Imagen corporal, autoestima y actitudes

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Imagen corporal, autoestima y actitudes alimentarias en preadolescentes.
(Body image, self-esteem and eatting attitudes in preadolescents)
FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2004;8(2)
Marcó, M.; de Gracia, M.; Trujano, P.; Turro, O.; Olmo, R.
Departamento de Psicología (Universitat de Girona)
Facultad de Psicología (Universidad Nacional Autónoma de México)
E-mail: [email protected]
PALABRAS CLAVE: imagen corporal trastornos alimentarios auto-estima niños
KEYWORDS: body image eating disorders childrens self-esteem)
Resumen
Introducción: A pesar de que los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en niños son escasos, algunos
investigadores han estudiado las actitudes alimentarias y conductuales que pueden llegar a constituirse en
problemas potenciales en los niños. Diferentes estudios han destacado que ya en niños de 7 y 8 años existe
preocupación por la propia imagen corporal y conductas y actitudes alimentarias problemáticas
Objetivos: los objetivos de este trabajo son los siguientes: a)
Adaptación y validación preliminar de los cuestionarios Children Eating Attitudes Test (ChEAT; Maloney et al.,
1989), Lawrence Self-Esteem Questionnaire (LAWSEQ; Lawrence, 1981) y el Body Esteem Scale (BES; Katz,
1982), b) Estudio de la autoestima corporal en niños y niñas preadolescentes y de su posible relación con
determinadas actitudes alimentarias y la autoestima general.
Metodología: Muestra formada por 457 participantes, un 55,14% (n=252) eran niños y un 44.86% niñas (n=205)
con edades comprendidas entre lo 8 y 12 años (ME=, DE=). Se realizó un análisis múltiple de la varianza
(MANOVA) Edad x Sexo con los totales del LAWSEQ, ChEAT, BES, BIA e IMC. En función del punto de corte del
ChEAT (mayor o igual a 20 puntos) se determinaron dos grupos de sujetos. Se utilizó un análisis de la varianza
(ANOVA) para determinar la existencia de diferencias significativas en las puntuaciones medias de las variables
estudiadas entre ambos grupos. Se realizó un ANOVA de las puntuaciones medias de los totales de los
cuestionarios utilizados entre los participantes con sobrepeso (IMC medio=27.6 kgrs/m2) y los participantes con
normopeso y puntuaciones superiores al punto de corte del ChEAT.
Resultados: El coeficiente de fiabilidad alfa de Cronbach fue para el ChEAT=.76, para el BES=.80, para el
LAWSEQ=.67. Los niños presentan puntuaciones significativamente más altas en el total del ChEAT que las niñas.
Un 10.4% (n=45) de la muestra tuvo puntuaciones superiores al punto de corte del ChEAT, estos sujetos
presentan una menor autoestima corporal y general, un ideal de imagen más delgado y una mayor discrepancia
entre su yo real y su yo social. Un 4.8% (n=22) de la muestra tenían sobrepeso. Comparados con los sujetos con
normopeso y puntuaciones en el ChEAT superiores a 20, no difieren en autoestima corporal, pero sí en una menor
autoestima general y en que prefieren figura ideales y futuras significativamente más delgadas que el grupo con
sobrepeso.
Conclusiones: Una aceptable fiabilidad y validez de los instrumentos adaptados que debe confirmarse en
posteriores estudios. A diferencia de la mayoría de estudios, son los niños varones los que presentan mayores
problemas en las conductas alimentarias, aunque son las niñas las que muestran una mayor orientación hacia un
cuerpo delgado. No obstante esta tendencia se observa en menor grado también en niños varones.
Abstract
Introduction: Although behavioural eating disorders are unusual in children, some researchers have studied
behavioural and eating attitudes that can become potential problems in children. Different studies have
highlighted the fact that preoccupation for their own body image and problematic eating attitudes already exist in
7 or 8 year olds.
Objectives: This project has the following objectives: a) Preliminary adaptation and validation of the following
questionnaires Children Eating Attitudes Test (ChEAT; Maloney et al., 1989, Lawrence Self-Esteem Questionnaire
(LAWSEQ; Lawrence, 1981) and the Body Esteem Scale (BES; Katz, 1982), b) Study of the body self-esteem in
pre-adolescent children and their possible relation to certain eating attitudes and general self-esteem.
Methodology: Sample composed of 457 participants, 55.14% (n=252) were boys and 44.86% were girls (n=205)
aged between 8 and 12 (ME=, DE=). A multivariate analysis of variance was carried out (MANOVA) Age x Sex
with totals of LAWSEQ, ChEAT, BES, BIA and BMI. In function of the ChEAT cut-off point (greater than or equal to
20 points) two groups of subjects were determined. An analysis of the variation between groups (ANOVA) was
used to determine the significant difference in the average scores of the variables studied between both groups.
An ANOVA was carried out on the average scores of the totals of the questionnaires used with the overweight
participants (Average BMI = 27.6 kgrs/m2) and the participants with normal weight and scores superior the
ChEAT cut-off point.
Results: Cronbach’s alpha reliability coefficient for ChEAT = 76, for BES = 80, for LAWSEQ = 67. The boys
presented significantly higher scores in the ChEAT total than the girls. 10.4% (n = 45) of the sample had scores
over the cut-off point of the ChEAT, these subjects presented lower general and body self-esteem, a slimmer ideal
image and a greater discrepancy between their real self and their social self. 4.8% (n=22) of the sample was
overweight. Compared to the subjects with normal weight and scores above 20 in the ChEAT, there were no
differences in body self-esteem, but there was less self-esteem in general and that they preferred ideal and future
figures significantly slimmer than the overweight group.
Conclusions: Acceptable reliability and validity of the adapted instruments that should be confirmed with further
studies. In contrast with most studies, it was the male children who presented greater problems with eating
behaviour, although the girls showed a greater orientation towards a slimmer figure. This tendency, however, is
observed to a lesser extent in male children.
Introducción
A pesar de que los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en niños son escasos, algunos investigadores han
estudiado las actitudes alimentarias y conductuales que pueden llegar a constituirse en problemas potenciales en
los niños. Entre las posibles conductas y actitudes estudiadas se incluyen la dieta, la práctica de ejercicio para
perder peso, conductas ‘pica’, preocupación por la comida y, en menor medida, conductas purgativas. Diferentes
estudios han destacado que ya en niños de 7 y 8 años existe preocupación por la propia imagen corporal y
conductas y actitudes alimentarias problemáticas (p.e. Byrant-Waugh, Cooper, Taylor y Lask, 1996; Edlund,
Halvarsson, y Sjoden, 1996; Maloney, McGuire, Daniels y Specker, 1989; Rolland, Farnill y Griffiths, 1997). Por
este motivo, diversas investigaciones han empezado a centrarse en el estudio de los factores asociados con la
insatisfacción corporal y los problemas de la alimentación en niños. Las mismas variables que se muestran
asociadas con la preocupación con la imagen corporal y con los problemas de alimentación en muestras de
adolescentes y adultos jóvenes, aparecen también asociados en niños con problemas alimentarios y de imagen
corporal. Entre los factores estudiados implicados en los problemas de la alimentación en niños destacan la edad,
raza, índice de masa corporal (IMC), autoconcepto, y el rol de los familiares y de otros niños. (Gardner, Sorter y
Friedman, 1997; Hill y Bhatti, 1995; Hill y Pallin, 1998; Kelly, Ricciardelli, y Clarke, 1999; Lawrence y Thelen,
1995; Maloney et al., 1989; Mendelson, White y Mendelson, 1996; Oliver y Thelen, 1996; Rolland et al., 1997;
Schreiber et al., 1996; Shapiro, Newcomb y Loeb, 1997; Smolak, Levine y Schermer, 1999; Thelen y Cormier,
1995; Tiggemann y Wilson-Barrett, 1998; Wood, Becker y Thompson, 1996).
En los últimos tiempos se ha observado como esta preocupación por la imagen corporal ha ido descendiendo en
edad, hasta establecerse en lo que se ha venido llamando pre-adolescencia y que se situaría en un rango de edad
comprendido entre los 8-9 años y los 12-13. Recientemente se ha identificado la presencia de trastornos de la
alimentación en este sector de población, así como una preferencia por la delgadez y una insatisfacción con la
imagen corporal. Algunos autores han mostrado como la preocupación por el peso y el inicio de alguna dieta están
presentes en niños y niñas de entre 8 y 11 años (Koff y Rierdan, 1991; Moreno y Thelen, 1995; Olsen, 1984).
Thelen, Powell et al. (1992) encontraron que algunas niñas de esta edad mostraban preocupación por el hecho de
estar gordas o por aquellas circunstancias que favorecen el sobrepeso, ansiedad por los efectos de una
determinada alimentación, un deseo de estar delgadas, y además mostraban conductas de dieta. Otro estudio
(Maloney et al., 1989) realizado con niñas de entre 8 y 13 años, señalaba que el 45% mostraba un deseo de estar
delgadas, un 37% explicaba que habían intentados perder peso, y un 7% puntuaba por encima del punto de corte
del Cheat (mayor que 20 puntos), por lo que los autores concluían que era posible suponer la existencia de un
posible riesgo de TCA. En esta misma línea de trabajo, Collins (1990) encontró que niñas de entre 9 y 11 años ya
elegían como figura ideal una figura significativamente más delgada que la suya propia.
A pesar que no hay datos concluyentes sobre la prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaría en niños
y niñas de esta franja de edad, si que diferentes autores han informado desde hace tiempo de casos de anorexia
nerviosa en pre-adolescentes (Hawley 1985; Irwin, 1981; Jacobs y Isaacs, 1986).
El evidente incremento de insatisfacción corporal y preocupación por la alimentación en la infancia, plantea
algunas cuestiones para la investigación en este campo. Por ejemplo, dónde, cómo, cuando y porqué los niños
desarrollan esta preocupación por la imagen corporal y por la alimentación. La evidencia indica que los niños, y
especialmente las niñas, aprenden de sus familias, de los medios de comunicación y de la escuela, los valores
sobre la apariencia, y la importancia de ésta en la sociedad (Striegel-Moore, et al 1986; Thelen, Lawrence y
Powell, 1992). Los niños están inmersos en una cultura donde los mensajes sobre la alimentación, las dietas y la
imagen corporal es continúa y que asimilan esta información, al menos en sus aspectos más generales.
Schur, Sanders, y Steiner (2000), señalan el primer lugar donde eso ocurre es en la familia, donde los niños oyen
a sus padres o familiares, hablar sobre las preocupaciones por el peso, las dietas y donde realmente ven como
estas se ponen en práctica. La familia, por lo tanto, jugaría un importante rol en el desarrollo de la preocupación
por la alimentación en los niños.
Con cada una de las hipótesis sobre la etiología de las alteraciones de la imagen corporal mencionadas
anteriormente, es posible establecer una relación entre estas y la estructura del autoconcepto (Polivy, Herman y
Pliner, 1990; Strauman y Glenberg, 1994; Cash y Szymanski, 1995).
En un sentido amplio, el autoconcepto constituye el conjunto de percepciones o referencias que el individuo tiene
sobre sí mismo, que incluye juicios y valores sobre su comportamiento, habilidades o apariencia externa.
En resumen, las investigaciones recientes que han abordado el origen y desarrollo de los problemas de la
alimentación en niños, destacan una serie de factores o componentes críticos. Por una parte, los factores
biológicos como la edad, sexo, raza y el IMC. Por otra, y relacionados directamente con los anteriores, los factores
psicológicos, entre los que destacan especialmente el autoconcepto, la autoestima y el papel preponderante de los
familiares y semejantes, que son los que delimitan el contexto de relaciones sociales del niño.
Hasta hace relativamente poco tiempo, la mayoría de las investigaciones realizadas dentro y fuera de nuestro
país, centraban su campo de estudio en los TCA en adolescentes, debido a la importante incidencia y aumento de
la prevalencia entre la población adolescente. No es hasta la última década, cuando empieza el interés por el
origen de estos trastornos en edades más tempranas, sobre todo en la preadolescencia donde, según algunos
autores, surgirían los factores de riesgo precursores de un TCA en la adolescencia (Button et al., 1997; Kelly et
al., 1999). Otros investigadores, en cambio, se han centrado más en el estudio de los aspectos preventivos -y no
tanto en los predictivos- de la preocupación por la imagen corporal y los problemas de la alimentación en niños,
con el fin de poder desarrollar programas educativos e intervenciones que prevengan la aparición de TCA en la
adolescencia.
Una primera dificultad reconocida por muchos autores, ha sido la falta de instrumentos que permitieran evaluar y
establecer una equivalencia entre las conductas alimentarias y la insatisfacción con la imagen corporal en niños
con las de los adolescentes (Bryant-Waugh, et al., 1996). La primera dificultad estriba, lógicamente, en la
diferente capacidad expresiva y de compresión que dificulta el desarrollo de instrumentos análogos a los utilizados
con adolescentes o adultos. No obstante estos problemas, se han realizado notables esfuerzos para desarrollar
(Gardner et al., 1997; Mendelson et al., 1996; Wood et al., 1996) o adecuar instrumentos ya existentes. Este
sería el caso del EAT (Gardner et al., 1982), un cuestionario muy utilizado en la investigación de los TCA como
instrumento de cribaje, que ha sido adaptado para su uso infantil por Maloney et al. (1988). Los datos
proporcionados por este autor y por diversas investigaciones posteriores (Smolak y Levine, 1994; Thomas y
Ricciardelli, 2000) demostraron su fiabilidad interna y su validez para uso con población infantil.
Respecto a la evaluación de la imagen corporal en niños también se han hecho avances importantes con el
desarrollo de varios instrumentos de medida (p.e. Veron-Guidry, Williamson, 1996; Childress et al., 1993; Collins,
1991) con buenos resultados psicométricos.
A pesar del interés de la investigación del desarrollo de los trastornos de la alimentación y de la preocupación por
la imagen corporal en niños, tanto en sus aspectos predictivos como preventivos, los estudios en nuestro país son
todavía incipientes. A esto hay que añadir la carencia de instrumentos de evaluación específicamente diseñados o
adaptados a nuestro idioma, que permitan establecer equivalencias con las investigaciones realizadas en otros
países.
En el marco de lo expuesto anteriormente, los objetivos de este trabajo son los siguientes:
a) Estudio de adaptación y validación preliminar de los cuestionarios Children Eating Attitudes Test (ChEAT;
Maloney et al., 1989), Lawrence Self-Esteem Questionnaire (LAWSEQ; Lawrence, 1981) y el Body Esteem Scale
(BES; Katz, 1982).
b) Estudio de la autoestima corporal en niños y niñas preadolescentes y de su posible relación con determinadas
actitudes alimentarias y la autoestima general.
Muestra
La muestra objeto de estudio estaba formada por 457 preadolescentes, de los cuales 252 (55.1%) eran chicos y
205 (44.5%) eran chicas, con edades comprendidas entre los 8 y 12 años, procedentes de 6 centros públicos de
educación primaria y secundaria de la provincia de Girona. La selección de la muestra se realizó a partir de un
muestreo no probabilística entre las escuelas diferentes escuelas públicas de la provincia de Girona.
Instrumentos
El protocolo de evaluación estaba formado por los siguientes instrumentos:
1. Lawrence Self-Esteem Questionnaire LAWSEQ (Lawrence, 1981). Esta escala valora la autoestima en niños y se
basa en la definición hecha por Lawrence (1981) que considera a la autoestima como “la evaluación afectiva que
hacen los niños de la suma de sus características físicas y mentales” (pág. 246). El LAWSEQ tiene dos versiones,
una para niños de primaria y otra para niños de secundaria, ambas están formadas por 16 ítems. Su contenido es
similar al recogido por el Coopersmith Self-Esteem Inventory (Coopersmith, 1967), ya que contiene diversos
ítems que valoran cómo los jóvenes perciben las conductas de los demás respecto a ellos y cómo creen que son
vistos por los demás, desde la importancia y la influencia que estas percepciones tienen sobre la autoestima.
Además, el LAWSEQ no contiene ítems que hagan referencia ni a la imagen ni a la satisfacción corporal, por lo
que permite tratar la autoestima y la imagen corporal como variables separadas. Por otra parte, Byrne (1996) en
una revisión de los instrumentos de evaluación del autoconcepto y la autoestima, ha señalado que esta escala es
una medida global específica para niños que valora directamente la percepción que tiene el individuo sobre su
valía y consideración personal, de forma semejante a la Rosenberg Self-esteem Scale.
Los 16 ítems del LAWSEQ tienen tres posibles respuestas: “no” (con puntuación de 0 a 2 dependiendo del ítem),
“si” (con puntuación de 0 a 2 dependiendo del ítem), y “no lo sé” (con una puntuación de 1). Los ítems 4, 7, 9 y
12 son neutros y no se puntúan. La puntuación media de esta escala se ha establecido en 19 puntos (DE=4),
puntuaciones por encima o por debajo de una desviación estándar indicarían, respectivamente, una alta o baja
autoestima. La fiabilidad interna de la escala en el estudio original fue de alfa=.76 (Lawrence, 1981), confirmada
posteriormente por Harater (1985).
2. Body-Esteem Scale (BES) (Katz, 1982). Es un instrumento formado por 24 ítems que valoran autoestima
corporal en niños. Aunque la escala es unidimensional, recoge diferentes aspectos de la autoestima corporal, así,
los ítems 1, 6, 10 y 20 reflejan como los sujetos valoran su apariencia, mientras que los ítems 2, 13, 19 y 23
reflejan como interpretan los sujetos que son valorados por los demás. Cada uno de los ítems tiene una respuesta
dicotómica de si/no. Los ítems 1, 2, 3, 6, 9, 10, 14, 15, 19, 20, 22 y 23 puntúan 1 punto si la respuesta es “si”; y
los ítems 4, 5, 7, 8, 11, 12, 13, 16, 17, 18 ,21 y 24 valen 1 punto si la respuesta es “no”. De esta forma la
máxima puntuación que se puede obtener el test es 24 puntos y reflejaría una alta autoestima corporal.
3. Children Eating Attitude Test (ChEAT) (Mahoney, 1989). Es un instrumento formado por 26 ítems que valoran
las actitudes alimentarias, las conductas de dieta y la preocupación por la comida en niños. El ChEAT es una
modificación del Eating Attitudes Test (EAT-26; Garner y Garfinkel,1979) frecuentemente utilizado para valorar
actitudes anorexicas respecto a la comida en población adolescente y adulta. La adaptación realizada por Maloney
et al. (1989) presenta una buena estabilidad tes-retest y unos coeficientes de fiabilidad interna (alfa=.76)
comparables a los hallados en los estudios realizados con la versión para adultos. Estos resultados han sido
confirmados más recientemente por Smolak y Levine (1994). En la versión adaptada para niños, los autores
utilizaron sinónimos sencillos para reemplazar algunas palabras o expresiones que en el EAT se mostraron
ambiguas o de difícil compresión para muchos niños. En ambos estudios los autores omiten el ítem 19 por
presentar una baja correlación ítem-total, con lo que la escala queda reducida a 25 ítems.
A pesar de estos resultados, y puesto que en nuestro caso se trata de realizar la adaptación de la escala original,
se utilizará la versión completa de 26 ítems.
Los ítems del ChEAT se puntúan en una escala de 6 puntos (nunca=1, siempre=6). La puntuación total del ChEAT
se obtiene sumando únicamente las respuestas extremas “siempre”, “muy a menudo” y “muchas veces” que se
puntúan con 3, 2 y 1 punto respectivamente, con un posible rango de puntuación que va desde 0 a 78 puntos. El
resto de respuestas no puntúan. Al igual que la versión para adultos, una puntuación de 20 o superior es
indicativa de posibles trastornos de la conducta alimentaria.
4. Body Image Assessment (BIA) (Stunkard, Sorenson y Schulsinger, 1983). Es una escala visual en la que
aparecen por separado 7 figuras de niños y 7 figuras de adolescentes jóvenes de ambos sexos, que ilustran un
rango de peso que va desde muy delgado hasta el sobrepeso, con un rango de puntuaciones que van desde el 1
hasta el 7, con incrementos de .5 puntos. La máxima delgadez está representada por el 1 y la obesidad por el 7.
La forma de administración del test consistió en mostrar en primer lugar el rango de figuras que representaban a
niños/as y realizando las siguientes preguntas:
-¿Cuál de estas figuras piensas que se parece a ti? (yo real)
- ¿Cuál de estas figuras te gustaría ser? (yo ideal)
- ¿Con qué figura crees que te identifican los demás? (yo social)
A continuación se mostraba del rango de figuras de adolescentes, y se realizaba la siguiente pregunta:
- ¿A qué figura te gustaría parecerte cuando seas mayor? (yo futuro)
Los niños y niñas tenían que emitir una respuesta numérica lo más precisa posible, es decir, no bastaba con
identificar la figura sino que era necesario dar una puntuación exacta, que en muchos casos se situaba entre dos
figuras diferentes (véase Anexo).
5. Índice de masa corporal (IMC): peso/altura2. Relación entre el peso en kilos y la altura expresada en metros.
Es una medida útil como indicador general del tejido adiposo y del estado nutricional del sujeto. En adultos, se ha
propuesto como valor de IMC normal un rango comprendido entre 20-25 Kg/m2 para ambos sexos (Garrow y
Webster, 1985). Todos los participantes fueron medidos y pesados sin calzado y con la ropa puesta.
En población infantil, el IMC puede compararse con el correspondiente a una población de referencia, bien
mediante tablas, bien mediante curvas percentiladas. Esto permite hacer un seguimiento longitudinal del
individuo.
También suele utilizarse en estos casos el valor Z normalizado, que consiste en medir la distancia que presenta un
valor respecto al valor medio para la edad correspondiente (o la mediana, si el parámetro no sigue una
distribución normal). De este modo, se obtiene un valor objetivo que permite comparar individuos de diferentes
edades.
En este trabajo se utilizaran como referencia las curvas del estudio longitudinal de crecimiento de la población
española del Instituto de Investigación sobre Crecimiento y Desarrollo (Hernández et al., 1988).
Los percentiles de referencia utilizados para la identificación de los sujetos con sobrepeso, normopeso e infrapeso
fueron, respectivamente, el percentil 97, con una Z de +1.88 y un rango de IMC que va desde 20.20 Kg/m2 para
los niños/as de 8 años hasta 23.02 Kg/m2 para los niños de 12 años. El percentil 50, con una Z de 0 y un valor
IMC=16.70 Kg/m2 para niños/as de 8 años hasta un IMC=18.23 Kg/m2 para los de 12 años. Finalmente al
percentil 3 le corresponde una Z de -1.88, así como un rango comprendido entre 13.19 Kg/m2 para niños/as de 8
años, y 13.45 Kg/m2 para los de 12 años (Requejo y Ortega, 2000).
Procedimiento
Adaptación de los cuestionarios
La traducción de los cuestionarios Self-Esteem Questionnaire (LAWSEQ), Body-Esteem Scale (BES, y Children
Eating Attitude Test (ChEAT) fue realizada por dos traductores bilingües independientes que desconocían la
finalidad última de la investigación.
Posteriormente se realizó una retro-traducción con otros dos traductores también independientes. Por último, las
traducciones realizadas fueron evaluadas de forma cruzada por los diferentes traductores, a los cuales se solicitó
que estimasen el grado de concordancia en una escala de 0 a 10 (0= nada concordante y 10= totalmente
concordante) entre las traducciones realizadas. El grado de correlación de las concordancias estimadas por los
traductores fue de r=.89 para el LAWSEQ, de r=.87 para el BES y de r=.85 para el ChEAT.
Se realizó un primer examen empírico de los cuestionarios con una muestra piloto de 23 niños/as - con edades
comprendidas entre los 8 y los 12 años, que posteriormente se incluirían en el estudio final - con el fin de evaluar
el funcionamiento general de los cuestionarios. Se modificaron o matizaron aquellos ítems que mostraron alguna
ambigüedad. Se introdujeron cambios en los ítems 1 “em fa molta por engreixar-me”, 12 “Quan faig exercici
penso que serveix per aprimar-me”, 20 “He decidit fer règim”, 21 “M’agrada sentir-me la panxa buida”, 24 “Menjo
aliments que aprimen”, 25 “Sento que els aliments són el centre de la meva vida” y 26 “Intento menjar poc en els
àpats”.
Recogida de datos
Una vez seleccionadas las escuelas, se solicitó la autorización a la delegación del Departament d’Ensenyament de
la Generalitat de Catalunya de Girona, que a su vez informó a los coordinadores de centro sobre la finalidad de la
investigación y pidió su colaboración.
La recogida de datos se realizó durante el curso escolar 2000-2001 y se completó durante el primer trimestre del
2002.
La administración fue individual y heteroaplicada, el investigador leía cada uno de los ítems de los diferentes
cuestionarios y anotaba las respuestas del sujeto. De esta manera se pretendía minimizar la distorsión en la
comprensión de las preguntas debido a la corta edad de los niños/as, centrar la atención en las pruebas,
especialmente en el BIA, y que los alumnos que participaban en la investigación no perdieran horas lectivas de su
calendario escolar. La administración individual tuvo una duración aproximada de entre 10 y 15 minutos por
sujeto. El orden de administración de las escalas fue el siguiente: registro de peso y altura, escala de autoestima
general (LAWSEQ), escala de autoestima corporal (BES), cuestionario de conducta alimentaria (ChEAT), escala de
imagen corporal (BIA).
Una vez finalizado el proceso de recogida de datos se eliminó el 3% de los casos debido a inconsistencias en las
respuestas o falta de interés de los sujetos durante la administración de las pruebas.
Resultados
Descriptivos de la muestra
La muestra total de estudio estaba formada por 457 sujetos, de los cuales un 55.14% eran niños (n=252) y un
44.86% eran niñas (n=205), con edades comprendidas entre los 8 y los 12 años, con una media de edad de
10.14 años para los niños (DE=1.38) y de 10.30 para las niñas (DE=1.38) (tabla 1).
En la tabla siguiente (tabla 2) se muestran los datos descriptivos de los cuestionarios Body Esteem Scale (BES),
Self-Esteem Questionnaire (LAWSEQ), Children Eating Attitude Test (ChEAT), el Índice de Masa Corporal (IMC), y
el Body Image Assessment (BIA) por sexo y edad.
Se realizo un análisis múltiple de la varianza (MANOVA) para comprobar si existen diferencias significativas entre
los factores sexo (niños y niñas) y grupos de edad (8, 9, 10, 11 y 12 años), sobre la base del conjunto de
variables dependientes LAWSEQ, BES, ChEAT y BIA.
Por sexos, se halló una mayor autoestima general (LAWSEQ) en los niños (ME=16.45, DE=4.20) que la observada
en el grupo de niñas (ME=15.86, DE=4.83)(F[1,457]=3.64, p=.05), una mayor puntuación media total en el
ChEAT en niños (ME=11.27, DE=7.07) que la hallada en las niñas (ME=9.83, DE=6.45)(F[1,457]=3.76, p=.05).
El grupo de niños también eligió de promedio una imagen futura significativamente mayor (ME=3.7, DE=.62) que
las seleccionada por las niñas (ME=3.3, DE=.62) (F[1,457]=44.8, p=.001). No se observaron diferencias
estadísticamente significativas en las puntuaciones medias de la autoestima corporal (BES) (F[1,457]=.69,
p=.40), la imagen del yo Real (F[1,457]=.82, p=.36), Ideal (F[1,457]=.006, p=.93) y Social (F[1,457]=1.80,
p=.17) del BIA entre ambos sexos.
Por grupos de edad se hallaron diferencias estadísticamente significativas en las puntuaciones medias del BES (F
[4,457]=4.63, p=.001) entre los 12 y los 8,9 y 11 años, con una autoestima menor en el grupo de mayor edad
(12 años) respecto a los grupos de menor edad (9,8,11>12). Se observaron diferencias estadísticamente
significativas (F[4,457]=4.48, p=.001) en la autoestima general (LAWSEQ) entre los grupos de mayor edad (11 y
12 años) respecto al grupo de menor edad (8 años) (11,12>8). También se hallaron diferencias significativas en
la imagen del yo Real entre los grupos de edad de 10 y 12 años respecto a los de 8 y 9 años (10,12 >8,9) (F
[4,457]=5.04, p=.001). En cambio, no se observaron diferencias significativas por edades en las puntuaciones
medias totales del ChEAT (F[4,457]=1.62, p=.16), imagen del yo Ideal (F[4,457]=1.63, p=.16), Social (F[4,457]
=2.29, p=.05) y Futura (F[4,457]=1.43, p=.22) del BIA entre edades (Figura 1).
Respecto a la interacción entre los factores sexo y edad, los análisis realizados no señalaron diferencias
estadísticamente significativas entre las interacciones en ninguna de las variables dependientes estudiadas:
BES (F[4,457]=.83, p=.50); LAWSEQ (F[4,457]=.84, p=.50); ChEAT (F[4,457]=.88, p=.47); BIA-Real (F[4,457]
=1.31, p=2.64); BIA-Ideal (F[4,457]=.53, p=.71); BIA-Social (F[4,457]=.59, p=.66); BIA-Futura (F[4,457]=1.6,
p=.17).
Fiabilidad interna de los cuestionarios
La consistencia interna de cada una de las escalas se determinó calculando el coeficiente alfa de Cronbach que
indica la homogeneidad de las respuestas a los ítems en cada uno de los cuestionarios.
Para la Body-Esteem Scale (BES) se obtuvo un alfa de Cronbach de alfa=0.80, con correlaciones ítem-total que
oscilan entre un mínimo de r=.76 y un máximo de r=.80.
El Children Eating Attitudes Test (ChEAT) presentó un alfa total de 0.76 y correlaciones ítem total para toda la
escala que varían entre un coeficiente mínimo de r=.74 y un máximo de r=.76. Los coeficientes de fiabilidad
parciales para cada una de las subescalas que lo forman fueron de alfa=.57 para Control Oral, alfa=.50 para
Bulimia, y alfa=.74 para Dieta.
El coeficiente de fiabilidad del Self-Esteem Questionnaire (LAWSEQ) fue de alfa=0.67, con correlaciones ítem-total
comprendidas entre r=.61 y r=.69.
Respecto a la subescala visual del Body Image Assessment (BIA) imagen del yo Real, los coeficientes de validez
externa con el criterio fueron los siguientes: Imagen del yo Real y peso, r= .60 (p<.001); Imagen del yo Real e
IMC, r= .66 (p<.001).
Selección de grupos sobre-peso, normopeso e infrapeso
La distribución de los diferentes grupos a partir de sus respectivos Índices de Masa Corporal (IMC) se ha realizado
en base a los datos antropométricos de crecimiento de la población española (Requejo y Ortega, 2000). Un 0.9%
de la muestra (n=4) presentaba infrapeso, situándose por debajo del valor del percentil 3 en las tablas de
referencia (valores del IMC inferiores a 13.19 kg/m2 y 13.45 kg/m2 dependiendo de la edad). El 94% de la
muestra (n=431) se hallaba dentro del rango de valores de normopeso, con valores de IMC comprendidos entre
16.70 kg/m2 y 18.23 kg/m2. Por último, un 4.8% de la muestra (n=22) tenia sobrepeso, situándose por encima
del percentil 97 (valores del IMC superiores a 20.20 kg/m2 y 23.02 kg/m2 dependiendo de la edad) (Figura 2).
Los resultados hallados concuerdan con los obtenidos en la población general española donde aproximadamente
entre un 5-10% de los niños en edad escolar pueden clasificarse como obesos (Requejo y Ortega, 2000).
Comparaciones grupo normopeso
A continuación se analizan los datos obtenidos en el grupo de sujetos con normopeso, no se incluyen en este
análisis aquellos participantes que presentaban infrapeso (0.9% de la muestra) o sobrepeso (4.8% de la
muestra), para evitar sesgos debidos al IMC en la interpretación de los resultados globales.
La muestra final de estudio quedo formada por 431 sujetos, de los cuales un 54.5% eran niños (n=235) y un 45.5
% niñas (n=196). La media de edad fue de 10 años (DE=1.30) para los niños y de 10.28 años para las niñas
(DE=1.30). El IMC medio del grupo normopeso fue de 18.14 kgrs/m2 (DE=2.70).
En la tabla 3 se muestran los resultados del análisis de la varianza (ANOVA) de las puntuaciones del BES, ChEAT,
LAWSEQ, BIA e IMC por sexos. Como se puede observar, el grupo de niños presenta una puntuación media total
en el ChEAT significativamente mayor (M=11.03; DE=6.84) que la obtenida en el grupo de niñas (M=9.44;
DE=6.23). En el análisis de las puntuaciones medias de cada una de las subescalas que componen el ChEAT
(Control Oral, Bulimia y Dieta), se hallaron diferencias estadísticamente significativas entre sexos en el factor
Dieta (F[1,430]=5.42, p=.02). En conjunto, los niños manifiestan un mayor control de la Dieta, se preocupan en
más ocasiones por quemar calorías cuando hacen ejercicio y por que los alimentos contengan menos calorías
(ME=5.54, DE=4.99) que las niñas (ME=4.48, DE=4.48). En cambio, no se observaron diferencias
estadísticamente significativas entre sexos en los factores Bulimia (F[1,430]=1.80,p=.18), donde las conductas
purgativas son prácticamente inexistentes (ítems 9 y 23), y Control Oral (F[1,430]=.93, p=.33).
No se hallaron diferencias estadísticamente significativas entre ambos sexos en las puntuaciones medias de la
autoestima corporal (BES), autoestima general (LAWSEQ) e Índice de Masa Corporal (IMC)(figura 3).
Respecto a las puntuaciones obtenidas en el Body Image Assessment (BIA), se observaron diferencias
estadísticamente significativas en las escalas visuales imagen del yo Real (F[1,430]=8.25, p=.004), imagen del
yo Social (F[1,430]=5.36, p=0.02) e imagen del yo Futuro (F [1,430]=34.7, p=.000). Las niñas identifican la
imagen de su yo Real (cómo creen que son) y de su yo Social (cómo creen que son vistas) con figuras más
ajustadas a la silueta media de la escala (4 puntos) que las elegidas por los niños, que optan por siluetas
ligeramente más delgadas. No sucede lo mismo con la elección de la imagen del yo Futura (la que les gustaría
tener en un futuro inmediato), donde niños y niñas se sitúan por debajo del valor central de la escala, aunque las
niñas seleccionan una figura significativamente más delgada (ME=3.33,DE=.62) que la seleccionada por los niños
(ME=3.68, DE=.62)(figura 4). No se observaron diferencias estadísticamente significativas entre sexos en las
puntuaciones medias de la escala imagen del yo Ideal (F[1,430]=1.13, p=.28), aunque hay que destacar que los
valores medios de esta escala se sitúan, tanto en los niños (ME=3.7, DE=.75) como en las niñas (ME=3.8,
DE=.67) ligeramente por debajo del valor central de 4 puntos.
En la tabla siguiente (tabla 4) se muestran las distribuciones de los porcentajes de las diferencias entre la imagen
real y la ideal por sexos en el grupo normopeso.
No se observaron diferencias estadísticamente significativas entre las distribuciones de las diferencias entre
imagen real e imagen ideal por sexo (x²= 4.62, gl=2; p=0.09). Un 24.7 % de los niños preferían una figura ideal
mayor que la figura elegida como real, mientras que un 16.3% de las niñas elegía una figura mayor que la real.
Un 34.5% de los niños optaron por una silueta ideal menor que la real, frente a un 39.8% de las niñas que
prefirieron una figura ideal menor. Un 40.9 % de los niños seleccionaron una imagen del yo Ideal igual que la
imagen del yo Real, un porcentaje similar se observa en las niñas, donde un 43,9 % de ellas eligió la misma
silueta para identificar su yo Real y su yo Ideal (figura 5).
En total, un 42,2 % de la muestra eligió la misma figura en el yo ideal y en el yo real, mientras que un 36.9% de
la muestra prefirió un figura ideal más delgada que la real, frente a un 20.9% que la prefirió mayor. De este
último porcentaje, los niños representan un 13.5% del total frente a un 7.4% de las niñas.
En la tabla 5 se muestran las intercorrelaciones de los cuestionarios BES, LAWSEQ, las subescalas control oral,
bulimia y dieta del ChEAT, y las escalas visuales del BIA Imagen del yo Real, Ideal y Social en niños y niñas.
Se observa en ambos sexos una correlación significativa y de signo positivo entre el IMC y la estimación de la
imagen del yo Real (BIA) (niños: r=.69, p<0.01; niñas: r=.62, p<0.01), así como una correlación
moderadamente alta entre la estimación de la imagen del yo Real y del yo Social, tanto en niños (r=.80, p<0.01)
como en niñas (r=.81, p<0.01).
Cabe destacar que en ambos grupos se observa una correlación positiva aunque baja entre la autoestima corporal
(BES) y la estimación de la imagen del yo Real (BIA) (niños: r=.32, p<0.01; niñas: r=.30, p<0.01).
En ambos sexos se observa también una asociación positiva entre la autoestima corporal (BES) y la autoestima
general (LAWSEQ), moderada en el grupo de niñas (r=.40, p<0.01) y baja en el grupo de niños (r=.25, p<0.01).
El grupo de niñas muestra una asociación negativa y moderada entre las puntuaciones de autoestima corporal
(BES) y autoestima general (LAWSEQ) con las puntuaciones de la subescala Dieta del ChEAT (r=-.42, p<0.01; y
r=-.30, p<0.01 respectivamente).
Comparación de grupos según el punto de corte del ChEAT
A partir del punto de corte del Cheat (>20 puntos), los sujetos con normopeso se clasificaron en dos grupos. Un
grupo, con puntuaciones iguales o inferiores a 20 puntos, formado por 386 individuos (89.6 % de la muestra) y
otro grupo, con puntuaciones totales en el ChEAT superiores a 20 puntos, constituido por 45 individuos (10.4% de
la muestra).
En la tabla 6, se muestra el resultado del análisis de la varianza (ANOVA) de las puntuaciones medias del
LAWSEQ, BES, las escalas visuales imagen del yo Real, del yo Ideal, del yo Social, y del yo Futuro del BIA, y el
IMC, entre grupos con puntuaciones inferiores y superiores al punto de corte del ChEAT.
En primer lugar, los resultados obtenidos muestran diferencias estadísticamente significativas entre las
puntuaciones medias de ambos grupos en las escalas LAWSEQ (F[1,430]=10.85,p=.001 y BES (F[1,430]=12.66,
p=.001). El sentido de estas diferencias indica que el grupo con puntuaciones superiores al punto de corte del
ChEAT, manifiesta una menor autoestima general (LAWSEQ) y corporal (BES) que el grupo con puntuaciones
inferios a dicho punto. Cabe destacar, en cambio, que no se observaron diferencias estadísticamente significativas
en las puntuaciones medias del IMC (F[1,430]=.89, p=.34) entre ambos grupos (figura 6).
En segundo lugar, también se hallaron diferencias estadísticamente significativas en las puntuaciones medias de
las escalas del BIA, imagen del yo Ideal (F[1,430]=20.38, p=.000) e imagen del yo Social (F[1,430]=19.63,
p=.000) entre ambos grupos. Los sujetos con puntuaciones ChEAT superiores al punto de corte, presentan una
puntuación media en la elección de la imagen del yo Ideal menor (ME=3.37; DE=.91) que el grupo con
puntuaciones inferiores (ME=3.87; DE=.67). Es decir, los sujetos que puntúan por encima del punto de corte del
ChEAT eligen una silueta del yo Ideal ligeramente más delgada que aquellos que se sitúan por debajo. En ambos
casos, las puntuaciones medias obtenidas se sitúan por debajo del valor central de la escala BIA.
En cambio, las puntuaciones medias en la imagen del yo Social son significativamente inferiores en el grupo con
puntuaciones ChEAT < 20 (ME=3.81; DE=.89) que en el grupo de sujetos con un ChEAT > 20 (ME=4.48;
DE=1.37). En este caso, el grupo de niños y niñas con puntuaciones superiores al punto de corte de ChEAT,
manifiestan una imagen Social del yo mayor; es decir, creen que son vistos con una silueta mayor que aquella
con la cual se identifican (yo Real), y esta imagen social se sitúa por encima del valor central de la escala de 4
puntos, aunque no así en el grupo ChEAT<20, en el que la puntuación promedio del yo Social se encuentra por
debajo del valor central del BIA.
No se hallaron diferencias significativas entre las puntuaciones medias de ambos grupos en la imagen del yo
Futuro (F[1,430]=.01,p=.91), aunque hay que destacar que los dos grupos de sujetos se sitúan cerca de medio
punto por debajo del valor central de la escala.
Se observaron también diferencias estadísticamente significativas en las discrepancias en la imagen del yo Real e
Ideal, y en la imagen del yo Real e imagen del yo Social entre ambos grupos. El grupo ChEAT>20 presenta una
puntuación media mayor en la discrepancia entre la imagen del yo Real con la imagen del yo Ideal (ME=.52;
DE=.74), lo que indica la elección de una silueta ideal más delgada que la silueta elegida como indicadora de la
imagen del yo Real. Además, este grupo también muestra puntuaciones significativamente menores y negativas
entre la diferencia de la imagen Real con la imagen Social (ME=-.58; DE=.80), que denota que los sujetos con
puntuaciones ChEAT>20 manifiestan una percepción subjetiva de la imagen de su yo Social mayor que la
estimación subjetiva de la imagen de su yo Real y, por lo tanto, de una mayor discrepancia entre ambas
estimaciones del yo corporal (figura 7).
Respecto a las distribuciones de la diferencia entre imagen del yo Real e imagen del yo Ideal en ambos grupos, un
47.2% (n=182) de los sujetos con puntuaciones inferiores al punto de corte del ChEAT, eligieron la misma figura
para representar la imagen de su yo Real e Ideal, frente a un 32.9% (n=127) que prefirieron una imagen del yo
Ideal más delgada y a un 19.9% (n=77) que la eligieron de mayor tamaño. En cambio, un 71.1% (n=32) de los
participantes del grupo con puntuaciones superiores al punto de corte del ChEAT, seleccionaron una imagen más
delgada que la imagen del yo real previamente elegida, mientras que un 28.9% (n=13) la prefirieron de mayor
tamaño que la real. Hay que destacar que ninguno de los participantes de este grupo coincidió la elección de la
imagen real con la ideal. Las diferencias en las distribuciones observadas son significativas (x²=30.71, gl=2,
p=0.001) (tabla 7)(figura 8).
A continuación se compararon los resultados obtenidos por el grupo de sujetos con normopeso que presentaban
además puntuaciones superiores a 20 en el ChEAT, con el grupo de sujetos con sobrepeso. El 65.2% de los niños
(n=30) se encontraban en la franja de normopeso, frente a un 71.4% (n=15) de las niñas. Respecto al grupo de
sobrepeso, el 34.8% eran niños (n=16), frente a un 28.6 % de niñas (n=6). Por grupos de edad la distribución de
los porcentajes de sujetos con sobrepeso respecto al total de esta submuestra, fue la siguiente: 9 años, 12.5%
(n=2); 10 años, 30.8% (n=4); 11 años, 53.8 % (n=11) y 12 años, 56.3 % (n=12) de niños con sobrepeso.
Como se muestra en la tabla 8, la prueba de comparación de muestras no paramétrica para datos independientes
U de Mann-Whitney señaló diferencias estadísticamente significativas en la puntuación media total del ChEAT
entre ambos grupos. Los sujetos con normopeso y con puntuaciones por encima de 20 puntos en el ChEAT,
presentaban una puntuación media (ME=24.27, DE=4.07) significativamente mayor (p<.001) que la observada
en el grupo con sobrepeso (ME=16.09, DE=9.04). También se hallaron diferencias estadísticamente significativa
en las puntuaciones medias del LAWSEQ (p<.05), (p<.001), y BIA real (p<.001), Ideal (p<.001), Social (p<.001)
y Futura (p<.05), aunque no en las puntuaciones medias totales del BES (p=.17) entre ambos grupos.
El sentido de estas diferencias muestra que, a pesar de un IMC superior en el grupo con sobrepeso, la autoestima
corporal no difiere significativamente del grupo normopeso con puntuaciones ChEAT>20. Sí se observan
diferencias, en cambio, en la puntuación media del LAWSEQ, en el sentido de que el grupo con sobrepeso
presenta una mayor autoestima general y, sobre todo una mayor adaptación al entorno social (tienen menos
problemas para relacionarse o jugar con otros niños en la escuela), que el grupo normopeso. Como cabria
esperar, este último grupo presenta una puntuación media total en el ChEAT significativamente más alta que el
grupo con sobrepeso. Esta diferencia adquiere sentido si consideramos que el ChEAT valora actitudes y conductas
alimentarias. La dirección de estas diferencias señala que el grupo con normopeso considera que los demás
prefieren que coman más y piensan que está demasiado delgados, reciben presiones para que coma, se sienten
incómodos después de ingerir dulces y les gusta probar nuevos alimentos con más frecuencia que el grupo de
sujetos con sobrepeso.
Lógicamente, el grupo de individuos con sobrepeso elige una silueta del yo Real mayor (ME=5.44, DE=.74) que el
grupo con normopeso y ChEAT>20 (ME=3.9, DE=1.17), y lo mismo sucede con la elección de la imagen del yo
Social, donde el grupo de sujetos con sobrepeso elige una imagen significativamente mayor (ME=5.48, DE=1.21)
que la elegida por el grupo normopeso y ChEAT>20 (ME=3.98, DE=1.37).
También la diferencia en la elección de la imagen del yo Ideal es estadísticamente significativa. Mientras que el
grupo de sujetos con sobrepeso elige una imagen del yo Ideal casi medio punto por encima del valor central de la
escala BIA (ME=4.30, DE=.57), el grupo de sujetos con normopeso y puntuaciones ChEAT superiores a 20 elige
una imagen que se sitúa por debajo del valor central de la escala BIA (ME=3.67,DE=.91). Por último, se hallaron
diferencias significativas en las puntuaciones medias de la imagen del yo Futuro entre ambos grupos. Así,
mientras que el grupo con sobrepeso sitúa su imagen futura en la parte central de la escala BIA
(ME=3.95,DE=.65), el grupo con normopeso y ChEAT>20, elige una imagen significativamente menor (ME=3.51,
DE=7.6), situándose medio punto por debajo de la imagen seleccionada por el grupo con sobrepeso (figura 9).
Discusión
En primer lugar, los resultados obtenidos muestran una aceptable fiabilidad interna de todos los cuestionarios
adaptados. En concreto, la adaptación del ChEAT presenta un coeficiente de fiabilidad total alfa=.76, análogo al
hallado en el estudio original de Maloney et alt. (1988).
La fiabilidad interna de la Body Esteem Scale (BES) fue de alfa=.80, equiparable también a la obtenida por Katz et
alt. (1982) que fue de un alfa=.87.
Respecto al Lawrence Self-Esteem Questionnaire (LAWSEQ) el alfa de Cronbach obtenida fue de .67, semejante a
la fiabilidad hallada en el trabajo original (Lawrence, 1981) que fue de .70 para ambos sexos y para todos los
grupos de edad incluidos en el estudio.
En cuanto a la escala visual BIA, los resultados obtenidos se limitan a la validez externa de la imagen del yo Real
con respecto a las variables criterio peso e IMC. Los coeficientes de correlación ítem-criterio obtenidos son
aceptables e incluso superiores a los obtenidos en otros trabajos (Collins, 1991).
La correlación hallada en nuestro estudio entre la imagen del yo Real y el peso fue de r=.60, mientras que la
referida en el estudio original fue de r=.36. La correlación BIA-Real e IMC hallada en nuestro trabajo también es
superior (r=.66) a la obtenida en el original (r=.37), lo que permite concluir que la escala BIA-Real presenta unas
aceptables propiedades psicométricas de validez externa.
En segundo lugar, los resultados obtenidos en conjunto no indican la existencia de una mayor autoestima corporal
en niños que en niñas. En cambio, si aparecen diferencias en la autoestima corporal si tenemos en cuenta la edad
de los sujetos. En efecto, conforme aumenta la edad de los participantes e independientemente del sexo,
disminuye la autoestima corporal, esto se evidencia, sobre todo, en el grupo de mayor edad (12 años), que es el
que presenta una autoestima corporal más baja respecto a los niños de menos edad. En parte, estos resultados
no coinciden con los hallados por otros estudios, que destacan una menor autoestima corporal en las niñas
(Prendergast, 2001; Hoyt et alt., 2001; Keel et alt., 1997). Como indican otros autores (Olivardia, 2002), es
posible suponer que estas diferencias en la autoestima corporal sean debidas a los inicios de la pubertad y a una
extenalización del locus de control (Prendergast, 2001), por lo que es probable que todavía no sean detectables
en esta edad. En cualquier caso, los resultados obtenidos en nuestro estudio no permiten confirmar tales hipótesis
respecto a la autoestima corporal, pero sí respecto a la autoestima general. En este sentido, los resultados
obtenidos ponen de manifiesto que en conjunto, existe una menor autoestima general en niñas que en niños,
sobre todo respecto a la opinión de los demás y a la interacción social. Tanto en niños como en niñas la
autoestima general aumenta con la edad, un hecho que, como sostienen algunos autores (Harter, 1982), estaría
relacionado con un aumento de la competencia, habilidades y aceptación social, que sería mayor en las niñas que
en los niños.
Ahora bien, si se seleccionan sólo los niños y niñas con un IMC considerado normal para su edad, los resultados
obtenidos difieren de los hallados en la muestra total. En este caso, los niños manifiestan unos comportamientos
alimentarios de mayor control y preocupación por la dieta que las niñas, aunque las diferencias halladas pueden
ser debidas a un mayor número de sujetos varones en la muestra. No obstante, estos resultados coinciden con los
hallados por Schur et al., (2000) que señalan la existencia de un control y preocupación por los alimentos tanto
en niños como en niñas, y que esta particular orientación hacia la alimentación sería un factor de riesgo hacia
posteriores actitudes alimentarias restrictivas. Además, la autoestima corporal y la autoestima general están
moderadamente relacionadas en las niñas (r=.40), aunque no tanto en niños (r=.25). Este dato estaría en
consonancia con aquellos estudios (Gustafson-Larson, Terry, 1992; Sasson, et al., 1995) que señalan la incipiente
aparición en edades tempranas de una relación entre cómo perciben, sobre todo las niñas, su apariencia física y la
valía personal. A esto, hay que añadir que las niñas con una menor autoestima corporal mantienen un control más
restrictivo sobre la dieta (r=-.42). Esta misma asociación aparece también en niños, aunque de forma más
moderada (r=-.27). Tanto en niños como en niñas un mayor IMC se muestra asociado a una menor autoestima
corporal, aunque en el caso de las niñas una menor masa corporal se relaciona con un mayor control sobre la
dieta.
Por otra parte, las niñas optan por una imagen futura bastante más delgada que la elegida por los niños y ambos
seleccionan como imagen futura unas siluetas que se sitúan por debajo del valor medio de la escala. En el caso de
las niñas la tendencia hacia una figura delgada es más manifiesta que en los niños, tanto a la hora de elegir una
imagen futura como en la selección de un yo ideal, que en ambos sexos se sitúa también por debajo del valor
central de la escala. Estos datos vendrían a corroborar los resultados de otros estudios que señalan la existencia
de una orientación hacia un cuerpo delgado ya en la preadolescencia y que sería mayor en niñas. Así, un estudio
británico halló que el 41% de niñas de entre 9 y 10 años ya preferían una figura corporal delgada (Hill et alt.,
1994). Otros estudios han confirmado estos porcentajes, Rolland et alt. (1997), por ejemplo, señalan que el 50%
de las niñas de su investigación buscan estar más delgadas. Los resultados de nuestro estudio apuntan en la
misma dirección, un 39.8% de las niñas prefieren una figura ideal más delgada que la que tienen en la actualidad.
Los niños también muestran preferencia por un ideal más delgado, un 34.5% elige una figura representativa de
su yo ideal más delgada que la imagen de su yo real. Estos últimos datos son coherentes con los obtenidos por
otros autores (Maloney et al.,1989; Collins, 1991), que informan que los niños manifiestan una preocupación por
estar más delgados mucho mayor que el deseo de tener una figura más voluminosa. Por ejemplo, Collins (1991),
señala que el 30% de los niños de su muestra de estudio preferían una figura más delgada, frente a un 23% que
prefería un figura más gruesa. En nuestro estudio, un 24.7% de los niños prefirieron un figura ideal mayor que la
real, frente a un 16.3% de las niñas. En los niños, la selección de una figura más gruesa se explicaría porque
prefieren un cuerpo más musculoso, y por lo tanto tienden a elegir una figura más ancha como representativa de
un cuerpo más voluminoso y musculado (Schur et alt., 2000). Sin embargo, los datos obtenidos señalan la
existencia de una orientación hacia un cuerpo más esbelto y delgado también en niños, que supera incluso a
aquellos que eligen como figura ideal una silueta más voluminosa y se aproxima en porcentaje a las niñas que
optan también por una silueta ideal más delgada.
El porcentaje de sujetos que eligen la misma imagen real que la ideal es de un 40.9% en niños y de un 43.9% en
niñas, porcentajes similares a los encontrados por Collins (1991) que refiere un 47% en niños y un 44% en niñas.
En tercer lugar, un 10.4% del total de la muestra de sujetos con normopeso puntuó por encima del punto de corte
del ChEAT establecido por Maloney et alt. (1988) en 20 puntos. De este porcentaje, un 3.5% eran niñas y un 7%
niños. En conjunto, el porcentaje hallado de sujetos con puntuaciones superiores al valor de criterio del ChEAT se
sitúa dentro de los porcentajes hallados por otros autores, aunque no así su distribución por sexos. En general,
las investigaciones realizadas hasta la fecha indican porcentajes que oscilan entre un 8.8%-14% en niñas y un
4.7%-8% en niños preadolescentes (Ricciardelli y McCabe, 2001). Concretamente, Maloney et al. (1989) señalan
en su estudio la existencia de un 6.8% de niñas y niños de entre 8 y 13 años, con puntuaciones por encima de 20
puntos en el ChEAT, porcentajes muy similares a los hallados por Sazón et al. (1995) con un 10% de niñas y un
7% de niños que se sitúan por encima del valor criterio. Rolland et al. (1997), refieren un porcentaje muy
superior, con un 24% de los niños y niñas con un valor superior al punto de corte del ChEAT, de los cuales un
14% eran niñas y un 8% niños. También la investigación de Veron-Guidry y Williamson (1996), informa de
porcentajes que se sitúan en torno al 12% de niños y niñas de entre 8 y 13 años que puntúan por encima de 20
puntos en el ChEAT.
Thomas y Ricciardelli (2000) en un estudio realizado con niños de entre 8 y 10 años, informan de un 11.3% de
niñas y un de 9.5% de niños con puntuaciones iguales o superiores a 20 en el ChEAT. Por su parte, Schur et al.
(2000) encuentran porcentajes más bajos, un 4.8% del total de niños y niñas estudiados presentaban
puntuaciones por encima del valor criterio, aunque no halló diferencias respecto al sexo.
Respeto a las diferencias entre los sujetos con puntuaciones superiores e inferiores al punto de corte del ChEAT,
los resultados hallados muestran que los niños y niñas con puntuaciones por encima de 20 en el ChEAT y que,
teóricamente, tendrían un posible riesgo de TCA, presentan una menor autoestima general y corporal, prefieren
una silueta representativa de su yo Ideal más delgada y creen que son vistos por los demás como más gordos de
los que creen que son, a pesar de que no hay diferencias estadísticamente significativas en la elección del yo Real
ni en el IMC entre este grupo y los sujetos que puntúan por debajo de 20 en el ChEAT. Las diferencias entre la
imagen del yo Real con respecto a la imagen del yo Ideal y del yo Social muestran una mayor discrepancia en el
grupo de niños y niñas con puntuaciones mayores a 20; es decir, optan por una imagen ideal mucho más delgada
que el otro grupo y creen que son vistos por los demás con una figura más gruesa que la que creen que
realmente tienen. Hay que destacar que todos los sujetos de este grupo presentan algún tipo de discrepancia y no
hay ninguno que esté satisfecho con la imagen que tiene, mientras en el grupo con puntuaciones en el ChEAT
inferiores a 20, el 47.2% no discrepa de su imagen real. En porcentajes, el 71.1% de los niños y niñas con
puntuaciones superiores al valor criterio del ChEAT tienen como ideal corporal una figura más delgada que la real.
Estos resultados concuerdan con los obtenidos por diversos autores (Strauman y Glenberg, 1994; Strauman et
al., 1991; Williamson, Davis, Goreczny et al., 1989) que señalan la existencia de una relación entre la
sobreestimación corporal y la discrepancia entre la imagen del yo actual con la del yo ideal con los TCA. Otros
estudios (Keeton, Cash y Brown, 1990) han puesto de manifiesto también una asociación entre la magnitud de la
discrepancia yo real- yo ideal con los TCA y con la aparición de estados afectivos negativos hacia la propia el
propio cuerpo.
Los resultados en todos los casos indican claramente una tendencia hacia la delgadez en preadolescentes de
ambos sexos y, lo que es más importante en nuestro caso, son niños y niñas que tienen un peso normal para su
edad. Veron-Guidry y Williamson (1996) llaman la atención sobre este hecho y destacan, junto a Bryant-Waugh y
Lask (1995), que esta tendencia puede favorecer la aparición precoz de TCA o bien un peor pronostico en la
adolescencia. También se constata el hecho de que la insatisfacción y preocupación por el propio cuerpo son ya
detectables antes de la pubertad (Sands et al., 1997).
Las investigaciones realizadas desde hace más de quince años sobre las repercusiones psicológicas de la pubertad
en el desarrollo adolescente, han centrado sus estudios en los cambios madurativos, tanto en los no directamente
observables (p.e aumento paulatino de secreciones hormonales) como en los cambios físicos evidentes para el
propio sujeto y su entorno (p.e desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, aumento del crecimiento,
aparición de la menstruación en mujeres), y su relación con la insatisfacción corporal, preocupación por la propia
imagen, problemas de autoestima, etcétera. La detección de estos problemas antes de la pubertad ha hecho que
algunos autores hayan centrado sus hipótesis en las influencias externas que reciben los niños, y no tanto en los
aspectos madurativos ya sean biológicos o psicológicos. Diversos estudios han centrado sus hipótesis en el
estudio de la transmisión intergeneracional de la insatisfacción con la propia imagen corporal y con los TCA
(Whitehouse y Harris, 1990; Whelan y Cooper, 2000). Otros, en cambio, han llamado la atención sobre las
influencias socioculturales (Weigel, 2001) y como la familia, amigos y medios de comunicación influyen sobre la
satisfacción con la propia imagen. También hay suficientes evidencias de que la insatisfacción corporal y una baja
autoestima en preadolescentes, están relacionados con determinados ideales de imagen y belleza infantil que
aparecen en los medios de comunicación, sobre todo en anuncios o series televisivas, y no tanto con el ideal de
imagen corporal de los adultos (Gibbons, 2000).
Ahora bien, si existe una preocupación evidente por la figura corporal en preadolescentes con un índice de masa
corporal normal para su edad, cabe preguntarse ¿qué sucede con aquellos niños y niñas con sobrepeso? Los
resultados obtenidos en nuestro trabajo con la submuestra de sujetos con sobrepeso (ME=27.69 kgrs/m2,
DE=2.12) no indican diferencias en la autoestima corporal respecto a los sujetos con puntuaciones superiores a
20 en el ChEAT; es decir, los niños y niñas de ambos grupos muestran los mismos niveles de baja autoestima:
están descontentos con su aspecto y forma física, y consideran que los demás tienen una opinión negativa de su
imagen corporal. En cambio, es importante destacar que los niños con sobrepeso tienen una autoestima general
significativamente más alta que los niños con normopeso y ChEAT >20 puntos. A diferencia de lo que sería posible
esperar, los niños y niñas con sobrepeso tienen una buena autoestima general, sobre todo en aquellos aspectos
de relación con los demás niños y en sus actividades académicas. A pesar de tener una baja autoestima corporal y
de reconocer que su imagen corporal genera una visión negativa en los demás, esto no impide que manifiesten un
buen nivel de autoestima y de relación social. Como sería de esperar, los sujetos de este grupo ejercen un menor
control sobre sus conductas de ingesta y dieta. También hay que destacar que optan por una figura ideal
significativamente más gruesa que el grupo con normopeso y puntuaciones ChEAT superiores a 20. Lo mismo
sucede en la elección de su figura futura donde, a pesar de ser significativamente mayor que en el otro grupo, se
sitúa ligeramente por debajo de valor central de la escala BIA. Estos datos abundan en lo dicho anteriormente, la
baja autoestima y la aparición de conductas alimentarias restrictivas afectan a preadolescentes con un peso
normal en mayor medida que aquellos niños y niños que objetivamente tienen un problema de sobrepeso que
afectaría a su autoestima corporal, pero no a otras de sus dimensiones. Estos resultados podrían interpretarse en
la dirección señalada por Sarwer y Thompson (2002), en el sentido de que el nivel de competencias sociales,
sobre todo la relación con los amigos en la escuela, no se ve tan directamente afectado en esta edad, como
probablemente lo esté durante la adolescencia, cuando socialmente el nivel de competencia social exigido es
mayor, en especial en las relaciones con el otro género cuando la imagen corporal adquiere una especial
relevancia en las relaciones sociales.
Conclusiones
Los resultados obtenidos permiten concluir una aceptable fiabilidad de los instrumentos adaptados Body Esteem
Questionnaire (BES), Lawrence Self-Esteem Questionnaire (LAWSEQ), Body Image Assessment (BIA) y Childrens
Eating Attitudes Test (ChEAT), aunque con ciertas reservas en este último cuestionario. A pesar de que Smolak y
Levine (1994) han demostrado la validez factorial del ChEAT y un posterior estudio (Thomas y Ricciardelli, 2000)
ha confirmado la existencia de cuatro factores, los resultados del análisis factorial obtenidos en nuestro trabajo
son inconsistentes y no permiten confirmar la estructura factorial descrita en las investigaciones mencionadas. A
esto hay que añadir que la mayoría de estudios, incluido el original de Maloney et al. (1988), sólo establecen la
fiabilidad interna del cuestionario y dan por supuesto que se mantiene la misma estructura factorial que en el
EAT-26. Por otra parte, y debido a los pocos estudios realizados, hay escasas evidencias acerca de si las
conductas y los posibles trastornos de la alimentación tendrían las mismas características en niños y en niñas
(Kelly et al., 1999). Debido a este hecho, la mayoría de investigaciones realizadas hasta ahora con este
cuestionario se han limitado a utilizar la puntuación global del ChEAT y no la de sus posibles factores.
Además, gran parte de los estudios realizados utilizan el ChEAT como instrumento de cribaje, tomando como
criterio el mismo punto de corte establecido para la versión de adultos sin que se haya establecido su validez
discriminante en niños. Maloney et al., (1988) ya señalaron en el estudio original del ChEAT la necesidad validar
el cuestionario con muestras clínicas, aunque también indicaron que el ChEAT podía ser un instrumento
importante que ayudase a evaluar la preocupación por la comida, los patrones de dieta y las actitudes
alimentarias en niños.
Todo esto podría explicar, en parte, la variabilidad existente entre los porcentajes de niñas y niñas de riesgo
referidos por las diferentes investigaciones, que oscilan entre un 4% y un 14%. En cualquier caso, posteriores
investigaciones deberían centrarse en determinar la validez externa del ChEAT con entrevistas semiestructuradas
(Thomas y Ricciardelli, 2000) y en muestras clínicas, que permitieran consolidar al ChEAT como un instrumento
fiable de cribaje.
Aunque con algunos matices, las conclusiones de este trabajo se sitúan en la línea de la mayoría de
investigaciones sobre autoestima corporal, actitudes y conductas alimentarias en niños preadolescentes donde, en
general, se insiste en un desplazamiento de la preocupación por la imagen corporal y en la aparición de
determinadas conductas restrictivas o de control alimentario hacia edades cada vez más tempranas. Hay también
un amplio acuerdo sobre la necesidad de realizar estudios longitudinales que contemplen el papel de la familia, de
las relaciones sociales - sobre todo la transmisión de rol entre semejantes -, la influencia de determinados
mensajes de la mercadotecnia infantil, que se ha constatado inciden de forma importante en el desarrollo de
determinadas conductas alimentarias y en la autoestima infantil. Posteriores investigaciones deberían elaborar un
modelo más amplio que integrase las distintas hipótesis posibles sobre los factores que afectan precozmente a la
autoestima corporal y a determinadas conductas alimentarias infantiles, y establecer unos instrumentos y criterios
de evaluación específicos para niños.
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