RESEÑAS

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Reseñas
R ESE Ñ AS
F U E N T ES C O D E R A, M aximiliano. España en la Primera Guerra Mundial .
Barcelona, A kal, 2014. 240 pp.
Por Miguel Alonso Ibarra
Universitat Autònoma de Barcelona
E
l recientemente pasado 2014 ha sido, sin duda y
por motivos evidentes, un año en el que la
historiografía en torno a la Primera Guerra
Mundial ha experimentado una actividad sin
precedentes, con multitud de congresos, monografías,
artículos y obras de divulgación dedicados a esta
temática. El hecho de que se hayan cumplido cien años
desde el estallido del conflicto que fracturó Europa
como quizá nunca antes había sucedido, ha creado un
marco propiciatorio para esta eclosión de
investigaciones y trabajos algunos de los cuales, por
otra parte, han arrojado interesantes resultados no ya en
lo que respecta al conocimiento de la guerra de 19141918, sino en lo que concierne a los propios enfoques
historiográficos relacionados con lo bélico. Desde hace
algunos años, quizá un par de décadas, estos vienen
sufriendo una renovación al calor de lo que VH KD GHQRPLQDGR FRPR µQXHYD KLVWRULD
PLOLWDU¶ DOJR HQ OR TXH WDPELpQ KD FRQWULEXLGR OD SURGXFFLyQ KLVWRULRJUiILFD TXH HVWH
pasado año ha tenido la Gran Guerra como eje central. Dicha renovación ha abierto la
historia militar a enfoques y perspectivas que huyen de la mera reproducción de los
hechos militares, siquiera de los políticos, para apostar por una comprensión de los
conflictos bélicos en clave social y cultural, es decir, utilizando las herramientas
comprensivas e interpretativas que estos dos paradigmas historiográficos nos brindan.
No en vano, el propio Maximiliano Fuentes apunta esa evolución de los estudios, en
este caso en torno a la Gran Guerra ±de lo militar a lo político; de lo político a lo social;
de lo social hacia esquemas más onmicomprensivos de orden conceptual; y de allí al
panorama actual, en el que lo cultural prima sobre lo demás±, en la introducción del
libro que reseñamos aquí, España en la Pri mera Guerra Mundial .
La nueva historia militar ha generado los mecanismos ideales para aproximarnos a
los conflictos bélicos de forma diferente a como hasta ahora se había hecho. Y no
hablamos aquí tan solo de las ya mencionadas dimensiones sociales y culturales stricto
sensu, es decir, remitidas a esas mismas guerras, sino que es la propia naturaleza de los
procesos que trascienden las contiendas puramente militares lo que se ha puesto en tela
de juicio. Así, por ejemplo, a raíz de los últimos estudios acerca de la segunda
posguerra mundial desarrollados por autores como Timothy Snyder o Keith Lowe1, en
la cual millones de personas ±generalmente, aunque no exclusivamente, alemanes
1
SNYDER, Timothy, (2011) Tierras de sangre: Europa entre Hitler y Stalin, Barcelona, Galaxia
Gutenberg; LOWE, Keith, (2012) Continente salvaje: Europa después de la Segunda Guerra Mundial ,
Barcelona, Galaxia Butenberg.
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étnicos, ucranianos y polacos± fueron desplazadas forzosamente para instaurar una
nueva realidad territorial en el este europeo, ya no es posible contemplar la Segunda
Guerra Mundial como un conflicto que terminase en 1945. Más bien, esta fecha ha de
extenderse para incluir aquellas dinámicas nacidas y alimentadas por la propia
contienda, puesto que en buena medida representan una continuación de la misma, si
bien no en las coordenadas convencionales de enfrentamiento abierto. De la misma
manera, la propia Gran Guerra ha sido repensada en estos mismos términos, por
ejemplo en la reciente obra colectiva coordinada por Robert Gerwarth y John Horne 2, en
la que los conflictos paramilitares producto de las disonancias que generó la más que
imperfecta paz de Versalles otorgan un nuevo marco cronológico, espacial y, sobre
todo, ideológico al conflicto que oficialmente había terminado en 1918. Por ende, este
gran cuestionamiento del concepto de guerra civil europea, al menos tal y como se
entendía hasta ahora, ha venido de la mano de esos nuevos paradigmas a los que
hacíamos referencia antes, que han implicado una renovación sin precedentes en el
modo en que los historiadores, y no sólo nosotros, dialogamos con el pasado bélico. En
este sentido, la obra de Fuentes Codera no hace sino ejercer como receptor de todas esas
dinámicas de modernización de la disciplina para repensar el impacto de la Primera
Guerra Mundial en España, soslayado durante años tras el confuso, aunque durante
mucho tiempo aparentemente blindado, concepto de neutralidad.
Precisamente, a mediados del pasado año se celebraba en la Universitat Autònoma
GH %DUFHORQD HO FRQJUHVR ³/D *UDQ *XHUUD \ VXV FRQVHFXHQFLDV Las alternativas a la
IUDFWXUDGHODFLYLOL]DFLyQOLEHUDO´3, en el que se reflexionaba acerca del papel de España
en el periodo comprendido entre 1914 y 1918, y de cómo habían afectado las diferentes
dinámicas europeas al país. En concreto, era el engañoso término neutralidad el que
generaba mayores suspicacias: ¿qué significa neutralidad? ¿Neutralidad implica
aislamiento? ¿Cómo se articuló dicha neutralidad? ¿Esa neutralidad oficial tuvo un
reflejo semejante fuera del ámbito del gobierno? El cuestionamiento iba más allá del
propio rol militar jugado por España, adentrándose en la forma en que España se vio
afectada por el conflicto europeo. Y es aquí donde se sitúa la tesis central de España en
la Pri mera Guerra Mundial , en volver a ponderar el impacto que dicha contienda tuvo
en las dinámicas políticas, sociales y culturales del sistema de la Restauración. En ese
sentido, la idea central que defiende Fuentes Codera es clara: la sociedad, la política y la
cultura españolas se transformaron de forma significativa al calor del marco
propiciatorio, aunque en este caso externo, que supuso la guerra. El autor analiza toda
esta transformación a través del papel de los intelectuales, articulando todo el discurso
en base a un término que conecta perfectamente con la esencia de lo que quiere
explicar: el de movilización. Porque la guerra no solo tiene un impacto en el frente, sino
que como muy bien apuntó Javier Rodrigo 4 también influye de manera decisiva en la
retaguardia, fundiéndose ambas esferas en una sola, sobre todo a raíz de la
generalización de las guerras totales. De esta forma, pese a que España no tomó partido
militar en la contienda, ejerció una suerte de retaguardia que se movilizó y articuló
internamente al calor de lo que iba aconteciendo en los diferentes teatros bélicos.
El sistema político de la Restauración había sufrido un gran impacto en 1898, con
la pérdida de las últimas posesiones coloniales, que habían sumido al conjunto de la
2
GERWARTH, Robert y HORNE, John, (2012) War in peace: Paramilitary Violence in Europe after the
Great War, Oxford, Oxford University Press.
3
Sus principales aportaciones en RODRIGO, Javier y MORENTE, Francisco (eds.), (2014) Tierras de
nadie. La Primera Guerra Mundial y sus consecuencias, Granada, Comares.
4
52'5,*2 -DYLHU ³5HWDJXDUGLD XQ HVSDFLR GH WUDQVIRUPDFLyQ´ (Q ,G FRRUG Retaguardia y
cultura de guerra, 1936-1939, Ayer, 76 (2009), pp. 13-36.
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política y la sociedad española en un estado depresivo y de parálisis, afectando
indudablemente al propio sistema. Las diferentes alternativas surgidas, que Fuentes
Codera siguiendo a Cacho Viu divide en la vía cientifista de Joaquín Costa y la literaria
de la generación del 98 ±Unamuno, Azorín, Maeztu, Baroja± (pp. 21-22), no supieron
dar una respuesta contundente a esta situación que implicase una renovación, más bien
regeneración, del sistema, que se eternizaba en un turnismo incapaz de responder a los
nuevos desafíos, eminentemente sociales, surgidos en los albores del nuevo siglo. En
este contexto, situamos una de las primeras claves del libro: los intelectuales percibieron
la Primera Guerra Mundial como un despertar, como la ocasión que tenía el país para
salir de ese letargo en el que se hallaba sumido y cumplir, de una vez por todas, el sueño
de entroncar con la Europa del progreso. Una convergencia que, es oportuno subrayarlo
ya que el propio autor incide especialmente en ello, no implicaba para estos
intelectuales la pérdida de la dimensión española. Es decir, que ese sueño pasaba por
articular una aproximación cuya meta fuese Europa, pero cuyo recorrido fuese España.
De la misma forma, ese despertar percibido con el advenimiento de la nueva época que
surgiría de la guerra tenía mucho que ver con un enfrentamiento, esta vez interno, que
se fue configurando en la sociedad española y que respondía al esquema dicotómico de
los bandos enfrentados. Por una parte, la aliadofilia se nutrió de los sectores más
progresistas y liberales, mientras que los germanófilos podían identificarse en su mayor
parte con los sectores conservadores. Eso hablando de las élites pues, como bien señala
Fuentes Codera, la gran mayoría de la sociedad, eminentemente católica, tenía una
mejor percepción de los Imperios Centrales. Sea como fuere, ese enfrentamiento se fue
agudizando con el paso de los meses y los años, hasta llegar a un punto de cuasi fractura
nacional, clima que algunos de estos intelectuales implicados llegaron a definir como de
µJXHUUDFLYLO¶
De la misma forma, si en el plano intelectual el influjo de la Gran Guerra había
espoleado un movimiento que buscaba abordar en toda su dimensión el necesario
proceso de regeneración de España, en el plano de lo social las cosas no habían
permanecido indiferentes. La declaración de neutralidad por parte de España le había
permitido ser el suministrador de bienes y materias primas de ambos bandos, lo que se
tradujo en un significativo desarrollo industrial. Sin embargo, ese mismo crecimiento se
volvió contra las clases obreras y campesinas, en tanto en cuanto amplios sectores de la
población, sobre todo en los empleos más tradicionales, veían como dicho auge no
suponía una mejora de sus condiciones de vida, al tiempo que sí notaban el impacto de
la inflación en aumento. En este contexto, los movimientos obreros, tanto socialistas
como anarquistas, comenzaron a crecer y a reivindicar mejoras en las condiciones de
trabajo y de vida, al tiempo que se articulaban otros desafíos producto de la particular
localización de las zonas industriales españolas, como fue el auge del nacionalismo en
Cataluña, cuyos dirigentes también veían una oportunidad en este marco bélico para
redefinir las coordenadas en las que la nacionalidad estaba presente en el diseño del
Estado español. Así, las posturas se fueron radicalizando hasta generar las importantes
huelgas y manifestaciones del año 1917, que se saldaron con una fuerte represión
estatal, llegando incluso a suspenderse la carta magna.
En definitiva, lo que Fuentes Codera aborda desde el plano de la intelectualidad,
pero sin olvidar otros como el del nacionalismo o los movimientos obreros, es el total
cuestionamiento que se produjo del sistema de la Restauración. Así, el gobierno recibió
cada vez más presiones por parte de diferentes sectores, tanto para tomar un mayor
partido en la guerra como para operar cambios socio-políticos que, por su naturaleza, le
era imposible implementar; lo que, a fin de cuentas, generó una creciente inestabilidad
en los distintos gabinetes que se fueron sucediendo desde 1914, incapaces de poner en
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marcha las reformas que el país necesitaba. No en vano, 1923 asistió, en medio de un
caos sistémico casi absoluto, a la implantación de la dictadura de Miguel Primo de
5LYHUDFRPRPHGLRGHµVDOYDFLyQ¶QDFLRQDO3RUHQGHYHPRVFRPROD3ULPHUD Guerra
Mundial tuvo un impacto brutal en España, sacudiendo los cimientos de un régimen
abotargado y disfuncional que terminó por ceder ante una presión para la cual no estaba
preparado. Un proceso en el cual los intelectuales, ahora en un rol mucho más militante
adquirido conscientemente, jugaron un papel crucial, a través de las diferentes
alternativas culturales que articularon como medio de expresión y canalización de las
profundas dinámicas de cambio surgidas en el seno de la sociedad española. Porque,
como bien plantea Fuentes Codera, lo que en un inicio se manifestó en forma de una
crítica hacia los parlamentarios, acabó por suponer un cuestionamiento, por entero, del
parlamentarismo y de la propia monarquía, máxime con la sensación de oportunidad
perdida que sobrevino tras el fin de la Gran Guerra en 1918 (pp. 181 y 199).
En conclusión, tenemos ante nosotros una obra que se enmarca en los enfoques y
perspectivas que apuntábamos al inicio, es decir, la necesidad de repensar los ámbitos y
el alcance de los conflictos bélicos y de analizar con detenimiento la multiplicidad de
facetas que los componen. En este sentido, la relación entre España y la Primera Guerra
Mundial ha sido siempre un tema poco estudiado, conformador de un vacío
historiográfico que este libro contribuye a llenar, pero que necesita aún de muchas otras
aportaciones. Sea como fuere, el presente análisis constituye una ambiciosa, completa y
brillante disección de cómo se configuró parte de esa relación y, a fin de cuentas,
termina por destacar, dado que subyace en toda la obra, un elemento esencial: que
España nunca estuvo ±nunca ha estado± desconectada de las dinámicas europeas y que
la una no se puede entender sin la otra. Este, sin duda, es uno de los caminos
fundamentales que la historiografía española nunca debe olvidarse de recorrer.
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