Oh Padre! gracias te doy porque me has oído: bien es verdad que ya yo sabía que siempre mI! ol/es. mas lo he dicho
por razón de este pueblo que está al redt'dor de mi, con el fin
de que crean que Tú eres el que me has ,~nviado.
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68-
Tan Ilolemnes é insólitos preámbulos
para este milagro
comprueban que el Señor le atribuía grandísima import~ncia,
principalmente
como golpe decisivo dado á la incredulidad
y como moti va seguro para el acto de creer, que es el fundamento de su obra de Rf'dención.
Con un fortísimo grito ordenó Jesús á Lázaro que saliese
del sepulcro, quien postrándose luégo á los pies de su Libertador, le dio humildes gracias por la vIda que le reEtituía.
Se dice que Lázaro preguntó al S~ñor si tendría que volver á morir, y que nunca rió en el resto de su vida (Y. Alápide,
in Jo. XI, 44).
Nuestro Señor, en vista de la persecución
que ]e decretó
Caifás, y mientras le llegaba su hora, se ausentó
de Betania
y de Jerusalén,
permaneció
durante una semana en Efrén,
cerca del desierto, y reg-resó á Betania el viernes de la semana precedente á la de la Pascua judaica. Allí Simón el Leproso le dio al sig-uiente día una cena, en la que fig-uraba
Lázaro como convidado, y Marta servía á la mesa. María Magdalena repitió ahí 10 que había hecho en casa de Simón Fariseo, y le ungió al Señor los pies y ]a cabeza con un bálsamo
precioso, lo que dio origen á que los discípulos,
principalmente el traidor Judas, murmurasen
por que no se había dado más bien el valor á los pobr~s; pero el Señor les respondió haciéndoles saber que esa mujer lo hacía como inspirada,
emhalsamando
su cuerpo para la sepultura, y que esa acción
inmortalizaría
el recuerdo de ella en todo el mund(l.
Nosotros no vimos ni e] lugar de la casa de Simón el Leproso, ni el de ]a casa de Lázaro, pero sabemos que en ambos
ha habido iglesias que hoy no existen.
Lázaro era noble, rico y muy principal entre los judíos;
sus padres se lIamanan Siro y Eucaria;
recibió el Espíritu
Santo el día de Pentecostés, entregó cuanto tenía á Jos Apóstejes y se dedicó á]a predicación.
Envuelto con los fieles en
la primera persecución
en Jerusalén,
dcspués de la muerte
del Protomártir
San Esteban, fue desterrado con sus dos hermanas y con San Ma~imino, uno rle los 72 discípulos, quien
había bautizado al mismo Lázaro y toda su casa; con San CeJidonio ó Cedonio ó Sidonio, que era el ciego de nacimicnto,
curado en la piscina de Siloé(Jo. IX); Y con Marccla, sirvienta
de Santa Marta; embarcados por los judíos en una navecita sin conductor ni remos, llegaron providencial
y milagro-umente á Marsella, ciudad y puerto de Francia,
cuyo primer Obispo fue San Lázaro. Ahí murieron los tres hermanos
amigos de Jesú~, á quien con tanlo afecto hospedaban
siempre en su casa tle Delania.
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- ~9-
'"
A Santa Marta se le apareció Jesús á la hora de su muei~
te y le dijo: "V én, amadisima y hospitalaria
amiga mía; por
que así como tú me recibiste en tu casa, así te recibiré yo en
mi cielo." (Alápide, in Jo. X, 38). Y San Antonino
agrega
que el Señor honró con su presencia la sepultura de esta Santa Virgen.
San Maximino
fue obispo de Aix, cerca de Marsella, y
San Celidonio fue su sucesor.
De la tumba de Lázaro subimos á pie hasta Betfage, lugar
situado al comenzar el declive meridional dd monte Olivete.
Desde ahí "imos al Oriente el extensisimo
valle de Jericó y
una huena parte del Mar Muerto, y á nuestros
pics, al OCCIdente, la ciudad al otro Jado del CedrÓn.
Al día siguiente de la cena de Simón el Leproso, esto es,
el domingo, verificó el Señor su entrada
triunfante en Jerusalén: partió, pues, de Belania .Y llegó :i Iktf.lge, donde los sacerdotes solían proveerse de víctimas para los sacrificios.
Y
como el qne iha EL á ofrecer en esa pascua era el de Sí mismo y de su sangre y vida, y además había de ser su g-Iol'ioso
y eterno triunf'l sobre la mnerte y el infierno, quiso llegar al
lugar del sacrificio en medio de una triunfante
ovación, precisamente en el trayecto <Iuc re,~orrian las otras víctimas desde Betfage hasta el templo.
Hace poco que los francisc~nos
adquirieron
el lugar de
Belfage, donde tiencn una iglesia y un hospicio en construcción, y donde por medio de excavaciones
113n hallado una
gran pieura cúhica de rn. 1.50, que se pxhibe dentro de la
iglesia y CllpS inscripciones,
aunque iflcnmpletas por causa
dcltiempo.
lur('cen ser de la época de las l~rlJzadas, y atestiguan suficientemente
que ahí principi<'¡ ,,1 Señor su marcha
triunfante
á Jerllsalén, mon~do en él pollino que hizo traer
por dos ApÓSlolés, y rl~(:ihiendo desde a'.lí los homenajes y
vítores del puehlo CII(llsi,lsrnauo.
Entró Jeslís en el Templo por la puerta Aurca 6 Dorada
y volvió á arrojar de él á los pl'ofanadores, como lo había hecho tres años antes, cuando vino a. celebrar la primera
pascua de Sil vida pública. El mismo dia r~resó
á su amada posada de Bl'I;tnia (Malth. XXI, 17), plles sin duda en Jerusalén el lllil~dll:í los fariseos y escnbas liD permitió que nadie le
ofl'eci¡'se IlUaf'italidad entre los muchos que lo habían aclamado. ¡Tan 1Illlchd>le y débil es la ,·oluntad dd hombre para el
bien; tan falso y versátil~
el mundo y t'1I /,pínión .•..l
Descendimos de Brtraffe á donde nos <I~ uardaba el cc,che;
sesenta metros al occidente del puente sol/re el Cedrón, bajé
yo del coche para orar en el mismo punto donde fue apedrea-
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.do San Esteban Protomártir; es una roca sin veatigio~ de que
haya habido al-.í templo nunca. A pesar de todo, yo creo más
bien en la autenticidad de este lugar, que pn la del otro que
-seexhibe como tal al norte de Jerusalén, no sólo por el respeto á la autoridad de la Orden Franciscana, de que ya he
hablado, sino por la tradición de la puerta de San E__
teban,
así llamada sin duda por su cercanía al lugar del martirio del
Santo Diácono; y porque ulla antífona de su ollcio, que es el
26 de Diciembre, da suticientemeote á entend~r que fue martirizado á orillas de un torrente, que sería l"1 C~drÓfl: Lapides torrentl:<; illi dulces juerunt; dulces fueron para él las
piedras del torrente.
XVI
EL SA",,'CO UO:-lTE OLIVETE
Al día sig'uiente, sábado '3, después de celebrar ll)s PP.
-Gamacho y González en el altar de la Crucifixión, y el Padre Silva y yo en el Santo Sepulcro, fuimos á conocer la cima del monte Olivete, desde donde el Redentor triunfante
de la muerte se elevó por su propia virtud á los cielos, y el
huerto de Getsemaní, donde dio principio á su sangrient9
combate. El Padre Hilanón fue siempre nuestro amable guíá.
Subimos á pie la parte más alta del monte y llegámos allugar de la Ascensión, que desde Santa Elena ha estado siempre cubierto con algún templo, á pesar de repetidas destrucciones.
San Jerónimo dice que no se hahía podido interceptar
con el techo la línea que el Señor debió describir, á su paso
hacia el Cielo. Y el Venerable Beda diz que atestigua que en
su tiempo, la víspera de la Ascensión aparecía dUl'antc la noche cubierto de luces el sagrado Monte. Hoy está cubierto
ese santo lugar por una mezquita octagonal, de sei~ á siete
metros de diámetro, antigua capilla que construyeron los
franciscanos y usurparon luégo los musulmanes. Los ffanciscanos conservan el derecho de celebrar dmtro de la capilla
los solemnes oficios divinos, la vispera y día de la Ascensión.
En el centro de ésta hay una depresión del suelo, de fOl'ma
rectangular, que mide m. 0.80 de largo por 0.50 de ancho
y 0.10 de hon'do, que deja ver la roca, desde donde subió
Jesús al cielo; y en medio está la';buella de su sagrado pie
izquierdo, habiendo desaparecido la del derecho. Nota Chateaubriand que esta huella da á conocer que Nuestro Señor
subió al cielo con el rostro vuelto hacia el Norte. Nos pos1rámOBá orar alrededor de esa roc'.! S\lcrosanta y 1a besamos
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71
-
devotamente,
pensando en los encontrados sentimientos
que
debieron despertarse
sobre todo en la Vir~en, 'ya de alegria
por el triun fa y gloria de su amadísimo Hijo, ya de tristeza
por la sepa~ación y por Sil larga permanencIa
¡nín en este
valle de lágrImas.
Mediante un hagsis ó propina, subímos á la cúpula que
corona la capilla, y que está sostenida por columnas y arcos
al rededor de la roca de I:J huella, y sirve ahora de minarete,
especie de mirador muy alto, rodeado de baranda, donde, en
lugar de locar campanas, quc n(, hay, canta el santón ó' ministro musulmán, llamando á orar á losfieles mahometanos.
Desde ahí estuvimos contemplando
la ciudad y orientándonos srgún las explicaciones
del Padre IIilaáón. que omito
aquí por haber explicado ya algo de ello en el párrafo XIV,
Y porqlle pienso dar a,ldante más aclaraciones.
Puede decirse que e1l\1cnte Olivete fue, cc'mo el Templo
de Jerusalén, cllu;{ar de las úllimas predicaeiones de la vida
mortal de Nuestro Señor, desde el viernes precedente al Doming-o de Ramos hasta su pasión: lados los dÍ<lS predicaba
en el Templo, pp.rno :taba en B~tania y, con esa ocasión, predicaba también ahí y en ese benJito monte, <{ue, como la GaliIea, tiene para el alma atractivo especial, y contrasta inmediatamente
con la tristeza y dcsoluci('1O de Jerusalén.
Allí
predicó aquel tremendo
sermón del juicio final y sus señales, que nos hace Iw'Jilar la Iglesia d primer Domingo de
Adviento
y el inmediatamente
precedente;
,,11( las parábolas de las vírgenes y de los talentos, con In ens:ñanza sobre
la necesiclad de vigil;lJ' y estar en todo monento preparados
para rendir la cucnta:
allí la etcrna bcndici(ín á los buenos
y maldición
á los malos, con que el día del juich se pondrá
término
y como sello definil¡ vo y eterno á todos los actos
que aquí ejecutan con lilwrtad y responsabilidad
los hombres j allí enseñó por seg'llnda vez el Padrenuéstro,
y proclamó la doctrina
tan consoladora de la oración perseverante,
como infalible medio para obtener beneficios de Dios. En fin,
parece que el Redentor
en esos días se hubiera
propuesto
proferir en el mont ~ Oli vete sus últimas muy nutridas
y eficaces enseñanzas
á su,; amados discípulos, como en el Templo sus últimos y terribles oráculos contra la ciega y perversa Sinagog-a y SlIS hombres.
En el monte Olivete, cuya cima es mll'y extensa de Norte
á Sur, aunque no enteramente
plana, además de Bctania,
Betfage y el lugar de la Ascensión,
existen los lugares siguientes, que nesotros no visilamos :
1.0 La pieilra llamada
del Cinto de la Virgen, por indi~ar el sitio donde Santo Tomás Apóstol recibió de manos de
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72-
María Santísima el cinto que Ella usaba, ya que no había tenido la fortuna de asistir con los demá~ Apóstoles á Su dichosísima muerte. Este Cinto se conserva en la ciudad de Pra
do, en Toscana;
2.° ElJugar donde San Gabriel Arcángel anunció á la
Divina Madre el día de su muerte y de su resurrección, dándole una palma como presa~io de su entrada triunfante en el
Empíreo. Me imngino que Nuestra Señora visitaría con freeuencia el lugar por donde había visto partir para el cielo
é. su Divino HIjo, c')n gran deseo de reunírscle para siempre,
y por eso en las cercanías de ese lugar recibió probablemente tan ale~re emhajada ;
3'° El establ~cimiento y Capilla d~ los rusos, de-bella
construcción, y desde cuya torre se gOZl del espect:iculo de
un herrno~ísimo panorama;
4.° El Convento de monjas carmdilas llamado "Carroelo del Pater Nosler," fundado por 1I Princesa de la Tour
d' A uvergn{', donde Jesús enseñó esla divina oración, que
allí se halla escrita en 34 idiomas. En un lÍngulo del jardín
de este convento está la Capilla sublerránl'a del Credo, donde compnsieronlos
Apósloles el Símbolo de nuestra santa
fe, cada cllal una parte. Moli vos hay par,\ temer que esté
comprendida entre los errores (te los modf'mislas, reprobados por Pío X, la opinión que he visto consi~nada como probable en algún autor moderno de Teolo§{ia dogmática, stgún la r.ual es controvertible que los Ap{¡stoles compusiesen
el Credo; que antes bien es más probahle que sólo la sustancia fue enstiíada p(,r ellof:, y que el Credo no fup. otra cosa
que una formula ó regla de fe propuesta á los catecúmenCls
anles de ser bautizados, la cual fue modificándose con el tiempo. Las novedades han sido siempre mal miradas por la Santa Iglesia; y ésta es de las más repugnantes, además de que
tiene el carácter de evolución, qne es una de las principales
doctrinas que sostienen los modernistas con relación á lDlr
dogmas católicos, por ql1erer aplicar á éstos la mutabilidad
que distingue á los de los herejes.
Baji\mos de la Capilla de la Ascensión, y á pesar de la
propina, tuvimos que sufrir la contrariedad de vernos rodeados de gentes infelices que nos detenían para que les diése·
mos dinero por habemos acompañado, ó para que les compráramos ramitos de flores que habían puesto en contacto con
la piedra de la Ascensión. Recuerdo que cuando el>táhamos
arrodillados al red~dor de la piedra, un muchacho me arrebató el sombrero y lo puso sobre ella, para que por eso yo le
diese dinero. A1 fin lográmos desembarazamos, y en nuestra
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-73bajada vimos de paso el lugar donde Nuestro Señor, caminando en el pollino hacia Jerusalén, el Domingo de Ramos,
lloró anunciando la ruina de esta ingrata ciudad que" desconoció el dla en qae Dios la Vlsitaba." (Luc XIX, 44). Este
Jugar se llama Dominasjlevit (El Señor lloró), y ahí tienen
una Capilla los franciscanos.
XVII
GETSK:lIANÍ-IIUERTO
TU~IB.\
DE LOS OLIVOS-LA
DE LA
AGONÍA
VIRGE:N
Al pie del monte, en la orilla o;iental ó izquierda del
Cedrón, está el lug-ar donde era el huerto de Getsemaní: está
actualmente dividido en dos partes al N. y al S., por el camino carretero y por los muros de cal y canto que hay á uno
y olro lado. Como á una cuadra al oriente del puente, y ya
en la falda, se separa el muro meridional formando un reducto ó entrada rectllngular como de unos veinte ó treinta
metros de largo en dirección sur, y unos cinco de ancho,
formado por el mismo muro que después vuelve á seguir limitando la carretera.
Al principio del reducto se halla la roca donde se durmieron los Ap6stoles Pedro, Santiago y Juan, la cual conserva tres cavidades correspondientes á los puntos en que se
recostaron. Los olros 8 habían quedado unos 50 metros al
sur de dicha roca, lugar qlle no vimos por interponerse el
muro del reducto y no haber tiempo para dar la vuelta. En
la extremidad slIr del reducto está incrustarla enel muro~una
piedra para sellalar el puesto donde sucedió el beso tra'idor
de Judas. El muro occlllental del reducto limita por el oriente el bello jardín actual que cultivan los franciscanos, en un
terreno plano y bien cercado, de unos tr~inta ó cuarenta metros en cuadro. La parte que queda al norte del camino contiene la ba8ílica del Tf<Ínsito de la Virgen y la gruta de la
Agonía: esta última á unos 40 ó 50 metros de la roca," la
distancia como de un tiro de pied¡'a," que dice San Lucas
(XXII, 41).
Todo esto est¡í al lado izquierdo ú oriental del Cedrón;
pero el reducto y el Jardín no están al nivel del cauce sino
un poco arriba, de suerte que del puente al reducto hay una
pequeña cuesta, ó sea el principio de la larga cuesta que describe la carretera por la falda del monte; la basílica y la gruta si están abajo al nivel del torrente.
Después de visitar la roca de los Apóstoles y la piedra del
beso traidor de Judas, entrámos al pequeño pero bellísimo
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-- 74 jardín, inclinándonos, pues la puerta es estrecha y baja para
Impedir que 1011 musulmanes puedan I.'nalguna irrupción penetrar á caballo. Es propiedad exclusiva de los franciscanos,
y en él se conservan ocho vetusLisimoJ olivo~, cuyos troncos
ofrecen particularidades de antigiiedad que no!deJan lugar á
duda de que son los mismos que existíw cuando Nuestro
Señor hacía allí su oración por las noches, como lo han creído Chateaubriand, Lamartine y cuantos han visto esos venerandos árholes. Todos tienen el tronco di vidido en dos, tres
ó más fragmentos sobre la misma raíz, dispuestos de tal modo que se ve perfectamente eran un 8010 tronco que se ha dividido, dejando hueco el medio que á veces parece un gran
Dicho; uno de ellos, cuyos fragmentos están como formando
drculo, dicen que abarca un espacio de seis ó siete metros de
circunferencia. En el interior del muro é incrustados en él
están dsitribuíJos los cuadros del Viacrucis, en bajos relieves; y en una esquina, está dispuesta una pequeña vivienda
para el hermano franciscano que cuida este jardin. Este bondadoso hermano rlOSregaló varios recuerdos de esos benditos olivos, y nos obsequió con una bebida refrescante.
De aquÍ nos dirigimos á la parte septentrional del huerto,
atravesando y blljando en dirección oeste la carretera, hasta
encontrar á la derecha una escala ancha por donde se desciende á una plaza, en cuyo costado norte está la basílica
subterránea que contiene el sepulcro de la Virgen. En la esquina NE. de esa plaza está la pequeña puerta por donde se
entra á la gruta de la Agonía por un estrecho y largo pandizo subterráneo, también en dirección NE., \ seguido de una
escala por la cual se desciende.
Mide la gruta 17 metros de largo de NE. á SO. por 9 de
ancho y 3i de alto, y no tiene forma regular; la entrada donde
termina la escala está al NO., y al frente tiene una especie
de ensanche cuadrado donde está el altar principal, y donde
oró y sudó sangre Jesús; en la extremidad del norte, ó sea
alIado del Evangelio, hay otro altar donde están representados los A póstules dormidos; a I de la Epístola, un tercero
donde se representa el heso de Judas; la bóveda, de roca viva, está sostenida por dos columnas muy gruesa~, formadas
naturalmenle de la misma rora, y colocadas á uno Y otro
lado, un poco al sur de la Hnea que de E. á O. dividiera la
gruta en dos mitades j l'll medio de éstas, hacia el sur, hay
otra columna artificial, y en la misma linea de ésta, al norte,
otras dos juntas artificiales; en medio de las dos columnas
naturales hay una claraboya por donde entran luz yaire.
En ('sta cueva hizo el Señor tres prolongadas y espanto888 meditaciones que le hicieron 8ionizar
y sudar sangre
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75-
copiosamente. Quizá no será inútil para la piedad y amor quedebemos á nuestro adorable Redentor, el recordar aquí alga
de lo que sufrió por nosotros, siguiendo. en parte lo manifestado á una santa religiosa agustina, Ana Catarina Emmeriéh,
en sus meditaciones ó revelaciones. Pero lo pondremos en
tipo más pequeño, en favor de los lectore~. que acaso no quieran detenerse.á lcerlo : lo recomiendo, sin embargo, como cosa
interesante para algunos, patética para todos y sumamepte
atractiva para los que estimen á su Hedentor.
Las visiones de esta religiosa tienen una admirable conformidad con las tres narraciones evangélicas de este terrible misterio~
que son las de San Mateo, San Marcos y San Lucas ; tienen además la aprobaci6n de la Iglesia; hay unidad completa entre el
espíritu de ellas y el del Evangelio;
s.m muy bellas y dignas y
respiran uniformemente la santidad cristiana. Yo no tengo embarazo en creer que las cosas sucedieron así c·;,mo Catarina las vio ¡
pero en ellas no ha de creerse con fe divina sino lo que esté también contenido en las narraciones evangélicas: lo que no lo esté
puede creerse, pero no con el asentimiento que s~ da' las verdades de la fe.
Según las citaúas revelaciones Getsemaní, nombre que significa
fJalle del óleo, ó más bien prensa de ex/raer ó/t'o, ('ra un lugar de recreo
con casas y jardín de árboles frutales, bien ·;ercado con verja, distinto del jardln de los Olivos, el cual estaba cercado de muto,
avanzaba hacia arriba á la falda del monte y estaba separado de
Getsemanl por un camino. Tal v··z este camino divisorio de los jardines, en dirección de occidente á oriente pasaría por el sur del
actual jardín, cuyo recinto, por consiguiente. pertenecería al de los
Olivos, 10 mismo que la roca donde durmieron los Apóstoles y la cueva de la Agonla; tal vez este mismo camino pasaría por la extremidad del reducto donde est:1la piedra del beso, la cual está poco
más ó menos en la dirección del costado sur del mismo jardín
actual; la puerta del jardín de Getsemaní estaría abajo, á la orilla del torrente, y la del de los Olivos, fn~nte Ó arriba del lugar
del beso traidor. Todas estas son conjetura·;; mías sugeridas por la
lectura de las revelaciones citadas.
Algunos autores suponen que los Apóstoles supieron los sucesos de la Agonía y sudor de sangre del Señor, porque San Juan
se iría detrás de EL hasta la Gruta y los presencIaría j suposici6n
impropia y gratuita, puesto que el conocirr.iento completo y claro
de los suces()s de la Redención lo pudieron tener los Apóstoles del
mismo Jesús resucitado durante los 40 días que estuvo con ellos
u habldndoles del reiM de Dios" (Hechos Apostólicos, 1, 3), Y de la
Virgen, durante más de 20 años que la tuvieron como máestra de
su Apostolado; y sobre todo lo tuvieron del Espíritu - Santo que
Ii les sugmo
lodo," según la promesa de.l Señor (Juan XIV, 26).
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- 7' -Además San Juan de ningún modo se habría resuelto á hacer una
acci6n poco digna, reprobada aún por el mismo mundo, y una
abierta desobediencia á la orden que les dio Jesús de "sentarse aM,
tsperar ahí," donde estaban: "sedde hic, susll'1ltte hic."
El Redentor lIeg6 con sus 1 1 Apóstoles á Get<;emaní como á
las 9 p. m.; dejó ahí ocho de ellos, y atravesando el camino subió
con los otros tres hasta el pie del monte, y entró en el jardín de
los Olivos. Viéndolo tan excesi vamente triste, le preguntó San J uao
cómo era posible estuviese tan abatido, EL que siempre les había
consolado-'~1nsle
está mi alma hasta la muerte," respondió; y no
mirando por todas partes sino angustia y tentaci6n, les dijo:
<t Aguardad
aquí y velad conmigo" (Matth. XXVI, 38) " Orad para
fue no caigáÚ en lentaci(m " (Luc. XXII, 40). Bajó un poco hacia
la izquierda, entró en la Gruta y se puso á orar de rodIllas (Luc.
XXII, 41).
"Vino el príncIpe de este mundo" (Joan. XIV, 30), el mismo que
al principio le había tentado, y luégo "se había relirado de El hasta
el tiempo" de su Pasión (Luc. IV, 13), Y reputándolo no como á
Dios, sino como al "arón más justo de la tierra, le atormentaba
representán:iole la infinidad de abominaciones cometidas y no expiadas ante la justicia de Dios; y como padre de la mentira le
inculpaba en muchas de las acciones y sucesos de su santfsima vida.
Jesús había empezado su oración con bastante calma. A pesar
de los continuas asaltos infernales, no la interrumpió, " 12mó sobre
sE nuestras dolencias y pecados y cargó COll nuestras penalidades ... y se
ofreció porque qu/'so m sacrificio" por todos los culpables (haías L,Il,
4, 7)· Y para curarnos de esa pecaminosa repugnancia. que tenemos para el bien y el sufrimiento, que son cosas inseparables, dejó
que su naturaleza humana, como abandonada por la divina, sintiese indecible tristeza, repugnancia, horror y mip-do al sacrificio
que iba á cumplir. Al ver tantoS crímenes é ingratitudes humanas
de que se hallaba cargado por su Padre (!salas, LlII, 6), siendo
la misma pureza y santidad (ibíd. 9), su dolor, su angustia y espanto crecieron hasta tal punto que cayendo sobre su rostro
(Matth. XXVI. 39), Y bañado en sudor, en medio de violentos estremecimientos y temblores, clamaba:·" i Olt Po1dre! si es posible,
pase de mí esle Cd{¡'z (1 bid). Padre! para ti lodo es posible! ... Apárta
este Cáliz .• .! " (Marc. XI V, 36). Y luégo, recogiéndose, aña~i<;:
lC pero ..• que se hag'llu
volun/ad ... y no la mía 1 (ibid.) Y s~ retor-
cla las manos, y caía á un lado y á otro, y se volvía y revolvía
como un gusano, [¡'1jo el peso de su dolor y de su angusti.1 1 "Yo
soy gusano y IZO hombre"' (Salmo XXI, 7).
Se levantó: e~an como las diez y media. Sus rodillas temblaban negándose á sostenerlo: estaba deshech0. inconodble, el rostro demudado, páli:lus los labios, erizados lo~ cabellos. "No ha.y
6um parecer en El ni hermosura: y le VImos, y no era de mirar ... como
tscondido S!J rostro y despredado, por lo que '10 !1I'dmos aprect'o de El
(!salas LIIl, 3). Tambaleando y cayenda á cada IHSo, bañ.ldo en
un sudor frío, se an-astró hasta donde e~taban sus tres Apóstolt s,
arriba de la caverna. Hallándolos dormidos; juntó las manos y
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-77cay6 cerca de ellos diciendo: "Simón, tú dutrmes?" (Mare. XIV,.
37)· Despertáronse, le levantaron, y les dijo: "¿NP podíais, puu,
velar una hora conmigo?" (Matth. XXVI, 40). Al i."lo en aquel
estado y oír su voz alterada y casi extinguida" no saUa{l qué responder/e" (Marc. XIV, 40). Y San Juan le dijo:
-¿Maestro,
¿ qué tienes? ¿ llamo á los otros?
-Si yo viviese aún 33 años más, le respondió Jesús, y tuviese
que enseñar y curar durante todos elks, no ba~tarfa eso para
hacer lo que me resta cumplir de hoy á mañana. No llames á los
otros, porque no podrían verme así sin escandalizar'se: caerían en
tentaci6n, se les olvidarían muchas cosas y dudarían de mf. Vos.
otros, que visteis transfigurado al Hijo del hombre, podéis también
verle en SI.; oscurecimiento y desamparo; pero "z'dad y orad para
no caer en trotad/m, porque el esplritu estd pronto, pero la carne es díbz1"
(Matth. XXVI, 41).
Lo decía por ellos y por EL mismo. Continu6 nablándoles con
profu:1da tri,teza un cuarto de hora, volvió á la gruta á orar, pues
la angustia iba en aumento. Los tres Ap6stolEs extendían sus manos hacia EL, lloraban, caían unos en brazos de los otros y se preguntaban: ¿Qué es esto? ¿ qué le sucede? 1 Estf. en un desfallecí_
.miento el más completo! Y cubierta la cabeza, llenos de turba.
ción y de tristeza, se pusieron á orar.
Jesús se prosternó sobre su rostro, exté'ndido" los brazos: y á
la verdad que le esperaba una más t'~rrible bcha: ángeles del
cielo (pues los dem<n¡os no podían, tratándose de expiación y esperanza) representáblnle los espantosos estragos del pecado en la
humanidad y los condignos dolores de alma y cuerpo con que EL,
sU único miembro inocente y digno, había de remediarla. Jesás
empez6 á sudar sangre de dolor y espanto: los ángeles, compade_
cidos, oraron por EL, hubo como una lucl-:a instantánea entre la
misericordia y la justicia y el amor que se sacrificaba, y }~sús per.
cibi6 algún ali\'io; pero luégo todo desapareció, quedando su
sant{sima alma presa de nuevos y más espantahles ataques diabóli.
cos: vinieron la duda y la inquietud á hacer esta cruel pregunta:
¿Cuál será el fruto de este sacrificio? ••Quae uJ¡'lilas in sanguine
meo'l (Salmo XXIX, 10). Yel cuadro del m:is horrorffico porve_
nir aterró su coraz6n amantísimo.
Presentáronsele todos los sufrimientos de su Iglesia: las persecuciones, las herejías y todos los crímenes de la soberbia y co.
rrupción humana contra su doctrina y su obra d~ redención;
los
ultrajes á sus Sacramentos y sobre todo á la 'Santísima Eucaristía:
desde la negligencia, la irreven:ncia, la omisión, hasta el despre_
cio. el abuso y el sacrilegio, el error, la incredulidad, el odiJ y la
persecución. Ah! ¡ Cuánto le contristaba d coraz6n esta inhospitalidad de los hom bres, á quienes se había dado en alimento 1 y
como consp-cuencia inevitable, la perdición eterna de multitud infinita de almas de tantos endurecidos y ciegos corr uptores y corrompidos, jefes y secuaces, que el demonio arrancaba de su lado
y precipitaba en el abismo con un furor y un éxito generalho..
6
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rroroso. Jesús juntaba las manos, cáía como abrumado t un lado
y á otro, se ennerezaba, volvía t caer; y era tan terrible esta lucha contra la repugnancia á sufrir por raza tan ingrata, que el
sQdor en gruesas gotas de sangre caía de su cuerpo á la tierra:
" SI/dar eius sieul gul/ae sanguinis deeurrmlis In le,.ram." (Luc. XXII,
44). Miraba á un lado y t otro, como buscando auxilio: « Eché la
vista al rededor,)' no hubo quim acudiera á mi socorro." (lsaías, LXIII,
S). Pareela tomar al cielo, la tierra y les a~tros por testigos de
sus sufrimient0s: dio algunos gritos dolcro~cs, des¡:;erttronse los.
Apóstoles, Pedro corrió á la gruta y le dijo: Maestro, ¿ qué tenéis? Pero regresó diciendo á los otros que el Señor no le habla
respondido y no hacía sino gemir y suspirar. Los Apóstoles se
pus: eren á orar llorando. Mientras tanto, Jesús ag-onizaba y repetía cada vez con m;';s fervor su oración (Luc. XXII. 43): Padre
mio, ¿ es posible sufrir por todos estos ing¡atos? •• Oh Padre mío r
Si no puede pasar esie cáliz sin que )'0 lo beba, hágase lu volunlad (Matth
XXVI, 42) •.
La sangre chorreaba en gruesas gotas pcr el pálido rostro.
del Señor; estaban pegados y erizados sus cabellos, la barba ensangrentada y en desordt n como si se hubiese querido arrancarla. Partió como huyendo de la caverna hacia sus discípulos; pero.
su andar era como el de un hombre cubierto de heridas yencorvado bnjo un pesado fardo, que tropezase á cada paso. Los Apóstoles se habían dormido, no reco~tados como antes, sino con la.
cabeza inclinada sobre las rodillas, como acostumbran los habitantes del país cuando están de luto ó quieren orar (quizá como se
puso Elfas en el Carmelo antes de la lluvia, página 14 de este
opúsculo). Jesús llegó temblando y sollozando; se despertaron y
no le conocieron desde luego porque estaba indeciblemente desfigurado: juntó EL las manos y ellos se levantaron, lo tomaron
por debajo de los brazos y lo sostuvieron con amor: EL les dijo
con tristeza que el dia siguiente lo harían morir; que dentro de
una hora se apoderarían de EL y lo llevarían ante un tribunal, lo
maltratarían, lo ultrajarían, lo flagelarían y lo entregarían, en fin,
á la muerte más cruel: les rogó que cónsolasen á su Madre y si.
guió hablándoles unos minutos, pero ellos no sabían qué re!iponderle (M are. XIV, 40). Quiso volver á la gruta, pero no tuvo fuerfaS para andar: Santiago y Juan lo condujeron, y regresaron
cuando hubo entrado en la gruta. Eran como las once y cuarto.
A esa misma hora regresaron los ocho Apóstoles que habían
quedado en Getsemaní y que se habían dispersado buscando lugar
de refugio en caso de peligro: ¿ Qué haremos, decían, cuando lo
hayan hecho morir? Todo lo hemos dejado por seguirle: somos
pobres y el desecho del mundo; nos le hemos entregado enteramente, y hélo ahí tan lánguido y abatido que ningún consuelo se
puede hallar en EL.
E.,taban muy abatidos y violentamente asaltados de la tentación, y acabaron por dormirse.
Jesús lm"haba en la gruta contra la repugnancia de la naturaleza para sufrir, y agotado de fatiga repetia: <l Padre I si fJuieres,
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- 79aptfrla dI mi ,sle (4Hz; pero que se haga tu voluntad y nq la mía."
(Luc. XXII, 42). Entonces se abrió el abismo y aparecieron en el
limbo Adán y Eva, los patriarcas, los profetas, los justos todos que
le esperaban con tan grandes deseos, que se fortificó y reanim&
su Corazón lleno de amor. En seguida los ángeles le presentaroft
todas las multitudes de santos futuros que uniendo ~;us combates
con los méritos de su pasión, y alimentándose con su divino Sacramento, hablan de unirse por medio de EL al Padre celestial. S••
santlsima alma quedó consolada un tanto y reanimada:
1 amaba
tánto á los hombres, que gustoso hubiera aceptado todos sus sufrimientos por la ~aharión de uno solo 1 Pero todo ese consuelo
desapareció bien pronto y los Angeles voh'ieron á presentarle unG
á uno todos los do~ores y penas de su pasión, con SIJS más menudas circunstan :ias. EL aceptó todo voluntariamente por amor'
los hombres.
~
Lo que le causó mlls tri$teza y dolor fue el tener que verse
clavado á la cruz en estado de com 'leta desnudez, para expiar las
impurezas de los hombre~ : suplicó instantemente se le excusase
de semejante pena y se le concediese siquiera tener un velo ceñido al rededor de la cintura, lo cual se le concedió, no por medio
de sus verdugos, sino por un hombre compasivo.
A la vista de su pasión Jesús cayó sobre su rostro como Uft
1Il0ribundo; desaparecieron los ángeles, el sudor de sangre corrié
más abundante y traspasó los vestidos. Apareci6 un ¡{ngel vestido
de alba como !acerdote, con un cáliz en cuya boca había una cosa
oval del tamaño de una haba y que despedía una luz rojiza: el
ángel le puso á Jesús en la boca e~e misterioso alimento, le hizo
beber del cáliz y desapareció. Jesús continuó orando unos minutos
tranquilo y dando gracias á su Paóre. Se enjugó el rcstro con UA
sudario, se arregló los cabellos .,maJ1grentados y pegado$, y con
pafio firme y decidido volvió á donde estaban sus discípulos, re.costados y dormido~, y les dijo qu~ no era tiempo de dormir, que
se desperlasen y orasen (Luc. XXII. 46); que era tiempo de ser
EL entregado en manos de los pecadores (Mattb. XXVI, 45).
Es digno de notarse que la Agonla de N uestrr> Señor en el
Huerto duró más ó m€nos lo mi~rr.o que la de la Cruz, pues habiendo comenzado á las 9. duró la primera hora y media, huta
las diez y treinta, y comenzó la tucera á las <encey cuarto, la cual
facilmente duraría tres cuartos Wft'!O la segunda.
La Santísima Virgen tuvo en Jerusalén c;onocimiento, por revelación, de la Agonía de su Divino Hijo, y sin demora se puso ea
marcha para el valle de Josafat en compañía de Magdalena y SaJomé : con frecuencia extendla los lrazos Ilacia el Monte de los
Olivos. pues en espíritu veía el sudor de sangre de Jestis, y parecía querer enjugarle el rostro. Jesús tambi"<'1 pensó en Ella, y asS
sus corazones se pusif'ron en comu"i('~ci0n espiritual pero realmente. Muchas veces la divÍ1'a Madre caía desmayada de dolor.
Jesús salió del Jardín de los Olivos y ~e adelantó ~cia Judas
;y su tropa, compuesta de 20 soldados armados, cuatro esbirros c~
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- 80,udenas y cuerdas y seis fariseos; el resto habla quooado distri, buído en la ciudad. Jesúl> les dijo en alta voz:
-1 A qNtlfl !JuscáÚ'
-A Jesús Nasarmo, respondieron,
-Yo soy,dijo EL, y cayeron en tierra como heridos de a[>o-
p1ej{a.
-Amigo, dijo el Señor á Judas. ¿ á qué has vem'do?Este balbuceó
'algunas palabras sobre no sé qué asunto que habla tenido entre
manos, y el Señor repitió á los soldados que acababan de levan-
tane:
- ¿ A qUttn !Juscáis?
-A Jesús Nasarenn, repitieron.
-Yo SOy, dijo Jesús. Si á mí me buscáÚ, dejad ir Ubresá hlos. Cayeron segunda vez con contorsiones como epilépticas, y el Señor
los hizo levantar. El traidor dio el beso á su Maestro, diciendo:
-Salúdole, Maestro,
-Judas, le dijo Jesús, tú con un beso entregas al Hijo del Hombre.
Los soldados rodearon al Señor. los esbirros lo cogieron: Pedro
atacó á Maleo, criado del Pontífice, y le cortó la oreja. Jesús le re·
prendió, curó al herido y dijo á los fariseos que le insultaban:
-Habéis
salido como á coger á un ladrón: todos los dfas yo
enseñaba en el templo en vuestra presencia Y no me prendisteis,
pero esta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas.
Ni Judas, ni los fariseos, ni los esbirros cayeron con los demás
en tierra porque estaban enteramente en poder de Satanás: los
soldados y los demás de la tropa cayeron y se levantaron en se¡¡al de que se convertirían, como sucedió, inclusive Maleo, quien
se convirtió esa misma noche, y continuó ahl para hacer guardar
el orden y servir de mensajero á la Virgen y demás amigos del
Señor.
Nosotros bajámos del jardín
directamente
á la Gruta de
lB. A~onía: allí donde, según la expresión de la Iglesia en la
OraCIón de este misterio, nuestro Redentor, de palabra y con
iu ej6mplo, nos enseñó á orar, como medio único para ven·
cer las tentaciones, penetrados nosotros de la fe de que allí,
'Con m lS seguridad que en otro lugar, obtendríamos lo que
pidiéramos para nuestras almas, prolongámos un t.anto nues·
tra oración. Ojalá aprendiéramos t.odos esta divina enseñanza:
Jesús, mientras más agonizaba de congoja por nuestros pecados, más y más oraba: "Faetas in agonia pro/ixias oraba!."
Mientras más repugnancia experimentaba para sufrir, con
mayor esfuerzo repetía su absoluto sometimiento á la voluntad de su Padre. IAh 1 no hay consuelo mayor en las aflicciones que el de decir con todo e1 corazón i Fiat! hágase t.
, YOluntad. iTú 10 hiciste, Señor, y está bien hecho: Fiat!
De )a Gruta pasámos á la basílica subterránea que contieue el Sepulcro de la Santísima Virgen, que está más á la ori-
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- 81Ha del Cedró., al occidente
de la Gruta de la Agon/a. Una
escalera ancha, larga y oscura, que se baja de S. á N., cond...ce á la extremidad
del brazo sur de la bas1lica,' que forma una cruz latina. Al descender se encuentra hacia la mitad
de la escala, á mano derecha, una capillita que contiene el se·pulcro de San Joaquín y Santa Ana; y al frente de ésta otra
capilla con el sepulcro de San José y del Santo Anciano
Simeón. Abajo, tomando á la derecha por la parte oriental
de la cruz, que me parece es lo lar~o de ella, Be halla, hacia
la mitad, aislado, el templete del Sepulcro de la glorioslsima
Virgen María, que guardó por tres dlas su sacrosanto
cuer .•
po; tiene por dentro metro y medio en cuadro: la tumba
ocupa la mitad del espacio interior,
es de roca, cubierta de
mármol blanco y tiene una vara de alto y tres cuartas de ancho.
Este Templo, destruido por los musulmanes después de la
expulsión de los cruzados y fin del reino latino, fue reedi6cado por completo por los franciscanos,
quienes lo adquirieron legllimamenle
á fines del siglo XIV J lo poseyeron has~
ta fines del XVIII, cuando el gobierno
turco se lo hizo entregar á los griegos cismáticos. Los católicos no tienen en él
participación
ni ejercen ahí función ninguna:
varias comuniones cismáticas
y los mismos musulmanes
ejercen ahí su
culto.
En Jerusalén se muestra el lugar donde murió la Santl.
sima Virgen. Una tradición refiere que cuando los A~toles llevaban su S~crosanto Cuerpo para sepu'tarlo en la Gruw
ta del Jardín de los Olivos, unos judíos se atrevieron á estorbar el paso, qu~dando inmediatamente
ciegos, y paralizado el
brazo del que se atrevióá poner la mano sobre el féretro; 101
Apóstoles oraron y les obtuvieron
la curación y la conversión. Al ver referido este suceso en varios libros, me ha sorprendido desagradablemente
vt'r empleada la palabra cadd-ver para designar el cuerpo de la Virgen: este término, cuya
significación real y ctimológica
es la de un cuerpo no sólo
corruptible
sino ya cn estado de próxima corrupción, repugna
absolutamente
al cut'rpo inmaculado é incorruptible
de la
Virgen. Digo lo mismo, y con maJor razón, del uso qoe he
visto de ese término para significar el cllcrpo adorable y ya
muerto dd Redentor.
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XVIII
SAN JUAN DE LA MO~Tdh.-LA
VISI rACIóN
Después (Jel almuerzo, á lai dos p.m. nos diri~ímos ea
coche á San Juan de la 1\Iontl11)a,al SO. de Jerusalén, á TiJitar el lugar de la Visilación y el del nacimiento de Sas
Juan Bautista, que son distintos, pues cl primero es donde
estaba la casa de campo de los padres del Santo Precursor,
y el segundo la casa de los mismos en la ciudad.
Tal vez no alcanzám09 á ;astar una hora de Jerusalén'
la capilla de la Visita~ión: anti¡uamente habla alll un templo cuyas ruinas se ven, el cual comprendía dos departamentos, uno alto que dicen ser el lugar donde citaba mudo el
sacerdote San Zacarías, padre del Bautista, cuando llegó la
Virgen, y otro baJo, que ocupa la capilla actual construida
y asistida por los franciscanos. Esta capilla tiene el frente,
como debieran tenerlo todas las iglesias, hacia el Occidente,
su altar mayor está en el mismo sitio donde se encontraron
las dos santas mujeres, y donde, por impulso del Divino Esplritu, de que estaba llena MarCa, pronunció el himno más
bello que h.a salido de labios humanos: el Magniflcat. Por
eso ese altar se llama del l\fagnlficat. Aliado del Evaagelio
hay una fuen te, de cuya fresquísima y exqu isita agua tomámos,
y de la cual, se dice, la hizo brotar allí la Virgen; diz que se
babía perdido la memoria del lugar de esta fuente, cuya existencia se sabía por tradición; pero los franciscanos la buscaron y la hallaron. Al I"ado de la Epístola está la roca que,
como lo atestigua la tradición consignada en una inscripción que ahí se lee, ocultó al niño San Juan á laB pesquisas
de Herodes, cuando la degollación de los Inocentes. Subimos
de la capilla a la parte alta del antiguo templo, por una escalera que aseguran es la misma de la casa de Zacarías, por
la cual consiguientemente subió y bajó muchas veces la Vir¡en durante los tres meses que duró la visita que hizo á S\1
prIm a.
En seguida subí mas á la poblaCIón de Aín-Karem, gastando unos quince minutos á pie. Hablamos visitado antes la
abundante Puente de la Virgen, donde CI5 tradición que Ella
tomaba el agua durante su estación ahí, y que provee de
agua á todo!! los habitante!!, y está convertida por los musulmanes en lugar de oración, pues como ya he dicho, le tienea
mucha devoción á la Virgen.
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La hermosa iglesia de tres naves, cOllstruida en tiempo
de las Cruzadas en el lugar de la antigua que construyeron
108 primeros fieles, donde
estaba la casa del nacimiento
de
San Juan Bautista, la destinaron los musulmanes
para pesebrera durante cuatro siglos, desde la expulsión de los cruzado~ hasta principios del siglo XVII, cuando la recuperaron los
~ranciscanos y reconstruyeron
el convento; pem á los cuatro
años la volvieron á tomar los musulmanes en una sedición
.contra los Padres, y continuó de pesebrcra
hasta fines del.
mismo siglo, en que fue restituída á los Padres por España.
En el lugar de esta ig-lesia fue donde San ZacaI'Ías, á los ocho
días de nacido San .J uan y después de haber designado por
escrito el nombre que se le había de poner, S)!tó su lengua
pronunciando
el himno Benedicllls, después de haber estado
tantos meses mudo en castigo de no haber creído al Angel
Gabriel cUlIndó le anunció el nacimiento de ese hijo.
El altar mayor de esta iglesia está dedicado á la Inmaculada Concepción, el lateral de la Epístola á Santa habel, y
el del lado del Evangelio, notablemente
más hajo, está dentro de la cripta de roca viva donde nació el SQnto Precursor.
Tiene Aín-Karem
cerca de 2,000 hahitanles,
casi todos
musulmanes y muy pocos católicos;
los fran ~iscanos tienen
ahí \In hospicio para peregrinos
y dos numerosas escuelas.
El superior del convento no quiso dejamos ir sin que entráramos y tomáramos una copa de un jaralle que nos sor.prendió por su exquisito sabor á plátano;
sabi10 es que el
plátano, que en tanta variedad comemos en nuestro país desde nuestros más tiernos años, no se produce en el Viejo Mundo, pero se estima en gran maaera como fruta con el nombre
de banano, y no haJ duda que de él se hace el susodicho jarabe.
El Padre Saint-Julien
(véase atrás, página 9) dice que
el plátano se llama (teus paradisiaea, porque era la fruta prohibida en el Paraíso á nuestros primeros padres.
XIX
nOl\TUS
CONCLUSUS
Emplearíanos,
poco más Ó menos, lIna hora en la visita
de los dos santuarios, .Yserían las 4 p. m. cuando emprendImos la marcha lÍ Belén.
Tuvimos á Lien acompañar al Palre Camacho en su vi.ita al llo rtlls eone/usus, sitio en que esla ball los jardines
d6
Salomón, donde Monseñor Soler, Arzobispo de Montevideo,
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- 84ha construido .na igleaia y fundado un Asilo de niñas. N()
gastámos menos d~ dos horas en el coche, de~de San Juan
IaalJtaallá; vimos de pllso los estanques de Salomón, coo.truidos por este rey como una media ]~gua arriba del Horttn
conclusas, ó Huerto cerrado, con el objeto de regar éste. En
el sagrado Libro del Cántico de los Cánticos se habla del
H.erlo cerrado, como también de la Fuente sellada (que no
visitámos, y de donde venia el .,ua
á los estanque.), como
de limbolos de la Santisima Virgen y de la Santa Iglesía.
Los estanqaes son tres: el primero tiene 177 metros de largo
por 64 de ancho y 15 de hondo; el segundo, 129 de largo
por 70 de ancho y 12 de hondo; y el tercero, 116 de largo
por _7.0 de ancho y 8 de hondo.
N 08 detuvimos media hora recibiendo las delicadas atenciones de las religiosas, llamadas también del Horlus conclU/lus,
que tienen á su cargo las diez y seis ó veinte hu~rfanas, y
oimos con sorpresa las recitaciones en italiano, espafiol y
francés que con notable perfección pronunciaban esas .iñas
árabes.
xx
BELÉN
Como no disponíamos de más tiempo, volvimos á tomar
el camino d. B ~Ién, á donde lIegámo8 como á las 8 p. m.
Por l. misma razón no pudimos hacer visita satisfactoria al
Santo Pesebre, ni visitar otra cosa fuera de él en la patria
nativa de Jesús.
Queda Belén, cuyo nombre significa Casa de pan, como
una hora al Sur de Jerusalén, y Hortas cone/llsus otro tallto, al Sur de Belén. Tendrá unos 10,000 habitantes, la mitad
católicos de rito latino ó Sal romano, unos pocos griego.
unidos, y los demás son eismáticos (grieg-os y armenios), pocos mUlulmanes y menos protestantes. Hay parece que seis
Casas de congregaciones reliriosas, inclusos los conventos
franciscano y de monjas del Carmen, y varias escuelas y establecimientos de beneficencia. Está colocada esta simpática
ciu:fad á unos 777 metros sobre el nivel del mar, en lo alto
de una colina rodrada de otras más bajas cubiertas de viñas
y olivos, lo que le da un aspecto muy pintoresco, que con lo
afable de sus habitantes, hac~, como tn Nazaret, muy atractiva l. santidad de sus recuerdos, y contrasta notablemente
con la tristeza y desolación de StI vecina Jerusalén. Con razón 5an Jerónimo, Santa Paula y otros Santos la esco~ieron
para vivir y morir. Es también la patria de San Matlas.
Apóstol.
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- 85Al NE. de la ciudad está la basílica de la Natividad'_
de Santa María, vaslísimo templo que construyó Santa Elena
sobre el Santo Pesebre; tiene cinco naves longitudinales, de
unos cincuenta metros tle largo, que abarcan una anehura
de veintiséis metros; tiene también dos brazos transver8ales
en forma de cruz: son cincuenta las columnas,todas de mármol,
mOJloJíticas Ó de una sola pieza, como de seis metros de al-'
lura y con capiteles corintios. Adyacente al co;;tado derecho
ó septentrional está el convento y hospicio de lo;; padres franciscanos. AlIado izquierdo, ó al Sur, tienen ~,us conventos
los griegos y armenios cismáticos; en uno de 'estos conventos exisle la Escuela de San Jerónimo, sala donde el Santo
enseñaba á los niños. Al O., al pie del frontis, hay una plaza
qUe se cree sería atrio I'l)Jeado de columnata, de la que se ven
restos por el suelo. Un gran pared6n de 10 metros de alto,
hecho por los gl'Íegos, afea horriblemente la basilica, dividiendo los brazos y cabeza de la cruz del resto de las cinco
na ves, para conslituir con la parte oriental, lo que llaman el
4:01'0 de los grie~os,
Ó sea su Sanda Sanctorum, donde ejercen sus cultos ellos y los armenios, y dejar la otra parte para
profanarla indignamente con juegos de muchachos, paseo de
turcos fumadores, ventas y compras, dormida de forasteros,
etc. AJpcente
á la extremidad del brazo derecho está la
iglesia católica parroquial de Santa Catalina de Alejanclrfa,
cuyas tres entradas cslÚn en linea recta con el paredón de loa
grie¡;os, y desde allí se extiende hacia el oriente, paralela á la
basílica, y está regida por lQs franciscano:>.
La Santísima Gruta subterránea dO!lde nació el Niño
Dio~, queda debajo del paraje dond~ se cruzan los dos brazos
con la nave central de la Las/liea, un poco al Sur; casi forma
un paralcJogramo de 12 metros de largo P()f 3 de ancho y
3~ de alto, paralelo ¡) poco meno::;con la llave central; no
recibe más luz que la de 53 lámparas, J tl de las cuales pertenecen á los cat61i~os latinos, y las d.·más á los cismáticos griegos y armenios; está pavimentada y rCVl'slidas lasparedee
de fino mármol, obra de Santa Elena. En las dos esquinas
mientales tiene la Gruta otras tantas escalas anchas en dirección oblicua, que Vé>ná salir á las esquinas orientales del dicho crucero, esto ('s, á los puntos donde arranca de sobre los
brazos la cabeza de la cruz que éstos forman con la nave central de la Basílica: en medio de estas dos eSCH las, eSlO es, en lil
extremidad oriental de la Gruta. tiene ésta un pequeño ensanche semicircular, no en toda la mitarl sino hacia el Sur; y
en el suelo, en todo el centro de este ensanehe hay una estrella de plata con esta inscripción: "Hic de Virgine Mar{a
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Je8US Christus natas est." "Aquí nació Jesucristo de la VIrgen María." En ese lugar existe un altar perteneciente á los
griegos. Tres metros al occidente de este altar, en el costado
meridional de la Gruta y al {liede la escala de ese mismo lado,
ae abre otro ensanche, tambIén algo redondo, de unos dos y
medio metros de diámetro, en cuya abertura está sostenida la
bóveda por tres columnas; en esta cuevll. hay dos altares, frente á frente, al F.. y al O., pertenecientes ambos á los franciscanos. El altar del E. es el de los Santos Reyes, donde fue
por ellos adorado en brazos de MarCa el Divino Niño; el del
O. está en el lugar donde fue reclinado sobre pajas y adorado por los pastores, esto es, sobre un banco bajo, formado de
la misma roca, sobre el cual estaba el Pesebre; este banco
está hoy engastado en mármol blanco.
El Pesebre se halla en Roma M la Basílica de Santa Marla la Mayor: en su altar celebró su primera misa San Ignacio de Loyola; ahí mismo se apareció el Niño Dios á San Cayetano, y ahí celebré yo también mi primera misa el :A5 de
Marzo, domingo de Pascua de 1883.
El Pesebre era seguramente una especie de canoa hecha
de tablas, que con tenia paja ó heno para alimento de animales, tales como el buey y el borrico, que estaban comiendo cuando la Virgen colocó ahí al Niño y le calentaron con
su aliento, como lo enseiía la tradición. Es seguro que los
pastores conoelan muy bien la cueva y el pesebre, y que en
Belén no habría ni otra cueva ni otro pesebre, puesto que los
Angeles, al anunciarles el nacimiento del Niño Divino, no les
dieron otra señal para hallarlo, sino la de que estaba "envuelto en pañales y reclinado en el pesebre" (Luc. II, 12).
En la extremidad occidentM de la Gruta se abrl', con dirección N., un pasadizo estrecho que á los 4i metros sale á la
esquina SO. de la capilla de San José, cueva de 3 metros
de largo de E. á O. Y 2 de ancho de S. á N., donde según la
tradición soIla estar y orar el Santo Patriarca, y donde en un
sueño le fue intimada por un ángel la orden de marchar {lara
Egipto huyendo de Herodes. Poco más de un metro haCIa el
N. está la capilla de Los Inocentes, comunicada con la anterior por un pasadizo, continuación del otro en- línea r~cta;
esta capilla tiene 4t metros de largo hacia el N. y 3 de ancho, y en opinión de algunos es una cisterna antigua; se llama de Los Inocentes porque allí se hallaban escondidos muchos niños que fueron descubiertos y degollados allí mismo,
en virtud de la orden de IIcrodes; en el suelo hay una abertura que da á otro subterráneo interior que se extiende hacia
el E., donde es tradición fueron sepultados todos los nilios de
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-'7 Belén y sus cercanías, muertos en virtud del cruellsimo decreto. En el costado occidental de la capilla de los inocentes
y perpendicularmente
á él, se abre á los tres metros hacia el
Norte un angosto pasadizo
de 3! metros de largo, en cuya
extremidad
occidental'Y
al Norte hay \In altar sobre el
sepulcro de San Eusebio de Cremona, discípulo
de San Jerónimo. Siguiendo siempre hacia el occidentp se sale á la mitad del costado oriental de otra capilla de cuatro metros· de
largo de S. á N. por dos de ancho, en cUJo .xtremo meridional y aliado O. está el altar y sepulcro de San Jerémimo, y
al frente, esto es, en la extremidad
S. del co~,tado E., el de
Santa Paula y su hija Santa Eustoquia
Virgen. En la esquina NE. de esta capilla hay otro pasadizo COIl dirección N.,
de dos metros de largo, que conduce al orator:,o de San Jer6-nimo, de ocho metros de largo de E. á O , por seis de ancho,
donde, según la tradiciÓn, hizo el Santo Doctllr la traducción
latina de los Sagrados Libros, llamada Vil/gata, que es la que
está prescrita
en la Iglesia católica. Sahido es que estos dos
Santos y estas dos Santas vinieron desde Italia á encerrarse
y llevar por muchos años vida de penitencia y oración hasta
su muerte, cerca de la Santa Gruta donde nadó el Dios Hombre. De la esquina NO. de la capilla de los Inocentes continúa siempre hacia el N. el pasadizo, qlle :lios
10 metros de
dicha esquina tuerce otros 5 metros hacia e! E. y por medio
de tres escaleras diseminadas en todo él, conduce al pie del
costado S. de la iglesia parroquial
de Santa Catalina,
por
dentro, como unos J o metros al E. de la entrada meridional
de la misma iglesia; esta es la otra cntrada, que con las dos
simétricas situadas cn el coro de los gril'go!;, son las tres únicas cntradas que actualmente
tiene la Santa Gruta de Belén.
San Evaristo Papa y mártir, natural de Belén, fue quien,
ayudado de los primeros cristiano!'>, edificó el primer templo
sobre la Sagrada G ruta, el cual fae destruido
en el siglo
11 por el Emperador
Adrlano, quien eril;';ió en ella el culto á la estatua de la falsa divinidarl
Adonis.
La actual
Basílica, edificada por Santa Elena .Ysu hijo el emperador
Constan tino en el siglo IV, cayó en el siglo VII en poder de
los musulmanes;
á principios del XI quisieroo destruirla, pero
milag-rosamente
qucdaron
frustrados
su':; esfuer lOS; á fines
del mismo siglo XI la tomaron los Cmzados y Ba\duino 1 fue
en ella consagrado
Rey de Jerusalén. DI~spllés de la expulsión de los Cruzados á fines del siglo XII, la posej'eron
108
franciscanos
por más de cinco siglos hasta mediados del
XVIII, en que les fue arrebatada
por los griegos cismático!!,
quienes lograron
sobornar al efecto al gobierno
turco. A
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- 88fu~rza de reclamos, los pobres franciscanos han logrado apenas lo que hoy poseen, costándoles esto continuas vejaciones.
de los malvados griegos, y á veces ataques sangrientos.
Como dije, el sábado no pudimos hacer sino una visita
muy corta á la Sagrada Gruta, después de comer, y hubimos
de contentarnos con eso y con la Santa Misa que el domingo
celebrámos todos, á la madrugada, en el altar del Pesebre.
j Qué gralí~ima impresión al pronunciar el himno Glttria
in excelsis que ahí mismo cantaron los ángeles! ¡Qué sobe~
na y dulcísima impresión al tener en nuestras manos al DiOs
Hombre que en ese mismo sitio apareció por primera vez al
mundo en las de M'aria! 1 Qué impresión tan consoladora al
considerar el desprendimiento y el abandono con que se entrega • nosotros en su Sacramento ese mi~mo Dios, nacido
en esa gruta en tan extremo grado de indig"encia y abandono de los hombres! Y sobre todo, iqu~ illlpresión tan dolorase. al ver la dirección de los cristianos Utl hoy, tan diametralmente Ofluest.a á la que les ha señalado de modo tanamable y atracllvo su Dios Redentor y Hermano! EL, todo:~~
pe,go de las riquezas y comodidades, todo ahncg'aci6n y sufrimIento; yeUos todos anhelando dinero y bienes de esta vida,
pensando s610 en gozar, y lo que es peor, en procurarse placeres ilícitos y mortíferos para sus almas y sus cuerpos.
Nosotros no visitámos nUa Gruta de la Leche, donde la
Virgen d~rrarnó algunas gotas y á la cual tienen mucha devociún las madres; ni la Casa de San José, Cl! pilla y ruinas
de un antiguo templo del Santo; ni la aldea de los pastores,
de donde se cree que eran los que adoraron al Niño Dios;
ni el convento de los mismos, lugar donde se les aparecieron
los ángeles para anunciarles el Nacimiento, '/ donde hubo un
monasterio en cl cual vivió San Casiano é Instituyó el oficio
de Prima, que se cantaba al amanecer y es hoy parte de
nuestro oficio divin<J. Todo esto queda hacia el E. de Belén
en una extensión de una media legua.
XXI
VALLE DE JE1\ICÓ-EL
JORDÁN-:IIONTE
DE LA TENTACIÓN
Muy de mañana n08 pusimos en marcha para Jerusalén, donde, por estar algo indispuestos nuestros compañeros
Camacho y González, se quecJarqn, y el Padre Silva y yo,
acompañados del buen Padre Hilarión, seguimos inmediatamente en otro coche para el Jordán.
A poco de haber comenzadó á descender, tuvimos el contratiempo, sin malas consecuencias por fortuna, de que uno
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-8gde los tres caballos que tiraban el coche, sin duda por consecuencia de alguna
mala pisada, cayó de largo á largo, y
poco faltó para que lo cogieran
debajo las ruedas del eaGhe; pero los diestros cocheros, y sobre todo nuestro muy
atento dragomán (el mismo con qUIen habíamos hecho el contrato y quiso acompañarnos),
lo desenredaron
fácilmente 110
hicieron levantar J seguir sin daño alguno. Hacia la mItad
del descenso está, ¡Í la izquierda
del que haja, la posada llamada del Buen Samaritano,
construida allf sin duda para
perpetuar el recuerdo
de aquella parábola,
ó quizá historia
evangélica, que para enseñarnos el verdadero amor del prójimo refirió el Redentor
(Luc. X), de un hombre judío que
medio muerto por unos salteadores en ese mismo camino, no
fue socorrido por los sacerdotes y levitas de su propia nación,
pero sí por un hombre no sólo extraño á los judíos, sino aun
muy odiado de ellos, un buen samaritano,
qUt; le curó
las
hendas y le condujo en su cabal{.{adura á. una casa donde
pagó quien lo siguiera cuidando.
Símbolo animado del verdadero amor cristiano, el cual debe lIevarnos á hacerles el
bien aun á los que nos odian y aborrecen"
Descansámos
allí, tomámos
algo p&ra ealmar la sed y
continuámos.
Ya al caer á la llanura dc Jeri~ó tuvimos que
bajar unas cuadras á pie, á causa del camino muy pedregoso; por ahí cerca del camino, al pie de la cuesta, mostrónos
el Padre llilarión el lugar de la Jericó del Evangelio, distinta de la destruída por Jusué y de la actual. En aquélla sucedió la conversión
de Zaqueo, jefe de los publicanos ó cobmdores de tributos,
gente muy odiada y de mala reputación
entre los judíos.
Zaqueo, pequeño de estatnra, había!le subido á un árbol
para poder ver al Señor, quien recompensó ese deseo con una
bondadosa ,mirada diciéndol~:
"Zaqueo, bájate aprisa, porque es precIso que hoy me aloJc yo en tu easa ' (Luc. XIX, 5).
As( sucedió, y Zaqueo, movido ya de anlemano por una gracia interna que le hizo desear ver al Señor, y convertido por
la mirada, por la visita y exhortación
que sin duda le dirigió
Jesús, según su costumbre,
encaminada
al desprecio de los
bienes temporales,
confesó no eslar libre de pecado en la adquisición de SU" Lienes, y prometió dar la mitad de ellos á los
pobres y restituir vi cuádruplo de lo que hubiese mal habido.
y no sólo él sino todos los suyos se cOllvirticron de repente
de pecadores en santus, como lo afirmó el Redent0r ahí miSmo. Vemoll por lIna parte el poder que tiene el dinero para
inclinar al pecado al que lo maneja, y por lo mismo la razón
Gon que el Señor exhortaba
tanto á despreciarlo i y por otra
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el poder que á IU vez tiene el desprendimiento, la restitueión
efectiva y la generosidad con los pobres, para atraer la rracia poderosa que tranlforma y diviniza el corazón humano
por pecador que haya sido, Verdaderamente, la justicia cumplida, mientras más sacrificio cucste, mi! enaltece al hombre,
y la caridad borra y destruye para siempre los pecados por
muchos y grandes que sean. 1 Qué lección para nuestra sociedad tan embriagada con el licor de la codicia más desenfrenada, del ei'0ísmo más inhumano y del encaño vestido
de honradez! Z\lqueo le hizo discípulo de San Pedro, quien
lo consagró obispo de Cesarea de Palestina.
Precisamente ei3edía, segundo dominio de Julio, rl'zábamos nosotros el oficio de la Dedicación de todas las Catedrales de nuestra patria, en el cual se conmemora aquella
visita y permanencia de Jesús en casa de un pecador, como
prueba de su habitación en las i,-Ie~ias en medio de pecadores: e, Ved aqul, dijo EL mismo á San Juan (Apocalipsis,
XXI, 3), el taht!rnácu/o de Dios entre l.s homóres; El morará
con ellos, !I ellos serán su pueólo,!I el mismo Dios, habitando
en med,'o de ellos, será IU Diol,"
Por allí también dio vista el aellor á dos ciegos (Matth.
:XX, 30). Y corriendo aprilla hacia J'erusalén con entusiasmo
¡nsó)ito (Marc. X, 32), repitió á 108 Apóstoles en sesreto el
a.uncio de su pasión y muerte, para la cual fallaban sólo
11nosdiez días, y esa e~a sin duda la causa del entusiasmo y
:¡ prisa con que caminaba. En seguida, habiéndole pedido
Santa Salomé, madre de Santiago el Mayor y de San Jaan,
que los colocara en su reino á los dos lados de su trono, l~
respondió ananciándoles el martirio que habían de sufrir por
EL; y llamando aparte á los doce Apóstoles, les repitió sus enseñanzas sobre la humildad, poniéndose de nuevo EL mismo
por mo~elo y diciendo: "El que qu¡~ra ser entre vosotros el
primero, ha de ser vuestro siervo: al modo que el Hijo del
Hombre no ha venido á ,er servido sino á .ervir !I dar su
lIida para redención de muchos,"
No galltámos me.os de una laora de coche, á buen andar,
desde el pie de la cuesta hasta el Jordán, á cuya orilla dere.ha Ú oc~idenlallle~ámos en el mismo punto donde, se¡ún
nos indicó el Padre Hilarión, Santa Elena había hecho construir una escala de mármol, de la cual nada queda, para bajar hasta las aguas del ríe, por ser este el Sitio donde SaD
Juan bautizó al Señor.
A pesar del color gris del agua, causado por la menuda
arena que arrastra y por el lecho de fango por donde corre,
no quise prescindir del baño que tanto había deseado, 1mu-
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cho más cuando me persuadí de que el color del agua depen~
día de la profundidad de ocho metros que tiene ahí el río,
I.gún aseguró el barquero que me llevó á efectuar mi hai'io
en una harca y bajo la sombra en la ribera izquierda; pues
habienJo ebservado el agua en menos canl.1dad se VIO perfectamente clara.
De ese baño usaba San Juan Bautista y el mismo Cristo
Nuestro Señor (Joan IV, 1) en tiempo de sus predicaciones,
para significar la limpieza que había de producirse en las almas de los pecadores que lo recibían; y del mismo había
usado el profeta Eliseo para eurar á Naamán de la lepra
(IV Reg. V, 10). Y sin embar~o de que tal uso era signo de tanta humildad, ¿ qué digo? precisamente porque
era signo de humildad, el Hijo Eterno de Dios quiso que ese
fuera el primer acto de su vida pública; J se vino de su .fi.
na de trabajo de Nazaret á meterse entre la multitud de pecadores que escuchaban á San Juan en e-;e sitio del río, y á
pedirle como ellos que le diese el humillante baño 1 Pero ya el
Precursor, por inspiración divina, había conocido á Jesús desde que le VIO de lejos, y antes que llegase y hablase lo sefiaIó
á la multitud diciendo: Este es el Cordero de Dios; este es el
que borra los pecados del mundo (Joan. J); Dios Padre á un
mismo tiemfo. lo señaló desde el ciel0 haciendo bajar sobre
su cabeza a Divino Espíritu en forma de paloma, y afirmando con voz de trueno que todos oyeron, que el aparente pecador recién bautizado era su Hijo amadísimo. IOh ! que el
humildísimo Jesús se digne hacer nuestro corazón eomo el
suyo, para que el Eterno Padre nos reconozca también por
sus hiJos!
Tendrá unos 10 metros de ancho el río en este punto, y
la corriente es muy lenta; se dice que alH precisamente sucedió el milagro de abrirse las aguas para que pasara el 'pueblo de Dios, á empezar por Jericó la conquista de la tierra
prometida, y que de aIl! mismo, á la izqUIerda del rio, después de diVldiI:se las aguas para pasado, fue arrebatado al
cielo el profeta Elías, delante de su discípulo y sucesor Elíseo, el cual, después de repasar el río, también milagrosamente, vino al pie de la serranía, y á peticiÓn de los habitantes
hizo potables las aguas de la úmca fuente que había en el
Valle (IV. Reg. 11), la cual desde entonces se llama Fuente
de Ehseo.
Tomado mi devoto baño, volvimos á emprender la travesía de esa mitad occidental del inmenso llano, que tanto me
recordaba lo que conozco del valle del Cauca, y vinimos á
apagar nuestra sed en esa abundantísima Fue.te de Eliseo,
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que en el misme punto donde brota es recogida en UD gran le
estanque, de donde se derrama y es conducida por dIversos
conductos' fertilizar el campo.
,
Cerca de esta fuente se muestra el lugar de la casa donde
Tivía 'la pecadora Rahab, que ocultó á los dos exploradores
que envió Josué, J' los libró de las pesquisas de tos habitantes
de Jericó; de donde se ve que ahí estaría la ciudad destruíJa
por Jomé, esto es, como un cuarto de legua al Norte del lurar donde lile nos señaló la del tiempo evangélico. Como li
una media legua al Oriente de la Fuente de Eliseo, esto es,
como hacia la mitad del espacio entre el pié de la cuesta y el
río, está la actual población de Jericó, llamada por los árabes Rihha, que tiene pocas pepo buenas cas2s, 6 especie de
quintas. En una de éstas nos esperaba el almuerzo que hafiía sido hecho con materiales Uevados de Jerusalén, porque
en los hoteles de Jericó no se hallan comestihles listos. Era
ya como la una p. m., y á pesar de la caja de galletas que
había puesto á nuestras órdenes el dragomán durante el viaje, nos sentíamos bastante apremiados por el apetito.
Habíamos bajado al valle teniendo á nuestra izquierda,
eSto es, al Norte, el cauce, ahora seco, del torrente Carit;
pues bien, al mismo lado norte del punto donde el torrente
entra en llanura, se eleva á 500 metros sobre el valle el Monte de la Tentación. Nuestro Señor, después de Sll bautismo
y de haberle empezado á seguir algunos de los discípulos de
San Juan, entre ellos San Andrés (Joan. 1), se retiró á una
cueva en la falda de dicho monte, á hacer oración y penitencia, ayunando cuarenta días con sus noches .. Dicha cueva:'
tiene unos 200 metros de alto sobre el llano, y 7 de largo por
5 de ancho.
Terminados los cuarenta días eJesu riguroso ayuno, permitió el Señor al demonio 1ue>se le acercase y lc prcsenta~
\lna triple tentación (Matth V), á saber: de sensualidad, invitándolo á convertir piedras en pan para satisfacer la ne~sidad ocasionada por el ayuno; de presunción, invitándo\o
á dejarse caer del techo del templo con la seguridad de que
su Padre no permitiría le sucediese nada; y de avaricia,
ofreciéndole todos los bienes del mundo si postrándose le adoraba; esta última ten tación fue en la cumbre de ese mismo
monte, como la primera seria sin duda dentro de la cueva,
y la segunda en .Jerusalén sohre el techo del templo, á donde
demonio le condujo.
Ahora, delante '«'1ela cueva y sobre el monte han edificado los cismáticos grie~os, y ya no es tan difícil y peligroso
el acceso como antes. Nuestra falta de tiempo nos privó de
el
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ir, tanto á esos dos lugares como á otra cueva, también á la
izquierda del mismo torrente, donde ~stuvo bastante tiempo
escondido el profeta Elfas, por orden de Dios, manteniéndose
con carne V pan que le traían
los cuervos y con el agua del
torrente (11I Reg. X VII); ahl también han edificado los cis.
máticos, venciendo, como en la cueva de la Cuarentena,
gravísimas dificultades que presenta lo al)I'upto de esos lugares
y lo profundo de los precipicios que los rodean; el convento
construido en la cueva de EIías, que vimos nosoLI'os al regreso, dirigiéndonos
á pie á un filo sohre una espantosa pro.
fundidad,
parece literalmente
adherido
á la peña vertical.
~erca de ese lug~r, (lile queda al frente del1\Jonte d~ la TentaCión, nos mostro (~1 dra~omán
algll nas de las piedras que
había en el suelo, que tenían la figura de panes, asegurando
que segllll la tradiri()n esa figura habían tornado las piedras
de por ahí, desde 'lile el demonio habla uieho al Señor que
las convirtiera en p'l nes.
En la subida :'t .Jerusalén, para la (lue habíamos
presupuesto seis ó siete horas, tuvimos una Iloverlad algo grave:
antes de principiar el ascenso notámos que UIIO de los cahaIlos se resistía, y los otros dos no alcanzaban
para arrastrar
el coche; no valiÓ salirse del coche mis CJmpañeros J' seguir
adelante <Í pie; no valiÓ hacer )'0 lo mismo que ellos, y emprender en su seguimiento esa cuesta lIella de piedras y polvo y con un sol pprpendicular,
que varia:, veccs nos hizo temer el caer muertos rle insolación:
caminámos así sin pararnos (pues parándonos
era peor el ardor por no cambiarse el
aire) como media le.\;"ua, sin esperanza de coche: al fin alcancé ¡~ mis dos compaiíeros cuando llegaban á una gran bóveda
de cal y canto de alg-Ún edificio de la Edad Media, que estaba <Í nuestra derecha, llena de cabras y ovejas, y á cuya entrada estaban los pastores, que parecían beduinos:
á la somhra de esa cueva} sicnpre sudando,
nos pusimos á esperar
lo que el Señor nos mandara.
Esperámos como media hora;
á una señal rara qu~ hizo con la Loca une- de los pastores, se
pusieron
en movimiento, Como to~adas de un resorte, las
ovejas, y empezaron á salir por ~n medio de nosotros, muy
cOlllpactas pero rn orden; y emprendieron
marcha cuesta
arriba guiarlas por uno de los pastores. A poco I1eg) nuestro amable drago:n:\n, quien había devuelto el coche hasta
Jericó para mudar cahallos, dejando medio muerto de no sé
qué entermedad al otro en la llanura;
y había seguido nu~s
tras huellas á pie para avisamos
lo ocurrido. Esperámos
como mediáhora
más; el dragomán hizo acercar á un hom.
bre que pasaba llevando
colgado á la punta de un palo que
7
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- 94cargaba al hombro, y cubierto con una tela de lana, uno de
aquellos odres de piel de que he hllblado, lleno de agua; para
darnos ejemplo bebió el dragomán primero aplicando 108labios á la boca del odre y haciendo llegar ahí el agu&
paulatinamente;
el P. Hilarión bebió, haciendo que le derramaran !'n la boca un ehorro moderado de agua, sin poner los labios en la boca del cuero. Yo estaba firmemente
resuelto á no b~ber; pero al ver que bebió el P. Silva, á
quien yo calculaba mucho más resuelto aÚn que yo por la
negativa, me dio pena y ver~iienza y también bebí unos tragos, metiendo, como el P. Silva y el dragomán, el bordo del
cuero en la boca: friísima y sabrosísima el agua; pestilenlÍsimo el cuero.
Por fin lIe~ó el coche con buenos caballos, y en poco
tiempo estuvimos en la casa del Buen Samaritano, donde nos
esperaba listo otro coche con los suyos. De esta suerte, después de habernos resignado á llegar á Jerusalén á las nueve
ó diez de la noche, lIegámos á las siete, gracias á la acuciosidad .Y diligencia del buen drag-omán.
Un poco más adelante del Buen Samaritano alcanzámos
una gran partida de camellos cargados que unos beduinos
llevaban para Jerusalén. El camello es un animal muy útil
en Oriente: el árabe lo quiere y )0 considera como á individuo de su familia, y hace fiesta cuando le nace alguno. Vive
hasta cuarenta años. Se le educa y se le pone diestro para
hacer grandes carreras y soportar mucho peso; es así como
en el desierto hace las veces de nave, caminando hasta J ,200
kilómetros, es decir, 240 leguas: en ocho días, sin comer ni
beber, pues de una vez come y bebe lo necesario para todo
este tiempo; los más esforzados cargan hasta J 3 quintales,
ósea 52 arrobas. Su altura ordinaria csde 3 metros. Hs muy
noble y paciente: él mismo se echa al suelo para ser cargado y descargado.
XXII
.JERUSALÉN
Iglesia de Santiago el Mayor-Casa
de Ands
Al siguiente día, lunes J 5 de Julio, madrugámos con el
Padre Silva y nos dirigímos á pie á celebrar en la Gruta
de la Agonía; repetimos en seguida más despacio nuestra
visita al Jardín de los Olivos y tomámos el desayuno que
ahí nos tenía preparado el Hermano franciscano. )J uestros
compañeros de peregrinación hablan madrugado antes que
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- 95nosotros y habían celebrado también en la Sagrada Gruta;
como estaban algo enfermos andaban en coche y regresaro.
pronto á la Casa Nova.
Ese día visitámos algo de la Basílica rlel Santo Sepulcre,
pues para visitarla y conocerJa toda lHen, habríamos necesitado varios días. En seguida recorrimos, desandando las nueve
Estaciones que está n fuera de la Basílica, hasta el Pretorio.
y por último fui nos al Mont/' Sión, donde fue martirizadG
el Apóstol Santiago el Mayor .vdonde eran las casas de Anás
y Caifás y el Santo Cenáculo. Pero me parece mejor no seguir el orden de nu.'stra correría sino el de la Pasión, que
comenzó en el Huerto, continuó en las casas de Anás y Caifás,
Pretorio y Vía dolorosa y terminó en el Calvario. Y por último, algo diré del Santo Cenáculo.
La esquina SO. de los muros de la ciudad es un ángulo
recto, cuyo hdo meridional mide unos 200 metros haCÍa el .E.
hasta la puerta de Sión, y (.J occidental unos 400 hacia el N.
hasta la de Jaffa: todo el espacio comprendido por ese án·
gula pertenece al Monte Sión, del cllal, sin embargo, dejan
fuera una buena parte los muros actuales. De la puerta d.
Jaffa hacia el S. queda dentro y al pie del muro la ciudadela
turca en el punto donde era la de Da 'lid con su bíblica torre,
celebrada como símholo de la firmeza de la Iglesia y también
de la fortaleza de h Santlsima Vi rgt' 11 , de donde se le da ese
nombre en la~ Letanías; ahí tambi{n constru)'ó Herodes,
llamado el Grande por sus extraordinarias maldades, un castillo con tres torres, donde recibió I~visita de los santos Reyes Magos. Sigoe hacia el S. el cuartd turco, que con la ciudadela ocnpa unos 160 metros en la misma dirección. Los
jardines del patriarcado armenio que siguen por el pie de los
muros hacia el S. ocupan unos 230 metros.
Al E. de estos jardines y con una calle de por medio están el patriarcaso, convento, seminario y hospedería de los
armenios cismáticos, inclusive la iglesia de Santiago el Mayor, que les sirve de catedral: ésta tiene tres naves y es de
las más grandps y mejores de Jerusalén. Su estrecha entrada
es por el O. y está precedida de un atrio cubierto, en cUJo
extremo S. nos llamaron mucho la atención las campanas
que usan esos cismáticos, consistentes en una gran plancha
de fierro larga y angosta y una tabla de madera, colgada.,
que hacen sonar golpeAndolas con un martillo.
En el costado N. del templo ha., unR pequeñísima capilla metida dentro del grueso muro, 'en el lugar donde fue decapitado el Santo Apóstol, primero que otro 'alguno, de orden de HerC1de¡:,nicto del otro He.rodt>s, como consta en el
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gtl -
,&agrado libro de los Hechos Apostólieos (XII, 2). Este Apóstol fue quien primero predicó el Evangelio en España y es
por lo mismo nuestro padre en la fe. A él se apareció en vida
la Virgen en Zaragoza, sobre una columna ó pilar de piedra,
y por eso se llama Nuestra Señora del Pilar; y por consejo
de Ella fue transportado su cuerpo á Santiago de Gompostela
al NO. de España .
. Muestran los armenios en este templo tres piedras, una
del río Jordán, otra del monte Tabor y otra del monte Sinaí ;
además el sepulcro de San Macario, Ohispo de Jerusalén, y
una vetusta silla de madera que dicen ser Ja de Santiago el
Menor, primer Obispo de. la misma ciudad. Sabido es que
este Santo Apóstol, hermano del Señor, como lo llama San
Pablo (Gálatas, 1, 19) á causa del parentesco que tcnía COIl
Divino Maestro, á pesar de la fama de extraordinaria santidad que tenia aun entre sus enemigos, fue precipitado de lo
·alto del Templo de Jerusalén en el Monte Moria; y euando
elevaba sus manos al cielo, orando por sus verdugos, fue ul·timado á golpes por un batanero. Su cuerpo está en Roma,
junto con el del Apóstol San Felipe, en la Iglesia de los Santos 12 Apóstoles.
Al salir de la iglesia el monje armenio que nos había
Í!laierto la puerta para visitarla nos sorprendió poniéndonos
en las manos con un hisopo agua perfumada, al modo que lo
hacemos nosotros con cl agua bendita: es acto de civilidad
entre ellos ..
Al S. y cerca de la puerta de Sión y al E. del Seminario
armenio está el convento de los Olivos, habitado por la congregación de los Santos Angeles, de monjas armenias. cuya
capilla está en cllugar de la casa de Aoás: UDadiminuta capilla, donde no caben ni tres personas, recuerda ellugur don3e estu va el Redcntor delante ·ie Anásj en un patlCcito adyacente se muestran unos retoños <lc oli'vo que se dicen ser
3e un olivo donde estuvo el Señor atado. La capilla de esa.s
monjas está en ellllgar de otra anti~ua dedicada á los Santos Angeles, en recuerdo del horror con que se taparon el
rostro al ver la hofetada que. un vil adulador del Pontífice dio
en el rostro majestuoso del Hijo de Dios: esta tradición, que
está acorde con el sentido obvio del Evangelista San Juan,
'me place más que la oplllión de algunos intérpretes que dicen
que tanto la bofetada como la primera negación de San Pedro, fueron en la casa de Caifás, que ~-donde la ponen Jos
otros Evangelistas, los cuales nada dicen de la presentación
del Señor á Anás. San Juan fue el último que escribió su
Evangelio y se propuso explicar muchas cosas que los otros
su
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- 97habían omitido ó narrado
muy por encima, y pone UDa ,.
otra cosa como sl'Icedida en casa de A nás, el cual era Pontífice, aunque no Sumo, aquel año.
Tomando hacia el Sur por un callejón, mediante UDa pro~
pina, se hace abrir una pu~rla en el extremo, la cual sale al
frente de la puerta de Sión ; de otro modo habría que desandar todo lo lindado para volver :í la ;glesia de Santiago dando llna inmensa vuelta.
Hé aquí la historia de los sufrimientos del Señor en la casa de
Anás, según la Beata Emmerich.
Jesús llegó delante Je Anás, con las prisiones que le habían
puesto en Gdsemaní : las manos cruelmente atadas contra los codos y contra un cinturén ancho con puntas de fierro que le pusieron
al rededor de la cintura, y del cual rJendían (uatro cuerdas para tirar al Señor en distintas direcciones; y una 2specie de collar, también con puntas, en el cuello, del cual pendían dos como correas
Ó cuerdas grue~as que se cruzaban
sobre el pecho como estola,
fuertemente aseguradas á la cintura. Dio en ese camino siete caidas, fuera de la que le hicieron dar desde el puente hasta el fondo
del torrente C~drón ; y fue conducido á tod.l prisa por los caminos
más ásperos, sucios y enlodados, insultán<:.ole y golpeándole siu
cesar.
Anás presidía un como tribunal encargldo de velar por la pureza de la doctrina y denunciar á los que la atacaban;
y así pregunt6 á Je~ús :
-¿ Conque eres tú. Jesús de Nazaret?
¡, Dónde están tus discípulos y secuaces? ¿ Dónde tu reino? Parece que las cosas no salen como Tú pensabas. Basta de insultos á Dios y á los sacerdotes
y de violaciones del SábadO. ¿ No has comido Tú el Cordero pascual de un modo indebido? ¿ quieres Tú introducir una nueva doctrina '1 ¿. Con qué derecho? ¿Dónde 11.lsestudiado? i Hábla. pues,
agitador, seductor ~ ; Hábla, cuál es tu doctrina?
- Yo he hablado delanle dd pÚblico y de I(.do d mundo, dijo Jesús:
yo SIempre he ensellado en la S'h¡agoga y m el templo, donde St re1Íne1ZIodos los judíos,y
nada he dicho m oculto. ¿ Por qué me preguntas? PreglÍntales á los que han oído lo que l,'s he dÚho .. Míra aquí á tu rededor ¡
Estos saben lo que ro he dicho.
-¿ Yasí respondes ltÍ al F.mlílice !dijo ,¡ Jesús uno de los verdu-
gos, adulador de Anás, descargando con la mano forrada en fierro
una tremenda bc,fetada en la boca y mejna del Señor, quien cayó
de lado ,obre las gradas derramando san5TC.
-Si· he hablado mal, muhlra/ll.t In qué, y si he hablado bien, ¿por qué
me hieres 1 (S. Juan, XVIII, 19-23) dijo tran<luilamente Jesús después de levantado, y aplacado el ruido de risas é insultos que estalló.
Excitado en extre:no por tanta calma del Señor, An~s invit6 á
los circunstantes á que expusieran lo que tuvieran que decir contra
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-
9~-
EL: una explosión de gritos confusos, imprecaciones, reproches é
insultos que cada cual hacía áJesús en su propio rostro, fue el efeetode las palabras de Anás, junto con empujones y golpes de 10$
yerdugos para que respondiese. Elllismo Anás y sus consejeros
añadían sus burlas á los insultos y maltratos que le Ilovían al buen
Jesús, quien tambaleaba á un ladoyotro. Anás entonces escribió
en una tira unas acu5aciones que enrolló y aseguró en la punta
de un bastón y lo presem:S al S~ñl)r diciendo: Hé aquí el cetro de
tu reino, tus títulos, dignidades y derechos: Ilévalos al Sumo Saoerdote para que reconozca tu misiótt y te trate según tu dig nidad.
Que se le aten las manos á este Rey y que se le conduzca ante el
Sumo Sacerdote (S. Juan, XVIII, 24).
Casa de Caijds
Siguiende< unos cuarenta pasos al S. de la puerta de
Sión, se halla á la derecha un trozo de columna plantado en
o.Isuelo conlra un muro: ahí suce.lió lo 'lue referí en la págiJ1.a 8r cuando la traslación del cuerpo de la Santísima Virgen.
Ahí cerca está la iglesia que ocupa el lugar de la casa de
Caifás, donde Nuestro Señor estuvo el resto de la noche del
jueves al viernes, recibiendo toda clase de ultrajes. Esla iglelÍa tamhién es de los armenios cislmHicos. La piedra del altar es una parte de la que cerraba el Santo Sepulcro; la otra
parte está en el mismo Santo Sepulcro, como diré después;
alIado de la Epí,;Lola está una diminutísima capilla para
.eñalar el sitio donde estuvo preso el Señor aquella noche.
En este lug'ar hubo una basílica en honor de San Pedro,
pues fue ahí mismo donde negó al Señor y donde, convertido
de coraz()n, empezó á hacer penitencia.
Según Cltarina Emmerich, en el palacio de Caifás sufrió Nuestro Señor penas inauditas.
Caifás, Sumo S:lcerdote, revestido de sus ornamentos y con una
especie de mitra en la cabeza, estaba impaciente en su sala con
los setenta miembros :lel gran Concejo. listos y sentados en sus
sillas, de los cuales muchos se habían quedado ahí desde que partió la gente armada para G~tsemaní á traer á Jesús preso; otros
llegaron succ,ivamente con anticipación, pues con mucha actividad se habían mandado emisarios á despertarlos y hacerlos venir
no s6lo ;i ellos sino á otras personas favorables.
-.H¿te aquí enemigo de Dios, que turbJ.s para nosotros esta
santa noche! exclamó Caifás cuando tuvo i Jesús delante; y leyendo la lista de acusaciones enviadas por Anás se desató en invectivas y preguntas llenas de turor.
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- 99-Respónde,
pues! Abre la boca! ¿ No sabes hablar? le dedan los verdugos golpeándole con bastones de punta de fierre. Je~
sús continuaba calmado y con los ojos bajos.
Se procedió á oír á los testigos, muchos d~ ellos comprados
por dinero; y á veces toUJ el pueblo gritaba, ,í veces hablaban
fariseos y saduceos con \'ocados de todos los pJntos del país; los
cuales no hacían sino r.:p ~tir acus'lciunes antiguas, mil Veces por
EL refutadas: sus palaui'¿ls, sus instru~ciones y sus parábolas eran
desfiguradas y presenta las como crímenes. Pero se contradecían
y embarazaban en sus discursos:
-Se llama Rey, decía uno.
-No, respondía otro; solamente se deja llamar a,j, y cuando se ha querido proclamado tal, ha huido.
-Dice que es hijo de Dios, añadía un tercero.
-No, decla un cuarto; él no se \lama el hijo, sino porque cum.
pIe la yoluntad del Padre.
-Es bastardo, decía un miserable.
-Falso, decla otro, su madr~ era una virgen piadúsa en el
templo y hemos presenciado su desposorio con un hombre temeroso de Dios.
-Ha comido la Pascua la víspera, contra la ley, decían unos.
-Tienen
ese derecho los Galileos desde tiempo inmemorial,
afirmaron José de Arimatea y Nicodemo: les fue concedido entre
otras causas porque en un solo día no se alcanzaba á hac~r todo
por la mucha afluencia; y así lo prueban estDs documentos tomados oe los archivos.
Dado que muchos atest(!{Uabml falsamente contra El, los tales testimonies no estaban acordes ni eran sz¡ficienles (lIfe.:rc. XIV, 56).
Multitud de mentiras y contradiccion,~s se adujeron sobre la
curación del hombre de la piscina de Bdsilic.a (San Juan, V,). Los
Fariseos de Séforis, con los cuales había disputado sobre el divorcio, le acusaban la falsa doctrina; y aquel joven de Nazaret, á
quien no habla querido tomar entre sus discipulos, tambi~n le acusaba.
Algunos deelan que los había curado pCl'O <¡ue sus curaciones
eran brujerías, porque habían \'udto á ca,:;r enfermos; Caifás mismo afirmaba que la confusión de los tsstigos era efecto de sortilegios; y tanto él como los miembros dd Concejo no cesaban de in.
sultarle :
¿Qué Rey eres tlí? muéstra tu poder! ha z venir las legiones de
Angeles de que has hablado en Getsemaní ! ¿D.5nde has puesto el
dinero de las vi'ldas y de los locos á quienesnas engañado'? TtÍ has
disipado fortunas enteras. ResptSnde! Mt~:or hubieras hecho en
callarte delante del populacho y de hiS mu'titudes de mujeres que
adoctrinabas. Era muy mucho lo que allá ha blabas. Y todas estas invectivas eran acompañadas de maltratos de obra, de suerte que
sólo por milagro pudo resistir.
La afirmación de José y Nicodemo, prcpietarios del Cenáculo,
con las irrefragables pruebas que aduje:oll, irritaron mucho á 10$
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-
100 -
concejales. y lanzaron miradas furiosas contra Nicodemo cuandorepresentó cuán ofendido debía sentirse el Concejo por las chocan_
tes contradicciones de esos testigos en asunto emprendido con tan,.
ta precipitaci6n, la noche antes de la más solemne de las fiestas
y con una prevención tan obstinada y pertinaz. Por otra parte, la
paciencia y silencio de Jesús hada impresión sobre muchas conciencias: diez soldados se retiraron so pretexto de enfermedad y
se unieron á los di.icíputos. Todo esto aumentaba el descontento del
Concejo. Por último vinieron dos falsos testigos, diciendo el uno:
-Jesús ha dicho :yo destruiré el ttmplo edificado por los hombru y
en tres días edificaré uno no edificadopor los hombres: y así celebró
la Pascua en otro edificio para destruir el antiguo.
-Es verdad que lo dijo, respondió el otro, pero. el edificio
donde celebró la Pascua es también de mano de hombres; por
tanto, no es de ése del que ha hablado. Pero tampoco en este les/i1M_
"io estaban acordes (Marc. XIV, 59).
- ¿Nada respondesá esto? preguntó, levantándose encolerizado,
Caifás, al ver que Jesús no le miraba, y mientras los verdugos,
agarrando al Señor por los cabellos, le echaban atrás la cabeza
con violencia y le daban golpes en la barba, sin lograr que EL levantase los ojos ni rompiese el silencio.
-Conjúrote, añadió entonces Caifás: conjúrate de parte de .DÚJr
vioo, que nos digas si tú eres el Crislo ó Mesías, el HIjo de Dios.
-Yo lo s.zy (Marc. XIV, 62), tú lo has dzcho(Matth. XXVII, 64),
respondió Jeslís con voz de admirable majestad en medio del gran
silencio que se hizo: y aÚn os declaro qUé vcréis después á este lfijo
del hombre, sentado á la dIestra de la Jl,fajeslad de DIOS,vemr sobre las
nubes del cielo.
-Ha blasfemado, gritó con furia infernalCaifás, rompiendo con
un cuchillo su manto: ¿ Qué necesitamosya de testigos? HabHs ofdola
blaifeml'a, ¿ Cuál es vuestro parecer?
-i Es dIgno de muerte 1 exclamaron todos, poseídos de espíritu
infernal, j es digno de muerte 1
-Os entrego este Rey, dijo Caifás á los verdugos; tratad al
blasfemador con los honores que merece. Y se retiró con los
miembros del Concejo á una sala contigua, donde se tenían las deliberaciones secretas.
Durante todo este tiempo no habían ce5ado los verdugos y
otros miserables de maltratar al S.,ñor, arrancándole los cabellos
y la barba, escupiéndole, abofeteándole, hiriéndole con bastones puntiagudos y con agujas . .Entregué mi cuerpoá losque me herían y mis meji.
llas á los que mesaban mi barba: no retiré mz' rostro de los que me In.
juriaban y escupían (Isaías, L, 6). Ahora ya no tuvieron límite: le
ponían corona de paja y decían; Hé aquí el hijo de David con la
corona de su padre.-Hé
aquí más que Salom6n.-Este
es el Rey
que hace bodas á su hijo. Así se burlaban de las verdades con que
venía á salvar á los homhres. Le quitaron los vestidos y le pusie_
ron un manto viejo despedazado y al cuello una cadena que le
pendía hasta las rodillas y se las hería con unas puntas que tenía.
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101
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en los anillos de los extremos. Le echaban encima toda clase de
inmundicias; le vendaban con un trapo sucio, le herían y le preguntaban: Gran Pro/da, ¡ quién it ha herido? E.I callaba, oraba por
ellos y suspiraba.
-Adelante
el Rey de paja, exclamaron empujándole á golpes
con los pies y con sus bastones hasta el medio de la sala donde
estaba el Concejo: que se muestre al Concejo con las seiiales de
respeto que ha recibido de nosotros.
-Tóma tu unción de Rey y de Profeta, le decían escupiéndole
y arrojándole lodo.
-¿Cómo puedes tú presentarte al gran Coneejo en tal estado?
Tú quieres purificar á otros y no estás puro tú mismo; pero vamos
á purificarte.· Y pasándole por el rostro y los hombros un lienzo
sucio y empapado en una agua infecta, hacían 5emejanza de limpiarlo, en medio de injurias y burlas, y acabaron por echarle encima toda esa agua díciéndole; Esta ES tu unción preciosa, tu
a~ua de nardo de valor de treinta dineros; tu bautismo de la piscina de Betsaida. Queriendo aludir al milagro de la curación del
paralítico en esa piscina, indicaban, sin saberlo, la semejanza
del Redentor con los corderos pascua les que antEs de ser inmolados se purificaban en esa misma piscina. Y sin l~esar de maltratarle le pasearon al rededor de la sala recibiendo sarcasmos é
insultos de los miembros del Concejo.
Durante este titmpo, después del grito de muerte pronunciado por el Concejo contra jesús, juan, que en compañía de Pedro
había entrado hasta el palacio, se retiró á buscar á la Virgen an'tes que la noticia le llegase por otra vía. Sucediernn entonces las
negaciones de Pedro y las miradas llenas de dolor y compasión
con que el Señor lo iluminó y penetró de arrepentimiento.
María Santísima había hecho dos viajes al valle de Josafat antes
de la presentación de su Divino Hijo á Anás. A petici6n suya, Juan
la condujo en compañía de Magdalena y el.:; otras :iantas mujeres
á donde pstaba jesús, y más de una vez la Divina Madre cayó
desvanecida de dolor. Al Ilf:gar á la casa de Caif.is tocóJe pasar
por donde t:staban fabricando la cruz y oír las maldiciones que
lanzaban contra el Señor los obreros, por' lUt: á causa de hL tenían
que trabajar de noche; la Virgen oró ¡,.r <:llos. Pasó el atrio exterior y halló cerrada la entrada al intcllur. Al abrírla, Pedro se
precipitó afuera llorando, y l\larÍa le preguntó;
-Simón,
¿ qué ha sido de mi Hijo jesús? ..... Simón, hijo de
Juan, l. no me respondes? éJñadió viendo que Pedrc se apartaba
n-torcitEndose las manos.
-Oh Madre, exclamó Pedro llorando; no me habléis. Vuestro Hijo sufre indeciblemente: no me habléis; le han condenado á
muerte y yo le he negado vergonzosamente
tr,,~ vet:es. Y huyó
precio itadamente á una caverna del monte de Ius Olivos. La Virgen cayÓ desvanrcida. Cuando volvió en sí se hizo conducir con
las compi\ñeras delante del calabozo donde estaba ya encerrado
su Divino Hij , bajo el piso de la casa y escuch6 los ~u&piros que
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daba y las injurias qu~ le dirigían los verdugos: habíanle atado
á un poste en medio del calabúzo y se turnaban de dos en dos para
custodiarle y maltratarle, y EL apenas podla s.)stenerse sobre sus
pies despedazados
é hinchados; pero no cesaba de orar y ofrecerse por sus verdugos y por todos los hombres. En medio de su
dolor, María conservaba una moderación y una dignidad maravillosas, y sin embargo hubo de oír estas crueles palabras:
¡, No
es ésta la Madre del Galileo? Su hijo será ciertamente crucificado, pero no antes de la fiesta, á menos que sea el mayor de los
criminales. Ella se alejó entonces de ese lugar y se dirigió hacia
la sala, y en el mismo lugar donde Jesús había dicho que era
Hijo de Dios y donde los hijos del demonio le habían condenado
á muerte, volvió á caer desmayada.
Conmovedoras fueron las acciones de gracias que rindió Jesús
á su Padre al comenzar á aparecer las primeras ráfagas de la luz
del dfa de su sacrificio y de la salud del género humano.
I Qué triste es sentir repugnancia y horror al ofr todo lo que
Nuestro Señor sufrió por nosotros 1 Bien podemos comparamos á
un asesino á quien se obligara á poner la mano sobre las heridas
de su víctima.
Al amanecer se reunió otra vez el Concejo para dar forma legal al juicio preparatorio que habla tenido lugar esa noche, pero
se procedi6 con la misma precipitación. José, Nicodemo y otros
pidieron que se aplazase el juicio hasta después de la fiesta, aña.
diendo que las acusaciones hasta entonces presentadas no tenían
valor, pues eran contradictorias. Los príncipes de los sacerdotes
y sus secuaces se irritaron é hicieron saber claramente á los primeros, que estaban comprendidos en el mismo juicio como sospechosos de ser favorables al Galileo, y que por eso se manifestaban opuestos; y llegaron á querer excluír del Concejo á todos los
que fuesen favorables á Jesús. Estos, por su parte, protestaron que
ninguna parte tomarían en lo que se hiciese, abandonaron la sala,
se dirigieron al templo, y nunca volvieron al Concejo.
Jesús, por orden de Caifás, fue de nuevo conducido á la sala.
vestido otra vez con su túnica toda desaseada, con las mismas prisiones y en medio de los maltratos é insultos ~e siempre.
-Si tÚ eres ti ungido dd Seño,', el Mesías, dinoslo, le dijo Caifás
lleno de rabia.
-Si os lo dijere, respondió je!'ús, alzando la cabeza con pacien.
cia santa y gravedad solemne, no me creeréis: y siyo os h¡'úerealguna pngunta, no me respenderéis ni me dejaréis ir. Pero después de lo que
v~'s allora, ti H(}o del hombre estará senlado á la dieslra del poder de
Dios.
- ¿Luégo IÚ eres el Hijo de Dios?, preguntaron todos.
-Así es, que )10 soy, como vosotros decís, respondió.
-l (?ué ntcesilamosya buscar olros ttSfigos? Nosolros mismos 111
!temos oído de su prop¡'a boca. (Lucas. XXII, 66-71). y continuaron
prodigándole toda clase de insultos, ordenaron á los verdugos
atarlo de nuevo, y ponerle cadena al cuello para conducido á casa
de Pilato.
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Desde ellugu
na
1°3 -
donde fue preso el Señor
hasta la esqui-
SE. de los muro!!, que es la misma de aquel tiempo,
en línea recta
un08
400
metros; de esa esquina á
hay
111 casa
de
Anás unos 800, también en línea recta; de la de Anás á la
de Caifás, algo más de 100; Y de ésta al Prctorio, linos r ,000,
siempre en línea recta y sin tener en cuenta la~¡ ondulaciones dellerreno y las desviaciones de las calles.
Pretorio- Vía dolorosa
El Pretorio era el cuartel de la;ohorte,
mil hombres:
ahí mismo habitaba
que cOlIstaba
el Procurador
cuando
ue
ve-
nía cada año á permanecer unos días en Jeruulén durante
la pascua, con el fin le vigilar é impe,iir cualq !Iier desorden
que pudiera ori;inarse con ocasiól de la inmensa concurrenda á la fiesta.
Como dIje (plÍg. (0), el Monte !\loria, donrie estaba el
Templo, está limitado al E. por el muro oriental de la ciudad y lo ocupan en parte las mezquitas de OClIar y El Aksa.
Es un rectán,",ulo, ó poco menos, de unos '),70 metros de ancho de E. á O. por unos fl!¡O de larg-o, dl~sde la esquina SE.
de los muros de la ciudad hasta unos 80 al Sur de la Puerta
de San Esteban. D~ la esquina NO. de este recl<Íllgulo hacia
el Norte es donde Hcrorles había edificado la fortaleza Antonia, así Jlamada por honrar á su protector
Marco Antonio, la cuallenía dl)~ ¡.¡trios, exterior é intl'rior, contiguos
entre sí. Ahí era el Preturio J lllll estaba entonces el Prucu-
rador Pilato.
Hoy está ocupado en parte ese recinto po" el cuartel tur(:0 y se halla divididl) por la calle de la Amar¡;;"ura, que, como
ya dije (p¡íg. 62), parte de la Puerta de San Esteban hacia el
O. y á uno~ 3!~0rnclrt)s de ésta pasa pordeb Ijo del arco Ecce /lomo, llamado l'sí porque contiene las dos piedras que
pisaron Pilato y JesÚs cuando aquél exhibiÓ al Hedentor
azotado
y coronu¡lo
de espinas,
diciendo
esas
meroora ble!!
palabras. Este arco de m. 6 de ancho, con 01 ros dos menores
á los lados, era la I:'ntruda lÍ la fortfllcza; e:, arco lateral del
l'\orte existe oenh"l de la na~ilica Rece /lomo, que con su
convclto de Damas de Sión tiene por fundador al Padre Alfonso Ratisbolla, judío conycrticlo. E1:osta!1o izquierdo de
esta basílica que la, pues, en la acera l'\orte, que corta el
arco central, dejando dentro de la iglesia no sólo el arco lateral íntegro, sino parte
en otro tiempo dentro
del central:
el arc,) del Sur existía
del convento
de musulmanes
del
frente.
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104 -
En la misma acera Norte, como á unos 15 metros al E.
del arco, está la capilla de l. sentencia de muerte y toma de
la cruz á cuestas,. que es cuadrada y tiene lO metros por ]~do.
Unos 25 al E. de ésta y en la misma acera, está la capíJlade
la Flag-elaciÓn, contigua á 'lDa resi l'encia franciscana;
y como
unos 20 al Sur de ésta última, calJede por medio y dentro del
cuartel turco, fa de la Coronación de espinas, que hoyes un
almacén del mismo y por eso no se visita.
La primera
Estación se hace en un patio del cuartel,
no propiamente
en el lugar de la sentencia
sino donde
hablÓ é interro~ó
Pilata al Señor. De la sl'gunda Estación,
donde Nuestro
Señor tomó la Cruz á cuestas, á la tercera,
que es la primera calda, hay calle abajo linos 234 metros,
siemprp. en dirección O. No hay que suponer que el suelo
que uno pisa sea el mismo que pisó Nuel>l fa Señor, pues en
diez V nueve siglos, y más teniendo en cllenta las varias destrucciones que ha sufrido la ciudad, el 1>1Icloha subido no
poco: as{, el suelo de la iglesia Ecce llomo t¡,'ne m. 1.60 sobre el piso primitivo de la antigua
puerta dI' la Antonia, y
toda esa altura tienen oculta bajo el piso los pies derechos ó
machones del arco de dicha puerta que enciel'ra esa iglesia.
Dos trozos de columna
de mármol al pie de un oratorio
franciscano indican el lugar de la primera
cal,!a del Señor ó
tercera EstaciÓn, donde hoy se reúne la calll~ de la Amar~ura con olra que de la puerta de Damasco Vil ne en direCCIón
SE., que es la dirección que ahl toma la Vía dolorosa, formando ángulo agudo, como lo dije en la cilada p;ígina 62.
La cnarta Estación, donde se encontraron
el Redentor y
su Divina Madre, dista al SE. de la tercera unos 37 metros,
y también es en la calle, pero los armenios católicos han
construido ahí una bella iglesia dedicada á Nuestra Señora
del Pasmo.
La quinta, donde Simón Cireneo ~mpezó á ayudar
al
Señor á llevar la Cruz, fe halla en la misma dirección SE.,
á m. 23 de la anterior, en el vértice del ángulo que forma la
calle para tomar de nuevo su antigua dirección al O.; ahí
también hay un oratorio franciscano
La sexta, donde Verónica enjugó el Sagrado Rostro, qne
qnedó milagrosamente
retratado
en la toalla, está indicada
por un fragmento
de columna incrustado en el muro á la
Izquierda, ó sea en la acera S., á m. 86 al O. de la quinta,
después de penetrar por una de esas calles abovedadas que
pasan por debajo de edificios (v. pág. 5); los griegos no cismáti::os Melquitas han edificado ahí una iglesia bajo el título de Sanla V crónica.
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105
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A los 60 metros, subiendo siempre al O., está la séptima
Estación, donde se cortan casi perpendicularmente la calle
de la Amargura con la de Damasco: aquí era la Puerta Antigua, abierta en la parte O. de los antiguos muros de la ciudad, puerta que los cristianos apelliddron Judiciaria, porque
allí se fijó el edicto de la sen tencía de In uerte de .J esús; fue
donde cayó el Señor segunda vez. En Úna capilla, en el ángulo NO. de los cuatro que forman las dos calles, existe una
columna de mármol enteriza de m. 7 de altura y 0.75 dediámetro, que sin duJa es una dc las del pórtico interior de la
puerta Antigua.
A m. 35 cuesta arriba al O. una piedra con una cruz latina, incrustada en el muro de la izquierda, marca la octava
Estación, donde habló el Scñor Ú las Hijas de Jerusalén;
pero la Vía dolorosa desde aquí está interceptada por edificios y tal vez ya la octava Estación no es exactamente donde
está indicada.
La novena, qUé fue la tercera caída, dista al S. J arriba
de la octava unos 80 metros, pero para visitada hay que retroceder por la calle de Damasco hacia el S. y dar una gran
vuelta: queda ya muy cerca al NO. de la Basílica del Santo
Sepulcro y está indIcada por un trozo de columna incrustado en el pie derecho de la puerta de la iglesia copta, al S. de
la cual sobresale, de un terrado bastante Lajo, la cúpula de la
iglesia subterránea de la Santa Cruz <Í de Santa Elena, la
cual está contigua al extremo oriental de la Basílica del
Santo Sepulcro.
Para visitar las cuatro Estaciones del Calvario y la del
Santo Sepulcro, que quedan dentro de la B¡¡sílica, hay que
volver á tomar pOI' la calle de Damasco hacia el S. y luégo
al O. para entrar en el atrio de la Basilica. La décima Estación, donde Jesús, ya en la cima dd Calvario, fue despojado
de sus vestidos, dista al SO. de la novena unos 32 metros, y el
camino pasaría pUl' lo que es hoy extremidad oriental de la
Basílica, tal vez por donde está la capilla de San Longino,
de que hahlaré á su tiempo, CUandl) trate de la Basílica, su
disposición y demensiollts; y entonces se podrán verificar
las distancias de Jas restantes Esl<¡ciones. La distancia, pues,
recorrida por el llcdentor, desde donde se cargÓ con la Cruz
lIasla donde le CJ'lJciJicaronen ella, fue Jl~\lnos 587 metros.
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IO~
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Cuadro de las Estaciones, $US' distancias según el Padre
Yermo y dirección de la Vía
,
1 Estación. La Sentencia ....•.........•••.••......•••................••.•••.
1I
,. La Cruz á cuesta s, distante 17 metros al O. de la a•••
terior.
1.& Caída,
III
234
"
" SE.
"
" EncuE:ntro con la Virgen "
"
IV
37
"
"
"
::3
Cireneo
V
••,~
" 86 "
" Verónica
O.
VI
" 60 ",.
,.
VII "
Calda (Puerta Judiciaria)
"
,~
VIII " Hijas de Jerusalén
35
"
" 3" Calda
" 80 "
S.
IX
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" Despojo. de los vestidos " 32 "
SO.
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..
2"
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"
"
"
m. 587
XI
XII "
XIII "
XIV "
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Crucifixión
3 HJras. Muerte
Reina de los Mártires
Santo Sepulcro
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2
E.
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53 "
S.
O.NO.
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••
Ana Catarina E.merich vio los sufrimientos de Jesús, del Pretorio al Calvario, así:
Como á las seis de la mañana fue el Re.dentor conducido de la
casa de Caifás, en el Monte Si6n, á la de PiJato, al norte del tem.
plo: iba vestid ••con la sola túnica interior, muy manchada y sucia, con una gruesa cadena que le pendía del cuello y le golpeaba las rodillas; las manos atadas, y tirado de la cintura por medio
de cuerdas. Iba tambaleando, todo desfigurado, pálido, hinchado
y acardenalado el rostro, desordenados los cabellos y la barba.
Precedían Anás y Caifás con otros miembros del gran Concejo ó
Sanhedrín, vestidos de gala.
La Virgen había venido del Cenáculo á encontrar al Señor, y
al cambiarse miradas cayó desvanecida en brazos de Juan y Magdalena; pero apenas se restableció algo se hizo conducir al Pretorio.
Los judíos hablan prevenido á Pilato que le llevarían ese día
un culpable de crímenes capitales. Pilato, desde lo alto de su palacio, á donde se subla por una escalera de mármol, preguntó con
desprecio qué querían á esa hora, cómo habían reducido á ese
hombre á tal estado y si tan temprano empezaban á inmolar víctimas. Los judíos, ~esde el atno exterior que estaba al Norte del
palaCIO con el otro atrio de por medio, le contestaron que escu·
chara los cargos que contra ese facineroso hacían desde ahí, pues
no podían avanzar hasta el palacio por no mancharse legalmente
(S. Juan XVIII, 28). Cuando Jesús hubo subido la escalera, con.
ducido por verdugos que no eran judíos, Pilato pregunt6, aún con
mayor disgusto y desprecio, cuáles eran las acusaciones; los ju_
díos respondieron:
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- '°7 -Si éste no fueu un malluc1wr, no te lo hu!J,"¿ramosentregado.
-Tomadle vosotros, replicó Pilato, y juzgadle según vuestra ley.
-Bien sabes, le respondieron, que no tenemos sino un derecho
muy restringido cuando se trata de pena capital (S. Juan, XVIII,
29-31).
PlIato exigió las acuSlciones y fueron presentadas tres (Luc.
XXII, 2): la más grave, en la que más insistían ante el Gobernador Romano, contenía que Jesús era reo de lesa. majestad, seductor del pueblo, perturbador de la paz, prómotor de revueltas; que
hacía grandes reuniones de hombres y violaba el sábado haciendo curaciones, á lo cual respondió Pilato, burlándose, que sin duda
ellos no estarían muy enfermos, cuando esas curaciones los enfurecían tanto; que seducía al pueblo con enseñanzas horribles, y
que exigía que comiesen su carne y bebiesen su sangre para tener
la vida eterna. Al ver Pilato los furiosos arrebatos con que acompañaban esta última acusación, se sonrió con sus oficiales y dijo en
tono picante á los judíos: Se creerla que Vosotl'OS queréis seguir
su doctrina y obtener la vida eterna, pues tal parece como que
queréis comer su carne y beber su sangre. La segunda acusación
era que Jesús excitaba á no pagar el impuesto al emperador, á lo
que Pilato, encolerizado, dijo interrumpiéndoles : Esa es gran mentira; yo debo saber eso mejor que vosotros. Entonces ellos lanzaron su tercera acusaci6n, que como las otras fue apoyada por diez
testigos: que siendo Jesús de bajo y equívoco or:gen, se había formado un gran partido, habla anunciado desgracia á Jerusalén, y
que por n¡edio de parábolas de doble sentido, y haciéndose preparar una entrada triunfante en la ciudad, pretendía se le hiciesen honores de Rey, pues decía ser el Cristo, el ungido del Señor,
el Mesfas, el Rey prometido á los judíos. Aquí se puso Pilato pensativo, miró atentamente á Jesús, entró en la sala del tribunal y
mandó condujesen ahl al Señor.
- ¿ Eres tú ti Rey de los judíos? le preguntó.
-¿ D,'m tú eso de ti mismo, preguntó á su vez Jesús, ó te lo han
dicho otros de mí ?
-¿ Acaso soy yo judío, replicó Pilato con algún desdén, para
ocuparme en tales miserias? Tu nacióny los Pontífices te han entregado á mí, ¿ qué has hechotú!
-Mi reino no es de este mundo, respondió Jesús, si de este m."'
fuera mi reino, mis servidores combatirían para no dtjarme (aer en manos de losjudíos: pero mi rdno no tS de acá.
-¿Luego /tí eres Rey?
-Cómo tÚ lo dices, yo SOy Rey. Yo nací y vine al mundo para dar
teslimo1llode la verdad: todo el fJuets de la verdad oye mi voz.
-1 La verdad! ¿ Y qué es la verdad? (S. Juan, XVIII, 33-38),
dijo Pilato mirando al Señor y levantándose. Bien veía que Jesús
no era Rey temible para el Emperador, y por eso salió y dijo á los
judíos que no hallaba delito en EL, con lo que brotó de sus bocas
un torrente de acusaciones (Marc, XV, 3), mientras EL, en silencio, oraba por los pobres hombres, y no respondió nada á la invita-
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ci6n que Pilato le hizo á responder á ellas (ibld. 4, 5), por lo cual
admirado añadió: Bien veo que dicen mentiras contra ti.
Pero los acusadoresgritaban
con más furor: ¡Cómo I ¿ no hallas crimen en él? ¿ no comete crimen cuando conmueve al puebl()
enseñando su doctrina desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí? (Luc.
XXIII, 5).
Entonces mandó Pilato lo condujesen á casa de Herodes, á
cuya jurisdicción pertenecía la Galilea, y quien estaba entonces en
Jerusalén por causa de la Pascua; y envió delante un oficial que
se lo anunciase. Los judíos descargaron en Jesús la furia que les
causó esto •.
Mientras tanto Claudia ProcIa, mujer de PíJato, le contó las
visiones que había tenido de los principales misterios de la vida
de Jesús y de la horrible injusticia con qu~ se le trataba, y obtuvo
de su marido una prenda, como garantía de que no condenada al
señor. Pilato era corrompido, indeciso, lleno de orgullo y de bajeza á la vez, y además en extremo supersticioso: tenía unos Idolos á los que ofrecía incienso y hacía preguntas secretamente .
." Quizás, decía entre sI, este es una especie de dios de los judlos,
de quien hay tantas profecías: quién sabe si se llega á sobreponer
:i mis diosp,s y á mi e:n?erador;
Y grande serla mi responsabilidad si no le hiciera morir." Pero luégo las visiones de su mujer
y un cierto deseo de ser justo, lo decidían en favor del Señor.
El palacio de Herodes estaba ahí cerca, al N. del atrio exterior del. Pretorio. Disgustado de ver el triste aspecto de Jesús, Herodes reprendió á los sacerdotes y mand6 que lo asearan, lo cual
fue un martirio grande por las llagas que tenía en el rostro, y dio
motivo á una nueva reprensi6n de Herodes: Bien se ve, les dijo,
que ha caído en manos de carniceros, y vosotros queréis comentar vuestras inmolaciones antes de tiempo.
Herodes continuó fingiendo benevolencia, y mand6 dar á Jesús
un vaso de vino que ELrehus6 eón la cabeza; hablóle con énfasis
y coa muchos discursos y preguntas, exhortándole á hacer algún
milagro; pero EL, con los ojos bajos, nada respondió (Luc. XXIII.
9), á causa de que Herodes estaba excomulgado por su uni6n
adúltera con Herodías, mujer de 'su hermano, y por la muerte de
Juan Bautista. Anás y Caifás aprovecharon el descontento de Herodes y repitieron sus acusaciones, añadiendo que Jesús lo había
llamado zorra (Luc. XIII, 32}, Y trabajado mucho por deprimir su
real familia y por establecer una religión nueva. Herodes 1'0 se
inmut6 : tenia cierto temor y remordimiento, detestaba á los sacerdotes que no habían excusado su adulterio, y quería manifestarse obsequioso para ccn Pilato: en vez de condenar á Jesús, se
content6 con decirle muchas palabras despreciativas y dar orden
de que lo despreciaran sus soldados, los cuales, estimulados por
el dinero que les daban los fariseos, trajeron un saco ó talego
blanco que había servido para guardar algodón, le hicieron en el
fondo boca con las espadas y con risotadas se lo pusieron al Señor, con un harapo de tela roja encima: le burlaban, le insulta-
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ban, le empujaban, le escup{an, le abofeteaban, le arrojaban lodo,
le tiraban como para hacerla danzar; luégo lo arrojaron por tie_
rra y lo arrastraron en una especie de carro al rededor del patio,
haciéndole golpear la cabeza contra los muros y la~;columnas; le
dal'an fuertes golpes con los bastones en la cab~2a toda ensangrentada, y le hicieron caer varias veces. El S::ibr d".ba suspiros
y gemidos que le arrancaba el dolor, y que sus verdugos trata_
ban de remedar con risas y burlas. Sin un auxilio sobrenatural
hubiera muerto entonces.
L?s fariseos hablan mandado reunir al peor populacho cerca
del Pretorio y hecho repartir dinero, amenazando con la ira divina, la suspensión de la fiesta y la ruina del pueblo por los romanos, si Jesús no morí.l afirmando que H..,rodes lo había condenado, pero que era preciso que el pUt:blo manife!¡[ase su volun_
tad, etc.
J':Slís, envuelto en el saco blanco (!ue le arrastraba y hada
caer á cada paso, y en medía de los mismos mak-atos. vol \lió al
Pretorio por otro camino más áspero y largo, como á las 8}. Cayó
de nuevo al subir la escalera del Pretorio, dejánJola manchada
con la sangre de su Sacrosanta Cabeza.
La Virgen con las santas mujeres en número de veinte habían
permanecido en un lugar desde donde podían oír todo.
Pilato afirmó otra vez la inocencia de JeSúS, puesto que Hero_
des tampoco le había hallado culpable (L'lC. XXIII. 14, 15); y á
los ;-ioIentos murmullos de los fariseos correspondió con palabras
despreciativas y (Jicante~, y les preg-untó si no iban á derramar
bastante sangre inocente en los sacrirJjos de corderos pascuales.
-Haz lo que acostumbrac; en la fi=sta, le gritaron unos.
-Es
r.oslurnbre vuésl,:a. diju Ptlato, que yo or lzbre un criminal
tn /.1 Púscua (S. Juan XVIII.
39). ¿ A qltl'h¡ quel'éÚ que os /zore. á
Barra9ds, ó tiJesÚs, que se dice ser el rmgÚio del Sáior (Matth. XX VII,
17), d Rey de los judios'? (:'vlarc. X V, 9).
-j A B.lrrab.is!
dijeron algunos. Blrrahís
era culpable de
muchos y horrorosos crímenes y ya estaba condenado á muerte.
Ac¡ul Claudia Procla enviÓ la prenda á su marido para recordarle
su promesa (Matth. XXVII. 19), Y é,te se la restituyó en señal de
que la cumpliría. Mientras tanto los saccrd.:>tes y fariseos conmovían la plebe en fa\'or de Barrabás y en contra de ]eslh.
-¿ A qUlfn de los dos qUiréis que os melle? (Matth. XXVII, 21).
les preguntó Pirata.
-iVo queremos ti ésle sino ti Barrabds, gritaron (Luc. XXIII.
18; S. Juan, XVIII, 40).
-¿ Qué deto hacer, pues, con JesÚs. llamado ti Cristo, el Re)! de los j"'dios? (Malth. XXVII, 22; Marc. XV, (2).
- CrUCIfica/e.
-el Pero qué mal ha hecho? Yo 110hallo m él del'/o a/gulIo de mlltrle: le casligaré, pues,y le daré libre (Luc. ¡bId),
- Cruájuale, cruáJi(Q/e.
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Entonces Pitato condenó 4 Jesús á los azotes, y lo entreg6 i
seis verdugos medio ebrics, criminales del Egipto condenados á pre¡idio, los más bajos y perversos, que hablan hecho morir en el
mismo tormento á varios infelices condenados. De esta mi~ma clase eran los otros verdugos, que lo apresaron en el huerto y lo condujeron, y los que le crucificaron.
María. Juan y las Santas Mujeres e~taban en un rincón del
atrio exterior temblando y llorando. Aunque la Virgen sabía muy
bien que la muerte de su Hijo era el tínico medio de salvación
para los hombres, estaba llena de angustia y de deseo de arrancarlo del suplicio. CÁlmoEL, aun después de que aceptó, sufría todas las penas y torturas de un inocente condenado á muerte :r ho·
rriblemente maltratado, as4 también Ella sufrra todos los dolores
de una madre al ver á un hijo santo así tratado por un pueblo ingrato y cruel, y oraba para que no se consumase tamaño crimen,
diciendo como su Hijo: «Si es posible que se aleje elote cáliz."
Sus esperanzas se reanimaban con lo que se decl2, que Pilato
quería salvar al Sellor ; y más al ver algunos de los favorecidos
por EL en Cafarnaúm, que andaban por ahí furtivamente c;omo
desconocidos.
-,
La columna tendría algo más de dos metros de alto y estaba - aislada en el atrio exterior; su parte superior era redonda y provi~ta de un anillo de fi~rro, y servía para las flagelaciones. Los
verdugos arrastraron hasta allá al Señor con los acostumbrados
golpes é injurias, arrojaron al pie de la columna las varas y cuerdas. con que iban á azotarlo, y le arrancaron el saco blanco de
Herodes;
EL mismo. temblando, con las manos hinchadas y
ensangrentadas se quitó sus vestidos y se abraz6 de la columna
para ocultar algo su desnudez, orando siempre de un modo conmovedor.
María entonces, á una mirada de su Hijo, cayó des~·anecida.
Los verdugos le ataron las manos al amllo de la columna dejándolo como colgado, de suerte que los pies, también atados á ella,
tocaban apenas el suelo.
Dos verdugos empezaron á azotar!o de la cabeza á los pies
con unas varas que parecían de palo blanco, 6 bien serlan nervios
de buey ó correas muy fuertes de cuero blanco. Je~ús temblaba
y se contor~ía bajo los golpeS como un gusano: sus gemidos dulces y claros se hadan oír como una oración afectuosa y se mezclaban á los balidos de los corderos que eran lavados al mismo
tiempo ahí cerca, para ser después inmolados en el tt:mplo. Los
sacerdotes envia ban dinero y licor á los dos verdugos, lo~ cuales,
después de un cuarto de hora, fueron reemplazados por otros dos;
el cuerpo de Jesús estaba agitado de movimientos convulsivos y
cubierto de manchas negras, azules -y rojas: su sangre cerría por
la tierra •
. Lo¡, segundos verdugos desgarraron el cuerpo del Señor con
'faras de espinos con nudos y puntas: la sangre saltaba á alguna
.¡¡tanda y les salpicaba los brazos. Los terceros le hirieron con
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correas que tenían en las puntas garfios que arrancaban la carn.
! cada golpe. Su rabia no se satisfizo con eso y le desataron para
.olverlo con la espalda hacia la columna: como no podía sosteIlerse, le ataron las manos por detrás de ella, lo aseguraron con
cuerdas por debajo de los brazos y de las rodillas, y como perros
furiosos se arrojaron sobre EL y le azotaron por delante, inclusive
el rostro, que le azotaban con una vara más flexible. El cuerpo no
t>ra ya más que una sola llaga: miraba á los verdugos con sus ojo.
llenos de sangre y pareela pedírles merced: sus gemidos era_
lIlás y más débiles.
Así entregó Jesús su carne iacrosanta al má:; horroroso tormento para expiar 10l> infinitos pecados de la miserable carne humana; y para que los que se entregan á pecados carnales teman
por una parte si no hacen penitencia, pues si así fue tratada la
carne inocente, ¿ cÓmo lo s<>rá la culpable?, y por otra sepan que
los méritos infimtos de Sil Redentor les pertenecen, y en su virtui
pueden elJos levantarse y enmendarse ~i quieren. como lo atestiguan tantos que de viles pecadores se levantaron á ser grandes
santos.
Ya iban tres cuartos de hora de tormento cuando un extranjero
se precipitó á la columna diciendo: 1Basta 1no hir~ls más á este inocente hasta hacerle morir! Y C(IO un cuchillo curvo cortó las cuerdas por detrás de la columna, y Jesús cayó casi sin conocimiento
Iiobre el suelo empapado en su sangre. Los vrrdugos, sorprendido.
, melio ebrios, dejaron ahí al Señor y se fueron ¡i beber más.
Mientras Je~ús se agitaba convulsivamente en el suelo, unas
j6venes perdida ••se acercaron con descaro á mirarle, cogidas d.
las manos: entonces se redoblaron sus dolores, levantó hacia ellas
iU rostro despedazado,
y ellas se alejaron, no sin que los verdugos
,los soldados les dirigieran chan7.3s insolentes.
As! como la modestia es el mejor adorno en la mujer y la hace
tan acepta delante de Dios, de los Angeles y de los hombres, asf
habremos de decir que la inmodestia en ella es el distintivo más
claro y seguro de su depravación. El porte, el vestido, la risa, las
miradas, en una palabra, el continente entero, tienen en la mujer
tanta importancia, que lo que en un varón reputamos por ridiculez, petulancia, grosería, ete., en elln lo ccnsideramos justa é inconsdentemente como desvergueozíl, corrupciÓn, del>honestidad,
- escándalo.
Desgraciadamente
el siglo XIX le legó al XX la misión que él
comenzó de infatuar y corromper al sexo débil. I Qué mujeres la.
que con tanta frecuencia s~ ven ahora 1 Ni tienen idea de su dignidad ni mucho menos se hacen respetar; ni saben lo que sea el
candor y la honradez, ni piensan f:n lo que pic':den cuando se les
desvanezca el brillo que esas virtudes les procuran. Incautas.,
hasta penersas, en vez de h"ir de l(]s (JCasione:" las acometen: la
Yista. el oído, el tacto son para ellas in~trumento <;le .perdición; lecturas p~sima3, relaciones peligrosas y nocivas, diven,iones sensuales, conversaciones indelicadas y aun libres, todo les parece inocente, natural, aecesario.
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Fue, pues, menester que en el tiempo <te la Sagrada Pasi6n,
,:figuraran como verdu¡ros de Jesucristo, en momentos de los más
crueles que EL experimentó entonces, esas mujercillas sin rubor,
-esas mozas de m!lla vida. Fue menester que, así como los divino$
1 castos ojos de Cristo se mostraron tan amables y compasivos
con las !.antas hijas de Jerusalén, se manifestaran indignados y repulsivos con las corrompidas de aquel pueblo.
Los ángeles hab!an rodeado continuamente al Señor, cuya
oración por los hombres no habla cesado un momento: cuando
yada al pie de la columna, uno de ellos le presentó una cosa luminosa que le dio nuevas fuerzas,
Los verdugos golpeaban á Jesús con los pies y con bastones
para que se levantase: quiso cubrirse con su ve,stido interior, pero
los miserables hicieron rodar el vestido con los pies, y EL tuvo que
arrastrarse dolorosamente para alcanzarlo y cubrir sus carnes des _
__pedazadas. CUllndo 10 enderezaron sobre sus piernas temblorosas,
le echaron enrima la túnica con la cual EL se enjugó la sangre del
rostro; y al mismo tiempo lo conducían con prisa hacia el atrio
interior, haciéndo'c dar un rodeo por donde estaban los sacerdotes, los cuales exclamaban: 1 Que lo hagan morir 1 1 que lo hagan
,morirl
'La Virgen, durante la flagelación, estuvo en un continuo éxtasis
de dolor: cuando volvió en si, vio á Jesús conducido por los verdugos; con las otras santas mujeres se acerc6 á la columna y, ayudada por Magdalena, secó la sangre con unas telas que le había
enviado la mujer de Pilato.
El atrio fue rodeado de unos mil ~oldados romanos (Marc.
XV, 16), cuyas risas y burlas animab3n más á los verdugos: éstos le arrancaron de nuevo al Señor sus vestidos y le pusieron un ;
manto tojo de soldado que no le daba ni á las rodillas, el cual estaba en un rincón y servía para ponérselo á los reos después de
azotados, ya para estan:arles la sangre, ya para hacer mofa de
ellos. Lo hicieron sentar sobre una piedra que habla sido base de
.columna, y le pusieron I1 corona de espinas, formada de tres ramas espinosas, como de un dedo de grueso, tejidas entre sí, y con
las espinas casi todas vueltas hacía dentro. En seguida le pusieron
una caña en la mano, y todo eso lo hacían con cierta gravedad
-irrisoria como si realmente estuvieran coronando un rey; le qui.
taron la caii<j. y golpearon con ella la corona con tanta fuerza
que se le inundaron de sangre los ojos. Ellos se arrodillaron delante
de EL, le hicieron muecas, le escupieron el rostro y le dieron bofetadas diciendo: salud, Rey de los judíos 1 (Matth. XXVII, 27-30;
S. Juan, XIX, 2-3). Lo derribaron con asiento y todo en medio de
-carcajlO.das, y lo volvieron á colocar eón violencia. Jesús sufría horriblemente de sed y fiebre, y temblaba: su carne dejaba ver los _
huesos, y su lengua contraída no recibía más refrigerio que la
$4ngre que entraba por la boca entreabierta. Este tormento duró
como media hora.
'
Tambaleando y encorvado para ocultar su desnudez, volvió'
subir Jesús la escalera del palacio. Pilato se estremeció de hoEste Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
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rror y de lástima, se apoy6 en uno de sus oficiales,. y mientras gri_ taba el pueblo, dijo: Si el diablo de los judfos es tan cruel como
ellos, no es bueno estar cerca de él en el infierno. En seguida, haciendo callar la multitud á toque de trompeta y avanzándose hada
ella, dijo: Dé aquí que os le sacoflura para quecollouáis que yo no ~<1/lo m él deli/o algtlno. Entonces Jesús fue llevado por los verdugos
hasta donde estab:l Pilato, de suerte q'Je todo el pu~bl0 podía verle con la corona, el manto y la caña; y Pilato, s(ñ:llándolo, gritd :
-
Ved aquí al hombre.
muera, que sea crucificado, clamaron
-Ql.e
- de rabia
-¿No
do de no
-Que
los sacerdotes llenos
al verle.
os basta esto? int~rrogó Pilato ;-ha sido trátauo de motener más deseos de s~r Rey.
muera, que sea crucificado.
- T"madle allá vosotros y crudJicaile: que yo no n'lllo t1l H tn~.
-Noso/ros
tenemos una IfY,y uglÍn es/a ley debe morir, porqueillta.
lucho hIj'o de nios.
-Si tenéis leyes según las cuales éste debe morir, no me cuido
yo de ser judío.
Sin embargo, al oír Pilato esta última acus:1.ció'l de que ~e l1a,bía hecho hijo de Dios, se aumentaron sus temores supersticíosos,
hizo entrar á Jesús en la sala y le preguntó de dó:tde el a, perojesús no le respondi6.
-¿ A mí '10 me hablas? le pregunt) Pilat'). Pues ¿ 110sabes que esf¡J
en mi m'mo d crucz;'icar/e y tI1 mi m-mo es/tÍ el salv:lr/e !
-/"0
tendrías poder a([[I/I1o sobre mí, le conte~;t6 Jesús, si no le
fuera dado de arriba; por /,w/n. quien cí /i me ha e~/regado, es rt() d,
ptCado más graz'e (S. Juan, XIX, 4- 11).
Claudia Procla, inquieta por las vacilaciones de su marido,
volvió á enviarle la prenda para recordarle su pr()mesa; pero éste
le envió una respuesta vaga y supersticiosa, re firi 2ndose á sus dio~
seso Los judíos esparcieron la noticia de quc si Cbudia Precia, se·
ducida por los partidarios de J 'Slís, lo hacía pond en libertad, El.
se unida á los romanos y exterminaría á les juuícs
Pilato salió y dijo otra vez á los jurJ(os que no hallaba en el
Seiior delito; pero turb3r:lo, indeciso, confu,dido por los sueños de
su mujer y por las graves palabras de l~sús, se ckcb á sI mismo:
¿ será en verdad un Dios? Y dirigiélldose de relente á Jes~s lo
conjuró á que le dijese si él era Di;:s, si era el Rey de los judtos,
cuál era la extensión de su imperio y el orden de su divinidad'. E!
Salvador le contestó con espantosa severidad sobre todos esos puntos; le descubriS los delitos secretos que el mismo Pilato había-.
cometido, el destierro, la miseria y fin terrible q!J( le esperab1\n,.y'
el justo juicio que el Hijo del hombre pronunciaría un día contra
él. Medio aterrado y medio irritado con esto, Piiélto salió otra vez
y dijo que quería librar á Jesús. Si sud/al tÍ éste, dijeron á voces
los judlos, no eres amigo del Char: ptitS walr¡lIi"ra 'lile se hace rey, N
declara contra el César (S. Juan, XIX, 12). Añ:ldiEron algun9J; que
lo acusarían ante el César de que les turbaba su fiesta; que era
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e
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preciso acabar cuanto antes, pues tenlan que estar á las 10 en el
Templo; y el grito 1 qU6 sea crucificad,,! sonab::l ha<;ta sobre los
techos. Vienio Pilato que todo era inútil, que el tumulto y los gritós tenían algo de espantoso y que la agitación era tal que podía
Ilesultar una insurrección, se lavó las .manos delante de todos, di·déndo en voz alta:
-IlJocm/e Sgy "0 de./a sangre d4es/ejur/o: allá lo veáis 'Ioso/rol.
-Recaiga su sangre so~re nosotros " sobre nuestros hl/os (Mattb,
XXVIl, 24,25), gritó con hxrible unanimi lad todo el pueblo, eA
el cual había g¿nte de todos los puntos de Palestina.
Pilato, siempre indeciso, volvió á preguntar á Jesús y ~QfS"
de su bo:a los mismos juicios. El tener que ser juzgado p)r el
mi;¡mo á q·Ji¿n hluía hecho azotar y á quien tenía ahora en S'J poder y las amenazas que había olJo de su b:>ca le hicieron hacer
un último esfuerzo por salvarle; pero el miedo de ser acusado
ante el Emperador le decidió á hacer la voluntad del pueblo
contra la j,.l5ticia y contra su propia convicción y la promesa
becha á su mujer: Si muere, se deda adcmis, todo lo que sabe
de mI y lo que me hOl predicho muere con él.
Pilatl) ~;evistió de ceremonia, se puso diadema y martto, '1
aéompañldo d.~ sus o~iales y escribanos, y sonando la trompeta, se dirigió con el Señor llevado por sus verdugos al atrio exterior, al trihunal donde publicaba sus sentencias, llamado L/_
tlÚstrotos ó Gdbbath:l; se sentó y dijo á los judíos (San Juan, XIx"
J4, 16) :
-A7uí /enh's á vllestro Rey,
- Quita. quílalo ,fe en m!dio, crucifica/e, gritaron ell()S,
-¿ A vueslro Rey he de cY1lcificrrr?
-No tmem?s otro rey que al Char.
y sin mis, principi6 Pilato á pronunciar su sent~ncia.
L'\ Virgen, que se hlbía retirado despué. de la flagelación,
se precipit) d~ nll~VOentre la m~:titu i para escu~har la sentencia de mu~rte de su H,jo, que e;;taba de pie en medio Je su. verdugos al pie de las gradas del tribunal.
La sentencia, despué. de alabar pomposamente al Emperador,
mencionab3. las acusaciones hechas y la sentencia de muerte proIlunciada por los príncipes de los sacerdotes y pe'liJa unánimemente .•
.por el pu~bl0 contra J~sÚs, añadiendo que él, Pllato, la habla hallado conf.)rme á la ju;ticia, y terminlb:l d;cicn:lo: "Yo condeno j
J~ús de Nazaret, Rey de los judíos, á ser crucificado,"
La Virgen cayó desmayada.
Pilato escribi6 él mismo la sentencia y fu~ron sacadas tres copias; pero lué;o es~ribió otro ,)ocurn~nto en que afirmaha que no
hahfa halli\do claras las incul,>aci;mes, que sin embargo hlb{a entreg-ad,) á J .=~ú;e:1 manos de los ju líos, por no ser acusado de favorecer las revueltas y descontentarlos negíndose á un acto de justicia. Es :ribió a Jemh, en un'l tabla d~ color oscur0 y en tres líneas,
la imcripciSn de la cruz: !¿SÚS N.l3arm?, Rey de losjulios. Estos
altercaron con él, tanto por lo que h3.b:a escrito disculpindose, co-
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mo por el titulo, y querían que no lp. pusiese simple!nente Rey tú lH
judío!, sino que se decfa Rey de losjudíos. Pero Pilato se burló y les
contestó encolerizado: Lo escrito, escrito.
Claudia Procla envió definitivamente su prenda á Pílato y re.
nunció á él; esa misma noche abandonó secretamente el palacio '1
los discípulos del Señor la tuvieron oculta por algún tiempo en un
subterráneo: se hizo cristiana y dis'Í¡.¡ull1 de Sa~l Pablo.
Tan pronto como la sentencia be lJronunciada y mientras Pilato eSérioía y rlisputabll. con los judíOS, los verdugos desataron las
manos de Jesú; para poderle poner los vestidos, le arrancaron el
manto rojo, abríéndole de nuevo las heridas; EL mismo se puso
su vestido interior y ellos le echaron encima el escapulario, que
era un vestido compuesto de dos pedazos de tela. u'lidos sobre los
hombros y con abertllras á los lados. Como no podían ponerle la
primera túnica que le hab:a h~cho su Madre, 5; n quitarle la corona, se la arrancaron
!Jrutctlmente de la cabeza, saliendo mucha
sangre de las h .:ridas con indecible dolor: le pusieron la segunda
túnica blanca, su an;:110cinturó.1 y Se! propi'J m lnto; en fin, lo ci.
ñeron con el chgulo de puntas d~ fi~rro, del cual penuían las cuerdas con que lo tiraban los verdugos,
La <jecucíón de los dos ladrones se h3bh demorado hasta
ese día para que el S~ñor tuviese la afrenta d~ morir con ellos:
tenían también la píld acardenalada por los a:~otes de la víspera,
estaban m~dio desnu')os y Jeslí, oraba incesantemente por ellos, l1
pesar de que el uno lo insultaba. Ya estaban al pic del tribunal
cuando llegó a hí Jesús.
'
Los verdugos condujeron al Señor á la rritad del atrio exterior y unos escia vos tm jeron por la puerta occidental la cruz del
Salvador y la arrojaron á sus pies: EL se arrodilló, la rodeó con
sus brazos y la b~só tres veces, danlo gradas á su Padre por la
obra de la Hedencinn humana que empezaba. Los verdugos hicieron enderezar á Jesús sobre sus rodidas, y EL, COTl auxilio invi.
sible de ángeles, pudo con gran pena cargar la cruz sobre su hom"
bro d"rech,), quedándos': a."í de rodillas encorvado ba j) el peso y
orando r.on fervor: 105 ÚOS brazos de la cruz e~t'lban atados junto
con el larguero.
SO,IÓla tromp'2t:\ de la c:tballería de Pilato: U:1 fariseo á caballo se acercó á J~sú; arru:lillado y dijo: El ti.o:np;l de lo, bel10s discursos Yl. pasó: que nos desemb:lracen de ¿I, 1adelante,
adelante! La hicier<m levant'lr con vjl)tenc.ia; to:\o el pe;o de la
cruz gra\'itó soure EL, yempren:iió 1I march3. palia el Calvario.
Prece .lía UClr) que tocaba Id trompct1. y ilrllln':iab,) la sentencia en
cada es luin,; segúían algunos h):TI ')(",-'5 Y niuos q:.le llevaban
cuerdas, clavds, CUñlS y canastos e.;n ,'ui ., objetos; varas, escalas y lo; larg.leros de la!>cruces d~ lo~ kdrones'; después varios
hriseos á cab3.llo y ~en
ea' la corO:la de es;)inas en lo altG
de una vara y la irw:rip:::ión d~ Pdata colgv}a al cu~lIo; y por
último, Nuestro Señor, con los pies desnudo; y ensangrentados, tambaleando, encorvado, todo desgarrado y lleno de cardenales, siA
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haber comido .•bebido ni dormido desde la Cena última, devorado
por la fiebrE' Y.la sed y por sufrimientos infinitos; sus manos llenas
de heridas é hinchadas por la brutalidad con que hablan sido atadas: con la derecha tenía la-cruz sobre el hombro, y con laizquierda. trataba'
veces de levantar el vestido que le embarazaba
sus inseguros p:tsos, pero-Je estorbaban las cuerdas con que lo tiraban d.: la cintura cuatro verdugos; el rostro hillchado, despedazado y lleno de sangre como sus cabellos y barba; la cruz y las
cadenas pega!.Ja, los vestidos contra las llagas y las aumentaban.
A su alrededor todo era Lurla ycrueldad; pero EL no resaba de orar.
y sus lánguidos ojos perdonaban. Dos verdugos por detrás alzaban
~., cuerdas la cruz para que noarra.trase,
ya umentaban el tor_
mento pLr la falta de uniformidad. Seguían los ladrones con los
braros (n cruz, atados á las piezas transversales de sus cruces. y
condu( idos por dos verdugos cada· uno; y cerra ba n la mar.:ha muchos farí~eos á caballo; soldados romanos custodiaban la marcha :í
un" y otro lado en toda su longitud. A una gran distancia venla Pi.
lato con un escuadrón de caballería y 3co súlcadcs de á pie.
El cortejo se dirigió ror una calle slJcia,estrecha y extraviada,
á fin de dejar paso libre á las gentes que iban al templo. De las
v€ntaras dIrigían injurias al Señor, le arrojaban encima inmundi.
cias y lodo, y niños regaban guijarros por el camino.
La calle en cierto punto volteaba hacia la izquierda yempezaba á subir y ser más ancha, poco antes de su fin: en ese punto
hab{a una especie de hondura donde ~e formaba lodo cuando 110vla, y ~e había coJocadoahl una ~iedra para facilitar el paso:
como los verdugos tiraban al Stñor de las cuerdas, le hicieron
caEr largo á largo scbre esa piedra, y la cruz á un lado. En vano
tendía la mano J:.idiendo quien le ayudase á levantarse; Ah!, "¡ijo,
esto acabará prcnto 1 oró ror los VHd\!gos; con un auxilio sobre.
natur:1.lle\'antóla cabu:v, y los verdugos, maltratándolo, lo levan •.
tarcn, le pusiercn entcnces (on espantosa inhumanidad la corona
de e~r inas y lo cargaren cc.n la cruz, cuyo peso, estando su cabc. za de~garrada por las espina~, le hizo inclinarse de un lado con in.
finitos colore s; y fue asi como emprendió la subida de la calle.
Marla se había separado del Pretol io después de la sentencia
y vi~jtado "aries lugares santificndos per los sufrimient<?s de su
Santlsimo Hijo; y cuando Ri. emprendió la marcln cargado con
la cruz, inmfdialamente
pa.rtió con Juan y algunas de las santas
mujeres y entró en una c,ua que parece estaba en la acera oriental de la calle á donde entró el cortejo después de la primera
caída; al at;ercime éste, María oró y dijo á Juan:
-¿ Deberé VEr este opectáculo ó dtber,é huir? ¿Cómo podré
yo soportarlo ?
.'.
-Si no os quedáis, le respondi6."~n,
más tarde os lo repro_
charfais 3margamente.·
~1~.
Colocados en la PV{ rta María y su lleompaiiamiento, empezó
á pa~r el cortejo, y ks primeros que, llevaban algunos instrumen.
tos del 5uplicio, al ver á Marla que Juntaba temblando las manos
)' lloraba, preguntaban:
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-¿Quién es esa mujer que se lamenta?
-Es la Madre del Galileo, respondió otro. Y la mostraban con
el dedo, le presentaban los clavos con que iba á ser crucificado su
Hijo y abrumaban
de burlas á la adolorida Madre. Al ver á su
amario Hijo en semejante estado, tuvo que apoyarse en la puerta
para no caer: EL la dirigió una mirada triste y llena de dolor y
com!'a~ión. tropezó en ese momento y cayó s<jbre sus manos y
rodillas: l\faría se precipitó al medio de )05 verdugos que le mal.
tréJta Uiln, ca)'ó de rodillas cerca de EL y le estrechó entre sus brazos. Los verdugos la insultaron y uno de ello~ la dij() : Mujer, ¿qué
vienes tú á h lcer aquí? Si lo hubieses educado mejor, no estaría
hoy en nuestras manos. Y la rechazaron, pero ninguno la toc6:
ELLA rayó como muerta sobre sus rodillas contra la puerta, rodea.
da por Juan y Ids santas mujeres, dejando cavidades en las pie.
dras dd suelo y del muro, dunlc puso las rodillas y las manos:
Juan y un pariente de }lsé de Arimatea la llevaron al interior de
la casa y cerraron la (Juerta. Entre tanto los verdugos habían hecho levantar á Jesús y puéstole f'ncima la cruz de otro modo: los
brazos de la cruz se hablan aflJjado y uno de ellos se había corrido un poco; fue en é,t~ donde apoyó Jesús su mano, de suerte
que el larguero 6 pieza principal de la cruz quedaba por detrás
más inclinada hacia el suelo.
Lll'garon á la puerla de un antiguo muro de la ciudad donde
lubí¡~Uili1 pla~a á la cUlllleg-alnn trcs calles: ahí también trope.
zó el Stñ.)r en una piedra y bC le cayó la cruz; y Er, mismo quiso
apoya¡-sc en la piedra, pero cayó Iastimosam'~nte y no pudo levantar~e.
-Ay! ese pobre Hcmbrp se mucre, dedan los transeúntes.
-No lo podremos llevar vi \'0, decían los b riseos á los solda.
dos, si no buscáis alg-uien quien le lleve la cruz.
Simón Cirineo. jardinero pagano, qu~ ha bfa venido según
costumbre á la fiesta, pasaua por ahí con sus tres hijos: los soldados se <rpoderaron de él y le exígítCron que ayudase al Galileo á
llevar h cruz. El triste estado de J"sús y de sus vestidos todos
enlodacios (ausaua á Simón grandísima repugnancia, pero EL le
miraba llorando del modo más conmovcdor, y Simón entonces le
ayudó á le\'ant·lrse; los verdugos ataron bastante más atrás uno
de los brilzOS de la cruz y lo pusiéron soure e' hombro de Sim6n,
quien seguía inmediatamente despu rs, y llevaba así una buena parte del peso; también le pusieron los vérdugos al Señor de otra manera ia corona de espinas; Simón no tardÓ mucho en sentirse
profundamente conmoviJo; sus hij)s fuenn cuidados por unas
mujeres cunocidas. y mis tarJe se reuniercn á los discípulos de
Jesús.
El cOrlejo entró en una calle que desviaba al O.: habíanse
andajo 200 pasos, cuando de una gran casa á la izquierda sali6
una mujer d", aSr'ect') imponente, y haciendo camino por entre la
multitud, acorn¡>aIl'lda de una niña, su hija a.doptiva, llegó hasta
el Señor y se arrodilló diciendo: Permitidme fojugar el rostro de
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mi Señor; y le presentó un paño que llevaba según el uso l'>obrela
espalda. Era una costumbre que se tenía con las personas afligidas 6 enfermas, enjugarles el rostro en señal de com?asión. Jesús
tomó con la izquierda el paño y lo aplicó á su rostro, y luégo, Uedndolo á donde estaba su derecha, lo apretó entre las manos y se
Jo volvió á entregar dándole las gracias. La niña llevaba oculto un
vaso de vino aromatizado, que la mujer había preparado para
Jesús, y que ya cuando el encuentro con María había. intentado·
presentárselo, pero no había podido por la multitui: la niña, que
tenía como nueve años, lo presentó t(:nidamenle al S2ñor, pero los
verdugos y los soldados no permitieron lo bebiese.
Los fariseos y los verdugos, irritados por esa pausa y más que
todo, por ese homenaje público hecho á jesús, se pu~ieron á golpearlo y maltratarJo mientras ellas reg-resaban a¡.¡resuradas á su
casa. La afortunada mujp.r extendió el paño sobre una mesa y
cay6 desmayada, mientras la niña se arrodilló sollozando. Un amigo entr6, y al ver el palio extpndido con el rostro del S::ñor impreso de un modo maravilloso pero aterrador, lleno de sorpresa la
hizo volver en sí, y ella, poniéndose de rodillas, fxcJam6: Ahora
quiero dejarlo todo, porque el Señor me ha dado un recuerdo.
Esta mujer, llamada Serafia, era prima segun1é! de S3.n :Juan
Bautista y parienta del Santo Anciano Sime6n; era como cinco
años mayor que la Virgen, y había presenciado su matrimonio
con San José. Cuando Jesús se quedó en el Templo sin ~aberlo sus
padres, ella, soltera aún, era quien le enviaba los alimentos á un
hospicio cercano de Jerusalén, fundado para los pobres, dO:1de Jesús permanecía cuando no estaba en el Templo; en ese mismo
hospicÍ'l había pasado h Virgen un dl3. y dos noches cuando la
Presentación del Niño en el Templo; y ah[ solían posar también
Jesús y sus Apóstoles. Serafia se h.ibía casado con Sirach, miembro del Concejo del templo, enemigo de Jesús al principio y quien
la haUa hecho sufrir no pocó por eso; pero la amistad con José
de Arimatea y Nicodemo lo hizo cambiar, y con ellos se o¡,¡uso á
la muerte que el Concejo decret6 contra jesús, y se separó por lo
mismo como ellos del Concejo. El Domingo de Ramos ella tendió
por el suelo, para que Jesús pasara por encima, e~e mismo paño
en que después recibió la imagen del Sagrado Rostro, que fue lo
que le cambió el nombre de Serafia por el de Verónica, que significa v(rdade¡·a ¡fllagm.
Al acercarse el cortejo á la puerta de la ciudad, y al pasa •.por
un lodazal que había al pie, los verdugos tiraron violentamente al
Señor, se estrecharon las personas unas contra otras, Simón quiso
pasar por un lado é hiZO desviar la cruz, y Jesús cayÓ en ellodazal, de suerte que Sim6n pudo apenas sostener la cruz.
-1 Ayl j Ay I dijo je<ús con profunda tristeza; ¡Jerusalén, cuánto te he amado! j Yo he querido reunir á tus hijos como la gallina
congrega sus polluelos bajo las alas, y tÍ! me arrojas tan cruelmente fuera de tus puertas 1
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-E;te perturbador todavía no acaba, todavía tiene malos propÓsitos, dijeron los fariseos golpeándolo y arrastrándolo para saarlo del lodazal.
-Si no ponéis fin á vuestras infamias, dijo indignado Sim6n.
tiraré lejos la cruz, aun cuando quisierais por eso matarme á mi
también.
Ahl cerca de la pucrtOl s~ hallaba fijada en un poste la sentencia de muerte de Jesús y de los ladrones. No 12j.}Sde ahí y ya en
el camino estrecho y pedregoso que al salir de la puerta se separaba á la izquierda y conduC'Ía al Calvario, h'l':¡fa bastantes mujeres llorando, la mayor parte vÍrgf'nes, 6 mujeres pobre¡¡ de Jeru'
salén con sus niñ,::>s.que se habían adelantndo al cortejo. Aqul
también cayó desfallcwlo Jesús. aunque no dl~l todo en tierra porque Sim6n le sostuvo. Esas mujeres, al ver el Rr¡stro tiln fatigado
de Jesús, lanzaron gritos de dolor, y según la costumbre, le presentaron toallas para enjvgars,: el ro~tro. " }Fjas de }ertlso!tm, les
dijo el Spr.or, no lloréis por mí: llorad por ':;osolros mISmas y por
vueslros hijos, porque pnflo z'ff1drá Ul1 liempo m que se dirá: f~¡¡CfS las
estériles,y las en/raltas lJue 710 mgmrlrann, y ks unos que no criaroll!
EnJonceslmpezaráll ti rleár IÍ los mmlcs: Ct1N! s(,tre Ilosolros! y tÍ las
colinas: Culridnos! puque si así se trala al loto v!rde, ¿ qué urá del
seco? " Y continuó diciéndoles otras bellas palabras y anunciándoles que sus lágrimas s ,rfan enjugadas y q'Je ellas hablan de entrar en adtla nte por nuevos caminos, et';,
Lo!' que llevaban los objetes del suplicio subieron al Calvario
seguidos de 100 soldados romanos dtl la escolta de Pilato, Este
regrest5 de la puerta al interic.l" de la c¡u :laJ. Jesús subió penosamente la escarpada cuesta, y tn una vuelta que daba hacia el S.
cayó por sexta vez, y los verdugos lo golpearon y empujaron con
más crueldad que nunca. Al llegar á la cim;. cayó séptima vez bajo
la cruz ..
L'l Virgen, C}'Je había quedado encerrada en la casa después
de ~u encuentro con el Seiíor, nD pu lo sufrir el continuar así separada de EL. El amor y el ardi¿nk deseo de no abandonarlo y
de sufririo todo CO:1 EL por li\.redención humana, la hiCIeron salir
con una fuerza sobrenatural é ir CO:l las compañeras que ahí tenia
á buscar á las otras, para formar una dev::>tísima proce~ión y visi.
tar resueltamente todoi los lugares de la Pasión. L;l mbma Virgen. divinamente iluminada, las iba guiando por todas las nue:Jlas
del Redentor; todos los IJgares se le grahaban vivamente en su
alma, contaba todos lus pasos é indica ba todc1slos sitios donde el Se.
ñor había sufrido, cksoe dondt: tomÓ sobre sí la cruz hasta el Cilh'ario: en cada lugar se detcr.ía, l¡orab), sufría en unión con su 1)jyino
Hijo, tuoo lo veía y sentía en su alma y lo ofrecía por la salva~
ción d,~ los hombres. E~to mismo hauía h~~ho mientras el Señor
fue conducido del Preturio :í casa de Herodes ; acompañada de
Juan y Magdalena ví,itó el Huerto de los Olivos, Getseman{, las
casas dp. Anás y de t'aifás y recorrió lo'. mismos caminos que había andado Nuestro St:iíor, deteniéndose donde EL había caldo ó
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sufrido, prosternándose y besando la tierra. Asf, recor'l"iendo la
Vía dolorosa que su Hijo había recorrido con la cruz, fue Ella
la inventora del inmenso tesoro de gracias que tiene la 15Iesi8'.~n
el Viacrucis: la más conmovedora de"oci6n de la IglesiaJue por
primera vez escrita en su corazón maternal con la eSpada que le
había sido anunciada. Ella y esas santHs personas que la acompañaban fueron quienes inauguraron tiln excelente. ejercicio al pie
del mismo ]eslÍ5 y al mismo tiempo q'je verificaba tos misterios
que en EL se recuerdan y ~eneran; y de su coraz6n y..de su sa. grada boca r3SÓ á sus r.ompañeras. y de éstas á nosotros, como un
d6n sagrado transmitido al corazón de la madre y de éste al <le
los hijos. As! se perpetlh la tradiciÓn de la Iglesia. Cuando se
ven así las cosas, una transmisión de esta clase aparece más viva y
más santa qu~ cualquiera otra.
El grupo hab!a ido aumentando poco á po::'); y era singular.
mente conmovedor el ver á un ci::rto número de hombres asocia.
dos á la devotfsima procesi6n, recorriendo en buen orden todos
esos dolorosos y ya sacrat!simos lugares.
Calvario - Santo Sepulcro
Antes de de :ir algo de lo poco que visitámns en la Basílica :ld Santo SepuJcro, no puedo menos de exhalar el perpetno lamento de tooos los peregrinos del mundo, y habitantes
cahílicos dc .Jerusalén: la abominaciÓn de la dt:sol3citSn estahlecida y permanente en el lugar santo hace .J(~rramal· amargas l<igrim:ls al creyente que la contempla. Esa Basílica que
gUHda e} lugar más santo y venerable del mundo, donde se
veri[iC(',la redención humana, la regeneración y civilizncrón
verdadera de las naciones; ese templo construido y conservado
por ohra de la Santa Iglesia que Cristo se adquirilÍ con su
Sdngre .y en la cllal constitu,Yó el medio línico para la rjccuci()n de Sil gramIl: o1>ra; ese templo, que se llama y f'S la Basílica d" Santo Sepulcro, donoe fue depositado el Sagrado
Cuerpo del Hijo de Dios, no eslÚ en poder de Sil tmico legitimo rrpresentanlc y heredero, que es la misma Iglesia católica, la cl1al, por otra parte, es Sil jnstísima propirtaria: está en
manos (X t r<lIias, no sólo profanas sino •.. profanadoras. Ese
recinto sngrado continúa siendo teatro de una perpetua pasiÓn del Sah·ador, en que se repiten los insultos )' malos tratamientos qlle sufrió veinte siglos há, sin que la Iglcl'ia, su
Esposa, pueda 113crr otra cosa que lo que hacía su Divina
Madre: prcl'rneiarlos, sentirJos y llorar.
Son I(lS turcos quienes tienen la llave de la Bal'flica, .,
dentro de ella viven, comen y duermen con sus familias los
guardianes de turno. Los cismáticos, griegos, armenios, coptos y sitios tienen distribuIda entre si la mayor parte de la
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Basílica, y ejercen dentro de ella sus ceremonias y cultos ridículos y falsos.
Sirva de ejemplo la vergonzosa
mojiganga del "fuego del
cielo" el Sábado Santo: se encierran en eltemplcte
del Santo Sepulcro los obispos cismMicos griego y armcnio, y después de un rato de espera el obispo gril'g(J saca por una ventana del mismo templete una antorcha encen:li:la,
y en el
momento millares de I,{riegos, rusos, armcni<)s,
coptos, aLisinios, cte., se precipitan con gritos salvajes á cnccnJcl' en esa
Hama sus cirio!', pucs se les ha hcdlO cr<~er que ese fuego ha
bajado del ('.ido ó ha si,l!) tmido por un Ún;rcl; Ú veces son
impotentes los guardias
turcos para impedir
el desorden de
esos frenéticos, y suekn slIceder g-raves Jl'!'pacias: en 1834
más de cuatrO('il~ntos
cadiivcres'
quedaron
sohre el pavimento de la Ihsllica como rcsul tado del "gr,rtn mdagro."
Los Padres franciscanos tiemn ú su cargo algunas partes
del templo:
tócales rl'~senciar
lus diarhs prOf<lll::lciones
de
infieles y cismáticos,
ser víctimas de vl'jiÍlIlencs
y ataques,
principalmente
de éstos últimos, que son sus acérrimos enemigos, y ejercer sin embargo el verdadero culto cristiano en
ese Jugar, santo entre todos los Lugares SJntos, lo que hacen con belleza y magnificencia
dig-nas de su objeto.
El Emperador
Adriano, eon el fin de horraJ' hasta la memoria de la verJadcra rdigi,ín, terraplenó todo el rcc:into del
Calvario y plantó encima un bosque para cultu de Júpiter y
Venus. En el siglo IV el Emperador
Constan lino y su madre Santa Elena deshicicro[l el terraplén, ciento noventa años
después de hecho, y hallaron la roca en su primitivo estado,
defendida providencialmente
por el mismo m~di() que se empleó para borrar hasta el recuerdo
de sus misterios
sacrosantos. Construyeron
una capilla redonda y magnífica sobre el Santo Sepulcl'o, la que lIamaroll
¡¡ Anáslasis,"
esto es,
"Resurrección,"
y una vast[sima llasíli::a de cinco navcs, al
oriente, que, dejando afuera entre ella y el Anásl3sis, la elevada roca del Calvario, comprendia hacia la mitad de su
longitud,
que era d.~ E. á O·, el lugar donde fue hallada la
Santa Cruz; esta 13asílica se llamó "Jfarl!Jr/on" ó ,i Pasión." La roca del Cal vario fue cubierta en el siglo V por
una capillita que hizo construir 8APta Melania la joven. A
principius del siglo VII C6sroas, rey de PtrsIGl, destruyó to-
dos esos edificios que Modesto Abad tral.Ó Iuégo de reconstruir cala posible: reconst~uyó el Alliístasis, la capilla del
Calvario y una parte soligpcnte de la l3asílica Martsrioo, y
en el espacio que mediaba~!,re
estos edificios construyó un
atrio rodeado de pórticos y -capillas, donde se conservaban
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- n,las reliquias de la Pasión; se construyó
también po,: entonces otra capilla entre el Anástasis y el Calvario sobre la piedln del embalsamamiento
del Señor. A principios
del sIglo
Xl los musulmanes destruyeron útra vez todo, pero á mediados del mismo siglo habia sido todo reconstruido
por
los cristianos, aunque muy á la ligera. A mediados del siglo
XII los cruzarlos unieron todos los santuarios
principales en
una sola Basílica, que fue restaurada
después varias veces,
hasta que habiendo
deslruído
un incendio la rotonda del
Santo Sepulcro, los cism~ticos griegos se llpresuraron
á obtener del Sultán el derecho de reconstruida,
como lo J¡icierOIl con el apoyo pecuniario de los otros ritos, pero dañando toda la Basílica con nuevas construcciones
y muros internos de pésimo gusto, que echaron por tierra Sll antigua
belleza arquit~ctónica •.
El Sultán ha concedido el uso de la Basílica á las comunidades 6 ritos latino y cismáticos,
ya enumerados;
pero la
guarda de ella, desde muchos siglos atrás, está concedida
neredilariamente
á una familia musulmana,
y nunca se ~bre
la puerta sino pUl' exigencia de alguna de las comunidai~
mediante propina cada vez y fuera del pago anual.
La Basílica propiamente
dicha tiene tinos 75 metros de
largo y unos 40 de ancho, por dentro:
sus dos extremidades
ion redondas y su lon~itud es de E. á O. La entrada es hacia
la mitad dd costado Sur y es úni~a para todos, inclusive
para los cuatro convenIos adyacentes,
latino, griego, armenio
y copto; con¡;¡ta de dos arcos ojivales, pero el del oriente ,está
cerrado con muro y la entrada es sólo por el occiden tal. Está
precedida de nn atrio de 25 metros de N. á S. Y 17 de E. á O.,
limitado al O. por tres capillas de los griegos, paralelas
á la
Basílica, dedicadas á Santiago el Menor, á San J lIall y Santa
Mag.ialena y á los cuarenta Mártires: en la parte posterior de
'esta úflima está el antiguo campanario;
al E. del atrio quedan
el convento grit'gode San Abraham, la capilla armenia de San
Juan y la copta de San Mi,\{lIcl con su convento;
al Sur está
limitado por la calle y al Norte por la IJasflica. Este atrio
ha sIdo teatro dt~ varios martirios,
principalmenle
de frailes franciscanos":
líllimamenle
en J 90 1 varios franciscanos
fueron ahí gr'avcnJt'nte heridos en IIn repentino ataque que
les hicieron los mon.il~s grit·g'ns.,
Al entrar en la Ba'iílica lo primero CJue se halla dentro, á
la izquierda, es el diván lurco, dond~vlven
los guardias conversando, fumando y haciendo y tOQl8ndo café.
Al frente 1 á los diez melros de la entrada
del templo se
halla una piedra feclanglllar
rojiza de m. 2.70 de largo por
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1.30 de al'lcho y 0.30 de alto, colorada de plan sobre el suelo
y en sentido paralelo á la Basílica: esta piedra está cubriendo la en que fue extendido y embalsamado
el cuerpo adorarabIe de Jesús: sobre ella arden ocho lámparas
pertenecientes á las cuatro comunidades lalina, ~rieg~, armenia y capta;
y á su rededor doce grandes cirios colocados en enormes candeleros pertenecientes
á las tres primeras.
Doce metros ala. de la piedra de la Unción se halla una
piedra circular, defendida por una reja de fierro, en el mismo
lugar donde estaban
las Santas Mujeres durante la crucifixión, muerte y embalsamamiento
del Señor: pertenece á los
armcnios, que tienen habitación
cerca de ahí dentro de la
Basilica.
A unos 3 metros hacia el NO. se entra por uno de 3 arco,!
á la rotonda, que forma la t'xtremidad
occidental de la Basílica y que contiene en su centro el Santo Sepulcro. Está sostenida por un drculo de 18 columnas
que sostienen
cuatro
órdenes de arcos snperpuestos,
y coronada por la cúpula que
en 1869 construyeron
entre Francia,
Rusia y Turquía.
El
diámetro es de m; ) 9,30. La part{~ occidental de esta rotonda
está rodeada de otro grlleso muro scmicircular
distante unos
5 metros de las columnas, formando entre ulla y otra de éstas senclas capillas J h ••bitaciones de la5 C(1,nunidades cismáticas. Por encima de estas capillas
pasan las dos galerías
superpuestas,
correspondientes
á las órdenes de arcos ya dichos, las cuales, como las capillas, están di'vididas entre dichas comunidades.
En pl tenlro de la rotonda se eleva el Templete construido por los griegos,
que contiene el glorioso sepulcro de
Nmstro Señor: está construido de pierlra l'(ja del pais, en
parte; es un rcrtúngulo
colocado de E. á O. y terminado al
O. en pentágono;
mide m. 8'~5 de largo por 5,55 de ancho
y otro tan lo de alto, por fuéra, y está coronado por una cúpula. A los lados :le la estrecha entrada que queda al E. hay
bancos que sirven para senlarse los sacerdotes católicos durante los oficios divinos. Tres cuadros alumbrados con sendas lámparas se ven en el frontispicio:
el más alto con su
lámpara es de lus latinos, el del medio de los griegos y el
inferior de los armcilios. También
pertenecen
á estas tres
comunida 1('8 los grandes candeleros que se ven al frente de
la entrada.
Adherente á la extremidad
occidenLal exterior
del templete tienen los copt08 una diminlllisima
capilla para
sus oficIOS.
00"'
El suelo interior es m,oo.4o más alto que el del resto de
la rotonda.
El Santo Sepulcro, á donde se entra por la estre-
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- 124cha entrada ya dicha, está compuesto de dos departamentos:
una antecámara 6 vestíbulo de m. 3.45 de largo de E. á O.,
por dentro, por 2.90 de ancho; y el Santo Sepulcro propia.
mente dicho, que tiene m. 2.07 de largo de E. á O. por 1.90
de ancho. La antecámara está c~nstruf¡Ja donde mismo estaba el vestíbulo del Santo Sepulcro, que fue destruidu cuando
la construcción de la Bltsilica constantiniana para separar el
Santo Sepulcro del resto de la roca inmensa del Calvario, de
la cual (ormaba parte; esta antecámara, llamada Capilla del
Angel, porque en su rt"cinto estaba sentado el ángel que
anunció la Resurrección á las santas mujeres, tiene en su
centro una columna de :lIgo más de un metro de alto, en la
cual está colocado un fragmento de la piedra que cerraba el
Sepulcro, la cual era plana y circular, y giraba vertical nente
sobre sí misma, /0 que está acorde con Jos términos ravalvere,
revolulum lapidem, que usan los Evangelistas; J 5 IÚmparas
que arden ahí pertenecen las 5 del centro á los latinos, Jas 5
de la derecha á Jos ~rjegas, y á la izquierda, 4 á los ar~enios
y 1 á los coptas; frente de la entrada de este .vestíbulo ó antecámara está la del Santo Sepulcro propiamente dicho~ que
no tiene sino m. 1.33 de alto, y se pasa ordinariamente de
rodillas; an tiguamente era más estrecha. A la dcreeha del
que entra está el banco de roca, sobre el cual reposó el Sagrado Cuerpo del Señor, desde la tarde del viernes hasla la
madrugada del domingo; tiene m. 1.89 de largo, también
de E. á O., por 0.93 de aocho y 0.66 de alto, y está cubierto
por encima y por el frente. con laminas de mármd blanco
que no se pueden quitar; as' e8t!i.ll.también cubiertas todas
las paredts. El banco es inhercn~'
toda la roca del suelo y
de las paredcs, las cuales hoy Be. elevan sólo á la altura de
m. 1.5°, habicndo desaparecido la. parte de roca que formaba
la bóveda, la cual se halla sustirufda por la que const rnyeron los griegos y que cubre ambos departamentos. Adherentes á la pared septentrional, arriba del banco están 3 cuadros que representan la Resurrección, de los cuales el de la
izquierda, que es todo de plata, pertenece á los latinos, el del
medio á los griegos, y el de la derecha á los armcnios. 43
lámparas de plata arden dentro del Santo Sepulcro, de las
cuales 4 son de los coptos, y las demás, de las otras tres comunidades, 13 de cada una. Sobredicho
banco se coloca á
la altura conv~nienle una tablaysb~ré ella se celebra la Santa Misa del dCade Pascua de Resu'Í1'écción, votiva con Gloria
y Credo, como la tiencn concedida los dcmás santuari)s de
Tierra San la, voli va del misterio respccti vo. Gomo el e~ )a~io
que deja libre el banco es tan estrecho, no funcioria-) bí el
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- u5Subdiácono en las misas solemnes, sino que se queda en la
antecámara.
A continuación
de la rotonda, hacia el E., está el coro de
los griegos, que en otro tiempo lo era de los Canónigos católicos del Santo Sepulcro;
sobre él está la segunda cúpula
de la Basílica;
mide unos 33 metros de largo por unos 11 de
ancho; está situado en la mitad, ó sea su ej-e longitudinal
coincide con el de la Basílica, pues era la llave central de ella
antes que los griegos la aislaran con muros;
tiene sólo tres
entradas,
una en su ex:tremidaJ occidental, frente de la del
Santo Sepulero, y dos laterales, frente á frente, bastante distantes de la primera:
el espacio entre ésta y la del Santo
Sepulcro sirve de coro á los latinos.
La extremidad
oriental del coro de los griegos es redonda
y está rodeala
de un claustro de unos LI metros de ancho
que se prolonga en parte por los costados. En la parte semicircular de este claustro se abren 3 capillas en forma de áblli.les: la de los Improperios
al S., donde se venera una columna de granito de 3 cuartas 2 pulgadas de alto y 6 cuartas 6 pulgadas
de circunferencia,
en la cual estuvo sentado
el Señor con la corona de espinas, el manto de púrpura y el
cetro de caña, después de la flagelación,
recibiendo los crueHsimos ultrajes y burlas de la cohorte de soldados
romanos
(l\Iatlh. XXVII;
27-31);
la de la División de los vestidos
al medio, en donde los soldados se los repartieron
y sortearon la túnica; y la de San Longino
al N., donde se veneraba antes la Santa Lanza con que fue atravesado
el Costado
del Señor. Entre la parte N. del claustro
semicircular
y la
pared septentrional
de la Basílica hay una ea pilla dividida en
tres departamentos,
llamada de la PrisiÓn de Cristo, tallada en
la roca en palte, bajo cuyo altar habla en otro tiempo una
-cavidad con una pin t ura de Nuestro Señor llzotado.
De estas 4 capillas, nosotros no visitámos sino la de los
Improperios y venerámos
y tocámos la columna. Todas son
de los griegos, menos la de la Di 'fisión de los vestidos, que
es de los armenios.
Por en medio de esta última y la de los Improperios se
baja á la iglesia de la Santa Cruz ó de Santa Elena, situada
fuera de la Basílica paralelamente
á ella, cU'ya longitud iDterior es de 25 metros de E. á O., Y su anchura de 13 : su
eje longitudinal
no coincide con el de la Basílica, sino que
queda unos 4 metros al S. Su suelo es 5 metros más bajo
que el de la Basflica; tiene 3 naves y está á cargo de los armenios cismáticos.
9
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126 -
En la e~quina SE. de esta iglesia se halla la gru la donde Santa Elena encontró la verdadera
Cruz con at ·os instrumentos
de la Pasión. Según la ley de los judío!! deb/an
desaparecer antes del día de pascua los cuerpos de l. 18 ajusticiados, y los instrumentos
del suplicio debían ser enterrados inmediatamente.
Conocedores de estas leyes Sal Macario, Obispo de J ~rusalén y Eusebio de Cesarea, in licaroD
á Santa Elena que hiciese cavar al rededor del (ólgota.
Efectivamente
se hallaron en aquella cueva las tres crllces; y
la del SlIlvador fue reconocida porque su contacto cu ró una
moribunda y resucitó
un muerto, después de haber empleado en vano ti contacto dc las otras dos. La cueva ~s mny
irregular pero tiene 71 metros de largo y ancho y h de altura, y se baja á ella desde la iglesia de Santa Elena por 13
escalones: la poseen los latinos.
Adyacente
al costado N. dc la Basílica y al O. :lel eje
transversal
de ésta se halla la Capilla de la Aparidón
dd
Señor a Sil Santísima Madre, Rucedida inmediatamcI te después' de resucitado:
tendrá por dentro unos 12 metr( s de E.
á O. V unos 7 de anchura de N. á S. no comprendidOl: en los
40
lo ancho de la Basílica.
También la ticnen los franciscanos:
tiene 3 altar, :s, y en
el más próximo á la entrada se venera una parte de la Columna de la Flagelación,
que es un trozo de pórfido :le 0·75
metros de altura. En la iglesia de Santa Praxedis de Roma
se venera otra columna de la Flagelación,
lo que Ila dado
origen, según parece, á que se diga que fue dos vece! azotado el Señor, una en la casa de Caifás y otra en el PI etorio :
pero parece difícil que los evangelistas,
que con tanU minuciosidad refieren los ultrajes hechos al Redentor
(n casa
de los dos Pontífices Aná!! y Caifás, hubiesen olvidll cio éste
de los azotes y lo hubiesen
imputado
solamente á Pilato;
por otra parte ambas columnas son sumamente haj.Js, y al
verlas uno, lo primero que se le ocurre es que tendrían pedestal : tal vez la una lo sería de la otra.
SIgue luégo al N. el pequeño Con vento franciscano, con
poco menos de 40 metros de E. á O., pero muy angosto,
puesto que del muro N. de la Capilla no avanza su anchura
mterior más de UROS 5 metros, aunque á las extremidades
es
algo más ancho.
De suerte que la longitud
total de toda la construcción,
inclusa la i~le~ia de Santa Elena, es de más de 100 metros;
y la anchurA, incluso el atrio, la Capilla de la Aparición y el
convenlo franciscano, sería de má!\ de 80.
Los muros externos longitudinales
de la Basílica no son
paralelos sino má~ abiertos al E. que al O. ; ni son contiDua-
de
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"7-
ción de la rared externa oc~jdental de la rotonda, cuyo diámetro tala interior es de unos 32 metros, mientras que la
anchura de la Basílica es de unos 40.
Como unos cinco metros {¡ la derecha de la entrada de la
Basflica se encuentra una de las dos angost~s escaleras por
las cuales se sube á la Capilb del Calvario:
pstán colocadas
ambas en la misma Iinea y en scntido transversal
á la Basílica.
La roca del Calvario fue cortada á cineel por el N., el O.
y el S. cuando las construcciones
constantinianas.
Hoy está
encerrada dentro de la ~'fan Bilsífica, y la capilla que la rodea ticne I G mctros (le Jar,(\'o de E. á O .. Y 10 de ancho, de S.
á N.; el snelo de dicha capilla I'S dc 4 metros 70 cms. más alto
que el de la Basílica, y sotamen te una cuurla parte de él, J.
del ;\TE., está inmediatamente
s(lbrc la rora; el resto está
soore las construccioncs
que forman la Capilla de Adán, así
llamada á CUUS'l de la antiquí~i/lla
tradición, según la cual
bajo esa roca estaba la cabeza de nuestro primer padre; ea
esta capilla están sepultados
varios de los reyes de JcrusaMn
del tiempo de las Cruzadas;
nosotros no la visitámos.
La Capilla cid Calvario está dividida longitudinalmente
en dos partes Ó capillas divididas entre sí por dos gruesos
pilares que sostienen otros tantos arcos abiertos:
la parte
meridional, en cUJo extremo oriental está d altar de la CrucifixiÓn, alumbrado
por dit'z 1~lllparas, pertenece á los frallciscanos; la septentrional,
que contiene en el mismo extremo
el lugar donde fIJe clavada la cruz y muerto el Redentor,
pertenece á los griegos. Al medio, y precisamente debajo del
primer areo divi,orio de las dos mitades ó ea pilll\s, está el altar
de Nuestra Señora nI" (os Dolores, en el lugar donde ElJa lo
recibi,) en sus brazos drspués de muerto;
estc altar tamhiéa
es de los franciscanos.
En esta parte Ó mitad meridional, que
es la franciscana, est;í el lugar d(lnde Nuestro Señor fue despojado de sus vestidos.
El altar de la muerte dt'l Senor, donde no se puede celebrar, pues es de los grirgns, e~tá un poquito al O. de la Unca
del de la Crucifixión, pl'ro ('n el mismo sentido, sobre una plataforma de medio metro de alto, y es &'lumbrado por 13 lámparas:
debajo de la mesa un gran disco de plata cubre el
propio lugar uonde fue clavada la cruz, y s()bre el mismo altar hay un gran Crucifijo; á los ladlls, sendos discos de mármol negro donde estaban crucificados los lu-!rl)oes. En 180j
los griegos arrancaron
la propia piedl'a dond,~ estaba el agujero de la cruz, y la enviar{.n á Constanfinop;;¡,
pero se perdió en un naufragio.
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128 -
Cerca de este mismo altar y á la derecha del espectador
sc· puede ver la grieta que se abrió en]a roca en la muerte
del Salvador:
esta grieta sigue hacia el O.; en ]a Capilla de
Adáll se ve mejor y tiene o. r 5 metros de ancho;
hacia e] E.
y ya en e] Convento ~riego que queda tras de la Capilla, es
mucho más ancha. Un naturalista
incrédulo que viajaba en
P&lestina y ¡;e burlaba de las tradiciones de los Santos Lugares, al examinar esta grieta se convirtió al Catolicismo, viendI) que" la roca está
dividida transversa]mente,
no separando las diversas capas, ni siguiendo las venas que las distinguen, sin¡, que la rotura cruza las venas de una manera extraña y sobrenatural."
(V. la Gula del P. Hermo).
La pared septentrional
de ]a cl\pilla alta del Calvario está
más ó menos en dirección tangente
al círculo de columnas
de la rótonda y en la misma línea del muro meridional de la
iglesia de Santa Elena.
Según la citada Beata Catarina Emmerich, el Calvario tenfa
cinco caminos, de los cuales el oriental, más escarpado, era por
donde suban los reO:i. Este número de cinco caminos "se halla
en otro<; varios lugare;, dice la Beata, y en esto, como en todo
lo demís de Tierra Santa, hay un sentido profundo y como una
profecía cumplida hoy, por la apertura de las cinco vías de salud
en las cinco llagas del Sllvador." La p~queña planicie que lo coronaba era circular y de unos 8.metros de diámetro;
en medio
de ella se elevaba la roca un po:o más de medio metro sobre la
plaaicie 6 plataforma.
Apenas llegó á ésta el Salvador cayó por última vez bajo el
peso de la Cruz, y 105 verdugos rechazaron con injurias al Cirineo
que, indignado de tanta crueldad, quiso ayudarle á levantarse: eran
como las 1 r y 45. Los dos ladrones quedaron todavía abajo en el
camino para que no embarazasen las maniobras de la Crucifixi6n
del Señor. Los fariseos Ilegarorl á caballo por el camino occidental, que era más c6modo. Los verdugos tiraron de las cuerdas al Señor para levantarlo, echaron p::>rtierra el larguero y brazos de la
Cruz é hicieron caer encimaá jesú<¡, qui ~nse extendió voluntariamente para que le tomaran las medidas; los fariseos lo insultaban
y los verdugos le decían: "Rey de los judíos, vamos á arreglarte
el trono."
En seguida lo llevaron y lo arrojaron brutalmente en una especie de cisterna cavada en la roca á 70 pasos al.N. de ahf (sin
duda donde es la capilIa de la Prisión de Cristo) : la caída fue tan
dura que se habría roto la~ rodillas si los ángeles no lo hubieran
impedido; pero quedaron Impresas en la roca. Dejáronle ahí dando gemidos desg-arradores, encerrado y con guardias, y comenzaron los preparativos: en la parte más elevada de la roca cavaron
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los hoyos para las tres cruces; clavaron en los dos laterales los largueros de las de los ladrones, y m4s tarde en el extremo de arriba aseguraron las piezas de los brazos. Coloraron la Cruz del Señor cerca y enfrente de su hoyo, le aseguraron los brazos en su
lugar con buenas cuñas y en direcci6n oblicua al madero prinoipal, de modo que figuraba una Y cuyo rasgo central 6 inferior se
prolongara
hacia arriba por en medío de los dos laterales; le
clavaron á un tercio de su altura. poco más 6 menos, un trozo d~
madera en el lugar donde habían de quedar los pies; le hicieron
agujeros para los clavos y para la inscripci6n mandada por Pilato, y practicaron
varias muescas 6 cavidades, como arriba par¿
la corona de espinas, hacia 'la mitad para apoyo del cuerpo, á ·fin
de que quedase sostenido y no colgado de las manos por temor
de que éstas se arrancasen de los cJa vos, y abajo para los talones;
da varan en el suelo en lugar conveniente unos palos y sobre ellos
aseguraron una viga (lue sirvie,e de punto de apoyo á las cuerdas
con las cuales habían de levantar la cruz, é hicieron algunos otms
preparati vos.
La Virgen con ;"Iagdalena y demls santas mujeres en número
de 17 habían llegado al Calvario por el camino de Occidente, trayendo el vaso de vino aromatizado que había preparado Ver6nica.
, Indecible era el dolor de la divina Madre al llegar á la cima y
lugar del suplicio; eran los mismos dolores de Jesús sentidos interiormente con el doloroso sentimi ;oto de tener que sobrevivirle
Magdalena estaba como loca; sus emocion'~s eran violentas y pasaba del silencio á lús gemidos, del estupor.i la desesperación, de
las lamentaciones á las amenazas; y sus compañeras tenían sin
cesar quP. sostcnerla, exhortarla, ocultarJa, Estas santas mujeres
se dividieron en tres grupos; Maria Santísima, María de Cleofas y
Sal amé habían avanzado con San Juan h'tsta la plataforma circular del Calvario; Marta, )laría de Hdí, Ver6n¡ca, Juana, Susana
y Maria, madre de Marcos, hab'an queda¿o :i alguna distancia rodeando á Magdalena; las otras siete estaban algo más lejos; pel'O
por medía de alg-unas personas com;'asivas se comunicaban los tres
grupos. Los fariseos á caballo se p;lseaban al rededor de la plataforma, y soldados guardaban las cinco entradas.
Cuando Jesús ven'a de la cisterna arrastrado por cuatro verdugos, les enviaron dinero las santas mujeres para que dejasen al Señor
tomar el vino aromatizado, pero les miserables se lo tomaron eHes
mismos: tenian consi¡;o dos vaS05, uno con hiel y vinagre y otro
con vino, mirra y ajenj0s; le dieron á beber del primero, y le
¡;u~t6 pero no quiso beberlo: "Le d¡'troll ti beber vino meulado (}r¡
hiel; más El., hal¡i:lldolo proba,lo, ?ID rjll1S0 beber/o." (Matth. XXVU,
34)· Eran dieciocho los vc:rdug-os, homhres pequeñas y robustos pero
medio ebrios y feroces, que altr:rnativame.1te trabajaban y bebían;
quitáronle el manto, luégo el cinturón de donde lo tiraban con las
cuerdas y después su propio cinturón; en segllida la túnica superior, que era de lana blanca y abierta so';>re el pecho, pasándob
por encima de la corona de espinas, y luégo una banda que traf4
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13° -
al rededor del cuello y ca!a por la espalda. Al quitarle la otra túnica sin costura (!ue su Madre le había hecho, le arrancaron la
corona de espinas renovándole todas las heridas. El escapulario
blanco de lana que le pendía de los hombros sobre el pecho y la
espalda, se hab'a secado y adherido á las llagas, y sobre todo á la
del hombro, que era la más dolorosa; se lo arrancaron con violen.
oia y le dejaron descubierto el cuerpo surcado de heridas y horriblemente hinchado: tenía los hombros y espaida desgarrados
hasta los huesos; en algunos puntos había quedado la lana del
escapulario pegada á las llagas. "Desde la plania dd pie hasta la
,orom1/a d~ la cabeza no hay samdad en EL : h~rida y con tusl'ón, y llaga
ntla11lada, que no ufá vendada 1Jl' se le ha aplicado m!dlCzna ni suavizado con aceile." (Isaías, 1, 6). Le arrancaron el vestido que traía pendiente de la cintura, y EL. lleno de confusión, se encorvaba y parecia querer replegarse sobre sí mismo, y entonces lo hicieron sentar sobre una piedra, volvieron á ponerle la corona y le presentaron el otro vaso con vino, mirra y ajenjos, pero EL upartó la
cabeza en silencio. " Le daóan á beber vin" mezclado co,~ mirra;
mas
EL no quISo beher/o." (Mare. XV, 23).
Cuando lus verdugos hicieron levantar al Señor de la piedra
para crucificarlo, vino corriendo desde el templo un hombre, y
presentó oí Jesús un lienzo con que se cubrió, dándole las gracias:
era Jonadab, sobrino de San José, que hasta entonces no había
sido fervoroso discípulo del Seiíor, pero ya cuando lo desnudaron
para azotado, hab'a quedado indignauisimo;
y ahora, en virtud
de una oración de la Virgen (quien pens5 hasta en quitarse su
propio velo y precipit;lrse á presentado á su Hijo para que se cubriese), había sido sJbrenaturalmpnte
impulsado oÍ correr con el
velo para eso: rompiendo por entre la multitud amenazaba con
el puño :i los verdugos, diciéndoles: "Cuidado con impedir á ese
hombre el cubrirse" ; y pensaba en la buena acción de Sem, que
cubria sin mirarlo á su padre Noé, quien habiendo tomado vino
sin sab.cr <}u(~embriagaba, se hab;a dormido desnudo, y su otro
hijo Cam, de quien eran descendientes los verdugos del Señor,
se había mofado de su desnudez: el vino y cmbriag-uez de Noé
simbolizab"n la sangre y el amor \.le l~sús, como Jonadab simbolizaba á Sem y los verdu~os á su implo padre Cam,
J:StÍ-i se colocÓ sobre la cruz y los verdugos lo tendieron,
y
ataron fLlertemente contra ella el brazo derecho; uno de ellos pu·
so la rJdilla sobre el pe~ho del Señor, otro le mantuvo abierta la
mano que tr¡¡taba de c¡mtraerse y un tercero apoy6 contra ella el
clavo y dio sobre él redob!arios gIres c 'n un martillo: un gemido
dulce y claro salió de la boca dd S~ñor, la sangre saltó sobre los
brazos de los verdugos, y las cuerJas con que estaua atada la manQ se r()mpi,~ron y se introdujeron con el clavo en la estrecha abertura. L'1 Virgen dab:l débiles gemidos y parcela desmayada.
Los berbiq ufes eran grandes trozos de fierro de figura de una
T sin mango de maderd; los grandes martillos eran también de
fierro de una sola pieza con los mangos; los clavos, que al verJos
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.hablan hecho estremecer á Jesús, eran de tal longitud que col(iéndolos con toda la mano les sobraban dos pulg,idas en cada extre.
midad, y asl despué:l de clavados alcanzab1.n á salir un poco por
detrás de la cruz; tenían cabeza re,londa, eran gruesos como el
dedo pulgar en la part~ superior y mis abajo como el de10 pe.
queño, y tenían la pU.lta limada: "Clavos deplmla embolada le atravies:ln las manos y los pies," dice la Igle~ia en el himno de Laudes del día de la Preciosísima Sangre.
Viendo que á la izquierda le faltaban dos pulgadas desde la
punta de los dedos h1.sta el agujero, ataron en el braz:J una cuerda y apoyando sus pics contra la cruz la tirar.)n ea:! todas sus fuerzas hasta que llegó á su lugar: ]csú:; dio lastimeros gemiJos, pues
se le dislocaron los IJrazos, sus hJmbros viol~ntamente templados
se hundieron, en los co::los se le yelan las jU:1turas de los huesos,
su pecho se inlhba y las roliilas s~ e.1cogieron hacia arriba.
Los verdugos se arro::lillaro~ sobre su pech~, y brazos divinos, se
los ataron fuertemente contra la cruz, y le da varon el segundo clavo en la mano izquierda, saltando también la sangre y oyéndose
alternar los gemidos del S:óñor con los golpe> del martillo. Queda~
ron a~í los brazos templados horizontalmente, de manera que no
quedaban sobre los de la cruz que eran oblicuos, •••
ino que quedaba.
un espacio triangular á cada lado entre ésto:; y los del S~ñor y el
tronco de la cruz.
Sollozos entrecortados escapaban de la boca de la Virgen, pálida como un cadáver; los fariseos dirigían irsultos hada donde
ella cstaln, y por eso se la condujo á a\,,;una distancia donde estaban las otras santas mujeres.
Todo el cuerpo del Señor se había en.;ogido por la violenta
tensión de los brazos: bs verdugos 10 extendieron, y viendo que
los pies no lIegab2ll1 al trozo de madera respectivo, se enfurecieron,
y algunos querían hacer nuevos agujeros mis abajo para las manos por ser más difícil quitar el trozo de maoera de los pies para
ponerlo más arriba; otros vomitab:m imprecaciones contra el Señor y decían: "No r¡ uiere estirar:;!', pero nosotros vamos á ayudarlc." Ataron con cu~rJas la pi:fln dO::i,~chay la templaron vio'
lentamente hasta (\le d lie lkgó á ~u lugar: hubo una dislocación
tan horrible que se oyó crujir el pech0 dd Señor y en alta voz
exclamó: "¡Oh DiDS mío! ; uh Dios mío!" Habían atado fuertemente el pecho y brazcls contra la cruz p:na que las manos no se
arranca'sende los clav;ls: tiraron lu:''':;'J y pusieron el pie izquierdo
sobre el derecho y lo perforaron pri neto con una especie de punta con cabez3. plana y luégo metieron pcr esa herida un clavo mu~
cho mis largo que los otl"O~y con él atra vcsaron el otro pie y todo
el trozo de mad(~ra ha -;n pl:¡wtrar en la cruz: operación más dolorosa qJe las otras. SJ contaron hlsta y) golpe~ de martillo, en
medio de los cuales se oían los gemidos dlllces y penetrantes de
Jesús y las sordas y siniestras injurias é imprecaciones de los verdugos: eran como las 12i, y en el t~mplo resonaban las trompe~
tas por la inmolación del cordero ¡.>ascual. La Santísima Virgen
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13~ -
había vuelto ya al lugar del suplicio: cayó desmayada en brazos
de las compañeras, los fariseos la insultaron y ellas la volvieron á
llevar á alguna distancia y exclamaban: 1/ ¿Por qué la tierra no se
traga á estos miserable!>? "por qué el fuego del cielo no los devora?" A lo cual los verdugos contestaban con invectivas é insultos.
Los gemidos de Jesús se mezclaban con una oración continua,
que EL no interrumpió un momento, llena de pasajes de los Salmos
y Profetas cuyas predicciones estaba cumpliendo.
El jefe romano ya había hecho clavar la inscripción de Pilato en lo alto de la cruz (San Juan, XIX, 19) ; como los romanos se
burlaban del titulo de ti Rey de los judíos," los fariseos volvieron á
la ciudad á pedir á PiJato.otra inscripción (San Juan, XIX, 20);
pero él no quiso ni verlos.
Durante la crucifixión se ensanchó eJ hoyo de la cruz que había quedado muy estrecho. El vino aromatizado que bebieron los
verdugos les había embriagado y hecho mucho daño en las entra.
ñas y estaban como enajenados; enfurecidos trataron al Señor de
mago ó hechicero, y varias veces corrieron al pie del Calvario á
beber leche de asna que ahí vendían unas mujeres extranjeras.
Para levantar la cruz, unos Ja tiraban de la parte superior con
cuerdas que pasaban por encima de la viga preparada al efecto,.
otros la sostenían y otros le empujaban el pie hacia el hoyo. Terrible y desgarrador fue el ver en medio de los insultos de aquella
turba aJzarse la cruz, tambalear un instante sobre su base, y hundirse en la tierra temblando; á la terrible sacudida Jesús lanzó un
grito de dolor, todo su cuerpo quedó pesando verticalmente, sus
heridas se rasgaron, la sangre corrió abundantemente y sus huesos dislocados chocaron unos con otros. Los verdugos, para afianzar la cruz, la menearon aún más y le metieron cinco cuñas al pie.
El Salvador quedó con el rostro vuelto hacia el NO. (esto es, hacia Roma y Europa). Las voces más santas del mundo, la de María, la de Juan, las de la<;santas mujeres y de todos los que tenían
puro su corazón saludaron con dolor al Verbo encarnado pendiente vivo de la cruz y balanceado en los aires por mano de los pecadores furiosos; elevaron ha~ia EL sus manos temblorosas como
para socorrerlo; y luégo se acercaron para abrazar y besar sus
p~ ..
Hubo un momento de estupor y-de silencio solemne cuando se
oy6 el choque de la cruz en el fondo del hoyo: todo el mundo experimentó una sensación nueva y extraordInaria;
en el infierno
mismo resonó el golpe y le hizo redoblar el furor de sus agentes
contra la cruz; las almas del limbo lo oyeron con alegría yesperanza como el estruendo del triunfador que se acercaba; la santa
cruz qUedaba plantada en medio del mundo como el árbol de la
vida en medio del paraíso, y como allá, abonaba y fertilizaba la
tierra con los cuatro ríos sagrados que corrían de las manos y pies
del nuevo Adán, Muchos corazones endurecidos fueron quebrantados y se acordaron de las palabras de Juan Bautista: " Este es
el Cordero de Dios que ha tomado sobre sí todos los pecados del
mundo. "
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J 33
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Los verdugos aplicaron las escalas á la cruz y desataron las
cuerdas con que habían atado á ella el cuerpo del Señor: la sangrE:, impedida hasta entonces por la postura hori:~ontal y las ligaduras, se precipit6 á las heridas, y se renovaron tanto los dolores
que el Señor qued6 en una especie de aturdimiento 6 vértigo, inclinó la cabeza sobre el pecho y quedó como muerto durante unos
siete minutos; su pecho levantado dejaba debajo una cavidad profunda, el vientre estaba hundido y hueco; el cuerpo todo cubierto
de cardenales, de manchas negras, azules y amarillas; la sangre,
al principio muy roja, iba haciéndose más descolorida y acuosa;
la cabellera arrancada en partes; los huesos de los lados aparedan en algunas partes i través de la piel desg'arrada; en fin, el
cuerpo se había adelgazado tanto con la tensión que no cubría
por entero el árbol de la cruz, Esta era redonda por detrás y plana por delante, y su anchura era igual poco má> ó menos á su espesar; sus piezas eran de maderas de distintos colores, unas oscuras, otras amarillentas; el franco era más oscuro, como madera
que ha estado mucho tiempo en agua.
Los dos ladrones, acusados de haber dado r:lUcrte á una mujer
judía con sus hijos que iban de Jerusalén á Joppe (Jaffa), hablan
estado presos mucho tiempo; el de más edad era un gran crimi.
nal, maestro y corruptor del otro; ordinariamente
se les llama
Dismas y Gesmas, pero no eran esos sus verdaderos nombres.
Pertenecían á una cuadrilla de salteadores que en las fronteras de
Egipto hablan hospedado una noche á la Sagr<J.da Familia. Dismas,
el más joven, cuando niño se había curado de la lepra con solo
baiiado su madre, por invitación de la Virgen, en una agua en que
se había bañado el Niiio Jesús; había caído en muchos crímenes;
no conocla á Jesús, pero como su corazón no era malo, le conmovía ver en EL tanta paciencia. y hablaba continuamente de EL á
su compañero:
-l\laltratan
horriblemente al Galileo, de~:h ; lo que ha hecho
predicando su doctrina ha de ser algo peor qu::: lo que nosotros
hemos hecho; pero ticne mu:;ha paciencia y gran poder sobre todos los hombres." Gcsmas respondía:
_" ¿ y qué poder tiene? Si puede tant,) como dicen, prodría
ayud"rnos"
(" Lalrolies .• , illlPr{lPerabanl el" Matth. XXVII, 4;
" C07J7JI'cz'abanlurel'" Marc. XV, 32).
Los verdugos se apresuraron á cruciFi:;arlús después de Jesús,
sirviéndose de escalas para subirlas tÍ las cruces, pues se estaba os·
cureciendo y se notaba en la naturaleza un movimiento como cuando se aproxima una tormenta. Las <;ruces estaban colocadas un poco
más abajo que la de J~sús y más 6 menos frente á frente una de
otra; la di,t:mcia con la del me,~iv e:-a de poder pasar un hombre
á caballo. Les hicieron beber \'¡no CO:l mirra. y los ataron tan fuertemente contra sus cruces que crujieron sus coyunturas, saltó la
sangre y dieron espantosos gritos. El buen Larir6n, Dismas, decía: " Si nos hubierais tratado tÍ nosotros como al Galileo, no tendríais la pena de levantarnos así en el aire."
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Los soldados entretanto habían despedazado y dividido entre
sí los vestidos del Señor, menos la túnica sin costura, la cual sor.
tearon tomando una tabla que tenía cifras y echando encima unos
dados en forma de habas; pero Nicodemo y José de Arimatea.
enTiaron á decirles que al pie del monte hallarían compradores
para los Testidos de Jesús, y entonces los reunieron todos y los
vendieron en junta. y así se conservaron entre los cristianos tan
preciosas reliquias. El manto era más ancho abajo que arriba y
tenía pliegues; la parte que venía sobre el pecho era doble y así
formaba bolsillos.
Los cien soldados romanos que guardaban el Calvario, fueron
reemplazados por otros cincuenta comandados por Abenadar, árabe, que después fue bautizado con el nombre de Ctesifonte, y por
Cassio, que después se llam6 Longioo. Vinieron también otros fariseos, entre ellos los rechazados por Pilato en el asunto de la inscripci6n y venían por eso más furiosos que los otros; dieron á caballo la vuelta á la plataf.:>rma y arrojaron de ella á la Virgen,
lIamándola mala mujer, y Juan la condujo á donde estaban las
otras. Pasando por delante del Señor sacudían con desdén la cabeza y decían:
-i y bién I impostor, derrlba el templo y reconstrúyelo entres
días 1
-Ha querido socorrer siempre á tos otros y no puede salvarse
á sí mismo I
-Si eres el Hijo de Dios, bájate de la Cruz!
-Si es el Rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él !
-Ha tenido confianza en Dios, que venga ahora á ayudarle I
Cuando Jesús cay6 en el desmayo, el mal Ladr6n Gesmas dijo:
Su demonio lo ha abandonado. 'Entonces un soldado puso una esponja con vinagre en la punta de un bastón y la presentó á los
labios del Señor, quien pareció gustarlo, diciéndole el soldado: Si
eres el Rey de los judíos. sálvate á ti mismo (Luc. XXIl1, 36-37).
Jesús levant6 un poco la cabeza y dijo: P.ldrt, perdJ,alos, por9ue no saben lo que hacen, y continu6 orando en silencio. Gesmas le
gritó: Si eres el Cristo, sálvate á ti Y á nosotros. Cuando María
oy6 la voz de su Hijo se preci¡:lÍtó hacia la crllZ, seguida de Juan,
de Salomé y de María de C!cofas, sin que el Centuri6n la impidiese; al acercarse la Virgen, y en virtud de la oración de Jesús,
Dismas fue iluminado interiormente, reconoció qu~ Ellos le habían
curado en su infancia, y dijo:
-¿,CSmo pod¿is injuria.rlo cuando ruega por V050tros? El ha
sufrido callad,) y con paciencia vuestras afrentas y ruega por vosotros; es un Profeta, es nuestro Rey, es el HIjo de Dios. Y tú 1W
temes á nios, continuó diciendo á Gesmas, es/a/l(lo m el mÚmil supli~
do / Y nosotros con justicia sufnillos la pena merecida por nuestros críJlWtes ; pero éste ningiÍlI mal ha hecho. l'iénsa en tu última hora y conviér~te. Señor, concluyó dirigiéndose á Jesús, si Vos me condenáis,
será con justicia, pero tened piedad de mí.
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-Tú ex.perimentarás mi misericordia, le respondi6 Jesús. Eran
ya las Izt. Durante un cuarto de hora Dismas recibió la gracia de
un profumlo arrepentimiento.
Hasta las 10 en que fue dada la sentencia, había caído algode
granizo; de entonces h'\st'l. las 12 el cielo estuvo claro; en seguida
hubo una niebla rojiza. A las 12~ se eclipsó el sol por interposici6n de la luna, que tÍ ese efecto interrum?ió su curso ordinario, y
aparecieron las estrellas despidiendo una luz color <le sangre. El
terror fue general: las bestias bramaban y huían; los pi\jaros buscaban d6nde abrigarse y por bandadas caían sobre las colinas que
rodeaban el Calvario, de suerte que se podíall cog~r con la 'llano;
los enemigos del S~ii()r bajaron el tono y S,] 'Iterraron. Algunas
personas decían, golpeándose el pecho y ret,}rcíéndose las manos;
¡ Que caiga su sangre> sobre sus matadores! Muchos se arrodillaban
pidiendo su perdón, y Jesús, tn medio de sus dolores, dirigi6 sus
miradas hacia ellos.
En la ciudad la cO'".iusiÓnera aún mayor. Pilato y Herodes se
visitaron llenos de turbaci6n. Pilato llamó :i IJS ;nis ancianos judíos
para decirles que aquello era seii;¡\ de la cóicr,.~ del Dios de ellos
por la muerte de su Profeta y su Rey; que en cuanto á él, se habla
lavado las manos y era inocente de todo. La multitud reunid;¡, al
pie de la casa de Pílato, donde había grita.jo pidiendo la muerte
de cruz para Jesús, gritaba ahora: i Abajo ,~l Juez inicuo! i que la
sangre de Jesús caiga sobre sus matadores!
En el templo, lleno
de pueblo que aSistía al sacri{1r:iodel cordero pi\scual, la consternación era en extremo:
se encendieron todas las lámparas á medio día; Anás corr'a <le una parte á otr,l lleno de terror, y los
sacerdotes se esforza!Hn en vano por tranluilizar al pueblo.
Las tinieblas aum;~'ltaban, y ya no quedaban al pie de la cruz
sino la Virgen y unas pocas personas; y entonces Dismas miró con
humildad á Jesús y le dijo:
-Saior,
acordaos de mí ctUlIIdo eslhr
/in
z'llt?slro rdno.
-En Z'erd,ld te d<lJo, le respondió Jesús, hoy estarás conmigo en el
paraíso.
MarLl con J U'll1 y las otra'; Marías l~staban entre la cruz del
Redentor y las de los ladrones y miraban á Jesús. Lt Vir¡;en rogaba)nteriormente
r¡u',; }~sús la dejase morir con EL: Jesús la
mir6con inefable ternura, y luégo miró á Juan y dijo á María:
-Mu/er,!té
ahí d lu h/jo. L\Jég-o dijo:í. .J uan : Hé ahí tÍ tu madre.
Juan abraz6 con respeto al pie de la cruz á la divina Madre,
ahora madre suya ; p~ro Ella tuvo tal dolor con estas últimas disposiciones de su Ilij'"), que cayó desmayada y fue conduci,la á
donde estab:iO sus l,tras ami~·'ls; pero no IJor eso dejó de aceptar
todo con el corazón desgarril(lo, con la misma humildad y obediencia con que s~ había somet:do en la Anunciación.
Al pie de la crU7.no habí:t quedaclo na,fie : Jesús continuaba su
oraciór., pero se sentía abandonado, sentimiento que quiso experimentar en todo su horror y a margura, para merecernos la gracia
de salir bien cuando lo experimentemos en nuestra última hora.
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Con un gran grito dio testimonio de su dolor y abandono, y nos
enseñó á recurrir á Dios con confianza filial en nuestras mayores
aflicciones:
-Elí,
Elí, lamma sabachlani! dijo, esto es : i Dios mío, Dios mío,
por qué me habéis abandonado I
-Llama á .Días, dijo uno de los enemigos.
- Veamos si Elías viene á llorar/e, dijo otro. Cuando Marla oy6
la voz de su Hijo, volvió al pie de la cruz seguida de Juan y las
tres Marías.
Pa~aban entonces á caballo 30 hombres que venlan á la fiesta,
y al ver á Jesús exclamaron: j A.y de esta ciudad r si el templo de
Dios no estu\'iese aqul debería ser incendiada por haber tomado
sobre sí tal infquiclad. Hubo entonces una' explosión de indignación en el pueblo y se temió una insurrección: los fariseos, algo
cabizbaj0s. hablaron á A.benadar, y se envió orden de cerrar la
puerta m:ís cercana de la ciudad é interrumpir toda comunicación,
y se pidieron á P¡lato 500 hombres y á Herode~ sus guardias para
prevenir todo movimiento ..
Poco después de las 3 aclaró algo, cesó el eclipse y desQparecieron las estrellas, pero el cielo estaba todavín muy sombrio. Jesús estaba desfallecido y con la lengua seca, y elijo:
-lmgo sed.;.No podlais vosotros darme una gota de agua?
añadió, dirigiéndose á sus amigos.
-Oh Señor, respondió confuso Juan, lo hemos olvidado.
-Mis all~gac:los también debían olvi .Iarme, (jijo Jesús, y no
darme de beber, para <¡ue se cumpliese todo lo <]le está escrito.
Habiale afectado dolorosamente ese olvido. Los amigos entonces
ofrecieron dinero á los soldados para que le diesen agua, pero
éstos no lo hicieron; uno de ellos llenó de vinagre con hiel una
esponja, pero Abenadilr exprimió la esponja, le PUS,) vinagre puro,
la colocó en la punta de una vara de hisopo hueca, y asegurándola en el asta de su lanza se la presentó á los laLios (San Juan,
XIX, 29).
Llegó la hora del Señor y entró en lucha con la muerte: un
sudor frío corría por ~u cuerpo, Juan le enjugaba los pies con un
sudario, Magdalena se apoyaba atrás en la cruz y la Virgen estaba de pie entre Jesús y el buen Ladr6n, sostenida por Salomé y
María de Cleofas. Jesús dijo: Todo está consumado. Su cuerp" tuvo
una última convulsión, luégo adquirió una blancura lívida, sus
llagas aparecieron más distintamente como manchas oscuras, su
rostro se alargó, sus mejillas se hundieron, su nariz se adelgazó y
alargó; alzó un instante la cabeza coronada de espinas y gritó en
alta voz: Padre, m tus manos em:omiendo mi espíritu; inclinó la cabeza y expiró. Sus ojos llenos de sangre quedaron medio abiertos;
sus labios \ividos y contraídos se entreabrieron
y dejaron ver la
lengua ensangrentada: sus manos, encogidas antes al rededor de
los clavos, se extendieron, lo mismo que los brazos, y todo el peso
del cuerpo se fue sobre los pies; las rodillas se plegaron hacia el
mismó lado y sus pies giraron un poco sobre el clavo.
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Entonces las manos de la divina Madre perdieron la flexibilidad, anublarónsele los ojos, púsose pálida como la muerte, sus
oídos cesaron de olr, sus pies vacilaron y cayó ... V, ¿ quién podrá
pintar su desolación cuando abrió los ojos y vio cerca de sí el
cuerpo exánime de su Hijo?
Juan y las santas mujeres cayeron ~ambién C0l11afrente contra'"
el poI vo; la tierra tembló y la roca se abrió, dejando una hendidura ancha entre la cruz del Señor y la del mal Ladrón.
Abenadar, que estaba muy cerca á caballo, enfrente de la.
cruz mirando de hito en hito la faz del Salvador coronada de espinas, tocado de la gracia, tiró al suelo la lanza y golpeándose el
pecho exclamó: Bendito sea el Dios Omnipotente, el Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob; éste era un justo): verdaderammlt es
d ¡lzlo DI'os (Luc. XXIII, 47). Sus soldados hicieron lo mismo; al.
gunos de los presentes, aun fariseos, se convirtieron; muchas gentes se golpeaban el pecho, rasgaban sus vestidos, se echaban poi.
va en la cabeza y se volvlan á Jerusalén por el yalle. Abenadar
no quiso quedar al servicio de los enemigos; entregó su caballo y
su lanza á Casio su segundo, y se retiró del Calvario á reunirse con
los discípulos de Jesús, ocultos en el valJe de Hinnon.
En el templo, apenas habían logrado los sacerdotes reorganizar la solemnidad después del estupor causado por las tinieblas,
cuando redobló la consternación el temblor de tierra con el estruendo de los muros y columnas que caían y la rotura del velo
que ocultaba el ~anto de los Santos; y más q le todo la aparición
de varios muertos de los sepultados en el misrr,o templo, cuyos sepulcros ie abrieron con el terremoto, los cuales decían palabras
terribles y amenazadoras, hizo ya imposible continuar la función.
Caifás dijo que esos signos de castigo eran originados por los
partidarios del Galileo que habían venido al tl~mplo en estado de
mancha legal; que los enemigos de esa ley santa, que Jesús mis·
mo habla querido abrogar, eran los que habían excitado esos terrores, y que en todo ello habla sortilegios dE:ese hombre que en
vida y en muerte había perturbado el reposo del templo; y mandó que no se hablase de las apariciones de TTluertos.Estos fueron
como cien por todos, enviados del limbo por la santísima alma del
Redentor, salidos del templo y de otras tumbas, que dpspués de
andar por las calles aterrorizando, amenazando á los culpables y
exhortando á seguir la doctrina del Crucificado, regresaron li sus
tumbas hacia las 4. Pero al tiempo de la Resurrección hubo también apariciones de.muertos.
Seis verdugos llegaron al Calvario á romper las piernas de los
crucificados: con grande angustia vio la Virg-en que aplicaron sus
escalas á la cruz de Jesús y sacudieron el sagrado cuerpo, asegurando que pareela muerto; pero bien vieron que estaba yerto y
rígido, y por ruego que Juan les hizo, á petición de las santas mujeres, lo dejaron quieto por entonces. RompiE,ron los brazos de los
ladrones tanto arriba como abajo del codo, lo mismo los muslos y
la!! piernas: Gesmas dio horribles gritos, y le asestaron otros tres
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golpes en el pecho para ultimarlo; Dismas exhaló un gemido y
murió: fue el primero que entró al cielo, de los que murieron des·
pués de la Redención.
Temblando estaban la Virgen y las santas mujeres, que fuesen
los verdugos á hacer lo mismo con el cuerpo del Señor, cuando
Casio, el jefe de ta guardia, por repentina inspiración, se acercó á caballo á la eminencia de la roca entre la cruz del buen Ladrón y la de jeslís, y clavó con ambas manos su lanza en el costado derecho del Señor, con tal violencia que le atravesó el coraz6n
de parte á parte y alcanzó á asomar por debajo del pecho izquier:do. Al retira, la con fuerza, saltó de la herida derecha gran cantidad de sangre y de agua que le salpicó el rostro y le curó la enfermedad que tenía en los ojos del cuerpo, que eran débiles y vizcos, y sobre todo en los del alma, que abrió á la luz de la gracia;
saltó del caballo, se arrodilló, golpeó su pecho y confesó á jesús
delante de todos, imitándole luégo sus soldadcs. La Virgen y sus
compañeras, al ver la acción de Casio, se precipitaron hacia la cruz,
y Ella cayó desmayada, como si la lanza hubiese atravesado su
propio corazón. La sangre yagua del costado hahían corrido á una
ea vidad de la rOCd al pie de la cruz; y tanto Casio como Juan y
Mada con las santas mujeres la recogieron en ampolletas y iCe&ron con telas el lugar ; las lágrimás de María y de Magdalena se
mezclaban con ella; todo e~to sucedió poco después de las 4·
Los sirvientes de José de Arimatea llegaron al Calvario á
asear el sepulcro, y avisaron que él, con permiso de Pilato, iba á dar
sepultura al Sagrado Cuerpo: entonces Juan, con las santas mujeres, se dirigió al Cenáculo en el Monte Sión, con el fin de que h
Virgen descansase un poco, y pard llevar al Calvario algunas co.
sas aecesarias para sepultar al Señor. Tuvieron que entrar á la
ciudad por la puerta meridional por donde se sale para Belén, pues
la que les quedaha cerca del Calvario estaba cerrada.
José y Nicodemo llegaron con todos los obje :os n~cesarios para el descendimiento, y los aromas, yerbas y demás para embalsamar el Sagrado Cuerpo, y ya hallaron ahí á la Virgen y demás
amigos de JeSÚS.
Auxiliados por Casio y Abenadar, desclavaron con profundo
respeto el Cuerpo del Señor y pusieron los clavos á los pies de la
Virgen: el corazón de Ella se desgarraba;\. cada golpe de martillo, que ahora sonaba ya sin oírse el grito penetrante del dolor
que se oía alternar con los golpes de la crucifixión ... Envolvieron
el Sagrado Cuerpo desdp. las roJillas hasta la cintura y lo colocaron en los brazos de su Madre. quie1" se había sentado en tierra
sobre una alfombra apoyando su espalda y su rodilla derecha en
cojines formados de mantos envueltos y enrollados. En seguida
ellos se rdiraron á un lugar á propósito, al SO. del Calvario.'
preparar todo para el embalsamamiento.
La Virgen le quitó ('un ~umo cuidado la corona de espiRas,
cortando éstas para no ",manchar las heridas, y sacándolas luégo
con unas pinzas; auxiliada por San Juan y las santas mujeres, y
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siniéndose de esponjas, lavó sucesivamente la cabeza, el rostro, el
cuello, los hombros, el pecho, la espalda, los brazo50 y las manos
del cllerpo desgarrado de su amadisimo Hijo. Sólo entonces cono.
ció todo el destrozo obrado por tan horribles suplicios en ese Cuerpo sacrosanto, formado por operación divina en sus castísimas entrañas, y la compasión y ternura de su maternal corazón aumenta.
ban i proporción que pasaba de una herida á otra. Después de haber Eila misma embalsamado todas las heri,ias que había lavado
en el Divino Cuerpo de su Hijo, le cerró los ojos y la boca, lo abrazó y dejó caer su propio rostro sobre el de Jesús: cuando Juan se
acercó á rogarle que se separara de su Divino Hijo para acabarlo
de embalsamar, Ella volvió á abrazarlo y le dijo adiós en los términos más conmuvedores. Entonces los hombres se lo quitaron de
encima, lo bajaron de la cima del Calvario y sobre una bella piedra 10 acabaron de lavar y embalsamar con el más profundo respeto. La Virgen había queda-lo arriba desma yada de dolor; pero
luégo vino conducida ro'- San Juan, y ayudó á acabar de embal.
samar, envolver y ligar el Sagrado C\lerpo. Entonces se dieron
cuenta del milagro que acababa de verificarse: la última envoltura, que fue en la gran sábana comprada por José de Arimatea, representaba p~rfectamente el retrato del Divino Cuerpo, tanto por
delante como por detrás, y la admiración creció al desenvolver la
sábana y ver que las otras envolturas interiores estaban blancas y
sin huella alguna.
Santo Cenáculo.
A I Sur de la casa de Caifás estti el IlIga r que habitó la
Virgen y donde murió, el I'ual es <le suponers.e formaría parte de la gran casa del Cenáculo, como 10 atestigua la tradjción, se~ún la cual ese lugar quedaba comprendido
dentro
de la hasílica que se construyó
ahí en el siglo IV. Hoy' los
catljlicns alemanes, para quienes compró ese terreno Gmllermo II su Emperador,
construyen
ahí mismo una magnífica
rotonda en honor del Trán~ito de la Santísima Virgen. Mon-
jes benedictinos
alemanes habitan ah~ en un convento de
muy reciente construcción.
Como unos '30 metros al Sur de la puerta de Sión está
el actual eclificio del Cenáculo, construido por los franciscanos á'lIwfliados del sig-Io XIV, merced á la donación que hicieron de ese terreno HobCl'tn de Anjoll, rey de Sicília, y su
esposa Sancha, quiell"s lo compraron
por 32,000 ducados.
Dos siglos más tarde fueron ddinitivamente
arrojados de ahí
los franciscanos, y por eso ese benditísimo lugar está en poder de los musulmant's,
quienes no permiten practicar
ahí
ningún aelo externo de culto católico, <'osa dolorosísima para
los peregrinos.
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Tiene dos pisos: el inferior consta de dos departamen~
tos: el del o. tiene al centro dos columnas que sostienen las
bóvedas y es el lugar del Lavatorio de los pies; el del E.,
más pequeño pero más alto, contiene al centro un sarcófago
cubierto con tapices, que los musulmanes dicen ser el sepulcro de David. La entrada á este primer piso es absolutamente prohibida á los cristianos. La escalera para subir al
segundo {liso es exterior. La sala, que está sobre la del Lavatorio, tiene también dos columnas sobre las de abajo, y su
longitud es de 14 metros de O. á E. por 9 de ancho; las columnas, bien distribuidas según la anchura y longitud de la
sala, tienen sus correspondientes semicolumnas adheridas á
los muros. Esta sala recuerda la institución del Santísimo
Sacramento y del sacerdocio, y no dudo que esté sobre el
mismo lu~ar de la gran sala (cmnaculum grande stratum
Marc. XI V, 15), donde sucedieron esos sublimes misterios.
En el ángulo SO. está la corta escalera que conduce al departamento oriental, situado sobre el de abajo, llamado sepulcro de David: tendrá unos 6 metros de E. á O. y los
mismos 9 de N. á S.; está también dividido en dos partes
desiguales, y consagrado especialmente á conmemorar la bajada del Espíritu Santo.
En el Cenáculo celebró Jesús la última pascua de la Ley
Antigua, en la cual se mataba y se comia un cordero para
conmemorar la prodigiosa salida del pueblo hebreo ó israelita ( que después se llamó judío) de la esclavitud de Egipto.
Desde entonces esta solemnidad cedió su lugar á la Pascua
cristiana, en la cual celebramos nuestra salida de la esclavitud del demonio por medio de la gloriosa muerte del Cordero
de Dios en la cruz, cuya carne comemos y cuya sangre bebemos en el adorabilísimo Misterio de nuestros altares, que
EL instituyó ahí mismo á continuación de la ceremonia legal
de la Pascua, y después de haber practicado el más sublime
y conmovedor acto de amor y humildad, la vando EL mismo
los pies á sus Apóstoles.
Fuera de los inefables misterios sucedidos la última noche de la vida -mortal de Nuestro Se1\or, sucedieron en el
Cenáculo muchos otros misterios: ahí se apareció varias veces después de resucitado; ahí fut' elegido San Matías al
Apostolado, en sustitución del traidor Judas, durante los
diez días de ejercicios espirituales que acompañados de la
Divina Madre tuvieron los Apóstoles y primeros discípulos
en número de 120, para prepararse á recibir el Espíritu Santo ; ahí sucedió este gran Misterio, que es el tercero glOl'ioso
del Rosario, con que quedó definitivamente instituida la
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Iglesia, de la cual puede decirse que ahí nacu) y que ahí
inauguró sus funciones todas, como que ese fue Sll primer
templo, su primera catedral; la consagración
de: los primeros
obispos y sacerdotes;
la elección de los primuos
diáeonos,
con mi g-Iorioso Protolll:irtir
á la cnlwz<l, b celebración del
primer Concilio presiciido por San Pedro, J tantos otros hechos dc la Iglesia nadente que no estlÍn rscritos, sucedieron
en el Cen:ículo. j Cutln doloroso es (¡tI(' ¡'SI:lS .In,. lugares, el
Calvario " el CCIli\culo, sacrosantos t'n g-rado;'xtl'l'nw,
estén
cc. pode!' de llls inmundos
y abycctos Sl.'CIl<lCt's de l\Iahoma,
y que el mismo lllga!' don k nació el culto criqiano, (¡lIe es
el Santísimo
Cen:kllln, ('.:;r.: ahora dcdíCl,lo al ell!l'l diabólico
de los mllsulul<IlH'S
!
Según
las Citdd:1.s n:\'c;;:u'i\l!lL"s de n'JC~tr.l
i~;::l:1r¡~laEmnHTlch,
Je~lb haí¡ía CO:lS¡¡gTilr],) íJr,:vi,lm':;1tc d Cd¡;i:ul ••, ciut,tl'L. ;-almos
á su rede.-lor con lJ, Apó,t:)Ie:s, para '1'!': fue,: el pri:n,:r te:nplo d,~
la Ley Nuevit. T.:rmillad:lS las cerernonia~ de la p.'SCUil ilntigu'l
con la inmolacj,jn y comidl del corcL:ro, Jt>sús úhí en la misma ~ala lavó los pies ;1 10$ Ap(istole" ir¡c1usivc:Judas, para Cl1st·/J.1rncs
prárti'~:'mei1k: 1.0 La ll!nrj('za de c(,í1ci(~ncia!1cCtSariil para celchr,¡r y recibir la nUt;Vil Pa<;(;Uil tk su carn~ y ,,,.n¡.;rc; 2.° La humildad con ljU': hemos de fJ()ncrno~ :í 1:),;pies de todlls y creernos
inferin:'·s:í lodos; 3.° Ln caridad con 'lue hemos d,; ~cn'jr á nuestros prójimos aun con alg-ún s¡¡criíiciu nuéstro; 4.° L'l paciencia cen
que hemos de !avitt'. :st,) es:, sufrir 1,0.; f1ar¡uezas y il.Jversidadesde
nuestros prójimos; 5.0 FinalmtnL', ia gcnerosid'id y grandeza de
alma con que: hemos de perdonar, favorecc!"' :í los que nos hacen
mal. como lo hiZOahí el Señor ccn Judas.
A cOl1tinuación el Señor éOnS:1;;róel pUl! )' d vino, convirtién_
dolos l'I1 su CJ.rne y S:1ng-re, y hacj:~ndo participar de una y otra
cosa:i 105 Apóstoh:s, inclu~ive Judas, i quien no excJuy~. por no divulgar Su traición entre los otros, y en cuya persona en.rn6 el demonio con la comunión sacrílega que recibió. Celebró, pues, el Redentor mismo en pen,una la primera Misa ó sacrific.io de la Ley
Nueva, y al hacerla practicó las principales ceremonias con que h&y
se ceIébra; y dio por primera vel. la santa comunión á sus fieles
En seguida rlijo á sus A¡Jóstoles c6mo habían d,~ conservar el Santfsimo Sacramento en memoria de EL hasta el fin del mundo; les
enseñÓ las f0rmas escnci;.d..:s paLl hacer USe) de él, comunicado,
enseñarlo y publicarlo; cuindo habían de comer las formas consagradas restantes, cuándo habían de dar de ellas á la S3.otísima
Virgen, y cómo habían de consagrar ellos mismos después que hu.
biesen recibido el Espíritu Santo. En seg'lida les habló del Sacerdacio, de la unción, de la preparación del Santo Crisma y de los
santos óleos y de su uso. y EL mismo bendijo los tres óleos, á salO
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ber: el Crisma, el OJeo de catecúmenos y el de enfermos, lo mismo que el fuego sagrado como se hace el Sábado S'lnto. Impuso
las manos á Pedro y á Juan y los ungió, lo mismo que á otros cuatro
de los Apóstoles, para que consagraran á los demás después de la
venida del Espíritu Santo. Por último se reservaron ahí mismo en
el nuevo templo del Cenáculo los fragmentos de pan y vino consagrados que habían quedado. No solo, pues, la Eucaristía y el Orden,
sino también los Sácramento,> de la Confirmación y la ExtremaUnción, fueron instituídos entonces por el Señor.
y después de otro largo discurso y d~ varias oraciones al Pa.
dre, salió con sus Ap6stoles para Getsemaní, á pesar de los rue~os
de su Madre y de las santas mujeres, que ya habían oído decir
que se trataba de ponerl\) pre,>o.
Así, el amantlsimo Redentor esa noche dio e uanto tenía á los
hombres, mientras éstos pensaban en darle la muert~ más dolorosa y llena de ignominia; así, después de enrÍljueeernos con sus más
pre~iosos tesoros, corri6 á entregarse por nosotros al sacrificio y á
la muerte. ¡Oh Jesús 1 camb~adnos el corazón á todos los hombres,
para que podamos entenrleros y agradeeeros 1
XXIII
Ja.fJa- Conclusidn
El martes 16 de Julio, fiesta de Nuestra Señora del Carmen, dimos término á Iluestra per,'grinaciISn qne habíamos
empezado á sus pies en Sil Santuario
del Carmelo, y lo hicimos celebrando todos en el altar de SllS all~ustias en ~I Calvario, en el mismo punto donde éstas llegaron al último extremo, cuando pusieron en SlIS brazos el cuerpo de su amadlsimo Hijo ya muerto. Bendita Madre, á quien debemos tantos
beneficios, dános un corazón verdaderamcnte
agradecido!
y en verdad mucha razón tencmos para dar como damos
muchas gracias al Señor que tanto nos favoreció, no menos
que á los,'4)adrcs
franciscanos
y dem.\s personas que con
tanta caridad nos atendieron.
Que Dios les conceda la última
bendición deslinada á aquellos que lo. atienden en SUg pobres
peregrinos.
A medio dla estábamo,
almorzando
en la caSi de los
franciscanos en Jaffa (antiguamente
Joppe),
puerto antiquísimo y muy notable en la historia sagrada: en él se embarcó
Jonás profeta, huyendo de la orden que Dios le había dado
de ir á predicar á Ninive (véase página :a8). Del Nuevo Testamento también
recuerdo
que fue en JafTa donde San Pedro resucitó á la piadosísima
Tabita, restitu,yéndola
viva á
la multitud de pobres que la lloraban
(Act. IX, 39-41), Y se
-quedó ahí muchos días.
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También fue ahí donde Dios le dio la orden al mismo
Apóstol ue predicar :í. los pag-allos y recibirlos
en la Iglesia:
le hizo ver en sueños un lienzo lleno rle ¡¡nimales inmundos,
)' li~ mandaba quc los comiese; .Y respondiendo
San Pedro
que nó, pOl'qUC erall illlllundns,
el Señor le respondiÓ:
" Lo
(lile /)i(;,' purifico, tÚ no lo llamarás inmundo." Después de
tres veces que se repitió I sta "isión, lI('~;aron de Cesarea los
enviados del Centllril)n
Cllrnelio, pagano á quien un~íng'el
hahía ordena(lo los clIviase á pedirle ¡Í Snn Pedro la santa fe;
y por ordrn del mismo Dios fue San Pedro con e1los:í Cesarea, )' al terminar
~ll primer
sermón descendil) el Espíritu
Santo sohre los oyent¡·s paganos, y fueron inmediatamente
bautizados (Aclo X.),
E~;¡~mismo día rtl;ll'ks lli de Julio, nos embarcámos
en
el vapor /'ort!l:Jr¡/, dl: la Compnñía francesa des Jfessageries
Jlaritimes, que haciendo escala en Port-Said,
extremidad
septentrional
del Canal de Sucz, donde celelmímos el '7 todos cuatro en la i~lesia de los franciscanos,
nos c1esembarcó
el 18 como á las 1-0 en Alejundría, donde celebré yo á las 11
en S:;¡nta Catalina. Por la tarde nos eml);)rcnmos
en el vapor
!-'erseo de la " ,VaUI!!a:Úone Gerlr'rale Ilahana." El dominE;o
21 celehré
como ¡\ las l' en la cripta .le la Catedral de Mesina, donde se celebraba
solemnemcnlt~
ese dh la fiesta de
San Vicente de Paúl, con uJla comuniÓn de niños ,í quienes
hallamos desayunando
('n la s<1r.ristí3" con un aire que de
todo tenía menlls rk rl~c(\l,)ido, y donde vimos celebrar solemnemente
UlI
Canónigo
con mitra, y oímos predicar al
tiempo del Evangelio á \1n niño en pleno plÍlpito con sotana,
snbrl'pdliz y hClllctC. El lunes ?2 Ilegámc's á Nápoles ¡í medio día y á Boma :í las R p. m.
El s:i bado ':l. 7 .11' .J nlio {ni lllOS r('cibido~ en audiencia
privada por el Santo l\,dre, lo:; Sr,·s. Puyo, González, Sil \'a Y
yo, y recibimos de SlIS aU~lIstos ¡alli '/s la expresión de su
agradecimiento
por lo que habíamos orado por él en los Santos Lugares y ulla bcndición especial por nuestra peregrinación, que se dignÓ darnos en f<l vnr de toidos los intereses de
la religiÓn en nuestro país, j Que Dio,; se digne hacerla eficaz, destruyendo
en nuestra P¡1tria la incredulidad,
y deteniendo la ola de miserias morales y mat!~l'iales que nos ahr)ga!
FIN
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INDIr~E
P:igs'
Explic¡¡cióu ... " ....••
__...........•
,' •...••.........
-- ... - .
(-De Roma á !\lesina ...•..••.
~ _...•........
__..•......•.
II-De Mesina á Alej:mdría_ .. __
,......•
lll-En
la tierra de los F<lraoncs:
-- .•• IV-El
Museo del Cairo ..••....•.....••
'" .oo. _""""'oO'
V-En
Matarieh: Arbol y fuente de laVírgeD .•.•••••.•••..
VI-De Alcjandría á Deyrut y á Caiffa .•.....•••...
, ......•.
VII-El
Monte Carmclo.~ ..... __-oo'" •....•...
""
VIII-Del
Carmelo á Nazaret .•
IX-En
Nazaret: D,,~ílica d,~ !tI Encarnación;
Capillas de la
Nutrivión y del Desmayo: Fuente de la Virgen ....• " .. ,
X-Al nuir de Tibcríades. Caoá ..•............
---.
XI-En
el mar. Cnf'lrnaúm, habitnción del SeñOI'. Bet<;aida.
:\Iagdala
__••....•....•..•...•.•...•........•••
XlI-El
santo Monte Tabor .•.......•.•••.••
oo...•...•....
XIII-Camino
de Jerusalén. Naím. Yenín •.•.•..•..•.
-- -""
Sebabdedh. Beialia. Samaria. Si'l uem .....••.•.••..••.•......
POEO de la Samarifa1/a ....•...•.•
El Bire/¡, lagar del 'luinio misoo
••••••••••
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terio gozoso .•............••..
XIV-Jernsalén:
nescri¡~ir)!I
V¡aCrUcl,S
--.,
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••••••••••••••••••••••.•••••••••
XV-Eetallia.
Belfag-e. San Esteban .....•......
- .' ....••....•
XVI-l~1 santo Monte Olivetc.oo .. , •••....
oo.
XVII-GetsemalJÍ.
Huerto de Los Oliws. La Alóoníll. Tumha de
la Virgen ....
XVIII--San
Juan d(~la ,'IonlilÍla. La Visilación ...•....••..••..
XIX-Horlus
conclusus ...
XX-Belén
....•....
, ...•••.•......•.......
, •....••..
- .. ,
XXI-Valle
de Jcricó. El Jr,rdán. Monte dI' la TenlaciÓn ....
XXII--Jerusall:n:
Iglesia de Santiago
el ¡lfclyur.
Cosa de
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AlllÍs
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73
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83
84
88
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de C,lljás ......•
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Pretoriú. Vía dolorosa
Cuadro de las estaciones, SIlS distancias se·
gti II el Padre lIermo,!J dirección de la vla
Ca[¡'{/rio--Sul!{o Sepulcro ...•.••..•••......
El San lo Cenrículo. _.....••..•...•..•..••
XX llI-Jalfa--Couclu~ión
... " ....................•.....
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C'ISO
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