Acción social, psicología y primeras praxis criminológicas

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Acción social, psicología y primeras praxis criminológicas: los caminos del Dr.
Esquerdo y de Francisco Machado.
Social action, criminological psychology and first praxis: the paths of Dr Esquerdo
and Francisco Machado
Autores: Jesús Rodríguez-Marín*, Esther Sitges*, Fernando Miró**, Beatriz Bonete*,
Carmen Jarabo*** y Francisco Bernabéu#.
*Departamento de Psicología de la Salud de la Universidad Miguel Hernández de Elche
(Alicante).
**Departamento de Arte, Humanidades y Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad
Miguel Hernández de Elche (Alicante).
***Servicio de Salud Mental. Diputación Provincial de Alicante.
#
Policía Local de Elche.
RESUMEN
El que hoy la Psicología sea reconocida por la criminología como una de sus ciencias
madre puede que se deba, entre otros factores, a la labor de profesionales que, desde
diversas ramas científicas y oficios aplicaron algunas de las técnicas psicológicas para la
mejora de la sociedad.
Caso paradigmático en este sentido es el Dr. Esquerdo (1842-1912), médico alicantino
apasionado por modernizar el tratamiento de las enfermedades mentales. Formó parte de
la Escuela madrileña de Psiquiatría, que constituyeron con él Simarro y Vera entre otros.
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Esquerdo sustituyó el término “manicomio” por el de “sanatorio mental”, para subrayar su
concepción acerca de la asistencia a los dementes: las verjas y la vigilancia extremada
debían sustituirse por personal abundante e instruido. Su intervención en los asesinatos
de Garayo, el Sacamantecas, sirvió para conseguir que los jueces aceptaran sus
dictámenes y marcó una nueva forma de actuar de los peritos en la justicia.
En otro ámbito profesional, Francisco Machado (1884-1950), licenciado en derecho y
hermano del poeta Antonio Machado, aplicaba, como director del reformatorio de adultos
de Alicante, una nueva concepción del régimen penitenciario donde la pena se orientaba
hacia la readaptación social del delincuente. Publicó diversos artículos, en los que
abogaba por la importancia de la enseñanza, el trabajo y la cultura para la reinserción de
los reclusos. Las tesis de la reeducación social, ya estaba presente en las teorías
criminológicas, pero apenas habían sido llevadas a la práctica.
El hilo conductor que une a dos personajes tan dispares no es, pues, el que ambos
aplicaran en la provincia de Alicante hace más de un siglo conceptos y métodos prácticos
hoy reconocidos por la Psicología, sino su afán por mejorar la sociedad aplicando los
conocimientos que empezaban a formar la que sería la Psicología del siglo XXI.
Palabras clave: criminología, psicología penitenciaria, reformismo penitenciario, peritajes
criminológicos.
ABSTRACT
The fact that today criminology recognises psychology as one of its mother sciences,
might be, among other factors, due to the work of professionals, who from different
scientific branches and professions have applied psychological techniques to improve
society.
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A paradigmatic case in this sense is that of Dr. Esquerdo (1842-1912), a doctor form
Alicante who was enthusiastic about modernizing the treatment of mental illnesses. He
was a member of the ‘Escuela madrileña de Psiquiatría’ (The Madrid School of
Psychiatry), which was established by himself, Simarro, Vera and others. Esquerdo
substituted the term “lunatic asylum” for the term “mental hospital”, in order to emphasise
his understanding of attending insane people: the barred windows and extreme security
should be substituted by plenty of trained staff. His intervention in the Garayo (the
“Sacamantecas”) murders, contributed to judges accepting his reports and marked a new
way for the legal experts to act before the courts.
In a different professional area, Francisco Machado (1884-1950), with a degree in Law
and brother to the poet Antonio Machado and director of the Adult Reformatory in Alicante,
applied a new conception of the penitentiary regime, where sentences were reoriented
towards the delinquents socially readapting socially. He published different articles where
he defended the importance of education, work and culture for the prisoners’ reintegration.
The theses of social re-education were already present in criminological theories, but had
scarcely been put into practise.
The thread that has linked such different people is not, however, the fact that in Alicante
half a century ago both applied practical concepts and methods which are recognised in
Psychology today, but for their efforts to improve society by applying the knowledge that
began to shape what would become Psychology of the 21st Century.
Key words: criminology, psychology penitentiary, penitentiary reform, criminological
reports.
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“Todo hombre, por perverso que sea, tiene algún
resorte sensible por el cual se le puede llevar al camino del bien.
Por esa razón, todo empleado que haya de cumplir funciones dentro
de establecimientos penales deberá ser, ante todo, un maestro”.
Francisco Machado Ruiz (1916)
La comunicación que presentamos nos muestra a dos personajes: José María
Esquerdo y Francisco Machado, un médico y un abogado, un pionero en la aplicación de
prácticas psiquiátricas el primero, y un iniciador de una nueva forma de entender la labor
penitenciaria el segundo. Ambos, importantes personajes, que no debieran ser anónimos,
de la España de primeros de siglo, a los que une, por influencia de ilustres pioneros de la
psicología, una praxis basada en presupuestos científicos relacionados con la Psiquiatría,
la Psicología y la Criminología Penitenciaria más adelantadas de su tiempo.
En un país a caballo entre el esplendor y la derrota como es la España de finales
del siglo XIX y principios del XX, resulta destacable la presencia de numerosos científicos
y profesionales españoles, de los que no siempre han trascendido sus nombres, cuya
actividad innovadora, cuya percepción distinta de las necesidades sociales por mor de
una mirada a otras culturas y a otras ciencias, supuso el inicio de importantes avances en
los ámbitos psicológico, psiquiátrico o criminológico. De todos ellos fijaremos la mirada en
un grupo de personalidades dispares que, surgiendo de algún modo de la escuela forense
de Pedro Mata (1811-1877), tuvieron especial protagonismo en los primeros desarrollos
de todo un conjunto de técnicas y prácticas que hoy son una realidad en la labor
criminológica: nos referimos a figuras tan conocidas como las de José María Esquerdo
(1842-1912), Luis Simarro (1851-1921) o Jaime Vera (1859-1918).
En lo que respecta al objeto de nuestra comunicación, puede considerarse al Dr.
Esquerdo como el personaje más destacado del grupo puesto que fue él quien inició y
lideró comparecencias, tanto en las salas de justicia como en los foros públicos, para
llevar al conocimiento de la opinión pública y de los magistrados los avances científicos de
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la Psiquiatría y conseguir así su legitimación social como disciplina científica. Su
estrategia se basaba en la demostración pública de la relación entre el crimen y la locura
(Campos Marín, 2005). Como ejemplo, puede mencionarse el debate que el Dr.
Esquerdo, el Dr. Pulido, Vera, Escuder, Salillas y Tolosa-Latour sostuvieron en el curso
1882-83 de la sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales del Ateneo presidido por
Letamendi –sobre el tema “Los locos delincuentes”- “contra los paladines de la derecha,
abogados y teólogos en su mayoría” (Maristany del Rayo, L. 1983).
Pero si algo tuvo repercusión pública en la época y sirvió para abrir un debate
sobre la importancia del peritaje desde bases psiquiátricas y psicológicas en el ámbito de
la criminalidad, fue el conjunto de peritaciones que los autollamados “alienistas” realizaron
en relación con causas judiciales abiertas sobre famosos criminales de la época, como
fueron los casos de José Díaz de Garayo “El Sacamantecas”, o del cura Cayetano
Galeote. En la más significativa de ellas, la peritación realizada para el caso del
“Sacamantecas”, se observa claramente la orientación criminológica positivista que había
adoptado Esquerdo. Así, Esquerdo hace una precisa y terrible descripción de las
características físicas de Garayo, definiéndole prácticamente como un deforme, en aras a
descubrir los condicionantes del sujeto que le hacían comportarse de una determinada
manera: “he de resumir las condiciones individuales de nuestro enfermo procesado,
porque doy importancia fundamental a la condiciones del sujeto” (Esquerdo Zaragoza,
1881). Y es que se analizaba la relación entre el comportamiento criminal del sujeto con
sus características psico-físicas. Así, en relación con otro criminal de la época, Galeote, y
como afirma Campos Marín (2005) Simarro describe las perturbaciones somáticas de éste
con afirmaciones como que “El cráneo de Galeote presenta una anomalía circunstancial
que consiste en que a pesar de que la mitad anterior está menos desarrollada que la
posterior, ésta no lo está hasta el punto de ofrecer un desarrollo compensatorio (….) La
mala implantación de sus dientes y la presencia de cuatro muelas del juicio, cada una de
ellas provista de cuatro raíces, son signos evidentes de su degeneración atávica” (…). Se
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constata, pues, como señala Carpintero Capell, (2004) de que Simarro, “en la línea de
pensamiento que transmitía en la docencia, procuró mantener una base fisiológica en la
comprensión de los fenómenos psicológicos, manteniendo sobre lo psíquico una visión
funcionalista y sosteniendo una continua orla de reflexión filosófica, haciendo que junto
con el interés por aspectos patológicos, se uniese una preocupación por integrar niveles
de comportamiento mecánico con otros proposititos en el hombre”.
Y es que, si este hombre capital de la historia de la psicología en España se orientó
más hacia lo académico, dando clases de Higiene Pública y Privada en el Museo
Antropológico de Madrid, introduciéndose en la Institución Libre de Enseñanza, y llegando
a ser profesor en el Museo Pedagógico, en la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo
de Madrid y en la Escuela de Criminología y llegando a ser el primer catedrático de
Psicología Experimental, el Dr. Esquerdo se dedicó decididamente al ejercicio clínico,
fundando su conocido sanatorio mental privado en Carabanchel, introduciendo en España
técnicas de terapia ocupacional, proscribiendo todos los usos y procedimientos del
manicomio tradicional, organizando talleres e introduciendo técnicas precursoras de
psicodrama (Rodríguez-Marín et al. 2005). Tal vez por la propia exigencia del ejercicio
clínico, era un “alienista” práctico, poco inclinado a teorizaciones nuevas y siendo un
hombre que se sirve más bien de un saber médico anterior, que afirmó en una ocasión –
refiriéndose a sí mismo- como “los que hemos estudiado la medicina mental a la luz del
sol y no a la del quinqué, en el manicomio y no en el gabinete…” (Maristany del Rayo,
1983).
Unos años después de la creación del sanatorio mental “El Paradis” a finales de los
años 70 en Villajoyosa (Alicante), se aprobó en España el Real Decreto de 1897 en el que
se establecía que había tres destinos previstos para los enfermos mentales que hubieran
delinquido: los manicomios y departamentos especiales para dementes en hospitales
provinciales para los exentos de responsabilidad criminal por causa de enajenación; la
penitenciaría-hospital, para los penados varones cuyo cumplimiento de condena se
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hubiera suspendido por causa de enajenación, en estado de perturbación mental, o que
padecieran epilepsia; y las familias, a cuyo cuidado quedaban los exentos de
responsabilidad criminal que hubieran cometido delitos menos graves (Barrios, 2000).
Algunas de esas familias dejaban a los enfermos mentales que estaban en este último
caso en manos de los especialistas de los sanatorios privados, como el del Dr. Esquerdo.
El papel que desempeña Esquerdo en las prácticas psicológicas y psiquiátricas
relacionadas con la criminología puede considerarse, por tanto, de modernización, siendo
pionero al trasladar los conocimientos teóricos a su labor profesional en beneficio de la
sociedad de la que formaba parte (Villasante Armas y Huertas García-Alejo, 1999). Y es
aquí, en esta labor en la que inició nuevos caminos que hoy son, no sólo transitados por
otros profesionales, sino considerados base de formas actuales de entender el problema
del crimen, donde enlazan las personalidades de Esquerdo y la de Francisco Machado.
Francisco Machado Ruiz (1884-1950), licenciado en Derecho y hermano de los
inmortales poetas Antonio y Manuel, se formó como funcionario de prisiones en la
Escuela de Criminología de Madrid, la misma en la que el profesor Simarro impartía sus
enseñanzas. Creada por Real Decreto de 12 de marzo de 1903, dependiendo
directamente del Ministerio de Gracia y Justicia, y claramente tutelada por la Institución
Libre de Enseñanza, esta Escuela jugó un papel decisivo en la reforma penitenciaria que
se inicia en España a principios del siglo XX, lo cual se demuestra, como veremos, en la
propia historia personal y profesional de Francisco Machado. De hecho, la existencia de
esta Institución ha sido considerada un adelanto esencial en su época, como reconoce
García de la Barga, (1924), puesto que tenía como fin –además de “la ampliación y/o
complemento de la enseñanza de otras facultades y carreras en las que se considerase
necesaria la especialización de conocimientos criminológicos”- la enseñanza y educación
del personal de la Sección Directiva del Cuerpo de Prisiones. Y así, en ella, además de
los agregados de facultades y carreras, se podía encontrar como alumnos a funcionarios
de la Sección de Vigilancia del Cuerpo de Prisiones, funcionarios de la Dirección General
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de Prisiones y alumnos de convocatoria libre (mayores de 21 años y menores de 30)
opositores a los Cuerpos Penitenciarios (Bernaldo de Quirós, 1903; Jiménez de Asúa,
1930), lo cual llevó a Machado a dicho lugar.
En esta Escuela de Criminología, Machado tuvo como profesores no sólo a
Simarro, que le dio clase de las asignaturas “Psicología” y “Psicología de los anormales”
(los jueves y sábados, de 12,00 a 13,00 horas –en el curso primero- y los martes de 12,00
a 13,00 horas en el curso segundo), encuadrándose éstas dentro de las enseñanzas
técnicas o teóricas de la Escuela, cuyo objetivo era que los funcionarios supieran conocer
y tratar a los delincuentes (Gutiérrez Zon, 2005), sino también a otros importantes
personajes como D. Manuel Bartolomé Cossío (1858-1935), Catedrático de Pedagogía
Superior de la Facultad de Letras de la Universidad Central de Madrid y Director del
Museo Pedagógico y uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza, que
aportaba a la Escuela de Criminología las bases pedagógicas del tratamiento
correccional; D. Félix Pío de Aramburu y Zuloaga (1848-1913), Catedrático de Derecho
Penal y Rector de la universidad de Oviedo, decidido partidario de las teorías
correccionalistas, que, en su obra “La ciencia penal”, defendía el Derecho Penal clásico
(oponiéndose al determinismo biológico), así como el libre albedrío y la necesidad de un
sistema proporcional de escalas en la imposición de las penas (Campos Marín, 2005) ; y
el Dr. Rafael Salillas Panzano (1855-1923), director de la Escuela, médico y antropólogo,
jefe de la Sección sanitaria de la Dirección General de Prisiones y Secretario General del
Consejo Penitenciario. Este último le daba clases de “Ciencia Penitenciaria”,
“Antropología Criminal”, y de “Sociología Criminal”, además de impartir durante los dos
cursos y a diario, prácticas penitenciarias, criminológicas y estadísticas. De orientación
ecléctica, aunque puede considerársele como el introductor del positivismo criminológico
en España, Rafael Salillas no partía únicamente de los conceptos esenciales de
Lombroso, como el atavismo, la degeneración o la epilepsia, sino que les daba un nuevo
sentido, integrándolos en un cuerpo teórico diferente (Campos Marín, 2005). Funcionario
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de prisiones y prestigioso penitenciarista, recomienda el trabajo como medio de
corrección y readaptación del penado, recomendando el trabajo al aire libre y en colonias
agrícolas. Afirma que no todos los penados deben tratarse por igual y se preocupa del
problema de los empleados de prisiones, que sostiene que deben ser muy bien
seleccionados y preparados (Reverte Coma, 1981).
Como parece evidente, por la formación recibida y el profesorado que se la
impartió, Francisco Machado vivió en la Escuela los avatares de la pugna científica entre
un positivismo criminológico algo más avanzado que lo puramente físico, pero que todavía
impregnaba fuertemente sus planes de estudio (Garrido Guzmán, 1983), y las
consideraciones correccionalistas que determinaban las inclinaciones penitenciarias
reformistas de la época. Pero, lo más importante, es que Machado aprendió de unos y
otros, gracias a su formación en esta Escuela de Criminología, una visión reformista del
ámbito penitenciario que, sin género de dudas, trasladó de forma ejemplar al ejercicio
profesional en su práctica diaria como Oficial, Subdirector y Director de Prisiones. Tal y
como demuestran los escasos trabajos existentes sobre este Machado “no-menor”,
Francisco mostraba siempre su interés por mejorar las condiciones de cumplimiento de la
pena para convertirla en más humanitaria, educadora y resocializadora, elementos
claramente modernizadores, pues sabemos que, por ejemplo, cuando Francisco Machado
desempeñaba el cargo de Director de la prisión de Alicante, se publicó la Orden de 13 de
mayo de 1931 que disponía retirar de los establecimientos penales los grillos, hierros y
cadenas de sujeción que se venían aplicando para el aseguramiento del preso,
protegiendo con esta medida los derechos fundamentales en el sistema penitenciario
(Ruiz Vadillo, 1999).
En su ejercicio profesional, durante su paso por las diferentes prisiones de Puerto
de Santa María, Cartagena, Toledo, Barcelona, León, Alicante y Madrid (terminando en la
Dirección General de Prisiones), dejó constancia de que era un funcionario convencido de
la reinserción social y de la necesidad de un tratamiento más humanizado de los presos
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(Pineda Novo, 2006). Pero, incluso, podemos considerar a Machado con su trabajo en las
prisiones, uno de los pioneros en la aplicación de técnicas en áreas que posteriormente
se ha dedicado la psicología penitenciaria como es el estudio del clima social de la
prisión, los sistemas de relación entre el personal y los internos, la selección, formación y
motivación del personal, los estilos de dirección, los efectos perniciosos de los sistemas
disciplinarios, la clasificación penitenciaria, los regímenes de vida dentro de las prisiones,
etc. (Redondo Illescas, 2000). Asimismo, continúan siendo avanzadas y modernas las
ideas de Machado, por ejemplo en la idea de reinserción de los presos, pues, tal y como
afirma Yela García (1998) la intervención con los presos sigue estando hoy en día
plagada de dificultades, pues el trabajo de los psicólogos está, por desgracia, más
orientado a la custodia y al orden que a la rehabilitación social. Machado, por su parte,
hablaba de la necesidad de mejorar la higiene en las cárceles para empezar a trabajar por
los presos con el objetivo de su reinserción: “Para poder corregir necesitamos estos
elementos: edificios adecuados con talleres y celdas. ¿Cómo vamos a emprender la obra
careciendo de estos elementos? Para que el hombre se produzca con pulcritud es
necesario que todo lo que le rodea sea pulcro (…) procurando, pues, este elemento
externo que tanto influye en lo íntimo de su ser, y de esta manera cooperaremos de un
modo notorio a la obra redentora” (Machado Ruiz, 1915a). Y, sin embargo, hoy en día,
como podemos ver, por ejemplo en el estudio de Moreno Jiménez, (1998) sobre las
actitudes del personal laboral penitenciario hacia la intervención e inserción social de los
reclusos, “existe una escasa confianza de estos trabajadores en la posibilidad de cambio
conductual de los presos, así como manifiestan una visión negativa sobre la reinserción y
lo que los presos pueden aprender en una cárcel”.
Entre los internos que lo tuvieron como funcionario en su prisión puede citarse a
Largo Caballero, Julián Besteiro, Andrés Saborit, o Dolores Ibárruri. Esta última, afirmó
que “había gran diferencia entre la cárcel que dirigía Francisco Machado y otras en la que
había estado” (Ibárruri Gómez, 1962). Su pensamiento reformista le granjeó cierto aprecio
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entre los reclusos. Corroborando esta cuestión, Leonor –hija de Francisco- afirma que, en
una ocasión, un grupo de presos preparó una fuga, pero la pospusieron al conocer que
éste estaba de guardia y no querían causarle problemas (Sánchez Lubián, 2005).
Francisco Machado desarrolló pues una labor de innovación consistente en la
mejora de la vida penitenciaria. Pero no termina aquí su labor, quizás porque la influencia
familiar le obligaba a escribir y transmitir sus pensamientos e ideas. Así, Francisco
Machado compartió la vena literaria de sus hermanos Antonio y Manuel, algo oculto por la
brillantez y genialidad de éstos, publicando artículos, poemas y un libro de leyendas
toledanas. En esta actividad no olvidaba totalmente su relación con lo penitenciario,
escribiendo versos como “¡Corazón de la cárcel! ¡Alba de la siniestra mansión del
infortunio donde mora la pena! ¡Donde el pobre recluso pasa su vida, muerta contando el
minuto, la intensidad inmensa! ¡Qué lentas van pasando las horas de tristeza! En el
ambiente trágico, flotan como quimeras –brazos largos- plegarias, que no alcanzan y
deseos de cosas que no llegan”.
Más relevante es, a los efectos de esta comunicación, sus múltiples escritos
publicados entre 1915 y 1919 en la revista “Progreso penitenciario”. Editada por la
Asociación Benéfica de Funcionarios de Prisiones esta publicación, que inició su
andadura en marzo de 1913, tuvo como uno de sus principales colaboradores a Francisco
Machado Ruiz, quien firmó numerosos trabajos sobre asuntos jurídicos, penitenciarios o
criminológicos (Sánchez Lubián, 2005). En sus escritos, abogaba por la mejora de los
edificios carcelarios y la importancia del trabajo y la enseñanza para lograr la
readaptación social del delincuente, y mostraban a un Machado, tal y como lo define
Sánchez Lubián, (2005) reformista, considerado con los internos, crítico con las
deficientes condiciones materiales de los presidios españoles y firme defensor de la
educación y el trabajo como elementos fundamentales para la corrección de los penados.
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Al fin y al cabo, pues, Machado estaba llevando a la práctica, en su trabajo y en sus
reflexiones públicas, las teorías que los padres de la psicología y de la criminología le
habían enseñado. Así, decía Machado: “no piensa de igual suerte el hombre sano que el
hombre enfermo, ni forja en el espíritu las mismas concepciones quien está rodeado de
un ambiente de luz y diafanidad (…..); para moralizar a la gentes y hacerlas buenas es
necesario enseñarles” (Machado Ruiz, 1915b); y también, “sin necesidad de hacer uso de
la violencia se puede mantener el orden en época normal; basta con emplear alguna
seriedad en los castigos, con la tendencia natural a la conmiseración que todo ser
desdichado debe inspirar” (Machado Ruiz,
1915c).
También, y tal como nos dice
Sánchez Lubián, E. (2005) en esta revista también colaboró entre 1918 y 1920 con una
serie titulada “Galería de retratos psicológicos de penados” donde se recogían diferentes
tipos de presos como “el confidente”, “el cabo de varas”, “el tipo anarquista” “el guapo” y
el golfo”, y otra serie de entregas sobre “Nociones de derecho Penal”.
Esto no era pura teoría, sino reflejos de la práctica de un día a día en la vida de un
hombre que, incluso llevó a la cárcel de Toledo la lectura del Quijote y que, por tanto, y
como el Dr. Esquerdo, deberían ser reconocidos como avanzados luchadores contra el
signo de sus tiempos, que trabajaron y ayudaron para que hoy muchos sigan su ejemplo.
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