Así les gusta Ofelia Casas de Arenas Así les gusta Instituto Municipal del Arte y la Cultura, Durango México, 2001 ASÍ LES GUSTA de Ofelia Casas de Arenas Primera edición, 2001 © Ofelia Casas de Arenas, 2001 © IMAC (Instituto Municipal del Arte y la Cultura) Arista 21 O, Barrio de Ana leo 34000, Durango, Dgo. ISBN: 970-9059-73-Y Imagen de portada: Estación Na víos, Óleo/tela, 35x27.5 cms., 2001 de Sergio Arenas Reservados los derechos Impreso en México ÍNDICE GENERAL Esteban Torres .. .. .................................. .............. ...... ..... ....... ... .. ............ 9 La canoa ........................ ........................................................................... 17 Cundo ....................... ............................................................................... 22 El ojo de agua ...... .. .. .. .. .. .. .. .. ...................... ............................ .... ............ )) El fantasma que fumaba por el ombligo............................................. 35 Así les gusta .................................................................................. .... ... 41 Puros cuentos ... ... ... .. .. ... .. .... .. ... .. .. .............. ... ... .. ..... .. ... ...... ...... .. .... ........ 49 El colchón ........... ..... .... .. ... ..... ... .. .. .. .... ................ ... .... .. .. .. .. ..... ............... 55 La escobetilla ...... ..... .. ..... .. .. ........... ..... .................. ... .. .. ... ....... .. .. ... ......... 62 Con la misma boca .... .......................... ............ .................. ........ ........ ....... 72 La droga ...................... ......................................................................... ... 77 Sexo sentido .. .. .... ............ ......... ... .. ...... ... .. ... ..... ...... ... ... .... ...... .... .. .. ... .... . &S Levitación ................... ............................................................................ 91 Tarangas .. .. .. ... .. .. .. .. ... .. ... .. ... .. .. .. .. ... .. .. .. .. .. .. .... .. .. ... .. ... .. .. .. .. .. .. .. ... ... ... .. .. . CJ7 Así les gusta ASÍ LES GUSTA 9 ESTEBAN TORRES Esteban era originario de Santa Rosa, Guanajuato. Serrano decorazón, enamorado de las montañas y de las campiñas multicolores, del lugar de las cascadas que cantan al bañar en suave rocío, los nardos y las azucenas silvestres. A los diecinueve años, guapo y con un morral de ilusiones, Esteban marchó a San Luis Potosí, empleándose en Ferrocarriles Nacionales, cuyas vías férreas cruzaban todo el país. Pronto ascendió a Jefe de cuadrilla; si su labor lo permitía se instalaba en el vagón de primera clase con asientos de cuero repujado, y a través de las ventanillas disfrutaba del paisaje que cambiaba de formas y colores. En las paradas del tren, escuchaba los gritos de los vendedores: ¡Gorditas, gorditaas de rojoo y verdeee! ¡Empanadas, lleve las empanaditas de camoti y calabazaa! ¡Nieve de limón, la nievee! ¡A cinco centavos el conooo! En el ir y venir de un lado a otro, conoció en el pueblo de San Miguel de la Cueva, a Isidra Ramos, ella estaba en el andén acompañada de un grupo de muchachas, la joven se destacaba por su belleza y por unos ojos provocativos, que a él, lo hacían vibrar de emoción con solo mirarlos. Su trabajo de vigilar que los hombres colocaran los durmientes bajo los rieles de acero, lo mantuvieron por un tiempo cerca del pueblo donde vivía Isidra, el que aprovechó para iniciar una amistad, que al paso de los días se convirtió en amor. Se casaron. Establecieron su hogar en Silao, Guanajuato, donde al transcurso de cuatro años, Isidra dio a luz a dos varones, Cayetano y Antonino. Esteban seguía viajando por todos los rumbos donde las vías del tren lo llevaban. Rancherías, pueblos, ciudades, iban sucediéndose en su rutina diaria, creciendo en él, el anhelo de pasar más tiempo al lado de su esposa y de los críos lO OFELIA CASAS DE ARENAS Por esos años fue feliz. Dedicado al trabajo y a cuidar de su familia. Inesperadamente, alguien le asestó una puñalada, cuando entre burlas, le reveló, que Isidra, aprovechándose que frecuentemente estaba sola, se iba a retozar al campamento militar, sin importarle grados ni insignias, lo esencial, le dijeron , es que fuera joven y buen mozo. Se resistía a creerlo, ella lo colmaba de mimos y halagos, era entonces cuando embriagado de pasión, olvidaba dudas y sospechas. Más cuando los trepidantes vagones se internaban en las verdes serranías, o iban recorriendo planicies, él, caía cada vez más, en el negro túnel de los celos. Las querellas empezaron a minar la paz del hogar. Esteban no se detenía en reclamarle su infidelidad, ni ante la presencia de los hijos. Isidra, desafiante y colérica, se reía de las acusaciones "infundadas" para luego refugiarse en una actitud hostil, "por tanta calumnia y tanto chisme, que yo no me merezco, Esteban, porque siempre te he cuidado las espaldas", le decía. Lleno de incertidumbre y tormentos, captaba en las miradas maliciosas, en los cuchicheos de los amigos, que callaban cuando él llegaba, que algo andaba mal, y decidió desengañarse de una buena vez. Esteban amaneció ese día, con la boca amarga y de pésimo humor, lo disimuló sonriéndole a su mujer, y a sus hijos, mientras se bañaba, cantaba con voz fuerte, que convenciera a Isidra de su buen estado de ánimo. Refrescándose el rostro con agua de azahares, y tratando de ser natural , le dijo: -Isidra, los "durmienteros" me encargaron overoles de trabajo, tanteo que no me alcanzará el tiempo para comprárselos, así que esta noche, duermo en Los Altares, y mañana, en la primera corrida, regreso. Ella estaba de espaldas, secando la loza, él no pudo ver la expresión de su cara, si era de alegría o enfado, besó los rizos negros que caían a un lado y otro de la hermosa nuca de su mujer, y despidiéndose de ella y de los niños, echó a caminar por la estrecha calle de paredes despostilladas; antes de dar vuelta a la esquina, se metió de rondón en la tienda de abarrotes de Don Cándido, que contestando el saludo de Esteban, envió una inconfundible mirada a la casa de Isidra. Con palabras entrecortadas por el nervi os ismo, Esteban pidió melcochas y garapiñados. ASÍ LES GUSTA 11 -Son para los niños- dijo. Y permaneció sin apartar la vista de los que pasaban por la calle. Tenso y silencioso, dejó pasar las horas, hasta que la mirada temerosa de Don Cándido, lo alertó, sonando las botas y evitando los charcos, un hombre fornido en traje de militar, se dirigía a la casa de Isidra, volteando receloso a un lado y otro, tratando de pasar inadvertido. Esteban se asomó un poco para observar al soldado, cuando éste volvió la vista, retrocedió unos pasos dando con el voluminoso cuerpo del tendero. Repegados uno del otro comprobaron que la puerta de la casa de Isidra se abría para dar paso al visitante. Esteban permaneció quieto breves instantes. Un raudal de rabia lo estremeció y perdió la lucidez. Imágenes de amor con su mujer lo atormentaban, esos labios húmedos y calientes, los estaba besando otro ... otro .... El solo pensarlo, lo hacían perder la razón. -¡Hijos de la tristeza, se los va a llevar la ... ! Como un ebrio fue tras el militar, sin atender los gritos de Don Cándido. -¡No te eches un compromiso, Esteban, piensa en tus hijos! -¡Tarugo! Ninguna vieja vale la pena de ir al bote por ella ... Introduciendo la llave en la cerradura de la puerta, Esteban se maldijo asimismo, por no haber aceitado las visagras, de seguro que los rechinidos, los iban a poner sobre aviso. A zancadas alcanzó la recámara matrimonial, levantó la cortina de hilos de cuentas, y los vio en el lecho convertidos en un amasijo de miembros desnudos, descubrió cerca de un florero jaspeado la pistola del militar, apoderarse del arma y apuntarles, fue un movimiento rápido, igual al que hicieron los amantes que totalmente como Dios los echó al mundo, se replegaron a la cabecera de la cama, olvidando el placer ante la sorpresa. Temblando de ira, Esteban miró el rostro pálido y sudoroso de Isidra y le gritó: -¡Fuera, fuera de mi casa! ¡Basura! ¡Infeliz!, ¿así es como me cuidas las espaldas ? -¡Lárgate donde no te vuelva a ver! ¡Vamos, al lupanar donde vivirás a tus anchas, allí es tu lugar' 12 OFELIA CASAS DE ARENAS Con la mano libre los jaloneaba, sacándolos a puntapiés los llevaba a la calle, su ocasional rival se cubría el vientre con las manos intentando rescatar su pantalón del suelo, pero Esteban de un salto se colocó ante él propinándole furiosos cachazos, el militar medio ciego por la sangre y desnudo . .. ganó la calle presa del pánico. El marido ofendido, se enganchó en la muñeca izquierda, la cabellera de Isidra y pese a sus alaridos pidiendo perdón la fue arrastrando y a bofetadas la sacó a la calle, cerrando de un golpe la puerta. Regresó al cuarto, desplomándose en la cama revuelta, aún con olor a sexo, sollozando con todo el dolor de la humillación. Todo cambió para él, seguía viajando en compañía de sus tres consuelos, Cayetano, Antonino y su botella de sotol. En las paradas que hacía el tren, Esteban bajaba a comprarles a los niños, gorditas de cuajada, tunas y agua de frutas. Los niños , ajenos a la tragedia que vivía su padre, reían y jugaban dentro de los carros del tren, o se asomaban a las ventanillas. Cuando la jornada de trabajo de Esteban se alargaba, los acomodaba en los asientos del vagón, arropándolos primero con su amor, y luego con los sarapes. Pasó tiempo. Poco a poco, fue olvidando el engaño de Isidra, pero se había aficionado al alcohol, se le veía invariablemente, a medios tragos, acompañado de sus hijos, que ocasionalmente lo esperaban fuera de alguna cantina, hasta que Esteban se abastecía de bebida. Llegó otro invierno. Esteban abotonaba la ropa de los niños, colocándoles gorras de estambre, para viajar a San Luis Potosí y a Zacatecas, con la voz siempre pastosa, prometía: -Cuando lleguemos a Cañitas, les compraré requesón y tomarán leche calientita. El tren serpenteaba por el extenso valle, Esteban iba y venía por todos los carros, volviendo para vigilar que sus hijos estuvieran bien, encontró a Cayetano absorto mirando por la ventanilla, y a Antonino en animada charla con un pasajero de aspecto distinguido , que reía de la gracia con que el niño cantaba : -" ... pajarillo barranqueño, que cantas en esa higuera, anda dile que no cante que espere a que yo me muera". ASÍ LES GUSTA 13 Al acercarse Esteban, el caballero, sacando su reloj con leontina de oro, pregunto: -¿Vamos a tiempo? -Sí, señor. -Es su hijo? señalando a Antonino. -Si ... -¿Cuántos años tiene?Otra pregunta del caballero. -Creo que seis ... o siete. Contestó Esteban. -¿Está en la escuela ? -No, viajan siempre conmigo. -¿Por qué? Perdone usted la indiscreción, pero el niño me platicó que no sabe leer. El antiguo dolor azotó el alma de Esteban, cuando aclaró: -Son huérfanos de madre, no tengo a nadie de confianza con quien dejarlos. El hombre con traje de fino casimir, advirtió la sombra de amargura que cruzó por los ojos de Esteban y dijo: -La vida es cruel amigo .. .yo tengo quien los cuide y no tengo hijos.Calló, al poco rato se cambió de lugar, llevando su abrigo y un maletín con una placa de metal que tenía las iniciales de R. T. Antes de ponerse el sol, llegaron a Fresnillo, Esteban bajó del tren, llevando de la mano a sus hijos. En el andén de espera, reinaba un gran bullicio, vendedores, personas que llegaban y otras que se despedían, cargadores jalando carretillas colmadas de baúles, en medio del ensordecedor resoplar de la máquina. Dejó a los niños, en una banca de madera, pintada de verde y les pidió que lo esperaran. -No tardo, voy a echarme un trago en esa cantina, no se vayan a mover de aquí. Entró en la piquera llena de ruidosos parroquianos, el piso de tablas grises despedía un penetrante olor a orines, y en un ángulo de la taberna, tres hombres de aspecto campirano, le sacaban al acordeón y a las guitarras, la melodía que cantaban: 14 OFELIA CASAS DE ARENAS -"Pregúntale a las estrellas, si por las noches me ven llorar, pregúntale al manso río, si el llanto mío, lo ven correr. .... " Acodado en el mostrador, pidió una cerveza, que apuró de varios tragos. Eructando, se dijo: -Se me había olvidado Isidra, ya ni la ... friego, le maté a mis hijos su madre. Quiso llorar, y prefirió gritarle al cantinero: -¡Hey! Amigo, ahora sí, deme un buen fajo de sotol. Nunca supo cuanto tiempo transcurrió desde que entró a la cantina. Se acordó que los niños no habían cenado. Salió trastabillando y ya afuera, compró buñuelos y champurrado, encaminándose al lugar donde había dejado a Jos niños. Allí estaba Cayetano, dormido sobre la banca, dejó los buñuelos y el atole dulce a un lado, buscando a Antonino, sin verlo por ninguna parte. Se metió a los pestilentes sanitarios, los encontró solos, como estaban los pasillos y la sala de espera, su angustia subió de tono quitándole la borrachera, corrió por el andén asomándose a los furgones estacionados en las vías, gritando el nombre de Antonino. A los gritos desesperados, despertó Cayetano y llorando le dijo: -Hace un rato que desperté papá, y Antonino ya no estaba. El infierno se desató para Esteban, torturado por los remordimientos, se culpaba sin piedad por haber dejado los niños solos; no queriendo exponer a Cayetano, lo llevó a Celaya con sus tíos. Siguió viajando de una estación a otra del ferrocarril donde sus servicios eran requeridos, preguntando a todo aquel que se encontraba, por un niño moreno que cantaba muy bonito el Pajarillo Barranqueño. Pasó casi medio año desde que había perdido a su hijo, siempre metido en las cantinas, volvía los ojos al cielo, y pedía: -Santo Niñito de Atocha, ayúdame a encontrar a mi hijo aunque solo sea para verlo morir. Cierto día, el tren llegó a la estación de La Purísima, y él acuciado por la cruda, buscaba una cantina cuando una monja de hábito azul y blanco, lo interceptó: -Señor, disculpe, ¿usted es Esteban Torres? ASÍ LES GUSTA 15 Sintiendo un golpe en el corazón y un mal presentimiento, respondió: -Sí. .. yo soy ... La religiosa lo jaló de la chaqueta, diciéndole: -Venga usted conmigo, por amor de Dios, hace tres días dejaron un niño a la puerta del hospital. Titubeante, agregó: -Prepárese usted, el niño ... agoniza, tal vez por eso lo abandonaron, el pobrecito sólo pudo decir que su papá trabaja en el ferrocarril que tiene una tía llamada Teresita Torres y que él se llama Antonino. Esteban con el rostro desencajado, le dijo con un hilo de voz: -Es Antonino, es mi hijo. La monja seguía hablando sin dejar de caminar. -Cuando lo recogimos de la puerta, venía vestido con ropas de muy buena calidad, tenga, le guardamos su medalla. Él, sin ver la medalla, se la guardó en el bolsillo. Llegaron al Hospital de la Santísima Trinidad. Una hilera de camas se presentó a la vista de Esteban, en una de ellas, más pequeño y delgado que como lo recordaba , encontró a Antonino. Tomó al niño en sus brazos llorando y riendo mientras lo besaba. -Perdóname Antonino, perdóname. Dios me ha hecho el milagro de volverte a ver. El niño le dijo con voz muy baja : -No llores, papá, nunca volveré a separarme de ti . Antonino se recargó en el pecho de su padre, y se quedó quieto para siempre. Esteban acunó cerca de su corazón el cadáver de su hijo hasta que se le agotaron las lágrimas. Sacó del bolsillo la medalla que le entregara la monja y con ella rodeó el cuello de Antonino. La medalla tenía la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro y al reverso las iniciales R.T. Él siguió viviendo en las cantinas, vagaba por los pueblos y las rancherías , preguntando por un niñito de seis o siete años, un poco picado de viruela y que cantaba el Pajarillo Barranqueño. 16 OFELIA CASAS DE ARE AS Así llegó a un poblado de tantos por los qu~ pasa el tren, había carreras de caballos, y los hombres, enfiestados y dicharacheros, se lanzaban bravatas apostando, mientras el público asistente, aplaudía. Esteban Torres recordó los años mozos, cuando participaba en las coleaduras y las charreadas, y abriéndose paso, gritó: -¡Aquí está su mero padre! ¡El más fregón jinete de toda Santa Rosa! Y sin dar tiempo a los sorprendidos rancheros, colocó el pié en el estribo de la montura de un potrilla colorado, horquetándosele en el lomo. El caballo al sentir una presencia extraña, se paró sobre las patas traseras, lanzando violentamente a Esteban por tierra. Esta vez, el destino fue clemente con él. Pasó sin mucho sufrimiento, de la vida a la muerte. De su angustia .. .a la paz. ASÍ LES GUSTA 17 LA CANOA Cuando los paseantes se encontraban con el fornido joven y preguntaban su nombre, sonreían al escucharlo. Pri-mi-ti-vo del Campo. Así se llamaba. Además de su rústica apariencia, tenía modales amables que iban siempre acompañados de amplia sonrisa. Vivía .... más bien pertenecía a la región montañosa, allá donde los cerros forman cadenas interminables, que de improviso se convierten en sombrías hondonadas. Completan el espléndido paisaje, valles y lomas con abigarrada vegetación, arbustos de ramas retorcidas y raíces tercamente aferradas a la tierra, huizacheras, gobernadora, nopaleras, matojos de "malamujer" y altas paredes de roca cortada a tajo, que por kilómetros y kilómetros, mantienen cautiva la enorme presa conocida por todos por "La Mancornadora". Cuando el amanecer enviaba casi a la fuerza al astro rey, éste no tenía más remedio que asomarse por entre los filos de las cumbres dibujando sus rayos en la superficie del agua, como una hermosa cola de pavo real dorando las ondas y los lirios acuáticos. A esas horas, Primitivo, vestido únicamente con un pantalón desteñido que en hilachos le llegaba a los muslos, descendía por las pedregosas laderas, y recorría las orillas de la presa buscando recovecos y pequeñas cuevas donde pescar, carpas, bagres bigotones y tilapias. Con los pies sumergidos en las frescas márgenes, se disponía a lanzar la vara con el gancho que sustituía al anzuelo, imaginándose un buen pescado tatemado en la lumbre. El estrépito de una lancha de motor lo sorprendió, a cierta distancia la flamante embarcación pintada de rojo y blanco y franjas amarillas, se desplazaba de un lado a otro de la presa, al deslizarse y ladearse, levantaba grandes abanicos de perlas transparentes, lo cual era festejado con sonoras carcajadas, por el grupo de muchachos que ocupaban la lancha, ésta zigzagueaba, arremetía en línea recta, luego giraba con rápidas vueltas, haciendo remolinos de círculos concéntricos. 18 OFELIA CASAS DE ARE AS El espectáculo dejó a Primitivo estupefacto. Invadido de infantil alegría, gritaba desaforadamente, al tiempo que en loca carrera, intentaba llamar la atención de los navegantes, que entusiasmados en girar y acelerar la máquina, nunca vieron al muchacho semi desnudo, que agitando los brazos, los saludaba y enviaba toda clase de recomendaciones. -¡Cuidado, cuidadooo, no aceleren allí! -¡Eyyyy! -¡El fondo está lleno de rocas! -¿No les digo?¡ Van a chocar! Ah, si él pudiera ser dueño de una lancha de motor, con parabrisas de lado a lado, dos asientos frente al volante, y en la parte de atrás bastante lugar, pero de seguro, él, Primitivo, llenaría de pescados frescos y palpitantes. Le quitarían el hambre siquiera por unos cuantos días y quizás, con una poca de suerte, hasta podría feriar por un pantalón de segunda .... y una navaja con cachas de cuerno de venado ..... ¡Yujujuuy!, y al mismo tiempo de gritar, se frotaba las manos con los ojos brillantes de emoción. Parte de la mañana, Primitivo permaneció en cuclillas, observando las maniobras de la barca, o emprendía veloz carrera persiguiénd0la. Poco después, escuchó el ronroneo de la embarcación, que tartamudeando, llegaba has ta el atracadero, donde quedó sujeta, aunque bailoteando por el vaivén de las ondas mecidas por la brisa. Un grupo de muchachos, vestidos con llamativa ropa deportiva saltaron de la lancha a tierra, la colocaron sobre una camioneta y se marcharon parloteando alegremente, si n notar la presencia del joven campesino que los saludaba. Desanimado bajó los brazos, suspirando profundamente los vio partir envueltos en una nube de polvo, dejó de oír a los dicharacheros y el ruido del motor se fue perdiendo en la lejanía. Primitivo quedó so lo en medio del paisaje, después de su febril entusiasmo, quedó con la actitud de un niño a quien le arrebatan su juguete preferido. El aroma a tierra mojada, lo sacó de su repentino mutismo, tal vez, por la tarde, llovería ... tal vez. Por esos parajes los aguaceros eran muy frecuentes, pareciera que los relámpagos hicieran añicos el cielo, y que en ASÍ LES GUSTA 19 lugar de gotas de lluvia, cayeran cubetadas de agua, llenando los broncos arroyos que se salían de cauce, tornándose en ríos caudalosos que arrastraban todo a su paso; ganado, rocas, cercas de alambre, árboles arrancados de cuajo, que daban tumbos y volteretas, sin hundirse en el torrente. Estaba ensimismado en estas cavilaciones, cuando descubrió a poca distancia de la presa, un tronco viejo, ni tardo ni perezoso se apoderó del madero, arrastrándolo no sin poco esfuerzo, consiguió empujarlo al agua, donde después de girar varias veces, quedó quieto, de un salto Primitivo se encaramó sobre el tronco y utilizando brazos y manos como remos, llegó sin contratiempo, hasta el centro del enorme vaso de agua en la improvisada canoa. Exultante, feliz, se sintió poseído por una sensación de poderío. Él era el amo y señor de la vastedad líquida, de las montañas y de todo lo que lo rodeaba. Se recostó sobre la rama que sobresalía del tronco, sacó los pies del agua, y cruzándolos sobre el lomo de la canoa, elevó los brazos sobre su cabeza, aspirando la fresca brisa, y disfrutando del cielo azul repleto de nubes blancas y fugaces, bordadas por parvadas de oscuras aves. La canoa bogaba plácidamente, y él entrecerraba los párpados cuando el sol le daba de frente; iba a modular los labios para iniciar un silbido, cuando la sangre se le congeló en las venas. Súbitamente, de las costras rugosas del viejo tronco, salían apresuradamente,¡ innumerables alacranes! ... irguiéndose violentamente, estuvo a punto de zozobrar en la rudimentaria embarcación, y comprobó ... en el paroxismo del pánico, que docenas de bichos brotaban de todos los huecos del tronco, amontonándose sin ton ni son. El árbol viejo se inclinaba hacia un lado y otro, dejando sembrados, en el espejo del agua, alacranes de todos los tamaños, amarillos, rojizos, translúcidos de la panza, donde se podían ver pequeños alacrancitos, quedaron regados alrededor del tronco como si alguien hubiese arrojado un puñado de cáscaras de cacahuates. Primitivo levantaba un pié y luego el otro, igual a un bailarín ejecutando complicados pasos de una danza ritual. Los mortales arácnidos, sólo rodaban por el lomo del tronco y Primitivo gritaba desesperadamente: 20 OFELIA CASAS DE ARENAS -¡mi lancha está llena de alacraneeess! -¡alguien, alguien que me ayude! -¡Estoy aquiii, en la presaaa! Angustiado y entre pucheros, volvía la vista hacia el poste de madera gris que servía de amarradero, con la esperanza de que fueran escuchados sus gritos pidiendo auxilio; el viejo tronco se movía y más alacranes salían de sus hendiduras, y decidido, enderezó el cuerpo, presionando con los pies, tomó impulso dando un salto que lo arrojó más allá de la mancha de alacranes donde todavía unos bichos se agitaban, y otros eran inertes y minúsculos cuerpos, Primitivo buscó la profundidad de la presa, nadando buen trecho bajo el agua, fue descubriendo en el turbio panorama acuático, piedras, trozos de madera, envases de cristal, latas de bordes puntiagudos, cámaras de llantas, peces de ojos saltones, que los abrían más, al toparse con el intruso de calzones cortos. Inmerso en el agua y en su miedo, siguió braceando hasta asegurarse que dejaba atrás el tronco con su cargamento de animales venenosos, y por fin, moviendo las piernas como aspas, como un rehilete salió a la superficie, tosiendo y escurriéndole los mocos de la nariz. Dando traspiés, se dejó caer sobre el suelo arenoso, el corazón parecía una matraca dentro de su pecho, permaneció largo rato con el rostro entre las manos, y allí, bajo el cóncavo cielo perdido en aquella soledad ... lloró quedamente, sintiéndose más pobre y más miserable que nunca. Sollozó como cuando era niño y despertaba en el jacal, hambriento y tiritando de frío. Las lágrimas se mezclaban con el agua que mojaba sus mejillas, gimoteando, llevó su mano al único bolsillo digno de confianza de su pantalón, había guardado unas tortillas por si la pesca era buena, desconsolado, solo sacó pedazos descoloridos que se desmoronaron entre sus dedos, se incorporó y aún tembloroso , recorrió las orillas de la presa, buscando la vara de pescar con el anzuelo hecho por él mismo , al no encontrarlos, se tendió boca bajo sobre la tierra tibia de sol. Poco a poco, fue recobrando las fuerzas y la serenidad, lentamente se levantó sacudiéndose la tierra adherida a su cuerpo, y más calmado emprendió el regreso, trepando por las mismas ásperas veredas que lo vieron bajar por la mañana . ASÍ LES GUSTA 21 Subía rodeando los peñascos y las nopaleras, de vez en cuando, volvía la vista al tronco, que era llevado por la corriente. Mientras continuaba subiendo, lo estremecían risas entrecortadas, ahora, la aventura le parecía di vertida, y se burlaba de sí mismo, al recordar que había llorado como un niño. De seguro, que si lo ocurrido lo contaba al viejito Don Bernabé, que acarreaba leña en los burros, o a Don Bucho el carbonero, se iban a reír de él de lo lindo, y se prometió no contárselo a nadie. Allá en la presa, se quedaba la canción del viento al pasar por entre los jarales y la cañada, ah, y su canoa. Siguió trepando por el sendero, y para olvidar el mal rato, empezó a tararear una cancioncilla, al principio con murmullos suaves, luego, a todo pulmón. Y su voz varonil y desafinada, se fue escapando por las barrancas y las laderas. "Si llega la lluvia bañando los campos hace cantar al río se oyen los trinos de las aves, y si el relámpago asusta los peces colorados, mañana volveráaa a salir el soool ¡el soool!" Sin dejar de cantar, llegó a la extensa meseta, donde lo esperaba su jacal. OFELIA CASAS DE ARENAS 22 CUNDO -Pues mire, amigo, a mí me lo contaron, yo lo cuento, no hay que olvidar que los relatos contados, transitan por caminos insospechados. Don Jesús inició su plática así: -Nací en un poblado allá por Santiago Papasquiaro llamado "El Cofre"; es bonito mi rancho, está rodeado de lomas verdes en tiempo de agua y doradas en invierno. Dominan el paisaje, dos cerros muy altos; uno de ellos tiene en la cima una enorme piedra en forma de cofre, precisamente atrás de estos cerros se encuentran las milpas; en la única calle que es muy larga, están situadas las casitas de adobe, pintadas de blanco o de azul plúmbago; al fondo de estas viviendas están las huertas donde se da la fruta de la región, y en la puerta principal de cada casa, se tiene que entrar o salir, por tres escalones de piedra cuadrados a fuerza de cincel y martillo. La casa más grande y bonita es de Don Facundo Quintero, rico y muy respetado por todos pues era un hombre de trabajo y muy honrado, por ahí dicen que a Don Cundo -como se le conocía- le daba por escalar con frecuencia el cerro de la piedra en forma de cajón, y que quien lo encontraba, lo miraba revisar piedra por piedra, y excavar aquí y acullá ... . Los murmurios afirman que Facundo Quintero encontró un cofre de madera carcomida por el tiempo, y que en su interior estaba hasta el tope de alazanas, purititas mentiras ya desde la época en que vivían los abuelos de Cundo, esas milpas estaban rodeadas de veneros y arroyitos cristalinos, que fueron la única causa de que éstas fueran las más altas y lozanas. -Don Cundo tenía -suspiraba Don Jesús- una esposa regordeta y chapeteada,jovial y de mucha conversa, reía a menudo y a mí me cambiaba el ánimo de triste a alegre con sólo escucharla, Doña Florentina tenía modo -señalaba con la mano indicando dinero- aún así le gustaba arrodillarse frente a su metate, con la cazuela llena de agua a un lado, donde se enjuagaba las manitas después de que con rápido ademán mandaba una tortilla al comal. Yo la veía inclinarse ante el oscuro metate y sus caderas ASÍ LES GUSTA 23 redondas y macizas como la de las yeguas, me producían una emoción imprecisa que me hacía temblar y quedarme con la boca reseca. -El matrimonio tenía una hija de 20 años, morena y delgada como una caña, hoy sé que a mí me gustaba más la mamá .... seguía Damián, un mocetón fornido y siempre callado, eso sí, muy respetuoso con los padres y muy trabajador, ya en la madrugada andaba en la labor y nunca se le veía en las fiestas o enamorando a las muchachas .... pero ande usted, el menor, de nombre como el padre, era la "viva piel de judas", no le gustaba el trabajo y menos levantarse temprano, casi siempre al medio día montado en su potro a quien ll amaba el "Sorronche" entraba a carrera tendida por la única calle del pueblo, levantando grandes polvaredas. Por las noches se iba con un grupo de muchachos mayores que él, pero con las mismas inclinaciones y se metían en la cantina del lugar, y Cundito llevando a cuestas sólo dieciséis años, bien que consumía sus copitas de mezcal, con sus limoncitos y un poquitín de sal. Los vecinos, alumbrados con aparatos de petróleo, escuchábamos la timbrada voz de Cundito cantando tonadas muy sentidas, pero al rato cuando le ganaba el vino, solo gritaba provocando a pelear a todo mundo. -Yo entonces tenía la misma edad que tenía Cundito, pero que puño de esperanzas que me acompañara de ellos; mis padres decían que esos muchachos eran unos malvados y viciosos, atajo de flojos y otras lindezas; y si me negaba a ir a trabajar a la milpa, me propinaban sendos cuerazos. -Doña Tina y Don Cundo consentían mucho a su hijo menor, y cuando éste llegaba en las madrugadas, mechudo y tambaleante de borracho, doña Tina lo acostaba sobre la cama limpísima de sábanas blancas que tenían bordado un corazón traspasado por una flecha , y dos palomitas azules con el pico entrecruzado. Y don Cundo decía: Pues ni modo, si los dedos de las manos no son iguales, contimás los hijos, Cundito me salió cantador y parrandero, ya entrará en razón cuando tenga más edad, ahora solo son travesuras de muchachos. -Pero como a cada parroquia se le llega su fiestecita, un día el señor Director de la escuela, propuso organizar un baile con el fin de allegarse fondos para el sostenimiento de los salones. Varias señoras, sobre todo 24 OFELlA CASAS DE ARENAS las muchachas, aceptaron de buen grado y poniendo manos a la obra , lavaron las ventanas y pisos del salón ejidal, pegaron en las paredes unas flores enormes de papel y contrataron un grupo musical, que por allá hay muchos y muy buenos. Y que se llega la fecha del jolgorio, ya en la noche y antes de llegar al salón ya se oían los arpegios de los músicos, y dentro, muy sentadas las señoras con traje de fiesta muy austeros y esos aretes dorados que se les ven tan bonitos a las mujeres. Dona Tinita traía unos, pero con perlitas. Y nosotros los hombres, encandilados, mirando las muchachas con sus faldas amplias y blusas escotadas, labios muy pintados, sonrientes y mirándonos de reojo, bajando y subiendo sus pestañas, nos llenaba de emoción. De los pueblos vecinos también acudieron muchachos y muchachas; todo era alegría y . .. que se enamora Cundito . ..él, que no sabía nada de mujeres, solo de copas y canciones rancheras, al ver a María de la Paz, por primera vez ... trigueña, con una melena oscura que seguía los movimientos de su dueña, y que cuando caminaba, su cuerpo armonioso y frágil se dibujaba bajo el vestido de tela estampada. ¡Ay caray !, solo que tendría ... unos treinta años. Cuando ella y Cundito quedaron por casualidad, frente a frente, se quedó sin hablar durante varios segundos, ella le sonrió, divertida de ver en la mirada del jovenzuelo, tanta admiración. Cundito sentía que el corazón se le iba a escapar del pecho, con gran esfuerzo reaccionó y con un ademán que vio en una película de charros, la invitó a bailar, ella movió la cabeza en sentido negativo muy coqueta, más Cundito insistió con tanta dulzura y vehemencia, que María de la Paz aceptó. Cundito ya no la soltó, jamás advirtió la mirada de envidia de las otras muchachas que ansiosas esperaban la oportunidad de bailar con él. El muchacho se aferraba al cuerpo de María de la Paz logrando que ella sintiera la pasión que hervía en todo su ser, y así, enlazados, bailaron toda la noche mirándose a los ojos, sin que nada ni nadie existiera en rededor. Ya de madrugada, cuando terminó el baile, Cundito despidió a su adorada que junto con las otras muchachas, abordaron sus camionetas para regresar a sus pueblos, y luego, completamente sobrio y ante el azoro de sus padres, se encaminó a su casa. -Pues de ahí pa ' l real, Cundito ya no se vio por la cantina del pueblo; montado en el Sorronche, se trasladaba al rancho de María de la Paz. Por ASÍ LES GUSTA 25 las noches y entre callejones empedrados, llegaba al pie de la ventana coronada de rosas, y alumbrado únicamente por la luna, entonaba canciones de amor emotivas y sugerentes. La bella sucumbió a la pasión que se le ofrecía, hizo a un lado las cortinas vaporosas de su alcoba para que se introdujera subrepticiamente el galán, borró de un golpe las costumbres conservadoras de su pueblo y se entregó sin reservas al amor que encontraron ambos en una espléndida noche de plenilunio. Qué de cosas podrían contar las penumbras del dormitorio de María de la Paz, los deliquios, el éxtasis del amor consumado, los juramentos de fidelidad eterna, chasquidos de besos, y luego, horas después, Cundito, exhausto que no satisfecho, se despedía con la misma ternura y el mismo sigilo, Cundito saltaba de nuevo la ventana procurando no hacer ruido con sus botas de tacón, y con el alma henchida de ilusiones, iniciaba el retorno a su pueblo, haciendo que el Sorronche, trotara despacio por los caminos que lo veían ir y venir en pos del amor. Doña Florentinita lo escuchaba llegar, sin atreverse a preguntarle nada, pero con su alma de madre invadida de angustia y presentimientos. -Pasó el tiempo, pero como del cielo a la tierra no hay nada oculto, las chismosas se iban de bruces para comentar que Cundito tenía una querida .. . que era casada ... y que ¡Ay Dios mío! Esto va a terminar en tragedia, pues que los cuñados de la perversa adúltera eran sujetos peligrosos, de pelo en pecho y pistola al cinto, y que habían jurado en nombre de honor familiarrrr ... borrar del paisaje campesino, al tal Cundito. Exageraciones de mujeres sin oficio ni beneficio. -Una madrugada, todavía ebrio de amor después de visitar a María de la Paz, Cundito encontró a sus padres, esperándolo, muy sentados en su impecable lecho, pasó de su estado de enamoramiento total, a la indignación más profunda que le produjo la intromisión de sus progenitores, en su vida ahora tan intensa y pasional. Y así se los hizo saber, ante los gimoteos de Tina y la fingida energía de Don Facundo, que le exigía confesar en qué diantres de líos andaba metido. Muy orondo el muchacho admitió que amaba profundamente a María de la Paz Armijo ... hija de, ... hija de, .. . no alcanzó a dar el dato completo, porque doña Tina lo increpó: -hija de .. . hija de .. . ¡Hija de la tiznada! ¿Qué no te das cuenta, mocoso insolente, que esa mujer, casi tiene mi edad?- 26 OFELlA CASAS DE ARENAS -Cundito se creció ante el insulto dirigido a su amada, y sin amilanarse les sostuvo que nadie ni nada lograría separarlo de su amor, ni siquiera la muerte, y que ellos, a juzgar por lo que gritaban, estaban más que vivos. Y con frases perentorias de que no toleraría intromisiones de cualquier índole en su vida privada . .. los echó de la habitación. -La dicha de Cundito y María de la Paz, se vio ensombrecida por estas calamidades, pero continuaron con su romance, a esas fechas, los padres de María de la Paz, ya habían sido informados, el señor Armijo no anduvo con miramientos y a bofetadas sacó a relucir la verdad. Una María de la Paz humillada y con el cuerpo lleno de moretones, recibió la amenaza de que si ella seguía con Cundito, sería enviada con uno de sus hermanos que residía en San Luis Potosí. Al fin mujer, no soportó las habladurías y la presión de sus padres. Cerró la puerta de su corazón y también la ventana coronada de rosas por donde entraba Cundito. -¡Ah!, cuanta desolación invadió el alma del joven Cundo, dejó de ensillar al Sorronche para recorrer los senderos bañados por la luz de la luna y que lo conducían a la luna. Regresó a la cantina y entre hipos y sollozos, copas y canciones, se embriagaba hasta que su cuerpo se doblaba sobre la mesa de la piquera, tampoco le importaban los amigos, que entendiendo el drama que vivía el despechado muchacho, lo levantaban inconsciente y como un muñeco desarticulado, lo llevaban a la casa de los padres, que lo recibían profundamente conmovidos por la conducta de su hijo menor -Entre tanto, María de la Paz, a fuerza de regaños y golpes, comprendió que su amor por Cundito era imposible, por cuestión de edades, y tratando de disipar en algo su tristeza, salía con sus amigas pese a tener el alma destrozada, y asistía a fiestas y paseos luchando con todo su ser para olvidar a Cundo. -Y, al mismo tiempo que Cundito dormía las borracheras en la cantina, María de la Paz Armijo se encontró en una fiesta a un antiguo enamorado, y, decidida, se hizo acompañar por éste a todos los lugares. -En eso llegó la fiesta del Santo Patrón del pueblo, que se vio concurrido por gente de todas las rancherías aledañas. En la torre de la iglesia tañían las campanas invitando a la oración, y la voz de los pregoneros ASÍ LES GUSTA 27 invitaban a los asistentes a visitar los puestos de tacos, camitas, enchiladas, tamales de rojo, verde, tamalitos de elote. Cundito y sus eternos acompañantes, recorrieron la calle en busca de bebida y mitote. Las luces de los juegos pirotécnicos iluminaban el rostro de Cundito, que, con el pelo en desorden, contemplaba el bullicio y la alegría de la fiesta, y él, con el alma estrujada por un tormento: María de la Paz ..... la buscaba en las estrellas. -Enarbolando las botellas de licor, medio vacías y gritando estentóreamente, Cundito y su pandilla, llegaron a las puertas del baile, observando maliciosos y burlones a las parejas que danzaban, me imagino la cara de Facundito, cuando descubrió, muy amartelada, a María de la Paz con su antiguo novio, girando cadenciosamente, como la ocasión en que se conocieron y donde él perdió irremisiblemente el corazón por ella. Quizá ... hasta recobró la sobriedad de un solo golpe, Cundito siguió bromeando con sus amigos, aparentemente tranquilo: Dicen que Tomás Arredondo siempre trae fajada su pistola, que Cundito se la pidió prestada, y que Tomás se negó ... ¡vaya! Y es que a Tomás le asaltó la idea de que Cundito quisiera acabar con la vida de María de la Paz, y así siguió neceando, y Tomás negándose, hasta que al fin le dijo: Bueno, Cundo, te la presto si quieres echar vivas, pero vámonos de este jolgorio, no sea la de malas y termine en velorio. Cuentan que se alejaron a cierta distancia, pero que todavía podían escuchar la música y el alboroto que arma la gente, sólo los dos jóvenes. Tomás desenfunda y le entrega el arma a Cundito, en este mismo momento éste volteó la pistola hacía sí mismo, oprimiéndola contra su pecho, y jaló el gatillo con tanta prisa de lograr su cometido, que el cañón de la pistola resbaló un poco, el suficiente para que el proyectil en lugar de llegar al corazón, se alojara definitivamente en su columna vertebral. -Al escuchar la detonación, los que andábamos bailando, salimos apresuradamente, al acercarnos vimos a Tomás de pie y con la sorpresa más grande que pueda expresar el rostro de un hombre. Cundito yacía sobre la tierra con la camisa ensangrentada y una de las botas encima grotescamente sobre la otra. Yo no me acuerdo cómo llegó María de la Paz, pero sí de la desesperación con la que le hablaba y lo abrazaba, nos 28 OFELIA CASAS DE ARENAS costó trabajo arrancarla del lado de Cundito y cuando lo logramos, balbuceaba frases de amor, bañada en lágrimas y con su vestido de fiesta manchado con la sangre de Cundo. -Don Facundo padre, removió cielo y tierra utilizando sus influencias para que, en la ciudad de Monterrey, su hijo fuera intervenido quirúrgicamente por los mejores médicos; todo fue inútil, el muchacho, después de soportar varias operaciones, quedó muerto de la cintura a los pies. Al cabo de un tiempo, ya no sé cuanto, en medio de la curiosidad de los lugareños, vimos llegar una ambulancia, varios individuos bajaron en camilla a Cundito, y otro transportó hasta el interior de la vivienda, una flamante silla de ruedas. -Esos primeros días en que volvieron del sanatorio, la casa de Don Cundo permaneció silenciosa, no había señal alguna de que la habitaran cinco personas. Yo procuraba pasar con frecuencia y solía recargarme en una de las paredes que daban al cuarto de Doña Tina, escuchar su llanto apagado y lleno de dolor, me llenaban el alma de impotencia, de una tristeza muy grande que no he podido quitarme, ni con el paso de los años. -Los días, los meses, fueron transcurriendo, convirtiendo en algo normal hasta una tragedia como la que pesaba sobre la familia de Don Facundo Quintero, con gritos desaforados, Cundito exigía que lo sacaran en la silla a tomar el sol, y sus amigos de siempre, le rodeaban llevándole la anforita de sotol, las cervezas, el marrito de mezcal y para todo el pueblo , se hizo una costumbre saludar a un Cundito, que desde el medio día bebiendo y chacoteando con sus leales compañeros de parranda, intentaba, en vano, ocultar el sufrimiento que le causaba ver moverse a sus amigos, con la agilidad que concede la juventud .... y la salud. Mientras él jamás rompería sus cadenas físicas. -¿Y qué pasó con la muchacha ? -Pregunté. Don Chuy contestó: -Las críticas le hicieron mucho daño a la pobre, en todas partes hay seres con lengua de víbora, con respeto a las víboras que por eso son mudas ... decían, que María de la Paz era una "quedada", solterona pues, y que sedujo a Cundito provocándolo con sus encantos y malas artes. ASÍ LES GUSTA 29 La verdad es que se enamoraron. Sin entender, la familia Armijo obligó a la muchacha a irse con unos parientes a San Luis Potosí, aunque también platican que ya medio loca suplicaba que la dejaran cerca de Cundo. -¿Y que fue de Cundito? -La última fechoría que hizo, sucedió en la casa de mi madre, ella estaba dándole de comer a las gallinas con sus pollos, sacaba de su mandil los granos de maíz y los arrojaba por el aire, cuando de pronto, un estrépito nos hizo correr; la camioneta de Cundito se había metido por un extremo de nuestra barda, saltaron pedazos de adobe y tierra por todas partes, los acompañantes de Cundo el joven, trataron de bajarse de la troca diciéndole: -espérate mano, vamos por alguien que te saque de aquí-, pero él se los impidió y burlándose les gritó: -no se bajen gallinas, esto lo arreglo yo mero-, y pisando el acelerador con un palo de escoba, le sacó un respingo a la camioneta que entonces sí con toda intención, salió en estampida llevándose el otro lado de la barda. Mi madre y yo nos quedamos atarantados con plumas de ave volando sobre nuestras cabezas. -Después de eso me vine del pueblo y no he regresado nunca, me han contado que Cundito en su si lla de ruedas, sigue emborrachándose día a día, que de la cintura para arriba está bien gordo y de la cintura para abajo, está todo esmirriado. Yo comenté: -pobre, y todo por una pasión que sintió a los dieciséis años ... Sí, -dijo don Jesús-, aunque hay amores que nos dejan el alma inválida para siempre. Y se alejó. 30 OFELIA CASAS DE ARENAS EL OJO DE AGUA -No te queda de otra, Goltrán, más que cumplirle a Severianita. Estas obligado. -Tu le jincaste el problema ... ayúdala tan siquiera. -Acudimos a ti ... en primer lugar, porque tu iniciaste el lío, también porque sabemos que tienes buenos sentimientos y eres de más entendimiento que cualquiera de nosotros. Los que así hablaban, estaban sentados alrededor del coma! de barro, de la cocina de Goltrán Retana. Este, arriscándose el sombrero, se alisaba los cabellos castaños. -¿Pero qué puedo hacer?, este año la siembra fue muy mala, no hay créditos. Yo estoy viviendo de aire como Jos camaleones. Dona Severiana se secaba los lagrimones que corrían por sus rugosas mejillas. -Goltrán, ayúdame por vida tuya. Ya sacaron del hospital a Gabino y a Agustincito, que sólo estaban heridos. A Melquiades ya hasta lo sepultaron. Mi Catalina está todavía en el "descanso"; para entregármelo, tengo que pagar un permiso que me cuesta ochenta pesos, entre todos me juntaron veinte, cómo quieres que ahí Jo deje .... Goltrán se dijo para sí -allí debía de quedarse, por metiche,junto con los otros entrelucidos, yo podría haber salido del borlote por mis propios alcances-. Abrazó a doña Severianita, sintiéndola más delgada y pequeña que nunca . -Ya no llore, Severianita, veré como le hago para traerle a su hijo. El grupo de vecinos salió acompañando a la anciana que no dejaba de gimotear. Al quedarse solo, atizó la lumbre y puso a calentar un jarro de café. A los pueblos de Piedra Grande y Piedra Bola, no solamente los separaba el río de Mira valles, también sus rencillas, venganzas y asesinatos. Por este motivo nadie se atrevía a cruzar la orilla enemiga, pues se ASÍ LES GUSTA 31 hacían de palabras, de palabras pasaban a los hechos, y de los hechos al panteón, único lugar que compartían, y que en las fechas luctuosas tenía que estar el Ejército para vigilar que no se multiplicaran los entierros, las viudas y los huérfanos. El caudaloso río se abría paso por entre cordilleras y caía con tanta fuerza sobre las piedras, que había formado un hermoso estanque llamado El Ojo de Agua. Nadie podía sumergirse en las cristalinas corrientes. Ambos pueblos se adjudicaban la propiedad, y esto también era motivo de discordia. Seguro de que la poza estaría sola como siempre, Goltrán se internó por entre los pinales y los arbustos de manzanilla con el deseo de disfrutar de las esmeraldinas ondas. Sentado sobre la barbasca, sus pujidos para quitarse las botas, fueron interrumpidos por sonoros chapoteos y la voz cantarina de una muJer. Procurando no ser visto, se asomó por entre los matojos, descubriendo a Lorenza Ramos, en el centro del estanque. Pudo ver las nalgas morenas de la joven, y su larga cabellera flotando en la superficie del agua. Le arrojaba pequeñas piedrecillas que de inmediato llamaron su atención. Uno de los guijarros cayó tan cerca de ella, que alarmada, giró el cuerpo mostrando los capullos oscuros de sus pezones. Reprimiendo la risa, siguió tirándole piedritas. -¡¿Quién anda ahí!? ¿Eres tú Marcelina? ¡No juegues ! Sacando la cara por un lado del tronco, Goltrán le gritó: -¡Quiubo Lencha! ¡No te asustes ... en un momento estoy contigo, no más me encuero! -¡Des graciado! No te atrevas ... ¡Marceli naaa .. ! ¡Marceli iiina aa! ¡Aquí esta uno de Piedra Bola, y me está maloreandooo! Cómo iba a imaginarse, que mientras a él se le hacía agua la boca con la hermosa vista que ofrecía Lorenza, la chismosa de Marcelina había corrido al pueblo de Piedra Grande, alborotando a los muchachos de allí para que acudieran a defender el honor de Lorenza. 32 OFELIA CASAS DE ARENAS No pasó mucho tiempo cuando lo empezaron a balear, ni tardo ni perezoso se tiró al suelo, al mismo tiempo que de la otra orilla del estanque, sus amigos contestaban el ataque. Quedó tendido bajo el fuego cruzado, los proyectiles pegaban en las rocas y las esquirlas le caían sobre el cuerpo. Por fin, se sosegaron los caldeados ánimos al llegar la Policía Rural a calmar el zafarrancho. Goltrán se levantó alcanzando a ver a Lorenza, que morada de frío por todo el tiempo que permaneció en el agua, salía corriendo a buscar su ropa, lastimándose los pies con las piedras del cerro. ¡Ah! Si ella no fuera tan matrera. Juntos habían retozado en el estanque, arrullados por el ruido de la cascada y los trinos de las aves, pero no, se puso a gritar como loca y se armó el mitote. Tomando su café, se devanaba los sesos para encontrar el modo de sacar a Catalino del hospital. ¡Vivo o muerto ! Más bien . .. más muerto, que vivo. Dejando el jarro de café en el comal, fue a buscar a su primo Valeriana. -Valeriana, necesito tu camioneta para ir a la ciudad a sacar a Catalino por las buenas o las malas. Porque no hay dinero con que pagar el hospital. Muy de mañana abordaron la camioneta. -Valeriana, voy a entrar solo a buscar a Catalino, tu me esperas, tárdeme lo que me tarde, en la puerta trasera del hospital. Llegó con el rostro crispado por el dolor. Enjugándose el torrente de lágrimas, se acercó a la oficina donde se leía: INFORMACION. Con voz entrecortada por el llanto, pregunto: -¿Señorita, hubo una balacera cerca del pueblo de Piedra Bola, mi hermano no esta entre los heridos, dígame por favor que debo hacer para buscarlo entre los difuntos? Muy ocupada en limarse las uñas, la recepcionista indicó en tono impersonal : -Váyase derecho por el pasillo, dobla a la izquierda, pasa dos puertas blancas, sigue derecho, dobla a la derecha y donde esta un letrero que dice ANFITEATRO, pide permiso de entrar al policía. ASÍ LES GUSTA 33 A pesar de la chamarra, Goltrán sintió un frío que le calaba los huesos y el intenso olor a medicina, lo mareó. Varias planchas de cemento estaban vacías, y en otras seis, reposaban seis cadáveres, por gusto los revisó uno por uno, porque ya había advertido atado a un tobillo percudido, un pequeño letrero donde se leía: CATALINO MALDONADO W 8. -Pobre Catalino-, pensó: -Nunca fue buen mozo, menos ahora que esta de color verde amarillo, con la boca tan abierta que puedo contar los dientes que le faltan y esos ojos semicerrados que parece que me están espiando. -¡Me vale madre! Sin detenerse en hacer más reflexiones, salió al pasillo dando traspiés, y sollozando ruidosamente se aferró al cuerpo del policía. -¡Es mi hermano, señor policía, es mi hermanooo! Dejó caer el sombrero y temblando visiblemente se fue tras él, tirado y con los ojos desorbitados dejaba escapar de su boca la saliva mientras suplicaba: -Ayúdeme por favor, siento que me va a dar un ataque al corazón, llame un médico, que me muero ... .¡Me mueroo! Torciendo los ojos sacó la lengua y se quedó en el suelo en actitud flácida. S4mamente alterado, el policía corrió dando de voces: ¡Un doctor, un doctor que acaba de infartarse un pobre hombre! Goltrán, limpiándose la saliva de nuevo entró a la cámara fría, se echó sobre los hombros como un leacho el cuerpo apergatado de Catalina y salió con la rapidez que le permitía su macabra carga. A su paso encontró una camilla rodante y sin miramientos arrojó al muerto sobre ella. Empujando la camilla, corría por los pasillos buscando una salida. El copete de Catalina era impelido hacia atrás por la veloz carrera y al doblar las esquinas, la cabeza del difunto se ladeaba hacia un lado y a otro como si indicara el camino a seguir: "Por aquí sí, por allá no". 34 OFELIA CASAS DE ARE AS Providencialmente se halló ante la puerta que daba hacia el estacionamiento, sorteando los vehículos salió a la calle donde Valeriana esperaba pacientemente. A toda prisa y con grandes esfuerzos para doblar el cuerpo de Catalina, lo subieron a la camioneta poniéndole el sombrero y la chaqueta de Goltrán, alejándose precipitadamente del lugar. Ya en la carretera y excitados por haber logrado la hazaña, festejaban los sucesos con grandes carcajadas. En la modesta casa de doña Severiana, habían levantado un altar con una mesa y una banca forradas con papel de china color morado, en el centro, colocaron la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, adornado con hileras de flores de papel crepé rojo y azul. Dibujaron con cal una cruz bajo el catre donde depositaron a Catalina. Severianita abrazó el cuerpo de su hijo, lo besó en la frente y musitó: -Ya estas aquí, mijito. Se acercó una silla y sus huesudas manos recorrieron las cuentas negras del rosario. -Padre nuestro que estas en los cielos .. .. Los asistentes al velorio contestaron: -"Santificado sea tu nombre .. ." En la cocina, las mujeres preparaban jarros de atole blanco y los ofrecían con pedacitos de piloncillo. Goltrán, cansado, como si hubiese traído el cuerpo de Catalina sobre las espaldas se persignó. -Valeriana . .. yo ya cumplí. Vamos a tomar atole. ASÍ LES GUSTA 35 EL FANTASMA QUE FUMABA POR EL OMBLIGO Don Ricardo Archundia, Jefe de Cuartel del poblado de Santa Simplicia, sentía la barriga encima de su cinturón, precisamente en la hebilla, así es que bajándose del caballo y resoplando también de dolor, jaló el penco de las riendas, y las enredó en el atadero. Hizo a un lado la puerta que cerraba la cerca de madera encargada de rodear la casita de adobes con sus matojos de girasoles, blancos, lilas, amarillos. Las hacendosas manos de Doña Adelina, esposa de Don Ricardo, habían colocado en las ventanas principales, botes de láminas de diferentes tamaños pero de un solo color, con pensamientos, claveles, crisantemas y "dormilonas". Él traspuso el pasillo, quitándose el ancho sombrero al pasar por el porchecito, restregó el lodo de sus botas en el tapete de zacatón y penetró en la sala, cuyo piso de cemento estaba tan bruñido, que el reloj exagonal que adornaba una de las paredes, mandaba la imagen aliado de la mesita de centro, adornada con una carpeta de crochet finamente tejida. A cierta distancia se encontraban tres sillones tapizados de rojo con respaldos de bejuco, las cortinas de cretona verde con enormes flores color fucsia encuadraban las ventanas interiores, en la repisa esquinera de tres niveles, permanecían estáticos y mudos por ser de pasta, perritos de todos los tamaños, elefantitos colmillones, osos tocando diferentes instrumentos musicales, una bailarina de piernas rígidas y canastitas de mimbre conteniendo frutas de cristal. El hombre inclinó el cuerpo al trasponer la angosta puerta que conducía a la cocina-comedor, donde Doña Adelina, meneando además de las cazuelas, sus redondeadas caderas, lograba al caminar que las margaritas amarillas de su falda azul turquesa, subieran y bajaran en direcciones opuestas. Ella aparte de su blusa blanca, lucía una medalla de la Virgen 36 OFELLA CASAS DE ARENAS de la Soledad que se perdía en sus mórbidas curvas. El Jefe de Cuartel, sentado frente a la mesa forrada de tela ah ulada de vivos colores, se dirigió a su mujer: -Confío Adelina, que todo esté bien preparado para recibir a los señores profesores, son personas sumamente importantes de la Secretaría de Educación, y mañana presidirán los Honores a la Bandera. -Todo está listo, viejo. -Adelina, Adelina, delante de las personas, no me llames así. -¿Cómo pues ... ? Retorciéndose los bigotes, él contestó. -¿Cómo?, mira que ocurrencias ... pues Don Ricardo. La mujer replicó sin perder la calma: -Mira, la casa está rechinando de limpia, siempre lo está, lo habrás notado. El cuarto de nosotros lo ocupará la Profesora, el de Chepo tu hijo, será para los maestros. Ayer hice dos botes de tamales, tenemos chicharrones, moronga ... queso fresco y otras cosas. Pero te seguiré llamando como siempre. El que debe cuidar sus modales eres tú. Y no se te vaya a salir alguna de las palabrotas que acostumbras, y menos todavía, te pongas a contar con voz misteriosa, lo del descabezado que fuma por la barriga. -Ay Adelina, qué cosas se te ocurren, no me explico como aún crees en aparecidos y cuentos de hechicerías, a mi ... -A ti te dio un buen susto, no te hagas, si hasta anduviste varios días todo desguanzado y de color amarillo bilis. -Sí, es cierto ... concedió. Para que lo voy a negar, es como querer tapar el sol con un dedo, lo vi con estos ojos que se han de comer los gusanos, aún se me aflojan las piernas cuando me acuerdo.¿ Te lo platico otra vez? -Si quieres ... pero cuéntamelo bien, y no hagas esa voz cavernosa. -¿Te da miedo verdad? -Me da risa ... La exuberante señora decía lo anterior mientras le daba vuelta en el coma! a los chiles. ASÍ LES GUSTA 37 -¿Te acuerdas cuando los coyotes le dieron baje a las gallinas de mi compadre Pedro?¿ Y cuando se metieron los perjuiciosos animales al gallinero de Pachita y sólo quedaron las plumas?, .. de las gallinas, claro, pues se dijo que no era animal ni ser de este mundo, que el fantasma había llegado en la noche .... -No- dije -a mi no me la juegan, y decidí fajarme mi 38 especial, nomás para pegarles un susto, un buen escarmiento, y cuando pasé por la calle llena de álamos que está por la barda de la escuela . .. Adelina se dijo para su capote: -andabas de borracho, a mi no me la pegas. Don Ricardo prosiguió: -Serían las dos o tres de la mañana, y en esa calle oscura por los álamos ... que me voy topando con un descabezado ... i Adelina! ... traía la orilla del cuello, sin cabeza y chorreando sangre, caminaba lentamente .. .y se oía el ulular del viento . . .uuuuuuu .... uuuuu.uuuuuu. No se le veían los pies, bueno, como que vi que los arrastraba ... cuando manoteaba se distinguía el carboncillo rojo del cigarro, lo hacía a un lado y otro y luego se lo ponía donde va el estómago. Allí mero se prendía y apagaba la chispa y luego, ¡Ay Dios!, de la panza salían volutas de humo. -¡Por esta!- y Don Ricardo hacía la señal de la cruz. -Empecé a sudar helado, hasta la borrachera se me cortó. -¿La borrachera, por fin, andabas tras los coyotes o persiguiendo al fantasma? Sin contestar, Don Ricardo también se dijo para sus adentros : -Andaba rondando a Estrella, que estaba en la casa de Chencho, que caray, uno se cansa de comer faisán todos los días. Continúo platicando: -Yo estaba muerto de miedo. Me fui haciendo para atrás poquito a poquito, y que voy a dar a un charco, nomás saltaron las ranas, te acordarás Adelina, que llegué con el pantalón mojado ... -Mmmf. Fue todo lo que murmuró la esposa. Concentrado en su relato, no advirtió la ironía en los ojos de su mujer y siguió: -Yo estaba en el agua, con los brazos extendidos haciendo la señal de la cruz , y grité bien fuerte : 38 OFELLA CASAS DE ARENAS -¡Espíritu en pena ... alma vagabunda ... contesta ... ! ¿Eres de este mundo o del otro? Solo el ruido del aire entre las ramas, me contestó ... me encomendé a Dios y cerré los ojos. Cuando los abrí, ni señales del espíritu sin cabeza. Adelina agregó al relato: -El caso es que también a Poncho, el marido de Pachita se le apareció y también dice Poncho que le gritó: -"¿Espíritu errante, tienes alguna encomienda que hacerme? ¿Dejaste alguna relación que quieres que yo la encuentre?" Y que el aparecido soltó una escalofriante risotada, y no contento con eso, le sorrajó chica pedradota atinándole en la pura frente a Poncho, que lo dejó desmayado. Y ahí lo tienes, diabético, ojeroso, siempre sentado en el banquito que tiene a la puerta de su casa, ya no pudo trabajar, eso sí, el espanto le quitó la salud, pero no lo chismoso, sentado siempre ahí, se da cuenta de todo lo que sucede. Sea por el amor de Dios. Voces y chirridos de llantas les avisaron que los maestros habían llegado, los señores Archundia, matrimonio sencillo y de buen corazón, recibieron la comitiva con grandes muestras de afecto, y vigorosas palmadas sobre las espaldas de los visitantes. Minutos después, sentados en torno a la mesa, frente a una rebosante charola de tamales, pan recién salido del horno, y sendas tazas de chocolate, se arrebataban la palabra unos a otros, opinando sobre diversos temas. Que las lluvias se habían retrasado este año, que Don Eugenio Medina, había lanzado su candidatura para Presidente Municipal, que ojalá y ganara porque el que estaba, solo pensaba en hacer dinero para su propio provecho. Que los alumnos donde iban a verificarse los Honores a la Bandera, eran muy aventajados y de buen comportamiento. Durante toda la conversación, Don Ricardo, encandilado ante los atractivos de la profesora Dora Valles Si fuentes, la miraba a hurtadillas, admirando sus oscuros ojos, su vestido de dos piezas, (tan elegante) y las espléndidas piernas que terminaban en abullonados piececitos dentro de los lindos zapatos rojos de tacón. Disimulando ante Adelina, extremó su cordialidad con el maestro más joven, dueño de una negra y espesa cabellera. Y prestó especial atención ASÍ LES GUSTA 39 al maestro de mayor edad, alto y enjuto, con el cabello platinado, y una sombra de nostalgia en sus verdes ojos. La amena plática tuvo que ser suspendida, ante el manifiesto cansancio de los profesores, así, Adelina provista del quinqué condujo a los mentores al cuarto de Chepo, y a la profesora a la recámara matrimonial. A solas, la profesora refrescó su cara, cambió su traje de vestir por un camisón de gasa, y enlazando los moños de su bata se asomó a la ventana. La noche olía a eucaliptos y los luceros tachonaban el cielo; decidió dar un paseo antes de ir a dormir. Caminando por la alameda pensaba en levantarse temprano, a laceremonia no solo Don Ricardo asistiría, también el Presidente de la Junta de Padres de Familia, el Comisariado Ejidal, tal vez hasta el Candidato Eugenio Medina, y de seguro, el Ingeniero Luévanos encargado de la construcción de Escuelas. Repasando mentalmente las actividades que realizaría al día siguiente, se recargó en el tronco de un álamo. Una súbita aparición pasó cerca de ella. La figura espectral, sin cabeza, iluminada débilmente por la luna, se aproximaba campaneando la ropa que le quedaba holgada, de una de las mangas pendía una luciérnaga roja que prendía y apagaba dibujando elipses en la penumbra de la noche. Estaba a punto de desmayarse del terror, cuando escuchó risas que parecían brotar de un aquelarre de brujas. Se armó de valor y musitó: -Dios mío ... líbrame de los espíritus chocarreros. La profesora quiso huir, moverse; no lo logró, el fantasma pasó tan cerca que la rozó con sus exiguos brazos. En ese instante, lo escuchó decir: -Ramón, pásame las tres, tú siempre chupas más. La voz que no tenía nada que fuese de ultratumba, tuvo la virtud de volverle el movimiento de su cuerpo y recuperar los arrestos perdidos; avalanzándose furiosa le gritó: -¡Ven acá, mocoso bribón! Tomado por sorpresa, el fantasma trastabilló partiéndose por la mitad. La maestra, seguida por los revuelos de su camisón transparente se 40 OFELIA CASAS DE ARENAS aferró a lo que supuso que era una mano y lo jaló del cuello del gabán. Entre jadeos y pujidos, rodaron por tierra hechos nudo; después de un vigoroso forcejeó descubrió dos adolescentes, el que ocupaba la parte del pantalón, y el del saco encaramado en los hombros del primero: paseando por la alameda, fumaban a placer y se convertían en el pavor de los vecinos, que al ver tan espantoso espectro echaban a correr. Luchaban por desasirse, Dora por sujetarlos, mandándoles certeros coscorrones al copete. -Suéltenos, maestra, por favor. Ya repuesta del susto, los increpó: -Conque disfrazados de fantasmas, para fumar a su entero gusto, verdad?, le pediré al señor Director de su escuela que los expulse vergonzosamente. -Maestra, no sea así, piense que es nuestro último año en la escuela. Le prometemos que jamás, ni por juego, volveremos a fumar. La energía de la profesora desapareció al ver los pucheros de los fumadores. Ellos insistían: -Este año nos tocó espantar a nosotros, el otro les tocará a otros, pero si esta vez fallamos, la pasaremos muy mal con la "palomilla". La maestra Dora aflojó la presión de sus manos sobre el cuerpo del descabezado y les recomendó: -Está bien muchachos, sólo que no olviden que Don Poncho esta enfermo del susto que le pegaron. -Maestra, dice mi mamá que ni fue por el susto, que es porque es bueno de borracho. Diciendo lo anterior, el fragmentado fantasma, echó a correr no sin antes recoger las prendas que utilizaban para espantar y .. .para fumar. La maestra Dora emprendió el regreso a casa de los señores Archundia, penetró a la recámara, colocó el aldabón por dentro de la puerta, se metió al fragante y mullido lecho, y recostándose murmuró: -Descabezados a mi, ... ... fantasmas que fuman por el ombligo, ...... solo eso me faltaba . Y se durmió. ASÍ LES GUSTA 41 ASI LES GUSTA Con el cuchillo de doble filo, Efrén Quirino cortaba tiras de papel verde, blanco y rojo. Su hermano Aurelio, pegándolas con engrudo, las encadenaba una a la otra haciendo largas hileras, que Ciro, sobrino de ambos, asegurándolas con clavos las colgaba de lo alto del salón. Los tres, altos y bien parecidos, acudieron a la invitación que les hizo un grupo de entusiastas vecinos, para colaborar en el aseo y arreglo de la escuela que sería inaugurada ese mismo día. Contagiados por la alegre actividad, se recomendaban: -Esa cadena más larga para que luzca. -Doña Cata, présteme la escoba, porque aquí quedó mucho papel de desperdicio. -El pizarrón no tan alto, no lo van a alcanzar los niños. Con gran alboroto recibieron a Miguelito, encargado del sonido. El jovencito se apresuró a colocar el tocadiscos y las bocinas en los lugares donde se escuchara mejor. Sacaba los discos de la caja de cartón y sobándolos con un pedazo de franela roja, los ponía a girar, llenando de notas musicales los espacios de la escuela y los cerros de alrededor. La segunda melodía no terminaba, cuando inesperadamente entraron al salón, Angel, Saturnino y Rigoberto Reyes, sujetos de pésima catadura, borrachones y jactanciosos, apuntando con sus pistolas a los hermanos Quirino. Espantados, los que momentos antes se ocupaban en adornar el salón, se replegaron hacia los rincones. Rigoberto, sonando las espuelas, se adelantó a donde estaba Aurelio, a quemarropa le disparó al corazón y Aurelio cayó junto con las cadenillas de papel sin emitir un gemido, El pánico y la confusión se apoderaron sobre todo de las mujeres, que chillando aterrorizadas, soltaban las escobas y las cubetas para empujar a los hijos contra la pared, intentando protegerlos de la balacera, 42 OFELIA CASAS DE ARENAS otro de los individuos le disparó varias veces a Efrén, que soltando el cuchillo, se llevó las manos al abdomen cubriéndoselas inmediatamente de sangre. Brincando de la escalera, Ciro corrió a prestarle ayuda a su tío Aurelio, lo detuvo el impacto que recibió en el brazo, y otro en la espalda que lo mandó por el piso. Rigoberto Reyes , apartaba las bancas escolares a puntapiés, y acercándosele a Ciro le puso la pistola en la cabeza, el muchacho todavía consciente, trató de esquivar la bala encogiendo el cuerpo. De soslayo y limpiamente, el tiro le vació el ojo. Atrapado en el centro del zafarrancho, Miguel sostenía en una mano un disco, y en la otra el micrófono, asustado y sin saber como ponerse a salvo, recibió un tiro en la rodilla que lo hizo trastabillar, otro proyectil le pegó en la mitad de la frente. Desesperado, Efrén se apoderó del cuchillo con el que estaba cortando papelillos de colores, y arrojándose sobre Rigoberto le dividió la cintura de lado a lado, de un solo tajo. Los niños, con jaloneos luchaban por librarse de las faldas de sus progenitoras, impelidos por la curiosidad y el azoro, los hombres forcejeaban para salvarlos sacándolos por la ventana. En medio de los fogonazos y los gritos histéricos de las señoras, Efrén se escabulló encaminándose al sendero sombreado por frondosos árboles, arrastrándose y a punto de desmayarse, se introdujo en el hueco de un enorme encino. Desde allí escuchaba las voces enardecidas de sus victimarios, sus maldiciones al no encontrarlo, y por fin, el sonido que producían los cascos de sus cabalgaduras alejándose a toda prisa. En cuclillas y con la cabeza pegada a sus rodillas, sentía que la sangre le empapaba los calzones y el pantalón de mezclilla. Lo angustiaron pasos cautelosos pisando la hojarasca; supuso que lo habían descubierto y que lo rematarían como a un pobre conejo. Deseó morir antes de que lo encontraran y perdió el conocimiento. Despertó sobre una cama de tablas con el vientre al descubierto. En la semipenumbra del cuarto vio a Dona Encarnación que con trapos limpios y agua caliente, le restregaba la sangre. ASÍ LES GUSTA 43 -Dona Chonita ... -pudo balbucir -.. mataron a mi hermano y a Ciro. -Cállate mijo, no gastes tus fuerzas, mataron a Aurelio y a Miguel que ni la debía ni la temía. Ciro está muy mal herido, y si salva el pellejo, quedará tuerto. Tan joven y guapo, ¡Válgame Dios! Arriesgándome a que me tocara una bala por metiche, me asomé a la ventana, vi cuando te escondiste en el árbol, mi hijo Fortino y yo esperamos a que se sosegara el tiroteo y luego te fuimos a traer. La anciana, macerando un manojo de yerbas curativas, las colocaba sobre la herida de Efrén, provocando sus quejidos. -Aguántate, te lo tienes merecido, solo a ustedes se les ocurrió venir desarmados a este mitote, bien que sabían que los Reyes andaban por estos rumbos cometiendo toda clase de tropelías. Duérmete Efrén, esperaremos a que te sientas mejor y te llevaremos a tu casa. Las altas cordilleras que rodeaban la meseta donde vivían los Quirino, fueron testigos de su lenta recuperación . No podía resignarse a la ausencia definitiva de Aurelio. Lo extrañaba. Su hermano era alegre, dicharachero, siempre con la sonrisa a flor de labios. Tan bailador. .. jamás volverían a salir juntos a la cacería de venados, guajolotes silvestres. Jamá s. Pasó el tiempo dejando en el alma de Efrén una intensa melancolía. Con el antojo de echarse unas copas, abordó su camioneta Chevrolet dirigiéndose al pueblo El Madroño, donde llegó cuando el sol era un punto rojo en el horizonte. Estacionando el vehículo se metió a la cantina Sharda's, recargado en la barra pidió un vaso de aguardiente. Mirando el licor sin beberlo, recordó la última vez que habían estado allí. ¡La parranda que pescaron! Por el espejo que tenía enfrente, vio llegar a un hombre fornido de pantalón gris, chamarra de cuero negra con cuello de piel de borrego. El individuo con pura facha de judicial, se acomodó a un lado de Efrén y pidió una cerveza, meti ó la mano al bolsillo de su pantalón y sacó la cartera, al tiempo que con el codo movía la copa de Efrén derramándola sobre la cubierta de madera. Efrén volteó a mirarlo encontrándose con 44 OFEL!A CASAS DE ARENAS unos ojos verde claro, sin esperar a que le pidieran disculpas, le dijo en tono cordial: -No hay cuidado. Retornando a sus cavilaciones, pidió otra copa que apuró de un trago. Su compañero de barra, hosco y sin pronunciar palabra aprovechaba todos los pretextos para empujar o pisar a Efrén, que sorprendido, quería creer que el tipo era torpe de movimientos. Entonado y más tranquilo, Efrén sintió la urgencia de orinar, y se metió al mingitorio de la taberna, donde permaneció varios minutos viéndose en el espejito tratando de domeñar sus greñas con el sombrero. Escupió y ajustándose el cinturón regresó a la barra. Se disponía a beber de su copa cuando tropezó con el pié que deliberadamente interpuso el individuo a su paso. Efrén se vio obligado a apoyarse en una de las mesas para no caer. Furioso iba a reclamarle, pero el sujeto se entretenía en admirar un cartelón con la imagen de una hermosa mujer, desnuda y recostada voluptuosamente sobre un diván rojo. Optó por no dar importancia a la zancadilla, con la mejor intención de retirarse lo más pronto de un posible problema. En esos momentos sintió un líquido caliente que le mojaba la rodilla escurriéndole dentro de la bota, se hizo varios pasos atrás alcanzando a ver al enchamarrado que se abrochaba la bragueta. -¡¿Pues que jijos traes, desgraciado!? El individuo lo encañonaba con una pistola escuadra, al mismo tiempo que extraía de un bolsillo interior, un rollo de billetes que no le cabían en la mano y contestó: -Vengo a matarte Quirino, toda esta lana me la han pagado para que te despache al otro mundo, y me darán la otra mitad, cuando te estén en terrando. -Pero qué diablos dices ... ¡yo ni te conozco! -Ni falta que hace, pero como a mi no me gusta agarrarlos chagüis como te agarraron a ti y a tus parientes en la escuela de Los Arrayanes, te doy chance, ¡si traes arma ... sácala! ASÍ LES GUSTA 45 -La tengo en la camioneta-Ve por ella. Efrén salió desconcertado. No tenía duda alguna de que el fulano entendía de armas, lo evidenció la manera en que empuñaba la pistola. Se le amontonaban las ideas, el hombre no podía con la pinta de judicial que tenía. ¿Quién le pagaría y por qué? ¿Y si se pelaba al monte antes de echarse un compromiso? Pues no. El infeliz iba a desquitar la paga de cualquier modo. Abrió la camioneta y de la guantera sacó su revólver 38. Desconsolado, comprobó que en la granada solo había tres tiros. No le quedaba otra alternativa más que afrontar el trago amargo. Decidido se dirigió a la cantina, haciendo a un lado las puertas abatibles, entró accionado el gatillo, pegándole en una mano, le botó el arma. El segundo balazo se lo atinó arriba de la tetilla derecha. El tipo se fue deslizando hasta el piso donde Efrén llegó de cuatro zancadas. -¿Quién te hizo el encarguito? No obtuvo respuesta, pero jamás olvidaría la mirada del que yacía a sus pies, sin señales de miedo, y lo miraba fijamente como si lo hiciera de los dinteles de la eternidad. En esos ojos no había rencor ni la mínima intención de pedir perdón. Se estaba despidiendo de la vida, tal vez de lo que amaba o de lo que odiaba. Sabía que tenía que morir y Efrén sabía que tenía que matarlo. Levantó la 38 y le disparó entre ceja y ceja. Sin pensarlo mucho, hurgó en la chamarra del muerto sacando el fajo de billetes ante la expectación de los pocos parroquianos a quienes les gritó: -¡Este dinero se lo pagaron para que me matara, como no lo desquitó, y yo si, ahora es mío! Retrocediendo, se fue guardando el dinero en los bolsillos, apuntando a un lado y otro con la pistola. Otra vez se refugió en las montañas, en lo más intrincado de la serranía, huyendo por entre los montes y las cañadas. No podía olvidar a su hermano Aurelio, y sus pesadillas eran unos ojos verdes reflejando la muerte. 46 OFELIA CASAS DE ARENAS Huyendo de sus recuerdos se fue a Veracruz, estableciéndose en un pueblito a la orilla del mar. Hábil jinete y excelente tirador, hombre de montañas ... se dedicó a la compra y venta de camarón. Finalmente, la suerte le sonreía, se hizo de dinero y resolvió enviar por su familia. Después de varios años, había encontrado la tranquilidad en un lugar donde nadie conocía su pasado. No obstante la paz y bonanza de que disfrutaba, no le eran suficientes para borrar la nostalgia que lo oprimía estando lejos de su tierra, de las barrancas y las extensas llanuras. Se comunicó con un joven ingeniero, con quién le unía una amistad plena de confianza. Los amigos se reunieron a la orilla del mar bajo la sombra de una palapa. -Ingeniero ... dígame como andan las cosas por mi rancho. Fue lo primero que preguntó después de saludarse. -Despreocúpese Don Efrén, ni quién se acuerde de lo que pasó en el Sharda 's. -Se me retuercen las tripas nomás de acordarme, que en el Sharda's me agarraron con sólo tres tiros en mi pistola, y en Los Arrayanes ... desarmado, ya ni la .. . ! Era usted, o el otro; para todos quedó bien claro que usted actúo en defensa propia. Efrén gargareaba la cerveza llevándose a la boca charales secos remojados en limón. Midiendo al Ingeniero de pies a cabeza, le preguntó: -¿Usted se atrevería a llevarme al rancho? -Diga cuando. El aludido contestó con firmeza y agregó: -¿ Ya sabe que fin tuvieron Angel y Saturnino Reyes? -No. -Ahí tiene usted que en Los Carrizos, en unas carreras de caballos, estaban esos dos, apostando a un tordillo. Pues que llega Ricardo Soto, el hijo de Eutimio Soto, al que madrugaron los Reyes . .. Efrén se esforzaba por recordar a Eutimio Soto. -No Ingeniero, no me acuerdo de él. ASÍ LES GUSTA 47 -Como no, Don Efrén, lo mataron precisamente en una propiedad de usted. -¿El que amaneció con tres tiros en la panza a un lado del jaguey y me lo achacaron? -Ese mero. Pues Ricardo, el hijo, es gente de bien, estimado por todo mundo, muy joven y simpático, dicen que llegó a pié, muy sereno y que metiéndose en medio de la concurrencia, gritó pistola en mano: -¡Háganse a un lado los que no tengan vela en este entierro, yo busco a Angel y a Saturnino Reyes! En menos que canta un gallo, todos se hicieron a un lado de las trancas del partidero, dejando solos a los Reyes y a Ricardo. -¡Aquí se van a morir, desgraciados!- Dicen que les gritó. Estos se pusieron verdes de miedo y tartamudeando pidieron explicaciones: -¿Pues qué traes Ricardo? nosotros no queremos líos contigo, ni te debemos nada. -¿Que no me deben nada, y la vida de mi padre Eutimio Soto, no es nada? Desde el principio negaron todo, y poniéndose de rodillas con los brazos en cruz, le rogaban a Ricardo piedad. -No nos mates Ricardo, por tu madrecita santa, piensa en lo que vas a hacer, no te eches un compromiso. Y que Ricardo, ciego de coraje, les repetía: -¡Se van a morir, perros del mal, recen sus oraciones, que de todos modos se van a ir derechito al infierno! Platican que Angel, aferrado a los pantalones de Ricardo, le suplicaba: -¡Por lo que más quieras, no nos mates, por el ánima de Don Eutimio, perdónanos, por caridad, ¿no ves que estamos desarmados?! Y que Ricardo, inflexible y hasta sonriendo le dijo: ¡Así les gusta a ustedes! Al que estaba pepenado de sus pantalones, le sorrajó un tiro en la cabeza, con eso tuvo el cristiano. Al que quedaba .. . le vació la carga de su pistola automática. 48 OFELIA CASAS DE ARENAS Absorto en contemplar las olas que reventaban sus espumas en la arena de la playa, Efrén murmuró casi para sí mismo: -Se los echó al pico ... Extendiendo el brazo para alcanzar la salsa picante, el Ingeniero Tomás Arellano, enfatizó: -¡A los dos! 49 ASÍ LES GUSTA PUROS CUENTOS Las ideas le martilleaban la cabeza. Su mente era un caos. Lo sucedido era absurdo ... increíble. Solo un desquiciado podría enamorarse de una mujer que había nacidoen ... 1845. Todo comenzó el día que abordó su carro, comprobó que tenía gasolina, revisó los neumáticos, acomodó la maleta con cambios de ropa y el voluminoso portafolio lleno de documentos que lo inclinaban a odiar la burocracia que como pulpo invadía el país, obstaculizando las actividades importantes. La mañana estaba fría y oscura, los faros del auto y los últimos rayos de la luna matizaban los árboles verde cenizo, convirtiéndolos en antorchas fosforescentes a un lado y otro de la carretera, La luz matinal, lo encontró en el poblado de San Bartolito; una que otra mujer con el rostro cubierto con chales, cruzaba la plazoleta de baldosas grises, presurosas por acatar el insistente llamado del tan-tan de la iglesia del lugar. La carnicería de Don Froylán, era el único comercio que tenía las puertas abiertas de par en par. El dueño, con su delantal manchado de sangre reseca, removía con una larga pala de madera, las doradas camitas que dentro del perol prieto de hollín, despedían aromas apetitosos. Prefirió esperar a que la fonda" El Atorón" iniciara labores, no pasó mucho tiempo antes de que el profesor Vinicio Solís, estuviese sentado frente a una taza de café, tacos de barbacoa y empanadas de chilacayote dulce. Reconfortado, prosiguió su camino. Después de varias horas de manejar siempre en línea recta, se desvió a la derecha y durante ocho kilómetros, atravesó el bajío repleto de ásperas flores amarillas, más altas que las milpas y los sembradíos de frijol y papa. Bandadas de garzas blancas volaban en el cielo, reflejándose fugazmente en la laguna del Francisquillo. 50 OFELIA CASAS DE ARENAS Llegó al pueblito ubicado al pié de la cordillera exactamente cuando los niños de la escuela elevaban sus voces al cielo, al mismo tiempo la Bandera que se desplegó en la luminosa mañana. El profesor, revisó la rutina escolar que marcan los programas educativos y quedó satisfecho. Nuevamente se puso en marcha meditando en el empeño de los maestros por llevar a los niños conocimientos necesarios para luchar y superarse en la vida, y en que tantos afanes en ocasiones se ven obstaculizados por tanto papeleo inútil, que al final nadie lee, dejando la práctica olvidada ante tanta teoría. Resignado suspiró y decidió seguir cumpliendo con su deber. Se daba cuenta que sus visitas provocaban inquietud entre el profesorado, y los alumnos, ante el temor de que el maestro visitador encontrara sólo los errores en vez de llevar soluciones a sus problemas. Había pasado más de medio día , el maestro Vinicio inició el recorrido de regreso. Fatigado y con el traje ajado, resolvió hacer un alto en el pueblo La Perseverancia, disfrutaría allí del hermoso paisaje de las huertas en plena floración. Además tomaría un buen vaso de vino. En contraesquina de la iglesia del lugar se encontraba el restaurante La Chacha, cuya dueña era doña Altagracia, una mujer plana de todas las partes de su cuerpo, exceptuando la nariz. Poseedora de un aspecto de extrema limpieza garantizaba el buen servicio de la cocina. Con pasos cortos, una libreta y medio lápiz en la mano, la señora saludó y preguntó : -Buenas tardes maestro, ¿Qué le servimos? -Buenas tardes Doña Gracia, no vamos a batallar, sírvame usted por favor, la comida del día, pero antes tráigame un vasito de vino de membrillo. Al regresar de asearse las manos, encontró el vino, un platón con yescas de chicharrón, aguacates adornados con cilantro y salsa verde. No terminaba de saborear su vino, cuando ya tenía sobre el blanco mantel a cuadros, orlado de espiguilla, un plato hondo con cocido tan suave como las legumbres que lo acompañaban. Con el cuchillo le sacó el ASÍ LES GUSTA 51 "tuétano" y lo untó en una tortilla calientita, aderezándola con salsa martajada en molcajete. No dejó nada del humeante plato de arroz entreverado de camarones secos, siguieron frijolitos refritos en manteca de puerco y por último cajeta bañada de nata fresca. Pidió la cuenta, y dos botellas de vino de membrillo, dos de manzana, un kilo de higos rellenos de nueces y una botella de aguardiente. Dentro de su cochecito y antes de encender la marcha, destapó la botella del vino fuerte y sorbió grandes tragos. -Para que no me haga daño la comida. Se dijo. Relajado, se aflojó el nudo de la corbata, el cinturón y quitándose el saco lo puso en el asiento de atrás. La planicie parecía escaparse por el horizonte, siendo detenida únicamente por las montañas. El sol calaba, la arboleda y los matorrales dormían la siesta , hasta los pajarillos con las alitas gachas se escondía n en el ramaje esperando que refrescara la tarde. Vinicio, controlando el volante, con la mano izquierda trataba de encender el radio. Olvidó el ademán al advertir a cierta distancia, una silueta femenina , a juzgar por el vestido blanco que ondeaba sin que hiciera el más mínimo de viento. Inexplicablemente se acortó la distancia que los separaba, como ella caminaba a la orilla de la carretera, pasó cerca de ésta, deslumbrado por la belleza de la joven. Su abundante cabellera le caía por la espalda hasta llegarle a la ci ntura, caminaba tan li gera, que él tuvo la sensación de que se deslizaba .. Vinicio se perdió en el hechizo de aquellos ojos negros y ella lo miró tan intensamente que sintió que caía a un abismo. La mujer siguió caminando, bella y lejana. El profesor pensó que por esos románticos parajes, los enamorados paseaban buscando la so ledad para acariciarse, tal vez ella se disgustó, quizá alguien la venía siguiendo, y el no estaba en condiciones de buscarse complicaciones. Sin mirarla, hundió el pié en el acelerador, y en pocos instantes, la blanca figura se fue quedando en el camino, lo que si lo extrañó aún más, es que ya no la vio por el espejo retrovisor del carro. 52 OFELIA CASAS DE ARENAS La noche llenó de sombras el paisaje, Vinicio, impresionado por la belleza de la joven solitaria, se bebió gran parte del aguardiente con el deseo de recobrar la serenidad. Continuando su camino, la volvió a ver, iba justo a un lado de la ventanilla del coche, el muchacho creyó que alucinaba o que ya iba ebrio, se aferró al volante con ambas manos y tomó una curva con toda la velocidad de su pequeño carro, ella seguía caminando a un lado del coche envuelta en velos, con los cabellos endrinos danzándole en la espalda. Queriendo huir de la extraña visión, Vinicio volvió a pisar el acelerador dejándola atrás y sin atreverse a volver la vista. Temblaba, estaba seguro de que era algo sobrenatural. -Estoy cerca de la ciudad, me daré un baño, me pondré ropa limpia y olvidaré la hermosa dama que transita sola por la orilla de la carretera. Se alarmó al sentir que la llanta delantera iba floja. Y mirando con recelo hacia un lado y otro de la cinta asfáltica se bajó a verificar. Con verdadero alivio comprobó que las llantas estaban en perfectas condiciones, se disponía a situarse en el asiento del carro, cuando distinguió abajo, en el río, la blanca desconocida deslizándose entre las ondas de la corriente. El joven quedó inmóvil, la contemplaba a la luz de la luna con el ropaje pegado al cuerpo y la cabellera desparramada sobre la superficie del agua. Hipnotizado seguía los suaves giros de la mujer jugueteando en el agua. Sin lograr sobreponerse al miedo, trató de huir, ella emergió del agua, subió la corta ladera sin dejar de mirarlo, y al llegar junto a él lo besó. En ese instante, él supo que el beso venía de la eternidad y que lo había dejado sin alma. Apoderándose de su pasado, de su presente, y le quitaba, para siempre, su futuro . La apartó suavemente al percatarse que la blanca dama no tocaba el suelo, que flotaba sobre la hierba, cuando momentos antes, sumergida en el río su alba vestidura mojada, ahora estaba seca. ASÍ LES GUSTA 53 Fue ella la que siguió adelante, Vinicio se metió al carro tratando de darle alcance. Fueron inútiles sus esfuerzos, cuando creía que estaba cerca de ella, la volvía a ver lejos, distinguiéndola solamente por el vestido blanco. Llegando al poblado de Santa Cecilia, alcanzó a verla entrar a un edificio de canteras oscuras. Bajó del carro resuelto a enterarse si había sufrido una alucinación, o todo era producto de su borrachera. Se detuvo frente a un alto portón. Un ensombrerado enredado en un sarape, hizo a un lado el jarro de café que estaba bebiendo, y extrañado por la hora que era, le preguntó: -¿Se le ofrece algo al patroncito? Vinicio, con voz entrecortada, le dijo: -Acaba de entrar por esa puerta, una joven de vestido blanco.- No preguntó, aseguró. -Uuuhhh ... , el mismo cuento de siempre, que un alma en pena vestida de blanco, que sale en noche de luna llena. La mera verdad patrón, yo nunca he visto nada. -No es alma en pena, la encontré varias veces por la carretera, la vi nadando en el río de Los Sauzales, déjeme pasar, por favor. -Venga usted por la mañana señor, abrimos a las siete. El velador platicaba a quién lo quería escuchar: -Ese muchacho, empezó a venir a diario, siempre taciturno, callado .. a veces hasta lloraba; se sentaba en la puerta por horas, con la ropa desordenada y sucia, y si alguien le preguntaba a qué venia, respondía: -Espero a Clemencia. -Se ponía en cuclillas mostrando sus tobillos percudidos por la ausencia del agua y del jabón. Yo lo convidaba de mis gordas, y en las noches, si lo encontraba, lo acercaba a la fogata . -Un día que no vine -dijo el velador-lo encontraron muerto, más duro que las chanclas que traía, estaba abrazado a una tumba donde se leía: "Clemencia, ángel de amor, te fuiste a morar al reino del Seíior. 1845 - 1865" Dicen .. .diceeen, que en las noches de plenilunio, la pareja se pasea por las alamedas de este panteón, que en esa banca que esta junto al 54 OFELIA CASAS DE ARE:\AS sauce llorón, se sientan con las manos entrelazadas, besándose tiernamente. Hay otros que hasta cuentan que han escuchado sus palabras de amor. -La verdad, yo nunca he visto ni escuchado nada. -Esos son puros cuentos. ASÍ LES GU STA 55 EL COLCHON La adolescencia dejó a Jacinto Mireles, hermoso y fuerte como un sable. Nació y vivió en una pequeña ranchería de casas de adobe rojo, rodeadas de lomas, colinas y montañas que en eterna persecución una de las otras, se matizaban de azul cuando el sol se escondía entre las nubes. El lucero de la madrugada alertaba al gallo que con su ríspido canto, despertaba a los moradores del lugar avisándoles que era la hora de iniciar la jornada. La mañana se iluminaba llenándose de sonidos. Voces enérgicas, mugidos de vacas, ladridos y escandalosos cacareos. El muchacho, vestido de manta que únicamente los domingos estaba limpia y planchada, se ponía los guaraches y la guaripa, uniéndose al afán de todos. Sobre el banquillo de madera mientras jaloneaba las ubres de las vacas, echaba a volar la vista y la imaginación sobre los cerros azules coronados de brumas. Estaba seguro que existía otra vida llena de música más allá del horizonte. -¡Chinnn ...tooo! -El reclamo de la madre lo sacó abruptamente de sus fantasías. -Jacinto ... mamá .. .Jacinto. Cuando me gritan chinnn ...y se tardan en completar mi nombre, parece que me van a decir una mala razón. -Da lo mismo, pero no que se te derrame la leche del balde. El tiempo transcurría igual. Siempre trabajo, y frijoles por la mañana, al medio día, sólo en la cena en vez de atole de masa le servían un jarro de yerbaníz. Si pedía leche, le contestaba que era para el "entriego", luego, ¿con qué pagaban la pastura para los animales? 56 OFELIA CASAS DE ARENAS La rutina se interrumpía solo una vez al año. En la Celebración de la Candelaria, pues venían de otros pueblos y ranchos, familias enteras con avíos y alimentos para pasar los tres días que duraba la fiesta. Y en la tlazolera, espaciosa y fresca se colocaban antorchas para alumbrar el improvisado salón de baile. A las mujeres, les atraía el muchacho de cuerpo armonioso y ojos orlados de sedosas pestañas. Él, permanecía indiferente y en ocasiones cohibido ante las dulces miradas femeninas . Pues sentía que le hervía la sangre, al adivinar, bajo los burdos pantalones, los muslos fuertes y las recias espaldas de los hombres. Una noche de luna llena, acuciado por las urgencias de su cuerpo que aún no entendía, saliendo de su vivienda bajó por la pequeña cuesta que conducía al jaguey. Encontró, envuelto en una gruesa cobija, y con el ancho sombrero echado un poco sobre los ojos, a Liborio Armenta. Le apodaban El Barrancas y todos sabían que era peligroso y de pocas pulgas. El joven, tímido, hizo el intento de regresar al jacal, cuando un grito lo detuvo . -¡Epa! Jacinto, no te vayas, ven a fumar un cigarrito Alas conmigo. Permanecieron en silencio observando las espirales grises de los cigarros que se integraban a la noche, al cabo de un buen rato, Liborio dijo: -No te vi la última noche de la Candela. -No me gusta tomar .. . ni bailar. -Pues bailas muy bien. -Las veces que he ido, la gente se ríe de mi, y no se porqué. Yo no doy lugar. -Mándalos al diablo, que te andas apurando. Callados continuaron fumando, hasta que El Barrancas se despidió, lanzando al charco, la colilla del cigarro, que rezongó levemente. Jacinto volvió a su casa y la noche se convirtió en una sucesión de sueños febriles donde aparecía Liborio y sus ardientes ojos negros . ASÍ LES GUSTA 57 Se volvieron a ver en una charreada, sin preocuparse de quién lo oyera, Armenta le gritó: -¡Nos vemos hoy por la noche en eljaguey! La tarde pasó con terca lentitud. Al aparecer los primeros luceros, Jacinto, moviendo el cuerpo cadenciosamente, descendió por la ladera para llegar al charco verde. Desesperaba de no ver llegar a Liborio. El relinchar de un caballo terminó con su ansiedad. El jinete, rodeando el fuste con la reata y todavía con un pié en el estribo, saludó : -Quiubo. -Quiubo. Liborio le pasó la cajetilla de cigarros Alas acomodándose sobre las piedras que estaban a la orilla del jaguey. El humo del tabaco quemado subía al cielo, donde ya estaba Jacinto contemplando al Barrancas. Se les hizo costumbre encontrarse por las noches, y Jacinto reía de buena gana con todas las anécdotas que le contaba Liborio. Inquieto, el muchacho preguntaba: -¿No te perjudica que se den cuenta en el rancho, que somos amigos? -Claro que no. -Ayer, las mujeres estaban lavando ropa en el arroyo, allí, Doña Albina Velázquez comentó que tú y yo platicamos todas las noches. -A Doña Albina, la conocemos todos por chismosa, mueve tanto su lengua de víbora, que si así tallara el metate, ya había hecho tortillas para el pueblo entero. Tú, Jacinto, solo debes ver y callar, y si no es para decir algo bueno de la gente, ni hables. Otra recomendación, no te enredes con las casadas. -A poco tu sí. .. -A poco no. Y me han dejado puras muinas. En cierta ocasión por tantito nos agarra el marido en la maroma. Con la prisa con que salí corriendo, no alcancé a ponerme los calzones, y así llegué a la cantina de Jeremías sin fijarme que la bragueta de mi pantalón no tenía botones, ya me andaba con la raza, se burlaron de mi hasta que se hartaron. 58 OFELLA CASAS DE ARE:'IAS -¿Y el marido? -Sospechaba de todo mundo, menos de mí, al poco tiempo supe que lo mataron cerca de Pípila de Chinagallo -¿Por culpa de Doña Albina? -Yo nunca te dije que por Albina. Tirados sobre el suelo pedregoso contemplaban el cielo tachonado de estrellas, de pronto, Liborio preguntó : -¿Conoces las flores que se llaman jacinto, como tú? ....... No quiero ofenderte Jacinto, pero pienso que tienes cuerpo de hombre .... con alma de mujer. ¿Es una buena mezcla, no crees? -No sé, mi mamá me regaña porque dice que finjo la voz, y mi papá me da buenas cuereadas para que camine derecho. Las muchachas del rancho me invitan a que vaya a verlas por la noche, cuando me niego, me hacen burla diciéndome que me van a prestar sus aretes y sus enaguas. Los muchachos de plano me gritan ¡joto jijo de la tiznada! ¿Lo soy? -Eres diferente de los demás, eso es todo. Los que te insultan tienen estiércol en vez de sesos. Lo bueno es que tú comprendas cómo eres y quién eres, que te respetes a ti mismo y que te quieras. -¿Ami...? -Primero que a nadie, luego a los demás y a todo lo demás -¿Aunque no me quiera nadie? -Ese es el chiste. -Yo te quiero a ti. El Barrancas sonrió y aclaró: -Estás muy muchacho para que sepas a quien quieres. No comas ansias, eres guapo y muy buena persona, siempre habrá quien te ame. Pero ponte muy abusado, ser humilde o ser dejado, son dos cosas diferentes. Nunca vayas a permitir que te ningunién. Indicando que así sería con un movimiento afirmativo de la cabeza preguntó: -¿ Porqué te dicen Barrancas? -Porque ando de barranco en barranco, de pueblo en pueblo .. .. . de fracaso en fracaso. -¿Haciendo? ASÍ LES GUSTA 59 -Apostando a los gallos, en las carreras de caballos, además soy muy bueno con las barajas Mirando largamente al muchacho, agregó en tono suave. -Desde ahorita te digo Jacinto . ... , a mi me gustan mucho las viejas, no lleno de ellas. Como si no hubiese escuchado la explicación preguntó: -¿Es cierto que en Mesa de Tambores, armaste bronca? -Sí. -¿Qué pasó?, cuéntame. -Yo tuve la culpa. Sucede que no aguanto a la gente déspota que cree saberlo todo y te ve chiquito y orejón, y porque te ven indulgente y acomedido, piensan que eres un pobre pendejo. Me quisieron sobajar y como yo soy muy rezongón se hizo el pleito y yo salí en medio de la balacera dejándoles dos muertitos. Titubeó un poco cuando lo abrazó: -... Mmm ... me eché unas enemistades y tengo que estar lejos un tiempecito, pero no olvides, eso si, que soy tu amigo El Barrancas. Con el vigor de su juventud, Jacinto se resignó a perder su ilusión, aceptándose como era y lo que sentía. Guardó en una bolsa de ixtle. un poco de ropa, sus guaraches nuevos, y estrenando sombrero, cruzó las montañas verdiazules en dirección totalmente opuesta al rumbo que tomó El Barrancas. La ciudad lo aturdió llenándolo de sorpresa y miedo. Luego de pasar varios días sin comer y de dormir en las calles, su ángel guardián lo condujo al lugar donde solicitaban un mozo. El impresor, tan borrachín como magnánimo, le permitió dormir en un rincón. A fuerza de manejar constantemente las linotipias aprendió las letras. Avidamente leía todo lo que caía en sus manos, invitaciones, tarjetas de presentación, artículos de política, recetas de cocina y anuncios tan interesantes como: Academia de danza folklórica "EL SOL AZTECA». Se inscribió y asistió a los ensayos todo el tiempo que tuvo libre, su constancia le rindió frutos, pronto ya integraba grupos selectos y en poco tiempo se convirtió en bailarín estrella. 60 OFELIA CASAS DE ARENAS Lucía con gallardía el traje de charro, llevando a los escenarios más lejanos, los paisajes y la música de los mariachis de Jalisco. Por primera vez, auditorios extranjeros, admiraron el hermoso Estado de Yucatán, viendo bailar a Jacinto Mireles "las jaranas". Su bella figura, portaba como nadie, el atuendo norteño, ejecutando los vigorosos pasos de polkas y chotises, al estilo de Durango, Nuevo León, y Chihuahua. Los años que pasaron solo avivaron la nostalgia que sentía por su pueblo y los recuerdos amorosos de su primera pasión insatisfecha. Acumulando éxitos y dinero, y visitado por sus alegres compañeros de baile, se instaló en Nueva York en la 5". Avenida. Solía pasear a orillas del Río Hudson de corrientes heladas, que lo hacían suspirar por los parajes de su pueblito con sus arroyos de aguas tan claras que se podían ver las ambarinas piedrecillas del fondo. Esa noche sin conciliar el sueño, enfundado en su elegante bata de satén, salió a la terraza desde donde se miraban las calles con sus ríos de luces. Al levantar su vaso con whisky, sintió un intolerable dolor en el brazo izquierdo, sudando helado logró llegar arrastrándose, hasta su cuarto y allí se desplomó. No le importó .. . abandonar su propio cuerpo, patéticamente orinado y atravesado en la cama. Renovado y feliz, se encontró corriendo por entre los cerros de su tierra, y rodeando las nopaleras y los gatuños, llegar al jaguey. Lo esperaba, muy pálido y sonriente, Liborio Armenta. Con la misma algarabía que tenían sus amigos al asistir a sus fiestas ... llegaron a su funeral. Descolgaron los cortinajes, cargaron con las lámparas de bronce, los cuadros de pintores famosos, los muebles, incluyendo la hermosa recámara de raíz de olmo, haciendo a un lado el pesado colchón de brocado verde, que fue a parar a los tiraderos de la gran ciudad, donde se reunían los parias, los desposeídos de la fortuna. Tambaleándose por el hambre o la cruda, acertó a pasar un vago cubierto con un gabán deshilachado, sosteniéndose el pantalón con una ASÍ LES GUSTA 61 corbata mantecosa, y advirtiendo el colchón lo jaloneó rescatándolo de entre los cachivaches, rasgándolo casualmente de una esquina por donde se asomó un pequeño abanico de billetes. Sacando fuerzas de la desesperación, logró arrastrarlo al suelo, y abriéndolo de lado a lado con sus uñas llenas de mugre, se dio cuenta que el colchón estaba repleto hasta sus menores resquicios . .. ¡de fajos y fajos de dinero! 62 OFELIA CASAS DE ARENAS LA ESCOBETILLA Don Amadeo Coronado, era un hombre corpulento de ojos castaños, manos grandes y fuertes ... Platican que en su primera juventud era un extraordinario bailarín de jarabes, cuadrillas y polkas. La esposa Doña Teresita Bandera, mujer de estatura pequeña, muy morena y de rasgos autóctonos, concedía la razón a los que murmuraban que era una princesa. Hija de un cacique hochimí, al quedar huérfana, por algún motivo que se ignora, fue adoptada por los dueños de la hacienda La Copetona, allí creció hasta que conoció al hombre que la desposó. Él gozaba fama de honorable y trabajador. Y ella había heredado la altiva serenidad del padre y una lógica contundente, que aplicaba con toda oportunidad. La mujer dueña de una gran bondad, y constante preocupación por los menesterosos, a quiénes socorría pese a sus múltiples obligaciones, ya que tenía varios hijos, Severo, Arcadio, Soledad, María de Jesús, Virtudes y Adela, de veinticinco, veintitrés, veintidós, diecinueve, diecisiete, y catorce años respectivamente. Don Amadeo había sido ferrocarrilero en la ciudad de Cela ya y tratando de poner a salvo a la familia, del vértigo de la revolución, se empleó en Zempoala como telegrafista. Ocuparon una casona flanqueada por frondosos álamos, y extensa terraza que sostenía maceteros con geranios rojos, blancos y amarillos, proseguía el jardín lleno de dalias, ramilleteras, claveles y rojas amapolas. Enmarcando la puerta principal, una rosaleda estiraba sus ramajes para lucir las diminutas flores. La cocina era muy amplia con techos de vigas de madera, la mesa y los muebles donde se guardaba la loza parecían perdidos por las esquinas. Hacia el fondo y adosado a la pared, tres fogones de superficie cuadrada, ovalados en la parte inferior, lugar donde ponían el carbón que subía su calor hasta los comales, estos fogones se encendían por la mañana, al medio día y por la tarde, permanecían siempre negros por el hollín que dejaba el combustible al consumirse, por lo que la señora de la ASÍ LES GUSTA 63 casa y sus hijas utilizaban una escobetilla de cerdas duras y mango alargado, con la que limpiaban los escondrijos de los fogones dejándolos relucientes, permitiendo ver entonces, el color rojo con que estaban decorados. Por las noches y a la luz del quinqué, o de las velas, la familia se quedaba de sobremesa, y se contaban historias espeluznantes de fantasmas, tesoros enterrados ... y curros que se paseaban a las doce de la noche, o se comentaban las noticias que pasaban en la terrible lucha por la que atravesaba el país. Donde morían, los buenos y los malos. Cuando las velas parpadeaban anunciando que habían cumplido con su deber, alumbrando a la familia en su tertulia, o la base del quinqué estaba vacía del líquido color violeta, los jóvenes se despabilaban y apoyándose unos en los otros, todavía impresionados por los relatos de espectros o de hechiceros, se retiraban a sus habitaciones y ya con la cabeza en la almohada, se olvidaban de miedos o de malas noticias que por medio del telégrafo, de boca en boca, de callejuela en callejuela del pueblo, se contaban. Al día siguiente cuando el sol se asomaba tímidamente, los tres varones se encaminaban al trabajo, y las mujeres, debidamente vestidas, con sus gruesas trenzas bien cepilladas y anudadas con lacitos de colores, se reunían en la cocina, auxiliando a la madre en las tareas domésticas. Y la mañana se iniciaba con ruidos peculiares de cacharros y voces femeninas. -¿Soledad ... te pusiste mis peinetas? Preguntaba María de Jesús. -No, bien sabes que yo tengo las mías. -Como nunca las encuentras ... Virtudes venía dando de voces antes de entrar a la cocina: -¿Alguien vio mis zapatos? Los dejo como siempre, bajo la cama y no están. -Claro que los vi, por poco me caigo al tropezar con ellos, esta vez y muy seguido los dejas bajo mi cama, estabas tan dormida que en lugar de ir a tu cuarto, vas al mío. Esto daba lugar a pequeñas discusiones, que si estaban dormidas, que si no, hasta que la señora Teresita ponía fin a las querellas. 64 OFEL!A CASAS DE ARENAS El caso es que todos los días sucedía lo mismo, constantemente se perdía algo; los listones de las trenzas de Adela, el monedero de María de Jesús, el reloj con leontina de oro de Don Amadeo, y al poco o al mucho rato, se encontraba lo perdido donde menos se esperaba. Estos acontecimientos obligaron a la familia, a pensar que tenían un duende por huésped. Esos seres pequeñitos sumamente traviesos que disfrutan a placer cuando ven a los dueños de los objetos perdidos, desesperados al no encontrarlos. Tal vez, pensaban: los pequeños duendecitos, se reían a mandíbula batiente. -Pues si, decía Virtudes.- tiene que ser un duende, son tan pequeños y ágiles como las lagartijas que se esconden en cualquier rincón, y tan burlones los bribones, cuando nos disgustamos por no encontrar precisamente lo que necesitamos. Cierta vez, cuando todos dormían, Adela sintió deseos de tomar agua, calzó sus zapatillas, y se cubrió con el afelpado batán encaminándose a la cocina. Antes de llegar, escuchó una meliflua vocesita que cantaba la misma tonadilla que por las mañanas cantaba Doña Teresita: - "Amapola .. .amapolita ... amapolita roja y fragante. Ven dulce niña, que mi pecho amante .. . " Adela penetró a la cocina donde vio, sentado en la orilla de los fogones apagados, un hombrecito tan pequeño como una de sus propias manos, vestido de verde brillante, como el color de los saltamontes, en la semioscuridad distinguió las facciones del visitante nocturno; naricilla respingada . . . sobre unos labios bien delineados, que en la emoción de la melodía movía en forma de O, unos bellos ojos, orlados de negras pestañas que entrecerraba. Adela no salía de su estupor, se restregaba los párpados una y otra vez, tratando de dilucidar si estaba dormida o todo era producto de una pesadilla. El muñequito lucía un gorro azul, ladeado sobre la frente y sus zapatitos eran más pequeños que los de sus muñecas. Adela inmovilizada de miedo, no atinaba a correr o a gritar; el duende, al advertir la presencia de la joven, sonrió inclinando el cuerpo con gentil caravana, iniciando graciosa danza de un extremo al otro extremo de ASÍ LES GUSTA 65 donde se encontraba, y sin dejar de mirar a la jovencita, movía sus piernecitas hábilmente, y levantaba un brazo, y luego el otro, mientras cantaba: -A donde vas, jovencita ... ¿buscas tu abanico o tu peineta? .... Yo te los regreso si me das cajeta ... cajeta-. Y giraba .... giraba. Adela no lo soportó y con todo y ropa de dormir, fue a dar al suelo, desmayada. Tal vez pasó del desmayo al más profundo sueño, porque Severo la encontró así en la mañana. Con sumo cuidado la llevó a la cama y arropándola se fue a su trabajo. La luz del sol entrando por la ventana despertó a Adela, que saltando apresuradamente del lecho, recordando lo acontecido la noche anterior, se dio prisa en vestirse, cepillándose el pelo se dirigió a la cocina donde ya se escuchaba la charla de las demás mujeres. Una en el molcajete se afanaba al triturar ajos, chiles, tomates y cebollas, la otra meneaba la cazuela con cuchara de madera, probando y desaprobando el contenido. La otra de las hermanas, sentada a un lado de la mesa, sostenía en su mano, un puño de frijol enviándolo a la otra mano, no sin antes soplarle para sacar la basurilla. Intrigadas se quedaron viendo bajo el marco de la puerta que separaba la cocina de la sala a una Adela perpleja, sin habla. La madre de familia se apresuró a interrogarla: -¿Estas enferma, qué tienes? Solícita se acercó a la joven que sin esperar más preguntas, se echó en brazos de su madre. Las hermanas intercambiaron miradas malíciosas: -Que cara traes Adela, a mi se me hace que te hicieron daño los tamales que cenaste anoche. María de Jesús, tratando de ser divertida le dijo: -Tuviste pesadillas de seguro, ¿verdad? Doña Teresita examinaba minuciosamente a su hija, esforzándose por encontrar alguna señal de malestar, pero todo indicaba que la joven gozaba de excelente salud, a juzgar por los arreboles que lucía en las mejillas. Adela repetía: -Les digo que allí estaba. ¡Lo vi, lo vi! 66 OFELLA CASAS DE ARENAS Y se acercaba al fogón señalando precisamente donde había visto el personaje que describía: -Era un hombrecito de este tamaño -lo indicaba abriendo el pulgar y el índice de su mano-, con un gorrito azul o verde, su cara era muy bonita y me sonreía. La hermana que limpiaba el frijol, interrumpió su tarea para indagar: -¿Te sonrió? ay mamá, esta niña está delirando. -Eso ha de ser. Concedió la señora Teresita. La sorprendieron de nueva cuenta los histéricos lloriqueos de Adela. -Yo lo vi , no estaba dormida, lo vi. Él me sonrió como burlándose de mí, bailaba de aquí para allá. Y señalaba la extensión de los tres fogones. -Cantaba lo que cantas tú, mamá- "Amapola ... amapolita ". La niña temblaba, se apretaba contra el cuerpo de la madre que llevándola consigo, la condujo hasta una silla, la sentó secándole las lágrimas con el blanco mandil. -Cálmate hija, todos en alguna ocasión hemos soñado con algo feo y al otro día, tenemos la sensación de que fue realidad. -No, que no- Adela estremecida por otro ataque de llanto y reclinando la cabeza sobre la superficie de la mesa, repetía: -Juro que lo vi, y él me cantó y me habló. Las hermanas, arrepentidas de seguir provocando Jos sollozos de la menor, trataron de calmarla. -Tal vez tengas razón, Adela. Dicen que en todas las casas habita un duende, comentó Soledad'. Y Virtudes con grandes aspavientos dijo: -Me contó Clarita, que su hermano Nico, jura y perjura que él estaba en el jardín de su casa, y que vio entre los violeteros, un duendecito vestido de rojo con zapatitos plateados, con un gorro picudo picudo, que el duendecillo sin más ni más, le arrojó a Nico una piedra, con tan certera puntería, que pegándole en la frente, lo desmayó. Horas después lo encontraron tirado con un chichón más grande que un piloncillo. Nadie le creyó, y lo acusaron de subirse a la tapia; pero me platica Clarita, que desde entonces Nicolás no sale al jardín ni por todo el oro del mundo. ASÍ LES GUSTA 67 Estos acontecimientos fueron tema de conversación de varios días. Como si existiese alguna duda al respecto, las bromas subieron de tono. Si Doña Teresita se disponía a echarle sal a la olla de los frijoles, se daba cuenta de que alguien que no era ninguna de sus hijas, le había vaciado el bote de sal entero. Si hervían la leche, inopinadamente caían del techo arena o piedrecillas que iban a dar directamente al recipiente. Solo se necesitaba que en la casa se lavaran docenas y docenas de ropa, y ya limpia y fragante sobre los tendederos, sin causa aparente, estos se venían por tierra con el consiguiente berrinche de las hacendosas mujeres. Los conflictos llegaron al máximo, en la ocasión en que la familia se preparaba a recibir invitados. Del baúl verde con herrajes de fierro negro, se sacó el mantel blanco fileteado de encaje, lo colocaron sobre la mesa y sobre él se puso una gran jarra de cristal con agua de betabel, aderezada con rodajas de guayaba, de plátano, nueces, pasas y cuadritos de mango y manzana. En su cuarto, la señorita Virtudes trataba de ponerse el corpiño que ya le quedaba estrecho, por fin, en medio de jadeos y pujidos, logró su empeño para enseguida buscar sus blumers, sin encontrarlos. Buscó en los cajones del ropero color café, en el perchero, por lo pronto decidió ponerse las enaguas, el vestido de mangas amponas, el ceñidor rojo que la hacía verse más esbelta, las medias blancas y los zapatos de medio tacón . Varias veces abatió su rostro con el polvo ocre y perfumado, delineó sus labios con carmín, y... las voces de sus padres la conminaron a presentarse en la sala. Segura de que las faldas largas no delatarían la ausencia de ropa interior, se encaminó a la sala donde saludó y recibió agradecida, los halagos que sobre su belleza, le prodigaban los señores Enríquez. La señora Aura Enríquez se envanecía de tener descendencia francesa o italiana, sus ojillos verdes y malévolos escudriñaban el mobiliario y todos los objetos decorativos, con la evidente ansiedad de encontrar algún detalle que indicara negligencia o mal gusto. Revi sando el aseo de la casa se levantó del sillón campaneando su figura alta y desgarbada. 68 OFEL!A CASAS DE ARENAS Don Saturnino Enríquez jovial y amable, reía al menor pretexto, poniendo en peligro el botón que cerraba su chaleco de brocado color crema. Los señores Enríquez habían llegado de un pueblo llamado Mezcala y de inmediato se abocaron a relacionarse con personas adineradas, en el último de los casos, con personas decentes y eso sí, muy recatadas. Reunidos en la modesta pero ordenada sala, hablaban de fruslerías y sucesos cotidianos, con el vaso de agua de frutas en la mano se quejaban de lo caro que estaba la vida. Que en el mercado, el kilo de res, que costaba dos centavos y medio con su cilantro ... ahora valía tres. Que como todo era un caos en el país, pronto se verían obligados a comerse las suelas de los zapatos. La señora Enríquez observaba con suma atención los vasos -ojalá que no estuvieran opacos-. Leía los títulos de los libros acomodados en el estante, levantaba las figuras de porcelana para comprobar en la base el precio y la manufactura. Con un ademán que trató de hacerlo natural, se apoderó de una carpeta de crochet finamente tejida, observó lazada por lazada y al levantar la siguiente carpeta ... levantó .. . ¡Los calzones de Virtudes! La tertulia quedó congelada por breves instantes, hasta que la estridente voz de la señora Enríquez gritó en tono triunfal. ¡Pero que es esto! ¡Una broma de muy mal gusto! Con ambas manos estiraba a un lado y otro las plebeyas prendas. Don Saturnino, hombre de mundo, intentó resta~ importancia al incidente lanzando sonora carcajada, que se perdió en el helado silencio de los hermanos Corona que furiosos y ofendidos miraban a sus hermanas tratando de encontrar en el semblante de las mismas, una señal de culpabilidad. Don Amadeo permaneció impasible, serenamente se llevó la mano al bolsillo del pantalón, sacó su reloj de leontina, consultó la hora y volvió a dejar el reloj en el mismo sitio sorbiendo el refresco que tenía en la mano. Las hermanas, rojas como una grana, se miraban indignadas unas a las otras, buscando la verdadera culpable. ¿De quién eran las prendas? Doña Aura Enríquez, en el centro de la sala y de la atención de todos, gritaba como si hablara con sordos que no conocieran donde iban pues- ASÍ LES GUSTA 69 tos aquellos pedazos de tela blanca, que de la cintura llegaban hasta la rodilla y allí con un coqueto listoncito rosa, se anudaban . La escandalizada mujer seguía vociferando: -¡Que falta de pudor, de delicadeza! ¡Que bochornoso detalle y que negligencia dejar en la sala, prendas tan íntimas! -¡Vámonos Saturnino, esto es un ulltrajeee, un ultraje! -¡Satuminoooooo! Y enarbolando la dichosa prenda, la ondeaba a un lado y otro como si estuviese pidiendo tregua de paz en un combate, repitiendo: -¡Esto es un ultraje! La dueña de la casa, sin alterar el tono de su voz, la enfrentó: -Lo que sostiene usted en las manos, Doña Aura no se llaman ultraje, se llaman ... ¡calzones! Y como es necesario saber de quién son, les ruego a los caballeros, nos dejen solas en la sala, porque nosotras nos levantaremos las faldas y saldremos de dudas. Doña Aura soltó los calzones, como si le quemasen, y la señora Teresita prosiguió implacable: -A juzgar por la expresión de su rostro, Doña Aura, creo que esas prendas son de usted, y esto aparte de ser un descuido imperdonable, adquiere tintes malévolos. Me inclino a creer que usted los trajo con el único fin de poner en entredicho, las buenas costumbres de mi familia , y en ese caso . .. Don Saturnino, le agradeceré que se lleve a su esposa de mi casa. El hombre, desconcertado, farfulló algunas disculpas y se llevó casi en volandas a la boquiabierta señora Aura. Al quedarse sola la familia Corona los envolvió pesado silencio, los varones, humillados, esperaban que los padres descubrieran a la despistada y la castigaran enérgicamente como lo demandaba el delito cometido. Las hermanas se miraban unas a las otras, directamente a los ojos con el afán de obligar a la culpable a que dijese la verdad. Virtudes hizo lo mismo. 70 OFEL!A CASAS DE ARENAS Al paso de los días, todos estaban más tranquilos, coincidiendo que el único culpable se escondía por los rincones y de seguro muriéndose de risa a costa de ellos. Las cosas se complicaron, Soledad se quejaba de que todos los días encontraba el bote de mermelada abierto y lleno de hormigas, habiéndolo cerrado ella misma. En la noche alguien vierte agua en los fogones, y batallo mucho para encenderlos, decía María de Jesús. Doña Teresa escuchaba pacientemente las quejas de sus hijos y dirigiéndose a Don Amadeo le dijo: -¿No crees que ya es tiempo de que nos alejemos de esta casa? Hemos sido muy felices aquí, gracias a Dios, no hemos carecido de nada. Solo de tranquilidad, porque desde el día que llegamos, no·ha pasado uno solo que no se haga presente con sus diabluras el duende ... ya ves lo que pasó con los señores Enríquez. Tal vez ... si buscamos en otro lugar, una casa más tranquila .... Don Amadeo sonrió a través de sus gafas y contestó: -Precisamente me ofrecen una plaza de telegrafista en la "Cañada de las Luciérnagas", es buen sueldo, dan casa y existe la posibilidad de que también Severo y Arcadio tengan empleo. En realidad Severo y Arcadio, no querían partir, tenían relaciones de noviazgo con muchachas del pueblo, y les dolía dejar los incipientes amores. Soledad, arreglada y muy perfumada, iba por las tardes al rosario, ya que al salir del templo, siempre la esperaba un ranchero de quién solo sabía que se llamaba Juan. Ella y él intercambiaban miradas de amor tan intensas, que Soledad al quedarse sola, se quedaba horas suspirando, apretando contra su pecho, la muñeca desgreñada que conservaba desde su niñez. Jamás, gimoteaba, jamás . .. lo volvería a ver. María de Jesús, enamorada de Braulio Domínguez, a quién su linajuda familia envió a estudiar a la capital, decía: (que más daba). Para Virtudes, poseedora del secreto de los malhadados calzones, irse a otro lugar, le proporcionaba alivio y tiempo para olvidar tan bochornoso incidente. ASÍ LES GUSTA 71 Adelita, la menor, soñaba en aventuras y nuevos paisajes. Utilizaron dos carretas tiradas por mulas . En una subieron los muebles, roperos, tocadores, cabeceras de latón dorado, colchones, el aguamanil. La jaula del periquito Chicho, y en el segundo carretón los baúles con la ropa de la familia . Las carretas daban tumbos rechinando las ruedas, llevándose a los viajeros lejos del molesto duende. Callados y nostálgicos se despedían de la casa que los protegió del calor o del frío y los unió con amor. Dejaban la fresca terraza y su jardín lleno de dalias . Después de horas de camino, luego de atravesar sembradíos y magueyales simétricamente trazados sobre la oscura tierra, buscaron la sombra de los álamos, bajando de la carreta para descansar. Sentados sobre piedras y alrededor de una fogata que encendió Arcadio, calentaron café y atole, sacando de las canastas gordas rellenas de nopales y frijoles . Entre sorbo y sorbo de café, Doña Teresita comentó inquieta: Tengo la sensación de que olvidamos algo. Con un suspiro por delante, contestó Soledad.- Toda una vida ... Y entrecerró los ojos para ocultar sus lágrimas. -No, algo, no sé .. . pero olvidamos algo. Siguieron comiendo, recobrando fuerzas para proseguir el viaje, cuando Virtudes exclamó: -Ya sé que dejamos ... dejamos . . . la escobetilla con que sacudíamos el hollín de los fogones . En ese instante, de entre los trebejos y baúles , una vocecita meliflua se escuchó: -No, aquí La traigo. 72 OFELIA CASAS DE ARENAS CON LA MISMA BOCA Sobre los altos cerros enredados en las brumas, allá por los límites de Hidalgo y Puebla, se encontraba la casona de adobe y piedra, pintada de rosa. Los extensos jardines estaban cruzados por canales con agua clara que pasaba bajo los artísticos puentes de madera, hechos por artesanos japoneses. A un lado de la entrada principal de la finca, había un quiosco circular con techo de vigas gruesas sosteniendo un serafín de bronce y ojos inexpresivos. Al recibidor lo seguía un espaciosos salón con pisos de mármol, grandes ventanales con pesados cortinajes, y pegada a una de las paredes, la escalinata con pasamanos de hierro forjado , conducía a las habitaciones superiores y las abiertas terrazas, desde donde se dominaba el paisaje de interminables hileras de afilados magueyales. Eran las propiedades de Don Pedro García y de Doña Expectación Tamayo de García, descendientes por línea directa del Conde de García y Bravoleón . Vivían rodeados de lujo. De sus dos hijos, y de una sumisa y morena servidumbre. Germán García y Tamayo, a sus veinticinco años, tenía el aspecto de un viejo. Taciturno, introvertido, enfundado en su traje de terciopelo, con las inevitables medias blancas que al no encontrar chamorro donde sostenerse, caían en rodetes sobre los zapatones de tacón y hebilla. Macilento y narizón, se deslizaba por los pasillos asomándose por ventanas y terrazas, espiando constantemente a las mujeres del servicio, con la esperanza de sorprenderlas en el momento de mostrar sus encantos femeninos, al conseguirlo, con su pequeña lengua descolorida, se remojaba los labios, frotándose desesperadamente el frente de su pantaloncillo, hasta comprender, angustiado, su irremediable impotencia. Valentina, cuatro años menos que su hermano Germán, fue internada, desde niña en el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, allí aprendió ASÍ LES GUSTA 73 estrictas normas morales, de urbanidad, a pintar, a tocar el piano, a bordar y por propia inspiración . . . a soñar con el amor. El cutis aceitunado y su ensortijada cabellera, traía a la mente del que la veía, evocaciones de bellas huríes del desierto. Esbelta, alegre y zalamera, llenaba la casa de risas y canciones, pródiga en sus afectos para con todos . Valentina ... hermosa y gentil. . .poseía una rara característica. Siseaba. Y sus finos labios se fruncían deliberadamente al pronunciar la ese, convirtiéndola en zeta y en imprecisa U. Al norte del país, en las faldas de la sierra madre Occidental, vivía la poderosa familia de los Jiménez Quintanar, dueños de los ranchos más grandes de la región . Rumorosos chorros de agua, que bajaban de los montes, bañaban los bajíos, las milpas y los campos, matizándolos con los colores verde tierno, esmeralda, verde oscuro. Doña Lugarda Viuda de Jiménez, había sabido acrecentar la fortuna que el difunto le dejó, y muy relacionada con linajudas e importantes familias de ranchos aledaños, era una matrona acostumbrada a mandar y hacerse obedecer en el acto; su palabra era ley para todos. Ley para todos, menos para Felipe, su único hijo, que desde sus primeros años fue enviado al viejo Continente, regresando con grado de bachiller y un costal de mañas que enseguida puso en práctica. Indómito y temperamental, pasaba los días con sus noches, en los tugurios ¡nás sórdidos, agresivo jugador de baraja, gallero de hueso colorado. Las madrugadas lo veían llegar al rancho, sonando las espuelas y arrastrando el sombrero charro. Felipe había heredado de sus ancestros, la hermosa apariencia física, de mediana estatura, delgado y elegante, ojos y pelo castaño. Doña Lugarda, frecuentemente arrodillada en el adoratorio privado de la casa, pedía a Dios, que le permitiera morir cuando su Felipe hubiese sentado cabeza, tal vez, pensaba ilusionada, casándose con alguna dama aristócrata de las familias que los visitaban. Con este propósito aceptó asistir a la ciudad de Zacatecas, a la boda de Frasquita Ruiz con Samuel Aranda. Luego de pedirle con insistencia a Felipe para que la acompañara, llegó a Zacatecas, del brazo de su reticente y malhumorado hijo. 74 OFEL!A CASAS DE ARENAS La iglesia del lugar, espléndidamente adornada, daba marco a la pareja de novios y a la distinguida concurrencia, que habían llegado de diferentes lugares. Más tarde Doña Lugarda y Felipe, llegaban al salón estilo francés, lugar de la recepción. Bronces y maderas preciosas se mezclaban con el regio terciopelo rojo de los muebles y cortinajes. El enorme candil iluminaba no solamente el salón, sino el espacio donde la orquesta iniciaba los preludios de un vals que invitaba a las parejas a girar al ritmo de la melodía. Felipe, visiblemente aburrido, y sin intención de ocultarlo, cambió instantáneamente de actitud al encontrarse con la mirada de la señorita Valentina García y Tamayo de Bravoleón, que logró cambiarle el gesto adusto por uno de profunda admiración. Quedó deslumbrado, allí mismo se juró que no amaría a nadie más, solo a ella. Valentina también quedó cautiva para siempre, del mismo amor. Las familias de ambos sonreían complacidas al presentir el incipiente idilio. Doña Lugarda, adivinó en la bella señorita con crinolina blanca festoneada de orquídeas, la salvación de la vida disipada y licenciosa de su vástago. El romance floreció. Las misivas de amor iban y venían acompañadas de flores y regalos delicados y costosos. Felipe la visitaba con la frecuencia que les permitía la distancia. Valentina lo esperaba en el quiosco, con el libro de rezos que nunca hojeaba; sufría intensamente alejada de Felipe, vivir sin él, sentía, era como existir en un erial, en un mundo sin color ni sonidos, lo amaba con la vehemencia de su primer amor. Anhelaba sus besos suaves, interminables, que le quitaban la existencia, y·sabía que él se entregaba entero, con su pasado, su presente y su futuro en una sola caricia. Los dos, atormentados por la ausencia, decidieron trasladarse al séptimo cielo, uniendo sus vidas. Los preparativos y las prisas para tan fausta ocasión se iniciaron. Y se acordó celebrar la boda religiosa, en la iglesita de Santa Juan ita, separada de la finca por una prolongada calzada. ASÍ LES GUSTA 75 El día tan ardientemente esperado llegó por fin. Valentina en la recámara auxiliada por Doña Expectación y varias amigas, íntimas, la ayudó a ponerse el traje de satín y encaje, la corona de azahares, y trémula de emoción, la joven en compañía de sus padres, subió a la carretela dirigiéndose a la iglesia. Valentina sentada aliado de sus padres, distinguía el numeroso grupo de invitados que ya los esperaban, y vio a Felipe, que nervioso e impaciente iba de un lado a otro, denotando ansiedad, al llegar Valentina y su cortejo, Felipe se apresuró a tomar de la mano a su novia para ayudarla a descender, Valentina se detuvo breves instantes al sentir que los encajes de su vestido habían quedado enganchados en el estribo del carruaje. Felipe la jaló aún más fuerte, rasgándole la alba tela, la tomó del talle depositándola en tierra, al mismo tiempo que le decía entre dientes: No pierdas más tiempo ... pendeja ... los invitados y yo tenemos más de media hora esperándolos, y tú acicalándote. Don Pedro, llevando del brazo a su hija, sin haber escuchado lo que el novio musitó al oído de Valentina, se adelantó precedido por Doña Lugarda con Felipe, y conducidos por el sacerdote y el elegante cortejo, caminaron hacia el altar, mientras una voz de barítono acompañado por los acordes del órgano cantaba el Ave María. El párroco pronunció las preguntas de rigor: -Felipe, aceptas por esposa a Valentina y juras amarla y respetarla hasta que la muerte los separe? -Sí. Contestó con firmeza. -¿Valentina, aceptas por esposo a Felipe y juras amarlo y serie fiel toda la vida? Ella miró directamente a los ojos a Felipe, el hombre que amaría toda la vida, y rotunda contestó: -No. El sacerdote, miraba a una y al otro y luego a los padres, completamente desconcertado. Al no tan claro y categórico, lo siguió un pesado silencio interrumpido solo por el chisporrotear de las velas. 76 OFELLA CASAS DE ARENAS Felipe, demudado, con un hilo de voz, le dijo: -Valentina, amor mío, tú me amas .. .tú me dijiste que sí. .. La novia se incorporó del reclinatorio y respondió: -Pues con la misma boca conque dije que ziii ..... hoy digo que nou .. . Y llevando el ramo de novia, como si cargara un pequeño ataúd donde hubiese encerrado toda su decepción, desandó el camino que momentos antes la condujera al altar, seguida por sus estupefactos padres. Subió a la engalanada carretela, emprendiendo el camino a la finca rosa, y tuvo la certeza, que por todos los rincones de su casa, y de su alma, estaba esperándola ... la soledad. ASÍ LES GUSTA 77 LA DROGA El poblado estaba cautivo por los cerros. Sus calles mal trazadas por la irregularidad de terreno, denunciaban claramente que a la explanada le habían talado los árboles. Y que por donde ahora transitaban toda clase de vehículos, antes corrían arroyos cristalinos que dejaban ver en el fondo, las piedrecitas color arena o color café, redonditas por el agua que durante tantos años las bañó. La calle 15 de Octubre era una de las principales. Allí estaba el comercio establecido. El restaurante de chinos de Jos Mar Chong, la tienda de ropa del español Andrés Gómez, la ferretera del turco Juan Turell quien era el que cambiaba las pepitas de oro que encontraban en los ríos, Jos gambusinos improvisados, por dinero contante y sonante. Entre esquina y esquina, estaba la mercería "El Jonuco", cuya entrada tendría dos metros y medio de ancho por ocho de fondo del interior. El mostrador estaba atiborrado de encajes, hilos, estambres, peinetas, broches para el pelo, brillantinas, etc. etc. Las paredes estaban tapizadas de entrepaños conteniendo cajas de medias de seda, calcetines para caballero, blumers de algodón, vestidos para dama de colores chillantes, pendían de Jos ganchos. Juegos de chambritas, zapatitos, gorritas para niños de brazos -como si los demás niños no tuvieran-. La tiendita era muy concurrida, sobre todo los domingos. De la costa subían Jos compradores, o de las quebradas bajaban los clientes a adquirir lo necesario. Manuel, era el único empleado de la tienda, y amigo inseparable de Goltrán Retana. Cuando éste llegó, Manuel estaba encaramado en la escalera, sosteniendo una pila de cajas de color azul con camisas marca "Medalla", se dio prisa en acomodarlas y bajó a saludar a "Tarangas" , 78 OFELIA CASAS DE ARENAS con un fuerte apretón de manos. De inmediato se enfrascaron en animada charla, interrumpida por sonoras carcajadas de los amigos. Manuel, recargado en el mostrador, y Goltrán sentado en el banco de madera que usaban los clientes, le soltó la pregunta: -¿Y luego, como le hiciste? -Yo venía con Sofía de dar una vuelta por la carretera que va a Mazatlán, ni te imaginas Manolo, la divertida que nos dimos. Sonreía y se pasaba las manos por el cinturón, con un entusiasmo que perdió cuando explicó. -Nos alcanzaron cerca del tope de la N, ¿ya sabes donde, verdad? Asintió Manuel apremiándolo a que siguiera contando. Goltrán cambió de tono. -Entrelucidos y fantoches, con puras leperadas nos pararon-. -¡¿Oiga amigo, donde lleva esa res, trae su fierro?! -Y que voy viendo en la cajuela de mi camioneta, una vaca bien gorda con tamañas ubres, y contesté: -Ah, ¡Caray! ¿Pues a qué horas se subiría? ... ¡nombre!, estos no saben de bromas, me llevaron al tambo, y esposado Manuel, esposado, que vergüenza me dio con la Sofía. -Me costó un dineral salir de la cárcel, me habría salido mejor comprar la vaca, que robármela. Manuel preguntó: -¿Y tu padre, Goltrán, no te ayudó? Siguió un prolongado silencio de Goltrán, alias el Tarangas, que en lugar de contestar se quejó : -Mi papá ya tiene como nueve peones en la huerta . . .que también es mía. A mis hermanillos y a mí nos levantaba tempranito, hiciera frío o no, a soltar las mangueras y arrimarle tierra a los arbolitos. Fíjate, ya hasta se compró una bomba que saca litros y litros de agua . -¿Y sigue sin hablarte? -Sí, desde que le arrimé sus cuerazos, me aborreció, ahora hasta dice que no soy su hijo. Que soy hijo de . . . de Don Melquiades, el dueño del rancho El Cajete. Más valía que así fuera . ASÍ LES GUSTA 79 Manuel seguía de preguntón: -¿Pero te deja ver a tu mamá? -No. Pero yo la espero en la Plaza de Armas los domingos, cuando ella va a misa de ocho. Sigue igual de delgadita y bonita, aunque ya sus trenzas están blancas de canas. Nos sentamos en una de las bancas, y mi madre me abraza y me acaricia tanto, que me siento el hijo más dichoso del mundo. ¡El más afortunado! Suspira y sigue contándole a Manuel: -Mi mamá, con esa vocecita tan chiquita que Dios le dio, me dice: -Goltrán, pídele perdón a tu padre, dame ese gusto antes de morir. -Y yo le digo que ya para que, que mi Padre Dios ya me castigó con esta pata dura que tengo. -Si no fuera por ella, me largaba del pueblo, pero tengo miedo que mi padre le vuelva a pegar. Taran gas cambió de plática y su mirada se tornó maliciosa al confiarle a Manuel : -Antier estaba en la placita como a las nueve de la noche, en el quiosco estaba la banda de música, echándose unas melodías muy "séntidas", y yo bien romántico tenía a Chelito bien atrinchilada contra una pared, dándonos unos besos como los que se dan Jorge Negrete y Gloria Marín ..... . Manuel se pasa la lengua por los labios, mientras Goltrán continúa: -Le tenía mi mano puesta a Chelito, según yo, jugando con los broches de su brasier y con el elástico de su calzoncito, y le acariciaba toda su espalda. Ay Manuel. .. que suavecita tiene la piel Chelito. Cambió el tono de voz al decir: -Fue Chelo la que vio primero a mi papá, y se apartó un poquito de mí haciéndose la disimulada. Él pasó de mi lado, muy curro. Con tejana y chamarra de cuero ... ¡Ma! El viejo se las gasta, todavía esta muy pantera. Lo acompañaban varios tipos malacarientos y empistolados. Mi papá venía masticando tabaco y al pasar cerca de mí, me lanzó un escupitajo sobre la camisa .. . yo lo vi de arriba a abajo, retándolo y él dijo: -¡El que tiene roña que se rasque! 80 OFELIA CASAS DE ARENAS -¿No sacaste la pistola, Goltrán? -Manuel, bien sabes que no uso ni necesito pistola, además sigo queriendo a mi padre, pero no me gusta que le peguen a las mujeres, ¡mucho menos a mi madre, estaría lucido! Manuel concedió. -No, si no andas tan errado. -Pero eso sí, Manolo, le voy a devolver el salivazo, donde más le duela ... -¿Y donde le duele más a tu padre? Si es bien canijo. -¿Cómo dónde? .. . pues en su dinero. ¡Ah, y tú me vas a ayudar! Manuel fingió que estaba sacudiendo unos aretes y contestó: -Ni loco, tu papá es más rijoso que tú. -Tú estás en deuda conmigo, no puedes hacerte para atrás, acuérdate del baile en Los Arrayanes, te querían balear los hermanos Díaz, ¿y quién te defendió? Silencio de Manuel. -Pues yo mero, tienes esa droga conmigo. Los jóvenes siguieron discutiendo, Goltrán tratando de convencerlo, y Manuel aduciendo mil pretextos, que no le valieron. Esa noche, en la casa de mala nota de la Marucha y Bertha, sentados alrededor de una mesa, Goltrán, Manuel, el Barníz y el Chino, seleccionaron entre carcajadas y cervezas, las herramientas que necesitaban para desmontar la bomba. Más tarde y amontonados en la cabina de la camioneta del Taran gas, tomaron rumbo al rancho de Don Félix Retana. Antes de cruzar el arroyo, se bajaron del vehículo, y metiendo las botas en el agua, empujaron la camioneta hasta el corral de piedra de la huerta. Sin fumar ni hablar, reprimiendo la risa, esperaron que se apagaran todas las luces de la casa. Goltrán brincó el corral, los perros guardianes, el Pinto, el Sarnoso y el Valeroso, moviendo la cola, reconocieron a Goltrán. Tarangas les hizo una seña a sus amigos, que se adelantaron a auxiliado. ASÍ LES GUSTA 81 Se treparon sobre la tarima que sujetaba la bomba de agua, doloridos por estar inclinados, y tensos por el temor de que Don Félix los fuera a oír se dieron prisa en desarmarla. Entre los cuatro colocaron la bomba en la camioneta, ante la atención de los perros. Tarangas, con las botas sumergidas en el arroyo, dirigía el volante, mientras los otros empujaban con todas sus fuerzas para sacarla del vado. Clareando la mañana los cuatro dentro de la cabina, gritaban felices, divertidos por la aventura y por haberse librado de encontrarse con el rifle de Don Félix. Llegaron a la casa de la Marucha. Cargaron cartones de cerveza, quesos y una canasta de tortillas, enfilando por la carretera que conduce a la ciudad de Torreón. Acostumbrados a manejar en la sierra, donde no hay señales de tránsito, ni semáforos, tuvieron dificultades para conducir en medio de la abigarrada multitud, sudorosa por el clima. Después de varias dificultades, acertaron a dar con una ferretería , explicaron que venían del "otro lado ", si n dinero, que por esa razón vendían la bomba en lo que fuese justo para comer y comprar gasolina para poder llegar a Durango. Al regreso y casi oscureciendo, llegaron a casa de las muchach as, donde Goltrán pasó la noche, entre los mórbidos brazos de las dos . Por la mañana, bañado, con ropa limpia y muy contento fue a ver a Manuel. Lo encontró con una cara larga hasta el suelo. -¿Quiúbole mano , te regañó tu señora por llegar tarde? Manuel hizo a un lado la pila de suéteres que estaba etiquetando y se la soltó: -¡Pre-pá-ra-te!- Y enseguida casi con alegría. -Tu papá te acusa directamente a ti , del robo de la bomba, dice que qué casualidad que los perros ni ladraron ... y que las rodadas de las llantas son de tu camioneta. Goltrán se frotó las manos y alegremente dij o: 82 OFELIA CASAS DE ARENAS -Para que no me ande escupiendo. -Puesss .. . le va a ser difícil. Ante la mirada inquisitiva de Tarangas, agregó: -Del corajote que hizo tu padre, se quedó paralítico. Goltrán palideció tan intensamente, que Manuel se apresuró a ponerle el banco, esperó un rato a que Goltrán se recuperara de la impresión y se adelantó a pedirle. -Ahora Goltrán, es tiempo de que me devuelvas la copa. -Que pronto te quieres cobrar . . . -Dijiste que si te ayudaba, tú me hacías un favor. -Cierto .. .¿qué puedo hacer para pagarte? ¿Necesitas dinero? Dime cuánto, sobre todo por la buena noticia que ya te andaba por enterarme. -Verás . . .es otra cosa. Mi patrón tenía un burro que mandaba más allá de Torreón .. . Goltrán no pudo reprimir la carcajada. -Oye, ¿ Y se sabe ir solo? -No estoy para tus chistecitos Tarangas ... no te hagas .. . bien sabes que un burro es el tipo que transporta ... mercancía . . .ilegal. . . ¡droga pues! Sin hacer caso de la mirada atónita de Goltrán, Manuel continuó: -Mi jefe quiere que tu lleves el encarguito. -Pues que antojado, y porqué no lo lleva él ? -Porque también está muy visto. Como yo. -Manolo, yo seré todo lo que tu quieras, pero eso es muerte aquí, señalaba el rumbo del panteón- para pagar en el infierno. -Goltrán, ayúdame, tu estás drogo conmigo, y es muy necesario para el patrón. -Y para ti . . . no más a ti se te ocurre. -Tu dirás, si no le desato el nudo, me quita la chamba. -Definitivamente ... ¡No! -dijo Tarangas- Yo soy hombre no burro. Manuel ironizó: -¿Un hombre tú? tú solo eres bueno para diabluras de chamacos, pero para cosas de hombres, no eres más que un zacatón! -Manuel, no terminemos peleando, no saldrías bien librado. Yo soy hombre, ¡Y mucho!- Mirando despectiva mente a Manuel le dijo: -¡Mira este bato! ASÍ LES GUSTA 83 Manuel buscó otra táctica para convencer a Goltrán. Tal vez tenga razón el jefe, dice que lo que puede pasar, es que tú lo eches todo a perder, porque eres muy tarugo, y que esos negocios los hacen solamente las personas inteligentes. -Que vaya él y su abuela ... mira que fregón . -No creas, él tiene razón- Se quedó meditando unos instantes y agregó- No creas, no le falta razón, tú eres muy atarantado, por eso te pasó lo de tu pata. Tarangas cayó en la provocación verbal de Manuel y aceptó de mala gana. -Par de méndigos! Les voy a demostrar quien es el Tarangas. -¿Te animas? -¿Me queda de otra? ¡Quien me lo manda! -Échale ganas Taranguitas, te ganarás veinte mil del águila. -Iré, pero no por la lana, ¡tu bien que lo sabes! -Cuídate Tarangas, tu sabes que te aprecio, que soy tu amigo. Goltrán se acomodó el sombrero y contestando la sonrisa de Manuel con una mirada de reproche, respondió. -Mi amigo .. . si lo fueras, ¡desgraciado! ... no me echabas encima estas fregaderas. Goltrán se fue al minisuper El Limoncito, compró pan, fruta, aguacates, y en una bolsa de ixtle metió refrescos de sabores. Lavó su camioneta recién pintada de rojo con rayas blancas, se puso el mejor de sus trajes, sus botas nuevas, y se dirigió a Torreón. Más allá de Cuencamé, encontró el primer retén. Varios soldados, esbeltos y morenos, sin levantar armas, le indicaron que se detuviera. Tarangas bajó del vehículo, llevando la bolsa de ixtle donde se podían ver las botellas de refrescos, y en la otra mano, la bolsa de papel donde había colocado en el fondo, los sobrecitos grapados que le diera Manuel , luego los aguacates, las guayabas, los plátanos y encima campechanas, alamares y polvorones. Se acercó al oficial de rostro inexpresivo. -Ándele mi oficial, tome un refresco, yo también sé lo que es estar horas y horas bajo el solazo. 84 OFELIA CASAS DE ARENAS Después de haber obsequiado al oficial con refrescos se fue con los soldados que revisaban minuciosamente las partes de la camioneta y les ofreció refrescos y fruta . -Órale mi teniente, compré este pan por la mañana. El aludido sacó dos alamares y un refresco. -Búsquele bien en la bolsa, mi cabo, creo que vienen hasta tamales, fríos, pero calentaditos en la lumbre le van a saber muy buenos. El militar sacó fruta y pan ..... Tarangas insistía a los demás: -Aquí hay guayabas, más abajito están los aguacates, tómelos por favor. Regresó con el oficial. que mandaba los hombres vestidos de color verde olivo y repitió. -Búsquele mi oficial. .. búsquele. El oficial metía cada vez más la mano al fondo de la bolsa, ante la serena mirada de Tarangas, cuando llegó a los aguacates se embarró los dedos, discretamente sacó su impecable pañuelo blanco y al limpiárselos le indicó: -V áyase señor, todo está en orden. Llegó al poblado de Santa Isabel, buscó la dirección que Manuel le había dado y la encontró en una cantina de madera vieja y despintada. Empujó las puertas de abanico y entró. En lo alto de una de las paredes, estaba la cabeza de un toro disecado, las banderillas de color rojo y amarillo deslucido daban cuenta del tiempo que estaría el trofeo en la pared. A esas horas del medio día, la cantina estaba llena de parroquianos deseosos de refrescarse con cerveza. Goltrán puso la estropeada bolsa de papel en el mostrador y le dijo al cantinero: -Quiero un vaso de agua. Este se echó al hombro el trapo de secar vasos y metiendo la mano a la bolsa la sacó refunfuñando: -¡Oye, esto es guacamole! -Ese es tu problema, yo ya solucioné el mío. Y sin esperar el vaso de agua, salió. Al día siguiente en la tiendita "El Jonuco" se entrevistó con Manuel. ASÍ LES GUSTA 85 Esperaron en silencio a que dos señoras terminaran de comprar velos para asistir a la iglesia. Ante la mirada de ansiedad de Manuel, Tarangas informó: -Está cumplido tu encargo. Sonriendo ampliamente Manuel sacó varios billetes y los quiso entregar a Goltrán. -Quédatelos, le gruñó el Tarangas.- Y otra vez que necesites un burro, mandas a la mula de tu madre! Conciliador, Manuel contestó: -Amigo, comprende que yo no puedo perder mi trabajo. -Ya no soy tu amigo Manuel, y pídele a Dios, sobre todo tú que tienes hijos, que nunca los veas todos babosos y haciendo desfiguras por el vicio. Campaneando el cuerpo salió de la tienda. Manuel sacó de sus bolsillos un pañuelo oloroso a lavanda fresca, y mientras se sacudía la nariz, contaba los billetes. 86 OFEL!A CASAS DE ARENAS SEXO SENTIDO Al sur de la ciudad no había alcanzado a llegar el pavimento. Por Jo que las calles de la barriada estaban pedregosas y grises. Los postes que trasladaban la energía eléctrica eran pocos dejando en la oscuridad varias casas, otras lucían escarapeladas y sórdidas. En una de estas húmedas viviendas transcurría la juventud de Perla que recargada en un desvencijado portón, atraía las miradas codiciosas de Jos transeúntes, con su cintura de avispa y sus rotundas caderas empeñadas en reventar las costuras de su falda . Atrapada en su pasado, revivía mentalmente las humildes casuchas donde nació, desde donde se contemplaban Jos cerros rebanados por carreteras azules, transitadas constantemente por vehículos que de lejos parecían de juguetería. Ella se hartó de vivir en aquellos llanos amarillos de sed, el cielo sin nubes y los rayos del sol agobiando la sementera. Así que un día trepó a uno de Jos muchos autobuses que pasaban por allí, y radiante de entusiasmo llegó a la ciudad, sin dinero y únicamente con la ropa que vestía. Se estaba arrepintiendo de su impulsiva escapatoria cuando la reanimó un pequeño aviso colgado de una reja que decía: "SE SOLICITA SIRVIENTA CON REFERENCIAS" No sabía que eran referencias pero le agradó la casita con jardín enfrente, y la palmera central que abanicaba las madreselvas aferradas a los muros. A sus toquidos acudió una joven y elegante mujer, que sin remilgos aceptó por referencias, la clara mirada de la joven con manos estropeadas a fuerza de lavar ropa en Jos arroyos. Era la señora Maura Ravelo, madre de dos adolescentes y esposa de Gilberto Valleverde, contador de importante negociación. ASÍ LES GUSTA 87 Al día siguiente lo conoció. Tomaba el desayuno y .su camisa entreabierta dejaba ver la pelambrera de su pecho, y unos ojos grises que sonreían al menor motivo. Cuanta diferencia había entre él y los hombres rudos y ensombrerados, de pantalón desgastado por el uso y zapatones de trabajo. La señora Maura acostumbraba a dedicar las mañanas al gimnasio, por la tarde a visitar a su madre, o jugar bridge con sus amigas. Los jovencitos asistían a colegios matutinos y por las tardes a la nevería o a reuniones propias de su edad. El atractivo señor Valleverde muy temprano abordaba su carro blanco, regresando por la noche; cenaba, se daba una ducha y se retiraba a sus habitaciones a dormir. Pilar, después de cumplir con sus labores tenía tiempo de sobra, en ocasiones y sintiéndose culpable, se decoraba las uñas con el esmalte carmesí de la patrona. Adquirió la costumbre de visitar a sus padres llevándoles parte de su sueldo, también prendas usadas que le regalaba la señora Maura. Esa inolvidable noche aromada de madreselvas y "huele de noche", esperaba la llegada de los señores para servir la cena, cuando escuchó el motor del Chevrolet blanco. La esbelta silueta de su patrón se recortó en la puerta del pasillo principal, traía el saco y la corbata en las manos. La chica advirtió que venía bebido y con temor lo relacionó a las veces que su padre, transtornado por el alcohol, golpeaba a su consorte y acabalaba con los que intentaban impedirlo. Grande fue su sorpresa, al sentir que su patrón la repegaba a su cuerpo, con mano experta hurgaba bajo su falda, acariciándole la entrepierna, estrujándole los labios con un beso. Luego subió la escalera, sonriendo como si hubiera cometido una travesura dejando a Pilar paralizada por la emoción. En ese mismo instante, desapareció la noche perfumada de jazmines, las estrellas y por supuesto dejó de existir la señora Maura. La noche le pareció eterna, cuando al fin llegó la hora de encontrarse con el señor de la casa a la ho'a del desayuno, él se comportó con 88 OFELIA CASAS DE ARENAS tanta naturalidad que la hizo pensar si todo lo ocurrido había sido producto de un sueño. Lo vio despedirse cariñosamente de la esposa, y abrazando a los dos mozalbetes, subir a su carro y marcharse. Pasaron los días, y luego, una madrugada, leves llamados a su puerta la rescataron de su insomnio. Escuchó la voz apagada de Gilberto: -Abre, debo decirte algo. Pilar al tenerlo cerca, comprobó que de nuevo estaba ebrio, quiso decirle que se fuera, que la señora podía oírlos, pero un alud de caricias se lo impidió. La besaba en los labios, en los hombros, en el cuello, en la boca, cortándole la respiración. Un grito de la señora Maura congeló la pasión del hombre. Cariño .. . ¿dónde andas? ¡Cuando subas me traes un vaso de leche por favor! Días y semanas pasaron sin que su patrón advirtiera su presencia. Parecía siempre concentrado leyendo el periódico o preocupado por no derramar la taza del café. Ella, a solas en su cuarto, lloraba pues tenía la sensación de que Gilberto la evitaba. Atormentada por la bondad de su patrona, y el desdén del patrón, ese día se ocupaba en colocar sobre una charola panecillos y refrescos para llevarles a los hijos de los señores, que se encontraban en la sala con varios amigos tan jóvenes como ellos. Al depositar el servicio en la mesita de ce.ntro, se inclinó mostrando sus bien torneadas piernas, lo que no pasó desapercibido a los encandilados ojos de los muchachos. El más impulsivo la tomó de la mano jalándola hasta la butaca donde estaba sentado. -Muñeca . . .¿cómo te llamas? Y dirigiéndose a los dueños de la casa les reclamó alegremente: -¿La tenían escondida verdad? La joven forcejeaba para librarse del precoz galán en los precisos momentos en que el señor Valleverde llegaba. Aparentando estar muy ofendida, le dijo al impertinente: Suélteme joven, la señora puede llegar y me va a regañar. ASÍ LES GUSTA 89 De espaldas al recién llegado, el muchacho, animado por la coqueta expresión de la joven, le soltó la mano al mismo tiempo que le propinaba sonora nalgada que fue a rebotar en la severa mirada del patrón. Con las mejillas encendidas, Pilar se dirigió a la cocina donde le dio alcance Gilberto. -¿Cómo te atreves a chacotear en la sala, con los amigos de mis hijos? Ella iba a replicar, sosteniendo su inocencia, pero su protesta fue interrumpida por la presencia de la señora Maura a quién Gilberto saludó con desgano pidiéndole que le sirvieran la cena en la recámara. Un sexto sentido le decía a Pilar, que él iría esa noche a verla . Destejió sus trenzas permitiendo que la sedosa melena le cayera sobre el camisón azul con florecitas en los tirantes, y esperó. Su instinto no le falló. Ya entrada la noche, lo escuchó llegar encaminándose directamente a su cuarto. Sólo le bastó empujar la puerta, entrar echando el cerrojo interior. El camisón que le regaló la señora Maura, y el traje de casimir inglés del señor Valleverde, quedaron en el suelo a un lado de la cama. Desnudos de prejuicios ... volaron a la sublime dimensión del amor. La espléndida mañana, encontró a Pilar en el jardín, regando las rosaledas y las rojas amapolas cuando vio salir a Gilberto Valleverde sumamente pálido. Sin despedirse de ella abordó su coche blanco y se alejó. Del interior de la casa llegó la voz de la señora Maura en tono rencoroso: -¡Pilar, ven! Encontró a la señora Maura en la cocina, con los ojos y la nariz enrojecidos por el llanto. Tironeando su pañuelito de encaje le dijo: -¡Junta todas tus cosas y te me largas de esta casa, no quiero volver a verte nunca!, ¿me oyes? ¡Nunca! ¿Irse?, ¿Adónde?, ¿al rancho a morirse de hambre? ¿Cuántas veces sus padres, sus hermanos y ella, no habían comido más que papas sin sal? ¡Jamás volvería a los llanos polvorientos, limitados por cerros pelones y cauces resecos!, ¡jamás! 90 OFEL!A CASAS DE ARENAS Un sexto sentido le decía que había otras maneras de ganarse la vida. Tenía que seguir ayudando a su familia, sobre todo ahora que no tenía derecho de mirarlos a los ojos. Se desprendió de la puerta donde estaba apoyada, y echó a caminar campaneando los olanes de su blusa roja ... con todo y lo de adentro. De inmediato la siguió un Cadillac conducido por aristocrático caballero, enseguida un Chevrolet blanco. Llamándola, se empalmaron las voces: -¡Perla .... ! -¡Pilar .. .. ! AS Í LES GUSTA 91 LEVITACION Se enamoró perdidamente desde el primer instante que la vio en la igles ita del pueblo, de sus labios, que como pequeños listones color de rosa musitaban rezos con los ojos cerrados. Rubia como los angelitos volátiles·de las im ágenes que decoraban las paredes. La esperó a la salida, cuando las beatas y los lugareños salían también con aires de santifi cados, luego de ponerse en paz con Dios, dejándole encima pecados y peticiones. Ella caminaba co n pasos leves, mi entras doblaba cuidadosamente su chalina de encaje. Lo deslumbró más que los rayos del sol del medio día que iluminaban las milpas y los tejados de las casas. Carlos, venciendo su timidez, la abordó y cortésmente le preguntó si podía acompañarla, la bell a no levantó la mirada ni contestó. El joven se res ignó a seguirl a a di stancia. Los domingos, en mi sa de doce, la veía inclinada rezando fervorosamente con la vista baja. Cuando el sacerdote elevaba el cá liz con la sa ngre de Cri sto, él se sumergía en el hechi zo de aquellos ojos azul es. Durante vari os domin gos, sin fa ltar uno solo, asistía a la mi sa de doce para contempl arla arrobado, sin hacer caso del ritual reli gioso. Al verl a guardar mi sal y velo, Carlos se apres uraba a seguirl a por las angostas ca llec itas del lugar, en ocasiones ell a se detenía de vez en cuando para comprar manza nas enmi eladas o algodones de azúcar, él, hac iendo tiempo, compraba duro con sal. Proseg uían su camino hasta ll egar a una casa so lariega, y él se quedaba un rato pro longado viéndola desaparecer tras la puerta, emprendiendo el regreso con el anhelo intenso de que llegara pronto el siguiente domingo. Supo que se llamaba Ausencia. ¡Que nombre tan adec uado le pareció! 92 OFELIA CASAS DE ARENAS Ausencia de coquetería .. .. ausencia de malicia en la mujercita, que caminaba ausente a las miradas de admiración de los jóvenes del pueblo. Ebrio de amor, vivía y respiraba para ella. Se confió a sus amigos confesándoles la gran pasión que sentía por la muchachita rubia. Los amigos le aconsejaban que le llevara serenata. -Vamos a llevarle "gallo" Carlitas, hasta las mujeres con el corazón de piedra caen redonditas a la luz de la luna o de un farol, si les dedican canciones de amor. Acompañado de sus amigos caminó por las calles oscuras que Ausencia recorría los domingos por el día, y frente a la puerta, contagiados de romanticismo y al calor de unas cuantas copas, con voces varoniles y rasgueo de guitarras, entonaron sentidas quejas de amor. La luna se asomó por entre las nubes, los vecinos atisbaron por las ventanas curiosos por saber a quién de las muchachas del rumbo le habían llevado serenata. La casa solariega permaneció callada y nadie levantó las cortinillas del balcón. Abatido de frustración, Carlitas esperó el siguiente domingo dominado por la ansiedad . En la iglesia estaba ella más frágil que su chalina de encaje, concentrada en sus rezos con la vista baja. Carlos no resistió más el avasallador anhelo de ser dueño de Ausencta. Seleccionó su traje nuevo color café oscuro, una corbata a cuadros amarillos y negros, camisa azul de cuello almidonado y haciéndose acompañar de dos personas distinguidas del pueblo se encaminó a la casa de su adorada . Abrió una mujerona de rostro ancho y trenzas negras, los condujo por el espacioso zaguán flanqueado de grandes macetones con verdes helechos , los dejaron en la sala de muebles de bejuco, mesa de centro con un búcaro lleno de claveles blancos y en uno de los ángulos de la estancia, un piano cubierto por un mantón color crema con bordados a mano. De una pared, colgada de un clavo, estaba una la fotografía de una pareja de aspecto adusto y estirado . Se sorprendieron cuando por una ASÍ LES GUSTA 93 de las puertas los vieron caminar tan entecos y severos como en la amplificación ovalada. Sin sonreír les indic¡¡ron que se sentaran. Cohibido y sudando frío, Carlos se aflojó el nudo de la corbata. La imagen adorable de Ausencia le infundió ánimos para exclamar: -Buenas tardes señores, soy Carlos Castillo Costa y me permito presentarles al señor Patrocinio Contreras, Recaudador de Rentas, y a Don Rufino Quiñones, Despachador de Trenes también de éste lugar. Extendió la mano en señal de un saludo que nadie correspondió. El anillo de zafiros hizo el milagro de hacer brillar fugazmente los pequeños ojos de la señora de vestido oscuro, que le llegaba hasta el cuello y le tapaba los flacos carcañales. Don Rufino, consciente de su misión, se puso de pié y engolando la voz explicó: -El joven Carlos Castillo, en ausencia de sus padres, solicitó nuestra intervención para entrevistarnos con ustedes. Señores míos: Tenemos el honor de pedir la mano de su hija Ausencia para el señor Carlos Castillo Costa. Don Patrocinio no quiso hacer menos y trató de encomiar la personalidad del joven representado. -El joven Carlos Castillo es un hombre de bien, trabajador, sin vicios y .... Fue interrumpido por el ademán impaciente de la señora del chongo ralo que de inmediato sometió al pretendiente a exhaustivo interrogatorio. -¡¿Cuántos años tiene usted?! -Veintinueve años. -¿Dónde nació? -En Tixtla, Guerrero. -¿Sus padres y usted son católicos? -Sí. -¿Viven? -Gracias a Dios, sí. -¿En qué trabaja? 94 OFEL!A CASAS DE ARENAS -Soy dueño de la sombrerería "El Buen Tono". -¿Casa propia? -Sí. -¿Mantiene a sus padres? -Mis padres viven en Tixtla y se mantienen de la pensión de mi papá. -¿Desde cuando conoce Usted a nuestra hija? -Año y medio. -¿Platica con ella? -Nunca. Ella no contesta mis saludos. -¿Usted es el que manda chocolates y flores? -Sí. Y una vez le traje gallo. -¡¿Qué!?- Casi gritó la mujer. -Serenata. -Si Usted no mantiene ni relaciones de amistad con mi hija ¿cómo es que hace proposiciones matrimoniales? -Mis intenciones son serias, estoy muy enamorado de ella .... y como no me concede oportunidad de hablarle ... Tenso silencio se adueñó de todos en la habitación. Carlos tragaba saliva. El hermetismo del matrimonio lo hacía temer lo peor. Esperaba ser arrojado a la calle sin ninguna contemplación, cuando lo sorprendió la señora gritando en tono aflautado: -¡Ausencia, ven por favor! La dueña del corazón de Carlos apareció más linda que nunca. -Diga usted. -¿Conoces a este caballero? -Lo veo a veces en la misa de doce. -El señor Castillo, dueño de la sombrerería "El Buen Tono", está solicitando tu mano, te está pidiendo en matrimonio. Por primera vez la muchacha vio directamente a los ojos a Carlos, que sintió como si una centella lo hubiese herido en pleno corazón. Ante el silencio de la doncella, su padre le aconsejó: -No te apresures a contestar niña, piénsalo un tiempo, yo creo que el señor Castillo lo comprenderá. -N-o, n-o, esperaré todo el tiempo que la señorita Ausencia desee. ASÍ LES GUSTA 95 Ausencia, delicada como una flor de durazno, rodeada de encajes y azahares, bajo la bóveda adornada con guirnaldas blancas, se encaminó al altar, donde Carlos la esperaba temblando de emoción. La realidad superó los sueños del recién casado. Esa noche la pudorosa joven se le entregó con dulce mansedumbre. Iba de sorpresa en sorpresa, Ausencia era diligente y hacendosa, iniciándose en la activa labor social. Visitaba a los enfermos y llevaba dulces y ropa a los niños. Carlos la amaba y admiraba cada día más y entraba a la recámara matrimonial como si entrara a un santuario. Con frecuencia, Ausencia llegaba al hogar acompañada del señor Cura, prieto y requemado, de melena indomable. Por las noches se reunían en pequeñas tertulias de matrimonios amigos con el señor Cura, tomaban chocolate y rosquillas preparadas por las blancas manitas de Ausencia. En ocasiones ella se retiraba a descansar, y cuando Carlos después de despedir a las visitas, acudía a la recámara, encontraba a su esposa arrodillada, rezando, con las angelicales facciones iluminadas por la veladora. Respetando las reflexiones espirituales de Ausenci:!, Carlos prefería dormir en la otra habitación. Con su grupo de amigos comentaba las cualidades de Ausencia: -Está llena de virtudes, además de bonita, es tan amable, jamás está de mal humor, y eso que tiene mucho quehacer en la casa y aún así, atiende los enfermos, visita a los pobres y lleva dulces a los niños .. .. a veces me siento mal de profanar la paz de su habitación, porque no me lo van a creer, ... pero el otro día, ..... la vi ..... ¡levitar! Ante la mirada incrédula de los amigos, continuó: -Caminaba sin pisar el suelo, esto me impresionó profundamente, me invadió una angustia muy grande. -¿Porqué? -Ayer por la noche llegó el señor Cura, lo dejé en la sala platicando con Ausencia, pues fui a la tienda a recibir un pedido de sombreros, dejé varios en los estantes, otros en los mostradores, me traje más a la sala y de pronto .... escuché gemidos, jadeos, palabras entrecortadas: "más .... 96 OFEL!A CASAS DE ARENAS más ..., .más por favor ... .", comprendí que algo malo sucedía y tirando las cajas de los sombreros abrí la puerta de la sala, me topé con el señor Cura, desencajado y sudoroso, que arreglándose la sotana me decía: -Que bueno que llegó Don Carlitas, algo le pasa a Doña Ausencia, se desmayó ante mis propios ojos, le desabroché la blusa para facilitarle la respiración pero sigue inconsciente, atiéndala usted mientras yo voy por el doctor Ruiz. -Corrí a ver a mi esposa, y la encontré desmadejada, pálida como una magnolia. Al ver mi desesperación, entre sofocos me dijo : -Cálmate Carlos, ya me estoy sintiendo mejor. -Es una santa, les digo que fingió sentirse bien, para no preocuparme, créanme muchachos .. .. con estos ojos profanos, la he visto . ... levitar. ASÍ LES GUSTA 97 TARAN GAS No quedaban dudas, de que había sido garboso, alegre y bailador. Mediana estatura, fuerte a primera vista. En los mitotes o jolgorios que se celebraban en Pachón de Arriba, su pueblo querido, asistía a sabiendas de la admiración que causaba entre las jóvenes, que le coqueteaban moviendo el cuerpo como lazo mal torcido. Él, se atusaba los bigotes negros y relucientes y sonreía complacido. Prefería las maduritas, aunque fueran casadas. Decía a los amigos y agregaba: -Es más, creo que les hago un bien en vez de un mal. Recargado en la barra de la cantina, aún lucía gallardo y varonil. De caderas estrechas, presionadas por el pantalón de mezclilla, chamarra de cuerpo y paliacate rojo al cuello. Goltrán Retana, alias "Tarangas", como todos lo conocían, apuró la cerveza que sobaba con la mano, para lanzar de vez en cuando miradas melancólicas a sus amigos, ocupados en bailar estrechamente con hembras de rostros maquillados, caderas trepidantes y bustos generosos por todo lo que dejaban ver. Suspiró, evocando los lejanos días, cuando él mismo se apretaba a suaves y sedosos cuerpos femeninos, sintiendo cerca del corazón los senos perfumados al compás de la música. -Jamás podré volver a bailar- Pensó desprendiéndose del mostrador, asentando el pié izquierdo en el piso, para enseguida levantar su pierna rígida que primero dibujaba un pequeño círculo en el aire, antes de tomar su turno para caminar. Campaneando el cuerpo, llegó a una de las mesas, colocó la bebida y se sentó. Gorgoreando la cerveza se dejó llevar por los recuerdos. Cuando tenía catorce años, al abrir la puerta ovalada del zaguán de su casa de adobes, encontró a su madre tirada en el suelo, con la cabellera desordenada y la boca cubierta de sangre. 98 OFELIA CASAS DE ARENAS Eso se repetía con frecuencia. Convirtiéndose en el chisme preferido de los vecinos, que al escuchar los gritos de Sósima pidiendo auxilio, corrían a sus ventanas o hasta las afueras de la morada de los Retana, para enterarse con lujo de detalles, de la gol piza que el iracundo marido propinaba a su mujer. El padre de Goltrán, Félix Retana, en su juventud, se cansó de exprimir la tierra recalentada por el sol del rancho. Él no era para vivir en la miseria. Se fue al país del norte cuando se contrataban brazos que hacían falta para recoger las cosechas. Félix se fue amontonado como las reses, en un camión de redilas, con otros hombres que también soñaban en salir de la pobreza, ganando dólares. Allá pasó varios años entregado a rudas labores, soportando el trato que los rubios patrones le daban. Trabajó sin descanso, sin concederse tregua. Tal vez ... pensó Goltrán, su padre extrañaría los cerros azules, las huertas florecidas guardadas por corrales de piedra de su tierra. Dicen que regresó con camioneta del año, la indispensable grabadora y cuenta bancaria. Que se instaló en el pueblo vecino, Pachón de Abajo, compró varias huertas y se hizo de varias cabezas de ganado. Cuando el amanecer matizaba el cielo de azul turquesa, y el sol salía por oriente como refulgente monedita de cobre, ya encontraba a Don Félix, barbechando, sembrando, llevando de beber a los surcos. Y cuando el sol, cansado de iluminar el día , teñía de bermejo las nubes para dar paso a la noche, Félix se retiraba de los campos de labranza. Él , trabajador y rico, dueño también de la única tienda de abarrotes del lugar, era el mejor partido para las niñas casaderas de Pachón de Arriba y de Pachón de Abajo. En ese Septiembre, cuando todos se encontraban contagiados de amor patrio, en el baile de gala se coronó a la joven más bonita del pueblo, Sósima Sarmiento, delicada y frágil, de facciones muy bellas. La muchacha cautivó a Félix que se propuso conquistarla y casarse con ella. A Goltrán le platicaban las personas de más edad, que la boda de sus padres fue un acontecimiento que reunió invitados de varias leguas a la redonda. Que en la enorme cocina de la casa de Don Félix, iban y venían ASÍ LES GUSTA 99 las cocineras preparando cazuelones de mole y arroz, que se mataron varias reses y que una hilera de mujeronas inclinadas sobre los metates, no se daban abasto palmeando los discos de masa para enviarlos al coma!. Y que varios grupos de músicos norteños, alegraban el ánimo de los concurrentes, con sus polkas, chotises y corridos. Después ... quizá ... la belleza de Sósima se marchitó con los embarazos, con las rudas faenas de la casa. De seguro, ella, frágil y sencilla, quedó bajo el dominio de un esposo soberbio y violento. Ella no tardó mucho tiempo en darse cuenta de las aficiones de su marido. Don Félix, de pronto, sucumbió a los placeres, pasiones y vicios que le facilitaba la cómoda situación económica que disfrutaba. Su vida era una continua parranda, o pasaba la noche en los tugurios del poblado, o llegaba de madrugada acompañado de alguna damisela, y a golpes y empujones sacaba a Sósima y a los hijos fuera de la casa. Cuántas veces, con amargura, recordaba Goltrán, en el quicio de la puerta se acurrucaban uno sobre otro para no sentir el frío, y así pasaban las horas, interrumpidas únicamente por las risotadas de la pareja, seguidas de grandes silencios, que hablaban a gritos de lo que sucedía en el lecho matrimonial. Cansados y ateridos, Sósima y sus hijos, despertaban con el canto de los gallos, cuando los primeros rayos del sol doraban los techos de las casas, las milpas y las huertas. Al ver salir a Don Félix, domeñando su alborotada cabellera con el ancho sombrero y llevando de la mano a su compañera de juerga, se hacían a un lado para dejarlos pasar. Tan pronto como los perdían de vista, Sósima, presurosa, entraba a hervir agua para café, a echar tortillas , a preparar el almuerzo. Los niños le daban maíz a las gallinas y echaban el ganado fuera del corral. Los negros ojos de Goltrán se humedecieron de lágrimas. Hizo a un lado la pierna que no podía doblar, herido profundamente al recordar a su madre, con su vestidito floreado lleno de tierra y sangre. Al mismo tiempo advirtió la chavinda enganchada en el clavo de la pared, mitad azul, mitad blanca, con nidos de golondrinas en las vigas. 100 OFELLA CASAS DE ARENAS Don Félix, encorvado y con el puño en alto, amenazando todavía a Sósima, sintió los primeros reatazos sobre la espalda, las corvas, la cintura, y sobre la nuca. Como toro bravo volteo el cuerpo para repeler la agresión y la sorpresa lo dejó con la boca abierta, mostrando unos dientes blancos y parejos. Goltrán, larguirucho, en sus pantalones que le daban arriba de los carcañal es y las canillas saliéndose de las mangas de su camisa de franela, le asestaba iracundos mecatazos que obligaron al hombre a cerrar los ojos, recibiendo los golpes en los párpados y sobre la nariz. El muchachillo jamás olvidaría que su padre, protegiéndose de la lluvia de golpes, cruzaba los brazos sobre la cara, hasta que por fin, vencido por el estupor, cayó a un lado de Sósima, que se replegó a la pared, apartándose del cuerpo del marido, como si se apartara de un reptil. Don Félix, con el rostro marcado de líneas rojas, le gritó: -¡Es mi mujer, desgraciado muchacho! ¡Puedo hacer con ella lo que me plazca! -¡No mientras yo viva, padre! ¡No se atreva jamás porque me lo cargo! El joven arrojó la reata, que fue a dar sobre los hombros de Don Félix, y salió de la casa, abriéndose paso por entre los curiosos, que no daban crédito a sus ojos, de haber visto a un hijo golpeando a su padre. -Que cosas se ven ahora, Dios mío. A este escuincle se le va a secar la mano por habérsela levantado a su padre. -Lo va a castigar Dios. Ahora que había pasado el tiempo, Goltrán se preguntaba, si los metiches se habían condolido del delicado cuerpo de su madre, ocupados únicamente en contar los verdugones que lucía Don Félix. -Lo bueno es que mi padre ya la pensaba cuando quería maltratar a mi madre. Del centro del salón, uno de sus amigos, le gritó: -¡Ese Tarangas! -Quiubo guey. Contestó Goltrán, suavizando la frase con una media sonrisa. Le insistieron. ASÍ LES GUSTA 101 -No se me aguite mi Goltrán, ¡Arriba ese animo! Goltrán se hundía en sus cavilaciones. -Sí, me castigó Dios por pegarle a mi padre. Y luego yo tan atrabancado, pues se me ocurrió meterme en el potrero de Don Atilano, y montarme al bayo, no apreté bien el cincho, y al subir la ladera se soltó la montura, con ella tropezó el canijo bayo y los dos dando volteretas fuimos a dar a la barranca ... el animal se levantó hasta relinchando, pero ya me había caído encima. Siguieron esos meses interminables, en aquel hospital de paredes muy altas y frías, y yo atorado allí, sin poder salir, al no tener dinero con que pagar . ... -¿Y qué?, ¡me valió madre! ,j unté tres garras de colchas y anudándolas me descolgué a los pasillos. Obra de Dios que el policía se metió al sanitario dejando su chaqueta y gorra fuera . Me las puse, y aunque sentía calambres en la rabadilla, me salí muy ufano . Comprobó que se había terminado la cerveza y llamó: -¡Melitón! Un hombre redondo y chapeteado, salió de atrás del mostrador y preguntó solícito: -¿Te sirvo las otras, Tarangas, pues quiúbole, qué pasa con tus eternas bromas? Al no obtener respuesta siguió diciendo : -Te voy a traer tu cerveza y botanas. En pocos segundos regresó Melitón, llevando una charola donde iba además de la bebida, una cazuelita con nopales en chile verde y otra de tortas de camarón seco en pipián. Depositó la charola en la mesa y de nueva cuenta la levantó, al advertir que a espaldas del Tarangas, llegaba Silvia "La Picosa", meneando cadenciosamente las caderas, mientras se prendía un clavel en su oscura melena. Rodeó el cuello de Goltrán con sus manitas de dedos puntiagudos, con las uñas pintadas de barniz azul marino. Con la lengua recorrió el contorno de la oreja del joven y le murmuró: -¿Me invitas una copa, papacito? "La Picosa" le echó encima a Goltrán su curvilínea humanidad, envolviéndolo en el aroma preferido de los dos , "B urbujas de París". 102 OFEL!A CASAS DE ARENAS El Taran gas aceptó con entusiasmo el estremecimiento sensual que le recorrió el cuerpo y respondió: -Las que quieras "Picosita ",pero las tomamos en tu cuarto. Besándose, se dirigieron al interior de alguno de los cuartos, tratando de igualar los pasos, ante el gesto de aprobación de Melitón el cantinero. Esta obra se terminó en febrero de 2001 en Artes Gráficas "La Impresora" Enrique Carro la Antuna No. 61 O Col. Ciénega Tel. 813-33-33 Durango, Dgo., Méx. 1000ejemplares. SECCIÓN: 44, Durango TITULO: ASÍ LES GUSTA EDITORIAL: La Impresora AUTOR (ES): Ofelia Casa s de Arenas TEMA: Literatura mexicana
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