Diapositiva 1 - Acción Social Guest

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Tradiciones en
época navideña
Costa Rica
Presentación
Presentamos una descripción general de algunas tradiciones
costarricenses típicas para época navideña.
Las mismas fueron seleccionadas tomando en cuenta temas
relevantes asociados con la tradición religiosa popular y las
actividades festivas para el mes de diciembre.
Esta compilación forma parte de las actividades desarrolladas en el
marco del proyecto “Rescate de las comidas y tradiciones de Costa
Rica con la participación de personas adultas mayores” coordinado
por la Escuela de Nutrición de la Universidad de Costa Rica.
La Entrada de Santos y el desfile de
Boyeros y Boyeras en San José
Al finalizar el mes de noviembre, San José recibe la visita de 300 boyeros
aproximadamente, quienes se reúnen el último sábado del mes para celebrar el
sesteo y prepararse para el día siguiente, momento en que desfilarán desde
metropolitano La Sabana, pasando por el Paseo Colón y Avenida Segunda hasta
Plaza de la Democracia.
y boyeras
tradicional
el parque
llegar a la
Este desfile se celebra de manera ininterrumpida desde 1997. Se rescata la tradición de los
desfiles, propios de las celebraciones patronales, pero que en esta ocasión, se llevan a cabo
como preámbulo de la realización de las fiestas navideñas y de fin de año. El desfile responde
también al interés nacional de promover la tradición del boyeo y la carreta costarricense,
herencia de nuestra vida campesina e identidad cultural. El boyeo fue declarado Patrimonio
Intangible de la Humanidad por la UNESCO en el año 2005, y la carreta como Obra Maestra
del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.
La actividad fue promovida por la Asociación Nacional Boyera, instancia a la cual pertenecen
agrupaciones de boyeros y boyeras de todo el territorio nacional, y en la cual la Periodista
Angela Ulibarri Pernús ha desarrollado un fuerte liderazgo en pro de la conservación de la
tradición boyera. De acuerdo con anotaciones de la Municipalidad de San José, la tradición del
desfile se origina gracias al interés del boyero “Chichí” Madrigal de Katira de Guatuso, quien le
manifestó a la periodista su sueño de desfilar descalzo por la capital con su yunta de bueyes.
Con el apoyo de instancias nacionales, entre ellas la Municipalidad de San José y el Ministerio
de Cultura y Juventud, se estableció el último domingo del mes de noviembre como el
momento festivo para dar inicio a las fiestas populares. Siguiendo con la tradición de los
desfiles de “Entrada”, muchos boyeros y boyeras decoran sus carretas con imágenes
religiosas, con las cuales se identifican las comunidades de donde provienen. Cada año se
elige a un boyero o boyera para rendirle homenaje por su labor.
En el sesteo, las personas se reúnen y pasan la noche, tal como antiguamente los boyeros y
boyeras descansaban a la mitad de sus trayectos. En el sesteo hay música, pasacalles e
intercambio. Se establecen lazos de amistad y alianzas de cooperación para mantener viva la
tradición boyera. Al llegar la mañana del domingo, las carretas se preparan para iniciar con el
desfile. Cientos de personas se aglomeran en la capital, a lo largo de la ruta del desfile, para
presenciar una a una las hermosas carretas que con su paso lento y el cantar de las ruedas al
rodar por el pavimento, alegran el ambiente y dan la bienvenida al tiempo festivo de la navidad.
Fuente: Archivos proyecto TCU-486.
El pasito
En Costa Rica, el término pasito hace referencia a las figuras de la Sagrada Familia, los Reyes
Magos, el buey la mula, y el ángel de la Anunciación que, en su conjunto, son utilizados para la
elaboración del pesebre para conmemorar el nacimiento de Jesús.
El pesebre o belén, tal como se identifica en otros países, en Costa Rica se conoce como
“portal”, probablemente asociado a la costumbre de las familias campesinas de elaborar el
mismo en la sala o portal de la casa.
Antiguamente, no había amplia disponibilidad de figuras elaboradas de manera industrial o
importadas. La costumbre de las familias rurales era utilizar una estampa policromada, la cual
era iluminada con candelas, dado que no se disponía de las luces intermitentes y multicolores
que en la actualidad es común su venta. Otras personas, más creativas y haciendo uso de los
materiales que abundaban en sus casas, recurrían al barro de olla para formar las figuras, o
bien a los olotes y tusas secas para la construcción de las figuras, o bien incorporan elementos
como el agua o figuras en movimiento para atraer más la atención de las personas que se
acercan a admirar sus obras de arte.
La decoración de los portales se hacia con productos diversos, abundando el musgo fresco,
plantas ornamentales y frutos tales como pejibayes, naranjas, limones, toronjas, ayotes y
cohombros. Los juguetes de los más pequeños de la casa también formaban parte del portal
durante el mes de diciembre. Debido al uso de múltiples objetos, la disparidad en cuanto a
proporciones de las diferentes figuras y materiales utilizados hacía que los portales fueran muy
vistosos y únicos en cada morada.
Entre más grande era el área dedicada al pasito, más reconocimiento se hacía a la familia por
su devoción, de tal forma que en la antigüedad era muy común ocupar toda el área del sala.
Debido a que las familias acostumbraban visitar las casas para admirar los portales, para
muchos era más práctico elaborarlos en el corredor o portal de la casa, aunque algunas
personas pensaban que la confección del pasito fuera del casa representaba “desprecio” al
Niño Dios.
La belleza con la cual se elaboran los portales, motiva a las comunidades para realizar
tradicionales concursos, en los cuales las familias muestran su creatividad y buen gusto en la
confección.
Visita a los portales
La tradición de las familias
católicas en época navideña de construcción de las
representaciones de la Sagrada Familia y la celebración del nacimiento del Niño Jesús está
presente en todo el territorio nacional. Esta representación es conocida en el país como
“portal”. Antiguamente, existía una tradición de visita a las familias en horas de la tarde y
noche para admirar los portales, la cual iniciaba en la noche del 24 de diciembre y podia
extenderse hasta el día 2 de febrero, momento en que según el calendario católico se celebra
la fiesta de la Purificación de María, también conocida como Fiesta de La Candelaria. En la
visita, las personas se unían para rezar un misterio del rosario y compartir algunos alimentos
propios de la época, entre ellos la chicha de maíz.
La devoción a la Sagrada Familia y la elaboración de los pesebres fue promovida en 1223 por
San Francisco de Asís en Italia, en una ermita de Greccio. Influenciado por un viaje que hiciera
a Belén en 1220. Su propuesta era la representación del pesebre con personajes en vivo.
Posteriormente, se recurrió al uso de imágenes de barro y otros materiales, costumbre que se
propagó rápidamente por Europa. Se cree que el primer nacimiento con figuras de barro se
construyó en Nápoles, a finales del siglo XV, y fue Carlos III quien ordenó que los pesebres se
extendieran y popularizaran en la Península Ibérica.
En América, la tradición de los portales fue un recurso utilizado en la evangelización de los
pueblos indígenas, a quienes los religiosos les enseñaron cánticos, y las escenas se adaptaron
a las costumbres y materiales que se encontraban en el lugar. La elaboración de los portales
en Costa Rica es tan antigua como la llegada del cristianismo a América, y la promoción de las
tradiciones cristianas por parte de los misioneros franciscanos a mediados del siglo XVI. En su
elaboración resalta la creatividad de las familias, y el uso de diversos materiales.
Antiguamente era costumbre confeccionar las propias figuras con arcilla, y utilizar frutas
verduras para la decoración, entre las que se encontraban cohombros, ayotes, pejibayes
frutas cítricas, además de siembra en pequeños utensilios de plántulas de maíz, linaza
frijoles. Se recurría al uso de estampas o postales policromadas y papeles embetunados
materiales brillosos para decorar el espacio.
y
y
y
y
La tradición de visita a las casas para admirar los “portales” o “pesebres antiguamente
significaba una de las principales actividades de socialización comunitaria. Cada familia se
esmeraba por elaborar un hermoso portal en la sala, corredor o portal de su casa, adornado
con productos de su misma finca y los juguetes de los más pequeños. Como una muestra de
aprecio y convivencia, abrían las puertas de su casa para recibir a los visitantes, a quienes les
ofrecían pan dulce, bizcocho, café, chicha de maíz, ponche y otras delicias elaboradas de
manera especial para la ocasión, además de amenizar el momento con alegre música de
guitarras..
Con el transcurrir del tiempo, esa hospitalidad y la tradición de la visita a los portales están
quedando en el olvido. En compensación, algunas comunidades han adoptado la tradición de
las llamadas “posadas”, y de manera simbólica con cánticos y la representación de la Sagrada
Familia, del 16 al 24 de diciembre las personas peregrinan a diferentes casas, realizan
oraciones y cánticos de villancicos y comparten comidas.
Fuente: Archivos proyecto TCU-486.
Las Luminarias, una tradición en Aserrí
La Fiesta de Las Luminarias se celebra en varios pueblos, entre ellos: Aserrí, Frailes,
Corralillo y otras comunidades de la zona de Los Santos. La misma se celebra desde hace
muchos años como una actividad tradicional a las vísperas de la fiesta en honor a
la Inmaculada Concepción de María, el 7 de diciembre.
Se desconoce el origen de esta tradición, y no se dispone de datos sobre esta actividad en
otras partes del país, aunque es de sospechar que dio inicio en la época de la Colonia
asociado a las fiestas marianas. Podría también referirse a una expresión cultural mestiza y
de sincretismo religioso, donde se rescata el valor simbólico del fuego y las tradiciones
religiosas asociadas a la liberación y purificación.
Es probable que esta tradición refleje en parte el mestizaje de las creencias de nuestros
pueblos indígenas y de los colonizadores españoles. Lo anterior en referencia al significado
del fuego y su relación con la luz y el calor para estos pobladores, y la tradición europea de la
Edad Media donde las personas saltaban encima de las hogueras como signo de purificación.
Cuando llega la tarde del día 7 de diciembre, la tradición en estos pueblos es encender una
fogata a las seis de tarde, y las personas lanzan sobre ella todo leño seco que han
recolectado desde el día anterior, así como también papeles, hojas secas y otros materiales
fáciles de quemar. La idea es formar una fogata con llama flameante. Cuando la fogata está
en su mejor punto, las personas brincan a su alrededor. Mientras los más jóvenes gritan
cuando saltan la fogata, los adultos y niños se sientan alrededor de la misma, y aprovechan
la ocasión para compartir historias.
Las personas dedicadas a la colecta de materiales recorren sus fincas para obtener los
productos, con la finalidad de que la misma produzca en abundancia para el próximo año. La
noche festiva se acompaña de un juego de pólvora y comidas, entre las que se
destacan aguadulce, bizcocho, picadillos y el rico tamal asado.
Después de la amena reunión alrededor de la hoguera, cada familia regresa a su casa a rezar
el rosario a la Virgen de la Inmaculada Concepción, al mismo tiempo que encienden una vela
para pedir cualquier favor, y la dejan hasta que esta se gaste la mecha. Una vez terminado el
rosario, la familia comparte los alimentos que tengan y dan gracias por la celebración del día.
Las luminarias según refiere Julia Prado, vecina de Aserrí, es una fiesta de luz (se hacen
fogatas, juegos de pólvora y se encienden velas), gritería y mucha alegría, en la cual se honra
a la Virgencita al tiempo que se come uno que otro bocadillo. Entre los muchos lugares que
se utilizan para la festividad de Las Luminarias, están la Iglesia y el parque de San Gabriel de
Aserrí; donde se reúne la mayor cantidad de personas para esta celebración.
Fuente: Jessica Castillo Ulate, vecina de Jorco de Aserrí. diciembre, 2009.
El árbol de Navidad del Hospital de Niños
Por más que los comercios se esfuercen en adornar sus vitrinas tres meses antes de la
Nochebuena, la Navidad en Costa Rica no comienza sino hasta el primer jueves de
diciembre a las 6 pm. Ese día, al mover el interruptor que hace brillar miles de coloridos
bombillos en el arbolito del Hospital Nacional de Niños, se enciende también el espíritu
navideño en el corazón de los costarricenses.
La iniciativa que una dama voluntaria planteó, como un regalo para los 340 niños que
pasarían la Navidad hospitalizados en el año 1964, creció hasta convertirse en todo un
símbolo nacional.
El Hospital Nacional de Niños fue inaugurado el 24 de mayo de 1964, y siete meses
después, la diplomática hondureña Marta Montis de Martínez tuvo la idea de colocar
guirnaldas y un gran árbol cargado de luces multicolores en los jardines del centro
médico. La idea fue presentada al entonces director del hospital, Dr. Carlos Sáenz
Herrera, siendo ella la encargada de buscar el árbol de ciprés, colocarlo en el jardín y
adornarlo.
Doña Marta y el Dr. Roberto Ortiz Brenes, a principios de diciembre de 1964, fueron al
pueblo de Las Nubes de Coronado y consiguieron el primer árbol que iluminarían para
celebrar la navidad. Para los siguientes años, era común que doña Marta se trasladara
a las montañas de Heredia o Cartago para elegir un ciprés frondoso y de gran altura
para su iluminación. Con el transcurrir de los años, surgió la idea de plantar un árbol
propio en los jardines del nosocomio; esta tarea se concretó en 1982 con la siembra
del primer árbol y años más tarde se sembró el segundo.
La iluminación del árbol se convirtió en un acontecimiento de interés no solo para los
niños internados en el hospital, sino para quienes transitaban en las calles josefinas. El
día de la iluminación, es común que cientos de personas se congreguen en los jardines
del Hospital y participar de los cánticos de villancicos, bailes y presentaciones
artísticas.
La iluminación del árbol fue liderada por doña Marta hasta el año 1993. En la década
de 1990, el árbol de navidad del Hospital Nacional de Niños se iluminó con 10.000
luces, las cuales se triplicaron diez años después. Para la institución, la iluminación del
árbol representa alegría, esperanzas y sueños. Desde 1964, la Compañía Nacional de
Fuerza y Luz dona el servicio de alumbrado, dedicando más de 2000m de cableado y
miles de bombilllos.
Fuentes: Rodríguez I. (2012). Arbol del Hospital Nacional de Niños encendió la navidad de los ticos. La
Nación, Sección Aldea Global, 7 de diciembre del 2012, p. 22 A.
Corella R. (2008). Luz de la navidad. En La Nación, Rev. Proa. 30 de noviembre 2008, p. 16-17.
Un castillo iluminado en San José
Se acerca la navidad, y San José se llena de luces multicolores para alegrar los
corazones de las personas que con muchas ilusiones ven el ruptura de la
cotidianidad, y celebran la época con mucha música y color.
Desde el año 2000, el Museo de los Niños situado en la antigua Penitenciaría Central,
convoca a las familias en una fría noche del primer miércoles del mes de diciembre
para iluminar la edificación, conocida como “el Castillo de los Sueños”.
En época navideña, el castillo del Museo destaca en el negro paisaje por la presencia
de miles de bombillos que bordean su estructura, destacándose de esta forma su
hermosa figura. En la actividad de iluminación, música, teatro, personajes y cantos
navideños alegran la noche, alternando con un hermoso fuego de pólvora que rompe
el cielo con un estallido de lucecillas multicolores.
Cada año, la comisión organizadora de este evento procura ofrecer un espectáculo
familiar que sea inolvidable, principalmente para los niños, con un mensaje que
fortalece los valores y la unión.
El Museo de los Niños fue inaugurado en abril de 1994 y forma parte del Centro
Costarricense de la Ciencia y la Cultura. Es un museo interactivo fundamentado en el
aprendizaje lúdico y el disfrute familiar, ubicado en un área cercana a los 3800 m2.
Fuente: Archivo proyecto TCU-486.
Las Melcochas de María, una tradición moncheña
En San Ramón de Alajuela se mantiene una tradición única en el país para época
de navidad: la repartición de melcochitas de dulce de caña. Para el 7 de
diciembre, a vísperas de la celebración de la fiesta de la "Purisima" o fiesta mariana
en honor a la Concepción de la Virgen María, la costumbre del pueblo es reunirse
en el parque y disfrutar de las dulces melcochitas.
Esta actividad fue promovida aparentemente por María Isabel Vargas, vecina del
distrito de La Paz, quien en 1913 confeccionó las primeras melcochas, y las
repartió a los niños y niñas en ocasión de la fiesta mariana. Dada la gran
aceptación de esta idea, la repartición de melcochas se estableció como una
tradición para el mes de diciembre.
El pueblo ramonense mantiene una gran tradición trapichera, de ahí que no es de
extrañar que los derivados de la caña de azúcar ocupen un lugar especial en la
gastronomía y en la elaboración de comidas dulces para las fiestas familiares y
comunitarias.
Las melcochas se elaboran a partir de la miel de caña. Las personas con paciencia
y conocimiento manipulan la miel espesa hasta lograr una consistencia firme,
chiclosa y de delicado color dorado. Las melcochitas son aromatizadas con
diversos productos, siendo los más comunes la esencia de vainilla y ralladura de
naranja. Algunas personas acostumbran agregarle maní, leche en polvo o coco.
Las melcochitas se colocan en hojas de limón o son envueltas en papeles
multicolores. Al llegar la tarde, las familias que acostumbran participar en esta
fiesta tienen preparadas cientos de melcochitas esperando a las personas que se
acerquen a la puerta preguntando a gritos por las mujeres llamadas María. En ese
momento se reparten las melcochas que las personas guardarán en sus bolsas, y
continuarán en el camino con la esperanza de recolectar mayor cantidad de estos
tradicionales dulces.
Fuentes:
Sedó P. (2011). Las melcochas de María. San José: Impresiones Amerrique.
Vásquez D. (2012). Melcochas de María endulzaron San Ramón. La Nación, Sección Aldea Global,
8 de diciembre 2012, p. 26 A.
Los chinamos navideños
Hace más de cuatro décadas, la navidad se vivía en San José un poco diferente.
Avenidazo (paseo por la avenida central), conciertos en los parques, puestos de venta
de manzanas y uvas frutas que solamente se conseguían para esta época, y hasta las
compras navideñas se podían hacer en muchos puntos de la capital.
Los chinamos navideños formaban parte del paisaje urbano en época navideña.
Improvisados puestos de venta de todo artículo que las personas pudieran imaginarse
para elaborar los portales (pesebres), los juguetes de los güilas, pólvora y demás
artículos.
Lana o musgo fresco extraído de las montañas, parásitas (bromelias), aserrín
pintado, guirnaldas relucientes a base de papelillos de color dorado o plateado,
bombillitos de colores, pequeños árboles de pino elaborados con fibras de cabuya
teñidas de verde y rociados de yeso para simular la nieve, estaban entre los
elementos más cotizados.
Se vendían también figurillas de yeso, donde no podían faltar las figuras religiosas
para hacer el portal, así como elementos decorativos tales como gallinas, perros,
patos y ovejas de varios tamaños y colores. En vez de ciprés, se acostumbraba
enyesar una rama seca de café, la cual se escarchaba y se adornaba con bombitos
de vidrio y colores tornasoles.
Como juguetes preferidos figuraban los cochecitos tejidos de mimbre para pasear las
muñecas de trapo, carritos artesanales de madera y cocinitas de lata acompañadas
con hermosos trastes de aluminio. Bolsas de canicas, avioncitos de lata y uno que
otro juguete de cuerda que rompía con la rutina, y con su movimiento atraía las
miradas de adultos y niños.
La navidad se celebraba a lo grande, acompañada también por los festejos populares
de fin de año, cuyas fiestas se ubicaban en Plaza Víquez en San José. No podían
faltar las corridas de toros, el juego de la bruja y los bailes populares.
En la actualidad, los chinamos sobreviven a pesar de la proliferación de tiendas y
grandes almacenes, y Guadalupe es un ejemplo de perseverancia en la tradición.
El Avenidazo en San José
Para la década de 1970, el avenidazo era una de las actividades más esperada por
los grupos de jóvenes. A mediados del mes de diciembre, la muchachada se acercaba
por las tardes y primeras horas de la noche a los alrededores de la Avenida Central
de San José, desde el Hospital San Juan de Dios, pasando por el Mercado Central y
llegando hasta el Teatro Nacional.
Cientos de personas se conglomeraban para caminar y mirar las ventanas decoradas
de los establecimientos comerciales que llamaban la atención de los transeúntes con
la exhibición de artículos de moda. Era famosa la ventana de la Librería Universal,
decorada con un gusto exquisito, donde se exhibían los juguetes más cotizados de la
época, siendo los preferidos las muñecas, los soldaditos y los osos de peluche,
tradición que aún se mantiene.
También se acostumbraba comprar una manzana en un chinamo ubicado en alguna
esquina del recorrido y tirarse confeti en la cara. El confeti era símbolo de alegría. Los
diminutos papelillos semejaban la nieve y era común arrojar puños de confeti a las
personas descuidadas o aquellas muchachas bonitas, a manera de cortejo. Sin
embargo esta práctica era peligrosa, dado que a más de uno el papelillo entraba
accidentalmente en los ojos, causando dolor y molestias a la vista.
Las manzanas y las uvas se consideraban como un producto exclusivo y alusivo de la
navidad. Su precio era elevado para muchos, por lo que la compra en navidad de una
manzana roja era considerado un lujo, aunque muchos lo hacían con el aguinaldo,
dado que era una fruta poco común. Las ventas de estos productos se hacían en los
chinamos, de manera especial solo para esas fechas. Posteriormente, con la apertura
comercial, la mayor importación de estos productos y el ofrecimiento en
supermercados de uvas y manzanas en cualquier época del año contribuyó a que
esta tradición se perdiera.
Los conciertos en el Parque Central también daban colorido a las celebraciones.
Después de la misa en la Catedral Metropolitana en el Kiosco del Parque Central o el
Parque Morazán acogía a la Banda de San José para el desarrollo de preciosas
retretas, donde los presentes escuchaban con atención en los pollitos (bancas) del
parque o se animaban a darse una bailadita con su pareja.
Recientemente, la Municipalidad de San José retomó esta tradición con el objetivo de
dar mayor lucidez a las fiestas de fin de año. Se prohibió el uso del confeti y se
estableció un programa de actividades de diversión y entretenimiento que incluyen
fuegos de pólvora, pasacalles y presentaciones culturales.
Fuente: Cordero M. (2008). Villancicos alegraron el avenidazo. La Nación, Sección Aldea Global, 9 de
diciembre del 2008, p. 22 A.
La Misa de Gallo
Llegó la época navideña y la preparación de las familias cristianas para celebrar el
nacimiento del Niño Jesús se manifestaba de múltiples formas.
El 24 de diciembre, la principal actividad de las familias católicas era participar de una
solemne eucaristía con motivo del nacimiento de Jesús, a la que popularmente le
llamaban la Misa de Gallo. Cuenta la tradición que este animal estaba asociado con
la celebración religiosa, dado que en el pesebre donde nació el Niño Dios, fue con su
canto después de media noche con el que anunció la noticia al nacer el nuevo día.
La tradición llegó con los españoles y en la Colonia, se estableció en la noble ciudad
de Cartago, al igual que la costumbre de confeccionar los pesebres o nacimientos en
la sala, corredor o portal de la casa, y que popularmente se estableció como una
costumbre familiar.
La Misa de Gallo es oficiada en la parroquia a media noche, un espacio dedicado a la
oración y a los villancicos. Como tradición figuraba la adoración a la imagen del Niño
Jesús, envuelta en un ajuar blanco, con velas e incienso. Al finalizar, en algunos
pueblos se acostumbraba presenciar un colorido fuego de pólvora.
Las familias se preparaban para asistir a la misa, y al regreso, colocaban la imagen
del Niño Dios en sus propios portales, y en grupo disfrutaban de una comida especial
para la ocasión. Rompope, miel de ayote, una gallina achotada, chicha de maíz y,
para los más pudientes, una manzanita o un puñado de uvas hacía que la cena fuera
más atractiva.
Hoy en día son pocos los pueblos que mantienen la tradición de celebrar la tradicional
misa a media noche, la cual ha sido trasladada entre ocho y nueve de la noche con el
fin de asegurarse una mayor asistencia al templo, y que las familias dispongan del
espacio íntimo para celebrar la cena después de las once de la noche.
La huerta en Capellades
El pueblo de Capellades hace varias décadas atrás celebraba de forma diferente la
fiesta del nacimiento del Niño Jesús.
Las familias se reunían para participar de la solemne misa para celebrar la natividad
del Señor, y acostumbraban llevar sus ofrendas como agradecimiento por todos los
favores concedidos durante el año, alimentos para compartir con los más necesitados.
Huevos, hortalizas y otros productos eran colocados alrededor del portal, los cuales
pasaban a formar parte del mismo, tal como las familias de antaño acostumbraban
elaborar sus propios portales, con la decoración de frutas, verduras y pequeños
follajes.
La huerta, como popularmente se le llamaba, estaba compuesta por todos los
alimentos y otros productos donados por los feligreses, que eran donados a la
parroquia para que fueran distribuidos a las familias pobres de la comunidad.
Esta tradición es poco conocida y no ha sido registrada en otras comunidades del país
para época navideña. Una actividad similar es la que se desarrolla en época de
Semana Santa, donde las personas llevan donativos al denominado “Huerto”,
productos que son vendidos y cuyos fondos son administrados por la parroquia para
atender los múltiples gastos que genera la organización de actividades durante la
Semana Mayor.
La tradición murió, cuando el sacerdote que promovía la misma fue traslado a otra
comunidad.
Fuente: Cristina Arrieta, estudiante proyecto TCU-486, 2012.
La tamaleada del 8 de diciembre
Desde los primeros días de diciembre, las familias empezaban a pensar en los
tamales navideños; con mucha anticipación se confeccionaba la lista de los
ingredientes requeridos para la elaboración de los tamales de la fiesta mariana. La
costumbre de preparar tamales en la antigüedad para época navideña se registraba
para el 8 y 24 de diciembre.
El reloj daba las cuatro de la mañana, y había que ir al molino a moler el maíz para los
tamales, tarea que le correspondía a los varones. En la familia todos participaban de
una u otra forma en conseguir los ingredientes y preparar esos deliciosos tamales.
Generalmente la señora mayor del grupo es quien tomaba la iniciativa de la
tamaleada, y en el día de la elaboración, todos los miembros de la familia aportaban
en la tarea: los varones limpiaban las hojas, y la mujer líder del grupo le correspondía
“arreglar la masa” y asignar las actividades según la experiencia de cada uno. A
otros les corresponderá armar y envolver los tamales; mientras que los varones se
encargaban de conseguir la leña, preparar el fogón y cocinar las piñas de tamales.
La tamaleada demanda mucho trabajo y se requiere más de un día para salir bien con
la tarea. Cientos de piñas se preparaban cada vez y después de tanto trabajo, las
personas se sentaban alrededor de la mesa a esperar la primera tanda de los ricos
tamales. Aunque si se preparaban a las vísperas del 8 de diciembre, había que
esperarse hasta el día siguiente, dado que según la tradición había que hacer vigilia y
ayuno, por lo que no se podía comer ningún producto con carne. Luego seguía la
tarea de repartir piñas de tamales a los vecinos.
El espíritu del tamal pone en acción a muchas personas alrededor de algo tan
sencillo y significativo, que ahora es una actividad de alto costo, pero que lleva a la
familia a compartir momentos inolvidables.
Fuente oral: Manuel Porras Quesada, Desamparados, 2005.
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La Pasada del Niño Dios en Liberia
En la Nochebuena, Liberia destaca por una tradición especial. Cuenta la historia que
en tiempos de la dictadura de Federico Tinoco, doña Lola Carrillo –descendiente de
don Braulio Carrillo, esposa del gobernador y comandante de la plaza de Liberia- vivía
en la manzana detrás de la escuela Ascención Esquivel. Una tarde mientras estaba
sentada en su casa, un hombre se acercó de prisa y puso en sus regazos una
pequeña imagen tallada en madera, indicándole que era el Niño Dios y pertenecía a
Liberia.
Sorprendida la señora recibió el regalo y lo conservó en su casa. Doña Lola colocó la
imagen sobre un platón con una base de conchas. En 1919, con la caída del poder
de los Tinoco, la familia tuvo que huir del país, y doña Lola decidió entregar la imagen
a Anita Baldioceda de Valdelomar, en respeto a la advertencia que le hizo el hombre
de que la imagen pertenecía al pueblo liberiano.
Como parte de las actividades especiales para época navideña, a las siete de la
noche, la imagen del Niño Dios se trasladaba en peregrinación de la casa de doña
Anita hasta a ermita de La Agonía cada 24 de diciembre. Posteriormente, a las once
de la noche, la misma era trasladada hasta la parroquia de la Inmaculada Concepción
para participar de la Misa de Gallo.
En el recorrido, las personas compartían rezos, comidas, música y luces de bengala,
por lo que poco a poco se fue haciendo popular, y se estableció como una tradición en
el pueblo. La imagen permanecía en la parroquia del 24 al 26 de diciembre, para
luego regresar a la casa de habitación de doña Anita Baldioceda.
Un cochecito donado por Juanita Acuña se convirtió en el vehículo oficial para el
traslado de la imagen en la tradicional pasada, y poco a poco las mujeres del pueblo,
a manera de promesa, comenzaron a confeccionar blancos ajuares para vestir la
imagen cada 24 de diciembre.
El traslado se hizo más alegre con la participación de la Banda Nacional de Liberia y
la participación de decenas de niños y niñas que con maracas y pitos alegraban el
ambiente.
Fuente: Tovar E. El Niño Dios de Liberia citado por Elías Zeledón Cartín compilador (1998). El santoral
costarricense, fiestas y tradiciones. San José: Editorial UCR, p. 146-148.
El rezo al Niño Dios en el parque de Zarcero
No se dispone de datos sobre el inicio de la tradición del rezo en el parque de
Zarcero, aunque la decoración del mismo con figuras de ciprés y la tradición de hacer
diferentes tipos de actividades en el lugar se registra desde el año 1964.
Evangelista Blanco, creador de las figurillas de ciprés, recuerda con mucho cariño los
portales que, en ese parque, ha elaborado con gran cuidado desde el año 1964,
cuando le asignaron la tarea de cuidarlo (Entrevista a Evangelista Blanco, 1990).
Las figuras de la Virgen María, San José y el Niño Dios son confeccionados de yeso,
y están exquisitamente decoradas. Las figuras son colocadas en la gruta que se
ubica al costado norte del parque. En dos horcones se coloca una cuerda, en donde
se representa la acción de la Virgen de tender la ropa del Niño. Movidos por el viento,
cuelgan en el patio calcetines, gorritos, mantillas y camisetas blancas del Niño Dios,
prendas llevadas por los lugareños para adornar el portal, como una tradición que se
presenta en el mes de diciembre.
Llega el mes de febrero y antes del día de Candelaria es tradición reunir a todos los
que devotamente quieran rezar el rosario al Niño Dios. La Parroquia de Zarcero invita
a la actividad y, el domingo previo al rezo, el sacerdote anuncia con gran alegría tan
especial noticia:
Vengan todos y todas a celebrar el nacimiento del niño Dios. Traigan su alegría y un
platico (plato) de comida para convidar a las personas que visitarán el parque para tan
especial ocasión, anunciaba el cura párroco.
El día del rezo y a las dos de la tarde, llegan las y los invitados y esperan el momento
sentados en los “pollos” del parque. Llegan de La Legua, Santa Rosa, La Peña, de
Tapezco y no faltan los habitantes del centro del pueblo.
Al salón parroquial todos llevan su plato de comida y las señoras colaboradoras
alistan los envoltorios con ricos bocadillos. Doña Amparo Chaves llevó una palangana
de ricos bizcochos y unas vecinas de Laguna, entre ellas Míriam Barquero y Rosario
Araya, llevaron bolsas de rosquillas de queso. Mientras que unos finqueros donaron la
leche para el chocolate y una lechería regaló el queso (Entrevista a Amparo Chaves,
2003).
Llega el momento esperado y unas bombetas anuncian el inicio del rosario.
Festival de la Luz
El segundo sábado del mes de diciembre en San José a las seis de la tarde, las luces
rompen con la rutina. La actividad es promovida por la Municipalidad de San José
desde 1996, caracterizada por la participación de carrozas confeccionadas por
instituciones y empresas privadas, entre las que figuran el Hospital Nacional de Niños,
entidades bancarias, Instituto Costarricense de Turismo, Librería Universal y otras.
También participan bandas de centros educativos de todo el territorio nacional, así
como grupos de porrismo.
El desfile se realiza en el trayecto comprendido entre el Paseo Colon y la Avenida
Segunda, trayecto en el cual se ubican miles de espectadores nacionales y
extranjeros para disfrutar del paso de cerca de diez carrozas y bandas. Cabe
mencionar que debido a la alta calidad de las carrozas y la belleza de sus diseños,
este festival constituye una de las actividades más populares en el ámbito nacional y
regional.
Desde 1999 se elige a un mariscal del festival, título que se otorga a un costarricense
que se haya destacado durante el año por su labor, sea el ámbito artístico, deportivo o
cultura. El festival desarrollado en la capital es uno de los más lucidos y esperado por
la población, el cual vino a sustituir al popular carnaval que se celebraba el 27 de
diciembre.
Las carrozas tienen amplias dimensiones, en las cuales predominan las luces
multicolores en disfraces, maquillajes, formas y diseños de fantasía, así como
coloridos fuegos de pólvora que pueden ser presenciados por las personas desde
zonas alejadas del centro de la capital.
Rezo al Niño Dios en el Mercado de Esparza
Desde 1994, las y los vecinos del cantón de Esparza en Puntarenas se reúnen en el
mercado municipal para participar del tradicional rezo al Niño Dios. El portal es
instalado entre los chinamos del bullicioso y popular lugar. La tradición, seguida por
las personas propietarias de los diferentes locales del mercado esparzano, inició
después de que el antiguo local se incendiara, hecho sucedido en 1992.
El rezo se programa para el domingo de la última semana de enero o la primera de
febrero, para lo cual don Edgar Herrera, conocido como el Charro Esparzano,
organizador de la actividad y rezador, invita a niños, niñas y personas adultas a
participar del rezo, el cual ya se ha convertido en una tradición para este pueblo
puntarenense. El rezo se destaca por la amplia concurrencia, las oraciones
especiales en honor al Niño Dios y cantos. Una hora, previo al inicio del rezo, decenas
de vecinos y vecinas empiezan a llegar al mercado en busca de un asiento entre los
pasillos, hasta reunir a más de 200 invitados.
A las 4 pm. inicia la actividad con la música de la Marimba Los Andariegos, una
agrupación local que brinda un repertorio de villancicos y música diversa; mientras
que las personas llegan al mercado y la comisión organizadora alista las ollas de
comida y bebidas que se repartirán una vez concluido el rezo. Entre cada misterio,
los músicos interpretan villancicos, entre los que no pueden faltar Vamos ya pastores,
Campana sobre campana, Los peces en el Río, entre otros. “Niñito divino, niñito de
Belén, bendice al mercado y a nosotros también”, exclaman los asistentes.
El rezo concluye y los asistentes se preparan para degustar el refrigerio preparado
para tan especial ocasión. Arroz con pollo, fresco de chan y queque seco son
repartidos de manera ordenada; mientras que Los Andariegos, continúan amenizando
la tarde.
Entre los pasillos del mercado, se lanzan confites a los niños y las niñas, quienes
llenan sus bolsas de dulces. Cerca de las seis de la tarde, la actividad concluye y las
personas participantes parten satisfechas de compartir una tarde llena de alegría,
devoción y unión comunitaria. Muchas personas se van con bolsas llenas de confites,
alguna que otra con un platito de comida y con la fe de que el próximo año se reunirán
de nuevo en los pasillos del mercado para rezarle al Niño Dios.
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El cinco de la suerte
Llega el fin de año y la pachanga está de lo mejor en cualquier espacio social: la
familia, el trabajo o el grupo de amigos. Todos quieren celebrar la finalización de un
año y el inicio del siguiente. Con alegría, se organizan fiestas familiares y
comunitarias en todo el territorio nacional; al son de la música, regalos y mucha
comida y bebida, se entierra el almanaque que llega a su fin y se abre uno nuevo.
De los agüizotes para estas fechas, los ticos refieren una serie de prácticas con el
objetivo de atraer la suerte, la felicidad y los buenos deseos para el nuevo año que
comienza. Por ejemplo, el Mercado Central de San José es un sitio visitado por
muchos, en la búsqueda de los elementos necesarios para una “limpia” (alejamiento
de la mala suerte) o los ramos de productos para atraer la suerte a principio del año.
Una historia sobre las actividades a principios de la década de los setenta nos dice
que para el 31 de diciembre, los niños se juntaban en el barrio López Mateos
perteneciente al distrito josefino de San Sebastián, para iniciar el recorrido por las
casas y juntar “los cincos de la suerte”. Era tradición pedir a los adultos una moneda
de cinco céntimos hasta recolectar trece, el número mágico relacionado con buena
suerte y abundancia en dinero para el año venidero.
Los chiquillos corrían de un lugar a otro ya que entre más rápido se juntara el dinero,
más suerte significaba. Por su parte, doña Aurora López (†) la vecina de la casa No.
16 de la Alameda 15 de ese barrio, acostumbraba preparar saquitos de granos
comestibles, donde no podían faltar arroz, frijoles o maíz crudo, los cuales colgaba
detrás de la puerta de la entrada principal de su casa, como amuletos de la buena
suerte para que no faltara la comida en su casa.
También, acostumbraba tirar un puñado de arroz o frijoles al techo a la medía noche
del día 31 de diciembre, con el mismo propósito de gozar de abundancia de alimentos
durante todo el año.
Sedó P. (2011). Las melcochas de María. San José: Impresiones Amerrique.
La navidad en San Pablo de León Cortés
La parroquia de San Pablo de León Cortés se organiza para que la época navideña
sea un momento de unión comunitaria. Es por tal razón, que el grupo dedicado a la
organización de la Semana Santa, se reúne esta vez para coordinar la iluminación del
árbol de navidad.
La cita es al frente del templo parroquial el primer sábado de diciembre. La apertura
inicia con un alegre concierto navideño, precedido de obras de teatro, alegre música
de cimarrona y pasacalles, piñata, fuego de pólvora y venta de comidas.
La tradición muestra una mezcla de elementos que identifican al pueblo, con prácticas
de influencia foránea anglosajona, como la participación de una persona disfrazada
de Santa Claus repartiendo confites a los más pequeñines, quienes llenos de
ilusiones piden a sus papás que los lleven al parque del pueblo para participar de tan
alegre actividad.
Para esta época es común que la comunidad se organice para la recolección de
donativos para la realización de una fiesta a niños y niñas guaymíes, quienes con sus
familias participan en la recolección del café en la zona de Los Santos.
Generalmente, las personas colaboran con productos comestibles, botas de hule y
otros artículos de consumo básico, los cuales se combinan con otros elementos y
prácticas que no muestran gran identidad con la cultura indígena, y que responden a
influencias culturales diversas, como el desarrollo de piñatas, presencia del personaje
Santa Claus o distribución de manzanas.
Archivo, Proyecto TCU-486.
El tamal moncheño
Los tamales es uno de los alimentos más consumido para época navideña. Las
familias acostumbran elaborarlos en sus casas, como una tradición familiar que
llaman la “tamaleada” que trasciende la práctica de elaboración, por cuanto es un
espacio de unión.
En San Ramón de Alajuela, una de las tradiciones esperadas para época navideña es
la elaboración del tamal más grande del país, para lo cual cientos de personas se dan
cita en el parque del pueblo el segundo sábado del mes de diciembre. Con esta
actividad, San Ramón pretende mantener el reconocimiento de ser el pueblo donde se
elabora para época navideña el tamal más grande de Costa Rica.
Ingredientes básicos: masa de maíz, arroz, carne de cerdo, chile dulce, zanahoria y
otros productos son seleccionados de manera especial, con la finalidad de que el
tamal sea una muestra auténtica del sabor moncheño.
A las nueve de la mañana comienza la elaboración, en la cual participan decenas de
personas. Al finalizar la tarde, se ha cumplido satisfactoriamente con la tarea. Un
tamal de 600 kg que será repartido entre las personas que han esperado
pacientemente en el parque para su degustación.
Archivo, Proyecto TCU-486.
Créditos
Edición: Patricia Sedó Masís
Ilustraciones: Geaninna Sánchez Chacón y Francisco Céspedes (Franco).
Actualización: Noviembre, 2013.
Proyecto TCU-486, Universidad de Costa Rica
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